cuaderno de trabajo # 21
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Visión sobre pedagogía Invitado Martín Castrillo PedrozoTRANSCRIPT
Cuaderno de trabajo # 21i.e. esCuela normal
superior nuestra señora de Fátima
sabanagrande atlántiCoenero 6 de 2012
publiCaCión virtual
LA RELACIÓN MAESTRO-ESTUDIANTE
REDACCIÓN:MARTIN CASTRILLO PEDROZO
COORDINADOR ACADÉMICO P.F.C.ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE SAN JUAN DEL CESAR
RECTORA:SOR ALDINA ALFARO SARMIENTO
COORDINADOR DE INVESTIGACION:JUAN DAVID ROMERO SERNA
AGRADECIENTOS:
L a coordinación de investigación de la I. E. Escuela Normal Superior Nuestra Señora de Fátima agradece a todos los integrantes de dicha comunidad interna y externa por sus aportes y el nivel profesional, con el cual desarrollan o han aportado a su labor pedagógica, pues lo índices de reflexión y construcción de un marco teórico contextual es la que hace posible el desarrollo inteligente de la institución.
A www.doc2pdf.net/es/ por posibilitar en forma gratuita su convertidor de texto de Word a a documento pdf y así masificar dicha publicación.
A Martín Castrillo Pedrozo, coordinador del programa de formación complementaria de la Escuela Normal Superior de San Juan Del Cesar (Guajira) por autorizar la publicación en este material y aportar al desarrollo reflexivo de la Normal Superior de Nuestra Señora de Fátima.
A todas aquellas personas que de alguna forman han hecho posible el avance institucional.
LA RELACIÓN MAESTRO-ESTUDIANTE (Una estrategia pedagógica de aprendizaje)
Por: Martin Castrillo PedrozoCoord Programa de Formación
Complementaria
La relación Maestro-Estudiante, es aquella que
se establece entre dos seres humanos iguales
en su esencia, pero diferentes en los contextos
del reconocimiento de las relaciones culturales,
el maestro que intenta ayudar, acompañar,
orienta al estudiante en el proceso de
formación académica y social (introducción en
un ambiente cultural humano que trasciende su
propio medio dentro de una reflexión colectiva),
y el estudiante que enfrenta ese proceso de
acercamiento social del aprendizaje y
desarrollo cognitivo (ingreso al saber cultural
“conocimiento”) desde sus condiciones innatas,
psicológicas y culturales de su entorno.
Esta relación no sólo ha existido desde la
aparición de la escuela en la antigua Grecia y
la transición a la escuela actual en el siglo XIII
(primeras Universidades), sino también en las
relaciones de las comunidades bárbaras y
primitivas de la región de Mesopotamia
bañadas por las aguas del Tigris y Éufrates
donde se cree tuvo origen la civilización. Esta
relación se fue acentuando desde los albores
de la historia educativa y ha sido variable de
acuerdo a los cambios mismos que ha
experimentado a través del tiempo la
convivencia entre los hombres, acentuándose
en la vida escolar en una sociedad dominante
de origen primitivo hasta la racionalidad técnica
que prevalece en los tiempos actuales.
El fundamento de la relación maestro-
estudiante, es condicionada por los vínculos
que inicialmente se establecen entre el
maestro y el estudiante por el hecho de
haberse encontrado como tales entre sí; esta
vinculación cuya índole propia depende, de las
estrategias pedagógicas que se establecen en
el currículo, los enfoques, la normatividad del
sistema y la actitud que determina su mutuo
encuentro.
Como todo encuentro interhumano, el que
reúne al maestro y al estudiante se realiza y
expresa de acuerdo al enfoque, las
convicciones, las creencias, las costumbres y
las dimensiones del ser humano, una de las
cuales, la cognitiva, en el caso de la relación
toma especial cuidado como diagnóstico, es
decir, como evaluación para conocer el estado
inicial de aprendizaje o grado de acercamiento
al saber cultural (conocimiento) y los propios
saberes del estudiantes, así se logra establecer
una relación más estrecha interpersonal, donde
su naturaleza es el reconocimiento de si mismo
desde un aprendizaje del estudiante en un
contexto cultural.
La relación del maestro-estudiante, nunca es
una relación pasiva, frente a una mente activa
y cognoscente del estudiante y el mismo
maestro, sino el resultado de una conjunción
entre la mente activa del maestro y una
realidad didáctica y pedagógica, la del
estudiante en proceso en formación o de
acercamiento a la reflexión colectiva humana,
quien dentro del proceso esencialmente debe
estar dotado de iniciativa y libertad individual y
social expuesto a una realidad existente; su
entorno.
Esta relación interpersonal, donde el comienzo,
conduce al maestro a diagnosticar las
condiciones para el proceso de aprendizaje y a
identificar las estrategias pedagógicas más
pertinentes para el acompañamiento
académico y social, es decir; la actitud del
maestro frente a la relación con el estudiante,
es la primera herramienta pedagógica para
incentivar el procesos formativo del estudiante,
ya que el proceso de aprendizaje se inicia
desde el momento mismos en que se
establece la relación interpersonal. Es algo así
como un acuerdo en el que el maestro y el
estudiante colaboran a través de su relación
interpersonal para alcanzar el nivel intelectual y
el desarrollo de las peculiaridades de la vida
afectiva del estudiante.
La práctica pedagógica del maestro es en rigor,
por su esencia misma, un acto social, sometido
a ordenamientos legales y pedagógicos que lo
reglamentan (Ley 115/1994- Decreto 2277 de
1979 y el decreto 1278 de 2002, Decreto 4790
de 2008); de allí que las prácticas pedagógicas
de los maestros hayan sido en el devenir
histórico diferentes y variables en el seno de
las sociedades desde los griegos hasta los
tiempos presentes.
Por otra parte, la relación maestro-estudiante,
se establece también en la esfera afectiva. El
estudiante pone afectividad en su relación con
el maestro y la expectante vivencia de sus
necesidades, a la vez que el maestro aporta su
voluntad de ayuda y acompañamiento
pedagógico con cierta actitud genéricamente
humana, lo que los griegos llamaron Philia
“amistad” o “transferencia” en los actuales
psicoanalista, es el resultado que en el alma de
uno y de otros determina esta dual y compleja
serie de motivos humanos pedagógicos para
dicha relación. Es el encuentro de una
conciencia, la del maestro, con una confianza
la del estudiante.
En el plano ético la relación maestro-estudiante
está planteada desde el sentido de la ayuda o
desde una tensión ambivalente y antagónica,
una hacia la ayuda y acompañamiento y otra
hacia el abandono. Por razón de su esencia,
esta relación siempre ha sido ética y se ha
aceptado que descanse en una visión religiosa
de la docencia; por ello, se podría afirmar que
de dos tanto maestros como estudiante, el
mejor no es, el que mejor utilice la enseñanza y
practique una visión religiosa del mundo, sino
el mejor y más digno de la confianza de sus
estudiantes o de su maestro y de la comunidad
educativa con la cual hace academia.
Para este desarrollo los actores del proceso
están convencidos que la planeación es
esencial para el éxito, será el más experto en
estos menesteres, el maestro quien intente
desarrollar procesos de pensamiento, generar
procesos comunicativos de conocimientos del
desarrollo humano, en construir desarrollo de
procesos lógicos y la generación o
comprensión de códigos comunicativos
específicos de un saber y aquel que no deja en
paz el alma de los estudiantes.
Si no fuese así, entonces, el maestro estaría
situando al estudiante en esta relación en una
posición diametralmente opuesta al
considerarla como “un producto del medio”, o
como el resultado de las influencias físicas y
psicosociales que lo determinan desde afuera
(exterioridad) y lo llevan a ser simplemente una
cosa entre las cosas.
Me quedaría sin embargo corto en el análisis
de algunos elementos de las relaciones
maestro-estudiante, si no tomamos en
consideración los aspectos espirituales de esos
dos seres humanos, que trascienden y van
más allá de los hechos que ocurren en el aula
de clases y de los que se presentan en el
campo de esas relaciones psicopedagógicas,
psicosocial y cultural. Para tratar tales aspectos
como fundamentos de las relaciones maestro-
estudiante, partiré del concepto de que la
persona es un individuo, es decir, algo que no
admite partición y no se puede subdividir o
escindir porque es una unidad, tanto es así,
que hoy ya no se habla de doble personalidad
sino de “conciencia alternativa” Pero además
de ser un individuo, la persona es también
insumábili, o “inadicionabilis”, a la cual nada se
le puede agregar tampoco, porque no sólo es
una unidad sino una totalidad.
La persona es también espiritual, por su
carácter y por su dignidad que sólo pertenece a
la persona; el aspecto espiritual de la persona
es el sentir. El aspecto espiritual del ser
humano que lo diferencia del animal es su
capacidad de trascender y de enfrentarse
consigo mismo, como afirma Teilhard de
Chardin en su libro “ El Fenómeno Humano”
que “ la persona no se comprende así
mismo sino desde el punto de vista de la
trascendencia; más que eso, el hombre es
hombre, sólo en la medida en que se
comprende desde la trascendencia y
también es sólo persona en la medida en
que la trascendencia lo hace persona”; aquí
recuerdo las palabras de Albert Einstein, quien
dijo “ Quien siente su vida vacía de
sentimientos, no solamente es desgraciado
sino que apenas es capaz de sobrevivir”.
Luego se podría afirmar, que en la relación
ética pedagógica de maestro-estudiante; el
maestro la considera como el hacedor social y
académico del estudiante, no hacedor desde lo
religioso, desde lo dogmático y desde lo
ceremonioso de culto, sino desde lo social e
individual en lo cual confluyen las disposiciones
interiores del estudiante y del maestro mismo,
su conciencia, sus merecimientos, sus
impotencias, sus sensaciones de ser
incompleto, y cuyo acto social, pedagógico y
personal, no ritual, en los que se establecen las
relaciones directa, de corazón a corazón, de
alma a alma, no como sometido, a su yugo que
doblega sino con la sensación que oscila entre
la serenidad amable y el gozo infinito de sus
sentimientos.
Por último, en el campo de la relación maestro-
estudiante que hoy nos ocupa, el nexo que
vincula entre sí al maestro con el estudiante, la
antigua “Philia”, se ha convertido en
transferencia, ejemplo, la actitud del profesor,
en cuanto saber escuchar e interpretar las
inquietudes del estudiante, es fundamental
para la ayuda, el acompañamiento pedagógico
para la adecuada atención y solución a sus
conflictos, como consecuencia del inconsciente
colectivo que se halla implantada en el alma
del estudiante, hay que aprender a escuchar y
no como ocurre con algunos maestros que no
aceptan ninguna aclaración, reclamos,
sugerencias de sus estudiantes.
En el curso de las últimas décadas, se han
venido presentando cambios importantes en el
ejercicio de la profesión docente que influyen
en la relación maestro –estudiante. El
desarrollo impresionante de la tecnología y la
ampliación de todos los conocimientos, hacen
que el maestro de nuestra época se vean
presionado a solicitar ayuda pedagógica,
metodológica y didáctica a sus colegas para
mejorar los aprendizajes de sus estudiantes,
esto es especialmente evidente cuando se
presentan los resultados de las pruebas
externas. (SABAR, ICFES y ECAES). Todas
estas condiciones tan distintas una de otras, en
la relación maestro –estudiante, tienen sin
embargo, si se analiza en profundidad un
común denominador: El encuentro de una
totalidad, la del Maestro con otra totalidad, la
del estudiante, empeñadas en lograr un
objetivo común, el aprendizaje y formación del
estudiante.
Es el maestro consciente de su misión
profesional, plenamente identificado con la
esencia de la pedagogía que práctica, el que
puede lograr el encuentro de su propia
conciencia, con la confianza que le entrega a
su estudiante.
Para lograr que la relación maestro-estudiante
se dé, la mejor manera posible, tanto el
maestro como el estudiante tienen deberes que
cumplir; del lado del estudiante, sus
obligaciones para con la escuela y su maestro,
se sintetiza en cumplimiento, responsabilidad,
confianza en su maestro como profesional de
la docencia, obediencia a sus percepciones, y
finalmente distancia, la afectuosa distancia que
evitará que la confianza y la amistad dejen de
ser transferencia útil y se truequen en
transferencias perniciosas.
Del lado del maestro, su obligación para con el
estudiante se sintetiza en el cumplimiento de la
regla de oro del arte de educar, cual es la
búsqueda del aprendizaje y la mejor formación
del estudiante. Para lograrlo no basta
simplemente poseer las habilidades adecuadas
y los conocimientos académicos. Es necesario
para el maestro poner en su noble empeño de
enseñar, todas las fuerzas físicas, espirituales,
académicas y planificadoras que le permitan
establecer diagnóstico, estrategias,
metodología pertinentes, actitudes,
sentimientos y deponer angustias y
depresiones. Entender cuán importante es
muchas veces el silencio, frente a la
abundancia de palabras de los estudiantes. Es
establecer la afectuosa distancia que él mismo
pide al estudiante, y estar en todo momento
bien dispuesto a entregarse a su labor con
generosidad y altura, su amistad invariable y lo
mejor de su saber profesional.
En este tejido que he construido y expuesto,
compañeros normalista superiores, podemos
sospechar que los nuevos retos de la relación
maestro-estudiante que se plantean al proceso
educativo, deben responder a un
replanteamiento de múltiples discursos
pedagógicos que han funcionados como
imaginarios en las prácticas pedagógicas
desde Comenio hasta nuestros días.
Este documento está en proceso de
mejoramiento, cualquier sugerencia,
recomendación y apoyo, ruego al lector hacerlo
llegar al autor. Correo electrónico:
Bibliografía:
1. CHARDIN, Pierre Teilhard “ El Fenómeno
Humano “. Ed, Suiel. París, 1955.
2. DE Francisco Adolfo. “El Hombre Frente a la
Muerte”. Bogotá, Vol 30. 1992 .
3. EINSTEIN Albert. “Mi Visión del Mundo”.
Tusquets. Editores. Barcelona, 1981.
4. JAEGER, Werner.” Los Ideales de la Cultura
Griega”. Fond Cult Econ, México, 1962
5.. Documentos del MEN
San Juan del Cesar, La Guajira, marzo 26 de
2008.