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a d , y - ^

D A T O S

DE LOS FABRICAMTES DE AZOCAR É INFORME DE LOS LABRADORES, PROPIETARIOS

Y COLONOS DE CANAS

DE

SALOBREÑA Y LOBRES

G R A N A D A

IMPRENTA Y LIBRERÍA DE F . REYES Y HERMANO

Plaza del Ayuntamiento, i5

1876

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QUE LAS F Á B R I C A S A Z U C A R E R A S

N T R A . SEÑORA DEL ROSARIO Y N T R A . SEÑORA DEL PILAR, S I T A S E N L A V I L L A D E S A L O B R E Ñ A ,

DE LA P R O P I E D A D

D E L O £ ] 3 R E £ . ^ Q R E L A J Í E R M A N O ^

Y DE LA.

&nmbú Sjnrarera ^euiuanlar T

ELEVAN Á CONOCIMIENTO DEL SR. GOBERNADOR CIVIL DE ESTA PROVINCIA, cumpliendo con lo prevenido en la circular del Ministerio de Fomento

inserta en el Boletín Oficial de 17 de Setiembre próximo pasado.

BAJO el amparo y garant ía de las leyes arancelar ias , que tan fijas y estables son en todos los países , hombres emprendedores impulsados , es verdad, en pr imer término por su interés part icular , pero a r ras t r ados , también, de un noble pat r io t i smo, levanta­ron esas fábricas, que en muy pocos años han trasformado gran parte del litoral del Mediterráneo, llevando la felicidad y la riqueza á unas comarcas , cuyos habitantes no tenian antes otro recurso que la emigración á la Argelia en busca de trabajo.

No se les desconoeia, que tenian que competir con la producción azucarera de n u e s ­t ras Ant i l las ; que habían de luchar con la desigualdad de climas y la de gastos de cul­tivo, abonos y jo rna les ; que allí existían t ierras vírgenes que fructifican con exponta-neidad, lluvias torrenciales y un Sol ardiente, que hace absolutamente innecesarios los abonos ; y la esclavitud ó la bara tura de los contratos á largo t iempo; y aquí , por el contrar io, el inminente riesgo de los hielos; labores cos tos ís imas; la escasez en los rie­gos , y la dificultad, ó mejor dicho, la imposibilidad de encontrar abonos en unas t ierras que sin ellos son absolutamente estériles para la producción de la caña de azúcar. Nada les a r redró , sin embargo ; comprometieron considerables capitales, que constituían la mayor parte de su fortuna, y cuando apenas empezaban á resarc i rse de graneles contra­t iempos, han principiado á excitar los celos y exageradas pretensiones de par te de quien ha gozado siempre y sin la menor contrariedad de los mayores privilegios y preemi­nencias.

Nos referimos á Puer to Rico, que además de las ventajas natura les que acabamos de enumerar , y de las que luego expondremos, paga por contribución Terri torial , en rela­ción su número de habitantes con los de la Península , trescientos por ciento menos que nosotros.

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4 Según los presupuestos de 1875 ú 187G, se reparten por contribución Territorial para

toda la Isla dos millones de pesetas , y hágase de ellos la distribución que se quiera en 'os conceptos que abraza de bienes inmuebles , rústicos y u rbanos , cultivo y ganader ía , no resul ta ni al cinco por ciento. Mientras en España sus diez y seis millones de habi­tantes pagan por contribución Territorial 660 millones de reales , ó sea 41 reales por término medio cada habitante, en Puer to Rico paga su población de 600.000 a lmas 8 mi­llones de reales, ó sean 13 reales por habitante.

Lo mismo decimos de las contribuciones indirectas, correspondientes al Tesoro , cé­dulas personales, etc., etc., que son otros tantos millones que pagan los contribuyentes peninsulares, y que no figuran en los presupuestos de ingresos ele Puer to Rico. Y como si esto no fuera bastante , agregúesele que mientras en España cada año, y en especial estos últ imos, se ha elevado enormemente la contribución Territorial y hemos tenido empréstitos forzosos, mal l lamados anticipos, en Puer to Rico los presupuestos de 1875 á 1876 han rebajado en 250.000 pesetas las contribuciones de la Is la , con relación á los anteriores presupuestos de 1870 á 1871 que. han venido rigiendo por autorización has ta 1875-76.

¿Quieren más privilegios? ¿Pueden darse más? Pues aun los tienen y de gran monta. Puerto Rico tan favorecido en las contribuciones, se halla exento además del servicio de quintas , y cultiva el tabaco, del que reporta inmensas uti l idades, que se niegan á E s ­paña, donde también puede producirse. En la misma industr ia azucarera, á pesar de su fabricación defectuosa y a t rasada , con todas las ventajas locales y hasta hoy con la es­clavitud, ha logrado extinguir, hace ya mucho tiempo, los capitales invertidos en el orí-gen y ha realizado fabulosas gananc ias , logrando aumentar la exportación general y total de sus azúcares nada menos que en sesenta y uno por ciento en el último quinque­nio conocido de 1869 á 1873 sobre el anterior de 1864 á 1868, y sin embargo , quien en semejante próspera situación se encuentra y de tantos privilegios ha disfrutado hasta ahora y sigue disfrutando, clama contra el s is tema de protección, y t rata de llevar la ruina á quienes más celosos y activos han perfeccionado la fabricación, para poder abas­tecer directamente á la Península en una parte de sus consumos , haciendo competencia á la industr ia extranjera, que nos explotaba, y con heroico esfuerzo han resucitado un interesante ramo de riqueza floreciente de tiempo inmemorial y muerto á manos de una administración desacertada.

La causa , pues , de Puer to Rico está fallada en el terreno de la razón y de la justicia; pero ¿lo está también en el de la conveniencia? ¡Cómo dudarlo, si á trueque de conceder á los productores puertoriqueños una insignificante ventaja, se va á a r ru inar un impor­tantísimo ramo de nuestra riqueza y á cegar muchos y abundantísimos veneros de los que alimentan nuestro empobrecido erario!

La producción de azúcar de Puer to Rico es doble que el consumo total de este artículo en España ; de modo, que aun en el caso, verdaderamente imposible, de que en la Me­trópoli no se consumiese más azúcar que de Puerto Rico, los puertoriqueños tendrían que buscar siempre un mercado para el cincuenta por ciento de sus productos ; por eso Puerto Rico ha tenido muy buen cuidado de buscar y conservar sus mercados próximos y na tura les en los Estados Unidos y demás regiones de América, como igualmente los tiene en Inglaterra , Francia , Holanda, Bélgica, etc., en E u r opa , donde se refinan sus azúcares y se da aplicación á sus mieles. Y no se crea que esta es una proposición aventurada. De los datos estadísticos que nadie mejor que el ' Gobierno debe conocer, resulta que en el último quinquenio cuyas balanzas se han publicado, comprensivo de

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1869 á 1873, la exportación general total de azúcares de Puer to Rico fué por término medio anualmente de 83.720.000 k i logramos , de los que exportó á E s p a ñ a 1.120.000 ki ­logramos y á las demás naciones 82.599.800 k i logramos, de donde se deduce que mien­t ras Puer to Rico exporta á las demás naciones más de un noventa y ocho por ciento, conduce á España poco m á s de un uno por ciento. Y por la insignificante ventaja que reportar ia Puer to Rico en la rebaja de derechos arancelarios correspondientes á ese cinco por ciento de sus productos , ¿se va á a r ru inar nuestra naciente industr ia azuca­rera? ¿se va á dejar sin pan á innumerables t rabajadores, que viven á la sombra de esta industria? ¿se va á privar al Estado del m á s fácil y saneado de sus ingresos, el derecho arancelario sób re los azúcares , que naciones de aranceles más liberales que los n u e s ­t ro s , conservan en sus presupuestos? ¿se van á disminuir los ingresos del Tesoro con la considerable baja que sufriría la riqueza y por consiguiente la contribución Terr i ­torial al tenerse que abandonar el cultivo de la caña? ¿se va á privar de las cantidades que recauda por derechos de introducción del carbon de-piedra, de importación de apa­ra tos , impuesto sobre las mate r i as , etc., etc.?

Y ¿con qué podria , de otra par te , cubrirse el considerable déficit que semejante re­forma bar ia nacer en nuestro presupuesto? ¿se pretenderá que grave la agr icul tura pe­n insu la r , cada dia m á s agobiada de impuestos? ¿se querrá , que pese sobre la propiedad ó industr ia de Puer to Rico, en cuyo exclusivo beneficio trata de crearse? Seguros esta­mos de que no habrá allí un solo propietario ni fabricante, que no prefiera continuar pagando los actuales derechos, que solo afectan una mínima parte de su producción, á cargar con otro, que necesariamente habia de gravar la toda, influyendo en las t r ansac ­ciones con sus más importantes mercados y perturbando todo el orden establecido en los cambios.

Pero e s , se d i rá , que con la rebaja de derechos se aumentar ía la importación de los azúcares de Puer to Rico en la Península . Prescindiendo, contestaremos noso t ros , de que aun sin necesidad de esa pretendida rebaja, la importación de azúcares de Puer to Rico á nuestro país figura en el último quinquenio conocido de 1869 á 1873 con un au­mento sobre el anterior de 1864 á 1869 nada menos que de un doscientos veinticuatro por ciento, no son los derechos más ó menos elevados impuestos á la azúcar las causas determinantes de su mayor ó menor importación, puesto que el consumo de azúcar en nuestro país es de 2,55 ki logramos anuales por habitante, mientras Inglaterra consu­me 19,23; los Es tados Unidos 11,42; Holanda 7,43 y Francia 7,25; sin que pueda atri­buirse la poca importancia de este ramo de nuestro consumo al derecho fiscal impuesto á la importación de los azúcares ; puesto que mientras en España solo pagáos te artículo 20,92 francos cada 100 ki logramos, en los Estados Unidos paga 40,10; en Holanda 46,95 y en Francia 43,66, y por el contrario en los pocos países en que está menos g ravada que en el nuestro, como sucede en Turquía yen Grecia, que pagan respectivamente por cada cien ki logramos 5,31 y 5,51 francos, el consumo es también menor, pues solo se eleva á 1,50 y 2,70 por habitante, y es que en el consumo de azúcar influyen m á s que los dere­chos fiscales, las costumbres y sobre todo la prosperidad del pais .

Pues bien: como si todo esto no fuera bastante , agregúese á ello, que los azúcares de Puer to Rico siempre se han importado en la Península en progresión ascendente, sobre todo en el quinquenio de 1868 á 1873 á que alcanzan los datos oficiales, que se ha ele­vado en 60 por 100 sobre el próximo anterior, con lo que se prueba que no hay necesi­dad de la rebaja de derechos solicitada para que vengan de allí los azúcares hasta donde lo exigen los r amos á que aquí pueden aplicarse, y que aun otorgada la baja de dere-

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chos buscando, al cabo, los precios el nivel del mercado general , ineludible ley del Co­mercio universal , ese beneficio seria una verdadera i lusión, después de haber causado estragos tan inmensos como i r reparables , y se verá que si la causa de Puer to Rico está perdida en el tribunal de la razón y de la just icia, no lo está menos en el de la conve­niencia., y que si no es difícil encontrar siempre argumentos en apoyo de una causa, por mala que esta sea, es absolutamente imposible hal lar los , para combatir la inflexible ló­gica de los números , que , como vemos, condena en absoluto las egoístas pretensiones de nuestros hermanos de Puer to Rico.

Aquí deberíamos concluir, pero se nos ocurre una última observación, muy digna de tenerse en cuenta por un Gobierno, que con una moderación y una prudencia poco co­munes por desgracia, ha querido antes de tomar una resolución en materia de tanta gravedad y trascendencia, abr i r un amplio expediente informativo, donde se oiga pre­viamente á tocios los interesados en la producción azucarera.

Prescindiendo de que terminada la situación excepcional de Cuba seria imprescindi­ble otorgarle igual beneficio que el que se concediera á Puerto-Rico y en tal caso la ba­ja en los ingresos del Tesoro aparecería enorme, no menos que imposible hallar los me­dios de reponerla, al paso que la utilidad para los u l t ramar inos quedaría completamen­te anulada, pues no tiene significación la parte inapreciable de nuestro consumo relati­vamente á la excesiva cifra del producto; en la proximidad y contacto de las dos citadas islas, ¿no podria surgir la contingencia de venir los azúcares de Cuba y de otras partes á Puerto Rico para exportarlos como productos de esta y aprovechar la baja, como suce­día con los trigos extranjeros, que en una época no muy lejana tocaban en nuest ros puer­tos, para después introducirse en Cuba á favor de la franquicia que allí disfrutaban los trigos españoles? Peligro es este, sobre el que l lamamos muy especialmente la atención del Gobierno, como que es muy de temer en un país, que como el nuestro ha dado mot i ­vo para que se diga, como se ha dicho hace muy poco tiempo, «que necesita un ejército y una escuadra para evitar esta especie de fraudes; otro ejército y otra escuadra pa ra vi­gilar á los pr imeros , y otro ejército y otra escuadra para vigilar á los segundos.»

En vez, pues , de pedir rebaja de derechos arancelar ios , más valia que Puer to Rico mejorase su producción y se colocara en aptitud de llevarla al consumidor , y no se li­mitara , como se l imita, á dar una primera materia para al imentar la industr ia extraña, y si su fidelidad á la Madre Pa t r ia le hace acreedor á que se le otorgue algun beneficio al medio millón de a lmas que encierra, más hacedero seria el concederle esa rebaja en la importación de su cacao y de su café, artículos de tanta importancia como el azúcar, pues al menos dejarían de atacarse con esta medida, tan directa y profundamente como con la reclamada, los intereses grandes y respetables de la industr ia azucarera penin­sular , representada nada menos que por t res millones de a lmas .

Salobreña 1 2 de Noviembre de 1876.—AGRELA HERMANOS.—Como Presidente de la Sociedad azucarera Peninsular , ANTONIO MARTÍNEZ GARCÍA.—Vocal 1.°, VICENTE ESPI­NOSA.—MATÍAS GIL.—R. VILLAVERDE.—Como Contador de la misma, GREGORIO VILLA-CORTA.—Vocal 2 . ° , JOSÉ Suco.—El Secretario, INDALECIO HERNANDEZ.

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NFORME que los labradores de cañas, propietarios y colonos de la villa de Salobreña y lugar de Lobres, dirigen al Sr. (gobernador civil de esta Provincia, consiguiente á lo que se lia preceptuado por la circular del Ministerio de Fomento de 15 de Se­tiembre de este año, publicada en el Boletín Oficial de 17 del misino mes.

No es esta la pr imera vez que la producción azucarera de nuestro país se ve amenazada de muer te ; siendo lo verdaderamente sensible, que antes como ahora el peligro no pro­venga ni del r igor de las estaciones, ni de los viciosos s is temas de cultivo, ni de epidemia alguna que ataque el crecimiento de la caña de azúcar, sino de medidas administrat ivas , rec lamadas hoy con notoria ingratitud é invocando hipócritamente los sacrosantos prin­cipios de igualdad y de justicia por quien menos debiera hacerlo.

De todos es sabido que los moros importaron la caña de azúcar en E s p a ñ a , como r e ­gion más templada y análoga al clima de la India. En la crónica del moro R a u s , que es­cribió en el siglo X , se hace mención de los plantíos de caña dulce de Málaga y Granada y Abu-Zacar ía , escribiendo de agricul tura en el siglo X I I , habla de este cultivo como de cosa vulgar en su tiempo. Tres siglos más tarde los españoles t rasportaron la caña de azúcar a l a s islas Canar ias , y de allí la llevaron á América , á donde también cuidaron de enviar maest ros que enseñasen á cultivarla y beneficiarla, bien ajenos por cierto de que andando el tiempo habia de llegar el dia en que se pagara tamaño beneficio gestio­nando la ruina de aquellos de quienes lo recibieron. L a mejor disposición de aquellas t ierras favorecidas por la naturaleza para esta especie de cultivo, y la circunstancia de disponer para él de los brazos de la esclavitud, fueron desde luego una de las causas de que á medida que allí progresaba y se aumentaba la producción, disminuyese la de aquí, por no poder soportar la competencia con tan desiguales elementos; pero á esa causa hubo de agregarse otra principalísima: el exceso y desorden de los t r ibutos . P a g a b a el azúcar los derechos ordinarios de alcabala y cientos á que se agregó el importe del mi­llón establecido en 1650, y con los diezmos que también satisfacía, importaban el 35 ó 36 por 100 de su valor. « Yo vi en Motril y en aquellas costas, escribía F r a y Benito de la Soledad en su manifiesto IV, arrancar las cañas de azúcar dejándolas perder, por no poder mantenerlas, porque se perdían con las gabelas.» Y Aguado, en su Política E s ­pañola , capítulo V , refiere «que en Veles se acabó un trapiche arrancando las cañas para sembrar tierras de mais, porque el dueño no pudo continuar el trato antiguo por la carga de los tributos.)) Llegó, pues , el caso de quedar casi yermos estos fértiles cam­pos y en completa ru ina estas comarcas , desmintiéndose la fama de ricas y feraces de que con razón gozaban. E n este estado de abatimiento y de pobreza seguían , cuando por los años de 1846 ó 1847 espíritus animosos y emprendedores principiaron á levantar al­guna fábrica, lo que dio un nuevo impulso al plantío de la caña, en escasa escala al prin­cipio, en aumento progresivo en los años posteriores y en grandís imo incremento estos úl t imos, hasta t raer la dicha y prosperidad á estos pueblos , que antes yacian en la m i ­seria. L a gran depreciación de la propiedad se ha visto reemplazada por la racional es­timación á que la l lamaban las condiciones del suelo y del clima. Los na tu ra les , en vez de buscar ocupación fuera del país nata l , encuentran mejores medios de subsistencia en sus propias c a s a s , ya como agricul tores , ya como obreros , ya como trabajadores de campo. Los elementos del comercio y tráfico terrestre y marí t imo, lian adquirido mayor vida. L a península , consumiendo estos productos , deja en su seno unos valores que a n ­tes salian á puntos extraños. El Tesoro público disfruta de inmensos beneficios, obte-

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8 niowlo mucho mayores ingresos en la contribución territorial é industr ia l , derechos en Ja importation de aparatos y carbon de piedra, 6 impuestos sobre las mater ias .

Pues bien: en esta situación de cosas , es cuando nuestros h e r m a n o s , mejor d i r íamos nuest ros hijos de Puer to Rico, á pretexto de que por la supresión de la esclavitud se en­cuentran en condiciones m á s análogas que lo estaban con las demás provincias del ROÍDO salvas las diferencias en su administración interior, han solicitado y obtenido que en el artículo segundo adicional de la actual Ley de presupuestos de 21 de Julio úl­timo se autorice al Gobierno, para que oyendo previamente á los interesados en la pro­ducción azucarera peninsular y salvando los intereses de los m i s m o s , haga en el a ran­cel de Aduanas las modificaciones oportunas á fin de que puedan concurrir á los mer­cados de la Península los azúcares mascabados ó sea no purgados , y las mieles, producto de Puerto Rico, y para cumplir este precepto legislativo es para lo que S. M. el Rey se ha servido disponer que los Gobernadores civiles de las provincias de Málaga, Granada, Almería , Cádiz, Alicante y Valencia, reclamen de todos los interesados en la produc­ción azucarera de la Península , (cultivadores de caña dulce y fabricantes de azúcar), los datos que procedan para formar la información que la ley requiere, antes de resolver lo más conveniente.

No son muchos los que podrán aducirse por los exponentos. Sus circunstancias no les permiten obtener los conocimientos estadísticos y económicos que se necesitan para tratar de una cuestión tan grave; pero expresando lealmcnte lo que la verdad les dicta y su comprensión alcanza en la materia de que se t ra ta , pueden afirmar con seguridad absoluta, que la producción de la caña dulce y la fabricación del azúcar en nuestra Pe ­nínsula se hallan basadas en tal estudio de economía bien entendida, que la m á s leve contrariedad le arrebatar ía el moderadísimo lucro que rinden y bar ia imposible su con­tinuación; como ha sucedido con las refinerías todas , reducidas á la inacción desde que se bajaron los derechos arancelarios sobre los refinos extranjeros. No lo dude el Go­bierno de S. M., y créalo bajo la fe de nuestra leal y honrada palabra ; el dia en que se hiciera la menor alteración en nuestro arancel de Aduanas en favor de los azúcares y mieles de Puer to Rico, retrocederíamos á los apenas olvidados tiempos de nuestra es­pantosa miser ia , viéndose por segunda vez yermas y desiertas estas comarcas , hoy tan ricas .y florecientes.

Ni se crea que los exponentos recargan de propósito las negras t intas de este cuadro para obtener la continuación de un verdadero privilegio. Suele creerse que la produc­ción de la caña y la fabricación del azúcar gozan de una protección decidida; así lo di­funden y propalan sin descanso los dueños de los ingenios de Cuba y Puer to Rico, v sin embargo nada se halla más distante de la verdad; porque si privilegio hay, si privi­legio lia existido de parte do nuestros Gobiernos, es en favor de la industr ia azucarera de nuestras Antil las. Allí, en efecto, no se conoce la contribución de sangre , tan costosa en sacrificios personales y pecuniar ios; allí la territorial no se eleva á más que á un dos y medio del producto, cuando vemos que en la Península se paga por contribución de inmuebles y ele cultivo más de un treinta por ciento. Allí el carbon de piedra, las máqui­nas y aparatos y algunos productos químicos usados en la fabricación, así como las herramientas de labranza, no pagan derechos de introducción, pagándolo en la Penín­sula. Allí les es permitido cultivar el tabaco, que también se cultivaria en España repor­tándose util idades, que se le prohiben. Y si en Puer to Rico se ha abolido recientemente la esclavitud, tanto podrá afectar l igeramente á aquella industr ia azucarera habiéndole desmembrado los brazos propios con que contaba para el cultivo de la caña y elabora-

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clon del azúcar, como acaso proporcionarle beneficio con el ahorro del capital en ellos invertido y probabilidad de utilizarlo por jornales moderados en el estado l ibre, á causa de sus escasas necesidades y falta de aptitud para otros trabajos. S i , pues , en cambio de tantos privilegios se ha establecido un derecho sobre los azúcares que se importan de aquella procedencia en la Península , solo se ha atenuado algo por este medio la mar­cada injusticia que la absoluta libertad de introducción envolvería. El t ratar , pues , hov de rebajar ese derecho en .nombre de la igualdad y de la just icia, es inferir á estos prin­cipios el m á s rudo a taque, y el acudir , como hoy acuden los exponentes , confiados en la rectitud y sabiduría del Gobierno de S. M., solicitando no se rebajen esos derechos ni en un solo céntimo, no es reclamar prelaciones ni privilegios, sino aspi rar á la ver­dadera justicia y á la completa y absoluta igualdad. Provincias españolas son las de Ul t ramar , y justo se hace que ellas y la Península disfruten por igual de los beneficios y de las oargas . Los peninsulares han presenciado silenciosos y t ranqui los todo el cú­mulo de ventajas, preeminencias y privilegios concedidos á aquellos pun tos ; m a s no podrían menos de alzar su voz, si á esta conducta sufrida se correspondiese con nuevas pretensiones de privilegios á costa de la subsistencia de innumerables familias y de la ru ina de cuantiosísimos intereses. Invocamos precisamente los sacrosantos principios de justicia y de igualdad entre los mismos adminis t rados . Paguen los de Puer to Rico lo que los de la Pen ínsu la , lleven las propias ca rgas en todos los ramos y gocen á la vez de idénticos beneficios, que nivelados así los derechos y deberes nada absolutamente nos importar ia lo que nos aventajen su clima y sus t i e r ras , porque á ellas opondr íamos nues t ra diligencia y laboriosidad reconocidas, y con ellas podríamos sostenerles y les sostendremos desde luego la competencia.

Salobreña 10 de Noviembre de 1876.

El Alcalde de Salobreña , Juan Martin.—El Juez Municipal , Antonio Rufino Cas­taño.—El Conde de Flor ida Blanca.—Fernando Chacon.—Juan Manuel Agrela .—Rosa­rio Moreno.—Valentin Agrela.—Antonio Sanchez Puer ta .—Juan Manuel Her re ros de Tejada.—Luis Aguilera.—Juan Ramon L a Chica.—Por mi Sr-. Pad re político D. José Agui lera , Francisco Alarcón.—Como Adminis t rador del Marqués de Diezma, Manuel Pedrinaci .—Joaquin Duran y Lerchundi ,—José Rojas Garvayo.—José Chacon y Pera l ­ta.— José Chacon y Pu lga r .—Como Apoderado de las S r a s . de Aristizabal, Manuel María Henares . — Adolfo Falero . — Eduardo Moreno.— Enr ique Moreno. — Mariano Agrela.—Mercedes Granja.—Antonio Béjar.—Francisco Rodríguez.— Raimundo Cano. •—Antonio Lopez.—Antonio Palomino.-—Juan Martin Arnedo. — Antonio Rodriguez Rico.—Antonio Lambet .—Ramon Nuñez.—Manuel Palomino.—Juan Gonzalez.—José Béjar.—Miguel Villaescusa.—Antonio Giménez.—Salvador Armada.—José Perez.—Ra­mon Vera.—Antonio Moreno.—José Fernandez Martin.—José Bor.—Juan Gerónimo.— José García Ramon.—José Rodriguez.—Miguel Lopez.— Salvador Sanchez.—Emilio Mart in Arnedo.—José García Siban.—Fernando García.—Nicolás Caracho.—José Iz­quierdo Fernandez.—Antonio Franco Carri l lo.—Salvador Ruiz.—José Gomez Ibanta.— Manuel Martin Arnedo.—José Fernandez Castaño.—Gabriel Martin.—Gregorio B a u ­t is ta .—Pedro Lopez.—José Rayón.—José Bacas.—José Diaz Rodriguez.—Juan P r a d o s Rodriguez.—José Pitebas.—José Perez Raya.—Antonio Carrasco.—Alfonso Sanchez.— Juan Gutierrez.—José Escipion.—Manuel Alonso Diaz.—Juan A. Vasco.—José Casa -nova.—Joaquin Perez Cea.—Antonio Vil laescusa Gomez.—Francisco Rodríguez Va­lenzuela.—Francisco Lopez.—Francisco Medina.—Antonio Prados .—Franc isco Rufino.

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10 Juan Gomez Hervés.—Julian Rubio.—Antonio Rufino.—Antonio Gomez.—Eduardo Manfrcclñ.—Juan Peinado.—Rafael Medina.—José Ruiz Rubio.—José Barne Ruiz.— Francisco Rodriguez.—Francisco Bustos.—José Valenzuela.—Juan Gomez Diaz.—José Corral .—Carlos Lopez.—Juan Villaescusa Gomez.—Juan Gomez Méndez.—José Arne­do.—José García. —Antonio Nuñez.—José Rodriguez. — Sebastian Rodriguez.—José Alonso.—Francisco Vinuesa.—Miguel Molina.—Manuel Medina.—Miguel Guerrero.— Juan Lopez.—Eleuterio Zaldíbar.—Rafael García.—Diego Lopez.—Fabian Mendoza Li-ranzo.—Rafael Jaén.—Federico Sanchez.—Luis Martin Armada.—Federico Fonolla.— Diego Correa.—Juan Pedrosa.—Domingo Armada Martin.—Juan Rufino.— Rafael Ar­mada.—Antonio Estévez.—Luis Castaño.—Pedro Barranco.—Diego Sanchez.—Salva­dor Martin Suarez.—Mariano Cano.—Francisco Villaescusa.—José Ortega.—Juan Go­mez.—Francisco Prados .—Juan Gomez Lopez.—Francisco Gonzalez.—José Arnedo Ro­driguez.—Domingo Pedrosa .—José Mart in .—José Arnedo.—Manuel Jimenez.—Antonio Suarez.—Domingo Arnedo.—Luis Vinuesa .—José Medina.—Gonzalo Suarez.—Anto­nio Rufino Armada.—José Redondo.—José Escobar .—José Martin Sal to .—Juan Rufino Armada.—Trinidad Martin Salto.—José Voz Muñoz.—Pedro A r m a d a Mar t in .—Pedro J. Suarez.—José Arnedo Rodriguez.—José Vinuesa .—Francisco Béjar.—Joaquin Gar­cía.—José Béjar.—Miguel Perez.—Manuel del L lano .—Juan Lopez.—Antonio Lopez.— Pedro Lopez.—Andrés Antonio Nadal .—Manuel Medina.—Antonio Velez.—Salvador Velez.—Pedro Fernandez Castro.—Cachorro Belnavente.—Fernando Vinuesa Molina. — Pedro Rivera Montes.—Juan Cálvente.—Antonio Mart in Llanas.—Antonio Bacas .—Ra­mon Ramos.—Juan Pedro Vega.—Joaquin García Ortega.—José Rodriguez Vega.— Antonio Llanas Arenas.—Diego Pulido.— Plácido Peña . — Ramon Ramos Prados .— Francisco Bernal ,—Joaquin Vacas .—Toribio Muñoz.—Francisco Alamino. — Ramon Salas.—Manuel Roldan Sanchez.—Salvador Roldan Sanchez.—A. Serafín Sanchez.— Antonio Cabrera.—Eleuterio Hernandez.—Manuel L lanos .—Por mi Sr . P a d r e , Eleu­terio Hernandez.—Joaquin Arenas.—José Molina (mayor ) .—José Molina (menor) .— Juan Ramos .—F. Rodriguez.—Antonio Roque , por Falero.—Antonio Vega.—Antonio Gomez.—José Cano.—Domingo Cabrera.—José Ramos.—Manuel Peña.—Antonio Pe ­rez.—Bernardo Muñoz.—Joaquin Romero.—Pedro Vega Muela.—Antonio Sanjucir.— Nicolás Figueroa.—Francisco Granadino.—Juan Urquízar .—Juan Moreno.—José Bau­t is ta .—Ramon García.—Pascual Castillo.—Julio Martin.— Aureliano Fernandez.—Se­rafín Alonso.—Antonio García.—Alejandro Perez.—José Ramon.— Enr ique Puer tas .— José Medina.—Juan Alonso.—José Manuel Béjar.—Juan Gamez. - Francisco José Ro­driguez.—Vicente A l o n s o . - J o s é Venegas.—José P rados . —Santiago Béjar Valle.—Mi­guel Ramon. —José Raya Perez. —Francisco P rados . —Luis Rodriguez. —José Gijon Lopez. — Antonio Ramon. — Francisco P rados Perez.— Antonio P rados . — Alejandro Prados . —Francisco Fer re r Gomez.—José Pascual Herrera , —José Fernandez.—José Escribano. —Francisco Espinosa .—Antonio Puer tas . —Francisco de Pau la Llanos .— Santiago Rodriguez.—Antonio Alonso.—Manuel Puer tas .—José M. a Javalquinto.—An­tonio Ferrer Rodriguez.—José Perez.—Francisco José Utrabo.—Julian Alonso.—Vi­cente Pulido.—Antonio Rodriguez.—José M." Cano.—Félix Pascual .—José Peñalver.— José Rodriguez Prados .—Francisco Espinosa.—Antonio Villalobos.—Francisco Javier Blasco.—José Albertos.—Juan Béjar. — Joaquin Prado.—Antonio Prados .—José P r a ­dos.—José Rodriguez. —Joaquin Medina Alonso.—Antonio Lopez Venegas . — Serafín Puentedura .—Tomás Marcos y Troll .—Joaquin Espinosa.—José Ruiz P rados .—Fran­cisco Rodríguez.—Antonio Béjas. —Antonio Perez, —Francisco Peñalver ,—Andrés Car-

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11 mona. —Francisco Villalobos Hevia. —Julian Prados .—José P rados de la Guardia.— José M. a Escobar .—José Villoslada. —Joaquin Prados .—Francisco Joya. —José Vene-gas Prados.—Alejandro Venegas.—Joaquin Utrabo. —Miguel García. — T o m á s Vene-gas.—Antonio Mingorance.— Juan Puen tedura .—Juan Rodriguez Gerónimo.—Diego Albertos Lopez.—Antonio Ramos Ortiz.—José Diaz Gonzalez. —Andrés Fernandez.— Antonio García Rodriguez.—Francisco Prados .—Francisco Venegas .—Francisco Mo­rales.—José Mart in.—Mariano Villalobos.—Salvador Raya.—Manuel Gijon. —Antonio Martin.—Joaquin Alonso.—José Valor Mart in.—Francisco Venegas Casti l la.—Juan Rodriguez Sanchez.—Antonio Llorente. — Tomás Avellaneda.—Joaquin de P rados .— Ramon Gedomina. —Gabriel Ruiz P rados . —Joaquin Cortés .—José Pre te l .—Antonio Fernandez.—Francisco García. —José Mira Pedrosa . - Juan Antonio Vos . —Antonio García Parra .—Antonio Ocaña Diaz.—Antonio Ruiz Picazo.—José Mañero Vinuesa.— José Bustos Solimán.-—Manuel M. a Ledesma.—Antonio L a O.—Juan Lopez Vega.—Mi­guel Palomares .—Antonio Haro Rodriguez.—Francisco Bernal .—José Par res .—Anto­nio Valenzuela Vil laescusa.—Francisco Molina.—Manuel García Lopez.—Pedro Molina Aguilar . - Antonio P rados Espinosa.—José Arnedo Rodriguez.—Antonio Ba r r e r a Tor ­res .—Juan Tirado Valdés.—José Cordonié y Cortés.—Julio Cordonié y Zazo.—Salva­dor Armada Martin. — Francisco Cordonié. — Pedro Martin. —José Porcel . — Miguel Ruiz.—Francisco Romera.—Manuel Sanchez.—Federico Curonisi .—José Trujillos.— Lu i s Leal .—Francisco Marques .—Cosme Ferrer .—Antonio Vilches.—José Rodriguez. —Jaime Ferrer .—Antonio Palomares .—Manuel Arnedo. — José Fernandez Rodriguez.— Antonio Ruiz Magarino.—José Par ra .—Manuel Gerónimo Palominos.—Gregorio P a r ­ra.—Antonio Blanco.—Manuel Nuñez.—Joaquin Benabente.—Manuel de la Torre .— José de la Torre.—José Maso.—Manuel Caparros .—Pedro Triguero.—José Brabo.— Antonio Estévan. —Francisco Mendoza.—Juan Chaparro.—Antonio Pa lomares .—Juan Benabente.—Antonio Blanco.—Antonio Sanchez.—Francisco Quijano.—José Blanco.— Juan Pedro Valverde.—Juan de Quero.—José Lopez.—José Diaz.—Juan Jolla.—Ricardo Medina.—Miguel L o p e z . J o s é Moroa. — Pedro Tr igueros .—Francisco Va rgas .—Fran ­cisco Bueno.—Miguel Guillen.—Cayetano Funes . -Manuel Aguilera.—José Alamino.— Antonio Marques Henares .—Juan Ancas.—Antonio Martin Jacinto.—Andrés Diaz Gar­cía.—Vicente Fernandez.—Joaquin Perez.—Antonio Guerrero.—Diego Bacas.—Antonio Gerónimo. —Gabriel Briones.—Manuel Roldan. —José Hernandez.—Antonio Brabo Se­gura .—Pedro Rufino.—Salvador Marques.—Lorenzo Cano.—Antonio Quesada.—Car­los Lopez.—Vicente Puentedura.—Alonso Barranco.—Andrés A l o n s o . - J u a n Cano.— Antonio Diaz.—Francisco Luna.—José Medina.—José Gonzalez.—José Vinuesa Pu ja -zon. —Antonio Delgado.—Francisco Arcos.—Juan Domingo.—Antonio Alonso Gomez. —Manuel Gerónimo Palomino.—Pedro Rufino Perez.—Antonio Medina Cano .—Anto­nio Aguilar.—Diego Rufino.—José Ruiz Rubio.—Jacinto Molina.—Antonio Rufino Pe­drosa.—Joaquin Martin Alberto.—Manuel Vilchez.—José Sanchez Gomez.—Francisco Perez Perez.—José Pedrosa Arnedo.—Domingo Diaz Márquez.—Francisco Palomino.— Antonio Castaño Garrido.—Antonio García P a r r a . — P e d r o Béjar Saez.— Manuel Gar ­rido.—José Marques Sanchez.—Salvador Vil laescusa.—Antonio Pradfjs Espinosa .— Laureano Rodriguez García.—Antonio Quesada.—José Carrascosa . — José Fernandez Guerrero.—Francisco Arssag .—Juan Moya.—Luis Alonso.—José Romero.—Salvador Ramon.—José Gonzalñz Geiiónimo.—Manuel Lagunas . - Juan Ruiz Arellano. — J uan Antonio Vazquez.—Nicolás Lepez.—Antonio Vidoy Diaz.—Manuel Franco.—Juan Cor­so.—Miguel Gomez.-i-Antonio Briones.—Antonio Vilchez. —José Marín Benabente,—

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S. Martin Salto.—Diego García Rentero.—Francisco Castaño.—Francisco Guevara Lo­pez.—Salvador Mendoza.—José Ramon Prados .—José Martin el P i ó . - J u a n Fernandez Lopez, por Velartua.—Antonio Nuiles Fernandez de Córdoba. —José Sanchez.—José Lopez Atienza.—Francisco Mira.—José Benavente.—Evaristo Gonzalez Arnedo.—Juan Rios.—Antonio Fernandez Lopez.—José Hoyo y Ávila.—Francisco Llorente. —Juan José Sanchez.—José Lopez Carvajal.—Francisco Cruz Gomez.—Leon Alvarez. - Ber­nardo Calisalvo.—Gumersindo Rosillo. — Baldomero Bertuchí. —Ricardo Cordonié.— Juan Fernandez.—Rafael Gutierrez García.— Luis Solano.—Manuel Fernandez.—An­tonio Rodriguez.— Nicolás Lopez.—Ramon Segura.— Antonio Martinez García.—Grego­rio Villacorta.—Vicente Espinosa.—José Seco.—Matías Gil.—Indalecio Hernandez. — R. Villavcrde.

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