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Mensaje Jornada mundial de comunicaciones FER Asturias Peregrinación carismática Liturgia Santa María del Perpetuo Socorro ¡Cuánto tenemos que agradecerte, Corazón de Jesús! Junio: Mes del Amo

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MensajeJornada mundial de comunicaciones

FER AsturiasPeregrinación carismática

Liturgia Santa María del Perpetuo Socorro

¡Cuánto tenemosque agradecerte, Corazón de Jesús!

Junio: Mes del Amo

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Editorial: No solo devoción, ¡necesidad!

53º Jornada mundial de las comunicaciones sociales

La liturgia, encuentro con Cristo

Solemnidades de junio 2019

I Centenario de la consagración de España al S.C.

Semana santa misionera en Argentina

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Historias de familia

Peregrinación de la FER de Oviedo (España)

Palabras de santo

El Evangelio a la lámpara del Sagrario

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Cartelera recomendada

Con mirada eucarística

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

28 Guión para orarBienaventurados

los misericordiosos20Historias de familiaUn reloj para recordar

el mes del Amo

16 Semana santa misionera en

Santa Fe, ArgentinaRevista y editorial fundadas por

san Manuel González Garcíaen 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Gráficas AcerinoISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada: San Manuel González junto a su secretario, D. Fernando Díaz de Gelo, y su hermano Martín visitan el Cerro de los Ángeles y el monumento al Sagrado Corazón (fecha estimada: 1932-1934).

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lucrecio serrano Pedroche

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EDITORIALNo solo devoción,

¡necesidad!

E n la tradición eclesial de los últimos siglos, junio es el mes asociado a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, manifestación

que tenía especial fuerza en tiempos de san Manuel González. En efecto, muy pocos son sus escritos en los que no se lo mencione, de una forma u otra. En sus cartas, sin ir más le-jos, su saludo más recurrente es «estimado... en el Corazón de Jesús». Más aún, en los pri-meros tiempos de El Granito de Arena existía la sección «Al Amo en sus días», escrita por D. Manuel y cuyos artículos se recopilaron en va-rios de sus libros.

Actualmente, puede pensarse que la devo-ción al Corazón de Jesús ha perdido aquella fuerza o, lo que es más erróneo aún, que fue expresión de una situación histórica eclesial concreta pero que ya no tiene cabida en nues-tro tiempo. ¡Nada más alejado de la realidad! Sobre todo porque no se puede considerar una devoción pasada de moda cuando ya el Anti-guo Testamento menciona en numerosas oca-siones (¡26!) el corazón de Dios, un corazón con el que se compadece del hombre.

Afirmaba Benedicto XVI en 2009 que «¡el corazón de Dios se estremece de compasión! En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Je-sús la Iglesia presenta a nuestra contempla-ción este misterio, el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y derrama todo su amor sobre la humanidad. Un amor misterio-so, que en los textos del Nuevo Testamento se nos revela como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. No se rinde ante la ingra-titud, ni siquiera ante el rechazo del pueblo que se ha escogido; más aún, con infinita mi-sericordia envía al mundo a su Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mal y de la muerte, restituya la dignidad de hi-

jos a los seres humanos esclavizados por el pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigé-nito del Padre se inmola en la cruz: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Símbolo de este amor que va más allá de la muerte es su costado atravesado por una lanza. A este respecto, un testigo ocular, el apóstol san Juan, afirma: “Uno de los soldados le atravesó el cos-tado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34)» (Homilía en el rezo de las II vísperas de la Solemnidad del Sagrado Cora-zón de Jesús, 19/6/2009).

¡Cómo va a estar pasada de moda una de-voción que nos recuerda que Dios tiene un co-razón así de compasivo! En una sociedad que desprecia a unos para olvidar a otros, que no es capaz de compadecerse de los demás, ¡cuán-to bien le hace poder descubrir que el Dios de Jesucristo tiene un corazón capaz de acoger a todos, también a los pecadores, los excluidos y a quienes lo han negado!

¡Qué hermosa misión la que nos deja el amor entregado en una cruz: anunciar sobre todo con la propia vida, más que con las palabras, a este Dios que no cejará jamás en su empeño por hacernos felices, porque nos ama con lo-cura! ¡Qué agraciados somos los cristianos por haber sido destinatarios de esta Buena Noticia, la del amor de Dios, la única noticia que no ad-mite componendas ni «peros»!

Celebremos, con gozo incontenible, esta so-lemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que es, simultáneamente, devoción y necesidad pa-ra la humanidad de hoy. Sin el amor de Dios, nuestras vidas vagan buscando sucedáneos de felicidad. Hagamos que este gozo sea el mejor testimonio que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. ¡Gracias, Señor, por mostrar-nos tu Corazón! «

53º Jornada mundial de las comunicaciones sociales

Q ueridos hermanos y herma-nas: Desde que internet ha es-tado disponible, la Iglesia siem-

pre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las per-sonas y de la solidaridad entre todos. Con este Mensaje, quisiera invitarles una vez más a reflexionar sobre el fun-damento y la importancia de nuestro estar–en–relación; y a redescubrir, en la amplitud de los desafíos del con-texto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permane-cer en su propia soledad.

La red y la comunidadEl ambiente mediático es hoy tan om-nipresente que resulta muy difícil dis-tinguirlo de la esfera de la vida coti-diana. La red es un recurso de nues-

tro tiempo. Constituye una fuente de conocimientos y de relaciones hasta hace poco inimaginable. Sin embar-go, a causa de las profundas transfor-maciones que la tecnología ha impre-so en las lógicas de producción, cir-culación y disfrute de los contenidos, numerosos expertos han subrayado los riesgos que amenazan la búsque-da y la posibilidad de compartir una información auténtica a escala global. Internet representa una posibilidad

extraordinaria de acceso al saber; pe-ro también es cierto que se ha mani-festado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones inter-personales, que a menudo asumen la forma del descrédito.

Hay que reconocer que, por un la-do, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encon-tremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan tam-bién a un uso manipulador de los da-tos personales con la finalidad de ob-tener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de ca-da cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético.

Ante la complejidad de este esce-nario, puede ser útil volver a reflexio-nar sobre la metáfora de la red que fue propuesta al principio como fun-damento de internet, para redescu-brir sus potencialidades positivas. La figura de la red nos invita a reflexio-nar sobre la multiplicidad de recorri-

Un año más, en la solemnidad de la Ascensión del Señor, que este año será el próximo 2 de junio, la Iglesia celebra la Jornada mundial de las comunicaciones sociales. En esta ocasión el papa Francisco nos invita a reflexionar sobre el sentido de comunidad que conduce a la comunión, y que ha de favorecerse a través de la comunicación en estos medios. Publicamos a continuación el Mensaje completo del santo padre, firmado el 24 de febrero, fiesta de san Francisco de Sales, patrono de periodistas y comunicadores.

El ser miembros unos de otros es la motivación

profunda para abandonar la mentira

y decir la verdad

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De las comunidadesen las redes sociales

a la comunidadhumana

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dos y nudos que aseguran su resisten-cia sin que haya un centro, una estruc-tura de tipo jerárquico, una organiza-ción de tipo vertical. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos.

La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos re-cuerda otra figura llena de significa-dos: la comunidad. Cuanto más co-hesionada y solidaria es una comuni-dad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red so-lidaria precisa de la escucha recípro-ca y del diálogo basado en el uso res-ponsable del lenguaje.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de co-munidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales con-siguen dar prueba de cohesión y soli-daridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de indivi-duos que se agrupan en torno a inte-reses o temas caracterizados por víncu-los débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al gru-po: este se define a partir de lo que di-vide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta ten-dencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, tam-bién en el ambiente digital, un indivi-dualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abier-ta al mundo se convierte así en un es-caparate en el que exhibir el propio narcisismo.

La red constituye una ocasión pa-ra favorecer el encuentro con los de-más, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pen-

sar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacio-nal; se llega así al peligroso fenóme-no de los jóvenes que se convierten en «ermitaños sociales», con el con-siguiente riesgo de apartarse comple-tamente de la sociedad. Esta dramá-tica dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

Esta realidad multiforme e insi-diosa plantea diversas cuestiones de carácter ético, social, jurídico, políti-co y económico; e interpela también a la Iglesia. Mientras los gobiernos buscan vías de reglamentación legal para salvar la visión original de una red libre, abierta y segura, todos te-nemos la posibilidad y la responsabi-lidad de favorecer su uso positivo.

Está claro que no basta con mul-tiplicar las conexiones para que au-mente la comprensión recíproca. ¿Có-mo reencontrar la verdadera identi-dad comunitaria siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red?

Miembros unos de otrosSe puede esbozar una posible respues-ta a partir de una tercera metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su pró-jimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4,25). El ser miembros unos de otros es la motivación pro-funda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no des-

mentir la recíproca relación de comu-nión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconoci-miento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía pa-ra encontrarse a uno mismo.

La metáfora del cuerpo y los miem-bros nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad, que está fundada en la comunión y la alteridad. Como cristianos, todos nos reconocemos miembros del único cuerpo del que

Cristo es la cabeza. Esto nos ayuda a ver a las personas no como com-petidores potenciales, sino a consi-derar incluso a los enemigos como personas. Ya no hay necesidad del adversario para autodefinirse, por-que la mirada de inclusión que apren-demos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, co-mo parte integrante y condición de la relación y de la proximidad.

Esta capacidad de comprensión y de comunicación entre las personas humanas tiene su fundamento en la

comunión de amor entre las Perso-nas divinas. Dios no es soledad, sino comunión; es amor, y, por ello, comu-nicación, porque el amor siempre co-munica, es más, se comunica a sí mis-mo para encontrar al otro. Para co-municar con nosotros y para comu-nicarse a nosotros, Dios se adapta a nuestro lenguaje, estableciendo en la historia un verdadero diálogo con la humanidad (cf. Dei Verbum, 2).

En virtud de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios, que es comunión y comunicación–de–sí, lle-vamos siempre en el corazón la nos-talgia de vivir en comunión, de perte-necer a una comunidad. «Nada es tan específico de nuestra naturaleza –afir-ma san Basilio– como el entrar en re-lación unos con otros, el tener nece-sidad unos de otros» (Regole ampie, III, 1: PG 31, 917; cf. Benedicto XVI, Mensaje para la 43ª Jornada mundial de las Comunicaciones sociales 2009).

El contexto actual nos llama a to-dos a invertir en las relaciones, a afir-mar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nues-tra humanidad. Los cristianos esta-mos llamados, con mayor razón, a ma-nifestar esa comunión que define nues-tra identidad de creyentes. Efectiva-mente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comuni-car, acoger, comprender y correspon-der al don del otro.

La comunión a imagen de la Tri-nidad es lo que distingue precisamen-te la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamen-te si me relaciono con los demás. El

término persona, de hecho, denota al ser humano como «rostro» dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en huma-nidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como com-pañero de viaje.

Del «like» al «amén»La imagen del cuerpo y de los miem-bros nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, enton-ces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad ecle-sial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Euca-ristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experien-cias de belleza o de sufrimiento físi-camente lejanas de mí, para rezar jun-tos y buscar juntos el bien en el redes-cubrimiento de lo que nos une, en-tonces es un recurso.

Podemos pasar así del diagnósti-co al tratamiento: abriendo el cami-no al diálogo, al encuentro, a la son-risa, a la caricia... Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custo-diar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los «like» sino sobre la verdad, sobre el «amén» con el que cada uno se adhiere al Cuer-po de Cristo acogiendo a los demás.

Vaticano, 24 de enero de 2019, fiesta de san Francisco de Sales.

Papa Francisco

La comunidad precisa el diálogo basado

en el uso responsable del lenguaje

La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística y fundada en el «amén»

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C uando usamos este vocablo nos referimos a imágenes pin-tadas –según un prototipo ori-

ginal siguiendo unos cánones de la tradición oriental– que, además, re-

ciben una bendición litúrgica. Los cristianos usamos y veneramos los iconos porque creemos que Cristo, el Verbo encarnado, es la auténtica imagen de Dios (cf. Col 1,15). Des-

de su humanidad entendemos que cada persona ha sido creada a «ima-gen» de Dios (Gn 1,26) y a cuya «imagen» tenemos que ser confor-mados (Rom 8,29).

Ventanas a la trascendenciaUn icono no es más que el intento de copiar lo invisible. Por eso, cuando los cristianos antiguos –orientales, pero también occidentales– realizan iconos enseñan que la imagen expre-sa una relación con el modelo origi-nal que todavía no vemos. Por ello, yendo más allá de las prescripciones veterotestamentarias, lo que se pre-tende es que la contemplación de la imagen visible de un icono eleve a la contemplación de lo divino. Estas imágenes son como una ventana de la trascendencia en este mundo in-manente; en ellas se conjugan lo be-llo y lo sagrado. De ahí, su fondo do-rado mostrando un color más allá de los colores: la inmaterialidad de la luz celeste que ningún pigmento puede mostrar.

Los iconos no pretenden repre-sentar la naturaleza humana sino la persona transfigurada: muestran la actualidad de los que ya viven en la luz de Dios. Estas imágenes aparecen con el «nombre» de lo que se repre-senta; de hecho, se podría decir que un icono no se pinta, se «escribe». Y esto se realiza, según la tradición más auténtica, cuando la nueva ima-gen no crea o innova lo que simboli-za sino que reproduce un arquetipo inicial (como enseña san Basilio). Así se entra en una tradición, en algo que ha sido entregado y que, a la vez, se entrega. Ese es el caso del Icono del Perpetuo Socorro, un icono de la Vir-

gen de la Pasión que se venera a fina-les de este mes de junio.

La atracción de los iconosEl verdadero artista cristiano, el «es-critor de iconos» como dicen los grie-gos, quiere ser eclesial e intérprete del Espíritu Santo. Siendo testigos de una tradición pretenden transmitir un mensaje espiritual desvelando algu-na faceta del misterio de Cristo, de su Madre Virgen o de la vida de los san-tos. Muchos de estos artistas, vincu-lados a la vida monástica o laical, pre-paran su obra con el ayuno y la ora-ción. Estos artistas –tantos anóni-mos– plasman en las tablas o en los mosaicos unas realidades que podría-mos llamar sacramentales, en cuanto que son signos de una presencia ofre-cida al creyente para que sea acogida. Eso hace que el icono suscite, desde su primera visión, una sensación atra-yente: reflejan la luz tabórica (el mis-terio de la Transfiguración). Los ico-nos tienen un gran papel en la litur-gia –se inciensan, se besan en sus atri-les– y, sobre todo, se muestran en el iconostasis o mampara que delimita el santuario en la iglesia.

El interés por el mundo icónico del Oriente cristiano se pone de ma-nifiesto por una serie de razones: se trata de una iconografía eclesial y ecu-ménica que hunde sus raíces en la tra-dición teológica, es decir que expre-sa con sus figuras, símbolos y colores la auténtica expresión de la fe cristia-na, celebrada por la liturgia de la Igle-sia de Oriente y de Occidente. «Pe-ro se trata también de una iconogra-fía popular ya que la devoción de la gente sencilla se expresa en el amor por las imágenes y por la contempla-

ción de los misterios del Señor y de la Virgen, de los santos. A un pueblo contemplativo se le puede ofrecer un tipo de oración contemplativa. Y hay que volver a ese gusto por lo sagrado y por lo bello, a esas imágenes que pueden y deben evangelizar nuestra oración» ( J. Castellanos). Por estas razones, el alma occidental –europea y americana– captó el mensaje del icono que los PP. Redentoristas di-fundieron a partir del s. XIX.

El icono de la Virgen de la Pasión Hay múltiples representaciones de la Virgen María desde la Anunciación a la Dormición. El que presentamos es un icono maternal de la Theotokos con su Hijo en brazos que se sitúa en la ca-tegoría denominada «Virgen de la Pa-sión» (Strastnaia) aunque tiene una gran relación con aquellas imágenes en las que la Virgen señala a Jesús co-mo el Camino: Hodigitria. Si bien, su mano derecha muestra a Jesús en un cuadro aparentemente navideño, el acento se pone en la reacción del Ni-ño ante la presencia de los ángeles.

Uno de estos iconos «de la Pa-sión» se ha popularizado con el títu-lo de «Perpetuo Socorro». Es el ve-nerado en su iglesia romana de los PP. Redentoristas y, anteriormente, cus-todiado en la Urbe por monjes agus-tinos desde el siglo XV. Sobre un fon-

do dorado –signo de la trascenden-cia divina– destacan cuatro figuras: como imagen central la Virgen con el Niño; sobre ambos, como en un se-gundo plano, dos figuras aladas con los instrumentos de la pasión. Con-forme a la tradición icónica oriental, todos están identificados, en abrevia-tura, por unas letras griegas: MP OY (Meter Theou: Madre de Dios), en los ángulos superiores de la imagen; IC XC (Iesus Cristos), a la derecha de la cabeza del Niño; O AP M (O arjan-guelos Mijael: el arcángel Miguel), so-bre el ángel de la izquierda del que contempla; O AP G (O Arjanguelos Gabriel: el Arcángel Gabriel), sobre el que está a la derecha. En el presen-te no es visible, pero muchos iconos presentan las letras OWN («El que es», Ex 3,14) en la aureola o nimbo crucífero de Cristo.

En los vestidos de María aparecen los dos colores clásicos: el púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, y el azul, caracterizando su condición humana, hermana de todos los que viven bajo el cielo. Bajo el maforion (velo–man-to) una cofia verde oculta sus cabellos.

El Niño Jesús descansa sobre el brazo izquierdo de la Virgen y se aga-rra con ambas manitas al pulgar de la mano derecha de la Madre al contem-plar los instrumentos de la Pasión que le aguarda. Su figura es de cuerpo en-tero, vestido con túnica verde –que indica su humanidad destinada a la muerte– ceñida con faja roja –presa-giando la sangre– y de su hombro de-recho cuelga un manto de color do-rado, presagiando la resurrección fu-tura. Tiene entrecruzadas las piernas; lleva sandalias en los pies. Por el es-

Afirma san Juan Damasceno que «lo que es la palabra para el oído, lo es el icono para la vista». Además, a partir del misterio de la Encarnación el mundo, aunque no lo parezca, ha cambiado. El Eterno ha entrado en el tiempo, el Invisible se ha hecho visible, la Gloria divina se plasma en icono (imagen, en griego).

El icono de la Pasión: Santa María del Perpetuo Socorro

La liturgia, encuentro con Cristo

El verdadero artista cristiano, el escritor de iconos, quiere ser eclesial e intérprete del Espíritu Santo

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pasmo al ver la cruz se le suelta la del pie derecho.

Lectura teológica La pasión estaba anunciada en las Es-crituras. Los salmos y los cánticos del Siervo de Yavé (Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53,12) la describían profé-ticamente. Los ángeles de la gloria muestran, ya desde el inicio de la En-carnación, que era necesario que el Mesías padeciera (cf. Lc 24,26). Pero ese anuncio profético es duro tam-bién para Jesús: hombre mortal y pa-sible, se asusta y se estremece. El pe-queño busca socorro en los brazos de su Madre, a cuya mano se aferra. La fusión de las tres manos –en el cen-tro del icono– ofrece al orante un mensaje de confianza: hay un sostén (socorro) para el sufrimiento.

Pero la pasión es gloriosa; muer-te y resurrección son dos caras de una misma moneda. Los instrumentos que presenta Gabriel, el arcángel de la Anunciación, son el madero de la cruz y los cuatro clavos; Miguel, el ar-cángel de la victoria pascual contra el Enemigo, presenta la lanza y la espon-ja. Ambos ocultan sus manos con un velo humeral indicando la sacralidad de unos instrumentos que revelarán la gloria del Mesías. Los abundantes pliegues y sombreados de las vestidu-ras, profusamente marcados en oro,

hablan de la luz pascual. En este ico-no convergen las miradas entre Ma-ría y el orante. La razón es sencilla: no estamos, simplemente, observan-do una faz; al mirar al icono comien-za un proceso teológico–contempla-tivo. Descubrimos que el mismo ros-tro materno, aunque hierático, es tier-no y henchido de simbolismo: «la frente, alta y espaciosa, acentúa el pre-dominio del pensamiento contem-plativo. El velo–manto que cubre la cabeza y se desliza por los hombros envolviendo la figura según el estilo de las mujeres orientales, indica la su-misión de María en el orden de la crea-ción. Este velo, símbolo del Espíritu Santo, nos recuerda el velo del Santo de los Santos, en el Templo de Jeru-salén, y también la nube que acom-pañaba al Pueblo de Dios a través del desierto (Ex 13,22). Un icono es el lugar teológico, más aún: «la teolo-gía visible» (Pia Compagnoni). Aquí, la Madre no mira a su Hijo sino al que contempla el icono, su otro hijo (cf. Jn 19,26). María habla con la mirada, como si dijera: «¡Mirad y ved si hay dolor como el mío!» (Lam 1,12). Esos ojos grandes y luminosos que miran con una luz penetrante ofrecen un mensaje de esperanza ante el do-lor de la Pasión.

Habitualmente, los iconos maria-nos presentan tres estrellas: una en la frente y otras dos sobre los hombros. Muestran la relación de María con Dios Trino (hija del Padre, madre del Hijo, templo del Espíritu) y su virginidad perpetua (en, antes y después del par-to). Sin embargo, después de la cues-tionada restauración de Nowotny que-daron dos estrellas: ambas en la frente.

Con un sencillo lenguaje el artis-ta bizantino nos ha legado un mensa-je evangélico en un icono, expresión de culto y devoción, henchido de ri-queza teológica.

Difusión del mensajeDifundir un icono es enseñar a «re-zar con los ojos». Para este aprendi-

zaje los Padres Redentoristas difun-dieron reproducciones de esta tabla. A España llegó la primera copia del icono en 1867, al año de ser restaura-do su culto en Roma. Se expuso en Huete (Cuenca), primera fundación redentorista en España y en Alhama de Granada. Diez años después el ico-no llega a tierras americanas (Haití) y en Estados Unidos (Boston, 1870) se dedica la primera iglesia al Perpe-tuo Socorro. La devoción se extien-de por Argentina, Brasil, Chile, Co-lombia y el resto del mundo: India, Singapur, Filipinas, Polonia, etc.

Mucho han dicho mistagógica-mente sobre los iconos Florensky, Bulgakov, Evdokimov, Quenot, Ous-pennsky, Skrobucha, Clement, Pas-sarelli, Glinka, Donadeo, Schönborn, Muzj, Spidlik, Rupnik, Marín, Caste-llano, etc. Ahí están sus obras para profundizar y entender mejor «estas representaciones visibles de realida-des misteriosas y sobrenaturales» (Dionisio Areopagita); porque, los iconos hacen posible que «a través de mis ojos carnales que los contem-plan, mi vida espiritual se sumerja en el misterio de la Encarnación» (san Juan Damasceno).

Manuel Glez. López-Corps. Pbro.

E l final del Tiempo pascual y el Tiempo ordinario que se reanu-da a continuación está marcado

por varias de estas solemnidades, que este año celebraremos en el mes de junio: Ascensión del Señor (2), Pen-tecostés (9), Santísima Trinidad (16), Corpus Christi (23), Corazón de Je-sús (28), y San Pedro y San Pablo (29).

Estas celebraciones han de cons-tituir momentos en los que nuestra vida se renueve y fortalezca en el ma-

nantial del Misterio Pascual, que ac-tualizamos en la Eucaristía. Como preparación, ofrecemos a continua-ción algunos textos del papa Fran-cisco con su reflexión sobre cada una de ellas.

La Ascensión del Señor: Envío y misión de la Iglesia«Esta fiesta contiene dos elementos. Por una parte, la Ascensión orienta nuestra mirada al cielo, donde Jesús

glorificado se sienta a la derecha de Dios (cf. Mt 16,19). Por otra parte, nos recuerda el inicio de la misión de la Iglesia.

¿Por qué? Porque Jesús resucita-do ha subido al cielo y manda a sus discípulos a difundir el Evangelio en todo el mundo. Por lo tanto, la Ascen-sión nos exhorta a levantar la mirada al cielo, para después dirigirla inme-diatamente a la tierra, llevando ade-lante las tareas que el Señor resucita-do nos confía. [...]

Que la Virgen María, que como Madre del Señor muerto y resucita-do animó la fe de la primera comuni-dad de discípulos, nos ayude también a nosotros a mantener “nuestros co-razones en alto”, así como nos exhor-ta a hacer la liturgia. Y que al mismo tiempo nos ayude a tener “los pies en la tierra” y a sembrar con valentía el Evangelio en las situaciones concre-tas de la vida y la historia» (13/5/2018).

Pentecostés: Llamada a la santidad«Esta solemnidad nos hace recordar y revivir el derramamiento del Espí-ritu Santo sobre los apóstoles y los demás discípulos, reunidos en ora-ción con la Virgen María en el Ce-náculo (cf. Hch 2,1-11).

Aquel día se inició la historia de la santidad cristiana, porque el Espí-ritu Santo es la fuente de la santidad, que no es el privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos. Por el bau-tismo, de hecho, estamos todos lla-mados a participar en la misma vida divina de Cristo y con la confirma-ción, a convertirnos en testigos suyos en el mundo. [...]

Es el Espíritu el que hace experi-mentar una alegría plena. El Espíritu

Solemnidades de junio 2019

Vivir lo que celebramosLa celebración del Año litúrgico, que nos acompaña en el diario peregrinar, va acompasada por unos tiempos en los que se nos ayuda a ahondar juntos (y no simplemente recordar) en el misterio de la vida de Cristo. Dentro de esos tiempos litúrgicos, nos encontramos además con diversas fiestas de particular relieve; en ellas contemplamos acontecimientos clave de la Historia de salvación o personas que nos preceden como testigos en la fe.

«Yo os haré pescadores de hombres». Mosaico en el exterior de la Basílica de San Pedro.

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Santo, viniendo a nosotros, vence la sequedad, abre los corazones a la es-peranza, estimula y favorece la madu-ración interna en la relación con Dios y el prójimo. Es lo que dice san Pablo: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fi-delidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5,22).

Pidamos a la Virgen María que ob-tenga hoy un Pentecostés renovado para la Iglesia, una renovada juventud que nos dé la alegría de vivir y testi-moniar el Evangelio, e “infunda en no-sotros un intenso anhelo de ser san-tos para la mayor gloria de Dios” (Gau-dete et exsultate, 177)» (20/5/2018).

La Santísima Trinidad: Comunión de amor«Una fiesta para contemplar y alabar el misterio del Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Perso-nas: el Padre, el Hijo y el Espíritu San-to. Para celebrar con asombro siem-pre nuevo Dios–Amor, que nos ofre-ce gratuitamente su vida y nos pide difundirla en el mundo.

La lecturas bíblicas nos hacen en-tender que Dios no quiere tanto reve-larnos que Él existe, sino más bien que es el “Dios con nosotros”, cerca de no-sotros, que nos ama, que camina con nosotros, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, empezando por los más pequeños y necesitados. Por tanto, nosotros no creemos en una entidad lejana, indi-ferente. ¡No! Sino, por el contrario, en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y resucitado por no-sotros, y como Espíritu Santo todo lo transforma y lleva a plenitud. [...]

La fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redi-me y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo acoge le da la posibilidad de reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad. El cris-tiano no es una persona aislada, per-

tenece a un pueblo: este pueblo que forma Dios. No se puede ser cristiano sin tal pertenencia y comunión.

Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de tes-timoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de la vida es precisa-mente el amor infinito, el amor con-creto del Padre, del Hijo y del Espíri-tu Santo» (27/5/2018).

El Corpus Christi:Testamento de amor«En la solemnidad del Santísimo Cuer-po y Sangre de Cristo el Evangelio nos trae las palabras de Jesús pronuncia-das en la Última Cena con sus discí-pulos: “Tomad, este es mi cuerpo”. Y después: “Esta es mi sangre de la alian-za, que es derramada por muchos” (Mc, 14,22-24).

Precisamente en la fuerza de ese testamento de amor, la comunidad cristiana se reúne cada domingo y ca-da día, en torno a la Eucaristía, sacra-mento del sacrificio redentor de Cris-to. Y atraídos por su Presencia real, los cristianos lo adoran y lo contemplan a través del humilde signo del pan con-vertido en su Cuerpo.

Cada vez que celebramos la Euca-ristía, a través de este Sacramento so-brio y al mismo tiempo solemne, ex-perimentamos la Nueva Alianza, que realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros. Y como participan-tes de esta Alianza, nosotros, aunque pequeños y pobres, colaboramos en la edificación de la historia, como quie-re Dios.

Por eso, toda celebración eucarís-tica, a la vez que constituye un acto de culto público a Dios, recuerda la vida y hechos concretos de nuestra existencia. Mientras nos alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos asimilamos a Él, recibimos en no-sotros su amor, no para retenerlo ce-losamente, sino para compartirlo con los demás.

Esta lógica está inscrita en la Euca-ristía, recibimos su amor en nosotros

y lo compartimos con los demás. Es-ta es la lógica eucarística. En ella, de hecho, contemplamos a Jesús como pan partido y entregado, sangre derra-mada por nuestra salvación. Es una presencia que, como un fuego, quema en nosotros las actitudes egoístas, nos purifica de la tendencia a dar sólo cuan-do hemos recibido, y enciende el de-seo de hacernos, también nosotros, en unión con Jesús, pan partido y sangre derramada por los hermanos.

Por lo tanto, la fiesta del Corpus Christi es un misterio de atracción y de transformación en Él. Y es escue-la de amor concreto, paciente y sacri-ficado, como Jesús en la cruz. Nos en-seña a ser más acogedores y disponi-bles con quienes están en búsqueda de comprensión, ayuda, aliento, o es-tán marginados y solos» (3/6/2018).

El Corazón de Jesús:Manifestado en las obras de misericordia«Hoy la Iglesia celebra la solemnidad litúrgica del amor de Dios: hoy es la fiesta del amor. El apóstol Juan nos di-ce en qué consiste el amor: “No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero” (cf. 1 Jn 4,10). Él nos espera con amor. Él es el primero en amar.

Los profetas comprendieron esto y por eso usaron el símbolo de la flor de almendro: es la primera que flore-ce en primavera. Dios es así: siempre el primero, el primero en esperarnos, el primero en amarnos, el primero en ayudarnos. Esto es el amor, el amor de Dios. [...]

¿Cómo nos ha revelado el Señor este amor? Mirando la historia de sal-vación, vemos que el Señor ha sido un gran pedagogo en el amor. El profeta Oseas (cf. 11,1.3-4.8-9) explica cómo manifiesta Dios su amor: “Le enseñé a andar… Con lazos de amor los atra-je. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné ha-cia él para darle de comer… Se me re-vuelve el corazón, se conmueven mis

entrañas”. ¡Cuánta ternura! Dios no manifiesta el amor con cosas grandes: se empequeñece con gestos de ternu-ra y bondad. Es un Dios que se hace pequeño, se acerca, y con esta cerca-nía y pequeñez hace comprender la grandeza del amor.

Dios va más allá, envía a su Hijo y lo envía encarnado en nuestra carne pecadora: “El Hijo se humilló a sí mis-mo, hecho obediente hasta la muer-te, y una muerte de cruz” (Ef 2,8). Es-te es el misterio del amor de Dios, de este amor que el Señor nos enseña a ponerlo más en las obras que en las palabras. Es un amor total y el símbo-lo es un corazón traspasado: así po-demos comprender también el itine-rario cristiano. Cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana, nos dice pocas cosas, nos recuerda el famoso protocolo por el que todos seremos juzgados: Mateo 25, las obras de misericordia.

Las obras de misericordia son el camino de amor que Jesús nos ense-ña en continuidad con el gran amor de Dios. El Señor no nos pide gran-des discursos sobre el amor; nos pi-de ser hombres y mujeres con un gran amor o con un pequeño amor, pero que sepan hacer algo por Jesús.

Hoy es la solemnidad del amor de Dios y el amor de Dios, para com-prenderlo, se ha de transmitir con las obras, con las pequeñas obras de mi-sericordia, con sencillez. Y este será el anuncio de este amor ilimitado» (8/6/2018).

San Pedro y San Pablo:Peregrinar a las raíces de la fe«Hoy la Iglesia va a las raíces de su fe y celebra a los apóstoles Pedro y Pa-blo. En el evangelio que la liturgia nos propone en esta fiesta (cf. Mt 16,13-19) se cuenta un episodio que es fun-damental para nuestro camino de fe. Se trata del diálogo en el que Jesús plantea a sus discípulos la pregunta so-bre la identidad. Él primero pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el

Hijo del hombre?” (v. 13). Y después les interpela directamente a ellos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v. 15). Con estas dos preguntas, Jesús parece decir que una cosa es seguir la opinión corriente, y otra es encontrar-le a Él y abrirse a su misterio: allí se descubre la verdad. La opinión común contiene una respuesta verdadera pe-ro parcial; Pedro, y con él la Iglesia de ayer, de hoy y de siempre, responde, por gracia de Dios, la verdad: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (v. 16).

A lo largo de los siglos, el mundo ha definido a Jesús de distintas ma-neras: un gran profeta de la justicia y del amor; un sabio maestro de vida; un revolucionario; un soñador de los sueños de Dios... etc. Muchas cosas bonitas. Entre estas y otras hipótesis, destaca todavía hoy, sencilla y neta, la confesión de Simón Pedro, hom-bre humilde y lleno de fe: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (v. 16). Jesús es el Hijo de Dios.

Esta es la novedad que la gracia en-ciende en el corazón de quien se abre

al misterio de Jesús: la certeza, no ma-temática, pero todavía más fuerte, in-terior, de haber encontrado la Fuen-te de Vida, la Vida misma hecha car-ne, visible y tangible en medio de no-sotros. Esta es la experiencia del cris-tiano, y no es mérito nuestro, sino que viene de Dios, es una gracia de Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo.

Y después, la respuesta de Jesús está llena de luz: “Y yo a mi vez te di-go que tú eres Pedro, y sobre esta pie-dra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). Es la primera vez que Jesús pronuncia la palabra «Iglesia» y lo hace expresando todo el amor hacia ella, que define “mi Iglesia”.

Que por intercesión de la Vir-gen María, Reina de los Apóstoles, el Señor conceda a la Iglesia y en el mundo entero ser siempre fiel al Evangelio, a cuyo servicio los san-tos Pedro y Pablo consagraron su vi-da» (29/6/2018).

Recopilación de textos: Ana Mª Fernández Herrero, m.e.n.

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«Te daré las llaves del Reino de los Cielos». Mosaico en el exterior de la Basílica de San Pedro.

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E l nuncio de S.S., Francesco Ra-gonesi, lo bendijo. Luego, el ar-zobispo de Madrid, Prudencio

Melo, presidió la santa Misa. Antes de la bendición final se leyó un tele-grama del papa Benedicto XV. El nun-cio impartió la bendición papal y, a continuación, se expuso solemnemen-te el Santísimo Sacramento. Estando entonces arrodillados todos los pre-sentes, el rey Alfonso XIII, de pie, en nombre del pueblo español, hizo lec-tura solemne de la oración mediante la cual se expresaba públicamente la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús: «España, pueblo de tu herencia y de tus predileccio-nes, se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península… Reinad en los corazones de los hom-bres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras y en nues-tras leyes e instituciones patrias».

En la columna que sostiene la ima-gen de Jesucristo se leen las siguien-tes palabras: «Reino en España». Se daba así cumplimiento a la promesa hecha por el Sagrado Corazón de Je-sús al beato Bernardo de Hoyos –«Rei-naré en España»–, a la vez que se ma-terializaba en nuestra nación la peti-ción del papa León XIII al consagrar el género humano al Corazón de Cris-to (11 de junio de 1889), expuesta en la encíclica Annum sacrum.

Nos preparamos ahora a la cele-bración del primer centenario de la

consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. La validez de cuan-to tuvo lugar aquel 30 de mayo de 1919 ha quedado confirmada por los innumerables frutos de santidad, no exentos de persecución, que se han producido en este tiempo.

Joaquín Mª López De Andújar, obispo emérito de Getafe. Texto publicado en revista Padre de todos, febrero de 2018

C uando este número llegue a ma-no de nuestros lectores no será desconocido para ninguno de

ellos el pormenor más insignificante de la gran solemnidad con que se ha consagrado España al Sagrado Cora-zón de Jesús ante el Monumento na-cional a Él dedicado en el Cerro de los Ángeles el día 30 del pasado Mayo.

A todos han llegado por las noti-cias y grabados de los periódicos, la descripción del lugar y del Monu-mento, los nombres, la representa-ción y el número de las personas que allí estuvieron, las ceremonias que se ejecutaron y lo que pudiera lla-marse la visión exterior del acto; pe-ro lo que yo quisiera que llegara a to-dos los españoles y a todos nuestros hermanos en la Fe, y no se les borra-rá jamás, es la noticia, y más que no-ticia la sensación de lo que no se veía y se sentía, de lo que allí paladeaba el alma y no podía transmitir ni la pluma ni la lengua.

–¿Cómo se las van a arreglar para contar esto?, preguntaba el Sr. Carde-nal de Toledo a un grupo de perio-distas que encontró al terminar el ac-to. Y esa era la verdad: aquello no se podía contar.

De rodillas ante la custodiaCorazón bendito de Jesús, ¿cómo se puede contar sinó aquella hora de glo-ria en que, arrodillados ante tu Santa Custodia, los Obispos y los Sacerdo-tes, los Reyes y su augusta Familia, el Gobierno en pleno, los Grandes del reino, la Nobleza, el pueblo y más aún, sin que los ojos lo vieran pero espo-ritualmente allí presente, España en-tera reunida en sus templos, se levan-ta sereno, valiente, radiante el Rey Ca-tólico y poniendo en su voz energías de creyente, ternuras de hijo y majes-tad de soberano, lee aquel acto de

Consagración tan completo como ex-presivo?

¿Cómo se pueden contar las lágri-mas de gozo, de gloria que silencio-sas caían por tantas caras y las bendi-ciones y las alabanzas y los propósi-tos buenos y las súplicas ardientes que en forma de sollozos y de vítores su-bían?...

¿Cómo, cómo se puede contar lo que ante aquella su España arrodilla-da casi, casi se oía decir al Corazón de Jesús Sacramentado?...

¡Las condiciones que le ofrecía, las horas de triunfo que le preparaba, los perdonas que le otorgaba, la paz que la regalaría, la protección con que la seguiría defendiendo!

No, no, aquello no es para contar-lo, sino para sentirlo y paladearlo y agradecerlo con el corazón derretido.

Corazón de Jesús, Rey de España, el último de tus vasallos e indigno Obispo de tu Iglesia, compondrá las súplicas y las alabanzas y las prome-sas, que por él, por los suyos y por sus obras, te dirigió en aquella tu hora de gloria, en estas palabras:

Rey, Señor, Amo y Padre: Que esos brazos abiertos y ese Corazón patente con que vas a quedar repre-sentado para siempre en el centro de tu España, digan y recuerden a tus españoles de hoy y de mañana, que a las doce del día treinta de Mayo de 1919 se firmó un contrato entre tu Corazón y tu pueblo por el que Tú te obligaste a dar cuanto te pidiéra-mos por tu Corazón y tu pueblo a darte cuando por y para tu Corazón le pidieras...

Amén, Amén, Amén.Manuel, Obispo de Olimpo

El Granito de Arena, n. 281, 5/6/1919, pp. 247-248

30 de mayo de 1919 - 30 de junio de 2019

El 30 de mayo de 1919, en el Cerro de los Ángeles (Getafe), centro geográfico de España, se congregaron las autoridades religiosas, civiles y militares, con gran multitud de fieles, junto al recién construido monumento al Sagrado Corazón de Jesús.

Entre los numerosos asistentes a la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, se encontraba el entonces obispo de Olimpo, san Manuel González García. En la revista El Granito de Arena, pocos días después de este evento, publicaba, bajo el título «Hora de gloria» sus impresiones de aquel emotivo momento que congregó a decenas de miles de fieles laicos, sacerdotes y obispos.

Centenario de la consagración al Sagrado Corazón

Detalle de los numerosos asistentes al acto de consagración de España al Sagrado Corazón, en 1919. Entre los obispos se puede distinguir a san Manuel González. Arriba, cartel que se publicó como recuerdo de este acontecimiento.

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Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

E n 1909 pronunciaba san Manuel aquellas palabras, siendo arci-preste de Huelva. En 2019, no-

sotros añadimos otra prueba de ese amor onubense. Nos referimos a la exposición Cor Iesu, que tuvo lugar en Huelva entre los días 16 de marzo y 20 de abril. Para ello entrevistamos a D. Juan Bautista Quintero Cartes, subdelegado de Patrimonio de la dió-cesis de Huelva, quien ideó y organi-zó la muestra de arte dedicada al Co-razón de Jesús en Huelva.

Estimado D. Juan Bautista, ¿cómo surge la idea de llevar a cabo una ex-posición sobre la devoción al Cora-zón de Jesús en Huelva? Surge la idea por celebrar-se en 2019 el centena-rio de la consagra-ción de Espa-ña al Cora-

zón de Jesús. La verdad es que los tes-timonios devocionales en la diócesis daban para una muestra como esta, que intenta unir lo conmemorativo con el cumplimiento de uno de los fi-nes de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural, que es el dar a conocer el arte sacro y el patrimonio religioso artístico y documental re-partido por todas sus parroquias. Lo impulsa la conveniencia de conme-morar de alguna manera dicho acon-tecimiento en la diócesis de Huelva, también con motivo del cincuente-nario de la consagración del semina-rio diocesano al Sagrado Corazón por el siervo de Dios José María García

Lahiguera, segundo obispo de Huel-va, en 1969.

En la carta de presentación de la ex-posición, D. José Villaplana, obispo de Huelva, expresó que la muestra, tal como usted dice, tenía por objeti-vo la evangelización a través del pa-trimonio histórico–artístico de la dió-cesis y el de darlo a conocer como una muestra de fe hecha cultura. ¿Có-mo cree que se llevó a cabo este do-ble objetivo? ¿Qué repercusión tuvo?Este doble objetivo se intentó tradu-cir en una visita guiada de la exposi-ción, que buscaba explicar el sentido de la misma. En cualquier caso, cual-quier visitante podía darse cuenta de cómo la fe se ha hecho cultura con-creta en las piezas expuestas, que a su vez expresan un universo religioso profundo. Ha sido muy visitada la ex-posición, pero quizá hubiera sido ne-cesaria más implicación por parte de las parroquias, comunidades y aso-ciaciones.

En cuanto a su repercusión hay que tener en cuenta que el espacio

temporal de la misma ha es-tado condicionado por

otras necesidades del edificio en

el que ha

La manifestación más clara del amor de Dios

«¿Qué por qué queremos al Corazón de Jesús? Vuestra pregunta me pone en la dulcísima necesidad de hablaros de lo que más ama mi corazón y con más prisa escribe mi pluma y con más gusto paladea mi boca. Es que aquí en Huelva se quiere mucho al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Queréis pruebas de que existe ese amor? Pasead sus calles y parad la vista en los portones de sus zaguanes, y allá en lo alto veréis la placa de su imagen bendiciendo a los que allí viven. Sí, en Huelva se quiere mucho, mucho al Corazón de Jesús» (OO.CC. I, 845-846).

S omos tres jóvenes laicas que, por distintos caminos, nos co-nocimos en la casa de Nazaret de Santa Fe (República Ar-gentina). Después de casi un año de compartir encuentros,

las hermanas nos invitaron a participar de su misión de Semana santa. Podemos decir con toda seguridad que superó muchísi-mo nuestras expectativas. En realidad, no sabíamos bien a qué íbamos, pero el entusiasmo sí que se sentía.

Descubrimos una nueva forma de misionar, descubrimos que no hay que irse tan lejos ni hacer grandes cosas para llevar a Je-sús a otros corazones. La comunidad de San Fabián (un puebli-to de Santa Fe) nos recibió tan cálida y amablemente, que era imposible no sentirse a gusto y con ganas de dar un poquito más cada día.

Esa fue la gran gracia: compartir a Cristo y en Cristo, y saber-nos así Iglesia viva y que da vida. Vivir el Triduo Pascual junto a las hermanitas y junto a las personas del pueblo nos hizo saber-nos Iglesia en salida, al llevar a un Cristo resucitado en cada uno de nuestros corazones, y al encontrarnos también con Cristo en otros rostros. El Señor sigue estando presente junto a nosotros.

Ninguna imaginó que alguna vez podría compartir un viaje de tres días con tres consagradas, ninguna pensó que era posible sen-tirse como en casa en un lugar desconocido, y creemos que ningu-na termina de entender cómo Jesús Eucaristía sigue regalándonos tanto, habiendo ya dado todo... pero Dios es así. No se cansa de encontrarnos en las palabras, los gestos y las sorpresas cotidianas.

Sofía Palacios, Lorena Andreucci y Victoria Tomatis

Actos con motivo del CentenarioViernes 28 de junio:

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús07.00 a 13.00: Misa cada hora en la Basílica17.00 a 19.00: Misa cada hora en Madres Carmelitas20.00: Ordenaciones sacerdotales

Sábado 29 de junioJubileo de los jóvenes

10.00: Acogida y catequesis en Pquia. Madre Maravillas de Getafe11.30: Inicio de peregrinación hacia el Cerro de los Ángeles12.30: Acogida y Eucaristía Jubilar. Vigilia y adoración nocturna19.00: Recepción de grupos organizados y fieles.20.30: Santa Misa22.30: Exposición del Santísimo. Inicio de turnos de vela

Domingo 30 de junioActo Nacional de Consagración al S. Corazón de Jesús10.00: Santa Misa11.30: Acto de Consagración

Semana santa misionera en Argentina

Compartir a Cristo

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estado expuesta la muestra. En reali-dad hubiéramos querido que durara más tiempo, pero no ha sido posible.

La exposición estuvo estructurada en tres partes, la primera de ellas deno-minada «Costado abierto de Cris-to», la segunda «He aquí el Corazón que tanto ha amado» y la tercera «Ven-ga a nosotros tu Reino», ¿podría con-tarnos en qué se inspiró cada una de ellas y cuáles fueron los elementos y representaciones iconográficas más relevantes?La primera parte pretendía introdu-cir al visitante en la riqueza teológica de la devoción al Corazón de Cristo, que es muy anterior a la misma apa-rición de la devoción tal como ha lle-gado a nosotros. Esta primera parte está inspirada en el agua y la sangre que brotan del costado de Cristo, con el fondo de los textos patrísticos que inciden en su relación con dos de los sacramentos de la iniciación cristia-na, el Bautismo y la Eucaristía. En es-te sentido son destacables los restos de pilas bautismales del siglo XVI de Trigueros y San Bartolomé de la To-rre, y algunos ejemplares de la orfe-brería dieciochesca y decimonónica: ostensorio con pelícano de Puebla de

Guzmán, cáliz del obispo Infante de Moguer, etc., así como la imagen de un Corazón de Jesús con el corazón en la mano o cardioforo, de Candón. 

La segunda parte se centra en lo que aportan al desarrollo de la devo-ción al Corazón de Jesús las revela-ciones a santa Margarita María de Ala-coque y el beato Bernardo de Hoyos y su traducción en la imaginería y en la pintura. Aquí destacaríamos las imá-genes del Corazón de Jesús de varios siglos: San Juan del Puerto, Trigue-ros, La Palma del Condado, etc.

La tercera parte quiso expresar la repercusión social de la devoción en nuestra diócesis: las obras de piedad y misericordia que nacieron como fruto de la misma: escuelas, sindica-tos, repartición de tierras, asociacio-nes, monumentos, etc. En esta últi-ma parte destacamos el estandarte del Apostolado de la Oración de Higue-ra de la Sierra, y varias imágenes del Sagrado Corazón del escultor Sebas-tián Santos: del Colegio del Sagrado Corazón de Huelva, de la parroquia de Almonte y de una colección par-ticular de Higuera de la Sierra.

Evidentemente el paso del tiempo im-plica no pocos cambios en la visión y

comprensión del Dogma y la teolo-gía. ¿Cómo ha evolucionado en el tiempo la iconografía corazonista se-gún lo ha plasmado la exposición? La evolución era posible contemplar-la desde el siglo XIX hasta nuestros días, desde una obra anónima deci-monónica, a un busto reciente de Mar-tín Lagares; desde las obras escultó-ricas de artistas valencianos de prin-cipios del siglo XX, hasta otras de es-cultores de la escuela hispalense del siglo XX. Desde el modelo iconográ-fico del Corazón solo en un grabado del siglo XIX, pasando por el Niño Corazón de Jesús (de las HH. de la Cruz de La Palma del Condado), has-ta una escultura de Olot de mediados del siglo XX. Y también cómo esta iconografía ha estado presente en or-namentos litúrgicos, estandartes, gra-bados e imágenes.

Sin lugar a dudas, la exposición pone de manifiesto el gran amor y devo-ción al Corazón de Cristo que ha mar-cado la historia de Huelva. San Ma-nuel González forma parte de esta historia y, de hecho, en la tercera par-te de la exposición se alude a él, ¿po-dría contarnos de qué manera se ha vinculado san Manuel a esta historia

y cómo se pone esto de relieve en la exposición? No hacía falta vincular a san Manuel González con la devoción al Cora-zón de Jesús, porque no se entiende su vida ni su espiritualidad sin esa referencia. Su paso por Huelva se tra-dujo en multitud de obras en honor del Deífico Corazón, algunas de las cuales perviven. Ya en la exposición que montó la diócesis de Huelva con motivo de la canonización de san Manuel tuvimos ocasión de desta-car esta unión de don Manuel con el Corazón de Cristo. Ahora, en menor medida, pero se ha traducido en la exposición de documentos, como un plano del Colegio del Sagrado Corazón que fundó san Manuel con la ayuda de D. Manuel Siurot. Se mostró también un busto de san Ma-nuel, obra de Martín Lagares para el Monasterio de Santa Clara, y en un documento de las Marías de los Sa-grarios de Valverde del Camino de la primera época, cuando promue-ven una capilla en honor del Sagra-do Corazón en una aldea cercana: Los Montes de San Benito.

¿Podría contarnos algunas pinceladas históricas relevantes acerca de la de-

voción al Corazón de Jesús en Huel-va, concretamente en los años que san Manuel pasó por tierras onubenses?Los primeros testimonios devociona-les están en la imaginería y en los re-tablos de los siglos XVII y XVIII, pe-ro ciñéndonos a la etapa de san Ma-nuel en Huelva (el primer tercio del siglo XX), podríamos señalar tres fo-cos importantes de devoción: Huel-va, lógicamente, con toda la obra pas-toral y social de san Manuel: colegio, sindicatos, escuelas nocturnas, entro-nización de la imagen del Corazón de Jesús en las casas, obras de caridad, etc; otro lugar es Valverde del Cami-no, con el apostolado promovido por un amigo y compañero suyo, D. Jesús de Mora, con múltiples obras de pie-dad y caridad; y Bollullos del Conda-do, con la obra promovida por el se-glar Francisco Pérez y Vacas, que tra-dujo su devoción al  Corazón de Jesús en obras sociales: repartimiento de tierras en consonancia con la doctri-na de León XIII, etc. Esto es solo una muestra, desde luego muy cualifica-da, de lo que produjo esta devoción.

Una devoción tan importante como esta, de ninguna manera nos permi-te permanecer pasivos, antes al con-

trario, nos impulsa a dar frutos de vi-da del mismo modo que tantas per-sonas y comunidades lo han hecho en Huelva, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a la Familia Eucarística Re-paradora fundada por san Manuel con ocasión de esta exposición y en el mes dedicado al Corazón de Jesús?Bueno, me parece demasiado preten-cioso que yo pueda dirigirme a la Fa-milia Eucarística Reparadora, en cu-ya espiritualidad bebí en mi infancia, pero sí puedo decir en nombre de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural, y en nombre de su delega-do, D. Manuel Jesús Carrasco Terri-za, y del otro comisario junto conmi-go de la exposición, D. Juan Manuel Moreno Orta, que hemos pretendi-do de una forma sencilla y concreta reflexionar sobre la importancia y la actualidad de una devoción que tie-ne a Jesucristo como centro, y que contempla su Corazón como la ex-presión más palpable del amor de Cristo por todos y cada uno de noso-tros. Es lo que quiso hacer, con sus escritos, con su vida y con su obra san Manuel González, que tanto enseñó a amar a Jesús y que tanto nos sigue enseñando.

Mª Ayelén Ortega Lo Presti, m.e.n.

Pelícano eucarístico (1902).Portaviático (s. XVIII).

Sagrado Corazón de San Pedro de Huelva (1936). Cardioforo (Cardón).

Vista general de la exposición.

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Historias de familia

R esulta muy difícil deslindar epi-sodios concretos de su vida en los que esta devoción se ponga

de manifiesto y es que su amor al Sa-cratísimo Corazón de Cristo estuvo presente en todas y cada una de sus obras y de sus escritos, y ello porque vivió esa devoción en todos y cada uno de los días de su vida. Sin embar-go creo que merece la pena detener-nos en una historia que pone de ma-nifiesto la sencillez y a la vez la pro-fundidad con la que vivió, y extendió, san Manuel González, la devoción a esa dulcísima imagen.

Chiflados del Corazón de JesúsEn sus años de arcipreste de Huelva, D. Manuel solía referirse al grupo de «chiflados del Corazón de Jesús», para designar al grupo de hombres que, seguramente atraídos por su per-sonalidad y simpatía, se convirtieron

en sus grandes amigos y, como D. Manuel no te-nía otro norte que llevar personas ante el Santísimo,

estos amigos se convertirían, casi al

mismo tiempo, en los adoradores de Jesús Eu-

caristía en aquel Sagrario de San Pedro y en colabora-

dores en las obras sociales que emprendería en la ciudad.

Así describía a este grupo uno de ellos, D. Agustín de la Corte: «Des-pués de haber asistido a los cultos de la tarde en la parroquia de San Pedro de Huelva, acostumbrábamos varios amigos a charlar durante un buen ra-to en el porche, delante de una de las fachadas de la Iglesia, situado a gran-de altura sobre el nivel de la calle, y allí nos anochecía. El sitio era por de-más agradable, pues estaba bañado todo él por las brisas del mar, que a no mucha distancia de allí se divisa-ba. Don Manuel, así le decíamos al entonces Arcipreste de Huelva, pre-sidía nuestra reunión y animaba nues-tra charla. ¡Qué grata nos era su pre-ciosa compañía! Irremisiblemente, como movido por un resorte, todas las noches a la primera campanada de las diez que daba la torre, se levanta-ba y decía: “A las diez en la cama es-tés; más bien antes que después”. Re-

zábamos una como salutación de des-pedida al Santísimo, que lo teníamos a nuestras espaldas, en el Sagrario, al AMO, como él le decía y nos marchá-bamos todos juntos. Lo acompañá-bamos hasta su casa, muy cerquita de la parroquia, en el “Paseo del Choco-late” y nos íbamos cada mochuelo a su olivo. En el recinto tranquilo de nuestro hogar, ya solos, rumiábamos, como pudiera decirse, los santos con-sejos que en todo momento nos da-ba, y recordábamos sus ocurrencias y gracejo en el decir, su sana y bendi-ta conversación, su amena charla» (El Granito de Arena, julio/1949 n. 932, p. 195). ¡Con cuánta naturali-dad sabía D. Manuel ganar almas pa-ra el Sagrado Corazón!

No sabemos los nombres de to-dos aquellos hombres. Manuel Siu-rot, Nicolás de la Corte, José Cádiz, Andrés de Mora Batanero, Enrique Díaz, Antonio Olivera, estos y segu-ramente algunos más, formaban par-te de aquel grupo que acompañaba y animaba a D. Manuel en sus proyec-tos. Como cuando nació, en 1908, la Granja Avícola del Sagrado Corazón, una de esas pequeñas grandes obras

que pondría en marcha en Huelva pa-ra aliviar el hambre y sobre todo la necesidad de aprender un oficio que tenían muchos de los muchachos que vagabundeaban por los alrededores de su parroquia.

D. Manuel escribió que «oír al amigo, ver el huerto en compañía de los chiflados y hacer firme el contra-to de arrendamiento, fue cosa de po-quísimo tiempo» (OO.CC. II, n. 1835). Si D. Manuel solía hablar de la gente buena de Huelva, al referirse a este grupo decía que eran «flor de la gen-te buena de aquella tierra» (El Obis-po del Sagrario abandonado7, p. 186, nota 69), de modo que no puede ex-trañar que estos caballeros buscaran compartir un pequeño detalle que les identificara y además, que les ayuda-ra a tener presente la devoción al Sa-grado Corazón, en cuyo nombre, y junto al arcipreste, habían iniciado tantas chifladuras.

Un reloj con corazónPor aquellos tiempos era corriente entre los hombres usar lo que llama-mos reloj de bolsillo, pues bien, aque-llos primeros discípulos de San Juan onubenses diseñaron uno en cuya es-fera podía reconocerse el anagrama del Sagrado Corazón. Sabíamos de la existencia de este reloj gracias a dos testimonios.

De un lado el de Mons. Enrique Delgado Gómez, que fuera obispo de Almería y de Pamplona y que era re-sidente en el Colegio Español en Ro-ma en los días en los que el arcipres-te de Huelva visitó este centro en 1912. Del otro, el de un sacerdote por-tugués que coincidiría en la basílica de Lourdes con la hermana y la sobri-

na de D. Manuel años después de su fallecimiento.

D. Enrique Delgado era un joven de 24 años, recién ordenado sacerdo-te y dispuesto a seguir estudios ecle-siásticos en Roma, cuando en noviem-bre de 1912 compartió con un grupo de residentes en el Colegio español, en el Palazzo Altemps, un rato de char-la con el arcipreste de Huelva, que acompañaba al cardenal Almaraz en la ceremonia de toma de posesión de su cargo en Roma (cf. El Granito de Arena, febrero 2019, n. 1713, pp. 16-19). Años después, siendo obispo de Pamplona, D. Enrique evocaba en las páginas de El Granito recuerdos de aquellos días con D. Manuel, escri-biendo: «No perdía él el tiempo en Roma cumpliendo aquello de que ca-da loco con su tema; y el suyo era el amor al Corazón de Jesús y a la obra de las Marías de los Sagrarios. En la Visita dei calori al cardenal y en la re-cepción de la Embajada en su honor, gozaba D. Manuel en mostrar la ho-ra que marcaba su reloj, muy modes-to, porque en el centro de la esfera se

destacaba el Corazón de Jesús, que debía estar en todas las horas de la vi-da» (El Granito de Arena, 03 y 04/1960, nn. 1051 y 1052, p. 60). No solo en el centro de su reloj, en el centro de su vida ya había puesto el arcipreste de Huelva al Corazón de Jesús.

Acogida de sacerdotesLa otra referencia que conocemos sobre a este reloj tan especial la te-nemos a través de un sacerdote por-tugués que llegó a España a finales de 1910 huyendo de la persecución. En octubre de aquel año una revo-lución había derrocado la monarquía en Portugal. Tras la salida del país del joven rey Manuel II, entre las pri-meras medidas que adoptó el gobier-no republicano, varias afectaban a las relaciones entre Portugal y la Igle-sia Católica. Se decretó la expulsión de los jesuitas y se tomaron muchas otras medidas de corte laicista (su-presión de órdenes religiosas, con-fiscación de bienes de la Iglesia, etc.), incluso se decretaron normas para limitar la acción de los obispos. An-

En el mes del Amo,un recuerdo a un reloj como pocos

«En el mes del Amo». ¿En cuántas ocasiones escribiría san Manuel González esta frase para referirse al mes

de junio? Cuesta dejar pasar el mes de junio sin incluir en las páginas de El Granito de Arena,

alguna referencia a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que san Manuel vivió con tanta intensidad durante toda su vida.

El amor al Sagrado Corazón estuvo presente en cada momento de su vida

Paseo del Chocolate, en Huelva (aprox. 1900). Al fondo, iglesia de San Pedro.

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Nuestro grupo UNER, de la parroquia de Luanco, en Asturias, nace a raíz de la canonización de don Manuel González. La iniciativa surge cuando el párroco, D. Cipriano, anima a su hermana, Luz Marina, que tenía ilusión por conocer Roma, para que se una a la peregrinación; y ella no solo se apunta sino que invita a sus conocidas, hasta formar un grupo de nueve personas.

Y a en Roma D. Manuel y su carisma empiezan a engan-charnos, solicitando a las her-

manas vayan por Luanco para con-tinuar el conocimiento y profun-dizar en la realidad del abandono del Sagrario que ya había calado en nosotras.

Desde entonces Mª Elena, m.e.n., nos visita todos los meses y el grupo sigue aumentando con mucho entusiasmo por parte de todas, llenándonos de simpatía ha-cia su vida y su preocupación por los Sagrarios abandonados, cosa que nos mueve y anima a visitar nuestro Sagrario con frecuencia. Después de visitar Palencia el 4 de marzo siguiente a la canonización, nuestra próxima meta era cono-cer, en Andalucía, los lugares en los que nuestro santo nació y fue dejando huella.

te este panorama muchos sacerdotes del sur de aquel país lo abandonaron cru-zando el Guadiana, el río que marca la frontera en-tre España y Portugal, lle-gando de este modo a la provincia de Huelva.

Don Manuel acogió a al-gunos de ellos, a pesar de las advertencias del Gober-nador civil que pensaba que aquello podía ser visto por las nuevas autoridades por-tuguesas como una afrenta. Muchos años después «an-te la gruta de Lourdes, uno de aquellos buenos sacer-dotes –así lo cuenta Cam-pos Giles– se encontró con unos familiares de D. Ma-nuel. En su memoria esta-ba viva la presencia de aquel arcipreste y de sus padres que lo habían recibido con cariño de familia... Y, como prueba del recuerdo cons-tante de aquella temporada inolvidable, les mostró su reloj que aún conservaba con el diminuto Co-razón de Jesús en medio de su esfera, tal como se lo pintaron en Huelva por entonces. Así solían tenerlo todos los que formaban aquel grupo de chifla-dos por el Amo. Era el sello de la fa-milia ¿Y qué mejor símbolo de aque-lla caridad que halló en el Arcipres-te» (El obispo del Sagrario Abandona-do3, p. 210).

Pues creo que tan curiosas como estas dos anécdotas que acabo de re-latar, puede resultar la narración de la forma en la que he podido encon-trar, y adquirir, un ejemplar de este reloj tan especial. Durante el verano de 2018, localicé un negocio de anti-güedades en Cádiz que tenía a la ven-ta un viejo reloj de bolsillo que con-servaba, estampado en el cristal, la imagen de un corazón de Jesús. Seguí curioseando y cerca se encontraba una fotografía, hecha en el estudio de

Diego Calle en Huelva. Se trataba de un retrato en el que podía verse un elegante caballero que llevaba un de-tente con forma de corazón en el cha-leco. Poco después aquel viejo reloj que no funcionaba y esa antigua foto de un desconocido, se convertían en el testimonio presente de una histo-ria de hace un siglo, cuando D. Mi-guel Vázquez de la Corte, que ese era el nombre del fotografiado, posaba, seguramente orgulloso, con aquel de-tente que le identificaba como miem-bro del grupo de chiflados del Cora-zón de Jesús o, usando palabras de aquel santo sacerdote con el que char-laban al atardecer en la puerta de San Pedro, que le señalaba como «flor de la gente buena de su bendita tierra».

Aurora Mª López Medina(A mi padre Arsenio López de Abajo,

también caballero devoto del Sagrado Corazón y de la Eucaristía, que

falleció el 6 de mayo. Descanse en paz)

D. Miguel Vázquez de la Corte.

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Se menciona en una reunión el poder visitar Palomares del Río y es como una llamada del santo. Nos ape-tece vivir unos días por allí. Por fin se anuncia la posibilidad de hacer el via-je. ¡Qué ilusión!, ¡por fin ya tenemos programa!, hay que madrugar, pero la ilusión es tan grande que estamos felices. Iniciamos la peregrinación el lunes de Pascua, una veintena de per-sonas, ya de la UNER, simpatizantes y alguno que vio el anuncio y se unió. Los ecos de la resurrección ilumina-ron con fuerza, de modo especial, to-das las Eucaristías. El viaje hasta Se-villa fue muy bien, el almuerzo en las proximidades de la Virgen del Casta-ñar: paisaje, comida… fue un prelu-dio de lo que nos quedaba por disfru-tar. Ya en Sevilla: Casa de Betania don-de nos alojamos,¡inolvidable!; pasear-nos entre naranjos y siguiendo el Via-crucis por la mañana antes de desa-yunar, nos llenaba de fuerzas y alegría.

Calle del Vidrio, San Bartolomé, Nazaret enclavado en el sevillano ba-rrio de Sta. Cruz…, que nos regala un trocito de D. Manuel, y la visita a la Catedral donde se nos abrieron puer-tas que ni soñábamos, con la contem-plación cercana del retablo mayor de la cristiandad en el Altar Mayor (inol-vidable); la capilla del arzobispado donde D. Manuel había vivido mo-mentos tan especiales. Todo eran puer-tas abiertas y acogida cariñosa.

En la tarde de este día 23, fue cuan-do nueve mujeres con gran emoción

y dispuestas a dar respuesta de amor a Cristo Eucaristía, hicimos la ofren-da. Mucha emoción en Palomares del Río, la raíz primera donde S. Manuel conoce el Sagrario abandonado. Nos reciben las dos hermanas que forman la comunidad, con todos los detalles preparados con cariño para nuestra celebración, y nos saluda también D. Miguel Ángel, el párroco, que, con no contenido entusiasmo, nos expresa lo que significa para él regentar una parroquia tan especial. La homilía de D. Álvaro, y las palabras de la herma-na Mª del Carmen Ruiz nos hicieron sumergirnos con más impulso en la solemnidad del momento y el paso dado.

La Esperanza Macarena, Jesús del Gran Poder, los grandes embajado-res sevillanos ante nuestros ojos y en-trando en nuestros corazones, envuel-tos en el misterio cofrade de la bella ciudad hispalense, pusieron fin al día en Sevilla.

Huelva y MálagaEl miércoles, la visita a Huelva tuvo tintes especialmente marianos, como toda la peregrinación. Empezamos el día visitando el Santuario del Rocío y acabamos en la Virgen de la Cinta, con una emocionante Eucaristía y ento-nando al unísono ¡Madre que no nos cansemos! El primer destino parroquial de D. Manuel se nos presentó con el desafío de aquel confesonario que aún sigue cara al Amo del Sagrario.

El jueves salimos hacia Málaga. ¡Qué hermosura el Seminario con mención a S. Manuel, la galería de la obediencia!, la catedral completamen-te distinta a la de Sevilla, pero mara-villosa. Ya iba dando su fin el baño de san Manuel que tanto bien nos esta-ba haciendo. Por la tarde, respirando la belleza de la montaña y la vista de Málaga, tuvimos la Eucaristía en la casa de las hermanas, que fueron en-cantadoras. Nos invitaron a meren-dar y compartieron con nosotros un rato muy agradable. Después nos acom-pañaron las novicias para enseñarnos la ciudad, y regresar juntamente pues tuvimos el gusto de alojarnos en el Seminario construido por D. Manuel, ahora casa diocesana de peregrinos.

El viaje de vuelta, un poco más lar-go que el de ida, pero que resultó muy bien. Aunque el sueño rindió en mu-chos momentos, hubo también tiem-po para dar respuesta al desafío plan-teado al inicio de la peregrinación. En-tre bromas y veras hubo premio para la concursante más destacada en la to-ma de apuntes y también de consola-ción para la que sin tomar apuntes ejer-citó su memoria para dar respuesta al reto mariano planteado. San Manuel estaría orgulloso. El Señor nos colmó de detalles, no solo los materiales, que llevamos en nuestro sobre-mochila, sino tantos otros que se graban en el corazón y son imperecederos.

Visitación, Mercedes, Amparo, Clara, Mª Josefa y Angelines (UNER Luanco)

Una peregrinación muy especial

Vida FER en el mundo: Oviedo

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Palabras de santo

D on Manuel vivía continuamen-te en la presencia de Dios. Ora-ba a cada momento, en cada si-

tuación que se le presentaba, en me-dio de sus diversas ocupaciones y preocupaciones, dolores y alegrías co-tidianas. Con la sencillez y profundi-dad que lo caracterizaban, traducía sus coloquios con el Señor en breves jaculatorias que repetía a lo largo de la jornada, y que compartía con las personas que se encontraban con él. Las fuentes que utilizaba eran princi-palmente la Biblia, la Liturgia de las Horas y la liturgia de la Misa de cada día. Basado en lo que leía y rezaba, meditaba y contemplaba, brotaban de su corazón palabras y sentimien-tos de gratitud, confianza y abando-no en el Señor. Pedía y agradecía, su-plicaba y alababa a Dios y, gracias al don que recibió para escribir, nos de-jó en herencia cientos de frases y pen-samientos que reflejan su profunda vida interior.

Corazón orante y misioneroLa primera edición de Mi jaculatoria de hoy, con una tirada de 7.000 ejem-plares, se agotó en menos de un año (en 1940, el año de su muerte), y se reeditó al año siguiente (cf. El Grani-to de Arena, 5 y 20/9/1941, n. 812, p. 159). En la actualidad, cuenta con nueve ediciones (1940, 1941, 1949, 1955, 1963, 1976, 1983, 1991 y 2003).

En cada una de sus páginas podemos asomarnos, como a través de peque-ñas ventanas, al corazón y a la espiri-tualidad eucarístico–reparadora de su autor. Por otra parte, nos enseña a orar según estemos, con nuestros estados de ánimo, en diversos acontecimien-tos y celebraciones, y también con los sentidos, a través de lo que vemos, oí-mos, tocamos, gustamos. Nuestro au-tor utiliza con frecuencia cierta mu-sicalidad literaria y juegos de palabras que ayudan a memorizar las jaculato-rias (seguramente, tú que estás leyen-do ahora este artículo, recordarás al-guna de ellas… ¿te detienes unos mo-mentos a saborearla nuevamente?).

Años después se publicaron otras selecciones de textos de D. Manuel, con el fin de reunir y agrupar sus es-critos por temas. Por ejemplo, encon-tramos entre los más conocidos y di-fundidos la antología Testimonio y mensaje y el mini–libro Un corazón hecho Eucaristía. Estas recopilaciones nos ayudan a ver la riqueza con que D. Manuel trataba un mismo tema y el gran abanico de matices que daba a cada uno de ellos.

Lo más selecto de su corazónUnas páginas de El Granito de 1940 nos cuentan muchos detalles acerca de la génesis y la estructura de esta publicación: «Un nuevo libro de nues-tro Vrdo. Fundador, Excmo. Sr. Obis-

po de Palencia “Mi jaculatoria de hoy”. Nos gozamos en dar a la querida fa-milia del “Granito” la noticia de la próxima aparición de un nuevo libri-to publicado por nuestra Biblioteca en el que se han coleccionado sete-cientas jaculatorias originales de nues-tro amadísimo y llorado Fundador, que de Dios goce. Con esto no nece-sitamos decir más a nuestros lecto-res. El ansia con que nos piden la pu-blicación de los escritos inéditos de nuestro venerado Padre y su biogra-fía, el interés con que nos manifies-tan de poseer la colección de sus obras, a las que, como muchos dicen, en-cuentran ahora un sabor nuevo, nos hace suponer el gusto que les propor-cionamos al publicar esta colección de lo más selecto que ha salido de su pluma y, mejor, diríamos de su cora-zón. Y de su corazón comunicándo-se con el Amo, con su Amo unas ve-ces, y enseñando otras a las almas a comunicarse con Él. La mayor parte de esas jaculatorias, ricas semillas, pe-queñas en volumen, pero grandes y fecundas en ideas profundas, afectos ingenuos, luz y belleza, calor y vida, verdaderos gérmenes de oración y fruto al mismo tiempo de ella, están tomadas de los apuntes íntimos del venerado autor, cuya primera ocupa-ción al sentarse cada mañana a su me-sa de trabajo, era anotar “su jaculato-ria para el día”. Otras nos han sido proporcionadas por diferentes per-sonas y comunidades a quienes nues-

tro amadísimo Sr. Obispo (q.e.p.d.) se las había dado, de palabra o en sus cartas, según tenía por costumbre en su celo por llevar a las almas al “trato constante y afectuoso con el Cora-zón de Jesús”. Y otras, por último, han sido transcritas de sus libros, forman-do una colección que se divide en las siguientes materias: eucarísticas en general, misa, comunión, presencia real, Sagrarios–Calvarios, Corazón de Jesús, Pasión de Jesús, Espíritu Santo, Madre Inmaculada, Ángeles y santos, sacerdocio, amor, caridad, ce-lo, confianza, conocimiento de Jesús, fidelidad y obediencia, humildad, imi-tación, misericordia, negación pro-pia, sencillez y abandono, silencio, sufrimientos, unión, voluntad divi-na. Aunque aún no nos ha entregado la imprenta los primeros ejemplares, que son esperados con ansiedad por muchas personas, nos hemos apre-surado a dar la noticia a nuestros lec-tores, seguros del gusto que les pro-porcionamos, así como del inmenso provecho que tanto los sacerdotes co-

mo los religiosos y seglares han de obtener de tan preciosa colección. Aunque en el próximo número dare-mos pormenores de las característi-cas materiales del libro, hoy les ade-lantamos que su presentación será un verdadero alarde de buen gusto; edi-tado en papel biblia, unirá a la elegan-cia de su presentación la comodidad de lo reducido del peso y del volu-men, a pesar de sus casi quinientas [sic] páginas» (5 y 20/7/1940, nn. 784 y 785, pp. 110-111).

En la siguiente revista, se anuncia que su esperada publicación es ya una realidad: «La preciosa colección de setecientas jaculatorias originales de nuestro Vrdo. Fundador y Prelado (q.d.D.g.) que anunciamos a nuestros lectores en el número anterior, acaba de salir. Un elegante librito de 14 y medio por 9 y medio con 168 pági-nas en finísimo papel biblia y encua-dernado en piel y planchas de oro de caracteres claros y presentación modernísima es “Mi jaculatoria de hoy” por fuera. ¿Por dentro? Es-

pirales de incienso, luces de fe viva, llamas de amor fuerte, notas de asce-tismo grave con olor de florecillas in-genuas, destellos de nuestros clásicos del siglo de oro, sabores de miel, aro-mas de mirra. Las hay sencillas, inge-nuas, ardientes, ingeniosas, elevadí-simas. Y así cogemos el libro y no acer-tamos a soltarlo. Porque este es el úni-co peligro que tiene este librito: que el afán con que buscamos una jacula-toria por el hambre que nos ha deja-do la anterior, no nos deje meditar y saborear y desentrañar despacio lo que cada una contiene. Hay que leer-lo con templanza. “Cartilla para apren-der a hablar”, dice el prólogo que pu-diera llamarse el nuevo libro; y en efecto, cada una de estas bellísimas jaculatorias nos pone al habla con Nuestro Señor a cualquier hora y nos sugiere ideas para muchos ratos de oración, meditación y pláticas. Razón

De la abundancia del corazón…«De la abundancia del corazón habla la boca» nos dice en varias ocasiones la Palabra de Dios, y en el pequeño librito que en esta ocasión comentaremos podemos descubrir qué abundaba en el corazón de san Manuel. Mi jaculatoria de hoy es una colección de 700 frases originales suyas, que fueron seleccionadas de sus libros y apuntes cotidianos, luego de su muerte. Son fruto de su oración diaria, abarcan una gran cantidad de temas y están dirigidas principalmente a Dios, a María Inmaculada y a algunos santos de su devoción.

San Manuel sabía traducir en breves frases sus coloquios con el Señor

Jaculatorias de ayer, de hoy y de siempre

«Corazón de Jesús, te tengo tan metido en cuanto escribo, hablo, hago y proyecto, que si de mis escritos se quita tu nombre, no dicen nada; si de mi palabra se quita tu palabra, no significa nada; si de mis obras se quita lo que Tú calladamente haces en ellas, son ruinas o edificios so-bre arena; si de mis proyectos se quita lo que se cuenta contigo y lo que de Ti se espera, son castillos en el aire o pompas de jabón» (Mi jacula-toria de hoy, n. 66).

«Espíritu Santo, aviva nuestra fe en lo que fue, pudo e hizo, y en lo que es, puede y hace el Corazón sacerdotal de Jesús en el Evangelio y en el Sagrario» (n. 211).

«Madre Inmaculada y Patriarca San José, los que mejor supieron y saborearon el Corazón de Jesús en la tierra, dadnos parte en vuestras intimidades» (n. 464).

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El Evangelio a la lámpara del Sagrariotienen las personas que nos los piden en urgirnos su envío. Ya van. Los pedidos a nuestra Administración: Santo Domingo de Guzmán, 19. Palencia. Pedidos: encuadernado en tela (negra o de color) 4’50 pese-tas. En piel negra, 12 pesetas, y 10 en color. En piel y cortes dorados, 15 pesetas» (El Granito de Arena, 5 y 20/8/1940, nn. 786 y 787, pp. 129-130).

En clave de redes socialesRecuerdo que en el Congreso Beato Manuel Gon-zález (Ávila, 2015), en la mesa redonda dedicada a D. Manuel como un apasionado comunicador, se planteó el desafío de dar a conocer la vida y los es-critos de nuestro autor a través de las redes sociales, y hacer su mensaje accesible a los millones de per-sonas que recorren cada día el continente digital. Al conocer su vida, podemos decir que san Manuel ha sido un verdadero pionero en el ámbito de la comu-nicación. Siempre supo aprovechar los medios y los géneros discursivos que tenía a su alcance con el fin de eucaristizar. Así nos dio un valioso ejemplo para continuar nuestra tarea, además de impulsar publi-caciones que continúan hasta hoy, como por ejem-plo las revistas eucarísticas El Granito de Arena y RIE.

Con respecto a las jaculatorias, podemos decir que son muy mediáticas, ya que se pueden transmi-tir con gran facilidad en la red. Cada una de ellas tie-ne un mensaje claro, directo y evangelizador, que in-vita a rezar, a reflexionar y a centrar nuestra vida en Dios. Por ejemplo, se ajustan muy bien al formato de Twitter, donde hay que expresar una idea en no más de 140 caracteres. Actualmente, si navegamos en las redes sociales, vemos que el mensaje de san Manuel está muy presente, a través de frases, vídeos e imágenes (@sanmanuelg). Los ciber–apóstoles ami-gos de san Manuel, que desean poner la Eucaristía en el corazón de la red al estilo del apóstol del Sa-grario abandonado, utilizan las nuevas tecnologías con mucho ingenio y creatividad, inundando inter-net de trocitos de pan partido y repartido en bytes y megabytes, para alimentar las búsquedas y el deseo de Dios que tiene el mundo de hoy.

En este camino seguimos, cada uno de nosotros con los medios que tenemos a nuestro alcance, pa-ra que nadie se quede sin conocer la buena noticia de la Eucaristía, y que todos podamos decir, como san Manuel: «Padre, Hijo y Espíritu Santo, bendi-tos seáis por cada uno de los segundos que está con nosotros el Corazón de Jesús en cada uno de los Sa-grarios de la tierra. ¡Bendito, bendito Emmanuel!» (Mi jaculatoria de hoy, n. 58).

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

Domingo 2 de junio: Ascensión del SeñorLc 24,46-53: Mientras los bendecía, fue llevado al Cielo«Vivir buscando siempre a Jesús en el Sagrario con amor, por ser quien es, y con dolor, por ser nosotros lo que so-mos! Madre Inmaculada, ya que pasaste, si no por los mie-dos de la tentación, sí por la pena de llorar a tu Jesús per-dido por tres días, sin culpa tuya; muerto por otros tres días y ausente varios años desde la Ascensión de Él a la Asunción tuya, ten lástima de los que vivimos siempre ba-jo la amenaza del miedo de perder a tu Jesús y a nuestra alma. Madre querida: no nos dejes caer en la tentación» (OO.CC. I, n. 1066).

Domingo 9 de junio: PentecostésJn 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo«Si la Resurrección y la Ascensión, decía antes, son la ac-ción de gracias del Padre por el sacrificio de su Hijo, el Sacer-dote sumo, Pentecostés es la acción de gracias anticipada del mismo Padre celestial por las Misas que hasta la consu-mación de los siglos, se le han de ofrecer en la tierra por los sacerdotes, representantes y participantes del sacerdocio de su Hijo y repetidores del sacrificio por Él ofrecido en el al-tar de la Cruz. Si nada hay que dé tanta gloria a Dios como una Misa, nada hay que Él agradezca tanto. Y ¡qué esplén-dida acción de gracias! ¡Qué regalo tan de Dios agradeci-do! ¡Como que el regalo es nada menos que el mismo Es-píritu Santo, el «Don de Dios Altísimo, ¡y quedaron todos llenos del Espíritu Santo!» (OO.CC. II, n. 2577).

Domingo 16: La Santísima TrinidadJn 16,12-15: Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará«Con esto pido al Padre Dios el modo mejor y más agra-dable de glorificarle a Él, o sea, que me conserve siempre en la vida sobrenatural de la gracia, que me ganó su divino Hijo en la cruz, por la cual todos mis actos buenos son me-ritorios de gloria eterna y que viviendo en su gracia llegue a una unión tan íntima con Él, que por ella mi alma sea transformada en Dios y sea movida en todo por la Trini-dad Santísima, que reinará en mí sin encontrar resisten-cia» (OO.CC. II, n. 2634).

Domingo 23: Corpus ChristiLc 9,11b-17: Comieron todos y se saciaron«Adorando a Dios con rendimiento de alma y culto interno y externo con tanta mayor intensidad y reverencia, cuanto mayor ha sido su empeño en ocultarse y abreviarse en este sacra-mento. ¡Cómo está compendiado en la Eucaristía todo nuestro culto! En ella está Jesús Dios, término único de aquél; está Jesús hombre–sacerdote, el sujeto únicamente digno de ofre-cerlo; y está Jesús, hombre–víctima, el homenaje único capaz de satisfa-cer a Dios. ¡Con qué verdad puede decir el sacerdote ante el Altar, toman-do entre sus dedos a la Hostia consa-grada, y colocándola sobre el Cáliz del Sacrificio: Por medio de Cristo, hombre- sacerdote; con Cristo Hom-bre–Víctima; en Cristo, Hijo de Dios en unidad del Padre y del Espíritu Santo. ¡Todo honor y gloria!» (OO.CC. III, n. 5225).

Viernes 28Sagrado Corazón de JesúsLc 15,3-7: ¡Alegraos conmigo! He encontrado la oveja que se me había perdido«Conocer al Corazón de Jesús por el Evangelio. No conozco guía más se-guro ni más enterado, ni más a nues-tro alcance. En cada página, ¿qué di-go?, en cada hecho, en cada senten-cia, en cada partícula y hasta en cada signo del Evangelio, palpita el Cora-zón de Jesús. En él no hay letra ni sig-no que no suene, huela, sepa, a amor. Suprimid el sentido de esa palabra en el Evangelio y lo trocaréis de libro de la Vida, de la Luz y de la Paz, en fábu-la de absurdos y quimeras. El Evan-

gelio es la conjugación de los grandes verbos del corazón: amar y entregar-se» (OO.CC. I, n. 240).

Domingo 30XIII del Tiempo Ordinario Lc 9,51-62: Tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde quiera que vayas«La religión de Jesús es la sola que exige, preserva y vigoriza la libertad individual verdadera; pero no porque sea libre su seguimiento y observan-cia deja de ser obligatoria y con la obli-

gación más urgente e indeclinable de todas. ¡Qué clara y elocuentemente enseñan la urgencia y trascendencia de la obligación de seguir a Jesús guar-dando su religión, los si condiciona-les de Él que me resta presentaros! El Maestro, como hasta ahora habéis vis-to, ha dicho: «El que quiera, si quie-res, si queréis...» Pero ¿y si no se pue-de o no se quiere querer? Veréis qué hace Jesús con la libertad para que pueda y quiera y no se vuelva atrás sin dejar de ser libre» (OO.CC. I, n. 1575).Recopilacióm: Sergio Pérez Baena, Pbro.

Buscadores incansables de Jesús

«Santísima Trinidad». Autor y fecha desconocidos. Monasterio de Santa Clara, Moguer (Huelva).

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E l mes de junio es propicio, en la Madre Iglesia, para celebrar la solemnidad del Sagrado Cora-

zón de Jesús, alegrándonos por su amor hasta el extremo, por su mise-ricordia infinita, por querer reinar por entero en nuestra persona, cuando le abrimos las puertas de nuestro cora-zón de par en par. Esa experiencia que nos narra san Manuel de ese peniten-

te es también la tuya y la mía: en me-dio de nuestra aflicción por nuestros pecados, hemos gozado de su con-suelo cuando nos ha perdonado y ha extendido su reinado sobre nosotros.

Exclamamos con el salmista: «can-taré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por to-das las edades» (Sal 89,2). San Ma-nuel nos pregunta: «¿No es sobre la

miseria en donde se ejercita la mise-ricordia?, y, ¿no es infinita la de nues-tro Rey crucificado y sacramentado, Jesús? (OO.CC. II, n. 3065).

Sí, es infinita su misericordia. «Dios no se cansa nunca de perdonar, so-mos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia» (EG 3), dice el papa Francisco. La misericor-dia es la forma más bella y honda que tiene Dios de amarnos: «Es propio de Dios usar misericordia y especial-mente en esto se manifiesta su omni-potencia» (santo Tomás de Aquino).

Jesús gritó en la cruz: «Padre, per-dónalos porque no saben lo que ha-cen» (Lc 23,34). Jesús es el rostro vi-sible, histórico, humanado y humani-zador de la misericordia del Padre. Je-sús de Nazaret, con sus palabras y ges-tos, con su entrega total en la cruz co-mo Cordero de Dios que quita el pe-cado del mundo, revela a la Humani-dad la misericordia de Dios.

Oración inicialDios de gloria y piedad, Padre de mi-sericordia, que del costado abierto de tu Hijo en la cruz nos das a beber el agua viva, concédenos acercarnos a su Corazón abierto de Salvador, para que, bebiendo en esa fuente de reden-ción, quedemos saciados en nuestra sed de amor y en nuestra necesidad de recibir gracia tras gracia. PNSJ.

Escuchamos la PalabraSal 13,3-4; 146,7-9;147,3-6

Revelar la misericordia«Dios es amor» (1Jn 4,8-16). Ese amor se ha hecho visible, histórico,

Nos cuenta san Manuel: «un alma ha venido a decirme: “En medio de la enorme angustia que me producen mis pecados, peligros y flaquezas, tengo un gran consuelo: el de poder ofrecer al Corazón de Jesús los dominios más extensos para que ejerza su reinado”» (OO.CC. II, n. 3065).

concreto, tangible, en la persona de Jesús. La misión que Él trae de parte del Padre es revelar ese misterio del Dios-Amor; un amor que se mani-fiesta en la autodonación del Hijo, en comunión y obediencia con el Padre, en deseo de salvar a los hombres de la esclavitud del pecado y de la muer-te, en ofrenda total de su vida en la cruz como Cordero de Dios que trae la liberación del pecado.

Todo en Jesús habla de misericor-dia: perdona a los pecadores, cura a los enfermos, atiende a los que sufren, consuela a los tristes, enseña a los que no saben, está al lado de los pobres, come con los excluidos, se apiada de los cansados y extenuados, guía a los que están sin rumbo, defiende a los huérfanos y viudas, calma el hambre de la muchedumbre, sale al encuen-tro de los leprosos, resucita a los muer-tos,… responde a las necesidades rea-les de los que le buscan, acude ante quien está solo (como el paralítico de la piscina de Betesda, Jn 5,1-16). «La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia […] La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia “vive un deseo inagotable de brindar misericordia” (EG 24)» (MV 10), decía el papa Francisco en el año de la misericordia.

Quien reconoce su miseria y pe-cado, quien se arrepiente del mal que ha hecho, quien constata cuánto des-humaniza vivir lejos de Dios, quien se duele de estar separado de la fuen-te de la Vida, desea volver a la casa del Padre, como en la imagen de la pará-bola del hijo pródigo (Lc 15,11-32).

El abrazo de Padre Dios perdo-na y libera, reconcilia y trae la paz, consuela y reconstruye: «Donde abundó el pecado, so-breabundó la gracia» (Rm 5,20). El perdón de Dios lo cura todo; llena de alegría a quien se expe-rimenta bañado en misericor-dia, transforma en bienaventu-rado a quien se ha dejado recon-ciliar.

Solo Dios puede perdonar, curar, transformar. Solo en Je-sucristo, muerto y resucitado, obtenemos el perdón del mal cometido: «Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que muertos a los pe-cados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis cura-dos» (1Pe 2,24).

El perdón recibido de Dios nos alienta y nos empuja, nos mueve y nos compromete a perdonar al prójimo. Dios se alegra cuando un hijo suyo, perdonado y reconciliado, también perdona a otra persona que le ha ofendido. El perdón es difícil, pero es indispensable. Sin perdón el odio crece, el mal se extiende, las re-laciones humanas se vuelven insufri-bles. Es la gracia divina, la lluvia de misericordia, el abrazo del Padre, lo que transforma el corazón humano para que sea capaz de perdonar, co-mo Jesús en la cruz: «Padre, perdó-nalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Así han perdonado los mártires de todas las épocas a sus verdugos cuando eran masacrados. Así murie-ron ellos: libres de toda atadura, li-

bres para proclamar su fe, libres para entrar definitivamente en el Reino de los Cielos: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29).

Oración finalSeñor, grande y magnífico, Padre de las misericordias y Dios de todo con-suelo, que del costado abierto de tu Hijo nos has traído los sacramentos de vida eterna, concédenos mirarle en el Sagrario como el sol que irradia luz y calor, como la vida que anticipa el Cielo, como el manantial que ofre-ce el agua medicinal de nuestras he-ridas, como el jardín más delicioso donde podemos oler los aromas más exquisitos. PNSJ

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Mt 5,7

Alabanzas al Padre de la misericordiaA cada alabanza al Padre respondemos jubilosos con la exclamación:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor

• Porque su fidelidad permanece por todos los siglos• Porque ha sellado una Alianza nueva y eterna con su pueblo• Porque, con el Buen Pastor, busca siempre a la oveja perdida• Porque, con su Santo Espíritu, obra siempre maravillas en nosotros• Porque, con su gracia del Paráclito, nos pide poner en práctica las

obras de misericordia• Porque, con su Hijo, nos llama bienaventurados cuando somos mi-

sericordiosos con los demás como Él• Porque, con el perdón de su Espíritu, nos enseña a perdonar seten-

ta veces siete• Porque en el Sagrario, con Jesús Eucaristía, nos espera cuando llo-

ramos nuestros pecados para quedar perdonados• Porque en el Sagrario, con su Hijo, disipa nuestras tinieblas y nos

conduce por caminos de paz• Porque en el Sagrario, con Cristo Salvador, encontramos el verda-

dero descanso del corazón y del alma• Porque en el Sagrario, con el Pan de vida, adoramos a quien nos ha

creado y salvado

«Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia»

«Crucifixión», Duccio di Buoninsegna (1308). Pinacoteca Nacional de Siena (Italia).

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Cordialmente, una carta para ti Cartelera recomendada

A ceptar el fracaso ante algo que era nuestra mayor ilusión resul-ta muy doloroso. Aceptar las in-

justicias y las ofensas es algo que cues-ta mucho. Pese a ello, debemos acep-tar las adversidades que nos sobreven-gan, si queremos vivir con un mínimo de felicidad. No se puede ser feliz, si no hay aceptación y resignación. La aceptación es camino seguro hacia la felicidad. La no aceptación es camino hacia la desesperación y el abismo.

Y a esto aún hay que añadir que cada desgracia que aceptemos forta-lecerá nuestro espíritu, nos hará más fuertes para superar la próxima que venga. Quienes no aprendieron a acep-tar las adversidades están indefensos ante las pruebas que la vida les depa-re. Razón tenía Séneca cuando afir-maba: «no hay árbol recio ni consis-tente sino aquel que el viento azota con frecuencia; pues la misma vege-tación lo robustece e hinca sus raíces con más firmeza; frágiles son los que crecieron en soto abrigado y acaricia-do por el sol» (De la providencia, IV). Aceptar las adversidades nos fortale-ce y nos enseña a superarnos. ¡Qué débiles e indefensos se tienen que sentir quienes nunca lucharon ni se esforzaron por superarse a sí mismos!

Aceptar las adversidades, aprecia-do lector, significa haber aprendido a dominar nuestra natural tendencia a rebelarnos contra lo malo que nos sucede. Y es el caso que este apren-

dizaje no es fácil ni cómodo, ya que exige mucho esfuerzo, renuncia y sa-crificio. Tanto esfuerzo y sacrificio exige que con frecuencia no son su-ficientes nuestras solas fuerzas. A ve-ces no somos capaces de aceptar. Es entonces cuando hemos de recurrir a Dios, hemos de ponernos en sus manos para aceptarlo todo y decirle: «hágase tu voluntad». Someterse a la voluntad del Padre es el acto su-premo de la aceptación humana. Pe-ro, ¿cuál es su voluntad?, ¿qué quie-re Dios para nosotros?

Los deseos de ZaqueoA propósito de estas preguntas, es oportuno recordar que durante la Au-diencia general del pasado día 20 de marzo, el papa Francisco explicó el sentido de la invocación «hágase tu voluntad» cuando rezamos el Padre-nuestro. Recordó aquel pasaje evan-gélico en el que Zaqueo se sube a un árbol porque quería ver a Jesús, pero lo que él no sabía es que el Señor ha-bía ido a buscarle: «Zaqueo baja pron-to, porque conviene que hoy me hos-pede en tu casa». Jesús conocía la condición de Zaqueo, sabía muy bien que era pecador, por lo que le decla-ra: «El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdi-do» (Lc 19, 5-10).

Ante este pasaje el papa afirma: «he aquí la voluntad de Dios, la que pedimos que se haga. ¿Cuál es la vo-

luntad de Dios encarnada en Jesús? Buscar y salvar lo que está perdido. Y nosotros, cuando rezamos, pedimos que la búsqueda de Dios tenga éxito, que se cumpla su plan universal de salvación, primero en cada uno de no-sotros y luego en todo el mundo». ¡Qué reconfortante es saber, amigo lector, que Dios nos busca, a ti y a mí, porque quiere salvarnos! ¿Es posible que exista alguien que no se sienta fe-liz ante tanta generosidad?

Recordó a continuación que la Bi-blia está llena de expresiones que nos hablan de la voluntad positiva de Dios hacia el mundo. Destacó también que en el Catecismo de la Iglesia Católica se encuentran muchas citas que ates-tiguan esa voluntad divina de salvar al hombre. Además, citó a san Pablo, quien afirma en su primera carta a Ti-moteo: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al cono-cimiento pleno de la verdad» (2,4). San Pablo nos dice con toda claridad cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que Él quiere para el hombre. Por su parte, el sumo pontífice, refirién-dose a estas palabras, asegura con ro-tundidad: «esta, sin lugar a dudas, es la voluntad de Dios: la salvación del hombre, de los hombres, de cada uno de nosotros. Dios, con su amor, lla-ma a la puerta de nuestro corazón».

Si Dios quiere que todos nos sal-vemos, si con su infinito amor llama a la puerta de nuestro corazón, lo úni-co que hace falta, amigo lector, es que nosotros tengamos la valentía de con-fiar en Él, de aceptar su voluntad, de pedirle con fe «hágase tu voluntad».

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

A sí, Jason se embarca en un via-je de autodescubrimiento para ganarse el verdadero regalo que

su abuelo quiso heredarle. A lo largo del camino, Jason hace amistad con una niña y con su madre; con ellas aprende lo que realmente es impor-tante en la vida.

El último regalo es una película fa-miliar que nos enseña a valorar la vi-da tal y como es, con sus decepcio-nes y alegrías, con su entrega, dolor

y cansancio, con toda su bondad y amor. A través de un tema que ha ge-nerado gran cantidad de conflictos familiares a lo largo de la historia, la película nos hace valorar los aspec-tos positivos de la vida diaria como el trabajo, el amor, la amistad y la fa-milia, haciéndonos descubrir, a su vez, las trampas y errores más fre-cuentes con que las personas pue-den vivir estas realidades. El falleci-do abuelo del protagonista quiere de-

jarle la mejor herencia: la posibilidad de crecer como persona; vivir una vi-da con sentido, con profundidad, dis-frutando y valorando aquello que ver-daderamente importa. Por medio de las distintas pruebas a las que debe hacer frente el protagonista, según deseos de su abuelo,  Jason va a ir re-cibiendo una serie de regalos, cosas que no puede contar ni medir, pero que le van a llevar, progresivamente, a descubrir la gran riqueza de la vida.

Dejar nuestra herenciaEsta película refleja la vida de aque-llos que, fascinados por el lujo, la opu-lencia o la comodidad, construyen una vida ficticia, no del todo auténti-

Aceptemos la voluntad de Dios

Descubrir la riquezade la vida

Estimado lector: Todos sabemos por propia experiencia que es muy fácil decir que debemos aceptar todo lo malo que nos sobrevenga; sin embargo, es lo cierto que se hace muy difícil de llevar a la práctica. Aceptar las enfermedades y las desgracias no es cosa fácil.

Jason Stevens es un joven que vive una vida de riqueza y privilegios. Cuando muere su abuelo, él, como todos los de su familia, espera recibir una gran herencia. Sin embargo, su abuelo quiere dejarle, ante todo, el gran aprendizaje de su vida.

El último regalo

Duración: 114 minutos · Año: 2006

País: Estados Unidos

Género: Drama

Director: Michael O. Sajbel

Reparto: Drew Fuller, James Garner,

Abigail Breslin, Brian Dennehy

Donde verla: YouTube

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Nuestro nieto Miguel va a hacer en este mes de junio su primera Comunión. Cómo pasa el tiempo. Cuando iba a nacer, su abuelo Lucrecio, mi marido, le escribió esta carta que con su permiso transcribo íntegramente:

Q uerido nieto: Bueno, sé que eres nieto, y espe-ro que a la llegada de esta te encuentres bien. Y lo sé porque ahora existen unos aparatos

que hacen ecografías, que son una especie de fotogra-fía pero por dentro. Te he visto y eres muy guapo. Qui-siera que te parecieras a mí, aunque eso ya se verá.

Ahora que vas a venir me vuelvo a replantear el pensamiento oscuro ese que tanto me atormenta, de que lo mejor es no haber nacido: total, para pa-decer y morir… Posiblemente lo digo desde la ex-periencia que dan los años, estando ya con el pie en el estribo del último tren que pasa por mi vida. Pe-ro, cuando te he visto, he sentido una especie de vuelco que me subía desde los pies hasta el estóma-go y se me paraba con un sabor agridulce en la mis-ma cabeza que me estallaba. Quiero que nazcas, por-que quiero enseñarte algunas cosas que a mí tanto tiempo me ha costado aprender.

Sobre todo, te enseñaré las palabras. No te creas, las palabras no sirven para nombrar las cosas, eso es lo que dice todo el mundo, las palabras son pa-ra crear la realidad, lo que pasa es que únicamen-te son valiosas cuando crean la belleza. Crear la fealdad es poco de hombres, y tú eres un hombre ya de cuerpo entero.

Luz, gracias, amorLa primera palabra que te voy a enseñar es la pala-bra «luz». Fíjate si es importante, que tu venida al mundo está relacionada con ella. Tu nacimiento se llamará «alumbramiento» o «dar a luz». La luz no es lo que permite ver con nuestros ojos cuando el día es soleado y limpio. La luz es más. Es cuando ves detrás de los nublados, cuando la noche enciende las estrellas y tú solo ves unos puntitos blancos, más todavía, es cuando cierras los ojos y ves todo na-ciendo desde el barranco más diáfano de la paz. Así verás la belleza del mundo.

La segunda palabra que te voy a enseñar es la pa-labra «gracias». Cuando vengas a este mundo, al

ca, alejada del mundo que les rodea e insensibles a las ne-cesidades de los demás. Miremos a nuestro alrededor. ¿Cuántos son los que viven así, preocupados y ocupados solo de sí mismos y de sus posesiones, deseosos de tener cada día más cosas? Y, sin embargo, está muy claro que de lo material nada nos llevaremos.

¿Y, qué pasa si nos proponemos no esperar a la muer-te para repartir nuestra herencia? En el interior de la tra-ma podemos descubrir esta invitación, la de salir de nues-tra burbuja, crear vínculos y vivir compartiendo no solo lo que poseemos, sino, sobre todo, lo que somos.

Ayudar a crecer y vivir con sentido no es fácil, pues a ve-ces, puede suponer incomprensión y rechazo, pero merece la pena. Solo el amor es el que nos mueve a desear lo me-jor para el otro, sabiendo que la mejor herencia que pode-mos dejar es vivir en primera persona aquello que desea-mos que vivan los demás.

El apego a la riquezaPor otra parte, la película plantea la cuestión de la rique-za.  Lo sabemos bien: el dinero no da la felicidad; pero qué fácilmente nos aferramos a lo que tenemos, sea mucho o poco. Recordemos aquellas palabras de Jesús: «en verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos». El problema no es la riqueza en sí. El abuelo del protagonista era rico y, sin embargo, supo valorar lo verda-deramente valioso en la vida porque no estuvo apegado a su riqueza. Eso es lo que nos enseñó Jesús en el pasaje del joven rico: «el joven se fue triste, porque era muy rico». Jesús vino a enseñarnos a vivir con libertad, poniendo el corazón en las cosas importantes. El obstáculo no es nues-tra riqueza, sino lo que hacemos con ella. Los ricos tam-bién podrán entrar en el Reino de los cielos si, como nos muestra la película, utilizan su riqueza para hacer posible que, también otras personas tengan una vida más digna y plena. ¿Acaso no es eso hacer presente ya en la tierra el Rei-no de los cielos?

En definitiva, la verdadera felicidad que una persona puede experimentar acontece cuando ésta se entrega a los demás; cuando hace de su vida un instrumento que gene-ra felicidad a su alrededor.

El papa Francisco afirma que: «aquello que poseo ver-daderamente es aquello que sé dar. De hecho, si no consigo donar alguna cosa es porque esa cosa me posee, tiene poder sobre mí y soy esclavo de ello. Nadie es patrón absoluto de los bienes. Es un administrador de los bienes. La posesión de bienes es una ocasión para multiplicarlos con creatividad y usarlos con generosidad, y así hacer crecer en la caridad y en la libertad» (Audiencia General, 7/11/2018). Pidamos al Señor que nos conceda un corazón generoso y despren-dido, capaz de darlo todo y de darse en favor de los demás.

Ana Mª Cayuso Prados, m.e.n.

El milagro eucarísticoque estás a punto de llegar, con la pa-labra «gracias» reconocerás tu po-breza, tu vacío, tu necesidad. Cuanto recibas será gratis, como es gratis la vida, la salud, la alegría. Todo esto te viene de otra parte que no es tuya, que no te pertenece, te viene de otro sitio. Y así encontrarás la belleza de los otros.

Otra palabra, la tercera, es la pala-bra «amor». Esta palabra seguramen-te es la más manipulada y en su seno se admiten variedades que no son el amor. Del amor al odio hay un solo paso, es como las dos caras de una moneda o las dos caras de la luna: To-do lo romántico se puede convertir en terrorífico con dar una ligera vuel-ta. El amor opera siempre en la cara A, en la que se ve, en la luminosa, en la agradecida. Es como estar dando siempre respuestas, pero sin hacer nunca pregunta alguna. Así descubri-rás la belleza de ti mismo.

La palabra DiosCuando te hayas aprendido bien las palabras «luz, gracias y amor», te en-señaré una última palabra, es la pala-bra «Dios». Y no es porque no haya más palabras, ya verás que hay mu-chísimas, pero todas se derivan de es-tas cuatro que estoy ansioso por em-pezar a enseñarte. La palabra «Dios» es sin duda la más difícil, nadie sabe explicarla con certeza, es la palabra que más especies de la realidad ha creado. Pero sin ella no puedes enten-der por qué te late el corazón ahí en ese recinto de carne en el que habi-tas, ni por qué vas a nacer, ni por qué vas a morir. Sin la palabra «Dios», querido nieto, no podrás dar razón de tu existencia. Es un proceso de bús-queda incesante. La respuesta, la que tiene, la encontrarás en tu interior des-pués de un camino largo y trabajoso.

Pero cuando la tengas, serás el ser hu-mano más alegre porque habrás en-contrado, sencillamente, la belleza.

Por hoy ya basta. Te prometo que te seguiré enseñando muchas otras palabras todavía. Ah, y que no se me olvide que también te enseñaré a mon-tar en bicicleta, si es que aún tengo fuerzas para correr un poco, del mis-mo modo que hace ya unos cuantos años le enseñé a tu madre.

Tu abuelo que te quiere… (No-ta: la firma es ilegible, pero mi nieto la reconoce perfectamente)».

Historietas para MiguelY soy testigo de que le ha ido ense-ñando más palabras todavía, quería decir que en la medida de nuestras posibilidades le hemos ido explican-do a nuestro nieto la existencia de la realidad de la belleza. Por eso le he pe-dido una vez más a mi marido que le regalemos en forma de libro, con mo-tivo de su primera Comunión, todo

eso que le hemos mostrado en estos sus diez primeros años de existencia.

Son las Historietas para Miguel, en las que aparecen palabras que invitan a realidades como estas: la existencia de Dios, la trascendencia de Jesús de Nazaret, el reconocimiento de los pa-dres, el amor, el perdón, la amistad, la oración, la capacidad para el auxi-lio, el esfuerzo creativo, la fe, la rique-za de la felicidad, la verdadera fama, la formación del criterio en una so-ciedad mediática, el Sagrario, las ten-taciones de este mundo, la verdadera igualdad, la búsqueda de la verdad, la democracia, la familia y la educación, el lenguaje, la sinceridad, el compro-miso de las convicciones, el depósito divino de la conciencia, la vocación y el trabajo, la autenticidad, la espe-ranza, la paz, la justicia, la perseveran-cia, la perversión de los fanatismos, la resurrección, la importancia de Ma-ría de Nazaret, el milagro eucarístico.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Con mirada eucarística

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AgendaJunio

Asuntosde familia

2Domingo

9Domingo

10Lunes

16Domingo

27Jueves

23Domingo

28Viernes

29Sábado

Iglesia: Solemnidad de la Ascensión del Señor: 53ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales: «“Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana»

Iglesia: Solemnidad de Pentecostés. Día del Apostolado seglar. El papa Francisco preside la Eucaristía

Iglesia: Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia

Iglesia: Solemnidad de la Santísima Trinidad. Visita del Santo Padre a las zonas afectadas por el terremoto en la diócesis italiana de Camerino-Sanseverino Marche.FER: En 1905 san Manuel González fue nombrado Arcipreste de Huelva

Iglesia: Solemnidad del Corpus Christi.

FER: En 1913 san Manuel González interviene en el I Congreso Catequístico de Valladolid

Iglesia: Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. FER: En 1933 san Manuel González funda las Misioneras Eucarísticas Seglares de Nazaret

Iglesia: Solemnidad de san Pedro y san Pablo. El papa Francisco preside la Misa y bendice los palios para los nuevos arzobispos metropolitanos.

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de la pluma de san Manuel GonzálezNuevas ediciones

Lo que puede un cura hoy 11ª edición

Primer libro escrito por san Manuel, en 1910. Traducido a siete idiomas, sigue transmitiendo la ilusión

de una vida entregada a la vocación sacerdotal 10 x 15,5 cm · 400 páginas

El abandono de los Sagrarios acompañados

8ª edición¿Puede, Jesús Eucaristía, estar abandonado en medio de muchedumbres cristianas? Pa-ra dar respuesta a este interrogante increí-blemente actual se escribieron estas páginas

13 x 20 cm · 112 páginas

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Aunque todos... yo no 12ª edición

Libro para el curso 2018-2019

El libro de familia de la FER. La experiencia carismática de san Manuel que cambió toda su vida, contada en primera persona

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[email protected] · Tel: 915 420 887PedidosPedidos

Intención del papa para el mes de junioPor los sacerdotes para que, con la sobriedad y la humil-dad de sus vidas, se comprometan en una solidaridad ac-tiva hacia los más pobres.

Ejercicios espirituales en NazaretCasa de espiritualidad Santa Mª de NazaretCtra. de Burgos, km 2. Palencia - Tel: 979 72 18 [email protected]

• 13-22 de junio: Mons. Alfonso Milián Sorribas• 16-25 de julio: P. José Mª Fdez. Martos, s.j.• 17-26 de agosto: D. Miguel Ángel Arribas

Villa NazaretToquero, 20. Málaga - Tel:952 63 32 [email protected]

• 5-14 de junio: P. Pedro Cambreleng, s.j.• 1-8 de julio: P. Luis A. Gonzalo Díez, c.m.f.

Nueva película de Goya produccionesHa comenzado el rodaje de Corazón ardiente, largometra-je que trata del Sagrado Corazón de Jesús, su misteriosa fuerza y sus extraordinarios efectos. Un tema original, sin precedentes en el ámbito cinematográfico, que incluye en-trevistas y testimonios de los cinco continentes. Es posi-ble colaborar a través de un crowfunding. Más información en su web: corazonardiente.com.

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Málaga: Tel:952 63 32 [email protected]

• 5-14 de junio: P. Pedro Cambreleng, s.j.• 1-8 de julio: P. Luis A. Gonzalo Díez, c.m.f.