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Domingo XXXIII ordinario, ciclo C

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Domingo XXXIII ordinario, ciclo C

El texto: Lucas 21, 5-19. 5 Cuando algunos hablaban sobre el Templo a causa de sus piedras hermosas y de las ofrendas votivas que los adornaban (Jesús) dijo: 6 “Estas cosas las cuales ven, vendrán días, en que de ellas no será conservada piedra sobre piedra, la cual no sea derribada.” 7 Le preguntaron diciendo: “Maestro, ¿cuándo serán estas cosas y cuál el signo de que está pronto a que suceda?” 8 Él les dijo: “Observen, no se dejen engañar, pues muchos vendrán en mi nombre diciendo: 'yo soy' y 'el tiempo se ha acercado', no vayan detrás de ellos. 9 Cuando escuchen de guerras y desórdenes, no se asusten, pues debe de suceder todo esto primero, pero no es inmediato el fin. 10 Esto les he dicho: 'Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino, 11 habrá grandes sismos en varias partes y habrá hambrunas y pestes, y habrá cosas terribles y grandes signos en el cielo.' 12 Antes de todo esto echarán sus manos sobre ustedes, los perseguirán, serán entregados a las sinagogas y prisiones, serán llevados ante los reyes y gobernadores a causa de mi nombre,13 (esto) les dará a ustedes oportunidad de testimonio. 14 Tengan entonces en sus corazones el no preparar de defenderse,15 pues yo les daré boca y sabiduría la cual sus enemigos no podrán resistir ni rebatir. 16Serán traicionados incluso por sus padres, hermanos, parientes y amigos y matarán a algunos de ustedes, 17 serán odiados de todos por mi nombre 18 pero no será destruido ni un cabello de su cabeza. 19En su perseverancia ganarán sus almas.

Busca leyendo... (Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor)

En este pasaje nos resultará útil comparar los paralelos entre los tres evangelios sinópticos: Mt, Mc y Lc. La alabanza del templo en Mc y Mt es hecha por los discípulos, Lc en cambio deja los personajes inciertos, además añade la presencia de hermosas ofrendas votivas. Omite el que Jesús se siente sobre el monte de los olivos, y más bien sitúa el pasaje dentro del templo. Los que preguntan en los otros evangelios son también los discípulos, pero a solas; en Lc sigue abierto el discurso de una manera indeterminada, y por tanto más universal. A la advertencia sobre el no dejarse engañar por falsos anuncios, agrega el que ni siquiera las grandes calamidades mencionadas corroboran estos rumores. Las guerras y desórdenes tienen que suceder, Lc abunda diciendo que tienen que ocurrir “primero”, pero que esto no es el fin. La situación de la confrontación y el juicio humano contra los seguidores del nombre de Jesús tiene un paralelo en Lc 7, 11-12. Ante las dificultades anunciadas no hay que preparar una defensa, pues el Señor prometió poner palabras y sabiduría incontestables, lo que servirá de testimonio. Es pues una invitación a la confianza, no obstante que se anuncia claramente persecución, cárcel y hasta muerte. Sin embargo, al final llama la atención la expresión de que ni un sólo cabello de la cabeza será destruido, situación que parece ilógica, pues ante la muerte de la persona, el conservar un cabello a nuestros ojos parece irrelevante. El cabello para el pueblo de Israel era un signo importante de dignidad y de consagración al Señor, el pelo corto o rapado era signo de duelo. Recordamos el célebre caso de Sansón (Jue 13, 5), por lo que el conservar el cabello nos puede remitir a la indestructible alianza entre Dios y sus fieles, aún en medio de las persecuciones y calamidades anunciadas. El texto cierra con una invitación al resistir para ganar la vida a través de la perseverancia en medio de las pruebas, esto abre al horizonte de una fidelidad más fuerte que la misma muerte.

... y encontrarás meditando. (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora)

Todo lo puedo en aquel que me fortalece (Flp 4, 13)

Sobran razones para atemorizarse cuando la fe es despreciada y perseguida, cuando incluso el nombre de Cristo causa división en medio de las familias. Ante las noticias de huracanes, sismos y la violencia que impera en muchas partes por odios xenófobos o religiosos, por la corrupción y las guerras, se pueden alzar voces alarmistas – como frecuentemente sucede – anunciando el fin de los tiempos o de la Iglesia. Ante esto podemos reaccionar como los judíos de aquel tiempo que ponían su confianza en la solidez y hermosura del templo, con el riesgo de reaccionar ante las situaciones del mundo con la cerrazón, o queriendo defender con elaborados discursos la validez de la propia propuesta. Sin embargo, Jesús nos invita a no poner nuestra confianza ni en la solidez de la institución eclesial, ni en la elocuencia de nuestros razonamientos, sino totalmente en él y en la Sabiduría que nos dará. No perder tiempo ni fuerzas en lo accesorio de nuestra fe – no obstante sea bello y hasta cierto punto indispensable para vivirla (como lo eran las bellas ofrendas votivas del templo) – sino ahondar y hacer sólida nuestra relación con Dios, con el Dios vivo. Nuestra consagración a Él, tal como el cabello mencionado en el evangelio, puede ser preservada en nuestra perseverancia, no fundada en nuestra propia fuerza, sino en el abandono en las manos de Dios, como nos recuerda San Pablo: nada puede apartarnos del amor de Cristo (Rm 8, 35-37).

Llama orando... (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo) A la sombra del Omnipotente (Salmo 90, fragmento)

Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.» Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura. No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones. «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.»

y se te abrirá por la contemplación (Hago silencio, me lleno de

gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios) ¿Cuáles son mis sentimientos ante las adversidades? ¿He escuchado esas “falsas profecías”, qué provocan en mi corazón? ¿Cómo acrecentar mi confianza sólo en Dios? ¿En qué otras cosas pongo mi confianza? ¿Qué problemas tengo para vivir y expresar mi fe? ¿Qué tanto me condicionan? ¿Cómo viviré en libertad mi consagración bautismal, es decir, mi vida cristiana?