date d’emission date of issue abril 8, 2008 boletín … · 2015-06-03 · tarea difícil resulta...

24
Fecha de emisión Date d’emission Date of issue Abril 8, 2008 Boletín informativo nº 1 de 2008

Upload: nguyennhan

Post on 26-Jun-2018

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Fecha de emisiónDate d’emissionDate of issueAbril 8, 2008

Boletín informativo nº 1 de 2008

Car

los

Ller

as R

estr

epo

Emisión Postal Especifi caciones Técnicas

Emisión “Carlos Lleras Restrepo, Desarrollo con criterio social”

Motivos 1

Valor facial $ 1.400

Cantidad 100.000 unidades

Tamaño 3 x 4 cm.

Presentación Pliego especial de 42 estampillas

Color Policromía

Papel Sopal

Goma Tropicalizada

Autor Textos: Rafaél Merchán ÁlvarezFoto: F. GonzálezDiseño: Miguel Nova

Impresor Assenda

Emis

ión

Po

stal

3

Carlos Lleras RestrepoEl hombre de las transformaciones

Tarea difícil resulta hacer un recuento completo y mi-

nucioso de la vasta obra, de su legado y de los muchos y

valiosos aportes del doctor Carlos Lleras Restrepo al de-

sarrollo de Colombia, pero no se puede dejar de destacar

el muy importante papel que jugó en la promoción de la

reforma agraria, en la regulación de la inversión extran-

jera, en el fortalecimiento de la administración pública,

en la defensa de la niñez y en su incansable búsqueda

por lograr una integración regional andina que permitie-

ra expandir los mercados internacionales para nuestros

productos. Su visión quedó plasmada en la estructuración

de distintas organizaciones ampliamente conocidas en el

país por el positivo impacto que éstas han tenido en las

nuevas generaciones.

A esta importante gestión como transformador de la

democracia colombiana, se suma igualmente la admirable

faceta de cultor y comunicador que desarrolló el Expresi-

dente durante toda su vida, no sólo como Director y cro-

nista de El Tiempo y el semanario Nueva Frontera, entre

otras publicaciones, sino a través de su pluma talentosa

plasmada en sus columnas de opinión fi rmadas bajo el

seudónimo de “Hefestos”, inspirado en el dios del fuego

en la mitología griega, o en sus interesantes coloquios a

través del “Bachiller Cleofás Pérez”, un personaje fi cticio

retomado del libro “Don Quijote de la Mancha”. De igual

forma, más de 30 libros desde temas relacionados con la

Estadista, político, elegante humorista, crítico impla-

cable, hombre de letras, intelectual consumado y gran

conocedor de nuestra geografía nacional; Carlos Lleras

Restrepo con su vida ejemplar, nos ha dejado una heren-

cia de esfuerzo, moralidad y patriotismo.

Fue uno de los ministros más jóvenes de Colombia,

ocupó la cartera de Hacienda a sus 30 años. Defensor de

la tesis “las ideas no se negocian”. Al igual que su cole-

ga el Ex presidente Belisario Betancur, reconocido “tra-

bajadicto”. En ocasiones logró “evadir” la seguridad del

Palacio Presidencial para pasear por las calles del Barrio

Las Cruces. Consagrado educador, juicioso estudiante y

reformador incansable.

Para Servicios Postales Nacionales, operador ofi cial

de Correos de Colombia es motivo de orgullo, dar cum-

plimiento a la Ley 1167 de 2007, que en su artículo 6º

autoriza la emisión de una estampilla, bajo la leyenda:

“Carlos Lleras Restrepo, Desarrollo con criterio social”,

como reconocimiento al primer centenario del natalicio de

uno de las más ilustres dirigentes de nuestro país.

Las estampillas son un medio idóneo para exaltar he-

chos y personajes que como Carlos Lleras Restrepo, han

trabajado en favor del país, del bienestar de sus ciudada-

nos y el crecimiento de nuestra Nación.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

4

economía, historia, política internacional y administración

pública, hasta otros de temática más mundana y picares-

ca, hacen parte de su producción literaria.

La plenitud de una vida se mide no sólo por el legado

de grandeza que cada ser humano proyecta en su entor-

no, sino primordialmente en la fortaleza y respeto hacia

los designios divinos. Carlos Lleras Restrepo aceptó con

valentía su hora fi nal, la cual fue bellamente plasmada por

Patricia Lara Salive cuando escribió: “Recuerdo que un par

de semanas antes de su muerte escuché por teléfono su

voz vigorosa que me contaba que todo le dolía a raíz de su

fractura de pelvis; que no encontraba acomodo; que por

fi n había decidido comerse el helado de chocolate que le

mandé; y que iba a comenzar a trabajar, ya no tecleando

él mismo su máquina vieja, sino dictándole a su fi el Clara

Inés”.

El gran pensador Confucio solía decir: “manéjese

al Estado como se conduce a la familia: con autoridad,

competencia y buen ejemplo”, el Dr. Lleras Restrepo supo

aplicar esta fi losofía en su vida, que lo inmortalizó, sin

proponérselo, como el hombre de las transformaciones y

el mayor gestor social de Colombia.

Juan Ernesto Vargas Uribe

Presidente

Servicios Postales Nacionales S.A.

Bogotá D.C., abril 8 de 2008

Emis

ión

Po

stal

5

Notas para un perfi lEl incansable espíritu del luchador

Así, por ejemplo, Lleras Restrepo impulsa con ardor

desde el Congreso la reforma tributaria promovida por Ló-

pez Pumarejo a pesar de ser apenas un advenedizo en las

complejas lides parlamentarias; asume la Contraloría Gene-

ral siendo un joven de escasos 28 años, sin estudios de eco-

nomía o contabilidad, no obstante lo cual logra una gestión

efi caz que tuvo su principal huella en la modernización de

la estadística nacional; toma las riendas del Ministerio de

Hacienda en momentos de turbulencia cuando la Segunda

Guerra Mundial amenaza sin clemencia sobre las precarias

fi nanzas públicas del país; se hace cargo de la dirección del

Partido Liberal en la convulsionada época de la Violencia y

logra que durante la Dictadura su grito de defensa de las

instituciones resuene en el territorio nacional como un true-

no de esperanza para una maltrecha democracia.

Finalmente, el espíritu indomable de Lleras lo termina

llevando a la Presidencia de la República. Desde allí em-

puñó sin descanso la espada de guerrero para luchar por

las reivindicaciones que a lo largo de una carrera política

de casi 40 años llevaba defendiendo. Lleras encarnaba al

prototipo de hombre de Estado que recuerda a un San

Jorge luchando en solitario contra dragones que, para su

caso, no eran otros que la injusticia social y el deterioro

de la moral pública.

Con ocasión del Premio Nacional de Periodismo Si-

món Bolívar que le fue otorgado a Lleras en 1984, Juan

Gossaín escribió para la revista Semana un perfi l del Ex

Presidente que con elocuencia enfatizaba el carácter de

infatigable soldado de mil batallas. Decía Gossaín:

De pocos hombres públicos de nuestra Nación puede

decirse que hayan sido verdaderos estadistas, con toda

la carga y profundidad que esta expresión conlleva. Car-

los Lleras Restrepo, nacido en Bogotá en 1908, un 12 de

abril, para ser más precisos, es sin asomo de dudas uno

de ellos.

Basta echar un vistazo a los distintos cargos que ocu-

pó para darse cuenta de su vertiginosa y fulgurante vida

pública que lo ubica necesariamente en lugar de honor a

la hora de contar la historia de quienes forjaron la vida de

Colombia en el Siglo XX.

Cada escalón que Lleras pisaba en su descollante

vida pública, se convertía en el escenario para desplegar

ese férreo carácter y esa voluntad a prueba de fuego que

distingue a aquellos hombres públicos que no se confor-

man con ser espectadores de la historia, sino que están

llamados a escribirla. Lleras no era el simple servidor pú-

blico que veía en los cargos un fi n en sí mismo. Por el

contrario, él demostraba con creces que éstos eran para

generar cambios a pesar de las difi cultades de toda índole

que se le suelen presentar al hombre de Estado conciente

de su misión, que sabe que el interés de la Nación debe

ser su único derrotero.

La claridad para defender el interés público confl uía

con otra de las más defi nidas características de Lleras: su

temple. Y es que su capacidad para enfrentar situaciones

que a otros hubieran amedrentado, era sin lugar a dudas

un sello defi nitorio de su personalidad.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

6

“El señor Lleras Restrepo, en cambio, esta ahí, vigi-

lante al pie de su propia trinchera, disparando el fuego

graneado de su máquina de escribir, exponiendo sus

ideas, defendiéndolas, orientando al país, alertándolo

cada semana desde esa revista que es lo mas parecido

a él, como que no está hecha de papel sino de cartón.

Este hombre parece invencible. Contra él no pueden ni el

paso de los años, ni las trampas que le tiende la salud, ni

siquiera el merecidísimo derecho al reposo del guerrero,

que se ha ganado desde hace 50 años.

Extraordinaria lección la de este hombre venerable.

Lo llevan al quirófano para extirparle la vesícula biliar, y

a las dos semanas está de pie ante un auditorio, leyendo

un estupendo ensayo sobre la función del periodismo en

la vida nacional. O las cataratas lo obligan a ponerse bajo

la lámpara del cirujano, y a los tres días se quita la pijama

para ir a discutir las reformas de la OEA.

Lleras es un ejemplo contra los pobres de espíritu y

los débiles de corazón. Para él parece escrito el consejo

de Shakespeare: “Cuando sientas que se te va el aliento,

ponte de pie y lucha. Que te venza Dios, no el destino”.

Carlos Lleras Restrepo no heredó de su familia gran-

des fortunas ni excesivas propiedades materiales. Por eso

escribía que “me eduqué bien pero pobremente. Entonces

la educación, por fortuna, no era tan cara como ahora.

En el Colegio de la Salle…pagaba creo que tres pesos, lo

cual siempre era pesado para mi padre, que tuvo la boba-

dita de catorce hijos, de los cuales sobrevivimos once”.

Lo que sí heredó y en abundancia fue el ejemplo de

un linaje que por muchos años y en diversos campos ha-

bía servido denodadamente al país. Por eso también ano-

taba el estadista que la falta de recursos económicos de

sus ancestros se podía explicar “porque probablemente

ha sido una familia carente del sentido de los negocios y

de la especulación, por haber tenido otras afi ciones como

la cultura, la política, la del servicio por el Estado, la del

magisterio”.

Su padre, don Federico Lleras Acosta fue un prominen-

te médico que se destacó en el campo de la inmunología.

En un bello texto llamado Mi Padre, Lleras Restrepo evoca

su fi gura evocando: “Mis primeros recuerdos de él están

ligados a esa instalación precaria; a la blusa blanca, su

uniforme de trabajo; a una serie de aparatos que habrían

parecido extraños a cualquier otro niño: el microscopio, la

centrífuga, el autoclave, la nevera; y a una silla de metal

que yo miraba con un temor supersticioso, aquella donde

se sentaban los enfermos a quienes se examinaba para el

diagnóstico de la lepra y que después de cada examen era

desinfectada cuidadosamente”.

Como se narra en la Crónica de mi propia vida, el

científi co murió trágicamente en un viaje a El Cairo don-

de iba a intervenir en una conferencia. La tragedia marcó

hondamente a Lleras Restrepo, quien nunca ahorró es-

La generosa herencia

Emis

ión

Po

stal

7

fuerzos para agradecer lo que su padre había signifi cado

en su formación.

Lleras también fue heredero de las condiciones in-

telectuales de su bisabuelo y su tatarabuelo. El primero,

don Lorenzo María Lleras, fue eximio educador, periodista,

hombre muy cercano al General Francisco de Paula San-

tander y defensor del mismo en las época de las disputas

entre santanderistas y bolivarianos. Pero, como lo recuer-

da Luis Villar Borda en la biografía de Alberto Lleras, para

don Lorenzo María, más que la política, la enseñanza era

su fuerte. En aquella “no sólo trasmite sus conocimien-

tos sino también sus principios liberales:…la vigencia del

estado de derecho, las garantías legales y las libertades

políticas”.

Don José Felix de Restrepo, el tatarabuelo, fue otro

ilustre hombre de letras. Sus datos biográfi cos dan una

dimensión de su carácter de humanista universal: científi -

co, fi lósofo, jurisconsulto, matemático, conocedor del latín

y tratadista de gramática, pero también, antes que nada,

educador. Fue decidido abanderado de la lucha por la dig-

nidad humana y abogó por la liberación de los esclavos.

Desde la academia jugó un rol determinante en la forma-

ción de la generación de la Independencia. Próceres como

Francisco Antonio Zea, Camilo Torres y Francisco José de

Caldas, entre otros, fueron alumnos suyos quienes reco-

gieron las ideas republicanas que el profesor antioqueño

había sembrado en ellos.

Así no es de extrañar que Lleras Restrepo escribiera

que “Ninguna otra ocupación ha sido para mí más grata

que la del profesorado y aún, a estas horas de la vida,

añoro los tiempos en que ella me sirvió de estímulo para

el estudio, me brindó la oportunidad de ir conociendo

sucesivas generaciones de muchachos colombianos y

también me ligó a una tradición familiar de la que siem-

pre me he sentido orgulloso. Sabido es, en efecto, lo que

signifi có en la historia de la educación colombiana el fa-

moso Colegio de “El Espíritu Santo” que fundó y regentó

mi bisabuelo Lorenzo María Lleras. La referencia que a

don Lorenzo y a su instituto hizo don Marco Fidel Suárez

en uno de sus “Sueños” es la mejor consagración, tanto

más cuanto que las ideas políticas de los dos eran radical-

mente opuestas. Y son muchos los Lleras que siguieron la

carrera del profesorado, o regentaron cátedra en colegios

o universidades. Y por el lado materno, ¡cómo podría yo

no tener siempre presente el recuerdo de mi tatarabuelo

don José Félix de Restrepo, maestro de la generación de

la Independencia!”

Era algo natural, entonces, que la vida del estadista

estuviera íntimamente ligada a las aulas: Primero, como

profesor de Derecho en la Universidad Nacional, su alma

máter; después, como Decano de la misma; posteriormen-

te, como cofundador y profesor en la Facultad de Admi-

nistración Industrial y Comercial del Gimnasio Moderno,

que fue la semilla de la Facultad de Economía en la Uni-

versidad de los Andes. Escenarios todos ellos donde Lleras

marcó a centenares de estudiantes que fueron testigos

privilegiados de su inspiradora actividad docente.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

8

Una biografía de Carlos Lleras Restrepo diría que

adelantó sus estudios de primaria donde las señoras

Triana, parientes suyas, y su bachillerato en el Colegio

La Salle en Bogotá. Época que Lleras recuerda con gran

cariño en la Crónica de mi propia vida, donde rememora

su participación en clubes literarios y su inclinación a la

declamación.

Esa biografía también recordaría que a los 17 años

ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Na-

cional, donde se graduaría de abogado en 1930 con una

tesis titulada “El juicio de quiebra”.

Sin embargo, esos datos serían apenas una pequeña

anécdota. Porque si algo caracterizó al estadista bogo-

tano fue su inclinación casi obsesiva a hacer del estudio

permanente una forma de vida.

María Mercedes Carranza, quien fuera estrecha co-

laboradora suya en los años de esa hermosa aventura

periodística que fue Nueva Frontera, recordaba en una

bella nota que publicó con ocasión de su muerte, que en

los consejos de redacción, Lleras abrumaba al equipo del

semanario con su capacidad para devorar todo tipo de

libros que llegaban a sus manos:

“Era capaz –señalaba la desaparecida poetisa- de

hablar con igual conocimiento y entusiasmo sobre las mo-

difi caciones introducidas al artículo 15 de la Constitución

por el Acto Legislativo No. 8 de 1905, a propósito de un

escrito que le encargaba a Luis Carlos Galán, o de los

efectos de la caída de las reservas internacionales sobre

la base monetaria para pedirle una nota a Jorge Méndez,

que de comentarle a Pedro Gómez Valderrama una biogra-

fía de Voltaire de 1.200 páginas que estaba leyendo, para

hacer luego apuntes sobre la linda piel de la reina Isabel II

y solicitarle a María Teresa Herrán un artículo sobre la mo-

narquía inglesa, mientras le daba 20 gruesos tomos sobre

el particular para que se documentara; en seguida podía

entregarle a Patricia Lara un buen número de documen-

tos y publicaciones, debidamente señalados y subrayados,

sobre las cinco últimas reformas educativas para pedirle

que hiciera una crónica sustanciosa, y, por último, me de-

cía a mí que aligeráramos “el periódico” -así se refería a

la revista- metiendo una página de poesía: “aquí tiene

una buena traducción de los sonetos de Shakespeare, he

seleccionado algunos para que los publiquemos en los

dos idiomas”, y no era raro que recitara unos versos y

recordara que en su juventud se sabía todos esos sonetos

de memoria. Al fi nalizar la reunión, todos quedábamos

exhaustos por ese despliegue avasallador de energía y de

intereses y conocimientos tan vastos y diversos”.

Como si aún tuviera que presentar exámenes a im-

placables profesores de Derecho, Lleras tuvo hasta el fi nal

de sus días la costumbre de llevar fi chas donde consigna-

ba los resúmenes de todas las lecturas que iba haciendo.

Por ejemplo, De ciertas damas, ese magnífi co libro donde

vemos en toda su dimensión la faceta más picaresca de

su autor, es fruto de esas juiciosas notas que, de paso,

revelan también uno de los rasgos más sobresalientes y

admirables de su forma de ser: la disciplina casi militar

con que afrontaba todas y cada una de las tareas que

emprendía.

El eterno estudiante

Emis

ión

Po

stal

9

Esa infatigable búsqueda por el conocimiento expli-

ca que a su casa llegaran, religiosamente, publicaciones

internacionales como Cambio 16, The Economist, Foreing

Affairs, The New Statement, The Times, The Guardian,

L´Express, Le Nouvel Observateur, Le Point, Le Monde,

L´Europeo, L´Expresso, Rinascita, Veja, Time, News Week

y la edición dominical de The New York Times que eran

leídas por Lleras con la pasión y el apremio propio de un

hombre que era consciente de la necesidad de aprovechar

todas las horas y todos los minutos de la vida.

Jaime Aponte, quien acompañó a Lleras como Secre-

tario Privado durante la campaña electoral y posterior-

mente durante los 4 años de su gobierno, relata que du-

rante los comicios que lo llevaron a la presidencia, en no

pocas ocasiones el candidato privilegiaba en su apretada

agenda tiempo para la lectura de estudios e informes de

los más importantes problemas colombianos, por encima

de reuniones que le habrían dado importantes réditos po-

líticos. Sin duda, una actitud desconcertante para un polí-

tico común. Pero es que Lleras no era un político común.

Él entendía que la responsabilidad de un gobernante es

conocer a profundidad y con detalle los grandes temas

nacionales. De lo contrario, el ejercicio del poder se cons-

tituye en un fi n en sí mismo.

Para ilustrar el deseo infi nito de Lleras por estar al

tanto hasta del más mínimo detalle de lo que ocurría a

lo largo y ancho del territorio nacional, bien vale la pena

traer también a colación el recuerdo de Otto Morales Be-

nítez, de lo que eran las correrías políticas que ambos em-

prendían. Rememora Morales que no había pueblo al que

llegaran, por pequeño, apartado o desconocido que fuera,

donde el estadista bogotano no hiciera un pormenorizado

inventario de la situación y necesidades del mismo. La si-

tuación en educación, salud, alcantarillado, orden público

o agricultura era conocida por Lleras con tal profundidad

que en no pocas ocasiones terminaba sabiendo más de

esas regiones que los líderes políticos que llevaban años y

años trabajando en ellas. Quizá por eso, el liderazgo que

Lleras ejercía en el Partido Liberal y en todos los cargos

públicos que ocupó, no era un liderazgo impuesto. Era un

liderazgo cuya legitimidad se refrendaba todos los días a

base de esa consagración casi patológica de Lleras por sa-

lirse de los lugares comunes y por conocer con la precisión

de un relojero lo que ocurría a su alrededor para poder así

proponer con conocimiento de causa, cuál era el derrotero

que debería seguirse.

Incluso momentos como una simple afeitada eran

aprovechados. Todas las mañanas, frente al espejo de su

baño, colgaba un poema que aprendía de memoria. No

era entonces gratuito, que, como lo evoca el propio Mo-

rales Benítez, su conocimiento de poetas y poesías fueran

de tal magnitud que en alguna jornada de bohemia hu-

biera derrotado a consagrados maestros del género como

León de Greiff, Umaña Bernal, o Eduardo Carranza en un

concurso donde los comensales tenían que recitar un poe-

ma o descubrir quién era el autor del que declamaban los

compañeros de velada.

Y es que como él mismo dijera, “si de algo me he

preocupado es de no petrifi carme en el pasado”.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

10

Pero volvamos al ciclo vital de Lleras. Ya en su tem-

prana juventud, daba muestras de su liderazgo y estirpe

de incesante luchador. No hay que olvidar, por ejemplo,

sus actuaciones en la Federación Nacional de Estudiantes

a fi nales de los años veinte, donde descollaba por su ora-

toria en defensa de la libertad de cátedra.

En junio de 1929 Lleras toma parte activa en las ma-

nifestaciones contra la llamada “rosca manzanilla” de Bo-

gotá. En la Crónica, él recordaría el ambiente de la época

y su participación en este episodio que implicó algo así

como su bautizo político.

“La apelación de manzanillos se la dimos, los bogo-

tanos principalmente, a los jefes y a la tropa política que

giraban en esa ciudad en tomo al doctor Arturo Hernández,

un hombre inteligente, abogado de cierto renombre, que

manipulaba el poder electoral y dispensaba, en combina-

ción con otros jefes conservadores, los nombramientos y

las mercedes de la administración entre sus seguidores. El

“manzanillismo” fue una combinación de fraude electoral

y de lo que hoy llamamos “clientelismo”, y el nombre co-

rresponde a un árbol que, según es voz general, intoxica a

quienes se acogen a su sombra y les produce úlceras en la

piel. Los manzanillos habían infestado en los últimos años

del régimen conservador la administración pública de la ca-

pital y del departamento de Cundinamarca y luego tomaron

posiciones en la órbita nacional cuando Arturo Hernández

fue nombrado Ministro de Obras Públicas. Las jornadas del

8 y 9 de junio fueron una reacción contra ellos”.

Producto de su intervención en estas manifestacio-

nes, Lleras obtuvo su primera dignidad al interior del Parti-

do Liberal: fue nombrado Vicepresidente de la Convención

de dicha colectividad que se llevaría a cabo en Apulo. Allí

se codea con los más prominentes exponentes del libera-

lismo nacional y se proyecta como uno de los más desta-

cados representantes de la sangre nueva del partido.

La carrera política del joven bogotano estaba en

ascenso. Su futuro era halagador como quiera que con

tan sólo 23 años es escogido Diputado a la Asamblea

de Cundinamarca. En 1931 el asesinato de cinco jurados

electorales, bajo la consigna de que “lo que es al pueblo

no llegan estos rojos”, provocó la furia de Lleras y sus

copartidarios. En los Borradores para una historia de la

República Liberal, haría memoria sobre estos hechos y

señalaría que “Lleras, que estaba muy indignado por el

asesinato, se conmovió aún más cuando vio que los fé-

retros bajaban por la Calle 26…Y pronunció un discurso

encendido. Del tono que tuvo puede dar idea la última

frase: <<Al poblacho oscuro no llegan los rojos; los rojos

han venido a la capital de Colombia a demandar justicia

de la patria y del liberalismo>>”.

Al calor de los acontecimientos, Lleras defi ende la idea

de una Asamblea Constituyente y se dirige con las multi-

tudes al Palacio Presidencial a solicitar una cita con Olaya

Herrera para plantearle la iniciativa. Ésta, por supuesto,

no fue concedida, lo que llevó a Lleras a manifestar: “muy

bien, vamos a contarle al pueblo liberal de Bogotá que

el Presidente a quien él eligió se niega a escucharlo”. La

actitud desafi ante llevó a que el precoz líder terminara

encarcelado. Afortunadamente, por apenas algunas horas

gracias a la intervención directa del propio Olaya. Esas

horas de cautiverio fueron, por utilizar los términos del

propio Lleras, el precio que pagaría por los “arrebatos de

la juventud”.

Los arrebatos de la juventud

Emis

ión

Po

stal

11

Baldomero Sanín Cano solía decir que los hombres

públicos se dividen en dos: los escrutables, que se some-

ten al implacable veredicto de las urnas, y los elegibles

que gracias a sus conocimientos técnicos son nombrados

en los cargos de la Administración. Lleras Restrepo perte-

necía a ese reducido número que podía nadar de forma

exitosa en ambas aguas. Ese era uno de sus rasgos más

característicos y que más forjó su impronta como hombre

de Estado. Aunque, eso sí, él mismo reconocía que no le

faltaba algo de razón a quienes decían que él no era pro-

piamente el paradigma del “buen político”.

Sea como sea, el hecho cierto es que las urnas le die-

ron la posibilidad de ser, desde muy joven, diputado, con-

cejal, representante, senador y Presidente de la República.

Como “nombrable” fue Contralor, Ministro de Hacienda,

delegado a un buen número de conferencias económicas

internacionales de primer orden (Ginebra, La Habana, San

Francisco, entre otras) y director del liberalismo en varias

oportunidades. Sin lugar a dudas, el carácter de estadis-

ta que Lleras destilaba por cada uno de sus poros era

precisamente el producto de saber combinar un exigen-

te ejercicio político donde recorría el país de extremo a

extremo, estaba en contacto con su gente y conocía de

primera mano sus problemas, con el estudio ponderado y

profundo de las dinámicas sociales y económicas propias

del tecnócrata obsesionado por las cifras, las estadísticas,

las comparaciones con lo que sucede en otras latitudes y

los informes de toda índole.

Retomando el itinerario del joven líder habría que de-

cir que en 1933, es elegido Representante a la Cámara.

Poco tiempo después se desempeñaría como Secretario

de Gobierno de Cundinamarca, donde trabajó uno de los

temas que serían su obsesión a lo largo de su extensa

y fructífera carrera pública: la Reforma Agraria. La labor

adelantada en torno a la parcelación de la Hacienda “El

Chocho” fue de trascendental importancia y fue esfuerzo

pionero en la redistribución de la tierra.

De vuelta al Congreso brilla, como ya se dijo, con luz

propia y se proyecta con gran fuerza en el escenario na-

cional por su conocimiento de la Hacienda Pública en la

discusión de la Reforma Tributaria de 1935, de la cual fue

indiscutible protagonista.

Las vueltas entre la política y la tecnocracia lo llevan

a que, precisamente como consecuencia de lo que había

sido su labor parlamentaria en el trámite de la Reforma,

sus colegas de la Cámara lo escojan como Contralor de la

República. Este cargo marcaría en grado sumo la carrera

pública de Lleras Restrepo pues le obligó a profundizar y

conocer al detalle el complejo mundo de las fi nanzas na-

cionales. No en vano, años más tarde manifestaría que “es

el cargo que más me ha hecho estudiar. Tuve que aprender

contabilidad y hacer curso de estadística porque tenía que

conocer las intimidades del ramo antes de fi rmar informes

o balances sobre el estado fi scal de la Nación”.

Tras dos muy fructíferos períodos en la Contraloría,

Lleras asume una responsabilidad enorme: el Ministerio de

Hacienda bajo el gobierno de Eduardo Santos. El contexto

era muy adverso: la Segunda Guerra Mundial había lleva-

do a que se diminuyeran drásticamente las exportaciones

de café, bastión de la economía colombiana. El manejo

de la deuda también era tema de profunda preocupación.

Aspectos que Lleras, supo sortear con tal éxito que le valió

una bien ganada fama de efectivo servidor público. De

Escrutable y elegible

Car

los

Ller

as R

estr

epo

C A R L O S L L E R A S R E S T R E P O

1 9 0 8 - 1 9 9 4

D e s a r r o l l o c o nC r i t e r i o S o c i a l

Emis

ión

Po

stal

Car

los

Ller

as R

estr

epo

14

esta época queda como legado, sin ir muy lejos, la crea-

ción del Fondo Nacional Cafetero.

Por aquella época Juan Lozano y Lozano escribió en

el semanario Sábado un perfi l que da buena cuenta de la

imagen que Lleras había logrado construir a pesar de su

juventud. “No puede darse más actividad –decía Lozano-

en menos vida. La carrera de Carlos Lleras Restrepo se

parece más a la de ciertos hombres ilustres de nuestro

pasado que a las de nuestro infecundo presente…Y le

queda toda la vida por delante. Los abogados de treinta

años, sus contemporáneos, apenas están empezando sus

carreras como secretarios de juzgados. Si a un extranjero

se le enumeraran, en cambio, las cosas que Carlos Lleras

ha creado en el país…ese extranjero se imaginaría a este

ministro más encanecido y barbado que un patriarca.

Una época turbulenta

Tiempo después, y tras haber desplegado por varios

años enorme conocimiento técnico que le valió reconoci-

miento y admiración de tirios y troyanos, Lleras deja ver

con toda su fuerza la faceta de aguerrido político, en épo-

cas más que difíciles. Es así como tras los sucesos del 9

de Abril asume la dirección del Partido. Tras sortear con

éxito el hecho que el ala gaitanista de la colectividad no

veía en un principio con buenos ojos su nombre, Lleras

despliega con su oratoria vibrante y su pluma afi lada una

campaña decidida y fi rme para que cese la persecución a

los liberales y hace llamados desesperados por la necesi-

dad de recorrer caminos de concordia. Tiempo después, se

opone también con vehemencia a la Constituyente que

promueve el Gobierno, a la que considera retardataria y

antidemocrática.

En el fragor de las luchas partidistas de aquella épo-

ca se produce, el 6 de septiembre de 1952, la quema de

su casa. Si no es por la feliz coincidencia de que en ese

momento se encontraba acompañado de unos cuantos

amigos que lo ayudaron a defenderse de los asaltantes,

probablemente su fulgurante vida habría llegado prema-

turamente a su fi nal.

Marcado por la angustia y sin un peso en los bolsi-

llos, emprende su exilio a México, donde estaba apenas

de cuerpo. Porque su alma, como recuerdan sus escritos

de aquella época, publicados en El Tiempo, permanecía en

Colombia. A pesar de la adversidad sigue incólume en sus

creencias. La distancia y las difi cultades, no lo vuelven un

simple testigo silencioso. El batallador de siempre seguía

en pie de lucha a pesar de los vientos adversos.

Las cartas que en esta época de la vida Lleras se cru-

zaba con Eduardo Santos no sólo permiten conocer las

complejidades de esta agitada época de la vida nacional.

También permiten conocer algunos rasgos característicos

de Lleras. Por ejemplo, en alguna de dichas cartas, Lleras

relata que le había sido ofrecida la subdirección del Fondo

Monetario Internacional. A pesar de las difi cultades eco-

nómicas, optó por rechazar el ofrecimiento, que le habría

permitido una vida más holgada, por una elemental razón:

le implicaba alejarse la vida política nacional justo en mo-

mento en que él sentía que no podía haber lugar a dudas,

titubeos o silencios.

Emis

ión

Po

stal

15

Más tarde, y ya de vuelta en Colombia, cuando el país

transita la ruta de la República a la Dictadura, por utilizar

los términos de uno de sus libros, el batallador enfi la sus

armas contra el régimen que, en su opinión, somete las

instituciones a una de sus horas más oscuras y encarna

a aquellos que defendían la tesis de que el liberalismo no

podía ser contemporizador con el quebrantamiento de las

vías democráticas. Por eso en sus intervenciones públicas

y escritos Lleras deja patente su férrea oposición al inten-

to reeleccionista de Rojas y a la Constituyente que desea

convocar para tal fi n.

Después, el país sería testigo de Lleras como solda-

do de la causa del Frente Nacional, la cual defendía con

ahínco como única opción posible para restablecer la paz

y volver a los cauces democráticos.

El pedregoso camino a la presidencia

La Presidencia de la República parecía puerto obliga-

do de llegada para alguien con la vocación de servicio y el

profundo conocimiento del país y sus problemas, como el

que derrochaba Carlos Lleras. Aunque, eso sí, la ruta para

llegar a aquella no estuvo desprovista de tormentas. Ya en

1944 un nutrido grupo de parlamentario liberales lo había

propuesto para la Primera Magistratura. Ese intentó no

prosperó y tuvo que esperar más de 20 años para volver

a intentar alcanzar la cima a la que aspira todo hombre

de Estado.

Al respecto, con fi no humor señalaba que, “si de esa

experiencia puede sacarse alguna conclusión es que el

mal político como yo sólo llega al poder cuando es un

cincuentón avanzado”.

Para el tercer período del Frente Nacional, Carlos Lle-

ras se erige como una sólida alternativa para representar

la coalición bipartidista y emprende una agitada campaña

política que lo lleva a los rincones más diversos de la geo-

grafía nacional donde sus propuestas son escuchadas con

simpatía por las masas. Sin embargo, en 1965 los vien-

tos parecen nuevamente serle adversos. Al darse cuenta

que su nombre generaba resistencias en una facción de

la coalición, y con el carácter y determinación que le eran

característicos, decide renunciar a la candidatura.

Alberto Lleras, quien gozaba de un enorme prestigio

en el país por su papel en la consolidación del Frente Na-

cional y por las ejecutorias de su Gobierno, decide volver

a la vida pública para persuadir a Carlos, quien, por cierto,

no era su primo sino su sobrino lejano, de que retome la

candidatura. En un solemne acto en el Salón Rojo del Ho-

tel Tequendama, Lleras Camargo pronuncia un enérgico

discurso en el que señala:

“Nuestro propósito es el de dirigirnos a Lleras Res-

trepo para ofrecerle la candidatura a la Presidencia de la

República a nombre de colombianos de los dos partidos

que tienen plena confi anza en el Frente Nacional…una

persona así que está disponible para la Nación cuando

ésta lo necesita, que además ha recibido el apoyo inequí-

voco y entusiasta de su partido y más respaldo de los

Conservadores que todo el que se me dio a mí para ser

candidato y Presidente en 1958 no puede, simplemente,

ponerse a un lado como si en Colombia estuvieran so-

brando gentes de tan extensa experiencia, alta capacidad

y prestigio indiscutible”.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

16

Más adelante el Ex Presidente defi ne a Carlos Lleras

como “un imaginativo hombre de gobierno que no puede

asumir una responsabilidad sin desempeñarla exhausti-

vamente, sin encontrar para cada problema una solución

práctica, sin dar un poderoso empujón a los proyectos que

se le encomiendan hasta convertirlos en hechos. Es un crea-

dor de instituciones, de soluciones, de fórmulas de buen go-

bierno que es la condición mayor para quien deba conducir

los destinos públicos en los ominosos años venideros, es un

hombre de gobierno como ha tenido pocos Colombia”.

En el mismo acto llevó la palabra a nombre del Par-

tido Conservador Belisario Betancur quien destacó las

cualidades de Lleras Restrepo y, en representación de su

colectividad, lo invitó a reconsiderar su decisión de aban-

donar la lucha política.

La decidida actuación de Lleras Camargo y de la Co-

misión Bipartidaria que éste había creado para impulsar la

candidatura de Lleras Restrepo, había cambiado el pano-

rama político: Es así como el 27 de Noviembre de 1965,

en un nutrido acto en Bogotá, éste acepta formalmente la

invitación que días antes se le hiciera para que retomara

la candidatura. Su ascenso a la cúspide de toda carrera

política era ya inevitable.

El derrotero del Gobierno de la “Transformación Nacional”

En las elecciones de abril de 1966, Lleras Restrepo

vence con 1.891.175 de votos a José Jaramillo Giraldo,

candidato apoyado por el grupo político de Rojas Pinilla,

quien recibió 742.133 sufragios.

El 7 de Agosto toma posesión como Primer Mandata-

rio ante el Presidente del Congreso, Eduardo Abuchaibe.

En su discurso, Lleras plantea lo que serán las líneas más

importantes de su Administración.

Es así como, tras advertir que el Frente Nacional no era un

fi n en sí mismo sino tan sólo un medio perfectible para lograr

la paz entre los partidos políticos, se refi ere a la necesidad de

una profunda reforma institucional; enfatiza la necesidad de

consolidar un gobierno cuyos funcionarios sean ejemplo de

pulcritud y decoro; señala que su gobierno no contemporizará

con grupos que acudan a las vías de hecho para llevar a cabo

sus reclamos; explica la necesidad de llevar a cabo profundas

reformas en el campo económico para subsanar los “desequi-

librios estructurales” que afrontaba el país; a su vez recalca un

tema que había estado muy cercano a toda su carrera pública

y que en distintos momentos y escenarios había defendido

con ahínco: la necesidad de una agresiva política social y de

redistribución del ingreso. Para lograr tal propósito se esbozan

las que serán las herramientas más importantes:

“La reforma agraria, la organización cooperativa, la in-

troducción de nuevas formas de capitalización, las limitacio-

nes que se impondrán a la apropiación privada de las plusva-

lías sociales, el fácil acceso de las clases populares a todos los

niveles de la educación, la vigilancia sobre los monopolios, la

política de precios y la de crédito, la eliminación dé privilegios,

como la de ciertas situaciones que engendran utilidades anor-

males, y la lucha contra el desempleo serán los instrumentos

para obtener modifi caciones en la distribución original del in-

greso y a la vez aumentar la tasa de su crecimiento global.”

El camino estaba trazado. Llegaba ahora el momento

de recorrerlo.

Emis

ión

Po

stal

17

Haciendo realidad la Transformación

“Pienso que –declaraba Lleras tiempo después de

dejar la Presidencia- mi vida pública no ha sido fácil, pero

al fi n y al cabo he tenido el honor de dirigir al liberalis-

mo, solo o en compañía de otras personas, quizá por un

tiempo mayor que el de cualquier dirigente del presente

siglo. Como Contralor y Ministro de Hacienda, al igual que

como representante al Congreso pude realizar tareas de

las cuales me siento personalmente satisfecho y lo mismo

puedo decir con respecto a mi ejercicio de la Presidencia

de la República, aunque algunas de mis aspiraciones con

respecto a reformas económicas, sociales y otros aspectos

del gobierno, hayan sido frustradas. En todo caso, creo

que no peco de vanidad al considerar que mis 52 años de

actuación en la vida pública tienen por qué dejarme más

satisfacciones que desencantos”

Una somera revisión al legado de los cuatro años de su

Administración parecen dar la razón al estadista. En efecto,

¿por dónde se debería iniciar una enumeración de su obra

de Gobierno? ¿Quizás señalando la importancia que tuvo

para la vida institucional del país la reforma constitucional

de 1968 que redefi nió el equilibrio de poderes e instituyó la

planifi cación en la gestión pública? ¿O tal vez recordando

que la Reforma Administrativa de 1968 estableció de forma

visionaria la arquitectura de nuestro Estado y lo modernizó

de forma tan profunda que aún hoy en día vemos su im-

pronta? ¿Destacando el hecho que bajo su liderazgo el país

ganó un importante protagonismo internacional que tuvo

manifestaciones tan elocuentes como la histórica visita de

Estado a Washington, la llegada a Colombia del Papa Pa-

blo VI o el restablecimiento de las relaciones con la URSS?

¿Recordando su papel de primer orden en los procesos de

integración latinoamericana y el nacimiento bajo su decidi-

do impulso del Pacto Andino?

En lo social y lo económico ¿se debería iniciar este

juicio enumerando la gran cantidad de institutos que

fueron creados bajo su tutela y que prestaron –y algunos

siguen haciéndolo- un gran servicio al país, como el ICBF,

Colciencias, Coldeportes, el Fondo Nacional del Ahorro,

el Instituto de Fomento Industrial, Proexpo, Colcultura, el

INDERENA, por mencionar algunos? ¿Haciendo alusión

a los esfuerzos y batallas que tuvo que librar para hacer

realidad la Reforma Agraria? ¿Acaso pasando revista a los

éxitos económicos que implicaron impresionantes niveles

de crecimiento y el establecimiento de mecanismos que

perduraron casi cuatro décadas como el famoso Decreto

444? En fi n, es claro que Lleras al hacer el balance de su

vida pública no pecaba de ninguna vanidad…

Una hermosa pieza editorial del diario El Espectador,

escrita al fi nal de su gobierno y titulada “El gran presiden-

te” da cuenta de ese gran legado que dejó para Colombia

la “Transformación Nacional”. Decía la nota en cuestión:

“Entre el 7 de agosto de 1966 y la misma fecha de

1970, Carlos Lleras Restrepo ha dirigido una etapa a la

vez crítica y luminosa de la historia de Colombia. Por su

propio afán de creación, por la energía indómita de su

temperamento, por la reciedumbre de su personalidad

fue acerbamente combatido y lo seguirá siendo. Pero a

su lado están, hoy, inmensas muchedumbres que le rin-

den homenaje de respeto y gratitud, y le reiteran su so-

lidaridad constante e inalterable en los días venideros. Y

muchos otros que no lo quieren…con el paso de los días

medirán mejor la grandeza de su obra…en todo caso el

futuro fallará a favor suyo.”

Car

los

Ller

as R

estr

epo

18

Un ideario escrito sobre piedra

Las políticas que Lleras como candidato predicó y

posteriormente como Presidente desarrolló no eran, ni

mucho menos, nuevas. Durante todo su extenso itinerario

público defendió con decisión un ideario que consideraba

necesario y útil para el país. Por eso, incluso muchos de

sus más feroces críticos reconocían que a él se le podía

criticar por muchas cosas, pero no falta de corresponden-

cia entre lo que hacía, lo que decía y lo que pensaba. Los

cambios en la opinión pública y las circunstancias políticas

no modifi caron nunca su conducta para acomodarse de

forma oportunista a las nuevas mareas.

En 1969, ya en el ocaso de su mandato, durante un

homenaje que le ofrecía la Federación de Profesionales

Liberales, Lleras señaló cuánto lo sorprendía que incluso

muchos de quienes apoyaron su candidatura se sorpren-

dieran frente a las orientaciones que se le daba a la Ad-

ministración.

“Se ha dicho que lo que caracteriza mi acción como

jefe de Gobierno es el haber perseguido con terca insis-

tencia dar cumplimiento fi el a los programas que enuncié

cuando era candidato…Me siento orgulloso de haber

respetado mi palabra y de haber buscado sin ahorrar es-

fuerzo traducir en normas legales o en hechos de vida

lo que ofrecí al pueblo colombiano cuando me presente

ante él como aspirante a la Primera Magistratura de la

República.

Paradójicamente, esa fi delidad a los programas pare-

ce que me ha privado de la adhesión de algunos amigos y

ha enfriado el afecto de otros. Paradójicamente, también

ella despierta un inesperado sentimiento de sorpresa. No

debiera ser así. Verdad es que resulta bastante común que

los políticos cambien de opinión cuando se encuentran al

otro lado de la barricada y hasta esto suele ponderarse

como demostración de un saludable realismo. En mi caso

no había derecho a esperar una evolución de tal natu-

raleza. Mis ideas sobre los problemas nacionales no son

improvisadas ni constituyeron jamás un secreto. A lo largo

de años y años las he venido exponiendo, refi nando y tra-

tando de plasmarlas en realidades.”

A renglón seguido recordaba que se pueden buscar

las raíces de los principios orientadores sobre reforma

agraria, en sus actuaciones como Secretario de Gobierno

de Cundinamarca en 1934 y los proyectos que presentó al

Congreso en ese mismo año. Las tesis de política económi-

ca internacional se podrían a su turno rastrear en las que

expuso en las conferencias de Bretton Woods, La Habana

o San Francisco a mediados de los años cuarenta. Sobre

la regulación del mercado del café, la génesis de su pen-

samiento se podía a su vez remontar a 1937, año en que

se celebró el primer “pacto de cuotas” y en que se creó el

Fondo Nacional del Café mediante decreto que él redactó.

Por eso enfatizaba, en importante lección de coherencia

en el ejercicio político, “ni improvisé como candidato ni

había ocultado en manera alguna mi pensamiento”.

Emis

ión

Po

stal

19

Política y periodismo

En Lleras confl uían y alternaban la vocación del po-

lítico luchador y el periodista. O, para ser más precisos, el

agudo editorialista. Siendo muy joven ingresó a la redac-

ción de El Tiempo, donde combinaba su trabajo de redac-

tor con sus estudios de Jurisprudencia. Años más tarde,

en 1941, volvería al periódico de Eduardo Santos pero

esta vez en calidad de Director, donde estuvo por unos

cuantos meses. Como contaría en la Crónica, su paso por

la dirección del diario bogotano obedecía a la necesidad

de defender desde esa tribuna “la política internacional y

económica de la Administración Santos y para contribuir

a buscar una solución a las divisiones que habían surgido

en el seno del liberalismo”.

Vale la pena acá hacer un breve paréntesis para

contar una divertida anécdota sobre lo que fue el paso

de Lleras por la dirección del periódico. Cuando éste ini-

cia su labor tiene que reemplazar a Roberto García Peña,

hombre muy querido por toda la redacción del periódico

y con una muy larga carrera en el mismo. Por eso no

era extraño que muchos de los empleados sintieran que

el nuevo y fl amante Director fuera un advenedizo. Un

grupo de empleados deciden hacer una guerra soterrada

contra Lleras. Este enfrentamiento clandestino tuvo su

peor episodio cuando, no mucho tiempo después de ha-

ber asumido su cargo, escribió un editorial donde en una

de sus líneas decía: “No vine a El Tiempo a ser candida-

to”. Más de un lector se sorprendería al día siguiente

al leer que el joven ex ministro, dedicado ahora a las

labores periodísticas, declaraba con desparpajo: “vine a

El Tiempo a ser candidato”. Por supuesto, el incidente

debió despertar la furia de Lleras, aunque nunca se supo

quién había sido el “diablillo de los linotipos” que había

orquestado el complot.

Pero El Tiempo no fue, en esos remotos años, el único

escenario en que el fogoso dirigente desplegó con ardor

sus dotes de escritor. A mediados de los años cuarenta

escribió también editoriales “en El Mes Financiero y Eco-

nómico que la Editorial Antena, de Plinio Mendoza, me

remuneraba a razón de $50.oo cada uno”. Más tarde, con

aquel fundaría Política y algo más, donde también brilló su

estilo analítico y punzante.

Capítulo aparte merece, por supuesto, la creación de

Nueva Frontera. Surgido en 1974 tras la derrota electoral

que Lleras sufre en su búsqueda de la nominación liberal

a la Presidencia, esta revista es como una prolongación de

las inquietudes más hondas de Lleras.

Sobre todo en los primeros años del semanario, cuan-

do el equipo de la redacción era ínfi mo y el peso editorial

caía en un altísimo porcentaje en Lleras, se ve en las pá-

ginas de la publicación la huella inequívoca del estadista.

Por ejemplo, en la sección de poesía, tan cara a los afectos

del Ex Presidente, se desplegaba todo el conocimiento de

Lleras por el género y no con poca picardía daba espacio

a traducciones que él mismo hacía de poetas eróticos que,

con seguridad, hacían indisponer a más de un mojigato.

Bueno es recordar que en lo más íntimo de su ser,

tal vez Lleras era un poeta frustrado. Él mismo se defi nía

como miembro “de esa estirpe de rimadores impertinen-

tes que fueron siempre los Lleras”. A mediados de los

años veinte, siendo casi un adolescente, publicaba ya sus

primeros versos en El Tiempo. Éstos eran, siendo honestos,

de muy dudosa factura. Pero el amor por la poesía corría

por sus venas y lo acompañó hasta el último de sus días

de lo cual Nueva Frontera fue testigo fi el.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

20

Lleras también dejaba fl uir en la publicación su espí-

ritu pedagógico en la sección “La lección de la semana”

donde, imitando los que hacía The Economist, una de las

publicaciones que leía con más pasión y admiración, expli-

caba complejos problemas. Por ejemplo, el primer número

de este ejercicio intelectual estaba dedicado a la historia

de Arabia, Mahoma y el Islam.

Las reseñas que Lleras elaboraba sobre los libros que

leía ocuparon cientos de páginas en la vida del semanario.

Temas como la Segunda Guerra Mundial o la actualidad

internacional; biografías de grandes hombres como Chur-

chill, Roosevelt, De Gaulle o Miterrand; acontecimientos

históricos de diversa índole o la producción bibliográfi ca

nacional como los libros de sus amigos y contertulios Ger-

mán Arciniegas o Pedro Gomez, eran tratados con verda-

dera pasión y el conocimiento propio de un gran humanis-

ta como lo fue Lleras.

Y obviamente, estaban los editoriales. Allí Lleras opi-

naba de los temas económicos y políticos más importan-

tes del momento. Muchos de ellos causaban verdaderos

terremotos políticos y eran reproducidos por los principa-

les medios de comunicación, con antelación incluso a su

publicación en la revista. Nueva Frontera era así la revista

más “chiviada” del país: cuando veía la luz ya todo el

mundo había leído sus notas más polémicas.

Patricia Lara, cofundadora del semanario y su gerente

por muchos años, recuerda que en alguna oportunidad

Alberto Lleras comentaba que él envidiaba a Carlos Lleras

por la posibilidad que le brindaba Nueva Frontera de man-

tenerse vigente y de generar infl uencia sobre la opinión

pública. Y es que prácticamente no hubo un gran proble-

ma nacional que no fuera objeto de sesudos análisis. El

petróleo, la agricultura, la política internacional, la econo-

mía, la educación la salud, los temas energéticos, el orden

público, los procesos de paz, las iniciativas de reformas

constitucionales, fueron todos ellos –y muchos más- obje-

to de la pluma prodigiosa y prolífi ca de Carlos Lleras.

Además, Hefestos y el Bachiller Cleofás Perez, que

periódicamente aparecían con su estilo cáustico, le ponían

a la publicación un toque de ironía y humor que no sólo

eran un deleite para el lector, sino que deberían divertir

profundamente a su autor.

Una hacienda con tigre

Detrás del hombre público que evoca carácter, dig-

nidad, coherencia y conocimiento, entre otras virtudes,

se escondía el otro Carlos Lleras: el hombre de familia

cariñoso, el amigo leal, el animado conversador que des-

plegaba fi no humor…en últimas, el ser humano sensible

y afable.

En no pocas ocasiones Lleras se lamentaba de que

quienes no lo conocían tuvieran una imagen de él como

una persona arrogante o soberbia. “Hay una gran diferen-

cia –comentaba a un periodista en 1975- entre la imagen

de uno que proyectan los malquerientes y la que en defi ni-

tiva se forman quienes tienen la ocasión de tratarme. Me

ocurre con frecuencia que personas a quienes encuentro

por primera vez me dicen <<!cómo me lo fi guraba de dis-

Emis

ión

Po

stal

21

tinto, doctor Lleras!>>”. Recordaba también con mucha

gracia que en alguna oportunidad López Pumarejo señaló,

haciendo eco a la creencia sobre el mal carácter de Lleras,

que éste “sólo compraba una hacienda con tigre”.

Pero en contraste con esta imagen, las personas cer-

canas a él encontraban un ser amable y, como lo destacaba

un funcionario de su gobierno, compenetrado a fondo con

los problemas e inquietudes de sus amigos más próximos.

Su Secretario Privado recuerda que “Cuando por alguna

circunstancia se excedía en el trato con la gente…siempre

acudía a una forma de compensación apropiada. Cual-

quier observación dura, terminaba más tarde en una frase

amable o en un <<café para el frío>>. Frente a lo que

muchos piensan, no era rencoroso. Varias veces, siguiendo

instrucciones suyas, llevé mensajes directos de aproxima-

ción hacia personas que, en numerosos casos y en otras

circunstancias, hubieran pasado al olvido”.

Además, muchos se sorprenderían de saber que ese

hombre con fama de serio y malhumorado, disfrutaba

como un niño las cosas cotidianas más simples de la vida.

Por ejemplo, sus nietos recuerdan que a las 7.30 de la

noche suspendía sus actividades intelectuales, o con fi na

cortesía daba por terminadas las reuniones que estaba

sosteniendo, para cumplir un sagrado ritual: sentarse fren-

te al televisor con una caja de chocolates, que tenían que

ser de los más fi nos para justifi car el pecadillo, y ver la

novela de moda, que seguía con la misma intensidad que

las complejidades del mundo político.

El hombre de familia

Su círculo más cercano recuerda también que el Lle-

ras íntimo era esposo excepcional. Y es que no se puede

entender la vida, obra y luchas del Lleras público sin hacer

una referencia obligada a Cecilia de la Fuente, o “Ceci”,

como él la llamaba afectuosamente.

Casados el 25 de marzo de 1933 Lleras sólo tuvo

gratitud y amor por ella. Las páginas de la Crónica de mi

propia vida refl ejan esos sentimientos y dan testimonio de

lo que doña Cecilia signifi có para él.

Sobre lo que fue su noviazgo anotaba que “Los jóve-

nes de ahora se sorprenderán mucho al leer que Cecilia

y yo nunca salimos solos a teatros, fi estas o paseos du-

rante el año corto de nuestro noviazgo. Nos acompañaba

siempre alguna de las tres tías y no pocas veces las tres.

Excepcionalmente confi aban la guarda a algún respetable

matrimonio amigo de la casa.”

Más adelante señalaba que “El matrimonio se me pre-

sentaba, pues, como un refugio seguro y además como el

don de una providencia clemente que no me cobraba mis

faltas. Tal impresión subsistió por mucho tiempo y por ella

di a mi primogénita el nombre de Clemencia. En verdad, la

vida me ofreció generosamente el mejor camino y sobra

decir que no me he arrepentido por haberlo seguido.”

Es más. En público y en privado el estadista desta-

caba el papel de su esposa como su eterna y abnegada

consejera. “Las malas decisiones políticas que he tomado,

se deben a que no escuché a Cecilia”, le solía decir a sus

contertulios.

Car

los

Ller

as R

estr

epo

22

Y, claro, junto con el esposo devoto estaban el padre

y el abuelo. Recio pero cariñoso. Firme pero cómplice. Edu-

cador en todo el sentido de la palabra. Una anécdota da

buena idea de la dimensión de Lleras como formador. En

alguna oportunidad uno de sus hijos llevó de su despacho

público un frasco de pegante. Al saber que ésto había sido

así, no dudó en reconvenirlo, le obligó a devolverlo al día

siguiente y le recordó que los bienes públicos deben ser

respetados con extremo celo.

Al hablar de ese otro Carlos Lleras, el hombre familiar,

hay necesariamente que recordar dos sucesos trágicos: la

muerte de sus hijas, Clemencia y María Inés. Ambas aban-

donaron el mundo tempranamente. La una, de forma in-

tempestiva. La otra, tras una larga y penosa enfermedad.

Quienes lo conocieron aseguran que después de éstos he-

chos nunca volvió a ser el mismo. Era un ser incompleto,

sin sus acompañantes y amigas.

Unas de las páginas más personales que escribió

en Nueva Frontera fue “Mi hija María Inés” donde deja

traslucir ese dolor de padre tan profundo, ese luto que se

incrusta hasta por el último de los poros, esas ausencias

tan vivas que le quitaron la sonrisa del rostro.

El fi nal de la jornada

El 27 de septiembre de 1994, con 86 años a cuestas,

muchas batallas encima –algunas ganadas y otras tantas

perdidas- se apagó la vida de Carlos Lleras Restrepo. Con

él terminaba una era. Pero como sucede con los gran-

des hombres, dejaba un inmenso legado. Un legado de

honestidad a toda prueba en una larga vida pública. Un

legado de dignidad en el ejercicio político. Un legado de

coherencia. Un legado de fi rmeza para defender aquello

en lo cual se cree. En fi n, un legado de amor y de servicio

a Colombia. Por eso el centenario de su natalicio es una

oportunidad única para que los colombianos le rindamos

un merecido homenaje a ese hombre excepcional que fue

Carlos Lleras Restrepo.

La investigación, información y opiniones aquí expresadas, son responsabilidad de sus autores, y no refl ejan necesariamente el pensamiento de Servicios Postales Nacionales S.A.

Rafael Merchán Álvarez

Director Ejecutivo

Fundación Carlos Lleras Restrepo

Emis

ión

Po

stal

Álvaro Uribe VélezPresidente de la República

María del Rosario GuerraMinistra de Comunicaciones

Asamblea de Accionistas y Junta Directiva Servicios Postales Nacionales S.A.Ramón Angarita Lamk

Rubén Dario Mestizo ReyesEdgar Orlando Quintero

Carlos Alberto Gómez GómezOscar Fernando Casas FarfánFrancisco Julián Medina Mora

Kathy Osorio GuaquetaLigia Stella Rodríguez Hernández

José Fernando Torres Fernández de Castro

Juan Ernesto Vargas UribePresidente Servicios Postales Nacionales S.A.

Sonia Patricia Cáceres MartínezSecretaria General Servicios Postales Nacionales S.A.

Oswaldo Javier Burgos EspinosaV. P. Comercial Servicios Postales Nacionales S.A.

[email protected]

Call center (571) 4578183 en Bogotá.

01 8000 111 210 a nivel nacional