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Diego Peller La flexión Literal y la discusión sobre el realismo Literal. ¿Qué es lo que bajo este nombre se designa? ¿Cuál es —ya que se trata aquí del realismo— su referente? En sentido literal, Literal designa, en la cultura argentina, una de las revistas de más efímera, intensa y revulsiva existencia. Tres volúmenes, dos de ellos dobles, a lo largo de apenas cuatro años, aunque probablemente se trate de los años más convulsionados de la historia argentina contemporánea. El número 1, publicado en noviembre de 1973, contaba con un "Comité de Redacción" integrado por Germán García, Luis Gusmán, Osvaldo Lamborghini y Lorenzo Quinteros. En el número 2/3 (mayo de 1975), el "Consejo de Redacción" seguía conformado por García, Gusmán, Lamborghini, mientras Jorge Quiroga había reemplazado a Quinteros. Finalmente, en el número 4/5 (noviembre de 1977), como ha señalado Alberto Giordano: [...] se registran los cambios más significativos: la revista pasa a tener un Director (Germán L. García), figura impensable en el contexto de los efectos de impersonalidad buscados en los números anteriores; el número no incluye, como los otros dos, un "Documento literal"; desaparece Osvaldo Lamborghini, acaso la voz más singular en el "coro" original de la revista [...]. (1) Una revista entonces. Pero también formó parte de la constelación Literal una serie de textos literarios publicados en esos años por sus integrantes. El Fiord (1969) y Sebregondi retrocede (1973) de Osvaldo Lamborghini. El frasquito (1973) y Brillos (1975) de Luis Gusmán. Nanina (1968), Cancha Rayada (1970) y La vía regia (1975), de Germán García.

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Diego Peller

La flexión Literal y la discusión sobre el realismo

 

Literal. ¿Qué es lo que bajo este nombre se designa? ¿Cuál es —ya que se trata aquí del realismo— su referente?

En sentido literal, Literal designa, en la cultura argentina, una de las revistas de más efímera, intensa y revulsiva existencia. Tres volúmenes, dos de ellos dobles, a lo largo de apenas cuatro años, aunque probablemente se trate de los años más convulsionados de la historia argentina contemporánea.

El número 1, publicado en noviembre de 1973, contaba con un "Comité de Redacción" integrado por Germán García, Luis Gusmán, Osvaldo Lamborghini y Lorenzo Quinteros. En el número 2/3 (mayo de 1975), el "Consejo de Redacción" seguía conformado por García, Gusmán, Lamborghini, mientras Jorge Quiroga había reemplazado a Quinteros. Finalmente, en el número 4/5 (noviembre de 1977), como ha señalado Alberto Giordano:

[...] se registran los cambios más significativos: la revista pasa a tener un Director (Germán L. García), figura impensable en el contexto de los efectos de impersonalidad buscados en los números anteriores; el número no incluye, como los otros dos, un "Documento literal"; desaparece Osvaldo Lamborghini, acaso la voz más singular en el "coro" original de la revista [...]. (1)

Una revista entonces. Pero también formó parte de la constelación Literal una serie de textos literarios publicados en esos años por sus integrantes. El Fiord (1969) y Sebregondi retrocede (1973) de Osvaldo Lamborghini. El frasquito (1973) y Brillos (1975) de Luis Gusmán. Nanina (1968), Cancha Rayada (1970) y La vía regia (1975), de Germán García.

Dos de estos textos (El Fiord y El frasquito) se destacarían por sobre el conjunto hasta adquirir un carácter emblemático. Se trata de textos inaugurales, que instauran de manera violenta una escritura soberana, una escritura que permanece impasible ante las demandas de compromiso (con "la realidad"; con "la causa del pueblo") que asediaban a la literatura de la época. Textos provocativos, de vanguardia, buscaron el escándalo y el rechazo, los encontraron, y se jactaron de haberlo logrado:

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El rechazo que Literal sufrió muestra que fue entendida y que todo mensaje llega a destino, aunque sea bajo la forma del odio que instaura la negación. (2)

Me interesa aquí destacar dos rasgos compartidos por El Fiord y El frasquito, que ya han sido señalados por la crítica que, en tono elogioso o condenatorio, se ocupó de ellos:

El primero de estos rasgos lo constituye la "mezcla" (A. Giordano) o el "injerto" (J. Panesi) entre teoría y ficción que tiene lugar en el "interior" y en los márgenes de estos textos. En primer lugar, y del modo más evidente, porque ambos fueron acompañados por un suplemento crítico: El fiord, en su primera edición, incluía un epílogo de Leopoldo Fernández (seudónimo de Germán García) que llevaba por título "Los nombres de la negación"; El frasquito, también en su primera edición, iba acompañado por un prólogo de Ricardo Piglia: "El relato fuera de la ley". Ya Oscar Steimberg, desde las páginas de la revista Los Libros, en el momento de aparición de El Fiord, anunciaba: "Aquí la crítica parece haberse iniciado antes de tiempo; invadiendo la escritura literaria en su mismo dominio." (3) Lo mismo señaló en su momento, desde las páginas de Todo es Historia, Andrés Avellaneda, aunque con menos entusiasmo por el fenómeno:

Es ésta una literatura ‘prologada’ [...] como si se sintiera necesario explicar y ubicar la ininteligibilidad —intencional— que aflora frecuentemente en estos textos. [...] (4)

Pero no se trata sólo de que estos textos hayan tolerado, o deseado, este suplemento crítico situado en un borde externo e interno a la vez. El injerto contamina, también, el espacio "interno", o "propio" de la escritura literaria. La imaginación teórica —y cuando decimos imaginación teórica en este contexto decimos fundamentalmente imaginación psicoanalítica— constituye sin dudas una de las matrices productivas fundamentales en El Fiord y El Frasquito. Subrayo aquí sólo dos aspectos menores de esta relación, por razones de espacio: a) el título El Fiord puede ser leído (según el acierto de Josefina Ludmer) (5) como un anagrama de Freud, aunque —y es importante destacarlo— en la oralidad y no en la escritura; b) Una de las matrices textuales de El Fiord es sin dudas Tótem y Tabú, del mismo Sigmund Freud. (6)

El segundo rasgo compartido por El Fiord y El frasquito es la incorporación del registro de lo "bajo" o de la cultura popular, registro que es sometido a un trabajo de mezcla y desplazamiento, insostenible desde cualquier estética realista que postulase la "representación" de los "sectores populares" y su lenguaje. Ya Piglia en su prólogo al libro de Gusmán destacaba esta característica:

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Conectado con cierta corriente marginal de la literatura argentina (el sainete, el gauchesco) El frasquito quiebra los verosímiles que señalan la forma de la literatura "popular" a partir de los códigos transparentes de una legibilidad. (7)

Años después, Jorge Panesi, refiriéndose al conjunto de estos textos, volvería sobre este punto: "Lo particular de esta hinchazón teórica tachada de elitista es que no desdeña fuertes elementos de la cultura popular, al contrario, se nutre de ella con un gesto de implícita valoración." (8)

Es la combinación de estos dos rasgos la que parece haber provocado una mayor incomodidad en la crítica, generando diversas reacciones. Consignamos a continuación algunas de ellas:

1. Literal fue denunciada como elitista, críptica;2. denunciada como falsamente elitista, pretenciosa, epigonal;3. cuestionada por contaminar la literatura con teoría, o por

someter la literatura al patrón o a la soberanía de un modelo teórico (el psicoanálisis lacaniano);

4. finalmente, defendida o reivindicada por esa misma operación: la contaminación, mezcla o injerto entre teoría y ficción.

Oigamos las acusaciones de elitismo y falso elitismo: Nora Dottori, desde las páginas de 7 Días, dictaminaba acerca de El frasquito: "texto elitista, deliberadamente críptico, en el que se filtran los elementos más conocidos y difundidos del psicoanálisis" (9), mientras Sergio Crivelli y Alberto Delorenzini, dos "profesores de literatura" convocados por el diario La Prensa en noviembre de 1978 para tranquilizar a los lectores que "han caído en el desconcierto", se referían a:

[...] la hipertrofia de las vanguardias [...] un fenómeno que [...] se manifiesta bajo los aspectos de epigonismo, anarquía y disolución de las formas. Un ejemplo ilustrativo lo constituyen las nuevas tendencias de la literatura francesa, orientadas en las teorías del psicoanalista Jacques Lacan sobre el lenguaje, los escritos de la revista Tel Quel y las investigaciones lingüísticas de Roland Barthes. [...] Todas estas corrientes, que [...] abominan de lo referencial por retrógado, generan textos que son la mera ejemplificación de la teoría que los produce. En nuestro país, con fundamentos teóricos similares, la revista Literal representa un epigonismo de segunda mano, cuyo mayor mérito consiste en elaborar textos muy semejantes a malas traducciones del francés. (10)

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En cuanto a la acusación de someter la literatura al dominio de la teoría, ya vimos como Andrés Avellaneda hablaba de "literatura ‘prologada’" y señalaba que el psicoanálisis era empleado en Literal como "explicación" de la literatura.

En un trabajo más cercano a nosotros, Alberto Giordano, vuelve a señalar que esta presencia rectora del psicoanálisis en Literal le restaría fuerzas a su política literaria. La apuesta de Literal estaría encerrada en una contradicción, ya que si por un lado textos como El Fiord y El frasquito son inciertos, refractarios, y se sostienen en la imposibilidad de decir lo real; por el otro, —y aquí radicaría la contradicción— estos textos se presentan acompañados por trabajos críticos como el de Piglia, que desde una retórica de la certidumbre los explican, los despejan, los vuelven legibles. En una línea que llamativamente retoma la reivindicación de la tradición ensayística nacional frente a los "nuevos saberes" que irrumpieron en el campo de las "humanidades" y "ciencias sociales" en las décadas del sesenta y setenta, Giordano sostiene que "Un texto incierto [se refiere específicamente a El frasquito] reclama una lectura de ensayista". (11)

Finalmente, Jorge Panesi, en el trabajo al que ya hemos hecho referencia, coincide en señalar el cruce entre literatura y teoría como un rasgo fundamental de la escritura Literal, aunque valora en términos opuestos a los de Giordano los efectos de este injerto:

La década del setenta ve el intento de incorporar al terreno de la producción literaria rasgos que pertenecen a la teoría. Si se recuerda cómo el futurismo ruso y el formalismo interactúan formando una dupla productiva, indisoluble, se entenderá mejor la postura de un grupo de narradores (Ricardo Piglia, Luis Gusmán, Germán L. García, Osvaldo Lamborghini) que alternan sus lugares como críticos y como fabricantes de ficción. (12)

Según esta línea de lectura, que nos parece la más acertada, la mezcla entre teoría y ficción habría resultado en una "dupla productiva". Sin embargo, hay ciertos presupuestos que los trabajos mencionados comparten y sobre los que no parecen avanzar en la interrogación. Se discute si esta presencia de la teoría es productiva o empobrecedora, transgresiva o normalizadora, pero no se analiza en detalle de qué teoría se trata, cuál es su estatuto, su procedencia, su uso.

Sin dudas la incorporación de rasgos del discurso teórico fue "productiva" —produjo efectos— en la literatura argentina del setenta, pero ¿de qué tipo de productividad específica se trató? La analogía propuesta al comparar la interacción entre formalismo y futurismo ruso es significativa en este sentido: es cierto, nos permite pensar el carácter productivo de esta contaminación entre teoría y

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literatura, lejos de toda idealización de la pretendida "pureza" de un espacio literario al que sólo podríamos aproximarnos desde la indefensión absoluta del ensayista (se aprecia aquí la impronta de Blanchot en la lectura de Giordano). Pero hay un aspecto de la analogía que no termina de conformarnos: ¿El Formalismo Ruso? ¿análogo a Literal en el plano de la teoría? ¿Y hablando específicamente de productividad?

La comparación tiene el riesgo de velar, bajo la fuerza de un deseo, una consideración más atenta a la especificidad de lo teórico, o de cierta operación teórica llevada adelante por Literal.

Recapitulemos. Si es cierto que Literal designa, en sentido literal, una revista, y en sentido amplio una constelación formada por esa revista, un conjunto de textos ficcionales, las respuestas críticas que estos textos produjeron, y quizás también un "grupo" y hasta una "generación" literaria; también lo es que, en un sentido mucho más restringido, Literal designa una operación crítico-literaria, una intervención efectuada en relación con un estado específico del campo literario argentino. Podría hablarse entonces de una operación Literal o, para tomar los términos de la misma revista, de una "flexión literal" o de una "intriga". (13)

El valor de una intriga, no debe juzgarse por su eficacia a corto o largo plazo. También es posible pensar un movimiento cuyos términos oscilarían entre intrigar, conspirar / no dar el golpe. Habrá que suponer entonces un aparato de producción virtual, desfasado de las diferentes cadenas de montaje, cuya "producción" (palabra que siempre será necesario leer entre comillas) se concretará en la instauración de un signo medio depravado, escindido, ambiguo [...] (14)

Para pensar toda la fuerza, todo el valor de esta "intriga", de esta puesta en duda de la "eficacia" como criterio de valoración, es preciso situarla en el contexto específico de la radicalización política de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta en la Argentina. Hay que situar a Literal obviamente contra el populismo latinoamericanista de Crisis, contra la promoción del "boom" de la literatura latinoamericana por Primera Plana, pero también contra el abandono de la defensa de la "autonomía relativa" de la literatura y de la especificidad de la crítica literaria en el segundo tramo de la revista Los Libros.

A nivel argumentativo, dos habrán sido los blancos polémicos de la flexión literal: el realismo y el populismo:

Que el realismo y el populismo converjan en la actualidad para formar juntos el bricolage testimonial es sólo el efecto de una desorientación que ya conoce su horizonte;

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es decir, sus límites y sus fracasos. [...] La flexión literal se excluye de este imaginario colectivo. (15)

[...] el delirio realista de duplicar el mundo mantiene una estrecha relación con el deseo de someterse a un orden claro y transparente donde quedaría suprimida la ambigüedad del lenguaje; su sobre abundancia, mejor dicho.

[...] la flexión literal descree de ese agitarse como locos implicado en el proyecto de andar mimando lo social. (16)

Literal lleva adelante, fundamentalmente en sus dos primeros volúmenes, una crítica teórica de la ilusión populista, de la ilusión realista, y de su alianza estético-política. Una crítica que extrae su fuerza de la distancia que le permite la mediación de la teoría. En este sentido resulta clave el texto "El matrimonio entre la utopía y el poder", publicado en el nº 1 (noviembre de 1973) pero fechado en julio de ese año (poco después de la masacre de Ezeiza y de la renuncia de Cámpora y Solano Lima). Allí se señalan las implicancias políticas de esta alianza:

Si una determinada concentración de poder está en condiciones de inscribir en el presente una utopía cívico-cuartelera, meramente restitutiva de un ayer tan imaginario como la "potencia" que se proyecta en el futuro, es porque los mismos grupos que podrían oponerse al proyecto se han mutilado con el cuento de la realidad, la eficacia y la táctica [...] O de cómo los buenos quieren el bien, pero los malos los cercan y los obligan a hacer el mal. El cerco, en efecto. El cerco ya está tendido. (17)

Frente al "cuento de la realidad", se impone entonces "un edicto aristocrático":

[...] primero, la reducción de toda "literatura" a la poesía, a sus rasgos pertinentes (que consisten en la anulación interminable de sus rasgos pertinentes) y, segundo, la negación de toda tentativa de escribir "pensando" en el semejante, en la semejanza, en la reproducción: un salto hacia lo otro y hacia la diferencia. (18)

Pero esta operación —llamémosla crítica teórica del popu(rea)lismo, y afirmación de la soberanía de la escritura ("no se trata del arte por el arte, sino del arte porque sí") (19)— es sólo un aspecto de la flexión literal. Hay una segunda operación que la acompaña, y que ha sido menos señalada por la crítica. Podríamos denominarla uso plebeyo de la teoría. Ambas operaciones forman parte de un mismo

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movimiento, y deben ser pensadas en conjunto. De lo contrario caeríamos en el error de tomar demasiado literalmente —quiero decir: ingenuamente— el estatuto del discurso teórico en Literal.

Doy un ejemplo: En Literal N°4/5, un texto que lleva por título "Juego de exclusiones" [pp.167-169], comienza así: "Hablar un lenguaje —sentencia Wittgenstein— es compartir una forma de vida". Al señalar la distancia entre la versión "Literal" y el original ("...imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida") (20) no se trata aquí de denunciar una ignorancia o de criticar una falta de atención. Ni siquiera de señalar un desinterés por los protocolos de la seriedad académica. No importa tanto el hecho —no menor sin embargo— de que Literal cite mal, sino el deseo expresado en el olvido o la modificación: mientras Wittgenstein afirma que, si se es capaz de imaginar un lenguaje, se es capaz de imaginar una forma de vida; la versión "Literal" implica que basta con "hablar" un lenguaje (imaginado quizás por otro) para "compartir" sin más su forma de vida. Ricardo Piglia, al intentar definir la lógica económica que rige en El frasquito, en cuyo centro se encuentra la casa de empeños, la denominó "Metafísica lumpen del milagro opuesto al trabajo productivo" (21) y esa definición bien podría aplicarse a lo postulado por la sentencia de Wittgenstein en su versión "Literal".

Si prefiero hablar de un uso plebeyo, un uso bajo o lumpen, de la teoría, y no de un uso popular, es porque la noción de lo popular remite a una entidad más o menos estable y sustancial ("el pueblo") mientras lo plebeyo caracteriza —antes que una sustancia— un movimiento, un gesto desafiante y resentido de apropiación escandalosa, un uso y una ocupación —una invasión— violenta de un espacio preservado ("La plebe ultramarina" que, al decir de Leopoldo Lugones, ingratamente "nos armaba escándalo en el zaguán").

Néstor Perlongher, analizando El Fiord y la escritura de Osvaldo Lamborghini, había señalado este

[...] elemento singular, ya presente en Genet: cómo la literatura de un marginal real, en vez de conformarse con la llaneza que algunos socialrealistas le atribuirían estereotipadamente, se embarroca, se enreda en las lujurias de la lengua, pero sin dejar de recoger todas las hablas. Algo análogo se podría decir de Osvaldo Lamborghini: apostar siempre a lo más "alto" para tratar lo más "bajo". [...] se escribe en fuga, la fuga lumpen, la deriva lumpen invade la escritura, la conduce a alocarse. (22)

Teniendo en cuenta la operación caracterizada anteriormente, sería posible establecer algunas diferencias significativas entre El Fiord y El frasquito, y entre sus correspondientes suplementos críticos, ya

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que creemos que en la caracterización de Literal como grupo se ha tendido a equipar textos que en realidad son muy diferentes.

1) Una primera diferencia, que me limito a señalar aquí: el epílogo de Germán García a El Fiord, por su retórica, su lógica argumentativa, su sistema de citas y de exhibición de nombres prestigiosos, etc., sería un claro exponente de lo que denominé uso plebeyo de la teoría; no así el prólogo de Piglia a El frasquito.

2) Se ha hablado de "estética de la mezcla" para caracterizar ambos textos literarios. Y evidentemente es un procedimiento central en El Fiord y en El frasquito, pero opera de manera muy diferente en ambos textos.

En El fiord la mezcla de flujos (sangre, semen, sudor, materia fecal, lágrimas, mocos, vómito), de cuerpos (prácticas heterosexuales, homosexuales, incestuosas, orgiásticas), de discursos (alto, bajo; de derecha, de izquierda, literario, teórico; poético, gauchesco) a medida que el relato avanza, se transforma en un devenir delirante en el cual ya no hay mezcla, porque ya no existen identidades, mismidades o espacios "altos" y "bajos" que "luego" pudieran mezclarse. Así, Atilio Tancredo Vacán es también Alejo Varilio Basán; Carla Greta Terón es Cali Griselda Tirembón; Sebastián es Sebas, Bastián, Bastiansebas, Basti; Alcira Fafo es Amena Forbes, Aba Fihur, Arafó, Aicyrfó.

En El frasquito, por el contrario, la mezcla opera en el marco de un imaginario heterosexual masculino rígidamente organizado en base a la oposición binaria tener / no tener. Se diseñan dos espacios separados de manera tajante (lo alto / lo bajo; las "alturas" de lo teórico y las "bajezas" de lo popular) y se postulan diversos modelos de contaminación entre ambos espacios, pero sin poner en cuestión su identidad respectiva, y sin que esa división en dos espacios deje de ser vivida dramáticamente. Así, el "padrecito bígamo" se queja:

La otra, siempre pensando en la otra, la otra y ella, ella y la otra, tenerlas a las dos juntas en una cama, que se hicieran amigas [...], cogerlas a las dos. [...] para poder parar un minuto, para no estar partido en dos partes. [...] se imaginan acostarse con dos mujeres, mantener dos mujeres, te hablan y parece que no van a terminar nunca. (23)

El segundo modelo en el que me interesa detenerme, postula la intromisión de un sujeto "bajo" en un espacio "alto". Pero antes de leerles la cita permítanme una última digresión: en enero de 1984 se reedita El frasquito, sin el prólogo original de Piglia. (24) Gusmán escribe entonces un prólogo de autor en el que recuerda: "A más de diez años de su publicación —acaecida en los ardores contestatarios previos a la elección de 1973— me viene a la memoria el comentario

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de Oscar Masotta después de leer el libro: su sorpresa de no encontrar ahí nada reivindicatorio." (25)

Ahora sí, situado El frasquito en "los ardores contestatarios" que antecedieron a la elección del ‘73, pasemos a la cita de este libro en el que, al decir sorprendido de Masotta en el recuerdo de Gusmán, no habría "nada reivindicatorio". Y sin embargo...

Yo me cojo a la tía, la tía se abre de piernas para el sobrino, [...] Yo tomo el whisky del tío, le uso la colonia. [...] yo me limpio la leche con la camisa del tío, mancho la sábana, dejo pelos por todos lados, le hago morder la almohada y le pregunto quién la tiene más grande, el tío o yo. (26)

 

Diego Peller

 

 

NOTAS

(1) Giordano, Alberto, "Literal y El frasquito: las contradicciones de la vanguardia", en Razones de la crítica, Bs.As., Colihue, 1999, pp.63-4.

(2) "La historia no es todo", Literal, 4/5, noviembre 1977, pp. 9-18.

(3) Steimberg, Oscar, reseña de O.L., El Fiord, China-Town, 50 págs., en Los Libros, 5, noviembre 1969, p.24

(4) Andrés Avellaneda en el número 120 de Todo es Historia. Subrayo yo.

(5) Ludmer, Josefina, El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, Buenos Aires, Sudamericana, 1988, pp.182-3.

(6) Freud, Sigmund, Tótem y tabú (1913), Obras completas, XIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.

(7) Ricardo Piglia, "El relato fuera de la ley", en El frasquito, Buenos Aires, Noé, 1973, pp. 7-23.

(8) Panesi, Jorge, "La crítica argentina y el discurso de la dependencia", en Críticas, Buenos Aires, Norma, 2000, pp. 35-37.

(9) Dottori, Nora, "¿Quién se asusta hoy de Edipo?", en 7 Días, nº 300, pp.75-6. Citado en Panesi, op.cit., p.36.

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(10) La Prensa, Buenos Aires, 26/11/78. Citado en Libertella, Héctor (comp.), Literal 1973-1977, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2002, pp.143-146.

(11) Giordano, Alberto, op.cit., p. 82.

(12) Panesi, Jorge, op.cit., p. 35. Subrayo yo.

(13) "La intriga" es el título de un texto aparecido en el nº 1 de Literal [p.119-122], y fue escrito por Osvaldo Lamborghini, según el testimonio de Germán García (cfr. de este último "La intriga en Osvaldo Lamborghini" [1986], en Fuego amigo, Buenos Aires, Grama, 2003, pp. 43-9). Dos textos llevan por título "La flexión literal"; ambos formaron parte del nº 2/3 de la revista, pp. 9-14 y 145-148].

(14) "La intriga", Literal nº1, pp. 119-122.

(15) "La flexión literal", Literal, nº 2/3, pp. 9-14

(16) "La flexión literal, Literal, nº 2/3, pp. 145-148

(17) Literal, nº 1, pp. 35-36. Escrito, según Héctor Libertella, por Germán García y Osvaldo Lamborghini

(18) "Apuntes alrededor de 35 versos de ‘Elena Bellamuerte’", Literal, nº 2/3, pp. 59-73. Escrito por Osvaldo Lamborghini y Josefina Ludmer, según Héctor Libertella y J. Ludmer.

(19) "No matar la palabra, no dejarse matar por ella", Literal, nº 1, pp. 5-13.

(20) Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 2002, p. 31, parágrafo 19: "...imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida". Subrayo yo. La palabra en el original alemán es "vorstellen" en los dos casos.

(21) Piglia, Ricardo, "El relato fuera de la ley", op. cit., p.14.

(22) Perlongher, Néstor, "Ondas en El Fiord. Barroco y corporalidad en Osvaldo Lamborghini", Papeles insumisos, Buenos Aires, Santiago Argos, 2004, p.206

(23) Gusmán, Luis, El frasquito, Buenos Aires, Noé, 1973, p.53.

(24) Quien nunca volvió a autorizar su publicación.

(25) Gusmán, Luis, "Prólogo" de 1984 a El frasquito y otros relatos, Buenos Aires, Alfaguara, 1996, p.17.

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(26) Gusmán, Luis, El frasquito, Buenos Aires, Noé, 1973, p.63.