discipulado 12 (1)
TRANSCRIPT
LUIS ALBERTO MARTINEZ SILVERIO
“Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2)
Al mirar a las multitudes que le rodeaban, Jesús vio cómo
germinaba la semilla del Evangelio plantada en sus corazones.
Pero, ¿dónde estaban aquellos que les guiarían al Salvador?
Se necesitan obreros (pastores o laicos) que trabajen para
cosechar la preciosa semilla.
“Nuestras iglesias están languideciendo por falta de obreros fervorosos y abnegados. Nuestras iglesias más pequeñas están perdiendo su vitalidad porque los miembros no están trabajando por aquellos que los rodean. Dios puede trabajar con pocos obreros o con muchos; pero lo importante es comprender la responsabilidad personal que tiene cada miembro. Dios no puede bendecir una iglesia que es indolente y egoísta”E.G.W. (Review and Herald, 16 de junio de 1891)
“Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2)
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
El testimonio de humildes
pecadores arrepentidos,
auxiliados y guiados por el
poder del Espíritu Santo,
puede convencer a otros
pecadores de un modo que
ningún ángel podría hacer.
¿Por qué quiere Dios usar a hombres y
mujeres para proclamar el Evangelio?
¿Acaso el Espíritu Santo no tiene
suficiente poder para hacerlo Él solo?
¿No podrían hacerlo mucho mejor los
ángeles que nosotros?
No todos estamos llamados a realizar
multitudinarias obras de evangelización.
El ejemplo de Andrés, de Felipe, o el de la
mujer samaritana, nos demuestran el poder de
testimonios sencillos e invitaciones fervorosas.
Todos somos llamados a hacer lo mismo.
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
Un buen obrero debe dejarse
guiar por Aquel que lo contrató.
El Espírito arrebató a Felipe y lo
llevó a Azoto (Hechos 8:39-40)
A Pablo, el Espíritu le prohibió
hablar en Asia y lo guió a predicar
en Europa (Hechos 16:6-10)
“No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros… Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu”
(E.G.W., La maravillosa gracia de Dios, 23 de julio)
“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49)
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:21-23)
Como el Padre comisionó a Jesús,
Cristo comisiona a sus discípulos.
Por medio del Espíritu, el Padre
invistió a Cristo con poder divino.
Por medio del Espíritu, Jesús inviste
a sus discípulos con poder divino
para sus tareas terrenales. Él da
cada habilidad, fortaleza, capacidad
y talento que sean necesarios.
La autoridad delegada recibida de
Jesús nos enseña también que es
necesario que nosotros, a su vez, la
deleguemos en otros. Nadie está
capacitado para realizar él solo toda
la obra.
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10)
Los hombres se salieron del camino recto y
no saben cómo regresar. Jesús vino a buscar
a los perdidos y llevarnos de vuelta al hogar.
Él quiere que nosotros
seamos “halladores”
de los perdidos.
Quiere que amemos y
alcancemos a los
perdidos, sin importar
el tipo de personas
que son o la clase de
vida que lleven.
“Todos los ángeles del cielo están dispuestos a cooperar en esta obra. Todos los recursos del cielo están a disposición de los que tratan de salvar a los perdidos. Los ángeles os ayudarán a llegar hasta los más descuidados y endurecidos. Y cuando uno se vuelve a Dios, se alegra todo el cielo; los serafines y los querubines tañen sus arpas de oro, y cantan alabanzas a Dios y al Cordero por su misericordia y bondad amante hacia los hijos de los hombres”
E.G.W. (Palabras de vida del gran Maestro, cp. 15, pg. 155)