discipulado de la palabra · 2020. 9. 2. · martes – semana 22 del tiempo ordinario en...

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Discipulado de la Palabra Semana 22 del Tiempo Ordinario James Tissot, ‘Jesús lee el rollo en la Sinagoga’, Óleo ‘Desenrrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, Porque me ha ungido Para anunciar a los pobres la buena noticia...’ (Lucas 4, 17-18) P. Fidel Oñoro cjm

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  • Discipulado de la Palabra

    Semana 22 del Tiempo Ordinario

    James Tissot, ‘Jesús lee el rollo en la Sinagoga’, Óleo

    ‘Desenrrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito:

    El Espíritu del Señor sobre mí, Porque me ha ungido

    Para anunciar a los pobres la buena noticia...’ (Lucas 4, 17-18)

    P. Fidel Oñoro cjm

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    Lunes – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    En Nazareth: El programa misionero de Jesús

    San Lucas 4, 16-30 “El Espíritu del Señor está sobre mí”

    Comenzamos a partir de hoy la lectura casi continua del evangelio según san Lucas. El primer texto que abordamos es el del discurso programático en Nazareth. Jesús realiza su primera predicación: (1) En Nazareth. Es la ciudad “donde se había criado” (4,16). Jesús es una figura familiar para su auditorio: lo han visto crecer, se ha educado en sus bancas, es miembro de esa misma comunidad, a la que frecuentado todos los sábados. Lo que inicialmente parece ser una ventaja, resulta ser al final una barrera de separación entre Jesús y su gente más cercana. (2) Dentro de la liturgia de la sinagoga. Era liturgia extensa que se componía de oraciones y lecturas. La parte central era la lectura de algunos pasajes de la Ley (primeros cinco libros de la Biblia) y luego uno de los profetas; después de la lectura venía un comentario edificante para la asamblea. Jesús hace y comenta la lectura del pasaje tomado de uno de los profetas. ¿Qué lee Jesús? El texto leído por Jesús se encuentra en Isaías 61,1-2 y 58,6. En él se distinguen dos partes: (1) la autopresentación del evangelizador y (2) el contenido de su anuncio. 1. El evangelizador es el Mesías (=ungido) por el Señor (=Yahvé). “El Espíritu del Señor sobre mí” (4, 18ª) La autoridad para realizar la misión viene de la unción con el Espíritu. El texto de Isaías originalmente piensa en la unción de un profeta (como en 1 Reyes 19,16); de hecho, según el pensamiento de los rabinos de la época de Jesús “un profeta habla en el Espíritu Santo”. Jesús entonces es el Profeta (ver 7,16.39; 9,8.19 y sobre todo 24,19: “profeta poderoso en obras y palabras”). Pero Lucas piensa que Jesús ha venido no sólo como profeta sino como Hijo de Dios. En los momentos importantes Lucas va a recordar que el Mesías es el Hijo de Dios (ver cómo los dos títulos se colocan uno al lado del otro en 4,41). Juntando todos estos pequeños detalles Lucas nos sigue clarificando quién es Jesús. 2. El contenido del anuncio Este se presenta en cuatro frases paralelas: - Anunciar la buena noticia a los pobres

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    - Proclamar la liberación a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos - Poner en libertad a los oprimidos - Proclamar un año de gracia del Señor (4, 18b-19) ¿Qué hay detrás de estas palabras? (1) Se trata de cuatro maneras de expresar la misión de Jesús en términos de una acción liberadora para cualquiera que sea la carga y la opresión de las personas. El mensaje de Jesús es la liberación total de las personas, así como de la sociedad y del ambiente en que viven. Así nos enseña de manera concreta que en esta difícil historia Dios está al lado de todos los que sufren y responde a su esperanza. (2) Se trata de un nuevo tiempo: el tiempo mesiánico es el tiempo del jubileo. El trasfondo es el año jubilar en el Antiguo Testamento (ver la institución del año sabático en Ex 23,12; Dt 15; Lv 25 y los antiguos decretos de amnistía pascual en Jr 34 y Ne 5) que tenía como ideal la restauración de las verdaderas relaciones dentro del pueblo: donde no hubiera opresor ni oprimido (por eso había que liberar los esclavos), ni latifundista ni desposeído (por eso se redistribuían las tierras), ni usurero ni deudor (por eso se perdonaban las deudas acumuladas). ¿Por qué todo esto? Porque Dios es el único Señor ningún hombre tiene el derecho de ejercer cualquier tipo de dominio sobre su hermano. La llegada de este año había sido en otras épocas la esperanza de los pobres y oprimidos. Aquél día en la sinagoga de Nazareth Jesús desempolvó el tema para anunciar así la venida del “Reino de Dios”: (3) Se trata, al fin y al cabo, de la instauración de la soberanía de Dios (Reino de Dios; ver 4,43). La presencia inmediata de la acción salvífica de Dios que ha se ha venido anunciando desde el comienzo del Evangelio es la llegada del Reino de Dios y con esta cita profética Jesús ilustra que la instauración del reinado de Dios en la tierra tiene como consecuencia la liberación de la humanidad. (4) Se trata de un anuncio (notar: anunciar... proclamar... anunciar) que revive la esperanza e invita a abrirse a la acción de Dios, pero apunta al hecho salvífico fundamental: “poner en libertad a los oprimidos”, que abarca todas las formas como se realiza la salvación en el Evangelio pero que tiene como punto alto el mayor don de Dios: el perdón de los pecados. En el Evangelio “libertar” y “perdonar” van juntos (ver “sanar” = “perdonar” en 5,24.31; liberar de una “deuda”=“perdonar” en 7,42.48). 3. La homilía de Jesús Después que proclama el texto de Isaías, Jesús pronuncia su brevísima homilía: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy” (4,22). Es como si hubiera dicho: “Esto ya no es más una promesa profética, se ha cumplido con mi acción”. La Buena noticia del Reino en boca de Jesús entonces es ésta: Uno: El anuncio de la buena noticia a los pobres... ¡Se ha cumplido hoy!

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    Dos: La proclamación de la liberación a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos ¡Se ha cumplido hoy! Tres: La liberación de los oprimidos ¡Se ha cumplido hoy! Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿Por qué Jesús se presenta como el “ungido por el Espíritu Santo”? ¿Qué le dice esto a la vida de un “cristiano” (que en principio significa también “ungido”? 2. ¿Qué predica Jesús en la Sinagoga? ¿Qué tenemos que predicar hoy? 3. ¿En que consiste la evangelización? ¿Me siento llamado a evangelizar?

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    Martes – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    En Cafarnaum: La revelación del poder de la misericordia de Jesús

    San Lucas 4, 31-37 “Su palabra tenía autoridad”

    Concluimos otro mes caminando al ritmo de la “Lectio divina” diaria. La Palabra del Señor es “luz para nuestro caminar”, enseña el Salmo 119,105, nos abre horizontes, nos permite saborear la presencia viva de Dios en nuestra vida, nos ayuda a tomar conciencia del gran valor de nuestra propia vida, forma en nosotros el rostro vivo de Jesús. Además, la sensibilidad a la Palabra de Dios nos educa para la docilidad al Espíritu Santo. La escucha responsable de la Palabra de Dios pone a punto nuestra capacidad y prontitud para acoger la consolación del Espíritu con libertad de corazón. El objetivo último de todo este ejercicio continuo de escucha de la Palabra del Maestro es lo lograr lo que muy bien señalaba san Juan Eudes: “Que el haga de nuestro ser un Evangelio vivo y un libro vivo, escrito por dentro y por fuera, en el cual la vida de Jesús esté perfectamente impresa” (OC III, 54). La misión de Jesús en Cafarnaúm Continuando con nuestra lectura de Lucas, hoy pasamos con Jesús de Nazareth a Cafarnaum. En Nazareth vimos el discurso inaugural, ahora en Cafarnaum vemos sus primeras obras de poder. El ministerio de Jesús en Cafarnaúm comienza como el de Nazareth: enseñando en la sinagoga. Allí su enseñanza causa asombro porque “su Palabra tenía autoridad” (4,32). El poder de la Palabra está ligado a lo dicho en 4,18: “El Espíritu del Señor está sobre mí”; al inspirar la predicación de Jesús, el Espíritu Santo le da efecto de salvación. Las escenas que siguen muestran ejemplos concretos: el exorcismo de un hombre en la sinagoga (4,33-37), la curación de la suegra de Pedro (4,38-39) y muchas otras curaciones que se realizan el mismo día al atardecer (4,40-41). Detengámonos en algunos puntos destacados del pasaje (tendremos en cuenta también el resto del capítulo): (1) Jesús libera venciendo el demonio El demonio dice “has venido a destruirnos” (4,34). La escena parece representar un combate entre Jesús y el demonio. Jesús ejerce su poder sobre todo lo que oprime el hombre para liberarlo. En las tres escenas en que Jesús ejerce su poder podemos notar que se presenta la derrota del adversario de Jesús simbolizado en el demonio. En 4,34 y 4,41 los demonios gritan y se espantan porque saben quién es Jesús. En 4,38 Lucas ha descrito la situación de la suegra de Pedro con un término importante: “estaba oprimida por una gran fiebre”. Esto nos recuerda la historia de otra mujer de quien la enfermedad es calificada como una “ligadura de satanás” (13,16) y la curación como una “liberación” (14,12).

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    (2) Jesús libera venciendo la enfermedad Los enfermos y endemoniados representan al hombre que sufre. Las actitudes de Jesús con ellos permiten captar una particularidad que será tema importante en el Evangelio: la misericordia. Notemos los pequeños detalles que son propios de Lucas, éstos a veces pasan desapercibidos pero reflejan mucho de lo que es el corazón de Jesús: (a) La delicadeza: no maltratar (4,35) (b) El inclinarse hasta la persona (4,39). (c) El contacto: “les imponía las manos” (4,40) (d) El respeto por el individuo “uno por uno” (4,40) Cada una de estas actitudes se repite frecuentemente en el Evangelio y se proponen como modelo en las grandes parábolas: en la parábola del buen samaritano (10,29-37), las tres parábolas de la misericordia (todo el capítulo 15) y aún en forma negativa en la historia del “rico epulón” que no vio la miseria del que estaba a su puerta (16,19-30). Los discípulos de Jesús serán educados de manera especial en este comportamiento: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27). Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿De dónde proviene el poder de la Palabra de Jesús? 2. ¿Cómo entender hoy la lucha y la victoria contra el demonio? 3. ¿Cuáles son las características de la misericordia de Jesús? ¿Las estoy viviendo? ¿En qué debería trabajarme más?

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    Miércoles – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    Jesús: un gran misionero Lucas 4, 38-44

    “Tengo que evangelizar el Reino de Dios” En este mes de septiembre, mes de la Biblia, nos acompaña prioritariamente el evangelista Lucas. No solamente, como sucede todos los años con las lecturas de los días de semana (hasta la última semana del mes de noviembre), sino también los domingos, porque este es el año de Lucas. Su manera particular de introducirnos en el misterio de Jesús y de mostrarnos cómo se forma un discípulo por las rutas del seguimiento, merece toda nuestra atención y aprecio. No perdemos de vista el planteamiento de Lucas en el relato modelo de “Los peregrinos de Emaús” (Lc 24,13-35), y en cual nos introduce -con sumo cuidado y gran intuición exegética, espiritual y pastoral- Mons. Santiago Silva en la introducción de esta revista. Allí encontramos muchos elementos que nos colocan en el punto de vista más apto para comprender la totalidad del Evangelio, en cuanto revelación del misterio de la persona de Jesús y de su obrar, y su proyección misionera, en cuanto “base sólida” del mensaje que predicamos (ver Lc 1,4). Desde la última página del evangelio (Lc 24) retrocedemos ahora hasta el comienzo del ministerio de Jesús, para seguir el itinerario catequético completo, descubriendo paso a paso todo lo que el camino de Jesús implica. Volvemos entonces a Galilea, porque “la cosa empezó en Galilea” (Hechos 10,37). El programa misionero de Jesús Tengamos presente que la presentación del programa de la misión de Jesús, que es el objetivo de los pasajes que se encuentran en Lc 4,16-44, sigue el esquema didáctico de enseñanza con “Palabras” (en Nazareth, ver 4,16-30) y enseñanza con “obras” (en Cafarnaúm, ver 4,31-43). Toda esta presentación termina con una síntesis de la misión –“predicando” (lo cual incluye las acciones)- en el país entero (ver 4,44). El texto que leemos hoy nos sitúa concretamente en Cafarnaúm. En Cafarnaúm se muestra que es verdadero el cumplimiento de la profecía anunciada en Nazareth: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para… dar la liberad a los oprimidos” (4,18). En Cafarnaúm, Jesús no solamente se revela por medio de acciones de poder (exorcismos y curaciones) sino que, a diferencia de lo sucedido en Nazareth, Jesús es acogido por la gente: “Quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra tenía autoridad” (4,32; traducimos literalmente). La misión de Jesús –y la de sus discípulos- conocerá momentos difíciles como el de Nazareth, pero el éxito será mayor, como lo describe la jornada misionera de Cafarnaúm.

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    Llama la atención cómo al comienzo y al final de esta jornada misionera, Jesús expulsa demonios. Esta acción es el signo que confirma que Jesús, en cuanto “liberador” del mal, hace presente el “Reino de Dios” prometido por los profetas (ver 4,43). Como dirá más adelante: “Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (11,20). Una jornada misionera exitosa En la jornada de Cafarnaúm, Lucas nos enseña a contemplar al Maestro en acción –casi paso a paso- a lo largo de una jornada completa. Cada acción, cada movimiento de Jesús es una escuela para el discípulo, porque como se propondrá más adelante: “Todo el que esté bien formado será como su maestro” (6,40b). Como lo ha hecho también el evangelio de Marcos, el evangelista Lucas nos presenta –a su manera- la “agenda” de Jesús, es decir, un día modelo del Maestro. Esto lo refleja muy bien el esquema del pasaje: (1) Por la mañana está junto con la comunidad de Israel en la Sinagoga (4,31-37). (2) Luego pasa al ambiente de intimidad propio de una casa de familia (4,38-39). (3) Al final de la tarde vuelve a la vida pública, donde se encuentra con un gran número de personas, “todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias”, donde enfrenta y sana las diversas formas del sufrimiento humano (4,40-41). (4) A la mañana siguiente se aparta de todo el mundo complejo de las relaciones con la gente para estar a solas (se sobre entiende que en oración) (4,42). (5) Finalmente relanza la misión, una misión que abarca todo el país (4,43-44). El motivo central de toda esta actividad misionera de Jesús, que pasa por los lugares y momentos claves mencionados, se resume en estas palabras: “Tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado” (4,43b). En una sola frase: “¡Tengo que evangelizar!”. Recorriendo despacio los diversos momentos de la jornada evangelizadora de Jesús, podemos ir captando cómo la entrada en los diversos ámbitos de la vida del pueblo va generando claras y profundas transformaciones: (1) En la sinagoga: destruye el poder del demonio. “¡Qué Palabra es ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen” (4,36). (2) En la casa de Simón: recupera a la persona entera, restituyéndole la salud y colocándola al servicio de los demás. “Levantándose, ella se puso a servirles” (4,39). (3) En su encuentro con la ciudad entera: hace un gesto de imposición de manos, uno por uno, a todos los enfermos, para sanarlos. Y “También salían demonios de muchos, gritando y diciendo: ‘Tú eres el Hijo de Dios’” (4,41). (4) En la escena de la mañana siguiente, vemos cómo combina los afanes de la misión con la soledad de la oración. “Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario” (4,42). El pasaje nos describe el éxito de la misión no sólo en las acciones que ya hablan por sí solas sino también en dos momentos específicos en que la multitud reacciona: (1) la gente cuenta lo sucedido: “su fama se extendió por todos los lugares de la región” (4,37); (2) la gente quiere que Jesús se quede siempre con ellos: “la gente le andaba buscando y, llegando donde él, trataban de retenerle para que no les dejara” (4,42).

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    Cómo emerge el rostro de Jesús evangelizador El rostro de Jesús evangelizador queda ahora mejor diseñado: (1) Jesús es un misionero obediente al Padre: realiza la obra de la evangelización como un acto de obediencia al Plan de Dios, Padre de la humanidad. Jesús se somete a un “deber” divino (“Tengo que…”, 4,43), toda su obra se realiza según un plan preciso de salvación de Dios Padre. Esto es importante porque, en su búsqueda de la humanización de todos aquellos que sufren o están en desventaja social, Jesús nunca pierde de vista que se trata de la obra de Dios y que el Padre es la fuente última de toda su acción. Con razón, los demonios ya le gritaban correctamente: “Tú eres el Hijo de Dios” (4,41b). Sólo que no es a ellos a quienes les corresponde dar el testimonio, por eso los calla y les muestra que tienen que ceder completamente frente a él. (2) Jesús es un misionero con una gran libertad de corazón: así como mostró que tenía un corazón libre en el momento en que le profirieron amenazas y presiones en la sinagoga de Nazareth (ver 4,30), muestra también que tiene un corazón libre frente a aquel pueblo que comprende su misión y lo acoge; y lo hace no apegándose a ellos cuando “trataban de retenerle” (4,42), diciéndoles “también a otras ciudades tengo que anunciar el evangelio” (4,43ª). (3) Jesús es un misionero incansable, celoso de su misión: como misionero itinerante que es, anda continuamente en busca de la oveja perdida donde quiera que ésta se encuentre y por eso siempre está en movimiento. De manera programática, en este pasaje se le ve recorriendo el país entero (ver 4,44; para Lucas “Judea” no indica solamente la región que conocemos con este nombre sino todo el país). Jesús sabe que debe llegar a todos los rincones de la geografía humana, por ello ¡No se instala! Un misionero de la misericordia Pero el pasaje no se ocupa solamente en mostrarnos los espacios y las acciones externas de Jesús. También en el texto de hoy podemos ver rasgos distintivos del corazón misericordioso de Jesús. Este un aspecto que el evangelista Lucas ama destacar: (1) Ante el hombre sometido por el demonio, hace el exorcismo con contundencia pero también con sumo cuidado, de manera que el demonio “salió de él sin hacerle ningún daño” (4,35). (2) Ante la mujer enferma (la suegra de Simón), Jesús “se inclinó sobre ella” (4,39). ¡Qué gesto tan hermoso de aproximación ante quien está postrado! (3) Ante la afluencia de público (la masa), Jesús no pierde de vista al individuo, sino que se aproxima a la realidad de cada uno: “Cada uno de ellos… los curaba” (4,40). (4) Ante todo el cuadro de sufrimiento que le ponen delante, Jesús no siente repugnancia, no siente aversión, no toma distancia, sino que al contrario toma contacto físico, en una

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    inmensa cercanía a la realidad humana: “Él ponía las manos sobre cada uno de ellos” (4,40). Esta es la manera como Jesús “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). Repasemos ahora este pasaje, mirándonos en el espejo de Jesús. El discípulo está llamado a “ser como su maestro” (6,40b), por lo tanto a vivir a fondo la misión y trabajando por su eficacia. Pero para lograrlo tendrá que entrar en el camino formativo que comienza mañana. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. Estamos empezando el mes dedicado a la Biblia. ¿Qué compromiso concreto haremos

    para ponernos más en contacto con la Palabra de Dios y dejar que esta penetre nuestras vidas?

    2. ¿Cómo nos describe Lucas una Jornada de Jesús? ¿En qué se parece a mis jornadas? 3. ¿Cómo seguidor/a de Cristo que soy, siento en mí la imperiosa necesidad de anunciar

    con las palabras y con los hechos a Jesús? ¿Cómo lo he hecho hasta ahora? ¿Cómo lo haré?

    4. La entrada de Jesús en los diversos ámbitos de la vida del pueblo ha generado claras y profundas transformaciones. ¿Qué transformaciones ha generado la presencia de Jesús en mi familia, en mi grupo, en mi comunidad?

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    Jueves – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    La cosa empezó a orillas del lago Lucas 5, 1-11

    “¡Duc in Altum!”

    “La cosa empezó en Galilea”, predica Pedro en Hechos 10,37. El evangelio no sólo tiene un punto de partida en el Bautismo de Jesús (Lc 3,21-22) o en el discurso en la sinagoga de Nazareth (Lc 4,16-22), sino de manera especial en el llamado de los primeros discípulos en el lago de Genesaret (o lago de Galilea). Se puede decir, entonces, que la cosa empezó a orillas del Lago. Estos –y los que vendrán más adelante- son los que se convertirán en los “Testigos” (24,48; Hch 1,22; 10,41-42: “testigos escogidos de antemano”) que continuarán su misión predicando el evangelio de la liberación y del Reino: “la conversión para el perdón de todos los pecados a todas la naciones” (24,47). Tenemos entonces un relato modelo de vocación del testigo. El relato tiene tres partes: (1) La predicación de Jesús a orillas del lago, desde la barca de Pedro (5,1-3); (2) la pesca milagrosa por el poder de la palabra de Jesús (5,4-7); y (3) el llamado de Simón Pedro y sus tres compañeros, y el comienzo del seguimiento (5,8-11). El movimiento de ida y vuelta, al interior y a orillas del lago, es significativo porque gira en torno a dos palabras de poder de Jesús que se colocan al mismo nivel: “Rema mar adentro y echad vuestras redes para pescar” (5,4) y “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (5,10). La dinámica del relato impulsa hacia la tercera escena: el llamado a orillas del lago –con un gesto de perdón- y el comienzo del seguimiento de Jesús dejando atrás las barcas. Notemos cómo en este relato se van describiendo cinco elementos clave del discipulado según el evangelista Lucas: 1. Una persona se hace discípula de Jesús después haber escuchado las palabras y de haber observado las obras poderosas de Jesús A diferencia del relato paralelo en Marcos, donde la vocación se da casi de manera sorpresiva, constituyéndose en la aventura de seguir a uno a quien todavía no se le conoce, el evangelio de Lucas supone que el discípulo ya tiene un conocimiento previo del Maestro antes de comenzar a seguirlo. También por este aspecto era importante el pasaje que leímos ayer: Jesús ya había estado en casa de Simón y éste había sido testigo de su poder sobre el mal cuando curó a su suegra (4,38-39). Por tanto Simón Pedro ya lo conocía. Incluso en la primera parte del relato de hoy, vemos cómo Jesús ya ha contado con Simón al tomar prestada su barca para convertirla en el púlpito desde donde predica a “la gente que se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios” (5,1b). Allí también él tuvo la oportunidad de escuchar al Maestro. Por tanto Simón ya sabía de Jesús.

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    Pero luego vemos cómo se da un paso adelante: Simón es beneficiado directamente por Jesús en una pesca milagrosa después de una larga noche de fatiga infructuosa: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu Palabra, echaré las redes” (5,5). En este nuevo encuentro con Jesús, Simón ya no solamente “sabe” sino que “hace una experiencia” del poder de la Palabra del Maestro. En este contexto, Simón Pedro llama por primera vez a Jesús “Maestro” (5,5; ver luego 8,24.45; 9,33.49; 17,13). 2. Jesús llama a pecadores y marginados Después de la pesca milagrosa, Simón Pedro cae a los pies de Jesús para reconocer que es un pecador: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (5,8). Jesús, por su parte, le dice: “No temas” (5,10b). Este “no temas” equivale en el contexto a una declaración de perdón. Frente a la grandeza de Jesús, el discípulo reconoce su indignidad. Esta conciencia del pecado es el punto de partida correcto de una camino en que se insistirá que “el que se humille será exaltado” (14,11; 18,14; ver el Magníficat). El reconocimiento del pecado no es impedimento sino más bien un punto de partida –casi un prerrequisito- para quien comienza a seguir a Jesús. ¿Y esto por qué? Porque la vocación sitúa la historia entera de la persona dentro del plan salvífico de Dios (ver 5,30). Se acoge el poder salvífico del perdón de Jesús en primera persona, para anunciarlo después –en calidad de testigo- como buena nueva al mundo entero: Jesús vino a salvar a todas las personas sometidas por mal. ¡Jesús es el Señor del perdón! Simón Pedro y sus compañeros se hacen discípulos del Señor de la misericordia. 3. El llamado al discipulado incluye una responsabilidad misionera Jesús dice: “Desde ahora serás pescador de hombres” (5,10). Esta frase tiene una particularidad en su forma griega que suena así: “a partir de ahora cogerás”, es decir, se acentúa el hecho de recoger peces vivos, lo cual equivale a un gesto de salvación. Por lo tanto, la formación que Jesús le ofrece al discípulo pretende capacitarlo para que sea capaz de salvar a otras personas. En los pasajes siguientes a este relato vocacional este tema se desarrolla en diversas escenas de salvación, hasta llegar a decir que lo que corresponde al querer de Dios “salvar una vida”, es la forma más elevada de “hacer el bien” (ver 6,9). Este será el servicio concreto del discípulo. Los discípulos siguen al Señor del servicio (ver 22,24-27). 4. El discipulado tiene la forma de un viaje junto con Jesús

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    En este pasaje, Lucas termina haciendo esta anotación: “Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron” (5,11). El último verbo es “seguir” (a Jesús). El corazón del discipulado es el “seguimiento” de Jesús, que no es otra cosa que una adhesión completa mediante la cual se comparte totalmente la vida del Maestro: su geografía física y espiritual, sus espacios y su tiempo, sus éxitos y sus fracasos, sus enseñanzas y sus obras de poder, sus palabras y sus silencios, pero sobre todo su visión de Dios y del mundo, raíz de la misión. El discípulo lo acompañará en todo perseverando hasta el fin. En el seguimiento de Jesús la historia personal del discípulo entra en una nueva dinámica de vida y con el Maestro va elaborando un nuevo proyecto de vida. Los discípulos siguen al Señor de los caminos. 5. Aquel a quien Jesús llama debe adoptar una actitud de desapego de sus propios bienes Para que la adhesión de corazón al Maestro sea posible también se requiere dejar atrás todo lo que impide la disponibilidad para caminar junto con él. Por eso el “seguir” tiene como presupuesto el “dejarlo todo” (ver 5,11a). Símbolo de esto es el gesto del llevar “a tierra las barcas” (5,11a), que en nuestro pasaje describe el momento en el cual los discípulos las sacan completamente del agua y las dejan inutilizadas en tierra. Con esto se anuncia un nuevo comienzo. Así como su Maestro, el discípulo debe ser una persona libre que no se deja atar por nada ni por nadie (ver el evangelio del próximo domingo). La renuncia a los bienes es la premisa de la construcción de una nueva jerarquía de valores y de una nueva visión de la vida que parte de la visión de Jesús. Por otra parte, sin esta apertura total al Maestro, dejando atrás las propias seguridades, no es posible la formación, porque “el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos” (5,38). El gesto de desapego –valiente y con prontitud- de los primeros discípulos, deja ver que la renuncia de todo lo que ata al pasado –por causa de Jesús- tiene un valor positivo: indica una actitud de apertura total, de abandono, de confianza absoluta en Jesús. Es un gesto de amor. Pero también es como firmar un documento en blanco, para que el conduzca sus vidas por los caminos que, como buen Maestro que es, considere pertinentes. Al “Maestro” (5,5) hay que dejarlo ser “Señor” (5,8). Discípulo, entonces, es quien se deja conducir, dócilmente y con el corazón libre, por el Señor de sus vidas. Con Jesús se reaprende la vida. Esta página que leemos hoy, y que está a la base de los relatos que leeremos a continuación, va más allá de la simple anécdota vocacional. Ella nos deja claro que todos los discípulos y discípulas de Jesús debemos volver una y otra vez a este momento primero. Sólo así se renovarán nuestras vidas y se hará más intensa la fuerza de la misión que nos ha sido confiada, en una fresca espiritualidad de la escucha del Maestro que nos llama constantemente con su palabra viva.

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    Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿Cuáles son los cinco elementos claves del discipulado que nos describe el evangelio

    de Lucas? 2. ¿Por qué la conciencia del propio pecado y el pedir perdón son condiciones para

    seguir a Jesús? ¿Soy conciente de mí ser pecador/a? ¿En qué forma pido a Dios el perdón de mis pecados?

    3. ¿Cuáles son las cosas que poseo, pequeñas o grandes, de las cuales no me desprendería fácilmente? ¿Qué me pide Jesús en el evangelio de hoy al respecto?

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    Viernes – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    En torno a Jesús: Una comunidad con características nuevas

    Lucas 5, 33-39 “El vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos”

    Una vez que Simón Pedro y sus compañeros comienzan a seguir a Jesús, salen abruptamente de su pequeño mundo del lago y de la pesca cotidiana, tratando de responder por sus propias vidas, hacia el mundo amplio y cruel del dolor humano. En el nuevo y amplio panorama del seguimiento los discípulos son testigos de cómo Jesús hace hombres nuevos. 1. La fiesta de la misericordia Jesús y sus discípulos pasan del lago al mundo urbano, donde se encuentran con un primer marginado: un leproso. Éste es reintegrado plenamente a su comunidad (5,12-14). Luego esta acción se multiplica (5,15), y a pesar de la intensidad del trabajo, Jesús nunca pierde sus espacios de oración (5,16). Pero la obra de Jesús va más a fondo. Jesús reintegra al hombre a la comunión con Dios y los hermanos mediante el gesto del perdón, por eso la curación siguiente va unida al perdón de los pecados (5,17-26). Y esto alcanza su punto alto cuando al llamar a su comunidad al publicano Leví, Jesús declara abiertamente: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (5,32). Observando este conjunto de pasajes lucanos, entre 5,12 y 5,32, vemos cómo el evangelio se convierte en una fiesta de la misericordia: la misericordia con el leproso, con el paralítico perdonado, con Leví y sus compinches pecadores. Es la fiesta de los que el médico Jesús ha salvado recuperándolos para la vida: “este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado” (15,32). 2. La comunidad festiva vista por dentro Jesús va más allá: al ir al encuentro de “los que están mal” (5,31), el gesto de salvación es el punto de partida de una realidad duradera: va formando comunidad con ellos. Esta comunidad es diferente, es una comunidad que siempre está en fiesta y que no encaja en los parámetros ascéticos de comunidades ya conocidas, como las de Juan Bautista y los fariseos: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, peroles tuyos comen y beben” (5,33). La reacción de los fariseos y escribas, que acabamos de citar, es muy diciente. Ellos notan que en torno a Jesús se ha formado una comunidad con características nuevas. Jesús les va a responder mostrándoles que lo que está sucediendo es algo de fondo: es el buen vino de la alegría del evangelio que transforma todo desde dentro.

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    El tema de la discusión es el ayuno que se supone que los discípulos de Jesús también deberían practicar en los días prescritos como expresión de la conversión. Al fin y al cabo, como lo acaba de decir en 5,32, Jesús vino a llamar a la conversión a los pecadores. Pongámosle atención a la manera como responde Jesús a sus críticos. Lo hace con tres imágenes. (1) El comportamiento de los invitados en un banquete de bodas (5,34-35). Jesús se proclama como el esposo mesiánico que inaugura un tiempo nuevo en las relaciones entre Dios y los hombres; los discípulos son los invitados al banquete de bodas. Con la presencia de Jesús en medio de los pobres, sufrientes y marginados, comienza el tiempo festivo, el del gozo de la salvación, el de la “alegría del cielo” (ver 15,10.32), signo y realización de la esperanza colmada de todos los hombres. Sin embargo, los días del ayuno vendrán pronto, serán los días del sufrimiento del Maestro. Vienen enseguida dos imágenes que tienen por finalidad contraponer lo antiguo y lo nuevo. Lo primero que se dice es que lo antiguo y lo nuevo en principio no pueden ir juntos; unir lo uno y lo otro es arruinarlos a ambos. De esta manera, Jesús enseña que el apego a las cosas y costumbres viejas, a lo mejor puede ser algo placentero, pero destruye lo nuevo, lo nuevo que irrumpe en el tiempo a partir de Jesús. Pero, también hay otra posibilidad de lectura que invitamos a explorar. (2) El absurdo de intentar remendar un vestido viejo destrozando un vestido nuevo (5,36). La comparación podría apuntar también a la idea de no echar a perder los dos: lo viejo y lo nuevo. Según esto, la novedad del Reino no implica un rechazo de las antiguas tradiciones, pero –eso sí- tampoco es válido anquilosarse en el pasado, es necesario dar nuevos pasos, sin oponer fastidiosas resistencias, hacia lo nuevo. Lo nuevo no se sacrifica por lo antiguo (para darle gusto a quien está apegado a lo antiguo), es lo antiguo lo que debe adaptarse a lo nuevo. (3) El absurdo de intentar depositar vino nuevo en recipientes ya utilizados (5,37-39). La imagen anterior podría dejar una ambigüedad que habría que aclarar con una nueva comparación. Se estaría diciendo que tampoco hay que sacrificar lo nuevo desbaratando lo antiguo, que debe haber armonía con la antigua tradición. Jesús termina diciendo: “Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: ‘el añejo es el bueno’” (5,39). Esta frase, que es propia de Lucas, coloca el acento en qué es “lo mejor”. Lo nuevo no es necesariamente lo mejor, como tampoco lo es necesariamente lo viejo. Lo que importa, en última instancia, no es el recipiente que lo contiene sino el vino mismo: el vino viejo añejo es mejor que el nuevo –eso nadie lo duda- pero éste necesita de un recipiente nuevo –esto tampoco nadie lo duda-. Así es la Buena Nueva del Reino. Bajo esta luz, Simón Pedro y sus compañeros comprenden la profundidad de su vocación para una vida nueva en el seguimiento de Jesús. La Palabra de Jesús vertida en sus corazones genera actitudes nuevas frente a las diversas realidades de la vida: “nuevos” comportamientos, “nuevos” hábitos distintivos. De nada sirve el evangelio si la novedad no es total y a fondo. Es la nueva ética del Reino de Dios.

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    Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿Qué nos quiere decir Jesús con la comparación que hace del vino y los odres y del

    remiendo nuevo en vestido viejo? 2. ¿Me considero una persona alegre que busca actuar como actuó Jesús? ¿Si les

    preguntara a las personas que conviven conmigo si me ven alegre, qué me dirían? 3. ¿Nuestra familia, nuestra comunidad, sabe valorar lo nuevo y lo antiguo respecto a

    las ideas, opiniones, personas? ¿Me cuesta aceptar aquello que me pide actitudes nuevas, desprendimientos nuevos, caminos nuevos? ¿Qué debo hacer?

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    Sábado – Semana 22 del Tiempo Ordinario

    Un nuevo sábado: tiempo de gracia Lucas 6, 1-5

    “El Hijo del hombre es señor del sábado” A partir de Lc 5,30 comienzan las tensiones entre Jesús y sus adversarios: “¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?”; y también: “Los discípulos de Juan ayunan…, pero los tuyos comen y beben” (5,33). En el pasaje de hoy vemos cómo el clima de tensión empeora: “¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?” (6,2). La novedad de Jesús y la vida nueva de los discípulos sigue causando fuertes reacciones. Los fariseos consideran la recolección de pocas espigas –a lo mejor de trigo- que los discípulos hacen un día sábado (ver 6,1) como un trabajar el campo, como un cosechar; y les recuerdan que esto está en la lista de las actividades prohibidas. Por lo tanto, se ocupan de recordarles que están infringiendo la ley del reposo festivo: “no es lícito” (no es según la Ley). Llama la atención que aquí, como también en 5,30, los fariseos no se dirigen directamente a Jesús sino a los discípulos; con todo, se entiende que los discípulos se comportan así porque han sido estimulados por el Maestro. Es así como notamos que el discipulado genera una relación tan estrecha con el Maestro que ésta se vuelve comunión de vida: comunión de actitudes y comportamientos. El discípulo comienza a parecerse a su Maestro. El reproche que algunos de los fariseos les hacen va en la dirección del declararlos “pecadores”, por cuanto se comportan de manera opuesta a lo mandado por Dios. Ahora bien, la respuesta de Jesús (ver 6,3-5) muestra que no es así. En principio se remite al comportamiento de David, el cual es autoritativo; luego da un salto al anuncio de su propia autoridad. Veamos tres elementos importantes de la respuesta de Jesús: (1) El criterio de discernimiento está en la Sagrada Escritura: “¿No habéis leído…?” (6,3ª). Lo que la Escritura busca es la sintonía del actuar del hombre con el querer de Dios. Jesús basa su comportamiento en la Escritura, y precisamente cuando lo acusan de incumplirla. (2) La Ley no está por encima de las necesidades humanas: “…Cuando (David) sintió hambre” (6,3b). La referencia infiere que la Ley está al servicio de las necesidades humanas. Así lo entendió David cuando hizo una excepción a la regla, como lo narra el episodio de 1ª Samuel 21,2-7. En este pasaje, como subraya Jesús, se ve que David “comió él y dio a los que le acompañaban” (6,4), es decir, que David estaba al servicio de los demás. (3) Jesús es el “Señor”: “El Hijo del hombre es señor del sábado” (6,5). En última instancia, el punto de referencia que importa no es David sino el mismo Jesús: él tiene autoridad propia, es “Señor del sábado”. Por lo tanto, la identidad y el comportamiento

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    de Jesús es la base del estilo de vida de sus discípulos. Para ello hay que reconocerlo como “Señor” (ver lo que dijo Simón Pedro en 5,8). Jesús, entonces, en cuanto “Señor”, tiene poder para establecer lo que está permitido y lo que no en el día sábado: el día que hace la memoria de la acción creadora de Dios en el mundo y, de manera especial, su gesta liberadora en el éxodo, la cual llevó a su pueblo al reposo de la tierra. En pocas palabras: cómo Dios se ocupa del hombre. Por otra parte, en su respuesta, Jesús combate una interpretación formalista del precepto del sábado que está en la mentalidad farisaica. Es así como entra aquí el tema de la libertad frente a la Ley. Los discípulos aprenden que el tema de la libertad está profundamente relacionado con el plan de Dios que Jesús vino a llevar a cabo. Tres puntos de referencia son importantes: primero, la prioridad de la vida; segundo, la prioridad del proyecto creador de Dios revelado en la Escritura; y tercero, la prioridad del señorío de Jesús, modelo e inspiración de toda actitud y comportamiento del discípulo. Correlacionando con el texto programático de Lc 4,16-22, en este pasaje queda claro que el tiempo de gracia de Dios, es la buena nueva de un actuar de Dios actual y profundo que cambia la situación de desgracia de los desfavorecidos: “liberación a los cautivos… vista a los ciegos… libertad a los oprimidos”. La libertad de los discípulos para dispensarse de una Ley sabática muestra exactamente lo contrario de lo que los fariseos piensan: los seguidores de Jesús han comprendido que están viviendo los nuevos tiempos que el Dios de la vida y del amor ha inaugurado en su enviado. Esta es la buena nueva de la salvación: ¡Dios está preocupado por tus necesidades! Caminar junto con Jesús es vivir profundamente el sentido del sábado todos los días. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿De los tres elementos importantes de la respuesta de Jesús a los fariseos cuál me

    llama más la atención? ¿Por qué? 2. La novedad de Jesús y la vida nueva de los discípulos causa fuertes reacciones. ¿Qué

    aspectos de mi vida, vividos según Jesús, causan reacciones en los demás? ¿Si no encuentro ninguno será que me falta tomar más en serio la enseñanza de Jesús?

    3. ¿La vida de compromiso cristiano de mi grupo, de mi familia o comunidad, le dice algo a los demás? ¿Qué podemos hacer para que nuestra vida en Jesús ayude a generar cambios en el contexto en el cual nos encontramos?

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    La Palabra de Dios hace cantar el corazón: Acción de gracias al final de la Lectio Divina

    “Es bello cantar al Señor, Es el más grande bien nos ha sido dado,

    Cantar a tu nombre, oh altísimo. Tu nos has considerado dignos de celebrar tu bondad.

    Tú has creado el universo, Señor, por medio de una simple palabra, Pero el hombre es la obra de tus propias manos.

    De esto yo me glorío: Yo soy la cítara, dotada de palabra y de razón, Para cantar la alabanza y el reconocimiento

    Del universo creado por tu bondad. Grandes son tus obras, Señor,

    La más grande soy yo quien las descubre. También yo quiero con todos mis sentidos cantarte

    Y celebrar tu majestad. Tú me llenas de alegría por tus obras, Señor,

    Yo canto con alegría lo que tus manos han hecho”

    (Oración inspirada en el Salmo 92. Su autor es el monje Isaac de Antioquia, del siglo V dC)

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