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SociÁlogo, Revista de Teoría, Epistemología, comunicación y cultura
Amor: El Jarabe para la Tos de una Vida en Tránsito
Valeria Márquez
Bachiller. Estudiante de Pre-Grado
Sociología, UCV. Venezuela
Resumen: La vida, es un constante flujo temporal que va dejando consigo las acciones
producto de un sinfín de interacciones sociales que construyen lo que nosotros
conocemos como la vida cotidiana. En esa vida social, que significa un tránsito perpetuo,
estamos sometidos a todo tipo de angustias, presiones tanto social como culturalmente
construidas. En el presente artículo, expondremos la idea del amor, más allá del prototipo
cliché y rosa al que nos tienen acostumbrados a asimilar, expondremos la idea del amor,
como un jarabe para la tos crónica de lo que significa existir en sociedad, un bálsamo
aliviador de angustias.
Palabras claves: Amor; Muerte; Sociedad; Cultura; Sanación; Angustias; Alivio.
Summary: Life, is a constantly driveway in time and space, that keeps leaving with it the
actions product of the social interactions, that build what we all know as everyday life.
Inside this everyday life, that means a constant transit, we are put through every kind of
sorrow, social and cultural pressures. In this article, we’re going to show you, the idea of
Love, beyond the prototype cliché that we used to legitimate as Love, and we are going to
expose love as a cough syrup for the ill that means exist inside a society, love as balsam
to heal sorrow.
Key Words: Love; Dead; Society; Culture; Heal; Sorrows
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La Idea que es Amor
“El hombre se encuentra profundamente sumergido en ilusiones y ensueños, sus miradas
se limitan a deslizarse sobre la superficie de las cosas, sus sensaciones no conducen en
ningún caso a la verdad si no que se contentan con recibir estímulos…”
(Nietzsche, “Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral” pp.4 1873)
Somos humanos, pero no solamente eso, somos humanos que han sido
configurados para establecerse en torno a sociedades, y a partir de esto
construimos el mundo en torno a las interacciones entre nosotros mismos.
Deseamos más que solo sobrevivir, deseamos fervientemente creer que existe
algo más por qué vivir, pues todo lo que queda después es la muerte, y la muerte
es de carácter irreversible.
Entonces conformamos un universo de ideas e imaginarios, basados en un
antropocentrismo absoluto en donde nosotros como humanos no auto otorgamos
el poder sobre todas las cosas. El humano como creador de ideas, se atribuye el
poder de decidir las situaciones sociales y la configuración de las cosas.
“El intelecto como medio para la conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas primordiales en la ficción, pues está en el medio por el cual se conservan los individuos
más débiles” (Nietzsche, 1873. Pp.3)
Utilizamos las ideas como un medio para la conservación, porque el tiempo agota
la vida humana, pero las ideas pueden perdurar para siempre.
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Ahora bien, el caso que plantea Nietzsche, es que vivimos en un mundo arbitrario
que fue configurado para pensar en función de la verdad. Se establecieron un
patrón de ideas que sirvieron de ancla para erigir estructuras enteras de modos
sociales, que establecieron el lenguaje mismo, y que suelen no ser cuestionadas.
Como humanos, percibimos placenteramente la idea de la verdad, porque
podemos aferrarnos a creer en algo que no va a cambiar, porque el cambio es
sujeto de angustias, así que utilizamos la verdad como un estímulo placentero a la
vida. Pero para Nietzsche, la verdad no es más que “Una metáfora
antropomorfista”, el simple resultado de la construcción social de una realidad
mediante interacciones y prácticas interhumanas, que con el correr del tiempo, al
no ser cuestionadas, se legitiman como obligatorias.
Ahora bien, al ser una cuestión que nos da la sensación de pertenecer, la verdad
se transforma en algo intransgredible, una idea a prueba de balas, de cuyo núcleo
tomamos lo que más nos agrada.
“El hombre nada más desea las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que conservan la vida” (Nietzsche, 1873, pp 4)
Hablamos entonces de conservación, de trascendencia, nos negamos a ver las
verdades que nos afligen, y quizás la única verdad que hasta ahora no ha podido
ser refutada, es que todos vamos a morir.
La muerte entonces no es considerada como una parte agradable de la verdad, no
preserva la vida, significa el fin de la misma como la conocemos, esa que está
conformada por construcciones netamente sociales. Nos aferramos a cosas que
ocurren en el tiempo humano, que es tan relativo como todo lo demás.
Pensar en el fin de todas aquellas cosas en las que inviertes energía durante el
número de años promedio que vive una persona, causa estrés, porque
indiscutiblemente, durante este período de tiempo, se piensa que se vive en
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función de la trascendencia. La inmortalidad es entonces como una ilusión de
esas que menciona Nietzsche, donde nos sumergimos percibiendo solo formas,
de las cosas en la que queremos creer para hacer de la vida mucho menos
trágica.
Una de estas ideas, que sirven como salvavidas eterno, es una idea en forma de
un tipo ideal, una representación social de eso que deseamos obtener. Una idea
ligada a prácticas bien establecidas, que es atemporal, y que trasciende a lo largo
de la historia. Se encuentra en una forma física, espiritual, metafísica, que nos
sumerge en una suerte de culto mágico a algo de lo que ni siquiera nos
proponemos cuestionar su existencia. Allí está el amor, presente para aliviar la
angustia, una idea que se escurre entre nuestros dedos y no deja preguntarnos
por qué.
El amor está inscrito como un código dentro del lenguaje en el contrato social.
Nosotros humanos al estar obligados a designar a las cosas, “movimiento moral
hacia la verdad”, tomamos “Amor” como una verdad unívoca e intransgredible, una
idea arbitraria de verdad, que al ser superior a nosotros, y sentir que no podemos
controlarlo, nos alivia no solo de la angustia sino de la culpa, de justificar errores.
Aunque en realidad, nadie pueda dar una respuesta única cuando de definir
concretamente el amor se trata.
“El amor es un medio simbólicamente generalizado, una institución semántica que hace de una comunicación improbable, probable” (Luhmann, 2008, pp 37)
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Amor una cuestión de Trascendencia.
“Los que son amados no pueden morir, porque el amor significa inmortalidad” Emily
Dickinson
Entonces tenemos que el amor es una idea, definida en términos sociales, que
actúa como una verdad, superior a nosotros y poco cuestionada. Que sirve como
un jarabe para la tos de la vida, ¿por qué de la tos?, porque puede volverse
adictivo.
Zygmunt Bauman, escribe en su texto “Amor Liquido” (2005): “El amor parece gozar de un estatus diferente que los otros acontecimientos excepcionales”, porque en la vida cotidiana lo usamos casi a diario, es una cuestión natural,
altamente poderosa y que ayuda a encaminar quizás incluso la vida, pues esta se
configura en torno al amor.
Ahora bien, Bauman, infiere también en el hecho de que el amor además de una
idea es una práctica, que puede aprenderse o desaprenderse, porque en nuestra
sociedad, el acto de amar viene cargado de un conjunto de reglas y estrategias,
que determinan las condiciones que sugieren que se está amando. En el tránsito
de la vida se ha transformado, en una idea ligada a la adquisición de hábitos.
¿Pero con qué objetivo?
Aliviar, esa es la respuesta, aliviar al cuerpo de las angustias. Tenemos miedo de
lo que no podemos controlar, de lo que no conocemos, y el amor aparece como
una especie de superhéroe a darnos la sensación de que podemos evitar pensar
en todas esas angustias, por ejemplo en la angustia que genera pensar en la
muerte, el amor es trascendencia como lo decía Emily Dickinson, la inmortalidad
es tentadora, cuando la finitud de la vida es un problema.
No queremos morir, aunque sabemos que es inevitable, trabajamos por dejar una
marca que nos perpetúe en el mundo, la inmortalidad, las ganas de permanecer
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se transforman en objetivos de vida, incluso si estamos dispuestos a admitirlo o
no.
Arthur Schopenhauer, en su texto “El Amor, Las Mujeres y la Muerte”, propone
que el fin único del amor, es la reproducción de la especie, y aunque hoy en día
podemos considerar esta postura como polémica quizás, por el carácter machista
digamos y la idea de que el amor solo puede presentarse entre un hombre y una
mujer, encuentro esos planteamientos completamente válidos. La reproducción es
el paso de un trozo de mí a otra generación, la reproducción es trascendencia,
escribir un libro es trascendencia, ser famoso es trascendencia.
Entonces comenzamos a hilar la obsesión de las tendencias sociales actuales,
todos quieren hacer algo que les defina, que les haga superar a la muerte. El amor
hace eso, el mismo Schopenhauer ilustró que quien no era capaz de amar ya
estaba muerto, porque encontramos al amor como aliviador de la muerte.
Amor y Tradición.
“Podemos aprender por qué las personas, tienden a aferrarse a todo lo que pueda ser o llegar a ser una uniformidad en sus vidas (…) primero porque temen la irregularidad y el
cambio (…) segundo porque desean tranquilizar a los demás acerca de la propia racionalidad o predictibilidad de su conducta, quizás con la esperanza de hacer que los
otros actúen de manera similar. Así tienden a crear tradiciones y a reafirmar las ya creadas (…) es así como surgen los tabúes y como se transmiten”
(Popper, 1972, pp 169)
Tal como lo menciona Popper, las personas tienen miedo del cambio, la muerte
quizás sea el cambio más drástico, porque no podemos predecir o saber de
alguna manera cómo será. Estamos tan sujetos a las tradiciones, al tener la
certeza o al menos a tener el conocimiento de esperar posibles resultados, que no
saber la respuesta nos genera ansiedad.
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Las tradiciones de cierto modo liberan de la ansiedad. El amor entonces es una
idea, pero más allá de una idea es la tradición aliviadora de angustia.
El Amor, está presente en la forma en que la sociedad desea que esté presente,
como tradición, tal como menciona Popper en algún momento en el texto citado,
empuja a los individuos a amoldarse a sus formas, solo amoldarse y a percibir
como dice Nietzsche, sin ahondar en la profundidad, en la esencia, aceptándolo
simplemente como verdad.
El amor entonces se encuentra en una forma de bálsamo aliviador, una fuerza
externa de empuje y creación de acciones inesperadas e improbables, que i
irónicamente suprime el miedo a los cambios, a lo desconocido, que es atemporal
y que atraviesa la historia sin sufrir severas modificaciones.
El amor se ha transformado en la excusa para justificar la existencia, es un medio
ontológico para dar sentido a la vida, para suponer que existe algo más que solo
vivir para respirar. El amor neutraliza también el carácter destructivo del ser
humano.
Amor que más allá de los prototipos clichés propios de la publicidad y la industria
del entretenimiento, tiene un propósito mental, de dar sentido a las acciones, que
justificar actos, actos que se construyen en torno a la generación de expectativas.
Conocemos entonces la idea de la esperanza como contraparte del miedo, como
un motor impulsor de determinar el futuro desconocido y convertirlo en predecible.
Otorga una seguridad, quizás una falsa seguridad en un mundo lleno de
inseguridades, hace coherentes nuestras contradicciones y evita el
cuestionamiento de temas que suelen resultarnos incomodos.
Entonces el amor quizás es la idea más poderosa que existe, todos y cada uno de
los individuos que existen en sociedad, y que tienen acceso a la información
conocida como amor, en la diversidad de definiciones y empaques en la que este
término viene presente, tienen la oportunidad de sentir o de representar en sí
mismos la idea del amor.
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El poder de alcance de este es masivo, establece en definitiva roles sociales a
jugar, y establece reglas en un tablero de juego que hemos dejado que domine.
“Hasta ahora los hombres se han formado ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo que son o deberían ser (…) los frutos en su cabeza han acabado por imponerse a su cabeza.
Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas”
(Marx/Engels. Ideología Alemana. 1845. pp 15)
El amor en sí, al ser una idea, no puede ser definido en un sentido único e
inamovible, es una representación de experiencias diferentes, de distintas
percepciones, de sistemas culturales y sociales que varían. Puede definirse, pero
no con una validez total, aceptada universalmente.
Al final del día, de algún modo u otro, queramos reconocerlo o no, todos
deseamos amar y ser amados, sea una idea, una tradición, una construcción,
logra el objetivo de aliviar las tensiones que presuponen existir y estar vivos. Por
eso está presente en el arte, en las canciones, en el cine, en la literatura, en la
música.
Son formas expresivas de sobresalir de un plano terrenal que nos agobia, el amor
como expresión del arte, realza esa necesidad de saltarnos el terreno racional de
la vida cotidiana. El amor es verdad y es mentira, es tradición pero también puede
romper esquemas tradicionales, puede ser todo y al mismo tiempo nada. Pero al
final del día, se sigue repitiendo en nuestras cabezas, “All you need is Love; Love
is all you need…” 1
(Todo lo que necesitas es amor, amor es todo lo que necesitas)
1 LENNON/MCCARTNEY. “All you need is love”. Magical Mystery Tour. 1967. The Beatles
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Bibliografía
BAUMAN, Zygmunt: “Amor Liquido”. México D.F. Fondo de Cultura Económica. 2005
BERGER, Peter/ LUCKMANN, Thomas: “La Construcción Social de la Realidad”. Buenos Aires. Amorrurtu. 2001
LUHMANN, Niklas: “El Amor como Medio de Comunicación Simbólicamente Generalizado”, en: LUHMANN, Niklas: “El Amor como Pasión”. Barcelona. Ediciones Península. 1985
MENNINGER, Karl: “Amor Contra Odio”. Buenos Aires, Editorial Nova. 1951
NIETZSCHE, Friedrich: “Sobre Verdad y Mentira en un sentido extra moral”. 1873. Disponible en: http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/verdadymentira.pdf
POPPER, Karl: “Hacia una teoría Racional de la Tradición”, en: POPPER, Karl (comp.), “Conjeturas y Refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico” Barcelona, Paidós, 1994
SCHOPENHAUER, Arthur: “El Amor, Las Mujeres y La Muerte”. Madrid, EDAF, 1993.
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