dialogo cien cia fe

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TEMAS CENTRALES DEL DIÁLOGO CIENCIA-FE EN LA ACTUALIDAD [THE CENTRAL THEMES IN SCIENCE-FAITH DIALOGUE TODAY] JUAN ARANA Resumen: El trabajo quiere presentar los retos actuales en el diálogo entre la fe y la ciencia. Los retos no se encuen- tran en el descubrir temas comunes donde establecer el diálogo, sino en la actitud que deben adoptar el científico y el teólogo ante las cuestiones que se les plantean desde la otra parte. El teó- logo que escucha las conclusiones del conocimiento científico está en mejo- res condiciones de dar razón de su fe, hoy. El científico cristiano que conoce la articulación de la fe tiene los hori- zontes de conocimiento mucho más despejados. La cuestión se aplica a va- rios aspectos actuales en este diálogo: el cuerpo y el alma, la relación de Dios con el mundo, el conocimiento de Dios a partir de lo creado, etc. Palabras clave: Ciencia, Fe, Diálogo. Abstract: This article presents the current problems in the dialogue between faith and science. The pro- blems do not lie in the search for common issues on which dialogue can be established, but, in the attitude that the scientists and the theologian must adopt when they come up against the questions set by their counterparts. The theologian who lis- tens to the conclusions of scientific knowledge is better prepared to ex- plain his faith today. The Christian scientist who knows how the faith is structured has a clearer notion of the horizons of knowledge. This applies to various aspects of this dialogue: the body and soul, the relationship of God with the world, the knowledge of God from creation, and so on. Keywords: Science, Faith, Dialogue. 479 SCRIPTA THEOLOGICA 39 (2007/2) 479-494 ISSN 0036-9764

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ciencia y fe

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  • TEMAS CENTRALES DEL DILOGO CIENCIA-FE EN LA ACTUALIDAD

    [THE CENTRAL THEMES IN SCIENCE-FAITH DIALOGUE TODAY]

    JUAN ARANA

    Resumen: El trabajo quiere presentarlos retos actuales en el dilogo entre lafe y la ciencia. Los retos no se encuen-tran en el descubrir temas comunesdonde establecer el dilogo, sino en laactitud que deben adoptar el cientficoy el telogo ante las cuestiones que seles plantean desde la otra parte. El te-logo que escucha las conclusiones delconocimiento cientfico est en mejo-res condiciones de dar razn de su fe,hoy. El cientfico cristiano que conocela articulacin de la fe tiene los hori-zontes de conocimiento mucho msdespejados. La cuestin se aplica a va-rios aspectos actuales en este dilogo:el cuerpo y el alma, la relacin de Dioscon el mundo, el conocimiento deDios a partir de lo creado, etc.

    Palabras clave: Ciencia, Fe, Dilogo.

    Abstract: This article presents thecurrent problems in the dialoguebetween faith and science. The pro-blems do not lie in the search forcommon issues on which dialogue canbe established, but, in the attitudethat the scientists and the theologianmust adopt when they come upagainst the questions set by theircounterparts. The theologian who lis-tens to the conclusions of scientificknowledge is better prepared to ex-plain his faith today. The Christianscientist who knows how the faith isstructured has a clearer notion of thehorizons of knowledge. This appliesto various aspects of this dialogue: thebody and soul, the relationship ofGod with the world, the knowledge ofGod from creation, and so on.

    Keywords: Science, Faith, Dialogue.

    479SCRIPTA THEOLOGICA 39 (2007/2) 479-494ISSN 0036-9764

  • 1. EL DILOGO CIENCIA-FE Y SUS RIESGOS

    Qu puede esperar hoy en da el creyente del dilogo ciencia-religin? Ala vista de la experiencia de los tres ltimos siglos, hay que tomar muchas pre-cauciones para que dicho dilogo no degenere en un ejercicio estril cuando noperjudicial. Conviene aplicar una especie de profilaxis previa para sortear losprincipales obstculos. En primer lugar habra que evitar ejercer este dilogo deuna forma demasiado solemne e institucionalizada. De lo contrario, tienden aproducirse situaciones como la siguiente: un portavoz oficial de la religin, porregla general un telogo o un dignatario eclesistico, se sienta frente a un cien-tfico laureado o un responsable de poltica cientfica. El intercambio de ideassigue un protocolo bastante rgido: cada parte se atrinchera en el campo de sucompetencia y procura salir lo menos posible de l. Por eso ambas procuranbuscar una zona intermedia para intercambiar concesiones o dirimir puntos endisputa. Suele suceder que el clrigo no es ignorante y tiene conocimiento delos asuntos cientficos. Lo mismo el cientfico: sabe algo sobre religin, por ex-periencia personal o porque tiene un loable deseo de instruirse. Planteadas aslas cosas el parlamento se desarrolla en un clima que oscila entre la educada de-ferencia y la corts discrepancia. Quiz varios de ustedes piensen que no se pue-de pedir mucho ms, pero a m me parece un modo muy fro y poco promete-dor de hacer las cosas. Opino que el dilogo ciencia-fe debera ser tema demeditacin ntima de todos los hombres, puesto que la fe y el saber a todosconciernen y de todos requieren una respuesta madura. La ignorancia y la au-sencia de credo personal no son estados recomendables para nadie. Cada unode nosotros tiene que hacer un pequeo balance personal de lo que sabe y delo que necesitara saber, de lo que cree y debera creer. Saberes y creencias noson instancias ajenas; son factores complementarios. Aunque exploremos loscasos extremos del espectro comprobaremos que, desde el hombre ms racio-nalista hasta el ms fidesta, todos conjugan certezas e incertidumbres, eviden-cias y obscuridades. Por eso se ha llegado a decir con fundamento que: Nun-ca hubo conflicto entre razn y fe, sino entre dos fes 1.

    Convendra, en consecuencia, que todos los hombres diramos vueltas alasunto segn la capacidad de cada uno. El modelo a seguir, pienso, no es el depersonas que han profundizado mucho en la fe y poco en la ciencia o vicever-sa, porque entonces se corre el peligro de aumentar las diferencias entre y unay otra, en lugar de buscar lo que tienen en comn. No se trata de buscar abo-gados litigiosos, sino jueces ecunimes. Lo importante no es cul de las dos ins-

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    1. N. GMEZ DVILA, Escolios a un texto implcito II, Instituto Colombiano de Cul-tura, Bogot 1977, 89b.

  • tancias gana y cul pierde, ni tampoco quin se lleva el trozo ms grandedel pastel. ste no es un juego de suma cero, sino una coyuntura en la que a lalarga todos salimos ganando o perdiendo. Entindase que lo que propugno vams all de pedir algo as como una doble titulacin cientfico-religiosa paralos gestores del dilogo ciencia-fe. De hecho, a veces se produce un efecto per-verso cuando los interlocutores disponen de cierta informacin sobre el campoque no es su especialidad, porque tienden a convertir en prejuicios sus conoci-mientos previos: todava no son expertos, pero ya han perdido la inocencia. Eneste sentido podra convenir dar el principal protagonismo en este tipo de co-loquios a creyentes y cientficos de gran entrega y vocacin, pero no demasia-do recargados de ttulos y responsabilidades, si pretendemos que hablen deciencia y religin, y no tanto de las relaciones entre instituciones cientficas einstituciones religiosas.

    2. EL CIENTFICO, EL TELOGO, EL CREYENTE

    Es importante, por otro lado, distinguir claramente el dilogo entre cien-cia y fe del dilogo entre ciencia y teologa. Me atrevera a aconsejar que elprimero anteceda y prepare el segundo, porque la conjuncin de cientfico ytelogo abunda mucho menos que la de cientfico y creyente. Ms an: si to-mamos la palabra fe en el sentido amplio de creer en lo que no vemos, no haexistido ni existir cientfico alguno que carezca de ella. Si me perdonan unamatizacin incmoda, no siempre est garantizado en cambio que el telogosea creyente, en cuyo caso, cuando toca el tema de la relacin entre ciencia y fe,habla de dos cosas que desconoce. Admito que incluso en ese supuesto quetampoco es la regla, gracias a Dios, el telogo tiene por metodologa y talantebastante de cientfico. Con todo, cuando se pone a hablar con el hombre deciencia apoyndose en ese bagaje comn acaba por conformarse con aproxima-ciones tangenciales y tiende a dejar a un lado las cuestiones de fondo. En efec-to: mientras el parentesco entre cientfico y telogo es formal, la afinidad entrecientfico y creyente se refiere ms bien a su actitud personal frente a los con-tenidos, frente a la verdad que ambos buscan. No creo necesario aclarar dndeestn los asuntos que con mayor urgencia y profundidad conviene tratar. Porotro lado, los obstculos semnticos se multiplican cuando cientficos y telo-gos se sientan frente a frente: con demasiada frecuencia las palabras pronuncia-das se entienden en una clave inadecuada, porque cada cual se empea en orslo lo que supone de antemano que va a decir su interlocutor. Al final cadacual se escucha a s mismo y convence o refuta al smil de adversario que ha sa-cado del bolsillo. El fenmeno que estoy describiendo es muy antiguo. Ambos

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  • colectivos acumulan una larga historia de desencuentros y cada grupo la ha his-toriado a su manera. sa es la razn de que resulte mproba la tarea de explicarel curso, por poner un ejemplo, del caso Galileo, cuando se presupone que Ga-lileo era nica y exclusivamente cientfico, y sus jueces nica y exclusivamentetelogos. Sobre esta base importa poco lo que digan los documentos: se tomapartido por uno o por otros y se acta en consecuencia. En cambio, cuandoasumimos el hecho de que tanto Galileo como Belarmino eran hombres de fe, elconflicto no pierde dramatismo y resulta mucho ms aleccionador para com-prender las relaciones entre ciencia y religin.

    Con las antedichas generalizaciones parece que estoy queriendo dismi-nuir la importancia del papel que corresponde a la teologa en el tema que tra-tamos. Muy al contrario, pienso que corresponde al telogo dar razn del lugarde la ciencia en el horizonte del destino humano y la economa de la salvacin.Precisamente el error de los telogos que condenaron a Galileo fue no saber re-conocer ese lugar o, por decirlo de otra manera, no querer dar al Csar lo quees del Csar. El error de Galileo en cambio fue intentar oficiar de telogo sinserlo, esto es, pretender que el propio cientfico determine cundo hay que con-sultar el libro de la naturaleza y cundo uno debe remitirse a la Revelacin. Endefinitiva, a la teologa compete determinar dnde termina su fuero y empiezael de la razn cientfica; mientras que la ciencia nunca sabe con exactitud has-ta dnde llega su jurisdiccin. En lo que atae a la perspectiva de conjuntonunca debe el cientfico tratar de arrebatar al telogo la primaca; en cambio enlo que se refiere a la letra pequea del cosmos el telogo puede muy fcilmen-te saltarse un rengln o dos si no atiende a quien por oficio se dedica a cote-jarla una y otra vez. Voy a tratar de ilustrar esto ltimo con un ejemplo hist-rico ms reciente.

    3. IMPORTANCIA DE LAS CUESTIONES LIMTROFES

    El ao 1948 se celebr un debate radiado sobre la existencia de Dios enel que intervinieron Bertrand Russell y Frederick Copleston. A decir verdad, niel primero era propiamente un cientfico ni el segundo un telogo. Ambos eranfilsofos, pero Russell apostaba claramente por la ciencia y Copleston por lateologa. En el curso de la controversia se utiliz un argumento cientfico y des-de mi punto de vista los dos lo utilizaron mal. Copleston trataba de asentar laexistencia de Dios por la va de la contingencia. Vena a decir que el universose compone de una serie de eventos no necesarios que por fuerza han de teneruna causa ajena a la serie. En este punto Russell objet: hablando de cosas que

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  • no tienen causa, los fsicos nos aseguran que la transicin individual cunticaen los tomos no tiene causa 2. Copleston reaccion diciendo que la teoracuntica es algo provisional y que seguramente no tiene que ver con la realidadmisma del mundo, sino slo con nuestras observaciones, etc.

    Aunque el punto sea algo sutil, permtanme que lo explore brevemente,porque quiero defender la tesis de que tanto los cientficos como los telogostienden a ser perezosos respecto a detalles que pueden ser cruciales cuando dis-cuten asuntos que estn a caballo entre sus respectivos campos, mientras que afi-nan todo lo que haga falta cuando dirimen cuestiones centrales de su propia es-pecialidad. Poca duda cabe de que si todas las cosas del universo son causadas,tiene que haber una causa exterior al universo mismo para que ste exista. Aho-ra bien, si no matizamos la nocin de causa distinguiendo por ejemplo entrecausa metafsica o primera y causa fsica o segunda resulta que para que el ar-gumento funcione todo tiene que tener por igual una causa determinante y en-tonces Dios ha tenido que crear un mundo determinista, frreamente prefijadoy sin espacio para la libertad. se es precisamente el tipo de determinismo queha preconizado el materialismo cientfico y resulta paradjico que en su afn porasentar la presencia del Creador Copleston comprometiera la presencia del es-pritu en el mundo, que precisamente se manifiesta a travs de procesos queescapan a las causas meramente fsicas. Russell, por supuesto, tampoco deseabarealizar un alegato en pro del espiritualismo: lo nico que pretenda en ese mo-mento era cerrar una puerta de acceso al conocimiento de la existencia de Dios.A la hora de explicar el pensamiento humano se olvidaba de las contingenciascunticas y recurra a los procesos cerebrales supuestamente reductibles a reac-ciones bioqumicas. Perdnenme la caricatura, pero en un caso as no puedo de-jar de recordar la grfica expresin kantiana: mientras uno ordea el macho ca-bro, el otro sostiene el cedazo. Absurdo es intentar ordear un macho, eigualmente absurdo recoger el producto en un cedazo. No hubiera sido msproductivo para el telogo advertir que la causalidad trascendente ejercida porDios no est constreida a enlazar las creaturas nicamente por medio de leyesy causas fsicas, y que puede muy bien permitir y hasta propiciar que se pro-duzcan en el mundo eventos que la fsica no puede ni podr nunca prever? Lavigencia del argumento de la contingencia se mantiene inclume sin necesidadde tener que sostenerlo sobre causas segundas de un tipo nico. En cambio, elhecho de que la mecnica cuntica haya encontrado lmites a la posibilidad dedeterminar el devenir del mundo en funcin de los conceptos fsicos clsicos,ofrece un argumento muy plausible para sostener que el mundo es un todo uni-

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    2. Vase B. RUSSELL y F.C. COPLESTON, Debate sobre la existencia de Dios, Teorema,Valencia 1978, 25.

  • tario pero no monoltico. Con ello da una nueva oportunidad para defenderque coexisten en l sin contradiccin la dimensin material y la espiritual, loque de paso nos libra de tener que depender de un dualismo como el de Des-cartes. Me parece que llamar la atencin de los telogos sobre las posibles im-plicaciones teolgicas de las grandes teoras cientficas es un reto que podemosplantearles los creyentes, desde la razn o desde la ciencia.

    4. COLABORACIN O PUGNA?

    Antes de seguir entrando en materia me gustara hacer otra acotacin his-trica. A primera vista parece que cuando cientficos y telogos se han enfren-tado, han sido stos ltimos los que a la larga han llevado las de perder. Cules motivo de esta desventaja? Durante bastante tiempo la ciencia ha contadocon la novedad de su presencia y la pujanza de su crecimiento. En ella se de-positaron en el pasado muchas esperanzas. Hoy las aguas van volviendo a sucauce y ya son muy pocos los que cifran en ella el remedio a todos los males dela humanidad. Incluso se le achacan a veces nuestras presentes dificultades. Sedan pues las condiciones para una evaluacin ms justa de sus posibilidades ypara un dilogo ms equilibrado y enriquecedor con la religin. Es una situa-cin relativamente indita que tambin exige un cambio de actitud en los in-terlocutores. No hay que olvidar, en efecto, que en el grupo de los que han de-fendido la religin frente a ataques provenientes de la ciencia existen diversasactitudes y estilos. El que menos me atrae es el estilo triunfador, que adoptana veces algunos campeones de la fe. No les basta con tener razn, sino que ade-ms quieren tenerla de un modo apabullante, con lo que de paso disminuyenel mrito de su alegato. Creo que no estara de ms recordar en este contexto elsiguiente aforismo de Nicols Gmez Dvila: El honor del apologista cristia-no est en ser probo con el diablo 3. Quizs estn ustedes de acuerdo conmigoen que la consigna es atinada, porque al fin y al cabo nadie como un cristianoha de aceptar el principio de que el fin no justifica los medios. Pero hay ade-ms otro motivo para hacerlo as. En virtud de los desencuentros que he evo-cado las partes estn insensibilizadas respecto a la bondad de la causa ajena, yencastilladas en sus propias verdades. Al que tenga la vocacin de hacer traba-jo apostlico entre mentes cientificistas, le pasar un poco lo que a Charles deFoucault cuando decidi consagrar su vida a predicar en tierra de musulmanes:muchos sinsabores y muy pocos resultados visibles.

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    3. N. GMEZ DVILA, Escolios a un texto implcito I, cit., 171e.

  • 5. LOS TEMAS DEL DEBATE: QU DISTANCIA HAY ENTRE CIENCIAY RELIGIN?

    Hechas todas las salvedades precedentes paso ya a esbozar un guin de losprincipales temas que centran el dilogo entre ciencia y fe en la actualidad. No voya intentar contemplar la cuestin desde fuera. Tratar de adoptar el punto de vis-ta del telogo, o del interesado en teologa, para averiguar cmo sacar el mximoprovecho posible del dilogo con la ciencia. La enumeracin dista de ser exhaus-tiva o sistemtica. Slo voy a espigar algunas de las cuestiones que presumible-mente nos mantendrn ocupados durante los prximos aos y tal vez decenios.

    La primera cuestin no es sustantiva sino estratgica: A qu distanciahay que situar la ciencia de la fe? La respuesta ha de oscilar por fuerza entre losextremos de que no tienen nada que ver entre s o que tienen tanto en comnque en realidad son lo mismo. Es importante acertar y no pasarse en un senti-do u otro, porque aqu pasa un poco como en la fbula de los erizos que per-noctan en una cueva: si se acercan demasiado se lastiman unos a otros, si se ale-jan en exceso dejan de darse calor. Vale la pena recordar que a principios de laedad moderna muchos tendieron a confundir la fe con la razn, y luego con laciencia cuando sta se puso de moda. Bastantes autores ingleses tomaron estapostura, en busca de remedio a la fragmentacin sufrida por la religin cristia-na durante la turbulenta poca de la Reforma. Libros de ttulos tan sorpren-dentes como El cristianismo tan antiguo como la creacin de Tindall, o Cristia-nismo no misterioso de Toland, revelan el sesgo racionalista de esta corriente. Sinllegar tan lejos, la asimilacin del cristianismo y la nueva ciencia no fue un fe-nmeno inslito. John Craige, por ejemplo, public en 1699 unos Principiosmatemticos de la teologa cristiana, con los que remedaba la archifamosa obrade Newton Principios matemticos de la filosofa natural. No siempre haba trasestos trabajos la pretensin de suplantar la fe con la razn o la ciencia, sino quea menudo intentaban simplemente apuntalarla demostrando la armona quehaba entre ellas. La mayor parte de los creadores de la ciencia moderna eranespritus piadosos y pretendieron extraer de sus investigaciones argumentos decredibilidad para las verdades de la fe. As surgieron gneros como la teologa f-sica o la astro-teologa, que tuvieron extraordinario auge en el primer tercio delsiglo XVIII. No en vano lo llamamos el Siglo de la razn, pues tambin lo fuepara un sector significativo de devotos. La idea rectora de los telogos fsicosera que muchos contenidos de la religin pueden ser refrendados por las con-quistas de la ciencia. As, el newtoniano William Whiston public en 1696 unaNueva teora de la tierra, donde trat de refrendar el relato bblico del diluviouniversal con la fantasa de un cometa enviado por Dios para cambiar la incli-nacin del eje terrestre de rotacin e inundar todo el orbe con la humedad de

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  • su cola. Podemos colegir el cmulo de despropsitos que llegaron a ser alega-dos en pro de las ms dudosas interpretaciones del Antiguo y Nuevo Testa-mento. El celo apologtico puede muy bien perecer vctima de sus excesos y,por quererlo probar todo, acaba por no probar nada. Buffon, cientfico de esamisma poca que no se distingua por su fervor, sac una conclusin que la ma-yora de los creyentes avalara hoy en da:

    Siempre que se tenga la temeridad de querer explicar con razones fsicasverdades teolgicas, de permitir interpretar con puntos de vista puramente hu-manos la palabra divina de los libros sagrados, de querer razonar sobre los desig-nios del Altsimo y la ejecucin de sus decretos, se caer necesariamente en la ti-niebla y el caos 4.

    Bien es cierto que el mismo Buffon emple el cometa que prohiba usaren la explicacin del diluvio para dar cuenta del origen de los planetas. Perocuando una teora cientfica fracasa, se arroja a la papelera y ya est. En cam-bio, cuando una conjetura apologtica resulta fallida parece que lo que se de-precia no es ella misma, sino la tesis religiosa que pretenda apoyar. Nunca heacabado de averiguar por qu.

    6. LA TESIS DE LA SEPARACIN RADICAL

    El caso es que tras unas cuantas experiencias desgraciadas, iglesias y cre-yentes empezaron a cuestionar la capacidad de la razn cientfica para otorgarauxilios fiables a la fe, y la tesis de la separacin tajante entre lo cientfico y loreligioso ha sido moneda corriente en ambientes piadosos, de lo que constitu-ye una muestra representativa la actitud del cientfico y epistemlogo catlicoPierre Duhem:

    Cmo podramos haber pensado que la evolucin experimentada pornuestras opiniones de fsico poda tener importancia para nuestra fe catlica?No habamos conocido cristianos, tan sinceros como ilustrados, que crean cie-gamente en las explicaciones mecanicistas del Universo material? No habamosconocido cristianos ardientes partidarios del mtodo inductivo de Newton? Nosaltaba a los ojos, a los nuestros y a los de todo hombre de sentido comn, queobjeto y naturaleza de la teora fsica eran cosas ajenas a las doctrinas religiosas ysin contacto alguno con ellas? 5

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    4. C. DE BUFFON, Histoire naturelle, gnrale et particulire, Imprimerie Royale, Paris1749-1767, vol. I, 178-179.

    5. P. Duhem, citado en S.L. JAKI, La ciencia y la fe. Pierre Duhem, Encuentro, Ma-drid 1996, 173.

  • Dejando a un lado los detalles de un debate que dura ya siglos, quisieraafirmar que la tesis de la separacin radical responde a una estrategia defensiva.Quien corta el dilogo es la parte que lo ve como amenaza. En la misma po-ca en que Duhem distingua de un modo tan tajante ciencia y religin, la ma-yor parte de los cientificistas trataban de refutar positivamente la religin ennombre de la ciencia, precisamente porque hacan de la ciencia un sucedneode la religin. Hoy ya casi nadie lo cree, y lo que se intenta es simplemente queel hombre aprenda a vivir sin religin. Esto en cierto modo invierte la relacinde fuerzas, y ahora es el cientfico puro el que se siente en una posicin msfrgil y empieza a sumarse con calor a la tesis de la separacin radical. Valga co-mo ejemplo representativo el libro de Stephen Gould Ciencia versus religin. Unfalso conflicto. Gould es, mejor dicho, era un agnstico radical y en la siguientecita podremos apreciar su propuesta:

    No veo de qu manera la ciencia y la religin podran unificarse, o si-quiera sintetizarse, bajo un plan comn de explicacin o anlisis; pero tampocoentiendo por qu las dos empresas tendran que experimentar ningn conflicto.La ciencia intenta documentar el carcter objetivo del mundo natural y desarro-llar teoras que coordinen y expliquen tales hechos. La religin, en cambio, ope-ra en el reino igualmente importante, pero absolutamente distinto, de los fines,los significados y los valores humanos, temas que el dominio objetivo de la cien-cia podra iluminar, pero nunca resolver. [...]Propongo que encapsulemos esteprincipio bsico de la no interferencia respetuosa [...] enunciando el principio delos magisterios que no se superponen 6.

    Un apologista agresivo podra sentirse tentado a aprovechar este des-fallecimiento del adversario para contraatacar. Pero eso sera hacer un flacoservicio tanto a la ciencia como a la religin. No es poniendo de rodillas a larazn como prosperar la fe en el siglo XXI, sino ayudndola a realizar biensu trabajo, a desarrollar todas sus posibilidades y a no abusar temerariamen-te de ellas. La crisis de la confianza depositada por la sociedad en la cienciase debe a que en su nombre se hicieron varias promesas que luego no fue po-sible cumplir, y fundamentalmente dos. Primera, que la ciencia ayudara alprogreso tico de la humanidad, facultndola para hacer buen uso del poderque pona en sus manos. Segunda, que la ciencia remediara sin excepcinnuestros males y satisfara con holgura nuestros sueos. El dilogo ciencia-fe es hoy ms necesario que nunca para reparar las secuelas de este doble fra-caso.

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    6. S.J. GOULD, Ciencia versus religin. Un falso conflicto, Crtica, Barcelona 2000,11-12.

  • 7. LA RELACIN DIOS-MUNDO

    La segunda cuestin que quisiera presentar tiene que ver con la relacinDios-mundo. Es quiz la que de modo ms reiterado se plantea cuando elhombre de fe y el hombre de ciencia se ponen a hablar, y la que con mayor fre-cuencia plantea roces. Es difcil evitar las discrepancias en este caso, porque esun punto en el que el creyente puede hacer pocas concesiones: para l, Dios esel Seor de la historia y dejara de ser Quien es si tuviera que soportar cualquiertipo de cortapisas a la hora de manifestar su presencia en el universo. El nicomargen de maniobra que le queda es admitir no que Dios no puede, sino queno quiere avasallar al mundo con su aliento, de manera que la autonoma delacontecer csmico y la vigencia de leyes fsicas forman parte de su inescrutabledesignio. Con esto basta y sobra en realidad para que la ciencia tenga todo elespacio que precisa, pero aqu sus cultivadores se muestran especialmente quis-quillosos. Dirase que tienden a confundir a Dios con un deus ex machina, esdecir, con las intervenciones sobrenaturales que arreglaban in extremis las situa-ciones sin salida en que desembocaban antiguamente las comedias. Se puedeentender que si abundaran las curaciones milagrosas los mdicos acabaran portirar a la basura sus fonendos. El error est sin embargo en presuponer una in-compatibilidad mutua entre causas primeras y segundas, y pensar que no haymilagro donde interviene el bistur, cuando aqul puede muy bien valerse deste. Si me permiten cambiarlo un poco, lo dira con un refrn: A Dios ro-gando y con el bistur cortando. En el fondo, tanta rigidez e intolerancia hayen quienes prohben a Dios alterar los cnones admitidos por la fsica vigente,como en los que se niegan a que Dios pueda jugar a ser el gran Arquitecto o elgran Relojero si as le place. No corresponde al hombre y lase aqu tanto ho-mo scientificus como homo religiosus definir a priori y en funcin de sus prefe-rencias el modo y manera de encontrar a Dios en el mundo, sino estudiar conhumildad, rigor y, por qu no?, reverencia cmo ocurren las cosas. Seguro queal final uno acaba por descubrirlo.

    La amplitud de criterio es compatible con las apuestas heursticas. Ten-go entendido que Santa Teresa aconsejaba alimentarse mejor a las monjas quecaan en raptos msticos con demasiada frecuencia. De la misma manera, loscientficos opinan que antes de que ellos empezaran a explicar cmo sucedenlas cosas se producan demasiados portentos. Bien est que se muestren reaciosa admitirlos, sobre todo si tenemos en cuenta que su trabajo consiste precisa-mente en explicar los casos que no son portentosos o, si se quiere, estudiarportentos que se repiten sin variacin. Toda la historia del universo se resumeen portentos nicos y portentos reiterados. Unos y otros provienen de idnti-

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  • ca fuente y no hay conflicto de competencias entre ellos. Se comprende que sien el curso de la naturaleza se encuentran muy pocas excepciones, o inclusoninguna, a la vigencia de determinada norma se deba colegir que ha sido de-cretado as por la Causa primera; mientras que cuando no encontramos pormucho que la busquemos regla alguna que unifique la categora de fenmenosque estudiamos, cabe especular que no existe o que es demasiado compleja pa-ra ser descifrada por nuestro intelecto. Pero sacar de este tipo de contingenciasconclusiones acerca del talante del Creador, presumiendo que es de tempera-mento metdico o caprichoso, no deja de ser una temeridad. Aqu no dejabade tener cierta razn Voltaire cuando nos comparaba con una convencin degrillos que discuten en un rincn del jardn sobre el temperamento del horte-lano. Si pudisemos llegar a agotar el conocimiento de Dios a partir del estu-dio de su obra, no hubiera hecho falta que se nos revelara. En el mundo haysuficiente orden como para colegir que existen principios que lo unifican, ysuficiente desorden para convencerse de que no se trata de una realidad mo-ntona, mecnica, annima. No creo que sea necesaria otra cosa para hacerviable y fructfero el dilogo entre ciencia y fe en lo que se refiere a la existen-cia y naturaleza de Dios.

    8. LA CIENCIA Y LAS VAS PARA ACCEDER A DIOS

    Hay dentro de este orden de consideraciones un punto que tiene espe-cial relevancia, y que se refiere a las pruebas de la existencia de Dios. Cuan-do se abordan los argumentos cosmolgicos de la mano de la metafsica, sellega con frecuencia a un punto muerto del que es difcil salir, porque mu-chos filsofos exigen certezas incontrovertibles que no suelen estar al alcan-ce de la mano. Adems, no hay modo de evitar en teologa natural la nocinde infinito actual, que desborda por todos lados nuestro limitado intelecto.El cientfico nunca osara trasgredir estas barreras, pero ello no significa quelas modestas verdades que alcanza carezcan de significado teolgico. Una vade acceso a Dios es til aunque nos deje todava muy lejos de l: basta conque nos lo acerque un poco. La ciencia no promete certezas apodcticas ni re-suelve problemas a los que la experiencia no tiene ni tendr nunca acceso.Nunca dir que es positivamente infinito el poder y la sabidura que se ma-nifiestan en el universo. Carecen no obstante de inters los enormes cauda-les de energa y el sofisticado entramado de leyes que descubre? Quiz, qui-z, no sea Dios la Presencia que objetiva la ciencia con una probabilidadrayana en la certeza, pero hay que empearse mucho para negar que se pare-ce bastante.

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  • 9. TEOLOGA Y TELEOLOGA

    Existen muchas otras cuestiones de teologa natural que, aun escapandoa la capacidad de resolucin de la ciencia, pueden recibir de sta un tratamien-to menos crispado y controvertido que el dado por los filsofos. La relacin en-tre teologa y teleologa es una de ellas. Pocas discusiones se han envenenadoms a lo largo de la historia que la referida a la legitimidad del uso de las causasfinales. Y de nuevo la culpa se reparte casi por igual entre todos los conten-dientes. Ver la bondad de la Providencia en las arrugas de la piel del rinoceron-te o en las grietas longitudinales del meln resulta ridculo, como tambin lo esnegarse en redondo a aceptar cualquier principio de unificacin que est colo-cado despus de aquello que unifica, por el uso teolgico a que podra dar lu-gar. Aunque nunca haya estado del todo libre de prejuicios filosficos y teol-gicos, el cientfico es un pragmtico cuya prioridad absoluta se cifra en unificarlos fenmenos. Si no puede hacerlo con principios que acten desde el pasadono dudar en echar mano de los que lo hagan desde el futuro. sa es la raznde que las explicaciones finalistas siempre han sido usadas y hoy ms que nun-ca, especialmente en el campo de la biologa. La revolucin de Darwin estuvoen mostrar que las explicaciones finalistas no siempre implican la existencia deprevisin inteligente: es lo que un autor contemporneo ha resumido con la me-tfora del relojero ciego 7. As depuradas de connotaciones metafsicas inde-seables, los materialistas siguieron utilizando este tipo de mecanismos sin malaconciencia. Ocurre sin embargo que la previsin inteligente es slo una formaparticular de ejercer la causalidad final: es la modalidad que deberamos llamarantropomrfica, porque el hombre opera actuando en el presente con la vistapuesta en el porvenir. Pero la idea misma de finalidad no requiere tales idas yvenidas entre futuro y presente. Basta con que la unidad formal no se actualiceen plenitud antes sino despus. Resulta paradjico, por supuesto, que un prin-cipio de unidad acte cuando todava no es, ya que por definicin el futuro noes algo real hasta que deja de ser futuro para convertirse en presente. Por eso,cuando la ciencia utiliza explicaciones finalistas, como por ejemplo el principioantrpico, se le suele dar el estatuto de ficcin explicativa y en definitiva todosse ponen a buscar el modo de sustituirlas o al menos explicarlas con causas efi-cientes, como hizo Darwin con la seleccin natural. Pero ciego o vidente el re-lojero slo es relojero cuando finalmente el reloj que construye funciona.

    Pasando ahora a considerar qu puede significar la causalidad final cuan-do es ejercida por Dios, lo nico cierto es que en ningn caso la ejerce antro-

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    7. Vase R. DAWKINS, El relojero ciego, Labor, Barcelona 1989.

  • pomrficamente, puesto que Dios no est en el tiempo sino en la eternidad, pa-ra la que pasado, presente y futuro son iguales. En este sentido, la figura del re-lojero ciego tan aireada por Dawkins como alternativa atea a la explicacintesta de la evolucin, podra perfectamente ser utilizada para lo contrario. Loque llama relojero ciego es la conjuncin de tres elementos: primero, seleccinnatural; segundo, variaciones azarosas en el ensamblaje de la materia; tercero (yms bien escamoteado por Dawkins), el inmenso espectro de posibles funcio-nes bioqumicas inherentes a la materia. Se trata en definitiva de un complejode causas segundas cuya gnesis y articulacin reclama una causa primera pre-visora actuante no antes o despus sino siempre. Desde este punto de vis-ta cualquier adelanto cientfico, aunque se deba a materialistas y se le quiera daruna formulacin atea, examinado en profundidad constituye un testimonioirrecusable del poder y sabidura divinos. Solamente la inexistencia de leyes yprincipios organizativos, el puro caos, hubiera podido ser utilizado como unargumento en contra. Pero entonces no hubisemos estado presentes para apre-ciarlo.

    10. EL CUERPO Y EL ALMA

    Espigar una ltima cuestin en la que el dilogo ciencia-fe tiene y pre-visiblemente seguir teniendo en los decenios venideros una importancia cru-cial. No se refiere directamente a Dios, sino a quien en el universo ha sido crea-do a su imagen y semejanza. La relacin materia-espritu ha sido quiz la quemayor cantidad de conflicto ha suscitado entre cientficos y filsofos y por en-de tambin entre cientficos y telogos. El hombre de ciencia nunca ha sabidoqu hacer con el espritu. En realidad, siempre ha preferido tenerlo que en-contrarlo. Como un rey Midas de segunda divisin, el cientfico convierte enmateria todo lo que toca, puesto que la materia es su tema, el objeto que d-cilmente despliega las conexiones que sustentan sus leyes y las distribucionesazarosas de sus estadsticas. Es comprensible que slo le interese la materia. Ellono tendra por qu generar ningn problema, pero al mismo tiempo es un cu-rioso universal que se interesa por todo. Los dos factores unidos han conduci-do con frecuencia a la tesis de que todo es materia. En los siglos XVII yXVIII esto no dejaba de ser un sueo de la razn (por no decir mejor una fan-tasa de la mente cuando la razn dorma). Sin embargo, en los siglos XIX yXX se convirti en un desafo que an hoy hay que tomar muy en serio. Fren-te al materialismo supuestamente aliado con la ciencia, los creyentes han pre-sentado un frente muy dividido. Ya vimos en el texto de Duhem anteriormen-te citado que muchos hombres de fe no tenan inconveniente en pactar con el

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  • materialismo cuando se ponan la bata. Hay que suponer que practicaban, aunsin reconocerlo, una teora de la doble verdad. Su posicin se basaba asimismoen la tesis de la separacin radical, tesis cmoda para quien se escuda en unaposicin defensiva, y que equivale a un salomnico reparto de competenciasque otorga a la ciencia el conocimiento y a la religin el sentido, el valor o al-go parecido. Sin embargo, tiene que enfrentarse al inconveniente de que a lapostre es imposible desligar lo que se atribuye a una y a otra. La tesis de la se-paracin, y perdonen que haga ahora esta apostilla a un punto que ya he tra-tado, no resuelve nada porque todas las distinciones dejan de funcionar satis-factoriamente cuando profundizamos y llegamos a los estratos bsicos de lamente: inteligencia, voluntad, intuicin, raciocinio, afecto, sentimiento, raznterica y prctica, etc., son conceptos que poseen perfiles reconocibles cuandolos ponemos sobre la mesa para diseccionarlos como si fueran cadveres, perocuando se incorporan a la unidad viva y palpitante que es el hombre empiezana mezclarse unos con otros. Con la distincin cuerpo-alma pasa tres cuartaspartes de lo mismo. Hasta los albores de la Modernidad, los que trataron depensar en cristiano con categoras filosficas se inclinaron mayoritariamentepor Aristteles, que propona el esquema hilemrfico para entender esta dis-tincin. La gran virtualidad del hilemorfismo es que permite pensar la duali-dad sin caer en dualismo: alma y cuerpo, materia y espritu son dimensionesque se reclaman una a otra: ambas resultan necesarias y hasta imprescindiblespara comprender la totalidad humana. No obstante, a partir del siglo XVII ycon la puesta en marcha de la nueva ciencia, los planteamientos sintticos ce-den la preponderancia a los analticos: lo que prima es el despiece del existen-te humano en partes que se dejen estudiar por separado. En este contexto Des-cartes recupera el dualismo de una tradicin que arranca de Platn y habapermanecido en el pensamiento cristiano como opcin subsidiaria. El dualis-mo sustancial tiene virtudes y defectos cuyo repaso voy a omitir en este mo-mento. Deseo en cambio puntualizar que el dilogo ciencia-fe en lo relativo ala relacin materia-espritu ha estado condicionado por cierta confusin enquienes lo han conducido desde el punto de vista de la fe: el hilemorfismo aris-totelizante ha seguido teniendo fuerza entre los que lo abordaban desde lafilosofa y la teologa mientras que el dualismo platonizante ha predominadoentre los autores ms prximos a la mentalidad moderna. Esto no les ha per-mitido presentar un frente unido contra los que atacaban la nocin de espri-tu en nombre de la ciencia y tambin ha hecho que con mucha frecuencia nose entendieran entre s. Es llamativa, por ejemplo, la ambigedad que arrastrala misma nocin de materia dentro de los propios pensadores cristianos: paraunos designa un coprincipio de cierta categora de sustancias; para otros se re-fiere simplemente a los entes corpreos.

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  • 11. INCOHERENCIAS DE LAS VISIONES MONISTAS

    Sera injusto, no obstante, achacar nicamente a los portavoces de la felas dificultades que han surgido en este importante asunto. Por el otro lado nosiempre han sido cientficos puros los que se han arrogado la representacin dela ciencia. Se ha querido asimilar con demasiada precipitacin ciencia y mate-rialismo, con lo que se ha forzado artificialmente su capacidad explicativa y sele ha obligado a contraer hipotecas que luego ha sido imposible levantar. Estoexplica los vaivenes de la investigacin en este campo, caso inslito en el pano-rama del progreso cientfico: ningn otro tema ha conocido tantas salidas enfalso, tantos anuncios desmentidos por la realidad de los hechos, tantos pro-nsticos fallidos, tantas rectificaciones. A mayor abundamiento, la corriente fi-losfica que sostiene la supuesta opcin preferente de la ciencia contra el esp-ritu dista a su vez de ser una posicin coherente y homognea. La mayor partede los materialistas emplean ms tiempo y energa en refutar escuelas materia-listas rivales que en combatir el espiritualismo. Tambin es proverbial su faltade capacidad para reconocer otro espiritualismo que el que ellos mismos handefinido para su propia comodidad. Dar un solo ejemplo como muestra: sesuele asumir que el materialismo es una opcin ontolgica monista y se preten-de que Epicuro fue uno de sus ms notorios exponentes. Sin embargo, el ma-terialismo deja mucho que desear como opcin monista y por lo que respectaa Epicuro, difcilmente casa con cualquier forma reconocible de materialismocientfico o no, hasta el punto de que a la hora de encasillarlo creo que le cua-drara mejor el triadismo que el dualismo o el monismo. En efecto: el intersms claro de este filsofo es reivindicar la autonoma del hombre tanto frenteal orden divino que no niega, sino aleja como frente al orden material, me-diante la negacin de la necesidad de las leyes que rigen el movimiento de lostomos. En general, nadie ha tenido menos claro que los materialistas el signi-ficado de la palabra materia. As se explica que cuando en el siglo XVII losprimeros cientficos elaboraron una definicin mecnica de materia, se dio laparadoja de que todos los que lo usaron eran, filosficamente hablando, espiri-tualistas, mientras que los materialistas de la Ilustracin, los La Mettrie, Dide-rot, DHolbach, estaban al margen del movimiento cientfico y sostenan con-cepciones de la materia hilozostas, vitalistas, etc.

    Esta situacin no ha cambiado en los albores del siglo XXI. Cualquiermaterialista hace de la materia un talismn que explica todo, pero que no pue-de ser explicado l mismo y que sospechosamente da lugar a inslitas emer-gencias. Azar o autoorganizacin son algunos de los motivos que con ms in-sistencia se han barajado, mientras ahora es de rigor bucear en los stanos de la

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  • materia en bsqueda de inmensas reservas de energa y exticas propiedadesmatemticas. En ltimo trmino y siempre en nombre de un malentendido an-tiespiritualismo, se acaba convirtiendo la materia en una fuente de infinita va-riedad formal, como puede comprobar cualquiera que se asome por ejemplo aversiones especulativas de las teoras cosmolgicas inflacionarias. El escepticis-mo de los hombres de fe frente a estas artificiosas tramoyas gnsticas o pantes-tas ha sido en los ltimos tiempos el mejor aliado de la ciencia para desemba-razarla de tan peligrosas asimilaciones.

    12. CONCLUSIN

    Termino mi exposicin. No he querido ofrecer una informacin com-pleta, detallada y puesta al da de los puntos donde el dilogo ciencia-fe es msintenso y prometedor. Quise ayudar a atisbar cmo podemos unir en un solohaz tantas y tan importantes cuestiones. Por eso me entretuve en presentarlesalgunas consideraciones histricas sobre el ayer de los debates con nimo demejor comprender el hoy. Tambin creo que merece la pena detenerse a refle-xionar sobre las bases mismas de la confrontacin para que sea menos hostil,ms amistosa, y sobre todo ms rica en enseanzas para todos.

    Juan ARANADepartamento de Filosofa y Lgica

    Universidad de SevillaSEVILLA

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