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  • Discurso y poder

  • Discurso y poderAproximaciones tericas y prcticas

    Esteban TorresCarlos del Valle

    (Eds.)

    Ediciones Universidad de La FronteraTemuco, Chile, 2014

  • Ttulo DISCURSO Y PODER. APROXIMACIONES TERICAS Y PRCTICAS.

    Editores ESTEBAN TORRES Y CARLOS DEL VALLE ROJAS

    N. inscripcin 238.088

    ISBN 978-956-236-246-7Publicado por EDICIONES UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA

    FACULTAD DE EDUCACIN, CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADESAvda. Francisco Salazar 01145, Casilla 54-DTemuco, Chile

    Coleccin ESPIRAL SOCIAL

    Primera edicin ENERO 2014

    Comit cientficointernacional

    DR. ANTONIO ARROYO Univer. Complutense de Madrid, Espaa

    DR. JAVIER CRISTIANO Univer. Nacional de Crdoba, Argentina

    DR. DIEGO TATIN Univer. Nacional de Crdoba, Argentina

    DR. DANIEL CABRERA Univer. de Zaragoza, EspaaDR. FERNANDO LEIVA Univer. del Estado de Nueva

    York en Albany (SUNY-Albany), Estados Unidos.DRA. FLORENCIA SAINTOUT Univer. Nacional de La

    Plata, ArgentinaDR. FRANCISCO SIERRA CABALLERO Univer. de

    Sevilla, EspaaDR. EVANDRO VIEIRA OURIQUES Univer. Federal de Ro de

    Janeiro, BrasilDR. EDUARDO VIZER Univer. de Buenos Aires, ArgentinaDR. VANINA PAPALINI Univer. Nacional de Crdoba,

    Argentina

    Correccin MOIRA FERNNDEZ BENAVIDES

    Diagramacin ydiseo de portada

    RUBEN SNCHEZ SABAT

    Imagen de portada DETALLE DE REALIDAD, OBRA DE FRANCISCO BADILLA BRIONES

    Impreso por IMPRENTA UFROTemuco, Chile - Fono: 56-45-2325411

  • NDICE

    Prlogo. Javier Cristiano

    Introduccin

    11

    13

    1. EL PODER DEL DISCURSO:MIRADAS POST-ESTRUCTURALISTAS

    Aproximaciones contemporneas en torno al lenguaje, a la poltica y a la ideologa. Pensando algunas articulaciones. Ariana Reano

    Significantes performativos: una aproximacin a la perspectiva de Judith Butler. Natalia Martnez Prado

    La verdad de Michel Foucault, entre poderes y subjetividades. Mara Aurora Romero

    Discurso y conflicto. Algunas notas desde una lectura crtica al institucionalismo. Juan Manuel Reynares

    De mediaciones comunicativas y articulaciones polticas. Aproximaciones a las propuestas discursivas de Jess Martn-Barbero y Ernesto Laclau. Ana Luca Magrini

    33

    53

    71

    87

    109

  • 8

    2. EL PODER MS ALL DEL DISCURSO:DOMINIOS DE LA MODERNIDAD

    La Crtica del Poder de Axel Honneth. Su controversial lectura de la filosofa social de Th. W. Adorno. Francisco Manuel Abril

    Derecho, discurso y poder. Lecturas para una concepcin estratgica de lo jurdico. Hernn Garca Romanutti

    El poder y el poder del discurso: comentarios a la teora de Eliseo Vern. Esteban Torres

    Cultura y poder: el aporte de los estudios culturales. Sofa Soria

    Discurso y poder: una discusin sobre la violencia y la significacin. Susana Morales

    135

    155

    175

    193

    215

    3. EL DISCURSO Y EL PODER:CONCRECIONES POLTICAS Y ECONMICAS

    Los nuevos mandatos sociales y el debilitamiento de la ley. Marcelo Esteban Babio

    El management y la gestin de mundos: Semiosis, tcnica y control social en la nueva empresa. Leonardo Gabriel Marengo

    235

    255

  • 9

    Estrategia metodolgica para el anlisis del discurso de la asociacin Madres de plaza de mayo en Argentina. Una propuesta desde la perspectiva de la arqueologa de Michel Foucault. Mauricio Alejandro Mayorga Rojel & Alberto Javier Mayorga Rojel & Rodrigo Browne Sartori

    El Ser y Deber Ser de la Mujer Nacional y Popular. Natalia D Elia

    La 'asimilacin' chilena del Convenio N 169 de la OIT: Mejorando el ejercicio del poder y el control con la voz experta de la racionalidad econmica. Nastassja Mancilla Ivaca & Vctor Hugo Valenzuela Seplveda

    269

    287

    309

    4. EL PODER Y EL DISCURSO:CONCRECIONES CULTURALES Y MEDITICAS

    La instrumentalizacin de la comunicacin en los conflictos tnicos: el discurso intercultural como contracultura a la subordinacin. Jorge Araya Anabaln

    Subalternidad y decolonialidad: aportes conceptuales para pensar el estudio de la comunicacin. Claudio Andrs Maldonado Rivera

    Aproximaciones a una guerrilla semiolgica. Los programas de archivo como instancia de reconocimiento crtica. Sebastin Matas Gastaldi

    Salud y belleza como hbitos interpretantes de la morfologa corporal. Marcelo Crdoba

    327

    339

    353

    365

  • 10 DISCURSO Y PODER

    La produccin de sentido y la relacin conflicto-diferencia, en contextos interculturales. Carlos Del Valle Rojas

    Lectura escolar: texto, sentido y enunciado. Daniel Paulos Millanao

    381

    397

    Eplogo. Emmanuel Biset 421

  • PRLOGO

    El libro que el lector va a leer es una cantera de recursos y suge-rencias, pero tambin un documento de lo que est haciendo hoy ennuestras universidades la generacin ms joven de investigadores, do-centes y becarios.

    De lo primero se ocupa en detalle la introduccin, de modo queno hace falta abundar. Los compiladores han querido ofrecer un pa-norama lo ms amplio posible de la problemtica poder/discurso,renunciando a las habituales restricciones disciplinarias o de perspecti-va terica, y en actitud siempre de abrir ms que de cerrar. Elresultado es un libro que solicita ampliamente la actividad del lector,que podr buscar sus puntos de inters y, de algn modo, recrear laobra en funcin de sus inquietudes.

    En cuanto a la juventud de los autores, me parece importante porvarias razones, de las que destaco dos. Una, que la mayora de los tra-bajos han sido forjados en contacto ms o menos directo con equiposde trabajo, mbitos de formacin de postgrado y sistemas de becas deinvestigacin; estructura compleja y diversa pues son muchas las ins -tituciones representadas que de algn modo puede considerarsereflejada en sus pginas. Si no me engao, hay una creciente sensacinde descontento por los efectos perversos de la profesionalizacin, queexisten y son sin duda importantes, pero la calidad de estos trabajoscontrapesa esa sensacin; permite renovar esperanzas acerca del pre-sente y del futuro de la investigacin y del pensamiento que puedenforjar nuestras universidades pblicas.

  • 12 DISCURSO Y PODER

    La segunda razn es poltica, y tiene que ver con cierto ethos queacompaa a la totalidad de los trabajos. Me animara a llamarle ethosemancipatorio, en el sentido de que comparten tanto el malestar conel mundo tal cual es, como un profundo sentido de la dimensin pol-tica de la actividad intelectual. Posiblemente sea sta la principalcohesin de la obra, que se manifiesta en acepciones y formas filosfi -cas y metodolgicas diversas pero que marca un horizonte normativocomn. No slo juventud, entonces, sino juventud que, por diversoscaminos, est recreando en un contexto nuevo y no hace falta decirque muy desafiante las tareas y las aspiraciones de la crtica.

    En cuanto al tema general de la obra, es difcil afirmar algo sincaer en la voluntad de sntesis y cierre que el libro quiere y logra evi-tar. Apunto, simplemente, que pensar el poder al lado del discurso yel discurso al lado del poder, es un gesto que hunde sus races en laconcepcin moderna de la crtica recordemos la tesis 11 sobre Feuer -bach pero que define, sobre todo, a una forma de la crtica que haarraigado ampliamente en la modernidad tarda y que es respaldadapor dos constataciones, entre otras muchas. La primera, a medida quelas estructuras normativas y valorativas comunes pierden fuerza vin-culante y avanzan en paralelo los procesos de racionalizacin tcnica,el poder se hace ms importante en y por la obscenidad de su ejerciciodesnudo. La segunda que, a pesar de ello, no hay fenmeno socialcuya facticidad pueda aprehenderse por fuera de alguna articulacinsimblica. La tensin de estas dos afirmaciones es tpica de los desafosque impone no elegir entre el poder o el discurso.

    Conozco personalmente a varios de los autores, por lo que mi l-tima palabra ser para dar fe de la apasionada dedicacin al trabajoque felizmente, para ellos y para nosotros, los caracteriza. Creo quetambin podr el lector apreciar esa pasin en la entrelnea del textoy, por ende, lo genuino de las escrituras y de las preocupaciones.

    Javier L. Cristiano

  • INTRODUCCIN

    El presente libro rene un conjunto de contribuciones originalesde investigadores latinoamericanos de las ciencias sociales y de la filo-sofa sobre diferentes cuestiones tericas y prcticas, asociadas a la es-pinosa y caleidoscpica relacin entre discurso y poder. Tal esfuerzocolectivo se inscribe en el marco de un dilogo abierto, sin restriccio-nes disciplinarias, en torno a la cuestin del poder, desde una bsque-da insistente por comprometerse con los problemas y los desafos in-telectuales y polticos que atraviesa nuestro continente, no siempreidentificables con facilidad.

    Lejos de ofrecer un discurso homogneo y unidireccional, la pu-blicacin adopta la forma de un espacio plural y polmico, en el cuallas visiones tericas de los diferentes colaboradores tienden a comple-mentarse y en ciertas ocasiones a contraponerse. La propuesta edito-rial que aqu ponemos en consideracin del lector no es ms ni menosque un punto de partida, sin final programado que, de mnima, pre-tende alimentar un intercambio de ideas en relacin al eje temticocomentado, partiendo del supuesto que en torno al vnculo imaginadoentre discurso y poder se recrean algunas de las claves de anlisis prin-cipales para entender e intervenir en el convulsionado mundo en quevivimos.

    Debemos iniciar este libro observando que los conceptos de po-der y de discurso, ya sea que se conciban de modo aislado o a partir desus diferentes puntos y modos de articulacin, son naturalmente m-viles, inestables y polismicos. Con frecuencia adoptan la forma de

  • 14 DISCURSO Y PODER

    conceptos estructurales que tienden a reclamar para s un campo ver -daderamente extenso de significado al interior de las visiones tericasque componen cuya identidad se dirime en batallas de apropiacinincesantes.

    En el caso de la nocin de poder, sabemos que es con la llegada dela modernidad que se instala entre los conceptos centrales de la lgicay la arquitectnica de las filosofas y teoras polticas y sociales y, msimportante an, como parte insustituible y constitutiva del vocabula-rio social. En los trminos de Koselleck, se trata de un concepto fun-damental en tanto permite, a diferencia de los conceptos en general,combinar experiencias y expectativas mltiples, de modo que resultanindispensables para la formulacin de los problemas urgentes de lapoca. En cualquier caso, es evidente que no hay un concepto singularde poder ni de discurso que pueda reclamarse como el correcto. Tam-poco detectamos en la actualidad, al menos en Amrica Latina, nocio-nes en posicin de hegemona que, provisoriamente, puedan oclusio-nar las disputas tericas.

    S podemos reconocer, en cambio, la influencia notable de ciertosautores y corrientes tericas, que gozan de un amplio reconocimiento

    por cierto no tan novedoso y que resultan difciles de excluir al momento de problematizar la relacin entre discurso y poder en losdiferentes espacios disciplinarios.

    La obra de Michel Foucault y el dilogo crtico con el marxismoposiblemente provean los puntos de apoyo comunes y principales detal articulacin. Luego, en un mbito de incidencia menor, cada insti-tucin disciplinaria tiende a reconocer sus propios referentes locales:tal es el caso de Ernesto Laclau en el mbito de la filosofa y las cien-cias polticas y de Eliseo Vern en la semitica y las ciencias de la co-municacin. De cualquier modo, todo indica que la pluralidad deperspectivas domina el escenario de produccin terica en las cienciassociales.

    Este libro es un buen ejemplo de ello. Por tal motivo, en la pre-sente obra no intentaremos unificar la discusin conceptual. Entende-mos que ello no es posible ni deseable. Tampoco asumiremos comopunto de partida una determinada concepcin doctrinaria. Esta es unaobra colectiva de acuerdos y desacuerdos que se ha hecho al andar.

  • INTRODUCCIN 15

    En cualquier caso, cediendo a la tentacin de fijar un denomina-dor comn, podramos reconocer que la presente compilacin se ins-cribe en cierta tendencia del conjunto de las ciencias sociales a la recu-peracin del problema del poder como clave de interpretacin generaly como estrategia renovada de articulacin disciplinaria. La filosofa,la sociologa, las ciencias polticas, la semitica y los estudios de co-municacin se dan cita en este libro para preguntarse por el poder ylos discursos, a sabiendas que los problemas de nuestro tiempo queson igualmente los problemas actuales de la teora resultan parcial -mente domesticados por la voluntad de poder de las lgicas discipli -narias, pero no quedan encerrados en ninguna de ellas.

    La presente publicacin se organiza en cuatro secciones. Las dosprimeras remiten a trabajos estrictamente tericos, mientras que lasdos ltimas renen producciones que abordan diferentes problemti-cas sociales ofreciendo, en la mayora de los casos, referencias empri-cas concretas.

    La primera seccin, titulada El poder del discurso: miradas pos-testructuralistas, agrupa cinco trabajos que se inscriben explcitamen-te en tal perspectiva. Las diferentes producciones entran principal-mente en dilogo con las obras de Foucault, Laclau, Butler y Zizek ascomo, tambin, en algunos casos, con textos de Skinner, Koselleck,Witggenstein, Heidegger y Mouffe. En este caso todos los trabajos seaproximan al vnculo entre discurso y poder incluyendo la preguntapor la poltica.

    En el primer texto, Ariana Reano indaga en la posibilidad deconstruccin de una visin de la poltica que conjugue el anlisis delas ideologas con la de los lenguajes polticos que son los que le sir -ven de soporte argumental generando efectos de sentido a las prcti -cas polticas. A decir de la autora, dichas herramientas conceptuales lepermitiran desentraar cmo se produce la articulacin conceptualque contribuye a consolidar el imaginario poltico hegemnico de unasociedad en un momento determinado de su historia.

    La autora del segundo escrito es Natalia Martnez, quien recuperala nocin de significantes performativos de Judith Butler para el estu-dio de los movimientos feministas y, en particular, para intentar com-prender los procesos en los que ciertos significantes de identidad pro-ducen a quienes parecen representar. As, Martnez apuesta por el des-

  • 16 DISCURSO Y PODER

    pliegue de una perspectiva de la agencia en trminos de resignifica-cin, en la bsqueda de esclarecer el anlisis de los reclamos por auto-noma y proteccin estatal de tales movimientos.

    El tercer texto de esta primera seccin, cuya autora es MaraAurora Romero, se propone mostrar la intrincada relacin que se ge-nera entre relaciones de poder, procesos de subjetivacin y regmenesde verdad en el pensamiento foucaultiano, con el objetivo de pensar lacondicin poltica y tica de la verdad y, de mostrar cmo la verdademerge a partir ciertas condiciones histricas de posibilidad que, almismo tiempo, posibilitan, por sus efectos, ciertas prcticas sociales.

    En el siguiente escrito, Juan Manuel Reynares ofrece un anlisiscrtico de algunos presupuestos generales del institucionalismo desdeuna visin ya comn en este bloque de autores, que brega por el reco-nocimiento del carcter ontolgico de la discursividad de lo social, ascomo por su forma contingente y conflictiva. Para ello, utiliza comofuente terica ciertos textos de Witggenstein, Laclau, Mouffe y Hei-degger.

    Finalmente, en el ltimo texto, Ana Luca Magrini pone endilogo los trabajos de Jess Martn-Barbero y de Ernesto Laclau, msen concreto, la nocin de mediacin del primero y de articulacin delsegundo, partiendo del supuesto que stas son formas complementa-rias de pensar lo discursivo y las relaciones de poder siendo aqu eldiscurso una categora no restringidas a la dimensin verbal.

    La segunda seccin del libro se titula El poder ms all del dis -curso: dominios de la modernidad. Este apartado se compone de cin-co trabajos ciertamente heterogneos que abordan desde diferentespticas la relacin entre discurso y poder. En la mayora de los casostienden a limitar el alcance de los discursos y, por lo tanto rechazan,en buena medida, las premisas centrales del postestructuralismo.

    Aqu se entremezclan la teora crtica frankfurtiana, la apropia-cin combinada de los trabajos de Foucault y de Lefort, la crtica so-ciolgica a Eliseo Vern y los estudios culturales de tradicin princi-palmente marxista, as como ciertas referencias a Benjamin, Ranciere,Arendt y Habermas.

    El primer texto de esta segunda seccin, cuyo autor es FranciscoManuel Abril, se propone reconstruir la crtica que desarrolla AxelHonneth a la concepcin de dominacin en la filosofa de Adorno. El

  • INTRODUCCIN 17

    objetivo principal del autor consiste en examinar en qu medida pue-den introducirse matices en la revisin que Honneth efecta a la pri-mera Teora Crtica.

    El segundo texto, a cargo de Hernn Garca, pone en dilogo cier-tas obras de Foucault y de Lefort, para proyectar y sugerir a partir deall, una concepcin estratgica del derecho entendido, a la vez, comoinstrumento de dominacin y como posibilidad de resistencia, de de-sujecin y subjetivacin. Para lograr tal cometido, Garca propone re-correr la compleja tensin entre legalidad y dominacin, as como lasrelaciones entre el discurso y el poder al interior del campo jurdico.

    El autor del tercer texto es Esteban Torres, quien ofrece un anli-sis crtico del concepto de poder en la obra de Eliseo Vern desde unaperspectiva sociolgica. Torres se ocupa de registrar una primera ope-racin terica que ejecuta el semilogo argentino sobre su conceptode poder y que ayuda a sentar las bases de su desarrollo: la transforma-cin del poder en poder del discurso.

    El cuarto texto de esta segunda seccin corre a cargo de Sofa So-ria, quien rescata el valor de los estudios culturales para problematizarlas relaciones sociales en las sociedades contemporneas. En concreto,inscripta en tal tradicin, Soria se propone delinear un posiciona-miento en torno a la relacin entre cultura y poder que sea capaz deofrecer elementos analticos para discutir el modo en que se configu-ran relaciones sociales como relaciones de poder. Para ello, recuperalas nociones de contexto, articulacin y sedimentacin, propias de laprctica de los estudios culturales.

    Finalmente, el trabajo de Susana Morales se aboca a la tarea deproblematizar la relacin entre poder, violencia y discurso a partir deun conjunto de autores relevantes de la filosofa poltica contempor-nea. Aqu, el inters central de la autora consiste en reintroducir laviolencia as como la violencia inscripta en los discursos como ele -mento central de la configuracin de lo poltico, oponindose a aque-llos autores y perspectivas que tienden a considerar la violencia comoun elemento exterior y antagnico a la poltica.

    La tercera seccin general, denominada El discurso y el poder:concreciones polticas y econmicas pone a disposicin del lectoruna serie de trabajos que analizan diferentes aspectos y problemas

  • 18 DISCURSO Y PODER

    concretos, que involucran el vnculo general en cuestin, identificado,en cierta medida, con cuestiones polticas y econmicas.

    Al igual que en la seccin anterior, en los apartados tercero ycuarto las producciones divergen notablemente entre ellas, tanto res-pecto a las perspectivas tericas asumidas como en relacin a los obje -tos estudiados. Mientras que entre las primera dos opera un principiode diferenciacin terica, en la tercera y cuarta la identidad terica esfrancamente indefinida, intercalndose miradas postestructuralistascon otras tradiciones intelectuales no necesariamente incluas en la se-gunda seccin.

    Los cinco trabajos que exponemos en el tercer bloque, as comolos ltimos seis correspondientes al ltimo apartado, se inscriben en lasemitica y los estudios de la comunicacin.

    En cuanto a la tercera seccin, en el primero de los textos Marce-lo Esteban Babio analiza la temtica de la transformacin de los man-datos sociales y el debilitamiento de la fuerza simblica de la ley. Elautor parte del diagnstico de que hoy por hoy se ha pasado de unaforma prohibitiva de articulacin de los mandatos a una forma abiertay permisiva, asociado a lo que el psicoanlisis conceptualiza comogoce. Babio reconoce que una va privilegiada para el anlisis de losmandatos y de su articulacin con la problemtica del poder, es elanlisis de los mandamientos de consumo, al cual se aboca en el traba-jo. Para el despliegue de su estudio se apoya en los trabajos de Badiou,Zizek y Lacan.

    El segundo escrito es de la autora de Leonardo Marengo, quien sesumerge en el mundo de la empresa para analizar el fenmeno delnew management. En dilogo con las producciones de Foucault, Slo-terdijk, Debord y Rose entre otros Marengo se concentra en la es -pecificidad que asume la esfera del discurso en la teleologa de gestinempresarial contempornea, a partir de concebir las prcticas de ma-nagement como operaciones semio-tcnicas mediante las cuales la em-presa se embarca en la produccin de un esquema inmuno-comunita-rio de implicacin y socializacin.

    El tercer texto es de naturaleza metodolgica. All, Mauricio Ma-yorga y Alberto Mayorga, presentan una herramienta para el anlisisdel discurso de la asociacin de Madres de Plaza de Mayo, operativi-zando ciertos elementos de la visin arqueolgica de Michel Foucault.

  • INTRODUCCIN 19

    El cuarto captulo de la tercera seccin, cuya autora es Natalia DElia, se ocupa de analizar el discurso de gnero de Cristina Fernndezde Kirchner (CFK) en la bsqueda de desentraar el sentido polticoque le adjudica la Presidenta a la mujer y, en ese proceso, cmo la ins-tituye y normaliza, conceptualizando la Mujer Nacional y Popular.En dicho trabajo la autora identifica las referentes mujeres de CFKque apuntalan la construccin del ideal de Mujer Nacional y Popular.Los autores de referencia de su planteo, mediado por fuentes secun-darias, son principalmente Butler, Laclau y Gramsci.

    El quinto y ltimo artculo de la tercera seccin corre a cargo deNastassja Mancilla y Vctor Hugo Valenzuela, quienes se proponenanalizar el avance de las polticas neoliberales del Estado de Chile enrelacin a la implementacin del Convenio N169 de la OIT, delConsenso de Washington y de su incidencia en la erosin de los dere-chos de los pueblos originarios. Para ello, los autores se nutren princi-palmente de las ideas de Michel Foucault y, particularmente, de su no-cin de gubernamentalidad.

    Finalmente, la cuarta seccin general se titula El discurso y elpoder: concreciones culturales y mediticas. Al igual que en la sec-cin anterior, aqu incluimos seis trabajos que analizan diferentes as-pectos y problemas concretos que ataen a la relacin entre discursoy poder, aunque atendiendo, en este caso, a realidades asociadas, encierta medida, a la cultura y los medios de comunicacin.

    En el primer artculo, Jorge Araya aborda el problema de la ins-trumentalizacin y la concentracin de las comunicaciones y de la in-formacin en relacin a los conflictos intertnicos en Chile. Para ello,el autor se ocupa de tres aspectos: la comunicacin instrumental en laelaboracin del racismo, el caso del conflicto mapuche y la manipula-cin de los medios y la potencialidad de una comunicacin intercultu-ral como expresin de emancipacin. Tal estudio se apoya en autoresdiversos, como son Geertz, Arendt, Habermas, Van Dijk, Fornet-Betancourt, Taylor y Vatimo.

    El segundo autor que participa en esta seccin es Claudio Maldo-nado. Quien se propone pensar el estudio de las prcticas comunicati -vas de ciertos grupos etnoculturales latinoamericanos desde los con-ceptos de subalternidad y decolonialidad. El anlisis reconoce comofuentes tericas los trabajos de Quijano, Spivak, Mignolo, Restrepo y

  • 20 DISCURSO Y PODER

    Rojas, Modonesi, Chakrabarty, Guha, Castro-Gmez, Grosfoguel yMaldonado-Torres, entre otros. Para Maldonado se trata de visualizarla problemtica comunicacional de las minoras tnicas cuya subjetivi-dad se funda en los procesos de dominacin pero que, actualmente,han apostado por mecanismos de apropiacin estratgica sobre losaparatos tecnocomunicativos, con el propsito de instalar nuevas for-mas culturales de autorrepresentacin.

    Luego, en el tercer texto, Sebastin Gastaldi propone reflexionarsobre los efectos del discurso meditico, as como esquematizar la pro-puesta de una guerrilla semiolgica en el funcionamiento de la semio-sis social, poniendo en dilogo ciertas reflexiones de Umberto Eco yde Eliseo Vern. El autor se detiene en el anlisis de los denominadosprogramas de archivos que, a su modo de ver, se pueden constituiren una instancia crtica de reconocimiento.

    El autor del cuarto texto de la seccin es Marcelo Crdoba, quiense ocupa de analizar ciertos efectos subjetivos de la vigencia de lossmbolos de la belleza y la salud como ideales normativos de la con-temporaneidad postulado por la cultura meditica. Para ello se apoyaen la doctrina de Pierce y, en mucho menor medida, en las visionestericas de Marcuse, Eco, Greimas, Lacan y Butler. Conforme a la hi-ptesis de trabajo del autor, dichos smbolos son responsables de prc-ticas de auto-reificacin corporal. Crdoba se detiene en la ilustracinde determinados efectos distorsivos y alienantes de dichas mediacio-nes socio-simblicas.

    El quinto trabajo es propiedad de Carlos del Valle Rojas. Aqu, elautor se propone abordar el proceso de desarrollo local en contextosinterculturales considerando para el anlisis tres factores: el espacio, eltiempo y la oralidad, en tanto dimensiones productoras de sentido.En tal direccin, empleando principalmente ciertas ideas de Laclau,Del Valle Rojas nos invita a concebir tales elementos a partir de consi-derar a la diversidad, la diferencia y el conflicto como condicionesfundantes de nuestro sistema de relaciones.

    Finalmente, el sexto y ltimo artculo, desarrollado por DanielPaulos Millanao, analiza los implcitos y silencios tericos de la teoravigente y hegemnica en comprensin lectora escolar de textos no li-terarios en Chile, esto es, de la lingstica textual y la sicolingstica,con el objetivo de proponer lneas de investigacin alternativas, segn

  • INTRODUCCIN 21

    tres direcciones principales: la problematizacin de la posibilidad deun mbito de comprensibilidad no mediado ideolgicamente, la ob-servacin de la lectura desde la nocin de sentido y, luego, su conside-racin como prctica discursiva cruzada por fenmenos heterogneosque exceden el lenguaje. Para el esbozo de dicha alternativa el autor seapoya en ideas de Derrida, de Foucault, de Van Dijk y, en menormedida, de Frege y de Greimas.

    Concluido el breve recorrido por la estructura del libro nos inte-resa rescatar, en pocas lneas, algunos atributos mayormente compar-tidos y relativamente sensibles de la produccin de los diferentes cola-boradores ya no sujetos a las lgicas de distincin de las diferentes sec-ciones. En cierto modo los aspectos que mencionaremos dan cuentade la conformacin identitaria o poltico-identitaria de la presentepublicacin, tal como anunciamos en los prolegmenos de la intro-duccin.

    En primer lugar, podemos comprobar la existencia de una suertede horizonte normativo general, relativamente comn a las diferentespropuestas. Si bien no sucede en todos los casos, podemos reconocerque en la mayora de los trabajos aparecen ciertos compromisos y sim-patas con las experiencias de resistencia a la dominacin. Ello se testifi-ca, en primera instancia, por las elecciones tericas de los autores ypor el contrato particular que establecen con cada una de sus fuentestericas.

    Lo que aqu entendemos por horizonte normativo no implica queel conjunto de los textos desarrollen un discurso axiolgico explcito.De hecho, en menos de la mitad de los materiales podemos encontrarrastros ntidos de tales posicionamientos.

    A modo de ejemplos, constatamos que en el caso del trabajo deAriana Reano subyace una cierta visin poltica sensible y comprome-tida en la denuncia de las diferentes formas de la exclusin en los pro-cesos de significacin. Luego, Natalia Martnez, en acuerdo con But-ler, suscribe a la necesidad de abrir y democratizar los significantesidentitarios y rescatar el potencial subversivo de tal experiencia paraenriquecer una concepcin radical de la democracia. Ms adelante, enel texto de Maria Aurora Romero, siguiendo la visin de Foucault,aparece la preocupacin por la constitucin de una nueva poltica deverdad, considerando la poltica como una tica. La autora promocio-

  • 22 DISCURSO Y PODER

    na la idea foucoultiana del cuidado de s, el compromiso con nuevasformas a partir de las cuales el sujeto se constituira en un sujeto mo-ral de sus propias acciones. En trminos ms matizados, en el trabajode Juan Manuel Reynares asoma cierto compromiso con la visibiliza-cin de los procesos de dominacin, en la medida que la perspectivadiscursiva en los trminos del autor permite contemplar al sujeto que pugna por hegemonizar el espacio pblico.

    En la segunda seccin, la apuesta tica se visualiza en mayor medi-da en el trabajo de Hernn Garca. La voluntad de compromiso conlas experiencias de resistencia a la dominacin se deja entrever en laposicin del autor desde el momento que apuesta por la comprensinestratgica del derecho no slo como un instrumento de dominacinsino, a la vez, como una posibilidad de resistencia, de desujecin ysubjetivacin.

    En la tercera seccin Nastassja Mancilla y Vctor Hugo Valenzue-la se inscriben abiertamente a favor del incremento de la participacinciudadana en la gestin del Estado y de la ampliacin de los derechosde los pueblos originarios. Ya en la cuarta seccin, vemos que el dis -curso normativo se hace presente de modo central en tres de los tex-tos. El trabajo de Jorge Araya gira en torno al anlisis de la potencia -lidad de una comunicacin intercultural y dialgica como expresinde emancipacin, en vistas a incrementar la capacidad y las posibilida-des comunicativas de las minoras tnicas. En un sentido similar, ob-servamos que Claudio Maldonado se propone abiertamente la bsque-da de validacin de los grupos indgenas oprimidos y hace explcita suinquietud por conformar un pensamiento comunicacional que sea ca-paz de rescatar las identidades indgenas negadas de Amrica Latina.Finalmente, el trabajo de Carlos del Valle sintoniza con el horizontenormativo de los textos anteriores a partir de explicitar su inters porel fortalecimiento de la produccin simblica de los sujetos-y/en-la-comunidad, esto es, por la expansin de un proyecto cultural de desa-rrollo comunitario.

    Un segundo rasgo central de la publicacin, comn a la mayorade los trabajos, es la suscripcin o bien la identificacin con cierto para-digma del conflicto. Para gran parte de los autores la relacin entre dis-curso y poder debe ser pensada a partir del reconocimiento del con-flicto como elemento constitutivo e irreductible de lo social o del es-

  • INTRODUCCIN 23

    pacio social. Las elecciones tericas de los diferentes colaboradoresya mencionadas arriba expresan de un modo evidente tal posicin.

    Si bien no se trata de un hallazgo notable, entendemos que tal coinci-dencia merece destacarse. Aunque quizs resulte una obviedad re-marcarlo, ello nuevamente no significa que el conjunto de los autoresincluidos en tal recorte se dediquen a resaltar la centralidad del con-flicto para la constitucin de la sociedad, el poder y los discursos. Me-nos an en los mismos trminos.

    De cualquier modo, para algunos autores del libro la cuestin ad-quiere una importancia central. Tal es el caso, por ejemplo, de ArianaReano, que insiste en sealar que el momento de lo poltico es el mo-mento del encuentro con la contingencia y que, los antagonismos, es-tablecen los lmites de la sociedad a la vez que provocan la imposibili-dad de esta ltima de constituirse plenamente. Algo similar ocurrecon el trabajo de Maria Aurora Romero, cuando resalta, con Fou-cault, el carcter conflictivo y de lucha inherente al proceso de consti -tucin de los regmenes de verdad. Natalia Martnez apunta en una di-reccin similar, al reconocer, en acuerdo con la visin de Butler, quela conflictividad es inherente a toda categora identitaria, situando laatencin no en las inclusiones necesarias, sino en las exclusiones inevi-tables.

    Uno de los ejemplos ms claros de la reivindicacin del conflictoen los trminos sealados es el trabajo de Juan Manuel Reynares. steinicia su texto reconociendo que el presupuesto ontolgico del estu-dio cannico de las instituciones parte de una visin sesgada sobre lapoltica, enfatizando en ella slo su dimensin de orden y descono-ciendo as, la constitutividad del conflicto en la conformacin de cual-quier espacio social. A lo largo del despliegue argumentativo del tra-bajo, el autor instala la idea de que el antagonismo y la dislocacinpermiten pensar al conflicto y la contingencia no como accidentessino como elementos constitutivos del espacio social. A su turno, ve-mos cmo Ana Lucia Magrini recupera la posicin de Martn-Barbe-ro, quien propone pensar la comunicacin como un proceso desgarra-do por las contradicciones y el conflicto de intereses antagnicos,siendo una preocupacin central el esbozar cmo en la produccindel sentido, de los discursos, se inscribe el conflicto y la dominacin.

  • 24 DISCURSO Y PODER

    En la segunda seccin, Hernn Garca Romanutti tambin decideemplear a Lefort para reconocer que la conflictividad es la que otorgacada vez ms su especificidad a las sociedades democrticas modernas,siendo claves en este escenario las luchas por el reconocimiento denuevos derechos. Luego, ms adelante, Sofa Soria desarrolla y com-parte la visin de los estudios culturales, cuando stos reconocen que lacultura es un terreno de lucha y conflicto por significados. En la mis-ma seccin, al plantear la relacin entre discurso y poder, Susana Mo-rales tiende a concebir los procesos sociales como proceso de lucha,adhiriendo a las apreciaciones de Norbert Elas.

    Ya en la tercera seccin, al tiempo que despliega los elementoscentrales de su problema de investigacin, Leonardo Marengo, llega asostener que la historia no es ms que el trazado desprolijo de las bata-llas y sus efectos, proceso en el cual el entramado heterogneo de lasredes del poder no encuentra mayor necesidad y continuidad/discon-tinuidad que la lucha de fuerzas. La existencia del conflicto se hace pa-tente de modo tangencial en el trabajo de Nastassja Mancilla y VctorHugo Valenzuela, al dar cuenta de los conflictos socioambientales queacompaan la implementacin de las polticas neoliberales en Chile.En este caso, no queda claro en qu medida se concibe el conflicto ens como un elemento inerradicable y constitutivo de lo social. Por suparte, Claudio Maldonado reconoce la existencia de una dialcticacontinua entre hegemona y subalternidad, de modo que el estudio delo subalterno se inscribe en un marco de interaccin entre opresores yoprimidos, en donde estos ltimos acceden desde diversas estrategias ala lucha contra la institucionalidad hegemnica. Aqu, tanto el con-flicto como la lucha vuelven a ser elementos constitutivos del procesode cambio social.

    Cierto reconocimiento del conflicto tambin se hace presente,aunque de un modo menos ntido, en el trabajo de Sebastin Gastaldi,desde el momento que el autor se preocupa por resaltar la idea de gue-rrilla semiolgica de Umberto Eco. Finalmente, el artculo de Carlosdel Valle, tambin nos invita explcitamente a comprender el conflic-to como factor fundante de nuestro sistema de relaciones y no precisa-mente como obstculo para dichos vnculos.

    Dadas las disputas tericas y polticas actualmente en puja enAmrica Latina y ms all, el ltimo punto sensible que creemos ne-

  • INTRODUCCIN 25

    cesario rescatar de la publicacin, en tanto aborda la relacin entrediscurso y poder, tiene que ver con la espinosa cuestin del Estado, delas concepciones del aparato estatal que las diferentes producciones su-gieren o bien elaboran. Este punto est fuertemente asociado a los ho-rizontes normativos ya comentados. En lneas generales, en la mayo-ra de los trabajos registramos el rechazo o bien la adhesin tan slo par-cial a la forma y al accionar del Estado-nacin, sin distincin, en la ma-yora de los casos entre Estado y gobierno.

    A ello se agregan algunos textos donde se adopta cierta distanciaanaltica al momento de su mencin y/o conceptualizacin. Igual-mente, lo que no se observa en ningn caso, al momento de ingresaren el horizonte normativo de los textos, es la insistencia en el carctercentral e imprescindible de la forma-Estado para la democratizacinde la sociedad, de los discursos y del poder. Dichas posiciones no ne-cesariamente se explicitan, pero sin dudas, las visiones contenidas enlos diferentes textos, sobre todo aquellas que aluden a problemticassociales y polticas concretas, necesitan comprenderse en situacin.De igual forma, no podemos dejar de reconocer la existencia de unmargen de autonoma de la teora respecto a los acontecimientos queayuda a interpretar.

    Si bien la pregunta por el Estado no es central en la mayora delos artculos, en varios se esboza una idea al respecto, a veces accesoriay otras, no tanto. En el caso del texto de Ariana Reano, el Estado seconcibe como un significante, a la par a los de libertad, justicia,igualdad, etc. La autora sostiene que cualquiera de dichos significantespueden ser reapropiado por distintos lenguajes polticos por ejem-plo, el liberalismo, el republicanismo o el socialismo construyendoel soporte ideolgico a partir del cual la realidad adquiere sentido y seresignifica, siempre de modo incompleto, ambiguo y contingente.

    Natalia Martnez, al analizar el movimiento feminista, aparente-mente tiende a coincidir con Butler cuando seala que es importanteseguir cuestionando el deseo de Estado que persiste, concretamente,en las reivindicaciones feministas, ya que, detrs de ese deseo de reco-nocimiento estatal aparece el anhelo por la unidad y la coherenciaque, desde la modernidad, se promueven como pilares de la concep-cin del sujeto. All, tambin reconoce que la productividad de la ju-risdiccin estatal no es completamente satisfactoria y que, afortuna-

  • 26 DISCURSO Y PODER

    damente, toda norma con pretensiones universalizantes es vulnerablea una contradiccin performativa.

    En el caso de Mara Aurora Romero, siempre siguiendo a Fou-cault, sostiene en cierto pasaje de su texto que la articulacin de unareflexin crtica de las tcticas abusivas de gobierno concluye en el in-tento de pensar una tica que permita fundamentar la libertad indivi-dual. Luego, Ana Lucia Magrini, aludiendo a los legados de la teoragramsciana para los estudios en comunicacin, tiende a rescatar, entreotros aspectos, el concepto de hegemona democrtica que, segn suentender, exige la configuracin de un enfoque comunicativo que seconstituye desde abajo, es decir, desde la recepcin y, por tanto, sinparticipacin en primera instancia del Estado.

    En la segunda seccin, en el texto de Francisco Manuel Abril, lareferencia al Estado aparece de un modo estrictamente descriptivo,cuando el autor comenta un texto de Honneth, ms en concreto el ar-tculo Conciencia moral y dominacin de clase, en relacin a losmecanismos unilaterales de dominacin identificados por el filsofoalemn. All, Abril comenta que dichos mecanismos constituyen paraHonneth las estrategias de control por parte del Estado o de diferen-tes organizaciones y grupos sociales, cuyo propsito sera dificultar laresistencia ante las situaciones de injusticia social, bloqueando la arti-culacin y manifestaciones de sentimientos reactivos por parte de lasclases oprimidas.

    Por su parte, Hernn Garca Romanutti opta por impugnar conFoucault el modelo jurdico poltico de la soberana, para luego sea-lar positivamente con Lefort la novedad del Estado democrtico y lainstitucin de los derechos del hombre, a la vez que sita el poder y elderecho ms all del Estado, sin cuestionar abierta y sistemticamentela forma-Estado, aunque apostando por ampliar las posibilidades de laprcticas de resistencia de aquellos a quienes el Estado pretende regu-lar.

    En el prximo artculo de la misma seccin, Esteban Torres aludecrticamente a la visin del poder de Eliseo Vern, haciendo alusin alrechazo apenas explicitado por el semilogo a la visin estatista delpoder. Por su parte, Susana Morales hace mencin a los procesos his-tricos de concentracin estatal de la violencia, para luego afirmar quela violencia estatal como violencia legtima, hoy se encuentra en con-

  • INTRODUCCIN 27

    flicto en la medida en que tiende a redefinirse el proceso histrico enel cual dicha legitimidad y el monopolio estatal fueron el modo cen-tral de pensar las violencias. Sin abrir juicios pronunciados al respec-to, Morales insiste en que el Estado actual pierde espacios para definirlas conductas de los individuos.

    En la tercera seccin, Natalia DElia, analizando el discurso de g-nero de Cristina Fernndez de Kirchner cita, en ciertos fragmentos, lapalabra de la presidenta cuando sta seala que, en los roles de la mu-jer tambin est el Estado, un Estado que ha decidido colocar a la edu-cacin como el otro eje fundamental de transformacin y de agregarcompetitividad, mientras se asume, junto al presidente NstorKirchner, como hijos de la escuela pblica y de la universidad pblicay gratuita.

    Respecto al artculo de Nastassja Mancilla y de Vctor Hugo Va-lenzuela, si bien se ocupan de analizar al retroceso del Estado nacionalante el mercado, al paso de la visin estadocntrica a la visin mer-cadocntrica, al avance de la programacin neoliberal del Estado enChile, constatamos que la forma-Estado, en alguna versin no neoli-beral o contraria a las lgicas neoliberales, no termina de aparecerpara ellos como un modo de organizacin social y poltica necesaria ydeseable para la extensin de derechos culturales, polticos y econmi-cos de la poblacin y de los pueblos originarios en particular.

    Ahora bien, posiblemente los textos en los cuales el rechazo delEstado es ms pronunciado, son los de Jorge Araya y Claudio Mal-donado, correspondientes al cuarto apartado. El primero, cuestionaabiertamente la posicin del Estado de Chile en el conflicto intertni-co con los Mapuches, sealando que el objetivo central del Estado chi-leno es el manejo de las comunicaciones y de los medios para darcuenta de la versin oficial del conflicto, negando la verdad histrica.En una versin ms matizada, Claudio Maldonado cita a Gula paraaludir al autoritarismo estatal. En concreto, alude a la tendencia delEstado a impedir cualquier interlocucin entre los grupos tnicos y supasado. El Estado aparece como una voz de mando, que se dedica a es-coger lo que debe ser histrico, sin deja elegir la propia relacin con elpasado de los diferentes pueblos, cuyas voces quedan sumergidas porel ruido de los mandatos estatistas.

  • 28 DISCURSO Y PODER

    A continuacin, siguiendo a pies juntillas a Eliseo Vern, Sebas-tin Gastaldi simplemente indica que la nocin de poder no es unanocin descriptiva referida a los aparatos institucionales del Estado,sino un concepto que designa una dimensin analtica de todo funcio-namiento discursivo, excluyendo cualquier problematizacin del fe-nmeno. Carlos del Valle, en consonancia con la posicin de Araya yde Maldonado, tiende tambin a oponerse sutilmente y en bloque al Estado-nacin, la iglesia y el mercado, actores sociales que al autordenomina sistemas del contexto, a favor de la revalorizacin de laoralidad como mecanismo de contrapoder comunitario. Partiendo delanlisis particular de la realidad cultural de las minoras tnicas enChile, Del Valle nos invita directamente a rediscutir, en un plano degeneralidad, la validez del discurso de los derechos universales, delEstado-nacin, la unidad nacional y la justicia, entre otros.

    Finalmente, el texto de Daniel Paulos Millanao, pese a centrar suanlisis en la crtica a las teoras vigentes y hegemnicas en compren-sin lectora escolar de textos no literarios vinculadas a la OCDE, nose ocupa de reconocer tales discursos, ni siquiera tangencialmente,como discursos en gran medida estatales, ni deriva de ello ninguna po-sicin concreta de adhesin, de rechazo o de distancia respecto al Es-tado-nacin.

    Llegado a este punto, y para ya dar paso al trabajo de nuestroscolaboradores, simplemente deseamos que la presente introduccinhaya contribuido a situar al lector en la obra, as como a incentivar enalguna medida su lectura. Cerramos la introduccin con un profundoagradecimiento a cada uno de los autores participantes, que se entu-siasmaron con el proyecto, aportaron su trabajo y aguantaron con es-toica paciencia los casi dos aos que nos demand la elaboracin dellibro. Queremos agradecer, tambin, a las instituciones pblicas uni-versitarias, tanto argentinas como chilenas, as como a sus respectivasautoridades que avalaron formalmente la presente publicacin: elCentro de Investigacin y Estudios sobre Cultura y Sociedad(CIECS-CONICET) de la Universidad Nacional de Crdoba (UNC),la Facultad de Filosofa y Humanidades de la UNC y la Universidadde la Frontera (UFRO).

    Finalmente, deseamos extender un especial agradecimiento al Dr.Javier Cristiano, profesor e investigador de la Universidad de Cr-

  • INTRODUCCIN 29

    doba, por aceptar la invitacin para prologar el libro, as como al Dr.Emmanuel Biset, profesor e investigador de la UNC y Director alter-no del Programa de Teora Poltica del CIECS, por asumir la elabora-cin del Eplogo y por haber publicitado generosamente, en un co-mienzo, el presente proyecto editorial en su equipo de investigacin.Producto de su intervencin muchos de los investigadores del progra-ma mencionado decidieron sumarse a la presente iniciativa.

    Esteban Torres y Carlos del Valle Crdoba, Argentina y Temuco, Chile

    Julio de 2013

  • 1. EL PODER DEL DISCURSO:MIRADAS POST-ESTRUCTURALISTAS

  • Aproximaciones contemporneas en torno al lenguaje, a la poltica y a la ideologa. Pensando algunas articulaciones.

    Ariana Reano1

    Introduccin

    Los debates en torno a la nocin de ideologa y al papel que ellacumple en nuestra percepcin del mundo socio-poltico han formadoparte de una extensa trayectoria terica en el campo de la filosofa ylas ciencias sociales. Una parte importante de la teora tradicional haasociado la ideologa a categoras como distorsin, falsaconciencia, ocultamiento, etc. Estas caractersticas han indicadoque la principal funcin de la ideologa era enmascarar o representarfalsamente la realidad comprendida sta como una entidad objetiva yesencialmente constituida .

    Sin embargo, desde la tradicin posestructuralista, autores comoPaul De Man, Ernesto Laclau o Slavoj iek han retomado a la crticade la ideologa en sus teorizaciones, asignndole un papel central en laconstitucin simblica de la realidad. Un rasgo en comn de sus pos-turas es asumir el rol constitutivo del lenguaje en nuestras prcticassocio-polticas. Ello implica sostener que el lenguaje es el elemento ar-ticulador de sentido por excelencia y que, lejos de ser un medio trans-1 Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de General Sarmiento

    (UNGS) / Instituto de Desarrollo Econmico y Social (IDES). Investigadora Docente de la UNGS, Becaria Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET). Temas de especializacin:teora poltica contempornea, teora de la democracia, anlisis del discurso y los lenguajes polticos. Contacto: [email protected]

    mailto:[email protected]
  • 34 DISCURSO Y PODER

    parente de representacin de la realidad, acta sobre ella de modocomplejo, ambiguo y hasta contradictorio. En este marco, una pers-pectiva que no asume a la ideologa como falsa representacin de la re-alidad y que entiende el rol pragmtico del lenguaje en su construc-cin, se posiciona desde una concepcin antiesencialista de la socie-dad, de la poltica y de la historia. Bajo estas premisas, en lo que sigue,nos proponemos reflexionar sobre las articulaciones posibles entre ca-tegoras como lenguaje, poltica e ideologa desde una perspectiva quenos ayude a analizar las tensiones y ambigedades que constituyennuestro mundo socio-poltico.

    Para ello, en primer lugar, nos ocuparemos de recuperar: 1) unavisin de la ideologa que rescata al lenguaje como factor que produceefectos ideolgicos de sentido; las consideraciones de iek sern fun-damentales en esta tarea; 2) Los aportes de la nueva historia intelec-tual en torno al rol de los conceptos en la construccin de los lengua-jes polticos y la reivindicacin de stos como entramados complejosque exceden un simple conjunto de las ideas; 3) Una perspectiva de lopoltico sostenida en el rol constitutivo del lenguaje, que se sostiene so-bre la aceptacin de la contingencia radical de toda categora universalpara pensar la poltica y que entiende a lo poltico como una lgicaque da cuenta de las condiciones de surgimiento, reproduccin y fini-tud de lo social. Consideramos que la posibilidad de complementar es-tas perspectivas puede ser un aporte en la construccin de una pers -pectiva de anlisis poltico preocupada por comprender los efectos depoder de una ideologa especfica en contexto histrico determinado.Una perspectiva que, en vez de ocuparse por construir modelos o ti-pos ideales que funcionen como parmetro universal de evaluacin, seocupe, por ejemplo, de desentraar cmo se produce la articulacinconceptual que contribuye a consolidar el imaginario poltico hege-mnico de una sociedad en un momento determinado de su historia.

    Reflexiones en torno al sentido poltico de la crtica de laideologa

    En su libro el Sublime objeto de la ideologa, iek inicia sus consi-deraciones acerca de la ideologa con una pregunta que podramos re-formular de la siguiente manera: qu es lo que crea y sostiene la iden-

  • 1. EL PODER Y EL DISCURSO 35

    tidad de un terreno ideolgico determinado, ms all de todas las va-riaciones posibles, de su contenido explcito? En otras palabras, cu-les son las condiciones de posibilidad de la ideologa? El autor intenta-r dar respuesta a estos interrogantes desde una perspectiva que en-tiende al campo ideolgico como experiencia de la significacin.Esto implica sostener que lo Real no ofrece ningn soporte para susimbolizacin directa y que, como cada simbolizacin es en ltimotrmino contingente, el nico modo en que la experiencia de una rea-lidad histrica puede lograr su unidad es mediante la instancia de unsignificante que le d sentido. Sin embargo, no es el objeto real el quegarantiza, como punto de referencia, la unidad y la identidad de unadeterminada experiencia ideolgica, sino al contrario, es la referenciaa un significante puro la que confiere unidad e identidad a nuestraexperiencia de la realidad histrica. As,

    La experiencia de la significacin se producir a travs deun proceso de acolchamiento que es el que realiza la totaliza-cin mediante la cual libre flotacin de elementos ideolgicosse detiene, se fija es decir, mediante la cual esos elementos seconvierten en partes de la red estructurada de significado(iek, 2001, pp.125-126).

    Dentro de cada espacio ideolgico surgirn puntos nodales lospoints de capiton lacanianos que sern los protagonistas de la luchaideolgica por hegemonizar el proceso de simbolizacin de lo real.Que el point de capiton sea una especie de nudo de significados

    [] no implica que sea simplemente la palabra ms rica,la palabra en la que se condensa toda la riqueza del campo queacolcha: el point de capiton es antes bien la palabra que, entanto que palabra, en el nivel del significante, unifica un campodeterminado, constituye su identidad: es, por as decirlo, la pa-labra a la que las cosas se refieren para reconocerse en su uni-dad (iek, 2001, pp.135-136).

    Esto lleva a sostener a iek que la posibilidad de establecer unaunidad de significacin en un espacio ideolgico se produce a travsde la instauracin de ciertas equivalencias entre los distintos elemen-tos flotantes, vale decir, entre los distintos significantes que forman

  • 36 DISCURSO Y PODER

    parte de dicho espacio. Y este encadenamiento es posible slo a condi-cin de que un cierto significante el Uno lacaniano acolchetodo el campo y, al englobarlo, efecte la identidad de ste. El lugarque ocupa el significante y el contenido simblico que le da formapermanece siempre indeterminado. Este punto nodal, que totaliza unaideologa deteniendo el desplazamiento metonmico de sus significa-dos, no es un punto de densidad suprema de sentido sino, simplemen-te, el elemento que representa la instancia del significante dentro delcampo del significado. Su papel es puramente estructural y su natura-leza es puramente preformativa. Los significantes que estn todava enestado de flotacin dentro del espacio ideolgico, cuya significacinno ha sido todava fijada, siguen uno al otro. Entonces, en un determi-nado momento Algn significante fija retroactivamente el significa-do de la cadena, cose el significante al significado, detiene el desliza-miento del significado (iek, 2001, p.143).

    De esta manera, la operacin ideolgica est siempre habitada por

    La contingencia radical de la nominacin [que] implicaun brecha irreducible entre lo Real y los modos de su simboli-zacin, por lo que, la simbolizacin de una cierta constelacinhistrica se produce a travs de efectos de cierre por los quesilenciosamente se excluyen ciertas formas de significacin y sefijan ciertos significantes en una posicin dominante. (iek,2001, p.137).

    De lo dicho hasta aqu se desprende que la tarea ideolgica noconsiste en enmascarar la positividad que permanece siempre ocultaen cualquier orden social. Se trata, ms bien, de una tarea simblicaque consiste en ordenar aquello que per se est desordenado distorsio-nado para utilizar un trmino de Jacques Rancire (1996). Una ideo-loga, entonces, no es necesariamente falsa: en cuanto a su conteni-do positivo puede ser cierta, bastante precisa, puesto que lo que re-almente importa, nos dice iek,

    No es el contenido afirmado como tal, sino el modocomo este contenido se relaciona con la posicin subjetiva su-puesta por su propio proceso de enunciacin. Estamos dentro

  • 1. EL PODER Y EL DISCURSO 37

    del espacio ideolgico en sentido estricto desde el momento enque este contenido verdadero o falso (si es verdadero mu-cho mejor para el efecto ideolgico) es funcional respecto dealguna relacin de dominacin social de un modo no transpa-rente (iek, 2003, pp.14-15).2

    La lgica misma de la legitimacin de la relacin de dominacindebe permanecer oculta para ser efectiva. Las siguientes palabras deTerry Eagleton complementan lo que aqu venimos sosteniendo:

    Las relaciones entre discursos ideolgicos e intereses so-ciales son complejas y variables y, en ocasiones, es apropiadohablar del significante ideolgico como la manzana de la dis-cordia entre fuerzas sociales en conflicto y, en otras como cues-tin ms de relaciones internas entre modos de significacin yformas de poder social. La ideologa contribuye a la constitu-cin de intereses sociales, en vez de reflejar pasivamente posi-ciones dadas de antemano (1997, p.277).

    Ahora bien, si la ideologa no oculta ni enmascara ninguna verdadsubyacente, sino que provee de un relato que ordena, estructura, sutu-ra un sentido y/o llena un vaco, sin importar el carcter verdico ofalso de su contenido, para qu retomar la crtica de la ideologa?.Apostar por una crtica antiesencialista de la ideologa que es funda-mentalmente el proyecto para el cual iek propone recuperar el con-cepto de ideologa consiste en Poner en evidencia las ilusiones yficciones que ocultan el carcter antagonista e imposible del sistema,y que nos permiten tomar distancia de la autoevidencia de su identi-dad establecida (iek, 2003, p. 14). Se trata, en otras palabras, de de-construir los dispositivos necesarios para evidenciar las contradiccio-nes y el carcter relacional, fragmentario y desarticulado de todo or-den simblico, mostrando cmo opera efectivamente en nuestras

    2 iek ilustra este modo de operar de la ideologa mediante el siguiente ejemplo: pensemos en una potencia occidental que interviene en un pas del Tercer Mundo porque se conocen en l violaciones a los derechos humanos. Puede ser cierto, nos dice, que en ese pas no se respetaron los derechos humanos ms elementales y que la intervencin puede ser eficaz en mejorar la situacin de los derechos humanos. Sin embargo, esa legitimacin sigue siendoideolgica en la medida que no menciona los verdaderos motivos de la intervencin (intereses econmicos, etc.) (iek, 2003, p. 15).

  • 38 DISCURSO Y PODER

    prcticas polticas y dando cuenta de los efectos de poder que ella ge-nera.

    Los lenguajes polticos: aportes para pensar la polticacomo lenguaje y al lenguaje como herramienta poltica.

    La concepcin de lenguaje poltico es la propuesta que la nuevahistoria intelectual ofrece como alternativa a la historia de las ideas,incorporando los aportes de la Escuela de Cambridge a travs delproyecto de su principal referente, Quentin Skinner y de la Escuelaalemana de historia de los conceptos a partir de los aportes deReinhart Koselleck . 3 La contribucin de la primera escuela fue plan-tear un anlisis de los lenguajes polticos que obligue a traspasar el pla-no de los contenidos explcitos de los textos, es decir, el nivel semnti-co, e incorporar la dimensin pragmtica. Ello implica abandonar unaconcepcin representacionalista del lenguaje desde la cual las palabrasson entendidas como el reflejo de la realidad. De lo que se trata, por elcontrario, es de entender al lenguaje como herramienta y a las pala-bras como instrumentos que cumplen funciones diferentes de acuerdoa cmo y para qu son usadas. De este modo, significado y uso estninextricablemente relacionados en la medida en que el sentido de untrmino es aprehendido y conformado por las instancias de uso.4 Deall se deriva la concepcin del lenguaje como constitutivo de las prc-ticas sociales, polticas, culturales, etc. Tal como seala Skinner, lasprcticas en las que estamos comprometidos y tambin por las queestamos constreidos deben su dominio, en parte, Al poder denuestro lenguaje normativo para sostenerlas en su lugar; y siempre te-nemos la oportunidad de emplear los recursos de nuestro lenguajepara socavar o apuntalar las prcticas (Skinner, 2007, p.32).

    El lenguaje nos permite construir principios de lectura sobre la re-alidad, a la vez que ella se vuelve inaccesible si no es a travs del uso3 Hemos abordado con mayor detalle el aporte de ambas escuelas y tambin

    algunas contradicciones que surgen de sus supuestos en Reano (2011). 4 Claramente, esta afirmacin recupera las enseanzas de Ludwing Wittgenstein

    de quien Skinner se reconoce discpulo quien sostiene que el significado semntico se constituye a partir de los casos de uso de una palabra, que incluyelos muchos y variados juegos de lenguaje en que aqul entra, por lo que el significado es en buena medida el producto de la pragmtica. Para una mayor profundizacin de esta idea sugerimos consultar Wittgenstein (1988).

  • 1. EL PODER Y EL DISCURSO 39

    del lenguaje. La realidad poltica que es sobre las que nos interesa re-flexionar en estas pginas no slo que no escapa a dicha lgica, sinoque se ve potenciada por ella. La poltica, como actividad humana,est atravesada por el lenguaje. Como sostiene James Farr, Los acto-res, al actuar polticamente, hacen cosas por motivos estratgicos ypartidistas en y a travs del lenguaje; y pueden hacer esas cosas porqueen el lenguaje los conceptos constituyen, parcialmente, creencias, ac-ciones y prcticas polticas (1989, p.30).

    Estas consideraciones abren la puerta para entender que la rela-cin entre lenguaje y contexto de ningn modo debe suponer la deter-minacin de los hechos sobre las palabras. Cuando Skinner habla detener en cuenta el contexto se refiere al contexto intelectual, esto es,un contexto hecho de debates, de lecturas y de debates sobre esas lec-turas. De ah la importancia que le otorga al problema del cambio enel significado de las palabras y a la necesidad de entender al cambiopoltico y al cambio conceptual como un proceso complejo e interre-lacionado. En consecuencia, los significados se vinculan con los usosespecficos que se hacen de las palabras en uno u otro contexto y estoes lo que el Skinner denomina Usos en la argumentacin (2007,p.159). Bajo estas premisas se vuelve necesario comprender que:

    [] los lenguajes polticos, a diferencia de los sistemas depensamiento, no son entidades autocontenidas y lgicamenteintegradas sino slo histrica y precariamente articuladas. Sefundan en premisas contingentes; no slo en el sentido de queno se sostienen en la pura razn sino en presupuestos eventual-mente contestables, sino tambin en el sentido de que ningunaformacin discursiva es consistente en sus propios trminos, seencuentra siempre dislocada respecto de s misma (Palti, 2007,pp.55-56).

    All radica el desafo de la nueva historia intelectual por mostrarque las prcticas y sus representaciones resultan indisociables entre s,esto es, por dar cuenta hasta qu punto los procesos histricos seconstruyen simblicamente y el leguaje se vuelve una herramientafundamental en esa construccin.

    Por su parte, el aporte de la historia conceptual a la nueva historiaintelectual radica en la necesidad de comprender el carcter plenamen-

  • 40 DISCURSO Y PODER

    te histrico contingente de las formaciones discursivas y superar latendencia normativista caracterstica de la historia de las ideas. Esta l-tima considera a las ideas como tipos ideales y la tendencia normativaest presente al entender que todo aquello que se aparte de estos mo-delos es un defecto y no algo constitutivo de la historia intelectual(Palti, 2005). Para Koselleck, todo concepto es plurvoco dado que ar-ticula redes semnticas plurales. Segn el autor, una palabra se con-vierte en un concepto Si la totalidad de un contexto de experiencia ydel significado sociopoltico en el que se usa y para el que se usa esapalabra, pasa a formar parte globalmente de esa nica palabra (Kose-lleck, 1993, p.117). Los conceptos son concentrados de muchos conte-nidos significativos. Los significados de las palabras y lo significadopor ellas pueden pensarse de modo separado. Pero en el concepto con-curren significaciones y lo significado por l slo se comprende en elsentido que recibe esa palabra: una palabra contiene posibilidades designificado, un concepto unifica en s la totalidad del significado(dem).

    Desde esta mirada, la historia conceptual supera y trasciende a lahistoria social dado que articula redes significativas de largo plazo yes, al mismo tiempo, deficitaria respecto de sta, puesto que nunca laagota. Esto genera una situacin paradojal en la medida en que noexiste ninguna sociedad sin conceptos en comn que otorguen algntipo de unidad para la accin poltica. Al mismo tiempo, nuestros sis-temas sociopolticos son complejos y exceden el conjunto de concep-tos del que disponemos para nombrarlos. En otras palabras, los he-chos sociales la trama extra-lingstica rebasa al lenguaje en la medi-da en que la realizacin de una accin excede siempre su mera enun-ciacin o representacin simblica. Segn sostiene Palti Ello explicapor qu un concepto, en tanto que cristalizacin de experiencias his-tricas, puede eventualmente alterarse, frustrar expectativas vivencia-les en l sedimentadas, ganando as nuevos significados (2005, p.73).Entre el concepto y el estado de cosas existentes existe una tensinque parece irresoluble: en toda sociedad los conceptos son aquello queda unidad a las acciones polticas, no existe sociedad sin una elabora-cin conceptual de sus acciones pero, a la vez, esa sociedad no es idn-tica a los conceptos que genera. Esto es lo que Koselleck entiendecomo el Hiato entre situaciones sociales y el uso lingstico que se

  • 1. EL PODER Y EL DISCURSO 41

    hace de ellas (1993, p.119) y lo que en su propuesta se enuncia comola relacin asimtrica entre historia social e historia conceptual.

    Desde las premisas que acabamos de sintetizar, el nfasis de lanueva historia intelectual en relacin a los lenguajes polticos suponecomplejizar la estrategia de anlisis. Ya que nos interpela no slo a ob-servar cmo el significado de los conceptos cambi a lo largo deltiempo, sino tambin y, fundamentalmente, a indagar qu es lo queles impeda alcanzar su plenitud semntica. Lo importante de estaperspectiva es que nos obliga a cambiar el foco de la mirada y enten-der que Si el significado de los conceptos no puede ser fijado de unmodo determinado no es porque ste cambia histricamente, sino a lainversa, cambia histricamente porque no puede fijarse de un mododeterminado (Palti, 2007, p.251). Toda fijacin de sentido es precariay el contenido semntico de los conceptos nunca es perfectamente au-toconsistente y lgicamente integrado, sino, algo contingente y preca-riamente articulado. Esta forma de entender la relacin inestable entresignificante y significado no niega la posibilidad de fijar un sentido alos mismos. Lo que nos propone es entender que el proceso de fija-cin de un sentido est habitado por una imposibilidad estructuralque hace que el significante no pueda asumir para s la plenitud de unsignificado homogneo, unvoco y transparente. Este ltimo es el senti-do que Laclau ha atribuido a la nocin de significante vaco5, es decir,un significante que no tiene un significado inherente, sino que esconstruido en la relacin hegemnica que, para el autor, es la formade la poltica.6 La emergencia de un significante y la construccin desu significado es un proceso imprevisible en el que el grado de corres-5 Un significante vaco es, en el sentido estricto del trmino, un significante

    sin significado intrnseco. Esto puede implicar: a) que el mismo significante puede ser vinculado a distintos significados en diferentes contextos aunque en este caso ms que vaco el significante sera equvoco y b) que el significante no sea equvoco sino ms bien ambiguo, es decir, que una sobredeterminacin o una subdeterminacin de significados impidiera fijarlo plenamente. Sin embrago, el propio Laclau sostiene que este carcter flotante del significante an no lo hace vaco. En consecuencia, Un significante vaco solo puede surgir si la significacin en cuanto tal est habitada por una imposibilidad estructural, y si esta imposibilidad slo puede significarse a s misma como interrupcin (subversin, distorsin, etc.) de la estructura del signo (Laclau, 1996, p. 70). El acto por el cual se instituye la significacin, es decir, el momento en que un significante adquiere un significado particular es el momento poltico de la hegemona.

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    pondencia entre ellos est sometido a una indeterminacin radical. Esen esa indeterminacin, pero al mismo tiempo en la necesidad de esta-bilizar momentneamente el sentido del significante, donde reside lapoliticidad inherente al proceso de significacin. No se trata de tomaral lenguaje como referencia, sino de precisar que la contingencia cons-titutiva de los lenguajes polticos requiere de una estabilizacin preca-ria entendida como institucin poltica de los significados. Este aspectoes central para pensar las articulaciones posibles entre la perspectivade los lenguajes polticos y la concepcin posfundacional de la polti-ca, cuyas premisas analizaremos a continuacin.

    Las premisas del pensamiento poltico posfundacional

    El filsofo francs Oliver Marchart utiliza el trmino posfunda-cional para dar cuenta de un pensamiento que recoge varias de las pre-misas del posestructuralismo y la deconstruccin para pensar la din-mica poltica y social.7 Lo que une a las perspectivas que el autor de-

    6 La relacin que desde la teora de la hegemona se establece entre las nociones de cadena de equivalencia y significante vaco puede resumirse del siguiente modo: un significante se vuelve tal cuando, en el marco de una relacin de equivalencia entre una multiplicidad de identidades, una de ellas logra encarnar la representacin colectiva de todas las dems. El momento hegemnico acontece cuando alguna de las identidades diferenciales logra vaciarse de su significado particular y convertirse en significante de una falta, de una totalidad ausente, que no puede ser prevista de antemano pero que, sin embargo, es requerida por el sistema. El hecho de que ninguna de las identidades en lucha est predeterminada a cumplir el papel del significante es lo que hace posible el momento hegemnico. Por eso la presencia de significantes vacos es la condicin misma de la hegemona (Laclau, 1996, p. 76-80).

    7 Se trata de un conjunto de producciones que tienen lugar en Europa entre fines de los aos setenta y principios de los ochenta y que rene las ms importantes tradiciones de la filosofa y de la teora poltica contemporneas. Entre ellas encontramos los trabajos de Derrida, Rancire, Nancy, Badiou, Laclau. A pesar de las especificidades de cada uno de los planteos, y de las diferencias que comportan entre s, todos construyen sus teoras basndose en gran medida en el legado de Heidegger de ah que Marchart los rena bajo el calificativo de heideggerianos de izquierda. Ello se pone de manifiesto en el uso de las figuras de la contingencia o infundabilidad pero, tambin en el empleo de la diferencia y/o el antagonismo como constitutivos de la poltica. En dichas teoras hay una serie de usos de la nocin de lo poltico sea como racionalidad lgica o especfica, como esfera pblica o como acontecimiento que escapa por completo a la significacin los cuales se ensamblan no por un

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    nomina posfundacionales es el hecho de afirmar que no existe unprincipio de autotransparencia como resultado del cual el conjunto delo social pueda tornarse inteligible. Es un pensamiento que no seconstruye sobre la necesidad de buscar una categora universal lugarque haban ocupado la historia, el sujeto o la sociedad desde el cualexplicar lo social pero, tampoco, de negar su existencia, sino de mos-trar la contingencia radical de toda universalidad. Esto es lo que elpropio Marchart ha estipulado como la necesidad de debilitar el esta-tus ontolgico de todo fundamento. Ello implica sostener, en primerlugar, que los fundamentos son ontolgicamente necesarios y, por lotanto, no hay sociedad posible sin ellos. Y en segundo trmino, que esimposible sostener la existencia de un fundamento ltimo, lo cual ha-bilita la pluralidad de los fundamentos posibles al tiempo que colocaen un primer plano el carcter contingente de cualquiera de ellos.

    Esta perspectiva nos propone entender lo poltico desde su di-mensin ontolgica, es decir, como el momento de un fundar par-cial y, por tanto, siempre fallido. Lo poltico no se reduce entonces ala institucin de una forma de gobierno o un contenido ideolgico enparticular, sino que, es una lgica que trata de dar cuenta de las condi-ciones de surgimiento, existencia, reproduccin y finitud de lo social(Marchart, 2009). La pregunta que cabe hacerse en este punto es quvnculo existe entre esta operacin de fundar parcialmente un ordensimblico y las prcticas polticas concretas que constituyen el conte-nido de esa operacin? Lo que existe es, precisamente, una relacin deindeterminacin, o lo que es lo mismo, de no necesidad. Desde el pos-fundacionalismo esto ha sido entendido como la existencia de unabrecha entre lo ntico y lo ontolgico, donde lo ntico designala dimensin emprica de lo social, es decir, la pluralidad de identida-des y la multiplicidad de sus relaciones diferenciales. Laclau define aesta relacin como la falta de coincidencia entre particular y univer-sal dado que las prcticas polticas particulares y el vnculo con aque-llo que les da sentido reunindolas en una totalidad significativa sefunda sobre una contingencia radical. Ese carcter indeterminado eslo que ampla el campo donde aparecen las diversas iniciativas quepretendan fijar el contenido de la universalidad. Lo universal es el

    marco conceptual global, sino por la relacin, compartida por todos, con unfundamento ausente (Marchart, 2009, p. 17-18).

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    smbolo de una plenitud ausente y lo particular slo existe en el movi-miento contradictorio de afirmar una identidad diferencial que, tam-poco, puede escindirse completamente de la totalidad. Toda identi-dad que se construye dentro de un cierto sistema de poder es ambiguarespecto de ese sistema, ya que este ltimo es lo que impide la consti-tucin de la identidad y es, al mismo tiempo, su condicin de existen-cia (Laclau, 1996, pp.55-56).

    Ahora bien, no es porque el campo de lo social es empricamenteinfinito que resulta imposible fundarlo, sino que hay una imposibili-dad estructural que impide la constitucin de una totalidad plena yautoconstituida como fundamento de la pluralidad. En sntesis, espostulando la necesidad de la imposibilidad de un fundamento ltimoque podemos dar cuenta de la pluralidad de las identidades sociales.El momento de lo poltico es el momento del encuentro con la con-tingencia que, como no puede ser nunca radical, necesita de un funda-mento que d sentido a la totalidad pero que, al mismo tiempo, no re-vista un carcter necesario. Esto da cuenta del carcter abierto e infun-dable de lo social y de los lmites no fijos entre las identidades comoprecondicin de lo poltico.

    La diferencia analtica entre lo ntico y lo ontolgico establecidapor el pensamiento posfundacional se debe a que ste deriva de suspresupuestos ontolgicos una diferencia entre la poltica y lo poltico.Lo poltico seala la dimensin ontolgica de la sociedad (Marchart,2009, p.19), esto es, el momento del fundar, de instituir, de establecerun orden de lo social. La poltica designa las prcticas nticas, es decir,ciertas formas de accin ejercidas en coyunturas emprico histricasparticulares y las instituciones que ellas involucran por ejemplo, laselecciones, los partidos polticos, las formas de gobierno, las polticaspblicas . Ambos planos que permanecen entrelazados en la medidaen que las prcticas polticas constituyen el momento de actualizacindel fundamento ontolgico. Pero, la poltica es posible porque el lu-gar del fundamento aparece siempre como indeterminado y su conte-nido slo puede ser fijado, parcialmente, por las prcticas mismas. Esms, no se trata de afirmar la negatividad del fundamento ni de afir-mar la existencia de un fundamento parcial, sino, de apostar a unapluralidad de fundamentos contingentes (Butler, Laclau y iek,2003). Es decir, una pluralidad de movimientos hegemnicos que tra-

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    tan de fundar la sociedad sin ser enteramente capaces de hacerlo. Deah que toda fundacin es parcial dentro de un campo de intentos fun-dacionales contrapuestos. Este fundamento, que no est meramenteausente sino que aparece y re-aparece bajo distintas formas y con dis-tintos nombres, es lo que el posfundacionalismo ha denominado elmomento de lo poltico.

    Para concluir, desde esta perspectiva, lo poltico ya no puede sercomprendido como un lugar una esfera o un sector que forma partede la sociedad o identificado con un actor, individual o colectivo de-terminado. Lo poltico es, antes bien, una lgica constituida por latensin entre el momento de la ruptura que puede estar simbolizadoen el trazado de una frontera, o en el establecimiento de una diferen-cia con lo otro y el momento de la refundacin parcial del orden.Esta ltima representa el momento de la rearticulacin de un sentidoespecfico de lo social que, sin embargo, nunca termina de estabilizar-se. Y esto es, por ejemplo, lo que en su teora, Laclau y Mouffe deno-minan hegemona. En tanto operacin poltica, la articulacin hege-mnica indica el momento de la dislocacin, de la presencia de fuerzasantagnicas con las cuales se traza una diferencia y, al mismo tiempo,supone una estabilizacin parcial de un orden que ha sido quebranta-do. Y es tambin el rol que iek le atribuye a la ideologa como pro-ceso de simbolizacin que consiste en llenar el vaco, esto, es, encu-brir la incongruencia de un sistema que per se es imposible de ser sim-bolizado en su totalidad. Por eso, todo intento abocado a conferir unaidentidad socio-simblica fija o a otorgar un sentido nico a una prc-tica o sistema socio-poltico determinado, est destinado al fracaso.Esto es as porque

    [] los antagonismos establecen los lmites de la sociedad,a la vez que provocan la imposibilidad de esta ltima de consti-tuirse plenamente. La sociedad no llega a ser totalmente socie-dad porque todo en ella est penetrado por sus lmites antag-nicos que le impiden constituirse como realidad objetiva. Laslgicas sociales son contingentes, y como tales adquieren sussentidos en contextos coyunturales y relacionales en los quesiempre estarn limitados por otras lgicas, generalmente con-tradictorias. Ninguna de ellas tiene validez absoluta en el senti-do de que defina un espacio o momento estructural que no

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    pueda a, su vez, ser subvertido por una o ms lgicas antagni-cas. (Laclau y Mouffe, 2004, pp.169-170).

    No obstante, a pesar de esta distorsin inherente al orden social,la crtica de la ideologa, tal como sugeramos con iek en el primerapartado, consiste en mostrar cmo se produce la operacin de suturadel orden simblico. O para decirlo en palabras de Laclau y Mouffe,de dar cuenta del proceso de construccin de una cierta hegemona.En definitiva, se trata de una apuesta por poner en evidencia el juegode relaciones de poder que muchas veces se oculta detrs de una deci-sin, de una prctica o de un acontecimiento poltico. Se trata tam-bin de hacer visible cmo opera la diferencia y el conflicto y de veri-ficar como sostenamos en el segundo apartado cules son los len -guajes polticos que funcionan como soporte en la construccin desentido de dichas prcticas, decisiones u acontecimientos en una co-yuntura determinada.

    Consideraciones finales. Pensando algunas articulaciones.

    En este trabajo hemos intentado brindar algunos argumentos te-ricos a partir de los cuales consideramos que es posible pensar en unaperspectiva de anlisis que articule la concepcin de los lenguajes pol-ticos con una visin posfundacional de lo poltico y con un anlisiscrtico de la ideologa. Decamos en el desarrollo de este trabajo que laperspectiva de los lenguajes polticos supone una concepcin del len-guaje como constitutivo de las prcticas sociopolticas. Supone, ade-ms, que existe un hiato entre conceptos y realidad, es decir, un dobleexceso entre el lenguaje y el mundo, ya que los conceptos construyensentido suturando un espacio simblico, al mismo tiempo que la reali-dad resiste todo proceso de simbolizacin totalizante. En este doblejuego, que recupera el momento de necesidad de establecer un senti-do, a la vez que pone todo su nfasis en la contingencia, otorgndoleun carcter esencialmente abierto al proceso de significacin, se vuel-ve posible sostener que el lenguaje opera polticamente. En otras pala-bras, har hincapi en los efectos de sobredeterminacin, exclusin eintentos de articulacin de sentido, antes que en la unificacin enten-dida como totalizacin.

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    Por su parte, el modo en que una perspectiva posfundacionalaborda la relacin entre lo universal y lo particular en la construccinde la significacin, entendida como proceso poltico, creemos que po-dra ser un complemento interesante al modo en que la concepcin delos lenguajes polticos entiende el doble exceso entre realidad y len-guaje al que acabamos de aludir. Consideramos que una perspectivade los lenguajes polticos, al incorporar los aportes del posfundaciona-lismo, permitira poner el acento en el carcter polmico de los con-ceptos en s mismos, es decir, en la ambigedad que le es inherente alproceso de significacin. Este sera un nuevo modo de plantear lo queen este trabajo hemos denominado, junto a Koselleck, El hiato entrelas situaciones sociales y el uso lingstico que tiende a ellas o que lastrasciende (1993, p. 119). Esta tensin constitutiva entre historia so-cial e historia conceptual, es lo que, desde una concepcin poltica dela significacin se reivindica como la relacin de contingencia radical

    es decir, de no correspondencia necesaria entre significante y signi -ficado. Recordemos que la construccin de sentido de un significantees siempre un acto arbitrario, en el que los usos del lenguaje ocupanun rol fundamental en la lucha por la fijacin de sentido, que, a suvez, excluye otros significados posibles. As, la dimensin polmicapoltica se define siempre en la posibilidad de establecer lmites a lasignificacin, a la vez que se vuelve una propiedad inherente de todoconcepto en la medida en que ste puede querer decir muchas cosasdistintas al mismo tiempo. De ah la importancia de la pragmtica, esdecir, de cmo se usa un trmino y para decir/hacer qu cosas y cmoste se articula con otros conceptos para construir un lenguaje polti-co que funciona de soporte ideolgico de una realidad determinada.

    De esta manera, y bajo la conviccin de que Toda configuracinsocial es una configuracin significativa (Laclau, 2000, p.114), lasperspectivas aqu abordadas nos brindan los elementos tericos paraconstruir una perspectiva de anlisis cuya apuesta sea recrear los len-guajes polticos de una sociedad en una poca determinada, mostran-do aquellos puntos de fisura que le son inherentes. Esto ser posibledeconstruyendo las operaciones de complementacin, jerarquizaciny exclusin entre los distintos conceptos significantes y mostrandocmo esas operaciones articulan el sentido ideolgico-poltico en uncontexto particular. En sntesis, se trata de comprender que todo pro-

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    ceso de significacin es un proceso de hegemonizacin y, como tal, espoltico. Poltico, tambin, en un doble sentido, porque se trata de unproceso que antagoniza y excluye a la vez que sutura y ordena. Es de -cir, Construye un fundamento que vive de negar su carcter funda-mental; de un orden que slo existe como limitacin parcial del de-sorden; de un sentido que slo se construye como exceso y paradojafrente al sin sentido (Laclau y Mouffe, 2004, p.239). En este contex-to, rescatar la importancia de la resurreccin de un anlisis polticoen el sentido posfundacional que aqu hemos considerado de la ide-ologa, supone recuperar el carcter simblico de las prcticas y de lasrelaciones. Al mismo tiempo, implica hacer evidente que la ideologaopera polticamente a travs de y como lenguaje hegemnico deuna poca. Recuperar la tarea crtica es dar cuenta de este complejoproceso a travs del anlisis de los discursos, las prcticas, las decisio-nes, las relaciones que configuran un determinado espacio ideolgicopoltico.

    Cmo trasladar estas consideraciones al anlisis de las prcticaspolticas concretas? Pensmoslo del siguiente modo: en el espacio ide-olgico-poltico flotan significantes como libertad, estado, justi-cia, igualdad, etc. Estos significantes pueden vincularse entre s deinnumerables maneras; pueden, por ejemplo, construir equivalenciasy amarrase contingentemente con algn significante que retrospecti-vamente determina sus significados, el cual permitir simbolizar unespacio social determinado. Si el lugar del significante lo ocupa el so-cialismo, los efectos del proceso de simbolizacin sern distintos delque se producira si este significante fuese neoliberalismo. El efectode acolchado, esto es, la operacin hegemnica, conduce a efectosdiferentes de acuerdo al modo en el que un significante se liga a unsignificado en un contexto en el sentido skineriano aqu sealadodeterminado. Por lo dicho hasta aqu, quisiramos sugerir que la no-cin de significante se complementa mejor con la de lenguajes polti-cos en la medida en que da cuenta del carcter contingente del procesode construccin de sentido. Esta reivindicacin hace posible que unmismo significante pongamos por caso: democracia, justicia, igual-dad, estado, repblica pueda ser reapropiado por distintos lenguajespolticos citemos por ejemplo, el liberalismo, o el republicanismo, oel socialismo construyendo el soporte ideolgico a partir del cual la

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    realidad adquiere sentido y se resignifica, siempre de modo incomple-to, ambiguo y contingente. Desde esta mirada ser posible desarrollaruna forma de anlisis conceptual de las ideologas cuyo nfasis no seala bsqueda de una verdad, sino la indagacin del carcter aporticode los lenguajes polticos y la complejidad de los modos en que sonusados para legitimar la accin poltica.

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    Referencias bibliogrficas

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  • Significantes performativos: una aproximacin a laperspectiva de Judith Butler

    Natalia Martnez Prado

    Sin sujeto no hay poltica? Algunas respuestas desde losfeminismos de la tercera ola

    Qu podemos pedir en nombre de las mujeres si las mu-jeres no existen y las demandas en su nombre, simplemente, re-fuerzan el mito de que existen? Cmo podemos hablar contrael sexismo como algo perjudicial para los intereses de las muje-res si la categora es una ficcin? Cmo podemos exigir la des-penalizacin del aborto, guarderas infantiles adecuadas o suel-dos basados en trabajos de valor comparable sin invocar el con-cepto de mujer?

    Linda Alcoff, (1988, p. 85)

    Tras una primera ola de feminismos ilustrados y sufragistas,mayoritariamente vinculados al ideario liberal de la poltica, lo que seconoce como la segunda ola de los feminismos en Occidente se ca-racteriz por los incisivos cuestionamientos alrededor de los orgenesy las causas de la opresin de las mujeres en las diferentes culturas ysociedades del mundo. Estas aproximaciones tuvieron importantes re-percusiones en mltiples reas del conocimiento que histricamentehaban soslayado las desi