dávalos, maría. una moral integral

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    UNA MORAL INTEGRAL

    Mara Eugenia DVaLOs Lpez*

    EL anLisis De estOs trminOs, propone una correlacin en sus signifi-cados, por lo cual precisaremos primeramente la de un contexto ti-co, para proceder seguidamente a la del humanismo, visto lo cual, se ensayar un enlace entre los dos vocablos. Sin duda que al provenir la reali-zacin de dicho trabajo de una convocatoria llevada a cabo por el Programa Permanente de Formacin tica de la Facultad de Derecho de la UNAM, deber contemplarse un contenido que tienda hacia estos parmetros.

    La dinmica sociedad moderna pasa de una revolucin tcnica y social a otra y en la que ya no existen estamentos firmemente asentados y deli-mitados. Esto modifica profundamente el rango individual y la conciencia del individuo. Los miembros de la sociedad tienen gran movilidad, hasta el punto de carecer de un rango o punto fijo.1

    Es por ello que en una sociedad de este tipo, la tica expresa las crisis sociales o los fenmenos de desintegracin, tratando de llevar a cabo una toma de conciencia y superar la crisis, es decir intenta poner al descubierto los fundamentos sin los cuales, la vida en comn es, sin ms imposible, su-puesto que el hombre no quiera deshumanizarse.

    Es importante, hoy en da, redimensionar el concepto de tica, renovar su contenido, darle una connotacin ms amplia de lo que el trmino implica, llevarla a un sentido ampliamente prctico para el vivir diario. La necesidad que implica el reforzar y enfatizar lo bueno es innegable, ya que indis-cutiblemente a la conciencia humana le resulta ms difcil actuar de una manera incorrecta cuando se sealan claras diferenciaciones entre lo bueno y lo malo. No es lo mismo una transgresin cuando implica conocimiento

    * Profesora de la Facultad de Derecho de la UNAM.1 WenDLanD, H.D., Introduccin a la tica social, Espaa, Labor, 1970, p. 7.

    www.derecho.unam.mx

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    que cuando no se tiene, evidentemente el bienestar del individuo se refuerza cuando acta bien y ste es el gran papel de sta materia.

    Estos tiempos que vivimos demandan una mejora urgente de la actuacin de la conducta humana y as como somos invitados al mal a travs de una serie de propuestas que aparentemente son atractivas al momento, pero que indiscutiblemente entraan serias repercusiones posteriores, podemos ser invitados al bien si se refuerza el actuar tico del hombre en cada uno de los rdenes de nuestra sociedad.

    As pues es necesario que se devuelva la supremaca vital a los valores morales, lo cual es imposible de lograr sin el previo reconocimiento de un gran propsito para el universo, basado en una concepcin digna de la vida, dentro de la cual debemos adentrarnos a los valores. An sin establecer una pormenorizada clasificacin de ellos, podemos sealar que existen los va-lores inferiores, que se adecuan a los sentidos y son generalmente momen-tneos y los superiores que son los morales y ticos que son estables y per-manentes, enfatizando su aplicacin porque ante las victorias intelectuales que nos han trado el bienestar y el confort, los valores morales han perdido terreno.2

    En efecto, el conceder la supremaca a lo econmico en la poca actual es la causa fundamental del problema social que sufrimos en todo el mundo. ya Sneca deca: en mi las riquezas tienen algn lugar, en ti el ms alto.

    En cuanto al humanismo, podemos entenderlo como el estudio y conoci-miento de las ciencias humanas o como una corriente filosfica que centra su anlisis en el ser humano.3 De donde se deriva que todo conocimiento est subordinado a la naturaleza humana y a sus requerimientos fundamentales. y es as que el humanismo es donde se contempla al ser humano dotado de sus grandes y propias limitaciones, en una conciencia humanista que ha permeado todas las esferas sociales, bajo el pensamiento de que el hombre se basta a s mismo; dejando de lado el aspecto espiritual del ser, donde el hombre se remonte a sus orgenes de donde procede y a una bsqueda de su esencia que le d identidad en esta tierra.

    De ah se infiere que todo conocimiento est subordinado a la naturale-za humana y a sus necesidades fundamentales; y si bien es verdad que las tendencias humanas deben estar en armona con la naturaleza humana, no es menos cierto que el origen y fin del hombre estn ms all de la esfera

    2 iserte, Salvador, Formacin tica de la personalidad, Barcelona, Clie, 1981, p. 12.3 Gran Diccionario Enciclopdico Ilustrado, Barcelona, Grijalbo, 1977, p. 915.

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    relativa en que la humanidad se desenvuelve.4 y es que en sta esfera de relativismo, el hombre est en el centro como sujeto y objeto, principio y trmino, problema y solucin.

    y es en este contexto donde entre el humanismo y la tica debe existir una convergencia, en que el actuar de la tica no sea dbil permisivo e indivi-dual, y que el actuar del hombre sea humanitario, que mire al bien del gne-ro humano. Situacin que se encuentra cada vez ms lejana de los momentos que vivimos actualmente, que en aras de los avances cientficos y tecnol-gicos, el hombre ha dejado de ser el fin para convertirse en el medio; que en la bsqueda del avance tecncrata deja atrs la consideracin del ser mismo. Se crea una lite, que al conseguir un acceso directo a las aplicaciones tec-nolgicas crea una nueva clase social, la de los tecncratas, que aliada con el poder econmico adquiere una fuerza preponderante por su presencia en los centros de decisin.5 Es decir el hombre ha avanzado cientficamente, pero ha limitado su progreso tico y moral. Se advierte la gran dificultad para tratar de resolver los problemas polticos, econmicos y sociales por vas puramente tcnicas. Las conferencias de expertos se multiplican y el desorden del mundo aumenta. Porque los problemas de nuestro tiempo son, en primer lugar espirituales.

    En este tiempo el hombre confronta su situacin personal y socio-poltica frente a su ser inquieto, preocupado y a menudo angustiado. En un anhelo de placer, de libertad, de xito econmico, la verdadera significacin de la existencia humana se trivializa, pero a la par surge una inquietud, hecha de aspiracin y de ardor vital que habremos de estimar como la vida que la engendra.6

    y es en esta inquietud donde el hombre se mueve entre la inmanencia y la trascendencia de su ser, consciente de su finitud que oscila entre el naci-miento y la muerte, en la expresin de ese ardor vital que da fuerza a todo su ser; a travs del cual busca satisfacer sus ms grandes anhelos de felicidad, aunque a la par sabe que es un fin no alcanzable, o al menos en su totalidad, lo cual lo lleva a la bsqueda del absoluto, lo definitivo, como la verdad, el

    4 Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, t. XXVIII, Madrid, Espasa Calpe, 1996, p. 653.

    5 rODrguez ruiz, Virgilio, tica y mundo actual, Cuaderno de Filosofa nm. 29, Mxico, Departamento de Filosofa de la Universidad Iberoamericana, 2001, p. 23.

    6 Ibidem, p. 19.

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    bien, en donde la razn del ser y del espritu, encuentran su afirmacin en Dios.

    De ah que el propsito de la existencia del hombre sobre la tierra, desde el punto de vista tico, es el desarrollo del carcter, la victoria moral como meta de la vida. y si la adversidad, en general, entra como una asignatura del plan de estudios de la carrera de la vida, es porque precisamente permite desarrollar el carcter ms que una vida cmoda.7

    Un cientfico importante: Arthur H. Compton, Premio Nobel de Fsica relata en su libro El sitio del hombre en el universo8 lo siguiente: hemos des-cubierto fuertes razones para creer que, a pesar de su insignificancia fsica, el hombre como persona inteligente es de extraordinaria importancia en el esquema csmico. El cuerpo de un hombre se halla en su apogeo antes de la mitad de su vida, y su intelecto probablemente algo as como despus de la mitad de su vida. Pero se necesita todo el tiempo de una vida para forjar el carcter de un hombre solo. El ejercicio y la disciplina de la juventud, las luchas, fracasos y xitos, los dolores y los goces de la madurez, la soledad y la ancianidad, todo esto constituye el fuego por el cual tiene que pasar para refinar el oro puro de su alma. De lo que se deduce que despus de tales etapas de perfeccionamiento por las que tiene que pasar Qu se va a hacer con l? Aniquilarlo? Sera un despilfarro infinito!

    Jung, el psiquiatra suizo de fama mundial, deca: La tercera parte de mis enfermos no sufren de alguna neurosis definible clnicamente, sino de una falta de sentido y de vaco en sus vidas. Esto puede ser descrito como la neurosis general de nuestra poca. Hemos llegado a comprender que el su-frimiento psquico no es un fenmeno localizado definidamente y claramen-te especificado, sino ms bien el sntoma de una actitud errnea adoptada por la personalidad total.

    Ahora bien, es afirmacin inmanentista que el hombre tenga que ser an-tropocntrico, en el sentido preciso de que tiene que ser reconocido como centro y fin ltimo de s mismo; sin embargo, Maritain afirma lo siguien-te: A juzgar por las ltimas y lgicas consecuencias, se comprende que el hombre antropocntrico es un hombre inhumano y que su dialctica consti-tuye la tragedia del humanismo.9

    7 iserte, Salvador, op. cit., p. 12.8 Cfr. Ibidem, pp. 19-20.9 maritain, Jacques, Humanismo integral, Turn, 1962, p. 81.

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    De lo antes comentado en la primera parte del trabajo, respecto a prever una deshumanizacin en el hombre, debemos sealar que la tica no puede quedarse en principios o normas generales de lo bueno y de lo justo, ya que tiene que vrselas con el compromiso o falta de compromiso con el hombre de nuestro tiempo, por consiguiente deber ser una tica concreta, acorde a stas necesidades especficas de una posmodernidad como la que estamos viviendo.

    y es que del hombre se puede hablar en clave histrica, literaria, filos-fica, religiosa, tica y pedaggica. En todos estos campos y perspectivas, el hombre est en el centro como sujeto y objeto, principio y trmino, proble-ma y solucin, sin remontarse a la fuente de vida que es la palabra contenida en las Sagradas Escrituras, de donde emerge una relacin del hombre con su creador, un manantial de aguas en el desierto que son los obstculos a saltar en nuestro caminar en esta vida y una respuesta de aliento verdadero y de confianza en una esperanza firme en el nico confiable hacia el porvenir, hacia la trascendencia a la otra vida, que an Platn dentro de su mito de las cavernas, en su libro VII de La Repblica, conceptuaba. Ese rayo de luz que se filtraba del mundo donde todo era perfecto y el mundo presente, slo un reflejo de ese mundo asequible en el plano ideal.

    Por ende es inherente una conceptuacin del humanismo, ms plena don-de no se limite, sino se invite a que el Ser Supremo sea gua y directriz en el actuar del hombre, que ser as transformado por una plenitud en su ser, para llevar a cabo la aplicacin de un humanismo con base a verdaderos principios ticos.