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21 o Domingo Ordinario, ciclo C

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21o Domingo Ordinario, ciclo C

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El texto: Lucas 13, 22-30. 22 Atravesaba ciudades y poblados enseñando mientras hacía su camino hacia Jerusalén. 23 Le dijo uno: “Señor, ¿serán salvados pocos?” 24 Les dijo: “Luchen por entrar a través de la puerta estrecha, porque muchos – les digo – buscarán entrar y no podrán. 25 Después que se levante el que es patrón de la casa y cierre la puerta, y ustedes estando fuera hayan comenzado a tocar la puerta diciendo: 'Señor, ábrenos', respondiéndoles les dirá: 'No los conozco, ¿de dónde son?' 26 Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras calles'. 27 Y le responderá diciendo: 'No los conozco de dónde son. Aléjense de mí todos los que obran el mal'. 28 Allí será el llanto amargo y el rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac y a Jacob, y a todos los profetas en el Reino de Dios; pero ustedes echados fuera. 29 Vendrán desde el este y oeste, del norte y del sur y se recostarán a la mesa en el Reino de Dios. 30 He aquí que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.”

Busca leyendo... (Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor)

Jesús apenas ha hablado las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura, que hablan del crecimiento prodigioso del Reino de Dios (13, 18-21), y ya hay quien pregunta lo contrario: la poquedad de la salvación. La respuesta de Jesús pareciese contradecir lo apenas dicho: “muchos buscarán entrar y no podrán”. La acción de entrar al Reino por una puerta aparece en otros momentos: cuando se habla de la dificultad de un rico para ingresar (Mc 10, 24-25), cuando Mateo compara dos puertas una estrecha y una amplia (Mt 7, 13-14); cuando en Juan, Jesús se presenta como la puerta (Jn 10,7). La puerta estrecha implica una lucha, una agonía, entrar requiere un esfuerzo personal. Hay también un tiempo, hasta el momento en que el patrón de la casa cierre la puerta. Quienes no han entrado en la casa son desconocidos, aún cuando el Señor haya estado con ellos fuera (comiendo y predicando). Descubrimos que la intimidad con el Señor sólo se da cuando se entra por la puerta estrecha. Sin embargo, Jesús anuncia una gran asamblea de comensales: patriarcas y profetas; y otros que vienen de los cuatro puntos, identificados como los últimos. El rechazo del patrón de casa de los primeros contrasta con la mesa compartida con los últimos; esto confirma las parábolas del crecimiento del Reino, al tiempo que recuerda que esta lucha necesaria de cada uno. El Reino opera y crece por su propia fuerza pero sin eliminar la libertad-responsabilidad humana de entrar en él.

... y encontrarás meditando. (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora) Todos, pocos, muchos... cada uno es libre.

Desde siempre existe la tentación de excluir de la salvación, esto sigue a nuestra lógica natural de rodearnos de aquellos con los cuales empatizamos más fácilmente. El pueblo de Israel, consciente de su elección por parte de Dios, entiende que debe cumplir ciertas normas para permanecer en él, quien no las cumpliese quedaba fuera del pueblo, y de ahí se sigue que todo aquel que no perteneciese al pueblo quedaba de igual modo fuera de la salvación prometida a la descendencia de Abraham. También durante algún tiempo la Iglesia entendió que fuera de ella no hay salvación, y que sólo quien se bautizase sería salvado; y muchos grupos religiosos en la actualidad postulan que sólo sus miembros serán salvados en el día final. Así podemos entender porqué la pregunta hecha a Jesús: ¿Son pocos los que serán salvados? Sin embargo, Jesús no responde que serán pocos, sino que muchos no podrán entrar, pero porque no lucharon para hacerlo. No es la pertenencia a un selecto club, no es una palabra escuchada o un convite ocasional lo que salva; es necesario crear intimidad, no ser un desconocido ante el patrón de

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la casa, se ha de entrar en ella, crear familia. Podemos leer el pasaje confrontándolo con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35): ellos abandonan el grupo, escuchan la enseñanza de Jesús y comen con él, y es en ese momento que se les abren los ojos y le reconocen, entonces vuelven al grupo. El que no conoce o reconoce al patrón es el que quedará fuera de la casa, del grupo. La puerta estrecha no tiene como fin ni dificultar, ni excluir de la salvación, sino crear la intimidad que permite conocerse. Las puertas amplias son para palacios públicos, mercados, ciudades, donde las relaciones son más bien funcionales; las puertas pequeñas son para los lugares íntimos, para compartir la vida. El Reino de Dios no es excluyente, pero tampoco incluye a quien no lo abraza. Este “no todos” significa el máximo respeto de Dios por nuestra libertad; lo que afirmaba san Agustín: “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti.” La puerta, aunque estrecha, está abierta; y sólo compete al patrón de la casa cerrarla; y a quienes queremos y agonizamos por entrar, nos compete crear intimidad no en razón de nosotros, sino en torno a la mesa del Señor: compartiendo el mismo pan, nos reconoceremos en él, a pesar de las diferencias de tiempo y de lugar. ¿Cómo entrarán los que no son de “los nuestros”?, eso es competencia del Señor, a nosotros nos toca acoger a quien él invita, y así haga él un único rebaño con un único Pastor (Jn 10, 14-16).

Llama orando... (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo)

Libra mis ojos de la muerte. Señor, que no me canse de entrar por la puerta estrecha, que no me sienta seguro como quien se cree acabado y enfría el deseo de ti. Enséñame a dejar todo aquello que me estorba pare entrar a tu Reino libre de pecados, de prejuicios, de orgullos y de temores. Porque sé que antes que tú cierres tu puerta, habrás tocado tantas veces a la mía (Apocalipsis 3, 20). Que si la puerta de tu Reino es estrecha; no lo sea la puerta de mi corazón; pero que también tú seas el patrón de ella, para que la abras y la cierres según tu misericordia. Y así, te conozca y me reconozca en tu mirada; y reconozca a muchos como mis hermanos desde tu corazón. Amén.

y se te abrirá por la contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de acuerdo a

la Palabra de Dios) ¿Ante la puerta estrecha, siento temor o esperanza? ¿Me puedo alegrar por la salvación de los “otros”? ¿Qué cosas son las que no me permiten hacerme pequeño para entrar por ella? ¿Estoy dispuesto a luchar por ello, a empeñarme conscientemente en mi vida cristiana?, ¿a de orar y trabajar por la salvación de “muchos”? ¿Cómo crear intimidad con el Señor? “Hijo mío, sólo tienes un alma y es preciso que la salves; ayúdame a salvar almas, primero la tuya” (Don Bosco)