designia vol2 nº1

Upload: mtr-phernando-martinez

Post on 17-Oct-2015

56 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

  • Julio - Diciembre2013Vol. 2 N.1ISSN 2256-4004

  • PRESENTACINAl presentar el tercer nmero de la Revista Designia, en proceso de indexacin, de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes, deseo destacar la calidad de los trabajos aqu incluidos, fruto del comprometido trabajo de docentes

    investigadores de la Universidad, todos ellos aportan de una parte, elementos para una

    mejor formacin de nuestros estudiantes, un ejercicio profesional exitoso para nuestros

    egresados, y de otra parte coadyuvan en la formacin de investigadores y de profesionales

    con sentido tico y responsabilidad social.

    El artculo del trabajo del Socilogo Mg. John Freddy Ramrez, es un interesante anlisis

    sobre el desarrollo urbano en Colombia en relacin con la normatividad establecida en

    la Ley 338 de 1997 y las dificultades de su aplicacin dadas las condiciones socio

    econmicas de nuestra poblacin.

    La Arquitecta ngela Mara Franco, realiza un cuidadoso estudio sobre los conjuntos

    cerrados en Colombia, las leyes bajo las cuales se han desarrollado frente a su estableci-

    miento y crecimiento en otros pases de Amrica Latina; el anlisis se complementa con

    casos de la ciudad de Tunja y su caracterizacin tanto en lo pblico como en lo privado.

    Anlisis urbano arquitectnico del espacio pblico, es el ttulo del trabajo adelantado

    por el Arquitecto Mg. Luis Hair Dueas en el cual elabora un marco conceptual para

    comprender el espacio pblico como uno de los sistemas urbanos con mayor incidencia en

    la conformacin de una ciudad, la resea bibliogrfica que realiza el autor sobre el tema en

    diversas partes del mundo es muy til para todos los interesados.

    Un tema de gran inters es el que desarrolla maestro en artes Elver Chaparro Las apro-

    piaciones de la grfica popular urbana, el estudio exploratorio descriptivo muestra las

    expresiones de la cultura popular en el municipio Boyacense de Tibasosa, explica cules

    han sido las expresiones grficas, la publicidad y los materiales utilizados para su realizacin.

  • Creo que es una temtica poco estudiada en nuestra regin la que explora el profesor

    Julin Llanos: El museo del Ciberespacio lugar para la interaccin y la construccin

    conjunta de relatos y que nos introduce en el mundo de los museos, guardas de

    diferentes expresiones del arte, y el uso de nuevas tecnologas de informacin y

    comunicaciones, lo cual le permite a los museos llegar a travs de imgenes digitalizadas

    en internet a una gran masa de poblacin de todos los estratos socio culturales y

    dnde la expresin artstica (obras de arte) con su categorizaciones y explicaciones

    coadyuvan a la formacin en esta importante rea del crecimiento y a incrementar la

    cultura de individuos, que de otra forma les es muy difcil alcanzar dadas las limitaciones

    para el conocimiento presencial del museo tradicional.

    Finalmente, la directora del programa de Diseo Grfico Ana Milena Castro hace una

    serie de reflexiones sobre El diseo tipogrfico para libros: una tarea de medicin del

    tiempo, resultado de ejercicios acadmicos de aula y de trabajo profesional. En esta

    reflexin la autora enfatiza sobre los recursos visuales que comunican al lector de un texto,

    o de un libro con los eventos y personajes que describen, igualmente muestra: 1. La

    importancia del factor tiempo en la construccin de un libro; tomando ste como una

    de la mayores correos de transmisin de la cultura occidental y 2. Los tipos de letras,

    caracteres y colores que se utiliza en el diseo tipogrfico.

    ROSITA CUERVO PAYERASRectora

  • EDITORIALEscritura de ensayos como mtodo de aprendizaje y evaluacinEn este nmero de Designia contamos con una serie de artculos cientficos que se han escrito como ensayos de alto desarrollo y calidad que me lleva a hacer una reflexin acerca de la doble potencialidad que tiene el ensayo acadmico como mtodo de aprendizaje que nuestros estudiantes se pueden

    apropiar, y como tcnica de evaluacin de los cursos que orientamos. No slo es un

    medio que permite a los docentes e investigadores maduros transmitir conocimientos de

    carcter cientfico, sino que lo podemos emplear como una herramienta pedaggica que

    permite en nuestros estudiantes universitarios, el desarrollo de competencias asociadas

    al razonamiento, la capacidad de anlisis y sntesis, la crtica, la reflexin, la expresin

    de ideas o habilidad comunicativa, la creacin; a la vez que nos permite evaluar en ellos

    conocimientos especficos sobre un tema de estudio en particular.

    Bien se sabe que la realizacin de un ensayo es exigente para el autor avanzado ya que

    implica la construccin y organizacin de ideas, pero en ello radica tambin su potencial

    como estrategia de aprendizaje que puede ser trabajo en aula con estudiantes universitarios.

    Es importante al respecto que en la evaluacin de ensayos se definan criterios y referencias

    de valoracin, los cuales se construyen con el estudiante para orientarlo en su elaboracin

    y tener reglas de juego claras y explcitas. Hugo Cerd en su texto la Evaluacin como

    Experiencia Total (2000) propone algunos indicadores metodolgicos para evaluar

    ensayos como: precisin, claridad, relevancia, coherencia, consistencia, continuidad,

    propiedad de las citas y referencias, naturalidad y originalidad.

    Los ensayos tambin discurren con diferentes niveles de profundidad. En tipologa de

    ensayos hay diversidad de formatos y niveles de complejidad. Los ms sencillos son

    descriptivos y clasificatorios, luego estn los explicativos hasta llegar a otros ms complejos

  • como los de crtica alrededor de ideas, proposiciones, textos u obras y, finalmente, los

    de mayor nivel son los ensayos de creacin, segn lo indicado por Hugo Cerd. La

    escogencia de realizar unos u otros depender de las pretensiones de la comunicacin

    que se pretende divulgar y de las habilidades intereses y expectativas de quien los

    propone, realiza o evala.

    Una pauta fundamental para realizar ensayos es formularse preguntas e intentar resolverlas

    en el ensayo mismo. El desarrollo del tema se hace a travs de explicaciones, argumentos,

    comentarios, ejemplos, comparaciones, referencias, a partir de una actividad de investigacin

    o, al menos, de consulta, por ende es un ejercicio que refuerza competencias investigativas.

    El enfoque es fundamental para la realizacin de ensayos y ello implica asumir una

    postura crtica, jams repetitiva o memorstica.

    De todo lo mencionado anteriormente, evidenciamos que existe un arsenal de posibilidades

    para construir ensayos y evaluar el trabajo de quien lo construye, desde la fase de

    planeacin, el manejo de fuentes, la expresin de contenidos, las habilidades de expresin

    o comunicativas, el proceso de elaboracin del ensayo y finalmente su resultado. En

    sntesis se espera que los ensayos evidencien claridad a travs de su coherencia, cohesin

    y lgica textual y tengan un valor por su aporte al conocimiento de las disciplinas de

    donde surgen y, en ese sentido, sirven como una poderosa herramienta de aprendizaje y

    evaluacin de competencias profesionales y cientficas.

    ADRIANA HIDALGO GUERREROEditora

  • Pag. 8-22

    Pag. 24-42

    Pag. 44-66

    Pag. 68-84

    Pag. 86-110

    Pag. 112-128

    Pag. 129-135

    Academia y poltica: El concepto de urbanismo detrs de la ley 388 de 1997.Academy and politics: The concept of urbanism behind the law 388 of 1997.

    Acerca de los conjuntos cerrados: Paradigmas y paradojas.Gated communities: Paradigms and paradoxes.

    Anlisis urbano - arquitectnico del espacio pblico. Un marco conceptual.Urban - architectural analysis of public space. A conceptual framework

    Apropiaciones de la grfica popular urbana.Appropriations of popular urban graphics.

    Diseo tipogrfico para libros: Una tarea de medicin del tiempo.Typographic design for books: a task time measuring.

    El museo del ciberespacio: Lugar para la interaccin y la construccin conjunta de relatos.The cyberspace museum: A place for interaction and joint construction of stories

    Indicaciones para los autores

    John Freddy Ramrez Ros

    ngela Mara Franco Meja

    Luis Hair Dueas Gmez

    Elver Chaparro Cardozo

    Ana Milena Castro Fernndez

    Julin Llanos Jaramillo

    CONTENIDO

  • Resumen: Abstract

    Palabras clave:

    Key words:

    Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    8

    pp. 0

    8- 2

    2

    Academy and politics: the concept of urbanism behind the law 388 of 1997

    * Socilogo, Magster en Urbanismo. Profesor auxiliar de la Universidad de Boyac. Integrante del grupo de Investigacin Nodos.email: [email protected]

    1Este artculo presenta resultados de investi-gacin del proyecto de investigacin: Historia Crtica de la Planeacin Urbana en Colombia. Una Aproximacin Interpretativa desde los Estudios Sociales de la Ciencia. Proyecto Financiado por la Direccin de Investigaciones. Sede Bogot (DIB) de la Universidad Nacional de Colombia.

    Urbanism, Land Theory, Urban Policy.

    Urbanismo, Teora de la Renta del Suelo, Poltica Urbana.

    This research paper describes the interactions between academic and political spheres, re-garding the conception of urbanism according to law 388, 1997, which has given shape to the theory and practice of Colombian urbanism in recent times. The consolida-tion process of its fundamental principle is described, based on the public control on ownership, use and rent of land. By the end, it presents an interpretation of how those process has led local specialists in urbanism to focus more on political positioning of the law than in academically and scientifically strengthen it.

    Este artculo de reflexin derivado de investi-gacin describe el conjunto de interacciones establecidas entre las esferas acadmica y poltica alrededor de la visin del urbanismo que encierra la vigente Ley 338 de 1997 de ordenamiento territorial en Colombia. Se describe el proceso de consolidacin de dicha Ley en torno a su principio fundamental basado en el control pblico de la tenencia, el uso y la renta del suelo. Al final se pre-senta una interpretacin de cmo tal proceso ha llevado a los especialistas locales en urbanismo a concentarse ms en posicionarla polticamente que en fortalecerla acadmica y cientficamente.

    JOHN FREDDY RAMREZ ROS*

    Academia y poltica: El concepto de urbanismo detrs

    de la ley 388 de 1997 1

    Recibido: 10-jul-2013Aceptado: 3-oct-2013

    Ramrez, J.F. (2013). Academia y poltica: El concepto de urbanismo detrs de la ley 388 de 1997. Designia, 2(1), 8-22.

  • INTRODUCCIN

    JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    9

    Esta reflexin derivada de investigacin tiene como objetivo explicar el conjunto de procesos sociales acaecidos en las esferas acadmica y poltica, los cuales dieron forma a la visin contempornea de urbanismo en Colombia y cuyo mximo logro fue la promulgacin en 1997 de la Ley 388. Esta

    Ley trajo consigo un renacer del inters por la disciplina urbanstica en la dcada

    de los noventa, luego de que en los aos ochenta se perdiera dicha motivacin y

    se opacaran varias de las instituciones dedicadas al estudio de tal rea. Al final se

    propone un punto de debate alrededor de la siguiente pregunta: hasta qu punto

    los urbanistas se han concentrado ms en desarrollar los principios de la Ley 388,

    actuando como consultores e incluso polticos pero relegando la reflexin acadmica

    y cientfica acerca de la disciplina? Para debatir con base en este cuestionamiento

    es necesario entender todo el proceso de consolidacin de la Ley y de la visin de

    urbanismo en ella contenida.

    FUNDAMENTOS DE LA ECONOMA CLSICA Y DEL

    DERECHO MODERNO EN LA TEORA CONTEMPORNEA

    DE LA RENTA DEL SUELO.

    La Ley 338 basa la prctica profesional del urbanismo en el principio de que el suelo y su renta pueden ser legtimamente regulados por el Estado (Cf. Maldonado, 2003, p. 13). Sin embargo, es preciso hacer algunas anotaciones generales sobre el origen y la evolucin de la Teora de la Renta

    del Suelo (TRS), conocida por muchos especialistas que en el plano local han

    soportado la consolidacin de dicho fundamento en la Ley.

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    10

    pp. 0

    8- 2

    2

    Es importante hacer primero mencin

    del pensador britnico David Ricardo

    quien en el siglo XVII habra sido el

    primero en formular una aproximacin

    inicial a la TRS. Ricardo vivi en

    una Gran Bretaa cuya sociedad en

    trnsito a la modernidad volvi objeto

    de amplio debate tanto la naturaleza

    de las rentas derivadas de todo tipo

    de propiedad como la forma en que

    el incipiente Estado mercantilista del

    momento poda obtener recursos de

    las mismas. El terico formul una

    divisin de las rentas para permitir al

    Estado la aplicacin de cargas imposi-

    tivas (impuestos) sobre ellas. Dentro

    de dicha divisin incluy la renta del

    suelo que, a diferencia de la producida

    por otros bienes como el trabajo y el

    capital, se generaba sin la mediacin

    de proceso productivo alguno (Cf.

    Alfonso, 2003, p. 53; Morales,

    2003, p. 339).

    Aunque en la actualidad se hable con toda naturalidad de la renta del suelo, para

    aquel entonces resultaba revolucionario hacer ese tipo de mencin. No debe olvidarse

    que en el sistema econmico y social feudalista el suelo no era considerado una

    propiedad transable sino heredable, en otras palabras, una bendicin acumulable y

    orientada a ejercer un control sobre el territorio con base en la creencia del reino de

    Dios en la tierra. As pues, la divisin de Ricardo uno de los primeros postulados

    de la economa clsica supona un cambio en la mentalidad respecto a la naturaleza

    de la posesin del suelo, al destacar que era un bien, s generaba una renta, y por

    ese mismo camino, poda ser demandado u ofertado como cualquier otra mercanca.

    La clase burguesa en ascenso para ese entonces, y de la cual haca parte el mismo

    Ricardo, amenazaba as los cimientos ideolgicos del estamento, ya decadente, de

    los seores feudales. Precisamente, la visin de estos ltimos en relacin con la

    propiedad del suelo se mantena como un gran obstculo para la consolidacin plena

    del sistema econmico basado en el capital y el libre intercambio de mercancas.

    Para solucionar tal inconveniente se consider necesario que el Estado interviniera con

    impuestos a la renta producida por ese tipo de bien. Hasta este punto el afn de

    la burguesa inglesa era facilitar la inclusin del suelo dentro de las lgicas del libre

    mercado. No obstante, fue en la Francia napolenica durante el siglo XVIII donde

    realmente se dio el debate sobre la naturaleza de la propiedad del suelo y la capacidad

    estatal no solo de imponer cargas sino tambin de confiscarlo en pro del bien

    pblico. De hecho, el Cdigo Civil napolenico inclua ya algunas indicaciones al

    respecto y facultaba al Estado para tomar control directo de las tierras que considerara

    necesarias para el logro de sus fines.

    De esta manera, en Francia se desarroll con mayor perfeccin una TRS sustentada

    en ese control sobre el suelo y cuyos tericos ms destacados han sido Joseph

    Comby, Christian Topalov, Karl Polanyi y Vicent Renard, quienes se han caracterizado

    por demostrar que el tema no solo es econmico sino tambin jurdico y de poltica

    urbana (Cf. Maldonado, 2003, p. 211).

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    11

    PRIMEROS ANTECEDENTES ACADMICOS LOCALES DE LA VISIN

    DEL URBANISMO EN LA LEY 388

    Desde finales de la dcada de los setenta, algunos consultores se mostraban muy interesados en la TRS, particularmente en relacin con el problema de la vivienda urbana que desde mediados del siglo XX y gracias a los intensos flujos migratorios del campo a la ciudad, se haba vuelto prioritario tanto en el mbito acadmico como en el de la poltica pblica.

    Uno de los primeros y ms importantes especialistas en referirse a este asunto fue el

    economista y urbanista Humberto Molina. En el texto La investigacin urbana en

    Amrica Latina. Caminos recorridos y por recorrer, se destaca de l lo siguiente:

    Sin duda el aporte terico de Molina al anlisis de la vivienda es uno de los ms

    importantes en Colombia y an en Amrica Latina. En general este anlisis parte

    de la premisa de que la vivienda debe ser estudiada como un elemento

    constitutivo del espacio urbano capitalista y, por lo tanto, el problema de la

    vivienda en el caso colombiano no puede ser examinado independientemente de

    las condiciones que acompaan el surgimiento del fenmeno urbano en formaciones

    sociales capitalistas subdesarrolladas. Desde esta perspectiva Molina hace una

    amplia reflexin sobre la naturaleza de la vivienda mostrando sus mltiples facetas

    en tanto que bien necesario, bien inmueble o mercanca. Ello le permite dilucidar

    los factores que inciden en la dinmica del dficit habitacional, esto es, la

    estructura de la demanda de vivienda y sus diferentes formas de produccin.

    Para complementar su anlisis intenta esclarecer tambin las leyes que, a travs

    de las rentas del suelo, regulan la segregacin del espacio urbano y la propia

    localizacin de la vivienda (Senz & Velsquez, 1989, p. 127).

    Por su parte, los especialistas en

    Colombia desde mediados de la

    dcada de 1970 comenzaron a

    estudiar y entender este tipo de

    debates sobre la renta y la naturaleza

    de la propiedad del suelo, y poco a

    poco fueron introduciendo en las lgicas

    acadmicas y polticas locales los

    principios originados en las sociedades

    europeas. A continuacin se explica

    de qu forma se hizo esa incorporacin.

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    12

    pp. 0

    8- 2

    2

    en aras de comprender las dinmicas de su mercado en Colombia y Latinoamrica.

    Al respecto, trabaj de la mano con investigadores del Centro de Estudios Urbanos

    y Regionales de la Universidad de Buenos Aires, erigido para la poca como un

    reconocido instituto de investigacin de los fenmenos latinoamericanos de urbanizacin

    informal. Aos ms tarde, Molina retom las conceptualizaciones que sobre TRS

    consign el economista canadiense Lauchlin Currie en su libro Urbanizacin y

    Desarrollo. Un diseo para el crecimiento metropolitano (1988). Dicha obra es

    clave, pues en ella Currie incorpor los costos del incremento del valor del suelo en

    los precios finales de la vivienda edificada de forma masiva y, sobre todo, en la

    financiacin de su construccin. Cabe recordar que Currie defenda el modelo del

    ahorro individual como el mejor mecanismo para el financiamiento de la vivienda

    urbana en un contexto de progresiva liberalizacin de las cargas del planeamiento,

    concentradas predominantemente en manos del sector pblico. En Colombia, tal

    ahorro inspirara la famosa figura bancaria de la Unidad de Poder Adquisitivo

    Constante (UPAC), que si bien no fue creacin de Currie, sirvi en parte para

    desmontar el sistema pblico de construccin de vivienda liderado hasta la dcada

    de los setenta por el Instituto de Crdito Territorial.

    Posteriormente, en la dcada de los ochenta, Samuel Jaramillo, tras haber realizado

    estudios de doctorado en economa urbana en Francia, escribi dos de sus primeras

    reflexiones sobre TRS: Renta absoluta y composicin orgnica del capital (1981) y

    Crisis de los medios de consumo colectivo urbano y capitalismo perifrico (1984).

    Igualmente el arquitecto-urbanista Enrique Pealosa lider una famosa Declaracin Sobre

    los Asentamientos Humanos (1976) en Vancouver (Canad) que planteaba lo siguiente:

    Como fuentes de inspiracin para

    incorporar la TRS, Molina tuvo, al

    principio, las apreciaciones del

    economista italiano Piero Sraffa,

    fundador de la Escuela Neorricardiana.

    Dicha Escuela se inspiraba en los

    postulados de Ricardo sobre la

    renta del suelo, si bien modific en

    la teora del economista clsico la

    dimensin del plusvalor, la cual haba

    sido profundamente desarrollada por

    otro economista, Karl Marx. Sraffa, a

    diferencia de Ricardo y Marx, enfatiz

    en el hecho de que el valor de uso y

    el valor de cambio se dan de forma

    simultnea en cualquier mercanca

    (incluyendo el suelo). Por ejemplo, un

    agente econmico puede de manera

    apriorstica establecer el precio actual

    y futuro de un lote, dado que prices

    cannot be determined before the

    actual rate of profit is known, both

    prices and the rate of profit can be

    determined simultaneously (Bha-

    radwaj, 1971, citado por Lucarelli,

    2007, p.15).

    Estas discusiones fueron conocidas

    de primera mano por Molina, quien

    comenz a repensar las condiciones

    del suelo, entendido como mercanca,

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    13

    comienzos de la dcada de los setenta. Curiosamente, cuando se empieza a indagar

    el tema en Colombia, el urbanismo como disciplina y profesin agenciada desde

    la esfera pblica entra en una profunda crisis cuyo impacto se reflej en el eclipse

    de las instituciones pblicas que haban enseado su prctica bajo el mencionado

    paradigma. Brand (2001) describe el ocaso de la planificacin estatal a finales de

    dicha dcada de la siguiente manera: se produjo un divorcio entre las disciplinas

    acadmicas y las instituciones del gobierno, periodo en el cual tambin se desva-

    neci cualquier gran proyecto socio-espacial (p. 20). Tal situacin, de entrada,

    no distaba mucho de cuanto suceda al profesional en planificacin en el mundo

    occidental, en un contexto de crisis generalizada que haca difcil mantener un papel

    a los planificadores como actores polticos, estratgicos y profesionales encargados

    de la planeacin (Healey, Mc Dougall, & Thomas, 1982, p. 13).

    A mediados de la dcada de los ochenta, algunos acadmicos y consultores se

    interesaron de nuevo en la TRS. Arquitectos como Carolina Barco, Liliana Bonilla,

    Jos Salazar y el socilogo Fabio Velsquez, comenzaron a explorar sistemas de

    ordenamiento territorial europeo para entender los principios de UR utilizados en los

    mismos. Al respecto, el caso espaol result ilustrativo. El ordenamiento territorial

    en Espaa se basaba en el supuesto de que el aprovechamiento urbanstico de un

    suelo es otorgado por la administracin como representante de los ciudadanos y

    no es ya facultad connatural de la propiedad del suelo (Garca, 2003, p. 306).

    Tal avance se logr por medio de la promulgacin de la Constitucin Espaola de

    1978, al incorporar la funcin pblica de la actividad urbanstica. A su vez, los

    especialistas locales tambin recogieron desarrollos tericos, acerca de instrumentos

    de planificacin, formulados por el Instituto de Instrumentos Municipales de

    Desarrollo Urbano de Francia. Como se mencion, desde la poca napolenica el

    tema haba sido abordado en este pas, de ah su consolidacin y configuracin en

    referente fundamental para los estudiosos colombianos.

    Todo Estado tiene derecho a

    planificar y a administrar la

    utilizacin del suelo, que es uno

    de sus recursos ms importantes,

    en tal forma que el crecimiento de

    los centros de poblacin tanto

    urbanos como rurales se base en

    un plan amplio de utilizacin del

    suelo. Esas medidas deben

    asegurar la realizacin de los

    objetivos bsicos de la reforma

    social y econmica para cada

    nacin, de conformidad con su

    sistema y sus leyes de tenencia de

    la tierra (Declaracin, 1976, p.

    1144).

    Detrs de estos primeros intentos

    locales por hablar de la TRS se

    esconda el paradigma del Estado

    interventor, tan robusto hasta

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    14

    pp. 0

    8- 2

    2

    No sobra mencionar que antes de la primera LRU, en el periodo comprendido entre

    1970 y 1989 se presentaron 17 proyectos de ley sobre tal particular (Cf. Pinilla,

    2003, p. 238). Si bien las reformas de 1936 y 1968 a la Constitucin de

    1886 ya haban incorporado el fundamento de la funcin social de la propiedad en

    el ordenamiento jurdico colombiano, nunca se desarrollaron instrumentos efectivos

    para dar cumplimiento a ese principio constitucional en el mbito especfico de

    la gestin del uso (Cf. Giraldo, 2003, p. 141). En relacin con esta realidad,

    Caicedo (1990) afirma:

    del Artculo 30 de la Constitucin Nacional solo se daba aplicacin a la primera

    parte del inciso 1. La expropiacin, a pesar de encontrarse consagrada desde la

    Ley 1 de 1943 para asuntos urbanos, emerga como una disposicin inaplicable;

    la funcin social de la propiedad solo tendra consagracin legal para el

    sector rural (p. 238).

    Siempre estuvo presente la queja de que dcadas atrs el Estado en su conjunto, y

    las instituciones encargadas de fomentar la construccin de urbanizaciones, haban

    omitido el control efectivo de las rentas del suelo (Cf. Molina, 2003, p. 115;

    Jaramillo, 2003, p. 129). Incluso, algunos haban sido perseguidos, amenazados,

    acusados de comunistas, o de diablillo con cachos por tratar de incorporar estos

    asuntos en la Ley (Cf. Valencia, 2003, p. 100-101; Borrero, 2003, p. 105;

    Molina, 2003, p. 117). No obstante, a finales de los setenta surgi la Ley 61

    de 1978, impulsada por los senadores Luis Carlos Galn y Roberto Arenas (Cf.

    Valencia, 2003, p. 101), que a pesar de ser revocada casi en su totalidad por la

    Corte Suprema de Justicia, represent un abrebocas a la Ley 9 de 1989. Ahora

    CONSOLIDACIN POLTICA

    DE LA LEY 388 DE 1997

    La bsqueda por establecer un sistema de ordenamiento territorial para el pas por parte de quienes haban conocido las experiencias espaola y francesa, tuvo un primer gran aliado poltico en el congresista liberal y

    luego presidente Ernesto Samper. Para

    los especialistas era claro: requeran

    una primera Ley de Reforma Urbana

    (LRU) si pretendan posicionar el

    sistema urbanstico en que estaban

    interesados. Sin embargo, vean difcil

    la consecucin de dicho propsito en

    un medio social y poltico ultracon-

    servador que no estaba dispuesto a

    dejar sus privilegios absolutos sobre la

    propiedad del suelo. Al respecto, la

    historia poltica del pas haba puesto

    en evidencia la ausencia de buena

    voluntad para una reforma urbana, y

    con ella, regular el derecho sobre la

    propiedad del suelo y sus rentas. La

    nica excepcin en este sentido se

    remita a lo tradicionalmente legitimado

    como contribucin de valorizacin

    (Cf. Jaramillo, 2003, ps. 131, 132).

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    15

    planificacin urbana. Contribuy a superar la nocin de que planificar ciudades

    era simplemente hacer diseo urbanstico, zonificar usos del suelo y establecer un

    estatuto procedimental cuyo cumplimiento garantizaba obtener una licencia de

    construccin; pero no fue suficiente porque no se disearon instrumentos eficaces

    de actuacin y aplicacin. Precisamente con la Ley 388 de 1997 se dio un

    paso fundamental para darle a la actividad del ordenamiento urbanstico el rango

    de una funcin pblica, as como para modernizar la concepcin y los instrumentos

    del planeamiento (p. 124).

    La Ley 9 fue un primer paso en el afianzamiento de un sistema urbanstico para el

    pas. Pero como indica Molina, se requiri una profundizacin de sus principios en

    un nuevo marco: la Ley de Desarrollo Territorial 388 de 1997. sta, al incorpo-

    rar los avances de la Constitucin Poltica de Colombia proferida en 1991, dio

    sentido de utilidad prctica al viejo principio constitucional consistente en que la

    propiedad es una funcin social y cumple una funcin ecolgica. En la nueva Carta

    se consagr, por ejemplo: es deber del Estado velar por la integridad del Espacio

    Pblico () las entidades pblicas regularn la utilizacin del suelo y del espacio

    areo urbano en defensa del inters comn () cobrarn la plusvala generada por

    la accin urbanstica (Art. 82). En fin, la Constitucin del 91 reforz el hecho de

    que en la Ley, la planeacin urbana tuviera como soporte epistmico la nocin de

    que el suelo y su renta podan ser legtimamente regulados (Cf. Maldonado,

    2003, p. 13). Esto afirma Ezquiaga (2005) sobre la Ley 388:

    La Ley adopt el modelo europeo y espaol en dos aspectos esenciales: el

    principio de primaca del Plan, es decir, el entendimiento de que el planeamiento

    constituye la base necesaria y fundamental de la ordenacin urbana y la

    consecuente vinculacin de la propiedad del suelo a un rgimen jurdico

    determinado, establecido por aquel, y la relacin dialctica entre Ley y Plan,

    segn la cual esta aporta una cobertura general pero son los Planes quienes deben

    concretarla y materializarla en un territorio determinado, requisito sin el cual la Ley

    no despliega su potencialidad (p. 18).

    bien, as como Misael Pastrana

    Borrero a comienzos de los aos

    setenta haba sido el ngel guardin

    de las ideas de Lauchlin Currie, al

    impulsar la promulgacin del Plan de

    Desarrollo de las Cuatro Estrategias,

    basado en las ideas de planeacin

    del economista canadiense, Samper

    hizo algo parecido con su apoyo a la

    presentacin y posterior aprobacin

    en el Congreso de la primera ley de

    Reforma Urbana, conocida por el

    nombre de Ley 9 de 1989, que

    contena el principio del control por

    parte del Estado de las rentas del sue-

    lo y fue el germen de la posterior Ley

    388 de 1997. Al respecto Molina

    (2003) afirma:

    La experiencia con la Ley 9

    contribuy de manera significati-

    va porque con ella se introdujo

    una nueva concepcin sobre la

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    16

    pp. 0

    8- 2

    2

    Adems, la eleccin popular de alcaldes permiti a muchos especialistas en UR

    participar de los nuevos gobiernos locales, incorporando en los planes de desarrollo

    aquellos principios de la TRS cuyo foco recaa en la necesidad de garantizar la

    participacin de la poblacin en la realizacin de sus derechos y deberes en el

    territorio. En tal sentido, esto afirmaba un exalcalde de Bogot:

    Creo que las leyes 9 de 1989 y 388 de 1997 ofrecen un material especialmente

    rico para alcanzar propsitos como los mencionados en cumplimiento de normas,

    toda vez que recogen acuerdos polticos y acuerdos ticos, construidos por nuestra

    sociedad en torno a un elemento esencial de la ciudad: la ocupacin y el uso del

    territorio, y los recogen no solamente en materia fsico-econmica, sino tambin en

    materia social y cultural (Mockus, 2003, p. 20).

    Finalmente, la promulgacin de la Ley 388 de Ordenamiento Territorial oblig a los

    municipios a incorporar en la construccin de sus Planes de Ordenamiento Territorial

    (POT) los instrumentos de gestin y uso del suelo. Esta exigencia comenz a jalonar

    la consolidacin de una subesfera acadmica interesada en efectuar actividades de

    docencia, extensin e investigacin sobre dichos instrumentos, como se explica en el

    siguiente apartado.

    En la esfera poltica se generaron

    nuevas dinmicas para concretar los

    objetivos de la LRU. Se hicieron

    comunes las consultas a expertos y el

    fomento a una participacin ciudadana

    que llevaba el sello de claro activismo

    pedaggico y poltico, pues mientras

    se peda a los ciudadanos su opinin

    sobre la ciudad, se les enseaba a

    valorar el carcter de sta como cons-

    truccin social. Asimismo, aparecieron

    misiones destinadas a indagar entre la

    comunidad acadmica y la sociedad

    civil su visin del uso del uso. Ejemplo

    de ello fueron las siguientes misiones,

    promovidas por el Estado en

    colaboracin con la academia:

    Antioquia Siglo XXI (1989),

    Bogot Siglo XXI (1990-1992),

    Programa Ciudadano Cali que

    Queremos (1992), y Consulta

    Nacional Urbana (1992).

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    17

    de investigaciones en asuntos relacionados con Derecho urbanstico, instrumentos de

    gestin urbana, economa urbana, hbitat y calidad de vida, entre otros. Igualmente,

    motiv la aparicin de jvenes especialistas, quienes enriquecieron el trabajo de los

    primeros expertos. Merece destacarse el surgimiento en 1992 de la primera Maestra

    en Urbanismo del pas en la Universidad Nacional. Un ao ms tarde se fund la

    Asociacin Colombiana de Investigadores Urbano-Regionales (ACIUR).

    Las actividades de extensin de las universidades tambin se vieron beneficiadas por

    este nuevo panorama. Por ejemplo, a finales de los noventa el Centro de Investiga-

    ciones para el Desarrollo Regional (CIDER) de la Universidad de los Andes, vincul

    sus investigadores al Comit de Poltica Habitacional de la administracin distrital en

    Bogot. Ellos llevaron a cabo los estudios necesarios para la fase de estructuracin

    de la Operacin Urbanstica Nuevo Usme, una de las primeras operaciones estratgicas

    paradigmticas derivadas del primer POT en la capital (Cf. Gonzlez, 2003,

    p. 31). En 2005, en el seno de la Universidad Nacional, surgi el Instituto de

    Estudios Urbanos liderado por el especialista Paul Bromberg. Entre sus funciones,

    este centro acogi el apoyo en la formacin de nuevos investigadores, como tambin

    el trabajo de consultora con los gobiernos locales en polticas de ordenamiento, de

    acuerdo con los principios claramente establecidos en la Ley 388.

    Asimismo, sobresale el Programa Latinoamericano y del Caribe del centro internacional

    de investigacin Lincoln Institute of Land Policy de Estados Unidos, entidad sin

    nimo de lucro fundada en 1974 que desde la dcada de los noventa ha fortalecido

    una labor pedaggica en la formacin y asesora a ciudadanos, acadmicos y polticos

    en temas relacionados con la TRS. Se potenciara, adems, el trabajo investigativo

    de especialistas como la abogada y urbanista Mara Mercedes Maldonado, quien

    abander la construccin de un corpus terico para posibilitar la consolidacin de la

    visin de urbanismo de la Ley 388. Tal proceso la llev a ocupar en 2012 el

    cargo de Secretaria de Planeacin Distrital de Bogot, lo cual habra sido

    inimaginable dcadas atrs.

    EL BOOM DEL URBANISMO

    EN LA ESFERA ACADMICA

    COLOMBIANA CON LA

    FORMULACIN Y

    PROMULGACIN

    DE LA LEY 388

    A finales de la dcada de los noventa, los especialistas locales en urbanismo lograron introducir en el mbito de la poltica pblica los principios de TRS que haban considerado funda-mentales para el desarrollo de las ciudades colombianas. Este logro poltico propici la creacin de

    postgrados, asociaciones e institutos

    acadmicos centrados en estudios

    urbansticos en el campo cientfico.

    De cierta manera, el xito que signific

    la Ley 388 impact el surgimiento de

    una subesfera acadmica interesada

    en dichos temas. La nueva legislacin,

    derivada primero de la Ley 9 y luego

    de la Ley 388, impuls el desarrollo

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    18

    pp. 0

    8- 2

    2

    ROLES CONFUNDIDOS? UNA REFLEXIN FINAL

    La aplicacin de la visin de urbanismo consignada en la Ley 388 no ha sido fcil. La sociedad colombiana an registra altos y alarmantes niveles de pobreza, desigualdad y concentracin de la riqueza y la tierra. En un medio social como este, la ejecucin de los principios e instrumentos derivados de la

    Ley ha generado toda clase de conflictos, mientras que la imposicin de obligaciones

    a los propietarios del suelo se ha convertido en una tarea llena de inconvenientes

    sociales, legales y polticos. Tales condiciones han puesto a los urbanistas en

    Colombia en una difcil situacin. En el campo de la poltica, algunos se han

    involucrado de lleno con quienes son sus hacedores para presionar cambios; otros

    saltan recurrentemente de esta esfera a la acadmica y viceversa en la medida que las

    circunstancias les sean favorables. En una dinmica tan tormentosa como esta, los

    especialistas obtienen pequeos y eventuales avances, pero la mayor parte del

    tiempo, profundas decepciones.

    Ahora bien, el compromiso existente pone sobre el tapete el papel actual de los

    especialistas y su pertinencia con las reformas sociales y urbanas que necesita la

    sociedad para posibilitar el funcionamiento de los principios urbansticos. Hay

    quienes se han vinculado plenamente con la lucha por el cambio social, pues

    entienden su visin de urbanismo como una de las apuestas ms claras y decididas

    de nuestra sociedad en la construccin de un sentido de lo comn o de lo colectivo

    y en la creacin de espacios de democracia y convivencia (Maldonado, 2003,

    p. 233). En consecuencia, los fundamentos que defienden, basados en la TRS y

    consignados en la Ley 388, los compromete polticamente y les da un aire de

    vanguardistas sociales, orientados hacia la superacin de la exclusin social y el

    logro de la justicia social (Cf. Jaramillo, 2003, p. 103).

    As entonces, curiosamente la Ley

    revivi el inters por el urbanismo en

    el campo acadmico y le abri un

    espacio que se ha mantenido vigente

    entre la opinin pblica, como ha

    ocurrido, por ejemplo, con el caso

    de la revisin del POT de Bogot

    o las discusiones sobre las polticas

    nacionales de vivienda social. Sin

    embargo, dicho espacio tambin

    puede convertirse en una amenaza a la

    vigencia misma de la disciplina si los

    urbanistas se concentran tan solo en la

    implementacin legal de los principios

    que han defendido, pues tal condicin

    los llevara, a la postre, a olvidar su

    desarrollo disciplinar autnomo en el

    campo cientfico. Al respecto, se

    hace una reflexin final en el

    siguiente apartado.

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    19

    Las preguntas para el debate aqu formuladas son: hasta qu punto esa lucha, apa-

    rentemente loable en principio, beneficia el posicionamiento disciplinar y cientfico

    del urbanismo en el mbito local? Puede ello resultar a largo plazo un desgaste de

    la disciplina y de sus especialistas? Acaso el cambio social, no es en realidad el

    resultado de una movilizacin generalizada de la sociedad, un proceso asociado con

    otros asuntos que se salen de los alcances del urbanismo?

    Resulta entonces paradjico que mientras en el plano local los especialistas parecen

    comprometerse con la promulgacin y aplicacin de la Ley 388, los principios teri-

    cos urbansticos que se requieren siguen siendo forneos, pues an dependen de los

    desarrollos espaoles, franceses y norteamericanos. Esta coyuntura tal vez ocurre por-

    que la esencia disciplinar y cientfica en este campo sigue siendo desconocida. Ante

    tal complejidad, los urbanistas pueden aportar ms en su calidad de acadmicos y

    no simplemente como consultores de paso. El urbanismo en Colombia mantiene una

    deuda: fortalecerse a s mismo en aras de hacer ms efectiva su institucionalizacin

    poltica.

    En conclusin, la legislacin en temas de reforma urbana requiere necesariamente

    del desarrollo previo, continuo e independiente del pensamiento disciplinar sobre el

    urbanismo en una subesfera acadmica donde mantenga su autonoma. Si bien dicho

    proceso no puede desligarse de las contingencias sociales, tampoco puede depender

    enteramente de ellas.

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    20

    pp. 0

    8- 2

    2

    Alfonso, O. (2003). Propiedad territorial e instrumentos de gestin. En M. M.

    Maldonado (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 41 - 50).

    Bogot, Colombia: Lincoln Institute of Land Policy.

    Borrero, O. (2003). Evolucin de la posicin de los gremios inmobiliarios y cons-

    tructores ante las leyes de reforma urbana. En M. M. Maldonado (ed.).

    Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 105 - 114). Bogot, Colombia:

    Lincoln Institute of Land Policy.

    Brand, P. (2001). La planeacin urbana y las ciencias sociales en Colombia. Revista

    de Estudios Sociales, (10), 20 - 30.

    Caicedo, E. (1990). Reforma urbana: espacio institucional para la ciudad. Bogot,

    Colombia: Biblioteca Jurdica Dike.

    Currie, L. (1988) Urbanizacin y Desarrollo. Un diseo para el crecimiento metro-

    politano. Bogot, Cmara Colombiana de la Construccin.

    Declaracin Sobre los Asentamientos Humanos (1976). Recuperado el 12 de no-

    viembre de 2012 de http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/353/61.pdf

    Garca, J. (2003). El sistema urbanstico espaol. En M. M. Maldonado (ed.).

    Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 305 - 316). Bogot, Colombia:

    Lincoln Institute of Land Policy.

    Giraldo, F. (2003). La Ley de Desarrollo Territorial - Ley 388/97. En M. M.

    Maldonado (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 137 - 148).

    Bogot, Colombia: Lincoln Institute of Land Policy.

    REFERENCIAS

    BIBLIOGRFICAS

  • JOH

    N F

    RED

    DY

    RAM

    REZ

    RO

    S /

    / IA

    cade

    mia

    y p

    olti

    ca: E

    l con

    cept

    o de

    urb

    anism

    o de

    trs

    de la

    ley

    388

    de 1

    997

    21

    Gonzlez, M. (2003). Instalacin. En M. M. Maldonado (ed.). Reforma urbana

    y desarrollo territorial (pp. 31 - 34). Bogot, Colombia: Lincoln Institute of

    Land Policy.

    Healey, P., Mc Dougall, G. & Thomas, M. J. (1982). Planning Theory. Prospects

    for the 1980s. Oxford, England: Pegamon Press.

    Jaramillo, S. (2003). Notas sobre el mecanismo de participacin de plusvalas. En

    M. M. Maldonado (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 129 -

    136). Bogot, Colombia: Lincoln Institute of Land Policy.

    Jaramillo, S. (1980). Renta absoluta y composicin orgnica del capital. Desarrollo

    y Sociedad, (4), 281-305

    Jaramillo, S. (1983). Crisis de los medios de consumo colectivo urbano y capitalis-

    mo perifrico. Desarollo y Sociedad, (12), 127-145.

    Lucarelli, B. (2007). Marx and Sraffa on the theory of value. En: Society of Hete-

    rodox Economists (Working Paper No. 04). Recuperado el 12 de noviembre

    de 2012 de de http://www.asb.unsw.edu.au/research/societyofheterodoxe-

    conomists/Documents/B.%20Lucarelli%20-%20Marx%20and%20Sra-

    ffa%20on%20the%20Theory%20of%20Value.pdf

    Maldonado, M. M. (2003). Los principios ticos y jurdicos en materia de orde-

    namiento territorial y gestin del suelo en Colombia. En Autor (ed.). Reforma

    urbana y desarrollo territorial (pp. 207 - 234). Bogot, Colombia: Lincoln

    Institute of Land Policy.

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    22

    pp. 0

    8- 2

    2

    Molina, H (2003). Territorio y ordenamiento urbano. Bogot, Colombia: Lincoln

    Institute of Land Policy.

    Morales, C. (2003). El Debate por el suelo urbano en Amrica Latina. En M. M.

    Maldonado (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 331 - 356).

    Bogot, Colombia: Lincoln Institute of Land Policy.

    Pinilla, J. F. (2003). Evolucin legal y jurisprudencial del Derecho Urbanstico Co-

    lombiano. En M. M. Maldonado (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial

    (pp. 235 - 270). Bogot, Colombia: Lincoln Institute of Land Policy.

    Senz, O. & Velasquez, F. (1989). La Investigacin Urbana en Colombia. En F.

    Carrion (ed.). La Investigacin Urbana en Amrica Latina: caminos recorridos

    y por recorrer. Una aproximacin desde los pases (pp. 101 - 130). Quito:

    Ciudad.

    Valencia, J. (2003). Las reformas urbanas en Colombia. En M. M. Maldonado

    (ed.). Reforma urbana y desarrollo territorial (pp. 99 - 104). Bogot, Co-

    lombia: Lincoln Institute of Land Policy.

  • Resumen: Abstract

    Palabras clave:

    Key words:

    Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    24

    pp. 2

    4- 4

    2NGELA MARA FRANCO MEJA*

    *Arquitecta, Especialista en Patologa de la construccin.

    1El proyecto Una mirada a la dicotoma pblico-privado: hacia la negacin de lo pblico en las calles de los barrios Santa Ins y Los Muiscas de la ciudad de Tunja, del cual se deriva el presente artculo, se desa-rroll con el grupo Nodos, perteneciente al programa de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la Universidad de Boyac.

    Gated communities, public space, private space, ownership.

    This document constitutes a general reflection on the gated communities, mainly in the Colombian context and with reference to studies carried out in Latin America. Topics related to the appearance of this phenome-non in Colombia, the possible causes for it, as well as issues, paradigms and paradoxes linked with the use and the consumption of these urban units are explored. It is intended that this information provides elements of analysis for the project An overview on the public-private dichotomy: towards the denial of the public in the streets of Santa Ins and Los Muiscas neighborhoods in the city of Tunja, whose objective focuses on unders-tanding the denial of the public, through different urban projects.

    Conjunto cerrado, espacio pblico, espacio privado, copropiedad.

    Este documento se constituye en una reflexin general alrededor de los conjuntos cerrados, principalmente en el mbito colombiano y tomando como referencia algunos estudios realizados en Latinoamrica. Se escudrian aspectos relacionados con su aparicin en Colombia y las posibles motivaciones de tal surgimiento, como tambin problemticas, paradigmas y paradojas que se asocian con el uso y consumo de estas unidades urbanas. Por medio de dicha informacin se espera aportar elementos de anlisis para el proyecto titulado Una mirada a la dicotoma pblico-privado: hacia la negacin de lo pblico en las calles de los barrios Santa Ins y Los Muiscas de la ciudad de Tunja, cuyo objetivo est centrado en comprender el fenmeno de negacin de lo pblico, a travs de las diferentes actuaciones urbanas.

    Gated communities: Paradigms and Paradoxes

    Acerca de los conjuntos cerrados: Paradigmas y paradojas 1

    Recibido: 9-feb-2012Aceptado: 14-sep-2013

    Franco, A. (2013). Acerca de los conjuntos cerrados: Paradigmas y paradojas. Designia, 2(1), 24-42.

  • INTRODUCCIN

    N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    25

    El presente artculo se plantea como una aproximacin a la temtica de los conjuntos cerrados, de tal forma que una contextualizacin general, acerca de algunas motivaciones y problemticas asociadas con tales comunidades, permita encontrar elementos de anlisis para su interpretacin en el

    marco del proyecto Una mirada a la dicotoma pblico-privado: hacia la negacin de

    lo pblico en las calles de los barrios Santa Ins y los Muiscas de la ciudad de Tunja.

    Dado que, principalmente en el caso de Santa Ins, el objetivo consiste en develar

    las razones de los residentes para optar por un estilo de vida que privilegia lo privado

    en detrimento de lo pblico, resulta importante esta aproximacin, pues permite

    establecer coincidencias con el origen de otros patrones de vivienda que detonaron

    la aparicin de nuevos paradigmas y variantes en la vida colectiva para la sociedad

    tunjana. Asimismo, tales desarrollos generaran distintas formas de interaccin de

    estas comunidades con el espacio ubicado por fuera de los lmites de su territorio,

    para establecer as una escisin entre los mbitos pblico y privado, con las

    consecuencias que dicha separacin ha trado para la vida urbana: segregacin,

    exclusin y la negacin de la calle como el escenario por excelencia de lo pblico.

    Este ltimo aspecto se constituye en el ms relevante, desde el punto de vista de la

    investigacin referida, si se tiene en cuenta el desbarajuste ocasionado por

    interpretaciones amaadas de la norma que favorecen los intereses de promotores

    comerciales e inmobiliarios, los cuales ven en dichas alternativas una opcin para

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    26

    pp. 2

    4- 4

    2

    aumentar su rentabilidad y ofrecer

    condiciones que satisfagan los requeri-

    mientos de los pobladores en materia

    de seguridad y mejoramiento de su

    calidad de vida. Dicho mejoramiento

    se sustenta en la posibilidad de: 1.

    Pertenecer a una comunidad que se

    autogobierna; 2. Disfrutar de un

    ambiente rural dentro de la ciudad; 3.

    Lograr cierto grado de exclusividad.

    Tratar de comprender el fenmeno es

    el primer paso para plantear alterna-

    tivas de solucin que contribuyan a

    mejorar las condiciones del ambiente

    urbano, con la premisa de que el

    inters colectivo prevalezca sobre

    el particular.

    GENERALIDADES Y APROXIMACIONES EN COLOMBIA

    Algunos referentes sobre conjuntos cerrados

    Publicaciones que abordan la temtica de los conjuntos cerrados abundan en el

    mbito latinoamericano (Mxico, Chile, Argentina). En este mismo contexto, un

    referente para el presente anlisis es la compilacin Barrios Cerrados en Santiago de

    Chile: entre la exclusin y la integracin residencial, realizada por Gonzalo Cceres y

    Francisco Sabatini, la cual recoge resultados de procesos de investigacin, en su

    mayora de estudiantes tesistas o jvenes investigadores, cuyos intereses se relacionan

    con las motivaciones de las personas para optar por este estilo de vida. Otros

    trabajos contenidos en el mismo texto analizan la identidad, la sociabilidad y

    la segregacin residencial.

    Sin embargo, resultan escasas las referencias para el caso colombiano. Garzn

    (2008) hace alusin a los dos nicos trabajos encontrados: el de scar Alfonso

    Roa (2005) acerca del fenmeno de los condominios en los procesos de suburba-

    nizacin en municipios adyacentes a Bogot, como tambin las implicaciones en el

    consumo de suelo rural; y el de Andrs Ortiz Gmez (2004), quien al estudiar

    la expansin de los conjuntos cerrados en Bogot, enfatiza en la desaparicin del

    concepto de barrio y plantea el papel del sector inmobiliario y de los instrumentos

    de planeacin en el desarrollo de esta tendencia.

    Vinculado con el tema de la negacin de lo pblico para el caso de los conjuntos

    cerrados, el equipo investigativo integrado por Londoo y Franco (2010) describe

    dicho fenmeno en el mbito de la calle para dos barrios de la ciudad de Ibagu.

    Adicionalmente, resulta importante la inclusin de algunos artculos de prensa que, a

    travs de testimonios, develan problemticas y realidades asociadas a este anhelado

    modelo de vida en comunidad, en el mbito colombiano.

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    27

    Aparecen en tal definicin los elementos esenciales que caracterizan este patrn de

    urbanizacin: homogeneidad arquitectnica y funcional, acceso restringido por la

    presencia de un encerramiento, servicios comunitarios y responsabilidades compartidas.

    Todos ellos se convierten en factores fundamentales para potenciar su demanda en

    aras de mayor seguridad y mejor calidad de vida. Resulta importante resaltar que

    el artculo 64 de la mencionada Ley referente a la constitucin de las Unidades

    Inmobiliarias Cerradas advierte que dicha constitucin se supedita a las posibles

    afectaciones ocasionadas al espacio pblico, lo cual indica una consideracin de ste

    como parte inherente a la vida en comunidad. De hecho, la relacin pblico-privado

    se promueve en disposiciones relacionadas con los cerramientos, tal como lo expresa

    el artculo 71:

    Las Unidades Inmobiliarias Cerradas que se autoricen a partir de la presente ley

    tendrn cerramientos en setos vivos o cerramientos transparentes que permitan

    la integracin visual de los espacios libres privados y edificaciones al espacio

    pblico adyacente, sin que ello implique que se prive a la ciudadana de su uso,

    goce y disfrute visual, en los trminos del artculo 6 de la Ley 9 de 1989.

    (Congreso de la Repblica de Colombia, 2001, Ttulo III, Captulo II).

    Sin embargo, no se perciben muchos acatamientos a esta normatividad, pues siguen

    encontrndose actuaciones que atentan contra el derecho de los ciudadanos al

    disfrute de su entorno construido. De otro lado, las violaciones no solo se dan en

    el marco de los lmites: tambin la bsqueda de una mayor rentabilidad lleva a los

    promotores inmobiliarios a ocupar cada centmetro disponible en detrimento de las

    reas verdes que muchas veces han actuado como gancho publicitario para optar por

    este estilo de vida.

    Definicin y generalidades

    Hablar de conjuntos cerrados, en primera instancia, sugiere la necesidad de esclarecer su definicin, para saber a qu se hace referencia cuando se utiliza dicha

    expresin. El artculo 63 de la Ley

    675 de 2001, define as las

    Unidades Inmobiliarias Cerradas:

    Son conjuntos de edificios, casas

    y dems construcciones integradas

    arquitectnica y funcionalmente,

    que comparten elementos

    estructurales y constructivos, reas

    comunes de circulacin, recreacin,

    reunin, instalaciones tcnicas,

    zonas verdes y de disfrute visual;

    cuyos propietarios participan

    proporcionalmente en el pago de

    expensas comunes, tales como los

    servicios pblicos comunitarios,

    vigilancia, mantenimiento y mejoras.

    El acceso a tales conjuntos

    inmobiliarios se encuentra

    restringido por un encerramiento y

    controles de ingreso (Congreso de

    la Repblica de Colombia, 2001,

    Ttulo III, Captulo I).

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    28

    pp. 2

    4- 4

    2

    Por supuesto que las generalizaciones resultan odiosas y tambin debera hacerse

    referencia a las excepciones. Pero no es el objetivo en este anlisis. Por el contrario,

    llamar la atencin sobre el fenmeno de negacin es una obligacin tica en aras de

    incentivar la movilizacin de futuras generaciones de arquitectos, quienes procuren

    actuaciones que desborden los intereses eminentemente econmicos. Aun as, a

    manera de ejemplo del acatamiento de la Ley se muestra un conjunto cerrado donde

    la fachada hace las veces de cerramiento, lo cual permite mantener una relacin con

    la calle mientras se conserva la seguridad. Podra afirmarse que mientras la ley y las

    Se evidencia entonces la escasez de

    zonas verdes y de recreacin apropiadas

    para el juego y el esparcimiento. Al

    respecto, situaciones como estas

    resultan frecuentes: madres en busca

    de sol para sus bebs, nios vidos de

    un poco de diversin, ancianos deseosos

    de disfrutar de las bondades de la

    naturaleza. No obstante, los espacios

    habilitados para tales fines no ofrecen

    las condiciones adecuadas en cuanto

    a calidad y cantidad, pues carecen de

    amueblamiento, arborizacin y de la

    holgura necesaria para su desarrollo.

    Ciertamente, la seguridad ofrecida

    no se compensa con las carencias de

    estas zonas comunitarias, convertidas

    en residuos cuyo propsito es cumplir

    con los mnimos de la normativa en

    lo referente a retiros. De tal forma se

    diluyen las expectativas de los usuarios

    que optaron por esta solucin.

    Figuras 1 y 2. Espacios residuales utilizados para el juego y el esparcimiento en un conjunto cerrado de Tunja.

    Fuente: la autora

    Figuras 3 y 4. Conjunto cerrado La Mansin, localiza-do en la zona cntrica de Tunja.

    Fuente: la autora

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    29

    normativas procuran, en apariencia, la

    prevalencia del inters general, promo-

    tores, especuladores y negociantes de

    la arquitectura desarrollan propuestas

    amaadas a sus intereses, cometiendo

    ilcitos que repercuten en la totalidad

    de la ciudadana e impiden el

    desarrollo de ciudades donde se

    garantice la inclusin, la equidad

    y una buena calidad de vida.

    ACERCA DEL ORIGEN DE LOS

    CONJUNTOS CERRADOS

    Una vez abordada la definicin, se requiere una aproximacin al origen de los conjuntos cerrados en Colombia. Si bien ste no constituye el tema central del presente

    texto, su consideracin se amerita a

    manera de introduccin. Resulta difcil

    precisar la fecha exacta de origen del

    fenmeno. Algunos datos hacen

    suponer que su gnesis se produce

    como parte del desarrollo de la

    arquitectura moderna hacia la dcada

    de 1940. El primer indicio reseado

    habla de la aparicin de Ciudad

    Restrepo en Bogot, hacia 1939,

    conjunto de apartamentos de renta

    para clase media gestionado por los

    hermanos Restrepo, empresarios de

    la poca (Mendoza, 2004) y desarrollado por Gabriel Serrano Camargo Cullar.

    Mendoza afirma que dicho conjunto destacaba su novedosa concepcin de patios

    y servicios comunales en dos manzanas de vivienda, toda una nocin de alta

    densidad que se adelant ostensiblemente a los tipos urbanos de los aos 50 y

    60. (p. 64). Agrega que su corta vida til en la ciudad refuerza estos postulados

    de novedad del primer conjunto cerrado de apartamentos y aparta-estudios de

    concepcin moderna edificado en el pas (p. 64).

    Sin embargo, existen otras versiones que datan el origen hacia la segunda mitad del

    siglo XX. En 1996, el peridico El Tiempo consult a distintos arquitectos en Cali,

    quienes expresaron: en 1970, en Bogot, la compaa Pedro Gmez dise la

    primera unidad cerrada, con el tiempo ese proyecto se difundi por todo el territo-

    rio nacional, segn se cuenta en el artculo Conjuntos cerrados, un estilo de vida

    (prr. 2). En la misma nota se agrega que, de acuerdo con Gustavo lvarez Zapata

    los conjuntos cerrados comenzaron a disearse para un segmento medio-alto, hoy en

    da este tipo de vivienda se populariz hasta llegar a la clase ms econmica y en tal

    sentido se ven, en Cali, viviendas de inters social que cuentan con reas comunes

    para recreacin, pues esto, sin duda, aumenta la calidad de vida (prr. 6).

    Debe tenerse en cuenta que la popularizacin en sectores menos favorecidos o

    estratos bajos, aparece como una conducta aprendida o imitada para mantener un

    aparente nivel de vida orientado por la exclusividad que sugiere la pertenencia a

    estas comunidades. Para las clases populares el espacio urbano cumple un papel de

    escenario de las actividades y expresin de las manifestaciones cotidianas. Viviescas

    (1989) lo expresa as cuando se refiere a la forma como se ha realizado histrica-

    mente el control poltico del espacio urbano en Colombia por parte de las clases

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    30

    pp. 2

    4- 4

    2

    dominantes y con el apoyo de los

    estamentos militares del Estado. En

    este sentido, tambin alude a la

    planeacin como forma de control y

    al alejamiento que, mediante dicho

    manejo, el ciudadano ha experimentado

    respecto a los espacios de disfrute

    situados por fuera de los lmites de la

    vida privada.

    La esfera de lo pblico, expresada

    en la calle, cambia su connotacin

    al tratarse de las clases media y alta.

    Para las primeras, Viviescas afirma que

    estas van aceptando, introyectando y

    asumiendo que la calle es un espacio

    asignado a la circulacin de vehculos.

    Con relacin a las segundas, aduce:

    no solamente consideran la calle algo

    ajeno al ciudadano sino que incluso

    la consideran un lugar sumamente

    peligroso (p. 116).

    En los dos casos presentados en las figuras 5 y 6 el encerramiento no es lo censurable,

    sino la suspensin de vas que, al ser privatizadas, dejan de cumplir su funcin bsica

    como espacio pblico para la movilidad peatonal y vehicular. Se evidencia entonces

    la prevalencia del inters particular sobre el general, orientacin contraria al espritu

    de las leyes que en materia de ordenamiento y planificacin intentan establecer unos

    mnimos para la convivencia urbana.

    Ahora bien, cmo se produjo la aparicin de los conjuntos cerrados? Cmo se

    ha llegado a este estado de cosas en lo referente a la segregacin y negacin del

    espacio pblico a causa de dichas iniciativas?

    Antecedentes

    Buscar los antecedentes conduce a las propuestas de Germn Samper Gnecco,

    uno de los arquitectos con mayor experiencia en el campo de la vivienda social en

    Colombia, quien a travs de una larga investigacin logr generar planteamientos de

    diseo para el caso de Bogot encaminados a detener el proceso desencadenado

    por el rpido crecimiento de la capital a partir de la dcada de 1960. De acuerdo

    con Samper (1993) surgi un nuevo concepto que comprenda:

    Figuras 5 y 6. Privatizacin de la calle por la conformacin de peque-os ncleos residenciales en el barrio Santa Ins de Tunja.

    Fuente: la autora

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    31

    La ubicacin de una parcela amplia de terreno; la cual se subdividira bajo una

    nueva concepcin de agrupacin de viviendas, a manera de una supermanzana;

    para, finalmente, establecer una determinada jerarqua vial en su interior, una red

    amplia para automviles y penetraciones locales para servir las viviendas (p. 26).

    Apareci as una nueva unidad urbanstica, originalmente denominada vecindario,

    que ms tarde tom el nombre de agrupacin de vivienda2. Segn Samper, esta

    idea tuvo su nacimiento legal en 1961. Los postulados tericos de la propuesta se

    expresan a travs de una serie de dibujos (figura 7) con el nombre de sntesis de

    una doctrina3. En ellos se evidencian cinco aspectos: 1. Nocin de vivienda

    compacta; 2. Creacin de ncleos residenciales; 3. Separacin del auto y el

    peatn; 4. Cambio de escala; 5. Bsqueda de un orden urbano.

    2 La agrupacin de vivienda se define

    como la obra diseada y ejecutada bajo

    un mismo concepto urbanstico y

    arquitectnico compuesta por tres o ms

    unidades habitacionales, unifamiliares o

    multifamiliares, en la cual la existencia y

    localizacin de los bienes de propiedad

    y uso privado individual estn subordi-

    nados a la localizacin de reas y bienes

    de propiedad y uso privado comunal.

    (Samper, 2011, seccin Vivienda

    Sidauto, prr. 1).

    3Adems de la Revista Escala nro. 17,

    puede encontrarse informacin ms

    detallada acerca de esta propuesta en el

    libro Recinto urbano: La humanizacin de

    la ciudad (Samper, 1993), texto que

    permite rastrear no solo el planteamiento

    relacionado con las agrupaciones de

    vivienda, sino la teorizacin acerca de la

    bsqueda de una ciudad hecha a escala

    humana, donde tambin tenga cabida el

    vehculo. Figura 7. Sntesis de una doctrina

    Fuente: Revista Escala, nro. 17

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    32

    pp. 2

    4- 4

    2

    4Otras referencias al Acuerdo pueden ser

    consultadas en Samper (1976). La

    ponencia para dicho proyecto describi

    en su numeral 5 lo concerniente al

    concepto de propiedad comunal al

    establecer que tanto las zonas verdes

    como otras reas comunes han de ser

    propiedad de los vecinos, quienes tienen

    la obligacin de mantenerlas. Igualmente,

    agreg: Esto tiene dos grandes ventajas:

    1 El Distrito se economizar ese manteni-

    miento. 2 Se despertar el espritu cvico

    entre vecinos al tener mancomunadamente

    esta responsabilidad.

    5Samper fue elegido concejal para el

    perodo 1966 - 1968 en representacin

    del Partido Liberal.

    Las agrupaciones de vivienda se introdujeron en la legislacin municipal mediante

    el Acuerdo 82 de 19674, durante el perodo en que Samper hizo parte

    del Concejo de Bogot5.

    La dcada de 1970 constituy un cambio en la forma como vena desarrollndose

    la actividad edificadora del pas, al reglamentarse un nuevo sistema financiero que

    introdujo el sistema UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo Constante). Desaparecen

    los viejos urbanizadores y surgen grandes empresas promotoras en la construccin de

    conjuntos habitacionales con los parmetros del nuevo sistema financiero (Samper,

    1993, p. 44). Para 1979 se produjo una nueva reglamentacin, traducida en

    el Acuerdo nro. 7 del Concejo de Bogot. La norma favoreca principalmente el

    aumento de densidad en reas nuevas y desarrolladas, de tal suerte que se cre un

    nuevo patrn urbano con la aparicin de edificios en lotes aislados. Respecto a las

    agrupaciones de vivienda, la normativa reglament los servicios comunitarios.

    Asimismo, surgi la figura del Conjunto arquitectnico que al contrario de las

    agrupaciones de vivienda, de carcter homogneo, vendrn a ser de tipo

    heterogneo. (Samper, p. 44).

    Como era de esperarse, el patrn urbano incorporado produjo gran controversia.

    Segn Samper (1983) los promotores comerciales acuaron el nombre de conjunto

    cerrado, trmino inexacto y tendencioso. (p. 45). De igual modo, la reproduccin

    del fenmeno del encerramiento (barrios cerrados o enrejados) hizo surgir iniciativas

    de vecinos de algunos barrios que acorralados por la inseguridad, han optado por

    cerrar las calles con enrejados y porteras, creando accesos nicos restringidos; inter-

    pretacin amaada de una norma que persigue precisamente lo contrario (p. 45).

    En consecuencia, a pesar de que las iniciativas en torno a las agrupaciones pretendan

    dar un carcter ms amable a la ciudad, mediante la creacin de espacios de vivienda

    donde se fortaleciera la vida en comunidad, ese espritu originario termin siendo

    interpretado en forma arbitraria por los agentes inmobiliarios y comerciales, con el fin

    de obtener beneficios en trminos de promocin, pues buena parte de la ciudadana

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    33

    Posibles causas y motivaciones para la consolidacin del fenmeno

    de los conjuntos cerrados

    Algunos autores encuentran la explicacin a la proliferacin de este fenmeno en la

    globalizacin, la cual

    Es mencionada como un elemento que impulsa o favorece el desarrollo de

    ciudades cerradas porque conlleva un modelo econmico donde son las fuerzas

    del mercado las que determinan el desarrollo, en este caso, una oferta

    inmobiliaria que cree responder a las demandas de mejor calidad de vida,

    confort y seguridad. (Ziga, 2007, p. 395).

    Para el caso chileno, McKensie (citado por Fernndez, Salcedo y Torres, 2004),

    menciona un punto relevante en relacin con la oferta y la demanda:

    La expansin de los barrios enrejados tiene su origen en un aumento en la

    demanda por este tipo de viviendas, pero adems e incluso ms centralmente

    en una fundamental transformacin de la oferta, impulsada por intereses

    econmicos de los agentes inmobiliarios y los gobiernos locales (p. 113).

    Esta transformacin de la oferta, en el escenario del capitalismo rampante, se encuentra

    mediada por un afn de rentabilidad, la cual puede obtenerse con facilidad a travs

    de estrategias publicitarias que proponen imaginarios de una placentera comodidad

    a los usuarios, a costa casi siempre de una verdadera calidad de vida. Para el caso

    del espacio residencial, tal calidad tiene que ver tanto con lo adecuado del mbito

    privado en cuanto a dimensiones y funcionalidad como con las condiciones de los

    lugares comunales, pues stos deben satisfacer, de acuerdo con lo planteado por los

    promotores, necesidades de tipo recreativo y de esparcimiento, en aras de generar

    un ambiente agradable. Se pretende suplir as las opciones ofrecidas por el espacio

    urbano, con la comodidad de tenerlas cerca, de manera exclusiva y segura.

    acept dicha denominacin en vista

    de las condiciones de inseguridad,

    acrecentadas durante la dcada de

    1980.

    Probablemente, son esas condiciones

    de inseguridad las que se han conver-

    tido en motivacin fundamental para

    la aparicin de estos enclaves urbanos.

    En el caso de Cali, en el referido

    artculo Conjuntos cerrados, un estilo

    de vida (1996), se afirma: adems

    que tienen una portera comn, por lo

    general las personas no desconfan de

    sus vecinos porque comparten

    espacios comunes y poseen una

    relacin mucho ms estrecha con ellos

    (prr. 7). Ese carcter de vida en

    comn, insinuado por dichas unidades,

    es uno de los criterios considerados

    por quienes asumen este estilo de

    vida. Se plantea entonces la pregunta:

    por qu surgen los conjuntos cerrados

    y cules son las motivaciones o

    ventajas para su eleccin?.

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    34

    pp. 2

    4- 4

    2

    Propuestas como la presentada por Malizia (2011), intentan establecer un modelo

    de anlisis de las urbanizaciones cerradas para ciudades intermedias, ante los pocos

    estudios que analizan el fenmeno en esta escala especfica. La autora establece una

    diferencia entre las razones que predominan en ciudades de distintos tamaos:

    En las ciudades de gran tamao la seguridad es la razn que se menciona con ms

    frecuencia ya que es probablemente la ms fcil de apoyar con datos estadsticos

    y la menos problemtica. No obstante en las ciudades intermedias prevalece otro

    aspecto relacionado con el contacto directo con la naturaleza. Este, junto con

    la seguridad, adquieren un papel encubridor de otros procesos sociales como la

    exclusividad y homogeneidad del grupo social (Introduccin).

    En 1990 la prensa colombiana mencionaba las ventajas de vivir en casas, en especial

    aquellas localizadas en conjuntos cerrados. Artculos publicados en El Tiempo

    publicitaban y fortalecan la idea de estas unidades como opciones que ofrecan

    mejor calidad de vida. En este sentido, era frecuente aducir ventajas comparativas

    respecto a los apartamentos y las viviendas individuales. Un ejemplo es El sueo

    de vivir de nuevo en casas, el cual enfatizaba en la diferencia entre residir en un

    apartamento y en una casa, ya que vivir en casa es, definitivamente, otro mundo.

    Ofrece una serie de ventajas como la amplitud, la privacidad y la sensacin de tener

    el pedazo de tierra donde se vive (prr. 1).

    Otro artculo del mismo ao, titulado El auge de la casa campestre, planteaba la

    relacin entre oferta y demanda, al considerar las estrategias de los promotores inmo-

    biliarios para captar un nuevo segmento de clientes compuesto por todas las familias

    que desean urbanizaciones campestres. Condominios donde la vida se enriquece de

    aire libre, deportes, recreacin y naturaleza. (prr. 2). Esta oferta, que se convirti

    en un factor de popularizacin y proliferacin del modelo emergente, era vista como

    un mecanismo empleado por los empresarios para afrontar las dificultades del sector

    Sin embargo, la misma ansia de

    rentabilidad obstruye el anhelado

    sueo de la vida en comunidad. En

    efecto, en numerosos casos las familias

    son confinadas al hacinamiento, se ven

    enfrentadas a deficiencias de espacios

    comunales y sus dbiles relaciones con

    los vecinos suelen limitarse a encuentros

    en las reas de circulacin o celebra-

    ciones en fechas especiales.

    Razones y ventajas para la eleccin

    de los conjuntos cerrados

    Son varias las razones esgrimidas para

    tomar la decisin de habitar en un

    conjunto cerrado. stas van desde la

    exclusividad de pertenecer a un grupo

    que se autogobierna y adquiere cierta

    independencia, hasta la seguridad

    obtenida gracias a los cerramientos y

    controles restringidos.

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    35

    Los testimonios de residentes de los conjuntos parecen confirmar esa razn. A

    manera de ejemplo, Alberto Arias, vecino de uno de ellos, expres en Conjuntos

    cerrados, un estilo de vida: uno se siente ms seguro al tener una portera (prr.

    5). En el mismo artculo de El Tiempo tambin se manifestaba:

    Los conjuntos de casas le permiten a la gente tener todas las comodidades de

    una vivienda individual sin preocuparse por dejar la casa sola porque, adems

    que tiene una portera comn, por lo general las personas no desconfan de sus

    vecinos porque comparten espacios comunes y poseen una relacin mucho ms

    estrecha con ellos. (prr. 7).

    Se expresan aqu dos elementos que, segn Fernndez, Salcedo y Torres (2004),

    han sido establecidos por otros autores como motivos para la adquisicin de una

    propiedad en un conjunto cerrado: seguridad ante el miedo al crimen y sentido de

    comunidad. Ciertamente, esto ltimo puede ser accesorio para algunos compradores,

    quienes solo lo ven como una particularidad destacada por los promotores inmobi-

    liarios. Pero en cuanto a la seguridad, posiblemente tambin entraa el inters de

    mantener un estatus, el cual se gana psicolgicamente con la existencia del muro y

    del acceso controlado (p. 118).

    edificador que ha registrado muy bajos

    indicadores de crecimiento durante los

    ltimos dos aos. La nica opcin es

    optimizar el producto para ofrecerlo

    en nuevos mercados. (prr. 8).

    Cabe recalcar en la seguridad como

    motivacin primordial para optar por

    estas alternativas. El afn de seguridad

    es sin duda parte del fenmeno de los

    barrios cerrados, aunque en diversas

    investigaciones se le otorgue un peso

    distinto (...) es tanto un elemento que

    oferta el mercado inmobiliario a travs

    de la publicidad, como una demanda

    de los consumidores, que adems

    piden comodidades y una serie de

    servicios relacionados al esparcimiento.

    (Ziga, 2007, p. 396).Figura 8. Portera de conjunto cerrado Tunja

    Fuente: la autora

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    ltade

    s/FA

    BA/

    desig

    nia

    36

    pp. 2

    4- 4

    2

    Otro factor vinculado a la oferta y a las razones para elegir estas agrupaciones

    residenciales, son los atractivos ofrecidos a los nios. As se promocionaba en el

    artculo As son los apartamentos, aparecido en El Tiempo en 1992, una de ellas:

    Le ha sido imposible encontrar un lugar cmodo y funcional para vivir, en

    donde los nios puedan gozar de suficiente espacio para realizar sus juegos y,

    adems, que est cerca del colegio? No se desespere. Ese sitio existe al norte

    de Bogot. Exactamente en la carrera 24 A con calle 151 cerca del Centro

    Comercial Cedritos. Es el Parque Residencial El Cedral, un lugar tranquilo y

    seguro rodeado de urbanizaciones debidamente planificadas. (prr. 1).

    Adicionalmente, el anhelo de ruralidad o de cierto sentimiento antiurbano, presente

    en las clases medias y altas, termina siendo cautivado ante la posibilidad de entrar en

    contacto con la naturaleza mediante las reas verdes reservadas para tal fin.

    Recientemente, en particular en Bogot, este aspecto se ha convertido en un asunto

    fundamental, cuya incidencia ha llevado a los sectores socioeconmicos ms altos a

    alejarse del entorno urbano para residir en conjuntos o condominios campestres con

    extensas zonas verdes y lotes generosos, donde se levantan amplias y cmodas casas:

    Guillermo Montejo, quien vive desde hace un ao y medio en la urbanizacin

    Altos de Yerbabuena, coincide en afirmar que desde que sali de Bogot ha ganado

    calidad de vida (Colmenares, 2006, prr. 10).

    Paradigmas y paradojas en el uso y consumo de los conjuntos cerrados

    En relacin con las implicaciones de los conjuntos cerrados para la vida urbana,

    Viviescas (1989) seala la exacerbacin del encerramiento y afirma que estos

    condominios, adems de propiciar la destruccin de la trama natural de las ciudades,

    han contribuido a potenciar los niveles de agresividad en ellas. Viviescas tambin

    En este mismo sentido Lucio, Ramrez

    y Crdenas (2010), afirman el

    estatus asociado a la residencia en

    comunidades cerradas es cada vez

    un aspecto ms relevante en todo el

    mundo, y tiene implicaciones sociales

    relacionadas con la bsqueda de

    exclusividad y autosegregacin

    (p. 3). Y agregan:

    Las comunidades cerradas estn

    proliferando con frecuencia como

    resultado de la creacin de un

    refugio exclusivo para las clases

    alta y media. Las comodidades de

    estas comunidades y la capacidad

    de autogobierno son aspectos que

    han garantizado su aceptacin en

    casi todos los pases del mundo

    (p.17).

    El concepto de refugio puede enten-

    derse como alusin a las condiciones

    dadas por el conjunto cerrado, toda

    vez que aparta o separa grupos de

    poblacin, pero a la vez mbitos de

    interaccin y sociabilidad al generar

    una distancia entre aquello asociado

    a lo que ocurre afuera y lo que tiene

    una relacin con la privacidad, la

    intimidad, cuanto sucede adentro.

  • N

    GEL

    A M

    AR

    A F

    RAN

    CO

    MEJ

    A /

    / A

    CER

    CA

    DE

    LOS

    CO

    NJU

    NTO

    S C

    ERRA

    DO

    S:

    PARA

    DIG

    MA

    S Y

    PARA

    DO

    JAS

    37

    De igual manera, es necesario mencionar varias situaciones paradjicas. En lo

    referente a la seguridad, factor prioritario al elegir esta opcin, son numerosas las

    denuncias acerca de hechos que atentan contra la tranquilidad de los habitantes:

    frecuentes robos de vehculos, ahogamiento de nios en piscinas, hurtos en aparta-

    mentos, entre otros. En relacin con la convivencia, tambin se suscitan problemticas:

    manejo del espacio pblico, recoleccin y disposicin de basuras, logstica de

    los estacionamientos, normas de polica. Estas realidades diluyen o transforman la

    creencia de que los conjuntos son el paradigma de una vida comunitaria plena y sin

    obstculos para la interaccin. Por el contrario, para algunos autores el encerramiento

    no representa una garanta hacia la generacin de mejores condiciones de seguridad,

    sociabilidad y autogobierno, pues si bien estas comunidades pueden tener sus

    propias reglas, stas no pueden ir en contrava de los derechos fundamentales de los

    residentes (La corte se mete, 2008, prr. 1).

    A pesar de que leyes del orden nacional favorecen el desarrollo de unidades

    inmobiliarias cerradas, paradjicamente el mismo Estado encargado de controlar,

    vigilar y garantizar los derechos de todos los ciudadanos declar, por medio de la

    Corte Constitucional, inexequible el inciso de la Ley 675 del 2001, que permita

    a los propietarios de conjuntos residenciales convertirse en unidades inmobiliarias

    cerradas, tal como se inform en No ms unidades cerradas (2002, prr. 3).

    Se elimin as la posibilidad de constituir en Bogot, sobre el espacio pblico, tales

    comunidades. En el mismo artculo de El Tiempo se mencion que la sentencia haba

    destacado el valor social de dicho espacio y su contribucin al mejoramiento de la

    calidad de vida urbana, toda vez que ayuda a neutralizar, as sea en una mnima

    parte, las agresiones propias de una gran ciudad o de los centros habitacionales

    modernos (prr. 6). Pero no solo en la capital se hizo la guerra a los cerramientos

    de los conjuntos. El litigio desatado en Medelln en torno a dicha problemtica en

    el 2004, dejo establecido un enfrentamiento entre las esferas pblica y privada.

    plantea el marginamiento, la

    negacin o el desarraigo del

    espacio pblico, lo cual se evidencia

    con ms fuerza en los barrios exclusivos.

    Segn el autor, un caso de desapa-

    ricin de los elementos constitutivos

    de dicho espacio se aprecia en el

    barrio El Poblado de Medelln. All

    hay reas enteras donde no se han

    construido aceras. Solo existe la va

    para que pase el carro entre las mallas

    y murallas que marcan claramente los

    lmites de la propiedad privada (p.

    134). Sobre esta negacin de lo

    pblico, Londoo y Franco (2010)

    apuntan:

    Evidentemente, resulta innegable el

    impacto que representa para la

    ciudad las actuaciones individualistas

    o de pequeos grupos, que en el

    caso de los conjuntos cerrados o

    barrios cerrados () develan un

    sentido de exclusin expresado

    fsicamente a travs de la presencia

    de elementos fronterizos, que esta-

    blecen niveles de exclusividad para

    la comunidad que all reside (p. 7).

  • Vol 2

    No.

    1 IS

    SN 2

    256-

    4004

    http

    ://

    ww

    w.u

    nibo

    yaca

    .edu

    .co/

    facu

    lta