d ll · 2020. 6. 10. · y que todos nos había indignado la de filípi des , que parecía actitud...

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r Dll :.l La tormenta se desató mucho antes de lo que había imagi- n ad o. Filípides no perdió el tiempo. La misma mañana en que Teresa se había enfrentado a él, a última hora, cuando está bamos todos en clase, pudimos oír con claridad varios golp ecitos en la puerta, como si alguien estuviera llaman- do con los nudillos. No fue preciso esperar mucho, pues al m omento la puerta se abrió por completo y entró el di- recto r del instituto. Se disculpó ante el profe sor que nos da ba clase en ese momento y, sin perder un segundo, como si t uviera mucha prisa, se volvió hacia los alumnos. No t uvo qu e buscar mucho para encontrar a Teresa. -Po r favor, Teresa, sal un momento -le dij o, acom- paña ndo sus palabras con un elocuente movimiento de su c abez a. Sabía mos que más tarde o más temprano se iba a pro- duc ir u · . na situación parecida, pero no obstante se levantó 1 no

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r

Dll :.l

La tormenta se desató mucho antes de lo que había imagi­nado. Filípides no perdió el tiempo. La misma mañana en que Teresa se había enfrentado a él, a última hora, cuando estábamos todos en clase, pudimos oír con claridad varios golpecitos en la puerta, como si alguien estuviera llaman­do con los nudillos. No fue preciso esperar mucho, pues al momento la puerta se abrió por completo y entró el di­rector del instituto. Se disculpó ante el profe sor que nos daba clase en ese momento y, sin perder un segundo, como si tuviera mucha prisa, se volvió hacia los alumnos. No tuvo que buscar mucho para encontrar a Teresa.

-Por favor, Teresa, sal un momento -le dijo, acom­pañando sus palabras con un elocuente movimiento de su cabeza.

Sabíamos que más tarde o más temprano se iba a pro-ducir u · . na situación parecida, pero no obstante se levantó

1 no

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. ._ .- ,, ,1\horotu. Todos nos T-C\'O lvi-rnos en un pequclll (_ . . , . - , ,. -· n.uest . __ , Tu: aron n1u lt1tud de cnn1cntc11 10,s pr . '(J~ .

. 1qcntt)~) '.:-1( \. · . ,

--- 1 '()z b-l ~ • _ -e ,,,.,, \~' lnló con resoluc1on y recorr1·r) l ~1<1

-rl~. l'(' ~. l ~ \. \. P p ·

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c.l e , \ l · d .. l l' 1-c'cto1· ,¡ lr

l l , . " ·1 la ~\ l u t ;, \ e e l '--- -. 1

h \.l~l(\ (. ~ .. H ( ' - -,.\(cHnpáüarne un momento a m1 despacho. El director hizo una seña a Teresa para que saliera u, l . ~ ' l\ .. 1·0, a pedir disculpas al profe sor. Luego se 1'h •

~ 1~c\ \l1

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\. ,-.,_

~ ..

I

chó y cerró la puerta. éuando el profe sor reanudó sus explicaciones el si1er.. cío era sepulcral. Creo que en esos momentos la mente de todos los alumnos estaba en el despacho del director) tra­tando de imaginar la conversación que allí iba a desarro-llarse en breve. El profesor debió de notarlo. No era frecuente un silen-cio como aquel. Por eso, también intrigado, interrumpió un instante sus explicaciones y nos preguntó qué había ocurrido. Pero nadie respondió. Hizo un elocuente gesto, como dándonos a entender que ya se inf armaría por otro lado, y continuó con la clase. A los quince minutos aproximadamente regresó Teresa. Entró sin llamar y se dirigió directamente a su pupitre. Recogió sus cosas, que introdujo sin ningún cuidado en su mochila, y se marchó. Fue todo tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. ~ o est~ve rápida de reflejos. Me hubiese gustado hacer cualqu_ier cosa excepto lo que hice: permanecer sentada en el pupitre, sin decir una palabra, sin mover un d d El profesor la detuvo junto a la puerta. e o. - ¿Qué ha pasado? - preguntó. -Me voy del instituto - respondió ell p

a. - . ero ... ¿qué qu ieres decir? -El rot estaba más confund.ido . p esor cada vez no

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- P r cgthHc..,cln '\l i . . • (lll t'Clo r --- 1 <' ascgu ro Llll<' lo l , ·, -, - . - lclr( fT, c u anto.;; •: \ . .

1,1 'l1k so1 t1ala ba de. cluc l . _ "'~,K3 ch 1 \<t '" ... ~"'. _ - t·\ ,

a s dgu as vulv 1 r . . · r\-n) ahora vue lve a tu as ie nt . e. _ an a ">U caucE:--- . o, p o r favor Te resa no le pennitió segu ir . t· _· - sup 1cando\e ~ _ \ _ k clase y cerró la puerta. El pro[ h . , pues sa H)

L . . . esor 1zo ademán de se.­

~,u1rla, pero se detuvo a medio cami.no e f d. :::-

- on un 1do re.-aresó a su mesa, ordenó mecánicamente u

1 '

v nos pape es que

había sobre ella y reanudó otra vez las explicaciones. cuando terminó la clase y el profe sor abandonó el 1 au a, ningún alumno reaccionó de la forma habitual, es decir, saltando literalmente del pupitre, como si un muelle se hu­biera disparado bajo su trasero. Nadie tenía prisa por recoger sus cosas, por cargar con la mochila, por salir cuanto antes del instituto.

Todos buscamos un pretexto para rezagarnos unos minutos. Se cruzaban infinidad de miradas y se empezaron a formar varios corrillos en los que se hablaba en voz baja. Teresa no es que fuese la compañera más popular y que­rida de la clase, pero a todos nos había indignado la actitud de Filípides, que parecía recrearse en su martirio desde que había llegado al instituto como nuevo profesor de Educa­ción Física.

Busqué con la mirada a Fer, que ya se había situado ent re S . 11 b

al ergio Y Samuel. No estaban lejos de mí y me · eg,a an gunas de 1 b . . d. d sus pa a ras. Me sentí profundamente 1n 1gna: a.

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_ 1 1 .,] ))an<h' dr hnrcr algo pPr Tcn·síl , (' ll<,l f::51:ttXUl t1t, · ( . , J, <. ¡1_1r, ,. ,

f ,1,, 1, -cün hrutal 1dad de ~u pcr~; () fl ,1 ::,()lo(! •1

h~1b 1~lll -itn .,rn. . , . _ . <J() dí-, _ ,.

11 , .. 1 'llft)Ill'CS n)tt1 prrnd1 que lc n'.t1~1 16;1 "- nr, ,. ri ,

Jfl ll~ - { h L u ) fl ~1r

l , .•·t l··~ •~\·ttth v qtH\ aunque 111c asc¡w\t)c, al df'c- i,-t {\_)üi.l nnc.¡ n f ,, (. ; • • ~ <)cl ~i 1 l ..... 1t,1· 1. t •1 1nbit;n el drcnlo de Sergio. ul' 11.l ln{ ·t '-'' · . .

Enh)lKCS crtll'é la clase 1nuy depnsa y me situé iunLr> ., t, n)rsa del profesor. Alcé la voz y pregunté desafiante:

_:\ ·ainos a hacer algo por Teresa? \..

L) i que alguna decía: - Ella se lo ha buscado. - ¿Eso es lo que piensan todos? -volví a preguntar. Entonces intervino Sergio, y me sentó fatal que preci­

samente fuera él quien tomase la palabra. - Yo pienso que debemos apoyar todos a Teresa. Se produjo un revuelo de asentimiento y ya nadie se

atrevió a decir nada en contra. Improvisamos una asamblea y decidimos que al día

siguiente, nada más entrar en el instituto, una comisión de alumnos -bastaría con un par de ellos- iría a pedir explicaciones al director para conocer qué había pasado con Teresa y, sobre todo, qué iban a hacer con ella.

Elegimos a los dos representantes por votación. Yo resulté ser la más votada y en segundo lugar quedó Sergio, lo que me repateó las tripas. ¿Cómo un tipo como Sergio, después de lo que habia hecho, se prestaba a dar la cara por Teresa? ¿Acaso tenía remordimientos y quería recon­ciliarse con su conciencia? Era repugnante.

En dirección a la puerta de salida, le dije en el patio: -Que s_epas que no me hace gracia que seas tú el que

me acampane a hablar con el director -le dije. -Esto es distinto -se justificó él. -No trates de arreglar las cosas -le advertí.

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l l , en serio , Nadie, aun c.tue no Jc1 . . ,l t~l ) l . creas. - Se le

' <_)1' h \S <. ) ,

1. 1~¡ ;ll1

' ' 1\ ,n, t\l ~ah(:'s lo que significa hablar . . ~ ; ( · en seno?

, ·. \ ~é que n1c gusLa relrme de todo el m d ~·- \, ~ un o - tra-1 _ ' \.l)\iGlrsc- . S1, me gusta reínne gasta b

, \ \ it l . . . , . r romas ¡ l , ,r tnotes ... Lo hago con todos y no m.e mole t , ) 1'l 'nt . s a que lo , , -111 connugo. l •l n./' l ' ~ ,

_ pero esas cosas siempre tienen un límite, y tú te has -,1do tres pueblos. p~1~,, -A lo mejor a veces me he pasado de la raya.

-Si tuvieras una pizca de cerebro sabrías hasta dónde se puede llegar.

-Lo de Teresa no estuvo bien. Pero no es para tanto.

Cualquier otra chica se lo habría tomado de otra manera.

-Por supuesto, si me lo hacen a mí los despellejo vivos.

-Sé que he metido la pata, Nadie -reconoció al fin,

y permaneció unos segundos en silencio, como meditando

lo que iba a decir a continuación-. Ya sé que piensas que

no tengo cerebro, ni sentimientos, ni nada; pero te equi­vocas. No puedo encontrar ninguna justificación y creo

que lo único que puedo hacer es disculparme. -Creo que solo quieres ayudar a Teresa para lavar tu

mala conciencia. -No. Lo de ahora es distinto. Si sancionan a Teresa

será una injusticia. na injusticia7 -tra--¡Ah! Pero ... ¿tú sabes lo que es u

té de burlarme de él. tenemos que ayudarla. Nadie Nosotros -No te pases, .

Te aseguro que ahora... . scuchando sus razonamien-aba segun e ·t ' de No me in te res . . . por eso le cor e

. arrepennm1ento, ni siquiera su tos,

manera tajante . 113

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, . .. .. - -·. Aceleré el ]XlSO y lo dejé atrás.

~ l cj í ,1 ~ h,1 u 1 en \ e l le(.~ u(· por I o 1r 1 en o, ::i n w cJ 1 , 1 L l \ .1 n , ·n r

e fl( Ji ;¡ éJ 1·,'l"'t ituto No hclhfn nadie y las puert a~) ~:llltt c;t~ ~: ri

1f•·, ~:

\\ ,

0.l }J¡¡ ( . 1.~c 1\1c h~,hf; \ dado dr 111 asiada pri sa en l leurn 1.

1 , _( rr2 l (, ,, .

t , , h rrJ t ,, ncr\'iosa y deseaba cuanto anLes hablar con d rlirr·r t,',/ ,; 1'1c dediqué a dar cortos paseos por los alrcderJrn(J•_ , perder de vista en ningún momento el edificio, y no· ;6

_,'; en ver cómo el conserje abría la puerta de hierro de pa;-~. par. Poco después comenzaron a llegar algunos prof e~rA~-­- unos en coche y otros a pie-y también algunos alurnnv,. Todo el tiempo estuve pensando en Teresa y, sob;r: todo, si había hecho bien o mal al no telefonearla a su casa el día anterior por la tarde. Lo pensé muchas veces, pero no me atreví. Nuestra relación no era la misma desde la fiesta en el garaje de los padres de Sergio, y aunque cuan­do se había enfrentado con Filípides yo me había acercado para reiterarle mi amistad, notaba que las cosas entre no­sotras habían cambiado. Justo quince minutos antes de la hora llegó Sergio. rvle sorprendió que estuviera solo. Parecía una persona distinta. -Hola, Nadie -me saludó. -Hola -le contesté con frialdad y, sin mediar rnás palabras, nos dirigimos hacia el interior .

. La zona de administración se encontraba en la plant~1 baJa, a lo largo de un pasillo que salía del propio vestíbulo pnncipal, Junto ª los distintos departamentos, la bibliote­ca Y la sala de profesores. Para llegar al despacho d l d · . • _ , e. 1rector había que atravesar la secretan a, una habi tación n1uy· g·rand . -. . . e con van as mesas

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l

l >

, ·, \·1~ 1~an'th'~, rq)ir\.t~ tic~,, n\ i.H\ns archi vf)r lf) t·., r-, r '" \._ l'" 1 ; - . • . c 1 - ( s. ' "lada , , 1-1,, 211(,nciw L\ purll H de en t \ad ,\ un ;.-, de \ f\ s ~ ~ .,. . nn\~ \l.l. 1 t • . ,e~,retari as

-\~ dh." e\ ¡\,hl ,,{ . ~

_. ::\(~()\\l\f ,·~\ll : -- nns prcgu11t <) . . _ ~~l\l_,rcn h 1s \'r r al d llTl'l nr.

' ) .. ~- ; ncnrn l..:1 \ :\ : l

. --Nl\ pero es urgente. l.,, s~cn~\ ~\rüi se encogió de hombros . B.ah1ó sin levantar la vista de unos papeles que pare-

- ,~,· ,1r ordrnando: (1~1 l ~ ... , . -Ahora está reunido con la jefa de estudios y luego no

creo que pueda atend~rlos. Vuelvan en otro momento. Sergio y yo nos muamos un instante. - ¿Qué hacemos? -preguntó. - Esperar -respondí con seguridad. La secretaria entonces levantó ligeramente la cabeza y

creo que por primera vez nos miró de frente. - Ya les he dicho que no creo que pueda atenderlos. Me encogí de hombros.

Nos quedamos en un lateral de la habitación, junto a uno de los armarios metálicos, y esperamos pacientemente.

Nos desconcertamos un poco cuando sonó el timbre de entrada. Volvimos a mirarnos y sin hablar nos pregun­tamos qué debíamos hacer. Creo que los dos estábamos decididos a continuar allí y a esperar el tiempo que fuera necesario. La jefa de estudios seguramente tendría clase Y no tardaría en salir.

Y así ocurrió. A los pocos minutos se abrió la puerta del despacho y salió apresuradamente. Al pasar frente a noso­tros se nos quedó mirando.

-¿Qué hacen aquí? -nos preguntó.

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1

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- Qtteremos hablar con el director -responu: - Deberían estar en clase - nos advirtió. 1 --Si, pero qt1eren10s hablar con é.l. --¿Los espera? - No. L•l iefa de estudios titubeó un momento. Miro'

(_\ J e

. su re\ú e h,zo ade1nán de m archarse, ya que llegaría tarde a 1_ l . ~ b

su clase . Pero se detuvo y vo vio so re sus pasos. Asomó med1eJ cuerpo por la puerta del despacho del director y

1 durante un instante, sin cambiar de postura, debió de estar hablan­do con él. Luego, sin perder tiempo, se fue a toda prisa. El director salió al momento. Como ya estaba advenido se mostró inflexible: )

-Vamos, a clase ahora mismo -nos dijo sin más preámbulos-. Ya hace un rato que ha sonado el timbre. Además, ahora no puedo ate!1derlos. Si quieren hablar conmigo, sigan el camino reglamentado. Vamos , a clase. Yo me quedé completamente desconcertada. El director siempre me había parecido un hombre cordial, compren­sivo y dialogante. No podía entender su actitud y fui inca­paz de reaccionar. Iba a dar media vuelta para salir de aquella habitación, cuando oí la voz de Sergio. -No nos moveremos de aquí hasta que no hablemos con usted -dijo con seguridad. Me quedé de piedra. Por supuesto, me volví de inme­diato y me coloqué a su lado, para hacer más fuerza. - No voy a tolerar amenazas -.-dijo el director. - No lo hemos amenazado - continuó Sergio-. Solo pretendemos hablar un momento con usted. ~ e ~dmiró la tranquilidG\d y la sangre fría que mostra­ba Sergio. Nunca me hubiera imaginado que fuese capaz

de mantener se·mejante actitud.

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,, L¡uicrcn hablar cont nigo? - nos pregunto' el .l )( q tll

• ~1

,nirn¡ur estoy segura de que conocía los motivos

.{tn'1 11 •

1, h\·\t1 ll cv é.\lk) hasta all í.

•{'lh )~ 11\ e . ,, i ¡ 1· ·- , l :· 11 -l 1l' eres, . ,

. {ne \a palabra clave. El se d·io por vencido y se l ~.l

,k 181.1uerta , seüalándonos el interior del despacho ~p~:n l l1 '-

· .

rn~l rcz adentro, sentado tras su enorme mesa repleta de

p;ipelcs, parapetado detrás de una _lámpara y la pantalla de

la coinputadora , el director volvió a mostrarse como el

hoinbre que todos conocíamos: abierto, comprensivo, dia­

logante y hasta simpático. Nos aseguró que, ante el informe

de un profesor, él no tenía más remedio que abrir un ex­

pediente sancionador, pero que eso no quería decir nada,

pues debía reunirse una comisión de profesores para de­

cidir si la sanción se llevaba a efecto o no y, en caso afir­

mativo, establecer el castigo. Hasta ese momento las cosas

debían seguir como siempre.

Entonces le contamos que Teresa se había marchado

de clase el día anterior y esto pareció sorprenderle mucho.

Por último nos aseguró que si Teresa no regresaba a

clase, volvería a hablar con ella y con sus padres. Nos dijo

que tenía muy buen concepto de ella, que la consideraba

una de las mejores alumnas del centro, y nos pron1etió que

haría todo lo posible por evitar el expediente, aunque lo

que había hecho y dicho Teresa en la clase de Educación

Física era motivo de sanción. Aunque no dudaba de sus buenas intenci~n~s, ~reo : ue

·1· . ~ on sus IJalabras y ~u:; p1 on1esas . el d irector nos envo VlO e . . __ ..

, . Serg1o v y· 0 l u ando nos Al menos esa sen sac ión ten1a n10s ~ ; ~

clirig1arnos a L:1 cb se. . _ ·c .. -, , 01)1· 0 ,157 --me [Jregunto.

--¿ .¿ Ue . -' •

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- No sé. - Yo tatnpoco, la verdad. Creo que ul entrar en e] aul a, instinUvam.ente los

i. . . l . d l . d ' dos e 1ng1n10s a nura a a pupnre e 1eresa. Estaba p . · ... , or su-put'sto, vacfo.

Durante el recreo improvisamos una asamblea en 1 - as escaleras de entrada. Les contamos a todos lo que habíamos hablado con el director y a la mayoría le pareció que el asunto estaba zanjado. Me indignó tanto conformismo.

-Tenemos que movernos para que no la sancionen -grité para que me oyesen todos-. Los profesores, in-cluido Filípides, deben saber que formamos una piña con ella, que estaremos a su lado. Si la dejamos sola, la macha­carán todavía más.

-¿Y qué podemos hacer? -preguntó una voz llena de desidia.

Me quedé bloqueada. Estaba pidiendo a mis compañe­ros que hiciéramos algo, pero cuando me preguntaban lo que debíamos hacer no sabía responderles.

-Escribir una carta de protesta y firmarla todos -dijo Sergio.

-¡Buena idea! -exclamé. -Pediremos la firma de compañeros de otras clases

-continuó Sergio-. Filípides da clase a varios grupos. -¡Buena idea! -repetí. Sergio me miró y se rio como solo él era capaz de ha­

cerlo, abriendo la boca tanto que parecía una plaza de toros.

Tres días después entregamos la carta al director. Lo hici­mos Sergio y yo, en persona. Antes, exigimos que la carta pasase por el registro y quedase constancia de su entrada.

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1 1 l

1~ ;,\l)Sl)lut an1c11tc todos los de cJ ase pero t b. , , . -111:-111 H ·

, . .arn 1en

::1

111 ;:1, 1111 n1tll 11 (m dr ~rntr de otras cl ases. Es verdad que

1l ) ~ hn nr\ t\)1 l pnr l 1 rn1 ar1 pero Jo cierto es que 11\:ut" • . .. ~ conse-

• •. )l~ <.;ll\'cntr las doscientas f 1 rm as. t'tl111h , , .

;• t_ u:llH.1l) d direc tor leyó la carta y vio el nfrmero de

,1,ilh'Sl t.)ncs, arrugó su frente e hizo un gesto diffcil de

1 -s( i fra r. (l l ,

- Teresa no está ayudando nada -soltó de repente.

- ¿Qué quiere decir?

- Ustedes pueden comprobarlo: no quiere venir a clase.

-Se sentirá mal -repliqué de inmediato-. En vez

de un castigo, lo que habría que hacer es ayudarla.

- Les aseguro que eso es lo que pretendo.

-Pues retire el expediente. Es lo que le pedimos todos.

- Sergio señaló el papel con las firmas.

-No puedo hacerlo, de verdad-nos explicó el direc-

tor-. Las cosas funcionan así y yo no puedo saltarme las

normas a la torera. Les aseguro que no me gusta sancionar

a nadie, y mucho menos a Teresa. Trataré de influir en la

decisión final, pero si toma esa actitud ...

-¿Ha hablado con ella, con sus padres ... ?-pregunté.

-Con sus padres, sí -nos explicó-. Todo lo que me

dijeron me pareció muy razonable y, la verdad, ape~as

pude argumentar en contra. Me explicaron que_se habian

r d d la vida en educar a su hija en la libertad, la

estarza o to a , 1 d ci

l . el amor. Ellos respetarán y aceptara~-- a e -

t~ _eranc1a y .. . do momento, aunque sign1hque no

s1on d e su h 1Ja en to

volver al instituto. . . la 'lCtitud de sus padres, y

_ d ' de piedra ante , · _ . . ." ,_

Me que e . . . - ~· ·-onocerlo~. mr cayc .· . - rnornent.o, aun s1n e .

desde ese preClSO .

ron fe nomenal. . , . ., . ~· ") n'? - JJreguntó Sergio.

e , . do ce· rcun Lr:l lo u)1n1~t( .

-¿ uan . . J ,

11 9

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--l a scnK1na que viene. __ \y qnt s~n1ción puede caerle? _ f)qwndc Desde una simple falta leve en su expe­

dkntr a(adéinico a una falta grave con expulsión temporal incluida: tres días, una semana, quince días ... El problema es que si Teresa sigue fa ltando reiteradamente y sin justi­ficación a las clases, esta circunstancia también es motivo de sanción y, por consiguiente, echará más leña al fuego. ¿ Entienden el asunto?

- Nosotros entendemos sobre todo a Teresa y estare­n10s a su lado siempre -respondí, completamente segura de mis palabras. Sergio y yo volvimos a salir del despacho del director con un sentimiento extraño, algo desconcertados, sin saber muy bien si lo que estábamos haciendo iba a servir para algo.