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DE LOS PARAísos ARTIFICIALES A LA CRUEL REALIDAD (*) ... .. , Profesor Enrique Villanueva Cañadas Catedrático de Medicina Legal Facultad de Medicina. Universidad de Granada l. VíAS DE DEL PROBLEMA Parece innecesario que me apresure a aclarar que vaya tratar de un te- ma relacionado con las drogas. Fue BAUDELAIRE el primero en utilizar la ex- presión «paraísos artificiales» en relación con el mundo de los alucinógenos. Tomó la frase de una tienda de flores artificiales de París, si bien GAUTIER re- '.- .... . '" fiere que era exactamente un taller en la carretera de Neuilly. Últimamente el tema de las drogas se vuelve tópico, por doquier y desde múltiples lugares se nos asedia con mensajes, conferencias, mesas redon- das y coloquios, no parece que yo sea muy original con este tema, salvo que se enfoque desde una nueva perspectiva, una perspectiva que, por otra par- te, no es novedosa, sino, al contrario, la más antigua -la literaria y cultural-. La droga y su mundo es un mito, y lo es porque, como dice CLAUDE OLlEVENS- TEIN, «de una forma revolucionaria crea una situación en la que ninguna de nuestras pautas, ya sean ideológicas, legales o simplemente sanitarias, pue- den responder o aclarar el problema». ...._, ...... .;.;;. Cuando se dice que cada cultura tiene su droga parece querer indicar que , '':!:J .: ". . " todas las civilizaciones se han drogado con un producto más o menos autóc- tono y que este mal se remonta a los tiempos prehistóricos. Así planteada la cuestión hemos de decir que este aserto es falso. Es cierto que el uso de la droga no constituye un fenómeno exclusivo de nuestra sociedad, de nues- * "Conferencia, Inauguración Curso Académico». Instituto de Estudios Giennenses, 3 de noviembre de 1987.

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DE LOS PARAísos ARTIFICIALES A LA CRUEL REALIDAD (*)

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Profesor Enrique Villanueva Cañadas Catedrático de Medicina Legal

Facultad de Medicina. Universidad de Granada

l. VíAS DE ABORDA~IE DEL PROBLEMA

Parece innecesario que me apresure a aclarar que vaya tratar de un te­ma relacionado con las drogas. Fue BAUDELAIRE el primero en utilizar la ex­presión «paraísos artificiales» en relación con el mundo de los alucinógenos. Tomó la frase de una tienda de flores artificiales de París, si bien GAUTIER re­

'.-.... . '" fiere que era exactamente un taller en la carretera de Neuilly.

Últimamente el tema de las drogas se vuelve tópico, por doquier y desde múltiples lugares se nos asedia con mensajes, conferencias, mesas redon­das y coloquios, no parece que yo sea muy original con este tema, salvo que se enfoque desde una nueva perspectiva, una perspectiva que, por otra par­te, no es novedosa, sino, al contrario, la más antigua -la literaria y cultural-. La droga y su mundo es un mito, y lo es porque, como dice CLAUDE OLlEVENS­TEIN, «de una forma revolucionaria crea una situación en la que ninguna de nuestras pautas, ya sean ideológicas, legales o simplemente sanitarias, pue­den responder o aclarar el problema».

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Cuando se dice que cada cultura tiene su droga parece querer indicar que , '':!:J

.: ". . " ~todas las civilizaciones se han drogado con un producto más o menos autóc­tono y que este mal se remonta a los tiempos prehistóricos. Así planteada

la cuestión hemos de decir que este aserto es falso. Es cierto que el uso de la droga no constituye un fenómeno exclusivo de nuestra sociedad, de nues­

* "Conferencia, Inauguración Curso Académico». Instituto de Estudios Giennenses, 3 de noviembre de 1987.

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12 ENRIQUE VILLANUEVA CAÑADAS

tra cultura. Ha estado presente en todo tiempo, a lo largo de los siglos, tanto en las sociedades primitivas como en las civilizaciones más evolucionadas, incluso ahora mismo persisten tribus como la de la Sierra de Tarahumara, en el estado de Chihuahua, en la Sierra Madre Occidental, que consumen el pe­yote, un alucinógeno cuyo elemento fundamental es la mescalina, o los in­dios andinos que siguen mascando las hojas de coca para evitar el frío, la fatiga y sobre todo el hambre. Pero estas drogas autóctonas están acepta­das socialmente, institucionalizados sus modos de consumo, estimulados y

hasta ensalzados. Para cada cultura su droga es lícita, y las otras son ilícitas, quedando rechazadas, prohibidas y marginados los sujetos que la consumen.

Este fenómeno asentaba sobre criterios estrictamente sociológicos y cul­turales, a los que más recientemente tendríamos que añadir comerciales.

El alcohol es la droga de la civilización cristiano-occidental, su implanta­ción, uso y consumo se remonta a los tiempos más remotos. Está presente entre nosotros en todo momento y nos acompaña tanto en los momentos felices como en los desgraciados. Nuestra cultura ha marcado cuándo debe­mos beber -edad, fechas ... -, cómo debemos beber, e incluso estigmatiza a aquél que no bebe. Dice BAUDELAIRE «creo que si desapareciese el vino de la producción humana, en la salud y en el intelecto del planeta se produciría un vacío, una ausencia, un defecto mucho más horrible que todos los exce­sos y desvíos de que se hace al vino responsable. ¿No es razonable pensar

que la persona que nunca bebe vino, por ingenuidad o por sistema, son imbé­ciles o hipócritas? Imbéciles, hombres que no conocen ni la humanidad, ni la naturaleza ... r un hombre que sólo bebe agua tiene un secreto que escon­der a sus semejantes».

El consumo del peyote es un consumo litúrgico y ritual, solamente en unas determinadas fechas al año y con finalidades estrictamente místico­religiosas. Dice el profesor J. S. SLOTKIN -uno de los pocos blancos que han participado en los ritos de una congregación peyotista- al hablar de sus com­pañeros de secta, «Desde luego no quedan pasmados o borrachos. Nunca

pierden el compás o farfullan al hablar, como lo haría un hombre bebido o pasmado ... Todos se muestran serenos, corteses y considerados con los de­más. Yo no he visto un templo blanco donde haya tanta religiosidad y tanto decoro».

El uso de la «droga», así considerada, no creaba ni el fenómeno del «dro­

gadicto», ni la problemática sanitaria, que hoy desencadena la drogadicción. Este proceso está evidentemente ligado a la colonización. La primera fue el alcohol -exportado por los occidentales al Egipto faraónico donde la cerve­za estaba sujeta a impuestos y luego a América -. En el mundo mahometano era el hachís la droga institucional, en el americano era la coca. Incluso esa

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13 DE LOS PARAisos ARTIFICIALES A LA CRUEL REALIDAD

colonización afectó al propio mundo cristiano, donde la bebida fermentada se sustituye por los destilados. Es evidente que existían alcohólicos en Occi­dente, pero no es el caso de los excesos en las fiestas de Baca y Dionisos en los bacanales romanas, que son pautas conocidas y asumidas.

La verdadera patología alcohólica surge en los tiempos modernos, cuan­do el alcohol y las otras drogas se llevan fuera de su marco referencial y cul­tural. Exponente, el África negra que ve ahogarse en alcohol todos sus esfuerzos de progreso social y económico. Igualmente es importante la alco­holización de los pueblos islámicos preservados del mismo largo tiempo por sus creencias religiosas. El otro ejemplo es el caso del opio. Los chinos no conocían ni cultivaban el opio. El opio se cultivaba entre el Indo y Ganges, donde se utilizaban por sus virtudes mágico-terapéuticas a dosis homeopáti­cas. Con la prohibición en China de fumar tabaco -1650- los portugueses se esforzaron en introducir opio -que se emplea para mezclarlo en el tabaco­desde Macao. Los portugueses lo compraban en Bombay.

Cuando los ingleses fundan la East Indian Company, promocionan el cul­tivo y la venta entre los indígenas, pero cuando se dan cuenta que están ani­quilando su propia mano de obra, el cultivo se declara monopolio del gobernador británico de Bengala y la exportación es privativa de la Compañía de las Indias Orientales.

Los chinos prohíben el opio en 1729 y luego en 1796. Los barcos ingle­ses que iban en busca de té, para aprovechar los fletes, llevaban opio. El re­sultado fue la guerra del opio entre Gran Bretaña y China, que duró desde 1839 a 1842. El desencadenante fue el desembarco de 1360 toneles de opio en el puerto de Canten. incautado por China. La China fue derrotada, la paz impuesta le permitió a los ingleses el libre comercio de opio. El resultado es conocido, de unos dos millones de opiomanos que había en China en 1839 se pasó a 120 millones en 1878. Fue a partir de entonces y por la sangría económica que ello suponía cuando los chinos se vieron obligados a cultivar el opio. Los turcos, que vieron disminuidos sus mercados, se vieron en la ne­cesidad de buscar nuevos mercados en Egipto.

Los europeos pagarían más tarde, en efecto boomerang, su precio, un

alto precio en forma de heroína, que procede en un alto porcentaje de la mor­

fina china.

El auténtico problema se produce cuando la sustancia se produce en su­ficiente cantidad y es fácil su conservación, almacenamiento y transporte sin que pierda sus cualidades. De aquí surge un nuevo esquema cultural que ya nada tiene que ver con los ritos o medios culturales primigenios, que se ven falseados con la comercialización -cubalibre y vino o cerveza-, hierba con

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aceite de hachís, crack con mascar hojas de coca, heroína con fumar o co­

mer opio.

La toxicomanía deja de ser un fenómeno exquisito, para convertirse en un problema sanitario y social de primera magnitud, deja de ser un fenómeno individual o de pequeños grupos para convertirse en un fenómeno colectivo que se asemeja a los azotes medievales producidos por las epidemias.

Es evidente que la Medicina, la Psiquiatría y la Sanidad no pueden por sí solas dar una respuesta a un problema que afecta a millones de personas en el mundo, de todas las edades, de todas las razas, religiones y culturas y de todas las condiciones sociales.

Conocemos muchas cosas sobre las drogas, pero desconocemos lo fun­damental, desconocemos la esencia de esas motivaciones al consumo. Cuan­do un indio andino masca coca, quiere matar el hambre pero, ¿qué hambre quiere matar el toxicómano occidental cuando se encuentra en el momento

más productivo de la Historia y en la Sociedad del bienestar?

11. FACTORES QUE INDUCEN A LA DROGADICCiÓN

Creo que sería fácil ponerse de acuerdo en que en toda drogadicción ope­ran tres factores:

1. o. La droga, ha de tener capacidad para inducir una vinculación me­tabólica, pero muchas veces ello dependerá también de las características

de la misma, vías, cantidad usada, frecuencia.

2. o. De la personalidad del consumidor.

3. o. De la naturaleza del núcleo socio-cultural.

Del producto no vamos a hablar.

La personalidad. ¿Existe una personalidad pretoxicománica? ¿Se puede hablar de rasgos que lleven a la toxicomanía?

No, pero sí. Los psicoanalistas nos hablan de ciertas alteraciones que se producen en la fase oral del desarrollo. En el toxicómano se pueden encon­trar rasgos neuróticos y/o psicopáticos. Cuando examinamos un toxicóma­no es fácil deducir de sus rasgos de personalidad por qué cayó en la droga y, por tanto, explica el fenómeno de un modo más o menos convincente, pe­ro de ahí a hacer una predicción a priori hay un abismo. Los neuróticos recu­rren a la droga y más concretamente al alcohol, buscando su poder ensiolitico,

para calmar su ansiedad y la angustia. Los psicópatas buscarán experiencias nuevas, el estado de excitación y exaltación del yo que la droga produce. Los enfermos psicóticos buscarán luchar contra la depresión. De ahí se deduce

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que los psicópatas impulsivos, los neuróticos-angustiados y las personalida­des esquizotímicas son individuos predispuestos.

Hay casos en que la droga permite la adaptación del individuo a las ten­siones internas y desajustes psicológicos, en otros casos la droga se busca para luchar contra el trastorno emocional surgido al hacer frente a los proble­mas del adulto, en el tránsito de la adolescencia.

1\/0 podemos hablar, por tanto, de la droga desde una perspectiva exclu­sivamente psicologista. En muchos casos, la toxicomanía es sencillamente la expresión de una conducta, que podría haber cambiado por otra: enrola­miento político, militar, aventurero o deportivo. Para muchos la toxicomanía es una conducta de «intoxicación voluntaria», una forma de vivir escogida libremente, no sujeta inicialmente a la esclavitud de la droga. Pero la conduc­ta expresa la personalidad y ésta a su vez se hace de la dialéctica entre am­biente y la propia personalidad.

Con relación al fin buscado podríamos diferenciar cuatro grupos:

1. o. Toxicómanos solitarios para los que la droga es un medio: artis­tas, médicos, analistas, investigadores: ALDOUS HUXLEY, BAUDELAIRE, GAUTIER, MOREAU, FREUD, HOFMAN, MICHAUD, ARTAUD.

2. o. Toxicómanos solitarios para los que la droga es un fin: llegan a ella buscando calmar el dolor, la angustia, escapar de situaciones, el placer o nue­vas sensaciones.

Tendríamos al toxicómano clásico en el que existe, sin duda, una perso­nalidad anormal y situaciones conflictuales que le empujan a llegar a ella.

3. o. Toxicomanía comunitaria para los que la droga es un medio de al­canzar unos objetivos: filosóficos, psicológicos y sociológicos. La droga sir­ve para mantener la cohesión del grupo, darle homogeneidad y a su vez puede ser un modo de resaltar lo que su filosofía de la vida plantea: el rechazo de nuestra cultura, el rechazo de ciertos valores sociales y el planteamiento de otras alternativas. El movimiento contracultural es un ejemplo de ello.

4. o. Toxicomanías de grupo para las que la droga es un fin. El aspecto más sombrío del problema actual de las drogas son los «jonkis». Hacen la escalada de la droga dura y de ahí no regresan. Son gentes rechazadas, su­fren la marginación y se meten en el círculo de la muerte. El retrato robot de los componentes de este grupo es: jóvenes, cada vez más jóvenes, que odian a la sociedad, que buscan drogas duras en dosis, vías y frecuencias

brutales.

Son en los tres grupos primeros donde encontramos los toxicómanos que podríamos encasillar en los llamados «paraísos artificiales».

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Dice BAUDELAIRE: «La sensatez nos dice que las cosas de la tierra bien poco existen y que la verdadera realidad sólo está en los sueños».

Agrega WILLlAN BLAKE: «Si las puertas de la percepción quedaran depu­radas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito».

Estas frases, junto a las de ALDOUS HUXLEY, «parece muy improbable que la humanidad en libertad pueda alguna vez dispensarse de los Paraísos Artifi­ciales. La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo, aunque sólo sea por bre­ves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del al­ma», nos pone en una realidad del alma humana, el deseo de soñar, de percibir algo más allá de lo que nuestra propia limitación nos impone, de buscar nue­vas aventuras en la mediocridad de nuestro mundo.

En muchos momentos de nuestras vidas estos vacíos se pueden llenar con el arte, la religión, las fiestas -máxime cuando éstas permiten perder la identidad como los carnavales, las grandes manifestaciones populares ...

Son lo que WELLS llamaba Puertas en el Muro. Pero para el uso privado y cotidiano siempre se ha echado mano de las drogas, tanto naturales como sintéticas, unas veces sedantes, otras euforizantes, otras alucinógenas.

Jamás la sociedad se dejó arrebatar estos modificadores de la concien­cia, por mucha que fuese la presión social, legal o médica. El afán de escapar de sí mismo y del ambiente se halla en la mayoría de nosotros y de modo permanente. A pesar del creciente ejército de alcohólicos, de muertes que

a él se pueden achacar: cirrosis, tráfico, accidentes laborales, de los efectos negativos sobre la gestación, la conducta, la convivencia, la gente bebe y se divierte con ello. A pesar de las pruebas que demuestran la relación del cáncer de pulmón con el tabaco, seguimos considerando a este hábito tan natural como el comer. Para la mayoría de nosotros son hechos remotos e insustanciales, aliado del hecho próximo, concreto y real de aliviar un ansia, yugular una angustia por medio del trago o el cigarro.

Para HUXLEY el afán universal y permanente de autotrascendencia no pue­de ser abolido cerrando de golpe las más populares Puertas del Muro. La úni­ca acción razonable es abrir puertas mejores con la esperanza de que hombres y mujeres cambien sus viejas malas costumbres por hábitos nuevos y menos dañosos. Unas puertas podrían ser de naturaleza social, otras tecnológicas, religiosas, culturales y educativas, atléticas, etc.. pero subsistirá indudable­mente la necesidad de tomarse vacaciones químicas, que nos alejen del into­lerable sí mismo y del repulsivo ambiente que nos agobia.

Para HUXLEY la humanidad precisa inexorablemente de las drogas y si ello

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es así démosle la menos dañina, una nueva droga que alivie sin dañar, al me­nos a largo plazo.

Una droga que no impida la producción de bienes necesarios para la ali­

mentación -caso del vino, tabaco, opio-, que sea menos tóxica que la co­caína y el opio, que no produzca tantos daños sociales como el alcoholo los barbitúricos y que no produzca tanto mal al pulmón y corazón como el tabaco.

Por otra parte, como aspecto positivo, debe producir unos cambios en la conciencia que supera el mero alivio o la mera ensoñación. El proponía la MESCALlNA. Un hombre bajo la influencia de la Mescalina se dedica tranqui­lamente a sus asuntos, sin que tenga luego que pagar secuelas compensa­doras.

Después de esta loa en favor de la Mescalina, hay que reconocer que su propuesta no es más que un sueño propio del paraíso artificial en que él mismo se situaba.

Es trágico reconocer que la puerta química es la única viable para casi todos los mortales, que a pocos le es dado alcanzar el éxtasis, la ataraxia, la percepción sublime por la vía de la ascética, la introspección o la sensibili­dad. Cerca ya el fin de su vida, Tomás de Aquino alcanzó la contemplación infusa. Después de esto se negó a trabajar de nuevo en el libro que estaba escribiendo. Comparado con esto -la contemplación- cuanto había leído, discutido y escrito no era más que broza o paja.

El hombre, como Hamlet, se encuentra ante un dilema: ser o no ser. La Puerta del Muro nos lleva al NO SER UNO MISMO, a un campo existencial distinto donde ni nuestra conciencia, ni nuestra afectividad son gobernadas por nuestro propio yo. El que pasa el Muro por la vía química sabe que cuan­do vuelva, porque ha de volver inexorablemente y mucho más pronto de lo que creemos, no será el mismo. ¿Mejor o peor? Los que vuelven de una in­trospección ascética, vuelven más contentos, menos satisfechos de sí mis­mos, más humildes y mejor equipados para alcanzar el goce de las cosas.

Los que vuelven de un «paraíso artificial» no siempre vuelven del Paraíso, sino del Infierno, ni siquiera está garantizado el primer goce y sí está ... garantiza­da la cruel realidad de su vuelta al ser cotidiano, que es, ahora, débil y frus­

trado.

111. MODELOS DE PARAísos ARTIFICIALES

Hemos expresado ya, que la búsqueda de ese estado especial de con­ciencia puede obedecer a causas distintas: unos desean aumentar su creati­vidad, su capacidad de percepción; otros luchan contra el dolor físico o

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psíquico; otros aumentan su vigor intelectual o físico. Así tendríamos el mo­delo de los Alucinógenos, el de los Analgésicos y Euforizantes. Para expo­nerlos tomaremos como modelos: el hachís con BAUDELAIRE y GAUTIER, y la Mescalina con ALDOUS HUXLEY entre los Alucinógenos. El comedor de opio de QUINCEY entre los Analgésicos; SIGMUND FREUD entre los Cocainómanos.

Haremos algunas referencias al alcohol.

Los Paraísos Artificiales en BAUDELAIRE

Con relativa frecuencia se lee que una de las causas de la drogadicción pueden ser la imitación y emulación de los grandes escritores que dejaron testimonio de los efectos magníficos de las drogas. Generalmente no se ha­ce justicia, lo que esto dicen se limitan a leer trozos de sus obras, resaltan lo bueno y ocultan lo desagradable. BAUDELAIRE es un buen ejemplo.

BAUDELAIRE representa la atracción irresistible por el vértigo del placer y

de la vida, que él confiesa haber cultivado hasta el límite de su vida. Su poe­sía nace con esa sensación de Abismo. En una carta escrita a Ancelle, desde Bruselas, el año de su muerte refiriéndose a las FLORES DEL MAL dice: «En este libro atroz he puesto todo mi corazón, toda mi ternura, toda mi religión, todo mi odio. Es verdad que escribiré lo contrario y que juraré por todos los dioses, que es un libro de arte puro, de imitación, de farsa y mentiría ... ». Vi­vimos la época del Dandismo, esta nueva filosofía de ser y entender la vida, como una élite intelectual, como una nueva estética de las cosas, una nueva moral. Era el invierno de 1838 cuando BAUDELAIRE se incorpora a una pen­sión de jóvenes burgueses donde se lleva la vida más alegre y libre del mun­do. Habitante nocturno de cafés, donde se consume hachís y vino blanco,

era un gran bebedor. En la búsqueda de paraísos artificiales no despreciará ni el vino, ni el opio. Paraísos como él dice, servidos en cucharilla, con aspec­to de confitura verdosa, donde no existe ni el tiempo, ni el dolor, «estado excepcional del espíritu y los sentidos que puedo sin exageración llamar pa­radisíaco, si lo comparo con las pesadas tinieblas de la existencia común y cotidiana».

En BAUDELAIRE se ve continuamente la angustia y la desazón del toxicó­mano, la ambivalencia de la necesidad del Paraíso y el horror que produce su pérdida. Como ocurre con tantos otros, BAUDELAIRE no consume una sola droga, ni su conducta tiene una única motivación. En su estudio sobre el vino y el hachís alaba el vino por la capacidad que tiene para adormecer el sufri­miento. La confitura que toma no es sólo hachís, está hecho de una decoc­ción de cáñamo hindú, de grasa y de una pequeña cantidad de opio. «Es una confitura verde, singularmente odorífera, tanto que suscita cierta repulsión. Tomad de ella una cantidad aproximada al tamaño de uña nuez, llenad una

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cucharadita y ya poseeis la felicidad; la felicidad absoluta con todas sus ebrie­

dades, con todas sus locuras de juventud y también con todas sus beatitu­des infinitas. La felicidad está ahí, en forma de un trocito de confitura; tomadla sin temor, nadie muere; los órganos físicos no reciben ningún golpe grave, quizás vuestra voluntad se vea disminuida, pero eso es otro cantar».

BAUDELAIRE sabía que la droga no es más que un revelador de la perso­nalidad, al actuar como desinhibidor pone al descubierto las virtudes, pero también las miserias del que la toma.

«La droga divina exige una total entrega, de tal manera que según la pre­disposición personal, el ambiente o las circunstancias puede conducir al éx­

tasis del gozo supremo o al abismo más terrorífico, que desaparecido el tiempo puede durar una eternidad».

No cabe duda que BAUDELAIRE conoció profundamente el manejo del ha­chís y lo describió magistralmente, «conviene no someterse a su acción más que en ambiente y circunstancias favorables. Cualquier alegría, cualquier bie­nestar son super-abundantes, pero cualquier dolor, cualquier angustia, es in­

mensamente profunda ... el hachís es impropio para la acción. No consuela como el vino; no hace más que desarrollar hasta el exceso la personalidad humana en las circunstancias actuales en que está situada. Se precisa de un hermoso piso o un bello paisaje, un espíritu libre y despreocupado, y algunos cómplices cuyo temperamento intelectual esté cerca del vuestro; también un poco de música si se puede».

No cabe duda que BAUDELAIRE era un toxicómano, que no podía prescin­dir ya de los excitantes, ni del paraíso. La intensidad con que condena al ha­chís y al opio, es típica de la ambivalencia del drogadicto - «el castigo está lejos y el desastre futuro es de una naturaleza tan difícil de definir».

Sus motivaciones no siempre fueron buscarse el paraíso lúdico. Había contraído la sífilis a la edad de 20 años. Lo que le obligaría a buscar en el

opio el alivio a un dolor físico. En muchos de sus escritos se confundirá lo que es propio del hachís con los efectos del opio. Así describe una depen­dencia física y una tolerancia que sin duda son causadas por el opio. «Otro ,-/

peligro fatal, terrible, que es el de todos los hábitos, todos se transforman rápidos en necesidades. El que haya recurrido a un veneno para pensar, pronto no podrá ya pensar sin veneno». «Cadenas respecto a las que todos los de­más no son más que tramas de gasa». BAUDELAIRE alude a los efectos físi­cos de la droga, el opio sin duda, «castigos inevitables que resultan de su uso prolongado».

BAUDELAIRE consume las drogas hasta el último momento de su vida, un accidente cerebral fue la causa en 1886.

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Contenido alucinatorio en BAUDELAIRE ......,. ',';

Los Paraísos Artificiales, obra que contiene el «Poema del hachís» y «Un comedor de opio», traducción con comentarios de la obra de QUINCEY (1828l, puede considerarse una obra científica, en la medida en que de modo magis­tral describe con bastante objetividad y precisión los efectos del hachís y el opio. GUSTAVE FLAUBERT, al contestar al propio BAUDELAIRE, le dice: «Me pa­rece que es un tema tratado con tanta altura, en un trabajo que es el inicio de una ciencia, en una obra de observación e inducción ... Acá y allá se huele como una levadura de Catolicismo».

BAUDELAIRE, al contrario que otros, jamás perdió el sentido de la realidad yen su elección de SER o NO SER, siempre supo dónde estaba el límite. «En su engreimiento olvida que se la juega con uno más sutil y fuerte que él y que aunque sólo se le entregue un cabello, el «Espíritu del Mal» no tardará

en llevarse la cabeza. Este señor visible de la naturaleza visible (hablo del hom­bre) ha querido, pues, crear el paraíso mediante la farmacia, mediante las be­bidas fermentadas, tal un maníaco que reemplazara muebles sólidos y jardines reales por decorados pintados en tela y montados sobre bastidores».

Para BAUDELAIRE el hachís no tendría efectos dislépticos: «No saldremos del sueño natural, la embriaguez no será más que un inmenso sueño gracias a la intensidad de los colores y a la rapidez de las concepciones, pero conser­vará siempre la tonalidad particular del individuo ... que las gentes del mundo y los ignorantes, curiosos por conocer goces excepcionales, sepan, pues, que no encontrarán en el hachís nada milagroso, absolutamente nada más que lo natural en exceso. El cerebro y el organismo sobre los que el hachís opera, no provocarán sino fenómenos cotidianos, individuales, aumentados, cierto, en cuanto a número y energía, pero siempre fieles a su origen ... el hachís se­rá un espejo de aumento, pero un puro espejo».

Describe perfectamente las tres fases:

1. a De hilaridad irresistible y alegría, de productividad imaginativa: jue­gos de palabras, semejanzas y comparaciones. Pero sobre todo la hilaridad absurda, os reís de vosotros y de los que os rodean, pero sin malicia, sin rencor. También se llama de alegría malsana.

2. a. Éxtasis, languidez y estupefacción. Se invoca generalmente lu­ces, colores, cascadas de oro líquido, lagos, ríos que fluyen. En este perío­do es cuando se manifiesta de modo excepcional una acuidad superior en todos los sentidos. El olfato, la vista, el oído, el tacto, todos participan de ese proqreso. Los ojos apuntan al infinito, el oído percibe sonidos impercep­tibles en medio del mayor tumulto.

Alucinatoria. Los objetos exteriores adoptan apariencias singulares, se deforman y transforman sucesivamente. Luego llegan los equívocos, los erro­res y las transposiciones de sonidos. Los sonidos se revisten de colores, los

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colores contienen una música. «Las notas musicales se tornan número y si nuestro espíritu está dotado de alguna aptitud matemática, la melodía, la armonía escuchada, conservando todo su carácter voluptuoso y sensual, se convierte en una vasta operación aritmética, en la que los números engen­dran números».

La proporción del tiempo y del ser quedan alterados por la multitud e intensidad de las sensaciones y de las ideas. «Se diría que vive muchas vi­das de hombre en el espacio de una hora».

Hay unas visiones que se describen con mucha frecuencia, no sólo en BAUDELAIRE, sino en GAUTIER, e incluso cuando se consumen otras drogas co­mo opio o mescalina. Es como si hubiese una percepción arquetípica. El si­guiente relato es muy similar al poema, muy conocido, de COLERIDGE el KLUBLAKAN.

«Al principio quedé muy asombrado al ver extenderse ante mí, a mi la­do, por todas partes, grandes espacios; eran ríos límpidos, y paisajes ver­deantes mirándose en las aguas tranquilas ... Al levantar los ojos vi un crepúsculo semejante a metal en fusión, que se enfría. Era el oro del techo; pero el enrejado me hizo pensar que me hallaba en una especie de jaula o de casa abierta por todas partes ..1espacio y que no estaba separado de to­das aquellas maravillas más que por los barrotes de mi magnífica prisión». Podría decirse que el agua toma un encanto irresistible para todos los espíri­tus artísticos iluminados por el hachís.

3. a. Fase o Kief. Es la felicidad absoluta, ya nada hay turbulento o tu­multuoso, es una beatitud tranquila e inmóvil, uno de los efectos más gro­tescos es el temor, llevado hasta la locura, de afligir a alguien. En este estadio, el amor adopta en los espíritus tiernos y artísticos las formas más singulares.

Pero BAUDELAIRE, lo hemos dicho reiteradamente, no es un apologista de las drogas, reseña con espíritu científico los efectos negativos de la misma. «Hay temperamentos en quienes esta droga no desarrolla más que una locu­ra ruidosa, una alegría violenta que se parece al vértigo, danzas, saltos, pa­teos, carcajadas. Tienen un hachís completamente material».

Cita el caso de un magistrado respetable, un hombre cuya gravedad arti­ficial siempre impone, ponerse a bailar un cancán, de lo más indecente, en el momento en que le invadió el hachís.

«Aquel Togatus había aprendido a bailar el cancán a escondidas».

El Gobierno egipcio prohibió la venta del hachís, para BAUDELAIRE hizo bien. «Jamás podrá subsistir un estado razonable con el uso del hachís» ... «Si existiera un gobierno que tuviera interés en corromper a sus gobernados, no tendría más que alentar el uso del hachís. Se dice que esa sustancia no causa mal físico. Es cierto, al menos hasta ahora. Porque no sé hasta qué punto puede decirse que un hombre que no hiciera más que soñar, fuera in­capaz de acción alguna, se encuentre bien. Porque es la voluntad lo atacado

y ese es el órgano más precioso». . e,

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No es necesario añadir apostilla alguna al certero diagnóstico que BAU­

DELAIRE hace del efecto negativo del cáñamo.

El hachís en GAUTlER

TEÓFILO GAUTIER nos relata en su obra «El Club de los HACHICHINS», sus experiencias con el hachís. Se reunían en esa época -diciembre de 1845­en casa del pintor BOISSARD, en el hotel PIMODAN, el antiguo palacio LAU­ZUM en la Isla de San Luis. Estas reuniones tenían lugar una vez al mes y

el número de congregados era de doce: BAUDELAIRE, el doctor MOREAU, GAU­TIER, que aunque se retiró pronto, llevó a varios amigos, entre ellos a GERAR­DO DE NERVAL y BALZAC, también tuvieron contacto con el club ALEJANDRO DUMAS, PRÓSPERO MERIME, ALFRED IVIUSSET, DELACROIX.

GERARDO DE NERVAL mantuvo siempre una vida bohemia, alternaba el opio con el hachís y terminó tristemente sus días. El club se cambió más tarde

de sede al apartamento de ROGER DE BEAUVOIS, considerado el ídolo de París.

Las sesiones las dirigía el voyant -parece ser que en la descripción de GAUTIER era el doctor MOREAU DE TOURS- debía permanecer sobrio para vi­

gilar, por si algún efecto particular pudiera resultar peligroso para alguno de los comedores de la «confitura verdosa». La receta que consumían era un extracto de la flor de cáñamo que se hace cocer con grasa, pistachos, al­mendras y miel, de tal modo que se forma una especie de confitura bastante parecida a la pasta de albaricoque y de un gusto que no resulta desagrada­ble. Era hachís lo que hacía comer el viejo de las montañas a sus asesinos. Este viejo era obedecido sin réplica por sus súbditos, que ejecutaban sus ór­denes, fuesen las que fuesen. Ningún peligro los detenía, ni siquiera la muer­te más segura. A una señal de su jefe se precipitaban desde una torre, iban

a apuñalar a un jefe enemigo en su propio palacio, y en medio de sus guar­dias. El viejo conseguía esa obediencia por medio de una droga maravillosa,

cuya receta poseía en secreto y que tenía el poder de conseguir alucinacio­nes deslumbrantes. Los encerraba en un jardín lleno de delicias, tras haber­los embriagado de hachís (de ahí haxixinos -comedores de hachís-, asesinos) y rodeados de bellas huries. Los asesinos desconocían la existen­cia de la droga, el viejo les hacía creer que él tenía a su disposición el cielo de lVIahoma, que se lo daría a aquel que muriese obedeciendo sus órdenes o como recompensa. Los que la tomaban, al despertar de su embriaguez, en­contraban la vida real tan triste y tan descolorida que con alegría hacían el sacrificio para volver al paraíso de sus sueños.

Volvamos al hotel Pimodan, el maestro de ceremonias era MOREAU, ha­bía estado en Oriente y recientemente había publicado una obra: «El hachís

DE LOS PARAÍSOS ARTIFICIALES A LA CRUEL REALIDAD 23

y la alienación mental. Estudio Psicológico». La dosis era una cucharadita, para los no habituales.

GAUTIER nos relata su experiencia: «un sopor general me invadió, me pa­recía que mi cuerpo se disolvía y se hacía transparente. Veía en mi pecho al hachís que había comido bajo la forma de una esmeralda de la que escapa­ban millones de pequeñas chispas».

Es constante la alusión al color, a la ausencia del tiempo y del espacio, a la capacidad de comunicación. «Uno de aquellos señores me dirigió en ita­liano un discurso que el hachís, mediante su todopoderosidad, me transmitió en español». Después de un lapso de 30 minutos venía la segunda fase. «La visión fue más complicada y extraordinaria», «mi vida se había desarrollado

prodigiosamente; oía el ruido de los colores, sonidos verdes, rojos, azules, amarillos, me llegaban por ondas perfectamente distintas ... mi propia voz me parecía tan fuerte que no me atrevía a hablar por miedo a derribar las pare­des». «Según mis cálculos este estado duró unos trescientos años, miré el reloj y todo había sucedido en 15 minutos».

«Los sonidos, los perfumes, la luz me llegaba por multitud de tubos del­gados como cabellos en los que oí silbar la corriente magnética».

El tercer acceso empezó con una diplopia y una locura que duró una ho­ra. «Todos los sueños pantagruélicos pasaron por la fantasía. Las visiones se volvieron tan extravagantes que el deseo de dibujarlas se apoderó de mí; yo mismo me figuraba que era el loro de la reina de Saba e imitaba lo mejor que podía las voces y los gritos de ese animal».

En GAUTIER el tiempo ocupa un lugar importante. «Por mis cálculos tar­dé diez años en hacer el trayecto» (era andar un salón). «Esta escalera debe

perforar la tierra de parte a parte, me dije, continuando mi marcha maquinal. Llegaré abajo al día siguiente del juicio final». «Este tejemaneje duró mil años, según mis cálculos». «Jamás llegarás a las once, hace quinientos años que has partido. La mitad de tus cabellos ya están grises ... ».

GAUTIER percibe auténticas alucinaciones, un personaje de sus visiones, DAUCUS-CAROTA, consigue sustituirle la cabeza por la de un elefante, «sin­gularmente intrigado fui directamente al espejo y vi que la advertencia no era falsa y para colmo de desagrado, yo era de color indigo», después le devuel­ve la cabeza y añade: «Imbécil, te he devuelto tu cabeza, pero antes he qui­tado el cerebro con una cucharilla. Sentí una horrible tristeza, porque al llevarme la mano a mi cráneo lo encontré abierto y perdí el conocimiento».

Igualmente, el estado de KIEF es mucho más intenso y rico en GAUTIER

que en BAUDELAIRE. «¡Oh, Pillet, Oh Vate!: una de las treinta óperas que yo

hice en diez minutos os enriquecería en seis meses». ''-.''- '':': /

24 ENRIQUE VILLANUEVA CAÑADAS

«El amor mismo no había podido aumentarlo, ROMEO HACHICHII\I hu­biera olvidado a JULlETA. La pobre niña, inclinándose sobre los jazmines hu­biera tendido en vano desde lo alto del balcón, en medio de la noche, sus hermosos brazos de alabastro. ROMEO se habría quedado al pie de la escala

de seda, y aunque yo esté locamente enamorado del ángel de juventud y de belleza creado por SHAKESPEARE, debo convenir que, para un Hachichiem, no merece la pena molestarse por la más hermosa hija de Verona».

GAUTIER no escribió en contra del hachís, tampoco hizo su apología, se limitó a describir, magistralmente por cierto, sus experiencias.

El Paraíso de la Mescalina en ALDOUS HUXLEY

Fue en 1886 cuando el farmacólogo alemán Ludwig Lewin publicó el pri­mer estudio sistemático del cactus. Psicólogos importantes como JAENSEH,

/:;' HAVELOCK ELLlS y WEIR MITCHEWLL iniciaron sus experiencias con la mescali­na, y todos coincidieron en asignarle un puesto distinguido entre las drogas alucinógenas, capaces de cambiar las cualidades de la conciencia, más pro­fundamente que cualquier otra droga entonces conocida. ALDOUS HUXLEY llegó

al paraíso artificial de manos de la investigación. Se sometió, como objeto de experimentación, a la acción de la mescalina. Una luminosa mañana de mayo de 1953 ingirió cuatro décimas de gramo de mescalina, disueltas en medio vaso de agua y se sentó a esperar los resultados. Mientras éstos se operan veamos algunos aspectos del pensamiento de HUXLEY.

HUXLEY comunicó sus experiencias en dos ensayos - LAS PUERTAS DE LA PERCEPCiÓN (1954) y CIELO E INFIERNO (1956). Su obra narrativa «Un mundo feliz» (1932) como «La Isla» (1962) están impregnadas igualmente de ese espíritu de paraíso artificial. HUXLEY, además de la mescalina, experi­mentó con el ácido LSD y la consumió durante su agonía.

HUXLEY, como después TIMOTHY LEARY, está de acuerdo en que las dro­gas abren las puertas no del paraíso, sino del infierno. «Todas las drogas exis­tentes son traicioneras y dañinas. El cielo, en el cual introducen a sus víctimas, no tarda en convertirse en un infierno de pecado y degradación moral. Matan primero el alma y después el cuerpo». Pero los juicios condenatorios se refie­ren a las drogas usadas habitualmente, de efectos secundarios perniciosos y productoras de adicción física. Una obsesión en su vida será conseguir una droga «celestial» que al serlo careciese de los efectos indeseables de las dro­gas conocidas. HUXLEY era consciente de la imposibilidad de introducir en Oc­cidente una nueva droga institucionalizada, así dirá: «a cualquiera que se aventure a sugerir que puede haber otros atajos menos perniciosos para al­canzar la trascendencia personal, se lo trata como si fuera un peligroso ma­niático drogadicto y un infame corruptor de la humanidad débil de carácter».

DE LOS PARAÍSOS ARTIFICIALES A LA CRUEL REALIDAD 25

HUXLEY, en el Mundo Feliz, llegará a imaginar una sociedad en la que las personas «decentes» consuman droga y donde ésta en vez de conducir a los caminos del vicio, lleven a los de la virtud. El SOMA no era un vicio, era el más poderoso resorte de poder en manos del dictador. Aquí se invierten las palabras de MARX -«La religión es el opio del pueblov->, en la sociedad de HUXLEY, el SOIVlA -opio - es la religión. La droga, como la religión, tenía la facultad de consolar, y compensar, generaba visiones de otro mundo mejor, ofrecía esperanza; robustecía la fe y estimulaba la caridad.

En la Isla, dará un paso más hacia una valoración positiva, sin restriccio­

nes, del uso de un psicotropo ideal. Hemos dejado a HUXLEY, esperando los efectos, media hora después, ya están aquí: Predominan las luces, superfi­cies brillantes, colores, pero no rostros, formas animales, ni paisajes, ni es­pacios enormes, ni metamorfosis de nada, ni nada que se pareciese a un drama o a una parábola. «El otro mundo al que la mescalina me daba entrada, no era el mundo de las visiones, existía allí mismo, en lo que podría ver con los ojos abiertos. El gran cambio se producía en el campo objetivo». Es impor­tante esta observación de HUXLEY, como es lo objetivo, lo que cambia, las mismas cosas están allí, sólo que las vemos de modo distinto. «Los libros, que cubrían las paredes de mi estudio, como las flores, brillaban cuando los miraba, con colores más vivos, con un significado más profundo... ». ¿Qué

me dice de las relaciones espaciales -indagó el investigador mientras yo mi­raba a los libros? «El espacio seguía allí, pero había perdido su predominio»,

la mente se interesa no en las medidas y las colocaciones, sino en el ser y

en el significado. Y junto a la indiferencia por el espacio, la había igualmente completa por el tiempo. «Se diría que hay tiempo de sobra ... pero no importa

saber exactamente cuánto».

El resumen de la experiencia podría ser:

1. o. La capacidad de recordar y de «pensar bien» queda poco o nada

disminuida.

2. o. Las impresiones visuales se intensifican mucho y el ojo recobra

parte de esa inocencia perceptiva de la niñez.

3. o . La voluntad experimenta un cambio profundo y no para bien. No está dispuesta a hacer nada, nada interesa porque tiene cosas mejores en

qué pensar.

4. o. Las cosas mejores pueden ser experimentadas «ahí fuera» o «aquí

dentro» .

Lo más importante para HUXLEY es la capacidad para percibir cuanto es­té sucediendo en todas las partes del Universo. Se diría que para la inteligen­

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cia de este estado de libertad son primarios, los llamados caracteres

secundarios de las cosas.

Cuatro patas de una silla en el centro de una habitación. Esas cuatro pa­tas procuraron toda clase de riquezas. Se mira un cuadro y llama la atención no la figura central, sino el ropaje, los pliegues de las ropas. Dice HUXLEY al contemplarse sus piernas entrecruzadas [Oué laberinto de complejidad infi ­nitamente significativa era aquellos pliegues de mis pantalones! [Oué rica,

qué profunda y misteriosamente suntuosa en la contextura de la franela gris!

HUXLEY descubre que sus visiones se aproximan a los cuadros, la silla

de Van Goth se asemeja a la que él vio, los pliegues son los de Botichelli, el color los de Vermeer de Delf. «El artista está congénitamente equipado pa­ra ver todo el tiempo, lo que los demás vemos sólo bajo la influencia de la mescalina. La percepción del artista no está limitada a lo que es biológico o socialmente útil». «Es así como deberíamos ver» mientras miraba mis panta­lones/ la silla o los libros. «Así son realmente las cosas» pero ello tendría el grave reparo de que si se viera siempre así nunca desearíamos hacer otra co­sa, bastaría con mirar. Cosas sin pretensiones, satisfechas de ser nuevamente ellas mismas, contentas de su identidad. Para HUXLEY lo que más se acerca a su visión era VERMEER, sus naturalezas muertas.

Guiados de la mano de PROUTS, VAN GOTH y ahora HUXLEY hemos visita­

do recientemente el museo de La Haya y hemos contemplado a VERMEER, real­mente así se debería de ver.

El Paraíso Analgésico

Son muchos los que se han refugiado en la droga, no buscando una ex­pansión de su conciencia, sino un alivio a su sufrimiento físico o psíquico. Entre estas, dos drogas destacan sobre las demás: el opio y sus derivados y el alcohol. Pero aún siendo analgésicos, tienen también efectos euforizan­tes, excitantes y en casos patológicos hasta alucinatorios.

El alcohol tendría tantos protagonistas que no es posible entrar en él. Ha sido alabado y vituperado por igual y muchas veces por el mismo consumi­

dor, caso de HOFFMAN, para el que el músico concienzudo debe servirse del vino de champagne para componer una ópera-cómica, o en sus Elixires del diablo - Teufels- donde dice «¿Creeis vos que el vino que hurtásteis del re­licario y que bebísteis os impulsó a los crímenes que cometísteis? -como agua saturada de vapores venenosos dio fuerzas al germen del mal que había en mí, de modo que el germen pudo desarrollarse» .

El opio igualmente tendría un buen repertorio, pero vamos a escoger al autor inglés TOMAS DE QUINCEY. Escribió sobre el tema una obra importante

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que tituló «Confesiones de un inglés comedor de opio» (1821 l. Traducido al francés por BAUDELAIRE e incorporado por éste a los Paraísos Artificiales. En 1821 el uso del opio está muy extendido en Inglaterra. En Manchester en las noches de sábado los mostradores de los droguistas están cubiertos de píldoras en previsión de las demandas de la noche. Para estos obreros el opio es una voluptuosidad económica.

DE QUINCEY no buscó el opio como inspiración, sino para calmar el do­lor. Fue adicto durante dieciocho años y al final consiguió su liberación. De­bió muchos placeres al opio, consiguió primero regular su consumo a tomas semanales, todos los sábados, después sufrió la escalada, consiguió reducir progresivamente la dosis y llevar una vida familiar decorosa, aunque con es­trecheces económicas y se apartó del consumo cuando se dio cuenta que la droga acabaría con su existencia. Nunca perdió su fino humor. «Se ha di­cho que si se toma una gran cantidad de opio, lo más probable es que tenga­mos que hacer una cosa desagradable para todo hombre de costumbres normales, es decir, morirnos».

l\Jo podría decirse que DE QUINCEY viviese una vida plácida con el opio, justo a la sensación de bienestar y una mayor agudeza de los sentidos, tenía

la contrapartida de unos sueños terroríficos, que iban acompañados de una gran ansiedad y una fúnebre melancolía. «Me parecía bajar todas las noches a precipicios y abismos tenebrosos, de una profundidad inacabable, de los que parecía imposible volver a salir».

La gran lección de DE QUINCEY es su victoria sobre el opio, una victoria gloriosa, después de un período de abstinencia que le duró más de cuatro meses, con excitación, dolores, palpitaciones.

Le quedaron no obstante secuelas, que todavía se manifestaban cuando terminó su libro: «mis sueños no son tranquilos; el terrible oleaje y la espan­tosa agitación de la tempestad no han desaparecido del todo, las legiones que acampaban en ellos se han puesto en marcha, pero no se han alejado aún; mi dormir sigue siendo tumultuoso, y, lo mismo que las Puertas del pa­raíso, cuando nuestros primeros padres las miraron desde lejos, sigue estan­do (según el terrible verso de MILTON): atestado de caras espantosas y de

brazos flameantes.

Su paisano y también escritor SAMUELTAYLOR COLERIDGE, no fue tan afor­tunado. Empezó a consumir opio cuando era estudiante en Cambridge. En 1816 su salud física y mental estaba completamente arruinada. Su obra poé­tica está impregnada de opio y su poema KUBLA KHAN -ya reseñado- se superpone a otros estados de conciencia artificial.

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28 ENRIQUE VILLANUEVA CAÑADAS

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El Paraíso Eufórico

S.F.F. es un joven y brillante médico que asiste a una conferencia sobre un caso en el Metropolitan Medical Center donde trabaja como residente. Ha estado de guardia durante 36 horas y no puede centrarse en la exposición. S.F. está solo, cansado, deprimido y saturado de trabajo. Todo en lo que puede pensar es en su prometida, que se encuentra a varios cientos de millas. Sabe

que su padre no le permitirá casarse con ella hasta que no pueda mantenerla dignamente y con su exiguo salario aún puede tardar varios años. Excusa su asistencia a la conferencia, toma una jeringa y una aguja del servicio de en­fermeras, se encierra en el cuarto de baño y se inyecta cocaína. En unos se­gundos el joven doctor siente una avalancha de euforia, se secan sus lágrimas, recompone su compostura y rápidamente regresa a la conferencia.

La fecha es 1884, el lugar Viena, el Doctor, SIGMUND FREUD.

FREUD fue cocainómano, su llegada a ello fue la curiosidad científica, in­vestigación experimental y como alivio a su estado depresivo. En 1884 es­cribe una monografía sobre la cocaína - über coca - que realmente es un canto de alabanza a sus excelencias.

«Los efectos psíquicos de la cocaína consisten en una alegría estimulan­te y profunda euforia, que no difiere en forma alguna de la euforia de las per­sonas saludables, uno se siente más lleno de vigor, más capaz de trabajar.

Uno es simplemente normal y encuentra difícilmente creíble que está bajo la influencia de una droga».

FREUD la usó en el tratamiento del alcoholismo, la adicción a la morfina, el asma, las enfermedades gastro-intestinales y en la depresión. Trató con funestos resultados a su amigo VON FLEISHL, adicto a la morfina.

La coca se difundió rápidamente, un empresario ANGELO MARIANI comer­cializó un vino con coca que denominó Le Vin Mariani y cuyas propiedades terapéuticas fueron elogiadas por los médicos más prestigiosos de la época. Se editaba un Albún donde iban apareciendo los adictos y los elogios que tal elixir les suscitaba. En él apareció MASSENET, RODIN, ANATOLE FRANCE, SARA BERNHARDT.

Para algún autor, el remedio del Doctor PASCAL DE ZOLA bien podría ser la cocaína.

LA REALIDAD

¿Qué ha ocurrido cien años después?

El club de los Hachichianos dio paso al Trips Festival donde 15.000 jó­venes celebraban su primera fiesta hippie. En 1967 Haight Ashuburg se con­

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vierte en el epicentro del movrrruento hippi. El dandismo da paso a un movimiento de rebeldía contra un estilo de vida, un rechazo de la sociedad, de sus estructuras y de sus valores, sus miembros se integran en una comu­nidad automarginada que desprecia los cánones establecidos, en el centro y como aglutinante la Droga. El Hotel Pimodan da paso al Mayo Francés, y la guerra del Vietnan acabará ahogando en la droga a un importante número de jóvenes americanos. MARCUS y GARAUDY serán los ideológicos, la mari­huana y el rock los aglutinantes. Las tímidas y científicas experiencias de Hux­LEY darán paso al grupo LEARY-ALBERT, que lanzarán a una juventud ávida al goce de las drogas bajo el lema «Vivir la vida», «Sólo se debe vivir el momen­to y lo inmediato». El LSD-25 será considerado como un sacramento no co­mo una droga (La Experiencia Psicodélica) y los seguidores de LEARY se entregarán a toda clase de orgías en público y en privado, alentados por sus líderes que no cesan de decir «Sóis diferentes, debéis abandonar los estu­dios y el trabajo y alejaros de todo tipo de religión». SIDNEY COHEN acabaría diciendo: «Si fuésemos capaces de vislumbrar una civilización en la que sus ideas hubiesen prevalecido, el resultado no sería la paz y el amor, sino por el contrario, la tiranía y la fe más ciega y absurda».

Las gotas de láudano de DE QUINCEY o las confituras tomadas en lujo­sos salones dieron paso a la jeringuilla de segunda mano en un costroso ca­llejón o en el más miserable retrete. El opio cuidadosamente preparado, a una heroína adulterada por mil productos, cada vez más venenosos.

Los viajes cada vez más son en una única dirección, el gozo cada vez más efímero, el dolor, las secuelas y la muerte cada vez más seguras. El SIDA les impide gozar, siquiera, de ese breve momento que ellos llaman flach.

El entusiasmo de FREUD y MARIANI, pronto se vería sustituido por el pe­simismo. En 1924 ya existían en París 80.000 cocainómanos.

Al five o'clock coco, siguió el upper east side de Manhattan donde los jóvenes ejecutivos degustan la coca para sus fiestas, hoy la tenemos en el Bronx crepitando en pequeñas pipas de vidrio en más de cinco millones de americanos. La muerte súbita de dos famosos deportistas que habían toma­do el «crack» alertó a la población, ya era demasiado tarde, los «ataques ce­rebrales» y las muertes súbitas se habían llevado a mucha gente.

El alcoholismo camina victorioso por nuestra sociedad cada vez más al­cohológena, dejando su estela de muerte y miseria -unas 10.000 muertes, 42.000 millones de pesetas sólo en Cataluña (año 1977), el 35% de los accidentes de tráfico, el 25% de los accidentes de trabajo, más del 20% de intentos de suicidio.

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QUÉ HACER

La adicción a la heroína constituye uno de los problemas más acuciantes en salud pública. La cifra de adictos aumenta, los recursos terapéuticos son insuficientes, los efectos de la drogadicción cada vez son soportados más por la sociedad; a los robos, violencias, se suma hoy el SIDA, las hepatitis y las enfermedades de transmisión sexual. Podemos preguntarnos ¿las me­didas de lucha contra la droga están actuando en interés público?

Salvo a unos pocos, a todos nos gustaría que desapareciera el tráfico de heroína, pero esta empresa se me antoja imposible. La mafia es más po­derosa que la ley, el ingenio de los traficantes seguirá burlando a las fuerzas

del orden.

Otra opción es reducir la demanda con la educación. La Medicina Pre­ventiva nos enseña que modificar los hábitos con la educación es muy lento -ejemplo, el tabaco.

Las medidas represivas conducen a un encarecimiento del producto, vol­viéndose en contra de la sociedad a la que tienen que proteger. Si un heroi­nómano precisa 5.000 pesetas diarias, si el producto sube, tendrá que robar más.

Si el tráfico no puede erradicarse, si educar a la sociedad nos llevara mu­cho tiempo, si la sociedad no puede hacer frente a los problemas que la dro­ga engendra y si además se está encargando sobre la sociedad todo el peso, en vez de cargarlo sobre el drogadicto, que es un enfermo, de acuerdo, pero no más enfermo que otros -ejemplo, un diabético -. En cambio, aquél nos cuesta infinitamente más que el otro.

Es necesario un cambio de estrategia que proteja a la sociedad de actos criminales, y al drogadicto de tener que cometerlos, disminuya los costos en el sector público: gastos de policía, que se podía destinar a otra cosa, prisio­

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nes, los costos sanitarios y que proteja al propio drogadicto.

La sociedad no puede contemplar este problema desde la perspectiva de una moral utópica. El ejemplo americano de la Ley Seca debería servirnos pa­ra recapacitar.

Unas pautas de conducta comercial alteraron lo que la cultura y la tradi­ción había ido decantando a lo largo de la historia, entonces se invocaba la necesidad de una expansión comercial, hoy la defensa de la sociedad toxicó­mana y no toxicómana exige un cambio en esas pautas.