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Dedicamos este libro a la memoria de Sergio Bellotti, Redson Pozzi, Daniel Sanjurjo y a todos los que pusieron el cuerpo desde aquellos años

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Dedicamos este libro a la memoria de Sergio Bellotti,

Redson Pozzi, Daniel Sanjurjo y a todos los que pusieron

el cuerpo desde aquellos años

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Perder la forma humana.Una imagen sísmica de los años

ochenta en América Latina

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Entre las líneas de acción prioritarias del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía se cuentan, en un lugar preeminente, los proyectos relacionados con artistas, comisarios e instituciones procedentes de América Latina. En esta ocasión, la estrecha colaboración con la Red Conceptualismos del Sur da lugar a una exposición que resulta el elemento más visible de un trabajo que se viene realizando en asociación entre el Museo y la Red desde 2009. Estos años han resultado fructíferos en lo que se refi ere a proyectos de investigación que han abordado aspectos como la poesía visual, la gestión del sistema de archivos o las estrategias creativas en el movimiento de derechos humanos en el Cono Sur. Pero el fl ujo de conocimiento e intercambio entre una institución como el Museo Reina Sofía y una activa red de profesionales como Conceptualismos del Sur no podía detener su camino en ese punto; así, se imponía proyectar una exposición que diera forma y pusiera al alcance de los públicos del Museo gran parte de los resultados de un generoso e impecable trabajo colec-tivo. Con la exposición Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina se materializa uno de los planteamientos principales que inspiraron la aso-ciación: la puesta en marcha de actividades capaces de impulsar el acceso colectivo a los archivos, al documento y a la memoria desde una nueva relación horizontal, colaborativa, con los agentes culturales de América Latina.

En Perder la forma humana el Museo Reina Sofía es, de acuerdo con su fi losofía, el punto de cruce entre las instituciones y la sociedad civil, entre el Sur y el Norte, entre las artes y la sociología, entre la realidad y las diversas formas de abordaje de ésta por parte de los artistas. Y no parece haber mejor objeto de estudio para poner en práctica este modelo abierto de museo que las prácticas artísticas procedentes de lugares diversos del Cono Sur relacionadas con la acción ciudadana, con la resistencia ante la injusticia, con la reivin-dicación y recuperación de la dignidad en entornos que estuvieron marcados por graves confl ictos políticos y sociales. Esta muestra nos recuerda, de ese modo, que el Museo ejerce una función fundamental de mediador y puede erigirse como observatorio o faro que indica nuevos caminos de cooperación y trabajo colaborativo en un mundo globalizado.

Queremos expresar nuestro agradecimiento a todas y cada una de las entidades y per-sonas cuya colaboración ha permitido que todo este archivo en movimiento genere esta nueva imagen del pasado reciente de América Latina; y que ésta resulte hoy, en un salto que salva el Atlántico, tan cercana, tan común.

Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

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De entre las tentativas de trabajo colectivo que han germinado desde el pensamiento pos-colonial, la Red Conceptualismos del Sur ha emergido ya plenamente, desde su fundación en 2007, a través de diversas propuestas y líneas estratégicas. En los proyectos de la Red el reto no es sólo el de la superación de los excedentes (paradójicamente crecientes) de una forma decimonónica (y actual), eurocéntrica y elitista de difusión del conocimiento, sino la de llevar a cabo proyectos concretos y casos de estudio capaces de revertir estas dinámicas aprendidas y aceptadas a lo largo de generaciones. Su concepto es el de un mundo en per-manente devenir, y así la Red se sitúa como observatorio del presente, pero también como proyecto de exhumación de la memoria del Sur. En febrero de 2009 se publicó el manifi esto mediante el cual el Museo Reina Sofía y la Red Conceptualismos del Sur se unían en una asociación que “se aglutina y se moviliza precisamente para revertir el fl ujo de drenaje de la memoria […] y para reavivar su legado en el presente mediante investigaciones, exposi-ciones, publicaciones y bases de datos de acceso abierto”.

La idea base de dicha asociación no fue sólo la de revitalizar los discursos del concep-tualismo en América Latina sino, y muy especialmente, la de generar espacios compartidos en los que la información en todas sus formas (en particular en el documento, núcleo del conceptualismo) no se defi na como objeto de propiedad, sino como ente cuyo fi n es siem-pre el usufructo colectivo. Si Jacques Derrida aseveró en Mal de archivo que la democrati-zación de un país se mide por su nivel de acceso a los archivos, ¿cómo podemos actualizar este aserto en el contexto de un mundo globalizado? ¿Qué mide hoy el acceso, desde un lugar lejano como la Europa meridional a los archivos del arte latinoamericano de la década de 1980? ¿Tiene que ver hoy la democratización real con el acceso a los archivos o se nece-sita una puesta en común, una cruda exhumación de los documentos ante la presencia de todos los implicados? Con estas preguntas sobre la mesa, en el Museo Reina Sofía hemos planteado que la institución museo no puede materializarse sólo en la propiedad y en la presencia de las obras de arte: el documento, tangible o intangible, tiene el valor de la reproductibilidad, se desprende del fardo del autor, permite lecturas que escapan al marco institucional y abre el campo a nuevas lecturas de la historia reciente del arte. En buena lógica con esto, la Red Conceptualismos del Sur ha sabido, como propone ahora, y como indica el título de la exposición, perder la forma humana para situarse en la autoría colectiva, rechazar la autonomía artística y colocar en primer plano los discursos en movimiento, en devenir, frente a las fi guras. Como respuesta, el Museo no puede ser el fondo, sino el lugar de tránsito de esos discursos.

El Museo Reina Sofía puede ser ese “Museo del Sur”, un espacio físico, pero sobre todo mental, de la memoria colectiva, que reescriba las relaciones del Norte con América Latina desde una nueva relación horizontal, habida cuenta de que el accidente que son las latitudes terrestres ha sido, durante siglos, la coartada para desafi ar la gravedad en una relación vertical y jerárquica: para extraer del Sur lo que enriquece al Norte. Así, una expo-sición como Perder la forma humana, de acuerdo con el ideario en movimiento de la Red Conceptualismos del Sur, se sitúa en las antípodas del discurso colonial y de sus derivas neocoloniales, muchas de ellas vigentes en la actualidad: frente al expolio documental y la agresiva política de adquisiciones en países del Sur mediada por la superioridad de acceso al capital (el gran “privilegio” histórico del Norte), esta exposición inaugura el discurso horizontal, y se lee no como diagrama lógico, sino como proyección cartográfi ca invertida.

Los gabinetes de curiosidades del Nuevo Mundo, las exposiciones coloniales, la mítica de las grandes gestas científi cas y militares en lugares lejanos han dejado en Europa un poso de imágenes sobrecargadas de contenidos que, pasadas las décadas, impiden ver a la llamada periferia como el manantial del que surgen fl ujos fundamentales sin los cuales ya no se entiende el panorama de la creación contemporánea. En esta ocasión, frente a esa imagen estable y tranquilizadora desde la lejanía, se nos presenta, desde el subtítulo de la

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exposición —Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina— como revisión profunda del momento en que el activismo artístico latinoamericano alcanzó el grado más alto a través de una presencia constante en la esfera pública en contextos marcados por la violencia, la oscuridad institucional o la desaparición de seres humanos. Esa imagen de corrimiento de tierras que surge del título, con toda su carga amenazante, es la que mejor defi ne un periodo y unos territorios complejos en su articulación en los que el activismo artístico, según la defi nición de la Red Conceptualismos del Sur, está marcado por dos fenó-menos: la afi nidad y el contagio.

Esta “imagen” que planteamos mostrar ahora no pretende ser totalizadora (ése y no otro es el error de base de las pretensiones en aproximaciones anteriores al arte de América Latina), sino que parte, desde su metáfora sismológica, de una fragmentación que genera esas nuevas relaciones. De ese modo, se abordan una serie de casos de estudio acerca de las tentativas más revulsivas que se dieron en la década de 1980 en diversos países del Cono Sur; una década marcada por diversas tensiones políticas: continuidad de dinámicas dictatoriales en regímenes presidencialistas, formas revolucionarias de emancipación o acceso al capitalismo internacional se leían sobre un subtexto silencioso: el del terror y la violencia estatal. Sin embargo, y de acuerdo con el citado planteamiento no totalizador de esta propuesta, cada caso es un unicum que, a su vez, se reformula mediante las citadas afi nidades y contagios. No se puede entender la Cuba revolucionaria que asiste desde la distancia al lento ocaso del sistema al que se asocia sin la longeva dictadura aislacionista en Paraguay; cobra sentido la persistencia de la violencia en el contexto de lentos pro-cesos democratizadores en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile con los casos de Perú y Colombia, acosados por la crisis económica y los confl ictos armados internos. Situaciones políticas afi nes dan lugar a movimientos subterráneos asimilables (o “contagiosos”) en los que los artistas cambian de piel y de personaje en cada nuevo cuadro del drama: entre el ciudadano y el guerrillero revolucionario, entre el terrorista urbano y el pensador; diversas formas, en suma, de presencia que testimonian y denuncian una pérdida, la de la forma humana en su sentido más literal.

Contra el constante estado de excepción de muchos de los contextos tratados, los artis-tas tomaron conciencia del sentido de urgencia, del concepto ya histórico de “situación” e intentaron visibilizar todo aquello que quedaba oculto tras la férrea institucionalidad de estados militarizados o de una oscura institucionalidad: la violencia, el confl icto social, la libertad del individuo. La forma humana reducida al estado de ruina, el recuerdo de las desapariciones, la tortura, los secuestros. No es casual que el colectivo Mujeres por la Vida pusiera negro sobre blanco en 1983 la existencia de “cárceles secretas, torturas, exilios, detenidos-desaparecidos, allanamientos y represiones, abusos de poder y arbitrariedad sobre los sectores más desposeídos”, es decir, todo aquello que hace difuminarse hasta desaparecer lo que defi ne de manera más inmediata a un ser humano: su aspecto, su forma. De esa nueva forma del no-ser, de esa pérdida, surgían la acción y el documento. El carácter itinerante, reproductible, efímero y en muchas ocasiones performativo de los conceptua-lismos se abre en este periodo a una esfera pública entendida como territorio movedizo; si esos movimientos sísmicos son los que confi guran un cierto peligro, también son los que permiten el contacto, los que crean réplicas, tensiones, derivas e inercias inesperadas como las que muestra este proyecto. Así, en unas ocasiones el entrecruzamiento y en otras el leve choque tangencial vincula a experiencias tan diversas como la serigrafía como herramienta política, las tentativas de contrainformación y comunicación clandestina, la toma de la calle en el sentido más literal, las estrategias de guerrilla, el trabajo con el cuerpo, etc. Todas ellas propuestas que abogan por un arte activo, activista, público e impuro.

Manuel Borja-Villel

Director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

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INTRODUCCIÓN

PERDER L A FORMA HUMANA.UNA IMAGEN SÍSMICA DE LOS AÑOS

OCHENTA EN AMÉRICA L ATINA

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GLOSARIO17

APÉNDICE

ÍNDICE ONOMÁSTICO

262

LISTA DE OBR AS

263

BIOGR AFÍAS DE LOS AUTORES 278

ÍNDICE

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Existencialismo cínico, contracultura, mayo francés, beatniks, nueva izquierda, antipsiquiatría

y música de rock como hilo musical brindaron el desfi le de ideas que me empujaron hacia el

futuro con una alegría impúdica que aún conservo. Monologuistas contestatarios, bailarinas de

strip-tease y músicos de happening-rock intentábamos carecer de identidad con la intención

de vivir en revolución permanente. Éramos tan pocos que el borde de los escenarios se hacía

permeable y emancipaba a artistas y a espectadores de sus roles acostumbrados. La idea

era perder la forma humana en un trance que desarticule las categorías vigentes y provea

emociones reveladoras1.

“Perder la forma humana”: con esta reveladora imagen de la mutación el músico argentino Indio Solari retoma y resignifi ca un concepto del antropólogo peruano Carlos Castaneda que apunta hacia la disolución del yo individual. Esta fi gura resulta productiva como modo de interpelar los materiales reunidos en esta investigación colectiva desde una doble pers-pectiva. Alude, por un lado, a la masacre y al exterminio, a los efectos arrasadores sobre los cuerpos de la violencia ejercida por las dictaduras militares, los estados de sitio y las guerras internas. Por otro, remite a las metamorfosis de los cuerpos y las experiencias de resistencia y libertad que ocurrieron paralelamente —como réplica, refugio o subversión— durante los años ochenta en América Latina.

A cualquiera que acceda a la lectura de este libro le resultará inmediatamente evi-dente la heterogeneidad de los casos considerados. Se reúnen aquí episodios tan disímiles como las estrategias creativas empleadas por los movimientos de derechos humanos para visibilizar a los desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado, la supervivencia del ritual Arete Guasu en el Chaco paraguayo, las prácticas de colectivos de poesía, teatro, música, historieta, arquitectura y activismo gráfi co en la disputa del espacio público en medio de la represión, las experiencias de desobediencia sexual, y las fi estas y performan-ces en espacios under en distintos países del continente. Este complejo corpus nos per-mite identifi car la aparición múltiple y simultánea de tácticas afi nes, de modos de acción e invención de espacios en diferentes contextos, y la coincidencia en el recurso al cuerpo como soporte artístico y político prioritario.

El proyecto explora dos modos de articular esta multitud de prácticas diversas y dis-persas. Por un lado, mediante relaciones de afi nidad y contagio entre las experiencias, derivadas con frecuencia del contacto entre artistas y activistas ocasionado por exilios, redes de acción común o solidaridades internacionales. Y, por otro, aplicando una serie de ideas-fuerza que permiten atravesar los diversos episodios de manera transversal y con-trastar escenarios aparentemente desvinculados.

La investigación se concibe como una cartografía parcial de las irrupciones y tensio-nes artísticas y políticas que atravesaron una época cuyas secuelas exceden con creces su propio tiempo cronológico. Situamos su inicio simbólico en 1973, año del golpe militar de Augusto Pinochet en Chile, hito que inaugura una política genocida de alcance con-tinental que clausura brutalmente un ciclo de expectativas revolucionarias, obligando a transformar los modos de acción y los lenguajes de la política. Marcada por la derrota,

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PERDER L A FORMA HUMANA.UNA IMAGEN SÍSMICA DE LOS AÑOS

OCHENTA EN AMÉRICA L ATINA

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dicha reformulación tiene lugar en el marco de la llamada segunda ola del feminismo y la disidencia sexual, del surgimiento de un sujeto-escoria inscrito en subculturas juveniles (caracterizadas por dinámicas subversivas de experimentación corporal y desviación social) y del rechazo de las consignas ideológicas y partidistas tradicionales. Ubicamos un cierre tentativo de este periodo en 1994, cuando el zapatismo inaugura un nuevo ciclo de movilizaciones que refunda el activismo a nivel internacional.

La alusión del subtítulo de este libro a una imagen “sísmica”2 remite a un ejercicio de pensamiento en el que confl uyen y colisionan múltiples temporalidades y territorios: un registro inestable que oscila entre el colapso social y la aparición de nuevas formas de subjetivación.

Lo que presentamos aquí es el avance de un proyecto de investigación en curso que involucra a 31 investigadores vinculados a la Red Conceptualismos del Sur. Esta primera fase se concentra en episodios ubicados en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú, con la inclusión de casos puntuales en Uruguay, México, Colombia y Cuba, a partir de una constelación de problemas y preguntas comunes.

Se trata de un proyecto de naturaleza transversal. Sus integrantes estamos impli cados en áreas que desbordan el campo del arte y el mundo académico. Nos impulsa la voluntad de idear formas alternativas de visibilización y reactivación de las experiencias investigadas, así como de constitución y socialización de archivos de los materia les reunidos.

A lo largo de los últimos dos años, además de innumerables encuentros virtuales, hemos organizado tres reuniones presenciales de discusión, tanto interna como pública, que han congregado a artistas, activistas e investigadores3. El distanciamiento de los pro-cedimientos curatoriales habituales y la opción de fundar el proyecto en una investigación extremadamente polifónica nos iba a colocar en una situación de incertidumbre respecto a la futura formalización de sus resultados en la exposición y la publicación. Llegar hasta este punto no ha supuesto un proceso sencillo ni efi caz, sino un sinuoso camino en el que nos topamos con hallazgos, discusiones y desacuerdos.

Los materiales reunidos en la exposición son el resultado de una exhumación que muestra obras y documentos sin establecer a priori distinción alguna entre ellos. Esta virtud entraña también una difi cultad y a menudo nos encontraremos con documentos casi ilegibles, no sólo por su deterioro físico, sus rasgaduras y rayones, sino por su distancia respecto a los relatos convencionales de la historia del arte del periodo. Somos cons-cientes, además, de los problemas inherentes al proceso de recuperación de las huellas de estas prácticas y de las contradicciones que implica el volver la mirada sobre episo-dios que, en muchos casos, nunca antes se habían hecho visibles dentro de la institución arte: la diseminación de su memoria puede tener como reverso su reifi cación.

Pretendemos que la exposición sea una experiencia sensible que afecte, en sus cam-bios de escala y de ritmo, a quien se sumerja en ella. Para ello, eludimos tanto un orden convencional en secciones “nacionales” como lecturas monográfi cas por episodios, optando, en cambio, por proponer una serie de zonas defi nidas por nudos conceptuales que problematizan cualquier percepción naturalizada o unívoca del tiempo histórico y de la región geopolítica que centra los contenidos del proyecto.

Este libro, a diferencia de un catálogo convencional, se concibe como una caja de herramientas. Adopta la forma de un glosario que aglutina una serie de conceptos deri-vados tanto del léxico acuñado durante aquellos años por activistas y artistas, como del ejercicio anacrónico de reenmarcar estas experiencias a la luz del presente. Cada una de las entradas articula diversos episodios en torno a un concepto. Aspiran a funcionar como puntas de lanza que al atravesar la memoria material (documentos y obras) e inma-terial (testimonios) de esas prácticas desenvuelvan nuevas tramas de sentido. A su vez, las entradas contienen referencias a otros conceptos del glosario, donde se enfoca una misma experiencia o prácticas afi nes desde otras perspectivas.

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Hemos de advertir que no todos los episodios y documentos exhumados a partir de la investigación colectiva encontraron lugar en la exposición o en el libro. Por otro lado, algunas de las experiencias que sí se encuentran presentes en la muestra son visualizadas en el libro desde nuevas ópticas y nuevas tramas de relaciones que complican su abor-daje expositivo. Imaginamos la publicación —y los usos que puede desatar— como un tejido móvil, un dispositivo a completar, un experimento de reactivación, un organismo vivo e imperfecto.

Q UÉ NOS DICE N H OY LOS O CHE NTA

Durante los años ochenta en América Latina, el uso sistemático de la tortura, la desapa-rición y el asesinato masivo prepararon el terreno para la introducción de una serie de cambios sociales que sustentaron, durante los noventa, la implantación de democracias restringidas y corruptas, gozosamente autocelebradas con un cóctel de falso consenso, modernización y desmemoria. La profundización de determinadas medidas político-económicas produjo efectos sobre el cuerpo social, moldeando la aparición de una sub-jetividad fl exible, acorde con la privatización de la vida y el impulso empresarial de los nuevos gobiernos.

América Latina fue un laboratorio de pruebas de las doctrinas que luego se implan-tarían en los países llamados “centrales”. Al Plan Cóndor, ese operativo transnacional represor coordinado por las dictaduras chilena, argentina, paraguaya, boliviana, uru-guaya, brasileña e, incluso, por el gobierno peruano, le sucedieron los documentos de Santa Fe (1980, 1986) y el Consenso de Washington (1990). En este último se acordaronlas líneas económicas maestras trazadas desde Estados Unidos como el mejor programa para combatir el “subdesarrollo”, que ya habían sido adelantadas en la práctica durante la dictadura chilena. La política represiva se veía complementada por la marginación (cuando no la aniquilación) de la cultura opositora de izquierdas de los países latinoame-ricanos, impulsada por la CIA en el contexto del ocaso de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Sovética.

Como en ningún otro periodo del capitalismo moderno, se estrecharon los lazos entre economía y producción de subjetividad. La economía de la deuda se infi ltró en la vida cotidiana bajo el progresivo desmantelamiento de los servicios públicos y la generaliza-ción del crédito como modo de acceso a la cultura del consumo. En América Latina este proceso se tradujo en la supeditación de la soberanía nacional a las imposiciones de los organismos acreedores internacionales; así, durante los setenta y ochenta, varios países ven multiplicada su deuda externa. La subjetividad de la deuda, al atravesar las relacio-nes laborales, sociales y afectivas, pasa de ese modo a regular las formas de vida y los modos de existencia de individuos y sociedades que, al tiempo que ven comprometido el acceso a la memoria de su pasado inmediato, hipotecan su futuro.

En franco contrapunto con este panorama sombrío, este proyecto de investigación quiere arrojar luz sobre la persistencia y la emergencia de al menos tres formas de acción política, tres zonas de politicidad que confrontaron esta nueva hegemonía y entre las cuales se produjeron tanto articulaciones como fricciones.

Durante los años ochenta tuvieron continuidad en América Latina algunas modalida-des de acción y retóricas setentistas. El caso más evidente es el de la actividad guerrillera, que per vivió en distintos países de la región como en los casos, enormemente diferen-tes entre sí, de la Revolución sandinista en Nicaragua, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez en Chile, el M-19 en Colombia, Sendero Luminoso y el MRTA en Perú. Al refl exionar sobre estas experiencias, el proyecto de investigación se posiciona contra el intento neoliberal de desalojar todo debate público sobre la violencia. Ese intento encontró sus primeras formulaciones durante los ochenta

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de la mano de la “teoría de los dos demonios” en Argentina y de amnistías en ése y otros países, que equipararon moralmente la violencia ejercida por el terrorismo de Estado con la de las organizaciones guerrilleras setentistas. Mediante esta operación se pretendió apaciguar la memoria del pasado, exonerando del confl icto a la sociedad civil, de manera que se abrieran las puertas al supuesto esplendor del consenso sobre el que se asenta-ron las democracias de la “transición”. Durante las últimas décadas, las circunstancias vividas en América Latina y otras partes del mundo han mostrado de manera desgarra-dora las penumbras que pretendía ocultar dicho esplendor. Por otra parte, la evacuación del problema de la violencia responde al deseo de los Estados neoliberales de evitar al interior de sus fronteras cualquier confl icto político, demonizando a través de su aparato mediático toda forma de violencia revolucionaria o de resistencia (incluyendo la desobe-diencia civil, central en algunas de las experiencias analizadas por este proyecto) ejercida contra sus intereses materiales y/o simbólicos.

Contemporáneamente a esas acciones de la guerrilla y al margen de la lógica de par-tidos, emergieron en América Latina durante los ochenta otras formas de agenciamiento que alteraron la normalidad de la vida pública impuesta por el terror dictatorial. Un buen ejemplo es la política de movimientos impulsada por organizaciones de derechos huma-nos, feministas, o herederas de posiciones próximas a la teología de la liberación como Madres de Plaza de Mayo en Argentina, o Mujeres por la Vida y el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo en Chile. En las acciones realizadas en el espacio urbano por estas agrupaciones se aprecia la intención de conciliar una política de la memoria o la denuncia de la tortura con la necesidad de recomponer los vínculos sociales tras la abrupta cesura que los golpes de Estado perpetraron sobre las aspiraciones revolucio-narias setentistas. Así, la centralidad de la política es desplazada de la búsqueda de la toma del poder a la generación de afectos comunitarios y de antagonismo en el espacio público, anticipando de ese modo algunos elementos del activismo contrahegemónico de décadas posteriores. En la construcción de esos afectos cumplen un rol fundamental las relaciones entre los cuerpos y el recurso a soportes precarios y socializables como la serigrafía, las impresiones o los afi ches. Todos ellos contribuyen a articular la expe-riencia de la protesta, escenifi cando una política de la multitud en la que la convivencia entre lo singular y lo colectivo contrastan con la apelación setentista a la idea de pueblo como sujeto social homogéneo. La confl uencia entre la actividad de ciertos colectivos artísticos y algunas de las organizaciones mencionadas contribuyó a generar dispositivos de intervención gráfi ca abiertos y reapropiables por la multitud, como el Siluetazo en Argentina y el NO+ en Chile.

Por último, la reconfi guración del concepto mismo de lo político se produce durante los años ochenta desde la eclosión de un espectro amplio y complejo de prácticas y subjetividades que atraviesan la escena under y las disidencias sexuales. El roce de los cuerpos en marchas, acciones clandestinas y fi estas subterráneas ayudó también a reconstituir lazos afectivos quebrados por el terror. Con “disidencias sexuales” nos referimos a aquellas subjetividades que dan cuenta de una desobediencia respecto a la norma heterosexual, reivindicando la condición política del deseo y evidenciando que la confi nación naturalizada de la sexualidad al dominio de lo privado encubre su san-ción y administración públicas. La emergencia de las desobediencias sexuales tendió a tensionar críticamente los espacios de militancia orgánica, sin constituir necesariamente un lugar superador de esas formas de articulación y agencia políticas. Estamos ante prácticas que impugnan aquellos discursos que proponen globalizar y normalizar la hete-rogeneidad de los cuerpos para amoldarlos a la historia del capitalismo, el colonialismo y el heteropatriarcado. En su lucha por salir de posiciones subordinadas o directamente negadas, las disidencias sexuales suponen, en muchas ocasiones, una alianza afectiva y política con la conciencia del sufrimiento común impuesto por la violencia estructural

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del sistema sobre amplias capas de la población. En cuanto a los espacios under o subte, se trata de microcomunidades que apelaron a la invención de territorios propicios para la fi esta, las drogas, la experimentación corporal y las sexualidades promiscuas, entendidas como “estrategias de la alegría”. Estas experiencias se nutren de legados anarquistas y libertarios que impulsaron el movimiento punk, la ética del “hazlo tú mismo” y la reivindica-ción de la autogestión y la autonomía. Si a primera vista la disciplina y los códigos morales de la política militante chocaban con el hedonismo crítico y la estética subcultural de estas colectividades, ambas esferas no estuvieron exentas de vínculos y contaminaciones.

Para medir el alcance de esta investigación, nos parece fundamental tener en cuenta el complejo mapa de confrontaciones que acabamos de bosquejar, así como la encrucijada histórica actual. Nuestro presente aparece marcado por los procesos de transformación que varios países del continente vienen experimentando en los últimos años. Es justo reconocer que América Latina representa hoy a nivel mundial una interferencia en la implantación global del neoliberalismo. Inscritos en ese contexto, nos preguntamos de qué modo puede contribuir este proyecto a las luchas colectivas que han irrumpido durante los últimos años tanto en América Latina como en Europa y otras partes del mundo.

Equipo coordinador RCS (FC, AL, ML, AM, FN, MT, JV)

NOTAS

1 Entrevista inédita a Carlos “Indio” Solari, líder de la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota,

realizada en Buenos Aires en 2011 por Daniela Lucena y Gisela Laboureau en el marco de este proyecto.2 En esta alusión reverberan tanto la aproximación de Georges Didi-Huberman a la obra del historiador

alemán Aby Warburg en La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby

Warburg, Madrid: Abada, 2009, p. 106, como la conceptualización que propone Jacques Derrida sobre los

“acontecimientos sísmicos” en Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la Nueva

Internacional, Madrid: Abada, 2012, p. 190.3 Estas reuniones tuvieron lugar en Lima (julio de 2011), Buenos Aires (octubre de 2011) y Madrid (diciembre

de 2011). Todas ellas pudieron concretarse gracias al apoyo del MNCARS, de los Centros Culturales de

España en Lima y en Buenos Aires, del Centro de Investigaciones Artísticas (Buenos Aires) y del Ministerio

de Cultura de Brasil.

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Perder la forma humana.Una imagen sísmica de los años

ochenta en América Latina

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A 23 ACCIÓN GRÁFICA Miguel A. López

29 DELINCUENCIA VISUAL Nicole Cristi Javiera Manzi Andrés Keller Fernanda Carvajal

34 VIOLENCIA ESTRUCTURAL Miguel A. López

37 ACCIÓN RELÁMPAGO Fernanda Carvajal Jaime Vindel

43 ACTIVISMO ARTÍSTICO Marcelo Expósito Ana Vidal Jaime Vindel

51 ARTE REVOLUCIONARIO Ana Longoni André Mesquita Jaime Vindel

59 Luiz Sergio Ragnole “Raghy” André Mesquita

69 Eduardo “Magoo” Nico Ana Longoni Jaime Vindel

C 73 CONTRAINFORMACIÓN Cora Gamarnik

80 TELEANÁLISIS Isabel García Pérez de Arce

81 VISIBILIDAD Cora Gamarnik

85 CUERPOS Y FLUJOS Emilio Tarazona

D 92 DESOBEDIENCIA SEXUAL Halim Badawi Fernando Davis

99 DOCUMENTOGRÁFICA Paulina Varas

E 103 ENUNCIAR LA AUSENCIA Fernanda Carvajal Fernanda Nogueira

111 ESTRATEGIA DE LA ALEGRÍA Daniela Lucena

F 116 FOSA COMÚN Miguel A. López

127 CUERPOS IMPRESOS Lía Colombino Ana Longoni

128 INSEPULTO Ana Longoni Miguel A. López

G 131 GUERRILLAS Fernanda Carvajal Jaime Vindel

137 Pablo Salas Fernanda Carvajal

139 GUERRA POPULAR Miguel A. López

142 GUERRA SIMBÓLICA Luisa Fernanda Ordóñez Sylvia Juliana Suárez

ENTRADAS ENTREVISTAS AUTORES

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H 145 HACER POLÍTICA CON NADA Roberto Amigo

149 HAZLO TÚ MISMO André Mesquita

I 154 INTERNACIONALISMOS Sol Henaro Fernanda Nogueira Paulina Varas Francisca García B. Ana Longoni

165 INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN André Mesquita Jaime Vindel Ana Longoni Fernanda Nogueira Malena La Rocca

J 176 JODEDERA (BENEFICIOS DEL BLOQUEO ECONÓMICO) Glexis Novoa

L 181 LOCA/DEVENIR LOCA Fernando Davis

M 186 MÁSCARAS Fernanda Nogueira Lía Colombino Sol Henaro Ana Longoni Paulina Varas

189 MUSEO BAILABLE Ana Longoni

196 TÓMESE UNA POESÍA Ana Vidal

O 199 OVERGOZE Fernanda Nogueira Sol Henaro

203 DESNUDAR LA OPRESIÓN Jaime Vindel Fernanda Carvajal Ana Longoni

P 211 P(A)NK André Mesquita Fernanda Carvajal

221 ESCORIA Miguel A. López

S 226 SOCIALIZACIÓN DEL ARTE Ana Longoni Fernanda Carvajal Jaime Vindel

236 POR MENOS ARTISTAS Y MÁS HOMBRES QUE HAGAN ARTE Ana Longoni André Mesquita Jaime Vindel

245 AFICHES PARTICIPATIVOS Ana Longoni

T 247 TRAVESTISMOS Felipe Rivas San Martín

U 254 UTOPÍA Rachel Weiss

256 UTOPÍA MEDIOCRE Dorota Biczel

ENTRADAS ENTREVISTAS AUTORES

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LOCA /DEVENIR LOCA

OVERGOZE

DESOBEDIENCIA SEXUAL

INTERNACIONALISMOS

ACCIÓN RELÁMPAGO

SOCIALIZACIÓN DEL ARTEAFICHES PARTICIPATIVOS

GUERRA SIMBÓLICA

ACTIVISMO ARTÍSTICO

DESNUDAR LA OPRESIÓN

TRAVESTISMOS

HACER POLÍTICA CON NADA

INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

DOCUMENTOGRÁFICA

ARTE REVOLUCIONARIO

CONTRAINFORMACIÓNGUERRILLAS

POR MENOS ARTISTAS Y MÁS HOMBRES QUE HAGAN ARTE

HAZLO TÚ MISMOMUSEO BAILABLE

ACCIÓN GRÁFICA

P(A)NK

CUERPOS Y FLUJOS

UTOPÍA

JODEDERA

FOSA COMÚN

VISIBILIDAD

ESCORIA

DELINCUENCIA VISUAL

UTOPÍA MEDIOCRE

VIOLENCIA ESTRUCTURAL

TÓMESE UNA POESÍA

INSEPULTO

GUERRA POPULAR TELEANÁLISIS

CUERPOS IMPRESOS

ESTRATEGIA DE LA ALEGRÍA

ENUNCIAR LA AUSENCIA

MÁSCARAS

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ACCIÓN GRÁFICA

Una apuesta en común de algunos colectivos peruanos, argentinos y chilenos durante los años ochenta es el nuevo impulso que se le da a la se-rigrafía como herramienta política privilegiada y, con ello, el despliegue de renovadas formas de acción gráfi ca como una forma distinta de sociali-zación del arte. Sin duda, la opción de la serigrafía se engarza en una larga tradición de la gráfi ca de izquierdas que, en sus distintas vertientes desde el siglo XIX, prefi rió el grabado antes que, por ejemplo, la pintura al óleo, con argumentos que, desde la propia técnica, buscaban potenciar las condiciones de recepción y circulación1. Resultan decisivos los alcances de una técnica que permite la producción de ejemplares múltiples en vez de una obra “única”, apostando así por la facilidad de difusión de un medio de producción relativa-mente sencillo y barato, a lo cual se suma la condi-ción experimental de la gráfi ca y de la serigrafía.

En el Perú son las experiencias del Grupo Paréntesis (1979) y del Taller E.P.S. Huayco (1980-1981) las que mejor señalan esas breves alianzas entre grupos artísticos y las demandas de sectores campesinos y proletarios, y que trazan también el ascenso de una nueva teoría social del arte impul-sada por una nueva izquierda con quienes ensayan propuestas estéticas radicales cercanas a la cul-tura popular2. De ello resulta elocuente el proyecto Coquito (1980): una serie de montajes y collages agit-prop realizada por Fernando “Coco” Bedoya y otros exintegrantes del colectivo Paréntesis, en apoyo de las huelgas del Sindicato Único de los Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP) en Lima. O más aún, la instalación de una gran alfombra de latas vacías en el kilómetro 54½ de la carretera panamericana sobre la cual el Taller E.P.S. Huayco pinta, en colores pop, la imagen de la santa no ofi cial “Sarita Colonia” (1980), ofre-ciendo así un espacio de integración social y de culto para una amplia comunidad de migrantes3. El grupo realizaría después incluso una carpeta de grabados en torno a la imagen de Sarita Colonia. En esos casos las técnicas de comunicación eran pensadas como estrategias de intervención cuya voluntad política procuraba renovar los lenguajes

de las izquierdas, “reincorporar las artes a la rea-lidad y reivindicarlas en su valor social”4.

En ese contexto, la opción por la serigrafía en tanto lenguaje ligado “a la reproducción masiva y al anhelo de la utopía democratizadora impli-cada en ella”5 adquiere su sentido político en la búsqueda de un arte participativo como un nuevo género “cuyo concepto es usar la calle como so-porte de arte” no sólo por la geografía en la que se despliegan sus intervenciones, sino también por su vínculo con determinados movimientos so-ciales a los cuales consideran su “soporte social”. Y es esa premisa la que otros colectivos radica-lizan en años posteriores a través de formatos de intervención que responden de forma explícita a los confl ictos sociales. Estas estrategias gráfi cas se verán caracterizadas por un nuevo vocabulario visual de carácter irónico y lúdico, aunque también

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A

fi g. 2. Logotipo de C.A.Pa.Ta.Co, Buenos Aires, ca. 1985.

fi g. 1. E.P.S. Huayco, Cojudos, Lima, 1980.

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de fuerte confrontación política en apoyo —y en tensión— con los partidos y movimientos popula-res. Pero más aún se verán emparentadas por el alto componente performativo que sus acciones efímeras conjuran, las cuales procuraban involu-crar a cualquiera en el trabajo creativo.

En Chile, la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) reformula el cartel político estableciendo un trabajo colaborativo con sindicatos y grupos políticos en la elaboración conjunta de imágenes y consignas [▸D E L I N C U E N C I A V I S U A L ] . En tanto que en Argentina quien trabaja en este sentido es el co-lectivo GAS-TAR (Grupo de Artistas Socialistas-Taller de Arte Revolucionario), luego llamado C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo-Tarifa Común). En éste participan “Coco” Bedoya y Mercedes Idoyaga “Emei” —quienes venían de ser parte de la vanguardia experimental peruana de fi nes de los años setenta—, junto con artis-tas como Daniel Sanjurjo, Fernando Amengual, Diego Fontanet, Joan Prim y muchos otros. Tanto GAS-TAR como C.A.Pa.Ta.Co van, precisamente, un paso más allá, estimulando formas de acción gráfi ca que van desde los talleres ambulantes de producción montados en una plaza hasta la in-tervención de superfi cies en la vía pública sobre las cuales estampar6. Así, durante toda la década de los años ochenta, GAS-TAR y C.A.Pa.Ta.Co promueven una serie de acciones gráfi cas e inter-venciones callejeras en colaboración con moviliza-ciones convocadas por el movimiento de derechos humanos y grupos obreros, en una apuesta por una subjetividad transformada en el propio acto de serigrafi ar, así como en los usos y la circulación de las imágenes producidas.

Estas iniciativas gráfi cas en pos de una crea-ción colectiva logran interpelar a un sinnúmero de personas (peatones casuales o manifestantes) para que se transformen en ejecutantes activos de las obras. En Buenos Aires se suceden produccio-nes grupales que implican la instalación del taller serigráfi co en la calle o la aplicación directa de serigrafías sobre el pavimento, murales callejeros en base a fotocopias (xerografías) o la producción masiva de “afi ches participativos” para que la mul-titud intervenga y complete [▸A F I C H E S P A R T I C I P A T I V O S ] . Es clara la desviación de la pureza de la técnica para generar una herramienta gráfi ca mixta y disponible para todos. Más aún, destaca cierta dimensión “sucia”, profundamente sarcástica, que se reelabo-ra sobre imágenes de la coyuntura para subvertir frases y evidenciar el reverso de las políticas públicas en los años del retorno de la democracia. Como en la pieza gráfi ca FIM Porongovanguardia (1984) que utiliza una imagen de la campaña pre-sidencial de Raúl Alfonsín reemplazando sus ojos con las cuencas de una calavera y colocando un hacha con la palabra FIM evocando la sensación terminal (“fi n”) y de recomposición de un espacio social fracturado, pero también aludiendo a los compromisos del país adquiridos con el Fondo Monetario Internacional y sus intentos de monopo-lización, de vulnerar la soberanía e impulsar la pri-vatización de las empresas nacionales. O también en la serigrafía Abusheada (1990), que convierte el rostro del entonces presidente norteamericano

fi g. 3. Hebe de Bonafi ni y Fernando “Coco” Bedoya serigrafi ando en Plaza de Mayo, Buenos Aires, 1984. Fotografía: Luis (militante de derechos humanos del que no se recuerda el apellido).

fi g. 4. Daniel Sanjurjo, Pare al FMI, Buenos Aires, 1985.

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de los años ochenta frente al confl icto armado interno —un escenario muy distinto al contexto que dio origen a fi nes de los años setenta al grupo Paréntesis y al Taller Huayco7—. En esos términos es posible pensar también el trabajo de provoca-ción gráfi ca que Herbert Rodríguez (exmiembro de Huayco) realiza desde 1982, siendo probable-mente el primer artista en introducir las imágenes del confl icto armado en su producción visual, hecha con materiales precarios —cartones, periódicos, maderas viejas y retazos de tela—. A través de la serigrafía y la fotocopia, Rodríguez propone una subversión de los códigos estéticos imperantes a través de un activismo cultural permanente durante aquellos años [▸V I O L E N C I A E S T R U C T U R A L ] .

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George Bush en el objetivo de tiro de una cáscara de plátano. La pieza fue realizada en ocasión de la visita de Bush a Argentina para encontrarse con el presidente Carlos Menem, en la cual el manda-tario norteamericano mostró su público respaldo a la política económica neoliberal en Argentina y solicitó su apoyo en el caso eventual de iniciarse la guerra en el Golfo Pérsico. En todos los casos se trataba de piezas producidas en apoyo a las movi-lizaciones sociales en las que el propio grupo tenía un papel activo, y especialmente en aquéllas con-vocadas por el Frente de Artistas del Movimiento al Socialismo (MAS), partido en el cual varios integrantes del grupo militaban.

Una forma distinta de acción gráfi ca surge en otros márgenes de la dimensión performativa de la serigrafía. El Taller NN (1988-1991), un grupo de arquitectos autodidactas (muchos de ellos antes involucrados en el colectivo Los Bestias durante 1984-1987) [▸U T O P Í A M E D I O C R E ] que arman plataformas a modo de talleres de discusión teórica y pro-ducción gráfi ca colaborativa en los que participan diversas personas, surge dentro de los procesos de radicalización estética detonados desde mitad

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fi g. 5. C.A.Pa.Ta.Co, FIM Porongovanguardia, Buenos Aires, 1984. Diseño: Emei, Fernando “Coco” Bedoya y Joan Prim.

fi g. 6. C.A.Pa.Ta.Co, Menem, Buenos Aires, 1989.fi g. 7. C.A.Pa.Ta.Co, Abusheada, Buenos Aires, 1990.

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públicos con la intención de propiciar encendidos debates que exigían tomar posición frente a la guerra interna. Para ello, el grupo invocaba un discurso comunista radical que usaba la poesía, la ironía y la ambivalencia como estrategias de desestabilización de las ideas en torno al confl icto.

Precisamente, es la transferencia de la técnica de la fotoserigrafía y de la serigrafía con papel calado que hace Herbert Rodríguez a los futuros integrantes del grupo lo que da origen al Taller NN, con quienes colabora el propio Rodríguez en sus primeros momentos. En su breve existencia, el Taller NN generó propuestas gráfi cas para obras de teatro y de cine, poemarios, conciertos de rock, así como múltiples piezas de agitación política que circularon de forma marginal en distintos circuitos populares e intelectuales. El grupo se caracterizó por recorrer diversos tipos de espacios (escenas de grupos anarcopunks y rock subterrá-neo, sindicatos y militancias de izquierda, colec-tivos de producción poética y teatral callejera), introduciéndose en ciclos de cine, asambleas, recitales, exposiciones artísticas y conversatorios

fi gs. 8-12. Taller NN, Carpeta negra, Lima, 1988.

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Uno de sus proyectos más decisivos es NN-PERÚ (1988), una carpeta de 16 fotocopias in-tervenidas con serigrafía, más conocida como la “Carpeta Negra”8. El proyecto propone un desmon-taje de los imaginarios ideológicos en una serie de retratos que insolentan los rostros de pensado-res y líderes de las varias izquierdas políticas del país (el retrato de Mao Tse Tung, los retratos de José María Arguedas y de José Carlos Mariátegui, el rostro de la militante senderista Edith Lagos y el retrato del Che Guevara), y un segundo bloque llamado “PERÚ DE EXPORTACIÓN”, que exhibe imágenes a modo de postales del horror que re-gistran las matanzas y las violencias extremas de esos años [▸F O S A C O M Ú N ] . En un sentido muy simi-lar a las demostraciones gráfi cas que impulsaba C.A.Pa.Ta.Co en las calles de Argentina en esos mismos años, el Taller NN realiza parte inicial de la producción de la “Carpeta Negra” al aire libre, en un Congreso de Arquitectura en Lima. NN monta un taller improvisado con mallas, tintas y fotocopias, involucrando a las personas en el pro-ceso y procurando desatar una discusión pública espontánea con aquellas mismas imágenes9. La “Carpeta” fue producida para ser luego repartida a precio de costo, de mano en mano, a intelectua-les, críticos culturales y fi guras políticas, activistas feministas y militantes de izquierda, escritores y líderes de opinión, a fi nes de 1988, en un intento de exigir una reformulación del lenguaje crítico que se estaba empleando para hablar y pensar so-bre el confl icto en un momento donde los discur-sos convencionales parecían tener poco o ningún

efecto. Aunque la “Carpeta Negra” no desató en su momento las reacciones esperadas, NN siguió produciendo una serie de materiales de agitación como Vallejo es una pistola al cinto (1989), realiza-da en colaboración con el poeta Roger Santivañez, tomando el título de un poema-manifi esto de 1984 del grupo peruano de poesía radical Movimiento Kloaka10. Esta pieza gráfi ca confrontaba la fi gura del poeta César Vallejo con las demandas “revo-lucionarias” de la época, interrogando no sólo la fi gura del escritor e intelectual en un proceso de guerra sino, además, el lugar ambivalente de un discurso comunista radical en el Perú de enton-ces representado por la insurgencia genocida de Sendero Luminoso, una facción clandestina del Partido Comunista peruano. Las imágenes de NN coquetean así de manera ambigua con la seduc-ción del propio discurso revolucionario. El grupo llevaría esa misma conceptualización como pro-yecto (fallido) a la 3ª Bienal de la Habana en 1989, gracias a una invitación del crítico cubano Gerardo Mosquera11. Allí NN realiza, entre otras, la pieza gráfi ca Vallejo Destrucción/Construcción (1989), la cual es vedada en más de una oportunidad

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fi gs. 13, 14. Taller NN en colaboración con Roger Santivañez, Vallejo es una pistola al cinto (fragmentos), Lima, 1989.

ACCIÓN GR ÁFICA

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por su reivindicación explícita de la iconografía comunista.

Ese empeño de confrontar los espacios y los agentes que participan en la disputa por el sentido de la memoria es en algo similar —aunque de un signo político distinto— al de otras iniciativas que surgen en simultáneo, como la publicación del li-bro grupal No al indulto, obediencia debida y punto fi nal, en Argentina, en la que participan alrededor de 80 artistas. El libro surge como una respuesta a las llamadas “leyes del perdón” que impidieron el procesamiento de militares involucrados en críme-nes contra los derechos humanos en la dictadura. Editado con un tiraje de 150 ejemplares, el libro circula a través de fotoduplicación entre los artis-tas participantes, y son entregados a periodistas, organismos de derechos humanos e instituciones. Una iniciativa que seguiría replicándose en los años siguientes12. Esas formas de publicación alter-nativa incorporaban varios cuestionamientos so-bre los alcances de la técnica del grabado, siendo la fotocopia una de las herramientas más emplea-das al ser un recurso económico y de producción rápida, y que se constituyó como una importante respuesta crítica a las imágenes difundidas en formatos impresos como la prensa y la publicidad.

Es posible pensar la experiencia de estos colectivos como la emergencia de formas de pro-ducción gráfi ca que entrecruzan con ambivalencia y sarcasmo la iconografía política, el imaginario visual urbano y las imágenes de los medios de comunicación. Así, la experiencia de grupos como GAS-TAR, C.A.Pa.Ta.Co y la del Taller NN, pero

también de otros colectivos como Ánjeles Negros y la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ)en Chile, el trabajo individual de artistas como Herbert Rodríguez y Juan Javier Salazar en Perú, o las intervenciones gráfi cas de Ral Veroni y Juan Carlos Romero en Argentina, desborda las formas clásicas de la serigrafía entendida como herra-mienta de comunicación popular hacia un modelo de acción donde respuesta gráfi ca y diversas for-mas de activismo se intersectan. Se trata de formas de ocupación estética —aunque claramente diferen-ciadas por el signo político al cual cada una res-ponde— que redefi nen de forma radical el papel de la imagen en el marco de nuevas insurgencias so-ciales, forzando a reconstituir una esfera pública a través del retorno deliberado de ideas, demandas y cuerpos beligerantes que entonces los discursos ofi ciales procuraban mantener apartados.

ML

Agradezco los valiosos aportes y comentarios de Ana Longoni, Fernanda Carvajal y Jaime Vindel durante el ensamblaje de ideas y escritura de este texto.

NOTAS1 Ana Longoni, “La conexión peruana”, en ramona, Buenos

Aires, diciembre de 2008, pp. 15-22.2 Es signifi cativa la conexión inicial del Taller E.P.S. Huayco

con el crítico cultural Mirko Lauer, uno de los impulsores en Lima de la teoría social del arte surgida a fi nes de los años setenta y que tuvo importante infl uencia en los primeros años de los ochenta. Ver Luis Freire, “Teoría social del arte supera estética marxista tradicional”, en El Diario de Marka, Lima, 8 de agosto de 1981, p.18; y también Sebastián Gris (Gustavo Buntinx), “Está naciendo algo: Una entrevista con Mirko Lauer”, en Quehacer, Lima, nº 19, octubre de 1982, pp. 118-127.

3 Ver Gustavo Buntinx (ed.), E.P.S. Huayco–Documentos, Lima: CCE, MALI, IFEA, 2005.

4 “Manifi esto”, en Contacta 79 (afi che), Lima, 1979. El Manifi esto también enfatiza la propuesta de “apoyar las nuevas formas de acción social de las artes en el trabajo colectivo y los talleres grupales”.

5 Rodrigo Quijano, texto de sala en la exposición Clave VE, Taller ABIERTO de Fernando “Coco” Bedoya en la Sala Luis Miró Quesada Garland, Lima, marzo de 2008.

6 Son decisivos los vínculos entre la escena argentina y peruana a través de la fi gura de Fernando “Coco” y la recu-peración del concepto “Arte al Paso” (del peruano Taller E.P.S. Huayco) por los colectivos argentinos GAS-TAR y C.A.Pa.Ta.Co, a través de sus gráfi cas e intervenciones [▸S O C I A L I Z A C I Ó N D E L A R T E ] .

7 Ver Miguel A. López, “Discarded Knowledge. Peripheral Bodies and Clandestine Signals in the 1980s War in Peru”, en Ivana Bago, Antonia Majaca y Vesna Vukovic (eds.), Removed from the Crowd: Unexpected Encounters I, Zagreb: BLOK y DeLVe – Institute for Duration, Location and Variables, 2011, pp. 102-141. Ver también Gustavo

fi g. 15. Taller NN, Vallejo Destrucción/Construcción, maqueta para el cartel presentado en la 3ª Bienal de La Habana, Lima, 1989.

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Buntinx, “El poder y la ilusión: Pérdida y restauración del aura en la ‘República de Weimar Peruana’ (1980-1992)”, en Gabriel Peluffo (coord.), Arte latinoamericano actual, Montevideo: Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, 1995, pp. 39-54.

8 Los integrantes de NN en este proyecto fueron: NN Nenadu (Jennifer Gaube), NN Papalucho (José Luis García), NN El-Lío (Elio Martuccelli), NN Depreche (Claudia Cancino), NN Negrita (Michelle Beltrán), NN Acarajo (Alex Ángeles), NN A-C-Falo (Alfredo Márquez), NN Detuchino (Enrique Wong), NN Kafarlitos (Carlos Abanto), y NN Pervert (Herbert Rodríguez).

9 Miguel A. López, “Revolución Cultural y Orgía Creativa: El Taller NN (1988-1991). Entrevista con Alfredo Márquez”, en Illapa, Lima, Instituto de Investigaciones Museológicas y Artísticas de la Universidad Ricardo Palma, 2011, nº 8, pp. 42-58. Versión online incluida en Tercer Texto 2 “Nuevas formas de antagonismo artístico-político en América Latina”, Ana Longoni y Miguel López (eds.), en http://www.tercertexto.org.

10 Ver Movimiento Kloaka, Vallejo es una pistola al cinto, Lima, abril de 1984. Reproducido en Juan Zevallos Aguilar (ed.), MK (1982-1984): Cultura juvenil urbana de la posmodernidad periférica, Lima: Ojo de Agua, 2002, p. 89.

11 Sobre ello ver Rachel Weiss, “Alex Ángeles y Alfredo Márquez in conversation with Rachel Weiss, January 2009”, en Rachel Weiss (ed.), Making Art Global (Part 1). The Third Havana Biennial 1989, Londres: Afterall Books, Academy of Fine Arts Vienna, Van Abbemuseum, 2011, pp. 228-236.

12 Ya desde los años sesenta, las redes de arte correo y las publicaciones experimentales apuntan a distribuir materia-les gráfi cos a los organismos de derechos humanos, en un ejercicio constante de denuncia de las dictaduras militares [▸I N T E R N A C I O N A L I S M O S ] .

DELINCUENCIA VISUAL

Obras efímeras, obras frágiles, no coleccionables,

inventos fallidos, mentiras: no hubo obra1.

Acción gráfi ca como parodia. Ésa podría ser una de las defi niciones de “delincuencia visual”, un térmi-no que brota tanto de hormas propias de la cultura militante como de los procedimientos irónicos de la subcultura. La fórmula es acuñada por los Ánjeles Negros, colectivo formado en 1989 en Santiago de Chile por Jorge Cerezo, Gonzalo Rabanal y Patricio Rueda, como condensación de una “sensibilidad mirista-punk en clave posmo-pastiche”2. Postulada por el trío como acción gráfi ca antiheroica en clave de género negro, la “delincuencia visual” operaba en los límites del simulacro.

Marcados por el tránsito de la militancia política hacia la subcultura del underground, desvinculados de los espacios de formación y legitimación artís-tica regidos en aquellos momentos por el retorno a la pintura, los Ánjeles Negros se conectan con las fi guras y territorios del arte como outsiders. En este sentido, la “delincuencia visual” contrapone gráfi ca y pintura y, con ello, busca impugnar a la pintura por segunda vez, pues su disputa se dirige a la pintura del auge transvanguardista, que surge a comienzos de los ochenta cuando el experimentalismo visual de la Escena de Avanzada ya ha declarado el fi n de la pin-tura en su crítica y quiebre respecto a la generación de pintores informalistas de los setenta. Y es que “ese ‘fi n’ y ese ‘retorno’ [de la pintura] eran parte de un mismo tiempo convulso, hecho de desvíos, des-amparos y reposicionamientos”3 [▸F O S A C O M Ú N ] .

Del mismo modo, identifi cándose con los ges-tos rupturistas que el CADA o las acciones de Lotty Rosenfeld dirigen a una institución artística en la que la pintura ocupaba un lugar primordial, los Ánjeles buscaron su propia puesta en cuestión del marco y la tela. Pero si la historia se presenta primero como tra-gedia y luego como farsa, los Ánjeles Negros fueron confi gurados por el enredo de la farsa.

Como señala Gonzalo Rabanal, los Ánjeles Negros se plantean a sí mismos como delincuentes visuales de la plástica chilena:

El delincuente visual es el voyeur, el artista que mira

y que produce un soporte de mirada que incluye el

fuera de campo del cuadro y que genera en esa otra

superfi cie de la mirada un campo de acción4. fi gs. 16, 17. Varios autores (post-NN), España, aparta de mí este cáliz (anverso y reverso), Lima, 1992.

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Ese otro campo de acción es, para los Ánjeles Negros, la ocupación gráfi ca del eriazo, el túnel urbano, los circuitos de transacción ilegal propios de las econo-mías residuales de la ciudad sitiada, pero también los intersticios de la institución artística.

En la intervención Diez puntos tiene tu herida (1989), los Ánjeles Negros hacen uso de los elemen-tos de agitación y propaganda —el afi che serigrafi a-do, el manifi esto fotocopiado— para marcar lugares de tráfi co (tráfi co sexual, de sustancias ilegales) e identifi car los puntos que trazan una dark zone en la ciudad. En una de estas señalizaciones, el muro urbano es recortado por un marco para señalar un territorio de circulación ilícita y mostrar así aquello que excede lo enmarcado, lo que queda fuera de marco. Donde debía ir la tela, hay un afi che serigra-fi ado con la imagen pop de un chicano empuñando una navaja5. Junto a él, un manifi esto que llama a rasgar el soporte pictórico: “la marca rompe la tela, no la de la camisa sino la del cuadro”. En su soporte efímero y mínimo, la imagen de la tela apuñalada da forma a una pulsión que casi funciona como reverso de la pulsión pictórica de la transvanguardia en su “vuelta a la sensibilidad” como relevo del intelectua-lismo de la Avanzada. Sólo que el gesto de los Ánjeles Negros formula un discurso directo, agresivo y de trazos gruesos, más semejante al código de un có-mic de género negro que al del regocijo gozoso que marcó cierta obra pictórica de la época.

Otro elemento de la delincuencia visual es el autoboicot como medida efectista. Así sucede en la participación del grupo en las Intervenciones en el espacio urbano, organizadas por el Instituto Chileno Francés. En ese marco, como un modo de tensionar el evento, los Ánjeles Negros intervienen sin permi-so municipal un paso bajo nivel que por las noches

deviene pasadizo tránsfugo de prostitución mascu-lina. Autodelatándose, el trío convoca a la policía provocando un pequeño escándalo que logra tener cobertura de prensa. Ante la publicidad del suceso y de ciertos signos ambiguos de la instalación6, el Instituto Chileno Francés retira su apoyo al grupo, que queda así relegado del evento. Como resultado, la intervención policial, la inscripción en la prensa y el veto institucional fueron postulados por los Ánjeles Negros como prolongación y consumación de su obra.

Más tarde, el 8 de marzo de 1990, en la Cárcel de Mujeres de Santiago, realizan Puta o Santa, que consiste en la instalación —sobre un muro externo del recinto carcelario— de 16 módulos de distintos materiales (cartón, plumavit, loza, zinc, acrílico) con dimensiones de 43 x 28 cm formando la imagen de una niña en su primera comunión. Es interesante notar que ya en su nombre, Ánjeles Negros, el trío busca “refl ejar la zona de santidad inserta en la franja negra del tráfi co y la corrupción generada por la institución”7. En esta clave se entiende la leyenda “Puta o Santa” inscrita en la imagen impresa sobre distintas materialidades. A la vez, la acción busca tensionar plásticamente, con un discurso conser-vador sobre los destinos de la mujer, el acto que se realizaba a unas cuadras del lugar (en Plaza Italia) por las celebraciones del día de la mujer, que durante la dictadura había cobrado un signifi cado especial como hito de apertura de las movilizaciones de cada año. Y es que el grupo —como se ve también en la intervención en el paso bajo nivel antes refe-rida— concibe como una estrategia de humor negro reivindicar lo delictivo, pero con un discur-so que habla desde la oficialidad. Poco después de fina lizar la acción, los gendarmes del recinto arranca ron los paneles del muro. Nuevamente, los Ánjeles Negros consiguen que las fuerzas del orden intervengan en sus acciones: logran mostrar a los gendarmes “cumpliendo su deber” y situarse a sí mismos en el lugar de la infracción, dando nueva-mente un matiz performativo a la fórmula “delincuen-cia visual”.

Trío maldito, rufi anes, ovejas vestidas de lobos, los Ánjeles Negros hacen del engaño una estrategia de arte. Pero entre la parodia y el gesto exhibicio-nista, entre la impronta antiinstitucional y el deseo de reconocimiento, algo queda abierto y los Ánjeles Negros, que parecen querer tocar el territorio de la transgresión, no terminan de lograr que sus acciones sean así codifi cadas en el terreno artístico. Son impostores artísticos, farsantes, outsiders.

fi g. 1. Jorge Aceituno, Los Ánjeles Negros pegando un afi che dentro de un marco instalado en un muro urbano, Santiago de Chile, 1989.

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GENEALOGÍAS: ENTRE LA PARODIA POSMODERNA

Y LA ACCIÓN ACTIVISTA

Es posible hacer una arqueología del concepto “delincuencia visual” volviendo la mirada sobre los colectivos en los que participaron previamente y por separado los miembros de los Ánjeles Negros: Agrupación de Plásticos Jóvenes, El Piano de Ramón Carnicer, Luger de Lux, Rifi fí, Homan Hou Yeah, cada uno de los cuales pone énfasis ya en las estrategias militante-callejeras o bien en los usos de la parodia, lo cual muestra que la fórmula “delin-cuencia visual”, en sus diversos matices, permite ser ampliada para enmarcar diversas prácticas. Como disposición hacia la falta, en su sentido de carencia pero también de supresión o quebrantamiento de la regla, la delincuencia visual es una estrategia que desde la precariedad de recursos como la fotocopia y la serigrafía, serializados y de batalla, desde el gesto mínimo, modesto y en ocasiones casi imper-ceptible de intervención en el espacio urbano, busca infringir la omnipotencia de la mirada que la dictadu-ra quiere arrogarse, fi sura su régimen de visibilidad desdoblado entre la vigilancia y el espectáculo. Si la dictadura se apoya en la fi cción del poder omnímo-do de la imagen, la delincuencia visual propone una visualidad nocturna: señaliza lo que está en las som-bras, descompleta las imágenes e iconos ofi ciales, usurpa los muros de la ciudad sitiada.

ICONOCLASTAS

El colectivo El Piano de Ramón Carnicer8 (Godoy, Meschi, Oyarzún, Rueda, Zañartu) no interviene en el espacio de la calle, sino en los espacios under de exhibición artística, como la galería Bucci, y su principal estrategia de intervención es la parodia de los emblemas nacionales. Por ejemplo, en la muestra colectiva Perdimos la patria pero ganamos un lugar en la foto realiza un trabajo iconoclasta que busca “reescribir la iconografía heroica del imaginario popular patriota”9, tomando fi guras históricas para parodiar a los militares en el poder. En la misma línea que las operaciones que el colectivo argentino C.A.Pa.Ta.Co o el peruano Taller NN realizan sobre iconos de la tradición de la izquierda, o de las interven-ciones que ejecuta Ral Veroni sobre los afi ches de Carlos Menem, El Piano de Ramón Carnicer intervie-ne con colores, frases y objetos, imágenes seriales de los próceres que se identifi can con un imaginario nacionalista y de derecha, haciendo aparecer a

O´Higgins (“libertador” de Chile) como neopunk, o una imagen de Prat (“héroe” de la Guerra del Pacífi co que Chile entabla contra Perú y Bolivia) con look new wave y la consigna “Prat is Heroine”. Aquí, la delin-cuencia visual se ve como “transgresión autorizada” que legitima y subvierte a la vez lo que ella parodia10. La parodia puede así “ser empleada como una técni-ca autorrefl exiva que llama la atención hacia el arte como arte, pero también hacia el arte como fenómeno ineludiblemente ligado a su pasado estético e inclu-so social”11.

GUERRILLA VISUAL

Por su parte, la vocación gráfi ca de la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) —en la que colaboró Patricio Rueda— puede considerarse como otro de los antecedentes del concepto de “delincuencia visual” enunciado por los Ánjeles Negros. La APJ se constituye en 1979 en Santiago de Chile como una plataforma de creación encabezada por Havilio Pérez y Alberto Díaz y conformada, principalmente, por estudiantes universitarios que confl uyen en una práctica estética disidente.

En la producción artística de la APJ, marcada por la vivencia a la sombra de una dictadura militar,

fi g. 2. C.A.Pa.Ta.Co, Llamada a pata. Arte al paso, Buenos Aires, ca. 1990. Diseño: Daniel Sanjurjo.

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convergen la necesidad de comunicar y la búsque-da de nuevas retóricas visuales. Su trabajo cubre diversos formatos y soportes: el muralismo, la esce-nografía, las acciones de arte y, de manera predomi-nante, la acción gráfi ca. La exploración gráfi ca de la APJ encuentra su formato privilegiado en el cartel, produciendo un quiebre en los códigos visuales del cartel político de los setenta, desarrollado fundamen-talmente durante la Unidad Popular. La ilustración, la fotografía en alto contraste, el uso de una amplia gama de colores y la pregnancia del afi che de los setenta son reformulados con el uso del negro, la fotografía documental y una estética fragmentaria donde la experimentación en torno al recurso mínimo inunda la obra, situándola en medio de una margina-lidad visual. Su propuesta es concebir la acción grá-fi ca como una acción a pulso, como un dispositivo artístico de contracultura que exige la complicidad de un receptor activo. Ejercicio colectivo que trans-grede y agrede la fi ereza de un estado policiaco que pretende bloquear los cauces del arte. Durante los nueve años de trayectoria de la APJ, su arte fue acto delictivo y militante, de subversión y compromiso.

En palabras de Havilio Pérez, la APJ es el “resul-tado de la libertad reprimida, y justamente por ello la agrupación se concibe como un ejercicio permanente de libertad”12. Delinquir es aquí recuperar lo robado, es reapropiarse de la libertad mediante las prácticas que constituyen un modo particular de organizarse. Como forma asociativa no partidista, la APJ cimenta nuevos marcos de articulación, ajenos tanto al secta-rismo ideológico como a las estrategias de disciplina-miento creativo. Es en el hacer organización —hacer sociedad— donde se despliegan nuevas formas de corroer la hegemonía imperante en un quehacer colectivo libre de imposiciones político-estéticas.

Se trata de una agrupación entendida como una “guerrilla visual”13 que se opone al régimen con una práctica simbólica delictual que debe hacerse cargo de la clandestinidad como escenario de su quehacer. Las tácticas de seguridad que de esta situación se derivan impactan el carácter de la obra: desde las técnicas de su producción hasta los modos de su emplazamiento. Así, a través de reuniones sin espa-cios fi jos, de contactos y direcciones memorizadas, de carteles pegados en la locomoción colectiva, de mensajes en billetes y manos cubiertas con bolsas para resguardar las huellas de sus acciones disiden-tes, la APJ recoge los restos de una cultura arrasada para infectar y contaminar los espacios públicos hi-gienizados por el régimen en su cruzada de limpieza y blanqueamiento.

En su programa resulta fundamental la crítica a la exclusividad de los circuitos tradicionales del arte y la voluntad de desplegar su trabajo en los espacios de mayor confl ictividad social, dialogando tanto con la escena artística como con el malestar social. El diseño, ejecución y difusión de sus intervenciones plásticas nace de un ejercicio colaborativo y de la

fi g. 3. Agrupación de Plásticos Jóvenes, 1° de Mayo, Santiago de Chile, 1981.

fi g. 4. Agrupación de Plásticos Jóvenes, En Materia de Orden General, Santiago de Chile, 1981.

fi g. 5. Agrupación de Plásticos Jóvenes, Pliego Nacional de los Trabajadores, Santiago de Chile, ca. 1981.

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socialización de sus técnicas de producción, nutrido de vínculos estables con la sección cultural de cier-tos sindicatos (particularmente con los trabajadores de la construcción, textiles, gráfi cos y metalúrgicos), con organizaciones juveniles poblacionales, estu-diantiles y comisiones de derechos humanos.

La serie de tres banderas constituida por Pliego nacional de los trabajadores, 1° de Mayo y En materia de orden general, realizadas por la agrupación en el año 1981, utiliza tanto la accesibilidad de la fotocopia-dora como la autonomía de la serigrafía para gene-rar una gráfi ca mixta en el marco de una precariedad cargada de experimentación. La falta de recursos dio cabida al ejercicio del reciclaje —operación de corte y resignifi cación— de diarios y revistas. Descontextualizar dichos materiales corresponde a una acción delictiva de contrainformación que desmonta el discurso ofi cial. Temáticamente, la serie expuesta aborda la lucha por los derechos de los trabajadores mediante imágenes de la prensa ofi cialista y textos legislativos del régimen, que son invadidos por consignas, grafi smos y fotografías de medios no ofi ciales que desvelan el estado de represión y marginación social.

La violación del medio ofi cial como estrategia de resistencia será un tópico constante en la acción gráfi ca de la APJ para convertirse en un código ideológico que busca establecer un ellos y convocar a un nosotros. De esta forma, la gráfi ca se convierte en un soporte de códigos visuales que subvierten la estética de la dictadura. Lo anterior se manifi esta en el uso del negro como “cultura de muerte, rabia, malestar, lucha y demanda”14, a modo de contra-punto de las políticas de blanqueamiento imperan-tes, además de la saturación y fragmentación visual entendidas como contestación a las operaciones de orden y limpieza que invadían la ciudad.

La serie referida favorece la bandera chilena como constante iconográfi ca. Se apropia de una insignia patria que ha sido concebida como emble-ma militar privilegiado en el devenir simbólico del Estado dictatorial. El hurto de este signo bandera, para ser plasmada como signifi cante visual sobre las denuncias de los trabajadores, manifi esta una demanda que supera una noción sindical y captura un sentimiento inminente en el Chile de la resistencia: la necesidad de recuperar lo propio de una nación que ha sido violentamente despojada de su gente.

Violentando el signifi cante es posible dotarlo de nuevos signifi cados dando paso a una operación de vaciamiento y reformulación de sentido donde se descompletan y resignifi can los signos dominantes.

La APJ delinque, resiste al margen tanto de los códigos tradicionales del arte como de la normativi-dad autoritaria; resiste a través de un despliegue crítico de lo retórico, lo técnico, lo material y lo orgá-nico, hilando nuevas subjetividades político-estéticas.

CODA

A inicios de la década de los ochenta, cuando comienza a rearmarse un movimiento político de oposición a la dictadura en Chile, la APJ genera operaciones de descontextualización y desmontaje simbólico, que se sostienen en la confi anza en que la infracción sobre los signos que la dictadura ha confi scado puesta al servicio de los movimientos sociales pueda constituir una práctica de resisten-cia efectiva. En cambio, las ocupaciones gráfi cas de los Ánjeles Negros, surgidas en el momento de transición democrática, no portan consigo ningún mesianismo. La “delincuencia visual”, como parodia y simulacro, no se inscribe en un horizonte político-militante, sino que parece más bien un gesto que se agota en sí mismo. Como dice Jaime Lizama, las ac-ciones de los Ánjeles Negros no terminan de inscribir-se en un régimen preciso de sentido o signifi cación, parecen tener “el afán de intervenir los espacios por el puro placer de la provocación”15, lo que, por mo-mentos, hace que su práctica tienda a fundirse con su estrategia de posicionamiento respecto a la insti-tución artística. Considerando estas diferencias, cabe preguntarse qué utilidad podría tener un concepto como “delincuencia visual”, que puede abarcar un barrido tan amplio de prácticas que, en ocasiones, parecen incongruentes entre sí. “Delincuencia visual” es un concepto que tiene la facultad de nombrar dos regímenes visuales que fi suraron la visualidad omnímoda del régimen dictatorial: la épica del des-montaje crítico de los signos, que busca contribuir a confi gurar la protesta social, y el antiheroísmo de la parodia, la burla y la recodifi cación grotesca de las formas ofi ciales, que tiene la facultad de desacralizar y desdramatizar la omnipotencia dictatorial al poner en cuestión el traspaso transparente de su ideología. La “delincuencia visual” enlaza así distintos vértices que nos hablan de operaciones divergentes que convivieron durante la década, estrategias nihilistas o mesiánicas que entran en un juego de comple-mentariedades que nunca llegan a ensamblarse ni a superarse, sino que dejan un excedente inasimilable como expresión de la impronta trágica, irresuelta, que marcó la década.

NC, JM, AK, FC

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NOTAS1 Gonzalo Rabanal, Ánjeles Negros. 2 Así defi nen Ana María Saavedra y Luis Alarcón el trabajo de

los Ánjeles Negros en el catálogo Acción Cerezo/Chinatown, Santiago: Galería Metropolitana, 2011. El término “mirista” refi ere el hecho de que Cerezo, Rabanal y Rueda habrían militado durante los años ochenta, cada uno por su cuenta, en el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR).

3 Federico Galende, Filtraciones II. Conversaciones sobre el arte en Chile (de los 80 a los 90), Santiago: Arcis, 2009, p. 9.

4 Entrevista a Gonzalo Rabanal realizada por Fernanda Carvajal en julio de 2009.

5 Recodifi cación en clave pop del sujeto residual del sistema neoliberal que sustituye al extremista político en la señaliza-ción social del terrorista.

6 Según los testimonios, habría dos elementos que habrían causado el rechazo de la acción: el primero sería que en la fotografía que acompaña la nota de prensa se leía un rayado que decía “Pinochet Salvador de Chile” y el segundo, la homo-fobia de la acción dada por la inclusión de la imagen del expre-sidente Carlos Ibáñez del Campo, quien habría encabezado la persecución y matanza de homosexuales durante su gobierno.

7 Marco Antonio Moreno, “Delincuencia visual para reivindicar la chilenidad. Los Ánjeles Negros”, en Página Abierta, Santiago de Chile, n° 13, abril-mayo de 1990.

8 En el nombre del colectivo hay ya una referencia al uso paró-dico de los emblemas nacionales: Ramón Carnicer es el autor del himno nacional de Chile.

9 Entrevista a Patricio Rueda realizada por Fernanda Carvajal y Andrés Keller en abril de 2011.

10 Para Linda Hutcheon, esta ambivalencia es justamente lo que hace de estas operaciones “un vehículo listo para las contra-dicciones políticas del postmodernismo en general”. Linda Hutcheon, “La política de la parodia postmoderna”, en Criterios, La Habana, julio de 1993, pp. 187-203, en http://www.criterios.es/coleccion/colpostmodernismo.htm, p. 8.

11 Ibíd., p. 9. 12 Entrevista a Havilio Pérez Arancibia realizada por Javiera

Manzi, 12 de marzo de 2012.13 Entrevista a Havilio Pérez Arancibia realizada por Javiera

Manzi, 11 de abril de 2012.14 Havilio Pérez Arancibia, Archivo personal: El cartelismo en

dictadura. Entrevista realizada por Nicole Cristi, en Nicole Cristi, El cartelismo en dictadura, tesis de licenciatura en la Escuela de Diseño de la Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2011.

15 Jaime Lizama, “El arrebato de la ciudad”, en Revista Crítica Cultural, Santiago de Chile, n° 19, noviembre de 1999, pp. 42-44.

VIOLENCIA ESTRUCTURAL

A través del concepto de “violencia estructural” el artista peruano Herbert Rodríguez (exintegrante del Taller E.P.S. Huayco) realiza, desde mediados de los años ochenta, una serie de campañas de intervención a través de fotocopias, murales-collage y precarias instalaciones que exploran las causas ylas manifestaciones de la violencia en medio del confl icto armado interno. Ya en 1982, Rodríguez sería uno de los primeros en introducir en sus obras imá-genes de los cadáveres, coches bomba, fosas comu-nes y la “guerra sucia” implementada por los grupos subversivos y las fuerzas del Estado, generando desde entonces un archivo de fotografías y textos tomados de los medios de comunicación de masas que luego le servirían para sus operaciones públicas de denun-cia1. Así, a lo largo de toda la década, su trabajo será una de las presencias más rabiosas e incómodas para la escena artística local por su crítica abierta al “buen gusto” y al sistema de galerías, y su fi rmeza en señalar el silencio y la complicidad de la clase media urbana que pasaba por alto los crímenes cometidos en la sierra sur del país.

Su alejamiento de la escena artística por va-rios años, a partir de 1984, coincide con una etapa experimental en la cual radicaliza su lenguaje lle-vando a otros lugares sus ensamblajes y estéticas del reciclaje, realizando talleres e intervenciones urbanas junto con el colectivo de arquitectura Los Bestias. Rodríguez acompaña entonces las primeras incursiones del colectivo a través de los primeros “Bestiarios”, pequeños festivales de arte multidisci-plinario y participativo en los que produce ambien-taciones efímeras, objetos y escenografías para

fi g. 1. Herbert Rodríguez, Violencia Estructural, Lima, 1987.

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los genocidios y las masacres en un elemento más del espectáculo cotidiano. Al mismo tiempo en que palabras como violación, miseria, tortura, contamina-ción, delincuencia, asesinatos, racismo, desempleo, corrupción, machismo, etc., volvían para hacer más fehaciente que nunca el vocabulario del horror en que el país se encontraba sumergido. “No nos importa caminar sobre cadáveres si de triunfar se trata” era una de sus más explícitos y elocuentes eslóganes en aquellos años3.

La noción de violencia estructural en la obra y en el discurso de Rodríguez emerge en esos momen-tos como una manera de enfrentar el autoritarismo estatal y la violencia de Sendero Luminoso4. Aquel concepto permitía no sólo señalar las desigualdades constitutivas de las relaciones sociales de un país con un legado colonial irresuelto, sino, además, confrontar el sentido común de la violencia subversiva, la cual justifi caba la pertinencia de sus acciones represoras con la excusa de combatir la “injusticia social–pobreza de mayorías” instalada en el país. Para Rodríguez, la identifi cación de este falaz argumento era una posi-bilidad de “desactivar a Sendero Luminoso”. Es decir,

eventos y conciertos. Posteriormente colabora en uno de los experimentos más signifi cativos de aque-lla década: la Carpa Teatro del Puente Santa Rosa, impulsada bajo la gestión municipal de Alfonso Barrantes (Izquierda Unida). La Carpa, ubicada en el centro de Lima e inaugurada en 1986, albergó conciertos de rock, talleres de educación popular, presentaciones de teatro y activismo cultural con un espíritu libertario y anarquista de genuina creación colectiva2. Rodríguez, quien fuera contratado para organizar el Taller de Arte de la Carpa Teatro, parti-cipó activamente en sus distintas actividades produ-ciendo carteles, banderolas y diversos manifi estos de carácter político-lúdico, en simultáneo a una serie de escenografías que realiza para conciertos subtes, en las que despliega una estética que combina el delirio, la indignación y el asco.

Si bien desde sus inicios Rodríguez exige un arte con compromiso ético, es hacia mediados de los años ochenta cuando sus viscerales propuestas gráfi cas alcanzan su punto más álgido en sus colla-ges y fotomontajes neodadá y agit-prop, los cuales desplaza poco después hacia los muros de las calles. La combinación de imágenes de sexo, cadáveres, religión y muerte, todos recortes de la prensa sen-sacionalista, articulaba un reclamo brutal sobre la manera en que la sociedad de consumo convertía

fi g. 2. Herbert Rodríguez, Proyecto ARTE/VIDA. Intervención en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Pasadizo de la Facultad de Letras, Lima, 1989.

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por un lado, poniendo en evidencia los efectos empo-brecedores y destructores de las acciones de Sendero Luminoso en las comunidades populares a quienes decían representar y, por otro, mostrando cómo una adecuada intervención gubernamental con capacidad de responder a “las necesidades de [las] mayorías [haría] desaparecer [la] excusa para la violencia”5.

Ya sea en la forma de manifi estos o de abigarra-dos carteles, monotipias, serigrafías, ensamblajes y collages, este concepto reaparece en múltiples soportes y escenarios. Uno de los más importantes fue la presentación visual que realizó en colaboración con el Taller NN para acompañar, en 1986, la pre-sentación del Informe de la Comisión Investigación Sobre los Sucesos de los Penales presidida por el congresista Roberto Ames para investigar las ejecu-ciones extrajudiciales de varios presos rendidos luego de un gran motín en tres cárceles de Lima en junio deese año, también conocida como la “matanza de los penales”. También aparece de forma continua en los murales-collage impulsados por Rodríguez en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; colabo-rando con el llamamiento para impulsar acciones de denuncia que hace la Coordinadora por la Defensa de San Marcos; e impulsando grandes intervencio-nes colectivas que combatieron abierta y valiente-mente las pintas de propaganda de Sendero Luminoso y sus campañas de represión y amedrentamiento a la comunidad universitaria. Estos murales-collage de Rodríguez, los cuales fueron una manera de ha-cer frente a la impunidad, dieron forma a su Proyecto ARTE/VIDA (1989-1990), en el que participaron diver-sos colaboradores (Zenón de Paz, Susana Torres, Telma Rossi, entre varios otros) con quienes llenó de pintura, fotocopias, carteles y esténciles los espacios

públicos con frases y consignas que desafi aban el desánimo y el miedo6. Rodríguez participa también, a través de nuevas instalaciones e intervenciones, en la campaña “Perú, Vida y Paz” (1989-1990), impul-sada por diversos grupos de la sociedad civil y apoya-da por distintos sectores políticos, agentes culturales y líderes de opinión.

La aparición del concepto de violencia estruc-tural en las obras de Rodríguez era una manera de poner el dedo en la llaga de una violencia que no provenía únicamente de los grupos subversivos y las fuerzas de seguridad del Estado, sino que estaba enraizada en el largo abandono en que las élites del país habían sometido a muchas comunidades andi-nas e indígenas de las provincias. En realidad, su de-manda visual era la exigencia de un comportamiento ciudadano ético que asumiese el ánimo de rebelión como una forma de sobrellevar el clima de muerte y que permitiese alterar las dinámicas sociales basa-das en el individualismo y la indiferencia.

ML

NOTAS1 Ver Gustavo Buntinx, “Rodríguez: Una agresión permanente”,

en La República, Lima, 4 de diciembre de 1982.2 Para una crónica sobre el grupo Bestiarios, ver Elio Martuccelli,

“La arquitectura y el desborde urbano”, en Arquitectura para una ciudad fragmentada. Ideas, proyectos y edifi cios en la Lima del Siglo XX. Lima: Universidad Ricardo Palma, 2000.

3 Comunicación personal. Mayo de 2012.4 Este concepto fue desarrollado desde los años sesenta por el

teórico noruego Johan Galtung, siendo recuperado al fi nal de los años ochenta por el sacerdote jesuita y profesor peruano Felipe Mac Gregor para llevar a cabo un análisis crítico y social de aquel momento. Ver Johan Galtung, “Contribución especí-fi ca de la irenología al estudio de la violencia y su tipología”, en VV. AA., La violencia y sus causas, París, Unesco, 1981, pp. 91-106.Ver también Asociación Peruana de Estudios e Investigación para la Paz, Siete ensayos sobre la violencia en el Perú; Felipe E. Mac Gregor y José Luis Rouillón (eds.), Lima: La Asociación, 1985.

5 Comunicación personal. Mayo de 2012.6 Ver Herbert Rodríguez, “Murales-Collage. San Marcos, Carmen

de la Legua y Grupo Lennon de Maranga. Sobre la experiencia”, en María Angélica Cánepa, Esquinas, Rincones y Pasadizos, bosquejos sobre juventud peruana, Lima: Instituto Bartolomé de las Casas, 1993.

fi g. 3. Herbert Rodríguez, periódicos murales de la campaña Perú, Vida y Paz y Manifi esto “Pudo zer Peor”, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, Lima, 1990.

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ACCIÓN RELÁMPAGO

El primer modo de entender el carácter “relám-pago” de las acciones desplegadas por Mujeres por la Vida y el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo (MCTSA) ha de partir de una descripción de las razones coyunturales de la duración de sus acciones, cuya premura y fugaci-dad se vinculaba a la persistencia, durante los ochenta, de la represión practicada por la dicta-dura desde el golpe militar que permitió hacerse con el poder a Augusto Pinochet. El deseo de escapar a las detenciones y represalias ejercidas por las fuerzas policiales debía conciliarse con la necesidad de intervenir en el espacio público con el objetivo de visibilizar no sólo determinados problemas que atentaban contra los derechos humanos (la denuncia de la tortura, en el caso del MCTSA) o contra el rol social de la mujer (Mujeres por la Vida), sino de rasgar la normalidad implan-tada por la prolongación indefi nida del estado de excepción golpista con acciones que, a modo de síntomas resistentes, impugnaran la legitimidad del régimen. Las modalidades más recurrentes dentro de las acciones relámpago desarrolladas por el MCTSA fueron los cortes de tráfi co mediante la creación de cadenas humanas, el uso de lienzos reivindicativos y el recurso a las letanías como modo de asir la denuncia a la cadencia repetitiva de la voz. En el caso de Mujeres por la Vida nos encontramos con un repertorio más amplio, que

incluye desde las marchas de mujeres confl uentes en un punto de la ciudad al señalamiento de encla-ves simbólicos en las luchas por la defensa de los derechos humanos en Chile, pasando por aquellos dispositivos en los que la reivindicación feminista de la mujer como agente político activo se tornaba más explícita.

Además de este rasgo coyuntural que explica la corta duración de las acciones de ambos colec-tivos, pensamos que es también posible encarar ese carácter relampagueante de sus intervenciones desde una perspectiva benjaminiana que subraye su emergencia en el espacio social como una irrup-ción estético-política que desdoblaba la realidad impuesta por el régimen.

En la única publicación monográfi ca existente en torno al MCTSA, Hernán Vidal interpreta el sentido de las acciones de la agrupación desde el concepto griego de kairós, una suerte de “ilumi-nación fulminante” que, por emplear sus propias palabras, perseguiría infl uir “al espectador de sus acciones públicas mediante rituales de muy breve duración que, por tanto, deben impactar al espec-tador por sobre todo en sus emociones”1. Esta temporalidad del kairós, entendida como la gracia u oportunidad que concede el “momento justo” de la historia, se opondría a la lógica de cronos como tiempo meramente sucesivo que devora en su transcurso a los hombres. Si bien Vidal, desde una perspectiva moralizante, relaciona esta di-mensión estética de los kairoi propiciados por las acciones del MCTSA con una suerte de fractura ejemplarizante y concienciadora ante la violencia dictatorial, codifi cada desde la teología de la li-beración como “pecado social”, a nosotros nos interesa más vincular dichas acciones, así como las desplegadas por Mujeres por la Vida, con la concepción dialéctica de la imagen-relámpago benjaminiana, en las que ésta aparece como una apertura histórica del espacio de lo posible que rasga el presente con la súbita emergencia de lo pasado.

El germen del MCTSA se remonta al Equipo Misión Obrera (EMO), fundado a principios de los setenta con el aliento político característico de la teología de la liberación. En una de las procla-mas repetidamente enarboladas por el movimien-to en sus fugaces manifestaciones públicas se detecta una ambición por resituar el pasado en las tensiones del presente que no se observa con la misma intensidad en Mujeres por la Vida: “No fue guerra, fue matanza”, apunta directamente a la

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fi g. 1. Nelson Muñoz Mera, acción del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, Santiago de Chile, 1988.

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fi g. 2. Yo Voto x Democracia, convocatoria de Mujeres por la Vida a una “Jornada Nacional por la Democracia”, Santiago de Chile, 20 de marzo de 1986.

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validez del relato por el cual la Junta Militar había justifi cado su llegada al poder como una guerra contra el comunismo internacional. Lo que allí se produjo, por el contrario, fue la matanza del cuer-po político que encarnó una de las utopías demo-cráticas más radicales del siglo XX.

En el caso de Mujeres por la Vida, se trata de una agrupación que reinstala durante la dictadura tensiones en el trastorno de la división entre pri-vado/público que ya se habían materializado con la irrupción de la mujer de derechas en la calle en los años setenta de un modo antes inédito en Chile. Fue entonces cuando, desde la oposición al gobierno de Salvador Allende, surgieron las “protestas de madres” que colmaron la ciudad con ruidos de cacerolas, imagen que ha quedado in-mortalizada en el documental La Batalla de Chile, de Patricio Guzmán2. Torciendo el signo político conservador de aquella primera irrupción y com-plejizando las estrategias de la “política maternal” que rebrota ya recodifi cada entre las mujeres de las víctimas de la dictadura, Mujeres por la Vida toma como modo de enunciación política el nom-bre “Mujer” y no el nombre “Madre”3. Su posi-cionamiento feminista, su carácter unitario y su capacidad para aglutinar voces de procedencia ideológica sumamente diversa, al modo de un plu-ral de mujeres, se aplicaba a consignas entre las cuales podemos destacar la afi rmación de la vida, el reconocimiento de la mujer como agente polí-tico, la rebeldía contra la dictadura manifestada en la presencia pública de los cuerpos disidentes y el reclamo de retorno de la democracia como cambio político que asegurara la vigencia de los derechos humanos. En principio, parecen no aparecer en estos reclamos de manera plausible las marcas de la utopía social anterior al golpe de Estado.

Sin embargo, Mujeres por la Vida pondrá en juego de un modo particular la cuestión del “voto”4 como signo de la inscripción de la voz en el espacio social, en un país en que los registros electorales permanecieron cerrados durante 15 años. Una serie de intervenciones tomarán entonces el voto como dispositivo, como sucede en una acción de 1986 que, bajo la consigna “yo voto por la demo-cracia y votar es botarlo [al dictador]”, simula un plebiscito al instalar urnas en distintas partes de la ciudad para decir “No” a la dictadura, y que se vio reprimida por las fuerzas policiales. El mismo año, Mujeres por la Vida cambia el nombre de la calle “11 de septiembre”, el día del golpe militar,

por “4 de septiembre”, fecha en que se llevaban a cabo las elecciones presidenciales hasta la Unidad Popular, experiencia esta última que mostró de modo inédito en la historia de Chile cómo voto y utopía pueden enlazarse. No se trata de una rei-vindicación del voto como acto individual sobre el que la democracia representativa acota y disciplina la participación ciudadana, sino de una serie de acciones que —aunque hoy pueda sugerir ingenui-dad— parecen convocar la utopía de la vía chilena al socialismo donde el pueblo chileno vio en el voto una promesa de liberación. Esta utopía es la que parece activarse en el escenario de un plebis-cito que pueda derrocar a la dictadura. Así sucede con la serie de acciones titulada No me olvides, realizada en el contexto del plebiscito vinculante de 1988 que buscaba sacar a Augusto Pinochet del poder. Aunque estas acciones pueden leerse hoy de diversas maneras, en esa coyuntura buscan “hacer presente la sensibilidad de muchos/as chilenos/as que no se sentían aún plenamente

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fi g. 3. Nelson Muñoz Mera, acción del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, “Marcha de las Máscaras Blancas”, Santiago de Chile, 1988.

fi g. 4. Nelson Muñoz Mera, tercera etapa de la campaña “No me olvides”, de Mujeres por la Vida, Santiago de Chile, 29 de septiembre de 1988.

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interpretados en la estrategia plebiscitaria”5, haciendo un llamado a votar por aquéllos cuya voz no puede manifestarse. En una de ellas insta-lan siluetas negras que llevan inscrito el nombre de víctimas de la dictadura y bajo ellos la pregunta “¿Me olvidaste?” y la simulación del voto del ple-biscito con las alternativas “Si/No”, interpelando directamente a los ciudadanos. Además, publican un aviso publicitario con una huella digital con una consigna, por lo menos perturbadora, que dice: “¿Dónde votan los desaparecidos?”6. Ahora bien; en efecto, el proceso del plebiscito fue un momento de carga utópica que luego se vio rotundamente frustrado cuando se evidenciaron los pactos con los que las élites políticas sellaron la transición. Ahí se reveló que el derrocamiento del régimen median-te el voto no fue el gran acontecimiento. Lo incal-culable fue la traición de una clase política que habilitó la vigencia de la constitución dictatorial, un sistema electoral binominal y las políticas de punto fi nal, que mostraron crudamente la no nece-saria equivalencia entre voto y democracia7.

MESIANISMO MATERIALISTA

Enrique Dussel ha querido ver en la articulación entre mesianismo histórico y materialismo dialéc-tico, entre teología y fi losofía de la liberación, una concreción del pensamiento benjaminiano que desde los años setenta habría abierto en América Latina una vía alternativa al jacobinismo político y al materialismo decadente que, en su opinión, habrían caracterizado las revoluciones socialistas del siglo XX en Europa8. Para Dussel, el concepto de kairós, recuperado por Pablo de Tarsos, encon-traría su formulación contemporánea en el jetztzeit (tiempo-ahora) enunciado por el fi lósofo alemán como temporalidad de lo revolucionario-mesiánico. La articulación entre política y ritual característica de este “mesianismo materialista” que, de manera errónea, una parte de la crítica identifi ca como los polos respectivamente progresivo y regresivo en la concepción benjaminiana de la historia, apare-cían en las acciones del MCTSA y (quizás de modo menos nítido) en Mujeres por la Vida, como mutua-mente potenciadores.

La convivencia de la política y el ritual, caracte-rística de las acciones del MCTSA, es común, por lo demás, a otras experiencias estético-políticas presentes en la muestra. Si Benjamin asociaba, en su famoso ensayo de 1936 “La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica”, la política con el

carácter reproducible de las imágenes fotográfi -cas y cinematográfi cas, y el ritual con la impronta aurática de los géneros artísticos tradicionales, hemos de advertir que es dudoso contemplar la consideración ideológica del aura en Benjamin en términos estrictamente regresivos. La apari-ción irrepetible de una lejanía que el aura instala también emerge como huella de una presencia ausente. Si en las acciones del MCTSA esa “pre-sencia ausente” remitía a los cuerpos torturados por la dictadura militar, en un acontecimiento como el Siluetazo la infi nita reproductibilidad potencial de las siluetas evocaría auráticamente la ausencia violentada de los cuerpos desaparecidos. En todo caso, esta analogía no debe hacernos perder de vista las diferencias entre ambas experiencias, derivadas en buena medida de su radicación en dos contextos históricos diferentes. Así, en el caso del MCTSA la dimensión performativa del cuerpo y la voz evocativa de la letanía, la necesidad de hacer visible en el espacio público el cuerpo vio-lentado, poseía una fuerza de denuncia sobre una situación social persistente que, con el tránsito a la democracia, adquirió en Argentina los caracte-res más propios de una política de la memoria.

Tanto en las acciones del MCTSA como en las desplegadas por Mujeres por la Vida, la tempora-lidad misma de la acción (el relámpago) aparece como el signo de una política movimentista que irrumpe en un contexto de opresión militar que, en el caso argentino, se vieron atenuadas hacia el fi nal de la dictadura. Otra diferencia sustancial es que, en sintonía con el hecho de que el movimiento ad-quiriera su denominación defi nitiva tras la inmola-ción de Sebastián Acevedo, el cuerpo expuesto de los miembros del movimiento evoca también ese sacrifi cio fundacional como la necesidad de hacer visibles en el cuerpo del otro (casi a modo de prue-ba) los signos de la tortura que el poder oculta a la sociedad. Aquí no cabe una lectura taumatúrgica al modo de la que hace Gustavo Buntinx en torno al Siluetazo, tomando como punto de partida el recla-mo de “Aparición con vida” recurrente en las apa-riciones públicas de las Madres de Plaza de Mayo. Al hacer pública la denuncia de la tortura como una constatación de su realidad, el MCTSA intenta-ba dar una salida afectiva al miedo que el poder, mediante un juego psicológico que conjugaba la amenaza y la negación de la represión, introyectaba en el cuerpo social como mecanismo de control.

La operación estética (pensando aquí lo esté-tico en términos de visibilidad, pero también de

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afección corporal) impulsada por las acciones del MCTSA y Mujeres por la Vida incluirían dos tem-poralidades de efectos diferentes. Por un lado, la de la acción misma. Por otro, y en este sentido se abre una conexión muy singular con las expe-riencias contrainformativas presentes en la mues-tra, su registro fotográfi co o videográfi co, que permitía una difusión de las acciones del grupo en la prensa y circuitos clandestinos (Teleanálisis/documentales de Pablo Salas y Pedro Chaskel) y en los medios internacionales [▸T E L E A N Á L I S I S ] . Por la pervivencia de la dictadura en el contexto histó-rico chileno, en el caso del MCTSA o de Mujeres por la Vida, la furtividad de sus acciones hacía que el fotorreportero o documentalista formara parte de manera aún más decisiva de la orquestación de las mismas. Algunos miembros de estos movimien-tos se encontraban en contacto directo con repor-teros nacionales y corresponsales extranjeros, con quienes se ponían en contacto para que acudieran a las acciones que organizaban y tomaran registro de las mismas9. Las acciones, por esos mismos condicionantes, debían estar muy coordinadas y ser sumamente precisas en su ejecución, contando para ello con una red de apoyo mutuo que, además de la participación de los fotorreporteros, incluía otras instancias como los abogados que prestaban voluntariamente asesoría legal en caso de que se produjeran detenciones.

RUINAS

La imagen del relámpago remite a la materiali-dad de lo fulminante que puede también mutar al fuego y las cenizas. Bajo distintas signifi caciones, el fuego y lo quemado retornan con insistencia en el imaginario dictatorial chileno (La Moneda en llamas, el uso de las velas entre los familiares de las víctimas, las barricadas de las protestas po-blacionales, los jóvenes Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana quemados vivos por una patrulla militar durante una manifestación contra la dicta-dura de Augusto Pinochet). Cuando en un reclamo desesperado ante la desaparición de sus hijos, Sebastián Acevedo prende fuego a su propio cuer-po, la anarquía de su acto, radicalmente individual, queda inscrito como acto político adquiriendo una pregnante resonancia como llamado a la acción disidente. Acevedo retornaría desde entonces una y otra vez, de diversas formas, como signo de una época: tanto Mujeres por la Vida como el MCTSA consignan la inmolación de Sebastián

Acevedo como un hito conmocionante que marcó el inicio de sus respectivas agrupaciones.

Como se ve en la entrada “Enunciar la ausen-cia” incluida en este libro, este signo aparece en Homenaje a Sebastián Acevedo (1992), de Las Yeguas del Apocalipsis. Pero ya había emergido años antes en Hospital del trabajador (1989), de Pedro Lemebel, donde el uso del fuego es el ele-mento primordial. Se trata de una intervención en las ruinas del Hospital Ochagavía, levantado

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fi gs. 5-7. Pedro Lemebel, fotogramas de Hospital del trabajador, Santiago de chile, 1989.

ACCIÓN REL ÁMPAGO

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durante el gobierno de Salvador Allende en un barrio periférico de Santiago. Con elementos sim-ples, Lemebel trabaja sobre la ruina como resto cargado de temporalidades heterogéneas. Tendido en el piso, cubre su cuerpo con los ladrillos, que señalan los cimientos reducidos a escombros de la utopía de la salud social erigida monumental-mente en el gobierno de la Unidad Popular. Luego los unta con neoprén, droga lumpen que a fi nes de los años ochenta convoca al sujeto escoria que comienza a surgir como residuo del apogeo neo-liberal que en ese momento habita el exhospital (días antes de la intervención ocurre un feminicidio en el lugar) y que perdurará excluido y despojado de una cultura de rebeldía en los años posdicta-toriales. La acción se consuma cuando Lemebel prende fuego al pegamento sobre los ladrillos en directo contacto con su cuerpo, gesto que tributa a Sebastián Acevedo y su radical acto contra la vio-lencia dictatorial. Como un fuego fatuo, la acción de Lemebel, realizada en el punto de partida de la transición, anuncia cómo las utopías y violencias que la posdictadura necesita negar se convierten en lo sucesivo en una luz fantasma que pervive con una débil fuerza mesiánica.

CODA

Mujeres por la Vida y el MCTSA irrumpen en medio del descampado tras la catástrofe. Un descam-pado habitado por ruinas de una utopía derrotada que, en su manifestación en el presente de los años ochenta, se sustrae a la lógica del progreso que habían encarnado parte de los procesos eman-cipatorios de los sesenta y setenta. De esa manera, la visibilización pública de la denuncia, el rasgado del velo de la normalidad de la vida de la dicta-dura, se articula con la posibilidad de redefi nir desde sus restos el aliento emancipatorio de aque-llos proyectos, transfi gurando a un mismo tiempo la comprensión y la experiencia del pasado y del presente. La persistencia de la opresión dictatorial condicionó la naturaleza misma del modo en que ese aliento se materializó en las acciones de am-bos grupos, en los que la apropiación de “tácticas artísticas” como maniobra de distracción en la que se infi ltrara la contestación política fue también una forma de hacer política con nada.

Luego, la transición implicó el pasaje del es-truendo del relámpago al silencio y las cenizas. El MCTSA y Mujeres por la Vida tienden en los años noventa a su dispersión, aunque reaparezcan

esporádicamente ante ciertas coyunturas (los in-tentos de punto fi nal que propugnan los sucesivos gobiernos de la Concertación en el caso de Mujeres por la Vida, el confl icto Mapuche y estudiantil en el caso del MCTSA). Las manifestaciones y huelgas de los últimos tiempos en Chile muestran, sin em-bargo, cómo de la ruina de la ruina es aún posible reavivar las cenizas.

FC, JV

NOTAS1 Hernán Vidal, El Movimiento Contra la Tortura Sebastián

Acevedo. Derechos Humanos y la producción de símbolos nacionales bajo el fascismo chileno, Santiago de Chile: Mosquito Editores, 2002, p. 222.

2 Sonia Montecino acuña el concepto “política maternal” para caracterizar al movimiento de mujeres de derechas que surge en los setenta y que tiene continuidad durante la dicta-dura en el CEMA, Centros de Madres. Montecino extiende el mismo concepto al movimiento que surge en los ochenta entre las mujeres de desaparecidos. Ver Sonia Montecino, Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno, Santiago de Chile: Catalonia, 2010, pp. 96 y ss.

3 La utilización del signo Mujer, antes que el de Madre, indica entre otras cosas el posicionamiento feminista del grupo, que marca una diferencia respecto a las mujeres nucleadas en las agrupaciones de familiares de detenidos-desapare-cidos (lo cual no quita que realizaran acciones en conjunto) y de organizaciones como las Madres de Plaza de Mayo en Argentina.

4 Quizás valga la pena apuntar aquí que la elección de este signo adquiere resonancias en lo importante que fue el voto para las luchas feministas del siglo XX.

5 Mujeres por la Vida, “Itinerario de una lucha”, fotocopia, p. 29.6 La pregunta incluía sustitutivamente a distintas víctimas

de la dictadura: “¿Dónde votan los desaparecidos/exiliados/presos/políticos/asesinados?”. Abajo, en letras más peque-ñas —y desde nuestra perspectiva, restringiendo la potencia política de la interrogante por las voces de las víctimas— decía: “Ellos no pueden votar. No lo olvides en tu no”.

7 Aun así, es interesante que las recientes movilizaciones políticas en Chile vuelvan a politizar la instancia del voto al reclamar el plebiscito vinculante como estrategia de cambio.

8 Dussel ha expuesto recientemente este argumento en una conferencia titulada “Walter Benjamin. La poética de la liberación”, pronunciada en la Universidad de Murcia el 27 de febrero de 2012, en http://www.um.es/atica/contenidos/strea-ming/FLASH/player2.php?formato=169&video=539/2078.mp4.

9 Nelson Muñoz, uno de esos reporteros, miembro de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), proveyó de material fotográfi co al diario español El País, cuyo co-rresponsal chileno ya por aquellos años era Manuel Delano. En una entrevista realizada con los autores con motivo de este proyecto, Muñoz explicitó que la censura estatal hizo que en ocasiones estas escenas de la resistencia y la represión fueran mejor conocidas fuera de Chile que en el

país transandino.

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ACTIVISMO ARTÍSTICO

Una parte importante de las prácticas que tene-mos en mente a la hora de elaborar esta entrada del glosario nunca echó mano de la expresión “acti-vismo artístico”. Así todo, la elección del término pretende resaltar las inadecuaciones, así como la potencia de contagio que el intento retroactivo de abordarlas desde el “activismo artístico” puede ejercer sobre el presente. En este sentido, y con el objeto de repensar, tensionar y cuestionar estas experiencias, optamos por darle a esta entrada la forma irónica de un decálogo, aludiendo al carác-ter prescriptivo que habitualmente se atribuye al pensamiento sobre el activismo artístico. De esta manera, los diez puntos que siguen no son des-cripciones autocontenidas, sino que el conjunto se articula transversalmente mediante ciertos ritor-nelos. En sus repeticiones y matices, el decálogo pretende producir miradas que activen algunos de los modos de hacer arte y política de los ochenta latinoamericanos desde lecturas disidentes, inco-rrectas e, incluso, deliberadamente anacrónicas.

El concepto “activismo artístico” surgió en el seno de la politización de la vanguardia europea de entreguerras. Lo preferimos al de “arte acti-vista” porque, en este segundo, pareciera que el “activismo” es un adjetivo o un apellido del “arte”, mientras que en aquél, es el activismo lo que prima permitiéndonos al mismo tiempo subrayar la di-mensión “artística” de ciertas prácticas de interven-ción social. El “arte” es aquí también un concepto resignifi cado: se ha de entender como el campo ampliado de confl uencia y de articulación de prác-ticas “especializadas” (plástica, literatura, teatro, música…) y “no especializadas” (formas de inven-ción y saberes populares, extrainstitucionales…). En defi nitiva, cuando decimos “activismo artístico”, se ha de considerar como la síntesis práctica de una multiplicidad: no es un estilo, ni una corriente, ni un movimiento.

1. Llamamos “activismo artístico” a aquellos modos de producción de formas estéticas y de relacionalidad que anteponen la acción social a la tradicional exigencia de autonomía del arte que es consustancial al pensamiento de la modernidad

europea. De esa exigencia de autonomía se deriva la inevitabilidad de una esfera artística separada. El activismo artístico niega de facto esa separa-ción, no exclusivamente en el plano teórico e ideo-lógico, sino en la práctica.

2. Ello conlleva que el activismo artístico ten-siona siempre su relación con la institución artística y las instituciones culturales que son dominantes en cada momento. Lo hace de diferentes maneras, pero fundamentalmente se muestra irrespetuoso hacia la diferenciación entre el adentro y el afuera de la institución artística. El activismo artístico defi ne un territorio y una cartografía de interven-ción propias, donde el binomio dentro/fuera de la institución no es casi nunca un criterio de valor prioritario como un fi n en sí mismo. Las decisiones sobre dónde intervenir, desde qué lugar plantear la interpelación social, etc., se toman de acuerdo con criterios que no dependen de la normatividad de la institución artística, y que se derivan, en cam-bio, de los objetivos sociales-políticos que cada práctica se propone.

Siendo todo esto cierto, en las experiencias latinoamericanas de los ochenta, la articulación entre arte y política registraba una menor referen-cialidad rupturista a las instituciones artísticas y culturales si la comparamos con lo acontecido en décadas anteriores dentro del ámbito regional —pensemos, por ejemplo, en los sesenta— o en otros contextos del mismo periodo. Este costado de los “activismos artísticos” latinoamericanos de los ochenta se puede explicar, al menos parcial-mente, por los siguientes motivos:

a) en muchos casos, sus actores no habían ocupa-

do, en el caso de que las hubieran transitado, un

rol central en esas instituciones artísticas y cultura-

les, por lo demás sumamente devaluadas en su ver-

tiente vanguardista bajo el yugo de las dictaduras;

b) muchos de los integrantes de los grupos o co-

lectivos sentían que, de algún modo, estaban actua-

lizando la actividad de experiencias que ya habían

roto en el pasado con las instituciones artísticas

y culturales para situar su accionar en espacios

de sociabilidad alternativos;

c) en no pocos casos, la marginalidad de su posi-

ción en el campo artístico era una extensión de

la clandestinidad de su militancia política;

d) fi nalmente, el impulso por aliar su actividad con

la de los movimientos sociales (y, en particular,

con el movimiento de derechos humanos) llevaba

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a que el hecho de disputar a las instituciones artís-

ticas y culturales el lugar y el valor social del arte

resultara absolutamente secundario en comparación

a otras motivaciones políticas (entendiendo aquí el

término en un sentido amplio, no estrictamente mi-

litante) que guiaron la práctica de muchos de estos

artistas o colectivos en su encrucijada histórica.

En ocasiones, estas experiencias de los ochenta en Latinoamérica se caracterizaron, más que por romper con la autonomía del arte moderno de raíz eurocéntrica, por desplazar el eje del problema hacia la afi rmación de la libertad de las prácticas y de los sujetos, no tanto con respecto a la insti-tución artística y/o cultural como en relación al partido político en que militaban esos sujetos, con el que a veces entraban en colisión; y, en menor medida, en relación a los presupuestos políticos, estéticos y discursivos manejados por organiza-ciones como el movimiento de derechos humanos o por los medios de comunicación.

Todo lo antedicho no implica que estos artistas o colectivos de arte no se propusieran, según de-muestran los documentos de la época, disputar la comprensión hegemónica del arte como institución social o, lo que es lo mismo, desbloquear el sentido común sobre qué se considera arte (y, como vere-mos, sobre qué se considera política). Esa compren-sión, recordémoslo, no sólo remite a los espacios físico-simbólicos de las mencionadas instituciones artístico-culturales, de los cuales el museo ha sido su referente emblemático, sino que incluye más ex-tensamente las ideas hegemónicas que en un deter-minado momento y contexto históricos circulan en torno al arte y las experiencias que se inscriben en ese campo. En este plano, el referente contra el que se reaccionaba, más que el concepto institucionaliza-do del arte burgués, eran formas, tendencias o esté-ticas hegemónicas como el muralismo, el realismo estalinista, el teatro peronista, etc.

3. Es, a pesar de todo, un dato empírico que el activismo artístico se desarrolla principalmente en los márgenes o extramuros de la institución ar-tística; pero ello sucede por motivos que no pueden reducirse al único denominador común de su “anti-institucionalidad”. Se rechaza en muchos casos, como un apriorismo ideológico programático, la relación con la institución del arte por su tradición burguesa, en benefi cio por ejemplo de la construc-ción política en el amplio seno de la sociedad. Pero, en otras ocasiones, el carácter externo o periférico

que el activismo artístico adopta con respecto a la institución constituye un resultado del rechazo institucional a la acción social y política, y no un apriorismo de las prácticas.

En el ámbito latinoaméricano de los años ochenta, se reproduce y se multiplica también esta complejidad, ampliada por el hecho de que las instituciones del arte y la cultura adquieren en mu-chas ocasiones una función elitista y antipopular. En muchos casos, las prácticas que podríamos vin-cular con el activismo artístico se emplazaron en la trama urbana diluyéndose en los movimientos sociales. Pero en otros, operar en una institución artística, cultural o social pudo resultar necesario con el fi n táctico de obtener recursos materiales o simbólicos, como medida de protección frente a la represión bajo situaciones históricas de dicta-dura militar, estado de sitio o guerra interna; con el propósito de extender la agitación política al máximo en cualquier esfera de la sociedad; con la intención de subvertir/cambiar la política artística de la propia institución o con la ambición de lanzar críticas a otras instituciones que formaban parte del mismo mecanismo regulador de la vida social. En otras ocasiones, las instituciones artísticas o culturales fueron usadas como cajas de resonan-cia o centros de irradiación de circuitos comunica-tivos o de incidencia política que desbordaban su ámbito simbólico.

4. El activismo artístico no sólo plantea “rom-per” con la autonomía del arte. Declara inde seable esta separación de una esfera especia lizada o, incluso, denuncia que el discurso sobre la sepa-ración constituya de facto una falsedad: las élites culturales y las oligarquías sociales caminan muchas veces de la mano, hecho especialmente denunciable en situaciones de grave represión política; o es precisamente esa autoimpuesta se-paración de la esfera cultural lo que impide ayudar a revertir esas situaciones represivas o avanzar en la transformación de la sociedad.

Pero resulta aún más interesante observar cómo el activismo artístico “desplaza” el eje del problema: frente a la concepción de una esfera del arte autónoma, plantea la autonomía de las prácticas y de los sujetos con respecto a la institu-ción. Los sujetos involucrados en las prácticas de activismo artístico se dotan de criterios pro-pios (extrainstitucionales) a la hora de tomar las decisiones que conciernen a la articulación entre formas estéticas y relacionalidad social-política.

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5. La pregunta por el “ser” artístico de una práctica se considera irrelevante, toda vez que el arte deja de concebirse como una “esencia”. La pregunta sobre si algo “es” arte, desde esta otra perspectiva, carece de sentido. El activis-mo artístico —señaladamente en un área como Latinoamérica, espacio donde se condensan históricamente enormes tensiones culturales y políticas derivadas de las diversas etapas de la colonialidad— piensa el “arte” como el resul-tado de una historia que no se conforma exclu-sivamente de acuerdo con la tradición europea; busca conjugar habitualmente una diversidad de tradiciones culturales o sociales sobre el arte, la cultura o la creatividad, sin respetar los prejui-cios instituidos sobre la diferenciación entre alta cultura y cultura popular, entre arte y artesanía, entre lo moderno y lo primitivo, etc.

El “arte” consiste entonces, para el activismo artístico, en un reservorio histórico no ya sólo de “representaciones estéticas” en un sentido res-trictivo, sino también de herramientas, técnicas o estrategias materiales, conceptuales, simbólicas, etc. Ese reservorio se nutre en gran medida impor-tante de la historia del experimentalismo artístico vanguardista, pero no exclusivamente. El activismo artístico echa mano de ese reservorio tanto para producir antagonismo y confrontación (especial-mente bajo condiciones de represión grave) como para ampliar los márgenes de lo posible (desblo-quear el sentido común sobre qué se considera arte, extender el uso de las herramientas creativas, construir sociabilidad y política, etc.) más allá de las instituciones del arte y la cultura.

Corolario: el activismo artístico no “es” ni deja de “ser” arte. Es legible, o no, como arte depen-diendo del marco y del lugar desde donde se busca hacerlo legible. En ocasiones, la ocultación de su condición “artística” resulta imprescindible para potenciar su efi cacia comunicativa y relacional, para facilitar su socialización y multiplicación. Otras veces, resulta necesario desentrañar su me-cánica “artística” para comprender su funciona-miento y favorecer su reactivación.

6. El problema de la cualidad relacional e inter-subjetiva está en el centro del activismo artístico. En este aspecto, una prioridad de sus prácticas suele ser abolir la tradicional “distancia” impues-ta por el “estatismo” de la contemplación, para pasar a potenciar la “inmediatez” tanto de la interpelación que persigue involucrar al otro en

el plano afectivo y en el de la conciencia sociopo-lítica, como de los efectos que se proyectan sobre ese proceso de subjetivación. Esa “inmediatez” se suele encontrar vinculada a las “urgencias” deman-dadas por el contexto histórico de interpelación. En algunos casos consiste en la completa abolición de la distancia obra-sujeto: es así en las prácticas decarácter colaborativo, en las cuales se persigue que una colectividad asuma la producción median-te el fomento de la cooperación social. Pensemos, por ejemplo, en el papel que viene cumpliendo desde los ochenta la serigrafía o la fotocopia en las acciones impulsadas por colectivos vinculados a los movimientos de derechos humanos. En otros casos, la “distancia” se reformula, convirtiéndola en una suerte de “extrañamiento” en el seno de la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en el efecto generado por las pancartas llevadas por las Madres de Plaza de Mayo con fotografías ampliadas de los desaparecidos durante las marchas, o por las silue-tas desplegadas en el espacio urbano de Buenos Aires, sobre aquellos transeúntes que se sintieron

ACTIVISMO ARTÍSTICO

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fi g. 1. Silvio Zuccheri, fotografías de desaparecidos en pancartas, Buenos Aires, 1983.

fi g. 2. Eduardo Gil, Marcha de la Resistencia, Buenos Aires, 9 y 10 de diciembre de 1982.

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mirados por ellas. En el caso del Siluetazo, por ejemplo, la abolición de la distancia intrínseca a la práctica colaborativa y el extrañamiento contemplativo son características simultáneas, de tal manera que es en la articulación de ambos mecanismos donde reside la clave de la comple-jidad del efecto afectivo-político que esa práctica quiere producir en términos de subjetivación social.

A ello habría que sumar que en los ochenta encontramos una fuerte presencia de prácticas performativas de raíz teatral que, inspirándose en antecedentes que van del surrealismo bretoniano al teatro del oprimido, idearon formas de actualizar la abolición de la distancia impuesta por la escena clásica entre actor y espectador ensayada por las vanguardias históricas. Así, el colectivo rosarino Cucaño, el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT) de Buenos Aires y Viajou Sem Passaporte de São Paulo, dando por sentado que la radicalidad crítica de ese gesto inaugural habría sido neutralizada ya por las instituciones culturales burguesas, alum-braron una modalidad de emergencia perturbadora y furtiva en el espacio urbano, la “intervención”, con la intención de concretar de una vez por todas, de forma disruptiva e iconoclasta, la anhelada fusión vanguardista entre el arte y la vida. Evocan do el teatro de la crueldad de Artaud, la posibi lidad de retornar a los orígenes eleusinos de una dra-maturgia festiva, callejera, ritual y ceremonial se vio transmutada en acciones cuyo componente even-tual y performativo se desarrolló hasta el extremo de que, en muchas ocasiones, el público al que afectaban e interpelaban no era consciente de su condición de “espectador”. Sin embargo, en con-trapunto con estas experiencias, otras ini ciativas de irrupción en la esfera pública recuperaron es-pacios de experiencia estética más tradicionales, deshaciendo el tópico que acabamos de asociar con el activismo artístico. Como decíamos más arriba, esos casos nos muestran que, si bien el activismo artístico se alimenta de un reservorio histórico que no renuncia a los hallazgos del expe-rimentalismo y la ruptura vanguar distas, no se restringe a él. Así mismo, nos permite observar que los disensos producidos por algunos de los episodios que trabajamos, no se dan exclusiva-mente en términos de antagonismo y confron-tación, sino que en muchas ocasiones persiguen más bien desdoblar el espectro de lo posible (lo visible, lo pensable, lo decible) en un deter-minado con tex to histórico.

7. Se deduce de lo anterior que el activismo artístico no se puede reducir (como habitualmente se hace con el fi n de caricaturizarlo o despreciarlo) al agit-prop. La “agitación y propaganda” puede formar legítimamente parte del carácter de una práctica, de acuerdo con el principio ya señalado según el cual el activismo artístico defi ne sus con-diciones con autonomía del sentido común de la institución artística. Pero no se debe perder de vista que unas prácticas que buscan incidir en el plano de la conciencia, así como intervenir en los procesos de subjetivación social, apuntan también a producir modifi caciones profundas y a largo plazo de la sociedad y de las subjetividades. Incluso en las prácticas de activismo artístico donde los aspectos de agitación o contrainformación parecen prioritarios o aparecen de forma manifi esta, no se debe olvidar que esas prácticas se piensan a sí mismas seguramente como un instrumento pun-tual que forma parte de un proyecto más ambicio-so de modifi cación social, política y subjetiva.

El activismo artístico, en defi nitiva, suele tematizar “la política”. Pero lo verdaderamente relevante es cómo contribuye a “producir” política: cómo constituye lo político en acto. En cuanto a las experiencias latinoamericanas de los ochenta, no es que esas prácticas despreciaran el ámbito de la representación política o de la macropolítica, sino que lo abordaron de manera que la disputa por su forma visual y su contenido semántico fuera un activador de la potencia micropolítica de los cuerpos; sabedoras, en defi nitiva, de que las repre-sentaciones, ya sean determinadas (reales) o inde-terminadas (deseables), también se pueden sentir y ser fuente de sensaciones. Con todo, es necesario complementar el análisis del sentido histórico de la relación forma-contenido en esas representa-ciones con cuestiones relativas a la técnica, la dis-posición y el reparto de los cuerpos en el espacio y los agenciamientos que procuraron las diferentes experiencias. Se torna urgente valorar los diferen-tes modos en que estas experiencias conjugaron los planos macro y micropolítico, la efectividad y la afectividad, en su intervención en la sociedad, teniendo en cuenta que, en ocasiones, la articula-ción de dichos planos se da de manera confl ictiva, incluso en el seno de una misma experiencia.

8. El activismo artístico se plantea siempre el horizonte de su propia socialización como prácti-ca. Incluso en aquellas prácticas que quedan redu-cidas a la intervención de un pequeño grupo,

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47fi g. 3. CADA, ¡Ay Sudamérica!, Santiago de Chile, 1981.

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fi gs. 4-9. CADA, ¡Ay Sudamérica!, Santiago de Chile, 1981. Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela Eltit.

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el activismo artístico desublima, desidealiza de ma-nera tan evidente la práctica del arte, evidencia de una forma tan obvia su mecánica, que su mensaje es siempre que cualquier persona tiene la capacidad de hacerlo. En muchas ocasiones, si la socialización efectiva de una práctica no se produce es porque adopta la forma de prototipo experimental avanzado de dimensiones a veces modestas. Al contrario, el horizonte de su socialización se aproxima a veces tanto al presente, que se convierte en el tiempo real de una práctica: algunas prácticas de activismo artístico “son” de hecho su propia socialización en movimiento. En algunos casos formidables, el ac-tivismo artístico alcanza el carácter de herramienta clave para la modelación del mismísimo movimiento social. Dicho con otras palabras, el activismo artís-tico busca, y en ocasiones logra, su multiplicación. Los mecanismos de su proliferación son de facto técnicas que logran producir la relacionalidad afec-tiva-política antes mencionada. Si podemos hablar de un sujeto “creador” colectivo es a condición de tener en cuenta siempre dos puntos importantes:

a) que el activismo artístico no diferencia artistas

de no-artistas; el “ser” artista no se considera

una esencia de los sujetos, sino una función: en la

medida en que todo ser humano tiene no solamente

capacidades creativas, sino que también dispone

de experiencia, conocimiento, saber, etc., el activis-

mo artístico busca potenciar la capacidad humana

de invención que puntualmente se expresa median-

te la singularidad de individuos o grupos. Los ar-

tistas, en su previa función “especializada”, buscan

precisamente socializar y poner en común su propia

especialización con otras “especializaciones” so-

ciales para disolver así la separación de funciones

que está instalada en el sentido común dominante

de una sociedad;

b) que la fi nalidad del activismo artístico, por tanto,

no es la práctica en sí, ni las imágenes u objetos

mismos que puedan ser creados. La fi nalidad es

literalmente social-política: producir mecanismos

de subjetivación alternativos en una sociedad que

“se crea” a sí misma como una sociedad política.

De este punto se comprende por qué el activismo

artístico busca ampliarse hacia públicos ajenos

al sistema del arte o de la cultura, insertándose con

frecuencia en acontecimientos políticos o movi-

mientos sociales, o buscando incluso directamente

producirlos en primera instancia.

En los ochenta latinoamericanos, esa multipli-cación expansiva de los efectos del arte se vio favorecida, además de por el uso de técnicas de reproducción de la imagen, por otra serie defac tores: un contagio inter o transnacional queexpli ca la afi nidad entre prácticas de diversospaíses; la extensión de cir cuitos alternativos de comuni cación en los que, de modo inmediato, el receptor se podía convertir en productor de una red rizo mática de relaciones que permitían incre-mentar exponencialmente la repercusión de los

ACTIVISMO ARTÍSTICO

A

fi gs. 10-12. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1983-1989. Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela Eltit.

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10

12

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mensajes; la generación de proclamas lingüísticas y elementos visuales reapropiables políticamente por el conjunto de la ciudadanía (pensemos en el NO+, una de las acciones impulsadas por el CADA en Chile, consistente en difundir y disolver en la protesta social una consigna que desde los años ochenta ha servido como herramienta básica para múltiples movimientos de oposición).

9. La “materialidad débil” habitual en las prác-ticas del activismo artístico es una característica

a) consecuencia de la habitual limitación de recursos

con los que el activismo artístico opera, y

b) resultante del énfasis puesto en la producción

inmaterial: relaciones, subjetivación, concienciación.

Pero también surge de la negatividad: del re-chazo a objetivarse en materiales fetichizables/comer cializables/museizables. No obstante, esta refl exión, autoevidente en la casi totalidad del acti vismo artístico latinoamericano de los ochenta, se torna más problemática con la capacidad que el sistema global del arte ha demostrado, en décadas posteriores, para cosifi car y objetualizar incluso la cualidad inmaterial de las prácticas artísticas-activistas.

10. Si el activismo artístico logra abolir la distancia objeto-sujeto es, ni más ni menos, porque exige “poner el cuerpo” en la práctica.

Ello se puede efectuar de diferentes modos: como desplazamiento del propio cuerpo del artista hacia el espacio social extrainstitucional, en un desbor-damiento subjetivo que lo lleva a conectar con actores y saberes extradisciplinares; como activa-ción subjetiva y política del cuerpo del otro; accio-nando el cuerpo propio (no exclusivamente el del “artista” especializado) en su potencialidad vibrá-til con el fi n de coproducir modos de subjetivación alternativos y otras formas de sociabilidad, etc.

El principio “poner el cuerpo”, en el activismo artístico latinoamericano de los ochenta, adquirió además una signifi cación muy particular. Fue la manera en que la dimensión creativa de los movi-mientos sociales-políticos amplió el campo de lo posible en las formas de concebir la transforma-ción social. En la fase histórica precedente, el prin-cipio “poner el cuerpo” se asocia inevitablemente al sentido común de militarizar la subjetividad en el tránsito de las luchas revolucionarias latinoame-ricanas. El cuerpo se vio extraordinariamente so-juzgado, en los sesenta, setenta y ochenta, entre la militarización del Estado y el autodisci plina mien-to militante. Las experiencias poético-políticas que irrumpieron desde los márgenes de lo cultural-mente instituido durante los ochenta latinoameri-canos buscaron potenciar de nuevo la vibratilidad del cuerpo más allá (y, en ocasiones, además) de la concienciación política. Ese hecho exige ser igualmente cuidadosos a la hora de adjetivar las prácticas que nos ocupan como “contraculturales” o “resistentes”, puesto que toda consideración es-trictamente reactiva de las mismas puede opacar su carácter inventivo y disruptivo, reduciéndolas a una relación confrontativa con el contexto que soslaya su singularidad política y su especi fi cidad poética. Este hecho implica enriquecer el análisis de las formas en que se materializaron las relacio-nes y superposiciones entre lo micro y lo macropo-lítico, exigiendo que nos detengamos en aspectos secundarizados e incluso rechazados por el senti-do común militante anterior: las desobediencias sexuales; el carácter entre liberador y antagonista de la felicidad, el placer y la fi esta, etc. Un ejercicio imprescindible no sólo para pensar una sociedad emancipada y compleja en su composición de las diferencias, sino también para incentivar la actua-lización y la invención de modos de hacer y vivir que contribuyan a una transformación radical del presente.

ME, AV, JVfi g. 13. Portada del diario Ruptura, Santiago de Chile, 1982.

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ARTE REVOLUCIONARIO

No éramos gente de teatro. Éramos jóvenes de

acción. Contestatarios y revolucionarios más allá

de la política. Para nosotros, el arte revolucionario

era mucho más que la actitud revolucionaria en

la política, pues abarcaba también toda una forma

de pensar […]. A pesar de que éramos militantes

y trotskistas, el teatro nos permitió vivir intensa-

mente. Amar y vivir de forma libertaria en un grupo

grande. Era otro modo de hacer las cosas, algo que

no aceptaban los militantes más tradicionales y

de mayor edad. Vivíamos en el fi lo de la navaja […].

El teatro nos confi rió una actitud de autoconserva-

ción muy sabia […]. El teatro nos aportaba esa pe-

riferia que se aprende en la militancia ortodoxa, la

forma de infi ltrarse en ella para conseguir militantes.

A medida que decaían los partidos, crecíamos en la

clandestinidad1.

Ricardo Chiari

Un componente importante durante ese periodo

es que Brasil estaba cerrado a las importaciones.

Se valoraban mucho las informaciones procedentes

del exterior. Se valoraba mucho el rock. Todo ello

conllevaba una conducta, un modo de vestir, una

actitud… Si se comparan las fotos de 1968 con las

de diez años después, se advierte la diferencia.

En 1977 todo son melenas, barbas y pantalones de

campana que se arrastran por el suelo. Puede pare-

cer algo irrelevante… pero es importantísimo.

Con estos rasgos se identifi caba al otro como per-

teneciente al mismo grupo, a la misma tendencia,

o como enemigo. Las ideas críticas se asociaban

con una conducta determinada. Entraron las drogas,

el LSD, la marihuana… Percibo todo esto como la

contracultura y su infl uencia es muy grande, pues

aquí se superpone a un tema político motivado por

las condiciones del país. Si no hubiera habido una

dictadura, la evolución habría sido diferente. De

pronto, ser melenudo y barbudo equivalía a posi-

cionarse en contra de la dictadura…2.

Luiz Sergio Ragnole “Raghy”

Digamos que somos “surrealistas post año 24” […],

sin mezclar el contenido revolucionario en la expre-

sión artística. No entendíamos la expresión de nues-

tras creaciones artísticas como si fuera “el vehículo”

para hacer la revolución, sino que adoptábamos

una postura revolucionaria frente a la creación artís-

tica, y después como individuos frente al sistema,

como militantes […]. La idea no era utilizar el arte

para hacer propaganda, ni tampoco llevar a cabo

una revolución surrealista, un aspecto muy debatido

durante los procesos de 1924. Entre las posturas de

Aragon, Artaud y Breton, coincidíamos con la de

Breton […]. Nosotros nos considerábamos, a veces,

artistas que tratábamos de expresar a través de un

objeto todo un equilibrio perdido y una manifesta-

ción sensible. Éramos revolucionarios, en la medida

en que procurábamos que ese proceso eliminara la

mayor cantidad de convencionalismos posibles y

explorara la realidad subyacente […]. Y en la medida

en que dedicábamos tiempo a la refl exión sobre la

herramienta revolucionaria para que la clase obrera

terminara con el sistema capitalista3.

Carlos Ghioldi

Venían de diferentes barrios de Buenos Aires, de

extracción obrera y de clase media. Algunos habían

sido activistas en las escuelas secundarias y en

sus barrios, otros habían militado en organizaciones

de izquierda. Los más audaces aún militaban pero

sus partidos habían pasado a la clandestinidad

y al exilio, por lo tanto algunos de ellos buscaban

un espacio para protegerse que les permitiera

construir alternativas. El TIT, aunque contestatario,

buscaba una forma de vida diferente. Más allá del

contexto político, su rol era la creación de un espa-

cio para rechazar la vida que el régimen proponía,

proclamándose en contra de una vida sin ideas,

lúgubre y escalofriante […]. El teatro impulsaba

la creación colectiva como fuerza vital para sobre-

vivir a la represión y al horror de la muerte4.

Marta Cocco

El MSI no fue otra cosa que esa reunión inicial para

lograr un Acuerdo Marco entre grupos que se habían

demostrado capaces de producir un gran evento

cultural como el Alterarte II en Brasil, y su “esteri-

lidad” deriva del hecho de su corta vida. Si no me

equivoco, con la Guerra de Malvinas, en abril del 82,

saltó todo por el aire. La situación social y política

argentina entró en una vertiginosa combustión y

de la fundación del MSI a los pocos meses ya nadie

recordaba nada. Los mismos talleres que le habían

dado vida en Argentina, habían dejado de funcionar

como tales y casi todos sus miembros se dedicaban

por entero a la actividad política5.

Eduardo “Magoo” Nico

A

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Llama la atención el uso anacrónico de la idea-fuerza “arte revolucionario” en los planteamien-tos coincidentes de tres colectivos de activismo artístico surgidos a fi nes de los años setenta y primeros ochenta en Argentina y Brasil: el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT), el Taller de Investigaciones Cinematográfi cas (TIC) y el Taller de Investigaciones Musicales (TIM) [Buenos Aires]; (Rosario) y Viajou Sem Passaporte (São Paulo). Los integrantes de estos grupos, de fi liación trotskista y surrealista, eludieron hablar de “arte político” para asumir la consigna “Por un arte revo-lucionario” en medio de condiciones signadas por la derrota de los anteriores proyectos emancipado-res y el repliegue de la militancia a la clandestini-dad ante la represión.

La noción tiene, por supuesto, una larga y pro-fusa historia en América Latina, que se remonta hasta principios del siglo XX, en particular asocia-da a las posiciones anarquistas y marxistas-leni-nistas. En su nombre se asumieron, a lo largo de la primera mitad del siglo pasado, tanto la defensa cerrada del realismo como la experimentación van-guardista. Más tarde, resurge con mucha fuerza en los años sesenta y setenta asociada a las polí-ticas foquistas que, en última instancia, bregaron por la disolución del arte en aras del paso a la ac-ción directa en la gesta revolucionaria, percibida como inminente e inevitable. Pero resulta un tanto más extemporánea la apelación a dicho concepto en medio de un contexto histórico como el de las últimas dictaduras, poco propicio para tamañas reivindicaciones. Al recordar que, entonces, clamar por la democracia o reivindicar los derechos hu-manos resultaba peligroso, la desmesura salta a la vista.

Estos artistas activistas tomaron explícita distancia de los legados vinculados al realismo y al arte panfl etario, que asociaban al Partido Comu-nista o al populismo peronista (en el caso argen-tino) y, en cambio, pregonaron y practicaron el poder disruptivo y transformador de la imaginación, la provocación, la experimentación y la creación colectiva como fuerzas capaces de transformar las hostiles condiciones “normales” de existencia.

ARTE Y REVOLUCIÓN

Para entender la particularidad de esa apelación al arte revolucionario como fuerza utópica en la actividad de estos grupos, es necesario reponer mínimamente la historia de los cruces que en

ellos se produjeron entre arte, política y activismo. Así, en 1977, un grupo de jóvenes, como tantos otros en Buenos Aires, se iniciaba en el teatro. Algunos de ellos habían tenido o seguían intentando sostener vínculos con el Partido Socialista de los Trabaja-dores (PST), que había pasado a la clandestini-dad en 1975 y cuya dirección estaba exiliada en Colombia. Dicho partido, de orientación trotskista y liderado por Nahuel Moreno, formaba parte de la IV Internacional. Con una tradición fuertemente antiintelectualista, su mito de origen (el Grupo Obrero Marxista fundado en 1944) partía de tomar distancia de los intelectuales de izquierda encerra-dos en la vida bohemia y en discusiones de café, y asumió, a lo largo de su historia, posiciones obre-ristas como la proletarización de sus militantes de clase media. Abiertamente contrario a la teoría del foco guerrillero, expandida como alternativa revo lucionaria en América Latina tras el triunfo de la Revo lución cubana en 1959, Moreno sostenía que “el más subjetivo de los factores —el partido revo-lucionario— se habría convertido, en esta etapa histórica (la siguiente a la posguerra), en el deter-minante en última instancia”6 del proceso revolucio-nario y el devenir de la lucha de clases. Desde esta perspectiva, el destino de la revolución mundial no recaía tanto en situaciones objetivas como en el rol jugado por los partidos revolucionarios. Para Moreno, la crisis del capitalismo no conducía inexo-rablemente al socialismo, como había planteado Marx: la experiencia del ascenso del fascismo había mostrado que la alternativa al socialismo es la bar-barie, es decir, una sociedad de clases aún peor que el capitalismo7.

Un encuentro es crucial en lo que sigue. En bus-ca de una orientación alternativa, el grupo de jóve-nes al que nos referimos anteriormente, se cruza con Juan Uviedo, un santafecino mayor que ellos que había trabajado en teatro experimental dentro y fuera de Argentina. Así nace el TIT. Poco des-pués surgen el TIM8 y el TIC9. Las convocatorias del TIT/TIC/TIM en salas de ensayo, en las dos casonas10 que alquilaron o en distintas salas tea-trales fueron variadas (festivales artísticos, fi estas, hechos teatrales, ensayos abiertos, cineclubs, ta-lleres) y llegaron a organizar a 100 personas de for-ma permanente y a unas 150 o más que circulaban de manera esporádica o fl uctuante, cantidad que resulta llamativa en medio de las condiciones co-tidianas de represalia a las actividades colectivas (“tres es reunión”, amedrentaban las fuerzas del orden). Uviedo cae preso —acusado de tenencia

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de drogas— en 1978 y meses más tarde se ve forzado a abandonar el país hacia Brasil. A partir de enton-ces el TIT se reorganiza en tres subgrupos o talle-res, liderados por jóvenes de poco más de 20 años: el primero, a cargo de Marta Gali (Marta “Cocco”), trabaja sobre Meyerhold y Lautréamont; el segun-do, a cargo de Rubén Santillán (“el Gallego”), se centra en Genet, Artaud y el teatro de la cruel-dad; y el tercer grupo, dirigido por Ricardo Chiari (Ricardo “D’Apice”), se orienta hacia Ionesco y el teatro del absurdo.

La historia del nexo de Cucaño con el trotskis-mo es ligeramente distinta. Un par de años más jóvenes que los integrantes del TIT, sus miembros eran estudiantes de secundario cuando en 1979 em-pezaron a trabajar de manera colectiva. El hermano mayor de Carlos y Guillermo Ghioldi, militante del PST, había tenido que huir de Rosario al pasar a la clandestinidad. Roberto Barandalla y Lina Capdevilla, entre otros militantes del mismo parti-do en la ciudad, fueron cayendo presos desde oc-tubre de 1978. Otros integrantes de Cucaño, como el músico experimental Carlos Lucchese, se recla-maban, en cambio, anarquistas. Muchos se mantu-vieron al margen de la estructura partidaria por lo menos hasta 1981-1982, momento en el que la ma-yoría de ellos pasa a militar en el PST. Barandalla, liberado en 1979, se instala en Buenos Aires, donde se conecta activamente con el TIT y luego funda el TIC. Una vez por mes debe viajar a Rosario para presentarse ante las autoridades policiales. En esos viajes, en los que se reúne con Carlos Ghioldi y otros integrantes de Cucaño, relata la experiencia y transmite ideas, libros, formas de complot. Al poco tiempo, Mauricio Armus “Kurcbard”, también integrante del TIT, inicia un taller de investigación teatral con los Cucaño. Los lazos políticos y estéti-cos que unen a ambos grupos no van en desmedro de la notable autonomía con la que Cucaño desple-gó su experiencia respecto de su “hermano mayor”.

Aunque la compleja proximidad que mantienen estos grupos con el PST puede llevar a entender esta experiencia como parte de una línea política artís-tica partidaria, ni el TIT ni mucho menos Cucaño se explican como un aparato sino más bien como un cúmulo de “personas sueltas buscando refugio y tratando de mantener una historia y algunas ideas”11.

En una primera fase, entre 1977 y 1979, la presencia del Partido en la actividad del TIT fue escasa o nula: eran años de durísima represión y la vida partidaria clandestina estaba desarticulada y aletargada. En 1979, la actividad partidaria em-

pezó a incrementarse nuevamente. El PST evalúa entonces que el periodo más cruento de represión dictatorial había terminado y encuentra en ese nutrido conjunto de jóvenes un potencial “semille-ro de militantes” que poder captar para sus fi las. Varios integrantes del TIT/TIC/TIM, en paralelo a su actividad artística, pasan a integrar activamente células o equipos clandestinos. Similar proceso se da, aunque de un modo más tardío, en el grupo Cucaño.

A partir de 1982 el Partido (ya devenido en Movimiento al Socialismo [MAS]) analiza que la inminente retirada de la dictadura tras la derrota en Malvinas llevaría a una “situación revoluciona-ria”. La efervescente vuelta a la actividad militante pública, la apertura de locales en los barrios, la par-ticipación en el proceso electoral de 1983, chocó de bruces con la actividad de los grupos artísticos. Muchas veces esa doble pertenencia, que hasta ese momento se había vivido no sólo como compatible sino absolutamente coherente, se vuelve una con-tradicción que se expresa en la obligatoria elección entre la militancia política y la actividad artística. Desde el Partido se les plantea que ambas activi-dades resultan incompatibles por razones de segu-ridad (la exposición pública de las actividades del TIT y Cucaño los sometía a continuas detenciones policiales, lo que se reñía con la preservación pro-pia de la lógica clandestina) y también de intensi-dad. Muchos entrevistados refi eren ese momento en que debieron —por presiones externas o auto-convencimiento— abandonar su participación en el TIT/TIC/TIM para volcarse al trabajo partidario. La disgregación del grupo Cucaño, igual que en el caso del TIT, se produjo en el momento en el que se priorizó la militancia partidaria sobre la iconoclastia artística. Esta disyuntiva contribuyó a la disolución de ambos grupos en torno a 1982, cuando muchos de sus integrantes se volcaron intensamente, algunos por un periodo acotado y otros por muchos años, a la militancia política.

Trasladados a la ciudad de Santa Fe para crear una sección regional del MAS, Mariano Guzmán y Osvaldo Aguirre decidieron decretar el fi n de Cucaño y fundar el Grupo de Arte Experimental Panamá Rojo, al que posteriormente se sumaría Guillermo Giampietro y que durante un par de años (1983-1984) retomaría la búsqueda del escándalo urbano que había caracterizado la actividad del grupo inicial.

Respecto a la historia política de Viajou Sem Passaporte [▸I N T E R V E N C I Ó N ] , grupo surgido en São Paulo en 1978, Luiz Sergio Ragnole (más conocido

ARTE RE VOLUCIONARIO

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como “Raghy”), uno de sus integrantes, recuerda que, al comienzo de los años setenta, el movimiento estudiantil adquirió un carácter excepcional en la historia de los movimientos sociales brasileños. Para “Raghy”, el movimiento estudiantil “podría considerarse la vanguardia de las cosas en fun ción de las condiciones de la época”12. En la Uni ver-sidad de São Paulo (USP) empezaron a organi-zarse grupos trotskistas. Las manifestaciones de estos grupos de izquierda surgieron como algo nuevo, puesto que los antiguos militantes del 68 habían sido eliminados y el Partido Comunista estaba sometido al control del gobierno. Por aquel entonces se crearon en las universidades “tenden-cias”, grupúsculos que actuaban en la clandesti-nidad, como Libelu (Liberdade e Luta [Libertad y Lucha]), rama estudiantil de la OSI (Organização Socialista Internacionalista). Libelu fue la primera organización brasileña que lanzó públicamente la famosa consigna “Abajo la Dictadura”, además de organizar grandes manifestaciones. Para sus militantes, la contracultura fue un elemento clave.

EN LA SAGA DE BRETON Y TROTSKY

En medio de las condiciones de aislamiento y desinformación en las que se vivía, Viajou Sem Passaporte, el TIT y Cucaño construyen su lega-do desde la reivindicación del primer surrealis mo y su cruce con el trotskismo en tanto método de exploración e invención. Este legado combina expe-rimentalismo y revolución, vanguardia artís tica y vanguardia política.

Una referencia de peso para ellos es el encuen-tro de 1938 entre Breton y Trotsky en casa de Diego Rivera en México, circunstancia que dio lugar al

manifi esto “Por un arte revolucionario independien-te” y a la fundación de la Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente (FIARI). Este texto constituye una de las bases del pensa-miento que modeló las ideas de los tres grupos, un manifi esto que propugna la construcción de una federación revolucionaria internacional de artistas que se oponían tanto al capitalismo como al auto-ritarismo estalinista, buscando “la independencia del arte para la revolución y la revolución para la liberación defi nitiva del arte”. El eje crucial que se extrae de este documento es la reivindicación de toda libertad en el arte, que ya había sido formu-lada por Trotsky en su libro Literatura y revolución (1924), en anticipada contraposición a lo que ter-minaría siendo la defensa de una estética ofi cial (el realismo socialista) dentro del Estado soviético y la III Internacional. Lo cotidiano, según Trotsky, sería el lugar donde se defendería y profundizaría la revolución, de acuerdo con las nuevas condiciones de construcción del socialismo13. De allí el desprecio a las poéticas realistas asociadas al dogma impul-sado desde el Partido Comunista (“Stanislavski es Stalin”, bromeaban en el TIT). En el mismo sentido, el 12 de mayo de 1980 el grupo Cucaño difunde un manifi esto titulado “Por la vigencia de un arte revo-lucionario, experimental e independiente”, destina-do a los compañeros de Viajou Sem Passaporte, en el que se defendía la libertad de expresión frente a todo “tutelaje” patronal o del Estado. En noviem-bre de ese mismo año, la revista independiente WYK,editada por Viajou Sem Passaporte, propone un acuerdo suscrito por el grupo y por el TIT tras un primer intercambio en enero de 1980, en el que se apuesta por un movimiento latinoamericano en pro de la revolución en el arte. Posteriormente, Cucaño adhiere también a este acuerdo. El acuerdo defi ende puntos como “luchar a botellazos” contra toda forma de realismo y didactismo en los men-sajes, la promoción de intercambios entre grupos de diversos países, una total libertad de expresión y creación crítica, la lucha por que el Estado asuma las condiciones materiales de la libre actividad artística y un “compromiso con la liberación abso-luta del hombre”14.

Sin embargo, lo cierto es que la libertad crea-tiva que el trotskismo promovía entre los artistas en comparación con otras versiones del marxis-mo terminó postergada en favor del compromiso político, la acción política suplantó la experimen-tación surrealista15. Anteriormente, la irreverencia de Cucaño había llegado a parodiar algunos de

fi g. 1. Cucaño, Osvaldo Aguirre “Mosca” y Guillermo Giampietro “Anuro Gauna”, Rosario, 1983.

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los grandes hitos históricos de la Revolución so-viética, como la toma del Palacio de Invierno en La insurrección de las liendres. Esta aparición de Cucaño tuvo lugar en el contexto de La Segunda Muestra de Teatro Rosarino, celebrada en la Sala Mateo Booz del 13 al 15 de diciembre de 1981. Partiendo justamente de ese evento se puede pos-tular cómo la articulación entre arte y política en Cucaño se desplazó de la libertad creativa conce-dida por Trotsky a los artistas que, en cierto modo, establecía una esfera singular para la imaginación en el contexto de la revolución —aún en medio de la contrarrevolución—, a la necesidad de que el arte se confundiera con la vida para revolucionarla desde dentro, mediante un modo de acción sobre los cuerpos y las conciencias que se sustrajera (a la vez que complementara) a las lógicas de sub-jetivación más clásicas de la izquierda. Este doble movimiento de tensión solidaria entre la “libertad total a la imaginación” y el devenir vida —o revo-lución de la vida— del arte (en unos términos que podían llegar a colisionar con las demandas de la militancia revolucionaria partidista), vio compro-metida su pervivencia en el contexto de los últimos años de la dictadura por las razones que enunciá-bamos antes. El cruce entre arte revolucionario y revolución política, surrealismo y militancia trots-kista, apuntó en Cucaño hacia una escisión entre ambos dominios de sentido y acción, dentro de cuya lógica el segundo de ellos acabaría por impo-ner el peso simbólico de la necesidad histórica.

En la actividad de Viajou Sem Passaporte también se manifi esta el desdoblamiento entre la práctica artística y la práctica política. Desde la perspectiva de las experiencias del grupo, cuanto más ambiguo, vago, absurdo y contradictorio fuera su discurso, mejor. Desde el punto de vista político, cuanto más claro, defi nido y preciso fuera el discur-so, más sencilla sería la tarea de la organización de los trabajadores para la revolución.

De ahí provenía la nítida separación que estableció

Viajou Sem Passaporte en su actuación: cuando

se trata de organizar grupos, movimientos, acciones

en general, el discurso no contiene ambigüedades.

Cuando se trata de entretener con el lenguaje,

todo vale16.

Giampietro afi rma, sobre la concepción de arte revo-lucionario en Cucaño: “negábamos las tradiciones, los saberes formalizados, ser revolucionarios era enfrentarnos con métodos contundentes, gritarles en la cara”17. En diversos textos del TIT se defi enden la espontaneidad y el automatismo psíquico en tanto impiden caer en el arte-panfl eto y posibilitan que el actor encarne su momento histórico. Entre sus horizontes están la liberación del tabú de la obra completa y el impulso vital que supone la relación con el contexto histórico. Pro ponen una ruptura de varias fronteras: entre espectador/actor, entre acto artístico/acción política, entre espacio teatral/fuera de escena. “Nuestra obligación es hacer sentir todo el peso de esta realidad abruma-dora bajo la forma de signos nuevos y aún más, debemos adelantarnos a ella, debemos engendrar el futuro”, señalan. Respecto a las intervenciones que hacía Viajou Sem Passaporte, según recuerda “Raghy”, podían ser protagonizadas por cualquier persona en cualquier lugar, como cuando sus in-tegrantes se turnaban en un determinado trayecto de una línea de autobús de São Paulo para subir y bajar con esparadrapos en el ojo, o cuando giraban alrededor de un árbol durante un minuto. En las ca-lles, sus acciones abolieron la representación tea-tral y crearon un dinamismo entre los participantes, lo que les llevó a descubrir que sus intervenciones eran una especie de “automatismo corporal”, en alusión a la escritura automática de los surrealistas.

Son frecuentes en los escritos de estos tres grupos las referencias a la noción de la revolución permanente de Trotsky, que surge como réplica a la táctica estalinista de desarrollar el socialismo en un solo país (la Unión Soviética) y por etapas.

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fi g. 2. Portada de la revista WYK, São Paulo, noviembre de 1980.

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“(agradecidamente) a todos al carajo”. Sólo de ese modo les resultaba posible cumplir con la necesi-dad de “empezar de cero […] la emancipación del hombre y del arte”19.

VIVIR EXALTADOS

Aun cuando el TIT/TIC/TIM y Cucaño sostienen vínculos de afi nidad y tensión con un partido de izquierda como el PST, así como Viajou Sem Passaporte lo hace con Libelu, la poética queimpulsaron implica la irrupción de otro modo de entender y hacer política muy distinto al que predomina en las izquierdas en la época anterior (los primeros años setenta), en tanto conciben el arte como una fuerza capaz de transformar la vida (su propia vida y la de otros). Arriesgan modos de hacer desconcertantes, que se desencajan res-pecto del estereotipo de lo que tanto las fuer zas represivas como el propio Partido entendían por práctica política. Optan por estrategias y modos de hacer que les permiten dar cuenta del contexto histórico desmarcándose de cualquier atisbo de una estética realista, panfl etaria o denuncialista.

Llevan a la práctica acciones públicas e incluso callejeras muy arriesgadas en medio de un duro contexto represivo, apostando a constituir territo-rios de libertad en medio del terror y la clausura del espacio público. Su apuesta política por el arte fue una alternativa al asfi xiante clima que se vivía. El arte se vislumbra como refugio:

El hombre de nuestros días, y sobre todo la juventud de nuestro tiempo, reclama en el arte y a través de la estética, la satisfacción de sus impulsos vitales y espirituales que le niega la sociedad20.

Quizá el modo más justo de aproximarse a estas experiencias no sea defi nir al TIT tanto como un grupo de teatro o a Cucaño y a Viajou Sem Passaporte como grupos de arte, sino como comu-nidades de afi nidades electivas. Una comunidad de jóvenes que se abroquela con pasión y soberbia, desparpajo y empoderamiento, experimentación y riesgo, para inventar un modo de vida radical-mente distinto al gris disciplinado por el régimen, y alterar (y afectar) subrepticiamente la “normali-dad” cotidiana e institucional. En alguna medida, se puede pensar que las comunidades de afi nida-des electivas que se generaron al interior de cada grupo, y más tarde en la articulación entre los tres,

Se enfatiza la necesidad perentoria del internacio-nalismo por extender el proceso insurgente a todas partes como única garantía de su éxito, a la vez que plantea la hipótesis de que el socialismo pue-de triunfar incluso en sociedades que no han alcan-zado una industrialización capitalista avanzada. La revolución permanente en el arte hace alusión a la inestabilidad de las formas, la condición proce-sual e irrepetible del “hecho artístico” y la incesante investigación de nuevos modos de creación. Otros rasgos de la poética que impulsan son la improvisa-ción, la provocación y la creación colectiva.

A su vez, la voluntad expresada por estos colectivos de reavivar la historia clausurada de la vanguardia apela, en particular, a los referentes del dadaísmo y del surrealismo europeos. Abrevan especialmente en los manifi estos del primer su-rrealismo18 y en el teatro de la crueldad de Antonin Artaud, así como en textos de Breton, Lautréamont y Meyerhold, entre otros, de quienes desprenden una suerte de método o llave. Declaran ignorar tanto los desarrollos sesentistas de la articulación entre el arte y la política en el medio local, cuya memoria había sido obliterada por la dictadura militar, como las aportaciones del surrealismo desarrollado en Argentina en las décadas anterio-res, por ejemplo la producción editorial, poética, ensayística y crítica de Aldo Pellegrini, por men-cionar el antecedente más inmediato y visible del surrealismo argentino. Pese a que algunos inte-grantes de los grupos tiendan a minusvalorar su bagaje teórico en aquella época y atribuyan la mez-cla de intrepidez y temeridad de sus acciones a la inconsciencia juvenil (un componente que, por lo demás, no podemos descartar), lo cierto es que al-gunos pasajes de la primera publicación del grupo Cucaño, la revista Cucaño. Acha, acha, cucaracha (1980) muestran con claridad, en medio del delirio, las pretensiones vanguardistas del colectivo. Así, en un texto titulado “Romper con todo lo que se ha hecho en arte”, se diagnostica la inefi cacia actual de los movimientos históricos de vanguardia, ab-sorbidos por las instituciones culturales burguesas, y se reedita el gesto de tabula rasa característico del movimiento dadá en términos que permiten comprender el sentido de las acciones que Cucaño desplegaría en los años de su eclosión creativa. Al mismo tiempo en que se declaran “herederos” de Baudelaire, Breton, Tzara o Artaud, cuyas “teo-rías” y “formas artísticas” investigan y estudian, sus integrantes abogan, ante la acción de “los gu-sanos” que manipulan esa herencia, por mandarlos

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prefi guran (a su modo) el carácter de la sociedad comunista que reivindica Viajou Sem Passaporte.

Para lograrlo, quieren alcanzar en el día a día un estado que autodefi nen como “vivir exaltados”21.

Esa invención de un modo de vida autónomo instau-ra un espacio/tiempo de libertad, abre un boquete, erige un refugio, pero no un refugio escondido y subterráneo, sino extrañamente abierto, a plena luz del día, desafi ante y provocador, desatinado. Ser parte de esta comunidad implica no sólo participar en procesos de creación colectivos, sino compartir experiencias vitales inesperadas (vivir, convivir, viajar juntos…). En tiempos duros, “el TIT me ofre-cía una manera de vivir o de sobrevivir”, rememora una de sus integrantes22.

EL ENCUENTRO

En el verano de 1980, parte de los miembros que integraban el TIT, entre ellos Pablo Espejo, Luis Sorrentino y Ricardo Chiari junto con un grupo de casi 30 personas, viajaron a São Paulo en un auto-car que acudió directo al teatro Procópio Ferreira, donde estaba refugiado Juan Uviedo. Al cabo de unos días, los jóvenes del TIT fueron expulsados del teatro y se trasladaron a la Universidad de São Paulo (USP). Parte del grupo se instaló en la ciudad universitaria, mientras que otra ocupó la escuela politécnica, en el centro. La comunicación entre los dos grupos se mantenía a través de una vieja furgoneta. En la USP encontraron un lugar para ensayar y representar sus piezas, muchas de ellas escenifi cadas en la Universidad y en sus orga-nizaciones estudiantiles. Durante esta estancia en la USP, conocieron a los integrantes de Viajou Sem Passaporte. La pasión entre los dos grupos fue casi inmediata, porque ambos reivindicaban un arte revolucionario y el surrealismo moderno.

A diferencia de Viajou Sem Passaporte y 3Nós3, que provenían de familias de clase media, los miembros de TIT eran, según Chiari, “lumpen proletarios” que se establecieron en São Paulo de forma comunitaria con recursos muy escasos, pa-sando hambre e ideando planes de robo de comida en los supermercados. Aunque en Buenos Aires el TIT trabajaba montando piezas propias o escenifi -cando adaptaciones de obras de autores como Jean Genet, en São Paulo empezó a realizar interven-ciones urbanas, muy infl uidas por 3Nós3 y Viajou Sem Passaporte. Chiari recuerda que los miembros del TIT consideraban muy “técnicas” las interven-ciones de 3Nós3 y un tanto “blandas” y “refi nadas”

las acciones de Viajou Sem Passaporte. Cierta-mente, TIT y Cucaño trabajaban con el exceso y la visceralidad, algo que se puso de manifi esto en el acto que cerró el ciclo de sus intervenciones, el Anti-Pro-Arte – Alterarte II, en agosto de 1981, realizado en las dependencias de la USP y otros espacios de la ciudad. Alterarte II fue un acto bas-tante disperso y contradictorio, muy distinto de Alterarte I, organizado por el TIT de Buenos Aires en noviembre de 1979, con una elaboración más profunda y presentaciones teatrales prolongadas durante diez jornadas consecutivas.

Alterarte II supuso para TIT la posibilidad de desarrollar la idea de la construcción de un movimiento de arte revolucionario independiente en São Paulo, así como un momento de crisis sobre el signifi cado de la intervención urbana y de sus límites. Los preparativos de Alterarte II corrieron a cargo del grupo TIT de São Paulo, con la colaboración de Viajou Sem Passaporte y del Departamento Cultural de la Asociación Central de los Estudiantes de la USP. TIT, 3Nós3 y el Centro de Livre Expressão (Clé) escribieron cartas al entonces secretario municipal de Cultura, el poe-ta y profesor Mário Chamie, para solicitarle apoyo y materiales destinados a la organización del fes-tival. Parte del TIT de Buenos Aires vino a Brasil para participar en el acto, acompañado por el TIC y el TIM. Una delegación de Cucaño también viajó aSão Paulo y escribió una carta al “Movimiento Anti-Pro-Arte” en la que se destacaba, a partir de un contexto donde los jóvenes crecen en el ambiente de corrupción ejercida por la dictadura militar argentina en Rosario, la necesidad de consolidación de este movimiento como la “única posibilidad efectiva de desarrollar nuestras posiciones con respecto a la futura expresión artística del hombre”.

En una de las intervenciones realizadas duran te el festival, Chiari y algunos miembros del TIT de São Paulo divulgaron el rumor de que Jean-Luc Godard daría una conferencia en el anfi teatro de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Apro-ve chando el “supuesto viaje” de Godard a Buenos Aires, el afamado director recibiría a los alumnos de la Universidad de São Paulo para mantener con ellos una conversación. Por la noche el audito-rio permaneció abarrotado. Los estudiantes de cine prepararon una cena para el director. El público, impaciente, reclamaba la presencia de Godard, mientras los miembros del TIT intentaban calmar los ánimos, diciendo que estaba de camino. Tras más de una hora de espera, un hombre (en realidad

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críticas del signifi cado político y transformador de este movimiento. En Rosario, la carta que escribió Cucaño sobre Alterarte II en noviembre de 1981 defi nía el festival como un “glorioso fracaso”, algo que no contribuyó a profundizar y continuar la construcción de lo que perseguían. “La fugacidad del encuentro —observa Cucaño— no fue la de un grupo ni del caudillismo; fue la fugacidad histó-rica de cada uno de los grupos”.

La iniciativa del MSI emulaba la fundación de la Internacional Surrealista promovida por Breton y sus secuaces y también los modos organizativos internacionalistas de la IV Internacional. En el texto fundacional que Cucaño remitió al MSI en enero de 1982, los miembros del grupo, autodenominado “ultravanguardia lúcida”, explicitaban su adhe-sión a los postulados del Partido Revolucionario e interpretaban del siguiente modo las interaccio-nes entre la política y la cultura que habían afecta-do a la juventud desde el golpe militar de 1976 y que anticipaban el proceso de disolución paralelo:

En la Argentina […] el surgimiento de una franja

de jóvenes que se vuelcan a la cultura después del

golpe de 1976 refi ere a la falta de canales de expre-

sión y no a necesidades culturales. La cultura y el

arte dieron ese espacio en un determinado tiempo

y actualmente ese fenómeno tiende a extinguirse

a medida que se ensancha (paulatinamente) el cam-

po de acción de las organizaciones políticas.

En la evolución de los productores artísticos hacia un movimiento transformador internacionalista, resultaba difícil pensar en algo que pudiese su-perar aquellos acontecimientos ocurridos en São Paulo [▸I N T E R N A C I O N A L I S M O S ] . El Clé intentó dar conti-nuidad a la sinergia creativa del TIT y de los grupos paulistas. Sin embargo, acabaron tropezando con las difi cultades del sostén fi nanciero o la institucio-nalización de los miembros como “profesionales del arte”, algo que para muchos no tenía sentido. Había llegado el momento en el que Brasil (como Argentina), encaminado hacia el proceso de demo-cratización, empezaba a ser otro país.

AL, AM, JV

NOTAS1 Entrevista realizada por André Mesquita en Ilhabela en

junio de 2011.2 Ibíd.3 Entrevista a Carlos Ghioldi en VV. AA.: “Cucaño: Por más

hombres que hagan arte y menos artistas”, en http://espacio-culturalizquierda.blogia.com

Cadão Volpato, miembro del colectivo D’Magrela) entró acompañado de guardias de seguridad, con un abrigo negro y gafas oscuras, y comunicó al público dos o tres frases en un francés muy mal pronunciado. En cuestión de minutos, el público abandonó el teatro insultando a Godard. La acción Engodo Godard [Cebo Godard] fue el tema de un artículo publicado en el diario Estado de São Paulo y, al parecer, se trata de una versión contemporá-nea de cuando Tristan Tzara difundió el rumor de que Charlie Chaplin se había adherido al dadaísmo y estaría presente en la “Matinée Dada” del Salón de los Independientes de 1920.

Al día siguiente de la clausura de Alterarte II, los grupos se reunieron para hacer un balance del festival y decidieron fundar el Movimiento Surrea-lista Internacional (MSI) con el lema “Transgre-sión-Imaginación-Subversión”. A este llamamiento se sumaron la Escuela de Mimo Contemporáneo (EMC) de Buenos Aires, las Ruahínas, un colectivo compuesto por las mujeres del TIT de São Paulo, y Viajou Sem Passaporte. Posteriormente, algunos miembros del TIT de Buenos Aires publicaron una Enciclopedia Surrealista; en realidad, eran unas 70 páginas de fotocopias que contenían diversos documentos de los grupos, sus intercambios epis-tolares, manifi estos y ensayos, sus acuerdos y balances de los últimos acontecimientos, junto con la propuesta de impulsar las bases teóricas de esta nueva iniciativa. Entonces se sucedieron decenas de cartas, contrabalances, desacuerdos y muchas

fi g. 3. Movimiento Surrealista Internacional, cubierta de la Enciclopedia Surrealista, Buenos Aires, Rosario, São Paulo, 1981.

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A4 Ibíd., pp. 108 y 116.5 Eduardo “Magoo” Nico, correspondencia con Ana Longoni,

mayo de 2012.6 Elías Palti, Verdades y saberes del marxismo, Buenos Aires:

FCE, 2010, pp. 68-69.7 Nahuel Moreno, Conversaciones con Nahuel Moreno,

Buenos Aires: Antídoto, 1986, p. 2.8 El TIM nació en 1979 y concentró a un grupo de militantes

del PST que estudiaban música en los conservatorios y se volcaron a la música experimental. Entre ellos, Elías Palti “Chester”, Enrique Viegas, Horacio “Oboe”, Graciela Ramas, Gabriela Listz, Fabiana “Tuli” Andrés, Leticia Fanessi y Carlos Andreani.

9 El TIC nació en 1980 por impulso de “Picun” (Roberto Barandalla) y “Magoo” (Eduardo Nico) y luego, entre otros, de Sergio Bellotti, Adrián Fanjul y Gustavo Piccinini. Realizaron una serie de ensayos o experimentos en Súper 8 (de los que se conservan tres cortos de fi cción), organizaron un cineclub en la Manzana de las Luces y nuclearon un movimiento contra la censura (MACI) que editó tres núme-ros de una revista (Montaje).

10 Ambas casonas eran muy céntricas: la primera en Córdoba 2031 durante 1980, la siguiente en San Juan 2851 durante 1981.

11 Marta Cocco, La resistencia cultural a la dictadura militar argentina de 1976: clandestinidad y representación bajo el terror de estado, tesis doctoral defendida en 2011, sin publicar, King s College, Londres, p. 114. Dicho esto a sabiendas de que su modo de organización era semejante al partidario: “De hecho, lo primero que resalta del perfi l del TIT es su similitud con los partidos políticos. Más allá de su ligazón con un partido específi co, el TIT existió desde siempre como una especie de organización política, como si fuese un refl ejo de las estructuras militantes revolucionarias, a las cuales, inconsciente o conscientemente, se asemejaban, ya que con-taban con una organización piramidal, una dirección central, con divisiones de tareas y responsabilidades, equipos de activistas o grupos de trabajo que contaban con un extenso número de contactos. Ibíd., pp. 112-113.

12 Entrevista realizada por André Mesquita en São Paulo en mayo de 2011.

13 John Roberts, Philosophizing the Everyday. Revolutionary Praxis and the Fate of Cultural Theory. Londres: Pluto Press, 2006, p. 20.

14 Viajou Sem Passaporte, en WYK, São Paulo, Publicação independente, noviembre de 1980, p. 25.

15 Así lo confesaba Carlos Ghioldi en “Investigación especial: Grupo de Arte Experimental Cucaño. Surrealismo y trans-gresión en Rosario”, óp. cit., p. 19.

16 Correspondencia de “Raghy” con André Mesquita, 11 de julio de 2011.

17 Entrevista a Guillermo Giampietro realizada por Ana Longoni y Jaime Vindel, Trieste, diciembre de 2011.

18 Eduardo “Magoo” Nico refi ere haber dado un curso o semi-nario a los miembros del TIT/TIC/TIM “sobre el Primer Manifi esto del Surrealismo antes de la reunión de fundación del (grandilocuente y estéril) MSI y luego del retorno de Alterarte II en Brasil”. Correspondencia con Ana Longoni, 3 de mayo de 2012.

19 Revista Cucaño. Acha, acha, cucaracha, Rosario, año 1, nº 0, abril de 1980, s/p.

20 Zangandongo, Buenos Aires, nº 1, 1980.21 Testimonio de Irene Moszkowski a Ana Longoni, mayo de 2012.22 Testimonio de Irene Moszkowski a Marta Cocco , La resis-

tencia cultural a la dictadura militar argentina de 1976: clandestinidad y representación bajo el terror de estado, óp. cit., p. 115.

Entrevista con Luiz Sergio Ragnole “Raghy”

AM: Viajou Sem Passaporte se defi nía como un “grupo de investigación creativa”, no como un colectivo teatral. ¿Cómo surgió esa propuesta inicial dentro del grupo?

R: Cuando iniciamos el trabajo, descubrimos que lo que hacíamos era teatro. Poco a poco se desarrolló la investigación y nos percatamos de que no era necesario atenerse a un único aspecto del lenguaje: el teatro como único código artístico, como se decía en la época.

A partir de un determinado momento empeza mos a descubrir que lo que hacíamos estaba al alcance de cualquiera. Y esto ocurría porque no se requerían técnicas especiales, ni conocimientos específi cos, sino cierto grado de organización, creatividad e ima-ginación. No teníamos un poder especial sobre las cosas. Nos interesaba una intervención que provocase una crisis en la normalidad de forma creativa, apun-tando hacia la libertad pero sin proponer soluciones para los problemas que pudieran surgir.

AM: ¿Hacer intervenciones era también otra forma de hacer política?

R: Nos parecía que quienes debían dirigir la revolución eran los trabajadores, y no nosotros. En el grupo todo el mundo estaba más o menos comprometido, contri-buíamos a organizar manifestaciones políticas, pero Viajou Sem Passaporte actuaba con independencia. A partir de un determinado momento, empezamos a entablar contacto con el surrealismo. Hasta el fi nal de los años 1920, el surrealismo era un grupo de poetas artistas. Con el apremio de la situación política y el antagonismo ideológico que llegó en la guerra, sintie-ron la necesidad de tomar partido. Éste fue el momen-to en el que propugnaron sus manifi estos en apoyo a la revolución, pero sin renunciar a sus ideas y convic-ciones, del mismo modo que nosotros no renunciamos a nuestras investigaciones, pero defendíamos una so-ciedad libre. Aparte de eso, Viajou Sem Passaporte era un grupo autofi nanciado y totalmente independiente.

AM: A partir de esas investigaciones, ¿cómo se desarrolló el método de trabajo del grupo?

R: Cuando formamos Viajou Sem Passaporte, quería-mos hacer algo diferente de lo que había hasta enton-ces. Todos teníamos en mente la idea de combinar el arte con el cine y la música, aunque no sabíamos bien

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cómo hacerlo… Entonces se publicó una convocatoria del Serviço Nacional de Teatro en la que se solicitaba la presentación de proyectos, con derecho a una subven-ción y al uso del espacio del Teatro de Arena Eugênio Kusnet durante tres meses. Conseguimos este apoyo y a partir de ahí comenzamos.

Nuestra historia es muy semejante a la del cubis-mo. Picasso trabajaba junto a Braque y compartían un espacio. Con el trabajo de Cézanne, poco a poco empezaron a descubrir el cubismo, los diversos puntos de fuga… y ese descubrimiento es tan colectivo que no se alcanza a identifi car quién fue su artífi ce. Nosotros aspirábamos inicialmente a hacer algo teatral, pero descubrimos que el teatro sólo confundía. Estábamos llenos de prejuicios y nuestro trabajo surgió para librarse de ellos. Empezamos a desarrollar algo que denominamos “unidad de acción”. Hacíamos un cír-culo y aquello era una unidad de acción que iba a durar 12 minutos. Del 0 al 3 entra una caja de cartón. Del 3 al 7 entra un caballete de madera y del 7 al 12 entra una bolsa de plástico. Éstas son las reglas y hay que cumplirlas. Descubrimos que era algo estimulante, porque en el momento de poner la caja nadie conse-guía poner sólo la caja. Podíamos entrar y salir, hacer la caja como si fuese un sándwich… Este proceso creó un dinamismo que era totalmente automático e improvisado.

Después de eso, uno ya no consigue volver a ver una pieza teatral. No tiene sentido decorar un texto, si es posible hacer lo que uno quiera… Era algo se-mejante a la fantasía. Se nos abrió todo un universo. Incidíamos en el proceso y no en la obra. Y después salimos a la calle.

¿Trajetória do curativo [Tayectoria del parche]… es teatro? ¡Sí, porque estamos representando! Y no, porque sólo estoy en un autobús con un esparadrapo en el ojo. Pero, ah, sólo porque estamos organizados y el resto del autobús no… ¿es eso lo que distingue esta intervención del teatro? Porque, mire, no sigo ningún guión literario cuando hago esta intervención…

Recuerdo lo que pasó cuando el MASP montó una exposición con obras surrealistas. Nos quedamos a la entrada de la exposición sólo con un brazo levanta-do y entonces llegó la policía… No era algo simplemente lúdico, sino que también queríamos dar un codazo a la institución. Los museos, los autobuses y los teatros son lugares semejantes y no es preciso respetarlos desde ese punto de vista. Si se puede jugar en un auto-bús, ¿por qué no se puede jugar también en el museo o en el teatro?

AM: ¿Cómo sucedió el encuentro de Viajou Sem Passaporte con el TIT?

R: No recuerdo cómo aparecieron… Había un tío mayor [Juan Uviedo] que era una especie de mentor del TIT. Nos encontramos en la Universidad de São Paulo. Ellos estaban haciendo algo allí y nosotros intervinimos. Ambas partes percibimos que este encuentro tenía otro nivel. Descubrimos que ellos tenían vinculaciones con movimientos políticos similares a los nuestros. Pero se preocupaban más por esa parte de organiza-ción que por la faceta artística de las cosas…

Creo que fue un encuentro casual, ellos no tenían noticia de nosotros… La relación comenzó a crecer y surgió la idea de formar una asociación de artistas inter-nacionales Con la referencia histórica del Movimiento Surrealista Internacional. Siempre habíamos querido constituir un movimiento. Implicar cada vez a más gente. Cuantos más grupos existiesen semejantes a nosotros, mejor. Intentamos crear una estructura organizativa de artistas que defendiesen ideas de ese tipo, así como una revolución social. Este proyecto no avanzó, porque las pretensiones eran excesivas y todos estábamos dejando de ser jóvenes y ya nadie era estudiante…

AM: ¿Qué recuerdos tiene del acto Alterarte II?

R: Nosotros no participamos de forma directa. El TIT organizó aquella intervención que se montó sobre todo en la Praça da República, pero nosotros también par-ticipamos. Ayudamos a sacarlos de la cárcel, contaron con toda una red de apoyo. Fue una experiencia basada en Artaud, pero aquello era muy diferente de nosotros, porque los trabajos de Viajou Sem Passaporte care-cían de visceralidad. Aquello fue dramático y cargado, el TIT trabajaba desde la representación. A diferencia de nosotros, que hacíamos una intervención más irónica. Dar una vuelta alrededor de un árbol no repre-senta nada.

Por André Mesquita,

São Paulo, mayo de 2011.

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fi g. 4. Acuerdo entre TIT y Viajou Sem Passaporte publicado en la revista WYK, São Paulo, nº 1, noviembre de 1980. 61

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fi gs. 5, 6. Movimiento Surrealista Internacional, Enciclopedia Surrealista, Buenos Aires, Rosario, São Paulo, 1981, páginas 15 y 16.

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fi gs. 7, 8. Viajou Sem Passaporte, manifi esto “Público idiota”, São Paulo, octubre de 1978.

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fi gs. 9-11. TIT, “El primer manifi esto Zangandongo”, Buenos Aires, 1980.

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Entrevista a Eduardo “Magoo” Nico

AL, JV: ¿Cuándo empezaste a militar en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST)?

M: Empecé en la escuela secundaria en 1972, en la Escuela Normal de Banfi eld. Viví en ese colegio las grandes movidas de entonces, los Montoneros, Perón vuelve, etc. Tomamos el colegio, un poco obligados por los Montoneros, que nos dieron 24 horas, o tomá-bamos el colegio o lo tomaban ellos… Hubo una asam-blea muy democrática en la que llenamos el claustro del colegio, se convocó a exalumnos, alumnos expul-sados por su militancia política, y a padres, profesores y alumnos. A mano alzada se eligió a la directora y empezó un autogobierno, ad referéndum del ministerio, que tenía que mandar un interventor. Autodisciplina, música en los recreos, clases de historia de las revo-luciones, clases de literatura brillantes.

AL, JV: ¿Había otros militantes del PST además de vos?

M: En mi aula de 40 alumnos éramos casi la mitad entre militantes y simpatizantes. Fue fulmíneo, en el sentido de los que opinan, como yo, que “más que hijos de nuestros padres, somos hijos de la generación que nos tocó vivir”. Si pienso en mi familia, en qué me trans-mitieron, fue nada, o muy poco, u otra cosa. Fue esta casualidad, este azar histórico, lo que me mostró un de-terminado camino. Todos teníamos que militar en algo, todos queríamos ser parte, militar. Por suerte me tocó un partido serio que no me mandó al matadero. En mi caso apareció uno del PST con bigotitos y una camisa Grafa en la esquina del colegio que nos convocó a hacer una reunión amplia para crear un nuevo partido de los trabajadores, con posiciones socialistas, democráticas, abierto a escuchar qué pensábamos nosotros. Fuimos como 15 a esa primera reunión, ¡15! Sólo porque un des-conocido que parecía obrero te invitaba, pero no era obrero, era seguramente un universitario disfrazado…

Así empezó mi militancia dentro de la escuela, y después en La Plata, en la universidad, me tocó vivir la intervención de Ivanissevich y empezaron los prime-ros atentados y secuestros de la Triple A. Yo era muy jovencito y tenía responsabilidades muy grandes, en un momento estaba en la mesa de dirección regional, tenía 500 militantes por debajo, en una mesa de direc-ción de nueve, con 18 años recién cumplidos. Había dirigentes brillantes en esa época, no sólo los nuestros, unos oradores impresionantes, maoístas, comunistas, Montoneros.

También viví una huelga muy importante en La Plata, que fue la de Propulsora Siderúrgica, una acería gigantesca ocupada por los obreros. Se hizo un cordón estudiantil que intentaba impedir que la Guardia de Infantería entrara en la fábrica, una gran tensión. Luego la Triple A empezó a poner bombas en los locales políticos y el partido decidió mantener los locales abiertos y defenderlos con guardia armada. Era todo ridículo, nos pusieron una bomba en el local de la juventud y nos quedamos con el local central, lo fortifi camos, techos, balcones cerrados, guardia armada las 24 horas. Nunca tiré un tiro, ni hice siquie-ra una práctica, pero como yo me había criado en el campo, sabía tirar con escopeta. Una noche apareció una banda fascista que empezó a mostrar armas, pro-vocándonos, sobre todo mostraban que ellos estaban armados. El secuestro era muy fácil, por más que el local estuviese bien cuidado, después de la guardia salías caminando desarmado a tomarte el colectivo. Así fue que, justamente cuando salieron a una volanteada por el confl icto de Propulsora Siderúrgica, es decir, terminaron la guardia y salieron a las 6 de la mañana a volantear, ahí secuestraron al primer grupo, y después al otro, ocho personas en total, y los mataron a todos. Yo me salvé porque tenía anginas, y esa noche no fui al local. Después de eso no pude volver más a La Plata.

AL, JV: En ese momento te habías convertido en un militante profesional.

M: Militaba las 24 horas pero no cobraba un peso, no era rentado. Fue una militancia completamente deses-tructurada, yo quería estudiar Agronomía y me inscribí, pero como era muy bueno, como premio el partido me mandó a dirigir Ingeniería, sin estar anotado como alumno, es decir, desde afuera. Y hacían eso perma-nentemente: no te permitían estudiar, te boicoteaban el estudio, entonces vos eras un lumpen que vagaba por las universidades, que volanteaba. Otra cosa es ser estudiante, estudiar, dar los exámenes, pelear por los problemas estudiantiles.

Por otro lado, yo conocí el surrealismo por el partido, la primera vez que oí hablar de surrealismo fue por boca de Nahuel Moreno, en el curso teórico de 1975 que se hizo en un local de exiliados republi-canos españoles. Antes había estado en otra escuela de formación que se hizo en verano, en una quinta, dormíamos en carpas. Ésa fue la primera escuela de cuadros en la que participé, estaba centrada en la discusión con Ernest Mandel sobre la guerrilla. Éramos enemigos acérrimos de la guerrilla y de las resolucio-nes del IX Congreso de la IV Internacional, en las que

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el profesor Mandel, desde Bruselas, nos decía que en Latinoamérica debíamos hacer guerrilla en todos los países, resolución a la cual Moreno se opuso con uñas y dientes. Porque nos iba a llevar a una masacre, porque no servía como táctica, porque estábamos en contra del foco guerrillero, y por si esto fuera poco, porque en la Argentina no había campesinado. En la segunda escuela que hice, la “teórica”, se hablaba de historia argentina, de Milcíades Peña, se estudia-ban las tesis de Feuerbach desde la visión crítica de Marx y partes de El capital, y en un momento hubocharlas sobre cultura en general. Ahí por primera vez en mi vida sentí la palabra surrealismo, y Moreno lo describía como el movimiento más radical que habían dado las vanguardias artísticas del siglo XX, y ade más nos dio algunos conceptos, porque noso-tros (la base del partido) teníamos la misma ideología sobre arte y cultura del estalinismo, éramos todos rea listas socialistas. El mismo partido refl ejaba esa estética en sus publicaciones. Entonces Moreno uti-lizaba ese viejo método dialéctico-socrático de llegar por las preguntas y con nuestras propias respuestas a la tesis que él pretendía demostrar. Él nos preguntó: “¿ustedes piensan que lo que hace Palito Ortega es arte?” y todos: “no, no es arte, eso no es arte”, “están completamente equivocados” y empezó a explicar lo que era arte, que había buenos y malos artistas pero los que hacían canciones eran todos artistas, desdeluego Palito Ortega no era un gran músico y encima cantaba “La Felicidad” en plena dictadura de Onganía… Pero también hubo otro género de artistas, y nos empezó a leer cadáveres exquisitos, textos automáti-cos de los surrealistas, y nos preguntó: “¿ustedes pien-san que esto es arte?”. Y todos respondimos a coro: “no, no es arte, no tiene ningún sentido”, o nos pre-guntaba si eso era revolucionario, y nos iba llevando a la discusión sobre las vanguardias y el no disciplina-miento en los temas de arte, cultura y ciencia. Sobre cómo en los temas de arte no debía haber ningún comando sino libertad absoluta. Así como en el parti-do había centralismo democrático y una línea única, lo que se votaba valía para todos, en el arte nada de esto debía suceder y atacaba el realismo socialista por ser una Escuela de Estado, con determinados temas que era obligatorio tratar y se les imponía a los artis-tas. Eso quedó fl otando, yo no me hice artista por esa charla, pero me quedó la inquietud, y en un periodo muy negro, antes del golpe del 76, en la clandestinidad total (tal es así que nunca supe la dirección de la casa en que viví), empecé a escribir poesía. Ahí vivía el peruano Martínez, un viejo dirigente del partido, y otros compañeros de Lomas de Zamora —en ese

periodo yo ya estaba en la Universidad de Lomas haciendo mi 3° o 4° curso de ingreso—. Allí mataron a un pibe frente al rectorado, y se tomó la Universi-dad. Ganamos la dirección de la toma desde el parti-do y elegimos un gobierno cuatripartito: docentes, no docentes, estudiantes y egresados, con mayoría estudiantil. Me eligieron rector por la parte estudiantil pero nunca asumí. Ése fue un momento muy duro, porque un pibe que vivía conmigo desapareció, que-damos con mucho miedo. Era una animalada que yo siguiera yendo a esa universidad fascista. Iba, pero cagado de miedo. En ese momento el peruano me trae la Antología de la Poesía Surrealista, de Aldo Pellegrini, de tapas duras, blancas con manchas rojas. Él tra-bajaba en la prensa clandestina del partido. Yo había empezado a escribir, era una época en la que estaba muy en crisis, tenía mucho miedo. Ese libro me voló la cabeza, allí estaban las mujeres surrealistas que nadie nombra: Joyce Mansour, Eleonora Carrington. Tuve un episodio que, de alguna manera, me ayudó: teníamos un baño con un calefoncito de los de alcohol de quemar, yo me estaba bañando y estaba con una confusión mental absoluta y le eché más alcohol al calefón cuando aún estaba encendido, me explotó la botella en la mano, había fragmentos de vidrio por todo el baño, pero increíblemente no me pasó nada. La cuestión es que ese episodio me impresionó mucho y me dije: se acabó, me voy. Dejé de militar una sema-na antes del golpe. Además percibía que todo estaba mal y que la línea del partido era un desastre. Yo veía que el golpe era mañana, mientras el partido estaba diciendo cualquier cosa. El golpe nos agarró un poco en bolas y a los gritos, muy expuestos. La dirección nacional del PST se fue a Colombia y nos trajeron en cambio a la hoy escritora Laura Restrepo, novia del Mujik, el máximo dirigente por entonces, que tuvo el mérito de haber evitado que el núcleo central del parti-do se disgregara a fuerza de bolazos sobre un supues-to crecimiento del número de militantes y continuas campañas fi nancieras para sostener a los presos.

Yo trabajaba en fábrica, en la planta de Compañía Química de Llavallol, antes y después del golpe, en-traba a las 6 de la mañana, era balancero, y después me pasaban a ofi cina. O sea que viví desde dentro el secuestro de los Born, una de las tantas acciones pro-vocatorias de los Montoneros, que ya habían pasado a la clandestinidad y buscaban desembozadamente el golpe. Seguían el nefasto esquema de “cuanto peor, mejor; cuanto más represión, más revolución”, o para decirlo de un modo más sencillo, “a más represión, más conciencia”. Después los militares, o la Triple A, secuestraron al delegado de fábrica, una persona

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muy querida, burócrata peronista pero bastante democrático. Era una fábrica de venenos (clorados, fosforados, etc.). Había una sección que se llamaba Pigmentos, donde se preparaban las bases para las pinturas. Nunca nadie había llegado a la jubilación en esa sección, porque se morían de cáncer antes. O sea, que era una fábrica donde todo funcionaba bien, a condición de que los de Pigmentos se murieran jóvenes… Yo viví el golpe ahí, llegaban las camionetas con los milicos, se llevaban a alguno, o venían a pato-tear y se iban. Yo ya ahí, a partir del golpe, perdí todo vínculo con el partido y volví a lo de mi vieja. Dentro de todo era lo mejor, me conocían en el barrio, igual por las dudas yo dormía abrazado a una escopeta.

Al año siguiente, en el 77, descubro en el diario un curso de Ricardo Wullicher, un curso gratuito en el Museo Municipal de Cine, de un tipo con cierta fama de izquierdista porque había dirigido Quebracho (después hizo Borges para millones, película en la cual colaboré como meritorio. Ahí lo conocí al viejo Georgie, amado por su escribienda y odiado por su ideología, en la Manzana de las Luces). Con Wullicher empecé los primeros cursos ofi ciales u ofi ciosos de cine, pero antes estudié con Claudio Caldini, un pio-nero del Súper 8, del grupo de cine experimental que tenía su centro en el Instituto Goethe (con Narcisa Hirsch, Marilouise Alemann, etc.).

AL, JV: ¿Cómo decidiste empezar a hacer cine?

M: Todos los que habíamos sido militantes antes, durante la dictadura, buscábamos un espacio en el que pudiéramos mantenernos activos y veíamos en el arte una posibilidad de expresión. Era algo que dejaban hacer los milicos en los primeros tiem-pos, empezaron a fl orecer los talleres literarios, las escuelas de danza, de teatro. Se editaba el Expreso Imaginario…

AL, JV: Muchos grupos de izquierda alentaban revistas culturales…

M: El partido tenía una revista cultural, claro que no decía que era del partido, porque el tema del arte nucleaba a muchos jóvenes y los milicos lo dejaban correr en los primeros años porque después hubo represión también en ese ámbito. Pero en ese momen-to estaban ocupados en otras cosas. Además podías fumar porros en la calle Corrientes o yirar disfrazado de Frank Zappa por el centro y no te paraba nadie.

El periodo entre el 76 y el 79 fue la época de repre-sión más dura y oculta, cuando no se sabía bien que

estaba pasando. Yo había sido militante y sabía. Sabía además que los cuadros de la guerrilla arma-dos eran 300 o 400. Si ellos querían, los limpiaban en una semana. Fueron los últimos que mataron,los mantuvieron vivos, o incluso telecomandados, porque estaban infi ltrados hasta en la dirección nacional, para dedicarse a lo que realmente queríanhacer, que era matar delegados de fábricas, dirigen-tes estudiantiles, liquidar a la izquierda de las fábri-cas. Man tu vieron viva la guerrilla (con pulmotor) para poder usarla como justifi cación de la represión generalizada, el estado de sitio, la censura, etc. El partido denunciaba claramente que había listas clandestinas, gente desaparecida, criticaba sobre todo al Partido Comunista porque no pedía la caída del gobierno militar, y denunciaba el peronismo, el radicalismo, la burocracia sindical y la Iglesia porque colaboraban con la dictadura.

En el 79 vuelvo a acercarme al partido. Entre el 76 y el 79 hice una doble vida, una de fachada súper burguesa y por otro lado estudiaba cine. Y en el 79 abro mi casa a las reuniones que se estaban prepa-rando para enviar gente a la brigada Simón Bolívar, en Nicaragua.

Cuando empiezo a moverme nuevamente como estudiante de cine entro en relación con el TIT y me reengancho al partido. Entonces las cosas se em-piezan a poner mal con mi mujer, porque entre otras cosas usaba sus revistas francesas Paris Match para esconder y pasar los periódicos del partido…

En la Escuela Panamericana de Arte lo conozco a Picun, él llegó a Buenos Aires desde Rosario sepa-rado de la militancia por el partido porque acababa de salir de la cárcel. Una vez me dice que conoce unos chicos muy piolas que hacen teatro, y que se iba a hacer una especie de festival. Era “El Zangandongo II” en el Teatro del Plata, cerca del Obelisco, una galería comercial toda vidriada por la cual se accedía a un sótano oscuro iluminado con velas, la gente sen-tada en el piso, te pasaba por delante gente vendada, sangrando, llevando cadenas, todo un clima de pelí-cula de terror. Me gustó la cosa, me pareció fuerte, no se entendía un pomo, eran emociones, imágenes. Todo muy fragmentario. Salimos y en la entrada lo veo al Gordo Emilio (dirigente de la Juventud del PST) y con el Picun —con quien no había hablado nunca de política hasta entonces— nos dimos cuenta de que los dos lo conocíamos…

Ahí armamos un grupo para hacer cine en Súper 8. La primera cosa que hicimos fue un corto sobre Figuraté, el tema de Almendra. Luego viene el Picun y me dice que la gente del TIT le había hecho

ARTE RE VOLUCIONARIO

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una propuesta: “Quieren que hagamos los 120 días de Sodoma, de Sade. Está el libro, está la plata…”. Entonces conozco la casona de la calle Córdoba que era enorme, era un pasillo largo con la casa al fondo. La primera vez que voy, aparece de nuevo el Gordo Emilio.

Así armamos el TIC con el Picun y empezamos a reunirnos, no en la calle Córdoba, que era un quilombo, un happening permanente, sino que lo fuimos a ver a Luis Camilion y le propusimos hacer el “Cine Club de La Manzana de las Luces”. Del TIT vinieron Sergio Bellotti y Daniel Fiorucci que eran teatreros y empeza-ron a hacer cine con nosotros, después estaba un tal Alejandro Ruiz que no era del partido y con el tiem-po se hizo sindicalista de Canal 7, también Evaristo González, que era un cineclubista y que tampoco era militante del partido sino un simpatizante. Después apareció Adrián Fanjul que era menor de edad, hijo de un dirigente histórico del partido.

El taller funcionaba como una cooperativa, todos cotizábamos (es decir, poníamos una cuota mensual), teníamos toda la Manzana de las Luces a nuestra disposición y la “pantalla” del hermano del ministro de relaciones exteriores (Héctor Camilion) que supongo que sabía que éramos troskos pero nos dejaba correr y conseguía las películas, el proyector, todo. Nosotros hacíamos nuestra reunión aparte, en la que funcioná-bamos casi como una célula militante del partido.

AL, JV: La relación entre el partido y el TIT era distinta que en el caso de Cucaño, en el sentido de que el partido parece estar más ausente de la primera época del grupo rosarino, por lo menos hasta el 82.

M: Absolutamente opuesta, por lo menos en mi histo-ria personal. Ellos eran artistas, eran chicos salvajes que leían a Artaud, a Lautréamont… Marginales, en el sentido de que a algunos hasta los habían echado de la escuela. Querían ser militantes y el partido les había dicho que “no, por ahora”, porque había levantado la regional Rosario luego de una detención masiva. Se politizaron y llegaron luego a la militancia (que ter-minó destruyéndolos como artistas en algunos casos). Yo empecé siendo un militante y llegué a la vanguardia artística gracias a la política, y me parece que una parte del TIT había llegado a la actividad artística por la política.

AL, JV: ¿Esta diferencia tendrá que ver con que ustedes tenían unos años más?

M: Sí, éramos mayores. Yo había vivido el 73, y los chicos de Cucaño son hijos naturales de los 80. Además, porque todo iba muy rápido ¿no? En el 81 todavía se mataba gente. A partir de ahí empezó la apertura democrática, luego de una gran movili-zación en Plaza de Mayo. A la dictadura se le estaba yendo todo de las manos. Inmediatamente sacan el tema Malvinas. Pero fue todo de un día para el otro, me acuerdo que estaba encerrado en un depar-tamento por un problema de seguridad (había des-aparecido Pablo El Bueno) y al salir había cambiado el mundo, los libros de Marx se vendían en la calle Corrientes…

Por Ana Longoni y Jaime Vindel,

Trieste, diciembre de 2011

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CONTRAINFORMACIÓN

Reproduzca esta información, hágala circular por

los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mi-

meógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos:

nueve de cada diez las estarán esperando. Millones

quieren ser informados. El terror se basa en la inco-

municación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir

la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote

al miedo. Haga circular esta información1.

Usar el sistema para darlo vuelta: así se defi ne la noción de contrainformación. Si el control de la información permite el control político en bene-fi cio de los poderes transnacionales, la contrain-formación puede colaborar en un proceso integral de liberación nacional y, si la materia prima de la comunicación es la información, la disputa debe darse también en ese terreno. No se trata sólo de desarticular los discursos ofi ciales, sino también de proponer alternativas, instalar nuevas agendas y construir otro modelo de noticiabilidad. De este modo, la contrainformación supone, constitutiva-mente, un enfrentamiento: no sólo contra el discur-so ofi cial, sino fundamentalmente contra el orden establecido.

LA GENEALOGÍA DE UN CONCEPTO

La idea de contrainformación nació vinculada a la noción de contracultura y de los movimientos que se expresaron como antítesis al sistema (anticapitalistas, antipatriarcales, antimilitaristas). Durante toda la década de los sesenta y principios de los setenta se usó la noción de contracultura para referirse y agrupar movimientos políticos tan disímiles como el Mayo francés, el hippismo, las luchas de descolonización o las manifestaciones pacifi stas. La idea de contracultura emergía con más fuerza que la noción fragmentaria y desdibu-jada de subculturas. Estas experiencias mostraron la diversidad de ángulos posibles desde los cuales se podía hacer frente a los sistemas dominantes.

En el ámbito de la comunicación, a la noción tradicional expandida y estudiada desde los años veinte como efecto o propaganda política —usada luego como instrumento de control durante la Segunda Guerra Mundial y aprovechada a partir de la década de los cincuenta como gratifi cación,

herramienta publicitaria, comercial y transnacio-nal— se opusieron formas alternativas de comu-nicación promovidas, dirigidas y auspiciadas por grupos sociales organizados y/o movimientos de liberación nacional en diversos países, que se pro-ponían no sólo mostrar la otra cara de la informa-ción, sino instalar sus propias agendas mediáticas.

Como señalan López Martín y Roig Domínguez,

En cualquier caso, estar ‘en contra de’ puede no

sólo ser una reacción, una negación o un rechazo,

sino también signifi car ‘diferencia’, ‘proposición’,

‘alternativa’ […]. Todo actor colectivo en el con-

fl icto político contemporáneo vive en la necesidad

de ampliar su espacio de intervención sobre la

base de la visibilidad de su repertorio de acción y

la legitimidad de su propuesta. En ese empeño, la

técnica informativa y la dimensión comunicativa

del trabajo político se convierten de forma gradual

en centrales, determinantes y, en algunos casos, en

la dimensión defi nitiva de algunos proyectos y

organizaciones políticas2.

Hablar de contrainformación, más allá de la fl exi-bilidad en el uso habitual del término, nos remite a experiencias concretas de acción política, muchas de las cuales se inscriben como una parte instru-mental de proyectos de cambio social global. Se fueron creando bajo la concepción de un mode-lo de comunicación militante, medios en los más variados formatos (periódicos, radios, agencias de noticias, cine, videos, etc.) como herramientas estético-políticas que, en contextos de violencia política y lucha armada o de democracias forma-les, fueron con cebidas como “armas de contrain-formación”.

VOCES MÚLTIPLES Y CONTRAVOCES

En 1980 la Unesco incorporó el tema de la comuni-cación en su agenda y publicó un documento titu-lado “Voces múltiples, un solo mundo”, también conocido como Informe MacBride3. El objetivo era analizar los problemas de la comunicación y las sociedades modernas, particularmente con rela-ción a la fragilidad y la vulnerabilidad de la prensa a consecuencia de las grandes presiones econó-micas, fi nancieras y políticas que tenían su origen en los intereses de los grupos multinacionales. El texto proponía un “Nuevo Orden de Información y Comunicación” más justo y equilibrado, que ga-rantizara una democratización de la comunicación.

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Denunciaba que el fl ujo de información de los paí-ses del primer mundo a los países del tercer mundo era diez veces más fuerte que en sentido contrario, mientras que el intercambio entre países del ter-cer mundo resultaba prácticamente inexistente. Se señalaba también que gran parte de la informa-ción mundial estaba controlada por unas cuantas corporaciones de comunicación transnacionales localizadas en Estados Unidos, Europa Occidental y Japón.

El informe y el debate que éste produjo crea-ron el campo propicio, a comienzos de la década de los ochenta, para que se propusieran, desde múltiples sectores, políticas internacionales y códigos de ética que regulasen el fl ujo de la infor-mación. A pesar de sus buenos deseos, el Informe MacBride mostró con el paso de los años la incapa-cidad de la Unesco para ejercer la presión interna-cional necesaria que atendiese los desequilibrios expuestos, pero la refl exión y el debate ubicaron a los movimientos y organizaciones sociales y sus medios como una nueva clave en el proceso de democratización de la comunicación.

Paralelamente a las iniciativas de la Unesco, en América Latina habían ido surgiendo cada vez más medios en manos de movimientos y organi-zaciones sociales múltiples y disímiles, que se defi nían a sí mismos como alternativos, radicales, libres, ciudadanos, contrainformativos, indepen-dientes, no convencionales, de nuevo tipo, comuni-tarios u otras denominaciones. Éstos constituyeron esfuerzos para balancear la distribución desigual de recursos de las grandes corporaciones mientras se proponían reforzar la acción de sus diferentes organizaciones y movimientos.

EXPERIENCIAS MÚLTIPLES EN AMÉRICA LATINA

En América Latina existe una larga tradición de medios contrainformativos. Por razones pragmáti-cas y de urgencia fueron surgiendo en los mismos campos de batalla, concebidos como armas de combate en medio de guerras civiles, bajo dicta-duras o contextos de represión. Herederas de ex-periencias en otras latitudes, en los más disímiles gobiernos, con impronta y creatividad propias, surgieron múltiples iniciativas que se expandieron como mancha de aceite por todo el continente.

Una de las primeras experiencias contrain-formativas fue Radio Rebelde, creada por el Che Guevara en la Sierra Maestra, Cuba, en 19584. Entre

los años sesenta y setenta nacen, entre muchas otras, las radios mineras en Bolivia, la Radio Sandino en Nicaragua, el cine militante y de con-trainformación en Argentina. Se multiplicaron experiencias en Brasil, México, Perú y Venezuela. En Chile, bajo el gobierno de Salvador Allende en 1972, Mattelart y Dorfman se propusieron dar una batalla ideológica enseñando “Cómo leer al Pato Donald”. En la década de los ochenta apare-ce en El Salvador el Sistema Radio Venceremos, que atraviesa todo el periodo de guerra civil y del cual surgen Radio Venceremos, en 1981, y Radio Farabundo Martí, en 1982. Miles de radios y otras formas de comunicación denominadas genérica-mente “alternativas” proliferaron por todo el con-tinente a lo largo de esa década5.

Estas experiencias fueron grandes escuelas de experimentación y exploración. Con circulación clandestina y restringida, o de la mano de gobier-nos populares, crearon nuevas formas y circuitos de distribución y participación. Todas ellas se proponían, de uno o de otro modo, devolver la voz a los “sin voz”, servir a las causas revolucionarias, mostrar lo que otros ocultaban, y democratizar la palabra.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LOS MEDIOS

DE CONTRAINFORMACIÓN

Las distintas experiencias que se engloban bajo este mismo término son tan diferentes que es muy complejo caracterizarlas. En general, coinciden en plasmar acciones de denuncia y agitación po-lítica a partir de una vinculación a, o como parte de, movimientos sociales interesados en producir sus propios discursos y modos de ver. Surgen entonces, en el seno de estas organizaciones, las preguntas de qué datos, qué descripciones, qué analogías, qué experiencias, qué imágenes si-lenciadas, ocultadas o tergiversadas, se debían comunicar y por qué medios.

El modelo contrainformativo se defi ne, entre otros elementos, en la medida en que construye un conjunto de actores sociales, explicaciones causales, explicitación de confl ictos, que no exis-ten en los medios masivos o que se muestran desde la óptica del poder donde se invisibilizan o demonizan protestas sociales, acciones colec-tivas, dirigentes políticos. Está en el centro del debate la noción de distribución, circulación y acceso que garantice a los más amplios sectores

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CONTR AINFORMACIÓN

fi g. 1. Daniel Merle, Falso reportero gráfi co detectado durante un levantamiento militar realizado en Buenos Aires, 1988.

fi g. 2. Rafael Calviño, Un militar apunta a los periodistas durante un alzamiento militar realizado en Buenos Aires, 1987.

fi g. 3. Enrique Rosito, A la salida de un canal de TV, el entonces General Luciano Benjamín Menéndez intenta atacar con un cuchillo a un grupo de manifestantes que lo repudian, Buenos Aires, 21 de agosto de 1984.

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sociales el proceso de emisión y recepción de mensajes, pero también la noción de pertenencia, la discusión acerca de la propiedad, del fi nancia-miento, de los usos alternativos de la tecnología. Se conecta la discusión también con procesos educativos, organizativos y de movilización populares.

Su campo de acción no sólo se encuentra en el terreno de los contenidos: al hacer un recono-cimiento explícito de los mecanismos de manipu-lación mediáticos y transparentar sus modos de producción, las experiencias de contrainformación plantan batalla en el terreno de la emisión, pero también en el de la recepción. Al proponerse la crítica de la información ofi cial tienden, por un lado, a evaluar y analizar dicha información para ponerla al servicio de los intereses populares y, por otro, a generar las propias noticias y construir una contraagenda. Esto permite entonces enten-der la lectura crítica de los medios como una parte constitutiva de la contrainformación. Por otra parte, el modelo contrainformativo no implica ne-cesariamente la creación de nuevos medios, sino la idea de favorecer la toma de conciencia sobre lo que circula, dónde, cómo y para quién. Entendido de esta manera, también dentro de los medios convencionales puede haber espacio para conte-nidos contrainformativos.

La comunicación en estas experiencias suele ser vista de un modo instrumental, y los que las llevan a cabo se suelen defi nir como militantes destinados al campo de la comunicación. Surge entonces la fi gura del “activista reportero”, que construye la información mediante su actividad política y ve el medio de comunicación como una herramienta de intervención política. El fun-cionamiento de estos medios es, por lo general, autogestionario, no lucrativo y no profesional. Esto trae aparejado que, numerosas veces, su re-percusión se dé en ámbitos reducidos de círculos militantes, con códigos simbólicos y lingüísticos compartidos por unos pocos y alejados de las audiencias de masas.

Armando Cassigoli, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile durante el gobierno de Allende, fue uno de los autores que refl exionó sobre este tema en un artículo de obli-gada referencia6:

Lo importante de una contrainformación es que

debe ir tan lejos como pueda para lograr índices

cada vez más comunicativos y menos informativos

[…], la contrainformación abarca campos tan

diversos como la educación, los medios, la inves-

tigación científi ca, la justicia […]. En todos estos

ámbitos, desde la perspectiva contraria, usando

cualquier medio que incite a la comunicación en

un ambiente masivo, y luchando por la posibilidad

de que la información correcta sea gestionada

directamente por los protagonistas de los hechos,

para dar al ciudadano la posibilidad de refl exionar

sobre los hechos con nuevos instrumentos infor-

mativos o de crear la información donde ésta no

exista […]. La contrainformación no es otra cosa

que el mecanismo para estimular la conciencia

crítica de los ciudadanos con el fi n de empujar,

a la vez, su participación en el proceso histórico

que viven7.

Frente a la espectacularización de los temas, al tratamiento anecdótico y farandulesco, a la casuística, a la desjerarquización, a la agenda temática del poder de turno, al ocultamiento y la censura o a la desinformación deliberada, los medios de contrainformación se propusieron hablar de lo que no se habla, mostrar las redes causales de los acontecimientos, jerarquizar, historizar, desmitifi car, mostrar el detrás de las escenas, darle marcos y contextos a los aconte-cimientos y articular acciones con movimientos políticos que proponían cambios estructurales. Muchas de estas experiencias apelaron a la idea de red mucho antes de que existiera Internet, ya que se proponían conectar propuestas ais-ladas que articularan una contraagenda.

En todo caso, mientras los medios hegemó-nicos buscaron (y buscan) espectadores y entre-tenimiento, los medios de contrainformación buscaron (y buscan) participantes y compro-miso social.

EXPERIENCIAS PARADIGMÁTICAS EN EL CONO SUR

Bajo las dictaduras en América Latina, la noción de información adquirió el mero rol de propaganda ofi cial. Los medios en manos de los Estados repre-sores fueron fenomenales herramientas de desin-formación. La diseminación del terror a través de la desaparición y la muerte, a través de la censu-ra explícita, más la complicidad generalizada de los dueños de los grandes medios, se conjugaron a la hora de defi nir la información disponible para la población.

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Las dictaduras ejercieron su poder en el ám-bito mediático de la misma manera que en las demás esferas de la vida social: de forma violenta, homogénea y sistemática. Pero, a pesar de esto y aun en las condiciones más adversas, surgieron en todos los países instancias de contrainforma-ción que permitieron hacer circular la información prohibida. En estos países, la violación sistemá-tica de los derechos humanos marcó a fuego las experiencias contrainformacionales que, en un porcentaje importante, se dedicaron a la denuncia de dicha violación. Es el caso de dos experiencias paradigmáticas, la agencia ANCLA en Argentina y los informes de Teleanálisis en Chile.

PERFORAR EL MURO DE SILENCIO

ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina)8, la Cadena Informativa fueron dos herramientas de contrainformación creadas por el escritor y mili-tante Rodolfo Walsh en junio de 1976 en Argentina, dos meses después de consumado el golpe de Estado9. La Agencia se proponía perforar el muro de silencio que la dictadura había generado. Al “terror basado en la incomunicación” Walsh pro-puso responder estructurando una forma de comu-nicación clandestina.

Gracias a la multiplicidad de fuentes con que contaban, el equipo de ANCLA pudo informar so-bre la suerte corrida por miles de desaparecidos, denunciar el plan de exterminio sistemático desco-nocido hasta entonces en el país (llevado adelante por las fuerzas armadas) y la existencia de campos de concentración donde se torturaba y asesinaba a prisioneros. Los cables de la agencia proveían informaciones fi dedignas a los medios nacionales y extranjeros con datos aportados incluso por pe-riodistas que conocían hechos pero no podían pu-blicarlos en los medios para los cuales trabajaban.

Junto con la Cadena Informativa —un sistema de gacetillas que se repartían de mano en mano—, la agencia se proponía tres objetivos centrales: brindar información a los periodistas con el fi n de romper el bloqueo informativo; funcionar como una herramienta de denuncia de las violaciones a los derechos humanos, de la política económica y de la situación social general que se vivía en el país y agudizar las contradicciones existentes en el seno de las fuerzas armadas y demás secto-res de poder funcionando como instrumento de acción psicológica contra el poder económico y militar de la dictadura.

El propio sistema de distribución y retransmi-sión de noticias propiciaba la participación popular en el proceso comunicacional en tanto fuentes y retransmisores de la información. Su principal fuente era la prensa legal de la cual hacían un aná-lisis exhaustivo, las “escuchas” por interferencias a las redes de comunicación del aparato represivo y los testimonios de muchas personas que, supe-rando el terror, contaban lo que habían visto u oído.

La agencia, rompiendo la tradicional polari-dad donde un emisor centralizado se dirige a una masa dispersa de receptores, apeló a que cada receptor se convirtiera en un nuevo emisor, gene-rando una cadena de información que desafi ara el silencio, la incomunicación, la ausencia de no-ticias y el miedo. Aunque con una incidencia real marginal y muy escasa circulación, un puñado de hombres y mujeres con máquinas de escribir, aislados y perseguidos, habían logrado crear una poderosa y efi caz arma contra el poder.

En el contexto chileno también se desarrolla-ron experiencias que podríamos relacionar con el concepto de “contrainformación”. La más conocida de ellas fue Teleanálisis [▸T E L E A N Á L I S I S ] , un noticiero televisivo clandestino que circuló en Chile bajo la dictadura de Pinochet desde 1984 hasta 1989. Pero ya con anterioridad habían surgido una serie de revistas de oposición a la dictadura. Pese a contar con una supuesta tolerancia por parte del régimen, estas publicaciones fueron permanentemente hostigadas por los aparatos de poder. Una de las políticas de censura más emblemáticas transcurrió en torno a las masivas protestas del 5 y 6 de sep-tiembre de 1984. Días antes de la movilización, el 3 de septiembre, las revistas Apsi, Análisis, Cauce y el periódico Fortín Mapocho fueron allanadas y se requisaron los ejemplares en los quioscos, dejan-do fuera de circulación las ediciones que difundían la protesta, a lo que luego se sumó la clausura de las radios de oposición. A continuación, el día 8 de septiembre, la dictadura emitió el bando nº 19, donde se decretaba la prohibición a esos medios de prensa de publicar “imágenes de cualquier naturaleza”, decreto que se mantuvo vigente entre septiembre y noviembre de aquel año. En reac-ción a esas medidas, que según algunos buscaban evitar las caricaturas que parodiaban la fi gura de Pinochet, las revistas de oposición adoptaron diversas estrategias. El Fortín Mapocho apareció con unos rectángulos negros en aquellos lugares donde debían ir las fotografías, la revista Cauce optó por sugerentes recuadros blancos, la revista

CONTR AINFORMACIÓN

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Análisis por cuadros atravesados con la palabra “Censurado”. Además, esta última publicación incluyó también diversos caligramas que burlaban la prohibición del régimen al elaborar imágenes con palabras, habilitando así una forma de visua-lidad que no cabía dentro de las categorías san-cionadas por la dictadura.

DEBATES TEÓRICOS/EXPERIENCIAS MÚLTIPLES

Raymond Williams10 distingue tres tipos de for-maciones culturales en función de las relacio-nes declaradas y reales que los actores sociales establecen con otras organizaciones del mismo campo o de la sociedad en general: las de espe-cialización, las alternativas y las de oposición. Son estas últimas formaciones de oposición las que, además de presentar una alternativa11, se convierten en una oposición activa a las institu-ciones establecidas y a las condiciones generales dentro de las cuales éstas existen e implican una beligerancia activa frente a las instituciones con-sagradas. Por dicho motivo estas formaciones se asocian muchas veces a las vanguardias artísti-cas y forman parte de procesos más globales de transformación social.

Frente a la información dominante (unidirec-cional, jerárquica y vertical), las experiencias de contrainformación que se inscriben en estas for-maciones culturales de oposición le contraponen modelos que proponen ser dialógicos, transver-sales y participativos. Desde la premisa de que quien controla la información controla también el poder (económico, político, cultural, social, militar), se trata de desmantelar esas redes y mos-trar cómo bajo la circulación de ideas subyace una circulación de poder.

Gramsci distinguió entre dominio y hegemo-nía, entendiendo al primero expresado en formas directamente políticas y, en tiempos de crisis,coercitivas; y, al segundo, como una expresión de la dominación, pero desde un “complejo en-trecruzamiento de fuerzas políticas, sociales yculturales”. En el primer caso, que caracteriza-ría losprocesos dictatoriales, en el proceso de“impo sición” de esta ideología, la conciencia relativamente heterogénea, confusa, incompleta o inarticulada de los hombres y mujeres es atro-pellada en nombre de este sistema decisivo y generalizado. En el segundo caso, los intereses de la clase dominante pasan a ser un interés

general en apariencia natural, inevitable, eterno e indiscutible en tanto los medios son instrumentos clave de esa imposición.

A partir de los años ochenta, de la relectura de los textos de Gramsci, de los aportes de Raymond Williams y de la Escuela de Birmingham, entre mu-chos otros, en los estudios sobre medios comienza a preguntarse no sólo si hay imposición (de códi-gos culturales, formas de pensar y actuar, modas, etc.), sino por qué algo se impone y de qué ma-nera. La famosa pregunta que atraviesa la década de los ochenta respecto a los medios es ya no sólo qué hacen los medios con la gente, sino tam-bién qué hace la gente con los medios.

En términos de construcción de la hegemonía (más que de dominación pura y dura) las clases populares encontrarían utilidades en esa situación y por eso pueden prestar su consenso y otorgar legitimidad. En las investigaciones sobre medios a comienzos de los ochenta comienzan a tomarse en cuenta entonces las necesidades, las expecta-tivas, los gustos, los consumos y los deseos de los “consumidores”.

fi g. 4. Portada de la revista Cauce, Santiago de Chile, nº 22,12-18 de septiembre de 1984. Ejemplar publicado tras la emisión del bando nº 19, por el que la dictadura de Augusto Pinochet decreta la prohibición a los medios de prensa de publicar “imágenes de cualquier naturaleza”.

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Estos nuevos debates se trasladaron a las ex-periencias comunicacionales que se expandieronen los años ochenta en América Latina durante el fi nal de las dictaduras y el inicio de los procesosdemocráticos. Muchas de las experiencias decontrainformación surgidas y realizadas bajo las más feroces represiones fueron desapareciendo o resignifi cándose. Lo que antes las unía ahora las dispersaba. La mayor libertad de expresión generaba nuevos desafíos de lenguajes, de for-mas, de contenidos y de técnicas. Nuevas realida-des emergían después de la asfi xia y daban vida a múltiples actividades culturales. Lo que había sido contracultural pasaba a ser ofi cial y lo que era frívolo en tiempos de horror encontraba ahora espacios posibles. Los discursos desgarrados y subterráneos se cruzaban con necesidades ex-presivas liberadas tras la posrepresión. Volvían a circular viejos discursos sociales a los que se sumaban nuevas y múltiples voluntades. En este contexto, no eran fáciles los nuevos diálogos y las experiencias de contrainformación debieron nece-sariamente reinventarse o quedar en la historia.

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NOTAS1 Rodolfo Walsh, encabezamiento de los cables de ANCLA

(Agencia de Noticias Clandestina), Argentina, 1976.2 Sara López Martín y Gustavo Roig Domínguez, Del tam-tam

al doble click. Una historia conceptual de la contrainformación, Madrid: Nodo50, 2004.

3 Sean MacBride era un político irlandés que había ganado el premio Nobel de la Paz en 1974 y que, entre muchas otras cosas, había sido fundador de Amnistía Internacional. La Unesco, en 1980, lo puso al frente de una comisión con la tarea de producir un informe acerca de la importancia de la prensa en la sociedad.

4 El Che Guevara escribiría luego en su libro Guerra de guerri-llas: “Por radio se explicarán todos los problemas, la forma de defenderse de los ataques aéreos, por dónde están las fuerzas enemigas, citando nombres familiares. La propagan-da de tipo nacional contará con los periódicos del mismo tipo que los anteriores, pero podrán narrarse una serie de hechos, de batallas que interesan fundamentalmente al lector, noticias mucho más frescas y más exactas que lo que pueda hacerlo nadie […]. Explica, enseña, enardece, determina en amigos y enemigos sus posiciones futuras. Sin embargo, la radio debe regirse por el principio fundamental de la propa-ganda popular, que es la verdad; es preferible decir la verdad, pequeña en cuanto a dimensiones efectistas, que una gran mentira cargada de oropel”.

5 Es signifi cativo, por ejemplo, que la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) se fundara en 1983.

6 Armando Cassigoli, “Sobre la contrainformación y los así llamados medios alternativos”, en Máximo Simpson Grinberg, Comunicación alternativa y cambio social, Ciudad de México: Premia, 1989, pp. 63-71.

7 Ibíd., p. 70.8 Para profundizar en la historia de esta experiencia, ver

Natalia Vinelli, ANCLA, Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh, Buenos Aires: La Rosa Blindada, 2002, en http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/investig/ancla/ancla_00.htm. Los datos sobre ANCLA utilizados en este artículo fueron tomados de este libro.

9 Rodolfo Walsh, antes de la creación de ANCLA, había escrito investigaciones como Operación Masacre y Quién mató a Rosendo, participado en la creación de la agencia Prensa Latina en Cuba, dirigido el semanario obrero de la Central General de Trabajadores de la Argentina y contribuido a la experiencia de un diario masivo y popular como fue Noticias, entre 1973 y 1974. En los últimos años de su vida, el escritor se había integrado a la organización Montoneros, de la cual formaba parte la Agencia, pero con la que mantenía al mismo tiempo una autonomía relativa, ya que en ese entonces tenía diferencias con su conducción, que dejó plasmadas en una serie de escritos. En marzo de 1977, Rodolfo Walsh fue asesinado por un grupo de Tareas de la Marina. (Para más datos ver Eduardo Jozami, Rodolfo Walsh, la palabra y la acción, Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2011).

10 Raymond Williams, Sociología de la cultura, Barcelona: Paidós, 1994, p. 65.

11 Hay un debate de vieja data entre la contrainformación y la alternatividad, pero ambas denominaciones parten de una noción colectiva en la organización, estructura, mensaje y propósitos, al momento de pensar en el acceso a la infor-mación. Para Cassigoli, ambos conceptos provienen de tradiciones diferentes. “La contrainformación —sostiene— tiende a criticar y dar vuelta a la información ofi cial y, con la óptica de la clase trabajadora, ponerla a su servicio, sin necesidad de crear otros medios paralelos o alternativos”. Según este autor, “los medios alternativos son espacios de información/difusión de pequeña escala y escasa efi cacia, apenas un ‘ruido’ frente al discurso dominante” (Armando Cassigoli, óp. cit., p. 69). Para otros autores, por el contrario, esta lectura es lineal y proponen pensar la relación entre ambos conceptos como una relación dialéc-tica. Ver Natalia Vinelli y Carlos Rodríguez Esperón (eds.), Contrainformación: medios alternativos para la acción política, Buenos Aires: Peña Lillo, 2004.

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TELEANÁLISIS

Entre 1984 y 1989 se realizó en Santiago de Chile Teleanálisis, un noticiario clandestino grabado en cintas de video VHS y distribuido de manera informal sorteando las condiciones de censura impuestas por la dictadura. El proyecto surgió entre militantes de la Izquierda Cristiana y periodistas de una de las más importantes revistas de oposición al régimen —la revista Análisis—, que decidieron experimentar sobre el soporte audiovisual nuevos modos de infor-mar acerca de los acontecimientos no transmitidos por los medios de comunicación adheridos al régi-men. Teleanálisis se convirtió en una televisión alter-nativa a la ofi cial, con reportajes a protagonistas y testigos de diversos acontecimientos vinculados a la política de oposición a la dictadura, dando cuen-ta de una amplia gama de sucesos como la violencia en las calles y el secuestro ilegal de personas, cu-briendo huelgas y paros, así como encuentros cultu-rales de resistencia a la dictadura.

En total se realizaron 202 reportajes, editados en 46 capítulos distribuidos mensualmente en cintas

a través de un sistema de abonados y entregadas de manera personal en organismos sociales, sindicatos, parroquias, grupos estudiantiles, partidos políticos y agencias periodísticas internacionales.

La estructura televisiva y de acción social de Teleanálisis tuvo varios antecedentes. Entre ellos es posible mencionar la implementación de proyectos educativos de sectores de la izquierda en Chile, que utilizaron el video como herramienta efi caz para explorar técnicas más efectivas en la pedagogía. Por otra parte, contradiciendo el supuesto rechazo de la izquierda a las nuevas tecnologías, las Juventudes Comunistas de Chile (JJCC), en el año 1979, organi-zaron desde la clandestinidad un equipo audiovisual para producir material de uso interno del partido, utilizado como herramienta de difusión, formación y adoctrinamiento de militantes. Otros camarógra-fos chilenos como los hermanos Salas [▸G U E R R I L L A S ] arriesgaron su vida a principios de los años ochenta en Chile captando imágenes de protesta, como “Las marchas de hambre en 1982”, que se mostraban a través de la “Red de video popular de Ictus” y de sus contactos con agencias internacionales. Por último, podemos mencionar al grupo Eco y al grupo Video Proceso. Este último realizó en 1982 una serie de documentales temáticos que pueden conside-rarse el principal antecedente de Teleanálisis. Aun así, la experiencia de Teleanálisis no sólo será la que cuente con una organización más estable y prolonga-da en el tiempo, sino que dará un giro decisivo al uso del video, el cual adquirirá un fuerte carácter perio-dístico y asumirá un lenguaje televisivo renovador, sin precedentes en Chile.

Una de las principales novedades que introdujo Teleanálisis fue la decidida opción de sacar la cámara a la calle y poner el énfasis en lo testimonial. Cabe notar que las primeras cámaras de video portátil in-gresaron en Chile a fi nes de los setenta, presentando nuevas condiciones de autonomía y maniobrabilidad. De esta manera se abría un espacio para que los camarógrafos se introdujeran en los acontecimientos que ocurrían en la calle y que requerían de esta agili-dad en el registro. En muchas ocasiones, el registro en vivo de la realidad con la cámara de video realizado por los camarógrafos de Teleanálisis en situaciones de fuerte represión se tornó en una acción subversiva y peligrosa, pues lograba romper con el régimen de visibilidad impuesto desde los medios ofi ciales. En efecto, uno de los hitos más estremecedores capta-dos por las cámaras de Teleanálisis fue el momento en que un policía disparó contra la estudiante María Paz Santibáñez durante una protesta, frente al Teatro fi gs. 1, 2. Fotogramas de Teleanálisis, 1984-1989.

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Municipal de Santiago1. El video fue puesto a disposi-ción de los familiares de la joven y evidenció la arbitra-riedad con que el hecho fue mostrado por los medios ofi ciales. De esta manera, Teleanálisis materializó el compromiso de la acción periodística de un modo que no se ha vuelto a ver desde entonces en Chile.

En 1984, la dictadura lanza el Decreto Ley 1.217 que “prohíbe informar sobre hechos que puedan pro-vocar alarma en la población, alterar la tranquilidad ciudadana o versen sobre actos terroristas”2, obligan-do a los medios a someterse a previa censura o bien a acogerse a los comunicados ofi ciales del gobierno. Por lo tanto, cualquier exhibición y circulación públi-ca de materiales audiovisuales debía ser aprobada por un aparato estatal de censura cinematográfi ca. Sin embargo, esta legislación tenía un vacío: no era aplicable a la producción audiovisual destinada a ser enviada al extranjero. Para evadir las restricciones impuestas por esta ley, Teleanálisis iniciaba todos sus capítulos con la frase “Prohibida su difusión pública en Chile”.

Por otro lado, Teleanálisis tenía en cuenta que la práctica de circulación alternativa de televisión, que en general implica grupos de discusión y el contraste con las informaciones ofi ciales, podía revertir las for-mas de control que caracterizan el uso hegemónico de este medio.

Por último, cabe señalar que Teleanálisis y los demás grupos dedicados a la producción de video, como Eco, Video Proceso e Ictus, tuvieron contacto con otras experiencias latinoamericanas desde co-mienzos de los ochenta a través de lo que se denomi-nó la Corriente de Video Alternativo. Años más tarde, en 1988, llegó a organizarse el Primer Encuentro de Video Alternativo, que se realizó en Chile y en el que confl uyeron participantes de Chile, Bolivia, Brasil, Argentina, Perú y Uruguay. Para esa ocasión se redac-tó un documento, el Manifi esto de Santiago, que fun-cionó como documento fundacional del Movimiento de Video Latinoamericano. Aunque la iniciativa cobró fuerza y se realizaron dos encuentros más, fi nalmente se declaró el Festival de la Habana como el espacio de reunión permanente del movimiento.

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NOTAS

1 Ver “Teleanálisis. El registro no ofi cial de un época”, tesis de

grado en Comunicación Social realizada por Rodolfo Andrés

Gárate Cisternas y José Luis Navarrete Rovano, Santiago

de Chile: Universidad Diego Portales, 2002, pp. 104-109. 2 Germán Liñero Arend, Apuntes para una historia del video

en Chile, Santiago: Ocholibros, 2010, p. 60.

VISIBILIDAD

La política consiste en reconfi gurar el reparto de lo

sensible que defi ne lo común de la comunidad, en

introducir sujetos y objetos nuevos, en volver visible

aquello que no lo era y hacer que sean entendidos

como hablantes aquéllos que no eran percibidos más

que como animales ruidosos1.

Desde que existe lo que se denomina “espacio públi-co”, también existe una lucha de los distintos sectores sociales por su utilización: ocuparlo, apoderárselo, hacerse visible en él. Cuando la confl ictividad social se desplazó al espacio público urbano, la lucha por la ocupación de las calles, plazas o lugares simbólicos (desde la toma de la Bastilla en Francia hasta las ron-das de madres de desaparecidos en Plaza de Mayo en Buenos Aires o las convocatorias en la Puerta del Sol en Madrid) y por el espacio público mediático (primeras planas, segundos de pantalla, centimetraje de prensa, etc.) fueron parte de las estrategias de los partidos y agrupaciones políticas y de los movimien-tos sociales, culturales y/o artísticos que se disputan porciones de poder.

En esas instancias (reuniones, marchas, tomas, barricadas, intervenciones, etc.) los diferentes acto-res sociales se muestran a los otros (gobernantes, prensa, público en general) y exponen sus deman-das, propuestas o peticiones con huelgas de hambre, marchas, acampes en lugares públicos, piquetes en las rutas, ocupación de lugares simbólicos, desplie-gue de estrategias artísticas, entre otros. Las pro-testas en sí mismas pueden defi nirse como el modo en el que distintos grupos e identidades colectivas luchan por hacer visibles sus demandas, sus formas de pensar, ver o sentir. Son una forma de instalar en la escena social críticas, reclamos y cuestionamientos, en defi nitiva, formas de representación de los confl ic-tos sociales.

Una de las formas más fl agrantes de exclusión ciuda-

dana en la actualidad se sitúa justamente ahí, en la

desposesión del derecho a ser visto y oído, que equiva-

le al de existir/contar socialmente, tanto en el terreno

individual como el colectivo, tanto en el de las mayo-

rías como en el de las minorías2.

EL PROBLEMA ES LA MEDIACIÓN

Muchas estrategias de movimientos políticos y so-ciales que se sublevan por algún motivo tienen como

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fi g. 1. Daniel García, En una Plaza de Mayo inundada, frente a la Casa de Gobierno, los familiares portan las fotos con los rostros de los desaparecidos, Buenos Aires, 1983.

fi g. 2. Gerardo Dell‘Oro, Las Madres de Plaza de Mayo vuelven visibles a sus hijos detenidos-desaparecidos a través de la fotografía, Buenos Aires, 1990.

fi g. 3. Eduardo Longoni, Marcha por la vida, Buenos Aires, 5 de octubre de 1982.

fi g. 4. Marco Ugarte Atala, Estudiante baleado por la policía, Santiago de Chile, 1986.

fi g. 5. Eduardo Grossman, El Camarazo, Buenos Aires, 1982.fi g. 6. Omar Torres, Un grupo de Madres de Plaza de Mayo

se dirige hacia la Casa de Gobierno, Buenos Aires, ca. 1982.

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uno de sus ejes visibilizar sus demandas o discursos, que de alguna forma fueron silenciados, ignorados o tergiversados. Cuando estas estrategias no existen, los confl ictos nacen con un défi cit de comunicación que se suele enfrentar con la ideología de la oculta-ción y la privatización de lo público que ejercen los poderes constituidos.

Cualquier protesta social se desarrolla en una zona gris que atraviesa las dinámicas de lo político y lo comunicativo. Esto hace que la relación entre mo-vimientos, partidos y organizaciones sociales con los medios masivos de comunicación sea, por lo general, problemática. Los medios que supuestamente tienen por función mediar entre esos grupos sociales y el público en general lo hacen con sus propios intereses puestos en juego, sus reglas y estrategias, que mu-chas veces responden al mismo poder que mantenía esas demandas ocultas3.

En este sentido, los medios de comunicación ma-sivos son un espacio de lucha por la visibilidad4, pero los medios en sí mismos son actores políticos. Esas construcciones narrativas de apoyo, desaprobación o ignorancia de dichas protestas infl uyen muchas veces en el éxito o fracaso de las mismas. No siem-pre la estrategia es la ocultación, muchas veces es la demonización, la información confusa, la presen-tación estereotipada o prejuiciosa de los hechos y sus protagonistas. La búsqueda de visibilidad choca entonces frontalmente con lo que los distintos pode-res tratan de invisibilizar. Las imágenes en general y la fotografía en particular son objetos privilegiados de visibilidad y han sido utilizadas en distintas épo-cas y momentos históricos para mostrar u ocultar

de manera intencional, para dirigir la mirada, para inducir interpretaciones, para construir realidades. La noción de que hay que “ver para creer” tiene aún hoy fuerza en nuestras sociedades, en las que la visión sigue atada a parámetros fuertes de credibilidad.

DICTADURAS EN AMÉRICA LATINA: ENTRE EL OCULTAMIENTO Y LA VISIBILIDAD

En muchas de las dictaduras del Cono Sur durante las décadas de los setenta y los ochenta, la desapa-rición forzada de personas fue la principal modalidad represiva. A partir de la experiencia de Argelia pri-mero y Chile después —países donde la represión abierta e indiscriminada provocó fuertes condenas internacionales de forma inmediata—, otras dictadu-ras, especialmente la argentina, resolvieron que la represión fuera clandestina.

La propia fi gura del “desaparecido” implicaba ocultar a la vista social su destino. La desaparición de personas combinaba una cierta visibilidad (del secuestro, de los allanamientos y en algunos casos de los cadáveres) con el secreto (de lo que sucedía con los detenidos en los centros clandestinos de detención). Esto era una política específi ca de dise-minación del terror5.

La negación del poder represor de la existencia de los detenidos-desaparecidos se extendió a los familiares que los buscaban. Una de las formas de esa negación era la ausencia de dichas noticias en la prensa o su presentación confusa, tergiversada y/o descontextualizada. A este doble ocultamiento, de los desaparecidos y de sus familiares buscándolos, se logró oponer una doble visibilidad. Por un lado, las madres y otros familiares comenzaron a portar las fotos de sus hijos e hijas, esposos, mujeres, nietos y nietas, devolviéndoles un rostro, una identidad, una historia y un lazo social, volviendo visibles a quienes se había hecho desaparecer, es decir, ocultar a la vista social. Pero ellas mismas estaban invisibiliza-das. Ahí es donde la acción de artistas activistas y de algunos fotorreporteros colaboró para quebrar esta segunda invisibilización. Imágenes e intervenciones artísticas en calles y plazas ayudaron a conformar y amplifi car la dimensión simbólica de este movimiento de denuncia, especialmente el que conformaban las Madres de Plaza de Mayo. “[Las Madres] Querían ser vistas. Era una obsesión”6.

La fotografía fue también un pilar fundamental para la construcción de su imagen social. A partir de las acciones del movimiento de derechos humanos, muchas veces conformadas y acompañadas por

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acciones de arte (uso de fotos, pañuelos, siluetas, máscaras, instalaciones, muñecos gigantes, pan-cartas, etc.), algunos reporteros gráfi cos tomaron fotografías emblemáticas que se transformaron en los íconos del relato visual contra la dictadura hasta hoy en día.

Las fotos de las Madres y otros familiares lle-vando como pancartas las imágenes de sus seres queridos, como en el juego de las muñecas rusas, permitieron romper esa doble ocultación: las desa-pariciones mismas y las acciones que se llevaban a cabo en su búsqueda.

Ese nuevo uso de las fotos de desaparecidos llevadas por sus familiares permitieron un desplie-gue visual que los fotógrafos supieron aprovechar y ayudaron a expandir. Este proceso de hechos —producción de imágenes de esos hechos, circula-ción y reconocimiento— es el que hace que dichas imágenes se hayan transformado en una forma de construcción visual que favoreció la difusión y el conocimiento de lo sucedido bajo el terrorismo de Estado.

Como señala Claudia Feld, “las imágenes han sido centrales para representar y mostrar la desapari-ción, tanto durante la dictadura como posteriormen-te. La desaparición, acto por defi nición de sustracción de la imagen, se ha dado a conocer, en la Argentina y en el mundo, mediante imágenes”7.

Desde sus inicios en el siglo XIX, la fotografía de-mostró ser un efi caz medio de lucha contra el olvido. El retrato, uno de sus usos más extendidos, sirvió históricamente para vivifi car lo muerto, para recordar a los familiares fallecidos, para establecer nexos entre la vida y la muerte. El uso que le dan los familiares de detenidos-desaparecidos a las fotos de sus seres queridos se apoya en esta tradición previa a la que le suman la dimensión política. Los familiares no sólo usan la fotografía para recordar, esencialmente buscan, denuncian y hacen reaparecer en la escena pública al ser desaparecido.

Las fotos que lentamente comenzaron a aparecer en la prensa y a multiplicarse en folletos, carteles, documentales, exposiciones y libros, se fueron tor-nando en testimoniales, y también en símbolos de-safi antes; hicieron visible lo que se había intentado invisibilizar, confi rmando que “no sólo lo visual se construye socialmente, sino que lo social se constru-ye visualmente”8.

Las imágenes (entre las cuales las fotografías de prensa ocupan un lugar destacado) forman parte de una construcción visual de lo social. En esa cons-trucción hay una disputa de sentidos, una lucha por

la representación y el reconocimiento. Hay visibili-dades en pugna que se enfrentan a lo que permite, como visible óptimo, el poder. Así fue a lo largo de la historia.

En la actualidad, es común escuchar que los me-dios sustituyeron a las plazas como lugar de encuen-tros de interacción física, de presencia pública y/o de protesta social. Estas voces suelen escucharse en los mismos medios. Sin embargo, lo que surge endistintas latitudes del globo son combinaciones de presencias reales y mediáticas, múltiples plazas, calles y espacios en los que se suceden nuevas estra-tegias de intervención creativas, confl ictivas y críticas que a su vez generan nuevas formas de visibilidad pública y de acción social. Múltiples escenarios que son a la vez testigos, protagonistas y puentes.

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NOTAS1 Jacques Rancière, El malestar en la estética, Buenos Aires:

Capital Intelectual, 2011.2 Jesús Martín-Barbero, “Transformaciones comunicativas y

tecnológicas de lo público”, en Metapolítica, Ciudad de México,

2001, vol. 5, nº 17. 3 Como contrapartida, las estrategias de contrainformación

nacen con el propósito, entre otros, de abolir esa mediación

y crear y poner en circulación sus propios discursos.4 Cabe señalar, como indica Ana Lucía Magrini, que no todas las

protestas sociales se formulan con la intención de obtener vi-

sibilidad mediática. Hay protestas que se confi guran desde los

márgenes de la esfera pública, como las indígenas, que suelen

acudir a estrategias de comunicación alternativas que van más

allá de los medios de comunicación masivos y que incluyen la

comunicación basada en el contacto cara a cara. Ver Ana Lucía

Magrini, “La efervescencia de la protesta social. De luchas,

demandas, narrativas y estéticas populares”, en E. Rabinovich,

A. L. Magrini y O. Rincón (eds.), “Vamos a portarnos mal”.

Protesta social y libertad de expresión en América Latina, Bogotá:

Centro de Competencia en Comunicación C3, Fundación

Friedrich Ebert y ADC Asociación por los Derechos Civiles, 2011.5 Pilar Calveiro, Poder y desaparición. Los campos de concentra-

ción en Argentina, Buenos Aires: Colihue, 1998; Antonia García

Castro, “¿Quiénes son? Los desaparecidos en la trama política

chilena (1973- 2000)”, en Bruno Groppo y Patricia Flier (dirs.),

La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en Argentina,

Chile y Uruguay, La Plata: Ediciones Al Margen, 2001; Claudia

Feld, “Imagen, memoria y desaparición. Una refl exión sobre

los diversos soportes audiovisuales de la memoria”, en

Aletheia, revista de la Maestría en Historia y Memoria de la

FaHCE, La Plata, 2010, vol. 1, nº 1.6 Ulises Gorini, La rebelión de las Madres. Historia de las Madres

de Plaza de Mayo, Tomo I (1976-1983), Buenos Aires: Grupo

Editorial Norma, 2006.7 Claudia Feld, óp. cit.8 Rossana Reguillo, “Políticas de la (In)visibilidad. La construcción

social de la diferencia”. Curso: Educación, imágenes y medios.

FLACSO Virtual, 2010, en http://issuu.com/luly/docs/politicas_

de_invisibibilidad._r.reguillo.

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CUERPOS Y FLUJOS

Mientras aspectos en otro tiempo insospechados de la fi siología humana se exponen, analizan y auscultan con detalle, el concepto de cuerpo parece perder algo de nitidez. No obstante, es una noción que se ha vuelto crucial (al mismo tiempo que ob-soleta la de bioorganismo). Crucial, y acaso tam-bién ardua: el cuerpo ha dejado de ser una realidad estable, y resulta elusivo establecer sus funciones o sus límites. Una redefi nición continua intenta se-guir el paso a su incesante construcción biológica que, a través de un conjunto de procesos sucesivos, hicieron más efi cientes las disciplinas reclusivas de regulación social de la modernidad temprana: entre ellas, las formas de organización y gestión de la vida dentro del régimen biopolítico, potencia-das con la irrupción de las industrias alimentaria y farmacéutica; la aparición de la cirugía “recons-tructiva” o “estética”; la dimensión biosemiótica profundamente afectada por la manipulación de hormonas o genes; o el aporte de la cibernética en la construcción de prótesis o biointerfaces que extienden el cuerpo al campo de la informática y la virtualidad, haciendo mutar irreversiblemente la idea de “presencia”. La era del poshumano es también la era de la disolución del cuerpo. O, al menos, un tiempo que desvela su frágil y mudable consolidación.

Acaso es el modelo económico posfordista y neoliberal, establecido como nuevo paradigma desde fi nes de los setenta, el que impone la no-ción de fl ujo sobre el viejo paradigma industrial que colapsa en esa misma década (entre cuyos signos reveladores está el denominado gueto de Detroit). Latinoamérica resultó en este proceso un laboratorio de importancia: el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla pusieron previamente en escena las propuestas de la Escuela de Chicago —que demostraron que no se podía ser liberal en economía y liberal en política al mismo tiempo: la alianza entre regímenes totalitarios asesinos y neoliberalismo económico era sustancial (y es-taba demasiado lejos de las ideas de democracia o libertad que éste último propugnaba)—. El mo-delo sería luego adoptado a escala mundial por los gobiernos de Reagan y Thatcher a inicios de

los ochenta, y a fi nes de esa agitada década se autoasume triunfante con el colapso del bloque soviético.

Es la modernidad fl uida o “líquida” visible ya desde la desregulación de los mercados, que señala Zygmunt Bauman, la privatización de los servicios públicos y el poder creciente de la es-peculación fi nanciera que tiende a extender sus límites, a desplazar los capitales fl exibilizando las barreras políticas, éticas o culturales, erosio-nadas por el libre paso del comercio y la inversión sin fronteras.

Ese cuerpo social al que aludían los escritos de Comte o Durkheim es vulnerado, aun cuando el tránsito de individuos pueda tener regulacio nes más estrictas. Y esa pérdida de autonomía de los Estados nación ante los poderes económicos trans-nacionales que los gobiernan parece al mismo tiempo generar en respuesta otras formas radica-les (y de base) para entender el concepto de fl ujo desde un ámbito de territorializaciones fugaces: como fuerza de producción; y como una pulsión en sí misma que permite conectar “máquinas-órgano” y “máquinas-fuente” ensambladas en formas de agenciamiento colectivo a fi n de producir y cons-truir lo real (en el lenguaje de Deleuze y Guattari).

Así, en simultáneo a los dispositivos de pro-ducción de subjetividad y los dispositivos de producción del cuerpo, se oponen un conjunto de movimientos de contraproducción. Los años ochenta pueden ser entendidos como un mo-mento paradigmático en la naciente construcción de estos dispositivos de producción de cuerpos y subjeti vidades alternativos.

Atravesada por diferentes tipos de violencia y crisis, un signo recurrente de algunos de estos movimientos en la década sería cierto rechazo por los paradigmas de vida existentes y, portanto, un peligroso deleite por la distopía comoproyección de una sociedad que se asume desdeya decadente. Ello parece el signo reconociblede movimientos de artistas visuales, literarios y musicales que recogen los infl ujos del punk. En algunos países del continente, esto coincide con la resaca de los movimientos políticos diez-mados durante la década anterior. No obstante, la actitud era fundamentalmente la ruptura y, acaso, el propio nombre —de estos movimientos o grupos de activistas culturales— asume mu-chas veces el de la repulsión misma: la escoria, el confl icto social, la represión, la miseria o la marginalidad; vueltos así un modo de afrenta o

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de alimentación temprana poslactancia— que bien subvencionan los Estados o bien proveen las compañías privadas que las producen.

No obstante, ser fl ujo implica en gran medida deshacer el cuerpo, así como sus procesos de cla-sifi cación taxonómico-identitarias (conscripciones de raza, sexo, género, clase): imaginar nuevas fun-ciones, límites y metáforas en un proceso continuo de contraproducción de subjetividad-corporalidad. La frontera entre lo que a alguien se le asigna ser y aquello en lo que alguien puede devenir es un lugar de contradicciones.

La discrepancia es una plataforma funda-mental y esta noción de fl ujo anima la ausencia de comando u organización central que hoy com-ponen los nuevos movimientos sociales y las nuevas movilizaciones en protesta que, como una entusiasta pandemia, se han encendido en dis-tintos lugares del planeta. Algo que parece con-ciliarse con aquellos orígenes de la psique donde el cuerpo no tiene límites y en la que, conectada a ella, mundo y cuerpo son una sola y misma cosa. Conexiones extendidas que hacen casi una ilusión —de ésas que, en ocasiones, pueden ser temporalmente necesarias— pensar que existen problemas de carácter local. Lejos de la institu-cionalidad orgánica de un aparato de Estado, de los “diagramas de fl ujo”, entendidos como dispo-sitivos para la contención de un proceso progra-mático y de las “corporaciones” multinacionales —aquel neologismo jurídico que apela a una idea así discutible de cuerpo para designar las estruc-turas jerárquicas de las dominantes entidades empresariales modernas—; se trata de bordes que permanentemente se desdibujan trazando un com-plejo indicador de las formas de convivialidad, tolerancia o autonomía de los individuos al inte-rior de una comunidad que se encuentra siempre amenazada por una puesta en abismo de las asig-naciones, atribuciones e identidades.

Cuerpo es, al fi n y al cabo, multiplicidad y fl ujo. No sólo porque el cuerpo es dudosamente una realidad —ni acotada, ni acotable—, sino porque el fl ujo es un espacio de posibilidad para lo real cada vez más amplio. Habría por ello que evitar oponer ambos términos: los fl uidos cor-porales son una suerte de metáfora que se origi-na o, más bien, se procesa en él. Como sustancia —ya negada o admitida, rechazada o reinscrita— hablan de su extensión, de su vulnerabilidad e inconsistencia: siempre en movimiento interno y en interacción con el afuera.

confrontación [▸P ( A ) N K ] . Como fl ujo, el fl uido corpo-ral es también un signo de esas actitudes contra aquellos modelos de formas de vida propuestos, y sus propias posturas nominales —ya la basura, el residuo; el vómito o el desecho metabólico— se convertían en una afectación emocional y polí-tica contra la supuesta estabilidad de un sistema que se intenta perturbar. O contaminar: desde el punto de vista de la antropología o de la historia, un desecho es una categoría que un objeto o sus-tancia adquiere dentro del imaginario específi co de una cultura y, por tanto, en oposición, éstos constituyen un método para sondear los valores asignados y establecidos al interior de una socie-dad determinada1.

Sin embargo, el énfasis puesto en los fl uidos corporales no sólo se vuelve una forma elocuente de evacuar un cuestionamiento sobre los contor-nos de lo socialmente aceptable, sino, y sobre todo, el inicio de un continuo pensamiento crítico sobre los límites de la propia corporeidad: un señalamiento de aquello que en una primera mi-rada ya no forma parte del cuerpo, que lo excede o desborda. Ello se expulsa, ello se exuda, ello se succiona. Se excreta o secreta marcando ese tejido de la piel —en ningún momento continuo, ni tampoco impenetrable— como el límite du-doso de una identidad física y psíquica que se supone contenida allí dentro. No obstante, junto a los denominados desechos metabólicos existen un conjunto de fl uidos del cuerpo que resultan susceptibles de gestión biopolítica: sustancias capaces de generar y preservar la existencia hu-mana, como el esperma, la sangre o la leche, que —a través de la inseminación, transfusión o lac-tancia— pueden introducirse en otro cuerpo para fecundarlo o mantenerlo con vida. Su presencia permanece fuertemente unida a la preservación y protección del cuerpo colectivo de la especie. Esto implica que se organice un sistema de regu-laciones sobre los cuerpos. No sólo su pérdida inútil debe evitarse, sino que varios mecanismos de prestación reguladora se instituyen para nue-vamente consolidar los intereses del capitalismo transnacional sobre la población: la práctica de transferir clínicamente esperma u óvulos de cuerpo a cuerpo son hoy parte de un próspero mercado mundial; los bancos de sangre y bancos de leche se dedican a recolectar, almacenar, pro-cesar y suministrar estas sustancias. Y aquí se in-cluye la extensión industrial del fl uido tecno-lácteo —considerado aún fundamental en los procesos

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doméstico y, del otro, un momento expansivo de autonomía en la producción de la propia sexua-lidad, en donde irrumpe un impulso que diluye los límites de aquel lugar habitado extendiéndose hacia un mundo que resulta estimulante y a la vez imprevisible, impúdico, insólito o salvaje. Dentro de una amplia entrevista sostenida con Natalia Gutiérrez, el artista considera al teatro Faenza de aquellos años como el espacio propicio para los encuentros gay, y describe la platea del mismo como “el orinal más grande de Colombia”. Un escenario que será luego referente para una ins-talación realizada en 1982 denominada Subjetivo. En ella el artista reconstruye con una mirada cruda, pero al mismo tiempo precisa, ese espacio vacío, tras ladando los muros y piso deslucidos del teatro (que tantas veces había fotografi ado con una cámara oculta) a las salas de la galería Garcés-Velásquez, valiéndose de un cuidadoso empalme de serigrafía, dibujo y baja iluminación, al que incorpora el sonido grabado de un fl ujo húmedo que resuena de fondo, drenando constantemente.

2. Santiago de Chile, 1979: el Colectivo Acciones de Arte (CADA) —conformado por Fernando Balcells, Juan Castillo, Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld y Raúl Zurita— hace su aparición (en medio del contextorepresivo de la dictadura iniciada violentamente seis años antes) con una acción hoy emblemática denominada Para no morir de hambre en el arte. Dividida en varias fases, la intervención consistía en una apuesta que se realiza en los márgenes de la escena artística de la ciudad, desbordándola hacia su inmediata periferia. El acto se anuncia crípticamente con la publicación de una página cedida para el colectivo dentro del semanario Hoy.

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1. En 1975, Miguel Ángel Rojas presenta su instalación Atenas c.c. —“Atenas cine continuo”— dentro de la primera edición de los Salones Atenas, organizados por el crítico Eduardo Serrano en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. El título de la pieza propone un juego ambivalente: inscribir el nombre de la empresa de publicidad auspiciadora del evento y, a la vez, el de una conocida sala de reestrenos y cine continuo en el centro del distrito capital. Al igual que teatros imponentes a veces como Imperio, Faenza o el Mogador, Atenas se ha-bía convertido en un espacio de encuentros furtivos y subrepticios para una homosexualidad masculi-na que entonces, dentro de la heteronormativa y moralista sociedad colombiana, resultaba prácti-camente imposible afi rmar a plena luz [▸D E S O B E D I E N C I A

S E X U A L] . Una impetuosa promiscuidad que, amparada en la oscuridad y el anonimato, Rojas se arriesga a registrar de modo clandestino en varias series fotográfi cas a lo largo de esa misma década.

La instalación reúne así cuatro dibujos hiper-realistas realizados a partir de fotografías. Éstos, colocados verticalmente en pares, conforman dos autorretratos incompletos que sugieren, en secuen-cia, “dos momentos congelados de un movimiento erótico”, siguiendo las palabras del artista. Se trata de fragmentos en donde el perfi l de un cuerpo —vestido con botas de cuero y blue-jeans— quiebra la cadera sobre un fondo indeterminado. La com-posición de los dibujos sobre el papel los presenta como fi guras auscultadas desde un espacio que sólo permite una mirada oblicua, “como si fuera una puerta entreabierta”. No obstante, uno de ellos se apoya en un piso donde se reconoce el diseño de las baldosas que pertenecían a la casa familiar del artista en Girardot: pequeño puerto de tierra caliente, en las riberas del río Magdalena, en el que transcurre gran parte de su infancia, adolescencia y juventud. Baldosas que aparecen aquí por primera vez y que formarán parte de otras obras realizadas por Rojas en años sucesi-vos. En Atenas c.c., reproducidas fotográfi camente en tamaño real, 70 de ellas colocadas de modo adyacente, conforman también sobre el suelo de la instalación una superfi cie que nos remite al mismo espacio. Éste permanece cubierto por un vidrio sobre el cual el artista derrama “material orgánico”: esperma real que reúne de donantes amigos, asumiendo el gesto como acto deliberado de autoafi rmación.

Así, Rojas pone en tensión, de un lado, el mun-do regular, afable, protegido y entrañable de lo

fi g. 1. Miguel Ángel Rojas, Atenas c.c., Bogotá, 1975.

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Allí, en tono provocador, se inscribe un texto que el grupo fi rma a modo de enunciación instituyen-te y manifi esto poético:

Imaginar esta página completamente blanca.

Imaginar esta página blanca

accediendo a todos los rincones de Chile

como la leche diaria a consumir.

Imaginar cada rincón de Chile

privado del consumo diario de leche

como páginas blancas para llenar.

Ese mismo día, el grupo hace entrega de 100 bol-sas de medio litro de leche a pobladores de una comuna pobre, emblemáticamente denominada La Granja, en las afueras de Santiago: como fl ujo de ganadería industrial, la producción láctea su-pone extender el suministro nutricional e inmuno-lógico medular, presente en el primer alimento que la madre proporciona en la infancia tempra-na, asimilando las connotaciones de protección y necesidad que en éste se inscriben. Registros de la acción son exhibidos posteriormente en la galería Centro Imagen junto con una caja de acrí-lico transparente que contenía bolsas de leche, un ejemplar de la revista Hoy abierta en la página del texto publicado por el colectivo y una cinta magnetofónica. Alrededor del objeto escultórico y los registros se propicia el diálogo y el debate.

La acción de reparto reactualiza con énfasis la decisión del gobierno democrático de la Unidad Popular de Salvador Allende —mandato y de-cisiones que son interrumpidos con el golpe de Augusto Pinochet—, que garantizaba medio litro de leche a cada niño en todo el país. Para foca-lizar su impulso de confrontación con el Estado

autoritario del régimen, estas propuestas se situa-ban rápidamente en diferentes espacios y momen-tos, como la lectura de un discurso enunciado ante el edifi cio de las Naciones Unidas en Santiago que sería registrado en la cinta magnetofónica por el grupo (y el audio incluido también en la expo-sición). Pero más aún: días después, el colectivo consigue convencer a la empresa de leche Soprole para desplazar por las calles de la ciudad diez de sus camiones, los cuales al fi nal del recorrido son aparcados delante del Palacio de Bellas Artes (acción denominada Inversión de escena). Allí, los artistas clausuran temporalmente el acceso a la institución con una enorme tela blanca, a modo de pantalla visible, que es destacada precisamen-te por la ausencia deliberada de imagen.

Así, el predominio de la blancura pierde por completo su connotación de neutralidad para convertirse en la denuncia de un silencio cómplice. Como anota Robert Neustadt, al relacionar la carestía de la leche como promesa del gobierno de Allende disuelta por la dictadura, CADA apun-ta también a señalar la ausencia de democracia como una carestía más. El acto cuestiona ese espacio cultural, políticamente limpio (hasta com-placiente) de una escena que urge transformar —el título de la acción lo remarca—: una escena que opta por una aséptica indiferencia en medio de la ilegitimidad de la dictadura militar.

3. La artista María Evelia Marmolejo utiliza el sonido alusivo de un drenaje para acompañar una acción que denomina 11 de marzo, realizada esa misma fecha, el año 1981. Ésta consiste en dejar las huellas de su fl ujo menstrual sobre dos de los muros del espacio expositivo, en la galería San Diego en Bogotá (de hecho, ella establece el día del evento a partir de su propio ciclo fi siológico).

Poco antes había realizado una acción en la Plazoleta del Centro Administrativo Munici-pal, frente a la alcaldía misma de Santiago de Cali, frente a la sede del gobierno municipal. Bajo el nombre de Anónimo 1, la artista camina por una pasarela de papel que previamente coloca sobre el suelo, atravesando un amplio trecho del espacio público. Con el rostro parcialmente cubierto con vendas, vestida con una suerte de bata de hospital y descalza, la artista avanza autoproduciéndose, cada determinado tramo, incisiones en los pies, dejando así un rastro de sangre a lo largo del tra-yecto, al fi nal del cual procede a curar las heridas con pequeñas vendas para volver a caminar. Con

fi g. 2. CADA, Para no morir de hambre en el arte, Santiago de Chile, 1979.

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ello la artista propone, en el centro de su propia ciudad y ante espectadores ocasionales, confron-tar las desapariciones, torturas y asesinatos come-tidos bajo el controvertido Estatuto de Seguridad con el que el gobierno de Turbay Ayala libraba una guerra contra “enemigos internos”.

En la acción dentro de la galería bogotana, parcialmente cubierta de toallas higiénicas, Marmolejo presiona frontalmente su cadera contra los muros imprimiendo de pie el sello de un pro-ceso fi siológico hormonal que, como residuo, es también el signo que renueva una potencialidad cíclica de producción de vida. Así, las connotacio-nes de muerte acaso implícitas en el fl ujo sanguí-

neo (al ser evacuado de la circulación interior del cuerpo) son sustantivamente transfi guradas con la propia condición femenina.

La experiencia se inscribe en medio de un pro-ceso creativo que tiende tanto a la denuncia de la muerte y el exterminio, sean del presente o del pasado (el 12 de octubre de 1985, en una acción que titula América, la artista escribe nuevamente con su sangre el nombre del continente sobre el basamento de la estatua de Cristóbal Colón en Madrid), así como a generar rituales-ofrenda en una suerte de celebración de la naturaleza y la fertilidad. Una fertilidad que, en acciones poste-riores, se desplaza indistintamente del territorio a la experiencia gestante de su propio cuerpo.

4. Hacia 1986, Sergio Zevallos, entonces miem-bro del Grupo Chaclacayo en Perú, conformado en torno a 1982 —al que también pertenecen Raúl Avellaneda y Helmuth J. Psotta—, dirige una serie de foto-performance que denomina Rosa Cordis. Una secuencia de imágenes no estrictamente na-rrativas en las que se distinguen espacios parale-los y segmentos de acción: mientras un personaje travestido primero se maquilla el rostro ante un espejo y luego se masturba, en otro se presenta el paulatino descendimiento de otro cuerpo que cae hasta postrarse en el piso como un despojo yerto. Luego, dos escenas sucesivas: en medio de muros sangrantes cubiertos de afi ches de desnudos,

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fi gs. 3-5. María Evelia Marmolejo, 11 de marzo. Acción realizada en la galería San Diego, Bogotá, 1981. Fotografías: Camilo Gómez.

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fi gs. 6-10. Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo) con la colaboración de Frido Martín, serie Rosa Cordis, Lima, 1986.

fi gs. 11, 12. Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo), serie Suburbios, Lima, 1984.

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la presencia erotizada de Santa Rosa de Lima en ropa interior, identifi cada sólo por el atuendo negro y blanco que la cubre —en alusión a la es-clavina y el capote de la orden dominica—, mien-tras derrama en trance fl ujos entre sus piernas que se deslizan en grumos sobre el suelo; en otra escena, hundiendo la cabeza en una suerte de silo o fuente de sangre, el cuerpo antes yacente es sodomizado.

La propuesta de Zevallos despliega cuerpos y sexualidades disidentes: varias acciones o se-cuencias fotográfi cas realizadas por el grupo colo-can así los fl ujos corporales que simulan sangre o secreciones; actos de masturbación, menstrua-ción o penetración; así como cuerpos travestidos, liminares o ambivalentes. Como también cuerpos mutilados o agredidos. Un intento de explorar los lábiles contornos de la identidad como produc-to: las excrecencias, los humores, los residuos. Una suerte de desmantelamiento del yo que pone en entredicho las fronteras del cuerpo, haciendo coincidir por momentos el principio de realidad con el principio del placer (pero haciendo asomar

también la pulsión de muerte). La sexualidad e identidad liminar incorporan aquí resonancias religiosas: el uso de un imaginario que resulta cáustico para la generalizada susceptibilidad ca-tólica de un país capaz de reaccionar con rechazo e intolerancia a éste y a otro tipo de propuestas realizadas. Un encuentro acaso fulminante entre “lo herético y erótico” (para usar la bella iteración con la que Roberto Jacoby describe una parte de la obra de León Ferrari en un texto de 1987), que aquí incorpora la imagen referente de Santa Rosa, como sucede en otras propuestas que recorren el trabajo del grupo.

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NOTA1 Ver Michael Thompson, Rubbish Theory: The Creation

and Destruction of Value, Oxford: Oxford University Press, 1979.

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DESOBEDIENCIA SEXUAL

I

Desde mediados de la década de los setenta, una serie de propuestas artísticas situaron al cuerpo (y, más precisamente, al cuerpo sexuado) como territorio privilegiado de activación poética y política. Estas diversas iniciativas involucra-ron, en sus estrategias críticas de interpelación y en sus proyecciones de sentido, nuevas formas de articulación entre el arte y la política, inscrip-tas en un desplazamiento de lo macropolítico, característico de los proyectos artísticos utópico-revolucionarios de los años sesenta y primeros setenta —movilizados por la exigencia de trans-formar de manera radical y defi nitiva las condi-ciones de existencia—, a lo micropolítico, a la problemática de la producción de la subjetividad y la construcción de “nuevos modos de subjeti-vación singularizante”1.

Utilizamos la noción de “desobediencia sexual” para referirnos a las estrategias poético-políticas y los modos de hacer mediante los cuales estas diversas prácticas problematizaron los ordenamientos de saber/poder del régimen mayoritario heterosexual (con el propósito de desmontarlos en sus enclaves disciplinariosnormalizados)2 al mismo tiempo que apuntarona movilizar nuevos procesos disidentes de sub-jetivación, susceptibles de desorganizar lospactos de sentido trazados y administrados porla producción de subjetividad del capitalismo3. Los cuerpos constituyen el territorio privilegiadode producción y control biopolíticos, de inscrip-ción y regulación de la norma social, pero a la vez operan como “potencias políticas”4, territo-rios de enunciación y resistencia críticas desde donde deconstruir e insubordinar las articula-ciones disciplinarias de dicho régimen de poder. Por otro lado, el poder, tal como ha sostenido Michel Foucault, no constituye un mero afuera-de-los-cuerpos que opera sobre éstos en térmi-nos de represión o prohibición, sino que, por el contrario, supone un despliegue que penetra “materialmente en el espesor mismo de los cuer-pos”, produciéndolos5.

La presencia del cuerpo como registro, sopor-te o huella en las prácticas que abordamos desde la noción de desobediencia sexual, trastorna la coherente estabilidad de la relación sexo/género y sus asignaciones identitarias fi jas, según la matriz de inteligibilidad heterosexual. En su des-pliegue regulatorio, la norma heterosexual opera administrando la visibilidad y el reconocimiento públicos de los cuerpos, a la vez que los clasifi ca y ordena en términos de normalidad o desviación. La práctica de la desobediencia sexual constituye una plataforma móvil desde donde atacar dicho orden sexopolítico —no sólo en sus manifestacio-nes más evidentes y constatables, sino también en sus mecánicas de poder más invisibilizadas, investidas en el cotidiano, en la “microfísica” de sus formaciones y desarrollos más capilares—6, haciendo de aquellos cuerpos marcados por la norma straight, cuerpos patologizados y estigma-tizados que amenazan con desquiciar los moldes disciplinarios del orden heterosexual, territorios de productivización micropolítica disidente y de activación de nuevos procesos de subjetivación.

II

En el curso de los años ochenta, el artista plástico, periodista y activista argentino Jorge Gumier Maier, integrante del Grupo de Acción Gay (GAG), del que fue uno de sus principales impulsores, realizó una serie de sostenidas intervenciones desde la revista El Porteño (donde tuvo a su cargo la columna gay) y desde Sodoma, la publicación del GAG. Allí problematizó la conformación de la “identidad gay” y apostó por una desobediencia de los cuerpos fuera de las prescripciones regula-tivas trazadas por las identidades normalizadas.

La primera intervención de Gumier Maier en El Porteño, en agosto de 1984, se tituló “La homo-sexualidad no existe…”. Desde este provocativo título, propuso desmontar, en clave foucaultiana, la categoría de “identidad homosexual” en tanto que necesaria para la existencia de la “identidad heterosexual”7, es decir, la norma respecto de la cual la homosexual se constituye como desvío. En los números siguientes de la revista, Gumier Maier profundizará en esta posición crítica. Para Gumier Maier, la constitución de una “identidad gay” constituía un reforzamiento de la norma heterosexual, su extensión pacifi cada más que su desmontaje crítico8 [▸L O C A / D E V E N I R L O C A ] . En “Los usos de un gay” sostuvo:

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La apología de una supuesta identidad gay

(LO GAY), afi rma a la identidad dominante y opre-

sora como sujeto. Y reproduce la concepción

maniquea de dos identidades divorciadas, exclu-

yentes y naturales9.

En un texto posterior, “Algo sobre el culo”, se refi rió a la clausura del ano del varón como condición de la construcción de la masculinidad hegemónica heterosexual:

El culo varonil en su rígida codifi cación, señala

que es la mutilación de la anatomía (ergo la sexua-

lidad) del varón la que lo instituye COMO poder.

Es el culito a resguardo lo que autoriza la solidez

constreñida de las instituciones masculinas, pilares

de la sociedad. Iglesia, patotas, escuadras depor-

tivas, grupos de tareas comparten el mismo esque-

ma fundante10.

La revista Sodoma fue otra de las plataformas desde donde Gumier Maier —al igual que otros integrantes del GAG—, intervino políticamente en los debates en torno al activismo homosexual. El primer número de Sodoma, publicado en 1984, anunciaba en su portada: “1984. International Year of Lesbian and Gay Action”. En un texto sin fi rma, el GAG se presentaba en términos que im-plicaban, mediante la referencia al humor, un des-plazamiento respecto de los marcos disciplinarios de la retórica de la militancia tradicional y delmismo sujeto revolucionario, como responsable de las grandes causas de la historia: “Queremos ser eso: un GAG. Como los de Chaplin o Buster Keaton; tan imaginativos, que tanto nos divierten y que tanto dolor de estómago le dan a cierta gente. Y si algunos creen que la militancia es reu-nirse por horas y hablar bien, nosotros creemos que el GAG es libre, imprevisible y que carece de esquemas. Todos, para vivir mejor, podemos hacer nuestros propios, originales GAGS, aumen-tado el espacio de libertad y rompiendo tabiques. No los nasales, la gente que se dedica a eso no puede entrar en nuestro propio GAG”11. Para los integrantes del GAG, “cambiar el lugar que esta sociedad le da al gay” implicaba, al mismo tiempo, la apuesta por “cambiar la sociedad”, en tanto “las medidas represivas y las discriminaciones varias […] se asientan en profundos miedos, mitos y prejuicios fuertemente afi ncados en el conjunto de la sociedad (incluidos los gays)”12. En tal sentido, el activismo homosexual no podía

reducirse a las demandas de derechos civiles y a las reivindicaciones identitarias, por el contrario, se trataba de atacar de manera radical el orden heterosexual dominante mediante la invención de otras formas de vida y afecto, que implicaran al mismo tiempo la apertura a la exploración e invención de los mismos sujetos:

La lucha no pasa solamente por elaborar puntos y

reclamar por ellos a las autoridades. No pasa sola-

mente por la legalidad, por la modifi cación de cierta

arbitraria y nefasta norma. Es una lucha que recorre

lo público (allí donde nos presentamos como grupo)

y lo privado (allí donde nos relacionamos con otro,

gay o no, incluida la cama). Es una lucha incesante

[…] luchamos en todo terreno para modifi car las con-

cepciones del resto de la sociedad y también, y en

todo terreno, para modifi carnos a nosotros mismos13.

Este énfasis puesto en la propia invención aparecía desplegado como devenir disruptivo y desterrito-rializante al fi nal del texto “De cómo ser una verda-dera loca”, también publicado en la revista:

Si no podemos sino adoptar maneras, pues pro-

bablemente nada exista como natural y todo sea

sólo imagen, adoptemos al menos las que más nos

plazcan, las que más nos diviertan, que serán se-

guramente las más revulsivas. O juguemos mejor a

adoptar varias: peluca rubia y boquilla larga ahora,

de overall por la tarde y mañana ser una odalisca,

una azafata bella y tonta… o el aire decidido e inteli-

gente de las mujeres emancipadas14.

El texto, probablemente escrito por Gumier Maier, aparece fi rmado por “Jorge Wildemer o Mirna de Palomar o Lic. Raquel Gutraiman”, en una suerte de deriva travesti de la fi rma que disuelve la ima-gen unitaria y coherente del autor en la multiplici-dad ingobernable del devenir.

III

Este nomadismo de la subjetividad y de los cuer-pos también implicó el trazado móvil de tramas sexo-afectivas marginales, articuladas en la ocu-pación de espacios —muchas veces clandestinos o semiclandestinos— de socialización y circu-lación homoeróticas, como los baños públicos o “teteras”, las salas de cines porno, los bares y las fi estas. Deambular homosexual y circulación deseante, inversión marica de los espacios de

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vigilancia y administración biopolíticas de los cuerpos.

En la ciudad de Bogotá los primeros bares destinados al público homosexual se abrieron a fi nales de los setenta. Gays y lesbianas, cuyas conductas aún eran penalizadas por la legislación colombiana bajo el eufemístico nombre de “abu-sos deshonestos”15, encontraron en estos lugares clandestinos la posibilidad de reunirse, difícil-mente plausible en el espacio público. En estos sitios, permanentemente objeto de la persecución policial del Estado, se llevaron a cabo diversas acciones simbólicamente asociadas con la liber-tad sexual en medio de la conservadora sociedad local16.

Mientras en la escena artística ofi cial culta, pintores y escultores homosexuales asociados al proyecto modernista abordaron “lo gay” desde la óptica expresionista en boga (por ejemplo, Luis Caballero y Lorenzo Jaramillo con sus desnudos masculinos explícitamente homoeróticos, solem-nes, suavizados por sus citas a la tradición clásica europea); en otra escena, siempre en el límite, si se quiere underground, otros sujetos sociales (también homosexuales o travestis) usaron los bares gay como espacios de encuentro y desarro-llo de una actividad performática crítica, colectiva y sin intenciones artísticas directas. En ambos casos encontramos acciones afi rmativas de iden-tidad sexual en contextos represivos. Mientras en el circuito de la cultura letrada y de las artes se toleraban tácitamente estos discursos gracias al origen de clase y al capital cultural de estos artis-tas —aunque siempre con la fuerte resistencia de la Iglesia Católica y de los sectores más conser-vadores de las clases altas— en el circuito de la fi esta la represión era innegociable.

El bar Piscis —uno de los sitios clave de esta trama, surgido en 1978 y cerrado a mediados de los ochenta— fue perseguido por la actividad policial del Estado. Piscis contaba con dos puer-tas y un semáforo que, cuando cambiaba a rojo, indicaba una inminente redada policial; por ello, la puerta posterior se abría para facilitar la salida oculta de los asistentes. Todas las semanas se llevaban a cabo diversas acciones performáticas. Una de las más contundentes tuvo lugar en 1981 para celebrar Halloween. En una gran sala alta y pintada de negro se ubicaron decenas de ataú-des en cuyo interior había hombres desnudos masturbándose o teniendo relaciones sexuales. En su provocativo despliegue, la acción hacía

referencia a la violencia sobre los homosexuales, pero lejos de ceñirse a una retórica denunciativa o victimizante, apelaba al recurso del humor negro (tan propio de maricas y travestis) para construir una potente metáfora del mismo deseo homo-sexual, haciendo visibles las formas de afecto que el miedo homofóbico construido por el orden heterosexual dominante consideraba como prác-ticas que debían ser condenadas y suprimidas, en tanto “amenazas” a la estabilidad de dicho orden. Mirada retrospectivamente, la acción en Piscis parecía anticipar, de manera inquietante, los signos de la violencia y la muerte que trajo consigo, en los años siguientes, la crisis del sida, cuando la estigmatización y persecución social a los homosexuales se tradujo en las demandas homofóbicas de corrección e higienización de los potenciales agentes de contagio.

IV

En estos mismos años, el artista colombiano Miguel Ángel Rojas se movió tácticamente en-tre el territorio ofi cial y la escena underground. Desde inicios de los setenta, Rojas desarrolló una obra testimonial relacionada con la actividad clandestina de los primeros espacios de homoso-cialización en Colombia: los teatros bogotanos. El Faenza (conocido popularmente como “El Fanny”), el Rex y el Mogador fueron tácitamente, desde los años cuarenta, gracias a la oscuridad y anonimato de sus asientos posteriores y baños, los espacios destinados al sexo casual entre hombres. Estos lugares de encuentro persistieron sólo hasta fi na-les de los ochenta debido al ascenso de la cultura de la fi esta y a las exigencias de higienización que vinieron de la mano con el surgimiento del sida [▸C U E R P O S Y F L U J O S ] .

Como un voyeur, desde sus tempranas visitas al Teatro Imperio en 1973, Rojas documentó foto-gráfi camente la actividad homosexual clandestina y la presentó al público sin la estetización propia de los artistas de la escena ofi cial. Entre 1978 y 1980 tomó en los baños del Teatro Mogador, a través de un agujero, una serie de fotografías que imprimió en pequeño formato y que tituló Sobre porcelana. En esta secuencia de 18 imágenes aparecen dos hombres teniendo relaciones sexuales delante de un muro recubierto por pequeñas baldosas de ce-rámica blanca similares a la porcelana. En algunas versiones, la serie aparece reducida a pequeños puntos (imitando los agujeros por donde fueron

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fi gs. 1-6. Miguel Ángel Rojas, Sobre porcelana, serie Mogador, Bogotá, 1979.

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tomadas las fotografías) agrupados siguiendo el diseño en cenefa del cielo raso del Faenza, con el elocuente nombre de Vía Láctea (1980), lo que remitía implícitamente a los invisibles rastros de semen esparcidos como una marca, una y otra vez, por todo el teatro. En Episodio (1980), los puntos fueron sugestivamente convertidos en dibujos infantiles.

V

En varios de sus “grabados populares”, iniciados en 1972, el artista colombiano Álvaro Barrios se apropió deliberadamente de imágenes homoeróti-cas provenientes de la tradición popular (por ejem-plo, los cuerpos masculinos de Tom of Finland, el cuerpo martirizado de San Sebastián, la lucha libre o el cómic estadounidense y mexicano) y las dotó de contenidos inesperados con referencias a Marcel Duchamp, al pop o al arte conceptual. Estos grabados circularon gratuitamente a través de periódicos y revistas (o como hojas volantes) con el mismo número de edición del medio impreso seleccionado17, apostando a cuestionar, desde la condición múltiple del grabado y su circulación ampliada, no sólo las exigencias de originalidad y unicidad de la obra de arte y los modos de colec-cionar institucionales y particulares, sino también la desactivación del potencial político del grabado

fi g. 7. Álvaro Barrios, Álvaro Barrios as Marcel Duchamp as Rrose Sélavy as L.H.O.O.Q., Bogotá y otras ciudades, 1980-2012.

fi gs. 8, 9. Álvaro Barrios, El Martirio de San Sebastián, hoja sin intervenir e intervenida, Barranquilla, Cali, Bogotá y Pereira, 1980-2012.

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(también convertido en objeto de fetiche) en las prerrogativas legales e institucionales que regula-ban las ediciones limitadas de la gráfi ca artística. En todos los casos, Barrios sólo fi rmaba y nume-raba las piezas presentadas por el público en un tiempo preestablecido, tras el que llegaban al precio de los grabados convencionales (a partir del 1 de enero del año siguiente a la publicación)18.

En 1980 Barrios distribuyó una hoja volante titulada El Martirio de San Sebastián. En ésta, el santo no aparece de pie sino acostado, muerto encima de una sugestiva tela de brocado y con un manto blanco cubriéndole el rostro. Aunque Barrios conserva de la iconografía clásica el cuerpo atravesado por las fl echas, decide no utilizar el tradicional torso lampiño, por el contrario, prefi ere uno velludo, viril, potenciando la carga homoeró-tica de la imagen. El santo aparece rodeado por numerosas rosas blancas que sirven para oponer sutilmente su potente masculinidad a su inocente fragilidad. Bajo las líneas en blanco de cada hoja, un conjunto de instrucciones alentaba al receptor a describir (en forma real o imaginaria) los marti-rios sufridos por las personas debido a sus ideas. Las hojas diligenciadas fueron colgadas por el artista, posteriormente, en el espacio público, en museos y galerías de Barranquilla, Cali, Bogotá y Pereira.

VI

En 1975, el artista chileno Carlos Leppe presentó, en la galería Módulos y Formas de Santiago de Chile, una instalación en la que su propio cuerpo, retratado en una secuencia de tres fotografías suspendidas verticalmente en un perchero de madera, movilizaba una potente trama de signifi -caciones. El perchero —tal el nombre de la ins ta la-ción de Leppe— cruzaba la referencia oblicua a la viol encia de los cuerpos por el orden represivo de la dictadura, con la extremada artifi cialidad de la pose y la cosmética de género mediante descal-ces y deslizamientos de los signos que desorga-nizaban los marcos de inteligibilidad de la norma heterosexual en su sexuación y generización de los cuerpos. Así, el cuerpo de Leppe se postulaba “como un cuerpo de citas: una zona intercita-cional de referencias cosméticas, fotogénicas y teatrales a modelos corporales que desconstruyen y reconstruyen su identidad en la diferencia y la alteridad”19. El vestido de cantante de ópera, con sendas aberturas circulares en el pecho, que

Leppe llevaba en dos de las fotografías, redunda-ba en el efecto teatral y performático de la pose en tanto que la imagen central lo exhibía desnudo, con vendas cubriéndole las tetillas y los genita-les, es decir, ocultando los órganos en torno a los cuales se estructura la diferencia sexual. En las torsiones y desplazamientos del sentido que mo-vilizaba, el conjunto de fotografías trastornaba el duro binarismo en torno al cual se confi guran las divisiones de sexo y de género en sus asignacio-nes normalizadas para advertir que dicha división es, antes que nada, política.

VII

En 1983 la artista argentina Liliana Maresca se hizo tomar por su amigo Marcos López una serie de foto-grafías en blanco y negro con objetos realizados un año antes por ella misma a partir del ensamblado de varias piezas. El conjunto de fotografías retrata a Maresca desnuda, con los objetos delante o so-bre su cuerpo, en una serie de inquietantes poses en las que el objeto opera como una suerte de pró-tesis que oscila entre la corrección normalizadora del cuerpo y su mutación poshumana. En un sen-tido, es posible pensar estos objetos de Maresca como tecnologías de producción sexopolítica del cuerpo de la mujer, dispositivos de disciplinamiento (de sexuación y generización del cuerpo), corsés o tecnologías prostéticas, destinados a la corrección

fi g. 10. Marcos López, serie Liliana Maresca con su obra, Buenos Aires, 1983.

DESOBEDIENCIA SE XUAL

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y normalización del cuerpo. Pero, al mismo tiem-po, parecen operar como dispositivos que incitan a perder o transformar las formas de lo humano y nos interpelan con los perturbadores signos de un devenir poshumano de los cuerpos y la sexualidad.

HB, FD

NOTAS1 Félix Guattari y Suely Rolnik, Micropolítica. Cartografías

del deseo, Buenos Aires: Tinta Limón, 2005, p. 44. Para Guattari la problemática micropolítica no se sitúa en el “nivel de la representación, sino en el nivel de la produc-ción de subjetividad”. Ibíd., p. 41.

2 Entendemos la heterosexualidad como un “régimen político” en el sentido en que ha sido propuesto por la escritora y acti-vista lesbofeminista francesa Monique Wittig en su crucial ensayo “The Straight Mind”, de 1978: la heterosexualidad involucra “una interpretación totalizadora a la vez de lahistoria, de la realidad social, de la cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos subjetivos” y una “tendencia a uni-versalizar inmediatamente su producción de conceptos, a formular leyes generales que valen para todas las sociedades, todas las épocas, todos los individuos”. Monique Wittig, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid: Egales, 2006, pp. 51-52.

3 Para Guattari la producción esencial de la subjetividad dominante “capitalística” no tiene lugar únicamente en el orden de la representación, sino también y, sobre todo, en la “modelización de los comportamientos, la sensibili-dad, la percepción, la memoria, las relaciones sociales, las relaciones sexuales, los fantasmas imaginarios, etc.”. Félix Guattari y Suely Rolnik, óp. cit., p. 41.

4 Beatriz Preciado, “Multitudes queer. Notas para una polí-tica de los ‘anormales’”, en Brumaria, Madrid, nº 3, 2004. Originalmente publicado en Multitudes, París, nº 12, marzo de 2003.

5 Michel Foucault, “Las relaciones de poder penetran en los cuerpos”, en Microfísica del poder, Madrid: La Piqueta, 1992, p. 156. Ver también de Foucault el primer volumen de su Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber (1976), Madrid: Siglo XXI, 1992.

6 Michel Foucault, ibíd. 7 Jorge Gumier Maier, “La homosexualidad no existe…”,

en El Porteño, Buenos Aires, nº 32, agosto de 1984. 8 Estas intervenciones de Gumier Maier pueden leerse en

diálogo con las que, en esos mismos años, realizó el escritor y activista argentino Néstor Perlongher, entonces exiliado en São Paulo.

9 Jorge Gumier Maier, “Los usos de un gay”, en El Porteño, Buenos Aires, nº 33, septiembre de 1984. Las mayúsculas pertenecen al original.

10 Jorge Gumier Maier, “Algo sobre el culo”, en El Porteño, Buenos Aires nº 37, enero de 1985. Las mayúsculas pertene-cen al original.

11 S/a, “Quien escribe estas líneas”, en Sodoma, Buenos Aires, nº 1, 1984. La opción por el término “gay” en lugar de “homo-sexual” en el nombre del grupo, demarcaba una posición política. Mientras “homosexual” constituía una categoría inventada por la medicina psiquiátrica en el siglo XIX como parte de un complejo dispositivo médico-jurídico de pato logización y corrección de los cuerpos anormales,

“gay”, por el contrario, tenía un sentido “reivindicativo” y “combativo” (S/a, “Los signifi cados de la palabra ‘gay’”, en Sodoma, Buenos Aires, nº 1, 1984).

12 El grupo se declaró afín “al movimiento por los derechos humanos y a toda corriente progresista que lucha por trans-formaciones en el conjunto de la sociedad” y cuestionó a “aquellos sectores de la izquierda que, con el pretexto de la ’lucha mayor’, se olvidan —cuando no se oponen— de las reivindicaciones sexuales”. Ibíd.

13 Esta toma de posición situaba al GAG en tensión con las políticas sostenidas entonces desde la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), asociación civil constituida en abril de 1984. Ibíd.

14 “De cómo ser una verdadera loca”, en Sodoma, Buenos Aires, nº 1, 1984.

15 Según denuncia el primer número de la revista Ventana Gay (nº 1, agosto de 1980), bajo el cargo de “abusos deshones-tos” fueron detenidas 322 personas en 1974 (14 de las cuales fueron condenadas) y 286 en 1975 (de los cuales fueron condenadas 22 personas).

16 Estos hechos ocurrieron en el contexto de represión política del gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala, promotor del Estatuto de Seguridad (de septiembre de 1978 a junio de 1982), un severo régimen penal amparado en el Estado de Sitio.

17 La mayor edición fue la del periódico El Tiempo, en 2008, de 500.000 ejemplares.

18 Al artista le interesa la dualidad que se plantea entre una edición masiva y la pequeñísima parte cuya fi rma es solicitada por el público. Le atrae el aspecto de “encuesta” o investigación que trae el resultado de esta experiencia, planteando, además, un castigo al desprecio del público por las ediciones grandes, los papeles baratos, las impre-siones imperfectas y la fi rma gratuita. Por estas razones, sus ediciones no vienen fi rmadas previamente.

19 Nelly Richard, Márgenes e Instituciones. Arte en Chile desde 1973, Santiago de Chile: Metales Pesados, 2007, p. 81.

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DOCUMENTOGRÁFICA

Asumir un suceso de vida abierto

(situaciones no resueltas, de incertidumbre)

como investigación de arte1.

Desde los primeros años de la dictadura militar chilena, iniciada con el golpe militar de 1973, se produjeron multitud de casos de detención y desaparición ilegal de personas. Organismos de la inteligencia militar sitiaron espacios públicos supuestamente subversivos como las universi-dades, donde profesores y estudiantes fueron objeto de persecución y represión. Este proceso desató la movilización de familiares de los re-presaliados y de organizaciones de defensa de los derechos humanos, que emprendieron una serie de acciones destinadas a recoger y sistema-tizar información, que quedaría registradas en archivos que contenían fotografías, grabaciones y dibujos.

Tras la desaparición forzada de su herma-no Alejandro en 1974, el artista chileno Hernán Parada inició una intensa búsqueda en la que la investigación artística iba a jugar un papel pri-mordial. Según Parada, no bastaba “el mostrar imágenes y/o realizar alguna expresión física, como una protesta en la calle solamente, sino que […] el relacionarme con otros artistas explo-radores de límites me llevó a considerar factible el defi nir y declarar el suceso [de la] desaparición forzosa como una Obrabierta”2. La organización de los sucesos vividos tras la desaparición forza-da de su hermano impulsó a Parada a construir un dispositivo de socialización de la experiencia conocido como Documentográfi ca, que eviden-ciaba la disconformidad del artista y su familia por la ausencia de información sobre el paradero de su hermano. Si en un primer momento el con-cepto de “Obrabierta” dio lugar a un dispositivo de la memoria compuesto básicamente por una instalación de objetos, con posterioridad se su-maron a esa estructura el registro de una serie de acciones en el espacio público que Parada reali-zó en solitario o con la artista chilena Luz Donoso. En las acciones de Parada cumplía un rol funda-mental una máscara elaborada a partir de la foto-grafía de su hermano Alejandro, con la que se hizo fotografi ar en distintos lugares de Santiago.

El uso del arte para abordar lo extrartístico será uno de los vectores-fuerza que caracterizarán las sucesivas Obrabiertas. Parada presentó por primera vez esta propuesta en 1979, en una expo-sición colectiva en la galería CAL (Coordinadora Artística Latinoamericana) de Santiago de Chile. Su Documentográfi ca Obrabierta A iba acompa-ñada de un letrero que señalaba lo siguiente: “Esta Documentográfi ca debe entenderse como parte de una Obrabierta actualmente en ejecución”. La instalación estaba compuesta por un mueblede madera proveniente de la casa de sus padres, fotografías, cuadernos de estudio y otros docu-mentos que daban cuenta del itinerario vital y de la ausencia del hermano del artista. Asimismo, la Documentográfi ca se concebía como una estruc-tura de organización de la información en proceso que apuntaba al cese de la incertidumbre respec-to al destino de Alejandro. La rememoración deun momento de vida previo a la desaparición se convertía en un preludio (y una invocación) de la reaparición. Por el carácter procesual de su estructura, la obra artística (o el “suceso obra”) repro ducía la naturaleza abierta de un “suceso vida” cuya conclusión implicaría también la con-clusión de a propia obra.

En el trabajo que elaboró sobre el concepto de Obrabierta para su memoria de licenciatura en 19803, Parada no pudo incluir el caso de su her-mano. Esto se debió a la delicada situación que vivían el artista y su familia tras haber denunciado

fi g. 1. Obrabierta A en la galería Cal de Santiago de Chile, 1979.

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fi gs. 2, 3. Hernán Parada, Obrabierta M-19, Bogotá, 1980.

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la desaparición y a la situación en la que se en-contraba la universidad, sitiada y controlada por organismos partidarios del régimen militar. La investigación del modelo Obrabierta se centró, en principio, en el caso de Gary Gilmore, asesino en serie estadounidense que pidió la pena de muerte y se negó a recibir ningún tipo de ayuda para apelar o posponer su ejecución en 1977. El caso Gilmore interesaba a Parada como suceso, pero también por su intensa difusión mediática. La traducción del suceso en obra en una nueva Documentográfi ca respondió a la voluntad de reconfi gurar su temporalidad bajo la estructura de una Obrabierta que refl ejara, en paralelo a la dedicada a su hermano, “esa incertidumbre que emanaba del caso, ese juego entre morir y vivir, esa espera del desenlace…”4.

Parada defi nía el concepto de Obrabierta como un modelo y un sistema que permitiera el “ordena-miento de la información” sobre un determinado suceso, así como “la suma de los medios que permitan su asimilación/entendimiento como tra-bajo de arte”5. Sin embargo, la circulación de ese trabajo artístico no debía reducirse en ningún caso a los espacios del sistema del arte, sino que pre-tendía expandirse hacia los territorios de la lucha social. La Obrabierta respondía a una “fórmula” compuesta de una Declaración (la identifi cación del suceso), un Fundamento (la razón que hace del suceso un hecho abierto), una Ubicación (que señalaba el lugar y contexto donde ocurrió el su-ceso), un Comien zo (el inicio del suceso), un Final (que señala su cierre) y una Duración o extensión temporal del suceso. La Organización del suceso se dividía en la Estructura y el Desarrollo. La pri-mera era confi gurada por las distintas organiza-ciones que participaban del suceso, mientras que el segundo se componía de las acciones y las re-acciones que se producían debido a la emergencia del suceso, que infl uían en la duración del mismo. Finalmente, la sección dedicada al Conocimiento del suceso constaba de la información que los medios de comunicación y otros agentes genera-ban en torno a éste, así como de documentación relativa a otras acciones derivadas del evento.

El tercer evento que Parada toma como pretex-to para su Obrabierta es una acción de la guerrilla colombiana M-19, a la que denomina “suceso de arte”. Se refería, en concreto, a la retención de diplo-máticos y civiles en la Embajada de la República Dominicana en Bogotá en febrero de 1980 durante 61 días. El elemento de incertidumbre de esta

Obrabierta residía en el destino de las vidas de los rehenes. En los años siguientes, el artista realizó otras acciones como parte de Obrabierta y Documentográfi ca que se desmarcaron de la colección de objetos y se insertaron en el espacio público. Durante 1984, Parada visitó lugares en Santiago como la universidad donde estudiaba su hermano6, la Estación Central de trenes, la sección de NN del cementerio general, la Plaza de Armas, los tribunales de justicia y diversos centros culturales. La acción que desarrolló en cada uno de esos lugares consistió en colocarse la máscara de papel con una fotografía del rostro de su hermano Alejandro, la misma imagen que se utiliza hasta el día de hoy en las fi chas de reconocimiento para su búsqueda. Bajo la apa-riencia fantasmal que le otorgaba esta máscara, el artista se acercaba a las personas que transita-ban esos lugares e intentaba conversar con ellas. Estas acciones eran documentadas mediante fotografías y grabaciones de audio, de modo que la intervención crítica, la escenifi cación pública de la desaparición, tuviera un efecto subsiguiente en las representaciones de lo político en el arte. El uso de la máscara tensionaba en esta acción el control de la identidad por parte del Estado mediante el registro fotográfi co del rostro de su hermano, denunciando la desaparición forzada que esa misma institución provocó. El artista des-doblaba su identidad con la de su hermano en un acto de solidaridad que convertía su cuerpo en un soporte de la memoria fotográfi ca. La acción de Parada representaba, en este sentido, un acto silencioso que impulsa desde una proxi midad íntima, la búsqueda de los familiares desapare-cidos.

ARCHIVO SIN FIN

La obra de Luz Donoso, amiga y colaboradora de Parada, también recurría a la invocación de los desaparecidos en el espacio público mediante la construcción de dispositivos experimentales basados en fotografías. Donoso se sirvió para ello de archivos fotográfi cos elaborados por los orga-nismos de derechos humanos. Uno de los prime-ros archivos en constituirse fue el de la Vicaría de la Solidaridad, creada en 1976, pero cuyo ori-gen se remite a octubre de 1973 con la aparición del Comité de Cooperación para la Paz en Chile. A partir de las fotografías de este archivo, artistas como Parada y Donoso comenzaron a colaborar

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con organizaciones como Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Chile, fundada en 1975, recu-perando fotografías dañadas de sus seres queri-dos y ampliándolas. Desde los primeros años de la dictadura, se trató de conformar un archi-vo fotográfi co que pudiera ser empleado en la búsqueda o las demandas legales por los desapa-recidos. En este contexto, una de las primeras iniciativas impulsadas por Donoso fue la creación de La huincha sin fi n… hasta que nos digan donde están. La huincha consistía en largas cintas de papel que contenían fotografías y listas de los nombres de personas detenidas y desaparecidas en Chile, así como imágenes —extraídas de la prensa o de medios de contrainformación— de diversas marchas y acciones en el espacio públi-co de Santiago. También incluía una extensa colección de volantes y panfl etos antidictatoriales. La huincha se convertía de esta manera en un dispositivo de denuncia y visibilización en cons-trucción, una suerte de archivo de lo pendiente cuya estructura debía permanecer inacabada hasta que no se constatara el destino de las víctimas y el paradero de sus cuerpos7.

PV

NOTAS1 Hernán Parada, Obrabierta, memoria para optar al grado

académico de licenciado en artes plásticas con mención en Grabado, Facultad de Artes de la Universidad de Chile, 1980, p. 31.

2 Conversación por e-mail con la autora en abril de 2012.3 En el escrito, Parada realiza una extensa investigación en

la que argumenta las diferencias de su propuesta con el libro de Umberto Eco Obra Abierta, aunque propone algunos puntos de partida que se originan en la lectura de este texto.

4 Ibíd., p. 32.5 Ibíd., p. 31.6 Alejandro Parada desapareció tras ser detenido en 1974

en la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Chile junto a un grupo de estudiantes.

7 Otra propuesta destacada fueron sus Calados para marcar fechas y lugares determinados en la ciudad (1978), unos dis-positivos-matrices compuestos de fragmentos de cuerposdesconocidos con los que marcaba la ciudad a la manera de esténciles. Los lugares elegidos se correspondían conaquéllos donde se sabía o se rumoreaba que el régimen había practicado la represión, el asesinato o la tortura. Estas acciones de denuncia anónimas apuntaban a mani-festar en el espacio público el malestar que la dictadura recluía al ámbito de lo privado.

fi g. 4. Hernán Parada, intervenciones performáticas en la Estación Central de Santiago de Chile, 1984.

fi g. 5. Hernán Parada como Alejandro Parada desparecido visitando el Cementerio General, 1985.

fi g. 6. Hernán Parada como Alejandro Parada en la Plaza de Armas de Santiago de Chile, 1984.

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ENUNCIAR LA AUSENCIA

La política sistemática de matanza y desapari-ción forzada de personas, administradas por los regímenes dictatoriales impuestos desde los años setenta a lo largo del continente, provoca la reacción de distintas estrategias que luchan por activar urgentemente la visibilidad y sonoridad de aquellos cuerpos que a toda costa se quería relegar a la invisibilidad y al silencio: la violenta proscripción de las víctimas del terror al umbral no resuelto entre vida y muerte, entre presencia y ausencia.

El uso de fotografías, de siluetas y de muchos otros dispositivos, logró inscribir en el régimen de lo visible, con un alcance político decisivo, representaciones de los desaparecidos. En un plano menos masivo, acciones como Tu dolor dice: Minado y Homenaje a Sebastián Acevedo, de Las Yeguas del Apocalipsis, o por Por la vida y por la Paz y Por el arte y por la paz, de Clemente Padín, trabajan el problema de la violencia política y la desaparición de personas a partir del registro visual en el que predomina el cuerpo sonoro, la voz y la referencia a nombres, cifras y números.

En primer lugar, podemos preguntarnos qué formas particulares de la presencia y la ausencia se ponen en juego en el registro de lo sonoro. El sonido, y en este sentido también la voz —una voz política alzada, que clama— no participa de una lógica propia de la apelación visual, es decir, de la manifestación, ni de lo que aparece. Más bien lo sonoro pone en juego una evocación1 que implica una particular forma de la presencia: lo sonoro no constituye la presencia ni tampoco supone una presencia ya constituida, sino que “anticipa su llegada y retiene su partida”2. Dichode otra manera, lo sonoro evoca “una presenciaen el sentido de un presente que no es un ser”—no en el sentido estable y consistente de lapalabra— “sino más bien un venir y un pasar, un extenderse y un penetrar”3. La presencia visual ya está disponible en el imaginario antes de que yo la vea, en cambio la presencia sonora llega, sería aquello que, por la difi cultad de sustraerse a lo sonoro (los oídos no tienen párpados) com-porta un ataque.

Por su parte, el nombre propio se sostiene en una ambigüedad, tiene la marca del otro, delo que fue dado y recibido de otro y, a la vez, es la primera propiedad que hace pensar en la coinci-dencia entre portador y nombre o, dicho de otro modo, la fuerza del nombre reside en su poder de certifi car una coincidencia consigo mismo, del portador en su nombre. Así, el nombre de pila es el acto inaugural de una identidad que inicia al sujeto en el tiempo del lenguaje y que pone en funcionamiento una acumulación y retención de huellas que serán suscritas a un yo.

Sin embargo, el nombre no es el portador. Hay una disyunción entre nombre y cuerpo, entre el viviente y su nombre, lo cual adquiere especial relevancia en el recurso a los nombres pronun-ciados en alta voz, como modo de enunciar la au-sencia de los desaparecidos o bien, de convocar aquella presencia de lo que llega y luego se retira sin poder ser apresado, que quizás sea la forma de presentarse del fantasma. Pues el fantasma es una presencia/ausencia que no puede irse hasta que la deuda respecto a su proceso de vida no esté resuelto. Y no puede irse no porque su espí-ritu esté “vagando”, por así decirlo, sino porque sigue presente en la memoria de aquéllos que están conscientes del proceso violento que dio término de manera subrepticia a su fuerza vital. Como señala Derrida, todo nombre propio parece ser “a priori un nombre de muerto”4. Pronunciar el nombre de un desaparecido quizás sea pronun-ciarse sobre aquél que, más allá del conjuro de las políticas ofi ciales de punto fi nal, nunca estará bien muerto. Y aunque el cuerpo muera, lo que no puede morir es el nombre, de tal modo que si el portador “retorna” a la vida, “lo hará al nombre y no al viviente, [retornará] al nombre del viviente como nombre del muerto”5.

Si el nombre es el nombre de un muerto, la serie numérica junto a ese nombre es cifra y nos devuelve a la idea de descifrar en tanto que apre-hender; en este caso, aprehender lo inaprensible, puesto que no es posible aprender el vacío y la cifra justamente es, en su sentido etimológico, vacío.

Nombres, pero en especial series numéricas (números de identifi cación nacional), sirven a las políticas de identifi cación del Estado que, aun-que forman parte de la biopolítica de control de la vida, están también disponibles como técnica policial de identifi cación de aquellos sujetos que pueden ser una amenaza al orden. En el caso de

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los desaparecidos, el Estado tiene que hacerse cargo de la subversión de su propio mecanismo de identifi cación y fi jación de la identidad para responder y responsabilizarse de un cuerpo al que él mismo ratifi có existencia. En este sentido, la desaparición causada por el propio Estado contra-dice la identifi cación misma impuesta por su lógica. Enunciar los nombres completos y las series numéricas que habilitan la identifi cación de cada desaparecido subvierte la misma herra-mienta de control del Estado en su contra para reclamar justicia, para abatirlo, para interpelarlo.

POR LA VIDA Y POR LA PAZ

Diciendo cualquier cosa, la voz se dice. Por y en la

voz la palabra se enuncia como memoria de algo

que se apagó entre nosotros […]. La voz es una forma

arquetípica, articulada en nosotros al sentimiento

de sociabilidad […]. Voz implica oído […]. La audi-

ción (más que la visión) es un sentido privilegiado,

el primero a despertar en un cuerpo en desarrollo.

La voz en su calidad de emanación del cuerpo, es

un motor de la energía colectiva6.

En 1987 y 1988, el artista uruguayo Clemente Padín realiza la performance Por la vida y por la paz en Montevideo. La acción se desarrolla tanto en el espacio público como en el privado. Su primera edición tiene como escenario de activación un cua-drilátero de boxeo. En ese espacio previsto para el combate o la lucha entre dos adversarios, Padín reproduce la violencia de la masacre contra los cuerpos políticos durante la dictadura militar uruguaya (1973-1984). El artista toma un busto de yeso y lo golpea con todas sus fuerzas utilizando una maza, y simultáneamente va contando una secuencia de números hasta alcanzar el 172, que corresponde al número de desaparecidos políti-cos de aquel país. Esta cifra que podría enunciarse simplemente como la suma de estos cuerpos, se desmiembra en esta acción para reproducir a través de la duración en el tiempo la presencia inmaterial de los cuerpos que no están ocupando el espacio. La ecuación tiempo-espacio, presen-cia-ausencia que inaugura Por la vida y por la paz, reconstituye la memoria a través del cuerpo sono-ro. Subvierte aquel registro numérico obligatorio exigido por el Estado para el control de la existencia de los ciudadanos para dar lugar al número de la desaparición provocada por este mismo Estado. Cada golpe del Estado, un fragmento del cuerpo

social pulverizado. Hacer presente estos cuerpos numéricos fuerza la memoria y exige por su propia vitalidad recuperada que se haga justicia ante la masacre del Estado hacia todo ciudadano.

Su segunda aparición se da en la exposición del Movimiento por la vida y por la paz: contra el horror nuclear (1988), en la feria Tristán Narvaja que ocurre regularmente todos los domingos en Montevideo. Con ocasión del Día Mundial del Detenido Político Desaparecido en la breve Exposición Internacional de Arte Correo Solidaridad, montada en la acera de la Universidad de La República, Clemente Padín, con el apoyo de los artistas Antonio Ladra, Jorge

Caraballo y otros, presenta nuevamente esa per-formance. A cada golpe, se enuncia un número: un desaparecido más por las fuerzas autoritarias del Estado durante la dictadura militar. La voz que enuncia pierde su nombre para alzar la voz de aquél que, impedido de manifestarse, sigue pre-sente. Anuncia la justicia negada a estos ciuda-danos silenciados forzosamente. Mientras Padín va contando los números y emprendiendo los golpes, Ladra los va escribiendo sobre la cartulina dispuesta en la pared de fondo. Cuando alcanza el último cuerpo, ya con el tórax de yeso completa-mente destruido, Padín detiene su propio cuerpo delante de la cartulina rellenada con los números y Ladra contornea la silueta de su cuerpo en ella. Nuevamente todos estos desparecidos se trans-forman en un solo cuerpo social y, recuperando la simbología del sacrifi cio y crucifi xión cristiana7, este cuerpo se fragmenta y es distribuido entre el público que se ve interpelado a contribuir con la propuesta de la acción: además de reactivar la memoria política social, esta performance bus-caba poner en evidencia la responsabilidad de cada uno sobre la colectividad, resaltar el poder

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de cuestionamiento e impugnación frente a decisiones gubernamentales tomadas en estos primeros años de posdictadura para absolver responsabilidades y culpas sobre este violento pasado inmediato. Durante la acción se recogían fi rmas para impulsar un posible referéndum con-tra la popularmente conocida ley de impunidad. Ofi cialmente bautizada de Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado y puesta en vigor en 1986, estableció la caducidad del “ejercicio de la pretensión punitiva del Estado respecto de los delitos cometidos hasta el 1º de marzo de 1985 por funcionarios militares y policiales, equiparados y

asimilados por móviles políticos o en ocasión del cumplimiento de sus funciones y en ocasión de acciones ordenadas por los mandos que actuaron durante el periodo de facto”8. Tras la moviliza-ción generada desde diversos sectores de la socie-dad, se consiguió que al año siguiente, en 1989, se derrocase esta ley a través del plebiscito popular, para comprobar una vez más el poder de cambio y reverberación que puede tener la voz en el espa-cio público.

POR EL ARTE Y POR LA PAZ

Años antes, en la apertura de la exposición de arte correo Mailart aus Lateinamerika [Latinoamérica hoy]9 en la DAAD Galerie (Berlín Occidental), el 26 de mayo de 1984, Padín10 presenta la perfor-mance Por el arte y la paz. La inserción de esta acción allí antes de la caída del Muro de Berlín, en un momento en que ese territorio era en un espejo directo y la frontera más clara entre el blo-que capitalista y el socialista, hace que su trabajo tenga un carácter paradójico en esa geografía: aunque lo convocan en Alemania con el objetivo

implícito de promocionar una suerte de éxito del mundo occidental, lo que genera el artista es un inesperado espacio de denuncia sobre las déca-das de torturas y represión en América Latina al reunir trabajos de artistas de diversos países del continente americano [▸I N T E R N A C I O N A L I S M O S ] .

Allí, la memoria traumática de aquella expe-riencia social vivida en su propio cuerpo es ex-purgada y exorcizada en la performance ideada para la apertura de la muestra. La acción incluye la lectura de un texto en alemán que denuncia “la violencia y la arbitrariedad de los regímenes autoritarios y fascistas que en aras de la doctrina de

la seguridad nacional impuesta por el Pentágono norteamericano se fueron imponiendo en América Latina”. Se trataba allí de hacer explícitas todas aquellas “formas compulsivas de obtención de información”, es decir, las técnicas de tortura, pero a la vez entender este mecanismo dentro de un contexto más amplio de dominación colonial siempre renovada, y de las impuestas restricciones de acceso a los medios más básicos de supervi-vencia, herencia del sistema social desigual que se impuso en esos países.

Mientras se describía “Latinoamérica hoy” y a toda voz se denunciaban los más graves proble-mas que afectaban a la región, los artistas Nadja van Ghelgue y Volker Hamann, con máscaras de cráneos [▸M Á S C A R A S ] , representaban a los “señores de la muerte” simulando todos aquellos mecanismos

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fi g. 1. Anuncio de la Exposición Internacional de Arte Correo Solidaridad, Montevideo, 1987.

fi gs. 2, 3. Clemente Padín, Por la vida y por la paz, vídeo de la performance pro referendum contra la Ley de Impunidad realizada en la Exposición Internacional de Arte Correo Solidaridad en la Feria Tristán Narvaja de Montevideo, 1987-1988.

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de tortura aplicados por las autoridades represi-vas en distintos países que padecieron dictaduras entre los años setenta y ochenta11.

La acción superpone claramente las distintas formas de tortura que afectan la región: aquéllas

que se ven, aquéllas que se escuchan, aquéllas que se sienten y aquéllas que quieren hacer silenciar. En este juego se llega a entrever que todo el cuer-po en este contexto es político, desde aquél que padece hambre y/o es analfabeto, hasta el que fue sometido a la tortura por el régimen dictatorial. Tal situación evidencia que las dictaduras en esa geografía no se limitan a aquélla reconocida sola-mente como un sistema político autoritario, sino que resuena en la estructura social todavía plaga-da de la “matriz colonial del poder” basada en la desigualdad.

La silueta dibujada sobre la gran cartulina lleva esta vez inscrita en su interior NN, quizá aludiendo no sólo a los desaparecidos políticos, sino también a los desaparecidos que ni siquiera pudieron intervenir socialmente, víctimas de las

necesidades más básicas para mantener la vida. En la parte de arriba queda, junto al hueco dejado por la silueta recortada, la impactante frase del poeta/processo12 brasileño Wlademir Dias-Pino: “Quien mira es responsable por lo que ve”. La consigna carga la motivación para el trabajo de visibilización y denuncia que inmediatamente transforma al espectador en participante y corres-ponsable de este manifi esto-denuncia hecho a toda voz y cuerpo sobre América Latina en 1984.

LAS YEGUAS DEL APOCALIPSIS: POLITIZAR EL DUELO

A continuación abordaremos una serie de acciones en las que Las Yeguas del Apocalipsis, el dúo con-formado por Francisco Casas y Pedro Lemebel en-tre 1988 y 1993, se solidarizan con los familiares de las víctimas de la dictadura. Se trata de acciones

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fi gs. 4-7. Clemente Padín, Por el arte y por la paz, vídeo de la performance que inaugura la muestra Mailart aus Lateinamerika en la DAAD Galerie de Berlín Occidental, Montevideo, 1984.

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en las que el cuerpo marica de Las Yeguas inter-viene en las políticas de la memoria para realizar una serie de contaminaciones y desplazamientos sobre el campo de representaciones de los dere-chos humanos y la fi gura del desaparecido político.

La primera de ellas, La conquista de América (1989), realizada aún bajo el régimen de Augusto Pinochet, tuvo lugar el 12 de octubre de 1989 en la Comisión de Derechos Humanos. Se trata de una acción que interviene en los cruces entre violen-cia política dictatorial, el sida y la disputa de los signos patrios al nacionalismo dictatorial. Casas y Lemebel están con un personal estéreo adherido al pecho que reproduce una música sólo escucha-da por ellos. Bailan una cueca —baile tradicional chileno que escenifi ca la conquista amorosa de un hombre hacia una mujer— con los pies descal-zos sobre un mapa de América Latina cubierto de vidrios rotos de botellas de Coca-Cola.

El mapa, el baile y el título de la acción permi-ten pensar en una superposición entre la coloni-zación del territorio y la colonización del cuerpo, en tanto la cueca como baile de “conquista” podría ser una alegoría del mestizaje. La acción alude de forma ambivalente al continente asediado/seducido por una sexualidad marica y, al mismo tiempo, a la subyugación histórica del cuerpo homosexual a lo largo de la región.

Por otra parte, en años de dictadura la cueca se convierte en un signo nacional en disputa. El régimen militar la declara baile nacional, al tiempo que las mujeres de detenidos y desapa-recidos alteran la coreografía para bailar solas, como una forma de denunciar los cuerpos sus-traídos de sus hombres. Citando la cueca bailada por mujeres, Las Yeguas escenifi can un cortejo homosexual, añadiendo un pliegue más al desvío sobre las sanciones sexogenéricas contenidas en el baile criollo. Al mismo tiempo, la cueca bailada por Casas y Lemebel sobre vidrios que cortan sus pies descalzos, provocando la confusión de los fl ujos sanguíneos que se fi ltran por las incisiones de la piel, aparece custodiada por el contagio del sida, que hace aparecer junto a las víctimas de la dictadura otras pérdidas: las de aquéllos devasta-dos por el VIH.

Los desplazamientos al baile criollo que rea-lizan Lemebel y Casas terminan por resignifi car, a su vez, la cueca sola bailada por mujeres de detenidos y desaparecidos. En la medida en que Las Yeguas resaltan en la coreografía el elemento erótico junto con el de dolor, muestran que aquel

baile de una mujer sola contornea otro cuerpo au-sente, no sólo dolidamente añorado, sino también deseado. Al poner de relieve el lazo entre duelo y deseo, Las Yeguas permiten amplifi car la cons-trucción de las identifi caciones de la mujer que resiste a la dictadura; no sólo como madre, casta viuda, hermana, hija, todas fi guras deserotizadas, abnegadas, acordes al sustrato de la moral mili-tante y católico-cristiana arraigadas al movimien-to chileno de derechos humanos. Tuvo que venir un dúo de maricas a subrayar el deseo erótico, sedimentado en la coreografía de la cueca, para recuperar las fi liaciones entre duelo, vulnerabili-dad y deseo.

Cuatro años más tarde, con su última acción conjunta, Tu dolor dice: Minado, Las Yeguas del Apocalipsis vuelven a intervenir en el campo de representaciones de la violencia política, pero ahora en el escenario posdictatorial gestionado a partir de la desmemoria y el relato teleológico de la modernización neoliberal.

Frente a los crímenes ejecutados durante la dictadura de Augusto Pinochet, la política de derechos humanos del nuevo gobierno democráti-co de Patricio Aylwin dice comprometerse con la búsqueda de la verdad, justifi cando así la poster-gación de la justicia: se ciñe a publicar el Informe Rettig —con los resultados de la Comisión de Verdad y Reconciliación sobre las Víctimas de la Dictadura—, sin emprender juicios contra los res-ponsables. De ahí que, tras su publicación en 1991, los familiares iniciaran las Marchas del Informe Rettig que ocuparon las calles de Santiago mar-cando un nuevo capítulo en el perseverante ca-mino de exigir justicia. En un escenario donde el borramiento y la impunidad eran necesarios para mantener los pactos que sostenían el consenso posdictatorial, Las Yeguas del Apocalipsis se suman a las voces que remarcan un confl icto no zanjado: no hay verdad sin justicia y es necesario politizar la vigencia de un duelo inacabado.

En este contexto, Casas y Lemebel realizan Tu dolor dice: Minado. Se trata de una acción que apunta a la cuestión de lo sonoro desde su invita-ción: una postal que envía la imagen de una oreja. Podría ser, no lo sabemos aún, la oreja de un ca-dáver, una oreja que ha dejado de escuchar. A la vez, la oreja, en primer plano, podría ya anticipar una invitación a la escucha, a prestar oído. De modo que, aunque habrá cuerpos, habrá imagen, un lugar del crimen, habrá, antes que nada —la invitación así lo subraya—, un secreto que se da

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a escuchar; una puesta en resonancia antes que una puesta en evidencia.

La acción tiene lugar en septiembre de 1993, en un antiguo centro de tortura ubicado en la calle Belgrado, a pasos de Plaza Italia, en pleno centro de Santiago13 y abre dos escenas diferentes.

En la primera escena vemos el patio de la casa de la calle Belgrado. A la intemperie se proyecta un video que muestra imágenes de una inter-vención anterior de Las Yeguas del Apocalipsis, realizada en la Universidad de Concepción en 1992: Homenaje a Sebastián Acevedo, el trabaja-dor minero que, en 1983, en la plaza de Armas de Concepción, prendió fuego a su propio cuerpo en protesta por la desaparición de dos de sus hijos.

La proyección, con el registro de la acción, muestra a Lemebel y Casas acostados en el suelo, formando una franja vertical en símil del terri-torio de Chile y exponiendo sus cuerpos como superfi cie de contacto con los minerales explota-dos en la zona: la cal y el carbón. Su cuerpo está cubierto con cal viva —como suele hacerse en el tratamiento de cadáveres—, la que, en contacto con la humedad de la piel, les produce leves que-maduras. A los pies de Lemebel, una bolsa de cal tiene la letra S indicando el sur. En el otro extremo, Francisco Casas sujeta con sus brazos un televi-sor con la letra N trazada con billetes de dólares, señalando el norte. Al fondo hay televisores en los que se proyecta el video Hospital del trabajador,

de Pedro Lemebel [▸A C C I Ó N R E L Á M P A G O ] . Un ayudante derrama carbón formando una hilera que los atra-viesa de modo perpendicular y, a continuación, prende fuego al mineral. Los dos cuerpos quedan así atravesados como por una grieta, como signo del territorio herido.

Durante toda la acción, se escucha la repro-ducción de un audio con el recitado de nombres de ciudades y series de números de documentos de identidad. Ciudades, una señal que nos remite al dato decisivo de la desaparición forzada, el lugar y la fecha donde se produce el secuestro, como punto donde se separan cuerpo e identidad. Y los números, aquello que durante la dictadura chilena solicitan las fuerzas policiales como recurso de identifi cación al transeúnte, instalando la sospe-cha y el control sobre cualquier ciudadano en el espacio público. Las Yeguas citan uno de aquellos procedimientos de identifi cación del Estado que forman parte de las políticas de control de la vida y que, a la vez, están disponibles como técnica policial de identifi cación de aquellos sujetos que son sancionados como amenaza al orden y los subvierten en una particular forma de enunciar la ausencia. Esos números son los números de docu-mento de Lemebel y Casas, que se reiteran una y otra vez junto a los nombres de ciudades, ubican-do a Las Yeguas en el lugar de esos cuerpos ya despojados de nombre y de identidad, devenidos cifra, vacío. Lemebel y Casas se colocan en el lu-gar de los cuerpos desaparecidos, dando lugar así a una escena que parece ser aquélla de los cuer-pos sin nombre: Chile como una gran fosa común.

La segunda escena, que podría ser descrita como aquélla de los nombres sin cuerpo (o del nombre como ceniza, como lo único que queda cuando el cuerpo desaparece o se extingue), transcurre en el subterráneo de la casa utilizada durante la dictadura como centro clandestino de detención. Lemebel y Casas instalan ahí un mar de copas de agua y, a continuación, se sientan de espaldas al público para realizar, en una suerte de letanía profana, la lectura en voz alta de cada uno de los nombres de las víctimas de la dicta-dura consignadas en el Informe Rettig. Entre ellos, sentados de espalda, y el mar de copas, hay un monitor de televisión que transmite en vivo lo que los asistentes no pueden ver directamente: sus rostros mientras leen.

Desde cierta perspectiva, ésta parece la esce-na de un interrogatorio. Los signos de la tortura están ahí, la mesa, los cuerpos con el torso descu-

fi g. 8. Inmolación de Sebastián Acevedo en Concepción. Portada de la revista Hoy, Santiago de Chile, nº 330, 16-22 de noviembre de 1983.

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bierto, las copas con agua intactas, anunciando la sed y al mismo tiempo el impedimento de ingerir el líquido como secuela de la aplicación de electri-cidad sobre el cuerpo. Los cuerpos homosexuales, en el centro de la escena, parecieran comparecer frente a la lente de una cámara (que podría ser una cámara de vigilancia, la de la televisión neoliberal, o simplemente una cámara). Sin embargo, a pesar de todos los signos en juego, no se trata de unaescena de confesión o delación. Al recitar el nom-bre de cada una de las víctimas, con las cuales no tienen un vínculo previo, Lemebel y Casas esta-blecen, en el acto de decir los nombres, un pacto o una alianza clandestina (contra el olvido, por la justicia) con los proscritos de ayer.

Por otra parte, el gesto de Lemebel y Casas de enumerar en voz alta nombres ordenados según el alfabeto, conlleva el acto de pasar lista, es decir, de llamar en alta voz para que respondan las per-sonas cuyos nombres fi guran en una nómina. En efecto, pareciera que en el nombre hubiera una promesa de volver y, así, una voz precisa, justa,

invoca. Permanece y hace resonar una llamada sin contestación. Es decir, hace resonar la muerte como lo sin-respuesta. En el arrebato de la for-ma ejecutado por lo sonoro, no es una forma de la desaparición lo que ahí comparece, sino una cierta experiencia para el sobreviviente de la “sin-respuesta”14. Es preciso saber acoger el silencio de los muertos. Ése es el secreto robado que la voz da a escuchar, la resistencia al olvido que rasga la continuidad operativa del relato apaciguador del pacto democrático neoliberal.

Quizás por ello, en esta acción no sólo se pone en juego un testimonio político15, sino tam-bién una forma de enunciar la ausencia, pues junto con una política de la voz (una voz que certifi ca cada uno de esos nombres mientras los pronuncia, evidenciando la ausencia de sus cuerpos), resulta necesario pensar aquí, al mismo tiempo, una po-lítica del silencio (el silencio de la sin-respuesta, la imposibilidad de escuchar la voz de un muerto como una forma de hacerlo presente). Mientras las políticas ofi ciales de punto fi nal buscan negar una herida abierta, Las Yeguas contraponen aquí la exigencia de hacer imposible el olvido: dar nombre y presencia a quien ha desaparecido, para recla-mar justicia.

A través de diferentes estrategias, Las Yeguas del Apocalipsis intervienen en las políticas de la memoria, desbordando el signo “desaparecido” como término homogéneo que sintetizaría, de una vez y sin fi suras, a las víctimas de la dictadu-ra. En La conquista de América, Lemebel y Casas contaminan y descalzan la imagen monolítica del “desaparecido” erotizándolo, haciendo mutar sus contornos hacia una semblanza más compleja que no queda ya exclusivamente reducida a la lógica sacrifi cial. En Tu dolor dice: Minado, se trata de una particular forma de enunciar la ausencia, trabajan-do sobre los quiebres de la identidad que ocurren en las discontinuidades entre nombre y cuerpo. El fi lósofo Sergio Rojas señala que

con el tiempo [la expresión “detenidos desapare-

cidos”] llega a ocupar, en cierto sentido, el “lugar”

de la ausencia que ella misma nombra. Así, los desa-

parecidos desaparecen en “los desaparecidos”.

Nicanor Parra trabaja desde esta paradoja cuando

escribe: “de aparecer apareció/pero en una lista

de desaparecidos”16.

Es justamente en esa aporía en la que interviene la acción de Las Yeguas, que hace que aquellas

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fi gs. 9, 10. Las Yeguas del Apocalipsis, Tu dolor dice: Minado, Santiago de Chile, 1993. Fotografía: Paz Errázuriz (fi g.9).

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listas dejen de ser letra muerta, pues son activa-das por la performatividad de la voz. Y es como si esa voz le otorgase una fuerza particular a un voca-blo que no pronuncia: “desaparecido”. Por un lado, pareciera que ensanchara la palabra “desapare-cido” en el espacio de su resonancia, un espacio saturado, atacado por el ir y venir de nombres, números y lugares que, a su vez, subvierten los procedimientos que el Estado dictatorial utiliza para gestionar la vida y la muerte de las personas. Por otro, se trata de voces que, al mismo tiempo, producen la escucha del silencio del que ya no está. Si las políticas ofi ciales buscan a toda costa ahuyentar a los muertos, dejarlos a un lado, la escucha del silencio es una forma de incorporar al que ha desaparecido (al que nunca estará bien muerto) como un otro que nos constituye, que cons-tituye a la comunidad política, por más que se quie-ra exorcizarlos. Así, frente a la pretensión ofi cial de un dolor calculable, acotado, fi niquitable, Tu dolor dice: Minado hace resonar un dolor disemi-nado, derramado, incontenible.

FC, FN

NOTAS1 El Siluetazo, siendo un dispositivo inscrito en el régimen

de lo visual, sin duda parece estar más cercano al registro de la evocación.

2 Jean Luc Nancy, A la escucha, Buenos Aires: Amorrortu, 2007, p. 44.

3 Ibíd., p. 34.4 Jacques Derrida, Nietzsche: políticas del nombre propio,

en La fi losofía como institución, Barcelona: Juan Granica Ediciones, 1984. Edición digital de Derrida en castellano, en http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/nietzsche_nombre_propio.htm (consultado el 4 de junio de 2012).

5 Ibíd.6 Paul Zumpthor, Performance, recepção, leitura, São Paulo:

Cosac Naify, 2007, pp. 86 y 63.7 El trazado de la silueta humana, práctica común a la labor

policial, aparece también de forma completamente subver-tido en el Siluetazo.

8 Ley Nº 15.848 del 22/12/86, en http://www0.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=15848&Anchor=. (consultado el 21 de mayo de 2011).

9 En ese momento Padín retoma el contacto con la red de arte correo a través de una convocatoria en la que participan 86 artistas latinoamericanos. La exposición organizada en la DAAD Galerie fue donada posteriormente al Museo de la Solidaridad con los Pueblos de Managua, Nicaragua.

10 Justamente en este momento deja de valer la disposición de “Libertad Vigilada” que pesa sobre las espaldas de Clemente Padín. Su pena duró más de siete años, entre la cárcel y el domicilio, pero a los dos años y tres meses, el 17 de noviembre de 1979, a través de una potente e incansa-ble campaña de solidaridad que se diseminó rápida y am-pliamente, involucrando a toda la comunidad internacional

a través de la red de arte correo, las embajadas de Uruguay en sus respectivos países, autoridades locales y Amnistía Internacional, se logró su salida de prisión. Ver Fernanda Nogueira, “El cuerpo político más allá de sus límites. Clemente Padín y el fl ujo postal”, en Mauricio Marcín (ed.), Arte Correo, Ciudad de México: Museo de la Ciudad de México; RM Verlag, 2011, pp. 77-92.

11 Padín retrata los más crueles mecanismos de tortura usa-dos en las últimas décadas en varios países que enfrentaron dictaduras en Latinoamérica: la picana (transferencia de electricidad por zonas sensibles del cuerpo: orejas, genita-les, encías, ano, etc.), el pau-de-arara (posición en la que el cuerpo se cuelga de los brazos y piernas cruzados encaja-dos en un palo que se apoya entre dos soportes), el pentotal (inyección intravenosa), el lavaje/clyster (introducción de un chorro de agua por el ano), el platón (estar parado en la misma posición durante días), el teléfono (pegar una bofetada en ambos oídos a la vez), el submarino (meter la cabeza del interrogado en una pila de agua para provocar ahogamiento), etc.

12 El poema/processo fue un movimiento activista de creación poética cuya actuación se extendió entre 1967 y 1972, cuan-do sus integrantes decidieron colectivamente realizar una “parada táctica” frente a la violencia y persecución impues-tas por el régimen dictatorial en el Brasil de aquellos años.

13 Se trata de la casa donde actualmente está ubicado el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE), que se encuentra en un terreno vecino al recinto que funcionó como cuartel general de la DINA y luego de la DINE (Dirección Nacional de Inteligencia del Ejército), actualmente empla-zada en la calle Periodista José Carrasco Tapia, nº 75, en Santiago de Chile.

14 Emmanuel Lévinas, Dios, la muerte y el tiempo, Madrid: Cátedra, 1994, p. 22.

15 Juan Pablo Sutherland, Nación marica. Prácticas culturales y crítica activista, Santiago de Chile: Los Mecanismos de la Medusa, 2009, p.131.

16 Sergio Rojas, “Cuerpo, lenguaje, representación”, en Políticas y estéticas de la memoria, Nelly Richard (ed.), Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2ª edición, 2006, p. 179.

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ESTRATEGIA DE LA ALEGRÍA

BAILAR HASTA PERDER LA FORMA HUMANA

“Normalmente la formas humanas están rigidi-zadas, acorazadas. Al calor de las emociones se pueden poner nuevamente plásticas y son posibles de remodelar. Los encuentros de rock tienden a producir ese calor, pero esto es azaroso”, escribían Los Redonditos de Ricota en septiembre de 1983.

Provocar el azar que logre esa mutación fue, acaso, la apuesta del grupo desde sus comienzos, durante los años de la última dictadura militar en Argentina. En sus primeros recitales —encuentros experimentales donde se mezclaban números circenses, monologuistas, bailarinas de striptease, poetas, artistas plásticos y más de diez instrumen-tos en escena— se trataba de que la conmoción recorriera los cuerpos.

Bailar hasta perder la forma humana: ésa era la invitación y la promesa de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hacia sus seguidores.

Éramos tan pocos —recuerda el Indio Solari, líder

del grupo— que el borde de los escenarios se hacía

permeable y emancipaba a artistas y a especta-

dores de sus roles acostumbrados. La idea era

perder la forma humana en un trance que desarti-

cule las categorías vigentes y provea emociones

reveladoras1.

Cuerpos vivos y atentos, receptivos a nuevos estímulos. Cuerpos dispuestos a percibir la sen-sualidad de los sentidos de un modo diferente. Cuer pos permeables a impresiones no ordina rias. Cuerpos que enuncian aquello que resulta inex-presable con palabras. Movimientos y energías que, al decir de Gurdjieff, convocan informaciones provechosas para el ser. El baile y la danza como generadores de experiencias capaces de despertar un nuevo estado de conciencia del mundo. Los músicos como los encargados de proyectar esos descubrimientos. Mientras el afuera aparecía sig-nado por el terror y la vida cotidiana se plagaba de temores y ausencias, el mundo subterráneo de los recitales se convertía en el espacio de la vida desbordante, de la cercanía intensa, de la fusión

colectiva en acontecimientos plagados de delirio y libertad.

“Innumerables son las herramientas del cam-bio como múltiples son los planos de la realidad”, proclamaba en 1973 el manifi esto “Las pieles del fracaso”, del escritor y periodista Miguel Grinberg. Perder la forma humana podría pensarse como una de esas múltiples herramientas de transformación propiciadas por la exploración de otras latitudes de la consciencia. Perder la forma humana como una invitación a la mutación, como un salirse de E

fi g. 1. Invitación para un concierto en el Parakultural, Buenos Aires, ca. 1986.

fi g. 2. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en La esquina del Sol, Buenos Aires, julio de 1984. Fotografía: Aspix.

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fi g. 3. Los Peinados Yoli, Buenos Aires, 1986. Fotografía: Aspix.fi g. 4. Miguel Abuelo y Pipo Cipolatti , Buenos Aires, ca. 1984.

Fotografía: Aspix.fi g. 5. Gambas al Ajillo, Buenos Aires, 1986-1991.fi g. 6. Gambas al Ajillo. “Debacle”, show en el Parakultural,

Buenos Aires, 1986. Fotografía: Alejandro Leroux.fi g. 7. Gambas al Ajillo. Invitación para el Teatro de la

Cortada-Parakultural, Buenos Aires, 1986.

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sí mismo hacia nuevos parámetros de lo sensible. Perder la forma humana como una elección del camino de la autocreación permanente, del espíritu libre que se emancipa de la razón y de los dogmas modernos occidentales en busca de una sensibili-dad diferente. Un modo de fuga del sujeto sujetado a sentidos comunes rutinizados que defi nen cómo y qué deben ser los cuerpos, las almas, los pensa-mientos, las conductas, las voluntades.

Una política del éxtasis donde se fusionan retribalización, primitivismo, chamanismo, vaga-bundeos beats y fi losofías malditas. Una política de la dislocación que rehúye los valores absolutos y no adhiere a mapas ideológicos preestablecidos. Un llamado al movimiento que es también una apelación a la diferencia y al extrañamiento con las propias verdades. Una invitación a la diversi-dad, a la búsqueda incesante, a lo inclasifi cable. Porque, tal como afi rma Solari, “sólo lo que no tiene identidad sobrevive”2.

PROTEGER EL ESTADO DE ÁNIMO: EL CUERPO COMO ALEGRÍA

La política del éxtasis fue también una política de la protección del estado de ánimo, donde el placer rige como el principio ordenador de las acciones y elecciones. Desconfi ar de lo que daña

y seguir las huellas de aquello que gratifi ca fue lamáxima que guió a Patricio Rey y sus Redon ditos de Ricota cuando, en plena dictadura, el grupo se ocupó de la creación de espacios de alivio y bien-estar donde pudiera generarse el estallido expre-sivo de las sensaciones:

Un buen estado de ánimo es como una reli-gión a un mejor precio. Su principal manda-miento es: ¡NO TE ABURRIRÁS! Durante la

dictadura militar fue necesario construir guari das

underground para Dionisios. Tratar de que el miedo

no nos paralizara y el amor no fuera desacredita-

do. Que siguiera operando como el simple deseo

del bien para otro. Que la alegría no fuera paro diada

y que la belleza apareciera aunque mas no fuera

esporádicamente3.

Lo dionisiaco, ese sentimiento descrito por Nietzsche bajo la metáfora de una embriaguez que conduce a la disolución del individuo, ope-raba como una guía en la construcción de esas pequeñas y difusas cápsulas de vida grupal.

Con la llegada de la democracia las guaridas dionisiacas destinadas a proteger el estado de ánimo se multiplicaron, impulsadas por artistas, músicos e intelectuales que promovieron una serie de novedosas prácticas estético-políticas donde el juego, el humor, el cuerpo, el placer, el baile, las emociones, la distancia irónica y la relación con el otro tuvieron un rol privilegiado.

El artista plástico y sociólogo Roberto Jacoby utilizó el término “estrategia de la alegría”4 (2000) para referirse a estas disruptivas acciones cul-tu rales que procuraron la defensa del estado de ánimo y buscaron potenciar las posibilidades de los cuerpos, frente a la feroz estrategia de orde-namiento concentracionario y aniquilamiento des-plegada por el terrorismo de Estado5.

Durante los años ochenta, la “estrategia dela alegría” se desplegó como una forma mole-cular de resistencia, conformando un entramado under de formas de encuentro microsociales en bares, discotecas, estaciones ferroviarias, clubes, parques o sótanos en ruinas. Espacios no con-vencionales del circuito artístico a veces intermi-tentes o efímeros, otras creados por sus propios protagonistas como centro de reunión y creación artística colaborativa. Una apuesta/respuesta política de resistencia, pero también de confronta-ción que, valiéndose de la afectividad de los suje-tos, apuntó a reconstruir el lazo social quebrado

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por el poder desaparecedor a partir de la instau-ración de otras formas de sociabilidad.

Así, a través de una estética-política relacional y festiva, que apuntaba a la generación de espa-cios de experimentación, disfrute e interrelación, la defensa del estado de ánimo se convirtió tam-bién en una defensa de la vida y un desobediente rescate de las pasiones alegres. Si los poderes, para su ejercicio, se valen de la composición de fuerzas afectivas dirigidas a entristecer y a des-componer nuestras relaciones, la alegría podía ser, tal como señala Spinoza, esa pasión-núcleo fundamental para la formación de una nueva co-munidad política fuera del miedo, la tristeza y la inacción.

La generación de afectos alegres capaces de aumentar la potencia de actuar resultaba enton-ces un gesto emancipatorio sumamente signifi ca-tivo, aunque cuestionado o descalifi cado, en tantomicropolítica cotidiana que escapaba a las ideas de revolución y compromiso militante de las iz-quierdas latinoamericanas. En un país de cuerpos atemorizados, torturados, desaparecidos, los cuer-pos expuestos en su goce resultaban perturbado-res e inquietantes, incluso más que las palabras o acciones de protesta emprendidas por varios de los artistas “comprometidos” más prestigiosos de la época.

FIESTA Y POLÍTICA

“Era una fi esta”, coinciden en señalar quienes formaron parte de esos espacios donde se des-plegó con todo su desenfado la “estrategia de la alegría”, y no es extraño que sea ésa la palabra elegida para describir lo que allí sucedía. Por su agitación desordenada, sus arrebatos colectivos, sus excesos y exuberancias, el tiempo vivaz de la fi esta contrasta fuertemente con el de la vida cotidiana que transcurre en el marco de un siste-ma de prohibiciones que aseguran la reproducción ordenada del mundo. La fi esta interrumpe la ruti-naria normalidad y con su jubiloso caos suspende temporalmente las responsabilidades de la vida diaria, proponiendo el escenario justo para el mo-vimiento, el desborde y el disfrute de los sentidos.

Así lo entendió Roger Caillois, quien, en su teoría de la fi esta señaló que los encuentros festi-vos oponen “una explosión intermitente a una gris continuidad, un frenesí exaltante a la repetición cotidiana de las mismas preocupaciones materiales,

fi g. 8. Performance de Emeterio Cerro y Alicia Mouxaut en La Zona, Buenos Aires, 1984. Fotografía: Rafael Bueno.

fi g. 10. Sergio Aisenstein y Katja Alemann en el Café Einstein, Buenos Aires, 1982. Fotografía: Rafael Bueno.

fi g. 9. Trío Loxon en el Café Einstein, Buenos Aires, 1983. Fotografía: Rafael Bueno.

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el hálito potente de la efervescencia común a los serenos trabajos donde cada uno se absorbe a so-las, la concentración de la sociedad a su dispersión, la fi ebre de esos momentos culminantes a la tran-quila labor de las fases ató nicas de su existencia”6. En los años de la dicta dura y posdictadura, la fi esta ofrecía la posibilidad de otro mundo, desestructura-do y placentero, donde sus participantes se sentían sostenidos y transformados.

Las fi estas saben más que quienes las gene-ran, decía una crónica periodística de la época, aludiendo tal vez a la dimensión (re)creativa de los encuentros festivos. De allí su potencia política como generadora de espacios de reunión capaces de intensifi car los fl ujos de energía vital y suscitar estados de efervescencia colectiva que resigni-fi quen los sentidos cristalizados. La fi esta como un escenario donde se condensan y asimilan la integración grupal y la creatividad; un tiempo de máxima expresión de la vitalidad social donde el despliegue creativo de fuerzas es capaz de ge-nerar nuevas concepciones ideales que impriman otros signifi cados a la vida colectiva.

Así, puede pensarse que a la concepción ato-mista de la ciudadanía y de la vida social planteada por la dictadura, las fi estas under de los ochenta contrapusieron los valores de la producción colec-tiva y la creación en colaboración. Cambiaron el aislamiento, el encierro y la clandestinidad por el encuentro grupal, la visibilidad y el regocijo del contacto con los otros. Propusieron, en contrapun-to con el martirio y el padecimiento de la tortura, la exacerbación de los sentidos y la recuperación del cuerpo como superfi cie de placer. Criticaron el modo de organización estructurado y jerárquico de las organizaciones militares —y guerrilleras— a partir del trabajo autogestivo, sin directores, y de la fusión de disciplinas y lenguajes artísticos. Inventaron nuevas estéticas vestimentarias, ex-travagantes y andróginas que desacomodaron las asignaciones tradicionales de género frente a las imposiciones anodinas y homogeneizantes del poder en materia de moda. Desafi aron las técnicas de disciplinamiento y normalización desplegadas por el poder militar con una estrategia política que apuntó a la mutación, a la protección del esta-do de ánimo y a la dispersión de afectos alegres. Pro pu sieron, en este sentido, la militancia del humor, la militancia del placer, la militancia sexual y la militancia de la expresión como nuevas formas de práctica política. Promovieron, en suma, una se-rie de nuevas e irreverentes concepciones ideales

que irrumpieron como valores alternativos a los que intentó instalar la dictadura militar. Idea les que se sobreañadieron a lo real con un alto poder revitalizador, contribuyendo en la restitución del tejido social desarticulado por el terror. Nuevos modos del ser y del hacer que no fueron meras abs-tracciones, sino que se imbricaron en la sociedad con todo su potencial liberador y constituyeron un punto de partida referencial para las generacio-nes posteriores.

DL

Mi afectuoso agradecimiento a Gisela Laboureau, Darío Sztajnszrajber y Nicolas Viotti por los materiales y las charlas compartidas, que aportaron estimulantes ideas y preguntas a mi trabajo sobre los años ochenta en Argentina.

NOTAS1 Entrevista a Carlos Solari realizada por Daniela Lucena

y Gisela Laboureau, 2011. 2 Entrevista a Carlos Solari realizada por Marcelo Figueras,

en La Razón, Buenos Aires, 1986.3 Carlos Solari, ídem, 2011.4 Roberto Jacoby, “La alegría como estrategia”, en Ana

Longoni (ed.), Roberto Jacoby. El deseo nace del derrumbe, Barcelona, Madrid, Buenos Aires: Ediciones de La Central, MNCARS, Adriana Hidalgo Editora, 2011, pp. 410-412.

5 La “estrategia de la alegría” puede pensarse como el lado B de aquella otra estrategia desplegada en la misma época por las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento de derechos humanos, que tuvo como objetivo la denuncia y visibiliza-ción de los cuerpos ausentes de los desaparecidos por el gobierno militar y cuyo punto central fue la acción artístico-política del Siluetazo. En ambas, son los cuerpos los que se hacen presentes para reclamar aquello que les fue negado: cuerpos ausentes que se vuelven visibles a través de un cuerpo-imagen-silueta que les restituye su historicidad; cuerpos gozosos que escapan de la culpa y el miedo para recuperar su conexión con otros cuerpos a través de una nueva estéti-ca, en el sentido de una sensibilidad exterior perceptiva.

6 Roger Callois, El hombre y lo sagrado, Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 111.

ESTR ATEGIA DE L A ALEGRÍA

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FOSA COMÚN

Diez, veinte, treinta mil torturados, muertos,

desaparecidos…

En estos rangos las cifras dejan de tener una

signifi cación humana1.

Genocidio, fosa común, exhumación, NN, cam-pos de concentración, vertederos de cadáveres. Parece imposible poner de manifi esto en su entera magnitud los macabros hallazgos de decenas de miles de cuerpos torturados y enterrados clan-destinamente a lo largo del continente durante el último medio siglo. Pocas palabras parecen poder dar cuenta de esa geografía del terror mo-delada por una multitud de fosas exhumadas y un número aún inconcluso de restos ocultos que, cada cierto tiempo, brotan violentamente de la tierra para comprobar crímenes silenciados o ignorados. Esta operación sistemática de desapa-riciones forzadas —hoy ya verifi cada y en varios casos judicializada— fue en su momento negada por los gobiernos represores que la impusieron por varias décadas como ilegal política de Estado, rechazando durante largo tiempo su responsabili-dad frente a los detenidos-desaparecidos y cons-truyendo además en la opinión pública un sentido común dominante que convertía a estos cuerpos en subversivos, en una utilización generalista del término que suponía el despojo de su condición humana, cuando no una negativa a nombrarlos. En la condena de estos cuerpos a carecer de nom-bre, de entierro y de sepultura, es donde reside el mayor horror de las violaciones de los derechos humanos y el exterminio, encubiertas por los po-deres fácticos. Esos muertos que no descansan, esos muertos que mueren para resucitar y volver a morir en un acto inacabable, son un legado que todavía pone en crisis y fractura el entendimiento de la memoria colectiva. Lo es más aún porque en muchos casos nos encontramos con el deseo de la sociedad de permanecer indiferente (aún hoy) ante su propia responsabilidad en la historia, tal como queda plasmado en ese brutal “Nosotros no sabíamos”. Esta expresión sintetiza las justi-fi caciones de parte de la sociedad civil argentina para explicar su permisividad ante un gobierno que ejerció el terrorismo de Estado. Esta situación puede ser extendida a varios otros países

de América Latina. Precisamente, esta frase fue elegida por el artista argentino León Ferrari para dar título al conjunto de 41 hojas sobre las que pegó, en ambos lados, un collage con recortes de los diarios de circulación nacional que compiló entre el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y el mes de noviembre de ese mismo año, en el que el artista y su familia debieron dejar el país rumbo al exilio en Brasil —a excepción de su hijo Ariel, que desaparecería en Buenos Aires unos meses más tarde—.

Las noticias reunidas en esta pieza dan cuenta de la presentación de hábeas corpus y la aparición incesante de cadáveres. Así, mientras la dictadura argentina negaba la existencia de los desapare-cidos y la sociedad civil se excusaba en el argu-mento “nosotros no sabíamos”, el procedimiento de Ferrari evidencia muy temprano (desde 1977) no sólo la existencia de esos cuerpos exterminados y de los familiares que los buscaban, sino también el síntoma colectivo de mirar hacia otro lado y hacer como si nada pasara2. El (auto)silenciamien-to es el síntoma de una violencia extrema enmas-carada en lo cotidiano, que consiente los crímenes a través de su indiferencia, ya sea por medio de un velado apoyo y complicidad por parte de un grupo de la sociedad, o a través de la resistencia a enfrentar aquello tan confl ictivo e inmanejable que terminaba por ser negado, reproduciendo ese “no querer saber” del propio poder represor.

Si bien estas políticas de exterminio pueden rastrearse desde los tempranos años de la Guerra Fría a través de las respuestas que diversos go-biernos autoritarios impulsan frente a las insur-gencias populares y el avance de movimientos socialistas y comunistas, en América del Sur es con la creación de una organización internacional como fue la Operación Cóndor, en 1975, cuando la violencia política toma claramente la forma de terrorismo de Estado, en estrecha alianza con el servicio de inteligencia de los Estados Unidos3. Su origen se encuentra en la reacción violenta de las clases dominantes (rezagos de las oligar-quías nacionales apoyadas por el Ejército) ante la posibilidad de perder el poder económico y político que detentaban, frente a la amenaza que signifi caban los grupos guerrilleros y los discur-sos socialistas que proponían una revolución a gran escala y la transformación de la sociedad en todos sus niveles. En ese marco, América Latina se vio invadida de dictaduras militares o gobier-nos autoritarios que llegaban al poder a través

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FOSA COMÚN

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fi gs. 1, 2. León Ferrari, Nosotros no sabíamos, Buenos Aires, São Paulo, 1977.

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de derrocamientos y violentos golpes de Estado en países como Paraguay (1954-1989), Brasil (1964-1985), Perú (1968-1980), Bolivia (1971-1978),Chile (1973-1988), Uruguay (1973-1988) y Argentina(1966-1976; y 1976-1983)4. Varios de estos gobier-nos aplicaron la estrategia, apoyada por EstadosUnidos, de “guerra de baja intensidad”: progra-mas de ejecuciones y acciones clandestinas queintentaban acabar con líderes y cuadros de la mili-tancia con el fi n de debilitar sus futuras acciones.La Operación Cóndor se encargó así, en un primer momento, de recolectar información sobre los dirigentes políticos opositores y, en un segundo momento, de secuestrar y conducir a los exiliados políticos a sus países con la intención de hacer los desaparecer. A lo largo de sus más de diez años de funcionamiento, esta operación criminal ins tru-mentó el asesinato y la desaparición de dec enas de miles de opositores a las dictaduras, la mayoría de ellos pertenecientes a movimientos de la izquierda política.

EXHUMAR−INHUMAR

Aunque en sus inicios las protestas de los movi-mientos de derechos humanos en distintos países exigían la “aparición con vida” de los detenidos-desaparecidos, el descubrimiento paulatino de fosas comunes empezó a diluir las esperanzas del retorno de los secuestrados. En Argentina, el ha-llazgo de 88 fosas comunes con alrededor de 400 cadáveres no identifi cados, entre 1976 y 1979, y el surgimiento de los primeros testimonios de algu-nos pocos sobrevivientes confi rmó drásticamente la existencia de centros clandestinos de deten-ción y de métodos ilegales de exterminio masivo. Sin embargo, para un sector importante de estos movimientos de derechos humanos (como el gru-po de las Madres de Plaza de Mayo liderado por Hebe de Bonafi ni) la posibilidad de aceptar las labores de los equipos de antropología forense, dedicados a la exhumación de las fosas y a la identifi cación de los NN, o incluso de recibir repa-raciones económicas por parte del Estado resul-taría contrario a la demanda del retorno de los detenidos-desaparecidos: “Con vida los llevaron, con vida los queremos” era la principal consigna coreada por las Madres durante los años ochenta, que se acompaña de acciones, principalmente con siluetas y fotos, que intensifi can el impacto simbólico de esa demanda de “aparición con vida”. La negativa tajante de esa fracción de las

Madres de admitir la posible muerte de esos cuerpos, de rechazar incluso su identifi cación por los equipos forenses es, al decir de la escritora y sobreviviente argentina Pilar Calveiro, una evi-dencia del “drama del genocidio en su verdadera dimensión”5. Esta situación es tanto más compleja cuanto esa digna negativa a aceptar el deceso y la identifi cación parece replicar el proceso de invisi-bilización de las víctimas operada por las propias fuerzas militares.

Es posible encontrar un contrapunto en la intervención que realiza el grupo GAS-TAR en el contexto del primer Siluetazo, el 21 de septiem-bre de 1983. A la consigna “Aparición con vida”, enarbolada por las Madres de Plaza de Mayo, el Movimiento al Socialismo (MAS) oponía en ese entonces la exigencia “Toda la verdad”. A la sos-tenida interrogación sobre el destino de los des-aparecidos o, incluso, a la secreta esperanza de su retorno, confrontaba la demanda de inves-tigación y la denuncia a los responsables de esos asesinatos. En medio de las miles de siluetas blan-cas pegadas sobre las paredes en aquella histó-rica jornada en Plaza de Mayo, los integrantes de GAS-TAR trazaron una silueta negra y caída sobre el pavimento, a metros del Cabildo, estampada en el lugar preciso donde se produjo el hallazgo de un cadáver: el de Dalmiro Flores, un obrero asesi-nado por parapoliciales durante una masiva mar-cha contra la dictadura, el 16 de diciembre de 1982.

FOSA COMÚN

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fi g. 3. Domingo Ocaranza, Silueta negra de Dalmiro Flores, acción de C.A.Pa.Ta.Co durante el Siluetazo, Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983.

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GAS-TAR elige entonces aludir a una víctimaconcreta de la represión, de cuyo destino se tienetriste certeza. La silueta sobre el piso remite clara-mente al procedimiento policial con el que se deja señalado el sitio donde cayó un abatido, antes de retirar su cuerpo. Según Roberto Amigo, esta si-lueta inducía en su contraste con las otras erguidas de pie a “una asociación inmediata: todos los des-aparecidos están muertos, como Dalmiro Flores”6.

La decisión de hacer desaparecer no sólo a las personas sino también a los cadáveres, formó parte de las políticas de exterminio implantadas por los regímenes militares. No entregar los cadá-veres era determinar para estos cuerpos la condi-ción de lo doblemente muerto: la vida quitada era además borrada en sus marcas y grafías, despo-seída de la capacidad de ser nombrada y de la po-sibilidad social de generar espacios para el duelo. Resulta elocuente que muchos asesinados con nombre y apellido hayan sido programáticamente enterrados como NN, forzando una ausencia que se cristaliza en una multitud de tumbas anónimas. Uno de los modos en que se respondió a esa do-ble supresión fue la reinscripción de nombres a través de “recordatorios” que familiares y deudos de los desaparecidos aún publican a diario en el periódico argentino Página/12 desde 19877. Como una sucesión de epitafi os, como huellas de losmiles de cadáveres que aún restan por inhumar,estos textos que aparecen junto a la fotografía

del detenido-desaparecido reponen sobre la fi gu-ra del nicho vacío una identidad que se resiste a desaparecer.

El potencial estético y político de esta reite-ración de imágenes es similar a otros ejercicios visuales que, en distintos momentos de violen-cia, intentan extraer de las fotografías una clave para hacer saber la impunidad. Así ocurre en la acu mulación de un numeroso grupo de fotografías anónimas que realiza el artista chileno Eugenio Dittborn en 1977 titulado Fosa común. Se trata de una matriz de imágenes que, en su repetición de rostros sin nombre conocido, alude a una doble represión: por un lado, la captura disciplinaria de las identidades por parte de los procesos de cla-sifi cación ciudadana desde el Estado y, por otro, la maquinaria criminal de borramiento social que pone en marcha la dictadura con el fi n de desva-necer todo rastro físico de los cuerpos. En Fosa común parece asomar una equivalencia entre esos “retratos abandonados” que Dittborn recoge para su obra y “los cuerpos tirados por la máquina de desidentidad (tortura + anonimato) en los cemen-terios clandestinos”8. Esta serialidad de imágenes se hace también presente en otras obras como las varias Huincha sin fi n, de la artista chilena Luz Donoso, que consiste en largas y anchas cintas de papel sobre las que se pega una acumulación de retratos de los ausentes, así como materiales de prensa e imágenes de la represión, construyendo una nueva temporalidad para los desaparecidos. Este “archivo-vivo” de casos irresueltos recupera los cuerpos para insistir en la demanda: “hasta que nos digan donde están”, en los momentos en que los primeros enterramientos clandestinos, como el ca so Lonquén (1978), salían a la luz públi-ca en Chile9.

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fi gs. 4, 5. Luz Donoso, Huincha sin fi n, Santiago de Chile, 1980.

fi g. 6. Luis Navarro Vega, Hornos de Lonquén, Santiago de Chile, 1979.

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El hallazgo de restos óseos en los hornos de una mina de cal en la localidad de Lonquén, cinco años después de iniciada la dictadura militar de Augusto Pinochet, mostró con claridad la exis-tencia de detenidos-desaparecidos por el régimen militar. Los restos pertenecían a 15 campesinos asociados a un sindicato agrario, de edades com-prendidas entre los 17 y 51 años, que fueron fusila-dos y quemados para luego ser clandestinamente enterrados en el interior de aquellos hornos poco después del golpe de 1973. Aun cuando las inves-tigaciones pudieron verifi car que aquellos restos pertenecían a los campesinos y que era evidente que se había querido eliminar por completo sus identidades y cuerpos, el caso fue sobreseído en virtud de un Decreto Ley de Amnistía dictado en 1978. Más aún, ante la exigencia de los familiares de que se les entregaran los restos de sus parien-tes, y pese a haberse emitido la orden del Fiscal Militar de devolverlos, los restos fueron nueva-mente secuestrados y enterrados clandestinamente en una fosa común del Cementerio Municipal de Isla de Maipo. Lo infame de ese caso —que sólo pudo volver a la discusión pública con la caída de la dictadura, diez años después—, fue representado en instalaciones como Lonquén 10 años (1989), de Gonzalo Díaz, que trabajó sobre la impunidad ante esos 15 cuerpos ausentes y su condición insepulta10.

El retorno de la democracia no solucionó, sino que complejizó el problema de la memoria, el cual, como sostiene la teórica Nelly Richard, se ancló en muchos casos en una falsa disputa entre la

posibilidad de “olvidar (sepultar el pasado de los cuerpos sin sepultura: recubrir) y recordar (exhu-mar lo que tapa —vela— ese pasado: descubrir)”11. Fue en ese espacio de imprecisiones donde mu-chas prácticas artísticas y culturales operaron, reactivando fracturas y ambivalencias que desbor-daron las retóricas dicotómicas que parecían dibujar el terreno de los derechos humanos como una disputa reducida a la polaridad: “víctima/victimario, daño/reparación, ofensa/perdón”. Es decir, imágenes o acciones que operaran como espacio desmitifi cador y reavivaran de otros modos el cuerpo ausente a través de una relativización del testimonio y una reafi rmación de identidades en crisis ubicadas en las periferias de la verdad social. Ello tiene una fuerza importante en expe-riencias que desquician el género y la “normali-dad” sexual de los cuerpos arrasados, como en la intervención La conquista de América, realizada por el colectivo Las Yeguas del Apocalipsis el 12 de octubre de 1989 en la Comisión de Dere chos Humanos de Chile. A través de un baile que emula la “cueca sola” —las madres y esposas chilenas vestidas de negro danzando con el “ausente”—, Francisco Casas y Pedro Lemebel realizan la dan-za, con un pañuelo blanco y con equipos de sonido personales (con la música de la cueca que sólo ellos escuchan), sobre un mapa de América Latinacubierto de vidrios rotos. Se trata de un despla-zamiento de la reclamación tradicional de los de-te nidos-desaparecidos hacia esos otros cuerpos

fi g. 7. Las Yeguas del Apocalipsis, La Conquista de América, Santiago de Chile, 1989. Fotografía: Paz Errázuriz.

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invisibles, arrancados de todo nombre y recuerdo por su condición sexual: homosexuales perse-guidos y asesinados impunemente a lo largo del continente y que prácticamente no existen en los recuentos ofi ciales. Una situación que Las Yeguas simbolizan a través del baile y de los gritos: “Compañero Mario, alias La Rucia, caído en San Camilo ¡Presente!”12.

CADÁVERES

El trabajo a partir de los residuos de la violencia ha sido una de las formas más poderosas de análi-sis del estado de terror socialmente implantado. Si bien es cierto que México, a diferencia de otros países de América Latina, no vivió una dictadura en el estricto sentido de la palabra, es habitual la referencia a los 70 años de gobierno del PRI (antes PNR y PRM) como una “dictadura blanda”13 en la cual la represión se dejaba sentir algunas veces de modo sutil y otras veces con hostilidad extrema. Sin embargo, además de ser un índice de las distintas maneras de coerción social, aquel

inventario moderno de imágenes de muerte es también un síntoma de las maneras en que han cambiado las formas de inscribir y representar la violencia después del imaginario del genocidio y de los campos de concentración (los campos nazis, pero que son extensibles a los episodios de exterminio en América del Sur), los cuales fractu-ran para siempre la imagen del cuerpo violentado (y el carácter de la violencia misma) en la cultura contemporánea pos-Segunda Guerra Mundial. Esa nueva iconografía de la violencia aparece en nuestras sociedades anclada en los medios masivos de comunicación, conviviendo con los signos de la sociedad de consumo que equiparan los muer-tos con elementos descartables de la vida urbana. Si en las dictaduras del Cono Sur fue la fi gura del detenido-desaparecido el estremecedor sím-bolo de las maquinarias de aniquilamiento de las fuerzas militares, en otros escenarios de aparente democracia, como México o Colombia, fue la fi gura de lo desmembrado y lo mutilado la que dio legibilidad a una lógica de muerte enclavada en la vida cotidiana. Esta fue incluso elevada a con-dición de espectáculo público, convirtiendo las ejecuciones en rituales de exterminio que sirvie-ran como amedrentamiento o escarmiento social —las cuales son hoy las estrategias preferidas en las guerras del narcotráfi co—. Los dibujos del artista mexicano Alejandro Montoya durante los años ochenta y, más tarde, los de Martha Pacheco hacia los años noventa detonan la pregunta por el signifi cado cultural y político de los muertos a través de representaciones de las morgues y las salas de urgencia de hospitales de la Ciudad

FOSA COMÚN

Ffi g. 9. Alejandro Montoya, Cadáver, sección gavetas (SEMEFO),

Ciudad de México, 1985.

fi g. 8. Diario La República, Lima, portada del 31 de enero de 1983.

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en esta edición. Las comparaciones con los hitos

más siniestros de la historia del genocidio vienen

rápidamente a la memoria15.

El surgimiento de una movida marginal, contracul-tural y anarquista en torno a la música, la poesía y las artes visuales puede interpretarse como una poderosa reacción desde el campo cultural anteel confl icto: decenas de carátulas de discos, letras de canciones, fanzines y agresiva poesía se niegan a callar frente a las noticias de torturas y desapariciones, identifi cando sus propios cuer-pos con los miles de cuerpos masacrados en lasmiles de imágenes de muerte que confi guran elsentido común de un país en guerra16. Una de lasrespuestas artísticas más enérgicas la tenemosen la producción de collages y fotocopias queHerbert Rodríguez (exintegrante del Taller E.P.S. Huayco) realiza a partir de imágenes de las dis-tintas manifestaciones de la violencia desde 1982. Desde fotografías de prensa de cuerpos desfi gu-rados hasta los iconos de la sociedad de consu-mo, los fotomontajes de Rodríguez señalan la indiferencia social de las clases medias urbanas ante la continua aparición de fosas comunes de

de México. Ese interés por retratar los cuerpos no reclamados en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) sería llevado a sus últimas consecuen-cias con el surgimiento de un colectivo que, en 1989, asume ese mismo nombre para una serie de performances e instalaciones donde el cadáver ya no aparece como representación, sino como soporte de sus propias obras. Se propone así una gramática de los excesos donde son los propios excedentes corporales (los fl uidos, la grasa huma-na o cabellos humanos recogidos de las morgues) los que señalan las formas brutales que asume el confl icto social.

En otro contexto de democracia como es el Perú de los años ochenta, la violencia asesina de-tonaría en una manera nunca antes vista. El inicio del confl icto armado entre las guerrillas comu-nistas y el Estado peruano desata la desaparición forzada y el asesinato sistemático de personas como estrategia central del Estado en la lucha contrasubversiva, un derivado de las tácticas de exterminio impulsadas algunos años antes por las dictadu ras militares del Cono Sur. La entrega del control de nueve provincias del Perú a las fuerzas militares, el 30 de diciembre de 1982, por parte del gobierno de Fernando Belaunde Terry, inaugura el periodo de crímenes masivos, indiscriminados e intensos en departamentos de la sierra sur del país como Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, entonces declarados en “estado de emergencia”14. Entre ellos, la matanza de Uchuraccay, con ocho periodistas asesinados por una comunidad andi-na que los confundió con integrantes de Sendero Luminoso; la matanza de Lucanamarca en la que 69 campesinos fueron asesinados en Ayacucho por Sendero Luminoso; la matanza de Soccos en la que 32 campesinos fueron muertos por la Guardia Civil, entre otras. Uno de los varios episodios que más crudamente ilustró aquel infi erno fue el hallazgo de siete fosas comunes en la comunidad de Pucayacu: cuerpos desnudos con las manos amarradas en la espalda, torturados, acribillados a balazos, con los rostros cubiertos de trapos, los dedos cortados y los cráneos destrozados. Las fotografías de ese incidente plasmaron uno de los más impactantes documentos que puso en evidencia las políticas de arrasamiento de las fuerzas militares. El editorial del diario La República que publicó aquellas imáge-nes es elocuente:

La idea misma de humanidad vacila ante las foto-

grafías que, con real pesadumbre y furia, publicamos

fi g. 10. Herbert Rodríguez, Cadáveres, Lima, 1986.

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entre otros. El coloreado de estos cuerpos asesina-dos alegorizó la negación y el exterminio del an-tagonismo en todas sus formas, confrontando la propia invisibilidad derivada de la sobreexposición de imágenes. Aquellos testimonios expusieron uno de los efectos más abominables de esa guerra totalitaria: la naturalización de la muerte, la des-humanización del sujeto, la conversión de los ca-dáveres en la nueva escenografía del espectáculo.

campesinos muertos en el interior del país. Un aspecto decisivo fue su posicionamiento crítico frente a la lucha armada como opción política, denunciando las acciones subversivas de Sendero Luminoso y disputando abiertamente las paredes y murales de la Universidad de San Marcos donde Sendero Luminoso solía colocar su propaganda. Rodríguez montaba allí grandes murales-collage con fotocopias y esténciles que exhibían la obs-cenidad de una revolución sangrienta, reiterando una y otra vez, como una letanía interminable, la palabra “cadáveres” [▸V I O L E N C I A E S T R U C T U R A L ] . Aquella invocación, que daba cuenta crudamente de una retahíla de cuerpos sin vida, sería uno de los clamores más explícitos para una violencia sin nombre. Es esa misma letanía la que enuncia el extenso poema del escritor y activista argen-tino Néstor Perlongher titulado precisamente “Cadáveres”, escrito en 1981 en un viaje terrestre desde Argentina a Brasil, donde el poeta se había refugiado en lo que denominó un exilio sexual. “Hay cadáveres en los pajonales, en los campos, en las olitas, en las vías del tren, en los rincones más sórdidos de la ciudad. Hay cadáveres en cada rincón de nuestros cuerpos arrasados por el terror” [▸L O C A / D E V E N I R L O C A ] .

Desde un lugar político distinto, el Taller NN (1988-1991) se dedicó a trabajar sobre la violencia implantada como política desde el Estado, cola-borando desde sus inicios con grupos de poesía radical y con la movida anarquista vinculada a la música “subterránea”. El nombre del grupo aludía a la multitud de cuerpos no identifi cados apareci-dos en fosas comunes a diario. Para un concierto organizado por NN y la banda hardcore-metal “Kaos” en 1989, Alfredo Márquez (NN-a-c-falo) confecciona un volante en serigrafía en base a una fotografía del diario La República (25 de agostode 1984) que muestra los cuerpos hallados en lafosa común de Pucayacu después de su desen-tierro, colocados en fi la en el hospital de Huanta para el reconocimiento por sus familiares. Así, en varias otras piezas gráfi cas, la inefabilidad y el horror era convocado por el grupo. La última parte de su pieza NN-PERÚ (la “Carpeta Negra”), de 1988, registra imágenes de las varias matanzas y violencias extremas de aquellos años: el desalo-jo de pobladores de asentamientos humanos en Garagay (ocho muertos, 104 heridos), el motín y la represión policial en el penal El Sexto (22 muertos), los cuerpos de campesinos asesinados y clandes-tinamente enterrados en Pucayacu (50 cadáveres),

FOSA COMÚN

F

fi g. 12. Diario La República, Lima, portada del 25 de agosto de 1984.

fi g. 11. Taller NN, Perú 1984-1989. Cartel del concierto organizado por la banda Kaos y NN, Lima, 1989.

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CODA

Resulta imposible narrar la vastedad y comple-jidad de las experiencias estético-políticas gene radas como respuesta a las condiciones de violen cia generalizada, secuestro, tortura y asesina-to masivo que ocurren en cada uno de los países de América Latina. En estos episodios, sin embargo, despunta una característica común: la voluntad de intervenir la “normalidad” social que pretendía hacer admisible la desaparición, la tortura y el entierro clandestino. En aquellos momentos, estas imágenes y acciones asumen el difícil rol de pensar eso que excede todo nombre y racionalidad, que sobrepasa la humanidad misma. Un horror tal sólo puede existir, como nos recuerda Pilar Calveiro, “en medio de una sociedad que elige no ver, por su propia impotencia, una sociedad ‘desaparecida’, tan anonadada como los secuestrados mismos”17. Volver a esas historias inconclusas a partir de las estéticas marginales que lograron, pese a todo, dejar vestigios de la masacre nos da la oportuni-dad de contrarrestar a la voluntad totalizadora de los discursos conservadores que aún hoy inten tan arrojar esos cuerpos al olvido.

ML

Agradezco a Ana Longoni y a Sol Henaro sus aportes y comentarios durante la escritura de este texto.

NOTAS1 Pilar Calveiro, Poder y desaparición: Los campos de con-

centración en Argentina, Buenos Aires: Colihue, 1998.2 Ferrari se autoenvió esos collages a Brasil por correo, con

un nombre de destinatario falso, y cuando se volvió a encon-trar con ellos los fotocopió y los difundió, cada vez que tuvo oportunidad, como un documento anillado en pequeñas tiradas.

3 La Operación Cóndor es impulsada por la CIA norteameri-cana, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Chile, bajo el mando del general Augusto Pinochet, y la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). El 25 de noviembre de 1975 se aprueba su creación en un encuentro en Santiago de Chile que reúne a los jefes de inteligencia militar de Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia, convocado por el jefe de la DINA, Manuel Contreras Sepúlveda. Ver J. Patrice McSherry, Los Estados depredadores: la Operación Cóndor y la guerra encubierta en América Latina, Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2009.

4 La dictadura en Perú es probablemente la única de todas ellas que carga un signo distinto: impulsada por el gobierno reformista y nacionalista del general Velasco, este régimen militar intentó cancelar el periodo oligárquico en el Perú a través de una intervención sin precedentes en las relaciones de producción del país. No obstante, la segunda etapa del gobierno militar, liderada por el general Francisco Morales

Bermúdez, colaboró con los feroces regímenes dictatoriales de los países vecinos proporcionando información de inteli-gencia sobre personas exiliadas y deportando y extraditando a intelectuales vinculados con la izquierda. Ver Edmundo Cruz, “El Perú sí estaba vinculado al Plan Cóndor, según docu-mentos desclasifi cados de la CIA”, en La República, Lima, 29 de diciembre de 2007.

5 Ver Ana Longoni y Gustavo Bruzzone (comp.), El Siluetazo, Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2008, p. 50. Ver también Pilar Calveiro, óp. cit.

6 Roberto Amigo “Aparición con vida: las siluetas de los detenidos-desaparecidos”, en El Siluetazo, óp. cit.

7 Ver Laura Vales, “Registros de la ausencia”, Página 12, Buenos Aires, 24 de agosto de 2008.

8 Nelly Richard, La insubordinación de los signos (Cambio político, transformaciones culturales y poéticas de la crisis), Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 1994, p. 21.

9 Paulina Varas, “Una obra termina al volverse una acción”, en Una acción hecha por otro es una obra de la Luz Donoso, Santiago de Chile: Centro de Arte Contemporáneo Munici-palidad de Las Condes, 2011, pp. 2-5 [cat. exp.].

10 Ver Justo Pastor Mellado, “Sueños privados, ritos públi-cos”, en Lonquén 10 años, Santiago de Chile: Ediciones La Cortina de Humo, 1989 [cat. exp.]; y Gustavo Buntinx, “Identidades póstumas. El momento chamánico en Lonquén 10 años de Gonzalo Díaz”, en Raynald Belay, Jorge Bracamonte, Carlos Iván Degregori y Jean Joinville Vacher (eds.), Memorias en confl icto: Aspectos de la violencia política contemporánea, Lima: IEP, IFEA, 2004, pp. 301-321.

11 Nelly Richard, óp. cit., p. 32.12 Ver Fernanda Carvajal, “La convulsión coliza. Notas sobre

las Yeguas del Apocalipsis”, en ramón, nº 99, abril de 2010, pp. 19-23.

13 En 1990 el escritor peruano Mario Vargas Llosa sostuvo que el sistema político de México era una “dictadura perfecta” y Enrique Krauze, entonces subdirector de la revista Vuelta, acotó que más bien se trataba de una “dictablanda”. Ver Mario Vargas Llosa, “La dictadura perfecta”, en El País, Madrid, 1 de junio de 1992.

14 Ver Comisión de la Verdad y Reconciliación, “Los Peruanos que Faltan: Lista preliminar de personas desaparecidas por la violencia (1980-2000), en Informe Final, tomos II y VI, Lima: CVR, 2003. La estimación precisa que ofrece el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) de víctimas fatales en los años del confl icto (1980-2000) es de 69.280 personas, con un intervalo de confi anza al 95%. La CVR también indica que 1983 y 1984 fueron los años más feroces de todo el confl icto, llegando a perder la vida un tercio de las víctimas de todo el periodo de violencia.

15 “Editorial”, La República, Lima, 25 de agosto de 1984.16 “En este país los muertos no descansan” suele decir desde

fi nes de los años ochenta el artista Juan Javier Salazar (exmiembro del Taller E.P.S. Huayco) en alusión directa al sensacionalismo y la exposición constante de las imágenes de muerte en la prensa peruana. La frase pertenece a una de sus piezas nunca realizadas, titulada Trampa para arqueólo-gos (1987), que consistía en semienterrar una serie de láminas de madera, todas serigrafi adas con la imagen de una momia, en huacas prehispánicas y en espacios donde fueron halla-das fosas comunes.

17 Pilar Calveiro, óp. cit.

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CUERPOS IMPRESOS

Y como si ese pellejo hubiera quedado embebido de

una íntima verdad de la carne separada; verdad a

medias, que está tanto en la mancha como en el cuerpo

y no se encuentra completa en ningún lado […]. Las

imágenes impresas son vestigios de un cuerpo retirado1.

A mediados de los años setenta, el artista paraguayo Osvaldo Salerno, después de trabajar en grabado imprimiendo una serie de objetos reales, como llaves y candados, empieza a usar su propio cuerpo como matriz para dejar huellas en el papel.

El cuerpo del artista o, mejor, sus fragmentos o retazos, dejan marcas que atestiguan pelos, piel, cicatrices. Se imprimen en el papel para luego reti-rarse. En algún punto se podría decir que la obra de Salerno de allí en más se ocupará —en su mate-rialidad, en el dispositivo técnico, en los sentidos que despliega— del confl icto de la relación presencia-ausencia.

En ese punto se podría vincular el recurso de Salerno con el dispositivo de producción de siluetas utilizado durante el Siluetazo. En la Plaza de Mayolos manifestantes producen siluetas delineando los bordes de su cuerpo apoyado sobre el papel, devi-niendo en una doble huella: la propia y la del desapa-recido al que le prestan el cuerpo. En el recurso que utiliza Salerno, es el cuerpo entintado y solitario del artista el que trabaja a manera de sello. Si bien ambos procedimientos son muy diferentes (uno realizado colectivamente en la plaza y el otro realizado en la intimidad del taller del artista), los dos se fundan en el acto de que alguien ponga el cuerpo para “hacer aparecer la ausencia” de otros. El cuerpo presente convertido en huella de la desaparición.

La obra de Salerno, además, trae consigo otra información. Los pies entintados e impresos en el papel están atados. Son señal de los métodos de tortura infl igida sobre los prisioneros de la dictadura. Pero además, la constatación de que el artista solo no pudo aproximar y retirar su propio cuerpo atado del papel. En el papel permanece inscrita la violencia ejercida sobre el cuerpo (el presente y el ausente).

Como señala Roberto Amigo,

las impresiones corporales de fragmentos de cuerpos

quebrados, anudados, colgantes no son la representa-

ción del sacrifi cio militante, de la heroicidad, sino una

pregunta sobre el cuerpo historiado por el arte y la políti-

ca. No es la denuncia de la tortura en el contexto preciso

de un régimen político; las impresiones no refi eren a

la liberación, al dolor, a la fortaleza ante la tortura, sino

al hombre solo ante la historia […]. Las impresiones

sobre papeles trabajan el cuerpo fragmentado: torsos,

piernas, pies; a la vez se suma la impresión de elemen-

tos como cuerdas y perchas. Atado, colgado, el artista

no transita el camino cristiano del martirio, sino el de

“documento”, es decir, prueba, testimonio2.

En el lugar/nombre de los ausentes, el artista se cons-tituye en testigo y, a la vez, en soporte de la huella.

LC, AL

NOTAS1 Ticio Escobar (ed.), La cicatriz, Madrid: Casa de América, 1999,

[cat. exp. sobre Osvaldo Salerno].2 Roberto Amigo, Los derechos humanos en el arte, Asunción:

Palacio de Justicia, noviembre de 2011, [cat. exp.].

FOSA COMÚN

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2

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fi gs. 1, 2. Osvaldo Salerno, Sin título, Asunción, 1976-1981.

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INSEPULTO

El teatro se erigió como un territorio desde donde señalar lo insepulto, incluso como su sustituto ri-tual. Desde fi nes de los años ochenta, el Periférico de Objetos, un grupo argentino de teatro formado principalmente en la manipulación de títeres, realiza diversas propuestas escénicas que operan refl o tando a la superfi cie la memoria y el terror de hechos que se habían querido ocultar1. Dos de ellas, El hombre de arena (1992), una versión libre del cuento de E. T. A. Hoffmann, y Máquina Hamlet (1995), basado en la obra del dramaturgo alemán Heiner Müller, son potentes metáforas de esa carencia en medio del silencio y la impunidad que terminó por consolidar el gobierno de Menem en los años noventa, al conceder indultos presidenciales a los pocos responsables del geno-cidio acaecido durante la dictadura que habían sido condenados en el Juicio a las Juntas (1985). El esce-nario de El hombre de arena es una caja llena de tierra seca, en la que se observan muñecos semienterra-dos. Los desenterradores de estas criaturas son tam-bién los que vuelven a enterrarlas, una y otra vez. No se trata de títeres sino de muñecos antiguos con las cuencas de los ojos vaciadas, los miembros descoyun-tados, despojados de su cabellera o con el pelo seco y áspero, a veces mutilados o con el cráneo trepanado. Los muñecos parecen tener autonomía, mirada, vo-luntad, incluso rebeldía. ¿Son autómatas o personas? Se ocultan, reaparecen, buscan la superfi cie, se estre-mecen. “El terror sórdido de sucesos que teniendo que quedar ocultos se han manifestado (en) una especie

de ritual animista”2. El juego (porque tiene mucho de macabro juego infantil) está en diluir la frontera en-tre vivos y muertos. Un mundo a lo Pedro Páramo en el que no se puede distinguir qué condición tiene cada quien. Los muertos nunca lo están del todo ni en paz, resucitan para volver a morir en un acto circular inacabable. Los actores-manipuladores de objetos también están en peligro, se transmutan en sus mu-ñecos o interactúan con ellos como pares, sin acep-tar del todo el poder del otro.

Juguetes, otrora amorosos, se convierten en ánimas terrorífi cas. “Lo cotidiano, lo familiar, lo conocido aparece afectado por circunstancias fan-tásticas que no permiten diferenciar el terreno pre-ciso de lo viviente, lo racional y lo irracional, el de los objetos inanimados, la materia muerta”, defi ne el grupo (formado en 1989 e integrado por Ana Alva-rado, Emilio García Wehbi, Daniel Veronese, Román Lamas y, más tarde, Alejandro Tantanian) en explícita referencia al concepto freudiano de lo siniestro: “Nos basamos más en el trabajo que hace Freud sobre Hoffmann que en el cuento mismo”. Y en medio de la oscuridad, apenas munidos de velas y frágiles lamparitas, los manipuladores son a la vez deudos que visten de luto y jueces-verdugo que condenan y ejecutan a sus víctimas. El hombre de arena perturba al evidenciar lo insepulto ante una sociedad arrasada por el “terror concentracionario”3 a la que le negaron la posibilidad de hacer rituales de duelo. Las propu-estas del Periférico de Objetos desentierran aquello socialmente oculto, lo no procesado, que insiste en emerger a pesar de la amnesia colectiva porque con-tinúa sin estar resuelto. Los miles de desaparecidos,

1

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FOSA COMÚN

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fi g. 1. Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo), Algunas tentativas sobre la Inmaculada Concepción, Lima, 1986.

fi g. 5. Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo), escena de performance en una prisión, Lima, 1986.

fi gs. 2-4. Periférico de Objetos, El hombre de arena, Buenos Aires, 1992. Fotografías: Magdalena Viggiani.

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torturados y asesinados sin justicia ni tumba se cuelan como presencias insistentes, interpeladoras. Espectros.

Desde una performatividad que bordea lo tea-tral, el Grupo Chaclacayo (Helmut Psotta, Raúl Avellaneda y Sergio Zevallos) produce a partir de 1983 una serie de acciones donde violencia y placer funden deliberadamente sus roles y signifi cados. A través de fotografías y acciones el grupo escenifi ca los excesos de violencia no reconocidos por el Estado peruano en medio del confl icto armado. En sus dis-tintas apariciones, el Grupo Chaclacayo emplea ropas y objetos que aluden, de manera ominosa, al fana-tismo religioso y a las ideologías políticas, superpo-niéndolos con elementos que simbolizan la tortura, el secuestro y la muerte, como esqueletos humanos recogidos de la morgue o una serie de “bultos” he-chos con basura (bolsas o empaques negros que en-carnaban la habitual manera de [des]aparecer esos cuerpos amordazados, maniatados, despedazados). En La agonía de un mito maligno (1984), dirigida por Helmut Psotta, una serie de cuerpos semienterrados rodeados de velas y una escolta de personas con capirote sirven de escenografía a un rito fúnebre en las orillas del océano Pacífi co. Un momento después, en la misma escena, hace su aparición la fi gura tra-vestida de Santa Rosa, que cae derribada y agoniza. La fi gura de Santa Rosa, primera Santa de América y patrona de la ciudad de Lima, se muestra como un símbolo ambiguo que cataliza la sordidez de las políticas de exterminio encubiertas bajo la devoción religiosa. Ello permite a los asesinos aparecer ante el poder “con la cara limpia” después de cometer los más atroces crímenes4. Así se refl eja en las fotogra-fías de Sergio Zevallos, Ensayos sobre la Inmaculada Concepción (1986), en las que una momia, hecha con desechos, vendas y un cráneo humano, aparece retratada en un intercambio erótico y tanático con un cuerpo masculino desnudo. Ello se radicaliza aún más en su serie Rosa Cordis (1986), en la que un personaje travestido con una túnica negra y una corona de rosas se maquilla, para luego masturbarse al lado de un cuerpo muerto ubicado en un cubículo cubierto de pintura roja e imágenes de pornografía y publicidad. Un instante después, Santa Rosa se convierte en un torturador encapuchado que penetra sexualmente al cadáver. Los estímulos creativos del grupo son las exploraciones en sus memorias perso-nales marcadas por el racismo y la discriminación, pero también la búsqueda de una iconografía sexual profana, capaz de dar cuenta de que las maneras en que el legado colonial y cierta ideología religiosa

fueron en realidad los mejores garantes de los críme-nes y torturas perpetrados por el Estado durante el confl icto.

AL, ML

NOTAS1 La manipulación de muñecos es una de las constantes diná-

micas del grupo. Hacen lo que podría defi nirse como un teatro de manipulación que procura “crear una magia más cruda a la del teatro de títeres que no funciona ocultando la relación entre el títere y el manipulador, sino exhibiendo ese entre. Algo que es él y a la vez no lo es: son sus movimientos pero no su materia”. Daniel Link, “Casa de Muñecas”, en suplemento Radar, Buenos Aires, 8 de agosto de 1989.

2 Periférico de Objetos, “El hombre de Arena”, en el programa del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, 1993.

3 Pilar Calveiro, óp. cit.4 Así lo señala Sergio Zevallos, ver Dorothee Hackenberg,

“Dieser Brutälitat der Sanftheit. Interview mit Helmut J. Psotta, Raul Avellaneda, Sergio Zevallos von der Grupo Chaclacayo über ‘Todesbilder’”, en TAZ, Berlín, 26 de enero de 1990, p. 23.

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GUERRILLAS

La herramienta fundamental empleada por Jaime

Guzmán para iniciar la creación de una nueva insti-

tucionalidad [del régimen dictatorial chileno] es

la noción de Poder Constituyente tal como aparece

en la obra de Carl Schmitt […], el Kronjurist de

Hitler. En 1933, Schmitt emplea esta noción para

declarar muerta la Constitución de Weimar y lue-

go legitimar a Hitler en el poder. En España, Luis

Sánchez Agesta y otros discípulos de Schmitt, em-

plean la misma noción para explicar cómo el golpe

de Estado de Franco destruye la Constitución de

1931. En Chile en 1980, Guzmán [hace] uso de esta

noción para destruir la Constitución de 1925 […].

La Constitución de 1980 carece de legitimidad de-

mocrática en su origen1.

Irregularidad, movilidad incrementada, intensidad del compromiso político y carácter telúrico. Éstas son las características con las que Carl Schmitt defi ne al guerrillero en su Teoría del par tisano. Agrega, además, que en el siglo XX, bajo el contex-to de la Guerra Fría, el guerrillero, atraído por una progresiva tecnifi cación, industrialización y des-agrarización, se convierte en el territo rio urbano en “un técnico del combate invisible, en saboteador y en espía”, una descripción que, si bien puede aplicarse a algunos de los grupos guerri lleros que surgen en América Latina durante la centuria, no abarca la totalidad de los mismos2 [▸G U E R R A P O P U L A R ,

G U E R R A S I M B Ó L I C A ] . Para Schmitt, la política presupone la distin-

ción entre guerra (polemos) y discordia (statis). En la medida en que toda guerra presupone la declaración de un enemigo, posibilita la distin-ción entre un afuera y un adentro de la comunidad política. La discordia, en cambio, constituiría la posibilidad de articular dentro de esa comunidad la disputa entre adversarios dentro de un marco de saludable pluralidad. Sin embargo, la fi gura del guerrillero (o el partisano), aquél que, al interior del sistema está dispuesto a quedar fuera de la ley, adquiere la específi ca fi gura del enemigo interno. Se trataría de una fi gura más compleja en la que, señala Schmitt, podrían superponerse la guerra de los ejércitos regulares, la guerra colonial, la guerra civil y la guerra de guerrillas. Es preciso subrayar que el discurso de Schmitt porta consigo una ma-

triz sacrifi cial según la cual es la construcción de un enemigo común lo que hace posible la unión de lo diverso al interior de la comunidad política. El partisano, al introducir la fi gura del enemigo dentro de la comunidad política, complica la dis-tinción entre guerra y discordia.

Schmitt señala, a su vez, que el guerrillero como combatiente irregular siempre depende de la ayuda de un regular poderoso. Ese “tercero”, además de apoyo material puede brindarle reco-nocimiento, legitimidad política. Los insurgentes de los países latinoamericanos de los setenta y ochenta no sólo reciben entrenamiento (de Cuba), también combaten en otros suelos (en Nicaragua) y reciben el reconocimiento de la Unión Soviética, del bloque socialista y de la socialdemocracia europea que, en algunos casos, llega a fi nanciar-los indirectamente.

Por contra, en el contexto del mundo bipolar y de la consecuente demonización del comunismo internacional, los regímenes dictatoriales aún vigentes en los años ochenta sancionan la fi gura del insurgente político bajo la noción de terrorista. Esa califi cación era paradójicamente asignada por Estados terroristas, apoyados también por un “tercero” (Estados Unidos), que ejercieron su violencia contra el cuerpo social (no sólo contra los grupos armados, sino contra la sociedad en su conjunto) amparándose en el estado de excep-ción. La guerra contra el comunismo internacional camufl aba así el terrorismo de Estado en una retórica bélica.

Más tarde, en el contexto de las democracias neoliberales, la razón posdictatorial estableció un juicio histórico perverso al equilibrar en la ba-lanza de las culpas a dos contrincantes de carácter sustancialmente distinto en un discurso, el de la “guerra entre dos demonios”, que presentaba al Estado y a los grupos armados como enemigos equivalentes. La falacia de esta interpretación de la historia reciente partía de una delimitación de dos bandos, el Estado represivo por un lado y las organizaciones armadas por otro, que obviaba que el accionar del primero de ellos contaba con la complicidad de actores no estatales (empresarios, medios de comunicación) y que el alcance de sus víctimas iba mucho más allá de las organizaciones armadas, extendiéndose a toda la sociedad civil.

Aun así, la sanción de “terrorista” sobre el ex-tremista político marca, bajo la consolidación de la hegemonía neoliberal, el tránsito de la lucha de las dictaduras contra el comunismo internacio-

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nal y contra la insurrección hacia la lucha contra el narcotráfi co, la delincuencia y el terrorismo inter-nacional por parte de las democracias tuteladas, en una perfecta reproducción de la lógica sacrifi -cial de la política.

Frente a esa lógica, el reciente colapso de las políticas neoliberales y la impugnación de los rela-tos transicionales en países como Chile y España plantea una coyuntura histórica en la que la pre-sencia de las fuerzas del cambio social en el espa-cio urbano ha reabierto el debate público sobre la violencia. En esa tesitura, cabe arriesgar una lectu-ra del papel que la violencia jugó en los procesos políticos que, bajo circunstancias históricas diver-sas, se desarrollaron en esos y otros países en el periodo de implantación global del neocapitalismo. La emergencia de la violencia guerrillera o terroris-ta permitió con frecuencia, por seguir los términos de Schmitt, la identifi cación de un enemigo interno cuyo modo de ejercer el antagonismo se sustraía tanto a la discordia del juego político al interior de las estructuras del Estado (mínima durante los regí-menes dictatoriales y un tanto más acusada con la introducción del parlamentarismo) como a las for-mas del disenso escenifi cadas en la esfera pública por la política movimentista (que, paradójicamente, en algunos casos se vio desarticulada con la llega-da de las democracias formales a esos países).

En ese contexto, cabría pensar el papel que ju-garon tanto la violencia guerrillera como el terroris-mo (el cual, como decíamos más arriba, se asimiló progresivamente a aquélla) a la hora de reducir el abanico de posiciones políticas posibles al in-terior del arco parlamentario (condicionado por la fuerza centrípeta de la cohesión necesaria frente al enemigo interno), fomentando la ideología con-sensual que supuestamente trataba de combatir. Pero también parece urgente evaluar críticamente hasta qué punto los movimientos sociales post-socialistas de las últimas décadas no han podido encarar la necesidad de pensar el pasaje de las formas de resistencia y oposición encarnadas por la potencia micropolítica de los agenciamientos colectivos a la proposición de proyectos de alien-to macropolítico, debido a la intuición de que ese tránsito implica de por sí un cambio estructural del estado de cosas actual que, en última instan-cia, no pueda prescindir de la violencia. Es decir, se trataría de determinar hasta qué punto la de-monización mediática y social de la violencia ejer-cida por la guerrilla y el terrorismo (cuyo accionar durante las últimas décadas ha caído con suma

frecuencia en la lógica sacrifi cial derivada de su fi ja-ción macropolítica que despreciaba o supeditaba de antemano toda atención a lo micropolítico) ha clau-surado el debate en el seno de la izquierda acerca de si es posible imaginar en la encrucijada histórica actual una violencia revolucionaria que desbanque las relaciones de poder mediante las cuales el capi-talismo global ejerce una violencia objetiva, diaria y cotidiana sobre el cuerpo social.

Para combatir esta violencia sistémica, Slavoj Žižek retomó en su libro, sucintamente titulado Violence (2008)2, la distinción establecida por Walter Benjamin entre violencia mítica y violencia divina. El interés de la distinción benjaminiana es que sus-traía esta última forma de violencia a la lógica del sacrifi cio que ha caracterizado la dicotomía amigo/enemigo, la cual ha presidido las luchas políticas entre las dictaduras/gobiernos neoliberales y las ac-ciones guerrilleras y terroristas durante las últimas décadas. La violencia divina se situaría al margen del fi nalismo característico de la violencia mítica, sujeta en el esquema de Benjamin a la fundación o la preservación del Estado de derecho. Para Žižek, esa violencia divina, que se habría expresado histó-ricamente en el terror revolucio nario francés (1792-1794) y en el Terror Rojo de 1919, no se identifi caría en la actualidad ni con la violencia ejercida por el fundamentalismo religioso en su afán por materia-lizar la supuesta voluntad de Dios, ni con aquellas formas de violencia anárquica que únicamente se presentan como síntomas del malestar social sin inscribirse en el seno de un proceso revolucionario. A diferencia de estos fenómenos de violencia, si la violencia divina se manifi esta como un medio sin fi n lo hace, según el fi lósofo esloveno, en aquellos “acontecimientos” que expresan un exceso de vida que permite a la voluntad soberana rebelarse con-tra la asimilación ideológica/biopolítica de la vida a la mera existencia.

Ante esta serie de problemas, el aparenteanacronismo que supone la inclusión en la mues-tra Perder la forma humana de imágenes que dancuenta de prácticas guerrilleras, generalmenteasociadas con las décadas anteriores (sesenta ysetenta), responde a dos ambiciones: en primerlugar, pensar la década de los ochenta como unperiodo de temporalidades y modos de hacer polí-tica superpuestos (del Siluetazo a los atentados delFrente Patriótico Manuel Rodríguez [FPMR]) que,a diferencia de los habituales enfoques estan cos,deben ser entendidos en su mutua interpelación.En segundo lugar, reconsiderar en el presente, ante

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las consecuencias de la crisis sistémica del capi-talismo fi nanciero padecida por un amplio espec-tro de la población mundial, las relaciones entre la política y la violencia.

Por lo tanto, la inclusión de registros o mate-riales de las acciones emprendidas por diversos grupos guerrilleros desde la segunda mitad de la década de los setenta no pretendía estetizar los a través de su asimilación a la impronta visual de determinadas obras artísticas o mediante el señalamiento enfático del carácter simbólico de algunas de esas incursiones en la esfera pública (pensemos, por ejemplo, en las acciones del M-19). Somos conscientes de que la equiparación gene-ral entre la actividad de los grupos guerrilleros y la de ciertos colectivos artísticos sería un completo dislate, pero también nos preocupa una tendencia observable en la producción teórica contempo-ránea sobre el arte político, en la que el estableci-miento de analogías parciales y aparentes entre ciertas acciones del arte activista y las emprendi-das por la guerrilla deriva en una estetización de la violencia que, desde una posición moralizante, bloquea la posibilidad tanto de detectar la violen-cia simbólica inscrita en las retóricas de la van-guardia artística como de realizar una valoración crítica y contextual de la violencia subjetiva de las acciones guerrilleras3.

I

Aunque, al llegar a la década de los ochenta buena parte de los movimientos guerrilleros de los años sesenta y setenta han sido derrotados, el proceso revolucionario del marxismo latinoamericano ini-ciado con la Revolución cubana no se extingue del todo, sino que continúa con otro semblante tras el triunfo de la Revolución sandinista en Nicaragua. A su vez, esta década ve surgir otra vertiente guerri-llera de raigambre maoísta, conducida por Sendero Luminoso en Perú y analizada en el siguiente apar-tado [▸G U E R R A P O P U L A R ] .

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua se funda en 1961 inspirado en la Revolución cubana, el guevarismo y en la fi gura de Sandino y su lucha contra la intervención norte-americana a comienzos de siglo. Aun así, su llega-da al poder en 1979 trae consigo nuevos elementos que se expanden y tienen eco (ya sea provocando oposición o adhesión) a lo largo de América Latina y que hacen posible establecer distinciones respecto a experiencias previas4. Quizás uno de los cambios

más importantes viene dado por la crisis de la au-toproclamación vanguardista que, aunque no seabandona, muta desde la idea del partido-vanguar-dia hacia un devenir frentista. A diferencia de lasexperiencias de primera generación, la Revolucióncubana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la llegada al poder del FSLN en Nicaragua muestra una apertura ideológica en la que marxismo y teología pasan de ser opuestos fi losófi cos a constituirse como complementos políti-cos. A la vez, ponen en cuestión la idea de un sujeto de cambio monolítico o centrado en la cuestión de “clase”, pasando a expresar una noción redefi nida y amplifi cada de “pueblo”. A diferencia del socialis-mo de Estado cubano, los sandinistas se adjudican un concepto de democracia política que considera el tema del pluralismo y una concepción de la econo-mía política de la revolución que sustituye la idea del centralismo estatal por la economía mixta5. Sin duda, las repercusiones de la Revolu ción nica-ragüense tuvieron fuerte alcance en América Cen-tral, especialmente en El Salvador6 y Guate mala7. En estos tres países, los procesos revolucionarios estuvieron marcados por la fusión del marxismo con tradiciones populares de lucha social de fuerte impronta antiimperialista, que permanecieron en la memoria colectiva de los oprimidos: la lucha de Sandino en Nicaragua, el levantamiento campesino de 1932 en El Salvador y la lucha centenaria de los indígenas contra la colonización en Guatemala8. Corrientes de varios orígenes se reunieron en los tres frentes de liberación incluyendo la Teología de la Liberación y los partidos comunistas histó-ricos, que participaron en el caso de El Salvador y Guatemala (en cambio, en Nicaragua, el Partido Comunista se mantuvo al margen del proceso revo-lucionario tildando al FSLN de ultraizquierdista). En menor medida, el radio de infl uencia de estas experiencias también llegará a prácticas como elFPMR (1983), en Chile, y, probablemente, a la Coor -dinadora Guerrillera Simón Bolívar (1987)9, en Colombia. En los siguientes párrafos vamos a cen-trarnos brevemente en el primero de estos casos.

II

El 14 de diciembre de 1983 Chile quedó a oscuras: la primera acción del FPMR se concretó provocan-do un apagón que dejó a gran parte del territorio en penumbras.

Tres años antes, en 1980, los días previos al plebiscito ilegítimo con que la dictadura aprueba

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la Constitución de 1980, el Partido Comunista chileno (PCCH) anuncia su Política de Rebelión Popular de Masas —inspirada en la Revolución de los Claveles de Portugal (1974) y en la caída del Sha en Irán (1979)—, que levanta la consigna de validación de “todas las formas de lucha”, incluso de “la violencia aguda”. En ese marco, el FPMR nace como una estructura militar dentro de la orgánica del Partico Comunista de Chile. Es pre-ciso señalar que la incorporación por primera vez de formas militaristas insurgentes por parte del PCCH no implicó un abandono de la política par-tidista tradicional (negociación y alianzas políticas amplias), y que el principal objetivo de la Política de Rebelión Popular de Masas fue la lucha por la democracia; sin embargo, no había en ella una estrategia de “asalto al poder” que alentara la destrucción del estado burgués para proponer un modelo de Estado basado en la dictadura del proletariado10. En efecto, su política parecía atra-vesada por una discontinuidad entre la lucha por la recuperación democrática y un proyecto socia-lista, que mostraba la ausencia de una estrategia revolucionaria integral y, quizás debido a ello, el partido mantuvo también una política ambigua respecto al FPMR.

Lo cierto es que en sus orígenes el FPMR no fue concebido como una guerrilla organizada para enfrentarse al ejército chileno. Si bien los movi-mientos de liberación latinoamericana fueron sus referentes, y parte de sus miembros recibieron entrenamiento militar en la República Popular de Bulgaria y en Cuba, mientras que algunos lucharon en Nicaragua, el grupo insurgente chileno adquirió características propias. En los primeros años, sus acciones político-militares tendían a la autodefen-sa, a la desestabilización, a las “recuperaciones” (de armamentos, recursos fi nancieros y bienes de consumo básico como alimentos) y, en menor medida, a los secuestros. Buscaron articularse con la lucha de masas, para formar “un gran Frente Político y Militar del conjunto del pueblo… único protagonista de su liberación”11.

Sin embargo, en el año 1986 la historia del Frente da un giro decisivo. El descubrimiento de arsenales de armas en el norte del país y el fallido atentado a Pinochet llevan al PCCH a retroceder en su política de apoyo a “todas las formas de lucha”. Ante un nuevo escenario que podría dejarlo marginado del proceso democratizador y hacer peligrar su posibilidad de alianzas con el resto del mundo opositor, el PCCH se repliega por temor

a quedar sometido a un virtual aislamiento polí-tico. Se desata entonces el quiebre con el FPMR, que desde entonces, como FPMR-Autónomo, adquiere una deriva foquista radicalizando sus estrategias. En 1988, tras el triunfo del “no” en el plebiscito que derrotó a Pinochet, en un acto a des-tiempo, impulsa la denominada Guerra Patriótica Nacional (inspirada en las experiencias nicara-güense y salvadoreña) que consistía en la creación de focos guerrilleros rurales que irían extendiéndo-se a lo largo del territorio. Como la experiencia desarrollada por el MIR a comienzos de los ochen-ta, el intento del FPMR fracasó rotundamente, dejando como saldo la muerte de sus dos principa-les líderes. Tras divisiones y confl ictos internos, la deriva del FPMR en los años noventa forma par-te de otra historia.

Pero, antes de que se avistara la división entre el PCCH y el FPMR, el año 1986 fue decre-tado decisivo. El 7 de septiembre de aquel año, en el Cajón del Maipo, una localidad a 40 km de Santiago, un comando del FPMR tendió una em-boscada a la caravana que trasladaba a Augusto Pinochet hacia Santiago. Sucedía entonces algo imprevisible, fuera de todo cálculo: un grupo de jóvenes sin preparación militar regular y con arma-mento de mala calidad ponía en jaque a un grupo de élite de las Fuerzas Armadas chilenas. Entre ellos había un escolar, un gasfíter, un bombero, un culturista, un cantante, un exseminarista, un exestudiante de cine, otro de fi losofía y una es-tudiante universitaria. Utilizaron, entre otras, el travestismo como estrategia militar: en la casa rodante que cortó el paso a la comitiva del dicta-dor, dos fusileros simularon ser una pareja que estudiaba un mapa en el camino, estando uno de ellos vestido de mujer. La operación fracasó, pero todos los fusileros salieron con vida del operati-vo12. En cambio, cinco de los escoltas de Pinochet resultaron muertos. El dictador se salvó gracias a su chofer, que pudo maniobrar marcha atrás, escabulléndose entre la montaña que cercaba el camino y el grupo de retaguardia del FPMR. En ese momento, el auto de Pinochet recibió la mayor cantidad de impactos:

Probablemente ahí, en medio de esa balacera, se

formó la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro

que los adeptos al régimen vieron aparecer en

el vidrio posterior izquierdo del auto blindado del

general, exhibido posteriormente en los patios

de La Moneda13.

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La escena del atentado del FPMR, una escena frá-gil, de una épica precaria, que pretende encarnar una voluntad popular latente, nos remite casi inevi-tablemente a una escena transcurrida 13 años an-tes: la de la muerte de Allende y el despliegue de fuerzas del Estado en el bombardeo a La Moneda, ejecutado por militares golpistas en representa-ción de las fuerzas conservadoras chilenas.

Frente a la espectacular imagen de La Moneda en llamas, la del atentado, estampada en la imagen del automóvil destrozado de Pinochet. El mismo que fue instalado en la casa de gobierno como una suerte de talismán que buscaba poner de mani-fi esto la protección divina que aseguraba la inven-cibilidad del dictador, pero que, al mismo tiempo, no podía sino poner en evidencia que era posible lo que hasta ese momento parecía impo sible: franquear el invulnerable cerco de seguridad del dictador.

Lo cierto es que el atentado a Augusto Pinochet se transforma en un parte-aguas de la década de los ochenta en Chile. Cierra, de algún modo, un ciclo de luchas, y con ello termina de extremarse la dicotomía entre las estrategias de oposición al régimen. El descarte de la lucha del movimien-to social da lugar a la mesa de negociaciones. Se inicia un proceso de transición pactada encabeza-da por la clase política socialdemócrata, que obli-tera otras alternativas políticas. Terminan así por abrirse paso los complejos pactos transicionales que están en la base de la conformación sociopo-lítica de Chile hasta el día de hoy.

Imágenes como las que muestran los re-sultados del atentado perpetrado por el FPMR

contra Augusto Pinochet son un testimonio de la violencia de resistencia contra la dictadura, que difícilmente puede ser interpretado en una clave esteticista. Sin embargo, otras acciones del FPMR sí que permiten detectar ciertas analogías mate-riales (en ningún caso fi lológicas) entre formas de conexión con la comunidad practicadas por la gue-rrilla y algunas experiencias impulsadas por gru-pos artístico-políticos. Así, por ejemplo, el CADA integró en su acción Para no morir de hambre en el arte (1979) una cita de la política del gobierno de Salvador Allende consistente en el reparto de una bolsa de leche entre los habitantes con mayorescarencias alimenticias de las poblaciones de San-tiago de Chile. Esta iniciativa del gobierno de laUnidad Popular convertía en política social de Estado un gesto populista anclado en el imaginario comunitario de la izquierda. Así, mucho antes de la llegada al gobierno de Allende, las “recupera-ciones ilegales” practicadas por distintos grupos de guerrilla eran una táctica reiterada de conexión afectiva con el medio popular. Tales recupera-ciones se siguieron practicando bajo el régimen de Pinochet, como demuestra la acción del FPMR registrada por Pablo Salas en otra de esas poblacio-nes de Santiago, cuando el 19 de julio de 1986, con motivo del séptimo aniversario de la Revolución sandinista, realizó un reparto de pollos entre las personas que acudieron a recibirlos [▸T E L E A N Á L I S I S ] .

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fi g. 1. Marco Ugarte, Imagen de auto destrozado tras el atentado a Augusto Pinochet a manos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Santiago de Chile, 1986.

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NOTAS1 Renato Cristi, El pensamiento político de Jaime Guzmán:

Autoridad y libertad, Santiago de Chile: Lom Ediciones 2000, p. 16.

2 Edición en castellano, Sobre la violencia. Seis refl exiones marginales, Buenos Aires: Paidós, 2009.

3 Ésta es la tendencia que apreciamos, por ejemplo, en el libro de Luis Camnitzer, Didáctica de la liberación. Arte concep-tualista latinoamericano, Murcia: Cendeac, 2008. Camnitzer centra su refl exión en la lectura en paralelo de Tucumán Arde, experiencia culminante de la vanguardia argentina de los años sesenta, y algunas de las acciones de la guerrilla uruguaya Tupamaros.

4 Aun así, Raúl Burgos señala que si bien “difundía elementos originales, la Revolución sandinista se colocaba como con tinuidad del ideario revolucionario que inauguró e inspiró la Revolución cubana”, Raúl Burgos, “La interferencia gramsciana en la producción teórica y política de la izquierda latinoamericana”, documento preparado para la discusión en el encuentro de 1997 de la Latin American Studies Association en el Continental Plaza Hotel de Guadalajara, México, del 17 al 19 de abril de 1997. Disponible en: lasa.international.pitt.edu/LASA97/burgos.pdf., p.7.

5 Ibíd.6 El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y

Social (1980), en El Salvador, sostiene una guerra civil por más de diez años. En 1992, tras un acuerdo de paz y casi coincidiendo con la disolución de la Unión Soviética, pasa a conformarse como partido.

7 La guerrilla guatemalteca, iniciada en los años sesenta tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno electo de Jacobo Arbenz con el apoyo de Estados Unidos, alcanza una nueva fase con la creación de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), que sella la unidad de cuatro orga-nizaciones armadas en 1982. La UNRG continuará la guerra civil hasta 1996, cuando deponen las armas tras 36 años de confl icto armado y, como el FMNL, se convierte en un parti-do político.

8 Michael Löwy (ed.), El Marxismo en América Latina, Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2007, p. 58.

9 La Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar nuclea a las FARC, al Ejército de Liberación Nacional Camilo Torres ELN, al M-19, al Comando Ricardo Franco Frente-Sur, al Movimiento Armado Quintín Lame y al ERP.

10 Samaniego citado por Luis Fernando Martínez, El Frente Patriótico Manuel Rodríguez, 1980-1987, tesis de grado, Universidad de Santiago de Chile, USACH, Facultad de Humanidades, Historia, Santiago de Chile, 2004, p.14.

11 Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Manuel cabalga de nuevo, Santiago de Chile: Ediciones El Rodriguista, 1986, p.16.

12 Aunque el episodio desataría una sangrienta persecución por parte de los organismos de seguridad, que en los días inmediatamente posteriores al atentado asesinaron a cinco militantes comunistas que nada tuvieron que ver con el atentado (el mismo numero de bajas de la comitiva de Pinochet) y posteriormente ejecutaron la llamada Operación Albania.

13 Cristobal Peña, Los fusileros. Crónica secreta de una guerrilla en Chile, Santiago de Chile: Debate, 2007, p. 126.

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Entrevista a Pablo Salas

Pablo Salas fue, junto con su hermano Francisco, cola-borador desde su formación de la productora Ictus Tv (en un principio focalizada a la producción de fi ccio-nes) y gestor, junto a su madre, Babi Salas, de la Red de video popular Ictus, la más amplia red de distribución del país en esos años. Con los equipos de fi lmación y edición de Ictus a su disposición, Salas fue el primero en registrar las protestas nacionales que se desata-ron tras la fuerte crisis económica que atravesó Chile durante los primeros años ochenta, registrando las así llamadas “Marchas del Hambre” y convirtiéndose en uno de los más importantes camarógrafos chilenos que captó imágenes durante la dictadura. Por otra parte, en contacto con camarógrafos y periodistas extranjeros, que le permitían duplicar o le regalaban las cintas de lo que habían fi lmado, fue conformando uno de los más vastos archivos de prensa del periodo. Con un conside-rable material a su disposición, comenzó a producir una serie de videos de forma autodidacta: Protestas 1983 (1983), Hasta Vencer (1983), Septiembre de 1984 (1984), o 1º de Mayo (1986), entre muchos otros que circularon prolífi camente por la Red de video popular de Ictus. A su vez, realiza junto a Pedro Chaskel, los videos Somos+ (1985) y “Por la vida” (1987), sobre Mujeres por la Vida y El Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, respectivamente. El primero de ellos fue premiado en festivales internacionales.

FC: ¿Cómo fue la fi lmación del video que registra la acción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez?

PS: Vi una vez un video del FPMR que era muy malo, un video que duraba como 50 minutos. Se veían sólo pies, un par de disparos, balas, unos fusiles y un tipo hablan-do. Era tremendamente aburrido. Entonces recuerdo que yo dije que era un video malo, que no se podía ver. Dura ba 50 minutos y hasta el día de hoy, sentarte a ver un video de 50 minutos es tedioso. Obviamente depende de lo que quieras hacer, si tú quieres participar en un festival de largometrajes tienes que hacer un video de hora y media y tienes que rellenar. Pero cuando tú quie-res hacer una pieza informativa, diez, 15, 20 minutos, media hora, es sufi ciente, tienes que mostrar lo justo y necesario. Entonces como yo alegué que el video era malo, unos tipos llegaron a mi ofi cina y me dijeron que ellos sabían que yo estaba dispuesto a ayudarlos. Eran del Frente.

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fi gs. 2-6. Pablo Salas, fotogramas de Acción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Santiago de Chile, 19 de julio de 1986.

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FC: Y ése, el primer video, ¿dónde lo viste?

PS: Nosotros teníamos la red de distribución con el Ictus, entonces nos llegaba todo. Todos los videos, hasta los más malos, nos llegaban ahí, porque era la manera de distribuirlos, de mostrarlos y que circularan. Era una forma de oponerse a los milicos. Por eso me llegó el video y lo vi. Y los tipos del Frente llegaron a mi ofi cina, y me dijeron “nosotros estamos encargados de comunicaciones del Frente, nos dijeron que tú nos podías ayudar. No podemos mostrar esto, mostremos una cosa más entretenida y más ágil”. Y entonces yo dije “sí, puede ser”. Y entonces yo fui como a cuatro, cinco conferencias de prensa. A fi lmárselas enteras y a fi lmar para mí también. Obviamente era algo arries-gado, entonces cuando íbamos a las conferencias de prensa me encapuchaba, encapuchaba la cámara, encapuchaba todo.

FC: Para las conferencias, ellos te trasladan sin que tú sepas adónde vas.

PS: Sí. Dos veces fui a conferencias de prensa como periodista, fui con unos italianos. Entonces era compli-cado. Recuerdo que una vez los tipos nos dieron una guía, teníamos que salir con la bolsa y sólo llevar los equipos pero que no se notara que eran equipos, tomar una micro, bajarnos, tomar un metro, bajarnos, volver a tomar una micro, bajarnos, caminar, caminar y de repente nos encontramos con un tipo. Ese tipo que nos encontró nos hizo caminar otro poco, nos metimos en la parte de atrás de un auto, nos tiraron una frazada y anduvimos una media hora en el auto. Nos bajaron en una casa, nos metieron en un lugar y esperamos. Empezaron a llegar otros periodistas, hasta que llega-ron unos tipos que dieron la conferencia de prensa, terminó la conferencia de prensa, se fueron ellos, des-pués nos empezaron a sacar a nosotros de la misma manera y nos soltaron. Duró el día entero…

FC: ¿Y cómo fue en el caso del video de la recupe ración de pollos?

PS: Cuando hice el video de la recuperación de los po-llos era lo mismo pero en vez de salir a las dos, tres de la tarde, para terminar a las nueve de la noche, salí a las diez de la mañana y volví a las diez de la noche. Yo no sabía lo que iba a fi lmar, pero sabía que era una acción armada. Porque esa era la idea del Frente. Llegamos muy temprano a la población La Victoria y nos escondi-mos en una casa. Yo estaba asustado y urgido, porque no sabía dónde estaba. O sea, era La Victoria, y yo a

La Victoria había ido muchas veces, conocía La Victoria, había hecho documentales de La Victoria, conocía a la gente, todo. Pero estaba metido en una casa que obviamente era de alguien del Frente, o de ayudistas del Frente, entonces si llegaban los pacos y me toma-ban preso ahí, yo no podía negar mi vínculo con ellos. En cambio, si me pillaban en la calle yo podía decir, he hecho muchas cosas aquí en La Victoria y estoy fi lman-do, soy uno más, entonces así era más fácil sacármelo. Entonces le digo al tipo del Frente, “sabes qué más, yo no aguanto más aquí, vámonos para afuera, yo conoz-co a la gente”. Y entonces nos fuimos a la olla común. Y nos quedamos en la olla común, porque yo había estado muchas veces en la olla común y me quedé con ellos conversando. Hasta que nos fuimos de la olla común, y de repente llegó el camión de pollos a una cuadra cortita. Porque en La Victoria hay unas cuadras largas y unas cuadras cortas. Y justo llega el camión ahí, salimos corriendo y llegamos hasta ahí y fi lmamos. Yo andaba con un tipo del Frente, el que me andaba acompañando. O sea, andábamos con el U-matic, con una cámara, un grabador y el grabador sujetado al micrófono y todo. Entonces estábamos ahí, fi lmando, estaba el camión y toda la historia. Y de repente, des-pués de un buen rato, de repente yo siento unos bala-zos, miro, corto y veo a dos pacos que venían corrien do hacia el camión. Corto la cámara y salgo corriendo. Corrí por la calle larga, tremendo error. Pero corrimos, corrimos, corrimos. Tanto que yo iba corriendo y solté el cable cámara para separar el grabador y el micrófo-no, y corrí, corrí a perderme. Bueno, corríamos y de repente miro para el lado y veo unos tipos corriendo con pistola al lado de nosotros. Llegamos a la esquina, y le digo al tipo del Frente que me estaba ayudando, “oye y qué hacen estos tipos con pistola” y él me contesta, “no, si nos vienen defendiendo”, “defendiendo de qué”, le dije yo, o sea justamente lo peor que podía pasar era que nos pillaran con armas. Estábamos discutiendo y de repente llega una señora con un micrófono y dice, “oye se les cayó esto”. Nos devuelve el micrófono, nos subimos al auto y nos vamos. Y ahí estaba la fi lmación de los pollos. Ahora, fi lmamos la recuperación de los pollos y todo, pero resulta que uno de los tipos, que es el que grita y habla, se le cayó la capucha. Entonces aparece en cámara sin capucha. Por eso ese video lo tuvimos que guardar mucho rato, tuvimos que editarlo y sacar al tipo de la capucha y todo porque esa parte no podía salir. Después le pasé ese video a varias per-sonas. Agarré ese video, lo puse en la máquina para hacer una copia y empecé a perder generaciones, cosa de que quedara de muy mala calidad. De esa ma-nera, si el video llegaba a los agentes de la dictadura,

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y por alguna razón llegaban a mí después, yo podía decir que a mí me había llegado una copia. Entonces no teníamos el original, el original lo guardamos. Yo siempre tuve copia de copias, sobre todo en video en ese tiempo. Hacer que el video pierda calidad era una forma de cuidarse, había que cuidarse.

FC: ¿Cómo crees tú que funcionaba este video en la política de comunicación del Frente?

PS: Me imagino que se trataba de hacer y mostrar cosas. Porque llegar a una población repartiendo un camión de pollos, era llegar donde estaban todos muer-tos de hambre, porque en ese tiempo había un 30 % de cesantía y más de la mitad del país pasaba hambre. Entonces llegar con un camión repartiendo pollos era como llegar a una fi esta de borrachos repartiendo garrafas. Era un regalo caído del cielo. Entonces era, por un lado, hacer una acción que mostrara simpatía con el pueblo, y por otro lado una acción de propagan-da. Mientras más se viera, mejor.

FC: Entonces ellos te lo pidieron también a ti, para que tú mismo lo distribuyeras.

PS: Lógico, yo tenía una red de distribución buena. El video de los pollos salió a las dos para afuera, lo vieron en un montón de partes al tiro. Entonces, imagínate, muchas de las cosas que fi lmábamos, todo salía.

Por Fernanda Carvajal,

Santiago de Chile, 27 de marzo de 2012.

GUERRA POPULAR

El origen de la mayoría de los partidos prochinos en América Latina es principalmente consecuencia de la escisión chino-soviética en 1964. Aquella rup-tura se originó luego de la condena pública que hizo Nikita Jruschev en 1956 de los crímenes de Stalin, llamando a una transición pacífi ca al socia lis mo (la “coexistencia pacífi ca”) y al abandono de la pro-moción de la lucha armada en los países del llama-do tercer mundo por parte de la Unión Sovié tica. Una decisión duramente criticada por el Partido Comunista Chino, que lo interpretó como una trai-ción al marxismo y a la revolución, lo que devino en una serie de continuos enfrentamientos que deter-minaron la ruptura entre ambos hacia 1963. El primer partido prochino continental se fundó en Brasil en 1962 —antes de la escisión—, y en los años siguien-tes se crearon partidos en Ecuador (1963), en Chile (1964), en Perú (1964), en Bolivia (1965) y en Colombia (1965), los cuales se posicionaron contra sus gobier-nos a través del impulso a la lucha armada1. Desde esta perspectiva ideológica, los países latinoame-ricanos eran vistos como escenarios semifeudales y semicoloniales cuyas condiciones económicas esta-ban enteramente sometidas bajo el yugo del imperia-lismo. A diferencia de los planteamientos guevaristas o prosoviéticos, la demanda maoísta señalaba que la revolución tenía que realizarse en el campo a tra-vés de la obtención del apoyo de las masas. Por ello, para los dirigentes comunistas prochinos, la educa-ción en la ideología revolucionaria era una de las principales y primeras tareas. Recién luego de prepa-rar las fuerzas revolucionarias en el campo era posible rodear y tomar las ciudades a través de la estrategiade guerra prolongada de liberación: la guerra popular.

La aplicación de las ideas de Mao en estos contextos latinoamericanos se intentó llevar a cabo en sus inicios al pie de la letra, desdeñando otras posiciones políticas de izquierda que los discursos prochinos tildaban, en muchos casos, de “revisio-nistas”. Otra diferencia con respecto a los grupos prosoviéticos era la importancia otorgada al partido dentro de la lucha armada, señalando que el Comité Central era el único que podía dirigir y garantizar el triunfo de la revolución. Así, a diferencia de las impulsos “foquistas” (como lo entiende la teoría de Régis Debray estimulada por las acciones del Che Guevara), que procuraban el surgimiento de pequeños focos guerrilleros capaces de expandirse con rapidez y despertar a las masas, los líderes

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mar y moderar sus agendas políticas, las cuales, hasta la década anterior, habían defendido la posibilidad de una vía armada para alcanzar el socialismo4.

A diferencia de otras guerrillas latinoamericanas, Sendero Luminoso se caracterizó por su naturaleza letal, impulsando formas extremadamente violentas de operar en un terrible confl icto armado donde la represión ilegal provino siempre de ambos bandos (subversión guerrillera y terrorismo de Estado), dejando un saldo de víctimas fatales de casi 70.000 personas5. Desde el pensamiento militar del grupo maoísta peruano, la violencia revolucionaria era pre-cisamente “la médula del marxismo”6. Resulta elo-cuente que el primer gesto público con que Sendero Luminoso dio inicio a la lucha armada, en mayo de 1980, fuera la quema de 11 ánforas electorales en el pueblo de Chuschi, en la provincia de Ayacucho. Y que poco después, el 26 de diciembre de 1980, Sendero Luminoso volviera a hacer su aparición a través de un montaje impactante, colgando más de una dece-na de perros muertos en los postes de luz del centro de Lima, con carteles que decían: “Teng Hsiao Ping, hijo de perra”7. El alto nivel escenográfi co sugerido

prochinos buscaban, antes que todo, elevar el nivel de conciencia del pueblo y de los campesinos, a fi n de que la guerra de guerrillas se realizaría siem-pre en estrecha colaboración con las masas.

Si bien los años sesenta son el periodo interna-cional de mayor agitación ideológica maoísta, hacia la mitad de la década siguiente estos mismos grupos empezaron a enfrentar en América Latina fracturas y divergencias que debilitan su accionar, tanto por la acción represiva de los gobiernos como por su incapa-cidad para transformar e integrar las ideas maoístas a las condiciones específi cas de sus propios contextos (ejerciendo poca o nula infl uencia sobre las masas campesinas)2. Y es solamente en Perú donde esta co-rriente ideológica se cristaliza en una violenta guerrilla (Sendero Luminoso) que da inicio a una larga lucha armada. Una guerra que sus propios militantes perci-ben como una instancia decisiva en la refundación y nuevo liderazgo de la revolución comunista internacio-nal, y que se de sen cadena y sostiene en el país pro-ducto de la insatisfacción y el profundo enojo de una multitud de comunidades totalmente segregadas de un proyecto nacional caracterizado desde sus inicios por sus dinámicas coloniales.

Sendero Luminoso nace de una serie de ruptu-ras del Partido Comunista Peruano hacia mediados de los años sesenta. El grupo se distinguió por su voluntad de retornar ideológicamente a las ideas del fundador del Partido Socialista en el Perú, José Carlos Mariátegui, pero alineándolo con el pensamiento guía de Mao Zedong. La reconstitución del partido para la guerra popular desde las ideas de Mariátegui enfatizaba la necesidad de establecer una alianza del proletariado con el campesinado y la pequeña burguesía, desde donde impulsar la lucha revolucio-naria3. Aunque los supuestos aportes del discurso de Mariátegui a Sendero Luminoso fueron siempre limitados y generales, su recuperación implicaba un gesto estratégico de posicionamiento del discurso senderista como heredero directo y legítimo del Par-tido Comunista Peruano fundado en los años veinte. Desde esa posición, Sendero Luminoso respondió a los distintos gobiernos locales, que tildó de fascistas, declarando la guerra al Estado peruano de forma abierta en 1980, durante los momentos de transición democrática tras 12 años de régimen militar (1968-1980). Aquella participación “formal” de la izquierda en las elecciones de ese año fue así interpretada por los sectores ortodoxos prochinos como una resigna-ción burguesa o un oportunismo electorero. Sin embargo, la obtención de un porcentaje importante de votos obligó a esas izquierdas electas a transfor-

fi g. 1. Perro muerto por Sendero Luminoso con el cartel “Teng Hsiao Ping, hijo de perra”, en la portada de la revista Caretas, Lima, diciembre de 1980. Fotografía: Carlos Bendezú.

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por las acciones del grupo, al igual que cierta dimen-sión ritual reiterada, ingresaba en la vida cotidiana como una comunicación nueva que se quería cautiva-dora e intimidante al mismo tiempo. Una gramática del horror que algunos críticos culturales no dudaron en denominar como “aterradoras performances visuales”8.

En tales circunstancias la producción y el desplie-gue de signos fue una de las esferas más dinámicas de la guerra. Y así como las representaciones “revolu-cionarias” de los grupos maoístas intentaron producir una identidad política seductora, otras experiencias culturales de la época lograron penetrar también en ese ámbito público de lucha por lo simbólico, cuestio-nando sus construcciones mistifi cadoras, sus esque-mas retóricos, e interviniendo allí donde la ideología pretendía controlar los signifi cados y los cuerpos. Es revelador que algunas de las prácticas artísticas de la época, dirigidas a representar las violencias más extremas o a parodiar la seducción del discurso revolucionario, hayan sido irresponsablemente vincu-ladas durante los años ochenta, desde el periodismo o la crítica, con Sendero Luminoso, en momentos donde una acusación de ese tipo signifi caba la deten-ción inmediata, cuando no el secuestro y la muerte. Testimonios que, a su manera, nos permiten repensar los límites de una guerra revolucionaria cuyo discurso pretendidamente emancipador colisiona de forma violenta con sus prácticas dogmáticas, mesiánicas y totalitarias de imposición política a través del ame-drentamiento o el asesinato. Allí donde el autorita-rismo vela toda utopía, muchas de las imágenes y signos producidos en aquel momento ofrecen y regis-tran esa subjetividad dislocada y alterada que emerge del confl icto.

ML

NOTAS1 Para ver los lineamientos y estrategias políticas de algunos

de estos grupos maoístas en América Latina, ver Partido Comunista de Brasil, “La guerra popular” [título original: “Guerra Popular: Caminho da luta armada no Brasil”, 1969]; y Partido Comunista (ML) de Colombia, “La Guerra del Pueblo” [título original: “Conclusiones del II Pleno del Comité Central del PCML de Colombia”, 1965], en Michael Löwy (ed.), El Marxis-mo en América Latina, Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2007.

2 Sobre ello ver Marisela Connelly, “Infl uencia del pensamiento de Mao en América Latina”, en Estudios de Asia y África, nº 2 (56), vol. 18, abril-junio de 1983, pp. 215-231.

3 Ver Partido Comunista del Perú, “Retomemos a Mariátegui y Reconstituyamos el Partido”, 1975.

4 Para algunos grupos de izquierda radicales su participación formal implicaba aplicar la “sentencia leninista de utilizar las elecciones y los parlamentos como tribunas de agitación y propaganda” que no excluían la posibilidad de la lucha armada. Naturalmente estas aspiraciones terminaron atrapadas en el sistema que intentaban transformar. Ver Iván Hinojosa, “Sobre parientes pobres y nuevos ricos: la relaciones entre Sendero Luminoso y la izquierda radical peruana”, en Steve J. Stern (ed.), Los senderos insólitos del Perú. Guerra y sociedad, 1980-1995, Lima: IEP-UNSCH, 1999, p. 86.

5 Ver “Fosa común”, nota 14.6 PCP-Comité Central, ¡Desarrollemos la creciente protesta

popular!, Lima: Ediciones Bandera Roja, 1979.7 Los perros hacían una referencia a Teng Hsiao Ping, iniciador

de las reformas en China poco después de la muerte de Mao (1976), a quien los integrantes de Sendero Luminoso tildaban de “revisionista”.

8 Juan Carlos Ubilluz y Víctor Vich, “Juicio Sumario de Ángel Valdez”, en J. C. Ubilluz, Alexandra Hibbett y V. Vich, Contra el sueño de los justos: La literatura peruana ante la violencia política, Lima: IEP, 2009, p. 263.

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fi g. 2. Jaime Rázuri, Perro colgado por Sendero Luminoso, elecciones municipales, Lima, 1989.

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GUERRA SIMBÓLICA

Tranquilo viejito que nosotros no somos hampones,

somos guerrilleros.

El 17 de enero de 1974, seis muchachos “bien pre-sentados y que demostraban cierta cultura en su conversación” rescataron la espada de Bolívar del inmaculado recinto de la Casa Museo Quinta de Bolívar, en Bogotá. Este hecho fue la consumación de una campaña publicitaria que, días atrás, se había desplegado en uno de los principales diarios del país y que rezaba:

Falta de energía… inactividad? Espere M-19

Parásitos… gusanos? Espere M-19

Decaimiento… falta de memoria? Espere M-19

Estos dos sucesos (la publicación de la campaña de expectativa y la recuperación de la espada de Bolívar) marcaron la aparición en público del Movimiento 19 de Abril (M-19). El M-19 lo conformó un grupo de jóvenes disidentes (desertores) de las guerrillas tradicionales del país y universitarios de la clase media urbana. Desde sus inicios se caracterizó por la evidente distancia que lo separaba, en términos ideológicos y militares, de guerrillas como las FARC y el ELN. La revolución, en el caso del M-19, se pro-clamaba como una “revolución democrática” de carácter nacionalista y, por consiguiente, antiimpe-rialista, en las voces de sus líderes Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Iván Marino Ospina, Carlos Pizarro, Carlos Toledo Plata y Vera Grabe. En este sentido, la cúpula del M-19 coincidía sólo parcial y fragmenta-riamente con los horizontes ideológicos del marxismo, del maoísmo, del marxismo-leninismo, del trotskis-mo y de otras vertientes revolucionarias setentistas, y demandaba una “militancia blanda” que contrasta-ba fuertemente con las guerrillas “clásicas” activas. Esta posición les valió la antipatía de los sectores más ortodoxos de la izquierda en Colombia y una relación confl ictiva con las demás agrupaciones guerrilleras.

La historia del M-19 estuvo signada por una doble tendencia táctica, cuyos componentes se com-binaron generando un alto grado de popularidad: la político-militar y la encaminada a desarrollar una política revolucionaria del símbolo. Aunque sus accio-nes militares fueron pocas, el carácter sensacional de las mismas y el hecho de ser planteadas en franca simbiosis con las instituciones políticas existentes (forzándolas a funcionar como propias de un régimen

plenamente democrático), les valió una popularidad inesperada por parte de la opinión pública colombiana.

Tres de sus acciones más recordadas, que mar-caron su lugar en la historia contemporánea del país, fueron: la Operación Ballena Azul (1979, consis-tente en la recuperación de armas del Cantón Norte), la Operación Libertad y Democracia (1980, que tuvo como objetivo la toma de la Embajada de República Dominicana, uno de los primeros pasos para la negociación del reconocimiento del estatus de pre-sos políticos para los guerrilleros en cautiverio y su liberación) y la Operación Antonio Nariño (1985, que concluyó con la toma del Palacio de Justicia). Esta última, sin duda la más polémica, dejó una huella profunda en la memoria del confl icto armado en Colombia: el 6 de noviembre de 1985 un grupo de 35 guerrilleros del M-19 tomó el Palacio de Justicia con el propósito de hacer un juicio público al enton-ces presidente Belisario Betancur, por el incumpli-miento del acuerdo de paz de Corinto, en el que se pactó un cese al fuego bilateral y que terminó por convertirse en una tregua armada con consecuencias fallidas para el movimiento guerrillero. La contro ver-tida acción fue repelida por las Fuerzas Militares en la denominada Operación Rastrillo, una contratoma que aprovechó el vacío de poder dejado por el eje-cutivo. La contratoma concluyó con el incendio y la destrucción total del Palacio de Justicia, el asesinato

de la mayor parte de los civiles que se hallaban en el Palacio durante la toma —entre ellos 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia— y la desaparición forzosa de varios sobrevivientes. Las consecuencias nefastas de la toma y la contratoma del Palacio tuvie-ron, paradójicamente, un efecto transformador del

fi g. 1. Luisa Fernanda Ordóñez, Sylvia Suárez y Andrés Arizmendy, Palacio de Justicia en llamas, Bogotá, 6 y 7 de noviembre de 1985/2012.

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régimen político a largo plazo, que se materializó, por una parte, en la desmovilización, entrega de armas y transformación en partido político alterna-tivo del grupo guerrillero (Alianza Democrática M-19) y, por otra, en su participación clave en la Asamblea Nacional Constituyente de 19901, signada, sin em-bargo, por el exterminio de sus líderes, incluyendo al entonces candidato presidencial Carlos Pizarro.

“El eme” fue el primer grupo guerrillero en Colombia que trabajó conscientemente sobre el carácter simbólico de su praxis política. Además de sus operaciones militares, que tuvieron un im pacto considerable en las áreas urbanas del país2, el M-19 recurrió a tácticas alternativas de acción política contrahegemónica. Además del histórico sucesode la espada, inspirado abiertamente en los “aten-tados simbólicos” de los Tupamaros, el M-19 realizó a lo largo de las décadas de los setenta y ochentaprácticas propias del activismo de la época, como la “recuperación” de camiones repartidores de leche para ser distribuida entre los sectores marginales de las ciudades, o la recuperación de los restos de Agustín Agualongo, héroe regional de Pasto (Nariño, Colombia). Aunque estas acciones le dieron legiti-midad y popularidad, cuando se trata de reconstruir

la memoria de esta guerrilla apenas son considera-das como cuestiones anecdóticas o se interpretan como un “síndrome de Robin Hood criollo”, síntoma de su ligereza política y revolucionaria. Lo mismo ocurre con los estudios desarrollados desde pers-pectivas sociológicas e históricas. Entonces, ¿desde dónde mirarlas? La noción de “activismos artísticos” puede arrojar luz sobre su riqueza táctica y sobre sus posibles interpretaciones. Estas acciones no procedieron ni estaban dirigidas al mundo del arte, pero su análisis permite identifi car al menos tres núcleos de refl exión sobre el activismo artístico: su relación con los relatos históricos, el uso de la fun ción monu mento como un recurso crítico y la construcción de una retórica irónica alrededor de la idiosincrasia nacional, regional y revolucionaria. Desde este punto de vista, el caso del M-19 abre la posibilidad de ex-plorar las tensiones entre lo legal y lo legítimo bajo democracias restringidas y represivas.

Así, la campaña de expectativa del M-19 es un ejemplo del ejercicio de la política del símbolo que, a través de la subversión del discurso hegemónico en

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fi gs. 2, 3. Campaña de expectativa del M-19 publicada en el periódico El Tiempo, Bogotá, 13 y 17 de enero de 1974.

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los medios de comunicación masiva (en este caso en el periódico El Tiempo, el diario de mayor circu-lación en Colombia), se sirve de la ironía de un hipo tético antiparasitario para aparecer en escena. El robo de la espada de Bolívar como punto culmi-nante de la campaña le permite al M-19 reclamar su lugar como legítimo sucesor de la herencia del Libertador y, en este sentido, del monopolio de las armas para defender al pueblo de sus agresores. El efecto sorpresa de la infi ltración del M-19 se ajus-taba a las teorías de comunicación contemporáneas, en las que cada vez se hacía más evidente la inmi-nente relación entre medios de comunicación y me-dios de dominación. Esta toma de conciencia podría relacionarse en gran medida con el concepto de“guerrilla semiológica” propuesta por Umberto Eco en 1967, cuando afi rmaba que “en los países pobres incluso la publicidad (televisiva) puede funcionar como mensaje revolucionario”.

Por su parte, la Agenda Colombia 83, coordinada por el No-Grupo con la asesoría del Grupo Mira y del Grupo Proceso Pentágono, es un caso revelador de las formas de compromiso que los intelectuales y artistas establecieron con los procesos revolu-cionarios. En este caso, la propuesta tuvo por obje-tivo colaborar con las causas del M-19 mediante una táctica a la vez artística, crítica, propagandística y de (fallida) fi nanciación que denominaron “agenda artístico-política”. Concebida como “instrumentode solidaridad y como homenaje al pueblo colom-biano y a una de sus organizaciones, el M-19”, laAgenda Colombia 83 es el punto de cruce de varios referentes culturales relacionadaos con la acción estético-política: el auge de la gráfi ca, el desarrollo de las teorías de la comunicación en América Latina, la crítica materialista del arte (presente en la agenda a través de Juan Acha, quien redactó el texto intro-ductorio denominado “La producción artística antes de la revolución”), la acción coordinada entre el tra-bajo cultural y los movimientos de guerrilla para la concepción de una política revolucionaria y la labor artística colectiva como forma de autoría colectiva y de asociación estratégica. Además, la concepción de la agenda implicó una crítica de la Historia como discurso de dominación: los artistas involucrados en su ejecución se propusieron refundar el calenda-rio como espacio simbólico donde se expresan las relaciones de poder, proponiendo fechas patrias y festividades diferentes, vinculadas a una discursi-vidad alternativa, revolucionaria, sobre la historia de Colombia y mundial. Por otra parte, en el conjunto heterogéneo de obras que conformaban la agenda

es factible reconocer un pequeño gabinete de las propuestas estéticas desarrolladas en el ámbito de la gráfi ca, a través de la participación de 40 autores cuya estética oscilaba entre lo conceptual y la cari-catura, pasando por la neofi guración testimonial.

LO, SS

NOTAS1 En este sentido, es importante recordar que una de las con-

diciones planteadas por el M-19 para su desmovilización fue la realización de una consulta popular para la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente, abocada a la redacción de una nueva Constitución Política para Colombia, que fi nal-mente se fi rmó en 1991.

2 En el caso colombiano la mayor parte del confl icto armado se desarrolla a nivel rural. Las acciones en las áreas urbanas son casos excepcionales.

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HACER POLÍTICA CON NADA

1. La primera marca del arte político de los años ochenta es que su existencia se debe a la derrota. Este punto, rara vez señalado, es central: lo diferencia de toda acción artística o imagen política producida en las décadas anteriores, que aspiraban a actuar en el proceso revolucionario y de liberación; el arte de los ochenta —salvo en el Perú— carece de todo valor profético y teleo-lógico, actúa sobre los saldos de la derrota. Es arte desarmado. A mediados de los sesenta Pablo Suárez podía afi rmar su deseo de usar el arte como un arma; a fi n de cuentas la práctica artísti-ca debía ser abandonada para pasar a la clandes-tinidad y a la lucha armada o a la proletarización fabril. El arte, entonces, debía emular las estrate-gias de la acción política de tornarse en una acción rápida, táctica de guerrilla, de interrupción del sistema. En los ochenta la acción política, por el contrario, debe sostenerse en tácticas artísticas. Actuar con nada. Los hijos de Sartre dejaron su lugar a los hijos de Foucault, era necesario enten-der el castigo.

2. Aceptar el asincronismo de Latinoamérica, históricamente tiempos cortos, la imposibilidad de un discurso común, unifi cado, que produzca la misma validez de imágenes, de registros. Por ello, en el Perú es arte armado de perros colgados, re-tratos de maos, exhibición de cadáveres. En el Perú se asume la violencia en el propio acto artístico, mejor aún, lo constituye, se acepta sólo como vio-lencia armada, carente de sublimación o metáfora.

3. La violencia armada obligó al abandono del arte, a asumir la condición militante. Si se producían imágenes eran sin densidad, ya que el proceso represivo las convertía inmediatamente en anecdóticas; por ello, el arte de los setenta retorna al realismo como parodia: la estética que autorizaba la interpretación social relataba la imposibilidad de hacer política y, así, liquidaba las herramientas visuales. El realismo sólo podía pervivir como residuo estético por artistas mili-tantes, convencidos de la efectividad muralista o de la literalidad de las imágenes de caballete.

Tal vez, por este motivo, las acciones estéticas de los ochenta, básicamente, surgen como su-plantación del realismo como discurso estético-político; para ello inventan una nueva genealogía donde ocupa un lugar preeminente Tucumán Arde (que ofrece, además, la nota revolucionaria de que el fracaso de la acción puede ser revertido con su triunfo en el tiempo, en la larga recepción). Revisitar el conceptualismo político de los sesen-ta es también la posibilidad de inventarse como vanguardia, pero si aquél fue secundario a la lucha revolucionaria, ahora es estructural, la política se defi ne por la acción estética. El activismo artís-tico de los ochenta no discute la autonomía de la institución artística porque actúa en otro espacio de legitimación, en otra institucionalidad que es la de los movimientos sociales. No se “apoya” en el movimiento de derechos humanos, no produce “imágenes” en el contexto de las movilizaciones, sino que lo constituyen. La acción estética es la forma que asume la praxis política. Nota marginal: en la aversión al realismo se encuentra la alianza con la pintura de los ochenta, la transvanguardia argentina y, tal vez, con la Escena de Avanzada chilena.

4. Las acciones estéticas apelan a lo intem-poral, a aquello que está o no está, que no tiene lugar, que es desaparición. Aunque puede ser efectiva conformándose como campaña —por el no, por la libertad de los presos políticos, juicio y castigo, etc.—. Su fuera es cuando actúa desde consignas que retóricamente proponen la impo-sibilidad: aparición con vida. Desaparición no sólo porque traza los cuerpos ausentes, sino también por aceptar la fragilidad con que lo hace.

5. Las acciones se realizan en un contexto de vacío tecnológico, previo a la sociedad de redes y digital. Así, su afi rmación visual es resultado de una materialidad marginal, sostenida en la seri-grafía, la fotocopia y el cuerpo. Una materialidad proletaria de cuerpos desnudos a caballo.

6. El cuerpo mártir, mesiánico, debe dejar lugar al cuerpo desnudo y danzante. Del cuerpo tortu rado al cuerpo festivo, haciéndose cargo de la mu tación producida por la violencia de los seten-ta. Los cuerpos sobrevivientes declaran el goce como una demanda política, y esto se contrapone radicalmente con la moralidad de los organismos de derechos humanos, en los que pervive la lógica

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fi g. 1. Madres de Plaza de Mayo, No pasarán, Buenos Aires, ca. 1987.

fi g. 2. VV. AA., NO al indulto, obediencia debida y punto fi nal, cubierta del libro colectivo de artistas, Buenos Aires, 1989.

fi gs. 3, 4. Edward Shaw, campaña “Dele una mano a los desaparecidos” convocada por las Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 1985.

fi g. 5. Héctor Carballo, Décimo aniversario de las Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 30 de abril de 1987.

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fi gs. 6, 7. Patricia Alfaro, acción del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, Santiago de Chile, 1986.

fi gs. 8-10. Las Yeguas del Apocalipsis, fotograma del vídeo de la instalación Homenaje a Sebastián Acevedo, Concepción, 1992.

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de la militancia revolucionaria, el modelo de los hijos caídos. Se han interpretado las siluetas como mesianismo, como resurrección; sin embargo, no contienen la idea de muerte ni de retorno, sólo la desaparición.

7. La contraposición del activismo estético de los ochenta no es la residual retórica visual esta-linista —cuyo canto de cisne es el muralismo de Managua con la Revolución sandinista— ni el con-ceptualismo de bienales. Su enfrentamiento real es el dominio de la publicidad sobre la política, efecto de la imposición de la organización en par-tidos de las transiciones democráticas. Una de las acciones más constantes es la subversión de la publicidad: la intervención sobre los afi ches polí-ticos burgueses y el desarrollo de una gráfi ca po-lítica que intenta interpretar una “estética popular”. La mínima intervención para el máximo efecto.

8. Un rasgo de los ochenta es la convivencia con un conceptualismo político residual, de herencia

estalinista, cuya máxima expresión es el arte correo, y su base política la idea de “solidaridad”. Esta opción por el arte que actúe en la concien cia, que elabore mecanismos de protección y ayuda mutua, no tiene otra efectividad que la propia “campaña”. Su envejecimiento radica en la idea de la distancia física que lo constituye (y le da sentido), su juego retórico entre el frente y la clandestini-dad. Por el contrario, los ochenta son fundamen-talmente el contacto de los cuerpos, que pasan de su roce privado, clandestino, a su festejo públi-co. El avance tecnológico convirtió el arte correo en una política de la nostalgia, en un testimonio de la certeza del Partido a largo plazo. Son, ahora, postales de la derrota.

9. La mayoría de las acciones estéticas fraca-saron en su objetivo, por ello toda discusión se afi r-ma desde las siluetas de detenidos-desaparecidos, que logró separarse de la situación concreta de su producción, anular a sus creadores y constitu-ir se como resultado colectivo, la disolución de la acción en símbolo. A la vez se han borrado las huellas de la profunda discusión política que impli-có la acción del Siluetazo entre las Madres de Plaza de Mayo, el peronismo y los grupos de artistas trotskistas. La breve coyuntura política desde la situación terminal de la dictadura argentina y la elección del gobierno democrático en la Argentina de 1983 es lo que determina su excepcionalidad. Es la acción estética del vacío de gobierno, no hay ya fuerza en el poder burgués. Por eso adopta la forma de la toma del espacio público y se confunde con la fi esta y la efímera victoria. Después, todas las acciones volvieron a su enclaustramiento de grupos, a su condición de minoría, a apelar a su condición “artística”, a la afi rmación individual de sus “artistas”; en el mejor de los casos se tornaron en contrainformación. Perdida toda efectividad política aceptaron su inserción institucional, entre la academia y el museo. Se convirtieron en arte democrático.

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fi g. 11. Juan Carlos Romero, Informe Salvaje, Buenos Aires, 1985.

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HAZLO TÚ MISMO

Expresión empleada en las escenas independiente/underground/subte. Punk en su forma productiva. Este modo de hacer fue sintetizado en enunciados simples, a través de un manifi esto fundamental: un diagrama publicado por primera vez en 1976 en el fanzine inglés Sideburns, donde se ve el dibujo del brazo de una guitarra con la descripción “Éste es un acorde. Éste es otro. Éste es un tercero. Ahora forma un grupo”.

La ética del hazlo tú mismo (Do-It-Yourself, abreviado DIY) apuesta por estimular esferas alternativas de producción y distribución incitando a diferentes personas a llevar la iniciativa y a ser protagonistas en los procesos de creación artís-tica. Esta ética se posiciona contra el patrocinio de actividades artísticas que busquen el lucro y la sumisión a las reglas del mercado mediante la delegación de la práctica y la gestión del arte en expertos y profesionales de la cultura, empresas, marcas, gobiernos e instituciones. En el hazlo tú mismo la autonomía es una palabra clave. Su alma es la autoconsciencia política, lo que lo distingue de las estrategias lanzadas por las agencias de publicidad (con sus acciones de astroturfi ng1 y campañas de marketing viral) y de las de los crea-dores de tendencias cool al cooptar el lenguaje vernáculo de las situaciones informales. En otras palabras, la política del hazlo tú mismo quiere decir “haz tu propia cultura y para de consumir lo que hacen para ti”2.

Podría encontrarse una política del hazlo tú mismo en diversos modos de participación co-lectiva y democracia directa prefi gurados por el anarquismo y llevados a la práctica por la acción directa: “la acción sin intermediarios por la cual un individuo o un grupo usa su propio poder y recursos para transformar la realidad en una direc-ción deseada”3. Una política que desconfía de los rituales y procedimientos sobre los que se sostiene la democracia representativa y, en cambio, opta por tomar la acción social en sus manos en un giro hacia el autonomismo.

Si hubiera que pensar en un procedimiento simbólico propio del hazlo tú mismo, el más exacto sería el bricolaje. La idea de bricolaje presupone que los materiales, objetos y elemen-tos básicos se pueden utilizar en una variedad

de combinaciones improvisadas que generen nuevos signifi cados e identidades4. Así, no sería exagerado decir que la chaqueta negra de un punk —decorada manualmente con tachuelas, nombres de bandas pintados a mano, parches anarquistas y pins, el dibujo de una esvástica tachada con una banda roja (para hacer explícita su postura antifas-cista) y otros códigos cualesquiera leídos muchas veces y conocidos apenas por los que pertenecen a alguna escena o movimiento— es una forma de bricolaje.

En el terreno de la arquitectura, colectivos como Los Bestias en los años ochenta en Perú, utilizaban materiales industriales de desecho o reciclables para construir las estructuras impro-visadas con las que intervenían los espacios de la Universidad Ricardo Palma de Lima, imagi-nando nuevas formas precarias y autogestionadas de habitabilidad a contrapelo de los modelos modernizadores de urbanización. En el ámbito de la comunicación, diversas prácticas de “guerrilla semiológica” y de contrainformación [▸C O N T R A I N F O R -

M A C I Ó N , T E L E A N Á L I S I S ] también actúan muchas veces con este sentido del bricoleur al apropiarse de un conjunto de imágenes, de los símbolos ofi ciales y de los discursos dominantes para anular, robar, manipular o subvertir sus signifi cados.

Diversas formas de “interferencia cultural” (culture jamming) se llevaron a cabo en Latinoa-mérica coincidiendo con el periodo en que artis-tas y colectivos estadounidenses y canadienses ejecutaban sus acciones de activismo semiótico sobre la publicidad de ropa, tabaco y bebidas alcohólicas en las calles. El artista argentino Ral Veroni, en las intervenciones de su proyecto Bienvenidos al circo (1989), se sirve de estas tácti-cas situacionistas/hazlo tú mismo de desvío de mensajes y símbolos espectaculares colocándolos en una perspectiva crítica. Durante la campaña electoral, Veroni produjo una serie de serigrafías en adhesivo, “prótesis anatómicas gráfi cas” con narices de Pinocho, bocas de payaso, huesos y ojos en espiral que después compartía con cente-nares de personas anónimas que alteraban estas propagandas con los rostros de los candidatos políticos. A partir de esta operación se les daba un aspecto más “ajustado” a sus promesas y se realizaban comentarios ácidos sobre la corrupción política argentina.

Para muchos artistas y activistas, la apro-piación subversiva de las herramientas existentes o el uso de cualquier recurso que esté en sus manos

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para producir sus intervenciones críticas son ac ti-tudes valoradas. En una economía de ayuda mu-tua y de cooperación, los repertorios de creación y de lucha son extensos y múltiples: fanzines, gru-pos musicales, espacios alternativos, radios pira-ta, collages, serigrafías, intervenciones urbanas, protestas, ocupaciones y teatro de guerrilla. La no especialización y el amateurismo son característi-cas apreciadas en estas acciones hazlo tú mismo, realizadas generalmente por individuos que se juntan para compartir una cultura no alienada y autoorganizada. Cultura entendida como subcultura —es decir, como una forma de oposición a la cul-tura dominante— y de elaboración de instituciones

alternativas: imprentas underground, comunas, cooperativas, escenas musicales, etc.5.

Múltiples instituciones alternativas que unieron a artistas, grupos o colectivos brotaron durante los años ochenta en espacios como el Café Einstein (1982-1984) y el Parakultural (1986-1996), en Buenos Aires, que se convirtieron en centros de una escena no convencional de músicos, artistas plásticos, poetas y actores que comenzaban a aparecer tras años de haber estado sofocados por el terrorismo de Estado argentino. Algo parecido ocurrió en Santiago de Chile, con un centro cultural similar

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fi gs. 1-4. Ral Veroni, Bienvenidos al circo, carteles de la campaña electoral de Menem intervenidos, Buenos Aires, 1989.

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a los espacios comunitarios europeos, el Trolley (1983-1988) —fundado por Ramón Griffero— y Matucana 19 —iniciativa de Jordi Lloret—, donde se realizaron obras de teatro, performan ces, des-fi les de moda y presentaciones de bandas p(A)nk. En Brasil, cooperativas como el Centro de Livre Expressão (Clé), creado en febrero de 1981 por 3Nós3, Viajou Sem Passaporte, el TIT y otros artis-tas e investigadores, procuró iniciar un movimiento

fi g. 5. Karto Romero, Enola Gay, Santiago de Chile, 1985.fi g. 6. Carlos Gatica, Beso Negro, nº 4, Santiago de Chile, 1987.fi g. 7. El Marinero Turco, La Maldita Garcha, nº 2, Rosario, 1991.fi g. 8. Maqueta de la portada de Beso Negro, Santiago de Chile,

ca. 1989. Diseño: Felipe Silva.

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fi g. 9. Ramón Griffero, manifi esto “Por un teatro autónomo”, Santiago de Chile, 1985.

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de investigación y de pro ducción de nuevos len-guajes en São Paulo realizan do intervenciones urbanas y publicaciones colaborativas que pre-tendían distribuir fuera del circuito mainstream del arte [▸I N T E R V E N C I Ó N ] . Alrededor de estos espa-cios se entramaron subculturas que subsis tieron como ruidos e interferencias para las culturas de superfi cie.

Los circuitos marginales/samizdat incluyen también las diversas redes alternativas en las que la distribución de información es horizontal, independiente y no jerárquica, como el arte co rreo [▸I N T E R N A C I O N A L I S M O S ] y algunas iniciativas de resistencia política y denuncia que se llevaron a cabo durante los años ochenta. Mucho antes de Internet, los fanzines lograron documentar la diversidad de historias vividas por los propios protagonistas de una escena, comunidad o mo-vimiento, publicar refl exiones críticas sobre una determinada política local y provocar deba tes y movilizaciones. Pasados de mano en mano o enviados por correo, los fanzines presentan un lenguaje gráfi co vernáculo, collages, textos dactilografi ados o escritos a mano. Hechos con fotocopias baratas, en ellos se mezclan cómics underground, reseñas de discos, comentarios, manifi estos, entrevistas, traducciones y poesía.

Más allá de un signo de precariedad y amateu-rismo y del carácter efímero de los procesos, el hazlo tú mismo estimuló a los artistas/activistas latinoamericanos en los años ochenta a realizar en las calles intervenciones rápidas e imprevisibles como una forma de “Arte p(A)nk”6 burlando el control de la policía y de otros aparatos represo-res. Arte al Paso en Perú, Gang y su movimiento de poesía porno en Río de Janeiro, la delincuencia visual promovida por el grupo Ánjeles Negros en Santiago de Chile, los murales de los poetas

mateístas en Bahía Blanca, las interversiones de 3Nós3 en São Paulo, o las siluetas producidas en un gran taller abierto en una plaza durante la III Marcha de la Resistencia realizada por las Madres de Plaza de Mayo y otras organizaciones de derechos humanos en Buenos Aires. Estos episodios son distintos entre sí, pero en la expre-sión de sus acciones colectivas —ya se hagan a la escala de un grupo o a través de una convoca-toria abierta y pública— tienen en común por lo menos cuatro puntos genuinamente característi-cos del hazlo tú mismo:

1) la posibilidad de que los conocimientos adquiri-

dos en una práctica artística subcultural sean socia-

lizados por otras personas;

2) la opción del uso de materiales simples y baratos;

3) la informalidad estética; y

4) la producción de otras formas de hacer política

con nada en lo cotidiano.

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NOTAS1 Término creado en la década de 1980 por el senador nortea-

mericano Lloyd Bentsen para designar acciones políticas (generalmente apoyadas por el gobierno) o publicitarias que pretenden ser movimientos espontáneos y populares.

2 Stephen Duncombe, Notes from Underground: Zines and the Politics of Alternative Culture, Bloomington: Microcosm Publishing, 2008, p. 7.

3 Uri Gordon, Anarchy Alive! Anti-authoritarian Politics from Practice to Theory, Londres: Pluto Press, 2008, p. 17.

4 Dick Hebdige, Subculture: The Meaning of Style, Londres: Methuen, 1979, p. 103.

5 Dick Hebdige, óp. cit., p. 148.6 El término “Arte Punk” (Punk Art) fue usado por el crítico

Richard Goldstein en un artículo para el Village Voice, apare-cido en junio de 1980, sobre la exposición Times Square Show, realizada en Nueva York ese mismo año y organizada por el colectivo Colab (Collaborative Projects). Sobre este tema ver Alan W. Moore, Art Gangs. Protest & Counterculture in New York City, Nueva York: Autonomedia, 2011.

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fi g. 10. Ramón Griffero, El Trolley, Santiago de Chile, ca. 1985.

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INTERNACIONALISMOS

En el ideario de izquierdas, el internacionalismo aparece como un llamado a la unidad, la aso-ciación, la cooperación y la fraternidad de los explotados y oprimidos de todos los países y continentes. Se trata de una palabra inscrita en los cimientos del imaginario y de las utopías de izquierdas que está cargada de distintas heren-cias, de modo que parece no ser posible hablar de un solo internacionalismo. Si hubiera que ha-cer una breve genealogía del concepto, sin duda, el socialismo tendría un lugar fundante. Desde la I Internacional (1864), Bakunin, Marx y Engels concebían el “internacionalismo obrero” no sólo en términos de solidaridad internacional, sino también la acción unitaria como una estrategia efectiva para trastornar la correlación de fuerzas entre capital y trabajo. Si el capital componía un sistema económico mundial, entonces era necesario responderle con una política interna-cional independiente encarnada por la clase tra-bajadora. Sucesivos impulsos internacionalistas podrían situarse en la II y la III Internacional, en torno a los debates sobre la oleada revolucio-naria que tendrá en la emergencia y la defensa de la Unión Soviética su mayor hito. El estalinis-mo establece las nuevas bases estratégicas que debían defi nir las alianzas y la solidaridad entre los países del mundo socialista en oposición al mundo capitalista. Contra esa revisión estalinista del internacionalismo obrero, fundamentada en la teoría del “socialismo en un solo país” y de-fendida en el XIV Congreso del Partido Comunis-ta de la Unión Soviética (diciembre de 1925), la IV Internacional, impulsada por León Trotsky, se posicionaba contra el planteo según el cual la re-volución podía ser emprendida y sostenida sin que el sistema imperialista fuera derrotado internacio-nalmente. Fundada en París en 1938, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, la IV Internacional abogaba por extender la teoría de la revolución permanente más allá del polo socialista que con tanta fuerza emergería durante la Guerra Fría en la Europa del Este, convencida de que sólo la inter-nacionalización de la revolución podía impedir la traición de ésta bajo los axiomas ideológicos del socialismo en un solo país. Una experiencia

internacionalista crucial fueron las brigadas de voluntarios extranjeros que participaron activa-mente en la Guerra Civil española, no sólo para defender el proyecto de la Segunda República, sino porque sabían que en ese campo de bata-lla se dirimía en buena medida el destino de la revolución mundial. Más tarde, desde los años cincuenta, la aparición de los discursos tercer-mundistas introducen el eje norte/sur en los debates internacionalistas, que cobran nuevos bríos durante la siguiente década, cuando surge un “internacionalismo tercermundista”, mayo-ritariamente encarnado por los movimientos de liberación nacional y anticoloniales en África y América Latina. Aunque no abandonan una lógica de clase, estos movimientos están conformados por un espectro social amplio que incluye a las clases medias y al campesinado. Una de sus primeras y más importantes instancias de visibi-lidad fue el Movimiento de Países No Alineados.

Este impulso internacionalista pareció agotar-se hacia fi nes de los años setenta, de modo tal que durante los ochenta esas aspiraciones revolucio-narias transnacionales tendieron a reducirse a los movimientos de solidaridad internacional con la Revolución sandinista y las guerrillas centroame-ricanas, y al rechazo del apartheid en Sudáfrica, aproximándose a un discurso “centrado en los derechos humanos y contra el racismo, pero sin adquirir […] el signifi cado global de los movimien-tos de solidaridad internacional y de liberación nacional de los sesenta y setenta”1. Sin embar-go, interpelamos aquí una serie de experiencias artístico-políticas que permiten explorar la hipó-tesis de la persistencia de ímpetus internaciona-listas en esa década. Estas experiencias abarcan formatos muy diferentes: desde la profusa labor en componer una pedagogía visual por parte de las brigadas muralistas y gráfi cas que viajan a Nicaragua luego del triunfo de la Revolución sandinista (1979)2, hasta la ampulosa fundación de un Movimiento Surrealista Internacional entre grupos activistas de São Paulo, Buenos Aires y Rosario (1981) [▸A R T E R E V O L U C I O N A R I O ]; desde la dispersión internacional fuera de cualquier con-trol de iniciativas tales como el NO+, impulsado por el grupo CADA (Chile), hasta las acciones estéticas de praxis política3, organizadas por la asociación AIDA en distintas ciudades europeas en solidaridad con las víctimas del terrorismo de Estado en América Latina o las convocatorias a acciones colectivas en solidaridad con el pueblo

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chileno y los estudiantes chinos impulsadas desde Buenos Aires.

ENGENDRAR TERRITORIOS PARA “UTOPÍAS REALIZABLES”

A inicios de los años setenta, se empieza a gestar en esos países una vasta red de arte correo, un circuito independiente de distribución e intercam-bio de producciones artísticas libres de cualquier mecanismo de censura, ya sea política o artística. En la escena latinoamericana, la trama de inter-cambios se inicia con las conexiones entre artistas que se vinculan en torno a las prácticas de la “nueva poesía”. Pero el arte correo no sería solamente un medio de circulación de producciones artísti-cas experimentales, sino también un canal para la denuncia política en contextos represivos. Quizá por este motivo esta red artística excedió larga-mente su circuito latinoamericano para articularse con Europa (central y oriental) y otros contextos. Durante los años en que, en un perverso proyecto de internacionalización, el Plan Cóndor4 intentaba frenar las posibilidades de resistencia de aqué-llos que se mostraban contrarios y críticos con la dictadura, instalando una red de vigilancia, can-celando el derecho al exilio político, persiguiendo, deteniendo y haciendo desapa recer personas, la red de arte correo funcionó paralelamente gene-rando lógicas alternativas a esta situación. Fue una plataforma de resistencia y embate cuya ur-gencia principal era la diseminación de la informa-ción y la denuncia solidaria. Una herramienta que lograba contrarrestar micropolíticamente la re-presión y el control extendido sobre el continente. Una fuerza antagonista que se expandió reticular-mente, generó un territorio propio, sin fronteras, y desafi ó a aquellos regímenes autoritarios que pretendían controlar la circulación de información y adiestrar la producción cultural. La red de arte correo era la posibilidad de hacer circular, divul-gar y ensayar una producción que era resultado de un ejercicio de democracia-en-el-arte, en tanto negaba los mecanismos de selección, validación y legitimación del campo artístico que respondían a intereses ajenos a las urgencias políticas y so-ciales de los países del sur. Esa red fue cruzando y conectando proyectos estéticos y políticos co-munes a las personas que la integraban, una comu-nidad artística con nodos y escenarios situados en puntos distantes del globo. Generó relaciones de solidaridad y afecto que fueron la base de una

creciente comunidad activa y que tuvo la fuerzapara esparcirse superando las condiciones objeti-vas de censura. Un complejo programa poético ypolítico que apostaba por la creación de un territo-rio en el que las aspiraciones utópicas tuvierancabida y pudieran generar nuevos modos de vida. Este medio de comunicación ayudó a crear una atmósfera de libertad y de disenso que preparó el terreno para los cambios que la movilización artís-tica internacionalista consolidaría en la década de los ochenta.

EL PROYECTO “SUEÑO DE PAZ UNIVERSAL”

Entre los más activos miembros de esta red fi gura-ba Guillermo Deisler. A partir de su experiencia de exilio en Alemania posterior al golpe de Estado de Pinochet en 1973, el proyecto de este artista chileno, autoidentifi cado a partir de su exilio como “ciudadano del mundo”, se caracteriza por su deslocalización e internacionalismo. Esta idea se problematiza en distintas dimensiones, a tra-vés del desarrollo de un lenguaje artístico, del modo de distribución de las obras (que se mueven entre un continente y otro, caracterizadas por sus formatos pequeños y transportables, y la materia-lidad precaria) y de la participación colectiva en convocatorias internacionales.

Por un lado, en lo que se refi ere a la gestación del lenguaje artístico de Deisler, cabe destacar una de sus primeras series de poemas visuales titulada El mundo, donde el artista trabaja con la imagen del globo terráqueo en el contexto de la fractura de la Guerra Fría y de la dependencia económica de los países subordinados al imperia-lismo. Esta serie se imprime en tarjetas postales y también en el cuadernillo Le monde comme il va de 1976, editado bajo el sello Ovum, del poeta y artecorreísta uruguayo Clemente Padín. Por otra parte, proyectos editoriales como UNI/vers(;), Peace Dream Project, una carpeta de poesía expe-rimental que Deisler dirigió desde Halle entre 1987 y 1995, trascienden la coyuntura latinoamericana. Este proyecto, que el artista vuelve a trabajar en otros contextos, surge como un espacio de utopía social donde se convoca a refl exiones globales no apegadas a coyunturas específi cas.

El formato de tarjeta postal muestra el énfasis que pone Deisler en la distribución global de con-tenidos. La propiedad de reproducción de las tar-jetas postales, formato en el que el artista realiza

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la impresión de sus poemas visuales, permitía distribuir por todo el mundo esos mensajes de denuncia y solidaridad con Chile y Latinoamérica, ejerciendo una presión efectiva en el ámbito de los derechos humanos favorecida por el hecho de que los lenguajes experimentales lograban sor-tear con mayor facilidad la censura. La precarie-dad del formato respondía a las circunstancias del exilio en Plovdiv (Bulgaria):

En general prefi ero el tamaño pequeño. El proble-

ma es que no tengo dónde [imprimir]. Desde 1979

tengo un tallercito en pleno centro […], en un 3er

piso, una piececita de 3 x 4 m con una linda venta-

na, pero sin agua y sin servicio higiénico… Es decir,

todo esto, hace que haga “Mail Art” y que los

10 x 15 cm sean, hoy en día, mi superfi cie de expre-

sión, mi última esperanza en esta situación que

no será siempre así5.

En cuanto a la dimensión colectiva del trabajo de Deisler, ésta se relaciona con la necesidad urgente de crear nuevas formas de intercambio que perseguían no sólo una expansión del sis-tema artístico para una comunidad establecida, sino que también se instalaban como una inter-pelación a los sistemas de circulación en el marco de contextos políticos represivos. Los aparatos disciplinarios de los regímenes dictatoriales en Latinoamérica y Europa del Este no lograban revisar la gran cantidad de remesas que pasaban por sus espacios de control. De esta manera, se conformaba un intersticio por donde se fi ltraban las cartas y envíos más allá del control sígnico y corporal de los sujetos. Por otro lado, en el caso de artistas que, como Deisler, vivían en el exilio político, la red de arte correo adquiría un valor de supervivencia epistolar:

Para los latinoamericanos, y ya somos unos

cuantos los creadores, que voluntariamente o im-

pulsados por circunstancias políticas nos vemos

obligados al exilio, el “arte por correo” se transfor-

ma en el paliativo que neutraliza esta situación

de “ciudadanos fallecidos”, como ha dado por llamar

el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos a esta

masiva emigración de trabajadores de la cultura

del continente sudamericano6.

El continuo e intenso impulso de proyectos co-lectivos y la formación de redes de comunicación artística llevan a Guillermo Deisler a realizar con-

vocatorias internacionales, no sólo dirigidas a artistas sino también a aquellos productores culturales interesados en pensar y crear sobre las problemáticas derivadas de la Guerra Fría, y especialmente sobre los abusos y la depen-dencia económica latinoamericana. En este con-texto, América Latina ahora/Latin America Now/Lateinamerika jetzt (1979), una acción postal iniciada por Deisler en conjunto con un colectivo de artistas conformado por Joseph W. Huber, Volker Kraft, Darío Quiñones y Karla Sachse, invitaba a fortalecer los contactos creativos y a pensar los problemas de la región a partir de las cifras entregadas en 1979 por la Comisión Eco nó-mica para América Latina y El Caribe (CEPAL), en donde se daba cuenta de la creciente depen-dencia y del incremento de la deuda externa de los Estados latinoamericanos en el periodo en que estaban bajo regímenes militares.

DESCENTRALIZAR LA DENUNCIA, DESAFIAR LO LOCAL

Lo cierto es que el intercambio internacional de producciones artísticas e informaciones, alterna-tivo al circuito ofi cial, permitía conocer las coyun-turas políticas y sociales de diversas geografías. De este modo, las prácticas activistas internacio-nalistas han horadado los bloqueos y las fronteras políticas y han provocado una suerte de cosmopo-litismo que ha dado soporte al concepto político de “solidaridad”. Este modo de adhesión a deter-minadas causas y circunstancias lleva a conside-rar a los otros como a uno mismo, a ponerse en su lugar, a afectarse con aquello que ocurre en otro territorio. En ese sentido, la “solidaridad” fue un elemento medular para leer diversas estrategias “artísticas” que tuvieron sentido precisamente por la compenetración, por compañerismo o por fraternidad.

De este modo, denunciar en un espacio su-puestamente ajeno acaba constituyendo un terri-torio común que enlaza circunstancias de forma más o menos directa entre distintos espacios. Provocar este tipo de enlace era la intención de aquella ocupación táctica del uruguayo Clemente Padín con la exposición de arte correo Mailart aus Lateinamerika (1984) en la DAAD Galerie, en Berlín Occidental [▸E N U N C I A R L A A U S E N C I A ] . Otras propuestas de arte correo en las cuales estuvo involucrado Padín y que funcionaron como es-trategias internacionalistas de resistencia fueron

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fi gs. 1-3. Guillermo Deisler, tarjetas postales y collages, Plovdiv (Bulgaria), Halle (Alemania), 1975-1977.

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fi g. 4. Solidarte/México, Desaparecidos políticos de Nuestra América (Paulo Bruscky), 1984.

fi g. 5. Solidarte/México, Desaparecidos políticos de Nuestra América (Edgardo Antonio Vigo), 1984.

fi g. 6. Solidarte/México, Desaparecidos políticos de Nuestra América (Manuel Marín), 1984.

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Contra el bloqueo a Nicaragua, organizada por la Asociación Uruguaya de Artistas-Correo (1985), y Rojhaiju Paraguay7, organizada en repudio a la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay (1988).

En América Latina muchas producciones pu-sieron en marcha ejercicios poético-políticos que apoyaban movimientos populares de resistencia, y denunciaban situaciones de tensión y hostiga-miento que se vivían en países como Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras y países bajo gobiernos dictatoriales en el Cono Sur. Es el caso de producciones como Desaparecidos Políticos de Nuestra América y la Agenda Colombia 83, en las cuales artistas y activistas/militantes de un país que no vivía (ofi cialmente) bajo dictadura se sintie-ron interpelados, atravesados o afectados por la situación del otro, optando por un pronunciamien-to colectivo desde sus propias prácticas (en este caso desde las artes visuales) con el fi n de ampliar la manifestación pública, el reclamo de justicia ante la indiferencia, y llamar la atención sobre el propio contexto en el cual se manifestaban.

EJERCICIOS DEMOCRÁTICOS INMEDIATOS Y ACTIVACIÓN POLÍTICA DE LA MEMORIA

En enero de 1982 un grupo de artistas mexicanos se reunieron a discutir sobre la función social del arte correo. Las conclusiones de ese encuen-tro condujeron a la constitución de Solidarte: Soli daridad Internacional por Arte Correo. El ob-jetivo principal del colectivo era “apoyar y difun-dir los casos de artistas víctimas de persecución, encarcelamiento y represión”8 a través de la pro-ducción de postales de denuncia, edición de boleti-nes informativos, inserciones periodísticas y otras acciones postales como la que emprendieron en apoyo a la Nicaragua sandinista: Reagan manos fuera de Nicaragua. En su manifi esto “Solidarte/México: Solidaridad Internacional”, el colectivo se pronunció por:

1) una producción artística y cultural que se opu-

siese a toda norma de imposición e intervención

cultural, política y militar,

2) por la solidaridad y el apoyo a los movimientos

de liberación de los pueblos oprimidos y clases

trabajadoras, y

3) por el respeto a los derechos civiles y humanos

y en favor de los movimientos por la paz y el

desarme.

En 1984 Solidarte/México aplicó a una convoca-toria para participar en la 1ª Bienal de la Habana con el tema “Desaparecidos políticos de nuestra América” (con la cual obtuvieron una mención honorífi ca). La “acción postal colectiva” debía realizarse en un formato preestablecido (un “modo de hacer” común en el arte correo en esa época) diseñado para que se enviaran de vuelta los trabajos gráfi cos relacionados con los casos de víctimas de persecución, encarcelamiento y represión en América Latina. El objetivo expre-so era poner de manifi esto los más de 90.000 desapa recidos políticos denunciados en esa épo-ca en Guatemala, Argentina, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Brasil, Colombia, Chile, Honduras e incluso México. Esta suma de desaparecidos en el continente ponía en clara evidencia la supre-sión de las libertades democráticas y los delitos contra los derechos humanos en América Latina. A la convocatoria respondieron 49 artistas de diez países latinoamericanos9. Este modelo de participación se volvió recurrente en el arte correo, sobre todo en la década de 1980. Un indi-viduo o un grupo invitaba a los miembros de la red a participar en un proyecto con tema espe-cífi co; de este modo se establecían diálogos de trato directo y sin intermediarios. A su vez, la multiplicidad de diálogos conformaba en con-junto lo que se podría considerar una obra de arte correo. Las convocatorias defendían un prin-cipio democrático: por norma se incluían todos los trabajos recibidos sin hacer distinción de su calidad estética, de tal modo que cualquier per-sona que entrara en contacto con la red de arte correo se volvía parte del entramado que la cons-tituía. Como muchas de las iniciativas artísticas de carácter internacionalista, Solidarte fue un proyecto pensado desde lo colectivo para im-plicar a múltiples voces, una suerte de “legión” compuesta de la suma de singularidades.

Desde el punto de vista de la historia del arte correo en América Latina, Solidarte es una mues-tra de que, si en sus inicios había una tensión con las instituciones ofi ciales, artísticas y culturales —tensión que de hecho genera y potencia esta práctica—, tras la opresión social sufrida en los años más brutales de las dictaduras en el sur, todos los espacios de visibilidad pasan a ser vistos en el interior de la red como espacios posibles para intervenir, denunciar tales atrocidades y construir la memoria de la represión para recla-mar justicia.

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ACTIVACIONES ESTÉTICAS Y POLÍTICAS: APROPIACIÓN DE DISPOSITIVOS

Muchas de las iniciativas artísticas de carácter internacionalista comparten el haber sido proyec-tos pensados desde lo colectivo más allá de las fronteras del Estado nación. Cuando el No-Grupo recibió la invitación de participar en la exposición paralela al 1er Coloquio Latinoamericano de Arte No-Objetual y Arte Urbano, en Colombia, sus integrantes realizaron una investigación sobre la realidad sociocultural de ese país. Fue de ese modo como creció su interés por el Movimiento 19 de abril, conocido como M-19, movimiento guerrillero colombiano al que recordarían por su intensa lucha política y por haber robado la espa-da de Simón Bolívar, en 1974, en la Quinta del mis-mo nombre. El No-Grupo apreciaba este evento como una acción sumamente signifi cativa de aire conceptual [▸G U E R R A S I M B Ó L I C A ] .

Previamente al viaje, en 1981, el No-Grupoentró en contacto con miembros del M-19 quevivían en Ciudad de México y posteriormente, ya en Medellín, fueron contactados por otros de sus militantes que los llevaron a la Universidad de Antioquía, donde pudieron percibir el grado de tensión y represión que imperaba en Colombia,

y tomaron posición en la contienda a favor de la opción revolucionaria. De vuelta en Ciudad de México recibieron la invitación del M-19 para realizar un proyecto en colaboración: la agenda artístico-política Colombia 83.

La publicación fue diseñada por el No-Grupo con la asesoría de algunos integrantes de dos colec-tivos mexicanos, el Grupo Proceso Pentágono y el Grupo Mira10, con quienes compartían afectos y algunos intereses, y cuya implicación sociopo-lítica en relación con la producción artística tenía otros matices y, sobre todo, implicación política. Esta agenda, que reúne la contribución gráfi ca de cerca de 40 artistas11 y textos (como el de Juan Acha titulado “La producción artística antes de laRevolución”), permitió difundir la situación de vio-lencia que atravesaba Colombia, apoyar y con-tribuir con el M-19 y, sobre todo, interrogar a los mismos productores sobre la relación y posición de su práctica artística en los procesos de trans-formación social.

El carácter internacionalista de la Agenda Colombia 83 del No-Grupo no se detectaría tanto en la participación de artistas extranjeros como en la infl uencia directa en esta producción del grupo guerrillero colombiano M-19, así como en

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fi gs. 7, 8. No-Grupo, Agenda Colombia 83, Ciudad de México, 1982.

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la decisión del No-Grupo y de otros artistas de implicarse junto al M-19 en la producción de este dispositivo de comunicación.

Por último, dos campañas fueron impulsadas desde la Argentina posdictatorial por el grupo C.A.Pa.Ta.Co, que desplegó solidaridades inter-nacionales (o internacionalistas), junto al Frente por los Derechos Humanos (integrado por un grupo de jóvenes en apoyo a las Madres) u otros colectivos de artistas y activistas ligados a la escena under [▸E S T R A T E G I A D E L A A L E G R Í A ] . La primera de ellas, Vela x Chile, en 1986 y 1987, se basaba en encender velas en apoyo a los opositores a la dic-tadura chilena de Pinochet, retomando la práctica de los velatones que ocurrían como señal de duelo y de protesta en las barriadas chilenas. En 1986, la acción fue realizada a las 0 horas del 11 de sep-tiembre frente a la Embajada de Chile —protegida por la policía— en colaboración con otros colec-tivos, como el Frente por los Derechos Humanos,

la UMECH (Unión de Mujeres Exiliadas Chilenas), el GAI (Grupo de Acción Independiente) y SACH´ AWASI: La Casa del Árbol Instituto de Cultura12. Se instalaron sobre el asfalto 1.300 velas que, evocando “una expresión marginal en las barria-das de Chile” en memoria de los asesinados por

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fi g. 9. C.A.Pa.Ta.Co, Vela x Chile, cartel, Buenos Aires, 1987.fi g. 10. C.A.Pa.Ta.Co, Vela x Chile, convocatoria, Buenos Aires,

1987. Diseño: Daniel Sanjurjo y Gustavo Romano.fi g. 11. Patricia Alfaro, Velatones en Chile, Santiago de Chile,

1986-1989.fi g. 12. C.A.Pa.Ta.Co, Vela x Chile, impreso para enviar por correo

postal, Buenos Aires, 10 de septiembre de 1987.

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el régimen13, cada hora veían renovada su luz has-ta cumplir 13 horas, coincidiendo con el número de años transcurridos desde el golpe militar que en 1973 acabó con el gobierno democrático de Salvador Allende. Al acto acudieron numerosos exiliados chilenos, así como representantes políti-cos de diversas agrupaciones juveniles argentinas14. En un documento que da cuenta del sentido de la acción, el chileno Ángel Andrade, impulsor de la iniciativa y, por aquel entonces, miembro del colec-tivo, insistía en que la importancia del proyecto residía en la “socialización de una idea” que debía ser redefi nida por cada uno de los asistentes, evitando de ese modo toda relación representativa con unas pautas políticas dadas15. Vela x Chile se propagó también por arte correo en 1987. La con-vocatoria incitaba la ocupación del espacio público en diversos países y solicitaba que se remitieran de vuelta los registros de la acción vinculada a la propuesta. El proyecto contó con envíos de distintos artistas de América Latina. Varios partici-pantes de la red impulsaron propuestas creativas de denuncia contra la dictadura pinochetista que

todavía yacía sobre Chile en esos años, entre ellos los artistas brasileños Paulo Bruscky y Daniel Santiago. El dúo trató de ocupar el patio de la Galería Metropolitana de Arte Aloísio Magalhães, en Recife, con una instalación que ironizaba sobre la muerte de Pinochet: construyeron una lápida con el nombre de Pignochet y la fecha de su muer-te. Luego la rodearon con velas. En ese contexto, las velas dejaron de ser un signo dramático de alusión a la muerte de las víctimas de la dictadura para aludir directamente a la caída de Pinochet (señalado como Pignochet). Un modo de perfor-matizar el futuro deseado en el presente.

Otra de las acciones de cuño internacionalista del colectivo es el denominado readymade social Bicicletas a la China, organizado en Buenos Aires el 14 de julio de 1989 en homenaje a los estudian-tes masacrados en la plaza de Tiananmen por el régimen comunista chino. Para ello un vasto número de participantes concibieron una serie de coreografías de protesta y esculturas heroicas, arte postal y performances ciclistas. Todos estos elementos conformaban una estética callejera que, en el proyecto inicial, establecía un recorrido o “rally postal” que partía del obelisco situado en la Avenida 9 de Julio y que tenía como paradas intermedias las sedes de algunos medios de co-municación, a los que se deseaba hacer llegar un envío postal con material informativo. En cada una de esas paradas, artistas invitados realizarían diversas performances y “esculturas heroicas” que, de alguna manera, evocaban las que habían diseñado los estudiantes de Bellas Artes chinos con sus bicicletas en defensa de la democrati-zación del país. Animada por el poeta y director de la revista Cerdos y Peces, Fernando Noy, el sentido político de la movilización cuestionaba la conversión burocrático-estatal de las utopías populares y reivindicaba el recurso de la bicicleta como símbolo de un futuro por gestarse, a la vez que construía una tradición que partía de la co-incidencia con el bicentenario de la Revolución francesa. Es decir, una práctica inscripta en el complejo entrecruzamiento entre distintas tradicio-nes (la deriva situacionista, el utopismo socialista, la reivindicación democrático-burguesa de los derechos), en medio del derrumbe del mundo co-munista, la predominancia cultural del capitalismo tardío y el auge de la sociedad de información.

En síntesis, éstas y otras muchas prácticas de colaboración y cooperación internacionalista fue-ron clave para fortalecer la relación entre grupos

fi g. 13. GAS-TAR, ¡Nada con Pinochet!, Buenos Aires, 1984. Diseño: Fernando “Coco” Bedoya y Joan Prim.

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fi gs. 14-18. C.A.Pa.Ta.Co, Bicicletas a la China, Buenos Aires, 1989. Fotografías: Adriana Miranda. A la izquierda, Fernando Noy, Fernando “Coco” Bedoya y Marcia Schvartz.

INTERNACIONALISMOS

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de artistas, colectivos y activistas y de este modo contradecir políticas individualistas y competi-tivas instaladas tanto en el campo del arte como entre Estados nacionales (y sujetos dentro del régimen burgués). Las producciones artísticas generadas en ese marco solidario, además de ser un potente instrumento para la activación de prác-ticas democráticas reales, contribuyeron a superar aquellos fi cticios límites geopolíticos impuestos bajo disciplinas que forman nuestros “esquemas perceptivos” del mundo. Las prácticas artísticas internacionalistas trataban de subvertir y tras-tornar tales esquemas insensibles para movilizar (nuevas) subjetividades políticas.

SH, FN, PV, FG, AL

NOTAS1 Josep Maria Antentas y Esther Vivas, “Internacionalismo(s)

ayer y hoy”, en VIENTO SUR, nº 100, enero de 2009, p. 36.2 David Kunzle, The Murals of Revolutionary Nicaragua,

1979-1992, Berkeley: University of California Press, 1995.3 Retomamos esta categoría propuesta por Roberto Amigo

en sus análisis del Siluetazo. 4 Durante los años setenta y ochenta se ejecutó el Plan Cóndor,

una organización clandestina internacional destinada a la práctica del terrorismo de Estado que actuaba en compli-cidad con los regímenes dictatoriales de América Latina. La operación fue especialmente efi caz en el Cono Sur, conectando centros de inteligencia y represión entre Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay y Bolivia, cuyos omi-nosos tentáculos se extendieron esporádicamente a Perú, Colombia Venezuela y Ecuador.

5 Carta del artista a Edgardo A. Vigo fechada el 13 de mayo de 1984.

6 Guillermo Deisler, texto inédito, “Algunas explicaciones acerca del arte correo”, 2 pp., Plovdiv, 16 de abril de 1982. Archivo Guillermo Dreisler.

7 Rojhaiju Paraguay [Te quiero, Paraguay] se presenta en Montevideo en 1988 y luego en la 3ª Bienal de la Habana, en 1989.

8 Solidarte/México. Desaparecidos políticos de nuestra América, 1ª Bienal de La Habana, Ciudad de México, 1984, p. 3.

9 Aarón Flores (México); Avelino de Araújo (Brasil); Ana Zárate (México); Antonio Ladra (Uruguay); Armando Williams (Perú); Arnold Belkin (México); Bené Fonteles (Brasil); Blanca Noval (México); Carmen Medina (México); César Espinosa (México); Clemente Padín (Uruguay); Edgardo Antonio Vigo (Argentina); Eduardo Díaz (Chile); Eduardo León (Chile); Eduardo Rubén (Cuba); Eugenio Dittborn (Chile); Fayad Jamis (Cuba); F. Lindoso (Brasil);Gerardo López (México); Graciela Gutiérrez Marx (Argentina); Gregorio Berchenko (Chile); Guillermo Deisler (Chile); Guillermo Medina (México); Guillermo Spencer (México); Herbert Rodríguez (Perú); Hugo Rivera Scott (Chile); Humberto Miguel Jiménez (México); Jesús Romeo Galdámez (El Salvador); Joaquim Branco (Brasil); José Luis Hernández (México); Jorge Best (México); J. C. Jiménez Montaño (México); Juan Carlos Romero (Argentina); Leonhard Frank Duch (Brasil); Leticia Ocharán

(México); Lucio Kume (Brasil); Luis Arteaga (México); Manuel Marín (México); Manuel Montilla (Panamá); Marco Antonio Suástegui (México); Mauricio Guerrero (México); N. N. Argañaraz (Uruguay); Paulo Bruscky (Brasil); Ricardo González (Argentina); Rogelio Nazari (Brasil); Rubén M. Tani (Uruguay); Salvador Carrillo Ayala (México); Teo Alayo (Perú); Tulio Restrepo (Colombia).

10 Ambos ejercicios de colectividad, políticamente activos y que defendían permanentemente su posicionamiento crítico, se inscriben en lo que se conoce como “la genera-ción de los grupos”, periodo en el que en México surgieron diversos de éstos.

11 Contribuyeron: Juan Acha, Carlos Aguirre, Alejandro Arostegui, Ahumada, Arnulfo Aquino, Sergio Arau, Félix Beltrán, Arnold Belkin, Maris Bustamante, Emmanuel Carballo, Juan de la Cebada, Felipe Ehrenberg, El Fisgón, Beatriz Espejo, FEGGO, Melecio Galván, Héctor García, Lourdes Grobet, Alberto Gutiérrez, Humberto Guzmán, Hersúa, Melquiades Herrera, Rebeca Hidalgo, Oliverio Hinojosa, Magali Lara, Nacho López, Víctor Muñoz, Alfredo Núñez, Jorge Pérez Vega, Peyote y Compañía, Heraclio Ramírez, Santiago Rebolledo, Sebastián, Rubén Valencia, Zalathiel Vargas, Manuel Zavala y Carlos Zerpa.

12 Mercedes Idoyaga cita otras organizaciones que prestaron su apoyo al proyecto: CASCHI (Comité Argentino de Solida-ridad con Chile), FUSCH (Frente Universitario de Solidaridad con Chile), HOJE-HOJA HOY de La Plata y el Grupo Inti de Amnistía Internacional.

13 Ver Ángel Andrade, “Vela por Chile”, s/f., s/p., Archivo Fernando “Coco” Bedoya.

14 Así lo consignaba el diario La Razón en su edición del jue-ves 11 de septiembre de 1986. En su edición del día siguien-te, el diario conservador La Nación, por su parte, estimaba en 200 el número de asistentes al acto y recogía unas de-claraciones de Mila Paredes, presidenta de UMECH, en las que denunciaba que hasta 700.000 chilenos habían debido exiliarse en Argentina por razones económicas o políticas. Según muestran las páginas de la edición de la Gaceta, con motivo de la convocatoria se recuperó la iconografía de las siluetas, en la que se incluyeron los nombres de algunos de los desaparecidos por el régimen de Pinochet. Archivo Juan Carlos Romero.

15 La efectividad social de las nuevas formas de producción artística incorporaba el paisaje urbano como texto suscep-tible de ser sometido a un tratamiento material político. En las palabras de Andrade resuenan igualmente las refl exio-nes de Nelly Richard en el capítulo titulado “La exteriori-dad social como soporte de producción de arte” de su libro Márgenes e instituciones, publicado en su edición inglesa en 1986. Allí Richard vinculaba las prácticas del CADA con el tránsito “del formato-cuadro (la tradición pictórica) al soporte-paisaje (la materialidad del cuerpo social como soporte de productividad artística)”, ver Nelly Richard, Márgenes e instituciones. Arte en Chile desde 1973, óp. cit., p. 63.

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INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

Escena 1 — La mañana del 9 de abril de 1950 un

grupo de jóvenes, entre ellos uno de los fundado-

res de la Internacional Letrista, Serge Berna, y

Michel Mourre, entraron en la catedral de Notre

Dame en París durante la celebración de una misa

el domingo de Pascua. Vestido como un monje

dominico, Mourre aprovechó un intervalo para

caminar hasta el púlpito y leer un sermón escrito

por Berna con críticas hacia la Iglesia católica y

su moralidad. El sermón terminó con una frase

explosiva: “Dios ha muerto”. Los jóvenes fueron

detenidos por la policía. La prensa y la televisión

informaron sobre el sermón del “falso dominico”

como un gran escándalo.

Escena 2 — Tres décadas después, la mañana del

24 de junio de 1982, varios integrantes del Grupo

de Arte Experimental Cucaño se infi ltraron en una

misa ofi ciada en una conocida iglesia de Rosario

frecuentada por militares y oligarcas. Durante el

culto empezaron a ofi ciar una “contramisa” inspira-

da en los Cantos de Maldoror, de Lautréamont, con

el fi n de criticar uno de los símbolos más venera-

dos por la dictadura argentina y sus defensores:

la Iglesia.

Escena 3 — El 21 de febrero de 2012, en Moscú, las

integrantes del grupo-colectivo feminista de punk

rock Pussy Riot subieron al púlpito de la catedral

de Cristo Salvador, el templo más importante de la

Iglesia ortodoxa rusa, provistas de vistosos y colo-

ridos pasamontañas, y pronunciaron una “oración

punk” entonando la frase “Virgen María, Madre de

Dios, Llévate lejos a Putin”. Tres integrantes del

grupo fueron detenidas y acusadas de vandalismo.

En agosto de 2012 resultaron condenadas a dos

años de prisión.

Más allá de la coincidencia estratégica de es-tos actos descritos como “blasfemia”, estas tres intervenciones, realizadas en países y contex-tos distintos, ponen de relieve la necesidad de adoptar una crítica corrosiva e irreverente frente

a las instituciones y las normas establecidas me-diante la búsqueda de nuevas perspectivas que modifi quen (siquiera de forma temporal) la vida cotidiana, y articulen planteamientos que expre-sen la posibilidad de desafi ar el poder, en especial cuando se ve duramente amenazada la libertad. Suelen emplear la palabra intervención aquellos artistas y colectivos que llevan a cabo acciones en espacios públicos a través de juegos creativos, performances atípicas o instalación de objetos, grafi tis y carteles. Con ello se pretende decons-truir los relatos mediatizados y la percepción habi-tual de un determinado asunto, llamar la atención sobre un elemento inusitado o confl ictivo de la ciudad, o aportar una visión crítica a propósito de un problema social. En general, esta palabra suele emplearse dentro del par intervención urbana. Como alternativa de acción concreta y espontánea en el espacio físico (muchas veces por oposición a las convenciones y/o las normas defi nidas por las instituciones artísticas), la intervención urba-na problematiza el contexto en el que se realiza, cuestionando la autonomía del trabajo artístico y el concepto mismo de obra de arte al relacionar-se, dialogar e interactuar con el entorno, con una situación social o con una comunidad.

Para “Pepitito Esquizo” (pseudónimo de Carlos Ghioldi), miembro del grupo Cucaño de Rosario, la intervención es una forma de “subvertir esa

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fi g. 1. Cucaño, Mauricio Kurcbard “Mauricio Armus”, Juan Aguzzi “Federico Altrote”, Luis Alfonso “Gordolui”, Guillermo Giampietro “Anuro Gauna”, Gabriel Cohen “Mono Cohen”, Carlos Ghioldi “Pepitito Esquizo”, Graciela Simeoni “Pandora”, Rosario, 1980.

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ideología burguesa de la producción del arte, arrancando el hecho creativo de sus garras (el es-pacio determinado, claustros del pasatiempo de fi n de semana) para transgredir de lleno con el verda dero arte, con la convulsión de la imagina-ción en la realidad consciente y cotidiana”1. Este concepto de intervención le sirvió a Cucaño de herramienta teórica y práctica para la acción en el contexto de la opresión de la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). De esta manera, los integrantes del colectivo buscaban redefi nir la utopía revolucionaria sujeta a la doctrina partidista mediante una actualiza-ción (y una superación) del primer surrealismo que reformulara la relación entre el arte y la vida2 [▸A R T E R E V O L U C I O N A R I O ] .

En Brasil, que al igual que Argentina se encon-traba bajo la opresión dictatorial (aunque en el periodo de la llamada “apertura lenta y gradual” del régimen militar)3, el movimiento estudiantil salió a las calles para protestar a favor de la rede-mocratización del país y los obreros empezaron a organizarse a través de la convocatoria de asam-bleas y huelgas. En ese contexto de confl icto social, el grafi ti tomó la ciudad convirtiéndose en campo de experimen tación y recomposición de nuevos lenguajes. En São Paulo estas ocupaciones artís-ticas y políticas fueron escenario de la formación de los primeros colectivos de intervención urbana, como 3Nós3 (1979-1982), Viajou Sem Passaporte (1978-1982) y Manga Rosa (1978-1982)4. Estos grupos, cuyas manifestaciones se describieron en una publicación de la época como “arte inde-pendiente” o “marginal”5, reivindicaban, frente al marasmo institucional, otros espacios de trabajo y de creación fuera del circuito del arte comer-cial. Esta forma de activismo artístico, bajo el lema del “hazlo tú mismo”, iba a tensar su relación con las representaciones culturales hegemó-nicas y a habilitar espacios alternativos de acción. La actitud colectiva de trasladar a la calle las prácticas artísticas, al margen del ámbito regula-dor del sistema de galerías, comisarios, críticos y bienales, se manifestó de modo acabado en una famosa intervención de 3Nós3 en julio de 1979, en la que se sellaron de forma simbólica durante una madrugada las puertas de algunas galerías de arte de São Paulo con una “X” hecha con cinta adhesiva. La acción se completó mediante una nota depositada en cada local, donde se podía leer: “lo que está dentro queda, lo que está fuera se expande”.

INVERTIR EL PAISAJE

INTERVERSÃO [interversión]: (Del lat.: Interver-

sione) s. f. Acto de invertir; alteración del orden

natural o habitual. INTERVERTER [intervertir]

(Del lat. Intervertere.) V. t. d. e. y t. d.e i. inverter

[invertir]6.

El espacio que pretendía trabajar el colectivo 3Nós3 mediante la ejecución de “dibujos en planta de la ciudad” era aquel espacio urbano que “se aleja de la comprensión de la dictadura y empieza a adoptar una ‘distensión’, como se dice en polí-tica”7, según recuerda Mario Ramiro8. Formado por Ramiro, Hudinilson Jr. y Rafael França, este colectivo llevaba a cabo en el silencio nocturno sus interversões [interversiones], como denomina-ban a sus actos de “inversión de la percepción del paisaje, mucho más que la mera idea de infi ltrarse en él”9. 3Nós3 pretendía intervenir en la ciudad a través de instalaciones efímeras, producidas con materiales industriales, con el fi n de invertir el orden y el fl ujo natural de los espacios de gran circulación pública.

En Interdição [Prohibición, septiembre de 1979], 3Nós3 cerró parte del paso en un cruce de la Avenida Paulista mediante tiras de papel ce-lofán azul, extendidas de un extremo a otro de la calle unos segundos antes de que se abriese el semáforo. El grupo observaba las reacciones de los conductores, a la espera de que algún coche rompiese la tira de celofán para reanudar el tráfi co. De madrugada y a una escala mayor, 3Nós3 ins-taló, con la ayuda de los miembros de Viajou Sem Passaporte y algunos amigos, 100 metros de plás-tico polietileno rojo en el túnel que une la Avenida Paulista con la Avenida Doutor Arnaldo (el llama-do “Buraco da Paulista” [Agujero de la Paulista], uno de los entornos predilectos del grafi ti en São Paulo). Intervenção VI [Intervención VI, julio de 1980] dialogaba y creaba tensión con la arqui-tectura local, como si se hubiera esbozado una enorme línea en la calle. Los guardias de tráfi co de la ciudad retiraron la instalación unas horas después. En otras interversiones similares, 3Nós3 contó con el apoyo de los miembros del TIT, que participaron en el despliegue de la instalación Arco 10 (diciembre de 1981), consistente en 300 metros de plástico amarillo suspendidos en una gran avenida.

La primera interversión de 3Nós3 ocurrió en abril de 1979, cuando se hablaba de la posible

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visita del entonces presidente de la República, el general Figueiredo, a São Paulo. Tomando como referencia las intervenciones del land art y los proyectos a gran escala de Christo y Jeanne-Claude, consistentes en “envolver” árboles, edifi cios y otras construcciones, 3Nós3 decidió llevar a cabo algo mucho menor pero igualmente impactante: envolver en plástico las estatuas de São Paulo, “asfi xiándolas” con bolsas de basura y atándoles los brazos10. Por defi nición, los monumentos ofi ciales raramente posibilitan una forma de participación en su creación y de-fi enden un punto de vista singular, generalmente centrado en los grandes acontecimientos y en la historia de los “vencedores”. Sin embargo, al envolverlos en plástico, 3Nós3 multiplicó las perspectivas de construcción de relatos más crí-ticos sobre la ciudad y su memoria, cuyo efecto se vio después amplifi cado por su difusión en la prensa11. A la mañana siguiente, los artistas llamaron de forma anónima a los periódicos de la ciudad para pedir que recogieran el extraño acontecimiento que había modifi cado la aparien-cia de los monumentos. La operación de ensaca-mento [embolsamiento] fue noticia en decenas de medios de comunicación, lo que dio lugar a una estrategia práctica y barata de documentar y difundir sus trabajos, compartiéndolos en red con otras personas. Para Ramiro,

al implicar a la prensa, con ese material teníamos

la posibilidad de hacer nuestros catálogos de

artista […]. En aquella etapa tuvimos un boom de

arte correo. Las fotografías se fotocopiaban, se

añadía una información básica y se hacía una pos-

tal que circulaba por el mundo12.

INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

II

fi gs. 2-4. 3Nós3, Ensacamento, São Paulo, 1979.

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fi gs. 5-7, 11. Viajou Sem Passaporte, E–>M–>R (Haspa), São Paulo, 1979.

fi gs. 8-10. Viajou Sem Passaporte, Trajetória do curativo, São Paulo, 1979.

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CRISIS EN LA NORMALIDAD

Formado por ocho alumnos de la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo (USP) (Luiz Sergio Ragnole “Raghy”, Beatriz Caldana, Celso Seabra Santiago, Carlos Alberto Gordon, Marli de Souza Melo, Márcia Meirelles, Marilda Buzzini Carvalho y Roberto Pereira de Mello), algunos de los cuales se encon-traban vinculados a la tendencia trotskista Libelu, el grupo Viajou Sem Passaporte realizó aquello

que defi nían como intervenciones creativas, una serie de “actividades públicas destinadas a poner en crisis la normalidad vigente en situaciones exter-nas al grupo, que sólo prosperan cuando apuntana la creatividad y al cuestionamiento de la situación alcanzada”13. El grupo separaba la militancia es-trictamente política de sus miembros de la práctica lúdica que ejercían, libre de modelos relacionados con un solo aspecto del lenguaje artístico (como el teatro) [▸E N T R E V I S T A C O N “ R A G H Y ” ] o con un “arte comprometido” —representado en Brasil durante los años sesenta por los Centros Populares de Cultura (CPCs), con fuerte infl uencia del realismo socialista— supeditado al uso del arte como me-dio para concienciar a las masas a través de un mensaje.

En las calles, los miembros de Viajou Sem Passaporte daban vueltas alrededor de un árbol durante un minuto (Trajetória da árvore [Trayectoria del árbol], marzo de 1979) o generaban la extrañeza entre los pasajeros de un autobús al ocupar una línea de la ciudad caracterizados con esparadrapos

en el ojo, subiendo y bajando durante todo el tra-yecto (Trajetória do Curativo [Trayectoria del par-che], abril de 1979). Con sus unidades de acción y sus juegos de creatividad, Viajou Sem Passaporte intervenía la normalidad de las piezas teatrales, escenifi cando sus propias historias y suscitando reacciones de placer o violencia entre el público y los propios actores. Una metodología frecuente consistía en que un miembro del grupo asistía a una obra teatral y después describía el argumento de la misma durante una reunión al resto de los integrantes, con el objetivo de planifi car la inter-vención que realizarían en una función posterior. Así, por ejemplo, durante la obra Quem tem medo de Itália Fausta [Quién teme a Itália Fausta], un espectáculo que requería la participación del pú-blico, dos integrantes de Viajou Sem Passaporte entraron en el escenario jugando al baloncesto con una pelota invisible. Los actores exigieron la expulsión de los “jugadores”, pero el público desaprobó tal decisión. Al fi nal la obra continuó, pero no de la manera prevista.

El grupo tuvo que dar explicaciones al Sin-dicato de Artistas y Técnicos de Espectáculos del Estado de São Paulo por sus “invasiones”. En respuesta a las diversas críticas publicadas en la prensa y a los comentarios de los profesio-nales teatrales, Viajou Sem Passaporte escribió un manifi esto en el que, en uno de los párrafos, afi rmaba que sus acciones pretendían “acabar con la mística de las técnicas, de los dones (divi-nos o no) que separan arbitrariamente a los quesaben de los que no saben, a los que pueden delos que no pueden, a los que hacen de los quetragan”14. Las intervenciones en el teatro preten-dían desen mascarar la pseudonaturalidad delos actores, repudiar el valor conferido a la obrade arte como mercancía, quebrantar la divisiónentre escenario y público, o incluso comunicarse con este último para provocar sus reacciones. Es lo que ocurrió el 1 de agosto de 1980 cuando el creador del Teatro do Oprimido, Augusto Boal, estableció juegos y reglas para la participación de los espectadores en una de sus obras. Con un cartel que decía “Boal”, un miembro de Viajou Sem Passaporte subió al escenario para proponer instrucciones contrarias a las del director. “Ahora hagan lo que quieran”, dijo el integrante del gru-po. El público empezó a formar inmediatamente un tren humano, mientras que otra parte de los presentes exigió la expulsión inmediata de Viajou Sem Passaporte.

INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

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EL TEATRO PROVOCADOR

El modo de hacer teatro del Taller de Investiga-ciones teatrales (TIT) en Buenos Aires se ubicaba también en las antípodas de la dinámica de ensa-yos, guiones, didascalias, montaje, escenografía, vestuario, etc. Los actores siempre aparecían des-nudos o vestidos con harapos, envueltos en basura, con bolsas de plástico cubriéndoles los pies. No se hablaba de obras, sino de “intervenciones”, “mon-tajes” o “hechos teatrales de creación colectiva”, que se representaban una única vez (o ninguna). Como señala Barandalla,

eran cosas de un solo día, no eran buenas. Cier-

tamente no eran buenas, pero como no es bueno

el punk de garaje, si lo comparas con Pink Floyd.

Justamente lo que querían era sonar mal, sonar

a vómito. De alguna manera, eso era TIT. Algo

inconexo, gritos. Las actuaciones no eran realistas,

los textos podían variar totalmente. La ligazón

con el público era directa, todo el tiempo. Estaba

roto el escenario15.

Durante un domingo entero de 1978, en la Ciudad de los Niños, un espacio recreativo cercano a la ciudad de La Plata, con edifi cios públicos en mi-niatura, los integrantes del TIT improvisaron jue-gos, situaciones imaginarias y lúdicas, de manera anónima y sin que hubiera forma de advertir que se trataba de un grupo de artistas ni de establecer una separación entre actores y público.

Al romper con el espacio escénico tradicional y otorgar centralidad a la participación activa del espectador, Cucaño impulsó la realización de ac-ciones performativas y disueltas en la vida social en las que, en último extremo, los asistentes no eran conscientes de ser parte de un hecho teatral16 y donde el concepto de intervención cobraba toda su fuerza e intensidad. La metodología de emer-gencia crítica en el espacio urbano representabaun intento por superar los límites neutralizadores con que se enfrentaron las vanguardias que habían inspirado la actividad de Cucaño, privilegiando lo furtivo y la improvisación a partir de un guión previamente abocetado que daba lugar a una especie de teatro puro, anárquico y radical. Las intervenciones de Cucaño pretendían así llevar la dialéctica a todos los aspectos de la existen-cia, provocando una “crisis de conciencia” que, al desrealizar lo real, proyectara hacia el futuro un horizonte revolucionario inmediato, tal como

postulaba la militancia trotskista17. Guillermo Giampietro señala la distinción entre obra, inter-vención e interposición como fases distintas de la producción del grupo. Si bien la obra todavía se mantiene en los límites del espacio escénico tra-dicional, presentándose como entidad autónoma separada de lo real y del público espectador, la intervención plantea un desajuste con la realidad, modifi cándola aunque sea de modo pasajero. La interposición es un modo de acción más ambicioso y a largo plazo, disperso en el tiempo y en el espa-cio, e implica una modifi cación persistente y pla-nifi cada, violenta y permanente, ubicua e inasible. Después de que las intervenciones de la primera época de Cucaño hubieran tratado de “amotinar” la realidad por un breve periodo de tiempo, las interposiciones que caracterizan algunas de las acciones del segundo periodo de actividad del co-lectivo perseguirán generar una serie de “trampas” en lo real que expandan sus efectos “sin inicio y sin fi n”. Un ejemplo de interposición fue la larga y compleja —además de cínica— operación impul-sada por Guillermo Giampietro y Mariano Guzmán para refundar Cucaño en 1984. Ambos integrantes del grupo convencieron a Osvaldo Aguirre de que sólo apareciera en público encarnando al personaje “Nariz de Oro”, fanático anticucaño, con el senci-llo atuendo de un papel metalizado cubriéndole permanentemente el órgano nasal. El plan incluía volver muy conocido y popular al personaje en la ciudad, luego anunciar su muerte y más tarde su re-surrección en medio de un banquete donde se pre-sentara el libro Los emblemas, males en la tumba.

REALIDAD INTOXICADA

En conexión con lo que sucedía en el Siluetazo (1983) o en la pedagogía política implementada por GAS-TAR/C.A.Pa.Ta.Co, la irrupción y el extrañamiento que proponían las acciones del TIT y Cucaño no se daban desde una recon-ciliación consensual entre el arte y la vida enten-didos como realidades dadas, sino que surgían desde las entrañas de ambos para desnaturalizar sus respectivas experiencias normalizadas, como una brutal liberación de la represión padecida por los cuerpos y las conciencias bajo la dictadu-ra, señalando de paso a las instituciones que la habían respaldado ideológica y espiritualmente. Las conexiones fi liales entre el TIT y Cucaño sonmuy fuertes, aunque los rosarinos mantuvieronuna dinámica autónoma respecto de sus “her manos

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mayores”18. A partir del viaje que realizaron ambos grupos a São Paulo en agosto de 1981 para parti-cipar en el festival Anti-Pro-Arte – Alterarte II19,se vincularon a varios grupos de intervención urba-na paulistas, en especial los mencionados Viajou Sem Passaporte. Entre las diversas actividades programadas con motivo del festival desde el 11 de agosto (proyecciones audiovisuales, foros de debate, performances, etc.) destacó la inter-vención que organizaron conjuntamente el TIT y Cucaño, con apoyo de Viajou Sem Passaporte, el domingo 16 de agosto en la Praça da Repú blica, un espacio del centro urbano donde los fi nes de semana más de 1000 personas asistían al “merca-dillo hippie” de artesanía y puestos de comida. Su título, La Peste, así como el sentido de la ac-ción, remitían al libro homónimo de Albert Camus y a las refl exiones escénicas de Antonin Artaud20.

Según algunos testimonios, los miembros del TIT y Cucaño aparecieron entre la multitud como

turistas argentinos aquejados de una intoxicación masiva. Los viandantes reaccionaron con cierta estupefacción al ver a aquellos turistas que se con-torsionaban y rodaban por el suelo. Se difundió el rumor de que el motivo de la intoxicación era la ingesta de vatapá, un plato típico del nordeste brasileño que se vendía en los puestos ambulantes de la plaza. Los intoxicados bebieron litros de le-che traídos por los vecinos y empezaron a vomitar todavía más. Entonces los trasladaron al quiosco de música de la plaza, donde siguieron vomitando y permanecieron rodeados por un público perplejo, constituido por centenares de personas. El Taller de Investigaciones Cinematográfi cas (TIC) y el Grupo Novíssimo Cinema Alemão (formado por es-tudiantes de la USP) fi lmaron el acontecimiento.

El caos fue tal que acudieron la policía y varias ambulancias para trasladar a los supuestos afectados hasta un hospital. Sólo entonces los actores desvelaron la farsa. Miembros del TIT y de Viajou Sem Passaporte se organizaron para montar una estrategia de fuga de los intoxicados, pero sabían que el plan preveía la detención de algunos con el fi n de que la escena adquiriera la dimensión real que imaginaban. La policía detu-vo a seis de los intoxicados, entre miembros de Cucaño, TIT y TIC, que luego fueron deportados hasta la frontera argentina (a riesgo de que allí acabasen encarcelados por la dictadura). El episo-dio recibió bastante cobertura mediática en am-bos países21. La emergencia de las fuerzas oscuras del cuerpo que, siguiendo a Artaud, causaban el teatro y la peste, aparecían aquí fundidas en un mismo evento para convulsionar la vida pública en un contexto no tan hostil como el argentino.

INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

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fi g. 13. TIC, Sergio Bellotti fi lmando durante la intervención en laPraça da República de São Paulo, 1981.

fi g. 12. TIT, El Zangandongo Cuaderno Uno, Buenos Aires, 1981.

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fi g. 14. 1ª Exposição Internacional de Art-Door organizada por Paulo Bruscky y Daniel Santiago, Recife, 1981.

fi g. 15. Intervención de Richard Kostelanetz en la 1ª Exposição Internacional de Art-Door, Recife, 1981. [cat. exp.]

fi g. 16. Intervención de Roberto Sandoval en la 1ª Exposição Internacional de Art-Door, Recife, 1981. [cat. exp.]

fi gs. 17-18. 3Nós3, Interversão, São Paulo, 1981.fi gs. 19-20. Centro de Livre Expressao, Das duas às quatro,

São Paulo, 1981.

INTERVENCIÓN/INTERVERSIÓN/INTERPOSICIÓN

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OCUPE Y GÍRESE

El mismo año y mes en que se presentó Alterarte II, los colectivos paulistas también ocuparon otros espacios en São Paulo, ciudad que ya por enton-ces destacaba por una de sus marcas identifi ca-tivas: las vallas publicitarias que invadían la vida cotidiana de las personas. El grupo Manga Rosa, compuesto por Carlos Dias, Francisco Zorzete, Jorge Bassani y Márcio Prassolo, consiguió un panel en la Rua da Consolação gracias a una de las empresas que gestionaban esas vallas. Así, durante el mes de agosto de 1981 se inició el pro-yecto Arte ao ar livre [Arte al aire libre], que invitó durante un año a diversos artistas y colectivos a que realizaran intervenciones en aquel panel. Algo semejante había ocurrido unos meses antes con motivo de la 1a Exposição Internacional de Art-Door [1ª Exposición Internacional de arte en valla publicitaria] en la ciudad de Recife, impul-sado en 1981 por el Equipo Bruscky & Santiago. El proyecto coincidía con su voluntad de activar la escena artística pública en una ciudad que

ofrecía escaso apoyo a sus artistas. Para Bruscky y Santiago hacer la exposición en el espacio público intentaba proponer una forma de disolver las paredes de museos y galerías para hacer de la ciudad misma un espacio expositivo. Las 146 vallas —con proyectos de artistas de 25 países—, instaladas por toda la ciudad, asumían también una de las consignas del arte correo: informar a la gente a través de propuestas poéticas gráfi cas sobre qué estaba pasando alrededor del mundo.

Como punto de encuentro de artistas in-dependientes, Arte ao ar livre proporcionó una ocupación alternativa de aquel soporte mediático convencional, donde cada 15 días se instalaba un nuevo trabajo. Alex Vallauri pudo intervenir con sus grafi tis. Manga Rosa amplió la valla con una versión tropicalista de la bandera de Brasil, que contenía el dibujo del sol —la marca del grupo—, hojas de plátano y un texto del poeta Torquato Neto: “Primeiro passo / conquistar espaços / Tem espaço à bessa / ocupe e se vire”22. Sobre un papel rojo brillante, Hudinilson Jr. colo có dos maniquíes pintados de blanco a escala natural y dio a la valla el nombre de Posição amorosa [Postura amorosa]. El grupo 3Nós3 realizó una interversión mediante un plástico rojo con la esquina doblada que superpuso a los anuncios situados en otros paneles para interferir en la lectura de sus men sajes. La valla de mayor reper-cusión en la prensa y el público fue la producida en noviembre de 1981 por el Centro de Livre Expressão (Clé), el “colectivo de los colectivos” formado por miembros do 3Nós3, Viajou Sem Passaporte, TIT y varios artistas independientes. Estos artistas colgaron y ataron una silla en una valla publicitaria en blanco donde se leía el men-saje “De las dos a las cuatro” en sentido inverso. Durante todos los días, en el horario anunciado, algún miembro del Clé se sentaba en aquella silla negra de madera y jugaba o conversaba con la gente que pasaba por allí. Los peatones y conduc-tores señalaban la escena o sonreían. Otros llama-ban “locos” a los participantes de la intervención en la “valla humana”. La pregunta fi nal acaso era siempre la misma: ¿qué signifi caba aquello?

AM, JV, AL, FN, MLR

NOTAS1 Carlos Ghioldi “Pepitito Esquizo”, “La intervención como

método de transgredir las ideologías que rigen las produc-ción del arte”, en Aproximación a un hachazo, Rosario: Fray Santiago Editores, nº 1, abril de 1982, p. 6.

fi g. 21. 1ª Exposição Internacional de Art-Door organizada por Paulo Bruscky y Daniel Santiago, Recife, 1981.

fi g. 22. Manga Rosa, Arte ao ar livre, São Paulo, 1981.

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2 Algunos de los nombres (con los correspondientes apodos que recibían al ingresar) de los participantes de las acti-vidades del colectivo fueron Guillermo Giampietro “Anuro Gauna”, Carlos Ghioldi “Pepitito Esquizo”, Guillermo Ghioldi “Lechuguino Maco”, Fernando Ghioldi “Hachero Irlandés”, Daniel Canale “Marinero Turco”, Analía Capdevila, Graciela Simeoni “Pandora”, Patricia Espinosa “Tero gordo”, Patricia Scipioni “Tero fl aco”, Mariano Guzmán “Piojo Abelardo”, Osvaldo Aguirre “Mosca”, Alejandro Beretta, Sapo Aguilera, Carlos Luchesse, Miguel Bugni “McPhanton”, Fabián Bugni, Luis Alfonso “Gordolui”, Gustavo Guevara “Sigfrido”, Juan Aguzzi “Hermano Juan”, Daniel Kocijancic “Hachero Centroamericano”, Marcelo Roma “Pan de Leche”, Alejandro Palmerio “Palmer”.

3 Esta apertura política “lenta y gradual”, iniciada en 1974 durante el gobierno del general Ernesto Geisel, suscitó un profundo descontento en la población brasileña ante la situación de crisis social y económica.

4 En relación a este contexto artístico de São Paulo durante la década de los ochenta, ver Mario Ramiro, Grupo 3Nós3. The Outside Expands, en Chantal Pontbriand (ed.), Parachute – São Paulo, Montreal, nº116, 2004, pp. 41-53, y también Mario Ramiro, Between Form and Force: Connecting Architectonic, Telematic and Thermal Spaces, en Eduardo Kac (ed.), “A Radical Intervention: The Brazilian Contribution to the International Electronic Art Movement”, en Leonardo, Cambridge, nº4, 1998, vol. 31, en http://leonardo.info/isast/spec.projects/ramiro/ramiro.html.

5 Sobre esta clasifi cación, ver Otília Arantes, Celso Favaretto, Iná Costa y Walter Addeo (eds.), “Independentes”, en Arte em Revista, São Paulo, nº 8, año 6, octubre de 1984.

6 3Nós3, Intervenção VI, São Paulo: Edição Fundação Padre Anchieta, 1981.

7 André Mesquita, Insurgências Poéticas: Arte Ativista e Ação Coletiva, São Paulo: Annablume, 2011, p. 218.

8 Mario Ramiro, óp. cit., p. 46.9 Stella Teixeira de Barros, “Out-Arte?”, en Otília Arantes,

Celso Favaretto, Iná Costa y Walter Addeo (orgs.), Arte em Revista, “Independentes”, nº 8, año 6, octubre de 1984, p. 50.

10 Según la entrevista realizada por André Mesquita a Mario Ramiro en São Paulo en agosto de 2011.

11 Ver Erin Denise Aldana, Interventions into Urban and Art Historical Spaces: The Work of the Artist Group 3Nós3 in Context, 1979-1982, tesis doctoral, University of Texas, Austin, 2008.

12 André Mesquita, óp. cit., p. 220. 13 Viajou Sem Passaporte, U.S.B.A.E.A.E., São Paulo: publica-

ción independiente, noviembre de 1979, p. 2. 14 Manifi esto publicado como separata de U.S.B.A.E.A.E. 15 Entrevista a Roberto Barandalla, 2011.16 Ver Cecily Marcus, “En la biblioteca vaginal: un discurso

amoroso”, en Políticas de la memoria, Anuario de investiga-ción e información del CeDInCI, 6/7, verano de 2006-2007, p. 93. La disolución del arte en la experiencia cotidiana también era subrayada por El Marinero Turco: “la intervención va más allá porque el espectador ni siquiera sabe que está presen-ciando un hecho creativo […] la intervención se mezclaba con la vida normal y corriente nuestra”, ver “Investigación especial: Grupo de Arte Experimental Cucaño. Surrealismo y transgresión en Rosario”, óp. cit., p. 13. Esta eventualidad no dejaba a su paso documentos testigos de la acción, lo que ha implicado que desde su origen la historia del colec-tivo haya circulado como un relato oral.

17 Ver Nahuel Moreno, dirigente principal del Movimiento al Socialismo (MAS), que publicó en 1982 su libro Comienza la revolución, caracterizando la etapa abierta luego de la Guerra de Malvinas como revolucionaria. En el mismo sentido, ver “Pan de Leche”, “Dialéctica e intervención”, en Aproximación a un hachazo, Rosario, enero de 1982, p. 7.

18 El contacto entre el TIT y Cucaño se iniciaría con los viajes de Roberto Barandalla “Picun”, quien debía presentarse cada mes en el registro penitenciario tras pasar dos años como preso político en una cárcel de Rosario; y de Mauricio Kurcbard, miembro del TIT, entre fi nales de 1979 y principios de 1980. Barandalla frecuentaba la casa de Carlos Ghioldi, primer lugar de encuentro de los miembros de Cucaño. Kurcbard, por su parte, coordinó una serie de ensayos tea-trales con los miembros del grupo. Los miembros de Cucaño que acudieron fueron: Graciela Simeoni, Carlos Ghioldi, Mariano Guzmán y El Marinero Turco.

19 El TIT había realizado en 1980 en Buenos Aires el festival Alterarte I, en el que nuclearon un notable conjunto de artis-tas experimentales provenientes de distintas generaciones: la vanguardia concreta de los años cuarenta, la vanguardia de los sesenta y el activismo teatral de los años de la dicta-dura (incluyendo a un jovencísimo Guillermo Kuitca).

20 En un pasaje recogido en El teatro y su doble, el dramaturgo francés evocaba la fi gura de Saint-Rémys, virrey de Cerdeña, quien en 1720 impidió que desembarcara en la isla el buque Grand-Saint-Antoine, de camino al puerto de Marsella e infectado por la peste, ante el pavor que le había generado un sueño en el que experimentaba en su propio cuerpo los efectos de esa enfermedad. Artaud establecía a continua-ción un paralelismo entre esos efectos y la concepción del teatro que él mismo defendía. Antonin Artaud, El teatro y su doble, óp. cit., pp. 17-19 y 34-36. Este fragmento aparecía parcialmente reproducido en el encabezado de uno de los artículos del primer número de la revista Cucaño. Acha, acha, cucaracha, abril de 1980, año 1, nº 0, s/p., titulado “La crueldad y la agresión en el arte”.

21 Diversas notas de prensa brasileña y argentina refl ejaron los ecos de lo sucedido en São Paulo, ver “Presos pero contentos”, en Clarín, Buenos Aires, martes 18 de agosto de 1981, p. 45. “Apalearon en San Pablo a seis artistas y un director de cine, argentinos, por haber malinterpretado una escena muy realista”, en La Razón, Buenos Aires, martes 18 de agosto de 1981, p. 2 y “Curiosa experiencia de un grupo teatral rosarino en San Pablo”, en La Nación, Buenos Aires, martes 18 de agosto de 1981, p. 3.

22 Primer paso / conquistar espacios / Tiene espacio abundante / ocupe y gírese (N. de la T.).

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JODEDERA (BENEFICIOS

DEL BLOQUEO ECONÓMICO)

Una sociedad nueva no puede rendir culto a la

inmundicia del capitalismo1.

Para una generación de artistas nacidos en Cuba después de 1959, que más adelante se convertiría en protagonista del llamado Renacimiento del Arte Cubano2, el défi cit de información de arte contemporáneo y la falta de acceso al mainstream internacional infl uyeron como factores principales para que se desarrollara un arte efímero-concep-tual con matices peculiares.

El aislamiento no sólo implicó el aplazamiento de la afl uencia de información y la práctica del co-nocimiento, sino que favoreció un “malentendido” en su asimilación que, eventualmente, devino en versiones libres de las ideas centristas, a lo que se sumaron, entre otros aspectos, cualidades implí-citas en la cultura caribeña de la isla: la infl uencia del desenfadado ritual Yoruba aplatanado en la cadencia de los ritmos populares, la danza, y en el ofi cio habitual de la religión; el característico sentido del humor cubano, asentado en una re-signación diluida en “la jodedera”, una habilidad natural para adaptarse al momento y pasarla lo mejor posible, sorteando las difi cultades o evitando meditar en ellas, “No coger lucha”; y la abulia de vivir en un sistema subvencionado, magnánimo, que postergaba las ansiedades del mundo liberal y sus exigencias.

Por otro lado, el sistema nacional de escuelas de artes, fundado en 1962, basado en métodos im-portados de las academias de la Unión Soviética y de la República Democrática de Alemania, que se ajustaban a la monolítica fi losofía materialista científi ca, marxista-leninista, graduaba anualmen-te cientos de estudiantes de Bellas Artes que eran ubicados al azar en posiciones por todo el país. Literalmente, allí “donde La Revolución los nece-sitara”. Una gran mayoría terminaba como pro-fesores o instructores de arte formando a otras generaciones de artistas. Otros ocupaban puestos laborales de perfi l “artístico” como diseñadores,

medios de propaganda, cargos administrativos, etc. El estatus de “artista independiente” no fue una opción establecida hasta principios de los noventa.

Durante los primeros años laborales, que muchas veces transcurrían lejos de la capital o de las capitales de provincia, los artistas en-traban en un “limbo” que se extendía alrededor de dos años. Se alejaban de la poca información profesional que encontraban en las escuelas a través de profesores y bibliotecas, quedando a expensas de las publicaciones estatales como la revista Revolución y Cultura3 y un par de co-lumnas culturales de la exigua prensa nacional. Los artistas que fi nalmente se establecían en la capital accedían a información especializada a través de medios fortuitos casi siempre perso-nales, fragmentados y extemporáneos, creando una versión sui géneris de los textos y concep-tos, incluso a través de las imágenes, en el caso de las publicaciones en idiomas foráneos.

Debemos mencionar que la televisión, el cine y las publicaciones literarias, como todo en el país, eran estatales y se proclamaban como “barreras infranqueables que enfrentaban resueltamente la penetración ideológica de los imperialistas”4. El sistema funcionaba perfecta-mente, había muy pocas posibilidades para que los artistas se “contaminaran” con la “corriente obstruccionista y colonizante”5 o fueran vícti-mas de las “tendencias de élite”6. Imputaciones que, dependiendo de su gravedad, podían ser castigadas con la pérdida del puesto de trabajo o del derecho a ejercer la profesión en el país, hasta por más de una década. Durante el pe-riodo conocido como el Quinquenio Gris (1970-1976), cuando se crean las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)7, la moda se consideraba como un “factor de independencia cultural”8 y se cuestionaban las “costumbres y extravagancias”9 de los artistas, entre otros requerimientos. El estatuto ofi cial era “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”10, máxima que aún supedita el devenir cultural.

A diferencia del serio compromiso político de ideales partidistas-militantes antihegemónico que defi ne el performance latinoamericano, en Cuba la “lucha contra el imperialismo” se prac-ticaba sin convicción, como un panfl eto ofi cial de corte oportunista que funcionaba como telón de fondo. Los artistas aprovechaban simplemente

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el patrocinio de la institución, usando los espa-cios, eventos y medios para realizar las acciones. La crítica política funcionaba “diagonalmente”. El hecho de experimentar con medios y tenden-cias artísticas provenientes de países capitalis-tas, como el performance, se percibía como una posición de confrontación más que el concepto intrínseco en la obra. El carácter impredecible e inmediato de las acciones funcionaba como válvu-la de escape para los artistas, no sólo para expre-sar sus diferencias políticas, sino como burla a la presión de la censura y el inmovilismo insti-tucional. En este último aspecto, el medio fue igualmente efectivo para los insulares que para los colegas artistas a nivel internacional.

En 1981, artistas del grupo conocido como Volumen Uno en colaboración con la Brigada Hermanos Saís11 intervinieron la fuente de un parque en el centro de La Habana. Con métodos habituales del activismo político, aprovecharon la oportunidad y el relajamiento de la institución para poner en práctica herramientas propias del arte conceptual.

La escultura de Neptuno fue transformada de

manera que simuló una perversa estatua de la

libertad (brazalete nazi, máscara con antifaz

y bandera de Estados Unidos)12 .

Realizando uno de los primeros performances colectivos del arte cubano en la vía pública, la “acción plástica para condenar la fabricación de la bomba de neutrones y apoyar el discurso de Fidel (Castro)”13. Luego la prensa puntualizaba cómo los “talentosos pintores se sumaban así a los gestos que a lo largo y ancho de nuestra patria afi rman la consciencia de todo un pueblo, prolongando las experiencias de arte tierra y los planteamientos de acciones plásticas, como elementos activos den-tro de formulaciones contemporáneas”14.

La informalidad propia de los eventos ayuda-ba a que las acciones pasaran casi inadvertidas, diluidas en el habitual espectáculo del devenir político: mítines, desfi les, asaltos, lectura de co-municados, discursos, etc., tomando ventaja de las coyunturas del contexto para experimentar con las ideas foráneas. Era obvio que esos artistas no trabajaban para “la consciencia de un pueblo”, sino todo lo contrario. Ya tenían nociones del arte conceptual y sabían que era el arte de las llamadas “sociedades decadentes”15, y como tal lo usaban para identifi car su posición ideológica.

Es interesante que los primeros performances

en Cuba vienen ligados no tanto a una situación

artística como a una situación de tensión política,

esto habla del papel que representó el performance

junto con otras prácticas artísticas renovadoras

que se introdujeron a fi nales de los 70s en el esce-

nario estulto, conservador y dogmático que predo-

minó en Cuba durante la década de los 70s y el tipo

de ruptura que estas prácticas lograron hacer, no

solamente por su contenido, sino por sus propias

metodologías artísticas16.

Pero no todo el arte de acciones tenía necesaria-mente un viso contestatario, algunos artistas, casi siempre los mejor informados, inducían sus intereses a partir de la apariencia de otras obras vistas en publicaciones extranjeras, deri-vando en versiones estéticas que se ajustaban a los procedimientos vernáculos, no sólo en la sencillez, sino en la “falta de rigor” para cumplir las demandas del mainstream. Al no existir un mercado tampoco existía la noción de trascen-dencia o el posible efecto en el estatus social que la producción artística pudiera facilitar. El pro-ceso transcurría como una devoción ética por el arte que fi nalmente evaluaban los colegas locales e interesados en la materia. La documentación se concebía en algunos casos de manera pe-destre, entre otras cosas debido a la escasez de recursos, o si el artista era consciente de su im-portancia. Normalmente los eventos sucedían en medio de un desembarazo peculiar sin previa o posterior repercusión.

A fi nales de los ochenta, a raíz de varios incidentes que rodearon la abierta censura a exhibiciones y performances, las instituciones formalizaron ciertos reajustes en la política cultural como una respuesta paliativa. Por ejem-plo, se estimulaba a los artistas más jóvenes que, a su vez, eran los más beligerantes, brin-dándoles más espacio en la escena ofi cial y una engañosa tolerancia para intentar disolver las acciones contestatarias. En ese breve lapso el arte efímero tuvo su periodo más prolífi co, los eventos sucedían durante las inauguraciones en medio de una gran efervescencia, en ocasiones simultáneamente, y era habitual que los eventos no estuvieran anunciados.

El rango de tolerancia para defi nir una obra como performance era muy amplio; introducir una oca viva en una galería17, arrojarle ejemplares de libros a los espectadores durante el “lanzamiento”

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fi g. 1. Jorge Crespo (Ritual ART-DE), Sin título, Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, 1988. Fotografía: Adalberto Roque.

fi g. 2. Ángel Delgado, La esperanza es la única que se está perdiendo, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, 1990. Fotografía: Adalberto Roque.

fi g. 3. Segundo Planes, La vida es una mierda y el mundo está loco, Instituto Superior de Arte (ISA), La Habana, 1989. Fotografía: Nelson Villalobos.

fi g. 4. Leandro Soto, Campamento miliciano, Casa de la Cultura de Plaza, La Habana, 1984. Fotografía: Rigoberto Romero.

fi g. 5. Aldo Menéndez López “Aldito”, El indio, Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, 1988. Fotografía: Adalberto Roque.

fi g. 6. José Luis Alonso Mateo, El pelo crece, La Habana, 1989. Fotografía: Ramón Díaz Marzo.

fi g. 7. Glexis Novoa, Al fi nal todos bailan juntos, danza callejera en la Galería Habana, La Habana, 1987. Fotografía: Nicolás Delgado.

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de la novela apócrifa “El Eco de Umberto”18, interrumpir a Robert Rauschenberg durante una presentación en el Museo Nacional de Bellas Artes19, caminar por encima de un retrato del Che Guevara20 o un baile de breakdance dentrode una galería21 son algunos ejemplos que caracte-rizaron esas expresiones. Los acontecimientostranscurrían con total espontaneidad, distancia-dos de la parsimonia y solemnidad asociados al ya establecido género conceptual. Sin embar-go, los mismos artistas empezaban a formular presupuestos que analizaban su propio proceso de asimilación cultural.

El examen de nuestra contemporaneidad desde

una autovaloración está muy lejos de negar la

importancia que han tenido las vanguardias

artísticas en nuestro desarrollo gnoseológico,

ni de cerrar las puertas a futuras ideas útiles,

surjan donde surjan22.

Más adelante y paradójicamente, el artista Ángel Delgado con su performance La esperanza es la única que se esta perdiendo23, vaticina el fi n de una era de riesgos y compromisos con el arte: “lo que vino después fue cinismo”24. El artista entró a una exhibición colectiva a la que no había sido invitado y se bajó los pantalones para termi-nar excretando encima de un ejemplar del perió-dico Granma25. Delgado fue acusado de escándalo público y cumplió seis meses de cárcel como escarmiento por su acción plástica.

Es signifi cativo que con este performance culmina

una etapa del arte en Cuba, una etapa radical, una

etapa crítica, una etapa de gran energía y se pro-

duce una regresión represiva. Y hay un momento

de cierre y censura, provocando que muchos artistas

que formaban parte de ese movimiento emigraran

defi nitivamente en el empate de la década del 80

y del 9026.

A partir de ese incidente se instaura una auto-censura generalizada y la mayoría de los artistas comienzan a apartarse de las conductas y temas confl ictivos. Surge el termino “ochentoso” alusivo a obras con temáticas contestatarias que recuer-dan el periodo de la década “renacentista”. A la vez, el Ministerio de Cultura se reinventa una vez más y promueve una nueva política de apariencia liberal con toques lucrativos, estableciendo privi-legios sin precedentes que favorecen la novísima generación que termina produciendo un arte con temáticas y estética análogas a las corrientes del mainstream internacional, misma política y pro-ducción artística que hoy prolifera en la escena internacional.

A fi n de cuentas, los artistas han logrado colo-carse en un panorama perspicaz dentro del tumul-tuoso escenario cubano, sorteando el aislamiento provocado por el bloqueo económico y el autoblo-queo impuesto por el propio régimen. Encubriendo las ideas de la vanguardia cosmopolita con apa-riencias aleatorias para desorientar el rastro a los segurosos27 y ejercer los conocimientos del arte

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conceptual. En este ardid se desarrolló un movi-miento, sin lugar a dudas, paradigmático dentro del arte cubano, que encontró en el arte efímero el instrumento más efectivo para evidenciar las calamidades de su periodo histórico sin renunciar a su derecho de libre expresión. Y, como si fuera poco, todo aconteció como una jodedera.

GN

NOTAS1 Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación

y Cultura (23-30 de abril de 1971). Fragmentos tomados de la revista Casa de Las Américas, La Habana, nº 65-66, año XI, 1971.

2 El Renacimiento del Arte Cubano está relacionado con un grupo de artistas conocidos como Volumen Uno, título de una exhibición colectiva que agrupó a muchos de ellos, que surgió en la escena del arte a principios de los ochenta, así como una parte de la producción del arte de la segunda mitad de esa década.

3 Revolución y Cultura, revista mensual dedicada a la cultura y las artes fundada en La Habana en 1961.

4 Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, óp. cit.

5 Ibíd.6 Ibíd.7 “Penetración ideológica” fue una de las frases adoptadas

popularmente del lenguaje ofi cial de las organizaciones de masas para referirse a los ciudadanos que, de algún modo, tenían infl uencias de países capitalistas.

8 Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, óp. cit.

9 Ibíd.10 Fidel Castro, “Palabras a los intelectuales” (discurso),

La Habana, junio de 1961.11 Organización con fi nes culturales y artísticos que agrupa

a jóvenes auténticamente revolucionarios, fundada en La Habana en octubre de 1986.

12 A. G. Alonso, “Acción Plástica”, en Juventud Rebelde, órgano ofi cial de La Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, La Habana, 10 de noviembre de 1981.

13 Gerardo Mosquera, en entrevista con el autor, Miami, febrero de 2012.

14 A. G. Alonso, óp. cit.15 Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación

y Cultura, óp. cit.16 A. G. Alonso, óp. cit.17 Gerardo Mosquera, en entrevista con el autor, Miami,

febrero de 2012.18 Francisco Lastra, Sin título, (performance), exhibición

colectiva Ojo Pinta, del Grupo Arte Calle en la Galería L de La Habana, 11 de enero de 1988.

19 José Luis Alonso Mateo, El Eco de Umberto (performance), exhibición colectiva No Por Mucho Madrugar Amanece Más Temprano, Fototeca de Cuba, La Habana, 22 de marzo de 1988.

20 Aldo Menéndez “Aldito”, “El Indio” y Grupo Provisional, (Carlos R. Cárdenas, Francisco Lastra y Glexis Novoa), Very Good Rauschenberg, (performances), durante una

conferencia de Robert Rauschenberg en el Museo Nacional de Bellas Artes (R.O.C.I. - Cuba), La Habana, 1988.

21 Ariel Serrano, ¿Dónde estás Caballero Bayardo? Hecho historia o hecho tierra, (performance), exhibición colectiva Nueve alquimistas y un ciego, Galería L, La Habana, 12 de octubre de 1987.

22 Glexis Novoa, Al fi nal todos bailan juntos, (acción plástica), con el Grupo Cívico (danza popular/breakdance), exhibición colectiva Veintitantos abriles, Galería Habana, La Habana, 14 de marzo de 1987.

23 Abdel Hernández, Luis Gómez y Rubén Torres Llorca, “No por mucho madrugar amanece más temprano”, (ensayo para la exhibición homónima), Fototeca de Cuba, La Habana, 10 de enero de 1988.

24 La esperanza es la única que se esta perdiendo, Ángel Delgado (El Objeto Esculturado, exhibición colectiva), Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, 4 de mayo de 1990.

25 Tania Bruguera, en entrevista con el autor, Miami, 1998. [“lo que vino después fue cinismo”], expresión usada en referencia a las consecuencias en el comportamiento y la producción artística a raíz de eventos de la misma índole ocurridos a fi nales de la década (en específi co al performance colectivo El juego de pelota).

26 A. G. Alonso, óp. cit.27 “Seguroso/s”, término popular que alude a los agentes

del Departamento de la Seguridad del Estado Cubano.

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LOCA /DEVENIR LOCA

En 1984, la revista Cerdos y Peces, “suplemento marginoliento” del semanario El Porteño, publicó un ensayo del poeta, escritor y activista argen-tino Néstor Perlongher titulado “El sexo de las locas”1. En éste como en otros escritos y poemas de Perlongher, la fi gura de la “loca” encarna una subjetividad desobediente que desafía el orden social dominante fundado en la norma hetero-sexual al trastornar, en la escandalosa artifi ciali-dad de la pluma marica y en la “errancia sexual”2 de su deambular clandestino en calles y “tete-ras”3, el orden de los cuerpos producido y adminis-trado por dicho régimen de poder. En la escritura de Perlongher, la loca constituye un cuerpo ex-pulsado y perseguido, un abyecto que amenaza o perturba, en su imposible ajuste a los moldes dis-ciplinarios de la normalidad heterosexual, la forza-da estabilidad de la norma straight4 en su gestión sexo-política de los cuerpos. La loca “transita en el límite, en una línea de exterminio: allí donde el desafío de ciertos cuerpos se verifi ca alrededor de una eliminación posible o deseada”5.

Pero la loca no sólo encarna una subjetividad que transgrede el orden heterosexual, al mismo tiempo aparece relegada a una posición marginal dentro del movimiento homosexual, en contraste con el gay masculino de clase media, cuyo lugar como modelo de ciudadano será central para las po líticas de visibilidad y asimilación sostenidas por dicho movimiento a partir de la década de los ochenta. Para Perlongher, sin embargo, el “modelo gay”6, en tanto que identidad y “posibilidad per-sonológica”, se fundaba en un orden disciplinario de los cuerpos y de la subjetividad homosexuales dentro de los bordes pacifi cados de un “modelo deconducta” tolerable, involucrando, al mismo tiem-po, la exclusión o invisibilización de aquellas corpo-ralidades rebeldes cuyos descalces de la norma no se ajustaban a dichos parámetros de inteligibili-dad 7. Así, la identidad gay suponía, para Perlongher, una “territorialización de la homosexualidad y del devenir homosexual”8, que cancelaba las fugas desobedientes e inasimilables de la marica en la constitución docilizante de un patrón de comporta-miento que, lejos de subvertir el orden mayoritario

heterosexual y sus regímenes de poder, involu-craba “una ampliación” del modelo de normalidad encarnado en la “heterosexualidad conyugalizada y monogámica”9. Se instauraba, así, “una suerte de normalidad paralela […] dividida entre gays y straights”. Normalización y producción de sub-jetividad que encausaba y disciplinaba las fugas insubordinadas de los cuerpos y el deseo, arro-jando “a los bordes a los nuevos marginados, los excluidos de la fi esta: travestis, locas, chongos, gronchos”10.

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fi g. 1. Néstor Perlongher, Prosa Plebeya. Ensayos 1980-1992, Buenos Aires: Colihue, 1997.

fi g. 2. Néstor Perlongher, La prostitución masculina, Buenos Aires: Ediciones de la Urraca, 1993

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En O negocio do michê. Prostituição viril em São Paulo11, Perlongher extendió estos argumentos críticos, al referirse a la “identidad homosexual”:

La idea de “identidad homosexual” sólo puede ser

entendida desde la perspectiva del llamado “modelo

igualitario”, del cual es una de sus puntas de lanza.

Su instauración no implicaría solamente un devela-

miento de las libidinosidades constreñidas a una

penumbra secular, sino que supondría una especie

de traducción, como si las antiguas pasiones pudie-

sen, gracias a la versatilidad fundamental del deseo,

ser vertidas en nuevos moldes. Operativo de “mo-

dernización” que […] parece proceder a una redistri-

bución de los enlaces homoeróticos, reagrupando a

sus cultores en las nuevas casillas de la identidad

y —lo que es más grave— condenando a los practi-

cantes de las viejas modalidades, las “homosexua-

lidades populares”, a una creciente marginación,

capaz de alentar un recrudecimiento de la intoleran-

cia popular hacia la nueva homosexualidad “blan-

queada”, benefi ciaria de la tolerancia burguesa12.

La crisis del sida o, más precisamente, el disposi-tivo médico-moral articulado en torno a la crisis del sida, interceptó las demandas igualitarias pos-tuladas por el movimiento gay, con la vigilancia y regulación médicas de las prácticas sexuales, en una llamada al orden de los cuerpos que condena-ba las derivas desobedientes de las sexualidades nómades y volvía a marginar a la loca en el sitio de la abyección, como potencial agente de contagio.

En un artículo publicado en 1987 en el diario brasileño Folha de São Paulo, Perlongher sostuvo que la emergencia del sida desencadenó “un verda-dero dispositivo de moralización y normalización de las uniones sensuales […] en una empresa tera-péutica de regulación de la sexualidad”13. Este ar-gumento es uno de los principales ejes de su libro O qué é AIDS, publicado en Brasil ese mismo año14. A partir de la concepción del poder disciplinario en Michel Foucault y de su noción de “dispositivo de la sexualidad”, crucial en el análisis de la producción biopolítica de los cuerpos que el fi lósofo francés aborda en el primer volumen de su Historia de la sexualidad15, Perlongher discute la gestión discipli-naria de los cuerpos en el contexto de la crisis del sida. “Si los homosexuales son, en algún sentido, ‘criaturas’ médicas”, escribe, “¿no podría el episo-dio del SIDA servir para reintegrar a los díscolos al rebaño?”16. En tal sentido, si la medicina había orga-nizado los modos de nominación y demarcación de

la homosexualidad desde su invención en el siglo XIX, y si las reivindicaciones de los movimientos homosexuales desde 1969 habían desafi ado el or-den médico psiquiátrico y jurídico sobre el que se fundaba la concepción de la homosexualidad como anormalidad y desvío, la problemática del sida pa-recía reconducir a las prácticas homosexuales a los dispositivos disciplinarios del discurso médico.

En contraste con el nomadismo de los cuerpos y el deseo que Perlongher interpretó en las deri-vas del deambular homosexual en la ciudad, así como también en el sexo promiscuo y en la orgía17, el episodio del sida involucraba un “dispositivo de sedentarización”18 cuyo correlato era la integración tolerante del gay “en las grillas de la normalidad ampliada”, “en ghettos dorados de gays plásticos y bien educados”, mediante una modelización disci-plinaria de la homosexualidad que desplazaba hacia los márgenes a las “homosexualidades populares”19. En un provocativo juego de palabras, Perlongher sostenía que “el A.I.D.S. […] termina fusionándose en un ‘movimiento GAIDS’, o sea, la producción de nuevas exclusiones”20. El dispositivo del sida apa-recía atado a una mecánica de poder que, al mismo tiempo, involucraba la producción y organización políticas de los cuerpos y sus órganos según una jerarquía funcional y una administración regulada de los placeres y de las prácticas sexuales:

La boca para comer, el culo para cagar, el pene

para la vagina, etc. Los usos alternativos del cuerpo

fi g. 3. Néstor Perlongher, El fantasma del sida, Buenos Aires: Puntosur, 1988.

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suelen ser considerados prescindibles; sobre todo

el coito anal […] está en el blanco de las operaciones

médico-periodísticas desencadenadas a partir del

SIDA21.

Para Perlongher, esta “medicalización”22 del sexo y de la vida extendida a partir del dispositivo del sida, prolongaba sus efectos en una “‘desexua -li zación’ de la homosexualidad”23, traducida en una “redistribución y control de los cuerpos per-versos”24 que entraba en contradicción con el potencial desterritorializante que él reconocía en el “sexo nómade”:

El dispositivo desencadenado a partir del SIDA pre-

tende “fi jar” en aras de una promocionada “conyu-

galización” esas sexualidades nómades […] tal vez

todo ese dispositivo contenga en sí una intención de

ablandar la lujuria provocativa de las locas, encorse-

tando sus merodeos, y toda experiencia sexual “disi-

dente”, a los parámetros de una normalidad ampliada

y más o menos conyugal, que excluye a los margina-

les, los promiscuos, los travestis (y eventualmente a

las mujeres liberadas, los maridos libertinos, etc.).

Así, para salvarse de las diatribas que los acusan de

“agentes infecciosos”, algunos gays intentarían “lim-

piar su imagen” al punto de constituirse en paródi-

cos baluartes de una pacata y mimética normalidad.

Política “reformista”, de “dignidad” e “identidad

homosexual”, a través de la cual la homosexualidad,

paradójicamente, se desexualiza y se abstiene de las

delicias de la sodomía.

Si la afi rmación de la “identidad homosexual”, en su ajuste a las políticas de integración, tenía como su necesario correlato la marginación de las “homosexualidades populares”, para Perlongher, la subversión de este orden de poder no podía articularse desde la reivindicación de una identi-dad otra, en tanto que mera alteridad disidente (susceptible de ser neutralizada en su integración sin confl icto al discurso pacifi cante de la diversi-dad), sino como deriva desterritorializante, como devenir. En su crítica a la problemática de las identidades, Perlongher tomó los argumentos de Gilles Deleuze y Félix Guattari acerca del devenir y el deseo25. Para Perlongher, la insistencia en la cuestión identitaria (su “infl ación”) operaba en la desactivación de “un tipo de demanda social”, del orden del deseo cuyas fugas de la norma se ubicaban de manera confl ictiva respecto de las exigencias de coherencia y estabilidad solicitadas

a las identidades. Éstas constituyen dispositivos regulatorios que inhiben y administran, mediante la “traducción/reducción de la diferencia a la iden-tidad”26, los posibles devenires que amenazan contrastornar su integridad:

“La teoría de la identidad […] tiene una dudosa venta-

ja, que es la de aceptar esa diferencia para traducirla

en términos de iden tidad” y “amenguar sus conteni-

dos demasiado subversivos”27.

En contraste con las lógicas reivindicativas de las identidades, Perlongher articulará su discusión crítica en torno a la noción de devenir. En su ensayo “Los devenires minoritarios”, de 1991, se refi rió a esta noción en los términos de Deleuze y Guattari en Mil mesetas28:

Devenir no es transformarse en otro, sino entrar

en alianza (aberrante), en contagio […] con el (lo)

diferente. El devenir no va de un punto a otro, sino

que entra en el “entre” del medio, es ese “entre”29.

En la apuesta política del devenir parece resonar una de las consignas que Perlongher sostuvo en los primeros años de la década del setenta, desde su actuación en el Frente de Liberación Homosexual: “no se trata de liberar a los homosexuales, sino de liberar la homosexualidad”30. Es decir, de activar un “devenir homosexual” (no sólo en aquellos sujetos que se identifi quen o se reconozcan a sí mismos

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fi g. 4. Chimères, nº 10. Incluye el texto de Néstor Perlongher “Les vicissitudes des garçons de la nuit”, París, 1990-1991.

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como homosexuales), susceptible de subvertir el orden mayoritario heterosexual.

El concepto de devenir es crucial en la interpre-tación que hace Perlongher de la circulación del deseo desde O negocio do michê. En su condición “minoritaria”, el devenir supone una liberación de los fl ujos deseantes que escapa a los ordenamien-tos previstos en las solicitaciones de congruencia reclamadas a las identidades y potencia la activa-ción micropolítica de nuevos procesos de subjeti-vación que fi suran el orden dominante mayoritario:

Una micropolítica minoritaria pretenderá, en vez de

congelar las diferencias en paradigmas identitarios

estancos, entrelazarlas hacia la mutación de la sub-

jetividad serializada. Si la crisis no es sólo política

y económica, sino también una crisis de los modos

de subjetivación, el estallido del orden ha de implo-

tar la propia sujeción del sujeto que soporta y garan-

te. Tal la pragmática de la revolución molecular […].

Para poner esta máquina en movimiento, es preciso

alimentarla con enunciados efi cientes, conceptos

no “fi jos” sino “nómades”, capaces de indicar esa

diversidad de derivas deseantes […]. La política de

minorías no debería pasar, hoy, por la afi rmación

“enguetizante” de la identidad, acompañada por

invocaciones rituales a la “solidaridad” con otros

grupos minoritarios, ni por la reserva de un lugar

(generalmente secundario) en el teatro de la repre-

sentación política31.

Para Perlongher, los grupos minoritarios debían articular su accionar micropolítico en la moviliza-ción de líneas de fuga susceptibles de desquiciar las políticas de territorialización mediante las cuales la “producción de subjetividad capitalista”32 modeliza el deseo y, al mismo tiempo, disciplina las identidades disidentes, gestiona su visibilidad docilizándolas, las devuelve a su cauce, les asigna un territorio que fi ja y domestica su revulsividad insumisa. En esta dirección crítica es posible pen-sar a la loca, más que en términos de una identidad estable y defi nitiva, como un devenir de la sexuali-dad capaz de potenciar, en su liberación deseante, la subversión no sólo del orden heterosexual, sino también de los repliegues homonormativos con-densados en la “normalidad ampliada” del modelo gay. “El sexo de las locas”, afi rma Perlongher, “se-ría, entonces, la sexualidad loca”33. Una sexualidad que, lejos de ceñirse a los amarres de sentido de las adscripciones identitarias y sus dispositivos de normalización,

es una fuga de la normalidad […], la desafía y la

subvierte. Locas bailando en las plazas, locas yirando

en puertas de fábrica, locas haciendo cola en los

bañitos. Hablar del sexo de las locas es enumerar

los síntomas —las penetraciones, las eyaculaciones,

las erecciones, los toques, las insinuaciones— de

una enfermedad fatal: aquella que corroe a la nor-

malidad en todos sus wings34.

Así, no se trata, para Perlongher, de subsumir las singularidades en una “generalidad personológica: ‘el homosexual’”, sino, por el contrario, de “soltar todas las sexualidades, abrir todos los devenires […]. Hacer saltar a la sexualidad ahí donde está”35.

En el promiscuo nomadismo de la loca, Perlongher reconoce una insubordinación de los cuerpos y de las sexualidades desde donde hacer estallar las identidades normalizadas y movilizar nuevos modos de subjetivación micropolítica disidente. Lo que está en juego en el sexo nómade es toda una modalidad minoritaria de produc ción de subjetividad y circulación del deseo que pone en crisis los modos de subjetivación dominantes, en la apuesta por “abrir otros canales de vida” e inten-sifi car los afectos y los placeres, no mediante la creación de “modelos”, sino a través de la apertura de nuevos “espacios vitales”36.

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NOTAS1 Néstor Perlongher, “El sexo de las locas”, en El Porteño,

suplemento Cerdos y Peces, Buenos Aires, nº 27, marzo de 1984. Posteriormente fue incluido en Néstor Perlongher, Prosa plebeya. Ensayos 1980-1992, Buenos Aires: Colihue, 1997 [selección y prólogo de Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria]. El texto fue presentado originalmente como conferencia en el Centro de Estudios y Asesoramiento en Sexualidad (CEAS) en enero de 1983, durante un viaje de Perlongher a Buenos Aires (en 1981 Perlongher se había exiliado a São Paulo).

2 Néstor Perlongher, La prostitución masculina, Buenos Aires: Ediciones de la Urraca, 1993, p. 76.

3 El término “tetera” se refi ere a los baños frecuentados por homosexuales como lugares de encuentro y sexo casuales.

4 El término anglosajón straight se traduce como “hetero-sexual” y como “recto”.

5 Gabriel Giorgi, “Sodoma Buenos Aires”, en Sueños de exterminio. Homosexualidad y representación en la literatura argentina contemporánea, Rosario: Beatriz Viterbo, 2004, p. 154.

6 Néstor Perlongher, “El sexo de las locas”, óp. cit. 7 En una dirección crítica próxima a los argumentos de

Perlongher, el artista Jorge Gumier Maier, entonces perio-dista de El Porteño, escribió una provocativa nota bajo el título “La mítica raza gay”. Allí se refi rió a la “identidad gay” como una “audaz invención del poder”: “El poder necesita crear dóciles criaturas mitológicas para codifi car sus terrores y articular su discurso moral represivo […]. Forjar

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el estereotipo gay (puliéndolo de sus aristas más revulsivas) es clarifi car el objeto para mayor gozo de la Ciencia y efi cacia del Control Social […]. Olvidando lo nómade del deseo, reclamando la propiedad privada de las prácticas homo-sexuales”, Jorge Gumier Maier, “La mítica raza gay”, en El Porteño, Buenos Aires, octubre de 1984, nº 34.

8 “El negocio del deseo”, entrevista de Marcelo Ekhard y Emilio Bernini a Néstor Perlongher, en Espacios, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Buenos Aires, noviembre-diciembre de 1991. También publicada en Néstor Perlongher, Papeles insumisos, Adrián Cangi y Reynaldo Jiménez (eds.), Buenos Aires: Santiago Arcos, 2004.

9 Néstor Perlongher, “El sexo de las locas”, óp. cit.10 Néstor Perlongher, ibíd.11 Néstor Perlongher, O negocio do michê. Prostituição viril

em São Paulo, São Paulo: Brasiliense, 1987. Este estudio corresponde a la tesis con la que Perlongher recibió en 1986 su título de Máster en Antropología Social en la Universidad de Campinas (Brasil). El término michê pertenece al argot brasileño y se corresponde, como él mismo señala en la introducción del libro, con el “taxiboy” en Buenos Aires y el “chapero” en Madrid. En Argentina el libro iba a ser publi-cado originalmente por la editorial Puntosur bajo el título El negocio del deseo. La prostitución viril, con traducción de Gumier Maier y del mismo Perlongher. Se publicó de manera incompleta como La prostitución masculina (óp. cit.) y varios años más tarde en su versión completa, como El negocio del deseo. La prostitución masculina en San Pablo, Buenos Aires: Paidós, 1999.

12 Néstor Perlongher, La prostitución masculina, óp. cit., pp. 98-99. Estos planteos también son abordados por Perlongher en “O michê é homossexual? ou a política da identidade”, en Italo Tronca (ed.), Foucault vivo, Campinas: Pontes, 1987.

13 Néstor Perlongher, “El orden de los cuerpos”, en Folha de São Paulo, 21 de febrero de 1987. También publicado en Néstor Perlongher, Prosa plebeya, óp. cit.

14 Néstor Perlongher, O qué é AIDS, São Paulo: Brasiliense, 1987. Al año siguiente, el libro se publicó en Argentina con el título El fantasma del SIDA, Buenos Aires: Puntosur, 1988.

15 Publicado en 1976 y traducido al español un año más tarde. En Brasil, la primera edición es de 1988.

16 Néstor Perlongher, El fantasma del SIDA, óp. cit., p. 81. 17 A propósito del potencial nómade de la orgía, señaló en una

entrevista: “Yo creo que los espacios están dados para que vos entrés en las leyes del mercado sexual (que prometen una pseudo felicidad acolchada, y que en realidad sólo pro-ducen angustia frivolizada) o para que usés los espacios para crear nuevas formas de nomadización. Y una de esas formas está, curiosamente, en el espacio de la orgía […]. Los buracos, los agujeros que ese mismo dispositivo ofrece pueden tam-bién ser usados en alguna otra dirección”, “El espacio de la orgía. Una conversación con Néstor Perlongher”, entrevista de Osvaldo Baigorria, en El Porteño, suplemento Cerdos y Peces, Buenos Aires, nº 43, julio de 1985 . También publicada como “El espacio de la orgía”, en Néstor Perlongher, Papeles insumisos, óp. cit.

18 “El negocio del deseo”, óp. cit. 19 Néstor Perlongher, El fantasma del SIDA, óp. cit., p. 76.

El destacado pertenece al original. 20 “El espacio de la orgía…”, óp. cit.21 Néstor Perlongher, El fantasma del SIDA, óp. cit., pp. 89-90. 22 Ibíd., pp. 79 y 84. 23 Ibíd., p. 81. 24 Ibíd., pp. 80-81.

25 Los escritos de Deleuze y Guattari constituyen una signifi -cativa referencia en la cartografía del deseo homosexual que Perlongher traza en su estudio O negocio do michê. Su ensayo “Vicissitudes do michê” (Temas IMESC, São Paulo, nº 1, vol. IV, 1987) fue posteriormente publicado en la revista francesa Chimères, dirigida, precisamente, por Deleuze y Guattari: “Les vicisitudes des garçons de la nuit”, en Chimères, París, nº 10, invierno de 1990-1991. A Guattari lo conoció personalmente en São Paulo en 1982, en el contex-to de una gira que el francés realizó entre los meses de agosto y octubre, organizada por su amiga la psicoanalista Suely Rolnik. Los debates sostenidos en el curso de este viaje fueron posteriormente publicados en Félix Guattari y Suely Rolnik, Micropolíticas. Cartografías do desejo, Petrópolis: Vozes, 1986, [traducido al español como Micropolítica. Cartografías del deseo, Buenos Aires: Tinta Limón y Trafi -cantes de Sueños, 2005].

26 Néstor Perlongher, “Los devenires minoritarios”, en Prosa plebeya, óp. cit.

27 “El negocio del deseo”, óp. cit. 28 Publicado en 1980. Perlongher cita la edición francesa

en sus escritos. Cabe mencionar que en 1981 se publica en Brasil una selección de textos de Guattari a cargo de Suely Rolnik —quien también realiza la traducción y prologa la edición—, libro que constituye otra de las referencias de Perlongher en relación con la problemática del devenir, la circulación del deseo y la producción de subjetividad. Félix Guattari, Revolução Molecular: pulsações políticas do desejo, São Paulo: Brasiliense, 1981.

29 “Los devenires minoritarios” fue publicado por primera vez en Christian Ferrer (ed.), El Lenguaje Libertario. Vol. 2, Montevideo: Nordam, 1991 y, en una versión reducida, en la Revista de Crítica Cultural, Santiago de Chile, nº 4, noviembre de 1991. Posteriormente fue incluido en Prosa plebeya, óp. cit. En referencia a las condiciones de escritura del ensayo, Perlongher cita el libro de Guattari y Rolnik Micropolíticas…, “texto a partir del cual éste [“Los devenires minoritarios”] se monta”.

30 Así lo refi ere un exmilitante del FLH en su testimonio en el documental Rosa Patria (2009), dirigido por Santiago Loza. El FLH se conformó en 1971 y se disolvió tras el golpe de Estado de 1976. Dentro del FLH, Perlongher lideró el grupo Eros e integró el núcleo editor del órgano de difusión del Frente, la revista Somos. A mediados de los ochenta, publicó un texto titulado “Historia del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina”, en Zelmar Acevedo, Homosexualidad: hacia la destrucción de los mitos, Buenos Aires: Ediciones del Ser, 1985. Zelmar Acevedo también había sido militante del FLH.

31 Néstor Perlongher, “Los devenires minoritarios”, óp. cit. 32 “Lo que estamos buscando es intensidad”, entrevista de

Enrique Symms a Néstor Perlongher, en Cerdos y Peces, Buenos Aires, mayo de 1987. También publicada en Papeles insumisos, óp. cit. Siguiendo a Guattari, cabe señalar que la producción esencial de la “subjetividad capitalística” no tiene lugar únicamente en el orden de la representación, sino también, y sobre todo, en la “modelización de los com-portamientos, la sensibilidad, la percepción, la memoria, las relaciones sociales, las relaciones sexuales, los fantas-mas imaginarios, etc.”, Guattari y Rolnik, Micropolítica…, óp. cit.

33 Néstor Perlongher, “El sexo de las locas”, óp. cit. 34 Ibíd. 35 Ibíd. 36 “Lo que estamos buscando es intensidad”, óp. cit.

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MÁSCARAS

FANTASMA

[…] para las masas en su existencia más honda,

inconsciente, las fi estas de alegría y los incendios

son sólo un juego en el que se preparan para el ins-

tante enorme de la llegada de la madurez, para la

hora en la que el pánico y la fi esta, reconociéndose

como hermanos, tras una larga separación, se abra-

cen en un levantamiento revolucionario…1.

DESIDENTIFICACIÓN

La máscara, según la concibe Bajtin, es una “negación de la identidad y del sentido único”, una “expresión de las transferencias”. Tal como se utiliza en la fi esta y en prácticas artísticas y políticas, la máscara hace emerger otros libretos sociales; aparece como el revés del tiempo, per-mite que el sentido se renueve. La máscara actúa a modo de catalizador: no sólo cubre el rostro, sino que en ese mismo gesto se revelan también diferentes facetas de un cuerpo social. Así, la máscara deconstruye de inmediato las relaciones objetivas, interfi ere en los esquemas perceptivos y avasalla el fundamento de la inteligibilidad nor-mativa o normalizada del otro. La “voluntad de verdad” dentro de este sistema de inteligibilidad puede provocar la percepción de que la máscara falsea la “verdad” (la verdad como discurso de poder), en lugar de permitir verla como parte de la construcción misma de las varias verdades posi-bles. La máscara interrumpe el reconocimiento del “sujeto” (entendido como aquél que se sujeta a la estructura social), impulsando un conjunto de arti-fi cios, vestimentas, accesorios y comportamientos que construyen un personaje en la superfi cie del cuerpo. En escenarios marcados por el control de los cuerpos, estos nuevos modos de ser y de com-portarse encarnados adquieren una gran potencia de provocación y seducción. La pintura/máscara y el vestido extravagante persiguieron alterar los contornos de una identidad supuestamente es-table, agregando al espectro de lo visible nuevas identidades y disolviendo las ya consolidadas. La máscara modifi ca o invierte los dispositivos de identifi cación de clase, de género o de especie animal, impugnando el régimen simbólico de la

política ofi cial y de la normalidad cotidiana. La máscara permite incorporar nuevas subjeti-vidades dentro de un periodo predeterminado, de un espacio-tiempo que suspende y subvierte el orden las identidades.

DESAPARICIÓN

El movimiento de derechos humanos en la Argentina utilizó la máscara como recurso sim-bólico. La marcha de las máscaras blancas(realizada en Buenos Aires el 25 de abril de 1985, al conmemorarse las 450 rondas de las Madres de Plaza de Mayo) recupera y multiplica un recurso que ya había sido usado en el exilio europeo por la asociación AIDA (Asociación Internacional de Defensa de los Artistas Víctimas de la Desaparición en el Mundo), fundada en París en 1979 por Ariane Mnouchkine y Claude Lelouch. El Frente por los Derechos Humanos (grupo de apoyo juvenil a las Madres) produjo cientos de máscaras blancas e iguales que fueron repartidas a los manifestantes. Como en el acto de poner el cuerpo para producir las siluetas, esta acción proponía que el manifes-tante que portaba la máscara ocupara el lugar del desaparecido, le prestara su cuerpo. A diferencia

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MÁSCAR AS

fi gs. 1, 2. Ticio Escobar, imágenes del ritual Arete Guasu, Chaco (Paraguay), 1986-1993.

fi g. 3. Roberto Pera, Marcha de las máscaras convocada por las Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 25 de abril de 1985.

fi g. 4. Marcha “No me olvides”, Santiago de Chile, 1988. Fotografía: Marco Ugarte.

fi g. 5. Gang, Interversão, Río de Janeiro, 1982. Eduardo Kac con piróculos y minifalda rosa durante la performance

en la playa de Ipanema. Fotografía: Belisario Franca.fi g. 6. Luiz Fernando Borges da Fonseca, serie Homem

de Neanderthal, en el LP Água do Céu-Pássaro, de Ney Matogrosso, Figueiras, Restinga da Marambaia, Río de Janeiro, 1976.

fi g. 7. Maris Bustamante para el No-Grupo, El pene como instrumento de trabajo, Ciudad de México, 1982.

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de otros usos de la máscara que tienden a plu-ralizar la identidad, en este caso el recurso a la máscara tendía a la abstracción en una suerte de equivalente general de la imagen del desapa-recido. El recurso uniformizador de la máscara, que neutralizaba el rostro y lo volvía anónimo, despertó valoraciones encontradas dentro del movimiento de las Madres, enfrentándose dos po-siciones2. Según señala Ulises Gorini, por un lado, “algunas madres no estuvieron de acuerdo con el uso de las máscaras porque ‘borraban’ la identi-dad individual de cada desaparecido”. Quienes defendían el recurso de las máscaras argumen-taban, por otro lado, que “se reconocía un nuevo estadio: el desa parecido ya no era el hijo propio, o en todo caso, todos los desaparecidos eran un mismo hijo, un mismo rostro. La maternidad so-cializada trascendía a la maternidad singular que se expresaba en la fotografía individual de las pancartas”3.

INOCULACIÓN

Las máscaras utilizadas en el ritual chiriguano Arete Guasu son una propuesta de inoculación. Su misión es la de interpelar. El arte indígena nun-ca se ajusta a lo que los centros hegemónicos lla-man arte contemporáneo. Su contemporaneidad se contrapropone como una contemporaneidad otra. Damos por sentado que el tiempo nos iguala, suponemos que lo contemporáneo signifi ca simi-litud y correspondencia. El arte indígena actual desequilibra esa certeza, la hace balbucear. Las reticencias a pensar el arte indígena en términos de equivalencia con el arte erudito (identifi cado con lo que dicta la historia del arte), es, cuanto lo menos, curiosa. Si Arete Guasu es un episodioproblemático, lo es desde un aspecto produc tivo: no cuadra con el resto, se “sale de libreto”. Se trata de una experiencia que no se inscribe totalmente en el andamiaje construido y lo hace tambalear. La idea de que las máscaras de un ritual indígena transculturado estén observando desde sus ojos vacíos un ritual de la cultura occidental, como es la visita a un museo de arte contemporáneo, im-plica la presencia de una mirada extraña al interior del mismo. Se trataría de invertir de algún modo la experiencia del occidental que asiste a los ritua-les indígenas. De ese modo, las máscaras del ritual se situarían como un parásito del así llamado arte contemporáneo. Un parásito nunca es bienvenido. Nadie prepara su lugar en un cuerpo. El parásito

ocupa un lugar vulnerable: una herida, una poro-sidad, una mucosa. El arte indígena y su ser con-temporáneo atacan la herida que deja abierta la concepción occcidental de la historia de arte.

La lectura antropológica y estética que pro-puso Ticio Escobar en los ochenta sobre el Arete Guasu evidencia la condición de invisibilidad del arte indígena y contribuye a que sea revertida. Una operación de restitución que fue acompañada durante los ochenta en muchas partes del conti-nente.

FN, LC, SH, AL, PV

NOTAS1 Walter Benjamin, “Imágenes que piensan”, en Obras com-

pletas, tomo IV, vol 1, Madrid: Abada Editores, 2010, p. 321.2 Las máscaras también fueron cuestionadas por grupos

de la izquierda peronista, que consideraban que se negaba la identidad política de los desaparecidos, y lo que debía hacerse era lo contrario: “desenmascarar a los desaparecidos para que se supiera quiénes eran, difundir sus propósitos y sus luchas”, en Osvaldo Bayer, “Los 450 jueves que nos de-volvieron la dignidad”, en Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, nº 6, mayo de 1985, p. 386.

3 Ulises Gorini, La rebelión de las Madres, Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2006, tomo II, pp. 385-387.

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vez impulsor del colectivo de activismo artístico GAS-TAR/C.A.Pa.Ta.Co, vinculado al trotskismo, cuyo trabajo de activación en contextos de lucha se desarrolla desde 1980 junto al movimiento de derechos humanos y en distintos confl ictos obre-ros o populares.

A lo largo de 1988, Bedoya organiza cuatro Museos Bailables, en rigor, convocatorias a artistas visuales, fotógrafos, cineastas, músicos, poetas, performers, mimos, estencileros y demás3 para ocupar durante una noche el ámbito de distintas discotecas de aquellos años (tanto de la movida un-der como las de moda). El primero, en Medio Mundo Varieté, se llamó a secas “Museo Bailable”; el se-gundo, en Bivo Do Pe, “El crepúsculo de los liber-tadores”; y el tercero, en Freedom, “Prima-Vera”. La actividad habitual de la discoteca no se interrumpía, sino que se veía sorprendida, interferida o afectada por un cúmulo de propuestas artísticas. El propio nombre del acontecimiento contenía el oxímoron, la invitación al desorden: ¿se puede bailar en un mu-seo?, ¿puede una discoteca devenir museo? Lo que menos ocurría allí era lo que habitualmente pasa en los museos de arte: ver cuadros colgados en la pared. Quedaba abolida la distancia de expectación respetuosa propia de la experiencia del museo.

Había, sí, algunas pocas piezas colgadas, pero en condiciones tales (a tal altura y con tan poca luz) que eran casi invisibles. El asunto podía ser desconcertante incluso para los propios partici-pantes. Juan Carlos Romero recuerda:

MUSEO BAILABLE

Como señala Roberto Amigo —refi riéndose a la escena argentina, aunque su comentario podría hacerse extensivo a otras partes de América Latina—, “existen dos actitudes estéticas com-plementarias en el arte de los ochenta que parten de la idea del cuerpo como soporte de lo artístico: la vindicadora y la festiva”1. A pesar de que los relatos construidos retrospectivamente de aquelvital periodo insisten en enfrentarlas como ban-dos irreconciliables, el de los militantes y el de los under, ambas actitudes “afi rman el arte como práctica relacional, que puede ser vindicadora y festiva a la vez”2. Muchas veces, fueron los mis-mos sujetos los que impulsaron iniciativas en una u otra clave. Un caso evidente en ese sentido es el de los Museos Bailables, proyecto curado en Buenos Aires por Fernando “Coco” Bedoya, a la

M

fi g. 2. Fernando “Coco” Bedoya, Karola Kemper, Buenos Aires, 1989.

fi g. 1. Fernando “Coco” Bedoya, Tomarte, Rosario, 1990.

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fi g. 3. Museo Bailable, Buenos Aires, 1988. Comisario: Fernando “Coco” Bedoya, diseño: Carlos Negro Tirabassi, impresión: “Emei”.

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Estuve en el primer Museo Bailable convocado por

Fernando Bedoya y recuerdo que las obras las col-

garon a más de dos metros de altura y que el boliche

estaba a media luz así que no se podía ver casi nada.

Me quedé allí algo así como media hora y me fui sin

saber cómo terminaría todo4.

Por su parte, Ral Veroni, por entonces joven poeta y grafi tero, se entusiasma:

Ese museo era una idea sensacional. Coco y Emei,

su compañera, convocaban a los artistas a una

disco y en una sola noche todos exponían lo suyo:

pintores, bailarines, actores, poetas, al cabo de unas

semanas volvían a hacer lo mismo en otro lugar5.

La táctica —rememora Bedoya— era unir inicia-tivas artísticas radicalizadas, aglutinar gente que estaba haciendo cosas, ponerlos a convivir una noche6.

Sujetos y escenas que de otro modo quedarían desgajadas o inconexas, como León Ferrari y el Club de Libertinos y Expresivos (CLE), los joven-císimos Mariscos en tu Calipso (Miliyo, Gordín, Lutz y Cocon), Batato Barea, Eduardo Cutuli, La Academia del Bardo o los fanzineros de Parque Rivadavia, por mencionar unas pocas. Bedoya reconoce que la idea de Museo Bailable le debe mucho al Festival de Arte Total Contacta 79, orga-nizado en 1979 en Lima por Francisco Mariotti, in-tegrante —con Bedoya— del colectivo Paréntesis y luego fundador del Taller E.P.S. Huayco. En Con tacta 79 confl uyeron durante cuatro días obras de géneros tradicionales (poesía, música, cine, teatro, artes visuales) junto con “arte no cataloga-do” (acciones, ensamblajes y otras situaciones).

Dos dimensiones traman la propuesta de los Museos Bailables y pueden extenderse a otras iniciativas que ocurrieron por entonces: por un lado, la fundación de instituciones radical mente efímeras (ante la cerrazón o el elitismo de las instituciones ofi ciales) y, por otro, la idea de “de sa prendizaje artístico”. Ésta última —formula-da explícitamente en el afi che del primer Museo Bailable— erige una lógica antagónica a la con-vención dominante acerca de lo que es arte y sus fronteras.

Ésta es una invitación a una fuga. Fuga colectiva

[…]. Quienes miramos desde abajo esos calidos-

copios giratorios de la trascendencia artística

estamos en la fi esta7.

BODY ART

También en 1988, junto con Roberto Jacoby, Bedoya y “Emei” (seudónimo de Mercedes Idoyaga), lanzan un cuarto, último y apoteósico Museo Bailable: el Festival del Body Art, esta vez en Paladium, una discoteca de moda. A lo lar-go de toda la noche del 4 de octubre, más de 300 performers tuvieron sus “15 segundos de fama”, estrictamente según la consigna de Andy Warhol. En homenaje a Alberto Greco y su manifi esto del arte vivo-dito lanzan este nuevo manifi esto:

Con el arte en el cuerpo. Fiesta del arte vivo. La

propuesta es que cada uno se produzca o produzca

a alguien como obra de arte, como imagen viva,

fi gs. 4, 5. Cartel y entrada del Festival del Body Art/Fiesta del Arte Vivo, organizado por Fernando “Coco” Bedoya y Roberto Jacoby en el Paladium, Buenos Aires, 1988. Diseño del cartel: Carlos Negro Tirabassi.

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que respira, camina y habla […]. Ser uno o ser

otros. El cuerpo, una superfi cie recorrida por la sor-

presa de lo imposible […]. Mensaje portátil, política

de apariencia pública, teatro del instante, moda

sin dictadores. Contra la tristeza del pobre disfraz

cotidiano, el lujo de una imagen intensa8.

Coincidieron —premeditadamente— con la jor-nada de la crítica que organizaba Jorge Glusberg desde el CAyC, por lo que estaban en Buenos Aires Pierre Restany (que ofi ció como uno de los jurados y declaró a la prensa que lo que vivió aquella noche fue lo mejor que le pasó en su viaje) y Jean Baudrillard, que estuvo entre el nutrido público.

La inscripción estuvo abierta a cualquier inte-resado (desde Batato Barea hasta una vecina del barrio de más de 70 años) y el dinero recaudado en las inscripciones (300 dólares) se destinó a dar un premio a la mejor performance, según el apoyo del público y la opinión de un jurado compuesto, además de por Restany, por Jorge Gumier Maier, Omar Chabán, María Moreno y Marcia Schvartz.

Habían sido convocados cuatro fotógrafos, Julieta Steimberg, RES, Cristina Fraire y Alejandro Bachrach, quienes improvisaron un precario es tudio de paredes y piso de cartón en medio de la discoteca. Allí se turnaban para retratar a cada uno de los participantes. Entrada la noche, Restany

—bastante alcoholizado— ante una performer “vestida como una langosta con una cola larga y el culo al aire” se levantó y al grito de “Argentina, las Malvinas, Argentina” metió una mano en los ge-nitales de la muchacha. La agresión terminó en una feroz gresca y todos tomaron partido: el público, el jurado, los fotógrafos (algunos de los cuales se negaron luego a divulgar las fotos en la publica-ción que se quería hacer).

fi gs. 6-8. Julieta Steimberg, serie Body Art, Buenos Aires, 1988.

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Las fotos que Julieta Steimberg tomó esa noche permiten espiar la trémula convulsión de aquel Museo Bailable: cuerpos desopilantes, fantásticos, alucinógenos; cuerpos pintados, embarazados, alienígenas; cuerpos inesperados, desobedientes, inventados. Cuerpos mutantes y divertidos. Y casi todo hecho con desechos, pa-peles y telas recogidos de la calle. Gumier Maier (JGM) y Jacoby (RJ) dialogan sobre el disfraz que esa noche llevó Batato Barea y su performance:

JGM: le había hecho el vestido de papel a Batato,

se llamaba Papelón. Batato vivía a tres cuadras de

mi casa, éramos amigos, dada la cercanía nos veía-

mos seguido. Batato era un ser maravilloso y había

encontrado un papel crepé plisado de un local de

Once tirado, eran rollos. Vino a casa a pedirme

que le hiciera un disfraz con eso […].

RJ: una pollerita con una cola parecida a la de un

canguro o una cebra, salía con una punta desfl eca-

da y un abanico en la cabeza. El número de él era

que se tragaba un collar y aparecía una copa al escu-

pir el collar e iban cayendo las perlas en la copa9.

ROMERO: AFICHES APÓCRIFOS

Desde 1964 hasta hoy, el artista Juan Carlos Romero realiza parte de su producción gráfi ca en imprentas ubicadas en el gran Buenos Aires que trabajan —a muy bajo costo— con tipos móviles y sobre papeles baratos, los mismos que se usan para anunciar bailantas y músicos populares.El resultado son impresiones de gran tirada que Romero defi ne como “xilografías industriales” con las que empapela la calle o el espacio de ex-posición. Entre 1988 y 1989 Romero imprime en este soporte algunos de los aforismos apócrifos fi rmados por un tal Kurt Skölzelkind. Se trata de un fi lósofo inventado por el escritor Ricardo Ibarlucía cuyos textos se publicaron en casi todos los números de la revista Caín, que apareció en Buenos Aires entre fi nes de 1987 y 1988, hasta que la crisis hiperinfl acionaria pudo con ella.

Invitado al primer Museo Bailable, toma una serie de nueve afi ches iguales con el aforismo n° 152 (“Para la mayoría de la gente, la identidad es un molde. Personalmente, aspiro a ser varios. Sobre todo en invierno, encuentro un placer enor-me en contradecirme”) y los interviene, tachando con témpera negra partes del texto hasta dejarlo, en el último afi che, completamente oculto. El asun-to propone un juego de escondites y capas sucesi-

vas de ocultamiento: una frase que reivindica la idea de una identidad cambiante y contradictoria, escrita por un escritor que se oculta tras un hete-rónimo, y que un artista tapa artesanalmente con pintura la impresión serial volviendo único lo que era múltiple, para exponer en un lugar donde de-fi nitivamente nada se distingue demasiado bien. Fue la única vez que Romero mostró esta produc-ción. Al año siguiente, cuando en mayo de 1989 el Grupo Escombros (que Romero integraba junto a Pazos, Puppo, D Alessandro y Edward) convoca a “Arte en las ruinas” a más de 100 artistas para realizar intervenciones en una calera dinamitada de Ringuelet, localidad cercana a La Plata, Romero imprime un nuevo afi che con el aforismo n° 138 de Kurt Skölzelkind:

Finalmente, soy el único que al morir el arte, no ha

sido su heredero. Todos los que siguen su cortejo,

dictan conferencias y pasean por el mundo, fi gu-

raban en su testamento. A mí afortunadamente me

desheredó, dejándome libre para decir cualquier

cosa y hacer lo que se me da la gana.

fi g. 9. Juan Carlos Romero, uno de los nueve carteles que componen 152, Buenos Aires, 1988.

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La mencionada convocatoria de Escombros, así como “La ciudad del arte” que se realizó poco des-pués en una cantera abandonada en Hernández, también cerca de La Plata, en la que llegaron a participar 1.000 artistas, se planteaban una idea muy afín a la de los Museos Bailables: fundar “una institución que nacerá y morirá ese mis-mo día”.

RAL VERONI: LA MUESTRA NÓMADE

Después de incursionar en la calle con distintos modos de intervención (como fanzines, pegatinas de poemas en vagones de tren y esténciles en los muros), el artista y poeta argentino Ral Veroni —proclamado por la revista Cerdos y Peces como “inventor de sistemas alternativos de difusión y contacto”— lanza en 1990 y 1991 “La muestranómade”. Se trata del ambicioso proyecto de con-vertir la ciudad entera en sala de exposiciones y a cualquiera de sus habitantes en potencial “colec-cionista privado”. Reaccionaba de este modo a la cerrazón o ceguera del circuito artístico ante las producciones de un activo núcleo de artistas jó-venes vinculados a espacios under desde los años ochenta. Diseñó e imprimió fi guritas con 42 perso-najes distintos en stickers autoadhesivos realiza-dos artesanalmente con un complejo proceso en secuencia de fotocopia, monocopia y cinco pasa-das de serigrafía, una por cada color. Los títulos que acompañan cada fi gurita están escritos con la ortografía simplifi cada por la que opta Ral Veroni en todos sus escritos de esos años, a la manera del anarquista peruano Manuel González Prada.

Una vez impresas las fi guritas, salió a la calle durante ocho meses a pegarlas en distintos so por-tes: ascensores, transportes públicos, teléfonos públicos, baños, estuches de guitarra, cuadernos,agendas de conocidos y desconocidos. Una mues-tra itinerante en espacios en movimiento, en cons-tante circulación y diseminación. Incluso algunos museos y galerías de arte albergaron involuntaria-mente parte de esta exposición clandestina. Unaretrospectiva de toda la serie se montó en el mis-mísimo baño del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y, otra similar, en el baño del Centro Cultural Recoleta. “La muestra nómade” concluyó en abril de 1991 en una gran fi esta a la manera de un Museo Bailable, proyecciones de diapositivas de las imágenes en las paredes en el Centro Cultural Babilonia, otro tugurio under de esos años.

Entre los personajes que componen la serie se alude a la crisis del sida y a la persistencia del miedo y el autoritarismo en el clima de época posterior al fi n de la dictadura, y aparece la crítica anarquista al sistema político. Se pueden señalar relaciones de afi nidad entre esta práctica y la des-plegada por grupos como GAS-TAR/C.A.Pa.Ta.Co,en Buenos Aires, o el Taller NN, en Lima (en el uso de la serigrafía para propagar dispositivos gráfi cos de intervención). También con los grupos de São Paulo Manga Rosa, 3Nós3 y Viajou Sem Passaporte (en la asunción del espacio urbano como soporte de la práctica) [▸I N T E R V E N C I Ó N ] .

La crítica a la política (de partidos) va de la mano con la crítica a las instituciones artísticas, que se traduce en la acción concreta de la ocu-pación efímera y no autorizada de calles y museos para confi gurar nuevos espacios públicos de exhi-bición.

Ral Veroni señala:

Mis posibilidades de difundir mi obra eran pocas,

pero por supuesto tenía la necesidad de hacerlo.

Entonces, me encontraba con que no había espacios

alternativos para editar o hacer una muestra, tam-

poco —no se olviden— había Internet. Para combatir

esa asfi xia se me ocurrieron algunas estrategias de

difusión alternativa: el poema escrito y fotocopiado

que pegaba en las paredes, la serigrafía aplicada

a soportes no tradicionales como los billetes fuera

de circulación o los stickers, el sticker para interve-

nir afi ches políticos, el grafi ti, las plantillas10.

Incluso, tras haber participado en los Museos Bai-la bles, Veroni recurrió a un formato similar como culminación de “La muestra nómade” convocando a una fi esta en una discoteca. Ante la certeza de que nadie se detendría a mirar sus miniaturas en medio de la oscuridad y el baile, decidió traspasar las 42 fi guritas a diapositivas que se proyectaron sobre la masa de cuerpos danzantes.

fi g. 10. Ral Veroni, Prótesis anatómicas gráfi cas, Buenos Aires, 1989-1995.

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PARQUE RIVADAVIA: UN TERRITORIO AFECTIVO

Sitio nodal de la vida urbana de Buenos Aires, el parque Rivadavia (en la avenida Rivadavia al 5.000, barrio de Caballito) concentra —desde hace décadas— sucesivas tribus juveniles: rocke-ros, punks, skinheads, fanáticos buscadores defanzines, sellos postales o monedas, jugadoresde ajedrez… Coleccionistas, bibliófi los, skaters, estencileros y grafi teros, todos ellos conviven en el parque. Territorio afectivo, espacio de socia-bilidad e intercambios, pero también de enfren-tamientos violentos. En los ochenta, en torno a la feria de libros usados, se concentró una notable movida de fanzineros: decenas de jóvenes pro-ducían e intercambiaban sus precarias publicacio-nes de historietas, la mayor parte de las cualesnunca pasaba del número 1. Uno de estos grupos se juntaba todos los domingos en torno al puesto de Lalo “el empanadero” —librero, bibliófi lo,editor—, y allí mostraban las publicaciones queestaban haciendo, las intercambiaban y las ofre-cían en venta mientras ideaban nuevos proyectos.Entre ellos, Dani the O, Pepe Márquez, Ral Veroni, Jorge Fantoni, Lux Lindner, Isol, Hernán, Esteban, Rafael Cippolini y muchos otros. Jovencísimos que sacaban sus revistas (como Under Comix, Nova Comix, Parásito, El Leñador Anónimo y tantas otras) y que, en algunos casos, luego empezaron a pu-blicar en Cerdos y Peces, Fierro y otras revistas de mayor circulación. Otro habitué del parque fue Batato Barea, que editó también algunos fanzi-nes hechos a mano por él mismo como Historias Obvias, donde vuelca a la historieta poemas de Alejandra Pizarnik, Fernando Noy, Alberto Laiseca y Néstor Perlongher.

Según Veroni,

el parque tenía la importancia de un santuario,

en el sentido de una reserva cultural urbana, así

como hay santuarios de pájaros. Los domingos

contribuyeron en mi formación mucho más que la

escuela o la universidad el resto de la semana11.

Para Pepe Márquez,

era una cita para zafar de los domingos melancóli-

cos […]. Juntarnos, esa sociedad micro, esas charlas

y locuras que se armaban. El puesto de Lalo era un

lugar donde todos éramos parecidos, no eras distin-

to al otro12.

ALTER-INSTITUCIONES

Otra modalidad de invención de alter-institucio-nes fueron los encuentros de artistas activistas, arte-correístas y poetas visuales como Liquidarte (Buenos Aires, 1985), organizado por Liliana Ma-resca y los integrantes de C.A.Pa.Ta.Co, o Tomarte (Rosario, 1990), en donde participan Fernando Bedoya, Graciela Sacco, Graciela Gutiérrez Marx y muchos otros. En estos encuentros los artistas debatían un plan de acción común en pos de de-saprender el arte.

En algunos casos ocuparon de manera even-tual espacios completamente ajenos al circuito artístico, como la muestra Lavarte, que Liliana Maresca organizó con otros artistas en el local de un lavadero automático. En otros casos, se trata de ocupaciones más duraderas, como la coordi-nación que hicieron Joan Prim y Diego Fontanet —ambos habían integrado C.A.Pa.Ta.Co— del área de artes visuales del Casal de Catalunya, una asociación de la comunidad catalana en Buenos Aires, creada en 1991 y que lograron abrir —de manera inédita— al arte contemporáneo. El Casal fue uno de los primeros modelos de autogestión deartistas y signifi có para muchos la oportunidad de una primera exposición en un espacio al que empezó a concurrir muchísima gente13. Recuerda Gustavo Romano, que también había integrado C.A.Pa.Ta.Co:

Ésa fue mi primera entrada a lo llamado institu-

cional, pero que no lo sentí así. El Casal nunca

había abierto sus puertas al arte contemporáneo

y de golpe se les ocurrió (a Prim y Fontanet).

Fue una experiencia realmente increíble14.

CODA

Estamos, pues, ante un conjunto de iniciativas ocurridas en los primeros años de la posdictadura argentina que socavan el lugar común tendiente a pensar de manera escindida el activismo artís-tico y la movida under. Son prácticas que reivin-dican en tanto demanda política “la recuperación del cuerpo como alegría, como vínculo con el otro —que también podía darse en el ritual de la mo-vilización urbana— […]: ante el fi n de un poder que se había establecido sobre cuerpos torturados y desaparecidos se danzaba”15 [▸E S T R A T E G I A D E L A

A L E G R Í A ] . Apostaron por constituir espacios de expo-sición —muchas veces efímeros y precarios— en

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cualquier lugar (en un lavadero, en un baño, en un tren), y nuclear a la gente dispersa que pro-movía cosas. La invención de estos ejercicios de alter-institucionalidad no se constituye como mero paralelo alternativo a los circuitos ofi ciales, sino que propicia un “desaprendizaje artístico”: una práctica colectiva sostenida en la confronta-ción con la idea dominante de arte y la reivindi-cación de la capacidad deshabituadora del arte frente al hábito de la cultura. Los Museos Bai la-bles son señales de la compleja trama de vitalismo exacerbado que, a la manera de un boceto, apun-tamos aquí: manifestaciones festivas y a la vez activistas.

AL

NOTAS1 Roberto Amigo, “80/90/80”, en ramona (rosana), Buenos

Aires, diciembre de 2008, n° 87.2 Ibíd.3 Bajo el logo del Museo Bailable se anunciaba que allí habría

“plástica, gráfi ca, escultura, desecho, teatro, cine, video, fotografía, audiovisuales, performances, mimos, multimedia, música, poesía, etcétera”.

4 Correspondencia con la autora, mayo de 2012.5 Ral Veroni, “Siempre me interesaron las estrategias popu-

lares de intervención”, en Grafi ti escritos en la calle, en http://www.escritosenlacalle.com/blog.php?page=2&Blog=42

6 Entrevista con la autora, Buenos Aires, mayo de 2012.7 Afi che del primer Museo Bailable, Medio Mundo Varieté,

1988.8 Afi che de la convocatoria al Festival del Body Art, Paladium,

Buenos Aires, 1989.9 Syd Krochmalny, diálogo inédito con Jorge Gumier Maier

y Roberto Jacoby en Tigre, 2010. 10 Ral Veroni, “Siempre me interesaron las estrategias popu-

lares de expresión”, en http://www.escritosenlacalle.com/blog.php?page=2&Blog=42, 2011.

11 Testimonio de Ral Veroni recogido en Julián D’Angiolillo, La desplaza. Biogeografía del parque Rivadavia, Buenos Aires: Asunto Impreso, 2006, p. 113.

12 Entrevista a Pepe Márquez realizada por la autora y Evangelina Margiolakis, Buenos Aires, 12 de julio de 2011.

13 Ver entrevista a Joan Prim y Diego Fontanet, “Lo movido del Casal”, realizada por Ana Longoni y Roberto Amigo, en ramona, Buenos Aires, n° 87, noviembre de 2008.

14 Entrevista a Gustavo Romano realizada por la autora, Madrid, diciembre de 2011.

15 Roberto Amigo, “80/90/80”, óp. cit.

TÓMESE UNA POESÍA

Le pusimos así por pavear […], porque lo único que hacíamos era tomar mate todo el día”, explicaba Marcelo Díaz en una entrevista.

Luego la gente dijo que era maravillosa la síntesis

que habíamos encontrado para expresar lo cotidiano.

Pero ese signifi cado lo empezó dando la misma gente1.

Buscando canales para hacer circular su escritura por un espacio mayor que el de las revistas literarias, los jóvenes escritores y estudiantes de los primeros años de la carrera de Letras que integraron el gru-po fundacional de los Poetas mateístas2 hicieron en 1985 sus primeras pintadas de poesía, acciones nocturnas que llevaron a las paredes de la ciudad de Bahía Blanca textos breves, estampados en forma casi clandestina: estos artistas, que habían crecido en dictadura, tenían aún trazados férreamente en sus mentes y en sus cuerpos los límites impuestos por el silencio y el miedo en una ciudad que fue virtual-mente arrasada por la represión en la segunda mitad de los años setenta.

Pero ahora las calles estaban abiertas y todo un clima cultural en los primeros y eufóricos años de la naciente democracia invitaba a ocuparlas: los mateístas consiguieron entonces sus primeras latas de pintura en el Partido Socialista —donde uno de sus integrantes militaba3— y, pintados a pincel sobre una superfi cie blanqueada con cal, a la manera de las pintadas políticas que renacían en el nuevo con-texto electoral, los primeros murales ocuparon espa-cios del centro de la ciudad y del barrio universitario, combinando poesía con imágenes. El poeta uruguayo Luis Bravo los describió así: dibujos oníricos, infanti-les, policrómáticos” que ilustraban “de manera nada lineal poemas breves de amor o metapoéticos que hacen que el transeúnte deje de serlo4.

Y es que, en la poética mateísta, la necesidad de hacer detener al caminante era un problema fun-damental, si se quiere, un programa político:

Bahía Blanca es una ciudad muy grande y muy silen-

ciosa. Es decir: se oyen murmullos pero los murmu-

llos se pierden, irremediablemente, bajo una sociedad

fría, distante, aparente […]. Entonces: la poesía es

una excusa y es, también, un fi n necesario. La poesía

cruza la calle, invita: pasá por casa, ¿tomamos unos

mates?5.

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El poema, entendido como un “medio de comuni-cación masiva”6, se pensaba como una instancia de contacto real que buscaba “la convivencia mutua que llega a relacionar al lector poeta con la poesía, ha-ciendo que éste interprete y dé vida al poema”. Como formación artística, el mateísmo era una puesta en cuestión de unas instituciones literarias aisladas y elitistas, que pretendía llevar la poesía, el libro y los cerrados encuentros de lectura a la calle. Como políti-ca, proponía una dislocación: se esperaba que el tran-seúnte pasara de la indiferencia a la comunicación,

del rol de espectador pasivo al de autor: “es que todos somos secretamente poetas, y todos somos, cada mañana, cada tardecita, mateístas”.

En el proceso de exploración de nuevos soportes nacieron también los matefl etos, panfl etos de poesía que los poetas entregaban a la gente distribuyén-dolos de mano en mano en las esquinas, fotocopias ilustradas con imágenes y textos que presentaban algunos escritos de su autoría, combinados con citas de escritores como Juan Gelman, Gabriel Celaya y Roque Dalton, que funcionaban al modo de breve edi-torial: “Para nuestros mayores la poesía fue un objeto de lujo. Pero para nosotros es un objeto de primera necesidad” (Nicanor Parra)7. En el gesto callejero los mateístas activaban la tradición de la poesía mural de los años veinte, pero sus referentes iniciales eran los revolucionarios de los setenta. Se activaba allí el

proyecto de lograr una poesía del pueblo, que se aso-ciaba ahora al espacio público como soporte de las prácticas, a la reversión de roles entre autor y lector y a una estética barrial8, que tomaba elementos de la cultura popular y masiva.

Por eso, uno de los matefl etos del invierno de 1989 incluyó una invitación: “21 de mayo: gran pin-tada vecinal”. Fue la primera de muchas veces que los mateístas convocaron a otros artistas, a vecinos, a alumnos de escuelas y en verdad, a todo aquél que transitara por allí, a pasar todo un día pintando un

paredón de 200 metros perteneciente a la empresa de ferrocarril9. Ahí, la poesía circulaba al tiempo que los pinceles, la pizza fría y la gaseosa. Todos —hasta el que cebaba mate— se convertían en artistas, ideal de Lautréamont frecuentemente citado por los mateís-tas en sus murales y matefl etos10.

fi g. 1. Poetas mateístas. Pintada vecinal en el Paredón del ferrocarril de Bahía Blanca, 1993. Fotografía: Fabián Alberdi.

fi g. 2. Poetas mateístas en colaboración con el artista plástico César Montangie. Poesía Mural en la Rambla marítima de la localidad de Monte Hermoso, 1988. Fotografía: José Luis Luca.

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Otra forma de apropiarse de la calle como es pacio y como referente de la cultura popular fue la edición de las Cuernopanza, revistas murales pegadas en gari-tas, postes de luz y edifi caciones, que apostaban por la mezcla de materiales inespera dos y el uso de dife-rentes tipografías. Quien es peraba al colectivo podía leer allí poemas, caligramas, mani fi estos y textos crí-tico-poéticos intercalados con grandes dibujos. Podíaencontrarse, también, con poemas de artistas barria-les inexis tentes o con relatos de las hazañas de unvecino de Ingeniero White, que le contó a un mateístala historia —y la ética—de su vida en una entrevista. El recurso se repetía en Ochomilquinientos, el fanzine que —con dos números publicados— editaron entre octubre y diciembre de 1991, en el que incluyeron un especial de rock bahiense que combinó las letras es-critas por grupos locales con traducciones de Catulo y Cecco Angiolieri, y hasta un almanaque de pro-ducción propia que, conmemorando irónicamente el V Cen tenario de la llegada de Colón al continente ame-ricano, y pareafraseando una canción de moda, invita-ba: “Vení Isabel, vení con los muchachos”. “La mierda si esto no es cultura”, insistían11.

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NOTAS1 “La otra Bahía Blanca. Los mateístas buscan un mundo mejor

en este”, en revista Sur, s/f, s/l, s/a, ca. 1987. Archivo Sergio Raimondi. En la frase, había un juego de palabras entre la palabra pava, utensilio de cocina en el que se calienta el agua para cebar los mates, y el pavo, ave doméstica cuyo merodear constante sirve como metáfora para perder el tiempo, hacer nada.

2 Firmaron los primeros matefl etos los poetas Fabián Alberdi, Marcelo Díaz, Sergio “el Turco” Espinosa, Sergio Raimondi y Daniel Sewald, junto con la artista plástica Silvia Gattari. Más tarde pasó a integrar la agrupación el escritor Omar Chauvié, en tanto que un gran número de poetas y artistas bahienses parti-ciparon en distintas ocasiones de las producciones del grupo.

3 Juan Ayerbe, “El mateísmo por Marcelo Díaz”, entrevista a Marcelo Díaz, video, en http://jfayerbe.blogspot.com.ar/2012/03/poetas-mateistas-por-marcelo-diaz.html, (consultado el 3 de junio de 2012).

4 Luis Bravo, “Flores en el mate (de Bahía Blanca a Palermo, primavera, ’89), en Revista Zona, Montevideo. Archivo “Poetas mateístas”, s/n, s/a, 1989. Archivo Sergio Raimondi.

5 Poetas mateístas, “Exposición a la vuelta de la esquina”, programa, diciembre de 1989. Archivo Fabián Alberdi, en http://www.face-book.com/pages/Poetas-Mate%C3%ADstas/10150102966555858

6 Poetas mateístas, Matefl eto, s/n, diciembre de 1987. Archivo Sergio Raymondi.

7 Poetas mateístas, Matefl eto, nº 2, año 3, diciembre de 1988. Archivo Omar Chauvié.

8 Luis Brossini (seudónimo de Sergio Raimondi), “El mate es una herramienta cargada de futuro”, texto preliminar para el artículo “Poetas mateístas” en la enciclopedia Encarta, 1997. Archivo Sergio Raimondi.

9 Poetas mateístas, “Pintada vecinal. Contra la ciudad solitaria”, en Crisis Literaria, Bahía Blanca, nº 8, año 2, septiembre de 1989.

10 Omar Chauvié, “El lugar de la letra: nuevos soportes y lemas cultu-rales en la posdictadura bahiense”, en Actas de las II Jornadas Internacionales Cuestiones Críticas, Rosario, Centro de Estudios de Literatura Argentina y Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Universidad Nacional de Rosario, 2009.

11 Poetas mateístas, Ochomilquinientos, Bahía Blanca, nº 2, año 1, diciembre de 1991. Archivo Sergio Raimondi.

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OVERGOZE

… el hecho notorio de que somos “hablados a

través del lenguaje”1.

A inicios de los años ochenta, el poema-grafi ti OV3RGOZE (u OVERGOZ3) invade la ciudad de Río de Janeiro2. Este grafi ti formó parte del progra-ma poético y performático del Gang (1980-1983), colectivo que operaba trastornando el espacio urbano con acciones que llevaban la literatura a la calle. El grupo pretendía contestar el hacer litera-rio instituido, actuando micropolíticamente para desestabilizar un orden conservador y autoritario. Para el Gang, la expresión representaba un nuevo paradigma crítico, un modo de contrarrestar de forma directa la seriedad castradora que el Estado totalitario había intentado inculcar durante 16 años de dictadura. La censura de la información se había trasladado de forma efi caz hacia la au-tocensura, cada vez más generalizada en Brasil. Simultáneamente, el moralismo se fue transfor-mando en una implícita justifi cación de la violen-cia que desplazaría su blanco hacia aquéllos que representaban la “diferencia”3 dentro de un orden social heteronormativo, hacia aquellas personas vistas como la “escoria” de la sociedad [▸P ( A ) N K ] .

Si en un primer momento el enfoque de la violencia del Estado dictatorial combatía las ma-nifestaciones claramente políticas ante el “ries-go” de que la sociedad pudiera volcarse hacia el socialismo en el contexto de la Guerra Fría, du-rante los años ochenta las prácticas libertarias de disidencia sexual en distintos campos —artístico, teatral, musical y sobre todo callejero— empiezan a leerse como una amenaza al orden social. Este cambio de enfoque se constata también en paí-ses como México, donde en tensión con posiciones conservadoras imperantes, algunas producciones como la serie El Condón (1978-1979), del fotógrafo Armando Cristeto4, se confrontaban con el señala-miento social sobre lo “inmoral” de las libertades sexuales. Este señalamiento social colocaba a la homosexualidad como tabú y al condón como una “incitación” a la promiscuidad, al desparpajo de los cuerpos y las genitalidades. La serie de Cristeto, realizada poco antes de la expansión del VIH, incluye ya la presencia del látex —sea como condón o como guante— como alusión a

la asepsia o a la higienización impuesta sobre los cuerpos. A la vez, estas fotografías anuncian la relación de dependencia del placer con esos preservativos durante la crisis del sida y hacen referencia directa al homoerotismo, vetado so-cialmente.

En el caso del Gang, el tatuaje grabado en las superfi cies de la ciudad señalaba el placer, pero especialmente la urgencia de reencarnar el verbo gozar en su máxima dimensión. Constituía una llamada a imaginar nuevas formas de contes-tación a través de la parodia y la burla. Del mismo modo, Overgoze es un testimonio del surgimiento de diversas colectividades en torno a la liberación sexual que antecede a la crisis del sida5. Hacia fi -nales de los años setenta comienzan a surgir en Brasil grupos que van a articularse para defender la libertad sexual y política, para tener “voz” afi r-mándose como entidad ciudadana y, así, hacer frente a la violencia policial que trajo a la superfi -cie aquella intolerancia social contenida y gesta-da en los años anteriores. Por entonces, se hace un llamamiento a abandonar la vida en el gueto y a crear “movimientos en defensa del derecho de

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fi g. 1. Armando Cristeto, serie El Condón, Ciudad de México, 1979.

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fi g. 2. Gang, “Movimento de Arte Pornô (Manifesto feito nas coxas)”, Río de Janeiro, 1980-1982. Durante la performance Interversão en la playa de Ipanema, el Gang distribuye este folleto en cuyos bordes escriben sus eslóganes, pintadas y consignas.

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las minorías e ideologías de izquierda”. A la par de ese proceso nace una prensa alternativa que logra generar encuentros y contribuir a la forma-ción de los primeros grupos de discusión sobre las “minorías”6. En 1978 surge el periódico dedi-cado a la comunidad homosexual, Lampião, luego Lampião de Esquina, que aborda principalmente la lucha de los sectores oprimidos de la sociedad (mujeres, negros, indígenas y homosexuales) y se posiciona “contra todo tipo de opresión”7. Estos grupos comienzan a construir su represen-tatividad y a reunirse con nuevas formaciones partidarias de izquierda, que renacen a fi nes de los años setenta en Brasil. Entre ellas cobra parti-cular importancia la organización de los trabaja-dores sindicados de las fábricas de autos en São Paulo. Si este hecho demuestra cierta apertura política, ésta sin embargo no llegó a afectar del mismo modo al conservadurismo cultural arraiga-do durante años de autoritarismo. El moralismo y la autocensura estaban más que nunca presen-tes en la sociedad y se hacían visibles incluso al interior de las organizaciones de izquierda.

En la actuación táctica del Gang, cada integran-te del colectivo se presentaba con su “nombre de guerra” a fi n, justamente, de llevar adelante sus tácticas de guerrilla artística8: Eduardo Kac era el “Bufão do Escracho” [Bufón del Escrache]; Cairo de Assis Trindade, el “Príncipe Pornô”; Teresa Jardim, la “Dama da Bandalha” [Dama de la Granuja]; Denise Henriques de Assis Trindade, la “Princesa Pornô”; Sandra Terra, la “Lady Bagaceira” [Lady Chusma]; Ana Miranda, la “Cigana Sacana” [Gitana Canalla]; Cynthia Dorneles y los niños Daniel y Joana Trindade, los “Surubins” [Peces Gato]. Sus acciones incluían intervenciones en teatros, plazas, playas y encuentros de poesía todos los viernes en Cinelândia, el corazón pulsante y socialmente contradictorio de la ciudad de Río de Janeiro. Ade más de las publicaciones que recorrían las ex-periencias gráfi cas y performáticas del grupo (como los fanzines GANG), los integrantes del colectivo crearon también libros de bolsillo, adhesivos, có-mics, camisetas, tarjetas postales, poemas-objeto, carteles y otros trabajos de edición limitada que acabaron circulando también por la red de arte correo.

Muy rápidamente el grupo pasaría a integrar el Movimento de Arte Pornô (MAP)9. En una socie-dad en la que la idea de lo “pornográfi co” aparecía como una noción condenable y colmada de reso-nancias negativas, el MAP hacía un llamamiento

en defensa de aquellos términos que exaltaban la libido, la sensualidad y las relaciones afectivas y libertarias para deconstruir la censura que borra-ba o subyugaba estas relaciones en el lenguaje. El Gang sostenía, precisamente, que no hay pala-bra que no merezca ser usada, del mismo modo que no hay zona del cuerpo que deba ser censura-da. El plan era “crear poemas que subvirtieran semánticamente las connotaciones despectivas de las palabrotas tan pegadas a la vida cotidiana de toda la gente”10. Se trataba de exorcizar los térmi-nos prohibidos, de resignifi car todo aquello visto como peyorativo, inmoral y censurable, empezan-do por la lengua y sus palabras estigmatizadas, con el objetivo de provocar la inversión radical de estos valores. Sus intervenciones incitaban pú-blicamente otro tipo de sexualidad y de relación con el cuerpo, travistiéndose, desnudándose y burlándose de la seriedad de las organizaciones políticas (tanto de derechas como de izquierdas) coetáneas, pretenciosamente desexualizadas y, por consecuencia, machistas.

Bajo la consigna “¡revolución y placer!”, las acciones y los poemas buscaban generar una “gramática libidinosa” para “liberar la sensuali-dad, subvertir el lenguaje e incorporar a las mi-norías”11. Lo cierto es que esta interacción entre diversos lenguajes y campos creativos, críticos y de investigación se dio con mucha polémica, caracterizándose por la mezcla y de la poesía y con una suerte de “contrapornografía”, es decir, de una estética alternativa al porno mainstream.

PELO STRIP-TEASE DA ARTE/ INTERVERSÃO/PORNPOETRY

En febrero de 1980, en Brasil, durante el periodo conocido como “el verano de la apertura” —un periodo de apertura política que permitió a los mo-vimientos y organizaciones sociales consolidarse y pasar a tener visibilidad pública—, un acto míni-mo de liberación del cuerpo como hacer topless estuvo a punto de acabar en linchamiento en una playa de Río de Janeiro. Más de 100 “hom-bres” le tiraron vasos llenos de arena y cerveza a una joven, gritando “joga pedra na Geni, jogabosta na Geni” [tírale una piedra a Geni, tírale mierda a Geni]. La frase, tomada de un tema deChico Buarque que hacía alusión a un insulto co-lectivo contra un travesti, sirvió para hacer real la violencia deshumanizada relatada en la canción. En solidaridad con esta joven, en febrero de 1980,

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“un grupo de mujeres protestó en la playa de Ipanema a favor del topless, para poder tomar el sol en situación de igualdad con los hombres, sin sexualizar los senos”12 ni tener que restringir la exposición de esta parte del cuerpo a los desfi les de carnaval. La iniciativa fue acompañada por el “Topless Literario”, una manifestación poética en la playa organizada por el Gang.

Dos años después, el grupo presentaría una de sus acciones más importantes: Interversão [Interversión], o Pelo Strip-tease da arte [Por el striptease del arte], que Eduardo Kac ha denomi-

nado también recientemente como Pornpoetry. Con ocasión del sexagésimo aniversario de la Semana de Arte Moderno de 1922 esta perfomance se realizó en el Puesto 9 de Ipanema13. Durante la misma, “Bufão do Escracho” invitaba al público a adivinar una serie de acertijos. A los que dieran la respuesta correcta se les regalaba un poemazói-de, un objeto de goma con una forma muy similar a un espermatozoide que llevaba una etiqueta con las expresiones “dica pura” [pura indicación] a un lado, y al otro “pica dura” [polla dura], un jue-go de palabras muy frecuente en el trabajo poético de Eduardo Kac. Posteriormente, los integrantes

del grupo, ya desnudos, propusieron realizar una “marcha porno” por la playa con pancartas produ-cidas durante la acción con consignas como: Pelo strip-tease da arte, Overgoze, Pão, prazer e poesia [Pan, placer y poesía]. Incluso frente al riesgo de ir a la cárcel por “atentado al pudor”, la acción, que contó con una gran adhesión de público, fi na-lizó con la invitación a realizar un baño colectivo “al natural”. Vestirse y desvestirse dejaban así de ser meras funciones cotidianas impensadas para convertirse en espacios desde donde elaborar y asumir, en el propio cuerpo, un deseo de libera-ción creativa.

Un mes después de la intervención del Gang en la playa de Ipanema, el presidente de facto, el general João Batista Figueiredo, propone una cruzada nacional contra la “pornografía”. Su propuesta de intensifi car la censura respondía

fi g. 3. Gang, Overgoze, poema-grafi ti de Eduardo Kac en Copacabana, Río de Janeiro, 1981. Fotografía: Belisário Franca.

fi g. 4. Eduardo Kac (a la derecha, con un perro), Cynthia Dorneles y una amiga no identifi cada, Impromptu performance, São Paulo, 1981.

fi gs. 5, 6. Gang, Interversão en la playa de Ipanema, Río de Janeiro, 1982.

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a demandas de sectores conservadores de la sociedad, e incluía en el término “pornográfi co” todas las manifestaciones más radicales que tomaban el cuerpo como territorio de experi-mentación.

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NOTAS1 Eduardo Kac, “Rebelde sem calça”, en Eduardo Kac y Cairo

de Assis Trindade, Antolorgia. Arte Pornô, Río de Janeiro: Codecri, 1984, p. 188.

2 El poema se divulgó en diversas versiones y con diferentes técnicas de guerrilla comunicativa en el espacio público: camisetas que lo hacían literalmente tomar cuerpo (y hacerse cuerpo), postales, adhesivos, grafi ti, etc. Pero más que retomar-lo en sus características materiales, importa sobremanera entenderlo como un diagnóstico de la época.

3 Sobre la tensión entre la izquierda y la disidencia sexual ver el manifi esto “Hablo por mi diferencia”, leído por Pedro Lemebel en un acto político de la izquierda chilena en 1986.

4 Cristeto formaba parte del Grupo de Fotógrafos Indepen-dientes, que surge en el ambiente que distinguió la transi-ción de los años setenta y ochenta, durante la cual emergió una gran diversidad de estrategias colaborativas. Este grupo de fotógrafos se interesaba en generar otro tipo de acerca-mientos con el público a través de exposiciones ambulantes en espacios de tránsito cotidiano como mercados, calles o parques.

5 Ver Néstor Perlongher, O que é AIDS, São Paulo: Brasiliense, 1987.

6 En Brasil, los primeros grupos articulados para discutir su propia condición como “minoría sexual” empiezan a formar-se en torno a publicaciones alternativas que se van multipli-cando en diversas ciudades de diferentes estados del país. En São Paulo surge la revista Lampião de Esquina (1978-1981) coordinada por João Mascarenhas. Glauco Mattoso, uno de los integrantes del MAP, publica allí un comentario sobre el Movimento de Arte Pornô. Ver Lampião de Esquina, nº 35, abril de 1981.

7 En el Lampião llegan a escribir y participar Néstor Perlongher, Ney Matogrosso, Dzi Croquettes, y el Movimento de Arte Pornô, por citar algunos de los integrantes de este proyecto de investigación.

8 Décio Pignatari, “Teoria da guerrilha artística” (1967), en Contracomunicação, Cotia: Ateliê Editorial, 2004, pp. 167-176.

9 Fuertemente ligado a la vanguardia poética y a la contra-cultura, el MAP, presente en diversos estados brasileños, empieza ofi cialmente en mayo de 1980 con el “Manifesto feito nas coxas” [Manifi esto hecho deprisa].

10 Eduardo Kac, óp. cit., p. 188.11 El colectivo participa, por ejemplo, en el evento organizado

por el AUÊ y SOMOS (agrupaciones homosexuales recién surgidas en Río de Janeiro) por el “Dia Internacional da Luta Homossexual” [ Día Internacional de la Lucha Homosexual], el 29 de julio de 1982 en el Teatro Ipanema con la presencia de la intérprete de samba, cantante y compositora Leci Brandão y el poeta Bráulio Tavares, integrantes del MAP.

12 Bianca Tinocco, “Eduardo Kac e a escrita do corpo no espaço”, en Concinnitas, Río de Janeiro, nº 17, 2010, pp. 120-127.

13 El Puesto 9 corresponde a uno de los fragmentos de la playa. En la performance realizada el 13 de febrero de 1982, se hizo uso de un amplio repertorio de poemas, diálogos, canciones, acciones interactivas, presentaciones de objetos, marcha y una sumersión colectiva.

DESNUDAR LA OPRESIÓN

En un conjunto de prácticas artísticas y políticas el cuerpo desnudo aparece como un dispositivo de acción que dibuja nuevos mapas de resistencia para romper con la represión tentacular de las dictaduras del Cono Sur. Frente a las normas públicas de dis-ciplinamiento cada vez más asfi xiantes, las acciones e imágenes dan cuenta de una nueva sensibilidad. El carácter performativo y clandestino —a la vez que sorprendentemente público— de estas irrupciones epidérmicas manifi esta la fragilidad del cuerpo sojuz-gado, al tiempo que se rebela contra la reducción a la mera existencia (a lo que Walter Benjamin denomi-nara la “vida desnuda”, concepto que retoma Giorgio Agamben como “nuda vida”) de las vidas resistentes y deseantes, una operación mediante la cual esos regí-menes allanaron el camino a la gobernabilidad neo-liberal en las sociedades de control contemporáneas. Así, estas microintervenciones o escenifi caciones individuales o colectivas no se piensan a sí mismas como referencias de sentido autistas y ensimismadas, sino que apuestan por impulsar la emergencia de formas de negación de la “normalidad” disciplinada y gris de la vida bajo la dictadura que denuncien, en el territorio de la propia piel, la oclusión y la insisten-cia, de la lucha y el erotismo.

ELÍAS ADASME: UNA CARTOGRAFÍA DEL DOLOR

Un primer panel con un cuerpo colgado boca abajo y con el torso descubierto, en el interior de un de-partamento, extendido junto a un mapa de Chile. Un segundo panel con el registro fotográfi co del mismo cuerpo junto al mismo mapa colgado nuevamente: esta vez se trata de un espacio exterior, la estación de subte “Salvador”, próxima a uno de los centros neurálgicos de Santiago: Plaza Italia. Tercer panel: el mismo cuerpo, esta vez de espaldas y completa-mente desnudo, en un interior oscuro, con el mapa de Chile incorporado sobre la piel. Finalmente, un cuarto panel: el artista Elías Adasme, de pie, junto al mismo mapa. En este último caso, el nombre del país austral, tan delgado y largo como el cuerpo del artista, ha sido tachado en la representación car-tográfi ca para ser transferido al pecho de Adasme como una marca legible y encarnada de la disiden-cia estigmatizada, así como del deseo que aspira a rescatar para ese nombre propio el sentido de la utopía. Las estrategias de apropiación y desviación

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sígnica de lo que se ha dado en denominar Escena de Avanzada1 son inscritas en esta obra de Adasme en la presencia bruta y sobreexpuesta del cuerpo del ar-tista, cuya disposición invertida subraya la gravedad (en un sentido tanto literal como fi gurado) de la opre-sión y la tortura padecidos por aquéllos que hicieron suyas en el pasado las esperanzas de cambio social depositadas en el gobierno democrático de Salvador Allende (1970-1973), a quien alude indirectamente el nombre de la estación de metro elegida por el artista para emplazar su acción. Al situar en ese enclave la asociación metafórica entre el carácter longitudinal del mapa chileno y el cuerpo violentado (que podría leerse también como una analogía entre la obsesión

de la dictadura por el control de la integridad terri-to rial de Chile y el disciplinamiento del cuerpo social,presentado acá de forma metonímica), Adasme es-boza una cartografía del dolor que pone en juego una doble operación simbólica. Por un lado, al evocar la fi gura histórica de Salvador Allende identifi cándolo con la fi gura sacrifi cial de Cristo (que es a quien, en realidad, remite el “Salvador” de la estación de metro), el artista apunta hacia la muerte del presidente chi-leno durante el bombardeo del Palacio de la Moneda como imagen sintomática de la trágica clausura de las esperanzas revolucionarias, cuyo fi nal habría traído aparejada, además, la opresión sufrida por los

fi gs. 1-5. Elías Adasme, A Chile, Santiago de Chile, 1979-1980.

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cuerpos y las conciencias bajo el régimen militar tanto en la esfera pública como privada (por ese motivo tal vez la crucifi xión invertida escenifi cada por Adasme se reproduzca tanto en el espacio ur-bano como en un interior doméstico). Por otro lado, esta visión funesta de la historia se solapa con el carácter redentor y mesiánico del Cristo “Salvador” Allende, que de alguna manera vendría a nutrir con su sola mención y desde ese pasado cancelado, el anhelo de resurrección de las utopías doblegadas. Quizás sea esta última aspiración la que explique que, con posterioridad al registro de sus fotoper-formances, Adasme decidiera elaborar un afi che con las cuatro imágenes mencionadas y pegarlo en distintas localizaciones de Santiago, desde zonas populares hasta campus universitarios. Mediante la medición del tiempo que los afi ches permanecían pegados antes de ser retirados en cada uno de esos lugares de la ciudad, el artista realizaba un precarioescrutinio de la aceptación de la exposición públi-ca del cuerpo sojuzgado. Se trataba de confi guraruna suerte de microsociología urbana mediante un acontecimiento visual que, en el mismo gesto de hacer evidente la desnudez de la opresión negada por el régimen, evaluaba las reacciones de los diversos sujetos que poblaban el espacio urbano. En un momento en que la protesta movimientista aún no había tomado las calles, como sucedería a lo largo de la década de los ochenta, los signosde la violencia practicada por la dictadura en es-pacios invisibles situados en ese mismo territoriode la ciudad (un aspecto que permitía al podertanto negar la represión como irrigar el miedo en la sociedad) se hacían evidentes ante los ojos de los transeúntes interpelados por estas imágenes del pathos.

COMPAÑÍA ARGENTINA DE MIMO: LOS CUERPOS COMO TERRITORIO DE LIBERTAD

Durante la última dictadura argentina (1976-1983), varios espectáculos de la Compañía Argentina de Mimo, impulsada por Ángel Elizondo desde 19652, fueron perseguidos y censurados por el uso del des-nudo total y colectivo, recurso signifi cativamente insistente en sus acciones durante esos años. Recu-rrieron entonces a canales y espacios alternativos para dar a conocer su trabajo. Desde 1979 mon taron sus obras en una casona a la que se llegaba por invitación boca a boca, sin publicitación a través de ningún otro medio, en un mecanismo organiza-tivo de semiclandestinidad asumido para evitar la

censura. En torno a 1980, el fotógrafo Gianni Mestichelli se vinculó a la compañía y realizó cientos de fotos, algunas en ensayos o funciones de espectáculos como Boxxx y Apocalipsis, y muchas otras producidas es-pecialmente como serie fotográfi ca en dos espacios privados: una sala de ensayos y una casa vacía que les prestaron para la ocasión. El material resultante de aquella experiencia porta también una historia de censuras. En 1986, ya en democracia, Mestichelli intentó mostrar por primera vez una selección de es-tas fotos dentro de una muestra colectiva en el Centro Cultural Islas Malvinas (Galerías Pacífi co, Buenos Aires), pero su obra fue denunciada y retirada por la policía. Relata:

Nos secuestraron las fotos y estuvimos como tres

años interdictos. Nos iniciaron un juicio por obsce-

nidad. Quedamos marcados por la policía. Tenía que

pedir permiso para salir del país. Puse un abogado.

Cuando todo se resolvió leí que en el veredicto decía

que de obscenas las fotos no tenían nada, aunque

fueran, decía, “de mal gusto”.

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fi gs. 6-13. Gianni Mestichelli, serie Mimos, Buenos Aires, 1989.

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para reclamar el ingreso a ella de minorías (sexuales, étnicas, de clase) que permanecen excluidas de la comunidad universitaria, evidenciando la condición colonial del saber.

La cuestión de la entrada alude aquí a la acción fundacional mediante la cual el conquistador español Pedro de Valdivia decretó Santiago capital de la Capi-tanía de Chile. Se trata, por lo tanto, de una apropia-ción burlesca de la fi gura viril de la caballería, en el sentido de la cofradía de caballeros, pero también de la gesta de combate dirigida a la colonización militar. Casas y Lemebel reiteran y subvierten el gesto caudillesco del conquistador a partir de la fi guración exhibicionista de un deseo desedipizado y anal4 que pone en escena la montura, en el doble sentido militar y sexual del término.

Es sugerente el cruce entre imaginario colonial y contexto dictatorial que aquí aparece y que permite superponer dos momentos que se quieren “fundacio-nales” (colonia/dictadura) y, por lo tanto, tocan forzo-samente el problema de la “identidad nacional”.

Recién en el año 2011 se exhibe una parte de este material en el Centro Cultural Recoleta, de Buenos Aires, bajo el título Mimo, cuerpos sin censura.

Extraña capacidad la de estas imágenes de con-densar una paradoja. Por un lado, la alusión muy directa de la represión y la censura. Por otro, la ale-gría y la libertad de esos cuerpos desnudos reunidos, dispuestos a jugar y a arriesgar. Todo ello, durante el periodo negro del terrorismo de Estado. El cuerpo, los cuerpos en plural o, mejor, los lazos entre esos cuerpos se constituyen en posibilidades de libertad y experimentación, y a la vez dejan ver que también se saben territorio de violencia. Cuerpos que dicen mucho cuando casi nada se puede enunciar públi-camente.

En los juegos de estos jóvenes retratados desnu-dos no aparece tanto una connotación erótica como una manifestación inesperada del terror vigente, la opresión descarnada y revelada desde su exacta contraparte: la estrategia de la alegría como modo de resistencia [▸E S T R A T E G I A D E L A A L E G R Í A ] . En sus gestos y sus actos se trasuntan y manifi estan los métodos de la represión: las detenciones, los fusilamientos,los interrogatorios, las formas de detención y aisla-miento de los secuestrados (la “capucha”, una bolsa de tela con la que se impedía a los prisioneros ver y se les mantenía aislados durante días o meses3), los procedimientos de tortura (la “parrilla”, una cama metálica sin colchón sobre la que se aplicaba la picana para incrementar el daño de las descargas eléctricas sobre el cuerpo maniatado), la desaparición representada como presencia espectral, las monta-ñas de cuerpos NN, la cotidianidad represiva en las calles (la situación diaria de mostrar a las fuerzas represivas el documento de identidad mientras una hilera de personas es arrinconada contra la pared con los brazos en alto). Y a la vez, estas fotos registran cómo los cuerpos dan cabida al hallazgo, al humor y a la risa. Los cuerpos desnudos, desobedientes y expuestos, dejan ver su vulnerabilidad y también su potencia para actuar incluso bajo la opresiva carga de contextos de violencia y terror, dispuestos a afec-tar la normalidad vigente.

REFUNDACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE: CENTAURO HOMOSEXUAL Y MESTIZO

Las Yeguas del Apocalipsis realizan Refundación de la Universidad de Chile en 1988, todavía bajo la dicta-dura. La acción consiste en el ingreso de Lemebel y Casas, desnudos sobre una yegua, en el recinto del saber moderno por excelencia, que es la universidad,

fi g. 14. Las Yeguas del Apocalipsis, Refundación de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1988.

OVERGOZE

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En efecto, es posible pensar que frente al blan-queamiento5 y borramiento de la historia propuesto por el discurso público de la dictadura desde sus primeros años, esta primera irrupción de Las Yeguas contesta con una imagen loca de la condición mestiza [▸L O C A / D E V E N I R L O C A ] . En un devenir equino o mutante, casi aunadas con el animal como un “centauro homo-sexual”6, ostentando un erotismo público y anónimo, Las Yeguas hacen aparecer una agencia que extravía la forma humana, al desafi ar, desarmar y deformar tanto el mito de una otredad latinoamericana encar-nada en una corporalidad nativa subyugada7, como la concepción humanista y moderna de sujeto políti-co como entidad separada, unifi cada y soberana de sí, que la hegemonía dictatorial ratifi ca en su obse-sión modernizadora.

La asociación entre la fi gura del militar y el doble cuerpo desnudo en un contexto dictatorial resulta perturbadora también en otro sentido. Como señala Agamben a propósito del fi lme Saló, de Pasolini, la escena de “hombres vestidos que observan cuer-pos desnudos […] evoca irresistiblemente el ritual sadomasoquista del poder”8. Y aunque la acción de Las Yeguas no es exterior a las propias relaciones de opresión que critica y, tal vez, en ese punto, no dejen de participar de una cierta erotización del poder, al mismo tiempo proponen una contraimagen: invierten la relación observador-observado y citan el cuerpo militar a partir no de uno, sino de dos cuer-pos que montan la yegua peligrosamente desarma-dos, desnudos, incitando a la dispersión del deseo homosexual.

A partir de una desnudez que burla la autoridad militar y la heterosexualidad normada, Las Yeguas invierten o pervierten sus estrategias (sustituyendo violencia por deseo) y redirigen sus objetivos (hacia una disputa del espacio académico, que a la vez hace visible la conexión tabuizada de dimensiones que necesitan aparecer cortadas: la práctica educa-tiva necesita excluir la práctica sexual de modo que cuando la sexualidad entra en la universidad, entra como saber reglado, como discurso normalizado, pero no entra como fl ujo deseante y desorganizador, al menos no de manera visible o decible). La acción de Lemebel y Casas despoja a la autoridad opre-siva de su halo intocable y ejecuta, así, una forma burlesca de desnudar la opresión.

JV, FC, AL

NOTAS1 El término Escena de Avanzada fue acuñado por la crítica cul-

tural Nelly Richard durante los años ochenta para caracterizar una serie de prácticas que, desde la segunda mitad de la década anterior, apuntaron a una reformulación de las relacio-nes entre el arte y la política en la que ese nexo se sustrajera a “toda dependencia ilustrativa al repertorio ideológico de la izquierda sin dejar, al mismo tiempo, de oponerse tajantemente al idealismo de lo estético como esfera desvinculada de lo social”. Ver Nelly Richard, Márgenes e instituciones. Arte en Chile desde 1973, Santiago de Chile: Metales Pesados, 2007 (1ª ed. 1987), pp. 15-16. Richard citaba como integrantes de esa escena a artistas como Carlos Leppe, Eugenio Dittborn, Catalina Parra, Carlos Altamirano, el grupo CADA, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Juan Dávila, Víctor Hugo Codocedo o el propio Adasme.

2 De ella surgieron muchos nombres clave de la escena under argentina de los años posteriores, como Norberto Campos (que formó el grupo Lobo), Omar Viola y Eduardo Bertoglio (fundadores del Parakultural), y Alberto Sava (impulsor del Frente de Artistas del Borda, el mayor hospital público psiquiá-trico, entre otras iniciativas).

3 A este procedimiento también alude la acción Ensacamentos del grupo brasileño 3Nós3 [▸I N T E R V E N C I Ó N ] .

4 La escenifi cación de la montura en la acción de Las Yeguas del Apocalipsis porta consigno una fi guración del deseo homosexual comprendido como un deseo desedipizado y anal tal como es planteado en las tesis desarrolladas por Guy Hocquenghem, quien discute la explicación psicoanalí tica de la homosexualidad como fi jación en la madre —lo que entiende como una homosexualidad edípica— para proponer la idea de una homosexual primaria, sustentada en la reeroti-zación y grupalización del ano. Ver Guy Hocquenghem, El deseo homosexual, Barcelona: Melusina, 2009.

5 La dictadura de Pinochet propugnó una concepción de la identidad chilena ligada a las clases altas y a sectores vinculados al tradicionalismo católico y al Opus Dei, que implicaba un rechazo a la parte indígena del mestizaje y, en este sentido, un blanqueamiento.

6 Francisco Casas, “Yeguas del Apocalipsis”, en Coco Fusc (ed.), Corpus Delecti. Performance Art in The Americas, Londres: Routledge, 2000, p. 200.

7 Al poner en juego el tema de la “Conquista”, Refundación de la Universidad de Chile apunta tanto al cuerpo del conquistador como al del conquistado (en ello reside parte de la subversión de la fi gura militar). En ésta y otras acciones, Casas y Lemebel ponen en juego una identifi cación con la corporalidad indígena. Pero, si las marcas de raza y clase están presentes junto con las subversiones sexogenéricas en este trabajo Las Yeguas se descalzan a la vez de una imagen esencializada, fi ja y victimiza-da de lo indígena.

8 Giorgio Agamben, Desnudez, Madrid: Anagrama, 2011, p. 76.

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P(A)NK

QUIERO SER LA ANARQUÍA

Los movimientos son sistemas y los sistemas

matan

Los movimientos son expresiones de la voluntad

popular

El punk llegó a ser un movimiento porque todos

nos sentíamos perdidos

Pero los líderes se vendieron y ahora todos

pagamos por ello1.

Son muchas las especulaciones en torno al ori-gen de la palabra “punk”, pero es cierto que uno de sus usos más antiguos se remonta a William Shakespeare, que en 1602 escribió la obra Las ale-gres comadres de Windsor. En ella el dramaturgo

emplea el término “punk” para referirse a una “prostituta”. Con el tiempo pasó a designar lo que estaba al margen de la sociedad: “miserable”, “rufi án”, “delincuente”. Varios siglos pasaron hasta que el crítico musical Dave Marsh recupe-ró esta palabra maldita en 1971 para construir el término “punk rock” en su columna de la revista inglesa Creem.

El punk estalló en 1977, cuando los Sex Pistols, una farsa ideada por el productor Malcolm McLaren, dieron la nota en las celebraciones del vigésimo quinto aniversario de la coronación de la reina de Inglaterra con un “homenaje”. El single “God Save the Queen” saludó a la reina Isabel II y al conformismo de sus súbditos con el mensaje de que no hay futuro en los sueños de Inglaterra. No obstante, al tiempo que el nihilismo del grupo provocaba disturbios y transmitía un sentimiento de rebeldía entre las clases trabajadoras, indigna-das con un Estado incapaz de responder a los efec-tos de una economía en crisis, la postura anarquista del punk invitaba a los jóvenes de las grandes ciudades a formar parte de su movimiento como cauce ideal para expresar la insatisfacción.

Los Sex Pistols y el punk rock pusieron en práctica las ideas desarrolladas por los situacionis-tas en los años sesenta, al “restablecer la crítica dadaísta de la cultura y demoler las distinciones entre arte y vida”2. McLaren, al igual que el artista

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1

2fi g. 1. Rubén Ortiz Torres, Mexipunks, “The Last Supper”,

Ciudad de México, 1984-1986.fi g. 2. Rubén Ortiz Torres, Mexipunks, “La persistencia

de la memoria”, Ciudad de México, 1984-1986.

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gráfi co Jamie Reid, autor de la carátula de Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols [Me im-porta todo una mierda, aquí están los Sex Pistols] (1977), así como los singles y el material gráfi co de los Sex Pistols, se apropió de la estética y los eslóganes situacionistas para la construcción del punk3. El punk es un détournement (o desvío) de la industria cultural. A pesar de que esta misma industria intenta recuperarlo desde hace décadas4 con las más diversas tendencias y manifestacio-nes, el punk ataca los conceptos de originalidad, genio creador y cualquier otro delirio reivindicado por la fi gura del rockstar5.

El anarquismo introdujo la esencia del “hazlo tú mismo” (Do-It-Yourself, DIY) en el punk, a partir de entonces cualquier joven podía hacer música sin ser necesariamente “músico”. Como muestra de rechazo del comercialismo, el punk impulsó también una manera de vestir provocadora y vio lenta, la adopción de un modo de vida crítico con las normas convencionales, la organización de pequeños sellos, grabaciones de discos con el menor ornamento posible, fanzines, diseño gráfi co de carteles y folletos, redes de contactos, intercambios de materiales por correo y grupos

que hacían espectáculos en espacios alternativos, propiedades ocupadas, centros sociales, sótanos y casas abandonadas, borrando así las separaciones entre el artista y el público. Lo que ocurría es exac-tamente lo que el historiador del punk, Jon Savage, ha señalado a propósito del fanzine que, a su juicio, constituye una “estética del acceso”6: cualquier persona puede hacer mucho con poco si tiene el control de los medios de producción. Para algunos, “el punk sólo es un género siempre mutante; para otros, una actitud o un estilo de vida; y para otros, una gestalt, una manera de organizar las percepcio-nes”7. “Punk rock es vida — Es autonomía”8.

Sex Pistols, The Clash, Buzzcocks y The Dam-ned en el Reino Unido; The Ramones, Television, Richard Hell and The Voidoids, Dead Boys, Patti Smith y el legendario club neoyorquino CBGB en los Estados Unidos. Todos estos grupos, personas y lugares se mitifi caron como la vanguardia y la génesis del punk en la bibliografía especializada, en las reseñas de críticos prestigiosos, así como enfotografías y documentales. Algunos de estos re-gistros trascienden, en varios casos, esta vanguar-dia legendaria para incluir en su relato la segunda oleada del punk de los años ochenta, con su face ta más rápida y política, donde se citan nom-bres como el grupo/colectivo anarcopunk Crass, el hard core europeo de Discharge, Lama, Kaaos y Terveet Kädet, o el hardcore norteamericano de Black Flag, Bad Brains, Minor Threat, Minutemen, Dead Kennedys y Hüsker Dü. Lo que no suele señalar la historia canónica del punk, mayoritaria-mente europea y norteamericana, es que este mo-vimiento engendró el p(A)nk en América Latina, un hijo todavía más feo, sucio y agresivo.

LOS CHICOS DEL SUBURBIO

Ya comprendo el mundo en el que estoy

Siento fuego en el aire y el pueblo entero que grita

Basta, basta. No aguanto más

Basta, basta. Nadie aguanta más

Basta, basta. ¡Estamos en los años ochenta!9.

El p(A)nk en América Latina asumió características únicas e idiosincrásicas de una expresión subcul-tural de rebeldía y rabia, surgida en los barrios periféricos de Brasil, Chile, México, Argentina y Perú entre fi nales de los años setenta y comienzos de la década siguiente10. La propia situación polí-tica y social de estos países creó las condiciones propicias para que existieran punks ya antes de

fi g. 3. Tim Yohannan y otros colaboradores, Maximumrocknroll, nº 5, San Francisco, 1983.

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su surgimiento en Inglaterra o Nueva York. El desconcierto causado por el p(A)nk era una rea-lidad que la burguesía y los militares no querían ver, o simplemente ocultaban. Una frase de un“no punk”, cuya autoría corresponde al músicobrasileño Chico Buarque, sintetiza la situaciónsocial de un país como Brasil que se anticipóen esta materia:

Si el punk es la basura, la miseria y la violencia,

entonces no necesitamos importarlo de Europa,

pues ya estamos a la vanguardia del punk en

todo el mundo11.

Curiosamente, en un fragmento del libro Rock My Religion (1993), Dan Graham comenta al-gunas características del punk inglés que nos parecen aún más adecuadas para este contexto latinoamericano:

El punk era antiarte con absoluta insolencia, siem-

pre fi el a sus orígenes de clase. Las letras de sus

canciones no ofrecían escapismo o diversión,

transcendencia o huida de la realidad a través del

arte. El punk prefi rió utilizar el dialecto local antes

que imitar un acento cultural estadounidense; optó

por un honesto estilo amateur en lugar del profe-

sionalismo (corporativo); apostó por la indignación

sincera y la confusión. El punk hacía preguntas,

en lugar de buscar soluciones estilísticas o espiri-

tuales ajenas a sus propias contradicciones y rea-

lidades sociales12.

El movimiento surgido en el Reino Unido y en los Estados Unidos llegó a América Latina con retraso y distorsionado por los medios de comunicación corporativos. Al fi nal, pese a que los regímenes militares ocultaron y prohibieron la entrada y la circulación de informaciones subversivas median-te la censura y la represión, el “dialecto local” del p(A)nk acuñó ante todo un lenguaje de resistencia. Hay que destruir, para volver a construir, decía el estribillo de la canción “Destruir” (1985), del grupo de punk rock peruano Narcosis. Sin embargo, más allá del ámbito musical, el p(A)nk produjo movi-mientos sociales que, a su modo, intentaron trans-formar o destruir el sistema vigente. Esta vocación destructiva del p(A)nk se convirtió también en energía creadora, revolucionaria y no inerte. Para Ariel, vocalista del grupo Restos de Nada, el pri-mer grupo p(A)nk brasileño, constituido en 1978 en São Paulo, “el punk no es un movimiento sino que está en movimiento”13.

Para esta generación de jóvenes que vivieron el profundo estancamiento de una década perdida, la llegada del modelo neoliberal y el horror de las dictaduras locales, el peso libertario y (A)nar-quista de sus actitudes desempeñaron un papel político importante. No había otro lugar más pro-picio que el de los territorios de violencia de estos países para que el p(A)nk fl oreciese en la mierda. Durante los efectos de la crisis económica vivi-dos en México, ciertos grupos/colectivos como

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P(A)NK

fi gs. 4, 5. Festival O Começo do Fim do Mundo, São Paulo, 1982. Fotografías: Vitão.

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Mierdas Punk, una pandilla surgida en 1981 en la ciudad de Nezahualcóyotl, contaban con unos 600 miembros dispersos por las zonas metropoli-tanas. Sus integrantes parecían recién salidos de un inmenso basurero. Adoptaron el lema de “todo pá delante, nada para atrás”, un código de guerrero que signifi ca que para sobrevivir había que ser pesado14.

La Movida Subte de Perú, iniciada en 1983 con Leuzemia, Narcosis, Guerrilla Urbana y Autopsia, operó en los márgenes de una cultura local surgi-da como respuesta a 12 años de dictadura militar (1968-1980) y en medio de un violento confl icto armado que se desató en el país en 1980. Su músi-ca se distribuía mediante la producción artesanal de cassettes (maquetas). En Lima organizaban festivales independientes, con carácter informal, muchos de ellos gracias a la ayuda escenográfi -ca del colectivo Los Bestias y el artista Herbert Rodríguez, y abordaban en sus letras los temas y problemas sociales que les afectaban: corrup-ción policial, narcotráfi co, recesión y terro rismo.

Algunos miembros de la Movida Subte llegaron a aproximarse o vincularse a la guerrilla peruana Sendero Luminoso.

Los Violadores, Los Laxantes, Alerta Roja y Día-D son los grupos pioneros del p(A)nk en Argen-tina. Comenzaron a tocar desde fi nes de 1979 en bares y espacios under de Buenos Aires. En marzo de 1983, Alerta Roja editó el primer disco p(A)nk de la Argentina (cassette en realidad),Derrumbando la Casa Rosada. En ese mismoaño, el grupo Los Baraja, de la ciudad de La Pla-ta, hacía su debut en el programa Música Total, con virtiéndose en la primera banda p(A)nk que aparecía en la televisión argentina. Otro grupo importante es Cadá veres de Niños, cuya líder Patricia Pietrafesa también era editora del zine Resistencia. Tam bién en 1983 Los Violadores edi-tan el disco Los Violadores, cuyo tema “Represión”, junto con el posterior “Ultraviolento” (1985) se convertiríanen los temas más emblemáticos del movimiento p(A)nk argentino.

EL PUNK ES FUERTE, EL PUNK ES GRANDE

Mucha gente comentando

Muchos hippies celebrando

Que el punk había muerto

Pero el punk no ha muerto

El punk no ha muerto15.

En Brasil, el movimiento p(A)nk comenzó en la Vila Carolina, Zona Norte de la ciudad de São Paulo, donde surgieron grupos como Restos de Nada, Condutores de Cadáver, N.A.I. (Nós Acorrentados no Inferno), AI-5, Inocentes y Desequilíbrio. La formación de estos grupos, constituidos por dece-nas de adolescentes desempleados, chicos de los recados u obreros, ocurre en el momento de apertura política iniciado en 1978 tras la deroga-ción del Ato Institucional Número 516, junto con la vuelta de los movimientos sociales a las calles, así como las intervenciones urbanas de colectivos artísticos y las huelgas históricas del sector me-talúrgico organizadas en la región industrial del ABC paulista (entre 1978 y 1980)17. Algunos punks de la Carolina también participaron en estos movimientos. Ariel fue miembro de la Organi -zação Socialista Internacionalista (OSI), grupo clandestino de tendencia trotskista surgido en 1976, y participó en huelgas en fábricas y manifes-ta ciones. No obstante, a mediados de los años ochenta, él y otros punks pasaron a militar en el

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P(A)NK

fi gs. 6, 7. Meire Martins y Antonio Carlos Callegari, SP Punk, nº 1, pp. 3 y 4, São Paulo, 1982.

fi g. 8. Meire Martins y Antonio Carlos Callegari, portada de SP Punk, nº 1, São Paulo, 1982.

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anarquismo y fundaron en São Paulo el colectivo Ação e Anarquia, publicando boletines, fanzines (como Resistência) y recopilaciones en cassette, además de organizar campañas por el voto nulo y en apoyo de las organizaciones libertarias.

El p(A)nk paulista se aproximó a una u otra forma de hacer política, pero el movimiento creció y adquirió tintes violentos a raíz de las rivalida-des entre las bandas. Fueron apareciendo bandas organizadas por centenares de punks, cada vez más peligrosas. Si durante un rolê [paseo] una banda de São Paulo se encontraba con una banda del ABC en alguna quebrada [área], la treta [tri-fulca] era inmediata. Eran constantes las grescas entre bandas, cuya principal motivación obedecía a un gran confl icto territorial. El espacio de la esta-ción del metro de Largo São Bento, en el centro de São Paulo, era muy disputado entre los punks y los hippies, y posteriormente entre los punks y los b-boys. En las inmediaciones de aquella esta-ción había callejones que sólo conocían los punks de la ciudad, y era allí donde se escondían de las acciones represivas policiales… “El miedo causa-do por la represión. Todo ello intenta impedir la existencia a los chicos del suburbio”18.

Las bandas suburbanas también dominaban las discotecas como Construção, en la Zona Norte de São Paulo. A diferencia de la Música Popular Brasileira, Pink Floyd y los temas de 30 minutos, los punks ponían cintas con canciones de un mi-nuto para agitar [bailar el pogo], formando en el centro de la pista una pila de chaquetas negras con tachuelas, parches, pins y alfi leres de gancho. Los sons de fi ta [sonidos de cinta] con temas de los grupos punk/hardcore de otros países sólo pasaron a un segundo plano con los espectáculos y las grabaciones de los primeros discos de los grupos de São Paulo, hoy considerados clásicos: Grito Suburbano (1982), lanzado en vinilo por el sello Punk Rock Discos, con temas de Olho Seco, Inocentes y Cólera, el primer álbum p(A)nk pu-blicado en Brasil; el EP Violência e Sobrevivência (1982), de Lixomania; y SUB (1982), la primera reco-pilación de p(A)nk/hardcore de América Latina, con Ratos de Porão, Cólera, Psykóze y Fogo Cruzado.

Los fanzines como Factor Zero, SP Punk, 1999, Vix Punk y Alerta Punk se destinaban a un público de iniciados. Se publicaban manifi estos, comenta-rios, textos y entrevistas sobre los grupos naciona-les y extranjeros y se intentaba explicar el signifi -cado del movimiento para corregir distorsiones

que aparecían en periódicos y revistas (como la idea de que los punks brasileños idolatraban el nazismo y el fascismo, o que sólo se preo cupaban por el vandalismo y las broncas).

Algunos punks intentaron erradicar esta ima-gen de violencia entre bandas y empezaron a pro-mover sons de união [sonidos de unión], para que los grupos de São Paulo pudiesen tocar con los del ABC. Pero fue en el año 1982, el “77 brasileño”, cuando logró destacar el movimiento de São Paulo en el festival O Começo do Fim do Mundo19.

El festival —organizado por el dramaturgo y escritor Antônio Bivar20, autor del libro O que é Punk (1982), Meire Martins y Callegari (ambos editores del fanzine SP Punk)— pretendía acabar con la riva-lidad y sellar la unión entre los punks de São Paulo y los del ABC. En los días 27 y 28 de noviembre de 1982, el festival contó con la participación de 20 grupos —Cólera, Decadência Social, Desertores, Dose Brutal, Estado de Coma, Extermínio, Fogo Cruzado, Hino Mortal, Inocentes, Juízo Final, Lixomania, M-19, Negligentes, Neuróticos, Olho Seco, Passeatas, Psykóze, Ratos de Porão, Sub-ur banos y Ulster—, junto con una exposición de fotografías y dibujos, proyección de películas, dis-cos y fanzines21. 4.000 punks se reunieron en los

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P(A)NK

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14fi gs. 9-16. Sarah Yakhni y Alberto Gieco, fotogramas

del documental Punks, São Paulo, 1984.

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espacios del Sesc Pompéia. En la calle interna del Sesc, una antigua fábrica rehabilitada en 1977 con un proyecto arquitectónico de Lina Bo Bardi, se montó un palco para que cada grupo pudiera tocar durante 15 minutos. Fue la primera vez que los residentes locales y los asiduos al Sesc vieron crestas y grupos punk vestidos totalmente de ne-gro, bailando impetuosamente como en un ejerci-cio de libertad.

El domingo se clausuró el festival con la pre-sentación de los grupos, algunas tretas y la llega-da de la policía, que intentó invadir el Sesc para detener a decenas de punks. Posteriormente los punks fueron noticia en la prensa y objeto de un re portaje sensacionalista difundido en el progra-ma Fantástico, de la cadena Rede Globo. Después del festival y de la polémica mediática que sus-citó, el movimiento de São Paulo entró en declive. Para Tina, una veterana del p(A)nk paulista, “el punk podría haber sido la línea del frente de una revo lución”22, pero los confl ictos y las tergiversacio-nes no impidieron que se diese a conocer en todo el mundo el panorama musical de São Paulo. El p(A)nk paulista se reactivó con una nueva genera-ción, al margen de otras manifestaciones asocia-das al hardcore y al activismo surgidas a partir de la década de los noventa, como los anarcopunks y la escena straight edge. Pero ésa es otra historia.

LA MÚSICA DEL GENERAL

Nadie puede parar de bailar la música del general

Nada en el cerebro

Nada en el Refrigerador

Nadie puede parar de bailar la música del general23.

Según algunos testimonios de la época, los Pinochet Boys simplemente tocaban mal. Aún así, sería posible pensar que su música era un irreverente deseo de experimentar; un alegato por la improvisación disonante, por el antivir-tuosismo del ruido; una actitud p(A)nk llevada a sus más radicales consecuencias. No es fácil hacer hoy un juicio al respecto, pues de la música del grupo sólo quedan dos temas grabados en los ochenta en el estudio de Carlos Fonseca, como parte de un frustrado proyecto de disco que su-cumbe cuando el productor exige, para seguir adelante, que cambien el nombre del grupo. Los Pinochet Boys lanzan su nombre como un mani-fi esto. Como el signo de una época. Nombrarán a toda una generación. “Somos todo Chile”, dicen

en declaraciones a la prensa en 1986. Son los hijos de Pinochet.

Hijos infames que toman irrespetuosamente los signos del régimen en las letras de sus can-ciones, en su ropa, en su gráfi ca. No adhieren a ninguna trinchera política, pero parodian el poder dictatorial al descontextualizar sus emblemas cuestionando su omnipotencia y subrayando el carácter construido de sus imágenes. Enrostran a la sociedad chilena su incapacidad de desli-garse de la centralidad de la fi gura de Pinochet24. Se tra ta de una acidez que no es inmediatamente comprendida y despierta la agresividad de lo que aún no puede codifi carse. Ya en la primera tocata del grupo en un bar universitario, Iván Conejeros sube al escenario con una gorra de policía, desata la cólera del público y una bolsa de agua arrojada como un proyectil por poco los electrocuta.

Como dice una nota de prensa de la época “más que música, los Pinochet entregaron una pre-sencia, una forma de ser”25. El grupo de chicos,

fi g. 17. Pinochet Boys en el Festival Punk, Santiago de Chile, 1986. Fotografía: Gonzalo Donoso.

fi g. 18. Pinochet Boys, Santiago de Chile, 1985-1986. Fotografía: Bernadita Birkner.

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Antes de convertirse en una banda mains-tream, los Pinochet Boys se disuelven, pero dejan “abierta la cancha” para que más tarde, entre 1986 y 1990, entren a escena otros grupos como Los Joroba dos, Los Fiskales Ad-Hok y Los Miserables. Los Pinochet Boys fueron “la primera punta visi-ble de una tribu nocturna” de una generación sin pasado “disparada hacia la nada”31, que, desde la nada y con nada, hacen de la negatividad una po-tencia creadora y productivizan el cuerpo desviado como territorio de experimentación, haciendo saltar la recta homogeneidad del Chile dictatorial. Una banda de cuneta y toque de queda, un grito contra el aburrimiento, una banda cuyos sonidos son hoy inaudibles. Un grupo p(A)nk.

AM, FC

NOTAS1 Movements are systems and systems kill / Movements are

expressions of the public will / Punk became a movement cos we all felt lost / But the leaders sold out and now we all pay the cost. Crass — “Punk is Dead” [El punk ha muerto] (1978).

2 Sadie Plant, The Most Radical Gesture: The Situationist International in a Postmodern Age, Londres: Routledge, 1992, p. 144.

3 Malcolm McLaren ha colaborado con King Mob, un grupo fundado por integrantes de una sección “no ofi cial” de la Internacional Situacionista de Londres, que también mantuvo contacto durante los años sesenta con el colectivo Black Mask de Nueva York.

4 “Recuperar” en el sentido utilizado por los situacionistas, que denota la absorción de la protesta y la cooptación de la estética radical por parte del mercado. Es el proceso por el cual el espectáculo (en el sentido que da a este término Guy Debord) toma una idea subversiva y la recoloca como mercancía vendible.

5 Sadie Plant, óp. cit., p. 145.6 Jon Savage, England’s Dreaming: Sex Pistols and Punk Rock,

Londres: Faber and Faber, 1992, p. 202.

de un look inclasifi cable hecho de ropa usada y peinados raros que citaba desordenadamente estilos foráneos, no parecía punk, pero tomaba la premisa punk de hacer “una música cercana, eso del ‘agarra tu guitarra y hazlo’”. “Así surgió un len-guaje nuestro, el ritmo que estábamos pensando nosotros”, dice Iván Conejeros26. Con ellos irrumpe un look, una actitud y sonidos corrosivos que pro-vocan aversión en un amplio abanico que va de la izquierda a la derecha, del heroísmo nostálgico del Canto Nuevo27 a la imposición de identidades normativas importadas por la industria cultural del pop. Forjan un mito subterráneo y abren el ca-mino al libertinaje musical de un conjunto bandas que darán vida al movimiento p(A)nk chileno de los años ochenta.

Es cierto que el primer grupo p(A)nk chileno, Orgasmo, una banda formada por jóvenes de clase media acomodada que estaban terminando la se-cundaria, data del año 1983. El año en que se cum-plen 10 años del golpe militar en Chile, el mismo año en que una política de superfi cie toma las ca-lles con las primeras masivas jornadas de protesta en contra de la dictadura. Sin embargo, la confor-mación de un circuito subcultural p(A)nk reciénse consolida a mediados de la década. Y en esatarea los Pinochet Boys tienen un rol central: son los mentores del Primer Festival P(A)nk realizado en el sindicato de taxistas en junio de 1986, en el que participaron grupos como Niños Mutantes, Zapatilla Rota, las Corruption Girls, y debutaron Índice de Desempleo y Dadá. Grupos que tam-bién transitan por espacios como el Trolley, Casa Constitución, Discotec 18, estableciendo conta-minaciones con una escena under donde también confl uyen grupos de artistas visuales, grupos de performance, de teatro y los primeros cómics y fanzines, como Enola Gay y Beso Negro.

Al poco tiempo, tras una seguidilla de agra-vios al grupo28, emprenden el autoexilio. Se hace evidente que hay que continuar la fi esta en otra parte: “Pinochet mata, la marihuana y el alcohol no”29. Tras una pequeña escala en Buenos Aires, llegan a São Paulo, donde se instalan unos meses y entran en contacto con la escena p(A)nk brasi-leña: telonean al grupo Cólera, tocan junto con Excomungados y realizan, el 11 de septiembre de 1986, el Minuto de Ruido junto a estudiantes y mi-litantes exiliados frente a la embajada de Chile en São Paulo, donde queman la bandera de Estados Unidos30.

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P(A)NK

fi g. 19. Pinochet Boys en concentración antidictatorial en el Parque O’Higgins, Santiago de Chile, 1987. Fotografía: Gonzalo Donoso.

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7 David A. Ensminger, Visual Vitriol: The Street Art and Subcultures of the Punk and Hardcore Generation, Jackson: University Press of Mississippi, 2011, p. 3.

8 Punk rock é vida — É autonomía. Fragmento del tema “Era” (1998), del grupo Cólera.

9 Já compreendo o mundo em que estou / Sinto fogo no ar e o povo inteiro a gritar / Chega, chega – não aguento mais / Chega, chega – ninguém mais aguenta / Chega, chega – estamos nos anos 80! Ratos de Porão, “Anos 80” (1985).

10 Optamos aquí por el uso del término “p(A)nk” como refe-rencia de investigación política de estos movimientos en América Latina, y también para diferenciarlo de lo que acon-teció en Estados Unidos y en Europa. Se emplea también este término en el título del documental de Martín Nuñez, Pank (2010), que muestra el surgimiento del punk chileno en los años ochenta.

11 Esta frase aparece al comienzo del documental Botinada (2006), dirigido por Gastão Moreira, sobre los orígenes del punk en Brasil.

12 Dan Graham, Rock, mi religión, México: Alias, 2008, p.129.13 Entrevista realizada por André Mesquita, São Paulo, agosto

de 2011.14 Zona de obras (coord), Diccionario de Punk y Hardcore

(España y Latinoamérica), Madrid: Fundación Autos, 2011, p.162. Mierdas Punk fue objeto del documental Sábado de Mierda (1987), de Gregorio Rocha y fotografía de Sarah Minter.

15 Muita gente comentando / Muitos hippies comemorando / Que o punk tinha morrido / Mas o punk não morreu / O punk não morreu. Lixomania, “O punk não morreu” (1982).

16 El Ato Institucional Número 5 (AI-5), decreto promulgado el 13 de diciembre de 1968, concedió poderes extraordinarios al presidente mariscal Artur da Costa e Silva, además de decretar la clausura del Congreso y la intervención federal en los estados brasileños, la suspensión de las garantías constitucionales, la institucionalización de la censura y la supresión de las garantías del hábeas corpus en los casos de acciones subversivas consideradas como crímenes políticos.

17 El ABC paulista es una región metropolitana de São Paulo, tradicionalmente industrial, donde se encuentran las ciuda-des de Santo André, São Bernardo, São Caetano y Diadema.

18 O medo causado pela repressão. Tudo isso tenta impedir os garotos do subúrbio de existir. Fragmento de la canción “Garotos do Subúrbio” (1982), del grupo Inocentes.

19 Aparte del festival, la escena p(A)nk de São Paulo en este periodo fue también objeto de dos documentales: Garotos do Subúrbio (1982), dirigido por Fernando Meirelles, y Punks (1984), dirigido por Sarah Yakhni y Alberto Gieco.

20 Bivar vivió exiliado en Londres en los años setenta, donde presenció de cerca el inicio del punk.

21 Las actuaciones del festival se grabaron en vivo en magnetó-fono y al año siguiente se publicó una recopilación en vinilo. El histórico LP O Começo do Fim do Mundo incluye un tema de cada grupo a excepción de Ulster, que se negó a salir en el álbum porque, a su juicio, se había visto perjudicado por la calidad de la grabación.

22 Entrevista realizada por André Mesquita, São Paulo, agosto de 2011.

23 Pinochet Boys, “Música del General” (1986). Los Pinochet Boys surgen hacia 1985, cuando los hermanos Conejeros, dos jóvenes melómanos que venían de la Unión, una ciudad en el sur de Chile, llegan a Santiago con la idea de formar

una banda de música electrónica. Sin embargo, la precarie-dad de recursos y el encuentro con Daniel Puente y más tarde con Sebastián Levine, que eran músicos cuyos refe-rentes venían del rock, hizo que el proyecto derivara a un punk con elementos electrónicos. Hasta la llegada del batería Sebastián Levine, los instrumentos de la banda son un sintetizador, una batería eléctrica, una guitarra y un bajo.

24 Liz Munsell, Subculturas visuales e intervención urbana. Santiago de Chile 1983-1989, tesis para optar al grado de Magister en Estudios Latinoamericanos, Santiago: Universidad de Chile, 2009. Manuscrito inédito.

25 Álvaro Godoy, “Festival Punk: Reyes en su selva”, en La Bicicleta, Santiago de Chile, agosto de 1986, p. 20.

26 Entrevista a Iván Conejeros realizada por Andrés Keller y Fernanda Carvajal, Santiago de Chile, julio de 2011.

27 El Canto Nuevo fue un movimiento de música fusión, surgido a fi nes de los años setenta, que mezclaba el folklore chileno con jazz, bossa nova y rock, y que en general tendió a identifi carse con el discurso de denuncia del mundo de oposición a la dictadura.

28 Los Pinochet Boys son expulsados de su casa en la calle Santo Domingo por el atentado incendiario de una bomba molotov lanzada por la puerta de la calle a altas horas de la madrugada. Luego, en frente de su casa en la calle Herrera 506, un auto de vidrios ahumados se detiene cada día, y, tras una fi esta, allanan la vivienda destruyéndolo todo.

29 Consigna llevada por el grupo a una concentración en el parque O´Higgins.

30 Como referencia de una estrategia semejante, cabe citar en esta misma época a grupos de Washington D. C. como 3, Beefeater, Embrace, Fire Party, Gray Matter, Ignition, Rites of Spring, Soulside y otros integrantes de la segunda generación del panorama punk/hardcore de la ciudad, que en un movimiento denominado Revolution Summer protagonizaron, junto con algunos activistas, protestas de punk percussion frente a la Embajada de Sudáfrica contra el apartheid.

31 Cristián Galaz, “Punks: Los hijos de Pinochet”, en La Bicicleta, Santiago de Chile, abril de 1986, p. 3.

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y diversos espacios públicos de la ciudad, creando nuevos canales de circulación para sus sonidos e imágenes. Para estos nuevos grupos, en muchos casos autodidactas, la destrucción absoluta aparecía no sólo como una posibilidad creativa, sino como una realidad inminente.

La actitud contestataria de esta escena subte emergente propició más de una fricción con los par-tidos tradicionales, e incluso con los voceros y críti-cos de una nueva izquierda cultural que veían en sus erráticos y escandalosos gestos juveniles los signos de una descomposición social frente a la añorada unidad socialista. Pero así también, generando inco-modidades y choques con los propios discursos del comunismo ortodoxo y el maoísmo radical (como el discurso violentista de la organización clandestina Sendero Luminoso). Su descreimiento frente a las soluciones propuestas por el aparato gubernamental al confl icto les permite reivindicar con gozo la esti-mulación con drogas y alcohol, la libertad sexual, la violencia demoledora y el grito sórdido. Pero también experimentar una identifi cación distinta a través de sus cuerpos degradados y socialmente apartados: la escoria, esa entidad sucia y residual que no tiene lugar en las demandas de elementos “constructivos” de la izquierda tradicional3.

“Juventud” y “violencia” aparecen como las bi sagras de un nuevo momento cuyas huellas seránuno de los más desgarrados testimonios de la in-dignación, la rabia y la frustración compartida frente al desmoronamiento ético y político de la nación. Así, rápidamente carátulas de discos, letras de can-ciones y agresiva poesía se mezclan con las actitudes

ESCORIA

Sangre… chorreando por todas partes,

bombas… cayendo en mil lugares,

desgracia… vivimos en el infi erno,

atrapados en un mundo de mierda1.

Desde fi nes de 1982, una serie de experiencias colec-tivas realizadas en Lima, generadas entre los lugares semiclandestinos de la ciudad y los espacios “ofi cia-les” de las clases medias, confi guran una manifes-tación cultural inédita, emparentada por la crudeza de sus formas y por la negación total de los valores ofi ciales. Iniciado en 1980, aquel movimiento, luego llamado escena “subte” (subterránea), fue uno de los momentos más impresionantes de rabiosa crea-tividad frente al desánimo y la brutalidad del confl icto armado interno entre las organizaciones comunistas clandestinas y el Estado peruano. Principalmente agrupados en torno a discursos libertarios y anar-quistas a través de la música, las artes visuales y la poesía, estos grupos se caracterizaron por su nega-tiva a permanecer callados frente a las noticias de torturas y desapariciones en el interior del país que inauguran la guerra sucia y las políticas de aniqui-lamiento que el Estado peruano implementó desde 1983 contra amplios sectores de la población civil2. En esos momentos, esta nueva escena independiente opta por entrar en confrontación con el autoritaris-mo, interviniendo colectivamente a través de pan-cartas, escenografías, festivales de arte y encuentros multidisciplinarios en las universidades, teatros

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fi g. 1. Álvaro Oyarzún, Viva Chile, Santiago de Chile, 1989.

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fi g. 2. Herbert Rodríguez, volante “Intis… Muchos Intis…!”, Lima, 1986.

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fi g. 3. Narcosis, Primera dosis, primera maqueta del grupo diseñada por Jaime Higa, Lima, 1985. 223

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libertarias y manifestaciones callejeras que enuncian desde una marginalidad total, identifi cándose ellos mismos con los miles de cuerpos masacrados enlas miles de imágenes de muerte que confi guran elsentido común de un país en guerra. Esa valoración de lo repulsivo y lo obsceno, que entra en abiertaconfrontación con la cultura ofi cial y con el arte de ca-rácter comercial, es un impulso compartido en otrasescenas underground en esos mismos años, comola que surge en Chile o en México. En estas experien-cias desarrolladas en simultáneo, el humor estridente, las demandas de total libertad del cuerpo y una vi-sualidad insolente fueron la mejor arma de agitación y reivindicación de modos alternos de vida frente a la violencia de un sistema social autoritario y normativo.

El momento más explosivo de la movida peruana coincide con los instantes inmediatos y posteriores a las matanzas y asesinatos en los Andes centrales entre 1983 y 19844. En esos años, grupos de rock con nombres tan elocuentes como Leuzemia —cuyo ba-jista se hacía llamar Leo “Escoria”—, Narcosis, Zcuela Cerrada, Pánico, Guerrilla Urbana y Autopsia evi-dencian esa transición emocional hacia una rabiosa proclama punk: una visceralidad que es también un índice fracturado de la negociación que este sec-tor desafi ante de la juventud limeña intentaba hacer entre la rebeldía íntima y una estructura social fractu-rada. Un quiebre similar que en poesía tiene a su me-jor exponente en la efímera “comuna” que se funda en torno al Movimiento Kloaka (1982-1984), que asume

su violenta producción literaria como un espacio de confrontación política contra lo que veían como un “sistema” caduco. “Para nosotros lo que viene sucediendo en el Perú es una situación cloaca, el Perú es una cloaca”, decía el poeta Roger Santivañez5, integrante de ese grupo y cuya poesía se caracterizó por ser una de las mejores expresiones de los ámbitos lumpenizados de la sociedad limeña.

fi g. 4. Herbert Rodríguez, Alfredo Márquez y Alfredo Távara, Música Subterránea, Lima, 1985.

fi g. 5. Enrique Polanco, Al cerdo peruano del 83, anuncio del concierto de Kloaka, Del Pueblo y Kolarock, Lima, 1983.

fi g. 6. Teatro del Sol, representación de El Homosexual en el Teatro Cocolido, Lima, 1990.

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Del mismo modo, el colectivo de arquitectos llamado Los Bestias organiza, entre 1984 y 1986, una serie de encuentros de arte total (los “bestiarios”) donde el rock, el teatro, la poesía y las artes visuales colisionan en un intento de renovar los modos de participación política desde un vértice libertario e informal [▸U T O P Í A M E D I O C R E ] . Las masivas convocatorias de estos y otros eventos —que reutilizaban desechos para generar arquitecturas efímeras y objetos colo-ridos que servían como escenografía—, señala una transformación radical de lo popular, introduciendo imágenes o voces de nuevos sujetos políticos y sub-culturas antes marginadas (los homosexuales, los drogadictos, las prostitutas) que ganan, aunque sea momentáneamente, un espacio de reconocimiento y legítima discusión. Estos proyectos colectivos eran también laboratorios de investigación y experimen-tación que permitieron procesar esas otras identida-des, como por ejemplo el trabajo del Teatro del Sol, fundado en 1979 por Luis Felipe Ormeño y Alberto Montalva. Este proyecto en particular impulsó desde el teatro y el activismo una exploración de la subjeti-vidad gay y el homoerotismo que instala un debate, hasta entonces inexistente, sobre la homosexualidad

y la crisis del sida, lo cual aparece también, de otro modo, en la escena musical a través de un particular homocore local, es decir, las maneras en que comu-nidades alternativas se apropian y exploran desde otros lugares la iconografía de rudeza y hostilidad del movimiento punk, destacando las estéticas provoca-tivas de lo glam (peinados, botas, brillos y maquillaje) frente a los estilos masculinos del hard rock.

Más allá de sus diferencias internas, el accionar de estos grupos traza un momento de vitalidad extre-ma en los años ochenta, en medio de las políticas de

muerte y represión a la que la escena subte estuvo también expuesta. Una violencia que se agudiza en Lima al fi nal de la década, en la cual la “amenaza senderista” se usó cómo pretexto desde el Estado para arremeter y exterminar masivamente el conjunto de las izquierdas, los movimientos populares, los discursos críticos y toda señal “sospechosa” de oposi-ción al discurso ofi cial o gubernamental (que varios de estos grupos esgrimían). Para inicios de los noven-ta, esta movida mostraba ya los signos de una drásti-ca fragmentación y disolución, acelerada en algunos casos por su propio radicalismo y diáspora y, en otros, como resultado de la represión velada y la violencia autoritaria.

ML

NOTAS1 Narcosis, “Triste fi nal”, 1985.2 EL 30 de diciembre de 1982 el gobierno del Perú delega amplias

facultades para la lucha contrasubversiva a las Fuerzas Armadas

que toman el control de las zonas declaradas en emergencia en

los Andes centrales, sin que las autoridades políticas pusieran

en marcha mecanismos de protección de los derechos humanos. 3 Retomo esta idea de Fernanda Carvajal y su análisis de la irrup-

ción de nuevos colectivos más próximos a una sensibilidad punk

en la escena chilena de los años ochenta (como los Pinochet

Boys y los Ánjeles Negros).4 El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación

indica que 1983 y 1984 fueron los años más feroces de todo el

confl icto (1980-2000), llegando a perder la vida un tercio de las

víctimas de todo el periodo de violencia. Ver Comisión de la

Verdad y Reconciliación, tomo 1, cap. 3, 2003, p. 133.5 Juan Zevallos Aguilar, “Entrevista a Roger Santivañez” [1983],

en Juan Zevallos Aguilar, MK (1982-1984): Cultural juvenil urbana

de la postmodernidad periférica, Lima: Ojo de Agua, 2002, pp. 94-100.

Publicado originalmente en La Razón, Lima, nº 4, p. 10, julio

de 1983. Ver también José Antonio Mazzotti, Poéticas del fl ujo.

Migración y violencia verbales en el Perú de los 80, Lima: Fondo

Editorial del Congreso del Perú, 2002.

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fi g. 7. Herbert Rodríguez en colaboración con Los Bestias, carteles y collages producidos para el concierto “ROCKACHO”, Lima, 1986.

fi g. 8. Vicente Ruiz, fotograma de Teorema, Matucana 19, con Patricia Rivadeneira y Vicente Ruiz, Santiago de Chile, 1987.

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SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

El concepto de “socialización del arte” cobró gran fuerza en el contexto latinoamericano de los años setenta. Retrotraerse brevemente a esa dé-cada permite comprender la pervivencia transmu-tada durante los ochenta de una noción fraguada durante los decenios anteriores al abrigo de las articulaciones entre el arte y la vanguardia revo-lucionaria. Los primeros setenta establecieron un desplazamiento radical desde la posición ideo-lógica representada por el foquismo artístico del itinerario del 68, en la que el artista de vanguardia tendía a constituirse en vocero y avanzadilla de una revolución por venir (y cuyo sujeto político de referencia aparecía individualizado por la fi -gura del guerrillero heroico, erigido en la obra dearte por excelencia), a la reivindicación del pueblo, hasta entonces vislumbrado como una potencia política por subjetivar, en tanto sujeto político activo, colectivo y creativo. El efecto más inme-diato de ese desplazamiento debía ser la disolu-ción del rol del artista como una entidad social diferenciada.

Esta socialización del arte será una idea verte-bral en los escritos de los años setenta producidos por autores como el sociólogo argentino Néstor García Canclini (exiliado en México desde 1975) o el crítico peruano Mirko Lauer. Sus planteos teó-ricos serán retomados y, sobre todo, redefi nidos, durante los años ochenta por diversos colectivos interesados en generar rearticulaciones radicales entre el arte, la política y el activismo. A propósito de este último aspecto, es especialmente signifi ca-tivo el caso de García Canclini, cuyos textos esta-blecen un puente conceptual y geográfi co entre los años sesenta y ochenta, y entre contextos na-cionales como el peruano y el argentino. Si a prin-cipios de la década de los setenta García Canclini esbozaba un modelo sociológico del arte político tomando como referencia las experiencias del Grupo Octubre o Tucumán Arde, hacia el fi nal del decenio, en libros como Arte popular y sociedad en América Latina (1977) y La producción simbólica (1979) propugnó la emergencia de un modelo so-cializador que encontraba, entre otros referentes, el teatro de Augusto Boal o las ideas contenidas

en ensayos como el que Ricardo Carpani presen-tó en el Encuentro de Artistas Plásticos del Cono Sur1. Ese mismo escrito de Carpani, en el que el artista argentino defendía la creación de “talleres de militancia plástica de bases”, fue retomado por García Canclini en un texto bastante menos conocido y con un aliento decididamente más programático, que se publicó en la revista peruana Hueso Húmero en 1980 (nº 5-6) bajo el título “La participación social del arte: el porvenir de una ilusión”. En él, el sociólogo argentino revisaba las posiciones críticas que él mismo había sosteni-do a principios de la década señalando las insufi -ciencias del modelo crítico que había identifi cado en prácticas como Tucumán Arde. Según rezaba la segunda de las “antítesis” que diagramaban la estructura conceptual del ensayo, ya “no basta sociologizar el arte; hay que socializarlo”. Así, mientras en 1973 había califi cado a Tucumán Arde como la “experiencia principal” dentro de los in-tentos de esos años destinados a romper con las instituciones culturales de la burguesía para favo-recer “la integración de artistas con organizacio-nes populares”, y en 1979 subrayaba que aquella iniciativa implicó “la reformulación más radical de la práctica artística, de su relación con los difu-sores y el público”, en el texto de 1980 introducía un matiz fundamental al subrayar, retomando parcialmente las palabras de Carpani, que la so-cialización del arte y su reubicación dentro de los procesos y organizaciones populares de cambio “signifi ca no sólo difundir ampliamente las obras, sino redistribuir el acceso a la creación, elaborar con el pueblo y desde el pueblo los elementos for-males necesariamente nuevos que por su propia génesis impliquen el reconocimiento e identifi ca-ción popular”2.

Precisamente fue en ese contexto peruano donde, durante la segunda mitad de los setenta, se desarrollaron una serie de experiencias para las cuales el punto de vista de Canclini, imbuido en esa etapa de su producción por una perspectiva teórica renovadora del marxismo en cruce con la sociología del arte, funcionaba, junto al aporte de Lauer, como una suerte de intertexto del programa de intervención artística que desarrollaría el colec-tivo peruano Paréntesis y luego Huayco a fi nes de los setenta y los primeros años ochenta. El pro-yecto inicial de Paréntesis/Huayco explicitaba sus puntos de partida en posiciones programáticas que evidenciaban ciertos paralelismos con los textos setentistas de Canclini en lo relativo a la

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necesidad de rearticular el arte y la cultura popu-lar. Por ejemplo, el manifi esto dado a conocer con motivo del festival Contacta 79 era enfático a la hora de señalar cómo esta alianza podía activar fuerzas vitales que se opusieran a la osifi cación institucional de la cultura:

Las artes tradicionales, la evolución de nuestras

expresiones artísticas populares, las artes apli-

cadas, las técnicas modernas de masifi cación inte-

gradas como acto conceptual con los rituales de la

vida diaria sólo se justifi can si logran dinamizar

las relaciones del desarrollo histórico rompiendo la

inercia de una creatividad tolerada y controlada,

buscando soluciones innovadoras que se opongan

a la neutralización de la cultura3.

Estos planteos dieron lugar, de acuerdo al balance que proponía Francisco Mariotti, a “propuestas estéticas que ya no tienden a la realización de la obra única, comercial, coleccionable, sino a la obra estética como actitud, como acción del mo-mento y que, en algunos casos, hasta involucra al participante”4. Este tránsito de lo estético de la obra de arte a la encarnación en modos de hacer y de vivir que incorporarán en sus dinámicas a los otrora espectadores de arte será un elemento que marcará muchas de las acciones impulsadas por Fernando “Coco” Bedoya y Mercedes Idoyaga “Emei”, los dos exintegrantes de Paréntesis, cuan-do ambos se establezcan en Buenos Aires a partir de 1981. Allí, Bedoya y “Emei”, junto a artistas como Diego Fontanet, Joan Prim, Daniel Sanjurjo, José Luis Meirás, Fernando Amengual, Tamara Migelson, Gustavo Romano, Ricardo Damonte, Adriana Bayón, Carlos Portella “Piri”, María José Loureiro, Mario Robledo, Laura Romera, Germán Richiger, el chileno Ángel Andrade, Marcelo Vega, Gastón Vandan, Sergio Vila, Roberto Falco, Leonel Luna, Carlos “Negro” Tirabase (CNT), Luis María Brandán (que había sido integrante del Taller de Investigaciones Teatrales [TIT]) y muchos otros colaboradores como Fernando Noy, Alberto Sava, Ricardo Carreira y Jorge Carballa, impulsan la conformación de un colectivo denominado prime-ro GAS-TAR (Grupo Artistas Socialistas-Taller de Arte Revolucionario)5 y más tarde C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo-Tarifa Común)6. Los integrantes de C.A.Pa.Ta.Co recuperaron de la experiencia peruana conceptos clave como el de “arte al paso”, acuñado por Huayco en alusión a la popular y callejera “comida al paso”, a partir de su

crucial instalación Salchipapas (1980), construida (en la calle y luego dentro de la galería) con miles de latas de leche vacías, recicladas de la basura. También mantuvieron la referencia a los textos de García Canclini, por ejemplo cuando “Coco” Bedoya decidió citarlo como epígrafe de una pu-blicación que daba cuenta de las articulaciones entre la actividad de ciertos colectivos de arte activista y las Madres de Plaza de Mayo: “El arte nunca es más fascinante, creativo y liberador que cuando actúa en forma solidaria con la capacidad productiva y de conocimiento del pueblo”7.

GAS-TAR y C.A.Pa.Ta.Co llevaron a cabo du-rante toda la década de los ochenta y los primeros años noventa una serie de intervenciones calleje-ras participativas (gráfi cas, performáticas), a la vez que propiciaron movidas masivas dentro de espacios contraculturales (como el Parakultural, Babilonia o Mediomundo Varieté). En muy pocas ocasiones se instalaron en los márgenes del circui-to artístico tensionando sus lógicas internas. Por el contrario, su espacio privilegiado fue claramente la calle en el marco de movilizaciones masivas, en su mayor parte convocadas por el movimiento de derechos humanos, aunque también asumie-ron la intervención en confl ictos obreros (en es-pecial, la larga huelga de la fábrica Ford en 1985)y desplegaron solidaridades internacionales (de claro signo internacionalista). Entre ellas, im-pulsaron junto al Frente por los Derechos Humanos (integrados por un grupo de jóvenes en apoyo a las Madres) sendas convocatorias a acciones masivas participativas, como encender velas en apoyo a los opositores a la dictadura chilena de Pinochet (Vela x Chile, en 1986 y 1987) o la acción Bicicletas a la China (1989) en solidaridad con las víctimas de la matanza de Tiananmen. Muy en coincidencia con los postulados ya referidos de Paréntesis/Huayco, aunque sin duda mucho más explícito en su ligazón con la acción política, C.A.Pa.Ta.Co se autodefi nía como un “grupo interdisciplinario de arte que se plantea colectivizar los medios de producción artístico-culturales en el sentido de:

1) La producción grupal de obras y eventos de arte;

2) Lograr la participación creativo-productiva del

público,

3) Ampliar demográfi camente el consumo a los

sectores populares, tradicionalmente marginados,

4) Ligarse a las luchas de los trabajadores y el

pueblo8.

SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

S

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Con todo, hay que hacer notar que la conexión que acabamos de trazar entre la producción teóri-ca de García Canclini y las experiencias peruanas y argentinas en torno a la articulación entre la práctica artística y la esfera de lo social, no sólo presentan continuidades. Por el contrario, un aná-lisis más minucioso nos devuelve una imagen dela socialización del arte en las experiencias poé-tico-políticas de los años ochenta que evidencialíneas de ruptura radical con el modo en que esa idea fue concebida por la práctica artística y teóri-ca durante la década anterior. En los ochenta, esemodelo socializador, lejos de acoplarse a la retó-rica de la sociología marxista, se concretó por elcontrario en unos términos que reconfi guraron las luchas contrahegemónicas en el seno de los mo-vimientos sociales. Lo que afl ora en los ochentaen torno al movimiento de derechos humanos enpaíses como Argentina es un paradigma de con-traesfera pública que, en lugar de ajustarse a laconcepción clásica del pueblo como sujeto colec-tivo homogéneo sublimada durante los sesenta y setenta, preludia formas de resistencia en la articu-lación entre la política y lo social más próximas al concepto de “multitud”, cuyo mayor desarrollo a nivel global tendrá lugar a partir de los noventa de la mano del movimiento altermundista. Si en los setenta la centralidad del concepto del pueblo, a cuyo servicio debía ponerse el arte, se vinculaba a la invocación de un proceso revolucionario que debía conducir a la toma del Estado (un estado-centrismo en el que el vínculo entre Estado y pue-blo aparecía como inextricable), los procesos de subjetivación disparados por un buen número de experiencias de signo colectivo durante los años ochenta no supeditaban la emergencia de una con-traesfera pública —o, en su defecto, de una comu-nidad de resistencia— a teleología alguna, lo cual resulta especialmente comprensible si tenemos en cuenta que muchas de esas acciones se empren-dieron desde las ruinas del proyecto revoluciona-rio de los setenta, asentando sobre el presente el deseo de restituir unos vínculos sociales absoluta-mente violentados por las dictaduras mediante una articulación de la protesta en la que la tonalidad de las voces y el uso de los cuerpos no se supedita-ban a un proyecto político de signo unívoco9.

Contra la abstracción identitaria en la que el concepto de pueblo tiende a sumir a los indivi-duos que componen la masa social (sin que ello implique una ausencia de efectos performativos sobre esa masa), el modo en que los manifestantes

de acciones como el Siluetazo o el NO+ podían apropiarse de herramientas visuales (las siluetas) o consignas lingüísticas (NO+) sumamente sim-ples, favorecía la singularidad y la multiplicación exponencial del signifi cado que se materializaba en ese proceso. Desde esa perspectiva, la dimen-sión que adquirió en los ochenta la socialización del arte, al menos en las acciones que acabamos de mencionar, desbordaba con mucho las diná-micas del concepto clásico de participación queaún encabezaba, en 1980, el título del ensayo de García Canclini y algunas de las acciones de grupos como GAS-TAR y C.A.Pa.Ta.Co. En las acciones regidas por ese concepto de participa-ción, el grado de involucración del sujeto político tiende a ser parcial y puntual. Por el contrario, la temporalidad, la intensidad y el riesgo de la toma de posición política que involucraba el po-ner el cuerpo en acciones como el Siluetazo o el NO+, así como la naturaleza del vínculo afec-tivo entre quienes en ellas participaban, se aproxi-maba más al concepto de agenciamiento, según fue enunciado por Gilles Deleuze. Si para el fi ló-sofo francés el agenciamiento siempre implica la demarcación de un territorio que no preexistía, resulta sumamente ajustada la defi nición que da Juan Carlos Marín del Siluetazo como un acon-tecimiento que consiguió delimitar una nueva “territorialidad social”.

Mientras en los primeros setenta la idea de socialización del arte aún poseía un poderoso ca-rácter instrumental que veía en la difusión de las técnicas de producción de imaginario ante todo un medio para favorecer la concienciación del pue-blo (convertido en una suerte de entelequia colec-tiva) acerca de la situación histórica padecida por los países del subcontinente y de la posibilidad de subvertirla revolucionariamente, en los ochen-ta, la socialización aparece más bien como un fi n en sí mismo, en el que si bien el contenido, la efectividad y la dimensión agitativa de la protesta, tan privilegiados en décadas anteriores, mantenía su importancia, no se sobreponía en ningún caso sobre la afectividad que permitía articular, en su pluralidad de manifestaciones, el disenso social y las relaciones entre los cuerpos en acontecimien-tos como el Siluetazo o el NO+. En ese tránsito entre los setenta y los ochenta, el cisma histórico producido por las dictaduras militares en Chile y Argentina implicó que la socialización del arte pasara de ponerse al servicio de un proceso revo-lucionario en marcha (Chile) o cuya realización

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se intuía como inminente (Argentina), a confi gu-rarse como parte de la emergente denuncia social que rasgaba el velo de la normalidad impuesto por la dictadura sobre la vida pública (Chile) o de una política de la memoria que bajo diferentes signos se oponía al olvido sobre el que desde el poder se pretendía construir la apertura democrá-tica (Argentina).

EL SILUETAZO

Los artistas impulsores del Siluetazo, al proponer la idea a las Madres de Plaza de Mayo, ya eludían la defi nición de esa práctica como arte y preferían re-ferirse a ella como “un hecho gráfi co” que permitie-ra cuantifi car e instalar en la calle y en los medios masivos la denuncia de los desaparecidos. Importa poco si los cientos de manifestantes que protago-nizaron la acción tuvieron conciencia artística de la misma10. Estamos ante un emprendimiento co-lectivo cuyo devenir diluye ese origen “artístico” (incluso lo olvida) en la medida en que el recurso que el grupo de artistas pone a disposición de la multitud es apropiado, modifi cado y resignifi cado por ella, convirtiéndose en política visual de un potente movimiento social. Se disolvían así, radi-calmente, (y no como una simple participación en una iniciativa ajena) los estereotipos sociales del artista, el activista y el espectador, involucra-dos en un proyecto común, convertidos todos ellos en “hacedores” de un imaginario público. En este punto es evidente su distancia o deslizamiento de las formas preconcebidas de lo que debe ser el “arte político” o “comprometido” (ilustración de la letra de la política), entrando en tensión tanto con la tradición de representación realista de la

izquierda ortodoxa como con la labor concientiza-dora del arte. El Siluetazo no puede ser contempla-do como una acción que difundiera en la conciencia social una conducta preestablecida que, en última instancia, debiera movilizar los cuerpos en una determinada dirección, ni tampoco preveía la diso-lución del arte en la vida como consumación efec-tiva de un supuesto ethos. Por el contrario, lo que el Siluetazo hizo fue socializar una herramienta visual que abrió una nueva y disensual “territoria-lidad social”11.

Aunque surgido en el seno del movimiento por los derechos humanos y bajo la autoridad de las Madres de Plaza de Mayo, su dimensión irruptiva distó sin embargo de asimilarse a un proyecto po-lítico prefi jado. Es justamente esa indeterminación la que otorga su singularidad al Siluetazo. Desde ese punto de vista, su concepción de la historia se situaría en las antípodas del carácter teleológico que caracterizó otras articulaciones entre el arte y la política en el contexto latinoamericano. Por todo ello nos resulta más que dudoso trazar, como han planteado autores como Luis Camnitzer, una genealogía que presente al Siluetazo como simple “secuela” de Tucumán Arde, justifi cada en que ambas experiencias se desarrollaran en el afuera de la institución arte. Establecer una concatena-ción directa del Siluetazo (1983) a la mítica escena fundante de Tucumán Arde (1968) pasa por alto las profundas diferencias en los modos de producción

SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

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fi g. 2. Eduardo Gil, Silueteando I, fotografía tomada durante la III Marcha de la Resistencia, convocada por las Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983.

fi g. 1. Bruno Quaretti, Jóvenes pintando siluetas en el Obelisco durante el segundo Siluetazo, último día de la dictadura, Buenos Aires, 8 de diciembre de 1983.

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fi gs. 3-5. Edward Shaw, serie El Siluetazo, fotografías tomadas durante la III Marcha de la Resistencia, convocada por las Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983.

fi gs. 6-9. Mónica Briones, tercera etapa de la campaña No me olvides, de Mujeres por la Vida, Santiago de Chile, 29 de septiembre de 1988.

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de subjetividad —y, por lo tanto, como señalamos arriba, en el régimen de la socialización del arte— sostenidos por ambas experiencias colectivas, derivados, en buena medida, de su inscripción en contextos epocales distintos, separados por el abismo que media entre el “antes de la revo-lución” y el “en medio de su derrota”, encarnada en la feroz represión de los proyectos emanci-patorios que ejecutó la última dictadura militar. Tucumán Arde se encontraba atravesado por una concepción hegeliana del tiempo histórico en la que la revolución se presentaba como un futuro inminente que consumaría la visión de la historia enunciada por el sujeto político. El mesianismo vertebrador del Siluetazo es de signo diferente. La proposición de una “cita secreta entre las gene-raciones que fueron y la nuestra” que el Siluetazo proponía no se cifraba en el deseo de retomar un proyecto revolucionario pasado e inacabado, sino que aparecía, en un sentido benjaminiano, como aquella fractura más o menos consciente de la linealidad temporal que habilita la apertura de lo posible.

Si el énfasis en la “concientización”, mediada por la exaltación de una violencia artística que habría de mimetizarse —en los procedimientos

y en la retórica— con las organizaciones guerri-lleras, fue una de las notas predominantes en la “nueva estética” generada en torno al itinerario del 68, la subjetivación que producía la sociali-zación del arte en un evento como el Siluetazo se basaba en la desidentifi cación de los cuerpos, en aquella evocación silueteada del otro que daba lugar a una doble huella, a una “confi guración dialéctica de tiempos heterogéneos” en la que la memoria del ausente-presente (el desaparecido) se superponía al futuro incierto del presente- ausente (el manifestante)12. Si en los sesenta se tendía a afi rmar la preexistencia de una comu-nidad cuyo impulso utópico se concretaría en el cumplimiento de un acontecimiento ulterior (la revolución), en los ochenta era el propio acon-tecimiento el que, desde las ruinas de ese proyecto revolucionario, creaba los lazos afectivos de una generación involucrada en hacer evidente y visible la reprimida (en sentido literal y freudiano) pre-sencia/ausencia de los desaparecidos13, estable-ciendo con ellos una comunidad de sentimientos que, sin embargo, no implicaba necesariamente la adopción de su programa político. La articula-ción entre arte y política desplazaba así su énfa-sis de la (e)fectividad a la (a)fectividad. Desde el pun to de vista de la visibilidad, el uso de las silue-tas no se limitó a la direccionalidad impuesta por la ilustración de la referida consigna de “Aparicióncon vida”, sino que respondió a la multiplicidad de apropiaciones que modifi caron las pautas es-tablecidas en un principio —todas las siluetas se preveían iguales, anónimas, masculinas y pegadas erguidas—. Las demandas particulares hicieron estallar la propuesta en una diversidad de resolu-ciones. En todas ellas, las siluetas de los ausentes acogían a los manifestantes en un gesto poético en el que la hospitalidad de la forma se convertía también en un reclamo de justicia colectivo y, a la vez, particular. Se restablecía así un espacio público que en décadas posteriores ha manifes-tado con intensidad el disenso irreconciliableentre la lógica policial de los Estados y la políti-ca de las multitudes. La multitud emergente en acontecimientos como el Siluetazo demuestra que los agenciamientos colectivos pueden potenciar —al tiempo que redimensionar— el deseo de los cuerpos singulares sin caer en tentaciones este-ticistas, que arte y política pueden confl uir en la producción de un imaginario común y de una esfera pública antagonista sin diluirse mutua-mente en la impostura del consenso social.

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fi g. 10. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1984.

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NO+

Cuando el CADA realiza el NO+ por primera vez en 1983, está comenzando en Chile una oleada de protestas sociales en urgente reacción a la cri-sis económica que produce índices de infl ación y cesantía inéditos, irradiando un clima de crisis y derrumbe del modelo neoliberal propugnado por el régimen. En ese contexto, cuando las consignas no se han renovado y no ha surgido una nueva discursivid ad que atraviese la zona antidictato-rial, el CADA lanza el NO+: un dispositivo abierto propagado por los muros de la ciudad para ser completado por la población.

Una de las principales estrategias del CADA fue la noción de ciudad como soporte de inter-vención artística. En ese gesto citan a las brigadas muralistas como su principal antecedente para inscribirse, estratégicamente, en una genealogía que enlace arte, ciudad y política. Aun así, son varias las brechas que separan una y otra expe-riencia. En el contexto de la Unidad Popular, los

brigadistas actúan bajo una noción de poder so-bre el presente y de un sujeto bullente dentro de la ciudad, produciendo imágenes que proyectan y le pertenecen a una ciudad del futuro, por venir. Si las brigadas eran voces acabadas, discursos formalmente asimilables al auge y la unión de la Unidad Popular, el CADA surge tras el Golpe, en el momento en que el movimiento popular co-mienza a rearmarse fragmentariamente. El CADA no opera ya en una ciudad disponible, trabaja sobre la ciudad sitiada, la ciudad del fracaso del proyecto brigadista, donde ese proyecto ha sido arrasado, borrado. Y no recurre ya a la producción de imáge-nes, ni símbolos, sino que genera dispositivos que, como el NO+, funcionan como “un articulador de espacios y gestos simbólicos”14.

Las brigadas encarnaron el devenir artista del militante y el “aprendizaje de las organizacio-nes políticas de la efi cacia comunicacional de ins-talar producciones visuales en la trama urbana”15. Materializaron un proyecto encauzado hacia la democratización del arte, portando ya consigo un movimiento hacia la socialización y la politización de la práctica artística que ampliaba los recursos y repertorios de la izquierda en las batallas sim-bólicas del periodo. Sin embargo, la relación entre arte y ciudad es trabajada de un modo diferente por el CADA, a partir de un énfasis en el desplaza-miento y la resignifi cación de los signos16. Se trata de una estrategia más esquiva o, como señala Eltit,

más frágil, pero en otro punto curiosamente más

duradera, porque los murales tú los pintas y ya, en

cambio, el CADA, que deja su huella en el video,

en la foto, en la prensa, no lo puedes agarrar, in-

gresa donde no tiene que ingresar y se va y no va

preso, no es posible tomarlo preso17.

SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

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fi g. 11. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1988.

fi g. 12. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1983-1989.

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Si socializar el arte implicara socializar una téc-nica (serigrafía, dibujo, pintura mural), podría de-cirse que el CADA no realiza una socialización del arte, sino más bien acciones participativas. Desde el reparto del medio litro de leche en poblaciones y el llamado a intervenir las bolsas de leche ya consumidas en Para no morir de hambre en el arte (1979), hasta la multiplicación del rayado NO+ por los muros urbanos dispuesto para ser reapropiado y completado por otros, hay un llamado a la partici-pación. Sin embargo, en el caso del NO+ lo que se socializa es un dispositivo “conceptual” que tras-ciende las limitaciones del discurso meramente humanista de la participación.

Al mismo tiempo que el NO+ es una invitación al palimpsesto —a sumar capas de inscripciones, a completar un discurso en formación—, socializa el uso polisémico de los signos como estrategia confi guradora de las formas de protesta antidicta-torial18. En la ciudad del toque de queda y cuando las antiguas consignas parecían ya agotadas19, durante 15 noches el CADA y un grupo de artistas satélite salen a rayar el NO+ en puntos estraté-gicos de la ciudad y simplemente “lo dejan ahí”.

Cabe preguntarse qué elementos estuvieron en juego para que el NO+ fuera efectivamente com-pletado, tratándose de un gesto mínimo, que no estaba acompañado de ninguna señal que llamara explícitamente a rematar la frase, ningún instructivo que requiriera al transeúnte. Sin embargo, contra la posibilidad de su fracaso, el NO+ adquirió la fuerza interpeladora de la consigna. Es decir, el NO+ logra articular el rechazo antidictatorial en una consigna, destruyendo y a la vez rescatando la consigna como discurso político imperativo, como grito de guerra. Y es que se trata de una consigna fuera de control.

El NO+ está fuera de todo control por ser una consigna incompleta cuya formulación fi nal es im-predecible. El NO+ es un “dispositivo que expresa un deseo que no está completamente articulado, que no está enunciado del todo”20, y en este sen-tido desplaza o introduce junto con el imperativo del NO, el llamado a la formulación de un deseo po-lítico que no está ya previamente dado. También, cómo no decirlo, es un eslogan fuera de control por convertirse en una consigna de la que ya nadie es dueño: en esta intervención el CADA es testigo de su propia desaparición como autor.

Es posible pensar que esos rayados se convir-tieron en la huella que reúne dos cuerpos que se juntan sin conocerse, un cuerpo pasa y completa la marca dejada por otro cuerpo, concretando una acción anónima en común. El NO+ es el rastro que deja una comunidad invisible, que no se hace presente, pero que deja la huella de un afecto, de un ímpetu común. Una comunidad negativa, sin nombre, sin fi rma, habitada por una ausencia de identidad y de propiedades, aún sustraída de una posible representación (política).

AL, FC, JV

fi g. 13. CADA, NO+, Santiago de Chile, 1984.

fi g. 14. Mujeres por la Vida, No+ porque somos+, Santiago de Chile, 8 de marzo 1985. Fotografía: Patricia Alfaro.

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NOTAS1 Encuentro organizado por el Instituto de Arte Latinoame-

ricano de Santiago de Chile en 1972, bajo la dirección de Miguel Rojas Mix y en el contexto de la revolución socialista impulsada por el gobierno democrático de Salvador Allende. Las actas del encuentro refl ejaban la necesidad de reconsi-derar radicalmente la función del artista tanto en el proceso revolucionario como en el ulterior arte socialista.

2 Ver Néstor García Canclini, “La participación social del arte: el porvenir de una ilusión”, en Hueso Húmero, abril-septiembre de 1980, p. 71. Más adelante, Canclini deslizaba, en lo que cabe interpretar como una alusión velada a Tucumán Arde, que si bien algunos artistas dejaron de exponer en un museo para hacerlo en un sindicato, “muy pocos […] se han pro-puesto […] participar en las discusiones de los sindicatos y no simplemente servir de ilustradores”, ibíd., p. 72.

3 Manifi esto del Festival de Arte Total Contacta 79, incluido en Gustavo Buntinx, E.P.S. Huayco, Documentos, Lima: Centro Culatural de España, 2005.

4 Francisco Mariotti, “Balance interno de EPS Huayco”, en Gustavo Buntinx, óp. cit., pp. 253 y ss.

5 Según otra versión, la sigla signifi caría “Grupo de artistas socialistas para la transformación del arte revolucionario”. El verbo resultante (“gastar”) otorga al nombre un plus de distancia jocosa ante denominaciones tan grandilocuentes.

6 La sigla encierra un chiste en base al doble sentido de la palabra colectivo: como grupo y como transporte público de pasajeros, estos últimos divididos entre las prohibitivas Tarifas Diferenciales y las más populares Tarifas Comunes.

7 “Madres de Plaza de Mayo. Un espacio alternativo para los artistas plásticos”, dosier aparecido en La Bizca, Buenos Aires, nº 1, año I, noviembre-diciembre de 1985.

8 S/a., “Miserere para el equeco”, en La Bizca, Buenos Aires, nº 2, año I, otoño de 1986.

9 Retomamos aquí la contraposición que establece Paolo Virno entre el pensamiento de Hobbes y el de Spinoza. Para el autor italiano, la fi losofía política que encierran una y otra sería deudora, respectivamente, de los conceptos de “pueblo” y “multitud”. Para Virno, este último término, cargado de una connotación negativa en Hobbes y positiva en Spinoza, representaría “aquello que no se avino a devenir pueblo, aquello que contradice virtualmente el monopolio estatal de la decisión política”. Paolo Virno, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contempo-ráneas, Madrid: Trafi cantes de Sueños, 2003, p. 24.

10 Incluso durante muchos años se perdió la memoria del origen preciso de la iniciativa, cuyos impulsores fueron los artistas Roberto Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel. Para evitar hablar de “acciones de arte”, Roberto Amigo propone defi nir al Siluetazo y otras iniciativas de naturaleza semejante como “acciones estéticas de praxis política”.

11 Juan Carlos Marín propone este concepto en Los hechos armados, Buenos Aires: Ediciones PICASO/La Rosa Blindada, 2003. Por otra parte, esta socialización de la producción de imaginario se engarza con la noción de “posvanguardia” enunciada por Brian Holmes, que entiende la posible reac-tivación del legado de las vanguardias históricas desde una posición crítica con el modelo de élite y de avanzada: “Lo que me interesa no son ya los movimientos de vanguardia, sino de posvanguardia, movimientos difusos que permiten a mu-chas personas tomar parte de la fabricación de las imágenes, de los lenguajes nuevos y de su circulación”. “Entrevista

colectiva a Brian Holmes”, en ramona, Buenos Aires, nº 55, p. 9, octubre de 2005.

12 Georges Didi-Huberman ha mostrado, desde una perspecti-va arqueológica, la relación entre la temporalidad anacrónica de la huella —en tanto manifestación antropológica— y la imagen dialéctica benjaminiana. Ver La ressemblance par contact. Archéologie, anachronisme et modernité de l´empreinte, París: Les Éditions de Minuit, 2008, pp. 11-14.

13 Desde una postura pragmática y universalista, Susan Buck Morss ha vinculado la fuerza mesiánica de Benjamin con la alusión al concepto de generación como un segundo nacimiento —en este caso colectivo— en el que lo personal y lo político confl uyen en “la materialización de un campo de acción transitorio”. Susan Buck Morss, “La seconde fois comme farce… Pragmatisme historique et présent inactuel”, en Alain Badiou y Slavoj Žižek (eds.), L idée du communisme, Clamecy: Lignes, 2010, p. 106, (la traducción es nuestra). Este segundo nacimiento, en el que las siluetas de los desaparecidos alumbraban una nueva generación, encuentra su versión más radical —una suerte de inversión política, histórica y cultural de la maternidad biológica— en la afi rma-ción de las Madres Plaza de Mayo según la cual ellas fueron paridas por sus hijos.

14 Gonzalo Muñoz, “El gesto del otro”, en Cirugía plástica, Berlín NGBK, 1989 [cat. exp.].

15 Ana Longoni, “Brigadas muralistas: la persistencia de una práctica de comunicación político visual”, en Revista de Crítica Cultural, Santiago de Chile, n° 19, 1999, pp. 22-25.

16 Como sucede, por ejemplo, en Para no morir de hambre en el arte (1979) cuando el CADA cita la campaña allendista que, durante la Unidad Popular, buscaba entregar medio litro de leche diario a cada niño chileno, y la recodifi ca en la hoja en blanco, el vacío y el hambre, signos retomados posterior-mente en Inversión de Escena (1979).

17 Entrevista a Diamela Eltit realizada por Fernanda Carvajal en Santiago de Chile, julio de 2009.

18 En efecto, la socialización del uso polisémico de los signos que porta consigo el NO+ resulta palpable cuando, un par de años más tarde, Rosenfeld y Eltit activan el NO+ en sus colaboraciones con Mujeres por la Vida y los prolífi cos usos de la consigna pasan así a ser trabajados ya por un grupo identifi cable.

19 Como cuenta Eltit en la entrevista referida en la nota 17: “Las antiguas consignas era lo que se tenía. Entonces tú ibas a una manifestación, cuando ya empezó a haber esa posibilidad, y escuchabas la izquierda unida jamás será vencida. Te mirabas entre todos y veías que había ocurrido un desastre. Lo otro había sido maravilloso pero nosotros ya habíamos pasado por otra experiencia”.

20 Gonzalo Muñoz, óp. cit.

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POR MENOS ARTISTAS Y MÁS HOMBRES QUE HAGAN ARTE

La concentración exclusiva del talento artístico en

algunos individuos y su estancamiento en las grandes

masas, de las que deriva, es un efecto de la división

del trabajo. Aun cuando en ciertas condiciones socia-

les cada cual pudiera devenir un excelente pintor, esto

no impediría que cada cual fuese también un pintor

original, de modo que también aquí la diferencia entre

el trabajo “humano” y el trabajo “único” se reduce

a un absurdo. Con una organización comunista de la

sociedad fi nalizan en todos los casos las sujeciones

del artista a la estrechez local y nacional, que proviene

únicamente de la división del trabajo, y la sujeción

del individuo a tal arte determinado, que lo convierte

exclusivamente en un pintor, un escultor, etc. Tales

nombres expresan ya por sí solos la estrechez de su

desarrollo profesional y su dependencia de la división

del trabajo. En una sociedad comunista, ya no habrá

pintores, sino, cuando mucho, hombres que, entre

otras cosas, practiquen la pintura1.

Esta cita de Marx y Engels ya aparecía en las actas del Encuentro de Artistas Plásticos del Cono Sur (Santiago de Chile, 1972), en medio de los arduos de-bates que relacionábamos brevemente al principio de esta entrada en torno al nuevo estatuto social del

artista como trabajador cultural y a la necesidad de complementar la búsqueda de un nuevo público para el arte revolucionario con su socialización. Esta crítica setentista del artista burgués encontrará su prolongación durante los años ochenta en trabajos como el de la artista correísta platense Graciela Gutiérrez Marx quien, en 1984, impulsó la Compañía de la Tierra MALAMADA, editó el periódico HOJE-HOJA-HOY 2 y trabajó junto a C.A.Pa.Ta.Co en diver-sas acciones. Gutiérrez Marx presentó en el Primer Encuentro de Arte Experimental y Mail-Art celebrado en Rosario en 1984, un manifi esto o “poema-panfl eto” titulado “Por un arte de base sin artistas”. Ahí pro-nostica que la gran obra de arte latinoamericana será un proceso no profesionalizado, en el que el artista funcionará como programador de un proyecto “que será construido poéticamente por la heterogeneidad del pú blico que operará ahora como realizador de y con los demás”.

En la nueva década, el sentido general de la cita de Marx y Engels fue sintetizado por los inte-grantes del TIT y Cucaño en la consigna “por menos artistas y más hombres y mujeres que hagan arte” que, sin embargo, adquiría una connotación espe-cífi ca completamente diferente. En efecto, el devenir consigna de la cita se situaba en un horizonte revo-lucionario diferente a la redefi nición sociológica de la función del arte propugnada durante los seten-ta. En el caso del TIT, esa disolución del rol tradi-cional del artista se iniciaba con la sustitución de las fi rmas individuales por creaciones colectivas. No son profesionales ni saben mucho de teatro, no tienen experiencia, apenas empiezan en estas lides, pero estudian, ensayan, ponen el cuerpo y se arries-gan: el teatro aparece como un territorio apto para el simulacro. Como bufones de una corte despótica, la experimentación actoral les da la chance de apelar a la mentira para decir la verdad, incluso aquella verdad que todavía resulta inarticulada, indecible. Del mismo modo que en Cucaño, se trataba de pro-mover que cualquiera deviniera en creador a partir del deseo de serlo, sin necesidad de una dirección artística. Cada integrante se convertía desde el momento en que entraba en la comunidad surrea-lista creada por estos grupos en un productor. Por otra parte, la propia actividad performativa trataba de activar al espectador mediante la provocación, de manera que éste se viera incitado a salir de su “esta-do natural” para devenir en sujeto creativo3. Ambos grupos sostenían que cualquier sujeto es capaz de producir arte. En la práctica, esta reivindicación se traduce en que sus talleres (de música, teatro,

fi g. 1. TIT, Carlos Cthulhu en La cámara. Provocación y dirección de Raúl Zolezzi. Teatro del Picadero Buenos Aires, 1980.

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fi g. 2. Movimiento Surrealista Internacional, Enciclopedia Surrealista, Buenos Aires, Rosario, São Paulo, 1981, página. 10.

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fi gs. 3, 4. Graciela Gutiérrez Marx, “Por un arte de base sin artistas”, Rosario, 1984.

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fi g. 5. Cucaño, portada de la revista Aproximación a un hachazo, Rosario, 1982.

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fi g. 6, 7. Cucaño, “Sobre la aniquilación de la obra de arte. Sobre la imaginación liberada”, en Aproximación a un hachazo, Rosario, 1982.

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historieta, cine, etc.) estaban abiertos a todo intere-sado. El Maldito Chocho, el fanzine editado en Rosario por Cucaño, incluye por ejemplo participaciones de muchos integrantes que nunca más (ni antes ni des-pués) produjeron historietas ni sabían dibujar. Sus integrantes se manifestaban claramente contra la convención del artista como aquel ser excepcional que domina una técnica o tiene una capacidad que lo distingue del resto. Pero además, también repu-diaban la idea de obra de arte como instancia culmi-nante y fi ja, cerrada. El arte era así entendido como un proceso abierto, una experiencia.

En un sentido similar, los integrantes del colec-tivo GAS-TAR/C.A.Pa.Ta.Co se autodefi nían como “anartistas”, un juego de palabras entre “anarquista” y “no artista”. Sin embargo, hay que hacer notar que, en contrapunto con la pedagogía estético-política vinculada a las acciones del movimiento de derechos humanos, cuyo infl ujo social se extendía más allá de los miembros de esos colectivos, en el caso del TIT o Cucaño la “socialización” del arte a partir de la crítica del artista burgués encontró un ámbito de circulación más restringido, que se identifi caba con los espacios de invención y relación que ambos grupos ideaban: una suerte de subterfugios creativos y clandestinos de donde emergían impulsos surrealistas cuyo conta-gio era el mejor modo de reclutar a nuevos miembros para el delirio colectivo que en ellos se agitaba.

En Brasil, durante la inauguración de la XV Bienal de São Paulo, el 3 de octubre de 1979, Viajou Sem Passaporte, otro de los grupos trotsko-surrealistas de la época, realizó una acción con un marcado sen-tido irónico. Los artistas entraron en la sede de la Bienal con vendas en los ojos y en los oídos, y guiados por una persona sin venda caminaban unidos por una cuerda. Mientras paseaban por la exposición, se acercaban a los cuadros, instalaciones y esculturas y decían cosas como “¡oh, qué maravilla!”, “¡espec-tacular!”, “¡brillante!”. Visiblemente aturdidos, el gobernador y las autoridades intentaron apartarse del grupo para no romper el protocolo ofi cial de inau-guración. Los medios califi caron la acción de aque-llos jóvenes como una “protesta” realizada por un “grupo de artistas independientes” quienes, además, salían de la Bienal de São Paulo distribuyendo un puñado de papeles sellados con la frase “He estado en el fi n de década – BASTA”.

Tras esta acción, algunos miembros de Viajou Sem Passaporte junto con otros artistas (muchos de los cuales pertenecían a otros colectivos como GEXTU, 3Nós3 o D’Magrela), impulsaron el Evento Fim de Década con el apoyo del Ayuntamiento de

São Paulo. La propuesta consistía en celebrar elfi n de los años setenta con una manifestación artís-tica que socializase, de un modo precario y diletante, ideas y materiales casi siempre reservados a una élite. Mostraban la voluntad de transformar radical-mente una situación cultural en la que se repetían “la inexistencia del debate” y “la falta de cuestiona-miento que casi paraliza el medio artístico”4. Días antes del Evento, el grupo organizó convocatorias masivas y actos previos de divulgación con el objetivo de reclamar la participación pública. Uno de ellos tuvo lugar en una estación de metro, donde el grupo de artistas independientes repartió papeles en blan-co entre las personas del público, que estaban colo-cadas en fi la hasta un banco en el que un integrante de Viajou Sem Passaporte sellaba los papeles con la misma frase distribuida en la intervención de la Bienal de São Paulo.

Durante el Evento Fim de Década, realizado en un único día, el 13 de diciembre de 1979, en la Praça da Sé, centro neurálgico de São Paulo, estos colectivos dividieron la plaza en 13 bases con propuestas efíme-ras de juegos participativos destinados a interferir temporalmente en la rutina de las muchas personas

SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

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fi g. 8. Arte al Paso, A Beuys, Buenos Aires, 1990. Diseño de Fernando “Coco” Bedoya, Daniel Sanjurjo, Piri, Emei.

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que cruzan a diario esa zona, como la creación de esculturas móviles con cajas de cartón, la proyección de películas en tiendas, la improvisación musical, un taller de arte correo, pinturas, bloques carnava-lescos, marionetas y un banco de trueque5.

En unas coordenadas diferentes se sitúa la so-cialización del arte que propuso en algunas de sus acciones el colectivo chileno CADA. En este caso, más que impugnar la fi gura ideal del artista burgués socializando un saber técnico o apostando por el desplazamiento de la consideración del artista de la ontología individual (el ser del genio) a la factici-dad social (el hacer colectivo), se trataba de multiplicar exponencialmente el número de personas capaces de ejecutar la apertura creativa de mundos que tra-dicionalmente se asocia con aquél, de manera que ese proceso repercutiera en el cambio de una vida comunitaria que, por entonces, se encontraba recluidaen las formas opresivas impuestas por la dictadura. En este sentido, el referente para esta alteración de la concepción social del arte no era tanto la cita de Marx y Engels que encabeza este apartado como un referente contemporáneo proveniente del mundo del arte: ese referente era el artista alemán Joseph Beuys, que tuvo una incidencia directa sobre cole c-tivos de arte/política activos durante los años ochenta en Latinoamérica. El artista alemán enarboló constan-temente consignas como “Todo es arte, cada hombre es un artista, el arte está en su cabeza” o el concepto de “escultura social”, ideas que serían retomadas por el CADA en su intento por desplazar las articu-laciones entre el arte y la vida más allá de los límites impuestos por las instituciones culturales. Así suce-día en una acción como ¡Ay Sudamérica!, realizada en julio de 1981. La acción consistió en el vuelo de una serie de avionetas sobre la ciudad de Santiago que, citando y reinvirtiendo el bombardeo del Palacio de la Moneda ocho años antes, arrojaban sobre cier-tas poblaciones de Santiago de Chile una cantidad enorme de volantes en los que se podía leer un texto que, frente a la clausura de las expectativas revolu-cionarias impuesta por el golpe de Estado de 1973, abría las esperanzas en el futuro de la vida común chilena. Un fragmento de ese texto6 apostaba por sensibilizar a cualquiera que lo leyera con su paisaje natural, social y afectivo. Si bien el texto afi rmaba la identidad que a los hombres confi ere su trabajo diario, exaltaba también la necesidad de un trabajo común en la felicidad. Ese trabajo pasaba porque cada hombre pugnara por redefi nir mental y física-mente los márgenes de su vida, constituyéndose de ese modo en un artista.

La infl uencia de Beuys es también constatable en algunas acciones y afi ches de C.A.Pa.Ta.Co, aunque a diferencia de lo que sucede con el discurso de artistas individuales y consagrados como Beuys, acá la idea de que cualquiera puede ser un artista se aplicaba a los propios integrantes del colectivo y su extendido y eventual número de colaboradores. De hecho, la noción de “readymade social”, central a la hora de comprender algunas de las intervencio-nes del colectivo, establecía un desplazamiento del concepto duchampiano desde el objeto introducido en el ámbito del arte a la creación de situaciones en el espacio público. De ese modo, sintetizaban el con-cepto de readymade con el de “escultura social”, acuñado por Beuys7. Para el artista alemán, el silen-cio que Duchamp había guardado con posterioridad a la exhibición de los readymade estaba sobrevalo-rado8 y había contribuido a que el cuestionamiento radical de las convenciones del arte no se proyectase hacia una expansión de la potencia del concepto de arte que se incrustara en el corazón mismo de la praxis política y social. Para Beuys, si el señalamiento duchampiano permitió evidenciar que cualquier ob-jeto puede ser percibido como arte, el paso siguiente era concebir el arte desde una perspectiva entre antropológica y antroposófi ca, como elemento activo en la confi guración de la vida social. Dejando de lado tanto la retracción duchampiana como el mesianis-mo beuysiano, la síntesis conceptual propuesta por el readymade social de las acciones de C.A.Pa.Ta.Co situaba su esfera de incidencia en los confl ictos so-ciales. En su texto “De Tucumán Arde al ‘ready-made social’”, presentado inicialmente durante el festival Tomarte (Rosario, 1989), la artista Graciela Sacco establecía la siguiente diferencia entre la experien-cia culminante del itinerario del 68 y el concepto de readymade social: “a diferencia de Tucumán Arde, el ready-made social no es una obra que pueda descri-birse, sino que es un concepto aplicable a distintas producciones artísticas”.

AL, AM, JV

NOTAS1 Karl Marx y Fredric Engels, La ideología alemana, Montevideo:

Edit. Pueblos Unidos, 1958, p. 470.2 Entre 1985 y 1986 editó cinco números de HOJE-HOJA-HOY,

un periódico autogestionado entre ella, Hilda Paz, Susana Lombardo, Gustavo Mariano, Daniel Gluzmann, Gabriela Hermida, Alfredo Mauderli, Juan Ferreira y Martín Eckmeyer.

3 “Cada actor del TIT tenía que ser un provocador. Para cambiar la chatura, la mediocridad y el miedo que había. Provocar, sacar a las personas de su estado natural”, entrevista a Pablo Espejo, 2011.

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4 Fragmento de la convocatoria distribuida por los grupos Viajou Sem Passaporte, 3Nós3, GEXTU, D’Magrela y otras per-sonas para la participación pública del Evento Fim de Década.

5 Sobre el Evento Fim de Década ver 3nós3, D’Magrela, Viajou Sem Passaporte, GEXTU, Top Secret: Evento Fim de Década - set. a dez. de 1979 (catálogo), São Paulo, 1979.

6 Ver p. 47. 7 Según el testimonio de “Coco” Bedoya, fue Rolf Knippenberg

quien había participado en la actividad del Grupo Paréntesis en Lima, quien les tradujo un texto de Beuys en que se daba cuenta de este concepto de “escultura social” como superación de las limitaciones del readymade.

8 Beuys realizó una performance con ese título en el Fernsehstudio de Düsseldorf en 1964.

AFICHES PARTICIPATIVOS

Muchas iniciativas impulsadas por el Frente por los Derechos Humanos, un colectivo de jóvenes en apoyo a las Madres de Plaza de Mayo, y por el grupo GAS-TAR (luego devenido en C.A.Pa.Ta.Co), evi-dencian la dimensión participativa inscripta en los dispositivos gráfi cos. La “obra” se completa y cobra sentido en la acción y decisión del otro anónimo, implicado e interpelado en la calle. La aspiración a “Unir el arte y las luchas”, una consigna frecuente de GAS-TAR/C.A.Pa.Ta.Co, se concreta en esa par-ticipación callejera, dispersa y múltiple. El colectivo se defi ne como un “grupo interdisciplinario de arte que se plantea colectivizar los medios de producción artístico-culturales”1.

Una de las realizaciones colectivas concretadas en Buenos Aires fueron los murales hechos con fotocopias de las fotos de los desaparecidos inicia-da el 8 de marzo de 1984, primer Día Internacional de la Mujer en democracia en el que se homenajeó a las Madres por su heroica gesta contra la dictadura. En base al archivo de fotos reunidas por las Madres y empleadas en distintos soportes en las movili za-ciones, se seleccionaron 50 fotos de hombres, 50 de mujeres y 25 de niños con sus nombres y fechas de desaparición, se ampliaron a 30 x 42 cm y se repro-dujeron 150 fotocopias de cada una. Conjuntos de esos rostros empapelaron distintos muros urbanos, con la explícita invitación a los peatones a colorear-los con crayones (a la manera de las iluminaciones de las fotos antiguas). Transcurrida una semana de esta actividad, algunas Madres solicitaron que las fotocopias no se pintaran, restringiéndose la dimen-sión participativa de la propuesta.

Unos meses más tarde, en el contexto de la IV Marcha de la Resistencia (diciembre de 1984) el grupo GAS-TAR impulsa una nueva iniciativa par-ticipativa, “Afi che para terminar entre todos”. Según relata Fernando “Coco” Bedoya,

Hebe de Bonafi ni insistía en sus declaraciones en

que no había que representar más ausencias ni tras-

ladar más retratos a los muros pues urgía mostrarle

al pueblo quiénes eran los responsables del terror,

los autores de tantos crímenes genocidas2.

Ante esta demanda de la líder del movimiento de derechos humanos, decidieron desplazar el foco de la denuncia de las víctimas a los victimarios. El afi che, impreso en planograf, mostraba las fi guras

SOCIALIZACIÓN DEL ARTE

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inconclusas de dos represores con las consignas “No a la amnistía” y “Genocidas”. Una de ellas se basaba en una foto irreconocible de Videla, el exdic-tador, y la otra imagen (un represor de perfi l) suge-ría alguien de la gendarmería, del ejército, de un grupo de tareas con grado subalterno, en defi nitiva, aquellos representantes exonerados por la Ley de Obediencia Debida, de cuya boca emergía la silueta de un perro rabioso3. El afi che dejaba entonces va-rias zonas en blanco (en los rostros de las fi guras y en la parte inferior). El 21 de diciembre se instaló una mesa de impresión serigráfi ca en la Plaza de Mayo y se montó un taller al aire libre. Un grupo de trabajo imprimió aproximadamente 3.500 afi ches. Otro grupo intervino pintando monigotes, esvásticas, calaveras, rejas o textos sobre el afi che mientras un manifes-tante voceaba los nombres de los represores. Un último grupo de manifestantes se abocó a pegar los afi ches en las inmediaciones de la Plaza.

Ante esta acción, el crítico del diario La voz evaluó que

la función social del artista plástico se está arraigando

en el seno del pueblo y en el vértice mismo de su lu-

cha. Por supuesto que esta función del artista es ajena

a la de aquellos mandarines del arte que se regodean

en mercados de turbios valores. Este quehacer fuera

del ámbito clásico está entroncado con los grabados de

Guadalupe Posadas en el México de la insurrección

campesina, con los grabados de Goya y los afi ches de

la Revolución Española, pero fundamentalmente con

una nueva forma expresiva que necesita la participa-

ción efectiva para ejecutar la obra de arte4.

Por último, merece destacarse, por la envergadura que alcanzó, otra campaña impulsada por el Frente por los Derechos Humanos, “Dele una mano a los desaparecidos”, que recorrió el mundo y logró reco-lectar casi un millón de manos en 86 países en el verano austral entre 1984 y 1985. La idea, afín a la de poner el cuerpo para realizar las siluetas, fue impli-car al que adhería a la campaña en el gesto de dispo-ner su mano sobre un papel, cuya huella era trazada por una Madre u otro activista. Luego el participante podía escribir algo, un nombre, una consigna, una carta, sobre el papel. Hubo, entre miles de manos anónimas, una mano “famosa”, la del presidente italiano Sandro Pertini que escribió en ella: “Ésta es mi mano izquierda, la mano del corazón, colmado de angustia por la suerte cruel de los desaparecidos”. 90.000 manos se colocaron sobre hilos formando largos pasacalles con los que se cubrió el espacio

aéreo entre la Plaza de Mayo y la Plaza Congreso de Buenos Aires, circuito de la marcha del 24 de marzo de 1985, en el aniversario del golpe de Estado de 1976. También se pegaron miles de manos en los muros. “Cada una de las manos es un habitante que partici-pó, una persona que ejerció su derecho, que decidió, que hizo la democracia”5.

AL

NOTAS1 S/a, “Miserere para el equeco”, en La Bizca, Buenos Aires, n° 2,

otoño de 1986, p. 17.2 Fernando Bedoya, “No a la amnistia. Un afi che para la participa-

ción”, en “Madres de Plaza de Mayo. Un espacio alternativo para

los artistas plásticos”, dossier aparecido en La Bizca, Buenos

Aires, año I, nº 1, noviembre-diciembre de 1985.3 Se trata de una alusión a las declaraciones de Hebe de Bonafi ni

en respuesta a las afi rmaciones del ministro del Interior Antonio

Troccoli respecto a que los desaparecidos estarían fuera del país

o habrían sido ejecutados sin el debido proceso: “(El ministro

Troccoli) debe saber que no es un simple perro el que atacó,

sino un ejército de dogos asesinos al que el pueblo mantiene

con mucho esfuerzo y, por lo tanto, no vamos a permitir que

continúen asesinando ni los dogos ni sus dueños”. Ver “La saga

de los dogos”, en Crónica, Buenos Aires, 7 de enero de 1985.4 M. López, “Plástica y derechos humanos. El arte y la sociedad”,

en La voz, Buenos Aires, 2 de enero de 1985. 5 La descripción retoma las siguientes notas: Madres de Plaza

de Mayo, n° 3, p. 13, “Dele una mano a los desaparecidos” y

“Editorial: Madres + Manos = Juicio y Castigo”; n° 4, “Editorial:

las manos son por Usted”; n° 5, p. 10: “El triunfo de la memoria”,

p. 12: “Los que hicieron posible la marcha”, Boletín, publicación

de los artistas del Movimiento al Socialismo, n° 6, p. 20: “Un millón

de manos. Reportaje a Pedro Lanteri”, en La Voz, Buenos Aires,

24 de enero de 1985.

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TRAVESTISMOS

Hablar de “travestismos” como concepto que dio sentido en América Latina a determinadas prácti-cas artísticas y discursos críticos desde la década de los ochenta implica de antemano reconocer en la pluralidad de travestismos una fi gura de com-plejidades múltiples que incorpora y aúna dentro de sí elementos manifi estamente diferenciales: las experiencias de vida concretas y encarnadas de precariedad económica y desajuste corporal; las estéticas de transgresión barroca de los binaris-mos sexuales; y la densidad de la refl exión teórica sobre el género y su producción contemporánea.

La fi guración travesti en el arte de América Latina —y particularmente en Chile— tomó forma en esa misma pluralidad ambigua. En primer lugar, bajo la captura (fotográfi ca y testimonial) de esas experiencias de vida retratadas que habían sido excluidas —y al mismo tiempo desafi aban— los marcos de la norma cultural, sexual y económica1. En segundo término, la utilización táctica de las estéticas travestis por parte de artistas que ex-perimentaron la insubordinación de los géneros masculino y femenino en disciplinas como la per-formance o la pintura2 para disputar los cánones de representación de la imagen nacional latinoa-mericana (o latinoamericanista). Y, en tercer lugar, una teorización que productivizó esas prácticas artísticas como sustrato material de una crítica del género local, de inspiración posfeminista y po-sestructuralista3. Dicha refl exión no sólo les otor-gó sustento interpretativo (“legitimidad teórica”), sino que, al mismo tiempo, complejizó la relación entre obra artística y crítica estética, primero debido a su carácter temporal paralelo (el texto no siempre fue la lectura posterior a la obra, a ve-ces lo acompañaba o directamente lo antecedía). Más aún, la profundidad de esos textos referidos a prácticas que jugaban precisamente con la super-fi cialidad de las apariencias de género (trasvetis) dislocó, en su propia constitución, la distancia opo-sicional entre interioridad y superfi cie.

LO TRANS DE AMÉRICA LATINA

La imagen de América Latina ha sido erigida a partir de una serie de tensiones y contradicciones que se superponen a los paradigmas dicotómicos

del género binario masculino/femenino. A par- tir de los discursos culturales producidos en ladécada de los ochenta, es posible afi rmar que el confl icto trans de América Latina se basó enla incertidumbre resultante de los choques desentido en la confi guración de una identidad lati-noamericana, producto de su condición histó-rica, geográfi ca y cultural refractaria de “otro”. Esa posición refractaria implicaba, por una parte, que la recepción local, siempre a destiempo de los productos culturales metropolitanos (arte, teorías, modas, etc.), las conjugara de modos disímiles al referente original, produciendo un resultado-diferente y particular, nunca idéntico al modelo; y, al mismo tiempo, radicalizando la tensión iden-titaria dentro/fuera: el modo como se ha intentado conformar “desde dentro” y cómo ha sido cons-truida desde la mirada extranjera. Una dicotomía que desplegó el confl icto entre lo que uno “es” internamente (la narración fi ccional pero auto-asumida de una identidad del sí mismo) y cómo se le ve a uno desde el exterior, cómo “aparece”, “la superfi cie” externa: la percepción arbitraria efectuada por otro de acuerdo a determinados criterios de percepción, paradigmas de interpre-tación y políticas de la mirada. Un “dentro/fuera” inevitablemente cargado del imaginario generi-zado de lo “femenino/masculino”.

Así, América Latina ha sido pensada desde dentro como la fi cción masculinista del rescate

fi g. 1. Las Yeguas del Apocalipsis, Las dos Fridas, Santiago de Chile, 1990. Fotografía de Pedro Marinello.

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de una historia prehispánica que se resiste al universalismo eurocéntrico, la gesta heroica eman-cipatoria de las independencias y sus próceres (Padres de la Patria), el ingreso de América Latina en las utopías modernas en las que el desarrollo va superando las difi cultades y obstáculos que impone una naturaleza hostil.

Mientras, desde fuera, se piensa como “feme-nina” (más natural, salvaje, sexual, experiencial, pasiva, reproductiva, etc.), opuesta —esta vez— al “masculino” (racional, tecnologizado, cultural, activo, productivo y penetrador) primer mundo. Se trata de una mirada exotizante en la que ha sido vista históricamente como un reducto originario, donde prevalece, aún, lo incontaminado de lo mater-no (madre tierra), superpuesta a los roles en la eco-nomía mundial entre países productores de materias primas y países industrializados, a la vez que a los procesos periféricos de modernización ilustrada.

Para teóricas como Nelly Richard, obras como las del artista chileno Juan Dávila4 expresaron la metáfora travesti de Latinoamérica como “paro-dia de la parodia de una parodia”: Latinoamérica como geografía refractaria, mixtura periférica de referencias metropolitanas sin un original. Dicha puesta en evidencia de lo latinoamericano como

collage inesencial participó nuevamente de una contradicción, esta vez por el origen, como efecto colapsado de esa relación entre centro y periferia. El carácter inesencial —en tanto copia— de lo latinoamericano pareció por un lado reforzar la centralidad “originaria” del centro metropolitano de donde provendría —como referencia— lo pos-teriormente copiado. Pero, al mismo tiempo, el develamiento de Latinoamérica como copia paró-dica terminaba desarticulando esa fantasía de lo originario que se había puesto ya sobre América Latina como territorio virgen y natural.

Karina Wigosku ha señalado esta vinculación de América Latina con lo travesti a partir de su “desclasifi cación como lo ‘tercero’… análoga a la América Latina defi nida bajo la noción de tercer mundo”. En este sentido, el despliegue travesti ha implicado repensar la crisis de una pertenencia tanto sexual como nacional, una vinculación don-de la falta de pertenencia a una nación se superpo-ne (como “discurso travesti de descolonización y de resistencia poscolonial”) a la falta de pertenen-cia a un género como requisito de una identidad segura y estable.

fi g. 2. Carlos Leppe, El Perchero, Santiago de Chile, 1975.

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genérico sexual, sino que puede servir para re-pensar la misma relación entre arte y política del periodo. En efecto, el travestismo ocupó un lugar central tanto en las expresiones neovanguardis-tas de “politización del arte”, esto es, las prácticas

esté ticas que dialogaban de forma polémica con sus contextos de emergencia, así como en la am-pliación de los márgenes comprendidos dentro de “lo político en el arte”, debido a la incorpora-ción de elementos novedosos a los que hasta ese

TRAVESTISMO EN EL ARTE CHILENO: DICTADURA Y POSDICTADURA

La dictadura militar chilena fue el marco contex-tual autoritario y represivo en el que las esteti-zaciones travestis pudieron desplegar su mayor capacidad disruptiva, por oposición y desencaje de la norma. En el marco de la dictadura mili-tar, el travesti fue interpretado como una fi gura que logró “socavar el doble ordenamiento de la masculinidad y la feminidad reglamentarias y de fachada”, un doble ordenamiento que estaba fundamentado en el hecho de que la dictadura reforzó la dominación jerárquica entre el mando de poder (gobierno militar del país) sobre una ciudadanía sometida (sin derechos y abusada, torturada, asesinada y hecha desaparecer). Ese esquema extremado de posiciones de poder dominantes (masculinas) y sometidas (femeni-nas) se vinculará en lo teórico al refuerzo de los roles normativos de los géneros que, según estas refl exiones, promoverá la dictadura militar: una masculinidad y feminidad fi rmes y coherentes bajo los estereotipos de la cultura tradicionalista,

una inteligibilidad normativa de los géneros que ingresará en el programa militar de construcción de un ideal patriótico de nación bajo el emblema conservador de la familia nuclear.

En términos generales, el concepto de tra-vestismo en el arte no sólo se refi ere a un arte implicado con determinadas expresiones de lo

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fi gs. 3-5. Paz Errázuriz, La Manzana de Adán, Santiago de Chile, 1989.

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fi g. 6. Entrevista al colectivo Ayuquelén en la revista APSI, Santiago de Chile, nº 206, 22-28 de junio de 1987.

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momento se habían catalogado bajo el sintagma de arte y política: el cuestionamiento de los géne-ros masculino/femenino y las sexualidades disi-dentes de la norma heterosexual. Pero, más aún, todo el arte crítico de los ochenta —y no sólo el “homosexual”— recurrió a un travestismo de los signos subversivos (hacerse pasar por algo que no se es) como estrategia para sortear la codifi ca-ción de vigilancia que la dictadura ejerció sobre el arte y las diferentes expresiones culturales, ensayando con lenguajes oblicuos, códigos cifra-dos y experimentación de nuevos formatos. El “travestimiento en el arte” político neovanguar-dista, ésta fue la táctica contextual que renta-bilizó el recurso al disfraz y a la mascarada como estrategia de producción crítica, para pasar des-apercibida y sortear los regímenes de codifi ca-ción represora y de censura del marco militarista5.

Una segunda insubordinación del arte traves ti estará dado por el ejercicio de “des-auto rización”, esto es, un desafío al poder del autor basado en la tradición artística de la fi rma, en el uso de la cita

(insubordinación a la ideología de “lo original” en el arte) y en el uso de otros nombres y de sobre-nombres (insubordinación a la ideología del poder patriarcal del autor como creador).

TRAVESTISMO EN LA POSTRANSICIÓN: TEORÍA QUEER Y ACTIVISMO CONTEMPORÁNEO

La estetización travesti de los años ochenta se ve tensionada desde fi nes de la década de los noventa hasta hoy, tanto por la incorporación ine-ludible de los debates queer al campo de la crítica de género, como por la emergencia de un activismo trans militante.

La teoría queer de los años noventa y su ins-cripción en los debates latinoamericanos puede ser trazada en diferentes sentidos. Por un lado, un efecto de hegemonía interpretativa de proce-sos locales a partir de nociones metropolitanas. La teoría queer, basada en la fi gura travesti del drag como paradigma de la comprensión del gé-nero en términos de construcción “performativa” (el género como el efecto inesencial de gestos, cosméticas y poses naturalizadas por convencio-nalismos del poder normalizador de la inteligibi-lidad cultural), hizo que retroactivamente, y por extensión, todo gesto travesti —inclusive fuera de las fronteras metropolitanas— fuera ingresado al campo de comprensión universalista de lo queer. Así, gran parte de la especifi cidad de los procesos de conformación de lo travesti en Latinoamérica han sufrido un anulamiento al ser catalogados rá-pidamente —y sin mayor cuestionamiento— bajo las categorías interpretativas centralistas de lo queer tal como se concibió en el campo académi-co norteamericano. De ahí la importancia radical del rescate crítico de esas genealogías diferencia-les propias de las disidencias sexuales en Chile y otros países del sur. Si se sigue la pista de las obras artísticas y sus marcos de lectura (textos y ensayos escritos por teóricos en Latinoamérica), es posible diagramar dicha genealogía.

En libros como Masculino/Femenino y otros, Nelly Richard plantea una idea des-esencialista de lo femenino asegurando que “el travesti necesita disfrazar a la mujer (cubrir su imagen de signos-revestimiento: enmascararla con fi guras) para po-der disfrazarse de ella robándole sus máscaras”. Desde este punto de vista, lo que el travesti feme-nino repite en la mujer no es su esencia, sino unos “revestimientos superfi ciales”. Anteriormente, en un texto de 19826 y ya bajo una fuerte infl uencia

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TR AVESTISMOS

fi g. 7. Nota de prensa “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas”, Santiago de Chile, 1973.

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de fi lósofos como Deleuze, el intelectual cubano Severo Sarduy afi rmaba que la “pulsión ilimitada de metamorfosis (en el travesti) no se reduce a la imitación de un modelo real, determinado, sino que se precipita en la persecución de una irrealidad infi nita”. Y, al mismo tiempo, expresa otro objetivo del travestismo, menos “mimético”: la intimidación, “pues el frecuente desajuste o la desmesura de los afeites, lo visible del arti-fi cio, la abigarrada máscara, paralizan o aterran”.

Cuando Sarduy señala que el simulacro tra-vesti, a diferencia de la copia, teatraliza su apa-riencia, esto es, no pretende reproducir el original “a partir de proporciones verdaderas” sino que

simula —en su apropiación barroca— lo que podría llamarse una verosimilitud pensada para el punto de vista del observador un efecto de verosimilitud que se arma y se desarma dependiendo del punto de vista, lo que importa no es tanto la fi delidad proporcional a un modelo canónico sino el efectis-mo de su simulacro.

Siguiendo esa línea, Richard planteó una dis-tancia entre los modelos travestis metropolitanos de Nueva York (expresados en el famoso docu-mental Paris Is Burning7) y los travestis chilenos. Según ella, los travestis de Nueva York utilizaron

fi g. 8. Juan Domingo Dávila, El arte e$ homosexual, 1983-1986.

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el travestismo de modo perfeccionista para in-fi ltrar el código dominante con el discurso de la marginalidad. Dicha práctica le sirvió a teóricas como Judith Butler para argumentar el carácter inesencial de las identidades genéricas, puestas en evidencia por la estética del disfraz travesti y su efectismo imitativo. En cambio, para Richard, los travestis chilenos “desidealizan la feminidad de alta costura con su sátira vulgar que lleva lo copiado a desentonar violentamente con el origi-nal”. En este sentido, el travesti latinoamericano —a diferencia del metropolitano—, lejos de copiar un modelo idealista, desautoriza el modelo pro-duciendo “la mueca de una personalidad desen-cajada, inarmonizable”, poniendo en entredicho el proceso de la copia, a la vez que evidenciando “los baches de pobreza e inverosimilitud que separan cada fragmento suelto de su cuerpo peri-férico, desclasifi cado”8.

En segundo lugar, la teoría queer puede ser analizada a partir de un efecto crítico sobre las especulaciones acerca de la capacidad subversiva de las identidades marginales puesto que recien-temente, y en su seno, se ha venido a cuestionar el poder de transgresión otorgado a la fi guración travesti (o a cualquier otra fi guración identitaria), replanteando la cuestión de la subversión de género como algo ya no ligado de antemano a un modelo de identidad o a una fi gura subversiva particular, sino a la relación crítica y radical entre una prácti-ca y su contexto9.

En último término, el activismo travesti y trans, incorporado primero como parte de algunas ONG LGBT y posteriormente expresado en colec-tivos y organizaciones autónomas de personas trans, viene otorgando desde los años noventa “realidad” (reclamo sobre la marginalidad de clase, disputa por los cuerpos desadaptados al sistema de géneros) a un asunto excesivamente estetizado, hegemonizado por la crítica cultural del arte y cen-trado mayoritariamente en la referencia a “las su-perfi cies, las máscaras y los disfraces”. La política travesti militante puso en escena —primero— cues-tiones como la privación social, la precariedad eco-nómica, la exclusión del sistema educativo y, más recientemente, debates públicos como la ley de identidad de género o la despatologización de la transexualidad, es decir, asuntos que incorporaban un carácter de urgencia y que, en cierto sentido, se oponían o provocaban una distancia con cierto romanticismo estético con el que la teoría había envuelto la fi gura travesti y que volvían aún más

complejos e intrincados los entrecruzamientos contemporáneos entre arte, política, sexualidad y compromiso.

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NOTAS1 Me refi ero especialmente a la investigación iniciada en 1981

por Paz Errázuriz en prostíbulos de travestis de diferentes ciudades de Chile y que se materializó fi nalmente en el libro de fotografía y textos publicado junto con Claudia Donoso, La Manzana de Adán, Santiago de Chile: Editorial Zona, 1990.

2 Es el caso de los artistas chilenos Carlos Leppe y Juan Dávila, ambos integrantes de la llamada Escena de Avanzada.

3 Al respecto, revisar los textos de Nelly Richard, Cuerpo correccional, Santiago de Chile: Francisco Zegers Editor, 1980 y La cita amorosa: sobre la pintura de Juan Dávila, Santiago de Chile: Francisco Zegers Editor, 1985.

4 Por ejemplo, para Nelly Richard, la obra El Libertador Simón Bolívar, de Juan Dávila, una pintura donde se muestra al prócer latinoamericano con rasgos femeninos e indígenas, “satirizaba los ideologemas patriarcales del discurso latinoamericanista”. En Nelly Richard, Residuos y metáforas, Santiago de Chile: Cuarto Propio, 1998.

5 La lectura del arte político de carácter neovanguardista en términos de un arte travesti puede ser aplicado al caso emblemático de la Escena de Avanzada chilena.

6 En Severo Sarduy, La Simulación, Caracas: Monte Ávila Editores, 1982, p. 14.

7 Paris Is Burning es un documental del año 1990 dirigido por Jennie Livingston. Fue fi lmado en la segunda mitad de los años ochenta y muestra el movimiento conocido como “cultura del baile”, en la ciudad de Nueva York, en el que participaban en su mayoría gays y travestis latinos y afroamericanos.

8 Nelly Richard, Residuos y metáforas, óp. cit., p. 123.9 El debate provocado por la aparición de personajes travestis

en la televisión o —en el caso de Chile,— el apoyo del movi-miento travesti a la privatización de las empresas sanitarias en el gobierno municipal de la derecha chilena han acentua-do la idea expresada por Sebastián Reyes de que “margina-lidad sexual y disidencia política no son necesariamente equivalentes”, Sebastián Reyes, “Lavín, San Camilo y los travestis”, en Revista de Crítica Cultural, Santiago de Chile, nº 25, noviembre de 2002. De la misma manera, se ha cues-tionado la atribución subversiva que la academia ha otorgado a lo travesti u otra identidad marginal, por el peligro de una reapropiación teórica de esas experiencias de marginación, puestas ahora al servicio ejemplifi cador de una determina-da teoría.

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TR AVESTISMOS

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UTOPÍA

Una mina inagotable. Una sensación, un plexo solar.

Se le atribuyen muchas decepciones, probablemente

de forma injusta. Algo del pasado.

En el tiempo en que han existido planteamientos utópicos era evidente que estaban peligrosamente próximos a su propia némesis, e incluso que esta-ban abocados a deslizarse hacia ella con una escan-dalosa fl uidez. La mayoría de representaciones que hemos asumido como utópicas se han articulado excesivamente y expresado insufi cientemente: las utopías prescriptivas, normativas, defi nitivas, or-todoxas y petrifi cadas en sus recetas sobre la vida bondadosa, moral o la sociedad perfecta; la utopía como emancipación, la utopía ético-política como el sonado logro de la razón —tan importante para la modernidad— es insalvable hoy, está inerte, ya no es más que una pirueta vana y un escenario anticua-do que ni siquiera consigue estimular la ironía. El confl icto interno de la utopía se ha ido agudizando con el tiempo a medida que los diversos programas políticos o sociales utópicos surgían y fracasaban, dejándonos decepcionados con, descorazonados de y recelosos por el esfuerzo. En el momento de la muerte de la utopía, no se produjo la crisis ante una muerte súbita, sino más bien una lenta agonía a la que todos nosotros asistimos: su paso por este mundo no fue misterioso.

Sin duda se produjo el fi n de la utopía, pero curiosamente no supuso en absoluto el fi n del ima-ginario utópico —la utopía sin inscripción, sin ha-ber detonado, que sigue constituyendo una especie de picazón que sentimos en las profundidades de nuestra intimidad—. La utopía para nosotros existe como una especie de palimpsesto, en algún sedi-mento aluvial de su curso, como una especie de tortícolis que parece causar una lucha en sueños. El título de uno de los artículos que escribió Louis Marin poco después de la caída del comunismo e inmediatamente antes de su muerte fue “Las fronte-ras de la utopía”, y en él señalaba que la expresión aludía “tanto a las fronteras que defi nen y delimitan la utopía […] como, en segundo lugar, a las fronte-ras que crea la imaginación utópica, si semejante imaginación sigue siendo capaz de hacer tal cosa…”. Para Marin, la utopía no es un problema de repre-sentación, de icono o de imagen, sino más bien una

“práctica-fi ccional”1. Es un “horizonte que enmarca un lugar y abre un espacio”2.

De acuerdo con Tomás Moro, la utopía es tanto un no lugar (ou topos) como el Lugar Perfecto (eu topos, asociado a los conceptos de eucronia, el tiempo perfecto; y de eupsiquia, el estado de con-ciencia perfecto). Asimismo es, como señala Marin, “un topónimo paradójico e incluso vertiginoso pues-to que, como término, la propia palabra niega el lugar mismo que pretende denominar”3. La imagina-ción utópica desencadena una contradicción insu-perable: por una parte sus representaciones deben alcanzar especifi cidad, detalle y concreción para ser algo más que simples quimeras suspendidas en el vacío, pero por otra parte la posibilidad de fi jar una representación contradice la necesidad de la utopía de seguir siendo siempre elusiva, indeterminada, onírica. Aunque el no lugar al que apunta la utopía es alérgico a la pulsión cartográfi ca, el deseo de cartografi ar parece irresistible. Además de estar si-tuada desde el inicio en esta contradicción, la utopía elude cualquier tentativa de materialización, encon-trando en ellas sólo la clausura de su sistema abier-to en la forma de una ideología, del totalitarismo y de las limitaciones de lo banal. Al menos en estos sentidos, la utopía parece resultar inconmensurable.

Se diría, pues, que el mejor modo de sacar a la luz la utopía es desviándose del sujeto utópico. De hecho, sería más útil aproximar a la utopía el término de hypnopia (pensamiento oculto), lo cual sugiere que el signifi cado literal no es el más profundo. Para Marin, la utopía es una suerte de orillo, un “límite” que funciona como una orientación y como una bre-cha: una orientación en la medida en que ofrece un camino entre dos territorios defi nidos, y una brecha como en la tierra de nadie situada en el espacio entre dos fronteras4. En este sentido el no lugar es una bisagra: vívidamente liminar, emergente y fértil para el imaginario utópico, que es esencialmente un ins-trumento inventado para estas ocasiones de tránsito.

Aun así, el pensamiento utópico persiste. La misión absurda de la utopía es fundamental, innata, es un aspecto de nuestra ira contra la muerte y re-fl eja el deseo de renacer en una vida mejor. La espe-ranza utópica es tan perenne como su negación y su rechazo, y tanto el discurso de la utopía como el del fi n de la utopía son rasgos irrenunciables de nuestro imaginario. Que la pulsión transgresora utópica siga en pie —después de todas las noticias descorazona-doras que nos llegan sobre ella—, ése es el dilema.

En esta situación de disolución, la utopía raya en una fe antropológica —por débil que sea— en la tras-

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cendencia. El trabajo de la utopía, que se ha inscrito en la secularidad, ya sea adoptando sesgos cien-tífi co-sociales o más fi losófi cos, se concibió como algo que debía realizarse en el mundo material, de modo que el utopismo se anclaba en una tensión dialéctica con lo real que le daba signifi cado. Pero las imágenes soñadas de la utopía fantasmática no son por sí mismas dialécticas, ni el deseo en sí mismo supone ningún progreso. Tales fantasmas corren el peligro de incurrir en la peor debilidad: prometer mucho en clave consoladora, pero hacer poco para contribuir al trabajo transformador de la imaginación revolucionaria. Ausentes estas imá-genes soñadas, lo real se convierte en inactividad, decadencia y agónica complacencia. Sin embar-go, el estatus de estas imágenes es inherentemente dependiente: la imagen utópica deseada debe interpretarse a través de la realidad material por-que en ella la utopía realizará fi nalmente su trabajo.

Las operaciones de distanciamiento y de-fi nición han terminado resultando necesarias, por ejemplo, el ejercicio de separar la utopía del nir vana (una lección obtenida de los aspectos telegénicos de 1968) y, en consecuencia, subrayar la necesidad de un contenido crítico. El confl icto y las tensiones internas son las armazones del uto-pismo, razón por la cual el utopismo actual debe describirse siempre como algo en movimiento, con-siderado en un reino que es sobre todo discursivo.

La utopía, con toda su desorientadora intensi-dad, proyecta una cruel sombra cuando se produce la inevitable reorientación. El imaginario utópico subsiste hoy en el centro de nuestras contradiccio-nes e incluso constituye una de ellas: nos hallamos en un momento que parece decidido a negar las aspiraciones utópicas, al mismo tiempo que se afe-rra profundamente a ellas. Por su parte, el pensa-miento utópico choca contra el fundamento de las certidumbres declaradas (políticas, morales) y de las tendencias doctrinales de las utopías históricas, planteando una ambivalencia, una imposibilidad de resolver, que convierte el sentido en algo extre-madamente inestable y alienta un replanteamiento constante de la idea de utopía con el fi n de reacti-varla una y otra vez. Aunque la utopía fuera antaño una visión, actualmente es sobre todo un punto de partida, una estructura a través de la cual aproxi-marse a la posibilidad de trasformación, y también de comprender la existencia paralela del horror y la esperanza.

Parece posible vincular la utopía a la funda-mental voluntad de oponerse, una expresión de la

advenediza naturaleza innata tan decisiva para la ex-periencia humana de la existencia. Desde este punto de vista la utopía sería un mecanismo de rebelión que adquiere la forma poética requerida por la diso-nancia de su íntima imposibilidad, que coexiste y es coextensiva a la urgencia y la necesidad. Al haber quedado desprovista de la misión de ser un instru-mento de revancha, es actualmente menos un lugar (concebido como un espacio en vías de convertirse en un objeto) que un espacio, que consiste funda-mentalmente en lugar de desplazamiento. La utopía, como instrumento teleológico o como construcción ensayista, se ha visto obligada a echarse a un lado a causa del peso de su herencia acumulada, y actual-mente parece operar como el mimetismo desviante del topiario —inquietante (familiar y extraño a un tiempo), una representación duplicada, una confu-sión deliberada con la imagen, un proceso constante de confi guración (remodelación) en algo “reconoci-ble” que sin embargo no puede conocerse—.

En la medida en que la utopía ha sido un acto de simbolización, también ha sido fi nalmente un tipo de limpieza estética que, en cuanto acto simpli-fi cador, niega la complejidad y la confusión, por no decir las abominaciones, que acompañan inevita-blemente a los proyectos de transformación masi-va. Tal vez ahora hemos perdido realmente nuestra inocencia con respecto a la utopía pero, junto a la confi anza perdida en la posibilidad de invocar una utopía pródiga, parece persistir una respuesta ba-sada en la insistencia ética del arte, imbuido de e inmerso en las catástrofes de las “utopías” que ya hemos conocido. La utopía no es un medio de con-trarrestar el desencanto, más bien el interés en la utopía consiste en advertir que de hecho constante-mente contrarrestamos el desencanto, que volvemos una y otra vez a la pregunta por la vida bondadosa (es decir, ética), que se trata de una lucha que, en la medida en que nunca ha concluido, tampoco se ha abandonado. La imaginación utópica procede de la conciencia, en algún nivel, de esta persistencia. Es una imaginación que nos determina a perseguir, aunque tal vez incluso a temer más, nuestra irrenun-ciable inclinación a la utopía.

RW

NOTAS1 Louis Marin, “The Frontiers of Utopia”, en Utopias and the

Millennium, Krishan Kumar y Stephen Bann (eds.), Londres: Reaktion Books, 1993, p. 13.

2 Ibíd., p. 10.3 Ibíd., p. 11.4 Ibíd.

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UTOPÍA MEDIOCRE

Sé realista: ¡Pide lo imposible!1

De acuerdo con los patrones retóricos, una utopía mediocre constituye un oxímoron. Socava la noción de perfección implícita en el concepto, en algunamedida escurridizo y abarcador, de un conjunto entero de visiones sobre la sociedad ideal. Pero además, el contradictorio califi cativo de “mediocre” desplaza radicalmente este “no lugar” de su remota ubicación temporal, espacial y enunciativa. Al situar la utopía en el momento inmediato, de modo que requiera una acción en un lugar contingente y desplace el punto de su articulación, rescata el ideal distorsionado y lo modifi ca para el imperfecto y cínico presente.

La utopía se ha concebido como el resultado más deseable, el futuro anticipado y anhelado, la disposición más óptima de las relaciones sociales, y ha constituido tradicionalmente una propuesta, un plan o una promesa: era el no lugar del presente. Demasiado preciosa y pura para situarla en ningún sitio concreto en la proximidad del momento inme-diato, su estructura era asimismo demasiado distinta y ajena como para adecuarse a los marcos materiales del mundo existente. La utopía no había venido y su advenimiento debía ir precedido de un periodo inde-fi nido de penoso trabajo, violentas luchas, o incluso de una catástrofe apocalíptica purifi cadora. La utopía era el “no” de una protesta, una queja que rechazaba el aquí y el ahora, y que apelaba a todo lo que no era y sólo podía imaginarse. Era un radical desplazamiento en el cual incluso la memoria del presente se habría borrado. Y era asimismo una expresión privilegiada de los profetas, los fi lósofos y los revolucionarios, quienes preveían cómo forjar una impecable humanidad nueva a partir del pueblo imperfecto. La utopía mediocre le da la vuelta a este orden hierático para permitir que los seres falibles actúen por ellos mismos.

Puesto que ninguna concepción es inmune al abuso o a la tergiversación, fi nalmente la utopía en-gendró su doble siniestro, la distopía: el resultado monstruoso de la unión entre un sueño y la ingeniería social, que salió horriblemente mal. Se ha hablado tanto del fracaso espectacular de las utopías de la modernidad en el siglo XX que se ha convertido prác-ticamente en una banalidad. Sin embargo, merece la pena rescatar de estas explicaciones el hecho de que el fracaso se producía inevitablemente cuando los ideales chocaban tenazmente con los cuerpos que se resistían a la incorporación en estructuras planifi ca-

das. La totalización resulta imposible a menos que el aparato utópico/distópico, al querer producir “un pue-blo sin fi suras”2, recurra a la violencia para alcanzar sus fi nes. En este sentido es posible narrar la historia colonial y poscolonial de Latinoamérica como una manifestación de hasta qué punto resulta polémica —y problemática— la realidad del cuerpo cuando se logra la realización de las concepciones utópicas, desde el genocidio de la Conquista hasta las llamadas “desapariciones” durante las dictaduras de la segun-da mitad del siglo XX.

Si la aspiración de los Estados modernos ha sido el control total de la población, y sus operaciones dis-cursivas han procurado en consecuencia grabarse en el cuerpo de las personas, entonces uno de los me-dios más palpables y evidentes de estos procedimien-tos disciplinarios ha sido un entorno construido. Se trata de un tipo de utopía moderna particular destina-da a materializarse y reproducirse a través de la ar-quitectura, cuya transparencia, luminosidad e higiene organizaría y ordenaría los cuerpos ostensiblemente rebeldes y sucios, incorporándolos a un nuevo cuerpo social modelo. Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XX, la programática orientación hacia el “desarrollo” produjo un corolario imprevisto, respon-sable en última instancia de que se reabrieran brechas en la matriz espacial e ideológica de los Estados na-ción: el emigrado, el indeseable extraño. No el inofen-sivo “paseante que llega hoy y se va mañana, sino la persona que llega hoy y se queda al día siguiente”3, y que ensucia la pulcra estructura imaginaria de la or-ganización social de la vida cotidiana. Aunque a fi nales de la década de 1970 las vanguardias occidentales se identifi caron a sí mismas con la fi gura del vagabundo4, el “ocupa” urbano llegó a signifi car la pieza aberrante, impredecible y que no encaja en los rompecabezas administrativos implementados en Latinoamérica: es el problema incómodo y recalcitrante que pone en entredicho el ideal social. Actualmente el emigrante sigue siendo un elemento explosivo que socava la unidad de la totalidad planifi cada: sigue siendo un in-dividuo al que no se espera, puesto que viola el diseño de la estructura prevista, se la apropia y se resiste a la integración en los patrones establecidos. Rechaza so-meterse a la administración y se forja su propio espacio construido sobre bases y prioridades que contradicen el purismo de los principios ofi ciales.

En la década de 1980 el cuerpo del emigrante andino se convirtió en el campo de batalla en el que dos facciones opuestas del confl icto interno peruano (1980-2000) libraron una guerra en nombre del futuro imaginado. Por un lado, el grupo guerrillero Sendero

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Luminoso trataba de implementar brutalmente su programa revolucionario (marxista-leninista-maoísta). Por otro lado, el Estado oligárquico —que había per-mitido “la urbanización sin industrialización”— daba rienda suelta a la violencia contra los subversivos y señalaba a los “sospechosos” fáciles de identifi car: los marginados pobres del medio rural5. La guerra cada vez más violenta que devastó las provincias alen-tó la rápida afl uencia de los emigrados a la capital, quienes buscaban refugio y ocuparon las polvorientas montañas en las afueras de la ciudad construyendo sus propias barracas. Sólo entre 1979 y 1985, el número de nuevas barriadas pasó de diez a 456. No obstante, aquellos barrios realmente no paliaban ni el terror

clandestino ni el institucional. Entre los vástagos mor-tíferos de la revolución y la izquierda que traicionó sus compromisos a causa de su incapacidad administra-tiva y de su giro hacia la política de mano dura contra el pueblo, la polémica idea de utopía se desmoronó7.

La utopía mediocre de Lima era una respuesta disidente a la desintegración de los grandes planes que concibió un colectivo independiente y, hasta cierto punto, anárquico conocido como Los Bestias, de es-tudiantes de Arquitectura de la Universidad Ricardo Palma. En su práctica rebelde el grupo reformuló de forma radical las razones de la construcción tanto en términos materiales como sociales. Rechazaban las utopías totalizadoras y teleológicas que subyacían tanto a los discursos revolucionarios como a los emergentes planteamientos neoliberales. Los Bestias adoptaron una táctica de ocupación de la tierra y em pezaron realizando una serie de intervenciones arquitectónicas informales en el recinto universi-ta rio. Las construían con sus propias manos usando materiales reciclados y desechos industriales. En una precaria chabola montada bajo la pancarta de “Arquite ctura” como parte del proyecto Desechos de Arquitectura (1984), el elemento más formal, limpio y con aspecto profesional era la tipografía geométri-ca Sans Serif del cartel. La estructura de la chabola estaba hecha de caña de bambú, las paredes eran planchas de contrachapado y cartón reciclado y, por último, el suelo se cubría con ramas. Esta frágil construcción se erigía como una evidente contrapo-sición a los sólidos edifi cios de hormigón del campus universitario. La materialidad “pobre”, doméstica, improvisada de la estructura aproximaba los métodos

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fi gs. 1, 2. Los Bestias, Des-hechos en Arquitectura, construcciones efímeras en la Universidad Ricardo Palma, Lima, 1984.

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de Los Bestias a los de los “ocupas” urbanos. No sólo introducía la arquitectura informal de la periferia en el centro del sistema, sino que además señalaba el espacio de y para el colectivo mismo, en un momento en que la facultad de Arquitectura carecía de una ubi-cación determinada y se encontraba dispersa entre varios edifi cios del campus.

En el Congreso Latinoamericano de Escuelas y Facultades de Arquitectura (CLEFA) que se celebró en Cuzco en 1987 —fecha que la UNESCO señaló como el Año Internacional de los Sin Techo—, Los Bestiaspresentaron su proyecto fi nal, “Lima–Utopía Medio-cre”: una propuesta teórica crítica de la arquitectura y el urbanismo. Éste adoptaba una actitud desafi ante contra las políticas ofi ciales y sus inútiles planes urbanísticos, y representaba la toma del centro histó-rico de Lima —con las simbólicas sedes del poder gubernamental— por parte de los emigrados rurales. El Palacio de Justicia, el Hotel Sheraton y los solares vacíos que se encontraban entre ambos edifi cios, destinados a la estación central de un tren eléctrico (el plan emblemático y fallido del presidente Alan García), los ocuparía el pueblo, que invadiría el centro utilizando los canales espaciales que ofrecían las vías ferroviarias inutilizadas. Allí, ellos mismos construirían sus propias barracas. Así, Los Bestias reconocían que, como Manuel Castells ha sugerido a propósito de los movimientos urbanos, el espacio era necesario como una base física a partir de la cual el pueblo pudiese “organizar su autonomía contra el poder institucional […]” y que “el control sobre el espacio [era] la batalla más importante

en la guerra histórica entre el pueblo y el Estado”8. Rechazaban el poder que pretendía disciplinar sus cuerpos a través de la arquitectura moderna, y toma-ban partido por el valor de la acción y la construcción cotidiana, que surge de abajo y es sensible a las necesidades reales.

El acto material de ocupar un espacio —la inva-sión territorial— se había concretado en los barrios chabolistas (“barriadas”) de Lima, complicando inadvertidamente la estructura de la ciudad. Para los arquitectos, los planifi cadores y otros gestores que habían intentado combatir el fenómeno de los asenta-

fi g. 3. Los Bestias/Los Bestiarios, Lima – Utopía Mediocre, carátula de elaboración teorética del proyecto, Cuzco, 1987.

fi g. 4. Los Bestias/Los Bestiarios, Lima – Utopía Mediocre, detalle de la maqueta: Palacio de Justicia, Cuzco, 1987.fi g. 5. Los Bestias/Los Bestiarios, Lima – Utopía Mediocre, detalle de una lámina: centro de Lima, Cuzco, 1987.

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mientos espontáneos, la cuestión de qué hacer con los “ocupas” y cómo entender la velocidad con que se extendía este fenómeno espontáneo constituyó el principal desafío de aquel periodo. Mientras que las revistas profesionales de arquitectura peruana repro-ducían en sus páginas la interminable metamorfosis del Plan Lima 2000, con su geometría abstracta de las infraestructuras, la grave crisis de la vivienda re-crudecía a medida que la industria de la construcción se estancaba completamente a causa de la creciente crisis económica y las escasas iniciativas de vivien-das de protección ofi cial quedaban empañadas por los escándalos de corrupción9. No obstante, las críti-cas a la construcción espontánea siguieron dominan-do el debate ofi cial. Por una parte, los esfuerzos de los emigrantes para hacerse con algún tipo de vivien-da se condenaban como un “caos” absoluto. Por otra parte, los marxistas criticaban la permisividad ofi cial que hacía la vista gorda y legalizaba los procesos es-pontáneos de asentamiento como una solución reac-cionaria que sólo exacerbaba el problema, mientras la superestructura existente, la principal responsable de la emergencia de aquel fenómeno, seguía intacta e indemne10.

En última instancia, Los Bestias, al vincular su táctica a la naturaleza evanescente de la prác-tica común y cotidiana, y al afi rmar el valor de la autoconstrucción, se comprometían con un esfuerzo productivo para generar alternativas o antídotos a la desaparición de la posibilidad misma de conseguir que incluso la vida humilde pudiera existir durante el creciente confl icto interno entre los gobiernos de izquierdas recién elegidos y Sendero Luminoso. Si asumimos que las construcciones espaciales y sociales están entrelazadas, que son recíprocamen-te constitutivas y que, en consecuencia, la demanda de un territorio puede constituir el trabajo preliminar para la organización social, pensar en torno a la ar-quitectura efímera de Los Bestias plantea algunas preguntas fundamentales sobre quién puede reivin-dicar el “derecho a la ciudad”. Entre la anarquía y la planifi cación, entre los asentamientos “ocupas” y losproyectos gubernamentales o de inversores privadosque pugnan por el control del espacio en la capitalperuana, asuntos como la vida colectiva y la toma de decisiones (y el signifi cado del delicado conceptode “democracia”) se encontraban en el núcleo de los planteamientos de este grupo contestatario. Su comunidad se articularía partiendo de la base, en oposición a las estructuras homogéneas programa-das desde arriba por las ideologías hegemónicas (tanto el incipiente neoliberalismo del Estado como

la utopía revolucionaria por la que luchaba implaca-blemente Sendero Luminoso). La Utopía Mediocre procuraba imaginar una forma de cuerpo social que se organizara, para expresarlo en las palabras de John Friedman, “oponiéndose a este mundo [de planifi ca-ción social y del Estado], afi rmándose en la lucha por conquistar nuevos territorios para sí”11. Era una socie-dad que “rechazaba el poder hegemónico”, que “no aspiraba a totalizarse” y cuyas “transformaciones no se llevarían a cabo de acuerdo con el principio jerárquico al que se oponía”12. En el preciso instante en que la posibilidad misma de planifi car el futuro parecía encontrarse en un callejón sin salida, la uto-pía mediocre de Los Bestias se materializaba como un reajuste radical de las estrategias utópicas. Más que cartografi ar los proyectos del porvenir, la utopía mediocre se preocupaba por asegurarse de que el futuro realmente ocurriera13. Partiendo de las condicio-nes mundanas de un presente atroz, de los desechos de lo cotidiano, la mediocridad se ponía en marcha partiendo de la premisa de que el futuro no podía “ni conocerse ni planifi carse”14, y de que no se podía programáticamente inscribir las aspiraciones com-partidas en los cuerpos sociales.

En la medida en que la utopía clásica constituye un concepto profundamente arraigado en el pen-samiento idealista de la fi losofía occidental, se en-cuentra inevitablemente abocada a oscilar entre una versión de sí misma bondadosa y justa, y otra sinies-tra. Pero la utopía mediocre no se inscribe en ningu-no de los dos extremos de este recorrido pendular. No triunfa ni fracasa. Puesto que rechaza concebirse como un deplorable término medio en el camino que va desde la insigne salvación futura hasta la eterna pesadilla, rechaza asimismo la idea misma de un patrón predecible para realizar el recorrido: repudia al líder visionario y la doctrina que debe adherirse y que debe seguirse fi elmente. No es apologética, sino que se inscribe a sí misma en la construcción del presente, siempre contingente, y se exige la ca-pacidad táctica de responder a las circunstancias fl uctuantes e impredecibles. Así, la utopía mediocre tiene que ver con la capacidad de operar modifi ca-ciones ingeniosas, adaptaciones astutas, y con la subversión: tiene que ver con una forma particular de operar y crear espacios en el mundo, aquí y ahora. La “mediocridad” degrada la perfección utópica, pero este acto de contaminación hace que los brillantes y elevados planes utópicos para la existencia futura desciendan a lo mundano y se materialicen en la co-tidianidad del presente. La utopía mediocre no es el resultado de los tecnócratas, los planifi cadores o los

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profetas ilustrados. Por el contrario, simplemente se crea efectivamente sobre las bases del colectivo horizontal que se establece sobre un principio no identitario: se trata de un realismo pragmático sub-versivo y en alguna medida anárquico. Es una suerte de práctica en la que la gestualidad corporal no apunta a los signifi cados lingüísticos establecidos del futuro, sino que más bien emprende un incom-prensible y absurdo acto de elaboración de algún presente soportable, habitable. La utopía mediocre también tiene un sueño, pero se trata de un sueño que da cuenta de la gravedad y la fricción que inevi-tablemente se produce cuando dos cuerpos entran en contacto entre sí.

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Me siento particularmente en deuda con los artistas Alfredo Márquez y Álex Ángeles, miembros del grupo Los Bestias, por todas las horas de conversaciones sobre sus proyectos y sobre la situación sociopolítica en Perú, tanto en la década de 1980 como en la actualidad. Les agradezco las entrevistas a la bestia Jhoni Marina y al artista Herbert Rodríguez, quienes colaboraron regularmente con el grupo. Y también les agradezco a George Flaherty, Alesky Schubert, Joanna Schubert, Ania Szremski y a Luis Adrián Vargas los agudos comentarios sobre los borradores de este texto.

NOTAS1 Peter Marshall, Demand the Impossible: A History of

Anarchism, Londres, Nueva York, Toronto y Sidney: Harper Perennial, 2008.

2 Giorgio Agamben, “What Is a People?”, en Means Without Ends: Notes on Politics, Minneapolis: University of Minnesota Press, 2000, p. 33. (Trad. cast., Medios sin fi n: notas sobre la política, Valencia: Pre-Textos, 2001).

3 Georg Simmel, On Individuality and Social Forms, D. Levine (ed.), Chicago: University of Chicago Press, 1971, p. 144. (Trad. cast., Sobre la individualidad y las formas sociales: escritos escogidos, Quilmes: Prometeo, 2002); citado en Anthony Vidler, Warped Space: Art, Architecture, and Anxiety in Modern Culture, Cambridge (Mass.): The MIT Press, 2000, p. 144.

4 Anthony Vidler, óp. cit,, p. 144.5 “Urbanización sin industrialización” es una expresión acuñada

por Mike Davis y que resulta especialmente adecuada para la situación de Lima (así como de otras megalópolis del llamado tercer mundo) en la segunda mitad del siglo XX. Mike Davis, Planeta de ciudades miseria (trad. J.M. Amoroto), Madrid: Akal, 2008.

6 Entre 1945 y 1990, sobre todo a causa de las migraciones inter-nas del país, la población de Lima se disparó de 600.000 a casi siete millones de habitantes, de los cuales el 50% vivían en los asentamientos chabolistas de la periferia y el 25% en chabo-las de alquiler en el centro de la ciudad. Ver Henry Dietz, Urban Poverty, Political Participation and the State: Lima 1970-1990, Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1998, p. 2 (Trad. cast., Pobreza urbana, participación política y política estatal. Lima 1970-1990, Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2003); y Jean-Claude Driant, Las barriadas de Lima: Historia e interpretación,

Lima: IFEA (Instituto Francés de Estudios Andinos) y DESCO (Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo), 1991, p. 183.

7 Gustavo Buntinx, “La utopía perdida: imágenes de la revolu-ción bajo el segundo belaundismo”, en Márgenes, marzo de 1986, pp. 52–98.

8 Manuel Castells, The City and The Grassroots, Berkeley: University of California Press, 1983, p. 70. (Trad. cast., La ciudad y las masas. Sociología de los movimientos sociales urbanos, Madrid: Alianza Editorial, 1986).

9 Uno de los casos más escandalosos, dada la crisis, fue el caso de corrupción en FONAVI (Fondo Nacional de la Vivienda).

10 Un debate ilustrativo puede encontrarse en Andrew Maskrey y Gilbero Romero, “Auto-Construcción: Mito o Solución”, en Plaza Mayor, nº 2, 1982, pp. 35-38; “Autoayuda y vivienda”, en Habitar, nº 1, 1983, pp. 9-12; y Andrew Maskrey y Gilbero Romero, “Mas allá del viviendismo”, en Plaza Mayor, nº 7, 1983, pp. 11-12.

11 John Friedmann, Insurgencies: Essays in Planning Theory, Nueva York y Londres: Routledge, 2011, edición Kindle.

12 Ibíd.13 De acuerdo con José Carlos Mariátegui, “la posibilidad de lo

real” dependía de la elección de una vía de acción: “Las alterna-tivas […] pueden ser: esperar [a] que ocurran los acontecimien-tos y actuar de acuerdo con ellos, 2. Tratar de anticipar el futuro y programar las acciones y decisiones a tomar. Y 3. Hacer que “el futuro ocurra” de acuerdo con sus metas y aspiraciones. Si bien este último procedimiento resulta difícil de poner en prác-tica, debemos hacer los esfuerzos necesarios para ello”. Citado en la fotografía/collage de portada del proyecto “Lima–Utopía Mediocre”. Archivo de Alfredo Márquez, Lima, Perú.

14 John Friedmann, óp. cit.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

LISTA DE OBR AS

BIOGR AFÍAS DE LOS AUTORES

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Hernán Parada: 99, 100, 101, 102, 110

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota:

15, 111, 113

Periférico de Objetos: 128, 129, 130

Néstor Perlongher: 98, 125, 181, 182, 183, 184,

185, 195, 203

Pinochet Boys: 218, 219, 220, 225

Poetas mateístas: 153, 198, 197

Joan Prim: 24, 25, 162, 195, 196, 227

Pierre Restany: 192

Restos de Nada: 213, 215

Pablo Salas: 41, 135, 137

Daniel Sanjurjo: 1, 24, 227, 31, 161, 243

Taller NN: 25, 26, 27, 28, 29, 31, 36, 101, 106,

116, 119, 121, 125, 194

Susana Torres: 36

RES: 192

Rifi fí: 31

Herbert Rodríguez: 25, 35, 26, 28, 29, 34, 36,

124, 164, 215, 222, 224, 225, 260

Miguel Ángel Rojas: 87, 94, 95

Juan Carlos Romero: 28, 148, 164, 189, 193

Telma Rossi: 36

Graciela Sacco: 195, 244

Daniel Santiago: 162, 173, 174

Roger Santivañez: 27, 224, 225

Juan Javier Salazar: 28, 126

Osvaldo Salerno: 127

Marcia Schvartz: 163, 192

Julieta Steimberg: 192, 193

Teatro del Sol: 224, 225

Taller de Investigaciones Teatrales (TIT):

46, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 61,

66, 71, 72, 151, 166, 170, 171, 174, 175, 226,

236, 243, 244

Taller de Investigaciones Cinematográfi cas

(TIC): 52, 53, 56, 57, 59, 72, 171

Taller de Investigaciones Musicales (TIM):

52, 53, 56, 57, 59

Alex Vallauri: 174

Ral Veroni: 28, 31, 149, 150, 191, 194, 195, 196

Viajou Sem Passaporte: 46, 52, 53, 54, 55, 56,

57, 58, 59, 60, 61, 64, 151, 166, 167, 168, 171,

174, 175, 194, 243, 245

Volumen Uno: 177, 180Zcuela Cerrada: 224Zenón de Paz: 36

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Elías Adasme: 203, 204, 206, 210

AI-5: 215, 220

Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ):

24, 28, 31, 32, 33

Katja Alemann: 114

Alerta Roja: 215

Ánjeles Negros: 28, 29, 30, 31, 33, 35,

153, 225

Aspix: 111, 112

Autopsia: 215, 224

Alejandro Bachrach: 192

Batato Barea: 191, 192, 193, 195

Álvaro Barrios: 96, 97

Fernando “Coco” Bedoya: 23, 24, 25, 28, 162,

164, 189, 190, 191, 195, 189, 227,

243, 245, 246

Brigada Hermanos Saís: 177

Paulo Bruscky: 162, 164, 174, 173, 174, 158

Maris Bustamante : 164, 187

Luis Caballero: 94

Colectivo de Arte Participativo-Tarifa Común

(C.A.Pa.Ta.Co) : 24, 25, 27, 28, 31, 119, 161,

163, 170, 189, 194, 195, 227, 228, 236, 243,

244, 245

Jorge Caraballo : 104

Omar Chabán: 192

Chaclacayo: 89, 130, 90, 129

Rafael Cippolini: 195

Club de Libertinos y Expresivos (CLE): 191

Colectivo Acciones de Arte (CADA):

29, 48, 50, 87, 88, 135, 154, 164, 210, 233,

234, 235, 244

Condutores de Cadáver: 215

Compañía Argentina de Mimo: 206

Armando Cristeto: 199

Cucaño: 46, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 72,

165, 166, 170, 171, 175, 236, 240, 241, 243

Eduardo Cutuli : 191

D’Magrela : 58, 243, 245

Dani the O: 195

Juan Domingo Dávila: 252, 210, 248, 253

Guillermo Deisler: 155, 156, 164, 157

Ángel Delgado: 179, 180, 178

Desequilíbrio: 115

Día-D: 215

Gonzalo Díaz: 122, 126

Eugenio Dittborn: 121, 164, 210

Luz Donoso: 99, 101, 102, 121, 126

E.P.S. Huayco: 23, 25, 28, 34, 124, 126, 191,

226, 227, 235

El Piano de Ramón Carnicer: 31

Paz Errázuriz: 122, 249, 253

León Ferrari: 91, 116, 117, 191

Jorge Fantoni: 195

Diego Fontanet: 24, 195, 196, 227

Cristina Fraire, 192

Gambas al Ajillo: 112

Gang: 153, 199, 201, 202, 187, 200

Grupo Artistas Socialistas-Taller de Arte

Revolucionario (GAS-TAR): 24, 28, 119, 121,

162, 170, 189, 194, 227, 228, 243, 245

GEXTU: 243, 245

Ramón Griffero: 151, 152, 153

Grupo Escombros: 193

Grupo de Acción Gay (GAG): 92, 93, 98

Grupo de Arte Experimental Panamá Rojo: 53

Grupo Paréntesis: 23, 25, 245

Guerrilla Urbana: 215, 224

Jorge Gumier Maier: 92, 93, 98, 185, 193, 196

Graciela Gutiérrez Marx: 164, 195, 236, 238

Homan Hou Yeah: 31

Mercedes Idoyaga (Emei): 24, 25, 164, 190,

191, 227, 243

Inocentes: 215, 216

Roberto Jacoby: 91, 113, 115, 191, 193, 196

Lorenzo Jaramillo: 94

Eduardo Kac: 175, 187, 201, 202, 203

La Academia del Bardo: 191

Las Yeguas del Apocalipsis: 107, 109, 122,

209, 210

Antonio Ladra: 104, 164

Pedro Lemebel: 41, 42, 106, 107, 108, 109,

122, 203, 209, 210

Carlos Leppe: 97, 210, 248, 253

Leuzemia: 215, 224

Lux Lindner: 195

Los Bestias: 25, 34, 149, 215, 225, 257, 258,

259, 260

Jordi Lloret: 151

Los Laxantes: 215

Los Violadores: 215

Marcos López: 97

Luger de Lux: 31

M-19 (Movimiento 19 de Abril): 13, 100, 101,

133, 136, 142, 143, 144, 160, 161, 216

Manga Rosa: 166, 174, 194

Liliana Maresca: 97, 195

Mariscos en tu Calipso: 191

Pepe Márquez: 195, 196

María Evelia Marmolejo: 88, 89

Ney Matogrosso: 203, 187

Gianni Mestichelli: 206

Alejandro Montoya: 123

María Moreno: 192

Movimiento Contra la Tortura Sebastián

Acevedo (MCTSA): 37, 40, 41, 42, 137, 147

Movimento de Arte Pornô (MAP): 201, 203

Movimiento Kloaka: 27, 29, 224

Mujeres por la Vida: 7, 14, 37, 38, 39, 41, 42,

137, 235

N.A.I. (Nós Acorrentados no Inferno): 215

Narcosis: 213, 215, 223, 224, 225

No-Grupo: 144, 160, 161, 187

Fernando Noy: 162, 163, 195, 227

Clemente Padín: 103, 104, 105, 106, 110, 155,

156, 164

Pánico: 224

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LISTA DE OBRAS POR ZONAS

Wlademir Dias-PinoQuem olha é responsável pelo que vê [Quien mira es responsable por lo que ve]Río de Janeiro, 1966Poema/Concepto Cortesía del autor

Pedro LemebelManifi esto “Hablo por mi diferencia”Santiago de Chile, 1986Fotografía, 85 x 120 cmAudio, 11’Colección del autor

HACER POLÍTICA CON NADA

Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ)Bandera, 1° de MayoSantiago de Chile, abril de 1981Serigrafía y fotocopia 43,2 x 55,9 cmColección Havilio Pérez Arancibiap. 32, fi g. 3

Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ)Bandera, En Materia de Orden GeneralSantiago de Chile, 1981Serigrafía y fotocopia 43,2 x 55,9 cmColección Havilio Pérez Arancibiap. 32, fi g. 4

Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ)Bandera, Pliego Nacional de los TrabajadoresSantiago de Chile, ca. 1981Serigrafía y fotocopia43,2 x 55,9 cmColección Havilio Pérez Arancibiap. 32, fi g. 5

Patricia AlfaroNo+ porque somos+Santiago de Chile, 1985Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía de la autorap. 234, fi g. 14

Patricia AlfaroAcción del Movimiento contra la Tortura Sebastián AcevedoSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía de la autorap. 147, fi g. 6

Marcela BrionesAcción de Mujeres por la Vida en el Día Internacional de la MujerSantiago de Chile, 1985Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía de la autora

Marcela BrionesMujeres por la Vida. Campaña No me olvidesSantiago de Chile, 19884 fotografías b/n Copias de exposición30 x 40 cm Cortesía de la autorap. 230, fi gs. 6, 7; p. 231, fi gs. 8, 9

Marcela BrionesAcción relámpago de Mujeres por la VidaSantiago de Chile, 1988 Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía de la autora

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983Gelatinobromuro de plata 18 x 24,5 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 232

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983-1989Vídeo transferido a DVD Color y b/n, sonido, 5’51” Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983-19892 fotografías de gelatinobromuro de plata 20,5 x 25 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid p. 49, fi g. 11; p. 233, fi g. 12

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983-1989Impresión cromogénica 13 x 9 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983-1989Gelatinobromuro de plata 25 x 20 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

Patricia AlfaroTortura en Chile, vergüenza mundial. Movimiento contra la Tortura Sebastián AcevedoSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía de la autorap. 147, fi g. 7

Patricia Alfaro Velatones en ChileSantiago de Chile, 1986-19893 fotografías b/n Copias de exposición 9 x 13 cm Cortesía de la autorap. 161, fi g. 11

Alfredo AlonsoSiluetas en la Catedral Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983Fotografía b/n Copia de exposición25 x 35 cm Cortesía de CeDInCi (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina)

Alfredo AlonsoSiluetas en la Catedral, vista desde la Plaza de Mayo Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983Fotografía b/n Copia de exposición25 x 35 cm Cortesía de CeDInCi (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina)

Archivo Hasenberg – Quaretti Jóvenes pintando siluetas en el Obelisco durante el SiluetazoBuenos Aires, 8 de diciembre de 1983Fotografía b/nCopia de exposición25 x 35 cmColección Centro de Estudios Legales y Sociales. Archivo Fotográfi co Memoria AbiertaArchivo Hasenberg – Quarettip. 229, fi g. 1

Fernando “Coco” BedoyaLas confesiones de Enrique VIIBuenos Aires, 1982Serigrafía 47 x 72 cmArchivo Juan Carlos Romero

Fernando “Coco” BedoyaPam fl etoBuenos Aires, 1983Serigrafía 47 x 21 cmArchivo Juan Carlos Romero

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+Santiago de Chile, 1983-1989Impresión digital 40,5 x 30,5 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 233, fi g. 11

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)NO+ Santiago de Chile, 1983-1989Gelatinobromuro de plata 24 x 18 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

CADA (Colectivo de Acciones de Arte)ViudaSantiago de Chile, 1985Hoja de Revista Hoy. Impresión fotomecánica 27 x 18,5 cm Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)Cartel participativo No a la amnistíaBuenos Aires, 1984Serigrafía 77 x 60 cmArchivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Emei, Fernando “Coco” Bedoya y Joan PrimFIM PorongovanguardiaBuenos Aires, 1984Serigrafía 70 x 100 cmColección Roberto Amigop. 25, fi g. 5

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común) y Frente por los Derechos HumanosMurales. Retrato coloreado por las Madres de Plaza de Mayo arrancado de la pared.Buenos Aires, 8 de marzo de 1984Papel fotocopiado22 x 33 cm Archivo Fernando Bedoya (C.A.Pa.Ta.Co)

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel SanjurjoVela x ChileBuenos Aires, 1986Cartel 16 x 6 cmArchivo Daniel Sanjurjo

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel Sanjurjo, Fernando “Coco” Bedoya, Ángel Andrade y Emei

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Vela x Chile (A los artistas latinoamericanos)Buenos Aires, 1986Cartel 24 x 22 cmArchivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)Vela x Chile. Ficha para adherentesBuenos Aires, 10 de septiembre de 1986Cartel 35 x 21,5 cmArchivo Daniel Sanjurjo

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel Sanjurjo y Gustavo RomanoVela x Chile Buenos Aires, 10 de septiembre de 1986Impreso para enviar por correo postal 41 x 28 cmArchivo Daniel Sanjurjop. 161, fi g. 12

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)Vela x ChileBuenos Aires, 1987Serigrafía 44 x 32 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 161, fi g. 9

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común) Vela x ChileBuenos Aires, 1987Panfl eto 17 x 11 cmArchivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: EmeiVela x ChileBuenos Aires, 1987Libro de artista 2 x 30 cmArchivo Fernando Bedoya (C.A.Pa.Ta.Co)

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel Sanjurjo y Gustavo RomanoVela x ChileBuenos Aires, 1987Serigrafía130 x 37 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 161, fi g. 10

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común) NO a la guerra nuclearBuenos Aires, 1988Octavilla. Serigrafía 20,5 x 14 cmArchivo Daniel Sanjurjo

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel SanjurjoMataron millonesBuenos Aires, 1992Serigrafía 28 x 11 cmArchivo Ana Longoni

Héctor CarballoDécimo aniversario de la creación de las Madres de Plaza de MayoBuenos Aires, 30 de abril de 1987Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cmCortesía Archivo Tupacarballop. 146, fi g. 5

Becquer CasaballeLas Malvinas son argentinas, los desaparecidos también. Consigna de las Madres de Plaza de Mayo durante la Guerra de las MalvinasBuenos Aires, 1982Fotografía b/n Copia de exposición 40 x 60 cmCortesía del autor

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1989Madera de samu’u (Choricia speciosa) 30 x 14,5 x 9 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Gregorio CramerBienvenidos al circoBuenos Aires, 1990/2012Vídeo registro de la performance de Ral Veroni y otros Color, sonido, 8’22’’Producido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina SofíaCortesía del autor

Gerardo Dell’Oro Marcha de los pañuelos Buenos Aires, 30 de abril de 1987Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

E.P.S. HuaycoCojudosLima, 1980Serigrafía 65 x 50 cmColección Museo de Arte de Lima. Donación Jorge Gruenberg y Armando Williamsp. 23, fi g. 1

Equipe Bruscky & SantiagoPignochetRecife, 1987

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común) y otros. Diseño: Fernado “Coco” Bedoya, Piri y EmeiBicicletas a la ChinaBuenos Aires, 19894 serigrafías 52 x 72 cm Archivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común) y otrosBicicletas a la ChinaBuenos Aires, 1989Sobre de papel serigrafi ado. Contiene varios materiales en su interior 39 x 22,5 cmArchivo Ana Longoni

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)MenemBuenos Aires, 1989Cartel intervenido con serigrafía 29 x 42 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 25, fi g. 6

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: ToledoIndulto NOBuenos Aires, 1989Serigrafía 44 x 49 cmArchivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)NO a la guerra nuclearBuenos Aires, 1989Volante serigrafi ado 22 x 17 cmArchivo Daniel Sanjurjo

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Fernado “Coco” Bedoya, Piri, EmeiIV CrecienteBuenos Aires, 1990Serigrafía 53 x 70 cmArchivo Roberto Amigo

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)AbusheadaBuenos Aires, 1990Serigrafía 37 x 55 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 25, fi g. 7

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Daniel SanjurjoLlamada a pata. Arte al pasoBuenos Aires, ca. 1990Cartel 22 x 27 cmArchivo Daniel Sanjurjop. 31

12 fotografías b/n y color; tarjeta postalCopias de exposición 10 x 15 cm Colección Paulo Bruscky

Equipe Bruscky & SantiagoPignochetRecife, 1987Lápida de mármol blanco con inscripción. Imagen proyectada de la instalación original60 x 50 x 4 cmColección Paulo Bruscky

Daniel GarcíaEn una Plaza de Mayo inundada, frente a la Casa de Gobierno, los familiares portan las fotos con los rostros de los desaparecidosBuenos Aires, abril de 1983Fotografía b/nCopia de exposición235 x 350 cm Cortesía del autor p. 82, fi g. 1

Daniel GarcíaSiluetas de una pareja de desaparecidos en la ESMA, ella embarazada.Buenos Aires, 1983Fotografía b/n Copia de exposición25 x 35 cm Cortesía del autor

GAS-TAR (Grupo de Arte Socialista — Taller de Arte Revolucionario). Diseño: Fernando “Coco” Bedoya y Joan Prim¡Nada con Pinochet!Buenos Aires, 1984Serigrafía 52 x 76 cmp. 162

GAS-TAR (Grupo de Arte Socialista — Taller de Arte Revolucionario). Diseño: Richiger, Prim, Emei, Sanjurjo y André. Fuera ingleses de Malvinas — Fuera FMI de la ArgentinaBuenos Aires, 1985Serigrafía 57 x 89 cmArchivo Juan Carlos Romero

Eduardo GilII Marcha de la Resistencia. Tres miradasBuenos Aires, 9 y 10 de diciembre de 1982Fotografía b/nCopia de exposición 25 x 35 cm Cortesía del autorp. 45, fi g. 2

Eduardo GilSilueteando IBuenos Aires, 21 de septiembre de 1983Fotografía b/n Copia de exposición

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25 x 35 cm Cortesía del autorp. 229, fi g. 2

Eduardo GilSiluetas y canasBuenos Aires, 22 de septiembre de 1983Fotografía b/n Copia de exposición 25 x 35 cm Cortesía del autor

Eduardo GrossmanAsociación de exdetenidos desaparecidosBuenos Aires, 1986Fotografía b/n Copia de exposición40 x 60 cm Cortesía del autor

Grupo La máquinaNO al indultoBuenos Aires, 1990Serigrafía 20,5 x 14 cmArchivo Juan Carlos Romero

Grupo Por el Ojo (Julia Balmaceda, Federico González, Ignacio Sourrouille y Daniel Sanjurjo)La sopa de SolísBuenos Aires, 1992Registro del mural y la performance realizada en su inauguración 6 fotografías b/n 35,5 x 36 cm en totalColección Daniel Sanjurjo

Grupo Por el Ojo (Julia Balmaceda, Federico González, Ignacio Sourrouille y Daniel Sanjurjo)La sopa de SolísBuenos Aires, 1992Fotografía del mural 25 x 20 cmColección Daniel Sanjurjo

Guillermo KexelPrimera Silueteada (1)Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983Fotografía b/n 27 x 35 cmColección del autor

Guillermo KexelPrimera Silueteada (2)Buenos Aires, 21 de septiembre de 1983Fotografía b/n 27 x 35 cmColección del autor

Guillermo KexelTercera SilueteadaBuenos Aires, 24 de marzo de 1984Fotografía b/n 35 x 80 cmColección del autor

Serigrafía 53 x 73 cmArchivo Juan Carlos Romero

Artistas del MAS (Movimiento al Socialismo). Diseño e impresión: Gustavo RomanoKarl MarxBuenos Aires, ca. 1987Serigrafía 42 x 60 cmArchivo Gustavo Romano

Cartel participativo NO+2012Cartel. Diseño de André Mesquita en base a convocatoria del CADA de 1983. Copias de exposición para distribuir al público60 x 40 cm

Mujeres por la VidaLa democracia va si la mujer estáSantiago de Chile, 1985Cartel 52,7 x 75,7 cm Fondo Teresa Valdés – Archivo Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Mujeres por la VidaNo+ porque somos+Santiago de Chile, 1986Panfl eto 9,5 x 21,6 cmFondo Teresa Valdés – Archivo Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Nelson Muñoz MeraAcción del Movimiento contra la Tortura Sebastián AcevedoSantiago de Chile, 1988Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autorp. 37

Nelson Muñoz MeraMarcha del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo. Santiago de Chile, 1988Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autorp. 39, fi g. 3

Nelson Muñoz MeraMujeres por la Vida. Campaña No me olvidesSantiago de Chile, 1988Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autorp. 39, fi g. 4

Luis Navarro VegaCueca Sola. Ceremonia de celebración del año de los Derechos Humanos en la Vicaría de la Solidaridad de Santiago Santiago de Chile, noviembre 1978 Fotografía b/n

Las Yeguas del Apocalipsis. Fotografía: Paz ErrázurizLa Conquista de AméricaSantiago de Chile, 1989Instalación Mapa de América del Sur cubierto de vidrios y 2 fotografías b/nFotografías de 120 x 150 cm c/uColección Yeguas del Apocalipsisp. 122

Kena LorenziniCensura: Mujeres por la VidaSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cm Cortesía Archivo Kena Lorenzini

Luis (militante de derechos humanos)Hebe de Bonafi ni y Fernando “Coco” Bedoya serigrafi ando en Plaza de MayoBuenos Aires, 1984Fotografía b/n44 x 30 cmArchivo Fernando Bedoya (C.A.Pa.Ta.Co)p. 24, fi g. 3

Madres de Plaza de MayoNo pasaránBuenos Aires, ca. 1987Impresión en formulario continuo42 x 30 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 146, fi g. 1

Mario ManusiaUn grupo de Madres de Plaza de Mayo denuncia las desapariciones durante el Mundial de FútbolBuenos Aires, junio de 1978Fotografía b/n Copia de exposición40 x 60 cmCortesía del autor

Artistas del MAS (Movimiento al Socialismo)Cartel Pinte MASBuenos Aires, ca. 1982Serigrafía 45 x 57 cmArchivo Juan Carlos Romero

Artistas del MAS (Movimiento al Socialismo). Diseño: Fernando “Coco” BedoyaMAS regional este Buenos Aires, ca. 1983Serigrafías 45 x 57 cmArchivo Juan Carlos Romero

Artistas del MAS (Movimiento al Socialismo). Diseño: Diego Fontanet y Fernando “Coco” BedoyaColabore con la huelga del Frigorífi co CEPABuenos Aires, 1985

Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

Domingo Ocaranza BouetSilueta de Dalmiro Flores. Acción de C.A.Pa.Ta.Co durante el SiluetazoBuenos Aires, 21 de septiembre de 1983Proyección digital de fotografía b/n Cortesía del autor p. 119

Hernán ParadaAcción de arte — Estación Central /Hernán ParadaSantiago de Chile, 1984Fotografía b/n Copia de exposición 120 x 150 cmCortesía Archivo Hernán Paradap. 102, fi g. 4

Hernán ParadaCementerio GeneralSantiago de Chile, 1980Fotografía b/n Copia de exposición60 x 80 cmCortesía Archivo Hernán Paradap. 102, fi g. 5

Roberto PeraMarcha de las MáscarasBuenos Aires, 25 de abril de 1985Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autorp. 187, fi g. 3

Joan PrimFotografías del cartel participativo No a la amnistíaBuenos Aires, 1984Fotografías b/n 31 x 21 cm c/uArchivo Fernando Bedoya (C.A.Pa.Ta.Co)

Héctor Puchi Vázquez Madrugada del Golpe de EstadoBuenos Aires, 24 de marzo de 1976Fotografía b/n Copia de exposición40 x 60 cm Cortesía del autor

Juan Carlos RomeroInforme salvajeBuenos Aires, 1985Collage fotocopiado e intervenido con témpera roja sobre papel34 x 22 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 148

Daniel SanjurjoPare al FMIBuenos Aires, 1985Postal 15 x11 cmArchivo Daniel Sanjurjop. 24, fi g. 4

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Daniel SanjurjoPor cien artistas desaparecidosBuenos Aires, ca. 1985Cartel 34 x 22 cmArchivo Daniel Sanjurjo

Daniel SanjurjoNo al indultoBuenos Aires, 1989Adhesivo, serigrafía y collage 9,5 x 11 cm; 40 x 60 cm; 38 x 23 cmArchivo Daniel Sanjurjo

Edward ShawFotografías del SiluetazoBuenos Aires, 19834 fotografías b/n 9 x 13 cm c/uColección del autor

Edward ShawFotografías del SiluetazoBuenos Aires, 19833 fotografías color25 x 20 cm c/uColección del autorp. 230, fi gs. 3-5

Edward ShawFotografías Acciones creativas Derechos Humanos. Mural participativo de GAS-TAR y Frente por los Derechos HumanosBuenos Aires, 8 de marzo de 19844 fotografías color 9 x 13 cm (3); 20 x 25 cm (1)Colección del autor

Edward ShawCampaña Dele una mano a los desaparecidosBuenos Aires, 21 de marzo de 19854 fotografías color20 x 15 cm c/uColección del autorp. 146, fi gs. 3, 4

Taller NN Vallejo Destrucción/ConstrucciónLima, 1989Serigrafía sobre papel 76 x 56 cmArchivo Adolfo Cornejo

Taller NNVallejo Destrucción/ConstrucciónLima, 1989Maqueta para cartel serigráfi co presentado en la 3ª Bienal de La Habana Serigrafía sobre cartón 69,2 x 90,4 cm Archivo Alfredo Márquezp. 28

Taller NNVallejo Destrucción/Construcción. Reconstrucción de la instalación-pancarta realizada en la 3ª Bienal de La Habana 1989/2012Serigrafía sobre tela430 x 600 cm

Santiago de Chile, 1983Fotografía b/n Copia de exposición80 x 100 cmCortesía Biblioteca Nacional de Chilep. 108

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1990Madera de samu’u (Choricia speciosa) 27 x 14,5 x 10 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Periférico de Objetos (integrado por Ana Alvarado, Daniel Veronese, Emilio García Wehbi, Román Lamas y Paula Nátoli)El hombre de arenaBuenos Aires, 1992Instalación que evoca el espec-táculo teatral del mismo nombre Música Original: Cecilia CandiaVídeo: Guiye González (Registro en VHS a una sola cámara del espectáculo teatral, color, sonido, 50‘) Montaje formato DVD para instalación: Silvia Maldini y Cecilia CandiaArchivo Ana Alvaradop. 129, fi gs. 2-4

Walter Heynowski y Gerhard ScheumannCompatriotasBerlín, 1974Vídeo, color, sonido, 7‘28‘‘Cortesía Progress Film-Verleih GmbH, Alemania y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Chile

Pedro LemebelHospital del trabajadorSantiago de Chile, 1989Vídeo, color, sin sonido, 1‘30‘‘Colección del autorp. 41, fi gs. 5-7

Alejandro Montoya Cadáver, sección gavetas. SEMEFO Ciudad de México, 1985Tinta y lápiz sobre papel 42 x 56,8 cmColección Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAMp. 123, fi g. 9

Alejandro MontoyaCadáverCiudad de México, 1987Tinta y lápiz sobre papel 41,8 x 52,7 cmColección Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM

Taller NNMarco Ugarte AtalaProtesta en el Paseo AhumadaSantiago de Chile, 1988Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autor

Ral VeroniBienvenidos al circoBuenos Aires, 19896 carteles de la campaña electoral de Menem de 1989 (“¡Síganme!”) intervenidos por el artista55 x 74,5 cm c/uColección del artista p. 150, fi gs. 1-4

Carlos VilloldoVuelta de las Madres a la Plaza de Mayo Buenos Aires, 1981Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cmCortesía del autor

VV. AA. (post-NN)España, aparta de mí este cálizLima, 1992Serigrafía sobre papel moneda 15 x 7,4 cm Cortesía Archivo Adolfo Cornejop. 29, fi gs. 16, 17

Dani YakoMarcha por los desaparecidosBuenos Aires, 1983Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autor

Silvio ZuccheriFotografías de desaparecidos en pancartasBuenos Aires, 1983Fotografía b/nCopia de exposición 40 x 30 cm Cortesía del autorp. 45, fi g. 1

TERRITORIOS DE VIOLENCIA

Elías AdasmeA Chile1979-1980/2010Registro fotográfi co de acción de arteFotografías b/n 5 paneles de 175 x 113 cm c/u Colección Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Facultad de Artes, Universidad de Chilep. 204, fi gs. 7-10; p. 205

AnónimoInmolación de Sebastián Acevedo en Concepción. Portada Revista Hoy, n° 330, del 16 al 22 de noviembre

Alejandro MontoyaCadáverCiudad de México, 1989Tinta y lápiz sobre papel 41,6 x 50,8 cmColección Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM

Luisa Fernanda Ordóñez, Sylvia Suárez y Andrés ArizmendyPalacio de Justicia en llamasBogotá, 6 y 7 de noviembre de 1985/2012Vídeo, color, sin sonido, 3‘13‘‘Archivo Taller Historia Crítica del Artep. 142

Portadas y páginas dobles interiores del diario La República (Portada, 31-01-1983; p. 31, 13-05-1984; Portada, 25-08-1984; pp. 22 y 15, 25-08-1984; Portada, 20-06-1986; Portada, 22- 07-1984; Portada, 21-01-1984; Portada, 29-03-1984; pp. 10 y 11, 29-12-1984; p. 17, 27-08-1984; pp. 8 y 9, 11-04-1985)Lima, 1983-1986Periódicos215 x 90 cm en totalArchivo Sergio Zevallosp. 123, fi g. 8; p. 125, fi g. 12

Jaime RázuriPerro colgado por Sendero Luminoso, elecciones municipalesLima, noviembre de 1989Fotografía b/n 28 x 35,5 cmColección Museo de Arte de Lima. Donación del autorp. 141

Osvaldo SalernoSin títuloAsunción, 1976-1981Impresión de cuerpo con sogas sobre papel 50 x 52 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barrop. 127, fi g. 1

Osvaldo SalernoSin títuloAsunción, 1976-1981Impresión de cuerpo con sogas sobre papel 77 x 66 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barrop. 127, fi g. 2

Taller NNCarpeta negraLima, mayo-julio 198816 serigrafías sobre papel y carpeta50 x 65 cm (carpeta); 29,7 x 42 cm (serigrafías)Colección Nuwa Lunap. 26, fi gs. 8-12

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UMBRAL

Néstor PerlongherCadáveresPoema escrito en 1982 en el trayecto entre Buenos Aires y São Paulo, publicado por Circe/Último Reino en 1989 Instalación sonora Cassette transferido a DVD, 18‘31‘‘Colección particular

TERRITORIOS DE LIBERTAD

Gianni MestichelliMimosBuenos Aires, 198018 fotografías b/n 40 x 60 cm c/u1 ampliación b/n 130 x 200Copias de exposición Cortesía del autorp. 206; p. 207, fi gs. 13-15; p. 208, fi gs. 16-19

Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo)SuburbiosLima, 198420 fotografías b/n 9 x 14 cm c/uColección del autorp. 91, fi gs. 11, 12

OVERGOZE

Maris Bustamante para el No-GrupoEl pene como instrumento de trabajoCiudad de México, 19823 fotografías color 6 x 21 cm; 21,5 x16,5 cm; 22 x 42 cmColección Maris Bustamante, Andrea y Neus Valenciap. 187, fi g. 7

Maris Bustamante para el No-GrupoEl pene como instrumento de trabajoCiudad de México, 1982Máscara 22 x 42 cmColección Maris Bustamante, Andrea y Neus Valencia

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1990Madera de samu’u (Choricia speciosa) 24,5 x 14,5 x 15 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Armando CristetoDe la serie El CondónCiudad de México, 1979Fotografía b/n20,5 x 10,5 cmColección Ilithya Guerrero Patiñop. 199

Eduardo Kac. Filmación: Sérgio PéoPorn Poetry Playa de Ipanema, Río de Janeiro, 1982Vídeo 16 mm transferido a DVD, b/n, sonido, 5’Cortesía le peuple qui manque y Eduardo Kac

Eduardo KacPornograma 7 (Ars Poetica)Río de Janeiro, 1982Fotografía color 73,5 x 18,5 cmGalería Laura Marsiaj

Eduardo Kac y Cairo de Assis TrindadeAntolorgia. Arte PornôRío de Janeiro: Codecri, 1984Libro 21 x 14 cm, 205 pp.Galería Laura Marsiaj

Mónica MayerLo normalCiudad de México, 197811 postales. Impresión intervenida con sellos 10,5 x 15 cm c/u Archivo Pinto Mi Raya

Polvo de Gallina Negra (Maris Bustamante y Mónica Mayer)Madre por un díaCiudad de México, 1987Vídeo, color, sonido, 17’30’’Archivo Pinto Mi Raya

EL DELIRIO PERMANENTE

3Nós3Ensacamento São Paulo, 19792 hojas de papel con el listado de los monumentos cubiertos y 1 hoja de periódico facsímil 15 cartones con las imágenes de los monumentos cubiertosCopias de exposición29,7 x 21 cm y 42 x 29,7 cm (hojas)10,5 x 13,5 cm c/u (cartones)Cortesía Colección Hudinilson Jr y Mario Ramiro

3Nós3EnsacamentoSão Paulo, 197911 fotografías b/n Copia de exposición25 x 35 cm Cortesía Archivo Mario Ramirop. 167, fi gs. 2-4

3Nós3 y TITArco 10. Noticia del periódico Folha de S. Paulo sobre la intervención realizada por 3Nós3 con plástico en la ciudadSão Paulo, 9 de diciembre de 1981Copia de exposición29,7 x 21 cm Cortesía Colección Hudinilson Jr y Mario Ramiro

Gang do Movimento de Arte PornôRevistas GANG números 1, 2, 3Río de Janeiro, 1980-1981Fanzines22 x 16,5 cm c/uCopias de exposiciónCortesía Eduardo Kac

Gang do Movimento de Arte Pornô. Eduardo Kac, Cairo de Assis Trindade, Denise Henriques Assis Trindade, Cynthia Dorneles, Belisário Franca, Ricardo Elkind, Alberto Harrigan, Leila Mícollis, Bráulio Tavares, Glauco MattosoPoemas, manifi estos, dibujos, pintadas y performances acontecidas en Río de Janeiro, 1981-1984Copias de páginas del libro Antolorgia. Arte Pornô. Editores: Eduardo Kac & Cairo de Assis TrindadeRío de Janeiro: Codecri, 198442 x 29,7 cmCortesía Archivo Eduardo Kac

Eduardo KacTótemSão Paulo, 1980Fotografía b/n 30 x 20 cmGalería Laura Marsiaj

Eduardo KacOVERGOZERío de Janeiro, 1981Fotografía b/n20 x 30 cmGalería Laura Marsiajp. 202, fi g. 3

Eduardo KacPornograma 2 (Hic et ubique)Río de Janeiro, 1981Fotografía b/n 49 x 73 cmGalería Laura Marsiaj

Eduardo KacEscrachoRío de Janeiro, 1981-1982Impresión offset, cubierta color 22 x 30,5 cmGalería Laura Marsiaj

Eduardo KacMini saia rosa com poemazóide. Playa de Ipanema, Puesto 9Río de Janeiro, 1982Fotografía b/n 20 x 30 cmGalería Laura Marsiaj

Eduardo KacMini saia rosa com piróculos. Playa de Ipanema, Puesto 9, Rio de JaneiroRío de Janeiro, 1982Fotografía b/n20 x 30 cm Galería Laura Marsiajp. 187, fi g. 5

AnónimoGrupo que busca o inusitado mostra painel vivo no Centro [Grupo que busca lo inusitado muestra valla humana en el centro de São Paulo]Texto del periódico Folha de S. Paulo acerca de la valla publicitaria de CléSão Paulo, 9 de noviembre de 1981Fotocopia21,6 x 32,7 cm Archivo Ricardo Chiari

Luis Alfonso (Cucaño)Poemas de Gordolui para el Festival MultiarteRosario, 1979Fragmentos de poemas sobre papel22 x 15 cmArchivo El Marinero Turco

Roberto Barandalla (Picun) y Darío SchvarzsteinUn glorioso fracaso (crónica sobre la intervención en la Plaza de la República)Producción audiovisual basada en material fílmico tomado en São Paulo y Buenos Aires en 1981 (Sergio Bellotti, EduardoNico, Adrián Fanjul y Roberto Barandalla) y en entrevistas realizadas en 2012Vídeo, color, sonido, 30’ Producido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina SofíaCortesía de los autores

Paulo Bruscky, Daniel Santiago, Leonhardt Frank Duch, Vagner Dante Veloni, João Chagas y otrosValla colectiva de divulgación de la 1ª Exposição Internacional de Art-Door realizada en la Av. Dantas Barreto, en el centro de RecifeRecife, 1980Proyección de diapositivas Cortesía Paulo Bruscky

Paulo Bruscky, Daniel Santiago, Vagner Dante Veloni y otrosValla colectiva de divulgación de la 1ª Exposição Internacional de Art-Door realizada en la Av. Boa Viagem, RecifeRecife, 1980Proyección de diapositivas Cortesía Paulo Bruscky

Paulo Bruscky y Daniel Santiago (organizadores)1ª Exposição Internacional de Art-Door [arte en valla publicitaria]Recife, 1981Proyección digital de fotografías pertenecientes al catálogoCortesía Archivo Paulo Brusckyp. 172, fi gs. 15, 16

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Paulo Bruscky y Daniel Santiago (organizadores)1ª Exposição Internacional de Art-Door [arte en valla publicitaria]Recife, 1981Proyección de diapositivas Cortesía Archivo Paulo Brusckyp. 172, fi g. 14

Centro de Livre Expressão Comunicado de fundación del Centro de Livre ExpressãoSão Paulo, 3 de agosto de 1981Papel mecanografi ado29,7 x 21 cm Archivo Ricardo Chiari

Centro de Livre Expressão Comunicado del Centro de LivreExpressão sobre la valla publici-taria humana, durante el proyecto Arte ao ar livreSão Paulo, octubre de 1981Papel mecanografi ado21,6 x 32,7 cm Archivo Ricardo Chiari

Centro de Livre Expressão, TITInforme interno en respuesta a un reportaje publicado en el periódico Folha de S. Paulo sobre la intervención del Centro de Livre Expressão en una valla publicitariaSão Paulo, 1 de diciembre de 1981Una página mecanografi ada 21,6 x 32,7 cm Archivo Ricardo Chiari

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1990Madera de samu’u (Choricia speciosa) 24 x 14 x 10 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Mario Sérgio Conti Noticia en el periódico Folha de S. Paulo sobre intervenciones urbanas realizadas por colectivos como Viajou Sem Passaporte y 3Nós3, destacando el proyecto Arte ao Ar Livre con la acción del Centro de Livre Expressão, y las acciones de TIT en la Praça da RepúblicaSão Paulo, 13 de noviembre de 1981Copia de exposición29,7 x 21 cm Cortesía Archivo Ricardo Chiari

CucañoAcha, acha, cucarachaRosario, abril de 1980Revista Copia de exposición 17 x 22 cm, 20 pp. Archivo Ricardo Chiari

Fotografía b/nCopia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoUna temporada en el infi ernoRosario, 1980Fotocopia de la hoja con boletos de entrada Copia de exposición 20 x 25 cmCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoUna temporada en el infi ernoRosario, 12 de septiembre de 1980Fotocopia del recorte de prensa. Diario La CapitalCopia de exposición 20 x 25 cmCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoCurso de Composición ActoralRosario, 1981Copia del cartel 22 x 34 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoEl Hachero Centroamericano en el taller de música experimental de la casona de Entre Ríos 366Rosario, 1981Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoEl Maldito Chocho, n° 1Rosario, 1981FanzineCopia de exposición35,5 x 22,5 cm, 40 pp. Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoEl Maldito Chocho, n° 2Rosario, 1981Facsímil de originales de imprenta. InéditoCopia de exposición22 x 36 cm, 54 ppCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoGran peña cinematográfi ca. Laurel y Hardy, Charlie Chaplin, Buster Keaton, Georges MélièsRosario, 1981Hoja con boletos-anuncioCopia de exposición 35 x 22 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoLa BatataRosario, 1981Copia del cartel 22 x 34 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoArriba: Mauricio Armus (Mauricio Kurcbard), Anuro Gauna (Guillermo Giampietro), Gordolui (Luis Alfonso); abajo: Hermano Juan (Juan Aguzzi), Pandora (Graciela Simeoni) y Mono Cohen (Gabriel Cohen)Rosario, ca. abril de 1980Fotografía Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo Juan Aguzzip. 165

CucañoMauricio Armus (Mauricio Kurcbard), Federico Altrote (Juan Aguzzi), Gordolui (Luis Alfonso), Anuro Gauna (Guillermo Giampietro), Mono Cohen (Gabriel Cohen), Pepitito Esquizo (Carlos Ghioldi), Pandora (Graciela Simeoni)Rosario, 1980Fotografía color Copia de exposición14,8 x 15 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoArriba: Pepitito Esquizo (Carlos Ghioldi), El Marinero Turco (Daniel Canale), Sigfrido (Gustavo Guevara); abajo: Mc Phantom (Miguel Bugni), Fabián Bugni, Pandora (Graciela Simeoni)Rosario, 1980Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cmCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoCarlos LuccheseRosario, 1980Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cmCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoMc Phantom (Miguel Bugni), El Marinero Turco (Daniel Canale), Pandora (Graciela Simeoni), Pepitito Esquizo (Carlos Ghioldi)Rosario, 1980Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoTaller Investigaciones Historietísticas CucañoRosario, 1980Papel mecanografi ado35,5 x 22,5 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoUna temporada en el infi ernoRosario, 1980

CucañoLa insurrección de las liendres. Sobre las transformaciones del lenguaje poético y el arte de vanguardiaRosario, 1981Collage Copia de exposición22 x 34 cmCortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoLa navaja en el sueñoRosario, 1981Material gráfi co de difusión del hecho teatral. Collages de texto e imágenes a tinta china.24 x 35,5 cmArchivo El Marinero Turco

Cucaño Movimiento Surrealista InternacionalRosario, 1981Octavillas22 x 18 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoMuestra de música experimentalRosario, 1981Cartel Copia de exposición19,5 x 30 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoII Muestra de Teatros RosarinosRosario, 1981Cartel Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoPrograma de la II Muestra de Teatros RosarinosRosario, 1981PapelCopia de exposición22 x 34 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoDifusión dramático-popular. II Muestra de Teatros RosarinosRosario, 16 de diciembre de 1981Nota del Diario RosarioCopia de exposición 20 x 25 cm Archivo El Marinero Turco

CucañoPalmario tocando la batería en el taller de música experimental de la casona de Entre Ríos 366Rosario, 1981Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoPeña Cinematográfi ca. Proyección de cortos de Charles

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Chaplin, Georges Méliès, Buster KeatonRosario, 1981Cartel 33,5 x 21 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoRepulsiónRosario, 1981Copia del cartel 22 x 34 cmArchivo El Marinero Turco

CucañoFotografía de una intervención en la peatonal de la calle Córdoba Rosario, ca. 1981Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

CucañoAproximación a un hachazoRosario, 1982Revista Copia de exposición22 x 34 cm, 14 pp. Cortesía Archivo El Marinero Turcopp. 240-242

CucañoAnuro Gauna (Guillermo Giampietro) y Mosca (Osvaldo Aguirre)Rosario, 1983Fotografía b/n Copia de exposición 17,5 x 11,5 cmCortesía Archivo Guillermo Giampietrop. 54

Carlos Ghioldi (Cucaño)El testamento de Pepitito EsquizoRosario, 1982Audio01. Testamento parte I: 4’02. Testamento parte II: 4’14’’03. La joven destripada: 4’50’’04. Vidrios rotos: 2’41’’05. Bosque: 1’54’’06. Nautilus y Félix: 2’41’’07. Una temporada en el infi erno: 8’36’’08. Testamento parte III: 8’’09. Testamento parte IV: 5’25’’10. Testamento parte V: 13’38’’11. Todos sus almanaques son del año pasado: 7’21’’12. Regmiun Drh Sthr: 4’17’’13. Testamento parte VI: 25’’Archivo Carlos Ghioldi

Guillermo Giampietro (Cucaño)Poemas de Anuro Gauna para el Festival MultiarteRosario, 1979Fragmentos de poemas sobre papel25 x 18 cmArchivo El Marinero Turco

Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

Gustavo PiccininiPicun, integrante del TICBuenos Aires, 1980Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

Gustavo PiccininiDaniel Fiorucci, integrante del TICBuenos Aires, 1981Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

Gustavo PiccininiEl pelado Chochet, integrante del TICBuenos Aires, 1981Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

Gustavo PiccininiMagoo y Fiorucci, integrantes del TIC Villa Gesell, 1981Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

Gustavo PiccininiSergio Belloti y Lina Luna, integrantes del TIC y del TIT, en una reunión conjuntaBuenos Aires, 1982Fotografía b/n Copia de exposición20 x 25 cmCortesía del autor

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Material de archivo. Fragmentos de las películas:El Chulu. Director: Sergio BellottiEl Amor Vence. Director: Roberto Barandalla (Picun)Detrás del Muro. Director: Adrián FanjulIncluye imágenes de ejercicios del TIC, películas inconclusas y registro de reuniones de los grupos TIT, TIC, TIM y CucañoBuenos Aires/São Paulo, 1979-1981/2012Vídeo, color, sin sonido, 8’ Producido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina SofíaCortesía de Eduardo Nico, Sergio Bellotti, Adrián Fanjul, Alejandro Traverso y Roberto Barandalla

Guillermo Giampietro (Cucaño)Panorama desde el tren…Rosario, 1981Papel mecanografi adoCopia de exposición29,7 x 21 cm Cortesía Archivo Ricardo Chiari

Guillermo GiampietroCucaño, intervención en la iglesiaVídeo sobre la intervención del grupo Cucaño en la iglesia del Carmen (Rosario, 1982)Trieste, 2012Vídeo, b/n, sonido, 14’30’’ Producido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Cortesía del autor

Antonio Gonçalves Filho Artículo del periódico Folha de S. Paulo sobre las intervenciones de TIT, 3Nós3 y Viajou Sem PassaporteSão Paulo, 8 de diciembre de 1981Copia de exposición35,5 x 58 cm Cortesía Archivo Ricardo Chiari

Luís Manetti, integrante del TITSurgimiento del movimiento y relación con VSP São Paulo, ca. 1981Papel mecanografi ado 21,6 x 32,7 cm, 2 pp.Archivo Ricardo Chiari

Manga RosaArte ao ar livre. Con intervenciones de 3Nós3, Alex Vallauri, Centro de Livre Expressão, Jorge Bassani, Manga Rosa, Mario Ramiro, Hudinilson Jr. y Viajou Sem PassaporteSão Paulo, 1981-1982Proyección de diapositivasCopia de exposiciónCortesía Archivo Jorge Bassanip. 172, fi g. 17; p. 173, fi g. 18-20

MAS (Movimiento al Socialismo) Rifa del MAS por triunfo del PSOERosario, 1982Hoja con boletos de rifa Copia de exposición22 x 24 cm Cortesía Archivo El Marinero Turco

Movimiento Surrealista InternacionalEnciclopedia SurrealistaBuenos Aires-Rosario-São Paulo, 1981PublicaciónCopia de exposición21,5 x 30 cm. 62 pp. Archivo Ana Longonipp. 58, 62, 63, 237

Gustavo PiccininiAlejandro Traverso, integrante del TIC Buenos Aires, 1980

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Chiari con la camiseta del ZangandongoSão Paulo, 1981Fotografía color Copia de exposición20 x 25 cmCortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)El Gusano Di Cocco, gimnasta del inconscienteSão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Fiorucci llega (varios días después de iniciado) al Festival Alterarte IISão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Luis Manetti (con cartera marrón) y Tigrao (con gorra) en el trabajo preparatorio de la intervención en la Plaza de la RepúblicaSão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Picun y, en sombras, Gabriela LiffschitzSão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Plaza de la RepúblicaSão Paulo, 19813 fotografías colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccininip. 171, fi g. 13

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Rubén Gallego (un dios recién bajadito del Olimpo)São Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Sin título

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São Paulo, 19812 fotografías colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIC (Taller de Investigaciones Cinematográfi cas)Trío TIC: Evaristo González, Sergio Belloti, Adrián FanjulSão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición 20 x 25 cm Cortesía Archivo Gustavo Piccinini

TIT, TIC, TIM, Cucaño, VSP y colaboradoresAlterarte IISão Paulo, 1981Periódico, fotocopias y collages 21,6 x 32,7 cm Archivo Ricardo Chiari

TIT, TIC, TIM, Cucaño, VSP y colaboradoresAlterarte II. Noticia del periódico Folha de S. Paulo sobre el eventoSão Paulo, 11 de agosto de 1981Noticia de prensa 21 x 29,7 cm Archivo Ricardo Chiari

TIT, TIC, TIM, Cucaño, VSP y colaboradoresAlterarte II. Carta de Cucaño para el movimento Anti-Pro-ArteRosario, agosto de 1981Papel mecanografi ado 21 x 29,7 cm, 2 pp. Archivo Ricardo Chiari

TIT, TIC, TIM, Cucaño, VSP y colaboradoresCartas de Pablo Miris (integrante del TIT), Roberto Pereira de Melo (integrante del Centro de Livre Expressão – Clé) y 3Nós3 solicitando apoyo al secretario municipal de Cultura de São Paulo para la realización de Alterarte IISão Paulo, agosto de 1981Papel mecanografi ado 21 x 29,7 cm, 5 pp. Archivo Ricardo Chiari

TIT, TIC, TIM, Cucaño, VSP y colaboradoresContrabalance de Alterarte II. Documentos escritos por María Selez, integrante del TIT, y miembros del Movimiento Surrealista InternacionalEnero y octubre de 1981Papel mecanografi ado 21,6 x 32,7 cm c/uArchivo Ricardo Chiari

TIM (Taller de Investigaciones Musicales)Bono contribución TIMBuenos Aires, ca. 1979Hoja de boletos de rifa22 x 34 cmColección Elías Palti

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Ciclo de Teatro ExperimentalBuenos Aires, 1980Cartel 43,5 x 32 cmColección Elías Palti

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)CombiCamino a São Paulo, 1980Fotografía 9 x 12,5 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Dormida colectiva en el Politécnico São Paulo, 1981Fotografía color9 x 12,5 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)El Zangandongo Manifi estoBuenos Aires, 1980Papel mimeografi ado22 x 34 cm c/u, 3 pp.Archivo Elías Paltipp. 66-68

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Fundación del Movimiento Surrealista InternacionalSão Paulo, 1981Fotografía colorCopia de exposición72 x 100 cmCortesía Archivo Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Ganándose el pan: fotografía previa a una “función” en un sótano de PersonaSão Paulo, 1980Fotografía color9 x 12,5 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Marta Cocco leyendo en un busSão Paulo, 1980Fotografía color9 x 12,5 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Todos contra todosBuenos Aires, 1980Fanzine23 x 18,5 cmColección Pablo Espejo

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)El Zangandongo Cuaderno UnoBuenos Aires, 1981

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Alterarte I — El ZangandongoBuenos Aires, 1979Cartel 23,5 x 34 cmColección Pablo Espejo

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Folletín del ZangandongoBuenos Aires, 1979Publicación 22 x 28 cmColección Elías Palti

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Marta Cocco y otros integrantes del TIT después de Para cenar ArtaudBuenos Aires, 1979Fotografía b/n9 x 14 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Para cenar Artaud (hecho teatral)Buenos Aires, 1979Fotografías b/n9 x 14 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Para cenar ArtaudBuenos Aires, 1979Cartel21 x 30 cmArchivo Ana Longoni

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)ZangandongoBuenos Aires, 1979Fotografía b/n9 x 12,5 cmColección Rubén Campitelli

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Antes de salir a escena. De izquierda a derecha: Beto Botta, Daniel Valdéz, Rubén Viñoles, Cristina Papaleo Montaje: La cámara. Provocación y dirección: Raúl Zolezzi. Camerino del Teatro del Picadero.Buenos Aires, diciembre de 1980 Fotografía b/n 12 x 18 cmColección Raúl Zolezzi

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Carlos Cthulhu en acción Montaje: La cámara. Provocación y dirección: Raúl Zolezzi. Teatro del Picadero. Buenos Aires, 1980Fotografía b/n 12 x 18 cmColección Raúl Zolezzip. 236

Publicación22 x 35 cmColección Elías Paltip. 171, fi g. 12

TIT, VSP, Cucaño, TIC, Novissimo y otrosAlterarte II — Festival Anti-Pro-ArteSão Paulo, 1981Cartel 45 x 35 cmColección Elías Palti

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Carta de Pablo Miris a la Dirección del TITSão Paulo, 13 de marzo de 1981Papel mecanografi ado 21,6 x 32,7 cm, 2 pp. Archivo Ricardo Chiari

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Pompas fúnebresBuenos Aires, 1981Programa de difusión17 x 22 cmColección Elías Palti

TIT (Taller de Investigaciones Teatrales)Pompas fúnebresBuenos Aires, 1982Programa de mano 17 x 22 cmColección Elías Palti

TIT, VSP, 3Nós3 y otrosCartel del evento 14 noites 14 performancesSão Paulo, 12-15 de julio de 1982Cartel 45 x 31,7 cm Archivo Ricardo Chiari

Enrique Viegas, TIM (Taller de Investigaciones Musicales)Flusedah. Juego sonoro para una mujer y un hombreBuenos Aires, 1980/2012Partitura sobre cartulina negra, 87 x 32 cmGrabación realizada en 2012 por Enrique Viegas y Sabrina Piazza, 1’45’’ Colección Enrique Viegas

VSP (Viajou Sem Passaporte)Público idiotaSão Paulo, 1978Papel mecanografi ado21 x 29,7 cm, 2 pp. Archivo Ricardo Chiaripp. 64, 65

VSP (Viajou Sem Passaporte)E–>M–>R (Haspa)São Paulo, 197910 fotografías b/nCopias de exposición10 x 15 cm (9) y 10 x 9 cm (1) Cortesía Archivo Luiz Sergio Ragnolep. 168, fi gs. 5-7; p. 169, fi g. 11

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VSP (Viajou Sem Passaporte)Trajetória da árvoreSão Paulo, 19796 fotografías b/nCopias de exposición6 x 9 cm c/uCortesía Archivo Luiz Sergio Ragnole

VSP (Viajou Sem Passaporte)Trajetória do curativoSão Paulo, 19793 fotografías b/nCopias de exposición13 x 10 cm c/uCortesía Archivo Luiz Sergio Ragnolep. 168, fi gs. 8-10

VSP (Viajou Sem Passaporte)U.S.B.A.E.A.E. y manifi esto INVADIRAM TEATROS!São Paulo, 1979Publicación y papel mecanografi ado 15 x 21 cm (1) y 29,7 x 21 cm (2), 3 pp.Archivo Ricardo Chiari

VSP (Viajou Sem Passaporte)Intervención de VSP en una obra de Augusto Boal en el Teatro Ruth EscobarSão Paulo, 1980Fotografía b/nCopia de exposición 14 x 10 cmCortesía Archivo Luiz Sergio Ragnole

VSP (Viajou Sem Passaporte)WYK, publicación de VSP, con acuerdo fi rmado por VSP y TITSão Paulo, 1980Fanzine15 x 10,5 cm Archivo Ricardo Chiaripp. 55, 61

OFICINA DE (CONTRA)INFORMACIÓN

Alejandro AmdanFrente al Ministerio de Educa-ción, un dirigente estudiantil es detenido por dos policías de civilBuenos Aires, noviembre de 1981Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

AnálisisSantiago de Chile, Año VII, números 90 y 93, septiembre y octubre de 1984Revista26 x 18,7 cmFondo Miguel Lawner — Archivo Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cmCortesía del autor

Guillermo LoiáconoMartínez de Hoz, ministro de Economía en Argentina (1976-1981)Buenos Aires, 1980Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía Archivo Guillermo Loiácono

Eduardo LongoniMilitares argentinosBuenos Aires, 29 de mayo de 1981Fotografía b/n Copia de exposición 30 x 40 cmCortesía del autor

Eduardo LongoniMarcha por la vidaBuenos Aires, 5 de octubre de 1982Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autorp. 82, fi g. 3

Kena LorenziniLa máscara y la prensaSantiago de Chile, 1985Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía Archivo Kena Lorenzini

Mario ManusiaUn intento de secuestro en plena calle es resistido e impedido por las Madres de Plaza de MayoBuenos Aires, junio de 1978Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

Mario ManusiaJorge Rafael Videla, presidente de facto (1976-1981), brindando entre amigosBuenos Aires, 1981Fotografía b/n Copia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autor

Mario ManusiaSer reportero gráfi co en ArgentinaBuenos Aires, marzo de 1982Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cmCortesía del autor

Marcelo MontecinoHomenaje a Rodrigo Rojas de NegriSantiago de Chile, 1991

Archivo Kena LorenziniNosotros las/os fotógrafas/os. Acción de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI)Santiago de Chile, 1988Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cmCortesía Archivo Kena Lorenzini

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1980Madera de samu’u (Choricia speciosa) y plumas 32 x 15 x 7 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Héctor CarballoEl Camarazo. Acción de los fotógrafos frente a la Casa de Gobierno en denuncia dela represión a los fotógrafosBuenos Aires, diciembre de 1982Fotografía b/nCopia de exposición 40 x 30 cm Cortesía Archivo Tupacarballo

CauceSantiago de Chile, 1984, año 1, nº 22, semana del 12 al 18 de septiembre de 1984Revista 27,4 x 21,1 cmFondo Miguel Lawner — Archivo Museo de la Memoria y los Derechos Humanosp. 78

Daniel GarcíaMarcha por Paz, Pan y TrabajoBuenos Aires, 30 marzo de 1982Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

Daniel GarcíaLa policía montada impide que la Marcha de la Resistencia llegue hasta Plaza de MayoBuenos Aires, 1982Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

Eduardo GrossmanEl CamarazoBuenos Aires, 1982Fotografía b/nCopia de exposición 53 x 80 cmCortesía del autor p. 82, fi g. 5

Pablo LasanskyMarcha por Paz, Pan y TrabajoBuenos Aires, 30 de marzo de 1982

Fotografía 40 x 30 cmCopia de exposición Cortesía del autor

Movimiento 19 de abril Campaña de expectativa publicada en El tiempo, jueves 17 de enero de 1974, p. última C y viernes 18 de enero de 1974, p. 1-ABogotá, 1974Copias de exposición 32 x 56 cm Archivo Taller Historia Crítica de Artep. 143, fi g. 3

Movimiento 19 de abrilFeliz año nuevo, con armas para el puebloFotografía tomada de El destape del M-19, Revista Alternativa, n° 196, pp. 2-5Bogotá, 22-29 de enero de 1979 Copia de exposición23 x 17 cm Cortesía Archivo Taller Historia Crítica de Arte

Horacio MucciLibertad de prensaBuenos Aires, 1982Fotografía b/n 30 x 40 cmCortesía del autor

Luis Navarro VegaHornos de Lonquén Santiago de Chile, 1979Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autorp. 121, fi g. 6

No-GrupoAgenda Colombia 83Ciudad de México, 1982Edición facsímil 17 x 23 cm, 142 pp. Colección Maris Bustamante, Andrea y Neus Valenciap. 160, fi gs. 7, 8

Clemente Padín (Director)Participación. Boletín de la Asociación Uruguaya de Artistas Correo, números 5, 6, 7Montevideo, 1984-1986Offset21,4 x 25,5 cm; 21,5 x 27,4 cmArchivo Clemente Padín

J. Pérez Homenaje a Rodrigo Rojas de NegriDiario La Nación, Santiago de Chile, 1991Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del Diario La Nación y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

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J. Pérez Homenaje a Rodrigo Rojas de NegriDiario La Nación, Santiago de Chile, 1992Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cm Cortesía del Diario La Nación y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

H. RosasHomenaje a Rodrigo Rojas de NegriDiario La Nación, Santiago de Chile, 1991Fotografía b/n Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del Diario La Nación y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Enrique RositoA la salida de un canal de TV, el entonces General Luciano Benjamín Menéndez intenta atacar con un cuchillo a un grupo de manifestantes que lo repudianBuenos Aires, 21 de agosto de 1984Fotografía b/nCopia de exposición40 x 30 cmCortesía del autorp. 75, fi g. 3

Pablo SalasSin título. Registro de una acción del FPMR en la que se reparten pollos en una población en el 6º aniversario de la Revolución SandinistaSantiago de Chile, 19 de julio de 1986Vídeo, color, sonido3’20” Archivo Pablo Salasp. 136, fi gs. 2-4; p. 137, fi gs. 5, 6

Pablo Salas1° de MayoSantiago de Chile, 1986Vídeo, color, sonido, 5’Archivo Pablo Salas

Lucio SolariDame el rolloBuenos Aires, 30 de marzo de 1982Fotografía b/n Copia de exposición 40 x 30 cmCortesía del autor

Solidarte, con el apoyo de PIT, CNT, AUACDesaparecidos Políticos de Nuestra América (1ª Bienal de La Habana)Montevideo, 1984

Copia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autor

VV. AA.La imagen de los dictadores en las revistas de prensa de la época.Videla, en: revista Somos, año 1, nº 2, 1 de octubre de 1976, Editorial Atlántida.Galtieri, en: diario Clarín, 3 de abril de 1982; Martínez de Hoz, en: revista Gente, 1976Copias de exposición 30 x 40 cm Cortesía Archivo Cora Gamarnik

VV. AA.Teleanálisis1984-198924 capítulosVídeo, color, sonido, 208’Fondo Teleanálisis — Archivo Museo de la Memoria y los Derechos Humanosp. 80, fi gs. 1, 2

LETANÍAS PROFANAS

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1974-1985Collage 23 x 19 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerRevista Internacional (portada), nº 10Plovdiv (Bulgaria), 1975Offset 26 x 20 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1975-1977Collage, offset 10 x 15 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1975-1980Tarjeta postal 16 x 10 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1975-1985Collage18,5 x 14 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria) y Halle (Alemania), 1975-1995Tarjetas postales, collage, offset15 x 10 cmArchivo Guillermo Deislerp. 157, fi g. 3

Catálogo Copia de exposición 24,4 x 17,2 cm, 12 pp. Cortesía Archivo Clemente Padín

Solidarte/MéxicoDesaparecidos Políticos de Nuestra AméricaCiudad de México, 198450 impresiones sobre papel Copias de exposición29,7 x 21 cm c/u Cortesía Solidarte/Méxicop. 158, fi gs. 4-6

Marco Ugarte AtalaRepresión al Movimiento Sebastián AcevedoSantiago de Chile, 1983Fotografía b/nCopia de exposición150 x 112 cmCortesía del autor

Marco Ugarte AtalaEnfrentamientos en la avenida Matta 1 de mayoSantiago de Chile, 1984Fotografía b/nCopia de exposición 40 x 30 cm Cortesía del autor

Marco Ugarte AtalaJoven lanzando cóctel molotovSantiago de Chile, 1984Fotografía b/nCopia de exposición 30 x 40 cm Cortesía del autor

Marco Ugarte AtalaAgente de la dictadura armado, vestido de civilSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición40 x 30 cm Cortesía del autor

Marco Ugarte AtalaImagen del coche destrozado tras el atentado a Augusto Pinochet a manos del Frente Patriótico Manuel RodríguezSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición30 x 40 cm Cortesía del autorp. 135

Marco Ugarte AtalaEstudiante baleado por la policíaSantiago de Chile, 1986Fotografía b/nCopia de exposición40 x 30 cm Cortesía del autorp. 82, fi g. 4

Horacio VillalobosCuchicuchi (Galtieri y su esposa)Buenos Aires, mayo 1982Fotografía b/n

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria) y Halle (Alemania), 1975-1995Fotografía b/n15 x 10 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria) y Halle (Alemania), 1975-1995Tarjeta postal15 x 10 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria) y Halle (Alemania), 1975-1995Tarjeta postal13,5 x 9 cmArchivo Guillermo Deislerp. 157, fi g. 2

Guillermo DeislerRevista Internacional (portada)Plovdiv (Bulgaria), septiembre de 1976Offset 26 x 20 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1978-1985Collage, fotografía b/n 30,5 x 24 cmArchivo Guillermo Deislerp. 157, fi g. 1

Guillermo Deisler Revista Internacional (portada y contraportada)Plovdiv (Bulgaria), febrero de 1980Offset 26 x 20 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerRevista Internacional (portada), nº 4Plovdiv (Bulgaria), 1981Offset 26 x 20 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerSin títuloPlovdiv (Bulgaria), 1984-1985Tarjetas postales, sello y tinta sobre papel10 x 15 cmCortesía Laura Coll y Archivo Clemente Padín

Guillermo DeislerCIA Putsch / Morder… (Golpe de la CIA / asesino…)Halle (Alemania), ca. 1986-1995Collage 23 x 16 cmArchivo Guillermo Deisler

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Guillermo DeislerPutsch / GolpeHalle (Alemania), ca. 1986-1995Collage 27 x 18,5 cmArchivo Guillermo Deisler

Guillermo DeislerCuerpos gráfi cosHalle (Alemania), 1987Carpeta en cartón y tinta sobre papel15 x 11 cmArchivo Guillermo Deisler

Las Yeguas del ApocalipsisHomenaje a Sebastián AcevedoConcepción, 1992Vídeo de la instalación Color, sonido, 8’Colección Francisco Casasp. 147, fi gs. 8-10

Las Yeguas del ApocalipsisTu dolor dice: MinadoSantiago de Chile, 1993Copas, 20 diapositivas color, vídeo color, sillas, mesas, 2 ejemplares del Informe RettigColección Yeguas del Apocalipsisp. 109, fi gs. 9, 10

León FerrariNosotros no sabíamosBuenos Aires-São Paulo, 1977Informe original con collages de noticias en ambas caras33 x 21 cm, 41 pp. Fundación Augusto y León Ferrari. Arte y Acervopp. 117, 118

Clemente PadínPor el arte y por la pazBerlín, 1984Vídeo, color, sonido, 6’ 50”Colección del autorp. 106, fi gs. 4-7

Clemente PadínPor la vida y por la pazMontevideo, 1987-1988Vídeo, color, sonido, 8’ 40’’Colección del autorp. 105, fi gs. 2, 3

ARETE

Comunidad de Santa Teresita — Etnia chiriguanoApyte puku — Gorro cónicoChaco Paraguayo, 1989Tejido, tela, papel, fl ecos, cintas 108 x 21 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1989Madera de samu’u (Choricia speciosa)

Ánjeles NegrosManifi esto 10 puntos tiene tu heridaSantiago de Chile, 1989Papel mecanografi ado28 x 43 cmColección Patricio Rueda

Ánjeles NegrosAtaúd entregado a George RousseSantiago de Chile, 1989Fotografía color10 x 15 cmCortesía Colección Patricio Rueda

Ánjeles NegrosFiesta en la CatedralSantiago de Chile, 1989Cartel13,5 x 21 cmColección Patricio RuedaÁnjeles NegrosPuta o SantaSantiago de Chile, 19893 fotografías b/n80 x 60 cm (1); 30 x 40 cm (2)Archivo J.H. Cerezo-Esguep

Ánjeles NegrosPuta o SantaSantiago de Chile, 1990Postal13 x 17,5 cmColección Patricio Rueda

Ánjeles NegrosAcción Paso bajo nivelSantiago de Chile, 19893 fotografías color10 x 15 cm c/uCortesía Patricio Rueda

Artículos de prensa en el diario La Época sobre Ánjeles NegrosSantiago de Chile, 26 de octubre y 23 de noviembre de 1989Artículos de prensa29,7 x 21 cmArchivo J.H. Cerezo-Esguep

DESOBEDIENCIAS SEXUALES

Luiz Fernando Borges da Fonseca Ensayo fotográfi co Homem de Neanderthal, del LP Água do Céu-Pássaro, de Ney MatogrossoFigueiras / Restinga da Marambaia, Río de Janeiro,19765 fotografías b/n Cortesía Colección Heloísa Orosco Borges da Fonseca (Luhli)p. 187, fi g. 6

Juan DávilaEl arte e$ homosexual1983-1986Óleo sobre tela274 x 274 cmThe Michael Buxton Collection, Melbourne con la colaboración de Kalli Rolfe Contemporary Artp. 252

30 x 14,5 x 9 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Comunidad de Santa Teresita — Etnia ChiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1990Madera de samu’u (Choricia speciosa) 50 x 13 x 11,5 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Comunidad de Santa Teresita — Etnia chiriguanoApyte puku — Gorro cónico Chaco Paraguayo, 1996Tejido, tela, papel, espejo, fl ecos, cintas 123 x 19 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Comunidad de Santa Teresita — Etnia chiriguanoApyte puku — Gorro cónicoChaco Paraguayo, 1996Tejido, tela, papel, espejo, fl ecos, cintas 108 x 18 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Ticio Escobar Arete GuasuChaco Paraguayo, 1986 -199360 fotografías9 x 12,5 cm y 10 x 15 cmDepartamento de Documentación e Investigación del Centro de Artes Visuales/Museo del Barrop. 186, fi gs. 1, 2

Dea Pompa (dirección), Lia Colombino (idea original)Arete Guasu: El tiempo escindidoAsunción, 2012Video HD PAL Color, 16:9. 3’ Producido por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Cortesía de las autoras

ABOLIR LA CÁRCEL

Abderhalden, Rolf y Heidi, Mapa Teatro Laboratorio de ArtistasHoracio (por Mapa Teatro)1993/2012Vídeo, sonido, color y b/n17’22”Cortesía de los autores

Ánjeles Negros10 puntos tiene tu heridaSantiago de Chile, 19894 fotografías b/n10 x 15 cm c/uArchivo J.H. Cerezo-Esguep

Paz ErrázurizLa Manzana de AdánSantiago de Chile, 19893 fotografías b/n 100 x 70 cm c/uColección de la autorap. 249, fi gs. 3-5

Marcos LópezSerie Liliana Maresca con su obraBuenos Aires, 19833 fotografías b/n 150 x 100 cmColección del autorp. 97

Carlos LeppeEl percheroSantiago de Chile, 1975/2011Perchero y perchas. 3 fotografías. Gelatinobromuro de plata 173 x 58 cm c/u Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 248

Liliana MarescaSin títuloBuenos Aires, 1982Madera, plástico, hierro77 x 45 x 14 cmColección Marcos López

Markito (Marcus Vinicius Resende Gonçalves)Figurín para el concierto MatogrossoRío de Janeiro, 1982Vestido de tela de cristales, lentejuelas, mostacilla, tela dorada, plumas. 11 partes112 x 84 x 30 cmColección Centro Universitario SENAC, São Paulo

Ney MatogrossoÁgua do Céu-Pássaro Grabadora: ContinentalProductores: Sidney Moraes y Billy BondRío de Janeiro, 1975

Ney MatogrossoConcierto Matogrosso presentado en el 17º Festival de Jazzde MontreuxMontreux, 9 de julio de 1983Grabación: RTSR — Radio Télévision Suisse RomandeVideoclipsMetamorfose Ambulante: 4’48’’Notícias do Brasil: 2’03’’Não faz sentido: 7’31’’Andar com fé: 5’10’’Napoleão: 3’24’’Alegria Carnaval: 5’18’’Homem com H: 3’27’’Archivo Márcia HackPrograma del concierto de Ney Matogrosso Homem de NeanderthalFotografías de Luiz Fernando Borges da Fonseca

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Río de Janeiro, 1975Copia de exposición 21 x 29,7 cm, 16 pp.Cortesía Márcia Hack

Miguel Ángel RojasSobre porcelana. Serie MogadorBogotá, 1978-198018 fotografías21,6 x 28 cm c/uColección del autorp. 95, fi gs. 1-6

Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo)Rosa CordisLima, 198618 fotografías color 50 x 37 cm c/uColección del autorp. 90, fi gs. 6-10

ANARKÍA

Arte al Paso. Diseño: Fernando “Coco” Bedoya, Daniel Sanjurjo, Piri y EmeiA BeuysBuenos Aires, 1990Serigrafía 41 x 59 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 243

AspixRock argentino en los años ochentaBuenos Aires, 1984-198715 fotografías b/n Copias de exposición 30 x 20 cm c/uCortesía del autor p. 111, fi g. 2; p. 112, fi gs, 3, 4

Comisario: Fernando “Coco” Bedoya; Diseño: Carlos Negro Tirabassi; Impresión: Emei Museos BailablesBuenos Aires, 1988Serigrafía 30 x 42 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 190

Fernando “Coco” BedoyaKarola KemperBuenos Aires, 1989Serigrafía45 x 64 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 189, fi g. 2

Fernando “Coco” BedoyaTomarteRosario, 1990Serigrafía 37 x 55 cmArchivo Juan Carlos Romerop. 189, fi g. 1

Bernardita BirknerPinochet BoysSantiago de Chile, 19853 fotografías b/n

Vídeo, color, sonido24’ 28”Archivo Horacio Devitt

Gonzalo DonosoDe la serie Pinochet BoysContra la pared Festival punk Lengua No + censuraPapelesParquePinochet Boys en vivoPuenteRifl e y porroRUTA 68TV StarSantiago de Chile, 1986-198711 fotografías b/n Copias de exposición 40 x 60 cm (3); 25 x 35 cm (8) Cortesía del autorp. 218, fi g. 16; p. 219

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya)Festival del Body Art/Fiesta del Arte Vivo Buenos Aires, 1988Serigrafía 45 x 60 cmArchivo Juan Carlos Romero

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya)Festival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988Fotografía color 17,5 x 12,5 cmArchivo Jacoby

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya). Diseño: Esteban PagesFestival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988Cartel serigrafi ado37,5 x 27,5 cmArchivo Jacobyp. 191, fi g. 4

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya)Festival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988Entrada15 x 11 cmArchivo Jacobyp. 191, fi g. 5

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya)Festival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988Vídeo, color, sonido, 16’57’’Archivo Jacoby

Copias de exposición 40 x 60 cm c/uCortesía de la autorap. 218, fi g. 18

Rafael BuenoFotografías del taller-bar La Zona y del Café EinsteinBuenos Aires, 1983-198532 fotografías color 9 x 13 cm c/uColección del autor p. 114, fi gs. 8-10

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común). Diseño: Fernando “Coco” Bedoya y Germán RichigerLiquidarteBuenos Aires,19 al 21 de abril de 1985CartelSerigrafía sobre papel reciclado40 x 44 cmArchivo Juan Carlos Romero

C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo — Tarifa Común)Afi che punkBuenos Aires, ca. 1986Serigrafía sobre impreso45 x 41 cmColección Roberto Amigo

Colectivo Los Bestias y colaboradoresBestiarios. DocumentosLima, 1984-1987Documentación de intervenciones de arquitectura efímera y encuentros de arte totalProyección digital de fotografías Archivo Bestiario

Comunidad de Santa Teresita — Etnia chiriguanoMáscara (Tipología Agüero-güero)Chaco Paraguayo, 1990Madera de samu’u (Choricia speciosa) y plumas de guinea (Numida meleagris) 23 x 16 x 10 cmCentro de Artes Visuales/Museo del Barro — Colección de Arte Indígena

Armando CristetoSerie Las noches del reventónCiudad de México, 1980-1989Impresión sobre gelatina de plata 11 fotografías de 28 x 35 cm c/uColección Ilithya Guerrero Patiño

Horacio DevittBésameBuenos Aires, 19867 fotografías color 20 x 25,5 cmArchivo Horacio Devitt

Horacio DevittBésameBuenos Aires, 1986

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya)Festival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988Programa de mano27,8 x 22 cmArchivo Jacoby

Roberto Jacoby para Museos Bailables (comisario: Fernando “Coco” Bedoya). Diseño: C.N.T. (Carlos Negro Tirabassi)Festival del Body Art/Fiesta del Arte VivoBuenos Aires, 1988CartelArchivo Jacoby

Alfredo Márquez y Enrique Wong en colaboración con Alfredo Távara y Domingo de RamosCalendario — Manifi estoLima, 1986-1987Impresión offset43 x 60 cm Cortesía Archivo Elio Martuccelli Casanova

André Martirani y Caio FrançaO Começo do Fim do MundoSão Paulo, 1982Vídeo, color, sonido161’Cortesía André Martirani y Caio França

Gianni MestichelliBatato Barea en Historia del TeatroBuenos Aires, 1989Fotografía b/n Copia de exposición20 x 20 cm Cortesía del autor

Rubén Ortiz TorresDe la serie Mexipunks(A)La última cenaNo hay pasoRetrato salvajeLas tres MaríasTutti fruttiCiudad de México, 19806 fotografías b/n 40 x 50 cm c/uCortesía del artista y Galería OMR, Méxicop. 211, fi gs. 1, 2

Rubén Ortiz Torres y Emmanuel LubezkiComo TVCiudad de México, 1985Film experimental. Banda sonora original de Gabriela Ortiz y Saúl Hernández. Música: Sister MantosPelícula Súper 8 mm transferida a DVD, color, sonido 3’ 32”Cortesía del artista y Galería OMR, México

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Álvaro OyarzúnViva ChileSantiago de Chile, 1989Acrílico sobre madera 18 partes. 50 x 50 cm c/uColección del autorp. 221

Poetas mateístasMatefl eto, s/nBahía Blanca, diciembre de 1987Panfl eto de poesía, fotocopia 22 x 17 cm Colección Sergio Raimondi

Poetas mateístasCuernopanza, números 4 y 5Bahía Blanca, 1988Revistas murales 60 x 73 cm Colección Omar Chauvié

Poetas mateístasCuernopanza, números 1, 2, 3Bahía Blanca, 1988Revistas murales 60 x 73 cm Colección Sergio Raimondi

Poetas mateístasMatefl eto n° 14Bahía Blanca, mayo de 1989Panfl eto de poesía, fotocopia 22 x 17 cm Colección Sergio Raimondi

Poetas mateístasOchomilquinientos, números 1 y 2Bahía Blanca, 1991 y 1992Fanzine 36 x 27,5 cm, 20 pp.Colección Sergio Raimondi

Adrián Rocha NovoaParakulturalBuenos Aires, 1990-19919 fotografías color Copias de exposición 30 x 30 cm (1), 30 x 40 cm (2), 30 x 90 cm (3) y 30 x 120 cm (3) Cortesía del autor

Adrián Rocha Novoa, Gianni Mestichelli, Alejandro Leroux, Horacio Devitt, Olkar RamírezGambas al Ajillo Buenos Aires, 1986-199113 fotografías b/n Copias de exposición 13 x 18 cm (12); 20 x 20 cm (1)Cortesía Archivo María José Gabín p. 112, fi gs. 5, 6

Herbert Rodríguez y colectivo Los BestiasFotografías de los carteles y collages producidos para el concierto ROCKACHOLima, 198610 fotografías b/n Copias de exposición17 x 25 cm Archivo Los Bestiasp. 225, fi g. 7

serigrafi adas 22 x 158,3 cm (desplegado) Colección del artista

VitãoO Começo do Fim do MundoSão Paulo, 198224 fotografías color Copias de exposición9 x 9 cm c/uCortesía Archivo Ariel Invasorp. 213, fi gs. 4, 5

Tim Yohannan y otros Maximumrocknroll, n° 5. Incluye texto sobre la escena punk en Brasil escrito por Fábio SampaioSan Francisco, 1983Fanzine29,5 x 21 cm, 5 pp. Copia de exposiciónCortesía Maximumrocknrollp. 212

La Regla RotaCiudad de México, 1984-1987, números 1, 2, 3, 4Publicación 21 x 28 cm c/uArchivo Rogelio Villarreal

Fanzines editados en Buenos Aires y RosarioHGO números 7/8, 1990Ave rapaz nº 1, s/fEl Fablistanón (Isol), s/fPanqueque nº 3, ca. 1985Karkof nº 1, s/fPlástico nº 1, ca. 1985Under Comix nº 2, 1986O no… nº 1, ca. 1987Historias obvias (Batato Barea), 1992Squonk nº 4, 1987Reo nº 2, 1987Pocoloco nº 4, 1991La maldita garcha nº 1, 1991Salchichón primavera nº 4, 1986Cerdos y peces 33, 1990Zoo comics nº 2, 1991Medidas variasColección Dani the O — Pepe Márquez

ARCHIVOS EN USO

Roberto AmigoEstética y práctica artística en el movimiento por los derechos humanos en Argentina. 1976-1987Informe fi nal de becario de la Universidad de Buenos AiresBuenos Aires, 1990InformeCopia de exposición21 x 33 cm, 323 pp.Cortesía Archivo Roberto Amigo

Red Conceptualismos del SurArchivo en uso “Prácticas creativas del movimiento de derechos humanos en Argentina”2012Diseño Eric Londaits

Herbert RodríguezViolencia estructuralLima, 1987Collage 130 x 132 cmColección del autorp. 34

Juan Carlos Romero152Buenos Aires, 19889 carteles impresos intervenidos con témpera 70 x 50 cm c/uArchivo Juan Carlos Romerop. 193

Vicente RuizTeoremaSantiago de Chile, 1987Vídeo, color, sonido, 16’49’’Cortesía del autorp. 225, fi g. 8

Julieta SteimbergDe la serie Body ArtBatato Barea Grupo con embarazada AquelarreDesnuda Huevos fritos Máximo Lutz, Emiliano Miliyo, Roberto Jacoby, Esteban Pagés y Fernando Bedoya Jurado del Body Art (con Pierre Restany) Kabuki Gabriela Malerba, Alejandro Kuropatwa, Douglas Vinci y dos actrices participantesMarcia Schwartz, Alejandro Kuropatwa, Fernando Noy y Douglas VinciReplicanteAlejandro UrpadilletaBuenos Aires, 1988Fotografías b/n Copias de exposición30 x 40 cm Cortesía de la autorap. 192, fi gs. 6-8

Taller NNPerú 1984-1989. Cartel del concierto organizado por la banda Kaos y NNLima, 1989Impresión intervenida con serigrafía 29,7 x 21 cm Archivo Alfredo Márquezp. 125, fi g. 11

Taller NNEl TricicloLima, 1990Serigrafía sobre papel 73 x 59,5 cm Archivo Alfredo MárquezRal Veroni

La muestra nómadeBuenos Aires, 1990-1991Libro de artista con 42 fi guras

Red Conceptualismos del SurArchivo en uso “Colectivo de Acciones de Arte (CADA)”2012Diseño Eric Londaits

Pedro Cornejo, Antonio Pérez, Carlos TroncosoLuz NegraLima, julio de 1984FanzineCopia de exposición21,5 x 16,5 cm, 64 pp.Cortesía Archivo Carlos Troncoso

Carlos GaticaBeso Negro, números 5 y 6Santiago de Chile, 1988FanzinesCopias de exposición 22 x 28 cm Cortesía del autor

Carlos GaticaFrankencristoSantiago de Chile, ca. 1989FanzineCopia de exposición 22 x 35,5 cm Cortesía del autor

El Marinero TurcoLa Maldita Garcha, nº 1Rosario, 1991Fanzine 5 x 8 cmArchivo Ana Longonip. 151, fi g. 7

Elena Llosa y Oscar Malca (editores)Amor y Anarquía Lima, octubre de 1982Publicación Copia de exposición 20 páginas, 24 x 16,5 cm c/uCortesía Archivo Carlos Troncoso

Meire Martins y Antonio Carlos CallegariSP Punk (3 números)São Paulo, 1982FanzinesCopias de exposición29,7 x 21 cm Cortesía Archivo Callegarip. 214, fi gs. 6, 7; p. 215

Glexis NovoaEl canto del cisneMiami, 2012DVD, color, sonido, 90´Cortesía del autor

Herbert Rodríguez, Alfredo Márquez y Alfredo TávaraMúsica Subterránea Lima, 1985Fanzine Copia de exposición21 x 29 cm Cortesía Archivo Herbert Rodríguez Huachínp. 224, fi g. 4

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Karto RomeroEnola GaySantiago de Chile, 1985Fanzine Copia de exposición22 x 28 cm, 36 pp.Cortesía del autorp. 151, fi g. 5

VV. AA.NO al indulto, obediencia debida y punto fi nalBuenos Aires, 1989Libro22 x 28,5 cm, 77 pp.Archivo Juan Carlos Romerop. 146, fi g. 2

OTRAS OBRAS REPRODUCIDAS EN EL CATÁLOGO

José Luis Alonso MateoEl pelo creceFotografía: Ramón Díaz MarzoLa Habana, 1989Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 6

Anuncio de la Exposición Internacional de Arte Correo SolidaridadMontevideo, 1987.Cortesía Archivo Clemente Padínp. 104

Álvaro BarriosÁlvaro Barrios as Marcel Duchamp as Rrose Sélavy as L.H.O.O.Q.Bogotá y otras ciudades, 1980-2012Cortesía del artistap. 96, fi g. 7

Álvaro BarriosEl Martirio de San SebastiánHoja sin intervenir e intervenidaBarranquilla, Cali, Bogotá y Pereira, 1980-2012Cortesía del artistap. 96, fi gs. 8, 9

Carlos BendezúPerro muerto por Sendero Luminoso con cartel “Theng Hsiao Ping, hijo de perra”, en la portada de la revista CaretasLima, diciembre de 1980Cortesía del autor y Revista Caretasp. 140

CADAPara no morir de hambre en el arteSantiago de Chile, 1979Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 88

Ángel DelgadoLa esperanza es la única que se está perdiendo, Centro de Desarrollo de las Artes VisualesFotografía: Adalberto RoqueLa Habana, 1990Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 2

Gerardo Dell’OroLas Madres de Plaza de Mayo vuelven visibles a sus hijos detenidos–desaparecidos a través de la fotografíaBuenos Aires, 1990Cortesía del autorp. 82, fi g. 2

Luz DonosoHuincha sin fi nSantiago de Chile, 1980Papel fotocopiado 30 x 1000 cmArchivo Luz Donosop. 120; p. 121, fi g. 5

Entrevista al colectivo Ayuquelén en la revista APSISantiago de Chile, nº 206, 22-28 de junio de 1987Cortesía Felipe Rivas San Martínp. 250

Gambas al Ajillo Invitación para el Teatro de la Cortada-ParakulturalBuenos Aires, 1986Archivo María José Gabinp. 113

Gang“Movimento de Arte Pornô (Manifesto feito nas coxas)”Río de Janeiro, 1980-1982Cortesía Eduardo Kacp. 200

GangInterversão en la Playa de Ipanema Fotografía: Belisário FrancaRío de Janeiro, 1982Cortesía Eduardo Kacp. 202, fi gs. 5, 6

Carlos GaticaBeso Negro, nº 4Santiago de Chile, 1987Cortesía del autorp. 151, fi g. 6

Carlos GaticaBeso NegroSantiago de Chile, ca. 1989p. 151, fi g. 8Ramón GrifferoEl TrolleySantiago de Chile, ca. 1985Cortesía Archivo Ramón Grifferop. 153

CADA¡Ay Sudamérica! Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela EltitSantiago de Chile, 1981Cortesía Archivo en uso CADAp. 48, fi gs. 4, 5, 7, 8

CADA¡Ay Sudamérica!Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela EltitSantiago de Chile, 1981Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 48, fi gs. 6, 9

CADA¡Ay Sudamérica!VolanteSantiago de Chile, 1981Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 47

CADAPortada del diario RupturaSantiago de Chile, 1982 Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 50

CADANO+ Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela EltitSantiago de Chile, 1983-1989Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madridp. 49, fi g. 10

CADANO+Fotografías: Lotty Rosenfeld y Diamela EltitSantiago de Chile, 1983-1989Cortesía Archivo en uso CADAp. 49, fi g. 12

Rafael CalviñoUn militar apunta a los periodistas durante un alzamiento militar realizado en Buenos AiresBuenos Aires, 1987Cortesía del autorp. 75, fi g. 2

C.A.Pa.Ta.CoBicicletas a la ChinaFotografía: Adriana MirandaBuenos Aires, 1989Cortesía de la autorap. 163, fi gs. 14-18

Jorge Crespo (Ritual ART-DE)Sin título, Museo Nacional de Bellas Artes de La HabanaFotografía: Adalberto RoqueLa Habana, 1988Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 1

Ramón GrifferoManifi esto “Por un teatro autónomo”Santiago de Chile, 1985Cortesía Archivo Ramón Grifferop. 152

Graciela Gutiérrez Marx“Por un arte de base sin artistas”, ponencia presentada en el Primer Encuentro de Arte Experimental y Mail- ArtRosario, 1984Cortesía Graciela Gutiérrez Marxpp. 238, 239

Invitación para un concierto en el ParakulturalBuenos Aires, ca. 1986Archivo María José Gabinp. 111, fi g. 1

Eduardo Kac (a la derecha, con un perro), Cynthia Dorneles y una amiga no identifi cadaImpromptu performanceSão Paulo, 1981Cortesía Eduardo Kacp. 202, fi g. 4

Las Yeguas del ApocalipsisRefundación de la Universidad de ChileSantiago de Chile, 1988Cortesía Pedro Lemebelp. 209

Las Yeguas del ApocalipsisLas dos FridasSantiago de Chile, 1990 Fotografía: Pedro MarinelloCortesía Colección Yeguas del Apocalipsisp. 247

Logotipo de C.A.Pa.Ta.CoBuenos Aires, ca. 1985Cortesía Archivo Daniel Sanjurjop. 23

Los BestiasDes-hechos en Arquitectura, construcciones efímeras en la Universidad Ricardo Palma, Cuzco, 1984Cortesía Archivo Alfredo Márquezp. 257, fi gs. 1, 2

Los Bestias/Los BestiariosLima — Utopía Mediocre, detalle de una lámina: centro de LimaCuzco, 1987Cortesía Archivo Alfredo Márquezp. 258, fi g. 5

Los Bestias/Los BestiariosLima — Utopía Mediocre, carátula de elaboración teorética del proyectoCuzco, 1987Cortesía Archivo Alfredo Márquezp. 258, fi g. 3

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Los Bestias/Los BestiariosLima — Utopía Mediocre, detalle de la maqueta: Palacio de JusticiaCuzco, 1987Cortesía Archivo Alfredo Márquezp. 258, fi g. 4

M-19 Campaña de expectativa publi-cada en el periódico El TiempoBogotá, 13 de enero de 1974Cortesía Archivo Taller Historia Crítica de Artep. 143, fi g. 2

María Evelia Marmolejo11 de marzo. Acción realizada en la Galería San DiegoFotografía: Camilo GómezBogotá, 1981Cortesía de la autorap. 89, fi gs. 3-5

Aldo Menéndez Lópe “Aldito”El indio, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La HabanaFotografía: Adalberto Roque.La Habana, 1988Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 5

Daniel MerleFalso reportero gráfi co detectado durante un levantamiento militar realizado en Buenos AiresBuenos Aires, 1988Cortesía del autorp. 75, fi g. 1

NarcosisPrimera dosis, primera maqueta del grupo diseñada por Jaime HigaLima, 1985Cortesía Archivo Luis Alvaradop. 223

Nota de prensa “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas”Santiago de Chile, 1973Cortesía Felipe Rivas San Martínp. 251

Glexis NovoaAl fi nal todos bailan juntos, danza callejera en la Galería HabanaFotografía: Nicolás Delgado La Habana, 1987Cortesía del autorp. 179

Hernán ParadaObrabierta A en la galería CalSantiago de Chile, 1979Cortesía Archivo Hernán Paradap. 99

Hernán ParadaObrabierta M-19Bogotá, 1980Cortesía Archivo Hernán Paradap. 100, fi gs. 2, 3

Herbert RodríguezCadáveresLima, 1986Cortesía Archivo Herbert Rodríguezp. 124

Herbert RodríguezVolante “Intis… Muchos Intis…!Lima, 1986Cortesía Archivo Herbert Rodríguez p. 222

Herbert RodríguezProyecto ARTE/VIDA. Intervención en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Pasadizo de la Facultad de LetrasLima, 1989Cortesía Archivo Herbert Rodríguezp. 35

Herbert RodríguezPeriódicos murales de la campaña “Perú, Vida y Paz” y Manifi esto “Pudo zer Peor”, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad CatólicaLima, 1990Cortesía Archivo Herbert Rodríguezp. 36

Miguel Ángel RojasAtenas c. c.Bogotá, 1975p. 87

Leandro SotoCampamento miliciano, en la Casa de la Cultura de PlazaFotografía: Rigoberto Romero La Habana, 1984Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 4

Taller NN en colaboración con Roger SantiváñezVallejo es una pistola al cintoLima, 1989Cortesía Archivo Francesco Mariottip. 27, fi gs. 13, 14

Teatro del SolRepresentación de El Homosexual en el Teatro CocolidoLima, 1990Cortesía Archivo Giuseppe Campuzanop. 224, fi g. 6

Omar TorresUn grupo de Madres de Plaza de Mayo se dirige hacia la Casa de GobiernoBuenos Aires, ca. 1982Cortesía Omar Torres/Agencia DYNp. 83

Hernán Parada como Alejandro Parada desparecido visitando el Cementerio GeneralSantiago de Chile, 1985Cortesía Archivo Hernán Paradap. 102, fi g. 5

Mujeres por la VidaYo Voto x DemocraciaSantiago de Chile, 20 de marzo de 1986Cortesía Archivo de la Memoria y los Derechos Humanosp. 38

Néstor PerlongherEl fantasma del sidaBuenos Aires: Puntosur, 1988Colección particularp. 182

Néstor PerlongherLa prostitución masculinaBuenos Aires: Ediciones de la Urraca, 1993Colección particularp. 181, fi g. 1

Néstor PerlongherProsa Plebeya. Ensayos 1980-1992Buenos Aires: Ediciones Colihue, 1997Colección particularp. 181, fi g. 2

Segundo PlanesLa vida es una mierda y el mundo está loco, Instituto Superior de Arte (ISA)Fotografía: Nelson VillalobosLa Habana, 1989Cortesía Glexis Novoap. 178, fi g. 3

Poetas mateístas en colaboración con César MontangiePoesía Mural en la Rambla marítimaFotografía: José Luis LucaMonte Hermoso, 1988Cortesía del autorp. 197, fi g. 2

Poetas mateístasPintada vecinal en el Paredón del ferrocarrilFotografía: Fabián AlberdiBahía Blanca, 1993Cortesía del autorp. 197, fi g. 1

Enrique PolancoAl cerdo peruano del 83, anuncio del concierto de Kloaka, Del Pueblo y KolarockLima, 1983Cortesía Archivo Jorge Villacortap. 224, fi g. 5

Revista Chimères, nº 10París, 1990-1991Colección particularp. 183

Marco Ugarte AtalaMarcha “No me olvides”Santiago de Chile, 1988 Cortesía del autorp. 187, fi g. 4

Ral VeroniPrótesis anatómicas gráfi cas Buenos Aires, 1989-1995Cortesía del artistap. 194

Sarah Yakhni y Alberto GiecoPunksSão Paulo, 1984p. 216, fi gs. 9, 10; p. 217, fi gs. 11-16

Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo)Algunas tentativas sobre la Inmaculada ConcepciónLima, 1986Cortesía del autorp. 128

Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo)Escena de performance en una prisiónLima, 1986Cortesía del autorp. 129, fi g. 5

CUBIERTA

Elías AdasmeA Chile(fragmento)

SOLAPA DE CUBIERTA

3Nós3Ensacamento

CONTRACUBIERTA

Gianni MestichelliMimos

SOLAPA DE CONTRACUBIERTA

Sergio Zevallos (Grupo Chaclacayo)Suburbios

DIAGRAMA P. 21André Mesquita

DIAGRAMA DESPLEGABLE

André Mesquita

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en el arte argentino contemporáneo. El cuer-po como soporte de insubordinación poéti-ca y política” (UNLP, 2012-2015). Es autor de los libros Juan Carlos Romero. Cartografías del cuerpo, asperezas de la palabra, (Buenos Aires: Fundación OSDE, 2009); Romero [coautor] (Buenos Aires: Espigas, 2010); y Luis Pazos. El “fabricante de modos de vida”. Acciones, cuerpo, poesía, 1965-1976, 2012, así como de ensayos en Conceitualismos do Sul/Conceptualismos del Sur, (São Paulo: Annablume, 2009); Subversive Practices. Art Under Conditions of Political Repression. 60s -80s/South America/Europe, (Stuttgart: Hatje Cantz, 2010); y De la revuelta a la posmoder-nidad, 1962-1982, (Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2011). Trabaja en Buenos Aires, donde reside, y en La Plata.

Marcelo Expósito [ME]Profesor del Programa de Estudios Inde-pendientes (PEI) del MACBA (Barcelona). Miembro de la Universidad Nómada, de la Red Conceptualismos del Sur y del colectivo editorial Transversal. Cofundó la revista Brumaria, la cual coeditó entre 2002 y 2006. Ha editado en colaboración los libros Chris Marker, 2000; Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa, (Salamanca: Universidad de Salamanca, 2001); Historias sin argumento. El cine de Pere Portabella, (Barcelona: MACBA/Ediciones de la Mirada, 2001); Producción cultural y prácticas insti-tuyentes, (Madrid: Trafi cantes de Sueños, 2008); y Los nuevos productivismos, (Barce-lona: MACBA/UAB-Universitat Autònoma de Barcelona, 2010). Su trabajo como artista se expande hacia la teoría crítica, las ediciones, el comisariado, la docencia y la traducción. Su trabajo es accesible online: marceloexposito.net. Reside habi-tualmente en Barcelona y Buenos Aires.

Cora Gamarnik [CG]Becaria de investigación del Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires con el proyecto “Historia del fotoperiodismo en Argentina (1967-1987)”. Profesora adjunta regular a cargo de la asignatura “Didáctica de la comunicación y prácticas de resi-dencia”, del Profesorado en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. También es docente de la materia “Historia de los medios y sistemas de comuni-cación” de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Francisca García B. [FG] Editora e investigadora en literatura y artes chilenas. Antes de participar en Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta latinoamericanos, estuvo asociada a la Red Conceptualismos del Sur como coinvestigadora para el proyecto “Redes artísticas alternativas”, en 2010. En Santiago de Chile y Valparaíso trabajó en el

BIOGRAFÍAS DE LOS AUTORES

Roberto Amigo [RA]Docente investigador del Instituto de Desarrollo Humano, Universidad Nacional de General Sarmiento, y de la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Director académico del catálogo razonado del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Ha publicado numerosos ensayos sobre arte y política rio-platense de los siglos XIX y XX. Las últimas exposiciones que ha comisariado han sido: La tradición del arte. Italia en la colección del MNBA, 1860-1945, (Buenos Aires, 2012); El Mariscal. El cuerpo del retrato, Paraguay, siglo XIX, (CAV/Museo del Barro, Asunción, 2011); Berni: Narrativas argentinas, Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires, 2010); Trienal de Chile: Territorios de Estado. Paisajes y cartografía de Chile, (MNBA, Santiago, 2009); y 1961: A arte argentina na encruzilhada. Informalismo e Nova Figuração, (SESI-FIESP, MNBA y Pinacoteca do Estado de São Paulo, 2009). Ha realizado también la curaduria de las salas permanentes del MNBA de Buenos Aires y de Asunción.

Halim Badawi [HB]Investigador y curador independienteinteresado en el arte latinoamericano delsiglo XX. Dentro de sus intereses se cuen-tan también la historia del coleccionismo y el mercado del arte, los archivos privados de arte moderno y contemporáneo, los procesos de origen y consolidación del arte moderno en América Latina y las prácticas artísticas contemporáneas (trabajo colec-tivo, problemas de género y activismos). Actualmente, tres de sus libros se encuen-tran en proceso de publicación: El museo vacío: una historia social del coleccionismo de arte en Colombia, 1880-2012, El cuerpo deldelito: los años mexicanos de Leonel Góngora y El Sindicato: acciones, objetos, documen-tos. 1970-1980. Es integrante de la Red Conceptualismos del Sur (desde 2008) y del colectivo colombiano Taller Historia Crítica del Arte (desde 2004), con el que ha desarrollado investigaciones sobre Miguel Díaz Vargas, los archivos de arte crítico en Colombia y el Taller 4 Rojo. Reside y trabaja en Bogotá.

Dorota Biczel [DB]Escritora y comisaria independiente nacida en Polonia. Estudió un doble máster en historia del arte, teoría y crítica, y en admi-nistración y política de arte en la School of the Art Institute de Chicago. Actualmente se encuentra doctorándose en Historia del Arte en la Universidad de Texas, Austin. Dorota ha escrito sobre migración, labor artística, sistemas de tasación en el mundo del arte y sobre la historiografía del arte en las “nuevas democracias” bajo políticas neoliberales de Latinoamérica y de Europa del Este. Sus investigaciones recientes se

han centrado en las intervenciones artísti-cas urbanas y la producción de espacio en Lima entre 1978 y 1992.

Fernanda Carvajal [FC]Socióloga, investigadora y docente. Actualmente es becaria CONICET y realiza el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Desde el año 2008 ha impartido en distintas ocasiones el curso “Sociología del teatro”, en el Institu-to de Sociología de la Universidad Católica de Chile. Es coautora del libro Nomadismos y ensamblajes. Compañías teatrales en Chile, 1990-2008, (Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2009). Además, ha escrito una serie de artículos sobre teatro y arte contemporáneo chileno que han sido publicados en libros y revistas de distintos países. Es miembro de la Red Conceptua-lismos del Sur desde el año 2009.

Lía Colombino [LC]Coordinadora, entre 2001 y 2008, del Departamento de Documentación e Investigaciones del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro. Durante ese mismo periodo formó parte de los semina-rios “Identidades en Tránsito” y “Estudios de Crítica Cultural”, dirigidos por Ticio Escobar. En 2002 realizó el Máster en Museología de la Universidad de Valladolid, España. Además, fue becaria en el ZKM, en Karlsruhe, Alemania (Beca del IFA, 2007). Actualmente se encuentra realizando el máster a distancia en Estudios Culturales de la Universidad ARCIS de Santiago de Chile, y es directora del Museo de Arte Indígena del Centro de Artes Visuales y coordinadora del seminario “Espacio/Crítica”. Asimismo, es cofundadora de Ediciones de la Ura, colectivo transdiscipli-nar y editorial independiente, y, desde 2009, integrante de la Red Conceptualismos del Sur. Desde 2010 trabaja como docente del Instituto Superior de Arte de la Universidad Nacional de Asunción, ciudad en la que vive y trabaja.

Nicole Cristi [NC]Diseñadora y licenciada en Estética por la Pontifi cia Universidad Católica de Chile, Nicole es docente de la Escuela de Diseño de esta misma universidad y profesora auxiliar de la Universidad de Chile en el área de Historia del Diseño. Desde el 2010 se encuentra desarrollando una investigación en torno al cartel de resistencia surgido en oposición a la dictadura militar en Chile, y, actualmente, participa en una compilación de carteles políticos de Chile desde 1973 hasta 2010.

Fernando Davis [FD]Investigador, comisario independiente y profesor de la Universidad Nacional de La Plata y del Instituto Universitario Nacional del Arte. Dirige el proyecto de investigación “Micropolíticas de la desobediencia sexual

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Daniela Lucena [DL] Socióloga y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Docente de grado y de posgrado en UBA, FLACSO y UNLP y becaria posdoctoral del CONICET. Desde el año 2002 investiga diver-sas inicia tivas ubicadas en el cruce entre el arte, la cultura y la política en la Argentina contemporánea. Ha publicado sus trabajos en revistas nacionales e internacionales, y en los libros Tomás Maldonado. Un mo-derno en acción, (Buenos Aires: EDUNTREF, 2009), y Roberto Jacoby. El deseo nace del derrumbe, Barcelona/Buenos Aires/Madrid: Adriana Hidalgo/La Central/MNCARS, 2011). Es también evaluadora de la Funda-ción ph15 para las Artes.

Javiera Manzi [JM]Estudiante de Sociología de la Universi-dad de Chile y ayudante de las cátedras de Técnicas Cualitativas de Investigación Social y de Sociología de la Cultura en la Universidad de Chile y en la Universidad Diego Portales. Es también coordinadora del Núcleo de Artes y Prácticas Culturales de la Facultad de Ciencias Sociales. Actual-mente se encuentra investigando en torno a la gráfi ca de resistencia en el Chile de la dictadura.

André Mesquita [AM]Investigador de las relaciones entre arte, po-lítica y activismo. Autor del libro Insurgências Poéticas: Arte Ativista e Ação Coletiva (São Paulo: Annablume/FAPESP, 2011). Desde 2009 desarrolla un proyecto de doctorado sobre mapas y diagramas disidentes en el marco del programa de posgrado en Historia Social de La Universidad de São Paulo, investigando obras de artistas como Öyvind Fahlström, Mark Lombardi y colectivos que han producido diferentes cartografías del capitalismo contemporáneo. Es miembro de la Red Conceptualismos del Sur y reside y trabaja en São Paulo.

Fernanda Nogueira [FN]Investigadora, traductora y crítica litera-ria. En 2007 colaboró en la 27 Bienal de São Paulo, y entre 2005 y 2007 fue becaria del CNPq para investigar la colección de arte conceptual del Museu de Arte Contemporânea de la USP. Desde 2008 integra la plataforma Red Conceptualismos del Sur. Ha sido becaria del Programa de Estudios Independientes (PEI) del MACBA, durante 2008-2009. En 2010 concluyó su maestría en Teoría Literaria y Literatura Comparada en la Universidad de SãoPaulo. Integra también el equipo de in-vestigación “Redes Intelectuales. Artey Política en América Latina” (2011-2013). Sus entrevistas, artículos y reseñas han sido publicados en las revistas ramona, Arte & Ensaios, Artecontexto y ERRATA, entre otras. Vive y trabaja entre São Paulo y Río de Janeiro.

ámbito editorial, colaborando en diversos proyectos colectivos tanto académicos y públicos como independientes, actividad que actualmente desarrolla desde Berlín, donde también lleva a cabo su investiga-ción doctoral en el Instituto de Literaturas Romances de la Universidad de Potsdam sobre las relaciones entre nuevos lenguajes y sus materializaciones, en el contexto de la escena chilena de neovanguardia.

Isabel García Pérez de Arce [IG]Investigadora y comisaria, su trabajo ha estado relacionado con archivos y su reac-tivación por medio de exposiciones y publi-caciones. Ha sido curadora adjunta de la 28 Bienal de São Paulo “Mimesis, camufl aje y resistencia ‘archivos en vídeo de televisión y performances’” (2008) y curadora en la Trienal de Chile “El espacio insumiso” (2009). En 2011 publicó “Algunas ideas para un te-sauro de búsqueda y un glosario de posibles conectores para liberarse de los espectros” en The Future Lasts Forever, (Gävle: Gävle Konstcentrum e Iaspis). Fue directora del Centro de Documentación de las Artes y del Centro Cultural Palacio la Moneda desde su fundación (2006-2010). Ha sido profesora invitada del Máster en Historia del Arte Con temporáneo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofi a, donde recibió una beca de investigación en 2010. Actualmente es docente en la Universidad Diego Portales, en Chile. Reside y trabaja en Santiago de Chile.

David Gutiérrez Castañeda Profesor universitario, mediador de proyectos museológicos, gestor cultural e investigador de prácticas artísticas y procesos comunita-rios. Sociólogo por la Universidad Nacional de Colombia (2006) y maestro en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México en el área de arte contemporáneo (2011). Miembro del colectivo de investiga-ción Taller de Historia Crítica del Arte (desde 2006) y de la Red Conceptualismos del Sur (desde 2008). En 2010 le fue otorgado el Premio Nacional de Crítica de Arte del Ministerio de Cultura de Colombia.

Sol Henaro [SH]Licenciada en Arte y egresada del 1er Programa de Estudios Curatoriales de Teratoma A. C. y del Programa de Estudios Independientes del MACBA. En 2004 fundó La Celda Contemporánea, proyecto de recu-peración de la memoria artística en México. En 2010 comisarió la exposición No-Grupo: Un zangoloteo al corsé artístico para el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, y una versión anterior, en la Trienal de Chile de 2009. Su interés en el cuestionamiento dela construcción de la historia del arte la hallevado a ponderar diversas singularidades no tan visibles dentro de la genealogía artística, interés que encontró eco y compli-cidad en la Red Conceptualismos del Sur, de la que forma parte desde 2010. Es docente de la ENPEG “La Esmeralda” y miembro del

Comité del SITAC. En 2011, comisarió la ex-posición Antes de la resaca… Una fracción de los noventa en la colección del MUAC, donde trabaja como conservadora de la colección.

Andrés Keller [AK]Sociólogo. Ha sido ayudante de las cáte-dras Formación y Desarrollo de la Cultura Moderna y Sociología de la Educación en el Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile. También ha trabajado como ayudante de investigación en las áreas de Sociología de la Educación y del Arte. En este último campo, durante 2011, colaboró en el proceso de investigación cuyos resulta-dos forman parte de la presente exposición.

Malena La Rocca [MLR]Historiadora, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires. Magíster en investigación en Humanidades por la Universidad de Girona, en su tesis ha estudiado el activismo artístico durante la última dictadura argentina focalizándose en el Grupo de Arte Experimental Cucaño. Es docente de grado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e investigadora en el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Ana Longoni [AL]Escritora, investigadora del CONICET yprofesora de la UBA. Doctora en Artes(UBA). Ha publicado recientemente: Del Di Tella a Tucumán Arde, (Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 2000) [reedición: Eudeba, 2008 y 2011]; Traiciones. La fi gura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión, (Buenos Aires: Norma, 2007); El Siluetazo, (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2008); Conceptualismos del Sur/Sul, (São Paulo: Annablume, 2009); Romero: (Buenos Aires, Espigas, 2010); y Roberto Jacoby. El deseo nace del derrumbe, (Barcelona/Buenos Aires/Madrid: La Central/Adriana Hidalgo/MNCARS, 2011). Vive y trabaja en Buenos Aires, y, desde su fundación en 2007, impulsa la Red Conceptualismos del Sur.

Miguel A. López [ML]Escritor, artista e investigador. Miembro activo desde su fundación de la Red Con-ceptualismos del Sur. Ha sido investigador residente en 2010 en BAK (Basis voor Actuele Kunst), Utrecht. Sus textos se han publicado en revistas como Afterall, ramona, Manifesta Journal, Tercer Texto, Art in America, The Exhibitionist, Artecontexto, entre otras. Ha sido coautor de los libros Post-Ilusiones. Nuevas Visiones. Arte crítico en Lima (1980-2006), (Lima: Fundación Wiese, 2006); Teresa Burga. Informes. Esquemas. Intervalos. 17.9.10, (Lima: Instituto Cultural Peruano Norteamericano, 2011); y ¿Y qué si la democra-cia ocurre?, 2012. Sus proyectos curatoriales han sido presentados en ciudades como Lima, Barcelona, México D. F., Stuttgart, Budapest, Cali y Berlín, entre otras.

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dientes, y ha realizado diversas curadurías en museos y espacios públicos. También ha formado parte de equipos de investiga-ción y constitución de los archivos de arte de Guillermo Deisler, CADA y Luz Donoso. Vive y trabaja en Valparaíso, Chile.

Ana Vidal [AV]Licenciada y profesora en Historia. Estudian-te de doctorado en la Universidad Nacional del Sur y becaria del CONICET. Su investiga-ción se centra en las relaciones entre arte y política en Bahía Blanca y la región desde 1970 hasta la actualidad, temática sobre la que ha impartido talleres y publicado artículos y ponencias. Ha escrito reseñas para el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca y colabora habitualmente con la galería Casa Escópica de Bahía Blanca.

Jaime Vindel [JV] Historiador, crítico, docente y escritor. Doctor europeo en Historia del Arte y magís-ter en Filosofía y Ciencias Sociales. Durante los últimos años ha vivido entre Buenos Aires, Valparaíso y Madrid, lo que le ha permitido investigar los cruces entre el arte, el activismo y la política en los contextos argentino y chileno de las últimas décadas. Ha publicado los resul tados parciales de esas investigaciones en revistas como ramona o en plataformas de conocimiento como el eipcp. Dos de sus libros serán publ-cados próximamente: Arte conceptual, (San Sebastián: Nerea, 2012), y La vida por asalto, (Madrid: Brumaria, 2012).

Rachel Weiss [RW] Escritora, pedagoga y comisaria, actual-mente es profesora de la cátedra Adminis-tración y Política de Arte en la escuela del Art Institute of Chicago. Ha participado en proyectos curatoriales como Global Conceptualism 1950s-1980s: Points of Origin, (Queens Museum of Art, Nueva York [codi-rectora con Luis Camnitzer y Jane Farver]), Ante América, Bogotá (co-comisaria, con Gerardo Mosquera y Carolina Ponce de León), The Nearest Edge of the World: Art and Cuba Now, itinerante en los EE. UU., (co-comisaria con Gerardo Mosquera) e Imagining. Ha publicado textos sobre arte contemporáneo en revistas y diarios en los EE. UU., Amé-rica Latina, Europa, Asia y Australia. Entre sus publicaciones más importantes están To Build the Sky: To and From Utopia in the New Cuban Art, (Minnesota: University of Minnesota Press, 2010); Making Art Global (Part 1): La Tercera Bienal de la Haba-na, (Londres: Afterall Books, 2011); On Art, Artists, Latin America and Other Utopias, [ed.] (Austin: University of Texas Press, 2009). Weiss ha sido profesora invitada en el Goldsmith’s College y el Royal College of Art, ambos en Londres; Curtin University, en Perth, Australia, y la Academia Nacional de Bellas Artes de China, en Hangzhou.

Glexis Novoa [GN]Artista visual y activista cultural cubano. Desde fi nales de los ochenta ha producido su obra a través de diferentes medios artísticos, incluyendo dibujo, pintura, escul-tura, performance e instalación. Novoa ha alcanzado reconocimiento internacional gracias a sus dibujos a lápiz en espacios específi cos, los cuales coexisten en una frontera entre el arte efímero y la arquitec-tura. Su trabajo se sitúa entre la arquitec-tura del poder y la política social. A lo largo de los años ha colaborado en la producción de diferentes exhibiciones colectivas de artistas emergentes, conectando las ideas políticas y comunitarias. La obra de Novoa aparece en numerosas colecciones priva-das, museos y lugares públicos internacio-nales. Vive en los Estados Unidos y trabaja en cualquier lugar.

Felipe Rivas San Martín [FR]Artista visual, crítico y activista de la Disidencia Sexual chilena. Desarrolla una producción artística multidisciplinaria (performance, vídeo, net.art, dibujo y pintura) y es fundador de la CUDS (Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual) y de la revista queer Torcida. Ha publicado ensayos en diferentes revistas y libros en Chile, Argentina y España. Sus líneas de investigación se centran en la teoría queer, el posfeminismo, la performatividad, el posmarxismo, los espacios virtuales y la producción de subjetividades sexuales en América Latina. Actualmente vive y trabaja en Santiago de Chile.

Luisa Fernanda Ordóñez Ortegón [LO]Docente de la Universidad Pedagógica Nacional, miembro del Observatorio Lati-noamericano de Historia y Teoría del Cine y del Taller Historia Crítica del Arte, grupos adscritos al Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia. Historiadora por la Universidad Nacional de Colombia y Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Durante los últimos dos años se ha encar-gado de la curaduría, inventario y cataloga-ción del archivo del cineasta Luis Ospina.

Sylvia Suárez [SS]Maestra en Artes Plásticas con énfasis en Historia y Teoría del Arte y magister en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad (Universidad Nacional de Colombia). En la actualidad es estudiante del doctorado en Arte y Arquitectura. Es miembro del grupo de investigación Taller Historia Crítica del Arte y colabora con la Red Conceptualismos del Sur. Ha realizado varios proyectos curatoriales sobre arte colombiano moderno y contemporáneo y es autora de los libros: Génesis del Taller Experimental en la Universidad Nacional. Una cruzada por el arte contemporáneo en Colombia, (Bogotá: Alcaldía Mayor de

Bogotá, 2007); Duda y disciplina. Obra crítica de José Hernán Aguilar, (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2010); y Eugenio Barney Cabrera y la historia del arte colombiano del siglo XX (coautoría con Ivonne Pini], (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011).

Mabel Tapia [MT]Investigadora. Magíster en Arte Contem-poráneo y Nuevas Tecnologías por la Universidad de París VIII, cursa actualmen-te estudios doctorales en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, y en la Universidad de Buenos Aires. Su trabajo de investigación se focaliza en pro-cesos de legitimación, valorización y visibili-dad de prácticas artísticas contemporáneas, relacionados éstos con el fenómeno de reifi cación en el marco de nuevos paradig-mas a la vez artísticos y socioeconómicos. Sus intereses se centran en las prácticas neoconceptuales, los usos de archivos y las prácticas políticas dentro de la producción artística contemporánea. Es miembro de la Red Conceptualismos del Sur. Reside y trabaja entre Buenos Aires y París.

Emilio Tarazona [ET]Escritor, investigador y curador indepen-diente. Autor de artículos y ensayos en periódicos, catálogos y libros. Ha publica-do: La poética visual de Jorge Eielson, (Lima: Drama Editores, 2004), y Accionismo en el Perú. Rastros y fuentes para una primera cronología, (Lima: ICPNA, 2006). Premio Tecnoquímica 2004 (ICPNA, 2005). Entre otras, ha sido curador de la exposición Jorge Eielson y cocurador de La persistencia de lo efímero. Orígenes del no-objetualismo en el Perú: ambientaciones/happenings/arte conceptual (1965- 1975), CCE Lima, 2007; Subversive Practices. Art Under Conditions of Political Repression. 60s-80s/South America/Europe; y Die Chronologie der Teresa Burga. Berichte, Diagramme, Intervalle / 29.09.11 (ambas en W-Kunstverein Stuttgart, 2009 y 2011). Se han incluido ensayos suyos recien-tes en: Cristina Freire y Ana Longoni (org.) Conceptualismos do Sul/ Conceptualismos del Sur (São Paulo: Annablume, 2009) así como en Cuauhtémoc Medina (Ed.) Sur, Sur, Sur, Sur, Séptimo Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo (SITAC), (Ciudad de México: Patronato de Arte Contemporáneo, 2010).

Paulina Varas [PV]Investigadora y curadora independiente. Posee estudios en artes visuales y detec-tivismo, y prepara su doctorado en Historia y Teoría del Arte en la Universidad de Barcelona. Directora de CRAC Valparaíso, plataforma independiente de investiga-ción y residencia sobre la esfera pública, e investigadora externa del CIDACh de la Universidad de Playa Ancha, Paulina ha escrito diversos textos y ensayos, publica-dos en medios especializados e indepen-

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Jefe de Actividades Culturales y AudiovisualesChema González

Jefa de Biblioteca y Centro de DocumentaciónBárbara Muñoz de Solano

Jefa de Educación Olga Ovejero

SUBDIRECCIÓN GENERAL GERENCIA

Subdirectora General Adjunta a GerenciaFátima Morales

Consejera Técnica Mercedes Roldán

Jefe de la Unidad de Apoyo de GerenciaCarlos Gómez

Jefa del Área EconómicaBeatriz Martín de la Peña

Jefe del Área de Arquitectura,Instalaciones y Servicios GeneralesRamón Caso

Jefa de ArquitecturaPilar Moya

Jefe del Área de PatrimonioLuis López

Jefe del Área de SeguridadPablo Jiménez

REAL PATRONATO DEL MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA

Presidencia de HonorSS. MM. los Reyes de España

Patronos de HonorClaude Ruiz PicassoPilar Citoler Carrilla

PresidenteGuillermo de la Dehesa Romero

Vicepresidente Carlos Solchaga Catalán

Vocales Montserrat Aguer TeixidorPlácido Arango AriasMarcelo Mattos AraújoZdenka BadovinacManuel Borja-VillelJosé Capa EirizEugenio Carmona MatoJoão FernandesMiguel Ángel Cortés MartínMarta Fernández CurrásJosé María Lassalle RuizJavier Maderuelo RasoMichaux Miranda PaniaguaJosé Pedro Pérez-Llorca AdaroJesús Prieto de PedroSantiago de Torres SanahujaJosé Joaquín de Ysasi-Ysasmendi Adaro

Secretaria Fátima Morales González

COMITÉ ASESOR

María de CorralFernando Castro FlórezMarta Gili

MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE

MinistroJosé Ignacio Wert

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA

Director Manuel Borja-Villel

Subdirector de Conservación, Investigación y DifusiónJoão Fernandes

Subdirector General GerenteMichaux Miranda

GABINETE DIRECCIÓN

Jefa de GabineteNicola Wohlfarth

Jefa de Prensa Concha Iglesias

Jefa de Protocolo Carmen Alarcón

EXPOSICIONES

Jefa del Área de ExposicionesTeresa Velázquez

Coordinadora General de ExposicionesBelén Díaz de Rábago

Jefa del Servicio de Gestión Económica de ExposicionesAna Torres

COLECCIONES

Jefa del Área de ColeccionesRosario Peiró

Coordinadora General de ColeccionesPaula Ramírez

Jefe de RestauraciónJorge García

Jefa de Registro de ObrasCarmen Cabrera

ACTIVIDADES EDITORIALES

Jefa de Actividades EditorialesMaría Luisa Blanco

ACTIVIDADES PÚBLICAS

Directora de Actividades PúblicasBerta Sureda

Jefe de Programas CulturalesJesús Carrillo

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EXPOSICIÓN

ComisariadoRed Conceptualismos del Sur

EquipoAna Longoni (Argentina), Miguel A. López (Perú), Fernanda Nogueira (Brasil), André Mesquita (Brasil), Jaime Vindel (España) y Fernanda Carvajal (Chile).

InterlocutoresRoberto Amigo (Argentina) y Rachel Weiss (Estados Unidos)

InvestigadoresDavid Gutiérrez Castañeda, Sylvia Suárez, Luisa Fernanda Ordóñez, Halim Badawi (Taller de Historia Crítica del Arte, Colombia) / Emilio Tarazona, Dorota Biczel (Perú) / Felipe Rivas San Martín, Francisca García, Paulina Varas (Chile) / Lía Colombino (Paraguay) / Cora Gamarnik, Daniela Lucena, Ana Vidal, Fernando Davis (Argentina) / Sol Henaro (México)

Jefa del Departamento de ExposicionesTeresa Velázquez Cortés

CoordinaciónRafael García HorrilloTamara Díaz Bringas

GestiónNatalia GuazaAna Torres

RegistroClara BerásteguiIliana NaranjoSara RiveraMarie-Caroline Willemin

Restaurador responsableArianne Vanrell Vellosillo

RestauraciónDiana Lobato MínguezVanessa Magali TruchadoPaloma Calopa RodríguezGema Grueso OtaloClara Gómez GonzálezPaula Ercilla OrbañanosCristina López RoyoElena Rodríguez González de CanalesMaría Hortensia Paz MonteroErick Santos de Jesus

Diseño Manel Civit (usquam3)

Montaje Horche

AudiovisualesShift

TransporteManterola

Seguros Poolsegur

CATÁLOGO

Edita el Departamento de Actividades Editoriales del MNCARS

Jefa del DepartamentoMaría Luisa Blanco Lledó

Coordinación editorial Mabel Tapia, RCSMercedes Pineda Torra, MNCARS

Equipo de edición RCSFernanda Carvajal, André Mesquita, Jaime Vindel

TraduccionesDel inglés al españolElisenda Julibert, pp. 254-260Del portugués al españolMarta Pino Moreno, pp. 51-60, 165-175, 211-220, 236-245Mercedes Pineda Torra, pp. 149-153

Edición y corrección de textos y pruebasGala Lázaro MurMercedes Pineda Torra

Diseño y maquetaciónHermanos Berenguer

Fotomecánica e impresiónBrizzolis

EncuadernaciónRamos

Créditos fotográfi cos

Irene BarajasColección Museo UniversitarioArte Contemporáneo, UNAM, Ciudad de Méxicop. 123, fi g. 9

Joaquín Cortés/Román LoresMNCARSp. 47, fi g. 3; p. 48, fi gs. 6, 9; p. 49, fi gs. 10, 11;p. 50, fi g. 3; p. 88, fi g. 12; p. 232, fi g. 10; p. 233, fi gs. 11, 12; p. 235, fi g. 13; p. 248, fi g. 2

Eduardo HiroseDiario La República. Limap. 123, fi g. 8; p. 125, fi g. 12

Gustavo Lowryp. 24, fi g. 4; p. 25, fi gs. 5-7; p. 31, fi g. 2;p. 146, fi gs. 1, 2; p. 148, fi g. 11; p. 150, fi gs. 1-4; p. 243, fi g. 8

Patricia NovoaMuseo de Arte Contemporáneo (MAC), Facultad de Artes, Universidad de Chile p. 204, fi gs. 7-10; p. 205, fi g. 11

Ben Pegramp. 200, fi g. 2

Se han hecho todas las gestiones posibles para identifi car a los propietarios de los derechos de autor. Cualquier error u omisión accidental, que tendrán que ser notifi cados por escrito al editor, serán corregidos en ediciones posteriores.

© de esta edición, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2012© de los textos, los autores© Paz Errázuriz, Adalberto Roque, VEGAP, Madrid, 2012

NIPO: 036-12-025-6ISBN: 978-84-8026-462-4Depósito Legal: M-39416-2012

Catálogo general de publicaciones ofi cialeshttp://publicacionesofi ciales.boe.es

Distribución y ventaEspaña y Latinoaméricawww.mcu.es/publicaciones/index.html.com

Este catálogo se publica con motivo de la exposición Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina, organizada y producida por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en colaboración con la AECID.

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía25 de octubre de 2012 – 11 de marzo de 2013

Museo de Arte de LimaNoviembre de 2013 – Febrero de 2014

Page 284: Dedicamos este libro a la memoria de Sergio Bellotti ......Dedicamos este libro a la memoria de Sergio Bellotti, Redson Pozzi, Daniel Sanjurjo y a todos los que pusieron el cuerpo

Alfredo Márquez, Ney Matogrosso, Frido Martin, Mónica Mayer, Daniel Melero, Pablo Melgacho, Daniel Merle, Gianni Mestichelli, Sarah Minter, Adriana Miranda, José Alcides Molina, Alejandro Montoya, Irene Moszkowski, Horacio Mucci, Nelson Muñoz, Luis Navarro, Eduardo Magoo Nico, Blanca Noval, Glexis Novoa, Martín Nuñez, Domingo Ocaranza, Rubén Ortíz Torres, Álvaro Oyarzún, Clemente Padín, Elías Palti, Peter Pank, Hernán Parada, Roberto Pera, Havilio Pérez Arancibia, Gustavo Piccinini, Dea Pompa, Helmut Psotta, Verónica Quense, Luiz Sergio Ragnole, Sergio Raimondi, Olkar Ramírez, Mario Ramiro, Adrián Rocha Novoa, Renato Rita, Agustín Rodríguez, Gloria Rodríguez, Herbert Rodríguez, Miguel Ángel Rojas, Marcelo Roma, Gustavo Romano, Juan Carlos Romero, Lotty Rosenfeld, Enrique Rosito, Patricio Rueda, Vicente Ruiz, Rafael Saar, Pablo Salas, Daniel Sanjurjo, Edward Shaw, Graciela Simeoni, Claudia Sinesi, Patricia Scipioni, Carlos “Indio” Solari, Lucio Solari, Julieta Steimberg, Ana Torrejón, Claudia Torres, Omar Torres, Carlos Troncoso, Teresa Valdés, Adriana Urrea, Héctor Vázquez, Sandro Venturo, Ral Veroni, Omar Viola, Jorge Villacorta, Álvaro Villalobos, Horacio Villalobos, Rogelio Villarreal, Carlos Villoldo, Rafael Wollman, Sarah Yakhni, Dani Yako, Sergio Zevallos, Raúl Zolezzi, Silvio Zuccheri y Raúl Zurita.

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y la Red Conceptualismos del Sur quieren expresar su agradecimiento a las personas e instituciones sin cuya colaboración esta exposición no hubiera sido posible: A la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), en especial a Itziar Taboada, Guillermo Escribano y Pilar Sánchez. A los directores de los Centros Culturales de España en Lima y Buenos Aires, Juan Sánchez y Ricardo Ramón Jarne respectivamente, así como a sus equipos. A Carlos Alberdi, de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

A Miguel Albero, de Acción Cultural Española (AC/E).

A Natalia Majluf, Sharon Lerner y el equipo del Museo de Arte de Lima. A Guillermo Alonso, Roberto Amigo y el equipo del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. A Roberto Jacoby y el equipo del Centro de Investigaciones Artísticas de Buenos Aires. A Fred B. Henry y Antoine Schweitzer, de la FfAI, por su sostenido apoyo a proyectos como el Archivo en uso del grupo chileno CADA y la publicación de los fanzines Enola Gay y El Maldito Chocho. A la Embajada de Brasil en España y al Ministério da Cultura de Brasil, al Programa Ventanilla Abierta del ConsejoNacional de la Cultura y las Artes de Chile y al Consejo Nacional para la Cultura ylas Artes (CONACULTA) de México porapoyar la participación de varios artistas e investigadores. A todos los prestadores, particulares e institucionales, así como a las personas que facilitaron las gestiones para materializar este proyecto:

Pablo Altuve, Ana Alvarado, Archivo Taller Historia Crítica de Arte (Bogotá), Bernardita Birkner, Raíza Bruscky, Juan Caloca, Centro de Artes Visuales/Museo del Barro-Colección de Arte Indígena y Adrián Simeone, CeDInCi (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina) y Vera Carnovale, Centro de Estudios Legales y Sociales, Archivo Fotográfi co Memoria Abierta (Buenos Aires), Colección Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM (México), Colección Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Facultad de Artes de la Universidad de Chile, Colección Museo de Arte de Lima, Colección Nuwa Luna, Laura Coll de Deisler, Fundación Augusto y León Ferrari. Arte y Acervo, Carlos Gatica, Márcia Hack, Le peuple qui manque, Daniel Liurette, Taís Lobo, Paulo Loiácono, Eric Londaits, Mauricio Marcín, José Luis

Martín Márquez, André Martirani y Caio França, Elio Martuccelli, Archivo Nacional de la Memoria, Secretaría de Derechos Humanos (Buenos Aires) y Julio Menajovsky, Centro Universitário SENAC (São Paulo) y Cristiane Camizão Rokicki, Heloísa Orosco Borges da Fonseca (Luhli), Miriam Priotti, Revista Caretas, Claudio Romero, Adriana Rosenberg, Kiwi Sainz, Archivo Clemente Padín, Archivo Guillermo Deisler, Archivo La República (Lima), Archivo Memoria Abierta Centro de Documentación del Palacio de la Moneda (Santiago de Chile), Galería Laura Marsiaj (Río de Janeiro), Galería OMR (México), Mäuss Art, Maximumrocknroll, The Michael Buxton Collection y Kalli Rolfe Contemporary Art (Melbourne), MP,B Produções, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Santiago de Chile), Museo de la Ciudad de México. A todas aquellas personas que se involucraron activamente con sus obras, testimonios y documentos:

Rolf y Heidi Abderhalden, Elías Adasme, Osvaldo Aguirre, Juan Aguzzi, Fabián Alberdi, Katja Alemann, Patricia Alfaro, Luis Alfonso, Luis Alvarado, Goyo Anchou, Alejandro Andam, Fabiana Andrés, Alex Ángeles, Lucy Angulo, Álvaro Barrios, Arnulfo Aquino, Pablo Ares, Aspix, Raúl Avellaneda, Fernando Balcells, Pichón Baldinu, Roberto Barandalla, Jorge Bassani, Christian Basso, Fernando “Coco” Bedoya, Sergio Bellotti, Marcela Briones, Rafael Bueno, Paulo Bruscky, Miguel Bugni, Maris Bustamante, Claudio Caldini, Antonio Carlos Callegari, Rafael Calviño, Rubén Campitelli, Daniel Canale, Lina Capdevilla, Hector Carballo, Becquer Casaballe, Francisco Casas, Juan Castillo, Jorge Cerezo, Pedro Chaskel, Omar Chauvié, Ricardo Chiari, Marta Cocco, Guillermo Conte, Leticia Cordero, Adolfo Cornejo, Arturo Corte, Renate Costa, Gregorio Cramer, Armando Cristeto, Gerardo Dell Oro, Horacio Devitt, Neide Dias de Sá, Marcelo Díaz, Wlademir Dias-Pino, Marula Di Como, Ileana Diéguez, Gonzalo Donoso, Iván Edeza, Diamela Eltit, Silvina Epszteyn, Paz Errázuriz, Pablo Espejo, César Espinosa, Patricia Espinosa, Ticio Escobar, Adrián Fanjul, Aarón Flores, Diego Fontanet, Horacio Gabin, María José Gabin, Jesús Romeo Galdámez, Víctor Gaviria, José Luis García, Daniel García, Gustavo Gauvry, Tatiana Gaviola, Carlos Ghioldi, Guillermo Ghioldi, Guillermo Giampietro, Alberto Gieco, Eduardo Gil, Eduardo Grossman, Mauricio Guerrero, Gustavo Guevara, Graciela Gutiérrez Marx, Jaime Higa, Jenny Holmgren Donoso, Ariel Invasor, Eduardo Kac, Guillermo Kexel, Mauricio Kurcbard, Pablo Lasansky, Pedro Lemebel, Gabriela Liszt, Eduardo Longoni, Gustavo López, Marcos López, Kena Lorenzini, María Luy, Carolina Magis, Oscar Malca, Mario Manusia, Jhoni Marina, Francesco Mariotti, María Evelia Marmolejo,