desarrollo económico, vol. 35, n9 138

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Desarrollo Económico, vol. 35, N9 138 (julio-setiembre 1995) ENCUESTAS DE OPINION: EVALUACION DE UNA CRITICA Y REFERENCIAS DE LA LITERATURA PARA MEJORAR ESTA PRACTICA* JORGE RAUL JORRAT** En una nota aparecida en DesarrolloEconb- mico N9 136 (enero-marzo 1995), Francis Korn discute la eficacia de las encuestas de opinión desde tres ángulos: 1) la validez del procedi- miento en sí, 2) los temas que se eligen y 3) a quiénes sirve este tipo de estudios. Los abusos de interpretación que algunos medios hacen (n/ particularmente) de los resultados de estas en- cuestas causaron una justificada reacción por parte de Korn, quien, lamentablemente, a nues- tro entender, terminó responsabilizandoal m6to- do tantoo más que a sus abusadores. Su trabajo apareció contemporáneo a unas notas que está- bamos elaborando en el Centro de Estudios de Opinión Pública (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) para llamar la atención sobre una serie de problemas vinculados con la práctica de este tipo de relevamientos,por lo que se da la posibi- lidad de aunar nuestras notas con algunas re- flexiones sobre los comentarios de Korn. Frente a este doble objetivo, elpresente trabajo tendrá una extensión que excede a una mera revisión critica. 1. Comienza puntualizando Korn que en la oferta de las encuestadoras "una encuesta de opinión... se supone que descubre con preci- sibn los gustos o disgustos de una poblacidn completa respecto de un cierto tema". Agrega comentarios sobre el hecho de que las respues- tas obtenidas son tratadas "como si se hubiera entrevistado a la población completa ya que se sostiene que, por definición, una buena muestra al azar es la representación del total del que se quiere saber algo". Como garantla de ello el encuestador ofrece "la infalibilidad del procedi- miento" para elegir a los entrevistados (págs. 609-610; nuestro énfasis).Dos problemas desta- ca aquí Korn: las dificultades de "acceder 'al azar' a todo el universo"y "el carácter analíticoo hipotético de la relación entre una muestra al azar y el universo del que forma parte" (p. 610). Al primero lo ve como un problema t6cnic0, al segundo como más teórico. La crltica de Korn abarcaría, a pesar de su afirmación en contrario (p. 613), a todo relevamiento por encuestas ba- sado en muestras -excluidos los diseños experi- mentales-, más allá de algunas particularidades propias de las encuestas de opinión y10 de in- tención de voto1. Consideremos en primer lugar lo que Korn visualiza como problemateórico, particularmen- te el tema de lo "infalible de [la] representatividad" de las muestras (p.610). Debe señalarse que tal representatividadno está definida como propie- dad de los estimadores basados en muestras aleatorias; es un vocablo utilizado generalmente ' Este trabajo descansa en elaboraciones previas sobre aspectos metodológicos de las encuestas que se realizaban dentro de las tareas del Centro de Estu- dios de Opinión Pública, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Agradecemos la colaboración de Luis R. Acosta en algunas elaboraciones y especificaciones de temas estadisticos, quien carece de responsabilidad alguna sobre estas notas, la que reside exclusivamente en su autor. *' Investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Director del Centro de Estudios de Opinión Pública [ m CEDOP-UBA/ Uriburu 950 1 1114 Buenos Aires / a 962-9942.] ' Es por momentos dificil separar lo que Korn pien- sa sobre estos temas de lo que ella considera que son puntos de vista de las agencias encuestadoras.

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una reducción de su i n c i d e n ~ i a ~ ~ . Dejando de lado el fantasma de la "infalibilidad", las encues- tadoras enfrentan una larga lista de situaciones que conspiran contra la similitud de resultados más allá de la razonabilidad del método utiliza- do -ajenas a la ausencia de un listado completo de todos los componentes de la poblacidn para seleccionar las muestras-. Mencionaremos sólo unas pocas a título ilustrativo Dos encuestas de

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Desarrollo Económico, vol. 35, N9 138 (julio-setiembre 1995)

ENCUESTAS DE OPINION: EVALUACION DE UNA CRITICA Y REFERENCIAS DE LA

LITERATURA PARA MEJORAR ESTA PRACTICA*

JORGE RAUL JORRAT**

En una nota aparecida en Desarrollo Econb- mico N9 136 (enero-marzo 1995), Francis Korn discute la eficacia de las encuestas de opinión desde tres ángulos: 1) la validez del procedi- miento en sí, 2) los temas que se eligen y 3) a quiénes sirve este tipo de estudios. Los abusos de interpretación que algunos medios hacen (n/ particularmente) de los resultados de estas en- cuestas causaron una justificada reacción por parte de Korn, quien, lamentablemente, a nues- tro entender, terminó responsabilizando al m6to- do tantoo más que a sus abusadores. Su trabajo apareció contemporáneo a unas notas que está- bamos elaborando en el Centro de Estudios de Opinión Pública (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) para llamar la atención sobre una serie de problemas vinculados con la práctica de este tipo de relevamientos, por lo que se da la posibi- lidad de aunar nuestras notas con algunas re- flexiones sobre los comentarios de Korn. Frente a este doble objetivo, elpresente trabajo tendrá una extensión que excede a una mera revisión critica.

1 . Comienza puntualizando Korn que en la oferta de las encuestadoras "una encuesta de opinión... se supone que descubre con preci- sibn los gustos o disgustos de una poblacidn completa respecto de un cierto tema". Agrega comentarios sobre el hecho de que las respues- tas obtenidas son tratadas "como si se hubiera entrevistado a la población completa ya que se sostiene que, por definición, una buena muestra al azar es la representación del total del que se quiere saber algo". Como garantla de ello el encuestador ofrece "la infalibilidad del procedi- miento" para elegir a los entrevistados (págs.

609-610; nuestro énfasis). Dos problemas desta- ca aquí Korn: las dificultades de "acceder 'al azar' a todo el universo" y "el carácter analítico o hipotético de la relación entre una muestra al azar y el universo del que forma parte" (p. 610). Al primero lo ve como un problema t6cnic0, al segundo como más teórico. La crltica de Korn abarcaría, a pesar de su afirmación en contrario (p. 613), a todo relevamiento por encuestas ba- sado en muestras -excluidos los diseños experi- mentales-, más allá de algunas particularidades propias de las encuestas de opinión y10 de in- tención de voto1.

Consideremos en primer lugar lo que Korn visualiza como problema teórico, particularmen- te el tema de lo "infalible de [la] representatividad" de las muestras (p. 610). Debe señalarse que tal representatividad no está definida como propie- dad de los estimadores basados en muestras aleatorias; es un vocablo utilizado generalmente

'Este trabajo descansa en elaboraciones previas sobre aspectos metodológicos de las encuestas que se realizaban dentro de las tareas del Centro de Estu- dios de Opinión Pública, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Agradecemos la colaboración de Luis R. Acosta en algunas elaboraciones y especificaciones de temas estadisticos, quien carece de responsabilidad alguna sobre estas notas, la que reside exclusivamente en su autor.

*' Investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Director del Centro de Estudios de Opinión Pública [ m CEDOP-UBA/ Uriburu 950 1 1114 Buenos Aires / a 962-9942.]

' Es por momentos dificil separar lo que Korn pien- sa sobre estos temas de lo que ella considera que son puntos de vista de las agencias encuestadoras.

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por no estadísticos para referirse a que la mues- tra reproduzca las características poblacionales, requisito imposible de satisfacer ya que la eva- luación de la representatividad significa cono- cer las características poblacionales, lo que ob- viamente no sucede en la práctica cotidiana. Ya hace mucho tiempo que la literatura ha aclarado que sólo se trata de un fin, de un propósito o aspiración: "Muestra representativa es un térmi- no más fácil de evitar porque está desaparecien- do del vocabulario técnico ... En general, a me- nudo denota las aspiraciones de representar bien a una población con una muestra ..." (Kish 1965, citado en Kish 1987, p. 23; Bnfasis origi- nal). Un acercamiento a lo que suele mencionarse como "representatividad" se plantea a traves de las propiedades de los estimadores -tales como media aritmética, proporciones muestrales- ba- sados en muestras aleatorias2: insesgamiento, eficiencia, consistencia, suficiencia, etcétera. Es interesante observar que la varianza del esti- mador -salvo situaciones muy especiales, difíci- les de pensar en la práctica- es mayor que cero, aunaue deoende inversamente del tamaño de la muektra. S/ se contase con recursos para que el tamaño de muestra fuera lo suficientemente gran- de. un diseño aleatorio produciría resultados tan precisos que -con seguridad- no hubieran moti- vado la reacción de Korn (dejando de lado los errores no muestrales).

Es necesario enfatizar -como también lo ad- vierte Korn- que hay muy pocos casos de en- cuestas donde el relevamiento puede ser juzga- do por un criterio de validez externa, como es el caso de las encuestas de intención de voto o en "boca de urna". Esta particularidad -ajena a la mayoría de otros relevamientos por encuestas- conduce a posibilidades adicionales de enfren- tar los problemas de validez y confiabilidad, que en general son prácticamente ignorados en otras situaciones3. ¿Cómo juzgar al resto, la abruma- dora mayoría, sino por el método utilizado? No interesan aquí consideraciones sobre si el uni- verso es finito o infinito4 muy grande-, como se preocupa en exceso Kom. Más bien, lo que im- porta es tener en cuenta la literatura pertinente, donde por ejemplo se plantea decidir el tamaño muestral suponiendoconservadoramente la peor situación (fuera de sugerencias de basarse en estimaciones groseras de la variabilidad pobla- cional), y en un balance entre recursos disponi- bles y error de muestre0 que se está dispuesto a tolerar, ya que raramente se dispone de alguna información sobre la variabilidad del fenómeno.

JORGE RAUL JORRAT

El error muestral -bajo el supuesto de selección aleatoria de los individuos- depende básica- mente del tamaño muestral, pero no está relacio- nado con el tamaño de la población o universo (salvo para introducir una corrección en la esti- mación de la varianza en el caso de extracción sin reposición de una población finita)4.

Es decir, las muestras no "representan" nin- gún "universo" (para saber que una de ellas "re- presenta bien" al universo habría que conocer este último y si se lo conociese no se necesitaría la muestra), por lo que todas las afirmaciones sobre tensiones entre "relaciones lógicas" o "hi- potéticas" que vincularían una muestra y su uni- verso planteadas por Korn no serían de aplica- ción aquí. Como surge a partir de especificacio- nes sobre magnitud del error y nivel de confian- za de la mayoría de estos relevamientos, sólo debe hablarse de inferencia probabilística5. Una afirmación típica, a partir de los resultados de una muestra probabilistica (en todas sus eta- pas), podría ser, "La intención de voto por el Partido A, en la zona de referencia al momento

*Muestra en la que cada individuo de la población tiene una probabilidad conocida de ser incluido en ella. Usualmente se propone que todos los individuos ten- gan igual probabilidad de ser seleccionados.

En la literatura metodológica se dice que un instrumento es válido si mide lo que se pretende medir, mientras que se dice confiable si mediciones repetidas con el mismo instrumento son razonablemente esta- bles, esto es, los errores de medición son mínimos (y10 se encuentran dentro de cierto rango).

A Tampoco tiene nada que ver, para estos fines, la proporción de población que podria cubrir una mues- tra. Un desgraciado manejo público de estas cuestio- nes está a la orden del día. Ante una polémica plantea- da en torno a la seriedad de una encuesta sobre consu- mo de drogas entre estudiantes de la UBA, en el diario "Clarín" del 5/2/95 se encuentra -en un recuadro titula- do Los resultados(p. 48)- la siguiente arirmación: "Como prueba para demostrar que se trata de un estudio científicamente válido, los encuestadores señalan que !a muestra equivale ai 1.3por ciento de ia población de ia UBA" (énfasis en el original). Para una población homogénea un único caso seria una excelente mues- tra, independientemente de que 1 sea 1,3%, 13,O%, o cualquier otro valor.

Implícitamente, tales relevamientos reconocerían que "La estadística en las ciencias sociales es un méto- do para la representación parsimoniosa de los datos, para la medición de la incertidumbre inherente a la recolección de datos, y para extraer infcrencias acerca del mundo social que generó esos datos, en cuanto este mundo es representado por modelos abstractos" (Zaret 1987,p 39, nuestro énfasis)

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del relevamiento, alcanza a un 25 % de los ciudadanos de 18 años y más, con un error de muestreo de +/- 3 % para un nivel de confianza del 95 %". Esta afirmación correspondería al total muestral, ya que afirmaciones para subdivisiones de la muestra (por sexo, edad, o nivel socioeconómico) tendrán un error de muestreo mayor. Afirmaciones como la prece- dente descansan en un procedimiento estándar en la práctica, que es presentar las estimacio- nes señalando un margen de error, por ejemplo un 3 %, con un nivel de confianza del 95 %? La interpretación de este margen de error supone que la fuente exclusiva del mismo es el muestreo simple alazar. Esto implica que si la única fuente de error presente es debida al azar en la selec- ción de los sujetos, al realizar una secuencia de relevamientos del mismo tipo, para la peor situa- ción (porcentaje poblacional igual al 50 %) aproxi-madamente en 1 de cada 20 muestras las esti- maciones diferirán del verdadero porcentaje en más de un 3 % Si el porcentaje poblacional es diferente del 50 %, el mismo tamaño de muestra conduce a que en una secuencia de releva- mientos del mismo tipo, la proporción de mues- tras en las que la estimación diferirá del verda- dero porcentaje poblacional en más del 3 % será menor que 1 en 20'.

La discusión precedente nos lleva al proble- ma que Korn califica como "técnico", cuestio- nando que sea posible elegir estrictamente una muestra al azar, dadas las dificultades de elabo- rar los marcos muestrales. Es cierto que actual- mente no se cuenta con un listado completo de la población para seleccionar una muestra aleatoria estricta en nuestro país -al menos has- ta que se disponga, por ejemplo, de padrones electorales con direcciones razonablemente ac- tualizadas-, limitación que no es distintiva de las muestras para encuestas de opinión. Otra cues- tión es que ello constituya un problema de la relevancia que parece asignarle Kom. Este cues- tionamiento, que parece un tanto medular en su trabajo, haría pensar que si se contase con los listados adecuados de todos los componentes del universo para obtener las muestras, casi todos los problemas de las encuestas de opi- nión habrían sido resueltos. Quedaría aún por resolver el problemade los errores no muestrales a los que Korn no hace referencia, quizás debi- do a que su preocupación prioritaria es la posi- bilidad técnica de una selección aleatoria estric- ta de los individuos.

La teoría de muestreo da recomendaciones generales para la elección de una muestra aleatoria, en base a la información existente. El procedimiento usual es "tri-etápico", eligiendo aleatoriamente áreas según información censal, luego hogares y finalmente al encuestado -que debería hacerse aleatoriamente- dantro del ho- gar. Uno de los problemas de las encuestas de todo tipo es que, por limitaciones de tiempo y dinero, no se llevan a cabo diseños que sean probabilísticos en todas las etapas del muestreo

Un fin importante de las encuestas de intención de voto es estimar el porcentaje de votos a lograr por un cierto partido o candidato mediante el cálculo de ese porcentaje en la muestra. Este porcentaje depende de la muestra seleccionada siendo el tamaño de la misma un problema a solucionar en el diseño de la investiga- ción. En tal sentido, se supone que para la selección de la muestra se aplicará muestreo simple al azar, lo que implica que el porcentaje muestral converge a una dis- tribución normal con media igual al porcentaje pobla- cional y una variabilidad que resulta máxima cuando ese porcentaje poblacional es del 50 %. Bajo la hipóte- sis de que el porcentaje poblacional de un partido es el 50 % -propuesta más desfavorable porque conduce a la máxima variabilidad del porcentaje muestral-, se determina el tamaño de la muestra en base a la distribu- ción normal mencionada, estableciendo -por ejemplo- un intervalo del 95 % de probabilidad (nivel de confian- za) con amplitud de +/- 3 %.

Ansolabehere y Belin (1993) plantean una crítica con respecto a la presentación del margen de error de un porcentaje determinado cuando en realidad el inte- rés se centra en la ventaja de un candidato (p. 23). Para esa situación estos autores proponen una regla de cocina que es multiplicar el margen de error por la raíz cuadrada de 3, o sea por 1,73, con lo que una ventaja de 5 puntos de un candidato sobre otro tendría un margen de error de 5,2%, cuando el error muestral con que se trabaja es del 3 %. El origen del factor raíz cuadrada de 3 surge de considerar la desviación estándar de la diferencia entre los estimadores de las proporciones favorables a dos candidatos y haciendo el supuesto de que esas proporciones son iguales a un tercio. En esta situación lavariabilidad en el apoyo para cada uno de los candidatos contribuye a la variabilidad de la ventaja. Pero lo importante a puntualizar también aquí es la advertencia de los autores mencionados: "Nótese que la discusión precedente supone que los respondentes son una muestra aleatoria simple de la población. Nuestro entendimiento es que éste no es nunca el caso...'' (p. 24). Sugieren, además de presen- tar el margen de error para la ventaja del candidato ganador, que los medios presenten resultados de va- rias encuestas realizadas en forma casi contemporá- nea. describir la población blanco y otras característi- cas de la encuesta, tales como las tasas de no respues- ta o los métodos utilizados para controlarla (p. 27).

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-particularmente la selección del encuestado dentro del hogar-, limitaciones de los trabajos que deberían comunicarse junto con los resulta- dos. De todas formas, debe señalarse que los avances en disponibilidad de información bási- ca han sido muy importantes, particularmente a partir de la posibilidad a nivel local de contar (recurriendo a las oficinas nacionales de cen- sos) con información sobre "hacinamiento" y10 "necesidades básicas insatisfechas" para pe- queñas unidades censales (fracciones y radios censales).

Luego de señalar las dos cuestiones prece- dentes que percibe como básicas, Korn se inte- rroga sobre las respuestas que darían los exper- tos en encuestas a las variaciones en las estima- ciones de las encuestadoras, ante el convenci- miento que tendrían éstas de contar con un "modo de elegir personas basado en unafórmu- la que, por definición, asegura que ese grupo de gente representa al total" (p. 2). En general, no creemos que los investigadores por encuestas muestrales aseguren tal cosa, más allá de algu- nas pretensiones interesadas. Además, Kom cen- traliza sus críticas en los "aciertos" (o "desacier- tos") de tales encuestas, sin plantearse -como muchos- si ésta es la evaluación aconsejable. Mitofsky (1993), luego de señalar que las en- cuestas miden las opiniones en un momento del tiempo y que los efectos de las campañas -si son efectivas- van cambiando la intención de los votantes8, por lo que no podrían ser juzgadas por los resultados electorales, plantea que exis- te una evaluación posible que es mirar "la soli- dez teórica de los métodos de la misma forma que lo haríamos con encuestas sobre otros te- mas. Los estadísticos pueden juzgar si los mé- todos de encuesta se adecuan al problema" ( p 12)?

No se trata de "aplicar mal la fórmula"10 ni de pensar en recursos oportunistas como que "algo tan suave como la 'volatilidad' destruy[a] tan fácilmente" el método, según señala Kornl1 Ya hemos mencionado que el error muestral se calcula sobre bases probabilísticas en función de lavarianza del estimador, la que depende de la variabilidad del fenómeno y del tamaño muestral. Existe además otro tipo de error, el error no muestral o de medición (vinculado con problemas de construcción del instrumento, de relevamiento del dato, de tasas de no respuesta, etcétera). que no se puede medir a prior1 pero que debería evaluarse en cada caso para lograr

JORGE RAUL JORRAT

una reducción de su i n c i d e n ~ i a ~ ~ . Dejando de lado el fantasma de la "infalibilidad", las encues- tadoras enfrentan una larga lista de situaciones que conspiran contra la similitud de resultados más allá de la razonabilidad del método utiliza- do -ajenas a la ausencia de un listado completo de todos los componentes de la poblacidn para seleccionar las muestras-. Mencionaremos sólo unas pocas a título ilustrativo Dos encuestas de

Quedará fuera de estas notas una discusión so- bre los posibles efectos de las encuestas en la decisión de los votantes, ya que no hay hallazgos concluyentes en este sentido. y si algunos efectos se detectan en las investigac~ones, ellos tendrían signos contrapuestos. Dosefectos básicos han sido descriptos en la literatura. un efecto "banchuagon" -subirse al carro de los proba- bles triunfadores y un efecto "underdog" -apoyar al más débil, básicamente al segundo en discordia en las intenciones de voto. Un efecto adicional sería facili- tar un voto "táctico". Más investigaciones son necesa- rias para especificar este punto, en particular estimar la magnitud de los efectos y determinar si los mismos se compensan mutuamente.

Agrega el autor que "ninguna de las organizacio- nes profesionales de encuestas tienen estándares que nos digan qué constituye una buena encuesta", y que existep "problemas tan diversos que no es razonable tener un estándar universal" (p. 13).

'O Desconocemos por qué Korn recurrentemente plantea la posible existencia de una fórmula que vincule una muestra a su población de pertenencia. El lector puede encontrar especificaciones sobre estas cues- tiones -entre otros- en Kish (1987, particularmente el Cap. 2).

' ' Estos cambios son importantes. Uno de los co- mentarios del comité designado por el Social Science Research Council [SSRC] para analizar las equivoca- ciones en la predicción del resultado de las elecciones norteamericanas de 1948 señalaba. "Una segunda fuen- te principal de error en las predicciones de la elección de 1948 debe encontrarse en el fracaso de las encues- tas para detectar cambios en la intención de voto du- rante las últimas etapas de la campaña . . . Las encues- tas poselectorales informaron que cerca de 1 de cada 7 votantes dijo que se decidió sobre cómo votar dentro de las dos semanas previas a la elección, y que cerca de 3 sobre 4 de estos votantes dijeron que votaron por Truman [el ganador]. Aun si uno concede la existencia de errores en tales respuestas, se debe concluir que la falla en detectar y medir cambios en la decisión de voto durante los días de cierre de la campaña da cuenta de una parte considerable del error total de la predicción" (Mosteller y otros - SSRC 1949; en Berelson y Janowitz, 1953, p. 592).

l2 Los análisis de los efectos de los errores no muestrales en las encuestas demandan un importante esfuerzo de los especialistas en el área como para permanecer ajenos a las reflexiones de Korn.

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idéntico contenido e idbntico diseño aplicadas a una población idéntica pueden arrojar resulta- dos diferentes, en primer lugar por el hecho de que muestras distintas conducen a estimacio- nes distintas y, además, porque un posible ta- maño muestral más chico de una con respecto a la otra conducirla a un error muestral más gran- de. O porque se realicen en momentos diferen- tes, con una influencia diferencial de las campa- ñas o de circunstancias pollticas relevantes que pueden mediar entre una situación y otra. O por-que presenten algunas diferencias en la redac- ción de las preguntas, porque tengan una tasa de rechazo mayor, etcétera. (En general, se ha señalado-Lau 1994, p. 3- que las estimaciones podrian fluctuar en más de dos veces de lo que se esperarla sólo por el error muestral). Cabe agregar, para concluir este punto, una observa- ción de Howard Schuman -citado por E. Singer (1988, p. 424)-, quien notóque "el enfoque bási- co para aprender acerca de grandes poblacio- nes mediante la formulación de preguntas a muestras probabilísticas relativamente peque- ñas es sólido. Se hace complicado no debido a artificios característicos de las encuestas de opi- nión, sino porque las respuestas humanas son a lavez inherentemente intrincadas y complejas"13.

Quizt~s si las encuestadoras presentasen la amplitud del intervalo de confianza en que se inserta su estimacióri de la intención de voto por cada partido -por ejemplo que estiman el voto por el Partido A en un 25 %, con un límite inferior de 22 % y uno superior de 28 %-y las posibles limitaciones de sus relevamientos (tasas de no respuesta, etcétera), y si los medios -como se recomienda en otras latitudes- publicasen más de una encuesta electoral para un momento similar, sería difícil levantar el fantasma de la "infalibilidad" como pretensión de los encues- tadores14. No se trata, entonces, de "descubrir con precisión" para una "población completa" absolutamente nada15. De lo que se trata es de

l3Existe abundante investigación y discusión so- bre estos puntos. Zaller y Feldman (1992), luego de plantear que las evidencias han cuestionado el supues- to de la existencia de actitudes formadas y estables por parte de los ciudadanos con respecto a las cuestiones politicas y de que las encuestas sean mediciones pasi- vas de tales actitudes, proponen un modelo alternativo en el entendimiento de que "la mayoria de los ciudada- nos... simplemente no poseen actitudes preformadas al nivel de especificidad demandado por las encuestas" (p. 579). Su discusión y propuesta posterior descansa

afirmaciones probabillsticas con un margen de error conocido, el error muestral, más otros erro- res no muestrales o de medición desconocidos, de amplitud también desconocida (agravados por la propia complejidad de la medición de opiniones o actitudes), que la buena metodolo- gía ha ido ayudando a prevenir y10 mitigar16.

en tres axiomas: 1) "La mayoría de la gente posee consideraciones opuestas sobre la mayoria de las cues- tiones, es decir, consideraciones que podrian condu- cirlos a decidir la cuestión en un sentido o en otro" (p. 585); 2) "Los individuos contestan las preguntas de encuestas promediando a través de consideraciones que se presentan como salientes al momento de la respuesta, donde la saliencia está determinada por el axioma de accesibilidad'; 3) "La accesibilidad de una consideración dada depende de un proceso de muestreo estocástico, donde las consideraciones que han sido pensadas recientemente sobre [el tema] son de alguna manera más probables de ser muestreadas" (p. 586 énfasis original).

j4 Si las encuestadoras presentasen los intervalos de confianza, además de estimaciones puntuales, las diferencias en estimaciones de voto como las citadas por Korn perderían relevancia. Un ejemplo muy fresco, pero para el caso francés, sería la afirmación de "Cla- rín" (2414195) de que los grandes derrotados en la elección del día previo fueron los sondeos de opinión franceses. Las estimaciones publicadas aqui, si bien no informan sobre el margen de error (ni del momento ni alcances de la encuesta o del nivel de indecisos), caen dentro de un intervalo típico de +/- 3 %. De todas for- mas, deben tenerse presentes unas consideraciones finales vertidas por Mitofsky (1993): "Deseo puntualizar lo que considero una trampa. No quiero juzgar el calibre de estas encuestas de opinión por el resultado electo- ral. Como podemos ver ..., las encuestas que están bien hechas y las que están menos bien hechas nos dicen esencialmente la misma cosa acerca de las tendencias en la elección ... Habiendo dicho esto, todavia espero que cualquiera que conduzca una encuesta preelectoral en el futuro adherirá a un estándar más alto" (p. 16).

j 5 En una afirmación más general, debe recordarse que "[La] prueba es una certeza reservada a las mate- máticas, no a la ciencia. Para la ciencia, lo mejor que podemos esperar es una teoría que no se conozca todavia como falsa, una generalización para la cual no hay evidencia en contrario (no todavia). El trabajo de los estadísticos, probando las cosas más allá de una duda (estadísticamente) razonable, no puede evadir este lí- mite fundamental de la ciencia" (Levine, 1993, p. 143).

l 6 Una buena parte de las encuestas describen su método de muestreo, el tamaño muestral, la zona o universo al que corresponden los datos, la fecha del trabajo de campo y el margen de error. No son preci- sas, cuando usan cuotas, en señalar que el error postu- lado sólo seria tal "bajo el supuesto de muestreo simple al azar", u otras aclaraciones, como que el error men-

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Podría agregarse, en un comentario facilista, que los "fracasos" de los encuestadores son "estructuralmente" más rendidores que los "acier- tos" para permitir mejorar instrumentos y méto- dos. De paso, ya que sus críticas al método son generales, es una lastima que Korn no haga referencia a la frecuencia de "aciertos" de -por ejemplc los encuestadores estadounidenses, esto sin atender a las advertencias de Mitofsky de no juzgar estas encuestas en virtud de tales r acierto^"'^.

Como surge de una mínima revisión de la literatura, existen críticas muy serias por parte de los propios practicantes del método, incluyendo señales, advertencias y recomendaciones en el camino, para aquellos a quienes les interese y necesiten buscarlas. (Ver unas pocas conside- raciones en el Apéndice).

2. Además de las dos cuestiones preceden- tes, un tercer punto en las críticas de Korn inte- rroga sobre "cuA1 es el tipo de conocimientos que vale la pena divulgar y cómo se los obtiene" (p.612). Así, se interrogaigualmente sobre "¿Cuál es el objeto de este tipo de estudios?", plantean- do finalmente que "No es preguntando todo a la

cionado corresponde al total, aumentando para subdivi- siones de la muestra. Es deseable, y se recomienda, publicar la tasa de no respuesta. Tampoco suele infor- marse sobre la introducción o no de ponderaciones. También, si la muestra tiene realmente un alcance na- cional cuando se la presenta de esta manera. El 2/4/95 el diario Clarín publico una encuesta que causó la ira del candidato presidencial del radicalismo, respondien- do este diario el 3/4/95 (p 6) que no se trataba de "ninguna mano negra" sino que era "una muestra signi- ficativa (sic] -ya estudiada- que expresa el sentir pro- medio de la sociedad (?)". Dejando de lado esta confu- sa respuesta, la descripción de la muestra planteaba dudas sobre sus alcances nacionales y/o de la partici- pación proporcional de los distritos elegidos en el total, aunque ello no tenía que ver con las acusaciones "conspirativas" desatadas por el candidato radical. Como señalara un consejero del presidente de México previo a las elecciones de agosto de 1994, preocupado por la no inclusión de las áreas rurales supuestamente favorables al oficialismo en los relevamientos: "Un recor- datorio amistoso a la comunidad de encuestadores: Hay, en este punto, una considerable variedad metodo- lógica en los relevamientos por encuestas mexicanos. Es preocupante que los medios mexicanos traten a todas las encuestas como si fueran básicamente las mismas. No sor] básicamente las mismas El consumi- dor inteligente necesita preguntar acerca del tamaño muestral, el método de muestre0 y si la encuesta es realmente nacional" (Beltrán Ugarte. 1994. p 6).

JORGE RAUL JGRRAT

mayor cantidad de gente como llegaremos a la mejor respuesta para cada problema. No vale la pena saber qué opinan los legos respecto de una vacuna para ponerla o no en circulación", ya que "la opinión de cada uno sobre aquello que no conoce, novale el esfuerzo que cuesta averi- guarla. Y todos somos legos en la mayor parte de las disciplinas".

Creemos que las preguntas intrascendentes o no pertinentes que a veces se formulan ligera- mente en más de un medio no justifican una crítica a una determinada práctica académico- profesional. Ninguna encuestadora, académica o de la actividad profesional privada mediana- mente seria, se dedicaría a este tipo de cosas, ni a indagar a los legos su opinión sobre una vacu- na (tampoco habría quién les demande un tra- bajo de ese tipo). Quizás nada es más ilustrativo que reproducir aquí un comentario de Mitofsky (1989b) a un libro de H. Asher (1988): "Es un principio general para la mayoría de los encues- tadores de opinión, o investigadores por en- cuestas, que las encuestas de opinión pública no deberían interrogar a las personas sobre cues- tiones respecto de las cuales no tienen opinio- nes previo a ser entrevistadas. La medición de unaopinión donde existe escaso o ningún cono- cimiento del tópico por un respondente provee- rá solamente un 'retrato inconducente de la opi- nión pública' nos dice Asher, y muchos investi- gadores estarán de acuerdo. Sin embargo, no está claro para este comentarista por qué debe- ríamos creer que la medición de opiniones de miembros del público que no están informados sobre algún tema es necesariamente una mala idea. Mucha gente actúa o reacciona respecto de una ampliavariedad de cuestiones sobre las cuales no tienen conocimiento específico. Cual-

'' Es cierto que en los países avanzados el desa- rrollo de la metodología -y su práctica- ha logrado niveles que en la situación local todavía no se alcanzan, pero el ataque al método por parte de Korn parece ir más allá de las fronteras nacionales. Para el caso esta- dounidense, puntualiza Meyer (1990): "Desde el adve- nimiento de las encuestas de opinión casi-científicas de los años 30, la tecnología ha mejorado hasta tal punto que una encuesta naciorial se corisidera un fracaso si equivoca el resultado electoral por más de dos puntos porcentuales. En 1988, seis encuestas nacionales estu- vieron en el campo cercanas al momento de la elección, de modo que sus resultados pueden ser considerados predicciones. Todas satisficieron el test de los dos puntos. Cuatro de las seis lo hicieron por un punto" (págs 455-456)

323 ENCUESTAS DE OPINION

quiera que no crea esto necesita solamente inte- rrogar a los votantes sobre qué es lo que les gusta de un candidato al que piensan votar" (p. 618)18.En general, tenemos la impresión de que los juicios de Korn sobre la evolución teórico- conceptual y metodológica como sobre la pro- pia práctica de investigación en el estudio de la opinión pública se centran demasiado en los usos y abusos por su valor de noticia ya sea de relevamientos poco cuidadosos -trascendentes o no- discutidos en la televisión o de buenos relevamientos discutidos impropiamente en ese medio (además de los "desaciertos" en épocas electora le^)^^.

3. En un punto adicional la autora introduce una discusión sobre los alcances del término "democracia", señalando que "Preguntar todo a todo el mundo no es el significado de este meca- nismo constitucional" (p. 612). Se interrogafinal- mente sobre "¿para quién tienen sentido los da- tos preliminares que ofrecen los encuestadores? No para el público en general. No ayudará al buen razonamiento de nadie 'saber' cómo van a votar sus congéneres en las próximas eleccio- nes" (p. 612). Cuestiona igualmente Korn el por- qué no se puede montar hoy en día una campa- ña sin estos relevamientos y por qué un candida- to necesita saber de antemano cómo le va a ir.

Se ha señalado en la literatura que en las últimas dos semanas previas a las elecciones es a la asi llamada "carrera de caballos" (por ciento de intención de voto que los favorece y el de suls inmediatols competidor/es), a la que casi exclu- sivamente prestan atención los candidatos. Este sesgo en la lectura de las encuestas suele ocu- rrir con mucha antelación a las elecciones, cir- cunstancia que muchos encuestadores cuestio- nan a los candidatos para los cuales las reali- zan. Korn toma básicamente una parte de estas encuestas. la referida a la "carrera de caballos" Pero la pregunta sobre intención de voto es una pregunta entre varias que buscan detectar pro- blemas y puntos de interés que puedan prevale- cer en el electorado, además de intentar detec- tar el tipo de variables asociadas con el voto. Y ello interesa tanto al público como a los políticos y a los investigadores académicos preocupa- dos por elaborar teorías sobre elvoto. Un proble-ma particular de paises como el nuestro es que muchos de estos trabajos se realizan por encuestadoras privadas para determinados par- tidos, por lo que una buena parte de los datos de

interés no es siempre conocida por el público. Si los centros acad6micos que se dedican a esta cuestión contasen con los apoyos necesarios para realizar tales relevamientos sin las restric- ciones de divulgación de los datosm, o si los medios -que por su propia naturaleza dan a conocer los resultados sin restricciones- incor- porasen en forma creciente profesionales califi- cados para realizar sistemáticamente encuestas de opinión (electorales sólo en forma circuns- tancial), el público local tendría acceso "demo- cráticamente" a esa información de interés, con buenos soportes técnicos. Lo que resulta poco "democrático" a nivel local no es la práctica en sí sino que los medios e instancias públicas no asuman, o sólo lo hagan restringidamente, una parte de estos estudios, como ocurre por ejem- plo en Estados Unidos o Gran Bretaña, aunque aun enfrenten alli más de un problema21. Vale la

'' El ejemplo que menciona Korn como criticable. el de la indagación a la población por parte de la TV sobre si creían que el agua que bebían estaba contami- nada, es una pregunta de interés, siempre que se refiera a las "creencias" de la población, no a sus conocimientos técnicos.

'%.Lang (1991),en una evaluación de un libro de l. Crespi (1989), comenta que el debate público puede ser enriquecido a partir de buenas encuestas de opi- nión propiamente difundidas, y que en este último senti- do los medios de noticias "son cruciales a la vez como 'sponsors' y como fuentes de información. Desafortuna- damente, la mayoría de ellos usualmente cubre las encuestas como eventos con 'valor de noticia', dándole al público poco más que unas pocas instantáneas foto- gráficas ['snapshots']" (p. 63) Agrega Lang que salvo que los medios informativos hagan un uso completo de lo que las encuestas de opinión pueden decirnos, de- berá atenderse a la advertencia de Crespi (p. 130): "sus encuestas [las de los medios] es probable que permanezcan como poco más que trucos de noticias, casi-plebiscitos que proveen una comprensión simplista, que a la vez confunden y distorsionan la opinión pública".

Eleanor Singer (1988),entre varias propuestas, planteó hace unos pocos años que 'Hay varias formas de trabajar hacia la meta de desarrollar instrumentos de encuesta más precisos y válidos. Uno de los más prác- ticos, me parece, es a través de un fondo para la investigación metodológica, establecido por medio de un impuesto sobre la actividad de encuestas, adminis- trado por una coalición de investigadores de la indus- tria. la academia y el gobierno. . ' (p 424).

2' James A. Davis (1989) -responsable del Gene- ral Social Suwey realizado en EE.UU. por el National Opinion Research Center- comenta para el caso de Estados Unidos "Nuestras instituciones académicas de investigación son débiles porque nuestras instituciones

324

pena, para concluir este punto, citar el siguiente comentario: "Uno debe recordar que había un tiempo (hace cerca de treinta años en Gran Bretaña y antes que eso en los Estados Unidos) cuando las encuestas de opinión no eran trata- das seriamente. Ahora, a pesar de sus limitacio- nes son en mucho parte del proceso democráti- co, y tanto el público como los políticos las toman seriamente. La gente ahora acepta el hecho de que una muestra ha hablado por ellos con cada encuesta de opinión que leen" (Webb 1994, p. 30).

4. En un último punto, Korn plantea cuestio- nes más generales, señalando que sus críticas se centran en la "validez y utilidad" de las en- cuestas de opinión -aunque sus consideracio- nes sobre las muestras y los relevamientos por encuesta se extienden a todo tipo de trabajo académico y no académico que descanse en esta metodología-. Se dedica en esta parte a una serie de recomendaciones generales sobre cómo se debe proceder para aportar al conoci- miento ya que "No hay secretos ... ni 'métodos' oscuros en la práctica de estas profesiones" (p. 5). Es difícil estar en desacuerdo con ellas, inclu- yendo, como actitud general, a los que hacen encuestas de opinión22.

Cabría agregar que el avance de este tipo de metodologías, como el de cualquier otra, está penetrado por más de una discusión y propues- ta sustanciosa proveniente de los propios ran- gos de la disciplina, de lectura inescapable para cualquier nuevo intento de evaluaciónz3. A ve-ces, una fresca y desprejuiciada mirada desde afuera puede contribuir a la reflexión sobre estos temas, si se atiende a las cuestiones centrales en juego. Creemos que una lúcida y competente evaluadora comp Korn podría-y debería- haber avanzado más en su discusión sobre estas cues-

académicas de enserianza fuertes no creen en las insli- tuciones, creen en el genio individual. Mientras que los centros de investigación por encuestas aparecen y desaparecen, aun las más débiles de las universidades parecen ser inmortales ... Yo no creo realmente que las universidades denigren la investigación por encuestas. La mayoría se sentiría feliz de tener un analista de encuestas a bordo, así como si una orquesta tuviese un conductor permanente y músicos en visita perpetua.. ; en cuanto esto sea verdadero, la ciencia social acadé- mica estará, en alguna medida, alienada de su base de datos y demasiado fácilmente seducida por la postura, la proclamación, la ideologia y los rituales carentes de significado'' (p 138: énfasis original).

JORGE RAUL JORRAT

tiones Sí debemos reconocerlo, sus disquisi- ciones tuvieron la necesidad y el valor de llamar la atención a nivel local sobre prácticas des-cuidadas" nada infrecuentes en el oficio -aun- que no siempre con los argumentos más apro- piadosZ4

Luego de una evaluación de los proble- mas, avances y peligros del desarrollo histórico

zEs siempre saludable la recomendación de Korn de no usar los métodos yio técnicas como "recetarios de cocina" (p. 613). Un buen resultado de su critica glo- bal seria un importante esfuerzo por parte de las agen- cias de encuestas por mejorar la calidad técnica de sus trabajos.

Discusiones y propuestas que son de vieja data en la disciplina. Señalamos que ya en 1949 el Social Science Research Council publicó un análisis de las encuestas preelectorales y los pronósticos, con diver- sas recomendaciones, a partir del fracaso de los encuestadores en sus predicciones para las elecciones presidenciales de 1948en Estados Unidos. Ver: Berelson y Janowitz (comps.) 1953. Hacia 1980 y 1981, un grupo de científicos sociales, investigadores por encuestas y estadísticos (de la talla de Otis D. Duncan, William Kruskal y Howard Schuman) se reunieron para evaluar la metodología de la investigación por encuestas, con los auspicios de la National Science Foundation. publicandose dos volúmenes (Turner y Martin 1986). En 1984 el Social Science Research Council formó un gru- po de trabajo para una evaluación comparativa de en- cuestas longitudinales. cuyas deliberaciones y conclu- siones -aplicables a todo tipo de relevamiento por en- cuestas- se resumen en Boruch y Pearson (1985) En noviembre de 1990 una Conferencia Internacional so- bre Errores de Medición en las Encuestas fue realizada en Tucson, Arizona, con diversos auspicios académi- cos y profesionales, con el objeto de evaluar el tema de los errores de medición desde una perspectiva interdisciplinaria. Parte de los trabajos discutidos se publicaron en Biemer y otros (1991).

24 Los problemas no son privativos a nivel local. En una evaluación de la medición de la opinión pública en diversos países, Taylor (1995) concluía "Desgraciada-mente, hay muchas razones de por qué la industria de la investigación no se preocupa lo suficiente acerca de la validez de sus hallazgos, no invierte lo suficiente en investigar sus métodos o gasta lo suficiente para usar los mejores métodos. La mayoría de los resultados de la investigación por encuestas no son nunca validados y no pueden ser10 Pocos de nuestros clientes nos pre- sionan para usar los mejores métodos. o se inclinan a pagar más para que as¡ lo hagamos Y. por el lado de los medios, es i~sualmente cierto que las encuestas son juzgadas por su valor de noticia, no por su calidad Es una pena. pero para la mayoría de los editores una en- cuesta es una encuesta, sin importar su precisión o validez (excepto. por supuesto, en dia de elecciones)" (p 7)

325 ENCUESTAS DE OPINION

de las encuestas de opinión pública, Kathleen Frankovic (1993, p. 447, énfasis en el original) concluía de la siguiente manera: "Para bien o para mal, hoy en día vivimos en un mundo de situación electoral continua y nosotros somos las autoridades del comicio. Hemos logrado la habilidad de penetrar a través del ruido y el clamor de medidas no científicas, aun a riesgo de agregar algún ruido o clamor de nuestra propia cosecha. Hemos avanzado ... Y haremos

En unadigresión antes de concluir estas notas y como una contribución positiva, se puede citar lo que Mitofsky (1993) considera criterios para "mé- todos aceptables de muestreo y estimación para conducir encuestas preelectorales". Demandauna selección aleatoria en todas las etapas del releva- miento: "Paraser insesgado, el muestreo aleatorio dentro del hogar requiere una selección aleatoria entre todos los adultos que viven allí ... También requiere nuevas llamadas hasta que la persona sorteada sea entrevistada. Desgraciadamente, muchas encuestas sólo seleccionan entre las per- sonas en el hogar al momento de la llamada. Esto introduce sesgos porque pierde a los jóvenes, los más afluentes y otros grupos difíciles de alcanzar. Los encuestadores que usan este método de se- lección esperan reducir así los costos de la en- cuesta, y no creen que el sesgo cambie mucho los resultados. La selección por cuotas todavía existe y es obviamente sesgada" (p. 1 3 ) ~ ~ .En un artículo previo (1989 a), este mismo autor seilalabaque en un intento de legitimar el muestreo por cuotas se usa la expresión "diseilo probabilístico modifica- do", lo que le recordaba la expresión "un poco embarazada" (p. 447). En una vuelta de tuerca, Mitofsky agrega más adelante en el mismo artículo que la experiencia lo llevó a aceptar métodos alternativos para ciertas circunstancias donde los métodos probabilísticos son imposibles y donde las conclusiones a partir de los mismos pueden ser Útiles a pesar de que muchos podrían conside- rar sesgados a los mismos, puntualizando que cualquier diserlo que se ajuste al problema puede ser razonable, en la medida en que se informe sobre el método utilizado y sus limitacionesz6.

Como seilalara Bradburn (1992), muchos des- cuidos en cuanto a los procedimientos partían de la creencia en el carácter robusto del método de encuestas. Ligado a esta creencia menciona que cuando el modo predominante de recolección de datos era la entrevista cara a cara -en Estados Unidos- "uno de los más vigorosos debates en el

más cambios, construiremos nuevas medidas y adoptaremos nuevas tgcnicas. Algunas de ellas serán controvertidas y todas producirán conse- cuencias no buscadas. Pero volver hacia atrás no es una opción . . . El abogado defensor Henty Drummond, defendiendo la evolución en la obra Heredarás el viento lo planteó mejor. 'El progre- so nunca fue algo barato. Hay que pagar por él. Se puede conquistar el aire, pero las aves per- derán su encanto y las nubes olerán a gasolina'."

mundo de las encuestas era el grado en que uno podía relajar los requerimientos del muestreo probabilístico y usar como sustitutos cuotas para ciertas características demográficas, sin minar la validez de la inferencia que podría extraerse de

25 Después de recomendar que las encuestas de opinión pública deberían hacer conocer todos sus mé- iodosy archivar los datos y métodos para uso público, Mitofsky termina recomendando lo que llama "métodos fundacionales" (si bien dirigidos a las encuestas telefó- nicas, de interés general): 1) selección por Discado Aleatorio de Dígitos ("Random Digital Dialing'l-RDD) del teléfono de un hogar; 2) selección aleatoria de un respondente entre todos los adultos en el hogar muestreado; 3) llamados repetidos hasta encontrar al entrevistado sorteado; 4) ponderación por la probabili- dad desigual de seleccionar aleatoriamente a un respondente debido a la variación en el número de adultos que viven en un hogar; y 5) ponderación por la probabilidad desigual de selección debido a la existen- cia de más de un número de teléfono adonde el respondente puede ser alcanzado (p. 16).

Especifica Mitofsky (1989 a) que si se conduce una encuesta nacional de opinión pública con un razo- nable lapso para concretarla y los resuitados obtenidos -,e predican como puntos de vista de todos los adultos de la nación, "todavía creo que una selección probabilís- tica en todas las etapas del diseño es la única práctica razonable" (p. 450; énfasis en el origina¡). En apoyo del relajamiento de los requerimientos en cierto tipo de trabajos, Mitofsky cita el caso de una revisión realizada por la American Statistical Association sobre la práctica de encuestas (Bailar y Lanphier 1978), la que detectó diversos aspectos buenos y malos de estas prácticas, siendo una de sus conclusiones o recomendaciones que todas deberían descansar en métodos probabilis- ticos. Agrega ingeniosamente Mitofsky que hacían tal afirmación "aunque las encuestas examinadas con el p r e pósito de hacer [esa] recomendación no constituían una muestra probabilística de todas las encuestas" (p. 450). De paso, este comeniario podría extenderse a la selec- ción de trabajos realizada por Korn para sus críiicas.

Jowell y otros, por su parte, concluyen su trabajo con una serie de recomendaciones, donde en una de- fensa de la selección por cuotas llaman a mejorar el

los datos"27. Sefiala que el muestreo por cuotas puede ser de interés en diversas circunstancias y que los controles experimentales de métodos muestrales alternativos a menudo producen dife- rencias desdefiables en los datos. "Ladiferencia, por supuesto, es que el muestreo probabilistico descansa en la teoría matemática del muestreo,

sistema de cuotas, mejorar la caracterización del nivel socioeconómico, introducir preguntas de control y de utilidad teórica directa como voto anterior e identifica- ción partidaria, intensidad de apoyo a un partido, y ubicación en una escala tipo Likert de cinco items que mida valores Izquierda-Derecha. Una prevención fun- damental que sugieren tener en cuenta es que una única pregunta de intención de voto no es un buen indicador para predecir la conducta, y que este tipo de encuestas usa un modelo implicito, tal como suponer que los que no contestan o rechazan la encuesta ten- drán una conducta electoral similar al resto del univer- so. Por supuesto, también llaman a los encuestadores a revisar sus métodos de muestreo y sus construcciones de cuotas, avanzando en diseños más elaborados.

Sobre el muestreo por cuotas, puntualiza Taylor (1995): "Es difícil encontrar un estadístico de reputación que defienda el muestreo por cuotas: hay tan poco control, el sesgo hacia respondentes disponibleses tan fuerte y la dependencia en el juicio de los encuestadores -sobre clase socioeconómica por ejemplo- tan grande. Y sin embargo, el muestreo por cuotas tiene una larga historia de funcionar bien en Gran Bretaña, Francia, Ale- mania -y ahora ha funcionado bien en México" (p. 7).

Agregaba una observación que le plantearon referente a que "una muestra por cuotas bien diseñada que relaja el muestreo probabilistico sólo en la última etapa del muestreo es como una niuestra totalmente probabilistica con un 33 % de tasa de respuestas, por- que ése es aproximadamente el porcentaje de hogares que es entrevistado en un primer intento" (p. 393).

Jowell y otros (1993) agregan que, más allá de los problemas de las cuotas, están las limitaciones de tiempo frente a las demandas de los medios para poder trabajar con diseños probabilísticos en todas las etapas del muestreo, además de que ''la ausencia de teléfonos en cerca del 15 % de los hogares británicos y su distribución desigual a través de subgrupos vuelven muy riesgosas las encuestas telefónicas" (pp. 251-252). Señalan (p. 252) el problema de que en el rnuestreo por cuotas la selección del individuo corresponde al encuestador. pero piensan que "la posibilidad de ses- go puede ser reducida, primero, por la selección inicial de áreas sobre una base probabilistica y. segundo, por el uso de cuotas de control apropiadas" (p 252).

En este contexto, en una discusión del fracaso de los encuestadores británicos -hecho que preocupa a Korn- para predecir el triunfo conservador de 1992, señalaron como cuestión central discutir los procedi- mientos de cuotas de control de estas encuestas. (De paso, debe notarse que sólo las encuestas previas fracasaron, ya que las de "boca de urna'' -no afectadas por los cambios de decisión a último momento- predije- ron perfectamente el resultado Ver Waller 1992). Acla- ran (p. 253) que por bueno que fuese el sistema de

JORGE RAUL JORRAT

mientras que el muestreo por cuotas lo hace sólo aproximadamente. Así, con el muestreo por cuo- tas perdemos las bases teóricas para extraer inferenciade los datos, y nuncasabremos cuándo (o cuán a menudo) nuestras cuotas nos llevarán por mal camino" (p 393)28.

control de cuotas. "wermanece la wosibilidad de aue la selección de los individuos dent;o de las celda; sea sesgada". Una causa potencial de ellp serían los recha- zos, que en las muestras por cuotas "tienden a ser muy altos 135 % a 45 %] en comparación con la mayoria de las muestras aleatorias", por lo que "con tal magnilüd de no respuesta, el sesgo sistemático puede ser una posibilidad muy seria". Bradburn (1992). por su parte, recomienda -si bien lo que muchos buscan es acertar el ganador más que la precisión de las estimaciones-, que: "dados los costos de equivocarse en este merca- do, se conceda una atención muy seria a las tasas de respuestas si fuere el caso de que tales tasas tuvieran un efecto muy grande sobre la precisión de las encues- tas preelectorales" (p. 394). Agrega que si bien el error depende del tamaño muestral y no del poblacional, la teoría de muestreo se desarrolló antes de la populariza- ción de las encuestas, resultando que los textos de muestreo no tienen referencias a qué pasa cuando una muestra no es ejecutada totalmente. "¿Cómo se com- para el error estándar de una muestra de 100 con un 100 % de tasa de respuesta con el error estándar de una muestra de 100 con una taca de respuesta del 50 %? No existe una relación teóricamente derivada entre ta- maño muestral y error muestral que involucre un térmi- no para ia tasa de respuesta. Así, en la superficie, una muestra de 100 podría usarse para calcular el error muestra1 de la misma manera, independientemente de la tasa de respuesta obtenida al relevar la muestra" (p. 394). En general, Bradburn plantea que una baja tasa de respuesta puede producir muestras sesgadas, en particular en las situaciones en que la probabilidad de respuesta se correlaciona cori caracteristicas impor- tantes, como seria el caso en las encuestas preelec- torales de una vinculación entre voto, identificación par- tidaria, educación, ingreso, género, edad, etcétera. Se- gún este autor, los estudios de no respuesta indicarian que la misma no se distribuye aleatoriamente, sino que es más alta en los extremos de la distribución de ingre- so. entre los hombres entre los mayores, etcétera. "Se cree que ponderar la muestra segijn parámelros poblacionales conocidos reducirá el sesgo en los da- tos, porque se supone que los respondentes faltantes habrían dado el mismo tipo de respuestas como aque- llos de caracteristicas demográficas similares que fue- ron contactados y respondieron la encuesta" (p. 395) Una falla potencial de esta argumentación, agrega Bradburn, es que supone una ausencia de correlación entre deseo de responder y respuestas substantivas al cuestionario Según el autor, este problema es similar a lo que él denominara "SLOPs", por 'self-relected listener opinion polls" (personas autoseleccionadas que escu- chan encuestas de opinión) O sea, los respondentes tienen un elemento de autoselección, "aunque bajo los limites muy restrictivos de la selección muestral" Como son más cooperativos, no debe descartarse Iigeramen- te una relación entre ese hecho y sur respuestas (p 395)

ENCUESTAS DE OPlNlON

Un último punto, para concluir, se refiere a la ponderación de los datos. Mitofsky (1993) plantea diversas advertencias. siendo la central que el procedimiento de ponderación sea especificado por adelantado y no proponerlo después de ins- peccionar los resultados de la muestra. Según él, la mayoría de las encuestas consideradas en su discusión tendieron a ponderar jugando con la muestra en vez de seguir ''la buena teoría estadis- tica". Agrega que "Aunque decisiones a priori de ponderar resultados para controlar totales es par- te de la buena práctica estadística, no hay lugar para esta clase de ponderación después-de-los- hechos cuando se sigue una buena metodologla" (p. 14). Observa finalmente que la ponderación es

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el Bea metodológica más débil en este tipo de enc~estas2~.

Para Jowell y otros, "[ponderar] los datos en base a otras variables, como asimismo con las propias variables de cuota, puede ayudar a mitigar el sesgo, pero solamente si las variables de ponderación están fuertemente correlacionadas con el voto" Concluyen para el caso britknico con la siguiente afirmación: "Aquí entonces puede encontrarse un indicio vital de por qué lasencuestas pueden haber sobreestimado las chances laboristas en la elección. Aunque puedan haber asegu- rado que las proporciones globales de cada grupo socioeconórnico estuviese representado correctamente en sus muestras, de todas maneras pueden haber fallado en asegurar una presencia suficiente de conser- vadores dentro de cada categona de cuota" (p. 254).

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