cronicas de un rezagado. rodolfo alejandro garcia perez

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Con los deseos atados al alma y la muerte asechando a mis espaldas, con un rugir fraudulento, sabiendo lo que decía ser y lo que soñaba hacer. Todos los sueños, todos los anhelos no eran aplastados más que por culpa, culpa de mis errores y deseos de virtud. Nuestro interior débil y frágil como el cristal pero bello en transparencia, como una mota de polvo fluctuante llegándonos a esperanzar de caminos propios o impropios en busca de un sentido. ¡Oh que maldad la de nuestra alma! ¡Qué tristeza de nuestro corazón! Que intrínsecamente sabíamos que no había más que horror, más que oscuridad; unas tinieblas que nos inundaban desde el origen de nuestra especie y no encontrábamos la luz, pues, restábamos rezagados no solo en sociedad sino en nuestro espíritu. ¿Cuándo era de venir nuestra purificación? ¿Nuestra esencia se renovaría? Me encontraba en soledad, sin embargo, reconocía el menester de mudar todo de mí. ¡Vaya ironía de la vida! ¡Vaya falacia de la sociedad! Grandes imperios y tan poca moral. Como ciegos con ojos para mirar, como paralíticos con pies para andar, nuestra enfermedad no era mundana, nuestra enfermedad era la avaricia, el odio, el deseo, las pasiones, las mentiras, el egoísmo; todo esto sólo era posible revertir con la más pura sustancia no cuantitativa…El amor, ese amor que todo ser viviente necesita. Reconociendo nuestras mañanas en donde la sonrisa nos abruma y la euforia nos atrae, habiendo noches donde el intelecto no es más que mero dolor y la conciencia un triste sufrir, pero qué importaba yo, uno más entre toda esta multitud, un recuerdo tenue, un olvidado, sólo un rezagado.

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Este es un pequeño fragmento de un libro que esta en constuccion, espero poder terminarlo y referirme a la sociedad como tema central.

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Page 1: Cronicas de Un Rezagado. Rodolfo Alejandro Garcia Perez

Con los deseos atados al alma y la muerte asechando a mis espaldas, con un rugir fraudulento, sabiendo lo que decía ser y lo que soñaba hacer. Todos los sueños, todos los anhelos no eran aplastados más que por culpa, culpa de mis errores y deseos de virtud. Nuestro interior débil y frágil como el cristal pero bello en transparencia, como una mota de polvo fluctuante llegándonos a esperanzar de caminos propios o impropios en busca de un sentido. ¡Oh que maldad la de nuestra alma! ¡Qué tristeza de nuestro corazón! Que intrínsecamente sabíamos que no había más que horror, más que oscuridad; unas tinieblas que nos inundaban desde el origen de nuestra especie y no encontrábamos la luz, pues, restábamos rezagados no solo en sociedad sino en nuestro espíritu.

¿Cuándo era de venir nuestra purificación? ¿Nuestra esencia se renovaría? Me encontraba en soledad, sin embargo, reconocía el menester de mudar todo de mí.

¡Vaya ironía de la vida! ¡Vaya falacia de la sociedad! Grandes imperios y tan poca moral. Como ciegos con ojos para mirar, como paralíticos con pies para andar, nuestra enfermedad no era mundana, nuestra enfermedad era la avaricia, el odio, el deseo, las pasiones, las mentiras, el egoísmo; todo esto sólo era posible revertir con la más pura sustancia no cuantitativa…El amor, ese amor que todo ser viviente necesita.

Reconociendo nuestras mañanas en donde la sonrisa nos abruma y la euforia nos atrae, habiendo noches donde el intelecto no es más que mero dolor y la conciencia un triste sufrir, pero qué importaba yo, uno más entre toda esta multitud, un recuerdo tenue, un olvidado, sólo un rezagado.