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ISSN 0719-1030 Cuadernos de Historia Cultural Estudios de Historia de la Cultura, Mentalidades, Económica y Social Nº 8, 2019 Viña del Mar, Chile Temas de Historia Cultural, Historiografía y Teoría de la Historia www.cuadernosculturales.cl

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ISSN 0719-1030

Cuadernos de

Historia Cultural

Estudios de Historia de la Cultura, Mentalidades,

Económica y Social

Nº 8, 2019

Viña del Mar, Chile

Temas de Historia Cultural,

Historiografía y Teoría de la Historia

www.cuadernosculturales.cl

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CUADERNOS DE HISTORIA CULTURAL

Estudios de Historia de la Cultura, Mentalidades, Económica y Social

Temas de Historia Cultural, Historiografía y Teoría de la Historia

CUADERNOS DE HISTORIA CULTURAL http://www.cuadernosculturales.cl

ISSN 0719-1030 Viña del Mar, 2019

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DIRECTOR Y EDITOR GENERAL

Pablo Castro Hernández, Universidad Alberto Hurtado / Universidad de Santiago de Chile / Universidad

Academia de Humanismo Cristiano / Universidad Andrés Bello

SUBDIRECTOR

Daniel Nieto Orriols, Universidad Andrés Bello

COMITÉ EDITORIAL

Boris Araya Valencia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Fabián Andrés Pérez Pérez, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Alejandra Fuentes González, Universidad de los Andes

Alfred Hinrichsen Herrera, University College London

Sebastián Guerra Díaz, Universidad de los Andes

Daniela Belmar Macvicar, Universidad Alberto Hurtado / Universidad de Chile

Javiera Soto Hidalgo, London School of Economics and Political Science

COMITÉ CIENTÍFICO

Dra. Virginia Iommi Echeverría, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Dr. Juan Cáceres Muñoz, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Dra. María Gabriela Huidobro, Universidad Andrés Bello

Dr. Christian Baez, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Dr. Diego Melo Carrasco, Universidad Adolfo Ibáñez

Dr. (c) Joaquín Fernández Abara, Universidad Finis Terrae

Dra. Leslie Lagos Aburto, Universidad de Concepción

Dr. Pablo Toro Blanco, Universidad Alberto Hurtado

Dra. Ma. Soledad Zárate Campos, Universidad Alberto Hurtado

Publicado originalmente en http://www.cuadernosculturales.cl

Número 8, 2019

Viña del Mar – Chile

ISSN 0719-1030

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PRESENTACIÓN

DESCRIPCIÓN DE LA REVISTA

Cuadernos de Historia Cultural es una publicación editada anualmente, dedicada a los estudios

histórico-culturales desde una perspectiva interdisciplinaria. Su objetivo es promover un espacio al análisis

crítico y reflexivo de los problemas del pasado, tanto a partir de temáticas históricas como respecto de sus

problemas teóricos y metodológicos.

Cuadernos de Historia Cultural recibe trabajos de cualquier temporalidad, espacialidad y temática

histórica; sin embargo, su principal interés radica en los problemas de la historia cultural. Los artículos

enviados deben ser originales, inéditos y no estar sometidos a evaluación en otras revistas o medios de

publicación.

El sistema de revisión de los originales será a través de la modalidad de pares ciegos. Los autores

cederán sus derechos de publicación a Cuadernos de Historia Cultural.

CATÁLOGOS Y BASES DE DATOS:

La revista Cuadernos de Historia Cultural se encuentra indexada en:

- ERIH PLUS, European Reference Index for the Humanities and Social Sciences

- CLASE, Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades, UNAM, México

- LATINDEX (Directorio), sistema regional de información en línea para revistas científicas de

América Latina, el Caribe, España y Portugal, UNAM, México

- EZB, Electronic Journal Library, Universität Regensburg, Alemania

- ZDB OPAC, Staatsbibliothek zu Berlin, Biblioteca Nacional de Alemania, Alemania

- GENAMICS JOURNAL SEEK, Searchable Database of Online Scholarly Journals

- JOURNALS FOR FREE, Directory of Open Access Journal

INSTRUCCIONES A LOS AUTORES

1- Envío de originales y sistema de arbitraje:

Cuadernos de Historia Cultural recibe artículos originales e inéditos –salvo documentos o nuevas

traducciones- y que no se encuentren en proceso de evaluación en otras revistas o medios de publicación. Las

colaboraciones deben ceñirse a las normas declaradas por Cuadernos de Historia Cultural en la sección

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instrucciones a los autores. Los artículos recibidos, que cumplan con dichos requisitos, serán enviados a

evaluación mediante sistema de pares académicos especialistas externos. Durante el proceso de evaluación,

tanto el nombre del autor como de los evaluadores será anónimo (pares ciegos). De ser necesario, el comité

editorial podrá solicitar una tercera evaluación. Los artículos podrán ser aceptados o rechazados. De los

artículos aceptados podrán solicitarse modificaciones, en cuyo caso se otorgará un nuevo plazo para el envío

de la versión corregida. El comité editorial se reserva el derecho de hacer las correcciones editoriales que no

afecten en el fondo del trabajo.

El orden de aparición de los artículos será de exclusiva competencia del comité editorial, quien

informará a los autores en un plazo pertinente.

2- Derechos de autor

Los autores ceden sus derechos de publicación a Cuadernos de Historia Cultural, y los trabajos

publicados serán de su propiedad, pudiendo ser reproducidos total o parcialmente solo con la autorización del

Comité Editorial. La autorización para la reproducción de materiales que contemplen derechos de autor será

de exclusiva responsabilidad de los autores.

3- Normas de publicación

3.1- Aspectos formales:

Todas las colaboraciones deben encabezarse de un título centrado, en negrita, en español e inglés.

Deben incluir: nombre del autor, filiación institucional (la principal) y correo electrónico.

Resumen en español e inglés no superior a 100 palabras. 5 palabras clave en español e inglés.

Los artículos deberán estar escritos en español, y las palabras en idioma extranjero deberán ir en cursiva.

Los títulos y subtítulos dentro del artículo deben identificarse con números árabes (1, 2, 2.1, 2.2)

Los párrafos deben iniciarse con sangría de 1,25 (formato estándar Word), y no llevarán espacio entre ellos.

Imágenes, cuadros, gráficos: el permiso para reproducir imágenes es responsabilidad del autor del artículo.

Éstas se deben incluir en un anexo al final del trabajo.

3.2- Artículos:

La sección de artículos contempla resultados de investigaciones, presentación de documentos en estatus

inédito, comentados, traducidos, y todo material relevante que suponga una contribución al estudio de la

historia.

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Extensión máxima: 30 páginas (salvo excepciones que el comité editorial considere pertinentes)

Hoja tamaño carta. Documento Word.

Márgenes: 3 cm. por cada lado

Interlineado: 1.5. Alineado justificado.

Letra: Times New Roman, tamaño 12.

Notas y citas a pie de página: interlineado simple, Times New Roman, tamaño 10.

3.3- Reseñas:

La sección reseñas contempla textos que evalúen y den cuenta de publicaciones relevantes y recientes del área

de la historia. Para el número de la revista no deberán superar los 5 años desde su aparición.

Extensión máxima: 5 páginas (salvo excepciones que el comité editorial considere pertinentes)

Deben encabezarse de: autor de la obra, título del libro reseñado (en cursiva), editorial, lugar de publicación,

fecha de publicación, número total de páginas.

FORMATO DE CITACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA

Las referencias o notas deben ir a pie de página.

a) Libros: se indica el nombre del autor en su orden natural, el título, los datos de edición, el lugar de edición,

año y página de la cita.

Ejemplo: Braudel, Fernand, El Mediterráneo. El espacio y la historia, Fondo de Cultura Económica,

México, 2009, p.140.

Ejemplo: Le Goff, Jacques, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Editorial Universitaria de

Buenos Aires, Buenos Aires, 1962, p.80.

b) Fuentes u obras antiguas: se indica el nombre del autor, el título, el número del libro, capítulo o párrafo.

Y en la bibliografía se indica la referencia completa (con la editorial, ciudad, año).

Ejemplo: Heródoto, Historia, IV, 55.

Ejemplo: Anónimo, Libro de Alexandre, 1792.

Ejemplo: Dante Alighieri, La Divina Comedia, I, 3.

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c) Artículos de revista: se indica autor, título, nombre de la publicación, (lugar) volumen y número, fecha y

página o páginas de la cita. El título del artículo va entre comillas y el título de la revista va en cursivas.

Ejemplo: De Riquer, Martín, “La heráldica en el Libro del Conoscimiento y el problema de su

datación”, DICENDA. Cuadernos de Filología Hispánica, núm. 6, Universidad Complutense de

Madrid, 1987, pp.131-319.

Ejemplo: Popeanga, Eugenia, “El viaje iniciático. Las peregrinaciones, itinerarios, guías y relatos”,

Filología Románica, Anejo I, Universidad Complutense, Madrid, 1991, pp.27-37.

Ejemplo: Pina Polo, Francisco y Panzram, Sabine, “Mito, historia y propaganda política. La carta de

Espeusipo a Filipo II de Macedonia”, Gerión, núm. 19, 2001, pp.355-390.

Ejemplo: Griffin, Jasper, “Cult and personality in Horace”, The Journal of Roman Studies, Society for

the Promotion of Roman Studies, vol. 87, 1997, pp.54-69.

d) Documentos obtenidos de internet: se cita la dirección exacta y la fecha en que fue consultada. Se la

copia de la página web de donde procede la información.

Ejemplo: Heliodoro, “Las Etiópicas (c.250)”, en http://jmarin.jimdo.com/fuentes-y-

documentos/feudalismo/heliodoro-las-eti%C3%B3picas-c-250/ (Febrero, 2011)

Ejemplo: Imam Malik, “El camino fácil”, en http://www.webislam.com/?idl=135 (10-01-2010)

e) Abreviaturas para Notas

- Cuando la cita repite la referencia inmediatamente anterior, incluyendo la página, se coloca Ibíd. o

Ibídem.

- Cuando se repita una obra citada anteriormente, se indica el apellido del autor, Op. cit. y la página de

la cita.

Principios éticos de Cuadernos de Historia Cultural. Política anti plagio

Cuadernos de Historia Cultural considera que cada manuscrito enviado a la revista supone que es

completamente original. De este modo, las citas textuales que correspondan a obras de otros autores deben

ser indicadas explícitamente en el documento mediante la referencia bibliográfica.

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Por plagio, se entiende lo siguiente: presentar un escrito ajeno como propio; utilizar palabras e ideas sin

señalar la referencia bibliográfica; no usar comillas en una cita literal de otro autor; entregar información

errada sobre alguna fuente citada; parafrasear un documento sin mencionar la fuente original.

Toda práctica deshonesta que sea detectada relativa al plagio conllevará al rechazo definitivo del artículo por

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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ÍNDICE

Temas de Historia Cultural, Historiografía

y Teoría de la Historia

Artículos

DANIEL OVALLE PASTÉN, “Sujeto histórico y temporalidad en Paul Ricoeur hasta Temps et récit

como aportes conceptuales para la teoría de la historia”………………………………….… 11

PAULA CALDO Y MICAELA PELLEGRINI MALPIEDI, “Escribir las prácticas culinarias. O Leticia,

guardiana de las recetas de cocina familiares (1904-2004)”………………………………...... 35

CRISTINA OYARZO VARELA, “Discursos educativos indianistas en Fausto Reinaga: 1970-

1971”………………………………………………………………………….………...….. 65

JAVIER GUIAMET, “El socialismo argentino, la ‘cultura’ y la cultura de masas en los años de

entreguerras”……………………………………………………………………………...... 93

GINA CANEPA, “Genealogía de un crimen o el cine propiamente europeo de ‘Raoul’

Ruiz”…………………………………………………………………………………….... 119

JULIANA LÓPEZ PASCUAL, “Nombrar la distinción. Estrategias de sociabilidad antiperonista en

la construcción de otro (Bahía Blanca, Argentina, 1946)”…………………………..…….... 138

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ARTÍCULOS

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Resumen: El artículo presenta la filosofía de Paul Ricoeur (hasta la publicación de Temps et récit en 1985) como herramienta conceptual y necesaria para la epistemología de la historia. Proponemos hacer dialogar su visión del sujeto –dentro de su proyecto del injerto de la hermenéutica en la fenomenología –con su propuesta de la narratividad como salida a las aporías del tiempo. El diálogo entre la visión del sujeto histórico y la temporalidad en la obra de Ricoeur, permitirían entrar en el campo de reflexión disciplinar para los presupuestos de posibilidad de toda historiografía.

Palabras clave: Paul Ricoeur, Tiempo, Sujeto, Teoría de la historia.

Historical subject and temporality in Paul Ricoeur to Temps et récit as conceptual contribution for theory of history

Abstract: This paper presents the philosophy of Paul Ricoeur (until the publication of Temps et récit of 1985) as conceptual and necessary tool for the epistemology of history. We propose to make the subject discuss –your vision within your project grafting of hermeneutics in the phenomenology – with its narrative proposal as a solution to the teasers of time. The dialogue between the vision of the historical subject and temporality in Ricoeur would enter the field of reflection needed for budgets possibility of making history.

Keywords: Paul Ricoeur, Time, Subject, Theory of history.

Sujeto histórico y temporalidad en Paul Ricoeur hasta Temps et récit como aportes conceptuales para la teoría de la historia

Daniel Ovalle Pastén Universidad Adolfo Ibáñez / Universidad Andrés Bello

Recibido: 26/02/2018

Aceptado: 18/05/2018

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected]

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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Sujeto histórico y temporalidad en Paul Ricoeur hasta

Temps et récit como aportes conceptuales

para la teoría de la historia*

Daniel Ovalle Pastén

Universidad Adolfo Ibáñez

Universidad Andrés Bello

Los historiadores saben que están en deuda con Paul Ricoeur.

Los tres tomos de Temps et récit constituyen una de las

reflexiones más profundas que se han llevado a cabo

en los últimos años sobre el estudio de la historia.

Roger Chartier1

*

Dedico este trabajo a la memoria de la profesora

María Eugenia Horvitz. Por su ayuda en mi estancia

en París, y por sobre todo, por el cariño.

1. Introducción

En los últimos años, la disciplina historiográfica y la filosofía han entrado en un diálogo

fructífero. Lo demuestran obras recientes de autores como Herman Paul y Jouni-Matti

Kuukkanen, en Europa, y los trabajos de María Inés Mudrovcic y Verónica Tozzi en

*Este artículo es fruto de una estadía de investigación en el Fondo Ricoeur (París), beca financiada por el Instituto Francés de Chile. Agradezco la invitación y coordinación para la instancia del historiador François Dosse. También forma parte de los resultados de la investigación doctoral ya finalizada del autor, financiada por CONICYT-PCHA/Doctorado Nacional/2013-21130188. 1 Chartier, Roger, El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito, Universidad Iberoamericana, México, 2005, p. 69.

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Argentina, por nombrar solo algunos. En esta línea, la obra del filósofo francés Paul Ricoeur

(1913-2005) se presenta como una inmensa “caja de herramientas” para el historiador y la

teoría de la historia. La complejidad de su obra –fenomenología, hermenéutica, filosofía del

lenguaje, etc. – resulta una buena oportunidad para labores de síntesis como la que a

continuación se presenta. Este trabajo mostrará el recorrido filosófico de Ricoeur desde

mediados del siglo XX hasta la publicación en 1985 del tercer tomo de Temps et récit2, en

particular, su visión del sujeto histórico y de la temporalidad, entendidas como herramientas

necesarias para la teoría historiográfica, por tanto, para las condiciones de posibilidad del

discurso historiador (plano epistemológico), el cual se suma al conjunto de problemáticas que

trabaja la teoría de la historia: político, estético, moral y material3. Lo que sigue no intenta

responder preguntas filosóficas ni ser una crítica del trabajo de Ricoeur, de forma más

modesta, pretende mostrar un recorrido filosófico necesario para la reflexión disciplinar, desde

el entendimiento que la teoría de la historia no está para mostrarse normativa con respecto a la

escritura de la historia, sino que, al comprender su intrínseco carácter histórico, se posiciona a

posteriori de su representación desde una mirada holística al cambio disciplinar y social.

Interrogaremos la visión del sujeto y del tiempo en Ricoeur para hacer del oficio del

historiador un problema que impulse preguntas de investigación tales como ¿qué es el tiempo y

qué relación juega en la misma escritura de la historia?, ¿qué impronta guarda el sujeto en

Ricoeur, que atañe también al problema de la temporalidad? Nos ocuparemos en mostrar que

no es posible comprender los aportes a las aporías del tiempo en el filósofo galo, si no es

proyectando su propia visión del sujeto histórico.

2 No se ha querido entrar en el segundo gran momento de Ricoeur para los historiadores: el de la publicación en el año 2000 de La mémoire, l`histoire, l’oubli (La memoria, la historia, el olvido). Esto responde a una metodológica, pues en aquel libro Ricoeur da una respuesta fenomenológica al problema de la memoria social, acudiendo a la epistemología de la historia y la hermenéutica de la condición histórica. Se ha querido, de momento, hacer un análisis completo de su recorrido desde 1952 hasta 1985 para comprender de mejor manera un primer momento de su filosofía de la historia, dando énfasis al sujeto y la temporalidad. No a la memoria. 3 Paul, Herman, “Relations to the past: a research agenda for historical theorists”, Rethinking History, 19, 2015, pp. 457-458; Key Issues in Historical Theory. Routledge, New York, 2015.

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2. Ricoeur y el sujeto histórico

Ricoeur, llamado por muchos el filósofo de la escucha, tuvo una larga y vasta

trayectoria que no solo dialogó con la historia como disciplina, sino también con la literatura,

lingüística, antropología, entre otras ciencias humanas. Definió su filosofía como un proyecto

reflexivo, con influencia de la fenomenología y que pretendió ser una variante hermenéutica de

esta última4. En lo que respecta a la disciplina historiográfica, podemos conceptuar su aporte al

campo de la investigación del pasado desde tres líneas de pensamiento: fenomenológica,

epistemológica y ontológica5.

El marco mayor desde donde Ricoeur hizo su labor intelectual fue por cierto una

filosofía crítica de la historia – estudio de conceptos, métodos y teorías de la investigación del

pasado – y no “especulativa”, de la cual (demos las gracias) poco se escribe hoy. Pensemos en

esa idea iluminista de Voltaire en adelante, y que Löwith describía como aquella que "quiere

significar una interpretación sistemática de la historia universal, de acuerdo con un principio

según el cual los acontecimientos históricos se unifican en una sucesión y se dirigen hacia un

significado fundamental"6. No fue ese el propósito de Ricoeur. Entendemos su aporte a la

historia como un diálogo fructífero desde la filosofía para la propia inteligibilidad del pasado en

el presente (historicidad), asumiendo a la vez sus limitaciones en la representación del pasado

como ciencia humana (epistemología débil). Una visión del sujeto histórico que, a diferencia del

estructuralismo –que pensaba lo humano desde la configuración de estructuras: lingüísticas,

económicas, etc.– asume la debilidad del sujeto reivindicando su auto reflexión. En definitiva,

con Ricoeur ya no podemos aceptar la tesis estructuralista en que el lenguaje del sujeto está ya

dicho, ya pensado y por lo tanto no corresponde desde él la comprensión. Ricoeur

complementa esa visión, apuntando hacia estructuras en relación con sujetos de acción que

desde narraciones verídicas y ficcionales establecen el tiempo histórico.

Ya a partir de 1952 Ricoeur reconoce en la historia una mixtura entre objetividad y

subjetividad, entendiendo su base epistemológica desde esta doble cuestión. Una dialéctica de

4 Ricœur, Paul, “Narratividad, fenomenología y hermenéutica”, Anàlisi, Universidad Autónoma de Barcelona, vol. 25, 2000, p. 200. 5 Dosse, François y Goldesntein, Catherine, Paul Ricoeur: penser la mémoire, Seuil, Paris, 2013, p. 9. 6 Löwith, Karl, El sentido de la historia, Aguilar, Madrid, 1968, p. 9.

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lo mismo del presente y lo ajeno del pasado entretejidos en el tiempo7. En este sentido,

Ricoeur rechaza la posición que ofrece al historiador un horizonte de objetivación (idealización

cientificista). Aboga por una tensión de la práctica historiadora entre “una objetividad siempre

incompleta y la subjetividad de una mirada metódica que debe desprenderse de una parte de sí

mismo, dividiéndose en una buena subjetividad, el yo de búsqueda”, y una mala, el yo

patético”8. Tres son los niveles de esa subjetividad: los juicios de importancia en la elección de

objetos de estudio, los vínculos de causalidad que elige en el relato, y la distancia temporal que

opone lo mismo a lo otro9. Problema de la representación del pasado que muchos años

después, ya en un Ricoeur maduro y anciano, mostrará como un pacto de verdad entre el

historiador y el lector, pues este último espera que se le entregue un relato verdadero y no una

ficción10.

Desde que inicia sus reflexiones acerca de la filosofía de la historia, Ricoeur intentó

poner en juego dialéctico la constitución histórica del sujeto y su necesaria adscripción al

pasado en vías del entendimiento humano de todo presente. Su Filosofía de la voluntad (su tesis

doctoral) editada en los años sesenta, fue su intento fenomenológico por comprender el actuar

humano desde la comprensión del mal, lo voluntario y lo involuntario, como explica:

Se trataba ante todo de demostrar que el mal no era una de las situaciones-límite implicadas por la finitud

de un ser condenado a la dialéctica del actuar y del padecer, sino a una estructura contingente, “histórica”

(…) En este sentido la constitución de una voluntad finita solo daba cuenta de la fragilidad humana, es

decir, en el sentido del mal ya presente, un simple principio de falibilidad. La fenomenología de lo

voluntario y de lo involuntario no me parecía susceptible de dar cuenta sino de la debilidad de un ser

expuesto al mal y susceptible de actuar mal, pero no efectivamente malo”11.

7 Ricœur, Paul, Historia y Verdad, Ediciones Encuentro, Madrid, 1990, pp. 23-40. 8 Por esos años, Louis Althusser alababa la distinción ricoeuriana de mala y buena subjetividad en una carta remitida al filósofo francés como crítica a su texto de la objetividad y subjetividad en la historia. Ver “Ensayo y propósito sobre la subjetividad en la historia (carta a Paul Ricoeur)”, https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/159/22238_Ensayo%20y%20prop%c3%b3sito.pdf?sequence=1&isAllowed=y, [revisado 11-10-2019]. 9 Dosse, François, Paul Ricoeur. Los sentidos de una vida (1913-2005), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2013, pp. 244-245. 10 Ricœur, Paul, “Narratividad…”, op.cit., p. 1. He trabajado esa problemática en otra publicación, ver Ovalle, Daniel, “Paul Ricoeur y el pacto de verdad entre historiador y lector: epistemología y condición histórica”, Rodrigo Moreno, Paola Corti, José Luis Widow (editores), La verdad en la historia. Inventio, creatio, imaginatio, Santiago, RiL editores - Universidad Adolfo Ibáñez, 2017, pp. 75-90. 11 Ricœur, Paul, Autobiografía intelectual, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1997, p. 30.

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En este sentido, el sujeto para Ricoeur se entiende desde tres ópticas: pensante,

actuante y sintiente12. La experiencia humana podrá ser develada, desde un plano personal o

colectivo, desde los signos depositados por vía del lenguaje. Hacia acá apunta la versión del

cogito cartesiano que Ricoeur ya tenía en mente hacia mediados del siglo XX:

el sujeto, afirmé, no se conoce a si mismo directamente, sino solo a través de los signos depositados en

su memoria y su imaginario por las grandes culturas. Esta opacidad del cogito no concernía en principio

únicamente a la experiencia de la mala voluntad, sino a toda la vida intencional del sujeto13.

Entre el Cogito “exaltado” de tipo cartesiano y el “humillado” de Nietzsche (Derrida y

posteriores, muchos de ellos llamados posestructuralistas), Ricoeur ofrece el que llama “cogito

herido”, y que logra el entendimiento de sí a través de un rodeo con lo otro, se trata de una

operación de distanciamiento que “intenta escapar de las redes de un sistematismo para

preservar en la historia su papel de intervención en el presente”14, lugar en el cual todo sujeto

tiene poder de acción.

A nuestro entender, una de las claves en la compresión ricoeuriana del ser histórico está

dada por el papel de la hermenéutica en la medida que pone en juego el comprender humano,

sea presente o pasado. Vemos en las lecturas de Ricoeur una relación fundacional entre el

discurso historiador y el pasado como tal configurados en la interpretación significante del

lenguaje. Para tal efecto es preciso comprender su “injerto de la hermenéutica en la

fenomenología” como proyecto filosófico, y sus repercusiones en la interpretación del sujeto,

en la medida que nos irán conduciendo a la re-significación del lenguaje, esta última

herramienta esencial para adentrarnos en la relación temporal y de la representación

historiográfica en su trayecto filosófico. De lo contrario, creemos, comenzar una lectura de

Ricoeur desde Temps et récit sería incompleta y sin posibilidades comprensivas desde la

epistemología de la historia.

Como se ha dicho, la comprensión del obrar humano en Ricoeur no termina en la

exacerbada confianza moderna de la conciencia en Descartes, ni tampoco en el derrotismo

nietzscheano o la deconstrucción derridiana. Ricoeur ofrece un pasaje intermedio como vía de

12 Ibíd., p. 36. 13 Ibíd., p. 32. 14 Dosse, François, Paul Ricoeur. Los sentidos de una vida, op.cit, p. 247.

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salida. Este es su proyecto del “injerto de la hermenéutica en la fenomenología” que trataremos

de explicar brevemente, a razón de que tal postura nos permite mostrar un pensar que ofrece a

la historia (como disciplina) herramientas necesarias para el comprender humano. Un análisis

fenomenológico supone una carga de subjetividad de la cual Ricoeur nunca quiso renunciar.

“La fenomenología ofrece una imprescindible remisión última a la subjetividad”15. En el

camino de la compresión ontológica del ser, heredero del Dasein heideggeriano –del cual

Ricoeur toma distancia (lo llama la “vía corta”) –, nuestro filósofo ofrece un proyecto nuevo,

lo llama el camino “largo”, que incluye la discusión metodológica de la comprensión desechada

por el gran filósofo alemán.

Es la llamada vía larga, también con hambre de compresión, pero que redirige la

pregunta por la misma hacia su episteme: “¿qué le sucede a una epistemología de la

interpretación, surgida de una reflexión sobre la exégesis, sobre el método de la historia, sobre

el psicoanálisis y la fenomenología de la religión, etcétera cuando es alcanzada, animada y, si se

me permite decir, aspirada por una ontología de la compresión?16” Pregunta fundacional: la

herramienta metódica por la cual Ricoeur entra en la compresión del accionar humano será el

lenguaje. El injerto hermenéutico en la fenomenología es precisamente hacer del lenguaje un

vehículo para aprender las múltiples subjetividades del ser humano.

Ricoeur está escribiendo en los años sesenta en donde el estructuralismo parece ser la

llave que abre la posibilidad de erigir la compresión social en ciencia positiva. Sin darle total

crédito al modo de un Wittgenstein o Levi-Strauss, Ricoeur ofrece salir de la pura ontología

heideggeriana para darle al sujeto precisamente una compresión histórica. Se pregunta por

tanto ¿cómo fundar las ciencias históricas frente a las ciencias de la naturaleza?17 Es el camino

por símbolos y signos culturales, por lo oculto del lenguaje en el discurso. Como mejor explica

François Dosse, su biógrafo intelectual:

Esta dialectización del explicar y el comprender conduce a Ricoeur a no rechazar la pertinencia del

sujeto, que en el estructuralismo es reducido ya sea a un sujeto interceptado, inaccesible a sí mismo, ya

sea al simplemente no lugar de un proceso sin sujeto (…) El sujeto según Ricoeur es el punto de llegada,

15 Silva, Eduardo, “Paul Ricoeur y los desplazamientos de la hermenéutica”. En Teología y vida, Pontificia Universidad Católica de Chile, vol. XLVI, 2005, p.180. 16 Ricœur, Paul, El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica, 2008, p.12 17 Ibíd., p.15.

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un sujeto reencontrado luego del largo recorrido-desvío de apropiación de la enseñanza de la lingüística,

del análisis literario, de la sociología, de la antropología y de la historia18.

De esta manera, Ricoeur ofrece un camino intermedio para el problema de las

múltiples interpretaciones, que “evita tanto las tentaciones de un sentido único (original,

objetivo, perenne) como las de un sentido infinito (abierto, subjetivo, indeterminado)”19.

Se ha nombrado un sujeto de la acción, esto obliga una breve explicación. La filosofía

ricoeuriana no se cierra en un análisis ontológico del ser. Intenta ir más allá, pues observa en el

lenguaje – como se ha dicho – la llave de entrada a la condición humana por esencia, pero no

solamente desde un punto de vista semiótico. Para Ricoeur, el lenguaje es efectuado bajo texto

u oralidad por un sujeto en tiempo y espacio determinado, en su filosofía el lenguaje es

histórico. No acaba el análisis en el signo, sino que en la significación: “en el discurso (para

Ricoeur) hay un ser hablante que se enseña a un ser oyente y le muestra, a la vez, algo de lo que

habla, algo que significa en una situación que trata de un sitio acción, una acción situada en un

tiempo y espacio determinado”20.Ricoeur pone en juego el pensar humano y su reconocimiento

bajo la categorías de una mediación imperfecta del ser21 – por eso su famosa “renuncia a

Hegel” al no confiar en la búsqueda de una totalidad de comprensión – en la dimensión de

obrar humano, de la acción en la historia (y del padecer que viene a ser para el autor su

corolario). Acá entramos de lleno en nuestra segunda problemática: el tiempo. Pasado,

presente y futuro se entrecruzan en una reflexión mayor.

Una última cuestión acerca del sujeto: el sujeto del pasado implica una ética con la

muerte, con aquellos que han partido pero que sus actos quedan en la memoria, y con ello en la

crítica histórica. Como historiadores somos, en palabras de Ricoeur, “un servidor de la deuda

para con los muertos”22. En esta dirección apunta su concepto de “representancia” –

représentance, acuñado en el tercer tomo de Temps et récit – que entiende el trabajo historiador

desde una especie de vigía, de lugarteniente del pasado.

18 Dosse, François, op.cit., p.342. 19 Silva, Eduardo, op.cit., p. 185. 20 Valerio, Marilene, Estructuralismo y subjetividad en la obra de Paul Ricoeur: ¿un diálogo posible?, Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2005, p. 51. 21 Ricœur, Paul, Temps et récit III. Le temps raconté, Paris Seuil, 1985, p. 375. 22 Citado en Hartog, François, Croire en l`histoire, Flammarion, París, 2013, p. 119.

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Para seguir el camino pactado, será necesario ahondar en la teoría de la narratividad

propuesta en los tres tomos de Temps et récit (1983-85).

3. Sujeto, narración e historia

La idea de un sujeto de la acción, falible, que puede ser comprendido en la medida que

sus actos remiten a acciones voluntarias e involuntarias, tiene eco si nos adentramos en la

lógica ricoeuriana de la temporalidad. El sujeto propuesto por Ricoeur, ese cogito herido, queda

incompleto si no se entra en el plano de la temporalidad y el juego de las relaciones entre

presente, pasado y futuro.

Bajo esta línea, el filósofo francés toma de Reinhart Koselleck su propuesta conceptual

(y meta-histórica) de los “espacio de experiencia” y “horizontes de expectativas”23(horizonte de

espera según la traducción). Debemos recordar que en el autor alemán no solo encontramos

una teoría de la temporalidad, también una revisión a la importancia del lenguaje como campo

central de depósito y configuración de la experiencia, asunto que Ricoeur sabía. De todo ello

nace la historia conceptual y los elementos referidos a la “contemporaneidad de lo no

contemporáneo” y la teoría de los “estratos semánticos”, base fundamental para trabajos de

historia conceptual.

Para que exista la posibilidad de representar un pasado es necesario, como explica

Koselleck, establecer las pautas de múltiples posibilidades de historias. Con sus aportes se

establece la necesidad de una teoría de la historia previa a toda crítica documental y a la

explicación/compresión del pasado, así como a la necesidad de hacernos preguntas acerca del

tiempo y en especial del tiempo histórico. Koselleck encuentra en las nociones metahistóricas

de “espacio/campo de experiencia” y “horizonte de expectativas” las herramientas teóricas

para articular el devenir temporal de toda experiencia humana.

Ahora bien. Antes de adentrarnos en la temporalidad narrativa propuesta por Ricoeur,

debemos explicar un fenómeno temporal. Entre lo que le pedimos al pasado y lo que

esperamos del futuro hay una serie de significaciones que todo sujeto construye. Para dar una

23 Koselleck, Reinhart, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona, 1993, pp. 289-333. Texto publicado originalmente en 1979.

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explicación del tiempo debemos, a petición de Ricoeur24, adoptar las categorías de Koselleck

más arriba citadas, a modo de puente comprensivo entre las tres temporalidades: pasado,

presente y futuro – las tres categorías antropológicas de la conciencia –; asunto tratado en su ya

clásico proyecto de semántica conceptual aplicada a la historia.

El espacio de experiencia (pasado-presente) nos remite a una suma de significaciones

transmitidas por generaciones en la interacción con el presente (espacio comunicacional en

términos de intersubjetividad nos diría Habermas), mientras que en el horizonte de

expectativas (futuro-pasado) apela a la “espera, la esperanza el temor, el deseo y el querer, la

preocupación, el cálculo racional, la curiosidad (…) todas las manifestaciones privadas o

comunes que miran al futuro”25. Lo que Ricoeur intentó en base a esta meta-teoría fue darles

unidad a las tres categorías del tiempo. El fin último para el autor es que la ambición universal

de las categorías metahistóricas –siempre dentro del entendido de una única humanidad– son

justificadas por sus implicancias éticas y políticas26. Los historiadores tenemos el deber de

explicar y dar a comprender lo que pasó –asunto que Ricoeur se encargará de fundamentar

posteriormente en La mémoire, l`histoire, l`oubli–, pero siempre lo hacemos desde un presente

que nos condiciona, desde una experiencia y desde una espera que nos configura. La no tan

vieja idea de una historia como producción, me refiero a Michel de Certeau, cobra relevancia27.

Con esto claro, y antes de preguntarnos acerca del tiempo de la historia, debemos

explicar con Ricoeur la posibilidad de compresión que nos entregan las aporías del tiempo.

Ahora bien, en la medida que la condición humana nos remite al lenguaje y a los rodeos

interpretativos de lo visible y oculto de toda narración, hay que hacer con nuestro autor la tarea

compleja de pensar el tiempo, a fin de poder comprender de mejor manera cómo es que

somos sujetos históricos.

Ya hemos dicho con Ricoeur que nos significamos –de manera personal y grupal –

siempre desde un presente bajo los signos culturales que hemos depositado en la memoria.

Cierto es también que vivimos bajo la premisa del tiempo, pues acostumbramos de manera

consciente e inconsciente a dar durabilidad a las cosas, a los hechos. Si reflexionamos, nada de

24 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 375. 25Ibíd., p. 376 26 Ibíd, p. 387. 27 Dosse, François, Paul Ricoeur y Michel de Certeau. La historia entre el decir y el hacer, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2009, p. 26.

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nuestras creaciones son eternas, pues lo eterno no es parte configurante de nuestra

temporalidad social. Esto, creemos, nace irreductiblemente por la conciencia del morir. No

podemos pensar el tiempo si no es ligándolo a la idea de que la condición humana tiene en lo

más profundo de su ser la conciencia de finitud. Es lo que en otra literatura podemos

encontrar con el nombre de “escatología personal”28.

La existencia de un tiempo de la naturaleza o cosmológico – tan en boga en el mundo

científico actual por la confirmación de la teoría del bosón de Higgs gracias a los trabajos llevados

en el imponente colisionador de hadrones entre Francia y Suiza – nos posibilita el tiempo del

calendario. Objeto milenario que guía empresas humanas desde el accionar del sol y su

posición equidistante de la tierra, y que nos da cuenta a la vez de que ese tiempo no puede ser

el mismo que el tiempo humano. La teoría del big bang nos habla de acontecimientos físicos y

químicos ajenos a nuestra voluntad. El tiempo al que Ricoeur intentó dar explicación es al

configurado por el accionar humano: el lenguaje desde sus variantes diacrónicas y sincrónicas.

De la mano de buena parte del pensamiento occidental desde Aristóteles, Ricoeur se

propuso una vía de compresión a un fenómeno que, como admite, tiene más incertidumbres

que certezas. La tesis central que guía los tres tomos de Temps et récit nos da cuenta del tiempo

como una aporía transcultural, en la medida de que no puede haber tiempo sin relato, sin

narración (lenguaje). Dicho de otro modo, todo tiempo que se entiende como tiempo humano

lo es porque ha sido narrado, a la vez que todo relato, solo puede ser significado a través del

tiempo29, o en sus palabras: “No existe tiempo narrado si no ha sido pensado”30. El único lugar

desde donde poder explicar o intentar comprender el fenómeno del tiempo es el relato (el

relato como “guardián del tiempo” gusta decir Ricoeur). La propuesta es completada por el

filósofo francés explicando que ese relato configurador de temporalidad se articula siempre

desde dos vertientes: el relato de ficción y el relato histórico, verídico.

La propuesta en tanto teórica podría parecer poco atingente al trabajo historiador.

Nada más engañoso. La teoría de la narratividad en Ricoeur – que no es ni con mucho estar

discutiendo de historia “narrativa” al estilo Hayden White o Ankersmit – tiene su asidero en el

28 He dedicado reflexiones desde la teoría de la historia al problema de la muerte: “Muerte y larga duración histórica. Hacia el sentido de la muerte en el siglo XXI. Una propuesta teórica para su estudio historiográfico”, Revista de Historia y Geografía, Nº 38, 2018, pp. 215-230 y “Narración, tiempo humano y muerte: reflexión teórica para una hermenéutica histórica de la muerte”. Revista Historia Autónoma, Nº 2, 2013, pp. 161-175. 29 Ricœur, Paul, Temps et récit I. L´intrigue et le récit historique, Seuil, Paris, 1983, p. 105. 30 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 435.

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sujeto histórico al que hemos hecho mención. Sujeto de acción, falible, sufriente y procurador

por esencia de cambio social. Tal cuestión no siempre es notada en la literatura especializada

que de alguna otra manera se enfoca más en la teoría (o filosofía del lenguaje) que en su lectura

epistemológica para la disciplina histórica.

¿Qué significa esta temporalidad del accionar humano visto en la narración? Dos

puntos importantes para la teoría de la historia: primero, la propuesta en Temps et récit ofrece

una salida al estructuralismo (ese afuera de texto) en la impronta de un sujeto que se narra.

Como lo explica Dosse: “Con Tiempo y narración, Ricoeur opone a las lógicas puramente

sincrónicas del tiempo inmóvil, de la temporalidad fría, de los análisis estructurales la

consustancialidad de todo relato con sus lógicas temporales, diacrónicas”31; ya que la

temporalidad, sea histórica o de ficción, siempre está en constante cambio, en un círculo

hermenéutico. El tiempo humano no es cíclico como el cosmológico, sino que obedece al

cambio. De esta manera, y una vez que Ricoeur se adentre en las configuraciones del relato

histórico y del relato de ficción (tomos uno y dos), dedica el último momento de su tríptico

(cuarta parte en adelante) a explicar la refiguración de la experiencia temporal: “el trabajo de

pensamiento que opera en toda configuración del relato termina por una refiguración de la

experiencia temporal”32.

La idea de refiguración es explicada desde una filosofía del lenguaje que toma el

concepto de mímesis en Aristóteles. Ricoeur la entiende como interlocutora entre el accionar y

la narración en tres momentos: la prefiguración, mímesis I; la configuración, mímesis II; y la

refiguración, mímesis III33. Relato, tiempo y acción son el trípode desde donde Ricoeur ofrece

una salida a las aporías del tiempo desde el filósofo griego hasta San Agustín. Es en el actuar y

el padecer donde se sitúa la experiencia temporal, la misma que solo puede aprehenderse bajo

la forma del relato. La explicación de la teoría de la triple mímesis conviene hacerla bajo la lupa

del acto creativo del relato visto como poíesis en un círculo formado por el relato y la

temporalidad. Ricoeur llama poética, siguiendo a Aristóteles, a la disciplina que se ocupa de las

formas discursivas que termina en un texto: relatos, poemas o ensayos. El centro del problema

31 Dosse, François, op.cit., p. 512. 32 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 9. 33 Ricœur, Paul, Temps et récit I, op.cit., p. 105-162.

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es cuando entendemos la poíesis como elaboración de la trama. La construcción de la trama

remite a una operación (no a la sucesión de hechos, sino a la configuración)34.

La idea de construcción de la trama (mise en intrigue) entrega la posibilidad de

inteligibilidad al problema de la mímesis, (siempre como actividad creadora) entendida con

Aristóteles como “representación de la acción”35. Para Ricoeur, tal idea remite a un acto de

configuración en la oposición entre mímesis I y III: el antes y el después de mímesis II: “me

propongo mostrar que mímesis II consigue darse a entender desde su facultad de mediación,

que consiste en conducir de antes al después del texto, transfigurar el antes en después por su

poder de configuración”36.

La reciprocidad entre tiempo y relato, tema central en la obra citada, nos permite dar

algunas luces acerca del problema central de la historia: el tiempo. Asunto que debemos ligar

en todo momento a la idea de texto y de un sujeto de la acción. Con todo, y entendiendo la

poética como acción y creación, la poética del relato es la salida que ofrece Ricoeur a las

aporías del tiempo que centran la discusión en la apertura referencial, en el sentido que los

sujetos dan al mundo de la vida mediante lo que van narrando. Es preciso comprender tal

propuesta en los tres momentos miméticos: la estructura pre-narrativa de la experiencia

(mímesis I), la configuración del relato (mímesis II) y la refiguración del sentido de todo texto

en el acto de lectura y apertura cognoscitiva (mímesis III).

Para comprender la propuesta, debemos decir que la semiótica positivista que intentaba

dar cuentas objetivas (al modo de las ciencias naturales) de la realidad del lenguaje ya no podía

prevalecer. Dentro de la inserción hermenéutica en la fenomenología, Ricoeur toma la idea de

texto en vías de una dialéctica explicación/compresión de un sujeto que actúa y padece. Toma

vuelo ya para esos años la fórmula ricoeuriana que da sentido hasta el día de hoy a su

propuesta hermenéutica: “explicar para comprender mejor”37.

¿Qué entiende Ricoeur por texto? Lejos del sentido material, el texto es en Ricoeur la

“fijación del habla”. Es el discurso “fijado por la escritura”38. La acción del habla bajo el acto

escriturario representa en Ricoeur un fenómeno que no solo remite a la creación, también a la

34 Ricœur, Paul, Temps et récit I, op.cit., p. 127. 35 Ibíd., p. 71. 36 Ibíd., p. 107. 37 Ricœur, Paul, Autobiografía intelectual, op.cit., p. 53. 38 Ricœur, Paul, “La función…”, op.cit., pp. 127-147.

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re-descripción del mundo. Para el caso de la historiografía, viene a abrirnos una ventana

enorme al análisis histórico de cómo estamos narrando –siempre bajo una nueva temporalidad

–ese pasado ausente y el pasado reciente.

Ahora bien: ¿debemos entender tales presupuestos de orden epistémicos con la idea de

que la historia se reconstruye tanto desde la ficción como de lo real? En Ricoeur, el hecho de

considerar la temporalidad de la mano de los relatos históricos y de ficción, no significan que

haya revestido una epistemología de la historia desde el relato imaginado. Si bien es cierto que

el orden imaginativo ocupa lugar importante en la mente de todo historiador, que al leer e

interpretar documentos del pasado imagina esas realidades “no observables”, somos parte de la

idea – con Ricoeur – de que la ciencia histórica como tal apela a la verdad de lo que ocurrió.

No desde un historicismo del pasado por el pasado (como bien previno Marc Bloch), sino que

desde una historicidad koselleckiana que tiene siempre en cuenta el futuro pasado o el pasado

hecho presente. En este sentido, y al enriquecer la idea de los tres presentes en San Agustín –el

presente del pasado, el presente del presente y el presente del fututo son explicados desde una

concepción dilatada del tiempo en el libro XI de las Confesiones39 –, Ricoeur nos entrega la llave

maestra entre la acción humana, la espera y el recuerdo de la memoria.

Debemos recordar que el uso de la mímesis aristotélica en Ricoeur cobra sentido desde

su proyecto de la teoría de la metáfora (en 1975 publica La metáfora viva). Como se ha dicho, el

acto mimético refigurador de la realidad y del tiempo, no guarda relación con el acto de imitar.

En Ricoeur toda metáfora tendrá algo de mímesis, y toda mímesis tendrá algo de metáfora. Si

en la Metáfora viva el objeto de estudio era la capacidad lingüística de la metáfora de dar

significancia, en la trilogía posterior, será el accionar humano del relato – referido sobre todo a

la refiguración desde mímesis II a mímesis III – el aspecto esencial desde donde la ficción y la

historia se transforman en “réplicas” a las aporías del tiempo. En este sentido, la ficción

narrativa “imita la acción humana en la medida que contribuye a remodelar esas estructuras y

esas dimensiones según la configuración imaginaria de la trama. La ficción tiene esa capacidad

de rehacer la realidad”40. Como explica Ricoeur al comenzar el segundo momento de su trilogía:

“lo que las opone [a los relatos históricos y de ficción] no guarda relación con la actividad

39 “Hay que decir que en Agustín no hay fenomenología pura del tiempo. Quizás no la habrá nunca después de él”. Ricœur, Temps et récit I, op.cit., p. 23. 40 Ricœur, Paul, La mémoire, l`histoire, l’oubli, Seuil, París, 2000, p. 199.

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estructuradora que se ven en las estructuras narrativas, sino en la pretensión de verdad por la

que se define la tercera relación mimética”41. Entonces ¿No es el problema de la verdad un

tema ineludible de la teoría de la historia?42 Volvamos a la relación relato/temporalidad y sus

repercusiones para el trabajo histórico y dejemos atrás la función ficcional, en la medida que

esta última representa más un aporte a la teoría literaria que a la disciplina histórica.

Adentrarnos en ella sería desbordar nuestro propósito investigativo.

Todo relato está siempre significado en un presente. Si bien el pasado y el futuro le son

necesarios para configurar una teoría del tiempo, lo que Ricoeur intenta es dar sentido al

presente. El ser-ahí, ese sujeto que se relata (que se narra) en el presente es abordable

hermenéuticamente por su carácter práctico: el lenguaje remite a múltiples acciones que ya

sabemos pueden resultar voluntarias o involuntarias. Acá están los dos objetivos que Ricoeur

se plantea en las investigaciones de los años ochenta: “contribuir a una reflexión filosófica

sobre el lugar y la significación del presente – presente personal y presente histórico – en la

arquitectura del tiempo (…) y subrayar y desarrollar el lado práctico, a saber la relación con la

acción, con sus prolongaciones éticas y políticas”43.

De esta manera y bajo estas categorías, en su intento por dar indicios explicativos de las

aporías del tiempo, haya en el presente histórico y la idea de instante (el pestañear de ojos) –

sin abandonar nunca su teoría de la narratividad bajo las tres mímesis y la configuración de la

trama –dos vertientes problemáticas que deben ser conjugadas no de manera especulativa.

Ricoeur encuentra la forma al plantear que tanto en el presente histórico como en el instante se

tornan inteligibles bajo la idea de la iniciativa. Otro fundamento conducente al sujeto de acción.

La problemática del presente vivido y el instante es abordada en Temps et récit III,

confrontando las ideas de Aristóteles y San Agustín: “el tiempo del alma y el tiempo del

mundo”. Acá el problema es, para el autor, la disociación entre el tiempo fenomenológico

(Agustín y Husserl) y el tiempo cosmológico (Aristóteles). La respuesta a la problemática nos la

entrega Ricoeur con la existencia de un tiempo histórico, que habita entre el tiempo vivido y el

41 Ricœur, Paul Temps et récit II. La configuration dans le récit de fiction, París, Seuil, 1984, p. 12. 42 Al respecto he desarrollado un trabajo complementario entre la filosofía de Ricoeur y el pensamiento histórico en Roger Chartier, ver Ovalle, Daniel, “Roger Chartier y Paul Ricoeur: representación y verdad como fundamentos del trabajo historiador”, Historia 396, Vol. 8, Nº 2 julio-diciembre 2018, pp. 189-220. 43 Martínez, Alfredo, “Tiempo, historia y acción. Condiciones prácticas de la réplica de Paul Ricoeur a las aporías de la temporalidad”, Daimon, Universidad de Murcia, Vol. 18, 1999, p. 128.

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tiempo universal44. Una serie de “conectores” entre el tiempo fenomenológico e íntimo se

entrecruzarán con el tiempo universal para dar forma al tiempo histórico. Volveremos sobre

ellos.

Antes, decir que vuelven a tomar posición de privilegio las nociones koselleckianas de

espacio de experiencia y horizonte de expectativa. No es posible comprender el presente sino

es pensándolas al unísono. Como expone Ricoeur, tales conceptos le sirven además para

plantear un asunto de dominio de la historia: “el hecho de que somos afectados y que nos

afectamos a nosotros mismos por la historia que hacemos. Es precisamente este vínculo entre

la acción histórica y un pasado recibido y no hecho el que preserva la relación dialéctica entre

el horizonte de espera y el espacio de experiencia”45. El pasado con sus múltiples variantes y

significaciones deposita en la memoria hechos y actos que afectan, que marcan otros presentes.

Podemos relacionar, sin temor a equivocarnos, estas “marcas del pasado” en los sujetos

–marca ontológica y constructora de conciencia histórica46 parar el Ricoeur de Temps et récit –

con lo que Herman Paul, desde la teoría de la historia, clasifica como “relaciones con el

pasado”, en especial lo que llama la relación “material”, entendida como aquella que los sujetos

establecen desde lo que le reclamamos al pasado, por tanto, no desde un plano teleológico47

¿Acaso no son estas herramientas plausibles para la teoría de la historia, toda vez que podrían

servir de conductos de experiencia en los sujetos que observar el pasado? Lamentamos no

poder responder esta pregunta, quedará para otro momento.

Otra manera que Ricoeur encuentra de poner en tensión el tiempo histórico es usando la

idea de “fuerza del presente”, tomada de Friedrich Nietzsche. La Segunda Intempestiva (1874) es

un llamado a la reflexión en torno al valor y no-valor de la historia para la vida. Es el no-valor

que Nietzsche ataca en una historia superflua o como “artículo de lujo” que no ayuda en la

conformación de una vida plena. Lo que el autor critica de la sociedad que observa es que el

hombre busca en una suerte de gran libro del saber (enciclopédico), pero al cual le falta sentido

44 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., pp. 189-228. 45 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 385. 46 He desarrollado de modo preliminar el problema de la conciencia histórica, ver Ovalle, Daniel, “Pensar la conciencia histórica contemporánea. Historicidad y teoría de la historia”, en Pablo Aravena (Editor), Representación histórica y nueva experiencia del tiempo, Santiago, América en Movimiento, 2019, pp. 47-63. 47 Paul, Herman, Key Issues in Historical Theory, Routledge, New York, 2015, pp. 30-42. Junto con la relación material, Paul observa otros tipos de relaciones con el pasado: estética, política, moral y epistemológica.

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de existencia, algo así como un “manual de formación interior para bárbaros exteriores”48.

Nietzsche observa un gran problema entre forma y contenido de la sociedad moderna,

problema del cual responsabiliza al historicismo, responsable este último de una verdadera

enfermedad de la que hay que buscar antídoto. La saturación de la historia que observa

Nietzsche tiene efectos nocivos sobre la existencia humana. El autor los enumera: 1) el

debilitamiento de la personalidad, 2) el exceso de confianza en la justicia, producto de una sobre

abundancia de sentido histórico, 3) imposibilita a los pueblos a llegar a la madurez, 4) impone

la creencia, nociva, de la vejez de la humanidad y 5) conduce al cinismo, propio de una cultura

irónica de sí misma49. Si Ricoeur acude a Nietzsche es precisamente porque este opera su queja

contra la sociedad moderna bajo la dinámica del presente: “Si esta “intempestiva” defensa de la

historia justiciera encuentra aquí su sitio (…) es porque se coloca en la línea del presente”50. Lo

que interesa de sobre manera para esta investigación es que la “fuerza del presente” orienta

definitivamente el tiempo histórico. Las relaciones con el pasado y el futuro son siempre

resultado del presente.

Ricoeur entrega la pauta de cómo entender este tiempo en los “conectores” de

temporalidad de toda narración: los llama “procedimientos de conexión”. Son tres, el

calendario, la sucesión de generaciones y el uso huellas (documentos, archivos), todos los

cuales intentan explicar la pregunta ¿cómo se refigura el tiempo histórico? (cómo se articula

desde mimesis I a mimesis III). Tal pregunta es lanzada desde una hipótesis secundaria a la ya

mencionada relación entre tiempo y relato como configuradores del tiempo humano, a saber,

que en Ricoeur “la única manera de cómo la historia responde a las aporías de la

fenomenología del tiempo es en la elaboración de un tercer tiempo –el tiempo propiamente

histórico – que media entre el tiempo vivido y el tiempo cósmico”51.

El calendario representa la posibilidad de objetivación del tiempo universal o cósmico.

Los días, las semanas, los meses y los años vienen a ser medidas del pensamiento para

finalmente “presentar” la vida en sociedad52. Es un llamado al orden. Siguiendo al lingüista

Émile Benveniste en su idea de “tiempo crónico”, Ricoeur ofrece tres rasgos comunes a todo

48 Nietzsche, Friedrich, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida (II Intempestiva), Biblioteca Nueva, Madrid, 1999, p. 70. 49 Ibíd., p. 77. 50 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 392. 51 Ibíd., p. 181. 52 Ibíd., p. 193.

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calendario: a) el acontecimiento fundador (como la ascensión de un Rey o el nacimiento de

Cristo); b) la relación fijada en un acontecimiento o hecho y los juegos temporales desde el

pasado hacia el presente y desde el presente hacia el pasado; y c) las unidades de medida

referidas a fenómenos cósmicos (días, meses, etc.)53.

La sucesión de generaciones nos remite a otro conector de temporalidad algo más

complejo que el anterior, pues asume la conexión entre contemporáneos, predecesores y

sucesores. No solo desde un ámbito meramente biológico (nacimiento, vida y muerte en

constante renovación) sino que también desde un plano social, cultural. Ricoeur lo entiende

desde un plano cualitativo siguiendo a Schütz, Dilthey y Mannheim54, autores que intentaron

dar batalla al positivismo que solo veía en el aspecto biológico el centro de atención del

problema generacional. Por ejemplo, resulta constructivo para Ricoeur el alcance que hace

Mannheim al retomar el concepto, tomando del historiador del arte Pinder, de “no-

simultaneidad de lo simultáneo”55. La idea es llamar la atención de la imposibilidad de

homogeneizar la idea de lo contemporáneo, pues para Ricoeur, Mannheim y Dilthey, si bien

existen aspectos en común entre muchos sujetos que viven en los mismos años, no

necesariamente responden a temporalidades comunes. En este sentido Pilar Gilardi acierta al

53 Ibíd., p. 194. 54 Una buena actualización de la temática generacional para fines historiográficos en Aróstegui, Julio, La historia vivida. Sobre la historia del tiempo presente, Alianza, Madrid, 2004. 55 Hay que decir que para Mannheim la sola coincidencia de nacimientos, ni si quiera en un mismo lugar, no da pie para hacer muchas relaciones sociológicas válidas. A lo que si nos remite es a la “posición generacional” la cual implica tanto fechas de nacimiento pero más aún espacios y formas socio históricas compartidas. La participación de los individuos en un proyecto o meta común es parte de lo que Mannheim denomina “conexión generacional”. Evoca a la vez una concretización de la teoría. Hay acá una correlación del ser-con-otro en plural. Puede haber así una posición en común pero no necesariamente una conexión. Tal es el ejemplo que usa para las juventudes prusianas del 1800, en donde campesinos no comparten la misma sociabilidad que los que habitan en la ciudad. Así, en cada conexión siempre habrá grupos afines y otros no, con lo cual se hace necesario para el autor una nueva distinción conceptual, la de “unidad generacional”. Tal es el caso de, por ejemplo, liberales y conservadores de una misma conexión generacional. Asumen posiciones distintas ante la vida social que no podrían ser puestas bajo la misma unión generacional. Un último concepto queda por citar. Mannheim asume la idea de generación mucho más cercana a la idea romántico alemana que al positivismo francés, asunto que queda de manifiesto en la idea de una “estratificación de la vivencia”. En la dinámica puede haber distintos tiempos o una polifonía temporal en diversos grupos generacionales ante un mismo hecho histórico: no todos los sujetos contemporáneos tienen la misma interpretación o vivencia de un acontecimiento. El significado que le dan va de la mano con la experiencia intima: subjetiva, y su elaboración e interpretación en sociedad, por tanto, intersubjetiva. Esta última cuestión guarda relación con el problema de la temporalidad. No hay una misma temporalidad lineal ni si quiera para los contemporáneos que se suponen vive un mismo tiempo. Tal asunto es un aporte valioso en el estudio social, asunto que a la vez ratifica lo que decíamos al principio: para Mannheim, más que el problema de las generaciones, lo que importa es el análisis social en base a su historicidad. En Mannheim, Karl, “El problema de las generaciones”, Revista española de investigaciones sociológicas, vol. 62, 1993, pp. 147-192.

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explicar que en historia el problema de las generaciones no remite solamente a compartir una

generación, sino un “modo de estar en el mundo”56.

No se puede pasar por alto, no lo hace Ricoeur, el sumar como argumento para el caso

generacional la conciencia de la muerte en historia, no como problema de representación

histórica al estilo historia de las mentalidades (Vovelle, Ariès y otros), sino como problema

historiográfico y epistémico57. Para el filósofo francés, así como para De Certeau, la historia

representa una suerte de sepultura del ausente, del que está muerto hoy, pero estuvo vivo ayer,

y que viene a ser incluso un corte epistémico entre la historia tradicional y la historia del

tiempo presente. Con todo, creemos que es válido el argumento de Ricoeur de proponer la

sucesión generacional como vector del tiempo histórico en la medida que da cuenta del

traspaso cultural de experiencias, algunas en tensión, otras que no dialogan y muchas que se

comunican y generan cambio social.

Junto al calendario y la idea de generación, Ricoeur suma el de los archivos y

documentos como testimonios del pasado: como huellas. La idea indica una ciencia histórica

tomada por indicios, por trazos de un todo del cual no podemos hacernos. Tal problema

parece básico para la disciplina, pero esconde un problema fundamental: la idea de huella nos

remite a la “presencia de lo ausente”. El documento, como problema material, Ricoeur lo

proyecta como “garante de una historia, de un relato, de un debate”58.

La idea de huella nos remite a un círculo hermenéutico que acoge las ideas de

calendario y generación, bajo la linealidad de la temporalidad cósmica en donde marcamos

nuestro devenir, tanto personal como social; y en la cadena –a ratos rota y otras no – de la

sucesión de generaciones. Las huellas hechas documentos y archivos nos remiten a la

duplicidad de sentido del pasado, que no solamente pasó, también el que se hace presente. Por

tanto, la idea de huella (muy presente luego en Pierre Norá y sus lugares de la memoria) es un

llamado no solamente al marco epistemológico de la historia, también al plano reflexivo de

nuestra disciplina, en la medida que nos apela en pensar un pasado que, si bien fue, también

56 Gilardi, Pilar, “La configuración del tiempo en la narración historiográfica según Paul Ricoeur”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Universidad Autónoma de México, Vol. 41, 2011, p. 108. 57 Hay que decir que el tema es tocado por Ricoeur someramente en Temps et récit III (209-210). El problema será retomado culminando su vida. Para el lector interesado ver su discurso pronunciado en el centésimo aniversario de Gadamer el año 2000, titulado “La distancia temporal y la muerte en historia”, en Delacroix, op.cit., pp. 15-30. 58 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 212.

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actúa vivamente –desde la interpretación de sus huellas – en el presente, desde esas “relaciones

con el pasado” en Herman Paul.

De esta manera, Ricoeur asume en su propio relato filosófico la impronta del tiempo

refigurado desde la ficción y aquel refigurado desde el relato de la verdad, lo que pasó, que

nuestro filósofo espera sea siempre tarea profesional de la historiografía. Lo que importa a

nuestro trabajo es que el historiador intenta reconstruir “lo que un día fue. Tiene una deuda

con el pasado, una deuda de reconocimiento con los muertos, que hace de él un deudor

insolvente”59.

Para finalizar nuestros argumentos acerca del pensamiento ricoeuriano en relación al

sujeto y la temporalidad, debemos hacer un par de menciones a la relación de ese sujeto que se

narra desde relatos verídicos y de ficción –relación que ya sabemos nos entrega luces ante las

aporías del tiempo –, con el concepto de identidad narrativa (lanzado al final de su trilogía y que

será completado en su posterior obra de 1990 Sí mismo como otro.

Y lo primero es hacer, con Ricoeur, una síntesis: el tiempo histórico con su propia

dialéctica nace a partir del entrecruzamiento del relato histórico y de ficción a modo de

referencia cruzada o de refiguración –no olvidemos que esto no quiere decir que en la

operación historiográfica el relato de ficción tenga un lugar epistémico –, problema que el

autor intenta solucionar con la idea de la identidad narrativa: “el frágil retoño, fruto de la unión

de la historia y la ficción, es la asignación a un individuo o una comunidad de una identidad

específica que podemos llamar su identidad narrativa. Identidad es tomado acá como una

categoría de la práctica”60. Como hemos visto, el mundo de la acción del sujeto histórico toma

medida. Sus relatos no solo quedan suspendidos en el tiempo, sino que también permiten

identificarlos – desde el plano personal y comunitario – en grupos o sujetos afines provistos de

identidad. El acto mimético termina por comprenderse en la medida que el círculo

hermenéutico desde mímesis I a mímesis III da cuenta de la relación de acción y relato como

acto de creación. La identidad narrativa, concepto nuevo en la filosofía del lenguaje creado61 por

Ricoeur, nos permite cerrar la problemática del relato y el tiempo en una categoría o

59 Ricœur, Paul, Temps et récit III, op.cit., p. 253. 60 Ibíd., p. 442. 61 Entendemos con Deleuze y Guattari que el “verdadero filósofo” es aquel que tienen la capacidad de “crear” conceptos para dar cuenta de la realidad siempre cambiante. En Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1991.

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herramienta analítica que explica, en cierta medida, la refiguración infinita de la realidad del ser-

en-el-mundo. ¿No tenemos los historiadores acá una herramienta útil para develar posibles

identidades historiográficas y/o históricas?, ¿de qué maneras podrá influir una supuesta

identidad historiográfica en la construcción social de una sociedad o de un grupo en particular?

Dudas que, si bien no podemos responder ahora, parecen posibilidades ciertas si consideramos

el quehacer historiográfico como una forma más de refigurar la realidad y mostrarnos señales

temporales de nuestro devenir.

4. Consideraciones finales

La trayectoria de la condición histórica de un sujeto que en su memoria va depositando

recuerdos mezclados de acontecimientos reales y ficticios, que crea innumerables formas de

pensamiento, que apela a la verdad muchas veces desde la ficción, que sufre y goza la espera en

el recuerdo, y que espera una verdad siempre interpretada desde un campo de experiencia

propio, son todas cuestiones que los historiadores no podemos dejar de pensar. La historicidad

de ese sujeto de acción ha sido presentada en estas líneas bajo la filosofía de Paul Ricoeur y su

producción hasta mediados de los ochenta, como una posibilidad no solo de reflexión, sino

como una veta a explorar una y otra vez para la constitución de objetos de estudio del pasado.

El rodeo hermenéutico de los signos depositados en la memoria que el historiador se propone

historizar desde la sincronía y la diacronía, apelan siempre a “conflictos de interpretaciones”.

En alguna medida, de eso trata nuestra condición humana. De renunciar a cualquier totalidad

de compresión y asumir los fenómenos humanos bajo la rúbrica de lo oculto en lo aparente en

la operación historiográfica desde los documentos, pero anclado siempre en un presente

distinto.

La historiografía, por lo menos en Chile, está en deuda con los aportes de Ricoeur, por

lo que el epígrafe de Chartier referido a los historiadores franceses viene al caso. Temps et récit

ofrece un “salvavidas” al vacío epistémico entre querer pensar un tiempo histórico – llámese

larga duración, tiempo presente, tiempo corto del acontecimiento, etc. – y el hecho de que ese

tiempo está ineludiblemente construido por sujetos con conciencia subjetiva.

Las discusiones de la práctica historiadora no necesariamente nos tienen que conducir a

una ontología histórica, pero sí a un problema epistémico del conocimiento del pasado: a las

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condiciones de posibilidad de un conocimiento tan necesario como los que nos aportan las

ciencias de la física y la química. En este sentido, cobra relevancia la obra de Ricoeur, pues

anima a pensar una historia en búsqueda de la veracidad vinculada al infinito depósito de

signos culturales que las sociedades guardan en la memoria colectiva. Así, las nuevas

problemáticas de cómo construimos historias no pueden restarse de cuestiones referentes al

tiempo, al sujeto y la narración. Ricoeur, en ese aspecto, ofrece una salida llena de sabiduría

práctica para el investigador, mostrándose como una caja de herramientas ineludible para la

teoría de la historia.

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Resumen: El presente artículo estudia un recetario de cocina manuscrito elaborado por una maestra santafesina, Leticia Cossettini, entre los años 1960 y 1980. Desde la historia cultural de la alimentación, la propuesta aborda tres aspectos. Primero, reconocer la profusión de recetarios de cocina manuscritos como costumbre femenina. Luego, elaborar una analítica de la gramática culinaria preferida por las mujeres. Finalmente, distinguir qué elementos de esos ejercicios de escrituras estaban marcados por el oficio de maestra de la autora. La hipótesis planteada expresa que estos manuscritos permiten dilucidar hasta qué punto las autoras se involucraron con las prácticas culinarias.

Palabras clave: Saber culinario, Mujeres, Maestra, Transmisión, Escritura.

Writing culinary practices. Or Leticia, guardian of family cooking recipes (1904-2004)

Abstract: This article studies a cookbook written by a teacher from Santa Fe, Leticia Cossettini, between the 1960 and the 1980 decades. From cultural history of food, this proposal addresses three aspects. First, it recognises the profusion of manuscript cookbooks as a feminine custom. Then, developes an analytical of the culinary grammar that women prefer. Finally, distinguishes which elements of those writing exercises were marked by the author's job as a teacher. The suggested hypothesis expresses that these manuscripts allow us to elucidate to what extent were the authors involved in culinary practices.

Keywords: Culinary knowledge, Women, Teacher, Transmission, Writing.

Escribir las prácticas culinarias. O Leticia, guardiana de las recetas de cocina familiares (1904-2004)

Paula Caldo

Universidad Nacional de Rosario / ISHIR-CONICET

Micaela Pellegrini Malpiedi

Universidad Nacional de Rosario / ISHIR-CONICET

Recibido: 30/11/2018

Aceptado: 21/05/2019

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected] [email protected]

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Escribir las prácticas culinarias. O Leticia, guardiana de las

recetas de cocina familiares (1904-2004)

Paula Caldo

Universidad Nacional de Rosario

ISHIR-CONICET

Micaela Pellegrini Malpiedi

Universidad Nacional de Rosario

ISHIR-CONICET

1. Introducción

Este artículo centra su objeto de estudio en una nota particular de la biografía de una

maestra, Leticia Cossettini, que vivió en diferentes centros urbanos de la provincia de Santa Fe,

Argentina, entre 1904 y 2004. Sobre la vida y la obra de Leticia corrió mucha tinta,

fundamentalmente, por dos motivos, primero fue maestra y luego fue la hermana de la señorita

Olga, reconocida educacionista santafesina que desafió con sus prácticas los lineamientos del

normalismo, con los que se había formado1. Al consultar la bibliografía específica de historia de

la educación en Argentina en general y en Santa Fe en particular, es factible encontrar la

referencia a Olga, a la experiencia de Escuela Serena santafesina y, por supuesto, a su hermana

Leticia2. Dos muchachas hijas de inmigrantes italianos, que se formaron como maestras

1 Cossettini, Olga, “Sobre un ensayo de Escuela Serena en la provincia de Santa Fe”, en Cossettini, Olga, y Cossettini, Leticia, Obras Completas, Ediciones AMSAFE, Santa Fe, 2001, pp. 11-73. 2 Las investigaciones sobre las hermanas Cossettini, a grandes, rasgos, se dividen en tres grupos: por un lado, se encuentran los análisis desde un registro exclusivamente psicopedagógico, entre ellos: Pelanda, Marcela, La escuela activa en Rosario: la experiencia de Olga Cossettini. IRICE, Rosario, 1995. Por el otro, se cuenta con producciones de historiadores de la educación que ubican este proyecto educacional en el plano nacional, como parte da la impronta de la escuela nueva en Argentina: tal es el caso de: Carli, Sandra, Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los

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siguiendo el oficio de su padre, Antonio, para luego desempeñarse como tal en diferentes

escuelas.

Pero Olga y Leticia, además de ser activas maestras, fueron mujeres con una intensa vida

doméstica y social. Esta frase aparentemente obvia pierde ese tono cuando la mensuramos al

calor de los estudios de historia de la educación que las tuvieron por objeto3. Concretamente se

las incluye, menciona y estudia como educacionistas, dejando así en un cono de sombra sus

recorridos vitales por fuera de las aulas. Empero, y a modo de hipótesis, si agudizamos la mirada

al revisar la cantidad de papeles y notas de memorias dejadas por ambas, rápidamente podemos

encontrar una infinidad de indicios de sus trayectorias femeninas claramente marcadas por los

estereotipos de la época.

Justamente, Leticia, la hermana menor, incorporó, tanto en su apariencia física como en

su carácter y sentido del humor, gestos reconocidamente sensibles, pasionales, estéticos y,

finalmente, femeninos. Rasgos como la capacidad de cuidar a los niños, la bondad, la dulzura y

suavidad en el trato, la entrega absoluta, la abnegación y la actitud sumisa y despoja de cualquier

egoísmo, fueron atribuidos a las mujeres en general, impregnado también los trabajos públicos

ocupados por ellas. Así, las mujeres eran guardianas y ángeles del hogar en tanto morada familiar

y reducto de acción de la primera infancia. Esta premisa fue la misma que, puertas afuera, habilitó

una serie de trabajos públicos vinculados también al cuidado y la contención en general y de los

niños y niñas en particular. Entre esas tareas se destacó el magisterio, en tanto ellas podían ser

maestras de primeras letras pero no profesoras de disciplinas marcadas por la especificidad y la

discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955. Miño y Dávila Editores, Buenos Aires, 2003; Colotta, Pablo, “Escritura y poder en la escuela nueva argentina” en: Cucuzza, Héctor y Pineau, Pablo, Para la historia de la enseñanza de la escritura en Argentina: del catecismo colonial a la Razón de mi vida, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2002; Ossanna Eduardo, , et. al., “Una aproximación a la educación santafesina de 1885 a 1945” en Puiggros, Adriana, directora Historia de la educación en la Argentina. La educación en las provincias y en los territorios nacionales, Galerna, Buenos Aires, 1993; Puiggrós, Adriana y Marengo, Roberto, Pedagogías: reflexiones y debates, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2013. Finalmente, es posible contar con un tercer grupo de investigaciones que las rescatan en perspectiva regional y como parte de la agenda de la historia social y la historia cultural: Fernández, María del Carmen, et. al. Olga y Leticia Cossettini en la Escuela Serena. Cultura, imagen y Pedagogía (Rosario, 1935-1950), Laborde Editor, Rosario, 2010; Fernández, Sandra y Caldo, Paula, La maestra y el museo. Gestión cultural y espacio público 1939-1942, El ombú bonsái, Rosario, 2014; Díaz, Javiera y Serra, Silvia, “Olga y Leticia Cossettini: ¿maestras, mujeres e intelectuales?” en Educación, lenguaje y sociedad Nº 6, Rosario, 2009. Pellegrini Malpiedi, Micaela, “Sensibilizar cuerpos para trabajar, sensibilizar cuerpos para consumir: la Escuela Nueva santafesina, Rosario, 1935-1950”. En Dossier Cuerpo, Educación y Política, Revista Cartrografías del Sur, Avellaneda, 2016, pp. 137 -159. 3 Aludimos específicamente a los trabajos enunciados en la nota al pie 2 (anterior).

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ciencia. Las mujeres estaban aptas para educar, no así instruir4. Las madres y luego las maestras

acompañaban a los niños y a las niñas en las presentaciones elementales de los recursos de la

cultura. Esos atributos conductuales operaron en diálogo con una determinada apariencia física

que, despojada de suntuosidad, maniobrando con movimientos suaves y delicados y

expresándose con voz dulce y musical, estaba compuesta por gestos armónicos que hicieron de

la mujer un ser etéreo, puro, sensible, apacible y benévolo. Basta con revisar las imágenes que

los manuales escolares utilizaron para representar a las educadoras de la primera infancia5.

Mujeres de tez blanca, con cabellos recogidos o cuidadosamente peinados, con sonrisa inflamada

y mirada delicada pero distante, vestidas con prendas amplias que, aunque insinuaban la figura,

no la marcaban ni exhibían deliberadamente. Precisamente, la encantadora e histriónica señorita

Leticia resultó ser un clarísimo ejemplo de todo ello.

Leticia fue una maestra de aula que nunca alcanzó cargos directivos. Pero, en paralelo a

su labor docente, llevó una intensa actividad creativa tanto en el plano de la escritura como en

el de la producción de artes plásticas. Sus manos legaron acuarelas y exóticas muñecas de chala,

pero también manuscritos de diferente naturaleza y extensión, llegando algunos a editarse. Así,

las manos de Leticia fueron una usina productora de palabras escritas y objetos. Esa profusión

de textos con el tiempo fue adquiriendo conocimiento público. Algunos de sus escritos se

publicaron en simultáneo a su factura manuscrita6. Luego, fueron reunidos en las obras

completas de las hermanas Cossettini7. Más tarde, se conformó el Archivo Pedagógico

Cossettini8, donde sus diarios de clase, cuadernos, borradores y epístolas encontraron un lugar

de conservación, cuidado y consulta, pero también y en la misma ciudad de Rosario, la casa

donde moraron las hermanas se transformó en un espacio cultural y nuevamente su letra y sus

4 Balarín, Pilar “Educadoras” en Morant Isabel, directora Historia de las mujeres en España y América Latina. Del siglo XIX a los umbrales del XX, III, Cátedra, Madrid, 2006, pp. 505-522. 5 Sostenemos estas afirmaciones con referencias en: Escolano Benito, Agustín, El Pensil de las niñas, Edaf, Madrid, 2004; o Galván, Lafarga, Luz, Elena y Martínez Moctezuma, Lucía, “Dos maestras: María M. Rosales y Ana María Valverde, autoras de la colección de lecturas Rafaelita”, en Galván Lafarga, Luz Elena, directora Maestras urbanas y rurales, siglos XIX y XX, Tomo III, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución de México, México, 2017, pp. 67-102. 6Cossettini, Leticia Teatro de niños, Editorial Poseidón, Buenos Aires, 1947; y Cossettini, Leticia Del juego al arte infantil, Ediciones La Escuela en el tiempo, Buenos Aires, 1977. 7 Cossettini, Olga y Cossettini, Leticia, Obras Completas, Ediciones AMSAFE, Santa Fe, 2001. 8 El mismo se encuentra en la ciudad de Rosario, en el “Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación” (IRICE) con dependencia al “Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas” (CONICET). Posee cuatro series de documentos: didáctica, epistolario, escritos y fotografías - biblioteca. En su conjunto ofrece una panorámica general de la labor pedagógica de estas maestras.

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objetos encontraron canal de cuidado y publicidad9. De tal forma, tenemos muchas entradas

para estudiar a Leticia, sus experiencias generales y su comprometido rol docente en el cual el

arte fue un componente transversal. Leticia más que artista era sensible a las artes, por lo cual se

proyectaba desde la música, la pintura, la danza, el teatro y la poesía en pos de la alfabetización

de los niños y niñas. No obstante, a medida que Leticia Cossettini fue incorporando a la señorita

Leticia, la segunda ordenó a la primera y entre ambas compusieron a una mujer particular.

Tal como expresó en una de sus cartas Fernando Birri “Querida Letizia escrito así tu nombre

en italiano, sé por fin lo que quiere decir: alegría”10. Alegría, magia, sensibilidad, delicadeza, finura, era

el tenor de las expresiones que se hilvanaban cuando de describir a Leticia se trataba. En este

sentido, podemos afirmar que Leticia reunió en torno a su personalidad muchos de los

lineamientos del estereotipo femenino, con una excepción salvada por su oficio, no fue madre,

pero sí maestra.

Pero, cuando Leticia se quitaba el guardapolvo blanco, llevaba junto a sus hermanas una

vida doméstica y social que no contradijo los rasgos estereotipados atribuidos a las maestras.

Gracias al trabajo de investigación de Pellegrini Malpiedi Micaela y de Mosso Agustina11 pudimos

conocer los entretelones de su vida cotidiana. Al llegar a la ciudad de Rosario, las hermanas

Cossettini se instalaron para trabajar y vivir en la escuelita del barrio Alberdi. Barrio que será su

locación definitiva en dicha urbe. Así, en los años cincuenta, cuando ambas fueron separadas de

sus cargos, continuaron viviendo allí, en una casa a la que con el tiempo se sumaron otras de sus

hermanas, Blanca y Marta junto a su hija, Leila (la sobrina). De este modo, las cinco mujeres

compartieron residencia hasta que la muerte las fue separando.

En estas páginas, y siguiendo en la línea de trabajo de Pellegrini Malpiedi y Mosso,

detendremos el análisis en torno a un manuscrito muy particular que carece de nombre de autora

y de fecha pero que por indicios dispersos en el texto podemos datar. Se trata de un recetario de

9 La casa de las Cossettini, hasta el momento en manos de nuevos dueños, ha sido recuperada por un grupo de vecinos/as y amigos/as de Olga y Leticia, quienes, bajo el nombre “Amigos del Paraná” formaron un centro de jubilados y desde el habitáculo alquilado brindan diversas actividades como bordado, tejido, pintura, etc. Ante la amenaza de venta por parte de los propietarios, en los últimos meses del corriente año, la Cámara de Diputados santafesina aprobó un proyecto de ley que propone la expropiación de la casa. En la misma, funcionará “La Casa de la Señorita Olga”, un laboratorio pedagógico y museo interactivo de la educación santafesina. 10 APC, Serie Epistolario (APC-SE), Nº 328 AA, Carpeta 2, Caja 4. Carta enviada a Leticia, 24/12/1950. 11 Pellegrini Malpiedi, Micaela y Mosso, Agustina, “Entre hermanas - entre mujeres: la vida cotidiana de Olga y Leticia Cossettini, Argentina, 1950 y 1980”, Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Granada, vol. 24, 2017, pp. 455-476.

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cocina que, por su caligrafía, fue de autoría de Leticia, y que por algunos datos dispersos cuales

guiños de época, situamos temporalmente entre los años 1960 y 1980. La historia investigada y

la memoria colectiva cuentan que las cinco mujeres compartían la casa de la calle Chiclana y,

para sobrellevar la vida, tenían un claro reparto del trabajo doméstico. Mientras vivió Marta fue

la encargada de la cocina, pero al fallecer la sucedió Leticia. De este modo, esta última se

transformó en guardiana de las recetas culinarias de la familia. Alrededor de ese juego de escritura

de las prácticas instalamos las preguntas que conforman los tres apartados del presente artículo.

Preguntas alimentadas al calor de la historia sociocultural que toma a la cocina y a la alimentación

como eje de análisis12. En el primero, reflexionaremos en torno a las mujeres y la escritura de

manuscritos culinarios. Luego, en un segundo momento, introducimos la experiencia de Leticia

y la gramática culinaria que sostuvo a sus recetas. Finalmente, el análisis cierra con una

descripción del soporte material y de las estrategias discursivas empleadas para conservar las

fórmulas seleccionadas. Justamente, se buscará definir a partir de la escritura de las recetas la

relación de Leticia con la tradición femenina de prescribir por escrito saberes relativos a los

quehaceres cotidianos y con la realización concreta de las prácticas culinarias.

2. Manuscritos, escritura y mujeres

Sabido es que las mujeres advinieron al mundo de la escritura y de la lectura no sin

resistencias. Fue una batalla que cosechó sus primeras victorias en el terreno de la escritura

performativa. Esto es, en palabras de Chartier, produjeron textos que tenían como “meta

anularse como discurso y producir, en el estado práctico, comportamientos o conductas

consideradas legítimas o útiles”13. De esta suerte, las integrantes del género femenino fueron

habilitadas a escribir, por un lado, expresiones de la intimidad en formatos textuales específicos:

la epístola o el diario íntimo que luego fue de viaje, de clase, de reflexiones sociales, de estética,

12 Es preciso reconocer que desde temprana data los historiadores nucleados en la Escuela de los Annales reconocieron el valor explicativo de la alimentación. Eje temático que ocupó su lugar exclusivo en las nuevas formas de hacer historia. Justamente, somos deudoras de los trabajos: Montanari, Massimo, La comida como cultura, Trea, España, 2004 y Flandrin, Jean-Louis, y Montanari, Massimo, Historia de la alimentación, Trea, España, 1996. Asimismo, para componer nuestro enfoque fue de utilidad Vernon, James, El hambre. Una historia moderna, PUV, Valencia, 2011 y Caldo, Paula, “Cultura, cocina e historia”, en Caldo, Paula, Mujeres cocineras. Hacia una historia sociocultural de la cocina. Argentina a fines del siglo XIX y primera mitad del XX, Prohistoria, Rosario, 2009, pp. 145-168. 13 Chartier, Roger, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna. Alianza Universidad, Madrid, 1994, p. 53.

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etc. Por otro lado, incursionaron en notas prescriptivas vinculadas a los llamados “saberes

femeninos”, labores de punto, cocina, arreglo del hogar, puericultura, etc.14.

No obstante la especificidad y dinámica de la consecución de esas prácticas de escritura,

ellas encontraron intersticios para hacer de esos diarios, cartas, manuales y recetarios espacios

de disputa y creación de sentidos. Esto es, junto a las cartas de amor, los diarios íntimos y los

recetarios de cocina fueron intercalándose observaciones culturales, políticas, de derechos

laborales, entre otras que marcaron la nota polémica y activa de las mujeres. Empero, el

denominador común que unificó a esta línea de primeros ensayos de escritura femenina fue el

manuscrito. El secreter, ese delicado escritorio femenino, compuesto por muchos cajones de

reducido tamaño con cerraduras y llaves, estantes diminutos y un hegemónico lugar para el

tintero y la pluma, era el centro de la escena escritural de las damas. El mundo editorial fue una

conquista posterior que vino a poner en circulación pública la profusión de las ideas conservadas

por la escritura manuscrita.

Ahora bien, focalizando en los escritos culinarios elaborados por mujeres, las libretas de

apuntes de cocina resulta ser una nota común en las biografías femeninas. Sin dudas, esa

posibilidad va de la mano de los procesos de alfabetización y la incorporación de las mujeres a

estos. Fueron las mujeres de las clases acomodadas las que emprendieron la gimnasia de apuntar

las fórmulas culinarias que luego ordenarían la rutina de la cocinera o cocinero de la casa.

Justamente, uno de los primeros recetarios de cocina de autoría femenina argentinos fue la

publicación impresa de la libreta de cocina de la Sra. Virginia Pueyrredón de Pelliza, bajo el título

Almanaque de la cocina argentina15. Dicho almanaque reunía trescientas recetas celosamente

custodiadas por la mencionada dama. Corpus que, en el año 1880, el propietario de la Librería

de Mayo, Carlos Casavalle, publicó en forma de almanaque después de haber obtenido el permiso

de las herederas. Al respecto podemos leer en el Anuario bibliográfico de Alberto Navarro Viola:

Es una curiosidad. Contiene más de 300 recetas culinarias de platos del país o modificados, por lo

menos, según nuestras costumbres y preferencias. El Sr. Casavalle consiguió a fuerza de empeños

14 Aquí seguimos los estudios fundamentalmente de: Batticuore, Graciela, Lectoras del siglo XX. Imaginarios y prácticas en la Argentina, Amperdsand, Buenos Aires, 2017 y Baticuore, Graciela., La mujer romántica. Lectoras, autoras y escritores en la Argentina: 1830-1970, 2005, Edhasa, Buenos Aires. 15 Caldo, Paula, Un cachito de cocinera. Mujeres, libros y recetas de cocina en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, Casagrande editorial, Rosario, 2017.

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copia del manuscrito de recetas que publica en forma de almanaque, debido a la pluma de la señora

Pueyrredón de Pelliza y conservado por una de sus hijas como precioso recuerdo de familia16.

Aunque el comentarista no ahondó en los detalles de la culinaria sugerida, sí enunció

cuáles fueron los sitios de procedencia de la misma: por un lado, el gusto alimentario tradicional

argentino, y por otro, la creatividad de la autora potenciada por sus viajes, por sus participaciones

en banquetes y por las conversaciones relacionadas con estilos y formas de comer.

El hecho de ser una libreta de notas manuscritas sobre prescripciones para cocinar, invita

a pensar en su pertenencia al universo cotidiano y doméstico. Se trata de un texto cuyo cometido

era auxiliar a las mujeres en la concreción de las prácticas cotidianas. Por lo tanto, las formas de

utilizarlo, los espacios de conservación y las maneras de cuidar el objeto no fueron similares a

las desplegadas en torno a los escritos con proyección pública17. Se trata de una compilación de

recetas probadas y conservadas en notas manuscritas por la señora Pueyrredón de Pelliza.

Oportunamente, la madre nombra herederas a sus hijas y las jóvenes, lejos de convertir el

manuscrito en un gesto culinario, lo transforman en un acto de producción editorial. Otro

antecedente que se suma a esta tradición es el recientemente hallado cuaderno de recetas de la

señora María Varela de Beccar. El mismo fue descubierto casi azarosamente entre los papeles de

la familia y puede datarse en la década de 1880, puesto que la portada del texto fue erosionada

por el tiempo dejando solo los número: 188…. Marcela Fugardo, quien emprendió un minucioso

análisis del contenido y la forma de dicho manuscrito, presenta a María Varela y sitúa en esa

trayectoria vital el dedicado trabajo de escribir recetas. La letra manuscrita de la mujer deja ver

los trazos de la pluma y la dinámica de compilar recetas de antaño, sin orden alfabético, sin

distinción de sabores, finalmente, sin índice, solo reunidas por la cadencia de la vida cotidiana18.

16 Navarro Viola, Alberto, Anuario bibliográfico de la República Argentina, 1880. Año II. Imprenta del Mercurio, Buenos Aires, 1881, p. 344. 17 Al respecto y pensando en la Francia del siglo XVIII, dice Roger Chartier: “Entre los lectores más modestos, el libro no tiene lugar señalado: puede encontrarse en cualquier lugar de la casa, en la habitación única –que es regla general–, en la cocina, cuando existe, o en las diversas y menudas dependencias (sobradillos, antecámaras, guardarropas)…”. Sin dudas, por su propia semántica, el almanaque culinario de Pueyrredón de Pelliza debió de ser un texto guardado en la cocina, siempre dispuesto para el auxilio de los/as cocineros/as. Chartier, Roger, Libros, lecturas y lectores…, op. cit., p. 142. 18 Fugardo, Marcela, Un recetario familiar rioplatense. Cuaderno de recetas de María Varela. Patrimonio inmaterial de San Isidro, Maizal ediciones, San Isidro, 2018.

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Justamente, es la escritura que viene a conservar ciertos saberes necesarios para resolver la

dinámica del día a día.

Así, desde fines del siglo XIX y más aún al avanzar el XX, las mujeres se transformaron

en guardianas de las fórmulas culinarias de la familia. Esa gimnasia fue democratizándose entre

diferentes sectores sociales, debido a que si bien no todas las familias se alimentan del mismo

modo, todas se alimentan y es la mujer la que asume ese rol. Sin dudas, con el paso del tiempo y

el avance de las tecnologías de la comunicación, esas notas manuscritas fueron mixturándose

con recortes de recetas extraídos de diarios o revistas. Así, la letra impresa se mezcló con las

anotaciones manuscritas de las usuarias para componer la culinaria cotidiana. Precisamente, estas

características son las que posee el recetario de Leticia, que pasamos a describir.

3. Una gramática culinaria19 femenina que dirige el gusto

No todas las comidas que forman parte de la alimentación cotidiana pasan a ser

preservadas por la escritura. Se deja registro escrito de aquellas cuya elaboración requiere

procesos complejos e irreversibles (varios pasos), ingredientes singulares en el contexto de

elaboración (vinculados a las estaciones o a realidades regionales distantes), las que están sujetas

a momentos del calendario en particular: cumpleaños, vigilias, fiestas, o las que se ordenan en

dietas especiales (enfermedad o para perder peso), etc. Por lo cual, incluso en la libreta de recetas

manuscrita que lleva la mujer doméstica, encontramos una serie de platos que indican cierta

excepcionalidad a la regla diaria. En esta lógica, preguntamos cuál era la receta que mejor

preparaba Leticia, a lo que la entrevistada respondió:

Lo que recuerdo era que Leticia hacía un Budín del cielo, el cual, era de claras y debía batirlas a mano

y me llamaba a ayudarla y nos turnábamos en hacerlo entre risas y envueltas en clara que nos

salpicaba al batir…, me hiciste lagrimear con el recuerdo… a… el Strudell lo preparaba Marta, la

hermana mayor que era la que cocinaba en la casa, y se hace con una masa que es estirada a mano

19 El concepto de gramática culinaria alude a los códigos, valores, creencias, patrones culturales entre otros aspectos que provocan la inclinación por un determinado tipo de alimentación. Este concepto fue tratado en Fischler, Claude, El (h)omnívoro. El gusto, la cocina y el cuerpo, Anagrama, Barcelona, 1995.

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y se rellena con manzana, azúcar, jugo de limón, se arrolla y ese es el Strudell pero… pero ningún

otro postre a de empalidecer al Budín del cielo que hacíamos con Leticia…20

El Budín del cielo hizo que la señorita Leticia se destaque como cocinera. Las claras y el

batido de las mismas son los detalles retenidos por la memoria de la amiga y vecina pero, cuál

era la receta efectivamente ensayada para lograr tal postre. Respuesta que buscamos en el

cuaderno culinario de la maestra. Este recetario manuscrito o, también factible de llamarse,

cuaderno de notas culinarias albergaba 127 recetas que enunciamos a continuación:

Pan de carne “Majestic”, Tarta de Ricota, Crepes, Pastel vienés de manzana, Zapallitos rellenos, Tarta

de limón (lemon pie), Torta chiffon, Lentejas, Carne a la cacerola, Ensalada, Lomo de cerdo con

manzana, Masa quebrada (receta de Elena), ¿Cómo cocinar peceto a la naranja sin que pierda sus

jugos nutritivos?, Golosinas para servir con el café, Palitos del diablo, Pan de gruyere, Arrollados

acaramelados, Pan de jamón y queso, Tres formas de preparar pollo, Torta Kecsi, Postre Blanca

Nieves, Torta de ciruela, Peceto con salsa de frutas, Merengue italiano, Merenguitos de coco,

Merengue Cendrillon, Base del lemon pie, Torta de frutilla francesa, Masitas con frutillas, Langostinos

a la americana, Salsa del Vittel, Remolachas cocidas en el horno, Baño blanco para tortas, Tarta de

espárragos, Tarta de masa quebrada, Crema de chocolate a la vienesa, Tournedós, Hojaldre alemana,

Hojaldre argentina, Paquete de pollo y jamón, Sabayón, Peras acarameladas con salsa de vainilla,

Crema, Salsa de vainilla, Peras, Almíbar, Caramelos de mesa, Cebollitas, Alcauciles, Vinagreta,

Ensalada, Mostarda, Cebollitas agridulce, Merengues, Merengues de chocolate, Empanaditas Sra.

Jourdan, Tarta cremosa de tomates, Pizzetas fritas, Panqueques de manzana, Variedades de la

mouse, Chocolate salsa caliente, Masa quebrada a lo Chiche, Pasta, Sambayón (sic), Tarta de

cebollas a la francesa, Postre tirolés, Carbonada campestre, Locro de maíz, Ambrosia , Bife a la

criolla, Sachertorte, Ischlerscheiten (sic), Torta de limón, Sachertorte (receta de La Nación), Relleno de

champignones, Masa de levadura, Hinojo a la toscana, Remolachas con salsa de naranjas, Repollitos

de Bruselas al gruyere, Budín de chauchas, Soufflé, Pasta de levadura, Bizcochuelo Sara, Tarta dulce,

Verduras gratinadas, Repollo rojo a la flamenca, Coliflor suprema, Flan de acelgas bretón,

Bizcochos (almendra), Baño de chocolate, Baño capuchino, Puré de manzanas, Flan Chifni, Torta

de pane bruno (sic), Torta (sin nombre) de Sara, KirtsKoppen (sic), Masa de tarta, Soufflé de queso,

Crema de limón, Torta liviana de manteca, Torta a la chiffon, Torta de limón, Almendrado (dos

recetas), Gateau de duraznos, Masa básica para tartas, Tarta de cebollas, Tarta de especias, Tarta de

frutillas (sin título), Torta de frutos secos, Masitas negras, Postre campesi, Torta galesa.

20 Entrevista realizada a Rosa María, vecina de las hermanas Cossettini (Rosario, Santa Fe, 7 de noviembre de 2018).

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Recomendaciones de decoración (crema de limón), Profiteroles de frutilla, Masitas de coco,

Ensalada de alcauciles, Tarta suiza de queso, Tarta de atún, Tarta de pollo, Masa de queso crema,

Tarta de zapallitos, Pastelitos, Pastelitos de choclo, Lemon pie, Bizcochuelo, Bizcochuelo clásico y

Pio nono.

El listado expuesto sigue el mismo orden y respeta la ortografía con que las recetas fueron

volcadas en el cuaderno. Se trató de una inclusión por agregación de acuerdo al devenir de la

vida cotidiana de la compiladora (más adelante discutiremos si fue una mujer sola quien llevó

adelante esta tarea). Pero, y es lo que interesa destacar, en el conjunto permanece ausente el Budín

del cielo. Entonces, mientras el recuerdo retiene y pondera la receta, el texto escrito la omite. A

modo de hipótesis, entendemos que en el juego de ausencias y presencias se inscribe una

contradicción que enuncia una característica de las recetas escritas, como aquellas que

precisamente ofician de ayuda memoria para un menú de excepción, en tanto la cocina cotidiana

quedó impresa en el saber-hacer de la cocinera. En otras palabras, Leticia no necesitó apuntar

la receta del Budín porque era la que efectivamente cocinaba. Es preciso explicar que el Budín o

Tocino del cielo es un manjar dulce oriundo de la provincia de Cádiz (Andalucía, España), está

asociado a la producción de vino y a la reutilización que las religiosas hacían de las yemas de

huevo (en tanto las claras se utilizaban en la producción vitivinícola). Así, la receta resulta fácil y

económica en tanto mixtura yemas con almíbar (aunque también puede llevar otros

ingredientes)21. En este sentido, hay una Leticia cocinera que se escurre por los canales de la

memoria de quienes la recuerdan logrando una exclusiva aseveración: ella cocinaba postres en el

marco de una culinaria donde los electrodomésticos no eran centrales haciendo que primara el

trabajo a fuerza humana. Esto último extendía y complejizaba las labores culinarias, haciendo

que muchas manos intervengan para dar, muchas veces, un toque cooperativo, lúdico y de

sociabilidad a la cocina.

Ahora bien, comenzamos el análisis del recetario partiendo de una afirmación, tras la

cocina cotidiana existió una serie de recetas escritas que preservaron la cocina de excepción, en

21 Transcribimos una receta del Tocino del cielo: “Medio kilo de azúcar y medio de agua; se hace el almíbar, con un poco se baña el molde, se baten las yemas y se reúnen con el almíbar, que no debe estar caliente; se echa en el molde, y al horno, al baño de maría. Para saber si está a punto, se pincha con una aguja de calceta, y si sale seca, es que está”. La receta es tomada de Pardo Bazán, Emilia, La cocina española antigua y moderna, Iano, España, 2007, p. 211. La misma corresponde al recetario “La cocina española antigua”, cuya primera edición data de 1914.

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este caso, de las hermanas. De tal forma, visualmente encontramos manjares que, pese a su

reunión aleatoria, ofrecen algunas líneas de explicación con respecto a la gramática culinaria que

preside el gusto de la autora y su grupo de referencia.

Un primer y rápido criterio de orden lo indica el sabor de la comida seleccionada. Esto

es, de las 127 recetas, 67 son sugerencias de repostería; 46 son platos salados, 7 resultan ser

definidamente agridulce y 8 son recetas de masas base neutras. Con respecto a la propuesta dulce,

se privilegian las que llevan masa: tortas, tartas o galletitas. El sabor dulce es logrado por las

frutas caramelizadas o con el uso de almíbar y de chocolate. En el conjunto se destaca la

implementación de limón, peras, manzanas, frutillas, duraznos, frutos secos y coco (rallado). Se

trata de una repostería que utiliza la fruta fresca, más que jaleas o dulces. Esto responde a dos

singularidades, por un lado, las hermanas tenían una huerta en la casa que aportaba diferentes

tipos de frutos de estación. Por otro, para la época los adelantos en la tecnificación del hogar

hicieron de la heladera eléctrica un elemento de uso popular, permitiendo así un modo de

conservar en frío los alimentos por más tiempo y en mejores condiciones. Justamente la

profusión de dulces y jaleas frutales que distinguen a los recetarios de fines del siglo XIX va de

la mano de las tecnologías de la conservación de los alimentos de la época22. Otro detalle de

época revelado en el recetario es la tendencia a compilar secretos rápidos y sencillos para resolver

la alimentación. Justamente la presencia de masas base sencillas a los fines de preparar tartas con

rellenos diferentes y coberturas distintas, agiliza el ritual de la cocina23.

Con respecto a los platos salados, en cada sugerencia vuelve a destacarse el uso de las

verduras y hortalizas de la huerta familiar, más que de la carne. Se listan escasas recetas que

requieren carne vacuna (se distingue un corte: peceto), pollo (cinco ocasiones) y pescado (solo

como relleno de tartas, atún enlatado). Por lo cual, la cocina de Leticia apunta al consumo de

vegetales: cebollas, espárragos, zapallitos, remolachas, coliflor, maíz, repollo, lechuga, tomates,

repollitos de brusela, etc. Existe una marcada preocupación por reunir recetas de tartas cuya masa

base es neutra a los fines de utilizarse en preparaciones dulces o saladas. En el caso de estas

22 Pérez, Inés, “Confort para el pueblo y liberación para el ama de casa: género, consumo y heladeras en Argentina (1930-1960)”, en Pérez, Inés y Ribeiro dos Santos, Marines, Genero e consumo. Editora de UFPR, Curitiba, 2017, pp. 157-180. 23 Álvarez, Marcelo, y Pinotti, Luisa, “De la fiambrera al freezer, de la cocina a leña al microondas (lo que va de los 50 a los 70)” en Álvarez, Marcelo y Pinotti, Luisina, A la mesa. Ritos y retos de la alimentación argentina, Grijalbo, Buenos Aires, 2000, pp. 185-209.

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últimas, los quesos y las cebollas son el denominador común del relleno. Sin dudas, aunque son

escasos en relación a la cantidad de sugerencias compiladas, los platos más sustanciosos son los

agridulces: carnes con salsas o puré de frutas.

Dos signos de cocinas étnicas se evidencian, por un lado, una serie de platos propios de

la cocina criolla: la carbonada, el locro y el bife criollo. Pero, por otro lado, se revela la vianda

europea escrita a veces de forma correcta y otras no. De raíz italiana enuncian la Mostarda, una

preparación de sabor picante (granos de mostaza) cuyo ingrediente principal son las frutas

(manzanas, peras, uvas, etc.), utilizada para acompañar carnes o “Torta de pane bruno”; pero

también se escriben recetas que recuperan la pastelería alemana, vienesa y galesa, característica

de los usos del centro-oeste de la provincia de Santa Fe, lugar del que fuero oriundas las

Cossettini.

Sin embargo, en las recetas compiladas más que exponerse una carta de preferencia

étnica, o tendiente a la alta cocina o afín a principios nutricionales; la presente es una culinaria

inscripta con ciertas claves que se estimaron propias del universo gastronómico de las mujeres.

En otras palabras, las recetas compiladas por Leticia son estereotipadamente femeninas. Aquí

abrimos un paréntesis para recordar a Jean-Jacques Rousseau describiendo a Sofía, la mujer ideal

de Emilio. Golosa y ávida por los dulces (pasteles, golosinas, galletas) al punto de requerir la

vigilancia de su madre en la supervisión de su dieta. Paulatinamente fueron demarcándose formas

de comer de varones de otras propias de mujeres. Indicándose que por su contextura física, las

integrantes del género femenino tendieron a la ingesta de azúcares, hidratos de carbono y

verduras con menos indicadores de consumo de carnes24. Es preciso considerar que las recetas

no son bajas en calorías, por el contrario, hacen abundante uso de la manteca, aceites y azúcares.

Estimando que la mayoría de las recetas provienen de la pastelería y son más que postres, tortas,

tartas y galletitas, es esperable que la compiladora labró esa colección a los efectos de sostener

en términos culinarios una sociabilidad femenina de tardes de té. Entre tantas tortas y tartas,

entrecruzó tartas saladas y diferentes formas de cocinar verduras. Las ausentes en el recetario

son las pastas, las sopas, guisos y preparaciones en base a papa.

24 Caldo, Paula, “Julia y Sofía. Luz y contraluz del ideal femenino de Jean-Jacques Rousseau” en Caldo, Paula, Mujeres cocineras. Prohistoria, Rosario, 2009, pp. 27-45; Fischler, Claude, El (h)omnívoro… Op. Cit.

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4. Soportes materiales, texturas y escritura…

Una guardiana del saber culinario podía no saber cocinar pero necesariamente tenía que

ser una experta en el armado de estrategias para conservar las recetas. Justamente, Leticia sabía

escribir y leer y además, como toda docente, tenía acceso a los soportes de la escritura manuscrita,

los cuadernos de hojas en blanco. En este sentido, dedicaremos unas líneas de análisis al modo

en que la señorita Leticia organizó las dinámicas de la cocina cotidiana a través de la escritura.

Por lo tanto, revisaremos tres aspectos, el soporte material elegido, el tipo de textualidad logrado

y el estilo de escritura preferido. Este último, a modo de hipótesis, contiene indicios que permiten

definir a la autora/conservadora de recetas como efectivamente cocinera.

Primer aspecto. La historia cultural de la lectura nos enseñó que el soporte material

elegido para poner en circulación un texto afecta el contenido25. En este caso particular, las

recetas fueron compiladas en un cuaderno de uso escolar. Estos ejemplares compuestos de hojas

en blanco son la clara invitación a crear sentidos, rutinas o ideas en el espacio de la vida cotidiana.

Abrimos un paréntesis para comentar que Leticia no fue la única maestra que utilizó este

elemento tan propio de la escena escolar para tomar notas de saberes ordenadores de prácticas

más allá de la escuela. Recientemente, Florio Sabina y Blaconá Cynthia publicaron un minucioso

estudio sobre la obra de una educacionista rosarina contemporánea de Leticia, Schiavoni María

Laura (1904-1988). Precisamente, María Laura elaboró una serie de apuntes sobre estética y arte

en forma manuscrita, titulada Autocrátedra, usando como soporte un cuaderno escolar (Editado

por el Consejo General de Educación de la Provincia de Santa Fe). Los ejemplos sueltos al

sumarse permiten construir las afectaciones que la alfabetización y el ejercicio de la docencia

imprimieron en las prácticas femeninas generales. Así, cuadernos y escritura resultaron ser las

herramientas solidarias de la conservación de los saberes destinados a resolver las prácticas

cotidianas de las mujeres26.

25 Chartier, Roger, Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Chartier Roger. Fondo de Cultura Económica, México, 1999; Chartier, Roger, “¿Existe una nueva historia cultural?”. En Gayol, Sandra y Madero, Marta (editoras), Formas de historia cultural. Prometeo Ediciones, Buenos Aires, 2008; Chartier, Roger, El pasado del presente. Escritura de la historia, historia de lo escrito, UIH, México, 2005. 26 Florio, Sabina y Blaconá, Cynthia, María Laura Schiavoni a través de sus papeles privados, Cuadernos Artistas del Litoral, Rosario, 2018.

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Ahora bien, las recetas de Leticia fueron escritas en un cuaderno de marca Rivadavia, de

tapas duras, cosido y de 50 hojas con renglones (según el decir escolar cotidiano: rayados, para

diferenciarlos de los cuadriculados que se usan en matemáticas). Este tipo de cuadernos fue

fabricado por la imprenta de propiedad de Ángel de Estrada para uso escolar. Concretamente,

en el año 1917, la marca lanzó al mercado hojas de papel27. Pero, cuando en 1920 se oficializó la

implementación del cuaderno único, la empresa respondió en consecuencia, creando líneas de

cuadernos, entre ellas los Rivadavia. Con el tiempo el formato fue transformándose y, en esta

lógica, para los años cincuenta ya estaban a la venta los de tapa dura como el que Leticia eligió

para compilar sus recetas. Este soporte es representativo de la marca que lleva escrita en el centro

de su portada en letra manuscrita cursiva, justo debajo de un escudo compuesto por una balanza

rodeada por las siguientes palabras: civilización, cultura, equidad, educación, ley, constitución.

Asimismo, el interior estaba compuesto por las hojas rayadas en blanco (que podían ser 50 o

100), pero la página inaugural oficiaba de carátula para apuntar el nombre de la materia, de su

usuario y los horarios de cursada. Además en la mitad de las páginas llevaba una hoja con

referencias a efemérides y otros temas de interés escolar. Así, estos cuadernos estaban claramente

destinados al uso exclusivo de los maestros y estudiantes, de allí resulta que Leticia, como

docente, tuviese familiaridad y preferencia por ellos.

Sabido es que esta maestra fue una profusa escritora de diarios de clase (también llamados

los cuadernos de Leticia). En 1961, definió Olga Cossettini: “El diario de clase es un fiel reflejo

del ritmo que la maestra imprime a su trabajo…, es la presencia viva de la tarea diaria…, es la

expresión cabal del acontecimiento dentro del aula”28. A resultas de esa indicación, el equipo de

trabajo de Olga labraba sus diarios y Leticia no fue excepción. La maestra narraba el día a día

escolar en retrospectiva acudiendo a notas del trabajo de aula, pero también de puesta en relación

con el contexto y expresiones estéticas y sensibles29. Así, con ese entrenamiento en el uso de

27 Para conocer la historia del uso de los cuadernos en Argentina puede consultarse: Gvirzt, Silvina “La escuela, los cuadernos y el zapping: revisando viejos mitos, pensando nuevas propuestas” en Gvirtz, Silvina Textos para pensar el día a día escolar, Santillana, Buenos Aires, 2000, pp. 179-192, y Gvirtz, Silvina, Del currículum prescripto al currículum enseñado. Una mirada a los cuadernos de clase, Aique, Buenos Aires, 1997. 28 Cossettini, Olga, “El lenguaje y la lectura en primer grado” En Cossettini, Olga y Cossettini, Leticia, Obras completas, AMSAFE, Santa Fe, 2001, p. 266. 29Un ejemplo de sus cuadernos de clase. El 9 de abril de 1947, con el grupo de 6º grado a cargo, Leticia relata:

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cuadernos para escribir las prácticas cotidianas, emprendió la escritura de la cocina preferida por

ella y sus hermanas.

Un segundo aspecto a describir es la textura que adquirió el conjunto de recetas. Las

mismas fueron volcadas al cuaderno siguiendo el orden de las urgencias de la vida cotidiana. Por

lo cual, no hay estrategia que sistematice o articule el contenido. De una torta, pasamos a un

pollo y de allí a una tarta para continuar con un baño para tortas de limón o con algún consejo

práctico para perfeccionar las recetas. En este sentido, el cuaderno culinario se torna un ayuda

memoria íntimamente ligado al devenir de la práctica diaria. A su vez, en la textura de las recetas

van mechándose diferentes tipografías, estilos narrativos y textualidades, dándole así al texto

general una impronta de collage. Por ejemplo, algunas recetas fueron escritas con lapicera, otras

con el trazo grueso y colorido de las fibras pero, esto es lo interesante, otras fueron recortes de

prensa y otras resultan recortes de recetas manuscritas escritas con letra que, a todas luces, se

revela de otra persona. Si bien el recetario persigue la lógica ordenadora del día a día de Leticia,

las manos que intervinieron en su factura final son de diferente procedencia.

Estimamos que la caligrafía de Leticia se mixtura con la de Marta, quien fue la cocinera

de la familia. Sabido es que las hermanas Cossettini compartieron residencia y, en esa dinámica,

poseían una división del trabajo en la cual Marta estaba abocada a los quehaceres culinarios. A

la muerte de esta, Leticia la relevó y desde entonces comenzó a compilar esas recetas de cocina

que hoy son nuestro objeto de reflexión. El cuaderno tiene varias señales de Marta. Muchos de

los recortes manuscritos o los de diarios están pegados sobre páginas ya escritas, impidiendo la

lectura completa de aquellas anotaciones previas. No obstante, algunas frases quedan a la vista

indicando que en esas páginas había sido programado un régimen alimentario para Marta. En

“Haciendo un diálogo claro en la mañana, mientras descansábamos de nuestra clase de matemáticas sobre propiedades de los números, divisibilidad y m.e.d., nos sentamos bajo los árboles y vamos cantando bajito algunas melodías bellas y conocidas. De pronto, alguien se acuerda de la cancioncilla infantil de F.G Lorca “La lagarta y el lagarto”

- Es muy graciosa – dice Lillian – y la melodía del viejo romancillo español, la melodía que usted le puso, para cantarla, es linda y fácil.

- Cantémosla Sta. Leticia – me piden los niños – y vamos cantándola como un brillito jubiloso y fresco – les divierte y las caras se iluminan con subterránea alegría.

- Cante ahora Sta. Leticia, la canción de lo Peregrinitos. La canto sí, y jugosa la esencia y la palabra, me escuchan descansado remanso. Ya claros los ojos, lavados y cansados, volvemos al grado y el trabajo cobra su ritmo rico y hondo” (APC, Serie Prácticas Educativas, (APC-SPE) Nº302, carpeta 1, Caja 17, Cossettini Leticia, Diario de clase).

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esa dieta se listan platos ordenados por los momentos del día: desayuno, almuerzo, merienda y

cena. La frugalidad de cada colación hace pensar en una dieta para perder peso. Curiosamente,

sobre ese plan alimentario magro, la hermana menor pegó las recetas de crepes, tortas de

chocolate, almíbar y suculentas tartas de verduras. El resultado final delimita un rasgo

estereotipadamente femenino que no deja de ser un oxímoron: la preocupación por las dietas

para adelgazar y la tendencia a consumir dulces e hidratos de carbono.

Pero, como dijimos, en el cuaderno pueden leerse también algunas recetas que son

directamente recortes de diarios o revistas semanales. El único dato que los mismos poseen y

que permite referenciarlos es el nombre de la ecónoma que oficia de autora. Por lo demás,

carecen de ubicación temporal y solo en un caso aparece mencionado en pequeño el nombre:

La Nación. Por ende, ese conjunto de recortes compone un acertijo que empezamos a destejar a

partir de la pista más visible: los nombres propios de las ecónomas30. Estas mujeres, expertas en

economía doméstica, adquirieron reconocimiento social en el marco de la Argentina de la

sociedad del consumo. De Gandulfo Petrona C. fue la más popular, pero su nombre se inscribió

en un elenco nutrido de especialistas en saberes del hogar con título habilitante. A lo largo del

siglo XX surgieron academias de gestión privada (ligadas a revistas femeninas) destinadas a

formar ecónomas, pero también el Estado las tituló por medio de sus Escuelas de Hogar,

posteriormente transformadas en Escuelas Profesionales para Mujeres y en Escuelas Técnicas31.

A partir de los años treinta del siglo XX, el contenido “cocina” fue conquistando la agenda de

temas de la economía doméstica. Por lo cual, las ecónomas pasaron a ser fundamentalmente

cocineras. Estas se desempeñaron en las secciones culinarias de revistas y diarios, pero también

en los departamentos de economía doméstica de las empresas productoras de alimentos. Desde

allí, testeaban y garantizaban el uso del bien ofrecido al mercado y, para ello, redactaban

recetarios de marcas en los que firmaban como autoras y garantes del contenido. Esa actividad

las proyectaba luego a los medios de comunicación y a la publicación del recetario de autora.

30 Estas figuras han sido estudiadas en: Pite, Rebekah, Creating a Commontable in Twentieth-Century Argentina: Doña Petrona, woman and food, Chapel Hill, N.C, University of North Carolina Press, 2013; Caldo, Paula, “Recetas, ecónomas, marcas y publicidades: la educación de las mujeres cocineras de la sociedad del consumo, Argentina 1920-1945” en Arenal. Revista de historia de las mujeres, Vol. 20, Nº 1, enero-junio, 2013, pp. 159-190. 31 Hemos estudiado a estas escuelas en: Caldo, Paula; Pellegrini Malpiedi, Micaela, “Fotografías de una escuela profesional de mujeres: entre lo dicho y lo retratado, 1938-1965” Meridional. Revista chilena de estudios latinoamericanos, Santiago de Chile, 2017, pp. 191- 210 y Pellegrini, Micaela; Mosso, Agustina y Caldo, Paula, Agujas, maderas y pinceles. Reflexiones e imágenes en torno a una Escuela Técnica que forma profesionales para el mundo del trabajo. Centeno, 1938, Ediciones del ISHIR, Rosario, 2018.

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En este sentido, de los 34 recortes que están pegados en el cuaderno de recetas, 20 están

firmados por ecónomas. Si bien cuatro son los nombres enunciados, el que más se repite, 13

veces, es el de María Adela Baldi. Ella fue hija de uno de los primeros Cordon Bleu argentinos,

Ángel Baldi. A resultas de la Segunda Guerra Mundial, con 19 años y portando la profesión de

pastelero, Ángel llegó a Buenos Aires. Allí, comenzó a trabajar con German Mére en la sucursal

de Le Cordon Bleu. Con el tiempo, el pastelero se convertiría en propietario de dicha franquicia y,

por ende, en formador de muchísimos cocineros y cocineras. A su vez, se desempeñó como

profesor en la Escuela Profesional Nº 7, en la cual su hija María Adela aprendió los gajes del

oficio que la consagró en los medios gráficos y en la televisión32. Justamente, ella se desempeñó

como autora de la columna de recetas culinarias de la revista que el diario La Nación publicaba

los días domingo y que las hermanas Cossettini compraban. 13 recortes tiene la estética de la

página de cocina de dicha publicación, en algunas aparece el nombre de la ecónoma y en otros

no, pero la sección era la que ella coordinaba.

María Adela además de ser reconocida por la herencia paterna, también lo fue porque su

rostro y sus recetas se popularizaron en un programa televisivo exclusivo para mujeres llamado

Buenas tardes, mucho gusto. Ese magazine fue el semillero de muchas ecónomas, entre ellas otra que

aparece mencionada en los recortes, María Beines. Justamente, esta última fue quien llevó a María

Adela a la televisión. María fue quien desde el año 1969 coordinó la columna culinaria de La

Nación. Otro referente que aparece es Emmy de Molina, ella se formó en una escuela profesional

de mujeres, y en los años sesenta comenzó a publicar sus recetas en La Prensa. Finalmente, en

el elenco de nombres irrumpe una rosarina, Martha Cura, cuyo recorte estimamos fue tomado

del diario La Capital. Al seguir los derroteros de los artículos, entendimos que las Cossettini eran

lectoras de periódicos, quizás compraban el diario del domingo que traía una revista entre sus

suplementos, más que de publicaciones exclusivamente femeninas. Aunque, consecutiva al título

Masa de levadura, aparece escrita entre guiones la palabra Burda33. Esta expresión alude al nombre

de una revista femenina que, estimamos, comenzó a distribuirse en argentina en los años sesenta.

32 María Adela fue parte del elenco de ecónomas que pasó por Buenas Tardes, Mucho Gusto, el magazine femenino televisivo que instruyó a las amas de casa argentinas entre las décadas de 1960 y 1980. Información tomada de la nota “Los trabajos y los días de María Adela Baldi” publicada en Revista La Nación, domingo 15 de noviembre de 1998. 33 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 32 (El cuaderno de recetas se encuentra en la casa de un ex alumno y amigo de Leticia Cossettini. El manuscrito fue donado a esta persona por la propia maestra).

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La misma fue creada por la editora Aenne Burda (Magdalena Lemminger) en Alemania, país en

el que alcanzó gran éxito en los años cincuenta y comenzando así a traducirse y venderse en más

de 80 países. Entendemos que este semanario, aunque dedicado exclusivamente a la moda con

el fin de que las mujeres pudieran confeccionar el vestuario en casa, presentaba notas vinculadas

a otros saberes femeninos, entre ellos la cocina. De tal forma, Leticia la cita como fuente de

información de sus recetas.

Hasta aquí, afirmamos que el cuaderno de recetas presentó una textura ecléctica en la

cual la letra de Leticia se mixturó con la caligrafía de su hermana Marta y los recortes extraídos

de la prensa. Pero, resta revisar un último aspecto para completar el análisis prometido, cómo

escribió Leticia sus recetas. Sabido es que la escritura del saber culinario fue perfeccionándose a

lo largo del tiempo siendo el ejemplo más riguroso las recetas publicadas en diarios y revistas, al

avanzar la segunda mitad del siglo XX. Estas, además de la autora o autor garante del saber,

enunciaban cuidadosamente la cantidad y calidad de ingredientes a utilizar para luego avanzar en

la descripción del procedimiento culinario. Rigurosas, precisas y medidas resultaron ser las

fórmulas que, de tanto en tanto, comunicaba la prensa. Dicha aseveración puede ejemplificarse

con uno de los recortes encontrados en el cuaderno:

Merengue italiano

(para decorar tortas o hacer los merenguitos rellenos)

200 gramos de azúcar refinada, 4 claras, gotas de esencia de vainilla.

Poner en una cacerola el azúcar, cubrir con agua fría y llevar al fuego. Cocinar hasta que llegue al

punto de bolita. Se conoce el punto de bolita al echar un poquito de almíbar en un recipiente que

contenga agua fría, este se solidifica y puede moldearse fácilmente con las manos.

Perfumar con la esencia y batir hasta que se enfríe34.

En la receta transcripta fácilmente advertimos el orden del discurso, primero el título,

luego los ingredientes y por último el proceso de combinación de los mismos. El fin era que la

cocinera tuviese a mano todos los elementos necesarios para así poder cocinar sin demoras y

con exactitud. No obstante estas formulaciones, cuando Leticia se dispuso a compilar con letra

propia sus comidas preferidas, no resultó ni tan prolija ni tan fiel a las recomendaciones de otros.

34 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 23.

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En primer lugar, y tal como lo hizo en sus famosos diarios de clase, la mujer utilizó el cuaderno

sin respetar márgenes ni renglones ni portadas. Es por ello que se vuelve difícil numerar las

páginas, porque escribió en todo espacio en blanco que el cuaderno dejaba, incluso las tapas. Por

otra parte, el modo de anotar las recetas fue el siguiente:

Falsa receta de torta chiffon

Esta torta se parece a la “chiffon” (que es más refinada)

No se enmanteca porque lleva aceite

5 huevos

1 pocillo (café) de agua

3 pocillos (café) de aceite

Royal 1 cucharadita

Sal (1 pisca)

15 cucharas al ras de harina y maicena. Tamizar

2 cucharadas de azúcar impalpable

1º mezcla

Yemas 5 (batidas) + azúcar + agua (15’)

Agregar la harina y maicena tamizada suavemente

Rociar con vainilla más royal

2º mezcla (agregar a la primera)

5 claras a nieve espumosa –agregar vainilla – trabajar suavemente – volcar suavemente – horno

Cruzando en forma vertical la receta y en el margen izquierdo está escrita la frase: “utensilios bien

secos”35.

La autora mantiene la división entre ingredientes y procedimientos, lo que permite pensar

que la receta fue extraída de algún libro o publicación periódica. No obstante, ya para los años

setenta y ochenta en los que Leticia recorta sus recetas, la prensa en general, con el fin de no

perder patrocinadores, evitaba utilizar marcas en las columnas culinarias. Así, si no tenían

auspiciantes específicos, las ecónomas presentaban los ingredientes por sus nombres genéricos.

En el caso de la falsa torta chiffón, Leticia utiliza la expresión “royal” con minúscula para referir

al polvo leudante. Esta es una usanza propia de las recetas transmitidas por medio de la oralidad

35 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 44.

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y por fuera de la lógica de los recetarios de la sociedad del consumo36. De este modo, entendemos

que la receta fue copiada al dictado de alguna amiga o de la memoria de la misma escribiente.

Asimismo, la prosa que comunica la receta está intervenida por subrayados, palabras

resaltadas o comentarios que, desde la experiencia, sugieren secretos a los fines de lograr mejores

resultados o explicar procedimientos. Por caso, esa indicación de no cubrir con manteca el molde

porque la torta lleva aceite en la masa o el tic de trabajar con utensilios secos. Anotaciones que

invitan a pensar que fueron realizadas con posterioridad a la escritura original de la receta y una

vez que fuera llevada a la práctica.

Sin dudas, la escritura de Leticia aligera el proceso de copiado utilizando paréntesis,

comillas para evitar repeticiones, listados de palabras, enumeraciones, abreviaturas, entre otros

recursos escriturales. Por otra parte, la prosa se encuentra intervenida por comentarios

superpuestos siempre con la misma caligrafía y por salpicaduras de líquidos que corren la tinta

del texto. Ambos detalles generan la idea de que el cuaderno era utilizado en la cocina y que la

misma autora cocinaba las recetas. Al lado de algunas recetas se apuntan los siguientes

comentarios:

“20’ de cocción. Creo que es mucho calor”37

“No se desprendió del fondo, parte de abajo quemada, rascar lo quemado”38

“tamizar más de una vez”39

“mezclar, no batir” 40

“antes encender el horno”41

“cuando la crema esté bien levantada dejar de batir”42

“si se pasa la cocción, quedan bizcochos”.43

Veamos otra receta característica del centro oeste de la provincia de Santa Fe y que la

autora transcribe:

36 Caldo, Paula, “Recetas, ecónomas, marcas…”, op. cit. 37 Cuaderno de recetas de Leticia, p.36. 38 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 36 39 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 44 40 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 58 41 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 3 42 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 3 43 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 77

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Torta galesa

Nº 10

Paquete de manteca y 50 gramos de harina. Mezclar hasta tener granitos de arena. Harina: dos

pocillos de vidrio marrón.

Algo más

Azúcar molida 1 taza

Pasas de corintia 1 taza

Nueces 1 taza

Cascara abrillantada de naranja 1 taza

Canela 1 cucharadita

Nuez moscada 1 cucharadita

Azúcar negra 1 taza

Cognac 1 taza

Mezcla 2

Leche 1 taza celeste

Bicarbonato 1 cucharadita + 2 de Royal

Al final vinagre 1 cuchara

Agregar la mezcla 2 a la 1

Debe quedar una mezcla o pasta húmeda, espesa, bien mezclada.

Dejar enfriar en el molde

Preparación del molde: enmantecado y cubrir el fondo 3 capas de papel madera y una de papel

manteca… Horno suave 1 h 20’44.

La Torta galesa está presentada a partir de un tipo de escritura más ligera, práctica y

adaptada a la cocina de las Cossettini que la receta de la Falsa torta chiffon. Resulta sugerente la

descripción de las tazas diferenciadas por colores para unidad de medida: pocillo marrón del

celeste, dato estético solo aplicable en la morada familiar. Tanto la comparación con los granos

de arena al igual que el adjetivo refinado en la prosa de la falsa chiffon, son expresiones propias

del léxico de Leticia. Justamente, las utilizaba en sus diarios de clase, en su correspondencia y

también en sus transcripciones culinarias. Así, esa singularización estética es el toque de identidad

que hace que estás fórmulas se vuelvan patrimonio de las hermanas. Además, la escritura se

aligera utilizando signos de puntuación, comillas (en el original cuando se reitera la palabra taza

o cuchara se utilizan comas).

44 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 52

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Este modo de escribir y de intervenir las recetas permite entender que efectivamente

Leticia las llevaba a la práctica. Pero además, esa preocupación por escribir consejos y

recomendaciones es la que nos devuelve a una Leticia aprendiz de cocinera y preocupada por

escribir unas fórmulas basadas en el sujeto que aprende a cocinar y no en la descripción

objetivada de los ingredientes. Oportunamente, Sennett Richard reflexiona sobre diferentes

modos de narrar una receta45. En este sentido diferencia las recetas centradas en los ingredientes

de aquellas expresadas a partir de una prosa empática con el sujeto que cocina. Las primeras

organizan la descripción en función de las características del objeto a tratar; en tanto, las segundas

adelantan posibles falencias, dificultades, miedos, etc., experimentados por los aprendices.

Leticia, reiteradas veces, interviene las recetas con acotaciones al margen basadas en su

experiencia. Tal es así que además de transcribir recetas, escribe “secretos prácticos para

cocinar”. Por ejemplo:

Irene dice:

Los reposteros (los maestros) no usan margarina, sino manteca. Preparan la cantidad a usarse y no

más. No usan harina leudante ni leudante. Todo es batido. La batidora poderosa aumenta mejor

que una común46.

Recomendaciones: utensilios bien secos, medir y tamizar cuidadosamente. Molde, no se enmanteca.

El horno se enciende suavemente cuando se empieza a preparar la torta, para llegar después a

mediano, 40’, los últimos 10’ subir un poco más47.

La compilación de sugerencias transversales a muchas recetas hace pensar en una mujer

práctica que necesita reunir una serie de indicaciones para resolver rápidamente los quehaceres

culinarios. Los nombres propios de mujeres (sin detalle de apellido) aparecen repetidas veces en

el recetario, Irene (sus consejos), Sara (bizcochuelo), Irma (masitas de coco). Asignar propietaria

a cada receta es un detalle que hallamos en los recetarios del siglo XIX y se prolonga al XX. El

mismo nos permite pensar en la cocina como tema de conversación e intercambio entre mujeres.

Lo sugerente de Leticia es que transcribe esas recetas y las discute con su “yo creo que es mucho

calor”. Así, la dinámica de la escritura va construyéndose al calor de la práctica culinaria misma.

45 Sennet, Richard, El artesano, Anagrama, Barcelona, 2009. 46 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 27. 47 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 54.

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Justamente, el analizar un manuscrito nos permite mensurar las marcas, correcciones e

intervenciones sobre la escritura que de ser editado son corregidas, tipificadas y disueltas. Sin

dudas, el cuaderno culinario de Leticia además de preservar fue una activa guía de acción

culinaria.

Otro dato insoslayable de estas recetas es la impronta del consumo tanto de

electrodomésticos como de productos con marcas. La alusión a la batidora es un detalle de

confort que viene a agilizar las prácticas culinarias, siendo propio de los años setenta y ochenta

del siglo XX48. En la dinámica del consumo, la escritura rápida de la cocinera adquiere un tono

particular. Trascribimos la siguiente frase esbozada por Leticia: “con una caja de exquisita, en

una pirex redonda”49. La oración amerita explicar algunos sobreentendidos que quizás el correr

del tiempo vaya transformando en indicios de época difíciles de traducir50. En el año 1959, la

compañía de productos alimenticios Los Molinos lanzó al mercado una pre-mezcla para preparar

bizcochuelos bajo la marca Exquisita. Con el correr de los años la marca fue perfeccionándose y

convirtiéndose en una ayuda fácil y exitosa para las amas de casa que deseaban preparar una torta

alta, esponjosa y segura. De este modo, iniciar la escritura de una receta anotando “una caja de

Exquisita” implica la presencia de una cocinera que buscaba atajos fáciles para sortear los

quehaceres cotidianos. Por otra parte, “la pirex” alude a los recipientes de vidrio importado de

Estados Unidos que, a partir de los años cincuenta, van a transformar en términos higiénicos,

los modos de cocinar en Argentina51. Así, las recetas de Leticia recuperan notas propias de las

décadas de 1860, 70 y 80, en las cuales la mujer moderna encuentra numerosas ayudas para

sobrellevar el trabajo doméstico.

5. Reflexiones sobre la experiencia

48 Pérez, Inés, El hogar tecnificado. Familias, género y vida cotidiana, 1940-1970, Biblos, Buenos Aires, 2012. 49 Cuaderno de recetas de Leticia, p. 16. 50 Una entrada pertinente para interpretar los sobreentendidos o los malentendidos en el discurso sobre la cocina se encuentra en el excelente trabajo Montanari, Massimo, El queso con las peras. La historia de un refrán, Trea, España, 2008. Libro en el cual el historiador analiza los refranes culinarios, su historización y su pérdida de sentido a través del tiempo. 51 Datos tomados de Borrini, Alberto, El siglo de la publicidad 1898-1998. Historia de la publicidad gráfica argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

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Finalmente, esbozaremos algunas reflexiones sobre la experiencia de analizar el cuaderno

de recetas culinarias de una mujer llamada Leticia. Como intentamos explicar, lejos de ser

cualquier mujer, ella fue la señorita Leticia, hermana de Olga, mentora de la más importante

experiencia educativa de corte escolanovista ocurrida en la provincia de Santa Fe. Hasta los años

cincuenta, Leticia se desempeñó como maestra, pero apartadas de sus tareas educativas,

sobrellevó la vida junto a sus hermanas, sin figura masculina de referencia en el núcleo

doméstico. El reparto del trabajo doméstico hizo que Leticia se transformara en guardiana y

hacedora de la comida familiar. Para ello, la mujer tuvo que aprender a cocinar. Actividad que

enfrentó con estrategias similares a las que utilizó tiempo antes en la docencia. El cuaderno en

blanco, lápices, revistas específicas y pedido de consejos para resolver la práctica. En otras

palabras, el otrora diario de clase fue reemplazado por el diario culinario, el cual, en forma

anárquica y sin respetar márgenes ni formatos, sirvió de soporte escrito de las recetas familiares.

En esta dinámica podemos aseverar que tanto la maestra como la cocinera, lejos de copiar y

aplicar, siguieron el atajo de la escritura para innovar, crear y darle tono propio a sus labores.

Valiéndose de la escritura y del cuaderno, la mujer compuso una gramática culinaria

estereotipadamente femenina. Por lo cual, las verduras, frutas y dulces eran los ejes de

alimentación. A ese detalle se suman la practicidad y los elementos de consumo que, entre las

décadas de 1960 y 1980, vinieron a solidarizarse con la mujer doméstica. Así, enlatados, masas

base pre-mezcladas o pre-elaboradas y electrodomésticos se tornan solidarios con la cocinera.

No sabemos si Leticia quería cocinar, pero la escritura de sus recetas está atiborrada de indicios

que demuestran que efectivamente lo hacía y se preocupaba por perfeccionar su labor. Es

justamente la escritura manuscrita de su cuaderno permanentemente intervenida la que da cuenta

de que al cocinar, ella reparaba en consejos y notas al margen.

Los estudios del saber culinario advirtieron que los recetarios de cocina no son la fuente

más adecuada para estudiar los modos de alimentarse de una sociedad, pero después de estudiar

este manuscrito estamos en condiciones de afirmar que los recetarios manuscritos sí lo son.52

Precisamente, porque estos textos fueron escritos al calor de la práctica y como ayuda memoria

y aportación de soluciones para las mismas. Con la misma mano que cocinaba se narraban por

52 Hyman, Philip y Hyman, Mary, “Imprimir la cocina: libros de cocina en Francia entre los siglos XV y XIX”, en Flandrin, Jean-Louis, y Montanari, Massimo, Historia de la alimentación, Trea, España, 1996, p. 797-812; Caldo, Paula, Un cachito de cocinera, op. Cit.

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escrito los detalles del arte de cocinar. Más aún en el caso de una maestra devenida cocinera,

acostumbrada a escribir las rutinas de sus prácticas. Así, Leticia escribió su hacer como docente

y también su hacer como cocinera, y al escribir, se escribió, afianzando en ella las marcas del

oficio que no demoraron en volverse parte de su identidad femenina. La otrora señorita Leticia,

devino finalmente cocinera.

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Resumen: El intelectual aymara Fausto Reinaga es señalado por diversos especialistas como uno de los ideólogos del indianismo, pensamiento que ha tenido gran relevancia en el desarrollo sociocultural y político reciente boliviano. El objetivo del artículo es historizar la producción del discurso educativo de Reinaga en La Revolución India (1970) y Tesis India (1971), problematizando su relación con la política pública en el área y la biografía del autor. La hipótesis sugiere que el autor concibió tempranamente a la educación como un campo de disputa frente al avance civilizador del Estado, cuestionando los conceptos de asimilación e integración, proponiendo formas de nacionalismo indígena.

Palabras clave: Discursos, Bolivia, Reinaga, Indianismo, Educación.

Educational Indianist Discourse in Fausto Reinaga: 1970-1971 Abstract: The Aymara intellectual Fausto Reinaga is widely held, by various experts, as an ideologist of Indianismo, a school of thought that has been very relevant in the recent Bolivian socio-cultural and political development. The objective of this article is to chronicle the use of Reinaga’s educational discourse in The Indian Revolution (1970) and Indian Thesis (1971), problematizing its relation to public policy in the region and the biography of the author. The hypothesis suggests that the author, from an early stage, viewed education as a disputed field, in the face of the creation of the State, questioning the concepts of assimilation and integration, proposing different forms of indigenous nationalism.

Keywords: Discourse, Bolivia, Reinaga, Indianismo, Education.

Discursos educativos indianistas en Fausto Reinaga: 1970-1971

Cristina Oyarzo Varela Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Recibido: 28/08/2019

Aceptado: 20/11/2019

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected]

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Discursos educativos indianistas en Fausto Reinaga:

1970-1971

Cristina Oyarzo Varela

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

En 1969, el intelectual aymara y boliviano Fausto Reinaga se preguntaba ¿Cómo puede el

aymara alfabetizar al castellano?, revirtiendo la direccionalidad del proceso por el cual se pretendió

expandir la cultura, tal como lo entendía el Estado y gran parte de la sociedad letrada en ese

momento. A través de La Revolución India1, el autor logró articular un cuerpo discursivo que tuvo

considerable incidencia en los modos de comprender el lugar indígena en décadas posteriores,

tal como lo afirma Silvia Rivera Cusicanqui y Esteban Ticona, entre otros autores2. El

indianismo, que corría en paralelo al indigenismo, se diferencia de este principalmente por dos

cosas, quien enuncia es un indígena y el horizonte al que aspira es a la liberación, haciendo un

contrapunto con la integración al mundo mestizo, hipótesis predominante hasta ese momento.

En ello, la disputa por la hegemonía cultural y política cobró visibilidad marcando una

discontinuidad, que se consolidó en años posteriores.

El artículo tiene por objeto historizar la producción del lenguaje educativo en el periodo

indianista de Reinaga, manifiesta en La Revolución India de 1970 y Tesis India de 1971,

problematizando su relación con los desarrollos de la política pública en el área y la propia

biografía del autor. Para ello se indagará en los proceso políticos y culturales predominantes, a

1 Reinaga, Fausto, La Revolución India, La Paz, Bolivia, Estado Plurinacional de Bolivia, Ministerio de Culturas y Turismo, Viceministerio de Descolonización, Fondo de Fomento e la Educación Cívica, Séptima Edición, 2014, p. 295. 2 Ticona, Esteban, “La producción del conocimiento descolonizador en contextos de colonialismo interno. El caso de Fausto Reinaga en Qullasuyo-Bolivia”, Revista Integra Educativa Vol. III, N° 1, En: http://www.revistasbolivianas.org.bo/pdf/rieiii/v3n1/a03.pdf; Rivera, Silvia. “Prólogo” de: Cruz, Gustavo, Los senderos de Fausto Reinaga. Filosofía de un pensamiento indio. CIDES-UMSA, Plural Editores, La Paz, 2013, p. 19. Entre otros autores que realizan esta lectura de la obra de Reinaga se encuentra Gustavo Cruz; entre otros.

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través de la revisión de fuentes documentales de archivo y hemeroteca, además de la lectura

crítica de la obra ya citada. En ambos casos, los textos serán abordados como fuente material de

discursos políticos, tal como sugiere Pocock, considerando que ellos mismos “actúan, individual

y acumulativamente, sobre los lenguajes en los que se expresan (pues) introducen nuevas

palabras, datos, percepciones y reglas del juego. La matriz se modifica, gradualmente o de forma

catastrófica, en el mismo momento en que se realiza un acto en su seno. Un texto es un actor en

su propia historia”3.

Como hipótesis, se plantea que el discurso indianista de Reinaga concibe tempranamente

a la educación como un campo de disputa ideológica frente al avance civilizador del Estado,

cuestionando los conceptos de asimilación e integración que se ubican en la base de la

perspectiva del nacionalismo revolucionario, responsable de las reformas puestas en marcha

luego de la Revolución de 1952. Ante ello propone un nacionalismo de tipo indígena, que tendría

en la educación, igualmente, uno de los instrumentos más relevantes para la realización de lo que

concibe como una verdadera revolución, y la liberación racial no solo de los pueblos originarios

sino de los y las bolivianas en general.

El artículo se organiza sobre un primer apartado con una breve una panorámica de la

trayectoria de Fausto Reinaga y su configuración del indianismo, en diálogo con el desarrollo y

evolución de la política boliviana; un segundo punto, donde se exponen los procesos de

expansión educativa implementados por la Revolución Nacional; y un tercer apartado donde se

analiza el discurso de Reinaga sobre la educación en las obras La Revolución India, de 1970 y Tesis

India de 1971. Cierran las consideraciones finales.

Previamente, es necesario hacer algunas precisiones sobre el instrumental utilizado y el

marco teórico que lo sustenta. Indagar en los modos en que se constituye un discurso sobre

educación no está exento de complejidades, pues el problema es preocupación central para la

sociedad latinoamericana en general y boliviana en particular, sobre todo en la segunda mitad del

siglo XX. Ello implica que las reflexiones producidas al respecto habitualmente consideran una

multiplicidad de elementos, por lo cual se requiere asumir una perspectiva que intente

aprehender el fenómeno de modos amplios, sin por ello desviar demasiado la pregunta. Si la

preocupación es dar cuenta de la incorporación de actores emergentes al debate, a través de obra

3 Pocock, John G.A., Pensamiento político e historia. Ensayos sobre teoría y método, Akal, Madrid, 2011, p. 127.

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escrita, cobran aun mayor centralidad las dimensiones políticas, las culturales e intelectuales del

asunto.

Siguiendo este hilo argumental, se hace pertinente la propuesta de historia intelectual

sugerida por Françoise Dosse, pues supone un abordaje historiográfico con flexibilidad

suficiente para la observación de cuestiones que se manifiestan en movimiento entre unas y otras

dimensiones. El autor sugiere que esta perspectiva remite a un “espacio de investigación (…)

que tiene como ambición el hacer que se expresen al mismo tiempo las obras, sus autores y el

contexto que las ha visto nacer… [y] pretende dar cuenta de los recorridos, de los itinerarios,

más allá de las fronteras disciplinares”4. Esta forma de conceptualización permite visualizar un

sistema de categorías para abordar preguntas, como un aparato de interpretación poroso, abierto.

Mas allá de que la ambición de empresa de Dosse esté en el horizonte, este articulo pretende ser

nada más que un acercamiento a la comprensión de la expresión reinagueana respecto al

problema educativo, en ese rango temporal tan preciso.

Considerando aquello, el articulo busca indagar en “la construcción discursiva del mundo

social con la construcción social de los discursos”, tal como sugiere Chartier5. Sobre esta base,

la categoría de discurso propuesta por J. G. A. Pocock permite ingresar a la obra de Reinaga,

articulándola, a su vez, con las particularidades de su biografía y el devenir sociopolítico boliviano

del perdido. Pocock propone entender los discursos como “una secuencia de actos de habla

realizados por los agentes en un contexto de prácticas sociales y situaciones históricas, y

expresados en unos lenguajes políticos imprescindibles para llevarlos a cabo”6.

Pocock habla de lenguajes y discursos, indistintamente. Coincidiendo con lo planteado por

Foucault en El Orden del Discurso7, hace hincapié en una característica determinante que tienen

estos dispositivos: en su producción, se ha desplegado constantemente una operación de

selección. De este modo, todo contenido puesto en el espacio público para la interacción entre

actores, para la negociación política y cultural implícita en el debate de ideas, remite a un lugar

de enunciación enraizado en la politicidad. Así, el historiador sugiere estudiar “los textos y

4 Dosse, François, La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual, Publicaciones Universidad de Valencia, Valencia, 2006, p14. 5 Chartier, Roger, Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin, Ediciones Manantal SRL, Buenos Aires, 1996, p. 8. 6 Pocock, Op.cit., p. 81. 7 Foucault, Michael, El orden del discurso, Letrae, Buenos Aires, 1992.

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documentos en tanto formas de expresión de discursos políticos”8, pues en un movimiento de

ida y vuelta, lo dicho por el autor supone una intencionalidad de afectación del interlocutor,

quien, a su vez, recepciona y lanza al debate sus interpretaciones.

Los sujetos, los textos y los contextos no son independientes entre sí, ni pueden

desvincularse del tiempo y el espacio que permite su producción discursiva: hacen uso de la

palabra, escrita o hablada como “miembros de categorías sociales, grupos, profesiones,

organizaciones, comunidades, sociedades o culturas”9, produciendo a su vez, la realidad social

en la que se inscriben, tal como lo plantea Chartier. En este sentido, se busca abordar a Reinaga

y su obra como un producto sociohistórico que permitirá dar luces sobre “las funciones sociales,

políticas o culturales del discurso dentro de las instituciones, los grupos o la sociedad y la cultura

en general”10.

Esta doble trayectoria es la que se debe tener en consideración de forma transversal en

el análisis que aquí se propone, donde el producto lingüístico generado, y a su vez, el sujeto que

lo produce, son hechos brotar por un tiempo y un espacio que, simultáneamente es transformado

por aquella salida a superficie.

1. Trayectoria vital e intelectual de Fausto Reinaga

José Félix Reinaga Chavarría nació en Bolivia el año 1906, como hijo de quechua-aymaras

analfabetos. Su madre no hablaba español, situación bastante común en el período, lo que

permitió que el autor tuviera como primera lengua el aymara. Su infancia transcurrió en

comunidades indígenas al norte de Potosí11, y comenzó a asistir a la escuela de forma irregular

8 Pocock, Op.cit., p. 95. 9 Orlandi, Eni, Análisis de Discurso. Principios y Procedimientos, LOM, Santiago de Chile, 2012, p. 21 10 Mengo, Renée Isabel, “El discurso como acción social”, Revista Latina de Comunicación Social, N° 58, julio-diciembre de 2004, Tenerife, España. En: http://www.ull.es/publicaciones/latina/20042458mengo.htm 11 Hay una cierta polémica sobre el origen aymara o quechua de Reinaga, porque en su obra entrega información contradictoria al respecto. El asunto del lugar de nacimiento remite a una cuestión étnica y podríamos decir que también política. Esto porque al referir haber nacido en el Lago Titicaca, se ubica entre la población Aymara, predominante en esa región. Si se considera la referencia a Potosí, se tendería a pensar en un origen quechua, que es la población mayoritaria del lugar. Como quiera que sea, su ascendencia india no es puesta en duda. Al interior de Bolivia esto no deja de ser interesante, pues la hegemonía cultural aymara ha sido cuestionada, en distintas ocasiones, por otros pueblos indígenas que cuentan con menor peso lingüístico y demográfico, lo que se transfiere a un correlato cultural y político.

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en su adolescencia, logrando destacar por sus destrezas intelectuales12. El autor asegura que recién

a los 16 años aprendió a leer, lo que junto a otras habilidades le permitió ingresar a la Universidad

para graduarse de abogado a los 30 años, en 193613. A partir de los relatos que el mismo intelectual

brinda, es posible identificar el paso de la vida en comunidad a la escuela como una ruptura

cultural cargada de contradicciones, lo que le generó angustia y al mismo tiempo pasión hacia

este mundo abierto por el conocimiento de tipo europeo occidental, en la forma que las

instituciones educativas latinoamericanas concebían el proceso educativo en ese momento. Todo

esto le permitió, a su vez, transitar a la vida mestiza, o como el mismo planteó, convertirse en

cholo14. Reinaga refiere haber vivido una compleja situación de juego de identidades, donde su

origen indio era un obstáculo permanente que se gestionaba con el acholamiento, es decir, con

el proceso de mestizaje cultural necesario para conseguir un mínimo de integración social. El

autor relata en primera persona:

Yo salí de la sociedad india y aprendí a leer a mis 16 años. Me incorporé a la sociedad ‘civilizada’

llevando en el fondo de mi conciencia y corazón el sagrado mandato inka ‘AMA SUA’, ‘AMA

LLULLA’, ‘AMA KHELLA’15 (…) el cholaje me tomó de la mano y me condujo como a un ciego,

por los vericuetos de su organización social. Yo conocí al cholaje vivencialmente. Con mi

personalidad india anulada me acholé. Y tuve vergüenza de mi origen autóctono. Asiéndome con

uñas y dientes a la teoría de la teoría ‘la única nobleza es la de la inteligencia’, renegué del indio,

desprecié al indio16.

Esta cita es significativa, pues refleja el estatus que le daba el autor al conocimiento

concebido en su sentido clásico en las sociedades letradas, y el rol que cumplía la educación en

12La mayoría de los estudiosos de Reinaga coinciden en general con estos datos, pero recientemente en Portugal y Macusaya. El Indianismo Katarista. Un análisis crítico, se desliza la duda sobre los posibles acomodos que habría hecho el mismo autor en sus libros y biografías, para la “construcción de la leyenda”, p.165. 13 Ticona Alejo, Esteban, El Indianismo de Fausto Reinaga: Orígenes, desarrollo y experiencia en Qullasuyu-Bolivia (Tesis doctoral inédita), Universidad Andina Simón Bolívar, Doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos. Ecuador, 2013, pp. 113-114. 14Concepto que generalmente se refiere a mestizo, pero en este caso el autor denota también una actitud de blanqueamiento, una desindianización, para poder acceder a la cultura mestiza. Aunque no es el tema de este trabajo, se advierte que la conceptualización de lo mestizo, lo indio, o lo blanco es muy compleja y no hay grandes acuerdos académicos al respecto, por lo que su uso aquí intenta reflejar el sentido que lee da el autor. 15 Mayúsculas del autor. 16 Reinaga, Fausto, La Intelligentsia del cholaje boliviano. Partido Indio de Bolivia, PIB, La Paz, Bolivia, 1967. Citado por Esteban Ticona Alejo. El Indianismo de Fausto Reinaga.

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el intento ambivalente por incluir a los pueblos indígenas en la modernización social. Era esta

una valoración tensionada, atravesada por dolorosas contradicciones. Gustavo Cruz, filosofo

argentino que ha estudiado con detenimiento la obra de Reinaga, plantea que el autor, a través

de sus relatos autobiográficos, muestra constantemente que “se hizo ilustrado”17, en el amplio

sentido que el concepto abarca, pues la idea de razón (ilustrada) aparece constantemente.

Su etapa universitaria transcurrió en Sucre, en la Universidad San Xavier de Chuquisaca,

la más antigua y una de las más importantes de Bolivia hasta el presente. Ese fue el momento en

que comenzó su trayectoria como activista y su militancia, también sus primeras experiencias de

escritura. La tesis de licenciatura presentada por Reinaga para obtener el grado de abogado se

publicó como su primer libro, titulado Mitayos y Yanaconas, en 1940. De acuerdo a Cruz, en este

trabajo es posible identificar la influencia indigenista de los peruanos Luis Valcárcel y Carlos

Mariátegui y de los bolivianos Tristán Marof y Franz Tamayo. Estas lecturas redundarían en la

articulación de una escritura “marxista indianizada”18, pues desde sus inicios Reinaga va

entretejiendo la cuestión indígena con las reflexiones de sociales y con el lenguaje clasista que se

desplegaba en el periodo.

Mas allá de las, sin duda, importantes influencias del indigenismo y el marxismo en el

temprano Reinaga, debe prestarse especial atención al lugar que el nacionalismo fue ocupando

en sus reflexiones, pues, concordando con Cruz, es quizás la perspectiva política que más estable

se mantuvo a lo largo de su trayectoria. No obstante, este detenimiento tiene que ver mas bien

con la centralidad del concepto más que con su permanencia. En la interrogación sobre el modo

en que el autor concibe la concreción de su perspectiva indianista a través de la especificidad del

discurso educativo, se podrá visualizar que es la estructura del nacionalismo revolucionario la

que predomina. Así, una de las hipótesis secundarias propuestas por este artículo es que este

modo particular de nacionalismo, producido desde la década de 1940, es el que otorga un

“modelo” a los planteamientos del Reinaga de 1970.

En este periodo, la militancia del autor se manifestó en la adhesión al gobierno de

Gualberto Villarroel entre 1943-1946. Fue electo Diputado Convencional por el naciente

17 Cruz, Gustavo, Los senderos de Fausto Reinaga. Filosofía de un pensamiento indio. CIDES-UMSA y Plural Editores, La Paz, Bolivia, 2013, p. 66. 18 Ibíd., p. 134.

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Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR19 en 1944. Como parte de este proceso, tuvo

participación en el Primer Congreso Indigenal de Bolivia en 1945. Posteriormente, Reinaga se

alejó del MNR. El asesinato del presidente Gualberto Villarroel acentuó aún más su crítica al

partido, lo que terminó con su expulsión en 1947, lo que no impidió su apoyo inicial a la

Revolución Nacionalista de 1952. Esta toma de postura rápidamente se convirtió en crítica,

principalmente por el incumplimiento de las expectativas generadas por el Movimiento para

abordar las principales demandas indígenas a través de la Reforma Agraria, política

implementada a partir de 195320.

En aquellos tiempos de revolución, Reinaga atravesaba por un desplazamiento lento pero

sostenido hacia la problemática indígena como centro de su reflexión, pues el autor estaba

desarrollando una consistente deriva sobre “lo indio como problema social (dimensión política)

y como fundamento del pensamiento (dimensión epistemológica)”21. Lentamente Reinaga

comenzaba a visualizar a un país atravesado por la cuestión indígena como principal marcador

de su configuración política y cultural.

La aparición de esta perspectiva se manifestó en sus modos de problematizar su mundo

y Bolivia que, en 1953 escribió Tierra y Libertad. La revolución nacional y el indio. En este trabajo fue

donde, por primera vez, se declaró explícita y contundentemente indio, apropiándose de una

categoría utilizada de modo peyorativo, pero que, desde ese momento, comenzó a desplegar un

creciente potencial intelectual y político en las nuevas generaciones de aymaras, quechuas y

miembros y otros pueblos originarios de Bolivia. Aquí, Reinaga plantea que su país es indio y lo

hace desde el orgullo, a diferencia de lo manifestado en las décadas anteriores. Esta

autoconcepción, poco a poco, lo fue alejando de sus intentos por ser integrado a la sociedad

mestiza, lo que se irá convirtiendo en fuerza motriz para el indianismo.

La preocupación por la cuestión indígena no era exclusiva de Reinaga, muestra de ello es

la realización en La Paz del III Congreso Indigenista Latinoamericano (1954), que reflejó el peso

que tenía este problema para la política nacional boliviana y, a su vez, el cariz de las demandas

19 El Movimiento Nacionalista Revolucionario nace en 1942, en el marco del reordenamiento político boliviano luego del fracaso de la Guerra del Chaco. Es el que lleva adelante la Revolución Nacional de 1952 que implicó sendas reformas sociales, entre ellas la Reforma Agraria de 1953 y la Reforma Educativa de 1955, entre otras. Es un partido vigente al día de hoy. 20 Cruz, Op.cit., pp. 94-97. 21 Ibid., p. 105.

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que circulaban. El autor, en el documento llamado “Un mensaje al III Congreso Indigenista

Interamericano”, expresaba cuales debieran ser los objetivos del encuentro, destacando, entre otras

cosas, que a las masas indias hay que “alfabetizarlas extensa e intensivamente; educarlas en el

ejercicio de sus deberes y derechos políticos, sindicales, sociales y económicos”22, cuestión que

como veremos más adelante, es precisamente el centro de su crítica y ruptura con las estrategias

que, efectivamente, logró implementar el Estado para la consecución de los mismos objetivos

exigidos por Reinaga.

La racialización de los discursos de Reinaga fue paulatina y tuvo su momento de mayor

intensidad en la etapa indianista23. Silvia Rivera plantea que “esta trayectoria comienza con el

rechazo a la “campesinización (y occidentalización) del indio”, que fue el resultado de la Reforma

agraria y la escuela rural”24, pero Gustavo Cruz considera que los antecedentes de su

indianización están presentes en su obra inicial, aunque con características más bien

indigenistas25.

Cruz sugiere delimitar el periodo indianista en Reinaga desde 1963 con la obra El Cuzco

que he sentido y hasta 1974 con América india y occidente26. Entre esos años culminaron los gobiernos

del MNR27 y comenzó la etapa de las dictaduras militares28. En sus relatos biográficos, el autor

cuenta que en la década de los sesenta dejó definitivamente el marxismo, comenzando su periodo

indianista29. Hay aquí un desplazamiento de subjetividades profundo, del que ya había

22 Reinaga, citado por Cruz, p. 110. 23 Rivera coincide con la hipótesis de Cruz que deja fuera de los límites el indianismo de Reinaga cualquier tipo de esencialismo respecto del tema étnico: este último plantea que “es fundamental indicar que no existe una esencialización metafísica de lo indio y lo cholo o mestizo, sino una politización histórica de ambos términos” (p.223) y Rivera insiste en que el objetivo de Reinaga es resolver la cuestión de la raza y la nación a través de su relación con el poder (p.20). 24 Rivera Cusicanqui, Silvia, Prólogo a Cruz, Gustavo, Los senderos de Fausto Reinaga. Filosofía de un pensamiento indio. CIDES-UMSA y Plural Editores, La Paz, 2013, p. 18. 25 Cruz, Op.cit., p. 134 y 189. 26 Ibid., p. 49. 27 Los gobiernos del MNR en este período van desde 1952 hasta 1964. 28 Transcurrieron desde 1964 hasta 1982. 29 Cruz propone una periodización de la obra total de Reinaga que se compone de una etapa inicial que va desde 1940 a 1960 y refleja las principales corrientes que nutren su producción, es decir, el nacionalismo, el indigenismo y el marxismo-leninismo. Esta etapa se caracteriza por el compromiso de Reinaga con el MNR y su Revolución de 1952, por las lecturas indigenistas de los peruanos Mariátegui, Valcárcel y del boliviano Franz Tamayo y por una cierta práctica del marxismo sin adscribir totalmente a su cuerpo doctrinal. Algunas de las obras más características de este período son la ya mencionada Mitayos y yanaconas de 1940; Nacionalismo boliviano. Teoría y programa de 1952; Tierra y libertad. La revolución nacional y el indio de 1953 y Alcides Arguedas de 1960, entre otras. Un segundo momento, la etapa indianista, transcurre desde la fundación del PIAK-PIB hasta finales de la década de los 70, donde escribe las obras aquí analizadas y por último la etapa amautica, que comienza luego de su distanciamiento del programa

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antecedentes, pero que en la década del setenta se consolidó, concretándose en las obras

producidas en el periodo.

En 1962 el autor participó en la fundación del Partido de Indios Aymaras y Keswas,

PIAK30, uno de los primeros partidos indios de Bolivia. Apareció aquí de forma definitiva la

distinción entre indigenismo e indianismo. En esta su etapa indianista, en solo dos años, escribió

los tres textos más emblemáticos del indianismo: La revolución india, 1970; Manifiesto del partido

indio de Bolivia, 1970 y Tesis India de 1971. Con ellos buscó incidir en política, principalmente a

través de organizaciones campesinas y sindicales. Sin embargo, tuvo escaso éxito, situación que

no cambió hasta el final de sus días.

Para Reinaga, el acto de pensar o filosofar fue sinónimo de combate ideológico31 y desde

esa perspectiva es que hay que dimensionar una obra que comenzó en el año 1940 con Mitayos y

Yanaconas y terminó en 1991 con El Pensamiento Indio, totalizando 26 libros y diversa escritura en

formatos menores. Aun cuando el autor no logró impactar de manera significativa en los

procesos políticos de su época, su obra le permitió transformarse en un intelectual decisivo para

el debate del problema indígena en la Bolivia contemporánea y gran parte de la región andina.

2. El estado de la política educativa en Bolivia

Para acceder situadamente al discurso que Reinaga construye sobre la escuela y la

educación del Estado entre 1970 y 1971, es necesario poner en relieve algunas cuestiones del

panorama de la educación boliviana en el período, y desde allí indagar cómo es que el autor hace

interlocución con el Estado y la política contingente.

Desde las primeras décadas del siglo, pero especialmente desde la revolución nacionalista

de 1952, la educación se constituyó en un dispositivo integrador de los pueblos indígenas a la

político indianista en 1978 y cierra en 1991 con su último libro El Pensamiento Indio. En esta etapa el autor ya no plantea la libración de los indios, sino que centra su atención en los devenires de la humanidad, lo que implica una especie intento de universalización de su pensamiento, en el sentido de una oposición a la filosofía y razón occidental a través de su filosofía. Esta parte de la historia de Reinaga es fuertemente criticada por diversos sectores, calificándola de esotérica. Rivera inclusive llega a decir de ella que es una derivación autoritaria con un trasfondo patriarcalista, mesiánico y de culto a la razón, a mucha distancia del supuesto pensamiento descolonizador que otros le atribuyen. Algunas de las obras de esta etapa son La razón y el indio, de 1978; La revolución amautica, de 1980; Sócrates y yo, de 1983, entre otras. 30 Posteriormente, en 1966 pasará a llamarse Partido Indio de Bolivia, PIB. 31 Cruz, Op.cit., p.74.

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idea de nación boliviana. Mas allá de las polémicas sobre las distintas funciones de esta operación

habría cumplido, en ese momento se planteaba que era una de las estrategias más adecuadas para

que los indígenas adquirieran el estatuto de ciudadanía en sentido amplio. Sin embargo, el acceso

a la educación traía aparejado un proceso que comenzó a llamarse en algunos círculos la

desidianización. Reinaga da cuenta de ello en sus relatos: ir a la escuela, y aún más, cursar estudios

superiores, implicaba, necesariamente, acholamiento.

En la primera parte del siglo XX, la débil extensión del sistema educativo público

boliviano hacía que, para la década de 1950, fuera uno de los países con más baja escolarización

en América Latina, ubicándose en un rango de entre el 20% y el 29.99% de población

escolarizada a nivel primario y entre un 10% y el 19.99% para el nivel secundario32. Es

ampliamente aceptada la hipótesis de que la expansión del sistema educativo está relacionada

con la construcción de lo nacional en toda América Latina, especialmente en contextos de

heterogeneidad étnica, donde la educación llegó a ser entendida como medio de

homogeneización social y cultural33. Por esto no es extraño que para el nacionalismo del MNR,

que llevó adelante la Revolución Nacional de 1952, la educación fuera una prioridad

materializada en el nuevo Código de la Educación Boliviana, promulgado en enero 195534. De

hecho, en el proceso de discusión de la reforma, el Ministerio de Asuntos Campesinos participó

con igual número de miembros que el Ministerio de Educación, lo cual visibiliza la centralidad

del problema de la educación en el campo, donde estaba la mayoría de población indígena del

país en ese momento.

El Código de la Educación Boliviana reafirmó el Estado docente, ya consagrado en la

Constitución Política de 193835. Víctor Paz Estenssoro, Presidente de la República de la época,

planteaba que la educación era “una de las principales funciones del Estado”, pues ella “tiende a

32 SITEAL, “Atlas de las Desigualdades Educativas en América Latina. Capítulo II La expansión de la escolarización desde mediados del siglo XX”. Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina, SITEAL. Disponible en: http://atlas.siteal.org/capitulo_2#3 33 Rivero, José, “Expansión de la escolaridad latinoamericana desde mediados del siglo XX: entre la inclusión y exclusión”. Comentario al capítulo II del Atlas de las desigualdades educativas en América Latina, SITEAL. Disponible en: http://atlas.siteal.org/sites/default/files/SITEAL_Atlascap2_20110113_Munoz_Izquierdo.pdf 34 Cajías, Beatriz, “1955: De una educación de castas a una educación de masas”, Revista Ciencia y Cultura, N° 3, Universidad Católica de Bolivia, 1998, p. 42. 35 Constitución Política del Estado, 1938; Sección Décimo-octava sobre Régimen Cultural, Artículo N° 154: “La educación es la más alta función del Estado (…)”. En la misma, el tema de la educación indígena está regulada en la Sección Decimonovena, Artículo N° 167: “El Estado fomentará la educación del campesino, mediante núcleos escolares indígenas que tengan carácter integral abarcando aspectos económico, social y pedagógico”.

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la formación de los individuos, en hábitos, normas, conducta y conocimientos, de acuerdo a las

necesidades de cada época y a los intereses de los grupos dominantes”36. El “grupo dominante”

era el Movimiento Nacionalista Revolucionario, que ponía en circulación una particular visión

sobre la construcción de la nacionalidad, orientada, entre otras cosas, a la integración de los

indígenas a un proyecto desarrollista de Bolivia, principalmente a través de procesos económicos,

es decir, concibiéndolos como trabajadores, ya sea urbanos o del campo. Por ello, a su vez, se

manifiesta el vínculo con la reforma agraria.

El Código de la Educación Boliviana reflejaba la forma y el rol que el nacionalismo

revolucionario asignaba a la educación este proyecto nacionalista, cuestión que estaba en sintonía

con las sensibilidades de Reinaga en ese entonces. El documento establece que:

Las grandes conquistas económicas, sociales y políticas de la Revolución Nacional, necesitan

complementarse mediante un sistema de educación pública, que abra nuevos horizontes a la vida

verazmente democrática, a la superación cultural de las grandes mayorías nacionales y a la

formación de técnicos para el desarrollo de la economía del país; (…) que la educación tiende a

formar al hombre equilibrado, sano y fuerte en lo físico, vigoroso y capaz en lo intelectual, superior

por su moral privada y pública, socialmente eficiente por su dominio de alguna técnica de trabajo,

elevado por su sentido de lo estético y civilizado por sus hábitos, armonizando así la supremacía

del espíritu con la defensa biológica del individuo y las necesidades de la colectividad; (…) que la

reforma educacional se impone como una necesidad de la obra revolucionaria, a fin de romper el

monopolio de la educación, poniéndola al servicio del pueblo, para que llegue a todos los hombres

y mujeres, especialmente a las mayorías obrera y campesina37.

En su artículo segundo, entre otros fines, explicita que la educación busca:

Incorporar a la vida nacional a las grandes mayorías campesinas, obreras, artesanales y de clase

media, con pleno goce de sus derechos y deberes, a través de la alfabetización a gran escala y de

una educación básica (…) dignificar al campesino, en su medio, con ayuda de la ciencia y de la

técnica, haciendo de él un eficaz productor y consumidor38.

36 Cajías, Op.cit., p. 44. 37 Código de la Educación Boliviana, 20 de enero de 1955, Tercer Considerando. 38 Artículo 2, n° 6. Código de la Educación Boliviana.

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Magdalena Cajías, historiadora y ex Ministra de Educación, plantea que la reforma tuvo

un eje democratizador, porque además sus “objetivos no se redujeron a la enseñanza de lectura

y escritura, sino que abarcaron el mejoramiento de las condiciones generales de la vida y de

trabajo de los adultos, además de la defensa y la consolidación de la cultura nacional”39. Este

objetivo está directamente relacionado con la gran masa indígena del campo, porque “la acción

alfabetizadora se hará en las zonas donde predominen lenguas vernáculas, utilizando el idioma

nativo como vehículo para el inmediato aprendizaje del castellano como factor necesario de

integración lingüística nacional”40.

La reforma habilitó a un número considerable de población indígena para el mundo del

trabajo urbano y del campo, desde la lógica nacionalista. En su lenguaje, transformó a los

indígenas en servidores eficientes, donde cada uno sería un “eficaz productor y consumidor”, lo

que permite pensar que el acceso a la ciudadanía y a la nacionalidad se vinculó, principalmente,

con la incorporación productiva al Estado. Desde esta perspectiva, no se escatimaba en esfuerzos

para hacer desaparecer a los indios y con ello producir el advenimiento de los bolivianos, en

forma de campesinos.

El principal fallo de esta narrativa fue que el nacionalismo no tuvo la capacidad de ver,

en ese momento, la especificidad de la trayectoria cultural y política indígena dentro del territorio.

Hubo ceguera ante producción de subordinación y racialización de parte de las mismas

instituciones que declaraban cuestionar el colonialismo, inclusive complejizando las formas de

dominación cultural. En suma, el Estado y los gobiernos del periodo pretendían abordar el

problema de las relaciones interétnicas solo desde una dimensión económica, anulando las

múltiples otras manifestaciones de estas comunidades políticas diferenciadas, cuestión que

repercutirá en la posterior generación de discursos críticos a este abordaje, especialmente

respecto de las estrategias educativas implementadas.

Para el año 1965 las cifras de cobertura escolar habían aumentado en comparación con

la década anterior, llegando a un 49,99% de la población con acceso a la educación primaria y a

un rango de 20% y 29.99% de inclusión en educación secundaria, pero aun mintiéndose en los

39 Cajías, Magdalena, “La Revolución Nacional: actores sociales y políticos en alianza y disputa (1952-1964)”, Primera Parte. De la Revolución Nacional a la crisis del Estado de 1952. Cajías, Magdalena, Coordinadora. Bolivia su Historia. Capítulo VI, Constitución, desarrollo y crisis del Estado de 1952, p. 58. 40 Código de la Educación Boliviana. Artículo 115.

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últimos lugares de América Latina41. En 1975 Bolivia alcanzó una cobertura de educación

primaria de entre un rango del 50% y 59,99% de su población total42, con índices menores de

escolarización secundaria. Herbert Klein afirma que en este período se produce un aumento de

los hablantes de español -que por primera vez en la historia de Bolivia llega a ser el idioma más

extendido- en forma de bilingüismo producto de la castellanización del mundo rural43. Al mismo

tiempo, la cantidad de monolingües españoles para 1976 es de solo el 36%44, por lo que se puede

proyectar la incidencia de lengua indígena en la población total y, por lo tanto, las características

étnicas de una población que, aun cuando la alfabetización se ha extendido considerablemente,

sigue siendo mayoritariamente indígena, al menos desde la perspectiva de la lengua.

Esta es la configuración social y cultural en medio de la cual Reinaga parte de su obra, la

que es motivo de revisión en el artículo. De la producción intelectual de este período se van a

abordar dos de las más emblemáticas: La Revolución India de 1970 y Tesis India, de 1971, escritos

donde se puede observar una clara vocación por la construcción de un poder indio45. Aunque

estos no fueron los primeros textos indianistas, se transformaron en documentos fundamentales

del indianismo político contemporáneo, lo que implica que las ideas allí vertidas calaron de

manera determinante en el abordaje del problema indígena boliviano.

3. Construcción de discursos racializados sobre educación en Reinaga

Como ya se ha mencionado, las obras que se revisan en este trabajo constituyen parte de

la producción de mayor alcance político de Reinaga, principalmente por su difusión. De ahí

deriva la importancia de la reflexión que el autor hizo en torno a la educación, ya que esta

construcción discursiva marcó el sendero para la crítica cultural y política que se hará al Estado

y a sus estrategias de asimilación e integración de las masas indígenas, en las décadas posteriores

y hasta el presente. En ambas, el autor presentó un consistente cuestionamiento a la forma en

41 SITEAL, “Atlas de las Desigualdades Educativas en América Latina. Capítulo II La expansión de la escolarización desde mediados del siglo XX”. Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina, SITEAL. Disponible en: http://atlas.siteal.org/capitulo_2#3 42 Ibíd. 43 Klein, Herbert, Historia de Bolivia. 4 Edición, Librería Editorial G.U.M, La Paz, Bolivia, 2011, p. 263 44 Chiodi, Francesco (Compilador), La educación indígena en América Latina. México – Guatemala – Ecuador – Perú – Bolivia. P.EBI (MEC-GTZ) & ABYA-YALA, Quito, Ecuador y UNESCO/OREALC, Santiago, Chile, 1990, p. 236. 45 Cruz, Op. cit., p. 44.

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que el Estado, primero en manos del nacionalismo revolucionario, pero luego de militares,

enfrentó las relaciones con los pueblos indígenas, lo que el autor ve como el principal problema

nacional.

Ticona y Cruz hablan de indianismo para nominar el pensamiento reinagueano del

momento. Este puede ser entendido como una ideología-filosofía que tiene por objeto la

liberación de los indios desde sí mismos a través de la revolución india, categoría política que se

transformó en la base del pensamiento y horizonte de Reinaga en este período46. Esto sobre la

base de un diagnóstico que visualizaba a “dos Bolivias irreconciliables, la mestiza europeizada y

la kolla-autóctona o india (…) (y) el parasitismo de las elites criollas y de los mestizos

subordinados a ellas, incapaces de desarrollar el capitalismo y de construir un Estado y una

nación soberanos frente al dominio extranjero, que incluya a los indios”47. Ante esto, Reinaga

propone una actualización de los modos de organización inkaica y la creación del Kollasuyo, una

nación propia para los indios, que incluiría a los blanco-mestizos48, por medio de la asimilación

de estos siguiendo el razonamiento de que, al lograr la liberación de los esclavizados, se libera, a

su vez, a la sociedad esclavizadora49.

De todo ello se desprende la diferencia con el indigenismo, que es una perspectiva a la

que preocupa el estatus de las poblaciones indígenas, pero es fundamentalmente mestiza, es

decir, se elabora por sujetos no indígenas y aspira a la asimilación e integración de estos a las

mayorías nacionales, sin postular un proyecto alternativo. Del indianismo, Reinaga es uno de sus

principales pensadores, pero esta perspectiva tiene a otros representantes, a mayor o menor

distancia del autor, aun cuando es indiscutible la influencia de este en las manifestaciones

indianistas no reinagueanas. Rivera plantea que las ideas de Reinaga en este período circulaban

ampliamente entre indianistas y kataristas y que muchos de los planteamientos centrales de

debate indianista-indigenista contemporáneo -como por ejemplo la idea del “pongueaje político”

46 Íbid., pp. 50 y 140. 47 Escárzaga, Fabiola, “Comunidad indígena y revolución en Bolivia: el pensamiento indianista-katarista de Fausto Reinaga y Felipe Quispe”, Política y Cultura, primavera de 2012, N°37, p 194. 48 Rivera coincide con la hipótesis de Cruz que deja fuera de los límites el indianismo de Reinaga cualquier tipo de esencialismo respecto del tema étnico: este último plantea que “es fundamental indicar que no existe una esencialización metafísica de lo indio y lo cholo o mestizo, sino una politización histórica de ambos términos” (p. 233) lo intenta resolver la cuestión de la raza y la nación a través de la captura de su relación con el poder (p. 20). 49Escárzaga, Op.cit., p. 195.

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y la exaltación del orden ético prehispánico del “ama suwa, ama llulla, ama qhilla, además de la ya

mencionada idea de las dos bolivias”- son inspirados en Reinaga50.

Con su obra, el autor intentaba interpelar a los indios -letrados- y ya no al mundo mestizo,

argumentando que “la batalla se centraba más que nunca en descolonizar los cerebros indios –

comenzando por el suyo propio- a través del combate ideológico”51. De lo anterior se desprende

un elemento clave para abordar indianismo reinagueano y su discurso sobre educación,

vinculado a que “sus interlocutores son los indios, pero no aquellos que hablan solo idiomas

nativos, sino los indios letrados, producto de la reforma agraria, de la migración a las ciudades y

de la escuela”52. Aun así, para Ticona la etapa indianista de Reinaga representa la generación de

una episteme filosófico política descolonizadora, que intenta utilizar la resignificación teórica

como un arma de liberación india y que todos estos procesos están íntimamente relacionados

con la historia reciente de Bolivia.

En La Revolución India el autor dedica un apartado a la educación, bajo el título de

“Escuela” dentro del Capítulo Cuarto, titulado “Reforma Agraria”. El capítulo abarca además

las cuestiones de la Tierra; Impuestos; Iglesia y Voto Indio, todo lo cual que hace alusión directa

a las esferas de actuación político administrativas del Estado.

Aquí, Reinaga plasma la imagen de un momento particular respecto de la educación en

Bolivia y a la vez, la forma en que concibe el dispositivo, asegurando que:

La escuela es una fábrica, como la fábrica de zapatos o automóviles. En el aula se hacen los

hombres. Se educan y se forman bajo un modelo. El cerebro del niño se modela en una horma

como un sombrero. Programas y planes; director y profesores son elaborados y hechos en una

horma por el Ministerio de Educación y la Dirección de la Educación Fundamental del Ministerio

de Asuntos Campesinos (…) la enseñanza se imparte también con un plano. Se halla planificada.

La enseñanza del indio ¿planifica el indio? No. Planifican sus enemigos mortales: el gringo técnico,

el gringo cura y el cholaje-gamonal blanco-mestizo53.

50 Rivera, Prólogo a Cruz, p. 19. 51 Ibíd. 52 Ibíd., p. 17. 53 Reinaga, Fausto, La Revolución India, Primera edición, 1970. La Paz, Bolivia. Estado Plurinacional de Bolivia, Ministerio de Culturas y Turismo, Viceministerio de Descolonización, Fondo de Fomento e la Educación Cívica. Séptima Edición, 2014, p. 293.

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Reinaga hacia una constatación, que ya antes se había adelantado. En Bolivia, en la década

de 1970 existía un Estado docente –más o menos exitoso-, tal como quedó establecido desde la

Constitución de 1938. Y efectivamente el modelo había logrado penetrar en el núcleo de la

sociedad indígena. Existía una planificación estatal que permitió la uniformización social,

principalmente a través de la integración a los indígenas al sistema productivo. Todo lo que es

consistente con las premisas puestas en práctica por el nacionalismo revolucionario.

Reinaga no hacía una valoración positiva de todo aquello, como si se hacía desde la

perspectiva del indigenismo en ese periodo. El autor, desde la mirada del indianismo a través de

la metáfora de la fábrica, desplegaba la idea de que el sujeto que era educado era eminentemente

producido por los intereses del Estado y sus instituciones, de la misma manera en que lo son los

educadores. Aquí el sujeto era la niña o niño indio, cuyos intereses dudosamente coincidirían

con los del Estado, puesto que en este último estaban sus lo que Reinaga concebía como sus

“enemigos mortales”, es decir, los mestizos y los blancos.

Esta referencia refleja la tesis de las dos bolivias -la Bolivia blanca y mestiza (cholo

mestiza) y la Bolivia india- subyacente en toda la obra de Reinaga e insumo que ha sido

transmitido con efectividad a posteriores generaciones de intelectuales y activistas, tal como se

ha planteado previamente. En esta hipótesis aparece la diferencia racializada, es decir, la

concepción de distancia con los otros a partir de la cuestión étnica, por sobre otras categorías

susceptibles de producir diferencia, como la clase, la nacionalidad, el género, entre otras. En esta

escritura, existían enemigos de los indígenas, y estos no eran los ricos, ni siquiera el Estado en

abstracto. Eran los blancos y los mestizos, quienes justamente estaban decidiendo y modelando

los sistemas de ideas de niñas y niños aymaras, quechuas, guaraníes y de otros pueblos originarios

del territorio que hoy se concibe como Bolivia.

Es ilustrativa la referencia que hace a la posición en que estarían los maestros, que

también serían producidos desde el Estado. Ello marcaba una diferencia con el modo en se había

gestionado la educación indígena en décadas anteriores, cuando los agentes contaban con ciertos

grados de libertad para definir sus agendas. Uno de los discursos del Presidente Gualberto

Villarroel, en 1945, permite acceder a ese pasado: “es sorprendente la inquietud en las

poblaciones campesinas para fundar escuelas y sostenerlas con sus propios peculios. Los

indígenas comunarios del país han instalado con sus propios medios 326 escuelas en los últimos

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meses”54. Antes de la implementación de la reforma de 1955, la educación de los pueblos

indígenas se articulaba con la idea misma de resistencia, cuestión que fue modificada con el

avance del Estado. Al momento de ser absorbida por el Estado –como reivindicación indígena,

qué duda cabe- la educación pasó a ser uno más de los espacios de construcción de nacionalidad,

con una función homogeneizadora.

Reinaga plantea que en esta educación “el propósito fundamental, el fin supremo de la

“escuela campesina” es hacer del niño indio un mestizo europeizado. Un cholo k’ara”55. Con ello

quiere decir, desindianizar a los pueblos indígenas, tal como su experiencia vital le había

mostrado. Es bueno recordar la cita del primer apartado, donde el autor relata cómo el paso por

la escuela logró anular su indianidad, acholarlo y provocarle vergüenza de su origen. Relató en

primera persona: “renegué del indio, desprecié al indio”. Esta toma de postura, mas allá de la

experiencia personal, sugiere un proceso general que marcó de forma determinante su

percepción del rol de la educación indígena, tanto como llegar a plantear en La revolución india

que “la escuela para el niño indio es la escuela del odio. Odio a su nombre. Odio a su sangre.

Odio a su lengua. Odio a su piel. Odio a sus dioses. Odio a sí mismo. En suma, odio a su raza y

su cultura”56.

Fausto Reinaga planteó que la escuela buscaba “cambiar la cultura vital por otra cultura

ajena y artificial” lo que implica “matar una cultura natural y milenaria y poner en su lugar la

cultura del conquistador blanco-europeo”57. Al matar la cultura, Reinaga pareciera decir que se

da muerte a los indios como sujetos, y se inventa así, a un otro mestizo, tal como se hizo con el

mismo. En su proyecto, el indianismo permitiría hacer volver al indio, para trabajar por la

liberación de sí y la construcción de una Bolivia nueva.

Una cuestión interesante es el tratamiento que el autor hace de la alfabetización en La

Revolución India. En el texto entiende al alfabeto como “un arma, como el puñal o el fusil”,

asegurando que es un instrumento de lucha, uno de aquellos que occidente trajo a América para

conquistar al Tawantinsuyu, aunque sin éxito, pues “no vencieron al indio”58. En esta reflexión

es donde se hace la pregunta con la que se inicia este artículo ¿Cómo el aymara puede alfabetizar al

54 Villarroel, Gualberto, Mensaje a la H. Convención Nacional de 1945, La Paz, Bolivia, 1945, p. 54. 55 Reinaga, La Revolución India, Op.cit., p. 294. 56 Ibíd. 57 Ibíd. 58 Reinaga, La Revolución India, Op.cit., p. 295.

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castellano? A través de ella quiere dar cuenta de los dos universos culturales contrapuestos en los

que habitan los indios y los blanco-mestizos, haciendo alusión otra vez a la metáfora de las dos

bolivias, y preguntándose cuál es la razón de fondo de la intención de asimilación de los blancos

respecto de los indios. Su respuesta tentativa es que opera aquí una voluntad de dominación,

porque la “estructura mental, la psiquis, el alma de los pueblos vive, radica en su lengua (…) el

indio al castellanizarse se desgaja de su cultura. Se extingue, muere para su cultura. El indio

castellanizado es un indio muerto”59.

Paradójico es que, aun con la reivindicación que hace de los idiomas indígenas en Bolivia

y la crítica implacable a la educación del Estado, sus interlocutores sean los indios castellanizados,

porque el autor escribe sus obras en español, “no por cierto para los indios monolingües del

campo, las minas y las ciudades, sino para aquellos que ya habían pasado por la “moledera de

carne” de la escuela, el cuartel y el trabajo asalariado: los indios ch’ixi, manchados, que ya eran

portadores de la marca colonial indeleble de la occidentalización”60.

Por otro lado, destaca su perspectiva sobre la Universidad, una antigua reivindicación

que el autor perseguía desde su etapa indigenista. En el texto plantea como una necesidad la

creación de una universidad india, ya que “las puertas de las Universidades del cholaje blanco

mestizo se hallan cerradas para los bachilleres indios”61. Reinaga expuso aquí una compleja

situación, relatando que “al abandonar el colegio secundario los estudiantes indios se ven

colgados de la nada (…) ni tiene trabajo, ni tiene comida, ni tiene “su” ropa ancestral. El bachiller

indio sin ningún horizonte, fe ni esperanza es un hombre perdido en el umbral de su vida”62. El

impacto producido por la educación en los jóvenes que han accedido y permanecido en ella

tendría consecuencias bastante perjudiciales si no se lograba abrir otros horizontes,

simultáneamente. La universidad -una universidad india- sería uno de ellos, pero lo proyecta

como imposible en el contexto del momento, porque “el cholaje blanco-mestizo, así esté

encarnado en un Paz Estenssoro o en un Barrientos o en un “comunista” de cepa, lleva en la

sangre el odio al indio. Por tanto, el cholaje nunca dará una Universidad al indio. Solo el indio

cuando llegue al Poder creará su Universidad”63.

59 Ibid., 296. 60 Rivera, Op.cit., p. 20. 61 Reinaga, La Revolución India, Op.cit., p. 298. 62 Ibíd. 63 Ibid., p. 300.

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Además de dar cuenta del escaso acceso de los indígenas a la educación superior, se

detiene en la situación socio cultural de los indios letrados, que tal como él, perviven con una

ambivalencia sobre su identidad:

El indio que ha cursado la escuela primaria, el indio que ha llegado al bachillerato, el indio que ha

alcanzado el “doctorado” de la Universidad inclusive, sigue siendo indio. Su indianidad, su “indiez”

es como el color de su piel o el color de su alma. Una perennidad inalterble; una eternidad como

los Andes. Toda la “cultura” que se ha tragado en la escuela, el colegio y la Universidad, es como

un traje europeo; un disfraz. Desde el lenguaje, desde su castellano horriblemente hablado, la

música, el baile, el estilo de vida y las modas de su traje, todo, todo en el indio “civilizado” es un

disfraz. En indio “civilizado” piensa, siente, ama, odia, sufre y goza en aymara o en keswa. El

castellano y su “cultura” occidental, son meros elementos de traducción64.

Reinaga termina el apartado sobre la Escuela del Capítulo de Reforma Agraria, haciendo

alusión a un diagnóstico operativo de la situación de la educación, insistiendo en que, con el

estado calamitoso de la educación para blancos, no se puede pensar en dar una solución a las

necesidades de los indios, por lo que:

El indio jamás podrá solucionar el problema de la educación, ni siquiera el de su alfabetización,

por el conducto, la pedagogía y la política educacional del cholaje. La pedagogía boliviana es

antiindia; su política también. Por consiguiente, el indio NO DEBE ESPERAR NADA65 de la

Educación Fundamental66 surgida de la Reforma Agraria67.

En Tesis India, de 1971, Reinaga vuelve a abordar en el tema de la educación, esta vez

bajo un título independiente denominado “Revolución Cultural”, en que revisa la alfabetización;

64 Ibíd. 65 Mayúsculas del autor. 66 La Educación Fundamental Campesina parte de la Reforma Agraria que requiere de obreros calificados, por lo que necesita que los indios se alfabeticen funcionalmente, es decir, adquieran herramientas básicas de la lectura y la escritura. Se incorpora de manera diferenciada en la Reforma educativa de 1955 y tiene un carácter básicamente productivo, adoptando la forma de Escuelas Campesinas de Educación Fundamental Boliviana. 67 Reinaga, La Revolución India, Op.cit., p. 303.

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la escuela; la escuela rural; la Universidad y la Universidad India68. Respecto de la alfabetización

plantea que:

Uno de los medios de conquista, bestialización y exterminio del indio es el alfabeto blanco (…) el

indio que se ha castellanizado, ya no es un indio vivo, es un indio muerto; muerto para su sociedad

india (…) porque el alfabeto no es solo la letra, el signo; el alfabeto es el idioma, y el idioma es la

flor y la nata de una cultura. Cuando se pretende alfabetizar al indio con otro idioma, con otra

cultura, no se quiere liberar, se quiere conquistar69.

Y se pregunta, ¿por qué se quiere alfabetizar con el idioma del conquistador? ¿Acaso el

indio no tiene idioma? Para luego detallar que:

Alfabetizar no es meter la letra. Alfabetizar tampoco es arrancar a la “bestia analfabeta” que se

cree, mora en la cabeza del indio (…) Alfabetizar es entender que en la cabeza del indio hay un

mundo oprimido, un sistema social oprimido, una historia oprimida, una cultura oprimida, en

suma, una vida oprimida. Alfabetizar es liberar de todo esto70.

Aquí resulta interesante observar cómo, aun cuando la crítica a los métodos por los cuales

el Estado busca expandir la cultura no indígena es contundente, el autor mantiene el estatuto

prioritario que le ha dado a la razón, y, por lo tanto, la creencia en el vínculo entre conocimiento

y libertad. En su perspectiva, la liberación de los pueblos indígenas pasa por la distribución de

saberes, aunque de otra manera. Su idea de una alfabetización en aymara y quechua adquiere

todo sentido.

Respecto de la escuela, hace un diagnostico demoledor, planteando que existe una

especie de despilfarro de fondos del Estado en una educación para una pequeña parte de la

población, ya que la mayoría de esta se ubica en el campo y un porcentaje muy minoritario

sobrepasa el quinto grado71. A mismo tiempo, vuelve a mencionar el rol que tendría la educación

en Bolivia, dando un paso más allá, al sugerir, si es necesario, el cierre de las instituciones: “si las

68 Reinaga, Fausto, Tesis India. (Primera edición 1971) Estado Plurinacional de Bolivia, Ministerio de Culturas y Turismo, Viceministerio de Descolonización, Fondo de Fomento e la Educación Cívica. Séptima Edición, La Paz, Bolivia, 2014, p. 37. 69 Ibid., p.37. 70 Ibid., p.39. 71 Ibíd.

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escuelas y las universidades de Bolivia, son agencias de colonización, de conquista, y almácigo

de guerrilleros hay, pues, entonces sobrada razón para pedir en nombre de la Patria; ¡eterna

víctima propiciatoria! El cierre de las escuelas y el cierre de las universidades del país”72.

Se detiene en la situación en que percibe a los maestros, que son descritos como un

“magisterio comunista y comunizante” al que se entrega el “alma del niño” para impartir una

enseñanza que es nada más que ignorancia. Para él, este actuar de los maestros que solo hacen

huelga y enseñan “guerrilla y comunismo” consigue destruir a los niños y adolescentes y también

a la nacionalidad, cuestión que una vez más, aparece de suma relevancia en su discurso. Como

ya habíamos adelantado, aun cuando Reinaga había roto con el nacionalismo del MNR,

conservaba e inclusive exacerba su conciencia del problema nacional, que para él coincidía con

el problema indígena. Es decir, cuando desarrolla su crítica a la escuela, lo hace en clave

nacionalista, entendiendo que esta forma a la comunidad imaginada, aquella que remitiría a una

Bolivia india.

Reinaga insistía en que “gracias al maestro este país es un “páramo intelectual”. Aquí no

hay escritores, artistas, científicos. No hay conciencia nacional. Bolivia es su obra. Porque la

escuela es donde se forja la patria”73. En este sentido, si bien la alfabetización y la escuela como

eran entendidas por el Estado derivaban en la destrucción de los pueblos indígena, ello no

implicaba que un sistema educativo diseñado por indígenas y para indígenas tuviera los mismos

resultados. En su percepción, era posible pensar en otras lógicas por medio de las cuales se

construyera una nación que permitiera la aparición de “escritores, artistas y científicos”.

En Tesis India, el autor otorga un espacio específico a la educación rural, cosa que no

había hecho en La Revolución India. Dice que:

La escuela rural no es más que una prolongación, un apéndice de la escuela mestiza de suburbio

(…) se olvida del alma del niño indioeducando, y en la creencia de que la palabra castellana tiene

virtudes mágicas, día tras día restalla “el estéril palabrerío, hueco y vacío”. La palabra hablada –en

lengua castellana- no penetra en la vida india aymara, keswa o tupiguaraní. El maestro rural ostenta

una ignorancia supina sobre la historia del indio, no conoce y menos siente el influjo milenario de

aquella sociedad (…) el niño indio en la escuela rural hace trabajos manuales, ajenos a su pueblo,

a su tierra y a su sociedad. Canta y baila, canciones y bailes del mestizo-blanco. Recita poesías

72 Ibid., p.40. 73 Ibid., p.41.

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etéreas, misteriosas, ininteligibles e impenetrables a su sentimiento. Escritura, lectura, lenguaje en

castellano, caen en el alma del niño indio como una desolación, como un sufrimiento. La escuela

rural por su lengua, método programa, etc., es una escuela extranjera (…) en vez de ser la pedagogía

una “práctica de la libertad”, al indio se le suministra una “educación” para la práctica de la

esclavitud. La escuela rural le inculca al indio los “mitos de los blancos”; en vez de hacer del indio

el sujeto de su historia, le hace el objeto de la historia de los blancos”74.

Y acaba planteando que “la escuela rural no es una escuela india; es una escuela mestiza,

el maestro rural ha sustituido al patrón latifundista. El maestro rural es el gamonal de nuestro

tiempo. La escuela es el latifundio”75. Con esto, además, cuestionaba el real impacto que tuvo en

nacionalismo revolucionario para cambiar las estructuras sociales y étnicas de Bolivia,

asegurando que estas permanecían intactas, racializando así una cuestión que en décadas

anteriores el mismo había leído en clave clasista.

La temática de las universidades recibió un tratamiento similar al de la escuela, en el que

el autor entendía que esta era “una fábrica de privilegiados” a la que accedía el medio millón de

mestizos, dejando fuera a cuatro millones de indígenas, perpetuando así la estratificación racial

y social de Bolivia. Planteaba que estas instituciones estaban lejos de prestar un servicio al país

pues, aunque producían profesionales, el aparato del Estado se veía obligado a contar con

personal técnico extranjero. Vuelve aquí a aparecer la cuestión nacional como moduladora de su

reflexión. Pero esta vez hace un llamado directo al espíritu de los jóvenes exhortando a que:

Esas masas juveniles, cerradas en sus escuelas y sus universidades, vuélquense, pues, hacia el indio;

marchen al encuentro del indio. Lleven la luz del alfabeto (en aymara y queswa) a los cuatro millones

de indios que viven ciegos; y por ciegos, esclavos. El universitario que ame a Bolivia camine, se vaya

al campo con el libro bajo el brazo y el corazón colmado de amor para el indio, y se abrace a la

bendita Pachamama…; y entonces, al cabo de un par de años, Bolivia sin hambre y sin esclavos,

sería LIBRE. Así, solamente así, ¡se hace una verdadera Revolución!76

Finalmente, Reinaga insistía en una de sus propuestas más recurrentes, la creación de la

Universidad india. Esto tenía que ver también con resolver el problema que se generaba con los

74 Ibid., p.42. 75 Ibíd. 76 Ibid., p 46.

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bachilleres indígenas a los que la universidad mestiza cerraba sus puertas y que buscan trabajo

sin encontrar, sin tierra para cultivar ni otro medio de subsistencia. En el texto, hizo un llamado

al General Juan José Torres, Presidente entre 1970 y 1971, a crear la Universidad India del

Kollasuyu. Esta organizaría “una sociedad digna y justa, tal como era la sociedad inka; que aún

subsiste, como la brasa bajo la ceniza, dentro del alma y la sangre del indio”77. Insistía en que:

La única REVOLUCIÓN CULTURAL que tiene que hacerse aquí en Bolivia es: cerrar las

escuelas; cerrar las universidades… y sembrar a lo largo y lo ancho del territorio nacional; miles y

miles de normales indias, y crear una gran Universidad india (UIK); esta es la única

REVOLUCIÓN CULTURAL78 que esperan los pueblos de esta gloriosa tierra aymara, keswa y

tupi-guaraní: Bolivia79.

El sentido de la universidad india sería, aquí, resolver un problema concreto, vinculado

al débil acceso de los indígenas a las universidades existentes, pero al mismo tiempo Reinaga

plantea que este espacio estaría dispuesto para la construcción de esta otra Bolivia, una Bolivia

indígena, aunque sin dar luces sobre las bases epistémicas sobre las que se construiría la

universidad indianista.

4. Consideraciones finales

Leer a Reinaga en su etapa indianista, centrando la atención específicamente en el cuerpo

discurso que construye sobre educación en sus distintos niveles, permite acceder al indudable

impacto que tuvo la extensión de la educación pública -en la forma de escolarización primaria y

secundaria, y la alfabetización desde la castellanización- en la población indígena de Bolivia, post

Revolución Nacional.

Para el autor, este impacto es negativo, al menos en sus declaraciones explícitas. Ello

porque la expansión de la educación institucional habría tenido como consecuencia la

desindianización general en Bolivia. No obstante, de sus discursos también se desprende una

tensión considerable entre un genuino compromiso con las bases epistémicas de la educación de

77 Ibid., p. 48. 78 Mayúsculas del autor. 79 Reinaga, Tesis India, Op.cit., p. 50.

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tipo europeo moderna, y la voluntad de reivindicar unos modos originarios de reproducción

cultural, vivos en su presente.

Esta tensión se manifiesta, el primer lugar, con el interlocutor de Reinaga. Tal como ya

había notado Rivera, el autor utiliza la escritura como una de las principales estrategias de

difusión de su pensamiento, lo que implica, necesariamente, que sus reivindicaciones llegan a

lectores que han pasado por la escuela del Estado. Y solo escribió en castellano, aun cuando

desde su mismo discurso, los indios monolingües serían los indios puros, es decir, aquellos que

han estado menos expuestos a la cultura occidental y, al contrario, mucho más vinculados a las

formas de vida menos colonizadas. Son válidas entonces las preguntas sobre ¿qué lugar

ocupaban los indígenas no castellanizados y no alfabetizados en el programa reinagueano?, ¿era

la escuela, entonces, la que otorgaba a los sujetos indígenas con el potencial político para

transformar Bolivia?

Pero estas preguntas no pueden ser consideradas sin matices, pues, como se pudo ver en

el cuerpo del artículo, la operación de selección implicada en la construcción discursiva presumía

ciertos cálculos que, sin duda, tenían una función política y cultural. Para Reinaga sus libros eran

instrumentos para enfrentar la hegemonía cultural mestiza, aquellos que había madurado a través

de su trayectoria vital, de los diversos constreñimientos y aperturas de los que era, el mismo,

producto.

En segundo lugar, se debe poner atención al uso de categorías del que el autor se hace

parte. El indianismo y su crítica a la política educativa del Estado es pensada a través de

conceptos como nación, revolución, conocimiento, razón, tal y como se plantean

tradicionalmente en la teoría política y social predominante. ¿Se pregunta Reinaga si la idea de

nación es una categoría presente en el inkario, por lo tanto, extensible a los usos de las

comunidades indígenas del periodo? ¿O es el conocimiento a partir de la razón, tal como se

entiende desde la matriz moderno-ilustrada, un concepto válido para pensar las prácticas y

formas de funcionamiento de transmisión de la cultura propias de los pueblos indígenas que

habitan el territorio denominado actualmente Bolivia? Sin embargo, otra ves hay que matizar,

pues los procesos de hibridación cultural introducen desplazamientos epistémicos toda vez que

existe el contacto intercultural.

Por ello se puede plantear que la propuesta educativa indianista de Reinaga, obedece más

bien a un proyecto de construcción nacional desarrollista con base indígena, muy cercano al del

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nacionalismo revolucionario del MNR, diferenciándose de este principalmente por la

priorización de la categoría étnica por sobre la de clase. Lo anterior supone que el

cuestionamiento del nacionalismo de 1952 fue limitado, del mismo modo que lo fue la estructura

epistémica -ilustrada y moderna, por lo tanto, europea- que lo sostiene. Aun así, el diagnóstico

que hizo Reinaga de las estructuras sociales y étnicas coloniales, mantenidas en la república y con

mínimos avances respecto de las funciones sociopolíticas del Estado en la definición e

implementación de la política pública en educación, fue agudo, consistente, penetrante. Así

mismo, el hecho de poner en el centro de la reflexión la enunciación indígena en primera

persona, fue un aporte vital para la construcción de la Bolivia contemporánea.

La visualización de aquellas dos tensiones sugeridas permitirá acceder a los discursos de

Reinaga dedicando mayor atención la complejidad y porosidad del proyecto indianista. En él, la

educación es un campo de disputa cultural y política con el Estado y la sociedad mestiza, lo que,

a su vez, abre la posibilidad de construir una nación indígena. La relevancia de estos discursos

se manifiesta en recepciones que toman dos direcciones: la primera, en la develación temprana

de la racialización de la política educativa, y la segunda, en la reivindicación de una racialización

inversa que pone en valor el lugar de lo indígena.

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Resumen: Este artículo analiza el lugar de la cultura dentro del proyecto del socialismo argentino para entender el desafío que supuso a sus prácticas culturales la formación de la cultura de masas en el período de entreguerras. Sostenemos que la cultura de masas supuso un dilema para el socialismo argentino dado que no podía ignorar los consumos culturales de las mayorías, al tiempo que entendía que muchos de esos consumos representaban una contradicción al tono iluminista de la ideología partidaria. En este sentido, lejos de desechar el tema los socialistas se vieron obligados a ensayar diferentes respuestas frente a un problema que atacaba al núcleo de sus formulaciones ideológicas y estrategias partidarias.

Palabras clave: Partido Socialista, Cultura de masas, Período de entreguerras.

Argentinean Socialism, “Culture”, and Mass Culture in the Interwar Period

Abstract: This article analyzes the importance of culture in the Argentinean socialist’s political project in order to understand the challenge to its cultural practices imposed by the making of a mass culture in the Interwar Period. In doing so, I argue that mass culture brought up a dilemma to Argentinean socialists since they could not ignore the cultural preferences of the majority, but at the same time saw in those preferences a contradiction with the illuminist tone of socialist ideology. In this sense, far from dismissing the issue socialists were forced to rehearse different solutions in regard to a problem that attacked the heart of their ideological formulations and party strategies.

Keywords: Socialist Party, Mass Culture, Interwar Period.

El socialismo argentino, “la cultura” y la cultura de masas en los años de entreguerras

Javier Guiamet Universidad Nacional de La Plata

Recibido: 06/06/2019

Aceptado: 25/11/2019

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected]

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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El socialismo argentino, “la cultura” y la cultura de masas en los

años de entreguerras

Javier Guiamet

Universidad Nacional de La Plata

1. Introducción

Hacia el año 1940 el prestigioso dirigente socialista Ángel M. Giménez se proponía hacer un

repaso de los casi cincuenta años de acción cultural socialista en Argentina. Allí, aparte de revisar los

logros y avances en la tarea de “trabajar por la elevación material, moral e intelectual de la clase

trabajadora”1, el dirigente mostraba su inquietud por aquellos que desertaban de semejante obra

social: “fatiga, falsos espejismos, hacen creer que estamos en pleno retroceso, en plena decadencia,

perdiendo el tiempo”2. A continuación, repasaba diferentes motivos que podían explicar ese

sentimiento dentro del Partido. Esa lista se conformaba no solo por la política criolla a la cual se le

adjudicaba la decadencia cívica que aquejaba al país sino también por una serie de espectáculos y

géneros artísticos que habían tenido gran importancia en la cultura argentina de las últimas décadas.

Al respecto, Giménez se preguntaba:

¿A qué atribuir este mal?

¿Al cinematógrafo? ¿A la radio? Admirable materia prima para una obra cultural, pero comercializada e

ilustrada con música y temas de los bajos fondos, pervierten el gusto en vez de educar.

¿Los deportes? Preocupan y distraen a muchos de otras actividades útiles, marean a los que llegan a ser

profesionales del fútbol, y se ha creado esa masa inmensa de “hinchas” que se pasan horas en las tribunas

de las canchas, inmovilizados, viendo jugar, y no realizan ejercicio o deporte alguno, para luego pasarse la

semana ocupados del tema y aporrearse, complicados en las luchas de los clubs.

1 Giménez, Ángel, “La acción cultural socialista y obrera” [1940], en: Vazeilles, José, Los socialistas, Editorial Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1967, p. 136. 2 Idem, p. 139.

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¿Las revistas, periódicos y libros baratos? En estos últimos tiempos, con los extensos suplementos de los

grandes diarios, las revistas ilustradas, la novelita trunca y mal impresa, pero barata, las colecciones de

tangos, siempre tristes y llorones, o de obritas de teatro nacional, escritas en su mayoría en grotesco y con

chistes de grueso calibre, para halagar al pueblo, verdadero opio, sin faltar la abundante literatura

pornográfica, que a veces se presenta con pretensiones de científica (sic)3.

La búsqueda de respuestas llevaba a Giménez, en este caso, a hacer un repaso por un

conjunto de expresiones culturales que la bibliografía especializada ha analizado, posteriormente,

para señalar la existencia de una cultura de masas en la Argentina del período de entreguerras4. De

este modo, el dirigente socialista reconocía la importancia de estos fenómenos a los que no dudaba

en señalar como antagonistas de las propuestas culturales socialistas5. Ante este panorama Giménez

exhortaba a repoblar las bibliotecas y reanimar las conferencias, actos literarios y artísticos, el buen

teatro, la buena música y practicar la gimnasia con el fin de llevar una vida saludable6.

La preocupación de Giménez se vinculaba con la centralidad otorgada a la cultura dentro de

los proyectos socialistas. Él mismo lo explicaba al comenzar el escrito que llevaba por título “La

acción cultural socialista y obrera”:

Una doctrina como el socialismo no puede desarrollarse más que sobre la base de una clase trabajadora

consciente y educada, en sus derechos y deberes, y no sobre masas ignaras, amorfas, instintivas, guiadas

3 Idem. 4 Ver: Sarlo, Beatriz, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1988. Montaldo, Graciela, Museo del consumo. Archivos de la cultura de masas en Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2016. Karush, Matthew, Cultura de clase, Radio y Cine en la creación de una Argentina dividida (1920-1946), Ariel, Buenos Aires, 2013. A diferencia del extenso derrotero teórico del concepto de cultura popular, la cultura de masas suele ligarse directamente al desarrollo del mercado capitalista. Al respecto sostiene Umberto Eco: “dado que la cultura de masas en su mayor parte es producida por grupos de poder económico con el fin de obtener beneficios, permanece sometida a todas las leyes económicas que regulan la fabricación, la distribución y el consumo de los demás productos industriales”. En: Eco, Umberto, Apocalípticos e integrados, Fabula Editorial Lumen y Tusquets editores, Barcelona, 2004, p. 65. 5 En este sentido cabe destacar que el imaginario de Giménez en torno a la cultura socialista y la cultura de masas como polos antagónicos se reprodujo luego en una parte importante de la bibliografía posterior. Es el caso de los trabajos de Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez, como también el caso de Osvaldo Graciano, quienes en sus reconstrucciones de las empresas culturales de tinte iluminista durante el período de entreguerras, dentro de las cuales se incluía el socialismo, vislumbraron a las ofertas de la cultura de masas como una competencia para las propuestas socialistas sin reconocer vasos comunicantes entre ambos mundos. Ver: Gutiérrez, Leandro. y Romero, Luis Alberto. Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2007, y Graciano, Osvaldo, Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina 1918-1955, Universidad Nacional de Quilmes, Quilmes, 2008. 6 Ver especialmente: Martínez Mazzola, Ricardo, “Gimnasia, deportes y usos del tiempo libre en el socialismo argentino (1896-1916)”, en: Scharagrodsky, Pablo (comp.), Miradas médicas sobre la ‘cultura física’ en Argentina (1880-1970), Prometeo, Buenos Aires, 2014, pp. 275-299.

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por pasiones e impulsos momentáneos, que pueden hoy llevarnos a triunfos efímeros, para estar mañana

aliadas con nuestros enemigos. “Queremos cantidad, pero de calidad, y no montón, rebaño que se arrea”7.

El escrito de Giménez, tras casi cincuenta años de vida partidaria, subrayaba la preocupación

de que aquella “vasta malla de socialización en los valores de una cultura y patrones alternativos de

comportamiento”8, propiciada por el Partido, hubiese tenido menor influencia en la sociedad que

los fenómenos culturales que citaba y a los que adjudicaba consecuencias negativas. Lejos de

constituir un tema superficial, la influencia de la cultura de masas parecía interponerse en el camino

de los objetivos de máxima que propugnaba el socialismo argentino.

El contexto concreto del período de entreguerras9 permitió la combinación de factores

internos y externos al Partido que volvieron al mismo más permeable a esta incipiente cultura de

masas. Si, por un lado, la participación en elecciones ampliadas a partir de la sanción de la Ley Sáenz

Peña10 habilitó una mirada más ambiciosa de las posibilidades de crecer dentro del sistema político

argentino, por el otro, la dimensión e influencia que adquirían los nuevos medios y espectáculos

sobre la sociedad no fue ignorada por el socialismo. Este nuevo contexto, al empalmar con la

tradicional importancia que tenían las actividades culturales para el Partido, supuso un desafío en

tanto podía concebirse que estas expresiones culturales de reciente desarrollo alejaban a las masas

del socialismo al mismo tiempo que un rechazo muy estricto de sus expresiones más populares

alejaba al socialismo de las masas. Es así que, a lo largo del período la cultura de masas supuso algo

más que una competencia para la acción cultural socialista en la medida que asimilar algunas de sus

manifestaciones resultaba tentador para ampliar la influencia de la doctrina partidaria.

7 Giménez, op. cit., 1940, p. 135. 8 Portantiero, Juan Carlos, “Prólogo”, en: Noble, Cristina, Juan B. Justo. El patriarca Socialista, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2006, p. 12. 9 Se recupera como marca de periodización el “periodo de entreguerras”, ya que si bien no respondería en principio a un período construido a partir de procesos locales, sirvió a la historia cultural para enmarcar un período con características propias, donde la modernización del ámbito de la cultura y su conformación en torno a lógicas de mercado resultó característica y que no podría englobarse en periodizaciones de la historia política ni de la historia económica argentina. A su vez, estas transformaciones propiciaron un nivel más alto de internacionalización de la cultura con lo cual cobra mayor relevancia atender a periodizaciones que en principio no sean del todo lógicas en el plano de lo local. Si bien, esta elección podría resultar exógena al Partido Socialista argentino, como podemos ver a lo largo del artículo, engloba un período de intensa participación en el sistema político argentino, marcado por una mayor apertura hacía los fenómenos más convocantes de la cultura argentina, como parte de una estrategia aumentar la influencia de la interpelación socialista al conjunto de la sociedad. 10 La Ley Sáenz Peña habilitó en 1912 el voto secreto, universal y obligatorio para la población masculina y resultó un momento bisagra del ingreso de la Argentina en la época de la política de masas. Sobre el vínculo de este proceso con las transformaciones culturales en Argentina, puede verse: Gayol, Sandra and Palermo Silvana (eds), Política y cultura de masas en la Argentina de la primera mitad del siglo XX, Ediciones UNGS, Los Polvorines, 2018.

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Anclados en esta disyuntiva nos proponemos en este artículo recuperar el lugar que ocupaba

la cultura dentro del proyecto socialista para entender por qué la cultura de masas pudo suponer un

desafío a las prácticas y las posturas partidarias más complejo que el de presentar una competencia a

las ofertas del socialismo. Para llevar esto a cabo nos detendremos primero en el vínculo entre

socialismo y cultura para luego analizar cómo, ante un nuevo contexto, este vínculo fue

reformulándose. Por último, analizaremos diferentes respuestas y posturas ensayadas ante el

fenómeno de la cultura de masas, entendiendo ciertas ambivalencias no necesariamente como

contradictorias sino más bien como un síntoma de la complejidad del dilema planteado.

2. Socialismo y cultura

La importancia de las acciones educativas y de una tarea de instrucción cultural concebida en

términos generales puede rastrearse en la formación misma del Partido Socialista argentino. José

Aricó subrayó estas características al analizar las formas a través de las cuales el socialismo

argentino, desde el pensamiento de Juan B. Justo principalmente, se apropió de tradiciones políticas

previas de la Argentina que subrayaban el lugar de la razón como instrumento de progreso.

El trabajo de Aricó, enfocado en el análisis de las formas de recepción del marxismo y sus

condiciones de posibilidad en suelo argentino, resalta la recuperación por parte de Justo de la

tradición liberal sarmientina como rasgo primordial de su originalidad local. Esta filiación con el

proyecto de Sarmiento, quien en palabras de Aricó, era el mayor exponente de las tradiciones

liberal-democráticas de la historia argentina y del cual Juan B. Justo era un “consecuente

proseguidor”, implicaba profundizar aún más la importancia que los socialismos de la Segunda

Internacional ya otorgaban a la cultura11.

Aricó sostiene que uno de los puntales de las elaboraciones de Sarmiento consistía en la

creencia de que el éxito de un proyecto dependía de la clarividencia que lo guiaba. Si bien los

socialistas también compartían esta premisa y se propusieron continuar la labor de Sarmiento, la

originalidad del proyecto socialista consistió en aquellas reformulaciones que hicieron al recuperarlo

en un contexto diferente y con una matriz ideológica que los alejaba del intelectual sanjuanino. Si

pensamos como Gadamer que “tradición no quiere decir mera conservación sino transmisión. Pero

11 Al respecto de los procesos de recepción e implantación local, Patricio Geli agrega: “Al tiempo que los socialistas de cada país o región deben desenvolverse en escenarios diferentes, se lanzan a la construcción selectiva de sus propias tradiciones políticas a partir de la resignificación de discursos circulantes en los contextos culturales donde actúan”, en: Geli, Patricio, “La Segunda Internacional y la cuestión de las migraciones”, en: Camarero, Hernán y Herrera, Carlos (ed.), El Partido Socialista en Argentina, Prometeo libros, Buenos Aires, 2005. p. 122.

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la transmisión no implica dejar lo antiguo intacto, limitándose a conservarlo, sino aprender a

concebirlo y decirlo de nuevo”12, la recuperación de una tradición liberal enraizada en la obra de

Sarmiento nos obliga a prestar especial atención a los modos en que se desarrolló esta recuperación

ya que resulta un fuerte indicio de las características propias del proyecto socialista. A ojos de Aricó,

la principal reapropiación se relacionaba con el sujeto que debía portar esa clarividencia:

Justo participaba de esa ideología “proyectual” tan fuertemente consolidada en las clases dirigentes, pero

lo que lo apartaba de esta eran la determinación precisa y explícitamente defendida del nuevo sujeto social

sobre el que fundaba la viabilidad de un proyecto de transformación, y el papel que asignaba a la acción

política socialista como la única fuerza orgánica capaz de realizar la república verdadera con la que soñaba

Sarmiento13.

Lo que volvía socialista al proyecto democrático era, entonces, el lugar preponderante que

debían ocupar las masas trabajadoras como únicas protagonistas posibles de la transformación de la

sociedad y la política argentina. La afirmación más contundente de esta reelaboración que hacía el

socialismo provenía de las palabras mismas de Juan B. Justo, quien a finales de siglo XIX sostenía:

El socialismo moderno cuenta también con las masas populares y con el poder de la razón; pero con las

masas populares en cuanto ejercen la razón, y con la razón, en tanto es ejercitada por las masas. El pueblo

movido por la necesidad se está asimilando una gran verdad científica: la teoría económica de la historia, y

su porción más inteligente y activa, el Partido Socialista, basa en ella su acción. Enseña a los trabajadores a

comprender su situación de clase explotada14.

La capacidad de Justo para sintetizar cómo debían articularse razón y masas populares no

redundaba, sin embargo, en que aquel ideal resultara fácilmente aplicable. Si bien Justo confiaba que

en un país “virgen” como el argentino la implantación del socialismo sería más fácil, la necesidad de

educar a las masas para que fueran agentes de la transformación requería del Partido un gran

esfuerzo educativo. No obstante, las características de este esfuerzo no eran claramente delimitables

ya que era una cierta cultura general15 la que guiaría a los trabajadores en el camino de la lucha de

clases.

12 Gadamer, Hans-Georg, La Actualidad de Lo Bello. El Arte Como Juego, Símbolo Y Fiesta, Paidós, Buenos Aires, 2005, p.116. 13 Aricó, José, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Sudamericana, Buenos Aires, 1999, punto II, p. 81. 14 Aricó, op. cit., 1999, p. 71. 15 Aricó, op. cit., 1999, p. 84. Las cursivas son originales del texto.

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En una línea similar Osvaldo Graciano señala:

Las ideas del liberalismo (encarnadas en las políticas educativas de los gobiernos nacionales desde 1853 y más

atrás aún, del iluminismo del Siglo XVIII) impregnaron la creencia de los socialistas en el valor de la cultura y

la educación como instrumentos de educación del obrero como un ciudadano libre, que al alfabetizarse no solo

eliminaría su ignorancia, sino también los prejuicios y los dogmas sociales y religiosos de su pensamiento y

actitudes sociales, convirtiéndolo en un sujeto capaz de guiarse por la razón (…) Sobre estas premisas se fundó

la acción cultural socialista16.

Con estos fundamentos el Partido desarrolló un repertorio de actividades destinadas a

educar y “elevar” a la población nacional, cuyo único denominador común podía encontrarse en la

importancia otorgada a la noción de esa cultura general que menciona Aricó. Es así, que las

actividades que se anunciaban en La Vanguardia17 podían cubrir un amplio espectro que iba desde

conferencias sobre temas relativos a la salud, hasta otras sobre la Revolución Francesa, pasando en

el medio por una importante cantidad de disertaciones cuyo objetivo era ilustrar sobre el valor de la

acción socialista en la sociedad. Esta variedad en la oferta cultural del Partido fue uno de los rasgos

más perdurables de las diferentes iniciativas que sostuvieron durante toda la primera mitad del siglo

XX.

Más allá de las particularidades locales del socialismo argentino y su reelaboración de la

tradición liberal sarmientina18, el destacado valor otorgado a la cultura lo emparentaba, a su vez, con

el conjunto más amplio de socialismos de la Segunda Internacional19. Horacio Tarcus, haciendo

referencia al proceso de expansión mundial del marxismo iniciado en la última década del siglo XIX,

marca la dificultad, inherente a ese proceso, de traducir al nivel práctico un sistema de ideas

complejo cuya finalidad era ser adoptado por un movimiento social de gran alcance. Apelando a

Gramsci para explicar las implicancias de este proceso, Tarcus cita un pasaje de Los cuadernos de la

cárcel donde el marxista italiano señala:

16 Graciano, Osvaldo, Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina 1918-1955. Universidad Nacional de Quilmes, Quilmes, 2008. p. 215. 17 Periódico oficial del Partido. 18 Ver: Guiamet, Javier, “Mantener vivo el legado: entre la solemnidad y el entretenimiento. El Partido Socialista ante el cincuenta aniversario de la muerte de Alberdi y Sarmiento (1934-1938)”, en: Bisso, Kahan y Sessa (ed.), Formas políticas de celebrar y conmemorar el pasado en Argentina (1930 – 1943), Ceraunia, Buenos Aires, 2014, pp. 87-104. 19 Para una mirada general sobre la experiencia de la Segunda Internacional puede consultarse: Joll, James, La Segunda Internacional 1889- 1914, Icaria, Barcelona, 1976; y, Droz, Jacques, Historia general del socialismo, Destino, Barcelona, 1979.

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La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: la filosofía de la praxis no tiende a

mantener a los “simples” en su filosofía primitiva del sentido común, sino al contrario, a conducirlos hacia

una concepción superior de la vida. Se afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no

para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas, sino para construir un

bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de las masas y no solo para grupos

intelectuales20.

Sin desprenderse de una visión algo peyorativa de la instrucción “previa” de las masas

(visión dentro de la cual se enmarcará el socialismo argentino), Gramsci ilustraba, de este modo, la

problemática central del marxismo, en tanto su razón fundante era ser adoptado por el proletariado.

Esto exigía llegar con un sistema de ideas de origen filosófico a un conjunto amplio de la población a

la cual ese tipo de estudios superiores les solía estar vedados. Las peculiaridades de este proceso son

las que han llevado a Andreucci a afirmar que: “Expansión y empobrecimiento, difusión y

esquematización, parecen ser las dos caras de la trayectoria del marxismo entre finales del siglo XIX

y principios del nuevo siglo”21.

Esta esquematización del pensamiento marxista, que en muchos casos coincidió con la

adopción de un socialismo considerado científico, y por ende, gobernado por las leyes de la ciencia

(las cuales incluían un componente teleológico que indicaba que el futuro socialista estaba dictado

por las mismas), alentó por parte de diferentes partidos políticos ligados al movimiento obrero de la

época una importante tarea educativa destinada a que los trabajadores adoptasen “el arma de la

ciencia”22. En la medida que esto era considerado como necesario para la construcción de un

movimiento socialista, la búsqueda de un “progreso intelectual de las masas”, como pretendía

Gramsci, incentivaba un repertorio variado de actividades que incluían el dictado de conferencias,

cursos, la fundación de bibliotecas, la impresión de folletos, periódicos y libros, junto a una

importante experiencia de sociabilidad obrera donde también podían circular saberes diversos.

La experiencia de “conducir a los simples hacia una concepción superior de la vida” se

revelaría, sin embargo, por momentos compleja y de incierto éxito en tanto las expectativas

partidarias no siempre coincidían con el interés de los destinatarios de estas acciones educativas. Es

por esto que Andreucci destaca, frente a las caracterizaciones que tildaban a la propaganda socialista

20 Tomado de: Tarcus, Horacio, Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 2013, p. 24. 21 Andreucci, Franco, “La difusión y vulgarización del marxismo”, en: Historia del marxismo, Barcelona, Bruguera, 1979, p.15 22 Andreucci, Franco, op. cit. 1979, p. 53. Ver también: Barrancos, Dora. La escena iluminada. Ciencia para trabajadores, 1890-1930, Plus Ultra, Buenos Aires, 1996.

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de ingenua, la apelación a estrategias de la comunicación de masas para mejorar la recepción de sus

propuestas citando el caso de un juego de mesa destinado a mejorar dicha propaganda:

A finales de 1909 se podía leer en la Internacional Socialist Review el siguiente anuncio publicitario: “The Classe

Struggle. Nuevo juego socialista. Bueno para la diversión. Óptimo para la propaganda”. El texto

continuaba: “Este juego es muy parecido al backgammon (juego de chaquete) o al parchís. Hay un tablero

dividido en casillas. Entre éstas hay un camino que sale de una columna y sube por la otra, desde el

capitalismo al socialismo. Se juega con un dado y con tantas fichas como jugadores. Cada jugador tira el

dado por turno y avanza tantas casillas como indica el dado. Pero a lo largo del camino hay casillas que

indican, por escrito o con figuras, vicisitudes de la lucha de clases. Las que resultan favorables a los

obreros hacen avanzar al jugador, si su ficha se queda encima, un determinado número de casillas; las

favorables al capital lo hacen retroceder. De este modo el juego proporciona una serie de indicaciones

capaces de ayudar a los jóvenes a comprender los opuestos intereses en juego en la actual lucha de

clases”23.

La apelación a un juego que se proclamaba “Bueno para la diversión. Óptimo para la

propaganda” revela la necesidad de emplear estrategias variadas que interpelaran a través del

entretenimiento y no solo por intermedio del sentido de importancia que podía adjudicársele a la

transmisión directa de determinados conocimientos.

Llegar al pueblo, elevar a las masas o concientizar a la clase obrera fueron todas fórmulas

que expresaron el mismo problema dado que era un actor colectivo el que debía asumir las

transformaciones de la sociedad. En este sentido, resultaba indispensable que ese actor asumiera

como propias las premisas que guiaban o marcaban el camino de una sociedad futura emancipada.

El socialismo argentino compartió estas preocupaciones que circularon intensamente dentro de las

diferentes fuerzas que formaron parte de la Segunda Internacional, pero imprimió a esta inquietud

características propias que provenían de la originalidad con que fue reformulada la tradición

socialista en relación a la tradición liberal local.

Frente a otras tradiciones y actores nacionales que encontraban en la razón el camino del

progreso, y que podían preocuparse por la “cuestión social” o por la educación de las masas en la

vida social y política del país, la propuesta de Justo invertía la fórmula al asegurar que la república

verdadera con la que soñaba Sarmiento solo podía lograrse a través de la acción socialista. Por ello,

Aricó explicaba:

23 Andreucci, op. cit., 1979, p. 64.

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La democracia podía ser conquistada si la nueva clase de los trabajadores, en su enorme mayoría

extranjeros, intervenía organizadamente en la vida nacional a través de una institución de nuevo tipo, de

un partido político “moderno” como se proponía llegar a ser el Partido Socialista. No era ya una minoría

ilustrada capaz de imponerse sobre el desorden de las masas lo que requería el país para modernizar su

sistema político24.

Lanzados hacia esta conquista, sin embargo, los socialistas encontrarían numerosas

dificultades y obstáculos en el camino de elevar al pueblo. Como señalaba Giménez al resumir casi

medio siglo de acción socialista, una de esas dificultades radicó, a ojos del socialismo, en las

transformaciones culturales que sufrió la Argentina, más visiblemente a partir de la década de 1920.

En la medida que la cultura siguió ocupando un lugar destacado dentro de la prédica socialista y que

en estos años la misma se volvió una cuestión de “masas” aunque sin las connotaciones que ansiaba

el socialismo, resulta relevante analizar las posturas socialistas ante este nuevo fenómeno que

desafiaba un aspecto de importancia medular para el Partido liderado por Juan B. Justo.

3. Ante un nuevo contexto

La articulación que proponía Justo entre masas y razón en aquel período inicial del

socialismo dejaba en claro cuál era, en teoría, el rol del Partido dentro de la historia argentina, pero

también suponía un problema muy concreto: si las masas debían ser el agente de esta transformación

-para lo cual el Partido podía prepararlas- qué se debería hacer cuando no se interesaban por las

actividades que ofrecía el socialismo, y sí por otras que no coincidían con este ideal.

El desencuentro del ideal iluminista en torno a la “alta cultura”25 y los gustos populares

sirvió, como aquella metáfora de que el socialismo era una “flor exótica” en un país sin grandes

industrias, para cristalizar una imagen del Partido totalmente ajeno a la realidad donde pretendía

insertar su práctica política.

Frente a los intentos de cristalizar una representación determinada del socialismo argentino,

Martínez Mazzola26 advierte sobre los riesgos de componer una imagen monolítica y estática de la

24 Aricó, op. cit., 1999, p. 82. 25 Andreas Huyssen sostiene que la modernidad se caracterizó por una dicotomía en la cultura entre lo alto y lo bajo, donde sin embargo existió “desde mediados del siglo diecinueve, una relación volátil entre arte alto y cultura de masas”, en: Huyssen, Andreas, Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2006, p. 5. 26 Martínez Mazzola, Ricardo, “Justo, Korn, Ghioldi. El Partido Socialista y la tradición liberal”, Papeles de Trabajo, Año 5, N° 8, noviembre 2011, pp. 35-52.

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relación del socialismo con la tradición liberal, demostrando que esa relación fue cambiando acorde

a diferentes momentos y procesos de la vida política del Partido. Sin entrar en los detalles específicos

que analiza el autor y tomando esta propuesta como premisa general, esto es, reconocer la

importancia de atender a los cambios y las continuidades de las formulaciones ideológicas del

Partido en el tiempo; deberíamos preguntarnos cómo fue cambiando la elaboración de esta tradición

en función de la percepción que hicieron de otras realidades como lo fue el surgimiento de una

incipiente cultura de masas. Si además entendemos que la aprehensión de una tradición y el modo de

hacerlo es “relativo a la situación histórica de aquel que lo recibe”27, donde comprender es operar

una mediación entre el pasado y el presente como parte del continuo proceso de formación de un

proyecto nuevo, resulta necesario prestar atención a las tensiones que se suscitaban en torno a este

ideal en tanto cambiaba el contexto donde los socialistas entendían que debían insertar su práctica

política.

Por un lado, el contexto de entreguerras ofrecía la dinámica novedosa de una oferta cultural

que pasaba a organizarse en torno al mercado. La popularización del fútbol como espectáculo de

masas, el surgimiento de la radio, la proliferación de salas de teatro, el fuerte desembarco del cine de

Hollywood después de la interrupción por la primera guerra mundial, se sumaban al ya consolidado

turf y al mercado editorial, cuyas transformaciones eran previas.

Por otro lado, los primeros años veinte también permiten ver cambios dentro del Partido

Socialista. Como afirma Dora Barrancos, ya para finales de la década de 1910, se encuentran claros

indicios “sobre una determinada morigeración de las características culturales normativo-edificantes

que el socialismo había puesto de manifiesto en la sociedad local”28. Para llegar a esta conclusión, la

autora combina algunos procesos que van cambiando las características tanto del Partido como de la

sociedad en la que inserta su práctica. Es así que, a los procesos de urbanización y la expansión de la

economía que volvieron más heterogéneos a los distintos grupos sociales, se correspondió una

dinámica propia del socialismo que, mediante un proceso de descentralización, buscó ampliar sus

prácticas para dar la mayor cabida a estos nuevos actores urbanos. Este proceso de

descentralización, que incluía profundizar la apuesta por multiplicar los centros partidarios, los

ateneos y las bibliotecas, se relacionó también con el cambio electoral que impulsó la Ley Sáenz

Peña, el cual ratificó la primacía que el socialismo otorgaba a la práctica parlamentaria por sobre la

27 Gadamer, Hans-Georg, El problema de la conciencia histórica, Madrid, Tecnos, 2001, p. 81. 28 Barrancos, Dora, Educación, cultura y trabajadores (1890-1930), CEAL, Buenos Aires, 1991 p.89.

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actividad gremial. Dentro de este proceso general es que puede entenderse la flexibilización de los

patrones culturales del Partido para la década de 1920. Es por esto que Barrancos sugiere:

A los rituales socialistas de los años ´20 puede, quizás, aplicárseles las opiniones de Gramsci con relación a

la iglesia, en el sentido de sostener los dos perfiles, aquel que evidencia una concepción destinada a la

intelligentzia adepta, y otro destinado a entenderse mejor con el imaginario popular29.

Esta perspectiva le permite a Barrancos dar cuenta de facetas del Partido que habían

permanecido inexploradas hasta el momento, como el lugar dado al deporte, la música, los juegos y

los espacios de recreación infantil. A su vez, la autora hará alusión a prácticas novedosas

relacionadas al uso del cine y la radio para ampliar la propaganda socialista. Este proceso de apertura

es el que la llevará a afirmar que:

Es en estas circunstancias que hallamos un Partido Socialista polifacético, dispuesto a ciertas concesiones

en materia de cultura y más cauto en el jacobinismo del “ciudadano virtuoso” que puede obtenerse con

una estrategia educativa diversificada, en consonancia con la renovación de medios, contenidos y formas a

las que se asiste30.

Por estos años el socialismo conformó una aceitada maquinaria electoral, la cual dependía

mucho del funcionamiento activo de los centros partidarios de los distintos barrios y que le dio al

Partido numerosos triunfos en las elecciones legislativas de la década de 1910. Aunque la sanción de

la Ley Sáenz Peña fue vista en principio con cierta desconfianza, la participación dentro de las

elecciones posteriores a la ley otorgó al socialismo resultados muy favorables. A su vez, la escisión

por izquierda del grupo de “los internacionalistas” en 1917 consolidó la estrategia parlamentaria, al

quedar excluida del Partido la principal fuente de impugnación a esa orientación31.

Como resultado de este proceso político, Martínez Mazzola muestra de qué manera cambió

la dimensión en la que el Partido pensaba su participación en la política:

Como había sucedido con sus “hermanos mayores” europeos, el ingreso a la política de masas acentuaba

la diferenciación entre votantes y militantes socialistas. Esta diferenciación, a pesar del esfuerzo de la

conducción partidaria por mantener satisfechas a las dos bases sociales, no dejaría de ocasionar conflictos,

29 Idem, p. 95. 30Idem, p. 92. 31 Ver: Campione, Daniel, “¿Partido revolucionario o partido de gobierno? La fundación del Partido Socialista Internacional”, en Camarero, Hernán y Herrera, Carlos (ed.), El Partido Socialista en Argentina, Prometeo libros, Buenos Aires, 2005, pp. 145-158.

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particularmente por las tensiones que generaría la búsqueda de aggiornar al partido para obtener nuevos

éxitos electorales, que haría surgir la resistencia de núcleos de militantes que sostenían posturas más

“obreras”, “revolucionarias”, e “internacionalistas”, que eran acompañadas por buena parte de la

militancia gremial y juvenil del PS32.

De esta manera, si tomamos en cuenta la búsqueda de aggiornar al Partido para obtener

nuevos éxitos electorales “en consonancia con la renovación de medios, contenidos y formas a las

que se asiste”, podemos ver cómo, el intento por aumentar la base de representación social del

Partido, en conjunto con las nuevas lógicas que iba adoptando la cultura argentina, nos permiten

pensar el acercamiento del socialismo a la cultura de masas como una inquietud nueva pero que se

encontraba en estrecho vínculo con sus apuestas partidarias.

La incipiente cultura de masas que se desarrollaba en Argentina proponía una encrucijada a

las intenciones socialistas ya que ofrecía medios más eficaces para difundir un mensaje político a la

vez que los nuevos espectáculos ganaban rápidamente el favor popular con contenidos que lejos

estaban del ideal que pregonara Justo con respecto a las masas y el ejercicio de la razón.

Difícilmente encontremos que los socialistas hicieran referencia al término cultura de masas,

pero sí dieron cuenta de este fenómeno de otras maneras discursivas. Diferentes manifestaciones a

partir de los años veinte vendrán a poner en tensión el modo en que los socialistas formulaban su

misión histórica con respecto a esta nueva realidad. Si la premisa de Justo antes citada se relacionaba

con aquel legado liberal, es preciso ver cómo un nuevo contexto obligaba a problematizar y

reformular esta concepción.

No obstante, no se trata solamente de contraponer un contexto “objetivo” a las

formulaciones socialistas sino ver de qué manera ellos mismos se lo representaron ya que “si

queremos captar el texto en la autenticidad de su sentido original, es preciso verlo como la

manifestación de un momento creador y resituarlo en el todo del contexto espiritual del autor”33.

Teniendo en cuenta esta premisa es que nos proponemos revisar en líneas generales de qué manera

se replantearon concepciones que eran compartidas sobre el accionar del socialismo a la vez que

rastrearemos la influencia de las expresiones de la cultura de masas en las prácticas culturales del

Partido.

32 Martínez Mazzola, Ricardo, “¿Males pasajeros? El Partido Socialista frente a las consecuencias de la ley Sáenz Peña”, en Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, Año III, n°6, Buenos Aires, Marzo 2015, p. 62. 33 Gadamer, op. cit., 2001. p. 97

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En este sentido, las ideas de Gadamer en torno a la comprensión como parte de un devenir

histórico nos resultan útiles para pensar este proceso en su propia dinámica frente a la tentación,

siempre presente, de cristalizar un sentido único. Por otro lado, pensar la comprensión como parte

de la constante elaboración de un proyecto nuevo supone su propia complejidad ya que, según el

filósofo alemán: “Quien así procede se arriesga siempre a caer bajo la sugestión de sus propias

ofuscaciones, corre el riesgo de que la anticipación que ha preparado no esté conforme con lo que la

cosa es”34.

Si tomamos en cuenta esta idea, podemos pensar que el continuo intento de pensar el lugar

de las masas en la transformación de la sociedad haya caído en esta ofuscación en la medida que las

masas no llevaron adelante la misión que el socialismo les encomendaba. La creencia de que este era

el único camino posible y la evidencia de que ese camino no se estaba logrando, hicieron que los

socialistas argentinos indagaran en las causas de esta realidad desde diversos enfoques, al tiempo que

adoptaron prácticas y estrategias provenientes de una cultura de masas que en principio les podía

resultar ajena.

4. Alternativas frente a la cultura de masas

En 1921, Esteban Dagnino, uno de los fundadores de La Vanguardia, se proponía explicar el

“secreto” de ciertos éxitos, al comparar el desarrollo de la prensa obrera con el de la prensa

capitalista. El éxito al que se hacía alusión tenía que ver con la mayor difusión que ostentaba la

prensa capitalista entre “las masas populares”. Para Dagnino, esto resultaba explicable no por las

ventajas materiales sino por:

La “habilidad” diabólica con que dichos pasquines saben explotar y fomentar todas las peores pasiones de

las masas embrutecidas, ofreciéndoles los platos más fuertes y corruptores, desde la crónica policial

hábilmente aderezada para excitar sus malos instintos, a la página pornográfica, verdadera antecámara del

prostíbulo, al juego de loterías, carreras, etc., etc.35.

Ante este panorama, y frente a aquellos socialistas que según Dagnino querían introducir

modificaciones en el diario del Partido para lograr mayor difusión, cabía recordar que:

34 Idem, p. 101. 35 La Vanguardia, 9/11/1921.

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Basta reflexionar un momento sobre la misión de la prensa obrera y socialista para comprender que su

desarrollo ha de ser forzosamente lento y difícil en nuestro ambiente.

La suya es obra de educación, de esclarecimiento y cultura, de saneamiento moral, de lucha contra la rutina y

los prejuicios acumulados por milenios de ignorancia y explotación36.

De esta manera, Dagnino no solo sentaba posición en torno a las formas que debía

privilegiar la prensa socialista, sino que también nos permite entrever que la masividad conquistada

por otros medios había hecho surgir al interior del Partido la inquietud por renovar La Vanguardia

para que fuera más atractiva en términos comerciales. Lanzada esta inquietud, la intervención de

Dagnino al descifrar “los secretos de cierto éxito” venía a reafirmar que aquellas estrategias se

encontraban tan lejos de los ideales socialistas, que no quedaba otra alternativa que resignarse a una

obra más difícil y larga en el tiempo.

La inquietud de Dagnino, sin embargo, se articulaba de modo ambiguo con la ambiciosa

apuesta de La Vanguardia por competir con los grandes diarios de la capital. Cauto frente a nuevas

transformaciones, al momento en que Dagnino expresaba esta reflexión el periódico ya contaba con

una interesantes historia -que excede por mucho el marco temporal de este trabajo- como apuesta

partidaria por aprovechar el proceso de modernización de la prensa y ofrecer un producto cultural

que ampliara la influencia del socialismo en la sociedad.

Fundado en 1894, el origen del periódico era previo a la creación del Partido y en un

principio había cumplido la función de articular entre los distintos centros socialistas para hacer

posible la formación partidaria. En adelante, las principales preocupaciones estuvieron dirigidas a

aumentar las esferas de influencia de la publicación. Es así que la transformación de La Vanguardia

en diario informativo, dejando atrás su perfil de semanario cuyo contenido se ligaba más al debate

doctrinario, cristalizó la preocupación por trascender el pequeño núcleo de militantes que se

acercaban a la publicación socialista en sus comienzos.

Esta intención de alcanzar nuevos lectores, que en principio no fueran los que ya adherían a

los principios del Partido, albergó numerosos proyectos e intenciones que tuvieron un momento

bisagra cuando en 1905 La Vanguardia comenzó a salir todos los días con un diseño renovado. Juan

Buonuome destaca que detrás de esta iniciativa los socialistas perseguían el objetivo de competir por

el público obrero con los “diarios burgueses”37. Por ello, la posibilidad de ofrecer un dinámico

36 Idem. 37 Buonuome, Juan, Periodismo militante en la era de la información. La Vanguardia, el socialismo y los orígenes de la cultura de masas en la Argentina (1894-1930), Tesis de Doctorado en Historia, Universidad de San Andrés, 2016.

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servicio de noticias de actualidad, en conjunto con un diseño más atractivo desde lo estético, fueron

algunas de las pautas que tuvieron en cuenta para captar la atención del público amplio de lectores

que había surgido en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.

Por fuera de las estrategias específicas de La Vanguardia, a partir de los años veinte se volverá

más común encontrar reflexiones en torno a la influencia social de las diferentes expresiones de la

cultura de masas. El reconocimiento de esta influencia ponía necesariamente en tensión las posibles

respuestas del Partido frente a una realidad que parecía interponerse en el camino del socialismo. En

1923 se publicó en La Vanguardia una nota titulada “Como emplean muchos obreros sus horas de

ocio. La mejor manera de aprovecharlas”. Allí se comenzaba señalando:

La tendencia a organizarlo todo, que cada día se pronuncia más, ha hecho que actualmente se discuta en

algunas grandes revistas extranjeras, con fines prácticos, un viejo problema que atañe muy de cerca a la

clase proletaria, cual es el de saber de qué manera pueden los obreros pasar mejor las veladas de los días

de trabajo y los días festivos38.

De esta manera, el mayor tiempo libre fuera del trabajo -junto a la mayor oferta para realizar

diferentes actividades- se volvía un tema de interés para un Partido que deseaba dotar ese tiempo de

actividades consideradas edificantes. Sin embargo, a continuación, la nota aceptaba que muchos

trabajadores si bien podían elegir “esparcimientos más o menos sanos moralmente” como concurrir

a cafés, teatros o cinematógrafos, otros destinaban esos momentos a concurrir a lugares de bebidas y

apuestas39. Aunque en otras oportunidades en La Vanguardia podían aparecer como influencias

negativas los cafés y el cinematógrafo, aquí, frente a la alternativa de las bebidas y el juego, aparecían

como actividades más tolerables. De todos modos, el artículo no dejaría de enfatizar la importancia

de la lectura, la asistencia a conferencias y también la conversación con “personas inteligentes y

cultas” como los mejores modos de realizar un empleo útil de estas horas. La importancia que esto

conllevaba era absolutamente explícita:

¡Cuántos dramas íntimos, cuántas tragedias sociales tienen su origen en las pésimas costumbres que se

adquieren a fuerza de enlodarse con viles entretenimientos!

Para los proletarios, a quiénes la organización de la sociedad tiene sumidos en un estado de inferioridad

manifiesta, en el que se procura mantenerlos; para los asalariados que tienen el deber ineludible de

38 La Vanguardia, 15/4/1923. 39 En línea con esta preocupación el diputado socialista Augusto Bunge propondría, en ocasión de debatirse la ley de descanso dominical en la Cámara de Diputados, que dicho día se prohibiera el despacho de bebidas. Diario de sesiones de la Cámara de Diputados, Tomo I, Reunión n° 10, 8/6/1920, p. 540.

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colaborar en la obra de su emancipación y la de la humanidad, el decidir cómo han de emplear sus ocios es

de extrema importancia ya que una buena parte de este tiempo que se pierde miserablemente en prácticas

perniciosas, podría y debería ser dedicado a elevarse uno mismo y a elevar a los demás a las cimas del

bienestar, la libertad y a la cultura a que debe aspirarse40.

Si los “viles entretenimientos” que parecían tener cada vez más importancia en la sociedad se

volvían una amenaza a la tarea de “elevarse uno mismo” y a los demás, los socialistas se encontraban

ante un problema ya que aquí se trataba de actividades que los trabajadores parecían preferir frente a

aquellas que proponía el Partido. De esta manera, será cada vez más frecuente encontrar en las

páginas de La Vanguardia reflexiones donde estas tensiones aparezcan explicitadas.

La preocupación por el “mal uso” del tiempo libre de los trabajadores llevaría incluso al

socialismo a señalar consecuencias negativas de ciertas conquistas obreras como la reducción de la

jornada laboral ya que, al combinarse con festividades religiosas como la semana santa,

desembocaban en “un exceso pernicioso y degradante, un fomento directo a los hábitos de

holganza”41. En un artículo que pedía la anulación de las fiestas religiosas, La Vanguardia explicaba

que, a partir de la conquista de las ocho horas, los trabajadores ya contaban con suficiente tiempo

libre y que entonces resultaba un momento oportuno para quitarle privilegios a la Iglesia debido a

que esos días de ocio resultaban un menoscabo “a los hábitos de trabajo”. Aunque la nota señalaba

también el perjuicio para los trabajadores que cobraban por jornal, su mayor preocupación parecía

estar enfocado en el impulso dado a los usos incivilizados del tiempo disponible. Al respecto,

sostenía:

Y no mencionamos, por sabido, el incentivo que esta propaganda del ocio significa para toda clase de

vicios, pues con las fiestas funcionan los hipódromos (ayer hubo carreras en Temperley, San Martín y La

Plata) y suelen tener más clientes las tabernas, con lo que malograría el propósito de elevación moral y

material que encierra la conquista de la jornada de ocho horas42.

Si bien ante las apuestas y el consumo de alcohol, el cine, el teatro o los deportes podían ser

considerados “esparcimientos más o menos sanos moralmente”, continuaban encontrándose lejos

de los ideales partidarios que llamaban a la lectura y el estudio como principales armas militantes.

Esta preocupación se agravaría al constatar que el escaso arraigo de estas prácticas alcanzaba a las

40 La Vanguardia, 15/4/1923. 41 La Vanguardia, 18/4/1924. 42 Idem.

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filas mismas del socialismo, llegando inclusive a sembrar preocupación por la instrucción de los

propios militantes, dado que: “Hubo una época en nuestro partido, allá en sus ya lejanos comienzos,

en que la preocupación por el estudio estaba más arraigada que ahora”43, como señalaba un editorial

de La Vanguardia en agosto de 1925. La nota, cuyo título “Socialismo y Cultura” resultaba un

encabezado muy frecuente dentro del periódico, reconocía que la tentación por distracciones más

“ligeras” se había adentrado a las filas mismas del Partido.

Ante esta situación la respuesta continuaría presentándose por el lado de la instrucción y

educación. Esto llevaría a que los socialistas defendieran, principalmente en el ámbito del Concejo

Deliberante porteño, las diferentes iniciativas que pudiesen ponerse a disposición de la “cultura

popular”. Con este objetivo los representantes socialistas mostraron gran interés por organizar una

obra de divulgación artística en el Teatro Colón. Sobre la importancia de esto podían afirmar:

Siempre ha sido una preocupación socialista la cultura intensiva de las masas que sirva para hacer más

llano el camino, menos espinosa la senda que conduce a los trabajadores a su propia emancipación.

El teatro Colón, que ha sido hasta hoy el centro de las reuniones de nuestra aristocracia vacuna, debe

transformarse en el centro dilecto de la cultura artística del pueblo44.

La lucha contra esparcimientos menos deseables que aquellos de carácter instructivo que

proponía el Partido alentaría en 1927 la creación de la Comisión de Cultura de la Casa del Pueblo.

Reiterando el vínculo entre la elevación intelectual del pueblo y los objetivos socialistas, el

manifiesto de la comisión redundaba en un llamado a depurar las expresiones culturales que

formaban parte de los actos socialistas. Considerando que:

Nos es difícil huir de la frecuente fealdad de nuestras calles, viviendas, avisos, cinematógrafos, teatros, y

músicas disonantes que nos envuelven a pesar nuestro. Debemos, pues, con todo empeño, preservar

nuestra Casa del Pueblo del desborde de fealdad que el comercio rapaz –preocupado solo de la ganancia-

divulga, halagando el mal gusto de los habitantes, sin pensar ni por asomo en su educación45.

Ante este panorama:

La Comisión pro Cultura de la Casa del Pueblo, que organizará reuniones científicas y artísticas, ofrece

también su ayuda y cooperación a todas las entidades que organizan actos de esparcimiento en el salón de

43 La Vanguardia, 17/8/1925. 44 La Vanguardia, 16/1/1924. 45 La Vanguardia, 8/9/1927.

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la misma, y desde ya los insta a evitar aquellos números que so pretexto de escenas populares, degeneran

en expresiones burdas y grotescas, y también pide elijan con esmero los números de música, en la

seguridad de que comprenderán que la selección de sus programas contribuirá a la educación de los

concurrentes46.

Si en el espectro de actividades disponibles para el tiempo libre de los trabajadores, la lectura

y la asistencia a conferencias podían aparecer en un extremo idealizado y las apuestas y la bebida

conformaban el otro extremo de absoluta condena, actividades como asistir al cine, concurrir al

teatro por secciones o a espectáculos deportivos aparecían en un entrelugar cuya caracterización

podía variar dependiendo de las circunstancias y del abanico de posibilidades presentados. En este

caso, el manifiesto de la Comisión de Cultura de la Casa del Pueblo marcaba una posición más

rígida en torno a cómo debían ser las actividades de los centros partidarios, en tanto permitía

entrever que ciertas manifestaciones “so pretexto de escenas populares” se habían ganado un

importante lugar dentro de las actividades, menoscabando “las bellas manifestaciones artísticas” y

“la divulgación científica”47.

La postura del manifiesto resultaba una clara muestra de la ambivalencia que generaban este

tipo de fenómenos dentro de las filas socialistas. Al mismo momento en que salía publicado, el

Partido ya contaba hacía varios años con capacidad para realizar sus propias proyecciones en las que

no dudaban en incluir películas provenientes de la industria hollywoodense. Inclusive, muchos actos

en beneficio de la misma Casa del Pueblo se habían realizado apelando al interés que suscitaban

estos films para aumentar la recaudación.

Numerosos ejemplos sirven para contrastar la postura de la comisión. En 1927 los

concejales socialistas de Junín, ciudad del interior bonaerense, solicitaban la adquisición por parte de

la municipalidad de un “cinematógrafo ambulante”. Resaltando la importancia del cine para “la

cultura del pueblo” la iniciativa presentada en el concejo daba como primer argumento la

importancia del entretenimiento para el tiempo libre de los trabajadores. Es así que alegaba, al

enumerar los motivos: “El primero de éstos, se refiere a la cinematografía como medio moderno y

económico de esparcimiento social; y el segundo a su poder educativo desde el mismo punto de

vista”48.

46 La Vanguardia, 8/9/1927. 47 Idem. 48 El Sol, 15/1/1927.

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De esta manera, asegurar la posibilidad de un momento entretenido sin tener que costear las

entradas para el cine podía aparecer, inclusive, como elemento que antecediera la importancia de la

labor educativa. La posibilidad de ofrecer espectáculos de cine al aire libre con la capacidad de

trasladarse a diferentes barrios redundaría en un beneficio para los trabajadores que, de otro modo,

deberían invertir también en los traslados para asegurarse un momento de diversión. A su vez, los

concejales socialistas no dejaban de señalar que el atractivo del cinematógrafo brindaría una

oportunidad inmejorable para que la municipalidad llevara adelante una política de instrucción sobre

la salud pública, ante un público que se encontraría más dispuesto a prestar su atención.

Un año antes, frente a las elecciones legislativas de 1926 en la ciudad de Buenos Aires, La

Vanguardia anunciaba orgullosa una innovación que permitiría recorrer las calles con avisos

partidarios y proyecciones. Al “camión cinematográfico” que el Partido ostentaba desde 1919 se le

sumaba una doble faja giratoria de lienzo cuyas leyendas podían ir renovándose. Así, el Partido

podía potenciar la proyección de cintas en conjunto con la difusión de consignas partidarias

llevándolas a todos los rincones de la ciudad.

Este tipo de avisos o films recuperaban las estrategias de los avisos publicitarios urbanos y

las herramientas del cine para expandir la doctrina socialista con fines de proselitismo. Al respecto,

La Vanguardia declaraba:

Los lectores que han tenido la oportunidad de ver funcionar el camión en plena calle han de pensar como

nosotros que difícilmente podía encontrarse un sistema que realice prácticamente en la forma fácil y

comprensiva que requiere una campaña electoral nuestra propaganda callejera complementaria de la que se

lleva a cabo en la tribuna y en la prensa49.

Por último, la nota concluía enfatizando que las ideas nuevas merecían formas nuevas, y que

el Partido era digno de elogio en tanto superaba sus adversarios, también, por su carácter innovador.

En la medida que el Partido se reivindicaba como única expresión moderna de la política argentina,

también elogiará el temprano uso de los nuevos medios para ampliar la propaganda socialista.

A continuación, el periódico relataría diferentes circunstancias de las recorridas que hacía el

camión cinematográfico con el agregado de las fajas giratorias. En línea con esta reivindicación de lo

moderno, uno de los aspectos resaltados sería la capacidad de la propaganda cinematográfica para

combatir a la “política criolla”. Dado que la novedad empleada por el Partido suscitaba fuertemente

49 La Vanguardia, 26/10/1926.

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la atención en las barriadas obreras a las que asistía, La Vanguardia expresaba que: “Ya sólo va al

comité el compadrito de barrio, el adulador del caudillejo local, el que solo ve en la política la

ocasión de conquistar el empleito (sic) prometido por aquel en premio a su consecuencia

partidaria!!!”50, mientras que en las exhibiciones socialista “se observan núcleos obreros atentos e

interesados por el cultivo de su espíritu”51.

Aunque los socialistas remarcaron el valor educativo que tenían estas cintas, además de su

importancia para el proselitismo, no dejarían de señalar la conveniencia de combinar esa cualidad

con el entretenimiento que podía proveer una exhibición. En línea con la premisa de “instruir

deleitando”, La Vanguardia se ocuparía de caracterizar al público que asistía a las funciones del

camión como:

Hombres y mujeres de trabajo que después de un día de ruda labor, en compañía de sus hijos, buscan un

poco de sana alegría y esparcimiento frente a la pantalla de nuestro camión-cine ambulante que va

pasando, por todos los barrios de la capital, películas de alto valor moral y social52.

Más que enfatizar las contradicciones, lo que nos interesa señalar es la variedad de posturas

que podían ocasionar estos nuevos medios y espectáculos que no merecían la condena absoluta pero

cuya asimilación a los ideales socialistas no resultaba tampoco automática ni sencilla. A su vez, la

creciente influencia de la cultura de masas enmarcaba un contexto en el cual el socialismo buscaba

expandirse dentro del sistema político argentino. La tensión entre mantenerse aislado en los

principios y flexibilizarse para crecer políticamente se mantendría ineludiblemente mientras estas

condiciones históricas continuaran entrelazándose.

Un ejemplo explícito de la convivencia de diferentes formatos culturales y de la intención de

combinar las tradiciones partidarias con las formas de entretenimiento popular lo podemos ver en el

programa que solían asumir los actos partidarios. Allí, en conjunto con el ineludible dictado de una

conferencia a cargo de una figura notable del Partido, podía encontrarse muy a menudo la

incorporación de diferentes espectáculos artísticos donde se combinarían “las obras de tesis” y “las

bellas manifestaciones del arte” con obras del teatro breve popular o películas provenientes de la

industria del entretenimiento que se alquilaban a las distribuidoras locales a tal fin. Coros infantiles

50 La Vanguardia, 11/11/1926. 51 Idem. 52 La Vanguardia, 4/11/1926.

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cantando “La Internacional”, grupos de teatro de ideas, y conferencias compartían numerosas veces

el programa con las películas del Far West y dramas amorosos de Hollywood53.

Sobre este cierto eclecticismo, en 1931, Revista Socialista daba lugar a un texto titulado, una

vez más, “La cultura y el socialismo”. Allí, pensando la evolución del socialismo a nivel mundial se

insistía con este carácter no estructurado de los proyectos culturales socialistas ya que la cultura

socialista debía “surgir y desarrollarse por si misma”54. Reconociendo la dificultad, empero, de que

se concretase tal cultura antes de establecer una sociedad socialista, el texto apuntaba a construir una

cultura de transición que hiciera de puente entre ambos momentos.

Este camino de transición se encontraba, no obstante, amenazado por diferentes elementos.

Al respecto, la nota advertía:

Ciertamente, no debemos olvidar que el gran aparato de sugestión, los seis medios más poderosos para

influenciar el espíritu de las masas, se encuentran aún, en su mayor parte, en poder de la clase gobernante;

que, junto con las fuerzas sociales más poderosas que actúan en el desarrollo mental: la familia, la

profesión, la clase, etc., lanzan una corriente ininterrumpida de sugestiones mediante la escuela, la iglesia,

la prensa, la radio, el teatro y el cine, lavando los cerebros y amenazando todo nuestro trabajo55.

A diferencia de las posturas que pretendían delimitar claramente las iniciativas partidarias de

aquellas que provenían de la cultura de masas, la nota proponía disputar los medios privilegiados de

la burguesía para uso socialista. Es así que, una cultura de transición que supiera aprovechar los

medios más ágiles y dinámicos de su tiempo podría constituir el puente definitivo hacia el futuro

socialista. Esta tensión se expresaba explícitamente dado que:

En la lucha por la conquista de los instrumentos de sugestión, el teatro, el cine, la prensa y la radio, al

dinero y al poder de nuestros adversarios debemos oponer las masas obreras. El teatro pertenece a

quienes son capaces de llenarlo. Ciertamente, no debemos deducir de ello que debamos inficionar al

proletariado de decadencia burguesa, que debamos ofrecerle el alimento de estúpidas operetas y revistas

al desnudo. La eficacia revolucionaria del cine, su poderosa eficiencia cultural, nos la han demostrado los

rusos con su “Potemkin”, “Una tormenta sobre el Asia”, etc. Recién cuando nuestros mejores oradores

53 Un ejemplo muy gráfico de esta convivencia podemos encontrarlo cuando en ocasión de conmemorar los cincuenta años del fallecimiento de Sarmiento el programa de uno de los actos socialistas incluyera: “Dibujos y variedades cómicas: Peces en colores (1 acto), El país de las montañas, El que no corre vuela, Bromas que embroman; Conferencia a cargo del diputado Juan A. Solari; El poder del corazón con George Brent y Beverly Roberis. Una sinfonía maravillosa, en colores; Ellos no olvidarán, con Claude Rain, Edgard Norton, Gloria Dickson. Entrada general $ 0.60”. La Vanguardia, 6/09/1938. 54 Iltis, Hugo, “La cultura y el socialismo”, Revista Socialista, año 1, n° 8, Enero 1931, pp. 174-182. 55 Idem. p. 178.

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puedan hacerse presentes mediante películas sonoras a los millones que constituyen nuestros auditorios,

propagando nuestra idea, entonces nuevas y poderosas posibilidades educativas estarán a nuestra

disposición56.

De esta manera, la nota resaltaba la importancia de generar productoras cinematográficas

socialistas, teatros obreros y una prensa propia igual de influyente que la prensa capitalista. Al

respecto concluía afirmando que una vez que esos medios estuvieran en manos socialistas y

reemplazaran el lugar que los “instrumentos de sugestión” del capitalismo tenían en la vida de los

trabajadores, la formación de una “alta cultura socialista” estaría al alcance de la mano.

Lejos de recluirse en una postura conservadora y una reafirmación de las prácticas socialistas

de larga tradición, Revista Socialista se permitía abrir el juego en sus páginas a notas que explicitaran

las tensiones suscitadas por las transformaciones de la cultura y que inclusive se proponían superar

esa disyuntiva apropiándose de los medios de la burguesía. Como luego sucedería con los ensayos

sobre cine, el carácter burgués de determinados medios y espectáculos no sería visto como un

impedimento para su uso dentro de la obra cultural socialista.

En esta línea, Guillermo Korn, al analizar las diferencias entre teatro y cine, ponderaba las

virtudes artísticas del segundo considerando que las particularidades del discurso cinematográfico

brindaban posibilidades que el teatro no. Advirtiendo que, en detrimento de su propio potencial, el

cine sonoro no debía meterse en el terreno del teatro, Korn incluía al cine dentro de los géneros

artísticos reivindicados, siempre y cuando “el teatro sea teatro y el cine, cine”57. La defensa del cine y

de la posibilidad de que se complementara con el teatro se vinculaba no solo con una valoración de

su potencial artístico, sino también de algunos de sus personajes célebres. De este modo, la nota

aprovechaba a reivindicar las “ideas socialistas” de Chaplin, considerado ampliamente por el

socialismo como la figura más importante del ambiente cinematográfico.

Numerosos ejemplos de críticas frente al cine, el teatro, los deportes o la radio, en conjunto

con otra gran cantidad de instancias en que el potencial de estos medios se intentó asimilar para

fines políticos, dejan un saldo complejo para el análisis. La ambigüedad frente a estos fenómenos,

las prevenciones que suscitaban ante el ideal ilustrado que proponían las bibliotecas socialistas y las

conferencias de sus dirigentes, en contraste con la mirada estratégica en torno a las posibilidades de

ampliar la difusión doctrinaria del Partido, nos dificultan la posibilidad de inclinar la balanza para

56 Idem. p. 179. 57 La Vanguardia, 17/10/1931.

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definir una postura predominante del acercamiento de los socialistas argentinos hacia la cultura de

masas.

5. Conclusiones

Hemos intentado recuperar en este artículo la dimensión que tenía la cultura dentro del

proyecto socialista para poder entender el desafío que lanzaba hacia sus propias prácticas y

concepciones la novedosa cultura de masas que continuaría creciendo a lo largo del período. En

tanto debían ser las masas dotadas de la razón las que llevarían a cabo una transformación social

gradual y la obra cultural del Partido la encargada de dotarlas de esa razón, la formación de una

cultura de masas que no parecía, a ojos del socialismo, acompañarse por ese ideal, desafiaba el

núcleo mismo del proyecto socialista.

Esto no llevó, empero, a que el Partido se encerrase en una postura rígida de rechazo hacia

las preferencias culturales del conjunto mayoritario de la población. La tentación por aprovechar la

popularidad de ciertos medios u ofertas para el ocio, que sin ser impolutas como una conferencia

tampoco resultaban tan perniciosas como las apuestas o el reunirse a beber, obligaría al socialismo a

navegar incómodo entre las alternativas de una cultura dinámica y compleja.

De allí que podemos encontrar una marcada variedad y cierta ambivalencia en las posturas

dentro de las filas partidarias. Esto no se explica solamente por las diferentes voces que podían

tener lugar en las publicaciones socialistas sino también por la imposibilidad de alcanzar una

solución definitiva que implicaría, o el abandono de los principios más tradicionales del Partido o el

abandono de las ambiciones políticas en un medio que se presentaba sustancialmente diferente al

que los socialistas propondrían como ideal para el desarrollo de su política.

Por tal motivo, creemos que este carácter ambivalente u oscilante puede ser la marca más

profunda del acercamiento del socialismo a la cultura de masas. A diferencia del peronismo que

posteriormente pudo elaborar una prédica de tinte obrerista sobre la base de una reivindicación de

las tradiciones populares ya existentes y de sus principales elecciones de entretenimiento58, para el

socialismo argentino esto hubiera significado una transformación demasiado profunda de sus

tradiciones y principalmente del esquema educativo con el que pensaba su relación con la clase

trabajadora o, más en general, con “las masas”.

58 Ver James, Daniel, Resistencia e integración, Sudamericana, Buenos Aires, 1990, Capítulo: “El peronismo y la clase trabajadora”, pp. 19-65; y, Karush, Matthew, Cultura de clase, Radio y Cine en la creación de una Argentina dividida (1920-1946), Ariel, Buenos Aires, 2013.

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En la medida que el proyecto socialista no podía prescindir de la calidad al aspirar a la cantidad

-parafraseando a Ángel M. Giménez-, la incorporación de géneros artísticos y entretenimientos que

provenían de la cultura de masas encontraba allí un límite difícil de franquear cuando los mismos

parecían estar rotundamente contrapuestos a las premisas educativas que los socialistas

promulgaban. En algún punto, la aceptación lisa y llana de las diferentes manifestaciones de la

cultura de masas aparecía como una contradicción para una fuerza política que se proponía una

transformación profunda de la sociedad.

No obstante, la posibilidad de llevar más lejos la palabra socialista, junto a razones de índole

más práctica –mejorar la convocatoria a los actos partidarios, sobre todo a los que buscaban reunir

fondos- permitieron que la cultura de masas apareciera como un vehículo o una herramienta de gran

valor para la práctica política. Esto se sumaba al hecho de que ponía en una encrucijada al

socialismo, el cual buscaba representar -y a la vez les endilgaba la misión de transformar la sociedad-

a quienes, en su mayoría, eran los principales consumidores de las nuevas ofertas para el ocio. De

esta manera, un rechazo liso y llano tampoco parecía ser una respuesta productiva dado el interés

por intervenir en la realidad política y cultural de la Argentina al tiempo que esta actitud acarreaba el

riesgo de aislarse de aquellos sujetos a los que justamente pretendía interpelar. Es así que, aunque

propusiera una disyuntiva incómoda, la cultura de masas presentó al socialismo un dilema del que no

pudo rehuir en los años más intensos de su participación política, previos a la irrupción del

peronismo.

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Resumen: Raoul Ruiz comenzó su carrera cinematográfica en 1968. Desde este año se adhirió a la agenda del presidente socialista Dr. Salvador Allende política y cinematográficamente. Después de 1973, se exilió en Argentina y luego en París, Francia. Su carrera cinematográfica fue luego muy diversa y en su primera etapa incluyó una solidaridad con el drama político de Chile, del cual fue un actor, antes y después de 1973. Sin embargo, Genealogía de un crimen de 1997 marcó una voluntad de producir un filme más europeizado y sofisticado que parecía romper con la adhesión a los temas chilenos. En éste, Ruiz cuestiona la teoría del conflicto central, parafrasea y satiriza un segmento controversial de la historia del psicoanálisis vienés y lo recrea en un escenario parisino. El filme se piensa a sí mismo como un metalenguaje dejando muy atrás los años del realismo-social chileno. Su inserción en la historia cultural chilena del exilio es todavía problemática.

Palabras clave: Producciones de exilio, el conflicto central, el psicoanálisis europeo, meta-lenguaje, transgresiones culturales.

Genealogy of a crime or the acctually european film of ‘Raoul’ Ruiz Abstract: Raoul Ruiz began his film career in 1968 when he joined the agenda of socialist president Dr. Salvador Allende, both politically and cinematographically. In 1973, he went into exile in Argentina and later in Paris, France. His film career was very diverse and initially included a solidarity with the political drama of Chile, of which he was a part. Genealogy of a crime from 1997, however, marked a willingness to produce a more Europeanized and sophisticated film that seemed to break with the adhesion to Chilean topics. In it, Ruiz questions the central conflict’s theory, and paraphrases and satirizes a controversial segment of the history of Viennese psychoanalysis, recreating it in a Parisian setting. The film thinks of itself as metalanguage leaving behind the years of Chilean social realism. Its insertion in the Chilean cultural history of exile is still problematic.

Keywords: Exile productions, the central conflict, the European psychoanalysis, metalanguage, cultural transgressions.

Genealogía de un crimen o el cine propiamente europeo de ‘Raoul’ Ruiz

Gina Canepa National Coalition of Independent Scholars (NCIS)

Recibido: 13/08/2018

Aceptado: 21/05/2019

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected]

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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Genealogía de un crimen o el cine propiamente europeo de

‘Raoul’ Ruiz

Gina Canepa

National Coalition of Independent Scholars (NCIS)

Hoy en día la función de la psiquiatría,

psicología y el psicoanálisis amenaza

en convertirse en una herramienta de

manipulación del ser humano.

Erich Fromm (1955).

1. Introducción

Hablar del cine propiamente europeo de Raúl Ruíz o Raoul Ruiz1 significaría plantear que

hay un cine propiamente chileno o latinoamericano del cineasta, lo cual supondría hacer

1 Ruíz, Raúl, (Raoul Ruiz en Europa) nació en Puerto Montt en 1941 y falleció en París en 2011. Después de haber pasado gran parte de su infancia y adolescencia en Puerto Montt y Chiloé, se trasladó a Santiago para realizar sus estudios universitarios en teatro y cine; luego del estreno de su primer largometraje, Tres Tristes Tigres, de 1968, Ruiz tomó partido por el programa del candidato a la presidencia Dr. Salvador Allende y el proceso socialista que comenzó a vivir el país, realizando una serie de producciones durante la época de la coalición de la Unidad Popular (Ahora te vamos a llamar hermano, El realismo socialista, Nueva canción chilena y en otra línea, Palomita Blanca, las que una vez iniciada la dictadura militar, le costaron el exilio. Ruiz, entonces, se marchó a Argentina en octubre de 1973 y luego a París, Francia. Además de continuar trabajando activamente en su fecunda producción fílmica, realizó conferencias y seminarios en universidades de todo el mundo. Raoul Ruiz ha ejercido como dramaturgo, novelista, académico, pensador del cine e instalador de arte, pero es conocido esencialmente por su labor como cineasta. Dentro de este campo ha realizado más de cien obras, en diversos formatos y extensiones, en las que propuso nuevas formas de contar a partir de una poética constructiva específica, que se aleja de la teoría del conflicto central. Los filmes de Ruiz narran de sí mismos antes de narrar de aquello que se suponen que narran, elaborando una especie de meta-cinematografía, pues el cine se piensa a sí mismo en la pantalla; pero no por ser tan especialmente elaborados, sus filmes llegan a ser meramente esteticistas. Al contrario, las películas de Ruiz aluden a todos los grandes temas de la humanidad, como el amor y la muerte, la justicia y su quiebre dentro de una muy humana e insólita poética. Raoul Ruiz recibió el Premio Nacional de Artes Audiovisuales en Chile (1997). Además ha recibido, entre muchos otros premios, el “Leopardo de Plata” por Tres Tristes Tigres en el Festival de Locarno (1969), el “Gran Premio” por La vocation suspendue en el Festival de San Remo (1977), el “Gran Premio” por Les trois couronnes du

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delimitaciones drásticas y arbitrarias. El objetivo de este ensayo es estudiar la Genealogía de un

crimen de 1997, en cuanto a un ejemplo de un cine más europeizado de Raoul Ruiz y postular que

se trata de una mirada sobre la alienación, la que se traduce en crítica social y en cuestionamiento

a las premisas epistemológicas de la modernidad. En la extensa cinematografía de Ruiz hay

variados énfasis, diálogos y cruces por los cuales ya se estaría cuestionando el título de este

artículo. A primera vista pareciera haber un cine de Ruiz más europeizado. La situación de

Genealogía del crimen marca una voluntad de producir una obra particular. Ruiz habría usado aquí

diferentes recursos estéticos como la impugnación de la teoría del conflicto central, la

caricaturización y elementos del thriller psicológico, del surrealismo y del neo-barroco.

Para abordar este tópico se quisiera emprender algunas reflexiones metodológicas. Desde

luego el texto primario aquí es el filme en sí. Para analizar este, se lo ha abordado aquí con un

tratamiento meramente hermenéutico. La literatura secundaria refiere varios textos sobre el

psicoanálisis clásico para esclarecer los referentes ruízanos, así también como estudios sobre los

aspectos intrínsecos de la obra de Ruiz.

1.1. En la perspectiva de la historia cultural

La ubicación de las obras producidas en el exilio ha sido un desafío para la historia

cultural chilena y de otros países. Obras desterritorializadas, han presentado características

diversas que van desde el respaldo a las causas y temas nacionales hasta adhesiones con las pautas

culturales de los países acogedores, generando obras eclécticas donde el aquí y allá se ha atenuado

de alguna manera. Hasta ahora no se ha elaborado una historia cultural coherente sobre los

cineastas migrantes chilenos en Europa y los Estados Unidos y sus obras y este es un vacío que

habría que llenar. Un cometido como este será bastante complejo demandando una batería de

métodos interdisciplinarios y finalmente estudios sobre los autores y sus circunstancias, lo que en

su conjunto permitiría un acercamiento a la naturaleza de sus filmes. Así también habría que

ampliar el examen del cine independiente autoral y extraterritorial. Esto último ha implicado una

matelo en el Festival de Orléans (1982), el “Premio Mejor Cineasta del Año” en el Festival de París (1986), el “Premio a la Mejor Música y Mejor Fotografía” por L’oeilquiment en el Festival de Sitges, España (1991), el “Oso de Plata” por Genealogía de un crimen en el Festival de Berlín (1997), el ”Premio del Círculo de Críticos de Arte” de Chile al conjunto de su carrera (2001) y el “Premio Louis Delluc” por Misterios de Lisboa (2010). González Fullem, B. Un viaje al cine de Raúl Ruiz. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Valparaíso, 2016, pp.12-13.

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tarea ardua y apenas se han comenzado a vislumbrar algunas coordenadas comunes como las

previstas en los trabajos de Abid Med Hondo, Salman Rushdie y Hamid Naficy2.

2. Raoul Ruiz y el cine independiente extraterritorial

El cine independiente autoral y migrante se ha nutrido a menudo de la matriz neo-barroca

imperante de las últimas décadas, pero más que nada de la dialéctica de lo nacional e internacional

la que ha sido inherente a su génesis instituyéndose en una alegoría de la transnacionalidad,

multiculturalismo, multifocalidad y sincretismo. Muchas veces estos filmes han sido inclasificables

y solo se han dejado describir individualmente. El impacto autoral en estas producciones ha sido

omnipresente lo que habría implicado que el director haya sido también el guionista y el editor de

sus producciones.

Raúl o Raoul, es laureado con un «galardón especial», recibido por pocos cineastas en la

historia del cine mundial. Cahiers du Cinéma, la imponderable revista francesa de cine, distintiva

por el nivel más avanzado entre la crítica europea, dedica un número entero a Ruiz en 1983.

Cahiers de Cinéma no deja nunca deja de reseñar los filmes de Ruiz, sin embargo, esta prestigiosa

revista le consagra solo un breve artículo a Genealogía de un crimen en 1997, el cual soslaya algunos

aspectos relevantes del mismo como la impugnación de conflicto central. El autor, Thierry Jousse3,

otro cineasta, se concentra más bien en la dimensión caricaturesca del filme y la ductilidad de la

historia central y sus desdobles y proliferaciones. Enfatiza también la elección de Catherine

Deneuve como la doble protagonista quien, siendo una actriz favorita de directores prominentes

por su idoneidad actuacional, seducción impertérrita y significación publicitaria, estaría reeditando

lúdicamente la usanza de los filmes de “estrellas”.

Hamid Naficy4 en su libro An Accented Cinema: Exilic and Diasporic Filmmaking intitula los

filmes del exilio distribuidos en un espacio global y a veces dispersamente, como “un cine

acentuado” por su tremendo peso e intertextualidad. Así también, los define como un modo de

producción de un grupo que ha visto en las tensiones del exilio fuentes de creatividad y riqueza

2 Med Hondo, Abid, “The Cinema of Exile”, Film and Politic in the third World. John D. H. Downing, editor Praeger, New York, 1987; Rushdie, Salman, Imaginary homelands: Essays and Criticism (1881-1991), Granta, London, 1991; Naficy, Hamid, An Accented Cinema: Exilic and Diasporic Filmmaking, Princeton University Press, Princeton, 2001. 3 Jousse, Thierry, “Entretien avec Raul Ruiz: Généalogies d'un crime”, Cahiers du cinema 512, Paris, Avril 1997, pp.55-56. 4 Naficy, Hamid, Op cit., pp. 54-55.

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cultural. Sin embargo, Naficy deplora que la producción de autores como Ruiz y Valeria

Sarmiento 5 y también la de autores iraníes, africanos, australianos y canadienses no hayan

merecido la atención adecuada de la crítica literaria. Según Naficy, la deprivación de la lengua

original ha sido un factor de crisis fundamental en la obra cinematográfica, lo que se ha trasmitido

en los cines acentuados en silencios, bilingüismo, multilingüismo y multivocalismo.

El problema del idioma en Genealogía de un crimen no es un asunto central, dado de que se

trata de un filme francés sobre un tópico muy europeo, pero que -por decirlo así- está planteado

desde la perspectiva de un chileno escéptico internacionalizado.

El estudio de Michael Goddart, The cinema of Raoul Rouiz. Impossible Cartographies ha añadido

perspectivas innovadoras en el estudio de la producción de Ruiz. Goddart6 revitaliza el concepto

de cartografía para la obra de Ruiz tratando de examinar cronológicamente sus filmes cruciales y

proponiendo una exploración de la obra ruízana a la manera de un mapa que reproduce espacios

memóricos, eclécticos y laberínticos. La monografía ofrece un intento de periodificar su obra en

tres categorías. La primera7 referiría aquellos trabajos anteriores a/ y/ durante/ la Unidad Popular

que tendrían un carácter más político. La segunda englobaría aquellos filmes en los que el viaje

constituye de manera factual y ontológica una alegoría alucinada del exilio y desarraigo8. La última

sería la etapa europeizada de Ruiz en la que Goddart incluye Genealogía de un crimen9.

2.1. La re-escritura de Hermine Hug-Hellmuth

En Genealogías de un crimen, Raoul Ruiz en sentido estricto re-escribe, actualiza y usa como

pretexto cinematográfico la vida de la vienesa Hermine Hug-Hellmuth, una psicoanalista pionera

especializada en el psicoanálisis infantil y vinculada a la escuela de Sigmund Freud. Hay poca

información y estudios sobre Hug-Hellmuth; algunos importantes han sido los de Angela Grand

Noll10 y Reyes Vallejo11. Había sido maestra primaria y posteriormente se doctoró en Física en la

5 Montajista y directora, ha trabajado tanto en el cine como en la televisión. Nació en Valparaíso (Chile), en donde estudió cine. Se casó con el cineasta Raoul Ruiz en 1969 y cuatro años después se vieron obligados a trasladarse a París (Francia), debido al golpe militar de Augusto Pinochet. Su carrera se ha desarrollado fundamentalmente en Francia [Ramírez, Elizabeth y Catalina Donoso, Nomadías. El cine de Marilú Mallet, Valeria Sarmiento y Angelina Vásquez. Metales Pesados, Santiago, 2016, pp. 205-315]. 6 Goddard, Michael, The Cinema of Raoul Ruiz. Impossible Cartographies, Columbia University Press, New York, 2013. 7 Ibíd., pp. 9-35. 8 Ibíd., pp. 36-61. 9 Ibíd., pp. 103-167. 10 Grand Noll, Angela, Der Fall Hermine Hug-Hellmuth. Eine Geschichte der Frühen Kinder Psychonanalysese. Verlag Interna-tionale Psychoanalyse, Wien, 1988, pp. 206-21.

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Universidad de Viena. Fue la primera mujer que alcanzó ese rango en Austria. Su aprendizaje

terapéutico fue hecho informalmente en la sociedad psicoanalítica freudiana siendo una discípula

favorita de Freud y promovida por él mismo para que dirigiera su Consejería de Educación

Infantil en Viena. Se desempeñó como terapista infantil e investigadora hasta su muerte.

Hug-Hellmuth habría psicoanalizado a su sobrino, de quien era su curadora. El sobrino

efectivamente asesinó a su prominente tía en 1924, creándose un escándalo sin precedentes en el

ambiente psicoterapéutico europeo y un desprestigio de las prácticas psicoanalíticas en general.

Rolf habría tempranamente evidenciado cierta energía criminal y su tía trató de curarlo con juegos

de manera profiláctica. El asesinato de la tía no fue premeditado. Ocurrió de manera accidental

cuando él entró a la propiedad de Hug-Hellmuth para robarle dinero y joyas. Sin embargo, Rolf

alegó posteriormente en su defensa abuso de prácticas terapéuticas y exigió una compensación

económica de la Sociedad Psicoanalítica de Viena12.

Los desaciertos de Hermine Hug-Hellmut fueron diligentemente soslayados por Freud y

sus colaboradores. Freud entonces salió en defensa de los psicoanalistas ‘legos’13, vale decir, de

aquéllos entrenados en la sociedad pero que no eran médicos.

Antes de este suceso, Freud había fundado su “Geheime Komitee”14 en 1913, como

complemento a la Sociedad Psicoanalítica de Viena. La idea era mantener los principios originales

del psicoanálisis frente a controversias y disidencias como las de Adler y Jung. Simbólicamente, el

mismo año en que Hermane Hug-Hellmut fuera incorporada a la sociedad, Freud habría dado un

anillo de características arqueológicas a cada miembro. Sin embargo, Hug-Hellmut no fue invitada

a este comité, lo que nos confirma el sentido androcéntrico de esta agrupación freudiana. Resulta

curioso que Freud haya fundado este comité poco después de haber publicado Totem und Tabu15.

El carácter tribal y sagrado del comité no dejaba lugar a dudas sobre la consciencia grupal del

movimiento psicoanalítico y tal vez esta cohesión de las agrupaciones psicoanalíticas, su rápida

expansión por Europa y el resto del mundo, sus controversias, divisionismos, -y por qué no

11 Vallejo Orellana, Reyes, “Hermine Hug-Hellmuth, genuina pionera del psicoanálisis del niño”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 89, Madrid, 2004, pp. 131-144. 12 Stephan, Inge, “Ein Opfer der Psychoanalyse: Hermine Hug-Hellmuth (1871-1924)”, Die Gründerinnen der Psychoanalyse. Kreuz, Stuttgart, 1992, pp. 105-127. 13 Sigmund, Freud, “Die Frage der Laienanalyse. Unterredungen mit einem Unparteilische”, Fischer Verlag, Gesamnte Werke XIV, Frankfurt am M., 1991, pp. 207-284. 14Wittenberger, Gerhard Das ‘Geheime Komitee’ Sigmund Freuds. Institutionalisierungsprozesse in der psychoanalytischen Bewegung zwischen 1912 und 1927, Diskord, Tübingen, 1995. 15 Sigmund, Freud, Totem und Tabu: Einige Übereinstimmungen im Seelenleben der Wilden und der Neurotiker. Beacon Press, Boston, 1913.

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decirlo- su voluntarismo científico, maniobras y eventual charlatanería, habrían sido un material

seductor para Raoul Ruiz.

3. Genealogía de un crimen como thriller

Ruiz habría concebido la temática de este filme como un thriller, un suspense / thriller en el

que ha enfatizado un enfrentamiento (o juego) entre los personajes más mental que físico y en el

que se ha orientado fundamentalmente a la sátira y burla del psicoanálisis europeo. Según William

Indick, en un comprehensivo estudio sobre el tópico16, el control de la mente, la enajenación y las

fases de la realidad constituirían la substancia fundamental de los thriller-psicológicos. Todos

estos elementos están en Genealogía de un crimen, pero como un simulacro.

Definitivamente, Ruiz caricaturiza los lazos sólidos de pertenencia de la Sociedad

Psicoanalítica de Viena y de otras sociedades europeas homónimas como la belga; sin embargo,

pareciera por otro lado que su filme explora los mecanismos de la represión, rivalidad profesional

y dislocación de los objetivos del movimiento psicoanalítico. Genealogía de un crimen ha sido una

obra recibida en todo el círculo de aficionados al cine independiente con veredictos discrepantes

desde su exposición en el Festival de Berlín de 1997, donde fue galardonada con un Oso de

Plata 17 por su contribución artística. Este extravagante thriller psicológico, a pesar de su

transparencia relativa y un diseño argumental relativamente escueto y lineal, pareció ser para la

crítica en general una obra muy profusa en laberintos y dualidades desafiantes.

Considerando el argumento como una re-escritura, percibimos que una abogada

denominada Solange es experta en defender casos imposibles y causas perdidas y ha aceptado la

defensa de un adolescente, René, acusado de asesinar a su tía Jeanne Higgins, una versada

psicoanalista infantil, quien estudiaba desde hacía quince años los instintos asesinos de su sobrino.

Solo hubo un testigo del crimen, el psicoanalista Didier George -un colega de Jeanne que exhibía

irónicamente un pésimo manejo de la rabia- y lideraba una misteriosa sociedad de psicoanalistas

franco-belgas imputada por sus prácticas fraudulentas.

16 Indick, William, Psycho Thrillers: Cinematic Explorations of the Mysteries of the Mind, McFarland & Company, North Carolina, 2006, 23-45. 17 El Festival Internacional de Cine de Berlín conocido popularmente como Berlinale, es un prestigioso festival que se celebra anualmente en la ciudad de Berlín, Alemania. La figura del premio consiste en un Oso, y el más valioso es el forjado en oro. El Oso de Oro y los Osos de Plata a la mejor dirección y a la mejor interpretación, tanto masculina como femenina, se entregan durante febrero en el Berlinale Palast. También se otorga el Oso de Oro Honorífico, por toda una vida de un director, actor o una actriz. Cowie, Peter & Michel Cimentm, The Berlinale: The Festival. Bertz & Fischer, Berlin, 2010.

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Ruiz de alguna manera satiriza lúdicamente a través del grupo de psicoanalistas de Didier

el carácter ortodoxo de las relaciones profesionales freudianas y tal vez las del comité secreto. El

psicoanálisis belga18 se había basado desde sus comienzos en la práctica de legos lo cual puede

hacernos suponer que este hecho controversial merece el interés de Ruiz para satirizar y explorar

las discrepancias punzantes de las sociedades psicoanalíticas europeas y su aspiración de

legitimidad. Aquí habría que recordar que las diferencias, divergencias y juegos de poder entre

psicoanalistas psiquiatras y psicoanalistas legos sobrepasaron en los fines del siglo XIX y la

primera mitad del siglo XX en la esfera europea y se trasladaron hacia las tres Américas

reproduciendo un esquema de poder, autoridad y exclusión.

Solange –la protagonista- recibe el caso de René cuando su hijo Pascal acaba de morir en

un desafortunado accidente y a medida que lo investiga se va identificando con la psicoanalista

fallecida y obsesionándose con el adolescente acusado. Como se ha dicho, Catherine Deneuve

interpreta los dos papeles y en su función de la jurista Solange, interroga a René y este le enseña a

cambiar los roles tal como lo había aprendido de su tía Jeanne, y esto de ser otro y de encarnar a

otro u otra 19 , es una de las plataformas sobre las que se construye un juego de espejos e

identidades fluctuantes. Persuadida de la inocencia de su cliente, Solange comienza a leer el diario

redactado por Jeanne en torno a su peculiar sobrino.

La transferencia de la pulsión maternal frustrada por la muerte del hijo hacia René es

inevitable. Los mensajes meta-narrativos no están ausentes si consideramos que el papel de

Solange como la abogada de los casos perdidos no hace sino subrayar la tarea directiva de Ruiz,

cuyos grandiosos filmes muchas veces han pasado desapercibidos.

3.1. La teoría del conflicto central

A Raoul Ruiz, de acuerdo a su concepción del cine como poética20 le interesa aquí más

bien montar una aciaga comedia humana con elementos expresivos desmesurados, una narrativa

del cine en su polémica contra la teoría del conflicto central y apostar por una mirada sobre la

18 Cromphout, Didier, “Les sentiers de la psychanalyse en Belgique”, Psychoanalytische Perspektieven, 36, Brussels, 2011, pp. 9-24. 19 En este momento, se parodia la terapia del psicodrama y de las simulaciones poniéndose en el lugar del otro/ de la otra, una terapia que fuera fundada por Jacob Levy Moreno. Este fue un reconocido psiquiatra del siglo XX nacido en Rumania y quien desarrolló una técnica de terapia familiar [Levi Moreno, Jacob, Gruppenpsychotherapie und Psychodrama. Einleitung in Theorie und Praxis, Thieme, Stuttgart, 1997]. 20 Ruiz, Raoul, Poétique du cinéma. Dis Voir, Paris, 1995.

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alienación, mirada que no solo asumiría la forma de una elíptica crítica social, sino también

cuestionaría –como dicho al principio- los asientos epistemológicos de la modernidad. El

conflicto central no solo fue una meta de la dramaturgia moderna de Martinius Bjørnson21,

Henrik Ibsen22, Oscar Wilde23 y Bernard Shaw24, dado que afanes centralizadores ya se habían

percibido también en la tragedia griega.

Sin embargo, no cabe duda que la teoría del conflicto central se robusteció con la

dramaturgia europea de fines del siglo XIX y fue categórico su impacto en el cine naciente y

posterior. Si bien la teoría del conflicto central tuvo en los autores anteriormente expuestos una

función de aguda crítica social y cuestionamiento del poder burgués en el siglo XIX dentro de las

pautas del recit bien fait, la misma devino en un esquema estandarizante en la producción

cinematográfica del siglo XX. Frente a esta herencia, la cámara de Ruiz ha propuesto montajes

polisémicos, diversidad y contradicciones, duplicidad de sentidos y tensiones en lugar de inerciales

códigos narrativos25. En Genealogía de un crimen las escenas plurales y excéntricas se vigorizan con

colores saturados y decorados alucinantes, espacios teatrales y la música incisiva de Jorge

Arraigada26 -otro chileno que se exilió en Francia- la que subraya corrosiva e irritantemente el

material narrado. Ruidos también incisivos irrumpen el cuerpo sonoro como los maullidos

emblemáticos de gatos.

Como ya se ha indicado, las escenas trascendentales presentan dos o tres conflictos, pero

son complementarias y se ensamblan en un tejido coral con todo su inventario de proposiciones,

como por ejemplo cuando se yuxtaponen dos y tres episodios en la puesta en escena en la que

Jeanne se encuentra con Didier George en la terraza de un café y luego le comparte sus

preocupaciones respecto de su sobrino. Por la calle, René, que ha robado un par de zapatos, es

perseguido por un grupo. Desde el café mismo y más atrás los observa e interviene el

psicoanalista Christian Corail, quien no acepta las prácticas de los psicoanalistas belgas e increpa

las opiniones terapéuticas de Didier27. Representativa también es la escena del espejo-ventana28,

21 Marker, Frederick J. and Lise-Lone Marker, A History of Scandinavian Theatre. Cambridge University Press, London, 1996, pp. 157-215. 22 Moi, Toril, Henrik Ibsen and the Birth of Modernism: Art, Theater, Philosophy, Oxford University Press, London, 2008. 23 Sandulescu, C. George, ed., Rediscovering Oscar Wilde, C. Smythe, London, 1994. 24 A. M Gibbs, Bernard Shaw. A Life. University of Florida Press, Florida, 2005. 25 Vásquez Rocca, Adolfo, “Raoul Ruiz y la Deconstrucción de la Teoría del Conflicto Central”, Revista de la Universidad Central. Facultad de arquitectura, urbanismo y paisaje, Santiago, 2008, pp. 2-13l. 26 Rojas, Waldo, “Jorge Arriagada, témoignage et réflexions profanes”, Cinéma et Musique, Presses Universitaires du Mirail, Toulouse, 2000, p. 116-123. 27 Ruiz, Raoul, ‘Capítulo 3: Causas Perdidas’, Genealogía de un crimen, Paris, 1997.

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así como la escena del almuerzo de Solange y su madre29 con superficies cristalinas, estatuas,

porcelanas, juguetes, bibelots, retratos, sombras, un gato y otros elementos. Se produce un

diálogo civil entre madre e hija cargado de rencores mal reprimidos.

La madre le recuerda a su hija que ella también mató gatos al igual que su cliente. Ambas

dialogan con tomas en primer, segundo o tercer plano desde ángulos céntricos y excéntricos.

Saltos de eje, travelling tortuosos, ángulos excesivamente rimbombantes y agudos, así como

cambios del punto de vista enriquecen este filme en el cual tal vez la dimensión más relevante sea

el uso de la luz que ilumina el color. La teoría estética del conflicto central y de lo que de ella

procede, ha estado, según Ruiz de acuerdo a sus escritos y entrevistas, relacionada con cierto

determinismo que él ha querido desmantelar como forma de soberanía ideológica y carencia de

libertad artística30.

Él opta por una actitud que no solo es estética sino también política, por un derroche del

lenguaje y una voluntad neo-barroca que privilegia muchos ángulos y voces. La contradicción con

todo es parte del juego de producción cultural en el cine de Ruiz, pues el psicoanálisis que él

desautoriza en Genealogía de un crimen no ha estado desvinculado del surrealismo del cual él mismo

fue de alguna manera un adherente31.

4. Poética cinematográfica, surrealismo y neo-barroco

Sabemos que los surrealistas vigorosamente abrazaron las “ideas” de Sigmund Freud. Sin

embargo, psicoanalistas y surrealistas nunca lograron un diálogo fructífero profesionalmente

hablando32. Los surrealistas habrían vislumbrado tempranamente los vínculos de su movimiento

con el método psicoanalítico de la interpretación de sueños que habría robustecido el concepto

del inconsciente y cuya esencia fue adaptada entusiastamente por los artistas surrealistas.

28 Ruiz, Raoul, ‘Capítulo 8: La madre’, Genealogía de un crimen, Paris, 1997. 29 Ruiz, Raoul, ‘Capítulo 7: Jeanne, el terror’, Genealogía de un crimen, Paris, 1997. 30 Martin, Adrian, Ruiz: Hanging Here and Groping There: On Raúl Ruiz’s “The Six Functions of the Shot”, Australian Re-search Council, Victoria, 2012. 31 Rojas, Waldo, Cronología del movimiento surrealista: Síntesis comentada. Ediciones UC, Santiago, 2012, p. 157. 32 Cuevas del Barrio, Javier, “El posicionamiento de Sigmund Freud ante el Surrealismo a través de la correspondencia con André Breton”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, 1, Madrid, 2013, pp. 277-293

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Como ha señalado Carlos Soldevilla Pére33 la relación del barroco con el psicoanálisis y el

surrealismo es mucho más estrecha de lo que pensamos. Según este autor, se habría dado ya una

peculiar búsqueda de lo inconsciente en la estética del barroco y más aún si se considera aquí el

movimiento barroco del siglo XVII en sentido estricto.

El artista barroco habría explorado el oscuro espacio de las inquietudes y misterios, allí

donde se entreveran la experiencia creadora y la experiencia del dolor. Sino recordemos el

tenebrismo de la pintura de Michelangelo Caravaggio y de José de Ribera. De acuerdo a Maria

Rzepińska34 en su ensayo Tenebrism in Baroque Painting and its Ideological Background, esos pintores, así

como el escritor místico español Juan de la Cruz, estaban embebidos en el espíritu de la alquimia

y la cábala. ¿Y no han sido estos elementos de alguna manera transmutados en algunos filmes de

Ruiz?

El neo-barroco en la modernidad tardía o actitud postmodernista habría rehabilitado

muchas de estas prácticas y, según Vilem Flusser35, no tanto por búsquedas metafísicas sino por

un cambio de paradigma que habría hecho de las formas y el juego de ellas la razón en sí misma

ontológicamente hablando.

4.1. ¿La Muerte del Psicoanálisis?

Examinando más profundamente el argumento de la película, habría que considerar un

momento emblemático en que los psicoanalistas franco-belgas cometen un teatral suicidio

colectivo después de que Solange demostrara la inocencia de René en la corte y la supuesta

culpabilidad de ellos como los inductores del asesinato. Los mismos, en un lóbrego y grotesco

cóctel, se auto-sacrifican para limpiar su honor como sociedad y por lo que ellos consideran una

ofensa a su honestidad. El suicidio colectivo se deja leer también como lo que algunos han

denominado la muerte del psicoanálisis como práctica terapéutica en las últimas décadas36.

Por otro lado, hay en este una repleción de la imagen femenina en la forma de Jeanne y

Solange y la hermosura de ambas que impregna el andamiaje visual en una alocución a la imagen

33 Soldevilla Pérez, Carlos, El trasfondo barroco del psicoanálisis, Publicación de la Facultad de Políticas y Sociología. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2007, pp. 35-88. 34 Rzepińska, Maria, “Tenebrism in Baroque Painting and its Ideological Background”, Artibuset Historiae, 13 (VII), Krakow, 1986, pp. 32-51. 35 Vilem Flusser, “Paradigmenwechsel”, Medienkultur, Fischer Tashenbuch-Verlag. Frankfurt am M., 1998, pp. 190-201. 36 Ricoeur, Paul, “The question of proof in Freud's psychoanalytic writings”, Hermeneutics & the human sciences, Cambridge University Press, Cambridge, 1983, pp. 247-266.

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de la mujer bella de la tradición surrealista. Se genera una interlocución con la cultura mediática y,

según Ernesto Garratt Viñes37, específicamente con el intercambio de roles entre la rubia Solange

y la pelirroja Jeanne. Aquí Ruiz le estaría haciendo un saludo al filme Vertigo de Hitchcock38, filme

que le sirve de juego de espejos por sus dos mujeres -la rubia y la pelirroja- interpretadas por la

legendaria actriz Kim Novak. De este y de muchos modos, Ruiz ha configurado una de sus

obsesiones en el mecanismo de la multi-representación del relato dentro del relato.

5. Transferencia de identidades

Las estrategias narrativas de Ruiz para abordar algunos motivos centrales como la

transferencia de identidades han sido objeto de diferentes interpretaciones. Tierry Jousse ha

empleado el término “reencarnación”39 para referirse a esta cuestión y Michel Goddard ha optado

por el término “transferencia’40. Sin embargo, este fenómeno estaría más cerca del concepto de

“el eterno retorno” de Nietzsche tal como él lo plantea en La Gaya Ciencia y Así habló Zaratustra41.

En estos trabajos, Nietzsche no solo se refiere al renacimiento de los individuos sino a los

sucesos que se repiten, como pensamientos, sentimientos e ideas, una y otra vez, en una

repetición infinita e incansable.

Goddard en su libro sobre Ruiz, ha enfatizado cómo el prólogo del filme marca las ideas

centrales del relato. Se ve un cuchillo ensangrentado en el invernadero. Luego aparece el juego

japonés del tablero Go y se deja oír una leyenda china. El tablero y el libro de la leyenda están en

el cuarto de Pascal, el hijo de Solange y esta duerme en su cuarto y relee la historia, tal vez

presintiendo la muerte de su hijo. La leyenda china en sí dice que un hombre que estaba

destinado a cometer un asesinato mató a una mujer del linaje Liu Bao. Más tarde una mujer

solitaria acepta refugiar al asesino, pero ella es el fantasma de la mujer asesinada.

El hombre se enamora del fantasma quien le revela su verdadera identidad y que ella está

ahí justamente para buscar venganza. Pero con anterioridad, se había dejado leer el epígrafe «Rien

ne ressemble à la vertu comme un grand crime» (Nada se parece a la virtud como un gran

37 Garratt Viñes, Ernesto, “Intercambio de roles. Genealogía de un crimen”, Mabusse, Santiago, 2005, p. 5. 38 Hitchcock, Alfred, Vertigo. Paramount Pictures, California, 1958. 39 Jousse, Thierry, Op. cit., p. 56. 40 Goddard, Michael, Op. cit., p. 133. 41 Friedrich Nietzsche, Die fröhliche Wissenschaft. Insel Verlag, Berlin, 2000; Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra, Nikol Verlag, Hamburg, 2011.

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crimen). Esta declaración de Louis Antoine Léon de Saint-Just 42 , un fiel colaborador de

Maximilien Robespierre en la fase post-revolucionaria francesa del terror, sugiere por un lado un

concepto revertido de la virtud, y por el otro, que la virtud revolucionaria implica muchos

ajusticiamientos y crímenes para justificarla.

Sacrificios y purificaciones documentan aquí sobre un aliento ritual en el acto de matar y

en parte, el armazón básico del filme descansa en el diálogo entre Solange y un comisario de la

policía tratando de reconstruir su caso en relación con el defendido René Engel.

Solange, al hacer las primeras indagaciones sobre el caso René Engel, se entera por la

huidiza y ambigua gobernanta Esther que René ha llegado a la casa de su rica tía presentándose

así mismo como “el monstruo” y así fue llamado posteriormente. Dado que el apellido Engel

significa “ángel” en alemán, queda clara de alguna manera la dualidad de su condición angelical y

diabólica como inevitable. Más aún, el nombre René en francés significa “renacido”, lo que estaría

juguetonamente aludiendo a un renacimiento de Rolf, el sobrino de Hug-Hellmuth, en René.

Cuando Jeanne Higgins se decide a analizarlo y a utilizar la terapia de intercambio de roles, ella

invoca en algún momento un supuesto segmento de la obra de Hermine Hug-Hellmuth que

afirma que, si las tendencias criminales de un chico no acaban a los cinco años, estas van a

fortalecerse. En realidad, Hug Hellmuth nunca escribió esto en sus obras. La cita es ficcional

pero documenta que Jeanne estaba inexorablemente esperando su muerte.

Advirtiendo Didier George que Solange cree en la inocencia de René y está inclinada a

culpar al grupo de psicoanalistas belgas, él la invita a la mansión de Jeanne para una exposición de

sus terapias y específicamente de aquélla usada con René. Ella es obligada a permanecer en el

cuarto de René y observar por la ventana acuario la terapia de tableaux vivants43 que, según Diddier

George, no tendría nada que ver con la terapia del psicodrama de Moreno. Él confiesa que ha

sometido a René a esta práctica terapéutica dado que sus instintos asesinos eran conocidos y que,

de este modo, él los podría sublimar, pero admite que ha fracasado. El grupo de psicoanalistas

belgas, algunas invitadas para hacer los roles de la alegoría mitológica y un adolescente que

representa a René, ejecutan ritual y estáticamente el momento en que René iría a apuñalar a su tía.

Cuando René es liberado de toda culpa gracias a la defensa de Solange, este suele vivir en

su casa abusándola emocional y económicamente. Finalmente, Solange logra percatarse de la

responsabilidad criminal de René, aunque probablemente fue inducido a matar por la terapia de

42 Bruun, Geoffrey, Saint-Just: Apostle of the Terror, Archon Books, Hamden, CT., 1966. 43 Robert, Valentine, “Le tableau vivant chez Raoul Ruiz ou l'extension de la perception”, Décadrages, 15, Paris, 2009. pp. 38-50.

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tableaux vivants. Esta evidencia la confirma nuevamente como la abogada de las causas perdidas.

En una escena onírica se ve a sí misma como la niña descrita por su madre, pero con un cuchillo

a la manera de René y dispuesta a matar un gato. Solange apuñala a René y sus amigos. Frente al

comisario, Solange no siente culpa pues, como el fantasma del cuento chino, ella ha vengado el

asesinato de Jeanne, que es ella misma, y así se cierra un círculo de predestinación y transferencia.

5.1. Psicoanálisis y literatura

En el filme hay un personaje -Christian Corail- que se define como un acérrimo enemigo

de la sociedad de psicoanalistas liderada por Didier George. Es un psicólogo que en el filme

deambula alrededor de los protagonistas, los aborda, increpa y reconviene exponiendo su

particular teoría sobre la condición humana que aparentemente Ruiz realza y refuerza. Este alter

ego de Ruiz postula que la vida del ser humano cobra sentido por las historias que lee. El juez del

caso René Engel lo ha denominado frente a Solange como un estudioso del síndrome de la

narrativa. Corail afirma que vivir es reencarnar y reciclar narrativas e incluso cometer un crimen

no es nada más ni menos que re-editar uno ya escrito. Después del juicio que ha liberado de

culpas a René, Christian Corail invita a Solange a ver su archivo de fotos sobre prominentes que

han asumido narraciones literarias y legendarias como sus destinos. Entre ellas está también la

foto de Solange y, según Christian Corail de acuerdo a la historia que la abogada corporiza, ella

estaría en peligro. Además, él habría evaluado el caso del juez en el proceso René Engel, quien ha

sufrido un infarto después de declarar a René como inocente. El insólito juez sufre dos infartos

más y muere. Según Christian Corail, la vida del juez habría estado determinada por la saga de Los

Hermanos Karamazov de Fedor Dostoiewsky y especialmente por el capítulo doce: “Un error

judicial”44.

Desde los comienzos del psicoanálisis Freud había analizado una y otra vez textos

literarios con la intención de documentar porciones de su teoría. De esta manera proporcionó

indirectamente herramientas para el enriquecimiento de la crítica literaria y el estudio de las

motivaciones del autor y lector, pero esta desde luego, no era su meta primordial. Jung45 vio en el

texto literario una posibilidad para descifrar arquetipos subyacentes, el llamado inconsciente

colectivo que el lector podría reconocer. Otto Rank fue el más devoto a esta práctica y como

44 Dostoevski, Fydor, The Brothers Karamazov, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2002. 45 Jung, Carl Gustav, “Über die Beziehung der analytischen Psychologie zum literarischen Kunstwerk”, Psychoanalyse und Literaturwissenschaft. Texte zur Geschichte ihrer Beziehung, Urban, Tübingen, 1973.

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miembro fundador de la Sociedad Analítica de Viena contó con la asesoría y protección de Freud.

Hasta 1919 se ocupó con el psicoanálisis aplicado a la literatura y los mitos. La cantidad de

material que Rank coleccionó en término de mitos, cuentos de hadas y muestras literarias fue

enorme y fundamentalmente destinada a probar la existencia del complejo de Edipo46.

El ficcional Christian Corail, a diferencia de los psicoanalistas pioneros, no aplicaba el

psicoanálisis a la interpretación de la literatura, sino para él era la literatura -la narrativa en general

con sus prototipos- la que permearía los destinos humanos y sus conductas, a la manera de “un

mundo al revés”47. Vale decir, a la manera del juego de revertir verdades aceptadas y de asumir lo

opuesto, uno de los topos muy apreciados de Raoul Ruiz.

No se trata aquí propiamente tal de un procedimiento de deconstrucción, sino de una

incursión lúdica y extravagante en el andamiaje semántico de la tradición vernácula hispana.

Repensemos el epígrafe que introduce el filme que asocia un gran crimen a la virtud. O

recordemos el filme de Ruiz para la televisión Utopía, el cuerpo repartido y el mundo al revés de 197648.

Este procedimiento de reversión que fuera alguna vez una herramienta satírica de la poética

medieval europea y posteriormente renacentista y barroca, también se desarrolló en una versión

vernácula en el mundo hispano. El mundo al revés, como parte de la tradición folclórica rural

chilena fue probablemente una práctica muy cercana a Raoul Ruiz. Se habría familiarizado con

ella en sus años en Puerto Montt y Chiloé49, haciendo de la misma una de sus herramientas

transgresoras. Su lealtad a la cultura vernácula nacional habría quedado estampada así en

Genealogía del cine como una firma endógena y muy remota.

6. Genealogía de un crimen en el campo de la historia cultural. Conclusión

El estatuto de Raoul Ruiz en la historia cultural chilena es bastante especial. Produjo más

de 100 películas abordando tópicos, referentes, metalenguajes y técnicas cinematográficas

diversos. Es difícil clasificar su obra en una dirección específica. La división tripartita de su obra

hecha por Goddard sigue siendo la más valedera. En términos de la producción cinematográfica

chilena del exilio hay un vasto trabajo por hacer para ordenar los variados filmes producidos

extraterritorialmente de acuerdo al director, al país de acogida, la temática, el estilo y la relación

46 Menaker, Esther, Otto Rank: A Rediscovered Legacy, Columbia University Press, New York, 1996. 47 Grant, Helen, “El mundo al revés”, Hispanic Studies in Honour of Joseph Manson, Dolphin, Oxford, 1972, pp.122-123 48 Ruiz, Raoul, El cuerpo repartido y el mundo al revés. Txile, Alemania & Honduras, 1976. 49 Miranda Vidal, Isabel, Folklore, mitos y leyendas del archipiélago de Chiloé, Imprenta Mito, Santiago, 1976.

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con Chile y Raoul Ruiz ha sido uno de los muchos cineastas chilenos exilados después de 1973.

Otro punto de vista sería establecer históricamente un corpus internacional de cine del exilio,

acogiendo el concepto de Hamid Naficy de filmes acentuados.

Finalmente, dentro de la historia cinematográfica francesa de su época este filme podría

inscribirse en el marco de los “filmes de autor” franceses. Genealogía de un crimen es

evidentemente un cine de autor, pues arrastra las características particulares y distintivas de su

realizador y desborda los cánones de acuerdo a las tendencias del cine francés de los noventas.

Introduce una fotografía innovadora que simbiotiza las imágenes de las artes visuales y mezcla

con pericia neo-barroca el relato policial, la comedia y el drama, así también como se yuxtapone

la fantasía y la realidad50. Sin embargo, la cinematografía de Ruiz es más hermética y laberíntica.

Habiendo sido él un hombre muy erudito, su cultura rebasa enormemente el terreno cine-

matográfico de los noventas. Por esta razón, sus filmes exhudan referentes literarios, históricos,

míticos, políticos, psicológicos, psicoanalíticos y otros.

La historiografía sobre el cine francés de los noventas no incluye Genealogía de un crimen en

sus análisis y esta no ha incluido las obras de Raoul Ruiz en general. Sin embargo, Misterios de

Lisboa51 del autor obtuvo el “Premio Louis Delluc” para el mejor filme francés del año en 2010.

A pesar de que la prensa francesa ha descrito a Raoul Ruiz como un “realizador franco-chileno”,

su inserción en la historia cultural y, específicamente en la historia del cine,

continúa siendo, en general, metodológicamente ardua.

50 Frodon, J. M., L’Âge moderne du cinéma français, de la Nouvelle Vague à nos jours, Flammarion, París, 1995, pp.431-618. 51 Raúl Ruíz, Misterios de Lisboa, Lisboa, 2010.

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Resumen: El presente artículo procura reconstruir la experiencia de la Junta Universitaria de Coordinación Democrática, surgida en Bahía Blanca (Argentina) a inicios de 1946, entendiéndola como una manifestación coyuntural de la extendida red de lazos parentales, laborales y amicales que cohesionaba a los sectores profesionales de la ciudad. A partir del estudio de su periódico Alerta!, se exploran las prácticas de sociabilidad e intervención política cotidiana para explicar las representaciones construidas y difundidas respecto del Otro peronista en tanto ellas constituyeron acciones políticas y estrategias de distinción social empleadas por los sectores más privilegiados para jerarquizar su posición simbólica.

Palabras clave: Sociabilidad, Distinción, Bahía Blanca, Peronismo, Representaciones.

Naming the distinction. Strategies of antiperonist sociability in the process of constructing the Other (Bahía Blanca, Argentina, 1946)

Abstract: This article aims to reconstruct the experience of the Junta Universitaria de

Coordinación Democrática, which arose in Bahía Blanca (Argentina) at the beginning of 1946,

understanding it as a conjunctural manifestation of the extended network of parental, labor

and social ties that united the professional sectors of the city. From the study of their

newspaper Alerta!, the practices of sociability and daily political intervention are explored in

order to explain the representations constructed and disseminated with respect to the

Peronist Other as they constituted political actions and strategies of social distinction used

by the most privileged classes to rank their symbolic position.

Keywords: Sociability, Distinction, Bahía Blanca, Peronism, Representations.

Nombrar la distinción. Estrategias de sociabilidad antiperonista en la construcción de un Otro (Bahía Blanca, Argentina, 1946)

Juliana López Pascual Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”

Universidad Nacional del Sur – CONICET

Recibido: 09/05/2019

Aceptado: 20/12/2019

Cuadernos de

Historia Cultural

Revista de Estudios de

Historia de la Cultura,

Mentalidades, Económica

y Social

Nº 8, ISSN 0719-1030,

Viña del Mar, 2019

* Contacto: [email protected]

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Nombrar la distinción. Estrategias de sociabilidad antiperonista

en la construcción de un Otro (Bahía Blanca, Argentina, 1946)1

Juliana López Pascual

Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”

Universidad Nacional del Sur – CONICET

Los individuos tejen a diario, por los lazos que establecen con los

otros, la trama de la vida de la Ciudad.

La metáfora del tejido empleada por J. F. Sirinelli2 para dar cuenta de la vitalidad de los

lazos humanos, remite tanto a la idea de urdimbre como a la de la acción misma de su confección,

poniendo de relieve la doble naturaleza -individual y colectiva- del proceso social. De esta

manera, nos invita a preguntarnos acerca de las relaciones dinámicas que se establecen entre los

sujetos y los grupos a partir del análisis de sus conexiones, de su capacidad para movilizar

voluntades, construir solidaridades y generar vínculos afectivos, en tanto variables no siempre

racionales sobre las que se asienta el accionar común. En efecto, la relativización de las

interpretaciones de tipo estructuralista que las Ciencias Sociales y las Humanidades han

profundizado en los últimos años posibilita revalorizar críticamente propuestas teóricas que

resultan pertinentes para explicar tanto el significado de lo personal en el mundo de las ideas, la

cultura y la política -entendidas en un sentido amplio- como la diversidad espacio-temporal de

las prácticas y de las representaciones.

1 Una versión preliminar de este artículo fue presentada en formato ponencia en la mesa “Las tramas de la cultura. Problemas de la sociabilidad cultural en la Argentina “moderna” (siglos XIX y XX)”, coordinada junto a María de las Nieves Agesta y Nicolás Quiroga, durante las VI Jornadas de Investigación en Humanidades, Departamento de Humanidades, UNS en diciembre de 2015. Agradezco los comentarios recibidos en esa ocasión y la posterior lectura realizada por Ana Lía Rey. 2 Sirinelli, Jean-François, Histoire des droites en France, 3: Sensibilités, Paris, Gallimard, 1992, p. I.

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En este sentido, los últimos años han sido testigos de la creciente importancia del

problema de lo social3: la historiografía ya no solo ha recuperado los estudios sobre “la sociedad”

entendida como una estructura relativamente homogénea sino que, también, ha comenzado a

incorporar las miradas antropológicas y sociológicas sobre los fenómenos colectivos, atendiendo

de este modo a los intercambios singulares, al rol de los agentes y a la conformación de

entramados flexibles de vínculos humanos. En efecto, asistimos a la revitalización de la Historia

Social a la vez que también la Historia Cultural y la renovada Historia Política abren sendos

caminos de investigación sobre estos objetos, partiendo de preguntas en las que se conjugan,

dialogan y debaten heterogéneamente los interrogantes sobre el poder, las prácticas de acción

local, las representaciones que fundamentan la distinción y las interacciones con el Estado en sus

diversas esferas. En estas pesquisas, el concepto de sociabilidad 4 se ha convertido en una

herramienta útil para el análisis histórico a la vez que las nociones sobre la sociedad civil han

permitido englobar nominalmente fenómenos de distinta naturaleza y funcionamiento5.

Las derivas teóricas adquieren mayor sentido, asimismo, en perspectivas metodológicas

que procuran reducir las escalas de observación de los fenómenos, buscando atender tanto a las

singularidades que cobran los procesos generales en espacios más reducidos, como a las formas

en las que esas especificidades regionales aportan complejidad a las explicaciones globales. A

partir de estos anclajes, este trabajo se acerca al problema historiográfico general que se pregunta

por las formas en las que las sensibilidades ideológicas y las identidades políticas se articularon a

las profundas transformaciones sociales que se produjeron en la Argentina de mediados del siglo

XX, particularmente a partir de la experiencia peronista. En este sentido, nos interesa reflexionar

acerca de este interrogante y sus vías de análisis recortándolo a lo sucedido en Bahía Blanca,

ciudad portuaria argentina ubicada en el sudoeste bonaerense6, intentando aportar así al estudio

de las prácticas de sociabilidad asumidas por sus élites.

Este artículo procura centrarse en la experiencia de la Junta Universitaria de Coordinación

3 Remedi, Fernando, “Grupos e identidades sociales en la historia social argentina de las últimas tres décadas. Un abordaje teórico-metodológico”, Trashumante. Revista americana de Historia social, nº1, 2013, pp. 9-30. 4 Agulhon, Maurice, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2009. 5 Estos diálogos y vínculos han sido abordados previamente en Agesta, María de las Nieves, Cernadas, Mabel y López Pascual, Juliana, “Con los lentes de lo social. Una mirada abierta para la problematización histórica del pasado” en Amalgama y distinción. Culturas políticas y sociabilidades en Bahía Blanca, editado por Cernadas de Bulnes, M., Agesta, M. y López Pascual, J., EdiUNS, Bahía Blanca, 2017, pp. 5-22. 6 Fundada en 1828 en la región sudoeste de la provincia de Buenos Aires, hacía fines del siglo XIX la ciudad de Bahía Blanca había abandonado progresivamente su impronta de fortaleza militar para convertirse en un pujante nodo ferroportuario habitado por una población en gran parte compuesta por inmigrantes europeos. Integrada al modelo agroexportador, por ella circulaba la producción de la zona pampeana y rionegrina.

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Democrática, surgida a inicios de 1946, con el objetivo de comprender un fenómeno de

sociabilidad singular, visibilizar las distancias y los acercamientos entre las condiciones sociales

específicas, las posiciones ideológicas, las adscripciones partidarias, las pugnas por el poder y la

construcción de horizontes de diferenciación y jerarquización social y simbólica. Asimismo,

interesa entender esta práctica en tanto parte de una suerte de gimnasia asociativa que los actores

de la época detentaban como un saber hacer exitoso en la movilización ágil y expeditiva de

voluntades y recursos y, simultáneamente, una estrategia que visibilizaba y consolidaba jerarquías

y distinciones sociales que, en la coyuntura específica, permitieron delinear y poner en circulación

una representación peyorativa de la identidad social de un Otro al que, en consecuencia, se

negaba su legitimidad política.

1. La Junta Universitaria de Coordinación Democrática en el contexto social de

Bahía Blanca a mediados del siglo XX

En las vísperas de los comicios generales de enero de 1946, en un contexto de gran

movilización social, buena parte de los colegios profesionales de la localidad conformaron la

Junta Universitaria de Coordinación Democrática de Bahía Blanca a la que se sumaron, también, algunas

organizaciones estudiantiles. Convencidos de estar viviendo una “hora de definiciones

categóricas”, en ella se integraron la Asociación Médica local junto al Colegio de Abogados, el

Colegio de Contadores Públicos, el Círculo Odontológico, el Colegio de Escribanos, el Centro

de Ingenieros, la Asociación Farmacéutica Democrática de la Provincia y los Estudiantes

Universitarios Bahienses7. Integrada por León Galtier, Manuel E. Vallés, Juan Carlos Perramón

y José Luis García Pereryra, a los pocos días de su creación la Junta emitió un manifiesto en el

que, al final de una extensa declaración de principios, invitaba a “que todo el mundo apoye la

fórmula Tamborini-Mosca”8 ya que los partidos tradicionales marcharían “unidos contra el mal”9.

A la inauguración de su local céntrico, ubicado en Alsina 156 a metros del Palacio Municipal,

asistieron numerosos representantes partidarios y disertaron el escribano Enrique Allperin, el

ingeniero y candidato a diputado provincial por el Partido Comunista Néstor Jáuregui, Raquel

7Democracia, Bahía Blanca, 9 de enero de 1946, p. 6. Sobre esta Junta también puede verse Marcilese 2010. 8 Sobre la coyuntura institucional y partidaria, véase de de Privitellio, Luciano, “La vida política” en Argentina. Mirando hacia adentro 1930-1960, coordinado por Cattaruzza, Alejandro, Mapfre y Santillana, Madrid, 2012. 9“Dio un manifiesto al pueblo la Junta de Coordinación Universitaria de nuestra ciudad”, El Atlántico, Bahía Blanca, 10 de enero de 1946, p. 8.

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Ferrer –en representación de “la mujer democrática”-, Agustín de Arrieta por el Partido

Socialista, Luis E. Vera por la Unión Cívica Radical y el estudiante José Luis García Pereyra10.

Entre las estrategias de acción proselitista diseñadas por la Junta se encontró la edición del

periódico semanal Alerta! 11, cuyos cinco números lo convierten hoy en uno de los pocos registros

disponibles del fenómeno y posibilitan su estudio, entendiendo que en su publicación convergían

las transformaciones de las culturas políticas, las identidades sociales y las prácticas de

intervención pública12.

Más allá de lo coyuntural del evento, que se prolongó hasta fines de febrero del mismo

año en coincidencia con el triunfo electoral del peronismo, resulta necesario entender el episodio

juntista en el profuso y muy dinámico escenario asociativo que se ha registrado para Bahía Blanca

durante la primera mitad del 90013. Y es que el avance del proceso de modernización social,

política y material que desde fines del siglo XIX había transformado a la ciudad en una localidad

económicamente potente 14 también había significado el aumento de su población y la

consolidación de la misma en un cuerpo de ciudadanos con relativa capacidad de movilización.

En este sentido, los años '40 se evidencian como una década en la que la voluntad asociativa que

había caracterizado de manera creciente a la comunidad bahiense desde los inicios de la pasada

centuria manifestaba una gran vitalidad y una creciente especialización a la vez que mostraba los

frutos de las gestiones realizadas en años previos. Hacia mediados de la década, en efecto, la

10 El Atlántico, Bahía Blanca, 24 de enero de 1946, p. 10. En el mismo espacio, además, funcionaron también las secretarías de la Unión Democrática Femenina y el Comité de Estudiantes Universitarios Bahienses, habiéndose ofrecido también comodidades a la Junta de Unidad Democrática. El Atlántico, Bahía Blanca, 23 de enero de 1946, p. 8 11 Sus números no fueron conservados en los archivos locales. Desde el Archivo de la Memoria de la Universidad Nacional del Sur agradecemos a la familia de Rodolfo Cobián por la donación de su colección periodística, entre cuyos elementos se encuentra la mencionada fuente. 12 Una mirada rápida sobre los aspectos materiales y discursivos de este corpus conduciría, inicialmente, a entenderlo como una manifestación más de lo que hemos conocido como prensa facciosa (véase Halperín Donghi, Tulio, José Hernández y sus mundos, Buenos Aires, Sudamericana, 1985), y esa interpretación no sería errónea. Sin publicidades comerciales y sin dar cuenta del cuerpo de responsables de la edición, en cada número el lector encontraba ocho páginas en formato tabloide en las que se organizaban escritos anónimos y caricaturas que denunciaban las connotaciones negativas del candidato laborista, junto a recuadros e intervenciones que promocionaban la fórmula de la Unión Democrática. En efecto, más allá de la adopción de las formas gráficas y redaccionales típicas de la prensa del momento, la fuente no pareciera indicar ninguna voluntad de participar de la competencia interna del campo periodístico sino, por el contrario, de servir de recurso panfletario a la fórmula unionista. No obstante, su puesta en diálogo con otra documentación de prensa y con el contexto de su aparición señalaría que no agota su potencial historiográfico en la perspectiva política sino que, por el contrario, atestigua un complejo proceso de movilización social. 13 Agesta, María de las Nieves, Páginas modernas. Revistas culturales, transformación social y cultura visual en Bahía Blanca, 1902-1927, EdiUNS, Bahía Blanca, 2016; Marcilese, José, El peronismo en Bahía Blanca. De la génesis a la hegemonía, 1945-1955, EdiUNS, Bahía Blanca, 2015; López Pascual, Juliana, Arte y trabajo. Imaginarios regionales, transformaciones sociales y políticas públicas en la institucionalización de la cultura en Bahía Blanca (1940-1969), Prohistoria, Rosario, 2016. 14 Ribas, Diana, Del fuerte a la ciudad moderna: imagen y autoimagen de Bahía Blanca, tesis doctoral inédita, Universidad Nacional del Sur, 2008.

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localidad se había convertido en una ciudad de 122.000 habitantes entre los que las inquietudes

sociales, deportivas, profesionales, culturales, políticas, económicas y gremiales habían

conducido a la consolidación y multiplicación de los espacios de la sociedad civil, que vio así

crecer el número de participantes en ella a la vez que se diversificaban sus formas institucionales15.

La identificación con el ámbito universitario, particularmente, ya se había puesto de

manifiesto con anterioridad a la creación de la Junta… De un lado, la voluntad de erigir una casa

de altos estudios en la ciudad contaba con una extensa trayectoria de movilizaciones, pedidos e

instancias de organización con distintos grados de llegada a las esferas de decisión política16. Por

otro, la coyuntura política aceleró ciertos procesos de agregación: en octubre de 1945, la clausura

de la Universidad Nacional de La Plata por parte del gobierno nacional a raíz del malestar

institucional que la aquejaba17 produjo en Bahía Blanca una convocatoria a la reunión de los

graduados de esa casa de estudios que residieran en la localidad. Citados en el Colegio de

Abogados, los asistentes suscribieron una resolución de “solidaridad espiritual” con las

autoridades, profesores y alumnos de la UNLP. Además de adherir a los pronunciamientos de los

rectores y decanos de las otras seis universidades que enfatizaban la necesidad de

restablecimiento de la vigencia constitucional y de expresar su protesta por el cierre de la entidad

educativa frente a la cual, como universitarios y ciudadanos no podían “permanecer indiferentes,

reclamando su reapertura como exigencia de la cultura nacional”, convocaron a un movimiento

de opinión entre los ex alumnos de la universidad platense “para la organización definitiva en

nuestra ciudad del núcleo de vinculación orgánica y permanente con la misma”18.

La iniciativa de reunir a todo aquel que hubiese circulado por las aulas de la UNLP -

originada, según esta fuente, en el interés de sus propias autoridades - fue bien recibida en Bahía

Blanca y se hizo extensiva hasta considerar la unión de todo aquel que se reconociera como

egresado universitario. Esta condición era vista, no solo como una cualificación laboral relativa

a la formación específica adquirida en las aulas de educación superior sino que, de acuerdo al

15 Solo en el primer lustro es posible rastrear la existencia de al menos 74 organizaciones deportivas, 22 asociaciones de colectividades extranjeras, 22 instituciones religiosas, 11 colegios profesionales, 56 entidades gremiales, 14 iniciativas culturales de tipo privado y 9 centros estudiantiles, entre otras. Fuente: elaboración personal a partir de documentación institucional y de prensa. 16 López Pascual, Juliana, “¿«Puerta y puerto del sur argentino»? Matices y debates en la representación de Bahía Blanca (Argentina) en su contexto regional a mediados del siglo XX”, HISTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 8, nº 16, 2016, pp. 270-308. 17 Graciano, Osvaldo, Entre la torre de marfil y el compromiso politico. Intelectuales de izquierda en la Argentina. 1918-1945, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2008. 18 Democracia, Bahía Blanca, 16 de octubre de 1945, p. 6.

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documento, ella revestía a quienes así se identificaban como responsables de una misión

ciudadana diferencial sintetizada en la vocación democrática, recuperando así las premisas del

ideario reformista. En enero de 1946, a su vez, la vinculación con los sectores universitarios

también desembocó en la realización de una asamblea de aquellos residentes en Bahía Blanca,

en la que se conformó el Círculo de Estudiantes Universitarios Bahienses, “con el fin inmediato de

agrupar a dichos jóvenes en la lucha por la Libertad y la Democracia”. Pocos días después de su

creación, la entidad dio a conocer un manifiesto en el que proclamó su adhesión a la posición

declarada por la Federación Universitaria Argentina, ratificó las denuncias de persecusión al

movimiento estudiantil y declaró su apoyo a la Unión Democrática19.

Como se ha visto en trabajos en los que se esbozó su análisis cuantitativo20, la dirigencia

de los colegios profesionales que se involucraron en la iniciativa de la Junta formaba parte del

grupo social más o menos extenso que desde fines de los años ’20 sostenía estrategias políticas

compartidas respecto de la sociabilidad y el asociacionismo. Independientemente de la

adscripción partidaria y de la sensibilidad ideológica profesada, las prácticas sociales adquiridas

los impulsaban a participar prolongada e insistentemente en la vida de las distintas entidades –

como los clubes deportivos y sociales, las iniciativas culturales, las cooperativas de servicios, las

corporaciones económicas, entre otras- en simultaneidad con su mayor o menor intervención

política electoral. La reconstrucción de las cúpulas dirigentes de estos espacios de la sociedad

civil ha mostrado la existencia de una lógica de acción política global que se sostuvo durante

décadas y que no se interrumpió por las divisiones y las fracturas operadas desde lo partidario a

partir de la consolidación y la posterior desarticulación del gobierno peronista. Yuxtapuestas en

algunos casos con la adopción de prácticas de religación no-modernas – como el

emparentamiento familiar – al interior de la sociabilidad asociativa 21 los individuos adoptaban

comportamientos que no solo tensionaban la oposición entre lo corporativo y lo democrático,

sino que también ponían en entredicho uno de los principios fundamentales de la sociabilidad

moderna, cual era el de la prescindencia política y la exclusión de la acción partidaria. Desde una

19 El Atlántico, Bahía Blanca, 20 de enero de 1946, p. 20 20 López Pascual, Juliana, Arte y trabajo. Imaginarios regionales, transformaciones sociales y políticas públicas en la institucionalización de la cultura en Bahía Blanca (1940-1969), Prohistoria, Rosario, 2016 y López Pascual, Juliana “Élites y cultura. Apuntes para un estudio de la composición social de los grupos intelectuales de Bahía Blanca (1940-1960)”, en Volúmenes Temáticos de las V Jornadas de Investigación en Humanidades: Archivos y fuentes para una nueva Historia socio-cultural, vol.9 editado por Silvina Jensen et al. Hemisferio Derecho, Bahía Blanca, 2015, pp. 91-106. http://www.jornadasinvhum.uns.edu.ar/files/5JIeHVol09.pdf 21 González Bernaldo, Pilar, “La «sociabilidad» y la historia política”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], mis en ligne le 17 février 2008. Acceso el 18 de octubre de 2018. https://nuevomundo.revues.org/24082

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mirada cualitativa se observa entonces que, entre los grupos locales que de manera preliminar

identificamos como élite22, la convergencia y la articulación de los lazos parentales con los sociales,

los laborales, los económicos y los políticos construían un entramado denso que movilizaba

voluntades, establecía límites y horizontes a la acción individual cotidiana y jalonaba la vida de

las instituciones como parte de las prácticas habituales de intervención civil.

2. Contra la “grasa” peronista: canales de construcción de la diferencia social y

política

Ahora bien, la condición coyuntural23 de estas prácticas de sociabilidad obstaculiza su

estudio histórico. El abordaje institucional clásico no resulta factible, toda vez que no

disponemos –probablemente nunca hayan existido– de actas de asambleas, registros contables

o de personería jurídica. El análisis individualizado y sintético de los integrantes de la iniciativa,

cuando es posible, nos devuelve al perfil que ya hemos señalado: hombres de mediana edad que

ejercían profesiones liberales y participaban asiduamente de la gestión y dirección de toda clase

de entidades sociales. ¿Qué otro tipo de fuentes pueden ser útiles? Si bien Alerta!, la publicación

22 Aunque no se desarrollará aquí, es necesario señalar que la caracterización de estos sectores sociales conlleva la definición de a qué llamamos élite en una ciudad de las características de Bahía Blanca y quiénes quedan incluidos en ese grupo, entendido como categoría analítica (véase Guerra, François-Xavier, “El análisis de los grupos sociales: balance historiográfico y debate crítico”, Anuario IEHS 15, 2000, pp. 117-122). En efecto, tratándose de una localidad joven del litoral atlántico estructurada al calor del proceso de consolidación del Estado moderno capitalista (véase Ribas, op. cit.) y, por ello, organizada en estrecha articulación a la zona de producción agrícola-ganadera del sudoeste bonaerense y la norpatagonia, la realidad social presentaba sus especificidades, que la distinguían tanto de las estructuras de provincias con legados coloniales (v.g. Martínez, Ana Teresa, “Entre el notable y el intelectual. Las virtualidades del modelo de campo para analizar una sociedad en transformación (Santiago del Estero, 1920-1930)”, Cuadernos FhyCS-UNJu 30, 2006, pp. 213-231) como de los espacios de mayor densidad demográfica, efervescencia cosmopolita y concentración del poder político y económico como Buenos Aires. A pesar de la escasez de conclusiones al respecto, actualmente sabemos que a mediados de siglo XX el perfil económico de la ciudad se caracterizaba, de un lado, por la intensa actividad comercial y financiera que se derivaba de su ubicación como puerto receptor de la producción primaria regional; del otro, la calidad de cabecera de partido y la ubicación en ella de los tribunales Costa Sud a inicios de la centuria habían conducido al arribo e instalación de numerosos profesionales que progresivamente se habían incorporado tanto a los círculos de ocio como a los espacios de pugna política (véase Agesta, op. cit., 2016 y Marcilese, op. cit., 2015). 23 Este fenómeno y otros, de los que nos ocuparemos en otra oportunidad pueden comprenderse, en nuestra perspectiva, en términos de estrategias de sociabilidad coyuntural, es decir, la visibilización episódica de una red social difusa y la puesta en acto del capital social de un grupo para la convocatoria rápida, eficaz y efímera de voluntades que permitan concretar una acción perentoria. En este sentido, recuperaríamos aquí lo que Guarín-Martínez señala, retomando a Agulhon, como rasgos de “costumbre” propios de las prácticas de sociabilidad (véase Guarín Martínez, Oscar, “La sociabilidad política: un juego de luces y sombras”. Memoria sociológica 29, n.º 14, 2010, p. 35). Si en estas prácticas se constataría un peso importante de las tradiciones sostenidas por los individuos que las protagonizan, no sería menos cierto que ellas comportarían la potencia de algunos agregados sociales de organizarse circunstancialmente y visibilizar su mayor o menor capacidad de unión en pos de manifestar o canalizar la resistencia y la oposición.

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emitida por la Junta, no parece referir a la cuestión social específicamente, e incluso evita recurrir

a la visibilización del capital simbólico de quienes la integraban al dejar los escritos anónimos, sí

permite abordar su universo discursivo y representacional, reconstruir sus horizontes de lectura

de la vinculación entre lo político y lo social y sus estrategias de argumentación

electoral/proselitista.

En principio, podemos distinguir cuáles eran las formas en las que se entendía la actividad

de la prensa, sus conflictos e incluso el tipo de lector al que sus páginas se dirigían. En este

sentido, el tono general del discurso empleado –encendido, agresivo y denunciante– indica que

el objetivo general de la publicación se orientaba más a inflamar y a profundizar la oposición

visceral al peronismo que a presentar datos analíticos, informar racionalmente de sus desventajas

y sus problemas o explicitar la plataforma electoral de la Unión Democrática. Por un lado, el

respaldo de la Junta Universitaria de Coordinación Democrática a los candidatos del frente electoral

fue construido sobre la misma variable discursiva dicotómica que recorría, en mayor o menor

medida, las lecturas de la coyuntura política esbozadas por los opositores a la candidatura

presidencial de Juan Domingo Perón y que recuperaba, en parte, los lineamientos ideológicos

definidos – sin “términos medios”- por las formas de resistencia antifascista de los años previos:

democracia/ dictadura, libertad/ esclavitud24.

Asimismo, los organizadores de estas páginas no solo daban por descontado que quien

leyera compartía sus ideas opositoras, sino que también recurrían a cierto código común de

lectura y a determinados conocimientos específicos de los tópicos de impugnación al candidato

del laborismo. A su vez, el recurso a la prédica tribunera se configuraba como una suerte de

“misión evangelizadora” cuya responsabilidad se extendía a los destinatarios del periódico, que

debían propagar el mensaje entre sus allegados, y en la que la circulación del pasquín se entendía

como de vital importancia.

LECTOR:

USTED TIENE UN AMIGO PERONISTA O INDIFERENTE. HÁGALE LLEGAR

NUESTRO PERIÓDICO, PREOCÚPESE DE QUE LO LEA, DISCUTA CON ÉL SUS

ARTÍCULOS. NO OLVIDE QUE NUESTRA DEMOCRACIA DEBE SALVARSE POR EL

ESFUERZO COMÚN DE TODOS25.

24 “Dio un manifiesto al pueblo la Junta de Coordinación Universitaria de nuestra ciudad”, El Atlántico, Bahía Blanca, 10 de enero de 1946, p. 8. 25 Alerta!, Bahía Blanca, 16 de febrero de 1946, p. 6. Mayúsculas en la fuente.

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Estableciendo una división binaria entre “prensa colonial” y “prensa libre”, el periódico

ubicaba –curiosamente– los valores cívicos, liberales y democráticos en el haber de la primera, y

condenaba a la segunda por “prostituida”, degradada e infame, por faltar a la verdad a cambio

de la recepción de subsidios y subvenciones estatales.

“Prensa colonial” es la levantada prensa que nos ha adoctrinado en la diaria conjugación del verbo

constitucional. La que no ha recibido dádivas de ningún gobierno para ponerse al servicio de ideales

de caverna. La que por mandato de Sarmiento y de Mitre rinde diaria lección de civismo y cultura,

concibiendo en sus matrices el futuro nacional de una argentina sin fascismo.

“Prensa libre”, es la que profana el periodismo asaltando la impresión de los ignorantes. La que

rompe todos los puentes que acercan el hombre a la verdad. La que se prostituye por avisos oficiales

y se degrada con subvenciones que pagan su infamia. Fueron El Pampero y El Federal, hoy son La

Época…26

Esta afirmación se explicó en el párrafo siguiente, en el que se puso de manifiesto que el

texto buscaba interpelar y retrucar expresiones realizadas por seguidores del peronismo que

recuperaban, al decir de la nota, algunos lineamientos del forjismo27 que denostaban a ciertas

publicaciones adjetivándolas como “coloniales”.

Prensa colonial fue “slogan” del forjismo, se calificaba así a los diarios que – por ejemplo – se

indignaron cuando los nazis golpearon a Waldo Frank o dudaron de las armas secretas alemanas.

Prensa colonial fue la que no recibió asignaciones de Von Therman, ni festejó la caída de París.

Ahora es prensa colonial la que expresa la realidad argentina y señala el continuismo nazi-neutral-

forjaper onista, de una candidatura aventurera que busca pronta revancha contra la libertad que en

el mundo campea.

Rindamos por eso nuestro homenaje y saludo a esta señalada “prensa colonial”28.

En esta estrategia, si la “prensa libre” era la que sostenía al candidato peronista, Alerta!

26 Alerta! Nª1, Bahía Blanca, 26 de enero de 1946, p. 5. 27 La Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) constituyó una agrupación escindida de la Unión Cívica Radical. Constituida en 1935 por Arturo Jauretche, Homero Manzi y Luis Dellepiane, entre otros, esbozó críticas a la dirigencia alvearista del partido. Fue disuelta en 1945 y parte de sus miembros apoyaron el gobierno de Juan Domingo Perón. Véase Macor, Darío, “Partidos, coaliciones y sistema de poder”, En Nueva Historia Argentina Tomo VII Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943) dirigido por Alejandro Cattaruzza, Sudamericana, Buenos Aires, 2001. 28 Alerta! Nª1, Bahía Blanca, 26 de enero de 1946, p. 5.

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saludaba y se alineaba a la “colonial” que era, a su entender, la que detentaba la verdad, el saber,

la cultura, la democracia, la libertad, enfrentándose tanto a las experiencias totalitarias y violentas

como a las “aventuras” electorales de Perón.

La oposición entre democracia y fascismo y sus variantes ha sido uno de los ejes

frecuente explorados en los estudios sobre la construcción ideológica y discursiva del

antiperonismo; el binomio saber/ignorancia y sus implicancias sociales e identitarias, sin embargo,

se han frecuentado menos. En efecto, como nos han señalado Omar Acha y Nicolás Quiroga29,

las huellas de clase que han marcado los bordes del análisis sociológico e histórico acerca del

peronismo han sido tórpidamente asumidas y ello, en parte, está estrechamente ligado a la escasa

reflexión analítica que se ha realizado de las representaciones con las que los opositores

interpretaron el apoyo masivo a Juan Domingo Perón y del impacto de las mismas en las lecturas

académicas posteriores. En este sentido, cabe tener en cuenta esa dimensión en tanto nuestro

objeto empírico –la Junta– y la fuente principal para su reconstrucción –la prensa– aportan

elementos para el estudio de ese problema.

En efecto, el recurso a la palabra escrita fue el preferido para la difusión de estos sectores

y, en la mayor parte de las ocasiones, el uso de imágenes o viñetas no fue muy frecuente, lo que

daba cuenta del mayor potencial otorgado a la cultura letrada por sobre las estrategias visuales y

de la diferencia con las prácticas peronistas en cuanto a la apropiación y utilización de las

herramientas que aportaban las nuevas tecnologías de la comunicación 30 . Sin embargo, la

aparición de pequeños gráficos reforzó las connotaciones irónicas y condenatorias presentes en

los textos a la vez que los tintes satíricos de las mismas aportaban elementos para la construcción

de un Otro social.

Como se observa en la Imagen 1 (véase Anexo), el ascenso de Perón se escenificaba

como la celebración de un sujeto en el que se combinaban las trazas de un caballero medieval,

preparado para participar en una justa sosteniendo en alto la simbología nacionalsocialista,

montando un caballo flaco y proporcionalmente pequeño y cuyo escudo de armas reproducía

29 Acha, Omar y Quiroga, Nicolás, El hecho maldito. Conversaciones para otra historia del peronismo, Prohistoria, Rosario, 2012. 30 Sobre el uso de la imagen como parte de las estrategias representativas del peronismo véase Gené, Marcela, Un mundo feliz. Imágenes de los trabajadores en el primer peronismo (1946-1955), FCE, Buenos Aires, 2005; sobre su vinculación a pautas publicitarias y ampliación de los consumos puede consultarse Milanesio, Natalia, Cuando los trabajadores salieron de compras. Nuevos consumidores, publicidad y cambio cultural durante el primer peronismo, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2014; sobre la relación entre el gobierno peronista y el desarrollo de la televisión y el cine en Argentina, ver Varela, Mirta, La televisión criolla. Desde sus inicios hasta la llegada del hombre a la Luna (1951-1969), Edhasa, Buenos Aires, 2005 y Kriger, Clara, Cine y peronismo. El Estado en escena, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2009.

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una pera, en alusión al apellido del candidato. Los festejantes, por su parte, eran visibilizados

como ebrios, pistoleros y desenfrenados sexuales que formaban parte de un “candombe”

denominado “lo alpargatudo”. Es aquí donde reside la mayor carga de valoración social. Las

referencias a los bailes populares propios de etnias africanas esclavizadas y sus descendientes y

al calzado asociado a los sectores trabajadores rurales no solo citaba a lo que circulaba como

lema del peronismo –“alpargatas sí, libros no”31– sino que anudaba una serie de sentidos y

construía una imagen en la que se yuxtaponía la caracterización racial (“los negros”), la

adjetivación de sus conductas (“borrachos”, “violentos”), la adscripción laboral (trabajadores) y

la explicación causal de su apoyo a Perón vinculada a su falta de instrucción (“ignorantes”,

“brutos” que desconocen el uso gramaticalmente correcto del plural). La vinculación entre los

sectores populares y el candidato laborista era entendida, en este contexto, como el producto de

una calculada manipulación ejercida sobre “la masa” con la ayuda de los sectores castrenses, a

quienes se figuraba como primates (Imagen 2).

Este tipo de estrategias visuales no era específica de Alerta!; por el contrario, otras

publicaciones del mismo tenor32 –como Mensaje de la FUA. Federación Universitaria Argentina

(Imagen 3) y Democracia y Reforma. Órgano de la Agrupación Reformista de Derecho (Imagen 4)-

recurrieron a la misma condensación visual de sentidos para presentar un estereotipo del

seguidor del peronismo como un cuasi analfabeto, proclive a los desmanes vocingleros, a las

manifestaciones públicas desubicadas y al vandalismo, a pesar de las diferencias formales que las

viñetas presentaban en su composición formal. La síntesis de sentidos que estas imágenes

vehiculizaban era reforzada por la inclusión de versos, rimas, diálogos anónimos o breves

recuadros que apuntaban a la sonrisa irónica del lector. En ellos, la representación del votante

peronista volvía a recaer una y otra vez en el desconocimiento, la ignorancia, la “simpleza” de

pensamiento que le impedían discernir en el discurso “mentiroso” del líder y, finalmente, su

descalificación frente a la “gente” votante del unionismo, a la que se jerarquizaba como

intelectualmente capaz y laboriosa.

31 Sobre la expresión “alpargatas sí, libros no” véase el ensayo de Edwards, Rodolfo, Con el bombo y la palabra. El peronismo en las letras argentinas: una historia de odios y lealtades, Seix Barral, Buenos Aires, 2013. Su autor afirma que su lugar dentro de la “mitología negra del peronismo” debe atribuirse más a sus detractores que a sus seguidores. 32 Aunque no nos ocuparemos aquí de ello, cabe destacar que existen registros de una considerable actividad de prensa ligada a la acción proselitista coyuntural por parte de los sectores estudiantiles y profesionales. Entre esos casos pueden mencionarse Adelante! Órgano Oficial de la Junta Nacional de la Juventud Democrática Progresista, C.O.D.E.S. Órgano Oficial de la Comisión Organizadora Democrática de Estudiantes Secundarios, entre otras.

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Si usted es medio simplón

Y se traga las macanas

De tantas palabras vanas

Podrá votar por Perón,

Sirviéndole de Juan Lanas.

Pero si en vez de simplón,

Es un hombre inteligente,

Ha de votar diligente

La fórmula de la Unión,

¡que es la que vota la gente!33

La asociación entre “cultura” y peronismo” despertaba, incluso, la indignación de los

editores de Alerta!, no solo en virtud de “la sustitución del libro por la alpargata” por parte de

los “emabadurnadores de paredes, calzadas y aceras” sino también porque “el diario candombe

de descamisados” y el “ataque a manotones y cachiporrazos a indefensas niñas” resultaba, a su

entender, de la serie de “homicidas y ladrones” que engrosaban las “filas de provocadores y

matones”34. La denostación social del peronista se complejizaba así con la impugnación a la

criminalidad e inmoralidad de ciertos actos, mientras el uso del lenguaje se consolidaba como

variable de distinción y jerarquización:

- La revolución fue raptada…

- Ya lo leí en Alerta el sábado pasado.

- Este es un rapto nuevo: el rapto de los académicos.

- ¿Qué le raptaron?

- Uno de los fines de la revolución pareció ser al principio la pureza del lenguaje. ¿Recuerda? Se proscribió

de la radio todo lo que fuera arrabalero o cursi, se persiguió el “vos”, el “chamuyo”, el “sabés” y el “venís”,

como se perseguía a los comunistas. Todo el mundo estaba obligado a hablar como en las novelas, en

pituco…

- Muy loable.

- Pero resulta ahora que se abandonó tan saludable finalidad, y los herederos de la revolución se echaron

en brazos de las masas sudorosas, descamisadas o alpargáticas, de esas que si “te” agarran un académico,

“me lo morfan crudo” al “coso ese”, porque “nosotros no semo leídos ni falta que hace”, “alpargatas sí;

libros, no”, “mate un estudiante”…35

33 Alerta!, Nº2, Bahía Blanca, 2 de febrero de 1946, p. 5. 34 Alerta!, Nº3, Bahía Blanca, 16 de febrero de 1946, p. 4. 35 Alerta! Nº2, Bahía Blanca, 2 de febrero de 1946, p. 7.

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Si el movimiento militar de 1943 había pretendido regular el uso coloquial de la lengua a

través del control estatal del medio radiofónico36, esa voluntad se había diluido en el abrazo de

uno de sus líderes con “las masas sudorosas, descamisadas o alpargáticas” quienes, desde la

perspectiva del editor, no solo eran incapaces de emplear correctamente la lengua castellana sino

que reivindicaban su falta de competencias lingüísticas como un valor destacable.

Independientemente de que esto fuera o no veraz, Alerta! vehiculizaba estas

representaciones y difundía las formas en las que los sectores profesionales bahienses entendían

las implicancias sociales del surgimiento del peronismo y trataban de interpretar las diferencias

ideológicas con arreglo a la mayor o menor instrucción. Haber pasado por las aulas universitarias

no solo se presentaba como una vía de ascenso social por sus consecuencias laborales, sino que

la propia identidad se construía en base a la posesión de unos saberes allí adquiridos, que

funcionaban como respaldo de la opción política, de la asimetría social y de la posesión de una

“verdad” ideológica.

Parte de la prensa comercial recuperaba estas preceptivas y, mientras difundía

copiosamente las acciones proselitistas de la fórmula unionista y las declaraciones de la Junta,

recurría a las viñetas humorísticas para despertar una mirada cómplice y risueña en sus lectores

opositores mediante el recurso a la configuración de un estereotipo social de los votantes del

Laborismo. Este fue el caso, particularmente, del diario El Atlántico, que incluyó en cada edición

las viñetas de “Guiar” y Carlos Lahitte 37 en las que con frecuencia se retomaban estas

figuraciones y se las profundizaba, caracterizando a los peronistas como sujetos poco dispuestos

al trabajo a los que el triunfo de Perón les permitiría holgazanear (Imagen 5), voluminosos seres

simiescos que inexpresiva y descaradamente reclamaban beneficios económicos a sus

empleadores (Imagen 6), desaliñados que contravenían la urbanidad ensuciando la vía pública

con consignas políticas mal escritas (Imagen 7), manipulados masivamente por un líder – el

“pastelero número uno”, el responsable de armar la torta38- mediante consignas de bienestar

material y desprecio a los sectores sociales tradicionales (Imagen 8). Preludiando la tristemente

36 Véase Matallana, Andrea, “El clamor del pueblo: la radio entre el negocio y la política”, en Buenos Aires/entreguerras. La callada transformación, 1914-1945 coordinado por Korn, F. y Romero, L., Alianza, Buenos Aires, 2005, pp. 153-190. 37 Artista plástico local que se despeñaba como caricaturista en el mundo de la prensa. Sobre su trayectoria puede verse López Pascual, Juliana, "De París a Bella Vista – Un debate disimulado". En Los límites de las imágenes. Omisiones, olvidos y censuras coordinado por Ribas, D., 17grises, Bahía Blanca, 2013, pp. 61-76. 38 En el uso coloquial rioplatense de la lengua española, la expresión “armar la torta” funcionaría como una metáfora que alude a un acuerdo relativamente ilegítimo y cuestionable.

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célebre referencia del diputado radical Ernesto Sanmartino que, un año más tarde, aludiría al

triunfo del peronismo como un “aluvión zoológico”, ya en la coyuntura electoral se activaban y

empleaban nociones que deslegitimaban la opción política en virtud de la desvalorización social.

En efecto, la mirada de “Guiar” (Imagen 9) visibilizaba el conflicto al presentar la

posición de un sector social que ostentaba las formas del vestuario elegante de la burguesía más

tradicional – el traje completo, la corbata, el sombrero, las polainas – para distinguirse de “la

grasa”, epíteto usualmente utilizado para sintetizar la falta de refinamiento y sofisticación, el mal

gusto y el poco cuidado al vestir, por su alusión tanto al desperdicio de la faena de la carne animal

como a la suciedad pegajosa y resistente a la limpieza. No obstante, el caricaturista ridiculizaba

la escena al ubicar a los personajes en sendas bicicletas -medio de transporte vinculado al menor

poder adquisitivo- inapropiadas a las proporciones de su talla. La inclusión de viñetas como esta

en la prensa masiva de febrero de 1946 dejaba ver, entonces, la existencia y el reconocimiento

general de tensiones y circulaciones sociales que se entretejían tanto con las disputas partidarias

como con los horizontes de adscripción identitaria y simbólica. No se trataba, aquí, de la mirada

que se asentaba en el punto de vista de los grupos tradicionales capitalinos frente al arribo de

migrantes extranjeros o internos -contraste que se había hecho evidente al menos desde la década

del 1039-; en la estructura social de la joven Bahía Blanca, la distinción social basada en esos

términos parecía menos clara y, por lo tanto, más problemática en su funcionamiento.

3. La sociabilidad como práctica estratégica

La mirada extendida sobre los documentos de prensa permite, también, observar

cuestiones adyacentes a este fenómeno coyuntural que, no obstante ser distintas, refuerzan la

idea de que la compleja trama de la sociabilidad de élite establecía marcos de referencia a las

sensibilidades políticas que eran validadas en función de su coherencia con las marcas de

distinción simbólica. La exploración de diarios como El Atlántico dejan ver la ocurrencia de otros

episodios de sociabilidad coyuntural con matices políticos, como lo fueron los banquetes de

homenaje a los “médicos democráticos” o las “Verbenas de la Democracia”, que invitan a

reflexionar sobre lo que se presenta como el problema historiográfico específico en torno a las

formas cotidianas de lo político: ¿cómo se tramita y se negocia diariamente la sensibilidad

39 Véase Korn, Guillermo, “Conflictos y armonías”, en El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados, gorilas y contreras, Paradiso, Buenos Aires, 2005, pp. 9-25.

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ideológica?

En términos generales y como ya se ha dicho en múltiples oportunidades, la construcción

del liderazgo político de Juan Domingo Perón y su llegada a la presidencia fueron motivos de

numerosas movilizaciones de opositores. La conformación del mencionado frente electoral

multipartidario con vistas a competir en las urnas en febrero de 1946 tuvo como correlato la

organización de manifestaciones públicas que enfatizaban las denuncias acerca del carácter

“fascista” del candidato justicialista y, en algunos casos, demostraban otorgar un voto de

confianza a aquellos de la Unión Democrática. En este proceso de creciente polarización

partidaria, los espacios asociativos y la sociedad civil en general desempeñaron un rol complejo

como elementos de aglutinamiento, difusión y alfabetización política40. En el ala peronista, por

ejemplo, las unidades básicas posibilitaron la construcción y el desarrollo de la estructura del

partido en las zonas urbanas41, así como también lo hicieron algunas de las organizaciones

gremiales preexistentes; en ciertos sectores rurales, por otra parte, fue el mismo movimiento

justicialista el que gestionó espacios de sociabilidad cultural o de beneficencia cuya convocatoria

excedió al mundo obrero42.

A pesar de la transformación intensa que la irrupción del peronismo supuso en las formas

de relación entre la sociedad civil y el mundo político, una mirada atenta a la sociabilidad formal

posibilita observar que la acción solidaria entre los organismos no partidarios y las estructuras

destinadas a la contienda electoral no constituyó una prerrogativa del fenómeno justicialista. En

este sentido, las formaciones opositoras que vemos gestarse al calor de las elecciones

presidenciales de 1946 se asentaron, mayormente, en prácticas precedentes de organización

social que conjugaban cierta tradición asociativa43 con la canalización de los intereses sectoriales

40 Véase Acha, Omar, “Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo”, Desarrollo económico 44, n°174, 2004, pp. 199-230. 41 Sobre ello puede consultarse Pastoriza, Elisa, “Sociabilidad política en Mar del Plata. Manifestaciones, discursos y enfrentamientos en torno a las elecciones del 24 de febrero de 1946”, en Prácticas de sociabilidad en un escenario argentino. Mar del Plata, 1870-1970 editado por Zuppa, Graciela, UNMDP, Mar del Plata, 2004, pp. 81-106; Quiroga, Nicolás, “Las unidades básicas durante el primer peronismo. Cuatro notas sobre el Partido Peronista a nivel local”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, puesto en línea el 16 de abril de 2008. Consultado 13 diciembre 2018. URL: http://journals.openedition.org/nuevomundo/30565 y “Mezclando cosas. Una pregunta para una vieja discusión sobre “migrantes internos” y “peronismo”, ponencia presentada en las IX Jornadas de Historia Política, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, octubre 2014; Marcilese, José, “La sociedad civil y el primer peronismo. El fomentismo de Bahía Blanca y su lugar dentro de la “comunidad organizada”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], mis en ligne le 23 octobre 2009. http://nuevomundo.revues.org/57286 42 Salomón, Alejandra, El peronismo en clave rural y local. Buenos Aires, 1945-1955, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2012. 43 Aquí cabe destacar que numerosos trabajos han reconstruido la larga tradición asociativa que se vinculaba a la militancia socialista durante la primera mitad del siglo XX. Para una revisión teórica e historiográfica del tema, véase

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y la voluntad de interacción y participación. Los límites en torno a lo que se consideraba o no

política se presentaban, entonces, aún más difusos a la vez que, en el largo plazo, estas

articulaciones constituirían la base de la acción en otros campos sociales. Asímismo, como se ha

demostrado a partir de los registros visuales44, las prácticas relacionales vinculadas al ocio y la

dispersión –como banquetes y agasajos- integraban los dispositivos y estrategias de

consolidación y visibilización de la cultura política de partidos como la Unión Cívica Radical o

el Socialista a la vez que reforzaban las distinciones simbólicas ligadas a la pertenencia de clase.

Este fue el caso, por ejemplo, de la corporación médica de Bahía Blanca, que ya en 1939

manifestaba entender la formalización y el sostenimiento de la forma colegiada como elementos

fundamentales para mejorar las condiciones de vida de los profesionales. La Asociación Médica

(AM) local que funcionaba desde 192145, emitía reclamos ante el Estado, específicamente en lo

atinente a la relación entre la remuneración salarial de los cargos públicos y la “descorrelación

técnica demográfica”, es decir, la cantidad de pacientes que cada facultativo debería tener a cargo

de acuerdo al nivel de población de la ciudad 46 . Hacia 1943, la corporación médica había

convertido a la agremiación en un proyecto que asumía que “la constitución de núcleos fuertes

puede significar el mejor camino de dignificación de la clase médica” y que la preocupación por

las condiciones laborales era un ejercicio de ciudadanía y patriotismo. En consecuencia, la

entidad no parecía ver con buenos ojos e interpelaba públicamente a quienes, por distintas

razones, no se sumaban al proyecto colectivo.

La designación del traumatólogo Arturo Otaño Etchevehere 47 como director del

flamante Hospital Ferroviario local, inaugurado en marzo de 194448, visibilizó la instalación en

Silvana Ferreyra, “Socialismo y antiperonismo: el Partido Socialista Democrático. Transformación partidaria y dinámica política en tiempos de proscripción (Provincia de Buenos Aires, 1955-1966)”, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Humanidades, 2012. 44 Véase Agesta, María de las Nieves y Cernadas, Mabel, “La política en la mira. Fotografía, sociabilidad y cultura política en Bahía Blanca a principios del siglo XX”, en Escenarios de la sociabilidad en el Sudoeste Bonaerense en la segunda mitad del siglo XX, editado por Cernadas, M., Bracamonte, L., Agesta, M. y Trueba, Y, EdiUNS, Bahía Blanca, 2016. Acceso el 15 de octubre de 2018. https://bahiablancaenhistorias.files.wordpress.com/2013/03/escenarios-de-la-sociabilidad-19-08-1.pdf 45 En el período que nos interesa analizar fue presidida por Alejandro Pérez, León Galtier, Juan Pedro Muñiz, Julio Hemmingsen, Victoriano E. Estévez, Antonio Maronna y Eduardo De Lasa. 46 Según las fuentes, la proporción era de 1 médico cada 1000 habitantes. Cfr. Asociación Médica de Bahía Blanca, Memoria del ejercicio 1939-1940, Boletín de la Asociación Médica de Bahía Blanca, Año VIII, n° 90, Bahía Blanca, junio de 1940, p. 1221. 47 Para una reseña biográfica véase Otaño Sahores, Arturo, Historia de la ortopedia argentina. Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología, Dunken, Buenos Aires, 2011. 48 Por gestiones de la Unión Ferroviaria y “La Fraternidad”, y apoyados por el entonces interventor de los gremios de trabajadores de ferrocarril Domingo Mercante, en 1944 fue creado el Hospital Ferroviario en las dependencias del antiguo Sanatorio Barrionuevo con el objetivo de atender las necesidades de salud de estos obreros. Cfr.

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Bahía Blanca de un largo conflicto que, originado en la ciudad de Buenos Aires, impactó en la

corporación médica de otras regiones. La separación de algunos facultativos en el Policlínico

porteño por decisión de la Secretaría de Trabajo y Previsión en noviembre de 1945 había

significado el inicio de reclamos solidarios en Bahía Blanca y en Rosario y la renuncia a sus cargos

de algunos de los galenos que cumplían funciones en los hospitales ferroviarios de esas ciudades49.

La ocupación de esos puestos de trabajo por parte de otros profesionales impulsó un nuevo giro

a los problemas, toda vez que no solo se hacía evidente la disputa política sino también la

existencia de competencias y luchas internas en el gremio motivadas por el acceso a las plantas

estatales. La Asociación Médica y otros grupos de profesionales de la salud impugnaron el

nombramiento de Otaño Etchevehere por considerar, en pocas palabras, que el mencionado

galeno sostenía relaciones demasiado cercanas con los sectores patronales y las compañías

aseguradoras50. En ese contexto y autocalificándose con el epíteto de “la asociación de médicos

democráticos”, la AM comenzó a ejercer presión pública hacia los terapeutas designados por las

nuevas autoridades del nosocomio para que renunciaran a sus cargos; quienes así no lo hicieron

fueron repudiados por la institución, como así también lo fueron quienes ocuparon esas nuevas

vacantes51.

A fines de 1945, y acicateada por la muerte del médico Eugenio Luis Ottolenghi en los

enfrentamientos ocurridos en Buenos Aires en octubre de ese año, la situación específica del

gremio local convergió con la polarización política generalizada que se sostuvo a partir de la

interpretación del liderazgo peronista en términos de “fascismo”. Ello condujo, rápidamente, a

la articulación entre la sociabilidad profesional y las posiciones políticas e ideológicas concretas

que se decantaron en las vísperas de las elecciones de 1946, lo que se hizo evidente desde enero

con la publicación del Boletín de la Asociación de Médicos Democráticos, conformada en la ciudad de

La Plata. Allí, además de celebrar y comentar acciones de oposición a la “obra nefasta de un

gobierno demagógico y dictatorial” -tal como se entendían las renuncias de los profesionales a

sus cargos y la conformación de la entidad- se invitaba a “los colegas del interior y a los

profesionales de todos los gremios, a constituir asociaciones similares, con el propósito de crear

“Hospital Ferroviario”, La Nueva Provincia [edición digital], Bahía Blanca, 31 de marzo de 2009. Disponible en: http://www.lanueva.com/la-ciudad/173246/hospital-ferroviario.html [Consulta: 7/04/2014]. 49 Véase Marcilese, José, “Las asociaciones profesionales de la provincia de Buenos Aires durante los años del primer peronismo (1946-1955)”, Unisinos Historia 14, nº 2, 2010, pp. 213-225. http://revistas.unisinos.br/index.php/historia/article/view/4720 50 Para un desarrollo in extenso de este conflicto, puede consultarse López Pascual, Juliana, Arte y trabajo…, op. cit. 51 Boletín de la Asociación Médica de Bahía Blanca, enero y febrero de 1946, p. 1896.

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una poderosa conjunción de fuerzas democráticas”52.

La prescindencia ideológica establecida en el estatuto de funcionamiento de la AM fue

puesta en suspenso a causa de las circunstancias partidarias para así servir a “los supremos

intereses de la Nación” cumpliendo con los “deberes profesionales, universitarios y cívicos”53.

Para enero de 1946 la prensa también se había sumado al conflicto; El Atlántico hizo lugar a las

expresiones y reclamos del sector médico abriendo sus páginas a noticias y solicitadas y, también,

usando el conflicto como eje del humor gráfico (Imagen 10). El mencionado nosocomio fue

personificado como un sujeto aquejado de una dolencia que se difundía entre la población: la

adhesión al peronismo -aludido con el juego de palabras entre peritonitis y “peronitis”-. En tanto,

el diario radical Democracia54 reproducía las declaraciones de la Asociación Médica y publicaba el

repudio y la expulsión de la misma hacia los médicos “totalitarios” o “nacionalistas”55. La misma

Junta… intervino en el conflicto que atravesaba al Hospital Ferroviario, declarando que las

renuncias de los profesionales constituían actos ejemplares de “solidaridad y de afirmación de

los fueros de la ciudadanía” frente a las faltas éticas de aquellos que “en una increíble

servidumbre al despotismo”, habían “antepuesto el interés privado al público”. En este sentido,

resolvieron:

1º) Hacer llegar su aplauso y solidaridad a los profesionales renunciantes del Hospital Ferroviario

de esta ciudad.

2º) Repudiar categóricamente y señalar al juicio público la actitud de los médicos Dres. José F.

Perriere, Adolfo Cisterna, Raúl Pastoriza, Silvio A. Mochen, Máximo Tapia, Juan B. Llosa; Héctor

Bruzzo y Leónidas Souza, odontólogo Dr. César Lucero y farmacéutico Bernardo Hoguilen que

ocuparon los puestos vacantes.

3º) Solicitar a las distintas Asociaciones que integran esta Junta que, en sus respectivas publicaciones,

creen una sección permanente donde se consigne el nombre de los citados profesionales56.

En el número 2 de Alerta!, finalmente, publicaron un recuadro en el que listaban y

52 Boletín de la Asociación de Médicos Democráticos, Nº 1, La Plata, enero de 1946, p. 2. 53 “Ciudadanía permanente”, Boletín de la Asociación Médica de Bahía Blanca, enero y febrero de 1946, p. 1885. 54 Para un estudio sobre Democracia ver López Pascual, Juliana, “La cultura no es política. Democracia como actor del mundo cultural de Bahía Blanca en los años cuarenta”, en Itinerarios de la prensa: cultura política y representaciones en Bahía Blanca en el siglo XX coordinado por Cernadas de Bulnes, M. y Orbe, P., EdiUNS, Bahía Blanca, 2013, pp. 225-248. 55 “Se adhieren más facultativos a la declaración de la Asociación Médica”, Democracia, Bahía Blanca, 11 de enero de 1946, p.6 y “Es unánime el repudio a los médicos nacionalistas”, Democracia, Bahía Blanca, 14 de enero de 1946, p. 6. 56 El Atlántico, Bahía Blanca, 21 de enero de 1946, p. 10.

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repudiaban por “desertores” y “por violación de las más elementales reglas de ética profesional”

a los médicos involucrados57 a la vez que promovían una suerte de caza de brujas interna a los

colegios profesionales, estimulando la exposición y el escarnio público de los colegas que

identificaban como “totalitarios”. La unidad identitaria dada por la sociabilidad profesional se

fragmentaba, así, a partir del alineamiento y la expulsión de algunos bajo los parámetros

ideológicos de los otros.

Por supuesto, lo sucedido con la AM no constituyó una excepción. Como se ha visto a lo

largo y a lo ancho del espacio social las entidades no partidarias desarrollaron, con mayor o

menor grado de éxito, iniciativas que aunaban los intereses propios de cada una de ellas a las

identidades que la oposición definía en torno a la pugna de mediados de la década: “peronistas”

o “democráticos”. Sin embargo, lo que resulta interesante de resaltar es cómo el lineamiento

ideológico desbordó los espacios de militancia y atravesó las formas que tradicionalmente se

entendieron como no politizadas.

En efecto, la renuncia de los médicos del Hospital Ferroviario motivó una ola de

homenajes, todos ellos acaecidos en el contexto de las vísperas de los comicios generales de 1946,

brindados por diferentes asociaciones, gremios y colegios profesionales locales. Para inicios de

febrero, estos eventos se habían convertido en una de las noticias recurrentes de las columnas

periodísticas dedicadas al acontecer social previsto para el fin de semana. El Atlántico informaba,

entonces, tanto del copetín que la comisión de ferroviarios llevaría a cabo en el restaurante “Los

Ranqueles” para agasajar a los galenos locales implicados en el conflicto y recibir a la delegación

capitalina del gremio que acompañaba a los médicos porteños expulsados en su visita a la ciudad,

como anoticiaba a sus lectores acerca del banquete que la AM había organizado a tal efecto en

el Hotel Ocean, listando a quienes habían reservado tarjetas para asistir. Se informaba, a su vez,

que la Junta… se adhería al evento y se invitaba a “los señores asociados y respectivas esposas”

a este acto58. La voluntad política e ideológica se entrelazaba y superponía con una evidente

intención de reunión social, intercambio y recreación en la que, además, se reforzaban las

prácticas de ocio consolidadas como propias de las “familias reconocidas del medio”.

La prensa, incluso, se presentaba como movilizadora de estas formas de sociabilidad en

las que convergían las visiones sobre la familia y la dispersión, las sensibilidades políticas y las

prácticas de distinción. En enero de 1946 se llevaron a cabo las “Verbenas de la Democracia”,

57 Alerta!, Nº 2, Bahía Blanca, 2 de febrero de 1946, p. 3. 58 El Atlántico, Bahía Blanca, 2 de febrero de 1946, p. 4.

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fiestas al aire libre organizadas por el diario La Hora59 en la quinta Bonzini (ubicada en la

intersección de las calles Alsina y Corrientes) como festejo por sus 5 años “de prédica por la

unidad de los argentinos”60. La fiesta se brindaba “en honor de todos los partidos políticos,

gremios, asociaciones o entidades” habiéndose dispuesto detalles destinados a “trasuntar el

fervor cívico de nuestra ciudad” para asegurar “el más amplio brillo de estas fiestas de

confraternización democrática”. En ellas participó una embajada “extraordinaria” integrada por

figuras del cine, el teatro y la radio de la Capital Federal, artistas que traerían “el mensaje de su

presencia y su posición de luchadores por la libertad y el progreso de nuestra patria”; se prometió,

también, la presencia del poeta Raúl González Tuñón, quien finalmente no pudo asistir. El medio

periodístico no solo movilizaba un evento que vinculaba estrechamente la recreación y la

militancia política, particularmente la de izquierdas, sino que también motivó la relativa

formalización de un núcleo asociativo. Días después de los festejos y “respondiendo a una

necesidad muy sentida en Bahía Blanca y su zona” se conformó un círculo de amigos del diario

La Hora, con la voluntad de “tomar a su cargo las tareas de difundir el diario entre las masas de

ciudadanos democráticos y obreros de Bahía Blanca y su zona de influencia”. Los enviados desde

la Capital Federal habían instalado la inquietud a la que respondieron un buen número de

“caracterizados vecinos pertenecientes a las más variadas actividades sociales, políticas y

gremiales”, a los que se sumaron “talentosos ciudadanos que aman a la democracia y la libertad

en los precisos momentos en que se encuentran amenazadas”61. El cronista destacaba, también,

la intervención femenina: algunas mujeres participarían de la comisión directiva, en la

propaganda y en el logro de nuevos adherentes al diario. Entre sus primeras resoluciones, la

entidad inició una conscripción de “amigos del diario” con el fin de arbitrar fondos para financiar

una mayor circulación y acrecentar el caudal de sus lectores62.

***

59 La Hora. Diario de los trabajadores, fue la publicación vocera del Partido Comunista. En su primera época fue dirigida por Orestes Ghioldi, Benito Marianetti y Emilio Troise; en la segunda, iniciada en 1945, ese rol fue desempeñado por Rodolfo Ghioldi. Véase los fondos documentales del CedInCI. 60 El Atlántico, Bahía Blanca, 7 de enero de 1946, p. 3. 61 La asamblea constitutiva se conformó por Serafín Groppa (presidente), Ciríaco Joaquín (secretario), Nicolás Bordzy (tesorero), Mercedes de Catelani, Ida G. De Bernardi, Tita Herrero, Felisa Traversa, Dora Mansilla, Benjamín Dragmnisky, Alexis Lapata y Francisco Prozorovich (vocales). 62 El Atlántico, Bahía Blanca, 19 de enero de 1946, p. 3.

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Te prevengo, Nelly, que fue una jornada civica en forma. Yo, en mi condicion de pie

plano, y de propenso a que se me ataje el resuello por el pescuezo corto y la panza

hipopotama, tuve un serio oponente en la fatiga, maxime calculando que la noche antes yo

pensaba acostarme con las gallinas, cosa de no quedar como un crosta en la performance del

feriado.

El Otro peronista ha constituido, en verdad, un tópico de la literatura argentina cuyo

exponente más conocido quizás sea “La fiesta del monstruo”, escrito por Jorge Luis Borges y

Adolfo Bioy Casares bajo el pseudónimo de Honorio Bustos Domecq en 194863. Allí, como se

observa en la cita, forma y contenido sintetizan una potente imagen peyorativa que colaboró en

la construcción de una diferencia social que operaba sobre una disputa política. La exploración

y el análisis documental aquí realizados se ubican, ciertamente, en las preguntas acerca de ese

fenómeno social y cultural, haciendo foco en los matices y las singularidades regionales del

mismo. La conformación de una Junta Universitaria de Coordinación Democrática durante la coyuntura

electoral argentina del verano de 1946 abre, en este sentido, tanto la posibilidad de revisar las

prácticas de agregación y movilización política no partidaria y sus estrategias representativas

como habilita la reflexión teórica y metodológica acerca del estudio de las sociabilidades.

En efecto, la adscripción profesional legitimada por un título universitario funcionó

como elemento convocante de sujetos que ya detentaban no solo una posición de relativo

encumbramiento social sino también un saber hacer exitoso en materia de inserción institucional

múltiple y se organizaron, esta vez, con los objetivos de apoyar al frente electoralista

multipartidario y visibilizar sus concepciones políticas. Entre sus acciones concretas, la

participación en el campo de la prensa periódica ocupó un lugar destacado y es a partir de esas

intervenciones que hoy resulta posible el análisis de esa efímera experiencia. Además de la

reconstrucción de su posicionamiento político, la revisión minuciosa de Alerta! permite

identificar los elementos visuales y discursivos que, en conjunto, sirvieron a la composición de

una representación compleja del seguidor peronista en la que el acento fue puesto enfáticamente

en su condición de ignorancia y carencia cultural como claves para la connotación desvalorizada

e inferior de su ubicación social y su opción ideológica.

Las estrategias de configuración y difusión de estas imágenes discriminatorias no

constituyeron, ciertamente, una variable exclusiva de estos grupos sino que, por el contrario,

63 Orce, María Eugenia, “"La fiesta del monstruo" de 'Biorges': un texto diferente”, en Revista de literaturas modernas, 29, 1999, p. 233-248. http://bdigital.uncu.edu.ar/5040

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fueron un lugar común dentro del arco opositor, como lo demuestra la referencia literaria que

da inicio a este apartado. Las apelaciones al origen social, los usos lingüísticos, los consumos

culturales y estéticos, los criterios del gusto y las prácticas de ocio se esgrimieron no solo como

los argumentos de desestimación del Otro político; ellas cumplieron, también, la función de

operar como canales de organización de las jerarquías sociales relativas en una ciudad intermedia

que, en rigor de verdad, no detentaba una nítida estructura de clases y genealogías. Fruto de los

movimientos migratorios, de la inserción específica en el sistema económico capitalista, del

desarrollo institucional de las burocracias estatales y del tejido de una red extensa de lazos

familiares y de amistad, los grupos profesionales de Bahía Blanca debieron crear herramientas

de identificación colectiva y distinción que, al calor de las pugnas partidarias, fortalecieran su

poder relacional, sus espacios de sociabilidad y sus prácticas de intervención pública.

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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Anexo

Imagen 3. Mensaje de la FUA, Nº 3, La Plata, febrero de 1946, p. 2.

Imagen 4. Democracia y Reforma, Nº4, s/d, enero de 1946, p.4

Imagen 1. Alerta!, Nº 5, Bahía Blanca, 21 de febrero de 1946, p.1.

Imagen 2. Alerta!, Nº 1, Bahía Blanca, 26 de febrero de 1946, p.1.

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

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Imagen 6. El Atlántico, Bahía Blanca, 11 de enero de 1946, p.8.

Imagen 5. El Atlántico, Bahía Blanca, 21 de febrero de 1946, p. 8.

Imagen 7. El Atlántico, Bahía Blanca, 24 de enero de 1946, p. 10.

Imagen 8. El Atlántico, Bahía Blanca, 8 de marzo de 1946, p. 8.

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Cuadernos de Historia Cultural, nº 8, ISSN 0719-1030, Viña del Mar, 2019

167

Imagen 9. El Atlántico, Bahía Blanca, 1 de febrero de 1946, p. 8.

Imagen 10. El Atlántico, Bahía Blanca, 9 enero 1946, p. 8

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SE TERMINÓ DE EDITAR DE MANERA DIGITAL, VOLUMEN SÉPTIMO DE CUADERNOS DE HISTORIA CULTURAL,

EN VIÑA DEL MAR, EN DICIEMBRE DE 2019.

Fuente de imagen utilizada en la portada: Clío y el tiempo. Portada de la edición francesa de la Historia de Inglaterra de Paul de Rapin, 1724. En: «http://en.wikipedia.org/wiki/File:Image-Paul_de_Rapin_frontispiece_1724.jpg».