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Discurso Premio Bartolomé de las Casas 2013 Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de Pueblos Indígenas, CLACPI. Los pueblos indígenas desde su propia voz América Latina es un continente en el que los Pueblos Indígenas hemos hecho grandes contribuciones a la construcción de sociedades plurales donde se garanticen los derechos de todos los pueblos que conformamos los diferentes estados nacionales. Paradójicamente, en esta misma región se constatan altos niveles de discriminación hacia nosotros y, en muchas ocasiones, las reivindicaciones fundamentales que exigimos no son entendidas por el resto de la sociedad. A nivel identitario existe una negación importante del componente indígena que determina a la mayoría de la población mestiza latinoamericana. Los valores que caracterizan a la cultura moderna dominante basada en el modelo socioeconómico neoliberal, se contraponen en diversos niveles a la cosmovisión de las culturas indígenas, cuestión que ha creado un terreno propicio para la violación reiterada de nuestros derechos humanos. Se trata de un proceso difícil de revertir cuando no se cuenta con los canales o puentes de comunicación que permiten visibilizar una voz y mirada distintas, y que nos afecta no sólo a nosotros, sino también a la sociedad latinoamericana y mundial en general, ya que implica la desaparición de características culturales que podrían enriquecer la visión de mundo y las prácticas sociales de los habitantes del continente, así como su calidad humana. En directa relación con lo anterior, durante las últimas décadas, el ejercicio de la comunicación en América Latina ha estado marcado por la excesiva concentración de los medios y, por lo tanto, del poder para difundir discursos y crear realidades. La escasa regulación e inversión en esta

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Discurso pronunciado por la coordinadora general de CLACPI, Jeannette Paillan, en la conferencia sobre comunicación indigena realizada el 9 de enero en Casa de América, Madrid, España, en el marco de la ceremonia de premiación del Premio Bartolomé de las Casas 2013, otorgado a CLACPI.

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Discurso Premio Bartolomé de las Casas 2013

Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de Pueblos Indígenas, CLACPI.

Los pueblos indígenas desde su propia voz

 América Latina es un continente en el que los Pueblos Indígenas hemos hecho grandes contribuciones   a   la   construcción   de   sociedades   plurales   donde   se   garanticen   los derechos de todos los pueblos que conformamos los diferentes estados nacionales. Paradójicamente, en esta misma región se constatan altos niveles de discriminación hacia   nosotros   y,   en  muchas   ocasiones,   las   reivindicaciones   fundamentales   que exigimos no son entendidas por el resto de la sociedad. A   nivel   identitario   existe   una   negación   importante   del   componente   indígena   que determina  a   la  mayoría   de   la   población  mestiza   latinoamericana.   Los   valores  que caracterizan a  la cultura moderna dominante basada en el modelo socioeconómico neoliberal,   se   contraponen   en   diversos   niveles   a   la   cosmovisión   de   las   culturas indígenas, cuestión que ha creado un terreno propicio para la violación reiterada de nuestros derechos humanos. Se trata de un proceso difícil  de revertir  cuando no se cuenta   con  los  canales   o  puentes de comunicación   que permiten visibilizar una voz y mirada distintas, y que nos afecta no sólo a nosotros, sino también a la sociedad latinoamericana y mundial en general,   ya   que   implica   la   desaparición   de   características   culturales   que   podrían enriquecer la visión de mundo y las prácticas sociales de los habitantes del continente, así como su calidad humana. En  directa   relación  con   lo  anterior,  durante   las  últimas  décadas,  el  ejercicio  de   la comunicación en América Latina ha estado marcado por la excesiva concentración de los medios y,  por  lo tanto,  del  poder para difundir  discursos y crear realidades.  La escasa   regulación   e   inversión en esta  área por  parte  de  los  estados,  ha  facilitado históricamente   la   vinculación  de   la  prensa  al   sector  privado.   La   intensificación  del neoliberalismo en 1980 y 1990, permitió la entrada de transnacionales como News Corporation, Viacom, Time Warner, Disney, Bertelsmann, Sony y Prisa, que en alianza con   grupos   mediáticos   locales,   configuraron   un   panorama   marcado   por   los monopolios. En la actualidad, Televisa controla el 69 por ciento de la televisión abierta, TV Azteca el 31,37 por ciento;  el grupo Clarín hace lo suyo con el 31 por ciento de la circulación de los  diarios,   el   40,5  por   ciento  de   la   televisión  abierta,   y   el   23,2  por   ciento  de   la televisión  de pago. Por su parte, Globo responde por el 16,2% de los medios impresos, 56 por ciento de la TV abierta y el 44 por ciento de la TV de pago. Entre Brasil, México y Argentina, estas empresas se llevan más de la mitad de los diarios, radios y canales de televisión, además del 75 por ciento de las salas de cine de la región.

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 Si   a  ello   sumamos  el  hecho  de  que el  85,  5  por   ciento  del   contenido  audiovisual importado de América Latina viene desde Estados Unidos, no debiera sorprendernos la falta de representatividad de los contenidos que circulan a través de estos espacios. No es ninguna novedad que en un modelo como este la información sea considerada una  mercancía  más  que  un  derecho,   y   que,   por   lo   tanto,   amplios   sectores  de   la sociedad queden excluidos tanto de  la posibilidad de  identificarse y acceder a ella, como de su producción. Desde  hace  años   los  pueblos   indígenas  de  América   Latina  hemos  comprendido   la gravedad de  este  contexto  en  el  que somos uno de   los  grupos  más  perjudicados: cuando los medios de comunicación no nos omiten -como suele suceder- nos retratan desde el exotismo, los estereotipos y la distancia abismal de la mirada occidental y su estandarte del progreso. En el marco del sistema económico neoliberal  los pueblos originarios   y   sus   territorios   son   constantemente   saqueados   por   la   ambición transnacional  que,  en  complicidad  con   los  estados,  explota  de  manera  excesiva   la madre tierra. Desde la mirada mercantilista, los pueblos indígenas que se oponen a la destrucción de estos   lugares   por   considerarlos   una   fuente   de   vida   sagrada,   no   son   más   que “obstructores del  progreso”.  Y  lo hacen no sólo a través de  los escasos medios de comunicación que tienen a su alcance, sino también con el trabajo colectivo en sus comunidades, e incluso con sus propias vidas. Entre 2003 y 2012, fueron asesinados 563 indígenas en Brasil. El 2012 fueron 104 solo en Colombia, y hasta mayo de 2013 ya iban 24 en ese mismo país, en donde confluye además el conflicto político entre el estado y las FARC. En marzo pasado Venezuela se conmovió ante el asesinato, a mano de sicarios,  del  líder del pueblo yukpa, Sabino Romero, quien luchó incansablemente ante la repartición injusta de las tierras de su pueblo por parte del gobierno. En Ecuador han procesado a 194 indígenas por sabotaje y terrorismo, y en países como Guatemala, Honduras, Perú, México, Paraguay o Chile, la situación no es más reconfortante. Se trata de una realidad que casi no aparece en los “grandes medios”, y cuyo clima de impunidad  e   injusticia,   solo  puede   ser   contrarrestado  por   los  medios  alternativos, principalmente  de comunidades.   La   labor  de   los  y   las   comunicadoras   indígenas   se convierte entonces en un trabajo invisible para la mayor parte de la sociedad, pero fundamental para la protección de los derechos humanos de indígenas y no indígenas.Al dejar en evidencia la complicidad de los poderes fácticos con hechos derechamente ilegales,   la   criminalización   se   ha   convertido   en   un   escenario   común   para   los comunicadores   indígenas  que  deben   lidiar  permanentemente   con  el   cierre  de   sus radios, los procesos judiciales, y el encarcelamiento, sin olvidar que muchos de ellos forman parte de las cifras de asesinados que tristemente reclaman las estadísticas de nuestro continente.

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Sumando fuerzas Cuando en 1985 creamos la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los   Pueblos   Indígenas,   lo  hicimos  entendiendo  que  el   arte   y   la   comunicación   son mecanismos   de   promoción   y   consolidación   de   percepciones   correctas   y   de   justa valoración hacia las expresiones determinantes de nuestra cosmovisión indígena. Los Festivales Internacionales de Cine y Video Indígena tuvieron mucho que ver con ese proceso, al permitirnos reunirnos y reflexionar sobre la construcción de una imagen propia,   e   ir   avanzando  hacia   una   postura   política  más   compleja   y   representativa, respecto a nuestro propio trabajo como comunicadores y comunicadoras indígenas. Así mismo fuimos perfeccionando nuestro manejo de las tecnologías de la información y   la   comunicación,  TIC’s,   y   apropiándonos  de  ellas  a   través  de  diversos   talleres   y espacios de formación, y sobre  la base de la oralidad y el equilibrio espiritual,  que caracteriza nuestras raíces y métodos de aprendizaje. Ese mismo crecimiento nos permitió  entender la importancia de ampliar el alcance de nuestros certámenes a otras regiones y culturas de América Latina, dando origen al Premio Anaconda al Video Indígena Amazónico del Chaco y los Bosques Tropicales de América Latina y el Caribe. Posteriormente, cuando nos reunimos en noviembre de 2010 para celebrar la I Cumbre Continental de Comunicación Indígena en el Cauca, Colombia, lo hicimos convencidos de la necesidad de potenciar nuestro trabajo. En esa valiosa   instancia   no   sólo   pudimos   establecer   redes   y   compartir   experiencias,   sino también llegar a acuerdos sobre qué es lo que distingue a la comunicación indígena de otras   formas   de   comunicación,   planteamiento   que   reafirmamos   en   la   II   Cumbre Continental de Comunicación Indígena realizada en Oaxaca en octubre pasado. Nuestro punto de partida fue reafirmar la validez de los instrumentos internacionales de derechos humanos, de acuerdo a los cuales, la comunicación en sí constituye un derecho humano, innegable e impostergable.  Paralelamente, nos dimos cuenta que nuestro Derecho a la Comunicación Indígena no se trataba de algo nuevo, sino que estaba   amparado   plenamente   en   el   marco   normativo   internacional,   a   través   de documentos como la Declaración de  las Naciones Unidas sobre  los Derechos de  los Pueblos   Indígenas,  Declaración  Universal   de   los  Derechos   Lingüísticos,  Declaración universal sobre la diversidad cultural,  la Declaración y Plan de Acción de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, el Convenio 169 de la OIT, el Pacto de San José de Costa Rica sobre Derecho a la Comunicación y Libertad de Expresión, la Carta de Santo Domingo, entre otros. Establecimos   además   que   nuestra   forma   de   comunicar   se   rige   por   un   principio ordenador,   inseparable del  reconocimiento a  la   libre determinación de  los Pueblos Indígenas. De esta forma nos comprometimos tanto en la práctica, como en la teoría, con una comunicación liberadora, descolonizadora y de contenidos propios, basados en nuestra cosmovisión. Entendida así   la comunicación indígena debe ser capaz de visibilizar   las   luchas,   acciones,   valores   y   sentimientos   de   las   comunidades, sustentándose en la vida, identidad, cultura, idioma y   aspiraciones de los pueblos y nacionalidades indígenas. 

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El   compromiso  por   ejercer  una   comunicación  autónoma,  pluralista   y  en  profundo respeto a la dignidad y espiritualidad de los distintos pueblos y nacionalidades de Abya Yala,   lo   reafirmamos durante  el  Primer  Parlamento   Internacional  de  Comunicación Indígena   y   Plurinacionalidad,   realizado   en   noviembre   de   2012   en   Buenos   Aires, Argentina,  en  el  Año   Internacional  de   la  Comunicación   Indígena;   y  en  el   Segundo Parlamento por el Derecho a la Comunicación en América Latina, realizado en Santiago de Chile, en junio de este año. Vale decir que todas estas actividades no podrían haber sido   realizadas   sin   el   apoyo   del   Programa   Indígena   de   la   Agencia   Española   de Cooperación Internacional para el Desarrollo, AECID, que se ha destacado como un pilar   fundamental,   frente   a   la   indiferencia   generalizada   de   los   estados latinoamericanos. Hoy recibimos con orgullo el Premio Bartolomé de las Casas 2013, no sólo como un reconocimiento   al   trabajo   de   todos   los   que   han   pasado   por   CLACPI   y   que   han contribuido al movimiento indígena de la región, sino también, como una instancia que nos permite poner en evidencia nuestras luchas, y revisar el estado de la comunicación indígena en Abya Yala, constatando de manera inevitable que nos encontramos ante grandes avances, pero también, importantes desafíos.Si   bien,   en   todos   los   países   de   América   Latina   existen   regulaciones   sobre telecomunicación,   ha   sido   recién   en   la   última  década  que  algunos   gobiernos  han comprendido   la   necesidad   de   superar   la   perspectiva   mercantilista   sobre   la comunicación y la información, reconociéndola como un derecho. Muchos menos son los que han incorporado a los pueblos indígenas en estas reformulaciones.  Sin duda, Bolivia nos lleva la delantera en este proceso a través de diversos decretos que vienen reconociendo la existencia de los medios comunitarios e indígenas, desde 2004. La Ley General  Nº 164 de Telecomunicaciones,  Tecnologías de  Información y Comunicación, de 2011, otorga el 17 por ciento del espectro público de frecuencias radiales,   a   los   pueblos   indígenas   originarios,   campesinos,   interculturales   y afrodescendientes, y además exige a los Gobiernos Autónomos Municipales, garantizar la creación de estos espacios con plena participación y control social. Dos   años   antes,   en  Argentina,   se   promulgó   la   Ley   de   Servicios   de   Comunicación Audiovisual, con un título dedicado específicamente a los pueblos originarios. A través de este instrumento se creó una cuarta categoría de propiedad – además de la estatal, privada   y   sin   fines   de   lucro-,   que   autorizó   legalmente   la   instalación   y   el funcionamiento   de   servicios   de   comunicación   por   televisión   abierta,   y   radio   de amplitud modulada (AM) y modulación de frecuencia (FM), para los pueblos indígenas, reservándoles el 17 por ciento del espectro. En la reciente Ley de Comunicación impulsada por Ecuador, el Artículo 113 restringe la creación de monopolios  y  oligopolios,  al  mismo tiempo que garantiza,  a  través del Artículo 36,  la diversidad y pluralidad de las voces representadas en los medios de comunicación,  con especial  atención a  la cosmovisión y  la cultura de  los pueblos y nacionalidades indígenas, afroecuatorianas y montubias, a través de un mínimo del 5 por   ciento   de   su   programación   diaria.   Así   mismo,   el 4   por   ciento   del   espectro 

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radioeléctrico debe estar abierto y reservado para organizaciones sociales sin fines de lucro, comunidades indígenas y afro descendientes. Otras reformas recientes, como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de Uruguay o  la reforma que se viene  impulsando a  la Ley de Telecomunicaciones de México,   constituyen   avances   para   la   democratización   de   la   comunicación   y   el mejoramiento de sus contenidos. Sin embargo, no aportan avances significativos para los pueblos indígenas, toda vez que se limitan a reconocer su existencia como voces que   forman   parte   de   una   pluralidad   más   amplia   y   encasillada   dentro   de   la comunicación comunitaria, sin asegurar su representación y acceso a los medios. Esto se   entiende  quizás   en   el   caso  de  Uruguay,   en   donde,   producto  del   genocidio,   la población indígena ha sido reducida a una minoría, pero no así en México que posee la mayor cantidad de habitantes indígenas de toda América. En Brasil recién se está impulsando la democratización de los medios de comunicación a través de una ley impulsada por las recientes movilizaciones sociales, mientras en el resto de los países los proyectos se encuentran atascados, o ni siquiera forman parte de  la  preocupación de  los  gobiernos,  como es el  caso de Chile. La  única  forma de asegurar que el tema indígena forme parte de estas reformas legales y las que están por venir, es que estén acompañadas de un fuerte proceso de empoderamiento por parte   de   las   mismas   comunidades   y   la   sociedad   civil,   tal   como   pasó   con   las legislaciones de Bolivia y Argentina, que se cuentan entre las  más avanzadas de su tipo. Asimismo, es fundamental que ese empoderamiento se mantenga a través del tiempo, asegurando  la  autonomía  del  bloque social,   frente  al  poder  estatal  y   la  utilización política. Basta ver los casos de los países recién mencionados para darse cuenta de la necesidad   de   llevar   esta   premisa   a   la   práctica.   En   el   caso   de   Bolivia,   los   y   las comunicadoras indígenas han logrado un alto nivel de acceso a los medios en relación a otros países de la región, pero sus espacios continúan relegados a horarios de baja audiencia.  En Argentina el manejo del gobierno ha logrado dividir a las organizaciones indígenas impidiendo además la correcta aplicación de  la  ley al  no asegurar en  la práctica el acceso de los pueblos a los medios de comunicación masivos. Una muestra de ello es Wall Kintun TV, el primer canal indígena del país que hoy no cuenta con equipos para producir contenidos propios. En definitiva, las últimas reformas representan un avance importantísimo, pero que no resguarda   las   especificidades   de   la   comunicación   indígena.   Los   comunicadores   y comunicadoras   indígenas  no  necesitamos   sólo   tener   acceso   a   una   radio  de   corto alcance,   necesitamos   formar   parte   de   la  multiplicidad   de  miradas   que   aparecen diariamente en los medios masivos, y constituirnos como voces validas dentro de las disputas discursivas que acontecen en la opinión pública. Y tenemos la certeza de que no   es   necesario   llegar   al   intervencionismo   de   la   prensa   para   lograrlo.   Asimismo, tenemos derecho a crear y mantener nuestros propios medios, sin que ello implique estar a  la deriva del  mercado o  los vacíos  legales,  pues   la  función que cumplimos 

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dentro del contexto de vulneración permanente a la que se ven sometidos nuestros hermanos y hermanas, es fundamental e irremplazable. Debemos entender que asegurar el  Derecho a  la Comunicación  Indígena,  no es un regalo por parte de los estados, sino una tarea pendiente. Tanto las reformas legales como   los   programas   que   se   impulsen   a   partir   de   ella   deben   contar   con   el acompañamiento de las comunidades y  la ciudadanía en general,  de tal  forma que sean producto del trabajo social y no préstamos del gobierno de turno. Los fondos estatales que se entreguen para la creación, mejoramiento o mantención de medios de comunicación indígena no pueden depender de la simpatía de los políticos hacia determinado   líder  o   sector  del  movimiento   indígena.   Es  nuestra  obligación   luchar porque estos mecanismos funcionen de manera autónoma y que, independiente del sector que gobierne, podamos registrar avances a través del tiempo. Por otro lado, creemos firmemente que instalar el Derecho a la Comunicación Indígena es una necesidad que no solo sirve al bienestar de nuestros pueblos, sino a la sociedad latinoamericana  en   general,   en   tanto   las   condiciones  mínimas  para   su   concreción exigen mejorar el nivel de acceso a los medios  de comunicación y modificar las pautas culturales   asociadas   al   elitismo,   la   discriminación,   el   conservadurismo   y   el mercantilismo, que actualmente los rigen. Es por lo mismo que no necesitamos sólo leyes, sino políticas públicas y estados que se hagan   cargo   de   iniciar   e   impulsar   con   los   pueblos   indígenas,  procesos   de empoderamiento respecto a la comunicación, en particular a la indígena. Tenemos la seguridad que el resultado innegable de eso será una América Latina más libre, justa y diversa,   y   ese   es   el   compromiso   por   el   que   apostamos   como   Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de Pueblos Indígenas. Muchas gracias.