de pascua · de la pascua del señor, ... de los primeros discípulos y fundadores de las...

36
de Pascua JESÚS CASTELLANO CERVERA Teresianum (Roma) El año Htúrgico tiene su raíz y su centro en la Pascua del Señor. Al principio, antes que existiese la más mínima estruc- tura de 10 que hoy llamamos el año litúrgico, existía sólo la Pascua, y la Pascua semanal, el domingo, única fiesta cristiana. En realidad, la simetría de las celebraciones litúrgicas con las primeras catequesis bíblicas es evidente. Al principio el centro -del anunCio y de la celebración cristiana es el misterio pascual de Cristo. S610 a partir del misterio de Pascua se hace la sínte- sis de la historia de la salvación y se iluminan los aspectos del misterio de Cristo, de su predicación, hasta las fuentes de ese misterio pascual que es la Encamación y, por tanto, los episo- dios de su infancia. En la liturgia de la Iglesia sucede algo se- mejante. Al principio la fiesta semanal del domingo, día de la resurrección, 10 llenaba todo, hasta que poco a poco un domingo al año, el 'que caía en las fechas de Pascua, empezó a tener per- sonalidad propia para ser, ya desde el siglo II, el domingo anual de la Pascua del Señor, como tendremos ocasión de ver en las 'breves notas históricas sobre la fiesta de Pascua. A partir de aquí se desarrolla el año litúrgico, centrado to- davía en el misterio pascual, con su preparación que poco a poco se va alargando hasta constituir el tiempo de cuaresma, y con su prolongación en el número ideal de los cincuenta días ;--«Pentecostés»- que da lugar al gozoso espacio que prolonga la fiesta de los cristianos durante siete semanas seguidas. REVISTA DE 'ESPIRITUALIDAD, 45 (1986), 75-110.

Upload: lamnga

Post on 30-Aug-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

de Pascua

JESÚS CASTELLANO CERVERA

Teresianum (Roma)

El año Htúrgico tiene su raíz y su centro en la Pascua del Señor. Al principio, antes que existiese la más mínima estruc­tura de 10 que hoy llamamos el año litúrgico, existía sólo la Pascua, y la Pascua semanal, el domingo, única fiesta cristiana.

En realidad, la simetría de las celebraciones litúrgicas con las primeras catequesis bíblicas es evidente. Al principio el centro -del anunCio y de la celebración cristiana es el misterio pascual de Cristo. S610 a partir del misterio de Pascua se hace la sínte­sis de la historia de la salvación y se iluminan los aspectos del misterio de Cristo, de su predicación, hasta las fuentes de ese misterio pascual que es la Encamación y, por tanto, los episo­dios de su infancia. En la liturgia de la Iglesia sucede algo se­mejante. Al principio la fiesta semanal del domingo, día de la resurrección, 10 llenaba todo, hasta que poco a poco un domingo al año, el 'que caía en las fechas de Pascua, empezó a tener per­sonalidad propia para ser, ya desde el siglo II, el domingo anual de la Pascua del Señor, como tendremos ocasión de ver en las 'breves notas históricas sobre la fiesta de Pascua.

A partir de aquí se desarrolla el año litúrgico, centrado to­davía en el misterio pascual, con su preparación que poco a poco se va alargando hasta constituir el tiempo de cuaresma, y con su prolongación en el número ideal de los cincuenta días ;--«Pentecostés»- que da lugar al gozoso espacio que prolonga la fiesta de los cristianos durante siete semanas seguidas.

REVISTA DE 'ESPIRITUALIDAD, 45 (1986), 75-110.

76 JESÚS CASTELLANO CERVERA

En la actual ordenación del calendario litúrgico, el espacio que celebra la Pascua del Señor está caracterizado por dos blo­ques unitarios: el triduo pascual, que va desde la Misa vesper­tina de la Cena del Señor hasta las Vísperas del domingo de Resurrección, y el tiempo pascual, que comprende los cincuenta días que concluyen el domingo de Pentecostés.

Vamos a trazar las líneas de espiritualidad de estos dos blo­ques a partir de una breve síntesis histórica, de la liturgia actual expresada en los textos litúrgicos, con una serie de sugerencias pastorales que sean capaces de fundir la celebración con su vi~

vencia y prolongación espiritual, en una auténtica mistagogía del tiempo de Pascua 1.

l. UNA PEREGRINACIÓN A LAS FUENTES

No podemos entrar con todo detalle en la compleja historia de la celebración primitiva de la Pascua cristiana, y tanto menos en su más compleja evolución que ha dado origen a las celebra­ciones del triduo pascual, con todo el amplio cortejo de evoca­ciones rituales, de elementos de religiosidad popular, de costum­bres sociales. Nos limitamos a una serie de indicaciones histó­ricas fundamentales que nos permitan comprender la estructura litúrgica actual de las celebraciones del triduo pascual y del tiempo de Pascua para revivir las antiguas experiencias cristia­nas en el mundo actual.

1. La vigilia pascual

La primitiva celebración anual de la Pascua en los siglos II

y III estaba concentrada en una vigilia nocturna que en sí resu-

1 La bibliografía sobre la Pascua desde el punto de vista litúrgico es abundante. Basta consultar los libros fundamentales sobre el Año litúrgico y se encontrará con diversas acentuaciones una buena exposición. Hemos tenido en cuenta especialmente: J. M. BERNAL, Iniciación al Año litúr­gico, Madrid, Ed. Cristiandad, 1984; A. ADAM, L'anno liturgico, celebra­zione del mistero di Cristo, Torino-Leumann, LDC, 1984. Pero sobre todo nos han servido de base los libros de R. CANTALAMESSA, La Pasqua della nostra salvezza, Torino, Marietti, 1984, 3." ed., e ID., La Pasqua nella Chiesa antica, Torino, Sei, 1978, con una exhaustiva antología de textos pascuales antiguos.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 77

mía los dos aspectos de la Pascua: la Pasión y la resurrecclon del Señor 2. Por las noticias que tenemos acerca de la controver­sia pascual entre los obispos de Asia Menor y el Papa Víctor de Roma, a finales del siglo 1I, tal vigilia se celebraba en las iglesias de Asia el 14 de Nisán, es decir, en la misma fecha en que los judíos celebraban todavía la Pascua. En cambio, en Roma y en otros lugares tal celebración se hacía al domingo siguiente del 14 de Nisán.

Las dos tradiciones se apoyaban en la autoridad apostólica de los primeros discípulos y fundadores de las respectivas igle­sias. Ireneo. Obispo de Lyón, pero originario de Esmirna, fue el pacífico mediador de la controversia -con acentos de viva polémica antirromana en algunos obispos, como Polícrates-, que se esfumó prácticamente entre finales del siglo II y princi­pios del siglo III en favor de la línea romana, es decir, de la celebración de la Pascua -con su vigilia concentrada- el do­mingo siguiente al plenilunio de primavera, después del 14 de Nisán, fecha de la celebración pascual de los judíos 3.

Los textos más antiguos y seguros acerca de la celebración de esta vigilia y de su posible ritual son de los siglos II y III.

Dos homilías del área medioriental, de los que celebraban la Pascua el 14 de Nisán y por eso se llamarán en la historia «cuartodecimanos», nos ofrecen el testimonio doctrinal del con­tenido de la celebración a nivel teológico. Son las homilías de Melitón de Sardes y del llamado anónimo cuartodecimano 4. Los dos textos tienen una importancia capital para el estudio de la Pascua antigua. El primer texto, la homilía de Melitón de Sar­des, fue descubierta y publicada hace cosa de medio siglo por C. Bonner. La segunda, un texto ampliamente conocido y usado

2 Sobre los orígenes de la Pascua cfr. R. CANTALAMESSA, La pasqua delta nostra salvezza, pp. 116-137.

3 lb. Los textos de la controversia pascual se pueden leer en EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica, V, 23-25; texto griego y castellano en EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica, 1, Madrid, BAC, 1973, pp. 330-337. .._-

4 La Homilía de Melitón ha sido editada en español: J. IBÁÑEz y F. MENDOZA, Melitón de Sardes. Homilía sobre la Pascua, Pamplona, Eunsa, 1975. Tenemos una buena edición poética en italiano en R. CANTA­LAMESSA, l piD antichi testi pasquali della Chiesa ... , Roma, Ed. Liturgiche, 1972; contiene las dos homilías cuartodecimanas de Melitón y del Anó" nimo cuartodecimano.

78 JESÚS CASTELLANO CERVERA

en la antigüedad, ha recuperado su exacta colocación histótico-teo16gica a la luz de la homilía de Melitón, gracias a los estu- l'

dios de R. Cantalamessa, indiscutible especialista en este campo. ~' Entre los textos más antiguos que nos describen el desarrollo

ritual de la vigilia de Pascua hemos de contar un texto enig­mático de la Epistula Apostolorum y un fragmento de la Didas­calía siríaca del siglo m, que traza así el contenido ritual de la vigilia:

«Ayunad los días de Pascua ... ; la parasceve y el sábado pasadlos en total ayuno, sin tomar nada. Durante toda la noche permaneced reunidos todos juntos, despiertos y en vela, suplicando y orando, leyendo los profetas, el Evangelio y los salmos, con temor y temblor, y con oraciones asiduas, hasta la hora de tercia de la noche pasado el sábado; romped entonces vuestro ayuno ... y ofreced después vuestros sacrificios; comed y alegraos, gozad y exultad, porque Cristo ha resucitado, prenda de nuestra resurrección, y esto sea para vosotros legítimo para siempre, hasta el fin del mundo» 5.

Para algunos, también la gran vigilia bautismal, descrita por Hipólito en la Tradición Apostólica, sería un testimonio del si­glo 1II sobre la celebración de la Pascua.

En el siglo IV, los testimonios sobre esta celebración son bastante numerosos, aunque ninguno nos ofrece una descripción ritual exhaustiva. Sin embargo, uniendo los fragmentos pode­mos reconstruir la secuencia ritual de la vigilia pascual tal como se celebraba en Occidente en los siglos III y IV, poniendo de relieve estos elementos 6:

El ayuno. Los cristianos se preparan a celebrar la Pascua con un ayuno riguroso; interpretan a la letra la exhortación de Cristo a ayunar cuando se les haya quitado el Esposo (cfr. Lc 5,35). Diverso es el cómputo del tiempo que hay que ayunar;

5 Didascalia Apostolorum (Ed. Funk), V, 18-19, pp. 288-290. 6 R. CANTALAMESSA, La Pasqua della nosfra salvezza, pp. 138-156; es­

tos elementos se pueden completar y confirmar con un análisis de los ritos a los que aluden los Padres en sus homilías recogidas en la obra Il misfero pasquale nei Padri, a cura di A. HAMMAN, Brescia, Querinia­na, 1979, 2: ed., con una buena Introducción.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 79

sin embargo, parece que -como dice la Didascalía- desde el viernes hasta el domingo por la mañana se observa un ayuno riguroso en espera de la resurrección del Señor.

La vigilia nocturna. El momento central es una larga vigilia de oración, de lecturas y de celebración de la eucaristía, que se prolonga hasta el alba del domingo. Los cristianos velan en espera del Esposo, en una celebración que tiene a la vez senti­do del memorial de la Resurrección y de la espera de la Paru­sÍa. La noche es espacio celebrativo y es simbolo lleno de sig­nificado. Ya en la homilía del anónimo cuartodecimano se hace alusión al símbolo de la noche iluminada:

«Ya brlllan los rayos sagrados de la luz de Cristo. Ya clarean las puras luces del puro Espíritu. Ya se abren de par en par los tesoros celestes de la

gloria y de la divinidad.

Ha sido engullida la noche inmensa y tenebrosa. Se ha disipado en El la densa oscuridad. La triste sombra de la muerte ha sido cubierta de ti­

nieblas» 7.

En el contraste entre la noche oscura y el recinto iluminado, en la continuidad de una noche que pasa a ser día durante la celebración, los Padres encontrarán motivos líricos y teológicos que resuenan todavía en el canto del «Exultet».

La liturrgia de la palabra. Juan Crisóstomo recuerda entre los elementos de la celebración nocturna: «1a predicación de la santa palabra, las antiguas oraciones, las bendiciones de los sacerdotes, la participación en los divinos misterios» 8. Ya la Didascalía nos ha recordado este elemento ritual. Es cierto que se leía, como hoy, el relato de la creación, el sacrificio de Abraham, la perícopa del Exodo, el Evangelio de la resurrec­ción. En Oriente, como atestiguan las homilías cuartodecimanas, se leía Ex 12, con la narración de la inmolación del Cordero. En otras iglesias se lee Ex 14, el paso del mar Rojo. Los Padres nos han dejado homilías llenas de sentimiento y de lirismo;

7 1 piD antichi testi, p. 55. 8 Citado por HAMMAN, Il mistero pasquale (nota 6), p. 141.

6

80 JESÚS CASTELLANO CERVERA

hasta San Jerónimo, que no era un sentimental, se sentía poeta en la noche de Pascua. Y Asterio de Amasea canta con lirismo -presente ya en las más antiguas homilías pascuales- la fe en la resurrección:

«Oh noche más resplandeciente que el día. Oh noche más hermosa que el sol. Oh noche más blanca que la nieve. Oh noche más deliciosa que el paraíso. Oh noche anhelo de todo un año ... » 9.

Los ritos de la iniciación cristiana. Hipólito en Occidente y las Constituciones apostólicas en Oriente atestiguan la celebra­ción de los ritos de la iniciación cristiana, el bautismo, la con­firmación y la primera eucaristía de los neófitos, cuando éstos se acercaban por primera vez al altar y, entre otras cosas, se les ofrecía en un cáliz una bebida de leche y miel. Ritos sugestivos de la iniciación que los Padres explican en las catequesis mis­tagógicas desde Tertuliano, en su tratado sobre el bautismo, a Cirilo de Jerusalén, a Juan Crisóstomo, a Ambrosio, a Teo­doro de Mopsuestia, llegando en España hasta las catequesis de Ildefonso de Toledo.

Toda la familia cristiana celebra la Pascua con los neófitos, que ocupan un lugar privilegiado en la celebración de esa noche, reciben el abrazo de paz y son levantados en alto como recién nacidos, llevan las ofrendas al altar revestidos de vestiduras blancas.

La eucaristía. Es el momento central de la celebración. El memorial de la Pasión y Pascua del Señor hasta que él vuelva, es presencia sacramental del Resucitado; Cristo se hace presente misteriosamente en la asamblea. Según el testimonio de los Padres, hay un momento de espera durante la celebración, como si el Señor tuviese que venir en su Parusía en esa noche; al no llegar, porque no es todavía la hora, se celebra la eucaristía, que es su presencia sacramental hasta que él vuelva y se consuma en la noche de la Pascua nueva el pan y el vino, que han suplido el menú de la antigua Cena pascual de los judíos.

9 lb., p. 153.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 81

La fiesta se prolonga durante todo el dom'ingo en la conti­uuidad de un día que no ha tenido noche y que es ya promesa del día que no tendrá ocaso. Y se inaugura así la cincuentena pascual, los días de Pentecostés.

2. La evolución hacia el triduo pascual

Ya Agustín, en su célebre carta a J enaro, nos habla de una evolución que tiende a desglosar el misterio pascual en tres momentos fundamentales, que serán el triduo pascual: «Consi­dera atentamente los tres días santos de la crucifixión, de la sepultura y de la resurrección del Señor... Puesto que del Evan­gelio resulta claro en qué días el Señor fue crucificado y per­maneció en el sepulcro y resucitó, los Concilios y los Padres añadieron la observancia de estos días y todo el mundo cristia­no se ha persuadido que la Pascua debe ser celebrada de este modo» 10.

El viernes de la crucifixión, el sábado de la sepultura y el domingo de la resurrección constituyen el núcleo del misterio pascual celebrado en tres aspectos consecutivos, en tres días que son memorial de los tres días del misterio vivido por Jesús, según las narraciones evangélicas.

Más difícil es documentar el contenido primitivo de las ce­lebraciones del viernes y del sábado. Al principio, se trataba de días de ayuno en los que no podían faltar las asambleas de ora­ción y de la palabra y en los que se excluía la celebración eucarística.

De un tipo particular de celebración del Viernes Santo es testigo la peregrina Egeria, que en su Diario de viaje a Jerusa­lén nos cuenta 10 que ha visto en la Ciudad Santa en las celebra­ciones de la Semana Santa 11. La celebración central, que se desarrolla en la iglesia del santo sepulcro, tiene dos momentos significativos con plena participación de los fieles: la adoración del leño de la cruz y la solemne lectura de todos los pasos de Escritura que tienen relación con la Pasión: «y así -dice Ege­ria-- desde la hora sexta hasta la hora nona se leen continua-

10 Cfr. Epist. 55,1424: PL 33,215: «Attende igitur sacratissimum tri­duum crucifixi, sepulti suscita ti».

11 Cfr. AGUSTÍN ARCE, Itinerario de la Virgen Egeria, Madrid, BAC, 1980, pp. 280 Y ss.

82 JESÚS CASTELLANO CERVERA

mente lecciones o se dicen himnos, para demostrar a todo el pueblo que cuanto dijeron los profetas de la futura Pasión del Señor se ve cumplido en los Evangelios y en las escrituras de los Apóstoles ... Siempre se van intercalando oraciones, también ellas apropiadas al día» 12. He aquí el esquema ritual: lecturas, himnos, oraciones. Y el clima no puede ser más conmovedor; de auténtica religiosidad popular vivida en la liturgia: «A cada una de las lecciones y oraciones va unido tal sentimiento y gemi­dos de todo el pueblo, que es admirable, pues no hay nadie, gran­de ni chico, que durante las tres horas de aquel día deje de llorar tanto que ni expresarse puede: que el Señor haya sufrido por nosotros tales cosas ... ». Al llegar a la hora nona se lee el relato del Evangelio de San Juan donde se dice que entregó su espíritu, «se dice una oración y es la despedida» 13.

La celebración romana es más sobria. Una liturgia de la palabra que termina con oraciones solemnes, recogidas ya en el Sacramentario Ge1asiano.

Del Sábado Santo no hay noticias de ritos particulares, fuera de la celebración de la vigilia pascual, que en Occidente acaba por adelantarse hasta las primeras horas de la mañana del sába­do, perdiéndose la gran tradición y significado de la antigua vigilia pascual.

El Jueves Santo tiene más carácter de fin de cuaresma que de triduo pascual. Agustín no lo incluye en su explicación del triduo. Ya desde el siglo v en Roma hay diversos formularios asignados para esta fecha: la reconciliación de los penitentes, la consagración del crisma y bendición de los óleos; más tarde tendremos los formularios de la Misa del Jueves Santo para la Cena del Señor en la antigua liturgia ambrosiana; la tradición irlandesa y galicana llamará a esta celebración el «nacimiento del cáliz» (Nata!ü! calicis).

Con estos rasgos históricos nos colocamos todavía en un momento de la historia litúrgica en el que se mantiene cierta pureza ritual y no se introducen elementos extraños, como acae­cerá muy pronto con la tendencia simbolista y dramática de la liturgia medieval.

12 lb., 295-297. 13 lb.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 83

3. EL TIEMPO PASCUAL

Ya en el siglo 111 tenemos testimonios claros de la celebra­ción de la Pascua durante cincuenta días. Tertuliano expresa la alegda de los cristianos por ese «gozoso espacio», que recuerda a la vez la manifestación de la resU1'rección del Señor, la reve­lación de la gracia del Espíritu Santo y la esperanza de la Pa­rusÍa 14. El tiempo pascual es como un «gran domingo», según la expresión de San Atanasia en sus cartas pascuales 15.

La celebración es común en Oriente y en Occidente a partir del siglo III y empieza a resaltar algunos elementos rituales ca .. racterÍsticos: no se ayuna, se ora en pie, se canta el aleluya que es el cántico nuevo de la pascua cristiana. Egeria confirma pun­tualmente estas costumbres que son comunes en la iglesia madre de Jerusalén.

Tiene personalidad propia en este tiempo la primera semana de Pascua con el tono gozoso de sus formularios bautismales, sobre todo en la liturgia romana. En Jerusalén, según el testi­monio conjunto del Diario de Egeria y de las catequesis mista­gógicas de San Cirilo, los neófitos reciben las catequesis, en las que se les explican los ritos vividos por ellos en la vigilia pascual cuando recibieron los sagrados misterios del bautismo, de la con­firmación y de la eucaristía; asisten sólo los neófitos y los fie­les; son excluidos los catecúmenos; el obispo habla desde el cancel del santo sepulcro y se renuevan las expresiones de entu­siasmo espontáneo entre los asistentes: «Mientras el obispo ex­pone y narra cada cosa, son tales los gritos de los que aclaman, que sus voces se oyen aun fuera de la iglesia» 16,

Los Padres del siglo IV ya celebran el misterio del día cua­dragésimo de este tiempo que corresponde a la Ascensión del Señor. León Magno canta el misterio con profundas homilías teo­lógicas. Más tarde corre el riesgo de convertirse en el punto final del tiempo pascual sin respetar su lógica continuación hasta Pentecostés.

El día de Pentecostés se celebra como la «metrópolis» o ca-

14 De Bapt. 19,2: PL 1,1331. 15 Epist. test. 1: PG 26,1366. 16 Itinerario (nota 11), p. 317.

84 JESÚS CASTELLANO CERVERA

pital de la fiestas, según la expresión de San Juan Crisóstomo, plenitud de la Pascua en la efusión del Espíritu. Más tarde, tiende a convertirse en una fiesta autónoma del Espíritu Santo, con su propia vigilia y su prolongación en una octava que tiene, entre otras motivaciones, la de alargar durante siete días la fiesta en honor de los siete dones del Espíritu Santo. La fiesta de Pentecostés se enriquecerá durante la Edad Media con notables aportaciones eucológicas que todavía hoy existen en nuestra li­turgia. Y no faltará la tentación dramatizante del hecho de la venida del Espíritu Santo; desde 10 alto de las bóvedas de las catedrales y monasterios medievales durante el canto del Gloria o de la Secuencia se harán caer pétalos de rosas rojas o algodones encendidos ... , o se soltarán palomas en un revuelo festivo que quiere imitar lo que sucedió en el Cenáculo, en la variedad de símbolos del Espíritu.

Estas breves notas históricas pueden bastar para informar acerca de los elementos necesarios y para estimular el estudio sobre los mil detalles curiosos de la evolución de las celebracio­nes del triduo pascual y del tiempo de Pentecostés.

El calendario litúrgico actual y los elementos de la liturgia renovada están más en la línea de una sobria vuelta a las fuen­tes que en la de un conservadurismo de elementos rituales y fol­klóricos de origen medieval. Para comprender lo que tenemos hoy era necesario volver la mirada atrás para saber lo que tenÍa­mos ayer; en ese ayer del nacimiento y primera evolución de la liturgia pascual que plasmó una fe y una espiritualidad en la Iglesia de los primeros siglos.

La liturgia actual de la Iglesia se mueve en una línea tradi­cional que integra, sin sucumbir al arqueologismo, los elemen­tos más valiosos de la antigüedad cristiana y las adaptaciones al momento actual de la Iglesia de hoy. Por esta síntesis, cierta­mente no fácil, discurren los textos y orientaciones rituales de la liturgia renovada, sin que podamos a priori afirmar que todo lo actual tiene el crisma de la perfección.

w

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 85

n. LA LITURGIA ACTUAL DE LA IGLESIA ROMANA

Vamos a examinar la liturgia achtal del triduo pascual y del tiempo de Pentecostés. La puntualización acerca del ámbito de nuestra exposición -la liturgia romana actual- es obvia. Pero no hay que olvidar que hay otras tradiciones importantes que dan a estos tiempos litúrgicos tonalidades diferentes dentro de la armonía fundamental. Bastaría recordar simplemente los textos de la liturgia bizantina 17. La referencia a la liturgia romana actual significa que asumimos en pleno con sus valores la orde­nación actual de la lihtrgia en sus libros litúrgicos. Trataremos primero los elementos del triduo pascual y después los del tiem­po pascual hasta Pentecostés.

1. EL TRIDUO PASCUAL: EN BUSCA DE UNA

COMPRENSIÓN UNITARIA

Para estudiar el triduo pascual basta remitir a los textos li­túrgicos del Leccionario y del Misal y a algunos detalles de la Liturgia de las Horas. Nuestra intención es ofrecer claves de lectura y de celebración de esos elementos eucológicos y ritua­les, en busca de una unidad y de una lógica.

Empezaremos por justificar la visión unitaria del triduo pas­cual según las orientaciones de la Iglesia. Las normas sobre el año litúrgico dicen:

«El triduo pascual de la Pasión y de la Resurrección del Señor comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su centro en la vigilia pascual y acaba con las vísperas del Domingo de Resurrección» 18.

La inclusión de la Misa de la Cena del Señor y la anticipación del inicio del triduo pascual al Jueves Santo por la tarde, cierta­mente no responde a la definición que Agustín daba del triduo

17 Una buena selección de textos en Liturgia orientale della Settimana, Roma, Cittil nuova, 1974, dos volúmenes.

18 Normas universales sobre el Año litúrgico y sobre el Calendario, n. 18, en A. PARDO, Liturgia de la Eucaristia, Madrid, Mal'ova, 1979, pp. 135-148.

86 JESÚS CASTELLANO CERVERA

pascual, que parecía concentrarse en el viernes, sábado y do~ mingo. No obstante el arraigo que tiene en la Iglesia la celebra­ción de la Misa del Jueves Santo, corre el riesgo de no ser inte­grada por algunos en la dimensión pascual y existe incluso la tendencia a dejar aparte esta celebración, que no se remonta a los primeros siglos de la antigüedad cristiana 19.

Desde el punto de vista de la celebración cronológica, la estructura actual del triduo pascual ofrece a la Iglesia la opor­tunidad de hacer memorial de los sucesos más importantes de los últimos momentos de la vida del Señor: la cena, la cruz, la resurrección.

Pero esta dimensión extel'l1a y cronológica no es suficiente. El Jueves Santo tiene dimensión pascual. La tiene la cena de Jesús, de la que esa celebración vespertina es memorial. Cual­quiera que sea la interpretación actual acerca del carácter total­mente ritual y pascual de la cena de Jesús, es decir, si fue una cena pascual o una cena de despedida, está claro que la cena de Jesús está indisolublemente unida a la cruz y a la resurrec­ción; es anticipación ritual de la muerte del Calvario y es pro­fecía de la resurrección. Desgajar la Misa de la Cena del Señor del eje pascual de la muerte y de la resurrección, es negar la unidad entre la cena, la cruz y la resurrección, como tres mo­mentos consecutivos del único misterio pascual que es Cristo 20.

La armonía entre las tres celebraciones nos lleva a la feliz comprensión de estos tres momentos de la Pascua de Israel, de la Pascua de Jesús y de su celebración por parte de la Iglesia:

Para el pueblo de Israel, la celebración anual de la Pascua se hace mediante la cena con el cordero inmola-

19 La tendencia no es generalizada, pero aflora en algunas comunidades que, por otra parte, celebran con gran entusiasmo la vigilia pascual.

20 No podemos entrar aquí en la controversia sobre el carácter pascual de la Cena de Jesús. En su reciente obra sobre la Eucaristía, X. LEON DUFOUR refuta todos los argumentos favorables que había recogido J. JERE­MÍAS; cfr. X. LEON DUFOUR, La fracción del pan. Culto y existencia en el Nuevo Testamento, Madrid, Ed. Cristiandad, 1983, pp. 376-378. Creo que es un error juzgar el sentido pascual de la Cena sólo por el ritual usado por Jesús; el carácter pascual de la última Cena es indiscutible a la luz de los textos evangélicos, aunque ciertamente ignoramos cuál fue el ritual seguido por el Señor.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 87'

do, y es memorial -presencia salvífica y celebración glorificadora- del éxodo de Egipto.

- Jesús entra en esta corriente pascual de su pueblo y la renueva proyectándola hacia el misterio de su inmola· ción pascual y de éxodo glorioso. La cena es ese mo­mento pascual conmemorativo e innovativo en el que instituye la nueva cena de la nueva pascua. La cruz -en la perspectiva teológico-litúrgica de Juan- es la inmolación del verdadero Cordero. La resurrección es el éxodo glorioso definitivo de Jesús de este mundo al Pa· dre, cumplimiento de la figura del éxodo de Israel.

<~ La Iglesia con la celebración de la Misa de la Cena del Señor recupera el valor ritual y salvífico de la pascua antigua y la celebra a la luz de la Cena del Señor. Es la cena pascual de la 1 glesía. Con la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo, celebra la inmola­ción del Cordero, que es Cristo, lo que podríamos llamar la pascua de la Pasión. Con la vigilia pascual del sábado al domingo celebra la pascua gloriosa, el éxodo de Cristo al Padre.

Los tres momentos de esta pascua de Cristo estarán para siempre indisolublemente unidos en la celebración de la euca­ristía; una vez al año, se desglosan en estos tres momentos de la única Pascua con pleno sentido unitario.

a) La Cena del Señor

La celebración del Jueves Santo por la tarde nos introduce en el memorial del Cenáculo, con su insoslayable proyección hacia el Calvario y la resurrección.

La liturgia de la palabra une el recuerdo de la pascua de Israel (Ex 12,1-8.11-14), de la institución de la eucaristía (1 COl' 11,23-26), del gesto del servicio al principio de la Cena, cuando, según la anotación de Juan, empieza el éxodo final hacia el Padre y Jesús va a dar el supremo testimonio de amor On 13, 1-15).

El rito del lavatorio de los pies -que es facultativo- quiere ser una inmediata «ritualización» de la lectura del Evangelio. Pero la verdadera ritualización es en realidad la celebración de'

88 JESÚS CASTELLANO CERVERA

la eucaristía, en la que resuena el «hoy» litúrgico que hace del altar un Cenáculo para conmemorar la institución de la euca­ristía y del sacerdocio.

y hay otra ritualización importante, herencia medieval, pero que puede y debe ser comprendida perfectamente en el ámbito de esta celebración: la reposición del Santísimo Sacramento y su adoración. El principio genético de este rito es simplemente la conservación de las hostias consagradas para la comunión del día siguiente y, en caso de necesidad, para los enfermos, ya que ·el viernes y el sábado son días sin celebración de la eucaristía. La tradición medieval, sin lógica alguna, hizo de la reposición un «monumento», un sepulcro, cuando en realidad ni la euca­ristía es el cuerpo muerto del Señor ni el Jueves Santo el día de su sepultura. El rito actual de la reposición y la continuidad de la adoración del Santísimo hasta la medianoche tienen, según mi opinión, dos motivaciones de indudable valor litúrgico. La Iglesia de Occidente pone de relieve con este gesto que un as­pecto fundamental de esa eucaristía instituida el Jueves Santo es, además del sacrificio y la comunión, la presencia permanente de Cristo; la confiesa y la adora. Otra motivación de carácter ritual podría ser ésta: del mismo modo que a la institución de la eucaristía sigue, sobre todo en el Evangelio de Juan, el dis­curso o los discursos después de la Cena hasta la oración sacer­dotal, asimismo la Iglesia, después de la celebración de la Cena del Señor, permanece en su presencia escuchando su palabra, meditando sus últimos mensajes, hasta concluir la adoración eucarística, al filo de la medianoche, con la oración sacerdotal de Jesús delante del Santísimo Sacramento. Naturalmente estas últimas indicaciones no las ofrece la Iglesia. Pero me parece que son la lógica interpretación de ese rito sugestivo que con­cluye la celebración eucarística del Jueves Santo, en el primer momento del memorial del misterio pascual.

b) La Pasión del Señor

El Viernes Santo es día alitúrgico, sin celebración de la eucaristía. La atención de la Iglesia Esposa se concentra en la meditación de la Pasión. Lo hace con la celebración de la Li­turgia de las Horas, en la que se han seleccionado atentamente los salmos cristológicos más importantes y se lee una página

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 89

de San Juan Crisóstomo acerca del significado sacramental del agua y de la sangre que brotan del costado abierto del Reden­tor: son símbolos del bautismo y de la eucaristía.

El momento culminante es la celebración vespertina de la Pasión del Señor. El rito es sobrio; sin embargo, en su sobrie­dad acumula a la vez la tradición antigua de una liturgia de la palabra con sus oraciones y de la adoración de la cruz -heren­cia de la Iglesia de Jerusalén-, a la que se añade la comunión ,eucarística. Pero todo está claramente centrado en el misterio de la Pasión del Señor; Pasión proclamada, invocada, venerada, comunicada. He aquí un ensayo de síntesis unitaria.

La Pasión proclamada.-Es el momento de la liturgia de la palabra, precedido de un gesto penitencial con el que se abre 1a celebración. Según la antigua tradición de la Iglesia de leer en este día todos los textos alusivos a la Pasión, se hace una selección de testigos. El profeta (ls 52,13-53.12) anuncia la Pa­sión del Siervo; el salmista (Sal 30) expresa la oración del justo perseguidO'; el teólogo-apóstol (Heb 4,14-16; 5,7-9) presenta el misterio del Hijo, sacerdote obediente; el evangelista On 18,1-19.42) con su relato de la Pasión, majestuoso y litúrgico, nos presenta al Rey y CO'rdero inmolado.

La Pasión invocada.-Las solemnes oraciones que forman parte de la liturgia de la palabra, son una especie de Pasión invocada como intercesión universal por la salvación del mundo, en una actualización de la oración de Cristo por la salvación de todos desde la cruz. Se proclaman solemnemente las intencio­nes y se concluye con una oración colecta por cada intención. Son diez oraciones solemnes de la Iglesia para invocar la gracia salvadora de la redención.

La Pasión venerada.-Sigue el rito de la adoración de la cruz. Se trata de una doble ritualización con la que la Iglesia presenta ante los fieles el misterio de la Pasión gloriosa del Señor. La palabra se hace imagen viva. Se presenta el árbol de la cruz y se ofrece a besar el Crucificado. Resuenan los antiguos textos de los improperios, los himnos de la cruz, la antífona que une ya el recuerdo de la resurrección: «Adoramos, Señor, tu cruz y confesamos tu santa resurrección».

La Pasión comunicada.-Finalmente, el momento de la co­munión eucarística. Las iglesias orientales no conocen este rito.

90 JESÚS CASTELLANO CERVERA

El Viernes Santo es un día rigurosamente alitúrgico, aunque no hay ninguna razón apodíctica para que no se pudiese celebrar la eucaristía el Viernes Santo; es sólo una tradición antiquísima. La Iglesia romana ha oscilado entre la costumbre de que comul­gue el sacerdote solo o también el pueblo. La comunión ahora es posible para todos, precedida de los ritos preparatorios a par­tir del Padrenuestro. De esta forma discreta los fieles pueden unirse a Cristo y a su Pasión porque la eucaristía es siempre «memoria passionis eius», memorial de la Pasión gloriosa, el cuerpo de Cristo que ha sido inmolado.

Toda la acción litúrgica con su sobriedad es una apoteosis de la Pasión del Señor, celebrada en los signos de la palabra, de la oración, de la imagen del Crucificado, de la Eucaristía.

c) La resurrección del Señor

El Sábado Santo es la gran vigilia; día de silencio orante ante el sepulcro del Señor. La Liturgia de las Horas con sus himnos, sus salmos y lecturas da el tono a la espera, que se pro­longa durante todo el día. Sábado del silencio y de la esperanza; vigilia de la Esposa para entrar -en el corazón de la noche­en la «madre de todas las vigilias», según la expresión de Agus­tín; en esa <<noche esperada durante todo un año», como decía en el siglo IV Asterio de Amasea.

La vigilia pascual concentra en sí las mejores simbologías litúrgicas para celebrar el misterio de la resurrección. Desde la antigüedad, como hemos visto, se han ido acumulando una serie de elementos celebrativos, que todavía: la Edad Media ha enriquecido con una serie de ritos preliminares con la bendición del fuego y del cirio pascual. Todo es signo de Cristo resucitado.

Cuatro son los momentos fundamentales de la celebración, en los que se inserta una inmensa variedad de símbolos, ritos,. textos litúrgicos.

La liturgia de la luz: la pascua cósmica.-La primera parte de la celebración pascual está cuajada de simbolismos cósmi­cos: la noche y la oscuridad, el fuego, el cirio, la luz que se abre paso en medio de las tinieblas, la gran procesión inicial que representa el pueblo guiado por la luz de Cristo, la nueva columna de fuego. Cristo ilumina todos esos elementos cósmicos con el misterio de la resurrección y toda la creación participa

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 91

de ese misterio. La procesión tiene su momento culminante con la antigua laus cerei; el Exultet, rico de lirismo en su expresión y de bella teología con su invitación al gozo pascual; la gran oración de bendición por las maravillas de la Pascua -una teología del misterio de la noche-; la exaltación de la redención pascual, que hace del pecado -en una divina alquimia- la «culpa feliz» que nos dio tal Redentor; la ofrenda del sacrificio de alabanza de la Iglesia en la noche santa.

La liturgia de la palabra: la pascua de la historia.-A la luz de Cristo -clave de comprensión de la historia de la salva­ción- se hace la gran vigilia de lecturas, salmos y oraciones. Una lectura de la historia como una providencial trama salva dora por parte de Dios a través de todos los acontecimientos: la creación, la llamada y el sacrificio de Abraham, el paso del mar Rojo, el destierro y las alianzas de Yavhé, la promesa de la Alianza nueva. Todo cobra sentido como una misteriosa realiza­ción de un designio de gracia preestablecido. Todo se desarrolla según la antigua praxis de la Iglesia: una lectura progresiva de la historia; después de cada lectura un salmo o tm cántico, que es respuesta orante y gozosa, y en cada etapa de este binomio lectura-salmo una oración colecta que alude a la historia narra­da, al misterio de Cristo o al misterio de los que van a ser bau­tizados. El Gloria cantado solemnemente hace de puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; sigue la lectura bautismal de Pablo (Rom 6,3-11), que sintetiza la relación entre bautismo y misterio pascual; se entona el salmo 117, salmo pascual se­guido del Aleluya, y se proclama en el cu1men de la historia de la salvación el hecho y el anuncio de la resurrección. La homi­lía -actualización de la palabra en la Ig1esia- no puede ser sino un anuncio gozoso, lírico, vibrante de fe y de esperanza, como fueron siempre las antiguas homilías de Pascua en la edad de oro de los Padres.

La liturgia bautismal: pascua de los bautizados.-Sigue la liturgia bautismal con todos los elementos fundamentales del rito del bautismo y de la confirmación, si hay bautismos de adultos, o sólo del bautismo si los bautizados son niños recién nacidos. A este misterio se asocia la asamblea en el recuerdo­memorial del propio bautismo con las renuncias, la profesión de fe, la aspersión del agua bendita como ritualización de las pro-

92 JESÚS CASTELLANO CERVERA

mesas bautismales. Es la pascua de los nuevos bautizados, el paso de la muerte a la vida, de la antigua a la nueva creación a: través del misterio de Cristo, que se hace presente para asumir en sí los miembros del nuevo Cuerpo; es la primavera de la Iglesia, que se rejuvenece y enriquece con nuevos hijos, con nuevos miembros de su Cuerpo.

La liturgia eucarística: pascua escatológica de la Iglesia.­Como momento culminante de la pascua cristiana en la vigilia, tenemos la celebración-presencia de Cristo en el memorial de su Pasión gloriosa y la comunión con Cristo Resucitado. Es el momento del encuentro con Cristo y es la ritualización de la certeza de su venida y de la esperanza escatológica de un ban­quete sin fin en la gloria. El Resucitado pasa al Cuerpo de la: Iglesia, y los cristianos, alimentados con la eucaristía, son la presencia en el mundo de Cristo Resucitado. La vigilia pascual termina así en un crescendo que llega a su apoteosis con la comunión eucarística, para empezar con las luces del alba la gran peregrinación misionera de los testigos del Resucitado.

La Pascua del Señor continúa en toda la jornada del domin­go, inaugurado ya dmante la vigilia pascual, y se prolonga hasta las vísperas como conclusión del triduo pascual, pero para inaugurar el tiempo de pascua, los cincuenta días del gozo, el gran domingo que se extiende hasta Pentecostés. Hay elementos sugestivos de la liturgia del Domingo de Resurrección, como la hermosa Secuencia de Vipone Victimae paschali laudes 21, o las antífonas e himnos de las vísperas, que en algunas iglesias se cantaban en los cementerios como un desafío a la muerte y un anuncio a los muertos del gozo y la esperanza de la resurrec­ción de Cristo. Así, la tarde de pascua con el canto de vísperas o con la misa vespertina que tiene asignado el Evangelio de los discípulos de Emaús, se convierte ya en la tarde que no tiene ocaso, imagen del día escatológico, y revive la experiencia del encuentro del Resucitado con los discípulos en el camino de Emaús y en el Cenáculo.

21 El texto de Vipone del siglo IX incluía una estrofa que desapareció del texto oficial litúrgico por su carácter antijudío; hela aquí: «Creden­duro est roa gis soli Mariae veraci quaro Iudaeoruro turbae fallaci».

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 93

2. EL TIEMPO PASCUAL Y SUS ELEMENTOS LITÚRGICOS

La cincuentena pascual tiene personalidad propia y prolonga: hasía Pentecostés la efusión del gozo pascual. La liturgia 10 hace. resaltar con elementos comunes para todo el tiempo y con algu­nos rasgos propios en algunos momentos particulares que ya la tradición antigua pone en evidencia.

Empecemos por la descripción que nos ofrece el calendario litúrgico:

«Los cincuenta días que van desde el Domingo de Re­surrección hasta el Domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación, como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como «un gran domingo». Estos son los días en que principalmente se canta el Aleluya» 22.

Considerado este tiempo como un conjunto armónico, como celebración y presencia del Resucitado en la Iglesia, tiene ele­mentos comunes que dan el tono de la alegría pascual: el canto del Aleluya, los himnos de la Liturgia de las Horas, la selec­ción de lecturas que aluden al misterio. Para una mejor com­prensión es necesario resaltar algunos momentos, como sugiere el mismo calendario litúrgico.

a) Los domingos de pascua

He aquí la descripción del calendario litúrgico:

«Los domingos de este tiempo son tenidos como do­mingos de pascua, y después del Domingo de Resurrec­ción, son denominados domingos I1, III, IV, V, VI y VII de pascua ... » 23.

La nota de su celebración la da, sobre todo, el Leccionario Dominical de este tiempo. Según una antigua tradición, que ya conoce San Juan Crisóstomo, en los domingos y en las ferias,

22 Normas ... , n. 22. 23 lb., n. 23.

94 JESÚS CASTELLANO CERVERA

la primera lectura es de los Hechos de los Apóstoles; San Agus­tín justifica así esta tradición: «este libro (los Hechos) se co­mienza a leer desde el Domingo de Pascua, como es costumbre en la Iglesia» 24. En los tres ciclos de lecturas (ABC) se leen episodios progresivos de este libro, que traza la historia de la Iglesia, nuevo Israel, nacido de la resurrección y de Pentecostés. La segunda lectura ofrece perícopas semicontinuas de tres es­critos apostólicos: en el ciclo A, la lectura de la La Carta de Pedro, de carácter bautismal; en el ciclo B, la La Carta de Juan, que habla de la nueva vida del cristianismo en la luz y en el amor; en el ciclo C, el Apocalipsis, que da el justo tono esca­tológico a este tiempo de pascua. Los Evangelios tienen tam­bién su motivación. En los domingos II y III de pascua se leen las apariciones del Resucitado. En el IV, en los tres ciclos, se leen del capítulo 10 de Juan textos alusivos al Buen Pastor; del V al VII, en los tres ciclos, se leen pasajes del discurso de Jesús en la última Cena (Jn 13-17).

b) Las ferias del tiempo pascual

«Los ocho primeros días del tiempo pascual constituyen la octava de pascua y se celebran como Solemnidades del Señor» 25.

Tienen personalidad propia los formularios de las misas de este tiempo de carácter bautismal, con la lectura progresiva de los Hechos de los Apóstoles y los relatos evangélicos de las apari­ciones del Señor.

En las demás ferias del tiempo pascual, además de la lectura semicontinua de los Hechos, el Leccionario ferial ofrece una lectura escogida del Evangelio de Juan -Evangelio espiritual que se lee en los grandes momentos del año litúrgico- con una línea que favorece la selección de perícopas alusivas a los misterios del bautismo (Jn 3), de la eucaristía y la Palabra (Jn 6), de la figura del Buen Pastor (Jn 10), de Cristo Luz del mundo (Jn 12), para desembocar en la lectura de los discursos de Jesús en la Cena On 13-17) y las últimas apariciones (Jn 21). El Misal romano ofrece además una· gran variedad de textos

24 Serm. 315,1: PL 38,1426. 25 Normas ... , n. 24.

I I

I ,

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 95

eucológicos, que dan tono pascual a las celebraciones eucarísti­cas de las ferias semanales.

La Liturgia de las Horas tiene elementos propios. No vamos a entrar en detalles. Hemos aludido a la selección de lecturas breves alusivas al misterio pascual. El oficio de lecturas ofrece la meditación seInÍcontinua del libro del Apocalipsis, de la La Carta de Pedro y de la 1.a Carta de Juan. Particularmente rico es el temario de las lecturas patrísticas con pasajes clásicos sobre el misterio pascual, el bautismo, la eucaristía, la Iglesia, el Es­píritu Santo. Ricas y sugestivas también las preces de laudes y vísperas.

Los días que van desde la Ascensión hasta Pentecostés han cobrado en la reforma litúrgica un color específico. En algunos elementos de la celebración eucarística, y más acentuadamente en la Liturgia de las Horas, se encuentran elementos pneumato­lógicos. Todo el tiempo pascual es tiempo del Espíritu 26; pero la Iglesia recupera para estos días lecturas breves, invocaciones, himnos, que tienen relación con el Espíritu, preparando así la espera de Pentecostés. Así lo indica el calendario litúrgico: «Las ferias que van desde la Ascensión hasta el sábado antes de Pentecostés preparan para la venida del Espíritu Santo» TT.

c) Las solemnidades del tiempo pascual: Ascensi6n y Pentecostés

Desde la antigüedad, como ya hemos observado, el día cua­dragésimo se celebra la Ascensión del Señor, en conformidad con la cronología evangélica. Es Solemnidad y tiene ricos ele­mentos propios en la liturgia: himnos y antífonas, oraciones y prefacios. Es la exaltación del Señor a la derecha del Padre con la promesa del Espíritu.

Se ha querido evitar absolutamente la tentación de conside­rar este día como el final del tiempo pascual. La tensión espi­ritual se orienta hacia Pentecostés, cumplimiento en la Iglesia de la Pascua y de la Ascensión del Señor. En la segunda edición

26 Ha estudiado esta dimensión pneumato16gica J. LÓPEZ MARTÍN, El don de la Pascua del Señor. Pneumatología de la cincuentena pascual del Misal Romano, Burgos, 1977.

27 Normas ... , n. 26.

7

I

I

96 JESÚS CASTELLANO CERVERA

del Leccionario de la Misa se han enriquecido las lecturas para los diversos ciclos.

«El Domingo de Pentecostés clausura este sagrado tiempo de los cincuenta días» 28, Se llega a la metrópolis de las fiestas, como definía Juan Crisóstomo el misterio de Pentecostés, con la preparación de los días que siguen a la Ascensión. La solem­nidad de Pentecostés cuenta con una vigilia de lecturas, que no hay que confundir ni por su estilo ni por su contenido con la vigilia pascual; no es ni repetición ni simetría de tal vigilia. Rihlaliza la larga presencia escondida del Espíritu en la historia de la salvación con la proclamación de algunas lecturas del Antiguo Testamento, y ofrece la posibilidad de revivir la espera de los apóstoles en el Cenáculo.

Son característicos los elementos de esta solemnidad alusivos al Espíritu y a la Iglesia en una rica gama de piezas litúrgicas, del himno Veni Creator a la secuencia Veni Sancte Spiritus del Arzobispo de Canterbury, Esteban de Langton (siglo XIII), lla­mada la «secuencia de oro». El nuevo Misal ha enriquecido la solemnidad con un magnífico prefacio, que canta el misterio del Espíriru en la Iglesia.

Con las vísperas de este día termina el tiempo pascual. En realidad desemboca el tiempo pascual en el tiempo ordinario, como una prolongación de la pascua y de Pentecostés en cada domingo, y como una iluminación mistérica de cada fragmento del tiempo ordinario como tiempo del Señor y de su Espíritu en la Iglesia, nacida de la pascua y de Pentecostés, orientada hacia la ParusÍa.

III. RASGOS DE ESPIRITUALIDAD

La espiritualidad del año litúrgico, en cada uno de sus tiempos, supone el conocimiento de la historia, de la teología litúrgica expresada en cada momento del año, así como la cele­bración apropiada de los misterios en la comunidad, con tina pastoral que prepara y prolonga la lirurgia de la Iglesia 29.

28 lb., n. 23. 29 Con este criterio he desarrollado la temática de la Espiritualidad

del Año litúrgico en mi libro L'Anno liturgico. Memoriale di Cristo. Mista­gogia della Chiesa, Roma, Teresianum, pro manuscripto, 1984.

T

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 97

Podemos resumir ahora los rasgos de la espiritualidad de pascua refiriéndonos a las líneas ideológicas -las grandes ideas de la liturgia que son también realidades comunicadas- y a las orientaciones mistagógicas, es decir, esa espiritualidad de ideas y realidades llevada a una asimilación en la celebración y en la vida.

1. Los GRANDES TEMAS DE LA ESPIRITUALIDAD DE PASCUA

La historia de la liturgia ha recogido las grandes ideas que desde la antigüedad han brotado de la fe de los cristianos en la experiencia-celebración de pascua. Estas han forjado los textos actuales de las liturgias de Oriente y de Occidente. Son testigos de esta espiritualidad las homilías de los Padres, los himnos, las oraciones, los ritos, que hoy quedan plasmados con cierta y segura sobriedad en los textos de la liturgia romana; la litur­gia bizantina es, sin duda, más exuberante en la meditación y canto de los misterios de pascua, como haremos ver con algu­no de sus textos litúrgicos.

De alguna forma pascua 10 resume todo. Las antiguas homi­lías de Melitón de Sardes y del Anónimo cuartodecimano no sólo hacían alusión a la pascua del Antiguo Testamento, sino que la cantaban como la imagen del cumplimiento de todas las etapas del misterio de Jesús, desde la Encarnación a la ParusÍa. El misterio de pascua es totalizante porque es el punto de con­vergencia de todo el Antiguo Testamento y la fuerza propulsora final de todo el misterio de Jesús. Por eso al trazar algunas orientaciones de espiritualidad no podemos menos de dar sim­plemente someras indicaciones.

a) La indisoluble unidad del misterio pascual

La celebración del triduo pascual y su prolongación en el tiempo de pascua muestra claramente la indisoluble unidad de 10 que llamamos el paschale sacramentum. Comprende indiso­lublemente el misterio de la «gloriosa pasión y muerte del Señor y de su resurrección y ascensión a los cielos». Supone el miste­rio del Verbo Encarnado, que es la incoación del paschale sacramentum, pero se concentra en el misterio del Crucificado-

98 JESÚS CASTELLANO CERVERA

Resucitado. Ahora bien, el Resucitado, en la perspectiva de Juan, es ya el que ha subido al Padre y el que ha derramado su Espíritu sobre los apóstoles el mismo día de pascua. El mis­terio pascual es, pues, la síntesis de las acciones salvíficas de Jesús en su última fase: Pasión y muerte, resurrección y Ascen­sión, Pentecostés.

Toda esta acumulación de sentido tiene su crisol en la vigi­lia pascual, que antiguamente era la celebración síntesis de todo el misterio. El «paso» del Señor, la transformación, el cambio total de la muerte a la vida, indican los puntos extremos del misterio: la tragedia de la cruz y la exaltación de la pascua. El punto negativo extremo de la histolia de la humanidad -la muerte de Cristo- se convierte en el polo positivo supremo -la glorificación del Señor- y da un sentido nuevo a toda la historia, que en Pascua tiene su clave de comprensión presente y futura.

La gran obra del Padre es la pascua. La gran originalidad del cristianismo está precisamente en ese misterio pascual que se convierte en arquetipo mistérico de la existencia personal y co­munitaria. El mal puede ser vencido, la muerte puede ser no sólo vencida y aniquilada, sino también transformada en vida. El sepulcro de Jesús, como el mar Rojo, es para El y para los que le siguen fuente de vida, sepulcro de muerte para los ene­migos: la muerte, el pecado, el odio. Ha quedado vencida la «invencible», y si ha sido derrotada la muerte, definitivamente ya no es la muerte la que da o impone sentido a la vida; es la resun-ección la que marca el sentido de la existencia cristiana.

Pascua de Cristo es el misterio fundamental de la existencia cristiana, el que da sentido a la vida y a la muerte. Lo canta el Exultet de la Iglesia romana: «Feliz la culpa que mereció tal Redentor»; 10 dice expresivamente el prefacio pascual: «mu­riendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida»; 10 repite el tropario de pascua de la liturgia bizantina: «Cristo ha resucitado de entre los muertos; con su muerte ha vencido la muerte y a los que estaban en los sepulcros les ha dado la vida».

El escalofrío patético y lírico de los cantos pascuales y de las homilías de los Padres refleja estas certezas cristianas. Gre­gorio de Nisa exclama en una de sus homilías:

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 99

«Día de la resurrección, ¡feliz inicio! Celebremos feli­ces esta fiesta y démonos el beso de la paz. Invitemos, hermanos, a celebrar la pascua, incluso a aquellos que nos odian. Perdonemos todos en honor de la resurrec­ción y olvidemos las ofensas recíprocas» 3D.

Es la fiesta del amor más grande que la muerte. La fiesta del perdón pascuaL

b) Las cinco dimensiones de la Pascua cristiana

K Cantalamessa ha resumido en cinco dimensiones teoló~

gicas y espirituales las riquezas que los Padres de la Iglesia antigua atribuyen a este misterio y que, en parte, cantan en sus homilías 31. No podemos más que resumir aquÍ estos nombres y conceptos:

Pascua~Pasión.-Es la antigua expresión, fundada en la falsa etimología que atribuía la derivación de la palabra Pascha del griego paschein, que significa pade­cer. El engaño lingüístico (imperdonable para los eru­ditos como Orígenes y Jerónimo, que conocían bien el hebreo y sabían que pascua significa paso) no quita razón a los Padres, como Melitón de Sardes, que han sabido poner el acento en el misterio del Cordero inmo­lado, que han recordado la Pasión como elemento cons­titutivo de la pascua, según la línea teológica de Juan, con toda su riqueza de misterio de alianza nueva, de expiación, de sacrificio sacerdotal. Jesús mismo indica el camino de la pascua a los discípulos de Emaús cuan­do les recuerda la ineludible dimensión de la Pasión: «¿No convenía que Cristo padeciera para entrar en su gloria?» (Lc 24,26). Para los mártires, para la Iglesia, la Pasión es siempre preludio de la pascua gozosa. Lo recuerda el texto de un cristiano anónimo del siglo IV,

que habla de cómo se celebraba la pascua en tiempos

30 Citado por A. HAMMAN, Il mistero pasquale, p. 101. Son las pala­bras que todavía hoy resuenan en uno de los himnos pascuales de la vigilia de Resurrección en Oriente.

31 R. CANTALAMESSA, La Pasqua della nostra salvezza, pp. 157-232.

iOO JESÚS CASTELLANO CERVERA

de persecución: «Nos exiliaron y solos en medio de to­dos fuimos perseguidos y llevados a la muerte. Pero también entonces celebramos la fiesta (pascua). Cada lugar donde se padecía se convirtió para nosotros en un lugar para la celebración de la pascua: un campo, un desierto, una nave, una posada, una prisión. Los márti­res perfectos celebraron la más espléndida de las fiestas pascuales, pues fueron admitidos a la gracia del festín celestial» 32.

- Pascua-resurrección.-Es la pascua de Jesús, su paso de la muerte a la vida, y es el paso del cristiano, su paso de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos. El hecho tipológico de la resurrección de Cristo da pleno sentido al bautismo, que es a la vez -como dicen las Catequesis de J erusalén- «un sepulcro y un seno materno». Pero esta visión condiciona la vida cris­tiana, su ascesis pascual, su orientación a un cambio de vida que es ejemplar para todos los momentos de la existencia cristiana, para el paso de la noche al día, de la purificación a la iluminación, para ser al final el paso de la muerte física a la vida eterna.

- Pascua-recapitulación.-Es la nueva creación, la primavera del universo. El aspecto cósmico primaveral subyacente a la fiesta se manifiesta en la nueva creación, en el cuerpo de Cristo renacido a nueva vida. Son mu­chos los elementos cósmicos que forman parte de la celebración de pascua e indican esta dimensión de reju­venecimiento espiritual de la Iglesia, de vuelta al paraí­so, de anuncio de los cielos nuevos y de la tierra nueva. Lo que los antiguos mitos atribuían a la primavera es en pascua misterio de Cristo que da pleno sentido a las aspiraciones que el mito proponía, porque Cristo es la vida del universo y la primicia de la nueva creación.

- Pascua-Parusía.-Es el aspecto escatológico de la pascua del Señor. La pascua coloca a Jesús en una si-

32 Cfr. EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica, VII, 22,4: o. c., n, pp. 467-468.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 101

tuaCÍón de «Parusía» continua, de presencia y de venida hacia el hombre y hacia la Iglesia. La Ascensión anun­cia esta segunda venida gloriosa. Mientras tanto El vie­ne y se hace presente desde nuestro futuro, que para El es ya el presente de la eternidad. Una antigua tradición judía aseguraba que el Mesías tenía que venir en los días de pascua. Los cristianos interpretaron esta tradi­ción como una profecía: Cristo vendrá con su gloria durante la celebración de la pascua. Por eso la vigilia pascual tiene también una clara dimensión escatológica. En vela la Iglesia espera a su Señor, con la esperanza de la victoria final de Cristo. La resurrección del Señor es, en resumidas cuentas, el fundamento de la esperanza de su segunda venida y del camino misionero de la Iglesia «hasta que él venga».

- Pascua-eucaristía.-La pascua del Señor tiene un sacramento memorial que la hace presente: la eucaris­tía. Hay pascua porque hay eucaristía, encuentro sacra­mental con Cristo el Crucificado-Resucitado en el me­morial de su sacrificio y de su victoria. Si el centro de la vivencia pascual es el misterio eucarístico, los Padres sacan una conclusión de la máxima trascendencia: cuan­do se celebra la eucaristía, en cualquier día, se celebra y hace presente la pascua del Señor. De esta forma, los Padres de la Iglesia dan a la eucaristía el título de pas­cua cotidiana, presencia de Cristo en su misterio peren­ne con el que vive a la derecha del Padre. El canon romano y las otras plegarias eucarísticas subrayan este hecho: toda celebración eucarística es presencia y cele­bración del misterio pascual. Si una vez al año es pas­cua, todos los días son pascua, porque la eucaristía hace presente el misterio central del cristianismo, el Cristo pascual que vive a la derecha del Padre.

Estos cinco aspectos del misterio de la pascua que es Cristo, o de Cristo «que es la pascua de nuestra salvación», por usar la terminología personalista de Melitón de Sardes, están en el co­razón de la Iglesia en la celebración del triduo pascual y du­rante todo el tiempo pascual, como hemos podido intuir por los

102 JESÚS CASTELLANO CERVERA

elementos litúrgicos que aluden a esta riqueza. De ahí se pro­yectan a todo el año litúrgico para envolverlo y para referirlo -como fragmentos de un todo- al misterio central de donde ha nacido todo el año litúrgico y hacia el que conduce cada uno de sus tiempos.

Plenitud de ideas, pero sobre todo plenitud de realidades. Cristo y su pascua no son ideas para meditar; son realidades que se comunican al cristiano, para vivir el misterio de pascua y para vivir según la lógica de este misterio de pascua que pro­yecta su luz y sus energías vitales sobre cada uno de los aspec­tos del misterio de la vida cristiana, que debiera ser una exis­tencia vivida desde el misterio de la resurrección.

c) Tiempo pascual: presencia del Resucitado y de su Espíritu

El tiempo pascual celebra la presenda de Cristo Resucitado entre sus discípulos, su manifestación dinámica en los signos sacramentales que a partir de la Ascensión prolongan la visibi­lidad de su Cuerpo glorioso, como dice San León Magno 33.

Cada año con la pascua del Señor se renueva en la Iglesia la conciencia de esta presencia perenne del Resucitado.

La vigilia pascual consagra, por decirlo así, todos los signos de la presencia de Cristo. Ante todo, el cirio pascual, signo de Cristo luz del mundo, que prolonga hasta Pentecostés el recuer­do de la noche santa. Pero también el altar y la pila bautismal, la cruz gloriosa y el libro de los Evangelios, tabernáculo de la Palabra, la asamblea y sus ministros. A partir de la resurrección se realiza el misterio de esa presencia «donde dos o más están reunidos» en su nombre. La eucaristía es el signo culminante de esa presencia en la que el Resucitado, como con los discípu­los de Emaús, parte el pan y se da como presencia sacramental que llena de energías vitales para anunciar su resurrección.

Pero también es tiempo del Espíritu. Jn 20,19-23 indica que el mismo día de pascua se realiza la efusión del Espíritu sobre los Apóstoles; el Espíritu es el fruto y el don de la pascua del Señor glorificado.

33 «Quod Redemptoris nostri conspicuum fuit, in sacramenta transivit», Serm. 74,2: PL 54,398.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA

La lectura de los Hechos de los Apóstoles subraya esta pre­sencia dinámica del Espíritu de la Iglesia. Es el Espíritu que han recibido los bautizados en la vigilia pascual y el que hace de la vida cristiana un culto espiritual. Son muchos los elemen­tos de la liturgia actual del tiempo pascual que subrayan esta dimensión pneumatológica del tiempo de pascua. Aunque la liturgia insista de una manera especial en este aspecto en los días que van de la Ascensión hasta Pentecostés, es simplemente para subrayar el momento culminante de la donación de este Espíritu que se manifiesta totalmente en el misterio de Pente­costés.

d) La Iglesia de la pascua como humanidad nueva

La liturgia pascual subraya la novedad bautismal de la vida cristiana, la continuidad que viene de la novedad de Cristo Re­sucitado, la novedad efectiva que se realiza con los dones y fru­tos del Espíritu Santo.

La perspectiva existencial de la resurrección proyecta sobre toda la Iglesia su fuerza renovadora. La vida tiene un sentido nuevo; no hay que ceder a todo 10 que se presenta bajo el pe­simismo o el fatalismo de una cultura de la muerte, cuando la muerte ha sido vencida y en el Cuerpo del Resucitado se ha inaugurado la nueva humanidad. El cristiano afirma la vida y se convierte en un asertor de una cultura de la resurrección, es decir, de una visión y vivencia de los valores de este mundo a la luz del misterio que ilumina definitivamente todo el signi­ficado de la existencia y 10 llena de esperanza. Si Cristo ha ven­cido la muerte, el cristiano es capaz de llevar en sí y comunicarlo a los demás este germen de vida inmortal. No creer en la fuerza renovadora de este misterio es «pecar contra la resurrección», como dicen algunos Padres de la Iglesia.

La Iglesia en medio del mundo es esa nueva humanidad que no cede ante la cultura de la muerte y se esfuerza por man­tener viva la esperanza con la lógica del amor, que es capaz de suscitar la vida y de no resignarse nunca a todo 10 que son cau­sas o frutos de una mentalidad fatalista.

Q04 JESÚS CASTELLANO CERVERA

,e) La vida proyectada hacia su cumplimiento pascual

Toda la vigilia pascual y todo el tiempo de pascua proyectan a la Iglesia hacia la experiencia del Resucitado, que vive ya en el momento final de la historia. La resurrección da sentido a la vida y a la muerte, e ilumina el martirio de los cristianos y la suerte final de los fieles con la luz de la victoria pascual.

En el tiempo de pascua el Misal romano presenta formula­rios especiales para las celebraciones de los mártires y de los difuntos. En estos formularios se insiste sobre el hecho que ilu­mina el martirio como glorioso tránsito a la vida, y las mismas 'exequias de los cristianos como una «pausa», la última pascua del cristiano. Por eso resuena el aleluya pascual ahora en las exequias, superando un comprensible pudor de quienes no re­conocen que la resurrección de Cristo es la que da sentido a la muerte cristiana.

De igual manera, el aspecto escatológico de la vida cristia­na, su proyección hacia el futuro nuevo, se celebra constante­mente en el tiempo pascual con elementos significativos, como la lectura del Apocalipsis, porque la única forma de vivir con el Resucitado es pasando a través de su misma experiencia, y la Parusía es la promesa de Cristo en el día mismo de su Ascen­sión a los cielos. Esta perspectiva pascual no se refiere sólo a las almas; es anuncio de la resurrección final de los cuerpos y de la transformación del universo. En el cuerpo del Resucitado está ya inscrito el destino de transformación al que están llama­dos todos los miembros de ese cuerpo y también de las criatu­ras, que al final serán liberadas de la corrupción y de la muerte.

2. DE LA MÍSTICA A LA MISTAGOGÍA PASCUAL

Estos rasgos de espiritualidad constituyen, por así decir, una «mística» de la pascua del Señor, una serie de ideas y de realidades que objetivamente se nos ofrecen en los textos y cele­braciones del misterio pascual.

¿ Cómo pasar de la mística a la mistagogía? Por mistagogía entendemos en este momento todo 10 que puede contribuir a la asimilación personal y comunitaria, al esfuerzo de filtrar en la 'experiencia concreta todos estos aspectos para que no queden 'en utopía.

r I

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 105

Podemos ofrecer estas sugerencias teniendo en cuenta los tres tiempos de una auténtica mistagogía: la iniciación cate­quética, la celebración litúrgica, la asimilación vital; tres tiem­pos que son aplicables a otros momentos de la espiritualidad del año litúrgico.

a) Iniciación catequética

Cuando afirmamos que el misterio pascual está en el centro de la fe y de la experiencia cristiana, expresamos una convic­ción teórica que está todavía muy lejos de ser la experiencia normal de la mayor parte de los cristianos,

Cada año, con el tiempo de pascua y con su preparación cuaresmal, se renueva la oportunidad de volver a este misterio como a la raíz de nuestra fe. El cristiano es uno que cree en Cristo que ha muerto y ha resucitado, y esta fe es capaz de iluminar todos los aspectos de su existencia -de la vida y de la muerte- y de convertirse en esa fides qua, esa fe en fuerza de la cual se modela toda la existencia cristiana.

Cuando los cristianos del siglo IV decían que la noche de pascua era una vigilia añorada durante todo un año, expresaban la convicción de que el misterio vivido en esa noche daba sen­tido a toda la experiencia cristiana, vivida como una pascua, a imagen y semejanza de la pascua de Jesús.

Cada año, al volver el tiempo pascual, la Iglesia pone en nuestras manos textos bíblicos y litúrgicos, símbolos y ritos de una sobrecogedora importancia. La iniciación catequética es imprescindible para una recta comprensión, que se puede pro­fundizar año tras año. Pero de nada sirve una presentación teórica si no hay un vivo esfuerzo por empalmar con el signifi­cado antropológico y vivencial de esos elementos.

b) Una gozosa celebración

El misterio pascual se nos ofrece en las celebraciones litúr­gicas. Celebrar es entrar totalmente en el misterio, participar sintiéndose no sólo parte activa y responsable, sino coactor y coautor de los ritos litúrgicos, que precisamente son celebra­ciones porque existen acogida y respuesta de la asamblea.

Es voz común que aparte contadas iniciativas generosas, la

106 JESÚS CASTELLANO CERVERA

celebración del triduo pascual está en crisis en los pueblos y tan­to más en las ciudades. El entusiasmo con que fue saludada la implantación de los nuevos ritos de la Semana Santa por Pío XII es agua pasada. Sólo en grandes o pequeños santuarios de vida litúrgica las cosas se hacen satisfactoriamente. Por otra parte, revive la piedad popular de antaño -que es un valor positivo-, pero sin una adecuada integración litúrgica a nivel de ideas y de ritos. Sólo algunos grupos ec1esiales -como las comunidades neocatecumenales- parece que han tomado en serio algunos aspectos de la celebración del misterio pascual, especialmente la vigilia pascual. Y son también promesa de re­novación las pascuas juveniles siempre que no sucumban a la tentación actualizante y efímera que manipula textos y ritos de la Iglesia para «celebrar la vida» más que el misterio pascual o celebrar tan el hoy pasajero que no se asimile el mensaje eterno -y no epidérmico- de la muerte y resurrección de Jesús.

Una fe que nace del misterio pascual tiene que engendrar una liturgia -parroquial, comunitaria, de grupos- que mima la preparación y celebración de los ritos pascuales. Sólo una comu­nidad que es capaz de derrochar tiempo preparando la pascua del Señor tiene talante de Esposa.

Los ritos del Misal romano necesitan una amplia animación y catequesis, una esmerada participación para que no decaigan en ritualismo; y esto vale de una forma especial para las cele­braciones del triduo pascual, que con sus elementos insólitos suele dar lugar a mera curiosidad admiradora de los ritos «diferentes» o a ligera ejecución de los ritos «largos».

La tentación de desplazar la vigilia pascual a las primeras horas de la noche del sábado, soslayando el verdadero sentido de la vigilia, es índice de insensibilidad ritualista que ciertamen­te no ayuda a poner en el centro de la fe y de la vida el misterio de la pascua del Señor.

El espacio celebrativo de la pascua del Señor es, pues, un momento propicio para medir la espiritualidad litúrgica de las personas y los grupos en la Iglesia. El espacio ritual está pi­diendo a gritos compromiso de catequesis, de empleo de las mejores energías para su digna celebración. Sólo así los ele­mentos rituales del Jueves Santo -por ejemplo, el lavatorio de

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA 107

los pies o la adoración del Santísimo- recuperarán su sentido genuino, o las lecturas y oraciones del Viernes Santo se harán con pausada solemnidad y la adoración de la Cruz será el home­naje lleno de unción y de piedad al Crucificado. Y la vigilia

, pascual en vez de ser liquidada con todas las posibles abrevia­dones del rito, se convertirá -como ya 10 es afortunadamente para muchas comunidades- en ese gozoso tiempo nocturno en el que una digna celebración del lucernario pascual, de las lec­turas de la historia de la salvación, de los bautismos y de la eucaristía vuelve a ser, como en la antigüedad cristiana, con­junción de las tinieblas de la noche con las luces del nuevo día.

e) U na pastoral que tiene en la pascua su fuente y su meta

Finalmente, un elemento característico de la mistagogía es la asimilación personal y la proyección pastoral del misterio de la pascua del Señor.

A nivel personal, como hemos ya advertido, la concentración de todos los aspectos del misterio pascual en la celebración del triduo pascual y en su prolongación hasta Pentecostés significa que estos santos misterios dan tono y sentido a toda la vida espiritual y se proyectan como portadores de significado para todo el año litúrgico.

A nivel pastoral está claro que una buena orientación de la catequesis y de la vida eclesial de las comunidades y parroquias tiene una concentración providencial en el esfuerzo comunita­rio del camino cuaresmal y en esa amplia vivencia sacramental -bautismos, confirmaciones, primeras comuniones- que tiene como marco más adecuado el tiempo pascual hasta Pentecostés.

En la lógica de la liturgia como fuente y culmen de la vida cristiana, como sístole y diástole del movimiento cordial de cada comunidad, la pascua tiene que ser capaz de iluminar todos los aspectos de evangelización, caridad, acción social, presencia cultural, promoción humana, que son siempre la lógica conti­nuidad de una liturgia que es capaz de plasmar la vida de la Iglesia, abriéndola a todas las dimensiones que tiene el mismo Cristo, Crucificado y Resucitado, y el don del Espíritu Santo, que santifica y rejuvenece la Iglesia y la conduce hacia la ple­nitud.

-,

108 JESÚS CASTELLANO CERVERA

CONCLUSION

Es urgente volver al centro y raíz de la fe cristiana, que: es el misterio pascual. Y es necesario que la celebración de la pascua, con su continuidad en el tiempo pascual y su proyec­ción en todo el año litúrgico, vuelva a ser el centro de una pastoral litúrgica.

Hemos visto que hay prometedoras experiencias en la Iglesia de hoy que apuntan a esa revalorización. Sólo cuando pascua recobra en la conciencia eclesial todo su esplendor tiene la posi­bilidad de proyectar su luz sobre la vida cotidiana de la Iglesia para hacer de cada eucaristía una vivencia pascual, y de los acontecimientos que jalonan la vida cristiana un camino de pas­cua, de muertes y resurrecciones que conducen a la vida.

Hoy más que nunca la espiritualidad cristiana, que no puede ser sino espiritualidad litúrgica -es decir, espiritualidad que tiene en la liturgia su fuente, su culmen y su escuela-, está descubriendo que la categoría bíblica de la pascua y su realiza­ción en Cristo y en el cristiano es el concepto clave que ilumina la ascética y la mística, el misterio de la comunión eclesial y su proyección social y liberadora. El misterio de pascua no es un misterio más del cristianismo, sino el misterio que junto con el de la Trinidad expresa y resume toda la originalidad del cris­tianismo.

La celebración del misterio pascual debe ser, pues, para todas las comunidades eclesiales el centro mismo de su vida espiritual, como la cúspide de esa montaña que se escala en una tensión espiritual para encontrarse con el Crucificado Resucita­do que ilumina el sentido de la vida y de la historia.

La experiencia de este misterio ha creado piezas líricas, con­fesiones de fe, textos litúrgicos llenos de belleza y de emoción, expresión y forja de una espiritualidad. Por eso nos complace poner punto final a estas páginas con este grito de gozo pascual que son las StichirCl de pascua de la Iglesia oriental:

Una pascua divina hoy se nos ha revelado. Pascua nueva y santa, pascua misteriosa. La pascua solemnísima de Cristo Redentor.

ESPIRITUALIDAD DE LA PASCUA

Pascua inmaculada y grande. Pascua de los fieles. Pascua que abre las puertas del Paraíso, Pascua que santifica a todos los cristianos,

Mujeres evangelistas, levantaos; dejad la visión e ir a anunciar a Sión: Recibe el anuncio de la alegría: Cristo ha resucitado, -Alégrate, danza, exulta Jerusalén y contempla a Cristo tu Rey que sale del sepulcro como un Esposo.

Las mujeres miróforas, con la luz del alba fueron al sepulcro del autor de la vida y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra .. Dirigiéndose a ellas les decía así: «¿Por qué buscáis al Viviente entre los muertos? ¿Por qué lloráis al Incorruptible como si hubiese caído en la corrupción'? Id y anunciad a sus discípulos: Cristo ha resucitado de entre los muertos».

Pascua dulcísima, pascua del Señor, ¡pascua! Una pascua santísima se nos ha dado. Es pascua. Abracémonos mutuamente. Tú eres la pascua que destruye la tristeza. Porque hoy Cristo Jesús sale resplandeciente y abandona la tumba como un tálamo y ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles: «Llevad este anuncio a mis apóstoles».

Día de la resurrección. Resplandezcamos de gozo por esta fiesta. Abracémonos, hermanos, mutuamente. Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos Perdonemos todo por la resurrección [odian .. y cantemos así nuestra alegría:

Cristo ha resucitado de entre los muertos; con su muerte ha vencido la muerte y a los que estaban muertos en los sepulcros les ha dado la vida.

110 JESÚS CASTELLANO CERVERA

Una anécdota reciente nos dice la fuerza que tiene la confe­sión del misterio pascual. En un aula de justicia de Moscú, un cristiano ortodoxo fue condenado a varios años de prisión por sus actividades en favor de la fe. Al escuchar la sentencia de los jueces, el grupo de cristianos que lo acompañaban en el juicio entonaron con fuerza el himno de pascua, como canto de fe y de esperanza en el misterio que vence la muerte y el odio. Es, sin duda, un gesto de nuestro tiempo que expresa el alcance de una espiritualidad litúrgica y pascual.

I I