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1 COMBATE-TERRESTRE 1: La Batalla de Issos (333 a.C.) Un ebook de Victor Aguilar-Chang Copyright © Victor Manfredo Aguilar-Chang. Todos los derechos reservados Email: [email protected] Facebook: Historia Militar

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COMBATE-TERRESTRE 1: La Batalla de Issos (333 a.C.)

Un ebook de Victor Aguilar-Chang

Copyright © Victor Manfredo Aguilar-Chang. Todos los derechos reservados Email: [email protected]

Facebook: Historia Militar

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Contenido Introducción: ........................................................................................................................................ 3

Capítulo I ............................................................................................................................................... 8

Breve historia de los ejércitos primitivos .......................................................................................... 8

Capítulo II ............................................................................................................................................ 16

El conflicto entre oriente y occidente ............................................................................................. 16

La hegemonía de Macedonia .......................................................................................................... 17

Capítulo III. La Batalla de Issos. ........................................................................................................... 26

Acontecimientos previos ................................................................................................................ 26

Información general de los ejércitos ............................................................................................... 28

El de Darío, rey de Persia ................................................................................................................ 28

El de Alejandro, rey de Macedonia ................................................................................................. 31

Los ejércitos comparados. El análisis final ...................................................................................... 34

El desarrollo de la batalla ................................................................................................................ 36

Los ejércitos entran en acción ........................................................................................................ 40

El momento crítico .......................................................................................................................... 45

Darío ha escapado, la acción continúa ............................................................................................ 47

Capítulo IV .......................................................................................................................................... 47

Los eventos finales del conflicto ..................................................................................................... 47

Conclusiones ....................................................................................................................................... 47

La Batalla de Issos. Análisis táctico.................................................................................................. 47

Bibliografía: ......................................................................................................................................... 48

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Introducción:

Desde el inicio de su historia el ser humano ha resuelto sus diferencias con sus semejantes de dos maneras posibles: primero, usando algún tipo de debate, las partes exponen sus puntos de vista, y, en el mejor de los casos logran llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso; sin embargo en el otro extremo de la resolución de conflictos ambas partes toman algún tipo de arma y pelean, y quien quede de pie tras el intercambio de golpes dictará su voluntad sobre el vencido. Así de simple.

Ésta es una serie de libros dedicados a la segunda de esas opciones y dentro de esa realidad estudiaremos la evolución del combate-convencional a nivel táctico entre ejércitos de reinos, imperios y naciones, un estudio que incluirá el despliegue de las unidades, las armas disponibles, las maniobras, y la toma de decisiones de sus comandantes. Y aún cuando he limitado enormemente el tema a tratar es necesario establecer un marco de referencia sobre la inmensa realidad que es una guerra.

Considerando la cantidad de recursos que una nación tiene que asignar a un conflicto armado, se convierte en algo imperativo el tener un plan de acción adecuado. En el nivel más alto de planificación encontramos el programa de acción elaborado por las cabezas de estado, ésta es la gran-estrategia, la cual se puede definirse como el plan general al que se le asignarán todos los recursos de la nación -políticos, sociales, económicos, psicológicos y militares-. Por su importancia la gran-estrategia es elaborada por reyes, presidentes, dictadores, ministros, y gabinetes, actuando con

la ayuda y el consejo de los oficiales de más alto rango de sus fuerzas armadas.

Luego que esos hombres han tomado sus decisiones la conducta del conflicto entra en el nivel estratégico, el cual comprende el arte y la ciencia de emplear los recursos militares de la nación para alcanzar los objetivos trazados en el nivel superior. Ésta es la responsabilidad de los comandantes y jefes del estado-mayor de las distintas ramas de la milicia e incluye el planeamiento de las campañas en sus lineamientos generales.

En tercer lugar tenemos las tácticas-operacionales que son un estrato intermedio entre la estrategia y las tácticas a usarse en una batalla. Las tácticas-operacionales incluyen el movimiento y despliegue de los ejércitos y de las divisiones, brigadas y regimientos, y a grandes rasgos en éste nivel se incluye la planificación de una batalla.

Precisamente ahora entramos en el estrato conocido como las tácticas-de-batalla, que incluyen el método de emplear unidades de menor tamaño a brigadas y regimientos siendo estos los batallones, compañías, pelotones

y secciones. Las tácticas incluyen una gran cantidad de facetas, pero por ahora quiero que nos recordemos que las maniobras forman una parte integral de las mismas y por su importancia estudiaremos sus lineamientos generales en esta misma introducción.

También es interesante observar como en las batallas de la antigüedad no era nada extraño encontrar al general y a reyes en primera línea luchando codo a codo junto a sus soldados siendo una parte integral de la forma de comandar de muchos el guiar con el ejemplo, pero en el momento que los ejércitos se fueron extendiendo cada vez más sobre un campo de batalla la ejecución de las tácticas se ha convertido en la responsabilidad de oficiales de menor rango, como capitanes y tenientes quienes estarán al mando de pequeños grupos de hombres. Precisamente éste último estrato en el desarrollo de una guerra, las tácticas-de-batalla, serán nuestro campo de estudios.

Alejandro El Magno

Napoleón

Erwin Rommel

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Es de suma importancia observar que existen varios principios generales que se aplican a todos los estratos de planificación de arriba: 1. Seleccionar y mantener un objetivo: tener una intención y un objetivo claro es de suma importancia, y una vez establecidos se han de perseguir obstinadamente, a menos que las condiciones cambien y requieran de una reevaluación del plan; 2. Intentar por todos los medios realizar operaciones ofensivas: las guerras solo pueden ser ganadas atacando, es cierto, es inevitable que se llegue a tener períodos a la defensiva – por ejemplo mientras se absorbe un ataque y se prepara el contraataque- pero la importancia de ganar la iniciativa es fundamental para ganar conflictos, sin embargo las ofensivas solo serán útiles siempre y cuando se apliquen adecuadamente, de lo contrario malgastar recursos llevará al fracaso; 3. Concentración de fuerzas: sugiere la necesidad de reunir suficientes tropas en el punto elegido para aumentar las posibilidades de triunfar; 4. Economía de esfuerzo: solo tener la cantidad de soldados y material que se requieran para cubrir todos los requerimientos tanto ofensivos como defensivos, en otras palabras, solo tener los recursos necesarios en cada teatro de operaciones; 5. Flexibilidad: la habilidad de ajustarse a las circunstancias. El comandante terco que sigue ciegamente un plan, sin importar que las variables hallan cambiado, se estará arriesgando enormemente a ser derrotado; 6. Administración: la organización científica del día a día de la las fuerzas armadas y la organización de los medios para apoyarlas: un ejército mal alimentado, pobremente equipado y con escasas municiones, no importando que tan aguerrido o determinado sea, tendrá escasas posibilidades de triunfar.

Dentro de los planes de acción existen factores de gran importancia que cualquier comandante tendrá que tomar en cuenta. En primer lugar tendrá que considerar las variables cuantitativas y cualitativas de su propio ejército: las primeras son, el número de tropas a su disposición, cantidad y tipo de armamento, provisiones, municiones y cualquier otro recurso que le sea de utilidad; a eso le hemos de agregar las variables cualitativas como el calibre de sus subalternos, la calidad de las armas y equipo, y, de gran importancia, el estado de la moral de sus hombres. Todas ellas son variables que juegan un papel importantísimo dentro del desarrollo de una batalla, y que por lo tanto tendrán que ser considerados en el momento de preparar un plan, pero allí no termina la consideración de estas variables, porque el comandante tendrá que considerar las características del enemigo algo de lo que, en muchas ocasiones, solo tendrá una vaga idea. Además hay otras variables desconocidas o difíciles de conocer, como las tácticas que usara el enemigo, la topografía del terreno, las fluctuaciones del clima y cualquier otro evento que pueda disminuir la capacidad combativa de sus tropas ó las del enemigo. Además no hemos de despreciar en ningún momento a la suerte que intervendrá a favor o en contra de cualquier bando.

Ahora quiero mencionar un punto muy interesante: aún cuando podemos realizar un plan perfectamente racional quiero darle un gran énfasis a la sangre fía y la intuición del comandante una vez la campaña ó la batalla ha comenzado. Antes del inicio de una campaña ó una batalla se puede hacer un análisis perfectamente científico de la situación, se pueden definir las variables que afectan tanto al ejército propio como al del adversario, y se puede cuantificar como aquellas variables actuaran por sí solas ó en conjunto, sin embargo en estos libros veremos que siempre han existido eventos fortuitos y lagunas de inteligencia que crearán sorpresas cuando los adversarios chocan, y es allí donde entra en juego la intuición y la capacidad de reacción de los comandantes, quienes han de buscar la forma de encontrar soluciones a los problemas que se vayan suscitando a medida que estos se vayan dando. Nuevamente es allí donde la sangre fría, y una mente ágil, serán de gran ayuda para alcanzar una victoria, eso es lo que considero como el arte-de-la-guerra: esa intuición y esa capacidad de toma de decisiones en el momento adecuado que marcan la diferencia entre una derrota y un triunfo.

La toma de decisiones es importantísima, en la inmensa mayoría de batallas de la historia veremos que los adversarios llegan a la lucha con planes previamente establecidos, pero a partir del momento en el cual los ejércitos chocan y los eventos se van desarrollando hay dos formas de actuar diametralmente opuestas: por un lado tenemos a comandantes que se ciñen a su plan sin realizar ninguna modificación al mismo y por otra parte tenemos a quienes son capaces de observar el desarrollo de la batalla y ajustarse a la situación. En estos libros tendremos la oportunidad de ver como en algunas ocasiones adherirse obstinadamente a un plan trae consigo la victoria, mientras que en otras ocasiones la flexibilidad es la opción triunfadora, y es en éste contexto que aprenderemos lo que son las batalla-de-desgaste y una batalla-de-maniobras.

Y aún hay más, porque también estudiaremos las armas con las que estaban equipados los

soldados de distintas épocas, y aquellas formaciones-tácticas que les fueron enseñadas para optimizar su uso, además de las maniobras con las que los ejércitos intentaran colocarse en una posición ventajosa sobre un enemigo. Con respecto al armamento, desde el principio de los tiempos

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podemos distinguir dos grandes grupos de armas, el primero integrado por aquellas armas que serán usadas en lucha cuerpo-a-cuerpo y que incluyen piedras, palos, dagas, espadas, lanzas, y bayonetas, mientras que en el segundo tenemos a las armas de largo-alcance, siendo tanto los proyectiles que pueden ser lanzados como el equipo para lanzarlos. Entre ellas podemos contar a piedras, jabalinas, el arco y flechas, las hondas, los arcabuces y las balas, mosquetes, cañones y mísiles-teledirigidos. Observaremos como su evolución ha afectado profundamente el desarrollo de las tácticas, y para ilustrarlo tomemos como ejemplo la formación conocida como la línea-de-batalla: equipados con lanzas ó mosquetes soldados estarían en una posición ventajosa barriendo con sus armas un amplio trecho de terreno frente a ellos. Por cientos de años esa fue la mejor manera de desplegar a los soldados para el combate, mientras que la formación conocida como columna era, y por lo general sigue siendo aún, la forma más adecuada para mover rápidamente a los soldados de un punto a otro. Línea ó columna, o cualquier otra formación, tienen que ser elegidas por ser las que más se adecúen a los planes y a la situación dependiendo de muchos factores, pero entre el más importante estará el conocer las características de las armas con las cuales los soldados propios y los del enemigo están equipados. Resulta obvio que un comandante que entienda cuales son las capacidades del equipo que tiene a su disposición podrá usarlo de tal manera que explotará al máximo su alcance, cadencia de fuego, efecto explosivo, etc.; al mismo tiempo que conociendo las capacidades del armamento enemigo podrá reducir enormemente las bajas de sus soldados. Por ejemplo, por miles de años antes de la invención de armas de gran cadencia de fuego (particularmente ametralladoras y piezas de artillería de tiro-rápido), a la infantería se le desplegaba en tupidas formaciones lineales, pero esa formación comenzó a cambiar tras la aparición de las armas de fuego, y cambiaría aún más hacia finales del siglo XIX, hasta que finalmente, luego de la Primera Guerra Mundial, el despliegue de infantería en densas formaciones lineares casi ha desaparecido por completo.

Ahora: ¿cuál es la esencia de las tácticas? Bueno, es crear un balance entre tres elementos que

son: movilidad, protección y poder-ofensivo. Movilidad es un reflejo de la capacidad de maniobra y concentración de fuerzas en el punto elegido incluso cuando los soldados están bajo fuego. La movilidad de cada unidad es una medida relativa con respecto a otras unidades propias o del enemigo, y que va a ser influenciada por factores como la dificultad del terreno, las condiciones climáticas, el moverse de día o de noche, etc.; sin movilidad un ejército no será capaz de reunir hombres y equipo en el punto a atacar ó defender y por lo general será presa fácil para el enemigo. Por su parte tenemos la protección que incluye desde la construcción de posiciones defensivas,

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hasta el adecuado uso del terreno ó algún tipo de protección individual (cascos, escudos, armaduras). Además en el segmento de protección se incluyen todos los procedimientos de seguridad diseñados para evitar que el enemigo le tome por sorpresa. Por último tenemos el poder-ofensivo el cual se usará para imponer la voluntad propia sobre un adversario. Lo interesante es que no solo incluye el efecto de las armas sobre un oponente, también incluye ardides psicológicos, como desplegar a los soldados en una densa formación que intimide al bando contrario, el batir de tambores, tronar de trompetas, el uso de altoparlantes y panfletos que intimiden ó convenzan a un soldado a abandonar las armas. Por lo tanto, en el poder-ofensivo podemos incluir cualquier práctica con la cual se busca doblegar al adversario física ó mentalmente.

Las mejores tácticas se han logrado gracias a la efectiva combinación de las habilidades de los diferentes tipos de especialistas dentro de un ejército (infantería, jinetes, ingenieros, tanquistas, tropas aerotransportadas, etc.). Así, el comandante que desarrolle las tácticas más adecuadas a las realidades propias, y las del enemigo, tendrá una mayor posibilidad de ganar un encuentro.

Finalmente tenemos a las maniobras. Es de sumo interés observar que por miles de años éstas

han sufrido pocos cambios, mientras que en directo contraste las tácticas han cambiado mucho cada vez que el armamento evoluciona. Usualmente antes de una batalla todo comandante tomará la decisión de realizar una acción ofensiva o defensiva tras realizar un análisis de las fortalezas y debilidades propias y del enemigo. En esencia quien haya tomado una actitud defensiva esperará a que el bando contrario le golpeé, mientras que un comandante que ha tomado una actitud ofensiva será quien lanzará sus tropas a buscar pelea, entonces todos los movimientos que esté efectuando hasta que se de el choque serán en conjunto conocidas como las maniobras.

A las maniobras las he reunido en cuatro grandes grupos: 1. El ataque-frontal, la más sencillas de todas en la cual parte el ejército marchará en línea recta hacia el enemigo. Esa es la más antigua y más simple de todas; 2. Envolvimiento: en éste caso se lleva a cabo un ataque directo contra una o las dos alas del enemigo (en el caso de un ataque contra las dos alas del enemigo será conocida como el doble-envolvimiento), y de triunfar en el asalto se podrá presionar el costado y la retaguardia del enemigo; 3. Flanqueo: algunas unidades del ejército atacante se acercaran al adversario de tal manera que evitaran un encuentro directo y solo cuando estén en un punto de ventaja (por ejemplo tras la retaguardia contraria) se lanzarán al ataque. 4. Ataque-oblicuo: ésta maniobra se efectúa al atacar al enemigo con algunas unidades un poco a la izquierda o a la derecha de su centro, mientras que otras secciones del ejército podrán realizar ataques a todo lo largo de la línea contraria para distraer al resto del enemigo.

Todas las maniobras ofensivas tienen el mismo fin, destruir la cohesión del bando contrario para derrotarle, lo mismo sucede con la postura defensiva, en ella se espera pacientemente hasta que el enemigo ataque, y se esperará a que el bando que ha tomado la ofensiva sufra pérdidas devastadoras, cohesión, ó moral, impidiendo que hayan más ataques, y de ser posible, luego los defensores efectuaran sus propias maniobras ofensivas.

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Finalmente todo plan de batalla requiere de los hombres adecuados para ejecutarlo. En ese

contexto veremos como desde la antigüedad hasta principios del siglo XVIII muchos de los comandantes más renombrados de la historia no solo eran quienes creaban el plan de batalla, pero además eran ellos quienes los ejecutaban; a reyes y generales se les podía ver empuñando armas y luchando al lado de sus soldados, un acto de gran importancia en muchas culturas antiguas en las que se consideraba como un papel fundamental que el comandante fuera una fuente de inspiración para sus hombres: con su ejemplo de coraje, aplomo, y valentía, motivaría a sus seguidores a pelear. En griego a un general se le conocía como el strategos “aquel que guía al ejército”, mientras que la vieja palabra latina para general era preator que se traduce como “quien va al frente”. Esa fue la realidad para los comandantes por muchos siglos, pero como veremos más adelante a partir del siglo XVIII d.C. los ejércitos pasaron a ser organizaciones extremadamente complejas que en una batalla ocupaban una extensa cantidad de terreno, por lo tanto el general pasó a tener el papel exclusivo de planificador y administrador de recursos, asignando tropas conforme éstas eran requeridas y dejando que sus subalternos guiaran a sus tropas en combate.

Un plan de batalla adecuado, el control de las unidades cuando han chocado contra el enemigo,

una organización y una doctrina adecuadas, entrenamiento, una cadena-de-mando funcional, y un comandante capaz, todas son partes integrales de un ejército, pero aún así, no importando cuanto se intente, ninguna organización militar (de hecho ninguna organización creada por el hombre) logrará alcanzar la perfección absoluta en todas las áreas, de hecho, la victoria generalmente se otorga al bando que simplemente sea menos deficiente y cometa menos errores. Como veremos, las tácticas, maniobras, el despliegue de las formaciones, el entrenamiento, las armas, y la suerte, todas se unen para alcanzar una victoria.

La serie de libros Combate-Terrestre nos llevará por un viaje por más de 2,000 años de historia a los que he dividido en cuatro épocas: 1. La Era de las “Armas Blancas”: en ella relataré lo sucedido en las Batallas de Issos (333 a.C.), Cannae (216 a.C.), Zama (202 a.C.) y Agincourt (1,415 d.C.); 2. La Era de la “Pólvora”, relatando lo sucedido en Breitenfeld (1,631), Blenheim (1,704) y Waterloo (1,815); 3. La Era del “Motor de Combustión”, con las batallas del Somme (1,916), Cambrai (1,917), la Ofensiva del Káiser (1,918) y Ain-el Gazala (1,942); y 4. La Era de la “Electrónica”, donde veremos lo que sucedió en la guerra del Yom-Kippur (1,973) y la Primera Guerra del Golfo Pérsico (1,991).

Las maniobras: 1. Ataque frontal; 2. Envolvimiento; 3. Doble-envolvimiento; 4. Flanqueo 5. Ataque Oblicuo

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Guerreros hititas

Capítulo I

Breve historia de los ejércitos primitivos Previo a estudiar la Batalla de Issos (la primera acción a estudiar y la cual fue peleada entre las

huestes del Rey Darío III y Alejandro El Magno) es relevante que demos un rápido vistazo a las armas, los hombres y aquellos ejércitos de épocas previas.

No podemos saber cual fue el primer instrumento que el hombre primitivo blandió como arma, pero antropólogos asumen que fue una piedra. Tampoco podemos saber cual fue el primer equipo de protección, pero usando la imaginación podemos creer que una piel enrollada alrededor del cuerpo o sobre un brazo fue el predecesor del blindaje corporal. Lo que sí sabemos es que desde siempre pequeños grupos de guerreros de una tribu peleaban contra otra por alguna razón ó por otra. Poco a poco el hombre primitivo fue abandonando su vida nómada, y a medida que en Europa y el Medio Oriente se pasó al Neolítico (9,000 a.C.) la guerra sufrió una extraordinaria metamorfosis. Más alimentos y mejores condiciones de vida trajeron consigo un marcado incremento en la densidad de habitantes en pequeños pueblos, y eso unido a descubrimientos tecnológicos cada vez más frecuentes provocaron la aparición de ejércitos más numerosos, disciplinados, con armas y equipo de protección relativamente estandarizados y una cadena-de-mando formal. Así fueron apareciendo los ejércitos en el mundo “civilizado”, y desde ese momento hasta nuestros días la infantería ha sido por lo general la columna-vertebral de las fuerza armadas terrestres. Todo por una sencilla razón: entrenar a individuos en la lucha a pie es la forma más sencilla y barata de todas. Y eso nos lleva a un punto interesante, con cada vez más personas dedicándose a la agricultura y la producción de bienes de consumo se abandonó poco a poco la costumbre de ser cazadores, sin embargo la necesidad de tener grupos de guerreros armados para la defensa del territorio siempre fue una parte indispensable de la vida y cuando un agresor aparecía los ciudadanos eran llamados a las armas para formar un ejército de milicianos.

Y es con la aparición de los ejércitos en aquellas ciudades-estado que nace una interesante división de labores entre los soldados que luchaban a pie, puesto que podemos distinguir entre ellos a los soldados de infantería-pesada y los de infantería-ligera. Ambos organizados, entrenados, y equipados para realizar tareas específicas. En primer lugar tenemos al individuo que pertenece a la infantería-pesada, un hombre equipado con una gran cantidad de protección que le impedía moverse con rapidez, pero que le protegía adecuadamente contra ataques, en particular contra proyectiles lanzados desde una gran distancia. Este primer grupo de hombres pelearía cuerpo-a-cuerpo, y por lo general se le reunía en densas formaciones que simplemente se lanzaban en línea recta contra el enemigo para arrollarle con un solo golpe masivo y devastador, ó quedarían enfrascados en una letal batalla cuerpo-a-cuerpo en la que cada hombre buscaba a un oponente para derrotarle. En segundo lugar tenemos a la infantería-ligera, hombres que tendrían escasa protección corporal que les daba una gran rapidez de movimiento pero que a su vez les dejaba en una amplia desventaja frente a la infantería-pesada del enemigo, por lo tanto a estos guerreros se les asignaban armas que les ofrecerían la oportunidad de pelear dese una gran distancia. Actuando desde una posición ventajosa y usando su mayor movilidad, lanzarían una lluvia de proyectiles contra el bando contrario, siempre intentado permanecer lo más lejos posible del enemigo.

Obviamente los comandantes de los ejércitos neolíticos buscaron la forma de combinar a las dos clases de infantería, minimizando sus debilidades y maximizando sus fortalezas, y con el tiempo se les unieron los soldados a caballo y las carrozas-de-guerra. Y para que todos ellos lograran una

victoria se fueron estableciendo planes de acción. Por ejemplo en una batalla la infantería-ligera avanzaría hasta colocarse a la distancia adecuada y lanzaría un alud de proyectiles sobre el enemigo. Una vez agotadas sus municiones se retirarían a los flancos o la retaguardia del ejército para permanecer como una reserva. Luego podían entrar en acción las unidades más rápidas, como las carrozas y la caballería, que intentarían rodear los flancos del enemigo para atacarle desde la retaguardia, hasta que finalmente la gran masa de infantería-pesada se lanzaría al ataque chocando

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Una pelea de héroes: David contra Goliat

contra el bando contrario. Lo interesante es que estos ejércitos podían contar con decenas de miles de hombres como lo relata el Antiguo Testamento y otros documentos. Y no es todo, porque para que esas grandes masas de hombres pudieran sobrevivir durante una campaña se comenzó a tener un adecuado aparato administrativo para alimentarles.

En el caso del reclutamiento era necesario conocer la demografía de la ciudad ó el reino, porque solo así se podría saber a cuantos hombres se tendrían a disposición y cuando fuera necesario se efectuaría un reclutamiento forzoso de todos los hombres de la región que cumplieran con los requisitos necesarios para ser guerreros.

Bueno pese a todo el progreso organizativo, y a las mejoras en el equipo que pudieran tener, los primeros ejércitos eran básicamente milicias cuyos guerreros carecían de tácticas propiamente dichas para sus unidades administrativas. En otras palabras ellos estaban organizados en unidades administrativas de decenas, cientos, ó miles de hombres para conocer sus necesidades en alimentos ó cuantos habitantes daba cada región a la causa, pero los guerreros peleaban separados: cuando dos grandes ejércitos se desplegaban en alguna planicie quienes pertenecían a la infantería-ligera después de lanzar sus proyectiles se replegaban y luego toda la infantería-pesada se lanzaba a la carga sobre el ejército contrario buscando aniquilarle en combates individuales en los que cada hombre buscaba sobrevivir por cuenta propia. En éste caso la cooperación entre los soldados y sus camaradas solo era una cuestión fortuita. Incluso entre los soldados-mercenarios que ya podían encontrarse en aquellos días, y entre los soldados regulares que protegían al rey, ni siquiera entre ellos existían formaciones propiamente dichas, y a pesar de que ellos se entrenaban constantemente todos luchaban individualmente al estilo de los gladiadores. Era la época del héroe, en la cual un soldado aguerrido buscaba cubrirse de gloria derrotando al campeón del ejército contrario. Y cuando la paz finalmente llegaba las milicias eran desmovilizadas y todos los guerreros regresaban a sus actividades productivas previas al conflicto.

Pero no hemos de menospreciar del todo a los ejércitos de la antigüedad, porque incluso en aquellos días los comandantes ya buscaban colocar a sus tropas en una posición ventajosa; ya se entendían las ventajas que podrían ser adquiridas al usar la sorpresa y las maniobras clásicas como el ataque frontal, el ataque oblicuo y el flanqueo; al igual que someter a un enemigo a un prolongado bombardeo de misiles que le debilitarían y le causarían una gran confusión antes del asalto de la infantería-pesada.

El tiempo continúo avanzando y en un momento dado un astuto pero desconocido individuo concluyó que sus guerreros tendrían una mejor posibilidad de triunfar sí combatían apoyándose el uno al otro, peleando dentro de una formación densa que pasaría a ser conocida como la falange. Erróneamente se cree que esa fue una invención de los pueblos de la Grecia-clásica (500 a.C.-338 a.C.), sin embargo apareció en las ciudades-estado del sur de Mesopotamia en el Reino de Sumeria (3,000 a.C.-2,300 a.C.). Básicamente era una formación sólida en la cual hombres equipados con escudos y lanzas avanzaban uno a la par del otro hombro con hombro y directamente tras ellos se hallaría una gran cantidad de sus camaradas. Ahora bien, para mantener su cohesión al avanzar y también cuando peleaban con el enemigo, estos soldados requerían de un extenso entrenamiento en intrincados movimientos en conjunto, lo que a su vez requería de una férrea disciplina, porque en todo momento los miembros de la falange tenían que abstenerse de abandonar la formación para luchar individualmente. Entonces la gran virtud de su formación era la solidez, tanto moral como física, hombro contra hombro, uno junto al otro, y con el apoyo físico y moral de los soldados que estaban tras la primera fila los guerreros avanzarían, y sí los escudos con los que estaban equipados

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eran lo suficientemente grandes estos podrían cubrirse los unos a los otros, formando una densa muralla de protección. Además al estar equipados con lanzas largas se extendían frente a los escudos cientos de puntas de lanza con las que podían atacar al enemigo mucho tiempo antes de que estos pudieran usar sus espadas. Usadas contra ejércitos de milicianos pobremente equipados y pobremente entrenados las falanges probaron ser unas temibles formaciones de guerra.

En el Reino de Sumeria se cree que la infantería-pesada desplegada en una falange formaría la parte central del ejército, con tropas de infantería-ligera e incluso carrozas y caballería desplegados en los flancos o al frente, y justo tras la posición central, y como una parte indispensable en todo ejército del Medio Oriente, estaría el mismísimo rey con todo su séquito. A él se le protegía como se protege a un órgano vital, ya que controlaba toda la acción de sus fuerzas armadas, y su huída, muerte ó captura, sería un desastre. Como siempre la batalla la iniciarían los guerreros equipados con armas de largo-alcance, y luego avanzaría la enorme falange que en la mayor parte de las ocasiones simplemente arrollaría al enemigo. Los guerreros contrarios huirían en todas direcciones y en ese momento el encuentro pasaría a ser una simple persecución donde la caballería y las carrozas serían el elemento clave en el aniquilamiento del ejército contrario.

Por cientos de años esa formación fue usada con gran efectividad en el Medio Oriente, pero la misma, y la civilización de la cual había nacido, desaparecieron para el año 2000 a.C. con la caída de la Tercera Dinastía de Ur.

Luego entraron en la escena del Medio Oriente las fuerzas armadas de Egipto y Asiria, y en las

egipcias encontramos al primer ejército que incluía a un nutrido contingente de soldados-profesionales aparte de la guardia personal de los faraones. Este ejército profesional incluía tanto a infantería-pesada como arqueros quienes permanecían en la institución militar por extensos períodos de tiempo recibiendo una paga del estado, y la promesa del saqueo, la adquisición de esclavos y de tierras. Pero era un ejército híbrido, porque en época de guerra eran llamados a las armas nutridos grupos de milicianos que por lo general formaban la mayor parte del ejército. Estos guerreros-ciudadanos permanecían en armas hasta que terminara el conflicto, y hasta ese momento podían regresar a su vida de civiles. En batalla su plan de acción usual era lanzar una lluvia de flechas contra el enemigo, lo que en varias ocasiones probó ser suficiente para derrotar al bando contrario dado el poder y la precisión de sus arcos-compuestos y a su nivel de entrenamiento, además que era raro encontrar blindaje corporal entre los enemigos de Egipto. Pero sí el ejército contrario no se desmoronaba tras el ataque con mísiles las carrozas y la infantería-pesada se lanzaban al ataque para definir la acción.

Un gran ejemplo del uso de maniobras y del despliegue táctico de los egipcios lo encontramos en la Batalla de Qadesh, acción peleada a finales del mes de mayo del año 1,274 a.C. (aun existen dudas sobre la fecha exacta). En esa ocasión el faraón Ramsés II desplegó 20,000 soldados de infantería apoyados por 2,000 carrozas-de-guerra, derrotando a 40,000 guerreros hititas apoyados por 3,000 carros-de-combate. De hecho las carrozas ó carros-de-combate fueron el primer intento en la antigüedad para usar caballos en una batalla. Cada carroza tenía dos ó más corceles y como mínimo dos ocupantes, siendo uno el piloto mientras que los restantes estarían equipados con armas de largo-alcance para lanzarle proyectiles al enemigo. Una nota final sobre los egipcios, incluso ellos contratarían mercenarios de ser necesario.

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Infante asirio

Luego tenemos a los asirios, quienes para el 1,250 a.C. ya tenían al primer ejército compuesto exclusivamente por guerreros-profesionales, es cierto, en las etapas iníciales, cuando todavía era un reino, sus ejércitos eran formados con ciudadanos forzados a prestar servicio militar en aquellos momentos que Asiria era amenazada, sin embargo con el tiempo sus gobernantes demostraron ser extremadamente ambiciosos, y se lanzaron a efectuar numerosas campañas de expansión que convirtieron a su reino en un imperio, descubriendo en el proceso que no resultaba nada práctico tener un ejército miliciano; las campañas se prolongaban en el tiempo, y un ejército-ciudadano no podía permanecer en armas indefinidamente; después de todo alguien tenía que continuar trabajando en el campo y en las industrias manufactureras de las que también dependía la prosperidad. Entonces en le pináculo de su poder el Imperio Asirio contó con un ejército integrado exclusivamente por guerreros profesionales pagados por el estado quienes estaban permanente en servicio activo. Con él los asirios lograron enormes éxitos sobre sus enemigos y víctimas por igual. Ese fue el primer ejército profesional, el que solo en una gran emergencia era reforzado por nutridos grupos de milicianos.

Aquel ejército tenía algunas características muy interesantes, por ejemplo sabemos que no solo estaba equipado con armas de hierro, pero el estado tenía un sistema de producción en masa de equipo militar, y por sí eso fuera poco, estuvieron entre los primeros en tener unidades de caballería: los pueblos en la antigüedad finalmente habían dominado el arte de uso de caballos en combate. Y aunque su caballería era relativamente pequeña (dado el alto costo de entrenar a jinetes y caballos), desde un inicio se pudo observar su gran utilidad en combate.

Tras formarse en el campo de batalla su táctica usual era similar a la de otros ejércitos de su época: nutridas unidades de arqueros iniciaban la acción lanzando una lluvia de flechas sobre el enemigo, así le mantenían ocupado mientras la caballería, las carrozas, y la infantería, avanzaban hasta entrar en contacto. Como siempre la infantería-pesada era la columna vertebral del ejército, esos soldados estaban equipados con cascos, escudos y lanzas, avanzaban en densas formaciones de asalto similares a las falanges, y generalmente eran quienes daban el golpe decisivo.

Con este aparato militar el Imperio Asirio dominó el Medio-Oriente desde el año 900 hasta el 612 a.C., y como muestra de su poderío cuando el rey Shalmaneser III lanzó su

campaña de expansión él tenía bajo su mando 120,000 efectivos. Éste y otros monarcas lograron crear uno de los imperios más grandes vistos en aquellas fechas y utilizando el poder de la coerción mantuvieron subyugados a los pueblos que habían conquistado. Pero con el tiempo éste imperio también se esfumó y sucede que con él desapareció por mucho tiempo en el Medio-Oriente el sistema de ejércitos enteramente profesionales; cuando los medos ocuparon aquel puesto de supremacía en la región retomaron el uso de ejércitos híbridos (un núcleo de profesionales apoyados por una enorme milicia).

Por el momento abandonemos al Medio-Oriente, y dirijámonos hacia la cuna de la civilización

occidental, Grecia, donde para el año 800 a.C. estaban entrando en su período conocido como la Antigüedad-Clásica y como lo describiría Homero en su Ilíada los suyos eran ejércitos de guerreros quienes peleaban de forma individual: durante el sitio de Troya vemos innumerables ejemplos de combates, y cuando los ejércitos de esa ciudad y los griegos se desplegaban sus soldados-milicianos se lanzaban sobre el enemigo como fieras dando paso de inmediato a una confusa lucha cuerpo-a-cuerpo, en la que aristócratas y hombres-libres, transformados todos en guerreros, se enfrascaban en duelos individuales para ganar la gloria o morir en el intento. Por mucho tiempo esa

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forma de combatir fue la norma, pero cien años más tarde se produjo un cambio fundamental en la manera que peleaban: en Grecia renació la falange, y todo gracias a la prosperidad económica que beneficio a la región.

En Corinto, Esparta y Argos se experimentó un período de opulencia, y ahora más hombres pudieran adquirir aquellas armas y equipo de protección que previamente solo eran accesible a la pequeña aristocracia de las ciudades-estado, y eso no es todo, ahora el ciudadano promedio pudo dedicarle más tiempo a su entrenamiento aprendiendo complicadas maniobras y la disciplina fundamentales para el desarrollo de las falanges, y es interesante, al incrementarse enormemente la cantidad de soldados de infantería-pesada en Grecia casi desaparece la caballería, con excepción de las regiones del norte, porque en las planicies de Tesalia y Macedonia aún se favorecía tener nutridos contingentes de hombres a caballo que podían explotar con facilidad los flancos abiertos de un ejército enemigo. Pero esa era la excepción y a lo largo de Grecia se llegó a confiar casi por completo en la infantería-pesada desplegada en falanges, en las que el soldado dejaba de buscar el combate individual y pasaba a formar parte de una sólida masa que chocaba contra un enemigo como un solo cuerpo.

Ahora es relevante que observemos cuan protegido estaba el nuevo infante, quien, protegido por un pesado hoplon (nombre con el que se conocía a su escudo), recibió el nombre de hoplita. El hoplon era un escudo de 1 a 1.33 metros de diámetro, hecho de madera, recubierto de bronce, y de forma convexa, que le protegía desde la base del cuello hasta un poco más arriba de su rodilla. Eso no es todo, protegiendo la coronilla de su cabeza hasta la base del cuello tenía un pesado casco de bronce; una pesada vestimenta de lino le cubría el pecho y la espalda, hasta la parte superior del muslo; además una gran variedad de piezas metálicas le cubrían los tobillos, las espinillas y los antebrazos, de esa forma el hoplita se encontraba protegido de pies a cabeza por unas 18-libras de equipo. Su arma principal era una pesada lanza, y como armamento secundario tenía una pequeña espada.

Era una impresionante cantidad de protección para los estándares de la época, pero hay que recalcar la gran ventaja que adquirían los hoplitas al luchar en una falange, porque cada soldado se colocaba en tal posición que protegería a su compañero inmediato: cuando todos ellos se apretujaban en formación-cerrada el escudo de cada hoplita no solo le protegía su costado izquierdo, pero también era tan grande como para proteger el brazo y el costado derecho de su vecino, y en conjunto todos ellos usarían sus lanzas contra el enemigo. Entonces la clave del éxito era mantener la cohesión tanto en el avance previó al choque como en el combate que se tendría a continuación. Tanto los griegos, como los pueblos que habían descubierto las virtudes de la falange mucho tiempo atrás, habían descubierto que soldados enemigos peleando de forma individual, y que se estrellaban alocadamente contra su muralla de escudos y lanzas, tenían muy pocas posibilidades de triunfar, no importando su fortaleza moral ó física.

La disciplina era la clave del éxito, pero también lo era la profundidad de la formación: una falange podía tener entre 8 a 16 hombres de fondo, incluso podía tener más, en el 424 a.C., en la Batalla de Delio, los tebanos se formaron con una profundidad de 25 hombres, mientras que en la Batalla de Leuctra, en el 371 a.C., Epaminondas hizo que su ala izquierda tuviera una profundidad de 50, y con esa nutrida falange logró arrollar a una falange enemiga mucho más delgadas.

Con el entrenamiento propicio los hombres de la falange podían girar en cualquier dirección sin perder su formación, de igual manera podían incrementar el frente de su línea-de-batalla en cuestión de segundos haciendo que soldados en las líneas posteriores pasaran a ocupar los intervalos entre los soldados en las filas delanteras. En otras situaciones cuando su retaguardia se viera amenazada la falange podía ser dividida en dos, la mitad posterior daría media-vuelta para enfrentar cualquier amenaza, o podría partir en cualquier otra dirección. Otra gran cantidad de maniobras podían efectuarse cuando sus comandantes lo ordenaran, pero la más sencilla de todas era avanzar en línea recta hacia el enemigo. La evidencia indica que el choche contra el enemigo se resolvía con una combinación de golpes de lanza y empujones de escudo dados por los hombres que estaban en las primeras filas, y quienes estaban atrás apoyarían a sus compañeros ocupando el puesto de los caídos, o simplemente empujando a quienes estaban frente a ellos para proseguir con el avance. Luchando contra enemigos entrenados para la acción individual la falange casi siempre arrollaba al bando contrario en muy poco tiempo, pero al chocar de frente contra otra falange la lucha sería prolongada: los hombres en la primera fila buscaría que la punta de su lanza penetrara alguna abertura en la sólida coraza del adversario ó los empujarían con sus escudos, una tarea difícil de lograr. En otras palabras: la lucha entre falanges pasaría a ser una prolongada batalla-de-desgaste en la que prevalecería el bando que trajera consigo una superioridad numérica, física ó moral.

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Quiero aclarar un punto en este momento, se ha dicho mucho acerca de la falange griega, pero en mis ojos palidece en comparación con la sofisticación de los ejércitos del Medio-Oriente de la misma época: porque la formación griega era simplemente una masa de infantería-pesada que se lanzaba en línea recta contra el enemigo, raras veces apoyada por infantería-ligera y casi nunca por caballería (aunque hemos que reconocer que el terreno montañoso de Grecia precisamente favorecía el uso de las falanges). En resumen los ejércitos de la Grecia-clásica eran relativamente pequeños y carecían de estilo cuando les comparamos con los del Medio-Oriente del año 600 a.C., en ellos la caballería, la infantería-pesada, y la infantería-ligera se combinaban hábilmente para asestarle un golpe mortal al enemigo. En esas organizaciones militares la caballería tenía el papel protagónico porque generalmente las acciones se peleaban en extensas planicies, de hecho los jinetes persas fueron forzados a adaptar sus tácticas para neutralizar a hábiles jinetes bárbaros que atacaban constantemente las fronteras de sus imperios, y como resultado Persia logró reunir excelentes cuerpos de caballería. En la época del Rey Ciro su caballería-pesada, y sus arqueros-a-caballo, se hallaban entre los mejores guerreros del mundo.

Precisamente, en el año 546 a.C. en la Batalla de Sardis, el Rey Ciro el “Grande”, derrotaba a Creso, rey de Lidia, con esa victoria uno de los grandes obstáculos para la consolidación del Imperio desaparecía. Esa acción nos demuestra el alto grado de coordinación táctica existente entre las fuerzas de asalto y las unidades equipadas con armas de largo-alcance. “A los hombres con jabalinas” relató el mismo Ciro “les coloqué detrás de los hombres que llevaban escudos, y tras los hombres con jabalinas coloqué a los arqueros, porque ¿cómo podemos colocar al frente a soldados que no pueden luchar en el combate cuerpo-a-cuerpo?, pero cuando ellos tienen frente a sí hombres equipados con escudos, ellos permanecen firmes, y las filas de jabalineros y arqueros lanzaran sus jabalinas y flechas sobre las cabezas de los hombres que están formados frente a ellos, causando una gran mortandad entre el enemigo”. Esto lo escribió Jenofonte, un historiador griego quien le atribuye a Ciro las anteriores palabras, y en sus obras éste griego alabó a las formaciones militares, maniobras y tácticas usadas por los persas.

Y con esa nota es el momento ideal para que enfoquemos nuestra atención en la evolución del ejército Persa. La sociedad feudal del imperio estaba compuesta por una nobleza (conocida como azata), los hombres-libres en general (bandaka) y los esclavos (mariaka). Todos los ciudadanos eran súbditos del rey y el servicio militar era obligatorio, tanto para nobles como para vasallos. Desde los 5 hasta los 20 años los varones aprenderían a cabalgar y usar el arco, pasando al servicio militar obligatorio y continuando con su entrenamiento por 4 años más, siendo divididos en grupos de 50 bajo el mando de un noble. Luego de su período de servicio activo aquellos hombres eran dados de baja pero siempre se les podría llamar a las armas hasta los 50 años de edad.

Aquí tengo algunos datos interesantes sobre su organización militar: como medio administrativo usaban un sistema decimal, dividiendo a sus soldados en un hazarabam de un millar de hombres, divididos a su vez en diez sataba de un ciento de hombres cada una, y por último en dathabam de diez soldados. El ejército persa era híbrido, poseía un núcleo de profesionales entrenados como soldados de infantería, entre ellos un pequeño grupo eran soldados de la guardia Imperial mientras que los restantes eran arqueros, apoyados por una caballería también profesional y una prodigiosa cantidad milicianos.

Y aquí hay más información sobre los arqueros. Un dathabam de ellos tenía 10 hombres, nueve eran arqueros, mientras que el decimo era su comandante quien tenía un gran escudo conocido como la spara y como lo había hecho Ciro en Sardis, los arqueros eran desplegados tras el

Hoplita y falange. La fortaleza de esa formación: el trabajo en equipo.

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sparabara, ó portador-de-escudo, a quien también se le conocía como datahapabis ó comandante-de-sección. La spara era un enorme escudo rectangular de mimbre recubierto con cuero que se extendía desde el hombro del comandante hasta su tobillo. En una batalla el datahapabis se colocaba al frente y tras él se formaban en columna los nueve arqueros. En mi imaginación considero al comandante-de-sección como un moderno observador de artillería quien les daba indicaciones a sus hombres de cuando lanzar sus flechas, así, sobre la cabeza del comandante pasarían las flechas de los nueve arqueros alcanzando blancos hasta una distancia máxima de 150-metros. En caso que el enemigo lograra cerrar la distancia el comandante estaba equipado con una larga lanza para defenderse, pero él no sería el único equipado con armas para la lucha a corta-distancia, porque todos los arqueros tenían una pequeña espada curva que usarían en caso de ser necesario. Pero en teoría eso no sucedería frecuentemente, porque tras ellos estarían las unidades de infantería-pesadas y de caballería listas para entrar en acción.

En éste imperio persas y medos formaban el núcleo de soldados profesionales, mientras que la

gran mayoría de soldados milicianos pertenecían a pueblos vasallos, con cada contingente equipado con su propio tipo de armamento y casi en su totalidad entrenados para la lucha individual. Y es con un ejército-híbrido como ese con el que el Rey Jerjes de Persia se lanzó a invadir a Grecia en el año 480 a.C., Heródoto reconoce que además de los cuerpos de profesionales, que incluían a los famosos y letales “Inmortales”, en la hueste asiática había 35 contingentes de milicianos de diferentes regiones del imperio. La inmensa mayoría de estos hombres estaban equipados con jabalinas, espadas cortas y pequeños escudos, que les hacía más útiles para trabajar como infantería-ligera, sin embargo entre ellos también habían contingentes de arqueros e incluso es interesante observar que un grupo de soldados lidios estaba equipado y entrenado para pelear en falange al igual que sus enemigos en el continente europeo. Como veremos más adelante ellos eran soldados griegos cuyas ciudades se encontraban en la costa oeste de la actual Turquía, en la región de Lidia, la cual ahora estaba bajo el control persa.

Esa fue la Segunda Guerra Médica (480-479 a.C.). En ella un verdadero alud de soldados fue lanzado contra Grecia. Algunos historiadores estiman que más de 150,000 hombres avanzaron por

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las tierras europeas apoyados por una inmensa flota. Como lo he dicho, el persa era un ejército sofisticado que poseía un adecuado balance entre infantería-pesada y ligera, apoyada por grandes contingentes de caballería, pero en el terreno montañoso de Grecia su superioridad numérica y táctica fueron neutralizadas, como se demostraría en las Termópilas. En esa batalla un pequeño contingente griego, que solo tenía entre 5,000 a 10,000 hombres, detuvo a los 150,000 invasores por tres días consecutivos causándoles una descomunal cantidad de bajas. Todo por una sencilla razón: la falange de hoplitas fue desplegada en un desfiladero muy estrecho que le protegía los flancos, quedándole como única opción para Jerjes el efectuar ataques frontales, así, gracias a su excelente disciplina, los griegos mantuvieron la integridad de su formación y diezmaron espantosamente a sus adversarios quienes inútilmente intentaban abrirse paso de forma individual entre el bosque de lanzas y la muralla de escudos que se alzaban en su contra. Nunca lo sabremos, pero cabe la posibilidad que allí mismo hubiera terminado la invasión, sin embargo un traidor ayudó a los enemigos de Grecia a encontrar un paso entre los desfiladeros y los defensores fueron finalmente obligados a retroceder.

Pese a ese desenlace la falange había demostrado su gran utilidad, y no fue el único ejemplo de su efectividad. Primero en la Batalla de Maratón (490 a.C.) y luego en Platea (479 a.C.) los ejércitos de milicianos griegos desplegados en falanges derrotaron a sus enemigo, en la primera acción 10,000 griegos derrotaron a 10,000 persas, y en la segunda fueron 40,000 contra 70,000 los que alcanzaron la victoria. En ambos casos quedó ampliamente demostrado que la gran cantidad de protección que tenía el miliciano le ayudaba a sobrevivir la lluvia de flechas que su enemigo dirigiría en su contra, y pese a que se sufrían algunas bajas, cuando se lanzaban al ataque las flechas no lograban detener a su falange, y en la lucha cuerpo-a-cuerpo los hoplitas en formación-cerrada simplemente arrollaban a sus enemigos quienes se encontraban en una franca inferioridad de condiciones al no tener suficiente protección corporal y por combatir de manera individual.

Tras ser derrotados en las Guerras Médicas los persas reevaluaron su organización militar, y por los próximos 150 años se esforzaron por crear un cuerpo de infantería similar al de los hoplitas, sabían que tarde o temprano volverían a enfrentarse contra los griegos, y para ello equiparon y entrenaron a varios contingentes de infantería con lanzas y taka, un gran escudo de cuero muy similar al hoplon, pero fracasaron, nunca lograron tener su propia falange. Aún así hallaron una solución práctica porque pronto encontramos contingentes de hoplitas griegos que peleaban bajo el estandarte persa, quienes, ó eran mercenarios, ó pertenecían a algunas de las colonias griegas de Asia Menor que habían caído bajo el yugo persa y quienes ahora combatían bajo mandato imperial. Por lo tanto, tras el fallido experimento la infantería profesional persa permaneció sin alteración, siendo su soldado principal el infante-ligero equipado y entrenado para la pelea a largo-alcance, pero que por esa razón estaba pobremente preparado para la lucha cuerpo-a-cuerpo.

Lo interesante es que del otro lado del Egeo sus enemigos griegos también ganaron importantes

lecciones, tanto de las Guerras Médicas como de otros conflictos en los que se enfrascaron y finalmente aprendiendo el valor de la infantería-ligera, por lo que en varias ciudades-estado aparecieron unidades equipadas con jabalinas, arcos, u hondas. Un ejemplo de los nuevos soldados que engrosaron sus filas fue el peltasts traciano, un hombre equipado con un pequeño escudo de mimbre, el pelta, que pese a ser pequeño le daba una gran ventaja sobre otros infantes-ligeros, como los arqueros, quienes no tenían protección alguna. Ligeramente equipado el peltasts podía retroceder con facilidad cuando se acercaba en su contra la falange, pero huir no era su única ventaja, ya que estaba equipado con un puñado de jabalinas de 1 a 1.5 metros de largo con las que podía atacar a su enemigo. En combate el peltasts se desplegaba en orden-abierto maniobrando individualmente y avanzando solitario ó en pequeños grupos hasta hallarse a unos 20 ó 25-metros de la falange enemiga, allí detendrían su carrera y lanzaría contra sus enemigos una letal lluvia de jabalinas para luego retroceder.

La aparición de la infantería-ligera fue importante, sin embargo es hasta la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) cuando el aparato militar de las ciudades-estado griegas alcanzó un nuevo grado de madurez. En éste conflicto quedó demostrado que no se podía confiar totalmente en las milicias de soldados-ciudadanos, quienes, a pesar de tener toda la voluntad de luchar por su patria, no podían estar en pie de guerra indefinidamente, porque de lo contrario la economía de sus pueblos sufriría graves consecuencias. Entonces aparecieron los primeros ejércitos profesionales que podrían estar en pie de guerra por un tiempo indefinido. Y es también es éste conflicto cuando la infantería-ligera occidental demostró su valor derrotando incluso a una poderosa falange. En el año 426 a.C. un destacamento de hoplitas ateniense fue interceptado en la región de Etolia por un

Para más información sobre esa campaña consulten mi libro Combate-Naval 1: Galeras de Guerra.

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nutrido contingente de peltasts. Superados en número los atenienses ascendieron una colina y formaron su falange. Un combate cuerpo-a-cuerpo sería un suicidio para los infantes ligeramente equipados, pero en lugar de ello estos simplemente atacaron a los hoplitas desde una distancia prudente. Las bajas entre los defensores comenzaron a apilarse, desesperados se lanzaron varias veces tras sus enemigos, pero cuando eso sucedía los peltasts simplemente retrocedían hasta que los hoplitas les dejaban de seguir, entonces luego volvían a regresar a la colina a la que habían retrocedido los atenienses para lanzarles una nueva lluvia de misiles. Uno tras otro los hoplitas fueron cayendo hasta que todo el destacamento fue aniquilado.

Fue un gran triunfo para la infantería-ligera, pero no fue el único, y para el 390 a.C. incluso los atenienses crearon su propio cuerpo de peltasts, y para las Guerras del Corinto (395-387 a.C.) pasaron a ser una parte integral de la gran mayoría de ejércitos griegos. Finalmente estos pueblos habían adoptado en parte el modelo de los ejércitos del Medio-Oriente, pero a ellos aún les faltaba una pieza, la caballería.

Capítulo II

El conflicto entre oriente y occidente Ahora tomemos algunas páginas para analizar las raíces del conflicto entre persas y griegos, y

para ello retrocedamos en el tiempo, mucho tiempo atrás en la actual Turquía habían sido establecidas a lo largo de la costa del Mar Egeo algunas colonias griegas. Aquellas habían crecido y prosperado, pero primero fueron absorbidas por el reinado de Lidia y cuando ese reinado fue derrotado y absorbido por el Imperio Persa los nuevos vencedores exigieron y consiguieron la rendición de las ciudades griegas cuyos pobladores temían ser exterminados. Por cerca de cuarenta años esas colonias permanecieron sumisas, sus nuevos gobernantes probaron ser moderados y les habían otorgado suficiente autonomía para prosperar, sin embargo en el año 499 a.C. una de ellas intentó alzarse contra sus nuevos amos. El líder de la ciudad de Mileto, Aristágoras, gestó una rebelión con ayuda de las ciudades de Atenas y Eritrea con la esperanza que las restantes colonias se unieran a su causa. Con los recursos de aquellas ciudades europeas el líder de Mileto reunió un ejército y una flota con los que se lanzó a la lucha, gozó de algunos éxitos iníciales, pero ninguno de ellos fue decisivo y las restantes colonias no se unieron a su causa. Sin una acción decisiva el conflicto se extendió por seis años hasta que el monarca persa Darío I finalmente lanzó un poderoso contraataque que aplastó a los rebeldes.

La paz había regresado a su imperio, pero para Darío no era suficiente, por haber animado y apoyado una rebelión Atenas y Eritrea tendrían que convertirse en sus vasallas, y tras tres años de preparativos, en el 490 a.C., sus fuerzas armadas estuvieron listas, con ellas se lanzó hacia Europa,

El peltasts peleando en orden abierto no podrían ser detenidos por los hoplitas.

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la Primera Guerra Médica había estallado. Su flota transportó a Eritrea un poderoso ejército que rápidamente sometió a ese estado, luego aquel ejército fue transportado hasta las tierras continentales donde fue desembarcado para someter a Atenas, pero allí le esperaban 10,000 hoplitas que le derrotaron en la famosa Batalla de Maratón, la cual provocó el final de la guerra e hizo que los persas incluso abandonaran Eritrea. Darío prometió regresar, pero murió antes de cumplir con su promesa. Diez años después otro rey, Jerjes, tomó para sí la cruzada contra occidente. Pero también fue derrotado en la Segunda Guerra Médica (480 - 479 a.C.).

La amenaza asiática había sido repelida, la independencia de los estados griegos quedaba

asegurada, pero no fue una paz duradera porque pronto estalló la Guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas (431 - 404 a.C.), la cual fue marcada por un confuso patrón de alianzas con otras ciudades-estado. Lo interesante es que el conflicto también atrajo la intervención no-militar de los persas; en los últimos años de esa guerra los sátrapas (gobernadores) de Asia Menor, actuando algunas veces en conjunto y otras veces independientemente, alternativamente le dieron un apoyo económico a Atenas ó a Esparta de manera que prolongaron el destructivo conflicto. Su intervención dio algunos frutos, pero fue una tarea estéril ya que su propio Imperio fue incapaz de aprovechar la debilidad causada entre sus enemigos; porque tras la muerte de Jerjes en el año 464 a.C., el Imperio sufrió un largo período de decadencia, es más, en el 404 a.C., cuando finalmente llegó la conclusión de la Guerra del Peloponeso, una tremenda rebelión hizo que Persia perdieran el control de Egipto, importante provincia que solo fue recuperada sesenta años después, en el 343 a.C., por el rey Artajerjes III.

Y el final de la Guerra del Peloponeso tampoco trajo la paz a Grecia, de hecho un nuevo estado que por mucho tiempo había permanecido al margen de los conflictos ingresó a la arena de la lucha. Por mucho tiempo por su ubicación geográfica muy al norte y por ser de escasa importancia estratégica, Macedonia había permanecido fuera de los principales conflictos que sacudieron a Grecia, siendo neutral durante las dos Guerras Médicas y la del Peloponeso. Incluso es relevante observar que no participó en los tratados, que en el 386 a.C., Esparta y Atenas finalmente reconocían a Persia como el nuevo monarca de las colonias griegas en Asia Menor. Sin embargo Macedonia no estaba libre de conflictos ya que otros pueblos de Grecia, en particular los tracianos e ilirios, presionaban constantemente sus fronteras, y es en éste estado de constante conflicto que un personaje importantísimo tomó el control de la situación y fue tal su visión y energía con la que él se lanzó a realizarla que colocaría a su querida tierra natal en el mapa geopolítico.

La hegemonía de Macedonia En el año 359 a.C., a la edad de 23 años Felipe II, regente de Macedonia se nombraba a sí

mismo rey. Era una medida de emergencia, porque Macedonia estaba en peligro de ser arrollada por

La represalia del rey persa le llevó a la Primera Guerra Púnica contra los griegos y la humillante derrota en Maratón (490 a.C.)

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tribus bárbaras que atacaban sus fronteras desde el norte, por ciudades griegas que atacaban desde el sur y por intrigas internas: existían otros pretendientes al trono y su gobierno solo recibía un intermitentemente apoyo de los principados localizados en las regiones montañosas del reino. Otros individuos se habrían doblegado ante los enormes obstáculos, sin embargo Felipe no lo dudo y se lanzó a consolidar su posición. Y como uno de los primeros pasos reconoció que era fundamental crear de la nada un nuevo ejército, que no solo le fuera leal, pero que además pudiera derrotar a cualquier enemigo interno ó externo. Para él, el modelo a seguir era una fusión de los ejércitos griegos y los asiáticos, y con ello en mente reunió unidades de infantería-pesada al estilo hoplita, infantería-ligera como los peltasts y caballería, tanto -pesada como -ligera. Y eso no es todo, también abandonó el uso de las milicias y las sustituyó por un pequeño ejército de profesionales que podrían dedicar todo su tiempo al entrenamiento antes de un conflicto, y cuando finalmente entraran en una guerra que pudieran permanecer movilizado por largos períodos de tiempo.

Su infantería-pesada continuaría peleando en falanges, pero la dividió en dos tipos de unidades, a la primera de ellas la podemos considerar como una infantería súper-pesada, porque le incrementó su protección y el alcance de sus armas: estos soldados tenían escudos más grandes a otros soldados de la época, además les agregó tanta protección corporal como la que habían usado los

hoplitas de antaño, y su lanza era mucho más grande a aquella con la que estaban equipados otros soldados. Éste era el pezetaeri, quien tenía una lanza conocida como la sarissa de 4 metros de largo, casi el doble de largo a las armas de la infantería de otras naciones griegas. Con ella los nuevos soldados no solo tenían un mayor alcance, pero también multiplicaban la cantidad de cabezas de lanza que se extendían frente a su formación, en efecto multiplicando su poder ofensivo cuando entraban en el combate cuerpo-a-cuerpo. La otra unidad de infantería-pesada era la de los hypaspists. Ellos tenían un equipo similar al de los hoplitas contemporáneos que era obviamente más ligero, por eso hemos de reconocer unas muy interesantes diferencias: la falange de los pesados pezetaeri había sacrificado su movilidad y velocidad para adquirir una mayor capacidad ofensiva y defensiva cuando se encontraban peleando a corta-distancia (todo gracias al largo de sus sarissas y el incremento en su protección). Entonces la falange de pezetaeri tenía la obligación de “clavar” ó mantener ocupado al enemigo en un punto luego de haber entrado en contacto, mientras que la falange de hypaspists sacrificaba su capacidad de combate por movilidad y velocidad, ya que como veremos más adelante, ésta unidad tendría que ayudar a explotar brechas que crearía su caballería-pesada en el ejército enemigo y para poder mantener el paso con la veloz caballería requería que los infantes fueran relativamente veloces. Más adelante veremos como trabajaban en conjunto la infantería-pesada, la -ligera, y la caballería macedonia, pero por el momento lo único que necesitamos saber es que con su nuevo ejército Felipe pronto logró la estabilidad interna de su reino, y no solo logró eso, pero además se lanzó a un proceso de expansión sobre los territorios circundantes, hasta que, después de veinte años de intermitente lucha, las ciudades de Atenas y Tebas, temiendo el surgimiento de Macedonia dirigieron su atención y sus fuerzas armadas en su contra.

Así, en el año 338 a.C. un ejército de 35,000 atenienses y tebanos chocaba contra 30,000 soldados y 3,000 jinetes de Felipe II en la Batalla de Queronea, acción que terminó con una gran victoria para el monarca macedonio, pero su intención no era la destrucción ni de Atenas, ni de Tebas, por lo tanto llegó a un acuerdo con ellas. Pero lo más importante es que poco después de esa victoria impuso a Macedonia como suprema dentro del campo político de la mayor parte de Grecia y a su instancia en el año 337 a.C. era creada la Liga de Corinto, la que incluía a toda Grecia con excepción de Esparta, y cuya función principal era garantizar la paz entre sus miembros, al mismo tiempo que garantizaba su autonomía, pero estando todos bajo la tutela de Felipe, y para asegurar la integridad de la liga le dio a los griegos un enemigo en común: unidos bajo una misma bandera todos ellos se lanzarían contra el Imperio Persa parar recuperar de una vez por todas las colonias que habían perdido en Asia Menor y vengar los ataques que habían sufrido en el pasado.

Es importante recalcarlo, el de Felipe era un proyecto ambicioso, porque el persa era un imperio gigantesco colmado de recursos y una inmensa población que podía poner en pie de guerra a un enorme ejército, pero la tarea que Felipe se había trazado no era pura fantasía, y tenía posibilidades de éxito, porque aquel imperio estaba muy lejos de ser un estado estable. En el 358 a.C., veinte años antes de la creación de la Liga de Corinto, Artajerjes III se lanzó a una campaña para recuperar

En un intento inicial de contrarrestar a la infantería-ligera que había aparecido en Grecia se había tomado la decisión de reducir el tamaño de los escudos del hoplita y prescindir del todo de otras piezas de protección corporal, de esta forma, al aligerar su equipo, se esperaba que él pudiera perseguir con mayor facilidad a los escurridizos peltasts. Dichas modificaciones en el equipo del hoplita se habían dado casi 50 años antes de la ascensión al poder de Felipe II.

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los territorios de occidente de su imperio, porque sus propios sátrapas simplemente se habían rebelado en su contra. El monarca persa reaccionó enviando tropas leales, las cuales, tras una larga campaña lograron pacificar la región, lo que le otorgó al rey la oportunidad de dirigir toda su atención hacia otra provincia rebelde, Egipto, lanzándose contra ella en el 343 a.C. (a solo cinco años de la creación de la Liga), y continúo con la campaña hasta que la provincia regresó a estar bajo su control. La paz había regresado a su imperio, pero el monarca no disfrutaría de ella, en el 338 a.C., Artajerjes III fue asesinado, su hijo Arses subió al trono, solo para ser asesinado dos años después. Así es como Darío III ocupó el trono vacante.

El Imperio Persa estaba en un crónico estado de caos y Felipe quería aprovechar esa realidad,

de esa forma validaría su puesto de autoridad y quizá le aceptarían como líder supremo de Grecia. Con la misma energía con la que consolido su reino y lo llevó a una posición hegemonía se lanzó de lleno a reunir el ejército multinacional con el que atacaría a sus enemigos, pero en el 336 a.C., el mismo año en el que Darío III ocupaba el trono de Persia, Felipe de 46 años era asesinado como resultado de una conspiración doméstica. Podríamos asumir que sin su guía todos sus planes habrían sido abandonados pero aquí no termina la historia, porque su hijo de 20 años, Alejandro, heredó el reino y todos los planes de su padre. Y he aquí que el joven monarca, al igual que su padre, era un hombre decidido quien también tenía un solo objetivo en mente: doblegar a Persia. Pero tras la muerte de su padre tuvo que dirigir toda su atención hacia Grecia porque los ambiciosos planes que heredó y la ofensiva que había llevado a Felipe a su posición de liderazgo en Grecia no habían sido bien recibidos y en éste momento sus enemigos que hasta el momento habían permanecido inactivos vieron una posibilidad de quitarse de encima el yugo de Macedonia y se alzaron en armas. Sin embargo Alejandro reaccionó guiando un ejército hacia el sur; y fue tan sorpresivo y fulminante su avance por Tesalia y Tebas que sin pelear una sola batalla logró aplastar las aspiraciones independentistas de los rebeldes, quienes rápidamente reconocieron a Alejandro como legítimo sucesor de su padre y aceptaron seguirle en su campaña contra Persia.

Por el momento el sur de Grecia regresó a estar bajo su control, pero hacia el norte Alejandro fue llamado en el 335 a.C. a sofocar otras rebeliones; una de ellas estalló en Tracia y allí su ejército sí tuvo que usar las armas para poner fin a las hostilidades. Su victoria era indispensable, porque Tracia se hallaba entre el camino hacia los Dardanelos y el Imperio Persa. La otra rebelión ocurrió en la región de Iliria, junto a la costa del Adriático, donde también fue requerida la presencia del rey. Pero para complicar la situación se esparcieron rumores de su muerte y estalló una rebelión en la ciudad de Tebas, en la región central de Grecia, allí dos oficiales de alto rango de Macedonia fueron asesinados y su guarnición tuvo que escapar. Cuando las malas noticias llegaron hasta sus oídos Alejandro rápidamente regresó a Grecia y demostró que también podía ser implacable, se lanzó a la conquista de la ciudad y tras vencer a sus defensores la saqueó brutalmente. El ejemplo dado apaciguó al resto de Grecia, que rápidamente, como antes, se rindió.

La situación en el territorio europeo era delicada, una vez tras otra sus supuestos aliados demostraron su inconformidad, pero luego de sofocar todas las rebeliones Alejandro continúo con sus planes y finalmente reunió un ejército multinacional de 30,000 soldados de infantería y 5,100 jinetes, tanto macedonios como griegos y sin mirar atrás marchó hacia el este en la primavera del 334 a.C. Pero no confiaba del todo en sus aliados y dejó en Grecia a un poderoso ejército de 12,000 infantes y 1,500 jinetes todos de Macedonia con órdenes de sofocar sin misericordia cualquier conato de rebelión.

Su avance se llevó sin contratiempo alguno y en veinte días el ejército de Alejandro llegó hasta la costa europea del Helesponto. El mes de abril aquella masa de hombres cruzaba la estrecha franja de agua por la que casi 150 años antes había pasado Jerjes I en su camino hacia Grecia. El balance de poder en la región había dado un giro de 180º y los antiguos agresores ahora eran los agredidos. Las tropas europeas cruzaron aquella franja de agua a bordo de 160 trirremes de la flota que les acompañaba y cuenta la leyenda que Alejandro fue el primero en desembarcar en Asía, y mientras sus tropas aseguraban la cabeza de playa partió hacia las ruinas de Troya, donde respetuosamente ofreció sacrificios a los dioses en honor de los legendarios héroes griegos quienes, como él, se enfrentaron contra un poderoso enemigo. Luego de ese pequeño desvío su plan era marchar hacia el sur y conquistar toda la costa Mediterránea del Imperio Persa, desde Turquía hasta Egipto para luego dirigirse hacia el corazón del imperio y conquistarlo en su totalidad. Sin embargo a su nuevo puesto de mando en la costa asiática del Helesponto llegaron informes perturbadores el enemigo comenzaba a reaccionar: en poco tiempo los sátrapas de la región habían reunido un ejército en Dascilio, la capital de la provincia de Frigia. Aquella localidad se encontraba hacia al este de su cabeza de playa, y con él amenazaban su retaguardia. Ante esa realidad alteró momentáneamente

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su plan, previo a iniciar su avance hacia el corazón del imperio enemigo tenía que acabar con aquella amenaza.

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Inicialmente los sátrapas de la región habían actuado con gran diligencia reuniendo un nutrido ejército para repeler a los invasores, pero de pronto quedaron paralizados, porque ellos y sus generales no lograban hallar un consenso en como usar al ejército que habían reunido. Entre los militares presentes en Dascilio estaba un mercenario griego quien comandaba un nutrido contingente de hoplitas, él, Memnón de Rodas, sugirió a sus colegas efectuar una retirada estratégica, porque ellos no gozaban de una aplastante superioridad numérica sobre el enemigo, y a pesar de tener un fuerte contingente de hoplitas, no serían capaces de vencer a la eficiente maquinaria militar enemiga. Memnón no solo sugirió una retirada, además instó a sus camaradas establecer una política de tierra-arrasada que le privarían al enemigo de su fuente más inmediata de alimentos, sugirió marchar hacia la costa para atrincherarse en algún puerto que podría ser fácilmente aprovisionado por la gran flota persa, que sería usada para hallar y destruir a la flota macedonia. Así los invasores quedarían aislados de Europa en tierra hostil, y con el tiempo llegaría el mismo rey Darío con enormes refuerzos para derrotar al enemigo o lo obligarían a rendirse por el hambre.

El plan del mercenario era sólido, pero no le escucharon. Los sátrapas quedaron horrorizados ante la sugerencia de abandonar sus dominios y efectuar una política de tierra-arrasada, fue tan grande su consternación que uno de ellos juró que de su provincia ninguna casa sería quemada por la mando de sus tropas, mientras que los generales persas no quisieron escuchar al mercenario porque estaban celosos de la confianza que Darío le demostraba. La sugerencia del mercenario fue rechazada y las estériles conferencias continuaron.

----------------------------------------- Del otro lado del cuadrilátero y tras varios días de espera Alejandro consolidó su cabeza de

playa y partió hacia el este para hallar a su enemigo. Buscaba una victoria lo más pronto posible por varias razones: mientras más tiempo pasara aumentaban las posibilidades que Darío llegara a la escena con un poderoso ejército, y con una avasalladora superioridad numérica le podrían derrotar, pero eso no es todo, con cada victoria que él lograra podría intimidar a pueblos y ciudades a rendirse sin tener que combatir por ellos. Entonces partió el ejército invasor, el que por varios días avanzó por un territorio cortado por numerosos ríos que fluían hacia el Mar de Mármara, y el grueso del mismo aún estaba a algunas horas del río Gránico cuando mensajeros de su vanguardia le llevaron noticias

Tracia

Ofensiva en el 334 a.C.

Tebas

Macedonia

Imperio Persa

Ejército persa en el oeste

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alentadoras: al enemigo se le podía ver en formación de batalla en la orilla oriental de aquel río. En algún momento dado los persas recibieron noticias del avance europeo y ahora habían salido a pelear. Era algún día del mes de mayo del año 334 a.C., solo un mes antes el rey macedonio había desembarcado con sus fuerzas en Asia.

Todavía quedaban algunas horas de luz, por lo tanto tan pronto como el grueso de su ejército se fue acercando a la orilla oeste del Gránico el rey ordenó que sus unidades pasaran de columnas de marcha a líneas-de-batalla, con la infantería al centro y la caballería en los flancos. Mientras tanto el rey efectuó un reconocimiento de la línea enemiga que se encontraba del otro lado del río y pudo ver con gusto que su adversario no gozaba de una superioridad numérica, así sus probabilidades de triunfar mejoraron enormemente. Los persas tenían 20,000 soldados de infantería (algunos historiadores creen que eran en su totalidad mercenarios hoplitas, otros asumen que eran una parte hoplitas y otra soldados de infantería-ligera persa), quienes eran apoyados por una nutrida fuerza de 20,000 jinetes. Eran 40,000 hombres quienes se enfrentarían contra 35,000 europeos (30,000 infantes y 5,000 jinetes).

Quedaban pocas horas de luz. Uno de sus subordinados le sugirió a Alejandro hallar un punto de cruce que no estuviera defendido y atacar al día siguiente, el rey no le escuchó él quería actuar de inmediato, y tan pronto como todo el ejército estuvo desplegado lo lanzó al ataque, comandando él mismo al contingente de su caballería estacionada en su flanco derecho que se lanzó contra la caballería persa que le bloqueaba el camino. El liderazgo demostrado por Alejandro fue soberbio y el combate feroz, como lo describiría el historiador romano Lucius Flavius Arrianus muchos años después: “fue una batalla de caballería que parecía más una batalla de infantería; porque los caballos empujaban a caballos, en un intento por expulsar a la caballería persa hacia terreno más despejado, mientras que los persas intentaban empujarles de regreso hacia el río”. La lucha fue desesperada y en medio de ella encontramos al mismo Alejandro. La caballería persa se defendió obstinadamente pero de pronto fue atacada desde el frente y el flanco y simplemente se desmoronó, provocando la huída de los jinetes de la otra ala, todos ellos abandonaron a la infantería a su suerte, y sin la caballería todo estaba perdido. Pero Memnón estaba presente entre la infantería y no perdió la calma, logró hacer que sus hoplitas giraran y con ellos escapó, pero había sido derrotado. Se cree que los macedonios sufrieron cerca de 400 fatalidades y unos cuantos miles de heridos, mientras que los persas sufrieron unas 6,000 bajas, incluyendo a 2,000 prisioneros quienes en su gran mayoría pertenecían al cuerpo de mercenarios y por esa razón fueron enviados a Macedonia donde se les castigaría con trabajos forzados. La victoria de Alejandro había sido arrolladora porque pese a que muchos de sus enemigos escaparon la mayor parte del ejército persa simplemente se disolvió. Y luego de la acción Alejandro se portó como todo un líder, porque visitó a los heridos y escuchó pacientemente sus relatos, de hecho, él también había sido herido levemente.

Tras un breve descanso y con su retaguardia libre de peligro Alejandro prosiguió de inmediato con su campaña dirigiéndose primero hacia la ciudad de Zelea, una de las antiguas colonias griegas. Era una de las muchas ciudades que mucho tiempo atrás había aceptado el dominio persa y prosperado. Sus habitantes temían ser masacrados, pero cuando Alejandro apareció frente a sus murallas aceptó su rendición y con ese acto de clemencia, más la victoria alcanzada en el Gránico, convenció a muchas otras ciudades de la zona a rendirse, y se dirigió hacia Sardes, la antigua capital del reinado de Lidia desde la cual se controlaba mucho territorio incluyendo a las antiguas colonias griegas. Lo interesante es que pese a que ella tenía una guarnición persa su comandante decidió rendirse y las puertas de la misma fueron abiertas de par en par. Era un buen augurio, y el avance hacia los siguientes puertos y ciudades a lo largo de la costa este del Egeo continúo, Éfeseo se rindió de inmediato, y los funcionarios persas de la ciudad fueron masacrados. Pero a medida que entraba cada vez más en el territorio imperial la recepción fue cada vez menos calurosa, por una sencilla razón: las fuerzas militares persas se habían recuperado y nuevamente estaban activas. El general mercenario regresaba a la acción.

Memnón había sobrevivido a la Batalla del Gránico, y ahora, irónicamente, se lanzó a efectuar el plan que había sido rechazado meses atrás por sátrapas y generales de Persia. Al comandante griego Darío le había dado numerosas galeras de guerra y con ellas estaba activo en la costa del Egeo. Con solo su presencia en la zona convenció a los moradores de la región que aún no se habían rendido a resistir. Además con otros destacamentos del ejército también intentó implementar su política de tierra-arrasada, pero en éste caso no logró su cometido, y como Darío solo le había dado una fracción de su flota, Memnón no pudo atacar a la flota enemiga, así, con sus líneas de comunicación con Europa abiertas y con la fértil tierra intacta a su alrededor el ejército de Alejandro continúo recibiendo provisiones.

La guerra continuaba con Alejandro avanzando hacia el sur, y sucedió, Mileto frente a la costa fue la primera en presentar resistencia, pero aquella fue rápidamente capturada, todo gracias a que

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su flota bloqueo cualquier intento de las naves persas de ayudar a los defensores. Tras aquel éxito en el interior las ciudades de Magnesia y Tralles se rindieron sin ofrecer resistencia, pero Halicarnaso, también en la costa, se alzó desafiante porque pudo recibir la ayuda de Memnón, es allí donde el general mercenario había decidido detener a los invasores, y junto a un número sustancial de mercenarios, y la flota que le habían otorgado, se unió a la guarnición local.

Halicarnaso fue defendida y atacada con todo el equipo y las tácticas de asedio conocidas en la

época, pero pese a sus esfuerzos los persas no lograron detener el inexorable avance de sus enemigos, así que cuando ya no fue posible resistir más Memnón ordenó quemar las últimas provisiones y huyó con toda la guarnición en su flota hacia el sur.

Alejandro había vuelto a triunfar, pero el año de campaña estaba a punto de terminar, el invierno estaba cerca, pero previo a encontrar un campamento el macedonio envió a Europa a un pequeño grupo selecto de soldados. Por una parte era un acto generoso, entre los que partieron estaban todos los hombres que habían contraído matrimonio poco antes del inicio de la campaña, y ahora ellos regresaban a casa para pasar el invierno con sus esposas, con la condición de regresar en la primavera para reanudar la lucha, además junto a ellos partió un grupo de oficiales para efectuar una campaña de reclutamiento que reemplazaría las pérdidas sufridas. Aquellos hombres partieron y con el resto de su ejército continúo con su campaña avanzando primero a lo largo de la costa y luego dirigiéndose hacia el norte conquistando más territorios, fue una acción rápida, ya que tras la victoria en Halicarnaso una tras otra las ciudades a las que llegaba se rendían a su paso sin ofrecer resistencia, para luego establecer su campamento de invierno en la región de Pisidia, al sur de Lidia, donde sus hombres permanecieron hasta la primavera del siguiente año, el 333 a.C.

Mientras sus hombres descansaban Alejandro partió hacia el norte con un pequeño grupo y se dirigió hacia la ciudad de Gordio, la antigua capital del reino de Frigia, allí se reuniría con los refuerzos provenientes de Grecia y con los hombres recién casados que habrían retornando de su permiso. Como lo esperaba allí encontró a 3,000 soldados de infantería y 300 jinetes macedonios, 200 jinetes tesalianos, y 150 jinetes mercenarios del Peloponeso. Eran refuerzos sustanciales, pero eso no es todo, el monarca también tenía otra tarea en mente. En la ciudad se hallaba una vieja carreta en cuyo yugo había sido anudada una enorme cuerda, de una forma tan complicada que por mucho tiempo nadie la había logrado desatar, y con el tiempo nació la leyenda que quien pudiera deshacer al “Nudo-Gordiano” sería el próximo dueño de Asia. Creyendo que la leyenda era verdadera muchos lo habían intentado y en una mañana durante su visita a la ciudad vemos a

Macedonia

Imperio Persa

Halicarnaso (334 a.C.)

Gránico (334 a.C.)

Mileto (334 a.C.)

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Alejandro frente a la vieja carreta rodeado de espectadores, él desenvainó su espada y comenzó a dar de tajos contra el nudo, hasta que éste cayó hecho pedazos. Muchos le habían intentado desatar con sus manos, Alejandro lo logró con la espada. ¡Que simbolismo! ¡Solo la fuerza de las armas le daría el control de Asia! La misma leyenda cuenta que esa noche una poderosa tormenta eléctrica atribuida al dios Zeus azotó la región, él estaba de acuerdo con el acto del macedonio.

De hecho, con o sin la aprobación de los dioses, hasta éste momento la campaña de Alejandro había conseguido un éxito tras otro, incluso el comandante más eficiente que hasta ahora le había intentado detener, le mercenario Memnón, había fallecido en el mes de junio del 333 a.C.; Asia Menor había caído en sus manos y ahora dirigió su campaña hacia el sur con la intención de capturar todos los puertos restantes del imperio frente a la costa del Mediterráneo, desde Turquía hasta Egipto así neutralizaría de una vez por todas a la peligrosa flota enemiga que amenazaba sus líneas de comunicación con Europa.

Abandonando Gordio y reuniéndose con su ejército partió desde la región central hacia el sur, y sin encontrar oposición alguna llegó rápidamente a la ciudad de Tarso en la costa sur y desde allí abandonó Turquía e ingresó en el territorio que hoy conocemos como Siria, continuando su avance por la franja costera llegando hasta un estrecho desfiladero, allí recibió la noticia que tanto esperaba: Darío había abandonado el valle del Éufrates y se dirigía interceptarle. Nosotros también sabemos que era una noticia trascendental, en la antigüedad la integridad de un estado, un reino, ó un imperio, dependía de la presencia de un monarca quien era el símbolo de estabilidad, y para poder terminar una guerra era importante neutralizarle, ya sea con su captura, destierro ó muerte. Pero también supo que Darío traía consigo un enorme ejército. Hoy en día se estima que traía consigo cerca de 100,000 hombres incluyendo a 30,000 de caballería, lo que le daría una superioridad de casi tres a uno sobre los griegos, y eso no es todo, aquella hueste ya estaba muy cerca.

Darío estaba en la ciudad de Sachi, a solo dos días de marcha de donde estaban los europeos

entonces Alejandro tomó la decisión de efectuar un reconocimiento para confirmar la veracidad del reporte, reunió a un destacamento de caballería y dejando atrás a su ejército pasó por el desfiladero y acampó en la primera noche cerca de la ciudad de Myriandrus, pero calló una intensa lluvia que prohibió cualquier movimiento, y para terminar de complicar su situación el mismo Alejandro cayó enfermo y tuvo que regresar a su campamento a guardar reposo antes de poder ponerse en marcha nuevamente. Por el momento el ejército macedonio quedaba inmovilizado.

¡Que maravillosa oportunidad se le presentaba a Darío! De conocer el estado en que se hallaba

el líder enemigo le podría haber atacado, pero en lugar de ello el monarca persa permaneció con su

Imperio Persa

Gordio

Tarso

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ejército en la planicie cercana a Sachi. No solo no sabía lo que le sucedía al líder enemigo, pero además ese era el terreno ideal para desplegar a sus tropas y sacarle el mejor partido a su nutrido contingente de caballería. Allí esperaba enfrentar al enemigo, y es muy probable que de no haber caído enfermo el monarca macedonio le habría ido a buscar, pero por el momento no hubo actividad alguna. Y sucedió algo interesante, antes el avance del ejército invasor había sido constante, pero ahora aquella hueste permanecía inmóvil, y así estuvo por varios días. Por esa razón los cortesanos de Darío le comenzaron a llenar la cabeza con la idea que Alejandro le temía, y que por ello el ejército enemigo estaba paralizado, y que nunca se atrevería a abandonar su campamento. Al gran monarca no le quedaba otra opción que ir a buscar a los invasores para aplastarles de una vez por todas, después de todo, él tenía una aplastante superioridad numérica y bajo las pesuñas de sus vastos escuadrones de caballería el enemigo simplemente sería arrollado.

Pero entre los hombres que rodeaban al rey se alzó una voz de precaución. Era otro mercenario

griego, un noble macedonio quien años antes había abandonado su tierra para unirse a las fuerzas armadas persas. Éste hombre, Amyantas, ahora tenía bajo su mando al nutrido contingente de mercenarios griegos que acompañaban a Darío, y claro ésta, conocía los atributos del ejército macedonio, e hizo énfasis en el hecho que peleando en una inmensa planicie la caballería del Shah podría rodear y atacar los flancos y la retaguardia del enemigo y así ganar una victoria, por ello le aconsejo a su monarca el permanecer en Sachi. Pero tras una larga deliberación Darío decidió que su única opción era pasar a la ofensiva, y así, tras enviar todo el equipaje superfluo, el tesoro y su harem hacia la ciudad de Damasco, a unos 400 kilómetros hacia el sur, se puso en marcha. Lo interesante es que no se lanzó en línea recta hacia el oeste, hacia el estrecho desfiladero donde podría haber encontrado al enemigo, pero partió hacia el norte, había tomado la decisión de cruzar el terreno montañoso de Tauro en un punto conocido como las Puertas de Amanic, y avanzando con la velocidad del rayo pronto llegó al paso, y sin encontrar oposición alguna, ni ser observado, Darío descendió desde Castabala hasta la ciudad de Issos, donde capturó un hospital militar macedonio atiborrado de enfermos, y en un acto de clásica crueldad mando a cortarle las manos a aquellos hombres y cauterizarlas con brea hirviente; luego a aquellos desdichados les hizo ver cuan grande era el ejército persa y les dejó ir hacia el sur, para que ellos hallarán a Alejandro y le dieran la desagradable noticia que el ejército persa ya esta en su retaguardia.

Aquellos partieron, y poco después Darío reanudó su avance arribando al río Pinarus, donde le ordenó a su ejército acampar. Ahora las líneas de comunicación que unían al enemigo con Europa habían sido cortadas, aquellos no les quedaría más opción que dar media-vuelta y atacar a los persas, de lo contrario podrían sucumbir por el hambre. Por ello Darío ya no tenía que avanzar más y

Imperio Persa

Tarso

Darío

Sachi

Montes Tauro

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esperaría al enemigo en aquel lugar. La estrategia usada para obligar al enemigo a pelear era la correcta y ahora el enemigo tendría que atacarle en un terreno que él había escogido.

En poco tiempo los desafortunados macedonios que habían sido capturados en Issos llegaron

hasta el campamento del rey macedonio trayendo consigo las desalentadoras noticias. Cuando Alejandro se enteró de lo que sucedía en su retaguardia no dió crédito a sus oídos, por ello le ordenó a una pequeña nave de remos tripulada por un grupo de su guardia personal que partiera hacia el norte para realizar un reconocimiento. Los hombres partieron y no pasó mucho tiempo antes de que hallaran lo que les habían sido enviados a buscar. Al sur de Issos el grupo de reconocimiento pudo discernir el campamento persa y de inmediato regresaron a darle la noticia a su comandante-en-jefe. El enemigo estaba peligrosamente cerca.

Alejandro estaba atrapado él se hallaba en territorio hostil y ahora que Darío se encontraba en la zona las restantes ciudades que aún no habían caído en su poder no se rendirían tan fácilmente por el temor a sufrir represalias, ahora no le quedaba otra opción que dar media-vuelta y dirigirse hacia el norte para liberar sus líneas de comunicación. Forzosamente tenía que ganar una victoria, de lo contrario sus provisiones se agotarían y su ejército se vería forzado a rendirse.

Y he aquí una muestra del temple de su temple, él había sido sorprendido, el enemigo ahora se encontraba a poco más de 110-kilómetros hacia el norte, era un momento de gran peligro, pero con una mente clara decidió de inmediato dar media-vuelta y marchar a lo largo de la costa hasta encontrar al adversario que ya les estaría esperando. Nunca mostró preocupación alguna frente a sus seguidores y llamó a sus tenientes para darles las noticias, y consciente que había llegado a un momento trascendental en ésta campaña y en su propia vida, realizó una revisión del panorama junto a ellos: sus líneas de comunicación con sus bases había sido cortada, pero estaban frente a un enemigo que habían derrotado anteriormente, y les aseguró que podrían derrotarle nuevamente, luego pasó a enumerar las virtudes del pueblo macedonio y a señalar las debilidades de sus enemigos, a quienes consideraba hombres decadentes solo acostumbrados a una vida de lujos y opulencia. E incluso les aseguro que los dioses estaban de su lado y que ellos les ayudarían a alcanzar una monumental victoria, además les prometió que una nueva victoria les traería inmensas recompensas, porque estaban a las puertas de conquistar a un gigantesco imperio. Y tras terminar con su arenga sus tenientes le rodearon y le estrecharon la mano felicitándole porque en sus mentes ya se veían coronados con los laureles de la victoria.

Ah, pero un análisis sobrio de la situación les diría a todos ellos que su situación era precaria: estaban en territorio hostil, e incluso sí la batalla que pelearían a continuación terminaba en un empate tendrían que retroceder hacia el sur, hacia un territorio lleno de enemigos de quienes no

Issos

Darío

Castabala

Alejandro

Puertas de Amanic

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podrían esperar ayuda alguna, lo que significaría la destrucción del ejército macedonio y el final de sus sueños de gloria.

Capítulo III. La Batalla de Issos.

Acontecimientos previos Luego Alejandro se dirigió a sus hombres y las mismas arengas con las que había exhortado a

sus tenientes tuvieron el mismo efecto sobre su ejército y con su moral en alto se prepararon para marchar. No había tiempo que perder, y como primera acción envió hacia el norte a un contingente de jinetes y arqueros, quienes servirían como vanguardia, y cuando todo estuvo listo sus restantes hombres levantaron el campamento y partieron hacia el norte, efectuando una marcha nocturna. Incluso la oscuridad de la noche no les detendría, tenía que cruzar aquellos 110-kilómetros lo más pronto posible, les tomaría dos días de marchas forzadas cerrar la distancia. Lo que es peor es que antes de terminar con su marcha se encontrarían en un punto aún más estrecho, y de haber sido ocupado ese paso por los persas sería difícil continuar su avance.

Pero tras aquel par de días de intensa marcha descubrieron que Darío no había mandado tropas a la parte más estrecha del desfiladero, y a medianoche alcanzaron un terreno alto que dominaba el sendero y allí los hombres descansaron. Habían llegado hasta el extremo sur de la planicie de Issos. Aquella noche una lluvia torrencial les sorprendió mientras intentaban conciliar el sueño, y desde su posición pudieron ver que a una decena de kilómetros hacia el norte las hogueras del campamento persa, aquella noche el enemigo estaría descansando al calor de aquellas fogatas, mientras que los macedonios, para mantener consigo el elemento sorpresa, no podrían encender ninguna. Tuvo que haber sido una noche particularmente difícil. Y mientras sus hombres tomaban unas cuantas horas de descanso en aquellas duras condiciones, Alejandro procedió a ofrecer un sacrificio a las deidades en las que él creía. Deseaba la ayuda de los dioses, porque al día siguiente finalmente se enfrentaría contra el rey persa, y observando la gran cantidad de hogueras que se extendían frente a él comprendió que necesitaría toda la ayuda que pudiera conseguir, y al amanecer antes de abandonar su campamento hizo que su pequeño grupo de escoltas empujaran una carreta tirada por cuatro caballos hacia el mar. Aquel era un sacrificio viviente para el dios Poseidón.

Terminada su ofrenda y tras solo unas cuantas horas de descanso las órdenes de marchar

fueron dadas nuevamente. Al despuntar del alba el ejército abandonó su campamento improvisado y comenzó a descender hacia la planicie de Issos, la cual se extendía entre el Mediterráneo hacia el

Issos Darío

Castabala

Alejandro

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oeste y una alta cadena montañosa hacia el este, y gradualmente a medida que aquella se extendía hacia el norte se ensanchaba. Un trayecto de unos catorce-kilómetros les esperaba a los europeos antes de llegar al río Pinarus, el que cortaba en dos aquella franja de tierra, y es en la orilla norte del río donde se encontraba acampada la hueste de Darío. Al ejército invasor le esperaba otra larga marcha, y en la tenue luz del amanecer las columnas de infantería y caballería del rey macedonio iniciaron su avance, aún tenían de su lado el elemento sorpresa y tenían que cerrar la distancia que les separaba de sus enemigos lo más pronto posible.

Avanzando hacia el norte poco a poco la planicie se fue ensanchando. Primero la caballería en la vanguardia se formó en el flanco izquierdo apoyándose contra las aguas del Mediterráneo, luego cada uno de los batallones de infantería-pesada que le seguían fueron pasando de columnas-de-marcha a líneas-de-batalla, sus densas falanges desplegadas con una profundidad de 32 hombres, y manteniendo siempre su flanco izquierdo cerca de la costa, fueron alargando la línea hacia el pie de las colinas. Alejandro tenía un ejército con 27,000 infantes y cerca de 5,000 jinetes. Poco más de treinta mil almas que fueron tomando sus puestos de batalla. Por varios minutos su avance pasó desapercibido, pero de pronto la voz de alarma fue dada en el campamento persa y de inmediato miles de soldados se lanzaron a tomar su equipo y comenzaron a formarse junto a sus líderes.

Una tormenta de actividad azotó al campamento pero además su líder reaccionó de inmediato,

enviando hacia la orilla sur del Pinarus un nutrido contingente de varios miles de hombres. Era parte de su caballería acompañada por todos sus arqueros. En un santiamén aquellos cruzaron el río, pero casi tan pronto como lo habían hecho se detuvieron, y lo hicieron a solo unas cuantas decenas de metros comenzando a formar sus líneas-de-batalla. Su intención no era detener al ejército contrario, en lugar de ello ellos estaban formando un obstáculo ante los ojos de sus enemigos enmascarando así el despliegue de su ejército hasta el último momento posible.

------------------------------------------- Al sur el avance del ejército macedonio proseguía sin contratiempo. Uno tras otro los batallones

de infantería fueron formando una extensa línea-de-batalla. Ha de haber sido todo un espectáculo: decenas de miles de lanzas brillando contra el sol y apuntando hacia el cielo, y una igual cantidad de

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pesados escudos y cascos de bronce pulido bañados por los rayos del sol matutino. Su avance continúo, hasta que finalmente el último batallón de infantería ocupó su puesto. Ahora era el turno para que los restantes escuadrones de caballería tomaran su lugar. Hasta el momento la inmensa mayoría de los jinetes habían permanecido en la retaguardia, pero a medida que sus camaradas de la infantería-pesada terminaron de formarse la caballería fue ocupando sus puestos. Y mientras seguían avanzando la planicie se seguía ensanchando.

En este momento la mayor parte de la caballería fue desplegada en el flanco derecho, la razón era sencilla, el ejército macedonio, con poco más de 30,000 hombres, no tenía suficientes efectivos para extender la línea desde la orilla del mar, a la que se mantenían firmemente pegados, hasta las faldas de las montañas que a medida que el avance continuaba estaban cada vez más hacia el este. Por lo tanto, porque a través de aquel hueco los persas podrían lanzar un inmenso ataque de caballería, Alejandro decidió concentrar allí a la inmensa mayoría de sus jinetes. Allí estaba la caballería-pesada de Macedonia y la de igual calibre de sus aliados tesalianos, pero no era todo, varias unidades de caballería-ligera les acompañaban, incluso reforzó ese flanco con toda su infantería-ligera, quienes incluían a arqueros, hombres equipados con jabalinas y con hondas. Y en el extremo izquierdo de la línea estaba un pequeño contingente de caballería griega.

Sin más tropas para desplegar el metódico avance continuó. Frente a ellos ya se podía observar a varias decenas de miles de enemigos montados quienes se habían desplegado en formación-de-batalla al sur del Pinarus. Esa masa era fácilmente discernible, pero atrás de ella se elevaban densas nubes de polvo, sin lugar a dudas el ejército enemigo se estaba formando. Alejandro quería obtener más información de lo que estaba sucediendo al norte, además algunas colinas bajas se alzaban amenazadoras frente a su ala derecha. Para adquirir más información envió hacia aquellas a un grupo de jinetes. Quienes tan pronto como partieron regresaron a toda velocidad. En esas colinas estaba oculto un nutrido contingente de enemigos. Sin lugar a dudas esperaban sorprender a la derecha macedonia en el momento oportuno. Pero solo era una pequeña porción del ejército enemigo, aquel estaba esperándole del otro lado del Pinarus. Alejandro aún no podía determinar exactamente la intensión de su enemigo, pero solo le quedaba continuar avanzando. Y los minutos pasaron inexorablemente. Dos ejércitos estaban a punto de chocar. Es el momento oportuno de estudiar las características de ambos.

Información general de los ejércitos

El de Darío, rey de Persia Como lo relaté con anterioridad, previo a las guerras Médicas el “Ejército Nacional Persa” estaba

integrado por unidades compuestas por soldados profesionales o por guerreros milicianos. En cuanto a los milicianos cada región proveía al imperio en tiempo de guerra una cantidad determinada de regimientos (hazarabam) de 1,000 hombres cada uno, los que estarían bajo el mando de un hazarapatiš; a esa unidad se le dividía en 10 sataba de 100 hombres cada una. En teoría 10 de esos regimientos se unían para formar una división de 10,000 hombres y a esa gran unidad se le conocía como baivarabam. Pero para la época de la invasión macedonia ya no todos los territorios del imperio proveían de hazarabam al ejército. Todo parece deberse a las rebeliones que desde el 358 a.C. hasta el 341 a.C. azotaron a su región occidental. La evidencia demuestra que luego de esa época muchos de los territorios dejaron de entrenar a hombres para las fuerzas armadas, probablemente fue una reacción ante el acto de rebeldía, porque ahora se puso un mayor énfasis en el reclutamiento entre los pueblos del norte y del este, y también se le dio un mayor énfasis al reclutamiento de mercenarios.

Pero pese al cambio los persas aún tenían una enorme población con la cual podían reunir enormes ejércitos, y como en cualquier otro de su época, su infantería estaba dividida entre -ligera, equipada y entrenada para la lucha a distancia, y -pesada, entrenada y equipada para la lucha cuerpo-a-cuerpo. Entre las unidades de infantería-ligera la más común era la de los arqueros, lógicamente equipados con arcos y flechas, pero también tenían pequeñas dagas como armamento secundario. Sus ropas les protegían del riguroso clima, pero les daban muy poca protección contra las armas de sus enemigos. Como lo expliqué con anterioridad a ellos se les reunían en grupos de 10 hombres conocido como el dathaban. En esa formación el dathapatiš, el comandante del grupo y quien además portaba el gran escudo protector (spara), tomaba su posición al frente de sus hombres y tras plantar firmemente su escudo en el suelo controlaría la acción de sus 9 arqueros quienes estarían formados tras él en una columna, es desde esa posición que lanzarían sus flechas. En teoría la lluvia de proyectiles de los dathaban aniquilaría al bando contrario, pero en caso de emergencia el dathapatiš estaba equipado con una lanza con la que pelearía contra aquellos

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enemigos que lograran alcanzarle, y sin duda alguna en ese momento sus arqueros le echarían una mano usando sus espadas cortas. En otras ocasiones todo el dathabam estaba equipado con arcos, y a la spara simplemente se la plantaba frente a la unidad.

Luego tenemos a la infantería-pesada, comencemos con la elite, la guardia personal de Darío,

una nutrida agrupación conocida como los Inmortales. Ella no solo estaba integrada únicamente por persas, pero también siempre que sufría bajas se las reemplazaba de inmediato para que su número nunca disminuyera de los 10,000 efectivos, y por ende su nombre ya que esa agrupación nunca desaparecería. Por su puesto de prestigio estaban vestidos y equipados suntuosamente, pero por alguna extraña razón cuando Darío se lanzó a enfrentar la invasión europea solo le acompañaban algunos hombres de ese baivarabam. Cabe pensar que la inmensa mayoría de ellos permaneció en su capital cuidándola contra cualquier conspiración. De los pocos Inmortales que estarían presentes en la batalla sabemos que ellos eran un cuerpo selecto entrenado tanto para la lucha a corta como a gran distancia, porque tenían tanto lanzas como arcos. Se cree que su equipo defensivo usual incluía un escudo de madera oval de gran tamaño llamado dyplon, al cual se le podía distinguir fácilmente de otros porque se les cortaban segmentos circulares en sus costados, pero en Issos parecen haber estado equipados con un escudo circular de gran tamaño similar al de los hoplitas.

Otros soldados de infantería entrenados para la lucha a corta-distancia eran los kurdos, usados principalmente para controlar otras provincias dada su fiera lealtad hacia el imperio. Ellos estaban equipados con lanzas y con pequeñas espadas, y como protección tenían un escudo muy ligero conocido como la taka, por ello se les conocía como takabara, ó portadores-de-taka. Comparados con otra infantería-pesada de la época estos soldados casi carecían de protección corporal, que era más bien similar a la de los peltasts europeos, pero no se le tiene que confundir con ellos, porque sus lanzas eran más pesadas y no las usarían como mísiles, es más, a los ligeramente equipados takabara se les acostumbraba usar como tropas de asalto y solo estaban entrenados para la lucha cuerpo-a-cuerpo.

Y no eran los únicos soldados, como nota interesante tras las Guerras Médicas y otros conflictos con Grecia los líderes de Persia aceptaron que su infantería entrenada para la lucha cuerpo-a-cuerpo estaba en una gran desventaja, tanto por estar ligeramente equipada, como por carecer de una formación grupal como la falange. Por lo tanto en el 371 a.C. se lanzaron a realizar el ambicioso proyecto de entrenar a 120,000 soldados para formar con ellos un cuerpo de hoplitas. Estos hombres eran los cardaces. En la batalla que estudiaremos a continuación podemos encontrar numerosos grupos de ellos, pero aun cuando se les desplegaba en densas formaciones muy parecidas a las falanges, en el momento que chocaban contra el enemigo perdían la cohesión y el combate degeneraba en acciones individuales prestando poca atención en apoyarse los unos a los otros. Los cardaces no podían compararse con los hoplitas. Finalmente entre los soldados que encontraríamos entrenados para la lucha cuerpo-a-cuerpo tenemos a grandes contingentes de milicianos reclutados de numerosas regiones del imperio, quienes habían sido llamados a las armas en éste momento de gran peligro, y por solo tener el más mínimo del entrenamiento solo podían pelear individualmente.

Sí, un buen resumen es que toda la infantería-pesada persa palidecía en comparación con la griega. Pese a que sus soldados demostraban tanta valentía como cualquier otro guerrero, a ellos no se les podía entrenar para que trabajaran en formaciones similares a las de sus enemigos, en cambio cada soldado dependía más en su capacidad de combate individual y por ello su equipo tenía que adecuarse a esa manera de combatir, siendo en consecuencia más liviano, incluyendo su protección, la cual generalmente solo consistía en vestimentas hechas con un material liviano al que solo en ocasión se la cubría con un peto cubierto con pequeñas escamas metálicas, además usaban un escudo de mimbre de tamaño variable, pero por lo general muy ligero. Por esa razón los persas se lanzaron a reclutar nutridos contingentes de hoplitas griegos, ya sea que ellos pertenecían a las ciudades que estaban bajo su control en Asia Menor, ó contingentes de mercenarios. Esos eran auténticos soldado de infantería-pesada, pero sobre todo, estaban entrenados para combatir en falanges, y harían todo lo posible por no perder la cohesión de su formación cuando chocaran contra

Miembros de un dathaban en acción

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un enemigo. Así de sencillo. En el ejército que el rey Darío trajo consigo a Issos hallamos a un nutrido contingente de estos soldados, y como veremos más adelante, el rey confiaría enormemente en ellos para alcanzar la esperada victoria.

Pero sí el rey estaba dispuesto a usar a sus hoplitas como la piedra de apoyo de su ejército, es su caballería la que daría el golpe decisivo. En las etapas iníciales del imperio los escuadrones de caballería reunían a la crema y nata de su sociedad, siendo sus integrantes reclutados entre los estratos más altos de la sociedad; ellos se llamaban a sí mismos los “amigos” del rey, pero existía un regimiento élite entre todos, al que se le conocía como los “parientes” del monarca, y aún cuando no podían tener lazos sanguíneos se les daba otorgaba a los 1,000 jinetes de esa unidad ese título honorífico para recalcar su función como guardias personales del monarca. Por su equipo a ellos les hemos de considerar como unidades pesadas.

Para la época de Darío la caballería ya no era un cuerpo exclusivo de la nobleza, y a ella se le habían agregado numerosos escuadrones que incluían una amplia gama de jinetes, para ser usados ya sea como caballería-ligera ó como -pesada. Entre los primeros tenemos a los arqueros-a-caballo, quienes aún cuando no eran miembros de los estratos más altos de la sociedad formaban un cuerpo altamente entrenado usado en una gran variedad de tareas, especialmente en operaciones de reconocimiento. Obviamente ellos estaban equipados con armas de largo-alcance que podían ser usadas tanto cuando el jinete estaba montado, como cuando estaba a pie. Por lo general ellos solo tenían como protección sus túnicas y su armamento secundario incluía dagas ó pequeñas espadas. Además de estos encontramos en el ejército persa a jinetes equipados con jabalinas, quienes, al igual que los arqueros-a-caballo lanzarían una lluvia de proyectiles contra sus enemigos antes de envestirles y quedar enfrascados en la lucha a corta-distancia.

La caballería-ligera representaba un contingente importante, pero no es todo, porque además de su guardia personal Darío tenía bajo su mando unidades de caballería-pesada, jinetes equipados con escudos de mimbre y cuero similares a los de la infantería, muy apreciados por los jinetes porque al ser livianos no interferían con la difícil tarea de montar y luchar a caballo, pero además tenían cascos y petos, estos últimos hechos de varias capas de un material textil denso sobre el cual se colocaban escamas metálicas que les daban una adecuada protección. Al igual que los jinetes de la caballería-ligera, al hombre de la caballería-pesada le entrenaban en el uso del arco y con el podía atacar a enemigos con gran efectividad disparándole flechas, pero su función principal era la de asestar un golpe demoledor en una tradicional lucha a muy corta distancia y de ser posible perforarle sus líneas, para ello les desplegaban en columnas-de-ataque extremadamente maniobrables y que les ayudaban a alcanzar una gran velocidad para simplemente arrollar a los soldados que intentaran cortarles el paso. Por esa razón su armamento principal se adecuaba más a la lucha cuerpo-a-cuerpo estando equipados con largas lanzas, hachas, e incluso espadas cortas.

A grandes rasgos ese es el ejército que Darío trajo consigo, una organización mixta, que incluía

soldados profesionales y milicianos convertidos en guerreros quienes en éste momento de gran peligro habían sido reclutados para salvar al imperio. Todos los soldados y guerreros persas estaban más aclimatados para luchar de una forma primitiva, por ello Darío había reclutado una gran cantidad de mercenarios, y ahora que lo mencionamos veamos a cuantos soldados tenía.

Existe una gran controversia con respecto al número de hombres con que contaba ese ejército, algunas fuentes citan que tenía hasta 600,000 efectivos, pero ahora se cree que esa cifra es pura ficción, de hecho no podría ser una fuerza tan grande, ya que parece que Darío había partido a toda prisa de su capital y no había esperado a los contingentes de muchas otras provincias que estaban enviando más guerreros a la lucha. Muchos años después de la batalla el historiador romano Quintus Curtius Rufus estimó que el rey persa tenía bajo su mando una fuerza de 119,000 hombres: 79,000 soldados persas (70,000 infantes, 7,000 arqueros y 2,000 de su guardia personal), quienes eran apoyados por 30,000 mercenarios y 10,000 jinetes. Un ejército impresionante que superaba al macedonio en una proporción de 4 a 1.

En su típico plan de batalla los persas dividían a su ejército en tres grandes grupos: al frente estaba la infantería-ligera (los arqueros) y tras ellos estaban la infantería-pesada y la caballería, ésta última desplegada en los flancos. Tan pronto como los adversarios se encontraran a la distancia adecuada de unos cien metros los arqueros iniciarían la acción lanzando una lluvia de flechas que causaría una gran cantidad de bajas y confusión entre el ejército enemigo, y luego cuando el rey lo ordenara la caballería y la infantería-pesada avanzarían como que sí fueran un solo grupo para dar el golpe final. Usando una y otra vez esa táctica los persas habían logrado grandes victorias, es cierto, aquellas habían sido sobre enemigos menos sofisticados que los macedonios, pero no hemos de pensar que dicha forma de combatir era equivocada, porque para compensar su deficiencia en

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infantería-pesada Darío tenía bajo su mando un nutrido contingente de hoplitas, quienes apoyados por aquella enorme masa de infantería persa podrían mantener a raya a los infantes enemigos mientras su caballería daba el golpe decisivo atacando los flancos o la retaguardia de los invasores. He incluso de quedar enredado en una larga batalla-de-desgaste, su enorme ventaja numérica le podría dar una gran victoria tras varias horas de intenso combate.

El de Alejandro, rey de Macedonia El de Alejandro era una fuerza multinacional, pero su principal elemento era el contingente de

soldados macedonios quienes habían sido entrenados para luchar como su padre Felipe II les había enseñado, era una fuerza de choque que confiaba poco en las unidades de infantería-ligera y que desde el primer momento que pudiera se lanzaría a la lucha cuerpo-a-cuerpo con su infantería-pesada y su caballería combinando la robustez de la falange con la velocidad y la violencia de la carga de caballería. Era un ejército innovador que superaba por mucho a los que previamente habían prevalecido en Grecia, porque en ninguna de aquellas ciudades-estado se había confiado en el uso de la caballería. Sin embargo Felipe de Macedonia lo había cambiado todo y con su poderosa caballería y su falange había sometido a sus enemigos. Y eso no es todo, el ejército de Macedonia era la primera organización profesional, anterior a éste ningún ejército griego ó europeo, ni siquiera el espartano, permanecía en armas en tiempos de paz y tan pronto como una guerra terminaba los milicianos eran desmovilizados, la excepción eran los mercenarios, pero estos profesionales no formaban parte de ninguna nación, y su lealtad solo era dada al mejor postor. Sí, el ejército que heredó Alejando era una organización profesional altamente motivada que tenía un profundo espíritu nacional, y sus soldados al recibir una paga para permanecer en servicio activo incluso en tiempo de paz y así poder estar en un constante estado de entrenamiento.

Éste ejército traía a la lucha a dos tipos de tropas: infantería y caballería. De la infantería primero estudiaremos a aquellos soldados equipados con armas de largo-alcance, ellos eran la infantería-ligera, y como lo vimos en el capítulo correspondiente a la evolución de las fuerzas armadas griegas, la falange era una poderosa formación que lograba proyectar extremadamente bien su poder ofensivo a lo largo de su frente, pero estaban en una gran desventaja cuando se enfrentaba contra

Infantería-pesada bajo el mando del rey Persa. De izquierda a derecha: mercenarios, cardaces e Inmortales. Abajo: Jinete de caballería-ligera equipado con una jabalina.

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un enemigo escurridizo que solo combatiera a distancia, para remediar ese problema a los hoplitas les agregaron unidades de infantería-ligera extremadamente móviles que mantendrían a raya a unidades similares del enemigo. Por muchos años estos cuerpos auxiliares consistieron casi exclusivamente de peltasts (hombres equipados con jabalinas), pero luego a aquellos se les unieron arqueros y honderos, y en su conjunto a todos les conocieron como los psiloi. De ellos los cuerpos más renombrados que traía Alejandro consigo eran los peltasts tracianos y los arqueros cretenses. Al igual que en los ejércitos de Persia, de ser posible las unidades equipadas con armas de largo-alcance iniciarían la acción lanzando una lluvia de mísiles sobre el enemigo, pero sería la infantería-pesada y la caballería las que darían el golpe principal con el que se esperaba terminar con la batalla.

Luego tenemos a la infantería-pesada, en el ejército invasor a todos los integrantes de éste grupo se les conocía como pezetairoi (los “compañeros a pie”), ellos eran quienes formarían a la poderosa falange. La infantería-pesada griega y la mayor parte de los pezetairoi macedonios estaban equipados como hoplitas, pero el rey Felipe II le dio a sus soldados un arma de mucho más alcance, una lanza conocida como la sarissa que tenía de 6 a 7 metros de largo, casi el doble del largo del arma con la que normalmente estaban equipados los hoplitas. Así la falange macedonia podía detener con mayor facilidad a un enemigo, porque cuando sus integrantes colocaban sus lanzas en posición de ataque podrían tener hasta cinco puntas de lanza frente a cada columna de ocho hombres en fondo, esa seria una intimidante barrera incluso contra otros hoplitas, quienes con sus armas más cortas solo lograrían colocar tres puntas de lanza frente a cada una de sus columnas de ataque dentro de sus propias falanges. Por el largo de su lanza el soldado macedonio tenía que empuñarla con ambas manos en combate, por lo tanto para poder usar su escudo, el aspis, requería tanto de una abrazadera especial que le llegaba hasta el codo izquierdo como de una correa que le pasaba por la parte posterior del cuello.

Entre los pezetaeri macedonios también hemos de distinguir a un cuerpo élite, los hypaspists, quienes poseían el mismo equipo de los hoplitas, tanto defensivo como ofensivo, en otras palabras estaban equipados con una lanza más corta y un hoplon normal, todo por una sencilla razón, su equipo tenía que ser relativamente ligero y de fácil uso porque ellos tenían la importantísima misión de crear un lazo entre la falange de pezetaeri y la veloz caballería, que, como veremos más adelante, tenían la peligrosa tarea de perforar la línea-de-batalla enemiga y para no quedar atrapados tras ella necesitaba del pronto apoyo de su infantería; por esa razón los hypaspists estaban entrenados para correr a gran velocidad tras la caballería en el momento que esta partiera al galope, pero como siempre era de suma importancia que sus batallones no perdieran su perfecto orden, porque tan pronto como llegaran a la distancia adecuada formarían sus propias falanges y así entrarían en combate.

Luego tenemos a su caballería, tanto ligera como pesada. Por cientos de años aquella rama de

la milicia había sido despreciada por los antiguos griegos, la escasez de caballos y el terreno montañoso de la mayor parte de su territorio tuvo mucho que ver con su desprecio, sin embargo las Guerra Médicas les demostraron sin lugar a dudas que necesitaban prestar más atención al desarrollo de sus propias unidades de caballería, y precisamente fue Felipe II quien moldeó a su nuevo ejército nacional en una organización dentro de la cual la caballería, de hecho la caballería-pesada, sería la herramienta que le traería la victoria.

Es interesante observar que en el ejército invasor habían muy pocos jinetes equipados con jabalinas y arcos, mientras que el contingente más numerosa de la caballería-ligera estaba integrado por jinetes entrenados en el uso de armas de corto-alcance, quienes para poder tener la ventaja de la velocidad estaban escasamente protegidos de estos un nutrido grupo eran los sarissophors, quienes estaban equipados con una lanza casi tan larga como la sarissa que tenía 5.5-metros de largo, estos eran jinetes aliados procedentes de Tracia. En conjunto a la caballería-ligera se le conocía como el prodromoi y formaban el elemento de reconocimiento del ejército y también servían como mensajeros del rey.

Luego tenemos a la caballería-pesada, la cual, al igual que en la guardia personal de Darío, era una organización élite cuyos miembros pertenecían a la nobleza macedonia y a la nobleza de Tesalia. A los jinetes macedonios se les había dado el título de hetairoi, o “compañeros-del-rey”. Estos hombres estaban muy bien armados y protegidos. Equipados con una lanza de mediano tamaño, conocida como el xyston de 2.5-metros de largo, suficientemente pesada para desmontar a un jinete en la lucha cuerpo-a-cuerpo, pero que también podía ser usada como una jabalina en el combate a cierta distancia. La lanza era su armamento principal, pero además se les había equipado con una espada y una daga. Como protección tenían un blindaje corporal con escamas metálicas que se ajustaban al pecho, un escudo, un casco, y protección para las piernas. Además de sus

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hetairoi Alejandro contaba con el apoyo de un cuerpo de caballería-pesada tesaliana, cuyo equipo y entrenamiento era idéntico al de los jinetes macedonios, con la excepción que estos no tenían escudos.

Antes de pasar a explicar el uso de éste ejército en el campo de batalla quiero dar algunos datos

interesantes sobre la organización de las falanges de Macedonia: 128 hombres formaban un taxis; dos taxis formaban un syntagma de 256 hombres; cuatro sytagmas formaban un chiliarchia de 1,024 individuos y cuatro de ellas formaban una falange de 4,096 efectivos. A estos se les unía un cuerpo de infantería-ligera de poco más de 3,000 hombres (2,048 peltasts y 1,024 psiloi de otros tipos) y un regimiento de caballería con 1,024 jinetes, para un total de 8,192 hombres, ésta era la falange-simple; y dos de ellas se unían para formar la gran-falange, con poco más de 16,000 efectivos.

Con respecto a los 1,024 jinetes del regimiento de caballería de cada falange, éste grupo de hombres se hallaba dividido en ocho escuadrones (ilae) de 128 jinetes cada uno. Pero además de la caballería de cada falange al ejército invasor le acompañaba un escuadrón élite de caballería-pesada, era la guardia real, y a ésta agrupación se le conocía como la agema.

Ahora ya podemos entrar a estudiar la forma en que combatiría el ejército de Alejandro, pero

antes de hacerlo quiero hacer énfasis en un punto de gran importancia y para poder hacerlo tenemos que regresar a las Guerras Médicas, específicamente a la Batalla de las Termopilas; pese a la enorme superioridad con la que contaban los persas en esa acción no pudieron beneficiarse de la misma, porque los griegos estaban en un angosto desfiladero y la lucha en los primeros dos días degeneró en asaltos directos en los cuales la falange probó sin lugar a dudas ser invulnerable a los ataques de guerreros que combatían de manera individual. De hecho, de haber estado los griegos en terreno abierto la caballería persa simplemente les habría rodeado, en ese caso la falange estaría en una gran desventaja. Así, viendo esa gran deficiencia Felipe II tomó la decisión de acabar con esa realidad, ese fue el génesis de sus escuadrones de caballería hetairoi, los cuales para el año 360 a.C. se unieron a su infantería-pesada y cuando les desplegaba a todos ellos en orden de batalla colocaba en el centro a aquella masa de infantería desplegada en falanges, mientras que a la caballería la enviaba a los flancos, no solo para proteger a la infantería, pero además para usarla de una manera ofensiva, porque en su ala derecha acostumbraba a colocar a sus mejores escuadrones, y mientras la masa de infantería y la caballería en el flanco izquierdo mantenían ocupado al enemigo, la caballería-pesada en la derecha era la encargada de dar un golpe relámpago, arrollando a quienes les intentaran bloquear el paso, y una vez lograda la victoria inicial los jinetes macedonios se lanzarían contra la retaguardia enemiga hasta provocar su derrota total. Así, por el importante papel que jugaría su flanco derecho en sus batallas el mismo rey la guiaría.

A grandes rasgos ese sería el uso que le darían a sus ejércitos los monarcas macedonios. Y es en aquella mañana de un día no determinado en el mes de noviembre del año 333 a.C. en la cual encontramos al rey Alejandro comandando a un ejército invasor que tenía un poco más de 30,000 efectivos, de ellos 27,000 eran soldados de infantería quienes eran apoyados por 4,600 jinetes, su

Infantería-pesada macedonia. De izquierda a derecha: pezetairoi e hypaspists (básicamente un hoplita) y un hetairoi ó jinete de caballería-pesada. Lo que hemos de observar es la cantidad de protección de todos ellos.

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composición aproximada, ya que nadie conoce con exactitud cuantos soldados pelearon en ambos bandos en esa batalla, y la del ejército de Darío, era el siguiente:

Ejército de Alejandro el Magno Ejército del rey Darío III

Infantería-ligera 4,000 peltasts 1,000 arqueros y honderos

7,000 arqueros

Infantería-pesada 12,000 macedonios (3,000 hypaspists, 9,000 pezetaeri) 10,000 hoplitas aliados

30,000 hoplitas 70,000 takabara, cardaces y milicianos 2,000 Guardias Imperiales

Caballería 1,800 hetairoi 1,800 tesalianos 1,000 caballería-ligera

10,000 (la mayoría caballería-ligera)

Total 31,600 119,000

Los ejércitos comparados. El análisis final Tomemos unas cuantas líneas para hacer un análisis de los guerreros enfrentados. La columna-

vertebral de estos ejércitos eran los soldados de infantería-pesada, el 70% del ejército invasor estaba compuesto por hoplitas y pezetaeri, mientras que soldados de infantería-pesada formaban el 86% del ejército persa. Pero es importante que haga una aclaración, entre la infantería-pesada incluí a todos los soldados que estaban entrenados exclusivamente para la lucha cuerpo-a-cuerpo, no importando sí lo harían en una formación como la falange ó peleando individualmente, y como hemos visto, esas formas de combatir podrían afectar enormemente sus posibilidades de sobrevivir y ganar un encuentro. En el caso de los persas solo sus 30,000 mercenarios se podrían comparar con los 22,000 infantes-pesados del ejército invasor, todos ellos estaban entrenados y equipados para pelear en las densas formaciones conocidas como falanges, ellos se apoyaban los unos a los otros y estando equipados con largas lanzas que les daban una gran ventaja contra quienes estaban equipados con otras armas de corto-alcance y peleaban de manera individual. Y precisamente ese era el problema de los 70,000 infantes persas (tanto los cardaces, como takabara y milicianos) quienes estaban equipados principalmente con espadas y lanzas relativamente cortas, quienes además por su ligera protección y por estar peleando de forma individual solo se les debe de comparar con los peltasts, sin embargo, ya que la infantería persa estaba exclusivamente entrenada para la lucha cuerpo-a-cuerpo les he incluido dentro del listado de infantería-pesada. Eso dicho, pese a que eran cualitativamente inferiores, no hemos de menospreciarles, después de todo, solamente ellos duplicaban en número a la totalidad del ejército invasor, y de lograr aplicar su enorme superioridad numérica correctamente, como por ejemplo sí lograban envolver al enemigo y atacarle desde la retaguardia, le darían a su monarca una buena oportunidad de alcanzar la victoria.

Por otra parte estaba la infantería-ligera, en ella incluyo a todos los soldados quienes estaban equipados con algún tipo de mísil o algún arma lanza-mísiles (jabalinas, arcos y flechas, hondas y piedras), y quienes de ser posible no se enfrentarían en lucha cuerpo-a-cuerpo con sus enemigos. En el ejército europeo tenemos 5,000 de esos soldados, quienes representa poco más del 15% de su total, 4,000 eran peltasts, soldados cuya arma principal era la jabalina, la cual solo sería efectiva a muy corta distancia, mientras que 1,000 estaban equipados con armas de mediano y largo-alcance, ellos eran respectivamente los arqueros y honderos. Los persas tenían más hombres de infantería-ligera, 7,000, todos ellos equipados con armas de mediano-alcance las que les daban una gran superioridad sobre sus enemigos. Ellos solo representan un 6% de su ejército, pero con la gran cantidad de flechas que podían lanzar podrían causar una gran cantidad de daño.

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Y ahora que estamos leyendo sobre ello veamos con un poco más de detenimiento a las armas de largo-alcance En primer lugar tenemos a los peltasts y sus ligeras jabalinas, esas eran las más simples de estas armas y con ellas el infante-ligero promedio podía alcanzar objetivos que estuvieran hasta 50-metros de distancia. En segundo lugar están los arcos y flechas, siendo éste un sistema-combinado de armas que estaba integrado por un lanza-mísiles (el arco) y un mísil (la flecha), en éste el soldado usaba una mano para sostener al marco del arco y con la otra tensaba la cuerda acumulando energía en el lanza-mísiles, y cuando la cuerda era soltada aquella empujaba con gran fuerza a la flecha. Al arquero de aquella época ya se le entrenaba para efectuar disparos directos ó indirectos. En el primer caso el infante apuntaba su flecha en línea recta hacia el blanco, en el segundo lo hacía en un ángulo hacia arriba y en la dirección general en la que se hallaba el objetivo.

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Lanzar las flechas de forma directa aumentaba enormemente la precisión del tiro, pero sacrificaba su alcance, pudiendo golpear blancos con gran fuerza hasta una distancia de 80-metros. Pero sí se usaba el tiro-indirecto se sacrificaba enormemente la puntería, aunque se podían alcanzar blancos hasta una distancia de 180-metros.

En tercer lugar tenemos a la honda, un lanza-mísiles extremadamente efectivo. En éste caso un trozo de tela ó de cuero era confeccionado para sostener y lanzar piedras o guijarros de suficiente tamaño para matar a una persona. Por varios segundos un rápido movimiento circular del brazo haría girar al mísil hasta que la fuerza centrifuga acumulada le daría tanta velocidad que al soltarlo la mayor parte de su vuelo hacia el blanco sería efectuado en una trayectoria casi plana, pudiendo golpear cualquier objeto que estuviera en su trayecto por cerca de 300-metros. Algunas veces el proyectil estaba hecho con algún tipo de metal blando, el cual cuando chocaba contra algún hueso se fragmentaba causando mucho más daño al que podrían causar flechas y jabalinas.

Entrenar a un soldado en el uso de la jabalina era un proceso relativamente sencillo, por lo tanto un ejército podría tener una gran cantidad de soldados equipados con esa arma, pero a partir del peltasts la dificultad del entrenamiento se incrementaba, siendo el hondero quien tomaría mucho más tiempo en ser adiestrado, y por lo tanto cada uno de ellos sería un guerrero muy caro, eso se refleja en el hecho que en cualquier ejército su número sería escaso, y aun cuando todos ellos tenían como armamento secundario espadas y dagas, siempre que fuera posible se evitaría usarlos en la lucha cuerpo-a-cuerpo.

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Regresemos a los ejércitos que estaban a punto de chocar. Alejandro tenía entre su infantería un

número sustancial de hombres equipados para la lucha a distancia, eran 5,000 hombres quienes representaban al 15% de su ejército, sin embargo casi todos estaban equipados con jabalinas, armas de muy corto alcance. Mientras que Darío, aun cuando solo tenía un 6% de arqueros tenía 7,000 de ellos, quienes podrían demoler a las unidades de infantería-ligera europeas de enfrentarse en una prolongada lucha a distancia.

Finalmente tenemos a la caballería, proporcionalmente Alejandro traía a la lucha a un cuerpo sustancial, eran 4,600 jinetes quienes representan el 15% de su ejército. Darío traía una proporción menor, solo el 8% de su ejército estaba montado a caballo, sin embargo eran 10,000 individuos, lo que le daba al rey asiático una superioridad de poco más de 2 a 1 sobre su enemigo.

Esa era la composición de los ejércitos que se enfrentarían éste día. En todos los rubros los

persas tenían una superioridad numérica, y cualitativamente estaban en igualdad de condiciones con sus enemigos, ambos bandos tenían un equipo y soldados entrenados para usar formaciones-de-batalla similares, y eso no es todo, además los persas estaban en la posición estratégica más favorable posible, ellos simplemente podían sentarse donde estaban y alcanzarían una gran victoria, sin alimentos sus enemigos se rendirían. En resumen: Darío podía triunfar permaneciendo a la defensiva peleando una larga batalla-de-desgaste, mientras que Alejandro tenía que pelear una veloz batalla-de-maniobras, en la que la victoria tenía que ser alcanzada lo más rápido posible. A continuación veremos lo que sucedió.

De arriba abajo: 1. Combate cuerpo-a-cuerpo; 2. Jabalinas; 3. Arcos y flechas; 4. Honda

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El desarrollo de la batalla Decenas de miles de hombres estaban a punto de chocar, 30,000 pertenecían a un ejército

invasor europeo, el cual poco a poco iba cerrando la distancia que le separaba de una verdadera muralla de enemigos, ante ellos estaban los 120,000 efectivos del ejército de Darío III. De ese enorme ejército unos 20,000 guerreros habían cruzado el río Pinarus, pero tras solo avanzar unos cuantos metros aquellos se habían detenido para formar sus líneas-de-batalla; era la totalidad de la caballería y los arqueros del ejército persa. Allí esperarían pacientemente sus siguientes órdenes, pero a sus espaldas se alzaban gigantescas nubes de polvo, la infantería-pesada de Darío se estaba formando.

Al sur encontramos a los europeos, y entre ellos el rey macedonio deseaba ver el despliegue exacto de la masa de infantes enemigos, le aseguro al lector que estaba ansioso por determinar la ubicación exacta del contingente de mercenarios que con seguridad traía consigo el rey persa, pero los jinetes enemigos le bloqueaban el campo de visión. Por el momento no podía hacer nada sobre eso y su única opción era seguir cerrando la distancia. Su avance hacia el norte había comenzado al amanecer de aquel día, pero tardaría varias horas en recorrer el trecho de catorce kilómetros que le separaba de sus enemigos. Alejandro no tenía más opción que avanzar a una velocidad moderada, efectuando constantes altos para que sus soldados revisaran sus formaciones, y para observar los movimientos de los soldados enemigos, porque las intenciones de Darío aún no eran claras y de un momento a otro aquella masa de caballería e infantería que había avanzado hacia la orilla sur del Pinarus podría lanzarse en su contra.

Los minutos y luego las horas pasaron, el metódico y lento avance del ejército europeo continuó

sin interrupción, el mediodía pasó y pronto se llegó a medio atardecer. Finalmente los adversarios estaban relativamente cerca, y súbitamente se observó una agitación a todo lo largo de la línea de

?

Alejandro

Despliegue del grueso del ejército enemigo

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caballería persa, la orden había sido dada y ahora millares de jinetes obligaron a sus caballos a moverse. Aquella masa comenzó a levantar una gran cantidad de polvo, los europeos han de haber empuñado sus armas para detener el esperado ataque de caballería, pero pronto la intención de los jinetes se hizo evidente, uno tras otro sus escuadrones fueron dando media-vuelta y se dirigieron hacia la orilla norte del Pinarus para ocupar sus puestos finales. Toda la caballería había partido, pero atrás quedaban 7,000 arqueros desplegados en una extensa línea-de-batalla, tras ellos estaba todo el ejército y era enorme, ocupaba toda la planicie desde la costa hasta las colinas. Justo en la posición central se podían ver los escudos y cascos de bronce pulido de los 30,000 hombres de la poderosa falange de hoplitas mercenarios, probablemente desplegados en una profundidad de 16 hombres, extendiendo la línea hasta las colinas estaban los 70,000 takabara, cardaces y milicianos, con un pequeño destacamento en las colinas al sur del Pinarus, mientras que al flanco derecho fue enviada la totalidad de la caballería, 10,000 jinetes se formaron entre la falange y la costa, las nubes de polvo delataban que todos ellos estarían en ese flanco. Y en la retaguardia estaba Darío en un pequeño promontorio sobre su ostentosa carroza de guerra, rodeado por sus estandartes y sus generales, además protegiéndole encontramos a sus 2,000 soldados de la Guardia Real más algunos cientos de jinetes. Desde esa posición controlaría la acción.

Y éste era su plan: como siempre sus arqueros iniciarían la acción lanzando una lluvia de flechas sobre sus enemigos, ahora bien, como se había estacionado tras un río mantendría a su infantería a la defensiva, pero a su vez no permanecería totalmente pasivo, él había concentrado a toda su caballería en un flanco para lanzar un ataque masivo contra la izquierda europea cuando el momento fuera el oportuno, pero por ahora esperaría pacientemente mientras sus enemigos cerraban la distancia, después de todo, era mejor que los invasores marcharan bajo el sol por una decena de kilómetros de terreno, un enemigo agotado es un enemigo más fácil de derrotar.

Alejandro

Darío

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A medida que la caballería persa se dirigía hacia su posición final el ejército europeo nuevamente se detuvo, finalmente Alejandro pudo ver con claridad el despliegue de su adversario y podría inferir parte del plan de su enemigo: por el momento Darío permanecería a la defensiva tras el Pinarus, pero eso podía cambiar en segundos y entendió el peligro al que se enfrentaba, el enemigo no solo le superaba en número, además extendía su línea hasta las montañas que se alzaban al este, mientras que sus propias tropas estaban muy lejos de lograrlo, y toda la caballería persa se había acumulado contra su flanco izquierdo. En resumen su adversario tenía en su centro un nutrido contingente de mercenarios el cual podría permanecer a la defensiva, pero contra su flanco derecho podría actuar aquella masa de 70,000 infantes enemigos, y contra su flanco izquierdo podían actuar 10,000 jinetes asiáticos. El ejército europeo podía ser aplastado en un doble envolvimiento. Imagino en éste momento al rey macedonio bajo el sol de aquella tarde, equipado con su pesada protección corporal y montado sobre el mejor de sus caballos, finalmente había podido ver el despliegue del enemigo, y en éste momento tomó la decisión de efectuar una última reorganización de su ejército previo de lanzarse al ataque. No tenía otra opción, aún con su inferioridad numérica tenía que pasar a la ofensiva.

Hasta ahora éste había sido el despliegue del ejército europeo: protegiendo su izquierda estaba un pequeño destacamento de caballería con algunos cientos de jinetes, desde allí extendiendo la línea hacia la derecha estaba toda la infantería-pesada, con la falange aliada a la izquierda y la de pezetaeri macedonios a la derecha, eran un total de 19,000 guerreros; a continuación estaban los 3,000 hypaspists, aquel cuerpo élite de infantería estaba conectado a la restante caballería europea, casi toda estaba aquí, y es aquí donde encontramos al mismo monarca de Macedonia, allí estaban todos los tesalianos y los hetairoi con algunos cientos de jinetes de caballería-ligera. Finalmente extendiendo la línea hacia la derecha y protegiendo al flanco de la caballería estaban 5,000 soldados de infantería-ligera.

Alejandro había desplegado la inmensa mayoría de su caballería en aquel flanco esperando que los persas intentaran aprovechar la planicie que se extendía hacia las montañas, por esa razón el mismo rey de Macedonia estaba allí para tomar decisiones; pero ahora podía ver que Darío tenía otro plan, porque había estacionado toda su caballería contra el flanco izquierdo europeo. Ese era un gran problema para Alejandro, las escasas unidades de caballería de sus aliados griegos que había estacionado allí no podrían detener a una fuerza tan avasalladora. Reconociendo esa debilidad envió a toda la caballería tesaliana (1,800 efectivos) hacia la izquierda. Era un refuerzo sustancial, porque representaba el 50% de su caballería-pesada. Había reducido enormemente la capacidad ofensiva de su derecha, pero era necesario, y ese no fue el único cambio que realizó en éste momento.

Cuando los europeos iniciaron el despliegue de sus batallones al entrar en la planicie de Issos primero pasaron de columnas-de-marcha a líneas-de-batalla, cada una con una profundidad de 32 hombres, pero en el transcurso de su gradual progreso hacia el norte aquellas pasaron a tener la profundidad usual de 16, pero ahora que el rey macedonio pudo observar el despliegue enemigo tomó la decisión de hacer sus falanges más delgadas y así extenderlas hacia la derecha para que su línea fuera más larga que la mercenaria, porque a los hoplitas de Darío les hallaríamos desplegados en falanges de 16 hombres, lo que les daba un frente de 1,875 soldados, así, ahora que Alejandro desplegó a sus 22,000 hoplitas, pezetaeri y hypaspists en líneas-de-batalla de 8 tuvo un frente de 2,750 hombres, había logrado ganar un frente de infantería-pesada 60% más extenso que el de sus enemigos, sin embargo hemos de considerar lo siguiente, al hacerla más delgada se arriesgaba a que ésta se rompiera cuando chocara contra la del enemigo. Y no tenía reserva alguna para poder taponar alguna brecha. Era un enorme riesgo. Pero tenía que extender la línea hacia la derecha.

Así, a medida que la caballería tesaliana partía hacia la izquierda los oficiales de la infantería-pesada fueron desplegando a sus hombres hacia la derecha, y mientras todo eso sucedía un destacamento de caballería-ligera del flanco derecho recibió la orden de avanzar hacia las colinas que estaban frente a ellos. Previamente había sido hallado un destacamento de infantería enemiga en aquel lugar y por eso 300 jinetes y un grupo sustancial de arqueros y peltasts partieron en aquella dirección. Pronto alcanzaron su blanco y sin dudarlo los jinetes se lanzaron a la carga contra un par de miles de enemigos que allí se escondían, y he aquí una simple realidad, la infantería persa no estaba ni entrenada ni equipada para detener un ataque de caballería, por lo que aquel grupo fue dispersado con gran rapidez. Tras la pequeña victoria se les ordenó a los arqueros y a los peltasts regresar a sus puestos en la línea, pero a los jinetes se les ordenó permanecer a donde habían llegado, protegiendo al ejército contra cualquier otra sorpresa. Tras esa escaramuza, y después que las restantes unidades ocuparan sus nuevos puestos el avance se reanudó. El ejército europeo ahora tenía un frente de cinco kilómetros, sin embargo la gran masa de infantería enemiga se extendía mucho más hacia el este, y de recibir la orden de atacar pondría rápidamente en peligro a todo el ejército de Alejandro.

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El ejército invasor nuevamente se ponía en marcha, y su rey quería mantenerlo en un orden

perfecto, por lo que cabalgó de arriba abajo a lo largo de toda la línea, controlando a sus tropas más impetuosas con un rápido y sencillo gesto de mano, no quería que sus hombres se agotaran antes del combate. Esa era una fuente de constante preocupación porque del otro lado estaban los persas, quienes desde el momento en el que sus unidades habían sido desplegadas habían permanecido inmóviles en sus puestos.

Treinta mil individuos continuaron con su metódico avance por varios minutos más, siempre bajo el férreo control de su líder, hasta que finalmente se hallaron a poco más de un par de cientos de metros de los arqueros enemigos. Allí Alejandro dió la señal y su ejército se detuvo en seco. Fue un corto período de tiempo en el cual los dos ejércitos permanecieron inmóviles observándose uno al otro en el mayor de los silencios. En ningún momento entre los miles de hombres que estaban a punto de chocar se alzó ningún bullicio nervioso. Un claro testimonio de la disciplina de todos los presentes. Pero también puedo asegurarle al lector que para millares de individuos ese corto tiempo de tensa espera se ha de haber sentido como toda una eternidad (“¡Ave, César, los que están a punto de morir te saludan!”).

No hubo movimiento alguno en la hueste persa. Darío no tenía intención alguna de abandonar la orilla norte del Pinarus, aquel cuerpo de agua era por sí solo un obstáculo natural que se extendía a todo lo largo de su frente de batalla, pero eso no es todo, en aquellos puntos donde la orilla era más fácil de cruzar había construido empalizadas que dificultarían el avance enemigo. Todo estaba listo.

Alejandro

Darío

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Los ejércitos entran en acción Probablemente eran las cuatro de la tarde de un desconocido día de noviembre del año 333 a.C.

Ciento cincuenta mil hombres estaban a punto de chocar, la inmensa mayoría eran soldados de infantería quienes se hallaban desplegados en largas, pero a su vez muy angostas líneas-de-batalla, sería un choque monumental en el que miles morirían ó sufrirían espantosas heridas. Nadie sabe lo que pasaba por la cabeza de cada uno de ellos, pero lo que sí sabemos es lo que hizo Alejandro a continuación. Éste hombre sabía que cualquier retraso sería inútil, las horas habían pasado inexorablemente y ya se había adentrado el día en el atardecer, tenía que actuar lo más pronto posible. Su ejército esperaba. Simplemente giro su montura y cabalgó a lo largo de la línea, primero hacia el ala izquierda, para luego regresar a colocarse frente al cuerpo de caballería-pesada en el flanco derecho. No solo deseaba realizar una última inspección de la línea, además deseaba elevar la moral de sus hombres, y durante su cabalgata tomó algunos segundos para exhortar a cada regimiento, y a su vez cada grupo al que le dirigía la palabra se despedía de su monarca con un alud de gritos de victoria.

Así, terminada su última inspección Alejandro volvió a colocarse frente a su caballería-pesada y a su señal la infantería y caballería comenzó a avanzar lentamente hacia el enemigo. La batalla finalmente comenzaba. Muy pronto todos ellos entrarían en la zona batida por los arqueros persas, por lo tanto el monarca dió una nueva orden, ahora tenían que redoblar la marcha. Veinticinco mil infantes y 5,000 jinetes apretaron el paso. Una nueva nube de polvo se alzó junto a los estandartes de cada regimiento (chiliarchia) y las más de veinte mil lanzas, y de ellas nueve mil eran muy largas, eran las sarissas de los pezetaeri.

El ejército europeo se acercaba a paso-redoblado. Los arqueros persas pronto tuvieron un

blanco enorme, tensaron sus arcos con todas sus fuerzas y a la señal soltaron las primeras flechas. Casi doscientos-metros les separaban. La infantería-pesada de Alejandro posiblemente tardaría un par de minutos en cubrir esa distancia teniendo que avanzar sin perder la cohesión de la línea. Un par de minutos. Sí cada arquero podía lanzar seis flechas por minuto probablemente hasta 80,000 habrían sido lanzadas contra la masa de infantería y caballería que se acercaba. Casi tres flechas por cada soldado. Como nos relata un cronista de la época, “tan densa era la lluvia de proyectiles que estos chocaban unos contra otros en el aire”.

Casi cien mil flechas habrían partido contra el enemigo en aquellos escasos minutos, de seguro miles han de haber chocado contra algún blanco, pero he aquí la gran ventaja que les otorgaba la pesada protección a los infantes europeos, la inmensa mayoría de flechas que les habrían golpeado simplemente rebotaron contra sus escudos y yelmos, y aún cuando aquí y halla algún soldado tenía que haber sido herido, la lluvia de flechas no detuvo a un solo batallón de la falange. La infantería estaba extremadamente bien protegida. Ese era también el caso de los jinetes de caballería-pesada, pero no era el caso de sus caballos, de permanecer mucho tiempo en la zona batida por las armas de los arqueros la caballería de Alejandro podría sufrir pérdidas devastadoras. No era una opción. Los caballos no debían continuar trotando, el monarca dió la orden y ahora todos los escuadrones de su flanco derecho incrementaron la velocidad, con él a la cabeza. En solo segundos la caballería estaría aplastando a los desafortunados arqueros que se encontraban frente a ella, aquellos solo tendrían el tiempo suficiente para lanzar un puñado de flechas contra el millar y medio de jinetes que se acercaban. Desesperados aquellos hombres intentaron detener la avalancha de carne y hueso. Su esfuerzo fue en vano, la sección de la línea que se encontraba frente a los jinetes simplemente fue arrollada. La caballería enemiga ya había perforado su línea, y las flechas de los restantes arqueros no lograban detener a la infantería-pesada enemiga que cada vez estaba más cerca. La presión era inmensa y simplemente sucedió, los dathaban se disolvieron y sus miembros se echaron a correr hacia la orilla opuesta del Pinarus. Los europeos habían logrado una primera victoria, pero la batalla estaba muy lejos de terminar.

Ahora bien, pese a que todas las unidades del ejército europeo habían recibido la orden de avanzar al mismo tiempo la derecha había tomado la delantera, todo por una sencilla razón: el rey macedonio estaba ejecutando un ataque oblicuo. Y de todos los escuadrones de caballería que tenía en su derecha, el mismo rey había tomado la delantera liderando el avance con su agema (su guardia personal), una unidad extremadamente reforzada que probablemente tenía hasta 400 jinetes, en lugar del centenar que hallaríamos en otros escuadrones, y con mucha razón, el rey y sus guardias eran la punta de lanza de todo el ejército, eran la élite de la élite, y tras ellos venían a derecha e izquierda los restantes escuadrones de caballería todos escalonados hacia atrás. Todos ellos tenían que perforar la línea persa y llegar hasta la retaguardia enemiga, pero para no quedar atrapados tras las líneas enemigas el flanco derecho de la caballería-pesada era apoyado por algunos jinetes de caballería-ligera y por la totalidad de la infantería-ligera (5,000 peltasts, arqueros y

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honderos). Y eso no es todo, la izquierda de la caballería-pesada estaba avanzando a menor velocidad, porque así se mantenía el contacto con los 3,000 hypaspists de infantería-pesada, quienes también marchaban a paso-redoblado de forma escalonada para mantener el contacto con la masiva falange que se extendía en el centro europeo. Era fundamental que todas las unidades que apoyaban los flancos de la caballería-pesada mantuvieran el contacto con ella, para que el rey y toda su caballería no quedaran atrapados tras las líneas enemigas.

En éste momento cualquier vacilación ó cualquier confusión podrían ser fatales, Alejandro se encontraba totalmente abstraído en el ataque que estaba liderando contra un punto específico en la línea enemiga, tenía que confiar en que todos sus tenientes cumplirían con su plan de batalla al pie de la letra, de lo contrario todo estaba perdido.

Segundos atrás siete mil arqueros habían lanzado decenas de miles de flechas contra el

enemigo que se acercaba, había sido un verdadero alud de proyectiles que no detuvo el impetuoso avance de sus adversarios, aquí y allá algún soldado o jinete europeo fue tumbado, pero el avance de sus compañeros continúo sin dificultad alguna y en cuestión de segundos la caballería-pesada macedonia simplemente arrolló a cientos de arqueros, aplastándoles bajo el peso de sus caballos ó hiriéndoles con las armas de sus jinetes. Aquella infantería-ligera no tenían oportunidad alguna de salir triunfantes en la lucha cuerpo-a-cuerpo contra la caballería y la infantería que se acercaba y simplemente se disolvió.

A menos de cinco minutos desde que Alejandro había dado la orden de avanzar siete mil arqueros habían sido neutralizados, pero no había tiempo que perder, porque al ejército persa le quedaban más de 100,000 efectivos, y tan pronto como aquellos recibieran la orden de avanzar pondrían en grave peligro a los europeos. Así, cuando el agema de Alejandro dejó atrás a los restos de la derrotada formación de arqueros una trompeta sonó entre sus filas. Entonces el rey golpeó los costados de su caballo y se lanzó a la carga a través de las aguas del Pinarus. Comenzaba el ataque de su flanco derecho contra la infantería-pesada enemiga. Tras su agema llegaban todas las restantes unidades que le apoyaban.

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Ahora es relevante que explique algunas realidades sobre el combate de caballería. Miles de años atrás en el caballo el ser humano había hallado a un animal que no solo le ayudaba a realizar agotadoras tareas, pero que también le podía transportar, y de estar adecuadamente entrenado incluso le podía usar en combate. Con el tiempo fue apreciada la gran utilidad de estos animales y en los reinados que podían procurarse grandes cantidades de ellos se entrenó a guerreros para que pudieran luchar montados, y he aquí que la combinación guerrero/caballo probó ser un multiplicador

Alejandro

Hypaspists Infantería-

ligera Falange

Falange Infantería persa

Arqueros

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de fuerzas extraordinario. Por un momento imaginemos los siguientes escenarios: primero un solo individuo desarmado intenta detener con sus manos a un caballo que se acerca en loca carrera, pues simplemente será arrollado y casi con seguridad sufrirá alguna lesión. Ahora imaginemos que en lugar de uno se acerca un gran número de caballos, todos guiados por jinetes que se están lanzando en línea recta contra un nutrido grupo de enemigos quienes a pesar de ser más numerosos se encuentran dispersos en una formación-abierta en la que todos pelean de forma individual. Y en éste caso los jinetes tienen la experiencia y la habilidad de dirigir a sus caballos hacia brechas dentro de la formación enemiga, convirtiéndose él, y su caballo, en un gigantesco mísil cuya masa y velocidad le ayudarán a arrollar a cualquier individuo que se encuentre en su camino. Sin dudarlo en cuestión de segundos la formación de infantes sería desbaratada.

Se ha calculado que para detener a un jinete experimentado y a su caballo serían necesarios por lo menos diez infantes cuando estos peleaban en una formación-abierta, por ello a la combinación guerrero/caballo se le llama un “multiplicador-de-fuerza”: porque cada jinete equivale a diez infantes. Es más, incluso en el combate cuerpo-a-cuerpo, cuando el caballo ha detenido su loca carrera y se encuentra entre enemigos, el jinete puede aprovechar el peso de su animal para empujar a los infantes, y al mismo tiempo desde su caballo tendrá la ventaja de la altura dándole la oportunidad de usar sus armas de corto-alcance contra la cabeza, el torso y la espalda de sus enemigos.

Sí, era un verdadero multiplicador de fuerzas, pero al mismo tiempo todo comandante de caballería estaba consciente que la energía de sus corceles tenía un límite y no se les podía hacer correr a toda velocidad por más de unos cuantos minutos antes que estos quedaran totalmente agotados. Por ello ya para este siglo IV a.C. la carga de caballería a toda velocidad era reservada hasta el último momento en el cual el escuadrón estuviera muy cerca del enemigo. Ahora la pregunta para esta batalla es: ¿a qué distancia comenzó la carga de la caballería-pesada de los europeos? Bueno, simplemente no existe ningún documento que nos pueda contestar esa pregunta, sin embargo sí existe suficiente información para poder saber lo que ha pasado en otras batallas, y como ejemplo tomaré lo sucedido en una acción de la Edad Media, Agincourt. En esa batalla entre franceses e ingleses el momento del impacto se daría cuando la caballería de Francia chocara contra grupos de arqueros ingleses. Previo a ese momento los jinetes habían avanzado a una velocidad modesta, pero al hallarse a una distancia de poco menos de 300-metros recibieron la orden de incrementar la velocidad en que viajaban, hasta un galope de 21 kilómetros/hora. De esa manera cabalgaron por 40 segundos cubriendo una distancia de 250-metros, hasta que finalmente llegaron a 50-metros del enemigo y es en ese momento, en el que se encontraban a tan corta-distancia, que se dió la orden de efectuar la carga, los jinetes franceses aplicaron ambas espuelas a los costados de sus corceles y finalmente sus fieles animales cabalgaron a toda velocidad, en cuestión de segundos estarían entre los arqueros ingleses y les aniquilarían…pero esa es otra historia y la reservaré para el futuro libro de ésta serie dedicado a ella. Sin embargo hemos de partir de éste párrafo con la siguiente idea fundamental: la caballería tenía una gran ventaja sobre los soldados que peleaban en formaciones-abiertas, y el comandante de un escuadrón siempre procuraría conservar la energía de sus corceles hasta el último momento posible.

------------------------------- Ahora regresemos a la acción. El agema de Alejandro ya había atravesado la primera línea de

enemigos, ahora la caballería-pesada macedonia estaba frente a la orilla sur del Pinarus y tronó entre sus filas una trompeta. Era la señal esperaba y un millar y medio de corceles se abalanzaron sobre las aguas de aquel río. Desconozco sus características exactas, solo sé que en algunos lugares sus orillas eran de difícil acceso, y en aquellos puntos donde era más fácil entrar y salir de sus aguas los persas habían colocado afiladas estacas. Pero ni los obstáculos naturales ni los colocados por el hombre detuvieron a los jinetes de Alejandro, aquellos simplemente guiaron a sus corceles hacia el agua tumbando en el proceso a las estacas que les estorbaban y en un cerrar de ojos se encontraron en la orilla norte. Y parece que los batallones de la infantería persa estaban muy cerca del río, porque tan pronto como la caballería salió del agua chocó contra sus enemigos.

Y he aquí otra realidad: la infantería-pesada persa no tenía ni el entrenamiento ni el equipo adecuados para detener a la masa de jinetes que se abalanzó sobre ellos, porque peleaban en una formación-abierta. Una y otra vez la historia nos ha demostrado que infantería bien disciplinada, adecuadamente desplegada, adecuadamente equipada, y dispuesta a luchar, podrá detener una carga de caballería con poca dificultad. Una densa formación de infantes en la cual sus miembros cierran sus filas y se colocan hombro con hombro, con por lo menos cuatro soldados de fondo, serán más que suficientes para detener a la caballería contraria, porque aún cuando el jinete quiera obligar a su corcel a estrellarse contra esa sólida masa de enemigos, el caballo, al ver que no existe manera alguna de saltar sobre ó evadir el choque detendrá su carrera y rehusará seguir avanzando. Su

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instinto de sobrevivencia les haría detener su alocada carrera cuando les bloquea el camino una sólida muralla de enemigos. Súbitamente vienen a mi memoria escenas de la película Bravehart de Mel Gibson, en la primera batalla campal que nos muestra un ejército de guerreros escoceses derrota a la caballería-pesada inglesa usando una formación-cerrada que esta equipada con largas estacas, en los segundos previos al choque la tensión había sido enorme. La imagen de aquella caballería galopando a toda velocidad y los cascos de sus caballos retumbando sobre la tierra eran perturbadores, pero al mantenerse firmes los guerreros escoceses lograron detener la loca carrera de los caballos y los jinetes del rey simplemente fueron masacrados.

La disciplina era una de las claves para el éxito, esa era la disciplina que tenían los hoplitas mercenarios, de haber lanzado Alejandro su ataque contra aquella falange enemiga él y sus jinetes habrían sido rechazados sin lugar a dudas, sin embargo en la infantería persa tenía a un blanco blando. Aún cuando aquella se extendía frente a los macedonios como una sólida masa, cardaces, takabaras y milicianos no tenían la costumbre de pelear en formaciones-cerradas y ahora, cuando la caballería-pesada se lanzó sobre ellos, su disciplina se esfumó, algunos, me imagino que muy pocos, se habrán apretujado para formar pequeños grupos de defensores, mientras que la gran mayoría simplemente se echó a correr. Así, con la línea de enemigos simplemente desmoronándose, los jinetes macedonios encontraron suficiente espacio para navegar entre los fugitivos. Lanzas y espadas fueron usadas con terrible efectividad, mientras que muchos otros simplemente fueron aplastados bajo el peso de los caballos. Así lograron infligir una tremenda cantidad de bajas entre los infantes persas, pero lo más importante es que en cuestión de segundos los jinetes europeos habían abierto una brecha en la línea enemiga y ahora Alejandro y la inmensa mayoría de sus jinetes estaban en terreno abierto en la retaguardia enemiga, mientras que solo algunos de sus jinetes se habrían quedado atrás eliminando pequeños focos de resistencia.

Los macedonios habían alcanzado una segunda victoria. Primero habían logrado dispersar a la fuerza de arqueros enemigos que se encontraba en la orilla sur del Pinarus, ahora habían perforado la línea de infantería-pesada persa, en cuestión de segundos en las dos acciones le habrían causado a Darío como mínimo unas 10,000 bajas. Pero la batalla estaba aún muy lejos de terminar, a ambos lados del punto donde se había perforado la línea estaban aún decenas de miles de enemigos formados, y ellos de un momento a otro podrían recibir la orden de atacar, y como aún tenían consigo una avasalladora superioridad numérica aún podrían aniquilar al ejército europeo. Ahora que el rey macedonio se encontraba en la retaguardia enemiga tenía que responder la siguiente pregunta: ¿qué hacer ahora? Mientras tanto en otros puntos de la línea los persas entraban en acción. La batalla se recrudecía.

Sí de recibir órdenes de su monarca el inmenso contingente de infantería-pesada persa que se

extendía hacia el este podría dar media-vuelta y dirigirse a destruir al cuerpo de caballería que había perforado su línea. Es en este momento en el cual la infantería del ejército europeo tenía que entrar en contacto para mantener ocupada a la mayor cantidad posible de infantes enemigos. La ayuda estaba en camino, y en poco tiempo se desplegó a los 5,000 hombres del cuerpo de infantería-ligera en una pequeña línea que obstaculizaría el camino de las decenas de miles de cardaces y takabaras que aún estaban desplegados hacia el este, mientras que en el flanco izquierdo del cuerpo de caballería ahora entraron en contacto los 3,000 hypaspists, quienes ya habían logrado cruzar el Pinarus y ahora, desplegados en sus falanges estaban causando con sus lanzas numerosas bajas entre los infantes persas que les bloqueaban el camino. Su tarea era relativamente sencilla, sus enemigos luchando en orden-abierto no tenían muchas posibilidades de detenerles. Los persas comenzaron a ceder terreno.

La brecha que había abierto la caballería estaba creciendo a medida que los hypaspists entraban en acción, sin embargo, para sus compañeros, los pezetaeri y los hoplitas aliados, la tarea no sería nada sencilla, porque ellos tendrían que chocar contra la sólida falange de mercenarios. En primer lugar los infantes europeos habían tenido que correr por más de 200-metros soportando el peso de sus 70-libras de equipo, para luego saltar a las aguas del Pinarus, y en ellas, ó en la orilla norte de las mismas, cerraron filas, pasando de un orden-abierto, un espacio de 2-metros entre hombre y hombre, al orden-cerrado, al cual ellos llamaban “escudos-unidos”, ahora a cada guerrero le separaban de sus compañeros solo 30-centímetros. Esa era la formación de combate acostumbrada y ahora los primeros cinco soldados macedonios en cada batallón dirigieron sus largas sarissas contra sus enemigos, pero sus enemigos y sus aliados no permanecieron inactivos, y ahora ellos también colocaron sus lanzas en posición de combate aunque como estaban equipados con un arma más corta solamente las tres primeras filas de sus hombres entraron en acción. En la formación-cerrada en la que se encontraban todos no había espacio para maniobrar, entonces cada individuo tenía que combatir contra el enemigo que tenía justo enfrente, buscando alcanzar con la punta de su

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lanza al soldado que se protegía tras el enorme escudo, y eso no es todo, tenía que buscar algún punto que no estuviera protegido como la garganta, el cuello o los ojos.

No es nada difícil imaginar aquel muro de puntas de lanzas que se proyectaban frente a las extensas líneas-de-batalla, con los hombres que tenían sus armas apuntando contra sus enemigos intentando herir de muerte a sus adversarios. Era un constante choque de lanzas contra escudos y cascos de los cuales partían peculiares chasquidos que se mezclaban con las órdenes de oficiales, los gritos de aquellos guerreros que intentaban intimidar a sus oponentes y los de aquellos que caían heridos. Y tras aquellos guerreros que podían usar sus armas estaban otros, quienes les empujaban hacia adelante para asegurarse que el avance continuara, y al mismo tiempo hacían que fuera imposible que quienes estaban al frente pudieran dar media-vuelta para escapar. La falange no tenía otra opción que seguir avanzando. En esas condiciones, con hombres peleando y siendo empujados hacia adelante más de alguien perdía el equilibrio, caía y era aplastado. Con el “empujar-de-los-escudos” (othismos) se esperaba hacer retroceder al enemigo, hasta alcanzar la “ruptura” (oararrexis), ese era el momento en el cual aquellos quienes estaban siendo empujados hacia atrás podrían empezar a sentir el deseo de huir. Ese sería el momento en el cual la formación enemiga sería destruida. Pero por ahora el combate continuaba sin que nadie tuviera una ventaja aparente. Y las bajas comenzaban a acumularse.

De derecha a izquierda, a todo lo largo de las falanges, los batallones de infantería europea estaban chocando contra la infantería-pesada de Darío, y la caballería-pesada macedonia había creado un boquete en la línea persa, pero allí no termina la acción, porque en éste momento toda el ala izquierda de caballería persa se puso en movimiento; diez mil jinetes se lanzaban al ataque, se enfrentarían contra poco más de dos mil jinetes tesalianos y griegos. La lucha se recrudecía a todo lo largo de la línea.

Parece que el avance de esta caballería coincidió con el inicio del combate de la infantería-

pesada de ambos bandos, por lo tanto creo que era parte del plan de Darío que su caballería entrara en acción en el momento que las falanges chocaran, así, con esa formación enemiga ocupada los jinetes persas podrían derrotar al flanco izquierdo europeo y luego de haberlo arrollado podrían efectuar un movimiento envolvente que atraparía a su enemigo. En esencia era el mismo plan de Alejandro, el centro y su flanco izquierdo permanecerían a la defensiva, mientras que la caballería en el flanco derecho daría el golpe decisivo.

Las crónicas de la época nos indican que la gigantesca masa de jinetes se puso en movimiento, pero aún cuando desconozco su despliegue exacto se que su frente era bastante angosto, quedando

Alejandro

Darío

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los escuadrones de caballería comprimidos entre la falange de mercenario y las aguas del Mediterráneo, por lo tanto justo tras una primera línea de escuadrones estarían muchos más, unos desplegados tras los otros teniendo que esperar pacientemente su turno antes de poder entrar en acción. De acuerdo a su forma de combatir los persas hicieron que sus corceles trotaran mientras cruzaban el Pinarus, pero tan pronto como llegaron a la orilla sur la orden fue dada, y golpeando los costados de sus caballos se lanzaron a toda velocidad contra el enemigo para lanzar primero jabalinas y flechas antes de chocar. Pero los europeos conocían esa táctica y no esperaron pacientemente a que les diezmaran con una lluvia de proyectiles, una señal fue dada y ahora sus primeras líneas de jinetes se lanzaron contra el enemigo. En segundos todos los jinetes que se habían lanzado al ataque quedaron enmarañados en una violenta y confusa lucha cuerpo-a-cuerpo. Tenía que ser un verdadero pandemonio en el que cada guerrero tenía que atacar y al mismo tiempo protegerse contra golpes que podrían llegar desde cualquier dirección, mientras que caballos heridos o asustados se encabritaban lanzando al suelo a sus jinetes que allí podrían morir aplastados ó estarían en una gran desventaja cuando combatieran. La larga lanza de los europeos, el xyston, les daba una gran ventaja pudiendo atacar a corceles y jinetes enemigos desde a una distancia prudente. Con ellas han de haber causado una gran cantidad de bajas, pero aun cuando estaban hechas con una madera muy resistente se quebraba con frecuencia, un claro testimonio de lo violento que era el combate, entonces desechando aquellas lanzas rotas tomaban sus espadas y continuaban con la lucha.

Para ilustrar como ha de haber sido la acción leamos lo que escribió un oficial británico quien sobrevivió a la Batalla de Balaclava (1854): “… en realidad no puedo decir que pude ver a quien me golpeó, todos formábamos una masa confusa que se lanzaba golpes de espada a diestra y siniestra unos contra otros, y no me di cuenta que me habían herido hasta mucho tiempo más tarde, cuando mi brazo comenzó a entumecerse…las heridas que provocaban nuestras espadas largas eran terribles...hombres eran decapitados de un solo golpe…nuestro cabo murió, había sido despedazado, casi le habían amputado el brazo izquierdo en cuatro lugares…muchos perdieron dedos y algunos perdieron sus manos”. Finalmente la caballería persa se había puesto en acción. La batalla se recrudecía.

El momento crítico Finalmente la totalidad del ejército europeo había entrado en acción, no tenía reserva alguna y

solo un 5% estaba libre para actuar. Ese 5% eran los 1,800 jinetes de caballería-pesada del ala derecha quienes ahora se estaban reorganizando en la retaguardia enemiga tras su exitoso ataque. Junto al Mediterráneo poco más de 2,000 jinetes europeos tenían que detener a 10,000 enemigos, pero como Darío había desplegado a sus escuadrones en una estrecha franja de terreno la inmensa mayoría de sus guerreros tenían que esperar hasta que el enemigo fuera derrotado antes de entrar en acción. Ahora toda esa masa de jinetes y caballos estaba detenida y sus unidades de vanguardia estaban enfrascadas en un mortal combate cuerpo-a-cuerpo. Lo mismo sucedía en la sección central del campo de batalla, allí una delgada línea de 20,000 infantes europeos se enfrentaba contra 30,000 mercenarios y algunos miles de infantes persas, y finalmente, a la derecha de la caballería-pesada de Alejandro, unos 5,000 infantes-ligeros le bloqueaban el camino a decenas de miles de infantes persas quienes aún no habían recibido la orden de moverse.

En el centro el combate era intenso. En algunos puntos los mercenarios estaban aprovechando la orilla norte del Pinarus que llegaba a tener hasta un metro y medio de altura, y desde allí guiaban sus pesadas lanzas contra el enemigo que intentaba escalar la orilla causándoles bajas. Los mercenarios bajo el mando del griego Thymondas estaban firmes como rocas deteniendo el obstinado ataque de sus enemigos bajo el mando del tesaliano Aristomedes.

Las falanges habían chocado y la de los europeos había sido detenida en seco, pero a solo unos cuantos cientos de metros hacia el este encontramos a la caballería-pesada macedonia bajo el mando de Alejandro, la cual con increíble facilidad había perforado la endeble línea de infantería-pesada persa. Aquellos escuadrones se estaban reformando, pero lo más importante es

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que ahora su comandante tenía que tomar una decisión: desde su posición hasta el Mediterráneo sus infantes y jinetes habían chocado contra el bando contrario y estaban manteniendo ocupados a unos 50,000 enemigos, pero a su derecha se extendía una enorme masa de infantería. Para detenerles Alejandro había colocado una diminuta fuerza de 5,000 infantes que solo podrían contener un ataque general por unos cuantos minutos. El rey no tenía tiempo que perder, tenía que tomar una decisión sobre cual sería su próximo paso a tomar y tenía que tomar esa decisión ya, cualquier demora sería fatal.

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Detengamos la narración para explorar un punto fundamental que trataremos una y otra vez en esta serie de libros: la toma de decisiones a nivel táctico. De tener tiempo suficiente para hacerlo todo comandante entrara a un campo de batalla con un plan de acción establecido, y tiene dos opciones, realizar una batalla-de-desgaste ó una -de-maniobras. Esos son los dos extremos dentro de sus opciones y entre ellos dos puede tomar la decisión de usar variaciones de esas formas de pelear.

Bueno, en primer lugar tenemos a la batalla-de-desgaste, a la que considero como la más simple de las opciones, porque es una acción en la cual al comandante podría no preocuparle en absoluto el despliegue de su adversario, y en el cual se ceñirá él, y ceñirá a sus subalternos, a seguir su plan de acción sin efectuar cambio alguno en el mismo, él confiará en la fuerza bruta y de encontrar terca resistencia golpeará al enemigo una y otra vez hasta que la resistencia se desmorone. Ésta es una opción muy usada por aquel comandante que goza de una superioridad numérica ó tecnológica, y que prefiere tener un alto control sobre sus unidades, siendo él quien tomará todas las decisiones. Considerando sus implicaciones estratégicas quienes buscan pelear batallas de éste tipo probable están peleando una guerra-de-desgaste, en la cual confían que ciertas características de su nación le darán la victoria, características como la densidad de población, capacidad de producción de alimentos y una base industrial adecuada para poder colocar nutridos ejércitos en el campo de batalla una y otra vez, a un comandante de éste tipo por lo general no le importan las bajas que este sufriendo, porque confía que eventualmente podrá arrollar al enemigo con aquellas ventajas que goza en hombres y material.

Del otro lado del espectro tenemos la batalla-de-maniobras, la cual es una forma muy refinada de combatir, porque en ella se busca mover a las tropas antes ó durante el combate de una forma ó hacia un punto que provocará confusión entre las filas y la cadena-de-mando del ejército contrario, impidiendo que pueda presentar una resistencia efectiva. Un coronel de la antigua Unión Soviética, F. D. Sverlov, nos dice: “la maniobra (-táctica)…es el movimiento organizado de tropas durante las operaciones de combate hacia un nuevo eje con el propósito de ganar una posición ventajosa relativa al enemigo, para luego darle un golpe decisivo”. Hemos de hacer énfasis en éste punto: la intención de la maniobra es ganar una posición ventajosa. Lo que nos lleva a la siguiente diferencia fundamental con la batalla y la guerra-de-desgaste, en ellas las maniobras son solo consideradas como el movimiento hasta el campo de batalla para colocarse frente al enemigo y luego atacarlo. Ese es un punto de vista opuesto a la batalla-de-maniobras, y como lo describió el coronel John Boyd de la Fuerza Aérea norteamericana en la década de 1970, en las batallas de Leuctra y Vicksburg y en las de Francia en 1940 (para solo mencionar unas cuantas), el bando triunfador había maniobrado a sus tropas de tal forma que había presentado a su adversario con un repentino e inesperado cambio en la situación, a la cual el bando perdedor no pudo reaccionar, y quienes lograron el triunfo lo alcanzaron a un costo muy bajo para sus ejércitos.

Con el tiempo aquel coronel norteamericano llegó a plasmar la siguiente teoría: “todo conflicto puede ser visto como un ciclo competitivo que sigue el siguiente orden: observación-orientación-decisión-acción. Cada bando en el conflicto comienza observando, se observa a sí mismo, al terreno y al enemigo. Basado en esa observación se orienta, quiero decir, crea una imagen mental de la situación…toma una decisión… y luego pone a trabajar dicha decisión, actúa. Entonces, porque él asume que su acción a cambiado la situación, observa de nuevo todo a su alrededor y comienza nuevamente el proceso”. Entonces el comandante aplica una y otra vez este ciclo hasta que logra derrotar al bando contrario. Este es el principio fundamental de la batalla-de-maniobras, al que en los círculos norteamericanos de la década de 1970 se le llamó el “ciclo Boyd” ó “ciclo OODA” por sus siglas. En este tipo de batalla aun cuando existe un plan inicial tan pronto como las variables van cambiando el comandante irá tomando decisiones que se acoplen a los cambios, en lugar de ceñirse obstinadamente a un plan que ya ha caducado porque la situación no es la misma.

Por otra parte, en el caso en que dos comandantes quienes están en bandos contrarios estén dispuestos y en capacidad de reaccionar a cambios, quien pueda realizar el ciclo Boyd con mayor rapidez logrará tener una ventaja cada vez mayor sobre el adversario que esté reaccionando más

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lentamente, porque quien no pueda actuar con rapidez estará reaccionando a eventos que de por sí ya habría cambiado por efecto de las acciones tomadas por el bando más veloz, de tal forma que cada nueva acción del bando más lento será cada vez menos adecuada y con cada ciclo de atraso tendrá menos posibilidades de lograr un éxito, hasta que finalmente ese bando dejará de ser efectivo y sus posibilidades de triunfar habrán desaparecido casi por completo, y sí queda paralizado por no poder reaccionar, es muy probable que entre en pánico y en un abrir y cerrar de ojos ese ejército se desmoronaría.

Entonces para poder llevar a cabo una batalla-de-maniobras con un ciclo OODA muy veloz Boyd sugiere para un ejército moderno lo siguiente: 1. que tenga una organización descentralizada a nivel táctico, que los mandos inferiores tengan suficiente libertad de acción para tomar decisiones que se adapten a la situación sin esperar órdenes. Sí la toma de decisión se relega exclusivamente a los mandos superiores la información de lo observado tendrá que subir por la cadena-de-mando, y por esa misma vía tendrá que regresar la orden de acción. Ese sin lugar a dudas era un proceso muy lento en la década de 1970, probablemente hoy en día, el año 2012, los sofisticados sistemas de comunicaciones y de procesamiento de datos que cuentan algunos ejércitos como el de los Estados Unidos de Norteamérica le puedan dar a los mandos superiores un cierto grado de control sobre las unidades más pequeñas, pero al mismo tiempo creo que una tendencia de concentrar toda la toma de decisiones en un solo cuerpo de mando puede crear serios problemas sí por alguna razón las líneas de comunicación con las tropas del frente son cortadas por cualquier evento desde un ciberataque hasta la detonación de una bomba-de-pulso-electromagnético. Por lo tanto creo que la sugerencia de Boyd es aún hoy en día es lo más aconsejable; 2. Es necesario de los mandos superiores tengan un gran grado de confianza en la capacidad de sus mandos inferiores en la toma de decisiones tácticas. En una batalla-de-maniobras no solo se busca crear confusión y desorden en el bando contrario, pero además, dado el grado de descentralización que se requiere, los mandos superiores tendrán un papel pasivo en la toma de decisiones tácticas para las unidades que están enfrentando al enemigo, sin embargo los mandos superiores siempre seguirán jugando un papel fundamental en la asignación de los recursos que ellos controlan, como las reservas y suministros; 3. El comandante tiene que entender el concepto de schwerpunkt (literalmente punta-de-lanza) el cual implica dirigir las mejores de sus unidades hacia los puntos débiles del enemigo. El schwerpunkt está íntimamente ligado al concepto de superficies y brechas. La superficie se ha de entender como todas las secciones en la línea enemiga que serán difíciles de derrotar, en otras palabras, esos son los puntos fuertes, mientras que las brechas son aquellos puntos donde el enemigo es débil, y con el menor esfuerzo posible se les puede derrotar. Un comandante que desea llevar a cabo una batalla-de-maniobras tiene que ser capaz de encontrar las brechas en el dispositivo enemigo reuniendo frente a ellas sus cabezas-de-lanza para penetrar las defensas contrarias.

Bueno esos son los dos extremos dentro de la manera que pueden planear y pelear sus batallas los líderes de diferentes ejércitos. Por un lado tenemos a la batalla-de-desgaste, en la que un ejército se convierte en una enorme aplanadora que simplemente arrollará al enemigo que se encuentra frente a el, por otro lado tenemos a un ágil zorro, el cual buscará la manera más rápida y menos costosa de obtener una victoria, esa es la batalla-de-maniobras. En esta serie de libros veremos como ambas formas de combatir han sido usadas una y otra vez y como cada forma de pelear puede traer la victoria o la derrota dependiendo de las circunstancias.

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Darío ha escapado, la acción continúa (en el libro completo)

Capítulo IV

Los eventos finales del conflicto (en el libro completo)

Conclusiones

La Batalla de Issos. Análisis táctico (en el libro completo)

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