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avivir Revista del Telefono de la Esperanza www.telefonodelaesperanza.org Numero 236 I JULIO - AGOSTO 2010 Omnipotencia, decepción y aceptación de la realidad: etapas en la maduración psicológica del voluntario Luciano Poyato, presidente de la Plataforma del Voluntariado: “No basta con querer ayudar, hay que hacerlo bien” Cerca de 4,5 millones de españoles colaboran con alguna ONG y 1,2 millones participan en el voluntariado DE PROFESION, VOLUNTARIO

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avivirRevista del Telefono de la Esperanza

www.telefonodelaesperanza.org

Numero 236 I JULIO - AGOSTO 2010

Omnipotencia, decepción y aceptación de la realidad: etapas en la maduración psicológica del voluntario

Luciano Poyato, presidente de la Plataforma del Voluntariado: “No basta con querer ayudar,

hay que hacerlo bien”

Cerca de 4,5 millones de españoles colaboran con

alguna ONG y 1,2 millones participan en el voluntariado

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SUMARIO

SUMARIO

Entrevista // 30Con Luciano Poyato Roca, presidente de la Plataforma del Voluntariado.Por Gloria Díez

Cine // 36Un cine apasionantePor Norberto Alcover

A pie de calle // 42Un lema para vivir: “por todos mis compañeros”Por Antonio Saugar

Comunicando // 46Convenio con la Fundación FISLEM. Prime-ros pasos del Teléfono de la Esperanza en Cantabria. Inauguración de la nueva sede del Teléfono de la Esperanza de Castellón.

Ser voluntario en España // 6Datos e historia de algo más que una modaPor Herminio Otero

Hacer algo por alguien // 14Psico (pato) logía del voluntariadoPor Alejandro Rocamora

Formar voluntarios competentes // 20Un reto y una garantía de solvenciaPor José María Jiménez

Jóvenes voluntarios: de la huida al compromiso // 25Por José Luis Rozalén

A fondo

Director:Pedro Miguel Lamet

Redactor jefe y Publicidad:Fernando Alberca

Diseño gráfico:José Luis Mendoza

Edita:Teléfono de la EsperanzaDepósito Legal:M-28.500-1973

Dirección, redacción y administración:Francos Rodríguez, 51(Chalet, 25)28039 MadridTel.: 91 459 00 62Fax: 91 459 04 50e-mail: [email protected]

Colaboradores:Herminio OteroAlejandro RocamoraJosé Mª JiménezGloria DíezJosé Luis RozalénAntonio Saugar

Coordinación:Impact 5Tel.: 917 818 795

Fotografías ©©:www.sxc.hu

Con la financiación de:

Carta del Director // Hombres y mujeres para los demás // 5

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HOMBRES Y MUJERES PARA LOS DEMÁS

Carta del DirectorCarta del Director

Cuando se habla genéricamente sobre la gente joven es frecuente caer en el tópico y la falsa generalización. “¡Hay que ver cómo están los jóvenes!” Re-cientemente tratábamos aquí del fenómeno de la “Generación Ni-Ni”, que ni estudia ni trabaja. Pero con frecuencia se olvida otro fenómeno que también caracteriza a la juventud de hoy día y que podemos calificar de nuevo y ad-mirable: el voluntariado.

El voluntariado, la acción voluntaria, es el resultado de una libre elección, es una opción ética, personal, gratuita, que no espera retribución o recompensa. La palabra exacta no es desinterés, porque la persona voluntaria tiene interés, mucho interés y obtiene satisfacción en sus motivaciones personales.

Los voluntarios se mueven por altruismo, que quiere decir amor al otro, y que es lo contrario de egoísmo. El volunta-riado, la acción voluntaria, sólo existe cuando repercute en los otros, cuando su interés es colectivo, general, público. Viene a ser, en lúcida frase de Pedro Arrupe, la aparición de un hombre o una mujer “para los demás”. El voluntariado es un medio para dar respuesta a necesidades, problemas e intereses sociales, y no un fin en sí mismo para satisfacer a las personas voluntarias. La acción voluntaria supone un compromiso solidario para mejorar la vida colectiva.

Todo voluntario se revela no sólo en las buenas intenciones, sino en la acción. Una actividad que no debe llevarse a cabo como una práctica personal, individual, testimonial o íntima. Porque el objetivo del voluntariado es mejorar la realidad, transformar el mundo, y hacerlo eficazmente. Frente a la improvisación y la espontaneidad, el voluntariado re-quiere la capacidad de actuar organizadamente, uniendo fuerzas. Por tanto, la acción voluntaria debe de ser una acción organizada, sistemática, sinérgica, que requiere de organización, de asociaciones o fundaciones en las que actuar. Ade-más el hecho de que sea una acción aconfesional, aunque también existen los que actúan en razón de su compromiso de fe, no excluye una axiología, un mundo de valores, una ética en los que basar esa actividad. Si no, es imposible.

En la multiplicación de ONG y de cooperantes en nuestro tiempo no todo es oro lo que reluce. Por desgracia, como en toda realidad humana, a veces se mezclan elementos espurios: la huida de la realidad, la falta de preparación y hasta la especulación económica. Por tanto, vale la pena reflexionar sobre el fenómeno y analizar su alcance. Es lo que preten-demos en este número.

En primer lugar hay que decir claramente que el voluntario no sustituye la transformación política necesaria. El mun-do puede mejorar gracias a las ONG, pero no cambiará de veras sin un nuevo orden internacional, sin un cambio de las estructuras injustas. Aunque a veces su testimonio es una sirena de alerta y hasta una bofetada a los responsables de esa situación.

El voluntariado no puede sustituir tampoco al gabinete psiquiátrico. Aunque esta actividad, por lo general puntual y tem-poral -son pocos hoy los que se deciden a entregar su vida o quemar las naves-, puede ayudar en la realización personal, no está directamente destinada a la terapia. No puede ser, como antaño se decía de ciertos conventos, un refugio de des-ubicados y enfermos, sino un servicio, donde la piedra de toque está en los logros a favor de los cuales se trabaja.

Esta espléndida floración de gente que quiere arrimar el hombro está alcanzando notables proporciones. Ha llegado pues el momento de separar la paja del grano, de discernir con valentía y profesionalidad a dónde vamos. Decía la gran Concepción Arenal que “sustituir el amor propio por el amor a los demás es cambiar un tirano insufrible por un buen amigo”, y que “el dolor cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro”. De hecho esa experiencia ha cambia-do la vida de muchos voluntarios.

Cantaba Gloria Fuertes:La tierra no es un regalo de nuestros padres,

es un préstamo de nuestros hijos.Curar la tierra sí -está enferma-,

pero antes, curar la pobreza,curar al hombre.

Desde el Teléfono de la Esperanza, una ONG cuyos voluntarios pretenden ayudar en la liberación integral del hombre, sobre todo de las angustias que le impiden ser él mismo, valgan estas reflexiones de AVIVIR sobre quienes desinteresa-damente quieren colaborar en curar al hombre, que es la mejor manera de curar la tierra.

Pedro Miguel Lamet

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A Fondo

SER VOLUNTARIO EN ESPAÑA

Por Herminio Otero

DATOS E HISTORIA DE ALGO MÁS QUE UNA ‘MODA’

Millones de personas en España trabajan por los demás convirtiéndose en pequeños héroes cotidianos o de fin de semana. Son los voluntarios, que hacen gratis lo que nunca harían por dinero, cultivan una sociedad mejor a costa de lo personal y trabajan con entusiasmo para mejorar el mundo. Y han crecido especialmente en las últimas décadas del siglo XX.

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Si cocinar hizo al hombre (lo salvó de la horda y lo reunió para comer juntos), ser solidario y ayu-dar a los demás lo salvó como especie y le dio sentido para vivir. En algún lugar del cerebro lo llevamos inscrito, y por eso nos produce placer lo que hacemos por otros, como nos produce placer lo que mantiene la vida: la comida y el sexo. Por eso siempre ha habido voluntarios, aunque no se llamasen con ese nombre, que realizaban gestos de ayuda a los demás.

En España los voluntarios comenzaron a tener nombre y apariencia a finales de los años 80 (en Italia eran más manifiestos por esas fechas) y tu-vieron su bautismo de fuego en las Olimpiadas de 1992, cuando el término voluntariado, por el que tanto se había luchado para delimitarlo, se expan-de a toda práctica no remunerada. Desde enton-ces, gana reconocimiento social el movimiento del voluntariado y aumenta de forma imprevista el nú-mero de voluntarios, aunque ese incremento no se correlaciona con un aumento en la participación social. Veamos algunos datos de esta realidad y un esquema sintético de su origen y desarrollo.

Radiografía del voluntario en España

Según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en 2005 había en España alrededor de 4,5 millones de españoles que colaboraban vo-luntariamente con una entidad no lucrativa, ya fueran asociaciones, cooperativas u otras organi-zaciones de este tipo.

La mayoría de estos voluntarios participa en alguna organización que lleva a cabo tareas relacionadas con la acción social, pero también los hay en enti-dades que realizan actividades del ámbito sanitario, educativo, cultural o de cooperación y desarrollo.

El perfil de la persona voluntaria corresponde, mayoritariamente, a alguien menor de 40 años y con un nivel de formación elevado, aunque, cada vez más, también realizan tareas de voluntariado las personas que se han jubilado o que han deja-do de trabajar.

El número de mujeres voluntarias es mayor al de los hombres.

En cualquier caso, suelen destinar una media de cinco horas semanales a realizar tareas de esta índole.

España es uno de los países europeos con me-nos voluntarios, ya que, al contrario que en otros lugares, no existe una gran tradición asociativa, pero su número había crecido respecto a 2001, la vez anterior que se había realizado el estudio.

Un estudio más detallado, elaborado por la Uni-versidad Pontificia Comillas en 2003, presentaba este retrato del voluntario madrileño:

Se trataba sobre todo de mujeres (el 73% de los voluntarios de la región estaba constituido por mujeres).

El grupo más numerosos era el formado por mu-jeres entre 19 y 25 años.

Las amas de casa pisaban fuerte en esto de la so-lidaridad y batían récords: llegaban al 41,76%.

Los miembros de ONG y asociaciones similares contaban con un alto nivel educativo: más de un tercio tenía estudios universitarios de grado me-dio o superior, y un 16% adicional se quedó en el bachillerato.

Los colectivos más atendidos eran los jóvenes (37%), los menores (35%), la familia (34%) y las personas con minusvalías (33%). Después, le seguían las mujeres, los inmigrantes y las perso-nas mayores.

Las tareas que realizaban variaban en función del colectivo al que se dedicaban. Decía el estu-

El perfil del voluntario responde al de una mujer

joven con estudios secundarios o superiores

volcada en tareas sanitarias o de docencia

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dio: “los voluntarios que trabajan con personas mayores se dedican a hacerles algo de compa-ñía, tomarse un cafelito con ellas, dar un paseo por El Retiro y realizar labores de asistencia a domicilio. Con las que están en la cárcel, son alcohólicas, seropositivas, drogodependientes o carecen de hogar, luchan por su reinserción. A los peques les forman, y a sectores desfavore-cidos como los inmigrantes, las mujeres o los gitanos les ayudan a denunciar su situación y sensibilizar a la sociedad.”

Más de la mitad de las organizaciones de volunta-riado habían nacido durante los años 90. “En esa época hubo una explosión impresionante, llegándo-se a crear un nuevo voluntariado cada nueve días”. Entonces se crearon las asociaciones con mayor nú-mero de miembros. Sin embargo, las más recientes se caracterizaban por una plantilla más bien raquíti-ca: “el 75% tiene menos de 50 voluntarios”.

Se exigían pocos requisitos para ser voluntario. Alrededor de la mitad de las instituciones no es-tablece ninguna condición imprescindible. Y lo más usual era que demandaran un tiempo míni-mo de dedicación, formación o experiencia previa en el trabajo que iban a desempeñar y tener una determinada edad.

El 45% de los colaboradores destinaba entre 5 y 9 horas semanales a esta actividad.

El 78% de las asociaciones estaba compuesto por aquéllas que se habían constituido como personali-dad jurídica o registradas administrativamente. En-tonces comenzaron a caer las figuras de fundación y entidades canónicas de la Iglesia Católica, que su-ponían el 60% durante la primera mitad del siglo XX. En 2003, el 85% lo formaban asociaciones.

El 78% de las asociaciones madrileñas dedicadas a labores de voluntariado se financiaba mayori-tariamente de lo que salía de las arcas del Esta-do. Sólo en uno de cada cuatro casos, las apor-taciones públicas representan menos del 25%. El

El 41% de los voluntarios españoles mantiene un compromiso estable con su organización, con una permanencia continuada

de más de cinco años

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principal sustento de otro amplio porcentaje de organizaciones, el 76%, era la recaudación de las cuotas de los socios o colaboradores.

El 75% de los centros madrileños tenía 50 o me-nos voluntarios colaborando en ellos. Cuanto más recientes eran las asociaciones, menos integran-tes tenían.

El trabajo pagado no era la pauta dominante en-tre las organizaciones dedicadas a labores de vo-luntariado. El 45% de ellas contaba exclusiva-mente con personas que no cobraban nada por sus actividades.

Otros datos u otra forma de estructurarlos señalan que en España, aunque no existe una información sistematizada, contamos con esta aproximación:

- Más de un millón de personas tiene una de-dicación al voluntariado superior a 4 horas a la semana.

- Son mayoritariamente jóvenes (un 66% tiene menos de 35 años).

- Poseen un alto nivel de preparación (un 30% ha realizado estudios universitarios).

- Se mantienen relativamente estables (un 41% con más de cinco años de dedicación).

En resumen, el perfil del voluntario responde al de una persona joven, mujer, con estudios secun-darios o superiores y volcada en tareas sanitarias o de docencia.

La historia del voluntariado

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Algunos acon-tecimientos históricos explican los rasgos que han contribuido a modelar la cultura del volunta-riado en España y marcan el modo característico de su evolución. Aun sabiendo que el movimiento del voluntariado es un fenómeno complejo y que, como todo lo humano, posee mucho de enigma, nos aproximamos a él según los pasos dados por Sebastián Mora y otros autores. (Véase la sínte-sis en el recuadro adjunto).

Evolución del voluntariado en España

Mediados del siglo XIXBenéfico asistencial

Organizaciones religiosas

Revolución industrialFilantropía

Religiosos/burgueses

Inicios del XXSolidaridad

Grupos obreros

Final de la guerra civilAcción social estatal

Freno asociativo

Años sesentaLey de asociaciones

Inicios de asociaciones

Años setentaSociopolíticos

Reivindicaciones

1977Crisis

Cambio al movimiento político

Años ochentaRelanzamiento

Boom del voluntariado social

Años noventaConsolidación

Aparición de grupos alternativos

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Antes de nada, téngase en cuenta que del vo-luntariado no se empieza a hablar hasta los años ochenta y es entonces cuando se efectúa su ex-pansión y consolidación.

El voluntariado como expresión de la entrega gratuita a los demás y a la sociedad hunde sus raíces en el más remoto pasado de nuestro en-torno, pero no existía el término lingüístico que expresara las implicaciones (metodológicas, ju-rídicas, sociales) que se desprenden de él ni había adquirido el reconocimiento social que ahora tiene.

Durante el siglo XIX y el primer tercio del si-glo XX (hasta la Guerra Civil), la acción solidaria se caracteriza por un marcado talante benéfico y asistencialista debido al peso ejercido por la reli-gión y la Iglesia católica. Esta acción se circuns-cribe a la atención de los “pobres de solemnidad” y a los “más menesterosos”.

Posteriormente, la evolución del voluntariado en España posee algunas características diferencia-les con respecto a los países de nuestro entorno.

Después de la Segunda Guerra Mundial se desa-rrolla en los países europeos el Estado de Bienes-tar. En España la participación de las asociaciones y del voluntariado se ve más restringida. De he-cho, el régimen político deja poco espacio al tra-bajo voluntario que no sea el desarrollado a tra-vés de organizaciones dependientes de la Iglesia o ligadas al régimen político. Es un voluntariado marcadamente asistencialista y de componente ideológico.

En los años 60 se inicia un despegue económi-co que conlleva cambios sociales significativos y surgen nuevas organizaciones de carácter priva-do y sin ánimo de lucro, en defensa de intereses sociales, específicos y de grupo.

La Ley de Asociaciones de 1964, en pleno de-sarrollismo económico, supone un paso decisivo. El Estado empieza a asumir funciones de asisten-cia social y a crear servicios de este tipo. Como consecuencia, se debilitan las organizaciones de carácter social vinculadas al régimen político y muchas de ellas pasan a la Administración del

Estado. Por otra parte, las organizaciones vincu-ladas a la Iglesia se adaptan a estos cambios. A la vez, surgen nuevas organizaciones de carácter privado y sin ánimo de lucro, en defensa de inte-reses sociales, específicos y de grupo.

En los años setenta el voluntariado pasa a des-empeñar la función de “amortiguador social” (an-tes había sido de orden “reparador”). Durante esta década, adopta diferentes formas: benefi-cencia, caridad, filantropía, asistencia, siendo al mismo tiempo generoso y abnegado, sin apenas preparación e impulsado desde diversas motiva-ciones religiosas y laicas. En muchas ocasiones, ha incidido más en las consecuencias de los pro-blemas que sobre las causas.

Pero a finales de los años 70, se vivió una eclo-sión en el mundo asociativo y la vida asociativa comienza a manifestarse con carácter reivindica-tivo, aunque en su mayoría se haga de forma dis-creta. Algunos interlocutores sociales y asocia-ciones ciudadanas son reconocidos como válidos por el régimen y se van obteniendo logros en el plano social.

La Constitución Española de 1978 abre una nueva etapa y configura un nuevo marco políti-co desarrollado a través del sistema democrático de economía de mercado que va configurando el llamado Estado de Bienestar, en el que las orga-nizaciones no gubernamentales desarrollan una función socializadora que canaliza la solidaridad social, las redes informales, la cultura participati-va y el enriquecimiento del entramado social.

Durante los años ochenta se expande la par-ticipación ciudadana y se acrisola la acción social de organizaciones y asociaciones de todo tipo. Muchos líderes de la acción voluntaria pasan a la militancia política y sindical a raíz de la aper-tura democrática. Aparecen nuevos movimien-tos sociales, reivindicativos, hacia la conquista de logros de carácter legal y de una mayor cali-dad de vida.

Las Leyes Autonómicas de Servicios Sociales re-conocen el voluntariado como acción comple-mentaria y fundamental en la intervención de los servicios sociales.

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Esas leyes incluyen una definición de voluntaria-do, destacan sus principios básicos (solidaridad, gratuidad, asociacionismo, participación…), seña-lan los campos de actuación y las características de las entidades que pueden disponer de volun-tarios, establecen algunos requisitos (funciona-miento interno, organización…) y un registro de asociaciones y de voluntarios, y establecen una carta de derechos y deberes de los voluntarios, además de incluir medidas de fomento y apoyo a la labor de voluntariado.

Ese reconocimiento jurídico facilita la apari-ción de plataformas nacionales y provinciales de voluntariado que tienen representación en organismos internacionales y comienzan a co-laborar activamente en el desarrollo de la par-ticipación social.

En los años noventa, la reestructuración del Estado de Bienestar cedió espacios de mayor participación a la sociedad civil en el ámbito de la atención social, y la Administración generali-zó el reconocimiento oficial del voluntariado so-cial organizado.

El cambio en el voluntariado moderno parece que residía

en el desplazamiento del interés hacia lo objetivo,

hacia la sociedad sobre la que actúa, y no a lo subjetivo,

las motivaciones del voluntariado. Sin embargo,

en gran parte del voluntariado reciente está

primando la componente más ‘expresivista’: se valoran más las experiencias relacionales

que la universalidad o la justicia, se valora más lo

sentido que lo pensado, mi realización a lo realizado

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A partir del mítico año 1992 y tras el asenta-miento que suponen los años ochenta, “el vo-luntariado llega a ser una figura mítica: cam-pañas publicitarias, miles de voluntarios que se apuntan a organizaciones, telemaratones, guías de voluntariado, mercadillos solidarios, nuevas asociaciones, noticias en la prensa... y las dis-tintas leyes de voluntariado de las Comunidades Autónomas, culminadas con la del Ministerio de Asuntos Sociales.”

Estas leyes autonómicas y de Administración lo-cal, especificas para el voluntariado en el espacio más próximo a las necesidades de los colectivos vulnerables, articulan medidas de cooperación con entidades y grupos de voluntarios.

Pero el término voluntariado, por el que tanto se había luchado para delimitarlo, se expande a toda práctica no remunerada. Sebastián Mora resu-me: “El manejo del término voluntariado englo-ba un amplio espectro de actividades. A partir de la Olimpiada de Barcelona se amplía el ámbito del voluntariado al campo deportivo, cultural, ecoló-gico... Las Administraciones, los partidos políticos y las distintas mediaciones sociales lo consideran una conquista irrenunciable de la ciudadanía y comenzamos a hablar del voluntariado como una ‘moda’ que no acertamos a definir si persistirá o se disipará.”

En los últimos años, el cambio principal en el voluntariado moderno parece que residía en el desplazamiento del interés hacia lo objetivo, hacia la sociedad sobre la que actúa, y no a lo subjetivo, las motivaciones del voluntariado, su perfil, su figura. Sin embargo, en gran parte del voluntariado reciente está primando la compo-nente más ‘expresivista’: “se valoran más las ex-periencias concretas relacionales que la univer-salidad o la justicia, se valora más lo sentido que lo pensado, lo espontáneo que lo elaborado, mi realización a lo realizado.”

Ante este giro expresivista, algunos piensan que es necesario “reinventar la militancia” buscan-do la unidad y coherencia, asentar los cimientos para trascender la acción puntual y poder acom-pañar a las víctimas de nuestro mundo sin aban-donarles cuando aparezca el dolor y la renuncia.

Por eso Luis Aranguren, asesor de numerosas Plataformas de Voluntariado, es partidario de convertir la acción voluntaria en acción trans-formadora de la sociedad actual de modo que juntos caminemos “hacia una sociedad más so-lidaria”. (Véase su Decálogo del voluntario). Así el voluntariado, que a partir de los ochenta co-mienza también a tener una valoración positi-va, se convertirá en un signo de esperanza para nuestro tiempo y dejará de ser un residuo del pasado para convertirse en un indicio de lo “in-édito viable” y en un interlocutor válido de las políticas sociales.

El 78% de las asociaciones madrileñas dedicadas a

labores de voluntariado se financia mayoritariamente de las arcas de la Administración

y el 75% de estas ONG cuenta con menos de

50 voluntarios

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Decálogo del voluntario

Ser voluntario es pensar y vivir de otro

modo.

Ser voluntario es integrarse en una acción

organizada.

Ser voluntario es sentirse portador del in-

édito viable.

Ser voluntario es cargar la voluntad de ac-

ción y la acción de determinación transfor-

madora.

Ser voluntario es pisar a fondo en la tierra

de la exclusión para conocerla, saborearla y

responder con conocimiento de causa.

Ser voluntario es creer que los pasos del

camino por andar son más importantes que

la llegada.

Ser voluntario es vivir la rebeldía como va-

lor en desuso y asumir la contracultura de

la solidaridad.

Ser voluntario es tener los ojos abiertos y

los oídos atentos para no acostumbrarse al

quejido de quien sufre y para atisbar los

mecanismos que genera la fábrica de la ex-

clusión.

Ser voluntario es saber contar con el límite

propio y comunitario y aceptar que nuestra

aportación es significativa, pero modesta.

Ser voluntario es ser personalista y comu-

nitario.

Luis Aranguren

Pese a que España es uno de los países europeos con menos voluntarios, debido

a que nunca ha existido una gran tradición asociativa,

alrededor de 4,5 millones de españoles colaboran con alguna entidad

solidaria no lucrativa

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PSICO(PATO)LOGÍA DEL VOLUNTARIADO Por Alejandro Rocamora Bonilla

HACER ALGO POR ALGUIEN

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Origen del sentimiento de ayuda

En el útero, madre e hijo forman como un gran ‘magma’ sin diferenciación ni identidad propia: el bebé no sabe donde termina él y donde comien-za la madre. Viven en una simbiosis tan perfec-ta, que es el paradigma de la felicidad. De alguna manera siempre volvemos a esa situación fetal cuando algún peligro nos acecha.

Es con el “trauma del nacimiento” donde el niño comienza a sentirse como sujeto, pese a su inde-fensión. Es curioso constatar que el trasfondo de nuestra preocupación por los demás reside pre-cisamente en la naturaleza de precariedad con la que nacemos. El ser humano es uno de los seres vivientes que más necesidad tiene de los demás para sobrevivir. Sin la ayuda del entorno familiar el niño moriría en pocas horas.

Es, en esos momentos, donde el bebé descubre el poder de su madre desde su propio desampa-ro; esos primeros cuidados son los cimientos del yo futuro; si recibe cuidados “lo suficientemente buenos” (Winnicott) podrá ir formando lo nuclear de su personalidad, que le permita relacionarse con el otro, no de forma defensiva sino desde la comprensión y la empatía. Si por el contrario se produce una ausencia de “atenciones” (alimenta-ción, contacto físico, etc.), la personalidad anó-mala está servida.

Los dos primeros años de un ser humano son tras-cendentales para ir reconstruyendo el andamiaje

de su propio edificio: reconocerá su cuerpo y aprenderá a reconocer sus sentimientos (deseo, rechazo, amor, odio, etc.) y será capaz de opo-nerse y rebelarse a todo aquello que no le satis-faga; al mismo tiempo, al comenzar a caminar y perfeccionar el lenguaje, esto le facilitará la ex-ploración de su entorno y comenzar a tomar po-siciones ante el “no-yo”. El momento culmen de este proceso será la adolescencia donde el en-cuentro con el “sí mismo” supondrá una confron-tación con el entorno y consigo mismo, para en-contrar la propia identidad.

Así, pues, el movimiento evolutivo no es desde el egoísmo a la solidaridad sino que es la propia in-defensión del bebé lo que le hace descubrir al otro (principalmente a la madre, pues la necesita), nu-trirse de sus cuidados, fortalecer su yo y enton-ces poder preocuparse por los demás, sin temor a la destrucción o a la aniquilación. Es decir, el bebé pasa de un “yo-indefenso” a un “nosotros” gratifi-cante y fortalecedor de su propia identidad.

Decía Ignacie Lepp que “en la historia de la humanidad se co-nocerá probablemente el siglo XX como el siglo de la solidari-dad”. Este aserto también se puede extender a los primeros años del siglo XXI, no solamente por la respuesta universal ante las grandes catástrofes (terremotos, sunamis, atentados terroristas, etc.), sino sobre todo porque cada día contemplamos signos de preocupación por el otro, como lo demuestra el creciente ascenso del voluntariado. Así, encontramos a asociaciones que se dedican a cuidar a los niños con cáncer, o en la clasificación de los me-dicamentos para el Tercer Mundo o visitando a los enfermos, o ayudando a los emigrantes, etc.

El voluntario puede ‘pecar’ por exceso o por defecto;

es decir, puede cometer un doble error en la acción con el ayudando: mantener un distanciamiento defensivo o una relación simbiótica

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Es pues, la dialéctica frustración-satisfacción, “yo-entorno” lo que irá configurando al sujeto. Aquí los extremos son negativos: una vida de conti-nuas privaciones de los afectos más esenciales (figuras paternas) puede conducir a las persona-lidades psicopáticas; y una infancia, donde se evite toda contrariedad, será el caldo de cultivo para una personalidad narcisista.

El voluntario frente a la angustia

El voluntario, al iniciar su andadura en su presta-ción de ayuda (en un hospital, en una residencia de ancianos, en un albergue o en el mismo Telé-fono de la Esperanza, etc.) comienza con la ilu-sión, de forma consciente o inconsciente, de que va a servir de gran ayuda a los demás. Fantasea con la posibilidad de hacer la vida más agradable a un anciano, de proteger a un indigente o de sal-var a un suicida. Se siente como revestido de un poder especial, que se puede manifestar de va-rias maneras: “Yo lo puedo todo”, o “esta institu-ción es la mejor del mundo”. En última instancia lo que ocurre es que asume, en toda su totalidad, el poder omnipotente que el ayudando proyecta sobre él. El voluntario se puede sentir ‘tocado’ por esta fan-tasía de omnipotencia que el ayudando proyecta sobre él y, al mismo tiempo, sentir la angustia o el miedo de su falta de poder real. De aquí, la po-sible doble actitud de todo voluntario principian-te: de inhibición y de temor al acudir a su puesto de ayuda, o un deseo compulsivo a atender las diferentes demandas de los enfermos, ancianos o los llamantes del Teléfono de la Esperanza. Es de-cir, la respuesta puede ser de miedo paralizante o de una “huida hacia adelante”.

En un segundo momento se puede producir un sentimiento de fracaso o decepción: “Aquí no se hace nada”, “no podemos ayudar a la gente”, etc. son algunos de los sentimientos que pue-den expresarse. De la omnipotencia se ha pa-sado a una “impotencia angustiante”, que inclu-so impide cualquier tipo de ayuda efectiva. Dos posibles salidas: el abandono del servicio de vo-luntario, o bien, una acomodación patológica a la realidad frustrante.

Con la anterior etapa se toca fondo y se comien-za el recorrido hacia la etapa de aceptación de la realidad. En este momento, el voluntario asume sus límites, pero también sus posibilidades rea-les, aunque éstas no sean de la magnitud que él fantaseaba. En este momento, el voluntario ha llegado a un sano equilibrio entre lo que deseaba y la cotidiana realidad; equilibrio entre lo que él fantaseaba y las posibilidades reales de su acción como voluntario. A partir de entonces, su acción asistencial será más creativa y él mismo podrá autoalimentarse de la ayuda que presta.

Este proceso no es solamente un recorrido crono-lógico, sino que también, con más o menos niti-dez, se puede poner de manifiesto en épocas dis-tintas de la labor como voluntario. Lo patológico no es el proceso en sí, sino el quedarse anclado en alguna de las dos primeras etapas, pues impe-diría una ayuda eficaz.

Patología de la acción del voluntario

El voluntario puede ‘pecar’ por exceso o por de-fecto; es decir, puede cometer un doble error en la acción con el ayudando: mantener un distan-ciamiento defensivo o una relación simbiótica.

Juan Antonio tiene cincuenta años. Desde hace unos diez años acude, tras su jornada laboral en una entidad bancaria, a un centro de Cáritas de ayuda a los emigrantes. Imparte clases de español a personas que desconocen totalmen-te nuestra lengua. Manifiesta que los prime-ros años de su colaboración acudía con ilusión

El trasfondo de nuestra preocupación por los demás reside en la naturaleza de

precariedad con la que nacemos. El ser humano es uno de los seres vivientes

que más necesidad tiene de los demás para sobrevivir

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y compartía con los usuarios sus problemas, no solamente los referidos al idioma, sino también sus preocupaciones personales, laborales y fa-miliares. Desde hace un tiempo, no obstante, le cuesta acudir al Centro de Ayuda y procura no participar en los problemas de sus alumnos. El mismo afirma que es como si se hubiera puesto una coraza y todos los conflictos le resbalasen. Así, cuando alguien manifiesta su deseo de con-tar alguna dificultad personal, contesta siempre de forma seca y contundente: “Aquí estamos para aprender español, no para solucionar pro-blemas…” Juan Antonio desea poner distancia con los ayudandos pues en algún momento se ha sentido invadido por la angustia de sus alum-nos. Como no sabe distanciarse de forma sana, corta y pone un ‘muro’ entre el ayudando y su propia existencia.

Todo lo contrario le ocurre a María, voluntaria en una asociación de enfermos mentales. Su misión es salir con algunos usuarios (esquizofrénicos, depresivos graves, etc.) una vez por semana. Acuden en grupo para ir al cine, a una cafetería o

simplemente a pasear por el Madrid de los Aus-trias. María nos dice: “A veces, no puedo dormir pues me llevo a casa todos los problemas de los usuarios”. Actualmente se ha incorporado al gru-po una chica anoréxica y María la llama constan-temente por teléfono para preocuparse por su sa-lud y le ha ofrecido salir a pasear todos los días. “Me da mucha pena”, nos dice.

Ambas conductas, la de Juan Antonio y la de María, son erróneas. La primera porque produ-ce una relación fría y sin calor humano. Es una relación personaje-personaje, que no favore-ce a ninguno de los términos de la relación. Es una forma defensiva de alejarse del sufrimien-to de los demás. Ante el miedo de contagiar-se de su sufrimiento, Juan Antonio se defiende con la distancia afectiva.

En el caso de María, ocurre lo contrario: se pro-duce una fuerte identificación con el ayudando, viviendo su dolencia como propia y constituyendo una relación simbiótica en la que los dos términos de la relación saldrán perjudicados.

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Salud mental del voluntariado

Entre ambos extremos se encuentra el punto me-dio, o la virtud: un distanciamiento amoroso. Consiste en un saber acompañar al ayudando, ca-minar junto a él, respetando sus necesidades, fla-quezas y expresión de dolor, pero al mismo tiem-po sabiendo de nuestras posibilidades y también de nuestros límites. Esto supone que al emigran-

te no hay que tratarle como a un “bicho raro”, ni tampoco intentar solucionar los graves proble-

mas del enfermo mental, ni al anciano hay que vestirlo y asearlo como si fuera un in-

útil, ni al paralítico transportarlo siem-pre en coche, ni al depresivo dejarle

que esté todo el día en la cama. Es decir, debemos intentar compa-

ginar una ayuda técnica con el afecto y la comprensión.

Es lo que algún autor ha llamado “el eros tera-péutico”: no es paternalismo, ni tecnicismo, sino una asociación de ambos.

Con este talante nos debemos acercar al ayudan-do que está sufriendo con la aparición de la defi-ciencia. Sabiendo que no existen “recetas mági-cas” para la solución de los problemas, sino que el resultado exitoso va a depender de numero-sas circunstancias: momento evolutivo del suje-to, estructura familiar, vivencia del proble-ma, etc., y que estas mismas situacio-nes son cambiantes como las aguas de un río.

Como ha dicho Dell (1983), no existe la “llave de oro” que abra

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‘la puerta’ de la solución de nuestros problemas, sino que en cada momento, y dependiendo de la ‘cerradura’ que estemos ofreciendo, habrá que actuar con una llave de oro, de platino o de bron-ce. Lo importante, pues, no es el instrumento uti-lizado, sino conseguir el encaje perfecto entre la situación angustiosa y el ofrecimiento de ayuda.

Ser solidario: un signo de salud mental

Todos los hombres, pues, nacemos con la se-milla de la solidaridad, que puede evolucionar hacia un sentimiento auténtico de preocupación por los demás, o bien, convertirse en una forta-leza autosuficiente que desprecie a todo lo que no sea el mismo. Lo que nunca podremos ne-gar es la presencia del “no-yo”, para bien o para mal. De ahí la importancia de los primeros años de la vida, donde desde nuestra primigenia in-defensión, debemos ir construyendo un “yo” fuerte, que nos posibilite una interrelación con el prójimo sana y enriquecedora, pero sin caer en la autosuficiencia o narcisismo. El niño debe aprender de forma teórica y vivencialmente que no es el “centro del universo”, que no está sólo.

Las necesidades de los demás y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyec-tos. Ser adulto también es tener en cuenta a los otros y sus necesidades.

El voluntariado, pues, es una forma de abrirnos a los demás, potenciado la comunicación y sintien-do el dolor ajeno como propio. De alguna manera, el solidario, pone su mente y su corazón en la in-digencia del otro, aplazando por un momento sus propias deficiencias. Además, el voluntariado favo-rece las relaciones interpersonales y provoca que el individuo salga de sí mismo para ayudar al más necesitado. Todas las personas que trabajan de vo-luntarios reconocen que “han recibido más” (afec-to, valoración, respeto, autoestima, etc.) que han ofrecido: un poco de tiempo y de dedicación. Por otra parte, también está comprobado que al volun-tario, que hace de la solidaridad la bandera de su vida, su propia acción voluntaria (aunque solamen-te sea una hora a la semana) le ayuda a ser mejor persona, a tener menos ansiedad y a fortalecer su propia autoestima. Por esto podemos afirmar que ser solidario es un signo de salud mental.

A aquel que hace de la solidaridad la bandera de su vida, su propia acción voluntaria le ayuda a ser mejor persona, a tener

menos ansiedad y a fortalecer su propia

autoestima. En definitiva: ser solidario es un signo

de salud mental

Al iniciar su andadura, el voluntario puede

sentirse ‘tocado’ por la fantasía de omnipotencia que el ayudando proyecta sobre él. En un segundo momento, el voluntario

puede tener un sentimiento de fracaso o decepción. Y,

si su proceso de maduración es sano, desembocará en

una última etapa de aceptación de la realidad

en la que el voluntario asume sus límites pero

también sus posibilidades

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Aunque sólo recientemente ha ido adquiriendo una personalidad jurí-dicamente definida de la que hasta ahora había carecido, lo cierto es que el voluntariado no es un fenó-meno de aparición reciente. Ha exis-tido siempre como una forma de res-puesta al sufrimiento, a la pobreza o al abandono que vulnera la dignidad de muchos seres humanos.

FORMAR VOLUNTARIOS COMPETENTES

Por José María Jiménez

UN RETO Y UNA GARANTÍA DE SOLVENCIA

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Verdad es que, a veces, el hombre puede conver-tirse, como afirmó Hobbes desde su profundo pe-simismo antropológico, en “un lobo para el hom-bre”, pero no es menos cierto, así al menos lo creemos muchos, que entre las inclinaciones na-turales que anidan en el corazón de los humanos está una especie de propensión o tendencia natu-ral que nos impulsa a alegrarnos con el bienestar del prójimo y a lamentar sus desdichas.

Por eso, en todos los momentos de la historia nos topamos con “buenos samaritanos” que, al margen de los poderes públicos o de los servicios más institucionalizados, se han apresurado a so-correr al herido, a proteger al desvalido o a com-partir su pan con el hambriento.

Respuesta al sufrimiento

Es la respuesta a la marginación y al sufrimien-to que hieren a tantos seres humanos. A tantas personas necesitadas de prójimos comprome-tidos que sean capaces de sembrar en sus co-razones una chispa de esperanza. Porque quizá sea ésta una tarea que no parece prudente fiar al buen hacer de las instituciones o a la solicitud de la Divina Providencia. Tal criterio conduciría a la pasividad y a eludir la responsabilidad que a to-dos nos concierne en relación a las carencias de nuestros congéneres.

Traigo a la memoria la historia de aquel hom-bre piadoso habituado a tratar con Dios con toda familiaridad. Parecer ser que, paseando un buen día por las calles de su ciudad, se cru-zó con una niña sucia y andrajosa que le ten-día sus manos suplicantes: “¡Tengo frío y ham-bre! -gritaba-, ¡ayudadme!”… Al buen hombre se le encogió el corazón, pero siguió caminan-do. Sentado en una acera, vio entonces a un joven extremadamente delgado, con el rostro avejentado y la mirada perdida, que era la ima-gen viva de la desesperación y la derrota… Se alejó apesadumbrado de aquel lugar y no tar-dó en toparse con unas jovencitas, vestidas de forma llamativa, que ofrecían a los transeúntes sus servicios sexuales ante la mirada inquie-tante de unos turbios truhanes que no les qui-taban los ojos de encima… Sintió una angustia

insoportable, corrió hacia la iglesia más próxi-ma, se acurrucó en un rincón y gritó, en silen-cio, su terrible frustración: “¿Dónde estás mi Dios?, ¿por qué no sales de tus iglesias y haces algo por toda esa pobre gente?”... Soportó du-rante algunos momentos el peso de un silencio abrumador y, pasado ese tiempo, que se le an-tojó una eternidad, una voz firme habló así a su corazón: “¿Cómo puedes decir que no hago nada?, ¿acaso no te he hecho a ti?”

No hace falta ser muy avispado para extraer la moraleja: la conciencia de pertenecer a un mun-do privilegiado que coexiste con bolsas de explo-tación y de la marginación más absoluta plantea a los individuos un verdadero desafío. Porque, de alguna manera, todos intuimos que no podemos escamotearnos de nuestra propia responsabili-dad exigiendo que otras instancias (autoridades públicas o el mismísimo Dios…) vengan a solu-cionar los problemas entre los que nos movemos mientras nosotros nos cruzamos de brazos.

El voluntariado

Es en este contexto de interpelación ética en el que surge el voluntariado como reacción solida-ria o muro de contención de las penalidades que golpean el rostro de quienes se sienten maltrata-dos por la enfermedad, la soledad, la pobreza, la explotación...

Saber hacer significa adquirir hábitos de

participación y trabajo en equipo. Las asociaciones

de voluntarios no son cancha para francotiradores que persiguen protagonismos infantiles, ni el lugar más adecuado para personas inmaduras con ansia de

vedetismo o reconocimiento

FORMAR VOLUNTARIOS COMPETENTES

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El voluntario ha llegado a la convicción de que su aportación en los ámbitos de atención a los demás, por pequeña que sea, es imprescindi-ble para la edificación de un mundo más justo y más humano. Es alguien que ha comprendi-do que es preferible encender una cerilla, tan sólo una insignificante cerilla, que maldecir las tinieblas. Como la madre Teresa de Calcuta, el voluntario cree que, si dejara de poner su gra-nito de arena, al desierto le faltaría ese grani-to; que, si dejara de arrojar al océano su go-tita de solidaridad, a los océanos les faltaría esa gotita.

La necesaria formación

Pero la acción voluntaria no puede ser fruto de un buenismo más o menos ingenuo, más o menos irreflexivo. Si carece de la cualificación adecua-da y si el voluntario está ayuno de las competen-cias que le pueden habilitar para intervenir con la máxima eficacia posible en las distintas áreas de las necesidades sociales, perderá en gran medida su sentido. Podría, incluso, devenir perniciosa y convertirse en un elemento que, en lugar de con-tribuir a trasformar realidades dañinas, las croni-fica prolongándolas en el tiempo.

El voluntariado no puede ser, pues, mano de obra no cualificada y, por lo tanto, barata con la que se suple el trabajo de los verdaderos profesionales. Tampoco, evidentemente, un hobby para entre-tenimiento de desocupados, mucho menos una simple operación de pura cosmética para tran-quilizar conciencias o una vía de escape para za-farse de problemas personales. Exige abrazar un proceso de formación permanente que le capaci-te para realizar el trabajo con el que uno se com-promete con plena conciencia y con la máxima competencia.

Lo cierto es que, en la actualidad, la formación del voluntariado constituye todo un reto y, a la vez, una garantía de la solvencia de los servicios que en cada caso prestan los voluntarios.

El buen voluntario es aquel que atesora capacidad de compromiso solidario y disposición a mante-nerse en un permanente proceso de formación.

Un proceso en el que, dialogando con la realidad sobre la que se quiere incidir y aprendiendo de ella, va sistematizando sus conocimientos, tes-tando sus hábitos de trabajo y potenciando sus destrezas. Y sobre todo, gracias a la reflexión so-bre lo que hace, cómo lo hace y por qué lo hace, madura como persona y acrisola sus motivacio-nes iniciales. Porque quizás sólo desde ese cre-cimiento personal se acaba viendo la vida des-de la atalaya de una solidaridad consciente que impulsa a echar una mano a los más necesita-dos para ayudarles a solucionar sus problemas y, cuando esto no es posible, para acompañarles en el proceso de cambio que les permitirá posicio-narse ante ellos con actitudes activas y positivas que faciliten su superación.

Desde estos principios generales, tres serían los ámbitos en los que debe incidir una buena prepa-ración de los voluntarios:

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Formación en conocimientos

Evidentemente, saber a qué problemática va uno a enfrentarse es el inicio de una formación que aspire a ser mínimamente responsable. Las áreas de in-tervención del voluntariado son tan variadas como diversos son los problemas que afectan a nuestras sociedades cada vez más complejas, más plurales y, también, más necesitadas. De ahí que el volun-tario deba comprometerse a intervenir con la máxi-ma soltura en los campos específicos de actuación de la institución con la que se propone colaborar.

A partir de ahí, formará parte de su responsa-bilidad disponer de un buen marco teórico que le permita prestar sus servicios no como el afi-cionado que actúa al dictado de lo que le sugie-re el sentido común o la buena voluntad, sino como persona experta que conoce el terreno en el que se mueve y, por tanto, no renuncia a la profesionalidad y a la eficacia. El buen volun-tario comprende que en su interacción, como agente de ayuda, con seres humanos en situa-ción de dificultad, no basta con que esté acom-pañado por el sentimiento de simpatía nacido al abrigo de una primera emoción. Debe ser ejecu-tada desde criterios de calidad y de eficacia que incluyan el propósito de que la persona ayuda-da asuma, en la medida de sus posibilidades, el protagonismo en el proceso de hacerse cargo de su propia vida y de buscar solucionar de raíz los problemas que la acongojan.

Formación en habilidades

Pero no basta con saber, es preciso también sa-ber hacer, es decir, adquirir todas aquellas ha-bilidades y destrezas que son precisas para que la actuación del voluntario no sólo esté respalda-da por un constructo teórico bien fundamentado, sino que logre alcanzar los máximos niveles posi-bles de profesionalidad.

Saber hacer significa, en primer lugar, adquirir hábitos de participación y trabajo en equipo. Las asociaciones de voluntarios no son cancha para entrenamiento de francotiradores que persiguen protagonismos más o menos infantiles. Tampo-co, desde luego, el lugar más adecuado al que pueden acudir personas inmaduras con ansia de vedetismo o reconocimiento. Es imprescindible, por lo tato, aprender a interactuar con los otros, a participar en la programación de las activida-des y a adquirir destrezas que contribuyan a la dinamización y animación de los colectivos con los que se trabaja.

En segundo lugar, saber hacer significa estar abierto a la supervisión y al cuestionamiento del propio trabajo como voluntario. Porque sólo quien admite ser contrastado y, en su caso, corregido acredita la madurez que es exigible a quien elige intervenir activamente como voluntario en estra-tegias que pueden incidir de forma relevante en la vida de otras personas.

Y saber hacer quiere decir, finalmente, disponer y utilizar adecuadamente con la máxima compe-tencia los medios que estén a su alcance y sean más apropiados a la peculiaridad de su actividad de voluntario.

Formación en actitudes

Finalmente, la formación debe ir orientada al ser del voluntario. Desde la sapiencia que recoge aquel viejo principio de que “nadie da lo que no tiene”, habrá que reconocer que quien opte por un mode-lo de voluntariado no simplemente asistencialista sino de crecimiento y desarrollo deberá, como pri-mera providencia, trabajarse a sí mismo tratando

Desde el principio de que “nadie da lo que no tiene”, habrá que reconocer que

quien opte por un modelo de voluntariado no simplemente

asistencialista sino de crecimiento y desarrollo

deberá trabajarse a sí mismo para alcanzar cotas más

altas de madurez y autonomía personal

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de alcanzar las cotas más altas posibles de madu-rez y autonomía personal. Porque tal vez sólo des-de una razonable madurez se pueda comprender el verdadero sentido de la gratuidad.

Las personas inmaduras difícilmente se compro-meten en tareas que exigen continuidad y que, más allá de los momentos iniciales en los que la novedad se convierte en un poderoso refuerzo, requiere muchas dosis de generosidad y sólidas convicciones para no abandonar el surco incluso cuando el laboreo se hace tedioso y el fruto del propio esfuerzo apenas si se percibe o, en todo caso, se percibe muy lejano.

El voluntario que trabaja su ser debe abrazarse a la honradez y a la coherencia y revisar per-manentemente sus motivaciones. Conforme és-tas sean más sólidas y se hallen más arraiga-das, mejor quedará garantizada la limpieza y aún la nobleza del propósito que le ha impulsa-do a vincularse con una asociación de volunta-rios. Y mejor quedará acreditado que esa vincu-lación no supone huída de compromisos previos o abandono de otras responsabilidades. No ten-dría ningún sentido regalar un tiempo que pre-viamente se ha sustraído a quienes nos son más próximos o pretender tender una mano a desconocidos mientras dejamos en la estacada a los más cercanos.

Formación, pues, en el saber (voluntarios competentes, “leídos” que conocen lo que lle-van entre manos), formación en el saber ha-cer (diestros en el manejo de técnicas) y for-mación en el ser (voluntarios maduros con conciencia crítica y visión solidaria de la so-ciedad). He aquí una apasionante tarea a la que nos enfrentamos quienes, desde una u otra trinchera, queremos que nuestro trabajo se mueva dentro de los parámetros del buen hacer exigido por el respeto que profesamos a las personas a quienes va dirigida nuestra acción.

Si el voluntario carece de la cualificación adecuada

para intervenir con la máxima eficacia posible, podría convertirse en un

elemento que, en lugar de contribuir a trasformar

realidades dañinas, las cronifica

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EL 65% DE LOS JÓVENES OPINA QUE LA

JUVENTUD SE EVADE, EL 20% CREE QUE SÍ

‘SE MOJA’ Y EL 15% PIENSA QUE SÍ AYUDA

EN OCASIONES

JÓVENES VOLUNTARIOS:

DE LA HUIDA AL

COMPROMISO

Por José Luis Rozalén Medina

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Tres grandes grupos

En un reciente estudio sobre los jóvenes volunta-rios realizado en la universidad española se ha ob-servado que un porcentaje alto de estos jóvenes prefiere acciones de ayuda relacionadas con el me-dio ambiente y con los animales en peligro de ex-tinción; después, en orden de preferencia, eligen la atención a gente con problemas de pobreza y falta de escolarización, el apoyo a discapacitados físicos y psíquicos, los campamentos de verano para in-tentar recuperar pueblos abandonados y espacios deteriorados, los viajes a África para llevar el apo-yo contra el hambre y la miseria… No cabe duda de que las universidades constituyen hoy día (entre otros muchos organismos e instituciones de ayuda voluntaria) un verdadero puente de unión entre los problemas sociales existentes y la predisposición solidaria de muchos jóvenes, ya que en las pro-pias estructuras universitarias existen oficinas de voluntariado que orientan y ayudan a los jóvenes dispuestos a trabajar por los demás.

Ante el problema de la solidaridad y el compro-miso, podemos dividir a los jóvenes de nuestro país en tres amplios grupos. Por un lado, tene-mos una parte de chicos y chicas muy vulnerable, inestable, desorientada, sin recursos, sin traba-jo, sin perspectivas claras, que lo pasa bastante mal y que poco puede hacer por los demás. Por otro lado, hay otro grupo que, con medios sufi-

cientes, está perfectamente integrado en el siste-ma social y económico, pero que de forma egoís-ta se desentiende totalmente de los problemas u penalidades de los que están a su alrededor. Por fin, podemos observar a otro grupo de jóvenes que, con más o menos medios económicos pero con una gran voluntad, colabora, trabaja y asis-te, a través de diversas organizaciones, a los más desfavorecidos y necesitados, ofreciendo gratui-tamente su tiempo y su dedicación.

El verdadero espíritu del voluntario

Conviene matizar brevemente qué entendemos no-sotros por un auténtico voluntario; desde luego no es aquel que en algún momento de su vida, fugaz-mente, tal vez impulsado por la moda o el capricho, quiere imitar a algún famosillo que se va a cual-quier país tercermundista a fotografiarse rodeado de niños famélicos, comidos de hambre y mocos, sin olvidarse del fotógrafo que inmortalice el “ma-ravilloso y generoso momento” que, a buen seguro, servirá para promocionar su carrera. El verdadero voluntario no busca el pasatiempo fácil del sába-do por la tarde colaborando con alguna ONG, sino que, en palabras de Luis Aranguren Gonzalo, en su estupendo libro Vivir es comprometerse, “se impli-ca totalmente en la acción, pone su vida en lo que hace, lleva en sí una carga transgresora propia de su edad juvenil, pretende transformar radicalmen-te la sociedad, hacerla más justa y equitativa”. Ése es el verdadero espíritu del voluntario.

Como escribe Luis Aranguren en el libro citado, “el voluntariado no puede convertirse en un sim-ple apéndice más o menos lúcido que viene a adornar una vida más o menos gris”, sino que debe surgir de un estilo de vida, de una forma de entender la existencia que no permite que haya gente postergada ni marginada. El joven volun-tario, en medio de un mundo frívolo, efímero y superficial, establece relaciones y valores perma-nentes y duraderos, mira cara a cara, sin mie-dos, a la dura realidad y lucha para cambiarla. “Sus horizontes son de justicia social y no de pa-satiempo”. Y se esfuerza constantemente por sí mismo, por los demás, por la esperanza, por la alegría, por la solidaridad, por la ilusión de lograr un mundo definitivamente mejor.

Para Luis Aranguren, “el verdadero voluntario joven ‘no juega con los

pobres’, sino que se implica en la acción, pone su vida en lo que hace, lleva en sí

una carga transgresora propia de su edad juvenil,

pretende transformar radicalmente la sociedad,

hacerla más justa y equitativa”

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El verdadero voluntario joven “no juega con los pobres”, sino que se identifica con ellos y va creando a su alrededor una red de actos y senti-mientos que van cambiando la faz de la tierra. En un mundo en donde se impone la dictadura del dinero, del poder, del triunfo, el auténtico volun-tario ofrece la cultura de la gratuidad, de la amis-tad, de la sinceridad, del encuentro personal, del contacto de los corazones.

¿Qué dicen los jóvenes?

Como en otras ocasiones, hemos planteado a un amplio grupo de chicos y chicas una serie de cuestiones en relación al tema que aquí estamos tratando: el compromiso social de los jóve-nes españoles. He aquí las preguntas formula-das y sus correspondientes respuestas.

1ª. En el ambiente en el que te mueves, entre tus amigos y conocidos, ¿hay mucha gente que dedica voluntariamente su tiempo a ayudar a los demás? ¿Se da con frecuencia el compromiso vo-luntario, el hacer cosas por los otros, o es más

frecuente la huida, la falta de preocupación por los problemas que existen en nuestro mundo? Razona tu respuesta.

En el cómputo de respuestas aparece un elevado porcentaje, el 65%, que afirma que el compro-miso voluntario entre los jóvenes no suele darse con frecuencia, que la gente es bastante egocén-trica y no suele pensar demasiado en las fatigas de los demás. Es más frecuente, dicen, “la huida, el pensar en uno mismo y los demás que espa-bilen”. “Tengo yo bastante problemas como para preocuparme de las penas de la gente”. “Mi tiem-po libre es escaso y el que tengo prefiero dedi-carlo a mis vicios y diversiones”. “En mi ambiente veo a pocos jóvenes con espíritu de ayuda volun-taria”. “Es triste, pero sólo los que lo han pasado mal alguna vez tienen la voluntad de escuchar y ayudar”. “Conozco a muchos que lo poco que ha-cen por los otros lo airean a los cuatro vientos para lograr reconocimiento y aplausos”.

Sin embargo, hay un 20% de respuestas que, por el contrario, sí cree en la buena voluntad del ser humano, sí está convencido de que “siempre hay,

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y habrá, personas buenas y generosas que entre-gan su tiempo libre a los demás, para consolar-los, para curarlos, para atenderlos, para llevarles un poco de felicidad y alivio”.

Finalmente, se da otro pequeño porcentaje, el 15%, que piensa que, aunque no haya muchos jó-venes que tengan una frecuente y notable activi-dad voluntaria, en algunas ocasiones, en circuns-tancias adecuadas, cuando tienen más tiempo, cuando la situación atañe a la familia o los ami-gos, entonces sí echan una mano, sí realizan ac-ciones puntuales de ayuda a los demás. Nos dice, por ejemplo, Sergio, un chico de 19 años: “Suelo ayudar a mi familia y a mis amigos cuando los veo ‘con el agua al cuello’; tengo un tío ya mayor que está solo y, de vez en cuando, voy a hacerle com-pañía; se pone muy contento y yo me siento muy bien; entonces pienso que es bonito ayudar a la gente necesitada y que yo, si fuese más generoso, podría hacer mucho más de lo que hago”.

2ª. ¿Qué tipos de ayuda voluntaria más frecuen-tes conoces entre los jóvenes de tu entorno?

Entre las acciones más citadas (que, por otra parte, a muchos de estos chicos/as les gustaría realizar algún día) figuran las siguientes: parti-cipar en campañas de información contra el sida y la droga, y de prevención del cáncer; ayudar a la gente que no tuvo oportunidades en su día para estudiar y aprender; limpiar las costas, los bosques, los parques y ayudar a tener conciencia ecológica; ayudar a alguna familia humilde que tiene a varios de sus miembros en paro o con en-fermedades graves; visitar a los enfermos que están solos en los hospitales; atender y acompa-ñar a los ancianos que están abandonados; apa-drinar algún niño del Tercer Mundo; ir a las cár-celes a hacer compañía a los reclusos y a char-lar con ellos; ayudar a los escolares sin recursos económicos y con problemas de aprendizaje; ir a los barrios suburbiales y comunidades desfavore-cidas para atender a los más pobres con ropas, alimentos, comida, trabajo; asistir a campamen-tos de verano para reconstruir pueblos, conocer nuevas culturas, hacer nuevos amigos… En defi-nitiva, como vemos, se trata de un buen progra-ma de actividades voluntarias: más que de reali-dades efectivas, de buenos deseos.

3ª. ¿Realizas tú alguna actividad de voluntariado? ¿Cuál es? Razona brevemente tu actitud, tanto si la realizas, como si no haces nada.

Aparecen aquí respuestas diversas de distinto calado: “No realizo ninguna actividad, porque no saco nada en limpio”. “Ahora no hago nada, ni creo que en el futuro tampoco haga algo aunque algún día tuviera más tiempo, porque a mí sólo me incumben mis problemas”. “No hay ninguna

El voluntariado no puede convertirse en algo que

viene a adornar una vida más o menos gris, sino que debe surgir de un estilo de

vida, de una forma de entender la existencia que no permite que haya gente postergada ni marginada

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ONG que me motive, y además, algunas se en-riquecen a costa del dinero de los demás”. Éstas son algunas de las contestaciones más negati-vas y oscuras.

En cambio hay otras muchas más esperanzadoras que conviene destacar: “Aunque ahora no puedo, me gustaría colaborar con Acnur”. “Si algún día tengo más tiempo, querría trabajar con el Samur o la Cruz Roja, porque creo que realizan una gran labor”. “Aunque actualmente no realizo ninguna actividad, estoy seguro de que, si algún día cola-boro en algo, me sentiré muy a gusto”. “En estos momentos” -nos manifiesta Isabel-, “ayudo a un grupo de niños de mi país, Cabo Verde, que tie-nen mucha necesidad de alimentos, de protec-ción, de cariño, de todo”. “Cuando doy sangre, me siento feliz: poco es, pero algo es”. “Colabo-ro con mi parroquia y con Cáritas en al atención a los más necesitados y olvidados”. “Sólo pue-do dar, de vez en cuando, unas pocas monedas y unas palabras de conversación a un señor ma-yor que está pidiendo en una esquina de mi ba-rrio; más que el dinero, agradece mucho el tiem-po que le dedico hablando con él”. “Cuando tuve a mi hijo hace tres años” -nos dice Raquel, madre

muy joven-, “me sentí muy arropada por mi fa-milia, por voluntarias que me apoyaron, por otras chicas que estaban allí tan solas como yo; allí aprendí a ayudar y a que me ayudaran”.

4ª. ¿Crees que en una sociedad como la nuestra, con tantas carencias y necesidades, es importan-te que haya jóvenes dispuestos a sacrificarse por los demás, o todos estos problemas tendrían que ser solucionados por el Estado? Razona breve-mente la respuesta.

Salvo algún caso raro que afirma que “atender los problemas de la gente es asunto exclusi-vo del Estado y de las organizaciones dedica-das pertinentes”, la gran mayoría de los jóve-nes, está convencida de que, “aunque el Es-tado debe dar ejemplo a los miembros de la sociedad cumpliendo con sus obligaciones de atención pública, “desde la Casa Real hasta el último ayuntamiento”, nos dice Ricardo, alum-no de 21 años, “sin embargo, siempre es ne-cesaria la colaboración voluntaria de la gente, de cada uno de nosotros, porque siempre hay personas y situaciones a los que la acción pú-blica no llega”. “A veces”, nos dice Ignacio, jo-ven de 20 años, “estamos los jóvenes preocu-pados por comprarnos la consola más moder-na, la última marca de pantalones o zapatos, el más sofisticado capricho, mientras observa-mos que hay gente que tiene que comer en los comedores de Cáritas o va rebuscando en los contenedores de basura: y nos quedamos tan panchos”.

Finalizamos con lo que nos dice Luisa, una chica de 22 años, estudiante en un instituto nocturno de Madrid, que trabaja por la ma-ñana en unos grandes almacenes: “Es impor-tante que haya jóvenes que estén dispuestos a sacrificarse por los demás, porque en una sociedad solidaria todos dependemos de to-dos, todos nos necesitamos, sobre todo los que menos tienen… Por supuesto que tene-mos que descansar y divertirnos, pero hay que sacar tiempo para los demás, porque yo estoy segura de que cuanto más damos más recibimos, y si nos encerramos en nosotros mismos, estaremos matando nuestra espe-ranza y la del mundo”.

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ENTREVISTA

“Si no estamos formados y pretendemos ayudar, a lo mejor estamos perjudicando sin darnos cuenta” Por Gloria Díez

Fotos: Cristina Bezanilla

LUCIANO POYATO ROCA PRESIDENTE DE LA PLATAFORMA DEL VOLUNTARIADO

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ENTREVISTA

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“Si no estamos formados y pretendemos ayudar, a lo mejor estamos perjudicando sin darnos cuenta”

LUCIANO POYATO ROCA PRESIDENTE DE LA PLATAFORMA DEL VOLUNTARIADO

Luciano Poyato es un ingeniero agrícola que se encontró con el campo del voluntariado a través de una huerta, o mejor de La Huertecica. Eran los años duros de la heroína y nadie sabía muy bien cómo hacer frente al problema. Hoy es presidente de la UNAD, una entidad que agrupa a 258 organizaciones que trabajan en el terreno de las drogodependencias. Poyato, cartagenero, encabezó la candidatura que resultó elegida el año pasado para gestionar la Plataforma del Voluntariado, entidad que aglutina a la mayor parte de las or-ganizaciones no gubernamentales de este país.

La entrevista tiene lugar en la sala de reuniones de la Plataforma, en un edificio del viejo Madrid. En torno a esta mesa redonda se habla y se pacta. Para poner de acuerdo a setenta y siete miembros hace falta dialogar mucho.

Usted llegó al voluntariado, y al mundo de las drogas a través de los cultivos.

Sí, allá por el año 1987, en mi zona, había una serie de madres preocupadas por los problemas derivados del consumo de heroína. En aquel mo-mento no había ninguna respuesta a esa situa-ción y alquilaron una finca: La Huertecica. Yo es-taba en el último año de carrera y me llamaron para que pusiera una serie de cultivos hortíco-las, con algún invernadero que otro. Pronto nos dimos cuenta de que, por dedicarse a trabajar en la tierra, los chicos no dejaban el consumo, sino que necesitaban una reflexión más profun-da sobre qué es lo que estaba pasando en su vida. Fue entonces cuando empezó a incorporar-se gente de otras disciplinas, fundamentalmente del mundo de la psicología y se constituyó la aso-ciación Colectivo La Huertecica, pero realmente no se ha dedicado nunca a las labores agríco-las. Nació para ayudar a esos chicos de los que, por cierto, algunos murieron con nosotros, por-que ese momento también coincidió con el boom del VIH. La asociación creció muy de prisa, fue-ron unos años duros de aprendizaje, de muerte, de todo ahí mezclado. Y como en Cartagena, en el resto del estado español aparecieron también asociaciones de estas características. Al principio nos reunimos cinco, fuimos las que firmamos el acta fundacional de UNAD, la Unión Nacional de Atención a las Drogodependencias. Llegamos a ser cerca de 300, pero ahora hemos quedado en 258, porque algunas han desaparecido por fal-

ta de actividad. UNAD, ahora mismo, es verdad que está muy profesionalizada, pero también tie-ne muy en cuenta todo el voluntariado que hay en el sector, y sobre todo la experiencia en mate-ria de gestión, de ofrecer un servicio.

¿Cuál es la situación actual de las adicciones en España?

Hemos pasado por una gran epidemia, que se asociaba a la inseguridad ciudadana, a la muer-te, a la delincuencia. Ahora estamos viviendo una situación que no tiene nada que ver, hay un poli-consumo, nadie es consumidor de una sola sus-tancia, cocaína, cannabis, drogas de diseño… es verdad que hay menos muertes, pero yo creo que no deberíamos bajar la guardia, porque hay una parte de la juventud que no tiene ninguna per-cepción del riesgo y eso nos preocupa. Otra cosa que nos preocupa es que se empieza a consumir a una edad más temprana, consumir con 13 ó 14 años, cuando uno está en periodo de pre-ado-lescencia y de formación de la personalidad, del mundo de relaciones, eso complica.

“Nuestro sector tiene que darse a conocer mucho más

a través del concepto de marca y de las nuevas

tecnologías”

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ENTREVISTA

¿Se podría decir que el voluntariado es una vertiente laica de la solidaridad?

Desde mi punto de vista, ser voluntario es in-dependiente de la religión, de la cultura, de la nacionalidad; es independiente, fíjese lo que le digo, de la edad, ahora se está vinculando mucho el voluntariado a gente joven y lo que nos tiene que unir es la acción voluntaria. Yo no lo llama-ría voluntariado laico, además, en la Plataforma del Voluntariado hay entidades que tienen vincu-lación religiosa.

Por supuesto, no digo que en las iglesias no haya voluntarios, sino que el voluntariado ocupa un espacio en el que antes era frecuen-te encontrar organizaciones religiosas.

En ese sentido sí, y de hecho, nuestra platafor-ma, como muchas entidades, es aconfesional.

Al calor de la democracia

¿Cuándo surgen los movimientos de volunta-riado en España?

En este país coincide, evidentemente, con el ini-cio de la democracia. Es entonces cuando empe-zamos a hablar, no solamente de voluntariado, sino de movimiento asociativo, de entidades soli-darias, de entidades sin ánimo de lucro, en defi-nitiva, de todo lo que intentamos construir ahora, que es el “tercer sector” de acción social.

¿Tercer sector?

Sí, hay un sector que es todo lo público, todo lo que se gestiona desde los ayuntamientos, las co-munidades autónomas o desde la administración general del Estado, luego hay otro sector que tie-ne que ver con lo privado, toda la clase empre-sarial en sus distintas modalidades y hay un ter-cer sector que nosotros le ponemos el apellido de “acción social”, que no es ni público, ni privado lucrativo, y la diferencia con los otros dos es que las entidades que lo componemos no tenemos ánimo de lucro. En este momento, si pregunta-mos qué es esto del tercer sector de acción so-cial, la mayor parte de los ciudadanos no sabrían

explicarlo, está más asumido el concepto de la ONG, y a veces, incluso, el concepto de la ONG li-gada a la cooperación para el desarrollo, que está muy bien y hay que apoyar eso, pero también hay que decir que hay organizaciones que son or-ganizaciones no gubernamentales de acción so-cial en este país, que también hacen falta.

Hablan de ser teóricos del voluntariado ¿Qué hay detrás de la idea de ser voluntario?

Yo definiría al voluntario como una persona que se acerca, como una persona que es capaz de ser generosa y solidaria, pero que, al mismo tiempo, también tiene que unir sus fuerzas para que las cosas cambien. Y por lo tanto, cuando decimos que queremos ser agentes sociales, es porque la idea del voluntariado tiene que ver con el acom-pañamiento, pero también con que hay situacio-nes que deben cambiar para que no se produzcan

“Para abordar recortes presupuestarios, el Gobierno

tiene que hablar con empresarios y sindicatos,

pero también debería hablar con nosotros porque sus decisiones afectan a la población con la que estamos trabajando”

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ENTREVISTA

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consecuencias injustas. Y en eso yo creo que hay algunas organizaciones que nos hemos equivo-cado, porque le hemos dicho a la gente: “No, no basta con que estés ayudando a un discapaci-tado, sino que tienes que formarte para hacer-lo bien, porque no todo vale y al mismo tiem-po, también tienes que estar con nosotros para proponer cambios legislativos”. Y eso tiene que ser un proceso de descubrimiento personal, sí es que se descubre, y si no se descubre, tampoco pasa nada. Pero sí, hay una parte del voluntaria-do que defendemos nuestra función como agen-tes de cambio social.

Representando a muchos

Ése es un paso más.

Sí ése es un paso más, porque en este país, cuando un gobierno pregunta, por ejemplo sobre los recor-tes presupuestarios, ¿a quién va a preguntar?, ¿con quién van a pactar? Con la clase empresarial y con los sindicatos. Pero bueno, ¿no hay otro sector? A lo mejor, también tendrían que preguntarnos, ¿no?, y que nosotros pudiésemos decir: “Oye esto afecta a la población con la que estamos trabajando”.

Eso enlaza con la siguiente pregunta, por-que dicen que desde la Plataforma repre-sentan a 800.000 personas. ¿El objetivo es básicamente hablar con una sola voz frente al poder político?

No es fácil, pero ésa es un poco la idea. Cuidado, en la Plataforma hay organizaciones muy gran-des, hay organizaciones muy pequeñas y media-nas. Precisamente este año vamos a dedicarnos a preguntarle a la gente cómo ve la Plataforma y

“Los voluntarios son personas capaces de ser

generosas y solidarias, pero que también tienen que unir

sus fuerzas para que las cosas cambien”

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ENTREVISTA

qué quiere de la Plataforma. Pero sí, yo creo que hay que tender a que haya una voz que aúne a todo este movimiento. Y no tenemos que tener grandes pretensiones, no nos tenemos que pe-lear en veinte objetivos, tendremos que coincidir en cuatro o cinco y esos defenderlos.

¿Qué es el Observatorio del Voluntariado?

Realmente es un encargo, vamos a ser así de trans-parentes. El Ministerio de Política Social quería tener un observatorio, y dijimos, ¿por qué no lo gestiona-mos nosotros? El observatorio tiene una vida ya y, como muy bien dice la palabra, su objetivo es obser-var lo que ocurre, no solamente con el voluntariado, sino también con el fenómeno del voluntariado. No se trata sólo de saber cuántos voluntarios somos y cuál es el perfil del voluntario, sino de que se analice el fenómeno en sí. Se ha hecho también un estudio sobre lo legislativo, como se legisla el voluntariado en las distintas comunidades autónomas y qué dife-rencias hay. Ahora estamos en la fase de ver cuáles son las necesidades del voluntariado, en qué cam-pos hace falta que el voluntariado se implique.

¿Cómo va a afectar la crisis económica?

El voluntariado como tal es una opción altruista, no tiene una recompensa económica y por lo tanto es un complemento de lo que hace la asociación, pero evidentemente hay asociaciones que están pres-tando servicios y eso cuesta dinero. Hay entidades que se dedican a dar de comer, o que ayudan a los discapacitados, o que trabajan en el ámbito de la alfabetización, o de las drogas, que tiene sus re-cursos, sus profesionales, y eso ya se está viendo afectado, porque entidades que dependen de lo lo-cal y lo autonómico ya están sufriendo retrasos en los pagos. Hay muchas organizaciones pequeñas y medianas que pueden desparecer, y hay otras que ya están pidiendo préstamos para sobrevivir.

Darse a conocer

El voluntario es la materia prima, el capital humano. ¿Cómo se capta?

Cada entidad a nivel local tiene sus relaciones con la propia sociedad. El esfuerzo que quere-mos hacer desde la Plataforma del Voluntariado es crear campañas de sensibilización a través de las nuevas tecnologías. Nuestro sector tiene que darse a conocer (www.plataformavoluntariado.org). Sabemos pedir, pero lo que es el tema de la marca, esa historia tan empresarial, nosotros no lo hemos hecho nunca. De hecho, ya hay algunas organizaciones grandes que están empezando a vender un poco la marca y yo creo que ésa es una de las primeras claves para poder contactar con gente de todo tipo, darnos a conocer, decir lo que hacemos.

¿Es importante la formación de los volunta-rios?

“Con la crisis económica, hay muchas ONG pequeñas

y medianas que pueden desaparecer, y hay otras

que están pidiendo préstamos para sobrevivir”

“Ser voluntario es independiente de la

religión, de la cultura, de la nacionalidad y de la edad”

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ENTREVISTA

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Es una de las cosas más importantes que hay. Si no estamos formados, y lo que pretendemos es ayudar, a lo mejor estamos perjudicando sin dar-nos cuenta. La persona es muy compleja y muy grande al mismo tiempo. Si queremos ayudar a un discapacitado, por ejemplo, un discapacitado puede tener deficiencias físicas, pero, a ver cómo está interiorizando esas deficiencias y los proble-mas que eso le ha generado. Por lo tanto, tam-bién tendremos que ser, no unos grandes pro-fesionales de la psicología, pero sí tener ciertas pautas. No podemos ser excesivamente paterna-listas, muchas veces hay que decir: “Oye, esto no se hace”. No por el hecho de que esté mal no le vamos a decir que “esto no se hace”, pero también hay que aprender a decírselo. Y a veces diciendo “no” también estamos ayudando, inclu-so más que diciendo “sí” siempre. Hay que tener una formación continua y una formación en dis-tintas disciplinas. A veces nos podemos formar entre nosotros mismos, compartiendo experien-cias, compartiendo situaciones, independiente-mente de que luego vengan grandes profesiona-les a formarnos.

Tras su inicio en La Huertecica su trabajo ha derivado hacia la gestión. ¿Se considera un gestor?

Hombre, tanto como un gestor… yo no puedo ol-vidar mi parte voluntaria.

¿Continúa haciendo voluntariado?

Sí, pero de una manera más autónoma. Por otro lado, este sector de acción social hay que ges-tionarlo bien, con transparencia, con calidez, con calidad, con valores. Tenemos unos recursos eco-nómicos que vienen en parte de la Administra-ción y en parte de las donaciones, es un dine-ro público y tenemos que gestionarlo mejor que cualquier empresa.

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Por Norberto Alcover

CINE

UN CINE APASIONANTE

Con toda seguridad, un tercio del cine que se ha realizado desde 1945, cuando aparece en las pantallas Roma, ciudad abierta, del maestro neorrealista Roberto Rossellini, ha versado sobre historias relacionadas con la solidaridad. Y es del todo normal porque siempre hemos escrito que “el cine es vida y la vida es cine”, en función del interés del arte por “representar el devenir del ser humano” en su ponerse existencial en la realidad histórica. Entonces, resulta que un montón de las acciones y sentimientos de los hombres y mujeres que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo y del espacio, corresponden a situaciones solidarias o, por el contrario, contrasolidarias, es decir, al hecho nuclear de que seamos “hermanos en el camino de la vida” o por el contrario, “lobos los unos para los otros”.

La vida secreta de la solidaridad

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Desde la historia bíblica de Caín y Abel, parecie-ra que es la contrasolidaridad la que impone sus leyes destructoras, pero nunca podemos olvidar que tal historia acaba en una cruz a las afueras de Jerusalén, de donde pende un cuerpo muer-to/asesinado por proceder solidariamente y toda-vía más por cargar sobre sí el misterioso pecado de los demás. Siempre es mucho más excitan-te cualquier historia de solidaridad constructiva que tantas otras en las que nos regodeamos de una insolidaridad destructiva. Pero en ambos ca-sos y cuando se trata de historias cinematográfi-cas, estamos ante uno de los vectores más apa-sionantes porque nos coloca ante lo más nuclear de nuestra propia vida individual y colectiva: la decisión de estar ahí, junto a los demás, para ayudarles a construir la ciudad de todos, o por el contrario, hacer de nuestro ahí una pedrada en el corazón ajeno, destruyendo parte de lo que tan costosamente habíamos ya construido. Sumerjá-monos, pues, en este universo cinematográfico tan complejo por extenso y matizado.

Y a efectos didácticos, dividiéremos el estudio en los capítulos necesarios para enumerar la mayor cantidad de películas posibles y posibilitar, así, una amplia experiencia cinematográfica de los lectores y, tal vez, de lectores relacionados con las tareas educativas y familiares. Más películas y menos comentarios personales.

Grandes películas de solidaridad en el amor/amistad

Indicamos el título del film, su autor, el año de producción y la cuestión que aborda en el con-junto del epígrafe.

1. El chico, de Charles Chaplin, 1920: Dickens en pantalla sobre la historia de dos margi-nales que se ayudan mutuamente. Desde ahí, saltamos hasta La carretera, de John Hillcoat, 2009, en que la relación entre pa-dre e hijo se hace itinerante tras el apoca-lipsis planetario. Con cierto humo la prime-ra y sin concesiones la segunda, muestran dos formas estéticas y éticas de concebir la solidaridad por estricto amor pero desde motivaciones amantes muy diversas.

2. Las uvas de la ira, de John Ford, 1940: una familia nos muestra su capacidad solidaria en plena depresión del 29 y en una Norteamé-rica sin piedad para con los vencidos por la vida. Del todo actual y del todo pedagógica. En la misma línea, Solas, de Benito Zambra-no, 1998, uno de los mejores films del cine español sobre una mujer rural que emigra a la ciudad, se hunde en tal infierno, y tendrá que ser rescatada por su madre campesina y por un anciano vecino que la adopta como la hija no tenida. De la depresión socioeconó-mica puntual a la permanente depresión ur-banita de nuestros días.

3. Million Dollar Baby, de Clint Eastwood, 2004: una dura pero ungida historia de amistad, devenida en amor, de un boxeador retirado que acoge y educa en tal deporte a una joven ambiciosa, hasta la plenitud de la tragedia. Con la eutanasia activa de fon-do, merece una aproximación, sobre todo, por su estética casi perfecta. En esta misma línea, de una persona mayor/padre que se aproxima a su hijo, en este caso un desapa-recido en la dictadura argentina, Desapa-recido, de Costa Gavras, 1982. Una soli-daridad clásica que marca un camino en el cine transgresor de la ochenta.

La solidaridad atraviesa todo el cine como elemento de construcción o, en caso de devenir insolidaridad, como causa de tremenda

destrucción, pero en ambos casos estamos ante uno

de los vectores más apasionantes de las

historias cinematográficas porque nos coloca ante lo más nuclear de nuestra propia vida individual

y colectiva

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4. Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, 1948: una de las mejores historias paterno/filiares en el paupérrimo ambiente postbéli-co italiano, en que el amor se hace carencia y desesperación. Film a visionar de nuevo sin excusa. En la misma línea, Irina Palm, de G. Garbarski, 2007, donde asistimos con estupor a lo que una abuela es capaz de hacer por la salud de su nieto: dedicarse al desconocido negocio de la masturbación en un local para sexo. Un film que te deja completamente frío porque nos adentra en lo que nos humilla. Excelente.

5. La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel, 2008: la compasión de una ex-es-posa para con un ex-marido hundido en la impotencia física y psíquica, mientras el res-to lo abandona tras años de triunfo y de es-

plendor. Un tanto brechtiana pero ungida de cariño, de cercanía amable, de amor hecho de tanta memoria marital, frente al mar, a la deseada libertad. Recuperarla como sea. Una historia verdadera, del siempre sor-prendente David Lynch, 2000, guarda rela-ción con la anterior al situarnos junto al an-ciano que recorre una larga carretera para reencontrarse con su hermano y hacer las paces tras años de distanciamiento. Gran cine. Gran humanidad. Gran amor fraternal.

6. Los puentes de Madison, del ya citado Clint Eastwood, 1995: un film menospreciado crí-ticamente pero de los mejores trabajos del ya maestro Eastwood, donde nos muestra hasta qué punto el amor más recio está he-cho de detalles casi inapreciables pero inevi-tables. Pasa el tiempo y nos resulta una his-toria cada vez más emocionante por realista. En el estanque dorado, de Mark Rydell, 1981, nos traslada al asunto de los detalles matrimoniales en la tercera edad, con una historia de amor casi terminal entre dos gi-gantes del cine, Henry Fonda y Katherine He-pburn. Algo melosa, pero sintomática.

Grandes películas de solidaridad en la justicia

1. El acorazado Potemkin, de Sergei M. Ei-senstein, 1925: o hasta qué punto la unión de los hombres y mujeres en una momento dado, hacen de la justicia solidaria auténtica gesta revolucionaria. Nunca dejar de verla, sobre todo en tiempos sombríos y propicios a la desesperanza como los nuestros. En la misma línea, un film casi desconocido pero magistral: El ejército de las sombras, de J. P. Melville, 1969, que nos permite observar la valentía solidaria de la Resistencia france-sa ante el nazismo invasor. De necesaria vi-sión por la misma razón que la anterior: re-cuperar el sentido de la dignidad solidaria.

2. Los lunes al sol, de Fernando León de Ara-noa, 2002: como fresco del drama de un grupo de parados españoles que soportan su desclasamiento definitivo en común, como auténticos parias del mundo. La colmena,

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de Mario Camus, 1982, nos conduce hasta un situación semejante en la España de la postguerra incivil, con mendigos y prostitu-tas que se acogen, a intelectuales que ponen en común sus frustraciones sociopolíticas. Cela al fondo y mucho también de Martín Santos, tan olvidado. Dos películas en que la solidaridad, surgida en la marginalidad, llena por completa la acción fílmica.

3. Salvad al soldado Ryan, de Steven Spiel-berg, 1998: aplica, al rescate de un soldado por un comando militar, el criterio de justicia solidaria, tan típico del ejército norteamerica-no, con excelente interpretación del cotidiano Tom Hanks. La espectacularidad no nos priva de asumir el mensaje inusual. La ley del si-lencio, de Elia Kazan, 1954, insiste en esta temática pero trasladada al mundo inhóspito de los muelles neoyorquinos, donde la justi-cia solamente se alcanza por la solidaridad de los pobres…, en beneficio de uno solo de ellos, un Marlon Brando en estado de gracia.

4. La lista de Schlinder, de Steven Spiel-berg, 1993: entre la compasión, el inte-rés y, sobre todo, la justicia histórica, un solo hombre consigue saltarse la feroz es-trategia nazi del exterminio judío. Uno de los films más bellos sobre la solidaridad hu-mana, tan en la línea del maestro Spiel-berg, siempre marcando caminos. Buenas noches, buena suerte, del actor George Clooney, 2005, incide en esta misma temá-tica pero en plena caza de brujas, en el am-biente de una emisora televisiva enfrentada al pensamiento correcto y a las audiencias exigidas por el capital. Sobria y en blanco y negro, es un testimonio histórico solvente y contenido de unos hombres que persiguie-ron la justicia ante todo, unidos en unos mismos ideales solidarios.

5. Philadelphia, de Jonathan Demme, 1993: un film injustamente menospreciado por la crítica, pero que contiene varios comunica-dos impagables sobre cómo la unión de los que creen en la justicia solidaria alcanzan el objetivo deseado y trabajado. De nuevo, un gran trabajo de Tom Hanks. Los san-tos inocentes, de Mario Camus, 1984, se mueve en la misma dinámica, pero en este caso para mostrarnos hasta qué punto la solidaridad en la injusticia (los amos) insta a que los siervos marginados huyan cami-no de la libertad (los hijos que marchan a la ciudad). Un film siempre necesario y siem-pre conmovedor.

Grandes películas de solidaridad en la fe/esperanza

1. Ordet/La Palabra, de Carl. T. Dreyer, 1955: la mejor película religiosa del cine, donde el grupo humano resulta resucitado en la resu-rrección moral y física de una de las prota-gonistas, en una fe que procura esperanza. En esta misma línea, pero con una historia más individualizada, Pena de muerte, del gran Tim Robbins, 1996, donde una monja asiste a un condenado a muerte hasta que suscita en él, antes de la ejecución, la mis-ma esperanza surgida de una naciente fe.

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Enorme Susan Sarandon, su personaje nos lleva hasta su propio misterio consagrado. Recuperar ambas películas sin falta.

2. La Misión, de Roland Joffé, 1986: un film ya mítico sobre la enorme aventura de un grupo de jesuitas y su compañero militar, quienes nos muestran la impresionante ex-periencia de la llamadas Reducciones del Paraguay, fruto de una fe fortalecida en la esperanza, pero sobre todo, fruto de la soli-daridad entre europeos e indígenas. El caos final sabemos, ahora, que fue el mayor de sus triunfos. En la misma línea está Rome-ro, de John Duigan, 1989, vida y muerte de un obispo tan solidario con su pueblo que, en fe y en esperanza, dio su vida por él. Una maravilla de testimonio en tiempos frá-giles como los nuestros.

3. El gran silencio, de Philip Groning, 2005: la fe radical de unos monjes contemplati-vos en la actualidad, se hace esperanza de plenitud vital y de sentido trascendente de su propia vida. Es la solidaridad de un Dios que se hace realidad en la soledad sonora del monasterio. Elemental como película, es un hito en el cine religioso. La vida secre-ta de las palabras, de Isabel Coixet, 2005, transfiere esta sensación de trascendencia plenificada y solidaria a una pareja rota por la vida y la memoria, hasta poner en común su fe humana y su esperanza compartida. No es un film cristiano, pero sí un film pro-fundamente religioso. Porque donde se pro-duce la plenitud del hombre y de la mujer, allí está Dios que todo lo plenifica.

4. Diez películas no menos solidarias y com-plementarias:

- La clase, de Laurent Cantet, 2008.- El festín de Babette, de Gabriel Axel,

1988.- Canción de cuna, de José Luis Garci,

1994- 13 rosas, de Emilio Martínez Lázaro, 2007.- Gran Torino, de Clint Eastwood, 2009.- Bab’Aziz, el sabio sufí, de Nacer Khemir,

2005.

- Mi nombre es Harvey Milk, de Gus Van Sant, 2008.

- Paseando a Miss Daisy, de Bruce Be-resford, 1989.

- Confidencias, de Luchino Visconti, 1974.- Todos nos llamamos Alí, de Rainer

Werner Fassbinder, 1973.

Descifrar la solidaridad oculta en el cine

La solidaridad cinematográfica va mucho más allá de las películas que hemos citado en este bre-ve ensayo. Atraviesa todo el cine como elemen-to de construcción o, según decíamos al comien-zo y en caso de devenir insolidaridad, como causa de tremenda destrucción. Pero hay que saber mi-rar para acertar a ver esa vida secreta de la so-lidaridad, apenas distinguible en tantas historias de vida y de muerte como el cine nos regala. Es el eterno problema del lenguaje audiovisual: que solamente quien está preparado para descifrarlo, será capaz de gozar de tanta riqueza como acierta a comunicar. Ordet/La Palabra, por ejemplo.

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Acompañan a los mayores en sus ratos de soledad, ayudan a las per-sonas con discapacidad, realizan talleres y juegos para los más pe-queños, se juegan la vida en países del Tercer Mundo para sacar de la miseria a los más desfavorecidos. Su tiempo libre lo utilizan para servir a los demás. Los voluntarios siempre actúan bajo un lema que puede resumir su labor: “Por todos mis compañeros”.

A PIE DE CALLE

UN LEMA PARA VIVIR: “ P O R T O D O S M I S C O M P A Ñ E R O S ”

Por Antonio Saugar

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Inundaciones, terremotos, hambrunas, guerras son algunos de los escenarios en los que trabajan los voluntarios, personas que deciden dedicar su tiempo libre a ayudar a los demás, estén donde estén y tengan los problemas que tengan.

Se les puede ver aliviando la soledad de los más mayores o los enfermos, acompañando a perso-nas ciegas en visitas a museos para explicarles las exposiciones, jugando con niños desfavoreci-dos, participando en caravanas humanitarias ha-cia el Tercer Mundo. Pero son pocos los datos que hay sobre los voluntarios.

Perfil del voluntariado

El perfil del voluntario en España es el de una mu-jer, con edad comprendida entre los 30 y los 40 años, según los datos facilitados por la Subdirec-ción General de ONG y Voluntariado, perteneciente al Ministerio de Sanidad y Política Social. Los volun-tarios de entre 25 y 45 años son cerca del 50 por ciento del total, mientras que entre los que cuentan entre 45 y 65 años supera el 30 por ciento.

Los datos señalan que los menores de 25 años brillan por su ausencia. Para tratar de involucrar a este sector de la población en las tareas de vo-luntariado, se ha puesto en marcha Voluntaríza-te, un programa de sensibilización que utiliza las

nuevas tecnologías para promover la participa-ción juvenil mediante el voluntariado.

El Instituto de la Juventud, la Fundación Cibervo-luntarios y el Ministerio de Sanidad y Política So-cial han desarrollado este programa para que los más jóvenes participen en este tipo de tareas.

Según el director general del Injuve, Gabriel Al-conchel, “cerca de un tercio de la juventud de nuestro país declara tener experiencia en activi-dades de voluntariado. Un 10 por ciento colabora actualmente y un 18 por ciento no colabora aho-ra, pero lo hizo con anterioridad”.

VoluntarizarseEl número de personas que han pensado en co-laborar como voluntarios supone el 42 por cien-to de quienes no han participado en actividades de voluntariado. Los jóvenes señalan la “falta de tiempo” como la razón más importante para no colaborar en acciones solidarias.

Datos del Observatorio de la Juventud del Inju-ve señalan que, aunque los jóvenes dan mucha importancia a las actividades de voluntariado, no perciben demasiado la presencia de voluntarios en sus entornos.

De aquí la importancia de la campaña Voluntarí-zate, que se desarrollará a través de la web www.

UN LEMA PARA VIVIR: “ P O R T O D O S M I S C O M P A Ñ E R O S ”

El Observatorio de la Juventud del Injuve señala

que, aunque los jóvenes dan mucha importancia a las

actividades de voluntariado, no perciben demasiado la presencia de voluntarios

en sus entornos

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voluntarizate.org, dirigida a jóvenes de ambos sexos de entre 16 y 22 años, que podrán opinar a través de esta web, subir fotos, vídeos...

Las actividades de voluntariado que más interesan a los jóvenes son las relacionadas con la infancia y la juventud, la ayuda al Tercer Mundo, trabajar con personas con discapacidad, así como las tareas re-lacionadas con el medioambiente y la salud.

Hay voluntarios que no necesitan salir de su ciu-dad para desarrollar su labor de ayuda a los de-más. Los hay que, de la mano de organizaciones de vecinos, acompañan a los más mayores en sus momentos de soledad. Otros, junto a diversas ONG, tratan de paliar las necesidades de las per-sonas indigentes y recorren las calles, de día y de noche, para llevarles palabras de aliento y algo de comer para que puedan aliviar ese vacío del alma y del estómago que les provoca estar en la calle.

Los hay que dedican parte de sus vacaciones para acudir a los países más desfavorecidos con el objetivo de ayudar a los más necesitados. Des-de médicos y enfermeras que viajan a países de África para vacunar y realizar revisiones a muje-res y niños, a otros profesionales que levantan casas y escuelas, pasando por personas de profe-siones variadas que consideran que ayudar a los que más sufren en esos países es un deber y una actividad que les llena de satisfacción.

Pero ser voluntario es, en muchas ocasiones, la-bor de riesgo. A la hora de escribir este texto, dos cooperantes españoles de una ONG catalana se encuentran secuestrados por una rama de Al Qaeda. Fueron capturados, junto a otra compa-ñera ya liberada, cuando formaban parte de una caravana solidaria. Llevar ayuda a los más desfa-vorecidos puede convertirse en una trampa para quienes quieren ser solidarios.

Si es importante dedicar tiempo a uno mismo, qui-zá lo sea aún más ofrecer parte del tiempo libre a quienes padecen injusticias, soledad, marginación, problemas de integración social. Esas horas que sobran a cualquier persona les pueden faltar a mu-chas otras. El trueque es sencillo: nuestro tiempo dado a los demás, a cambio de la satisfacción de ser solidario, de ayudar a los otros.

Voluntarios famosos

Cuando se habla de voluntarios, siempre se pien-sa en gente anónima que ofrece su tiempo libre a los demás. Pero también hay voluntarios que, por su trabajo cotidiano, ocupan mucho espacio en los medios: deportistas, modelos, actores... se han convertido en voluntarios, en embajadores de las organizaciones no gubernamentales o de organismos oficiales de carácter internacional.

Voluntarios en Internet

Son muchas las organizaciones y asocia-ciones en las que practicar el voluntariado. Ofrecemos algunas direcciones de Internet en las que encontrar información:

www.telefonodelaesperanza.org www.once.eswww.voluntarizate.orgwww.plataformaongs.orgwww.plataformavoluntariado.orgwww.congde.orgwww.unicef.orgwww.cruzroja.eswww.ucm.es/info/solidarioswww.entreculturas.orgwww.intermonoxfam.orgwww.downmadrid.orgwww.msf.eswww.solucionesong.orgwww.hacesfalta.orgwww.canalsolidario.orgwww.injuve.migualdad.eswww.msps.es

En España, cerca del 50% de los voluntarios lo forman

personas de entre 25 y 45 años

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Unicef cuenta con famosos en su plantel de Em-bajadores de Buena Voluntad, que provienen de distintos ámbitos y que comparten un compromi-so para mejorar las vidas de los niños de todo el mundo. Más de 300 famosos son Embajadores de Buena Voluntad, 15 de ellos en España.

Pau Gasol colabora con Unicef en la creación de seis escuelas en África. El baloncestista es embajador de esta organización desde el año 2003. Angelina Jo-lie apoya desde 2001 la labor que realiza el Alto Co-misionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El barcelonista Leo Messi ha sido nombra-do embajador este mismo año. Los actores Orlando Bloom y Roger Moore, la cantante Shakira, el futbo-

lista David Beckham, son sólo algunos ejemplos de estos embajadores tan especiales.

Las catástrofes naturales también llevan a los famosos a mostrar su cara más solidaria. El te-rremoto que asoló Chile el pasado febrero hizo que Alejandro Sanz, Juanes, Juan Luis Guerra, Laura Pausini o Miguel Bosé, entre otros, unie-ran sus voces para grabar el clásico Gracias a la vida, de Violeta Parra, poniendo en marcha el proyecto Voces unidas por Chile, para ge-nerar recursos y apoyar a los afectados por el seísmo.

En el terreno de la salud, Penélope Cruz, Benicio del Toro o Bono, el cantante de U2, son tres de los protagonistas de una campaña contra el sida que pretende despertar conciencias para mejo-rar la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad.

Los famosos juegan un papel importante al con-vertirse en un ejemplo en el que los demás pue-den mirarse para ser solidarios.

Los jóvenes se justifican en la “falta de tiempo” como la razón más importante para no colaborar en acciones

solidarias

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El director general de Ordenación y Evaluación, José Luis López Hernández, en su calidad de secre-tario del Patronato de la Fundación Socio-sanitaria de Castilla-La Mancha para la Integración Socio-laboral del Enfermo Mental (FISLEM), y el secreta-rio de la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza (ASITES), José María Sánchez Oran-tos, firmaron el pasado 21 de mayo en Toledo un acuerdo de colaboración que asegura que aquellos castellano-manchegos que se encuentren en situa-ción de conflicto o en riesgo de exclusión social re-ciban la ayuda profesional que solicitan.

El director general de la Consejería de Salud y Bienestar Social reconoció el trabajo que realiza el Teléfono de la Esperanza a través de los centros que tiene abiertos en Albacete y Toledo, prestando sus servicios a personas y colectivos en riesgo de exclusión para ayudarles a su integración y a me-jorar su bienestar mental y social. “El intercambio de experiencias y el desarrollo de nuevos proyec-tos redundará, sin duda, en el servicio que debe-mos ofrecer a los ciudadanos”, indicó.

José Luis López, que estuvo acompañado en este acto por el director de la Fundación FISLEM, José

Antonio Contreras, aseguró que este acuerdo de colaboración se adecua a las líneas prioritarias contempladas en el Plan de Salud Mental de Cas-tilla-La Mancha 2005-2010, que abogan por ga-rantizar una atención de calidad en “un entorno lo más normalizado posible”.

El convenio suscrito entre la Fundación FISLEM y ASITES establece el desarrollo del programa de “Promoción y prevención de la salud emocional e intervención en crisis” a través de cuatro campos de actuación: intervención en crisis que posibili-tará una atención a las personas que lo necesiten durante los 365 días del año, orientación familiar y grupos de apoyo, así como la promoción y pre-vención de la salud emocional.

Las personas que atenderá este nuevo programa serán, en primer lugar, las víctimas de malos tra-tos con especial atención a la violencia en el en-torno familiar, personas con problemática psico-lógica por situación de soledad, incomunicación o aislamiento social, colectivos en riesgo de exclu-sión social, jóvenes con problemas psicológicos y familiares de la red socio-sanitaria de salud men-tal, entre otros.

EL TELÉFONO FIRMA UN CONVENIO DE COLABORACIÓN CON LA FUNDACIÓN FISLEM

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Cantabria, la única comunidad autónoma espa-ñola que aún no cuenta con un servicio telefó-nico de intervención en crisis, ha comenzado a dar los pasos necesarios para la creación de un Centro del Teléfono de la Esperanza en Santan-der. Así, desde el mes de marzo se vienen rea-lizando las primeras acciones para tal fin y se ha contactado con numerosas personas intere-sadas que han acogido con los brazos abiertos la iniciativa.

Estos primeros pasos culminaron con la cele-bración del primer curso en Santander del Pro-grama de Agentes de Ayuda los días 6, 7, 8 y 9 de mayo en el Seminario de Monte Corbán. Allí una veintena de personas iniciaron la an-dadura personal de convertirse en integrantes del primer equipo de voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Cantabria. El curso fue diri-gido por el presidente internacional del Teléfo-no de la Esperanza, Jesús Madrid, y contó con la generosa colaboración de los Centros de Ba-dajoz y León.

Desde un primer momento, los participantes queda-ron gratamente admirados por la seriedad y el alto nivel del programa de formación que se les ofre-cía. Al final del mismo, el sentimiento general de los participantes fue el de un gran entusiasmo para comprometerse con el trabajo del grupo y en la di-fusión del Teléfono de la Esperanza en Cantabria.

Fruto también de este primer curso de Agentes de Ayuda fue la constitución de un grupo de coor-dinadores que realizarán el seguimiento del cur-so y que dirigirán desde Cantabria los pasos pos-teriores que se irán dando para conseguir que el Teléfono de la Esperanza en Cantabria sea una realidad en el menor tiempo posible.

Desde aquí saludamos a todos nuestros compa-ñeros cántabros y les animamos a seguir adelan-te en esta magnifica labor de llevar esperanza a los que sufren, ahora también desde Cantabria y para los cántabros. Enhorabuena.

EL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DA SUS PRIMEROS PASOS EN CANTABRIA

Todos aquellos interesados en colaborar con esta iniciativa, pueden ponerse en contacto con Jaime Sánchez en el: 942 581 105 o en [email protected]

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El 27 de mayo, tuvo lugar la inauguración de una nueva sede del Teléfono de la Esperanza en Cas-tellón. Al acto asistieron Carmen Albert, concejala de Juventud; Marisa Ribes, concejala de Participa-ción Ciudadana; José Masip, concejal de Hacienda; y Javier Moliner, de Urbanismo. Por parte de la Di-putación Provincial, contamos con la presencia de Francisco Martínez. Y representando al Teléfono de la Esperanza, Jesús Madrid, presidente internacio-nal; Ángel Madrid, presidente del Centro de Va-lencia; y Conchita Cárcel Ródenas, presidenta del Centro de Castellón; acompañados por los colabo-radores de la sede castellonense.

Comenzó el acto con las palabras de bienvenida y agradecimiento de Conchita Cárcel Ródenas, quien con este acto estreno su cargo al frente de la sede del Teléfono de la Esperanza en Castellón.

Seguidamente, Ángel Madrid agradeció a las auto-ridades presentes la colaboración prestada duran-te todo el proceso hasta llevar a cabo la finalización de las obras. “Ha sido una larga trayectoria hasta la puesta en marcha de su funcionamiento, pero el resultado final es lo que importa”. Igualmente agradeció el trabajo desinteresado del arquitecto

valenciano Juan José Buj, quien a pesar de las li-mitaciones del local, ha sabido sacar partido del espacio cedido por el Ayuntamiento. Ángel Madrid terminó diciendo: “Se nota que una ciudad tiene corazón si tiene Teléfono de la Esperanza. Y Caste-llón es una ciudad con corazón”.

A continuación, el presidente de la Diputación en funciones, Francisco Martínez, resaltó la trascen-dencia de la inauguración de la sede: “Lo más im-portante es atender a aquellas personas que su-fren”. Asimismo, destacó el compromiso de la Diputación con el Teléfono de la Esperanza de Cas-tellón en estos nueve años de andadura, manifes-tado en diversas acciones, y terminó felicitando a las personas que sustentan esta obra social.

Acto seguido el concejal de Urbanismo, Javier Moli-ner, en representación del alcalde de Castellón, ma-nifestó la satisfacción de la corporación municipal porque ya es una realidad la nueva sede que abre sus puertas a la solidaridad: “Es fundamental que siempre detrás de cada llamada haya alguien dis-puesto a escuchar. Es verdad que cuando se inició el proyecto, había una serie de necesidades a cubrir, estaban otros colectivos de la ciudad que requerían

INAUGURACIÓN DE LA NUEVA SEDE DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE CASTELLÓN Por Mª. Jesús García Bronchud

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atención. Afortunadamente con el paso del tiempo se ha resuelto toda esta problemática. El Teléfono de la Esperanza estaba oprimido con un gasto eco-nómico de manutención del local bastante elevado. Hoy se ha podido subsanar este cometido. Sólo me queda agradecer a los colaboradores del Teléfono su participación, y deciros que la ciudad se sien-te orgullosa de vosotros. El Ayuntamiento estará a vuestro lado siempre que lo necesitéis”.

Y para finalizar el acto, Jesús Madrid dirigió unas palabras al público asistente, destacando la sensi-bilidad de los colaboradores del Teléfono y la de las autoridades que han hecho posible la nueva sede, que “no tiene que tener paredes, sino que sus pa-redes serán toda la provincia de Castellón”. Hizo alusión a que “el Teléfono de la Esperanza es más que un teléfono”. Asimismo, afirmó que “la per-sona es un ser relacional, y para ello es necesario la capacidad de dar y recibir agradecidamente. Lo más importante en una ciudad avanzada es la sa-lud emocional de dar y recibir”. Seguidamente, el presidente internacional detalló que “los indicado-res de este tipo de salud son: establecer relaciones sanas, amar generosamente, tener esperanza, con una visión positiva de sí mismo y de los demás, y tener alegría y dinamismo”.

En su intervención, Jesús Madrid explicó también que “la finalidad del Teléfono no es sólo la inter-vención en crisis, sino promover la salud emocio-nal” y que “el Teléfono es la entidad española más extendida en promover la salud emocional”.

Jesús Madrid, finalizó su intervención con una fra-se de Gandhi: “No os equivoquéis, yo no soy un iluso, soy un realista con visión de futuro”. Afirmó que “lo que tiene futuro en esta sociedad es la ge-nerosidad” y resaltó “el gozo del acontecimiento por las semillas plantadas” y por la tarea que hay que hacer todavía.

Como colofón al acto de inauguración, los colabo-radores del Teléfono de Castellón -que nos senti-mos realmente contentos por esta sede que estre-namos- quisimos reconocer a Ángel Madrid, con la entrega de una placa, sus desvelos para que este sueño fuera realidad.

Desde estas páginas, queremos dar las gracias a to-dos los que nos han brindado su apoyo para que po-damos ofrecer de la mejor manera posible nuestra escucha y nuestra ayuda para mitigar el dolor, para fomentar la esperanza, el crecimiento personal y, en definitiva, la felicidad que todos vamos buscando.

INAUGURACIÓN DE LA NUEVA SEDE DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE CASTELLÓN

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Directorio

CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN ESPAÑA

ALBACETE C/ Federico García Lorca, 20-1º02001 ALBACETETel.: 967 52 34 34. Fax: 967 52 34 48E-mail: [email protected]

ALICANTEC/ Benito Pérez Galdós, 41-Entr. C03005 ALICANTETel.: 96 513 11 22. Fax: 96 512 43 49E-mail: [email protected]

ALMERÍAPlaza Administración vieja, 1-1º izda.04003 ALMERÍATel.: 950 26 99 99. Fax: 950 26 07 89E- mail: [email protected]

BADAJOZC/ Ramón Albarrán, 15-1º dcha.06002 BADAJOZTel.: 924 22 29 40. Fax: 924 25 65 08E-mail: [email protected]

CÁCERESAvda. de los Pilares, 1- bloque 8-3ºB10002 CÁCERESTel.: 927 62 70 00. E-mail: [email protected]

CASTELLÓNC/ Segorbe, 812004 CASTELLÓNTel.: 964 22 70 93. Fax: 964 22 02 58E-mail: [email protected]

GRANADAC/ Horno del Espadero, 2218005 GRANADATel.: 958 26 15 16. Fax: 958 26 15 06E-mail: [email protected]

HUELVAAvda. de Andalucía, 5 - 1º A21004 HuelvaTel.:959 28 15 15. Fax: 959 54 07 27E-mail: [email protected]

LAS PALMAS DE GRAN CANARIAC/ Mesa de León, 4 - 3º dcha.35001 LAS PALMAS DE G.C.Tel.: 928 33 40 50. Fax: 928 33 60 60E-mail: [email protected] LEÓNAvda. Padre Isla, 28 4ºIzda24002 LEÓNTel.: 987 87 60 06E-mail: [email protected]

LOGROÑOC/ Duquesa de la Victoria, 24 -1º dcha.26003 LOGROÑOTel.: 941 49 06 06E-mail: [email protected]

MADRIDC/ Francos Rodríguez, 51 - Chalet 4428039 MADRIDTel.: 91 459 00 50. Fax: 91 459 04 50E-mail: [email protected]

MÁLAGAC/ Hurtado de Mendoza, 3 - “Villa Esperanza” 29012 MÁLAGATel.: 95 226 15 00. Fax: 95 265 26 51E-mail: [email protected]

MURCIAC/ Ricardo Zamora, 830003 MURCIATel.: 968 34 34 00. Fax: 968 34 35 66E-mail: [email protected]

OVIEDOAvda. de Bruselas, 4 bajo33011 OVIEDOTel.: 985 22 55 40. Fax: 985 27 65 00E-mail: [email protected]

PALMA DE MALLORCAC/ Miguel Marqués, 7 - 1º07005 PALMA DE MALLORCATel.: 971 46 11 12. Fax: 971 46 17 17E-mail: [email protected]

PAMPLONAC/ San Blas, 13 - bajo31014 PAMPLONATel.: 948 23 70 58. Fax: 948 38 20 34E-mail: [email protected]

SALAMANCAC/ Pollo Martín, 34 - 2º dcha.37005 SALAMANCATel.: 923 22 11 11. Fax: 923 22 62 35E-mail: [email protected]

SANTIAGO DE COMPOSTELAC/ Diego de Muros, 16 - 1º15701 SANTIAGO DE COMPOSTELATel.: 981 51 92 00E-mail: [email protected]

SEVILLAAvda. Cruz del Campo, 2441005 SEVILLATel.: 95 457 68 00. Fax: 95 458 23 75E-mail: [email protected]

TOLEDOC/ Panamá, 2 - 1º N.45004 TOLEDOTel.: 925 23 95 25E-mail: [email protected]

VALENCIAC/ Espinosa, 9- 1º- 1ª46008 VALENCIATel.: 96 391 60 06. Fax: 96 392 45 47E-mail: [email protected]

VALLADOLIDC/ San Fernando, 7 - Local47010 VALLADOLIDTel.: 983 30 70 77E-mail: [email protected]

ZARAGOZAC/ Lagasca, 13 - 1º50006 ZARAGOZATel.: 976 23 28 28. Fax: 976 23 41 40E-mail: [email protected]

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Directorio

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BARRANQUILLA (COLOMBIA)Calle 53, 50-53BARRANQUILLATel.: (00 57 5) 372 27 27E-mail: [email protected]

BOGOTÁ (COLOMBIA)Cra 25 calle 48-114813 BOGOTÁTel.: (00 57 1) 323 24 25E-mail: [email protected]

BUENOS AIRES (ARGENTINA)Avenida Rivadavia, 2134-6º EBUENOS AIRES (capital federal)Tel.: (00 54 11) 495 444 55E-mail: [email protected]

CHILLÁN (CHILE)C/ 18 de septiembre, 456380-0650 CHILLÁNTel.: (00 56 42) 22 12 00/02/08E-mail: [email protected]

COCHABAMBA (BOLIVIA)C/ Lanza # 235, entre Bolívar y Sucre 2º PisoTel.: (00 591 4) 452 18 52E-mail: [email protected]

LA PAZ (BOLIVIA)C/ Costa Rica # 1272 (Zona Miraflores)Entre Estados Unidos y Guerrilleros LanzaTel.: (00 591 2) 224 84 86E-mail: [email protected]

LONDRES (REINO UNIDO)Unit 7, Fairfax House, Overton Road, BrixtonTel.: (00 44) 20 77733 0471E-mail: [email protected]

CENTROS EN PREPARACIÓN

ÁMSTERDAM (HOLANDA), COLONIA (ALEMANIA), LEÓN (NICARAGUA), LIMA (PERÚ), MIAMI (ESTADOS UNIDOS), SAN JUAN DE PASTO (COLOMBIA),SANTO DOMINGO (REPÚBLICA DOMINICANA) Y VALENCIA (VENEZUELA).

MEDELLÍN (COLOMBIA)Calle 57 45 - 129Tel.: (00 57 4) 284 66 00E-mail: [email protected]

OPORTO (PORTUGAL)Rua Duque de Loulé 98, 2º esqTel.: (00 351) 222 03 07 07E-mail: [email protected]

QUITO (ECUADOR)C/ Capitán Edmundo ChiribogaN-47227Tel.: (00 593 2) 6000 477 / 2923 327E-mail: [email protected]

SAN PEDRO SULA (HONDURAS)Colonia Alameda, 13 y 14 Avenidas, 5ª calle, N.E.Tel.: (00 504) 558 08 08E-mail: [email protected]

TEGUCIGALPA (HONDURAS)Col. Florencia Norte. 1ª Calle, 1ª Avenida. Casa 4058, 2ª Planta TEGUCIGALPATel.: (00 504) 213-8181 / 232-1314E-mail: [email protected]

ZÚRICH (SUIZA)Postfach 21598027 ZÚRICHTel.: (00 41 43) 817 65 65. Fax: (00 41 43) 817 66 43E-mail: [email protected]

CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN EL MUNDO

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