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Las Ventas es una de las plazas mas importantes del mundo y por eso van todos ahi.

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  • Revista de Estudios TaurinosN. 32, Sevilla, 2012, pgs. 13-83

    ANTOETE EN LAS VENTAS EN 1981. EL TORERO DE LA VERDAD

    Jos Campos Caizares*

    ara muchos aficionados a los toros la muerte deAntonio Chenel Antoete (22 de octubre de 2011) havenido a ser un momento de replanteamiento y dereflexin, sobre qu es el toreo y su significado.

    Parece que de la misma manera a cuando reapareci en la tem-porada de 1981, ahora treinta aos despus, la estela de su tau-romaquia hubiera hecho caer en la cuenta, a aquellos que levieron torear, que la accin de ser torero no es slo la capacidadde dar pases, como ya especific, entre otros, Domingo Ortega,ni de exponerse ante las astas de los toros en mayor o menorgrado, sino de hacerlo de acuerdo a unas reglas, en posesin deuna tcnica, un hondo sentido esttico y un sentimiento. Lo cualrepresentara realizar el toreo con arreglo a una verdad, a unconocimiento, a una pureza y a un compromiso1. A un poner en

    P

    * Universidad Wenzao, Kaohsiung, Taiwn.1 El periodista Javier Manzano (2011: 29) (un compendio del arte de

    Antoete escrito en primera persona), entiende que Antoete fue y ser un expo-nente de la verdad del toreo, una postura que el propio torero le expresaba: Yohe sido un torero toda mi vida de torear bien, o si no de lidiar y matar. No puedomentirme ni traicionarme, no puedo pegar espaldinas y cosas de esas. Yo slotoreo. El escritor Jos R. Mrquez, comenta que el toreo de Antoete naca delclasicismo, de la elegancia, del mando y de la obra bien hecha, aspectos quenos mostraron de forma indeleble la grandeza y la belleza del toreo eterno, el que

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    relacin de una vez por todas sin solucin de continuidad la vidacon la tauromaquia, como ocurri en aquel ao de 1981 en elque Antoete restaur en todas las plazas donde actu, y enconcreto en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid la sendataurmaca clsica en la que haban caminado unidas hastaentonces la dignidad de la existencia humana y la grandeza deltoreo. Una tica y una espiritualidad para el toreo2.

    El regreso de Antoete al toreo en 1981 simboliz paramuchos jvenes interesados en los toros un momento mgico enel entendimiento de la tauromaquia, tambin de lo que habasupuesto y supona la cultura popular espaola en la sociedad,en tiempos en los que pareca iba a ser olvidada toda referenciaa un pasado que evocara la gnesis de lo hispnico. As, en aquelmbito sociocultural y taurino de una Espaa todava inmersa en

    est basado en la verdad, es decir en la asuncin del riesgo desde el conocimien-to y el oficio, (2011:12). En relacin a las citas vanse las referencias completasen el apartado de bibliografa al final de este estudio.

    2 El crtico Joaqun Vidal (1985) destacaba de Antoete que alcanz lo quetodo torero ansa conseguir cuando empieza, ser un maestro en tauromaquia, unlogro asumido desde la interiorizacin del significado profundo de ser torero, quepara J. Vidal pasaba por el desempeo del oficio de torero, ni ms ni menos,como lo que es: un sacerdocio. En torno a la vida de Antoete sabido es que apartir de 1940 vivi durante muchos aos en la plaza de Las Ventas, en las depen-dencias habilitadas para la familia del mayoral su cuado, y aquello le permitiver de cerca a las figuras del toreo de la posguerra, lo cual le dej profunda hue-lla taurmaca, segn le contaba a J. Manzano: tener el privilegio de estar muycerca de la torera fue como una droga y aquello se me meti en las venas, en lascarnes, llegando a formar parte de m. Por eso, desde cuando slo poda soar conllegar a ser como ellos, aquella espiritualidad se convirti en mi aire, fue mi ver-dadero oxgeno, (2011:32). Tambin hacemos mencin que en la faceta de lo reli-gioso Antoete manifest, en ms de una ocasin, ser creyente, una fe vivida quele favorecera su ejercicio de oficiante de la tauromaquia: El peligro del toro, lavida misma, me han enseado que hay Dios. A veces, cuando surgen los sufri-mientos, crees que es injusto; pero a la larga compruebas que Dios est contigo,que te compensa, y que aquellos sufrimientos eran otra prueba de su existencia,en (Valenzuela, 1985)

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    la transicin democrtica, Antoete logr fijar como si acabarande ser descubiertas las bases clsicas del arte del torear, ofre-cindoselo de un modo sorpresivo a aquellos que estaban ao-rando el verdadero toreo de parar, templar, cargar la suerte ymandar3, y, por extensin, a un nutrido grupo de jvenes aficio-nados, entonces recin llegados a la fiesta, que militaban en dife-rentes adscripciones ideolgicas4, a los que explic consugerente didactismo surgido de su acrisolada experiencia queaquello de la tauromaquia no era un arte reaccionario, ni cruel,sino una parte de la cultura espaola cargada de regocijo y de

    3 A finales de los aos setenta y comienzo de la dcada de los ochenta seretiraron, definitivamente, diestros que hicieron el toreo clsico que Antoete vinoa recuperar en 1981, en este caso, en su versin ms radical; hablamos de SantiagoMartn El Viti (1979) y Paco Camino (1979), mientras otros como Andrs Vzquezo Joaqun Bernad, que pertenecan al mismo orbe, estaban en el proceso deladis. Al tiempo que volva Antoete, toreros como Paco Camino o AntonioOrdez quisieron seguir su estela, pero su poca gloriosa ya haba pasado.Paralela a la reaparicin de Antoete fue la del diestro sevillano Manolo Vzquez,que por su concepto puro y ajustado del toreo ayud a recuperar las verdaderas for-mas del concepto de torear. En 1981 haba toreros que saban torear y eran clsi-cos, como Gregorio Tbar El Inclusero, Curro Vzquez, Carlos Escolar Frascueloo Antonio Snchez Puerto, pero su capacidad de accin estuvo muy limitada.Algunos toreros jvenes de enormes posibilidades, nos referimos a Pepn Jimnezo Pepe Luis Vzquez, estaban a punto de irrumpir, si bien, por distintos motivos,no se mantuvieron en primera lnea. Una esperanza frustrada fue Jos Cubero Yiyo.

    4 El cantante Jaime Urrutia ha manifestado recientemente que Antoeteviene a ser el torero de la Movida. En lneas generales se puede asegurar que sutoreo tuvo impacto entre los jvenes artistas de aquel tiempo. J. Urrutia vio en vivola faena de Antoete al toro blanco en 1966, suceso que, a l, le marc la manerade concebir la tauromaquia. Sobre las actuaciones de Antoete a partir de 1981, hacomentado: en el Madrid de los primeros ochenta de la Movida (recuerdo otrastardes junto a Manolo Vzquez, Curro Romero o Rafael de Paula) creo que hansupuesto para la historia del toreo una revolucin tan grande como debieron ser lasapariciones de Joselito, Belmonte y Manolete. Los cuatro mil abonados de LasVentas se convirtieron sbitamente en dieciocho mil, yo entre ellos, hasta el da dehoy, en Prlogo. El torero de la Movida, en (Manzano, 2011:20). Para el perio-dista taurino Alfonso Santiago (2011: 35) lo mejor de aquella movida taurina fuela pasin con que esas miradas nuevas nos enamoramos para siempre de la Fiesta.

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    glamour que serva para interpretar el mundo, y para compren-der lo esencial espaol en sus trminos castizos y revoluciona-rios porque en eso consista y en eso consiste.

    Hoy a la altura de 2012 volvemos a estar en una situacinparecida a la existente en 1980 y 1981 en lo relativo a la deca-dencia y crisis que vive el mundo taurino: mnimo inters de loque ocurre en los cosos, y como consecuencia, limitadsimo ecode sus sucesos en la sociedad espaola. Originado en la falta,entre otras cuestiones, de autenticidad en el toreo practicado porla mayor parte del elenco de toreros del momento, aunque comoes de lgica con puntuales excepciones5. El aficionado cabal hoyes consciente de que en la mayora de las ferias se presencia, a

    Un testimonio de la atraccin que produjo Antoete a aquellos que descubran elmundo de los toros en los primeros ochenta nos lo ofrece el escritor Andrs de Miguel(2011), que le atribuye ser quien personaliz (la) recuperacin de un espectculoinslito, (y) la seriedad y la belleza del toreo (en un momento muy concreto de la vidasocial espaola). El escritor y crtico taurino Jos C. Arvalo habl de conmocin,de sacudida y de corte histrico, a la hora de significar el regreso de Antoete aLas Ventas en 1981, (1987: 59). Al respecto, el cineasta Agustn Daz Yanes (2011)ha declarado que la reaparicin de Antoete torero silencioso, melanclico y rebel-de en Madrid, en 1981, fue para dictar las cinco temporadas ms hermosas deltoreo moderno, en En su izquierda estaba el paraso.

    5 Desde esas carencias debe entenderse el posicionamiento crtico de losaficionados de la plaza de Las Ventas, que pueden llegar a venerar a un torero queles transmita emociones de toreo aejo, hablamos de Carlos Escolar Frascuelo, oque reaccionan apasionadamente con la torera, nos referimos a Juan Mora (2010),a causa de que esas imgenes eternas de empaque y esttica estn en vas de des-aparicin. En la actualidad, en el apartado de toreros de vala es necesario citar aaquellos que respetan los cnones del toreo y pretenden acatarlos y conducirse porellos, aunque no siempre se mantengan con la misma disposicin para conseguir-lo, pensamos en Jos Antonio Morante de la Puebla, Jos Toms o Manuel JessEl Cid. Grandes esperanzas hay depositadas, a finales de la temporada de 2011, enIvn Fandio y David Mora, si bien historias similares en todas las pocas hubo.Al margen, una reaparicin fugaz y feliz que remite a la posibilidad de que el elen-co de toreros de ayer fuera ms pleno, ha sido la protagonizada por Francisco RuzMiguel (con 62 aos) en Sanlcar de Barrameda, en agosto de 2011. No obstante,

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    lo largo de cada temporada, un toreo de escasa verdad, de muchometraje pero de poco fundamento, ocupado en mantenerse aflote sobre un til pero estril esteticismo, inmerso, el mundo deltoro, en un panorama en el que aquellos aficionados que todavaasisten a las corridas se muestran complacientes con lo que ven,en consonancia con el comportamiento de un pblico sin gustoni conocimiento ni pasin. Aparte quedara la extrema crisis decasta que padece la cabaa brava segn se desprende del juegoofrecido por los astados en los distintos cosos donde son corri-dos, tarde tras tarde. De tal modo la reivindicacin de la fiesta delos toros se pone cuesta arriba en tiempos que la sociedad espa-ola se decanta ajena a la tradicin, en particular, por la posturade los jvenes muy embebidos en la marcha de la globalizacin.Una juventud ms preocupada por otras culturas, que conocen demanera virtual, o a golpe de consumo, sin mostrar inters por lainteriorizacin de la propia, debido a que se les ha cortado el cor-dn umbilical educativo que les explicaba la trascendencia y lapermanencia de los valores de la cultura popular espaola, alre-dedor del flamenco, de los toros, de la semana santa, de la pelo-ta vasca o de cualquier otra manifestacin hispnica surgidadesde abajo, con sus implicaciones ticas y con sus complejida-des reflexivas, y tal vez, por eso.

    La reaparicin de Antoete en 1981 supuso una verdaderaregeneracin de lo emblemtico espaol en los toros, de susvalores clsicos y tradicionales, para la juventud que se acerc alfenmeno taurino en nueva hornada, y para los aficionados quehaban mantenido la llama del toreo durante el desarrollismo, enel ocaso del franquismo y en la entrada de la democracia. A par-tir de 1981 el toreo vivi aos de resurgimiento y apogeo bajo la

    volver y revolucionar, ya es otra cosa. No deberamos olvidar a Julio Aparicio quetuvo en sus manos durante un suspiro la llama del toreo.

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    estelar leccin de Antoete como detonante, junto a la vuelta deManolo Vzquez que colabor al unsono, la presencia de tore-ros artistas que estaban ah, caso de Curro Romero y Rafael dePaula, y la de toreros de valor y lidiadores, como Francisco RuzMiguel y Luis Francisco Espl, ms la agitacin revolucionariade Paco Ojeda. Al tiempo, en tal revitalizacin de los toros, fueesencial que la gestin de la plaza de Las Ventas fuera a manosdel empresario Manuel Chopera, porque supo abrir un espacio ala confeccin de carteles ilusionantes para el verdadero aficio-nado. A ello se uni, tambin, que el ganadero Victorino Martnmantuviera la fiereza del toro bravo en sus dominios una histo-ria que comenz en 1968 y que le llevara a obtener xitos sinprecedentes en Madrid como la denominada Corrida del siglo,en la que los espadas Francisco Ruz Miguel, Jos LuisPalomar y Luis Francisco Espl y el propio ganadero salieron ahombros en la tarde del 1 de junio de 1982, o cuando poco des-pus, el 19 de julio del mismo ao, se le indult al toro Veladoren corrida concurso, lidiado por el diestro Jos Ortega Cano.

    A estos aos de reactivacin de la tauromaquia (1981-1985) durante la reaparicin de Antoete, le sucedieron tempo-radas que experimentaron algunos intentos de mantenimiento dela pureza taurmaca recuperada entonces por Antonio Chenel.Ensayos que fueron emprendidos primero por el torero colom-biano Csar Rincn, que irrumpi de manera impetuosa en 1991,alcanzando un alto nivel que pudo sostener hasta 1995. A lo quesiguieron las adendas de Jos Toms, entre 1997 y 2002, muyimpactante, o la de Jess Manuel El Cid, entre 2002 y 2007, yaentrado el siglo XXI, deudora sta de la lnea trazada porAntoete y continuada por Csar Rincn. Al margen de estospequeos espacios donde gobern la pureza y la exposicin, sepuede decir, que en la tauromaquia de los ltimos veinticincoaos, a pesar de la existencia, siempre, de toreros que conocensu oficio y atesoran arte, el toreo, en general, en particular en los

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    circuitos de las ferias, se fue encontrando cada vez ms ante larealidad de ausencia de valores y de contenidos, de tica y defundamento, esencialmente, por el sistemtico empeo de lostoreros, en el apartado tcnico, de dejar la pierna de salida escon-dida, en los pases, a la hora de concebir las faenas, y por la alar-mante desaparicin del toro de raza, con pitones y con presencia,factores que sumados a otros han llevado a la decadencia quepreside la fiesta hoy en da.

    No es nuestra intencin estudiar qu ha pasado de pormedio en el mundo de los toros desde la retirada de Antoete enseptiembre de 1985, cuando el toreo bulla con clamor alrededorde unas reglas y unos principios, hasta la actualidad, en la quelos signos de intrascendencia de lo que ocurre en las plazas nosparecen notorios y evidentes. Un momento, ste, en el que aflo-ra en el aficionado a los toros la desorientacin, la desgana, porverse circundado por prohibiciones sobre las corridas de toros,

    Fig. n.o 1.- Evaristo Belloti: I Homenaje a Antoete. La invencin de algu-nas suertes. (Imgenes cedidas por el autor).

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    amagos de censura social y, sobre todo, por la ausencia de com-promiso en empresarios, crticos, toreros y ganaderos en defen-sa de lo que ha sido el alma de la fiesta, la presencia en las plazasdel toro de edad, peso y trapo, en el mantenimiento de lidesentre toreros y reses ntegras que exigieran el empleo de tcni-cas para su toreo concebido hacia adelante, bien rematado ybasado en la tica y la verdad. Pocas perspectivas de un buenfuturo se vislumbran, ms bien escasas son las seales de cam-bio y de reconduccin de restauracin, de regeneracin de lafiesta de los toros a causa de que pudiera aparecer algn toreroque fuera capaz de ensear nuevamente qu es torear. La degra-dacin del ambiente taurino y las implicaciones socioculturalesde la era de la globalizacin, con el pensamiento blando a lacabecera de los comportamientos y sentimientos sociales, son,en parte, motivos suficientes para que ningn artista de la tauro-maquia tenga la fuerza ni la decisin suficiente para encaminar-se por la vereda que hemos citado de lo clsico. Un aspecto quesupo representar a la perfeccin Antoete en 1981, y que se echade menos a mediados de 2012.

    UN POCO DE HISTORIA NECESARIALa trayectoria de Antonio Chenel Antoete desde que se

    vistiera por primera vez de luces, all en 19466, hasta que pis elruedo de Las Ventas en mayo de 1981, en su reaparicin, estuvoplagada de grandes xitos y de grandes desapariciones del pano-rama taurino en diferentes momentos y pocas. As, se podradestacar que en 1952 encabez el escalafn de novilleros, lle-

    6 Sali a torear en la parte seria del espectculo El Bombero Torero, en unfestejo nocturno del verano de 1946 en la plaza de Las Ventas. La decisin de poner-le en ese festejo corri a cargo de su cuado Paco Parejo, la persona que ms influ-y en el concepto del toreo de Antoete, cuando se enter de sus correras por capeasde pueblos aledaos a la capital. Lo cuenta M. Mols (1996), que especifica a tenorde la informacin que le traslada el propio torero, que: Paco Parejo dud hasta lti-

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    gando a torear 60 festejos, compartiendo la experiencia connoveles de la altura de Pedro Martnez Pedrs, Csar Girn,Dmaso Gmez, Enrique Vera, Emilio Ortuo Jumillano oManuel Jimnez Daz Chicuelo II. En aquellos momentos, todohaca presagiar una carrera exitosa como se confirm en la tem-porada de 1953, cuando nada ms comenzada tom la alternati-va en la plaza de Castelln, el 8 de marzo, de la mano de JulioAparicio, su padrino, con Pedrs de testigo, ante toros de CurroChica7. Un ao en el que se mantuvo en la parte alta del estre-nado escalafn de matadores de toros (en sexto lugar con 36corridas toreadas) junto a espadas como Antonio Ordez,

    ma hora si echarle un becerro bueno u otro con muy mala leche que haba en loscorrales. A la postre le solt el que pareca ms noble. En este texto, Antoete con-fiesa: (Paco Parejo) slo me dio un consejo para la hora de entrar a matar porqueyo jams haba tenido una espada en mi mano: En ese momento baja la manoizquierda, mira al morrillo, no se te ocurra mirar a los pitones y entra muy derecho.A lo anterior aade: El debut pese a las volteretas, se me dio bien, el premio fue devuelta al ruedo y Paco no me dijo apenas nada una vez que termin mi actuacin.Despus s le dijo: Has estado hecho un chalao. El sbado actas otra vez. A ver sies verdad que quieres ser torero. El relato de Antoete sigue: Cuando me quitabael vestido de torear lloraba a moco tendido. Apareci Paco y todava me resuenan enla cabeza sus palabras: Ves como no sirves. Te cogen haciendo el pasello y esto espara listos. Antoete se pas la noche en vela. Cierra la narracin M. Mols:Paco Parejo, esa misma noche de la bronca a Chenel, le dijo a Carmen, su mujer, lahermana mayor de Toete, algo muy serio: Tu hermano vale para ser torero.Antoete no se enter de esta confesin de Paco Parejo hasta muchos aos despus.La relacin con su cuado a travs del tiempo se mantuvo en el mismo tono: Mehizo llorar el primer da y tambin el da en que me cort la coleta. Nunca me dijoque haba estado bien. Siempre, segn l, poda haber estado mejor. Y tena toda larazn del mundo () El da del toro blanco tambin hubo bronca. Y en tardes en queconsegua cortar dos orejas en Madrid tampoco me libraba de sus reproches. Claroque como cada defecto lo razonaba, pues tena que acabar dndole la razn, en(1996: 32-34). Un claro ejemplo de pedagoga a la antigua.

    7 Una corrida que despert mucha expectacin porque se anunciaba comola primera, en mucho tiempo, con toros en puntas. Consecuencia de la campaacontra el afeitado emprendida con anterioridad por Antonio Bienvenida y el crti-co Curro Meloja.

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    Rafael Ortega, Antonio Bienvenida, Julio Aparicio, Juan Posada,Manolo Vzquez, Manuel Dos Santos, Jos Mara Martorell,Juan Silveti, e incluso de Domingo Ortega, ms la participacinespordica de Joaqun Rodrguez Cagancho y Pepe LuisVzquez8, y la incorporacin inmediata a la lista, desde distintascircunstancias, de Miguel Bez El Litri, Manolo Vzquez oGregorio Snchez. Habra que precisar que Antoete en los pri-meros instantes de su carrera logr un gran xito en Madrid, alos dos das de confirmar la alternativa (tomada el 13 de mayode 1953, de manos de Rafael Ortega, con Julio Aparicio de tes-tigo, ante toros de Alipio Prez Tabernero), es decir, el 15 demayo, matando toros de Fermn Bohrquez, junto a RafaelOrtega y Jorge Aguilar El Ranchero, saliendo por la puerta gran-de del coso de Las Ventas tras cortar tres orejas a su lote9.

    8 Si nos fijamos bien era un periodo de la fiesta de los toros en el que torea-ban varios de los diestros ms emblemticos e influyentes tras la guerra civil.

    9 En la crnica de ABC firmada por M. Snchez del Arco (Giraldillo)(1953:29), encontramos el siguiente relato sobre su primera faena esa tarde, quereproducimos casi de manera completa: Desde que le vi en un festival de otooen la plaza de Madrid, present en l un torero. Era un nio que saba por dndeandaba. Lo que ahora le celebro ms es que mata bien. Entra decidido y sale pordonde hay que salir, y no empujando por la cara. Es decir, que creo que estamosante un matador de toros capaz de coronar las faenas con la estocada. Brindaba alpblico la muerte de su primero, un torillo castao que slo recibi dos varas, peroque conserv fuerza suficiente para valorizar con ella la faena de un espada.Antoete dio unos pases por alto. Cinco naturales, concluidos con el de pecho. Sonpases perfectamente ejecutados, que van mejorando de calidad segn las series sesuceden. Una es de cuatro y otra es de cinco. Se ovaciona y anima al torero. El deBohrquez tiene el hocico cerrado y embiste con la fuerza de remos necesaria paraque el natural sea completo, sin esa machacona porfa truquista que hemos dadoen aplaudir a unos y a otros. O sea, que los pases que daba Antoete no eran demartingala. Los ayudados por bajo fueron de buen estilo. Aplaudida la perfectafaena. Antonio se perfil y entr como un valiente. Me gust muchsimo por sulimpieza la manera de salir. Qued el estoque en las agujas, rod el toro sin pun-tilla y le dieron las dos orejas, paseando el ruedo entre una gran ovacin. De loque realiz en el sexto, Giraldillo escribi: Y, seores, as se torea de muleta con

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    El nivel artstico que alcanz en su primer ao de alterna-tiva, alternando grandes faenas con circunstanciales altibajos, lomantuvo hasta 1958, que fue cuando verdaderamente comenzsu declive, en un tiempo en el que se mantenan la mayora delos diestros anteriormente citados junto a nuevos toreros queeran una realidad o estaban a punto de instalarse como matado-res de toros de largo recorrido, nos referimos a Jaime Ostos,Joaqun Bernad, Diego Puerta, Paco Camino, Curro Romero,Juan Garca Mondeo o Santiago Martn El Viti. Si analizamosla proyeccin que tuvo Antoete por medio del nmero de con-tratos, su mejor ao fue 1956 cuando alcanz la cifra de 55corridas de toros10. Se podra decir que su primera poca de

    la mano derecha en redondo. Bellsimos pases largos, templando la embestida. Siel toro es bueno, la faena es buensima. Hay un acoplamiento y exactitud de tore-ro ducho en esos pases, que es justo que la gente se vaya acostumbrando a aplau-dir tanto como los que se dan con la izquierda. Los ols retumban en honor delnuevo espada madrileo. Y como, por lo visto, no puede haber fiesta sin Tarasca,tampoco debe haber faena sin naturales. Cinco de ellos liga Chenel, que est tore-ando en el centro de la plaza, perfilando cada vez con mayor belleza la ejecucin.De nuevo tenemos a un gran matador. Estocada hasta la mano. Se amorcilla la res.Un intento de descabello. Saca el estoque. Acierta ahora. Piden una oreja, que elpresidente concede por mano del aguacil, y Antonio da la vuelta al ruedo y sale asaludar. Magnfica tarde. Ha llegado. A sostenerse ahora, que ya vendrn los dasde prueba. Al terminar la corrida le sacaron a hombros. Como podemos apreciarla tauromaquia de Antoete ya estaba activada desde sus comienzos.

    10 En la temporada de 1956 lleg a torear con perfeccin como se des-prende de la crnica que le dedica el extraordinario escritor de toros GuillermoSureda en el Diario de Mallorca, a partir de una de sus actuaciones, el 25 de julio,en la plaza de Mallorca, donde se lidiaron toros del Conde de la Corte y compar-ti cartel con Miguel Bez Litri y Chicuelo II. De aquella crtica dedicada aAntoete, cuando sus compaeros cortaron ms orejas elegimos algunos pasajesque nos sirven para acercarnos a su propuesta taurmaca: Maravillosa faena deAntoete. Dicen que Miguel ngel quiso esculpir una monumental estatua sobreun monte de Carrara para perpetuar su genio fabuloso y que cuando no pudo rea-lizar su propsito, por imponderables, se puso plido de ira; Napolen, ese por-tento de la guerra moderna, recibi con la faz plida el triunfo arrollador deAusterlitz y el fracaso, ms tarde, de Waterloo. Churchill, a pesar de estar acos-tumbrado a escuchar y a ordenar cosas trascendentes, empalideci al estrechar la

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    matador en plena juventud (entre 1953 y 1958, de los 21 a los 27aos) la cierra con la satisfaccin de haber triunfado enmuchas oportunidades pero con la desazn de no haber podi-do quedarse para desarrollar la tauromaquia que llevaba den-tro. Un factor a tener en cuenta en la trayectoria de Antoete,aparte de las cornadas recibidas por los toros, algo propio dela profesin taurina, fue la multitud de lesiones de huesos quesufri, y que en periodos clave de su carrera le pararon enseco, lo que le ocurri en demasiadas ocasiones. l mismomanifest ms de una vez que ese problema se produca porla descalcificacin que padeca en los huesos a causa de nohaberse podido alimentar bien durante su niez y adolescen-cia, en aquella Espaa de guerra y posguerra civil. Desdenovillero experiment toreando la rotura de huesos. Siendo lams grave segn su parecer la soportada en la plaza de torosde Mlaga en el cuarto festejo de la feria de 1953, cuandoalternaba con Manuel Calero Calerito y Antonio Ordez,con toros de Pablo Romero. En el quinto toro, segn las cr-nicas, al intentar dar un molinete, se cae y se lastima elbrazo izquierdo. La lesin fue calificada de grave y consis-

    mano del rey de Suecia, cuando ste le felicit por habrsele concedido el PremioNobel. Antoete y salvemos todo lo salvable y distingamos todas las categorasque se deben distinguir escribi, con su cara lvida por la emocin de su propiaobra taurina escultura, estrategia y diplomacia, una de las ms bellas pginasque se han podido escribir en el toreo contemporneo () Cuando el arte se vistede seda, es decir, cuando un torero que torea prodigiosamente realiza su labor, hayalgo en la plaza, algo que se ve, se siente y se palpa, que aflora a nuestra gargan-ta y toca nuestro corazn. En estos momentos, el torero, el arte del toreo, se estjustificando ante el mundo como el espectculo ms bonito () Los derechazoscuatro son un prodigio de gusto, de estoica, de tcnica. Los naturales son unaacabada leccin de lo que es y debe ser el verdadero toreo. Los pases de pechoconstituyen la clave y la llave de la ms estupenda gallarda. Veinte, veinticin-co, treinta y siete muletazos creo que no pude llevar bien la cuenta porque haycosas que no deben contarse fueron los que dio Antoete a este toro. Y todo, abso-lutamente todo, fue perfecto, (Moles, 1996: 105-106).

  • Antoete en Las Ventas en 1981. El torero de la verdad 25

    ti en fractura doble del antebrazo izquierdo, por su tercioproximal, a tenor de lo publicado en la prensa11. Torero decristal se le lleg a llamar a Antonio Chenel Antoete12.

    Una segunda poca de esplendor de Antoete comenzen 1965 precisamente cuando estaba a punto de hacerse ban-derillero, un tiempo de desesperanza porque no le llegabanlos contratos, y un instante en el que logr uno de sus triun-fos ms sonados, en la plaza de Las Ventas el 8 de agosto antetoros de Flix Cameno, completando el cartel Pepe Osuna yJess Delgadillo El Estudiante13. Su actuacin fue de tal cali-

    11 Vase en Abc en la noticia sin autora (1953: 23). La seriedad de estepercance que le perjudic en su lanzamiento, junto a otras vicisitudes de su carre-ra, la ha contado Antoete: Fue muy duro porque me daban intil para el toreo ytener que remontar fue muy difcil. (Aparte) tuve que superar muchos baches, cor-nadas a destiempo en dos San Isidros seguidos y eso hizo que me costara mstrabajo que a otros llegar. Esos percances nunca me dejaron torear un nmero decorridas seguidas, siempre haba algo, una lesin. Y no ya tanto las cornadas, sinolas lesiones de huesos que son lo peor para el torero. Y he tenido muchas, enEntrevista. Antonio Chenel Antoete, Prez-Cejuela, Sesenta y ms (2006:14).En conversacin con Jos I. de la Serna especifica algo ms sobre la lesin de1953: Me operaron tres veces y me metieron no s cuntos hierros pero, aun as,no poda cerrar la mano y me dieron por invlido. Tena noventa corridas de toroshechas esa temporada, (2007: 21). Debemos recordar que en 1952, cuando toda-va era novillero, se rompi, a lo largo de la campaa taurina, primero el tobilloizquierdo y ms adelante la clavcula.

    12 Lo cuenta el escritor Jorge Lavern (1988: 9-10), retomando esa opi-nin desde una frase acertada impresa tras la primera retirada de Antoete en1975. Pensamos que pudo ser de A. Navaln.

    13 Una corrida que le aconsej torear su cuado Paco Parejo cuandoAntoete fue a su casa de Las Ventas a decirle que decida hacerse banderillero.Parejo reaccion ensendole los toros que iban a ser lidiados en una semana. Yle dijo: Mira, esos toros son de un tal Flix Cameno que va a hacer su debut deganadero en Madrid. Esto viene de Murube. Si quieres hablo con la empresa y lamatas. Total, falta una semana y si no tienes suerte, tiempo hay para hacerse ban-derillero. Antoete dijo que s la toreaba, y concluy en la corrida que le resca-t: Me salv la campana (explica el torero) en el ltimo segundo. Cuando cortlas orejas mir a mi cuado y abri los brazos, como dicindome: Ves como

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    bre14 que le puso de nuevo arriba en contratos, en dinero y enresonancia, y ser cuando logre varias faenas histricas entre los

    vala la pena esperar una semana?. Y ya no tuve que aprender a poner banderillaspara hacerme subalterno. El relato lo recoge M. Mols (1996: 76-78), que le pre-gunt: cmo es posible que un torero que est fuera del circuito, de pronto armeese lo, a lo cual Antoete contest: se ha sido siempre mi secreto y la facili-dad que Dios me ha dado. Tengo el toreo en la cabeza y no pierdo el sitio. Por esojams he toreado vacas o matado toros en el campo para entrenarme. El hueco deltoro lo tengo muy claro. Por eso he levantado mi carrera tantas veces, cuando medaban por acabado.

    14 El crtico Andrs Travesi (1965: 55) escribi en Abc: Antoete fue elgran triunfador de la tarde, el torero sereno, reposado, clasicista, acadmico queconvenci, reverdeciendo viejos laureles de lidiador fino y valerososo. () su pri-mer toro que lleg a la muleta spero y bronco. Sin embargo, Antoete compusouna faena de pocos pases, lentos, suaves y mandones; pocos, los justos, sabiamen-te administrados, sin precipitarse, corriendo bien la mano, adelantando la franelahasta el hocico para luego girar el brazo lenta y garbosamente, en un embarquelimpio. Por falta de decisin en el ltimo instante atraves el acero, que asomabapor el costillar. Descabell al primer golpe y dio la vuelta al ruedo. La faena alcuarto fue excelente, excelentsima. Varias tandas de pases en redondo, de magn-fica ejecucin, dando al toro los respiros que el toro necesitaba, y una serie denaturales. Otra vez los pases precisos, los pases justos. Y otra vez la incomparableelegancia de la quietud, del sosiego. Mat de una buena estocada y cort las dosorejas, que pase triunfalmente dos veces por el anillo. Al final del festejo sali ahombros por la puerta grande. En Pueblo, el crtico bajo el seudnimo Otro deldos, especificaba: Por qu no torea ms este torero? Despus de su actuacin dehoy, nadie se lo explica. Puesto, con sitio, atento a la lidia, sabiendo buscar yencontrar los terrenos propicios, sus faenas han tenido la conjuncin del arte conla maestra. De primor le han resultado sus vernicas recepcionales, as como lasclsicas medias con que ha rematado sus quites, sin olvidarse de la forma excep-cional con que supo parar y fijar a su segundo enemigo. Sus dos faenas han idosubiendo de tono para culminar en la realizada en el cuarto; se podr torear igual,pero no mejor. Principio excelente para seguir dibujando el toreo por redondos,abriendo el comps, cargando la suerte y citando de largo para recoger al bicho enpases lentos, templados y mandones, situndose en el sitio exacto en donde habaque embarcarle la nueva embestida. Y por naturales ha demostrado lo clsico desu saber. Dos series de maravilla con logros de una suavidad, perfeccin y finuraque se han visto sobrevaloradas por el hecho de conseguirlas con cruce al pitncontrario. Ha cobrado una gran estocada y ha cortado las dos orejas, con paseo

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    aos 196515 a 1967, con la cumbre de 1966, con tres salidas porla puerta grande de Madrid, y con haber logrado la faena consi-derada por muchos como la mejor de la historia en el cosomadrileo, que no es otra que la realizada al toro blanco de laganadera de Jos Luis Osborne llamado Atrevido16, y escenifi-

    triunfal por dos veces y salida a hombros. En su primero haba dado vuelta alruedo, en obra sin autor (1965: 23).

    15 Antoete, en declaraciones al periodista J. L. Benlloch, para la revistaAplausos (2009), confes que segn su opinin: El mejor Antoete, creo, fue eldel 65 Si bien matiza: Pero es que no me puedo quedar con uno. Luego hubootro gran Antoete, con ms reposo y ms juicioso en el 80, y el de la alternativahasta que me partieron el brazo tambin fue muy bueno. Es decir, tres pocas deAntoete hasta 1985.

    16 Segn se cuenta M. Mols (1996: 83-84) : La corrida de Osborne seexhibi en la Venta del Batn. La aficin de Madrid se pas por las corraletas dela Casa de Campo y le ech el ojo e hizo lenguas de Atrevido, un toro verageo,ensabanado, alunarado, calceteroal que rpidamente bautizaron como el toroblanco. Antoete en esta su biografa explica cmo vea l mismo la situacin:La gente se enamor del toro () e iba de boca en boca. Pronto se hizo famosoy yo no quera, por nada del mundo, que me tocara. Porque en casos como stesuele pasar que el pblico se pone a favor de estos animales y el torero lo tiene encontra. Pero le toc, y Paco Parejo pronosticaba que iba a ser un gran toro, queeso es puro Veragua. Victoriano Valencia (2011) , compaero de cartel esa tarde,ha hablado as de Atrevido y lo que rode aquella faena: el toro blanco, berrendoo como fuera, era precioso! Y nos uni para siempre. Pocas veces un animal des-pierta tanta expectacin. Esa tarde, el 15 de mayo de 1966, compartamos cartel ydas antes habamos ido a la Venta del Batn para ver la corrida. El toro era el cen-tro de atencin. Todos los aficionados hablaban de l. La moneda cay de su ladoy juntos pasaron a la historia. Como compaero esa tarde me sent un privilegia-do, pocas veces se ve una conjuncin como aquella. Fue la magia llevada al extre-mo, la pureza elevada a la mxima potencia, un bao de clasicismo, tcnica ycolocacin.

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    cada el da de San Isidro, acompaado por Fermn Murillo yVictoriano Valencia17. Una faena18 que le puso en candelero por-que fue televisada a toda Espaa y que le abri la va de los con-tratos, muchos de los cuales, al poco tiempo, no pudo cumplir

    17 A. Daz-Caabate en Abc ( 1966: 97) vio as a Antoete: Este Antoeteest superior, est por encima del toro. Chico, qu manera de torear! No se te caela baba de admiracin? A m s. Ves t! Esto es diferente, esto no tiene nada que vercon lo que vemos todos los das, con lo adocenado, con lo trivial, con lo grotesco.Eso no es toreo de ayer, ni de hoy, sino de siempre; eso es torear sencillamente, perocon la sencillez de la elegancia, de lo delicado, de lo fino, de lo sutil, en AquelIsidrn taurino tan pequeito. Una versin ms apegada a la trayectoria deAntoete, y a la propia faena, la encontramos en la pluma de Gonzalo Carvajal enPueblo (1966: 27): (En) los aos cincuenta (vaticinaban): ha salido un novilleromadrileo de Las Ventas, que se llama Antoete y que viene dispuesto a ser el reyde esta. Sigui el tiempo en la noria de los das. Antoete pas por Sevilla, porMadrid y por los ruedos de todo el mundo con su estilo de oro. Pero tambin escri-biendo su nombre en la historia del toreo con letras de plata!Si Antoete quisiera,sera el rey de Las Ventas. El tiempo Otra vez el tiempo! Lleg a borrar el nombrede Antoete de la lista oficial turica () Y en la misma fecha del da del santolabrador, el capote y la muleta de Antonio Chenel vinieron a dar la razn a los que(vaticinaron) ha salido un muchacho que se llama Antoete que puede ser el rey deltoreo. Como un rey autntico en el platillo del coso que toma su nombre del barrionatal del diestro, est Antonio Chenel con el completsimo toro berrendo en negro,alunarado, caribello y botinero del hierro de Osborne. Ustedes saben cmo puedentorear, caso de que se decidieran a ello, cosa que dudo, los reyes y los prncipes? Astore Antoete, brindador de esta faena para la historia y con historia al doctorCarlos Lleras (1966: 27): Atrevido, toro jamn, tom con bravura un solo puyazoporque sus fuerzas andaban menguadas. Con tres por bajo, dos de pecho y un ayu-dado en la media altura Antoete puso al toro en el platillo. Con parsimonia entrecada serie, con toreo que duraba eternidades, con clasicismo, con arte estrujado hastaque diera su ltima gota de belleza, con naturales, redondos, de pecho zurdos y dies-tros, molinetes y pases de rodilla. Antoete logr el milagro de que, de golpe yporrazo, sus acciones subiesen mil enteros.

    18 El propio Antoete describe esa faena en M. Mols (1996: 14). De ellaAntoete ha comentado que se emborrach de torear. Segn asegura J. Lavernlleg a decir: Am a aqul toro igual que se puede amar a una mujer. Aos mstarde reflexion Antoete sobre lo acontecido: Tena 33 aos y no s si fue lamejor (faena), creo que no, fue una de las faenas. Cada faena tiene su momento

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    por una rotura de la mueca izquierda en el momento culminan-te de la temporada en el mes de julio en Frjus (Francia) y porsufrir una cornada en el vientre en Palencia a comienzos deagosto. Esto hizo que perdiera muchas fechas de torear y quecada vez que reapareca lo hiciera en malas condiciones. A esose sum que en el invierno de 1966 en la primera corrida quetore en Amrica, en Lima, muriese su apoderado, Jos IgnacioSnchez Mejas, con quien estaba compenetrado sucedi en el

    y su da y en aquella Dios me ayud, me dijo: ahora que ests de capa cada y nadiese acuerda de ti, te voy a mandar un toro de bandera para que tires pal ante,(Prez-Cejuela, 2006: 16).

    callejn, por un infarto. Y que a comienzos de la temporada de1967 sufriera una lesin importante, rotura de fibras, cuandoestaba a punto de comenzar la feria de San Isidro, lo cual leimpidi cumplimentar a gusto los contratos en su mejor tempo-rada en nmeros 51 corridas. Fue una realidad, esta ltima,

    Fig. n.o 2.- Evaristo Belloti: II Homenaje a Antoete. La invencin de lamuleta.

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    que nosotros hemos seleccionado de las manifestaciones que elpropio torero le traslad a Joaqun Vidal en El Pas: Cumpl loscontratos sin estar restablecido, porque torear en la feria (de SanIsidro) era fundamental para mi carrera, pero aquello fue unabarbaridad, pues cada tarde, antes del pasello, me ponan seisinyecciones para calmar el dolor. Como comprender, en seme-jantes condiciones era imposible torear (Vidal, 1985).

    Por tanto, comenz a apartarse de la cima segn la habaalcanzado. Y a quedarse a expensas, para recuperar lo perdido, derepetir faenas mticas que no le volvieron a surgir de la mismamanera. Tampoco se le valor la manifiesta calidad de sus actua-ciones cuando quedaban a mitad de camino del xito rotundo. Sincuya medida y reconocimiento resulta dificultoso saber ver ysituar a los toreros. No obstante, puede que su oportunidad defini-tiva para poder transmitir lo que realmente era la verdad taurina, yser escuchado, estuviera todava por venir. Por ello, despus dehaber toreado poco de 1968 baj a veintiocho corridas a 1974cinco festejos y encontrarse aparcado y olvidado19, se retir en

    19 El crtico J. Lavern (1988:15) resalta, como polo que marca la realidadde lo taurino, con Antoete como protagonista, la gran bronca que le dedic elpblico de Madrid en la corrida que tore el 14 de mayo de 1973, una de las bron-cas nos dice Lavern ms desaforadas, ruidosas y crueles que se hayan escu-chado en Las Ventas, al decidirse matar a su segundo toro de bajonazo sinintentar torearle, en festejo que toreaba junto a Manolo Ortiz y Jos Julio Granada,ante toros de Fermn Bohrquez. Lo sucedido podra demostrar que la carrera deAntoete iba hacia abajo, y su moral, probablemente, estaba siendo afectada.Antoete, aos ms tarde justific aquella determinacin de no lidiar al astado -sobrero de la ganadera El Pizarral ante el periodista J. Vidal (1985) : Le di exac-tamente cuatro muletazos y lo mat de media estocada. Era un sobrero, malo conganas, que me iba a echar mano; lo vea venir, y por eso me alivi. A m me puedecoger un toro que yo creo que embiste bien, en plena faena de muleta, porque estascosas pasan; pero un toro que yo vea que me puede coger, se me lo quito de enmedio. De manera que hoy volvera a hacer lo mismo. Ahora bien, la bronca aque-lla fue excesiva; no poda ni asomarme al burladero sin que me gritaran los insul-tos ms groseros. Sent pena y rabia al comprobar lo injusto que puede ser cierto

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    1975, en una corrida en el mes de septiembre en Las Ventas,matando seis toros en solitario de la ganadera Snchez Fabrscon sobreros de Garca Romero y Camaligera en festejo depoco lustre y escaso eco, para cerrar de modo tibio y tenue lo queen esta segunda fase de su vida taurina de joven madurezhaba tenido profundidad y enjundia, pero le falt continuidad y,tal vez, determinacin. Aquella tarde de 7 de septiembre de1975, tras la lidia del sexto toro, su cuado Paco Parejo le cortla coleta, en lo que pareca iba a ser una retirada definitiva.

    La andadura de Antonio Chenel Antoete en el mundo delos toros hasta esta primera retirada en 197520 ha sido estudiaday explicada en diversas obras que han puesto en valor los varia-dos factores que pudieron influir en su desigual carrera profe-sional. As el escritor Jorge Lavern, en La tauromaquia deAntoete, de los aos negros al mito (1988), entiende que losbaches y abandonos de Antoete sobrevinieron por el propiocarcter del torero, al tiempo que influy que no fuera valorado

    sector del pblico. Hubo, sin embargo, un detalle que me emocion: vi cmoAntonio Bienvenida y Andrs Vzquez me aplaudan puestos en pie, solos enmedio de aquella masa enfurecida. A la misma conclusin lleg J. Lavern ensu citada obra: En medio de aquella masa enfurecida, apenas le consolaban laspocas palmas del puado pequeito de incondicionales, que salieron de la plaza,convertida ese da en circo romano, con una sensacin de asco (1988: 15).

    20 I. lvarez Vara (Barquerito) (2011b) ha intentado indagar en el por qude la especificidad guadianesca de Antoete como torero, y para ello ha sacado acolacin lo escrito por el crtico Ventura Bags en Historia de los matadores detoros (1970), en la que Don Ventura deleita con este smil del periplo deAntoete: Imaginad una fragata cuyas estructura y proporciones de casco satis-fagan al ms exigente, porque igual expresan la robustez como la ligereza; que elcorte de la proa sea irreprochable; que la colocacin airosa de los tres palos ganela mirada de todos; que su conjunto, en fin, de armona, fuerza y hermosura llenetodos los requisitos apetecibles () Una fragata as tiene que navegar bien a lafuerza, verdad? Pues esa fragata es Antoete; pero Antoete no navega frecuen-temente como de l hay que esperar, sin duda porque lleva el velamen ms vecesrecogido que desplegado.

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    su toreo puro y elegante por una aficin la taurina, la madrile-a poco dada a permanecer fiel a un artista, ni a un concepto21.No obstante, para J. Lavern, la llama antoetista fue manteni-da y alimentada durante largos aos, hasta su reaparicin de1981, por un puado pequeito de incondicionales22, fe que seha mantenido, segn l, incluso despus de esa fecha. Por otrolado, con un marcado acento de reproche hacia la crtica taurina,en general, el crtico de toros Jos Carlos Arvalo, en Antoeteo el arte de torear (1987), habla de ceguera e ignorancia de loscronistas taurinos que deban valorar el toreo la dimensin deltoreo de Antoete durante las dos pocas en las que hemos divi-dido su trayectoria hasta su reaparicin de 1981. Piensa J. C.Arvalo que la crtica de los toros durante esos aos los cin-cuenta y los sesenta, no estaba preparada siempre para asimilarlo contemporneo23. Sobre la singularidad de estar y no estar deAntoete, de desaparecer del entramado taurino y aparecer, deascender y descender, J. C. Arvalo lo entiende como que, de esemodo, Antoete haca honor al sino de su vida24. Adems, este

    21 A la intrnseca personalidad de Antoete, J. Lavern suma que fue fun-damental para que entrara en los aos negros (los de incomprensin y aparta-miento), su fragilidad fsica, es decir, el problema que siempre tuvo con loshuesos, que hace pensar fue un torero de cristal, en (1988: 9-10)

    22 Parecer y frase que J. Lavern convierte en leitmotiv de su reflexinsobre la vida y el toreo de Antoete, en (1988: 9-10; 15; 20; 39; 44; 50-51 y 54).

    23 J. C. Arvalo lo explica al analizar las aportaciones taurmacas del toreode Antoete: (un) toro que se (les) fue vivo a la crtica de entonces, incapaz dever la maravilla que suceda ante sus ojos. No lo supieron ver los grandes, niClarito ni Corrochano, porque su concepto del toreo perteneca a una tauromaquiadel pasado (1987: 28).

    24 (Ibidem: 15). J. C. Arvalo denomina esas fugas y esos regresos comoel drama antoetista, que le forj como hombre y artista, le rob felicidad eimpregn a su toreo de un fondo intelectual y de una sed encastada que lo hizoinfinitamente profundo. La vida de Antoete, desde que comenz su carrera tauri-na, fue una aventura en zig-zag. Conoci alternativamente la gloria y el olvido, laausteridad del hombre en campaa y las rachas a la deriva del genio obligado al

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    autor, opina que la retirada del torero en este caso la de Chenelen 1975 fue una muerte espiritual aunque el hombre (siguie-ra) vivo, ya que el corte de coleta es un vestigio semtico, unritual simblico de la castracin () Y en el nimo del artista (seasienta) un vago fluido de dudas, la zozobra de no haber cuaja-do el toreo ideal a un toro real25. sta, seguramente, era la desa-zn (y la fuerza) que guardaba en su interior Antonio ChenelAntoete en su retirada.

    VENEZUELA Y ESPAA (1977-1981), LA ANTESALA DEL RETORNOLa reaparicin de Antoete de 1981 comenz fuera de

    Espaa, en los ltimos aos de la dcada de los setenta, concre-tamente en el verano de 1977, cuando se desplaz a Venezuela atorear un festival de viejas glorias, en Caracas, en el queseguimos en esto a M. Mols actuara junto a diestros mexi-canos ya retirados y el espaol Manolo Escudero26. Despus dedos aos (desde su retirada) sin un proyecto de futuro, esta pro-

    paro, se rode de libros, practic el insomnio, vivi el amor y el desamor, fue unhombre rico y un hombre pobre, combin el miedo ilusionado y el alcohol sin ilu-sin y se entreg filosficamente al juego, pues el azar estaba dentro de l mismo,le quebraba los huesos y determin su vida. De aquellos das (aos cincuenta ysesenta) data su desatada entrega al tabaco, el humo acompaaba la soledad de suspensamientos cuando a la luz del alba soaba faenas imposibles. Imposibles? Esnecesario el fracaso para que el artista cree con sed, para que el torero extraigatoda la bravura del toro en cada embestida, para que revele en cada empeo suspensamientos ms ocultos. Es preciso que el paro se complemente con el trabajopara que el toreo ejecutado en el ruedo sea igual al toreo soado en casa. Es mara-villoso que la riqueza alterne con la miseria para que el dinero tenga sabor a pre-mio (Ibidem: 31-32).

    25 (Ibidem: 45).26 Sabemos que tore dos festivales por esas fechas, uno el celebrado en el

    Nuevo Circo de Caracas, con novillos de Tarapo, junto a Manolo Escudero, LuisSnchez Olivares Diamante Negro, Fermn Rivera y Ali Gmez. Un contrato que lesali porque Csar Girn le coment al empresario que Antoete era el mejor tore-ro que haba en Espaa, segn le expresa A. Chenel a J. I. de la Serna, en (2007: 22).

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    posicin le atrajo porque era volver a la Amrica de su juven-tud (y) dejarse envolver unos das en la fantasa de ser torero.De ah arranc todo lo que vino despus porque el festival se ledio bien, y encontr un trato exquisito a su alrededor por partede dos personas que le ayudaron sobremanera, Maribel Llorensy Marcos Branger, dueos de la ganadera Tarapo. Les conociy entonces fue invitado a pasar una larga temporada en su fincapara realizar labores de seleccin de los toros bravos que allpastaban. Estando all refugiado, en diciembre, le ofrecieronhacer una sustitucin la de Jos Mara Manzanares en la feriade la Isla Margarita donde estaban anunciadas algunas de lasfiguras espaolas del momento (Pedro Gutirrez Moya, El Niode la Capea, ngel Teruel, Palomo Linares y Francisco RiveraPaquirri). De tal empeo sali triunfador, en corrida celebradael 18 de diciembre, con toros de Bella Vista, con Curro Leal yCelestino Correa en el cartel. De la experiencia vivida rememo-ra a M. Mols que no not la ausencia, y que por lo que lereport como torero, aquella noche no pudo dormir. Aquellanoche ni en todo el invierno (Mols, 1996: 151-152).

    Aun as alej de s cualquier posible sueo por volver.Aunque en realidad todo sucedi sin solucin de continuidad,porque durante 1978, y en adelante, tore mucho en Venezuela,con dos fechas clave, ambas en ese ao, la primera, la corrida enla que se anunci junto a Csar Girn en Guanar, ya que, atenor de lo que indica M. Mols, en los chiqueros haba unacorrida de Rocha (origen Conde de la Corte), una corrida vieja ypasada, (de) seis aos y dos leos terrorficos por cabeza. Y nohaba barbera. (Y) Chenel tore como nunca. Con valor, consabidura, con una inmensa calidad. Cort dos orejas y se lo lle-varon a hombros. Esta corrida fue la causa de todo. Y la segun-da, otra vez en la Isla Margarita (20 de marzo de 1978), donde:El maestro escribe M. Mols despej todas las dudas.Arras. Indult un toro (Verde Luna, de la ganadera Bella Vista)

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    y se llevara las dos orejas y rabo simblicos. Por si faltaba algo,le cort dos orejas al otro. Cuatro orejas, rabo, a hombros y eldelirio. Chenel se sala. A partir de ese momento tore por todaVenezuela (Chibacoa27, Valle del Pascua, Calabozo, Valencia,Caracas) a un fuerte ritmo, dos y tres tardes por semana. Unbagaje fundamental del cual recuerda: Ligu toros importantes,y cort ms orejas y rabos que en toda mi vida. Aquello fueespectacular y adems me enter de que en Espaa ya empezabaa saberse que Antoete andaba triunfando por Amrica28. Losucedido en Amrica, fundamentalmente alrededor del buentrato recibido29, fue la mecha para su recuperacin anmica, dedonde le sobrevendra la seguridad de que el toreo clsico que latesoraba, en cualquier momento, iba a ser entendido e interiori-zado por aficionados cabales y un pblico interesado en penetraren los secretos de la obra bien trazada y bien acabada.

    El ambiente propicio para su definitiva consagracin loencontr en la Espaa de la transicin, que se estaba renovandoen lo poltico y que posea la ilusin y el deseo de entender porqu reas de la cultura como la Tauromaquia haban sido segui-das por el pueblo espaol, indicio de que posean valores ticosy artsticos en su concepto y en su composicin. Un verdaderodeseo de conocimiento sobre el pasado espaol estaba aposenta-do en el ambiente histrico, de manera muy particular entre lajuventud que haba identificado al franquismo con ciertas posi-

    27 En Chibacoa, por ejemplo, tore una corrida el 2 de diciembre de 1979,toros de Tarapo, junto a Pedro Moya Nio de la Capea (silencio y una oreja) yBernardo Valencia (oreja y aplausos); Antoete (ovacin y dos orejas).

    28 (Mols, 1996: 152-153).29 Algo que le explic a J. Vidal en la citada entrevista (1985) con estas pala-

    bras: El ganadero Branger (su mujer Maribel Llorens), el periodista Jos LpezVito, el catedrtico Carlos Villalta, todos ellos venezolanos, me acogieron con uncario y un respeto que nunca agradecer bastante. Me abrieron sus casas, me orga-nizaron tentaderos, me llamaban maestro, y empec a sentirme torero otra vez.

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    ciones tradicionales e intent desanudar ese vnculo. En el ao1980 Antoete ya est en Espaa, intervino en algunos festiva-les y comenz a entrar de nuevo en el ambiente taurino peninsu-lar, a contactar con l. Le llamaron para torear un festival en laCosta del Sol junto a Alvarito Domecq y Paco Camino, y fuecuando surgi la oferta para que volviera por parte de los empre-sarios Victoriano Sayalero y Juan Luis Bandrs, que le ofrecie-ron quince corridas a buen dinero, segn confiesa Antoete aM. Mols. Por tal motivo se prepar para volver a lo largo delinvierno de 1980 a 1981 al Campo de Gibraltar, y debut vesti-do de luces en Espaa en Marbella, el domingo de Resurreccin(12 de abril), alternando con Rafael de Paula y Francisco NezCurrillo, con toros de Jos Luis Osborne. Antoete estuvo a unalto nivel, lo que le dio confianza cuando todava dudaba sobreel desenlace de su empeo. Despus, antes de su primera corri-da de San Isidro tore dos corridas ms, en Cartagena y en Jerez.La siguiente, la cuarta, iba a ser la de su regreso a Las Ventas, el22 de mayo (Mols, 1996: 157-159).

    De tal manera fue llegando la oportunidad y el deseo devolver para decir lo que se haba dejado dentro, e iba a hacerloen plenitud de edad, a partir de 1981, a punto de cumplir 49aos, edad difcil, de retiro obligado para muchos diestros, y deenormes dificultades para mantener una sintona de calidad con-tinuada. No obstante, un alto contenido de propuestas lidiadoraspoda estar reservado en el hondn moral e imaginario de Chenelpara que fueran exhibidas en el momento adecuado. Una posibi-lidad de comunicacin que de llegar en sazn se dara con mayorregusto y poso. Es lo que podra sucederle a Antoete en su vuel-ta a comienzos de 1981, y era el lugar desde el que se compro-metera. El crtico J. Lavern en alguna ocasin ante el intentode muchos diestros de volver, y, digamos, el poco tirn que lamayora consiguen, lo ha explicado de viva voz: se vuelve paradecir algo nuevo. Lo cual pasara por la superacin de uno

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    mismo, por dar una imagen mejorada de su tauromaquia y apor-tar enseanzas a los dems. Puede que en el caso de Antoetefuera eso ms un decidido deseo de perpetuarse y de reivindicarel toreo clsico eterno. Pensamos que lo pudo hacer por muchascausas que l mismo tendra la oportunidad de explicar a lo largode las cuatro lecciones de Tauromaquia que dict en Las Ventas,de mayo a septiembre de 1981.

    La vuelta de Antoete ocurri, como decamos, en unapoca de la historia de Espaa muy peculiar, en pleno apogeo dela transicin democrtica espaola, a poco del frustrado golpe deestado del 23 de febrero. Un periodo singular de la fiesta de lostoros en el que se perciba un alejamiento en la forma de torearde los modelos clsicos. Los toreros considerados figuras enaquel momento eran Francisco Rivera Paquirri y PedroGutirrez Moya El Nio de la Capea, permaneciendo a su ladoSebastin Palomo Linares, y acercndose a ellos Jos MaraManzanares. Alrededor de ellos se disputaban la primaca en loscarteles varios toreros, tales como Dmaso Gonzlez, FranciscoRuz Miguel, Emilio Muoz, Roberto Domnguez, TomsCampuzano, Luis Francisco Espl, Jos Antonio Campuzano,Julio Robles, Jos Ortega Cano o ngel Teruel, todos con suestilo y circunstancias, pero puede que a muchos les faltaraceirse con determinacin y con compromiso al toreo autnticocannico que iba siendo olvidado para ser sustituido por con-ductas ms ligeras de contenido y de planteamiento.

    El retorno de Antoete poda ser un estallido para bien dela fiesta porque era factible que se aposentara en el fraseo desaber decir el toreo y en degustarlo con sabidura, belleza einmensidad, con verdad. Unos elementos que en lo taurino pre-figuraran un ajuste con los cnones de los que seran partcipesuna nueva generacin de aficionados. Jos R. Mrquez nos acer-ca sin ditirambos, ms bien de forma controvertida, al nuevocontexto taurino que rode la vuelta de Antoete:

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    Ah se juntaron la acertada gestin empresarial (de ManuelChopera30) con la (re)aparicin de un excelso torero de refe-rencia y con la pluma de un gran cronista precisamente enaquel joven diario El Pas31(). Esas tres circunstancias pla-netarias32 y, acaso la magia de aquel Madrid de los ochenta, lle-

    30 Manuel Chopera fue empresario de la plaza de Madrid entre 1981 y 1989,consiguiendo elevar el nmero de abonados de la Feria de San Isidro y de la Feria deOtoo, de 5.000 a 18.000 nmero mximo permitido. Durante este periodo era real-mente muy difcil hacerse con un billete para entrar a los toros en esas fechas.

    31 J. R. Mrquez se refiere a Joaqun Vidal, crtico taurino de El Pas desdela creacin del peridico hasta la fecha de su fallecimiento (1976-2002). Destacpor su calidad literaria de enorme penetracin sociolgica en torno al mundo de latauromaquia. Era muy discutido puede que odiado por los sectores oficiales tau-rinos, incluso por sus propios colegas de profesin, ya que su posicin enorme-mente crtica con la manera de entender la fiesta de los toros por parte de losgestores de la misma empresarios, apoderados o ganaderos al no tener estoscomo objetivo ofrecer un espectculo ms riguroso con toros de edad y trapo, fie-reza y casta, sin manipulacin de sus fuerzas ni de sus defensas, le atrajo legin dedescalificaciones. Aparte, Vidal era muy severo con las formas taurinas desplegadaspor los diestros en el ruedo y en las faenas, cuando se tomaban ventajas no cargarla suerte, poco ajuste o falta de ligazn, o no mostraban ante el toro un saber estaro torera. Esta postura tambin le depar ser tachado de ignorancia en la tcnica deltoreo y en el comportamiento del toro. No obstante, debido al enorme atractivo lite-rario de sus crnicas era muy ledo por aficionados exigentes y, para deleite, porlectores poco duchos en toros. Puede que el tono antitaurino del peridico El Pasperfecto refugio le beneficiara a la hora de mantenerse con contundencia en unpunto de vista la denuncia muy difcil de manifestar y de sostener. Por esto mismode manera injusta se le atribuy poca aficin o amor a los toros. Al cumplirse diezaos de su muerte, el crtico, tambin del peridico El Pas, Antonio Lorca (2012),ha intentado describirle: Era un periodista de los de antes, un obseso de la noticia yamante de la noche para analizar y corregir los textos escritos con las prisas del cie-rre del peridico; un aficionado cabal, enamorado del toreo autntico y exigente conel toro y con el torero. Un crtico que hizo aicos los esquemas tradicionales y adobsu compromiso con un deslumbrante dominio del lenguaje. Javier Humada (1992:14) le supo enmarcar: Desgracia es que tenga que emplear su talento, ms predis-puesto a narrar las glorias de este arte, en la denuncia de una realidad tan raquticacomo la presente. En esta labor es implacable.

    32 Existe una evidente relacin entre M. Chopera, Madrid y Antoete en1981. En el apartado de la crtica taurina, si se enfoca desde el momento actual,

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    naron la plaza de Las Ventas, lleno del que han vivido sin ape-nas aportar nada nuevo las siguientes empresas que han gestio-nado el circo taurmaco madrileo (Mrquez, 2011: 13).

    MADRID, LAS VENTAS, 1981. PRIMERA LECCIN(22 DE MAYO): LA LIDIA, SABER ESTAR Y TORERAEl da de la reaparicin de Antoete en Madrid, un 22 de

    mayo, tore junto a Pedro Gutirrez Moya El Nio de la Capeay a Julio Robles, con toros de Ramn Snchez (mansos, flojos,algunos invlidos). En esa fecha Antoete emprenda el caminoque le llevara a convertirse en una figura consolidada, paraalgunos en un mito, para la mayora en un maestro. El terno ele-gido por el torero fue el grana y oro, que no formaba parte de losque ms le agradaban, como s el rosa palo, el lila, el verde man-zana o el azul cielo, si bien es probable que con ese color trans-mitiera el verdadero grado de compromiso con el que afrontabasu nueva etapa y encarnara su estado anmico al enfrentarse alreto. Se podra suponer que muchos aficionados madrileosaguardaran con expectacin su aparicin en el portn de cua-

    habra que sealar que todava gozaba de un alto nivel, pues, adems de JoaqunVidal, escriban por entonces Vicente Zabala Abc, Juan Posada Diario 16,Alfonso Navaln Pueblo, como crticos ms seguidos, ms Jos AntonioDonaire, Salvador Cayol, Jorge Lavern, Ignacio lvarez Vara Barquerito o JosLuis Surez Guanes. En 1981, los aficionados, despus de haber visto una corridade toros, al da siguiente, compraban la prensa para comparar puntos de vista y cri-terios. Se mantena la tradicin de cotejar las crticas para buscar aprendizajes.Algo que hoy prcticamente ha desaparecido y que es desesperanzador, si bien escierto que la crisis de la crtica no slo pertenece al mbito de los toros, tambinparece darse en secciones culturales como el teatro, el cine, la msica clsica, elflamenco, la danza, la literatura o el ftbol a pesar de su pujanza. Un fenmenoque tendr que ver con el poco acierto en la eleccin de quin debe ejercer esa fun-cin algo depreciada, la educacin de hoy en da, la poca lectura de fondo quese practica y la irrupcin de distracciones tan poderosas como internet, con susapndices. En definitiva, va desapareciendo el crtico como referente de conoci-mientos y de estilo literario.

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    drillas que daba entrada al ruedo, aunque fueran an ms, entreellos los jvenes, los que no saban quin era, pero esto no seajust, ni mucho menos, a la realidad, ya que, en este sentido,pas desapercibido33. En su primera corrida Antoete deslumbrpor sus maneras, y sus formas, por el inicio de las faenas y porel sentido de la lidia, el saber estar y el saber hacer, destapndo-se con un quite magistral donde le descubri un toro de triunfo aJulio Robles, un hecho que sirvi para que muchos crticos34 yaficionados se lo destacaran y que todava se recuerde por quienesestuvieron y lo vieron. Un lance, el referido quite, clave en lanueva fase taurina de Antoete.

    Entre los articulistas que sealaron tal suceso como esencialtenemos a Vicente Zabala (Abc), que a partir de ese episodioencontr el motivo para construir su crnica, al resaltar el instan-te y su trascendencia, que relatamos desde sus palabras:

    33 El recibimiento a Antoete por parte del pblico de Las Ventas no fueacogedor. El propio protagonista recuerda su salida a la plaza en estos trminos:En el pasello no me hicieron ni caso. (Aunque) supongo que el pblico me esta-ba esperando, en M. Mols, (1996: 159). Lavern (1988: 18) traslada la mismasensacin sentida por el torero: me llev una decepcin. Esperaba recibir unosaplausos, aunque fueran pocos, pero el pblico se mostr fro conmigo, El nimode Antoete, por el contrario, fue ptimo; se haba mentalizado a fondo para ata-jar cualquier reaccin destemplada del pblico: Lo que ms me preocupaba eracmo reaccionara el pblico, (por eso) para que la gente viera que de verdad venadispuesto, esperaba la salida de los toros fuera del burladero. Por nada del mundoquera que alguien dijera que tena miedo, en (de la Serna, 2007: 22).

    34 Para seguir el hilo de lo realizado por Antoete en el ruedo de Las Ventasen 1981, tomaremos como referencia principal lo publicado por los crticos de lostres peridicos de ms tirada del momento, V. Zabala, J. Vidal y J. Posada, de Abc,El Pas y Diario 16, sin que este criterio impida aadir opiniones de otras proce-dencias cuando sean necesarias. Vicente Zabala Portols, asumi la crtica taurina deAbc entre 1972 y 1995, ao de su muerte, se caracteriz por enfocar las crnicasdesde un eclecticismo de eminente sabor taurino. Juan Barranco Posada, que seincorpor a la crtica mucho despus de haber sido matador de toros (1952-1956),era crtico titular de Diario 16 en 1981 y al morir en 2009 lo era de La Razn; se dis-tingui por analizar desde un punto de vista tcnico la labor de los toreros.

  • Antoete en Las Ventas en 1981. El torero de la verdad 41

    Eran las ocho de la tarde menos diez minutos. En ese precisomomento los nimos andaban caldeados. La corrida haba cogi-do la cuesta abajo (por la escasez de fuerzas del ganado). Enesto sale otro toro (el tercero) que se protesta nada ms apare-cer Cojo, cojo! (Toro manso de solemnidad que no entra a loscaballos). Y el presidente tira de pauelo rojo. Banderillasnegras cuyo primer par el toro acusa, y empieza a saltar, a tomarvelocidad y cruzar la plaza de lado a lado. (En esas) se acaba elhumor, porque el animal se va hacia un hombre con casi mediosiglo de edad (que) recibi la oleada que se vena encima deltoro descompuesto, rebrincado, queriendo pagar con alguien eldolor del par de banderillas. Entonces, entiende V. Zabala, se produjo el milagro

    porque apareci el torero de conocimiento, lidiador y artsti-co, al mismo tiempo:

    La cosa era como para tirar el capote y salir corriendo.Antoete lo esper. Le dej meter la cara en el percal. Sac losbrazos y lo llev muy largo. El animal se revolvi como unafuria. Otra vez el engao adelante. Embarca la feroz embestida,la templa, la lleva (dicen en la jerga) y vuelve a despedir a lafiera. As, hasta cuatro veces. No eran vernicas, eran lancessobre las piernas, defendindose, pero haciendo romperse altoro al mismo tiempo. Los oles estallaron como si de cuatrovernicas de manos bajas y pulsos lentos se tratara35. Ovacin

    35 Vidal en El Pas, subray lo obrado por Antoete de este modo: El pri-mero de Robles era tan manso que no lo pudieron picar ni una sola vez. La noble-za del toro la descubri Antoete, quien en los medios par al animal, que escapabaen una de sus ltimas oleadas, con dos lances magistrales, echando el capote abajo.El crujido del ol atron la plaza. Dos capotazos que se alinean entre lo ms tore-ro que hayamos visto en la feria. Como se podr apreciar no siempre puede exis-tir un acuerdo total sobre el nmero de lances habidos, pero s, desde luego, sobrela repercusin que tuvieron. Al leer este da a Vidal (1981a) se nota que no se ibaa entregar con facilidad a Antoete, como se aprecia en el resumen de lo realizado

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    de gala. Antoete haba descubierto al toro. Era manso, perotoreable36.Despus, en esa tarde, en el cuarto toro, le vino a Antoete

    la oportunidad de demostrar, con la muleta, que conoca los arca-nos de la fiesta de los toros y que volva a la actividad con laintencin de irlos revelando segn la ocasin lo pidiera, es decir,

    por el diestro madrileo en el cuarto toro, aunque lo matiza: sabemos que pudosacarle mejor partido, como sabemos que tampoco esperbamos tanto de su rea-paricin, en Fraude, fraude, fraude. La incondicionalidad del crtico conChenel lleg poco a poco, a medida que se sucedieron sus lecciones de tauroma-quia. Por su parte Antoete recordar esos lances bajo estos trminos: En el ter-cero de la tarde que perteneca a Julio Robles, lo foguearon, le pusieron banderillasnegras. Y ah, recuerdas?, lleg aquel quite mo. El toro iba como loco, suelto, seme vino de repente encima y lo fij con un capotazo bajndole las manos y fle-xionando la rodilla y le di media docena de lances. Se form un clamor en la plaza,se enfad mi amigo Julio y a partir de ese momento la gente ya me ech cuentas,en (Mols, 1996: 159).

    36 Zabala, (1981a: 48-49). En definitiva, el momento clave, como ha escri-to, recientemente, lvarez Vara (2011c): Es curioso el detalle de que la recon-quista sbita de Madrid por parte de Antoete corriera, la tarde de su reaparicinen mayo del 81, por cuenta de un toro de Ramn Snchez sangre Arranz, con sucruce Santa Coloma-Parlad tan original que, huido de escupirse y blandear en elcaballo, acababa de ser condenado a banderillas negras. Fue el primer toro del lotede Julio Robles. En escapada fiera, agreste y rebotada, se encontr el capote y elsitio de Antoete casi en la puerta de cuadrillas, adonde se huyen en las Ventas lostoros que se blandean sin ser exactamente mansos. Es probable que se fuera elmomento clave de la vuelta de Antoete al mundo grande quince aos despus.Del quite improvisado de Antoete el lance de retn, cuatro vernicas rotundas,y la media soltando a una mano el remate, sali el toro de Ramn Snchez mstoreado que domado, en Juan Pedro y Chenel. El mismo Antoete tuvo la cer-tidumbre que fue un lance clave en su vuelta a los toros, porque ah comenz sureconocimiento definitivo, como maestro, por la aficin madrilea: Yo s exac-tamente cundo el pblico de Madrid empez a considerarme maestro: con aqueltoro fogueado de Julio Robles, en el San Isidro de 1981, que iba como una bala, yme hice con l en los medios, adelantando la pierna, echndole el capote abajo. Mequed en el sitio, entre otras razones, porque no tena otro remedio, y le domin,en (Valenzuela, 1985).

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    paso a paso37. Si la primera leccin fascinante, incuestionable,haba sido la de ensear el conocimiento exacto de la lidia y deltoro38, la segunda, dictada a lo largo de la corrida pero escenifi-cada ante su segundo astado, consisti en deslumbrar con el con-

    37 J. C. Arvalo distingue la conexin y la comunin entre torero y aficinya en el primer toro de Antoete, en la toma de contacto con la muleta: Sucedique un hombre avanzaba sereno, con naturalidad, majestuosamente serio hacia eltoro. Era mayor, pero de su figura emanaba fuerza y tena los ojos puestos en suoponente. El respeto del torero por el toro produjo un respeto de todos por el toreo() Haba otra forma de torear ms all de los cdigos estandarizados, de los torosuniformemente entendidos. Los pases recobraban su perfume verdadero, erancomo palabras nunca odas, y un pase peda otro pase, as como un verso pide otroverso. Era torear y lidiar al mismo tiempo, un discurso transparente, apto paratodos los niveles, que converta al pblico en aficin () haba sucedido el reen-cuentro con una verdad olvidada. La revelacin del toreo, en (1987: 67-68).

    38 Aspectos bsicos en el concepto taurmaco de Antoete, expuestos conel capote en todo momento. Lo explica l mismo: Algo fundamental y primero:ver al toro, entenderlo, saber qu te pide y qu te niega. Si no descubres esto, estsperdido, vas a la deriva. Lidiar. Que no es otra cosa que darle al toro el toreo quenecesita para que saque lo bueno que lleva dentro. Poder. Ganarle la partida al toro,someterlo. De lo contrario quien manda es el toro y el que acaba toreado es el tore-ro, en (Mols, 1996: 103). A Manzano le relata la importancia de esta faceta.Cuando uno acude a una plaza va a ver una buena faena, pero a quien hay quemirar, observar y estudiar es al toro. Sabindolo mirar se sabr discernir si lo queel torero le ha hecho es lo adecuado o no. El animal es principal argumento deltoreo y en l hay que fijarse si es preciso hasta que duelan los ojos () Aprendera ver o a mirar los toros es un ejercicio difcil, costoso y hasta en bastantes oca-siones aburrido. Lleva tiempo y trabajo, y la tarea necesita una inmensa dosis deatencin () la prctica o la insistencia en descubrir qu esconde la bravura faci-litar una serie de conocimientos y crea una relacin de familiaridad de tal magni-tud que capacita con solvencia para discutir comportamientos, actitudes ypronsticos. Antoete tena la facilidad de ver al toro desde el principio, adivi-narle sus condiciones, y mejorrselas con la lidia con el capote, para irle encauzan-do la embestida y ponerla al servicio de la faena de muleta, algo que le transmite aManzano con este sencillo razonamiento: el diestro debe atemperar la bestial aco-metida (del toro) para que vaya transformndose en caudalosa nobleza, debe ense-ar al toro a embestir, a seguir el engao, en (2001: 43-46 y 63-64)(respectivamente). Para J. Lavern, entrando en el toreo de capa, nos sita en su pro-

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    cepto de la torera y demostrar que se sustentaba en la posesindel valor seco, del valor verdadero. De tales realidades, Zabalaquiso hacer hincapi, de manera especial, en la actuacin deAntoete, ese aspecto de la valenta, pues se le vea que habavuelto siendo consciente de lo que era el cometido de torear enMadrid39, una plaza en la que los toreros exponen al mximo,donde el examen es ms duro y las estadsticas se hacen ai-cos40. Cuando Antoete tom la muleta en el cuarto de la tarde

    ceso lidiador: la vernica de Antoete se concibe desde la distancia, se trae los torostoreados desde muy lejos, sobrevuela en torno al giro de muecas del diestro, yse explica como base (en) preparar al toro para la faena de muleta; ensearle aembestir ms que buscar el lucimiento (1988: 25).

    39 Para Antoete la mejor plaza de toros existente: !Lo tiene todo! Loprimero es que es la ms bonita del mundo, la ms bonita, ms torera y ms guapaque hay! Y luego que es la que da y la que quita, la que te empuja para adelante ote puede detener, en (Prez-Cejuela, 2006: 15).

    40 Controvertido asunto el del pblico de Madrid, sobre todo en torno alprotagonismo y peso en el desarrollo de los festejos del sector crtico del tendido7. Para algunos cronistas es el segmento culpable de que la plaza de Madrid seauna plaza imposible para los toreros y donde no se pueda ver la verdadera dimen-sin de la fiesta de los toros. Entre ellos se encuentra J. C. Arvalo, que se expre-sa sobre el tema con dureza interpretativa: En la plaza de Madrid, convivencoexistencia nada pacfica, por otra parte un pblico festivo y espontneo, msldico que solvente, en la parte del sol, y un pblico con ribetes fascistoides, equi-distantes del sol y de la sombra, redentorista y violento, que acusa a unos de igno-rantes y a otros de seoritismo cursi. El equipo titular se aposenta en el bajo del 7y los alevines en la andanada del mismo tendido, y tienen representantes en lagrada y la andanada del 8. Este disperso grupo padece una visin arqueolgica dela fiesta, se proclama defensor de una ortodoxia que en el fondo desconoce y niegaal pblico su papel de pueblo en el democrtico juego de la lidia, lo convierte entribunal inquisitorial donde las vctimas propiciatorias son toro y torero, segn setercie. Rigurosamente, su subversin se transforma en inversin de jerarquas, ysta trastorna el espritu de la corrida y su significado ms profundo. Es curiosa ysignificativa la postura adoptada por la sombra, donde reside la aficin ms cono-cedora de la plaza, salpicada de turistas, fuera de feria, o de famosos y ricos depaso en San Isidro. Es una aficin pasiva y doliente, conservadora y sumisa anteel autoritarismo de la intransigencia. En su descargo debe decirse que slo va a los

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    y se fue hacia el toro, escribe Zabala, se la jug como un cha-val de veinte aos, con la mixtura de la clarividencia, ya quesali andando con un paso torersimo hacia los medios, dondeesperaba el animal, y lo hizo con sabor de torero antiguo, purasolera, para encontrarse all con el toro y mostrarle su arrojo ypara imponerse: Toda la faena se ha desarrollado en un palmode terreno. Costaba mucho trabajo estar all. El toro no tenafijeza en el engao. Lo meti en la muleta41. Faena importante

    toros, no a defender causa alguna. nicamente se encrespa y reacciona cuando elresto de la solanera toma la iniciativa y arremete contra los inquisidores, en(1987: 6162). Esta visin de la plaza de Madrid de Arvalo coincide, en granparte, con la adoptada por aquellos que se sienten ms ligados al mundo de los torospor dentro, es decir, toreros, ganaderos y periodistas. En la actualidad, hoy, la res-puesta del tendido 7 se ha suavizado y los grupos disidentes de las andanadas handesaparecido, debido al desgaste del paso del tiempo al no existir demasiada reno-vacin en la aficin que acude a los festejos que proponen los empresarios. Comoes lgico, aquellos que se sienten defensores de la esencia de la tauromaquia ven conmayor agrado la respuesta discrepante (con el taurinismo) que ha mantenido el ten-dido 7, a lo largo de las ltimas dcadas. Respecto a la opinin de Antoete, no dejade ser elocuente y significativa: Hay gente que los maldice, yo les he respetadosiempre. Es ms, cuando he realizado una faena y he visto a la plaza entregada, heechado un reojo al tendido 7 y si ellos tambin aplauden entonces me he dicho: hadebido de ser buena la faena, en (Mols, 1996: 160).

    41 La capacidad de torear sin probaturas, con la seguridad de lo que va asuceder acontecer, es una de las caractersticas que definen a Antoete, y que sele han valorado. Cada parte se va integrando en un todo como una obra que se abrey se cierra alrededor de s misma. Arvalo lo entiende a partir del poder que tienela muleta del torero: Fijos bien en Antoete cuando va hacia el toro porque yaha empezado a torear y recordad que segus atenazados al torero luego de su rema-te. Domingo Ortega lo resolva a veces andando al toro y Antoete esperndoloquieto y en su sitio, con un imn (poder de imantacin) en la muleta, en (1987:27). Con puntos de vista diametralmente opuestos, J. R. Mrquez, (2011: 13) refie-re que ese podero de Antoete reside en el conocimiento que posee del toro: Lacaracterstica ms definitoria del toreo de Antoete (es) su conocimiento del toro.Antoete es el torero, de todos cuantos he visto, que mejor ha conocido al toro deuna forma intuitiva y natural. Antoete es el torero que no rectifica, dnde l sepone es donde viene el toro. Siempre () El toro viene porque el torero est justo

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    por las circunstancias, por la valenta que se precisa para sobre-ponerse despus de tanto tiempo y por el sentido de la responsa-bilidad42. No acert a la primera con la espada. Unnime vuelta

    en el sitio que se tiene que poner, ni medio metro antes ni medio metro despus.Antoete no rectifica, no anda () ni descubre al toro por el mtodo deductivo abase de probaturas. Antoete sabe siempre donde se tiene que poner y cul es elsitio en que el toro le va a ir, porque sabe de sus querencias y de sus terrenos. Delas querencias y de los terrenos habla Antoete con J. Manzano (2011: 56-58) paraexponerle: Las querencias son el sitio donde el toro prefiere estar porque nadie lemolesta, o porque ah es donde ms a gusto se encuentra. All se sentir fuerte ydesde esa calma su propio instinto le har defenderse () Los terrenos vienen aser lo mismo que las querencias con una importante salvedad y es que el terrenoes la querencia del torero () Por regla general, y porque as nos lo ensearondesde siempre, al toro hay que procurar apartarlo del sitio en que se encuentrafuerte y a gusto, de la querencia. Fuera de all estar menos defensivo, ms tmi-do, ms a merced de la voluntad humana. Sin embargo, hay muchas veces en queel torero debe hacer la faena donde el toro se la est pidiendo aunque sea de unaforma peligrosa por estar donde ms protegido se siente, donde mayor amparo ensus propias fuerzas encuentra (ya que) por la importancia que debe tener el senti-do comn, el diestro sabr que donde el animal est a gusto es donde puede dar lomejor de s, con lo que se rompe la regla genrica que no general de al toro hayque lidiarlo donde precisamente l no desee.

    42 Pilar de la tauromaquia de Antoete, su valor seco, algo que no se lenotaba, pero soporte de todo su quehacer. Para D. Delgado de la Cmara (2011) esun elemento que eleva a Antoete sobre la media de los toreros por una consistenterazn de peso: Hemos visto quedarse quietos a muchsimos toreros a sus veinteaos. Pero con cincuenta aos, solo se ha quedado quieto Antoete. Quiz porquesus circunstancias vitales le empujaran a ello. Saba que era su ltima oportunidady que no poda dejarla pasar. Pero el hecho es que con esa edad el nico que hasido capaz de torear con entrega ha sido l, en Antoete, clsico entre los clsi-cos. Desde el criterio de Arvalo (1987: 53), Antoete vino a practicar algo que,para l, se piensa pero es delicado comprobar: demostr una difcil evidencia,que el valor reside en la mente (que) la voluntad ordena la quietud del hombre.El valor o el miedo. Como todo torero Chenel pasaba miedo, y para ahuyentarlosegua un ritual: Pasas mucho miedo, mucho! Hay miedo a la responsabilidad, acmo saldrn los toros, a cmo reaccionar el pblico. Ests superentrenado,desde luego, pero siempre te queda la duda de si ser suficiente. Yo empiezo apasar el miedo en el hotel, justo cuando me pongo la primera media. Siempre ini-cio la ceremonia de vestirme de luces dos horas antes, para hacerlo despacio, cui-

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    al ruedo. Y el grito qu hermoso son esos gritos! desde lasalturas aqu huele a torero! (Zabala, 1981a: 49).

    El crtico del diario El Pas, Joaqun Vidal, remarc delproceder de Antoete la torera, fundamento constitutivo del artede torear, que diferencia y marca a los toreros, porque de cadauno de ellos depende poseerlo, interiorizarlo y exponerlo enpblico, para transmitir el prodigio de ser torero. Un sello per-sonal de Antoete, unido a su prestancia, que sintieron de mane-ra muy honda, tambin, todos los aficionados, y que nadie haolvidado. Aspecto sobre el que siempre volva Vidal cuandotena que escribir sobre l. Ya lo hizo en ese primer contacto deltorero con Madrid en su vuelta:

    Torera es era ayer la de Antoete en los capotazos dichos(en el quite), en otros de recibo al cuarto, sometiendo la acome-tida en el mismsimo platillo. Torera es era ayer, aqul andar-les a los toros despacioso y relajado aunque por dentro leardieran infernales inquietudes; aqul irse de la cara con pau-sada marchosera. Torera es era ayer, la naturalidad al citar,al embarcar, al rematar las suertes en redondo, que ejecutaba enlos terrenos y a la distancia que precisaban las condiciones deltoro. As tore Antoete al cuarto, uno de los pocos que tenanfaena en la tarde (Vidal, 1981a).Por su parte, Juan Posada (Diario 16) se encarg de mag-

    nificar el saber estar de Antoete durante toda esa tarde, su pre-cisin para torear, su papel de catedrtico, de maestro que enseauna leccin sobre el toreo para que sea restaurado. Desde su cr-nica, y de la comparacin con otros toreros, nos lleva a una refle-xin en torno al toreo: Los toreros se distinguen entre los quesaben torear y los que dan pases. La diferencia estriba en que dar

    dando todos los detalles. Y noto los que me rodean tambin lo notan que voytransformndome de persona normal de la calle en torero, con todas sus angus-tias, (Vidal, 1985).

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    pases no tiene mrito y torear, entendido como arte, es casiimposible, un milagro. Ese asombro lo trajo debajo del brazoAntoete. A la hora de explicarlo Posada se remite al quite yaanalizado: Torear es el modo como Antoete se qued con elmanso a la salida, furibunda y zigzagueante, del primer par decastigo. Claro que el diestro estaba colocado precisamente en ellugar exacto para prevenir la eventualidad. Desde esa evidenciapasa a su manera de ensear y decir: Arte es la forma de irsedel toro, garboso, tranquilo, torero al fin, como l lo hizo, cuan-do estaba en situacin comprometida. Y se introduce en elncleo de las nuevas formas tradas por Antoete, a la verdad desu toreo, dichas y observadas sin ambages:

    Arte es adelantar la pierna para que el toro tenga que saltar porella y, al verse burlado, humillarse y rendirse ante tamaa insen-satez grandiosa. Arte, en fin, es la hechura de un torero, que sevuelve al pblico no para suplicar una palma, sino para ensear ala ctedra que aquello es torear. Simplemente eso: estar ante eltoro como debe estar un torero. Casi n! Antoete explic ayer alos que aspiran a ser toreros la primera y esencial regla: serlo(Posada, 1981: 27).Juan Posada ensalza a Antoete en sus dos toros, por distin-

    tas causas pero con similares objetivos conseguidos: la verdad, elajuste, la torera y el arte: En su primero supo estar cosa que nose ve desde hace mucho tiempo con ritmo, elegancia y facilidad.De su segundo, en donde Antoete alcanz un mayor nivel exposi-tivo, Posada celebr casi toda su labor, con capote y muleta:

    En el centro del ruedo, donde se recogen los toros huidos.Antoete supo fijarlo y aplicarle una dosis de dos vernicas ymedia (vernica) que recordaron tiempos pretritos43. La forma

    43 Del toreo de capa de Antoete, la vernica y la media son los lancesesenciales, sobre los que gira su tauromaquia. La vernica la entiende como unmuletazo (en el que) no (se) le espera (al toro) sino que (se le ) llama, (se le ) cita

  • Antoete en Las Ventas en 1981. El torero de la verdad 49

    de buscarle las distancias a este cuarto toro44 y la manera comolo recibi fueron una autntica leccin de torera. Pausado, lentoy majestuoso, aprovech las pocas arrancadas del burel paraencelarlo en pases lnguidos y dulces, que tambin es torear.Andar, andarle, es smil de encelar, de consentir, de dominar.Aqu dos soberbios muletazos, all un detalle, y al final un pasede pecho. Torear, saber estar, ensear. Bien maestro! (Posada,1981).

    dndole el pecho y echndole el engao al hocico, provocndolo (y metido en laembestida del toro se) ha cargado la suerte (y se) mece los brazos, (para) hacin-dole humillar (al toro) templa(rle la) acometida, (y) empalmar serie de pases (y)ligar lances (y) siempre ganando terreno y dominando cada vez ms al animal. (Lamedia se da cuando) ya has decidido hacer una pausa en la lidia, (para entonces)recrearse (ya) que vas a abandonar la cara del toro con elegancia y garbo (instan-te en el que) se cita al toro totalmente frente a l y dndole el pecho el corazn oel alma si se prefiere hay que descararse, jalearse y girar con torera el rostro mar-cando con el mentn sobre la hombrera el lugar por donde se le va a dar la salida.Se carga la suerte haciendo notar que se est despreciando la cogida y con arreba-tadora pasin se acenta lo ms posible el brusco cambio de trayectoria al que seva a someter al animal. Echando el cuerpo hacia adelante, firme y segura bajo labarriga la mano que sujeta el percal, el diestro se enrosca al toro a su cintura acor-tando el viaje al capotillo entre la cadera y la espalda pero llevando largo y tem-plado al animal en los vuelos, obligndole a describir una circunferencia, en(Manzano, 2011: 66-69). J. Lavern (1988: 27) piensa que fue una aportacin delos ltimos aos, en la que carga exageradamente la suerte, tanto que pareceque se va a partir, y se la todo el tiro a la cintura, y eso la convierte en incon-fundible: La Media de Antoete. En la corrida del 22 de mayo lidi con la capa conjusteza, y dio una buena media, pero ser en los aos venideros cuando deje cin-celada la imagen de la media antoetista, esttica, honda, arrebatada.

    44 La perfecta colocacin de Antoete es otro de sus soportes inherentes,que en l surga con naturalidad, sin esfuerzo. D. Delgado de la Cmara (2011) haexplicado esa facultad relacionndola con la manera de ir ligando los pases en lafaena: Su sentido de la colocacin ha sido incomparable. No ha tenido igual. Secolocaba siempre en el terreno exacto y preciso, con lo que el toro ya se haba dadomedio muletazo l solito. Y con esta colocacin se poda torear con muy pocasfacultades, asunto crucial para un torero veterano. Colocndose tan bien y presen-tando los engaos tan planos, la ligazn era perfecta. Nadie ha ligado el naturalcon el de pecho como Antonio Chenel.

  • Jos Campos Caizares50

    Mucho dio de s en la prensa este primer evento en el quese anunci Antoete en Madrid. No slo fue destacado por lostres crticos elegidos. Tambin el prestigioso, controvertido ycombativo crtico del diario Pueblo, Alfonso Navaln se leentreg sin reservas por el arrojo y perfume que desprenda laaeja tauromaquia trada por el torero madrileo, y por ese saberestar que sobresali en su primera leccin:

    estbamos ante un hombre inesperadamente fuerte para suedad, toreando con un dominio y un aplomo que nos dej asom-brados. En los dos sali a recibirlos nada ms asomar por loschiqueros, en los dos llen la plaza de ese aire distinto que tie-nen los toreros viejos. (Al cuarto toro) le dio la distancia y elreposo que peda el blando (astado). Le dio sencillamente elsitio de los buenos toreros y la muleta se fue meciendo limpia-mente delante de los pitones dibujando derechazos impeca-bles45. Pero lo de menos eran los pases, lo que ms meimpresion fue la forma de citar, con asombrosa naturalidad() La plaza est llena de olor a torero (Navaln, 1981: 29).Como resumen de lo acontecido, y de lo esperable,

    Zabala, en su crnica, dej constancia de la aureola que habadejado en el ambiente la vuelta de Antoete a Las Ventas: Latarde se haba salvado