de mattos, c globalización financiera, dinámica inmobiliaria y mercantilización del desarrollo

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1 Proyecto FONDECYT N° 1.110.387 De la ciudad de negocios al negocio de las ciudades. El mercado inmobiliario y sus impactos en el Área Metropolitana de Santiago Avance segunda fase Preliminar Marzo 2013 GLOBALIZACIÓN FINANCIERA, DINÁMICA INMOBILIARIA Y MERCANTILIZACIÓN DEL DESARROLLO URBANO Carlos A. de Mattos

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Proyecto FONDECYT N° 1.110.387

De la ciudad de negocios al negocio de las ciudades.

El mercado inmobiliario y sus impactos en el Área Metropolitana de Santiago

Avance segunda fase

Preliminar

Marzo 2013

GLOBALIZACIÓN FINANCIERA, DINÁMICA

INMOBILIARIA Y MERCANTILIZACIÓN DEL

DESARROLLO URBANO

Carlos A. de Mattos

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INDICE

Presentación

I. RESTRUCTURACIÓN Y GLOBALIZACIÓN FINANCIERA: HACIA UN NUEVO

ESCENARIO MACROECONÓMICO

Crisis industrial-desarrollista, gobernanza neoliberal y financiarización

El escenario y la dinámica emergentes

La desigual geografía de la globalización financiera

II. LA CUESTION INMOBILIARIA EN UNA DINÁMICA ECONÓMICA

FINANCIARIZADA

Lo inmobiliario en una nueva revolución urbana: aportes teóricos pioneros

Restructuración, globalización financiera y financiarización inmobiliaria

Plusvalía urbana y mercantilización del desarrollo urbano

III. RESTRUCTURACIÓN, MODERNIZACIÓN CAPITALISTA Y FINANCIARIZACIÓN

DE LA VIDA ECONÓMICA Y SOCIAL EN CHILE

Modernización capitalista hacia una sociedad financiarizada

Cronograma de la trayectoria hacia la financiarización en Chile

Atractividad, competitividad y auge de los negocios inmobiliarios

IV. GLOBALIZACIÓN FINANCIERA Y FINANCIARIZACIÓN INMOBILIARIA EN EL

AMS

Fuentes de financiamiento para la acumulación de capital en el sector

inmobiliario en Chile y en el AMS

Aumento de la demanda inmobiliaria familiar y empresarial y nuevos

artefactos en el medio ambiento construido en el AMS

Mercantilización de la dinámica urbana y consolidación de la ciudad

neoliberal

3

Presentación

Durante las últimas décadas del siglo pasado comenzó a intensificarse el interés por

analizar y discutir diversos problemas ocasionados por la creciente importancia que han

venido adquiriendo las inversiones y los negocios inmobiliarios en las grandes

aglomeraciones urbanas en crecimiento, considerando en especial los cambios que ello

ha ocasionado a lo largo de la respectiva evolución urbana. A este respecto, se parte del

reconocimiento de la importancia del aporte realizado por Henri Lefebvre, quien hacia

fines de la década de los años sesenta comenzó a plantear y analizar la relación entre el

aumento de la importancia de los negocios inmobiliarios y los cambios en la evolución de

la conformación urbana en las distintas fases del desarrollo capitalista.

Desde entonces, numerosos estudios e investigaciones han destacado el papel que las

inversiones inmobiliarias han adquirido en la transformación urbana y metropolitana en

diversas partes el mundo. Buena parte de esos estudios han focalizado su atención en el

papel que el sector inmobiliario ha pasado a cumplir en los procesos de acumulación de

capital, en la medida en que ha logrado transformarse en una alternativa atractiva para

la valorización de un volumen de capitales móviles que desde la crisis del petróleo a

comienzos de la década de los años setenta no ha cesado de crecer, al mismo tiempo en

que comenzaban a revertirse las condiciones de rentabilidad que ofrecía el sector

productivo.

Más tarde, en una nueva etapa de modernización capitalista, ya bajo los efectos de la

globalización financiera, el ascendente desvío de capitales hacia el sector inmobiliario y la

aparición de diversas burbujas inmobiliarias, puso de relieve el aumento de la

importancia que había adquirido este fenómeno, el cual comenzó a ser objeto de un

número creciente de estudios empíricos en diversas partes del mundo.

Esta tendencia, se intensificó especialmente a partir de la crisis inmobiliaria de 1991 en

Japón, que fue seguramente uno de los fenómenos que suscitó mayor preocupación en

cuanto a la repercusión que un aumento desmedido de las inversiones especulativas

inmobiliarias podía tener en el desencadenamiento de una fase recesiva de larga

duración que, en este caso, paralizó una evolución económica que hasta entonces

aparecía como una de las más exitosas del mundo. En la misma dirección, años más

tarde la crisis originada con la sobre-especulación inmobiliaria en Tailandia y, en

particular en Bangkok, al propagarse más allá de su ámbito originario, incidió en la

generación de un proceso recesivo que alcanzó prácticamente al mundo entero. Estos

acontecimientos, contribuyeron a ubicar desde entonces a este tema en un primer plano

de la discusión mundial.

Pero fue sin duda la posterior crisis de las hipotecas ‘sub-prime’ en Estados Unidos, el

hecho que, al poner en marcha la actual crisis financiera mundial, colocó a este tema en

un primer plano de la discusión económica mundial. La evolución posterior de los

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problemas suscitados por la especulación inmobiliaria, donde se pueden destacar las más

recientes explosiones de burbujas inmobiliarias de Dubai, Irlanda y España, llevó a que

los principales aspectos destacados por Lefebvre varias décadas atrás, se situaran en un

primer plano en las discusiones actuales a este respecto, aun cuando el trasfondo

ideológico de las explicaciones pueda presentar diferencias sustantivas entre los distintos

autores que se han ocupado de este tema.

En el contexto de los análisis realizados sobre crisis inmobiliarias como las que aquí han

sido mencionadas, y habida cuenta de la magnitud que ha adquirido el crecimiento del

sector inmobiliario en el caso concreto de la ciudad de Santiago durante los últimos 35

años, se generó la iniciativa de plantear y desarrollar esta investigación sobre el impacto

de los negocios inmobiliarios en la actual transformación urbana y metropolitana de esta

área o región urbana. En particular, los profundos y muy visibles cambios que han

afectado a Santiago durante los últimos 30 años, justifican el interés por analizar el papel

que en ellos han tenido las inversiones y los negocios inmobiliarios. Como parte de ese

análisis esta parte del Informe de Proyecto FONDECYT N° 1.110.387 “De la ciudad de

negocios al negocio de las ciudades”, sintetiza los avances realizados durante su segundo

año en lo relativo al contexto histórico-estructural en que se desarrolla dicho proceso.

A tales efectos, el Informe ha sido estructurado en cuatro partes. En la primera, se

identifican y analizan los principales cambios que se produjeron como consecuencia de

las políticas aplicadas en diversas partes del mundo desde las últimas décadas del siglo

pasado, con el propósito de encontrar una salida a la crisis del régimen de acumulación

que se había intentado desarrollar a partir de la Gran Depresión del 29. En ese contexto,

se realiza una presentación sintética sobre el proceso de liberalización económica, que se

llevó adelante conforme a las indicaciones de las propuestas del así denominado “ajuste

estructural”, con cuya aplicación se buscó encontrar una salida al agotamiento y crisis del

modelo keynesiano-fordista, que tuvo su expresión específica en el caso de las

economías más avanzadas latino-americanas, en lo que se conoce como la fase

industrial-desarrollista. En ese contexto, se busca caracterizar el proceso de

financiarización de la vida económica y social que se produjo como consecuencia de las

reformas realizadas y de las políticas aplicadas en esta fase.

En la segunda parte, se presenta un análisis sobre cómo la financiarización de la

dinámica económica y social incidió en las inversiones y negocios inmobiliarios desde las

últimas décadas del siglo pasado, considerando en particular el impacto de las

transformaciones resultantes de la aplicación de las políticas del denominado “ajuste

estructural”. En este contexto, se intenta caracterizar las implicancias del proceso de

globalización financiera en la evolución del sector abocado a la producción de bienes

raíces y como esto incidió en el desencadenamiento de una nueva fase de metamorfosis

urbana, marcada por la creciente mercantilización de la dinámica urbana.

La tercera parte está dedicada a caracterizar y analizar la evolución de la dinámica

económica en Chile como consecuencia de las reformas y políticas aplicadas en el

proceso de restructuración iniciado a mediados de la década de los años setenta del siglo

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pasado y, en especial, en como ello incidió en la progresiva financiarización de la

dinámica económica en este país. Se buscará relacionar este proceso con la aplicación de

un nuevo enfoque de gestión pública basado en los criterios y prescripciones del discurso

neoliberal y se caracterizará como ello ha llevado a la aplicación de la corporate

governance en Chile.

Finalmente, la cuarta y última parte está dedicada a analizar los cambios que se

produjeron en la evolución de las inversiones y negocios inmobiliarios en Chile y, en

como esto incidió en el desencadenamiento de una nueva metamorfosis urbana de lo

que inicialmente se consideró como el Área Metropolitana de Santiago (AMS), dando

paso para la configuración de una nueva forma urbana que podría considerarse como

una región urbana expandida, donde los conceptos de lo urbano y lo rural han ido

perdiendo especificidad.

La presente versión constituye la base para un mayor desarrollo posterior de los temas

planteados y, por lo tanto, para la elaboración de la versión final de este Informe, tarea

que forma parte del plan de trabajo para el tercer año de esta investigación. En cualquier

caso, en esta versión ya se encuentran planteadas y fundamentadas, en algunos casos

en forma preliminar e incompleta, las principales hipótesis de esta investigación.

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I. RESTRUCTURACIÓN Y GLOBALIZACIÓN FINANCIERA:

HACIA UN NUEVO ESCENARIO MACROECONÓMICO

Crisis industrial-desarrollista, gobernanza neoliberal

y financiarización

El hecho de que durante las últimas décadas se haya podido comprobar que una parte

creciente de los excedentes de capital han comenzado a valorizarse en inversiones y

negocios inmobiliarios en un número cada día mayor de lugares del espacio mundial de

acumulación puede considerarse como una de las tendencias generadas por la aplicación y

la vigencia de las reformas y políticas de ajuste estructural que fueron promovidas desde

las últimas décadas del siglo pasado. En efecto, los hechos indican que esta tendencia se

constituyó y evolucionó asociada a los esfuerzos por encontrar una salida al

agotamiento/crisis del régimen keynesiano-fordista que había pugnado por imponer su

vigencia en diversos países desde los años posteriores a la Gran Depresión. Fue con las

reformas que entonces se realizaron que se establecieron condiciones propicias para una

progresiva financiarización de la economía mundial.

Fue frente a la magnitud y a los alcances de esta crisis cuando, como señaló Offe (1985a

y b), una nueva coalición de fuerzas sociales comenzó a plegarse a un discurso teórico-

ideológico que, en lo esencial, postulaba la restauración de una dinámica económica que

se apegase rigurosamente a una lógica genuinamente capitalista, bajo la convicción de

que esta lógica había sido parcialmente desvirtuada con las reformas y las políticas de

fundamento keynesiano utilizadas desde los años siguientes a la crisis del 29. En la

medida que esta convicción se fue imponiendo entre las fuerzas políticamente más

influyentes de los países centrales, se inició la evolución hacia una situación en la que se

terminó por imponer una estrategia estructurada en base a una meta sustantivamente

distinta a la que había sido impulsada durante la época que se había logrado cierto

consenso en torno a los objetivos del pacto keynesiano: “apoyada por parte del gran

capital y las clases medias tradicionales, la meta de esta coalición inclinada al laissez-faire es

una re-mercantilización de la vida social. Intenta reducir la importancia del poder político y

administrativo des-mercantilizado resucitando las fuerzas del mercado” (Keane, 1990:34).

El hecho fundamental que entonces cobró fuerza, fue que con esa base de sustentación

política, un número creciente de gobiernos nacionales se adscribió al diagnóstico de dicho

discurso teórico-ideológico cuyas prescripciones, en lo medular, estaban orientadas a

lograr la mayor re-mercantilización posible de la vida social. Y esto, por cuanto se

entendía, implícita o explícitamente, que por ese camino sería factible superar las

contradicciones estructurales que se habían generado con la aplicación de las políticas

keynesianas y que se habían venido agudizando hasta tornarse incontrolables desde

finales de la década de los años setenta del siglo pasado.

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Desde esa perspectiva, se puede señalar que la trayectoria que se desarrolló conforme a

tales prescripciones, tiene un hito previo, que puede ser considerado como de carácter

fundacional de esta nueva fase de modernización capitalista, el cual radica en una decisión

adoptada en forma inconsulta en los Estados Unidos, cuando “en agosto de 1971 Richard

Nixon decidió poner fin a la convertibilidad dólar-oro, rompiendo así la premisa

fundamental en la que se sustentaba el sistema monetario internacional creado en 1944”

(Palazuelos, 1998: 18). Por su alcance, esta decisión provocó una verdadera ruptura con el

sistema monetario que había nacido con los acuerdos de Bretton Wood, sistema éste que

había mantenido su vigencia durante las décadas de la posguerra y que había regido la

dinámica económica de los años de mayor prosperidad de ese período. La trayectoria que

se inició con este clivaje, encontró sus primeras experiencias concretas hacia fines de la

década de los años setenta y comienzos de la de los ochenta, con las reformas y políticas

impulsadas por los gobiernos de Pinochet en Chile (desde 1975), de Thatcher en el Reino

Unido (desde 1979) y de Reagan en los Estados Unidos (desde 1981).

De hecho, las reformas impulsadas por los gobiernos de estos dos últimos países,

profundizadas en los años siguientes en especial por las administraciones republicanas en

los Estados Unidos, contribuyeron al desencadenamiento de una oleada desreguladora que

alcanzó a numerosos países en distintas partes del mundo. Si bien esta oleada se expresó

con diversas modalidades e intensidad, ella representó un significativo avance del intento

por “crear un espacio económico sin interferencias públicas”, en el que se pudiese re-

mercantilizar la vida económica y social tanto como fuese posible. En la trayectoria de los

experimentos que entonces se pusieron en marcha, es posible considerar como un hito de

especial relevancia, el intento de sistematizar los lineamientos y prescripciones básicos que

habría que contemplar para llevar adelante un proceso de “neoliberalización”, los cuales

posteriormente, en 1989, fueron acordados y difundidos en forma generalizada por el

mundo entero bajo lo que se conoce como el Consenso de Washington.

En este contexto, se ha propuesto considerar que “la neoliberalización supone una

tendencia históricamente específica, pautada, híbrida y desarrollada desigualmente de

reestructuración regulatoria sujeta a la disciplina del mercado” (Brenner, Peck y Theodore,

2010: 24, destacado en el original). Desde esta perspectiva, en la medida que se parte de

la convicción de que los procesos respectivos “están siempre mediados por las

instituciones estatales en varios ámbitos de producción de políticas”, se considera a “la

neoliberalización como una forma particular de reorganización regulatoria: ella implica

recalibrar modos de gobernanza internacionalizados y colectivamente vinculantes, así

como, más generalmente, las relaciones entre el Estado y la economía a fin de imponer,

difundir o consolidar formas de vida social mercantilizadas y comercializadas” (Idem: 24).

Partiendo de este enfoque conceptual, al observar los procesos que fueron puestos en

marcha a partir de las propuestas que en el ámbito latinoamericano fueron difundidas

genéricamente bajo la denominación de “ajuste estructural”, puede sostenerse que de ello

resultó lo que estos mismos autores han calificado como procesos de neoliberalismo

realmente existente y cuya peculiaridad resumen en la forma siguiente:

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“los programas neoliberales de restructuración capitalista nunca son impuestos en

forma pura, pues ellos son siempre introducidos dentro de contextos político-

institucionales que han sido significativamente moldeados por los arreglos

regulatorios, las prácticas institucionalizadas y los compromisos políticos heredados.

En este sentido, es probable que la evolución de cualquier configuración político-

institucional bajo la imposición de reformas políticas neoliberales, demuestre fuertes

propiedades de dependencia de trayectoria, en las cuales los arreglos institucionales

establecidos tengan una incidencia significativa en el alcance y en la trayectoria de

la reforma” (Peck, Theodore & Brenner, 2009: 54; traducción propia).

De esta manera, al ganar adhesión el camino preconizado por el discurso de la

neoliberalización, comenzó a ponerse en práctica el respectivo conjunto de reformas y

arreglos institucionales estructurales, mediante la utilización de un nuevo enfoque de

gobernanza empresarialista (Harvey, 1989) que, en lo esencial, preconizaba la aplicación

del principio de subsidiaridad estatal y de una estrategia de “partenariado” público-

privado. Desde el momento en que esas reformas y arreglos comenzaron a ser

implementados, obviamente bajo distintas modalidades y con distinto alcance en cada

ámbito nacional, se fue afirmando un conjunto de condiciones que favorecieron el

desencadenamiento de lo que, en definitiva, constituye su eje medular, esto es, de un

proceso de globalización financiera, que luego se fue difundiendo hacia diversas partes de

un espacio mundial de acumulación en rápida expansión.

Si bien, el capital financiero siempre estuvo presente a todo lo largo del proceso de

desarrollo capitalista, en la expresión que adquirió con las respuestas a la crisis del

régimen keynesiano-fordista, “el aumento del poder de este capital estuvo acompañado

por la formación de nuevas configuraciones sistémicas y por encadenamientos macro-

económicos y macro-sociales inéditos, al corazón de los cuales se encuentran los

mercados financieros y el nuevo accionariado” (Chesnais, 2001: 2). Es la formación e

imposición de esta “nueva configuración sistémica”, lo que provoca la “gran ruptura”

caracterizada por Michalet (2007). En definitiva, este cambio dio comienzo a la imposición

a escala global de una dinámica que ha significado la progresiva y, hasta ahora,

irreversible, marcha hacia una generalizada financiarización de la dinámica económica y,

en general, de la vida social (Martin, 2002).

Un hecho elocuente a este respecto es que las elevadas tasas de ganancia que se han

podido comprobar para el período en que tendió a generalizarse la aplicación de las

políticas de neoliberalización, en especial en el ámbito de los países más desarrollados del

hemisferio norte, comenzaron elevarse al mismo tiempo en el que también se podía

comprobar una tendencia decreciente de la tasa de acumulación en el sector productivo

(ver Gráfico 1); lo cual indica, como un hecho fundamental de esta fase, que los

excedentes de capital comenzaron a ser colocados preferentemente en destinos

especulativos en el ámbito financiero (Husson, 2009).

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Gráfico 1

Lo que esta evidencia permite inferir es que un volumen creciente de los flujos de capital

en busca de destinos de alta rentabilidad, mostraron su preferencia por colocaciones

financieras especulativas, entre las que empezaron a tener relevancia las inmobiliarias. De

esta manera, comenzó a consolidarse una dinámica económica en la que una parte

significativa y en incesante aumento de los flujos de capital se orientaron hacia el sector

financiero, en la medida que éste aparecía como un destino más atractivo en términos de

creación de valor que las inversiones en el sector productivo. Con ello, se buscó una

plantear una alternativa a una situación que es inherente a la propia evolución de la

acumulación capitalista: “la perpetua necesidad de encontrar sectores rentables para la

producción y absorción de capital excedente conforma la política del capitalismo y enfrenta

al capitalista con diversas barreras a la expansión continua y libre de inconvenientes”

(Harvey, 2008: 24).

En la interminable búsqueda de caminos para dar respuesta a esa perpetua necesidad de

encontrar sectores rentables, “a partir de mediados de los años 1980, el capital de

colocación financiera se ha ubicado en posiciones que le permiten pesar muy fuertemente

tanto sobre el nivel y la orientación de las inversiones como sobre la configuración de la

repartición del ingreso” (Chesnais, 2001: 2). Como también señala Chesnais lo que

emerge es lo que se puede denominar como un “régimen de acumulación de dominio

financiero” o, aún, “régimen de acumulación financiarizada”, “ordenado alrededor de

relaciones cuya fuerza se encontraría menos en la esfera de la producción que en la de la

finanza”. Finalmente, según este mismo autor, en este régimen de acumulación, “se

confirma que el capital que se valoriza bajo la forma de colocación financiera y que vive

asociado a la ganancia de empresa, se presenta como la fracción dominante del capital,

10

aquella que está en posición de comandar las formas y el ritmo de la acumulación”

(Chesnais, 2001: 2-3).

Para establecer una situación apropiada para que esta dinámica se pudiese desencadenar,

fue necesario realizar los cambios regulatorios antes mencionados, y desmontar la mayor

parte de los arreglos institucionales establecidos en la fase keynesiano-fordista. A este

respecto, lo que resulta evidente es que la existencia, persistencia y profundización de

estas mutaciones obedece ante todo a un conjunto de decisiones adoptadas en el plano

político, principalmente en el ámbito de los respectivos gobiernos nacionales. En otras

palabras, estos procesos pudieron desarrollarse merced a la voluntad y a la decisión

política de los gobiernos que se propusieron y lograron realizar los arreglos institucionales

necesarios para articular estructuralmente sus principales circuitos productivos y

financieros en una dinámica globalizada. Y, para hacerlo, como ya se ha señalado, este

conjunto de decisiones fueron respaldadas por el referido discurso teórico-ideológico,

cuyos fundamentos han sido y son objeto de controversia, en la que muchos de sus

supuestos están siendo cuestionados actualmente con mucho más fuerza que en sus fases

iniciales.

En cualquier caso, para avanzar en esta dirección, se impuso la necesidad de instaurar un

ámbito geográfico regido por disposiciones comunes, esto es, de construir políticamente

un “level player field”, idóneo para lograr la articulación del mayor número de lugares de

diversas partes del espacio mundial de acumulación. Fue esta construcción política la que

hizo posible que se lograse “[…] la circulación sin obstáculos de los bienes, de los

servicios, de los capitales financieros, de las inversiones productivas y de los hombres (al

menos de aquellos cuya competencia los hace indispensables para la gestión comercial,

técnica o de control” (Michalet, 2007: 110-111). Esto es, lo que se buscó fue establecer un

terreno de juego conformado por diversas escalas de distintas entidades nacionales y

dotado de condiciones equivalentes para que las empresas pudiesen “desplegar una

estrategia y una organización a fin de explotar las oportunidades ofrecidas por los

diferentes territorios de la economía mundial […]” (Michalet, 2007: 13).

Además, esto supuso la imposición en ese “terreno de juego” de unas específicas “reglas

del juego”, las cuales pasaron a estar regidas por los principios y criterios de la corporate

governance que, de esta suerte, devino en un componente medular de la gobernanza

neoliberal empresarialista. De hecho, la vigencia de los criterios de la corporate

governance en un determinado espacio nacional, se ha ido imponiendo como una

condición que, desde la perspectiva de las empresas y de los inversores, se considera

esencial para poder determinar la mayor o menor atractividad de un lugar en cuanto a su

potencialidad para la creación de valor. En ese sentido, como se señala en un documento

de la OECD (2004: 1), debe entenderse que “una buena corporate governance —las reglas

y prácticas que gobiernan las relaciones entre gerentes y accionistas de las corporaciones,

así como de participantes tales como empleados y acreedores— contribuye al crecimiento

y la estabilidad financiera al apuntalar la confianza del mercado, la integridad financiera

del mercado y la eficiencia económica” (OECD, 2004:1).

11

El escenario y la dinámica emergentes

A lo largo de los procesos respectivos, lo que se impuso fue lo que Carlota Pérez (2004)

caracteriza como un nuevo paradigma tecno-económico, sustentado en dos fuerzas

básicas, por una parte, en las reformas y políticas del ajuste estructural y, por otra, en la

adopción y la utilización sistemática y generalizada de las nuevas tecnologías de la

información y la comunicación (NTIC). Las medidas que los diversos estados nacionales

fueron adoptando para vertebrar (y uniformizar) a escala global los mercados financieros

nacionales (Palazuelos, 1998: 87), implica en cierta forma un esfuerzo por perfilar la

“óptima práctica” que Carlota Pérez, considera como un requisito ineludible para hacer

posible la mejor utilización de las innovaciones aportadas por cada revolución científico-

técnico y, en particular, en este caso específico, por la revolución informacional.

En la evolución de este nuevo paradigma tecno-económico, impulsado por el discurso

neoliberal y sustentado por las NTIC, se consolidaron las condiciones para la

financiarización de la economía mundial, lo cual, en lo medular, supone que se produjo un

“[…] cambio del centro de gravedad de la actividad económica desde la producción

(incluso el creciente sector terciario) hacia las finanzas” (Foster y Magdoff, 2009: 111).

Como consecuencia de ello se ha evolucionado hacia una situación en la que la

financiarización aparece como “[…] un proceso por el cual los mercados, las instituciones y

las élites financieras ganan una creciente influencia sobre la política y los resultados

económicos” (Palley, 2007). Como es obvio, esto corresponde perfectamente con la meta

de la nueva coalición de fuerzas sociales que, en el análisis de Offe, aparecen como los

promotores de las políticas que finalmente terminaron siendo implementadas.

El hecho fundamental es que, como señala Palazuelos (1998: 86), con el avance de esa

dinámica, “el panorama financiero se fue alterando en profundidad con la aparición de

nuevas empresas financieras, nuevas formas de emisión de obligaciones, nuevos contratos

bursátiles, el desarrollo de los mercados de futuros y más tarde de los mercados de

opciones y un sinfín de otras novedades promovidas en el conjunto del sector financiero”.

En otras palabras, lo que se puede observar es que esta evolución fue extremadamente

fértil en términos de “invención” de nuevas instituciones e instrumentos idóneos para la

intensificación la movilidad transfronteriza del capital, así como para su colocación en

nuevos destinos apropiados para la creación de valor.

En ese ámbito, donde las diversas formas de capitalización individual generaron una

creciente complicidad social con la globalización financiera, aparecieron nuevos inversores

institucionales tales como, en especial, los fondos de pensiones y diversos tipos de fondos

de inversión, así como de novedosos instrumentos al servicio de la financiarización, como

la securitización (o titulización) aplicable a distintos tipos de activos. En el escenario

emergente, en el que los inversores institucionales juegan un papel fundamental, los

mismos, “como regla general, […] intentan combinar tres objetivos: la minimización de los

riesgos, la liquidez del portafolio y la rentabilidad de la inversión” (Batsch, 2002: 21). Al

12

respecto, cabe destacar que estos objetivos de minimización de riesgos, liquidez de los

portafolios y rentabilidad de la inversión, son los que marcan los rasgos constitutivos y

específicos de la financiarización.

En este sentido, no es un hecho menor que entre las instituciones y los mecanismos que

se han ido generando y perfeccionando a lo largo del proceso de financiarización de la

economía global, se haya multiplicado la creación y consolidación de un número

extremadamente elevado de los llamados paraísos fiscales, que constituyen instrumentos

idóneos para la cosecha y siembra de capitales financieros. Estos enclaves financieros,

localizados en distintas partes del mundo, constituyen instrumentos funcionales para una

mejor circulación de los capitales financieros de la más diversa procedencia, entre los

cuales han ido adquiriendo una magnitud cada día más importante los que proceden de

diversas modalidades del crimen organizado.

Desde el momento en que se impusieron las reglas del juego de la globalización financiera

en los lugares que se involucraron en estos procesos, la creación de valor se ubicó como

el criterio y objetivo focal de las decisiones económicas y como la motivación medular de

las decisiones de los principales actores económicos. Esto aparece como resultado del

hecho de que “para alinear los incentivos de los directivos y los accionistas, nuevos

instrumentos financieros como los ‘stock options’ han conseguido sutilmente que toda la

gestión empresarial esté enfocada única y exclusivamente a la creación de valor” (Garzón

Espinosa, 2009: 2). Lo cual significa que la ubicación de la creación de valor como objetivo

focal de la dinámica económica financiarizada es lo que, en última instancia, permite

explicar los cambios de mayor relevancia que se produjeron en las motivaciones y

decisiones, tanto a nivel gubernamental como, en especial, a nivel empresarial.

Es posible afirmar entonces que en esto radica el cambio de mayor importancia que se

manifiesta en forma generalizada allí donde se ha impuesto la globalización financiera que,

en última instancia, implica la culminación de una tendencia que ya estaba presente en

fases anteriores del desarrollo capitalista. Esto es, lo que ocurre es que se radicaliza al

límite uno de los rasgos congénitos de una sociedad capitalista, determinando de esta

forma que el funcionamiento de la economía en los sectores y lugares afectados se realiza

desde entonces apegada a una lógica más estrictamente capitalista, donde las

motivaciones no económicas tienden paulatinamente a perder importancia, minimizando

de esta forma la posibilidad de cumplir con objetivos de justicia social o ecológica. En este

contexto, cabe tener presente, que con las mutaciones de esta fase,

“El apremio por la rentabilidad ha ganado intensidad. Sin duda el señuelo de la

ganancia de los ahorristas y la gula de los inversores traspasan el tiempo; pero hoy

los accionistas están organizados, cuentan con el apoyo de gestores profesionales,

disponen de una teoría financiera que guía su accionar, pueden apoyarse en

mercados activos que les informan permanentemente sobre el clima de negocios.

Así, la presión sobre la rentabilidad ha adquirido un nivel y una permanencia

inigualados” (Batsch, 2002:101).

13

Considerando las circunstancias específicas en las que se produjo la agudización de las

contradicciones del régimen fordista, y la orientación teórico-ideológica del diagnóstico

que en ese momento se impuso, es posible entender que, como ha señalado Marazzi

(2009:32-33), “[…] la financiarización de la economía ha sido un proceso de recuperación

de la redituabilidad del capital después de un período de descenso de la tasa de ganancia:

un dispositivo exterior a los procesos directamente productivos para acrecentar la

redituabilidad del capital”.

En términos generales, la receta aplicada para lograr esa redituabilidad del capital,

corresponde a la concepción y a las directrices generadas e implantadas en el mundo

anglosajón (Palazuelos, 1998; Batsch, 2002), que responden en lo medular a los

predicamentos de la “corporate governance”, tal como ella fue encarada inicialmente en

los Estados Unidos. En ese contexto, la evolución hacia la uniformización (y articulación)

de los sistemas financieros nacionales se ha ido imponiendo como una tendencia

inexorable, donde las reformas realizadas en esa dirección tienden a propagarse en el

espacio mundial de acumulación, cada vez con mayor apego a los criterios básicos de la

corporate governance. Los argumentos esgrimidos reiteradamente a este respecto por una

institución como la OECD, de la que forman parte las economías de mayor desarrollo de

todo el mundo, es una clara expresión de la fuerza que ha adquirido esta tendencia

uniformizadora, concebida como un puente entre finanzas y empresa, para la creación de

valor y el crecimiento (OECD, 2012).

Con la expansión de estos procesos a escala global, se ha podido comprobar que dicha

tendencia hacia la uniformización u homogeneización universal de normas y criterios

dominantes para la dinámica financiera se ha ido imponiendo en forma inexorable. En este

sentido, como afirma Batsch (2002: 16), “el aumento del poder de los inversores

institucionales es un fenómeno universal. Tres evoluciones se encuentran en todos los

grandes Estados: i) el peso de los institucionales tiende a suplantar el del accionariado

directo; ii) una parte creciente de sus activos es invertido en acciones; y, iii) su

comportamiento accionarial es de más en más activo y su presencia en el accionariado de

los grandes grupos se ha convertido por tanto en un hecho económico mayor”.

Ha sido así que a medida que esta nueva configuración financiarizada se ha ido

imponiendo en una mayor cantidad de lugares del espacio mundial de acumulación,

también sus impactos se han hecho presentes en dichos lugares como expresión de una

específica dinámica financiera global. En ella, como ha sido señalado por Palley (2007: 2),

los principales de esos impactos son: i) elevar la relevancia del sector financiero en

relación al sector real, ii) transferir rentas desde el sector real al sector financiero, iii)

aumentar a la desigualdad del ingreso y contribuir al estancamiento de los salarios”.

En esta situación, para cada empresa que se adscribe a esta dinámica financiarizada, su

futuro pasa a estar condicionado por su capacidad para crear valor, dado que es esto lo

que se ubica como el criterio medular que rige las decisiones de las inversiones financieras

en ella. Lo cual resulta del hecho de que desde entonces las inversiones financieras

quedan bajo la vigilancia y, por ende, bajo la presión de los inversores, en especial, de los

14

inversores institucionales, quienes adoptan sus decisiones de invertir o no invertir en esa

empresa en función de su rentabilidad esperada, que es lo que finalmente condiciona la

evolución del precio de sus acciones. Lo cual, en otras palabras, significa que, como ya se

ha mencionado, en la medida en que una inversión se rige por las exigencias de una

dinámica financiera, cuyo objetivo intransable es la búsqueda de las mejores alternativas

para la creación de valor, cualquier objetivo que privilegia aspectos sociales deja de ser

prioritario.

En este contexto, una mutación de singular relevancia es que también las actividades

productivas, en especial las del sector industrial, en la medida que se adscriben a la

dinámica financiera (por ejemplo, cotizando sus acciones en la bolsa de valores), pasan a

tener sus estrategias y políticas acotadas por dicha capacidad para maximizar la creación

de valor, siendo esto lo que a su vez condiciona su aptitud para cosechar recursos en el

en el mercado financiero. Es así que, en especial para las grandes empresas de cobertura

global su incorporación a la dinámica financiera, como mecanismo para la cosecha de

capitales, se transforma en un imperativo difícil de eludir. Fue bajo esta dinámica que las

principales actividades en el área de los negocios inmobiliarios, también se fueron

incorporando a ella, con lo cual sus decisiones más importantes pasaron a estar regidas

por la lógica financiera.

Desde entonces, siempre bajo el impulso de las dos fuerzas antes mencionadas, la

revolución neoliberal y la revolución informacional, la financiarización de la economía

adquirió un impulso que no ha cesado de perfeccionarse y profundizarse. Con ello se ha

llegado a una situación en la que, “[…] vivimos a partir de ahora en un nuevo régimen de

libertad total de los movimientos de capital. El capital, en el sentido más amplio del

término, es infinitamente móvil (al contrario de la mano de obra). No solamente las

mercancías o los bienes continúan intercambiándose, sino que además los capitales van a

invertirse allí donde sus poseedores esperan encontrar la rentabilidad más alta […]” (J.

Peyrelevade, 2005: 58 y 59).

La desigual geografía de la globalización financiera

A medida que este proceso fue logrando ampliar su cobertura geográfica mediante

el establecimiento de un conjunto de mecanismos e instrumentos orientados a lograr la

más amplia propagación de sus reglas de juego se fue avanzando hacia la conformación

de un espacio mundial de acumulación, en el que una parte significativa de los flujos

financieros de capital se despliegan hacia los destinos más favorables para su mejor

valorización. Sin embargo, no obstante el sostenido y persistente mejoramiento de las

condiciones para la conectividad y la movilidad, el movimiento de los flujos financieros no

se da por igual a lo largo y a lo ancho de dicho espacio.

El mapa de la distribución de las principales plazas financieras del mundo que se

incluye a continuación, muestra claramente que con la imposición a escala global de la

dinámica financiera dichas plazas no se ha distribuido uniformemente por todo el mundo,

sino que principalmente se han fortalecido aquellos lugares más directamente relacionados

15

con áreas de mayor desarrollo relativo del mundo, siendo allí donde se realiza el control y

la operación de los flujos financieros de mayor magnitud.

A este respecto, como afirmó Sassen (2003: 21), “[…] mientras las nuevas

tecnologías de la comunicación realmente facilitan la dispersión geográfica de las

actividades económicas sin perder la integración del sistema, han tenido también el efecto

de reforzar la importancia de la coordinación central y las funciones de control de las

empresas, y aún de los mercados”. Lo que ha llevado a una geografía de la globalización

financiera, que hasta ahora no ha modificado en lo esencial un mundo organizado en

torno a ciertos grandes centros de acumulación y gestión financiera, que han venido

retroalimentándose desde muchas décadas atrás.

REFERENCIAS

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17

II. LA CUESTION INMOBILIARIA EN

UNA DINÁMICA ECONÓMICA FINANCIARIZADA

Lo inmobiliario en una nueva revolución urbana:

aportes teóricos pioneros

Para ubicar la cuestión relativa a la financiarización de los negocios realizados en el sector

inmobiliario parece conveniente ante todo, realizar una revisión general de los principales

antecedentes y planteos teóricos sobre el tema. En esa dirección, en primer lugar es

ineludible considerar los aportes de Henri Lefebvre, dado que fue uno de los primeros

autores que planteó y analizó la importancia adquirida a partir de un determinado

momento del desarrollo capitalista por “lo inmobiliario”, considerando su impacto en la

evolución y transformación del desarrollo urbano. A este respecto, en este informe se

considera que esos aportes tuvieron una importancia fundamental para el discurso teórico

que se ha ido elaborando a este respecto desde entonces.

Tanto en sus trabajos sobre la revolución urbana (1970) como en los sobre espacio y

política (1972) y, en especial, en su obra sobre la producción del espacio (1972), Lefebvre

destacó que la importancia de este sector había incidido decisivamente en lo que él calificó

como una nueva revolución urbana. Al respecto, su punto de partida es que en la medida

que la producción del espacio urbano comenzó a estar regido por la lógica de la plusvalía:

“la ciudad (o lo que de ella queda o en lo que se convierte) es más que nunca un

instrumento útil para la formación de capital, es decir, para la formación, la realización y la

repartición de la plusvalía” (Lefebvre, 1970: 42). Esta relación entre el potencial para

creación de valor de las inversiones en el sector inmobiliario urbano y la evolución de las

áreas urbanas constituye, desde entonces, un aspecto crucial para la caracterización de la

metamorfosis urbana que se desencadenó con los procesos de restructuración urbana

iniciados durante las últimas décadas del siglo pasado y, en especial, con el concomitante

proceso de globalización financiera.

En esta dirección, Lefebvre (1970) afirmó que el sector inmobiliario cumple una función

esencial para la supervivencia del capitalismo, en la medida que ofrece una salida a los

inversores privados en los momentos en que el sector productivo no ofrece condiciones

atractivas para la valorización de sus capitales. En este sentido, su argumentación apunta

a que

“lo ‘inmobiliario’ [...] desempeña el papel de un segundo sector, de un circuito

paralelo al de la producción industrial que trabaja para el mercado de ’bienes’ no

duraderos o menos duraderos que los ‘inmuebles’. Este segundo sector absorbe los

choques. En caso de depresión, el capital afluye hacia él, pero si bien empieza por

sacar beneficios fabulosos, termina por hundirse. […] En la medida en que el

circuito principal, es decir, el de la producción industrial de bienes ‘mobiliarios’,

detiene su crecimiento, los capitales se invierten en el segundo sector, el del

inmobiliario. […] Mientras baja el grado de plus-valía global formada y realizada en

la industria, crece el grado de plus-valía formada y realizada en la especulación y

18

mediante la construcción inmobiliaria. El segundo circuito suplanta al principal. De

accidental pasa a ser esencial”.

La idea fundamental, que aquí se propone es que cuando ocurre que “’el inmobiliario’ y la

construcción dejan de ser circuitos secundarios y ramas anexas al capitalismo industrial y

financiero, para pasar al primer plano” (Lefebvre, 1972: 120), al mismo tiempo que se

abre una alternativa más atractiva para los flujos financieros que están aumentando su

movilidad tanto a escala nacional como global, los mismos comienzan a intensificar su

desplazamiento hacia inversiones inmobiliarias en aquellas áreas urbanas que muestran un

mayor crecimiento económico. El supuesto es que sería en éstas áreas se podría obtener

mejores condiciones para la valorización del capital. Es así que Lefebvre llega a la

siguiente conclusión:

“En la medida en que el circuito principal, es decir, el de la producción industrial de

bienes “mobiliarios”, detiene su crecimiento, los capitales se invierten en el segundo

sector, el del inmobiliario. Incluso puede ocurrir que la especulación de los bienes

raíces se convierta en la fuente principal, lugar casi exclusivo de “formación de

capital”, es decir, de realización de plus-valía. Mientras que baja el grado de plus-

valía global formada y realizada por la industria, crece el grado de plusvalía formada

y realizada en la especulación y mediante la construcción inmobiliaria. El segundo

circuito suplanta al principal. De accidental pasa a ser esencial” (Lefebvre, 1970:

165)

Con ello Lefebvre ofreció un conjunto de elementos de juicio para la explicación de las

razones del proceso de mercantilización del desarrollo urbano que desde entonces

comenzó a tomar impulso en el mundo entero, en especial cuando con la globalización se

intensificó la des-fronterización del una parte cada vez más extensa del planeta y cuando

la continuidad efectiva de la tendencia a la urbanización incidió en una todavía mayor

expansión urbana y metropolitana. En ese contexto, tiene plena vigencia la conclusión de

que “[…] La urbanización generalizada no ha generalizado solamente la llamada

especulación inmobiliaria; ella no solamente ha acompañado la comercialización del

espacio; ella ha acarreado, en lugar de la superación de la relación ciudad-campo, un

magma, un caos en el cual la ciudad y el campo se entremezclan confusamente”

(Lefebvre, 1972: 152). Al hacer esta afirmación, Lefebvre anticipa la evolución hacia la

ciudad desbordada (Geddes, ….) o difusa (Indovina, ….) que desde entonces ha pasado a

constituirse en uno de los aspectos centrales de los estudios y debates sobre la cuestión

urbana.

Desde esta perspectiva, se puede afirmar que Lefebvre aportó elementos de juicio

fundamentales para explicar la importancia adquirida por el sector inmobiliario en la

dinámica de acumulación de capital en el momento en que el circuito primario productivo

comenzó a perder capacidad para absorber una sobre-acumulación de capitales que se

intensificó desmesuradamente hacia mediados de la década de los años setenta del siglo

pasado; y, consecuentemente, en cómo esta situación incidió en la proliferación de

19

productos inmobiliarios, cuya presencia ha tenido un fuerte impacto en las mutaciones que

han marcado la evolución de un número creciente de las grandes aglomeraciones urbanas.

A partir del aporte de Lefebvre, diversos autores, entre los que se destacan Harvey (1973)

y Soja (1989 [1993]), avanzaron en el desarrollo de un marco teórico en el que se

considera que en un escenario en el que prima la lógica de obtener el mayor retorno de la

inversión, el circuito de secundario de acumulación ofrece ventajas en un contexto de

liberalización y flexibilización para la captación y flujo de los capitales móviles. En lo

fundamental, la línea de investigación planteada por Lefebvre fue retomada y desarrollada

posteriormente, en especial en Estados Unidos y Europa, donde se continuó explorando

las implicancias de las relaciones entre acumulación, financiarización, inversiones

inmobiliarias y metamorfosis urbana. Al respecto, habría que destacar, entre muchos

otros, a autores como Harvey (1973 y 1990), Molotch (1976), Topalov (1979), Logan &

Molotch (1987), Storper & Walker (1989), Smith (1996), Angoti (2008), así como una línea

de investigación ya más específicamente referida a la relación entre financiarización,

cuestión inmobiliaria y cambio urbano, donde cabe hacer especial referencia a los trabajos

de Renard, Theurillat y Nappi-Choulet, entre otros.

Dentro de esta misma vertiente teórica, Topalov (1979) dedicó una parte importante de

un influyente trabajo sobre la urbanización capitalista al tema del “sector inmobiliario

como sector de la producción y de la circulación del marco construido” y proyectó la tesis

de que “la ciudad es el marco de la ganancia, pero sus elementos son también objeto de

ganancia. El marco edificado urbano proporciona al capital, en su conjunto, un valor de

uso complejo. Pero el marco edificado urbano es también un conjunto de mercancías

inmobiliarias: habitaciones, edificios destinados al comercio, oficinas, etc. Todas estas

mercancías son producidas por el capital: ellas sirven de apoyo a la valorización de los

capitales particulares, especializados en su producción y circulación” (Topalov, 1979: 109,

destacado nuestro). De esta manera, Topalov apuntó a una de las cuestiones cruciales de

la relación entre las inversiones inmobiliarias y medio ambiente construido, al destacar la

importancia del espacio urbano como medio propicio para el mejoramiento de las

condiciones para la valorización del capital, aspecto que habría de cobrar creciente

importancia como motivación central de la dinámica económica que se impuso con la

globalización financiera.

Complementariamente, en estudios desarrollados con referencia a la expansión urbana en

los Estados Unidos, Molotch (1976) se propuso establecer la relación entre las estrategias

de crecimiento de las grandes ciudades y los intereses de los propietarios de la tierra

urbana, así como de las coaliciones políticas que se formaban en torno a ellos,

principalmente para explicar la expansión de las grandes ciudades norteamericanas. En

ese sentido, propuso y desarrolló la tesis de la “urban growth machine”, haciendo

referencia con ello a las coaliciones de élites relacionadas con la propiedad de la tierra

urbana y vinculadas a las posibilidades económicas de los lugares, que se constituían

como “machines” con el propósito de manejar las políticas urbanas en busca de expandir

las respectivas economías locales y acumular riqueza.

20

En la propuesta y en los análisis de Molotch, luego ampliamente fundamentada y

documentada en la investigación sobre fortunas urbanas desarrollada conjuntamente con

Logan (Logan y Molotch, 1987), se mostró como se relacionaron las decisiones y las

acciones de los actores vinculados con los intereses inmobiliarios con el crecimiento

económico de las ciudades. En este contexto, estos autores destacaron el papel y la

importancia de las estrategias promoción y marketing urbano en un ámbito en proceso de

globalización, lo cual posteriormente pasaría a constituirse en uno de los componentes

centrales de las estrategias de competitividad urbana de las nuevas modalidades de

gestión empresarialista que se han venido imponiendo en el mundo entero.

Por otra parte, los aportes pioneros de Lefebvre, fueron retomados y desarrollados

posteriormente en especial por parte de Harvey (1990), quien intentó formular un

encuadramiento teórico comprensivo de la dinámica de la urbanización capitalista desde

una perspectiva marxista. Los trabajos de este autor han logrado una ascendente

resonancia durante las últimas décadas, constituyendo uno de los principales soportes

teóricos para analizar y explicar la burbuja inmobiliaria que culminó con la crisis de las

hipotecas ‘sub-prime’ en Estados Unidos, así como también las que se desencadenaron

más recientemente en Dubai, Irlanda y España. Más allá de la forma en que Harvey a

tratado estos procesos, cabe mencionar que los principales aspectos destacados por

Lefebvre aparecen desde entonces en un primer plano en las explicaciones que han sido

suministradas incluso a nivel periodístico, aún cuando el trasfondo ideológico de la

explicación pueda diferir sustantivamente.

Restructuración, globalización financiera

y financiarización inmobiliaria

El continuo y sostenido aumento de la importancia de las inversiones y los negocios

inmobiliarios que se produjo con el avance a escala global de la financiarización de la

dinámica económica fue uno de los cambios de mayor impacto en la metamorfosis urbana

que se desencadenó en esta fase. Como ya se ha señalado, bajo el efecto de las políticas

de liberalización económica y de la utilización de las innovaciones informacionales, se

desarrolló un proceso marcado por el “papel creciente de los mercados financieros y

bancarios en el financiamiento, el desarrollo y la explotación de los espacios urbanos

(inmobiliarios, grandes equipamientos, infraestructuras, proyectos urbanos de gran

tamaño)” (Halbert & Le Goix, 2012: 40).

La principal mutación que marcó esta evolución hacia la financiarización inmobiliaria radica

en que en el momento en que comenzó a producirse una sobre-acumulación de capacidad

productiva (Chesnais, 2010), una parte importante de los excedentes de capital tendió

escoger su destino bajo la consideración de que “el medio ambiente construido representa

una clase de activo que permite diversificar las colocaciones”, […] según “una lógica de

gestión de portafolio en los mercados financieros” (Theurillat, 2010: 5). Y en esto, radica

uno de los aspectos neurálgicos de esta mutación: “la financiarización de la ciudad

significa la transformación de un activo real en activo financiero y el desarrollo de un

21

circuito particular de inversión basado en una lógica de portafolios de inversiones típico de

los operadores financieros. Esto ha sido hecho posible por el reforzamiento de un circuito

intermediado y titulizado, por oposición a un circuito directo y no titulizado” (Theurillat,

2011: 5).

¿Cuáles fueron entonces los principales cambios que afectaron a cada aglomeración

urbana como tal en el escenario urbano global? Desde una aproximación de carácter

general, ante todo podría señalarse que quizá el hecho más relevante fue que con la

financiarización de la dinámica global la metamorfosis urbana llevó a una situación en la

que “la ciudad en su conjunto puede ser entendida como un producto que se intercambia,

al menos en pedazos, y que puede ser valorizada” (Baraud-Sarfaty, 2008: 99-100). Es

justamente esa valorización de cada ciudad lo que pretenden evaluar los rankings de

ciudades que se realizan cada vez con más frecuencia, en los que se consideran y evalúan

diversos aspectos de las mismas (condiciones para los negocios, potencialidades para el

off-shoring, calidad de vida, etc.) (de Mattos, Bannen y Fuentes, 2012). Vale decir, cada

aglomeración urbana, al financiarizarse pasó a constituirse, en si misma, ella también, en

un activo financiero con capacidad para generar más o menos ingresos que otro activo

financiero urbano de la misma naturaleza. Es desde esta perspectiva que se puede

entender la importancia que la gobernanza neoliberal asigna a las estrategias y políticas

de competitividad urbana, en la medida en que también busca hacer competir al activo

financiero “ciudad”, con otros activos financieros “ciudad”, también en competencia.

Pero, además, en ese contexto, diversos componentes (o “pedazos”) del medio

ambiente construido mutaron en activos financieros, en un proceso que se sustentó en los

arreglos institucionales e instrumentos financieros establecidos por la gobernanza

neoliberal, entre los cuales se destaca particularmente la “securitización” o titulización de

dichos productos. Como señala Renard (2008: 109), “[…] trátese de una casa, de un

inmueble de oficinas o de una plataforma logística, el inmueble se encuentra “titulizado”,

lo que lo convierte en un producto financiero que se transa en el mercado”. En otras

palabras, lo que se produjo como cambio medular de este proceso fue que, titulización

mediante, diversos productos inmobiliarios se convirtieron en activos con capacidad de

generar ingresos o flujos financieros. De esta manera, a partir de momento en que un

bien inmueble se constituye en un activo financiero, el mismo pasa a ser un medio para

generar ingresos o flujos financieros y, en consecuencia, “pasa de ser un bien de carácter

patrimonial a otro cuyo carácter ahora es financiero” (Nappi-Choulet, 2012: 44).

Con el avance de esta trayectoria, se produjo la transformación y/o generación de

los principales actores e instituciones directa o indirectamente involucrados en los

negocios inmobiliarios, como es el caso, en especial, de bancos, de fondos de inversión y

de compañías de seguros. En este esfuerzo por conformar un mercado financiero

articulado a la dinámica global, en buena parte de los casos jugó un papel fundamental la

adopción de nuevos mecanismos de capitalización individual, donde fue crucial el

establecimiento y la operación de los fondos de pensiones y de otros inversores

22

institucionales, entre los cuales, algunos orientados específicamente al financiamiento de

las actividades del sector inmobiliario.

Como ya se ha señalado, con estos cambios se produjo un incremento de flujos de

inversión hacia nuevos negocios inmobiliarios en aquellos lugares que ofrecían mejores

condiciones para la valorización de los capitales financieros, lo que operó tanto a escala

sub-nacional como global. En circunstancias en la que la evolución de la economía mundial

mostraba un continuado aumento del volumen de capitales en busca de oportunidades de

inversión, un número creciente de circuitos financieros buscaron ubicarse como destino

privilegiado para recibir esos capitales. En ese contexto, el circuito inmobiliario también se

colocó como una alternativa atractiva para realizar negocios de carácter especulativo, lo

que originó cuadros localizados de auge de crecimiento inmobiliario de una magnitud

desconocida hasta entonces. Ejemplos como los de Dubai o de las “ghost cities” en China,

entre muchos otros, son elocuentes testimonios de ello.

En esa dinámica el estallido de diversas burbujas inmobiliarias tuvieron amplia y

generalizada repercusión en la evolución de la economía mundial. Ejemplos como los de la

burbuja financiera e inmobiliaria en Japón en la década de los años ochenta, de la que se

desarrolló en Tailandia hacia fines de la década de los años noventa y la más reciente de

las hipotecas sub-prime en Estados Unidos, se han presentado con más frecuencia y cada

vez con mayor propagación global. En todos estos casos, las consecuencias del estallido

de las respectivas burbujas inmobiliarias se han constituido en episodios de una

prolongada, y hasta ahora incontrolable, crisis financiera mundial.

Con el aumento de la importancia de los negocios inmobiliarios en la evolución de

las grandes aglomeraciones urbanas, la plusvalía esperada en cada lugar se ubicó como el

principal criterio para adoptar las decisiones sobre el tipo y la ubicación de los productos

inmobiliarios más relevantes. En la afirmación de esta situación ha tenido una incidencia

determinante el hecho de que bajo la liberalización y el “partenariado” público privado, los

inversores inmobiliarios dispusieron de mucha mayor autonomía para la elección del

destino sectorial y territorial más favorable para la valorización de las inversiones

respectivas. Con la consolidación de que este tipo de situación, “los bienes inmuebles han

llegado a ser casi autónomos por cuanto ciudades y capital han pasado a ser

crecientemente dependientes de ellos, independientemente del resto de la economía

regional. De esta manera, podría decirse que la inversión inmobiliaria es la que comanda

la urbanización neoliberal a escala local” (Hackworth, 2007: 77).

De esta manera, fue posible la revitalización y la progresiva diversificación geográfica y

productiva de las inversiones y negocios inmobiliarios. A este respecto, en una primera

aproximación, cabe destacar algunos cambios que marcaron la evolución de este sector:

a) Los mecanismos y arreglos institucionales para la inversión inmobiliaria se

diversificaron y sofisticaron, adquiriendo creciente importancia los inversores

institucionales, los fondos de pensiones y de inversión, los bancos de negocios,

23

las compañías de seguros y, en general, las empresas que cotizan en la bolsa,

con lo cual los flujos financieros se incrementaron;

b) Los medios de colocación inmobiliaria que en el pasado se limitaban a las

inversiones con fondos propios, se multiplicaron, incluyendo, entre otros,

propiedad directa, fondos inmobiliarios, acciones, unidades fiduciarias de

colocación inmobiliaria, préstamos de primer rango, préstamos subordinados,

préstamos participativos, etc.;

c) Las fuentes de financiamiento y las inversiones inmobiliarias, cuya procedencia

en un primer momento fue principalmente local o nacional, con el propio avance

del proceso de financiarización inmobiliaria comenzaron a sumar capitales de

origen externo, en un proceso en el que la generación y utilización generalizada

de nuevos instrumentos ad-hoc para la estimular la imbricación en la dinámica

financiera, tales como la titulización y la nuevas modalidades de

apalancamiento, hicieron posible su rápida expansión global.

¿Cuáles fueron los cambios que tuvieron mayor incidencia en el auge de los

negocios inmobiliarios financiarizados? Al respecto, se pueden destacar algunos cambios

que se produjeron y/o se intensificaron en esta fase y que contribuyeron aumentar la

atractividad del sector inmobiliario como destino para la valorización del capital financiero.

Al respecto, en primer lugar, importa mencionar el impacto que tuvo en esta

evolución “la privatización de las ciudades” (Baraud-Sarfaty, 2011) que resultó de las

medidas adoptadas para enfrentar la acentuación de la crisis fiscal ocasionada por el

aumento de la participación directa del Estado en la vida urbana en la fase anterior. La

necesidad de disminuir el monto de los recursos necesarios para cubrir el gasto fiscal

generado por las actividades y servicios cuya operación habían sido asumidos por el sector

público, llevó a que numerosas administraciones urbanas optasen por transferir el costo

de una parte sustantiva de las mismas al sector privado. A tales efectos, en concordancia

con el enfoque empresarialista de la gobernanza neoliberal, se generalizó la utilización del

“partenariado” público-privado como medio para involucrar en mayor o menor grado al

sector privado en el suministro, la operación y el financiamiento de dichas actividades y

servicios. Si bien esta alternativa se utilizó con modalidades y alcances diversos según los

países, en muchos de los casos en que fue aplicada significó abrir las puertas al capital

financiero para nuevos y lucrativos negocios inmobiliarios. Con lo que el poder del capital

privado en el proceso de producción de la ciudad se incrementó más aun que en períodos

anteriores.

En segundo lugar, la reactivación de la demanda inmobiliaria que se puede observar con

el avance de la globalización de la dinámica económica incidió decisivamente en la

intensificación de los flujos de capitales financieros hacia los negocios inmobiliarios, en los

que se esperaba encontrar condiciones más favorables que en la “economía real” para su

valorización. En esta situación, que evolucionó asociada a la persistencia de la tendencia a

la urbanización de la economía y de la población, se observaron cambios tanto en lo que

24

concierne a la demanda de las familias como a la de las empresas, en un proceso en el

que se pueden destacar dos tendencias principales:

a) un sostenido incremento de la demanda habitacional urbana, la cual fue

alimentada principalmente por dos fenómenos que evolucionaron prácticamente en forma

simultánea: por una parte, la persistencia del crecimiento de la población urbana la cual

en general mostró su preferencia por las áreas metropolitanas, generando una demanda

residencia adicional en ese ámbito. Y, por otra parte, debido a que en estas últimas

décadas en la mayoría de las grandes aglomeraciones urbanas se produjo un apreciable

aumento del ingreso medio de las familias (Birdsal, 2011), así como también un aumento

del peso de los sectores medios (Ferreira & al. 2013). Estos cambios socio-económicos

urbanos contribuyeron a generar un aumento de la demanda inmobiliaria residencial, así

como también de la por infraestructura para el consumo de bienes y servicios, lo que

estimuló fuertemente la inversión para darle respuesta. En buena parte de los casos las

inversiones respectivas se beneficiaron de los nuevos arreglos institucionales para la

financiarización de los correspondientes sistemas hipotecarios, entre los cuales cabe

destacar la implantación de mecanismos ad-hoc para su titulización, del cual las hipotecas

“sub-prime” en EE.UU. es un ejemplo paradigmático.

b) un incremento de la demanda por infraestructura inmobiliaria para el

funcionamiento de los nodos o filiales de circuitos globales productivos, financieros o de

consumo, que intensificaron en este período su despliegue en diversas áreas urbanas del

espacio mundial de acumulación. Esta demanda muestra la particularidad de que ella está

referida esencialmente a ciertos productos inmobiliarios específicos, cuya presencia en los

lugares escogidos para su localización, constituye un requerimiento ineludible para la

expansión geográfica de los correspondientes circuitos globales. Tal es el caso, en

especial, de los grandes proyectos urbanos (GPU), los “shopping-malls”, los rascacielos,

los aeropuertos-shopping, los centros culturales y deportivos, la infraestructura para

servicios globales (salud, educación, religión) etc., etc. Si bien muchos de estos productos

ya habían comenzado a mostrar su presencia en fases anteriores, fue ahora cuando

adquirieron una configuración específica para satisfacer los también específicos

requerimientos de los circuitos globalizados. En buena parte de los casos, estos productos

cuya demanda jugó un papel fundamental en la revitalización de los negocios

inmobiliarios, han sido concebidos como activos financieros dotados de alta capacidad

para generar ingresos. En este sentido, estos activos otorgaron una todavía mayor

importancia a la dinámica inmobiliaria en la organización, el funcionamiento, la morfología

y el paisaje urbanos.

Al mismo tiempo, como consecuencia de los requerimientos de infraestructura inmobiliaria

planteada por el propio avance de la globalización, la financiarización adquirió particular

importancia tanto en el mercado de oficinas, como la infraestructura inmobiliaria requerida

por el consumo y los servicios, como es el caso de clínicas médicas, edificios

universitarios, infraestructura vial y para estacionamiento, etc., muchos de los cuales se

constituyeron en importantes fuentes de ingresos. Dada la magnitud que han adquirido las

25

inversiones respectivas, estos artefactos han marcado una presencia cada día más

importante en el paisaje urbano de las ciudades en proceso de globalización.

Complementariamente, habría que mencionar que un hecho que también tuvo gran

importancia en la dinamización del mercado inmobiliario fue la aparición y diversificación

de productos inmobiliarios, consecuencia de los requerimientos en materia de la infra-

estructura necesaria para que ciertos procesos globalizados pudiesen materializarse y

desplegarse. Al mismo tiempo, también la expansión y diversificación de ciertos servicios a

las familias, en áreas como salud, educación, esparcimiento, religión, etc., generaron una

demanda por nuevos tipos de configuraciones edilicias, que aparecieron como

imprescindibles para que fuese posible atender y satisfacer los requerimientos planteados

por una nueva demanda social. Fue en este contexto que se diversificó la demanda en

términos de lo que podrían considerarse como nuevos artefactos de la globalización,

muchos de los cuales se encuadran en aquello que Augé ha denominado como “no

lugares” (Ver Cuadro 1.1).

Cuadro 1.1

Nuevos productos inmobiliarios

INFRAESTRUCTURA PARA LOS NEGOCIOS

Grandes proyectos urbanos (GPU) y/o centros empresariales integrados, edificios corporativos inteligentes (en particular, rascacielos)

INFRAESTRUCTURA PARA EL CONSUMO

Grandes superficies comerciales y/o infraestructuras para el consumo (shoppings centers, malls, hiper y supermercados, grandes tiendas por departamentos, patios de comida, etc.)

INFRAESTRUCTURA PARA LA MOVILIDAD

Autopistas elevadas y/o subterráneas, vías exclusivas, playas de estacionamiento en altura y subterráneas, aeropuertos de alto estándar, helipuertos, etc.

INFRAESTRUCTURA PARA VIAJEROS GLOBALES

Hoteles de cadenas internacionales, recintos para eventos y ferias internacionales, nuevos espacios para la gastronomía

INFRAESTRUCTURA PARA EL ESPARCIMIENTO

Museos globales, salas para eventos multitudinarios, complejos cinematográficos, recintos para juegos electrónicos, parques temáticos y complejos deportivos

INFRAESTRUCTURA RESIDENCIAL

Edificios de departamentos (verticalización), megaproyectos habitacionales de funciones combinadas, áreas residenciales gentrificadas, barrios y condominios cerrados

En este mismo contexto, en el que los shoppings-malls y los rascacielos pueden

considerarse como los artefactos más representativos de esta nueva fase de desarrollo

capitalista, también habría que mencionar a los grandes proyectos urbanos, que

rápidamente pasaron a situarse como uno de los componentes emblemáticos del paisaje

urbano de la ciudad financiarizada. En tal calidad, se constituyeron en uno de los más

26

atractivos señuelos para operaciones inmobiliarias de gran magnitud en buena parte de

las grandes aglomeraciones urbanas del mundo (Swyngedouw, Moulaert & Rodríguez,

2002: Ingallina, 2001). La presencia de todos estos nuevos productos arquitectónicos,

comenzaron desde entonces a marcar al medio ambiente construido correspondiente a

esta nueva metamorfosis urbana y a desatar una interminable competencia por mejorar la

posición de las respectivas áreas urbanas en la red global de ciudades transfronterizas.

Como resultado de todo este conjunto de mutaciones, es importante destacar que el

incremento de las inversiones en bienes raíces que se produjo con la financiarización del

mercado inmobiliario, obligó a una generalizada restructuración del sector construcción,

en un proceso que también tuvo una importante incidencia en la re-configuración de la

base económica de las áreas urbanas involucradas. Esto es, al incrementarse las

inversiones y negocios inmobiliarios, también se produjo una paulatina reactivación y

modernización del sector construcción en su conjunto, el cual comprende un diversificado

conjunto de actividades, en gran parte de carácter industrial, en el que se destacan

actividades relacionadas con la producción de los diversos insumos para edificios y

construcciones. Esto comprende, desde los insumos básicos (cemento, hierro, madera,

vidrio, etc.), hasta componentes mucho más sofisticados (como, por ejemplo, ascensores

y equipamientos para aire acondicionado y calefacción). De esta manera, se puede afirmar

que, dada la estructura diversificada y compleja de este sector, la reactivación de las

inversiones inmobiliarias, también repercute normalmente en la reactivación de un amplio

conjunto de actividades de la economía real y, por consiguiente en los niveles de empleo

del ámbito en que se desarrollan estos procesos. Es por esta razón, que las políticas que

estimulan la financiarización y reactivación del sector inmobiliario adquieren carácter

prioritario para muchas administraciones urbanas, para las cuales la generación de empleo

aparece normalmente como un objetivo de primer orden.

Por último, un aspecto muy importante que pone en evidencia la naturaleza de los

cambios que han afectado a este sector bajo el efecto de su financiarización tiene relación

con que al mismo tiempo que el mismo comenzó a globalizarse, su estructura comenzó a

ser afectada por un proceso de complejización en su organización y funcionamiento, lo

que se reflejó en un importante diversificación en los actores que participan en el mismo

y, en especial, en el papel que desempeñan en su proceso de gobernanza.

Plusvalía urbana y mercantilización del desarrollo urbano

Al incrementarse el volumen de los capitales que buscan mejorar su valorización en el

sector inmobiliario, cierto tipo de nuevas “mercancías inmobiliarias” representativas de la

fase globalizada, que son los que pueden considerarse genéricamente como artefactos de

la globalización, comenzaron a reproducirse por el mundo entero. De esta manera,

contribuyeron a establecer algunos de los rasgos o atributos específicos que caracterizan

al “producto urbano” de la actual metamorfosis urbana. Una peculiaridad de estos

artefactos que los distingue de la arquitectura dominante en fases anteriores es que su

específica identidad depende básicamente de su originalidad arquitectónica “ornamental”

(Esteban, 2007) o simbólica, para cuyo diseño por lo general no se otorga mayor

27

importancia a los rasgos específicos del medio ambiente construido del que ahora pasarán

a formar parte.

En este sentido, el producto de buena parte de las mayores inversiones inmobiliarias

financiarizadas pueden considerarse como “máquinas solteras” según la expresión

utilizada por Mongin (2005). En muchos casos, en especial en lo relativo a los edificios

residenciales verticalizados, se trata simplemente de una infatigable repetición de un

diseño estandarizado, que produce un tipo de reiterativo paisaje urbano, que deriva en

una tendencia a la homogenización del mismo en el mundo globalizado. De hecho, esta

tendencia parece aplicable a todas aquellas situaciones en que han estado vigentes las

mismas condiciones generales, con lo cual se podría concluir que esta tendencia a la

homogenización de partes importantes del paisaje urbano de esta ciudad financiarizada

constituye una de las tendencias constitutivas de la metamorfosis urbana que se ha

impuesto en esta fase de modernización capitalista.

En el escenario emergente buena parte de los productos inmobiliarios que pasan a formar

parte del respectivo paisaje urbano, lo hacen básicamente en función del potencial que

han ofrecido para la valorización del capital invertido en su realización, en la forma y con

la apariencia que los inversores consideran más adecuada, lo cual en buena parte de los

casos no otorga importancia alguna a la respectiva identidad urbana y/o al paisaje urbano

pre-existente.

En esta misma dirección, un aspecto que puede considerarse como inherente a esta fase

es que son justamente las aglomeraciones urbanas cuya transformación ha sido

presentada como ejemplo exitoso de la aplicación de esta nueva modalidad de gobernanza

urbana empresarialista, también se constituyen en ejemplos acerca de cómo la excesiva

mercantilización termina jugando a mediano o largo plazo en contra del objetivo de

mejoramiento generalizado de la calidad de vida de sus habitantes y de cómo dicha

aglomeración termina convirtiéndose en un objeto de especulación financiera. En otras

palabras, la aplicación de una gobernanza empresarialista que se propone, y logra,

aumentar la respectiva competitividad urbana vis-à-vis los flujos de capitales móviles,

entendido esto como un requisito para promover su crecimiento económico, lo que

realmente logra en muchos casos es ante todo ofrecer las condiciones más favorables

posibles para la valorización de estos capitales, de manera de que decidan realizar sus

inversiones en esa ciudad y no en las otras ciudades también en competencia. Y, al

hacerlo y tener éxito, lo que se consolida es una situación en la que los negocios

inmobiliarios logran desplegarse con más libertad para hacer lo que entienden como más

redituable, independientemente de si eso es lo mejor, desde el punto de vista urbanístico,

para la ciudad en cuestión.

Para ilustrar como se manifiesta este aspecto en la realidad observable, podemos traer a

colación la experiencia de Barcelona, que por bastante tiempo fue idealizada y promovida

en su momento como “el modelo” de referencia de la gobernanza empresarialista. Sin

embargo, luego de un tiempo en el que el esta experiencia fue promovida como camino a

imitar, diversos estudios (Capel, 2005; Borja, 2009) han señalado que justamente como

28

producto de su éxito, Barcelona se transformó en el campo de operaciones de un

capitalismo financiarizado, que terminó generando un producto urbano que no evolucionó

en la dirección que había motivado la propuesta desencadenante de esta experiencia, más

allá de que esta ciudad haya terminado siendo mucho más competitiva que lo que era al

comienzo de este proceso. El resultado, para expresarlo con las palabras de Manuel

Delgado. sería:

”Barcelona es hoy, como tantas veces una ciudad asediada. Quienes quisieran verla

sometida no son ya ejércitos enemigos, ni regímenes políticos que detestan su amor

por la vida o su capacidad para generar y albergar mundos, y mucho menos sus

cíclicos estallidos de insolencia colectiva. Quien ansía ocupar Barcelona y avasallarla

es, hoy, un capitalismo financiero internacional que ha descubierto en el territorio

una fuente de enriquecimiento y aspira a convertir la capital catalana en un artículo

de consumo con una sociedad humana dentro” (Delgado, 2007: 11, destacado de

este informe)

Pero la experiencia de Barcelona no puede considerarse como un resultado excepcional de

la especulación financiera inmobiliaria. Esto, por cuanto, puede considerarse que todo

intento de transformar a una determinada aglomeración urbana, identificada bajo la

denominación de la ciudad en torno a la que se originó, en una fuente de enriquecimiento

para el capital financiero internacional y, de esta forma, en convertirla en “un artículo de

consumo con una sociedad humana dentro”, es un fenómeno generalizado en el mundo

globalizado, que comprende a un número creciente de áreas urbanas del mundo entero.

En lo esencial, puede afirmarse que las ciudades mejor evaluadas de la “world city

network” (Taylor, 2004), esto es la ciudades más competitivas de dicha red, constituyen

activos inmobiliarios donde los capitales financieros globales buscan valorizarse y, que por

tanto, de hecho, constituyen “artículos de consumo con una sociedad humana dentro”, tal

como propone Delgado. En este sentido, tanto “la ciudad competitiva”, como la “ciudad

creativa” analizada y postulada por Florida (2005), son en lo fundamental productos

inmobiliarios generadores de flujos financieros y corresponden a la metamorfosis analizada

por Lefebvre que transformó a la ciudad como valor de uso a la ciudad como valor de

cambio.

Un ejemplo ilustrativo reciente acerca de cómo esta dinámica puede afectar a las mayores

aglomeraciones urbanas de un ámbito nacional competitivo en términos de condiciones

para la valorización de los capitales financieros que se despliegan por el espacio mundial

de acumulación, lo brinda la actual crisis financiera en España. Al respecto, López (2006)

en un amplio estudio sobre la evolución de este proceso muestra como este país

experimentó un sostenido aumento del flujo de capitales externos destinados al circuito

secundario, hasta el punto en que el mismo llegó a convertirse en el motor de

acumulación de capital de España en este período, así como también, posteriormente, en

el corazón de la crisis que actualmente aqueja a este país. Esto se produjo como

consecuencia del estancamiento y/o regresión de la inversión industrial y de la

disponibilidad de una enorme cantidad de dinero en busca de ciclos productivos rentables,

29

reforzado por el desarrollo de este circuito secundario a escala planetaria. Fue así que

durante las últimas décadas se observó una desmedida intensificación de las inversiones

inmobiliarias en España, la cual estuvo asociada a un proceso de incontrolado incremento

del consumo de suelo urbano, que otorgó singular dinamismo a las tendencias a la

metropolización expandida durante los últimos 25 años en este país (Calvo et al., 2006).

¿Cómo puede explicarse la magnitud de este fenómeno en España? Frente a la dinámica

emergente de la globalización financiera, hay países (y áreas y regiones urbanas) que han

incrementado su atractivo vis-à-vis los capitales móviles en función de una particular

coyuntura económica que beneficia diferenciadamente a ese lugar, lo que provoca un

sostenido aumento de carácter coyuntural de la demanda inmobiliaria tanto de parte de

las empresas como de las familias. Al mismo tiempo, este proceso tiende a alimentarse no

solamente de las expectativas generadas por ese aumento de la demanda, sino que

también por la circunstancia de que en un momento de sobre abundancia de capitales,

ante las limitaciones ofrecida por la tasa de ganancia en la economía real, los mismos

pueden encontrar en el suelo y en ciertos activos urbanos, un destino coyuntural

aparentemente menos riesgoso.

En este sentido, aun cuando referido a una situación diferente, Baer (2008) analiza para el

caso de Buenos Aires como en un período de crisis económica la sobre oferta de capital

encontró una vía de escape en este sector. Al respecto, este autor plantea que ante la

crisis Argentina de 2001/02 los capitales y ahorros encontraron un buen destino en el

sector inmobiliario: “esta masa de capital proveniente del ahorro y las actividades

productivas más dinámicas se utilizó para financiar proyectos inmobiliarios y también para

comprar vivienda como reserva de valor frente a un sistema bancario que, por la crisis

reciente y las históricas, alcanzó su máximo descrédito” (Baer, 2008: 25). En cuanto a las

consecuencias sociales de este proceso, el mismo autor explica, “el uso residencial

protagonizó el boom, pero a pesar de la expansión de la oferta residencial empeoraron las

condiciones de acceso a la vivienda, ello se explica por la devaluación del peso pero

también por el notable aumento del precio de los bienes inmuebles en un contexto de

ausencia de crédito hipotecario” (Baer, 2008: 25).

Los aspectos que aquí se han analizado avalan la conclusión de que el aumento del

peso de las inversiones y negocios inmobiliarios representa uno de los cambios de mayor

relevancia producidos por la aplicación de las reglas del juego y los criterios de una

economía financiarizada. En este escenario, los intereses y las decisiones de los

propietarios y gestores del capital se situaron como el motor principal de la creciente

mercantilización de la metamorfosis urbana lo cual, justamente desde la partida,

constituyó uno de los principales objetivos de la gobernanza urbana neoliberal. Como tales

condicionaron el tipo de metamorfosis urbana que entonces se desencadenó, y se

ubicaron como un condicionamiento medular de la evolución hacia la nueva forma urbana

que, como se verá más adelante, comenzó a imponerse en el mundo entero.

Como afirma Naredo (2010) en base al análisis de lo ocurrido en el caso español,

que tiene muchas coincidencias con lo que ha estado ocurriendo en los países

30

latinoamericanos, con “las reglas del juego impuestas por la regulación social neoliberal, se

han promovido modelos territoriales, urbanos y constructivos específicos, en los que se ha

impuesto un modelo territorial que polariza el espacio en núcleos atractores de población,

capitales y recursos, y áreas de abastecimiento de y vertido, con sus redes y servidumbres,

un modelo urbano de conurbación difusa que separa y expande por el territorio las distintas

piezas de la ciudad […]”.

Todo ello corrobora la tendencia prevista por Lefebvre, quien al analizar los cambios

que se habían producido con el advenimiento de la ciudad industrial, señaló que todas las

lógicas y tautologías que entonces se habían manifestado respondían a un factor común: la

lógica de la plusvalía. Y que, con ello, “lo que quedaba de la ciudad, o aquello en lo que la

misma se transformaba”, se ponía más que nunca antes al servicio de la formación de

capital, esto es, de “la formación, la realización y la repartición de la plusvalía” (Lefebvre,

1970: 51). El proceso posterior, al validar la afirmación de esta tendencia, está justificando

la aprehensión de Harvey (2000: 13), en cuanto a que en tanto persistan las reglas del

juego establecidas por la gobernanza neoliberal, se corre el riesgo de que el destino de las

ciudades quede “casi enteramente a merced de promotores y especuladores inmobiliarios,

de los constructores de oficinas y del capital financiero”.

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33

III. CHILE, RESTRUCTURACIÓN, MODERNIZACIÓN

CAPITALISTA Y FINANCIARIZACIÓN DE LA VIDA

ECONÓMICA Y SOCIAL

Modernización capitalista hacia una sociedad financiarizada

Los trabajos desarrollados como parte de un proyecto de investigación realizado

anteriormente (Proyecto Fondecyt N°1.085.257 sobre competitividad urbana), permitieron

recabar y analizar diversos antecedentes que avalan la conclusión de que el buen

desempeño económico de Chile durante las últimas décadas, lograron posicionar a este

país como uno de los mejor calificados en la mayor parte de un amplio conjunto de

estudios y evaluaciones sobre comportamiento nacional en la nueva dinámica mundial; a

este respecto, se pueden considerar en especial los resultados de las evaluaciones y

rankings relativos a riesgo-país, a globalización y a competitividad (de Mattos, Bannen y

Fuentes, 2012).

Esta evolución estuvo jalonada por diversos cambios estructurales que fueron dando

contenido específico a lo que puede caracterizarse como una nueva fase de modernización

capitalista; en su avance, una sucesión de mutaciones afectaron las dimensiones

económicas, sociales, políticas y culturales del país en su conjunto, así como también de

sus principales ciudades. Cuando se analiza este proceso, importa tener en cuenta que

Chile formó parte del grupo de países latinoamericanos en los que luego de la Gran

Depresión del año 29 se realizó el intento de aplicar desde el ámbito del Estado nacional

un conjunto de políticas orientadas a impulsar un proceso de industrialización basado en la

sustitución de importaciones. En esta dirección, hasta donde su propia evolución histórica

(en definitiva, su “path dependency”) y los recursos del Estado lo permitieron, en este país

fue posible establecer tempranamente, en forma parcial y contradictoria, un conjunto de

arreglos institucionales en la dirección establecida por la agenda del Estado de Bienestar,

que entonces se había transformado en receta dominante en los países más desarrollados

del mundo occidental.

Como ocurrió en otras partes del mundo, al culminar el proceso de implementación de las

políticas respectivas, Chile terminó siendo afectado por una fuerte e incontrolable crisis

fiscal del Estado industrial-desarrollista, en la misma forma en que también se vivió en la

mayoría de los países de mayor desarrollo industrial del ámbito latino-americano. En el

caso chileno, las contradicciones que se generaron en este proceso se agudizaron en el

momento en que se radicalizaron algunas políticas de signo keynesiano durante el

gobierno demócrata cristiano de Frei Montalva; en definitiva, ello terminó dando paso a un

frustrado experimento de transición democrática al socialismo, en el cual se agudizaron

dichas contradicciones, al extremo de provocar una brutal ruptura institucional, por la que

terminó estableciéndose en Chile un régimen militar autoritario, que al cabo de un corto

34

período de indefinición terminó, en julio de 1975 optando, como alternativa al camino

industrial-desarrollista, por una de las versiones más ortodoxas del modelo neoliberal.

En ese sentido, como ya ha sido reconocido por autores como Harvey y Brenner de hecho

Chile constituye el primer país en el mundo en escoger y aplicar por decisión política una

de las versiones más radicales del discurso neoliberal. Ello dio lugar a un experimento

monitoreado por un equipo de economistas conocidos como los “Chicago Boys”, en el que

se intentó poner en práctica la mayor parte de las prescripciones del discurso teórico-

ideológico neoliberal. De hecho, en lo esencial, lo que se intentó desarrollar en ese

momento en Chile, fue buscar una salida al callejón sin salida en el que había

desembocado la crisis industrial-desarrollista en los años de la Unidad Popular. En esa

dirección, lo que se intentó poner en práctica fue una radical restructuración, orientada a

lograr la mayor re-mercantilización posible de la dinámica económica y de la vida social.

De esta manera, conforme a la concepción teórico-ideológica que entones se impuso, se

intentó proceder a una rectificación a fondo del rumbo que se había escogido en la fase

anterior, en el entendido de que el mismo había buscado des-mercantilizar la dinámica

económica, hasta donde ello era posible, mediante la aplicación de las políticas de corte

keynesiano, en especial desde el gobierno del Frente Popular.

El componente medular del proceso de restructuración en Chile fue una profunda reforma

del Estado, llevada a cabo en forma dictatorial bajo un nuevo enfoque de gobernanza

neoliberal, vertebrado en torno a los principios de subsidiaridad y de neutralidad estatal y

a la estrategia de “partenariado” público-privado. Se trata por tanto, de un proceso

conducido por el Estado, en el cual a partir del momento en que se produjo un cambio

político y una nueva coalición de fuerzas sociales pasó a encabezar el respectivo proceso

decisorio, y a tratar de llevar adelante un proyecto político sustantivamente distinto al que

se había intentado ejecutar en la fase industrial-desarrollista. Fue en esta nueva situación

que se decidió establecer un ámbito institucional más favorable que el pre-existente para

el desarrollo de las actividades del capital privado y, por esa vía, generar una situación

para un desarrollo genuinamente capitalista.

Fue en este contexto, que se decidió impulsar un radical proceso de privatizaciones y, al

mismo tiempo, establecer un marco regulatorio especialmente favorable para la inversión

extranjera directa (IED), lo cual fue considerado como un requisito fundamental para el

cumplimiento del objetivo básico de re-mercantilizar la vida social. Resulta evidente, por lo

tanto, que se trata de establecer un proceso de libre mercado pero estrictamente regulado

por el Estado.

Las privatizaciones, abarcaron las más diversas áreas de la vida económica y social del

país, al incluir desde sus primeras etapas algunos de los servicios públicos básicos, como

agua potable, electricidad, telefonía, salud pública, educación, etc. Al mismo tiempo, se

impulsó la realización de diversas reformas en distintos ámbitos de la vida económica, las

cuales fueron concebidas con el objetivo de lograr el restablecimiento de los equilibrios

macroeconómicos, donde el control de la inflación incidió en la conformación de un

escenario atractivo para negocios de largo plazo. En este sentido, se puede afirmar que

35

esas reformas, y en especial lo relativo a aquello que ha sido calificado como

“desregulación” impulsadas por el Gobierno Militar, fundamentalmente a partir de 1975, se

orientaron a establecer una nueva modalidad de regulación que resultase funcional a los

nuevos objetivos de la política económica. Por ello, es discutible calificar este proceso

como uno de desregulación, dado que ante todo se trata de un proceso de

desmantelamiento de un cuerpo regulatorio de corte keynesiano para sustituirlo por otro

cuerpo regulatorio, ahora de fundamento neoliberal. En definitiva, puede afirmarse que en

Chile a partir del Golpe de Estado de 1973, se desarrolló un proceso de desregulación y

re-regulación, orientado a consolidar un escenario en el que se buscó crear las

condiciones para el despliegue de una dinámica económica regida por el libre juego de las

fuerzas del mercado.

Cronograma de la trayectoria hacia la financiarización en Chile

En el contexto de este proceso de reformas concebidas conforme a los criterios básicos de

lo que se denominó como “ajuste estructural”, debe tenerse presente que desde que

comenzó a ser aplicado en Chile uno de sus objetivos prioritarios, fue la generación de un

mercado de capitales regido por los criterios de la “corporate governance” (Agosin &

Pasten, 2001). Esto, que puede considerarse como el meollo mismo de lo que podría

considerarse como la “planificación neoliberal”, se ajustó a una cronología que, más allá

de las naturales dificultades políticas, económicas y sociales que se presentan en todo

proceso de reformas, avanzó en una dirección predeterminada que, en términos

generales, puede considerarse que se mantuvo apegada a los lineamientos básicos pre-

establecidos y que ha continuado vigente más allá del término del Gobierno Militar. En lo

esencial, los hitos más destacados de ese proceso de reformas y de establecimiento de

nuevos arreglos institucionales, evolucionó en la forma que se sintetiza en la siguiente

cronología:

1974-1975: Comienzo del desmantelamiento de los arreglos institucionales

desarrollistas. Primeras reformas encaminadas a desmantelar, inicialmente todavía

en forma relativamente inorgánica, de los principales arreglos institucionales de corte

keynesiano, orientados a fortalecer una gestión estatal-intervencionista para promover

la industrialización, establecidos a lo largo de la historia económica anterior de Chile.

1975 (julio): Toma del control del proceso por los Chicago Boys. Shock

económico, incluyendo un amplio paquete de reformas y políticas encaminadas a

devolver al mercado sus funciones básicas en la regulación social y al capital privado su

papel protagónico en la dinámica económica, conforme al ideario neoliberal. En

especial, se puede destacar una amplia apertura externa, basada en un tipo de cambio

único, un arancel parejo del 10% (excluyendo automóviles) e inexistencia de otras

barreras comerciales (Meller, 1996). De esta manera, se busca intensificar la

articulación a la dinámica económica global, estableciendo condiciones para aumentar

la inversión extranjera directa y favorecer un generalizado crecimiento de las

exportaciones.

36

Al mismo tiempo, se incluye un conjunto de arreglos institucionales, en especial

referidos a las áreas financiera, buscando poner en marcha los cambios necesarios

para la modernización y generalización del mercado de capitales.

“A partir de 1974 se liberalizaron las tasas de interés, se eliminaron los controles al

crédito y se privatizó gran parte del sector bancario. Sin embargo, este proceso de

liberalización financiera no se vio acompañado de un marco de regulación y

supervisión apropiado, lo cual fue un determinante clave para desencadenar la crisis

financiera de 1982-1983. Con posterioridad a la crisis se produjo una revisión de las

instituciones existentes: en 1986 se introdujo una nueva Ley de Bancos, orientada a

mejorar el marco de supervisión y regulación del sistema financiero, y una nueva

Ley de Quiebras.” (Hernández y Parro, 2004: …..).

En lo esencial, observado en su conjunto, se puede afirmar que lo que se buscó fue

poner en marcha lo que fue presentado por esos años como el “círculo virtuoso de la

política económica”, que comprendía un conjunto de medidas (eliminación de los

subsidios, privatizaciones, reducción del déficit fiscal, etc., etc.), que constituían los

aspectos básicos del ideario neoliberal de ese momento (Ver gráfico 3.1).

Gráfico 3.1

1974-79: Primera onda privatizadora. Desde el primer momento el gobierno

militar puso en marcha un proceso de privatizaciones, incluyendo la devolución a sus

propietarios originales de buena parte de las empresas que habían sido incorporadas a

lo que se denominó el Area de Propiedad Social, durante el gobierno de la Unidad

Popular. Fue así que mientras antes del golpe militar el Estado controlaba más de 400

empresas y bancos, hacia 1980 el sector público controlaba apenas unas 45 empresas.

Fuente: El Mercurio, 27/set/1994

37

Todo ello formó parte de un esfuerzo político por revertir la mayor parte de las

estatizaciones realizadas por el gobierno de Salvador Allende.

1981: Adopción del principio de capitalización individual. Esta reforma que

constituye uno de los cambios más relevantes del “ajuste estructural” en Chile,

constituye uno de los hitos fundamentales en el proceso de conformación de un

mercado de capitales capitales diversificado animado por instituciones no bancarias

(Arrau, 1997), lo que dio un impulso fundamental a la financiarización de la dinámica

económica de este país. Al respeto, Hernández y Parro (2004: 105), destacan: “en

1981, previo a la crisis y en un hito histórico para el sistema financiero chileno, se llevó

a cabo la reforma de pensiones, donde el sistema de reparto existente entonces fue

cambiado por un sistema de capitalización individual […]”. Como se analizará en la

última parte de este informe, los capitales de los fondos de pensiones han jugado un

papel fundamental en el desarrollo y la financiarización inmobiliaria en Chile. En ese

sentido, se considera que “la expansión económica de Chile entre 1984 y 1997 no

puede entenderse sino en conjunto con la expansión del mercado de capitales y del

sistema financiero” (Arrau, 2001: 336).

1988: Regulación del Sistema de Mutuos Hipotecarios.

1984-89: Segunda fase del proceso privatizador. La segunda fase privatizadora

en Chile es más compleja que la primera desde que se propone avanzar en cambios

sustantivo acordes con los criterios básicos del discurso neoliberal, por cuanto buscó

“el reforzamiento de la sociedad libre basada en la economía de mercado, el aumento

de la eficiencia de la empresa en general, la reprivatización de las empresas

intervenidas y el desarrollo del mercado de capital” (Hachette, 200: 120). En este caso

se incluyó la reprivatización de las empresas (fundamentalmente bancos)

desprivatizados como consecuencia de la situación generada por la crisis 1981-82 y la

privatización de las grandes empresas estatales creadas o nacionalizadas por ley,

donde se destaca el caso de las principales empresas de servicios públicos, como

teléfonos, energía eléctrica (ENDESA), telecomunicaciones, transportes aéreos (LAN),

entre las principales.

1989: Promulgación de la ley Fondos de Inversión. En esta Ley se define un

Fondo de Inversión como “un patrimonio integrado de aportes de personas naturales y

jurídicas para su inversión en valores y bienes que esta ley permita, que administra

una sociedad anónima por cuenta y riesgo de los aportantes” (Daher, 1995). En el

contexto generado por la vigencia de esta ley se estableció un marco normativo para la

creación de fondos mobiliarios,inmobiliarios y de capital de riesgo (Cattaneo, 2011), lo

que se tradujo un un insumo fundamental para la dinamización y ampliación del

mercado de capitales en Chile.

1994: Securitización. Promulgación de la Ley 19.301, que incorporó al mercado los

títulos de securitización como una nueva alternativa de inversión. Esta Ley “incorporó

al mercado los títulos de securitización como una nueva alternativa de inversión,

38

estableciendo como vehículo para ello, un tipo sociedad de giro exclusivo, la sociedad

securitizadora, cuya característica principal es su capacidad legal para formar

patrimonios separados a partir de la emisión de títulos respaldados por determinados

créditos” (Rodríguez Bravo, 2001).

2000 (octubre): Ley sobre reforma de las prácticas corporativas. Incluye

protección los derechos de los accionistas minoritarios, en consonancia con los criterios

y regulaciones establecidos según lo estipulado por la corporate governance a escala

mundial (Agosin & Pasten, 2001: 3).

2001: Reforma Mercado de Capitales I. La primera reforma de Mercado de

Capitales, aprobada por el Congreso tras una discusión de más de seis meses, a fines

de 2001, consideraba la eliminación del impuesto a la ganancias de capital, que

gravaba en un 15 por ciento la diferencia entre el precio de compra y venta de

acciones, para títulos de alta presencia bursátil. Además, rebajaba los impuestos sobre

los intereses obtenidos por los inversionistas externos, igualando el régimen tributario

para locales y extranjeros, y creó incentivos tributarios para empresas emergentes, que

en el largo plazo tendrían efectos en el crecimiento del país.

2004: Creación de los primeros fondos inmobiliarios

2004 y años siguientes: Avances en corporate governance. Establecimiento y

perfeccionamiento de diversos mecanismos para establecer un sistema de “corporate

governance” en Chile (Agosín y Pastén, 2003) – incluye diversas reformas al mercado

de capitales y la financiarización de la dinámica económica, impulsando la integración

internacional de la Bolsa de Valores de Santiago

2006: Reforma Mercado de Capitales II – “La segunda reforma al mercado de

capitales incorpora sesenta medidas cuyo objetivo es avanzar en algunos puntos no

tratados en la primera reforma. El énfasis de la primera propuesta era la generación de

incentivos para crear una industria de capital de riesgo en Chile, inexistente hasta la

fecha. Sin embargo, la segunda se hace cargo de situaciones específicas y marcadas

por la coyuntura […] que pueden paralizar al sistema financiero de alguna forma. Entre

las novedades que incorpora, está el concepto de discrecionalidad en la entrega de

licencias bancarias y en las AFP y las compañías de seguros de vida, en las que el

regulador podrá definir colegiadamente lo que se llama las "áreas grises" para no

otorgar licencias. Las modificaciones de la actual iniciativa buscan también que los

instrumentos financieros de alto valor sean transados de manera electrónica o

inmaterial, para evitar robos de certificados de papel, como ocurrió con CORFO.

Asimismo, establece mayores atribuciones de investigación y sanción a los entes

fiscalizadores. Los elementos fundamentales de esta segunda reforma son el incentivo

al desarrollo de la industria de capital de riesgo; reducción de los costos de transacción

y contratación comercial sofisticada; profundizar el perfeccionamiento de la ley que rige

los gobiernos corporativos; fortalecimiento de los mecanismos de ahorro provisional

39

voluntario; fortalecimiento de los mecanismos de fiscalización y actualización de los

textos legales, adecuándolos a la realidad actual del mercado de capitales.

Como consecuencia del conjunto de reformas y arreglos institucionales implementadas a

lo largo de la trayectoria consignada en esta cronología, se impulsó una transformación

sustantiva del sistema financiero que se había conformado en la fase anterior del

desarrollo de este país. En lo fundamental, se logró consolidar un sistema de gobernanza

corporativa en la dirección preconizada por los principales organismos internacionales, lo

cual resultó en la paulatina y progresiva articulación del sistema financiero chileno en la

dinámica financiera global. En este sentido, (Cifuentes, Desormeaux & González, 2002:

….) sintetizan los principales logros de este proceso en la forma siguiente:

“Entre 1975 y 1981 el sistema financiero chileno experimentó una significativa

expansión, como resultado de un proceso de liberalización que puso fin a 30 años

de represión financiera. […]. hacia mediados de la década de los 80 el país optó

por un sistema de regulación prudente, el cual mejoró la supervisión bancaria y

modernizó las áreas no bancarias del sistema financiero. La principal reforma fue

el desarrollo de un nuevo sistema de pensiones, por la cual el sistema existente

operado por el Estado, fue reemplazado por uno enteramente capitalizado con

recursos privados. Desde mediados de los 80 el mercado chileno de capitales ha

crecido extraordinariamente en tamaño, profundidad y liquidez. El sistema privado

de pensiones está en la raíz de esta importante transformación, que ha influido en

forma significativa en el resto del sistema financiero. El sistema bancario chileno

se transformó en uno de los más saludables y competitivos de América Latina,

mientras otras instituciones, tales como el mercado nacional de valores, los

intermediarios financieros y los inversores institucionales se expandieron

notablemente”.

En este sentido, puede afirmarse que si bien la experiencia de ajuste estructural se inició

en Chile apegada a una versión extremadamente ortodoxa de los predicamentos básicos

de discurso teórico-ideológico neoliberal, la misma continuó desde entonces

introduciendo un conjunto de correcciones, pero siempre apegada a los lineamientos

constitutivos de esta corriente teórico-ideológica. En cualquier caso, se puede llegar a la

conclusión de que a lo largo de esta trayectoria, iniciada hacia mediados de la década de

los años setenta del siglo pasado, se ha procesado una profunda financiarización de la

economía chilena en su conjunto, lo cual actualmente afecta al conjunto de la dinámica

económica y social de este país.

Atractividad, competitividad y auge de los negocios inmobiliarios

Dado que asociado al proceso de sostenido crecimiento económico que se originó con las

medidas aplicadas en la trayectoria que aquí se ha reseñado, se produjo una ostensible

mejoría de la imagen externa de este país, lo que se vio reflejado en las principales

evaluaciones y rankings internacionales elaborados en base a los fundamentos del

40

discurso teórico-ideológico, —o nuevo “saber convencional dominante” en la expresión de

Krugman (1996)— que se impuso en el mundo de la globalización (Cuadro 3.1).

Cuadro 3.1

Posicionamiento de Chile en evaluaciones internacionales de atractividad

GLOBALI-

ZACIÓN

2011

(KOF)

COMPETI-

TIVIDAD

2011-2012

(WEF)

RIESGO PAÍS

2012

(S&P)

DOING

BUSINESS

2012

(W. Bank)

LIBERTAD ECONOMICA

2012

(Heritage)

PERCEPCIÓN CORRUPCIÓN

2011

(Transp. Int.)

Lugar Lugar Clasific. Lugar Lugar Lugar

ARGENTINA 77 85 B 124 158 100

BRASIL 74 53 BBB 130 99 73

CHILE 36 31 A+ 37 7 22

COLOMBIA 86 68 BBB- 45 45 80

MEXICO 70 58 BBB 48 54 100

PERU 52 67 BBB 43 42 80

URUGUAY 51 63 BB- 89 29 25

ECUADOR 98 101 B- 139 156 120

VENEZUELA 115 124 B+ 177 180 172

Desde que desde una fase relativamente temprana, Chile se ubicó en una posición

destacada en estas evaluaciones y rankings en relación a la mayoría de los países latino-

americano, con ello se convirtió en un destino atractivo para la IED y, de esta manera,

para la localización de nodos o filiales de circuitos globales. De hecho, esto ha significado

que a lo largo de todo este proceso, como consecuencia de las reformas y políticas

aplicadas, el flujo de IED ha sido muy elevado si se considera la dimensión de este país,

y ello ha continuado hasta el presente, llegando en el 2012 a ubicar a Chile en el tercer

lugar en América Latina como receptos de inversiones. (Ver Gráfico 3.2)

41

En un ámbito configurado de esta manera, las principales tendencias que se afirmaron a

lo largo de este proceso fueron perfilando un escenario sumamente favorable para el

crecimiento de las inversiones inmobiliarias, las cuales parecen haberse realizado

siguiendo una dirección similar a la observada en otros países bien ubicados en rankings

como los de riesgo-pais y de competitividad. Todo esto tuvo una influencia relevante en

la creciente mercantilización de la metamorfosis urbana de las áreas urbanas principales

de esos países y, entre ellas, en las de Chile, donde destaca la importancia del AMS

como foco de acumulación en bienes raíces.

A este respecto, parece importante destacar un conjunto de rasgos y tendencias

constitutivas de esta metamorfosis en el caso del AMS, destacando los factores que

tuvieron mayor influencia en la misma.

En este escenario, la progresiva inserción de la economía chilena en la dinámica de la

globalización y su consecuente vertebración en un número creciente de circuitos

globales, provocó un continuo aumento de la localización en este país de nodos

empresas globales organizadas en red, la cual, de esa manera, contribuyó a provocar

una sustantiva restructuración y diversificación de la economía nacional. Esta situación,

se tradujo en un progresivo aumento de la demanda por edificios de oficinas, lo que llevó

a que este tipo de producto inmobiliario se ubicase como uno de los destinos

privilegiados para inversiones, tanto nacional como extranjera.

Este proceso de crecimiento económico estuvo relacionado a un fuerte aumento de las

exportaciones, fundamentalmente relacionadas a recursos naturales, lo cual generó un

significativo incremento del ahorro de las empresas —y, en especial, de los grandes

grupos económicos—, del cual una parte importante se canalizó hacia inversiones

inmobiliarias. Esta situación, que se consolidó junto al proceso de financiarización de la

economía chilena, fue acompañado por la aparición de un conjunto de nuevos

mecanismos e instrumentos financieros, entre los cuales los fondos de pensiones y de

inversión inmobiliaria se constituyeron en factores clave en la conformación de las

nuevas tendencias y, por tanto, en el avance hacia la mercantilización del desarrollo

urbano.

A medida que la evolución de los indicadores de riesgo-país y de competitividad fueron

transformando a Chile en uno de los países más competitivos de la región, se incrementó

rápidamente su atractividad vis-à-vis los flujos de capital, lo cual terminó incidiendo en

creciente disponibilidad de capitales en búsqueda de mejores condiciones para su

valorización, de los cuales una parte no menor se encauzó hacia actividades

inmobiliarias.

En virtud del incremento del ingreso personal medio (Ver Cuadro 4) que se produjo como

efecto del sostenido proceso de crecimiento económico iniciado con posterioridad a la

crisis de 1981-82, se observó un significativo aumento de la demanda de bienes

inmobiliarios, tanto en el área residencial, como en la relativa al consumo y a los

42

servicios, lo que incidió decisivamente en la reactivación y diversificación de los negocios

inmobiliarios.

Tanto la demanda inmobiliaria de las familias, como la de las empresas, tuvo una rápida

respuesta por parte de la inversión inmobiliaria, que se materializó en un diversificado

conjunto de bienes raíces que se ubicaron en diversas partes del AMS e incidieron en una

importante modificación de su organización, funcionamiento, morfología y apariencia.

REFERENCIAS

AGOSIN, M. R. & E. PASTEN (2001). “Corporate Governance in Chile”. Draft, OECD

Development Centre. www.

ARRAU, P. (2001). “El mercado de capitales chileno: el necesario big-bang para el

crecimiento”. En BEYER, H. & R. VERGARA, Eds. ¿Qué hacer? Propuestas para el

desarrollo. Santiago, Centro de Estudios Públicos.

CATTANEO PINEDA, R. A. (2011). “Los fondos de inversión inmobiliaria y la producción

privada de vivienda en Santiago de Chile: ¿un nuevo paso hacia la financiarización de la

ciudad?”. EURE, n. 112, Santiago, pp. 5-22.

CIFUENTES, R.; J. DESORMEAUX & C. GONZALEZ (2002). “Capital markets in Chile: from

financial repression to financial deepening”. Economic Policy Papers (Banco Central),

Santiago, n. 2, agosto.

DAHER, A. (1995). “Efecto concentrador de los fondos inmobiliarios”. Estudios Sociales,

n. 83, trimestre 1, Santiago, pp. 193-216.

HACHETTE, D. (2000). “Privatizaciones: reforma estructural pero inconclusa”. En

LARRAIN, F. & R. VERGARA, EDS. (2000), La transformación económica de Chile.

Santiago, Centro Estudios Públicos, pp.111-154.

HERNANDEZ, L. & F. PARRO (2005). “Sistema financiero y crecimiento económico en

Chile”. Estudios Públicos, Santiago, n. 99, invierno, pp.

MELLER, P. (1996). Un siglo de economía política chilena (1980-1990). Santiago,

Editorial Andrés Bello.

RODRÍGUEZ AGUILAR, A. (1998). “El mercado de capitales en Chile y el papel de los

fondos de pensiones”. CEN 110, julio. www.

RODRÍGUEZ BRAVO, V. (2001). “Securitización en Chile”. Revista Securitización, …..

http://www.svs.cl/sitio/otra_informacion/doc/iimv/Revista-Securitizacion_x_VRB-2001.pdf

43

IV. GLOBALIZACIÓN FINANCIERA,

FINANCIARIZACIÓN INMOBILIARIA Y

MERCANTILIZACIÓN DE LA DINÁMICA URBANA DEL AMS

Fuentes de financiamiento para la

acumulación de capital en el sector inmobiliario en Chile y en el AMS

Fue en el escenario configurado bajo el impacto del conjunto de cambios que aquí se

han reseñado que se produjo la persistencia y acentuación de la tendencia que en este

informe se caracteriza como mercantilización de la dinámica urbana. En lo fundamental,

esto ocurrió desde el momento en que asociado a la adopción de una modalidad de

gobernanza empresarialista, que privilegia el partenariado público-privado, comenzó a

procesarse el desmontaje y liberalización del marco regulatorio que se había establecido

en la fase que en América Latina suele ser considerada como industrial-desarrollista. De

esta manera, se fue perfilando una situación en la cual la plusvalía esperada por las

inversiones en bienes raíces realizadas en distintas partes del respectivo territorio urbano

se ubicó como el principal criterio urbanístico. Conforme a esta lógica, las decisiones

sobre el tipo específico de bien raíz y sobre su localización en el territorio urbano,

pasaron a ser adoptadas en función de las expectativas en términos de la valorización de

las respectivas inversiones inmobiliarias, criterio este que se ubicó como

condicionamiento básico de la metamorfosis urbana que entonces se desencadenó.

Este proceso, que tuvo consecuencia cruciales en la transformación de las diversas áreas

urbanas chilenas y, en especial, de la que se ha ido conformando en torno a lo que puede

considerarse como la región urbana de Santiago, fue alimentada por un continuo aumento

del flujo de inversiones hacia el sector inmobiliario, cuya procedencia se ha ido

incrementando y diversificando lo largo de estas últimas décadas. Este aumento de la

importancia de los negocios inmobiliarios, está relacionado con el hecho de que en un

proceso de crecimiento económico relativamente exitoso como ha sido el de Chile en esta

fase, el sector productivo y, en particular, el sector industrial tendió a disminuir su

participación en el PIB, por lo cual el proceso de inversión en la economía real tendió a ir

perdiendo atractivo como destino para la colocación de los excedentes de capital

generados en los circuitos productivos relacionados con el ciclo exportador. En esas

circunstancias, para los capitales móviles en busca de oportunidades atractivas para su

valorización, los negocios inmobiliarios comenzaron a ubicarse como una alternativa

especialmente atractiva.

En esta dirección, se puede consignar que en un primer momento el financiamiento de

las inversiones inmobiliarias en Chile y, en particular, en dicha región urbana, se nutrió

básicamente con los excedentes de un conjunto de grupos económicos nacionales, cuyo

crecimiento y expansión se cimentó fundamentalmente en la exportación de productos

relacionados con recursos naturales de los circuitos productivos básicos de la economía

chilena de entonces (minero, forestal, horto-frutícola y pesquero), que fueron los que en

44

lo esencial sustentaron el dinamismo de la primera fase exportadora post-restructuración

en este país.

En un segundo momento, desde fines de 1980, dichos flujos financieros recibieron un

aporte adicional de fundamental importancia, el que se produjo desde cuando el

gobierno militar decidió remplazar el sistema estatal de pensiones a la vejez, invalidez y

sobrevivencia por un sistema de capitalización individual, cuya operación fue derivada a

un conjunto de instituciones privadas, las administradoras de fondos de pensiones (AFP).

Con la creación de este mecanismo de capitalización individual se produjo la

incorporación del ahorro de un número creciente de cotizantes a los fondos de

pensiones, lo cual significó un aporte sustantivo de recursos financieros al mercado de

capitales en Chile. A este respecto, Arrau (2001: 336) afirma que “nadie duda que el

desarrollo del mercado de capitales chileno está íntimamente ligado al crecimiento de de

los fondos de pensiones, que pasaron a ser un actor de gran relevancia en el mercado de

capitales”. Esto, por cuanto, desde la fecha de su establecimiento, en noviembre de

1980, estos fondos fueron aumentando progresivamente su participación en los recursos

administrados por inversionistas institucionales en el mercado financiero chileno según la

tendencia que muestra el Cuadro 3.1.

Cuadro 3.1

RECURSOS ADMINISTRADOS POR INVERSIONISTAS INSTITUCIONALES Y SISTEMA FINANCIERO (Millones de dólares de 1997)

1982 1989 1994 1997

1. Inv. Institucionales 2.273 10.916 36.277 46.282

Fondos de Pensiones 981 7.877 25.006 30.819

Fondos Mutuos 691 577 2.351 4.235

C. de Seguros 601 2.295 6.572 9.845

Fondos Inv. Capital Extranjero 0 167 2.348 1.384

2. Sistema Financiero 39.882 39.013 50.010 66.507

Fuente: Reinstein & Rosende (2000), en base a Superintendencia de Administradoras de Fondos de Pensiones (SAFP), Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF).

Lo más importante desde la perspectiva del tema considerado en este informe es que

este componente del mercado de capitales redundó en un significativo aumento del flujo

financiero hacia los negocios inmobiliarios. A este respecto, un documento de la

Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones (AAFP), documenta la

importancia que cobró esta tendencia, al señalar lo siguiente:

“Los Fondos de Pensiones han aportado recursos financieros de largo plazo al mercado de capitales. Uno de los sectores que más se ha beneficiado es el sector inmobiliario. En efecto, los fondos previsionales poseen el 47% de las Letras Hipotecarias del mercado, con una inversión cercana a US$ 5.400 millones. Con esto se financia la adquisición o construcción de bienes inmuebles, principalmente habitacional. En la actualidad con este instrumento se están financiando cerca de

45

300.000 viviendas. La inversión de los Fondos en letras hipotecarias, ha hecho posible entregar financiamiento hasta por 20 años plazo, facilitando la compra de la anhelada casa propia a muchos chilenos y fomentando los puestos de trabajo en el rubro de la construcción. Además, con una inversión adicional de US$ 520 millones en cuotas de Fondos de Inversión Inmobiliarios, los Fondos de Pensiones invierten en otras áreas del negocio inmobiliario, tales como: oficinas, centros comerciales, mutuos hipotecarios, terrenos, financiamiento de proyectos, etc.” (AAFP, 2012).

A esto hay que agregar que, como ya se ha mencionado en el capítulo anterior, el proceso

de financiarización de la economía chilena, se completó y consolidó con la creación de

nuevas instituciones e instrumentos financieros, en una secuencia en la que resulta

fundamental, por una parte, la incorporación de otros inversores institucionales, donde

adquieren especial importancia distintos tipos de fondos de inversión y, por otra, la

instauración de instrumentos funcionales a la operación del sistema financiero, donde la

securitización (o titulización) tiene especial relevancia. Es desde que se hizo efectiva la

presencia de este conjunto de arreglos institucionales, que resulta posible hablar de

financiarización de la dinámica económica de este país.

En lo que concierne en particular al sector inmobiliario, en el marco institucional que se

fue generando a lo largo de este proceso, se destaca ante todo la creación de los fondos

de inversión inmobiliaria (FII). En esta dirección, en lo que concierne a los FII, Rodriguez

Aguilar (1998: 12) señala que “los Fondos Inmobiliarios o Real Estate Funds surgen un

año antes (1991) de los Venture Capital Funds. Con apenas 9 Fondos Inmobiliarios, hoy en

día (1998) concentran más de la mitad de los activos totales administrados por los Fondos

de Inversión, lo que registra un promedio de activos por fondo de US$75 millones”

(Rodríguez Aguilar, 1998). Por otra parte, en esta misma dirección se produjo la

modernización de los instrumentos hipotecarios al servicio de las familias, donde adquiere

especial relevancia la introducción y reglamentación de los mutuos y las letras

hipotecarias, que desde entonces pasaron a jugar un papel de creciente importancia en el

proceso de financiación de la vivienda.

Una vez establecidos los diversos arreglos institucionales encaminados a sustentar el

proceso de financiarización de la dinámica económica en Chile, comenzó a ser difundido,

en especial por parte de los promotores y operadores financieros, un discurso que

proclama las ventajas de la inversión en el sector inmobiliario (el así llamado “ahorro en

ladrillo”), tal como también ocurrió en otras partes del mundo. Este discurso, además,

generalmente logró concitar el respaldo gubernamental a estas actividades en todas sus

escalas, en el entendido de que la activación del sector construcción, dados los múltiples

encadenamientos que involucra su funcionamiento, acarrea naturalmente el crecimiento

del conjunto de actividades productivas vinculadas al mismo por relaciones de insumo-

producto. Lo cual, se considera lógicamente como uno de los caminos más efectivos para

la generación de empleo, que siempre constituye uno de los objetivos prioritarios de

cualquier gobierno. (Ver Recuadro 1)

46

Recuadro 1

¿Comprar acciones o invertir en bienes raíces?

“[…] actualmente la compra de bienes raíces está en franco crecimiento. ¿Por qué? Hoy existen muchas más ventajas que desventajas. Para comprender esta ecuación es fundamental tener una estrategia clara de inversión y entender los principales “drivers” de este vehículo de inversión en comparación con el mercado bursátil.

Principales ventajas:

Generar un alto crecimiento del capital invertido en el largo plazo. Los precios promedios de las propiedades no caen en el mediano y largo plazo. En períodos de crisis el mercado inmobiliario se “congela”, por lo que se requiere entender la dinámica de los “ciclos inmobiliarios”.

General flujos constantes de renta que permiten cubrir créditos y generar excedentes en forma paralela a las ganancias de capital.

Es una inversión segura dado que en el mercado nacional las instituciones financieras son rigurosas en sus evaluaciones de riesgo y a que la delincuencia hipotecaria es baja. Posibilita trabajar con un alto apalancamiento bancario.

Permite generar valor agregado sobre los retornos esperados (se puede remodelar las propiedades y aumentar el interés comercial y el precio.

Hay beneficios tributarios, principalmente las propiedades DFL2.

Los principales “drivers” del mercado inmobiliario son factores tangibles, como la oferta y la demanda en una zona determinada, a diferencia del mercado accionario, donde los precios están basados en proyecciones de rentabilidades futuras.”

E. González Rojas, “¿Comprar acciones o invertir en bienes raíces?, Diario

Financiero, Santiago, 26 diciembre 2012

En este escenario, desde entonces se observa un continuo aumento de las inversiones

inmobiliarias realizadas por los fondos de inversión inmobiliaria, las cuales muestran

algunas tendencias ascendentes para todo el período (Gráfico 3.1). Como ha señalado

Cattaneo las mismas han mostrado un fuerte sesgo metropolitano, con particular

preferencia por la región urbana de Santiago (Gráfico 3.2), así como también por el

mercado residencial (departamentos y casas) y, luego, por el de oficinas; por otra parte,

también se puede comprobar, mayores niveles de inversión en el centro histórico y en

aquellas partes del territorio urbano en el que residen los sectores de mayores ingresos

47

Gráfico 3.1

Total activos administrados por tipo de fondo de inversión

Fuente: Proyecto FONDECYT N° 1.110.387 - ACAFI, basado en información pública disponible (SVS)

Gráfico 3.2

Finalmente, más avanzado este proceso, con la creciente inserción de diversas actividades

chilenas en la dinámica global, comenzó a producirse la irrupción de algunos inversores

institucionales extranjeros en este mercado, atraídos por las condiciones favorables para la

creación de valor generadas por las ya mencionadas reformas que habían sido

implementadas en este país. En concreto, puede afirmarse que los capitales extranjeros

orientados a los negocios inmobiliarios solamente comenzaron a marcar su presencia en

48

Chile, cuando el conjunto de arreglos institucionales realizados en este país, hicieron que

el mismo fuese observado como un destino de alta rentabilidad y de bajo riesgo para las

inversiones en el rubro bienes raíces. Ello ocurrió, fundamentalmente cuando ya habían

sido acogidos y se encontraban vigentes en este ámbito nacional los criterios y

salvaguardas planteadas por la corporate governance.

A este respecto, en una nota publicada por The Wall Street Journal (El Mercurio,

11/julio/2007) se reconocía que “cada vez es más común que los inversionistas

estadounidenses dirijan su capital a inversiones fuera de su país, desde centros

comerciales en Australia a edificios de oficinas en Noruega y viviendas en América Latina”

lo que se agrega que “el principal motor detrás de la inversión en bienes raíces fuera de

Estados Unidos en el mundo es el surgimiento de los fondos fiduciarios de inversión en

bienes raíces (conocidos como REIT en inglés). En años recientes, la estructura de los

REIT, que son muy comunes en EE.UU. ha ganado adeptos y ahora se puede encontrar en

más de 20 países”.

El hecho es que a medida que Chile fue mejorando su posición en distintas evaluaciones

relacionadas con atractividad en el escenario internacional, donde se observaba en

especial la existencia de una institucionalidad favorable a la IED, que aseguraba

rentabilidades por encima del promedio y seguridad para los negocios, —como lo muestra,

por ejemplo, el estudio Doing Bussiness realizado regularmente por el Banco Mundial—, el

AMS logró ubicarse como un destino alternativo para las inversiones inmobiliarias en el

contexto de esta nueva dinámica. De esto comenzaron a dar cuenta diversos medios

periodísticos, en notas en las que se destacaba la importancia que diversos inversores

institucionales extranjeros habían empezado a asignar al mercado inmobiliario chileno,

como lo documenta el texto que se reproduce en el Recuadro 2.

49

Recuadro 2

En esta misma dirección, en otra nota publicada por el Diario La Tercera (Santiago,

30/diciembre/2007), bajo el título “Fondos de inversión extranjeros revolucionan el

mercado inmobiliario local”, se afirma que:

“Se está produciendo un cambio estructural en el merado inmobiliario chileno. No

por las fusiones de empresas que tomaron vuelo en el 2007. Se trata de un

fenómeno más silencioso, pero relevante desde el punto de vista de la industria: la

llegada de gran número de fondos de inversión europeos y norteamericanos sobre

todo. Todo comenzó el 29 de diciembre de 2006, cuando el fondo Raíces, de la

gestora Las Americas (ligada al grupo Penta) traspasó el edificio Birman […], al

fondo alemán Deutsche Inmobilien Fonds AG (DIFA), ahora llamado Union

Investment Real Estate, en 773.690 UF, unos US$ 30 millones hoy. […] Lo del

Birmann fue un hito. Desde entonces se ha producido una ola de llamadas y

negociaciones.”

Con ello, Chile, y dentro de Chile el AMS, logró ubicarse como una de los lugares más

atractivos para los negocios en el ámbito latinoamericano lo cual, como ya se ha

documentado, se tradujo un significativo incremento de los montos financieros asignados

a lo inmobiliario, muchas veces orientados a la adquisición de activos inmobiliarios ya

construidos o en construcción.

50

Aumento de la demanda inmobiliaria familiar y empresarial y nuevos artefactos en el medio ambiente construido en el AMS

Asociado al sostenido crecimiento del PIB que se registró en Chile en esta fase, también

se produjo un muy significativo aumento del ingreso medio per cápita (corregido por

poder de compra) de las familias. En ese sentido, los datos disponibles permiten

comprobar que dicho ingreso medio per cápita más que septuplicó entre los años 1980 y

2013 (ver Cuadro 4), lo cual incidió en una importante expansión del gasto de las familias

y, por consiguiente, en un fuerte aumento del poder adquisitivo de las mismas.

Cuadro 3.2

PIB per cápita (corregido por poder de paridad de compra)

País 1980 2013 2013/1980

Argentina 6.348 18.800 2.96

Brasil 3.679 12.584 3.42

Chile 2.651 19.255 7.26

Colombia 2.628 11.219 4.27

México 4.051 15.881 3.92

Perú 2.740 11.275 4.11

Uruguay 5.591 16.635 2.98

Venezuela 3.604 13.584 3.77

EE.UU. 12.000 51.056 4.25

Fuente: World Bank y FMI, diversos años

Este aumento del ingreso medio, que es el más elevado logrado en este período en

relación al de los otros países latinoamericanos y, también, al de algunos países

desarrollados como es el caso, por ejemplo, de los Estados Unidos, tuvo un importante

impacto en el crecimiento y la diversificación de la demanda por bienes inmobiliarios en el

AMS, tanto en lo que concierne a los de carácter residencial, como en los relacionados con

el crecimiento del consumo de bienes y servicios de las familias. Este aumento y

diversificación de la demanda de las familias por una variada gama de bienes raíces tuvo,

como se verá más adelante, un fuerte impacto en los cambios que se produjeron en la

organización, el funcionamiento, la morfología y la apariencia de la región urbana que ha

ido constituyendo en torno a la ciudad de Santiago.

En lo que respecta al rubro habitacional, este aumento de la demanda tuvo como

respuesta un significativo incremento de la oferta de viviendas, caracterizado por una

importante diversificación del tipo de producto inmobiliario, incluyendo desde conjuntos

de vivienda social, condominios habitacionales verticalizados de gran dimensión hasta

residencias de distinto tipo y estilo ubicadas en barrios cerrados para sectores de

ingresos altos y medios. Al respecto, como se puede observar en el Gráfico 2, más allá

de las naturales oscilaciones, la oferta de viviendas nuevas que para el primer trimestre

de 1981 llegaba a las 10.000 viviendas, muestra un fuerte crecimiento sobre todo a

partir de 1996, llegando hacia el año 2008 a las 50.000, para caer al año siguiente a una

51

cifra cercana a las 30 hacia fines del 2012, pero manteniéndose a un nivel más elevado

que a comienzo del período.

Gráfico 3.3

Fuente: Collect, 2010

El aumento de la oferta de productos residenciales, ha tendido a cubrir todo el espectro de

la demanda, considerando los diversos niveles de ingreso de la población de las distintas

partes del área metropolitana, pero en forma sumamente desigual como se analizará más

adelante, donde la vivienda social cada vez más tiende a ubicarse en las áreas más pobres

de la corona externa de la ciudad del AMS, en tanto la vivienda más costosa ha tendido a

ubicarse en las áreas en que tradicionalmente se han localizado los sectores de ingresos

medios y altos, reafirmando una estructura socio-territorial desigual y fragmentada. y, en

especial, la vivienda social por una parte y los condominios y barrios cerrados por otro

A lo largo de este proceso, se puede comprobar que sobre todo a partir del

establecimiento del nuevo sistema previsional, con establecimiento de los fondos de

pensiones en 1981 y, posteriormente con la creación de los FII, aunado al establecimiento

del sistema de letras hipotecarias y, más tarde, de mutuos hipotecarios endosables y no

endosables, el mercado de la vivienda pasó a regirse cada día con mayor rigurosidad por

los criterios dominantes en una economía financiarizada. En esta evolución, la utilización

de los productos que pueden ser titulizados es creciente y la participación de los bancos,

los fondos de seguros y los fondos de inversión inmobiliaria ha crecido significativamente

durante los últimos años, en tanto que los instrumentos más utilizados son los mutuos

hipotecarios, que pueden ser objeto de titulización y las letras hipotecarias (Ver Cuadro

3.3 y Gráfico 3.4).

52

Fuente: Rivas Martínez, CMS Chile, 2010

Evolución MHE en cartera de inversiones de compañías de seguro

Mutuos Hipotecarios Endosables

0

500

1.000

1.500

2.000

2.500

3.000

1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

en

US

mm

Fuente: Asociación de Aseguradores de Chile, A.G.

También como consecuencia del impacto del aumento del ingreso medio (y del gasto) de

las familias, se produjo un fuerte crecimiento y diversificación en la demanda por

infraestructura inmobiliaria para el consumo de bienes y servicios, lo que contribuyó

decisivamente a la evolución desde lo que Soja (1990) caracterizó como la “ciudad como

Cuadro 3.3

Gráfico 3.4

53

máquina de producción” a la “ciudad como máquina de consumo”. En esta dirección, cabe

destacar el aumento “in crescendo” de las inversiones destinadas a la construcción de

edificios destinados directamente al consumo, como es el caso de shopping-malls, strip-

centers, grandes tiendas de retail, hiper y supermercados, etc. A lo cual es necesario

agregar una diversificada oferta de productos inmobiliarios destinados a atender las

necesidades, cada día más diversificadas, en áreas como la salud (diversos tipos de

hospitales, clínicas, sanatorios, etc.), la educación (edificios universitarios, secundarios y

primarios, locales para institutos técnicos y servicios educacionales especializados, etc.),

para circulación y estacionamiento (autopistas, playas de estacionamiento, etc.), para

cultos religiosos (templos para diversas redes religiosas), esparcimiento y ocio (complejos

de salas cinematográficas, teatros, salas de exposiciones, locales para gimnasia, espacios

para la gastronomía, etc.) y muchos otros. Toda esta diversificada demanda, generó un

campo especialmente atractivo para nuevos negocios inmobiliarios, habiendo dado lugar a

una proliferación de distintos tipos de artefactos arquitectónicos, que en buena parte de

los casos han tenido una fundamental incidencia en la organización y el funcionamiento

urbanos y, especialmente, en cambios sustantivos en el medio ambiente construido.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que con el avance del proceso de liberalización

económica, a medida que se produjo una progresiva globalización de ciertos circuitos

económicos, tanto en el ámbito productivo y financiero, como en el del consumo, se pudo

observar un aumento de la localización en Chile y, en particular al AMS, de un número

creciente de filiales o nodos de empresas globales de diversa naturaleza, que también

requirieron una específica infraestructura urbana. La presencia de este conjunto de filiales

o nodos de cadenas globales de valor, generó una importante demanda por servicios a la

producción, cuya implantación incidió en un cambio relevante en la estructura y la

dimensión del aparato productivo metropolitano y, en definitiva, en la generación de una

demanda adicional por bienes inmobiliarios para atender los requerimientos de las

empresas.

En este sentido hay que considerar que el aumento en la inversión del “inmobiliario de

empresa” (Malezieux, 1995) en Santiago comenzó a cobrar impulso con la construcción de

nuevos centros de negocios, como el denominado “Sanhattan” desarrollado en el terreno

de una antigua fábrica de cerveza en la Comuna de Providencia, el complejo de edificios

corporativos Nueva Las Condes, la Ciudad Empresarial (cuyo proyecto contempla la

construcción de alrededor de 100 edificios corporativos, de los cuales ya se encuentra

construido más del 50%, el complejo industrial-residencial ENEA en las proximidades del

Aeropuerto Internacional, etc. A esto hay que agregar la proliferación de edificios

inteligentes en altura, entre los que se detacan dos rascacielos (Torres Titanium (52 pisos)

y Costanera (64 pisos)), cuya presencia ha modificado radicalmente el perfil y la dinámica

del principal sector empresarial de la ciudad, así como un amplio conjunto de edificios

corporativos en el Barrio El Golf. Este tipo de producto inmobiliario ha alcanzado ritmos de

crecimiento muy elevados en las últimas décadas, lo que ha llevado a que el AMS se haya

ubicado como una de las 15 áreas urbanas con más oficinas de grandes empresas entre

54

los países emergentes (Ver Recuadro 3). En muchos de los emprendimientos de este tipo

se ha venido produciendo una aumento de la participación, directa o indirecta, de

inversores institucionales extranjeros, por lo que es válida la afirmación de que “[…] en la

consolidación de los central building districts capitalinos, los capitales internacionales y los

inversionistas institucionales parecen haber jugado un rol preponderante” (Cattaneo,

2011: 20).

Recuadro 3

A este respecto, es importante tener en cuenta que buena parte de los productos del

inmobiliario de empresa, en especial los de más reciente construcción han sido concebidos

como en el contexto de la financiarización inmobiliaria, esto es como activos para la

generación de flujos financieros (Ver Recuadro 4). De esta manera, a partir de momento

en que un bien inmueble se constituye en un activo financiero, el mismo pasa a ser un

medio para generar ingresos o flujos financieros y, en consecuencia, “pasa de ser un bien

de carácter patrimonial a otro cuyo carácter ahora es financiero” (Nappi-Choulet, 2012:

44).

55

Recuadro 4

Otro aspecto de crucial importancia generado por el explosivo crecimiento del inmobiliario

de empresa, en particular a través de la ya referida multiplicación de edificios de oficina,

es que su localización ha tendido a concentrarse en un número muy limitado de comunas,

que son principalmente aquellas en las que residen los sectores de ingresos altos y medios

altos y/o en áreas situadas en la proximidad del Aeropuerto Internacional. Es así, que

fuera de las comunas más ricas del AMS, no es posible encontrar ningún edificio de

oficinas de alto estándar, como se puede observar en el Mapa siguiente.

56

Por otra parte, en lo relativo a la infraestructura edilicia para atender al sector terciario

también se puede comprobar una amplia y diversificada infraestructura para la educación

(donde se destaca la inversión realizada durante los últimos años por las universidades

privadas), para atención de salud (con inversiones de gran magnitud, para complejos

hospitalarios y policlínicos, como es el caso de la Clínica Alemana, la Clínica Las Condes y

la Clínica Santa María, entre muchas otras), servicios culturales y deportivos etc., cuya

presencia en el medio ambiente construido ha tendido una fuerte incidencia en la

mutación de la imagen urbana del AMS. Lo que importa señalar aquí, es que la mayor

parte de este tipo de infraestructura, ha sido posible gracias a la utilización de los

mecanismos establecidos al servicio del capital financiero.

En la misma dirección, por otra parte, cabe mencionar el aumento de los equipamientos

para el consumo, los cuales comenzaron a tomar impulso desde la década de los ‘80 con

la creación del primer shopping center de la época (Apumanque), que fue seguido con la

construcción en 1982 del shopping-mall Parque Arauco, éste ya concebido, administrado y

operado conforme a los cánones internacionales, cuyo éxito pronto convirtió al respectivo

grupo inversor en una empresa en expansión hacia algunos países limítrofes (como

Argentina y Perú). A partir de ese momento, se ha producido una amplia expansión

57

geográfica de este tipo de artefacto, el cual si bien inicialmente solamente marcaba su

presencia en las partes del área urbana de residencia de los sectores de altos ingresos,

posteriormente ha tendido a localizarse también en otras partes del territorio

metropolitano; al respecto, las cifras mencionadas en un estudio sobre el crecimiento de

los diferentes shopping-malls en Santiago, indican que mientras en 1992 había sólo 10

centros comerciales de este tipo, en el 2006 la cifra se había elevado a 23, en tanto que

para 2012 la misma se proyectaba a 37 (Galetovic, Poduje y Sanhueza, 2009).

Esto se complementa, con el sostenido aumento de la inversión en equipamientos

destinados a satisfacer demandas de visitantes globales tales como centros

gastronómicos, hoteles de cadenas internacionales, spa, entre otros, que se concentran

preferentemente en tres o cuatro comunas que constituyen la base operativa turística del

AMS, lo cual se complementa con los atractivos de sus alrededores (centros invernales y

de ski, viñas, termas y, más recientemente, casinos). Hay que destaca que la localización

que los principales equipamientos para los visitantes globales se localizan prácticamente

en las mismas comunas que los edificios clase A para oficinas, esto es, Providencia, Las

Condes y Vitacura.

Finalmente, también hay que mencionar las inversiones financieras en materia de

infraestructura urbana, destinadas principalmente a autopistas urbanas y playas de

estacionamiento subterráneas, en especial en el AMS, donde el régimen de concesiones se

constituyó una modalidad de “partenariado” público privado, que ha permitió encontrar

una respuesta satisfactoria a las dificultades de los gobiernos respectivos para encontrar

recursos para el financiamiento requerido para la ejecución de este tipo de infraestructura.

Esta opción, ha ofrecido una alternativa redituable a inversores tanto nacionales como

extranjeros, dada la capacidad para generar de flujos financieros que la obras entregadas

en régimen de concesión (Engel, Fischer & Galetovic, 2000).

En el desarrollo de todo este tipo de emprendimiento, han jugado un papel central

diversas instituciones financieras, tal como es el caso en especial de distintos tipos de

inversores institucionales, que consideran como activos generadores de flujos financieros a

los productos inmobiliarios en cuyo financiamiento participan. En este sentido, como

afirma Cattaneo (2011: 20), “[…]en la consolidación de los central building districts

capitalinos, los capitales internacionales y los inversionistas institucionales parecen haber

jugado un rol preponderante”

Considerando el conjunto de cambios a los que aquí se ha hecho referencia, se puede

concluir que por las razones anotadas, en el escenario que comenzó a afirmarse en Chile

con el avance de una nueva fase de modernización capitalista hacia mediados de la

década de los años setenta del siglo pasado, se generó una fuerte demanda por nuevos

productos inmobiliarios que se vio respaldada por el aumento de la disponibilidad de

capitales, inicialmente fundamentalmente de origen nacional, a los que luego se ha

venido sumando una importante presencia de inversores institucionales, en su mayor

parte de procedencia europea y norteamericana, que han utilizado ampliamente las

posibilidades que ofrece la financiarización de la dinámica económica global. El resultado

58

de las inversiones respectivas, incidió en una progresiva mercantilización del desarrollo

del AMS, que produjo importantes cambios en la respectiva organización,

funcionamiento, morfología y paisaje urbanos.

Mercantilización de la dinámica urbana y consolidación de la “ciudad” neoliberal

Para identificar y analizar las principales consecuencias de la financiarización inmobiliaria

en la actual metamorfosis urbana, ante todo es necesario tener presente que las

respectivas inversiones inmobiliarias han tenido que realizarse sobre una estructura de los

precios del suelo conformada en fases anteriores del desarrollo de esta área urbana,

estructura ésta que es extremadamente rígida ante cualquier intento de modificarla. Por

consiguiente, esta estructura heredada de precios de la tierra urbana tiene una crucial

incidencia las decisiones sobre la elección de la localización de los distintos tipos de

inversiones y negocios inmobiliarios y, por lo tanto, en la distribución de las familias y de

las empresas en dicho territorio metropolitano.

Dado que en el caso de las grandes aglomeraciones latino-americanas la evolución de los

precios de la tierra se ha caracterizado casi sin excepciones por una estructura territorial

marcada por fuertes desigualdades entre sus distintas áreas, al imponerse la gobernanza

neoliberal que, bajo el imperio de la subsidiaridad estatal ha dejado en manos de las

fuerzas del mercado las principales decisiones sobre localización de las inversiones

inmobiliarias, estas desigualdades han tendido a reafirmarse y consolidarse. Esto responde

al hecho de que siendo los capitales financieros los que han quedado a cargo del proveer

los recursos para cubrir gran parte de la oferta inmobiliaria, esta debe ajustarse

obligadamente a los requisitos y condiciones impuestas por las fuentes de financiamiento,

sean estos bancos, fondos de inversión, instituciones hipotecarias, compañías de seguros,

etc. Requisitos y condiciones que están relacionados básicamente con la solvencia y el

respaldo financiero de los potenciales adquirentes de los respectivos bienes inmobiliarios. Y

esto, como es obvio, está fuertemente correlacionado con la desigual localización territorial

de los distintos tipos de familias y empresas. En esta situación, bajo el nuevo enfoque de

gobernanza urbana, se reafirmó una dinámica que tiende a retroalimentar la desigual

estructura de precios de la tierra heredada y, por consiguiente, la desigual distribución

socio-territorial de las familias y de las empresas.

En particular en lo que tiene relación con la distribución territorial de las familias, la

mercantilización de la dinámica urbana, se ajusta básicamente a dicha estructura territorial

de precios de la tierra. En general, tanto en lo que respecta a departamentos en edificios

verticalizados, como a la vivienda individual con jardín, la evidencia empírica para la mayor

parte de las grandes aglomeraciones urbanas de todo el mundo indica que su evolución en

esta fase fue afectada por dicha desigualdad en el precio del suelo heredada de las fases

anteriores de la historia respectiva. Lo que reafirma, el aserto de que “el funcionamiento

del mercado del suelo es quizás el principal factor que determina la distribución territorial

de los estratos sociales en la ciudad: el precio que un predio o lote en el mercado afecta

59

directamente las decisiones de localización residencial de las personas” (Ciccolella y Baer,

2008: 652).

En este sentido, la conclusión general a este respecto, es que con la aplicación de las

políticas de liberalización económica, la estructura de precios del suelo urbano cobró

mayor importancia que en la fase anterior como condicionante básico de la configuración

urbana emergente y, por lo tanto, del tipo área urbana producido por la actual

metamorfosis. Ha sido así que, cimentada sobre dicha estructura pre-existente de precios

del suelo urbano, los flujos financieros se desplegaron en busca de los mejores lugares en el

ámbito del AMS para la creación de valor mediante su aplicación en inversiones y negocios

inmobiliarios. En la medida que se impusieron los criterios y condicionamientos de la

gobernanza neoliberal, —y que en virtud del “partenariado” público-privado dichos flujos de

capital pasaron a gozar de una mayor autonomía para escoger y decidir su destino, tanto

sectorial como territorial—, se conformó una situación aun más favorable para el despliegue

de tendencias propicias para la persistencia y/o reafirmación de un tipo de estructura

urbana desigual y fragmentada.

60

En el caso particular del AMS, en consonancia con la muy regresiva distribución del ingreso

que caracteriza a Chile, la actual metamorfosis urbana ha evolucionado condicionada por

una situación que se caracteriza por una fuerte desigualdad en la estructura de los precios

del suelo urbano y por una muy desigual distribución socio-territorial de las familias y de

los hogares. Dado este escenario, se puede comprobar que las inversiones inmobiliarias

han mostrado una clara preferencia por las áreas de residencia de los sectores sociales

más solventes y con mejores condiciones para acceder al financiamiento requerido. Por

otra parte, las empresas inmobiliarias con mayor capacidad para acceder a los recursos

financieros de los fondos de inversión y de otros inversores institucionales, como ya se

mencionado, también mostraron su preferencia por aquellas partes del área urbana que

percibieron como las dotadas de mejores condiciones para la valorización de los capitales

invertidos.

De hecho, desde sus fases iniciales al asignar sus recursos financieros los fondos de

inversión mostraron una inequívoca preferencia por un número limitado de comunas, de lo

que resultó que las que recibieron mayor inversión y en las que se desarrolló un mayor

número de proyectos inmobiliarios fueron, por una parte, la Comuna de Santiago (el

centro histórico) y, por otra parte, aquellas en las que tenían su residencia los sectores de

mayores ingresos. Sobre esta tendencia, ya en el primer análisis realizado sobre este

tema, de hecho muy poco tiempo después de establecidos en 1989 los fondos de inversión

inmobiliaria, en un trabajo seminal publicado bajo el título de “los efectos concentradores

de los fondos inmobiliarios”, Daher (1995: 210), concluía que “de las trece regiones de

Chile, los FII solo invertían en tres de ellas, a marzo de 1992, y en seis, en setiembre de

1993. Aunque en la última fecha la RM registra un caída en términos porcentuales,

prácticamente siempre bordea una cifra cercana al 90% de todas las inversiones

inmobiliarias de los FII” (Daher, 1995: 210). Y más adelante, también agrega otra

conclusión relevante: “aquí se ha podido verificar […] que la fracción del fondo de

pensiones invertida en los FII presenta un fuerte sesgo concentrador, tanto en términos

geográficos (RM) como sociales (comunas con población de mayores ingresos” (Idem:

213).

La proporción en la que los FII asignaron sus colocaciones entre las distintas comunas

resulta ilustrativo al respecto, pues se puede comprobar cuales son las diferencias en los

montos asignados a las distintas comunas, dado que los mismos tienden a concentrarse en

un número considerablemente limitado de comunas, en tanto que una cantidad importante

de las mismas prácticamente no cuenta con proyectos de inversiones inmobiliarias.

61

Gráfico 3.5

Fuente: Proyecto Fondecyt N°. 1.110.387. Cálculos a partir de información proporcionada por laAsociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (ACAFI), en cartolas de proyectos anuales,AFI 2009 – 2011.Se refiere a los principales proyectos abordados por las AFI en el sector inmobiliario (rentas, desarrollo,plusvalías y mixto.)

62

El mapa que se incluye a continuación muestra la distribución territorial del total de

permisos de edificación, expresado en metros cuadrados, para las distintas comunas del

AMS, para el período 1990-2011, vale decir para los 21 años en los que se generó y afirmó

el proceso de financiarización de la economía chilena. De la información representada en

este mapa, se puede inferir que las dos comunas más favorecidas por el auge inmobiliario

de este período fueron Santiago y Las Condes, seguidas por dos comunas del primer anillo

Puente Alto y Maipú, en las que los programas de vivienda social han realizado una muy

importante contribución en términos de permisos de edificación. En un tercer nivel,

además de algunas comunas de la segunda corona, que están en la misma situación que

Puente Alto y Maipú, aparecen las otras comunas en que residen sectores de ingresos

altos y medios (Providencia, Ñuñoa, Vitacura, Lo Barnechea y La Florida)

En definitiva, de toda esta información se puede inferir que con la financiarización

inmobiliaria se ha acentuado el proceso de mercantilización de la dinámica urbana, del

cual resulta un tipo de conformación urbana producido por un cúmulo de inversiones en

bienes raíces, distribuidas territorialmente de manera sumamente desigual. Lo cual,

63

obviamente, responde básicamente a las diferencias en cuanto a la plusvalía que se espera

obtener con su colocación en determinados tipos de bienes y en determinados lugares del

territorio urbano. En este sentido, uno de los aspectos de mayor relevancia que muestran

estos procesos es que bajo este nuevo tipo de gobernanza, donde la globalización

financiera es la que rige lo medular de la dinámica económica, en la mayor parte del

mundo y, en particular, en el AMS, es que ha persistido la evolución hacia áreas urbanas

muy desiguales desde el punto de vista de su configuración socio-territorial. Dos estudios

realizados para el caso del AMS, han permitido comprobar que estas tendencias han

estado presentes en la evolución de esta área urbana durante los últimos años.

Así, en una investigación sobre Globalización y reestructuración del mercado metropolitano

de trabajo: impactos socio-territoriales en el Gran Santiago (Proyecto FONDECYT

1.040.838) realizada por un equipo de investigación del Instituto de Estudios Urbanos y

Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile durante los años 2004 y 2005, se

pudo comprobar la vigencia de este una evolución en la dirección señalada en el AMS, en

base al análisis de la distribución territorial de los grupos socio-ocupacionales según la

información de los censos nacionales de población y vivienda correspondientes a los años

1992 y 2002.

Distribución de GSO directivos y profesionales, 1992-2002

Fuente: Proyecto FONDECYT

En este sentido con respecto a los sectores de mayores ingresos se llegó a la siguiente

conclusión (Ver Mapa 1):

64

“la evolución de la localización del Grupo Socio-Ocupacional (GSO) Dirigentes que,

en general, involucra a los sectores de más altos ingresos (propietarios, dirigentes y

fracciones superiores de los grupos medios) indica una intensificación de su

presencia en los distritos residenciales de las comunas que conforman los “barrios

altos” de la ciudad (Providencia, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea y, en menor

medida, Ñuñoa, La Reina y Peñalolén). Esto significa que el fortalecimiento de la

participación de estos sectores en el triángulo nor-oriente aumentó la

homogeneidad social de esta parte de la ciudad y estableció una mayor distancia

entre ellos y los grupos más pobres. En esta dinámica, la evolución de los precios

de la tierra, que registra un incremento de la desigualdad entre los que

corresponden a las áreas residenciales de los sectores de mayores ingresos y las

partes más pobres de la ciudad, sustenta una tendencia hacia la acentuación del

comportamiento autosegregativo de este GSO, que parece obedecer al mismo

tiempo a una búsqueda de ampliar su separación de los grupos que ellos perciben

como más diferentes y su proximidad con los de similar status social. En este

sentido, las inversiones inmobiliarias parecen haberse adecuado rápidamente y, al

mismo tiempo, estimulado este tipo de comportamiento, a través de la

multiplicación de la oferta de productos edilicios compatibles con el mismo. La

evidencia disponible, avala la comprobación que también en el caso de Santiago “la

distribución de los grupos y clases sociales en el espacio resulta en gran parte de la

acción del mercado inmobiliario. El precio de las viviendas, frente a la estructura de

distribución de la renta, actúa como mecanismo selectivo al acceso a las diversas

áreas de la ciudad” (Ribeiro, 2003: 309).

En segundo lugar, más recientemente en una investigación realizada por el Núcleo de

Estudios Metropolitanos del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, orientada a

estudiar los distintos niveles de calidad de vida en diversas áreas urbanas chilenas,

entendida como “las condiciones de vida objetivas de la población generadas a partir de

las actuaciones y dinámicas de transformación del espacio urbano inducidas por actores

públicos, privados y la sociedad civil” (Orellana & al, 2012: 4). A estos efectos se

construyó un Indice de Calidad de Vida Urbana (ICVU) sobre la base de 33 variables

seleccionadas de más un centenar posibles, las cuales se distribuían en seis ámbitos de

la calidad de vida reconocibles: calidad laboral (variables que miden las facilidades de

acceso al mercado laboral, ingresos, capacitaciones, desarrollo profesional y protección

social de los residentes), ambiente de negocios (variables económicas que permiten

evaluar si la ciudad y/o comuna es un medio urbano favorable para la generación de

negocios), condiciones socio-culturales (variables relativas principalmente al nivel de

participación de la población en organizaciones sociales), conectividad y movilidad

(variables relacionadas con las condiciones de la infraestructura de conectividad,

movilidad y seguridad vial), salud y medio ambiente (condiciones de salud de la población

en relación a enfermedades que presentan una mayor correlación con las condiciones

ambientales y su medio antrópico) y vivienda y entorno (variables que dan cuenta de la

65

calidad de la vivienda, nivel de hacinamiento e inversión en el espacio público cercano

para sus residentes).

Al realizar un estudio comparativo del ICVU para los años 2002 y 2012, para el caso del

AMS, se comprobó que si bien la brecha en términos de calidad de vida se ha reducido,

todavía subsiste una situación a acentuada desigualdad entre las diferentes comunas de

la misma, siendo más las comunas que se sitúan por debajo de la media que las que

están por encima de la misma. Al mismo tiempo, se observó que la brecha entre las

comunas con mejor y peor ICVU es sumamente amplia (Ver Gráfico 3.6), lo que evidencia

una ciudad marcada por grandes desigualdades sociales.

Gráfico 3.6 Ranking de comunas del Gran Santiago según ICVU 2012

Fuente: Orellana & al, 2012.

Impacto urbano de la financiarización y cambios en estructura y morfología urbanas en el caso del AMS

En síntesis, considerando este conjunto de aspectos y tendencias, se puede concluir que

la evolución y consolidación en el tiempo de un nuevo modelo de crecimiento económico

en Chile, contribuyó a una reestructuración urbana y metropolitana que hizo que lo

urbano tendiese a desbordar en forma incesante los límites físicos y administrativos que

se habían consolidado en la fase industrial-desarrollista. En ese proceso, en el que la

actividad inmobiliaria jugó un papel clave, se ha ido conformando una configuración

urbana diferente, en el cual la lógica capitalista se despliega con restricciones mucho

menores que en la fase anterior.

En este sentido, los elementos de juicio considerados en este informe avalan la hipótesis

de que la financiarizacion inmobiliaria ha tenido una fuerte incidencia en la metamorfosis

del AMS que comenzó a procesarse asociada a la restructuración que se inició en Chile a

mediados de la década de los años setenta; y, que esto ha redundado en la emergencia

74,5172,11

68,8966,09

63,49

56,60 56,46

48,4646,96 46,01

43,12 43,05 43,00

42,75 42,50 41,43 41,24 40,77 40,71 40,47 40,21 39,7837,57 37,07

35,16 34,23 34,23 33,99 33,18 32,44 32,07 31,36 30,48 29,79

0,00

10,00

20,00

30,00

40,00

50,00

60,00

70,00

80,00

Indicador de Calidad de Vida Urbana

Media Gran Santiago: 44,12

Media Nacional: 42,81

66

de una nueva forma urbana que, en términos generales, ha seguido una dirección similar

a la que se ha observado para la mayor parte de las grandes aglomeraciones urbanas

que se han adscrito a la dinámica de la globalización en otras partes del mundo.

Este proceso puede asimilarse, en lo que concierne a sus tendencias generales, a la

caracterización propuesta por Naredo (2010: 14) para las consecuencias urbanas y

territoriales del modelo inmobiliario español:

“[…] las reglas del juego económico habitual, guiado por la brújula del lucro,

promueven modelos territoriales, urbanos y constructivos específicos, salvo que

existan barreras mentales o institucionales que se lo impidan. Cuando estas

barreras se diluyen dejando que el afán de lucro ordene y construya a su antojo la

ciudad y el territorio se observan dos fenómenos solidarios. En primer lugar,

tienden a desatarse patologías de crecimiento que fuerzan la expansión de los

procesos de urbanización y sus servidumbres territoriales a ritmos muy superiores

a los del crecimiento de la población y de su renta disponible. En segundo lugar,

estos procesos se ajustan implícitamente a los siguientes modelos de orden

territorial, urbano y constructivo:

1) Se impone un modelo territorial que polariza el espacio en núcleos atractores de

población, capitales y recursos, y áreas de abastecimiento y vertido, con sus redes

y servidumbres.

2) Se impone el modelo urbano de la conurbación difusa (urban sprawl), que

separa y expande por el territorio las distintas piezas de la ciudad, requiriendo

potentes infraestructuras de transporte para conectarlas y asegurar su

funcionamiento.

3) Se impone como único modelo constructivo un estilo universal, que separa las

partes del edificio, empezando por la estructura, convertida en un esqueleto de

vigas y pilares, para abordar después la cubierta, el cerramiento, ... y la

climatización, haciendo abstracción de las condiciones y los materiales del

entorno”.

Frente a una evolución que se ajusta a estas tendencias y rasgos, la presente

investigación ha buscado concentrarse en el análisis y la discusión del significado y los

alcances de la tendencia a la mercantilización del desarrollo urbano. Al respecto, la tesis

que aquí se sustenta es que ella estaría llevando al AMS a la configuración de una forma

urbana sustantivamente diferente a la que caracterizó a la ciudad industrial-desarrollista,

la cual se manifiesta en la formación de una región urbana expandida, conformada en

torno a la ciudad de Santiago. Esta nueva configuración metropolitana aparece como

resultado de una tendencia hacia lo urbano generalizado tal como la que había sido

anticipada por Lefebvre, donde lo urbano y lo rural pierden especificidad y donde se

impone una estructura policéntrica, desigual y fragmentada.

67

Al respecto es posible plantear un conjunto de interrogantes que deberán continuar siendo

objeto de análisis y discusión en la última fase de esta investigación: ¿cuáles son los

factores que tienen mayor incidencia en la concentración de las inversiones inmobiliarias

en la región urbana que se está conformando en torno a Santiago?; ¿hasta donde puede

preverse que las modalidades dominantes en materia de gobernanza urbana continuarán

incidiendo en la continuidad de las tendencias descriptas?; ¿en qué medida estas nuevas

modalidades dominantes de gobernanza urbana podrían ser utilizadas para lograr una más

adecuada regulación del tipo de crecimiento urbano y metropolitano que está emergiendo

de la actual metamorfosis urbana?; ¿cuáles serían las principales consecuencias futuras de

esta mercantilización del desarrollo urbano en la organización, funcionamiento, morfología

e imagen del medio ambiente construido?; y, finalmente, ¿cuáles podrían ser los efectos

de esta nueva configuración en la evolución de las desigualdades sociales y de la

sustentabilidad del área urbana emergente? Consideramos que si esta investigación puede

aportar elementos de juicio valederos en la dirección planteada por estas interrogantes,

habrá podido cumplir con los principales propósitos que la motivaron.

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