discurso pronunciado el 15 de marzo en el salón municipal

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DISCURSO PRONUNCIADO

Elt 15 OE ~ARZO EN Elt SHiiON NIUNIGIPHLt

POR EL TE.Nm.NTE conmrnL

LICDO. JOSE A. BETETA, AL INSTALARSE LA

JUNTA DIRECTIVA DE LA "SOCIEDAD MILITAR

DE

SOCOR.R.OS MUTUOS" ~i

*T894 * ~w=-~

Colecció.~ui~ /.1.tján Muñoz Universidali r:rancis'-o Marroquín www.ufm.edu - Guatemala

GUATEMALA:

Tipogra.:fi.a. ••::r...a. Unión." Sa.. Ca.lle Fon.ien. te Nú:rn. S.

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lloxoRABLE .Ju.N'I'A DrnEC'l'IVA:

Seíiorns:

Estamos dando <'jemplo de que sólo al am~>arn de la li­bertad y bajo un r(~irnen tolerante y ju...;to pned0 de~arrollar­sc y ser fecundo el espíritu de asociación.

Bstamos demostrando que ese importante derecho del ciudadano es ya lisonjera realidad.

Estamos dando práctica respuesta á los seres suspi­caces que, haciendo una ridícula interpretación del prin­cipio con~titucional, que prohibe á la fuerza arr:.rn<la deli­berar, preguntan si el soldado, fuera de las tilas, conti­mía siendo una especie de esclavo sin libertad y sin de­recJ10s.

La "Sociedad Militar de Socorros Mutuo~'' abre hoy la primera página del libro de su historia: y ante una manifestación tan interesante y significatin-t del progreso nacional, debemos congratularnos francamente ..

Oompréndese sin esfuerzo la importancia de una ins­titución que asegm·e al soldado, por medio del ahorro, lo más indispensable siquiera para llenar las exigencias de la, vida, en días de escasez y de penuria, ó durante im­previstos contratiempo:, á que todos los hombres e:,tamos expuestos.

Empleado el militar en el servicio de la sociedad, consagrado por completo al cumplimiento de sus penosos deberes, es naturnl qne carezca del tiempo ne,·esario para atender sus negocio::; y en:'-anchar su fortuna. De ahí que su condición sea tan difícil, y á Yeces miserable, pero no­ble y simpática. Veamos si podemos de paso bosqnejarla.

Del hogar tranquilo y risneíio sale generalmente jo­ven, casi niño, cuando nnullan 'sn mente las más bellas ilusiones, cuando abriga su alma los más puros y ·genero-­sos sentimientos. 'l'odo lo que aprecia en el mundo lo deja allí, en su pueblo ó en sn aldea, y al partir para for­mar en las filas del ejército, no sabe si los seres que ama volYerán á brindarle sus caricias.

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Si tie11e esposa é hijos, necesario será abandonados á sus propios cuidados; y si po:Soe una, poq ueña fortuna, entregarla á personas m01·ce11arias.

Apenas ha ingresado en el cuerpo á que se le desti­na, comienza una Yida do nctiYidad y ele fatiga á que no estaba acostumbl'ado. Pierde su independencia, y su li­bertad so halla rostringi(ln, poi· la, Yoluntad de sus jefes y por la Ordenanza. Sus aceiones más sencillas cstan regu­ladas por una fuerza superior ;í, la suya; y en medio del conjunto de esa admirnblc má<1ui11a llamada ejército, no os sino una peqneüa pieza destinada muchas voces á pe­recer, sin que su nornbt·e se inscriba 011 el libro ele la hu­manidad, sin que sn familia recoja su último suspiro.

La Yida de cuarto], con sns incesantes sacrificios gasta las fuerzas de su naturaleza, como el contínuo roce de las ruedas de una locomotora gasta poco á poco el eje que las sostiene; y en su corazón, bueno y sencillo, suelen también gastar.::;e los resortes del sentimiento.

Con frecuencia surgen revoluciones civiles ó gnetTas internacionales: entonces el soldado deja la yicla de cuartel y pasa á la más fatigo:,;:,a aún ele campaña. Desde el mo­mento en que parte para el punto de operaciones, lleva la conciencia de que es necesario curnplil' fatalmente, hasta lo último, sn misión desconocida. Diríase que va á ju­gar sn felicidad; pues ¡curtntas veces ele la suerte depende que tenga ocasión de <listingui1·sc! ¡Crní.ntas veces p:lSa á la eternidad, sin que haya alguien que recoja su nombre y lo grabe en las páginas de la histol'ia.!

Llega la, hora ele la prneba, el instante de batirse, y se bate, teniendo adelante el fuego enemigo, atds la espada del jefe, quien le ordena vencer ó mot'il'. Y el soldado avan­za, pelea y muere .... ó se sah·a talvez cubiel'to de glorio­sas heridas.

Después de tantos sacrificios, merced á su individual esfuerzo, á su abnegación, á su intrepidez y patriotismo, se obtiene la victol'ia, la paz se restablece y vuelve el hi­jo de :Marte al seno de la patria que _le cubro de precia­dos lauros. n~sta entonces recibe la compensación de sus set·vicios, olvida sus penalidades, y su pecho palpita

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y se dilata a l contacto de un Ia\1rcl, Rímbolo de esa deidad querida, en pos de la cual camina su pensamiento, y á la que dirige constantemente su e::;píl'itu: de r~a deidad llama­da gloria q uc ha elevado :t tanto.-, hUos tlel pueblo, 11aci­dos 011 humilde cuna: ele e:;a deidad mistcrio:-;a <l uc gniií los pasos del gran Napoleón por el inme11:-:o campo de :-;u..; conqui::;tas; q ne iluminó el seu<lel'O de Hochc, 11 u m bel't, Pichegrú, y <le tanto.-; genios militares qne pl'i11cipiaro11 sus ca1Te1·as ele soldados rasos: que <lió con:-;ta11cia :L Sonlt, que permaneció seis aíios en ]a:-; filas para llegar (t sal' gento, y de .Massena, que para obtener igual mérito estu­vo en activo se1·vicio catorce año:;; de e::,a deidad, en fin, que vislumbrara N ey, cuando al hundirse el sol de la vic­toria, tras el sangTiento cnmpo de \Vaterloo, de.-;e.-;perado, loco, lanz(ibase al frente del enemigo, con la caheza er­guida y nrnjestuosa, el pecho descubiel'to, los cabello-; en de~orden, oprimiendo entre la crispada mano el arma tantas veces disparada, buscando la muerte, que no pudo encontrar sino en el patíbulo, algún tiempo más tarde, cuando restaurada la monan¡uía de los Borbones, i11te11tó ahogar bajo -sus implacables garras las glorias militarrs que habían brillado en el ciclo del Emperador, y que ern11 y serán siempre el legítimo orgullo de la Francia!

Pero la gloria, seilores, casi siempre hermanada con la pobreza, la gloria, genel'almente póstuma, 'no impide ]o;-; desastres Jo la imprevisión.

Después de hts fatigas del servicio, busca el soldado el hogar tranquilo y risueilo de los hermosos días de su juventud. ¡Cuán tl'iste debe serle entonces encontrar ese hogar deteriorado, el campo sin fn1tos, la esposa y los hi­jos miserablemente vesticlos y hambrientos! !Y la socie­dad, takez, contemplando impasible el cuadro doloroso que se <lesplega ante los ojos del héroe, que le consagró con desinterés y patriotismo, los mejore:S ailos de su vida, los esfüc1·zos tocios de su inteligencia y de su c_orazón! ¡Cómo so lamentará de no haber ahorrado una parte de sns haberes!

Pero, en cambio, si ha sido prudente, si ha reflexio­nado que suele llegar una épcca en que el hombre sm re-

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cursos, in(1til parn el trabajo, y abrumado por el enorme peso ele los afios, pide en vano apoyo y consuelo á. sus semejantes; si ha reflexionado, repito, y como resultado de sn pre,,isión, colocó pequeiias sumas periódicamente, en alguna empresa productiva, tendrá. en la mejor oportu­nidad lo 1iccesario para levantar la casa hundida, vestir y alimentai· (t la familia y proporcionarse una Y<-~jez tran­quila. ...:\ esto precisamente tienden instituciones como la que hoy se i1rnugura. Est:1, es la misión sublime que está !!amada á realizar entre nosotros la ''Sociedad Mili­tar de Socorros Mutuos."

Algunos piensan que el militar es generalmente pró­digo y desenfrenado, y que 1a econornía no llegal'á á ser una de sus virtudes; pero, en mi concepto, no hay razón para creerlo así. La economía nace con los hábitos do templanza, y estos tienen que ser el resultado inmediato y directo de la disciplina, que no permite la mús pequefia infracción de la Ordenanza; y ele la reprensión severa de los Yicios que al cumplimiento del deber se oponen.

Y en verdad que la economía es necesaria á todo hom­bre, y especialmente al soldado, que está más expuesto á sufrir graneles fracasos. No me refiero al sacrificio ele lo que está destinado á rodearnos de aquellas comodida­des que exige nuestra posición social: basta el ahorro dia­rio de una pequeña suma, la mayor parte de las veces destinada ,í ser infructuosamente consumida, para asegu­rar un porvenir sereno.(*)

(*) Ya que han ele ver la luz pública estas líneas, porque así lo ha queri<lo y dis­puesto la Junta Directiva rle la sol'iedad, de que es digno presidente el seiior l\Iini,-;tro de la Guerra, á cuya atenta solicitud no he debido negarme, séame permitido agregar algunos datoR tomados de la obra ele Smiles, acerca del ahorro, para que aquellos de los lectores que no la hayan leído, ni tengan idea exacta de lo que son las compañias de socorros mutuos, puedan fácilmente formarla.

"El poder de un penirzue l !? Por un z¡enirzue al 1lía puede asegurarse para tolla su villa un hombre, ó una

mujer de veintiséis aiios de edad, la cantidad de diez chelines por i;:emana mien­tras, dure su enfermedad.

2 ?. Por un pe11ique al día, cesando el pag<>:Í. los GO aiioq, puede nn horn bre ó una mujer de treinta y un años de edad, asegurarse la suma de cincuenta libr,,s esterlinas,

¡iagadcras á su muerte, en cualquier tiempo que ocurra e;;e acontecimiento, aunque sea durante la semana ó al mes siguiente después de efectuado el si-guro.

3 ~ Por un penique al día, un joven ó una joven de quince aiios puede asegurarse una imma de cien libras esterlinas, continuando el pHgo del penique durante toda su vida: las cien libras á pagar cuando ocurra la muerte.

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-,-Y no se diga qne tales con~idcraciones ~on poco

dignas ele ocupa!' ú personas serias, pues no por ser nil­garmente Rabido, deja de merecer estudio, el hecho de q 11e de 0·1·a11os de arena se com1rn11en las obrns colos;tle-'. de la

~ . arc1uitcctura. Xo hay, ¡rne::i, que olv1<la1· c . ..;o:-; granos de arena. Oid lo qne á, e:5te l'Cspecto dice un escritor in~!(~..;, autor de impo1tantcs obras. "Bl descuido de las pcquc­fíeces es la roca en qne ee ha e:Strellado una g1·an parte <le la raza hnmamt. La vicia humana consiste en una sn­ceRiún ele pcqueiíos acontecimientos, cada uno <le los cua­les tiene relativamente pequeña importancia, y sin cm­bal'go, la felicidad y el éxito de todo hombl'C depende de .la manera cómo trnta estos pequeiio::i acontecimiento:-;. El car:ictcr estii cimentado sobre pequeñeces, pcquciícccs conducidas bien y honrosamente. El éxito de un hombre en los negocios dependo de su atención á los pequeño~ detalles. La comodidad de un hogar es rcsulta<lo del arreglo bien entendido de las cosas pequefias. -Cn buen gobierno sólo puede efectuarse del mismo modo, con me­didas bien <lil'igi~as, para la ejecución ele las pequeñeces."·

Tened, pues, en cuenta, seiiores jefes y oficiales, lo~ dictados de la experiencia, y reflexionad de cuánto bien

4 ~ Por un peni,¡ue ni día, un joven ú una joven ,Je veinte aiios puerle asegurar~e una a1111alitla,l e.le veintiséis libras esterlinas, ú lO chelines por swnana, durante el res­to <lP su vida de,;pué~ de cumplido, los ;;e,muta y cin~o aiios de edad.

5~ Por u,, peni1iu al día, principiando el pago des,!e el nacimiento de cnalqui,,r niño, pne,le asegurar 1111 p1dre h 8tmrn de 20 libras esterlinas, paga,ler&s sobre ese niiio cnall(fo cu111pl:t Jo9 14 aiio,; de e<!:td.

6::1 Por u11peni1ue al día, !'ontinmmdo hasta que el niiio haya alcanzado la edud <le 21 aiios, se puede ase¡.rnrar la suma de 23 libras esterlinas, para facilitarle á principiar algún negllcio, ó establecerse en su casa.

7? Por wi peniq11e al día, un jo,·en ú una joven dti veintictutro aiios de e,!ad, pue­cle asPgurarse la suma de cien libras esterlinas, paga,leras al cumplir los sesenta año8, con el derecho de retirar cuatro quintas partes ,le la-suma pagadera en cualquiera épo­ca; sien-lo devuelta, to las la~ cuotas pag,ulas, en el caso que la muerte ocurra antes lle cumplir los sesenta años."

"Tal es Pl poder de un pcniciue al <lía! ¿Quién se lo habría imaginado? Sin em­bargo es vndad, como cualquiera puedP comprobarlo viendo las tablas de las mejo­res sociedmles de segu.ros. Poned un penique en el banco, y acumula lentamente. Pero aun allí mismo es muy útil. ::IIas con la sociellad de sPguros adquiere inmedia­tarnente un gran pmlPr. Un penique al día deposita<lo por nn hombre de treinta y un años, vale sPsenta libras esterlinas p ra su mujer y su familia, en el caso de que muriese al mes 6 al aiio siguiente. E-1 la un ion de los peque11ns ah()rros con el propósito de los seguros mutuos, hecha por un gran número de personas, lo que da al penique su enorme poder.

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soi~ capaces, si p011eis vuestro empeíi o en el desarrollo y engrandecimiento de la institución que al fin habéis crea­do, bajo los auspicios de un gobierno liberal y progresis­ta. Pero sin olvidar jamás que antes que todo está la felicidad de la patria, que vuestrn móvil no debe ser la riqueza, sino el cumplimiento de vuestros deberes, que la malor compensación de vuestros servicios es la gloria, y que, sin esos nobles objetivos, el soldado no tendría derrcho de llamarse ciudadano.

Honorable Junta Directiva: señores jefes y oficiales: antes de concluir el encargo que os servísteis confiarme, de hacer uso ·de la palabra en este acto, permitidme que os felicite por el laudable empeño con que habéis procu­rado realizar una de vuestras más nobles ideas; y que ha­ga votos por que frecuentemente t~ngamos oportunidad de celebrar, como ahora, el aparecimiento de los hermosos frutos de la libertad.

HE DICHO.

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