dabove santiago - la muerte y su traje
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SANTIAGO DABOVE
LA MUERTE
Y SU TRAJE
Prlogo deJORGE LUIS BORGES
CALICANTO EDITORIAL
1eraedicin: Editorial Alcndara, Bs As, 1961 1976
CALICANTO EDITORIAL S.R.L.Suipacha 831 - 3oC - Buenos Aires
Hecho el depsito que previene la leyImpreso en Argentina - Printed in Argentina
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LA MUERTE, ESA TERCA COMPAA
Que un hombre escriba en toda su vida un solo y breve libro, no es algo que pueda
llamar demasiado la atencin: la mayora no escribe ninguno. Que ese libro haya
alcanzado notoriedad entre los especialistas, tampoco parece inslito: Gutierre de Cetina
obtuvo su fama con slo un madrigal. Pero que ese nico volumen haya sido dedicado enforma exclusiva al tema de la muerte es algo menos frecuente y puede provocar cierta
curiosidad. Este es el caso de Santiago Dabove, nacido en Morn, provincia de BuenosAires, en 1889 y muerto en esa misma localidad sesenta y dos aos ms tarde.
Entre sus muchas peculiaridades (la riqueza de su narrativa fantstica, por ejemplo) la
literatura argentina puede incluir la de haber producido una considerable cantidad deescritores de primera lnea mantenidos durante aos en el desconocimiento o el olvido.
Algunas veces fue la intolerancia ideolgica; otras, cierta tendencia al hipnotismo por las
modas literarias llegadas de Europa, lo que distrajo el inters por los creadores
nacionales, o bien el solo hecho de que un autor hubiese fijado su residencia lejos de
Buenos Aires, centro de toda promocin publicitaria.Sin embargo, las causas del desconocimiento de Santiago Dabove no se ajustan a
ninguno de estos cnones. De obra muy poco nutrida, tampoco l realizaba grandes
esfuerzos para darla a conocer por escrito. Prefera narran quienes frecuentaron su
trato ejercer los goces de la conversacin. Gnero literario (o semiliterario) que semeja
al modelado en hielo o a los castillos de arena trabajados durante horas con pacienciaartesanal y que comienzan a destruirse casi simultneamente con su terminacin.
El ya mitolgico Macedonio Fernndez, Santiago Dabove y su hermano Julio Csar,
formaron un grupo al que denominaron triquia1
, que acostumbraba a reunirse (segncont Hugo Loycono en El Cronista Comercial del 29 de noviembre de 1975) en un
cuarto del fondo de la casa de los Dabove en Morn. All, a la temblorosa luz de una vela,como si las sombras ayudaran a que los mecanismos de la mente se moviesen con ms
facilidad por los vericuetos de la metafsica, los tres dilataban la charla durante largas
horas sobre determinada opinin de Schopenhauer, el idealismo de Berkeley, al que
Macedonio adhera con fervor, o el empirismo de David Hume.
Dabove hace pensar en esas conversaciones metafsicas cuando en su cuento Elespantapjaros y la meloda, escribe: Hartos de mate, de discusin y de cigarrillos, nos
vena bien un intervalo de reposo y silencio, como le viene bien a un charlatn y fumadorentrar en una iglesia y refrescar su cabeza al sacarse el sombrero y hacer descansar su
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garganta irritada de tanto humo y tanta charla. Nos sentamos alrededor de la mesita, Juan
y Rodolfo Valle, Romn, Ricardo y Alejo. Este ltimo se volvi a levantar para apagar la
luz elctrica y encender una lamparita a la que gradu la mecha para que quedramos en
la penumbra.
La triquis1se ampliaba los sbados en la antigua confitera La Perlade la esquina deJujuy y Rivadavia, en el barrio de Once. Alrededor de los mrmoles circulares de las
mesas se reunan varios contertulios, entre los que se puede mencionar a Jorge Luis
Borges, Ral Scalabrini Ortiz y Leopoldo Marechal. Borges, en el prlogo a la antologa
de Macedonio, publicada por Ediciones Culturales Argentinas en 1961, evoc aquellos
memorables dilogos, los que tambin es posible descubrir, como reflejados por unespejo deformante, en su cuento El Congreso, recopilado en El libro de arena, Buenos
Aires, 1975. Slo que en ese texto se trata de la confitera del Gas y el empeo de los
encuentros en la ficcin, aparentemente es ms pretensioso: reunir un parlamento que
representara a los hombres de todo el mundo. Aunque acaso la ambicin de buscar la
verdad por medio de la metafsica no le vaya en saga.
Alguna vez narra Borges surgi del grupo reunido en La Perla, la idea de escribir
en forma colectiva una novela fantstica, situada en Buenos Aires. La obra se titulaba El
hombre que ser presidente; los personajes de la fbula eran los amigos de Macedonio y
en la ltima pgina el lector recibira la revelacin de que el libro haba sido escrito por
Macedonio Fernndez, el protagonista, y por los hermanos Dabove y por Jorge LuisBorges, que se mat a fines del noveno captulo, y por Carlos Prez Ruiz, que tuvo
aquella singular aventura con el arco iris, y as de lo dems. En la obra se entretejan dosargumentos: uno, visible, las curiosas gestiones de Macedonio para ser presidente de la
repblica; otro, secreto, la conspiracin urdida por una secta de millonarios neurastnicos
y tal vez locos, para lograr el mismo fin. Estos resuelven socavar y minar la resistencia dela gente mediante una serie gradual de Invenciones Incmodas. La primera (la que nos
sugiri la novela) es la de los azucareros automticos, que, de hecho, impiden endulzar el
caf. A sta le siguen otras: la doble lapicera, con una pluma en cada punta, que
amenaza pinchar los ojos; las empinadas escaleras en las que no hay dos escalones de
igual altura; el tan recomendado peine navaja, que nos corta los dedos; los enseres
elaborados con dos nuevas materias antagnicas, de suerte que las cosas grandes seanmuy livianas y las muy chicas pesadsimas, para burlar nuestra expectativa; la
multiplicacin de prrafos empastelados en las novelas policiales; la poesa enigmtica y
la pintura dadasta o cubista. En el primer captulo, dedicado casi por entero a la
perplejidad y al temor de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo, y l, porconsiguiente, no existe, figura un solo artefacto, el azucarero automtico. En el segundo
figuran dos, pero de modo lateral y fugaz; nuestro propsito era presentarlos en
proporcin creciente. Queramos tambin que a medida que se enloquecieran los hechos,
1 Se mantiene aqu la diferencia de vocablos que figura en la obra impresa. En el DRAE solo figura triquiscon dossignificados: 1 Trago de bebida alcohlica. 2Cacharro, recipiente de uso culinario.
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el estilo tambin se enloqueciera; para el primer captulo elegimos el tono conversado de
Po Baroja; el ltimo hubiera correspondido a las pginas ms barrocas de Quevedo. Al
final, el gobierno se viene abajo; Macedonio y Fernndez Latour entran en la Casa
Rosada, pero ya nada significa en ese mundo anrquico. La cita, pese a lo extensa, tiene
sentido para demostrar que no se trataba de un grupo signado por la solemnidad. Unhumor casi surrealista est presente a lo largo de toda la evocacin borgeana y al mismo
tiempo pone de manifiesto el tono que deba presidir aquellas reuniones de los viernes.
Sin embargo, y an cuando varias lneas de Dabove lo muestran dueo de un singular
humorismo, caracterizado por una irona muy portea, a travs de las pginas de La
muerte y su traje resulta evidente la preocupacin casi obsesiva por la muerte quepadeca su autor. Record Loycono, en el artculo ya mencionado, que para Dabove, la
idea del fin de la vida llenaba casi la totalidad de sus pensamientos, y Jorge Calvetti no
fue menos contundente: Era un proceso de la muerte. Ella le domin como un demonio.
Algunas tardes sala de su habitacin como si hubiese estado contemplando sus cenizas.
El tema de la muerte
Salvo tal vez el de la soledad, o el amor, pocos temas han preocupado en mayor
medida al hombre que el de la muerte. De ah que las religiones hayan creado el mito de
un trnsito hacia un mundo mucho ms placentero para quienes han sido justos y
bondadosos en la tierra. ElAtharva-Vedahind, supone por ejemplo un paraso rico enalimentos interminables, especial para hambrientos y golosos; el cristianismo afirma que
en el cielo las almas que han sido admitidas se ven libres de todo dolor y gozan en la
contemplacin de Dios, mientras El Corn promete un edn sensual donde un hombre
podr tener varias mujeres, ser capaz de contemplarlas a todas, en tanto que cada una
de ellas supondr que es la nica elegida. Pero ningn argumento ha disipado la angustiaque provoca la inseguridad de una nueva vida o el simple desasosiego ante lo
desconocido. El temor a la muerte ha sido una constante a lo largo de la historia, y porlgica ese sentimiento se reflej en la literatura que no es ms que su espejo.
El tratamiento que Santiago Dabove otorga al tema hace pensar de inmediato en una
lnea del monlogo de Hamlet: Morir..., dormir! Dormir!... Tal vez soar!, porque losropajes con que trata de vestir sus distintas imgenes de la muerte, semejan sueos,
pesadillas en las que se reitera siempre un solo personaje macabro. De ah que no suene
ociosa la aclaracin que desliza en el cuento que da ttulo al libro: Se que aquello
sucedi y se que no es un sueo, pero tambin los sueos suceden y el alma anda entre
sueos.
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Los relatos de Dabove parecen lgubres aproximaciones en busca del conocimiento de
cmo ocurrir su muerte y as traza diversas imgenes, distintas posibilidades de cmo
llegar el fin. En Tratamiento mgicoinfiere que contrariamente al vivir su propia muerte
que peda Rilke, el moribundo que se pierde entre ensueos o que se desdobla y finge
su muerte como si fuera la del otro, con cualquier medio que emplee, realiza una fantasatrascendente que parece baarse de inmortalidad como si fuera posible para el sujeto la
consideracin de su propia muerte, o si se quiere, que sta es usadera y no afecta su
ser. No es preciso efectuar un excesivo esfuerzo intelectual para suponer que las muchas
muertes literarias fraguadas por Dabove, son tambin una manera casi mgica de alejar
el fantasma de su muerte real.
En otra parte (El espantapjaros y la meloda) explica esa necesidad de
distanciamiento: No s si habrn observado escribe que la proximidad tiene bastante
parte en la impresin que nos causa la agona y la muerte... Podemos pensar en todo
momento en la muerte, pero nos disgusta que sus muecas, su olor, su indumento, se nos
hagan ntimos. No es cobarda, no es temor, no es egosmo que tiemble, esto serademasiado trivial. No se qu ser, pero si se me permite, an a riesgo de provocar las
risas ms francas, dir que por m pasa, en circunstancias semejantes, entre otros
sentimientos oscuros, uno de vergenza. No es extrao que en ese sentimiento haya
influido aquella impresin acuada por Borges de que los difuntos tienen un cierto aire de
cachivache segn escribi en una de las narraciones que integran su Historia Universalde la Infamia.
Como contrapartida de ese sentimiento de pudor frente a la propia muerte, en Lacuentamenciona a un presunto suicida que atrajo pblico al acto de su muerte porque
segn confes no me atrevo a matarme en soledad, y la presencia de ustedes puede
ayudarme a morir.
Lector fervoroso de Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Guy de Maupassant, Santiago
Dabove no demuestra ningn temor en dejar al descubierto sus innegables influencias.
Ser polvo, por ejemplo, es otra versin de La metamorfosisde Kafka, slo que en lugar de
convertirse en un insecto repugnante como le ocurri a Gregorio Samsa, el protagonista
del cuento del argentino se hunde en la tierra tras caer de un caballo frente a un viejocementerio y lentamente comienza a transformarse en una tuna. Tambin aqu el
problema de la soledad tiene sus diferencias con el modelo: en tanto la creacin de Kafka
sufre ante su evolucin por la repugnancia que provoca a sus familiares a quienes su
cambio ha dejado en la indigencia, trata de ocultarse a las miradas y desea la muerte, el
personaje de Dabove, que sostiene no hay esperanza para el corazn del hombre, al serdespedido por el caballo, no aguarda la ayuda de otro ser humano, porque intuye que
llegar tarde. Y cuando un viajero trata de ayudarlo en su difcil situacin, lo escupe. La
total soledad es el signo de esta metamorfosis.
El experimento de Varinsky, donde un joven mdico trata de volver a la vida a unsuicida asesino, recuerda en algunos tramos al caso del seor Valdemar, de Poe. Este
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ltimo ha sido mantenido en un estado cercano a la vida a lo largo de algunos meses por
medio del mesmerismo, y cuando se le habla, responde mediante una voz que parece
provenir de ultratumba. Finalmente, al preguntrsele sobre sus sensaciones o deseos,
con ese mismo timbre macabro, Valdemar grita en un ronquido estremecedor: Por el
amor de Dios! Pronto, pronto! Durmame o despirteme! Pronto! Le digo que estoymuriendo!
El paciente de Varinsky tambin hace llegar su voz desde el ms all. Con un tono
apenas audible, transmite las nuevas sensaciones que le provoca su inminente retorno a
la vida: Es una vida loca de sueos lo que se ha desatado! Creo andar entre una ciudad
de sombras, rota y dispersa como un astillero confuso. Tiene de lo que feneci y de lo queest naciendo de la muerte.
A pesar de abordar un solo tema, Dabove consigue brindar diversas versiones en las
que lo sobrenatural aparece inserto de acuerdo a las reglas de la literatura fantsticadentro de un mundo cotidiano, hasta sencillo. As en Finisse encuentra con un manuscrito
que detalla el fin del mundo cuando debe concurrir al cementerio a reducir un cadver deun pariente, o choca con un espectro desnarigado en un viaje en tranva que
morosamente lo lleva hasta la Recoleta o se acerca a una orga delirante en un extico
prostbulo realizada durante un carnaval en Bolivia por medio de los recuerdos de un
hombre que evoca la pesadilla con naturalidad, como si se tratara de una historia comn
(La muerte y las mscaras).
De la misma manera en Tratamiento mgico, el curandero recurre al peyote, cosa que
no suena demasiado inslita, si se tiene en cuenta que el personaje comienza a tenerextraas visiones que le permitirn aliviar su dolencia y hasta se explica el fraude de un
espiritista que acta movido slo por un sentimiento piadoso, de clida solidaridad.
(Cuando lo dej, me deca a m mismo, que al fin era bueno quien sofisticaba, peroregalaba ilusiones. (El espantapjaros y la meloda).
Pero de todo el libro se desprende un similar y extrao clima que alcanza su cspide
en el brevsimo relato con que concluye el volumen: Tren, acaso una de las ms perfectas
narraciones fantstica escritas en esta parte del mundo, lneas que de por s justificaran a
cualquier escritor y que, tal como escribe Borges refirindose a Ser polvo, lasgeneraciones venideras no se resignarn a dejar morir en el olvido. Dabove demuestra en
esas exiguas dos carillas que toda la vida de un hombre puede sintetizarse en un texto
diminuto y potico.
La muerte y su traje excede en mucho la mera curiosidad para eruditos: se trata de un
libro sobrecogedor donde lo sobrenatural y fantstico se presenta a cada paso paraayudar al lector a lamentar que el talento de su autor se haya diluido en dilogos
metafsicos, porque los pocos textos que se tom el trabajo de escribir descubren a un
narrador de cualidades poco comunes.
Horacio Salas
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PRLOGO
Un hombre soado por Shakespeare dijo que estamos hechos de la substancia con
que se hacen los sueos; para los ms, este dictamen es una interjeccin del desaliento o
una metfora; para los metafsicos y msticos, es la directa enunciacin de una verdad
precisa. (No sabemos cul de las dos interpretaciones fue la de Shakespeare; acaso lebast la mera msica de sus palabras). Macedonio Fernndez, que no propuso ideas
nuevas posiblemente no las hay pero que redescubri y repens las ideasfundamentales, razonaba con admirable gracia y pasin esa ndole onrica de las cosas y
fue por l que conoc, hacia 1922, a Santiago Dabove. Pocas horas le bastaron a
Macedonio para convertirnos al idealismo. La memoria de Berkeley y el anhelo dehiptesis mgicas o asombrosas fueron mi estmulo; en cuanto a Santiago Dabove,
sospecho que lo guiaba la conviccin de que la vida es tan poca cosa que no puede ser
ms que un sueo. Nihilismo y amargura lo condujeron a la tesis onrica. Para este sueo
o realidad que lleva la cifra de 1960, Santiago ha muerto y vive en las realidades o sueos
que propone este libro.
Todos los sbados, durante un tiempo que acab midindose por aos, nos
congregaba en una confitera de la calle Jujuy la tertulia, hoy casi legendaria, de
Macedonio. A veces conversbamos hasta el alba; los temas habituales eran la filosofa y
la esttica. La pasin poltica no haba devorado an a las otras; acaso nos creamos
anarquistas individualistas, pero Kropotkin o Spencer nos importaban menos que los usosde la metfora o la inexistencia del yo. De una manera casi imperceptible, Macedonio
diriga nuestro dilogo; quienes entonces lo escuchamos no podemos maravillarnos de
que los hombres que perdurablemente han influido en la humanidad Pitgoras, el
Buddha, Jess prefirieran la palabra oral a la palabra escrita...Es tpico de talesabstractos y apasionados cenculos que lo general borre lo personal; muy poco s de lacronologa y de las vicisitudes de Santiago, salvo que estaba empleado en el Hipdromo y
que viva en Morn, pueblo de sus padres y abuelos. Creo, sin embargo, haberlo
conocido ntegramente, en la medida en que una persona puede ser conocida por otra;
me parece que podra presentarlo en un cuento y hacerlo obrar sin falsedad. Era, como
Pitgoras quera, un espectador. Sobrellevaba sin fatiga los lentos das de semana en elpueblo; el cigarrillo, el violn y el mate eran formas de su ocio. Su casa era una de esa
casas antiguas que se ahondan en patios y en cuyo fondo hay una claridad, que es la
huerta. Una gran parra suavizaba las diversas luces del da y por esos patios y por esasaltas habitaciones ira Santiago, adivinando y precisando sus sueos.
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Una vez nos dijo, sonriendo, que dispona de todos los materiales para la redaccin de
una gran novela, porque siempre haba vivido en Morn; Mark Twain pensaba lo mismo
del Mississippi, cuyas anchas y oscuras aguas haba surcado tantos aos como piloto, y
quiz todas las variedades humanas estn representadas en cualquier lugar del planeta y
quiz en cada hombre. En cuanto a la idea o prejuicio naturalista, de que los escritoresdeben viajar en busca de temas, Dabove lo juzgaba menos afn a la literatura que al
periodismo. Recuerdo haber discutido con l pasajes de De Quincey o de Schopenhauer,
pero sospecho que lea lo que el azar le pona en las manos. Fuera de algunas viejas
admiraciones el Quijote y Edgar Allan Poe, ciertamente, y acaso Maupassant no tena
mayores esperanzas en la palabra escrita. Haba hecho lo humanamente posible paraadmirar a Goethe, pero le sucedi lo que a otros. La msica era para l no slo un goce
emocional sino intelectual. La ejecutaba con destreza, pero prefera orla y analizarla.
Recuerdo algunas de sus observaciones. En el cenculo de Macedonio se discuta si el
tango es alegre o triste. Cada cual rechazaba como excepciones las piezas que otro
alegaba como tpicas y ni siquiera nos ponamos de acuerdo sobre el valor emocional deDon Juano de Siete palabras. Santiago, que nos escuchaba en silencio, observ al fin
que la discusin era vana, puesto que cualquier meloda, an la pobrsima del tango, es
harto ms compleja, rica y precisa que los adjetivos triste o alegre. El tango no le
interesaba, pero s la crnica pica de las orillas, las historias de guapos. Las refera sin el
menor acento admirativo o sentimental. No olvidar una ancdota suya: la inauguracinde una casa mala en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Los nios bien, que
conocan la capital, tuvieron que explicar el inslito establecimiento a los grandes
malevos, que slo haban gustado hasta entonces los amores del zagun o de la
intemperie. A Maupassant le hubiera complacido esta situacin.
Ms que lo irreal Santiago senta lo vano de las cosas. Ambos sentimientos convivenen el cuento fantstico, al que tambin lo condujeron el ejemplo, ya mencionado, de Poe y
el de Lugones de Las fuerzas extraas. Todas las piezas que componen este volumen
pstumo pertenecen a un gnero que podramos definir como de imaginacin razonada,
pero los gneros no son otra cosa que comodidades o rtulos y ni siquiera sabemos con
certidumbre si el universo es un espcimen de literatura fantstica o de realismo.
El roce de los aos desgasta las obras de los hombres, pero perdona paradjicamente
algunas cuyo tema es la dispersin y la fugacidad. Ciertamente las venideras
generaciones no se resignarn a dejar morir el singular y dolorido cuento Ser polvo.
Jorge Luis Borges
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PRIMERA PARTE
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SER POLVO
Inexorable severidad de las circunstancias! Los mdicos que me atendan tuvieron que
darme, a mis pedidos insistentes, a mis ruegos desesperados, varias inyecciones de
morfina y otras substancias para poner como un guante suave a la garra con que
habitualmente me torturaba la implacable enfermedad: una atroz neuralgia del trigmino.
Yo, por mi parte, tomaba ms venenos que Mitrdates. El caso era poner una sordina a
esa especie de pila voltaica o bobina que atormentaba mi trigmino con su corriente de
viva pulsacin dolorosa. Pero nunca se diga: he agotado el padecimiento, este dolor no
puede ser superado pues siempre habr ms sufrimiento, ms dolor, ms lgrimas que
tragar. Yo no s ver en las quejas y expresin de amargura presentes otra cosa que unade las variaciones sobre este texto nico y terriblemente invariable: no hay esperanza
para el corazn del hombre!. Me desped de los mdicos y llevaba la jeringa para las
inyecciones hipodrmicas, las pldoras de opio y todo el arsenal de mi farmacopea
habitual.
Mont a caballo, como sola hacerlo, para atravesar esos veinte kilmetros queseparaban los pueblos que siempre sola recorrer.
Frente mismo a ese cementerio abandonado y polvoriento que me sugera la idea de
una muerte doble, la que haba albergado y la de l mismo, que se caa y se transformaba
en ruinas, ladrillo por ladrillo, terrn por terrn, me ocurri la desgracia. Frente mismo a
esa ruina me toc la fatalidad, lo mismo que a Jacob el ngel que en las tinieblas le tocel muslo y lo derreng, no pudiendo vencerlo. La hemipleja, la parlisis que haca tiempo
me amenazaba, me volte del caballo. Luego que ca, ste se puso a pastar un tiempo y
al poco rato se alej. Quedaba yo abandonado en esa ruta solitaria donde no pasaba unser humano en muchos das, a veces. Sin maldecir mi destino, porque se haba gastado
la maldicin en mi boca y nada representaba ya. Porque esa maldicin habra sido en mcomo las gracias que da a la vida un ser constantemente agradecido por la prodigalidad
con que lo mima una existencia abundante en dones.
Como el suelo en que ca, a un lado del camino, era firme, y poda permanecer mucho
tiempo all y poco me poda mover, me dediqu a cavar pacientemente, con mi
cortaplumas, la tierra alrededor de mi cuerpo. La tarea result ms bien fcil, porque elsuelo era esponjoso. Poco a poco me fui enterrando en una especie de fosa que result
un lecho algo ms tolerable que la superficie dura. Me dediqu a tragar con entusiasmo y
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regularidad ejemplares, pldora tras pldora de opio, y eso debe de haber determinado el
sueo que precedi a mi muerte.
Era un extrao sueo-vela y una muerte-vida. El cuerpo tena una pesadez mayor que
la del plomo, a ratos, porque en otros no lo senta en absoluto, exceptuando la cabeza
que conservaba su sensibilidad.
Muchos das, me parece, pas en esa situacin y las pldoras negras seguan entrando
en mi boca, y parecan descender por declive y asentarse abajo, para transformarlo todo
en negrura y en tierra.
La cabeza senta y saba que perteneca a un cuerpo terroso, habitado por lombrices y
escarabajos y lleno de galeras frecuentadas por hormigas. Pero experimentaba ciertocalor y cierto gusto en ser de barro y de ahuecarse cada vez ms. As era y, cosa
extraordinaria, haba quedado mi cabeza indemne y nutrida por el barro como una planta.
Al principio se defenda a dentelladas de los pjaros de presa que queran comerle los
ojos y la carne de la cara. Por el hormigueo que siento adentro, creo que debo tener un
nido de hormigas cerca del corazn. Me alegra, pero me impele a andar y no se puedeser barro y andar. Todo tiene que venir a m; no saldr al encuentro de ningn amanecer
ni atardecer, de ninguna sensacin.
Cosa curiosa: el cuerpo est atacado por las fuerzas roedoras de la vida y es un
amasijo donde ningn anatomista distinguira ms que barro, galeras y trabajos prolijos
de insectos que instalan su casa; y, sin embargo, el cerebro conserva su inteligencia.
Me daba cuenta de que mi cabeza reciba el alimento poderoso de la tierra, pero enuna forma directa, idntica a la de los vegetales. La savia suba y bajaba lenta, en vez de
la sangre que maneja nerviosamente el corazn. Pero ahora, qu pasa?, las cosas
cambian. Mi cabeza estaba casi contenta de llegar a ser como un bulbo, una papa, un
tubrculo, y ahora est llena de temor. Teme que alguno de esos paleontlogos que sepasan la vida husmeando la muerte, la descubra. O que esos historiadores polticos que
son los otros empresarios de pompas fnebres que acuden despus de la inhumacin,
echen de ver la vegetacin de mi cabeza. Pero, por suerte, no me vieron.
Qu tristeza! Ser casi como la tierra y tener todava esperanzas de andar, de amar.Si me quiero mover me encuentro como pegado, como solidarizado con la tierra. Me
estoy difundiendo, voy a ser pronto un difunto Qu extraa planta es mi cabeza! Difcil
ser que dure su singularidad incgnita. Todo lo descubren los hombres, hasta una
moneda de dos centavos embarrada.
Maquinalmente se inclinaba mi cabeza hacia el reloj de bolsillo que haba puesto a mi
lado cuando ca. La tapa que cerraba la mquina estaba abierta y una hilera de hormigaspequeas entraba y sala. Hubiera querido limpiarlo y guardarlo, pero en qu harapo de
mi traje, si todo mi cuerpo era casi tierra?
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Senta que mi transicin a vegetal no progresaba mucho porque un gran deseo de
fumar me torturaba. Ideas absurdas me cruzaban la mente Deseaba ser planta de tabaco
para no tener la necesidad de fumar!
El imperioso deseo de moverme iba cediendo al de estar firme y nutrido por una tierra
rica y protectora.
...Por momentos me entretengo y miro con inters pasar las nubes Cuntas formas
piensan adoptar antes de no ser ya ms, nunca ms, mscaras de vapor de agua? La
agotarn todas? Las nubes divierten al que no puede hacer otra cosa que mirar el cielo;
pero, cuando repiten hasta el cansancio su intento de semejar formas animales, sin mayor
xito, me siento tan decepcionado que podra mirar impvido una reja de arado venir enderechura a mi cabeza.
...Voy a ser vegetal y no lo siento, porque los vegetales han descubierto ese privilegio
de su vida esttica y egosta. Su modo de cumplimiento y realizacin amorosos por mediode telegramas de polen no puede satisfacernos como nuestro amor carnal y apretado. Es
cuestin de probar y veremos cmo son sus voluptuosidades.
...Pero no es fcil conformarse y borraramos con una goma lo que est escrito en el
libro del destino si ya no nos estuviera acaeciendo.
De qu manera odio ahora eso del rbol genealgico de las familias; me recuerda
demasiado mi trgica condicin de regresin a un vegetal. No hago cuestin de dignidad
ni de prerrogativas; la condicin de vegetal es tan honrosa como la del animal; pero, para
ser lgicos, por qu no representar las ascendencias humanas con la cornamenta de unciervo? Estara ms de acuerdo con la realidad y la animalidad de la cuestin.
...Solo en aquel desierto, pasaban los das lentamente sobre mi pena y aburrimiento.
Calculaba el tiempo que llevaba de entierro por el largo de mi barba. La notaba algo
hinchada y su naturaleza crnea, igual a la de la ua y epidermis, se esponjaba como enalgunas fibras vegetales. Me consolaba pensando que hay rboles expresivos tanto como
un animal o un ser humano. Yo me acuerdo haber visto un lamo, cuerda tendida del cielo
a la tierra. Era un rbol con hojas y ramas cortas y muy alto, ms que un palo de navo
adornado. El viento sacaba del follaje una expresin cambiante, un rumor, casi sin sonido,
como un arco de violn que hace vibrar las cuerdas con velocidad e intensidad graduadas.
...O los pasos de un hombre, planta de caminador quiz, que por no tener con qu
pagar el pasaje en distancias largas, se ha puesto algo as como un mbolo en las
piernas y una presin de vapor de agua en el pecho. Se detuvo como si hubiera frenado
de golpe frente a mi cara barbuda. Se asust primero y empez a huir, luego, vencindolo
la curiosidad volvi y, pensando quiz en un crimen, empez a tratar de desenterrarmeescarbando con una navaja. Yo no saba cmo hacer para hablarle, porque mi voz ya era
un semisilencio por la casi carencia de pulmones. Como en secreto le deca:
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Djeme, djeme, si me saca de la tierra, como hombre ya no tengo nada de efectivo,
y me mata como vegetal. Si quiere cuidar la vida y no ser meramente polica, no me mate
este modo de existir que tambin tiene algo de grato, inocente y deseable.
El hombre pretendi seguir escarbando, entonces le escup en la cara. Se ofendi y me
golpe con el revs de la mano. Me pareci entonces que una oleada de sangre suba ami cabeza, y mis ojos colricos desafiaban como los de un esgrimista enterrado, junto con
espada, pedana y punta hbil que busca herir.
La expresin de buena persona desolada y servicial que puso el hombre, me advirti
que no era de esa raza caballeresca y duelista. Pero en todo esto haba algo que lleg a
estremecerme, algo referente a m mismo.
Como es comn en el momento de encolerizarnos, me subi el rubor a la cara. Habris
observado que sin espejo no podemos ver de sta ltima ms que un costado de la nariz
y una muy pequea parte de la mejilla y labio correspondiente, todo esto muy borroso ycerrando un ojo. Yo que haba cerrado el izquierdo como para un duelo a pistola, pude ver
en los planos confusos por demasiada proximidad, del lado derecho, en esa mejilla queen otro tiempo haba fatigado tanto dolor, pude entrever, digo, la ascensin de un rubor
verde. Ser la savia, y la clorofila de las clulas perifricas lo que prestara un ilusorio
aspecto verdoso? No s, pero me parece que cada da soy menos hombre.
...Frente a ese antiguo cementerio me iba transformando en una tuna solitaria en la que
probaran sus cortaplumas los muchachos ociosos. Yo, con esas manazas enguantadas y
carnosas que tiene las tunas, les palmeara las espaldas sudorosas y les tomara confruicin su olor humano. Su olor?, para entonces, con qu?, si ya se me va
aminorando la agudeza de todos los sentidos.
As como el ruido tan variado y agudo de los goznes de las puertas nunca va a llegar a
ser msica, pensaba todava mi tumultuosidad de animal que nunca se acomodara a lavida callada y serena de los vegetales y tan encauzada en reposo...
Por mucho que se valore la actividad y el cambio, la libertad y traslacin humanas, en
la mayora de los casos el hombre se mueve, anda, va y viene en un calabozo filiforme,
prolongado. El que tiene por horizonte las cuatro paredes bien sabidas y palpadas, no
difiere mucho del que recorre las mismas rutas a diario, para cumplir ocupaciones siempreiguales, en circunstancias no muy diferentes. Todo este fatigarse no vale lo que el beso
mutuo y ni siquiera pactado, entre el vegetal y el Sol.
...Pero todo esto no es ms que sofisma. Cada vez muero ms como hombre y esa
muerte me cubre de espinas y capas clorofiladas. Y ahora, frente al cementerio
polvoriento, frente a la ruina annima, la tuna a que pertenezco, se disgrega cortado sutronco por un hachazo. Venga el polvo igualitario! Neutro? No s, pero tendra que tener
ganas el fermento que se ponga de nuevo a laborar con materia o cosa como la ma, tan
trabajada de decepciones y derrumbamientos.
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FINIS
En cierta circunstancia tuve que ir al cementerio de disidentes, hoy desaparecido, a
sacar las cenizas de un pariente lejano que estaba en un antiguo sepulcro. Me haba sido
encomendado que las pusiera en una urna porque expropiaban la bveda y adems el
cementerio iba a ser suprimido de ese lugar. El sepulcro era un simple cuadrilongo demrmol en cuya juntura slo bastaba meter una buena y adecuada palanca para abrirlo.
As lo hicimos el encargado, yo y un pen, porque el enterrador ya no prestaba susservicios.
A quienes no estn acostumbrados les impresiona siempre la apertura de un sepulcro.
Es como un falso misterio que se quisiera develar, o como una terquedad que pidieraesclarecimientos de donde no pueden venir... pues bien sabe uno todo el secreto que
encierran las tumbas.
Cuando cedi la loza y pude ver el interior, me encontr con que el atad haba
reventado y estaba partido y rado en forma tal, que slo unos listones de madera
acompaaban a los huesos, todava no desarticulados, como si quisieran entablillarlos.Nada ms que un olor de humedad. S? No! Junto al brazo plegado, mis ojos
descubrieron una especie de cilindro de metal que agarr enseguida. Le destornill la
tapa y encontr una envoltura de cuero o tafilete que guardaba unos papeles en parte
deteriorados. Con la curiosidad que es de imaginar, me apoder de ellos, esperando
llegar a mi casa para leerlos. Regres, pues, con un manuscrito y una urna chica quecontena unos huesos rotos y en parte casi pulverizados, trabajo lento del tiempo y de los
agentes destructores que vienen a hacer lo mismo que el horno crematorio, pero ms a la
larga.
Con un buen fuego por delante era invierno me puse a revisar el manuscrito que
pareca a ratos un profeca, y otros, un simple desahogo literario. Pero not cierto acentoconmovido, como si el autor hubiera tenido una premonicin. Hasta creo que l sabe
ms del futuro que muchos historiadores acerca del pasado, y, si se pudiera hacer una
seria compulsa de las causas histricas, me atrevera a decir que la mayora de los
historiadores pasaran a ser artistas, novelistas, poetas semicreadores, o, simplemente,
lastimosos inventores del pretrito (antiprofetas).
He aqu lo que deca el manuscrito:
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En el primer tercio del ao 1..34, (de la fecha estaban borradas dos cifras y la tercera
quedaba dudosa, no poda verse bien si era 8 o 3) los astrnomos descubrieron un hecho
singular: las rutas de los asteroides o ms bien planetoides, fueron casi repentinamente
alteradas y sin causa aparente. Los que dirigieron sus potentes anteojos a esos planetitas
telescpicos que estn entre Marte y Jpiter, como se sabe, los observaron como picadosde la tarntula. Fuera de la regularidad de sus movimientos, se conducan como un
enjambre de efmeros, frente a un foco de luz. Esto que podra haber sido un motivo de
diversin para las criaturas, fue un tema de cavilacin para los astrnomos Cul era la
causa que alteraba la gravedad y solemnidad clsicas del enjambre estelar? Nuevas
interrogaciones de los anteojos al cielo. Nada. Transcurri un tiempo y algunosplanetoides desaparecieron. Como la causa incgnita pareca intensificar su potencia,
paralelamente entre los astrnomos aument el recelo. Por analoga se pens que, tras
los planetas telescpicos, vendramos nosotros a ingresar en la danza. Ese justo temor
fue como el alerta o el prlogo de lo que deba venir.
Algunos astrnomos, los menos acadmicos u oficiales, aseguraban haber visto, a unadistancia inconmensurable, unos cuerpos vagos cargados de un gran potencial elctrico
que , por su radiacin infrarroja y segn el anlisis espectroscpico, deban de poseer
materias ferruginosas. Aadan, por deduccin, que deban de actuar como gigantescos y
monstruosos electroimanes. Ahora bien (continuaban), de acuerdo con esto, nuestro
planeta que alberga tanto hierro, rocas ferruginosas y otros metales, no poda dejar de serinfluenciado por aquellos enormes cuerpos, aunque fuesen pulverulentos como se
pretenda. Lo sera en razn directa de su riqueza en metales, sobre todo en hierro.
El tiempo les dio la razn ms pronto de lo que ellos mismos esperaban. Y ocurri el
caso singular de que el goce que experimentaban al ver que se cumpla sus asertos
cientficos, se les malograba por el temor de lo por venir.
Lentamente, muchos humanos, sobre todo los que no eran navegantes de profesin,
empezaron a sentir ese ligero mareo, vaco y depresin que causa la brusca subida y
bajada del ascensor en los no acostumbrados. Otros, los que haban viajado en
aeroplano, decan que era lo mismo que el efecto de un sbito descenso de planeo. La
mayora hablaba de una peste que concluira haciendo grandes estragos; y los mdicos,por las dudas, inventaron unas inyecciones y vacunas. Pero pronto se vio que no era
nada de esto.
A la sazn yo, Marcos Prescott, acababa de dar mi palabra de casamiento a Amanda,
que estaba pasando su convalecencia en un agradable hotel construido en medio de
varias hectreas arboladas. Yo estaba de licencia en la compaa Alas para el Hombre,fbrica de aparatos mecnicos que, plegados, caban en una valija, y que permitan hacer,
blandamente y sin mayor estrpito, vuelos parecidos a saltos que transformaban a los
hombres en una especie de ngeles barbudos, ngeles nada ms que por el vuelo,
porque su naturaleza ntima todava no haba podido ser modificada. Pero lo ms grato de
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ver era la gracia con que las mujeres se tiraban del lecho, merced a estos aparatos, y os
daban la mano con una sonrisa verdaderamente angelical.
En una de mis habituales visitas a Amanda, la encontr atacada del mal de moda: el
mareo, las nuseas y la sensacin de vaco. Yo que la crea ya sana del todo, me
conmov pensando en una recada.
No, no es nada de eso, me dijo mi novia. La verdadera causa de este malestar
estriba en que el planeta se mueve de un modo muy diferente al antiguo.
Yo la tena a Amanda por muy inteligente, pero esta opinin me pareci una locura. Sin
embargo, al salir, cre observar que, en efecto, se senta el movimiento del planeta y que
ahora lo haca con arrebato. Me agarr un susto tremendo pensando que la impresin erasubjetiva y que estaba loco, de la misma locura que Amanda. Pero muy pronto tuve que
convencerme de lo contrario. A todos cuantos interrogu les pasaba lo mismo y no era
necesario inquirir mucho para comprobar que experimentaban las mismas sensaciones.
Se senta el movimiento de la tierra no como un terremoto, sino como un impulso. No
necesito deciros lo mucho que me mortific ese trastorno terrqueo y sideral en estascircunstancias de mi noviazgo.
El planeta aumentaba da a da sus movimientos arrebatados. Mareaba eso que
parecan sus decollages y sus cadas. A veces pareca pararse como dudando y de
golpe retomaba una carrera atroz, lo mismo que mquina mal frenada y dirigida. La gente,
a veces, se tena que asir de las manos y tambin de los rboles para sostenerse. Las
seoras se quejaban de vrtigos intensos; algunas abortaban. Los chicos y los locosestaban contentos. Los sabios, desconcertados, dijeron que no podamos notar
directamente el movimiento de la tierra, puesto que todo marchaba con nosotros, incluso
la atmsfera, pero como la sensacin de movimiento arrebatado exista, insinuaron que
habamos entrado en otra atmsfera, ms vasta. Se edificaron torres para colgar de ellaspndulos que marcaban sobre unas pistas de arena los movimientos terrestres. Estos
pndulos tenan una pa, una ua en su borde inferior. Descendan del cielo con una
velocidad vertiginosa. Al tocar el suelo, iniciaban un movimiento de culebreo o zigzag,
arando la tierra con la pa. Causaron muchos accidentes y rompieron la dura cabeza de
ms de un sabio.
Los poetas erticos decan que Geo, al saltar desordenadamente y en impulsos
desiguales, ya no era el tomo msero y regulado de los astrnomos, sino una pulga
perseguida por los dedos humedecidos de un Deidad.
Los sacerdotes decan que todo esto era por la falta de fe y el abandono de los
deberes del hombre para consigo mismo y sobre todo para con la Iglesia.
Como los fenmenos se prolongaran, los sabios eran los ms desconcertados. De
pasar pronto, se podan archivar, olvidar y casi desconocer, haciendo de cuando en
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cuando una alusin despectiva a ellos, como hace de las revoluciones que no triunfan el
partido que est en el poder.
Los astrnomos, muchos de los cuales parece que le dictan leyes al Universo !tan
engredos estn con sus clculos, sobre todo despus de la aventura de Le Verrier!
hablaban de reformar la mecnica clsica y sudaban pensando en las muchasobservaciones que tendran que hacer, dada la anarqua actual de movimientos, para que
sus observaciones y clculos, sancionados y ratificados por una nueva experiencia,parecieran otra vez decretos.
Alteradas la rotacin y la traslacin, tenamos das cortsimos y otros muy largos.
Apuros y desrdenes de toda especie. Trastornos en las ciencias econmicas. Por
ejemplo: un pagar a 90 180 das, haba que hacerlo por horas, de acuerdo con un reloj
patrn.
Mucha gente seria estaba indignada porque algunos seres degradados y ciertospoetas no se dolan de la irregularidad, sin participar tampoco del pnico y la sagrada
rabia que les inspiraba el nuevo orden, o ms bien desorden, de cosas. Estos seres
pervertidos y viciosos haban llegado en su repugnante indiferencia hasta instituir un
nuevo juego, como el rojo y el negro en la ruleta, a base de las rachas inesperadas, encuanto a la duracin de das y de noches, utilizando sus relojes que marchaban por la
antigua regularidad...
Pero el miedo era casi general. Este no deba aumentar en tanto que la tierra fuera slo
como una perdiz gorda, sorprendida que echa a volar. Pero pronto se vio que los maresbarran las playas como escobas en los arranques sbitos del planeta, ocasionandoterribles catstrofes; que las estaciones se alteraron completamente: el verano ms
trrido y el invierno ms crudo se sucedan en un espacio de das y an de horas, lo que
caus la ruina de la vegetacin. Fue necesaria cada vez ms la vida bajo tierra, y, con una
tcnica prodigiosa, banse socavando grandes recintos como falansterios subterrneos en
los cuales se cumplan las tres condiciones que peda Fourier: economa, utilidad ymagnificencia, algo que no convenca, como cosa hecha no con vistas a la esperanza,
sino ms bien a lo que debe morir y desaparecer.
Algunas ventajas tuvo la raza humana entre tanta desdicha: con los bruscos cambiosde temperatura las moscas y mosquitos desaparecieron. La hedionda e inmunda chinche
no sala de sus refugios, de miedo a un enfriamiento brusco, as fue muriendo deinanicin. Se dispuso que todo en le falansterio fuera nuevo por temor a epidemias, pero
muchas categoras de piojos, hongos, parsitos y bacilos, no eran tan delicadas y
acompaaron al hombre en su vida subterrnea. Haba que alimentarse de hongos
cultivados en stanos y recintos ad hoc. Algunos sabios sacaron del petrleo una
combinacin alimenticia. La que no tena gusto era cara, y, la barata, la popular, causabaen la gente pobre que la consuma un asqueroso olor a lmpara que sala de las bocas.
Haba que pagar alto precio por una cosa que no tena gusto. Todava se guardaban
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provisiones vegetales y animales en gran cantidad, pero no se las prodigaba de miedo a
la escasez y tambin por egosmo. Ya se empezaban a fabricar alimentos concentrados y
con substancias qumicas, cosa esta ltima conocida desde larga data, pero abandonada
en su empleo por los estreimientos pertinaces y muy peligrosos que causaba. En una
palabra: bien considerado, todo esto era el adis a la sensualidad y a la buena vida.Muchos decan que estbamos abandonados de la mano de Dios, y a m me pareca lo
contrario, porque adverta una intencin de violencia en l. Estbamos abocados a riesgo
y aventura.
Como haca algn tiempo que recobrara todo el vigor de la salud, Amanda me rog que
saliramos un da de fiesta. Era otoo, y habramos sentido en la naturaleza serena lacopia de nuestra dicha, si no la alterara la sensacin de viaje precipitado de la tierra. Yo
me asa de las manos de mi novia que formaba corro con otras muchachas que tambin
haban buscado a su novio. Resistamos al viento en esa rueda de amor, no pensbamosen morir. Las muchachas impacientes por formar un hogar estable, pegaban pataditas
colricas contra el suelo del planeta, que no permita reposo para el amor, ni seguridad, ninada que se asemejara a las antiguas horas. En eso, la tierra hizo un arranque sbito
como de mnibus mal dirigido. Las macetas con las ltimas flores que haban puesto las
muchachas enamoradas, cayeron de lado, y los perros huan ladrando.
Otra vez, en ese corro de jvenes, dbamos vuelta junto con las hojas que nos traa un
viento circular, hojas de los ltimos rboles de aquel ltimo otoo. Algo en mi corazn medicta esas palabras melanclicas que indican finales. Amanda y yo girbamos prendidos
de las manos y asidos a otras manos juveniles que ahora temblaban de miedo de morirsin amor cumplido. En un vuelco loco, nos separamos del corro y empezamos a errar
como desdibujados en un largo crepsculo que me pareci duraba ms de seis horas de
tristeza. Los haba ms largos, as como, a veces, no haba crepsculo. Mi corazn sealebron.
!Amanda!dije!te amo casmonos!
!Esprate a que todo se regularice. No se puede vivir a base de mal petrleo. No
contamos con lo suficiente.
Mi pesadumbre se agrav Cmo esperar con nimo tranquilo la catstrofe terrestre
sin el amor de ella?
!Pero... no comprendes?
!Qu?
!No nos casemos, pero ammonos.
!Ya nos amamos.
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! No, no nos amamos. El amor debe ser as !dije, entreverando y apretando los
dedos con toda mi fuerza!. No es amor el que no deja una huella en nuestros cuerpos.
Djate de dilaciones ammonos que maana moriremos!.
Esto que en tiempo de Catulo o de Horacio ola a retrica, tena ahora un significado
serio y perentorio. Me pareci ver que los ojos de Amanda crean ms en el amor comohecho eterno que en cualquier meteorologa o cosmogona. Amanda, que no era
argentina, me acarici el cabello y dijo con franqueza y lealtad.
!Cierto, pobrecito, pobres de nosotros... Bueno... cuando la luna est llena...
Ya se saba y yo tambin, que la luna tena las mismas perturbaciones que la tierra.
Amanda contaba, por olvido, con el perodo antiguo del astro de las mujeres? La luna
estaba en el principio del crecimiento. Y he aqu que cumpli su evolucin, hasta
transformarse en luna llena, en unos pocos minutos. Igual que una magnolia o una dama
de noche que se abre... Mir a Amanda.
!Vamos, me dijo acaricindome el cabello.
Mientras iba con ella, un brazo en su cintura, pensaba: La humanidad, podraperecer? Hay rplicas de ella en todo el Universo? No s, pero lo positivo parece ser que
la nuestra, la terrena, por ahora y quizs para siempre, se eclipsa, extingue. Consider si,
disponiendo de calor y del sustento necesarios, no la creara yo de nuevo sirvindome del
amor de Amanda, forzndola a ser prolfica, por puro goce de diletante, de billarista
desdeoso e indiferente, que arroja con su taco al campo de las violencias, algo sensible
que va a ser muy golpeado, chocado, hasta que pierda su carne tierna y, despus, al finaltriste, se haga el recuento de los choques !carambolas, ruidos de huesos! mientras
sonren los ngeles crueles. Ah no lo querra Dieu men preserve!... Pero... entramos.
A pesar de las condiciones irregulares de la vida, y de la meteorologa alterada, haba
cierto optimismo. Se confiaba quiz en que todo pasara. Los comerciantes e industriales
eran los que ms sentan y proclamaban esa confianza llamando derrotistas a losasustados. El fin era seguir vendiendo sus productos. Yo fui llamado por la compaa
Alas para el Hombre para que saliera en gira de propaganda, provisto de mi aparato que
me haca subir con arranque tan graduado y caer tan blandamente.Despus de un corto e infructuoso raid de ofrecimiento comercial, en un radio de unos
cien kilmetros, volv a los lugares donde deba estar Amanda, y no la encontr. A labajada de uno de esos vuelos que daba con mi pequeo aparato que llevaba a la
espalda, como una mochila, me encontr frente a uno de los falansterios que no haca
mucho se haba terminado de construir. Era un socavn como una mina, pero mucho ms
amplio en su interior, de ms contenido. Adentro haba hornos muy grandes, prodigiosos y
fantsticos aparatos de calefaccin. El calor se iba a utilizar doblemente: para el simplepero esencial hecho de calentarse y, a la vez, para energa mecnica, movimiento de
telares y otras industrias indispensables, no de lujo. La puerta de entrada, boca ms bien,
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estaba hundida, despus de una corta escalera de escalones groseros y que parecan de
tierra endurecida. Con el objeto de que no se colara el aire fro exterior, no se abra ms
que en los momentos en que alguien entraba o sala. Entonces, pareca por su forma
singular una boca de cetceo o ms bien de gran pescado moribundo que bostezara. Un
poco ms adentro estaban aparejado unos tamizadores y calentadores de aire, muycomplicados. Cada bostezo pareca tragar un hombre o varios, con cierta pereza mortal, y
por el fulgor rojo que dejaba entrever, se adivinaba que las entraas de ese cetceo eran
de fuego. Todo adentro era una especie de hervidero, y tena algo de fragua y de alto
horno donde se trabajan metales. Pero haba por todos lados profusin de lugares de
descanso, camas, mesas y otros muebles. Los grandes aparatos de calefaccin enviabantubos de todos los calibres, a todos lados. Hombres sudorosos y musculosos daban la
ltima mano a toda esta fbrica.
Consider que en dispositivos como este, en refugios indecentes como este, terminara
la porcin de humanidad ms apegada a la vida; y me estremec de horror y de pena al
imaginarme las futuras escenas de crueldad, de hambre, de miseria, de prepotenciabrutal, de lujuria sangrienta y an de antropofagia que se desarrollaran si el combustible
duraba ms que las subsistencias. Los enormes depsitos internos de provisiones eran
guardados por hombres con ametralladoras.
Me alej de un salto de ese lugar ttrico, pensando en tomar un trago de whisky de mi
frasco de bolsillo, para reponerme. Siempre me ha gustado tomar en tierra firme y no enel aire. Fui a dar junto a una pared que iba paralela a un camino que conduca al
falansterio. Al rato, del otro lado o unas voces La voz de Amanda! Una de hombre en laque reconoc a Gould, el poderoso primer accionista y dueo de las Empresas de
Calefaccin, deca:
!S, mhijita, no se puede elegir. Si me amas tendrs segura la comida y un asiento
junto al fuego... Hasta tanto se vea dnde va a parar esto. Despus reanudaremos unavida esplndida.
Reanudaremos pens yo, habla como si ya la hubiera comenzado. Gordo cochino! l
agregaba, continuando su sugestin:
!Pero por ahora, mira el sol.
!S, s, responda Amanda. S, s, s!
Mir, yo tambin, el sol. Su disco se hallaba reducido a la cuarta parte. Conteniendo el
aliento y el corazn que pareca reventar, me alej !sin emplear el aparato del futuro,
como le deca a mis clientes en las giras! en cuatro patas, como los animales
prehistricos.
No fui a la compaa Alas para el Hombre. Me dediqu a vagar y a saltar con mi
aparato cerca del falansterio El Cetceo. Volando me rea histricamente, y cuando meencontraba con algn amigo que usaba el mismo medio de locomocin, departamos un
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rato en el aire, como dos colepteros alegres. Pero cuando bajaba a tierra, tambaleaba.
Esperaba encontrar a Amanda y mi vigilancia era estricta.
El fro aumentaba atrozmente.
La tierra ces en sus arranques. Se haba quedado rgida y no presentaba movimiento
de rotacin apreciable. Por consiguiente, una parte quedaba en la sombra, y era un cascode sueo nocturno; otro en la luz, y era un ojo sin prpado; otra en la penumbra y era un
crepsculo como un insomnio como el que tena ahora. Al principio se crey en la
permanencia de estas condiciones, pero pronto se ech de ver por parte de los
astrnomos que el segmento de la antigua elipse en el campo de traslacin, del afelio al
perihelio, estaba mucho ms abierto, asemejndose a una lnea recta. Esta comprobacinno era otra cosa que el anuncio de la condena a muerte de la humanidad y de la vida en
general en un plazo breve. En efecto, en adelante nuestro apartamiento del Sol, sera
cada vez mayor, hasta llegar a ser definitivo.A nosotros nos haba tocado un crepsculo. En l vagaba torpemente, como mariposa
nocturna, ensimismado, cuando de repente, la oscuridad que invada presurosa, me hizomirar al Sol. No se pona, se iba. Estaba casi del tamao de Venus por las tardes. Me vino
un impulso raro y exclam como adorando, como indio con los brazos en alto: Te vas,
Vieja Querida, Madre Antigua. Al perderlo se me ocurra el vocativo femenino, maternal.
Sin saber cmo, me encontr frente al hoyo con escalones donde bostezaba la boca
del Cetceo. Mucho tiempo estuve all helado y agazapado. De pronto vi a varios que
venan corriendo y que desaparecan en el subterrneo. De lejos vi a una mujer conocidaque corra, seguida torpemente por Gould, el gordo potentado. Baj los escalones sin
elegancia y el gordo Gould, tambin bajaba con las piernas gordas abiertas, como
comps falseado.
Amanda entr, pero el seor amoratado y entorpecido por el fro, tambale. Conpena, con infinita pena, levant la pistola automtica y la hice ladrar varias veces para
desinflar al gordo a quien el dinero y la necesidad daban margaritas...
Algunos llegaban a todo correr gritando: El fro de muerte! Viene el fro de muerte! y
se metan en el antro... El termmetro de alcohol colocado en la boca del Cetceo bajaba
con rapidez aterradora: 40, 50, 70, 80 grados bajo cero.
Ca. Mi ltima visin fue la de una charca de agua tibia y transparente con islotes de
pasto de un verde muy puro. Chapotebamos Amanda y yo haciendo subir a la superficie
el fino lodo del fondo. Ranitas como objetos preciosos y esmaltados nos miraban. De los
cielos descendan una luz, una paz y una serenidad que era como secreta msica del
alma.
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TRATAMIENTO MGICO
(apuntes de un enfermo)
No me voy a jactar encareciendo lo horrible de mi destino porque pienso y me conduelo
del destino de otros, quizs de casi todos los seres y, porque an en el sufrimiento, an
en la desesperacin, conviene ser ecunime y modesto y no adjudicarse lo ms exquisitoen la desgracia. Qu otra cosa nos queda en ltimo trmino a los humanos que empuar
el torso afilado de baldosa y rascarnos nuestras lacras con mansedumbre mientras
conversamos con Dios?
Creo que no soy nervioso ni histrico y en mi Biblia y en el sufriente Job no hall
consuelo apreciable; el sueo, cuando lo consigo, es lo nico que me resta de bonanza.
El hecho es que voy a morir a corto plazo. Una dilatacin de la aorta, un aneurisma.
Pese a la ocultacin piadosa de los mdicos, mi curiosidad y mis lecturas concluyeron por
revelarme su etiologa, su malignidad y las pocas esperanzas que deja este proceso. La
dilatacin sale fuera del pecho como un globo distendiendo la piel. En esa tenue
membrana oigo y cuento las palpitaciones del corazn. Cuntos segundos marcartodava ese corazn, ese pndulo frente a mi angustia? Con frecuencia me quedo absorto
en la representacin del ltimo minuto y con terquedad mi pensamiento naufraga entre
ese desborde y derrame de la sangre y la subsiguiente limpieza y decencia de los
preparativos post-mortem. Por breves momentos salgo de estas cavilaciones e
imaginaciones lgubres y encuentro alivio y momentneo olvido en algunas lecturas yconversaciones, pero, no bien la magia imperfecta de estas distracciones !que son
indudablemente un socorro humano!me abandona, recaigo en aquellas imaginaciones y
hasta gozo en agotar lo que no debiera ser pensado.En suma, cul es todo el repertorio?... Atad, candelabros, campana, nicho, sepulcro,
epitafio, osario, sirio que derrama esperma al acostarse la llama; flores que mezclan el
olor discreto de su muerte al de la madera nueva y recin trabajada. Nada ms?... S,
por ejemplo: el velatorio con el tan disimulado miedo de los concurrentes que tratan deneutralizar el txico de la muerte presente con el habitual antdoto de chistes, risotadas,
cuentos erticos, conversaciones graves sobre temas frvolos, sobre especulaciones y
negocios. Qu olvido, qu reprobacin recae sobre el muerto, y l es, l es inmvil como
est, el nico malabarista de la fiesta!
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Y despus?... Ah, ese despus!... Agitacin de sombras en las paredes y mrmoles
externos del sepulcro de familia y, adentro, la luz amarilla y mortecina de las velas en el
pequeo altar, los reflejos en la penumbra, el ahogo de un mundo, su fantasmagora
destruida: la corrupcin lenta y secreta y el olvido que aseguran nuestra desaparicin en
carne, huesos y nombre.Mi mujer, solcita, me proporciona lecturas entretenidas que me hagan olvidar... Y
cuando me siento en un silln a la sombra de las enredaderas, me pone un libro sobre el
pecho y entre las manos como un escudo o coraza destinada a impedir la visin y el
pensamiento de lo que constituye mi pesadilla ms horrorosa: la espera, la inminente
percepcin del desborde que agotar mi vida. Pero yo desecho estos fciles consuelos yprefiero las lecturas graves. Todo lo que sea una aceptacin de la vida tal cual es y no
falsificada. Y por qu? La vida, es un sueo?... poco importa como se la nombre si
son sus temores, sus agonas, sus expectativas. Y si no es sueo, cmo ponernos a
tono con la naturaleza?
El pensamiento de Marco Aurelio: Todo lo que est en sazn para ti, Naturaleza, no espara m ni prematuro ni tardo..., etc., me pareca muy recomendable, pero a ratos una
conformidad de anciano bien cuidado que espera desprenderse dulcemente de la rama
del imperio y caer a tierra tan muerto como es la semilla en tierra estril. O hubiera
tenido esa conformidad !para s mismo, no para su libro! siendo como yo, joven,
enamorado de Amelia, mi esposa, enamorado y condenado a muerte?...
Prosegua en aquella vida tan sin esperanzas y tan melanclica. Una tarde me
paseaba en el cochecito que empujaba el criado por el bien cuidado jardn de la casita enque vivamos con Amelia, mi esposa amada. El criado con timidez me dijo:
!Si el seor me permite, le recomendara...
!Hable.
!Cerca de aqu, a una legua ms o menos, vive un seor algo anciano de aspecto
imponente y dulce expresin. Muchos lo respetan y admiran: es algo as como mago o
curandero. Si Ud. quisiera, yo mismo podra llevarlo...
El criado se detuvo en seco al or mi risa sarcstica... Pero se produjo en m un cambiobrusco. Mir mi pecho, mi pobre humanidad que iba a ser pronto un despojo. Qupierdo?
!Dnde dice usted que vive?
Me dio las seas exactas y acordamos ir al da siguiente.
Desde lejos vimos en su casita al hombre de imponente figura y expresin dulce. Nos
recibi paternalmente. Desndate hijo mo, me dijo, y el criado me ayud a sacar las
ropas. Me examin todo el cuerpo pero no pareci fijarse con atencin especial en el
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lugar horroroso que lata. Me mir a los ojos y despus me bes la frente, el pecho, las
manos y los pies, como si me pusiera los Santos leos.
!Has hecho bien en venir, hijo.
!
Usted puede curarme?, interrogu con una sonrisa.!Se ve por tu irona que te ha contagiado el pesimismo de la Facultad; pero yo puedo
curarte.
Me volvi a mirar con sus ojos azules un largo rato que me pareci de mar en calma y
cielo sereno.
Se fue a una habitacin contigua. Mi alma entonces inici una fuga hacia la niez, y me
sent feliz descubridor de goces, igual que cuando jugaba con la tierra ignorando la
sepultura. Pens: este viejo tan tranquilo, digno y hasta bello, es mi padre. No me deca
hijo mo? El se hara cargo del sufrimiento de su hijo para remediarlo. Pero, cmo seingeniara para salvarlo, tan daado, tan enfermo? Consider un momento los ojosserenos que me haban mirado y esta dificultad casi se anul. Un padre no puede
engaar a su hijo desesperado y su afirmacin valiente es la del protector, la del salvador,
sin duda alguna...
El viejo volvi con una pava y un mate y nos ceb unos mates calientes y aromticos.
Despus llam aparte a mi criado que era tambin chofer y lo mand con un recado alpueblo. Al regresar traa un montn de cuadernos de gruesas hojas con lminas que
representaban fauna y flora tropicales de diversos pases, y tambin hechos histricos,
guerras antiguas y de la Edad Media, caballos con armaduras, combates singulares.
Puso el viejo las estampas en una mesa y me dijo: No querras volver a la infancia
unas horas por da? Contest que s, pues todava me duraba la ternura filial, ms que asu pregunta a su expresin cariosa. !Bien, vas a venir a verme de cuando en cuando
para que te tome el pulso del valor. Tomaremos mate. No te aflijas que todo ir bien.Debes colocarte en tu glorieta o jardn y mirar atentamente las lminas mucho rato.
Entretanto tomars unos mates aadiendo este polvo sacado de un cacto que yo mismo
he cultivado en Mxico, en otra poca.
!Qu es, algo fuerte o peligroso, algn narctico? Qu dosis debo tomar?
!Echa una pulgarada y no temas, es polvo mgico y de mrito tiene un encanto que
cura.
Mir al viejo con desconfianza; ste aadi: Ponte en mis manos y sers salvo... Nohe de hacer un misterio de esto y, si conoces botnica, te dir que este polvo se saca del
pequeo cactus llamado en Mxico Peyote. Su nombre cientfico es : Echinocactus
Williamsii.
!No lo conozco.
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! Bien, despus de tomar unos mates te pones a mirar las lminas. Me sonre
pensando en los ingenuos recaudos que adoptaba aquel Santo Varn para combatir un
mal como el mo, y dando por perdida mi gestin, me desped. Me carg con los
cuadernos de lminas que yo hubiera deseado tirar enseguida si no me cohibiera cierto
respeto hacia l. Ya al separarnos me dijo: Cuidado con cumplir todo al pie de la letra; esde la mayor importancia para ti.
No quiso aceptar ninguna retribucin.
Hice mi primera experiencia a instancias de mi criado. l mismo coloc en la glorieta
!que ocupaba el centro donde convergan varios senderos del jardn!una mesa chica
con patas-tijera semejante a las que emplean los dibujantes. Puso encima el lbum con
las lminas y me ceb los mates recetados. Me puse a mirar con forzada intensidad de
inters una lmina que representaba tigres que se paseaban por un bosque convencional
con canteros bien cuidados y palmeras, parecido a mi jardn. Los ojos cansadosempezaron a ver las cosas dobles. Despus las vieron simples pero con ms relieve. Los
bordes de la lmina desaparecieron confundindose con el ambiente. Entonces vi a los
tigres moverse y pasearse por el jardn, como gatos que ensancharan sus proporciones al
gato supremo que es el tigre. Los vea del tamao natural porque la lmina al perder losbordes se haba estirado a las proporciones del jardn... o bien... Tuve tal inquietud al
aproximarse una fiera que pretend huir pero algo me tena en la silla. Al ver mi agitacin
mi criado cerr el lbum, me puso en el coche mal que bien y me llev a la cama.
Dejamos pasar un da. Al siguiente experiment una sensacin igual aunque algo
menos violenta, con monos. Me estremecan sus risas diablicas, su mostrar de dientes,sus movimientos y gestos rpidos y desvergonzados.
Al otro da le toc el turno a los reptiles. Un deslizamiento lento, continuo y anilloso
llen mi casa. Vivos colores, esmaltes, combinaciones, desplazamientos sutiles, listas y
fajas que ondulaban en un entrar y salir continuos. Mi inters por observarlos era
extraordinario, igual al de un nio en tren de caza o descubrimiento.
Otro da ms: las aves. Muchas horas las vi moverse, volar y volver a posarse. Nunca
haba observado con un gusto tan completo los colores y matices del plumaje, la
elegancia de sus colas, la firme pureza de sus ojos que ni siquiera se encolerizan porquede naturaleza son tranquilos, fijos y sin piedad, como los de los reptiles.
Yo estaba encantado, embelesado, casi fuera de m. Nunca haba visto la naturalezaen su parte ms intencionada, la vida animal tan de cerca, con tanta familiaridad. Eran tan
vivas las imgenes y tan real su movimiento que llegaron a fatigarme por exceso de
sensacin. Pero no se crea que las consideraba imgenes en el sentido de meras
representaciones. Imgenes copias, me parecan tan slo un momento, antes de
dormirme, cuando recordaba mi condicin de mortal. (Recuerden que esta palabra tiene
para m un significado perentorio).
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Amelia me rog que dejara esas cosas que me excitaban. Me abstuve unos das, que
no fueron un descanso sino al contrario, una recada en mis temores y en la preocupacin
por mi pecho pronto a romperse.
Volv con Esteban a lo del viejo mago. Le di las gracias por lo bien que me haba
sentado su teraputica, y, al final, le pregunt si no crea que ese entretenimiento algoinfantil de las lminas que por el momento me interesaban, no concluira por aburrirme. El
viejo me mir con cierta extraeza y reconvencin como si yo, al querer avanzar en el
camino de las fantasas, me arriesgara a que se perdiera mi inocencia. Luego dijo:
Contina con esto y cuando te hastes sin remedio, empieza con las figuras humanas.
Por qu no empec por estas figuras?, aversin, misantropa? Puede ser; confrecuencia nuestros mviles egostas, adjetivados de grandeza no tienen nada grato; en
cambio los animales son egostas y crueles, pero no pretenden hacer pasar una cosa por
otra; quieren y combaten nada ms.De manera que por varios das an, segu con el lujo de mis tigres que decoraban los
canteros y senderos estirando sus cuerpos, con los pjaros y reptiles y an con extraosanimales del mar, pulpos y araas de agua que me divertan y estremecan. Hasta que al
fin, una maana en que este estado de infantilismo y de inocencia no pudo acompaarse
con eficacia, me decid a poner figuras humanas no sin alguna desconfianza. Extraje de
un cartapacio una serie de lminas que representaban el proceso de forja de armas y
corazas para los guerreros antiguos, y la extend como una baraja. La primera lminarepresentaba una fundicin de metales, otra la forja y el batido de las armas, otra ms la
prueba de stas; bolsas de plomo endurecido por aleaciones colgaban del techo yoscilando, daban sobre las puntas para probar el temple. Haba tambin muestras del
ajuste y pulido de las corazas y todo se animaba en mis sentidos como un cinematgrafo.
Las ltimas lminas tenan una leyenda: Prueba de las armas y las corazas. Uncaballero descomunal golpeaba con pica y alabarda una coraza puesta en una especie de
caballete; el ltimo golpe hendi el metal. El armero que miraba tuvo una expresin como
de orgullo herido, e hizo sea al caballero para que le esperase. Fue hasta el fondo del
taller y volvi con una nueva armadura. Pero en vez de colocarla en el caballete, se la
puso l mismo con algn trabajo, e hizo seas al caballero de que golpease en el pecho.El guerrero rehus con el gesto; pero el otro insista con ademanes y gestos tan
expresivos, tan desafiantes, que se vea que estaba en pugna su amor propio. El
caballero empu entonces la pica y un hacha y empez a golpear alternadamente en el
peto que ofreca una saliente en forma de quilla. Con la mano derecha daba el hachazo, y
con la izquierda insista con la pica en el mismo lugar.
Yo tomaba un inters extraordinario en este juego, y apostaba mentalmente por la
invulnerabilidad de la coraza. Pero el hacha hizo saltar una arista del metal, y sent en el
pecho el lea de los jugadores...
Resistir!, pens; resistir!... Brava y bendita resistencia, t eres el otro nombre dela Vida!...
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Levantose el brazo hercleo, cay la pica, y hendiendo el metal se hundi en el pecho
del armero...
Cuando Amelia acudi a la glorieta pisando la sangre de su esposo, no vio terror en
esa cara y s la tranquilidad y enajenamiento de sus ojos.
P.D.: Despus de recoger estos apuntes de mi querido y desgraciado amigo, hepensado ms de una vez en lo que me parece una majadera de Rilke: su opinin tan
frecuente de querer morir su propia muerte.
La conciencia de ese instante, la resignacin y el valor que recomendaban los estoicos,
la heroicidad del militar que se hizo operar sin anestsico frente al batalln, ya se sabe a
quien satisface.
Yo creo en cambio, que el moribundo que se pierde entre ensueos o que se desdobla
y finge su muerte como si fuera la del otro, con cualquier medio que emplee, realiza una
fantasa trascendente que parece baarse de inmortalidad, como si fuera posible para el
sujeto la consideracin de su propia muerte, o si se quiere, que sta es usadera y no
afecta su ser.
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EL ESPANTAPJAROS Y LA MELODA
Pasen a la otra pieza dijo Alejo all est la mesita para experimentar.
Lentamente nos encaminamos. Hartos de mate, de discusin y de cigarrillos, nos vena
bien un intervalo de reposo y de silencio, como le viene bien a un charlatn y fumador
entrar en una iglesia y refrescar su cabeza al sacarse el sombrero y hacer descansar sugarganta irritada de tanto humo y de tanta charla.
Nos sentamos alrededor de la mesita, Juan y Rodolfo Valle, Romn, Ricardo y Alejo.
Este ltimo se volvi a levantar para apagar la luz elctrica y encender una lmpara a la
que gradu la mecha para que quedramos en la penumbra.
La mesita era de las que solan y an suelen usarse para las experiencias espiritistas.Ms bien chica, con tres patas, ovalada, con unas tiras de papel pegadas en forma de
tringulo que estaba circunscripto por el valo de los bordes. Cada lado del tringulo
corresponda a un pie de la mesa y, en las cintas de papel, estaba escrito el alfabeto
distribuido en tres partes y numerado. De manera que los golpes que diera la mesita, para
seguir la grafa de ultratumba, indicara la letra correspondiente para formular con lentitudlas respuestas.
Nos sonremos por incurrir en estas puerilidades, extendimos las manos sobre la
mesita. Yo pensaba que esto era como una variante de los juegos de cartas Pero
pareca an ms frvolo entretenimiento. Nos mirbamos y sonreamos, pues hacamos
todo esto, ms que nada, por seguirle el tren a Alejo y un tanto a los hermanos Valle,quienes, lo mismo que aquel, eran entusiastas de esas cosas.
Colocbamos las manos rozando slo con la yema de los dedos la superficie de la
mesa, tanto para demostrar nuestra buena voluntad como para facilitar el trabajo de losespritus. Sostener el peso de los brazos en esa posicin era un no despreciable trabajo
fsico. Se colabora con un esfuerzo y luego con el mental de querer que las cosas seproduzcan. Nuestra voluntad para comunicarnos con los muertos se adverta en las cejas
juntas, indicio de concentracin mental y, como garanta para inspirar confianza en el otro
mundo, ofrecamos nuestro silencio y seriedad. Bien se vera que no estbamos en una
de esas reuniones espiritistas que son pretexto para flirtsy disimulo de caricias.
Fuera de algunas ondulaciones o presiones causadas por nuestros brazos que se
apoyaban involuntariamente y quiz, tambin, por la autosugestin de los creyentes, noconseguamos el menor resultado. Romn y yo, cansados de nuestra posicin de remeros
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forzados del espiritismo, volvimos a recuperar nuestros cmodos sillones donde nos
envolvimos en verdaderas humaredas de tabaco.
Qu lstima! dijo Romn.
Qu?
Es de sentir que las leyes fsicas que rigen ese mundo inmaterial de lo espritus lesconceden el poder de producir efectos mecnicos y les veden utilizar la laringe y el
aparato de fonacin que, hoy por hoy, y hasta ahora, ofrecen el modo ms decente de
comunicacin Prefiero a esa tiptologa los gritos variados del hombre de la caverna.
Romn, lea los libros sobre espiritismo. Lo convencern de que nada es imposible.
Los experimentos de los convencidos no me interesan, aunque procedan delibros. Algo le. Ningn anlisis. Ningn examen serio y mucha moral. Loable! Estimable!
Pero la Suprema Balanza aceptar como peso vlido los obsequios que ya venanencintados de moral, que ya iban por eso y no son materia algo ms delgada que la
pelcula que rodea la semilla del man? Y ese rondar el tero de las mujeres para ver de
reencarnarse en el momento oportuno? Y ese progreso que se consigue a costa de irsacrificando la sensualidad, yendo a saltos por mundos de decreciente veracidad,
ascendiendo en el escalafn, hasta jubilarse en planetas celestiales y divinos donde
habr unos acordes, unos vuelos y unas luces, porque otra cosa no pueden ingeniarse
seres tan purificados?
Alejo y los muchachos Valle volvan; traan un mensaje consolador. Pareca que un
gran espritu haba consentido en comunicarse, con mucha confusin de letras y msentreveradas que en un telegrama extranjero que va a ser alargado por los diarios.
Deca la comunicacin: Tened fe y perseverad. El mundo espiritual est interesado en
vosotros. Pronto recibiris una sorpresa.
Ya ve le dije a Romn, los que tuvieron xito con los espritus fueron loscreyentes.
Salimos de aquella casa que Alejo alquilaba en Buenos Aires en el barrio potico de
Belgrano.
Habamos terminado nuestros exmenes. Romn y yo medicina. Los primeros cursos
de la ciencia que aspira a curar el cuerpo. Los Valle, arquitectura, arte y ciencia que tirams hacia el alojamiento del cuerpo. Ms adelante, cuando nos graduramos, nos
dedicaramos a curar y descubrir enfermedades, viejas y nuevas, curables e incurables,
en los suntuosos establecimientos, hospitales y sanatorios que edificaran los hermanos
Valle
En fin de algo hay que rerse. La vida es demasiado seria, y a veces demasiadohorrible. La mayora de los hombres jvenes pobres padecen mucho con el despertar de
los deseos y apetitos y van encima de sus dos piernas como caballos, cruzando la ciudadde un lado a otro, llenos de ansias formidables. Lo que camina un estudiante! Necesita
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andar porque as parece que acerca y va a atrapar las cosas que precisa. Tiene tanta
penuria y afliccin! Le falta goce, le falta amor, le falta dinero y hasta tabaco. No tiene ms
que el Futuro, la Nada, el Cuando me Reciba Entre tanto lee y lee materias ridas,
hasta que le entra un deseo enorme de estirar las piernas. Entonces camina y mira, mira
mujeres que lo adivinan demasiado joven y necesitado.Recorramos ciertos das muchas partes y lugares donde la diversin y el placer
tendran que haber sido grandiosos de ponerse como digno premio a nuestras caminatas.
Y los exmenes? Qu me dice de esa exhibicin de desnudeces mentales frente a
una mesa cnicamente sabihonda? Cuando acabar este sistema brbaro, cruel y
absurdo de comprobar el saber? Hasta el ms estudioso e inteligente se retiraavergonzado de esa violacin
Ese da, Romn y yo, nos pasebamos lentamente y con desgano, pensando en lo
bien que nos vendra un poco de vida de animal libre o, cuando menos, ir a vestirnos deaire y de agua en alguna playa... cuando de golpe nos topamos con Alejo.
Viejo muchacho bueno y generoso, Alejo! Le gusta abrazar, palmear las espaldas yrerse con bondad y sin malevolencia. Qu tal, qu tal? Les fue bien? S, tena que ser.
Bien. Vamos a tomar algo?... Ya en el caf, frente a las copas, hablamos.
!Vnganse conmigo, muchachos, a pasar una temporada este verano en mi chacra
de Lujn. Inviten tambin a Juan y Rodolfo Valle que son ntimos. Va a estar alegre toda la
muchachada. Eh! Yo parto pasado maana. Avsenme. Tengo piezas para alojarlos a
todos. Con confianza, avsenme si van a ir, as hablo para que preparen algo.
Yo record las mesas espiritistas y pens: bueno, por tanta bondad, bien se puede
alguna vez, de cuando en cuando, ser comensal en una mesa donde no haya vasos, ni
viandas, ni siquiera barajas, y s puros y aburridos fantasmas.
! Cmo no, Alejo, cmo no!, !dije!, con mucho gusto. Nos vienes de perilla.
Romn tambin asinti y le dio las gracias.
!Bueno, quedamos en tomar juntos el tren pasado maana, y avisen ustedes a los
Valle... !Nuevas palmadas en la espalda, nuevos y frreos apretones de manos...
!Hasta pasado maana, Alejo...
No es muy largo el viaje a Lujn, ruta de peregrinos. Nuestras madres algo
preocupadas cuando nos vieron embalar algunas ligeras armas de caza y cartuchos, nosexhortaron para que no furamos a hacer locuras. Pero cuando oyeron Lujn, se
tranquilizaron. bamos a una tierra sacrificada, donde la desgracia es ms rara que en
otras partes. Deberan hacerse estadsticas comparativas. Para nosotros, que no
habamos salido de la cuidad haca algo ms de dos aos, ese cambio y viaje, aunque
corto, representaba mucho. En qu, en placer? S, mucho! En placer y en otras cosas,en higiene, por ejemplo. Me rea interiormente pensando en la opinin de un amigo, ya
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maduro, con respecto a viajes ms largos que ste, por supuesto, a verdaderos viajes:
Lo mejor del viaje es el arreglo de las cosas en las maletas, antes de partir, y despus el
recuerdo luego de regresar: el placer puro. Lstima que uno no pueda proporcionarse ese
placer sin viajar.
Ah, viejo diablo, puro desengao!
Llegamos a Lujn un luminoso da, glorious day, como dicen los ingleses. Siempre la
gloria representada con esplendores luminosos y color. Yo me la representara ms bien
con la luna, con blancos brazos abandonados, con rodillas que se doblan. Me gusta una
gloria ms ntima y menos enrgica que la suministra el padre de la germinacin y de los
sudores: El Sol.
! Suban muchachos !dijo Alejo, abriendo la puerta del Ford. En media hora
llegamos. Nos espera un asadito que no te digo niente. Subimos los cinco. Un hambre
raro, que no era de Buenos Aires, ni de cerca de la Facultad de Medicina, empez ahacerme comprender que la gloria poda consistir tambin en cortar tiras de asado jugoso.
A poco trecho, despus de dar vuelta al ltimo recodo del camino estaba la casa y el
campo de Alejo.
rboles, sombra, verdor, frescura, aromas de yerbas... antdotos de la vida de la
ciudad!
!Alejo, dgame, est siempre en su casa el linyera Flix?
!El espantapjaros? S, como no !y dijo despus:!Me dijeron por telfono que sehaba enfermado haca poco, de algn cuidado. Pobre! No quise decir nada para que
fuera ms agradable el arribo.
Oh! yo recordaba muy bien al linyera Flix. Lo haba conocido en mi anteriorpermanencia en La Rosa, que as se llamaba la chacra de Alejo, haca algo ms de dos
aos. Era un tipo curioso. Su vida en esta casa era una consecuencia de la ilustre bondad
de Alejo. El linyera haba sido su condiscpulo. Lo estimaba mucho y lo compadeca.
Nunca se arrepinti de la decisin que haba tomado de tenerlo en su casa sin fijar lmite
a la hospitalidad y sin exigirle retribucin alguna. Si quera trabajar, trabajaba, y si no, no.
Record que antao, el que recorra el campo, algunas veces, se encontraba en
chacras y estancias con un hombre enigmtico en un rincn, y que no tena una funcin
bien definida en la casa. Cuando se preguntaba por ese hombre, solan responder: es la
visita. Eran visitas que duraban a veces dos, tres, cinco aos. Liberalidad de otros
tiempos, generosidad y nobleza cada vez ms raras.
El linyera Flix era un hombre de una flacura inverosmil. Andaba vestido con ropas
muy viejas y de un modo estrafalario. Sacos enormes y rotos. Sombreros de paja con las
alas quebradas y llenos de hierbas secas. Aunque le dieran ropa en buen estado no se la
pona. Pareca un hombre acabado y con trastornos mentales. Era, sin embargo,inteligente y sensible. Su vida haba sido muy trabajada, muy penosa. Haba andado por
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Europa, y despus de volver en un barco de inmigrantes, no se sabe qu vicisitudes y qu
derrotas lo llevaron a una vida de vagabundo.
La primera vez que fui a La Rosa no me haban dicho ni una palabra del linyera. Nos
dirigamos con Alejo a las habitaciones y antes de llegar a las casas repar en un
pequeo espacio sembrado de verduras.
!Dan resultado los espantapjaros? !pregunt al divisar dos de ellos de espaldas,
como cadveres desenterrados y secos que an conservaran sus coyunturas, ms
propios para asustar a los hombres que a los pjaros.
!El espantapjaros, querrs decir, porque el otro es el linyera Flix !y se ri.
Era extraordinario de ver a ese hombre flaqusimo, inmvil, en un ademn con un brazo
flexionado y el otro brazo esqueltico estirado lateralmente; el enorme saco con agujeros
por los que se vean pedazos de cielo y el sombrero quebrado y con briznas de paja.Desde aquel da le qued el mote El Espantapjaros.
Lo interrogamos. Hablaba confusamente de un amor que no se entenda. Pareca ms
desgracia que gloria. Llevaba un disco de fongrafo quebrado en dos fragmentos del que
nunca se desprenda. Aunque Alejo tena un fongrafo viejo, nunca consinti Flix en
probar le disco, al que por otra parte hubiera sido necesario pegarlo antes con mastic uotra sustancia. Deca que era la voz de la mujer que am lo que llevaba como recuerdo.
Que las voces grabadas se velan en los discos cuando muere la persona a quien
pertenecen... Nunca quiso probar el disco porque no se animaba.
!Nunca lo pierde?!pregunt.
!Una vez que ca en un pozo disimulado por el yuyo, estuve dos das gritando hasta
que me sacaron. Lo primero que hice fue arrojar el disco arriba, al aire. Despus lo recog
y lo guard. Aqu est y se golpeaba el pecho.
Los asados de Alejo, los mates, las frutas, el vino, todo fue de una singular fruicin. Enel placer sensual de comer, respirar, beber y movernos, nos pasmos unos das sin pensar
en nada. Todo era bueno, an lo ms grosero, despus del estrago de Buenos Aires.
No se sabe nunca por qu rutas sutiles y ocultas cae uno de nuevo en el espiritismoluego de haberlo olvidado; pero siempre sucede esto cuando hay cerca espiritistas
entusiastas y frenticos. Entre nosotros, la prctica de estas cosas siempre era precedidapor un periodo de discusiones. Las mayores dudas, dificultades y refutaciones no hacen
mella por lo general en los espiritistas, que siguen impertrritos. Siempre les toca estar en
su periodo demostrativo, experimental.
Como nosotros ramos muy jvenes, no sabamos que no todo debe discutirse, y que
no se debe golpear donde hay goma o melaza que a uno se le pegue.
Una noche la discusin se encendi. Hablaban Juan y Rodolfo Valle de las bellezas dela ascensin por esa especie de escala de Jacob, que es el premio del progreso moral
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espiritista, la ascensin a mundos desconocidos, cada vez ms resplandecientes y ms
puros.
Yo dije que, siendo esta elevacin muy grande o infinita, el nmero de recadas en la
carne tena que ser a la fuerza extraordinariamente frecuente y que siendo nada los
nombres, la anatoma y an las disposiciones que parecen ms originales y personales,frente a la idea, al ser, a lo perdurable, quien en definitiva iba a sentarse en el trono era
El Espritu, y, por consiguiente, llamar y evocar por nombres era supersticin deplorable
y lo mismo que decir: Llamo a A que es B, que es C, D, E, N igual a 1, es decir: llamo al
Espritu.
Entr el negrito Damin, criado de Alejo, con mates en cada mano, a repartirnos ellquido verde que apacigua y sazona tanto las discusiones.
Romn, que se estaba haciendo poeta, dijo:
!Los espritus cumplen preceptos y horarios para obtener ascensos. Todo esto me
recuerda la vida y costumbres escolares en la enseanza primaria, secundaria y an
universitaria, donde son ms importantes que el estudio, los exmenes, premios y
diplomas. Todo esto es pesadez, oficina, maitines. Si es forzoso creer en algo, se deberacreer en cosas verdaderamente espirituales. Por mi parte, no creo en la felicidad que no
trate de absolverse de todos los pecados: tiempo, espacio, fuerza, inercia, causa, etc....
Pero si no se puede prescindir del tiempo y del espacio, claro es que habra que buscarse
lo m