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Los Cuentosde Invierno

Santiago Ramírez Cruz

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ÍNDICE

Los cuentos de invierno…...........................................................................................4

La locomotora de vapor............................................................................................5

La princesa de las lágrimas.......................................................................................9

Nube, no llores.............................................................................................................12

COMO UNA SOMBRA EN PENA..........................................................................16

EL 505............................................................................................................................18

El camello sediento....................................................................................................25

El hombre más libre del mundo ...........................................................................27

El Reloj. ........................................................................................................................30

Hoy no navegaré.......................................................................................................39

La lámpara y el anciano..........................................................................................41

No quiero ver .............................................................................................................42

TICO, el payaso..........................................................................................................47

El vaso de agua. ......................................................................................................49

La araña de siete patas...........................................................................................53

La bondad perdida..................................................................................................56

La cuna de la luna....................................................................................................63

La hormiga y el mar.................................................................................................69

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Los cuentos de invierno…

Hay mañanas en las que miro por mi ventana y solo veo la niebla, la niebla

que como un borroso disfraz tapa el cielo, las montañas, los árboles y

prácticamente todo aquello que en un día esplendoroso podríamos contemplar sin

mayores problemas.

Se trata del invierno, está aquí y nos recuerda como es a cada momento. En

forma de viento, lluvia, frío, nieve y nos hace valorar lo bien que se está en nuestro

hogar, al calor de una buena chimenea.

Es en ese momento, mientras que nuestras alegrías dormitan, cuando

gustamos de escuchar cuentos, historias, relatos, leyendas que nos transporten a

otras épocas, a distintos lugares, ¿al verano quizás…?

Santiago Ramírez Cruz

A Elia.

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La locomotora de vapor

Había una vez una vieja locomotora de vapor, que después de cien años

continuaba dando servicio y lo hacía a pleno rendimiento, sin problemas, de aquí

para allá, trasladando viajeros y transportando mercancías a todas las partes del

país.

Nadie podía hacer cuentas del numero exacto de pasajeros que a lo largo de

todos esos años había trasladado, nadie podía saber los miles y miles de kilos de

mercancía que aquella locomotora había arrastrado en todos aquellos viajes.

Pero, un día, la infatigable locomotora se estropeó inesperadamente a la

salida de una estación y enseguida los maquinistas llamaron a Don Froilan, que era

el mecánico jefe encargado y exclusivo de aquella locomotora, el que se

preocupaba siempre de que funcionase a la perfección y estuviese bien mantenida

para que nunca fallase.

De inmediato Don Froilan al enterarse de lo que había sucedido, se desplazó

hasta la estación donde se encontraba la locomotora de vapor y no demoró ni un

instante en ponerse manos a la obra para dar con el origen de la avería, poderla

reparar y que la máquina pudiese reanudar su marcha de la forma más rápida

posible.

Pasaron dos días y el experto mecánico encargado jefe personal de

mantenimiento y exclusivo de aquella locomotora no daba con el fallo concreto

que había producido aquella avería.

La locomotora continuaba allí parada a la salida de la estación. Por suerte

su cargamento no era de pasajeros y tampoco se trataba de una mercancía

peligrosa o de urgente entrega, pero de igual manera la máquina debía reiniciar

su marcha lo cuanto antes.

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Don Froilan, desmontó todo el motor, tuercas, tornillos, ruedas, poleas,

ruedines, caja de vapores insonoros, turbinas, calderas ,calderones, válvulas de

presión, cojinetes, trócolas… y un sin fin de piezas que conformaban el motor. Las

volvió a montar todas ellas sin que le sobrase ni una sola, conectó todo en su lugar,

apretando nuevamente tuercas y tornillos…

La locomotora persistía con el mismo fallo. Su motor arrancaba a la

perfección, pero no se movía ni para alante ni para atrás.

Se revisaron todas las piezas del motor, sistemas eléctrico, de tracción, etc. Y

la máquina no iniciaba su marcha, quedando por tanto inmovilizada en la salida

de aquella estación por más de tres días ya.

Acudieron mecánicos expertos de otras provincias, incluso de países

extranjeros para revisar la locomotora y lo hicieron durante días y noches,

cambiando piezas, instalando otras nuevas, pero nada, sin resultado alguno, la

máquina seguía en su empeño de no funcionar.

Pasó un mes desde que la máquina quedase detenida a la salida de aquella

estación y Don Froilan se encontraba desesperado. Una noche cuando llegó a su

casa, le contó a su esposa todo lo acontecido con la avería y la imposibilidad de

repararla. La hija de Don Froilan, Cristina, había escuchado toda la conversación y

la historia de la Locomotora y como era muy curiosa, le suplicó a su padre que la

llevase a ver aquel tren de cerca, pues quería subirse y ver que es lo que pasaba.

Cristina, era muy curiosa y con tan solo 5 años ya se interesaba sobremanera

por el oficio de su padre. Le gustaba siempre hablar con el de trenes, tranvías,

locomotoras, vagones…

A la mañana siguiente Don Froilan se presentó con su hija en la estación

donde se encontraba la famosa locomotora de vapor averiada.

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- Aquí está Cristinita, esta es la máquina que tanto dolor de cabeza me está

dando. Venga, sube que te la enseño por dentro.

Don Froilan y su hija subieron a la cabina de aquella inmensa locomotora.

- ¡Papi, papi! – Cristina emocionada llamaba a su padre.

- Dime hija – Dijo Don Froilan.

-¿Qué es este pedal de aquí abajo?

-Si Cristina, ese pedal es para dar más presión a la caldera. Mira, vamos a

arrancar la locomotora para que veas como suena su motor.

Cristina inmediatamente después de escuchar el arranque de la locomotora

corrió hacia su padre, agarrándose a este con mucho miedo.

- Tranquila hija, ja ja ja, parece un terremoto ¿a que si?

- Papi, ¿Qué es esa cuerda que cuelga del techo?

- Es el silbato del tren hija, ¿quieres tirar de el?

- ¡Si, si!

El pitido de aquella locomotora podía oírse desde al menos dos kilómetros de

distancia.

- Lo ves hija, todo funciona a la perfección, pero no se mueve la máquina, no

quiere ir a ninguna parte. – Dijo triste Don Froilan.

- Papa, ¿Qué es esa palanca de aquí atrás? – Preguntó curiosa Cristina.

- Si Cristinita, esa palanca es el freno manual, el que hace que la máquina

quede inmóvil.

- Papi, ¿Por qué no lo quitas?, si está puesto, la máquina no podrá moverse

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nunca, tienes que quitar el freno-

Un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo del pobre Don Froilan, habían probado

todo, el y todas las personas que habían venido a revisar la máquina, pero nadie

reparó en ningún momento en que el freno manual se encontraba atascado en

una posición intermedia, inmovilizando de esta manera las ruedas y a su vez

impidiendo el movimiento de la máquina.

Por increíble que parezca, fue la curiosidad y perspicacia de una niña de 5

años la que sin quererlo averiguó el origen de la avería de aquella máquina, la

misma que a partir de ese día continuó con la misión de realizar transportes por

todo el país como siempre y sin problemas.

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La princesa de las lágrimas

En un reino, digamos que no demasiado lejano, se contaba una hermosa

leyenda conocida por todos los habitantes de aquel lugar.

Dicen que en tiempos de sequía, en aquellas épocas en que las lluvias

escasean, todos recuerdan a la princesa de las lágrimas, también conocida como la

princesa Irene. Ella no destacó por ser una bella muchacha, algunos decían que era

un tanto fea, otros aseguraban que Irene era una persona con un aire distinguido y

distinta a las demás.

Y es que cuentan que sucedió una vez, en la que un famoso y malvado brujo

quiso entrar en las tierras del reino de la princesa de las lágrimas, pero la guardia

Real no lo permitió provocando de esta manera el enfado de aquel brujo, el cual

lanzó un tenebroso hechizo contra el reino a modo de represalia por tal desaire

contra su persona.

- “Ahuyentaré las nubes de este reino, hasta que un joven príncipe se

enamore de la princesa Irene y juntos lloren de amor.” –

Muchos fueron los que rieron. Otros, supersticiosos, callaron, por miedo al mal

presagio que se les venia encima, ya que la princesa Irene no se encontraba

sobrada de pretendientes, y hacía tiempo que sus padres querían casarla, sin

haberlo conseguido hasta la fecha.

Pasaron tres años, tres largos años de sequía. Ya nadie dudaba de la

efectividad del conjuro que aquel brujo despechado lanzó contra el reino que no

quiso permitir su presencia.

Se dice que fueron más de mil pretendientes los que pasaron junto al trono

de la princesa Irene, acudiendo al llamamiento pronunciado por la casa real para

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buscar a un buen candidato que pudiese formar matrimonio con la princesa de las

lágrimas.

Pero ni las riquezas, ni una certeza de vida plena fueron capaces de

convencer a ninguno de los casaderos para que pasaran por alto la indiscutida

fealdad de la princesa y poder unirse en matrimonio con ella.

Un buen día a punto del abandono, casi resignados a una sequía eterna, se

presentó en el castillo una figura alta, ensotanada con la cabeza cubierta con una

capucha y un largo bastón.

Al descubrirse el rostro, todos palidecieron al comprobar que se trataba de

un joven príncipe de esplendorosa belleza, pero seguidamente se dieron cuenta de

que aquel muchacho no podía ver, su mirada, perdida no encontraba más que

oscuridad. Era completamente ciego. Su largo bastón sin duda era el que le iba

abriendo camino.

La princesa Irene, al verlo se sintió enamorada de manera fulminante. El

pretendiente era ni más ni menos que el príncipe Jeramé procedente de un reino

cercano. El, también se enamoró al instante de la princesa, de su risa, de la

suavidad de sus manos, de su dulce voz, del aroma de su piel, de su simpatía, de su

alegría…

Un mes después se casaron con una gran fiesta a la que asistió todo el reino.

La boda fue celebrada por todo lo alto entre risas, aplausos y alegría sin

contención, ya que cercano estaba el fin de la sequía. Pero no fue así.

La sequía continuó en su persistencia, y es que aún no se había cumplido la

segunda parte del hechizo.

- “… y juntos lloren de amor.” -

Dicen que fue el Rey, el padre de la princesa, quien después de mucho

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meditar, tuvo que tomar la terrible decisión.

Fue después de tres meses de feliz matrimonio y de enamoramiento extremo

cuando el Rey mandó enviar a la guerra al príncipe Jeramé el marido de la

princesa.

Cuentan que fue en el momento de la separación cuando Irene y Jeramé se

fundieron en un intenso llanto, fue en ese instante cuando las nubes cubrieron el

reino y comenzó a llover.

Dicen que aun hoy, cuando llueve, si se escucha con mucha atención se

pueden escuchar los llantos de Irene, la princesa de las lágrimas.

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Nube, no l lores.

Érase una vez, una gota de agua. Se trataba de una gota muy pequeña.

Pero tenía una curiosidad muy grande, quería saber como había nacido, de donde

venía y quienes eran sus padres.

Un buen día, se encontraba durmiendo en el interior de su bonita nube

blanca, y tuvo un sueño...

-Soñé que la nube donde me encontraba tan a gusto, comenzaba a llorar

desconsoladamente y en su llanto fui arrojada desde su interior hacia él vació

inmenso…-

En mi caída me acompañaban otras gotas como yo... Bueno, las había más

grandes, y también más pequeñas.

Sentía mucha pena por tener que abandonar la nube que me había dado

cobijo durante tanto tiempo, pero ella se encontraba triste, y no tuve más

remedio que despedirme de mi dulce hogar, en caída libre hacia la inmensidad de

la mar.

Le pregunté a una gota que también descendía junto a mí:

- ¿Qué ocurre?, estaba tan tranquila en mi nube y ahora caigo y ¡no puedo

parar!.

- ¿no lo sabes? Te lo voy a contar: Es que la nube se ha puesto a llorar, por

que el sol hoy esta enfadado con ella y no la quiere calentar. Por eso sin que nadie

lo remedie, caemos hacia el inmenso mar.

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La caída me daba vértigo y miedo a la vez. El inmenso océano se acercaba y

no podía hacer ninguna cosa por evitarlo.

Temía por mi vida, pero no pasó nada. Encontré el mar, y de mucha agua

en un momento, me vi rodeada.

Había miles, no, millones, miles de millones de gotas, y no conocía a nadie,

me encontraba realmente sola en aquella inmensidad...

Entonces solo deseaba volver con mi nube , subir a lo alto del cielo y

descansar en mi blanca casa, el amor de mi hogar.

Grité con todas mis fuerzas ¡quiero volver!, ¡quiero volver a mi nube!

Entonces se presentó surgió del fondo marino un señor muy grande y muy

mayor con una barba blanca y con un tridente que sujetaba con una mano...

- Hola, soy Neptuno ¿Que te ocurre pequeña gota? -

- Pues que estoy muy triste, por que me he caído de mi nube, y quiero

volver allí, estaba tan a gusto...

- No puedes volver, ahora formas parte de mi reino: El mar... - Me dijo

Neptuno con voz rotunda.

- Por favor, ayúdeme a volver a mi hogar, estoy tan solita...

- Bueno, te daré una oportunidad, pero me tienes hacer caso a lo que té voy

a decir: Debes ponerte en la superficie de la mar, y esperar que el sol té caliente, y

con un poco de paciencia... ascenderás.

Neptuno desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

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Entonces esperé a que amaneciera situándome en lo mas alto del mar, sobre

la cresta de una gran ola.

Cuando el sol estuvo en lo alto del firmamento permanecí inmóvil mirándole

fijamente y esperando a que me diese calor.

Y ocurrió el milagro. Del mar empezó a salir un vapor. Al principio muy

suave y después se convirtió en una corriente ascendente hacia el cielo.

El vapor subía hasta el firmamento, y me empujaba hacia arriba con él.

También había otras gotas como yo, que parecían muy contentas por subir a las

nubes, y ascendían conmigo hasta el cielo.

Cuando subía, les pregunte a las demás gotitas:

- ¿Por que habéis querido subir al cielo?.

No hemos querido subir arriba, si no, que son nuestros padres los que nos han

creado y nuestro destino es ascender hasta lo más alto.

- ¿Quiénes son vuestros padres?

- Los mismos que los tuyos: El Sol y la inmensidad del Mar. En su unión

crearon él vapor, que asciende hasta el firmamento, para darnos abrigo en él

hogar de una hermosa nube.

Entonces llegué a mi nube: mi hermoso y blanco hogar. Ya sabía de donde

venia, y quienes eran mis padres...

Y de repente desperté ...

Todo había sido un sueño, pero al mismo tiempo realidad. La gotita no

quería abandonar su hogar, y que Neptuno, no le diese otra oportunidad para

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volver.

Por eso gritó con todas sus fuerzas: ¡¡NUBE NO LLORES!!...

Santiago Ramírez Cruz

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COMO UNA SOMBRA EN PENA.

Como una sombra en pena, ella bajaba por la escalera absorta en sus

pensamientos. Al llegar al rellano del portal decidió abrir de nuevo su buzón, a

sabiendas de que estaría como siempre, vacío.

Ya en la calle, oscura y gris de un día verdaderamente triste y lluvioso, divisó

a lo lejos el autobús que cada mañana traía del frente a los soldados que volvían a

casa después de un largo tiempo en combate.

Presurosa, acortó el camino que le separaba de esa esperanza perdida, ese

camino que cada mañana aceleraba su ilusión, la misma ilusión que perdió hace

muchos meses.

Sus ojos expectantes observaban con ansiedad la compuerta a punto de

abrirse de aquel autobús.

Uno a uno, iban bajando con cara de agotamiento y alegría todos aquellos

uniformados, todos menos el....

- Lo siento señora, su prometido ha sido abatido en el frente, lo lamento

mucho señora, aquí tiene sus pertenencias –

Ella negaba la realidad, y como tal, cada día iba a esperar a su enamorado,

pues el le hizo una promesa, le prometió que volvería , juró que estarían juntos el

resto de sus vidas.

Pero el nunca regresaba, ella no quería reconocer que jamás volvería a ver a

su amado.

- Te esperare mi amor, te esperare y te juro que así me falte la vida, yo te

seguiré amando, te seguiré amado siempre jamás.

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Como una sombra en pena, ella bajaba por la escalera absorta en sus

pensamientos. Al llegar al rellano del portal decidió abrir de nuevo su buzón, a

sabiendas de que estaría como siempre, vacío.

Al salir a la calle, el día de nuevo gris alumbraba la ilusión renovada e inútil

de una nueva espera.

Sus pasos surcaron ese camino que durante interminables años había

recorrido con esa fuerza, con esa esperanza de encontrarse por fin con su

enamorado.

A la puerta del autobús, a la espera diaria y consentida ella se desplomó y

perdió la vida... dicen que de pena, dicen que perdió la esperanza que la mantenía

con vida.

Dicen que quien cree en el amor infinito, quien de verdad ha estado alguna

vez enamorado, podrá verla aun, bajar llorando la calle, en busca de ese autobús

que nunca jamás traerá a su prometido.

Como una sombra en pena, cansada de vagar.

Santiago Ramírez Cruz

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EL 505

Habían pasado ya dos años desde el día en que a Juan le entregaron su

carné de conducir, pero hasta ahora no había conseguido ahorrar lo suficiente para

poder comprar su propio vehículo.

Mientras tanto se las iba arreglando como podía, se trasladaba desde casa al

trabajo en tren, se movía por la ciudad en metro, y en el fin de semana (cuando la

juventud que despilfarraba a sus veinticuatro años le acuciaba en exceso), se

arrodillaba por teléfono ante su madre para que le prestase por unas horas su

pequeño coche utilitario.

Pasados unos meses la situación dio un cambio importante, ya que Juan por

fin había conseguido ahorrar el dinero suficiente para al menos poderse pagar un

vehículo de segunda mano. No se trataba de un coche lujoso, pero al menos le

haría el servicio para sus traslados de casa al trabajo, y sus salidas los fines de

semana.

Era lunes y Juan se encontraba muy nervioso, pues ese mismo día iba a

recoger su coche, por fin disfrutaría de una libertad soñada.

A las cuatro de la tarde se presentó en el concesionario.

Allí estaba, era un 505, un coche grande, de 4 puertas, de amplio maletero,

color negro, y aunque tenia mas de veinte años se encontraba en un buen estado

de conservación.

En el trabajo solo le habían concedido una hora libre de manera excepcional

dada la ocasión que lo justificaba. Una vez retirado el vehículo Juan fue

directamente al trabajo y lo primero que hizo fue enseñarle la flamante

adquisición a su jefe.

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- Estas loco Juan, ¿como te compras un coche tan viejo?

Su Jefe le había recriminado la decisión de comprarse un vehículo usado con

un aire de superioridad y prepotencia y con algo de envidia también.

Pero Juan estaba muy satisfecho con su compra, aquel coche le gustaba,

tampoco sabría explicar por que, ya que había otros modelos que también

entraban en su pequeño margen económico, mas juveniles, mas pequeños, pero

aquel vehículo le transmitió algo especial, algo que nunca había sentido.

Juan, contento y orgulloso por haber cumplido su pequeño gran sueño, se

dispuso a pasar el Domingo en la montaña, para probar el coche y acreditar que

el vehículo respondía a sus expectativas.

Conducía despacio por una carretera sinuosa y con multitud de curvas,

cuando de repente, el vehículo comenzó a dar tirones, el motor realizaba un

momentáneo y rápido amago por apagarse y seguidamente se producía un tirón,

así anduvo durante unos trescientos metros, hasta que el motor se apago del todo

justo en el momento en que Juan dirigía aquella reliquia al arcén derecho.

Esto no puede ser. Me han asegurado que a pasado la revisión especial y la

inspección técnica.

Allí, lejos de la ciudad , y en aquella carretera intransitada, no tenía la

esperanza de encontrar a nadie que pudiera sacarle de aquel lugar y llevarle a la

población mas cercana, así que decidió salir del coche, y continuar a pie hasta el

siguiente pueblo que se encontraba a quince kilómetros de distancia.

No había recorrido ni tan siquiera trescientos metros, cuando algo le llamó la

atención.

De la calzada salían dos marcas negras de neumático, a buen seguro

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procedentes de una fuerte frenada. Aquellas marcas eran sin duda recientes, pues

se perdían en la misma cuneta de la carretera, donde había una señal de tráfico

radicalmente doblada por su parte inferior.

Juan se asomó al margen de la carretera, la cual daba a un desnivel de unos

veinte metros. Desde arriba comprobó que efectivamente se acababa de producir

un accidente.

Abajo había un vehículo destrozado y aun humeante. Tenía las puertas

abiertas y todos los cristales rotos. Había sido un terrible accidente, pues por el

rastro que había dejado en la vegetación podía adivinarse que aquel vehículo dio

varias vueltas de campana.

Si había ocupantes, estos deberían estar malheridos. Así que Juan no lo dudó,

y olvidándose momentáneamente de su percance con el 505 bajó a toda prisa el

terraplén hasta llegar al vehículo.

- Oigan, ¿están ustedes bien? ¿Hay alguien dentro? . Enseguida les ayudo.-

Juan gritaba mientras descendía hasta el vehículo, pero no recibió respuesta.

Se temía lo peor...

Al acercarse al coche, encontró en su interior a una mujer de mediana edad.

Aun tenía el cinturón de seguridad puesto, y se encontraba muy malherida.

Sangraba por diferentes puntos de su cuerpo.

Juan se asustó mucho, pues la situación era del todo desesperada, ya que la

mujer aun respiraba, y le había tocado a el la responsabilidad de salvarla.

Teniendo en cuenta el detalle de que no había pasado ningún automóvil

desde que se le paró el coche, y que se hallaban en el interior de aquella

hondonada oculta a la vista de cualquier conductor, pocas o ninguna esperanza

tenía de poder salvar la vida a la señora.

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-¡Vete¡… Coge el dinero y vete. Si me salvas te buscaras un lío.-

La mujer articuló unas palabras balbuceante que Juan interpreto como

delirios derivados de la conmoción que debía invadir en ese momento a la

accidentada. Pero al mismo tiempo, percibió un fuerte olor de alcohol en el aliento

de aquella señora. Sin duda ahora comprendía las causas del accidente.

Y la mujer insistía.

- ¡Atrás!, la bolsa de viaje. Tómala y vete.. ¡Ya!... me escapé de la cárcel. Te

buscaras un lío chaval... vete.-

De repente la mujer dejo de hablar, y a Juan se le cruzó la muerte por

delante de sus narices sin poder evitarlo.

- No tiene pulso. Y ¿ahora que hago? -

Dirigió su mirada hacia la parte trasera del coche , y estupefacto pudo

comprobar que realmente había una bolsa de viaje. Como impulsado por una

corriente de curiosidad, la cogió con gran dificultad.

Ya con la bolsa fuera del coche, abrió la cremallera, y su cerebro tardo al

menos un minuto en procesar la imagen que tenia delante de sus ojos. Se trataba

de una bolsa repleta de billetes de 500€. Estaban fajados en paquetitos donde en

el dorso del precinto se podía leer 30.000 €. Dadas las dimensiones de la bolsa, allí

podría haber muchos millones.

-¿Que hago ahora?- Se dijo:

El día había empezado de forma extraordinaria, Juan, un humilde

trabajador estrenando su primer coche... y ahora ¿de qué se trataba esto?. ¿Un

golpe de suerte?, ¿una desgracia?...

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Realmente no sabía si aquello era bueno o malo. Comprobó que había

diversas bolsas de lo que parecía cocaína o heroína. El jamás había visto de cerca

la heroína o cualquier otro tipo de sustancia semejante, pero le bastaba con haber

contemplado en infinitud de ocasiones los alijos incautados por la policía, para

saber que aquello se parecía excesivamente.

Aquella mujer debería de ser una narcotraficante o algo parecido, y su

intuición le dijo que tenía que hacer caso a sus últimas palabras.

Así que Juan se trazó un plan. Cogió la bolsa del dinero y subió a la carretera

para continuar camino al pueblo. Desde allí notificaría que había visto desde la

calzada unas marcas de neumático sospechosas, de esa forma ya seria la policía la

encargada de ir al lugar y dar parte del accidente. De todos modos, el poco podía

hacer ya por aquella desdichada.

Caminaba con cansancio por el arcén, ya había recorrido mas de siete

kilómetros, cuando en su misma dirección se aproximo un vehículo. Se trataba de

un coche policial.

Este se detuvo a la altura de los pasos de Juan.

- ¿Es suyo el 505 que esta detenido allí atrás? –

- Si señor, se me a averiado, y voy al pueblo a ver si puedo conseguir una

grúa.

Juan trataba de ocultar sin mucho éxito el gran petate cargado de millones

que llevaba consigo.

- Bien, suba, le acercaremos hasta el pueblo. Luego si usted quiere le traemos

hasta el vehiculo de nuevo. -

Juan accedió, pues no podía negarse, aunque ahora su propósito de

comunicar a la policía que había visto unas marcas significativas de accidente se

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venían al traste, pues entonces serían capaces de vincularle con aquella señora, con

la bolsa... con el dinero.

Los minutos que pasó dentro del coche patrulla hasta que llegaron al pueblo,

le parecieron horas interminables. De vez en cuando los policías le lanzaban alguna

pregunta relativa a su vehículo, pues era evidente que llamaba la atención por la

gran cantidad de años que tenia.

Juan declinó la oferta de los policías a que le regresara de nuevo al vehículo,

y con sudor en la frente, alegó que mejor se marcharía con la grúa que iba a

remolcar su coche hasta el taller de reparación.

Cuando se marcharon los agentes de la ley, Juan se percato de que tenía

agarrada la bolsa de viaje con tal fuerza que todas las costuras del asa se habían

grabado en la piel de su mano derecha.

El coche fue reparado en el mismo concesionario de venta, y dos días después

del incidente ya estaba Juan de nuevo al volante de su flamante 505 de veinte

años.

- Pero y... ¿el dinero?

El pobre Juan, era consciente de que no debía y tampoco podía gastar un

solo céntimo de aquel dinero. Por una parte, su moral no le permitía derrochar en

uso propio, un dinero que a todas luces se había conseguido de manera ilícita y a

costa de la salud de otras personas. Y por otro lado, aquel dinero, se lo había

encontrado junto a una persona a la cual no supo o no pudo salvar su vida.

Al contrario de lo que podría aparentar, Juan se sentía mal. Así que decidió

hacer lo que tantas veces había soñado... lo que en tantas ocasiones había

prometido hacer en caso de que tuviese la suerte de ser agraciado con el gordo...

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Siete días más tarde, en la prensa local, rezaba el siguiente titular...:

“El hombre del 505"

Los mendigos e indigentes de la ciudad coinciden con la descripción:

"... era un joven que vestía de negro, llegó como a las seis de la mañana y se

apeó de un 505 de color negro. Se me acercó, me entregó este billete de 500 euros

y me dijo:

"Tenga señor, para que pueda vivir decentemente... nos volveremos a ver" y

antes de que pudiera darle las gracias se marchó a toda prisa".

Numerosos vagabundos hablan del hombre del 505 como el salvador de la

ciudad, gracias a el han podido comprar ropa nueva, zapatos, comer

decentemente y en muchos casos aseguran haber salido de la situación de

indigencia en la que se encontraban.

Las autoridades policiales han abierto una investigación para esclarecer la

identidad de este individuo, aunque saben que no pueden acusarle de ningún

delito, pues ¿de que infracción se puede acusar a aquel que hace feliz a los mas

necesitados?...

Santiago Ramírez Cruz

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El camello sediento

Se cuenta una vieja historia en el desierto, y es que en los días de calor

extremo, aquel que camine solo por el abismo arenoso, sin destino, sin aliento y la

cantimplora completamente vacía y sus pasos a punto están de encontrar la

muerte, es posible, solo entonces, que el camello sediento se cruce en su camino.

Es posible que el desahuciado caminante pueda contemplar una de las

maravillas, que solo unos pocos han podido ver.

Acabado por el intenso calor, el que cree estar en el fin de sus días cae,

desparramado por las ardientes arenas, simplemente en espera de su final, y es en

ese momento cuando una sombra se interpone entré el astro rey y su pobre cuerpo

tirado en el suelo.

En un ultimo esfuerzo, dirige su mirada hacía arriba y entonces en ese

instante puede contemplarlo, es testigo del gran misterio del desierto.

Se encuentra ante la presencia del camello sediento.

- ¡Levántate!

Se escucha decir, y parece como si el camello pudiese hablarle mentalmente

al que el sol ha tumbado…

- ¡Levántate!

Y aquel hombre que se había entregado por completo a los designios de la

parca y como unificando fuerzas de una desconocida procedencia, comienza a

levantar su débil cuerpo, y finalmente lo consigue, se pone en pie.

Aquel camello, lo mira directamente a los ojos, y a través de una extraña

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comunicación interna el caminante sabe que esta ante su salvador.

Ambos caminan, en silencio, bajo la injusticia implacable del sol.

Se les ve a lo lejos, parecen seguros de sus pasos perdidos.

A las pocas horas, el caminante divisa a lo lejos un manantial, todo verdor,

arbustos, árboles, palmeras. La sonrisa acude a su rostro y apresura el paso.

Al llegar al oasis, se encuentra con un esplendido manantial de agua clara. El

camello le dice:

- ¡Bebe!, bebe y estarás salvado, caminante. –

El hombre sediento se lanza en busca del agua limpia que tiene a sus pies, y

bebe, sacia su sed durante largos minutos…

Cuando se recupera, y puede ponerse en pie de nuevo, da cuenta de que el

camello no esta junto a el, ha desaparecido, lo busca y solo logra divisarlo a lo lejos,

caminando hacía el horizonte.

Por unos instantes su mirada queda perdida tras los pasos de aquel ser, tras

el caminar de aquel camello, completamente incrédulo por lo que acaba de pasar.

- Gracias camello, gracias por salvarme la vida, nunca te olvidaré. –

Santiago Ramírez Cruz

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El hombre más l ibre del mundo

Nunca pensé que mi última hora llegase de esta manera. Aquí tirado en el

suelo en este lugar de la casa que llaman ahora ciber-despensa. Si ciber-despensa

se trata de una habitación contigua a la cocina donde te llegan todas tus compras

por medio del tele transporte.

Puedes encargar directamente al supermercado, a la ferretería, a la

carnicería, frutería, etc., todas las cosas que necesitas que en un rato las obtienes

en tu casa sin necesidad de traslados y sin tener que cargar con todo. Solo haces el

pedido por el móvil y lo tele-transportan.

Desde que se inventó el tele-transporte la humanidad perdió la última gota

de esperanza según mi manera de ver la vida. Todavía me acuerdo cuando mi

mujer me decía que tenía que adaptarme a los tiempos modernos por que algún

día me haría falta aprender a manejar algún artilugio de esos que hay ahora y

que parecería un viejo carcamal. Pero yo pasaba de todo eso.

Demasiado que aprendí a usar el nuevo modelo de Apple-Phone que me

regaló mi hija, que cuando lo abrí no pude evitar mi cara de sorpresa y le

pregunté:

- ¿Qué es esto hija -

- Papa es el nuevo Icel -

- ¿Cómo? pero si el modelo anterior a este me costó muchísimo aprender a

manejarlo, todavía no lo comprendo a la perfección. -

Cuando mi abuelo me contaba que el vivía sin teléfono móvil, ni

ordenadores ni cosas de esas me daba envidia, ojala hubiera vivido en esa época.

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Bueno... ojala no porque no quiero imaginar lo que tuvo que ser vivir la gran crisis.

Aquella que todavía a día de hoy en el año 2076 a muchos ancianos se le ponen

los pelos de punta nada mas nombrarla y lo peor fue la guerra global que trajo

aquello (la tercera guerra mundial lo llaman los mayores)

No se por que mi abuelo siempre decía que ojala se hubiera acabado mundo

en el 2012 así se hubiera evitado todo ese sufrimiento a nivel mundial.

Bueno el caso es que a pesar de todo, el mundo no se terminó y todo siguió

su curso, si no yo no estaría aquí....aquí tirado en el suelo de esta maldita

habitación ciber-despénsica. Me es imposible llegar al pomo de la puerta para

poder abrirla. Si no fuera por la torpeza que me caracteriza no me habría pasado

esto.

Si le hubiera hecho caso a mi mujer cuando me decía que teníamos que

comprar un asistente del hogar.

Recuerdo que en la radio lo anunciaban así:

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MODELO ANDROIDE ASISTENTE DEL HOGAR, TAN SOLO POR

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SUPERMERCADOS. SOLO HASTA FIN DE MES.

SE LO TELETRANSPORTAMOS GRATIS.

Ahora podría llamarle y me sacaría de esta, pero yo siempre pasé de los

androides, no me inspiraban confianza... ahora, la verdad es que mataría por

tener un robot de esos.

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Bueno el caso es que mandé a mi familia el fin de semana al parque Disney

en Palma de Mallorca, y yo me quedé trabajando en ampliar el garaje.

Entonces por fin me decidí a realizar el pedido de los materiales para la obra

por tele-transporte, claro, en total mas de 500 kilos entre yeso cemento, ladrillos y

otros utensilios.

Pero cuando me avisaron de que el pedido ya estaba listo para ser enviado

de repente ¡¡ZAS!! apareció todo el material encima de mi cuerpo dejándome

tumbado boca abajo.

Que es justo donde ahora me encuentro. Bajo este pesado palé de materiales

de construcción.

Sin saberlo me coloqué justo donde aparecen los pedidos y quedé atrapado

de la manera mas tonta.

Teniendo en cuenta que mi familia no llega hasta dentro de dos días y que

llevo más de una hora con casi todo el cuerpo bajo el dichoso pedido de materiales

supongo que estos serán mis últimos momentos de vida,

o no. Da igual, la verdad es que nunca pensé que llegase mi hora de esta

manera tan cruel es como si me castigasen por ir en contra de la tecnología actual

y los tiempos modernos que me rodean.

Seguramente que todo el mundo dirá “que ese tío vivió sin saber utilizar un

simple tele-transportador”, pero no me importa pues creo que viví siendo el

hombre mas libre del mundo.

Santiago Ramírez Cruz

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El Reloj .

En el escaparate parecía de oro, y realmente era un tesoro. Se anunciaba

como la replica del reloj de bolsillo que había llevado el mismísimo Cristóbal Colon

en su supuesto primer viaje a las indias.

Aquel reloj se mantuvo en el escaparate de la relojería KAPATEL, por al

menos tres años.

Todo aquel que lo veía, preguntaba por su precio, y se interesaba en gran

manera por él, pero, dado su valor histórico, y el importe de venta astronómico,

su salida del comercio sé resistía al paso del tiempo.

Pasaron los años y el relojero, era incapaz de vender aquella pieza. La

misma que se había convertido en esperanza de salvación del negocio, ya que este,

no marchaba del todo bien, dando perdidas, año sí y año también. Solo una

suculenta venta como la de aquel reloj, podría salvar al señor Kapatel, del cierre

seguro de su relojería y de su propia ruina.

Había descubierto que no se trataba del precio, pues ya lo había rebajado

considerablemente en dos ocasiones.

Un buen día, a la hora de cerrar, se acercó al reloj, y le dedico una profunda

mirada de respeto , como si de un viejo y sabio amigo se tratase. Comenzó a

observarlo como si fuera la primera vez que lo veía.. era un reloj bellísimo. Tenía

una cadena de oro macizo de 25 quilates, una esfera ovalada con incrustaciones

minúsculas de zafiro, las manillas eran de plata, así como los números romanos

estaban labrados en bronce. Era toda una joya de la relojería, con una antigüedad

cercana a los cuatrocientos años.

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Kapatel, todos los días, lo cogía del escaparate con exagerado cuidado y lo

limpiaba meticulosamente del polvo. Aquella noche, como colofón final a un día

de baja marea en lo que a ventas se refiere, decidió limpiar de modo general

aquel reloj.

Kapatel, tropezó con una silla que estaba situada en el medio de la

trastienda, cayendo al suelo, y lanzando el reloj al peor de los destinos.

Aquella máquina era muy fuerte, pero eso no evitó que a causa del impacto,

se abriese la tapa trasera de la caja, dividiéndose así el reloj en dos partes.

Al señor Kapatel, el dolor que se había producido en su brazo derecho no le

era de ninguna importancia, pues lo único que le preocupaba, era el estado de su

reloj.

Maldiciendo su mala suerte, recogió por una parte la tapa trasera del su

reliquia, y por otro lado, la maquinaria principal con su esfera y cadena.

Cuando fue a instalar la tapa en su lugar, se percató de una pequeña

inscripción marcada por la parte interior de la misma, decía así:

“Donarme buenamente deberás. Promulgaré el bien y tu fortuna tornará"

El significado de aquellas palabras eran un tanto ambiguo, parecía como sí

aquella leyenda quisiera decir que regalando ese (carísimo) reloj, la buena suerte

recaería sobre aquel que lo regalase.

Kapatel, incrédulo ante aquel dicho, decidió cerrar el reloj, limpiarlo,

comprobar sí tenia algún elemento dañado, y situarlo de nuevo en el escaparate.

Así lo hizo, y aquella noche, sé fue para casa, no escaso de preocupación y con la

mente intranquila.

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Pasaron los meses, y la situación del comercio sé hacía cada vez más

insostenible, hasta él punto de tener que planear la fecha de cierre, si ningún

milagro lo evitaba. El día ya estaba decidido , tan solo quedaban dos semanas

para el desmantelamiento de la relojería.

Por otro lado, los acreedores no cesaban de acosar al señor Kapatel, que no

podía pagarles, y cada día las amenazas se hacían más y más insoportables.

Una tarde, poco después de abrir la tienda, se acercó un elegante señor. Se

interesó de manera especial por el reloj expuesto en el escaparate, replica del que

el ilustre conquistador llevara consigo en su primer viaje a las Américas. Y entonces,

Kapatel, en un directo robo a su moral relojera, lo hizo...

- ¿Cuánto pide usted por este reloj? - Preguntó interesado el cliente.

- Pues.. pues ,... mire , se lo voy a regalar - Dijo Kapatel sin medir del todo

sus palabras.

- ¿Como? ¿No me estará tomando el pelo? Este reloj debe de ser carísimo -

- Si, lo es, pero hoy estoy decidido a regalarlo, llevo con el expuesto más de

seis largos años , y nunca he sido capaz de vendérselo a nadie, así que créame,

quiero que usted se lo quede, y lo tome con un regalo de una persona desesperada.

- Argumentó Kapatel.

Tras unos minutos de conversación, en los que Kapatel y el señor Cripón,

tomaron cierta confianza , el reloj salió glorioso de la joyería, tras haber pasado

mas de seis años entre sus paredes.

Kapatel, quedó desesperado. Ya nada le importaba, iba a cerrar

definitivamente su comercio , y había perdido su mayor tesoro a la venta. Todo le

daba igual... estaba completamente arruinado.

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El señor Cripón, muy contento con su adquisición, no concebía siquiera lo que

le acababa de ocurrir. Lejos de tachar a Kapatel como un relojero ingenuo, sentía

que había formado con el una amistad de bondad indefinible.

Cripón, caminaba por la calle, admirando de soslayo su bello reloj.

Se lo guardó en el bolsillo , y continuó su agradable paseo.

De repente, Cripón pudo ver, como una bella y joven muchacha, era

arrojada por otra persona desde el primer piso de un inmueble situado un poco

mas adelante de donde él estaba.

Sin poder evitarlo, la mujer chocó contra el suelo. En la calle, no había nadie

más, tan solo una persona, la única que realmente podía hacer algo por salvar la

vida de aquella joven.

Cripón con pasos apresurados, se acercó a la muchacha, y la tomó en sus

brazos. Inmediatamente, detuvo un taxi y se dirigieron urgentemente hasta el

hospital más cercano.

Él medico se acercó al señor Cripón y le dijo:

- ¿Es Usted familiar de la joven? -

- No, yo solo pasaba por la calle, y la vi caer desde un primer piso - Dijo

Cripón.

- Pues es usted su ángel guardián. Gracias a su rápida intervención, hemos

podido salvarle la vida. Si hubiesen tardado un poco más en socorrerla no

hubiéramos podido hacer nada por ella.

- Dijo agradecido el Doctor.

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Cripón , estaba contento, había hecho el bien a una persona, se encontraba

orgulloso de sí mismo.

El tiempo había pasado rápido, fue a consultar su reloj para ver que hora

era, y su rostro se descompuso al comprobar que en su bolsillo no estaba. Había

perdido el reloj.

. . .

Darrel había bajado como cada día con su pelota de baloncesto a la cancha

del barrio, cuando observó en el suelo algo muy brillante.

Se trataba de un reloj muy curioso de bolsillo. De oro, era bonito.

A Darrel con sus catorce años, todo le parecía anticuado, pero aquel reloj,

¡por dios! era , como él decía, una ancianidad.

Darrel se guardó el reloj, y continuo hacia la pista, para disputar un partido

de baloncesto con sus amigos de siempre. Ninguno de ellos se había presentado a

la cita aún, así que decidió echarse unas canastas el solo.

Cuando mejor se lo estaba pasando, se percató de la presencia cercana, en

unos soportales de un edificio abandonado, de la banda de los "Charters”, eran

unos gamberros del barrio vecino , que de vez en cuando se dejaban caer por allí,

para increparles a el y a sus amigos, o a quien de menor edad o de mayor

debilidad se les pusiera por delante.

Pero esta vez, no iban contra él. En los soportales se encontraban durmiendo

entre cartones, dos pobres mendigos.

Los Charters esta vez, la tomaron con ellos. Les dirigían insultos y calumnias

de toda índole y procedencia.

La situación se les fue de las manos, cuando empezaron a prender fuego a

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todos los papeles y cartones que vagabundos tenían a su vera. Los Charters salieron

corriendo del lugar, al tiempo que el fuego empezaba a mostrarse realmente

amenazante.

Los vagabundos pedían auxilio. Darrel, sin pensarlo ni un instante, soltó su

pelota de baloncesto y en una rápida carrera se acercó hasta los bajos del edificio,

y comenzó a echar arena al fuego, pero este, ya estaba muy desarrollado, y no

había manera de apagarlo.

Así pues, Darrel , con la replica del mismísimo reloj que portaba Cristóbal

Colon el día en que pisó por primera vez las Américas, sin pensarlo ni tan

siquiera una vez , se lanzó a las llamas , envuelto por su chaqueta, y sacó de

una muerte segura a los dos pobres indigentes.

A Darrel, se le quemó el pelo, pero estaba contento, había salvado la vida a

dos personas,estaba satisfecho de sí mismo y de su desconocido valor heroico.

Cuando llegaron sus amigos, le llevaron directamente a casa, para que su

madre le curase las heridas producidas por las llamas.

- ¡He!, mirad lo que me encontré hace un rato -Dijo Darrel introduciendo la

mano en su bolsillo.

- Vamos Darrel , ¡no te entretengas!, tu madre tiene que curar esas heridas,

no tienen buena pinta compañero.- Dijo su mejor amigo.

- ¡No esta!, pero. Era un viejo reloj de bolsillo, ¡lo he perdido!... -

El barrio se había hecho famoso, así como Darrel, el héroe del pequeño barrio

de Helsem.

Llegó hasta tal punto su fama, que la reina y su séquito, quisieron visitar en

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persona, el lugar de los hechos, así como hablar con el héroe que había

protagonizado la salvación.

Darrel, junto a la Reina, explicaba ante las cámaras en el lugar donde

aconteció la salvación de los mendigos, como había llevado a cabo el salvamento,

y como sin pensarlo se introdujo entre las llamas salvando a dos personas la vida.

. . .

Kapatel, lloraba en el mostrador, mañana seria el peor día de su vida,

mañana debería irremediablemente cerrar su relojería.

El mismo comercio que había heredado de su padre,y el mismo que su padre

heredó del suyo.

Estaba defraudado, no había sabido llevar a buen puerto el comercio de

tradición familiar.

Sus deudas le agobiaban, y cada día el negocio daba un mayor numero de

perdidas. Así que ya era del todo inevitable.

La puerta se abrió, ante la mirada expectante de Kapatel. Por ella entró un

señor muy elegante , vestido con traje azul marino, y tocado con un sombrero

especial, un sombrero que le daba un aire distinto, un aire misterioso...

- Buenos días - Dijo el señor.

- Bueno días tenga Usted. - Respondió Kapatel ceremonioso

Kapatel, aun sabiendo que al día siguiente todo habría acabado, no perdía

la compostura, nunca había tratado desagradablemente a ningún cliente. Siempre

había sido sumamente amables con ellos.

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- Primeramente quiero presentarme. Me llamo Danres Dell, y soy el consejero

y asesor personal de la Reina - Dijo el caballero.

- Encantado, yo soy Kapatel, el propietario de este comercio

- Contesto el relojero visiblemente entusiasmado por tan noble visita.

- Verá Usted. Me ha encargado la Reina, nuestra querida Majestad, que

encuentre un relojero de la ciudad, para que sea la relojería oficial del Reino, es

decir. Que todos los relojes que vistan a toda la familia real, los suministré usted ,

que todos los relojes que lleven tanto los guardaespaldas, asesores, sirvientes, y

demás trabajadores del reino, los suministre usted, así como en el resto de palacios,

y edificios reales de la corte. - Dijo Danres.

- Bueno... es que... ¡claro! , ¡claro que si! , estaré encantado, encantado y

orgulloso de servir a nuestra reina y de ser su relojero oficial. - Contesto Capitel casi

llorando de alegría.

- Bien, pues queda usted seleccionado como Relojero Oficial del Reino, y para

comenzar nuestra relación, la cual deberá de ser bajo contrato firmado de por

vida, tiene usted que presentarse en Palacio el próximo Lunes, con su catalogo de

relojes, sean de bolsillo, muñeca o pared. ¿Esta usted de acuerdo señor Kapatel? -

Dijo el asesor real.

- Por supuesto, claro que si, el Lunes a primera hora de la mañana estaré allí

en palacio, con él catalogo de mis mejores productos, no se preocupe, no le

defraudare- Kapatel se salía de su cuerpo de tanta alegría contenida y que aun

no podía liberar como él quisiera.

- Esta bien, no se hable mas, se me hace tarde - Dijo Danres al tiempo que

sacó del bolsillo su reloj para consultar la hora, el mismo reloj, la replica del mismo

reloj que el señor Colon había consultado minutos después de pisar por primera vez

lo que él creía que eran las Indias, el mismo reloj que el asesor y consejero de la

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Reina había hallado en el suelo de unos soportales abandonados, donde un crío

había salvado la vida a dos mendigos.

Kapatel, no pudo evitar ver el reloj, aquella maravilla, no sabia como, pero

había llegado a las manos de aquel asesor, el mismo que había evitado el cierre

de su comercio.

Ahora tenía un contrato de por vida, y con la mismísima reina. No le cabía

la menor duda... y recordó entonces la frase que ponía en el interior de la tapa de

aquel reloj de bolsillo...

“Donarme buenamente deberás. Promulgare el bien y tu fortuna tornara..."

Santiago Ramírez Cruz

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Hoy no navegaré

Al despertar, se sintió como si estuviera flotando.

De repente, abrió los ojos, y se contempló solo en aquel inmenso océano, no

sabia como había llegado hasta allí. Se incorporó y pudo admitir que las

dimensiones del bote en el que se encontraba eran muy escasas. Carecía de remos.

La pequeña embarcación era a penas un cascarón viejo y destartalado que en

otros tiempos quizás sirvió para trasladar a dos pescadores a unos centenares de

metros de la playa...

Ahora allí estaba el, solo, en medio de un océano y sin nadie mas por testigo

que aquel inclemente sol postrado como un foco en el ecuador del firmamento.

No podía recordar con claridad quien era, no recordaba su nombre. Su ropa

estaba rota, sus pantalones rasgados y su camisa que debió de ser blanca, ahora

estaba teñida de diversos colores grasientos y sucios, pero... No podía recordar por

que estaba allí, en medio del océano, en ese inmenso mar, abrasado por ese sol

castigador.

De repente un papel, en uno de sus bolsillos, metió la mano, desdoblo aquel

pliego amarillento y húmedo, y por un momento se alegró de saber leer, por lo

menos eso no lo había olvidado su confundida mente.

“Eres el ultimo, eres el único superviviente, todos hemos muerto”

¿Que significaba aquello? , ¿Qué quería decir aquella frase?... Ese sol.

Entonces, aparecieron las hermanas sed y hambre.

Ese maldito bote de madera, su color verde envejecido, sin remos siquiera,

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como podía haber sucedido. En el papel ponía que el era el ultimo, el

superviviente, pero ¿de que? , de un barco hundido, de una civilización

desaparecida quizás, ¿de que diantre el era superviviente? , no lo podía entender...

Aquel sol cegador, tenia que ocultarse de el.

- ¡Tengo sed! – Se atrevió a gritarle al basto océano rebosante de agua

salada...

Pasaron dos días, dos días en los que su vida se escurría, dos días en los que

no probó mas que agua marina, la cual le fue destrozando la garganta y no podía

hablar, su vida se secaba, y su estomago afónico de tanto protestar le sacudió con

un fuerte dolor... y el final se delataba con color de agonía irreversible.

Y su vida se escapó, sus ojos se cerraron y todo terminó.

Fue el sonido del teléfono el que le despertó de aquella pesadilla, el

sobresalto y la angustia no tenían cabida en su ser.

- !Diga!

- Hola, soy yo, ¿te pasa algo? , habíamos quedado para pescar, venga, ya

tengo el bote listo, trae la caña nueva.

- ¡NO!, hoy no navegare, no navegaré.

Santiago Ramírez Cruz

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La lámpara y el anciano.

Esa estancia de casi penumbra perpetua, cada día se hacía más y más

pequeña, más y más espesa. El, allí, solo y entumecido, desde lo mas profundo de

su sillón, sollozaba.

Abrumado por los recuerdos, al ocaso de la vida, alumbrado por la tenue luz

de aquella lámpara amarillenta y anciana que colgada del techo, colgada del

tiempo, era testigo silencioso de toda una vida.

Desde lo mas profundo de su sillón, el la observaba, y sabia que era mas que

un objeto inerte y sin vida, no era simplemente una lámpara vieja y olvidada, ella

era y fue su “luz”.

Hacia casi setenta y cuatro años que su padre la colgó allí mismo. Junto a

ella, el y su familia habían vivido alegres navidades, cumpleaños, nacimientos,

casamientos, llantos, penas, fallecimientos. Todo ello sin saber que al final de la

vida, al cabo de su existencia, quedarían solos los dos, solos en aquella tenue

habitación.

Ahora las miradas se cruzaban, la enfermedad, los años, la tristeza no podían

ser soportados por mas tiempo.

Y la luz se apagó, la lámpara y el anciano se fundieron en la triste

oscuridad... por siempre.

Santiago Ramírez Cruz

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No quiero ver

La terrible noticia llegó del mismo medico que asistió el parto:

- Lo siento, pero su hijo ha nacido ciego -

Era terrible, no podría ver jamás, no tendría una cura y se vería sometido a

una vida de cuidados constantes y atenciones perpetuas.

Los años pasaron como gotas de agua en una tormenta fugaz, y como el

trueno inesperado precedido del rayo, llegó la noticia...

- La ceguera tiene cura, se ha descubierto el trasplante de ojos -

Que bien, el ya tenia una esperanza que iluminase su perpetua penumbra,

pronto podría alcanzar lo que la mayoría de los mortales tenia como algo

rutinario, al disfrute de la vista, poder

contemplar todas las cosas bellas de la vida, los árboles , la naturaleza, los

animales , los colores, el cielo, la luz, ¡a sus padres! ... Era maravilloso, un nuevo

mundo crecía ante el.

El era joven, más decir su edad no tiene importancia... El caso es que en poco

tiempo, se sometió a la operación.

El terrible y magnifico momento llegó, delante de sus ojos, tenía puesto y casi

insertado en el rostro, una especie de mascara protectora, que aseguraba al joven

los últimos minutos de oscuridad... ¿Pero que pasó por su mente en ese momento?

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Tengo miedo. Delante de mis ojos solo he contemplado oscuridad. Pero esa

oscuridad es intima amiga mía, pues detrás de ella se que se esconde un nuevo

mundo. Me hablaron de los colores, no se lo que es, creo que se trata de una

apreciación distinta de tonos de luz, pues se que la penumbra se convierte en

noche cuando falta la iluminación.

Siento temor. Si lo que veo no me gusta, no podré elegir, a no ser que

mantenga mis ojos cerrados, claro, si, eso voy a hacer, si lo que me encuentro no me

llena y quiero volver a mi universo, cerraré los ojos y me internaré en lo que

siempre he conocido, la oscuridad. Pero no puedo hacer eso, pues defraudaría a

mis padres .Con lo que han sufrido ellos conmigo , y ahora, que están más

ilusionados que yo.

- Ha llegado el momento. ¿Estas preparado?

¡NO!, por dios, quiero que mi luz oscura perdure un poco mas , ahora si que

tengo miedo. Creo que no ver nada es una virtud , pues la mente es la que trabaja

todo lo demás, la imaginación hace el resto, veo cosas, pero dentro de mi mente, y

las imagino como yo quiero, tengo mi propio mundo, el mismo que voy a despedir

cuando el doctor me retire la mascara de los ojos... ¿quiero ver?

- Espere doctor... Espere unos segundos, por favor, todavía no.

Me duele... Algo que nunca me había sucedido, me duelen los ojos.

Mis padres me cuentan como son las cosas, como es mi casa, mi habitación, la

cama donde cada noche duermo, en la que todas las noches sueño. Y me las

imagino, ilusiono que mi casa es una mansión gigantesca, grandísima... Aunque yo

nunca he visto una mansión, por eso la mía es la mas original, por que como yo la

he imaginado, seguro que no existe otra igual en este mundo. Mi mansión tiene

torres de chocolate, y flota encima de una nube blanca y maravillosa.

Mi habitación tiene las paredes, techo y suelo transparentes, donde puedo

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ver a través de ellos las nubes a mí alrededor, los pájaros volando, y paz mucha

tranquilidad.

En mi mundo mis padres son muy hermosos, me los imagino con el rostro

bondadoso y bello, y expresión de calidez constante...

- Tenemos que empezar ya, o se va a pasar el efecto del sedante -

Mi mundo se termina, he imaginado tantas cosas maravillosas. Por ejemplo,

ahora creo que estoy en una sala de mármol blanco, donde hay varias personas

vestidas con túnicas de color plateado, aunque yo no se cual es color plata, pues

nunca lo he visto, por eso digo que es mi color plata, el mismo que yo imagino,

pues es único, es mi mundo... Solo existe dentro de mi ahora va a desaparecer

para siempre.

Mi mano sujeta fuertemente la de mi madre, mientras los doctores ataviados

de sus túnicas color plata, y con expresión bondadosa y alentadora, tocan mi

frente, de la cual desprenden uno de los soportes de la mascara.

Mi pensamiento va ahora hacia una chica, mi amiga, mi vecina. Ella vive en

otra mansión que está junto a mi nube... Su casa a diferencia de la mía solo tiene

una torre y desde lo alto se encuentra su ventana de nata blanca. Todas las noches

hablamos desde la altura en nuestras respectivas torres, y hacemos noche de nata y

chocolate. Ella es preciosa, alta, delicada, consciente de su belleza, atrevida a

veces, efusiva otras. Anoche me dijo hasta mañana como si me dijera hasta nunca

y hasta siempre a la vez, pues sabía que pronto podría ver su imagen, y sentí

como si sospechase que en mi mundo ella era distinta a la realidad.

Mi madre apretaba mi mano cada vez mas fuerte... Las enfermeras vestían

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también túnica, pero era de color dorado, ya que su categoría era inferior a la del

doctor. Me hablaban dulcemente mientras desprendían la mascara de un de los

lados de la cara... Sentí un leve pinchazo.

Mi padre, es inteligente y maravilloso, a el le imagino como un hombre

grande, bonachón de rostro constantemente sonriente. Trabaja en una fabrica

situada a las afueras de mi cielo. Está plantada sobre una gran nube en forma de

dragón... Allí fabrican algo que sirve para respirar, siempre he visto su factoría con

forma de tarta de vainilla, sabrosa pero seria a la vez como la canela, siempre

en su punto.

La enfermera me desengancha el ultimo soporte de mi cara, y el momento

definitivo parece que ha llegado... Me despido solemnemente y en silencio de mi

mundo, de la nave de color hierva de mi coche, que con sus cuatro ruedas

voladoras nos ha llevado en numerosas ocasiones a múltiples lugares de mi mundo,

esa nave acristalada por los cuatro costados y con tecnología punta y moderna...

Que solo existe en mi mundo y que a punto está de desaparecer.

Sigo viendo oscuridad mientras la mascara me es retirada... después en la

habitación se produce un sonoro y molesto silencio. Creo estar solo, pero podía

notar las miradas de varias personas...

- Bueno... ¿que sientes? , que es lo que puedes ver... -

La voz del doctor sonaba quebrada, como si fuera consciente de que un

terrible fracaso pesaría en su currículum de por vida.

- Bien , normal ... veo lo que siempre he visto... mi mundo.

Al parecer, nada había cambiado, todo era como yo lo había imaginado, la

habitación de mármol blanco, el doctor elegante con su túnica de color plateado, y

las obedientes enfermeras con sus túnicas doradas por su categoría inferior, pero no

menos valoradas por mi. Y mi madre, que me soltó la mano para romper en

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llanto... Lloraba desconsoladamente, parecía muy triste, pero imagino que su

llanto se debía a la alegría del resultado de mi operación.

- Lo siento señora, estas operaciones aun están en fase de prueba. Como

hablábamos al inicio, mi equipo no puede garantizarle el éxito. Deben esperar a

que la ciencia avance un poco más, ya verá como dentro de unos años su hijo

podrá ver perfectamente.

Sigo en mi mundo, en mi nube, disfrutando de mi habitación acristalada, de

mis charlas nocturnas con mi chica amiga y vecina de la torre de nata... Por que mi

mundo es único y perfecto... Y no lo quiero cambiar por nada...

Santiago Ramírez Cruz

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TICO, el payaso

Tico era un payaso inteligente y muy divertido. El circo lo tenía considerado

como uno de sus principales actores.

Pero Tico era muy tímido. Cuando estaba en el camerino maquillándose

para salir a escena, se ponía siempre muy nervioso.

Solo había una cosa que podía quitarle los nervios y la timidez: La risa de los

niños...

Es por eso que siempre hacía múltiples aspavientos y chistes, para que los

más pequeños se riesen, y a medida que las risas crecían y crecían, TICO, se volvía

menos y menos Tímido, y se convertía en un gran payaso.

El presentador dice: “Y ahora con todos Ustedes: El mejor, él más grande, el

payaso de todos los payasos... ¡TICO! "

Se abre la cortina color turquesa y aparece TICO, vestido con traje rojo,

zapatos muy grandes con la punta levantada y de muchos colores. En la nariz una

bola roja con un movimiento muy gracioso.

Él público se pone en pie y aplaude. TICO se queda en mitad de la pista con

aspecto serio mirando fijamente a un sector donde solo había niños. Pasados unos

segundos los niños rompen a reír, ríen y ríen.

Entonces TICO, al son de la música de la banda, cae al suelo de espaldas y se

vuelve a levantar en un salto elástico, los niños ríen, ríen y cada vez ríen más.

TICO, a medida que pasan los minutos tiene menos vergüenza, y su cara,

poco a poco va perdiendo el color rojo que tenía, sus manos también cada vez son

mas blancas.

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Y es que a TICO, también le conocen como el único payaso del mundo que

cambia de color, pues a medida que va perdiendo su timidez, se vuelve más

blanco.

TICO, estaba casi terminando su función, y había hecho reír hasta decir basta

tanto a pequeños como a los mayores, y entonces tenía preparado su número

final.

Su piel blanca, sus manos blancas... había perdido la vergüenza y se había

convertido en el maestro de los payasos valerosos.

Fue entonces cuando TICO, se quitó su ropa de color rojo, sus zapatos y su

nariz, dejando así al descubierto el traje que llevaba debajo. Era un traje especial

que tienen los payasos para las ocasiones de gala.

Armado de valor, se sube a la cuerda floja, con una barra en los brazos. Él

publico en silencio y TICO, al son del redoble de tambores, camina muy seguro de sí

mismo desde una punta a otra de la cuerda, llegando a su destino con aire

victorioso.

Él público se pone en pie. Niños y mayores, aplauden emocionados la

actuación del payaso de todos los payasos, ¡TICO! , El que hacia reír, hacia llorar y

temblar de emoción.

Santiago Ramírez Cruz

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El vaso de agua.

Aquella noche, Carlitos, sin darse cuenta, se quedó observando el telediario

de las nueve.

Sus padres estaban sumergidos en una conversación muy importante, y no

se dieron cuenta de que su hijo, estaba observando con demasiado detenimiento el

informativo.

Lo que realmente llamó la atención de Carlitos, fue una terrible noticia.

A sus cinco años, Carlos descubrió que había un lugar que se llamaba África,

en el cual vivían niños que pasaban mucha, mucha sed.

En la televisión se les podía ver llorar insistentemente, por que no tenían un

grifo por el que tomar el sustento de la vida.

En los mejores casos, sus madres, les ofrecían un cubo lleno de agua de un

color bastante turbio.

Aquello marcó terriblemente a Carlitos, pues no sabía que pudieran existir

aquellos lugares tan secos y con aquella escasez de agua.

- ¡CARLITOS! venga, a dormir, que es ya muy tarde - Ordenó su madre

Y Carlos muy obediente, acudió apresurado a descansar, pues al día

siguiente le esperaba una dura jornada en el colegio.

Era ya muy de madrugada, cuando tuvo una gran pesadilla, en la cual

creía ser un pobre niño del continente Africano, y que pasaba mucha, mucha sed.

Se despertó súbitamente, con la boca muy seca, y entonces no pudo reprimir

su llamada...

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-¡Mama, mama! quiero agua - Gritaba insistente Carlitos.

-¡Ya voy hijo! , ya voy - Contestó su mama

Su madre apresurada, apareció en la habitación con un gran vaso de agua

pura y cristalina.

- Toma Carlitos, bebe, pero ten cuidado y no te atragantes - Dijo su madre

antes de salir de la habitación.

Carlitos miraba pensativo el gran vaso de agua. Y se encontró con un gran

dilema.

¿Como podía beber ese gran vaso de agua, mientras al otro lado del mundo

había niños como él, que ni tan siquiera podían imaginar, agua tan clara y

refrescante?

No quería beber de ese vaso, pues se sentiría mal. En su interior, deseaba que

todos aquellos niños, pudiesen disfrutar aunque solo fuese de la presencia de aquel

liquido.

Así pues, Carlitos se prometió a sí mismo que no tocaría el vaso, ya que con la

fuerza de su pensamiento, haría realidad el deseo de que un niño Africano,

pudiese beber y saciar su sed cuanto quisiera.

Carlos, no tocó el vaso, y durmió plácidamente toda la noche.

La sorpresa le sobrevino, cuando despertó, y comprobó, que el nivelde agua

del vaso, había bajado.

¡Ocurrió! No sabia como y de que manera, pero ocurrió. Había pensado

intensamente en uno de aquellos niños, y por la noche, sin que él se diera cuenta,

vino hasta su habitación, y bebió de su vaso...

Carlitos maravillado, y muy contento, vio que su gran deseo había dado sus

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frutos.

Y ya lo tenia todo planeado, no habría niño en África que volviese a pasar

sed. Así pues, todos los vasos de agua que le pidiera a su madre, serían para paliar

la sed Africana.

Entonces, durante muchos días, y muchas noches, Carlitos, pedía a su madre

vasos de agua, y él pensaba intensamente en sus amiguitos de color.

Al mismo tiempo, y dada la buena voluntad de Carlos, el no probaba ni un

sorbo de la tan necesaria agua. Estaba tan obsesionado en acabar para siempre

con la sed entre aquellos niños, que había descuidado la suya propia.

Carlos, al cabo de cinco días, cayó enfermo. Sufría mareos, y le subió la

fiebre.

Su mamá muy preocupada por los síntomas, y sin saber que hacer, llamó al

medico urgentemente, el cual llegó en un abrir y cerrar de ojos.

El doctor le diagnostico una grave deshidratación, por falta de agua.

Entonces Carlitos, acabo confesando:

- Es que, no he bebido agua desde hace muchos días. Por que la reservo para

los niños africanos -

- ¡Pero por dios Carlos! , ¿de que niños africanos hablas? - Dijo su madre.

- Si, de los que vi en la televisión, que pasaban mucha sed, y por las noches,

yo pienso mucho en ellos y vienen a beber de mis vasos de agua. Es que no quiero

que pasen sed, me da mucha pena. -

- Pero Carlos, ¿no te das cuenta de que eso es imposible, no pueden venir

desde África a beber de tus vasos? -

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- Si, pues cuando me levanto por la mañana, los vasos aparecen con menos

agua, y es que yo pienso mucho en mis amigos. Por las noches me visitan, y así sé

que no pasan sed - Dijo Carlos entre sollozos.

- Carlos, hijo, mira, te voy a decir lo que ocurre. Como ahora estamos en

verano, y hace mucho calor, el agua se evapora, y parece que alguien ha bebido ,

pero es tan solo eso, no hay ningún niño que beba de tus vaso, es solo la

evaporación del agua ¿entiendes? - Explicó su madre.

Carlos era tan bueno, que había preferido dejar de beber agua, para que

unos amigos tan imaginarios como reales aunque en la distancia, pudiesen

disfrutar de las comodidades que hoy en día, en nuestro hemisferio

disfrutamos.

Había aprendido también, que aunque lo desease, no podía solucionar los

problemas de otros continentes tan pobres como el africano.

Así que, hizo prometer a sus padres, que de mayor, le acompañarían en un

viaje a África, para llevar agua pura y cristalina a todos los niños que pasaban sed,

para que pudiesen conocer el agua en su color más puro y cristalino.

Santiago Ramírez Cruz

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La araña de siete patas

Sus ojos se abrieron al mundo y lo primero que pudieron ver fue su pequeño

y diminuto ombligo.

“Pero que pequeño es ese punto” -se dijo.

Acto seguido fue descubriendo su cuerpo… “Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis,

siete patitas tengo, me echaré a correr pues.” Dijo la araña que acababa de

nacer… y salió corriendo.

Abandonó el nido con la intención de conocer el mundo que le esperaba,

pero ella nunca había visto aquello antes, se encontraba en un lugar muy grande y

cerrado, había muebles, mesas, camas, sillas, y demás. De repente se encontró con

un ser que le detuvo en su carrera y le dijo: “Alto ahí, ¿adonde te crees que vas?”.

Ese ser era muy raro, tenía un cuerpo pequeño del que salían, una, dos tres,

cuatro cinco, seis, siete y ocho patas.

“Estoy dando una vuelta por aquí, a ver que descubro, es que acabo de

nacer y no conozco nada, ni a nadie… ¿y tu, quien eres?

“Yo soy una araña como tu, aunque creo que tu no eres como yo”

Nuestra amiga la araña recién nacida, se dio cuenta de la diferencia.

“Es verdad, yo tengo siete patas y tu tienes ocho, que suerte tener ocho

patas, puedes correr más que yo”

“Así es, ja ja, tu con siete patas solo, no podrás llegar muy lejos si algún

humano intenta cogerte, no podrás llegar a ninguna parte si alguna de las

personas que habitan esta casa te intenta aplastar, en cambio yo, ja, me presento

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en cualquier parte en un periquete… ¿quieres verlo?

La araña de siete patas, se quedó pensativa…

“Vale, esta bien, me lo creo, no hace falta que me lo demuestres. Mejor

ayúdame a descubrir este nuevo mundo, quiero ver como son las cosas de este

lugar, los muebles, las camas, subir a los techos bien altos…

“Tranquila, tranquila, mira, mejor será que echemos una carrera tu y yo,

para que veas la diferencia de tener ocho patas, creo que hasta te voy a tener que

dejar ventaja, ja ja ja ja.”

Las arañas se dispusieron para hacer una carrera las dos, y ver las mejorías de

tener una pata más y los inconvenientes de ser una pobre araña con siete patas.

Iniciaron la carrera, pero de repente un humano que estaba en la misma

habitación que las arañas, se percató de su presencia y fue directamente a la

captura de las dos.

La araña de ocho patas corría en primera posición.

“Mira como corro, mira como corro, ja ja ja ja, cuidado que te van a pillar ja

ja ja”

El humano, fue directamente a por la araña que más corría, ya que como la

otra era cojita, pensó que podría ir después a por ella, pues sería más fácil de

capturar.

De un golpe de periódico, acabó con la araña veloz, mientras que nuestra

amiga, la araña de siete patas, aprovechó que se había quedado rezagada, para

esconderse, meterse por un agujero y ponerse a salvo de aquel terrible humano

que había terminado con la vida de su amiga.

“Vaya, tener siete patas y ser mas lenta me ha salvado la vida… no está mal”

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Se dijo la arañita mientras se refugiaba en un lugar donde vivían muchas

arañas igual que ella, muchas arañas que solo tenían siete patas y permanecían

ocultas por miedo a que los humanos acabaran con ellas, y por eso vivían más y

eran felices en aquel sitio secreto y oculto a las personas.

Santiago Ramírez Cruz

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La bondad perdida.

Camino por la calle, y me encuentro muchos escaparates de diversos

comercios. Exponen al resto del mundo lo que ofrecen, lo que se vende. Y algunas

cosas que no se pueden comprar.

Me detengo en una tienda de animales. Se llama "Jaula”, curioso nombre

para una tienda de mascotas. "Jaula" se hace llamar. Sin pensarlo y atraído por

algo que no sé explicar, me dirijo hacia su interior.

Al cruzar la puerta de cristal, casi me doy de bruces con la "jaula" de un

enorme papagayo. El animalito, duerme y espera que alguien "con posibilidades

económicas" se fije en el y le libre de aquel lugar.

Me quedé mirando fijamente al papagayo, pero aquel, (ignorante de mi

presencia), continuó su dulce e imperturbable sueño durante quien sabe cuanto

tiempo más.

Proseguí mi andadura por aquella tienda, y me encontré todo tipo de

animalitos "enjaulados", y algunos de colorines en peceras. Pájaros, perritos,

también tenían aquellos graciosos hámster de color blanco y marrón. Había

algunos conejos con sus naricillas inquietas.

Resultaba gracioso el ver todos aquellos animales encerrados en sus "jaulas",

sin una mínima señal de necesitar la libertad. Desprendían bondad. Desconocían

sin duda lo que significaba estar fuera de aquel lugar. Habían nacido entre rejas y

no sabían de otra vida.

Y entonces descubrí aquella preciosidad... Una pequeña ardilla roja. Me

miraba fijamente, como sí intentara en vano comunicarse conmigo. Su mirada,

era... Parecía intencionada. Verdadera expresión y sentimiento absoluto.

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Yo no tenía intención alguna de adquirir ningún animal. En primer

momento, por que no me gustan las mascotas, y no tengo tiempo para dedicarles.

Pero en aquel instante, cambió por completo todos mis conceptos hacia los

animalitos de compañía.

Me acerqué a la dependienta, y le pregunté por el precio de aquella ardilla.

Al principio quede asustado. Su precio era carísimo, no podía pagarlo. Si es cierto

que aquel animalito me había enamorado y en contra de mis principios, deseaba

adquirirlo con todas mis fuerzas.

Así pues llegué a un acuerdo con la encargada, le abonaría en dos partes el

importe correspondiente a la ardilla. Liquidé el 50 % del importe total en ese

momento y me comprometí en volver la semana siguiente a pagar el cincuenta

restante, y así de paso contarle como me había ido con mi nueva mascota.

Me había regalado una jaula en la que llevaba a Silva que es el nombre que

le había puesto a mi nueva amiga.

Y muy contento, salí del establecimiento con dirección a mi casa.

Una vez que llegue a ella, situé a Silva en el salón, encima de la mesa

principal. Para que comiese algo le puse unos frutos secos y un poco de agua, tal y

como me dijo la dependienta de la tienda.

Pero Silva, no comía. Quizás incluso, parecía un poco triste. Sus pequeños

ojos negros, desprendían un sentimiento de nostalgia, soledad y sobre todo

bondad.

La miraba fijamente. Yo sabía que a Silva le pasaba algo.

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Pasaron dos días, y me empecé a preocupar, ya que mi pequeña ardilla, solo

había probado en dos ocasiones un poco de agua. Sin tocar alimento.

No sabía que hacer. Le puse otro tipo de comida, por si no le gustaban los

frutos secos. Pero nada, no había forma de que Silva probara bocado.

Me fui a la tienda donde adquirí a mi amiga, y le comenté el caso a la

dependienta. Esta me ofreció unas vitaminas especiales, con olores peculiares que a

buen seguro le harían comer. Le insistí en que me daba miedo perder a mi ardilla,

pues parecía muy triste y alicaída.

Volví a casa con la esperanza de que Silva pudiese probar la comida con

aquel nuevo truco. Y efectivamente al echarle las vitaminas junto con los frutos

secos, empezó a devorarlos con muchas ganas.

Menos mal, mi problema estaba resuelto, mi ardillita comía perfectamente.

Además estaba muy contento con ella, pues era muy buena, no hacia ruido y

parecía feliz con su nuevo dueño.

Llegó el día en que tenía que hacer el segundo y ultimo pago

correspondiente a mi mascota.

Me acerqué a la tienda de animales, y les estuve hablando de Silva. Les

comente lo buena que era, lo bien que se portaba.

A contrariedad mía, la encargada me informó extrañada, de que habían

vendido otros dos ejemplares en menos de un mes, y que los clientes estaban muy

descontentos, ya que sus ardillas habían resultado ser muy violentas e inquietas, no

paraban de moverse y hacer ruido, al contrario de la mía.

Aunque aquello me extrañó, yo sabía que Silva era especial. No sé, lo

adivinaba en sus ojos, era una ardilla singular.

Mi problema volvió a la carga. Mi ardilla, se negaba a comer. Con o sin

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vitaminas. Al igual que la anterior vez, lo intente con diversos alimentos, y no lo

conseguí. Pregunté en la tienda y por más remedios que me dieron, no obtuve

ningún resultado.

Silva de vez en cuando me miraba de forma muy sentida. Especialmente por

la mañana, cuando despuntaba el día, mi amiga se quedaba mirándome

fijamente como queriendo decir algo, pero triste por su imposibilidad de hacerse

entender. Al menos eso pensaba yo.

Ya era el cuarto día que mi animal pasaba sin comer. Y al volver del trabajo,

se me ocurrió detenerme en un bosque cercano, donde había muchas piñas caídas

en el suelo al pie de los grandes pinos que poblaban aquel bosque.

Cogí varias piñas secas, y las guardé para llevárselas a mi ardilla.

Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue ofrecérselas, y su reacción fue

del todo inesperada por mí. Se volvió loca de contenta, empezó a saltar con una

vitalidad desconocida e impropia de un animal que llevaba cuatro días sin comer.

Sus ojos tornaron alegres y distintos para mí.

Silva, parecía darme las gracias, me miraba y movía sus patitas de una

forma muy expresiva, y lo más increíble, es que creía entender lo que me decía.

Aquello, lo medité toda la noche. Finalmente, tomé la decisión...

A la mañana siguiente, cogí la jaula, con mi mascota dentro, y me fui al

bosque donde había cogido las piñas.

El olor a primavera y a mañana nueva, daba una vitalidad que hacia

mucho que no experimentaba, sentía lo que mi amiga ardilla quería decirme.

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Entendía la libertad que Silva necesitaba, comprendía lo que mi compañera me

solicitaba. Estaba claro, debía hacerlo…

Me interné en el bosque y puse la jaula en el suelo con su puerta abierta. La

ardilla no se decidía a salir .Alzó la mirada hacia mí, como para pedirme mi

consentimiento. Asentí con mi cabeza y con mi mano la invite a salir hacia la

libertad.

Al principio, parecía temer, pero después salió lentamente de su "hogar”.

Daba pequeños pasos veloces y cada vez se alejaba más y más.

Sin esperarlo de mí, los ojos se me llenaron de lágrimas, quizás de pena, o a lo

mejor de alegría, por haber dado a un ser la libertad de vivir en su hábitat.

Me fui cabizbajo, habiendo perdido de vista para siempre a mi querida

amiga la ardilla.

Pasaban los días, y no podía dejar de pensar en ella. ¿Como me había

podido obsesionar de aquella manera con un animal?. Pero, si a mí nunca me

habían gustado las mascotas.

Pero la verdad es que me había obsesionado. No dejaba de pensar en ella.

Por una parte me arrepentía de haber liberado a la ardilla. Sin embargo, otra

parte de mi ser, me indicaba que había hecho lo correcto.

Un buen día, me acerqué de nuevo a la tienda de mascotas. Iba con la

intención de comprar otra ardilla que pudiera suplantar la compañía de mi

antigua Silva.

Mi sorpresa fue mayúscula, al comprobar que el precio de las ardillas, se

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había duplicado. Pregunté a la dependienta si tenía alguna de ellas en venta, y

me indicó que solo le quedaba una.

Me advirtió que la que le quedaba, había sido devuelta por su antiguo

dueño por que al parecer, era un poco revoltosa.

Dada la confianza que había adquirido con la encargada de la tienda, esta

me recomendó que no la comprase, y que esperara mas adelante a que vinieran

nuevos ejemplares, ya que aquella ardilla disponible, no era muy buena.

Resignado y triste salí del comercio, pensando en mi querida ardilla, en los

momentos tan felices que pasé con ella...

El domingo siguiente, se me ocurrió una idea...

Fui al bosque donde deje a Silva, con la esperanza oculta de verla subida en

algún árbol, o rondando algún matorral.

Aproveché, para pasar un día en el campo. Llevé conmigo comida, bebida, y

una manta para tumbarme.

Por la mañana estuve dando un paseo por el bosque con mi esperanza

inquieta, sin obtener resultados. Preparé mi comida, y después de haber recargado

vitaminas, me eche en mí manta, al abrigo de la tranquilidad infinita del bosque.

Habría pasado al menos una hora aproximadamente, cuando un ruido

familiar me despertó.

Al abrir los ojos, pude observar como un animalito, esta comiendo de la bolsa

de frutos secos que había llevado para Silva... pero mi sorpresa se torno en alegría,

cuando comprobé que era ella... Era mi querida amiga, ¡Silva!. Que alegría.

Estaba allí. Seguramente me había estado observando desde que llegué al

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bosque.

Habían pasado al menos dos semanas desde que la liberé en aquel paraje, y

todavía me recordaba.

Quede paralizado por la emoción.

Sin duda aquella ardilla poseía un don... tenia el don de la bondad, aquello

de lo que no me hablaron en la tienda de ella. Eso por lo que no podía pagar

nada, por que no estaba su precio estipulado, ni siquiera a la venta.

Me había ganado su confianza, conseguí que me conociera, logré que se

acordara de mí y obtuve algo que no se podía comprar... su bondad.

Cada domingo, visito aquel bosque, y paso toda la tarde con Silva... nos

miramos, nos entendemos y disfrutamos de nuestra compañía en libertad.

Santiago Ramírez Cruz

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La cuna de la luna.

Acampados en el bosque, el carpintero y su mujer que se encontraba

embarazada y a punto de dar a luz, apagaban los últimos rescoldos de aquella

hoguera que les había calentado durante la noche.

Lo que el carpintero desconocía es que el fuego no había sido sofocado del

todo, y el viento, juguetón, llevó hasta los pastos cercanos algún resquicio

encendido de aquella hoguera salvadora nocturna, que criminal se había vuelto

de día, para terminar con aquel lugar para siempre...

. . .

La luna estaba sola, la luna estaba triste, ni siquiera su sombra le hablaba.

Mientras un árbol quemado lloraba.

- ¿Por que lloras alcornoque abrasado? Preguntó la Luna

- No sirvo para nada, ya no daré jamás nuevas y verdes hojas, nunca mi

madera servirá para nada, mi fin esta muy cercano -Respondió el árbol.

El alcornoque era el mas viejo de los que poblaban aquel devastado

bosque , que días antes era el sustento de las llamas , que sin piedad ni freno ,

acabaron en un abrir y cerrar de de ojos , con aquel precioso paraje para siempre.

- No te preocupes alcornoque triste, yo conseguiré un fin productivo para ti,

pues en tu llanto me has pedido.

La luna hablo al alcornoque, que lejos de desterrarle de su llanto, continuó

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con su profunda tristeza por largos días.

. . .

La mujer del carpintero, a punto estaba ya para dar a luz a su nueva hija,

pero se encontraba muy enferma, y como bien sabia su esposo, seria muy probable

que ella no sobreviviera a tal evento.

El carpintero rezaba sin parar a la puerta de su casa. El camino hasta ella

había sido largo y calamitoso. Vagar por los caminos había sido muy perjudicial

para su mujer, que ahora a punto de culminar su embarazo , se encontraba muy

pero que muy enferma.

El carpintero alzó la mirada en la noche, y se topó de frente con la luz de la

luna...

- Por favor Luna llena, te lo suplico , salva a mi mujer y a mi hija , que son lo

que mas quiero en el mundo. Te lo ruego, sálvalas, por favor te lo imploro -

La luna, que aquella noche lucia llena y luminosa queriendo competir con el

sol, escuchó al carpintero, y le habló...

- No sufras carpintero, yo te puedo salvar de tu desgracia, pero siempre has

de pagar un precio, por esto y por lo tu falta de cuidado y respeto con los bosques.

-

El carpintero quedó extrañado, con la respuesta de la luna, pues el

desconocía el origen del incendio. Aceptó de todos modos la concesión de la

luna.

- Haré lo que tu me pidas, lo prometo, pero por favor, sálvalas a ellas, daré

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mi vida si es necesario... -

La luna pensativa, meditó con detalle el contenido de sus concesiones para

el pobre oficial de carpintería.

- Bien, tu vida por el momento no la necesito, pero si preciso que vayas al

bosque quemado, y tales el alcornoque viejo. Con su madera construirás una

cuna, una preciosa cuna de madera, en la cual pondrás a tu hija todas las noches.

Has de prometerme que cada noche la sacaras fuera de tu hogar para que

yo la vea por el tiempo que crea necesario... -

El Carpintero rápidamente emprendió el camino hasta el bosque quemado ,

y con su mejor hacha, taló el alcornoque viejo, cortando suficiente madera para

construir la cuna de su hija, guardando el resto en un lugar apartado del bosque.

La luna habló al alcornoque justo antes de que llegara el carpintero.

- ¡Alcornoque! , ya te he devuelto a la vida, serás hospicio y lecho de una

nueva existencia, tu serás quien albergues a mi protegida... me deberás de por

vida un favor-

- Gracias Bella Luna, haré lo que tu me pidas - Contesto agradecido el árbol.

. . .

El carpintero trabajó duramente toda la noche la madera del alcornoque

quemado, y al despunte del alba ya tenia una cuna construida para su hija.

Pocas horas después de haber finalizado la cunita , el nuevo ser llamó a su

madre para salir al mundo. El parto fue bastante doloroso, pero madre e hija

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sobrevivieron y a las pocas horas estaban sanas y salvas en el hogar.

El carpintero agradecido, salió al exterior de su casa , y con el rostro invadido

por la alegría y las lágrimas miró al cielo ...

- Gracias Luna, Gracias Luna, ¡muchas gracias! –

- De nada carpintero, pero ahora debes cumplir tu parte del trato,

¿recuerdas? Debes presentarme a tu hija, para que yo la ilumine durante el

tiempo que desee... -

El carpintero entró en su casa para salir inmediatamente con la cuna que

portaba a su hija en el interior...

- Mírala Luna, ¿a que es una belleza?, es un milagro lo que has echo por mi,

me siento tan agradecido, ¿que mas puedo hacer por ti? –

- Bien, ya que insistes en tu deuda, no te preocupes, ya la saldarás, y ahora

déjame a solas con tu hija, quiero iluminarla con toda mi intensidad.

El carpintero se retiró a su hogar en espera de que la Luna diese alguna señal

para recoger de nuevo a su hija.

- ¡Alcornoque!, No olvides que me debes un favor... - Dijo la Luna a la cuna

en la que se había convertido el alcornoque.

Mientras tanto el matrimonio agradecido por tan feliz desenlace, hablaron

durante horas de las penitencias sucedidas en los últimos días por los caminos, y

poco a poco desfallecieron en un sueño profundo que les hizo pasar la noche al

olvido de su hija que aún se encontraba en el exterior de la casa.

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Al amanecer el carpintero sobresaltado corrió desde su lecho hasta el exterior

para coger a su hija, pues este la había olvidado por completo.

Al llegar afuera del hogar, la cuna no estaba en el sitio donde la había

dejado la noche anterior... alguien se la había llevado de allí. ¡que desgracia!

Tanto el carpintero como su esposa estuvieron buscando por el bosque a su

hija de manera incesante, hasta que les sorprendió la noche.

Desesperados los dos, cayeron de rodillas implorando y rezando por que su

hija apareciese.

De nuevo el carpintero alzó su mirada a la luna...

- ¡Que has echo con mi hija , ¿donde la has llevado? –

- No olvides que me debes un favor, tu hija será mía por siempre... es el

precio que debes pagar carpintero... - Contesto la luna con prepotencia.

- ¡NO! , ¡No! , no... ¡Devuélveme a mi hija!...

- ¡Jamás!, es además el precio que debes pagar por haber destruido nuestro

bosque –

- ¡Traidora!, te juro por mi vida, que nunca mas tu luz volverá a caer sobre

mi hogar y mi comarca, ¡Traidora!, ¡Traidora! - Prometió el carpintero aun de

rodillas.

Aquel padre desesperado y carpintero de oficio, con la ayuda de su esposa y

madre de la hija perdida, construyeron un tejado de proporciones gigantescas, que

cubría toda su casa así como el resto de la comarca donde habitaban. Aquel

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techado se extendía kilómetros y kilómetros alrededor del hogar del carpintero.

El matrimonio, después de varios años de tristeza, tuvieron un hijo y una hija,

los cuales jamás vieron la luna ni conocieron de su existencia.

Pasaron el resto de su vida sin ver la luz de la luna, sin ver a la que les dio y

arrebató después la luz de la vida.

Santiago Ramírez Cruz

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La hormiga y el mar

Aquel año había sido seco, y la preocupación en el hormiguero crecía y crecía

a medida que pasaban las semanas.

-El agua es un bien escaso e indispensable para la vida - Había dicho el

patriarca de la colonia.

Una insignificante hormiguita salió de entre las filas y dijo: - Un familiar de un

amigo de un conocido me dijo que había escuchado hablar a una hormiga de una

colonia lejana, que existe un lugar, donde todo es agua y que en ella viven

criaturas gigantescas y hermosas, y que a ese lugar le llaman océano.–

La hormiguita insignificante fue interrumpida por las estrepitosas risas y

carcajadas de sus hermanas, que se prolongaron por un tiempo tan largo que

aquello se acercó temerosamente a la humillación pública.

- Eso es del todo imposible, es del todo cierto que te han mentido hermanita,

por favor no nos interrumpas para contarnos chismes y falacias sin fundamento. –

Pero la hormiguita a pesar de la contrariedad de sus allegadas, estaba

convencida de que aquel lugar podría existir. En su mente imaginó un lugar donde

todo era agua, donde convivían animales con grandes antenas, y que respiraban

durante días y días bajo esa inmensa superficie acuífera sin final.

Pasaron varias semanas y no llovía, el agua escaseaba y las primeras

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hormiguitas comenzaron a perecer de sed, había que buscar una solución.

Se convocó una gran reunión por parte del consejo de la colonia, para buscar

una solución a tan difícil problema del cual nunca fue conocido un precedente

semejante.

Nuestra amiga, la hormiguita insignificante, con gran valentía, alzó su voz

desde su escondida posición...

- ¡Podríamos crear una expedición para buscar ese océano marino y traer

agua hasta aquí, hasta nuestra colonia y entonces....! -

De nuevo fue interrumpida por la masa enfurecida que la tachaba de loca.

- ¡Jamás vuelvas a interrumpir a este consejo!, te ordeno que abandones esta

reunión.

La hormiguita se marchó entre llantos, pues ella albergaba una esperanza:

Salvar a su colonia de un fin desastroso.

Cuando menos se lo esperaba, y en lo mas profundo de su soledad, se le

acercaron tres hormigas...

- Creemos en tu idea, pensamos igual que tu. Te proponemos preparar una

expedición para buscar juntas ese lugar del que hablas....

A la mañana siguiente, cuatro seres abandonaban el hormiguero con la

misión de buscar ese océano, esa mole marina de la que un familiar de un amigo

de un conocido le dijo que había escuchado hablar a una hormiga de una colonia

lejana...

Caminaron durante días, exhaustas, sin agua, casi sin alimento. Dos de ellas

perdieron la vida en el camino...

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Fue al término de la segunda semana de viaje cuando nuestra amiga, a

punto de perder toda esperanza divisó algo a lo lejos, estaba en el ambiente,

existía una extraña humedad nunca conocida por ella.

- Vamos, amiga, creo que ya estamos cerca, un ultimo esfuerzo, subamos esa

colina...

Las dos hormiguitas ganaron un pequeño repecho en forma de montaña, y

una vez en lo alto, sus ojos pudieron observar algo que solo habían soñado. El

océano. Esa inmensa superficie de medidas infinitas y desconocidas, todo agua,

que albergaba a buen seguro criaturas de formas impredecibles, y sobre todo de

ese liquido preciado, de esa fuente de vida que es el agua....

Apresuraron sus pasos, pues ya estaban muy cerca del agua... apagaron su

sed y prepararon el pronto regreso a la colonia, para contar todo lo que habían

visto y que sin duda les iba a salvar la vida, pues la mejor alternativa sería

trasladar a toda la colonia cerca del océano y así poder sobrevivir a la terrible

sequía que les asolaba.

Tardaron cerca de dos semanas en llegar, pero la alegría e ilusión se torno en

tormento cuando al llegar al hormiguero se encontraron con un lugar vacío y

desolado...

Todas las hormigas habían perecido de sed...

“A veces la incredulidad cierra las puertas a la esperanza, la ilusión y la vida.”

Santiago Ramírez Cruz

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