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MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO CULTURA MATERIAL AYMARA Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Panzuta, Isluga. 115 x 114 cm mchap 2159 Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Taipicollo, Isluga. 110 x 88 cm mchap 2153 Mantel altar. Inkuña. Textil. Casquire, Isluga. 28 x 27 cm mchap 2278

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MUSEO CHILENODE ARTEPRECOLOMBINO

CULTURA MATERIAL AYMARA

Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil.Panzuta, Isluga.115 x 114 cmmchap 2159

Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil.Taipicollo, Isluga.110 x 88 cmmchap 2153

Mantel altar. Inkuña. Textil.Casquire, Isluga.28 x 27 cmmchap 2278

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1 la cultura material aymara

Hans Gundermann KrollHéctor González Cortez

MUSEO CHILENODE ARTEPRECOLOMBINO

Cultura material aymara

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2 museo chileno de arte precolombino

Iglesia de Pueblo Isluga

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3 la cultura material aymara

Presentación

Introducción

El espacio aymara

La historia aymara

La sociedad aymara actual

La cultura material aymaraLos tejidosLa cordeleríaLa plateríaLa cerámicaInstrumentos musicales

Conclusiones

Catálogo

Bibliografía

Contenido

4

5

6

10

15

222642465868

74

80

123

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4 museo chileno de arte precolombino

Introducción a la segunda edición

Hace más de 25 años, el Museo Chileno de Arte Precolombino, con aportes del Instituto

Indigenista Interamericano de la oea, inició la formación de una colección de objetos

que reflejaran el ciclo de vida y actividades económicas, rituales y hogareñas de las comunidades

aymaras que vivían en las quebradas y altiplano de Tarapacá. Para ello, encargó una investigación

que incluyera la formación de una colección razonada de objetos de cultura material a los

antropólogos Hans Gundermann K. y Héctor González C. El resultado de este trabajo consta

de dos tomos de manuscritos que contienen las partes i, ii y iii del proyecto “Rescate cultural

e investigación sobre la artesanía de los aymara” y en la publicación del libro “Cultura Aymara”

que forma parte de la serie Patrimonio Cultural Chileno: Colección Culturas Aborígenes,

patrocinada por el Ministerio de Educación y publicada en 1989.

El libro que ahora editamos, llamado “Cultura material aymara”, contiene un inventario

al que se han agregado nuevos elementos donados posteriormente y los mismos textos de los

autores, con pequeños cambios y escasas actualizaciones. Por tanto, ellos reflejan la realidad

existente entonces, y dan cuenta de los profundos cambios que han alterado la vida y la cultura

de estas comunidades en tan corto espacio de tiempo. Hoy, el panorama es muy diferente.

Las comunidades han sufrido un dramático proceso de despoblamiento de sus territorios

originarios, trasladándose a centros urbanos, fenómeno que ya se anunciaba hace tres décadas.

Parte importante de esta migración es la causa del surgimiento de la nueva ciudad de Alto

Hospicio, vecina a Iquique, que ha crecido gracias a las actividades mineras y ha sido un polo

atractivo para la población aymara que allí busca nuevas fuentes de trabajo, mejorar la educación

de sus hijos y tener acceso a las múltiples atracciones que les ofrece el mundo urbano. El modo

de vida rural tradicional que aún sobrevivía, hoy está desapareciendo. Los pueblos y estancias

concentran a escasísimos miembros, especialmente mujeres y ancianos. Como ya lo anunciaban

los autores, también los cambios han alcanzado los niveles de creencias y valores, con la llegada

de las iglesias evangélicas y pentecostales. Todo ello ha hecho desaparecer las antiguas

condiciones para reproducir la cultura material tradicional que se refleja en esta publicación.

Sin embargo, aunque dispersos y viviendo fuera de sus territorios, los aymaras continúan

vinculados a sus pueblos y periódicamente asisten a las fiestas comunales y patronales que los

convocan. Ellas son ahora no solamente momentos para actualizar sus creencias y valores, sino

que importantes ocasiones para revivir el espíritu comunitario.

Agradecemos a los autores que generosamente nos han permitido la reedición de sus textos

y al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que ha hecho posible esta publicación.

Santiago de Chile, enero de 2015

museo chileno de arte precolombino

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5 la cultura material aymara

Los aymara chilenos alcanzan una población estimada de 40.000 personas.

Constituyen el segmento numérico menos importante de un pueblo que se vio

repartido entre tres países por circunstancias históricas ajenas. Se localizan

mayoritariamente en las provincias más septentrionales de Chile: en Parinacota,

Arica e Iquique; esto es, en toda la Primera Región. Más de dos tercios de su población

total han migrado a las ciudades (Iquique y Arica). El resto aún mantiene un estatus

rural de campesino comunero o minifundista. Una mitad de estos últimos vive en el

sector altiplánico, junto a la frontera con Bolivia, en tanto que la otra, en convivencia

con población no aymara, reside en quebradas de pre cordillera y en valles bajos.

El cambio desde una condición mayoritariamente rural a otra urbana se produce

aproximadamente a comienzos de los años sesenta y continúa hasta la actualidad.

La historia de la sociedad y la cultura aymara previa a ese momento, se desenvuelve

en el mundo de la ganadería y la agricultura andinas. La cultura material de la que se

habla en extenso en estas páginas es el producto de su prolongada residencia en la

variada geografía nortina. Para lograr una comprensión más cabal acerca de este pueblo,

de las expresiones y logros materiales de su cultura, es necesario conocer algo de las

peculiares condiciones de la geografía de esta región.

Santiago de Chile, diciembre de 1989

Los autores

Introducción a la primera edición

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8 museo chileno de arte precolombino

Un medio geográfico como el descrito, otorga una oferta espacial de

recursos y posibilidades productivas restringidas y muy contrastadas. La

necesidad de complementar el abastecimiento por medio del acceso a varias

ecologías, lo que sugiere la dispersión de distintos espacios productivos en el

transecto que va del mar a las altiplanicies orientales, dio forma en el pasado

a singulares modos de organización política y económica que hicieron

posible el acceso a los diferentes nichos ecológicos.

Los aymara (junto a otros grupos locales ya desaparecidos) fueron

tempranamente desplazados de la costa y de las quebradas, en sus cotas más

bajas, por los conquistadores hispanos, lo que los obligó a replegarse hacia las

partes más altas de los valles y del altiplano. Arrinconados en esos lugares,

que no concitaron el interés de terceros, los aymara han mantenido allí una

presencia sustantiva durante varios siglos. No obstante, con la desaparición

Bofedal en quebradas de tierras altas

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9 la cultura material aymara

de los últimos vestigios hacendales, con la apertura de procesos dirigidos

de colonización, impulsados en la época de la Reforma Agraria, o por

procesos espontáneos de descenso migracional por piso ecológico, los

aymara han empezado un proceso de reocupación de los sectores más bajos,

llegando incluso hasta las ciudades costeras. Si alguien observa los barrios

marginales o visita los terminales agropecuarios de Arica o la reciente

ciudad de Alto Hospicio, se percatará de cuánto tienen estas ciudades de

andinas. Se podría decir que los actuales aymara han terminado por

recuperar su presencia, al menos, en todos los espacios que antes eran suyos.

Sin embargo, las estructuras sociales políticas y económicas no son ya las

mismas por lo que esta recuperación ha estado acompañada también

de procesos dolorosos y dramáticos.

Los nevados y el pueblo de Putre, quebradas altas de Arica

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de diversos nichos ecológicos”. Estas “islas” de producción se extendían

desde la meseta altiplánica hacia la cuenca amazónica (lo que se denominaba

manqha yunka) y hacia el Pacífico (ala yunka), aunque no todos los señoríos

tuvieron colonias en ambos sectores.

La presencia de colonos de algunos de estos reinos altiplánicos,

coexistiendo con otros grupos locales, está documentada en lo que hoy es

territorio chileno al momento de contacto con los españoles. Hubo gente

lupaca, pacaje y caranga en lugares de Arica, y a estos últimos se les señala

asimismo en ciertos sitios de Tarapacá. Esto indica un complejo panorama

de plurietnicidad regional, pero también la existencia de un tipo de

organización económica que ocupaba distintos niveles ecológicos.

La organización política andina, entonces, operaba sobre un territorio

discontinuo, presentando una imagen archipielágica, especialmente hacia

sus bordes. La dominación inka, aunque incorporó otras obligaciones, no

solo respetó este tipo de organización y supo ponerla a su servicio, sino

que además se encargó de crear, con esta misma lógica pero con diferente

objetivo, grandes núcleos de colonización multiétnica (como ocurrió en la

zona de Cochabamba, en Bolivia).

Es la conquista española la que produce el quiebre de este sistema,

o lo reduce a extensiones mínimas. Para el pensamiento hispano era

sencillamente inconcebible una noción de grupo asociada a un territorio

discontinuo o disperso. Sus jurisdicciones políticas debían guardar

correspondencia con una territorialidad cerrada y excluyente. Primero con

la entrega de encomiendas (un grupo de indígenas que prestaba servicios

o pagaba tributo a un conquistador que se encargaba de su adoctrinamiento

religioso) y luego con la política de “reducción de indios a pueblos”

del virrey Toledo, entre 1575 y 1580, muchos señoríos se vieron amputados

de sus antiguas colonias y amenazados en su patrón original de

dispersión territorial.

La imposición del sistema político-económico hispano produjo una

reorganización del espacio y las estructuras andinas. En el norte de Chile, los

españoles ocuparon efectivamente solo los sectores bajos (salvo en Atacama).

Esto ocasionó que el elemento indígena fuera arrinconado hacia la cordillera

y el altiplano. Como en toda la zona andina, en esta región se produjo

también una fijación lingüística y étnica que, en este caso, condujo a una

“aymarización” del área, desapareciendo todo vestigio de los otros grupos

locales que la poblaron hasta la llegada de los españoles.

Desde comienzos del siglo xvi existen evidencias de los abusos sobre los

indígenas. Sus mejores tierras en las cotas más bajas, pasaron a manos de

hacendados españoles. La población aborigen local, como en otras partes, fue

diezmada por el maltrato y las epidemias desconocidas y terminó replegada

hacia la zona cordillerana y altiplánica. En esos lugares, aunque modificada

por el contacto, pudieron mantener una cultura particular. Desde allí se

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12 museo chileno de arte precolombino

articularon mercantilmente con el sistema español, a través de la venta

de sus productos o de su trabajo para conseguir el dinero necesario para

cancelar los tributos y semi-mercantilmente entre ellos mismos, mediante

el trueque que aseguraba el intercambio complementario de productos

de diferentes ecologías, lo que vino a reemplazar al antiguo sistema de

ocupación archipielágica.

La dominación hispana en el norte chileno produjo la emergencia de

algunos cacicazgos regionales como enlace entre los indígenas y la Corona.

Esto ocurrió en lugares como Codpa, Tarapacá y Pica. Las autoridades

nativas eran las encargadas de vigilar la recaudación del tributo, las mita

(turnos) de trabajo obligatorio, la relación con el poder eclesial y la

evangelización y los repartos forzados de mercadería que hacían los

corregidores. Los abusos de las autoridades hispanas, especialmente los

originados por los “repartos” y las reformas borbónicas para incrementar

los ingresos fiscales, terminaron por generar un movimiento contestatario

pan andino (liderado por Tupac Amaru en Perú y Tupac Katari en Bolivia)

a finales del siglo xviii.

Aun cuando los caciques de Arica y Tarapacá no participaron en las

rebeliones, como consecuencia de ellas se produce la desaparición de sus

jurisdicciones cacicales. En su reemplazo aparecen los “cabildos indígenas”

pueblerinos. La vida política nativa se redujo, a partir de entonces, al ámbito

de la pequeña comunidad-pueblo. Solo en sectores aislados, como en Isluga

(y antes Cariquima), persistieron hasta hace pocos años formas asociativas

más amplias, pero reducidas en su función a aspectos más bien

ceremoniales.

El norte de Chile siempre fue un área periférica de la economía colonial,

pero mientras ésta giró en torno a las riquezas argentíferas de Potosí, Arica

fue el punto de salida de la plata potosina y sus valles la ruta obligada, lo que

ocasionó un gran desarrollo del arrieraje como empresa. Si bien los aymara

parecen haber estado al margen de ésta, en las zonas de valles se produjo

una temprana especialización hacia los cultivos forrajeros (la alfalfa todavía

ocupa gran superficie plantada entre los agricultores aymara). El ocaso

de Potosí tendrá, por tanto, su correlato en esta zona. Posteriormente, solo

las actividades del mineral de Huantajaya producirán una reactivación,

pero principalmente circunscrita a su radio de influencia en Tarapacá.

Con los movimientos independentistas de Perú y Bolivia surge una

primera división entre aymara peruanos y bolivianos. Posteriormente, la

Guerra del Pacífico introducirá una nueva cuña y, con ello, la aparición de un

nuevo segmento de aymara: los chilenos. Solo a partir de este momento se

podría, en propiedad, hablar de una historia aymara para cada país, aunque,

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13 la cultura material aymara

de todas maneras, las fronteras hayan tenido a veces cierta permeabilidad.

En los nuevos territorios, el Estado chileno iniciará desde temprano una

fuerte política de “nacionalización” presente en la creación de avanzadas

militares y policiales en las zonas interiores y, principalmente, en un

esfuerzo educacional para introducir entre la población rural,

mayoritariamente aymara, conceptos asociados a la chilenidad. Desde un

comienzo, por su contigüidad espacial y, especialmente cultural con los

países vecinos, los aymara han sido considerados como un sector

virtualmente “extranjero”. Pero esto no significa que hayan estado al margen

de los procesos vividos por la región y el país; al contrario, es esta relación

la que explica el estado actual de este pueblo y el de su cultura material.

Una madre enseña a su hija a tejer una faja en telar de cintura. Enquelga, 1985

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16 museo chileno de arte precolombino

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18 museo chileno de arte precolombino

El valle de Lluta en las quebradas bajas de Arica

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19 la cultura material aymara

La pequeña localidad rural (la comunidad o la aldea) es un espacio donde

se siguen manifestando diversos mecanismos de cohesión socio étnica.

Allí los actuales aymara todavía pueden responder de manera colectiva a las

constricciones que les imponen la geografía y las relaciones con la sociedad

regional. En este sentido constituyen verdaderos “refugios” de resistencia

cultural, espacios mínimos pero propios que facilitan su reproducción.

La mantención de ciertas características de su sistema parental parece

apuntar en esa dirección al incidir, precisamente, en la circulación de

recursos vitales al interior de las localidades. En el altiplano, si bien las

encuestas genealógicas enseñan altas tasas de endogamia al interior de las

antiguas comunidades históricas (como Isluga y Cariquima) y de sus

mitades (saya), al pasar a la actual comunidad, en la pequeña aldea o caserío

(estancia), se advierte una tendencia exogámica por la cual las mujeres deben

abandonar su estancia natal (existe todavía un marcado patrilocalismo).

En los valles, en cambio, lo poco que se conoce, indica altos porcentajes de

endogamia a nivel de los pueblos. Estas tendencias, aunque opuestas, se

relacionan con diferentes sistemas de acceso a la tierra (y, por extensión,

a las aguas): patrilineal(3) en la puna y bilineal(4) en los valles. Pero, en ambas

partes, estas características del sistema parental apuntan en idéntica

dirección: hacer circular los recursos entre personas de la misma localidad;

aunque esto signifique en el altiplano, negar el acceso a las mujeres y,

en los valles, a los “afuerinos” (generando, por cierto, conflictos).

La religiosidad y las expresiones rituales operan también como factores

de cohesión local. Este fenómeno se observa principalmente en las

festividades de los santos patronos de cada pueblo pero, además, en otros

acontecimientos, como carnavales, veneración de difuntos, propiciación

de divinidades ligadas a la agricultura y la ganadería, etc. La identificación

localista a través de las expresiones rituales los acompaña, incluso, en su

paso a las ciudades, donde muchas veces forman cofradías religiosas

que retornan a sus pueblos en ocasión de sus festividades.

La apropiación o el manejo de ciertos recursos y de la fuerza de trabajo son

también característicos en la sociedad aymara rural. Tal fenómeno es más

nítido en el altiplano, donde todavía existe una tenencia colectiva de la tierra

a través de comunidades hereditarias. En los valles, aunque predomina la

propiedad individual de la tierra, las aguas de riego continúan manejándose

colectivamente por intermedio de instituciones encargadas de reglamentar

su uso (la mita). En este mismo sector puede darse, asimismo, la tenencia

comunal de ciertos lotes de cultivo, asignados originalmente a la iglesia

o a determinados santos y, en sus partes más altas, de algunos terrenos

dedicados al pastoreo de animales (en cabeceras de valles o en bordes de

(3) Patrilineal: referido a sociedades en las que los individuos reconocen relaciones de descendencia por línea paterna.

(4) Bilineal: referido a sociedades en las que los individuos reconocen relaciones de descendencia por línea materna y paterna.

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20 museo chileno de arte precolombino

Lago y volcán Chungara, altiplano de Arica

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21 la cultura material aymara

puna). De la misma manera, en todas partes, cuando se necesita efectuar

cierto tipo de faenas, se activan distintas formas de trabajo colectivo (como

ocurre con la reparación de caminos, la limpieza de canales y acequias, etc.).

Existen también mecanismos de convocatoria y funcionamiento colectivo

cuando se trata de decidir situaciones que afectan a todos los miembros de

una localidad. No es extraño que diversas iniciativas de proveniencia externa

(como las Juntas de Vecinos, los Comités Vecinales, los grupos de Centros

de Madres, el trabajo con organismos de apoyo estatal o no gubernamental)

deban pasar o reacomodarse según este filtro. Tratar, aceptar o rechazar

las cuestiones que involucran a todos se resuelve a nivel colectivo. Para

ello cuentan con una modalidad organizativa propia: la “asamblea’’, cuyo

funcionamiento necesita de decisiones por consenso (aunque puedan

alargarse mucho) y de una permanente rotación de los cargos entre todos

los jefes de hogar de la comunidad.

El paso a la ciudad ha significado para la mayoría una verdadera

“reducción” a ciertos barrios marginales y a la condición de poblador.

Pero, además, los ha aproximado a la mirada prejuiciada de la sociedad

regional, lo que se traduce en una serie de anatemas, como la “extranjeridad”.

El contacto con la pobreza y la marginalidad urbana, aparte de la

estigmatización por su origen, ha determinado que algunos hayan preferido

“blanquearse” como una forma de acercarse a lo chileno. Pero muchos

han logrado generar y mantener instituciones muy particulares que, aun

en la ciudad, lo vinculan con lo propio. Agrupaciones como los Centros

de Hijos de Pueblo, las cofradías religiosas, los clubes deportivos, los centros

culturales y, en los últimos años, las organizaciones étnico-reivindicativas,

son espacios donde todavía pueden sentirse vinculados a su cultura.

Aunque muchos hayan cortado sus lazos económicos con el campo, la

presencia de manifestaciones como las mencionadas permite afirmar que

entre los aymara urbanos aún existe la posibilidad de un proyecto de

identidad cultural.

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23 la cultura material aymara

En los aymara chilenos se pueden señalar ciertas diferencias entre un

grupo de población meridional (que correspondería, aproximadamente, al

sector de los Altos de Iquique) y otro septentrional (ubicado en los Altos de

Arica). Estas variaciones son de orden lingüístico (dialectales), histórico (por

su distinta relación con acontecimientos coloniales y republicanos) y sociales

(formas de ordenamiento y organización social). En lo que tiene que ver con

la tecnología y la cultura material, parece no tratarse de diferentes sistemas

tecnológicos o de distintas familias de objetos, sino más bien de variaciones

que dicen relación con el “estilo” o la “riqueza” de la dotación material

respectiva: formas, colores, elementos figurativos, composición, prolijidad,

etc. No sabemos hasta qué punto estas diferencias puedan ser resultado de

los distintos procesos históricos que los han afectado. De hecho, el área

aymara norte ha vivido cambios mucho más profundos que han tenido

también consecuencias en su tecnología e industria hogareña.

En ambas zonas, aunque en distinto momento, aparte de su continuidad

en procesos productivos de tradición andina (como la ganadería de camélidos

o la agricultura bajo riego), el universo tecnológico prácticamente se ha

visto reducido al ámbito de la manufactura tradicional de carácter hogareño.

El ámbito familiar es uno de los pocos espacios donde la cultura material

aymara ha podido mantener cierta identidad.

Dentro de la producción artesanal aymara se puede distinguir entre los

rubros que son patrimonio exclusivo de especialistas (como la platería

y la cerámica) y los de conocimiento generalizado (como la textilería y la

cordelería). La sofisticación y complejidad alcanzadas por estos últimos son

realmente sorprendentes si se considera que son de conocimiento común,

accesibles a todas las personas, aunque separadas por sexo: los tejidos

son al universo femenino lo que los trenzados son al masculino. La

cantidad de detalles técnicos y riqueza simbólica que contienen tejidos y

trenzados hablan de una experiencia ganadera andina milenaria y de un

aprovechamiento exhaustivo de una materia prima como la lana.

La mayor parte de la información (y de las piezas que conforman la

colección de artesanías expuestas en este libro) proviene de comunidades

aymara pertenecientes a dos comunidades históricas del sector de los Altos

de Iquique: Cariquima e Isluga, en la actual comuna de Colchane. En esta

zona, precisamente, se han podido mantener, o se mantuvieron hasta

hace unos años, la producción y el uso de una serie de manufacturas:

platería, cerámica, textilería y cordelería. Esto facilitó no sólo la formación

de una colección de artesanías, sino también la recopilación de información,

especialmente en un momento que se observa una crisis generalizada

en estas actividades. Pese a todo, es necesario aclarar que las descripciones

y comentarios de este libro hacen referencia a elementos de un mundo

cultural mucho más vasto y rico si se lo considera históricamente.

Páginas siguientes: señoras aymara hilando, aprovechan el sol de la mañana. Enquelga 1985

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24 museo chileno de arte precolombino

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25 la cultura material aymara

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27 la cultura material aymara

la materia prima es la limpieza de restos vegetales y la eliminación

de las puntas duras, apelmazadas y sucias (el píchu).

El hilado (kapuña) se realiza con un pequeño huso de madera (llamado

precisamente kapu) compuesto de una tortera (p’iraro) y una varilla (t’isa) de

alrededor de 30 cm. Se recuerdan husos especiales, de menor tamaño,

empleados para hilados muy finos. Desde hace algunas décadas, además,

se conocen máquinas hiladoras, usadas preferentemente por los varones

para producir hilos destinados al tejido a palillos o a la confección de telas.

En general, las innovaciones han sido adoptadas en mayor medida por los

hombres (las mujeres, por ejemplo, continúan empleando el huso

tradicional, y solo en período reciente, debido a las actividades de Cema,

han empezado a tejer a palillos, antes materia de exclusividad masculina).

Se conocen cinco tipos de telares, cuatro de uso femenino y uno

masculino. Este último es el “telar de lisos”, introducido en el mundo andino

en tiempos coloniales y adoptado por los hombres para la confección de telas,

como la walleta (“sabanilla”) y el kordillate, utilizadas en la elaboración del

vestuario masculino y en algunas piezas de uso femenino (como las kotona).

Los otros telares tradicionales que tienen una fijación horizontal, son usados

exclusivamente por las mujeres y reciben el nombre genérico de savu.

El más pequeño es llamado wak’asavu y es un telar de cintura destinado a la

confección de fajas (wak’a). Luego vienen los de estaca, que son, de menor

Telar para cordellate. Madera, caña, lana.Enquelga, Isluga. 59 x 88 cmmchap 2015

Telar vertical o de lisos, de origen colonial, utilizado por los varones para tejer el kordillate, una tela para confeccionar sus vestimentas

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28 museo chileno de arte precolombino

a mayor tamaño: el wayajasavu (telar de talegas = wayaja), el awayusavu

(telar de llijlla o awayu) y el de mayores proporciones, llamado jach’asavu

(de jach’a = grande).

El acto de tejer se inicia con la selección del color y grosor de la lana hilada.

Preparar el telar supone fijarlo, disponer la urdimbre, los lisos (illawa) y la

trama (kepa). Para empezar a tejer se emplean piezas de madera que ayudan

a cruzar los hilos. Para comprimir la trama, en el caso de los tres telares

mayores, se ocupa la vichuña, un hueso aguzado en un extremo; y en el de

cintura o de faja, un trozo de madera llamado kajllu .

El acabado de las piezas textiles mayores se denomina p’itar. Constituye el

paso más largo y complicado del proceso de tejido, especialmente si se quiere

conseguir un buen resultado final. Para ello se utiliza un tipo de agujas

denominadas llauri.

Costal (bolsa). Isluga. 106,5 x 63,5 cmmchap 2754

Los costales son sacos usados para almacenar y transportar productos

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29 la cultura material aymara

Las distintas variedades de tejidos cumplen funciones que responden

a diferentes necesidades de la vida aymara. En cuanto a su uso tradicional,

se podría distinguir entre los de carácter utilitario y aquellos de función

ceremonial, a pesar de que los límites de esta separación no son en la

práctica tan rigurosos.

Primero, se puede mencionar un conjunto de bolsas de diferentes

tamaños, utilizadas para transportar o almacenar. Las de mayor tamaño

son los costales o kustala, verdaderos sacos empleados para guardar

granos (quínoa, maíz) o tubérculos (papas). De tamaño variable, en su tipo

medio (de unos 110 cm de alto por 65 cm de ancho) sirvieron en el pasado

como parámetros de medida y peso en el intercambio de productos. En la

actualidad, son rápidamente remplazados por sacos de plástico o de yute

provenientes de las ciudades. Luego viene la familia de las talegas o wayaja,

Bolsa. Talega (wayaja). Arabilla, Isluga. 237 x 265 mmmchap 2256

Bolsa. Talega (wayaja). Arabilla, Isluga. 303 x 310 mmmchap 2253

Bolsa. Talega (wayaja). Taipicollo, Isluga. 420 x 410 mmmchap 2261

Bolsa. Talega (wayuña). Chawani, Alto Isluga. 125 x 135 mmmchap 2165

Arriba: wayaja, bolsa mediana para cosechar. Abajo: wayuña, bolsa pequeña para llevar o almacenar semillas. Son también parte de las mesas de ofrendas

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30 museo chileno de arte precolombino

de menor tamaño (en su porte normal pueden tener unos 30 por 30 cm),

utilizadas para distintos fines, como colectar papas durante la cosecha,

guardar alimentos, granos o semillas o para transportar la merienda cuando

se va al pastoreo. Las bolsas más pequeñas, como las wayuña, prendidas al

pecho, son usadas durante la siembra de la quínoa para llevar las semillas.

Asimismo, aparecen en actos rituales vinculados a la propiciación agrícola

(en la ceremonia de los pukara, por ejemplo) como parte de las mesas

rituales. Otro tipo de bolsitas son las vistalla o chuspa, usadas para llevar

la coca y el azúcar que consumen a diario las personas más ancianas. Se

aprecian además en los ritos, ya que la coca es un elemento indispensable

en ellos y, por extensión, también lo son sus continentes.

Bolsa (chuspa). Isluga.195 x 235 x 225 mmmchap 2934

Alforja (alfurja). Taipicollo, Isluga 1130 x 420 mmmchap 2168

Chuspa para coca y alforja para llevar la merienda

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31 la cultura material aymara

Bolsa. (chuspa cacique).Taipicollo, Isluga. 400 x 280 mmmchap 2266

El cacique y principales usan una chuspa muy vistosa, llamada vistaya, para llevar hojas de coca durante las ceremonias

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32 museo chileno de arte precolombino

Otra clase de tejido se puede agrupar bajo el nombre genérico de paño.

Dentro de ellos tenemos las llijlla o awayu, de forma rectangular (de

aproximadamente 100 por 100 cm), empleada por las mujeres para cargar

sobre sus espaldas a los niños o, también, mercaderías y objetos durante los

viajes o para la limpieza de la quínoa. Ejemplares especiales, por su finura,

color, ornamentación o terminación, pueden ser empleados en algunos

ritos para depositar los distintos objetos que pueda contener una mesa (una

especie de altar), así como para hacer “atados” rituales con los elementos

usados durante el “floreo” o waiño (rito de señalización de los animales).

De acuerdo a su diseño se distinguen dos tipos de awayu: las tumirino y las

wanka. Estas últimas llevan en su zona media (o taipi) cuatro salda (un tipo

especial de dibujo textil), dos en cada mitad, que pueden o no llevar también

a los lados. Las primeras, en cambio, no presentan dibujos en su parte

central, sino solo cerca de sus bordes. La otra clase de paños son las inkuña,

una especie de modelo reducido de las awayu. Son mucho más pequeñas

(de solo 30 por 30 cm) y tienen un uso exclusivamente ritual, para colocar

encima coca, azúcar y recipientes con alcohol.

Mantel altar (inkuña). Textil Casquire, Isluga.330 x 280 mmmchap 2279

Las inkuña se usan como altar o mesa, donde se depositan las ofrendas

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33 la cultura material aymara

Mantel altar (inkuña). Textil Casquire, Isluga.280 x 270 mmmchap 2278

Mantel altar (inkuña). Textil Panzuta, Isluga. 290 x 280 mmmchap 2170

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34 museo chileno de arte precolombino

Otra variedad de tejidos son las fajas (wak’a), de diferentes colores y

diseños, utilizadas para fijar el vestido de la mujer a la cintura o para sujetar

los pantalones de los hombres. Son usadas también durante los partos como

instrumentos para ayudar al nacimiento. Se identifican cinco tipos generales

de fajas: las kuto, las kili, las “chilenito”, las “carnero” y las wak’asalda.

Estos tipos, por medio de la combinación de sus elementos básicos, pueden

generar varios subtipos o variantes locales e individuales.

Otras piezas textiles son las que se llevan en la vestimenta. En el caso de

las mujeres, la principal es el urku (aksu o anako), compuesto de dos piezas

tejidas unidas, de color marrón o negro. Confeccionado por una adolescente,

marca (o marcaba) su iniciación laboral y la llegada a la edad de abandono del

celibato. Bajo el vestido acostumbraban llevar una suerte de enagua, llamada

kotona, confeccionada de una tela basta, de lana blanca de cordero.

Los hombres elaboraban dos tipos de telas en el telar de lisos: el kordillate,

para la confección de pantalones y antes, de chaquetas y chaquetillas; y la

wayeta, de trama más suelta, para la confección de la mencionada kotona

y de camisas.

Faja. Zona de Arica.935 x 43 mmcscy 1865

Faja o wak’a. Esta colorida prenda se usa a modo de cinturón por hombres y mujeres. Dan un contraste con el severo akso negro o café oscuro usado como vestimenta femenina. Las wak’a reciben diferentes denominaciones de acuerdo a su decoración y se tejen en telar de cintura

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35 la cultura material aymara

Faja. Carnero. Colchane. 1413 x 18 mmcscy 3410

Faja (kiliwak’a).Enquelga, Isluga. 1250 x 40 mmmchap 2030

Faja. Arabilla, Isluga.1365 x 43 mmmchap 2777

Faja. Zona de Arica. 870 x 38 mmcscy 3127

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36 museo chileno de arte precolombino

Otras prendas masculinas son lo ponchos o puncho, de forma semejante

a los que se aprecian en toda la zona rural del país. Se distinguen dos tipos:

los corrientes, de uso diario en las faenas de campo en los meses fríos

(aunque hoy son utilizados mayormente por los ancianos), y los especiales,

de uso ocasional, como los punchokasique (gris claro, beige, marrón

vicuña, etc.), que llevan alféreces, mayordomos y caciques (mallku) en las

ceremonia colectivas; los punchosikuri (rojo, marrón), utilizados por músicos,

y los puncholuto, para ocasiones fúnebres. Los empleados en contextos

ceremoniales se distinguen de los ordinarios por su finura, terminación y

la calidad y colores de la fibra elegida. Otro tipo que hemos encontrado son

los punchowasu, similares a la manta del huaso de la zona central del país.

Se trata de ejemplares antiguos usados para encuentros con autoridades

chilenas, como una manera de afirmar su naciente nacionalidad.

Otro grupo de tejidos lo componen los cobertores o frazadas de cama (se

les denomina, precisamente, con el genérico kama). Se pueden distinguir

las kura ikiña o frazadas de colores naturales y la panamanta o frazadas de

colores teñidos que se ordenan en degradaciones (k’ísa). Otra variedad son las

denominadas chusi, unas frazadas muy gruesas (debido al empleo de hilos

de mayor grosor y a la soltura de la trama) y muy abrigadoras.

Con excepción de las telas propiamente tales, producidas en el telar de

lisos por los hombres, todos los otros tejidos son elaborados por las mujeres.

Las técnicas textiles son transmitidas de generación en generación. Pero,

en el caso de las mujeres, su aprendizaje constituía parte importante de su

proceso de socialización. A los ojos aymara, el mayor o menor dominio de

la textilería era uno de los mejores parámetros para calificar la capacidad

de la mujer para enfrentar sus roles de adulta. Cada etapa del ciclo vital

femenino estaba relacionada con una fase del proceso de aprendizaje textil,

que va desde las técnicas y diseños más simples hasta los más complejos

y sofisticados. Lo primero que aprenden es el hilado y el torcido, entre

los cuatro y ocho años de edad. Luego, mediante sucesivos ensayos, se

van ejercitando en la manufactura de piezas sencillas, como antesala del

aprendizaje de las formas más complicadas manejadas por las mujeres de

mayor edad.

En un constante proceso de adquisición de habilidades, como adolescentes

entre los catorce y quince años (tabajo), alcanzan ya un manejo adecuado

de todo, o casi todo el bagaje técnico textil, lo que incluye no sólo tejidos,

sino también el bordado, usado para reforzar y adornar la terminación de

las prendas (entre ellos se cuentan el larpe, el kumpa, el epa, el sawqipata).

Precisamente durante esta etapa, la mujer aymara hace sus tejidos más

bellos, ya que una vez casada lo más probable es que no disponga del

tiempo necesario para la confección de tejidos de extraordinaria calidad o

hermosura. Las mujeres se preparan para el matrimonio tejiendo prendas

de uso cotidiano, como frazadas y llijlla, pero, además, otras piezas (como

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37 la cultura material aymara

Paño (awayu, llijlia tumirino). Taipicollo, Isluga. 1330 x 1200 mmmchap 2160

Manta (poncho). Chawani, alto Isluga.1340 x 1290 mmmchap 2154

Enagua (kastillkutuna,vestido de castilla). Cotasaya, Isluga (Sotoca, Chiapa).1280 x 930 mmmchap 2291

Arriba: poncho usado por caciques y personas relevantes de la comunidad en ocasiones ceremoniales. A la derecha, kotona o enagua que la mujer usa debajo del akso

Abajo: la llijlla recibe el apelativo de tumirino cuando presenta decoraciones sólo en sus extremos y de wanka si también está decorada al centro

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38 museo chileno de arte precolombino

Vestido (aksu). Enquelga, Isluga.1460 x 1295 mmmchap 2775

Vestimentas femeninas, donde se observa el akso y kotona, y la wak’a. A la derecha, un rebozo bordado, llamado talkun walleta, usado en ocasiones muy especiales.

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39 la cultura material aymara

Rebozo (talkun walleta). Chawani, alto Isluga (Chiapa).1700 x 75 mmmchap 2161

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40 museo chileno de arte precolombino

las fajas que regalan a sus pretendientes). Durante todo este período

previo al matrimonio, al mismo tiempo que van manejando técnicas de

creciente complejidad, tienen la oportunidad de innovar y aportar su gusto

y creatividad personales, pero sin perder la estructura básica de los patrones

textiles regionales.

Hasta hace algún tiempo, el tejido era también una forma de intercambio

en los valles, se llevaban hechos o se confeccionaban en estos territorios para

los agricultores del lugar (en Chiapa por ejemplo, una mujer del altiplano

podía ir a tejer una frazada por dos costales de maíz). Con los fenómenos de

mercantilización de la economía y el cambio en los patrones el consumo, que

operan más tempranamente en los valles, desaparece en forma definitiva el

intercambio entre distintos pisos ecológicos, lo que incluirá, por cierto,

a la textilería. Pero la producción de consumo local también se verá afectada.

De hecho, sólo se continuarán confeccionando algunos objetos textiles.

Chaquetilla femenina, (solapa). Chawani Alto, Isluga. 520 mmmchap 2155

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41 la cultura material aymara

En determinados casos, para la conservación de estos tejidos será

importante su carácter ceremonial, al menos hasta que no sea amenazada

la permanencia del rito (como ha ocurrido con la introducción de grupos

cristianos pentecostales). En el caso de las prendas utilitarias, aquellas

destinadas a la vestimenta fueron las primeras en ser reemplazadas,

especialmente las que componían el vestuario masculino, ya que aún

algunas mujeres continúan usando su vestido tradicional.

En general, la esfera femenina, junto con el ámbito ritual, han sido menos

permeables a los cambios. En cuanto al grupo de piezas textiles destinadas

al almacenamiento o transporte, también tienden a ser paulatinamente

sustituidas. Las bolsas y los costales han sido reemplazados por otros

continentes de proveniencia externa (como lo sacos), aunque todavía se les

puede encontrar en alguno hogares.

Mesa ritual. Material orgánico y mineral.Calama. 80 x 500 x 450 mmmo-6

Una mesa ritual que contiene vellones y ofrendas usadas en el waiño o ceremonia del floreo de los animales, donde se ruega por la fertilidad del ganado

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43 la cultura material aymara

La cordelería tradicional no ha sido aún desplazada del todo con la

introducción de sustitutos de proveniencia externa, incluso en su vertiente

utilitaria, ya que todavía es común verla en distintos tipos de faenas. La

complejidad de las técnicas de trenzado y la calidad y finura de los productos

de esta actividad artesanal, se relacionan evidentemente con la actividad

ganadera a la que están destinados.

La técnica del trenzado para sogas y otros objetos es manejada por los

hombres. Desde los ocho a diez años los niños varones empiezan a hacer

sus primeras cuerdas. La materia prima utilizada en forma preferencial es

la fibra de llama, ya que la de alpaca tiene menos duración. El hilo puede

ser torcido con dos cabos (ch’ullamismita) o tres (qimsatursita). Se distinguen

varias técnicas de trenzados: la vís-kakana, que arroja una soga de forma

tableada; la mullut’uma, que da una forma redondeada; la chichilpaki,

redondeada y cuadrada, y la phalar, que no es una técnica de trenzado

propiamente tal, sino más bien de torcido grueso (usado para chako).

Los distintos tipos de sogas son: la viska, trenzada con la técnica viskakana,

compuesta de cinco hilos; la tikaviska, trenzada con la técnica mullut’uma,

de ocho o más hilos; la chivaja o waskilla similar a la viska, pero más fina

(usada preferentemente para amarrar los telares), y los chako, confeccionados

con la técnica phalar (utilizados en la amarra de animales).

Hondas. Korawa. Enquelga, Isluga. 1560 mmmchap 2018 y 2022

Las hondas, o korawa, trenzadas con colores y especial cuidado son usadas por los hombres como prendas en ocasiones especiales. Las llevan en bandolera.

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44 museo chileno de arte precolombino

Todas las sogas tienen funcionalidad práctica: para cargar leña, trasladar

paja, cargar sacos, amarrar la carga en animales o vehículos, capturar y

maniatar animales, colgar ropa, etc. Pero también alguna sogas escogidas

por la calidad de su confección, principalmente tikaviska, son puestas en

mesas rituales y son imprescindibles durante los waiño o floreo de animales.

Otro tipo de objeto trenzado es el compuesto por las hondas (k’orawa),

que revisten dos tipos: uno de uso diario y otro ceremonial, las culebrillas

(kulebrilla) y los wak’akallu. En ellos se aplica la técnica chichilpaki. Estos

objetos (con excepción de las hondas comunes utilizadas en faenas de

campo, cuyo diseño es menos fino) son empleados en contextos rituales.

Se trata en tales ocasiones de un tipo de trenzado complejo para el cual se

requieren hilos finos y de colores especiales.

Las kulebrillas, cuyo trenzado es corto, se caracterizan por llevar colgando

pompones de colores. Las confeccionan padres y tíos a hijas o sobrinas para

que bailen en carnavales. Se les empleaba también como parte del atuendo

ceremonial de los varones o como adornos en las cabezadas de mulas en las

“entradas” de carnaval. Los wak’akallu son adornos que los ejecutantes de las

bandas de lichiwayu llevan colgando de una faja que amarran a su cintura.

Soga. Tika. Textil. Casquire, Isluga 598 cmmchap 2272

Las sogas se usan para amarrar la carga a las cabalgaduras, cargar leña, pasto, como lazos en actividades de pastoreo, etc.

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45 la cultura material aymara

Honda culebrilla. K’orawa kulebrilla. Conjunto. Textil. Chawani, alto Isluga. 330 x 335 mmmchap 2152

Soga. Muyut’uma. Textil.Ancuyo, Isluga.6060 x 20 mmmchap 2164 b

Las kulebrillas las confeccionan padres y tíos para que sus hijas y sobrinas las hagan girar en los bailes. También son usadas como adornos por músicos (abajo). Hay sogas de uso ritual usadas durante los floreos de ganado; llevan el nombre de tikaviska

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47 la cultura material aymara

reemplazo definitivo de las monedas de plata de buen cuño por otras de

escasa ley y luego, por el papel moneda. La escasez de los afamados “soles”

de plata terminó por transformarlos en un elemento de acumulación

y atesoramiento en sí mismos. Esto permite que, en algunos traspasos

patrimoniales entre personas de distintas generaciones, todavía sea posible

encontrar estas monedas como un bien muy preciado.

La desaparición de los plateros y de su especialidad, hace difícil conocer

algo más acerca de los procesos técnicos empleados, entre los que se

pueden mencionar el martillado, el laminado, el fundido, el moldeado,

el recorte y el repujado. El tipo de pieza y sus características se convenían

directamente entre el cliente y el especialista. Pese a que este tipo de objetos,

por su costo, no eran de fácil acceso, de una u otra manera, casi todas las

Exhibición de platería aymara en el Museo Chileno de Arte Precolombino(detalle)

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48 museo chileno de arte precolombino

familias procuraban obtenerlos. La forma de pago consistía generalmente

en animales, pero también en moneda corriente, lana, tejidos o productos

agrícolas. Aparte de los plateros locales, existía asimismo la posibilidad de

adquirir piezas que traían comerciantes desde Bolivia o de adquirirlas en ese

mismo país durante algún viaje.

Conviene en este punto despejar la impresión, todavía corriente, que

hace de Isluga un islote de producción y uso de la platería tradicional muy

particular. En realidad, la platería fue un fenómeno extendido por toda la

región aymara chilena que se pierde o se transforma, durante este siglo,

a ritmos distintos según la zona de que se trate.

Hubo platería en el altiplano norte, en los valles y en las comunidad

altiplánicas más meridionales (como Lirima y Cancosa). Por otro lado,

siempre hubo un flujo de platería proveniente de del altiplano boliviano.

Objetos de plata y kolke circularon fluidamente desde ese país al altiplano

y valles chilenos, o desde nuestra puna hacia la zona agrícola; además de lo

que en cada zona pudiera existir de producción local.

Un estilo “Isluga” de platería, si existiera, tendría que ver más con la

recurrencia al trabajo de ciertos artesanos que con una definición social

afirmadora de una identidad estilística o tipológica de carácter local. Algo

de esto pudo haber, sin duda, pero en términos de una socialización y

masificación de ciertas preferencias, ya que la platería “Isluga” no es muy

distinta a la de otras zonas aymara donde desapareció mucho o algún tiempo

antes (quizás sea esto lo que ha inducido al error).

Varas de mando. Santurei, santo rey.Metal, madera.

Enquelga, Isluga920 x 25 mmmchap 2224

Taipicollo, Isluga (Parajalla). 1100 x 40 mmmchap 2223

Estos bastones o santurei son insignias de mando usadas por los caciques en ocasiones especiales. Se guardan en las iglesias

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49 la cultura material aymara

Todas las piezas conocidas no tenían utilidad práctica aparente, sino

que cumplían funciones de orden ritual o, en relación a la mujer, estético.

Tanto en el contexto ceremonial como en la ornamentación femenina, eran

también símbolos de prestigio social, ya que no todos estaban en condiciones

de tener todas o las mejores piezas. Por ejemplo, con motivo de la asunción

de algunos de los cargos rotativos anuales, como el cacicazgo, había

personas que sencillamente debían pedir prestado uno de sus símbolos

más importantes, el bastón de mando. Una familia que no dispusiera de

excedentes ganaderos, difícilmente podría agregar nuevos objetos a los que

eventualmente pudiera haber conseguido por vía de herencias.

Hasta la apertura de los caminos y la aparición del transporte motorizado,

una de las principales actividades de los aymara chilenos era el arrieraje con

el que conectaban zonas muy alejadas. El “buen montar” y el arriero como

símbolo de realización masculina, tenían su expresión social y ritual durante

los grandes carnavales, donde llegaban cientos de mulas profusamente

enjaezadas en plata.

Estos adornos reciben el nombre de chapaje o chapeadura y consistían en

aplicaciones de plata a las monturas y, más corrientemente, a las cabezadas.

Se trataba de láminas de plata recortadas y repujadas. En el caso de las

monturas, los adornos casi siempre tienen diseños de flores, plantas o

plumas. Los cabezales, casi sin excepción, recordando la afirmación de una

nueva nacionalidad, llevan uno o dos escudos chilenos, a los que se agregan,

siempre en la parte frontal, figuras de soles, medialunas, estrellas

Armazón de montura, arzón. Madera, metal, cuero. Cotasaya, Isluga 200 x 420 mmmchap 1836

Montura de mula confeccionada en cuero con bordes de plata

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50 museo chileno de arte precolombino

y espejos engarzados de gran tamaño, lo que no deja de recordar reconocidas

tradiciones andinas precolombinas. Entre estas aplicaciones, o en las correas

laterales superiores e inferiores, se colocaban adornos más pequeños,

comúnmente con forma de flores, soles y estrellas. Aparte de las aplicaciones

de plata, se colgaban también kulebrillas (siempre en pares).

Tanto las monturas como los cabezales “chapeados” eran usados para

“entrar” en las grandes fiestas de carnaval que se realizaban en la marka

o pueblo central (en el carnaval de Pueblo Isluga, se llegaron a contar

300 mulares con sus chapeaduras). Estos grandes carnavales islugueños

comienzan a declinar a fines de los años setenta, hasta entrar en crisis en

1983-1984 por diversas razones, entre las cuales puede mencionarse la

conversión de comunidades enteras al pentecostalismo. Reanudados en 1987,

solo dos personas hicieron su entrada a lomo de mula; en el intertanto,

casi todos habían vendido sus mulares.

Con el abandono de su sostén ritual, estos animales prácticamente

desaparecieron del sector. Un par de décadas antes, con la apertura de los

primeros caminos, se había iniciado la pérdida paulatina de su soporte

Cabezal de mula con adornos de plata

Cabezal de mula. Cabezada. Chapeadura.Metal. Cotasaya, Isluga.35 mm diám.mchap 2227

Cabezal de mula. Cabezada. Chapeadura.Metal, cuero. Cotasaya, Isluga (Taipicollo).400 mmmchap 1832

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51 la cultura material aymara

económico, al ser reemplazado el arrieraje por el transporte motorizado. El

ritual ayudó a mantener la presencia del jinete aymara lujosamente ataviado.

Entrando también el rito en crisis, ya nada justifica el “buen montar”.

Actualmente el modelo del hombre adulto se ha desplazado al “camionero”,

con sus largas y a veces peligrosas peregrinaciones por caminos fronterizos.

Como en otras regiones del mundo andino, en Isluga y Cariquima

funcionó una división dualista entre araxsaya (mitad de arriba) y

manqhasaya (mitad de abajo o de adentro). Cada mitad elegía sus

autoridades que se renovaban anualmente y se rotaban entre los jefes de

familia de cada parcialidad. Estos caciques o mallku eran originalmente

los encargados de velar por el orden, aplicar la ley consuetudinaria, convocar

a grandes reuniones (cabildos) para tratar asuntos que comprometieran

el interés o concurso de todos los miembros de la comunidad y dirigir

las grandes festividades; al final, terminaron reteniendo solo sus

funciones ceremoniales.

Entre los símbolos de mando de los caciques, junto con una chuspa

ricamente adornada y un puncho de delicada confección, resaltaba la vara

Copa, wernegal, y plato, kolkeplato. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña). 74 y 71 mm diám.mchap 1847 y 1835

Cacho. Wajra.Cuerno y metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones).175 x 120 x 60 mm (diám. máx.)mchap 2238

Recipientes de plata utilizados en ocasiones ceremoniales

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52 museo chileno de arte precolombino

de cacique o bastón de mando (santuri, santurei = Santo Rey). Este consistía

en una vara de madera (proveniente de las selvas orientales), ornada con

una puntera, cintas y empuñadura de plata. Entre la puntera (que podía

ser asimismo de cobre y bronce) y la empuñadura, llevaba un número

variable de láminas recortadas y repujadas de plata. La empuñadura, mejor

trabajada, tenía grabados motivos donde parecen predominar figuras de

cruces y coronas las cuales hacen justicia a su denominación de Santo Rey.

Estas varas eran traspasadas de padres a hijos, aunque también podían ser

vendidas o prestadas. Su valor era, generalmente, el equivalente al de una

llama adulta.

La rotación del cargo de mallku entre todos los varones adultos de la

comunidad, al menos teóricamente, determinó la existencia de un gran

número el estas varas (en Pueblo lsluga se llegaron a contar unas 45).

La desaparición de la institución del cacicazgo, en esta zona, es casi

contemporánea con la interrupción de las grandes ceremonias comunales.

Hubo muchos factores que socavaron la mantención de esta comunidad

histórica y sus instituciones. No obstante, el golpe de gracia para el cacicazgo

provino de la supresión de estos cargos por oficio de las autoridades

municipales de la época.

Prendedor. Alfiler-cuchara. Pichi topu. Metal. Cotasaya, Isluga. 27 x 296 x 46 mmmchap 2231

Prendedor. Alfiler-cuchara. Pichi topu. Metal. Isluga.34 x 75 mm mchap 2395

Los topu son aparejos de dos alfileres usados por las mujeres para sujetar el akso o vestido a la altura de los hombros

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53 la cultura material aymara

Las familias que celebraban el matrimonio de sus hijos durante el tercer

día de las grandes fiestas patronales, llamado precisamente “de bodas” o

kasarata, levantaban “arcos” o kolke arku. También lo hacían los “pasantes”

(alféreces) durante las mismas fiestas o las de las estancias. Estos arcos

consisten en maderos unidos en la parte superior, formando una arcada,

adornada a veces con flores, sobre la cual se cuelgan diferentes piezas de

plata. Entre ellas destacan platos (kolke plato), que llevan generalmente

argollas o asas a cada lado e incisiones en forma de bandas en sus rebordes

superiores o en sus lados externos; cucharas (kolke kuchara) y cucharones

(kolke kucharon), grabados en sus empuñaduras con figuras de flores.

También cuelgan copas de plata (wernagal) de pie alto, a veces con asas que

semejan un ave.

La característica de todos estos objetos es la de que, sin ser utilitarios,

son utensilios de cocina o, más correctamente, de mesa. No se comía con

utensilios de lujo como éstos; solo se les exhibía ritualmente, recordando

asociaciones, probadas en otras partes, entre cocina, rito, riqueza,

abundancia, dinero (llamado también kolke) y bienestar.

Vasos (wernegal). Metal. Cotasaya, Isluga (Chiapa).112 x 95 mm mchap 2002 y 1799

Plato (kolkeplato).Metal. Isluga.49 x 305 mm (diám)mchap 2127

La vajilla de plata no era de uso cotidiano. Se exhibía como señal de prestigio en situaciones especiales, como matrimonios

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54 museo chileno de arte precolombino

Aparte de los anteriores, también colgaban en estos arcos miniaturas de

animales confeccionadas en plata. En todos los casos se trata de animales

domésticos entre los que se cuentan, principalmente, toros (waka) y llamas.

Tal vez como una manera de resaltar aún más su carácter doméstico, la

mayoría suele llevar incisa una suerte de montura. Su contexto de uso es

exclusivamente ritual y se asocian con las ofrendas (estas miniaturas por

lo general son huecas y de ellas se escancia la bebida ritual), la riqueza

ganadera y la abundancia, evocando como significante aquello que el rito

como instrumento persigue lograr. En estos arcos solían colgarse asimismo

prendedores cucharas o topus (p’ichi), pero de muy buena factura. En el caso

de estos objetos, como en el los anteriores, su número siempre era par. La

diarquía andina pareciera funcionar a plenitud también en este caso. Entre

los aymara se dice de esta piezas cuando están solas: “le falta su chulla”, es

decir, “que está sin el compañero que había de tener” (Bertonio 1984:96).

Otra serie de objetos de plata eran los destinados a la ornamentación

personal. Con excepción de los anillos (anillu o surtija), usados por ambos

sexos, todos los demás objetos tienen como característica principal el ser de

uso exclusivamente femenino. Algunos tuvieron funciones prácticas, como

en el caso de los topus, utilizados para amarrar el vestido tradicional (urko)

Figuras zoomorfas: toro (waka). Metal.Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones) 70 x 93 mmmchap 2229 y 2230

Waka o toritos de plata exhibidos en arcos ceremoniales junto a otros objetos de este metal

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55 la cultura material aymara

en ambos hombros. No obstante, en todos parece predominar una función

ornamental, aun en las piezas de aparente uso práctico.

De hecho, aparte de simples prendedores, los topu son piezas bien

trabajadas y decoradas y las mujeres, generalmente, tenían uno para el

uso diario y otros para ocasiones especiales; hoy, incluso, este sentido

de ostentación se ha acentuado, ya que los topus han sido reemplazados

por simples trabas y las pocas veces que las mujeres se visten a la usanza

tradicional, los p’ichi son llevados solo como un adorno preciado.

Los topus completos se componen de dos cucharas, terminadas en una

punta aguzada como un gran alfiler y unidas por una cadena. La parte

cóncava de cada cuchara tiene grabados dibujos que representan, por lo

general, figuras en forma de corazón, ave o vegetales. A sus lados llevan

asas muy pequeñas, desde donde sale una cadena que une las dos cucharas.

Al centro de esta cadena normalmente hay una figura llamada ajila.

Desprendida del topu original, con un alfiler o gancho agregado, esta figura

puede ser usada como un prendedor (prindedor). Estos presentan diferentes

formas, pero resaltan aquellos que semejan o tienen grabados dibujos de

aves, a veces bicéfalas. Es común que se refieran a esta pieza como ajila ,

“aguilita” o “animalito como mariposita’’.

Aretes (sarcillu). Metal, vidrio.Isluga.130 x 42 mmmchap 2136

Prendedor. Alfiler-cuchara (topu). Metal. Cotasaya, Isluga (Caico, Camiña). 305 x 60 mmmchap 1880

Prendas femeninas de plata. Izquierda: topu con colgante de águila; derecha, zarcillos

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56 museo chileno de arte precolombino

Las pulseras (pulsira), un tipo de prenda muy escasa, se lucían solo en

ocasiones sociales relevantes. También existen los aretes o sarcillu, de uso

aún muy extendido, aunque su calidad y tamaño han variado notablemente

–son ahora más pequeños que los de antes–, cuando no son de proveniencia

externa. Estos pendientes están grabados con hojas o flores o, en su

defecto, el conjunto de sus láminas se ordena de tal forma. Se les agregan

comúnmente, algunas cuentas de loza o vidrio de manera que, en el contexto

total de la prenda, parecen ser los frutos de los motivos vegetales. Algunos

tienen también prendidas avecitas. Los aretes de tamaño menor eran de

uso cotidiano, en tanto que los más grandes, más comunes en el pasado, se

llevaban en ocasiones especiales.

Otro tipo de piezas de uso femenino son los rosarios o rusario. Se

utilizaban generalmente en rituales católicos (misas, días de difuntos),

pero también en otros contextos (en los bailes de pastores en los valles, por

ejemplo) e, incluso, como “contras” para ciertas enfermedades (como las

“agarraduras”). Consisten en un collar de cuentas de distintos colores que

terminan en un crucifijo mayor. Intercaladas entre un número variable de

cuentas, sin respetar el número fijo de los rosarios católicos, actúan como

separaciones otras cruces pequeñas, peces, cucharas, aves, monedas, vasitos

y otros motivos menores.

Ya no se encuentran plateros en el sector chileno. Muchas de estas prendas deben haber sido compradas en los mercados de la frontera con Bolivia

Adorno de cabezada ornitomorfo. Metal. Isluga.72 x 55 mmmchap 2691

Prendedor. Alfiler con motivos zoomorfos (topu). Metal.131 x 19 mmmchap 3039

Aretes (sarcillu). Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).140 mmmchap 1853

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57 la cultura material aymara

Un complemento obligado en la ornamentación femenina eran los collares

de cuentas, llamados walka. Eran confeccionados con cuentas de vidrio

o loza, luego también de plástico: Son las mismas que encontramos en los

rosarios o como adornos en topus y en aros. Los collares son de diversos

colores, aunque los preferidos y más abundantes en el pasado fueron las

cuentas rojas. Su largo es variable, y pueden alcanzar varios metros. Se usan

en vueltas, alrededor del cuello, ordenadas y dispuestas por dos amarras. Los

nuevos collares son de muy inferior calidad si se comparan con los antiguos,

especialmente los de cuentas rojas.

Todos estos objetos de plata eran de uso exclusivamente femenino (así

como las chapeaduras y las varas de mando eran propiamente masculinas)

y acompañaban la ornamentación tradicional de la mujer. El abandono del

vestido tradicional de la mujer (el urko) trajo como correlato el desuso de

estas prendas. En la actualidad, se las lleva sólo en ocasiones muy especiales

y, principalmente por las mujeres de mayor edad.

Los rosarios son colgantes hechos con cuentas de colores (walka), entreverados con miniaturas de plata como cruces, cucharones, etc. y rematando en una gran cruz. Las mujeres lo llevan como un collar

Rosario (rusario). Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Chiapa).820 x 98 mmmchap 2004

Crucifijo. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga.107 x 66 mmmchap 1871

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59 la cultura material aymara

(“revienta”). Una vez amasada, se hacían cintas de barro (ñek’ephalarpaña

= “hacer el lulito”). Se confeccionaba primero la base, dependiendo su

diámetro del tamaño de la pieza y luego se iban colocando las cintas. No

tenemos referencia acerca del uso de tornos alfareros. El alisado se hacía

con una tabla especial llamada llunkuña, de queñoa u otra madera, en forma

de paleta y con la punta inferior más ancha y rebajada. Una vez preparada

y seca, se pintaba la pieza con una tierra especial de color rojo denominada

parixa (que se recogía en las cercanías de Caritaya, en un lugar llamado

precisamente Parijacota).

La cocción se realizaba en una especie de horno rudimentario (kalach’aka),

el que consistía en bloques de piedra (de 15 a 20 cm de alto), dispuestos

en hileras, dejando unos 15 a 20 cm entre cada una, hasta alcanzar

aproximadamente un metro de largo. El espacio dejado entre cada hilera se

rellenaba con guano de llama y en la parte superior se colocaban planchas

de guano de cordero a manera de cubierta. Se dejaban algunos espacios por

los que se colaba el aire, para lo cual la construcción misma del horno se

disponía en el sentido que corriera el viento. Encima de la cubierta de guano

de cordero se ponían las piezas boca abajo y se recubrían totalmente con

Olla (ñeke p’uko). Cerámica Enquelga, Isluga.124 mm (alto).mchap 2000

Ñeke p’uko: olla tradicional que se ponía a las brasas para fermentar la chicha

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60 museo chileno de arte precolombino

otra capa de guano. La cocción se realizaba durante toda la noche. Una vez

cocida, la pieza adquiría un color rojo.

Los distintos objetos cerámicos pueden dividirse de acuerdo a su función:

por un lado, están los de carácter utilitario, de uso doméstico, como enseres

de cocina y por otro, aquellos de empleo ceremonial, presentes en la

mayoría de los rituales aymara de la zona. La mayor parte de la cerámica

doméstica ha sido reemplazada por artículos de loza, fierro u otros

materiales de fabricación industrial. Ha ocurrido lo mismo con aquella de

carácter ceremonial, que tiende a ser conservada por más tiempo, pero a

condición de que sus dueños no abandonen los ritos tradicionales. De todas

maneras, la fragilidad y el empleo esporádico de estos artefactos, unidos

a la desaparición de los especialistas, han determinado una evidente escasez

de los objetos cerámicos.

Jarros (chuwa). Cerámica Cotasaya, Isluga.Altura, 65 mm (promedio)mchap 1989-2190-2192

Estos ceramios son extremadamente pequeños y se usan en contextos rituales para bendecir a los puntos cardinales, a las montañas, apus, a los animales, etc. Se llaman chuwa

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61 la cultura material aymara

Entre los objetos de uso utilitario se distingue una primera serie, la

de los llamados phuño. Estos tienen una base relativamente angosta, que

se ensancha en una forma globular y decrece hasta llegar a un cuello de

diámetro corto. Casi junto al borde superior o boca llevan dos asas pequeñas,

aunque otras veces estas se ubican en la zona media del cuerpo de la

pieza. Los primeros son aptos para su manipulación dentro del hogar, y

los segundos, para el transporte de líquidos a corta distancia. Aún cuando

se distinguen tres dimensiones (chicos, grandes y medianos), todos se

caracterizan por su gran tamaño. Son usados básicamente como recipientes

para colectar o almacenar agua o bebidas especiales. Cuando se utilizaban

para fermentar la chicha, para lo cual se colocaban sobre brasas, recibían

el nombre de thayaña. Pese a que ya no se encuentran, también había

otros grandes recipientes para almacenar agua que recibían el nombre de

Ollas comunicantes (tink’a). Cerámica Cotasaya, Isluga.76 x 190 mmmchap 1991

Fuente (ñek’ejuinte).Cerámica. Ancuyo, Isluga (Mauque).105 x 225 mm (diám. máx.)mchap 2197

Thinka o tink’a doble usada en contextos ceremoniales Abajo, plato de uso doméstico

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62 museo chileno de arte precolombino

thina. De base mayor, se ensanchaban hasta llegar a una boca de diámetro

mediano y tenían dos asas.

Otro tipo de recipiente son los unguro, empleados para preparar chicha.

Su forma comenzaba en una base angosta que se ensanchaba abriéndose en

una boca de diámetro muy ancho. En ciertas ocasiones podían ser utilizados

también como recipientes para el agua, pero su función principal era servir

en la elaboración de chicha (el brebaje espeso quedaba en el unguro y el

líquido se iba traspasando a un phuño para su fermentación).

Una clase diferente de chicha se elaboraba masticando quínoa o maíz,

preparado al que se le agregaba un poco de agua y se ponía al fuego en un

recipiente cerámico especial denominado hak’anyuro. Después de la cocción

se le añadía jugo de membrillo y se vaciaba en una thayaña. El hak’anyuro

tenía una sola asa y era de tamaño menor (su alto oscilaba entre 15 y 20 cm);

su boca era de igual diámetro que su base, y su cuerpo, de forma globular.

De porte similar, o algo mayor, eran los llamados yuro, con forma de botella

y uso utilitario y ritual (como continente de bebidas). Otro tipo eran los que

Cántaros (chuwa). Cerámica Isluga.75 x 72 mm (diám. máx.)mchap 1979-1981

En la cultura andina es común la fabricación de miniaturas de artefactos para usar en ocasiones especiales. Estas vasijas tienen menos de 8 cm de altura.

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63 la cultura material aymara

recibían el nombre de ñek’ejundi, ñek’ejuinte o ñek’elurji, usados para

amasar o también para lavarse. Su forma era la de un gran plato, muy

semejante a nuestros antiguos lavatorios. También existían las ollas

cerámicas o ñek’ephuco, utilizadas para la cocción de alimentos. De base

ancha, se engrosaban hasta llegar a una boca casi del mismo diámetro que

su base. Tenían dos asas y, algunas una tapa, especialmente las empleadas

para granear quínoa (pisara).

Como recipientes para comer usaban los ñek’echuwa –una escudilla

cerámica semejante a un plato–, jarros llamados wasu (de vaso) y tazas

o warutasa.

Además de los utilitarios de uso doméstico, disponían de una serie de

ceramios destinados a funciones rituales. Un primer tipo lo configuran

aquellos con forma de platos los que seguían dos diseños. Uno simple,

llamado chuwanchuña, similar al que se usaba para comer, pero más chico,

empleado en los waiño o floreos de animales. En esta misma ceremonia,

pero también en carnavales y otras ocasiones rituales, se utilizaba el otro

Vaso (k’ero p’uño). Kero. Cerámica Enquelga, Isluga 101 mmmchap 1999

Jarro (hak’aña). Hak’anyuro. Cerámica Ancuyo, Isluga (Mauque) 110 x 120 mm (diám máx).mchap 2200

Hak’aña o vasija de uso doméstico

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64 museo chileno de arte precolombino

Tinaja (unguro). Wirke. Cerámica Enquelga, Isluga.660 x 640 mm (diám máx).mchap 2183

Olla (puk’o ). Wirke. Cerámica Ancuyo, Isluga (Mauque).120 x 170 mm (diám. máx.).mchap 2199

La chicha se preparaba en grandes tinajas o unguro

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65 la cultura material aymara

Tinaja (p’uño). J’atun yuro. Cerámica Panzuta, Isluga. 650 x 530 mm (diám máx).mchap 2185

Paleta de madera. San Pedro de Atacama. Piezas semejantes a ésta continúan en uso en algunas comunidades aymara. Período intermedio tardío (1100-1470 d.C.).cscy 1288

Un contenedor de chicha. La paleta para revolver que lo acompaña es de un contexto arqueológico, pero las actuales son idénticas

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66 museo chileno de arte precolombino

tipo, llamado thinka, como continente de la chicha empleada para asperjar

(challta). La característica de estos últimos, aparte de tener algún tipo de

pintura, era llevar en su centro una figura de animal. Para los waiño se usaba

generalmente alguno que tuviera representada una llama, en tanto que para

los carnavales los caciques utilizaban otros que tuvieran una mula o un toro.

Al igual que las miniaturas de plata que se prendían de los arcos, se trataba

siempre de animales domésticos.

Se distinguen asimismo los ceramios rituales de forma globular. A

diferencia de los utilitarios, alguno de los cuales pueden ser de enormes

proporciones, los ceremoniales son de porte pequeño. Entre ellos tenemos lo

llamados limite o chuwaphuño por el hecho de ser usados para la chicha

(chuwa). Estos eran empleados en waiño de llamos, tenían la forma de botella

y llevaban un asa. También para la chicha, pero en el floreo de corderos, se

usaban los chuwayuro. A diferencia de los anteriores, éstos tienen dos asas,

su boca y base son de similares proporciones y poseen un cuerpo más ancho.

Jarro (yuro). CerámicaCasquire, Isluga.175 x 120 mm (diám. máx.)mchap 2303

Jarro (yuro). CerámicaEnquelga, Isluga.180 x 150 mm (diám. máx.)mchap 2301

Yuro o jarros de uso doméstico para contener y servir líquidos

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67 la cultura material aymara

Para esta misma función se utilizaban igualmente los k’erophuño

o k’erothinka, de forma de jarro, también con dos asas, pero con una boca

de diámetro inferior al de su base. Para servir chicha a los participantes

de las ceremonias, así como para vaciar la bebida en otros recipientes

rituales, existía la variedad llamada yuro o yurothinka, con forma de botella,

de tamaño mediano y con idénticas características que los utilitarios del

mismo nombre.

Todas las ceremonias en que se utiliza esta cerámica ritual, se relacionan

con la acción de asperjar (challtar) en medio de oraciones dirigidas a los seres

sobrenaturales. En este mismo contexto (en waiño, pukara, wilancha) son

empleados para formar “mesas” rituales. Una “mesa” completa consta

de doce ceramios, pero también puede haber mesas de seis (“media mesa”).

Ahora que los objetos de cerámica están desapareciendo, si faltan para

completar el número necesario para armar una “mesa”, se recurre como

sustitutos a simples botellas.

Escudilla zoomorfa (tink’a). Cerámica. Taipicollo, Isluga. 40 x 105 mm (diám. máx.)mchap 2300

Escudilla zoomorfa (tink’a). CerámicaEnquelga, Isluga. 72 x 170 mm (diám. máx).mchap 2298

Thinka usadas en contextos ceremoniales para asperjar con chicha a los animales en la ceremonia del waiño o floreo del ganado

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69 la cultura material aymara

reconoce un solo tono y no se distingue entre grandes y chicos. Se les usa

especialmente en carnavales, donde las personas se reúnen a tocarlos en

redondel en las plazas, frente a la iglesia de los pueblos, pero sin conformar

un conjunto estructurado o banda. Los ejecutantes llevan colgada a sus

espaldas una honda de buena confección, de la que penden seis u ocho

culebrillas. Junto a los pinkillu, normalmente se tocan bandolas (bandula):

“una bandula saca un tono y el pinkillu tiene que tirar ese tono”. Una variante

la constituye el tarapinkillu, usado en los viajes a los valles cuando se acudía

a adquirir mercaderías (likina). En realidad, el tarapinkillu es un instrumento

más generalizado en Bolivia (de hecho, el único ejemplar que encontramos

había sido comprado en ese país), donde se utiliza también en los

carnavales. A diferencia del pinkillu, es de madera, puede tener diferentes

tamaños, posee seis agujeros en la parte superior y una boquilla. La tarka

Flautas (tara pinkillu). madera y caña. Enquelga, Isluga. mchap 2234 - 2202 -2014

La música tradicional andina se acompaña generalmente con flautas de diversos tipos y tambor. De izquierda a derecha: Tara pinkullu, tarka y lichiwayu

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70 museo chileno de arte precolombino

es otro instrumento de madera poco frecuente en el sector. La compran

confeccionada en Bolivia y es un instrumento de interpretación individual

usado principalmente en los waiño del ganado.

Otra clase de instrumentos de viento son los que llamamos genéricamente

“zampoñas”. Los aymara chilenos distinguen dos tipos: las sikurphusa y las

laka. Ambas tienen la misma forma, pero las últimas llevan un número

menor de tubos de caña.

Las laka se usan en conjuntos compuestos idealmente de doce integrantes.

De acuerdo a su tamaño se distinguen dos tipos: las grandes (sanja)

y las chicas (liko). Un conjunto de laka corrientemente lleva dos sanja y diez

liko. Se acompañan de un bombo de bronce y un tambor pequeño o

caja (regulante).

El atuendo de los ejecutantes es mucho más sencillo que el utilizado en

una banda de sikuri. No llevan poncho, solo se identifican por el empleo de

un sombrero de fieltro, de los que usan normalmente, adornado a un costado

Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera (caña). Enquelga, Isluga.mchap 2207-2208

Las zampoñas o siku son flautas de varios tubos, las hay grandes y chicas: se usan en bandas compuestas por unas 12 personas (laka), que las tocan de manera alternada. Una laka está compuesta de 10 zampoñas chicas y dos grandes

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71 la cultura material aymara

con un arreglo parecido a un abanico que va amarrado con una cinta

tricolor (chilena) que da vuelta el sombrero. Este arreglo, que recuerda al que

lleva el escudo de nuestro país, puede tener en su base un espejo desde

el cual se abren unas plumas de suri (avestruz) o parina (flamenco andino)

con sus colores característicos; otra variante es un abanico donde las plumas

son reemplazadas por pedazos de cuero de conejo teñidos, también con

los colores chilenos. Las bandas de laka actuaban en las fiestas patronales

de sus propios pueblos o en las de la gran marka central (en este caso,

Pueblo Isluga). Todavía los conjuntos más reconocidos salen a tocar a

contrato en otros pueblos, especialmente en valles (en las cabeceras o en

sus sectores medios).

Las sikurphusa tienen igual forma que las laka, pero llevan catorce tubos

de caña, ordenados desde los más largos a los más cortos y unidos con

pedazos de caña dispuestos transversalmente en su parte superior. Se

amarran con nervios de animal y lana hilada, por lo general de colores.

Detalle de zampoña. Sikurphusa.mchap 2208

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72 museo chileno de arte precolombino

La caña la traen desde Bolivia, pero son confeccionadas por especialistas

del sector (aunque también existe la alternativa de comprarlas hechas en

el vecino país). De acuerdo a su tamaño, se distinguen tres tipos: grandes

(sanja), medianas (arka) y chicas (liko o kontra). Se usan en conjuntos de

sikuri, compuestos idealmente de doce integrantes. Una banda tendría dos

sanja, ocho arka y dos kontra.

Tocan en las grandes fiestas patronales (en Pueblo Isluga para Santo

Tomás, el 21 de diciembre). Se acompañan normalmente de un tambor

grande confeccionado de madera (traída de los valles) y cueros de llamo o

cordero. El atuendo de los ejecutantes se compone de sombrero especial de

lana de cordero (un fieltro burdo de origen boliviano), sobre el que colocan

los característicos chuko o surichuko, un gran tocado de plumas elaborado

sobre la base de unas varillas de caña a las que añaden grandes plumas

de avestruz (suri) y otras más pequeñas, a los lados, de flamenco andino

Trompe. Birimbao. Instrumento musical.Madera, metal.Enquelga, Isluga70 x 55 mm

El trumpe, de origen europeo, era tocado por niñas solteras mientras pastoreaban

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73 la cultura material aymara

(parina). Las amarras se hacen con hilo (kaito) de llama. Llevan también un

poncho especial (preferentemente en colores plomo, vicuña o rojo teñido),

los llamados punchosikuri. Sobre éstos se cruzan unas especies de manteles

blancos junto a unas fajas rojas. A sus espaldas dejan colgar unas vistaya.

Las bandolas (o bandula) son instrumentos de cuerda confeccionados de

madera, con catorce trastos y dieciséis cuerdas metálicas. En Cariquima

todavía existe un artesano que las fabrica. Se usaban en los carnavales para

acompañar a los pinkillu, y también en los floreos del ganado.

Todos los instrumentos anteriores son tocados de manera exclusiva por los

hombres. Pero antes, las mujeres también ejecutaban un tipo de birimbao

(llamado trumpe), como una forma de entretención cuando salían al campo.

Su uso parece estar asociado a las niñas y mujeres jóvenes solteras. La

música que entonaban tenía como temas el amor, el desengaño, las penas,

el trabajo o el deseo de una vida feliz.

Bandola (bandula). Madera. Ancuyo, Isluga, (Chijo, Cariquima)90 x 640 x 250 mmmchap 2178

Las bandolas –guitarras de 16 cuerdas metálicas– se usaban para acompañar el waiño o floreo del ganado

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74 museo chileno de arte precolombino

Con el traslado de los aymara a la ciudad, junto a ellos también suelen migrar objetos

de manufactura casera y, a veces, la materia prima y los instrumentos para seguir

confeccionándolos. Ocurre principalmente con ciertos tejidos (como las frazadas) que

se siguen elaborando en los patios de sus casas en las poblaciones, a resguardo de la

mirada indiscreta o de la burla, más como añoranza que como respuesta a una

necesidad material, pues estas piezas textiles son económicamente más costosas que

las industriales.

En este contexto, tales artesanías adquieren un significado étnico de continuidad

cultural y vital en un mundo cambiado. Pero éstos son casos aislados, ya que finalmente

la manufactura tradicional termina por ser disfuncional para un espacio doméstico,

remozado por completo con manufacturas industriales no auto producibles,

relativamente baratas y, en muchos casos, más eficientes y durables. A las tradicionales,

además, les falta el medio social que les proporcionaba el marco de aceptación.

En la zona agrícola aymara, por su parte, se observa una actividad artesanal mayor

que en los barrios pobres de Arica, por ejemplo; pero, de manera similar, se trata de una

producción residual y reorientada, parcialmente, hacia la confección de artesanía no

tradicional. Lo que subsiste de esta última guarda directa relación con el consumo de

objetos no reemplazados del todo por manufacturas extrañas. Los signos de

descomposición final, sin embargo, son más que evidentes. Primero, porque de no

mediar la continua instalación de migrantes altiplánicos –y la consecuente influencia

tecnológica–, la postración sería todavía mayor. Segundo, porque el reemplazo de

artesanos desde la puna tiende a interrumpirse en un doble sentido: la migración es cada

vez más directa hacia las ciudades y la erosión técnica, social y económica de la artesanía

tradicional empezó hace tiempo a ser también una realidad en el mismo altiplano.

Tercero, porque no existe una reproducción de estos oficios a través de una enseñanza

y una práctica que aseguren la emergencia de nuevas generaciones de artesanos.

Por último, porque dada la actual condición social y económica, sencillamente no

existen requisitos como para seguir confeccionándolas en el futuro, pues todas estas

manufacturas tradicionales están descontextualizadas en un medio material andino

muy transformado y no pueden competir con sus sustitutos industriales.

El altiplano continúa siendo la región donde un mayor número de artesanos siguen

produciendo objetos tradicionales y transmitiendo sus conocimientos a las personas

más jóvenes. Es también el espacio donde se produce mayor cantidad de artesanías,

en sus expresiones más diversas y mejor logradas. Sobre esta base de conservación

tecnológica vernácula, sin embargo, se detectan inequívocos síntomas de cambio en

ciertos rubros y una crisis abierta en otros. Las actividades que dependían de

especialistas, como la platería, la cerámica y la organología musical, han desaparecido

o están en vísperas de su colapso final. La apreciación con que se inicia este párrafo,

Conclusiones

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75 la cultura material aymara

entonces, hace justicia sólo a aquellas actividades como la textilería y la cordelería, cuyo

conocimiento es manejado por todos.

La razón más importante de este fenómeno de conservación parece radicar en el

éxito técnico alcanzado con ellas, su multifuncionalidad y polivalencia cultural. Junto a

lanas e hilos se entreteje mucho material cultural como para que el mercado y las

fuerzas externas de cambio hayan sido capaces, en igual medida que con la platería

y la cerámica, de anularlas y reemplazarlas en el corto y mediano plazo. Apreciamos

aquí un factor complejo de resistencia cultural al cambio, en el que la mujer aymara y la

continuidad de la actividad ganadera tienen ciertamente un rol protagónico. Textilería

y cordelería todavía parecen constituir un reducto tecno cultural demasiado imbricado

al “ser” aymara.

¿En qué han consistido estos cambios en su conjunto y cuáles han sido sus razones

más generales? Como elemento central se debe considerar el ya avanzado proceso

de integración y dependencia de las economías campesinas con el mercado regional,

lo que ha repercutido progresivamente en la manufactura tradicional aymara,

sustituyéndola por productos industriales y/o modificándola hacia tipos distintos y

formas degradadas. Se trata, en lo fundamental, del hecho que las economías familiares

andinas empiezan a transar en valores monetarios una creciente fracción de sus

productos y que, paralelamente, van adquiriendo un número cada vez mayor de bienes

de consumo en un mercado formal.

Se transforman así en productores mercantiles simples, desde una situación previa

en la que sus economías mantenían un importante componente de auto subsistencia

y dependían del dinero y de bienes externos del mercado solo para cuestiones muy

puntuales (lo que pudo haber sido antes, por ejemplo, trámites legales o la compra de

algún objeto aislado). Este contexto, indudablemente, les proporcionaba mucha mayor

autonomía en cuanto a su tecnología y los objetos de que se rodeaban. Es esta

autonomía la que van perdiendo en forma progresiva. Pero no se trata solo de una

simple muda de objetos. Es un cambio más integral que afecta prácticamente todas

las dimensiones de una economía campesina. Es una transformación estructural en

que la manufactura hogareña aymara representa solo una parte o capítulo del proceso

general de cambios.

Para el caso que nos ocupa en este texto –los aymara del altiplano y sus artesanías–

existen ciertas condiciones o requisitos sin los cuales los cambios que describimos

no se habrían producido. Una primera cuestión es la transformación de los productos

campesinos en mercancías, en materias objeto de demanda por parte de un

mercado formal. Los ejemplos más importantes son la fibra de camélido, ciertos

combustibles vegetales, como la llareta y la queñoa; la carne de llamas, alpacas y ovejas;

los ajos y la quínoa.

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76 museo chileno de arte precolombino

Desde luego, algunos de estos productos participan del mercado desde muy

antiguo, en tanto que otros adquieren el status de mercancías en período más reciente.

Lo importante a considerar es que ya la mayoría de tales productos se transa

básicamente en términos de mercado. Entonces, de una situación de circulación interna

basada en una identidad entre unidad de producción y consumo, combinada con el

intercambio pre mercantil entre pisos ecológicos contiguos, anterior a 1950, se pasa

a otra en que éstos son además requeridos por un poder comprador externo que

emplea dinero o productos industriales como medio de cambio.

Relacionado con lo anterior se encuentra la interrupción del intercambio

complementario entre pisos ecológicos, lo cual habla de que las economías campesinas

altiplánicas nunca fueron autosuficientes, pero que la suficiencia sí se lograba por

complementariedad entre grupos campesinos produciendo diferentes productos en

distintas ecologías. En uno y otro sitio, aunque primero en los valles agrícolas, la

producción se comienza a orientar a la satisfacción de la demanda de centros mineros,

pueblos del desierto y ciudades costeras. Cabe agregar que esta mayor relación consiste

en la reorientación de los productos campesinos hacia el mercado, pero también en

la llegada de dinero a las economías campesinas por la formación de un mercado

de fuerza de trabajo al cual tienen acceso los campesinos asalariándose como mano de

obra no calificada.

Otro factor de importancia es la apertura de caminos en la zona altiplánica, lo que

facilita la comunicación y el traslado de personas y productos, especialmente hacia y

desde las ciudades. Esto se relaciona, además, con el rol que van a adquirir las fronteras

con Bolivia y Perú como sitios de transacción mercantil lo que, en una etapa más

avanzada, desembocará en la emergencia de distintas ferias fronterizas.

Es necesario señalar, también, la incidencia de factores extraeconómicos, como

aquellos que se incluyen en la formación de una conciencia y valoración positiva del

consumo de artículos de proveniencia urbana. La escuela nacional obligatoria, entre

otros agentes de cambio, ha jugado un rol de suma importancia en este sentido.

En resumen, existe un momento de la historia aymara reciente en que se produce una

dramática aceleración de los cambios. En el caso del altiplano chileno, su inicio

podemos situarlo hacia 1940-1950. Consiste en una afluencia cada vez mayor de dinero

a las economías altiplánicas, en una creciente reorientación de la producción hacia el

mercado, en el acceso a productos y bienes de consumo externo de origen industrial,

en un cambio de mentalidad frente a la penetración de lo externo y una valoración en

ascenso de la modernidad.

Esto afecta las artesanías de varias maneras y a través de distintos mecanismos de

cambio interrelacionados. El más importante proviene de la competencia entre las

artesanías tradicionales y los nuevos bienes que aporta el mercado, a los que pueden

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77 la cultura material aymara

Estancia de Enquelga, Isluga, agosto de 1985

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78 museo chileno de arte precolombino

acceder a través de otros sectores campesinos con los que están relacionados

(comunidades agrícolas de valles, más próximas a las ciudades, o del altiplano boliviano

que participan de circuitos mercantiles que parten desde Oruro o La Paz). Pero la

relación puede ser también directa, a través de la venta de productos o del trabajo

asalariado. Muchas veces, incluso, los nuevos artículos son utilizados directamente

como medios de pago.

Los bienes externos pueden llegar como meros sustitutos (por ejemplo, alforjas de

suela, abarcas, sacos de arpillera) o bien constituir innovaciones complementarias

o no, a técnicas y productos tradicionales (por ejemplo, hilos y lanas teñidos, vestuario,

máquinas de coser, vajilla metálica, etc.). El costo de algunos de los nuevos artículos

puede actuar como impedimento para su masificación y, en esos casos, su acceso

estará circunscrito en un primer momento a las personas y familias más pudientes.

Deberán primero demostrar sus beneficios y crearse la “necesidad” para que irradien

hacia las capas campesinas más desposeídas. Deberá también crearse el espacio social

que haga posible su uso (por ejemplo, la vestimenta femenina cambia muy tardíamente,

pese a que desde hace décadas están disponibles sustitutos industriales baratos).

La entrada y masificación de estos objetos tenderán a darse, entonces, cuando se

combinen bajos costos relativos, funcionalidad y aceptación social.

Otra vertiente de efectos es la disfuncionalidad de los objetos y técnicas tradicionales

como consecuencia de cambios sociales que, aunque puedan tener un componente

económico y se relacionen con la penetración del mercado, remiten a otras dimensiones

de la vida campesina. Entre éstos se debe mencionar el fenómeno de la masiva

penetración de la iglesia pentecostal en la zona sur del altiplano. El pentecostalismo se

declara abiertamente en contra de los signos más visibles de una cosmovisión

tradicional. Aun cuando no es seguro que haya avanzado efectivamente

en esa dirección, si se consideran planos más profundos del pensamiento aymara,

lo cierto es que ello afecta de manera directa los objetos y sustancias de que se rodean

la religión y el rito aymara: cerámica ritual, tejidos especiales, joyas religiosas, entre

los rubros más importantes. Quienes profesan hoy el pentecostalismo verbalizan a

estos objetos como expresiones de un pasado con el que es necesario romper,

como símbolos de una concepción del mundo evaluada como la antítesis del bien.

Hasta la apertura de los caminos y la llegada de los primeros camiones al altiplano,

o sea, a principios de la década de los sesenta, el excedente económico campesino

(esto es, la diferencia entre producción y consumo total por ciclo productivo), que

en el altiplano toma la forma de excedente ganadero, se dirigía principalmente hacia

la consecución de objetos religiosos, bienes y relaciones sociales de prestigio: más

ganado, tejidos finos, mulas, joyas de plata, patronazgos de fiestas religiosas.

Por decirlo de otra manera, estos objetos eran el canal obligado de localización

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79 la cultura material aymara

y acumulación del excedente campesino. Con la llegada de vehículos y con el

florecimiento del comercio fronterizo, los excedentes, cuando existen, se orientarán a la

compra de medios de transporte o al capital de gestión mercantil, pasando a segundo

orden la acumulación suntuaria, el gasto festivo y el financiamiento de las obligaciones

sociales tradicionales.

El ciclo de descomposición se cierra cuando ya no existe quien sea capaz de seguir

haciendo tales o cuales objetos. Esto ocurre actualmente, incluso respecto de ciertos

aspectos de la textilería tradicional, el rubro de manufactura artesanal que demuestra

más vitalidad. Hay ya muy pocas artesanas que conozcan ciertas técnicas

especializadas, como el hilado para tejidos finos o las terminaciones de prendas con

agujas (larpe, epa, kumpa, sawkipata).

Este proceso hizo ya crisis respecto de la platería y la cerámica, hoy virtualmente

extintas. En estos casos se trataba de oficios especializados, manejados solo por

algunos individuos que dependían en buena medida de los ingresos provenientes

de los trabajos que realizaban para terceros. Es obvio que si no se requieren sus

servicios, tenderá a disminuir la importancia de este oficio como fuente de ingresos

y también el interés de otras personas por aprender y aplicar esas técnicas. En el caso

de las tecnologías, cuyo saber está distribuido más masivamente, la crisis es más lenta

y se dan varias fases intermedias, marcadas por el empobrecimiento general de los

objetos producidos.

¿Cuál es el futuro previsible de las artesanías aymara? Ellas están desapareciendo

y, paradójicamente, donde se producen en mayor magnitud se destinan en forma

mayoritaria a la venta. Es cierto que siguen manteniendo su hermosura y su carga

simbólica, pero eso no parece ser lo más importante para su supervivencia. Los

resultados de un estudio realizado por los autores en cuatro comunidades del área que

hemos venido describiendo, señalan inequívocamente que las artesanías tienen una

incidencia poco significativa en la composición de los ingresos campesinos totales y,

por otra parte, que allí donde hay más actividad artesanal, la que se utiliza con fines

domésticos es considerablemente menor que la que se destina a la comercialización.

El mercado pulverizó ciertos rubros de la cultura material aymara; a algunos les

perdonó la vida, pero no sin antes exigir ajustes y cambios importantes que redundaron

en su empobrecimiento; a otros no los ha tocado mayormente, ignorándolos. Pero, de

manera paradójica, la supervivencia y, quizás, la revitalización de las artesanías aymara

tienden a depender del mismo mercado que las destrozó y descompuso, como lo

demuestra el análisis del destino de la producción entre los artesanos aymara de hoy,

especialmente sus tejidos que, lejos de las comunidades, terminan como adornos

en nuestras casas.

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80 museo chileno de arte precolombino

Catálogo Colección etnográfica aymara

Nomenclatura:

Código colección,Nombre español e indígena, uso, materia prima,

Procedencia y/o comunidad,Dimensiones,

2155Chaquetilla. Solapa. Textil. Chawani Alto, Isluga. 520 mm

nota: ver piezas sin documentación fotográfica en la página 120

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81 la cultura material aymara

1863Frazada. Textil. Chulluncane, Cariquima (Cancosa).1700 mm (largo)

1864Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Chulluncane, Cariquima. 1100 x 1060 mm

2288Manta. Punchowasu. Poncho de huaso. Textil. Taipicollo, Isluga.1110 x 720 mm

2401 Mantel altar. Inkuña. Textil.1160 x 995 mm

2150 Manta. Puncho, poncho. Textil. Panzuta, Isluga.1500 x 1530 mm

2153 Paño. Awayu. Llijlia. Textil. Taipicollo, Isluga.1100 x 880 mm

2156 Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Panzuta, Isluga. 1070 mm (largo).

2167Manta. Puncho. Poncho. Textil. Panzuta, Isluga.1360 x 1200 mm

1862 Frazada. Textil. Chulluncane, Cariquima (Cancosa). 1700 mm (largo)

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82 museo chileno de arte precolombino

2157Rebozo. Talkun walleta. Textil. Chawani Alto, Isluga. 1620 mm (largo).

2159Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Panzuta, Isluga. 1150 x 1140 mm

2170Mantel altar. Inkuña. Textil. Panzuta, Isluga. 290 x 280 mm

2278Mantel altar. Inkuña. Textil. Casquire, Isluga.280 x 270 mm

2279Mantel altar. Inkuña. Textil. Casquire, Isluga.330 x 280 mm

2280Mantel altar. Inkuña. Textil. Taipicollo, Isluga.440 x 330 mm

2285Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Cotasaya, Isluga.1030 x 970 mm

2775Vestido. Aksu. Textil. Enquelga, Isluga.1460 x 1295 mm

2292Rebozo. Talkun walleta. Rebozo Talqueado. Textil. Taipicollo, Isluga. 1600 x 730 mm

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83 la cultura material aymara

1866 Manta. Poncho. Textil. Cotasaya, Isluga.1400 x 1200 mm

2289Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Taipicollo, Isluga. 1290 x 1000 mm

2290Vestido. Aksu. Arku. Anako Textil. Arabilla, Isluga 1480 x 1290 mm

2293 Manta. Punchowasu. Poncho de huaso. Textil. Taipicollo, Isluga.1300 x 1340 mm

2286Manta. Puncho sikura. Textil. Cotasaya, Isluga (Cultane).1140 x 900 mm

2294Paño. Awayu. Llijlia wanka. Textil. Enquelga, Isluga.1030 x 1010 mm

2417Manta. Puncho. Textil. Casquire, Isluga.1600 x 1350 mm

2516Paño. Awayu. Llijlia wanka. Textil. Zona de Isluga.1020 x 960 mm

2287Manta. Puncho Luto. Textil. Cotasaya, Isluga (Cultane) 1440 x 1170 mm

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84 museo chileno de arte precolombino

2518Paño. Awayu. Llijlia wanka. Textil. Zona de Isluga.1015 x 1020 mm

2600Tela cordellate. Kordellate. Textil. Inacaliri-Toconce. 2870 x 730 mm

2517Paño. Awayu. Llijlia wanka. Textil. Zona de Isluga.890 x 850 mm

2755Frazada. Textil. Zona de Isluga. 1870 x 1500 mm

2774Vestido. Aksu, arku, anako. Textil. Enquelga, Isluga.1440 x 1420 mm

2753 Frazada. Panamanta. Textil. Zona de Isluga. 1920 x 1580 mm

2149Frazada. Ch’usi. Textil. Panzuta, Isluga.1540 mm (largo).

2160Paño. Awayu. Llijlia tumirino. Textil. Taipicollo, Isluga.1330 x 1200 mm

cscy 3126 Manta, Textil.1030 x 965 mm

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85 la cultura material aymara

2154 Manta. Poncho. Textil. Chawani Alto, Isluga. 1340 x 1290 mm

2161Rebozo. Talkun walleta. Textil. Chawani Alto, Isluga. (Chiapa). 1700 x 750 mm

1865Paño. Awayu. Llijlia wanka. Textil. Cotasaya, Isluga.980 x 965 mm

2275 Pantalón de cordellate. Pantalón kordillate. Textil. Enquelga, Isluga.940 x 480 mm

cscy 3217Chaquetilla sin mangas. Textil. Zona de Arica.455 x 500 mm

2155Chaquetilla. Solapa. Textil. Chawani Alto, Isluga. 520 mm

2775Vestido. Aksu. Textil. Enquelga, Isluga.1460 x 1295 mm

2552 Camisa pequeña. Unku. Textil. Zona de Arica.580 x 470 mm

2291Enaguas. Kastillkutuna. Vestido de Castilla. Textil. Cotasaya, Isluga (Sotoca, Chiapa). 1280 x 930 mm

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86 museo chileno de arte precolombino

2553Camisa. Unku. Textil. Zona de Arica. 1800 x 1150 mm

mo-6 Mesa ritual. Material orgánico y mineral. Calama. 80 x 500 x 450 mm

1861 Tela cordellate. Kordellate. Textil. Chulluncane, Cariquima.6000 mm

1869 Rebozo. Textil. Cotasaya, Isluga.2760 x 670 mm

2148 Calcetines. Textil.

3107 Gorro. Tocado. Chullo. Textil.650 x 245 mm

t-95 Guantes. Textil. Pluma. Quetena, Lípez. 260 x 190 mm

2158 Chalina. Chalina. Textil.Ancuyo, Isluga.2270 x 540 mm

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87 la cultura material aymara

2171 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil Panzuta, Isluga.400 x 390 mm

2754 Costal. Bolsa Textil.Isluga. 1065 x 635 mm

2168 Alforja. Alfurja. Textil. Taipicollo, Isluga. 1130 x 420 mm

2262 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Taipicollo, Isluga. 250 x 285 mm

2252 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.325 x 333 mm

2261 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Taipicollo, Isluga.420 x 410 mm

2251 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.480 x 470 mm

2031 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Enquelga, Isluga.263 x 285 mm

2253 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.303 x 310 mm

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88 museo chileno de arte precolombino

2256 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.237 x 265 mm

2264 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil. Taipicollo, Isluga.330 x 330 mm

2250 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.483 x 493 mm

2265 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Taipicollo, Isluga.370 x 350 mm

2260 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.340 x 330 mm

2254 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil. Arabilla, Isluga. 270 x 305 mm

2257 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.225 x 218 mm

2258 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.205 x 200 mm

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89 la cultura material aymara

cscy-3404 Bolsa. Talega. Textil.Colchane. 265 x 245 mm

2165 BBolsa. Talega. Wayaja. Textil.Chawani, alto Isluga.155 x 135 mm

2263 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil. Arabilla, Isluga.335 x 280 mm

2266 Bolsa. Talega. Wayaja con salda. Textil. Casquire, Isluga.212 x 260 mm

2934 Bolsa. Chuspa. Textil.Isluga.235 x 225 mm

2259 Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.222 x 220 mm

cscy-3408 Bolsa. Talega. Textil.Colchane. 277 x 274 mm

2255Bolsa. Talega. Wayaja. Textil.Arabilla, Isluga.245 x 250 mm

3620Bolsa. Chuspa. Textil. 480 x 137 mm

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90 museo chileno de arte precolombino

2408 Bolsa. Textil.930 x 400 mm

2277 Bolsa. Vistaya. Textil.Cotasaya, Isluga.185 x 180 mm

2268 Bolsa. Chuspa. Chuspa con salda. Textil. Cotasaya, Isluga.145 x 190 mm

3561 Bolsa. Chuspa. Textil.Toconce.555 x 183 mm

3562 Bolsita. Textil. Toconce.480 x 162 mm

3034 Bolsa. Chuspa. Textil.Turi.410 x 125 mm

2269, 2164 a Bolsas. Talegas. Wayaja. Wayuña. Textil. Enquelga, Isluga.125 x 135 mm

2276 Bolsa. Vistaya. Textil. Taipicollo, Isluga.220 x 270 mm

2267Bolsa. Vistaya. Textil. Muyuri.190 x 167 mm

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91 la cultura material aymara

1230 Faja. Carnero Triple con Churo. Textil. Enquelga, Isluga.1230 x 40 mm

2015Telar para cordellate. Madera, caña, lana. Enquelga, Isluga.590 x 880 mm

2027 Faja. Chilenito con Churo. Textil. Enquelga, Isluga.1350 x 40mm

2028 Faja. Carnero Triple. Textil.Enquelga, Isluga .1030 x 47 mm

2026 Faja. Chilenito. Textil.Enquelga, Isluga.1120 x 38 mm

2166 Bolsa. Chuspa cacique. Textil.Taipicollo, Isluga.400 x 280 mm

2016Telar de bayeta. Madera, caña, cuero, lana. Enquelga, Isluga. 540 x 810 mm

2029 Faja. Carnero Doble. Textil.Enquelga, Isluga.1230 x 43 mm

3032 Faja. Textil.1430 x 62 mm

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92 museo chileno de arte precolombino

cscy 3409 Faja. Chilenito. Textil.Colchane. 1405 x 47 mm

2172 Faja. Wak’a chilenito. Textil.Panzuta, Isluga.1170 x 40 mm

2030 Faja. Kiliwak’a. Textil.Enquelga, Isluga.1250 x 40 mm

2284 Faja. Wak’a. Textil.Casquiri, Isluga.1190 x 40 mm

2283 Faja. Wak’a. Textil.Casquiri, Isluga.1210 x 40 mm

cscy 3413 Faja. Chilenito. Textil. 1119 x 39 mm

2281 Faja. Wak’a. Textil.Casquiri, Isluga.1220 x 45 mm

2173 Faja. Wak’a chilenito. Textil.Ancuyo, Isluga.1100 x 40 mm

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93 la cultura material aymara

cscy 3127Faja. Textil.Zona de Arica.870 x 38 mm

2777 Faja. Textil.Arabilla, Isluga.1365 x 43 mm

2282 Faja. Wak’a. Textil.Casquire, Isluga.1350 x 45 mm

cscy 1865 Faja. Textil.Zona de Arica.935 x 43 mm

cscy 3410 Faja Carnero. Textil.Colchane.1413 x 183 mm

2036 Faja. Chilenito con Churo. Textil.Isluga.1250 x 40 mm

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94 museo chileno de arte precolombino

2018, 2022 Honda. K’orawa. Textil.Enquelga, Isluga.1560 y 1440 mm

2019 Honda. K’orawa. Textil.Enquelga, Isluga.1560 mm

2021 Honda. K’orawa. Textil.Enquelga, Isluga.1580 mm

2164 b Soga. Muyut’uma. Textil.Ancuyo, Isluga.6060 x 20 mm

2162 a Soga. Tika. Textil.Ancuyo, Isluga.6010 x 15 mm

2169 b Honda. K’orawa. Textil.Taipicollo, Isluga.1630 x 30 mm

2162 c Soga. Tika. Textil.Ancuyo, Isluga.558 x 15 mm

2169 a Honda. K’orawa. Textil.Taipicollo, Isluga (Parajalla).1360 x 35 mm

2020 Honda. K’orawa. Textil.Enquelga, Isluga.1430 mm

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95 la cultura material aymara

2271 Soga. Tika. Textil.Casquire, Isluga.6540 x 12 mm

2273 Soga. Tika. Textil. Enquelga, Isluga.7020 x 12 mm

2272 Soga. Tika. Textil.Casquire, Isluga.5980 x 13 mm

2309 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

2297 Soga. Chevaja. Textil.Enquelga, Isluga.8750 x 5 mm

2274 Soga. Tika. Textil.Enquelga, Isluga.6900 x 12 mm

2162 bSoga. Tika. Textil.Ancuyo, Isluga.562 x 15 mm

2164 a Soga Muyut’uma. Textil.Zona de Isluga.5980 x 20 mm

2306 Soga. Chaco. Textil. Arabilla, Isluga.

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96 museo chileno de arte precolombino

2310 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

2313 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

2312 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

2308 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

2307 Soga. Chaco. Textil.Arabilla, Isluga.

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97 la cultura material aymara

2011Penacho de plumas. Chuko. Cotasaya, Isluga (Villablanca, Cariquima). 600 x 900 mm (diám. máx.)

2012 Penacho de plumas. Chuko. Cotasaya, Isluga (Ancuaque, Cariquima). 620 x 700 mm (diám. máx.)

2013 Penacho de plumas. Chuko. Cotasaya, Isluga (Cariquima). 660 x 1030 mm (diám. máx.)

2151 a y bSoga. Kulebrilla. Culebrilla. Textil.Ancuyo, Isluga.470 mm

2296 Soga. Kulebrilla. Culebrilla. Textil.Cotasaya, Isluga.320 x 450 mm

2295 Honda. K’orawa. Textil.Cotasaya, Isluga.1140 mm

2032 Soga. Kulebrilla. Culebrilla. Textil.Isluga.410 mm

2174 a y bSoga. Kulebrilla. Culebrilla. Textil.Taipicollo, Isluga.410 mm

2163 Honda culebrilla. K’orawa kulebrilla. Textil. Ancuyo, Isluga.650 x 300 mm

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98 museo chileno de arte precolombino

1739Vaso. Wernegal. Metal.Isluga.55 x 47 mm

1847, 1835Copa. Wernegal; Plato. Kolkeplato. Metal.Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).74 x 71 mm y 28 x100 mm (diám.)

1845Vaso. Wernegal. Metal.Cotasaya, Isluga (Mauque).155 x 126 mm

1846Vaso. Wernegal. Metal.Cotasaya, Isluga (Mauque).154 x 185 mm (125 mm diám.)

2002, 1799Vaso. Wernegal. Metal. Cotasaya, Isluga (Chiapa).112 mm (95 mm diám.)

1834Plato. Kolkeplato. Metal.Cotasaya, Isluga.26 x 235 mm (210 mm diám.)

2234Plato. Kolkeplato. Metal Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 23 mm (172 mm diám.)

2005Plato. Kolkeplato. Metal. Cotasaya, Isluga.37 x 265 mm (233 mm diám.)

2236Plato. Kolkeplato. Meta.Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 54 x 145 mm (116 mm diám.)

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99 la cultura material aymara

2235 Plato. Kolkeplato. Metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 22 mm (172 mm diám.)

2237 Plato. Kolkeplato. Metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 56 x 135 x 136 mm (114 mm diám.)

2126 Plato. Kolkeplato. Metal. Isluga.56 mm (313 mm diám.)

2007 Cucharón. Metal. Cotasaya, Isluga. 56 x 403 x 118 mm (118 mm diám.)

2127 Plato. Kolkeplato. Metal. Isluga. 49 mm (305 mm diám.)

2394 Plato. Kolkeplato. Metal. Isluga. 51 x 335 mm (320 mm diám.)

2233 Cuchara. Kuchara. Metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones).190 x 43 mm

2245 al 2249 Cuchara. Kuchara. Metal. Cotasaya, Isluga. 198 x 4 mm

2229, 2230 Figuras zoomorfas: toro. Waka. Metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 70 x 93 mm y 67 x 92 mm

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100 museo chileno de arte precolombino

2238 Cacho. Cuerno. Wajra. Cuerno, metal. Cotasaya, Isluga (Sukuna, Camarones). 60 x 175 x 120 mm (60 mm diám.)

2129 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Isluga. 630 mm

1849 Rosario. Rusario. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Altusa, Camiña). 540 mm

1850 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Altusa, Camiña). 295 mm

2004 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Chiapa).820 x 98 mm

2242 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Taipicollo, Isluga. 600 x 50 mm

2410 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. 530 mm

1877 Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Sipiza, Tarapacá).390 mm

2003Rosario. Rusario. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Chiapa). 750 mm

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101 la cultura material aymara

2435 Rosario. Rusario. Metal, vidrio.Isluga. 840 mm

2922 Rosario. Rusario. Metal, vidrio.interior de Tarapacá. 352 mm

1871 Crucifijo. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga. 107 x 66 mm

1584 y 1585 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Escapiña (Carangas).361 x 68 mm

1838 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu.Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Camiña). 246 mm

1837 Prendedor zoomorfo: ave. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Quebe, Cariquima). 348 mm

1839 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu.Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).252 mm

1840 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).170 x 46 mm

1870 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu.Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga. 285 x 60 mm

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102 museo chileno de arte precolombino

1880 Prendedor ornitomorfo: ave. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Caico, Camiña).305 x 60 mm

1879 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Caico, Camiña).275 mm

2231 Prendedor. Alfiler-cuchara. Pichi Topu. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga.296 x 46mm

1874 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga. 282 x 61 mm

1878 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga (Sipiza, Tarapacá). 251 x 45 mm

2232 Prendedor. Alfiler-cuchara. Pichi Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga 250 x 50 mm

1841 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).256 mm

1843 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).192 mm

1842 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).222 mm

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103 la cultura material aymara

1844 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).166 mm

1733 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga.248 x 54 mm

1734 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Isluga. 281 x 48 mm

1735 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio.Isluga. 246 x 54 mm

1736 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Isluga. 292 mm

1737 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Isluga. 16 x 285 x 56 mm

2128 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Isluga. 342 mm

2138Prendedor. Alfiler-cuchara. Pichi Topu. Metal, vidrio. 252 mm

2395 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Isluga. 340 x 75 mm

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104 museo chileno de arte precolombino

3035 Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. 128 x 23 mm

3038 Prendedor. Alfiler con colgante ictiomorfo. Topu. Metal. 118 x 15 mm

3041 Prendedor. Alfiler con motivo antropomorfo. Topu. Metal. 118 x 14 mm

3039 y 2829 Prendedores. Alfileres con motivos zoomorfos. Topu. Metal. 131 x 19 mm y 164 x 23 mm

3040 Prendedor. Alfiler con motivos zoomorfos. Topu. Metal. 126 x 18 mm

3036 Prendedor. Alfiler con colgante ictiomorfo. Topu. Metal. 112 x 10 mm

3037 Prendedor. Alfiler con colgante ictiomorfo. Topu. Metal. 129 x 11 mm

1586 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Escapiña (Carangas).54 x 20 mm

1857Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Quebe, Cariquima).90 x 20 mm

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105 la cultura material aymara

1854 Aretes. Sarcillu. Meta, vidrio. Cotasaya, Isluga (Quebe, Cariquima). 597 mm

1855Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga.100 x 19 mm

1856Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga.80 mm

1853 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga (Soga, Camiña).140 mm

2132 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio.185 x 78 mm

2133 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Isluga.163 x 38 mm

2134 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Isluga. 152 x 43 mm

2135 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio.Isluga.170 x 46 mm

2136 Aretes. Sarcillu. Metal, vidrio. Isluga. 130 x 42 mm

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106 museo chileno de arte precolombino

1738 A y B Arete. Sarcillu. Metal, vidrio. Mauque, Isluga. 199 x 87 mm

2923A y B Arete. Sarcillu. Metal, vidrio. 155 mm

1852 Pulsera. Metal. Cotasaya, Isluga (Tarapacá). 110 x 25 mm

2692 Adorno de cabezada ornitomorfo. Metal. Isluga. 99 x 87 mm

1859 Prendedor ornitomorfo. Metal, vidrio.Cotasaya, Isluga. 57 mm

1858 Prendedor ornitomorfo. Metal. Cotasaya, Isluga (Altusa, Camiña).85 mm

2689 Adorno de cabezada heliomorfo. Metal. Isluga. 85 mm diám.

2690 Adorno de cabezada heliomorfo. Metal. Isluga. 77 mm diám.

2691 Adorno de cabezada ornitomorfo. Metal. Isluga. 72 x 55 mm

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107 la cultura material aymara

1810 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.900 x 43 mm

1811 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.1075 x 33 mm

1812 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.1090 x 36 mm

1813 Vara de mando. Santurei. Santo Rey .Metal, madera.1070 x 28 mm

1814 Vara de mando. Santurei. Santo Rey .Metal, madera.1005 x 31 mm

2224 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.Enquelga, Isluga.920 x 25 mm

1860 Escudo Nacional para cabezal de mula. Metal. Cotasaya, Isluga (Altusa, Camiña).105 mm

1872 Escudo Nacional. Metal. Cotasaya, Isluga. 80 mm

1873 Escudo Nacional. Prendedor. Metal. Cotasaya, Isluga. 70 x 86 mm

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108 museo chileno de arte precolombino

2181 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.Chawani, alto Isluga .1150 x 38 mm

2338 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.1065 x 58 mm

Me-78Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.1188 x 67mm

Me-79 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.391 x 33 mm

2223 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.Taipicollo, Isluga (Parajalla). 1100 x 40 mm

1815 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.970 x 24 mm

2180 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.Taipicollo, Isluga. 1070 x 35 mm

2179 Vara de mando. Santurei. Santo Rey. Metal, madera.Taipicollo, Isluga770 x 29 mm

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109 la cultura material aymara

2225 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga. 550 x 360 mm

2010 Cabezal de mula. Cabezada. Chapeadura. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga (Chiapa). 650 mm

1867 Once monedas. Metal. Cotasaya, Isluga (Tarapacá). 37 mm

1833 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga. 420 mm

1832 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga (Taipicollo). 400 mm

2176 Cabezal de mula. Chapeadura Metal, cuero. Ancuyo, Isluga (Chijo, Cariquima). 830 x 400 mm

2175 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero.Ancuyo, Isluga (Carangas, Bolivia). 810 x 500 mm

2226 Cabezal de mula. Chapeadura”. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga. 380 x 380 mm

1740 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. Pisiga Choque, Isluga.720 x 340 mm

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110 museo chileno de arte precolombino

1809 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. 620 mm

2227 Cabezal de mula. Chapeadura. Metal, cuero. Cotasaya, Isluga. 350 x 290 mm

2693 Adorno de montura. Metal. Isluga. 111 x 165 mm

2694 Adorno de objeto no identificado. Metal .Isluga. 82 x 94 mm

2695 Adorno de objeto no identificado. Metal .Isluga. 88 x 79 mm

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111 la cultura material aymara

2183 Tinaja. Unguro. Wirke. Cerámica. Enquelga, Isluga. 660 x 640 mm (diám. máx.)

2001Olla. Ñeke p’uko. Cerámica. Enquelga, Isluga.190 mm

2199 Olla. Puk’o. Cerámica. Ancuyo, Isluga (Mauque).120 x 170 mm (diám. máx.)

2185 Tinaja. P’uño. J’atun yuro. Cerámica. Panzuta, Isluga. 650 x 530 mm (diám. máx.)

2184 Recipiente. Thayaña. Cerámica. Ancuyo, Isluga (Pucovinto). 470 x 450 mm (diám. máx.)

2000 Olla. Ñeke p’uko. Cerámica. Enquelga, Isluga. 124 mm

1991 Ollas comunicantes. Tink’a. Cerámica. Cotasaga, Isluga. 76 x 190 mm.

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112 museo chileno de arte precolombino

2300 Escudilla zoomorfa. Tink’a. Cerámica. Taipicollo, Isluga. 40 x 105 mm (diám. máx.)

1979, 1980, 1981 Cántaros. Chuwa. Cerámica. Isluga. 75 x 72; 80 x 52 y 80 x 61 mm

1982 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 63 x 54 mm (diám. máx.)

1983 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 68 x 52 mm (diám. máx.)

1978 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 62 x 61 mm (diám. máx.)

2198 Plato. Tink’a. Cerámica .Ancuyo, Isluga. 85 x 205 mm (diám. máx.)

2298 Escudilla zoomorfa. Tink’a. Cerámica. Enquelga, Isluga. 72 x 170 mm (diám. máx.)

2197 Fuente. Ñek’ejuinte. Cerámica. Ancuyo, Isluga (Mauque).105 x 225 mm (diám. máx.)

2196 Fuente. Ñek’ejuinte . Cerámica .Ancuyo, Isluga (Mauque). 95 x 253 mm (diám. máx.)

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113 la cultura material aymara

1984 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 55 x 50 mm (diám. máx.)

1985 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 65 x 50 mm (diám. máx.)

1986 Recipiente zoomorfo: ave. Chuwa. Cerámica.Isluga. 55 x 95 mm

1987 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 45 x 40 mm (diám. máx.)

1988 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 60 x 50 mm (diám. máx.)

1989, 2190, 2192 Jarros. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 65 mm aprox.

1990Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga.80 x 60 mm (diám. máx.)

1992 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 98 x 116 mm (diám. máx.)

1993 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 106 x 112 mm (diám. máx.)

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114 museo chileno de arte precolombino

2191 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 60 x 80 mm (diám. máx.)

1994 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 102 x 130 mm (diám. máx.)

1995 Jarro. Chuwa. Cerámica. Cotasaya, Isluga. 108 x 135 mm (diám. máx.)

1996 Vaso. K’ero p’uño. Kero. Cerámica. Enquelga, Isluga. 86 mm

1997 Vaso. K’ero p’uño. Kero. Cerámica. Enquelga, Isluga. 70 mm

2301 Jarro. Yuro. Cerámica. Enquelga, Isluga. 180 x 150 mm (diám. máx.)

1999 Vaso. K’ero p’uño. Kero. Cerámica. Enquelga, Isluga. 101 mm

2182 Tinaja. P’uño. Cerámica Ancuyo, Isluga (Pucovinto). 437 x 380 mm (diám. máx.)

2200 Jarro. Hak’aña. Hak’anyuro. Cerámica.Ancuyo, Isluga (Mauque). 110 x 120 mm (diám. máx.)

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115 la cultura material aymara

2303 Jarro. Yuro. Cerámica .Casquire, Isluga. 175 x 120 mm (diám. máx.)

2187 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 135 x 110 mm (diám. máx.)

2188 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 100 x 90 mm (diám. máx.)

2189 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 83 x 83 mm (diám. máx.)

2193 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 70 x 70 mm (diám. máx.)

2194 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica. Ancuyo, Isluga. 65 x 65 mm (diám. máx.)

2304 Jarro. Yuro. Cerámica. Casquire, Isluga. 90 x 70 mm (diám. máx.)

2186 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica.Ancuyo, Isluga.85 x 90 mm (diám. máx.)

1998 Vaso. K’ero p’uño. Kero. Cerámica. Enquelga, Isluga. 120 mm

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116 museo chileno de arte precolombino

2195 Jarro pequeño. Ch’uwa. Chulla. Cerámica.Ancuyo, Isluga. 80 x 70 mm (diám. máx.)

3703 Fuente ritual. Torito. Waka. Madera. interior de Tarapacá. 51 x 208 x 182 mm (diám. máx.)

3704 Fuente ritual. Torito. Waka. Madera. interior de Tarapacá. 74 x 221 x 190 mm

3705 Vasija de dos cuerpos concéntricos. Paccha. Madera interior de Tarapacá. 96 x 251 x 207 mm (diám. máx.)

2305 Pala. K’alach’ila. Lítico. Enquelga, Isluga. 300 x 290 mm

1836 Armazón de Montura. Arzón. Madera, metal, cuero. Cotasaya, Isluga. 200 x 420 mm

2302 Jarro. Yuro. Cerámica. Casquire, Isluga. 190 x 160 mm (diám. máx.)

2299 Cántaro. Ch’uwayuro. Cerámica. Enquelga, Isluga. 180 x 165 mm (diám. máx.)

2017 Naveta Madera. Isluga. 45 x 260 x 84 mm

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117 la cultura material aymara

1876 Collar. Walka. Vidrio. Cotasaya, Isluga (Sipiza, Tarapacá).500 x 50 mm

2243 a Collar. Walka. Vidrio. Taipicollo, Isluga. 597 mm

2243 b Collar. Walka. Vidrio. Taipicollo, Isluga. 930 mm

1875 Collar. Walka. Vidrio. Cotasaya, Isluga (Caico, Camiña). 4600 mm

2131 Collar. Walka. Vidrio. Isluga. 1145 mm

2130 Collar. Walka. Vidrio. Isluga. 2755 mm

1851 a y bCollares. Walka. Vidrio. Cotasaya, Isluga (Altusa, Camiña). 1110 x 780 mm

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118 museo chileno de arte precolombino

2201 Flauta. Lichiwayu. Madera. Ancuyo, Isluga (Tacora, Bolivia). 350 x 36 mm (diám.)

2202, 2239, 2014 Flautas. Tara pinkillu. Madera.Ancuyo, Enquelga, Isluga.350 x 36 (diám.)490 x 41 mm (diám.)

2240 Flauta. Lichiwayu. Madera. Enquelga, Isluga. 500 x 30 mm (diám.)

2204 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento. musical. Madera. Enquelga, Isluga. 220 x 190 mm

2205 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 155 x 1 x 75 mm

2206 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 150 x 195 mm

2241 Flauta. Lichiwayu. Madera.Enquelga, Isluga.355 x 30 mm (diám.)

2244 Birimbao o trompe. Instrumento musical. Madera, metal.Enquelga, Isluga. 70 x 55 mm

2203 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento.musical. Madera. Enquelga, Isluga.230 x 195 mm

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119 la cultura material aymara

2211 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 230 x 195 mm

2212 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 225 x 195 mm

2177 Bandola. Bandula. Madera. Ancuyo, Isluga (Chijo, Cariquima). 85 x 650 x 255 mm

2207, 2208 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 225 x 190 y 155 x 170 mm

2209 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 225 x 180 mm

2210 Zampoña. Sikurphusa. Instrumento musical. Madera. Enquelga, Isluga. 230 x 100 mm

2178 Bandola. Bandula. Madera. Ancuyo, Isluga (Chijo, Cariquima). 90 x 640 x 250 mm

2228 Cencerro. Campana. Instrumento musical. Metal, textil. Taipicollo, Isluga. 90 x 60 mm

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120 museo chileno de arte precolombino

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121 la cultura material aymara

2515 Rebozo cacique. Textil. Zona de Isluga. 2120 x 560 mm

2856 Chalina. Textil. Isluga. 2100 x 540 mm

2025 Faja. Carnero Simple. Textil.Ancovinto, Cariquima1050 x 40 mm

2024 Soga. Kulebrilla. Culebrilla. Textil.Ancovinto, Cariquima 410 cm

2006 Cucharón. Metal. Cotasaya, Isluga 56 x 403 x 114 mm (diám. máx.)

2829 Prendedor. Alfiler zoomorfo: pez. Topu. Metal.164 x 23 mm

2008 a y b Prendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal. Cotasaya, Isluga. 247 mm

Piezas de la colección sin registro fotográfico:

2009 a y bPrendedor. Alfiler-cuchara. Topu. Metal, vidrio. Cotasaya, Isluga. 10 x 247 x 44 mm

1848 Vara de mando. Santurei. Santo rey. Metal. Cotasaya, Isluga (Pumiri). 68 mm

2688 Adorno de cabezada fitomorfo. Metal.Isluga. 90 mm

2920 Collar. Walka. Vidrio. Interior de Tarapacá 330 mm

2921Collar. Walka. Vidrio Interior de Tarapacá.310 mm

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122 museo chileno de arte precolombino

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124 museo chileno de arte precolombino

Museo Chileno de Arte Precolombino

Museo en Internet:

www.precolombino.cl

www.chileprecolombino.cl

Bandera 361, Santiago

Casilla 3687

Cultura material aymara

© Textos:

Hans Gundermann Kroll

Héctor González Cortez

Edición:

Carlos Aldunate del Solar

Fotografías etnográficas

y paisajes:

Fernando Maldonado

Fotografía objetos:

Manuel Martinic

Diseño:

José Neira Délano

TesisDG

Impresión:

Salviat Impresores

Registro

de propiedad intelectual

N° 250779

I S B N

978-956-243-070-8

Reservados todos los

derechos de esta edición,

© Museo Chileno

de Arte Precolombino

Santiago de Chile,

febrero de 2015