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Del quehacer del antropólogo físico y su ámbito laboral Amaceli Lara Méndez 1 Guillermo Vásquez Paredes 2 Introducción La arqueología en México, es una de las ramas de la antropología más conocidas, pasa todo lo contrario con la antropología física. Somos parte de la especialidad, pero somos poco reconocidos en el mundo de las ciencias sociales. En este trabajo presentamos una breve historia de la Antropología Física en México, así como un panorama de cuántos somos y qué hacemos quienes hemos obtenido un título de licenciatura en esta especialidad. Finalmente, hacemos algunas reflexiones en torno a nuestro quehacer tanto en el ámbito de la investigación académica, así como su posible relación con otras disciplinas que son ejercidas en México. ¿Qué es la antropología física? La preocupación por conocer al hombre, sus características físicas, sus variaciones y modalidades, tanto internas como externas, es tan vieja como la misma humanidad, aunque la Antropología Física como ciencia organizada y sistemática no haya obtenido carta de naturaleza hasta la segunda mitad del siglo XIX (Comas, 1983). En el segundo tercio del siglo XIX, según Comas, inicia lo que puede denominarse la época contemporánea de la Antropología: a) hay una reactivación de la tesis 1 Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia 2 Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia

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Page 1: Del quehacer del antropólogo físico y su ámbito laboral · la Antropología, y con ella de la Antropología Física, en Occidente (Id). A partir del pensamiento filosófico sustentado

Del quehacer del antropólogo físico y su ámbito laboral

Amaceli Lara Méndez1

Guillermo Vásquez Paredes2

Introducción

La arqueología en México, es una de las ramas de la antropología más conocidas, pasa

todo lo contrario con la antropología física. Somos parte de la especialidad, pero

somos poco reconocidos en el mundo de las ciencias sociales. En este trabajo

presentamos una breve historia de la Antropología Física en México, así como un

panorama de cuántos somos y qué hacemos quienes hemos obtenido un título de

licenciatura en esta especialidad. Finalmente, hacemos algunas reflexiones en torno a

nuestro quehacer tanto en el ámbito de la investigación académica, así como su posible

relación con otras disciplinas que son ejercidas en México.

¿Qué es la antropología física?

La preocupación por conocer al hombre, sus características físicas, sus variaciones y

modalidades, tanto internas como externas, es tan vieja como la misma humanidad,

aunque la Antropología Física como ciencia organizada y sistemática no haya obtenido

carta de naturaleza hasta la segunda mitad del siglo XIX (Comas, 1983).

En el segundo tercio del siglo XIX, según Comas, inicia lo que puede denominarse la

época contemporánea de la Antropología: a) hay una reactivación de la tesis

1Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia

2Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia

Page 2: Del quehacer del antropólogo físico y su ámbito laboral · la Antropología, y con ella de la Antropología Física, en Occidente (Id). A partir del pensamiento filosófico sustentado

transformista; b) los primeros hallazgos sistemáticos plantean la cuestión de la

antigüedad del hombre en la Tierra; c) se fundan sociedades antropológicas nacionales;

d) se inician congresos internacionales de antropología.

En 1865, un grupo de naturalistas y arqueólogos inició el establecimiento de reuniones

internacionales para examinar y discutir los problemas de la Antropología y Arqueología

prehistóricas. No interesaban todavía otras ramas o especialidades de la ciencia del

hombre; es el origen del Homo sapiens, y sus manifestaciones culturales en el pasado

lejano, lo que preocupa directa e intensamente a los investigadores de aquella época.

La palabra antropología, se usa para expresar dos conceptos distintos: a) en sentido

lato es la ciencia del hombre o más bien la ciencia comparativa del hombre, que trata

de sus diferencias y causas de las mismas, en lo referente a estructura, función y otras

manifestaciones de la humanidad, según el tiempo, variedad, lugar y condición. Con

esta amplitud, y a medida que se han acumulado datos al respecto, la antropología ha

ido dividiéndose en distintas ramas, llegando a constituir ciencias independientes como

son: Arqueología, Etnología, Etnografía, Lingüística, Antropología Física,

Paleantropología, etc. Es así como se entiende y define en nuestro continente. Por el

contrario, en Europa, la palabra antropología se utiliza de modo restringido, limitado de

manera exclusiva a la antropología física o antropología biológica (Comas, 1983).

En México, la mayoría de los antropólogos físicos nos hemos formado en la Escuela

Nacional de Antropología e Historia, en donde además de nuestra disciplina se

imparten otras ramas de esta ciencia: Arqueología, Antropología Social, Lingüística,

Historia e Etnohistoria y Etnología.

Paul Broca, uno de los fundadores de la antropología física, la definía como “historia

natural del género Homo” y más concretamente “ciencia que tiene por objeto el estudio

de la humanidad considerada como un todo, en sus partes y en sus relaciones con el

resto de la naturaleza” (Id).

Según Comas, la antropología física podría definirse como la “ciencia que estudia las

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variaciones humanas”, “estudio comparativo del cuerpo humano y de sus funciones

inseparables”, “tratado de las causas y caminos de la evolución humana, transmisión y

clasificación, efectos y tendencias en las diferencias funcionales y orgánicas”, etc.

La antropología física se ha confundido a veces con la Biología, la Anatomía y la

Fisiología humanas; no hay razón para ello, pues la antropología física aborda lo

referente al agrupamiento cronológico, social y aún patológico de los núcleos humanos.

Si bien existe íntima relación entre ambos grupos de ciencias, es evidente que tienen

tanto métodos y técnicas de trabajo como finalidades distintas.

En un pasado no muy lejano la Antropología Física se consideraba ante todo como una

técnica. Su enseñanza consistía de modo casi exclusivo en aprender a tomar medidas

cuidadosamente definidas, computar y clasificar índices, así como realizar estadísticas;

los métodos de observación, medición y comparación eran esencialmente los mismos,

sin tener en cuenta el objeto de estudio (evolución, razas, crecimiento, tipos criminales

y constitucionales, selección de personal en el ejército). Las medidas se ajustaban a

diversos fines, pero la medición del cuerpo, la clasificación y correlación, siguieron

siendo los instrumentos básicos del antropólogo; y las técnicas de la Antropología

Física se aplicaban a un número limitado de problemas. Se puede afirmar que la actitud

dominante era estática, con énfasis en la taxonomía, debido a que gran parte del

método fue desarrollado antes de aceptarse la tesis evolucionista y desde luego antes

también del surgimiento de la Genética.

El núcleo de la Antropología Física fue por largo tiempo la medición de la forma

corporal, es decir, la Antropometría, en sus dos aspectos: somatometría y osteometría.

Más recientemente, se ha concebido el fenómeno humano de manera integral, es decir,

como producto de la interacción biosocial. Se han considerado los estudios

antropofísicos bajo la influencia de diversos factores ideológicos, políticos y

económicos, no como objetos de naturaleza fundamentalmente biológica. Aunque

centra sus estudios en cuestiones de variación, y variabilidad, al abordar algunos

problemas que se refieren a la herencia, morfología o fisiología, muchos de sus

estudios carecen de un marco teórico que fusione ambos aspectos.

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El ser humano presenta dentro de su corporeidad, una realidad como ser material, que

se ubica en su manifestación corpórea, en la realidad de su cuerpo. La cual lo pone de

manifiesto frente a la realidad del mundo material y biológico, con los que comparte

todas las determinantes que en éstos se generan. El ser humano concibe los objetos a

través de su cuerpo; pero también concibe su cuerpo a través de los objetos, se definen

mutuamente. Concibe esta relación por medio de una simbolización, la cultura le

enseña a conocer la realidad del cuerpo y su relación con los objetos. Esta no es una

relación pasiva, al contrario, es una relación dinámica, ya que el humano se apropia del

objeto, los usa y sobre todo genera objetos con y para su cuerpo. Moldea el ambiente

en formas, dimensiones y características; según las necesidades de su cuerpo, hace

extensiones de su cuerpo, rigiéndose por los parámetros de éste.

Las relaciones que se entablan con los objetos que se encuentran presentes en el

mundo que habitamos, nos proporcionan una concepción de nuestro cuerpo, en

proporciones tamaño y forma; así como las referencias de adelante, atrás, arriba, abajo.

Nos comparamos con los objetos y éstos toman una existencia determinada por la

realidad del cuerpo, de igual manera nuestro cuerpo toma especificidad de acuerdo a

los objetos y a los espacios que se encuentran en el medio, en el que se encuentra

inmerso; ambas partes se interrelacionan. Nuestro cuerpo es un espacio expresivo y

origina otros espacios, forma y hace vivir un mundo. De igual manera, Rico (1990 cit en

Zárate M., 2002) propone al cuerpo, como la base de todas nuestras referencias de

construcción y representación del mundo.

Algunos datos históricos de la Antropología Física en México

Comas (1950, cit en Godinez y Aguirre, 1994), comenta que los antecedentes de la

Antropología Física como institución en México se remiten a 1864, cinco años después

de fundarse la Sociedad Antropológica de París; en ese año se creó, por decreto de

Napoleón III, la Comisión Franco Mexicana, que contó con varias secciones; en la de

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Medicina se ubicaron los estudios antropológicos para realizar investigaciones en restos

óseos (antiguos y modernos) y los trabajos de somatometría con el propósito de

enriquecer los archivos y colecciones de la propia Sociedad.

Recordemos también que en el siglo XIX, Darwin había observado que todos los

organismos vivientes tratan de perpetuarse por medio de diferentes procesos

reproductivos y que las especies de la naturaleza tienden a producir muchos más

descendientes de los que son necesarios para su supervivencia; sin embargo, en

términos numéricos la población de una especie dada se mantienen relativamente

constante a través del tiempo; porque muchos de los descendientes de cada

generación no sobreviven, pudiendo considerarse que las condiciones naturales del

ambiente operan selectivamente, reduciendo en número las variedades mal adaptadas

y aumentando la proporción de las variedades mejor adaptadas a un ambiente

determinado; Darwin llamó a este proceso “selección natural” (Godinez y Aguirre,

1994).

Los trabajos de Darwin permitieron una interpretación sociológica donde se consideró

que todos los actos de la vida son actos de lucha: lucha de organismos de un reino

contra los de otro, de una especie contra las demás del mismo reino y de individuos de

una misma especie entre sí, y de los seres contra el medio. Esta lucha continua permite

un proceso de selección natural mediante el que los más “aptos”, los más “fuertes”,

persisten y los más débiles perecen, así utilizan el medio en su provecho. La evolución

quedó considerada como ley universal que debía regir a todos los seres, a todas las

cosas y a todos los fenómenos, tanto físicos como químicos.

La filosofía evolucionista no solo proporcionó un nuevo panorama del desarrollo

humano sino que también brindó una justificación del progreso humano en términos de

la civi lización occidental. Aunque se reconoce la importancia revolucionaria de este

enfoque solamente manifestó el etnocentrismo europeo, porque se consideró que

mientras en los países europeos el evolucionismo conduce a un progreso, las

sociedades no occidentales permanecen en un estadio inferior, por lo tanto la sociedad

occidental sería el punto más elevado del desarrollo de la humanidad mientras que las

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otras, representarían el punto inicial de las mismas.

Fue en el siglo XIX, cuando Occidente al tratar de definir sus diferencias con los países

colonizados establece dos categorías sobre las cuales fundamenta sus concepciones,

cultura y evolución, esto hizo que se llevara a la práctica el método comparativo como

base metodológica de sus estudios antropológicos: mientras el evolucionismo les

permitió observar que las transformaciones que ocurren en la naturaleza también se

dan en las sociedades humanas; la cultura (producida en Occidente) permite tener un

punto de referencia para observar las instituciones, los sistemas de normas; de esta

forma al estudiar esos mundos “exóticos” se podría entender mejor a Occidente

(Godinez y Aguirre, 1994).

También en el Occidente se crea una disciplina, la Antropología, mediante la cual lo

“otro”, la alteridad, refiriéndose a lo distinto en el concepto occidental, el indio se

convierte en objeto especial de estudio y de exhibición museográfica; también comienza

a re-inventar su propio pasado y el de los “otros”. Este hecho es fundamental para

definir el hilo que conducirá las reflexiones sobre los distintos procesos de desarrollo de

la Antropología, y con ella de la Antropología Física, en Occidente (Id).

A partir del pensamiento fi losófico sustentado por Comte y Spencer, Cordova (1973, cit.

en Godinez y Aguirre, 1994), expresa que los positivistas mexicanos sostienen que el

motor de la vida social era la evolución hacia el progreso, y que ante las condiciones

específicas de nuestro país la alternativa para alcanzarlo era la existencia de un

gobierno fuerte por lo que el porfiriato se justificaba como una “necesidad” dictada por

la naturaleza misma de las cosas y legitimado por los principios de la ciencia.

Los positivistas conciben a la sociedad como un ente natural, como “un ser vivo” por lo

que el objeto de la ciencia social es estudiar su nacimiento, su desarrollo, su estructura

y funciones, tal y como la ciencia biológica estudia al individuo: precisamente la

adaptación del pensamiento de Spencer en México fue de donde surgen la mayor parte

de justificaciones ideológicas de la dictadura porfiriana.

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El positivismo mexicano se caracterizó por la modernización del país, lo que sólo fue

visible en las ciudades, y con una imagen contradictoria, por un lado las clases altas

imitaban los modelos extranjeros, por el otro empezaba una propaganda nacionalista

dirigida al sector urbano popular, en la que se hablaba de un pueblo mestizo, producto

de la fusión de dos razas y de dos culturas, con santos patronos (de Cuauhtemoc a los

mártires de la reforma), con símbolos venerables (la bandera, el escudo, el himno), con

calendarios de fiestas y ceremonias cívicas y con una complicada liturgia de discursos,

campanadas, alaridos, cohetes, desfiles, ofrendas florales y balazos (González, 1976).

Al consolidarse poco a poco el conocimiento de los seres como ciencia organizada

quedó fundado un método que propone el uso de la experiencia y la razón, para

ordenar a los seres vivos en un principio por analogía. Es entonces cuando se posibilita

una nueva forma de aprehender a las sociedades humanas, que serán vistas como

fenómenos de la realidad, con sus propias leyes sujetas a un devenir histórico, de tal

forma que cuando la razón y la naturaleza son reemplazadas por la historia humana se

conjugan las condiciones de posibilidad para la apertura del pensamiento antropológico

que se interesa por reconocer la “naturaleza humana” (Godinez y Aguirre, 1994).

La Antropología estaba ya encauzada e iniciaba así la era de “prosperidad” para que,

poco a poco, se fuera constituyendo al igual que la ciencia en distintas especialidades.

Fue la preocupación de encontrar las evidencias fósiles del pasado animal del hombre,

y los mecanismos que rigen las leyes de la herencia los objetos que en principio dieron

a los antropólogos físicos la posibilidad de ampliar su campo de trabajo y profundizar

cada vez más en el tema de la variabilidad de la especie humana.

A principios del siglo XX, la enseñanza teórica y práctica de la disciplina, permite

incursionar a Nicolás León, en el estudio y clasificación de materiales óseos, así como

en distintas investigaciones de la llamada antropología criminal y realizar los primeros

estudios en población infanti l.

El movimiento armado que ocurrió en nuestro país durante los años 1910 y 1917

también interrumpió la actividad de los antropólogos nacionales debido a que en 1915

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se estableció un decreto que obligaba la clausura de todos los centros de instrucción

pública. La revolución mexicana produjo profundas transformaciones en diversos

aspectos de la sociedad durante las décadas siguientes, que se tradujeron en un nuevo

enfoque del nacionalismo y con ello del quehacer antropológico. Así, para que México

se consolidara como nación, se tenía que transformar al indio.

En los años veinte del siglo XX, con Gamio aparece la cultura indígena como algo

propio, se va a tratar de recuperar al indio como elemento esencial de nuestra

mexicanidad. Aparece una paradoja: el mestizo al tratar de recuperar al indio se da

cuenta que está en sí mismo, lo indígena es lo propio a la vez que lo extraño, lo mismo

y lo diverso. El indigenismo se va a plantear entonces como un movimiento económico

y social: una lucha a favor del oprimido, que en este caso es el indígena, se sustituye el

concepto de raza, por el de clase social. Para definir al indio Alfonso Caso (1948), va a

tomar en cuenta cuatro criterios: el biológico (de raza), el cultural, el lingüístico y el

sentido de comunidad, siendo este último el que le parece fundamental. Por el contrario

para Gamio son indios los que poseen un mayor porcentaje de objetos culturales

primitivos y no los occidentales (Godinez y Aguirre, 1994).

En el proceso de integrar al indio a la sociedad nacional, que se identificaba con el

proceso de liberación y transformación del país, la antropología desemboca en la

creación de dos instituciones: el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)

en1938 y el desaparecido Instituto Nacional Indigenista (1940), que pretenden afrontar

su problemática en nuestro país. El primero se consolidó como instrumento para la

protección del patrimonio monumental prehispánico y colonial, dedicándose a través de

la arqueología a promover una historia vista como crónica de antigüedades y de una

etnografía formal como relicario de las culturas indígenas, este i nstituto ha creado una

compleja red de instancias que se encargan de abordar diversos aspectos en

administrativos, de investigación y docencia.

En esa misma época, desde su campaña presidencial Ávila Camacho expone el

concepto de unidad nacional que se construye en torno de los temas de “postergación”

de las disputas intergremiales, pretende efectuar una política económica bajo el modelo

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del “desarrollo estabilizador” para buscar la industrialización del país a toda costa bajo

una política retórica de unidad nacional. A partir de entonces la influencia

norteamericana se dejó sentir en numerosos aspectos de la vida del país; esta

creciente penetración se tradujo en una mayor influencia en el terreno de lo ideológico,

actitud a la vez que robusteció el orgullo nacional y cerró los ojos a la realidad social de

marginación económica y social, para encerrar a la historia antigua y a la arqueología

en una “jaula dorada” y esteticista, a la manera anticuaria europea, permitiendo

proclamar a México como el “Egipto” del Nuevo Mundo (Id).

Hacia 1942, el Departamento de Antropología del Instituto Politécnico Nacional se

transforma en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y ésta se incorpora a las

actividades del INAH para convertirse en el centro más importante en la formación de

antropólogos profesionales.

Durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos la retórica que se emplea,

adquiere un nuevo tono marcadamente nacionalista, se tratan de imprimir un nuevo

vigor a los símbolos indios. Se tuvo la oportunidad de expresar con gran despliegue de

recursos, la importancia del gran legado que dejaron para el México contemporáneo.

Con este propósito se otorgaron subsidios a estudiantes mexicanos y profesores

visitantes; ello permitió que con el tiempo se establecieran cuadros de especialidades y

de técnicos especialistas, y aquellos que tuvieron mayor formación académica,

ingresaron como investigadores, los cuales pasarían a formar parte de la práctica

profesional de la antropología institucionalizada en el INAH.

El Departamento de Antropología Física, fue creado en el INAH en 1962, desde sus

inicios trató de dar impulso a los trabajos de investigación que se venían realizando en

forma esporádica y sin un programa definido en los campos de la biología humana y la

osteología. A partir de entonces sus investigadores han tenido la posibilidad de realizar

el estudio sistemático de las colecciones óseas provenientes de exploraciones

arqueológicas, proponer proyectos de investigación de manera autónoma y en menor

medida continuar con el estudio de poblaciones contemporáneas. Los estudios

osteológicos han abarcado desde restos prehispánicos hasta poblaciones recientes.

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Mientras que la somatología abarca distintos tipos de población viva, sin centrar su

interés únicamente en el indio.

A partir de los 70 todos quienes habían recibido formación académica en las distintas

ramas de la antropología, hablan de la necesidad que los proyectos de investigación

respondan a los intereses de los sectores o clases mayoritarias de la población. A partir

de entonces en la Antropología Física se inicia un proceso que permite ampliar los

temas de investigación hacia distintos sectores de la población en nuestro país. Se

debate constantemente en la especialidad y se desarrollan críticas en torno al método,

e inclusive se postula la ausencia de éste en los estudios de la antropología física

tradicional, que es considerada como un conjunto de técnicas descriptivas. Uno de los

problemas más serios que ha enfrentado la antropología es la cambiante realidad

sociocultural, se empezó a plantear que los indígenas seguían siendo materia de

estudio pero ya no desde una óptica neofuncional, sino desde la perspectiva

anticolonialista; por lo que marxistas y neoevolucionistas buscaron alejarse del

indigenismo. Los estudiosos marxistas en los años setenta dejaron de lado la etnicidad,

por un análisis de clases donde el problema principal no era el ser indio, sino ser

oprimidos por la clase en el poder.

Hasta hace algunas décadas, la preocupación metodológica predominante fue la

estandarización de las técnicas utilizadas en la obtención de los datos, en los dos

campos tradicionalmente mayoritarios: osteología y somatología. La jerarquización de

poder que se establece a nivel institucional ha permitido es tas áreas de investigación, la

osteología sobre todo, se encuentre mucho mejor afianzada; es posible observar que

entre los investigadores “con prestigio” se descalifique la búsqueda de alternativas. A

pesar de ello, algunos investigadores y docentes han realizado esfuerzos por

diversificar los temas de estudio, prueba de ello es la realización de diversos trabajos

sobre genética de poblaciones, crecimiento y desarrollo, antropología del deporte,

ergonomía, nutrición, antropología forense, entre otros; que no necesariamente

responden a los objetivos patrimonialistas contempladas en la Ley Orgánica del INAH

(1986) y la defensa de estos espacios, tanto a nivel académico como en el ámbito

laboral.

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En los años ochenta, las perspectivas de la Antropología se amplían, el surgimiento de

las nuevas corrientes posmodernas que llevan a considerar el fin de las grandes teorías

explicativas, va ha hacer que encontremos multitud de corrientes teóricas que se

enfrentan en un periodo preparadigmático donde ninguna de las teorías existentes

puede establecer lo que se llama un periodo de ciencia normal: en estos momentos,

todas las teorías son cuestionables.

Serrano (1987), considera que el problema de la fragmentación teórica en las

producciones antropofísicas, no solo es válida para esta disciplina, sino que es reflejo

de la “episteme” occidental, pues a partir de un criterio de cientificidad, se pretende

encajonar lo real en un sistema racional de “verdades teóricas”, por lo que las

producciones antropofísicas, y no solo las de la primera mitad de este siglo, se han

preocupado en el perfeccionamiento de las técnicas de medición o en las normas para

la recolección de los datos; y a pesar de que se han dado algunos avances en cuanto a

las técnicas de investigación, por la manera de abordar sus objetos de estudio, los

antropólogos físicos, se ven incapacitados, desde el marco téorico que establece un

objeto de estudio fundamentalmente biológico reformular sus objetos, teorías y

métodos, de tal manera que sus investigaciones terminan, casi siempre, en sobreponer

dos cuerpos teóricos diferentes.

Todavía en la actualidad, la existencia de diversos problemas que presenta la definición

de su objeto, teoría y método: o los que se refieren al carácter cuantitativo y descriptivo

en los estudios, son producto de la interacción de distintos factores biológicos sociales y

culturales que se pueden encontrar en su campo de conocimientos.

Antropólogos físicos titulados y su inserción laboral en México

De 1944 a la fecha (marzo de 2011) se han titulado aproximadamente 319

antropólogos físicos por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

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En el caso de la Antropología Física, al igual que de las distintas disciplinas

antropológicas de México en el contexto institucional, es preciso considerar que la

formación de sus profesionistas y los sitios donde laboran la mayoría de ellos se

encuentran centralizados a través del INAH, quien asume el carácter de órgano rector

de la antropología mexicana. El INAH, como el instituto que debería contratar a la

mayoría de los egresados, tiene entre sus profesores-investigadores (Dirección de

Antropología Física, Centros-INAH al interior del país, así como en la Escuela Nacional

de Antropología e Historia) aproximadamente a 60 antropólogos físicos de base.

Además de éstos, tiene antropólogos físicos laborando por contratos de confianza, por

proyectos y por otro tipo de contratos que no son de tipo académico.

Posiblemente fuera del INAH habrá otros antropólogos físicos quienes no laboran

precisamente en cuestiones de tipo académico, de ellos no se sabe mucho. Unos

cuantos han logrado incursionar en el ámbito de la investigación y la academia en

instituciones de educación superior e investigación tales como el Centro de

Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, la Universidad Nacional

Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de

Yucatán, solo por mencionar algunas; así como instituciones privadas como la

Universidad de las Américas en Puebla.

Lo que falta por hacer

Coincido con Lizarraga (1982), cuando afirma que desde la antropología física “(...)

hemos recreado al hombre como entelequia de cada uno de nosotros mismos, en

imágenes intangibles de porcentajes, diámetros, pesos, medias, índices, desviaciones,

tamaños y frecuencias. Los individuos y las poblaciones son vistos como datos y casos,

en el seno de demagógicos discursos. Cada individuo, cada grupo, encajonado e

incómodo, es asumido como una partícula indiferente de un todo interesante (...)”. “De

hecho, hemos engendrado metodologías, que frecuentemente se aburren en la solución

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de dificultades ficticias, elaborando falacias y dejando, sobre un horizonte a sus

espaldas, toda la esencia. Metodologías y teorías que se transforman en entidades,

identidades, categorías o dogmas, enlistados de variables, porque el todo se dispersa

(parece dispersarse) y se hace intangible (nos resulta inabordable)”.

Por lo que tenemos que extraer de la imaginación nuevos parámetros, desde los cuales

podamos cuestionar interrogantes actuales y dar explicaciones, pero también posibles

soluciones a problemas que parecen no tener solución.

Alfonso Sandoval (1980), sugiere que para abordar una problemática desde la

perspectiva antropofísica, en primer lugar se debería establecer si el verdadero

problema que enfrenta el campo de estudios radica en la necesidad de articular

teóricamente objetos de estudio distintos, o si se trata más bien, de redefinir sus objetos

de conocimiento. En segundo lugar menciona que para definir sus problemas teóricos y

metodológicos, será preciso abordar un análisis riguroso de la formación del

antropólogo físico y su campo de conocimientos, ubicándolo en el contexto de las

coyunturas, económicas y sociales, que den cuenta de sus transformaciones.

Las transformaciones que ha sufrido la disciplina permiten hacer algunas reflexiones

sobre la situación actual de los antropólogos físicos pues a pesar que se pueden

reconocer algunos cambios de actitud frente a la aprehensión de sus objetos de

estudio, subsisten algunos problemas centrales que impiden fundamentar teóricamente

sus investigaciones de tal manera que es común que se confundan los medios con los

fines, y que por falta de análisis o el manejo adecuado de los resultados estadísticos

sólo se ha llegado a confirmar lo que es del dominio público. Así como los mercados de

trabajo, y los intereses que determinan el trabajo antropofísico actual.

El Estado al tener el control de la producción antropológica se considera como custodio

y responsable del patrimonio nacional, para lo cual creó una compleja red de secciones

dentro del que se dedican a las funciones de restauración, docencia e investigación. De

esta manera, los atavismos y compromisos de los antropólogos en las distintas

direcciones y departamentos mantienen alejada la antropología de la relación teoría-

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praxis (Godinez y Aguirre, 1994).

Existen investigadores que han hecho propuestas alternativas, pero estas no son el eje

sobre el que se mueve el Instituto y sus dependencias, por lo que el ejercicio

institucional de la antropología en México, es decir, el interés de sus conocimientos por

la sociedad y la cultura en términos generales se realiza en función del INAH como la

institución encargada de resguardar, investigar y promover el patrimonio tangible e

intangible de la nación.

Aunado a lo anterior, los permanentes vicios del sistema institucional no han podido

erradicarse, ello ha provocado una serie de problemas que se expresan en la carencia

de profesores que se interesen o sean aceptadas con nuevas propuestas, situaciones

que repercuten en una pobreza teórica de las especialidades, los altos índices de

deserción en la escuela de antropología y diversos problemas que tienen que enfrentar

tanto alumnos como egresados. Situación que se agudiza por la imprecisión del campo

de estudio de la antropología física.

Estos retos deben partir de la convicción de que no es posible continuar “haciendo”

ciencia en abstracto, mediciones sin fin, más bien se debe precisar su función como

herramienta auxiliar en el análisis de los fenómenos.

El cuerpo humano no es un catálogo exhaustivo de elementos aislados, la relación

hombre-medio no se puede anular sin aniquilar al mismo tiempo al hombre mismo. De

tal forma que los debates teóricos se deben pensar en función de las exigencias de los

distintos núcleos de nuestra población. Para que el papel de la antropología física sea

relevante en contraste con la orientación tecnócrata de la posición institucional, el

compromiso es encontrar las mediaciones necesarias para que sus conocimientos,

partiendo de la teoría, se reencuentren con la sociedad (Godinez y Aguirre, 1994).

Para NAPA (Asociación Nacional para la Práctica de la Antropología, de Estados

Unidos), la antropología aplicada incluye a “individuos formados profesionalmente que

están empleados o contratados para aplicar su conocimiento especializado, sus

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habilidades y experiencia a la solución de problemas en alguna dimensión humana,

pasada, presente o futura (cit. en Re Cruz, 2007)”. Esto no pasa con los egresados de

la licenciatura.

Cómo lograr una relación también positiva entre quienes hacemos investigación

antropofísica y la problemática de la sociedad mexicana actual, es algo que no

sabemos, lo que es más, muchos antropólogos físicos tampoco se lo cuestionan.

Asimismo, los fondos del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Unión

Europea y de instituciones nacionales como el CONACYT prefieren apoyar proyectos

con aplicación directa en la gente y de desarrollo tecnológico. De hecho, uno de los

elementos fundamentales en los proyectos que se envían al CONACYT para la

obtención de apoyo financiero, dependen en gran medida de la aplicabilidad que tengan

en relación con algún tipo de desarrollo en varias escalas (González J., 2007).

En este sentido, sólo algunos proyectos realizados por antropólogos físicos podrían

competir para ser financiados por los organismos citados en el párrafo anterior. Si bien

es cierto que la antropología física en sus investigaciones trata de relacionar aspectos

biológicos y culturales del mexicano, éstos posiblemente no tienen una aplicación

directa para solucionar alguna problemática de la población actual del país. Esto no

quiere decir que los antropólogos físicos no pueden tener acceso a este tipo de apoyos,

significa en todo caso, que tendríamos que replantear nuestros proyectos de

investigación, para que éstos aborden y aporten una solución viable para una

problemática de la población mexicana. No obstante, algunos antropólogos físicos

tienen acceso a otros recursos financieros nacionales otorgados por el mismo instituto o

la Secretaría de Educación Pública.

“En toda esta etapa donde el desarrollo económico, social y -ahora- sustentable se ha

vuelto un eje prioritario, los antropólogos poco tienen que decir como grupo de

profesionistas; especialmente cuando se observa que no son incluidos en los equipos

de científicos que realizan las investigaciones y aplicaciones articuladas al desarrollo

(...) (González J., 2007)”.

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Por otra parte, actualmente en México la obtención de grados -particularmente el

doctorado- es requisito fundamental para encontrar trabajo en las universidades del

país, donde se requiere que además de la escolaridad, que el candidato al puesto sea

capaz de realizar investigaciones conectadas de alguna manera con la enseñanza, con

la formación de nuevos investigadores y especialmente en el caso de las licenciaturas,

con el servicio social (González J., 2007). En el caso de los antropólogos físicos que

han ingresado al INAH, esto no es estrictamente necesario, ya que se considera que un

investigador se forma como tal, poco a poco, haciendo investigación. Es decir, aunque

no se tenga el grado de doctorado, se puede concursar (cuando hay oportunidad), por

una plaza de profesor-investigador en antropología física en el INAH. La experiencia de

investigar se adquirirá y fortalecerá con el tiempo, con la práctica.

Además del bajo número de antropólogos físicos en el país, las pocas oportunidades de

trabajo que se generan en el instituto, más las dificultades que se tienen que sortear

para poder obtener definitivamente una plaza de profesor-investigador, aunado al

quehacer poco conocido de nuestra disciplina habría que añadir la situación legal,

política y administrativa en el INAH, que se convierten en una serie de barreras para

desempeñar funciones académicas, para obtener los recursos reales para que los

profesores formen nuevos cuadros de “recursos humanos”; hay fondos propios e

insuficientes para becas de estudio, de investigación y de elaboración de tesis, libros de

reciente publicación, dinero para realizar actividades como el trabajo de campo, dinero

para invitar profesores y conferencistas, crear espacios de socialización donde los

estudiantes se comuniquen con sus compañeros o con los mismos profesores y entre

profesores, se necesita dinero para que los estudiantes y sus profesores asistan a

eventos como simposios, seminarios, mesas redondas, etc., donde puedan participar y

entrenarse en las tareas del agitado mundo académico.

No podemos ignorar algo fundamental: el tiempo; con ello me refiero al tiempo real de

que disponen los profesores para atender al estudiantado, tanto en sus tareas

académicas como en la elaboración de escritos, ponencias, artículos y por supuesto de

sus tesis. Los estudiantes tampoco poseen mucho tiempo para asistir a las tutorías

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académicas, a cursos y seminarios en otras instituciones ajenas a la propia, asistir a

conferencias y demás eventos académicos. Muchos de nuestros estudiantes no son en

realidad de tiempo completo y tienen que trabajar para allegarse recursos básicos y

pagar el costo monetario de seguir estudiando. La variedad y cantidad de tareas que se

asocian a la de enseñar antropología son cada vez mayores y sobrepasan a los

profesores, lo que se acentúa si éstos, tienen que desarrollar sus propios proyectos de

investigación. (González J., 2007)

Asimismo, la ENAH posee su propio modelo para formar a las nuevas generaciones de

antropólogos físicos. Cada profesor realiza los ajustes necesarios para sortear los

problemas que presentan los planes y programas, así como su actualización constante,

las formas que le parecen adecuadas para la enseñanza y sus propias concepciones

sobre lo que los estudiantes deben manejar y resolver para alcanzar una licenciatura,

maestría o un doctorado. Sin lugar a dudas, existe una distancia entre lo que los

profesores creemos que los antropólogos físicos deben saber y lo que los estudiantes

consideran o no relevante en su formación, así como lo que se enseña en el aula y lo

que puede servir a los estudiantes para insertarse no sólo en el ámbito de la

enseñanza e investigación en México, sino también en otros espacios laborales en los

que se pueda aplicar el quehacer del antropólogo físico: en el área forense, aportando

conocimientos para la identificación de restos óseos; en la nutrición, para comprender

desde una perspectiva cultural la práctica alimentaria de los mexicanos; en la

ergonomía, para desarrollar investigaciones que dificulten desempeñar un trabajo,

como las dimensiones antropométricas del mobiliario, para comprender la relación

hombre-puesto laboral; en la medicina laboral, para comprender mejor de dónde surgen

los padecimientos de los trabajadores y cómo los manejan desde su entorno cultural; en

la medicina del deporte, aportando conocimientos acerca de las capacidades de los

atletas mexicanos; en el trabajo de los arqueólogos, realizando junto con ellos

proyectos para saber más acerca de las poblaciones antiguas; con los diseñadores

industriales, para que los productos del diseño estén dirigidos hacia los diferentes tipos

de mexicanos; en la arquitectura, para hacer investigación sobre las necesidades de

quienes van a uti lizar los espacios construidos por los arquitectos; entre algunas áreas

en las que la perspectiva antropofísica puede aportar una visión diferente en los

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ámbitos que se consideran exclusivamente inherentes a estas especialidades, pero que

en la práctica tocan aspectos bioculturales que los antropólogos físicos comprenden.

Por lo que en la currícula de la enseñanza de la antropología física en México, habría

que insertar algún tipo de materias para que los egresados pudieran ofrecer y “vender”

la aplicación de sus conocimientos, y lo que es más importante, que la ENAH y el INAH

como instituciones formadoras de antropólogos físicos en México, deberían ser los

principales promotores de la viabilidad de la aplicación de los conocimientos adquiridos

en esta especialidad.

Consideraciones finales

Hoy en México, los antropólogos somos conscientes de que pertenecemos a una

sociedad compleja y que sería una sinrazón seguir saliendo para hacer antropología

creyendo que estudiamos a los otros, a los vestigios de los otros nada más porque sí.

Hoy la antropología ya no sale para emprender expediciones a provincias lejanas, como

si nuestro quehacer fuera algo exótico, como si fuéramos seres excéntricos a los que

nos gustara explorar por explorar. “(...) La antropología física reconoce una doble esfera

de determinación del fenómeno humano y en ese sentido le asigna una doble

naturaleza o significación: biología y cultura en constante interacción, pero a la vez con

cierta independencia (Vera C., 2007:456)”.

Coincidimos con Rosales (2007) al hablar de una antropología del desarrollo en el

INAH, (...) de las posibilidades de que el antropólogo del INAH trascienda la

investigación que realiza en un compromiso mayor con su objeto de estudio que el de

publicar en revistas especializadas, y que tenga un papel crítico, pero también más

activo y propositivo dentro del espacio social en el que se desenvuelve. Al no ser el

INAH una institución que se aboque a impulsar directamente procesos de desarrollo, la

participación de los investigadores en los mismos es posible pero limitada y ante todo,

no puede ser un empeño individual sino en vinculación y coordinación con otras

instituciones académicas, públicas o civiles. Aprovechando la sinergia y buena

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comunicación con otros actores que intervienen en una misma región en la se puede

tener mayor impacto (Paré, 2000, y 2005 cit. en Rosales, 2007). Como esta misma

autora señala, la antropología aplicada y la investigación-acción-participativa requieren

de un andamiaje institucional complejo sea en el contexto institucional gubernamental,

en la institución académica de la cual hemos egresado o en organizaciones de la

sociedad donde sepamos explicar y aplicar nuestro y con un enfoque interdisciplinario.

Por lo que las aportaciones en estos procesos, tanto en niveles comunitarios como

regionales, pueden ser múltiples, desde la realización de diagnósticos y evaluaciones

de muy diversos niveles y temáticas hasta el análisis crítico de distintos procesos y

realidades que permitan identificar problemáticas y sus causas, así como establecer

líneas estratégicas de acción. La definición de conceptos, el establecimiento de

indicadores o la asesoría puntual son algunas de las múltiples aportaciones que los

antropólogos físicos podemos hacer en estos equipos de trabajo, las cuales son

importantes para el buen fin de muchos otros quehaceres, ya que la falta de recursos

no les permiten dedicar el tiempo necesario a la investigación y el análisis cultural

relacionados con temas tales como la violencia, la higiene y seguridad en el trabajo, la

ergonomía, la nutrición, el crecimiento y desarrollo, la medicina del deporte, la medicina

legal, la aplicación de leyes en materia laboral, en derecho civi l o penal, en cuestiones

forenses, etcétera.

Cualquier programa de desarrollo, por muy bien intencionado que sea, está abocado al

fracaso si no se pone atención en los aspectos culturales; se deben construir proyectos

“junto con” los afectados, los interesados, los involucrados y razonar con ellos cualquier

decisión. Es nuestra responsabilidad también el mostrar que la perspectiva

antropológica no es tan fácil de adquirir y aplicar en otras disciplinas, por lo que no

podemos, ni debemos ser substituidos tan fácilmente por cualquier funcionario público o

especialistas a los que no les interese la cultura o lo que es lo mismo, menosprecie el

aspecto cultural en el que queden inmersos, diversos fenómenos de nuestra sociedad.

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