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#DoréEnCasa es una iniciativa de Filmoteca Española que permite acceder durante un tiempo limitado a los materiales recuperados y restaurados recientemente PaseoS por Madrid Del 15 al 19 de mayo a las 12:00 Paseos por Madrid se podrá ver online del 15 al 19 de mayo a las 12:00. Pulsa sobre el enlace para ver la sesión: VER PASEOS POR MADRID ONLINE E STE NUEVO PROGRAMA DE “DORÉ EN CASA” nos invita a pasear por Madrid siguiendo el hilo de Ariadna que desovillaron Basilio Martín Patino, José Luis García Sánchez y Víctor Vadorrey. Pasear el laberinto urbano que fue hace algo más de medio siglo, y armar el rompecabezas de lo que no dejó de ser, proyectar acaso los golpes que estaban por llegar a una ciudad, y sus gentes, que ha resistido y derrotado varias formas de terror, antes y después. No hay que insistir en lo que resulta obvio: todos necesitamos volver a caminar nuestra ciudad o nuestro pueblo, nuestras calles, y sentir que están vivas. Hacerlo si cabe con la libertad con la que Patino y García Sánchez nos acompañan a hacerlo, relatando su pretérito con erudición y adulando sus virtudes con lirismo, en Paseo por los letreros de Madrid (1968); o con la que Vadorrey, mediante rimas humorísticas y sagaces analogías, nos propuso como ejercicio de escuela en Tonto-Tour (1963). Hoy esas imágenes, tan familiares pero en realidad tan desconocidas (pues se trata de dos películas sin estreno), nos interpelan de diversos modos. La cámara-flaneur de ambas piezas, una sonora, la otra muda, seducidas en igual medida por la cartografía madrileña y sus “señales”, nos invitan al “descubrimiento y la disolución en el entorno urbano”, tal y como invocó Walter Benjamin a la figura del paseante moderno. En sus paseos ociosos, decía, se activa “la percepción distraída”. Aguilar y Cabrerizo señalan la derivada castiza del flaneur, es decir, el “ejercicio de ramonismo” en el paseo de Tonto-Tour, las metáforas visuales que buscan su fondo literario, como ese cementerio con una señal de prohibido el paso. Al sentido luctuoso que transita estos últimos meses por el aire de Madrid, del mundo, estas películas quizá contengan algún tipo de antídoto sentimental o emocional, por fugaz que sea. Hay una manifiesta emoción desde luego en el modo en que el estudiante García Sánchez y el profesor Martín Patino salían con el estudiante José Luis Alcaine a recorrer la ciudad y contar su historia (gestas y tragedias) con palabras y música encendidas, invocando el fondo de los nombres en sus letreros. El modo en que Las tardes del Ritz cantada por la cupletista Lilián de Celis se relaciona con las imágenes anticipa en cierto modo la estrategia discursiva entre música y archivo visual de Canciones para después de una guerra (1971). Dividiéndose el tiempo y el trabajo en todos los frentes (escritura, rodaje, edición), fueron construyendo el mediometraje que empezó sin saber a dónde iba y a la que un concurso de documentales convocado por TVE (por el que fue premiado con un accésit) terminó de darle forma, mientras barruntaban también una de las indiscutibles obras maestras del cine español, que terminarían tres años después. De aquel trabajo editado a contrarreloj y sin apenas medios, sobrevivió el copión, la única copia en verdad, una película de 16mm medio esquilmada y llena de empalmes artesanales, cuyo telecinado es el que ahora puede verse online. La fragilidad y también la fortaleza del cine. La conciencia de estar trabajando sobre una arcadia urbana y viva resplandece en el amor con el que Martín Patino y García Sánchez nos muestran Madrid y abren múltiples ventanas (o letreros) a sus historias, las de entonces y las de su ayer. El tour de Vadorrey, por su parte, acaba en un cine que proyecta una película de Henry King y empieza prácticamente en otro cine. En sus primeros planos: el letrero de la calle Cervantes, que nace o muere frente a las puertas del Palacio de Perales, hoy sede de Filmoteca Española, entonces aún no. Y en ese diálogo del pretérito con su futuro se amplifica y expande el juego de fantasmagorías tan propio de Paseos por los letreros de Madrid, de lugares que existieron allí donde ahora hay otra cosa (sobre todo bancos), pero que la voz sigue nombrando aunque la imagen lo niegue. Incluso el cine Doré, pocos años después de cerrar su actividad como cine en 1963, abandonado y con fachada carbonizada, tiene su primer plano en el film de Patino y Sánchez. Nuestro Doré que ahora solo puede abrir sus puertas en modo virtual y que espera paciente a recomenzar su actividad. La cámara-flaneur de 16mm se abre paso hasta el flaneur digital del siglo XXI, tal y como lo retrata Chloé Galibert en la pieza Flanerie 2.0, que abrió la semana pasada la nueva sección de “Doré en casa”, titulada “La imagen renacida”. El paseo por el París de principios, mediados y finales del siglo XX allí propuesto da paso ahora a estos paseos por Madrid hace cincuenta años, en un gesto de recuperación (en todos sus sentidos) y a la confiada espera de su restauración. Proponemos que ese paseo por las calles de Madrid, todavía en duermevela, con sus fantasmas y deseos, se haga extensible a esta hoja de sala interactiva que acompaña el programa. El escritor y periodista Sergio C. Fanjul, verdadero ‘cronista de la Villa’, poeta y guionista, señala las transformaciones de la ciudad, ese organismo vivo que parece avanzar hacia la uniformización urbana global, como todas las capitales. El crítico Raúl Pedraz desmenuza ciertas correspondencias de las imágenes y el modo en que han permanecido semiocultas a lo largo de las décadas, mientras que García Sánchez revela los entresijos de su cocreación, señalando con sorna que Paseo por los letreros de Madrid “no es una película”, narrando recuerdos y anécdotas de su paso por la Escuela Oficial de Cinematografía, en una entrevista en vídeo que aporta datos desconocidos durante 52 años sobre el film. Aunque sea con la “percepción distraída”, espero que disfruten de estos paseos y tránsitos por el aire de Madrid. Hasta que volvamos a vernos en las calles. Feliz San Isidro Carlos Reviriego Director de Programación Filmoteca Española Con la percepción distraída El modo en que Las tardes del Ritz cantada por la cupletista Lilián de Celis se relaciona con las imágenes anticipa en cierto modo la estrategia discursiva entre música y archivo visual de Canciones para después de una guerra (1971)

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#DoréEnCasa es una iniciativa de Filmoteca Española que permite acceder durante un tiempo limitado a los materiales recuperados y restaurados recientemente

PaseoS por Madrid

Del 15 al 19 de mayo a las 12:00

Paseos por Madrid se podrá ver online del 15 al 19 de mayo a las 12:00. Pulsa sobre el enlace para ver la sesión:

VER PASEOS POR MADRID ONLINE

ESTE NUEVO PROGRAMA DE “DORÉ EN CASA” nos invita a pasear por Madrid siguiendo el hilo de Ariadna que desovillaron Basilio Martín Patino, José Luis García

Sánchez y Víctor Vadorrey. Pasear el laberinto urbano que fue hace algo más de medio siglo, y armar el rompecabezas de lo que no dejó de ser, proyectar acaso los golpes que estaban por llegar a una ciudad, y sus gentes, que ha resistido y derrotado varias formas de terror, antes y después. No hay que insistir en lo que resulta obvio: todos necesitamos volver a caminar nuestra ciudad o nuestro pueblo, nuestras calles, y sentir que están vivas. Hacerlo si cabe con la libertad con la que Patino y García Sánchez nos acompañan a hacerlo, relatando su pretérito con erudición y adulando sus virtudes con lirismo, en Paseo por los letreros de Madrid (1968); o con la que Vadorrey, mediante rimas humorísticas y sagaces analogías, nos propuso como ejercicio de escuela en Tonto-Tour (1963). Hoy esas imágenes, tan familiares pero en realidad tan desconocidas (pues se trata de dos películas sin estreno), nos interpelan de diversos modos.La cámara-flaneur de ambas piezas, una sonora, la otra muda, seducidas en igual medida por la cartografía madrileña y sus “señales”, nos invitan al “descubrimiento y la disolución en el entorno urbano”, tal y como invocó Walter Benjamin a la figura del paseante moderno. En sus paseos ociosos, decía, se activa “la percepción distraída”. Aguilar y Cabrerizo señalan la derivada castiza del flaneur, es decir, el “ejercicio de ramonismo” en el paseo de Tonto-Tour, las metáforas visuales que buscan su fondo literario, como ese cementerio con una señal de prohibido el paso. Al sentido luctuoso que transita estos últimos meses por el aire de Madrid, del mundo, estas películas quizá contengan algún tipo de antídoto sentimental o emocional, por fugaz que sea.Hay una manifiesta emoción desde luego en el modo en que el estudiante García Sánchez y el profesor Martín Patino salían con el estudiante José Luis Alcaine a

recorrer la ciudad y contar su historia (gestas y tragedias) con palabras y música encendidas, invocando el fondo de los nombres en sus letreros. El modo en que Las tardes del Ritz cantada por la cupletista Lilián de Celis se relaciona con las imágenes anticipa en cierto modo la estrategia discursiva entre música y archivo visual de Canciones para después de una guerra (1971). Dividiéndose el tiempo y el trabajo en todos los frentes (escritura, rodaje, edición), fueron construyendo el mediometraje que empezó sin saber a dónde iba y a la que un concurso de documentales convocado por TVE (por el que fue premiado con un accésit) terminó de darle forma, mientras barruntaban también una de las indiscutibles obras maestras del cine español, que terminarían tres años después. De aquel trabajo editado a contrarreloj y sin apenas medios, sobrevivió el copión, la única copia en verdad, una película de 16mm medio esquilmada y llena de empalmes artesanales, cuyo telecinado es el que ahora puede verse online. La fragilidad y también la fortaleza del cine.La conciencia de estar trabajando sobre una arcadia urbana y viva resplandece en el amor con el que Martín Patino y García Sánchez nos muestran Madrid y abren múltiples ventanas (o letreros) a sus historias, las de entonces y las de su ayer. El tour de Vadorrey, por su parte, acaba en un cine que proyecta una película de Henry King y empieza prácticamente en otro cine. En sus primeros planos: el letrero de la calle Cervantes, que nace o muere frente a las puertas del Palacio de Perales, hoy sede de Filmoteca Española, entonces aún no. Y en ese diálogo del pretérito con su futuro se amplifica y expande el juego de fantasmagorías tan propio de Paseos por los letreros de Madrid, de lugares que existieron allí donde ahora hay otra cosa (sobre todo bancos), pero que la voz sigue nombrando aunque la imagen lo niegue. Incluso el cine Doré, pocos años después de cerrar su actividad como cine en 1963, abandonado y con fachada carbonizada, tiene su primer plano en el film de Patino y Sánchez. Nuestro Doré que ahora solo puede abrir sus puertas en modo virtual y que espera paciente a recomenzar su actividad. La cámara-flaneur de 16mm se abre paso hasta el flaneur digital del siglo XXI, tal y como lo retrata Chloé Galibert en la pieza Flanerie 2.0, que abrió la semana pasada la nueva sección de “Doré en casa”, titulada “La imagen renacida”. El paseo por el París de principios, mediados y finales del siglo XX allí propuesto da paso ahora a estos paseos por Madrid hace cincuenta años, en un gesto de recuperación (en todos sus sentidos) y a la confiada espera de su restauración.Proponemos que ese paseo por las calles de Madrid, todavía en duermevela, con sus fantasmas y deseos, se haga extensible a esta hoja de sala interactiva que acompaña

el programa. El escritor y periodista Sergio C. Fanjul, verdadero ‘cronista de la Villa’, poeta y guionista, señala las transformaciones de la ciudad, ese organismo vivo que parece avanzar hacia la uniformización urbana global, como todas las capitales. El crítico Raúl Pedraz desmenuza ciertas correspondencias de las imágenes y el modo en que han permanecido semiocultas a lo largo de las décadas, mientras que García Sánchez revela los entresijos de su cocreación, señalando con sorna que Paseo por los letreros de Madrid “no es una película”, narrando recuerdos y anécdotas de su paso por la Escuela Oficial de Cinematografía, en una entrevista en vídeo que aporta datos desconocidos durante 52 años sobre el film.Aunque sea con la “percepción distraída”, espero que disfruten de estos paseos y tránsitos por el aire de Madrid. Hasta que volvamos a vernos en las calles. Feliz San Isidro

Carlos ReviriegoDirector de Programación

Filmoteca Española

Con la percepción distraída

El modo en que Las tardes del Ritz cantada por la cupletista Lilián de Celis se relaciona con

las imágenes anticipa en cierto modo la estrategia discursiva entre música y archivo visual de

Canciones para después de una guerra (1971)

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#DoréEnCasa es una iniciativa de Filmoteca Española que permite acceder durante un tiempo limitado a los materiales recuperados y restaurados recientemente

PaseoS por Madrid

Del 15 al 19 de mayo a las 12:00

Paseos por Madrid se podrá ver online del 15 al 19 de mayo a las 12:00. Pulsa sobre el enlace para ver la sesión:

VER PASEOS POR MADRID ONLINE

DIEGO DE ARGUMOSA (1792-1864) FUE UN NOTORIO CIRUJANO que introdujo en España el éter como forma de anestesia y que trabajó en el hospital de San Carlos,

el edificio que ahora alberga al museo Reina Sofía, muy cerca de la calle que lleva su nombre. Yo he frecuentado mucho la calle Argumosa, que vertebra el barrio de Lavapiés, y vivo en ella desde hace siete años. En las placas de la calle aparece la efigie de un señor de pelo amarillento y espantado, pero no fue hasta hace poco que busqué en Google su identidad y aprendí esto sobre el nombre de mi calle y sobre la historia de la Medicina y de Madrid. Antes creía que Argumosa se refería a una hierba aromática o a un instrumento de labranza. Madrid está lleno de nombres. ¿Sabemos quién es Alonso Martínez, Herrera Oria, Ventura Rodríguez? Para nosotros son calles, son plazas, son paradas de metro, pero también son pedazos de historia, recuerdos de otras épocas. “Madrid es un archivo”, se dice en la película Paseo por los letreros de Madrid (Basilio Martín Patino y José Luis García Sánchez, 1968), un archivo a simple vista que el paseante puede ir consultado en su caminar, siempre que tenga Internet a mano, para ahondar en las informaciones que los letreros nos van dando. Las solemos desvincular de las personas y hechos que las protagonizan, para vincularlas a los espacios que nombran, en una suerte de amnesia colectiva. Se convierten en el dominio de los taxistas, los más expertos conocedores y exploradores del callejero.Las calles de Madrid no solo se refieren a hechos históricos o a hombres (sobre todo hombres) ilustres, sino que también se nombran en base a otros criterios: antiguamente algunas vías tomaban el nombre del gremio que las ocupaban (bordadores, libreros, curtidores), cuando Madrid estaba lleno de viejos oficios que ya han desaparecido, sustituidos por Amazon, las franquicias textiles y los supermercados. En los nuevos barrios de Madrid, que eran pueblos periféricos recién absorbidos, se cambió el callejero para evitar duplicidades: en Barajas se optó por los nombres astronómicos y de aviación, las islas se le asignaron a Fuencarral, los montes a Vallecas, los mares a Hortaleza.Se respira en el film una nostalgia por los Madriles anteriores, por los antiguos cafés bohemios, por las salas de fiesta, por los teatros desaparecidos, igual que ahora la sentimos por la ciudad que existía hace solo un puñado de años y que está siendo destruida a marchas forzadas para ofrecer sus ruinas al turismo y a la especulación. Esto nos habla de la constante mutación de la ciudad, de su naturaleza irremediablemente cambiante, aunque sea para mal. Las ciudades son al mismo tiempo rabiosamente

contemporáneas y anacrónicas, porque sus letreros, actividades y habitantes van cambiando, pero las estructuras se mantienen en el tiempo. Lo curioso es que parezca más actual la arquitectura de la Gran vía, comenzada en 1910, que mucha de la levantada en los años 60 o 70 y que ha envejecido tristemente y sin glamur, como un error en el curso del tiempo. Es un Madrid grisáceo, el que nos trae Martín Patino (y también el corto Tonto-Tour, dirigido por Victor Vadorrey, de la revista La Codorniz, que busca el absurdo dentro del paisaje urbano), un Madrid de paredes sucias y desconchadas, con habitantes que bien podrían salir de un pueblo, o de lo que imaginamos en la ciudad que es un pueblo. Queda todo muy lejos del cartón-piedra contemporáneo, del neón y del plástico que uniformiza hoy las ciudades del planeta como parques temáticos, como fantasy cities. Es inquietante comprobar cómo las generaciones y las costumbres pasan y las ciudades quedan. Las mismas calles que vivieron el reinado Isabel II sufrieron luego las luchas de la Guerra Civil y ahora albergan McDonalds, Starbucks y tupés. ¿Quiénes son todos aquellos que ocupaban nuestro sitio hace unas décadas? ¿Queda alguna huella de ellos? ¿Y quiénes ocuparán nuestro lugar en el futuro? Pero en medio de aquella ciudad destartalada de finales de los 60, del revolucionario año 68, surge el ingenio y la hermosura. También tienen letreros los comercios, que a veces mezclan la actividad humilde con el nombre maximalista: La Catedral de las Colchas o la Vaquería Imperial. Los hay que permanecen hoy: Capas Seseña, Bodegas La Ardosa, el hostal La Perla Asturiana, el propio Cine Doré. Algunos establecimientos actuales conservan los letreros antiguos, aunque hayan cambiado de actividad. Una coctelería hipster, no muy lejos del Doré, mantiene el hermoso rotulo metálico que dice “Ferretería”, en la calle León, una tienda de discos y libros sigue diciendo ser una confitería con hornada de pan caliente todas las tardes.Algunas asociaciones tipográficas, como Chulotype, han realizado safaris tipográficos para apreciar estos letreros supervivientes y otros colectivos, como Basurama y Zulorak, se han dedicado a recuperar algunos rótulos desechados, como el del sex shop Mundo Fantástico, la cafetería Zahara o los bares Prado y Lozano. Como el tiempo corre más rápido que nunca, se nos va la ciudad, como la vida, entre los dedos, y no nos queda nada a lo que aferrarnos más allá de algunos nombres, de algunos rótulos, de algunos letreros, cada vez menos.

Sergio C. FanjulEscritor y periodista

Un archivo para paseantes

Título: Paseo por los letreros de MadridAño: 1968País: España

Dirección: Basilio Martín Patino y José Luis García SánchezProducción: CirfilmsDuración: 28 minutos

FICHA TÉCNICA Y SINOPSIS

Recorrido por Madrid a través de calles de Embajadores, Ventas, Lavapiés, Barrio de Salamanca, Tetuán, Barajas, Vallecas, Hortaleza y Barrio de la Concepción.

CONTENIDO EXTRA:Carlos Reviriego entrevista a José Luis García Sánchez sobre Paseo por los letreros de Madrid. Pulsa sobre el enlace para verla:

VER LA ENTREVISTA A JOSÉ LUIS GARCÍA SÁNCHEZ ONLINE

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#DoréEnCasa es una iniciativa de Filmoteca Española que permite acceder durante un tiempo limitado a los materiales recuperados y restaurados recientemente

PaseoS por Madrid

Del 15 al 19 de mayo a las 12:00

Paseos por Madrid se podrá ver online del 15 al 19 de mayo a las 12:00. Pulsa sobre el enlace para ver la sesión:

VER PASEOS POR MADRID ONLINE

DE LA LECTURA DE LOS VALIOSOS LEGADOS de Adolfo Bellido López, autor de Un soplo de libertad (1996), y de Juan Antonio Pérez Millán, autor de La memoria

de los sentimientos (2002), sabemos que Paseo por los letreros de Madrid se rodó en 16 mm. reversible, durante poco más de una semana de verano y con la intención de presentar la pieza resultante a un concurso de documentales que organizaba Televisión Española. Estamos en 1968 y dos hombres, que comparten origen (Salamanca), formación (Escuela Oficial de Cinematografía), voluntad (ser cineastas), ideología y amistad, deciden recorrer y capturar en blanco y negro el paisaje urbano de aquel Madrid. Por un lado, Basilio Martín Patino, una realidad desde la impar Nueve cartas a Berta (1965); por otro, José Luis García Sánchez, una promesa que debutaría en el largometraje con El love feroz (1975).Son mínimas las referencias bibliográficas a Paseo por los letreros de Madrid y la razón no es otra que poco o nada ha circulado. Su doble naturaleza (cortometraje documental) no ayudó en aquellos años, como tampoco ayudó luego su borroso destino. En palabras de Basilio Martín Patino recogidas en Un soplo de libertad, «No sé qué ha sido de ese corto. (...) Creo que hace poco apareció una copia en 16 mm. llena de celo y empalmes, porque no se hizo ni copia del original. Debe ser improyectable». Y añade: «La premura de tiempo fue tal que tuvimos que montarlo en una noche, a mano, sin moviola... Fue una locura. Pero no podía presentarlo con mi nombre, porque acababa de estar en la cárcel por motivos políticos, así que lo firmamos con otro nombre, concretamente el de Pablo Martín Pascual, mi hijo, que entonces tenía cuatro años».Tres cartelas bastan para concentrar los créditos: Madrid Films (laboratorio), Izquierdo y Parrondo (montaje), CEHASA (sonido), Alcaine (director de fotografía), García Sánchez y M. Pascual (escrito y dirigido). Créditos dispuestos sobre una reproducción del Mantua Carpetanorum sive Matritum Urbs Regia, conocida también como “Topographia de la Villa de Madrid”, cumbre de Pedro Texeira que sirve como mapa-recurso por el que nos moveremos al dictado de la mano de un individuo anónimo. Anónimo como las dos voces en off (mujer y hombre) que envolverán todo el paseo. Como si se tratara de una manifestación oral del trabajo compartido, dos voces en off alternas complementan lo dicho por el otro al tiempo que realzan, bien sea como suma informativa o como contrapunto irónico, las imágenes. Lectura-declamación de un texto documentado y literario que aborda el origen y la razón de ser de la disposición urbana de ese arroyo madre que es Madrid. Un texto desde aquel presente («Madrid ya no es vaguada, ni bosque, ni coto de osos y jabalíes. Madrid es un muestrario, un archivo»), desde la rectitud («Madrid no ha sido nunca una ciudad fabril y productiva, por muchas

ilusiones que haya puesto en ello. Su industria ha sido durante siglos propia de una ciudad consumidora, de empleados administrativos y de una corte real con grandes necesidades ornamentales»), desde la evocación («Una ciudad siempre tiene algo de panteón ilustre. O de eco popular soterrado»).García Sánchez y Martín Patino necesitan menos de 500 planos para moldear un mosaico con algo más de 350 letreros. La topografía de una ciudad definida a través de placas del callejero, rótulos comerciales, reclamos en escaparates, cartelería, paradas de metro, luminosos... Serigrafiado, tallado en piedra o manuscrito. Todo vale para alimentar la curiosidad compartida de dos peatones con una cámara y sin miedo al contrapicado propio de la escala humana. Cada letrero es una realidad nominal que,

según el caso, se completa o no con una mirada a la vía donde se ubica. Una mirada con forma de reencuadre, panorámica o zoom. Calles, plazas, avenidas, edificios emblemáticos, locales perdidos, maquetas que anticipan el futuro... Un recorrido por distintos barrios de Madrid en busca de su identidad, esbozando la singularidad histórica que define a sus vecinos. Es aquí, por medio del montaje, donde la película deviene ensayo y se alza como germen formal de lo que será Canciones para después de una guerra (1971), sublimación del delicioso esbozo que nos ocupa. No en vano la utilización de la música no es un elemento menor ni azaroso en Paseo por los letreros de Madrid. Quien identifique cada uno de los pasajes, algunos harto fugaces, no podrá ignorar su voluntad evocadora ni su lucidez narrativa. Composiciones clásicas de Joaquín Rodrigo (Concierto de Aranjuez) y de Manuel de Falla (Noches en los jardines de España) se combinan con voces del acervo folclórico como Pepe Marchena (Tiempo de toros en La Habana), Perico el del Lunar (Caracoles) o Lilián de Celis (Las tardes del Ritz). También hay espacio para Johann Sebastian Bach (a través de la destilación jazz de Jacques Loussier), The Rolling Stones (Empty Heart) y Duke Ellington (Solitude y Satin Doll). Resulta asombroso imaginar que todo ello se montara en una noche.Ahora que Paseo por los letreros de Madrid integra la programación del #DoréEnCasa, uno recuerda vivamente cuándo se proyectó por última vez en Madrid. Era martes. El primer martes de febrero de 2015. Concretamente, en el Cine Doré. Más concretamente, en su sala 2. Sentado en primera fila y acompañado por su esposa y su hija, Basilio Martín Patino. Acudió como espectador, no como cineasta. No hubo presentación ni coloquio, pero sí gratitud y respeto de aquellos que advertimos su presencia. Bastó un gesto para transmitírselo. Al finalizar la sesión consagrada a sus cortometrajes, los allí presentes, medio centenar mal contado, abandonamos la sala en silencio. Al salir del cine nos aguardaba la noche y las calles de Madrid, esa ciudad que «crece y crece campo adelante donde todavía hace cinco años se araba la tierra. Es como si se hubieran acabado ya los nombres. No sabemos si también la imaginación. Dicen los madrileños que Madrid no ha terminado de construirse. Es como la historia».

Raúl PedrazPeriodista y crítico de cine

Una ciudad que no ha terminado de construirse

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#DoréEnCasa es una iniciativa de Filmoteca Española que permite acceder durante un tiempo limitado a los materiales recuperados y restaurados recientemente

PaseoS por Madrid

Del 15 al 19 de mayo a las 12:00

Paseos por Madrid se podrá ver online del 15 al 19 de mayo a las 12:00. Pulsa sobre el enlace para ver la sesión:

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CON MUCHOS MENOS MEDIOS Y PRETENSIONES figura su práctica de primer curso, Tonto-Tour (Víctor Vadorrey, 1965). Desde la llegada de Sáenz de Heredia a la

dirección del Instituto se entrega a los alumnos una bobina de 16mm para que realicen una práctica de rodaje y montaje, sin derecho a sonorización. Se trata de historias breves o, en ocasiones, experimentos formales o balbuceos sin mayor trascendencia. Para enderezar la situación se instaura la realización de un documental sin sonido. La selección del encuadre y el montaje deben contarlo todo. Vadorrey apuesta fuerte en esta su primera experiencia cinematográfica como alumno de dirección. Tonto-Tour es ni más ni menos que un ejercicio de ramonismo con las calles de Madrid. Esos hallazgos casuales que Ramón, como un chamarilero de metáforas, encuentra en el Rastro los persigue Vadorrey por el callejero madrileño con el cazamariposas de la cámara. Para entrar en materia, de la placa de la calle Cervantes saltamos a una señal de dirección obligatoria, que da paso a una serie de escenas costumbristas y a la estatua del propio Cervantes en el monumento de la Plaza de España. Unos signos de exclamación en una pizarra puntúan la relación establecida entre la enseña de una

salchichería y la calle de la Fe, en la que está ubicada. Otras concordancias no son accidentales sino que nacen del montaje. Obsérvese, si no, la siguiente secuencia: un monumento en el Retiro, con su parterre florido + el cartel de «dígaselo con flores» en un escaparate + la calle de la Flora, en cuyos balcones, descubrimos mediante una panorámica, no crece un mísero geranio. Alguna de estas rimas nos remite a Humor de contrabando, como una carbonería propiedad de B. Negrón —cuya foto aparece en la sección «De todo un poco» de dicho libro— y la contigüidad de la Farmacia Zapata con un taller de zapatería. Ante el cementerio de la Almudena hay una señal de prohibido el paso. Parecería el broche lógico de este recorrido callejero a la caza de tropos visuales, pero como de cine se trata, la guinda la pone el cine Sol —en la esquina de las calles Preciados y Tetuán—, «refrigerado», en el que se proyecta Suave es la noche (Tender Is the Night, Henry King, 1962).

Fragmento de La Codorniz. De la revista a la pantalla (y viceversa). Filmoteca Española / Cátedra (Madrid, 2019). Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo.

Título: Tonto-TourAño: 1965País: EspañaDirección: Víctor Vadorrey

Producción: Escuela Oficial de CinematografíaDuración: 6 minutos

FICHA TÉCNICA Y SINOPSIS

Práctica de primer curso de la EOC, rodada sin sonido, que muestra paradojas visuales entre los nombres de las calles y los comercios en ellas situados. Las imperfecciones de la imagen proceden del material original en 16 mm.

Tonto-Tour