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ESTUDIOS DINÁMICA DE LAS GENERACIONES (EL TEMA DE LAS GENERACIONES, UNA PERMANENCIA) La idea de la decadencia ha servido muchas veces en la historia, o como fecundo revulsivo, o como impulso creador, o como elaboración de un pro- ceso de autoconciencia que se ha manifestado de las más diversas formas. Naturalmente, no siempre ha sido así. El sentimiento expresado, en plena consumación de la crisis y muerte del Imperio Romano, en el verso nox est perpetua, una durmiendo, de Rutilius Numantianus, constituye la identidad del acabamiento definitivo. Con la misma definitiva melancolía se acercaba al fenómeno de la decadencia el artista babilonio sobre las ruinas dé Nínive, o el egipcio en el tránsito helenístico. La generación española del 98, que se forma sobre la ruina definitiva del Imperio colonial español y sobre los desastres de las guerras civiles que ator- mentan el siglo XIX español, constituye un conjunto situacional, cuyos prota- gonistas destacan en la creación literaria y estética, forma tradicional, de la creación española en sus momentos más' propicios. El fenómeno no es único en la historia de la cultura española, sino, al contrario, tiene un cierto carácter de leit motiv. Los estudiosos de las características creadoras y de las motiva- ciones históricas de esta generación, cuyo peso, ideas, polémicas se prolongan hasta nuestros días, no nos consta que hayan insinuado siquiera su inserción en esta constante, en esta tradición de ideas-fuerza de la cultura española, manifiestas en la explosión del erasmismo del siglo XVI, en la gloriosa edad barroca del siglo XVII y en los perfiles y condicionamientos de la Ilustración española del siglo xvm. En cada una de estas etapas, un grupo de hombres quisieron analizar la imagen presente de España y perfilar y modificar su imagen futura. En cada uno de estos momentos se intentó ofrecer una defi- nición, la mayor parte de las veces polémica y contradictoria, de España, glorificando las más de las veces su pasado, interpretando su presente y pro- yectar en la actualidad la dialéctica histórica y cultural de España-Europa, o España y el mundo exterior. Ortega y sus discípulos han sabido captar el

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ESTUDIOS

DINÁMICA DE LAS GENERACIONES(EL TEMA DE LAS GENERACIONES, UNA PERMANENCIA)

La idea de la decadencia ha servido muchas veces en la historia, o comofecundo revulsivo, o como impulso creador, o como elaboración de un pro-ceso de autoconciencia que se ha manifestado de las más diversas formas.Naturalmente, no siempre ha sido así. El sentimiento expresado, en plenaconsumación de la crisis y muerte del Imperio Romano, en el verso nox estperpetua, una durmiendo, de Rutilius Numantianus, constituye la identidaddel acabamiento definitivo. Con la misma definitiva melancolía se acercaba alfenómeno de la decadencia el artista babilonio sobre las ruinas dé Nínive, oel egipcio en el tránsito helenístico.

La generación española del 98, que se forma sobre la ruina definitiva delImperio colonial español y sobre los desastres de las guerras civiles que ator-mentan el siglo XIX español, constituye un conjunto situacional, cuyos prota-gonistas destacan en la creación literaria y estética, forma tradicional, de lacreación española en sus momentos más' propicios. El fenómeno no es únicoen la historia de la cultura española, sino, al contrario, tiene un cierto carácterde leit motiv. Los estudiosos de las características creadoras y de las motiva-ciones históricas de esta generación, cuyo peso, ideas, polémicas se prolonganhasta nuestros días, no nos consta que hayan insinuado siquiera su inserciónen esta constante, en esta tradición de ideas-fuerza de la cultura española,manifiestas en la explosión del erasmismo del siglo XVI, en la gloriosa edadbarroca del siglo XVII y en los perfiles y condicionamientos de la Ilustraciónespañola del siglo xvm. En cada una de estas etapas, un grupo de hombresquisieron analizar la imagen presente de España y perfilar y modificar suimagen futura. En cada uno de estos momentos se intentó ofrecer una defi-nición, la mayor parte de las veces polémica y contradictoria, de España,glorificando las más de las veces su pasado, interpretando su presente y pro-yectar en la actualidad la dialéctica histórica y cultural de España-Europa,o España y el mundo exterior. Ortega y sus discípulos han sabido captar el

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JORGE USCATESCU

sentido profundo de la tensión creadora, sobre todo en el campo de la lite-ratura y la crítica de la Generación del 98, para intentar definir la funciónde las «generaciones en la historia».

El tema sigue sometido a debate aún en la España de nuestros días, dondelos trabajos de ensayo en la materia abundan mucho más que en ningún otropaís o contexto histórico cultural. A veces el contexto puramente históricosocial domina, hasta el punto que uno de los libros dedicados al tema, peroque no agota sus sugerencias, al abordarlo declara que le ha interesado más lacondición de españoles de los componentes del grupo, ante cualquier otra.«En el estudio del parecido generacional, se nos dice, he dirigido mi aten-ción, muy preponderantemente, al que existe entre todos los componentesdel grupo por su condición de literatos. Una investigación ulterior, cumplidapor uno o por otro mostraría si también en el costado literario de su perso-nalidad existe un parecido generacional. Por mi parte, estoy seguro de ello» (1).Se trata de una morfología del «parecido histórico» de unos hombres de letrascomo Unamuno, Azorín, Baroja, Antonio y Manuel Machado, Valle-Inclán,Ganivet, Maeztu, Benavente como expresión de una interpretación ((proble-mática» de España y como integración de un grupo creador en una determi-nada época en la constante barroca hispana del «desengaño». Lo que ocurrees que para ahondar más profundamente en este fenómeno se necesita algomás que la teoría vitahsta de las generaciones. Lo demuestra el hecho queel carácter «problemático», más concretamente/ la interpretación de España«como problema», constituye lo que hemos definido la constante barroca dela cultura española, y por lo tanto su idea propulsora en el campo de la crea-tividad marca otras épocas señaladas en la Historia de la España moderna ydetermina algunos de los impulsos característicos de las últimas generacionesespañolas. Por esto mismo se nos antoja que hubiera resultado más sugestivoy revelador invertir los términos de la investigación. Ofrecer primero unadefinición 'del despliegue creador y del «parecido» del Grupo del 98, en cuyostérminos había resultado, por sus posibilidades creadoras, tan «parecido» comolos (¡contemporáneos» del Siglo de Oro, y sólo en segundo término detectar ensu obra la inquietud definidora, dramáticamente expresada por Ortega en supregunta conclusiva: «¿Dios mío, qué es España?».

La aventura realizada por la generación española del 98 es una aventuraimportante, que abre una etapa igualmente importante en la cultura espa-ñola. Una etapa que no modifica, naturalmente, su historia, pero coadyuvasu definición y su posible integración moderna. Pero para entenderla es, nece-

(1) Cfr. PEDRO LAÍN ENTRALGO: La Generación del Noventa y ocho, Col. Austral,Buenos Aires, Méjico, 1947.

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saria la presencia de otras generaciones y otras aventuras de referencia. Elmétodo lo está poniendo hoy de moda la crítica estructuralista, pero, comoocurre en estos casos, en lo esencial, el método no es nuevo. Ortega lo haempleado analizando las aventuras, personales y europeas a la vez, españolasy mundanas, de Vives (2) y de Goya. De la significación de la aventuraprecursora de Goya nos hemos ocupado antes. Conviene acaso volver ahoraa Vives y su papel específico en la gestación de la aventura humanista espa-ñola y en el papel que tuvo el erasmismo en la cultura española del siglo xvi.Es interesante el modelo de Vives porque se repetirá en momentos de tensiónde la cultura española, como es el caso de Jovellanos en el siglo xvm y delos componentes del grupo del 98 y sus seguidores, en la primera etapa delpresente siglo.

Ortega nos pinta con palabras sugerentes el momento dé Vives. El Rena-cimiento había consumado buen trazo de su etapa italiana. El momento ita-liano renacentista había pasado. «El centro de presión intelectual y literaria;en el momento en que Vives comienza sus estudios universitarios se ha des-plazado a Flandes. (Ya veremos por qué.) Pero es un hecho que todos loshombres de primera calidad tienen, hacia 1509, puestas sus miradas y apuntadasu curiosidad hacia aquel país; hacia el diminuto país. He aquí porque'Vives,que es puro y enardecido intelectual, es arrastrado por el viento que soplariacia Flandes, donde trabaja el minúsculo hombrecillo que se llamó a sí mis-mo, con un nombre latino y un apellido griego, Desiderio Erasmo» (3). Ortegaconfigura en breves rasgos el mundo en que Vives, y luego algunos españolesmás, viven uno de los momentos sobresalientes de la cultura española. In-tenta definir el momento para el signo de lo generacional. Descubre allí yentonces «a la generación más formidable de todos estos siglos», cuya ca-racterística nace principalmente de una época de «transición», de «indecisión»,de cambio. Al hombre Vives le ocurre, lo que ocurre siempre con los grandeshombres que viven en épocas de transición, de tensión y de cambio. Así leocurrió a Jovellanos y sú generación, así a la pléyade creadora del 98 y a lasgeneraciones españolas sucesivas, porque la Generación del 98 participa deuna extensa y extraña dimensión cronológica: dura, en la perspectiva nues-tra actual, casi un siglo. Con todos ellos ocurre, mutatis mutandi, lo queOrtega nos dice que ocurriera con Vives: «El hombre Vives está hecho delo que ha heredado del pretérito y de lo nuevo que va a desarrollarse y acla-rarse, puesto por él originalmente, como un germen en el futuro» (4).

(2) Cfr. JOSÉ ORTEGA Y GASSET: «Juan Luis Vives y su mundo», en Vives-Goethe,Revista de Occidente, Madrid, 1961.

(3) Cfr. ORTEGA: Ibid., pág. 43.

(4) Ibid., pág. 44.

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LA CONSTANTE ERASMISTA. MODERNIDAD

Ya está en germen definida la idea de las generaciones. El filósofo y hu-manista español Vives, «cristiano erasmista» admirado por Erasmo en tér-minos de auténtica exaltación, nos introduce en un momento precursor de lastensiones vitales y objetivas de la cultura española. El momento del erasmis-mo español. Un período de la cultura y de la vida mental española en elcual se producen, en forma irreversible, a pesar de otras conclusiones decarácter pesimista que acentúan tendencias regresivas, cambios, transiciones yuna actitud ambivalente en la cultura: ahondamiento fecundo de las posi-bilidades y características propias y apertura a las tendencias y los vientosrenovadores que corren por el mundo. A este esquema generacional corres-ponde el esfuerzo del movimiento cisneriano de Alcalá, la obra importante deJovellanos y la tensión creadora del 98 oscilante entre la fecundidad del cas-ticismo y la necesidad de proyectar la cultura y la vida española hacia Europa.En momentos así caben muchas tendencias, se realizan muchas confrontacio-nes, se operan algunas síntesis significativas. Ortega, catador inigualable deencuentros y confrontaciones significativas, recuerda el encuentro de dos gran-des españoles dispares en la ciudad de Brujas, hogar de Vives, en 1531-32,de este último y del que un día iba a ser Ignacio de Loyola. «Convida elhumanista Vives al soldado español que ha arrojado la espada y se disponea crear una milicia que conquiste este mundo.» Nadie sabe lo que hablaronentre sí el humanista y el místico. Pero se sabe que Vives fue fuertementeimpresionado por Ignacio de Loyola. Se sabe también que el creador futurode una «milicia que conquiste este mundo» fue en su juventud si no un eras-mista, un admirador de Erasmo. Porque el clima creador de grandes empre-sas del espíritu en el siglo xvi español, forja esta constante que pudiéramosllamarla «erasmista», y que como tal constante adquiere carácter de Iett-motiven los períodos de transformación, revolución y cambio, en la historia de lacultura española (5).

Con la «constante erasmista» entra en juego otra constante renovadora. Lamodernidad. Constante que nace en plena vigencia cristiana de la Edad Media,con la Devot'O Moderna, gestadora del espíritu de la Reforma. Antes que lapropia modernidad nace la palabra moderno. «La palabra moderno —casocurioso, existió antes que la modernidad misma, y se inventó para denominarlo que, efectivamente, iba a ser una de las raíces de la cultura moderna: la

(5) Ibid., pág. 45.

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cultura laica e ultramundana» (6). La modernidad otra cosa no es y así loinstauró el propio Renacimiento, sino una renovación de los estudios de laherencia cultural del pasado, a la vez que la ruptura con los esquemas men-tales rígidos, artificiales y caducos, para dar nueva vida creadora y nuevasposibilidades a las obras del espíritu. Este espíritu es el signo de modernidaddel erasmismo en España. Movimiento fecundo, de amplia vigencia como lohan demostrado estudios, algunos de ellos muy satisfactorios, como el deMarcel Bataillon y otros que no hacen sino-abrir vías nuevas a la investiga-ción con resultados que siempre habrán de ser sorprendentes, como los deAméríco Castro, «que ha ido a bucear certeramente las trazas del erasmismoa la época en que ya se habían apagado sus resplandores, a lo mejor o peorllamada Contrarreforma, siguiendo el rastro, primero, en la obra cervantina{El pensamiento de Cervantes) y ahora en la época del autor del Quijote {Eras*mo en tiempo de Cervantes)» (7). Es interesante el momento de penetración,de las ideas de Erasmo en España. Es un momento de plenitud «el momentode Cisneros, de la Universidad de Alcalá y de la Biblia políglota, en que porencima de los siglos de la escolástica, Alcalá volvía a la tradición de los Padresde la Iglesia. Momento ideal para la presencia de Erasmo en un ambiente deprofunda fiebre humanista, donde el erasmismo nace de un deseo de renova-ción, si cabe decirlo, antes de Erasmo» (8). Entre los «precursores» de Erasmoen España, Bataillon cita a Antonio de Nebrija, en cuanto expresión de unRenacimiento cristiano. Hay una especie de transición entre la España cis-neriana y la España erasmizante, con profundos ahondamientos en el vivirhispánico, según la expresión de Américo Castro. El espíritu de modernidad,que hará, durante siglos, que la mentalidad cultural española aspire con igual,impulso, como diría últimamente Ramón Sender en su texto del que nosocuparemos más adelante, hacia las altas matemáticas y la mística, empuja enun lance precursor a Cisneros a fundar, el 14 de marzo de 1498, el Colegio-de Alcalá de Henares, con dos Facultades básicas y aparentemente dispares:Medicina y Teología. La Complutense se funda diez años antes que el ColegioTrilingüe de Lovaina, donde brillará la figura del propio Erasmo. La moder-nidad de Cisneros es manifiesta. En efecto, «no le interesa a Cisneros laantigüedad clásica por sí .misma. Si el latín, el griego y el hebreo le parecenútiles para la Universidad, no es en modo alguno por razones estéticas, sino-para volver a los Padres de la Iglesia, podar la hojarasca, del escolasticismo y

(6) ORTEGAS Loe. cit., pág. 56. •

(7) DÁMASO ALONSO: De los siglos oscuros al Siglo de Oro, 2.a edición, Ed. Gre-dos, Madrid, 1964, pág. 205.

(8) Cfr. GEORGE USCATESCU: Erasmo, cit., pág. 131.

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restaurar la antigüedad cristiana. El griego sobre todo, lenguaje fundamental• de ia patrística, le parece la base de una buena formación teológica» (9). Paraello, invoca Cisneros la obra de otro. gran español, Raimundo Lulio, que

• en el Congreso de Viena (1311-12) había pedido la institución de la ense-ñanza de las tres lenguas en Roma, París, Oxford, Bolonia y Salamanca. Losprofesores de griego de la Complutense en sus primeros años, especialmenteel cretense Demetrio Ducas, el comendador Hernán Núñez de Alcalá, Francis-co de Vergara, realizan una obra relevante que abre en muchos sentidos loscaminos de una conciencia erasmista, esclarecida, de la nueva etapa precursorade la modernidad española.

VOLUNTAD DE CAMBIO

Se trata de una acción mucho más concreta de cuanto intenta admitirAmérico Castro en su búsqueda de aspectos esenciales del vivir hispánico.Más concreto que las formas de utopía, mesianismo e ideología proclamadospor este apasionado investigador. Al trazar las conclusiones de los estudiosque se inician con la obra de Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxosespañoles (1881), y acaban en cierto modo en los trabajos de Bataillon, noniega Castro, sin embargo, los límites de esta acción concreta, que aparecerácomo constante de la propia actitud cultural española en momentos decisivosde su historia. El llamado erasmismo español fue más un fenómeno de vo-luntad que una ideología; pero a la vez fue más una posición crítica frente alcristianismo tradicional, que una creencia religiosa con límites y fines pre-cisos. De ahí la dificultad, ésta sí manifiesta, con que se choca al incluir esegran fenómeno de la historia española en un marco de conceptos rigurosos.En el erasmismo se siente con más viveza «lo que no quería ser de lo quedecía ser» (10). Más que a Lutero, la actitud erasmista española «semeja ensu contorno vital al movimiento de Savonarola», según la tesis excitante deCastro y sus supuestos de profetismo y mesianismo cultural (n ) . Los erasmis-tas son hombres socialmente elevados: Juan de Vergara, canónigo de Toledoy secretario del arzobispo; Alfonso de Valdés, secretario del Emperador; An-drés Laguna, médico de Corte; Juan Manuel, embajador, y simpatizantes,obispos, cardenales como Manrique y Fonseca'. Al llegar a capas más bajas se

(9) Cfr. JOSÉ LÓPEZ RUEDA: Helenistas españoles del siglo XVI, C. S. I. C , Ma-

drid, 1973, pág. 18.(10) Cfr. AMÉRICO CASTRO: Aspectos del vivir hispánico, cit., págs. 13 y sigs.(11) Ibid., pág. 15.

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•confunde con el íluminismo popular. Persiguen los erasmistas un cristianismoiluminado, espiritualizado, «refinatísimo». No se trata de una idea revolu-cionaria que pretende modificar ab imis la situación. Al relacionar el eras-mismo renovador de las clases altas con el iluminismo popular, Castro carga,sin duda, los términos de la situación que analiza sobre las huellas de la in-vestigación que otros realizan. El hecho equivale a la asimilación entre la ac-ción de los «ilustrados» del siglo xvm y la presencia de los «curas guerrilleros»de la guerra de la Independencia y las sucesivas guerras carlistas, o entre laobra de la Generación del 98 y la acción popular del anarquismo español delos últimos ochenta años. No es de-extrañar, así planteado el problema, afir-mar que los erasmistas españoles, en la actitud de su estado mayor desde1527, quieran ser erasmistas y no les interesa el erasmismo y pretenden «ju-gar con fuego y no quemarse, embarcarse sin abandonar la orilla», y perfilarel erasmismo como una «faceta del modo de ser hispano en aquel período•de su existir», en términos de utopismo e ilusionismo erasmista, concordecon el mesianismo fruto de una fusión no completada de judíos, moros y•cristianos (121). " • - . - • .

Lo cierto es que la corriente y el influjo erasmista convergen con una•corriente de cambios, que se produce antes de que el prestigio.de la obra•de Erasmo se difundiera. Este prestigio procede objetivamente de una espe-cie de «grupo de presión» de ilustrados que convergen en la Corte del Em-perador, donde Erasmo desempeña funciones de consejero, admirado y se-guido por su obra, su equilibrio en un momento de crisis. No es su obra ysu figura base natural para una tendencia mesiánica e íluminista. No es elprofetismo y la utopía el clima que el erasmismo reclama, sino lo contrario:investigación, Ilustración ante litteram, elevación del nivel cultural en la co-rriente del ilusionismo mesiánico y prof ético,' se colocan más bien los reaccio-narios españoles enemigos acérrimos de Erasmo: Zúñiga en la propia sedede la Complutense, los frailes de Valladolid de la famosa junta de 1527, que.son derrotados aparentemente sólo por la presión de altos dignatarios erasmis-tas, protagonistas de la difusión de los libros del gran humanista en España.Los erasmistas son personajes ilustrados, ponderados, partidarios de una re-forma serena de la vida eclesiástica y las ideas; Valdés, Vives, Luis NúñezCoronel, Juan de Vergara, Maldonado, el arzobispo de Toledo, Fonseca, elinquisidor general de Sevilla, Manrique, Gracián de Alderete, Arcedián delAlcor, Alonso de Virués, Bernardo Pérez (13). Vendrá luego la dispersión y*n parte la persecución del erasmismo en España, pero con Tiento y todo,

(12) Ibid., págs. 129-131..(13) Cfr. GEORGE USCATESCU: Erasmo, c¡t., págs. 131-133.

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permanecen y se fortalecen los «soterrados hilos» y'la «finísima red» que ani'mará la gran mutación creacionista de los siglos XVI y XVII. La corrienterenovadora erasmista enlaza con el Siglo de Oro y lo barroco, esto a su vezcon la Ilustración del siglo xviii y con la novísima Ilustración también deprincipos del presente siglo y la Generación de 1898, que por boca de sufigura más ilustre, Menéndez Pelayo, sabe valorar y reactualizar el papeldel erasmismo en los períodos de gran explosión cultural española.

Todo esto, Américo Castro pretende reducirlo a los perfiles de un' ensayo:un ensayo poco preciso de la España del siglo XVI, de alcanzar un cristianismointerior, una actitud, un parecer ser y hacer más que un cuerpo riguroso deafirmaciones y negaciones, «escaso aprecio de las ceremonias, todo ello en'cabezado por personas doctas o por aristócratas que utópicamente esperabaneludir el peso de la masa y de la tradición. Las armas y los erasmistas fueronsu ilusionismo. Al primer asomo de resistencia efectiva, todo se desvaneciócomo humo. Unos renegaron de Erasmo, otros achacaron a la barbarie de lagente hispana el escaso éxito. No obstante, la huella de los erasmistas españO'les perduró largo tiempo como matiz delicado dentro de la religiosidad tra-dicional y de la literatura profana y, en último término, Cervantes, Luis deLeón y otros muchos deben al erasmismo, directa e indirectamente, algo desu orientación religiosa y literaria {14). La tesis de Castro participa de unatensión crítica de carácter ambiguo. Por un lado, fija la actitud personal his-pánica, en el culto y la práctica, de la apariencia, la opinión, la honra. Citapara ello textos de Cervantes, expresión máxima del genio hispano que enPersiles dice: «Dichoso es el soldado que cuando está peleando, sabe que leestá mirando su Príncipe», o a través de Don Quijote mismo declara que«la honestidad parecía tan bien a los caballeros andantes como la valentía»y a Sancho le increpa: «¿No adviertes, angustiado de ti y malaventurado demí, que si ven que tú eres un grosero villano o un mentecato gracioso, pen-sarán que yo soy algún echacuervos o algún caballero de mohatra». Por otrolado, intenta detectar tras la actitud libertadora del erasmismo, el imperialis-mo, el deseo de conquista, el mesianismo político, el misticismo y el ilusio-nismo religioso, la exaltación poética, la furia ibérica. Todo ello confundidoen una especie de olla hispánica donde abundan ((iluminados, mesiánicos, im-perialistas y erasmistas» (15). De esta misma olla hispánica sale, exactamenteen la misma época, el padre las Casas, que impreca a Dios cual energúmenopara que haga cesar la tormenta en el mar, y de los indios escribe considera-ciones inefables, inspiradas todas ellas en sus excesos humanistas. Las Casas

(14) CASTRO: Aspectos del vivir..., pág. 57.(15) Ibid., pág. 43.

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es un perfecto rousseauniano ante litteram. El indio es para' él, sin embargo,algo que al tiempo de ser el «buen salvaje», posee una cultura superior. «Todoeste orbe indiano, escribe, y todas y todos por la mayor parte de la regiónno parece que haya en el mundo ni tierra ni región, por bienaventurada quesea, que pueda compararse a la menos buena de toda esta gente y que sobretodas las del mundo se deba con verdad decir que es felicísima.» Los consi-dera, a los indios, superiores a egipcios, griegos, romanos, españoles (Apologíahistórica) (16). y a «muchas naciones presuntuosas de sí mismas y que me-nospreciaron a éstas» (17). Su actitud es la del profeta bíblico que combinacuriosamente sus ideas, con los sentimientos del nuevo humanismo. En él, lafe bíblica se combina con la utopía humanista y un poco al estilo de Carñpa-nella, pero sin la lógica y el fondo filosófico del autor de la Citta del Solé.Cosa que no le impide que en la misma olla introduzca a precursores «eu-ropeos» del erasmisrho, como La Celestina, y la obra del gran historiadory estilista, el canciller López de Ayala, calificado por Menéndez Pelayo y porel propio Américo Castro «el primer español moderno», a quien «el mismoMaquiavelo le hubiera saludado como aventajadísimo precursor teórico y prác-tico de sus máximas y aforismos». Superior a los contemporáneos Mateo Vi-Uani y Froissart, según Claudio Sánchez Albornoz {18). En una palabra, unpreerasmista español, esclarecido, lúcido, concreto, precursor además de la mo-derna filosofía de la razón de Estado que en España poseerá ilustres represen-tantes antimaquiavélicos empapados en maquiavelismo. En un fenómeno deambivalencia, otro hilo precursor del erasmismo descubre Castro en la fun-ción contemplativa, mística, ascética, tolerante, de la Orden de los Jeró-nimos, que busca los tesoros interiores del cristianismo anticipándose a laobra mística de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, se opone contra el fuegoinquisitorial. «Los aristócratas y los Jerónimos cultivan la tolerancia y la am-plitud evangélica hasta la segunda mitad del siglo XV.» Una especie de De-votio moderna de tinte hispánico, que constituye un paréntesis entre el beli-cismo teológico y dogmático de los dominicos y los jesuítas, que no tuvoarraigo e influjo en España y su «falta de influjo apartó a España también de

(16) Cfr. MARCEL BATAILLON: «Las Casas», ¿un profeta?», en Revista de Occidente,número 141, Madrid, diciembre 1974, págs. 279-290; JOSÉ ANTONIO MARAVALL: «Utopíay primitivismo en Las Casas», en ibid., págs. 311-384.

(17) MARAVALL: Loe. cit., pág. 332.

(18) Cfr. M. PELAYO: Historia de la poesía castellana en la Edad Media, tomo I,Madrid, 1911-1913, págs. 353 y sigs; A. CASTRO: Lo hispánico y el erasmismo, BuenosAires, 1942, págs. 38 y sigs.; SÁNCHEZ ALBORNOZ: Españoles ante la Historia, cit., pá-ginas 119 y sigs.

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un sentido práctico y técnico de la vida» (19). Su presencia converge hacia elerasmismo español, su cristianismo es de carácter paulino, como en parte elde Erasmb es universal y su oposición a la persecución de judíos y conversostiene motivaciones humanistas.

MEDIODÍA DE FERVOR

El erasmismo y sus circunstancias han sido definidos, sin demasiadas com-plicaciones en la exploración del vivir hispánico como «mediodía de fervor»de la vida cultural española (20). Y esta es su significación esencial. Erasmoresulta que producía «un frenético entusiasmo (y también el más cordialodio) entre los españoles del siglo XVI. Quien quiera conocer en pormenoreste importantísimo período de nuestra historia religiosa debe leer el capítuloque a erasmistas españoles dedicó Menéndez Pelayo en su Historia de losheterodoxos españoles, la importante contribución (principalmente bibliográ-fica) de Bonilla, Erasmo en España, y sobre todo el prólogo de Marcel Batai-.llon a mi edición del Enquiridión, porque aunque en su trabajo Bataillon selimita a la lucha en torno a ese libro, éste puede decirse que fue también elcentro de toda la batalla erasmista en España» (21). El fervor se manifiestatanto en el cultivo de las ideas de Erasmo y la difusión e impresión de susobras, en su defensa, actos de admiración personal, correspondencia, luchacon los adversarios, todo ello en la constitución de un grupo que es minoríay como tal ha actuado en los momentos decisivos de la cultura española,sobre todo cuando se ha tenido conciencia de su anquilosamiento y decaden-cia. La generación de la Ilustración y la Generación del 98 no se concentraen torno a una sola figura como en aquella circunstancia. Pero las motivacio-nes y los móviles son similares y las características esenciales que marcan la-marcha de las ideas maestras de la cultura española hecha obras con valorde creatividad, son parecidas. Y es precisamente el espíritu fecundo y catali-zador de minoría, el que caracteriza el movimiento erasmista español. Nocreemos que se trata de un «movimiento» que «trascendió a las masas», comoafirma Dámaso Alonso, tras la categoría calificada de best-seller de algunoslibros de Erasmo traducidos al castellano. Lo que cuenta es el influjo deErasmo en las «élites» intelectuales, eclesiásticas superiores, de Corte y uni-versitarias, cuya acción determinará la existencia de unos filones subterráneos

(19) Cfr. A. CASTRO: Aspectos del vivir, cit., pág. 82.(20) DÁMASO ALONSO : Op. cit., págs. 210 y sigs.

(21) Ibicl., pág. 211.

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que emergen dos o tres generaciones más tarde en pleno Siglo de Oro dela cultura española. Hasta el punto que Castro ha podido hablar, en un tra--bajo último suyo en la materia, de la presencia de Erasmo en tiempo de Cer'vantes. Una presencia que indica cierto sentimiento de tolerancia religiosa enCervantes y Quevedo. «Una tras otra van apareciendo numerosas filtraciones,en los finales del siglo XVI, del espíritu erasmista, que hace pocos años antes-el mundo suponía extirpado desde el principio de la Contrarreforma» (22).Filtraciones tímidas y circunstanciales a veces, elementos incitantes de algunoscreadores del Siglo de Oro, incidencias directas, de cierto alcance, como la'que • se demuestra entre El Enchiridion de Erasmo* y algunas obras de frayLuis de Granada, y a través de ellas, incluso en Santa Teresa y San Juan dela Cruz (23).

CAPACIDAD DE EXPANSIÓN

Una sola generación intelectual, profundamente ligada al movimiento eras--mista en el mundo, ofrece un momento de gran fuerza impulsora, en elcampo de la vida religiosa, de la investigación, de la instauración y reformade la Universidad española. En términos parecidos al papel de la Ilustracióny al cometido de la Generación del 98, aquella generación tiene una notableproyección, acaso más significativa y más poderosa que las sucesivas, fuerade España. Concretamente en el Nuevo Mundo, donde la cultura y la educa-ción cristianas y españolas fueron obra de aquella generación dentro del climade .renovación y difusión de la cultura que ella impulsa. A ella se debe laorganización cultural del Nuevo Mundo conquistado y agregado a la Coronaespañola. Una actividad tensa, hasta cierto punto planificada, realista, que setraduce en la creación en América de Universidades, de Colegios y escuelas.Se trataba de centros de difusión «no de la lengua y la cultura españolas,sino de la fe y doctrina cristianas. Una de las primeras consecuencias de estaactitud de objetividad cristiana es que ningún esfuerzo fue intentado al-principio para enseñar el castellano a los indígenes, mientras los monjesy los funcionarios españoles aprendían las lenguas del país con sorprendenteardor» (24). Los monjes españoles se dedican desde el primer momento aaprender las lenguas y dialectos indígenas. Están predicando los franciscanos

(22) DÁMASO ALONSO: Op. cit., pág. 216.

(23) Cit. M. BÁTAILLON: Erasmo y España, vol. II, cit., pág. 370; DÁMASO ALON-

S O : Op. cit., pág. 218 y sigs.(24). SALVADOR DE MADARIAGA: L'Essor de l'Empire espagnol d'Amérique, Ed. Al-

bin Michel, París, 1953, páes. 56 y sigs.

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en dos y tres lenguas, se.imprimen las primeras gramáticas y diccionarios dedialectos indígenas, y cátedras de lenguas indígenas funcionan en las Uní-versidades de Santo Domingo, Méjico, y Lima, fundadas en el siglo xvi,apenas realizada la conquista. A estudiantes de los nuevos países se enseñafilosofía e historia latinas y cristianas, según nuevas normas humanistas envigor en España y.en Europa. Los jóvenes indígenas realizan rápidos progresosen gramática y métrica retórica. El latín se enseña antes que el castellano,con un espíritu universalista notable. Se intenta unificar a efectos de predica-ción, los dialectos indígenas y por ello se adoptan, el neauate en la NuevaEspaña y el quechua en el Perú. En 1536 se funda el Colegio de Santiago, enTlatelolco, cerca de Méjico. Su iniciador fue el primer arzobispo de Méjico,Zumárraga, y de él saldrán no monjes, sino latinistas y sabios indígenas.

Se cultiva la formación práctica y técnica, en la mejor tradición jerónima,con espíritu de modernidad. En Cuzco toma cuerpo una escuela de pintura,con formación española e indígena. Aumenta el número de Universidades, secultiva el teatro, el espectáculo, las bellas artes, donde los elementos localesse despliegan en plena libertad. La imprenta se introduce en. el Nuevo Mundodesde el primer instante, más concretamente a los dieciocho años después dela conquista de Méjico por Cortés. El primer libro -impreso por iniciativa deZumárraga es del 1539. Se trata de Breve y más compendiosa doctrina Chris'tiana en Lengua Mexicana y Castellana. Aparecen libros de teología, astro-nomía, física, botánica, cosmografía. Se crean bibliotecas, algunas de notablenúmero de libros, como la de fray Alonso de la Veracruz, muerto en; 1584.Las denuncias de obscurantismo, de malos tratos a los indios, de la presenciade ia Inquisición, no afectan la presencia de una cultura ilustrada en Amé-rica, que no es una cultura abstracta, hecha al uso de los colonizadores, comoharían más de una vez otros Imperios, sino una cultura concreta, que. tieneen cuenta en primer lugar la vida y la realidad de los colonizados. Se tratade un impulso, de una obra, de un espíritu de comprensión y tolerancia, queemana de la iniciativa de una nueva generación de españoles, una minoría,que participan del humanismo cristiano de Erasmo de Rotterdam.

INSTAURACIÓN. RESTAURACIÓN

Generación, como se ve, precursora en tantas direcciones. Precursora dela Ilustración, animada por el mismo espíritu, precursora de la Generacióndel 98. La primera es una generación instauradora. Las otras dos son genera-ciones restauradoras, atormentadas por la idea de la decadencia de España,animadas por un espíritu de revolución innovadora, por un nuevo entusiasmo

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creador, por el deseo imperioso de volver a hacer cosas «bien», realizar gran-des empresas culturales como en los mejores momentos de expansión del pa-sado. En realidad, el sentimiento de decadencia, que muchas veces es trans-figuración literaria y estética, se inscribe en un largo proceso que luego setraducirá en la acción restauradora de la generación que intenta hacer unanueva España. Esto ocurre con el proceso precursor de la Ilustración. Tras elentusiasmo de los hombres de la Ilustración- española, intelectuales que bus-can el cambio en la creación de una nueva conciencia activa, está el cultivotransfigurado del desengaño barroco, factor incitante, tan poderoso y arrai-gado como el estímulo de los contactos con los espíritus franceses del Siglode las Luces. Una postura vital, junto a una actitud estética acaso más im-portante aún, constituye lo que ha venido en llamarse el ensimismamiento delhomo hispanicus, su desencanto de la existencia. Una larga trayectoria marcala transfiguración estética de esta actitud. Ella está presente en el siglo XVcuando «Jorge Manrique alza el monumento literario de la interpretación pe-simista de la existencia» (25). El sentimiento se extiende y lo representa enel siglo siguiente el clérigo agustino poeta fray Luis de León, que descubre«la forma religiosa de la evasión antisocial», señalando así «el sentimiento dela desgana nacional, del desinterés por toda empresa colectiva. De una reli-giosidad trasplantada al alma árabe-judaica de la España del medievo, se pasaa una fatalista deja'dez, que gravitaría a través de siglos sobre España» (26).

Se produce el aislamiento de los conciudadanos de Europa, nace la ideabarroca del desengaño, la muerte, una actitud negativa ante la vida. Quevedodenunciará en términos feroces la decadencia y hablará en la Epístola al du*que de Osuna de una «dirección» implacable de la sociedad española deca-dente y de la pérdida de la «esclarecida libertad». Este sentimiento difuso esen Góngora pura actitud estética, más reveladora que ninguna actividad dedenuncia concreta. Así nacen sus Soledades, su conceptismo, invención de unmundo aparte, de evasión y sojipismo, de esteticismo puro. Su contrafigura esLope de Vega, optimista, vital, armonioso,, fecundo hasta la prodigiosidad,triunfo de la imaginación creadora, que reivindica una España fuerte, sana,vital, compuesta por arquetipos que recogen antiguas virtudes salvadoras, enuna visión de modernidad esencial, con una poderosa visión democrática dela vida española de los siglos XVI y xvn. Pero acaso la figura más represen-tativa de la España de la explosión y transfiguración vital y literaria barroca,es Quevedo. El nos ofrece «el espectáculo de España en la bola mágica de su

(25) Cfr. PEDRO ROCAMORA: De Góngora a Unamuno, C. S. I. C , Madrid, 1965,página 6.

(26) Ibid., págs. 7-8.

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invención literaria» (27). «Notario mayor del Reino de las Letras españolas.»Mientras el Cid representa lo heroico, Luis de León, Luis de Granada y SantaTeresa de Jesús, lo místico; Quevedp y Cervantes encarnan la medida hu-mana. Sobre todo en Quevedo esta tensión del vivir español del siglo XVii,complejo, contradictorio, se expresa profusamente en la síntesis de lo picaroy lo caballeresco, la espada y el libro, sentido agudo de un momento que élconsidera de decadencia y que él denuncia con espíritu de «intrépido fiscalde la inopia española», con mirada y agudeza intelectual profunda y con unprofundo amor a la libertad vivida, real, virtud que Lope había personificadoen sus héroes.

LA ILUSTRACIÓN, GENERACIÓN CRÍTICA

Todo esto es herencia que la generación de los ilustrados del siglo XVIH

recogerán, así como la Generación del 98 recogerá el espíritu agudo, debela-dor de males de un gran romántico dotado de profundo espíritu crítico, comoLarra. Pero la actitud de la generación de la Ilustración no será estetizante;será crítica, activa, lúcida, constructora de una España nueva. Esta actitudnacerá de una larga vigencia de la actitud de denuncia de la decadencia,fuera ella simple transfiguración literaria de un sentimiento vital. Como enla generación erasmista de primeros del siglo xvi, también la gene-ración ilustrada es una minoría. También esta minoría identifica su accióncon una acción renovadora europea. Este hecho justifica la integración de laobra de estos espíritus esclarecidos, su «esfuerzo gigantesco», en una dimen-sión europea. Tal como Bataillon concede estos términos al problema en elsiglo xvi, otro francés, Sarrailh, especialista en temas de la Ilustración espa-ñola, los aplica al siglo xvm. Una constatación objetiva en la materia excluyela imagen radical de una ((España diferente». «Por ello, escribe lean Sarrailh,ilustre investigador de la España esclarecida, hemos querido mostrar que enel siglo xvm, España había conocido las mismas aventuras espirituales que lasotras naciones europeas, así como las había conocido en el pasado, comotenía que hacerlo aún más cerca de nosotros» (28). Se trata de un grupo dehombres que quieren ofrecer a su país, en una exigencia de cambios y reno-vación, «prosperidad y felicidad, cultura y originalidad». Son unos «filósofos»con apertura al mundo, unos «ilustrados» que han leído y asimilado las ideasfrancesas, inglesas, alemanas del siglo xvm, que quieren romper con todo loque haya de obscurantista, retraso y decadencia en una España tradicional.

(27) Ibid., págs. 57 y sigs.(28) JEAN SARRAILH: Op. cit., págs. III-IV.

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Quieren romper con viejos prejuicios y una pesada tradición espiritual, y quie- .ren medir, «con una nueva mirada» el retraso de España respecto a otrasnaciones europeas y predicar incansablemente los remedios que acabaran conél. Todos, unos con ardor como Cabarrús, otros con serenidad como Jovellanosy Cavanilles trabajan en esta restauración». Viajan, conocen los problemas delpaís, se informan, formulan proyectos, proponen instituciones nuevas, estu-dian, publican libros, dan conferencias, son progresistas. Hay una ((arraigadavoluntad de novedad», que Campomanes proclama entonces, y que dos siglesmás tarde Américo Castro negará viendo aún en España la misma carentefusión conflictiva de judíos, moros y cristianos. Jovellanos denuncia un re-traso de dos siglos de España. El y Cabarrús denuncian la desastrosa situacióneconómica rural, que también había denunciado el preilustrado padre Feijoo,uno de los grandes españoles que encarnan la modernidad en España, en laculminación de la espiritualidad barroca.

Los viajeros extranjeros como Laborde admiran el denuedo renovador deesta minoría española como propagadora de luces y renovación concreta delas instituciones y la mentalidad. El siglo xvm habrá hecho que España sereplegara sobre sí misma. Este repliegue había creado el sentimiento del des-engaño y había deteriorado las instituciones, anulando los esfuerzos reno-vadores que a veces este tipo de repliegue provoca. Esta nueva generaciónproclama la integración de España en el «despotismo ilustrado» que el reinadode Carlos III realizaría en buena parte y los contactos abiertos con Europaen plena reforma de instituciones y renovación de ideas. La figura más des-tacada es Jovellanos, lector de los filósofos franceses más peligrosos y avanza-dos y de los economistas ingleses, pero espíritu prudente que reclama reformasy adaptaciones con mesura y condenando la revolución como tal y la doctrinade Mably sobre la guerra civil necesaria (29). Vuelve, a veces, en términosexplícitos, el recuerdo del erasmismo español y de las reformas universitarias,instauradoras, del siglo xvi. Se denuncia la decadencia de las Universidadesde Salamanca y Complutense, la crisis de la enseñanza clásica. Se exige elestudio de las matemáticas con un sentido de aplicación en las grandes obrasde reconstrucción que se propugnan. Domina el concepto de una culturautilitaria y dirigida. Entran en el escenario de la vida española hombres nue-.vos y su presencia se nota de una manera paradójicamente más pregnanteque en los países que integran el Imperio español de América. Salvador deMadariaga ha descrito con gran erudición y agudeza la lucha entre estos hom-bres y el espíritu conservador de los jesuítas. Nacen, en pleno siglo xvm, losprecursores de Bolívar, Miranda y San Martín, que traducen su acción ensublevaciones de carácter económico más que político, en diversos lugares del

(29) Ibid.

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. Nuevo Mundo. Nace en muchos lugares el grito, tantas veces proferido enla vida histórica de España, desde los dramas de Lope de Vega, hasta nuestrospropios días: «¡Viva el Rey y muerte al mal gobierno!». Uno de ellos, reac-tualizado en estos días, fue el del indio peruano José Gabriel Condorcangui,cacique que toma el nombre de Tupac Amaru Inca, en 1780.

Es a través de la perspectiva del Nuevo Mundo que en gran parte seaclaran las motivaciones de la Ilustración española. El nuevo ritmo, la tensióndel siglo xviii, aparece allí en términos más fuertes, virulentos, vírgenes. Susraíces no son solamente europeas, sino algo que el propio siglo XVII españolhabía forjado: el siglo de la crítica, del desengaño y de la decadencia. Elmarco está fijado en estos términos por Madariaga: «En el siglo xvni lahistoria toma un nuevo ritmo. Hasta entonces, acontecimientos se producenaquí y allá. Frutos de un mismo árbol histórico, ellos eran en apariencia sinrelación en el espacio y el tiempo, aunque dotados de solidaridad biológica.Pero el siglo xvm aporta un nuevo estilo de una índole más radical y másgeneral. El ambiente parece menos dividido en compartimentos separados,más uniforme y más universal. Los movimientos, las tendencias, las corrientesde pensamiento y de acción, atraviesan los dos mundos, el Viejo y el Nuevo,teniendo poco en cuenta las fronteras. La vieja concepción patrimonial y feu-dal del Estado, considerado como dominio del Rey, muere y una forma másrepublicana se apodera de todos los espíritus. Había allí un cambio de puntode vista que era en sí un poderoso estimulante para esta solidaridad de latierra que se desarrollaba en el reino de las Indias. Esta actitud no tenía unorigen exclusivamente extranjero, un soplo de libertad que había purificadola atmósfera combinada de una España adormecida y fantástica. Lejos de esto,una fuerte tradición republicana existía en la Iglesia española, y estaba en-carnada con una gran diversidad de matices individuales, en hombres comoVitoria y Mariana... La crítica política que el siglo xvm tiró de Francia eInglaterra para introducirla en el mundo español, vino así a encontrar, for-talecer y a veces contradecir una poderosa corriente de crítica española tan .rigurosa, sino más rigurosa aún. En lo que concierne a la justificación moraly !egal de la dominación de España en las Indias, el movimiento de críticase manifestaba desde los tiempos de Palacios Rubio y Las Casas, y a travésde ios siglos XVI y xvn, una categoría de españoles valientes, de habla libre,habían mantenido siempre este argumento humano bajo una revisión y a unnivel de integridad intelectual muy en avance sobre su tiempo, incluso sobrenuestro tiempo» (30).

(30) Cfr. SALVADOR DE MADARIAGA : Le Declin de l'Empire espagnol d'Amérique,Ed. Albin Michel, París, 1958, págs. 216-217.

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ESPAÑA Y EUROPA

La crítica de la situación de España viene de lejos. En 1.619 el conde deGondomar, embajador durante mucho tiempo en Londres, escribe una seriede cartas al Rey Felipe III, donde describe las condiciones de España, entérminos que anticipan las opiniones de los «ilustrados» españoles y de losviajeros extranjeros en el siglo XVIII. Gondomar ve precisamente en la infe-rioridad y la decadencia social y económica de España la causa de su debi-lidad frente a las demás potencias. Denuncia el despoblamiento, la pobrezay la miseria de España, donde cualquier viajero se siente más desamparadoque en ningún lugar de Europa, donde todo confort está excluido a causade los impuestos y vejaciones. Critica las condiciones del comercio español,de sus caminos y observa que todos los puertos españoles están llenos denaves inglesas y holandesas, mientras en los puertos de estos países nunca sepodía ver un navio español. Se acuña nueva moneda para vivir, que no tienevalor en ninguna parte. El ocio reina en España, acompañado de un excesivotiempo dedicado a los intereses y placeres particulares. Se exhorta al Rey ya los gobernantes a buscar remedios. Diversamente España no sería sino unaMonarquía en trance de morir. Los documentos de esta índole abundan a lolargo del siglo XVII, y Madariaga reproduce y comenta la mayor parte de sustérminos. Gabriel Fernández de Villalobos denuncia, en tiempos .de Carlos II,la corrupción en la Península y los territorios de Ultramar. Venalidad de loscargos, corrupción de leyes y costumbres y preanuncio del fin del Imperio enforma inminente. En estas condiciones aún más deterioradas, reflejadas en laconciencia crítica de algunos espíritus escogidos se entra en el siglo xvm.Antes de la generación de Jovellanos, Cabarrús, Cavanilles, Campomanes, des-taca la figura y obra de Macanaz, cuyo Testamento de España es del 1740.El y muchos otros hacen examen de conciencia en relación con la situaciónde España y América. Hay un auténtico «cortejo de idealistas ulcerados y .pesimistas» (31). Se canta, como el poeta Quintana, a la «Virgen del mundo,inocente América». El poeta que a América le envía el mensaje justifica laacusación contra su país, al cual se niega con razón, por sus excesos, viejasglorias y espíritu de aventura. Macanaz analiza con gran información y com-petencia, la situación en España y las Indias. Todo ello dominado por el tonode un espíritu idealista y pesimista, hasta el punto que con la decepción enel alma, invita a los países de Europa a sus funerales y a Inglaterra envía sucorazón. Ulloa, Jorge Juan, Humboldt notarán el creciente resentimiento de

(31) Ibid., pág. 224.

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la población colonial. Algunos dejan de llamarse españoles y se dicen amerucanos. «Prefieren a los extranjeros de otros países antes que a los españoles»,anotará más tarde Humboldt.

El siglo XVIII hace que se intensifiquen los documentos que marcan unespíritu de reformas importantes en España y América. Muchos partidariosde las reformas en América pertenecen al clero. Aparece la idea de un «nuevosistema de Gobierno para América» sobre «la reforma del Reino, España eIndias». Las nuevas ideas participan de la lectura de las obras de Montes-quieu; Rousseau, por otra parte gran admirador de España, de sus virtudesde nación «volcánica, espontánea y anárquica» cuyas obras prohibidas enFrancia, Suiza y Holanda, son ampliamente difundidas en España a travésde las «sociedades de amigos del país», y en América a través de obras de susdiscípulos españoles, especialmente de Campomanes, Voltaire y Raynal. Perola idea principal de la Reforma manejada por la generación de la Ilustraciónen España y en Ultramar, es la idea de la reforma de la cultura y la educa-ción. Sólo la cultura puede regenerar al país, según las ideas que se abrencamino en el siglo XVIH. Meléndez Valdés, Cabarrús, Jovellanos, combaten laignorancia como fuente de inmoralidad. Jovellanos considera la Edad Mediaespañola como época de superstición e ignorancia en su Elogio a¡ Carlos III (32).Época funesta para la humanidad. Siglos de violencia, brutalidad, injusticia,destrucciones. .

Con la Ilustración nace una nueva religión: la religión del saber, unaauténtica locura de saber, que «poseen los filósofos españoles del siglo XVIII através de la cual ellos se unen a sus gloriosos antecesores del Renacimiento..Nada más demostrativo en este aspecto que el examen del plan de estudiospropuesto por Jovellanos para el Colegio Imperial de Calatráva en 1790», segúnSarrailh (33). La cultura aparece como «nuevo ídolo», «fuente de felicidad»,«panacea», que se traducen como tales en el campo de las humanidades, cien-cias, educación. Jovellanos combate las ideas de Rousseau, contrarias a loslogros de la cultura y todo lo que suene a utopía del buen salvaje. Nace unsentido original de la cultura, que recuerda el pragmatismo de la cultura y lapoesía chinas: la cultura orientadora del arte del buen gobierno. Un gobiernoilustrado, resultado y fruto de una cultura utilitaria y dirigida, eficaz jegúnJovellanos. Se sigue la tradición abierta por Feijoo, que propugna una cultura

(32) Cfr. GASPAR GÓMEZ DE LA SERNA : jovellanos el español perdido, Ed. Sala,

Madrid, 1975, págs. 365.

(33) SARRAILH: Op. cit., págs. 147 y sigs.

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que combine utilidad y verdad, con los estudios de la física, anatomía, geo-grafía, historia natural, una especie de filosofía educativa y formativa de lapraxis, excluyendo el carácter escolástico, formal, abstracto de la cultura en sí.

Jovellanos opone las dos culturas anticipándose a la dialéctica profundade la cultura contemporánea. Precursor de Costa y de la Generación del 98,él propugna el impulso de las ciencias útiles: matemáticas, historia natural,física, química, mineralogía, metalurgia, economía civil, agricultura, artes, ofi-cios. Nos encontramos ante una especie de Cruzada de los españoles «ilustra-dos». En un espíritu que une la idea de las altas matemáticas y. la vía del mis-ticismo, en un sentido que contradice la aserción del escritor Ramón }. Sender,al hablar de la dialéctica infinidad-limitación dentro del carácter español yafirma: «Es verdad que los españoles somos diferentes- por esa dimensión deinfinitud no siempre deseable para actuar en comunidad, es decir, fuera delmisticismo y las matemáticas bien entendidas» (34). Esta corr-iente tiene unamplio influjo también en el orden práctico. »

REFORMA Y LIBERTAD. DIALÉCTICA DE LO ESPAÑOL

Las reformas del último gran Rey de España, Carlos III, se inspiran enestas ideas nuevas de reforma de la cultura. Los jesuitas participan, pese alas acusaciones tradicionales contra ellos, los primeros en las nuevas reformas,cuya realización Carlos III confía a los laicos protagonistas de las «luces nue-vas». También participan los agustinos, bajo la dirección dé su general PadreVázquez. De esta gran reforma se benefician, en primer lugar, las Universi-dades de Salamanca, Alcalá de Henares, Valladolid. El Estado adquiere granintervención en ellas y en general en las escuelas. Se crean círculos, gruposde acción, se dictan'conferencias, los grandes enciclopedistas mantienen unaimportante correspondencia con los ilustrados españoles, concretamente Vol-taire, que cambia cartas con el conde de Aranda, Olavide, Miranda. Se de-fiende ia libertad y se ataca a la Inquisición. Hay viajeros extranjeros ilustresen España, y españoles ilustres que recorren Europa. Nace un nuevo espíritucientífico. Se abordan con nueva mentalidad los problemas económicos, polí-ticos, religiosos. La medicina toma uñ nuevo impulso, a partir de' las ideasbiológicas del Padre Feijoo, admirablemente estudiadas por Marañón. Lo mis-mo ocurre con los estudios de botánica que tanto impresionan 'a D'Ors en su.teoría de lo barroco. Sarrailh nota cómo el poeta Quintana,' denunciador de

(34) Cfr. RAMÓN J. SENDER: «Dialéctica de lo español», en ABC, Madrid, 16 de fe-brero de 1975, págs. 6-8.

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la obra negativa de los españoles en América, canta la hazaña científica deCopérnico, Galileo y Newton, y cómo en 1790 Cadalso preveía que en veinteaños todo el sistema científico de España habría cambiado, sin ruido, y losextranjeros ya no considerarían a los españoles «bárbaros».

Se trata de una obra que a pesar de acontecimientos de superficie, se íns-tala en hondura e incita un espíritu de renovación liberal y de cierta explosióncultural de otra forma inconcebibles. Los seguidores de esta generación, queentra en el concepto orteguiano de generación como método de abordar loscambios de mentalidad cultural, constituirán un fragmento de la historia mo-derna. La continuidad de la obra de la Ilustración se refleja en el espíritunuevo de las Cortes de Cádiz. Fue aquélla una especie de invención o rein-vención de la libertad, caracterizadas por la modernidad del encuentro consu bella aventura. «Una modernidad y un encuentro donde no faltan, natu-ralmente, elementos paradigmáticos que la propia aventura en los tiempos quecorren, con sus motivaciones inmediatas, con las inquietudes de la hora pre-sente, con sus dramáticas perspectivas, coloca en un plano inmediato de laconciencia y de la meditación. Así se podrá comprobar una vez más la im-portancia del espíritu liberal de las Cortes de Cádiz. Es este un «tema gadi-tano» que tiene siempre un ineludible carácter de leitmotiv. Con este sentidose puede comprender el carácter precursor del liberalismo europeo del siglopasado, que desde nuestra propia perspectiva podemos .descubrir en el espírituy la aventura de las Cortes de Cádiz. Fue aquélla una de las primeras adap-taciones, de índole pragmática concreta burguesa y constitucionalista del es-píritu de la Revolución francesa. Con las Cortes de Cádiz y los elementosque allí se concretan y se cristalizan, con las características y el espíritu de sushombres y sus instituciones, con su mentalidad, todo ello magistralmente ac-tualizado a través del libro de Ramón Solís, Cádiz de las Cortes, el analistade hoy se enfrenta con una de las primeras manifestaciones modernas de ladialéctica utopía-esperanza, tan del gusto de los tiempos que corren. Destacanen el espíritu de los anhelos y las experiencias doceañistas una serie de ele-mentos tales como el espíritu liberal revolucionario, la explosión de nuevasformas de nacionalismo y de ideas libertadoras de los pueblos coloniales unidospor lazos profundos con la cultura de la Madre Patria, así como una serie decontradicciones manifiestas de ideas y situaciones y la función permanente deun espíritu guerrillero unido a una necesidad concreta de asentamientos cons-titucionales» (35).

En el libro citado hemos intentado proyectar en la actualidad aquella ex-

(35) Cfr. JORGE USCATESCU: Cádiz y la Aventura de la Libertad, Ediciones de lala Caja de Ahorros de Cádiz, 1975, págs. 13-14.

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periencia: con sus contradicciones, con su carácter, la modernidad de su ha-zana humana, hazaña liberal y guerrillera. Tensión de libertad, esfuerzo dereinvención de la libertad, «aventura primera, una especie de aventura ar-quetípíca. Una singular aventura que se centra en una auténtica invenciónde la libertad, destinada a adaptar los excesos de la Revolución francesa alespíritu evolutivo, pragmático, constructor y libertador de cargas seculares almismo tiempo, y a los poderosos contrastes sociales y económicos caracterís'ticos de una edad en la encrucijada. Invención y reinvención de la libertadaparecen hoy como dos conceptos colocados a los dos extremos de una vastaexperiencia histórica, en cuyo espíritu la aventura de la libertad recomponesus etapas y perfila sus nuevas posibilidades de vigencia» (36). Esta expe-riencia domina, a pesar de la decadencia institucional, las guerras civiles, ladescomposición del Imperio, la conciencia española dinámica a lo largo delsiglo XIX. Balmes, Donoso Cortés,' Ganivet y los precursores de la generaciónbrillante en el campo de la creatividad y de la recuperación de una conciencianacional, que integra las personalidades del 98; un grupo digno de la gran-deza creadora del Siglo de Oro. Así surge la dimensión de conciencia y nocronológica, de la idea de generación. Idea que opera en función de cambiodel mundo, que una vez históricamente realizado, hace que participen de élgeneraciones que viven en función de este cambio. La generación es un con-cepto activo que participa de los cambios que la anterior ha operado en elmundo. Pero el dinamismo de una generación nace de un carácter polémicoy su inconformismo. El concepto de generación está unido al concepto decrisis y tránsito, que tiene como efecto que el hombre qué vive «prendido aunas cosas y apoyado en ellas» pasa a «vivir prendido, apoyado en otras» (37).En el tremendo problema de la polaridad o contraposición soledad-sociedad,ve Ortega la clave del problema mismo de las generaciones. Por costumbre elhombre vive instalado, «demasiado seguramente instalado», en la seguridadde sus «ideas habituales, recibidas, tópicas» y acostumbra a tomarlas por la«realidad misma». Esto hace que las propias ideas sean incomprensibles auno mismo y que se viva y piense «en hueco, en vacío, en evidencia». Perocada generación se define como tal en cuanto opera un cambio en su hori-zonte vital. «El hace que la historia sea movimiento y variación, proceso ymudanza.» Esto es lo que Ortega llama una «generación en plena forma».

(36) Ibid., pág. 15.(37) Cfr. ORTEGA Y GASSET: «El método de las generaciones en la Historia», en

En tomo a GaUleo, 2.a edición. Revista de Occidente, Col. El Arquero, Madrid, 1959,páginas 49 y sigs.

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JORGE USCATESCU

. NOVENTA Y OCHO, GENERACIÓN «SOÑADORA»

Esto fue, sin duda alguna, generación en plena forma, la generación es-pañola del .98., Su plena forma se la da, como incitación primera, el ser unageneración soñadora, una generación que soñara. Lain Entralgo fija los lemasde su libro sobre ella, en un despliegue documental sobre el ensueño (38).Ensueño, desengaño, sueño, como en la explosión barroca, como en la Ilus-tración, como en el período erasmista. (Cada ciento cincuenta años, la Españaentrada en la modernidad está movida por el pathos creador de unas genera-ciones que sueñan poderosamente. «La realidad no importa; lo que importaes nuestro ensueño», escribe Azorín. «Al querer entrar en la ciudad me pa-raban en la puerta y me ponían como condición el dejar a la entrada unossueños gratos, más gratos que la vida misma», escribirá más tarde en susMemorias un realista escéptico como Baraja. «Si muerte y vida son sueño / sitodo' en el mundo sueña / yo doy mi vida de hombre / por soñar», habíaescrito en forma anticipadora Ganivét, «el excéntrico del 98», como lo llamóRamón Gómez de la Serna. Excéntrico, geográficamente, por vivir sus mejo-res y cortos años en el extranjero. «De toda la memoria sólo vale / el donpreclaro de evocar los sueños» (A. Machado). «De razones vive el hombre /Y de sueños sobrevive» (Unamuno). «Soñé laureles, no los espero / y tengoel alma libre de hiél» (Valle Indán). «Han dejado la galera de la Españavieja, y se embarcan en la nave de los sueños: la España soñadora, capaz otravez de un viaje imprevisible e infinito. Flota el mundo del sueño sobre elmundo viejo y real, y la turbulenta acción de los soñadores parece abrir ca-mino a la luz de un nuevo amanecer».-(39). Estos soñadores sueñan con unanueva modernidad de la vida y la cultura española. Modernidad que es en-cuentro consigo mismo y encuentro con Europa. A diferencia de la Ilustración,la utopía de este grupo compacto, serio, polémico, animado por varias inter-pretaciones de España, aborda por poco tiempo la reforma de la política y lasociedad y se vuelca en una creación cultural de nuevo cuño. Su utopía y suensueño, son literatura, arte, crítica, todo de nuevo estilo. Son sus seguidores,como Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, que volverán a soñar en términosde trágica polaridad: política y cultura. Seguirá la crítica de la España po-lítica, social y económica. Todos lo harán, pero no en cuanto reformadores,sino en cuanto literatos inconformistas. La obra de todos arrancará del caba-llero de la triste figuraj con el cual más de una vez se identificarán. Cervan-

(38) C£r. LAÍN ENTRALGO: La Generación del Noventa y ocho, cit., pág. n .(39) Ibid., págs. 176 y sigs.

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tes y su héroe están presentes en la ensoñadora actitud contemplativa detodos ellos. Su actitud es nueva transfiguración literaria de Cervantes. Es ma-nifiesta esta actitud en Unamuno, Azorín, Antonio Machado, Valle-Inclán eincluso en un espíritu más sobrio, vasco realista y anárquico como el de PióBaroja. «Los que vivimos la sentencia calderoniana de que la vida es sueño,sentimos también-la shakespeariana de que estamos hechos de la estofa misma -de los sueños, que somos un sueño de Dios y que nuestra historia es la quepor nosotros Dios sueña», escribe Unamuno.

Y, sin embargo, el grupo ya no es, esencialmente, el de unos literatosrománticos. Está constituido por personalidades complejas, de anhelos univer-sales, animados por una irrefrenable, poderosa, sed de renovación estética dela literatura española. Su poder creador tendrá tal fuerza de irradiación queresplandecerá en la obra de la generación de pensadores como la de Ortega;de historiadores críticos, como Bonilla, Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz,Américo Castro, y de poetas, como el prodigioso grupo llamado del 27, queconstituye una de las más compactas y originales experiencias poéticas delsiglo, que se reclama de la presencia de Góngora y se inserta con autenti-cidad en la vanguardia poética y artística europea. Descubren, al mismotiempo que proclaman la nueva modernidad de la cultura, a Castilla y sucasticismo. Lo hace Unamuno, lo configura con prosa magistral Azorín, locontinúa con su nuevo estilo Ortega. Se reivindica el perfil medieval, del ro-mance castellano, celebrado por Azorín, Valle-Inclán y Menéndez Pidal. Secanta «el tempero jocundo y dionisíaco» y se vivé una nueva hora brillanteen la admiración de la picaresca Castilla, la nueva Roma, el castellano, elnuevo latín. Azorín redescubre a Castilla y sus hombres en la vida menuda,en lo cotidiano, en el mundo desconocido de los pequeños hechos. Maximusin minimus llama Ortega al gran escritor, esteta de perfecciones inigualables.Azorín, poeta de las cosas fugaces, de la fuga incesante hacia la nada, depequeñas realidades aisladas. Al igual que Cézarine, el gran revolucionario delo figurativo, Azorín exalta el poder de la sensación: «El momento es fugaz.Tratamos de fijar en el papel y en el lienzo la sensación, y no sabemos silos demás sentirán o no ante la tela o el papel lo que nosotros hemossentido. ¿Y será definitiva esta adquisición efectuada para el arte? ¿Quéhabrá en ello de primitivo nuestro intransmisible y de elemento propicio a lageneralización? ¿Copiar a Góngora? ¿Copiar al Greco? Hacer lo que elloshan hecho no es continuarlos... Lo esencial —lo esencial y fecundo— es sen-tir lo que ellos han sentido y dar a la sensación nueva forma estética».

La modernidad de estos hombres es la modernidad de Nietzsche, del cualla mayor parte de ellos son lectores y admiradores. El poder de creatividadse manifiesta poderosamente en la novela. Ahí está Galdós, figura singular,

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uno de los últimos grandes épicos de la literatura europea. Algunas novelassuyas, como Doña Perfecta, Ezra Pound las considera superiores a la obra deFlaubert. Figura singular y precursora la suya del espíritu del 98. Es su obrala transfiguración del epos español del siglo XIX y de un mundo cuyo esce-nario es Madrid, como lo será en parte, aunque en términos distintos, en laépica de Baroja (40). Galdós es superior a los novelistas del 98, por ofrecerél «la expresión colectiva de su idea de la vida», mientras-estos últimos «ha'cen un ensayo de llevar la novela más. allá, de hacer una novela más pura,más acendrada, más rigurosamente narrativa» y «tienen la tentación de olvi-dar la circunstancia, el escenario vital, de esquemizar la novela» (41). Peroel interés auténtico en el poder de creatividad de la Generación del 98 con-siste en el hecho de que son un grupo de fuertes personalidades. «Sorprendela fuerte individualidad —mejor dicho, la poderosa personalidad— de loshombres egregios de la Generación del 98. Es imposible confundirlos; a nadiese le puede ocurrir pensar que una página de Unamuno es de Valle-Inclán,que una de Baroja haya sido escrita por Azorín, tomar un poema de AntonioMachado por Unamuno (o aun de Manuel Machado). Y al mismo tiempo,todos estos escritores tienen una formidable realidad de grupo. Por eso se haejemplificado en ellos mejor que en ningún otro caso lo que es una genera-ción. No es sólo el azar de que fueran dominados así muy pronto, en formatemática ya por Azorín en i9 i3 ; es que cuando queremos pensar claramentelo que es una generación —quiero decir, sus hombres representativos, la mi-noría que la expresa— volvemos los ojos a la de 1871, llamada del 98» (42).Pero otra característica del poder irradiante de esta generación es que las per-sonalidades que suceden a sus protagonistas, son tan fuertes como ellos, tomansus distancias, imponen su estilo y su individualidad y se proyectan con sustítulos de originalidad y autenticidad en la cultura europea: desde Ortegay Marañón, hasta Pérez de Ayala, Picasso, Juan Gris, los poetas de la gene-ración del 27; Juan Ramón Jiménez o León Felipe. Todo un mundo de crea-dores, especialmente «instalado en la literatura». Este es su sello, su estilo, elcarácter estético de su creación, su inventividad, su capacidad de autorrealiza-ción auténtica. Ellos inician una época, que como tal época ha continuado,fecundamente llevadaa delante. Su proyección, una vez más, tiene su imagenanticipadora en Hispanoamérica. Esta imagen la encarna Rubén Darío, pre-cursor del modernismo que define la cultura de Hispanoamérica a través de

(40) Cfr. JULIÁN MARÍAS: Literatura y generaciones, Col. Austral, Madrid, 1975,páginas 76 y sigs.

(41) Ibid., pág. 86.(42) Ibid., pág. 105.

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su apertura a todas las corrientes del mundo, no solamente a la nueva cul-tura española, como exigiría Unamuno. Su luz es París, como antes habíasido para el mundo Atenas. Pero admira a los hombres del 98, concretamentea Unamuno (43), y tiene una gran admiración y amistad por Antonio Ma-chado, del cual nos da este retrato, aun actualísimo: «Antonio Machado es•quizá el más intenso de todos. La música de su verso va en su pensamiento.Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de un filósofo estoico. Sabedecir sus enseñanzas en frases hondas. Se interna en la existencia de las cosas,en la naturaleza. Tal verso suyo sobre la tierra habría encantado a Lucrecio.Tiene un orgullo inmenso, neroniano, diogenesco, tiene la admiración de laaristocracia intelectual. Algunos críticos han visto en él un continuador de latradición castiza, de la tradición lírica nacional. A mí me parece, al contrario,uno de ios más cosmopolitas, uno de los más generales, por lo mismo que loconsidero uno de los más humanos». Definición plástica daría Rubén de Azo-rín: «A veces hace creer a las gentes que para andar se apoya en una mu-leta que se llama Montaigne, y en otra muleta que se llama Gracián. Nocreáis nada de eso. Tiene sus dos piernas sanas y. anda solo maravillosamenteAzorín, cazador de sensaciones y perseguidor de almas, yerra por España, porlos cotos del periodismo, o por las orillas del mar, o por la ancha llanuralibre, que es muy de su placer. Tiene una escopeta modernísima de prodigio-sos fulminantes y de finos perdigones que cribarían duendes». A su vez Azo-rín diría de Rubén: «Lo venera la nueva generación de poetas; le queremoscuantos, amantes de la tradición clásica, gustamos de las sensaciones moder-nas». Rubén Darío tiene un papel importante en el modernismo poético es-pañol. Pocos escapan a su influjo, desde Juan Ramón Jiménez hasta AntonioMachado. Así fue Rubén Darío, «el indio divino domesticador de palabras,conductor de corceles rítmicos», que diría Ortega. Amó a su vez y admiró atodos los creadores nuevos españoles desde Valle-Inclán, «este gran Don Ra-món de las barbas de chivo», «viejo dios altanero y esquivo», hasta Juan Ra-món Jiménez, su ilustre discípulo, una de las más grandes expresiones poéticasdel siglo. Como un filón fresco, de curso continuo, la poesía de Rubén Darío,de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, emergerá en una nueva forma«xpresiva de la generación poética del 27, descubridores de Góngora, que ini-cian una nueva experiencia, cuyos protagonistas son Luis Cernuda, VicenteAleixandre, Jorge Guillen, Gerardo Diego, Dámaso Alonso.

Fluir continuo que marca el poder fecundo de la última gran generación

(43) Cfr. JOSÉ LUIS CANO: Españoles de dos siglos (De Valera a nuestros días),Editorial Seminarios Ediciones, Madrid, 1974.

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que integra una síntesis amplia, coordinada, de la cultura española. Su granexpresión fue, sin duda, una expresión poética. Expresión poética que en el«retrato» que de sí mismo nos pintara al principio de su caminar poético An'tonio Machado encuentra una representación perfecta.

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RESUME

Le théme des générations ría ]amais cessé d'animer les débats relatifs aune dynamique du processus historique. Aucun schéma de la crise, dans unsens fécond et créateur ainsi que comme élément qui définit un processusculturel en marche, aucune théone de la décadence de celles qui ont dominé'toute l'effervescence historiaste et persistent dans la phase herméneutiqueposthistoriciste, ría pu faire abstraction du théme des générations dansl'histoire.

En fonction du théme des générations, l'idée méme de la décadence etde la crise a souvent serví tout au long des avatars de l'histoire, de révulsifet réactif fécond, d'élan créateur ou bien de processus d'autoconscience quise manifesté sous les formes les plus diverses.

La dynamique de la culture espagnole en tant que processus d'autocons-cience, s'est développée comme ü y en a t>eu sous le signe de cette connexwnprofonde entre le théme des générations en fonction de bipolarité avec le thémede la décadence. Dans leur effet reciproque, ees deux préoecupations critiqueset herméneutiques ont été les facteurs déterminants dans le processus decréativité de la culture espagnole. A partir d'un fondement toujours problé'matique, cette bipolarité a rempli un role de réactif, fécond ou non, selon lespossibüités intrinséques de chaqué époque, mais indispensable a une com*prehensión et une captation ontologique du processus mime de la cultureespagnole. La Génération de 98, dont l'étude a été modélique en la matiére,offre un ensemble de situations oii ses possibüités se fixent surtout dans ledomaine de la créativité esthétique, littéraire et artistique, mais son exemple-n'a rien d'unique. Au contraire il s'agit d'une espéce de "leitmotiv" de laculture espagnole, et de sa dynamique historique méme, essentiellement centréesur une dynamique des générations. Nous nous trouvons devant une sorted'Idée'Force ou d'Idée Maítresse de la culture espagnole, qui se manifestéavec autant de vigueur dans l'explosion de l'érasmisme du XVléme siécle,dont la valeur paradigmatique a été mise en relief avec une grande profusióndocuméntale et doctrinale pendant la derniere génération, pendant la gloríense

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et féconde période barroque qui singularise la capacité créatrice espagnole endes termes domines par des éléments esthétiques de premier ordre, et dansles profils et conditionnements de l'Hlustration espagnole du XVIUéme siecle.Dans chacune de ees périodes, on a voulu donner une définition, la pluparidu temps polémique et contradictoire de l'Espagne, glorifiant presque toujoursle passé, interprétant et approfondissant le sens du présent et projetant dansle moment présent et futur la dialectique historique et culturelle de l'Espagne.

L'angoissante question, témoin de la sensibilité de notre siecle, que lancaitOrtega, avec un "pathos" indéniable, il y a un demi siecle: "Mon Dieu, qw'est-ce que l'Espagne?" n'est 'pas une simple affirmation rhétorique de stylebarroque, sinon qu'elle enferme le sens d'une provocation dialectique perma<nente qui s'est centrée sur ce qu'un jeune politicien de rare inspiration poé~ttque a su definir avec une grande sobriété comme "l'etemelle. métaphysiquede l'Espagne". La question contient la dynamique des générations qui estquelque chose de plus et de plus intégrateur que la simple "idee" des géné'rations. La se trouve le monde des bipolarités profondes de la générationérasmiste, "la génération la plus formidable de tous les temps". La se trouvel'angoisse créatrice, premiére rencontre entre l'idée de la décadence et la dyna*mique de génération contenue dans le concept de la "désülusion", qui coincideavec le moment culminant, l'authentique "siglo de oro" (siecle d'or) de laculture espagnole. La se trouve le processus critique notable et le déploiementhistorique de la "mauvaise conscience" selon la plus stricte tradition hege*lienne du monde de l'Hlustration, initiatrice par son sens de la modernité d'unesinguhére aurore espagnole libérale et guemere, smguliere et significativemalgré le peu de résultats immédiats tout au long du XlXéme siecle. Et lase trouve énfin ees résultats lointains, mais indiscutables dans la Générationde g8, ensemble de personnalités créatrices qui vit comme il y en a peu le"terrible probléme de la polarité ou contradiction solitudesociété"', et au-delade toute dialectique referente au réve et a la désülusion se trouve surtout lamodernité de la vie et de la culture espagnole: nouveau style dans la culture,originalité créatrice, puissante capacité de projeter sur un plan supérieur lesvirtuahtés éthiques et esthétiques du génie espagnol.

S U M M A R Y

The subject of the génération has at no time, so far this century, ceasedto form part of all debate about the • dynamic of the histórica! process. Noanalysis of the crisis —m the fruitful and creative sense of the ivord—, noneof the theories of décadence that have prevailed throughout the sway of his*

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toncism and continúes present in the later hermeneutic phase, has been ableto avoid the subject of the generations in history.

In relation to the generation question, the idea of decadence and crisishas frequently served in the complex vicissitudes of history as a fruitful re'vulswe and reagent, as a creatwe impulse or as a process of developing self'anvareness expressed in the most various ways.

The dynamics of Spanish culture as a process of self'üwareness have beenmore than usually affected by the impact of the deep connexions betweenthe teme of the generations and the theme of decadence. In their reciprocity,these- two critical and hermeneutic al poles have been determining factors inthe creatwe development of Spanish culture. Against a permanently proble*matic background, this bipolarity has played the role of reagent, fruitful andunfrmtful as the case might be according to the intrinsic possibihties of eachpenod, but indispensable for an understanding and an ontological grasp ofthe process of Spanish culture itself. The Generation of 98, the study of whichhas constttuted a model m this regard, presents an overall situation whoseprotagonists shine, above all, in the aesthetic, literary and artistic field, butthe example is not unique. What we have, in fact, is a kind of leitmotif inSpanish culture, and even in its historical dynamics themselves, ivhich arebased essentially on generation dynamics. We find a kind of driving forcéor central idea behxnd Spanxsh culture, ivhich expressed itself ivith equal•energy in the explosión of Erasmianism in the i6th century —'ivhose para'digmatic. valué has been set forth in a profusión of historical and philosophi'•cal studies throughout the last generation—, m the glonous and fruitful ageof the baroque —when Spanish creative capacity expressed itself in termsof the finest aesthetic elements—, and in the profúes and conditioning factorsof the Spanish Enlightenment in the iSth century. At each one of thesepoints in time an attempts was made to provide a definition, generally pole'•mical and contradictory, of Spam, 'which in most cases involved a glorificationof the past, an interpretation in depth of the meaning of the present and a-projection of the historical and cultural dialectic of Spain into the presentand the future.

The anguished question that bears 'witness to the sensibility of our cen'tury asked by Ortega ivith evident pathos fifty years ago, "My God, what isSpain7", is a good deal more than baroque rhetoric, holding •within tt a spi-•rit of permanent dialectical provocation based upon what a young politicianof unusual poetic inspiration defined ivith apposite sobriety af the "eternalmetaphysic" of Spain. The question implies the dynamics of the generations,which is something more complete than the haré "idea" of the • generations.In tt -we hace the world of deep polarities of Erasmus' generation, "the most

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formidable generation of the centuries". We have that creative anguish, the firstmeeting between the idea of decadence and generation dynamics contained in theconcept of "disillusionment", xuhich coincides 'with the culminating moment, thereal "gólden age" of Spanish culture. Viere too we have that notable develop'ment of the critical spirit and the histórica! growth of a "guilty conscience" inthe strictest Hegelian tradition of the word of the Enlightenment, ivhich, withits sense of modemity, bore the seeds of a liberal and guerrilla fighter-orien'ted Spanish dawn that was singular and significant in spite of its meagreimmediate results in the course of the igth century. And here too twe have,fmally. these distant but undentable results m the Generation of g8, thatconstellation of creative figures <which lived as few others have lived "thetremendous probletn of polarity or the contradiction between solitude andsociety" and, over and above all dialectic about dreams, disillusionment andfantasies, represented modemity in Spanish Ufe and culture: a new style inculture, creative originality, a powerful capacity to projects on a higher plañethe ethical and aesthetic potentialities of the Spanish genius.

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