(cronicas de la prehistoria 02) el clan - michelle paver

7/14/2019 (Cronicas de La Prehistoria 02) El Clan - Michelle Paver

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Annotation

Meses después de derrotaroso sanguinario que mató a su padTorak cree haber encontrado por en el Clan del Cuervo un entoseguro y a salvo de los Devoradode Almas. Sin embargo,

tranquilidad dura muy poco: misteriosa enfermedad empiezapropagarse por el Bosque y el pán

cunde entre los clanes. DesesperaTorak opta por emprender peligroso viaje hacia una lejana i



donde al parecer se conoce remedio secreto contra la terriepidemia. Tras superar azaroperipecias a riesgo de su provida, en la isla del Clan de la Flo esperan el enigmático hechic

Tenris, el anhelado reencuentro Lobo y su amiga Renn y, mimportante aún, un sorprende

descubrimiento sobre sí mismo.



Michelle Paver

EL CLAN DE LA

FOCA

Crónicas de la Prehistori

II



Sobre la autora

Michelle Paver nació Malawi, África. Sus padres trasladaron a Inglaterra cuando tenía tres años. Paver estuBioquímica en la Universidad Oxford y es abogada, profesión

ejerció durante trece años, antesdedicarse exclusivamente a literatura.

El Clan de la Foca es segundo libro de las CRÓNICAS LA PREHISTORIA, que se inic



c o n Hermano Lobo y relatan aventuras de Torak y su lucha pvencer a los Devoradores de Alma

La serie CRÓNICAS DE PREHISTORIA surge de la pasde Michelle Paver por los anima

la antropología y la historia. viajes a Noruega, Laponia, Islandlos Cárpatos han sido importan

fuentes de inspiración, así comoencuentro con un gran oso en un vremoto del sur de California.



1

La hembra de uro apareciópronto entre los árboles al otro ldel río.

Un instante antes, Torak estcontemplando los sauces moteade sol, y de repente ahí estaba



animal. Era más alto que el más ade los hombres y sus grandes cuer

curvos podrían ensartar un oso.cargaba contra él, Torak estaría enaprieto.

Por desgracia, el viento llevsu olor directamente hacia el uTorak contuvo la respiración al vearrugar el negro hocico y olisque

El animal soltó un bufido y rascótierra con una pezuña enorme.

Fue entonces cuando Torak

al ternero entre los helechos, y serevolvió el estómago. Los uros criaturas mansas, excepto cuan



tienen terneros. Sin hacer ruiretrocedió hacia las sombras. Sila asustaba, quizá no le atacaría.

La hembra de uro volvióresoplar y revolvió los helechos sus cuernos. Al cabo de u

instantes, pareció comprender Torak no le estaba dando caza ytumbó en el lodo para revolcarse.

Torak exhaló un profunsuspiro.

El ternero se ace

tambaleante a su madre, resbsoltó un balido y se cayó. La malevantó la cabeza y lo ayudó



ponerse en pie con el hocico; luvolvió a tenderse en el lodazal.

Agazapado tras un matorralenebro, Torak se preguntó qué hacFin-Kedinn, el líder del clan, había mandado en busca de un haz

corteza de sauce que habían dejen remojo en el río; no quería volal campamento sin él, pero tamp

quería que lo aplastara un uro.Decidió esperar a que el anim

se marchara.

Era un día caluroso de inicios de la Luna Sin Penumbra, yBosque estaba amodorrado de



Los cantos de los pájaros resonaentre los árboles; una brisa cáldel sureste traía el dulzor de la tAl cabo de un rato Torak se sosdel todo. Oyó a unos jóveverderones disputarse a chillidos

comida en un avellano. Observó serpiente que tomaba el sol en roca. Trató de concentrar

pensamientos en eso pero, comosucedía con tanta frecuendivagaron hacia Lobo.

Lobo sería para entonces cadulto, aunque apenas era un lobecuando Torak lo había conocido;



lobezno que tropezaba sobre patas y siempre quería que Torakdiera bayas de arrayán…

«No pienses en Lobo — se dcon firmeza— . Se ha ido. Jamvolverá. Piensa en el uro, o en

serpiente, o…»En ese momento vio al cazadEstaba en la misma ribera

él, a veinte pasos río abajo, persalvo del olfato del uro. Las somberan demasiado densas p

distinguirle el rostro, pero Tocomprobó que, al igual que llevaba un jubón de gamuza



mangas y calzas hasta la rodilla, unas botas ligeras de pellejo curtir. A diferencia de Torak, luun colmillo de jabalí en una coren torno al cuello. Era del Clan Jabalí.

Habitualmente eso habtranquilizado a Torak. Los Jabatenían una relación cordial con

Clan del Cuervo, donde él llevviviendo las últimas seis lunas. Phabía algo extraño en aquel cazad

Avanzaba con paso torpe y danbandazos, la cabeza oscilando delado a otro. Y pretendía acechar



uro. Llevaba dos hachas arrojadide pizarra en el cinturón y, al tiemque Torak lo observaba incréduextrajo una para sopesarla.

¿Estaba loco? Ningún homluchaba solo contra un uro. Un

constituía la mayor presa del Bosqla más fuerte. Atacar a un uro solitario era buscarse una mue

segura.La hembra de uro, content

despreocupada, profirió un gruñid

se revolcó aún más en el lodisfrutando de poder aliviarse de molestos mosquitos. Por su parte



ternero olisqueaba unas adelfillala espera de que su madre acabara

Torak se puso en pie y avisócazador haciéndole apremianseñales con la mano: «¡Pelig¡Retrocede!» El cazador no lo v

Flexionando un brazo musculoapuntó y arrojó el hacha. El arcruzó silbando el aire para caer

un ruido sordo en la tierra a un paldel ternero, que huyó asustado.

Su madre profirió un bram

de cólera y se incorppesadamente, tratando de distingal atacante. Pero el cazador



hallaba aún contra el viento yanimal no captó su olor.

Por increíble que parecierahombre se llevó la mano a segunda hacha.

— ¡No! — susurró Torak

voz ronca— . ¡Sólo conseguherirla y harás que nos mate a dos!

Sin hacerle caso, el cazaempuñó el hacha.

Torak pensó con rapidez. S

hacha alcanzaba su objetivo, habría forma de detener a la hemde uro. Pero si la asustaba en lu



de herirla, quizá sólo haría ademde atacar antes de huir con ternero. Tenía que apartarla alcance del hacha, y rápido.

Respirando hondo, empezóbrincar al tiempo que chillaba:

— ¡Aquí! ¡Aquí!Funcionó… en cierto sentido

animal soltó un bramido de furi

cargó contra Torak, y el hacha fucaer allí donde se hallaba un instaantes. Torak logró ocultarse tras

tronco de un grueso roble antesque la bestia lo alcanzase, pero tenía tiempo de trepar. El uro



estaba casi encima de él. Lo ogruñir al subir por la ribera del sintió sus bufidos cada vez mcerca… En el último momento,animal viró bruscamente, dancoletazos, para internarse en

Bosque con el ternero galopandetrás.

Cuando hubo desaparecido,

silencio fue ensordecedor.Torak tenía la cara empap

de sudor cuando se apoyó contra

tronco y soltó un suspiro de alivEl cazador permanecía en pie concabeza gacha, meciéndose de un l



a otro. — ¿Qué pretendías? —

recriminó Torak— . ¡Podhabernos matado!

El hombre no conteTambaleándose, cruzó el río p

recuperar sus hachas. Luego volarrastrando los pies. Torak seguíaverle la cara, pero distinguió

miembros musculosos y el cuchde pizarra de filo irregular. Sienzarzaban en una lucha, To

perdería. No era más que un niñosiquiera tenía trece veranos.De pronto el cazador trastabi



se apoyó contra un haya y empezvomitar.

Torak olvidó sus recelosacudió en su ayuda.

El hombre estaba a cuatro pay vomitaba una baba amarille

Arqueó la espalda y, tras una arcconvulsiva, escupió algo viscososcuro, del tamaño del puño de

niño. Parecía… parecía pelo.Una ráfaga de viento movió

ramas y un rayo de luz permiti

Torak verlo con claridad por primvez.Aquel hombre se ha



arrancado puñados de pelo del cucabelludo y la barba, dejando retade piel en carne viva. Tenía el roscubierto de costras color miel, coel cancro de un abedul. La bababurbujeó en la garganta cuan

escupió el resto de pelo. Luegosentó sobre los talones para rascauna erupción de ampollas en

antebrazo.Torak retrocedió un paso y

llevó una mano a la tira de pellejo

lobo que llevaba cosida al jubóndistintivo de su clan. ¿Qué le ocua aquel hombre?



Renn lo sabría. «Las fieble había contado en cierta ocasson habituales cuando se ace

el solsticio de verano, porque entonces cuando los gusanos deenfermedad tienen más tiempo p

trabajar: se arrastran desde pantanos durante las noches blanen que el sol nunca duerme.» Pero

se trataba de una fiebre, era distide cualquiera que Torak hubivisto.

Se preguntó qué hacer. Todoque tenía era un poco de uña caballo en su bolsita de medicinas



— Déjame ayudarte — dijo—Tengo un poco de… ¡No, no! ¡Pa¡Te estás haciendo daño!

El hombre seguía rascándoenseñando los dientes como hacegente cuando el picor es

insoportable que prefiere convertdirectamente en dolor. De prohincó las uñas y se ensañó con

ampollas, dejándose un rastro carne sanguinolenta.

— ¡No hagas eso! — ch

Torak.Con un gruñido, el hombreabalanzó sobre él y lo inmovilizó.



Torak miró fijamente aqumasa de llagas y costras, aqueojos sin brillo y nublados por el p

— ¡No me hagas daimploró— . ¡Me llamo Tor

Soy del Clan del Lobo y…

El hombre se inclinó aún mhacia él.

— Ya viene… Está ce

siseó en una vaharada de aliefétido.

Torak tragó saliva.

— ¿El qué?El rostro ulceroso se contrde terror.



— ¿Es que no lo vsusurró, salpicando a Torak

saliva amarillenta— . ¡Se eacercando! ¡Nos llevará a todos!

Se puso en pie con esfuerzotambaleándose, entrecerró los o

para protegerse del sol. Entoncespronto echó a correr y hdespavorido entre los árboles, co

si todos los demonios del OMundo lo persiguieran.

Torak se incorporó sobre

codo, respirando agitadamente.Los pájaros habían enmudeciEl Bosque observaba, horrorizado



Lentamente, Torak se levanSintió que el viento viraba haciaeste, volviéndose gélido. estremecimiento recorrió los árboque empezaron a murmurar oscusecretos. Torak deseó saber q

estaban diciendo, aunque sí sabíaque sentían, pues él sentía lo mismalgo se alzaba y soplaba a través

Bosque.«Se está acercando.»La enfermedad.

Torak corrió en busca del ay el carcaj. No había tiempo precuperar la corteza de sauce. Te



que regresar al campamento y ava los Cuervos.



2

— ¿Dónde está Fin-Kediexclamó Torak cuando hu

llegado al campamento de Cuervos. — En el valle siguie



contestó un hombre que limpisalmón— , recogiendo cornejo pastiles de flecha.

— ¿Y Saeunn? ¿Dónde estáhechicera?

— Echando los hue

respondió una muchacha ensartaba cabezas de pescado entendón— . Está en la Roca; más

vale esperar a que baje.Torak rechinó los dientes

pura frustración. En efecto,

estaba la hechicera de los Cuerven lo alto de la Roca del Guardiuna figura menuda y con aspecto



pájaro, contemplando los huesos rostro ceñudo; junto a ella, guardián del clan plegó las tiealas negras y profirió un áspgraznido.

¿A quién más podía decírs

Torak?Renn había salido a cazar.

Oslak, cuyo refugio compartía, no

lo veía por ninguna parte. Junto ahumeantes hogueras vio a SialoPoi, los jóvenes Cuervos de eda

más cercanas a la suya, pero eran últimos a los que acudiría; no gustaba porque era un foraste



Todos los demás estaban demasiaocupados en aprovisionarse salmón para escuchar un disparatrelato sobre un hombre extrañameenfermo en el Bosque. Y mientTorak los observaba, casi empez

abrigar sus propias dudas. Toparecía perfectamente normal.

Los Cuervos habían erigido

campamento justo donde el Ancho emergía de un umbdesfiladero, para fluir rugiente a

la Roca y dar paso a los rápidEran los rápidos que los salmoremontaban cada verano en



misterioso viaje desde el mar halas montañas. La furia del río obligaba siempre a dar media vuey siempre volvían a intentaprecipitándose a través del espumcaos en su brillante brincar

retorcerse, hasta que morían agotamiento o bien alcanzaban aguas más plácidas, más allá de

garganta, o bien eran ensartados las lanzas de los Cuervos.

Para apresarlos, el c

sumergía palos en el lecho del rítendía sobre el mismo una pasarlo bastante fuerte para soste



varios pescadores armados lanzas. Era una tarea que exidestreza, y cualquiera que cayeseagua se arriesgaba a quedar lisiadalgo peor, pues el río era implacay las rocas que sobresalían de

rápidos estaban tan afiladas codientes mellados. Sin embargo,recompensa era grande.

Los refugios de los Cuerestaban vacíos. Todo el mundohallaba en las hogueras, ocupánd

de la pesca del día antes de queechara a perder. Hombres, mujereniños raspaban escamas y limpia



pescado, mientras que otros cortatiras de carne anaranjada psepararla de la espina, dejándounidas en la cola para lucolgarlas con facilidad sobre fuegos. Sialot y Poi machaca

bayas de enebro, que más tardemezclarían con la carne secacortada en tiras para endulzarla o

era necesario, simplemente penmascarar su sabor.

No se desperdiciaba nada.

pieles se curaban para hacer bolsde yesca impermeables; de los ojolos huesos se obtendría cola;



hígados y las huevas constituiríanmanjar en la cena, así como ofrenda para el guardián y espíritus del salmón.

En todas partes del Bosotros clanes acampaban junto a ot

ríos para participar de semejarecompensa: los clanes del Jabdel Sauce, de la Nutria, de la Víbo

Y allí donde la gente no acampaacudían otros cazadores: oslinces, águilas, lobos. To

celebraban el ascenso del salmque les confería nuevas fuerzas los rigores del invierno.



Así había sido siempre desdInicio. Sin duda, se dijo Torak, solo hombre enfermo no pocambiar todo aquello. Entonrecordó el rostro lleno de costralos ojos empañados por el pus.

En ese momento Oslak salió refugio y Torak suspiró de alegOslak sabría qué hacer.

Pero, para su asombro, Osapenas escuchó su precipitado relpues parecía enfrascado en amar

bien la punta de su lanza de pesca — Dices que el hombre era Clan del Jabalí — dijo con ceñ



rascándose el dorso de la mano—Bueno, pues entonces su hechiceraocupará de él. Toma. — Le tendiólanza— . Baja a las piedras pladel río y enséñame cómo pescassalmón.

Torak se sintió desconcertado — Pero, Oslak… — ¡Venga!

El niño dio un respingo. Osno solía enfadarse. De hecho, jamlo hacía. Era un hombre corpulent

amable, de barba enmarañadarostro un tanto desagradable, phabía perdido una oreja y un trozo



mejilla en un encuentro con glotón. Era típico de él no culpaglotón. «Fue culpa mía — decíquien se lo preguntara— . Le dibuen susto.»

Ése era Oslak. Él y

compañera Vedna habían sido primeros en acoger a Torak enrefugio cuando éste se había id

vivir con los Cuervos, y siemhabían sido buenos con él. POslak era también el hombre m

fuerte del clan, por lo que Torakprotestó y aferró la lanza.Al hacerlo, vio algo que lo h



detenerse en seco. El dorso demano de Oslak estaba cubierto ampollas.

— ¿Qué tienes en la mapreguntó.

— Picaduras de mosqu

contestó Oslak, rascándose vigor— . Las peores que he tennunca. No me han dejado dormir

toda la noche. — No parecen picaduras

mosquito. ¿Te hacen daño?

Oslak seguía rascándose. — Es extraño. Parece comose me saliera el alma del nomb



Pero eso no puede ser, ¿verdCon rostro temeroso e infan

miró a Torak con ojos de miocomo si la luz le dañara.

El niño tragó saliva. — No creo que puedas per

el alma del nombre a través de uherida; sólo por la boca, si essoñando, o si estás… enferm

Hizo una pausa— . ¿Eenfermo?

— ¿Enfermo yo? ¿Por qué ib

estarlo? — Un escalofrío le recorel cuerpo de arriba abajo— . Peroconsigo mantener juntas mis almas



Torak aferró con más fuerzalanza.

— Voy a buscar a Saeunn.Oslak puso mala cara.

— ¡No necesito a Saeu¡Lárgate ya! — De repente ya

parecía el mismo Oslak, sino hombre imponente que se alzamenazante sobre Torak, apretan

los puños. Entonces pareció recobla compostura— . Tan sólo… déjaen paz, ¿eh? Vete ya. Thull e

esperando. — Muy bien, Oslak — dTorak con toda la serenidad de q



fue capaz.Estaba a medio camino de

ribera del río cuando se volvió pmirar. Oslak seguía rascándose.

— Se me sale el alma — muOslak, y se volvió para entrar en

refugio.Torak distinguió la parte

carne viva que le quedaba detrás

la oreja, justo donde se haarrancado el pelo; la gruesa costracolor miel, como cancro de abed

Un escalofrío le encogió entrañas. Se apresuró hacia piedras planas del río, donde



hermano pequeño de Oslak hallaba en cuclillas limpiando cuchillo.

— ¡Thull! — exclamó— . ¡Cque Oslak está enfermo!

Su relato brotó en

batiburrillo entrecortado, y Thullpareció impresionado.

— Torak, no son más

picaduras de mosquito. Le pasa tolos veranos; lo vuelven loco.

— Eso no son mosqu

repuso Torak. — Bueno, pues ahora ya ebien — dijo Thull, señalando



pasarela.En efecto, ahí estaba Os

agachado con una lanza en cuextremo se retorcía un salmMordiéndose el labio, Torak malrededor. Todo pare

perfectamente normal: los niugaban con relucientes puñados

escamas de pez; unos cuer

óvenes y temerarios molestabanlos perros picoteándoles las colashijo de Thull, Dari, de cinco veran

chapoteaba en el agua poco profucon el uro que Oslak le había hecon una piña.



Aún receloso, Torak aferrólanza y se internó en el río.

Las piedras planas eran cuapeñascos situados entre la pasarellos rápidos donde los principianaprendían a mantener el equilib

Thull señaló la primera piedra, pTorak avanzó torpemente hastacuarta, situándose en plena corrie

y por debajo de Oslak. No sabía esperaba, sólo que debía vigilar.

— ¡Mantén la vista fija en

salmón — exclamó Thull desderibera— , no en el agua!Torak no pudo obedecer. L



piedras estaban resbaladizas liquen y, en torno a él, las agverdosas burbujeaban, con ocasional destello plateado de salmón. La lanza, larga y pesadahacía difícil mantener el equilib

Tenía dos puntas afiladas de apara agarrar y mantener sujeto el (siempre y cuando lograra pes

uno, algo que no había conseguidosus intentos previos). Cuando vicon su padre, sólo había pescado

anzuelo y sedal. Con la lanza, como Sialot no se cansaba comentar, era tan patoso como



niño de siete veranos.Se obligó a concentra

Arremetió con la lanza, falló y esta punto de caerse.

— ¡Deja que pasen de laantes de apuntar! — vociferó Th

. ¡Atrápalos de vuelta, cuanestén cansados!

Torak lo intentó de nue

Volvió a fallar.De las hogueras llega

estentóreas risotadas. A Torak se

encendió el rostro. Sialot lo estpasando en grande. — ¡Mejor! — exclamó Th



más amable que sincero— . ¡Siintentándolo! Volveré despu

Fue a alimentar las hoguedejando a Dari en los bajíos, queese momento le cantaba suavemensu uro.

Durante un rato Torak se olvde todo, concentrado en atraparpez sin dejar caer la lanza o caers

mismo. No tardó en queempapado. El río estaba enfadadode vez en cuando arrojaba fue

olas contra su roca.De pronto oyó un gprocedente de la pasarela. Asusta



levantó la cabeza. Oslak haatrapado otro salmón. Lo mató degolpe y se arrodilló sobre la pasarpara desprenderlo de la lanza.

«No le pasa nada», se dTorak, y suspiró de alivio.

No obstante, en ese momeOslak se rascó la mano, se padetrás de la oreja y se hincó las u

en la costra. El salmón resbaló depasarela y cayó al río. Oslak enslos dientes, se arrancó la costra…

se la comió.Torak retrocedió y estuvopunto de caer al agua.



El sol se ocultó tras una nubel agua se volvió negra. El salmperdido pasó de largo, mirándfijamente con un ojo apagadomuerto.

Torak dirigió la mirada ha

los bajíos. Dari no estaba. Oyó ogrito procedente de río arriba yvolvió. Vio a Dari en la pasar

dirigiéndose tambaleante hacia tío, quien no le advertía que parasino que le hacía señas de que

siguiera. — ¡Ven conmigo, Dexclamó con el ro



desencajado por un frenesí trastornado— . ¡Ven conmigo! ¡dejaré que se lleven nuestras alma



3

En la ribera del río, ninCuervo había advertido qué estpasando. Torak tenía que hacer alg

En la roca y aferrando la lanvio aparecer dos personas distintas partes del Bosque. Desde



este llegó Renn, con su adorado aen una mano y un par de palom

torcazas en la otra. Desde río abllegó Fin-Kedinn, cojeanlevemente y apoyándose en cayado, con un haz de tallos cornejo sobre un hombro.

Ambos se percataron al instade lo que estaba ocurriendo

dejaron sus cargas en silencio.Para impedir que Os

advirtiera su presencia, To

exclamó: — Oslak, ¿qué sucede? DímeQuizá pueda ayudarte.



— ¡Nadie puede ayudar¡Estoy perdiendo mis almas! ¡están devorando!

La gente se volvió para miraLa madre de Dari se precipitó haél con un grito, pero Thull

contuvo. La compañera de OsVedna, se llevó el puño a la boca.la Roca, Saeunn permanecía de p

inmóvil.Renn había llegado a

pasarela, pero, a pesar de su coje

Fin-Kedinn se le había anticipaEn silencio, le tendió el cayado. — ¿Quién está devorando



almas? — le preguntó Torak a Osl — ¡Los peces! — Por la b

rezumaba una espuma amarillenta—¡Tienen dientes! ¡Dientes afilad

Señaló hacia donde un salmretozón quebraba y reha

incesantemente su alma del nombrTorak sintió una punzada

miedo. Eso le pasaba al alma

nombre de cualquiera que inclinase sobre el río; no doloroso, a menos que estuvie

enfermo, pues entonces podía haque te sintieras tan mareado cayeras al agua.



— ¡No tardaré en quedarme ella! — gimió Oslak— . ¡Y entonno seré más que un fantasma! ¡VDari! ¡El río nos llama!

El niño titubeó y luego avahacia él, apretando la piña con for

de uro contra el pecho.Torak se arriesgó a mirar a F

Kedinn.

El rostro del líder de Cuervos seguía como tallado arenisca. Llevándose un dedo a

labios, clavó la mirada en la Torak. «Estás entre ellos y rápidos. Atrápalos.» Torak asin



con la cabeza, afirmándose sobreroca. Tenía los pies entumecidosfrío y empezaban a temblarle brazos.

Por fin Dari llegó hasta Osque arrojó al suelo la lanza y lo to

en brazos. La estructura de mimse combó peligrosamente.

— Oslak — dijo Fin-Ked

Hablaba en voz baja, pero de algumanera se hizo oír por encima de rápidos— . Ven a la ribera.

— ¡Lárgate! — espetó OslakHorrorizado, Torak advirtió qOslak había atado una cuerda



corteza trenzada a los postes sostenían el extremo de la pasarun buen tirón, y la estructura entse derrumbaría, llevándose consigOslak y Dari.

— ¡Oslak, soy yo, Torak! No

Oslak se volvió hacia él. — ¿Quién eres tú para decir

qué tengo que hacer? ¡No eres uno

los nuestros! ¡Eres un cuco! comes nuestra comida, nos qunuestro refugio! ¡Te he o

escabullirte al Bosque para aullamando a tu lobo! ¡Todos te hemoído! ¿Por qué no desistes



¡Jamás regresará!Renn se estreme

compadeciendo a Torak. Éste nomovió, pues acababa de ver algo Oslak no había advertido: FKedinn se hallaba en el extremo d

pasarela.En ese momento Oslak

balanceó y la estructura de mim

se meció.Dari empezó a soltar alaridoFin-Kedinn permaneció firm

insistió: — Oslak.Éste dio un bandazo hacia atr



— ¡No te acerques!Fin-Kedinn levantó las ma

dando a entender que no ibaacercarse más. Entonces, mientraclan observaba en tenso silenciosentó con las piernas cruzadas en

pasarela. Estaba a seis pasos deribera, y si Oslak tiraba de la cuerla pasarela se derrumbaría.

embargo, se lo veía tan tranqucomo si estuviese sentado juntofuego.

— Oslak — dijo— , el claneligió como líder para que mantuviera a salvo. Sabes que es a



Oslak se relamió los labios. — Y eso haré — aseguró F

Kedinn— . Te mantendré a salPero baja a Dari. Déjalo que vehacia mí. Deja que lo lleve conmadre. — El rostro de Oslak

relajó— . Bájalo — insistió FKedinn— . Es su hora de cenar…

El poder de su voz empez

surtir efecto. Lentamente, Oslakquitó del cuello los brazos del niñlo bajó hasta el suelo de mimbre.

Dari levantó la vista como spidiera permiso y luego se volpara gatear hasta Fin-Kedinn. Éste



movió para apoyarse sobre urodilla y tenderle la mano.

La piña con forma de resbaló de manos de Dari y cayóagua. Con un chillido, Dari hademán de lanzarse a buscarla. F

Kedinn lo agarró del jubón yatrajo a sus brazos.

En la ribera, los Cuer

suspiraron de alivio.A Torak le flaqueaban

rodillas. Observó al líder de

Cuervos levantarse y retroceder pa poco y de lado hasta la ribCuando estuvo cerca, Thull agarr



Dari y lo abrazó con fuerza.En la pasarela, Os

permanecía inmóvil como un pasmado. La cuerda se le deslentre las manos miencontemplaba las aguas revueltas. F

Kedinn volvió en silencio por él yaferró de los hombros, susurrándunas palabras que nadie pudo oír.

Por fin, Oslak desistió y dque Fin-Kedinn lo guiara hastaribera, donde varios hombres

redujeron. Parecía confundido, cosi no supiese cómo había llegallí.



Torak se abrió paso hasta bajíos, dejó caer la lanza en la ary se echó a temblar.

— ¿Te encuentras bipreguntó Renn. La niña tenía

pelo mojado y la cara tan pálida

los tatuajes del clan eran tres raoscuras en sus mejillas.

Torak asintió con la cabe

pero supo que no la había engañadRío arriba, Fin-Kedinn habl

con Saeunn, que había bajado de

Roca. — ¿Qué le pasa a Oslpreguntó Fin-Kedinn mientras



clan se congregaba alrededor ellos.

La hechicera de los Cuernegó con la cabeza.

— Sus almas están luchandosu interior.

— Así pues, se trata de especie de locura — puntualizó FKedinn.

— Quizá — convino Saeunn—Pero no se parece a ninguna quehaya visto antes.

— Yo sí — intervino Torakles habló del cazador del Clan Jabalí.



La hechicera lo escuchó rostro sombrío. Era la más ancidel clan por muchos inviernos. Laños habían dejado una profuhuella en ella, puliéndole el cucabelludo hasta adquirir el color

hueso viejo, afilándole las facciohasta conferirle el aspecto de cuervo más que el de una mujer.

— Lo he visto en los huedijo con aspereza— . Un mens

«Se está acercando.»

— Hay algo más — agrRenn— . Cuando estaba cazando, encontré con una partida del Clan



Sauce. Uno de ellos estaba enfermlleno de llagas, medio loco y muede miedo. — Tenía los ojos oscuros como charcos de tucuando se volvió hacia Saeunn— hechicero del Clan del Sauce qui

transmitirte algo: él también estado interpretando los huesosdurante tres días le han dicho

única cosa: «Se está acercando.»Todos hicieron la señal con

mano para conjurar el mal o toca

con gesto reverente la piel decriatura del clan: la franja relucientes plumas negras cosida



ubón.Etan, un cazador joven

entusiasta, dio un paso adelante cara de preocupación.

— He dejado a Bera encolina, comprobando las tramp

Tenía ampollas en las manos, colas de Oslak. He hecho mal dejarla sola, ¿verdad?

Fin-Kedinn negó con la cabeSu rostro no reflejó emoción algmientras se mesaba la oscura ba

pelirroja, pero a Torak le diosensación de que pensaba a tprisa.



El líder de los Cuervos órdenes rápidas.

— Thull, Etan. Llevaos ucuantos hombres y construid refugio en el bosque de tilos, fude la vista del campamento. Llev

allí a Oslak y mantenedlo bvigilancia. Vedna, no debes acercaa él. Lo siento, pero es lo único

puede hacerse. — Con la mirencendida, se volvió hacia Saeunañadió— : A medianoc

celebraremos un rito curatiDescubriremos qué está causantodo esto.



4

La aprendiza de hechicera toun cucharón de cuerno de urorecogió cenizas ardiendo del fueSe las vertió, aún humeantes, enpalma de la mano.



Torak profirió un grito ahogaLa aprendiza ni siqui

parpadeó.A sus pies, Oslak se revolv

pero las ataduras lo retenían firmeza. Estaba sujeto a un lecho

paja para caballos, a la espera hechizo definitivo. Bera ya hapasado por él y se hallaba de vu

en el refugio de los enfermgritando y en peor estado que nunc

La hechicera de los Cuervo

su aprendiza lo habían probado toLa hechicera había embadurnadolengua de los enfermos con sangre



tierra para arrancarles la locuTambién les había atado anzuelolos dedos y se había sumido entrance para atrapar sus almas vagaban sin rumbo. Y finalmente había envuelto en humo de ene

para dar caza a los gusanos deenfermedad. Nada había funcionad

Se hizo el silencio mien

Saeunn se preparaba para el hechfinal. El fuego iluminaba preocupados rostros.

Era una noche clara y calurocon la luna llena elevándose sobrBosque. El viento había amaina



pero el aire estaba lleno de sonidel crepitar de las hogueras, graznidos de los cuervos en desfiladero, el rugir de los rápido

La hechicera se dirigió hacialecho de paja, los huesudos bra

alzados hacia la luna. En una maferraba su amuleto; en la otra, flecha de sílex rojo.

Torak lanzó una mirada fugala aprendiza, pero su rostro era umáscara de arcilla. Ya no pare

Renn. — Fuego para limpiar el adel nombre — canturreó Saeu



describiendo círculos en tornolecho.

Renn se agachó junto a Oslavertió poco a poco cenizas ardienen sus pies descalzos. Oslak gimise mordió el labio hasta hace

sangrar. — Fuego para limpiar el a

del clan.

Renn le vertió ceniza en corazón.

— Fuego para limpiar el a

del mundo.Renn le vertió ceniza enfrente.



— Arde, enfermedad, arde…Furioso, Oslak gritó y escu

espuma sanguinolenta sobre hechicera.

Un murmullo de inquierecorrió al clan. El hechizo no est

funcionando.Torak contuvo el aliento. A

espaldas, el Bosque permane

inmóvil. Hasta los alisos habdejado de susurrar, a la espera resultado.

Torak observó a Saeunn apola flecha en el pecho de Oslak ptrazar una espiral.



— Vamos, enfermedcanturreó la anciana con

ronca— . Sal del tuétano para paal hueso. Sal del hueso para pasala carne…

Torak se aferró el vien

sintiendo un dolor repentino. entonar la maga esas palabras, aafilado se había retorcido en

interior.Saeunn trazó lentamente

espiral sobre el pecho de Oslak.

— Sal de la carne para pasala piel. Sal de la piel para pasar aflecha…



De nuevo la punzada de docomo si las palabras de Saetironearan de las entrañas Torak… «¿Será esto la enfermed

se preguntó— . ¿Es así coempieza?» Una mano firme lo aga

del hombro. Fin-Kedinn se hallde pie a su lado, observando ahechicera.

— ¡Sal de la flecha para paal fuego! — exclamó Saeincorporándose, y hundió la flecha

las brasas.Llamas verdes se elevahacia el cielo.



Oslak lanzó un alarido.Los Cuervos sisearon.Los brazos de Saeunn colga

nacidos a los costados. El hechhabía fracasado.

Sin soltarse el vientre, To

luchaba contra oleadas de negruraDe pronto, una forma osc

voló hacia la luz de la hoguera.

el guardián del clan, que se diriderecho hacia Torak. Éste trató agacharse, pero Fin-Kedinn lo suj

para impedírselo. Justo a tiempocuervo lo esquivó. Estaba enfadasu clan estaba siendo objeto de



ataque. Torak no tenía idea de qué había volado hacia él.

Buscó los ojos de Renn conmirada, pero la niña estarrodillada junto a Oslescudriñando las marcas que ha

dejado con las uñas en el polvo.Retorciéndose hasta libera

de Fin-Kedinn, Torak echó a cor

entre los que observaban, salió campamento y se internó en Bosque. Llegó a un claro ilumin

por la luna y se apoyó contra fresno. Volvió a sentirse mareadodobló en dos y empezó a vomitar.



Se oyó el ulular de un búho.Torak levantó la cabeza

contempló las frías estrellas titilaban entre las hojas negras fresno. Se deslizó hasta el suagarrándose la cabeza con las man

El mareo se le había pasapero todavía temblaba. Se seasustado y solo. Ni siquiera a R

podía hablarle de aquello. Era amiga, pero también la aprendizala hechicera. No debía sabe

Nadie debía saberlo. Si estenfermo, prefería morir solo enBosque que atado a un lecho de pa



Entonces una sospecha terrihizo presa en él. «Me esdevorando las almas», había diOslak. ¿Eran los desvaríos de loco, o había algo de verdad en palabras?

Cerrando los ojos, trató perderse en los sonidos de la nocLos gorjeos de un mirlo. El p

estridente de los polluelos petirrojo en la espesura.

Toda su vida, Torak ha

vagado por montañas y valles juntsu padre, viviendo al margen de clanes. Las criaturas del Bos



habían sido sus compañeras y había echado de menos a la gente.le hacía difícil vivir con Cuervos; había demasiados rostromuy poco tiempo para uno mismNo conseguía sentirse uno de el

Sus costumbres eran demasidistintas de la vida que había llevcon Pa.

Y además echaba muchísimomenos a Lobo.

Había encontrado al lobe

después de la muerte de Pa. Durados lunas habían cazado juntos enBosque y se habían enfrentado



peligros terribles. Unas veces Lohabía sido como cualquier lobezentrometido y husmeándolo todo su hocico. Pero otras veces eraguía, mostrando una misteriintuición en sus ojos ambarin

Siempre había sido un hermanocarnada y ahora le dolía estar sin é

Con frecuencia Torak ha

pensado en salir en su busca, peroel fondo sabía que jamás volveríencontrar la Montaña. Tal co

Renn había dicho con su franquhabitual: — El invierno pasado



distinto. Pero ¿ahora? No, Torak, parece que no.

— Ya lo sé — había contestaél— , pero si sigo aullando amejor Lobo me encuentra.

En seis lunas, Lobo no lo ha

encontrado. Torak había tratado convencerse de que eso era buseñal: significaba que Lobo debía

ser feliz con su nueva manada. Pede alguna manera, eso era lo que mdolía. ¿Acaso se había olvidado

Torak?Unas voces flotaron en viento, débiles y lejanas.



Torak se incorporó hasentarse.

Era una manada de lobos aullaba para celebrar la caza de upresa.

Torak olvidó el mareo;

olvidó todo cuando la canción de lobos fluyó hacia él como un Distinguió las voces profundas

fuertes de los jefes de la manada, aullidos más ligeros del reentrelazándose con respeto en torn

ellos, los aullidos temblorosos de lobeznos que trataban de unirse a mayores. Pero la única voz



anhelaba oír no se hallaba enaquéllas.

Sabía que no sería así. LoboLobo, corría junto a una manada mal norte. Los lobos que oía en aqmomento se hallaban al este, en

montañas que bordeaban el BosProfundo.

Pero aun así tenía

intentarlo. Cerrando los ojos, llevó las manos ahuecadas a la by aulló un saludo. Las voces de

lobos se tornaron tensas al instante«¿Dónde cazas, losolitario?», preguntó la loba lí



con un aullido cortante, autoritario«A muchas lomas de vosot

respondió Torak— . Dime, ¿alguna enfermedad en vueterritorio?» No estaba seguro haberse expresado bien, y en efe

los lobos no pareciecomprenderlo.

«¡El nuestro es un b

territorio! — aullaron ofendidos—¡El mejor territorio del Bosque!»realidad, Torak no esperaba q

entendieran lo que quería decir. conocimiento del habla de los lono era preciso, y aún menos



capacidad para expresarla. Y embargo, se dijo con una punzadalas entrañas, Lobo sí le habentendido.

El canto de los lobos cesórepente.

Torak abrió los ojos. Se hallde nuevo en el claro iluminado poluna, entre oscuros helechos

fantasmales reinas de los pradcomo si acabara de despertar desueño.

Oyó un hueco batir de alas yvolvió para ver un cuco en una rapartida, contemplándolo con un



bordeado de amarillo. Se acordóOslak diciéndole con desdén: «eres uno de los nuestros! ¡Erescuco!» Eran los desvaríos de loco, pero algo había de verdadellos. El cuco profirió un graznid

levantó el vuelo. Algo lo haasustado.

Torak se puso en

sigilosamente y se llevó la manocuchillo.

Un poco más allá, hacia el e

un arroyo fluía hacia el Río AncRecorrió en silencio la ribera busca de huellas. No encon



ninguna, y tampoco cabeenganchados en ramitas o señalesque éstas hubiesen sido apartasutilmente.

Pero allí había alguien. Posentirlo.

Levantó la cabeza y obsecon atención el haya que se alzsobre él.

Una criatura lo miró expresión furiosa. Era menumalévola. Tenía el cabello co

hierba muerta y un rostro de hoLa vio sólo un instante. Luego ráfaga de viento agitó las ramas y



volvió a verla.

Renn lo encontró de pie, rígy con el cuchillo en la mano, miranhacia arriba.

— ¿Qué pasa? — preguntó—

¿Por qué te has ido corrien¿Estás…? ¿Has comido algo en mestado? — Prefirió no expresar

que temía: que Torak hubicontraído la enfermedad. — Estoy bien — contestó

aunque obviamente no era cierto.tembló la mano cuando volvióenvainar el cuchillo.



— Los labios se te han puegrises.

— Estoy bien — insistió TorAl sentarse bajo el haya, R

echó un vistazo a las manos Torak, pero no vio ampollas. Tr

de disimular su alivio. — Quizá haya sido una s

mala… — sugirió.

— La Gente Ocinterrumpió Torak— . ¿Q

aspecto tienen?

— ¿Qué? Bueno, lo sabes bien como yo. Son como nosotrsólo que cuando te vuelven



espalda, la tienen podrida… — ¿Y sus caras? ¿Qué me di

de sus caras? — ¡Ya te lo he dicho, son co

nosotros! ¿Por qué? ¿Qué pasa?Torak meneó la cabeza.

— Creo haber visto algo. Cque… quizá sea la Gente Ocuquien está provocando

enfermedad. — No — repuso Renn— .

no lo creo. — Temía decirle lo q

había descubierto con el curativo. No era justo. Despuéstodo lo que había hecho Torak



invierno anterior…Para evitarlo, se dirigió

arroyo y se lavó la arcilla de la caluego se quitó la gruesa capa de palmas que le había permitido llelas cenizas ardiendo sin quema

Finalmente arrancó un pedazo musgo húmedo y se lo llevó a Tor

— Ponte esto en la frente. H

que te sientas mejor.Sentada en los helechos junt

Torak, Renn sacó unas avellanas

su bolsa de comida y empezópartirlas sobre una piedra. Le ofreuna a Torak, pero él la rechazó. R



tuvo la impresión de que ningunolos dos deseaba hablar de enfermedad, aunque ambos estapensando en ella.

Torak le preguntó cómo lo haencontrado.

Renn sonrió y dijo: — Es posible que no hable

lengua de los lobos, p

reconocería tu aullido en cualquparte. — Hizo una pausa— . ¿Aúnhas tenido noticias suyas?

— No — se limitó a responTorak.Ella se comió otra avellana.



— El rito curativo no ha sidoayuda, ¿verdad? — añadió muchacho.

— No ha hecho más empeorar las cosas. Oslak y Bparecen creer que el clan entero e

en su contra. — Frunció el entrec. Saeunn dice que ha oído hab

de enfermedades como ésta en

pasado remoto, después de la GOla. Se extinguieron clanes enteEl Clan del Corzo, el Clan

Castor. Dice que pudo haber existuna cura tiempo atrás, pero perdió. Dice que… es



enfermedad que tiene sus raíces enmiedo. Que produce miedo, al igque los árboles echan hojas.

— Como hojas en un ármusitó Torak. Asió un palo

empezó a levantar la corteza— . ¿

dónde procede?Renn ya no podía posterga

más. Tenía que decírselo.

— ¿Te acuerdas de lo que dOslak en la pasarela? — empezó.

Los dedos de Torak se tensa

sobre el palo. — Yo también he estapensando en eso. «Están devoran



mis almas…» — Tragó saliva—Los Devoradores de Almas.

Los pájaros dejaron de cantalos oscuros árboles se estremecier

— ¿Te refieres a epreguntó Torak— . ¿Crees que

Devoradores de Almas tienen aque ver con esta enfermedad?

Renn titubeó.

— Tal vez. ¿Tú no lo crees?Torak se puso en pie de

brinco y echó a andar de un lad

otro, arrastrando el palo sobre helechos. — No lo sé. Ni siquiera



quiénes son. — Torak… — Todo cuanto sé —

interrumpió con repentina fierezaes que eran hechiceros que volvieron malvados. Sólo sé que

padre era su enemigo… aunqueamás me contó nada. — Golpeó

fuerza los helechos— . Sólo sé

sucedió algo que acabó con su pody la gente creyó que habdesaparecido, pero no fue así. Y

verano pasado… — Se le quebróvoz— . El verano pasado, Devorador de Almas tullido creó



oso que mató a Pa. — Clavó vaveces el palo en la tierra, con fuLuego lo tiró— . Pero quizá equivocas, Renn. A lo mejor elno…

— Torak… no. Escúcham

Oslak dibujó un signo en el polvotridente para atrapar almas. La made los Devoradores de Almas.



5

Los Devoradores de Almas.Estaban entretejidos en

destino y, sin embargo, qué psabía sobre ellos. Tan sólo que esiete: cada uno procedente de un c



distinto, cada uno pervertido por ansias de poder.

Allá abajo, en el río, gañó uzorra. En el refugio, Vedna dvueltas en el lecho, preocupada su compañero. Torak est

embutido en el saco para dormpensando en los seres maligcapaces de enviar una enferme

que causara estragos en los clanesPara gobernar el Bosque…Pero nadie podía hacer algo

Nadie podía conquistar los árboleimpedir que las presas siguieran ritmos ancestrales de la luna. Na



podía decirles a los cazadores dócazar.

Cuando por fin se durmió, tuuna pesadilla. Estaba agazapadouna ladera en penumbra, paralizde horror mientras un Devorador

Almas sin rostro se arrastraba haél. Retrocedió como pudo. Su mtopó con algo blando y escamoso

se retorcía y mordía. Trató de corUnas viscosas raíces de árbol seenroscaron en los tobillos. U

sombra alada se abatió sobre él un restallido correoso. LDevoradores de Almas se le hab



echado encima y su maldad abrasaba como una llama…

Despertó.Estaba amaneciendo. El alie

del Bosque envolvía en neblina árboles. Sabía qué tenía que hacer

— ¿Está mejor Oslak? —preguntó a Vedna cuando salía refugio.

— Está igual — contestó eTenía los ojos enrojecidos, peromiró advirtiéndole que no mostr

compasión. — Necesito hablar con FKedinn. ¿Lo has visto?



— Está río abajo. Pero déjen paz.

Torak la ignoró.El campamento estaba ya

pleno ajetreo. Hombres y mujeresagazapaban con lanzas en la pasar

mientras otros avivaban las hoguepara la hora de la comida. Desdedistancia le llegó el toc-toc

martillo contra la piedra. Todomundo trataba de no pensar en Osy Bera, atados en el refugio de

enfermos.Torak siguió el sendero abajo, más allá de los rápidos, ha



rodear un recodo que lo dejó fude la vista del campamento. AllRío Ancho fluía menos turbulentolos salmones eran como darveloces y plateados en las agverdes y profundas.

Fin-Kedinn estaba sentado una roca grande y lisa junto aribera del río, fabricando

cuchillo. Tenía las herramientas jua él: martillos de piedra, afiladoun cuenco de sangre de pino negr

hervida. A sus pies había un pequemontón de esquirlas de pieafiladas como agujas anidadas



musgo.Al acercarse, a Torak le la

más fuerte el corazón. Admirabalíder de los Cuervos, pero tambiéntenía miedo. Fin-Kedinn lo haacogido después de que Pa murie

pero nunca se había ofrecidoadoptarlo. Mantenía una actitud adistante, como si hubiese decidido

dejar que Torak intimase demasiacon él.

Con los puños apretados, To

se plantó en la ribera. — Necesito hablar contdijo.



— Pues habla — musitó FKedinn sin levantar la vista.

Torak tragó saliva. — Los Devoradores de Alm

Han enviado la enfermedad. Es destino luchar contra ellos,

manera que eso es lo que voyhacer.

Fin-Kedinn continuó estudian

una especie de piedra redonpulida y del tamaño de su puño. un huevo de mar, algo poco común

el Bosque. Los Cuervos utilizabansu mayor parte pizarra, cuernohueso para sus armas, porque



sílex, en la forma de huevos de Msólo se encontraba en la costa, dolos clanes del Mar lo trocaban astas y pieles de salmón.

Frustrado, Torak volvió intentarlo.

— Tengo que detenerl¡Tengo que poner fin a esto!

— ¿Cómo? — preguntó F

Kedinn— . No sabes dónde estNinguno de nosotros lo sabe. — Csu martillo de piedra le dio u

golpecitos al huevo de mcomprobando por el sonido quesílex carecía de imperfecciones.



Torak se estremeció. Aquelgolpes le traían recuerdos dolorosHabía crecido con el sonido de tallando piedra junto al fuego. había hecho sentirse seguro. Qequivocado estaba.

— Renn me ha contado queel pasado hubo enfermedapoderosas como ésta, pero tamb

una cura. Así que quizá… — Me he pasado la no

entera tratando de averigua

dijo Fin-Kedinn— . Correrumor de que uno de los hechicedel Bosque Profundo conoce



remedio. — ¿Dónde? — exclamó To

. ¿Cómo se llega hasta él?Fin-Kedinn le propinó al hu

de mar un golpe seco que le arralimpiamente la parte super

Dentro, el sílex era color miel oscveteada de escarlata.

— No tan deprisa — dijo F

Kedinn— . Primero piensa. impaciencia puede hacer que maten.

Torak se dejó caer en la riby arrancó briznas de hierba.Utilizando una pequeña maza



cuerno, Fin-Kedinn arrancó esquidel centro, calculando diestrameel tamaño mediante la velocidad yinclinación que imprimía a golpes. El martillo prosiguió concadencia, indicándole a Torak q

esperase.Por fin habló Fin-Kedinn:

— Anoche llegó una mu

Nutria en una canoa. Dos de suyos han caído enfermos.

Torak se quedó atónito. El C

de la Nutria vivía muy lejos haciaeste, cerca del lago Cabeza Hacha.



— Entonces está por topartes — dijo— . Tengo que lleal Bosque Profundo. Si existe la mmínima posibilidad… — Fin-Kedexhaló un suspiro— . ¿A quién vamandar si no? Tú haces falta aq

Saeunn es demasiado vieja phacer el viaje. Los demás tienen cuidar de los enfermos, cazar

pescar salmones.Fin-Kedinn eligió un afilador

cuerno del tamaño de un pulga

pulió una esquirla de sílex delicadeza. — Las gentes del Bos



Profundo rara vez se preocupan nosotros. ¿Por qué crees que ibaayudarnos?

— ¡Por eso tengo que ir insistió Torak— . ¡Mi madre

del Clan del Ciervo Rojo!

pariente suyo, tendrán escucharme. — Pero Torak no haconocido a su madre, que ha

muerto al nacer él, y hablaba con mseguridad de la que sentía.

En la mandíbula de Fin-Ked

se tensó un músculo cuando asiómango del cuchillo: un pedazo tibia de reno con una ranura p



alojar el sílex. Hundió una esquafilada en sangre de pino y la inseen el hueso.

— ¿No se te ha ocurrido penque a lo mejor es precisamente lo que quieren los Devoradores

Almas? — Levantó la cabeza y ojos azules brillaron con intensidad que Torak bajó la mir

. El invierno pasado, despuésque lucharas contra el oso, prohibí a todos hablar de ello fu

del clan. Tú ya lo sabes. — Toasintió con la cabeza— . Graciaeso, lo único que saben



Devoradores de Almas es qalguien en el Bosque tiene podPero ignoran quién es. — Hizo pausa— . No lo saben, Torak.tampoco conocen la naturaleza de poder. Ninguno de nosotros

conoce.Torak contuvo el aliento. L

palabras de Fin-Kedinn

recordaron a las de Pa cuando yamoribundo: «Te he mantenapartado toda la vida… ¡Perman

alejado de los hombres! Si edescubren lo que puedes hacer…»Pero ¿qué podía hacer? Dura



un tiempo pensó que Pa se referísu capacidad de hablar la lengualos lobos, pero por lo que hadicho Fin-Kedinn tenía que haalgo más.

— Esta enferme

prosiguió el líder de los Cuerpodría ser un truco, la forma

los Devoradores de Almas

obligarte a salir al descubierto. — Pero, aunque sea así,

puedo quedarme sin hacer na

Tengo que ayudar a Oslak. ¡soporto verlo de esa manera!La dura expresión del líder



suavizó. — Ya lo sé. Yo tampoco.Guardaron silencio mien

Fin-Kedinn insertaba más sílexTorak contemplaba el río. El solhabía alzado sobre los árboles y

agua resplandecía. Entrecerró ojos y vio una garza en la ribopuesta; un cuervo recorría

bajíos en busca de restos de salmóLa hoja estaba acabada: me

alrededor de un palmo de largo

estaba tan dentada y afilada comomandíbula de un glotón. Fin-Kedcompletó el cuchillo envolviendo



mango con una tira fina de raízpino, para que resultara más cálidseguro de empuñar.

— Ahora — dijo— enséñatu cuchillo.

Torak frunció el entrecejo.

— ¿Qué? — Ya me has oí

Enséñamelo.

Perplejo, Torak desenfundócuchillo que había pertenecido apadre y se lo tendió a Fin-Kedinn.

Tenía una hermosa hoja pizarra con forma de hoja de árboun mango de cuerno forrado



tendón de alce. Pa le había contque la hoja era obra del Clan deFoca. La madre de Pa había sido uFoca, y se la había regalado hacerse hombre; él mismo haencajado la empuñadura. Justo an

de morir, Pa le había dado cuchillo a Torak. El chico estmuy orgulloso de él.

Pero cuando el líder de Cuervos lo asió, negó con la cabez

— Demasiado pesado para

muchacho. Es un cuchillo hechicero, hecho para ceremonias. — Se lo devolvió



Torak— . Tu padre siempre se toa la ligera esas cosas.

Torak ansió que siguihablando, pero el líder no lo hizo.lugar de ello, se colocó el nucuchillo plano sobre el dedo índ

para apreciarlo con ojo crítico. Apermaneció, recto y perfectameequilibrado.

«Precioso», pensó Torak.El líder de los Cuervos lanzó

cuchillo al aire para darle la vue

agarrarlo por la hoja y tendérselTorak. — Toma. Lo he hecho para ti



Tras unos instantes de asombTorak lo aceptó. Fin-Kedinn cortóseco su agradecimiento.

— A partir de ahora — dlevantándose con ayuda del cay

, mantén oculto el cuchillo de

padre. Y también el cuerno medicinas de tu madre. Si alguienpregunta por tus padres, no hables

ellos. — No te comprendo — rep

Torak.

Pero Fin-Kedinn no escuchaba. Se había quedado inmócontemplando el río.



Torak se protegió los ojos una mano, pero el resplandor nodejó ver demasiado. Tan sólo garza en la ribera opuesta y un troque flotaba en mitad de la corriendeslizándose río abajo.

En el campamento, una muempezó a proferir lamendesgarradores que, elevándose

encima de los rápidos, estremeciea Torak. En ese momento hombremujeres se precipitaron hacia

orilla.Entonces Torak miró de nuevse quedó sin aliento.



Aquello que flotaba río abno era un tronco.

Era Oslak.



6

Oslak no había querconvertirse en una fuente de contapara su clan. Tras arrancarsemordiscos las ataduras, había sala hurtadillas del refugio de



enfermos y trepado por la Roca Guardián. Luego se había lanzadovacío.

La caída probablemente había matado. Al menos esperaba Torak, que no soportaba

idea de que estuviese vivo al caerlos rápidos.

El campamento de los Cuer

se hallaba sumido en un grsilencio cuando llegó a él. Vedhabía dejado de lamentarse

observaba con rostro pétreo a hombres que traían el cuerpo enlecho de paja. Tenían buen cuida



de no tocarlo con las madesnudas. Nadie quería arriesgarsprovocar la ira de las almas hombre, que aún se hallaban encampamento.

Cuando dejaron el lecho de p

unto al refugio de Oslak, Saeunnagachó junto a él y, con el dprotegido por una capucha de cue

trazó las Marcas de la Muerte ocre rojo sobre el cuerpo, payudar a las almas a permane

untas durante el viaje. Los Cuerno tardarían en llevar a OslakBosque. Era vital que se hiciera



rapidez, para que sus almas tuvieran la tentación de quedarseel campamento.

Fin-Kedinn permaneció un papartado con rostro inexpresiTampoco reflejó dolor alguno

ordenar que se, duplicara vigilancia de Bera y se vaciararefugio de Oslak de todo lo que

fueran sus pertenencias, que ardercon el resto cuando se le prendifuego. Pero Torak sabía que to

aquello le estaba afectando mucEl líder de los Cuervos le hadicho a Oslak que lo mantendrí



salvo. No le resultaría fáperdonarse por haberle fallado.

La culpa.Torak también la sen

acechándolo.Bien, pues el tiempo de

hacer nada se había acabado. Cuanlos Cuervos llevaran el cuerpoBosque, él se quedaría rezaga

pues no formaba parte del clan, y sería su oportunidad de escabullide partir hacia el Bosque Profun

en busca de aquel remedio.Pero primero tenía algo hacer.



Cuando los ritos diecomienzo y las mujeres trajearcilla para las marcas de duelodirigió sigilosamente hacia el piela Roca del Guardián. Si lo sospechaba era cierto, si la criat

con el rostro de hojas tenía algo ver con la muerte de Oslak, entonquizá habría dejado huellas.

La Roca del Guardián era clisa en la cara que daba al mientras que en la cara este era m

bien una colina escarpada que potreparse si se hacía con cautMuchos pies habían pisoteado



barro en su base, y algunos habdejado huellas de lodo en el ascepor la cara este.

El mensaje en el barro confuso, pero Torak distinguió ufina hilera de huellas dejadas en

día lejano: ésa era Saeunn en ascenso hasta la cima. Vio marcaspatas entrecruzadas con peque

huellas de cuatro dedos: un pecorreteando hacia arriba, incitpor un cuervo. Y más allá, había

huellas de un hombre. Torak vio sólo los dedos y la base de ésOslak había estado corriendo



todas sus fuerzas.Se le hizo un nudo en

garganta. Se obligó a tragar. «Llórdespués, cuando ya estés en camin

Lentamente, siguió las huede Oslak hacia lo alto de la roca.

Oslak había desprendguijarros y musgo al correr. En momento dado había resbala

rasguñándose: ahí había minúscula mancha de sangre. Luhabía seguido corriendo.

Corría tan rápido como capaz, se dijo Torak. Como si tolos demonios del Otro Mundo



persiguieran.En la cima, Torak encontró

que más temía: otro conjunto huellas, mucho más pequeñas quede Oslak. Eran débiles, pero bastante claras para saber que qu

las había dejado no estaba corriensino de pie, casi inmóvil, a pdistancia del borde… observand

Oslak saltar hacia su muerte.Las huellas eran pequeñ

como las de un niño de unos och

nueve veranos.Sólo que esas huellas tengarras.



El clan se estaba preparanpara la marcha cuando Toencontró a Renn junto a la hogumayor, machacando sangre de tiepara los ritos fúnebres.

Tenía la cara veteada de arcdel río, pues tal era la forma mostrar el duelo de los Cuerv

pero las lágrimas habían trazsurcos en sus mejillas. Torak nula había visto llorar. Cuando

acercó, Renn parpadeó con fuerza — Renn — dijo Toragachándose junto a ella y hablan



en voz baja para que no lo oyeran—hay algo que tengo que decirte. subido a la Roca del Guardián y…

— ¿Qué hacías ahí arriba? — He encontrado huellas.Saeunn llamó a Renn desde

otro lado del claro. — ¡Venga! ¡Nos vamos! — Hay algo en el campame

insistió Torak con urgencia—¡Lo he visto!

La hechicera volvió a llama

Renn. — ¡Torak, tengo que irmexclamó. Vertió el ocre molido



su bolsita de medicinas y se pusopie— . No estaremos fuera mutiempo. Cuéntamelo cuando vueEnséñame entonces esas huellas.

Torak asintió con la cabepero no la miró a los ojos. No esta

allí cuando ella regresara. Y podía decirle que se marchaporque Renn trataría de impedírs

o insistiría en acompañarlo. podía permitir que lo hiciera. Si FKedinn estaba en lo cierto y exi

la más mínima posibilidad de caeruna trampa de los Devoradores Almas, no iba a arriesgar la vida



Renn además de la suya. — Lamento que no puedas ve

tú también — dijo Renn, hacienque se sintiera aún peor. muchacha salió corriendo pocupar su lugar a la cabeza del c

unto a su tío, Fin-Kedinn.Los Cuervos se pusieron

marcha y Torak los observó alejar

Sabía que llevarían el cuerpo Oslak a buena distancia campamento antes de erigir

Plataforma de la Muerte: una pbaja de ramas de serbal sobre la depositarían el cadáver, mirando



arriba. Al igual que el salmón, almas de Oslak harían su últiviaje corriente arriba, hacia Montañas Altas.

Los ritos en la Plataforma deMuerte serían breves y, después

despedirse, el clan entregaría cuerpo al Bosque. Al igual que Osse había alimentado en vida de

criaturas, ellas se alimentarían deen la muerte. Tres meses despuVedna recogería sus huesos y

llevaría al osario de los CuervPero durante los cinco verasiguientes, ni ella ni cualquier o



pronunciaría su nombre en voz aÉsa era la estricta ley de los clandestinada a impedir que las almdel muerto perturbaran a los vivos

De pie en el claro, Toobservó hasta que se hubie

marchado. Cuando el Bosque se hutragado hasta el último de Cuervos, el campamento se le ant

inquietantemente solitario. Squedaban los perros para vigilarsalmón. Rápidamente, Torak corri

recoger sus cosas. Embutió enligero fardo de mimbre sus popertenencias: el pellejo para cocin



la bolsita de medicinas, la bolsayesca, los anzuelos para pescar;arco y el carcaj, el saco para dorenrollado; el cuchillo de Pa, envueen pellejo; el cuerno de medicinassu madre. Al ceñirse la pequ

hacha de basalto al cinturón, tratóno pensar en la última vez quehabía visto obligado a recoger

cosas a toda prisa. Había sidootoño anterior, cuando Pa yamoribundo.

La mano de Torak se tesobre el mango del cuchillo que FKedinn había hecho para él. Era m



ligero y fácil de usar que el depadre, pero nada reemplazaría jamel cuchillo de Pa.

«No pienses ahora en eso —dijo— . Tan sólo vete de aquí ande que regresen. Y esta vez no

olvides de la comida.»Después de lo que le ha

pasado a Oslak, era incapaz

soportar el salmón, ni la caahumada ni las tortas que preparalos Cuervos con carne s

machacada con bayas de enebro.su lugar cortó unas tiras de la cade alce que pendía de las vigas en



refugio de Thull. Con ellas podaguantar hasta que llegara al BosProfundo.

Pero ¿cuánto tiempo le llevahacerlo? ¿Tres días? ¿Cinco? Nosabía. Jamás había estado cerca

él, y sólo se había topado con personas del Bosque Profundo: silenciosa mujer del Ciervo Rojo

sangre de tierra en el cabello y muchacha de ojos desorbitados Clan del Uro con la cab

extrañamente cubierta de arcamarilla. Ninguna había mostrespecial interés en él, y pese a lo



le había dicho a Fin-Kedinn, esperaba ser bienvenido.

Cuando salía del campamenpasó ante el refugio del líderentonces cayó en la cuenta de lo hacía. Estaba abandonando a

Cuervos, quizá para siempre.«Primero perdiste a Pa, lueg

Lobo. Ahora a Oslak, y a Fin-Ked

y a Renn…» El interior del refuestaba oscuro. El rincón de FKedinn estaba limpio y despeja

pero el de Renn era un desastresaco para dormir estaba arrugadalfombrado de flechas que no ha



acabado de empendolar. Sin dudapondría furiosa al percatarse de se había ido sin ella, y no hamanera de despedirse.

Tuvo una idea. En el exterdel refugio encontró un guija

blanco y plano. Corrió hacia el almás cercano, musitó unas palabrasagradecimiento a su espíritu, arra

una tira de corteza y la mastEscupió la roja mezcla de salivsangre de árbol en la palma de

mano y trazó su tatuaje de clan enpiedra: dos líneas de puntos, unaellas discontinua en el centro.



interrupción no formaba parte tatuaje: simbolizaba una pequcicatriz en su mejilla, pero cuanRenn la viese, sabría que pertenecía a él.

Cuando acabó de trazar

signo, se detuvo. Tenía el deteñido de jugo de aliso, el misugo que utilizara el otoño anterior

el rito del nombre de Lobo. Haembadurnado con él las patas lobezno, y se había exasper

cuando Lobo se lo había lamido. — Para ya de pensar en Lose recriminó en voz alta— .



pienses en ninguno de ellos!El campamento desierto

burló en silencio de él: «Ahora essolo, Torak.» Metió a toda prisaguijarro bajo el saco para dormirRenn y luego salió corriendo a la

del día.El Bosque estaba lleno

canto de los pájaros y era

hermoso que le hizo suspirar. Ya podía disfrutar de él.

Torak se echó el arco

hombro, se volvió hacia el estemprendió el camino hacia el BosProfundo.



7

La pena corría junto a Locomo si fuera un hermano de carnal que no veía.

Echaba de menos a Alto Cola. Ansiaba ver su cara rara y



pelo y oír su aullido tembloroso, como aquellos extraños gañidos aliento que eran la forma que teníareírse.

Muchas veces Lobo se haalejado trotando solo para llama

A menudo había corrido en círcupreguntándose qué hacer. Estatrapado entre la Llamada de

Montaña y la Llamada de su hermde carnada.

Los otros lobos, los de su nu

manada, estaban perplejos. «¡Ahnos tienes a nosotros! ¡Y todavíaeres un lobo adulto, tienes mucho



aprender! No sabes cazar las granpresas, ¿cómo ibas a sobrevivirsolo? ¡Quédate con nosotros!»

Formaban una manada fueunida, y en ocasiones incluso hasido feliz en la Montaña del Se

del Trueno. Se lo habían pasadogrande jugando a cazar lemmingsla nieve; habían chapoteado en la

para asustar a los patos. Pero otros lobos no lo comprendían.

Lobo pensaba en ello mien

corría hacia su peñasco favorito phusmear los olores que llegaban Bosque.



El Bosque estaba a muccarreras de distancia, pero perciel aroma de un cervato recién nacique le hizo el hocico agua, y el oácido de la sangre de árbol emanaba de un abeto rojo partido

el viento. Oyó el lento chapoteoun jabalí que se revolcaba y chillido de una cría de nutria al c

de una rama. Ansiaba estar enBosque acompañado de Alto Cola.

Pero ¿cómo podía regresar? No era sólo la idea abandonar a la manada lo que



detenía. También estaba el Señor Trueno. El Señor del Trueno jamlo dejaría marcharse.

El Señor del Trueno poatacar en cualquier momento, cuanlo Alto estaba claro y brillante y

había rastro alguno de su alieairado. Podía arrasar el Bosque tormentas y enviar a la Be

Brillante que Muerde Caliente pacabar con los árboles, las rocas, lobos. Era todopoderoso. Lobo sa

que era así mejor que la mayopues se había llevado a su promanada cuando él era un lobezno.



Había salido a explorar y,regresar, la Guarida hadesaparecido. Toda su manada:madre, su padre, sus hermanos carnada, yacían mojados, fríos y Aliento en el barro. Al Señor

Trueno no le había hecho facercarse para destruirlos: haenviado al Agua Rápida rugien

desde las Montañas.Lobo se había quedado sol

asustado, y muy hambrien

Entonces había llegado Alto Cola. Alto Sin Cola hacompartido con Lobo sus presas y



había dejado dormir encima dehecho un ovillo. Habían aulluntos y jugado al corre que te p

con pedazos de pellejo. Alto Cola se había convertido en hermano de carnada.

Alto Sin Cola era un lobo, supuesto, cualquiera podía olepero no se trataba de un lobo norm

El pelaje de su cabeza era largoscuro, mientras que en el resto cuerpo no tenía pelo, sino una p

suelta que además podía quitarse.cara era plana y sus pobres dieneran pequeños y desastrosame



romos; y lo más extraño de todo que no tenía cola.

Sin embargo, sonaba a loaunque nunca pudiese llegar a gañidos más altos. Y sus ojos elos ojos de un auténtico lobo: de

gris pálido y llenos de luz. encima de todo, tenía el corazón yespíritu de un lobo.

Allí de pie sobre el peñasLobo sintió que la tristeza inundaba el pecho. Levantó el hoc

y aulló.Fue entonces cuando el onuevo llegó a su nariz.



No era cazador ni presa;árbol o tierra ni Agua Rápidapiedra. Era un olor malo. Algo mque soplaba a través del Bosque.

Lobo soltó un gemido ansiedad. Su hermano de carn

estaba allí abajo, en medio aquello tan malo.

De pronto todo quedó m

claro. El Señor del Trueno bpodía ir por él, pero Lobo no podejar que eso lo detuviera. Alto

Cola lo necesitaba.Lobo bajó de un salto peñasco y emprendió el camino ha



el Bosque.

Corrió durante dos PenumbraLuces, manteniendo las MontaAltas en la cola y dirigiéndose hadonde el Ojo Brillante Caliente

hundía para dormir.El miedo le mordía las pa

traseras.

Temía la ira de los lobextraños cuyos territorios cruzabalo pillaban, podían hacerlo pedazo

Temía la cólera del Señor Trueno.Pero, peor aún, tenía miedo



su hermano de carnada.A medida que corría, el olor

hacía más intenso. Algo asolabaBosque.

Incansable, Lobo serpenteentre los árboles en busca de los

cola. Algunas de sus manadas olíaabalí, otras a nutria, pero la que

buscaba olía a cuervo. Ésa era

manada a la que se había unido ASin Cola.

Por fin la encontró, en

riberas de un Agua Rápenfurecida.Tal como esperaba, na



advirtió su presencia. sa era unalas cosas raras de los sin coAunque en muchos aspectos parecían a los lobos auténticos, peran listos y valientes, les gusthablar y jugar y sentían un am

intenso hacia su manada, etambién absolutamente incapacesoler y prácticamente sordos.

pues, Lobo pasó inadvertido endeambular alrededor de la Guaren busca de su hermano de carnad

No consiguió encontrarlo.Había llovido la Luz anteriola lluvia se había llevado cons



muchos olores; pero si Alto Sin Chubiese estado allí, Lobo lo habolido.

Le llegó entonces el olor lobo líder de la manada, que estsentado junto a la Bestia Brilla

que Muerde Caliente, tal como gustaba hacer a los sin cola. Juntél se hallaba la hembra a me

crecer que era hermana de camadaAlto Sin Cola. Le estaba hablandolobo líder con los gañidos de

lengua de los sin cola, y sonenfadada y triste a la vez.Lobo tuvo la sensación de



la hembra estaba preocupada Alto Sin Cola.

Correteando de arriba abaLobo siguió en busca de su hermde carnada. Encontró un gran cldesnudo que olía a cenizas recien

y unos árboles extraños y tiesoslos que colgaban muchos peces.detuvo tan sólo para engullir u

cuantos antes de dirigirse de vual Bosque en busca de Alto Sin Co

Quizá su hermano de carn

había salido a cazar. Sí, debía de eso. Y no podía haber ido muy lejpues como todos los sin cola cor



sobre las patas traseras, lo quevolvía lento.

Pero aunque Lobo buscóbuscó, no encontró nada.

La espantosa verdad se le vencima como un árbol caído.

Alto Sin Cola se había ido.



8

Para no encontrarse con Cuervos, Torak evitó los caminos clan y avanzó por los ocusenderos de ciervos que recorrtortuosos el valle del Río Ancho.



Las presas no tardaron advertir que no les estaba dando cy se relajaron. Un alce mordisqadelfillas mientras lo veía paUnos caballos de bosque meneala cola y se dirigieron a me

galope hacia los árboles, para luvolverse hacia Torak hasta que édesapareció. Dos hembras de jab

y sus jabatos peludos y regordealzaron los hocicos para verlo pas

Las hojas nuevas estaban

brotando y dejaban pasar la luz sol. Torak avanzaba a buen ritmComo todas las gentes del Bos



viajaba ligero, llevando tan sólonecesario para cazar, hacer fuegdormir.

Toda su vida había vagado el Bosque con Pa, acampandurante la noche para luego seg

camino. Siempre en marcha. había supuesto la parte más duravivir con los Cuervos. Tan s

levantaban el campamento cada o cuatro lunas.

¡Y había tantísimos de ell

Veintiocho hombres, mujeres y niñY bebés. Hasta el invierno anterTorak nunca había visto siquiera



bebé.«¿Por qué no puede camin

le había preguntado a Renn—¿Qué hace durante todo el día?» Ese había reído tanto que había rodpor los suelos.

En aquel momento eso lo haenojado; ahora hacía que los echaún más de menos.

Salió del valle del Río Anchosur de las Cataratas del Trueno ydirigió hacia el este para atravesa

valle siguiente. Allí tuvo un brencuentro con dos cazadores Clan del Sauce en piraguas. Para



alivio, tenían mucha prisa y nopreguntaron adónde se dirigía; sólo se detuvieron para hacerle advertencia antes de proseguir abajo.

— Un hombre enfermo esc

anoche de nuestro campameexplicó uno— . Si oyes aullid

corre. Ha olvidado que es

hombre.El otro negó con la cabeza

expresión triste.

— Esta enfermedad… dónde ha salido? Es como sialiento mismo del verano estuvi



envenenado.A medida que avanzaba

tarde, Torak empezó a sentiobservado.

Se detuvo muchas vecesescuchar, pero nunca oyó a nadie

cuando volvía sobre sus pasos encontraba nada. Y sin embargo,Perseguidor estaba allí. Po

sentirlo. Cuando las sombempezaron a alargarse, imaginó unos seres dementes deambula

por el Bosque; pequeñas criatumalévolas con garras afiladasrostros de hojas.



Decidió acampar cerca de río bullicioso donde las libélueran como dardos azules de luz y mosquitos casi se lo comieron vihasta que se frotó con jugo de ajen

Era la primera vez en seis lu

que dormía solo en el Bosque y tubuen cuidado de elegir el sapropiado. Terreno plano,

bastante elevado con respecto al para evitar crecidas repentinalejado de nidos de arañas y sen

obvias de presas; y sin ramas seen lo alto o árboles debilitados las tormentas que pudiesen cae



encima durante la noche.Después de alojarse en

refugios de pellejo de reno de Cuervos, estaba deseando volver forma en que había vivido con así que construyó un refugio a b

de árboles vivos. Encontró tres haóvenes y las inclinó hacia den

para enlazarlas con raíces de pin

conseguir así un espacio acogedorque dormir. Lo techó entonces ramas caídas que cubrió

mantillo, para luego poner encimás ramas. Por la mañana desatalas hayas, y éstas volverían a adop



su forma anterior sin haber sufrdaños.

Tras preparar un colchón los crujientes hayucos del otoanterior, metió dentro todas cosas. El refugio despedía un o

rico y penetrante, a tierra. — Un buen olor — dijo en

alta, pero su tono sonó forzado

lleno de inquietud.Era una noche cálida con

brisa que soplaba del sur, de man

que sólo hizo un pequeño fueprotegiéndolo con piedras pevitar que escapara al Bosque



prendiéndolo con su pedernal ymontoncito de cortezas de abedul.

Se acordó de las noches en él y Pa se sentaban ante las bramaravillados ante aquella criatmisteriosa y vivificadora que

buena amiga era de los clanes. ¿Qsoñaba el fuego cuando dormdentro de los árboles? ¿Adónde

cuando moría?Por primera vez pensó tamb

en los parientes que bien po

encontrar muy pronto. Quizá conClan del Ciervo Rojo se sentiría ude ellos. Después de todo, si



cosas hubiesen sido distintas, podhaber formado parte de ese cCuando nació, su madre podhaberle reclamado para su proclan en lugar del de Pa. Entonhabría crecido en el Bos

Profundo y quizá a Pa no lo habrmatado, y él nunca habría conocidLobo…

Eran demasiadas cosas en pensar. Se alejó en busca de comi

Desenterró unas raíces

orquídea dulce y las asó en brasas, para luego machacarlas hojas de cenizo y aderezarlas



ajicuervo. Sabían bien, pero no tehambre. Decidió guardarlas parahora de la comida.

Estaba colgando el pellejo cocinar en un árbol, a salvo criaturas que anduviesen hurgan

cuando un grito resonó en el BosquSe quedó atónito.

No era el aullido de una zorr

de un lince en busca de pareja. un hombre. O algo que una vez hasido hombre. El sonido le indicó

venía de lejos, del oeste.Con una sensación crecientetemor, Torak observó cómo la



entre los árboles empezaba desvanecerse. No quedaba mupara que el verano alcanzase apogeo, de modo que la noche sbreve. Sólo duraría lo suficiente pque su ánimo flaqueara.

La oscuridad se tornó mprofunda, pero en el Bosresonaba aún el parloteo de

tordos y la risa escandalosa de picamaderos. Los pájaros cantardurante toda la noche. Torak

alegró de su compañía.Pensó en los Cuervos sentaen torno a su gran hoguera, en el o



a humo de madera y salmón asadola risa descontrolada de Oslak…

«Como si el aliento mismo verano estuviese envenenadDesenrolló rápidamente el saco pdormir, se metió en él y dejó

armas a un lado. Un instante anhabía estado perfectamedespierto. Ahora se sentía agotado

Durmió.Una risa estridente desgarró

sueños. Fue vagamente consciente

un audible quejido, que le resultó familiar como mortífero…Tardó un instante en estar ale



Era el sonido de un árbol partirse… y caerle encima.

Tenía el saco para dorenrollado en torno a las piernas;podía liberarse. Retorciéndose couna oruga, reptó hasta la abertura

entrada. Se las apañó para poneen pie, saltó, cayó, evitando el fupor muy poco, y fue a parar

costado entre los helechos, jucuando el árbol se precipitaba estrépito sobre el refugio.

Una lluvia de chispas se elhacia el cielo. Oscuras ramas mecieron para luego que



inmóviles.Torak yacía tendido entre

helechos, el corazón palpitándcon fuerza y el sudor helándolepiel. Había comprobado que hubiese árboles dañados por

tormentas, sabía que lo había hecAdemás, apenas soplaba viento.

Aquella risa… Malévola y a

vez espantosamente infantil. había existido tan sólo en sus sueñ

No se atrevía a moverse; esp

hasta asegurarse de que nada más a caer. Entonces fue a inspecciolos restos del refugio.



Un fresno joven había casobre él, matando a los arbolillos y atrapando sus cosas einterior. Con suerte podrecuperarlas, pues, al menos a la del fuego, no parecían haber sufr

daños. Pero de no haber despertcuando lo hizo, habría muerto.

Y sin embargo, si su ataca

quería matarlo, ¿por qué avisarlo aquella horrible risa? Era comoestuviese jugando con él, poniénd

en peligro para ver qué era capazhacer.El fuego seguía ardiendo. C



una rama encendida en una mano ycuchillo en la otra, echó un vistazofresno.

Encontró marcas de hacGolpes pequeños y rudimentarpero eficaces.

Le pareció raro. No hahuellas en el terreno. Ninguna sede que alguien se hubiese afianz

para talar el árbol.Una vez más examinó el terr

a la luz de la antorcha. Nada. Qu

había pasado algo por alto, perolo creía. Si algo sabía hacer seguir huellas.



Con un dedo, tocó la rezumasangre del árbol. Estespesándose. Eso significaba alguien había cortado el tronco altiempo antes, para luego empujamientras él dormía.

Frunció el entrecejo. imposible derribar un árbol silencio. ¿Por qué no había o

nada?Entonces se le ocurrió

motivo. Había llenado su odre

agua en el río, ahogando cualquier otro sonido. De pie medio de los árboles, deseó



Lobo se hallase junto a él. Nconseguiría eludir a Lobo. Sus oreeran tan finas que podía oír pasar nube; su olfato, tan agudo que pooler el aliento de un pez.

«Pero Lobo no está aquí —

dijo con furia Torak— . Está mlejos, en la Montaña.»

Por primera vez en seis lun

no podía aullar para llamar a amigo perdido. No le gustaba penen quién o qué podía contestar a

llamada.Ya era bien pasada medianoche cuando hubo recuper



sus cosas y construido otro refugioestaba entumecido de cansanTambién se sentía inquieto por haprovocado la muerte de tres árboóvenes. Sentía sus almas pender

el aire en torno a él: nostálgic

desconcertadas, incapaces comprender por qué se les harobado la oportunidad de convert

en árboles adultos.«Es culpa tuya — parec

susurrar los demás árboles— . H

traído contigo el mal…» En ocasión no se arriesgó a meterseel saco para dormir. En lugar de e



avivó el fuego y se sentó en su nurefugio con el pellejo de cierodeándole los hombros y el haen las rodillas. No quería dormTan sólo deseaba que llegara alba…

Despertó dando un respinUna vez más tenía la sensaciónque lo observaban, pero en e

ocasión era diferente. Había un opeculiar en el aire: caliente, intensfamiliar; se parecía un poco al de

gatuña, aunque su mente embotpor el sueño no lograba situarlo.Entonces vio el brillo de u



ojos al otro lado del fuego. Su mse tensó sobre el hacha.

— ¿Quién eres? — pregucon voz ronca.

La criatura gruñó. — ¿Quién eres? — rep

Torak.La criatura avanzó hacia la luTorak se puso tenso.

Un jabalí. Un macho enormeal menos dos pasos desde el hocicla cola, y más pesado que t

hombres robustos. Tenía las oregrandes y peludas levantadas y ojillos inteligentes se clavaron



recelo en los de Torak.Torak se obligó a permane

tranquilo. Los jabalíes no soatacar a menos que estuvieheridos o defendieran a sus crpero un jabalí enfurecido po

moverse tan rápido como un ciery era invencible.

— No pretendo hacerte d

le dijo al jabalí, sabiendo quelo comprendería pero confiandoque su tono transmitiría

significado.Las grandes orejas se movierLa luz del fuego arrancó destello



sus colmillos amarillos. Luegoabalí profirió un gruñido

irritación, bajó la enorme cabezempezó a hozar en los restos refugio.

Tan sólo quería comer.

verano es un tiempo de escasez plos jabalíes, pues hace mucho quebayas y bellotas del otoño anterior

han agotado. No era de extrañar estuviese ocupado en hozar raícescarabajos, gusanos; cualquier c

que pudiese encontrar.El jabalí no volvió a prestaatención a Torak y, al cabo de



rato, éste se metió en el saco pdormir y se hizo un oviescuchando el reconfortante sonque la bestia hacía al husmear. nuevo compañero era brusco y demasiado amistoso, pero de to

modos se alegró de su presencia. Labalíes tenían los sentidos m

finos. Mientras estuviese cer

ningún hombre enfermo o criatmalévola podría aproximarse a él

Pero no tardaría en marchars

Contemplando el rojo corade las brasas, Torak se preguntóFin-Kedinn estaría en lo cierto



habría sido víctima de una trampara que abandonara a los Cuervo

Quizá quien fuera — o lo fuera— que lo perseguía le teexactamente donde quería: solo enBosque.

Quienquiera que fuese, haestado ocupado durante la noche.

Llovía cuando Torak saliógatas del refugio. El jabalí hadesaparecido, el fuego est

apagado y alguien había apartadopiedras y alisado las cenizTambién le habían arrebatado



flechas, entrando a hurtadillas enrefugio mientras él dormía psacarlas del carcaj y plantarlas encenizas formando un dibujo.

Torak lo reconoció al instanEra la marca del tridente de

Devoradores de Almas.Se dejó caer sobre una rodil

arrancó una flecha.

— Muy bien — dijo en voz al ponerse en pie— . Sé que elisto y muy bueno en lo de juga

esconderte. ¡Pero eres un cobardeno sales ahora mismo y te enfrentamí!



Nadie emergió de entre goteante espesura.

— ¡Cobarde! — exclaTorak.

El Bosque esperó.La voz de Torak resonó a tra

de los árboles. — ¿Qué quieres? ¡Sal de

vez y enfréntate a mí! ¿Qué quiere

La lluvia tamborileó sobre hojas y le corrió en silencio porcara. Su única respuesta fue

repiquetear de un picamaderos endistancia.



La mañana pasó y seglloviendo. A Torak le gustaba lluvia: lo mantenía fresco y alejablos mosquitos. Se sintió lleno ánimo al cruzar dos valles más. sensación de ser observ

disminuyó. No oyó más aullidementes.

Quizá fuera así porque el jab

seguía acompañándolo. No lo vpero no cesaba de encontrar rastde su presencia: amplias zonas

tierra revuelta donde había hozadobusca de comida, un hoyo con barevuelto junto a un roble de tro



desgastado en que se había rascadgusto antes de tomar un baño.

A Torak aquello le resutranquilizador. Tenía un nueamigo. Se preguntó cuántos veratendría el jabalí y si era el padre

aquellos jabatos que había vistodía anterior.

A medida que la tarde avan

sus sendas se cruzaron. Bebieron mismo río y descansaron en el misclaro soñoliento. En una ocasi

cuando ambos andaban en buscasetas, el jabalí profirió un gruñidoirritación y persiguió a Torak p



asustarlo, y luego volvió a la sque el muchacho había estado a pude comer y la pateó con fueCuando Torak se acercó a micomprendió por qué. No se tratde una seta inofensiva, sino de una

aspecto venenoso, tal codemostraba la aplastada carne roA su modo refunfuñón, el jabalí

había advertido que tuviese mcuidado.

A la mañana siguiente seg

lloviendo y el Bosque dormitbajo un manto de nubes. Pero endificultoso avance hacia el e



Torak se dio cuenta de que no esólo las nubes las que atenuabanluz. El Bosque en sí estvolviéndose más oscuro.

Estaba acostumbrado a su padel Bosque, donde los árbo

dejaban pasar la luz del sol ymaleza no solía ser muy espesa, ppara entonces había llegado a

colinas que guardaban el BosProfundo. Robles imponentes alzaban ante él con ramas podero

que se extendían para advertirle retrocediera. La maleza era más que él, con espesas hileras de te



negros y venenosa cicuta. El ciquedaba oculto por una bóvimpenetrable de hojas.

Durante todo el día no hahabido rastro alguno del jabalíTorak lo echaba de men

Empezaba a temer no sólo lo queseguía, sino también lo que hubidelante de él.

Pensó en los relatos quehabía contado su padre. «En Bosque Profundo, Torak, las co

son distintas. Los árboles son macechantes; los clanes, mpropensos a la sospecha. Si alg



vez te aventuras a entrar en él, cuidado. Y recuerda que, en verael Espíritu del Mundo recorre valles profundos como un homalto con la cornamenta de ciervo…» A última hora de la tar

con la lluvia todavía cayendo, Tose detuvo junto a un arroyodescansar. Colgó sus cosas de

acebo y fue a llenar el odre de aguEn el barro encontró hue

frescas. El jabalí había estado

antes que él, y hacía poco: huellas eran claras, con espolones profundamente marcad



Se alegró de saber que su amandaba cerca. Cuando se arrodillpara llenar el odre, le llegó el ofamiliar a gatuña y sonrió.

— Me preguntaba adóhabrías ido.

Al otro lado del arroyo helechos se abrieron, y ahí estabaabalí.

Algo iba mal. Tenía el ásppelaje marrón cubierto en sudor. Lojillos se veían apagados

bordeados de rojo. Torak dejó cel odre y retrocedió lentamente.El jabalí profirió un chillido



rabia.Y cargó.



9

Torak dio un salto hacia árbol más cercano cuando el jabse precipitó sobre él.

El pánico le dio fuerzas. agarró de una rama y se izó, p



balancear las piernas y alejarlas alcance del animal; los colmilloshundieron en el tronco justo ensitio en que un instante antes teníapie.

El árbol se estremeció. To

arañó la corteza.Pasando una pierna por enci

de la rama, se izó hasta quedar en

horqueta. No estaba ni a dos papor encima del jabalí, pero no posubir más, pues el árbol

demasiado débil.Había perdido las botas y telos pies resbaladizos de barro.



aferró a las ramas para afianzaUna de ellas se rompió con chasquido. El jabalí levantó cabeza y lo miró furioso.

Los ojos marrones que anparecían sabios y tranquilos esta

ahora hinchados e inyectados sangre. Le había pasado algo quehabía convertido en un monstruo.

recordaba espantosamente a Oslak — Pero si soy tu am

musitó Torak.

El jabalí profirió un gruñlastimero y se precipitó haciaBosque.



Al ver que no volvía, Toexhaló un suspiro tembloroso. Psabía que era demasiado pronto pbajar del árbol. Los jabalíes astutos, saben cómo ocultarseesperar. Ése podía estar en cualqu

parte.Torak tenía las pier

agarrotadas, y cuando cambió

posición, sintió un dolor agudo enpantorrilla derecha. Mirando haabajo, se sorprendió al compro

que lo que le había hecho resbalarera barro, sino sangre. El colmdel jabalí lo había alcanzado en



pantorrilla, pero con la impresión ataque no lo había sentido. Ahorapodía hacer nada por remediarlo.

La lluvia amainó y salió el Alrededor vio acebos y robles, un sotobosque de helechos

espumosas reinas de los pradTodo parecía muy tranquilo.

El olor a gatuña del anim

seguía flotando en el aire. Poestar a sólo cinco pasos sin que ésupiera, no hasta que fu

demasiado tarde.Debajo de él un colirrojoposó sobre un matorral de cadi



esparciendo gotas de lluvia. Topensó que no lo habría hecho siabalí anduviese cerca.

Para asegurarse, sacó cuchillo y, tras una rápida disculpespíritu del árbol, cortó una ra

pequeña y la arrojó al suelo.El colirrojo levantó el vue

Los helechos hicieron explosión.

Aferrándose al árbol, Toobservó al jabalí ensañarse conrama que había dejado ca

utilizando los colmillos y pateándola convirtió en un amasijo de fibSi hubiese saltado, ése habría s



él.El jabalí arrojó la ra

destrozada a los helechos, se volen redondo y bajó la cabeEntonces se abalanzó sobre el árb

Su paletilla golpeó el tro

como una roca al caer a tierra. Cuna lluvia de hojas de sauce. Tocontinuó agarrado con expres

sombría.Una vez más el jabalí arremeY otra vez.

Y otra más.Con una oleada de pánTorak comprendió qué est



haciendo. Trataba de derribar árbol.

Y además podía hacerlo, pcon horror creciente se dio cuentaque había trepado al árequivocado. En lugar de uno de

robustos robles y acebos que habrsoportado el furibundo ataque deabalí, había elegido un sa

delgado cuyo tronco apenas era mgrueso que él mismo.

«Oh, qué listo eres, Torak»,

regañó mentalmente.Con la siguiente arremetidaoyó el ruido de la madera



astillarse. Debajo de él se haabierto una herida en la corteTorak vio la madera de un marrosáceo y la brillante sangre árbol…

«Haz algo, rápido.» El ro

más cercano quizá estuviera a alcance, si se arrastraba poco a ppor esa rama…

Retrocedió de golpe. «Ni intentes.» La rama podía parefuerte, pero jamás soportaría su pe

Aquél era un sauce quebradizo ymadera era famosa por la facilicon que se partía. Así pues, no s



había elegido el árbol más pequque había a su alcance, sino tambel más frágil.

Con sorprendente brusquedel jabalí dejó de atacar. Toencontró su silencio más aterra

aún que su rabia.Sabía que sería una lucha

muerte, y que probablemente

perdería. El hacha, el arco y flechas colgaban limpiamente acebo, a dos pasos y fuera de

alcance.La esperanza lo abandonó coagua que se filtrara en la arena.



había escapatoria. Iba a morir.Sin saber qué hacía, se llevó

manos a los labios y aulló: «¡Lo¿Dónde estás? ¡Ayúdame!» El vieno le trajo ninguna respuesta. Loestaba muy lejos, en la Montaña.

Y aquella parte del Bosqparecía vacía de gente. Nadie osus gritos y acudiría en su ayuda.

Aullar hizo que se sintivulnerable, pero en cierta fortambién le infundió fuerzas. «Eres

miembro del Clan del Lobo —recordó— . No vas a morir como ardilla en lo alto de un árbol.»



Rápidamente, antes de que dudas lo acecharan, cortó una rade sauce un poco más larga quebrazo y le arrancó las ramlaterales. Luego le arrancó la puntla partió para obtener una horqu

fuerte y flexible. La distancia hasus armas era de unos dos pasQuizá, sólo quizá, podría utilizar

rama bífida para enganchar la coren el extremo del hacha y levantadel acebo.

Debajo de él, del pellempapado en sudor del jabalí se avapor mientras observaba



atención sus movimientos.Por suerte, la rama del sa

que se extendía hasta llegar mcerca del acebo era también la mrobusta. Torak se deslizó por epoco a poco hasta donde se atrev

sosteniendo extendida ante sí la rabífida.

No era lo bastante larga.

Retrocedió de nuevo cuidado. Se quitó el cinturón cuero sin curtir, rodeó con él el ár

y agarró el extremo libre. Esopermitió llegar más lejos.Esta vez… ¡sí! Consig



ensartar la rama bífida en la lazde la empuñadura del hachalevantarla muy despacio de la radel acebo.

El hacha era pesada. La rabífida se dobló… y Torak obse

con impotencia cómo el hacha deslizaba de su extremo y caía conruido sordo en el barro.

El jabalí profirió un chillihundió los colmillos bajo el mandel hacha y la arrojó a los helecho

Torak no podía permitidesfallecer. Todavía extendido máximo, movió la rama hacia



arco. Con mucha suavidad, la ppor debajo de la cuerda. El arco mucho más ligero que el hacha, pse trataba de una rama de tforrada de tendón, y lo levantó facilidad.

En cuanto tuvo el arco colgal hombro, la esperanza renacióél.

— ¿Has visto eso? — le gritóabalí— . No pensabas que pod

hacerlo, ¿verdad?

Ahora, por las flechas. Todaagarrado al cinturón, Torak hizogran esfuerzo por alcanzar el car



con la rama bífida. Consigengancharlo. Era ligero, un simcono de hierba trenzada, pero cuanlo atraía hacia sí se ladeó y flechas empezaron a caer en el baDio un tirón hacia él, justo a tiem

de salvar las tres últimas.Por unos instantes se sin

ridículamente satisfecho.

— ¡Tres flechas! — exclamóTres flechas. Para matar a

abalí adulto. Sería como tratar

abatir un alce con un ramo de floreEl jabalí soltó un bufidoreanudó sus arremetidas contra



tronco. El sauce no aguantaría mutiempo.

Agachado sobre el ártembloroso, Torak se esforzó apuntar. Las ramas le obstaculizael movimiento del brazo tensor y

conseguía tener un blanco certero…Disparó una flecha. Se clavó

un muslo del animal. El jabalí rug

pero continuó embistiendo con colmillos contra las raíces. La flele había hecho el mismo daño qu

picadura de un mosquito.Apretando los dientes, Todisparó otra. Rebotó en la d



cabezota del animal sin causadaño alguno.

«Utiliza el ingenio, Torak. Sdas a un jabalí en el cráneo o enpaletilla no le harás ningún daPero si le das detrás de la paleti

tendrás una oportunidad alcanzarle el corazón.»

Otro crujido de madera

astillarse… y el sauce dio tremendo bandazo. Ahora Torak casi estaba al alcance del animal.

El jabalí se volvió en redonpara atacar otra vez. Justo antesque cargara, Torak distinguió u



zona de pelaje más claro detrásuna de las patas delanteras, apuntóy disparó.

La flecha se hunprofundamente. El jabalí profirióchillido y cayó con estrépito sobre

costado.Silencio.Todo lo que Torak oía era

propio aliento jadeante y la lluque repiqueteaba en los helechos.

El jabalí yacía inmóvil.

Torak esperó todo el rato qpudo soportar. Como el jabalí segsin moverse, descendió hasta



suelo.De pie sobre la tie

desgarrada, con el sauce moribundetrás de sí, se sintió expuesto. tenía flechas ni hacha; tan sólocuchillo.

Tenía que estar muerto. Lcostados moteados de espuma nomovían.

Pero no correría riesgos. Teel carcaj a tres pasos de distanNo se acercaría al animal hasta e

mejor armado.A hurtadillas, rodeó el sadestrozado para buscar el hacha en



los helechos.Tras él, el jabalí se las apa

para ponerse en pie.Desesperado, Torak buscó

la mirada entre la maleza. Tenía estar en alguna parte…

El jabalí se lanzó a la carga.Torak vio el hacha, se abalan

para agarrarla, se vol

bruscamente y la hundió en el cuegigantesco.

El jabalí cayó muerto.

Torak estaba de pie, con piernas separadas y el pe



adeante, aferrando el hacha ambas manos.

La lluvia le corría por mejillas como lágrimas y caía tristeza sobre las hojas. Se senmareado. Jamás en su vida ha

matado a una presa cuando necesitaba comida. Jamás hamatado a un amigo.

Soltando el hacha, se arrodillposó una mano temblorosa sobrepelaje caliente y áspero.

— Lo siento, amigo mío —susurró al jabalí— . Pero he tenque hacerlo. Que tus almas… par



en paz.El ojo vidriado lo miraba

verlo. Las almas del jabalí lo hababandonado ya. Torak posentirlas. Cerca. Enfadadas.

— Te trataré con resp

añadió, acariciando el flaempapado en sudor— . Te prometo.

En el pelaje apelmazado mano se topó con algo duro.

Separó el pelo… y dio

respingo. Era alguna clase de darprofundamente hundido entre costillas del jabalí.



Con el cuchillo consigsacarlo, y lo lavó en el río. Jamhabía visto nada semejante. Teforma de hoja, pero con unas pmortíferas, y estaba hecho de madendurecida en el fuego.

A sus espaldas, entre árboles, oyó una risa. Se volvióredondo. La risa se desvaneció en

Bosque.De repente entendió

significado de su hallazgo. Ése er

motivo de que el jabalí hubiatacado. No estaba enfermo, sherido. Terriblemente herido



alguien tan cruel y malvado quehabía ido tras él para acabar convida, tal como dictaban las sagraleyes de la caza, sino que lo hadejado enloquecer de dolor, para se ensañara con cualquiera que

cruzara en su camino.Y puesto que Torak parecía

única persona en aquella parte

Bosque, quienquiera que hubidisparado al jabalí debía pretender que su primera víct

fuese él.



10

Torak envolvió la tajada hígado de jabalí en hojas de cadillla embutió en la horqueta de roble.

— Le doy las gracias



guardián del clan por esta commusitó como había he

incontables veces antes. Por primvez en su vida, no se senagradecido. No podía dejar pensar en el viejo y sabio jab

husmeando en el mantillo de hojahaciéndole compañía por la nocasí como en los jabatos rollizo

peludos que habían perdido un padRegresó cojeando hasta

cuerpo muerto del animal.

enorme. Tras grandes esfuerzos,las había apañado para hacerlo rosobre sí y rajarle la panza p



alcanzar las entrañas, pero no hapodido llegar más lejos.

Hasta entonces, la presa mgrande que había matado había sun corzo, y le había llevado dos dagotadores ocuparse de él. El jab

era varias veces mayor. Le llevauna luna entera hacerlo.

No disponía de una luna ente

Tenía que llegar al Bosque Profuny encontrar el remedio.

Pero no tenía elección. La

más antigua de todas disponía quematar una presa, había que tratacon respeto y hacer uso de cada pa



de ella. se era el Pacto que habsellado mucho tiempo atrás clanes y el Espíritu del MunTorak tenía que cumplirlo arriesgarse a una mala sueinenarrable.

También debía ocuparse deherida en su pantorrilla. Le ardía.siquiera la lluvia conseg

refrescarla.Junto al arroyo encontró

mata de jabonera. Machacó u

cuantas hojas mojadas hasta obteuna espuma escurridiza y se lavópierna. El dolor fue tan intenso



se le saltaron las lágrimas.Ahora tenía que coser la her

Encontró unas cuantas agujas hueso en su fardo, que pendía intadel acebo, y eligió la más fiademás de un pedazo de hilo

tendón de ciervo. El hilo que hahecho con los restos del corzo grueso y desigual, y al verlo Ved

había apretado los labios y le hadado un poco del suyo. Éste era fino como el de una telaraña, y To

le dio las gracias en silencio.El primer pinchazo de la agfue atroz. Pasar el hilo a través d



piel lo hizo gemir, y tuvo que saen círculos con la agsobresaliéndole de la pantorrantes de reunir el valor suficiepara darse otra puntada. Cuanhubo acabado, las lágrimas

surcaban el rostro.Ahora venía el vendaje. Util

un poco de corteza de sauce ve

masticada — al menos de eso hade sobras— , aunque ponérselaprodujo un escozor tremendo. Lu

se aplicó una suave almohadobtenida del interior de un hongoherradura y después lo envolvió to



con albura para que no se movieraCuando hubo acabado, est

temblando. La herida todavía palpitaba, pero el dolor haremitido un poco.

Encontró las botas, llenas

barro pero intactas, y se las puso.alegró de que fueran de verano, suela de pellejo sin curtir y sua

laterales de gamuza que no rozarían la pantorrilla. Por últimetió el resto del hongo de herrad

en el fardo, para cambiarse vendaje al cabo de unos cuantos dUnos cuantos días…



Aún estaría allí, ocupándose cuerpo del animal muerto, si es su Perseguidor no acababa primcon él.

La lluvia había cesado. El agoteaba del sauce destrozado

relucía sobre el cuerpo del jabDos cuervos se posaron cermirándolo esperanzados. Torak

espantó.Vio puntos negros danzar a

sus ojos y comprendió que est

debilitado por el hambDescuartizar el cuerpo tendría esperar. Necesitaba comer.



Había terminado provisiones que se había llevado campamento de los Cuervos, pcon el cuerpo del jabalí no tendescasez de carne. Sin embargo, jamhabía tenido tan pocas ganas

comer.Observado por los cuervos,

obligó a engullir el resto del híga

Beber la sangre fue más difícil. mayor parte se había derramado enbarro, un error que ya no po

remediar y que, puesto que ibacontra del Pacto, le traería msuerte. Para compensar el daño, s



del fardo la taza de madera de abey recogió la sangre que quedaba encavidad del cuerpo. Trató de pensar en Oslak tallando la taza pél una larga noche de invierno, oque se estaba bebiendo la sangre

un amigo.Para quitarse el sabor de

boca, masticó unos tallos tiernos

cadillo. Luego por fin se puso maa la obra con el cuerpo.

Despellejarlo supuso

esfuerzo tremendo para su espaldsus brazos, y casi había oscureccuando terminó. Estaba cubierto



sangre y temblando de agotamientel pellejo era un amasijo embarry hediondo. Todavía no lo halavado ni empezado a rascar restos de carne y grasa. Despuéseso le llevaría días curarlo

ceniza de madera y semachacados, así como secar la cay partir los huesos para ha

anzuelos y puntas de flecha.Sin olvidar, por supuesto, q

aún tenía que construir un refugi

encender un fuego antes de oscureciese del todo… — Desear no basta p



convertir las cosas en realisentenció una voz detrás de él.

Torak dio un respingo. No veía a nadie. Los helec

eran tan altos como un hombreestaban llenos de sombras.

— ¿Quién eres? — preguDio un paso y de pronto se percde que había dejado las armas ju

al cuerpo del jabalí.Fue entonces cuando lo vio.

rostro entre los helechos, que

miraba fijamente.Un rostro de hojas.



11

La criatura con el rostro hojas no estaba sola.

Apareció otra muy cerca. Lu

otra, y otra más. Torak estrodeado.



A medida que surgían de enlos árboles, Torak vio que, aunqsus rostros se parecían al de Perseguidor, pertenecían a hombremujeres adultos… y no tenían garr

Llevaban el cabello cast

largo y trenzado con pelos de colacaballo de bosque. Las barbas de hombres estaban teñidas de ver

como el musgo que colgaba de abetos rojos. Tanto los hombcomo las mujeres llevaban los lab

pintados de un verde más oscuaunque lo más sorprendente de toeran las hojas en sus rostros. To



advirtió que se trataba de ritatuajes de un marrón verdoso: hode roble para las mujeres, de acpara los hombres. Los tatuajes dala inquietante impresión de mirasen entre los árboles, incl

estando en terreno descubierto coen aquel momento.

Iban descalzos. Llevaban cal

hasta la rodilla y jubones sin mande corteza trenzada, pero más finflexible que la que Torak había v

nunca. Cada uno portaba magnífico arco bien aceitado, ycada arco se tensaba una flecha



pizarra verde empendolada plumas de pájaro picamaderTodas las flechas lo apuntaban.

Torak se llevó rápidamente puños al pecho como prueba amistad.

Las flechas no se movieron. — ¿Sois del… Bos

Profundo? — preguntó con

ronca. Sospechaba que era así. Haalgo en ellos que los hacía distinde su Perseguidor. Captaba furi

peligro, pero no maldad. — Y tú — dijo la mujer quehabía dirigido antes a Torak— ,



has llegado a sus fronteras y devolver por donde has venido.

— Creía que el BosProfundo estaba más hacia el este…

— Pues te equivointerrumpió la mujer con voz

gélida como un lago profundo Bosque. Tenía una cara alargada yexpresión desconfiada, con los o

color avellana demasiado juntosparecía mayor que los demás. Tose preguntó si sería la líder— . H

llegado al Bosque Verdadanunció la mujer— . No puepasar.



¿El Bosque Verdadero? A pesar, Torak se sintió molesto. ¿Qtenía de malo el Bosque en quehabía crecido?

— Vengo en son de paz — dTorak, tratando de sonar amist

pero sin acabar de conseguirlo—Me llamo Torak. Estoy emparentcon el Bosque Profundo. Con el C

del Roble y el del Ciervo Rojo parte de mi madre. ¿De qué clan svosotros?

La mujer se irguió en todaestatura. — Del Clan del Caballo



Bosque — respondió con altivez—Como bien sabrías si no estuviemintiendo.

— Os estoy diciendo la veraseguró Torak.

— Demuéstralo.

Con el rostro encendido, Tose dirigió a su fardo y extrajocuerno de medicinas de su mad

Estaba hecho de la punta del avaciada de un ciervo rojo, con base de roble negro y un tapón. F

Kedinn le había dicho que mantuviera oculto, pero no seocurría otra prueba que mostrar.



— Toma. — Se lo tendió amujer.

La líder retrocedió como shubiese amenazado.

— ¡Déjalo en el sueexclamó— . ¡Jamás tocamos a

extraños! ¡Podrías ser un fantasmun demonio!

— Lo siento — se discu

Torak a toda prisa— . Lo… lo dejaquí.

Lo dejó en el suelo y la líder

inclinó para inspeccionarlo. Torakdijo que los Caballos de Bosparecían tener algo más en com



con sus criaturas del clan únicamente sus colas.

— Está hecho por los Ciervo Rojo — declaró la líder.

Un murmullo de sorprrecorrió a su gente.

Dando unos pasos hacia Torla líder le observó el rostro.

— Hay algo del Bos

Verdadero en ti, a pesar del mal qhas hecho aquí; pero tus tatuajesclan nos son desconocidos.

puedes pasar. — ¿Qué? — exclamó Torak—¡Pero tengo que pasar!



— ¡No puede entrar en Bosque Verdadero! — vociferó udel clan— . ¡Mirad cómo ha tratal jabalí!

— ¡Y al sauce! — añadió o. ¡Miradlo, moribundo en

barro! ¡Muñéndose sin nada alivie su dolor!

— ¿Cómo aliviáis el dolor

un árbol? — preguntó Torindignado.

Siete pares de ojos co

avellana lo miraron furibundostravés de sus tatuajes de hojas. — Has maltratado a nuest



hermanos — concluyó la líder—Eso no puedes negarlo.

Torak echó un vistazo al árdestrozado y al cuerpo del jablleno de barro.

— Quedáoslos — dijo.

— ¿Qué? — preguntó la lídaguzando la mirada.

— Quedaos al jabalí y el sa

puntualizó Torak— . Yo sólo suno, pero vosotros sois siete. Podocuparos de ellos mucho mejor

yo. Y de esa forma evitaremosmala suerte.La líder titubeó, como



sospechara que se trataba de truco. Entonces se volvió haciagente. Para sorpresa de Torak, habló, sino que hizo una serie gestos breves y sutiles con una ma

De inmediato, cuatro de ello

adelantaron, sacaron finos cuchide pizarra verde y se pusieron maa la obra con el cuerpo del jab

Con rapidez y destreza asombrolo descuartizaron para luego meteunto al pellejo y las entrañas en u

redes de corteza trenzada sacaron de sus fardos, y entonceslas echaron al hombro.



— Volveremos en busca nuestro otro hermano — anunció uasintiendo con la cabeza haciasauce y dirigiéndole una mirceñuda a Torak— . Le daremosdebido reposo. — Enton

desapareció, fundiéndose con Bosque junto a sus tres compañero

Toda huella del jabalí se ha

desvanecido, aparte de los colmilque uno de los del Caballo Bosque dejó ante Torak.

— Tienes que conservarlosexplicó con severidad— , precordar todo el mal que has hech



la presa. Si fueras del BosVerdadero, estarías obligado llevarlos para siempre como casti

Torak le suplicó a la líder. — Sé que he obrado mal, p

no era ésa mi intención.

— Eso no importa.Torak respiró hondo y volvi

intentarlo.

— He venido aquí pornecesitamos vuestra ayuda. Hay enfermedad en el Bosque.

— Ya lo sabemos. — ¿Lo sabéis? ¿Os ha afecta vosotros también?



La líder levantó la barbilla. — No tenemos enfermedades

el Bosque Verdadero. Guardambien nuestras fronteras. Pero árboles nos cuentan muchas coNos hablan del mal que persigu

sus hermanos en el oeste. Nsusurran de dónde viene.

Torak reflexionó sobre eso.

— Se dice que uno de vuesthechiceros conoce el remedio.

— No tenemos ningún reme

repuso la líder.Torak se quedó boquiabierto — Sé que os he ofend



dijo con cautela— , y lo sienPero si vuestro clan no tieneremedio, quizá otro…

— ¡No tenemos ningún remed¡No hay ningún remedio en el BosVerdadero! ¡La gente del Clan de

Nutria habla demasiado deprSiempre andan con prisas, ¡igual la criatura de su clan!

— ¿De veras no podayudarnos? — preguntó Torincrédulo— . ¿Ni vosotros ni na

más en el Bosque Profundo? La gese está muriendo. — Estoy muy apenada — d



la líder sin convicción— , pero puedo alterar la verdad. Lo quebuscas está junto al Mar.

Torak se la quedó mirandoinquirió:

— ¿El Mar?

— Debes dirigirte al oeste. es el mensaje de los árboDirígete al oeste hasta que no pue

seguir más allá. Allí encontrarásque buscas.

— ¿Por qué debería creer

preguntó Torak— . Sólo tratáislibraros de mí.El rostro verde de la líder



volvió adusto. — Los árboles nunca mien

Si tuvieras más que una astilla Bosque Verdadero en tus almas,sabrías bien. Pero no es así… ¡ohabrías causado todo el mal que

hecho aquí! — Yo no quería matar al jab

explicó Torak— , pero he ten

que hacerlo. Me ha atacado. Algulo había herido y se volvió loco.

Los Caballos de Bosque

quedaban profirieron gritos horror. — ¡Qué maldad tan terrib



exclamó la líder— . ¿Dónde estus pruebas? ¿Cómo podemos ignoalgo así cuando no se parte una sramita en nuestro Bosque sin queoigamos?

Torak se agachó y agarró

dardo que había arrancado costado del jabalí. Entonces recoque los Caballos de Bosque e

reacios a tocar a los extraños ydejó en el suelo otra vez.

No estaba preparado para

reacción de aquellas gentes. La lísoltó un gruñido, mostrando udientes increíblemente blancos en



los labios verde oscuro. — ¿Te atreves a acusarnos? — ¡Por supuesto que no! —

defendió Torak. En aquel momevio algo que le había pasinadvertido hasta entonces:

puñado de dardos de madera oscuexactamente iguales al que haherido al jabalí, colgando

cinturón de la líder. — Así pues, ¿a quién acusinquirió la mujer— . ¿A alg

otro clan del Bosque Profun¡Habla rápido o morirás! — ¡No lo sé! — exclamó To



. Quiero decir que… lo he vi¡pero no sé qué es! Sólo sé queencontrado este dardo en el costdel jabalí.

Para su alivio, los CaballosBosque bajaron los arcos.

— Yo lo llamo el Perseguidañadió Torak— . Tiene un ros

como el vuestro. Bueno, no… lo

quiero decir es que tiene un rocon hojas tatuadas pero mpequeño, como el de un niño, y

garras en manos y pies.La líder retrocedió. Apretó labios verdes y, bajo los tatuajes



hojas, su rostro palideció. — Tienes que marcharte

inmediato — dijo jadeando— .das otro paso hacia el BosVerdadero, juro por todos árboles que me dieron la vida que

vivirás para dar uno más.Torak clavó su mirada en la

la mujer y vio el temor en sus ojos

— Sabes qué es, ¿verdad? refiero al Perseguidor. Sabes qué

La líder no contestó. Hizo o

ademán hacia su gente y todosvolvieron, perdiéndose entre árboles.



— ¡No! — chilló Torcorriendo tras ellos— . ¡Decidqué es! ¡Al menos decidme eso!

Una flecha pasó silbando asu rostro.

— ¡Decidme qué es!

Justo antes de desaparecer,líder se volvió.

— Tokoroth… — musitó.

— ¿Qué significa einsistió Torak.

— Tokoroth…

El rostro verde se desvaneentre las hojas.Mucho después de que



hubiera marchado, el nombre penen el aire cual pensamiemalévolo.

Tokoroth…



12

— ¿Un tokoroth? — preguRenn, acariciándose la mvendada— . ¿Qué es eso?

— Aquí no — espetó SaeunnSin decir una palabra más



hechicera echó a andar a través campamento. Aunque estencorvada como un viejo árazotado por las tormentas, se mocon una agilidad sorprendedespejando el camino con su caya

Dejó atrás a la gente que trabajabalas hogueras, dejó atrás la Roca Guardián y se sumió en las somb

del desfiladero. No miró atSimplemente asumió que Rennseguiría.

Mordiéndose el labio pcontener la irritación, Renn asíhizo. Al pasar, la gente le dirigió



miradas cautelosas que soreservar para la hechicera. consideraban cada vez más aprendiza de Saeunn. Renn detestque lo hicieran.

Habían pasado tres días de

que llegara la enfermedad, y en tiempo cuatro Cuervos más habcaído enfermos. Para impedir que

hicieran daño a sí mismos o a otrFin-Kedinn había tomado medidrásticas, encerrándolos en

cueva al otro lado del ríoapostando vigías de manconstante.



Renn captaba el miedo enaire. Lo veía en los ojos de la gen¿Seré yo el siguiente? ¿Lo serás tú

Tenía un miedo espantoso que el mordisco en su msignificara que ella sería la siguie

Necesitaba hablar con alguien, qudijeran que estaba equivocada. PSaeunn le había prohibido hablar

tema.En el pasado eso no hab

detenido a Renn; llevaba toda su v

desafiando a Saeunn, y no veía rapara dejar de hacerlo ahora. Ptodos a los que solía contar



secretos se habían ido. Oslak estmuerto y Vedna había regresado aclan de nacimiento, los SaucTorak había desaparecido.

Torak. Hacía dos días quehabía marchado, y hasta pensar en

la ponía furiosa. Ya no era amsuyo. Los amigos no salen corriensin decir una palabra, dejando

sólo un guijarro, un guijapintarrajeado.

Para desahogar

sentimientos, había estado cazantodos los días; puesto que era bucazadora, Fin-Kedinn la ha



dejado marchar. Y fue mientcazaba cuando la habían mordido.manera que, en cierto sentido, también era culpa de Torak.

Había ocurrido una mañana.había levantado al alba y echad

andar a través del Bosque neblinhacia el arbusto de avellano enextremo sureste del valle, do

había puesto algunas trampas.Al llegar al arbusto, lo ha

creído desierto. Entonces, de lo m

profundo del mismo, le había llegun susurrar de hojas. En aqmomento olvidó una de las prime



reglas que le enseñó Fin-Kedinnmetió una mano sin mirar.

El dolor fue terrible. Su alarestremeció el Bosque y espantó apalomas torcaces, que levantaronvuelo desde los árboles. Aullan

trató de retirar la mano, pero lo fuera que la había mordido segaferrado a ella. No conseguía ve

pues el follaje era demasiado tupiy no lograba quitárselo agitandomano. Sacó el cuchillo y arrem

con él, pero entonces retrocehorrorizada. No era una víbora o comadreja, sino un niño. Captó en



instante el brillo de unos ojos tuna mata de cabellos mugrientos, como unos dientes afiladosmarrones que se le hundían enpalma.

Levantó el cuchillo p

asustarlo y la criatura le clavó mirada de pura maldad, le soltómano, siseó como un glotón enfad

y luego desapareció.Fue entonces cuando Thul

Fin-Kedinn habían lleg

corriendo, con las hacpreparadas.Por alguna razón que Renn



comprendió, no les contó ocurrido, sino que escondió la mdetrás de la espalda y disimulóimpresión disfrazándola vergüenza.

«¡Qué estúpida he sido al

mirar primero! ¡Menos mal que sera una comadreja!»

Thull se había mostr

aliviado porque no fuera algo peohabía vuelto al campamento. FKedinn la midió con la mirada y

también lo miró en silencio. — ¿Qué has dicho que epreguntó ahora que la hechic



se había detenido a unos veinte pade la entrada del desfiladero. Rmiró alrededor con inquietud. Nogustaba el desfiladero y rara acudía allí a menos que tuviese hacerlo.

Aunque era mediodía, sombras eran profundas. desfiladero siempre estaba sum

en sombras y sus imponencostados no dejaban ver más que fina tira de cielo. El Río Ancho no

gustaba más que a Renn: descenatronador y furioso sobre un caospeñascos.



Renn se estremeció. Allí denun tokoroth podía asaltarte con sigy ella ni siquiera lo oiría…

— Tokoroth — musitó Saeuhaciendo que se estremeciera.

— Pero ¿qué significa?

Saeunn no conteAgachándose en un retazo de tieroja y seca a la orilla del río,

estiró la túnica sobre las huesurodillas. Iba descalza y tenía las ude los pies marrones y ganchudas.

En cierta ocasión, Torak había dicho a Renn que Saeunnrecordaba a un cuervo. «A uno vie



al que ya no le queden buesentimientos.» Renn pensaba que más bien como tierra chamuscaseca y muy, muy dura. Pero Totenía razón en cuanto a lo de sentimientos. Renn conocía a

hechicera de los Cuervos desde había nacido y jamás la había vsonreír.

— ¿Por qué debería contartedel tokoroth? — preguntó Saeunn su voz áspera y ronca— . Quie

saberlo, y sin embargo te niegaaprender hechicería. — Porque no me gusta



hechicería — repuso Renn. — Pero eres buena con

magia. Sabes las cosas antes de sucedan.

— También soy buena encaza, pero tú…

— Te obsesionas con la cinterrumpió Saeunn— para h

de tu destino. Para huir de convert

en hechicera.Renn respiró hondo y conse

la calma. Discutir con Saeunn

como tratar de cortar sílex con pluma. Y tampoco ayudaba el hecde que hubiera cierta verdad en



palabras.Decidió ser paciente ha

obtener lo que deseaba. — Háblame del tokor

pidió.

— Un tokoroth — explSaeunn— es un niño criado a soen la oscuridad, como huésped de

demonio.Mientras hablaba, la penumse tornó más intensa y empezó a c

una lluvia fina que aguijoneó la tieroja. — Un tokoroth — prosiguió



no sabe qué está bien o está mCarece por completo misericordia, pues se le ha enseña odiar el mundo. No obedecenadie a excepción de su cread

Miró fijamente las aguas negra

presurosas— . Es una de criaturas más temidas en el BosqJamás creí que sabría de u

mientras viviera.Renn se miró la mano her

Bajo el emplasto de Saeunn a b

de uña de caballo y telarañas,herida le palpitaba dolorosamente — Has dicho «su creador».



qué te referías?La mano de Saeunn, semejan

una garra, aferró el cayado. — Al que captura al niño.

que atrapa al demonio y lo encieen el cuerpo del huésped.

Renn negó con la cabeza. — ¿Por qué nunca he o

hablar antes de esto?

— Muy pocos conocen existencia de los tokoroth — señSaeunn— , y aún son menos los

hablan de ellos. Además — añacon cierta irritación en la voz— no quieres aprender hechicería. ¿O



habías olvidado?Renn enrojeció.

— ¿Cómo se crea un tokorothPara su sorpresa, las comisu

de aquella boca sin labios curvaron hacia abajo en una mu

de aprobación. — Vas directa a la raíz de

cosas, y eso está bien. Eso es lo

hace una hechicera.Renn permaneció en silencioSaeunn trazó una marca en

tierra que Renn no logró ver. — El antiquísimo arte de crun tokoroth — explicó— se per



hace mucho tiempo. O eso creíamPor lo visto alguien ha vueltoaprenderlo. — Apartó la mano prevelar la marca del tridente de Devoradores de Almas.

Renn había esperado a med

que se tratara de eso, pero impresionó sobremanera confirmadas sus sospechas.

— Pero ¿cómo se creinsistió, su voz apenas audi

por encima del rugir del Río Anch

Saeunn apoyó la barbilla en rodillas y miró largamente las aguRenn siguió aquella mirada, que



hundía y hundía hasta el lodoso fondel río.

— En primer lugar — explla hechicera— , se atrapa un niQuizá desaparece cuando parientes miran hacia otro lado u

instantes. Lo buscan, pensando vaga sin rumbo en el Bosque. Jamlo encuentran. Lloran por

creyéndolo perdido o atrapado un lince o un oso.

Renn asintió con la cabe

Conocía gente que había perdniños de esa manera, y siempre hasentido por ella una lásti



desgarradora. En realidad, misma también había perdido pariente: su padre había permanecdesaparecido cinco lunas antes que encontraran su cuerpo. Ella teentonces siete veranos. Recordab

agonía de no saber qué haocurrido.

— A ese niño más le vald

añadió Saeunn— caer en made un oso. Todo es preferible a capturado para convertirse

tokoroth.Renn frunció el entrecejo. — ¿Por qué? Al menos así si



vivo. — ¿Vivo? — Una mano hues

se cerró en un puño— . ¿Mantenen la oscuridad luna tras luna? ¿más calor del estrictamente necesapara mantenerlo con vida? ¿Sin o

alimento que carne podrida murciélago arrojada en su proinmundicia? Y lo peor de todo,

gente. Sin ver a nadie hasta queolvidado el contacto de la manosu madre; hasta que ha olvidado

propio nombre.Renn sintió el aliento gélido mal calándole los huesos.



— Entonces — continuó Sae, cuando no queda más que

carcasa vacía… sólo entonces creador llama al demonio y lo atren el cuerpo del huésped.

— Del niño, querrás de

musitó Renn— ; porque sisiendo un niño.

— Es un huésped — puntual

llanamente Saeunn— . Sus almestán sometidas al demonio psiempre.

— Pero… — ¿Por qué dudas de lo quedigo? — preguntó Saeunn.



— Porque sigue siendo un niy quizá pueda ser rescatado…

— ¡No seas tonta! ¡Jamás deque la bondad se interponga encamino! Ahora, dime. ¿Qué es demonio? ¡Rápido! ¡Dímelo!

Ahora le tocó el turno a Rennenfurecerse.

— Todo el mundo sabe e

¿Por qué quieres que lo diga? — No discutas, muchacha. ¡H

lo que te digo!

Renn soltó un bufido. — Un demonio — dijo— ncuando un ser muere y sus almas



dispersan, de forma que pierdealma del clan. Si sólo le quedanalma del nombre y el alma mundo, no tiene ninguna conciende clan y, por tanto, no diferenentre el bien y el mal. Odia a

vivos. — Se interrumpió, recordanaquel momento del otoño anteriorque había mirado a los ojos a

demonio y no había visto más odio ardiente y tumultuoso— . Vpara destruir todo lo que está v

añadió con voz entrecortada—Sólo para destruir.La hechicera golpeó el su



con el cayado y soltó un graznido fue casi una risa.

— ¡Bien! ¡Bien! — Se inclinRenn vio una gruesa vena palpitaen la sien— . Acabas de describun tokoroth. Bien puede tener

aspecto de un niño, ¡pero no te deengañar! Eso no es más que cuerpo. El demonio ha ganado

batalla. Las almas del niño esenterradas demasiado hondo copara conseguir escapar alguna vez

Renn abrazó su propio cuerpo — ¿Cómo puede alguien hacealgo semejante a un niño?



Saeunn se encogió levementehombros, como si la existencia mal fuera demasiado obvia pprecisar comentario alguno.

— Y ¿para qué sirve tokoroth? — inquirió Renn— . P

empezar, ¿por qué iba alguienquerer crear uno?

— Para que cumpla tus dese

Para que se cuele en refugios. Pque robe. Para que deje tullida agente. Para que siembre el ter

¿Por qué crees que Fin-Kedaposta vigías cada noche?Renn soltó un jadeo.



— ¿Quieres decir que… sabque estaba aquí?

— Desde que llegó enfermedad. Sencillamente sabíamos por qué.

Renn reflexionó sobre eso.

— Así pues, ¿crees que estokoroth el que la causa?

— El tokoroth cumple

deseos de su creador. — Los Devoradores de AlmaSaeunn asintió con la cabeza.

— El tokoroth está provocala enfermedad porque así se antoja a sus señores… de alg



forma que no comprendemos.Una vez más Renn gua

silencio. Luego dijo: — Creo que Torak lo vio. An

de marcharse, trató de avisarmPero… yo no sabía de qué se trata

De pronto se le ocurrió algo—¿Hay más de uno?

— Oh, me parece que podem

estar seguros de que así es.Renn se esforzó en asim

aquella respuesta.

— De manera que puede hauno aquí, ¿y que otro haya ido él?



Saeunn extendió las manos las palmas para arriba.

De pronto el Bosque doRenn había crecido le pareció llde amenazas.

— Pero ¿por qué es

provocando la enfermedad? ¿Qquieren?

— No lo sé — respon

Saeunn.Eso asustó a Renn más

cualquier otra cosa. Saeunn era

hechicera. Se suponía que desaberlo.Con un escalofrío, R



contempló el agua atronadora. Peen Torak dirigiéndose hacia el equizá perseguido por algo mupeor de lo que creía…

— No puedes ir a avisadijo Saeunn con tono severo—

Es demasiado tarde. Jamás encontrarás.

— Ya lo sé — convino Renn

volver la cabeza, que no obstantedijo: «Pero aun así tengo intentarlo.»



13

Lobo no conseguía encontraAlto Sin Cola, pero sabía que teque seguir intentándolo.

En cierta ocasión, haencontrado su olor en una marañahayas en que su hermano de carn



había cavado una Guarida, pluego había vuelto a perderlo. olor estaba mezclado con el excrementos de jabalí y con la pedel mal que arrasaba el Bosque, como con un nuevo olor m

preocupante: el olor de un demonLobo había aprendido a reconoese olor cuando era un lobezno.

recuerdo era nefasto.Una vez más husmeó por

pero en vano. Y el miedo esta

siempre presente, mordisqueándlas patas traseras.El Señor del Trueno est



enfadado con él por habemarchado de la Montaña. Lobosentía en el pelaje y en el hormigde sus almohadillas. Venía tras Pronto atacaría.

Lo Alto se había vuelto m

oscuro y el aliento del Señor Trueno agitaba los árboles. Lsonidos eran cada vez más audible

los olores más intensos, cosucedía siempre que empezabagruñir.

Por fin Lobo captó el aromasu hermano de carnada. Estuvopunto de aullar de alegría. Lleno



determinación, echó a correr, y presas corrieron con desesperadas por escapar intuyendo que Lobo no les estdando caza. Un castor se deslizó la ribera de un río y nadó hacia

guarida. Una cierva roja se precipcon su cervato hacia el cobijo unos matorrales.

De pronto el Señor del Trudio rienda suelta a su furia. La llucayó con fuerza sobre el Bosq

aplanando helechos y doblanárboles como si fueran hierba. oyó un estrépito ensordecedor… y



lo Alto descendió la Bestia Brillaque Muerde Caliente, para caesólo un brinco de Lobo y alcanzarsu lugar a un pino. El árbol chilló.Bestia Brillante se lo tragó enteLobo se desvió bruscamente, p

una de las crías de la Bestia Brillacayó delante de él y le mordió upata delantera. Con un gañido, Lo

dio un salto y se alejó corriendo el hedor a árbol moribundo enhocico.

Se sentía tan asustado comolobezno. Quería a su madre. QuerAlto Sin Cola. Estaba solo y te



mucho, mucho miedo.

Renn también estaba sola enBosque y cada vez tenía más mied

Se había escabullido campamento dos días antes, y toda

no había encontrado a Torak. En ocasiones había oído los grdementes de los enfermos reverbe

entre los árboles, y una vez inclhabía oído un susurrar de hojas sosu cabeza. Tenía la impresión de q

cada arbusto, cada árbol ocultabatokoroth.Y ahora se acercaba u



tormenta. El Espíritu del Munestaba enfadado.

A través de una abertura enlas ramas vio una densa masa nubes grises como un lobo y retumbar el trueno. Estaba ya

alcance de la tormenta. Deguarecerse.

El valle que estaba cruzan

tenía riscos de granito en su lado ey vio varios prometedores punoscuros que podían ser cuev

Corrió, recogiendo ramitas parafuego a medida que avanzaba.La tormenta se desató



increíble brusquedad. El Espíritu Mundo martilleó en las nubes ppartirlas en dos y liberar la lluvarrojando deslumbrantes flechas rayos sobre el Bosque. En distancia, Renn vislumbró

resplandor de un árbol envueltollamas. Si no se andaba con cuidaella sería la siguiente.

Por fin encontró una cueva, paunque estaba muy mojada contuvo y no entró. Una cueva po

ser un refugio o una trampa morde manera que comprobó que hubiese rastros de un oso o un jab



y que el techo fuera lo bastante ade lo contrario el rayo podía abripaso a través de una grietaatravesarle la cabeza. Cuando tuvcerteza de que era segura, se decia entrar.

Estaba temblando de fríodesesperada por encender un fuepero primero se ocupó del arco.

sacó de su envoltorio de piel salmón y lo colgó de una raíz sobresalía de la pared de la cue

Después apoyó las flechas para se secaran; así no se combarLuego encendió un fuego.



Fuera, en el Bosque, la tormerugía. Renn se preguntó dónde estaTorak y si habría encontrado refug

Seguir sus huellas desde campamento de los Cuervos no hasido fácil, y para empezar ha

tenido que tratar de adivinar rumbo. Había supuesto que evitalos caminos más trillados del clan

cual dejaba una serie posibilidades. Los osos y otcazadores tendían a permanecer ju

a los ríos a los que las preacudían a beber; eso significaba los senderos de alces y ciervos



hallaban más en lo alto de laderas. Después de lo sucedidootoño anterior, Renn había supueque Torak evitaría encontrarse osos, lo que significaba probablemente había seguido

sendas de las presas.Había comprobado que est

en lo cierto al encontrar el refugio

Torak, aunque se había asustmucho al verlo aplastado bajo fresno. Sintió un gran alivio al

hallar un cuerpo en su interiorrápidamente había localizado restos de un nuevo refugio a su la



Supo que era de Torak porque hasus fuegos con forma de estrella, abastante inusual en los Cuervos.

A la mañana siguiente volviperderle la pista. Un jabalí haborrado las huellas.

El fuego chisporrodevolviéndola al presente.

La mano herida le palpitaba.

acurrucarse más cerca de las llamvolvió a ver los dientes marronepuntiagudos del tokoroth y oyó

vez más aquel siseo malévolo… — Hay que comer algo — dpara quitarse aquella imagen de



cabeza.Su fardo contenía carne de a

seca, salmón ahumado en hogueras y tortas de salmón, aunen un arranque de picardía nohabía llevado las más frescas, s

que había asaltado las reserprivadas de Saeunn: una pila tortas envueltas en un pedazo

intestino de uro seco.Cogió una, partió un peda

para el guardián del clan y se com

el resto. Era de la pesca del veranterior, pero seguía estando bueLe trajo recuerdos muy nítidos



clan.Junto a ella tenía el carcaj

mimbre que Oslak le había enseña hacer. En dos dedos de la maizquierda llevaba los protectorescuero que le había cosido Vedna;

el antebrazo derecho, el brazaletepizarra verde pulida que le hahecho Fin-Kedinn cuando le enseñ

tirar con arco. Rara vez se quitaba, y su hermano se haburlado con frecuencia de ella

eso. Su hermano… Había muertoinvierno anterior. Le dolía pensarél.



Para alegrarse un poco, sacósilbato de hueso de urogallo Torak le había regalado el otopasado. No producía ningún sonaudible, pero siempre lo llevconsigo. En cambio, Lobo pare

oírlo bien, y en cierta ocasión Rlo había usado para llamarlo, y Lole había salvado la vida.

Se lo llevó a los labios y soppor probar.

No pasó nada.

Por supuesto, no esperaba pasara algo. Lobo estaba muy lejen la Montaña.



Sintiéndose sola, desenrollósaco para dormir y se acurrucó jual fuego.

Despertó con la molesta certde que no estaba sola.

La tormenta había pasado, pla lluvia todavía caía, torrencburbujeando a través de cana

secretos en las paredes de la cueEl fuego se había reducido a suave resplandor de brasas. Más

del mismo, en la oscuridad enentrada de la cueva, algo observaba.



Renn se incorporó con esfuey gateó en busca del hacha.

Lo que había en la entrada dcueva era grande, demasiado grapara tratarse de un tokoroth. ¿lince? ¿Un oso?

Pero si era un oso, lo haboído respirar. Y no se quedafuera.

De algún modo, eso no la hsentirse mejor.

— ¿Quién anda a

preguntó.Sintió más que oyó que criatura avanzaba. Fuera lo



fuese, resultaba tan sigiloso comoaliento.

Entonces vio brillar unos ojoRenn profirió un alarido.La criatura retrocedió. Lu

volvió a avanzar poco a poco ha

la luz.Renn soltó un jadeo.Era un lobo. Uno grande, con

espeso y empapado pelaje gLlevaba la cabeza gacha ppercibir su olor y no pare

amenazador o asustado. Tan sólocauteloso.Renn se fijó en el espeso ma



de pelaje negro en el lomo del loEn los grandes ojos ambarinos.

Esos ojos… No podía ser.Lentamente, Renn bajó el hac

— ¿Lobo?



14

— ¿Lobo? — repitió Renn.La cola del lobo estaba b

pero se meneó levemente, y

orejas se movieron, alerta. observaba con atención pero



mirarla a los ojos, y esttemblando, aunque Renn no supo mbien si era por el frío, el temor oansiedad.

Renn se puso en pie de un sal — ¡Lobo! ¡Soy yo, Renn!

Lobo, eres tú, ¿verdad?Ante aquella reacción, el lo

retrocedió, profiriendo peque

gañidos que sonaron ofendidos.Renn no conseguía recor

cómo Torak decía «hola» en

lengua de los lobos, de manera se puso a gatas, sonrió y trató captar la mirada del lobo.



Eso tampoco pareció funcionEl animal giró la cabeza y retroceaún más.

¿Se trataba realmente de LoCuando Renn lo había conocido un lobezno, pero ¡cuánto ha

crecido! Del hocico a la cola casi más largo que ella; y si hubiera puesto a su lado, la cabez

habría llegado a la cintura.De lobezno tenía un pe

esponjoso y gris claro, moteado

negro en la parte anterior del lomAhora era rico y abundante, congris sutilmente veteado de blan



negro, plata y rojo zorruno. obstante, todavía tenía el manegro en el lomo y aqueextraordinarios ojos ambarinos.

Restalló un trueno directameencima de ellos.

Renn se agachó.El lobo soltó un gañido y en

disparado hasta el fondo de la cue

Tenía las orejas gachas y temblviolentamente.

«Sea quien sea — pensó R

, todavía no ha crecido del toaunque lo parezca. Por dentro, parte de él sigue siendo un lobezn



En voz alta dijo con suavidad: — Todo va bien. Aquí está

salvo.Las orejas del lobo

adelantaron para escuchar. — ¿Lobo? Eres tú, ¿verdad?

El animal ladeó la cabeza.Renn tuvo una idea. Abrió

bolsa de comida y se vertió en

palma unas bayas de arrayán. lobezno, a Lobo le encantaban bayas de arrayán.

El animal se acercó a su mextendida y su hocico negro movió. Entonces, con delicade



sorbió las bayas. — Oh, Lobo — exclamó R

. ¡Eres tú!El animal retrocedió corrien

hacia las sombras. Lo haasustado.

Renn vertió más bayas arrayán en la mano; tuvo engatusarlo un poco, pero por

avanzó y se las zampó. Luego trde mordisquearle las proteccioneslos dedos. Para distraerlo, Renn d

una torta de salmón en el suelo. Lle dio unos golpecitos con la pdelantera en un gesto que la n



recordaba, y finalmente se la trsin ni siquiera masticarla.

Cuatro más siguieron el miscamino, y entonces Renn estusegura. Al Lobo que ella conocile encantaban las tortas de salmón

A gatas, avanzó hacia él. — Soy yo — dijo tendiendo

mano para acariciarle el pál

pelaje del cuello.Lobo dio un brinco y sa

disparado hacia la entrada de

cueva, donde corrió en círcuaullando. Renn había hecho algo mOtra vez.



Abatida, retrocedió hasta fuego y se sentó.

— Lobo, ¿qué haces aqpreguntó, aunque sabía que no

entendería— . ¿Tú también tratasencontrar a Torak?

Lobo se relamió migas salmón del morro; luego se diricon un trotecillo al fondo de la cu

y se echó con el hocico entre patas.

Fuera, el trueno se desvane

hacia el norte a medida que Espíritu del Mundo regresaba aMontaña. La cueva se llenó



borboteo de la lluvia y el olor acrlobo mojado.

Renn ansiaba decirle a Lobocontenta que estaba de verlopreguntarle si había encontradoTorak, pero no sabía cómo hace

Nunca había prestado mucha atenccuando Torak hablaba la lengua loporque le había resultado inquieta

la había hecho sentir que en realino lo conocía. Ahora rebuscó en recuerdos.

— Los lobos — había diTorak en cierta ocasión— emplean tanto la voz para hab



como nosotros, sino que lo hamás con las patas y la cola, con orejas y el pelaje, e incluso… concuerpo entero.

— Pero tú no tienes chabía señalado Renn— . O pel

Y no puedes mover las orejas. Apues, ¿cómo lo haces?

— Me dejo cosas por de

había contestado Torak— . Nofácil, pero nos entendemos.

Si era difícil para Torak, ¿có

iba a arreglárselas ella? ¿Cómo ibayudarla Lobo a encontrar a su amsi ni siquiera podían hablarse?



Lobo no comprendía absoluto a la hembra sin cola.

Sus aullidos y gañidos indicaban que estaba sienamistosa, pero el resto de lo

hacía era un verdadero lío: uveces se mostraba amenazadootras decía lo siento, y en ocasio

parecía simplemente insegura.Al principio había pareccontenta de verlo, aunque todo

ella transmitía desconfianza: lo hamirado de forma grosera y haempeorado las cosas al levanta



sobre los cuartos traseros. Desphabía intentado disculparse y había dado bayas de arrayánaquellos peces planos sin ojos olían a enebro. Y entonces havuelto a disculparse rascándole

cuello. Lobo se había sentido confuso que había corrido círculos.

Ahora la Penumbra hapasado y estaba harto de esperaque la hembra se levantara,

manera que le saltó encima y le pique jugara con él.Ella lo apartó de un empuj



diciendo algo en la lengua de los cola que sonó a «¡Fuera! ¡FueraLobo recordó a Alto Sin Chaciendo lo mismo. Por lo visto la forma de gruñir de los sin cola.

Dejando que la hembra

levantara y saliera dando traspiéla Luz, Lobo se alejó para explola Guarida. Al poco rato, empez

cavar un hoyo, disfrutando depotencia de sus patas y la sensacde la tierra contra las almohadilla

Oyó corretear un ratón portúnel. Pateó la tierra y atrapóroedor entre las mandíbulas, lo la



al aire y luego lo partió en dos debocado. Se comió unos cuanescarabajos y un gusano, y despsalió trotando en busca de la hemb

El Ojo Brillante Caliente esten lo Alto, y olió que el Señor

Trueno se había marchaEnormemente aliviado, corrió enlos helechos, deleitándose al se

su humedad en el pelaje. Oyó apolluelo de urraca explorar su nida un caballo de bosque en el v

siguiente, rascándose la panza enabeto rojo caído. Olió a la hemsin cola junto al Agua Rápida y



encontró de pie, con la Garra Laque Vuela entre las patas delanterseñalando con ella a los patos.

Asustar a los patos era unolos juegos favoritos de Lobo. Eracomo había aprendido a nad

saltando a lo que él creyó que eraAgua pequeña cubierta de hopero hundiéndose. Ahora ansi

zambullirse en el Agua y hacer qlos patos salieran volando haciaAlto. No para cazarlos, sino sólo

diversión.Sin embargo, primero decomprobar qué hacía la hembra.



Esperó con educación y preguntó con un leve movimientolas orejas si estaba cazando patos

Ella lo ignoró.Lobo esperó un poco m

consciente de que los sin cola oye

huelen tan poco que puedes eusto delante de ellos y ni siqui

saben que estás ahí.

Al cabo de un rato, decidió no debía de pasar nada y se intecon sigilo entre los helechos haci

sitio en que los patos nadadespreocupadamente.Saltó. Los patos salie



despedidos hacia lo Alto con satisfactorio aletear y salpicar engraznidos de indignación.

Para asombro de Lobo, hembra sin cola aulló enfadadamovió la Garra Larga hacia él.

Ofendido, Lobo se altrotando. Debería haberle dicho estaba cazando. Él se lo ha

preguntado.Pero no estuvo enfadado mu

rato. Y mientras se aleja

correteando para explorar, se dque, de alguna extraña fornecesitaba a la hembra para que



ayudase a encontrar a Alto Sin CoLobo no tenía idea de có

sabía eso; se trataba simplementeesa certeza que sentía a veces. misma que ahora le decía que depermanecer cerca de la hembra

cola.El Ojo Brillante Caliente

elevó en lo Alto y por fin la hem

emprendió el camino por un sendde ciervos en busca de Alto Cola. Como era la líder, ella

delante y Lobo trotaba detrás, lo csuponía un esfuerzo, ya que era mlenta que un lobezno recién nacido



Al cabo de un rato, detuvieron en un Agua pequeña yhembra compartió con él un poco pez con enebro. Pero cuando Lobolamió el hocico y soltó un gañpara que le diera más, ella se ech

reír y lo apartó de un empujón.Todavía estaba preguntánd

por qué se había reído cuando

pronto la dirección del viecambió y el olor le dio de lleno enhocico.

Se detuvo. Levantó el hocicolisqueó larga y profundamente. ¡El mejor olor del Bosque! ¡El o



de Alto Sin Cola!Lobo giró en redondo y ech

correr para seguir el rastro del ohasta llegar al pino en que, uLuces antes, Alto Sin Cola haapoyado la pata delantera. Lobo a

la cabeza para comprobar adóllevaba el rastro del olor.

¡En sentido contrario! ¡Esta

siguiendo el camino equivocaAlto Sin Cola no se dirigía al BosProfundo, sino de vuelta, hacia do

el Ojo Brillante Caliente se hunpara dormir.La hembra estaba demasi



lejos para que Lobo la viera, perooyó avanzar entre los helechos dirección equivocada.

Ladró: «¡Te equivocas camino! ¡Vuelve, vuelve!» Estdesesperado por seguir a su herm

de camada, pues sentía en el peque Alto Sin Cola se hallabamuchas carreras de distancia. Pero

hembra seguía negándose a entendGruñendo de frustración, Lo

corrió en su busca.

La hembra se lo quedó miranLobo dio un salto, la derribse le plantó sobre el pecho, ladran



La hembra estaba asustada.parecía tener dificultades prespirar.

Déjala, entonces.Lobo se volvió sobre una pat

echó a correr en busca de Alto

Cola.

Sin aliento, Renn se levantó y

sacudió la ropa.El Bosque parecía vacío ahque Lobo se había marchado, p

era demasiado orgullosa para utiliel silbato de urogallo para llamaLa había abandonado. De eso



trataba.Desanimada, llegó a

bifurcación en el sendero y detuvo. Buscó algún indicio de Torak hubiese seguido ese camiNada. Sólo había ace

impenetrables y helecempapados.

Lobo parecía muy excitado

se había dirigido hacia el oest¿Hacia el oeste? Pero eso lo llevahasta el Mar. ¿Por qué iba Torak

abandonar el camino hacia el BosProfundo para dirigirse en camhacia el Mar?



De pronto, Lobo apareció ensendero ante ella.

Sintió una oleada de alegpero reprimió un grito de bienveniHabía cometido errores antes. No a repetirlos.

Poniéndose en cuclillas, le dcon voz suave que estaba encantde verlo, manteniendo la mirada b

y permitiendo sólo de vez en cuanque se cruzara con la de Lobo.

Lobo se le acercó trotando

meneando la cola. Le rozó la mejcon el hocico y la mordisqlevemente, causándole un agrada



cosquilleo; luego la lamió.Renn le rascó con suavi

detrás de las orejas y Lobo le lamla mano, evitando en esta ocasmordisquearle los protectores de dedos.

Luego se volvió y echó a trohacia el oeste.

— Hacia el oeste — dijo R

. ¿Estás seguro?Lobo volvió la cabeza p

mirarla y ella vio la certeza reflej

en sus ojos ambarinos. — Hacia el oeste — repitió.Lobo emprendió de nuevo



camino y Renn lo siguió corriendo



15

Torak percibió el aroma a en el aire y se paró en seco.

Ese olor le traía recuerdHabía estado en la costa en ocasión, cinco veranos atrás. C



una sola vez le había bastado.Sobre su cabeza los pi

suspiraban en la brisa. Hacia norte, a través de los árboles, el RAncho corría sobre peñascansioso por llegar al Mar. Torak

tenía tantas ansias. Pero la líderlos Caballos de Bosque le hadicho que lo que buscaba se hall

unto al Mar. Se preguntó si habsido un estúpido al creerla. amargamente consciente de que

estaba más cerca de encontrarremedio que cuando haabandonado a los Cuervos. Prim



se había dirigido al este, y ahhacia el oeste. Era como si alguugase con él, empujándolo de a

para allá como un hueso en piedra de juegos.

Habían pasado dos días de

que dejara las fronteras del BosProfundo. Dos días y dos nocalerta por si aparecía el Perseguid

Pero aunque tenía la sensación que todavía lo acompañaba, nohabía revelado ni había puesto

práctica ninguno de sus truletales.La noche anterior, las co



habían empeorado de repente, ppor razones que nada tenían que con el Perseguidor.

Torak había estado sentunto al fuego, esforzándose

permanecer despierto mientras

arreciar una tormenta en montañas del este. Dos veces ouna risa cruel en el viento. Dos ve

salió corriendo del refugio, pencontrarse tan sólo con ramzarandeadas y el brillo de

estrellas.Entonces, de muy lejos, le llel sonido de un lobo.



Con el corazón latiendo mdeprisa, se esforzó en captar significado de los aullidos. Pero edemasiado distantes y los árbohacían demasiado ruido. Así pues,logró descifrarlos…

Desesperado, se echó al suelpresionó con las manos plantratando de captar los le

temblores que los aullidos de lobos enviaban a veces a través dtierra.

Nada.¿De verdad lo había oído? había oído tan sólo lo que dese



oír?Aunque permaneció despiert

mayor parte de la noche, no volvioírlo. Era como si lo hubiese soñaSin embargo, sabía que no había sasí.

El grito de un ave marinaarrancó de vuelta al presente.

A su derecha el bosque se ha

menos denso, se desvió pinvestigar… y casi cayó por acantilado. No era muy alto, pero

escarpado. Vio tierra desmenuzadraíces de árbol; oyó un clamor aves marinas. Parecían anidar en é



Con mayor cautela, continhacia el oeste con el acantilado aderecha. Las agujas de pamortiguaban el impacto de la plade sus pies. Avanzaba jadeando el esfuerzo. De pronto el terr

empezó a descender y ya no hamás árboles a su paso. El solcegó. Había llegado al final

Bosque.Ante sí el Río Ancho fluía

través de lo que parecía un lago m

largo y estrecho, sólo que el lagotenía fin. Al oeste vio un grudistante de islas cubiertas de pi



Quizá ésas eran las Islas de la Fodonde había nacido la madre depadre. Más allá se extendía la brudeslumbrante del Mar abierto.

En cuanto vio el Mar, recuerdos acudieron a su mente.

Tenía siete veranos y bullíaexcitación. Hasta entonces, Pa había mantenido apartado de

gente, pero ese día iban a acudir agran reunión de los clanes.

Pa no le dijo a Torak por q

asistían, o por qué tenían disfrazarse pintándose los rostcon jugo de gayuba. Pa lo convi



en un juego y le explicó que mejor que nadie supiera sus nomb

A Torak le había parecdivertido. En su ignorancia, hacreído que la gente de la reuniónlos clanes también lo encontra

divertido.Cuando llegaron, la costa en

boca del Río Ancho estaba mote

de incontables refugios. Torak jamhabía visto tantos distintos madera y corteza, de turba y pelle

o a tanta gente…Su excitación no duró mucLos otros niños captaron la presen



de un forastero y cerraron filas pel ataque.

Una niña arrojó la primpiedra: una Víbora de mejillas rollizas como las de una ardilla.

— ¡Tu Pa está loco! — se bu

. Por eso salió corriendo declan, ¡porque se tragó el aliento defantasma!

Niños de los clanes del Saucel Salmón se unieron a ella.

— ¡Loco! ¡Loco! — se mofa

. ¡Caras pintadas! ¡Almdesquiciadas!De haber sido mayor, To



habría comprendido que no poganar contra tantos niños y se habbatido en retirada. En lugar de elloniebla roja había descendido soél. Nadie insultaba a su padre.

Había agarrado un puñado

guijarros y estaba a punto arrojarlos cuando Pa había aparecy se lo había llevado de allí. P

asombro de Torak, a Pa no parecimportarle los insultos. Se estriendo cuando levantó a Torak

brazos y emprendió el camino regreso al Bosque.También había estado riendo



noche en que murió. Se reía de broma que Torak le había gastamientras montaban el campamenFue entonces cuando había aparecel oso.

Hacía ya nueve lunas que

había muerto, pero todavía muchas ocasiones Torak no pocreer que realmente se hubiera i

Algunas mañanas, al desperpermanecía tendido en el sacopensaba: «Hay tanto que tengo

contarle: sobre Lobo y Renn y FKedinn…» Entonces caía en cuenta otra vez. Jamás volvería



contarle nada a Pa.«No pienses en eso», se dijoPero no lo había conseguido

el pasado, y tampoco lo hizo ahoraDejando atrás los árboles,

encontró en una playa angosta

curvada de arena gris. A sus pmontículos morados de aldespedían un olor salado. A

izquierda, grandes bloques de pieyacían desparramados, codestrozados por un mart

gigantesco; a su derecha, el Ancho fluía hacia el mar relucientA Torak le flaqueó el ánimo.



conocía ese mundo. Las gavioproferían sus chillidos en lo atotalmente distintos del canto de pájaros del Bosque. Vio huellas enarena que no le eran familiares:ancho surco flanqueado por seña

de cinco garras como lunas medevoradas. Supuso que las habdejado alguna criatura grande

pesada al arrastrarse hacia el agpero ni siquiera sabía si era cazao presa.

Trepó a lo alto de las rocaplastando minúsculos molusblancos con las botas. Parecían



especie de caracol, pero no sabíanombre, ni el de las plantas carnoque crecían en las grietas, con flores amarillas temblando en brisa.

A unos pasos de él, un páj

blanco y negro como una urraca pcon un largo pico rojo picoteabacrustáceo adherido a la roca. El

picó repentinamente y con fuerarrancó el caparazón y devoró contenido. Luego levantó el vu

con un graznido estridenteaflautado.Torak la observó alejar



Luego se arrodilló al borde del ay escudriñó en aquel mundo extry en constante movimiento. Vfrondas de un marrón dorado y alverdes que semejaban hilos. Cuanmetió la mano, notó que las fron

eran viscosas como gamuza mojadque las algas se le pegaban a dedos como cabellos. Una criat

con un verrugoso caparazón naracaptó su sombra y se deslizó buna piedra.

El intenso hedor a sal le esthaciendo palpitar la cabeza y resplandor le hacía daño en los oj



Una agobiante urgencia por correrregreso al Bosque se apoderó dedeseaba ocultarse y no salir numás.

Pero entonces pensó en clanes luchando contra

enfermedad. Si no encontraba remedio…

Se obligó a quedarse, y fue

busca de comida. No sabía qué era comestible

en la costa, pero para su ali

encontró unas plantas de cenizoborde del Bosque y arrancó puñade sus suculentos brotes. Hizo



fuego con algunos madedepositados en la playa por el Macalentó unos guijarros grandes enbrasas. Entonces llenó a mediasagua de mar el pellejo de cocinarcolgó de un trípode hecho

troncos y con un palo bífido añalos guijarros calientes, seguidos cenizo y los restos de una liebre

había atrapado la noche anterior. tardó en tener un estofado sabroaunque muy salado.

Estaba cansado, pdemasiado nervioso para dormDecidió quitarse la ropa y lava



El agua de mar lo dejó limpio, pun poco pegajoso. Se puso las caly dejó las botas y el jubaireándose en las rocas.

Al fondo del fardo encontró colmillos del jabalí.

Quizá la líder de los Cabalde Bosque tenía razón. Quizá dehacerse un amuleto con los colmil

en recuerdo de un amigo al que hatenido que matar.

Llevándoselos a un charco

las rocas, los limpió bien y rascócarne del interior con un palo. Lulos dejó sobre las rocas para que



secaran.Después tendió un sedal

espinas de zarza a modo de anzuea través de una ensenada a la sospechó acudirían los peces palimentarse entre las algas. Co

cebo utilizó la carne de colmillos, pero para mantener anzuelos sumergidos necesita

piedras a modo de pesas.Había guijarros en la pla

pero ya no tenía más cordeles

pellejo en el fardo para atarlas a sedales. No le gustaba la idea cortar tiras de las viscosas al



marrones. Podía haber Gente Ocuen el agua; tal vez esas algas pertenecían.

Un par de raíces de pservirían. Así pues, debía regresaBosque.

Se sintió más seguro entre árboles, y deseó tener una razón pquedarse. Quizá podía cortar m

raíces de pino, pues siempre era disponer de algunas de sobras. Esignificaba internarse más, por

uno nunca debía cortar más de raíces del mismo árbol.El sol ya estaba bajo p



cuando regresó al Mar. Sus coestaban sobre las rocas, tal comohabía dejado.

O casi.Quienquiera que hubi

registrado sus cosas se había tom

ciertas molestias en dejarlas coestaban, pero Torak supo inmediato que las habían tocado.

ramito de flores amarillas junto afardo estaba ligeramente aplastaallí era donde había dejado el far

Los colmillos del jabalí tambhabían sido cambiados de sidistinguió las débiles medias lu



de humedad donde estuvieoriginalmente.

Sin hacer ruido, volvióinternarse en el Bosque. Se agacDeseó que la maleza fuera más alt

Oyó voces en la arena, a u

treinta pasos. Dos muchacsaltaron de detrás de las rocCaminaron despacio, en busca

huellas.Ambos eran mayores que Tor

aproximadamente de un verano m

que él. Tenían rostros bronceapor el sol y largos cabellos amariltrenzados con caparazones



crustáceos. Unas tiras de pellejo gcon hendiduras sobre los ojos conferían un aspecto inexpresicomo si llevaran máscaras.

Torak no necesitaba verles ojos para saber que no tenían bue

intenciones. Sus armas lo revelabrobustos arpones con cabezas hueso con púas y cuchillos de s

azul. El de menor estatura llevuna honda en el cinturón.

Iban descalzos. Lucían cal

hasta la rodilla de alguna clasepellejo gris fino y flexible y jubosin mangas, que mostra



ondulantes tatuajes azules de crecorriéndoles los brazos. Una de pellejo de la criatura de su ccolgaba de sus jubones: piel gribrillante marcada con pequeanillos negros. ¿Ballena? ¿Fo

Torak no lo sabía.Pero lo más extraño era

pudiese distinguir siquiera

tatuajes y la piel de la criatura declan, pues sobre el jubón cmuchacho llevaba una especie

pelliza de manga larga. Ésta eraun pellejo tan ligero que Torak pover a través de él. Se preguntó



clase de criatura tenía una piel coaquélla.

— No puede haber ido mlejos — dijo el más bajo de los dy el aire de la tarde le llevó su voTorak.

— Debe de haberse escabullde vuelta entre los árboles — sugel otro— . Como uno de eso

¿cómo se llaman? ¿Caballos?Su compañero soltó una risita

— Detlan, no creo que

caballos se escabullan. — ¿Cómo lo sabes, Aspreguntó Detlan— . Tú tamp



has visto nunca uno. — He oído hablar de el

explicó Asrif— . Venga, vámonya. No volverá.

— Más le vale — dijo De. Ensuciando el Mar con

asquerosas cosas del Bosque…Conteniendo el aliento, To

los observó descender por las roc

De debajo de un saledsacaron dos canoas largasestrechas. Eran absolutame

distintas de aquellas a las que Toestaba acostumbrado: de poquísicalado y cubiertas en la proa y



popa por pellejo gris bien tensodebían de ser extremadameligeras, pues cada muchacho levala suya sobre la cabeza sin dificulpara llevarla hasta el agua.

Torak los vio dejar las can

en los bajíos y subir a bordo desalto. Con unos estrechos remosdoble pala empezaron a impulsars

no tardaron en desaparecdeslizándose silenciosamente detrás de las rocas.

Pero Torak sabía que demasiado pronto para sentirsesalvo. Aquello tenía pinta de tram



Esperaría a que volvieran. Y cotodos los cazadores, sabía esperar

La brisa cesó y el agua se totan lisa como pizarra pulida. Lúnicos sonidos eran el del lamerlas olas en la orilla y el de un p

que mordisqueaba algas en bajíos.

El sol se hundió más aún.

pato desplegó las alas y levantóvuelo. El anochecer se cernaunque como se hallaban en pl

Luna Sin Penumbra, la noche no smás que un breve intervalo crepúsculo azul profundo. To



siguió esperando.Casi había amanecido cuan

consideró que ya era seguro saEntumecido después de tanto ratocuclillas, se dirigió hacia las roca

El rocío le había humedecido

fardo, pero cuando revisó contenido, descubrió con alivio no se habían llevado nada.

Hambriento, se dirigió comprobar los anzueAgachándose para recuperar

sedal, apartó montones de algas el viento había traído.Sólo que… no había viento.



pues, ¿cómo habían llegado allí ealgas?

Retrocedió de un salto jucuando la cuerda se le tensabatorno al tobillo y lo derribabasuelo.



16

Torak cayó y se golpeó cabeza contra una roca. Una figalta se interpuso entre él y el sol.

Contra el resplandor, Tovislumbró una cara oscura y una m



encendida de pelo amarillo; llevun cuchillo en una mano y una cueen la otra, bien tensa hasta la lazque le sujetaba el tobillo.

— Ya lo tengo — anunció captor a alguien que Torak no v

Luego le dijo a Torak— : Ven plas buenas o te haré da

Hablaba sin malicia, pero est

claro que lo hacía en serio.Torak, sin embargo, no est

dispuesto a obedecer. No cono

muchos trucos de lucha, pero sí sahacer amagos. Cuando su captorinclinó para atarle las manos,



propinó un golpe en la mano sostenía el cuchillo y éste savolando. La cabeza del captor volvió para seguir la hoja, y conpie libre Torak le dio una patadala barbilla con todas sus fuerzas. C

un aullido de dolor, el muchachodio de bruces contra las rocas.

Torak se cortó la cuerda

tobillo y echó a correr haciaBosque, manteniéndose agachadozigzagueando a través de

adelfillas para que no tuvieoportunidad de apuntar y dispararl — ¡No puedes huir de nosotr



chico del Bosque! — exclamó voz en algún lugar detrás de élreconoció al muchacho más barmado con la honda, aquel al llamaban Asrif.

Cuando se había internado u

sesenta pasos, Torak se arrojó bun pino caído, mordiéndose labios para que su aliento no

delatara. En el Bosque reinaba silencio de muerte. No había nque ocultara el ruido de su huida.

— ¡Te tenemos rodeaexclamó otro chico desde allugar a su derecha; reconoció



mayor, Detlan. — Será mejor que sal

insistió el tercer muchacho, elmayor altura.

«Hazme salir», le retó Toraksilencio.

Una piedra golpeó el tronco árbol encima de su cabeza.

— ¡Estás metido en un buen

chico del Bosque! — se burló AsPor su tono de voz, no tenía la mmínima intención de avan

furtivamente. — ¿Cómo podrías escappreguntó Detlan.



— ¿Por qué ibas a hacerexclamó el muchacho alto.

«¿Por qué iba a hacer qué?»preguntó Torak. Entoncomprendió lo que pretendíhablaban para distraerlo mien

cerraban el cerco.Miró rápidamente alreded

Ante sí el terreno descendía ha

una hondonada larga y exuberaDistinguió alisos y sauces, muverde pálido y esponjosa gra

blanca. Si uno conocía el Bosqeso significaba una sola cosa: ciénaga. Pero, por lo que hab



dicho sobre los caballos, perseguidores no parecían conoceBosque en absoluto.

Permaneciendo agachado, Tose deslizó con sigilo hasta el bode la ciénaga. Era grande, de u

veinte pasos de largo por quinceancho, y por cómo olía, tambprofunda. No había forma

rodearla. Tendría que cruzarla, y hacer ruido. Sólo cuando estuvien el otro lado los atraería hacia e

Podía funcionar. Si no se caíadentro.En silencio, trepó a un sa



que crecía sobre la ciénaasegurándose primero de que notratara de un árbol quebradizo. Luse deslizó por una de las ramHabía un aliso al otro lado, lograba alcanzarlo.

Saltó, para aterrizar a mediasel aliso, con los pies arrastránden el lodo frío y apestoso. Una ra

se partió al izarse y Torak musitó udisculpa hacia el árbol. Oyó gritosus espaldas. — ¡Allá abajo!

Se precipitaron sobre él, mruidosos que una manada de urosalió corriendo ladera arriba,



enebros arañándole las pantorrillaMás abajo, sus perseguido

bramaban de rabia. Bien. Se habmetido de lleno en la ciénaga.

— ¡Sucios trucos de Bosqvociferó uno.

— ¡No vas a salirte con la tuexclamó otro.

Pero sonó como si sólo hubi

dos de ellos allá abajo. ¿Dónestaba el tercero, el chico alto derocas?

No tenía tiempo de pensarello. Llegó a lo alto de la ladera…habría caído por el acantilado de



haberse aferrado a un arbolillo jua tiempo.

Ahogó un grito de frustraciNo había llegado ni mucho menoslejos como esperaba.

La ciénaga no detendría mu

rato a sus perseguidores, y aunlograra descender por el acantilael río era demasiado ancho p

cruzarlo a nado, y con esas cansuyas lo pillarían fácilmente. Tendque remontar el Río Ancho y con

en perderlos en el Bosque. Lo csignificaría dejar sus cosas atrás,las rocas, aunque por lo menos



tenía el cuchillo…El cuchillo…Lo que sostenía en la mano

el cuchillo que Fin-Kedinn hahecho para él, pero el cuchillo de su más preciada posesión, estaba

el fardo.En lo alto se oyó un son

desgarrador. Torak alzó la mirad

vio una gran rama que se precipithacia él. Saltó hacia un lado, perolo suficiente. La rama lo alca

dolorosamente en el codo, y gritó. — ¡Allá arriba! — clamasus perseguidores.



Torak oyó una carcajadalevantó la vista para ver un rostrohojas desaparecer entre los árbole

Una piedra lo golpeó enmejilla y cayó contra el arbolillo.

— Ya lo tenemos — dijo u

voz cerca.En medio de una nube de do

Torak vio al muchacho alto de

rocas dirigirse parsimoniosamehacia él a través de los pinos.

— Asrif — le recriminó a

compañero— . Ya te lo he dicantes, en la cabeza no. Podrhaberlo matado.



Asrif se embutió la honda encinturón y esbozó una amplia sonr

— Y no lo habría lamentado.

Estaban de vuelta en las rocTorak con las manos atadas a

espalda, sus captores rondando aquí para allá. Ya no llevaban bandas de pellejo en los ojos, lo c

no suponía mejora alguna. Toadvertía la violencia en ellos; dedos se crispaban en

empuñaduras de los cuchillos. Eunos cuchillos extraños, con manhechos de un material que no



madera, cuerno ni hueso.El chico alto que lo ha

atrapado en las rocas se le acerTenía un rostro astuto y acechanlos ojos, tan fríos como el sílex az

— No deberías haber sal

corriendo — le susurró— . Esopropio de un cobarde.

— Yo no soy un coba

replicó Torak, mirándolo a ojos. Le palpitaba la mejilla yardían los pies y las espinilla

causa de los rasguños.Asrif profirió una risa llenaalegría.



— ¡Bueno, estás en un buen chico del Bosque! — Tenía pintacomadreja y enseñconstantemente los dientes con sonrisa nerviosa. Se dirigió entonal chico alto— . Lo está, ¿verd

Bale?El muchacho llamado Bale

contestó.

— No lo comprenintervino Detlan, negando con

cabeza— . ¡Ensuciar el Mar con

Bosque! ¿Por qué iba a hacer aasí? — Sus pobladas cejas formaun ceño profundo en el puente de



nariz, y Torak sospechó que no un chico inteligente, aunque dispuesto a obedecer órdenes.

Torak se volvió hacia Bale, qparecía el líder.

— No sé qué pensáis que

hecho, pero yo nunca… — Piel de ciervo —

interrumpió Bale, paseándose

arriba abajo— . Pellejo de reMadera del Bosque. ¿Es que tienes respeto?

— ¿Hacia qué? — preguTorak.Detlan se quedó boquiabierto



Asrif se propinó golpecitosla frente.

— Está loco. Tiene que estarBale aguzó la mirada.

— No. Sabía lo que hacía. —añadió dirigiéndose a Torak—

¡Cómo se te ocurre traer tus sucpieles del Bosque hasta la ormisma! ¡Poner esas trampas cobar

para atrapar nuestras canoaextendiéndolas en el mismísimo M

— Estaba pescando — expl

Torak. — ¡Has incumplido la lexclamó Bale— . ¡Has ensuci



el Mar con el Bosque!Torak respiró hondo y dijo:

— Me llamo Torak. Soy Clan del Lobo. ¿De qué clan svosotros?

— Del de la Foca, por supue

Bale se dio unos golpecitos entira de pellejo gris en su pecho—¿No reconoces la piel de foca cuan

la ves?Torak negó con la cabeza.

— No, nunca he visto una.

— ¿Que nunca has visto foca? — preguntó Dethorrorizado.



Asrif exclamó entre carcajad — ¡Ya os he dicho que esta

loco!A Torak se le encendió

rostro. — Soy del Clan del Lo

repitió— , pero también… — ¿Eso es…? — se bu

Asrif. Con un pedazo de mad

pinchó la tira de piel de lobo enubón de Torak.

Los labios de Bale se curva

en una mueca de desprecio. — De manera que eso es piellobo. Pues a mí me parece



criatura bastante roñosa. — No dirías eso si hubie

visto uno alguna vez — responTorak con indignación, y añadirigiéndose a Asrif— : ¡Deja esopaz! — Pa había preparado esa

de piel para él la primavera antera partir del cuerpo muerto de un losolitario que encontraron en

cueva. Desde entonces la haarrancado y cosido a su pellizainvierno, y ahora a su jubón

verano. Temía que llegara momento en que estaría tan gastque se haría trizas.



Bale le dirigió una rápmirada a Asrif, y el chico más bajse encogió de hombros y tirópedazo de madera.

— Bien puedo ser del Clan Lobo — le contó Torak a Bale—

pero la madre de mi padre era FoAsí que, os guste o no, somparientes.

— ¡Eso es mentira! — espBale— . Si fueras pariente mconocerías la ley del Mar.

— Bale — intervino Detlan—deberíamos emprender el regreso.está inquietando.



Bale echó un vistazo al MLas olas estaban picadas.

— Esto es culpa tuya — le da Torak— . Has hecho enfadar aMadre Mar, ensuciando sus agcon el Bosque.

Asrif se rió por lo bajo. — Bueno, chico del Bosque

va a tocar la Roca.

— La Roca — repitió Torakcomprender.

Asrif esbozó una amp

sonrisa. — Un escollo cerca de nueisla. Sabes qué es un escollo, ¿no?



— Es una roca en el Mexplicó Detlan, que pare

esforzarse por comprender profundidades de la ignorancia Torak.

— Te dan un odre de a

continuó Asrif— , pero comida, y te dejan en la Roca luna entera. Unas veces la Madre

permite vivir; otras, se te lleLa sonrisa vaciló y Torak ca

miedo en sus ojos azul cla

Entonces repitió— : Se te lleva…las fauces de los Cazadores. — Asrif, ya basta — dijo B



. Tenemos que llevarlo nosotros y dejar que el líder decid

— ¡No! — protestó Torak.Bale no le escuchó.

— Asrif, carga las mercancpara trueque. Detlan, necesitamos

fuego para purificarnos, en especiél. Voy a reparar mi bote. — Luesaltó de las rocas a la playa.

Detlan pareció alegrarse tener algo que hacer y se dispusrecoger brazadas de algas seca

madera depositada por las olas. tardó en conseguir un buen fuardiendo y despidiendo bocana



de espeso humo gris. — ¿Qué vais a hacerm

preguntó Torak. — Vamos a hacer que prueb

el Mar — respondió Asrif consonrisa de comadreja.

— No puedes ni acercartenuestros botes apestando a Bos

explicó Detlan, como si se trat

de una obviedad.Antes de que Torak pudi

protestar, Detlan le había arranca

la ropa y lo había empujado haciafuego.Se las apañó para cruzar



fuego sin entrar en contacto con llamas, pero Asrif lo esperabaotro lado y lo obligó a pasar nuevo con su arpón, enfrentándoshumo acre y asfixiante.

Una vez más lo hicie

atravesar la hoguera, hasta que ojos se le llenaron de lágrimasintió la garganta seca. Luego

arrojaron al agua.El frío fue como un puñetazo

el pecho, y tragó agua sala

Pateando con todas sus fuerzas,las apañó para salir a la superfipero no consiguió romper



ataduras de sus muñecas.Unas manos ásperas lo izaro

lo arrastraron hasta las rocas. Lule cortaron las cuerdas de muñecas y le enfundaron un jubóunas calzas de pellejo gris que A

sacó de su bote. Torak se sindesnudo sin el cuchillo y la pielsu criatura de clan, y detestó te

que llevar las prendas de otro. — ¡Devolvedme… mis cos

gritó.

— Tienes suerte de que los Clan del Salmón no hayan querhacer trueque — soltó Asrif— , o



habrías tenido nada que ponerte. — ¡Qué flaco está! — d

Detlan al tironear de Torak pponerlo en pie— . ¿No tenbastantes presas en el Bosque?

Entre empujones y tirones,

condujeron hasta la arena. Acargó rápidamente su bote a proa popa con grandes bultos desigua

envueltos en pellejo. No muy lejBale se hallaba agachado junto abote y untaba un parche en el cost

con lo que parecía grasa que extrde una pequeña bolsa de pellejo. manos se movían con ternura, p



cuando vio a Torak lo fulminó conmirada.

— Llévalo contigo, Deordenó— . No quiero que

acerque a mi bote. — Adentro — dijo Detl

empujando a Torak hacia su boComo el de Asrif, estaba lleno bultos, incluidas las cosas de Tor

pero sólo en la proa.Torak titubeó.

— Tu amigo Bale… ¿por

está tan enfadado conmigo?Fue Asrif quien contestó. — Uno de tus anzuelos se



enganchado en su bote de pTienes suerte de que purepararlo.

Torak estaba perplejo. — Pero si no es más que

bote.

Asrif y Detlan lo mirahorrorizados.

— ¡Un bote de piel no

simplemente un bote! — expDetlan— . ¡Es un compañero caza! ¡Nunca permitas que Bale

oiga decir eso!Torak tragó saliva. — No era mi intención…



— Sube y ya está — murmDetlan— . Siéntate en la pomantén los pies en el travesañosobre todo no te muevas. atraviesas el pellejo con un pie, dos nos iremos al fondo.

El bote de pellejo era tan pprofundo que se mecía con cmovimiento de Torak, y tuvo

asirse a los costados para impecaerse. Detlan, aunque era mumás pesado, saltó al interior sin

solo bamboleo. Torak advirtió qpresionaba con los muslos contra costados de la embarcación p



guardar el equilibrio.Bale iba primero, deslizánd

sobre las olas a velociasombrosa. Con el viento espaldas eran como aves marisobre el agua, y cuando Torak

volvió, quedó consternado comprobar con qué rapidez dejaatrás el Bosque.

No tardaron en llegar a las isque habían visto desde la costa, pepara su espanto, continuaron m

allá. — Pero… ¡creía que íbamovuestras islas!



— ¡Y así es! — respondió Acon una sonrisa. — Entonces ¿qué hemos pasado de largo?

Detlan echó atrás la cabezrió.

— ¡No son esas islas! ¡Es

mucho más lejos! ¡A un día entremando!

— ¿Qué? — exclamó Torak.

Dejaron atrás la última isla ypronto no hubo más tierra a dereo a izquierda. No había más que M

Torak aferró los costados bote y miró fijamente las agturbias.



— No consigo ver el fodijo.

— Pues claro que no puerepuso Detlan— . ¡Esto es el M

Torak volvió la cabeza y hundirse el Bosque bajo las olas

con él toda esperanza de encontraremedio.

De pronto el viento le trajo

aullido de un lobo. No era cualqulobo. Era Lobo.

«¿Dónde estás? ¡Yo estoy aq

¿Dónde estás tú?» Como un loTorak se puso en pie. — ¡Lobo!



— ¡Siéntate! — gritó Detlan. — ¡Demasiado tarde p

volver! — se burló Asrif— . Y nite ocurra saltar, porque entontendríamos que dispararte.

Demasiado tarde…

Demasiado tarde, Torak oíLobo aullar en su busca mientrasBosque se desvanecía en el Mar.

— ¡Lobo! — gritó.Lobo había oído su súpl

había hecho frente a la ira

Espíritu del Mundo para ir en bude su hermano de carnada, pTorak estaba ahora fuera de



alcance.



17

Los tres botes de piel surcalas olas mientras el sol se hunhacia el Mar y en el corazón Torak moría toda esperanza.

En su mente, veía a Lobo co



de un lado a otro de la coaullando, incapaz de comprender qué su hermano de carnada lo haabandonado.

Torak no podía soportarlo. Smenos hubiese aullado

respuesta… pero estaba demasiperplejo para hacerlo. Además, pcuando se le había ocurrido, ya

hallaban muy lejos y los aullidosLobo no eran más que recuerdos.

Se reprochó amargamente ha

incumplido la ley del Mar. Si Rhubiese estado con él, eso jamhabría ocurrido; los del Clan de



Foca no se habrían enojado yestaría ahora allí con Lobo.

Una ráfaga de viento lo salpempapándolo, haciendo que picaran los ojos y que le ardieraherida de la pantorrilla. Dio

bandazo y casi cayó por la borda. — ¡No te muevas! — excla

Detlan por encima del hombro—

te caes, no pienso recogerte. — ¿Has oído eso, chico

Bosque? — gritó Asrif desde

bote. — Ahórrate la saliva, Adijo Bale— . Todavía qu



mucho para llegar.Torak aferró el bote con de

entumecidos. Cuando se volvía, veía otra cosa que olas. El Mar sehabía tragado todo: el Bosque, Montañas, a los Cuervos, a Lobo.

sentía tan insignificante como mota de polvo en el acuoso pellde esa criatura tan vasta

interminable.Asomándose, contempló aqu

oscuridad impenetrable. Si c

¿cuándo llegaría al fondo? ¿O qucontinuaría hundiéndosehundiéndose para siempre?



Pasó volando un pájaro. principio Torak pensó que se tratde una oca, pero entonces vio que negro y que volaba tan bajo quepunta de sus alas casi tocabanagua.

Al cabo de un rato pasaron auna bandada de aves pequeñasregordetas posadas en el ag

comunicándose con misteriogemidos que no parecían propiospájaros. Tenían el lomo oscuro y

vientre blanco, y unos pitriangulares rojos y amarillos, mbrillantes.



Detlan advirtió que Torak miraba.

— Frailecillos — puntualenfadado— , son frailecillos. ¿tenéis frailecillos en el Bosque?

Torak negó con la cabeza.

— ¿Son cazadores o presas? — Ambas cosas — respon

Detlan— . Pero nunca los cazam

Los frailecillos son sagrados plos hechiceros. — Hizo una paureacio a hablar pero incapaz

tolerar la ignorancia de Torak. fin añadió— : No son como demás pájaros. Son las úni



criaturas capaces de volar a tradel aire, zambullirse en el Macavar en la tierra. Por eso sagrados, porque pueden visitar a espíritus.

Asrif acercó su bote al de ell

— Apuesto a que no hay nparecido en vuestro Bosque —mofó.

No lo había, pero Torak estaba dispuesto a admitirlo. lanzó a Asrif una mirada hostil.

La tarde siguió avanzando ysol pendió muy bajo en el ciPronto llegaría el solsticio



verano, la época de las nocblancas en que el sol no dormía.

Torak habría dado lo que fupor irse a dormir. Tenía miembros entumecidos y no parde cabecear, para volver a desper

con un respingo.Entonces, desde muy lejos

través de las olas, le llegaron u

cánticos.De común acuerdo, los

Focas dejaron de remar.

Bale se levantó la viseraescudriñó las olas. Asrif esbozó umueca, enseñando los dientes. De



murmuró algo y aferró el amuleto colgaba sobre su pecho.

Torak se inclinó sobre la borescuchando.

Era una canción remsolitaria. Gritos largos y tembloro

que llegaban como ondas a la mede Torak. Gemidos qreverberaban, tan insondables co

las profundidades. Era como simismísimo Mar entonase un lamen

— Los Cazadores — mu

Detlan. — Ahí — dijo Asrif con un hde voz, señalando hacia el noroest



Bale giró la cabeza y asintió. — Van detrás de los capelan

Debemos tener cuidado de molestarlos.

Torak entrecerró los ojos bel sol, pero no vio nada. De pront

unos diez pasos de distandistinguió una amplia zona de agen calma. Le recordó a esas ag

lisas que uno veía cuando un río flsobre una roca justo debajo desuperficie.

— ¿Qué es? — susurró. — Un banco de capelamurmuró Detlan por encima



hombro— . Se ocultan muy al fony los Cazadores los persiguen haque salen a la superficie. Por acuden las gaviotas.

Como salidas de la naparecieron aves marinas profirie

graznidos de excitación. Pero, seDetlan, era debajo de la superfdonde los Cazadores darían muert

sus presas. Torak imaginó el terentre los peces que se hacinabanbusca de cobijo, incapaces

escapar de los Cazadores que acosaban desde la oscuridad…Pero ¿qué eran esos Cazador



— Observa el agua — susuDetlan.

Torak se protegió los ojos la palma.

El Mar empezó a buEstallaron burbujas en la superfi

y el agua se volvió de un vepálido.

— Esos son los capela

ascendiendo — siseó Detlan— . LCazadores están debajo de elloslos rodean por todas partes. S

pueden dirigirse hacia arriba…Acudieron más gaviotas, haque el cielo fue un clam



tumultuoso. Y entonces Torak vio masa densa de peces elevarse hala superficie, formando un amade cuerpos que se retorcían y volvplateado el Mar espumosoborboteante. Presas del páni

algunos saltaban por encima de olas, desesperados por escapar. Plas gaviotas estaban esperándolos

Un pez salió a la superfusto al lado de Torak, un da

plateado no mayor que su mano.

ave enorme, de un tamaño inclmayor que un bote de piel, descende pronto, lo atravesó con una ga



afilada y lo llevó hacia lo aEchando atrás la cabeza, Toreconoció las grandes plumas de alas de un águila pescadora.

Una gaviota voló en pos de edispuesta a robarle el trofeo.

águila pescadora meneó con desla cola color ceniza y se alvolando.

Abajo, entre las gaviotas,lucha por los peces era salvTorak vio que una de ellas trataba

huir con un capelán a medio devoen el gaznate mientras otras dosperseguían, picoteando la cola



pez.Entonces vio algo que le h

olvidar las aves marinas.Una aleta negra hendió

superficie.Torak dio un respingo.

La aleta era tan alta comohombre y se movía más rápido un bote de piel.

— Bueno — musitó Detlan—Aquí están los Cazadores.

Torak miró a los Focas. Los

observaban la escena sobrecogimiento, y en el caso Bale, con admiración.



Otra aleta gigantesca hendiósuperficie. Luego otra más, eúltima con una muesca segurameprovocada por un mordisco judebajo de la punta. Se movía mrápido y con intenciones mortífe

rodeando a los capelanes.«De modo que eso es

Cazador», se dijo Torak. Su padre

había dibujado imágenes de balleen la tierra, pero hasta entonTorak no se había percatado de

enormes que eran. Estremeciéndocomprendió cuán vulnerable era, meciéndose en un bote de piel



frágil como una cáscara de huevo…De pronto oyó un chapoteo y

volvió para ver una columna de apulverizada elevándose en el aEntonces una gigantesca cola nesalió limpiamente del agua y lu

volvió a hundirse. Otra columnaagua salió disparada hacia lo alto.superficie se convirtió en un caos

espuma y luz del sol distorsionaFue entonces cuando el Cazador la muesca en la aleta se volvió p

rodear a los capelanes. Junto anadaba una cría, con la pequeña asiguiendo a duras penas a la grand



Los Cazadores describiecírculos una y otra vez, zambulleron y volvieron a emerghartándose de presas. Ludesaparecieron sin más.

Conteniendo el aliento, To

escudriñó el Mar. Podían estar cualquier parte, incluso debajo bote de piel…

Oyó un ronco borboteo dede él… y una columna de apulverizada empapó el bote de p

a popa. Y ahí estaba de nuevoballena de la muesca en la aleta, cerca que Torak podría ha



tendido una mano para tocarleenorme cabeza de nariz chata, nepor encima y blanca por debajo, una mancha blanca oval detrás ojo. Por un instante las gigantesmandíbulas se abrieron y Torak

unos dientes blancos y afilados mlargos que su dedo corazón. Porinstante un ojo oscuro y brillante

miró fijamente. Entonces el Cazaarqueó el lomo reluciente y zambulló.

Torak se rodeó con los brazpero el Cazador no volvió a saTodo cuanto quedaba de la caza e



las gaviotas disputándose despojos y el resplandor de escamas de pez alejándose a deriva sobre las aguas verdosas.

Bale inclinó la cabeza haciaMar, donde habían estado

Cazadores, y luego asió el rememprendió la marcha. Los otrossiguieron en silencio.

Sólo después de que se hubiealejado de la zona de caza, Detlanvolvió hacia Torak.

— Bueno, ya los has vdijo.Torak permaneció en silen



unos instantes. — Cazan en manada — dijo

fin— . Como los lobos.Detlan frunció el entrecejo.

— Los Cazadores no se parea ninguna criatura del Bosque

hayas visto jamás. Son las criatumás rápidas del Mar. Y las mlistas. Y las más mortífer

Tragó saliva— . Un solo Cazapuede provocar un remolino capazhundir el mayor de los botes de p

Con sólo menear la cola puromperle a un hombre el espincomo si fuera el de un capelán.



Torak miró por encima hombro y preguntó:

— ¿Cazan a la gente? — No a menos que nosotros

demos caza. — ¿Y lo hacéis?

Detlan lo fulminó con la mira — ¡Por supuesto que no!

Cazadores son sagrados para

Madre Mar! Además — añadió—siempre se vengan cuando le hadaño a uno de los suyos. — Su ro

adusto se volvió pensativo— . Secuenta un relato, hace muchísitiempo, antes de la Gran Ola,



muchacho del Clan del Cormoprovocó la muerte de un joCazador. No pretendía hacerlo, un accidente; el Cazador se enren la red para cazar focas del chiy él lo arponeó antes de poder ver

qué se trataba. — Negó con cabeza— . El muchacho quedó aterrado que jamás volvió a salir

un bote de piel. Vivió toda su vila vida entera, en la costa con mujeres. Pero muchos invier

después, cuando era un hombre mviejo, sintió un anhelo tan profunde salir una vez más al Mar que



pidió a su hijo que lo llevara enbote. — Detlan se lamió los lab

. Los Cazadores estaesperándolo. Nunca volvieronverlos.

— Pero… — dijo Torak

aire pensativo— el chico no hatenido intención de matar a la c¿No existía ningún modo

aplacarlos?Una vez más Detlan negó con

cabeza, y luego guardaron silen

durante un buen rato.El viento amainó y se internaen un banco de niebla. Bale y A



desaparecieron de su vista. El rede Detlan hendía el agua sin haruido.

Una roca árida pdeslizándose a la derecha de Torcon una gaviota posada encima.

— Ahí la tienes — anunDetlan, indicando con la cabeza—Ésa es la Roca.

Desde algún lugar en la niebAsrif se burló:

— No tardarás en estar tú

chico del Bosque.Torak apretó los diendispuesto a no darles la satisfacc



de que lo vieran estremeceaunque en su interior el ánimoflaqueó. La Roca era apenas maque un bote de piel y ni siquierapunto más encumbrado era más aque él. Una ola grande lo arrastra

al Mar. No lograba imaginar cósobrevivir en ella un solo díamucho menos una luna entera.

Siguieron avanzando a travésla niebla. Torak sintió que se posen su piel, perlando sus nuevas ro

de humedad.Más adelante, algo se mecíael agua.



Torak parpadeó.Había desaparecido.

No… ahí estaba otra vmeciéndose a su lado. Una cabcomo la de un perro: un perro gcon el hocico redondeado y

bigotes y ojos negros grandesinquisitivos.

Detlan lo vio y sonrió.

— ¡Bale! ¡Asrif! — llamó—¡El guardián ha venido penseñarnos el camino a casa!

La foca se volvió para mosuna panza pálida y con manchLuego rodó otra vez, se rascó



hocico con una aleta que parecía mano, cerró con fuerza las ventade la nariz y se hundió bajosuperficie, nadando junto a los bot

«De modo que eso es una focpensó Torak. Le pareció una extr

mezcla de torpeza y elegante belleEl guardián los guió bien, y

niebla se disipó tan repentiname

como los había envuelto. De prose hallaban de nuevo bajo la luz sol.

— Estamos en casa — anunDetlan. Riendo, levantó el remo.Torak se estremeció. Ante



ojos se hallaba una isla distintacualquiera que hubiese visto.

Tres picos escarpados alzaban muy tiesos desde el Mar. había Bosque. Sólo montañas y MLas montañas eran casi lisas,

sombrías faldas moteadas de amarinas y veteadas de cascadas caían desde los hielos que

cubrían como mantos. Sólo a sus plogró ver Torak una franja de vey, debajo de ella, una bahía ampli

curva con una playa de arena forma de herradura que el poniente teñía de rosa.



De una serie de refugencorvados sobre la arena se alzacolumnas de humo. Junto a crefugio había un soporte que contevarios botes de piel. Debajo ellos, en la playa, Torak vio q

habían plantado dos arbolillos atapara formar un arco. Los arbolileran de un brillante rojo escarlata

preguntó con inquietud para serían.

Del otro lado del agua le ll

el murmullo de voces y el clamoraves. Se sorprendió al ver que acantilados eran un hervidero



aves marinas: había miles de elrevoloteando o apiñadas sobre cornisas. Los refugios de los Fotambién parecían precariosestrechos. No lograba imaginar cópodría vivir así la gente, en

angosta franja de tierra entre montaña y el Mar.

— Las Islas de la F

anunció Bale situando su bunto al de Detlan. Fue imposible

captar el orgullo en su voz.

— ¿Cuántas islas hpreguntó Torak. Sólo veía una.Bale lo miró con expres



cautelosa. — Ésta, y dos más peque

hacia el norte. Los clanes Cormorán y del Kelp viven en elpero ésta… ésta es el hogar de Focas. Es la mayor; por eso todo

grupo adopta su nombre. Es la mgrande y la mejor.

«Por supuesto», se dijo To

con amargura. Todo lo del Clan dFoca tenía que ser lo mejor.

Pero conforme se acercaban

cambiando de idea. Parecía haalgo muy raro en la bahía. Sus ageran de un profundo color carm



demasiado intenso para tratarse sólo del sol poniente al teñirlas.

Entonces captó un heagridulce que le resultó familiar, mintenso en aquel aire sin viento. podía ser…

Pero sí, lo era.La bahía de los Focas est

llena de sangre.



18

El clamor atronador de gaviotas resonaba en los oídos Torak y el olor de la sangre

provocaba un nudo en la garganta.Vio niños chapotear en



bajíos rezumantes de rojo y mujeque lavaban pellejos en las agcarmesíes. Unos hombres se movcomo sombras ante un fuego restallaba, apilando gigantespedazos de carne junto al arco de

arbolillos. Miembros, manrostros: todos estaban manchadosescarlata, como si formaran parte

un sueño. — Alguien ha hecho una pr

de las grandes — comentó Asrif.

— La primera del verañadió Bale— , y nos la hemperdido. — Hizo que sonara como



fuera culpa de Torak.De pronto éste se dio cuenta

que toda aquella carne procedíauna sola presa. Vio una aleta de cde un tamaño mayor que un bote.que había tomado por arbolillos e

las mandíbulas de una ballena.Al menos supuso que se trat

de una ballena, aunque no era

Cazador. En lugar de dientes, mandíbulas tenían un largo flecoáspero pelo negro, que un F

estaba cortando con un cuchillo. Étambién se había cortado su procabello, que yacía a sus pies junto



de la ballena.Cuando Torak llegó vadean

hasta los resbaladizos guijarrojos, vio que todo el mundo estmuy contento. El clan entdesbordaba entusiasmo y

celebraba. Una presa de semejatamaño significaba comida pmuchos días.

Bale saltó de su bote y le dijTorak que no se moviera de donestaba.

— Islinn decidirá qué hacontigo después del banquete.Solo sobre los guijarros, To



fue dolorosamente consciente de miradas de los Focas. Entre Cuervos había sido un forastepero aquello era mucho peor. Y egentes eran parientes suyos.

Observó a Bale desatar

bultos y arrojárselos a un homcurtido por el sol que había bajadrecibirlo. Por el parecido en

ambos, Torak supuso que eran pae hijo.

Vio a Detlan dejar su bote en

amarre. Junto a él había una musonriente y una niña pequeña, duda su hermana, que daba brinc



reclamando su atención. Depareció avergonzado, pero contede verla.

A Asrif, todavía en los bajílo estaba regañando una mujer mal genio y de estatura incluso me

que él. — ¡Se suponía que tenías

traer de vuelta dos hatillos de piel

salmón! — lo acusó hundiéndolededo en el pecho— . ¿Cómo podido dejarte uno?

— No lo sé — murmuró A. Yo he metido dos. Estoy segde haberlo hecho. Y ahora no está



Bale hablaba con su padreseñalaba a Torak. Luego echócorrer por la playa para hablar un hombre que estaba junto al fueg

El anochecer llegó, los Focontinuaron preparándose para

fiesta y Torak seguía esperando. dolía la mejilla. Tenía un hamvoraz.

Entonces vio por qué nadiehabía molestado en atarlo. No haadónde correr: las monta

cercaban la bahía. En el extremo suna cascada caía con fuerza deacantilado; en el norte, un send



ascendía hacia un saliente que cernía sobre el Mar cual benorme. A menos que los Focasliberaran, jamás conseguiría saliraquella isla. Estaría allí atrapamientras en el Bosque los cla

enfermaban y morían…El cielo se volvió de un a

oscuro. El olor a comida llegó ha

él. Vio pellejos de cocinar colgande soportes de lo que parechuesos de ballena, y a mujeres

cabello claro charlando mienrevolvían su contenido. Al contraque los hombres, lucían



ondeantes líneas azules de tatuajes del clan en las pantorrillano en los brazos.

Cerca de ellas, un grupo muchachas reía por lo bajo miencavaban en un montículo humea

del que emanaba el rico aroma decarne asada. Torak conocía aqmétodo de cocinar de los Cuerv

pero nunca había visto llevarlocabo de esa forma. Habían envueen algas un pedazo de carne

grande como él, para luego enterraen un hoyo de piedras calentadasfuego y cubrirlo con más alga



arena.Las mujeres empezaron

repartir la comida en cuencos. Tose percató de que sólo ecocinaban, mientras que los hombhabían descuartizado el cuerpo. E

se le antojó extraño. ¿No cazaacaso las muchachas Focas? preguntó qué opinaría Renn

respecto.Hambriento, observó al c

congregarse en un círculo en torno

fuego. Siguió sin acudir nadiebuscarlo.Se elevó un murmullo semeja



al suspirar del Mar y el clan entalzó los brazos. Una figura se sepdel círculo y Torak reconoció hombre que se había cortado cabello. Llevando una cesta capelanes, el hombre se acercó

arco que formaban las mandíbuladepositó la ofrenda debajo de Torak supuso que le daba las grac

a la ballena por entregarle su vidaclan. Pero en lugar de regresarbanquete, el hombre ava

pesadamente en la penumbra hauna cueva situada al pie del salediCuando Torak casi ha



perdido la esperanza, Detlan acupor él y fueron a sentarse a ciedistancia del fuego, con Asrif y Ba

Una muchacha le tendió cuenco a Torak. Era tan pesado qcasi lo dejó caer y, para su asomb

vio que estaba hecho de piedra. ¿qué, en el nombre del Bosque, alguien a hacer cuencos de pied

¿Cómo los transportarían al levanel campamento?

De pronto se le ocurrió una i

inquietante. Quizá los Focas jamlevantaban el campamento. — Come — le dijo Det



arrojándole una cuchara.Torak echó un vistazo a

cuenco. Contenía un pedazo de cade un rosáceo oscuro con una grutajada de grasa encima y un trmás pequeño de otra carne purpúr

Estaban bañadas en un guiso viscque apestaba a Mar, junto a mecapelán, y dos cosas largas y páli

que parecían dedos. — ¿Qué? — preguntó Bale—

¿No es lo bastante bueno para

Tienes suerte de que te demos comer. — ¿Nunca has comido gusa



de mar? — preguntó Asrif. — ¿Qué hay aquí dent

preguntó Torak. — La carne roja es ball

explicó Detlan— , lo que llencima es grasa. — Con el cuchi

pinchó su propio pedazo de capurpúrea— . Corazón de balleAlgo muy especial. A todos nos

un pedazo, para que compartamosfuerza y su valor. — Se lo metióla boca y masticó.

— Apuesto a que en el Bosno tenéis nada tan bueno — intervAsrif.



Torak lo ignoró y comió. carne de ballena era correosa;grasa, aceitosa e insulsa, y gusanos de mar no sabían a nada.cambio, el capelán estaba buenolo tranquilizó encontrar bayas

enebro en el guiso. — ¿De verdad nunca hab

visto una foca? — preguntó Detlan

— Detlan, ¿para qué pierdestiempo? — intervino Bale.

Pero Detlan parecía habe

tomado la ignorancia de Torak couna afrenta personal. — Las focas nos lo



absolutamente todo — afirmó seriedad— . Ropa, refugios, botespiel, comida, arpones, lámpar

Hizo una pausa, sin dpreguntándose si se habría dejalgo.

— ¿Qué me dices de vuespellizas? — preguntó Torak, curia su pesar— . Esas de pellejo fin

través del cual se puede ver. pueden ser de foca.

— Pues sí — contestó Asrif—

Son de intestino. — Ya te lo he dicho — insisDetlan— , las focas nos lo dan to



Somos las gentes de la foca.Torak frunció el entrecejo.

— Pero a nadie se le permcazar a la criatura de su cEntonces, ¿por qué lo hacéis?

Los tres lo mira

horrorizados. — ¡Jamás haríamos algo exclamó Detlan. Ofendido,

propinó golpecitos en el pellmoteado que lucía en el pecho—Ésta es la criatura de nuestro cl

¡Es la foca anillada! ¡La cazamos, y la que nos comemos, efoca gris!



Torak nunca había oído habde semejante distinción, y le parepoco fiable y engañosa. Algo dede notársele en la cara, pues Dettorció el gesto.

— Ya te he dicho que era u

pérdida de tiempo — intervino Blevantándose, y le dijo a Torak—Venga. Ya es hora de ver al líder.

Islinn, el líder del Clan deFoca, era un anciano enjuto. Pare

que estuviesen succionándole la vpara extraerla de su cuerpo.Llevaba el ralo cabello blanc



la barba adornados con minúscucuentas de pizarra azul, y en orejas perforadas lucía retorcicaparazones de moluscos con forde lanzas cuyo peso le haalargado los lóbulos hasta

hombros.Bale obligó a Torak

arrodillarse. Luego presentó

cautivo a los Focas y les explcómo había quebrantado la ley.

Al oírlo, mucha gente gritab

salía corriendo para posar umanos apaciguadoras en mandíbulas de la ballena. El líder



mesó la barba con mano tembloropero no dijo nada. Sus olegañosos se movían constantemeTorak se preguntó si ocultainteligencia o la falta de ella.

Por fin Islinn habló:

— Dices que eres parienuestro — murmuró con una aflautada que sonó como si ape

tuviese la fuerza suficiente phacerla salir de su pecho.

— La madre de mi padre

Foca — explicó Torak. — ¿Cómo se llamaba tu padr — No puedo nombrarlo. Mu



el otoño pasado.El líder reflexionó sobre es

luego le murmuró algo al hombre estaba a su lado. El rostro de équedaba oculto por el humo, pTorak supuso por el abunda

cabello color arena y los miembmusculosos que era mucho más joque Islinn. Su jubón y sus calzas e

sencillos, pero llevaba un cintumagnífico. Hecho de pelltrenzado, tenía dos manos de ancho

a modo de flecos, llevaba pirojos y amarillos de frailecillos.«Frailecillos — pensó To



. Debe de ser el hechicerDime el nombre de la madre d

padre — pidió el líder.Torak se lo dijo.La boca del anciano se tensóEntre los Focas, alguien contu

el aliento. — Yo conocí a esa mudijo el líder respirando

dificultad— . Se convirtió encompañera de un hombre del BosqNo sabía que hubiese tenido un hij

— ¿Cómo sabemos que fue aintervino el hechicero sin volla cabeza— . ¿Cómo sabemos qu



chico es quien dice ser? — Hablen voz baja, pero todos los Focasinclinaron para escucharle.

Era la suya una excepcional: dulce y grave, pero una resaca de enorme poder, como

Mar; una voz que cualquiera deseaescuchar. Por unos instantes, Tocasi olvidó que lo había llam

mentiroso.El líder asentía con la cabeza

— Yo opino lo mismo, Tenri

El humo cambió de direccióTorak vio al hechicero por primvez, o al menos un perfil de su ros



pues seguía con la cabeza girada. guapo aunque de facciones mmarcadas: nariz recta, boca anflanqueada por profundas arrugaslas comisuras y barba de un doroscuro cortada justo por debajo d

dura línea de la mandíbula.Torak tuvo la sensación de

ése era el hombre que ejercía

poder real entre los Focas, el homque decidiría su destino. Por momento le recordó a Fin-Kedinn

— Estoy diciendo la verse defendió— . Soy parievuestro.



— Necesitamos algo más qupalabra — dijo el hechicero. volvió hacia la luz y Torak advique el lado izquierdo de su cestaba terriblemente quemado. ojo gris lo miraba atentamente de

una cuenca sin pestañas. El cucabelludo había quedchamuscado hasta volverse de

rosáceo moteado. Sólo la boca hasalido ilesa. Le ofreció a Torak usonrisa irónica, como si lo desafi

a no pestañear.Torak se llevó los puños corazón e hizo una reverencia:



— Admito que he incumplvuestras leyes — dijo— , pero sporque no las conocía. Mi panunca me enseñó las costumbres Mar.

Tenris, el hechicero de

Focas, inclinó la desfigurada cabe — Entonces, ¿qué hacías en

costa?

— La líder de los CaballosBosque me dijo que encontraríaque ando buscando junto al Mar.

— ¿Y qué andas buscando? — Un remedio. — ¿Para qué? ¿Estás enfermo



Torak negó con la cabeLuego le habló a Tenris sobreenfermedad.

El efecto sobre los Focas asombroso. El líder alzó las maarrugadas al cielo. Muchos Fo

gritaron, presas del pánico.Bale se puso en pie de un sa

con expresión furibunda.

— ¿Por qué no nos has avisa¿Y si has vuelto a traérnosla?

Torak lo miró fijamente

preguntó: — ¿Conocéis la enfermed¿La habéis visto antes?



Pero Bale se había dadovuelta con el rostro contraído podolor.

— Llegó hace tres veraexplicó el líder con tono somb. Su hermano pequeño fue

primero en morir. Luego tres más. hijo entre ellos.

— Pero ¿os librasteis de el

preguntó Torak, conteniendoexcitación— . ¿Encontrasteis remedio?

— Para los Focas — mascuBale— , no para vosotros. — ¡Pero tenéis que dárme



exclamó Torak.Bale se volvió hacia él, furio

— ¿Cómo que «tenemoIncumples nuestra ley, enfureces aMadre Mar, ¿y ahora dices tenemos que dártelo?

— ¡No sabes qué eocurriendo en el Bosque! — suplTorak— . Los Cuervos es

enfermos. Y también los Jabalíes, Nutrias y los Sauces. Pronto quedará gente suficiente para caza

— ¿Por qué debeimportarnos? — inquirió el líder.Los Focas murmuraron en se



de asentimiento. — ¿Quizá simplemeintervino Tenris— porque

dices que eres pariente nuestro? — ¡Pero lo soy! — insi

Torak— . ¡Puedo probarlo! ¿Dón

está mi fardo?Una mirada de Tenris ba

para que Asrif saliera corrien

hacia un refugio, volviendo instandespués con el fardo de Torak.

Ansioso, Torak sacó el hat

que contenía el cuchillo de su padr — Toma — ddesenvolviéndolo para tendérselo



hechicero— . La hoja la hicieron Focas. La madre de mi padre sedio a él, y éste hizo la empuñadura

Tenris guardó un respetusilencio mientras estudiaba cuchillo. Torak vio que su m

izquierda era una garra quemadretorcida, pero la derecha estilesa. Los largos dedos more

temblaron al tocar la hoja.Con el corazón latiéndole

fuerza, Torak esperó a que hablara

El líder también observatentamente el cuchillo. No paregustarle lo que veía.



— Tenris — jadeó— , ¿cópuede ser?

— Sí — musitó Tenris— . empuñadura es de cuerno de cierojo, y en ella se ha insertado uhoja de pizarra del Mar. — Leva

la cabeza y clavó en Torak una mirada— . Dices que tu padre hesto. ¿Quién era él para atrevers

mezclar el Bosque con el Mar?Torak no contestó.

— Mi sospecha — dijo Ten

es que era alguna clase hechicero.Tardíamente, Torak recordó



advertencia de Fin-Kedinn y ncon la cabeza. Para su sorpresa, asomar una sonrisa en los labiosTenris.

— Torak, no eres muy bumintiendo.

Torak titubeó. — Fin-Kedinn me dijo que

hablara de él.

— Fin-Kedinn — repitió Ten. Yo he oído ese nombre. ¿Es

hechicero también?

— No — repuso Torak. — Pero hay hechiceros entre Cuervos.



— Sí, Saeunn. — ¿Y te enseñó ella hechicer — No — contestó Torak— .

soy un cazador, como mi padre.me enseñó a cazar y a seguir rastno hechicería.

Una vez más Tenris clavómirada en la de Torak, y en eocasión el chico sintió toda la fue

de su inteligencia, como un rayointensa luz solar que perforara nubes.

De pronto la expresión hechicero se suavizó. — Está diciendo la ver



susurró dirigiéndose al líder—Es pariente nuestro.

El líder miró a Toentrecerrando los ojos.

Bale negó con la cabeincrédulo.

— Así pues, ¿me ayudarépreguntó Torak— . ¿Me daréi

remedio?

Tenris lo dejó en manos Islinn.

— Eres tú quien ha

decidirlo, líder. — Pero se inclpara susurrar algo al oído anciano.



Ayudado por Tenris y Bale,líder se puso en pie.

— Puesto que eres parienuestro — anunció con dificultad—te trataremos como a uno de nuestros. — Se interrumpió p

recobrar el aliento— . Si uno nosotros hubiese incumplido la lle habríamos hecho apaciguar a

Madre Mar. Lo mismo has de hatú. Mañana serás llevado a la Rodonde permanecerás durante

luna.



19

Torak está de vuelta en frontera del Bosque. El sol brillaMar es de un azul resplandecient

Torak jadea de risa mientras rupor la arena con Lobo.



¡Un éxtasis de colas que menean y patas que se agitan, saltos y piruetas! Lobo le aterrizael pecho y lo hace caer cuan largopara cubrirle el rostro mordisquitos a modo de salu

Torak lo agarra del pescuezo ylame el hocico, diciéndole graves y fervientes aullidos cuánto

ha echado de menos.¡Lobo ha crecido muchísim

Sus flancos y cuartos traseros

puro músculo, y cuando se levasobre las patas de atrás y apoya de delante en los hombros de Tor



sus cabezas quedan al mismo nivPero sigue siendo el Lobo siempre. Los mismos ojos claambarinos y el adorado aromahierba dulce y pelaje cálido y limpLa misma mezcla de diversión

lobezno y misteriosa sabiduría.Lobo le da un rasposo lame

en la mejilla y luego sale dispar

por la arena; un instante después ede vuelta, meneando un pedazo alga entre las mandíbulas

desafiando a Torak a arrancárselo… y ahora el alga flota enfrío Mar y los dos luchan



permanecer con vida. A Lobo aterroriza el agua profunda. Ladeahocico sobre las olas, tiene orejas gachas y los ojos negllenos de terror. Torak trata acercarse nadando p

tranquilizarlo, pero sus miembestán entumecidos por el sueño yhace sino alejarse llevado por

corriente.Entonces, por encima del lo

de Lobo, ve la aleta del Cazador.

Lobo aún no la ha visto, pestá más cerca, de modo que atrapará a él primero.



Torak trata de avisarlo a gritpero de su boca no surge sonalguno. No hay escapatoria posibNo hay tierra. Tan sólo el Mimplacable, y el Cazador que acerca para darles caza.

Torak no permitirá que se lla Lobo. Lo sabe con la misma certcon que sabe que las gélidas olas

abofetean; con la misma certeza su propio nombre. No titubea. Squé tiene que hacer.

Respirando hondo, se zambuSe mueve con desesperante lentitpero consigue bucear por debajo



Lobo y volver a emerger, situánden la trayectoria del Cazador. AhLobo está detrás de él. Ahora Lotendrá una oportunidad.

No hay nada entre Torak ygran aleta negra. Ve la ola plate

curvarse hacia atrás. Ve la enorcabeza redondeada que avanza vehacia él a través del agua verde.

corazón no le cabe en el pechopuro terror.

Las mandíbulas del Cazador

abren de par en par para engullirloTorak despertó con usacudida.



Estaba tendido en un refugiolos Focas, rodeado de gente dormTenía las mejillas húmedas lágrimas. Se las enjugó. Ansiregresar al sueño con Lobo. PLobo estaba muy lejos. Y él, Tor

estaba destinado a la Roca.Durante unos instantes se qu

tendido mirando fijamente

oscuridad. Sobre él vio arqueadas costillas de ballena formaban el marco del refugio,

su recubrimiento de pellejo de fsubiendo y bajando suavemeDespués de todo, la ballena se



había tragado.Se levantó en silencio y se ab

paso entre los durmientes. Balevolvió sobre el costado y abrióojo cauteloso, pero lo dejó paAmbos sabían por qué. ¿Adónde

a huir?Torak salió trastabillando a

luz grisácea. Muy por encima de

cabeza, las nubes se derramasobre los picos y fluían lentamepor los acantilados. En

campamento de los Focas no movía nada, ni siquiera un perro.Sediento, Torak recorrió



bahía hacia donde la catarata ccon estrépito del acantilado sobrelecho de peñascos en direcciónMar. Allí la bahía de los Focas más exuberante de lo que le haparecido la noche anterior. La hie

estaba tachonada de onagrageranios morados, y las laderas mbajas de los acantila

resplandecían de serbalesabedules.

A Torak le pareció cruel q

los Focas le concedieran la liberde disfrutar de todo aquello. sintió como un pez atrapado en



red: capaz de nadar aun sabiendo estaba atrapado.

Arrodillándose junto al arrorecogió agua helada en una mahuecada.

El Perseguidor estaba agach

sobre un peñasco al otro lado arroyo, observándolo.

Torak permaneció inmó

Hilillos de agua helada se escurrían entre los dedos.

— ¿Qué quieres? — pregu

con voz ronca.La criatura no se movió. enmarañada melena la ocultaba



completo a excepción de las garrael brillo de los ojos.

— ¿Por qué me estás siguienexclamó Torak— . ¿Qué quie

de mí?Una sombra se deslizó entre

rocas hacia él, y levantó la mirpara ver una gaviota que volbajo. Cuando volvió a mirar,

Perseguidor había desaparecido.Con un grito, cruzó chapotean

el arroyo, pero se había desvanec

entre los peñascos y los matorrade enebro. No lo había imaginado. Cuan



se agachó para examinar la rocaque había estado, encontró arañaen el liquen.

Los pensamientos se agolpaen su mente. Lo había seguidotravés del Mar…

— ¿Con quién hablabpreguntó una voz detrás de él, y

volverse vio a Bale mirándolo

expresión cautelosa— . Estahablando con alguien. ¿Quién era?

— Nadie — repuso Torak—

Hablaba… conmigo mismo.¿Por qué lo había seguido? cómo había logrado cruzar el Mar



Entonces se acordó de Asrif yhatillo perdido de pellejos salmón. Debía de ser eso. Mienlos chicos del Clan de la Foca habestado ocupados con su cautivoPerseguidor había vaciado uno de

hatillos para esconderse denTorak detestaba pensar que lo hatenido tan cerca, agazapado en

bote de piel… — No te creo — dijo Bale—

Si hablabas contigo mismo, ¿por

pareces tan culpable?Torak no contestó. Pareculpable porque lo era. «¿Y si



vuelto a traérnosla?», hapreguntado Bale la noche anteriorhabía referido a la enfermedad, noPerseguidor. Pero ¿había algudiferencia?

Torak se incorporó de un salt

cruzó el arroyo. — ¿Dónde está Tenrinquirió con tono urgente—

Tengo que hablar con él.Bale entrecerró los ojos azul

— ¿Por qué? El no va

ayudarte.Torak lo ignoró. Se le haocurrido una idea. Era peligro



pues vérselas con hechicesiempre lo era, pero quizá lo librde la Roca.

— ¿Dónde está? — repitió.Bale indicó con la cabeza

imponente saledizo en el extre

norte de la bahía. — En el Risco. Pero no que

hablar contigo.

— Sí que querrá — replTorak.

El sendero ascenserpenteante y escarpado por la fade la montaña, y en algunos si



Torak tuvo que trepar a gatas.Sin aliento, llegó a la cim

donde encontró un angosto cuelloroca que se ensanchaba para formun promontorio en forma de botque sobresalía sobre el Mar.

medio se alzaba una losa baja granito burdamente tallada para dala forma de un pez. Sobre ella ha

un montón de huevos de Mar. Alado se hallaba en cuclillas hechicero de los Focas, murmuran

— Hechicero — dijo Toradeando— . ¡Tengo que habcontigo!



— No tan alto — adviTenris sin alzar la mirada— . Y cuidado de no pisar las líneas.

Al bajar la vista, Torak percató de que la superficie entdel Risco era una telaraña de fi

líneas plateadas: no estaban grabacon un martillo, sino bruñidas ensuperficie gris, y eran tan lisas que

los líquenes ni el clima podían asa ellas. Torak vio Cazadores y pecáguilas y focas: unos persiguiéndo

otros superpuestos, como si devorasen mutuamente, tobailando el baile interminable



cazador y la presa.El hechicero de los Focas

incorporó con tres huevos de Marla mano desfigurada y empezódepositarlos en el Risco.

— Has venido a negociar po

vida — dijo. — Sí — admitió Torak. — Pero has ofendido a

Madre Mar. — Yo no pretendía… — Eso a ella no le impo

interrumpió Tenris dejando upiedra, y sin volverse añadió—Ven, ayúdame con esto. Dame



huevos de Mar uno por uno.Torak abrió la boca p

protestar, pero guardó silencJuntos se movieron por el RisTorak dándole las piedras cuandohechicero tendía la mano. En

ocasión en que se acercaron borde, Torak vislumbró durante mareante instante el Mar muy abaj

— Hoy se la ve tranquila, crees? — comentó Tenris, siguiensu mirada— . Pero ¿tienes alg

idea de lo poderosa que es?Torak negó con la cabeza.Con elegancia y sin esfuerzo



hechicero depositó otra piedra, ysu cinturón los picos de frailecillos tintinearon suavemente

— El hombre que mató aballena con la que celebramanoche el banquete tuvo que corta

el cabello para desagraviarla haberse llevado a una de sus hiDebe vivir solo durante tres días

comer o tocar a su compañÚnicamente podrá volver cuando almas de la ballena hayan regres

a la Madre. — Indicó con un gelos huevos de Mar a sus pies— . Ees lo que estoy haciendo. Una se



para guiar a las almas. — Hizo pausa— . Lo que tienes que entendTorak, es que las costumbres deMadre son mucho más durasmenos predecibles, que costumbres de vuestro Bosque.

Desde abajo les llegó el sondistante de unas voces. Al asomarTorak vio que el campamento

Focas estaba despertando. Bhablaba con dos hombres y señalhacia el Risco.

— Hechicero — dijo Torak—hay algo que tengo que…Tenris lo silenció con



ademán. — Ella vive en

profundidades más insondables Mar — murmuró— , y es más fuque el sol. Si está contenta, envíafocas y los peces y las aves mari

para que los cacemos. Si eenfadada, los guarda para síarrastra la cola para cr

tempestades. Cuando inspira, el Mse hunde. Cuando espira, la masube. — Se detuvo, observando

figuras que se movían en la playa—Mata sin previo aviso, sin malicipiedad. Hace muchos inviern



llegó la Gran Ola del oeste. Saquellos que treparon a este Risobrevivieron. — Se volvió haTorak— . El poder del viento es mgrande, Torak; pero el poder del Mes inimaginable.

Torak se preguntó por estaba contándole todo eso.

— Porque la sabiduría es po

dijo el hechicero como si hubioído sus pensamientos.

Torak miró alrededor.

— ¿Es aquí donde preparastremedio?Para su sorpresa, Tenris esbo



una sonrisa irónica. — Me preguntaba cuán

sacarías el tema.Retrocediendo hasta el altar

roca, el hechicero asió una pinzacangrejo que había encima, se

llevó a los labios y exhaló una fbocanada de aromático humo azul

— Con el remedio — expl

entre bocanadas— , no se trata dónde, sino de cuándo. Sólo puprepararse una noche en todo el a

La noche más poderosa de tod¿Adivinas cuál?Torak titubeó.



— ¿La del solsticio de veranTenris le dirigió una mir

perspicaz. — Creía que no sab

hechicería. — Y así es. Pero el solsticio

verano es mi cumpleaños, de manque me ha venido a la cabeAdemás, también es la noche de

mayores cambios, y todo el munsabe que la hechicería consiste realidad…

— En el cambio — conclTenris, y volvió a sonreír— . hecho, al igual que la propia vida



madera cambia para volverse hla presa se vuelve cazador, el niñovuelve hombre. Tienes una merápida, Torak. Podría habeenseñado muchas cosas. Es lástima que estés destinado a

Roca.Torak aprovechó

oportunidad.

— Eso es lo que necedecirte. No pienso… No voy a ir Roca.

Tenris se quedó inmóvil. Bla brillante luz de la mañana, quemaduras se veían descarnadas.



— ¿Qué has dicho?Torak inspiró.

— No voy a ir a la Roca. vas a preparar el remedio y yo vollevarlo de vuelta a…

— ¿Que yo voy a preparar

remedio? — repitió Tenris. El togélido de su voz fue como el soponerse— . ¿Y por qué iba a ha

algo así? — Porque si no lo ha

repuso Torak— , tu gente tamb

caerá enferma.

Le contó a Tenris lo



Perseguidor y cómo había llegadla isla. Le contó que creía que eraespía de un Devorador de Almenviado para provocar enfermedad. Tenris escuchó sin depalabra, fumando en su pipa de pi

de cangrejo. Se hacía imposidecir qué sentía, pero Torak captórápido devenir de sus pensamiento

Con aprensión, observó hechicero describir círculos en toa la roca del altar, para luego tom

el último huevo de Mar y movehacia él. — ¿Has planeado es



preguntó Tenris.Torak se sintió horrorizado.

— ¡Por supuesto que no! — Porque hay algo

deberías saber, Torak. No me guslos trucos.

— ¡No es un truco! No teníaidea de que el Perseguidor hacruzado el Mar. Tenris, sólo te es

pidiendo que prepares el remeporque…

— ¿Sólo? — lo interrum

Tenris— . ¡No se trata de una pocque pueda simplemente distribuir un cucharón! ¡Me llevó tres lu



perfeccionarlo! Tuve que escalarCima del Águila para encontrarraíz de selic que no crece en ninotro lugar. ¡La noche del solstituve que preparar un hechizo nadie había tratado de hacer desd

llegada de la Gran Ola!Torak se mordió el labio.

— Sólo faltan cuatro días p

el solsticio de verano.Tenris lo miró fijamente

inquirió:

— Tú no te rindes, ¿verdad? — No puedo — repuso To. Los clanes están enfermos.



Tenris giró el huevo de Marsu mano y sus ojos brillaamenazadoramente.

— ¿Qué me impide dejarte enRoca y quedarme el remedio paraFocas?

Torak abrió la boca, pero supo qué decir. No se le haocurrido pensar en eso.

— Aprende bien una coTorak — le advirtió Tenris—Nunca te enzarces en una lucha

voluntades con un hechicero. especial no lo hagas conmigo.Torak levantó la barbilla.



— Creía que se suponía que hechiceros ayudaban a la gente.

— ¿Qué sabes tú de hechicerNo eres más que un cazador.

— ¡Los Cuervos te necesi¡Y los Nutrias y los Sauces y

Jabalíes, y por lo que yo sé todos demás clanes! Si me dejas enRoca, ¿quién llevará el remedio

Bosque?Tenris depositó el último hu

de Mar a sus pies.

— Si yo preparo el remediotendrás que ayudarme.Torak contuvo el aliento.



— Cada verano — explTenris— , los clanes del Mcelebramos los ritos del solsticiouna isla distinta. Esta vez le tocaturno a la de los CormoranMuchos de los nuestros salen

hacia allá; otros les seguirán mtarde. El campamento no tardaráestar desierto.

— Haré lo que haga fafirmó Torak.

Para su sorpresa, Tenris

Luego dijo: — ¡Qué prisa tienes! siquiera sabes qué significa!



— Haré lo que haga frepitió Torak.

Tenris lo miró y por un instasu rostro desfigurado se contrajouna mueca lastimera.

— Pobre Torak — murmuró—

No sabes a lo que estás accedienNi siquiera sabes dónde estás.

Torak miró hacia abajo y por

vio el dibujo que Tenris había estatrazando con los huevos de Mar.

Era una espiral enorme, y e

se hallaban justo en el centro, codos moscas atrapadas en telaraña.



20

Renn había buscado por todaorilla, pero no estaba más cercadescubrir adónde había ido Torak

Lobo había rastreado su odurante un día y una noc



zigzagueando incansable entre árboles, pero siempre retrocedienen busca de Renn para que noquedara rezagada.

Cuando había llegado a la bdel Agua Ancha, su ansiedad

había vuelto agitación. Gimoteanhabía corrido de arriba abajo poarena. Entonces había echado atrá

cabeza y había soltado un aullterrible, desgarrador.

La búsqueda de Renn ha

revelado los restos de dos fueguno grande y descuidado sobre rocas y otro más pequeño que



duda era obra de Torak, así comosedal de sus anzuelos de doespina. Pero del propio Torak encontró ni rastro. Era como sihubiera desvanecido en el Mar.

Esa noche Renn se acurrucó

el saco de piel para dormescuchando el suspirar del oleajpreguntándose qué le hab

ocurrido. La Madre Mar podía haenviado una tempestad para ahogaa la distancia de un tiro de flecha

la orilla. La Gente Oculta pohaberle arrastrado al fondo con largos cabellos verdes…



Se sumió en un sueño inquietLobo continuó correteando

la orilla toda la noche.Todavía seguía allí por

mañana. Se negó a comer, se negcazar y mostró sólo un fugaz inte

en los fulmar que anidaban enacantilado, lo cual probablemente lo mejor para él, teniendo en cue

que los polluelos de fulmar escupuna grasa de olor nauseabundoRenn no tenía forma de advertírse

Era mediodía y Renn supo no podían quedarse más tiempo. — Tengo que encontrar ayu



Aunque sabía que Lobo noentendería, sentía la necesidad hablar por su propio bien—¿Vienes? — Lobo movió las orehacia ella, pero no se movió—Alguien debe de haberlo v

explicó Renn— . Una partidacaza o… alguien. ¡Venga, vámono

Lobo se encaramó de un salt

las rocas y contempló el Mar. — Lobo, por favor. No qui

ir sin ti.

Lobo ni siquiera giró la cabeAhí tenía la respuesta. Tendque marcharse sola. Con una punz



de angustia, se echó el fardohombro y emprendió el camino hael Bosque.

Detrás de ella, Lobo levantóhocico y aulló.

Lobo no sabía qué hacer. Necesitaba quedarse en

sitio terrible y esperar a su herm

de carnada, pero también necesitseguir a la hembra al Bosque.Odiaba aquel lugar. La tie

pálida le hacía escocer los ojos, rocas calientes le mordían las patalos pájaros-peces le chillaban que



fuera. Pero sobre todo le daba miaquella enorme criatura que gemídormitaba ante él. Desprendía olor frío y atávico que él conocíahaberlo aprendido nunca. Y si despertaba…

Lobo no entendía por qué ASin Cola se había ido a dondehermano de carnada no po

seguirlo, o por qué su aroma esttan masticado con el de aqueotros tres sin cola. Por su olor, sa

que eran machos a medio crecer, qestaban enfadados y que pertenecían al Bosque, sino a la G



Agua.Y ahora la hembra se había

también, dando tumbos entre árboles de esa forma tan ruidcaracterística de los sin cola. Lono quería que se marchara. U

veces podía ponerse furiosa, potras también era lista y amable.

¿Debía seguirla? Pero ¿y si A

Sin Cola volvía y no encontrabnadie?

Lobo corrió en círcu

preguntándose qué hacer.

Renn no esperaba echar tanto



menos a Lobo.Añoraba su calor cuando

apoyaba contra ella, y sus pequegañidos de impaciencia cuanquería una torta de salmón. Haechaba de menos su entusiasmo

perseguir patos.Le dolía que hubiese elegido

seguirla y se sintió sola al cruzar

Río Ancho por unas piedras plapara internarse en el bosquecilloabedules al otro lado. No por

primera, se preguntó qué hacía lejos de su clan, en un Bosdevastado por la enfermedad.



Torak la hubiese querido consigohabría pedido que fuese con Estaba persiguiendo a un amigo no la quería a su lado.

A medida que se internaba enBosque, la quietud empezó

preocuparla. No cantaba ni un torNo se movía ninguna hoja.

Además, allí debería ha

gente. Conocía esa parte del BosqCuando tenía nueve veranos, FKedinn había hecho que la adopt

el Clan de la Ballena, para aprendiera las costumbres del MRenn sabía que muchos otros cla



cazaban a lo largo de la costa:Águila Pescadora, el Salmón, Sauce. Acudían por el bacalao primavera y el salmón en veranopor las focas y los arenques querefugiaban allí de los temporales

invierno. Pero ahora el Bosestaba inquietantemente silencioso

Más adelante la vegetación

hacía menos densa y Renn vislumvarios refugios grandesdescuidados, hechos con ram

Recordaban a los nidos de águilas, y eso le infundió ánimosClan del Águila Pescadora era u



de los más accesibles del MPodían mostrarse orgullosos, psiempre daban la bienvenida a forasteros y se tomaban con bastatranquilidad lo de mezclar el Bosy el Mar, siguiendo el ejemplo de

criatura de su clan, que cobraba presas en ambos.

Sin embargo, el campame

estaba desierto. Habían pisoteadohogueras para extinguirlas, dejanun olor amargo y punzante a hum

Renn se arrodilló para tocar cenizas. Aún estaban calientes. dirigió hacia el montón



desperdicios. Algunas valvas mejillón todavía estaban húmedLos Águilas Pescadoras acababanirse.

Detrás de ella, algo respirabaSe volvió en redondo.

Procedía de un refugio más aSacando el cuchillo, Renn

dirigió hacia él.

— ¿Hay alguien ahí?Del oscuro interior le llegó

gruñido gutural. Se quedó inmóvil

De pronto la oscuridad hexplosión.Renn soltó un alarido y dio



salto hacia atrás.La criatura se abalanzó so

ella… y se detuvo súbitamenAturdida, Renn advirtió que estamarrada en las muñecas por grueataduras de pellejo trenzado.

— ¿Qué haces? — exclamó voz detrás de Renn, y unas mafuertes la arrastraron— . ¿Es

enferma tú también? — preguntócaptor, dándole la vuelta—¡Contesta! ¿Estás enferma? ¿Qué

eso que tienes en la mano? — Un… mo… mordimasculló Renn— . Es



mordisco. No estoy enferma.Ignorándola, giró

brusquedad la cabeza de Renn pexaminarle el rostro y el cucabelludo. Sólo cuando hucomprobado que no había llagas

soltó. — ¡No estoy enfer

repitió Renn— . ¿Qué ha pas

aquí? — Lo mismo que en to

partes — musitó él.

— La enfermedad — dijo ReEn la entrada del refugio,criatura que antaño fuera un hom



se mecía una y otra vez, gruñendbabeando. Le brillaban partes cuero cabelludo donde se haarrancado mechones de pelo. Telos ojos pegajosos de pus.

El otro hombre lo miró y

dolor le contrajo el rostro. — Era mi amigo — explicó—

No conseguí reunir el va

suficiente para matarlo. Más valdque lo hubiese hecho. — Se volhacia Renn— . ¿Quién eres? ¿Q

haces aquí? — Soy Renn — contestó—Del Clan del Cuervo. ¿Quién eres



— Tiu. — Levantó la mizquierda, y en el dorso Renn viotatuaje de su clan: la marca de cuagarras de los Águilas Pescadoras.

— ¿Qué le ocurrirá a tu amise interesó Renn.

Tiu recuperó una lanza de peapoyada contra un árbol y contestó

— Dentro de un par de d

habrá roto a mordiscos las ataduTendrá tantas posibilidades cocualquiera de nosotros.

— Pero… le hará dañoalguien.Tiu negó con la cabeza.



— Nos habremos marchmucho antes.

— ¿Abandonáis el Bosqpreguntó Renn.

Con una última mirada a amigo, Tiu salió del claro y

encaminó hacia el oeste.Renn lo siguió corriendo.

— La Isla de los Cormora

explicó él— . Les toca el turnocelebrar los ritos del solsticio verano; y al contrario que otros,

temen que vayamos. — ¿Qué ha pasado con los otclanes? — preguntó Renn cuan



llegaron a una resguardada badonde la gente se apresuraba a carcosas en robustas canoas de pellej

— Los Ballenas y los Salmopartieron hace unos días hacia la de los Cormoranes. Los Sau

fueron hacia el sur. — Tiu le diriuna mirada perspicaz— . ¿Y tú? ¿qué no estás con tu clan?

— Estoy buscando a un ami¿Lo has visto? Se llama Torak. delgado, un poco más alto que

con el pelo negro y… — No — interrumpió Tvolviéndose para ayudar a una mu



con un hatillo. — Yo lo he visto — anunció

oven que cargaba cuerdas en canoa.

— ¿Cuándo? — exclamó R. ¿Dónde? ¿Está bien?

— Los Focas se lo llevarespondió— . No volverás

verlo.

— Tres muchachos Follegaron hace unos días — explicó

oven, que se llamaba Kyo— . Trasílex y ropa de pellejo de foca, pyo no estaba de humor para truequ



así que no me dejé ver. — Fruncióentrecejo— . Los Ballenas hicietrueque con ellos. Estaban desesperados por conseguir huede Mar que no les hablaron a Focas de la enfermedad, no fuera

espantarlos con eso. — ¿Qué pasa con Tor

insistió Renn— . Has dicho

se lo llevaron. — Todo lo que vi fue un ch

en un bote de piel — aseguró K

. Con el pelo negro, como tú dicho. Tenía una cara flaca y pareenfadado. Con muchas magulladu



No se fue sin oponer resistencia.Renn apretó los puños.

— ¿Por qué se lo llevaron?Kyo se encogió de hombros.

— Con los Focas nunca se saNo son como nosotros; nunca

aprendido a vivir en paz conBosque.

— Tengo que llegar a su i

dijo Renn.Tiu soltó un bufido.

— Eso no es posible.

— Pero vosotros vais a Cormoranes — insistió ella— , yisla no queda muy lejos de la de



Focas, ¿no es así? — No lo comprendes — rep

Tiu, enfadado— . ¡No estamenemistados con los Focas,queremos que la cosa siga así!

— ¡Pero mi amigo está

peligro! — ¡Todos lo estamos! — esp

Tiu.

Renn contempló los rostrospreocupación que la rodeaban ypreguntó cómo convencerlos.

— Hay algo que tenéis saber — añadió— . Mi amigoTorak, es capaz de hacer cosas q



otros no pueden hacer. Quizá loencontrar un remedio.

Tiu cruzó los brazos sobrepecho.

— Te lo estás inventando. — No. Escuchadme. Tengo

deciros quién es. — Al hacer eiba contra las órdenes de FKedinn, pero éste no estaba allí—

Todos sabéis qué pasó el inviepasado. Sabéis lo del oso.

La gente dejó lo que est

haciendo y se acercó a escuchar. — Mató a algunos de nuestros — dijo Renn— . A



también mató a gente, ¿verdad?dos del Clan del Sauce. Y oímdecir que entre vuestro clan se lla un niño.

Tiu parpadeó. — ¿Por qué hablar de e

¿Qué sentido tiene hacerlo? — Porque — concluyó Renn

mi amigo fue quien libró al Bos

del oso.Tiu la miró fijamente.

— Has dicho que no era m

que un muchacho… — He dicho que era más eso. Fin-Kedinn te lo diría



estuviese aquí. ¿Conoces a FKedinn?

Tiu asintió con la cabeza. — Cuenta con el respeto

muchos clanes. — Pues es mi tío.

confirmaría que lo que te escontando es verdad.

Renn observó con ansie

cómo Tiu se llevaba aparte a demás para hablar. Unos instandespués regresó.

— Lo siento. No queremenemistarnos con los Focas. — Entonces no me llevéis a



campamento — dijo Renn—Dejadme en algún lugar de su iYo misma encontraré el camino.

— Está esa pequeña bahíasuroeste de su campamento — dKyo dirigiéndose a Tiu—

Podríamos dejarla allí, y ellos nuse enterarían.

— Y yo podría conseguirle r

apropiada para el Mar — intervuna mujer— , y purificarla paraviaje. Tiu, no es más que una niña

podemos dejarla aquí sola.Tiu exhaló un suspiro. — Estás pidiendo mucho —



dijo a Renn. — Lo sé — respondió.Renn estaba a punto de aleja

cuando, tras un matorral de enebdistinguió el brillo de unos ojUnos ojos ambarinos que

observaban.Le dio un vuelco el corazón.

Nerviosa, se volvió hacia Tiu

— Y voy a pedirte algo más. — ¿Qué? — Hay alguien más que tamb

tiene que venir.

La playa entera se llenó



risas.Los Águilas Pescadoras b

podían estar huyendo de campamento, dejando atrás a muertos y un hombre enloquecido la enfermedad, pero la visión de

oven lobo cubierto de saliva fulmar hizo reír a todo el mundo.

— No hará falta que

purifiquéis — comentó alguien—¡Por lo visto ya se ha ocupadomismo de hacerlo!

Con saliva de fulmar o sin eRenn sintió deseos de abrazarLobo, pero se conformó



saludarlo en voz baja y rascarlelomo.

Lobo movió débilmente la cTenía un aspecto lamentable. habían llenado la cara entera grasa nauseabunda, y ha

empeorado la cosa tratando quitársela frotándose en la areHabía aprendido que era un er

molestar a los polluelos de fulmar — Pensaba que te gustaban

olores fuertes — bromeó Renn.

Lobo se frotó la cara contraubón de Renn en un vano intentolibrarse de aquella grasa tan mole



Tiu pasó rápidamente juntoellos con un bulto en los brazos.

— Si logras meterlo en canoa — dijo por encima del hom

, puedes traerlo. Si no, tendque dejarlo atrás.

— No pienso dejarlo — repRenn.

— ¡Entonces date prisa! ¡Ya

vamos! — Vamos, Lobo — dijo Re

corriendo hacia la canoa.

Lobo no se movió. Estaba pie con las grandes patas mabiertas y el pelo del lomo erizad



miraba la canoa que se mecía en bajíos.

Renn sintió el corazón en puño.

No hacía falta hablar la lende los lobos para saber qué est

diciendo.«No pienso subirme a e

Nunca. Jamás.»



21

Torak volvía a soñar con Lopero esta vez Lobo estavisándolo: «¡Uff! ¡Uff! ¡Pelig

¡Sombra! ¡Cazado!» — ¿Qsombra? — preguntó Torak—



¿Dónde?Pero Lobo cada vez estaba m

lejos… y Torak no podía correr tél porque algo lo retenía.

— ¡Suéltame! — garremetiendo con los puños.

— ¡Despierta! — exclamó B — ¿Qué? — Torak abrió

ojos. Se encontraba en el refugio

los Focas y la luz del sol penetrabraudales por las cortinas de entrada.

Había transcurrido un día deque hablara con Tenris en el RisUn día entero de espera, mientra



hechicero de los Focas convencíIslinn de no enviarlo a la Roca, ysolsticio de verano se acercaba yel Bosque la enfermedad…

— ¿Quién es Lobo? — preguBale con brusquedad.

— ¿Qué? Nadie. No sé quieres decir.

Bale no se dejó engañar.

— Ni siquiera estás despiedel todo y ya dices mentiras —espetó con desprecio.

Torak no contestó. El sueñoabrumaba. «Sombra. Cazado.» ¿Qsignificaba eso? ¿Era



advertencia contra el Perseguidose trataba de otra cosa?

— Levántate — ordenó Bpropinándole una patada en el mus

— ¿Por qué? ¿Nos vamos hacia las Cimas?

— Lo haremos mañana. Htengo que enseñarte a ir en bote.

— ¿Tú? ¿Por qué tú?

— Pregúntaselo a Tenris, sido idea suya. — Por su tono, Tosupo que no le gustaba más que a

. Consíguete algo de comereúnete conmigo en la orilla. Irbuscar los botes.



— Pero ¿por qué Bale? —preguntó Torak al hechicero cuanlo encontró en las rocas, recogienalgas— . ¿Por qué no puede algún otro? — «Cualquier otro»dijo.

El hechicero de los Focasbrindó una sonrisa torcida.

— Así es como me agrade

que te haya librado de la Roca. — Pero Bale, precisamente… — Resulta que es el me

navegando en bote — concluTenris— . Toma, aguanta la cestobserva; a lo mejor aprendes algo



— Pero… — Esto es kelp — expl

Tenris, agarrando un largo tallo alga marrón y correosa— . Sisecas, se vuelve duro, como é

Se dio unos golpecitos en

mango del cuchillo— . Si lo lacon agua dulce y luego lo empapasgrasa de foca, puedes hacer cue

con él. ¿Has visto cómo lo cortado? Procura dejar siempreparte que se sujeta a la roca para

pueda volver a crecer. Eso importante. — Ante el obstinsilencio de Torak, el hechicero h



una pausa. Luego agregó— : Vanecesitar a Bale. Y a Asrif tambies el mejor trepador de rocas. Dettambién os acompañará para contéis con algo de músculo.

— ¿Los tres?

— Torak, no puedes hacer epor ti solo.

— Lo sé. Pero creía que

vendrías. Fuiste tú quien encontróraíces la otra vez. ¿Por qué no aho

Le gustaba el hechicero de

Focas. Tenris le recordaba a FKedinn, sólo que era más dulcmenos distante.



Con un suspiro, el hechicerollevó una mano al perfil cubiertocicatrices.

— El fuego que me hizo estosólo me quemó en el exterior. abrasó los pulmones. — Arrojó

kelp a la cesta— . No os seríaninguna utilidad en las Cimas.

Torak se sintió avergonzado.

— No lo sabía. Lo siento. — Yo también — conv

Tenris, conciliador— . Pero hay o

motivo por el que los envío a elSon tus parientes, Torak. Te gustno, necesitas ganarte su confianza.



— Eso no me preocrepuso Torak.

— Bueno, pues debería haceEl tono del hechicero era sua

pero la fuerza que subyacía en palabras resultaba inconfundible—

Concéntrate en Bale. Si te ganasrespeto, los demás le seguirán. Torak — añadió esbozando u

mueca— , más te valdrá ser de que aprenden rápido.

— ¡No, no, no! — exclaBale, acercándose a golpes de real bote de Torak con exaspera



facilidad— . Presiona con piernas contra los costados… estás ladeando, cambia el peso¡No, no tanto o volca

Tendiendo una mano, puso el brecto de un tirón— . ¡Te lo he dic

No uses el remo para equilibrartees para eso. Mantén el equilibrio las caderas y los muslos, no con

manos. Si has salido a cazar, qutengas que meter una foca a bordonecesitarás tener ambas ma

libres. — Ayudaría que no bamboleara tanto — musitó Tor



Con tan poco calado y el casco fino como un cuchillo, el bote copeligro constante de volcar. Toraksentía como un escarabajo luchanpor permanecer a flote en una ram

— Eso no es culpa del b

repuso Bale— . Es culpa tuya. — ¿Por qué tiene que ser

plano?

— Si tuviera los costados maltos, desperdiciarías tus fuerluchando contra el viento. Pru

otra vez. ¡No! ¡Te lo he dicho! ¡golpees contra el agua, haz comola cortaras! ¡Tienes que



silencioso, completamesilencioso!

— Eso intento — dijo Toapretando los dientes.

— ¡Pues inténtalo mespetó Bale— . ¿No tenéis can

en el Bosque? — ¡Por supuesto que

Torak pensó con añoranza en

canoas de los Jabalíes y en fiables embarcaciones de pellejociervo de los Cuervos— . Pero

fuertes y sólidas y nunca… — Lo fuerte y sólido nollevará muy lejos en el m



comentó Bale con sorna— . Ubarca con el fondo curvo provocburbujas que advertirán de presencia a las focas desde distancia de cincuenta tiros de arpy un casco que no se retuerza

romperá con la primera ola granNo, no, tienes que avanzar sobre olas, no a través de ellas. Tienes q

rozar la superficie como cormorán…

Una ola grande zarandeó la p

de Torak, empapándolo.En la orilla, los niños reían. Lmás pequeños jugaban a que iban



bote, metidos en agujeros hechosla arena y forrados de pellejo foca. Otros algo mayochapoteaban por ahí embarcaciones para principiantes.contrario que Torak, no tenían q

preocuparse por volcar, pues botes iban equipados con travesaque se equilibraban en cada extre

con sacos de intestino hinchadosaire.

Cuando Bale amenazó a To

con un bote para principiantes, Tose había ofendido; pero ahora, trasdía agotador, se sentía tentado. B



era un maestro implacable que nodejaba tregua. Sin duda confiabapoder decirle a Tenris que Torak un desastre.

Empezaba a parecer conseguiría su propósito. To

estaba empapado y la cabeza palpitaba por el resplandor del Los hombros y los muslos le ped

descanso a gritos, los brazos temblaban de fatiga. Apenas capaz de sostener el remo, y mu

menos de mantener el equilibrio.El que Bale manejara su probote a la perfección tampoco



resultaba de ayuda. Podía situaunto al de Torak con un l

movimiento de muñeca y ponersepie con la misma facilidad queestuviera en tierra firme. Ni siquiestaba alardeando. Simplemente

sentía tan a sus anchas en el agua no necesitaba pensar en ello.

En aquel momento, con el vie

levantándose y Torak luchando mantenerse a flote, Bale se siunto a él y mantuvo hábilmente

equilibrio insertando un extremo remo en una agarradera con formacruz, lo cual dejaba la otra pala



remo en el Mar y ambas malibres.

— Tendrás que hacerlo medijo al inclinarse para empeza

achicar agua del bote de Torak un balde. — ¿O qué? — pregu

Torak— . ¿Me dejaréis atrás? — eso es lo que espero.

— Dame una oportunidad. S

he dispuesto de un día. Tú llehaciendo esto desde que tenía¿cuántos, seis veranos?

— Cinco. — Bale echó ojeada a los principiantes en bajíos, y una sombra de tristeza



cruzó el rostro— . Mi hermempezó incluso antes.

— Tan sólo dame oportunidad — pidió Torak.

Bale lo consideró uinstantes.

— Dirígete directamente haallí — indicó— . Yo te seguiré. Evez no pienses en cada palada. T

sólo mantén la vista fija en el mave tan rápido como puedas.

Torak acercó su bote y emp

a remar.Durante un rato lo único consiguió hacer fue luchar



mantenerse a flote como costumbre, con el bote danbandazos como una liebre primavera y las olas abofeteándolcara.

Entonces ocurrió algo. Casi

darse cuenta, pareció encontrar ritmo con el remo. Las palas cortael agua sin salpicar y con c

palada sintió el poder del Mdebajo de él… debajo, no contraIba cada vez más rápido, y de pro

el bote se levantó y avanzó rozanlas olas, ágil y libre como un marina.



— ¡Ya lo tengo! — exclamó.Bale se situó a su lado p

observarlo detenidamente y sonreír.

— ¡Maravilloso! — gritó To. ¡Es maravilloso!

Bale asintió despacio concabeza. Estaba reprimiendo sonrisa.

Una ráfaga de viento le diolleno al bote de Torak y lo hizo gen redondo, enviándole dere

hacia Bale. — ¡Gira! — exclamó Bale—¡Rápido! ¡Vas a chocar contra mí!



Luchando contra el vienTorak hundió el remo, pero notótirón que casi lo hizo volcarcuando volvió a sacarlo del agua, que la pala se había partlimpiamente.

— ¡Cuidado! — chilló Bcuando Torak escoró hacia él.

— ¡No puedo girar!

Bale hundió el remo y sadisparado hacia delante, justotiempo para evitar una colisi

mientras el bote de Torak daba giro brusco y volcaba.La ropa empapada lo arras



hacia el fondo, y tuvo suerte de Bale se acercara para agarrarlo cuello del jubón.

— ¿Qué estabas haciengritó— . ¡Podrías haber

hundido a los dos!

— ¡Ha sido un accidenbalbució Torak.

— ¿Un accidente? ¡H

intentado embestirme! — Furiosodio la vuelta al bote de Torak y luele sostuvo la proa mientras Torak

encaramaba a bordo. — ¡Te he dicho que ha sidoaccidente! — exclamó Torak— .



me ha roto el remo! — ¡Eso es imposible! Es

hechos de la madera más dura. — ¿Qué es esto, entonc

Torak blandió lo que quedabasu remo— . Si son tan fuertes, ¿

qué se ha partido el mío como ramita? — Se quedó calladoexaminó la vara rota del rem

Alguien lo había cortado. Shabían cortado la mitad, dejandousto para que pudiera usarse p

dispuesto a romperse en cualqumomento. — ¿Qué pasa? — pregu



Bale.Los pensamientos de To

volaron hacia el Perseguidor. Ppodría haber sido cualquiera. BAsrif o Detlan… o cualquiera enlos Focas.

Sin decir una palabra le tenel remo roto a Bale, y éste lo agaEra observador. Advir

rápidamente el corte en la madera — Crees que lo he hecho

dijo.

— Bueno, ¿y lo has hecho? — ¡No! — Pero querías que fracasa



Lo has dicho. — Porque nos harás ir m

lentos, o nos meterás en líostendremos que rescatarte.

— No, no haré eso — asegTorak con más convicción de la q

sentía— . Bale, los dos queremosmismo. Queremos el remedio.

— Y se supone que he de cr

que mi clan está amenazrepuso Bale con sarcasmo—

sólo porque te las apañaste p

librarte de la Roca.Torak se lo quedó mirando. — ¿Qué quieres decir?



— Yo no sé qué historia contaste a Tenris en el Risco — dBale— , pero sí sé que eres cobardica y que harías cualqucosa por salvar el pellejo. — Le a Torak el remo roto— . Quizá

eso has estado tan dispuesto a crque yo podía hacerte una mpasada como ésta. Porque ésa es

clase de cosa que haríais en Bosque.

Los insultos de Bale resonaen los oídos de Torak cuando regrcon cautela a la orilla. Bale se



había adelantado y había llevadosu bote a los amarres. Por lo que concernía, no había nada más decir.

«No puedes hacer esto posolo — había dicho Tenris— . De

ganarte su confianza. ConcéntrateBale… los demás lo seguiráTenía razón, y Torak lo sabía. De

probarle a Bale que no haengañado a nadie.

Se le ocurrió una idea. Si po

demostrar que el Perseguidor esten la isla, Bale tendría que creerle«Encuentra las huellas —



dijo— . Ni siquiera Bale poponer eso en duda.» Y era posihacerlo. Torak quizá no fuera mbueno a la hora de navegar en bpero sabía cómo encontrar un rastr

Cuando llegó al extremo sur

la bahía, estaba oscureciendo,había más bien ese breve resplanazulado que hacía las veces

anochecer tan cerca del solstiDejando el bote de piel en la placruzó el arroyo y empezó a reco

la ribera. Las golondrinas de mpendían sobre él y se zambullpero las ignoró.



Era un buen momento pseguir un rastro: la escasa luz hamás nítidas las sombras. Se alegtambién, de que los Focas estuvieocupados con los fuegos paracena, de manera que nadie lo ha

visto atracar. No le apetecía muexplicar qué estaba haciendo.

No había huellas en el ba

blando. Pero más allá, en la hiervio la levísima señal dejada alguien menudo — ¿el Perseguid

, que había quitado el rocíopasar.Era difícil de seguir, pues



rastros de rocío siempre lo son, pTorak utilizó el truco que le haenseñado su padre: girar la cabezapoco para mirarlo por el rabillo ojo.

Tras unos cuantos inten

fallidos, el rastro lo llevó hasta ufranja de rocas cubiertas de laque se inclinaba hacia el Mar. M

allá de las rocas, en la orilla misde la bahía, se alzaba un grupoabedules. Para su sorpresa, el ras

no conducía hacia ellos, sino halas rocas. Encontró un minúscpedazo de liquen raspado y un l



hedor a podrido donde Perseguidor había correteado soun montón de algas muertas.

Finalmente, en un retazo arena dejada por una marea antervio una huella perfecta, de gar

afiladas. Muy reciente. Las hormio los ratones de arena no habtenido tiempo aún de emborronar

bordes.«Mira esto», le g

mentalmente a Bale.

Oyó una carcajada a izquierda, y ahí estaba: una figpequeña y encorvada envuelta



cabellos como algas enmohecidasTorak estaba demasi

eufórico para asustarse. Allí teníaprueba que necesitaba. Si consegatraparlo, Bale se vería obligadadmitir la derrota.

La criatura se volvió y escabulló.

Torak se precipitó tras ella.

Notó las algas resbaladizas bsus pies y una vocecilla interiorrecomendó cautela. Nada le gusta

más al Perseguidor que cayrodando hasta el Mar.Llegó a una grieta en las ro



en la que el embravecido Mdescargaba su furia enviando chorde espuma. La grieta era demasiancha para saltarla, pero Perseguidor había cruzado de algforma al otro lado. Ahí estaba,

los ojos rebosantes de malidesafiándolo a saltar.

— Oh, no — musitó Torak—

¡No soy tan estúpido!El Perseguidor enseñó

dientes marrones en un siseo y

precipitó hacia la penumbra, garras repiqueteando en las rocas.Torak avanzó a toda prisa po



borde de la grieta y se encamhacia el lugar donde las alestaban más secas y eran metraicioneras. Se le ocurpreguntarse cómo habrían ido a paaquellas algas secas a un terreno

mojado…Demasiado tarde. Las al

cedieron bajo su peso y se precip

hacia el Mar. «¡Qué idiota erTorak! ¡La trampa del hoyo! ¡La msimple de todas!»

Sin aliento a causa del frícubierto de algas, pateó pmantenerse a flote mientras busc



un sitio por el que poencaramarse para salir. Había molas de las que parecía desde rocas, pero no debería tener grandificultades, y el único daño seríasufrido por su orgullo.

Perseguidor, por supuesto, habdesaparecido hacía mucho.

Quitándose las algas del ros

tendió una mano en busca de asidero. Las algas eran más espede lo que parecían. No logr

apartárselas de la cara o meter manos a través de ellas para llegala roca.



«Porque no son alcomprendió con sorpresa— .

cuerdas hechas con kelp, con kanudado, y esto es una red pfocas. Has caído en una red pfocas. Supongo que era exactame

lo que pretendía el Perseguidor.» Lolas lo arrojaron contra las rocdejándolo sin resuello. Manteners

flote se estaba volviendo difípues la red se le pegaba a las pierimpidiéndole moverse libreme

Parecía estar atada a lo alto de rocas y lastrada con algo, quizá piedra, porque tenía que move



todo el rato para mantener la caby los hombros fuera del agua.

«¡Cómo va a reírse Bpensó con amargura— . ¡Có

van a reírse todos cuando encuentren flotando en una red a

tiro de flecha del campamento!» haber llevado el cuchillo, podhaberse liberado, pero los Focas

se habían fiado de dejarle las armTendría que gritar pidiendo ayudsoportar las inevitables burlas.

— ¡Socorro! — exclamó—¡Estoy aquí! ¡Que venga alguien!El viento silbó a través de



bahía. Las golondrinas de mchillaron en lo alto. El Mar estrelló ruidoso contra las rocas.

Nadie acudió. Nadie lo oía.Mantenerse a flote era agotad

Y, por extraño que pareciera,

olas parecían haber subido: ahorallegaban justo debajo de la barbill

Fue entonces cuando descub

la verdad, y empezó a asustaEstaba atrapado en una red pfocas, nadie lo oía desde

campamento y la marea estsubiendo.Muy deprisa.



22

La marea subía cada vez máTorak tenía que luchar para mantela barbilla por encima de las olas.

La corriente no paraba succionarlo hacia atrás para luarrojarlo contra las rocas, dejánd



sin aliento. El olor a sal provocaba un nudo en la garga

los gemidos incesantes del Marllenaban la cabeza. La Madre Mahabía atrapado y se negabasoltarlo.

Trató de apartar su mente Mar, concentrándose en qué pohacer. Tenía que haber alguna cl

de abertura en la red. Después todo, había caído dentro de ella,manera que tenía que haber

salida. Pero por algún motivo lograba encontrarla.La malla era pequeña, pues



podía pasar el puño a través, y nudos eran prietos como guijarrtratar de deshacerlos con los deentumecidos sería una comppérdida de tiempo. Además, el kera con mucho demasiado duro p

desgarrarlo con las manos, o promperlo a mordiscos.

«Las redes tienen que

resistentes para sujetar una fadulta — le había explicado Detlala hora de comer— . Y lo so

Ojalá tuviera su cuchillo… ¿Qué ocosa podía usar?Una vez más se estrelló con



las rocas, raspándose dolorosamecon las lapas.

Lapas. Tenían bordes afilad¿no? Si pudiera arrancar uquizá…

La corriente tiró de él y lu

volvió a arrojarlo. Mientras patepara salir a la superficie, la rinterminable de la Madre Mar

recorrió en oleadas.«No la escuches — se dijo—

Escúchate a ti mismo, escucha

sangre palpitarte en los oídocualquier cosa menos a ella…»Sin dejar de patalear p



mantenerse a flote, sacó el pulgados dedos a través de la mallagarró la lapa más cercana.

La criatura se aferró con fuea la roca y se negó a desprendeGruñendo, Torak le clavó las uñas

el caparazón, pero siguió agarraSe había convertido en parte deroca.

Entonces recordó el pájblanco y negro al que había vatacar a una lapa en la orilla. Ha

visto pájaros parecidos ahí, en la de las Focas; Detlan los llampájaros ostreros. Torak se acordó



la forma en que el pájaro hagolpeado a la lapa con el pisúbitamente, sin darle tiempocerrarse.

Encontró otra lapa y probómismo sistema, propinándole

golpe rápido con el puño. FuncioSin embargo, la lapa se le escurentre los dedos y se hun

describiendo una espiral, fuera dealcance y a través de la red.

Una vez más, la vasta risa d

Madre Mar lo estremeció. «puedes vencer — parecía susur. Abandona, abandona…» «¡N



exclamó Torak en silencio— . demasiado pronto!» La exclamacse convirtió en sollozo. Demasipronto… Tenía que encontrar remedio y asegurarse de que clanes estuvieran a salvo. Tenía q

volver a ver a Lobo, y a Renn, Fin-Kedinn…

Si esa piedra no estuvi

haciendo de lastre, habría tenido oportunidad.

Aquella idea lo despertó co

un bofetón en la cara. Si logrlibrarse de esa piedra, la mareaconvertiría en su amiga: podía ha



que la Madre Mar actuara contramisma, podía hacer que lo levanty lo llevara hasta las rocas.

«Así pues, ¿qué haperdiendo el tiempo con lapas? —preguntó, frenético— . ¡Mé

debajo del agua y ocúpate de roca!» Respiró hondo y se zambul

Era aterrador hallarse en

mundo de la Madre, en un caótremolino de aguas negras y alturbias. No lograba encontrar

cuerda que amarraba la piedra ared; ni siquiera era capaz distinguir si estaba arriba o abajo.



Salió de nuevo a la superfiadeando en busca de aire. Las o

lamían ahora más arriba, por lo tenía que estirar el cuello pmantener la boca por encima ellas. La sal le quemaba en

labios, en la garganta, en los ojos.pesaban las piernas y el frío nublaba la mente.

— ¡Socorro! — chilló— . ¡Qalguien me ayude! — Su grito acen un burbujeo que sonó espantoso

La luz menguaba y ya no vgran cosa: tan sólo la roca quealzaba imponente ante él y un ci



azul oscuro moteado de débestrellas, que parecían alejarse mámás de él…

Se estaba ahogando. La pmuerte de todas. Sentir cómo Madre Mar te exprimía la v

arrancando y separando tus almassin las Marcas de la Muerte, jamvolverían a encontrarse unas a ot

Se convertiría en un demonio marivagaría para siempre, odiandoanhelando todo lo que tenía v

esforzándose por apagarla…Una ola le pasó por encimtosió agua de Mar.



«Yo estoy más allá de la piedo la maldad — pareció murmuraal oído la Madre Mar— , más del bien y del mal. Soy más fueque el sol. Soy eterna. Soy la MaMar.» Torak estaba muy cansado.

no podía seguir manteniéndoseflote; tenía que parar, aunque fuunos instantes, para descansar.

Se hundió y la Madre Marenvolvió con sus brazos… lo abrfuerte, muy fuerte, hasta que sintió

pecho a punto de estallarle…Un dardo plateado en oscuridad.



Un pez, se dijo aturdido. Upequeño, quizá un capelán.

Y ahora había más, todo banco reluciente, que acudía a morir entre ellos a aquella gcriatura.

Se hundió más y más, y dardos plateados se dividieronfluyeron en torno a él cual

centelleante, mientras la Madre Mlo estrechaba entre sus brazos…

Sintió una horrible punzada

el vientre, como si estuviearrancándole las entrañas. entonces, de repente, se liberó



aquel abrazo tremendo; se liberó frío y la oscuridad. Ya no sentíared tirando de él hacia abajo, o laquemándole en la garganta. siquiera oía su propia sanlatiéndole en la cabeza. Era liger

ágil como un pez; y como un pez,sentía frío ni calor, sino que formparte del Mar.

¡Y veía con tanta claridad! Laguas ya no eran turbias. Las roclas algas que flotaban, los dem

capelanes que fluían en torno a étodo era nítido y bien definiaunque extrañamente alargado en



extremos. De alguna manera queconseguía comprender, se haconvertido en pez. Sentía minúsculas ondas del aprovocadas por cada cuerpo esbeal pasar velozmente junto a él; sen

la cautelosa curiosidad del banlas embestidas de la corrientevolver de las rocas, y debajo de e

los vastos suspiros de la Madre MSin previo aviso, el banco

presa del terror. El pánico

recorrió como el rayo… y tambalcanzó a Torak. Algo les estdando caza allí, en



profundidades. Algo enorme…«¿Qué es? — preguntó Tor

luchando por vencer el terror banco y el suyo propio— . ¿Quélo que nos da caza?»

El banco no contestó. En lu

de ello dio la vuelta y sadisparado hacia las profundidadhuyendo del Cazador que

acechaba, dejando atrás a TorSintió otra terrible punzada en entrañas…

Y de repente volvía a ser Torobservando a los capeladesvanecerse en la oscuridad.



Sentía el pecho a punto estallarle, la sangre rugía en oídos. No tenía tiempo ppreguntarse qué acababa ocurrirle. Se estaba ahogando.

Pataleó a ciegas, luchan

contra el abrazo letal de la MaMar, y la red luchó contra reteniéndolo.

En ese momento una columnaagua blanca lo arrojó de lagirando, y algo muy grande se hun

unto a él. Unos dientes poderososensañaron con la red y desgarraron, liberándolo…



Entonces unas manos tendieron hacia él y trataron sacarlo, pero no eran lo bastafuertes. Estaba resbalando de nuearañándose las manos con las lapCon el último vestigio de fuerza

le quedaba, Torak dio una tremenpatada. Consiguió impulsarse poco más fuera del agua;

suficiente para que las manos agarraran y lo arrastraran.

La Madre Mar exhaló

suspiro y lo dejó marchar.Torak yació boqueando comopez fuera del agua. Sintió la asper



de las lapas contra la mejilla ysabor arenoso de las algas entre dientes. Jamás había saboreado ntan delicioso.

— ¿Qué estabas haciensusurró una voz que le s

extrañamente familiar.Torak rodó hasta quedar

costado, se puso de rodillas y vom

lo que se le antojó la mitad del Ma — A… ahogándome — jadeó — ¡Eso ya lo he vi

exclamó la voz, apañándosepara sonar a un tiempo enfadadtemblorosa— . Pero ¿qué hací



¿Por qué no salías sencillamente?Torak levantó la cabeza.

— ¿Renn? ¿Eres tú? — ¡Chist! ¡Puede venir algui

¿Puedes andar? ¡Ven! ¡Sígueme!Luchando por comprender

estaba pasando, Torak se puso pie, tembloroso. Se tambaleó,habría caído otra vez al agua de

haberle agarrado Renn la muñpara arrastrarlo hasta los abedules

— Al otro lado — susurró

hay una bahía en la que no nos verJuntos, avanzaron con dificua través de enormes peñascos



desgreñados abedules, para emeral fin en una pequeña plensombrecida por la imponeladera de una montaña.

Torak cayó de rodillas enarena.

— ¿Cómo… me encontrado? — masculló.

— No he sido yo — rep

Renn— , ha sido…Una sombra saltó de detrás

un peñasco y se abalanzó so

Torak, derribándolo de espaldasla arena y cubriéndole la cara calientes y rasposos lametones.



— Ha sido Lobo — conclRenn.



23

Hubo algo feroz, cdesesperado, en la forma en quesaludaron: Lobo gimiendo y dan

bandazos con la cola mientras cubde besos el rostro de Torak;



propio Torak con un desconcertacomportamiento de lobo al lamerhocico de su amigo y hundir la cen su pelaje, murmurando en aqulengua grave y ferviente que Rennlograba entender.

Se sentía una intrusa. Y estaprofundamente impresionada porque acababa de ocurrir. No par

de ver el cuerpo en el agua, babajo y con el cabello oscarremolinándose. Había creído

estaba muerto.Las manos le temblaban cuanrecogió el arco y el carcaj de det



del peñasco donde los haocultado, y se echó al hombrobolsa de hierba trenzada llena lapas.

— ¿Puedes andar? — pregucon mayor brusquedad de la

pretendía.Todavía arrodillado con Lo

Torak se volvió y la miró como si

tuviese idea de quién era. Con aqrostro magullado y la mata cabello largo, ya no parecía

amigo. — No puedo… no pucreer… — La voz del chico so



áspera por las lágrimas que no haderramado.

— ¡Torak, tenemos que saliraquí! ¡Estamos demasiado cerca campamento, puede venir algui

Pero se dio cuenta de que To

no asimilaba sus palabras—¡Vamos! — insistió, tirando depara ponerlo en pie.

La ladera era escarpada yespesor del musgo y las camarinahacían difícil de escalar, pero, p

alivio de Renn, Torak se las apapara hacerlo. Lobo daba brinalrededor, meneando la cola



saltando para acariciarle la carTorak con el hocico.

Justo debajo de la cimtuvieron que detenerse para recobel aliento.

— ¿Cómo me hab

encontrado? — jadeó Torak, doblen dos con las manos en las rodill

— Estaba inspeccionando

orilla — explicó Renn— cuandopronto Lobo soltó ese gruñido suysalió corriendo. — Hizo una pa

. Torak, ¿qué ha pasado? ¿Por qno podías salir a las rocas? — Estaba… atrapado en



red para focas. — ¿Una red? — Trataba de liberarme, p

no podía. Lobo la ha desgarradmordiscos. Me ha salvado la vida

Renn pensó en la clase de am

que había impulsado a Loboenfrentarse a lo que más temía.

— Odia el mar — dijo— . P

unos momentos terribles tratandometerlo en una canoa.

— ¿Cómo lo lograste?

De dentro del jubón, Rextrajo el cordón del que pendíasilbato de hueso de urogallo.



Torak lo estudió. — O sea, que si no te lo hubi

regalado todas esas lunas atrás, habrías sido capaz de traer a Locontigo. Y yo me habría ahoga

Rascó el lomo de Lobo, y éste

frotó contra él, arrugando el hocen una sonrisa.

Una vez más, Renn se sintió

intrusa. Se dio cuenta de que no sanada de lo que le había pasadoTorak desde que dejara a

Cuervos. Ella también temontones de cosas de que hablapor ejemplo sobre la enfermedad y



tokoroth. — Ven — dijo— .

campamento no está lejos de aquí.Ascendieron hasta la cim

asustando a un par de cuervos, levantaron el vuelo con graznidos

indignación. Cuando Torak vio había al otro lado, exclamó:

— ¡Pero si es un bosque!

Debajo de ellos se extendíavalle entre laderas escarpadas ccorte de hacha entre montañas,

un lago largo y angosto al fondo. todos los lados las laderas estaoscurecidas por sauces, serbale



fresnos. — No son muy altos — come

Renn— , pero al menos son árboLos Focas no parecen internatierra adentro, así que ocultarsefácil. Pero ayer encontré las hue

de alguien junto al lago. Creo eran de un hombre, o de un niño.

— Echo mucho de menos

Bosque — dijo Torak contemplanlos árboles.

— Yo también — convino R

. Echo de menos el salmón ysabor del reno. Y las noches aquí tan claras… En el Bosque no te



cuenta, pero aquí… no logro dorm — Yo tampoco — mus

Torak. — Ahí está mi campamedijo Renn, guiándolo hacia

barranco oculto lleno de helecho

reinas de los prados y las espumoflores amarillas de la presera. arroyo borboteaba a través de é

en la ribera este Renn había cavuna madriguera de zorro, con un hpara el fuego delante de la misma.

serbal extendía sus ramas protectousto encima. — Puedes secarte junto al fu



le dijo a Torak— . Asaré lapas; no tardaré mucho.

Tras colgar el arco y el carse arrodilló junto a las brasas. Cno producían humo porque hautilizado fresno y le había pelado

corteza.Antes de partir había coloc

en un extremo un pedazo plano

pizarra para que se calentara, y ahescupió en ella para comprobar estuviese lo bastante calien

produjo un chisporrosatisfactorio. Después de lavar lapas en el arroyo, las puso a a



sobre la pizarra. — ¿Qué has hecho p

alimentarte? — preguntó Toracurrucado junto al fuego con Loapoyado contra él.

— Comer huevos de pája

principalmente — explicó Renn—He cazado un poco, pero sólo prepequeñas. No parece haber alce

ciervos. En el lago debe de hapeces, pero está demasidesprotegido. Por eso fui a la pla

Hizo una pausa— . Yo estoy bipero Lobo me tiene preocupaEsos cuervos lo condujeron a un s



lleno de carroña, pero no suficiente. Y no quiere ni acercarslas aves marinas, porque le escuun fulmar. — Esbozó una lsonrisa— . Tenía un aspehorrible. Tuve que buscar un poco

abonera y darle un baño. Etampoco le gustó nada. — interrumpió, consciente de que est

hablando demasiado.Torak miraba el fuego con ce

— Renn, me alegro de ver

de que estés aquí.Renn lo miró. — Oh, bueno… Bien.



Las lapas ya estaban hechCon el cuchillo, Renn las emppara pasarlas de la pizarra a una ghoja de cenizo. Después de dejar lapa en una horqueta del serbal pel guardián del clan, Renn dividió

resto en tres. Dejó un tercio enhierba a poca distancia de Loluego le enseñó a Torak có

separar las entrañas negrasampolladas para llegar a la correcarne naranja. Torak observó

lapas con expresión pensativaluego empezó a comer.Se había quitado el jubón y



había colgado en el serbal para se secara. Renn advirtió que estmás flaco y que tenía una herida enpantorrilla mal cosida de la había que quitarle los puntos. Sedijo a Torak, que comentó

prefería hacerlo más tarde,entonces le preguntó por la coque tenía en la mano.

— Es un mordisco — conteRenn, frotándosela contra el muTodavía no quería mencionar

tokoroth.Lobo ya había acabado lapas y miraba las de Torak. El ch



dejó que se las comiera. Luapoyó la barbilla en las rodillas.

— ¿Cómo va todo en Bosque? — preguntó— . ¿Está mmal la cosa?

— Está mal — respondió Re

Le contó que los clanes se estamarchando, y le habló del hombreel campamento de los Águ

Pescadoras.Torak puso aún más ceño.

— Soñé con Lobo, ¿sabes?

estaba avisando. «Sombra. CazadCreo que decía eso. — ¿Se refería a la enfermed



preguntó Renn. — No lo sé. Se lo preguntaTorak bajó la cabeza y d

escapar un suave gañido, inmediatamente Lobo dio un brinclevantó las orejas. Entonces alzó

cola y lamió a Torak en la boprofiriendo un gañido a modo respuesta.

— ¿Qué dice? — preguntó Rcon cierta inquietud.

— Lo mismo que entonc

«Sombra. Cazado.» Me pregunto significará.Renn limpió el cuchillo en



ceniza. — ¿Por eso te marchas

¿Porque te había avisado en sueño?

— ¿Qué? — inquirió Torak. — ¿Por eso te marchaste

decir nada a nadie? Sin decírmelmí. — No logró disimular resentimiento en su voz.

— Me marché — responTorak con firmeza— para enconel remedio. No podía decírt

porque si hubieses venido conmhabrías estado en peligro.Renn lo miró fijamente.



— ¡Ya estaba en peligro! Todlo estábamos. ¡Lo estamos! ¿Qpodía haber peor que la enfermeda

Torak titubeó. — El Perseguidor. — ¿Qué es eso?

— No lo sé. Es pequeño. SucTiene garras.

— El tokoroth — concl

Renn en un susurro.Torak se sentó más erguido.

— Eso fue lo que dijeron

Caballos de Bosque. ¿Es así comollama?Renn asintió con la cabeza.



— Saeunn me lo contó despde que te fueras. Por eso salí enbusca. Dice que son unas de criaturas más temidas del Bosque.

— ¿Unas? — dijo Torak—¿Quieres decir que hay más de uno

Renn volvió a asentir.Torak reflexionó sobre eso.

— Cruzó el Mar oculto en

bote de Asrif… — ¿Está aquí? — exclamó R

. ¿Aquí, en la isla?

— Como te he dicho, escondió en el bote de Asrif. Yuno pudo hacerlo…



— Otros pueden haberlo hecPueden haberse ocultado en unalas canoas de los ÁguPescadoras, o con los otros clanes

Los dos permanecieron silencio, reflexionando sobre aqu

posibilidad. — Pero ¿estás seguro de

está aquí? — preguntó Renn.

— Ya lo creo — responTorak con tono sombrío— . Lo visto. Me ha tendido la trampa

casi hace que me ahogue. — Huna pausa— . Estaba tratando encontrar pruebas, una huella o a



así, para enseñárselas a los Focas — ¿Para enseñárselas a

Focas? ¿Por qué ibas a hacer aasí?

— Me están ayudando preparar el remedio.

— ¿Que te están ayudando? lo entiendo. Te dieron una palizahicieron prisionero…

— Pero entonces me dejamarchar. — Le contó toda la histocómo alguien lo había seguido

través del Bosque y cómo lo habhecho salir del Bosque Profunluego su captura por parte de



Focas y cómo se había librado castigo mediante palabras— . Esseguro de que el tokoroth ecausando la enfermedad, pero curioso es que no me la hprovocado a mí. Es como

estuviera… probándome. No loaveriguar por qué.

Renn todavía trataba

entenderlo. — ¿Y dices que no eres

prisionero?

— Ya te lo he dicho, los Fome están ayudando a conseguirremedio. Hasta me han enseñado



en bote de piel. Bueno, lo intentado. Partiremos hacia Cimas del Águila mañana. — Mhacia el este, donde la luz aument

. Quiero decir, hoy.Renn tendió una mano p

arrancar un tallo de cenizo y masticó.

— No me parece bien. ¿Prim

te pegan una paliza y ahora ayudan?

— Ellos también necesitan

remedio. — En cuanto a ese remedioHe oído hablar de la raíz de se



pero nunca de que se usara hechicería — dijo Renn, no del toconvencida.

— ¿Y qué? — preguntó Tocon acritud— . Tenris sabe lo qhace.

— ¿Quién es Tenris? — Su hechicero. ¡Renn,

sufrido antes la enfermedad, y él

curó! Puede volver a hacerlo. — Aunque así sea, ¿qué

impide a los Devoradores de Alm

enviar más tokoroth?Torak se quedó mirándola. levantó y deambuló de un lado a o



y luego regresó junto al fuego. — Los tokoroth — dijo—

¿Qué son?Renn se estremeció. Enton

inspiró profundamente y le cotodo lo que le había dicho Saeunn

Mientras la escuchaba, el rode Torak fue palideciendo.

— Saeunn dice que ya no

niños — explicó Renn— . demonios. Completos demonios.

— Como el oso que mató a

musitó Torak.Lobo se incorporó y fueapoyarse en él; Torak le rascó



peludo costado. Luego se acercó ma las brasas y se arrodilló.

— Cuando estaba en la dijo— , me ha ocurrido a

extraño.Renn esperó, preguntándose

vendría ahora. — He tenido una sensac

mareante. Muy dentro de mí. Ya

había sentido antes, en el curativo. Fue como si… arrancaran las entrañas. — Tra

saliva— . Esta vez, en la red, mesentido como si fuera un pez. — ¿Qué? — preguntó Renn.



— He sentido… he sentidoforma de las cosas en el agua, colo haría un pez. — Miró fijamentefuego— . Entonces algo los asustado. Han sentido la presenciaun Cazador, en algún lugar de

profundidades. Y yo la he senttambién, Renn. Igual que un pez.

Renn estaba desconcertada.

— ¿Qué pez? ¿De qué eshablando?

De pronto Lobo profirió

gruñido y trotó hasta el límite deluz del fuego, olisqueando el aircon la cola extendida. Hasta R



sabía que eso significaba una posiamenaza.

Se levantó de un salto y agael arco.

Torak estaba ya en pponiéndose el jubón.

En la distancia, un chllamaba a Torak por su nombre.

— Es Bale — dijo Torak—

Debo ir, o sospechará algo. — ¿Quién es Bale? — pregu

Renn.

— Es… Bale — contestó Tosin ayudarla mucho— . Me atrapóel Bosque, pero…



— ¿Y quieres volver? — Renn, tengo que hace

Sólo faltan tres días para el solstide verano.

— Pero… no hace falta ir Mar para llegar a las Cim

¡Podemos ir por tierra, estoy segde ello! La madre de Tiu era Focaél conoce la isla; le dije que me

dibujara en la arena. Podríampartir ahora mismo… — Una más se oyó la voz llamando a To

. ¡Pero si ni siquiera confíasellos! — Confío… en algunos de el



aseguró él— . Me parece. — ¿Qué significa eso? — Lo que sí sé — dijo Tor

furioso de pronto— es que amigos resultan heridos, o muercuando están conmigo. Le pasó

Oslak, y al jabalí. Más te vquedarte aquí con Lobo.

— Torak, no, yo…

— Mantenlo contigo, y no deque los Focas os vean a ningunolos dos.

— Así pues, estás decidido con ellos a las Cimas. — Renn, tengo que hacerlo.



La muchacha pensó a toda pr — Entonces te seguiremos

tierra. Yo y Lobo. Podrías necesiayuda.

Torak clavó su mirada en laRenn, vio que no podría disuadirl

asintió una vez con la cabeza. — ¡Torak! — gritó Bale.Rápidamente, Torak

arrodilló sobre una pierna y pusofrente contra la de Lobo pmurmurarle algo que Renn

entendió. Lobo le acarició la barbcon el hocico y soltó un gañido.Entonces Torak se incorpor



emprendió el camino ladera arrvolviendo por donde habían venid

— Permanece escondida —dijo a Renn por encima del hom

y alerta por si aparece tokoroth.

Inquieta, Renn miró alrededNo quería que la dejara allí aquella ladera solitaria.

Pero Torak ya hadesaparecido, fundiéndose con árboles tan silenciosamente como

lobo.



24

— ¡Torak! — exclamó Bale—¡Torak! ¿Dónde estás?

Torak se precipitó ladera abhacia la pequeña playa blanca. veía a Bale, pero lo oía abrirse p



entre los abedules.Trastabillando de cansanc

Torak se agachó en la arena yapoyó contra un peñasco precuperar el aliento. Se senmagullado, entumecido y ansio

Había sido maravilloso ver a Loba Renn, pero también aterrador. ¿Yles pasaba algo?

En el crepúsculo fantasmalplaya relucía débilmente. Distingsus propias huellas errantes en

trastabillar desde los abedulesentonces, para su horror, también huellas de Lobo y Renn. Si Bale



veía…Entre los abedules vislumbró

resplandor de antorchas. Bale venía. Más valía moverse deprisa

Estaba a punto de echar a cocuando dos figuras salieron de en

los árboles, y Asrif dijo: — Ya te he dicho que ha hui

No podía enfrentarse al reto de su

a las Cimas, así que se escabullido para esconderse en bosques.

Torak volvió a ocultarse detdel peñasco para escuchar. — Es posible — dijo Bale—



o quizá tenga algún problema.Para sorpresa de Torak, su to

era de preocupación. — No lo he visto llegar a

orilla — añadió. — ¿Y qué? — preguntó A

. No tienes que cuidar de él. Yaque crees que debes hacerlo pores más pequeño, pero él no es

hermano, Bale. — ¡Ya lo sé! — espetó Bale—

Tan sólo debería haberme asegura

de que volvía. Para un principiano es seguro estar en el agespecialmente ahora. Si



Cormoranes están en lo cierto… — Confiemos en que no lo es

replicó Asrif.Torak salió de detrás

peñasco. — ¿En lo cierto sobre q

preguntó, dirigiéndose hacia ey borrando las huellas mientrashacía.

— ¿Qué te ha pasaexclamó Bale. Al igual que As

sostenía una antorcha de k

retorcido empapado en grasa de foA la luz titilante, vio que teníarostro demacrado— . ¿Dónde



estado? — Buscando prue

respondió Torak— . Pruebasque no soy un mentiroso.

El rostro de Bale se endureci — Invéntate una historia mej

Has estado desaparecido la maparte de la noche.

— He quedado atrapado en

red para focas. — ¿Una red para foc

Asrif soltó un bufido— . Ahora

que estás mintiendo. Nunca ponemos tan cerca del campamenporque aquí no hay focas.



— Quizá no — dijo Torak—pero eso es lo que ha pasado. Osenseñaré.

Confiando en que la marea nola hubiese llevado, los guió entre abedules hasta salir a la pl

principal. Entonces tuvo una idese adentró en la arena.

— Pensaba que habías di

que había una red — dijo Bale. — La hay, pero también hay

huella. Os la enseñaré primero.

Tuvo suerte. La marea no hallegado aún hasta la huella tokoroth, que era claramente visi



a la luz de la antorcha.Bale se arrodilló ante ella.

— ¿Qué ha dejado esta huellaTorak titubeó.

— Algo malévolo. — Creo que he encontrado

red — anunció Asrif desde las rocy la sostuvo en alto— . Pero ¿por iba alguien a ponerla aq

preguntó cuando se acercacorriendo— . Ninguna foca se acetanto.

— No iban detrás de las forepuso Torak— ; iban por mí.Asrif volvió a soltar un bufid



— ¡Te lo estás inventando! — No. Yo no creo que se

invente — dijo Bale, arrodillándpara estudiar la red. La volvió conmano libre— . Quienquiera quehiciera, sabía lo que hacía.

— ¿Por qué dices einquirió Torak.

El otro joven levantó la cabe

— La forma de tender una para focas consiste en fijar la pasuperior a un cordel que sujetas a

rocas, dejando que la parte infercuelgue libre en el agua. Y tienes qasegurarte de que sólo uno de



extremos superiores esté firmemeamarrado a la roca, de manera cuando la foca entre nadando, tire lado libre y la red se cierre soella.

— Bueno, pues ha funcion

dijo Torak con nerviosismo. pronto estaba de vuelta en el agsintiendo el resbaladizo kelp peg

a las piernas… — Y mira esto — añadió Ba

señalando dos hileras de punzan

anzuelos de hueso dispuestos cocolmillos en bordes opuestos dered— . Con esto te aseguras de



cuando la red se cierre en torno afoca, no pueda volver a salir.

Torak asintió con la cabeza. — Me preguntaba cómo ha

entrado sin que pudiera volvesalir.

Bale se incorporó. — ¿Y cómo has salido?Torak volvió a titubear.

— Con una lapa. He cortadored con una valva de lapa haliberarme.

La mirada de Bale fue de Toa la red desgarrada y agujereadaenarcó las cejas.



Torak lo miró con expresterca. No le gustaba mentirle a Bpero no confiaba lo suficiente enpara contarle la verdad. La únmanera de mantener a salvo a Loba Renn era que siguieran ocultos.

— No importa cómo hsalido — dijo— . Lo que importasi me creéis o no. Hay algo malév

en esta isla, y ha traído consigoenfermedad. Tenemos que consegla cura.

Bale se pasó el pulgar porlabio inferior. Luego dijo: — Muy bien, est



equivocado. Creo que estás dicienla verdad. O parte de ella. Pero diuna cosa. ¿Por qué quería alguatraparte? ¿Por qué a ti? ¿Quién een realidad?

Torak eludió la pregunta.

— No sé qué quiere; no más tú.

— ¿Estás seguro? — insi

Bale. — Seguro. — Torak hizo

pausa— . Bueno, ¿de qué hablab

tú y Asrif ahora mismo? Habdicho algo sobre los Cormoranes.Asrif y Bale intercambia



miradas. — Hoy ha ocurrido algo en

estrecho entre nuestra isla y la ellos — dijo Bale— . Un grupoCormoranes estaba pescando. Hsido atacados.

— ¿Atacados? — preguTorak.

— Por un Cazador — expl

Bale. — Uno solitario — aña

Asrif— . Con una muesca en la ale

Torak pensó en las negras aledescribiendo círculos bajo un cilleno de aves marinas; en la enor



aleta con la muesca en la puPensó en el terror de los capelane

— ¿Sabes qué raro es — dBale— que un Cazador abandonsu manada? Los machos la dejan pbuscar pareja, pero sólo en invier

Y por lo que nos han contado Cormoranes, éste no andaba en bude pareja.

— ¿Ha muerto alguipreguntó Torak.

Bale negó con la cabeza.

— Ha destrozado tres botespiel y luego se ha zambullido. No vuelto a verlo. Su hechicero cree



les ha dejado vivir porque no erellos a quienes andaba buscando.

— A lo mejor te busca a chico del Bosque — se burló Asri

— ¿Por qué? — preguntó Tocon más desafío en la voz del

sentía— . ¿Porque arrastré uanzuelos por el Mar?

— Déjalo en paz, A

ordenó Bale, y se volvió haTorak— . Tenris no cree que sea Dice que debe de tratarse de a

peor. — Observó la expresión Torak— . No habrás hecho nada mque debamos saber, ¿verdad?



Torak negó con la cabeza. — O para decirlo de o

manera — intervino Asrif— , ¿esseguro de que quieres venir nosotros a las Cimas?

— Estoy seguro — respon

Torak. Pero al observar las oscuolas que succionaban las rocas, dude su respuesta. Quizá, después

todo, había hecho algo que estmal sin saberlo siquiera.

— Si no hemos hecho n

malo — dijo Bale— , deberíamestar a salvo. Nos mantendremoslos canales entre los escollos y



costa, y para estar seguros, Tenestá haciendo hechizos encubridopara los botes. — Indicó campamento con un ademán—Consigamos algo de comida. tardaremos en zarpar.

Él y Asrif se dirigieron haciacampamento, y Torak los siguióunos pasos de ellos. Una vez m

estaba de vuelta en el agua, vienhuir a los capelanes. Recordóadvertencia de Lobo en el sue

«Sombra. Cazado.»Cazado… ¿o Cazador?¿Era eso lo que Lobo ha



tratado de decirle?

Mucho después de que Torakhubiese marchado, Renn segsentada junto al fuego, pensandotodo lo que le había contado ace

de su sueño. Deseó haberle hemás preguntas.

Renn sabía cosas sobre

sueños, porque los suyos a veceshacían realidad. Cuando pequeña, eso la había asustado,

manera que, para disipar ese temFin-Kedinn le había pedido a Saeque le enseñara cosas sobre



sueños. La hechicera de los Cuerle había enseñado cómo desvelarsignificado oculto. «Los sueños siempre significan lo que paresignificar — había dicho— . Demirarlos de reojo, como

anduvieses siguiendo un rastro rocío.» «Sombra. Cazado.» detuvo de pronto. «Me he sent

como si fuera un pez.» Aquepalabras habían despertado algosu memoria, algo que qued

apenas fuera de su alcance.Sabía que se trataba de arelacionado con la enfermedad, p



cuando trataba de captarlo, se hunbajo la superficie…

— ¡Uff!La advertencia de Lobo

arrastró de vuelta al presente. animal estaba de pie e inmó

mirando hacia el lago.Renn se echó al suelo y

arrastró hasta un matorral de eneb

Allí abajo. Deslizándose través del agua. Un bote.

Había poca luz para disting

quién iba en él. Todo lo que Rvio fue que era un hombre, o quizámuchacho, con el largo cabello cl



de los clanes del Mar. Remabasilencio hacia el este, en direccióncampamento de los Focas. O casisilencio. De vez en cuando se oíarepiqueteo del remo contra costado del bote.

Algo en la posición de cabeza indicaba sigilo, y aunquehallaba a cuarenta pasos por enci

de él, Renn contuvo el alientoverlo llegar al final del lagodesembarcar en los bajíos.

Sabía que el lago desaguabaun río que fluía dando tumbotravés de un desfiladero para i



desembocar a la bahía de los FocEl desfiladero era demasiescarpado y el río demasiado ráppara pasar por él; así pues, ¿haría ahora el remero? La únmanera de llegar a la bahía era po

camino que le mostrara Tiu, a trade la pequeña playa blanca.

Observó al remero arrastrar

bote fuera del agua y ocultarlo engrupo de abedules. Entondesapareció entre los árboles,

dirección a la pequeña playa. Lo significaba que o bien era un Focalguien que conocía la isla.



Renn se mordió el interioruna mejilla, preguntándose qué haDeseaba ir tras él y averiguar quera y qué estaba haciendo, ptambién tenía que adelantarseTorak, o nunca llegaría a las Cima

tiempo.Pensar en las Cimas la ayud

decidirse. No se fiaba de los Foc

no podía dejar que Torak fuese solo. Se dirigiría hacia el oestequizá cuando hubiese más luz pod

seguir el rastro del remerodescubrir qué había estado hacienAl incorporarse, vio que Lo



se había marchado con el sigcaracterístico de los de su espeSin duda había salido simplementuna de sus cacerías, pero Renn deque se hubiese quedado.

Tan sigilosamente como pudo

llevándose una mano a la piel decriatura de su clan para que ofreciera protección, R

emprendió el camino hacia el oest

Lobo estaba preocupa

Mientras corría hacia la Guaridalos sin cola de pellejo pálido, apeolió los ratones de campo



correteaban al otro lado del AgQuieta, o a la hembra sin cola queabría paso ruidosamente entre arbustos. La alcanzaría después, vez se hubiese asegurado de quehermano de carnada estaba bien

hubiese encontrado algo de comerLa hembra había sido gener

con sus presas, aunque una pata

liebre no era nada para él; le habencantado comerse un corzo entePero en aquella tierra extraña y cl

en la que ningún lobo había corrantes no había corzos. O caballosalces. Y a las aves pez más va



dejarlas en paz, porque si acercabas demasiado te escupían.

Adoptando una rítmica carrertratando de ignorar el hambre queretorcía la panza, Lobo ascenhasta la cresta del acantilado, do

los olores que llegaban del veran muchos y fascinantes, para lubajar por el otro lado, más allá

sus amigos los cuervos, y continhacia el Agua Grande. La tieblanca y crujiente le rascó

almohadillas y el hedor de la hiesalada lo hizo estornudar, peroolor de Alto Sin Cola era inte



allí, y Lobo lo siguió con facilihasta la Guarida.

Manteniéndose en las somblevantó las orejas y olisqueó el aAlto Sin Cola estaba demasilejos para verlo, pero Lobo lo olí

oía bastante bien, aunque supuesto ni su hermano de carnadalos otros sin cola sabían que

estaba allí.Husmeando larga

profundamente, separó los distin

olores. Luego se sacudió, frustraqué complicados eran los sin cUno de los pellejos pálidos habl



como un amigo, pero ocultaba hambre atroz. Y el propio Alto Cola no decía todo lo que sentíasiquiera a su propio hermano carnada.

Mientras Lobo se hallaba

vacilante, le llegó un aullido distatan lejano que apenas lo oyó. como el de un lobo en el sentimien

pero no en el sonido. Entre aullidos llegaban muchos chasquifuertes y chillidos agudos y rápido

Lobo había oído antes aqueaullidos: una vez durante el terriviaje en los pellejos flotantes; y o



durante la Luz anterior. Venían Agua Grande. Venían de aquelpeces grandes y negros que cazaen manadas, como los lobos.

Lobo sabía que los aullidos oía ahora provenían del gran

negro solitario que había dejadomanada y vagaba solo por el AgGrande, mordido por la rabia y

tristeza. Lobo bajó las oreasustado, y metió la cola entre piernas. Sabía que ante ese pez ne

estaba tan indefenso como un lobeciego.Alto Sin Cola, por supuesto,



estaba indefenso, pero lo curioso que no lo sabía.

Lobo se había quedado perplal captar eso en su hermano carnada cuando se sentaban junante la Bestia Brillante Que Mue

Caliente.Alto Sin Cola no sabía qué er



25

— Le he dicho a Bale que túcargarás con nada en tu b

explicó Tenris mientras ayudabTorak a llevar su embarcación hael agua— . Necesitarás todas



fuerzas sólo para seguir el ritmLe dirigió una mirada

preocupación— . Pareces cansa¿No has dormido?

Torak negó con la cabeQuería contarle al hechicero de

Focas lo de la red y el tokoroth, pno había tiempo. Los demás estaban cargando sus botes.

Era un día caluroso, y el Mestaba engañosamente plano. PTorak no paraba de pensar en

terror de los capelanes, en alenegras que hendían las olas.Tenris adivinó



pensamientos. — He protegido tu casco con

hechizo encubridor. El Cazadorsiquiera sabrá que estás ahí.

— Ojalá pudieras venir — dTorak.

Tenris sonrió. — A mí también me gustaCon la mano sana le tocó

hombro a Torak— . Ten cuidaLuego se alejó por la playa.

Detlan se acercó y le tendi

Torak una pelliza de intestino. — Necesitarás esto — dijo. — Gracias — dijo Torak.



La piel de intestino le paretiesa cuando se la puso sobreubón, y le rozaba en el cuello y

muñecas. Pero lo mantendría seco — Y métete esto dentro

ubón — añadió Detlan, tendiénd

un pequeño rollo de carne de ballseca— . Pero no te lo comas.

— ¿Para qué es? — se inter

Torak. — Siempre debes llevar com

en un viaje por Mar — expl

Detlan, frunciendo el entrecejo—Así, si te hundes, no lo haces conmanos vacías.



Torak miró un instante la cade ballena y luego se la metió enubón.

En la playa, aquellos Focas todavía no habían partido hacia Cormoranes esperaban p

despedirlos.La hermana pequeña de De

intentaba contener las lágrimas.

lo bastante mayor para recordar últimos estragos de la enfermedadahora, aterrorizada ante

posibilidad de que su familia cayvíctima de ella, no dejaba de dalata examinándole las manos a to



el mundo en busca de llagas.A la madre de Asrif se la

muy triste cuando le dio upalmaditas en el pecho a su hijo ydijo por enésima vez que tuvicuidado.

El padre de Bale le puso apequeño en la mano a su hijo, y éle susurró unas palabras

agradecimiento. La sonrisa del pailuminó sus ojos azules.

Torak sintió una punzada

dolor al verlos a todos junEntonces pensó en Lobo y en Renno se sintió tan mal.



— ¿Es eso un amuleto? —preguntó a Bale cuando el muchase acercó a comprobar su bote.

Bale asintió con la cabeza. — Una costilla de la prim

foca que cacé en mi vida. Tenris

ha envuelto en gaznate de cormorde manera que si hay una tormeme ayudará a llegar a la co

Miró a Torak— . ¿Qué amulllevas tú?

— No llevo ninguno — rep

Torak— . Pero cuando estaba enBosque llevaba el cuchillo de padre y el cuerno de medicinas de



madre.Bale guardó silencio con a

pensativo. Luego corrió playa arrhacia los refugios, para regreinstantes después con un faalargado de pellejo.

— Tus amuletos — anunció—Tenris dice que podemdevolvértelos.

Torak abrió el fardo. Denencontró el cuchillo de pizarra asu bolsita de medicinas y el cuerno

— Gracias — musitó. PBale ya se alejaba y no lo oyó.Sin ceremonia alg



emprendieron la marcha. principio Torak estaba plenameocupado en mantener el equilibpero cuando bordeaban el caboarriesgó a mirar por encima hombro. Tenris estaba de pie bajo

arco de mandíbulas, viéndoalejarse. Le hizo sentir a Torak upunzada de inquietud. Parecía que

hechicero de los Focas se estuviesen tragando.

Dirigiéndose al oe

avanzaron a buen ritmacompañados por gaviotas y araSe levantó una brisa ligera que r



la superficie del Mar para dibujalo que parecieron las arrugas decara de una anciana.

— Hoy está en paz — comeDetlan, acercando su bote al Torak.

Torak no estaba mconvencido. Pese al hechencubridor de Tenris, no podía de

de escudriñar el agua en busca grandes aletas negras. Cada vez un pez pasaba raudo debajo de é

que la sombra de una gaviota deslizaba por el bote, daba respingo. Aleta Marcada podía es



en cualquier parte. Podía estar en preciso momento debajo de su bot

Remaron toda la mañamientras el sol caía implacable decielo sin nubes y la costa passuavemente de largo. Torak

sorprendió al comprobar que sega los demás, pero el ritmo de remos no tardó en sumirlo en

aturdimiento.Miraba medio adormilado ha

un lado cuando, casi debajo de

vio una pequeña sombra oscura se elevaba, aumentando de tamañgran velocidad.



Despertó de golpe y el botebalanceó peligrosamente. Trató gritar una advertencia, pero sequedó atascada en la garganta.

Una lacia y brillante cabeza gemergió de pronto junto a su rem

se sacudió las gotitas de los bigoEntonces la foca bostezó, enseñanmontones de dientes muy afilado

lo miró con ojos dulces y curiososTorak exhaló un profundo

tembloroso suspiro.

La foca también suspabriendo mucho las ventanas denariz. Su liso pelaje gris est



salpicado de anillos oscuros, lo explicaba por qué se mostraba amistosa: sabía que no iban a dacaza.

Bale también la había viSonreía cuando acercó su bote.

— ¡El guardián! ¡Ahora sé todo irá bien!

La foca flotó perezosame

boca arriba, con las aletas de la cdobladas sobre la panza, vienpasar a Torak. Entonces, con

suave soplido, cerró las fonasales y desapareció entre las olaQuizá a causa del guardián,



vieron ni rastro de Aleta Marcadavanzaron a tan buen ritmo qumedia tarde tocaron tierra en pequeña bahía para descansar.

La marea estaba baja y la arera una telaraña de algas y huellas

tres dedos de los pájaros ostrerBale y Asrif encendieron una hoguy luego rellenaron los odres de ag

mientras Detlan le enseñaba a Toa atrapar gusanos de mar. tardaron en reunir un buen montón

largos crustáceos marrones asaron en las brasas. Torak peque los gusanos sabían un p



mejor que la primera vez que había probado. Debía de eacostumbrándose a ellos.

Junto a los gusanos de mcomieron los crujientes tallos de planta que Asrif había recogi

Sabía a hielo verde y salado, y Tosólo se la comió porque los ottambién lo hacían; le gustaron m

las raíces de malvavisco, rezumaban una sustancia dulcepegajosa. Nadie habló mien

comían, y a Torak le pareció extraque se sintiera bastante cómodo los mismos muchachos que le hab



dado caza hacía tan sólo cuatro díLa tarde pasó y, mient

remaban hacia el oeste, a Toempezaron a dolerle los brazos y muslos. Cabeceó más de una vpara despertar con un respingo ju

cuando el remo estaba a punto caérsele de las manos. Pero Focas seguían avanzando, con

cabello claro ondeando al viento.Torak ya había perdido

esperanza de que se detuvie

alguna vez cuando oyó el distaclamor de aves marinEntrecerrando los ojos contra



resplandor, vio una pared de ralzarse limpiamente desde el Mhasta un pico con forma de aletaCazador. En la cima distingapenas unos puntos oscuros trazaban lentos círculos.

«Águilas», se dijo.

— ¿De verdad vas a subir ha

ahí arriba? — preguntó Torestirando el cuello para ver la Cim — Ya lo he hecho an

respondió Asrif encogiéndosehombros, pero la cara se le hapuesto del color de la arena mojad



— Una vez — murmuró B; lo hiciste sólo una vez. Y

llegaste hasta arriba, hasta el nidolas águilas.

Estaban justo debajo del pen una angosta franja de rocas

seguía la línea de los acantilapara luego internarse en el Mar couna garra. Era en esa garra do

habían dejado los botes; según haexplicado Bale, «para que, si Ase cae, no dañe los botes».

Las Cimas del Águila eran picos más altos que Torak havisto jamás. Marcadas por los hie



de muchos inviernos, sus desolaladeras eran del rojo oscuro decarne cruda de ballena y estasalpicadas de excrementos pájaros. El hedor le produjo un nen la garganta; el clamor le h

palpitar las sienes.Y si había pensado que

acantilados de la bahía de los Fo

estaban poblados, aquello era mupeor. No se podía deslizar una pluentre los cormoranes apiñados en

rocas más bajas; más arrimontones de araos se disputabanespacio, mientras las gaviotas



peleaban sobre ellos. Las grietas maltas contenían los enormes informes nidos de las águilas.

— Algunos de esos nidos tiecientos de inviernos — murmBale— , y algunas águilas, más

cincuenta. — Pese al ruido hablen voz baja, y Torak entendió qué. No era sólo de las águilas

tenían que estar pendientes. Cimas mismas estaban despiertasse desharían de un intruso

deseado. A sus pies yacfragmentos de roca desmenuzada sólo podían significar una co



desprendimientos.Y sin embargo, según Bale

escaseaban otras presas y conseguían suficientes huevos cedel campamento, en ocasiones Focas escalaban las Cimas. E

explicaba las cortas estacas piedra que sobresalían a intervade la roca a lo largo del recorr

hasta el nido más bajo, a una altsobrecogedora.

Ése era su objetivo.

embargo, Torak no veía planta algcrecer en torno a él, y mucho mela raíz de selic que Tenris ha



descrito. «Es pequeña, del tamañouna mano, con hojas de un purpúreo y raíces ganchudas, colas garras de un águila.»

A Torak empezaba a dolerlecuello, y se lo frotó.

— ¿Quién puso las estacas pescalar? — preguntó.

— El abuelo de mi abu

respondió Bale— . Aunqtenemos que reemplazarlas cuanlos acantilados se mueven.

— Y no solemos llegar halos nidos — añadió Asrif. — Y es mal momento p



intentarlo — intervino Detlan—Tienen polluelos. Creerán que Ava por ellos.

— Esperemos que sean bastante sabias para darse cuentaque no es así — repuso Bale. De

bolsa en el cinturón extrajo un tamustio de un verde grisáceo partió en cuatro partes— . Tom

Les tendió los pedazos.Detlan y Asrif masticaron

suyo, pero Torak lo miró

expresión de sospecha. — ¿Qué es? — Cumbrera — contestó B



con la boca llena— . Te quitavértigo.

— Creía que sólo iba a suAsrif.

— Y así es — confirmó B. Pero puedes llegar a sentir ta

vértigo mirando hacia arriba comirando hacia abajo.

El tallo tenía un sabor amar

pero a Torak le despejó la cabcasi de inmediato.

Se sintió inútil mien

observaba a Detlan ayudar a Asrponerse el pesado arnés de cuerdakelp y aseguraba el gran gancho



madera a su espalda. Por su paBale se colgó al hombro el rollocuerda y comprobó el gancho enextremo.

— ¿Qué puedo hacer preguntó Torak.

Asrif le brindó una sonrisa era más bien una mueca.

— Agárrame si me caigo.

— Sólo quítate de en memusitó Bale.

Torak apretó los dientes.

siquiera lo dejaban ayudar.Reprimiendo su frustraciobservó a Bale echar atrás el braz



arrojar la cuerda. El gancho valto, para caer limpiamente sobre estaca a unos diez pasos de altuAsrif asió el gancho y lo sujetóque llevaba en la espalda, y Detagarró el otro extremo de la cuerd

la tensó. Asrif empezó a escaencontrando grietas y estacas manos y pies, mientras De

afirmaba los pies para soportarpeso si caía.

Cuando se acercaba a la est

sobre la que habían lanzado cuerda, halló una cornisa y mantuel equilibrio con los dedos de



pies, agarrándose a la pared piedra con una mano mienliberaba el gancho con la cuerdasu arnés y lo tiraba hacia abajo. Cal suelo con un golpe seco — Totuvo que dar un salto hacia atrás—

Bale volvió a lanzarlo, esta vez ppasar la cuerda por encima de estaca más alta, teniendo cuidado

no darle a Asrif. Éste mantuvo mbien el equilibrio y asió el ganque se mecía, ajustándoselo al arn

A medida que ascendía, aves marinas alzaban el vuelo paletear indignadas en torno a él.



par de veces resbaló y cayó depared rocosa. Sólo el arnés, y músculos de Detlan, impidieron se precipitara hacia su muerte.

Mientras Detlan y Bale ocupaban de la cuerda, Torak sig

allí de pie, detestando no pohacer nada. Asrif ascendía pocopoco y precariamente por

acantilado. Para escalar los últimpasos, que quedaban fuera alcance de Bale, arrojó él mismo

cuerda, eligiendo estacas estuviesen lo bastante cerca ppermitirle la ascensión sin perder



equilibrio. Para entonces estcerca del nido.

Mientras Torak observaprotegiéndose los ojos con la mavio una forma oscura y encorvlevantar el vuelo desde una gri

Tenía las alas enormes y de extremredondeados propios de un águiladescendía lentamente y en esp

hacia Asrif.

Un águila solitaria descri

círculos en torno al pico. Renn peen Torak al otro lado y apretópaso. Aunque el sol est



descendiendo, todavía hacía calorel sendero, y la brisa que soplaba lago apenas la reconfortaba. Llevcaminando desde mucho antes alba. Para su gran alivio, Lobo havuelto poco después, pero est

ansioso por dirigirse al oeste y hasupuesto un gran esfuerzo para Rseguirle el ritmo. Incluso ah

estaba muy por delante, aunsiempre corría de vuelta en su bus

Renn se preguntó si Lobo sab

dónde estaba Torak o si habencontrado el rastro del remero viera en el lago. Renn no ha



hallado ni rastro de él, a excepcde un segundo bote de piel ocubajo unos matorrales al borde lago. El bote estaba vacío. Quizá uno de repuesto. En cualquier cno le había revelado nada sobre

estaba haciendo el remero en aquparte de la isla.

— Últimamente los Focas nu

se internan tierra adentro — le hacontado Tiu— . Antes solían hacerpero se han vuelto mucho m

estrictos con lo de no mezclarBosque y el Mar. — ¿No vive nadie en la co



oeste? — había preguntado Renn.Tiu había negado con la cabe

— Pertenece a las águilas. hogar se distingue desde muy lejun gran pico rojo con la forma dealeta de un Cazador.

Renn había visto el pico primera vez a mediodía. Ahora, tdejar atrás el lago, se hallaba ju

debajo de él.Desde ese lado era imposi

de escalar: una ladera pedrego

casi vertical y traicionera, a la queuna camarina conseguiría agarraA su izquierda, sin embargo, en



varios serbales desgreñados, debehaber un camino que la rodehacia su pie meridional, y de allMar. Necesitaría que fuera asípretendía encontrar a Torak.

Pero, para su sorpresa, a Lo

no le interesaba aquel camino. cambio, se dirigió hacia el nointernándose en una espesura

abedules para luego volver a saansioso de que lo siguiera. parecía preocupado; simpleme

excitado. Renn decidió ir tras él.Abriéndose paso entre matorrales, se encontró trepando



una ladera rocosa que no tardódejarla sin aliento y arañada. Supun alivio llegar a una cresta batpor el viento muy por encima de playa de reluciente arena negHacia el norte, la playa acab

bruscamente allí donde un acantilhabía caído al Mar, dejando montón de peñascos. En medio

ellos, estridentes manadas de avespeleaban por algo grande y muerto

«Carroña — se dijo Re

observando a Lobo descender ladera hasta la playa a la carrera—No es de extrañar que esté nervio



Ahora tendrá comida suficiente.» que había llegado tan lejos, Rdecidió ver de qué se trataba.

El viento viró y le trajo el hea podrido. Al llegar al pie deladera y echar a andar por la ar

de color carbón que crujía bajo pies, vio a Lobo en el otro extrede la playa, dispersando a las av

Grajos y gaviotas descendieron picado hacia él, pero los rechazó unos cuantos buenos mordiscos. L

cuervos, más sabios, se posaronlas rocas a esperar su turno.Renn advirtió entonces



alguien había estado allí antes ella. Junto a las huellas de Lohabía las de un hombre. Andando,corriendo. Fuera lo que fuese lo el remero había estado haciendohabía tomado su tiempo.

Al acercarse, el hedor decarroña se volvió tan intenso tuvo que respirar por la boca. B

la luz cegadora del sol no veía blo que fuera que había muerto enlos peñascos. Tan sólo distinguía u

forma grande y encorvada salpicde excrementos de pájaro, y a Lodesgarrando hambriento la carne r



oscuro.Al aproximarse Renn, Lo

rodeó el cuerpo para poner mdistancia entre ambos. Con movimiento ella debería habepercatado de que Lobo necesit

espacio para comer, pero lo que la hizo olvidarse de eso. «Oh,

se dijo— . No puede ser.»

Lobo levantó la cabeza y gruluego profirió un gañido inquietmeneó la cola. Le estaba diciend

Renn que ella le gustaba, pero queestaba acercando demasiado a carne.



Renn retrocedió trastabillanYa había visto bastante.

La cría de Cazador haquedado atrapada en una red de ky la habían matado con un hacEntonces habían dejado su cue

muerto a los pájaros. Sólo le habarrancado los dientes.

Mareada, Renn cayó de rodi

en la arena, mirando fijamentepequeña aleta negra cubierta marcas de picotazos. ¿Por qué ib

hacer alguien algo así?Entonces se acordó de advertencia del Clan del Kelp



respecto al Cazador solitario.«No es de extrañar que e

enfadado», se dijo.



26

En las Cimas, Asrif estaba enaprieto.

Había llegado a una corn

usto debajo del nido, pero la paposterior del arnés se le ha



enganchado en una roca y no posoltarlo.

— Podría cortar la cuerda pliberarse — dijo Detlan, estirandocuello.

— ¿Qué va a usar entonces

arnés? — preguntó Bale.Torak dijo:

— Si está realme

enganchado, entonces… — ¡Entonces puede caerespetó Bale— . Sí, ya hem

pensado en eso. — Lo que quiero decir es podría subir a ayudarlo — sug



Torak. — ¿Qué? — preguntaron Det

y Bale al unísono. — ¿Habéis visto esas o

estacas que hay un poco más allá?consigo alcanzarlas…

— Exacto, si lo consigpuntualizó Bale.

Torak lo miró.

— Tenéis un arnés y un rollocuerda de repuesto, y yo soy mligero que Asrif. He visto cómo

hace.Bale lo miraba como si nunchubiese visto.



— ¿Estás dispuesto a hacer aasí?

— Necesitamos esa rrepuso simplemente Torak,

añadió— : Además, ¿qué otra cpodemos hacer?

Los primeros diez pasos fuefáciles. El arnés se cruzaba holgura sobre los hombros de To

y le rodeaba la cintura, con el ggancho de madera a la espalda unal del extremo de la cuerda. U

rápida comprobación le reveló ambos ganchos estaban bien hechobase de resistente madera de ab



rojo.Con Detlan sujetando la cue

de Asrif, Bale asió la de Tomientras trepaba a la primcornisa.

— No mires abajo —

advirtió Bale— . Y tampoco mimuy hacia arriba.

Torak lo olvidó casi

inmediato. Mientras esperaba agarrar el gancho después de Bale lo arrojara sobre la siguie

estaca, vio a Asrif por encima decabeza, a una altura imposibleencima de Asrif, un montón de ram



que sobresalían de una grieta. nido. Pero ¿dónde estaban águilas?

Logró atrapar el gancho segundo intento y, tras toresfuerzos, logró enganchárselo en

los omóplatos. Entonces, cuansintió el tirón de la cuerda indicaba que Bale estaba li

empezó a escalar.Las estacas eran robustas, p

para él estaban demasiado separa

y resbaló en dos ocasiones. El arse tensó con sendos chasquidfrenando su caída.



El calor en la pared rocosa intenso. Antes de empezar, se haquitado la pelliza de piel intestino, pero incluso así no tardóestar sudando. Todos los salienteranuras estaban embadurnados

baba de ave. El hedor le escocíalos ojos y enseguida tuvo manopies manchados y resbaladizos.

Lanzar la cuerda era mucho mcomplicado de lo que había pareccuando lo hacía Asrif, pero se

arregló para lograrlo al cabo varios intentos. Lo tranquilizó noel contacto del cuchillo de su pa



contra el muslo y el peso de la bode medicinas en el cinturón, concuerno de su madre dentro.

Aquí y allá dejó atrás extramatas de tréboles rosácestremeciéndose en la brisa.

polluelo de arao torció el escuálcuello para mirarlo. La mayoríalas aves levantaban el vuelo cuan

se acercaba a ellas, pero algutrataban de espantarlo. Las gavioaleteaban chillando alrededor.

pasar ante una cornisa atiborradapolluelos de fulmar, evitó por mpoco que le llenaran la cara de



saliva apestosa.Justo cuando empezaba

preguntarse si llegaría alguna vezimpulsó para encaramarse a cornisa que estaba al mismo nique Asrif.

El joven Foca se hallaba a pmás de un brazo de distancia, a gay de espaldas a Torak, con la cor

de los hombros enganchada remedio en una lengua dentada roca. No era de extrañar que

hubiera sido capaz de liberarse.Asrif miró incómodo encima del hombro.



— Encantado de verte, chdel Bosque — dijo, tratando esbozar una sonrisa que no llegcuajar. Su rostro estaba enrojeciaunque Torak no supo si era a cadel agotamiento o de la humillació

— Creo que pudesengancharte — dijo TorEmpezó a avanzar poco a poco y

lado por una angosta grieta llevaba de su cornisa a la de Asrif

— Cuidado con las águ

le advirtió Asrif.Torak se arriesgó a levantarvista, y casi cayó del acantilado



la impresión. Justo encima de élnido emborronaba el cielo: uenorme maraña de ramas cubiede liquen, incluso mayor que refugio de los Cuervos. De madentro le llegó el débil piar de

polluelos. Pero de sus padres había ni rastro.

— ¿Dónde están? — murmur

— Volando en círculos marriba — contestó Asrif— . Creo qsaben que estoy enganchado. Par

no será lo mismo.Torak tragó saliva y miró hala cornisa que acababa de abandon



Su cuerda formaba una segura lazsobre la última estaca, un poco marriba. Si perdía el equilibrio, debería impedirle caer demasiabajo; salvo, por supuesto, quecuerda se rompiera, o el arnés

soltara, o la estaca se partiera…«Basta — se dijo

impaciencia— . Continúa de

vez.» Siguió avanzando por la griPero ni siquiera estirándose todoque podía conseguía llegar al ar

de Asrif.Trató de acercarse más, perocuerda lo retuvo. Tironeó de e



que era la señal para que Bsoltara un poco, pero no pasó nada

— No puede darte más cueexplicó Asrif— . Ya no le qued

Torak miró hacia abajo, donlas caras vueltas hacia arriba esta

a mareante distancia, y vio a Bnegar con la cabeza.

Pensó unos instantes. Enton

se retorció para quitarse el arnés ydejó colgado de la última estaAhora no había nada para sujetarl

caía. — ¿Qué haces? — susuAsrif, horrorizado.



— Trata de apartar los pájade mí — dijo Torak acercándpoco a poco.

Una vez más tendió la mhacia el arnés de Asrif… y en eocasión lo rozó con los dedos.

Una sombra se deslizó porroca, y Torak se encogió cuando ugaviota voló derecha hacia él con

estridente graznido. Asrif gritó ytiró una piedra. No le dio, perogaviota se alejó volan

escupiéndolos a ambos. La bblanca y nauseabunda se qupegada al pelo de Torak y le c



por la cara; por muy poco no le enen el ojo. Torak escupió asqueadvolvió a intentarlo.

Esta vez agarró la correa de hombros de Asrif. Tenía los dedresbaladizos de baba de pájaro, y

conseguía desenganchar el arnésla piedra.

— Échate un poco hacia at

masculló— . Déjalo aflojarse.Arrastrándose, Asrif retroce

todo lo que pudo.

Con un tirón que casi se lo llconsigo, Torak desenganchó el arde la roca.



Asrif estaba aún a cuatro paatónito por la impresión. Se volviclavó la mirada en la de Torak.

— Gracias — musitó.Torak asintió levemente con

cabeza.

— La raíz. ¿Tienes la raíz?Asrif hizo un gesto de negaci

— ¿Qué?

— No llegaba a tocarla —rostro se contrajo en una muecavergüenza— . He elegido las esta

equivocadas y he escalado hastapunto muerto. Debería haber segutu ruta.



Torak se arriesgó a mirar haarriba otra vez y vio que un poco ma su derecha una grieta profundinclinada ascendía en zigzag haciparte inferior del nido. Al final degrieta, a la sombra del propio ni

se acurrucaba una planta de hobrillantes de un violeta oscuro. Rde selic.

Consideró volver a la cornde la que había salido y ponersearnés. Pero no quedaba más cue

que aflojar; no le permitiría llehasta el nido. Tendría que hacerloarnés.



— Debo conseguirlo — dcon mayor confianza de la que sen

Los brazos y las piernastemblaban de tensión mientanteaba en busca de asideros

escalaba por la grieta. Tenía calose sentía exhausto, y el hedor debaba de pájaro estaba mareándolo

Bajo su pie, la grieta cedTrepó más arriba justo a tiempovio desaparecer parte del borde,

los fragmentos rodando y dantumbos antes de desmenuzarse solos peñascos, peligrosamente ce



de Detlan y Bale.Se le ocurrió que debería ha

gritado para avisarlos, pero ya demasiado tarde. Además, sus gricontrariarían al acantilado, parecía estar impacientándose

aquellos intrusos en su falda.Se izó un poco más por la gr

hacia la raíz de selic.

— ¡Cuidado! — musitó Adebajo de él.

Un graznido amenaza

reverberó en el acantilado y sombra avanzó veloz. Torak volvió para ver un águila dirig



directamente hacia él con las atrogarras tendidas hacia su cNecesitaba ambas manos para asini siquiera podía protegerse cabeza; trató de pegarse todo posible a la roca. Disting

fugazmente unos feroces odorados y una fina lengua negra; oel sisear de unas alas más gran

que un bote de piel…Una piedra golpeó al águila

el pecho, y viró para aleja

chillando.Torak bajó la vista hacia Asque había encontrado otro guijarr



estaba poniéndolo en la honda.Torak no vio adónde había

el águila. Quizá se había espantapero no lo creía. Lo más probaera que estuviese describiendo círculo para lanzar otro ataque.

Encima de él, la grieta ensanchó y le resultó mucho mfácil trepar por ella. Cuando ll

arriba, descubrió aliviado que erabastante profunda para permitcaer sobre la rodilla derecha

pegándose con fuerza contra la rcaliente, bajar la mano izquierddesenfundar el cuchillo.



El cielo se oscureció. Más bde alas, más gritos de alarma semejaban martilleos, esta procedentes de dos águilas: la parque luchaba por proteger a polluelos.

— ¡No voy por vuestras crexclamó Torak, sin preocupa

por bajar la voz mientras blandía

cuchillo.Por supuesto, las águilas no

escucharon. Mientras agarraba la

de selic y trataba de desenterracon el cuchillo, esperaba que cualquier momento lo arrancaran



acantilado.Varios tiros certeros por pa

de Asrif las espantaron, pero águilas volvieron. Sus chillireverberaban en el acantilado.

— ¡Date prisa! — gritó Asrif

Torak pensó que aquello demasiado obvio para precrespuesta.

La raíz de selic se haagarrado a un pedazo de madpodrida y excrementos de águ

negándose a soltarse. El sudorcaía a Torak por los costamientras golpeaba la base de



planta con el cuchillo de pizarra ade Pa. El borde de la grieta en queencontraba estaba desmenuzándosal tiempo que picaba, más fragmense desprendían para saltar hacianada. Desesperado, asió la mata

selic por los tallos y trató arrancarla.

— ¡Corre! — exclamó Asrif—

¡Me estoy quedando sin piedras!Por fin la planta cedió. La

era pequeña, no más grande que

dedo índice, y de un verde pálidmoteado. Torak la observó uinstantes, incapaz de creer que a



tan insignificante pudiera librar a clanes de la enfermedad.

— Ya la tengo — le dijoAsrif. Embutiéndose la raíz enubón y devolviendo el cuchillo a

funda, emprendió el descenso po

grieta hacia la cornisa doesperaba su arnés.

Bajo su pie, el borde

agrietó… y cedió. Torak se impuhacia atrás y se agarró a una roca.

— ¡Cuidado! — vocif

cuando una roca casi tan gracomo él se desprendió pprecipitarse acantilado abajo



llevándose consigo su arnés.Torak se aferró a la par

observando incrédulo cómo maraña de arnés y rocas pasaba crozando a Asrif y se estrellaba un ruido seco y distante contra

peñascos, a pocos pasos de DetlaBale.

El ruido de las aves mari

decreció. Todo cuanto Torak oía su propio aliento y el desmoronade las piedrecitas.

Encima de él, las águascendieron en espiral. Sabían ya no molestarían más a



polluelos; debajo de él, Asrif levala cabeza y lo miró a los ojos.

Ambos sabían qué significesa mirada, pero ninguno de los quería decirlo. Torak no tenía forma de descender el acantilado

menos que intentara hacerlo arnés, lo cual muy probablemesignificaría la muerte.

Asrif se mojó los labios y dij — Baja hasta mi cornisa.Torak lo consideró y negó

la cabeza. — No hay sitio — repuso. — Quizá sí. Podemos compa



mi arnés. — No soportará tanto peso. N

mataremos los dos.Asrif no contestó. Sabía

Torak tenía razón. — Toma tú la raíz — d

Torak de repente.Asrif abrió la boca p

protestar, pero Torak habló antes q

él: — Tiene sentido, sabes que

Tú puedes bajar desde ahí. Pue

llevársela a Tenris para que prepel remedio. Para todos.Su tono era seguro, pero



corazón le palpitaba como el depolluelo. Parte de él no consegcreer lo que estaba diciendo.

Agachándose tanto como pubajó el brazo y dejó caer la rAsrif la agarró y se la metió en

ubón. — ¿Qué harás tú? — preguntTorak sintió la me

inusualmente despejada mienconsideraba sus opciones. Quizá a causa de la cumbrera, o tal

simplemente había asumido lo estaba ocurriendo.La franja de rocas do



estaban Bale y Detlan se halldirectamente debajo de él. angosta, y tras ella se extendíaMar. Si saltaba, quizá cayera enagua.

— Podrías intentar descen

sugirió Asrif; su rostro le parea Torak muy joven y asustado.

— ¿Contigo debajo de

dijo Torak— . ¿Y qué me dide Detlan y Bale? Si caigo, pumataros a todos.

Asrif tragó saliva. — Pero ¿otra cosa…? — Cuidado con la cab



dijo Torak, y saltó del acantila



27

Torak se hundía en resplandeciente agua verde, peroestaba asustado, tan s

enormemente aliviado por no hacaído en las rocas.



Después del calor en acantilado, el agua estaba tan fría fue como una patada en el pecpero apenas la sintió, porque ahestaba cayendo hacia un Bosque.

El kelp dorado y veteado de

brillaba y se mecía al ritmo del MSus raíces se perdían en oscuridad, y a través de esas fron

ondeantes los capelanes plateapasaban raudos como golondrinas

De repente a través del k

llegó el guardián, dirigiéndose couna flecha hacia él con un solo gode aletas, para luego rodar sobre



mirarlo cabeza abajo. Con grandes ojos redondos y sus bigoperlados de burbujas, la foca mostraba tan amigable e inquisitque Torak sintió deseos de reícarcajadas.

La corriente lo arrastró de lhacia aguas más frías, y de prontodolor agudo le aguijoneó

entrañas. No tenía tiempo preguntarse qué sucedía; no tetiempo de sentir miedo. Además

dolor remitía; había desaparecido Y ahora tampoco tenía frío. Se senmaravillosamente caliente y ligero



tan a gusto en aquel mundo hermosdulcemente verde que no quabandonarlo.

Y sin embargo… necesitaire.

A desgana, se impulsó p

subir a la superficie. Ascendió espiral, disparado a través del aen un chorro de burbujas platead

Pero cuando asomó la cabeza,mundo más allá de las olas era duro e inhóspito que respiró hond

volvió a impulsarse hacia abajo,vuelta a la hermosa luz verde. sumergió más y más, mucho m



rápido de lo que nunca creyposible, de regreso al kelp.

Algo flotaba allá abajo entrealgas. Curioso, se acercó nadandechar un vistazo.

Era un muchacho: débil

inconsciente, la corriente lo llevde aquí para allá mientras el kelpenroscaba en él. Torak se preguntó

Asrif habría caído al Mar, o quDetlan o Bale. Pero el largo cabeondulante era más oscuro que el

los Focas, y cuando se sepadistinguió un rostro flaco con uojos grises que miraban fijamente



en ambas mejillas los tatuajes azuy negros del Clan del Lobo.

Con una oleada de tercomprendió que estaba viéndose mismo.

Sus pensamientos bulle

como peces asustados.«¿Qué está pasando? ¿Es

muerto? ¿Por eso ha venido

guardián, para llevarme en el Viajla Muerte? — Entonces recobróuicio— . No seas estúpido, Tor

este guardián es una foca, ¡y tú edel Clan del Lobo! ¡Tu guardsería un lobo…! Pero si no es



muerto — pensó mirando horrorizada fascinación al muchaque flotaba— , entonces ¿qué epasando?»

Se sumergió más en sí mismhasta que de repente se detuvo

desplegó las aletas frontales pempujar hacia atrás el agua.

¿Las aletas?

En efecto, eran sus aletas, eso no había duda. Podía abrirlacerrarlas como manos, y al hace

vio su corto pelaje gris mecesuavemente en el agua.Rodó sobre sí y nadó cab



abajo, atónito al descubrir que pover hasta muy abajo en la oscuridhasta donde las purpúreas estrede mar recorrían el fondo espinosos andares. Oía los secominúsculos sonidos de los peces

mordisquear el kelp; el quebradrepiquetear de los cangrejos tantear el terreno en las rocas.

Pero, por encima de todo, capaz de sentir a través de bigotes. Sus bigotes eran tan fi

que podía seguir los ondulanrastros de los peces más pequeñossu veloz carrera a través del agua



Mar era una gran telaraña de mde rastros invisibles de peces.sentía también los temblores inteny lentos que el kelp devolvía a tradel agua, así como las oreverberando en las rocas. Pen

boca abajo, intentando encontraalgún sentido a aquel desconciertorastros.

Entonces, muy débilmente y lejos, oyó un canto.

Chillidos largos

estremecedores; una furibugranizada de chasquidos. Ucanción de rabia y pérdida, que



aproximaba a él desde Mar abiertoSintió que se estremecía de

la punta de los bigotes hasta el fide la cola rolliza, sintió la enoragitación del agua cuando la criatcomenzó a acercarse a increí

velocidad…Su mente se inundó de

aterradora certeza.

«El Cazador se acerca.»Otra punzada vertiginosa, o

dolor intenso en las entrañas, y

pronto volvía a ser Torak. Sentíafrío atroz y necesitdesesperadamente conseguir a



Apenas veía nada, pues estdemasiado hondo, pero por el rabdel ojo vio un destello de aleplateadas cuando el guardián sahuyendo hacia la protección de profundidades.

«¡El Cazador se acerca!»Con todas sus fuerzas, To

pataleó para salir a la superfi

Sentía los miembros entumecicomo en un sueño y se movía exasperante lentitud, pero por

emergió libre de las olas.Jadeando, tosiendo, tuvo visión irregular de peñas



tachonados de lapas, y vio enorme alivio que la corrientehabía arrastrado cerca de la garraroca que sobresalía de acantilados. Desesperado, precipitó hacia ella. Quizá pod

alcanzarla antes de que el CazadorMirando por encima

hombro, vio que Asrif se las ha

apañado para bajar del acantiladdaba saltos, profiriendo grfrenéticos. Entonces, horroriza

vio a Bale y Detlan zarpar en botes… zarpar para rescatarlo a¿No sabían acaso que corrían



riesgo mucho mayor? l al metenía una oportunidad de llegarpeñasco, pero en sus botes elestarían absolutamente expuestos ira del Cazador.

— ¡No! — exclamó—

¡Volved! ¡Salid del agua! No le oían. ¿O pensaban

llamaba pidiendo ayuda?

Nadando tan rápido como puvolvió a gritar.

— ¡Salid del agua! ¡Viene

Cazador! ¡Viene el Cazador!En esa ocasión Bale le opero en lugar de dar la vuelta en



bote, remó más rápido hacia Tormoviendo perplejo la cabeza. Torak vio con consternación queMar en torno a él esttraicioneramente tranquilo, ninguna aleta negra a la vista. B

no entendía su advertencia, porno podía ver al Cazador. No saque se acercaba.

— ¡Vuelve! — volvió a chiTorak— . ¡Viene el Cazador!

Por fin Bale lo entendió

hundió el remo para dar la vueltabote, gritándole a Detlan que hicilo mismo.



— ¡Vuelve! ¡Vuelve!Las olas arrojaron a To

contra la garra de piedra. Se agarrlas algas para izarse y salir jucuando se oyó un tremendo rugutural y una columna de agua h

erupción detrás de él, lanzandoaire una lluvia de espuma.

Cuando caía sobre las roc

Torak vio fugazmente un gigantelomo negro que se curvaba fuera agua, y luego una enorme aleta

una muesca. Estaba tan cerca veía la ola que se formaba contracostado, y cuando la enorme cab



redondeada pasó veloz ante distinguió el ojo oscuro incognoscible del Cazador. Ludesapareció, dejándolo atrás pdirigirse como una exhalación halos botes.

Habían prestado atención aadvertencia demasiado tarde. Bcasi había llegado a las rocas, don

Asrif le tendía una mano y animaba a gritos, pero Detlan estmucho más atrás, y Aleta Marc

acortaba distancia a toda velocidaTorak se puso en pie y corhacia ellos, saltando sobre los bo



y resbalando en las algas. PeroCazador era muchísimo más rápque él, y vio con horror cómocernía sobre Detlan, virbruscamente y daba un tremencoletazo, atrapando la popa del b

y haciéndolo volar por los aiDetlan aterrizó con un grito sobrerocas, y luego se deslizó de vuelta

agua. Asrif y Bale corrieron enayuda al tiempo que la aleta neapuntaba de nuevo hacia él,

entonces, en el último momento, gen redondo y desapareció bajo olas.



Asrif y Bale sacaron del agucuerpo desmadejado de Detlan ydepositaron sobre las rocas.

Sin aliento y conmocionaTorak escudriñó el Mar, pero no nada. Sólo espuma bla

meciéndose en las olas donde haestado el Cazador instantes antes.

De pronto vio a lo lejos

aleta negra enfilar Mar abierto. Fulo que fuese, o quien fuese que AlMarcada andaba buscando, no

había encontrado allí. Torak volvió y corrió hacia los otros.Asrif estaba de rodil



arrancando con los dientes el tapde un odre de agua. Bale vertíacontenido de una bolsita de medicsobre las rocas. Detlan yacía con ojos cerrados. Tenía el rosterriblemente pálido y los lab

amoratados por la impresión, peal acercarse, Torak advirtió alivio que el joven Foca respiraba

Bale le dirigió una miradaTorak.

— ¿Estás bien? — inquirió.

Torak asintió con la cabeLuego le preguntó a Asrif: — ¿Todavía tienes la raíz?



Asrif se tocó el jubón, perodijo nada.

El bote de Detlan estdestrozado, y también lo estabapierna. Torak vio el brillo blancola tibia asomando entre ca

sanguinolenta. — ¿Por qué yo? — mu

Detlan— . ¿Por qué iba por mí?

Bale le puso una mano enhombro a su amigo.

— No creo que fuera por

dijo— . De haber sido así, ahestarías muerto. — Sin embargo,



Cormoranes tenían razón en una cmurmuró Asrif, acercando el o

a los labios de Detlan— . Va detde alguien.

— Pero ¿de quién? — inquBale. Entonces se volvió hacia To

y le hizo la misma pregunta que ése estaba repitiendo— : Y en nomde la Madre Mar, ¿cómo has sab

que venía?



28

Renn pensó que a Torak seveía pálido cuando se arrodilló jual chico herido.

Oculta entre los peñascostreinta pasos de distancia, hizo so



la señal: el trino de un colirroHabía elegido el colirrojo porera un pájaro del Bosque, de manque Torak lo advertiría sin duda.

No lo hizo. Eso la dejó atónPara que Torak no se diera cuenta

algo así, tenía que estar realmeafectado.

Era una noche caluro

pegajosa, con esa sensación comofalta de resuello que precede a tormenta, y estaba sudando cuan

había encontrado el camino a trade serbales y peñascos al pie acantilado. Había llegado ju



después de que atacara el Cazador Ni Torak ni los jóvenes Fo

parecían saber por qué haatacado; pero ella sí lo sabTodavía podía oler el hedorcarroña, oír el ruido que

hambriento Lobo hacía al masticHabía estado tan concentrado encomida que cuando ella se ha

marchado de la playa apenas halevantado la vista.

Con el sol hundiéndose c

vez más y el resplandor azulado solsticio cerniéndose sobre elesperó entre los peñasc



desesperada por contarle a Torakdel Cazador al que habían matsalvajemente, pero casi igual ansiosa por evitar que los Focasvieran.

Entonces llegó otro Foca en

bote de piel: un hombre con pelliza de intestino y la cterriblemente quemada. El chico b

y delgado extrajo algo de dentro ubón, y el hombre lo metió

cautela en una bolsita que llevaba

cuello; Renn sospechó que se tratde la raíz de selic. Luego, utilizanpedazos del bote destrozado,



hombre que había tomado el manentablilló la pierna del chico hermientras les daba órdenes a demás.

Renn se sorprendió cuando cómo se le iluminaba la cara a To

al aparecer el hombre desfiguradosintió una pequeña punzada de cecuando éste le pidió que trajera l

para un fuego y él obedeció instante.

— ¿Está bien si traigo leña

árboles corrientes en lugar dedepositada por la marpreguntó, y su voz le llegó a R



por encima de las rocas.El hombre desfigurado asin

con la cabeza, y Torak empezócruzar las rocas.

Renn se olvidó de sus ceQuizá, después de todo, había o

su señal.Lo observó agacharse p

recoger un trozo de madera, lu

deambular hacia el Mar y finalmevolverse y emprender el camhacia los peñascos.

— ¿Dónde estás? — pregucon suavidad. — En los serbales — susu



Renn— . Aquí arriba… No, madelante.

Cuando Torak estuvo bastante cerca, Renn lo agarró ubón y tiró de él para oculta

detrás de un ramal que los aislaba

los demás. — ¡Por fin! — musitó Renn—

Llevo mucho tiempo esperando…

— ¿Dónde está Lobpreguntó él con brusquedad.

— En la bahía siguie

alimentándose. Eso es lo que… — Será mejor que recojaspoco de leña tú también — murm



Torak— . No puedo volver con manos vacías.

— ¿Qué? Ah, sí, por supueDe cerca, Renn vio que

estaba pálido y que no la mirablos ojos— . Torak, ¿te encuent

bien?Él negó con la cabeza.

— ¿Y tú?

Renn hizo caso omiso depregunta.

— Escucha. Sé por qué

atacado el Cazador. — Le contóde la cría a la que habían matadlas huellas del remero de pelo cl



. No es de extrañar que eenfadado. Esa cría debía de pariente suya, y el remero la atraple quitó los dientes, dejándola pque se pudriera.

— Pero ¿por qué iba a ha

alguien algo así? — preguntó Tora — No lo sé, pero tiene

tratarse de alguna clase de hech

aunque no sé quién se atreveríhacer algo tan malévolo. Incumpliley de los clanes y matar a

Cazador… — Venganza — musitó Tocasi para sí— . Sí, debía de ser e



Parecía triste y enojado a la vez.Renn estaba perpleja.

— ¿Quién?El rostro de Torak se contr

como si sintiera dolor. — Cuando estaba en el ag

Fue tan… Yo no… puedo… — Torak, ¿no te das cuenta

lo que esto significa? —

interrumpió Renn— . El remero hizo eso… era un Foca.

— ¿Qué? ¿Qué estás diciendo

— Algo va mal aqterriblemente mal, ¡y los Focas tiealgo que ver! Quién sabe, quizá ha



estén causando ellos mismos enfermedad. ¡Quizá por necesitaban los dientes!

Torak retrocedió un paapartándose de Renn. Incrédulo, ncon la cabeza.

— ¿Nunca te has preguntañadió ella— por qué ninguno

ellos ha caído enfermo aunque

lleves días en la isla y el tokortambién?

— Eso no significa n

susurró Torak. — Entonces ¿por qué enviado a unos niños a buscar



raíz? Si de veras creían que estaamenazados, ¿por qué no envhombres?

— Porque Asrif es el meescalador, y…

— ¿Y te crees eso?

Torak titubeó, pero luego ncon la cabeza.

— Desde que saben lo de

enfermedad, los Focas han esttratando de ayudar.

— Torak…

El muchacho se enfrentó a ell — ¡Tenris impidió que llevaran a la Roca! ¡Asrif



defendió de las águilas! ¡DetlanBale venían a rescatarme cuandoCazador ha atacado! ¡Bale perdisu hermano hace tres veranos a cade la enfermedad!

— ¿Por qué tienes tanto inte

en defenderlos? — ¿Por qué tienes tú ta

interés en condenarlos?

— ¡Porque el remero teníacabello claro! ¡Porque sus huedemuestran que fue él quien mató

Cazador! — ¡Pero casi todos en el Mtienen el cabello claro! Además,



misma has dicho que orepiquetear su remo contra el boteconocieras bien a los Focas, sabrque nunca hacen ruido al remar.hombre que viste podría haber scualquiera. Un Cormorán, o uno

tus amigos los Águilas Pescadoras — Pero no uno de tus ami

los Focas, ¿verdad? — añadió R

con amargura. — ¡No son mis amigreplicó Torak— . Son m

parientes.Renn parpadeó.Con frialdad, Torak recogió



leña que Renn había reunido yañadió a la suya.

— Tengo que volver — dijo mirarla.

Renn quedó horrorizada. — ¿No me has oído?

— Renn, casi ha llegadosolsticio de verano. Tan sdisponemos de un día para regre

al campamento. — ¿Por el Mar? Con

tormenta acercándose y un Caza

vengativo… — Tenris tiene un hechencubridor, y dice…



— Y Tenris nunca se equivocTorak no contestó.

— Si estoy en lo cieañadió Renn— , vuelves

ponerte en peligro y a arriesgarfuturo de los clanes sólo porque

niegas a escuchar.Torak se volvió y se alejó.

Mucho más tarde, en acantilados, las aves marinas fuepresa de la agitación. Muc

abandonaban las cumbres para vohacia el interior. Se acercaba utormenta.



Torak se había despertado tun sueño breve y nada reparador. tardaría en partir con Tenris y BEl plan consistía en dejar allí a Ay Detlan, para que los otros pudieregresar al campamento con la ma

presteza; con suerte, llegarían ande que la tormenta estallara, ytiempo para la noche del solstici

la preparación del remedio.Al otro lado del fuego, De

dormía profundamente gracias a

poción adormecedora de TenrisAsrif y Bale lo hacían de pagotamiento. Tenris estaba sent



unto a la hoguera, fumando su pde pinza de cangrejo.

Medio adormilado, Torak frotó la cara. Estaba cansado, psabía que no iba a poder dormir mLa discusión con Renn le ha

dejado un nudo en el estómago. habían peleado antes, pero nunca tanta amargura. Se sentía distanci

de ella, y no sólo por lo quehabían dicho, sino también por lo le había pasado en el agua.

Había sido una foca. Había oy sentido cosas que sólo una fpodía sentir. Pero también había s



Torak…Tenris dio golpecitos con

pipa en una roca, asustándolo.La boca del hechicero se cu

en una leve sonrisa. Torak tratósonreír a su vez. Tenris había lleg

sin previo aviso, limitándoseexplicar que había intuido quenecesitaban. Torak no había s

capaz de decirle lo contento quehabía sentido. Ahora observó hechicero fruncir el entrec

mientras rellenaba su psosteniéndola en la mano desfigurmientras con la otra apretaba



montoncito de hojas aromáticas. — Bale me contó lo que p

ahí fuera, en el agua — dEncendió la pipa con una ramarojo y dio unas caladentrecerrando los ojos contra

humo— . ¿Por qué no me cuentaresto? ¿Cómo supiste que veníaCazador?

Torak titubeó. — No puedo explicarlo. No

comprendo.

Tenris enarcó una ceja. — Pero sabes más de lo quecontaste a Bale. Quizá pu



ayudarte.Torak apoyó la barbilla en

rodillas y contempló las ardienbrasas.

— Las focas… — murmurósienten en los bigotes los sonidos

llegan a través del agua. — De revio a Tenris ponerse tenso— . estaba con el guardián — prosig

Torak— y él oyó… no, sintió la del Cazador llegarle de muy lej

Tragó saliva— . Así supe q

venía.Ante el grave silencio Tenris, Torak levantó la cabeza.



El hechicero de los Foestaba sentado con la pipa olviden la mano. Su expresión receptiva y al mismo tiemhorrorizada.

— ¿Qué significa e

musitó Torak.La pipa se deslizó entre

dedos inmóviles y rodó hasta

fuego. Tenris no hizo intento algupor recobrarla. Poniéndose en pietambaleó hasta la orilla y permane

de espaldas a Torak. Estuvo mucho tiempo. Cuando regresó jual fuego parecía mayor, pero tamb



extrañamente inquieto. — Cuéntamelo todo — pidióTorak inspiró profundament

y habló.Supuso un alivio contárselo

alguien. No era consciente del p

que había representado guardárspara sí. Pero la intensidad enrostro del hechicero le dio miedo.

Cuando hubo acabado, reinósilencio entre ellos.

Tenris se mesó la barba

mano temblorosa. — ¿Te había pasado antes? — Creo… que sí.



— ¿Que lo crees? — preguTenris con inusual acritud— . ¿Qquieres decir?

— Me… me caí en una red pfocas. Había algunos capelanePero fue sólo por un instante.

— ¿Por un instante? ¿Cuáduró?

— Unos cuantos latidos

corazón; no lo sé.Los ojos grises del hechicero

miraron fijamente, como si intent

verle las almas. — ¿De qué… se trabalbució Torak— . ¿Me pasa a



malo?Tenris tardó un rato

contestar. — No te pasa nada… ma

Echó un vistazo a los otros pasegurarse de que aún dormían, y

acercó más a Torak— . Es… —interrumpió, negando con la cabez

— ¿Qué es? ¡Dímelo!

Tenris exhaló un suspiro. — Bueno, ¿cómo explicar

Agarrando un palo, revolvió

fuego, mandando chispas haciacielo. Por fin agregó— : Todo este mundo tiene un espír



Cazador, presa, río, árbol. No toellos pueden hablar, pero sí pueoír y pensar. Tú ya sabes eso, supuesto. — Torak asintió concabeza, preguntándose qué vendahora— . Las tres almas de t

criatura, las almas que formanespíritu, tienen sus raíces en cuerpo. — Una vez más, Ten

revolvió las brasas— . Es posique el alma del nombre pudeslizarse fuera de él de vez

cuando (si estás enfermo o soñandpero rara vez llega muy lejos, ytarda en regresar. — Arrojó a



lado el palo y extendió las masobre el fuego, como si pretendiextraer algo de las llamas— . Puna vez cada mil inviernos, nace criatura que es… diferente.

Pese al calor, Torak empez

sentir frío. — Las almas de esa criatcontinuó Tenris— dejan

cuerpo durante mucho más tiemdel que consigue un hechiccuando cura a los enfermos.

almas de esa criatura pueden viamás allá. — Hizo una pausa—Pueden entrar en los cuerpos



otros. Y cuando eso sucede, criatura ve, oye y siente de la misforma que el cuerpo en el que entrado, y sin embargo sigue sienella misma. — Posó los pucerrados en las rodillas y se vol

para clavar la mirada en los ohorrorizados de Torak— . Ecriatura — susurró entonces— es

espíritu errante.Atónito, Torak apenas po

respirar.

— No — dijo. La mirada ojos grises no flaqueó— . ¡Nrepitió Torak— . ¡Eso no ti



sentido! ¡Si las almas se ventonces es que el cuerpo emuerto! ¡Yo habría estado muepues en eso consiste la muerteTenris le lanzó una mirada llenalástima y comprensión.

— Pero Torak, cuando espíritu anda errante, no todas almas abandonan el cuerpo.

Nanuak, el alma del mundo, siempermanece. Jamás se va, no hastamomento de la muerte. Son sólo

alma del nombre y el alma del clas que vagan errantes.Torak se había echado



temblar. Jamás había oído hablarespíritus errantes y no quería sanada al respecto.

Tenris le apoyó la mano sanael hombro y lo zarandeó levement

— Haces bien en estar asusta

El de los espíritus errantes es el mprofundo de los misterios. Todoque sabemos acerca de él ha pas

de hechicero en hechicetergiversado, entendido sólo medias. — Una vez más hizo

pausa, como si se preguntara haqué punto Torak era capaz asimilarlo— . Lo que sí sabemos



que incluso para el espíritu errantealgo muy duro y peligroso.

«Y hace daño», se dijo Torrecordando la sensación de maredolor. Había sido como si algo eninterior se estuviese desgarrando…

De repente se le ocurrió aque le dio esperanzas.

— ¡Pero no puede ser! — d

con ansiedad— . Yo no soy espíritu errante, y tengo pruebasello. En el Bosque me vi acorral

por un oso. Estuvo a punto atraparme, y yo estaba aterroriza¡Pero no sucedió! No sentí



mareo, o el dolor, ¡y no supe ni un instante qué estaba sintiendooso!

El hechicero de los Fonegaba con la cabeza.

— Torak, Torak, no es así co

funciona. ¡Piensa! Sabes lo bastasobre hechicería para ser consciede que incluso los hechice

corrientes, cuando desean curar a enfermos, necesitan ayuda pliberar sus propias almas. H

muchas formas de conseguirla. trance, una poción liberadora almas, a veces simplemente dejan



de comer o conteniendo el alientoespíritu errante le pasa lo mismQue estuvieras simplemeasustado, como lo estabas de aqoso, no debió de bastar para libetus almas.

Torak volvió a pensar en veces en que le había sucedido. Enrito curativo, la causa había sido

humo liberador de almas de SaeuEn la red para focas había estadpunto de ahogarse. Con el guard

también se estaba ahogando.De pronto todo empezabatener una especie de horrible senti



— Además — añadió TenrisTorak se sorprendió al comproque volvía a esbozar su mesonrisa— , tuviste suerte de queespíritu no vagara errante hacia aqoso. Sus almas habrían s

demasiado poderosas para las tuyPodrías haber quedado atrapdentro de él para siempre.

Torak se incorporó, andutambaleante hasta las rocaspermaneció allí temblando.

quería ser diferente. Y sin embar¿no era ésa la razón por la quepadre lo había mantenido apart



de los clanes? ¿Por qué sino le hadicho cuando yacía moribundo: «Htantas cosas que no te he contado»

— Esto es una maldicdijo, y le castañetearon

dientes— . Yo no quiero

diferente. ¡Es una maldición! — ¡No!Tenris se acercó hasta situars

su lado. — ¡No es una maldición, s

un don! Quizá ahora no lo creas, p

con el tiempo verás que es así. — No — repuso Torak— . N — Escúchame — pidió



hechicero de los Focas con temblorosa por la emoción— . que tú hiciste con tanta facilidad, intentarlo siquiera, es algo que hechiceros más inteligentes dedisu vida entera a lograr. Verás, u

vez conocí a un hechicero, uno mbueno, que trató de consegudurante seis inviernos seguidos. S

inviernos de trances y pocioneayuno. Entonces, finalmente, duraunos instantes, tuvo éxito. ¡Y

consideraba el más afortunado de hombres! — Pues yo no lo qui



insistió Torak— . Yo nunca… — Pero Torak, ése es

propósito mismo de la hechiceEl rostro hermoso pero arruin

estaba iluminado por el fervor—¡No aprendemos hechicería sólo p

engañar a los necios con fuego colores! ¡Lo hacemos para hurmás hondo! ¡Para conocer

corazones de los demás! — Respprofundamente— . ¡Piensa en lo serías capaz de hacer si aprendie

a utilizar ese poder! ¡Podrdescubrir tantos secretos! Podrconocer el lenguaje de los cazado



y las presas. Podrías obtetantísimo poder…

— ¡Pero yo no lo quieexclamó Torak, y al otro lado

fuego Bale se agitó en sueños— . lo quiero — repitió Torak en

más baja. Jamás se había sentido asustado y confuso. Toda su vhabía sido Torak. Ahora Tenris

estaba diciendo que era algudistinto.

Contempló el Mar frío

suspirante. Echaba de menos a Lopara poder contárselo todo. P¿cómo iba a lograr que Lobo



entendiera? No tenía idea de códescribir un espíritu errante enlengua de los lobos. Y eso le parelo peor de todo: que se veapartado de su fiel amigo.

— ¿Qué he de hacer aho

le preguntó al frío Mar.Tenris volvió a apoyarle u

mano en el hombro.

— Debes hacer lo planeábamos — le dijo con tranquila— . Despertaré a Bale

nos prepararemos para la marcLlevaremos la raíz de selic de vual campamento. Y la noche



solsticio, esta próxima nocsubiremos con ella al Risco y tú ayudarás a preparar el remedio. Ees lo que debemos hacer.

Su tono fue tan seguro comoroble permaneciendo firme bajo

vendaval, y Torak sacó fuerzas de — Sí — dijo— . Sí. Esto

cambia lo que tengo que hacer. ¿O

lo cambia, Tenris? — Se volvió pmirar a la cara al hechicero.

— No — repuso Tenris— .

cambia nada.



29

Por fin le había dado cazahambre para devolverla a Guarida, y ahora Lobo era libre p

buscar a la hembra y a Alto Sin CoPero mientras había est

engullendo deliciosos y sua



pedazos de pez negro podrido,Penumbra había llegado. No

verdadera Penumbra, sino la cubre lo Alto cuando el Señor Trueno está enfadado. Y esta vez iba por Lobo. Los sin cola eran que estaban en peligro.

Corrió sobre la tierra necaliente, luego ladera arriba y o

vez abajo, hasta los peldaños dola hembra había esperado a hermano de carnada. Olió que A

Sin Cola había estado también allque se había peleado con la hemb¡Peleado! Lobo no podía creer lo



olía: a gruñido y a enseñar dientes.

Enseguida encontró la BeBrillante Que Muerde Caliente, los dos pellejos pálidos que habían crecido del todo durmien

unto a él. Entonces, para su horolió que su hermano de carnadahabía ido por el Agua Grande en u

de los pellejos flotantes.Con un gañido de angus

Lobo recorrió otra vez los peñas

tras el olor de la hembra. Ah, sí qera lista. Había regresado al AgQuieta, donde el Señor del Trueno



era tan peligroso, y entonces haarrastrado hasta él un pellflotante. Había avanzado contraviento, de manera que Lobo captóolor fácilmente. Ahora sabía qhacer. Debía seguirla. Ella tamb

andaba buscando a Alto Sin Cola.Un rugido en lo Alto. El vie

aulló en el valle, y la lluvia empez

caer. Los árboles se doblaron, pájaros-pez eran zarandeados cohojas. Lobo siguió con su carr

volando sobre las rocas y pequeñas Aguas enfadadas bajaban como locas de los picos.



Mientras corría, le llegó oolor, y resbaló hasta pararLevantando el hocico, olisqprofundamente para asegurarse.

Tensó las garras. El pelaje seerizó.

Olía a demonio.

— ¡Agárrame la ma

exclamó Tenris, inclinándpeligrosamente sobre el costadosu bote de piel hacia Torak.

Torak luchó por mantenercabeza por encima de las olas yestiró para llegar a la mano que



tendían. La asió, pero otra murallaagua lo engulló, arrastrándolo bajsuperficie.

Dio vueltas y vueltas en oscuridad aplastante. No veía nano podía respirar.

El Mar lo arrojó sobre las ougando con él. La pelliza

intestino lo ayudó a mantenerse

flote y subió y bajó, tragando aire. No veía a Tenris ni a Bale

ninguna parte. El cielo estaba ne

como basalto. Los destechisporroteantes de los relámpano revelaban más que el M



enfurecido. — ¡Tenris! — chilló— . ¡Ba

La tormenta se llevó su voz demanotazo.

A través de las tiniebdistinguió su bote volc

zarandeado por las olas. Nadó haél, o más bien el Mar lo arrojó conél, y lo agarró con ambas manos.

— ¡Tenris! — gritó.Pero el hechicero no estaba.De pronto el bote dio

terrorífica sacudida y fue arrojcontra una roca. Sin aliento, Totendió una mano hacia ella mien



aferraba el bote con la otra. El Msuccionó la embarcaciarrancándolo de la roca. Tenía instante para decidir qué hacer.

Soltó el bote y se encaramó roca. Las olas se llevaron el b

hacia la penumbra.Temblando, azotado por

tormenta, Torak siguió allí aferrad

No sabía dónde estaba. Si olas lo habían arrojado a la cotendría una oportunidad. Si no,

aquello no era más que un escolloalgún lugar del Mar, estaría en aprieto.



Un examen a tientas no tardórevelarle que la roca no era maque un refugio de los Focas, y estaba rodeada tan sólo por agua.

El pánico hizo presa en él.Bale se había ido. Tenris

había ido. Estaba varado en una ren medio del Mar.

La tormenta amainó con misma brusquedad con que se halevantado.

Para cuando Renn llegó extremo este del lago y dejó el remel agua lamía las rocas y ape



movía los juncos en los bajíos. No quería pensar en cómo

habría ido a Torak en Mar abie¿Por qué no la había escuchadoviajado por tierra en lugar de ir el hechicero y el alto mucha

Foca?Cansada, arrastró el bote

había tomado prestado hasta

orilla, sacó el fardo y el saco pdormir, y los ocultó tras un peñasNo sabía qué encontraría en

campamento de los Focas, pdudaba que necesitase otra cosa el arco y el carcaj.



Al incorporarse, advirtió quecielo no estaba despejado, cosucede después de una tormeNubes de un blanco sucio descendpor los picos, y lenguas de nieavanzaban hacia ella a través

lago. Niebla después de utormenta. Jamás lo había visto.

Echó a correr ladera arri

hacia la pequeña playa blanca otro lado. Llegó a la cresta acantilado… y se estremeció. El M

había desaparecido tras una muramarilla de bruma que avanzamenazadora hacia ella.



«Esto no debería pasar —dijo— . No puede pasar.»

Entonces recordó que eranoche del solsticio de verano. Yla noche del solsticio todo posible.

Exhausta, empapada y asustadescendió por la ladera llena matorrales medio resbalando me

trastabillando, y cayó de rodillasla áspera arena blanca.

Todo es posible…

«Quizá hasta es posible quehechicero de los Focas tenga razónque Torak sea realmente un espí



errante.» Al pie de las Cimcuando se había agazapado entre peñascos, había rechazado de pllo que había oído al hechicdecirle a Torak. No podía ser cieTenía que tratarse de alguna clase

truco.Pero durante el largo y d

trayecto a través del lago, ha

estado dándole vueltas en su mesin parar, y ahora sabía que cierto.

Torak era un espíritu errante.«Un espíritu errante.»Había oído hablar



semejantes criaturas, pero sólo enviejas historias que Fin-Kedinn contaba a veces durante las nocde invierno: cómo los Cuerhabían aprendido a sostenerse enviento, cómo llegó a existir el Ár

Primigenio, y los primeros claneel primer… espíritu errante.

En ese momento, mientras

hallaba encogida y temblando aquella playa blanca, tuvo sensación de que, de alguna for

que no comprendía, Torak el espíerrante era la pieza central de toel tokoroth, la enfermedad,



remedio. Ojalá pudiese reunir tolas piezas del rompecabezas.

Torak estaba aferrado a la roTenía frío, estaba empapado hambriento, y aunque la torme

había pasado con sorprenderapidez, seguía atrapado en la niebsin noción alguna de dónde

encontraba. La niebla podía tardías en disiparse. No disponía días.

Entonces se acordó del rolde carne seca de ballena que le hadado Detlan antes de que zarpar



Su olor era intenso y estmanchado de sal, y si se lo comíatendría nada para la Madre Mar. Aasí, decidió comérselo.

La carne lo hizo sentirse poco mejor. Entonces se le ocur

otra cosa que lo animó un poco mNo llevaba consigo la raíz de seLa tenía Tenris, y quizá él hubi

logrado regresar a tierra; quizá clanes aún tuviesen posibilidad…

Una ola rompió contra éestuvo a punto de derribarlo deroca.



«Concéntrate — se dijo—Tienes que salir de esta rocavolver a tierra.» No tenía mucopciones. Tarde o temprano tendque cruzar a nado. Pero estagotado, y sabía que no dura

mucho en el agua. Necesitaría aypara mantenerse a flote.

El bote de piel ha

desaparecido, y el remo tambTodo cuanto tenía eran sus ropas ycuchillo de Pa, así como el cuerno

medicinas de su madre, a salvo enbolsa. Contenía una pequcantidad de sangre de tierra:



suficiente para las Marcas deMuerte. Aún no estaba preparpara eso.

Más olas arremetieron contraroca. Reptó un poco más arrciñéndose la pelliza de intestino.

La pelliza de intestino.Recordó la forma en que

había sacado a flote en la tormen

Recordó a los niños Fochapoteando en los bajíos, con botes de principiantes equilibra

mediante un travesaño con un sacointestino inflado en cada extremo.Se quitó la pelliza por enci



de la cabeza y cortó las cintas cuello; las utilizó para atar y ceruna manga, el cuello y la cintuEntonces se llevó a la boca la omanga y sopló.

Soplar hizo que se mare

pero al cabo de un rexasperantemente largo, tenía un sde aire blando que flotó cuando

probó en el agua. Si se lo atabacinturón, podía ayudarlo mantenerse a flote, o al me

impedir que se hundiera si estdemasiado débil para nadar.Alrededor de él, el Mar



arremolinaba y la niebla se henchEn algún lugar ahí fuera estaba la de las Focas. Pero ¿hacia dónde?

Todo cuanto veía era agnegra. Ni aves marinas, ni algas aderiva; ni corrientes plateadas

indicaran un cabo. No veía el sotenía sentido alguno de la direccque debía tomar. Por lo que sab

bien podía dirigirse hacia Mabierto.

A lo lejos, aulló un lobo.

Torak contuvo el aliento.Ahí estaba otra vez. Un aulllargo, seguido de varios ladri



cortos y secos. «¿Dónde estás?»llamaba Lobo.

Torak se llevó las manos a labios y contestó con un aulli«¡Estoy aquí!» Una vez más respuesta, débil pero clara, fl

hacia él a través del Mar.Torak volvió a aul

«¡Llámame, hermano de carna

¡Llámame!» El hambre, la fatigafrío; lo había olvidado todo. siquiera tenía miedo ya de Al

Marcada, porque ahora Lobo estcon él, mostrándole el camino regreso. Su guía no lo abandonaría



El agua estaba congelada, pno se concedió tiempo para penCon el saco de aire atado aespalda, se deslizó de la roca ylanzó a través de la niebla al Mdonde acechaban las ballenas.

Sola entre la niebla en la plblanca, Renn oyó aullidos de lob

se quedó inmóvil.Sonaba como si fueran… ¡Lobo y Torak! ¡Reconocería

aullido de su amigo en cualquparte! ¡Eso sólo podía significar estaba bien!



Debía de dirigirse hacia campamento de los Focas. Aqueidea le infundió valor ante perspectiva de encaminarse también.

La niebla era tan densa que

veía a dos pasos más allá. Con manos por delante como muchacha ciega, trastabilló en

abedules y peñascos hacia la bade los Focas.

Los árboles se acabaron. Sig

sin ver nada. Ni campamento. Mar. Tampoco percibió sonalguno, a excepción, en algún lu



cercano, del murmullo de las osobre guijarros. Los aullidos tambhabían cesado.

Se alejó de los árboles y avadando tumbos hacia donde ella crque se hallaba el campamento.

Oyó el sonido de algo al arrastrado y un jadeo amortigucerca de ella: el ruido de un bote

alcanzar la arena. Entonces, antesque pudiese retroceder, una figalta emergió de la niebla y chocó

lleno contra ella.Con gritos de alarma, amdieron sendos saltos para separars



— ¿Quién eres? — exclamóchico.

— ¿Dónde está Torak? — qusaber Renn.

Los dos estaban boquiabiertose miraban con temor.

Renn reconoció al joven Fde mayor estatura que había partde las Cimas con Torak.

— ¿Quién eres? — repitiómuchacho, mirándola fijamente.

— Soy Renn — contestó e

con mayor firmeza de la que sen. ¿Dónde está Torak? ¿Qué habhecho con él?



El chico echó un rápido vistal arco de Renn y luego volviómirarla a la cara. Se le desplomalos hombros.

— La tormenta — musitó—Nos ha separado a unos de otros.

visto… he visto volcar su bote. — ¿Qué quieres dec

exclamó Renn.

El chico se frotó los ojoRenn advirtió que estaba mcansado.

— Tenris ha tratado alcanzarlo. Y yo también. No hempodido… Tenris todavía e



buscándolo. — Parecía realmeangustiado, y de no haber sido Foca, Renn habría sentido lástipor él— . He oído unos aulliextraños — añadió el chico—Jamás había oído nada parecido.

Renn estuvo tentada de contaqué eran, pero endureció su corazNo podía confiar en él.

preferible que siguiera pensando Torak se había perdido. Ella negaba a creerlo. Había oído a To

aullar con Lobo; eso tenía significar que estaba a salvo.Otro bote de piel se deslizó



entre la niebla, y un hombre salióél y lo levantó para llevarlo hastaplaya. Era el hechicero de los Foc

Lleno de preocupación, cohacia el chico, vio a Renn, retrocesorprendido y volvió a concentra

en aquél. — No he podido encontra

dijo. Al igual que el muchac

parecía desolado, y Renn empezpreguntarse si habría juzgado malos Focas.

— ¿Y tú quién erpreguntó el hechicevolviéndose hacia ella.



Su expresión era amable; voz, tan calma y poderosa comoMar en un día soleado. Pero algoél puso a Renn en guardia.

— Soy Renn — contestó—Del Clan del Cuervo.

— ¿Y qué haces aquí, Renn Clan del Cuervo? — preguntóhechicero.

— Estoy… buscando a Torak No tenía intención de decírse

pero la voz de aquel hombre inst

a la obediencia. — Nosotros también — revél con expresión sombría— . V



Iremos hasta el campamentodecidiremos qué hacer.

Mientras caminaba, el hechicse quitó la pelliza de intestino encima de la cabeza, y Renn vio vez primera su magnífico cinturón

hechicero y oyó el suave repiquetdel fleco de picos de frailecillos.

Se detuvo.

El sonido despertó un recueen su memoria. Era el mismo sonque había oído al observar al rem

deslizarse a través del lago.La bruma se le posó en la ppegajosa. El corazón le latió



fuerza. Las piezas empezabanencajar ante sus ojos. El tokoroth.enfermedad. Los Cazadores Almas…

El hechicero de los Focasvolvió y le preguntó qué pasaba.

La sangre le martilleó contracráneo al alzar la mirada haaquella cara hermosa p

horriblemente desfigurada. «HayDevorador de Almas entre los Fo

se dijo— . Hay un Devorador

Almas entre los Focas, y se llaTenris. Y va por Torak… Torakespíritu errante.» — Te has pue



muy pálida — dijo Tenris con su hermosa y dulce.

— Yo… yo sólo necesencontrar a Torak — afirmó Renn

— Yo también — dijo hechicero, y su boca se curvó en

sonrisa.Fue una sonrisa llena

calidez, pero al clavar la mirada

aquellos tranquilos ojos grises, Rsupo con una punzada de terror él había visto la verdad en su ros

Él sabía que Renn conocía verdad. — Vamos — dijo Ten



tendiendo una mano para entrelalos dedos gélidos de Renn en suyos— . Vayamos en busca de aque comer.

Entonces vio la costra en

mano de la chica, y su rostrocontrajo por la pena.

— Oh, pobrecilla, ¿qué es es

Antes de que Renn pudcontestar, el hechicero se volhacia el chico.

— Mira, Bale, la pobre chtiene la enfermedad.Bale le miró fijamente la ma



entonces se llevó la suya a la piella criatura de su clan.

— No, no la tengo — proteRenn, tratando de liberar la mano Tenris le agarraba con firmeza—No es la enfermedad, es un…

— No debes preocuparte mconcluyó el hechicero, toman

ambas manos en la suya— . A pa

de ahora, yo cuidaré de ti.



30

Torak despertó al notar qLobo le lamía la nariz.

Estaba demasiado cansado pabrir los ojos. En lugar de hacerloacurrucó más y presionó la c



contra el suave pelaje de Lobo. embargaba una maravillsensación de calor y seguridadtodo estaba tan tranquilo… No haaves marinas. Ni viento. Tan sólosusurrar del Mar y el latido

corazón de Lobo contra el suyo.Un lametón, y otro más.Recordaba vagamente ha

encontrado el camino hasta la oria Lobo derribándolo boca arribala arena y reteniéndolo allí con

auténtico frenesí de lamidosgañidos. Luego se había acurrucunto a él para deslizarse en



sueño…Los lametones se convirtie

en suaves mordiscos. Luego notóbrusco golpe de hocico bajo barbilla. «¡Despierta!» Abrió ojos.

Arena crujiente bajo la mejilos bigotes de Lobo haciéndcosquillas en los párpados. Más

de eso, no vio nada. La niebla eradensa que no podía diferenciarMar del cielo.

¿Cuánto tiempo había dormidEl remedio.Se incorporó de golpe, con



corazón desbocado. ¿Dónde esta¿Dónde estaba Tenris? Ésa eranoche del solsticio… ¿Habrperdido su oportunidad? La nietapaba el sol. No podía saberlo.

Se puso en pie y la sangre

silbó en los oídos. Se senentumecido y dolorido. La sedabrasaba la garganta.

En algún lugar, no muy lejosallí, oyó un borboteo. Avanzótientas a través de la niebla p

chapotear en la ribera de un arropoco profundo ahogado por hierbajos. Se arrodilló y tragó a



arenosa.Lobo se le acercó trotando,

hacer ningún ruido con las patas enarena. Todavía de rodillas, Torakfrotó la nariz contra su pescuezo ydio las gracias de todo corazón.

Lobo meneó la cola y le lamla boca. «Mi hermano de carnada.

Sintiéndose algo mejor, To

se incorporó y miró alrededTodavía no veía a dos pasos denariz, pero aquella arena le result

familiar. Blanca, áspera por valvas desmenuzadas. Quizá estmás cerca del campamento de



Focas de lo que se atrevíaesperar…

A su derecha oyó el gemidolas olas. Recorrió dando tumbosplaya… y de pronto vio emergerla niebla abedules y montones

peñascos. Corrió hacia ellos.Detrás de él, Lobo profirió

gruñido bajo y estremecedor.

Torak se volvió en redondo.Lobo tenía la cabeza gach

enseñaba los dientes.

Sacando el cuchillo, Torakdejó caer en la arena y habló urgentes gañidos. «¿Qué ocurre?»



Más gruñidos. El pelaje de cuartos traseros de Lobo esterizado.

Torak sintió sus propios pede punta en la nuca. Y aun así, conseguía ver nada malo. Más a

los abedules estaban absolutameinmóviles.

«Tengo que continuar», le dij

Lobo.Una vez más Lobo gru

advirtiéndole que retrocediera.

Torak nunca había ignorado advertencias, y le pareció mhacerlo ahora. Pero debía encontr



Tenris. «Tengo que continrepitió— . Por favor. ¡V

conmigo!»Para su consternación, Lo

retrocedió, gruñendo.Receloso, Torak se levantó y

internó en la arboleda sin su amigoEstaba a medio camino cuan

una mano fuerte le asió el brazo.

— ¡Estás aquí! — exclaTenris— . ¡Gracias a la Madre Mque estás a salvo!

Torak miró por encima hombro, pero Lobo hadesaparecido.



— Pensábamos que te habahogado — dijo Tenris, tirando dehacia el otro lado de los árboles.

— Me has asustado — dTorak.

— Lo siento. ¡Venga, vam

Queda poco tiempo, y tenemos subir hasta lo alto del Risco.

— ¿Todavía tienes la raíz

selic? — preguntó Torak mientrecorrían la playa corriendo.

— ¡Sí, por supuesto!

— ¿Y Bale? ¿Ha consegullegar a la orilla? — Sí, está bien, está vigilan



a… Está bien.Torak se detuvo.

— ¿Vigilando a quién?El rostro de Tenris adoptó u

expresión grave. — Está enferma, Torak. Hem

tenido que encerrarla. — ¿A quién? — inquirió To

. ¿Quién está enferma?

— No importa — dijo Ten. Vamos, estamos desperdician

el tiempo.

— ¿Quién es? — insistió TorPero una parte de él ya lo sabía. — Torak…



— Es Renn, ¿no? Tenris, favor, necesito verla.

Tenris exhaló un suspiro. — Tendrá que ser rápi

Corriendo, guió a Torak a trade la playa desierta del campame

hasta una cueva en el extremo debahía, donde el hombre que hamatado a la ballena pasara

solitaria vigilia— . La hemllevado al mismo sitio al que llevamos la otra vez — expl

cuando se acercaban.La entrada de la cueva estbien cerrada mediante una pue



maciza de hueso de ballena y pellde foca, y Bale montaba guardia un arpón. Cuando vio a Torak, seiluminó el rostro. Torak pasó juntél sin decir palabra.

A través de una abertura entr

puerta y la pared de la cueva, viRenn pasearse de arriba abEstaba demasiado oscuro para ve

bien, pero distinguió su cabedesgreñado y su expresión de furila costra en el dorso de la ma

Sintió un peso enorme y frío eninterior, como una piedra.Cuando Renn lo vio, se



alegró la cara. — ¡Torak! ¡Oh, gracias

Espíritu! ¡Ahora sácame de aquí! — Renn… no puedo — rep

él— . Estás enferma.Renn se quedó atónita.

— Pero… no les creas. ¡supuesto que no estoy enferma!

Tras él, Tenris le apoyó u

mano en el hombro. — Todos dicen lo mis

murmuró.

Cuando vio al hechicero, Rdio un paso atrás y exclamó: — ¡Apártate de mí! — Luego



dijo a Torak— : ¡Yo no esenferma!

— Tenris tiene raintervino Bale, sujetando

tanta fuerza el arpón que los nudise le pusieron blancos— .

hermano estaba exactamente igual — Renn — dijo Tor

apoyando las manos contra la pu

de pellejo de foca— . Te traeréremedio, te lo prometo. Te cura…

— ¡Yo no necesito el remed

espetó ella— . ¿Por qué no crees? — Señaló a Tenris— . ¡Es¡Él es el Devorador de Almas!



— Al final sospechan de todomundo — dijo Bale.

— ¿Por qué no me creexclamó Renn— . ¡Dile que

enseñe la marca! ¡Haz que te ensel tatuaje! ¡Es un Devorador

Almas!Tenris le tocó el brazo a Tora

— Torak, tenemos

marcharnos, o será demasiado tapara ella o para cualquier otro.

— No, Torak, ¡no vay

gritó Renn— . ¡Te matará! ¡TorSe arrojó contra la puerta.Bale la apuntaló con el homb



— Vete — le dijo a Torak—Me aseguraré de que no le pase nmalo.

— ¡Te recuperarás! — exclaTorak— . ¡Te lo prometo! pondrás bien!

— ¡Torak! — dijo Redesgañitándose— . ¡Vuelve!

Con los gritos de R

resonándole en los oídos, Tosiguió a Tenris y se internó enniebla.

— Rápido — murmuró hechicero de los Focas— . El está a punto de acabar su ci



puedo sentirlo.Los gritos de Renn

desvanecían a sus espaldas cuanemprendieron el ascenso por sendero. Muy pronto todo lo Torak oyó fue su propia respirac

y el sonido de hilillos de agoteando sobre las rocas. perseguía una asfixiante sensación

estar haciendo algo mal. En espacio de unos latidos de corazhabía ignorado las advertencias ta

de Lobo como de Renn.El repiqueteo de unas garrasus espaldas.



Se volvió en redondo. ¿Lobo No veía nada en aque

blancura que se arremolinaexcepto a Tenris más adelandesapareciendo en la niebla.

— ¡Tenris! — llamó—

¡Espérame!Otro repiquetear de garras

vio a una pequeña figura encorv

corretear a través del sendero. era Lobo. Era el tokoroth.

Torak corrió.

— ¡Tenris! ¡Cuidado! tokoroth!El dolor estalló en su cabez



las rocas se precipitaron a encuentro.

Torak despertó con un respinLe palpitaban las sienes,

dolían los hombros. Alguien le ha

quitado el jubón y lo había tendsobre una fría losa. Alguien le haatado las muñecas y le ha

levantado los brazos psujetárselos por encima de la caba un cuerno de roca. Las atadu

estaban bien prietas, y no poquitárselas retorciéndose, aunquese empujaba hacia arriba con



talones quizá podría desenganclas muñecas y…

Alguien lo agarró de tobillos, impidiéndoselo. Algucon garras afiladas y un cuchiCuando trató de patalear p

liberarse, le oprimió la pantorrcon su punta.

La niebla flotaba en remoli

en torno a él, teñida de azul porhumo. Oyó el restallar de un fuegcaptó el olor pungente del eneb

No oía el Mar. Debía de estar enalto del acantilado.A sus pies, dos o



demoníacos lo fulminaban desderostro tatuado con hojas.

El miedo se posó en él couna segunda piel. Estaba en el Ristendido sobre la roca del alvigilado por el tokoroth.

De pronto un segundo tokoremergió del humo. Una niña concabello apelmazado que le caía ha

las rodillas y los miembros copalos cubiertos de magulladuTenía las uñas de manos y p

amarillas, y acababan en unas garlargas y puntiagudas.En silencio, se inclinó sobre



y Torak se estremeció cuando grasientos rizos le rozaron el vienLos dedos huesudos extrajeroncuchillo de su padre de la funda encinturón.

— ¿Qué quieres? — mu

Torak.En silencio, la criatura leva

el cuchillo con ambas manos.

— ¿Qué quieres?En silencio, apoyó el cuch

de fría pizarra en su pecho.

Se oyó un suave tintineo enniebla, y ambos tokoroth agacharon en el suelo.



Una figura surgió imponentela niebla. A cada paso, los picosfrailecillos tintineaban en cinturón.

Torak se sintió como si cayde una gran altura. Toda

amabilidad, toda la dulzura… Toera mentira. Lobo y Renn estabanlo cierto, mientras que él se ha

equivocado… por completo.El hechicero de los Focas

había quitado el jubón para reve

un cuerpo musculoso horriblemequemado en su mitad izquierLlevaba los brazos embadurnados



ceniza de madera, ocultando tatuajes de clan. Su rostro era máscara cenicienta, como si llorase la muerte de alguien, peTorak con una vertiginosa sensacde temor. No llevaba amuleto algu

a excepción de algo rojo y pequen un cordón al cuello, y su pedesnudo no lucía otra marca que

tatuaje negro sobre el corazón. tridente, con sus tres púas patrapar almas. La marca de

Devoradores de Almas. — Tú — dijo Torak— . Devorador de Almas.



— Uno de los siete, TorSu voz era lo único que no ha

cambiado. Seguía siendo hermotan calma y poderosa como el Marun día soleado— . Pero con tu ay

añadió en un susurro— ,

alzaré sobre los demás. convertiré en el más grande de toellos.

Torak negó lentamente concabeza.

— No voy a ayudarte a ha

eso. Tenris sonrió. — No tienes elecci



Girando la cabeza, le ladró uorden a los tokoroth con torepentinamente áspero y cruel.

El niño corrió en busca de pesada cesta casi tan grande comomientras la niña salía corrien

hacia el cuello del Risco. Torak que estaba construyendo un muromadera a través de él, aislándo

del sendero.El pequeño tokoroth no ha

acabado de atarle los tobillos.

manera que si conseguía que Tensiguiera hablando, quizá lograsoltarse los pies. Y tal vez si aulla



llamando a Lobo…Pero entonces, ¿qué? Ten

tenía una lanza y un arpón listos jual fuego, y ambos tokoroth llevacuchillos al cinto. Tres contra uAnte semejante desventaja,

siquiera Lobo podía conseguir gcosa.

— Tus amigos no pue

ayudarte — dijo Tenris como sihubiese leído el pensamiento— . Ude ellos vigila a la otra. Hay cie

belleza en eso, ¿no te parece? — la cesta, extrajo varios objetos clacon forma de cono y empezó



disponerlos alrededor del altar. esa ocasión no parecía importapisar las líneas plateadas bruñidasla piedra.

Torak debía obligarlo a haby así ganar tiempo para pensar.

— La enfermedad — dijo—Tú fuiste quien nos la mandó.

— Yo no la mandé — repu

Tenris, retrocediendo para estudsu obra— . La creé. Mis tokortienen la demoníaca habilidad

colarse con sigilo en los refugiosyo… bueno, se me dan muy bien venenos.



— Pero… ¿por qué? — Ésa es la parte interesacontestó Tenris, retomando

tarea— . Cuando empecé hace veranos, no tenía idea de cómoutilizaría; simplemente sabía

necesitaba un arma. — Negó concabeza— . A veces ni siquiera puedo saber todo lo que depara

futuro.Torak se sintió mareado.

— Así pues, el herm

pequeño de Bale…Tenris se encogió de hombro — Tan sólo quería saber



funcionaba. — Y este verano, con

clanes… ¿Por qué?El hechicero de los Fo

levantó la cabeza y sus ojos gribrillaron maliciosamente.

— Para hacerte salir descubierto. Para averiguar qué ecapaz de hacer.

Así pues, Fin-Kedinn estabalo cierto.

— Y funcionó — añadió Ten

, aunque no de la forma queesperaba. Verás, yo no sabía queras. Todo cuanto sabía era q



había alguien en el Bosque poder. Creía que quienquiera fuese podría llevar a cabo algún gdespliegue de hechicería para liba su gente de la enfermed

Esbozó una mueca— . Y en lu

de eso, ¿qué hiciste tú? Viniste a a mí nada menos, rogándome preparara el remedio. ¡Oh, tenía

pasar! — Y el remedio — dijo To

. ¿También era un truco?

Tenris soltó un bufido. Debolsita en su cinturón extrajo la rde selic y la arrojó al fuego.



— No existe ningún remereveló— . Me lo inventé.

Las llamas lanzaron destellosun profundo y vibrante color púrpuLos dos tokoroth se acercaron y contemplaron con fascinación.

Tenris los miró con despreci — A veces ser un hechicero

casi demasiado fácil. Todo lo q

requiere es un poco de fucoloreado. — Le propinó a la nuna patada atroz que la envió por

aires. Siseando, la pequeña correde vuelta a su valla de madera.Para consternación de Torak



niño acudió de nuevo a atarle tobillos. Pateó con fuerza. tokoroth le pinchó en la pantorrcon el cuchillo para que se estuviquieto.

— Bueno, ahora que ya me

hecho salir al descubierto — le dTorak a Tenris— , ¿qué videspués?

Tenris bajó la mirada hacia ésu rostro se contrajo de dolorañoranza.

— Cuando descubrí lo que ecapaz de hacer, no pude creerlo. Qun niño tuviese semejante pod



Poder para domar a los cazadoreatrapar a las presas. Poder pgobernar los clanes… — Negó la cabeza— . Vaya desperdic

Se inclinó aún más y Torak sinel olor amargo de la ceniza—

Pronto — continuó— ese poder smío. Te lo quitaré para quedármelme convertiré en el espíritu erran

Seré el hechicero más grande haya vivido jamás…

— ¿Cómo? — preguntó To

con voz ronca— . ¿Qué vas a hace — El solsticio de vermusitó el hechicero de los Fo



. La noche más poderosa parahechicería… ¡y es la noche denacimiento! ¡Oh, es perfecto! Tolas señales apuntan a esto, ¡todo dice que lo haga!

Con suavidad, tendió una m

y apartó un rizo de cabello defrente de Torak.

— ¿Recuerdas lo que te d

sobre la noche del solsticio verano? ¿Recuerdas que es una node cambios?

Torak trató de tragar salipero tenía la boca seca. — Árbol que se convierte



hoja — murmuró el hechicero de Focas— , niño que se conviertehombre. — Volvió a inclinarseTorak notó su aliento caliente enmejilla cuando le susurró al oído—Voy a comerme tu corazón.



31

Lobo había hecho lo que ninlobo debía hacer jamás. Haabandonado a su hermano

carnada.Se había quedado tan perpl



cuando Alto Sin Cola había ignorasus advertencias, y se había enojtanto, que lo había dejado.

Así pues, mientras Alto Cola se marchaba solo hacia Guarida de los pellejos pálid

Lobo ascendió a la carrera porladera para luego bajar hasta el AgQuieta, donde mordisqueó los jun

de pura rabia y masticó un pedazomadera, hasta que por fin consigescupir su enfado.

Y ahora, mientras bebía enAgua, pensaba en el tiempo en era un lobezno solitario y su herm



de carnada lo había encontrado. ASin Cola había compartido con él presas, y le había entregado crujientes cascos para jugar ellos. Cuando a Lobo le dolían almohadillas por culpa del cami

Alto Sin Cola lo había llevado en patas delanteras durante muchmuchas carreras.

«Un lobo no abandona a hermano de carnada.» Lobo profun gañido angustiado y se precip

hacia la Guarida. Subió corrienpor la ladera para bajar de nuevo el otro lado; zigzagueó con sig



entre los abedules y salió a guijarros.

No veía la Guarida, porquela había tragado el aliento del AgGrande, pero sí podía oleTambién oía a la hembra caminar

aquí para allá en la Guarida mpequeña en la montaña. Estenfadada, preocupada y asustada

el sin cola de pellejo pálidoestaba gruñendo. Lobo no sabía qué. Pero, aparte de ellos, la Guar

estaba vacía.En realidad, todo estdemasiado quieto. Olía a



lemmings apretarse en madrigueras. Oía a los pájaros-en los acantilados ocultar los pibajo las alas. Todos estabesperando, temerosos de moverse

Lobo levantó el hocico p

captar olores. Olió mucho pescadlos rastros dejados por muchos cola; olió a los perros gordos

amistosos que nadaban en el AGrande y a veces se subtorpemente a las rocas. Y tamb

percibió el otro olor: el hedodemonio.El hedor se volvió más inte



a medida que avanzaba, y seerizaron los cuartos traseros. Cuanera un lobezno, aquel hedor lo haasustado. Ahora despertaba hambre extraña: más profunda qused de sangre, más fuerte incluso

la Llamada de la Montaña…Pero ¿dónde estaba Alto

Cola? Con todos aquellos olo

arremolinándose en el aire viento, Lobo no conseguía captarúnico aroma que ansiaba encontra

Y ahora la hembra y el pellpálido se estaban gruñenmutuamente, y cuando Lobo co



hacia ellos, vio que pellejo pálllevaba carne para la hembra en patas de delante: ¡carne que olídemonio!

Lobo sentía que la hemestaba hambrienta y deseaba com

¡Tenía que detenerla! Pero ¿yignoraba su advertencia, tal cohabía hecho Alto Sin Cola? ¿Y si

entendía lo que le estaba diciendoLobo bajó la cabeza y ava

sigilosamente, pisando con cada p

con sumo cuidado. Tenía una idHabía una cosa que la hemsiempre comprendía.



Un gruñido.

— ¡No tengo hambmasculló Renn cuando el jo

Foca dejó el cuenco en el suelo—Y por última vez, ¡yo no es

enferma! — Come y ya está — repuso

chico. Retrocediendo para salir d

cueva, arrastró el pellejo de fhasta cerrar la entrada, dejando uabertura de un par de manos de an

para que entrara aire.A Renn no le gustaba aqchico, pero deseó que no hubi



salido. Era aterrador estar allí soSentía el sufrimiento de los enfermde hacía tres años; las pareestaban empapadas de desesperación.

«Pero tú no estás enferma —

recordó— . Tan sólo estás cansadhambrienta y preocupada por ToraDecidió volver a intentarlo con

oven Foca. — ¿Sabes por qué atacó

Cazador? — exclamó.

Silencio. — Porque vuestro hechicmató a una de sus crías. Encontré



cuerpo. La atrapó en una red pfocas, de esas que sólo hace vueclan, y no se llevó más que dientes. ¿Te parece que es algo qharía un buen hombre?

No hubo respuesta.

Renn apretó los dientes. — Supe que era él — dijo—

Oí repiquetear su cinturón cuan

remaba a través del lago.Siguió sin haber respuesta, p

no dudó de que el chico la est

escuchando. Lo oía respirar al olado de la puerta. — ¿Los dientes de un Cazad



agregó— . Sólo a un hechiceroservirían para algo. — Hizo pausa— . Si tengo razón, y fuequien creó la enfermedad, entonmató a tu hermano.

Por unos instantes reinó

silencio atónito. — ¿Cómo sabes lo de

hermano?

— Bueno, sé muchas coaseguró Renn, y repitió— : M

a tu hermano. Yo sé qué se siente

perder a un hermano. Perdí al míohace mucho. — Cállate — dijo el chico.



— Piensa — insistió Rennen lo que pasó justo antes de quehermano cayese enfermo. Tenhabía estado ahí arriba, en la cidel acantilado, ¿no es así?

— ¿Y bien? — replicó— . E

hechicero, es lo que suele hacer. — Hizo un hechizo, y enton

tu hermano enfermó.

Era una suposición, pero haacertado. Oyó al muchacho inspcon fuerza.

— Lo hizo para atraer a presas — susurró Bale— . Hmagia para atraer a las presas…



— Eso fue lo que te daventuró Renn.

Oyó crujir la arena cuandochico se paseó de un lado a otro.

— Basta de charla — dbruscamente. Pero había duda en

voz. — Sabes que tengo ra

dijo Renn.

— ¡He dicho que basta charla! — exclamó.

— ¿Por qué no me escuch

dijo Renn a todo pulmón.El pellejo de la puerta estremeció, y Renn supo que le ha



dado un puñetazo.Después de eso, ninguno de

dos volvió a hablar.El olor a carne llenaba la cue

Renn titubeó y luego se inclinó pexaminar el cuenco. Carne ahum

de ballena con bayas de enebro. Orealmente bien. Pero si se la comel joven Foca pensaría que est

cediendo. Dejó otra vez el cuenDeambuló por la cueva. Regresvolvió a agarrarlo.

Estaba a punto de probar bocado cuando el chico lanzó alarido. En aquel momento Lo



entró de un salto a través deabertura para echarse encima Renn, derribándola y salpicandocarne la pared. Estaba gruñendo, la boca entreabieamenazadoramente y enseñando

blancos colmillos. Renn trató gritar, pero sus patas delanterasoprimían el pecho. ¿Qué le pasaba

— ¡Lobo! — musitó—¡Lobo… soy yo!

— ¡Voy a entrar! — exclamó

muchacho abriendo la puerta pellejo de un tirón, y saltó al intercon su arpón.



Con asombrosa velocidad, Lose levantó de un salto, liberó a Ry se volvió para enfrentarse a él.

— ¡No! — chilló Renn— . le hagas daño! ¡Debe de eenfermo o algo así!

El Foca la ignoró y arremecontra Lobo con el arpón.

Lobo saltó de lado, lanzan

dentelladas al arpón.Renn vio su oportunidad p

escapar, pues la entrada de la cu

estaba despejada, pero ¿y Lobo?Estaba esquivando los ataqcon facilidad.



Renn se incorporó y sacorriendo.

Tras ella oyó que el muchavolvía a gritar, más de indignacque de dolor, y miró atrás para veLobo salir de un salto de la cuev

desaparecer.Demasiado impresionada p

tratar de encontrar un sentido a t

aquello, se volvió y echó a corhacia la niebla.

Era más densa que nunca.

tenía idea de dónde estaba ni cómo encontrar a Torak.Tropezó con un montón de le



y luego se dio de bruces con estructura de troncos llena de cade ballena. Un refugio emergía deblancura, y se llevó una mano aboca para no gritar. Temía ver cualquier momento al joven F

saltar sobre ella, o al tokoroth, oDevorador de Almas.

De pronto, hacia el norte,

arder un fuego en lo alto del cieloSe detuvo.Torak había dicho que obtend

el remedio en un rito celebrado enalto de un acantilado. Ahora remedio» sería una trampa



Devorador de Almas.Echó a correr hacia el fuego.Oyó un ruido a sus espaldas.

agachó. Demasiado tarde. Una mla asió del brazo y tiró de ella haatrás.

En el Risco no quedaba rastro de Tenris, el amable hechic

de los Focas. Esa máscara haardido, dejando tan sólo cenizaamargura.

Musitando oscuros hechizosDevorador de Almas se hallabacuclillas junto al altar, pintan



signos en el pecho de Torak. pincel era un manojo de bigotesfoca atado a la tibia de un águilapintura, un fango oscuro y apestoTorak sospechó que se trataba desangre del Cazador que ha

matado, y que los pálidos objedispuestos en círculo en torno aeran sus dientes.

Un arañazo en los tobillosreveló que el niño tokoroth havuelto para acabar de ceñirle

ataduras. Torak pataleó con fuerconsciente de que su única esperaconsistía en retorcerse ha



liberarse cuando llegara el momeadecuado.

— ¡No te muevas! — le espTenris. Había estado masticando upasta hedionda que le había teñde amarillo el blanco de los ojos y

había vuelto negra la lengua. Ya parecía un hombre.

Por el rabillo del ojo, To

captó un movimiento furtivo.Ahí, al otro lado de la mur

de madera que la niña tokor

estaba construyendo y empapandograsa de foca. Era Lobo. El corade Torak se llenó de temor. T



contra uno. Si Lobo trataba ayudarlo, lo matarían.

— ¡Uff! — exclamadvirtiéndole que retrocediera—¡Uff! ¡Uff!

Lobo levantó las orejas, pero

se retiró. Había encontrado brecha en la muralla en la que la ntokoroth aún no había apil

madera hasta muy arriba. Pero estusto al borde del acantilado.

«¡Vete! — trató de decirle

silencio— . ¡No puedes ayudarmePor suerte, ni Tenris ni tokoroth habían visto a Lobo. L



tres miraban fijamente a Torak. — ¿Qué has dicho? — pregu

Tenris.Torak pensó a toda pr

Indicando con un movimiento decabeza el anillo de dientes en torn

él, dijo: — Esos dientes son los

Cazador, ¿verdad? ¿Para qué son?

Tenris lo miró desde muy cer — Hechizos — expl

hundiendo el pincel en la sangre—

Cuando me enseñaste el cuchillotu padre, sospeché que eras tú el buscaba, pero tenía que asegurarm



— ¿Y para eso tenía que moun Cazador?

— ¿Qué más me da? No puehacerme daño. — Con su garetorcida se tocó el amuleto colgal cuello— . Un hechizo encubrido

Torak pensó en Detlapretando los dientes desesperadodolor mientras Bale se ocupaba de

pierna destrozada. Si vivía, quedatullido. Y todo eso porque Tenhabía tenido que «asegurarse».

Lobo se abría paso con hocico a través de la brecpeligrosamente cerca del borde.



Rápidamente, Torak le hablTenris.

— Has dicho que pensaste yo era el que buscabas. ¿A quéreferías?

El rostro destrozado

ensombreció. — Que eras el que destruyó

oso.

Torak se puso tenso. — El oso. — Yo lo creé — dijo Ten

entre dientes— . Yo atrapé demonio. Lo atrapé en el cuerpo oso. Tú lo destruiste.



Por unos instantes, Torak olvidó de Lobo.

— Estás mintiendo. Quienquique creó al oso estaba tullido. Eravagabundo tullido.

Tenris echó atrás la cabez

rió. Luego se incorporó y rodeófuego, cojeando lastimeramente.

— Fácil, ¿no? Aunque confi

que acabé aburriéndome mucho.Tenris había creado al oso…

oso que había matado a Pa…

Torak pensó en el claro en qél y su padre habían acampaquella última noche; en la cara



Pa, riéndose de una broma de Toren su rostro cuando yamoribundo…

— ¿Qué es eso? — se buTenris— . ¿Lágrimas?

— Tú lo mataste — susu

Torak— . Mataste a Pa…En ese momento el n

tokoroth le tocó el tobillo. Torak

revolvió como un salvaje. — ¡Tú mataste a Pa! — bram

luchando contra sus ataduras

toda la rabia y el dolor que llevdentro. El pellejo se mantuvo firmJusto entonces Lobo emergió



la niebla y se abalanzó sobre TenEl hechicero agarró a toda prisaarpón; los tokoroth corretearon coarañas, sacando cuchillos, asienteas y blandiéndolas ante el atacan

— ¡Lobo! — exclamó Tor

forcejeando para soltarse del cuede roca, pero se lo impidieron ataduras de los tobillos— . ¡U

¡Uff! ¡Uff!Tenris arremetió con el arpónLobo dio un sa

retorciéndose, y las atroces punatravesaron niebla vacía.Tenris ladró una orden y la n



tokoroth prendió fuego con la tea muralla de madera. Las llamaselevaron para lamer el cielo. Ltokoroth arremetieron contra Locon sus antorchas, y Lobo retrocehacia la muralla ardiendo, gruñen

acorralado.Justo cuando Torak pensaba q

no tenía escapatoria, Lobo se vol

y saltó sobre la única parte demuralla que aún no había prendiperseguido por los tokoroth con

antorchas llameantes. El fuego ruy se elevó más aún. La brechacerró. El cuello del Risco qu



aislado por las llamas.Tenris arrojó a un lado el arp

y volvió junto a Torak. — Se ha ido — dijo— .

siquiera un lobo puede pasar por a — Y tus tokoroth tampo

puntualizó Torak. Ambos tokorhabían desaparecido, repiqueteancon sus garras montaña abajo en

de Lobo.Tenris se encogió de hombro

— Ya no los necesito — d

asiendo el cuchillo que repossobre el pecho de Torak— . Pesta parte puedo arreglármelas sol



El corazón de Torak latía fuerza. Lobo ya no estaba. La murde llamas lo aislaba de tesperanza de rescate. Quizá fucapaz de liberar sus pies de ataduras; quizá hasta pudiera empu

las muñecas sobre el cuerno y ropara bajar del altar, pero enton¿qué? Estaba atrapado en la cima

un acantilado, enfrentado a hombre adulto armado con cuchillo y un arpón, que preten

matarlo y comerse su corazón.Pero había una cosa que teque averiguar primero.



— ¿Por qué lo hicispreguntó mirando fijamente

Devorador de Almas a los oamarillos— . ¿Por qué mataste a padre?

Tenris negó con la cabe

asombrado. — ¡Ah, eres exactamente ig

que él! Siempre queriendo saber

porqué. Por qué. Por qué.Describió un círculo en torno

altar, con los dedos cerrándose so

la empuñadura del cuchilloesbozando una mueca al saborrecuerdos amargos.



— Me traicionó — dijo— . débil. Despreciable. Y sin embacreyó que podría…

— No era despreciable — dTorak.

— ¿Qué sabes tú? — gr

Tenris. — Era mi padre — rep

Torak.

Tenris se plantó junto a éenseñó los dientes ennegrecidos.

— Era mi hermano.



32

Renn estiró el cuello para qué estaba pasando en el acantilapero la niebla era demasiado dens

el saliente demasiado profundo. Scuando el Devorador de Almas



situaba justo en el borde consegverlo: oscuro y erguido como un pcontra las llamas.

— Tiene un cuchillo — dijo. — Está demasiado arr

dijo el joven Foca junto a ella—

Jamás llegaremos allí a tiempo. — Pero no podem

simplemente…

— Mira ese fuego, está justoel cuello. ¿Qué vas a hacer, volar?

Renn le dirigió una mir

suspicaz. Pese a su declarado camde opinión, todavía no confiabaél. Justo cuando se disponía



protestar, aulló un lobo. — ¿Qué ha sido e

preguntó el chico. — Es Lobo — dijo Renn, y

llevó una mano ahuecada a la orpara escuchar— . Oh, esto no

bien. ¡Está en algún lugar al oe¿Por qué? ¿Por qué no está ahí arrayudando a Torak? Si ni siqui

Lobo puede llegar hasta éPensó rápidamente— . Tie

razón — concluyó al fin— ,

podemos llegar ahí arriba a tiemDame mi arco.Él se quedó perplejo.



— ¡No dejaré que le disparSea lo que sea lo que haya hecho…

— ¿Cómo esperas salvarTorak?

— ¡Pero sigue siendo nueshechicero!

— Bale — dijo Renn con turgente— , yo no deseo matar mque tú, ¡pero tenemos que hacer al

De repente el Devorador Almas se apartó del bordedesapareció de su vista. Con un gr

Renn corrió de espalddesesperada por volver a verlo. — El saliente es demasi



profundo — explicó Bale—Rápido. El bote de piel.

— ¿Qué? — exclamó Renn.Bale la agarró de la muñeca y

arrastró tras él. — La piedra del altar no se

desde tierra, sólo desde el agua.Corrieron ladera abajo hacia

agua. Bale se agachó para entrar

un refugio y, al salir, le lanzó a Reel arco y el carcaj. Asiendo su bdel soporte, lo deslizó en los baj

prácticamente arrojó a Renn al hude proa, y luego embarcó de un satras ella y aferró el remo. Renn tu



que agarrarse a los costados ambas manos mientras avanzamás rápido de lo que jamás habcreído posible.

Se estaba levantando vientoviento del este procedente

Bosque. Cuando Renn se volhacia el acantilado, la niebla disipó para revelar al Devorador

Almas, sosteniendo un cuchillo alto, como una ofrenda. A sus pyacía una figura. No se movía.

— ¡Ahora no los veo! — chRenn.Bale hizo virar el bote



asombrosa destreza. Renn dio bandazo y se habría caído porborda de no haberla agarrado Bdel jubón para tirar de ella.

Con manos temblorosas, Rsacó una flecha y la colocó en

arco. Pese a los esfuerzos de Balebote se mecía a merced de corriente. Renn no sería capaz

ponerse en pie; tendría que dispaarrodillada.

En el acantilado, Torak seg

sin moverse. La invadió el territemor de que fuera ya demasitarde.



— Estamos demasiado lemusitó Bale— ; nadie podría

en el blanco.Apretando los dientes, Renn

obligó a ignorarlo, a pensar tan sen el blanco, tal como Fin-Kedinn

había enseñado.Mirando fijamente el blan

apuntó.

La flecha llegó describiendoarco, salida del cielo, y fue

clavarse profundamente en la palde Tenris. Con un aullido, hechicero cayó de rodillas y



cuchillo repiqueteó contra la roalejándose.

Torak aprovechó la ocasión yretorció hasta liberarse los tobily entonces utilizó los talones planzarse hacia delante. Sentía

brazos pesados y sin sangre en venas, pero aun así consiguió palas muñecas por encima del cuern

rodar para bajar del altar.En el lado opuesto, Ten

estaba aún de rodillas, sosteniénd

la mano herida. Finalmeponiéndose en pie, se altambaleante del borde del acantila



fuera del ángulo de tiro de flechas.

Con gran esfuerzo, Torak levantó y rodeó la piedra pquedar fuera de su alcance. Le ardlos hombros, las muñecas

palpitaban a causa de las ataduSe hallaban en lados opuestos altar; el borde del acantilado est

a sus espaldas.Con un siseo, Tenris asió

flecha y se la arrancó de la palma

sudor le bañaba la cara y trazsurcos a través de la ceniza, revelaban la piel chamuscada y r



de debajo. — Ríndete, Torak — farfu

. ¡Todo ha acabado!Más aullidos de lobo. «L

demonios ya no están», decía Lobo — Está lejos — dijo Ten

asiendo el arpón— . Ya no pueayudarte.

— Ya ha ayudado basta

replicó Torak.Tenris soltó un bufido.

— Ahora estás solo, Torak. T

amigos ya no pueden volverdispararme, o se arriesgarían a daa ti.



Torak no contestó. Necesittodas sus fuerzas sólo ppermanecer en pie.

— Ríndete, Torak — insisaquella voz bella y poderosa— . has hecho bien, pero ya es hora

ceder tu poder a alguien que scómo utilizarlo.

Torak miró por encima

hombro. El viento del este cada soplaba más fuerte, disipando niebla. Un haz de luz plateada

vertía sobre el Mar. — Haré que sea rápido — dTenris— . Te lo prometo.



Muy por debajo de él, Tovio el Mar, agitado y relucienSintió en la cara el viento que vedel Bosque; pensó en Lobo y RenFin-Kedinn, y en todos los clanes nunca había conocido siquiera.

dejaba que Tenris le arrebatarapoder, si permitía que el Devorade Almas se convirtiese en espí

errante, entonces ninguno de eestaría a salvo jamás.

— No tienes opc

murmuró el Devorador de Alm. Ya lo sabes.Torak cuadró los hombros y



ojos se hundieron en aquella intemirada gris.

Demasiado tarde, Tenadivinó sus propósitos y abdesorbitadamente los ojos.

— Siempre hay una opc

dijo Torak, y saltó de espaldaacantilado.



33

Cayó y cayó, hasta abrir brecha en el Mar e internarse enbosque dorado de kelp, sumiénd

en la oscuridad.Se hundió más y más, patean



débilmente en el agua con las pofuerzas que le quedaban. No suficiente. Tenía las muñecas atatan fuerte que no podía liberarse;calzas empapadas lo arrastrahacia el fondo. Jamás llegaría a

superficie.Pero ya lo sabía al saltar

acantilado. Sabía que en esta ocas

no habría guardián amistoso; ni Lozambulléndose para salvarlo. Nahora sólo estaban él y el hambrie

Mar. En esta ocasión iba a morir.Levantó la cara para ver la por última vez, y vio, tan arriba



se le antojó imposible, a una figoscurecer el sol. Nadaba hacia nadaba más rápido que una anguila

La esperanza renació en Tor¿Era Lobo? ¿Renn? ¿Bale?

Tenris lo agarró del pelo y

de él hacia arriba.Torak forcejeó y pataleó, p

el Devorador de Almas

demasiado fuerte. Con ambas manTorak aferró el kelp que lo rodeatironeando de Tenris hacia abajo

un remolino de burbujas plateadLucharon furiosamente hasta que pulmones estuvieron a punto



estallarles, hasta que el agua se tde escarlata por la sangre manaba de la herida del Devorade Almas. El hechicero soltó manos de Torak del kelp y volviea subir, abrazados como víboras

su ascenso en espiral hacia la luz.Emergieron juntos del Mar.

— Así que preferirías mata

¿eh? — masculló Tenris— . ¡Qnoble! ¡Pero no voy a darte oportunidad! — Todavía sujetand

Torak del pelo, se dirigió haciaorilla, nadando con un brazo pavanzando a través del agua



movimientos rápidos y seguros.Torak trató de morderle

mano, pero Tenris arremetió conbrazo libre, propinándole un gobrutal en la sien.

Aturdido, Torak se hundió

nuevo. Al salir a la superficie oyóruido ensordecedor y vio una enoraleta negra hendir las aguas ha

ellos.El terror se apoderó de él.Tenris no había visto

Cazador; estaba concentrado llegar a la orilla. Torak disponíaun instante para actuar…



Haciendo acopio de sus últimfuerzas, se retorció para volverslanzarse sobre el Devorador Almas y arrancarle el amulencubridor del cuello.

Tenris profirió un gruñido

sorpresa y abrió la mano agarraba a Torak. Éste pataleó todas sus fuerzas y nadó hasta que

fuera de su alcance.El hechicero se volvió p

apresarlo, y en aquel momento vio

Cazador. Se llevó la mano al cueen busca del amuleto encubridpero encontró tan sólo piel desnu



Lo vio en la mano de Torak yestiró para arrebatárselo. Torakesquivó y arrojó el amuleto lejosél. De inmediato, Tenris soltó alarido de rabia y se zambulló traamuleto, pero se había hundido.

Ahora estaban ambos a merdel Cazador, sin ayuda a la vista.

Torak vio que Aleta Marcada

les echaba encima, pulverizanagua hacia lo alto. Por el rabillo ojo distinguió un bote de piel que

dirigía a toda prisa hacia ellos, pnunca llegaría a tiempo…Y entonces el Mar, el cielo



bote quedaron emborronados porCazador. A través de las aguverdes, Torak vio que la gigantecabeza redondeada iba hacia él.

Sin embargo, en el últimomento el Cazador viró, rodánd

de agua mientras se dirigía haTenris.

Una repentina quietud

apoderó de las facciodesfiguradas del Devorador Almas mientras veía su dest

hender las aguas hacia él.En el último instante volviócabeza y miró a Torak a los ojos.



— ¡Pregúntale a Fin-Kedsobre tu padre! — exclamó— . ¡Hque te cuente la verdad…!

Entonces se perdió en un cde agua plateada.

Torak oyó un alarido terrib

súbitamente interrumpido cuando poderosas mandíbulas arrastraronDevorador de Almas hacia

profundidades.



34

El fuego en el Risco se estextinguiendo y un humo gris elevaba hacia el cielo cuando el b

de piel llegó a la orilla.Bale levantó la embarcac

sobre la cabeza y la llevó al sopo



dejando a Renn y Torak en bajíos. Ninguno habló mien

recorrían pesadamente la playa hael refugio más cercano.Renn enjugó las gotitas de a

del arco y lo colgó de un troncoahumar; luego entró para buscar ade comida.

Torak recogió madera arroj

por la corriente y empezó a prepaun fuego. Tenía frío y temblaba, pal menos el Mar había lavado

marcas de su pecho. De su mente,embargo, las marcas desaparecerían con tanta facilidad



Ansiaba ver a Renn pcontárselo todo: lo que había pasen el Risco, lo de que era un espíerrante. Sin embargo, aún era todemasiado reciente. Así pues, dijo

— Lo siento. De veras creí

estabas enferma. Parecías enfermaRenn dejó un cuenco en el su

y se sentó.

— Bueno — dijo— , yo crque tú estabas muerto. Por lo vlos dos estábamos equivocad

Deslizó el cuenco hacia él— . encontrado un poco de carne ballena. Me temo que no lleva ba



de enebro, pero tiene buen sabor ellas.

Los dos miraron el cuenco, pninguno hizo ademán de comer.

Entonces Torak susurró: — Renn, no existe un remed

Lo que dijo sobre la raíz de seliclo inventó.

Renn se rodeó las rodillas

los brazos y frunció el entrecejo. — ¿Has oído lo que te

dicho? No hay remedio.

De pronto, la expresión de Rse relajó. Miró a Torak, y luegocarne.



— Las bayas de enebro — dirguiéndose.

— ¿Qué? — preguntó Torak. — Cuando estaba en la cue

Bale me dio comida, y Lobo sasobre mí y la volcó. Pensé que

había vuelto loco. Pero estabTorak, me estaba salvando. ¡avisaba de que no me comiera

bayas de enebro! — Se puso en de un salto y echó a caminar delado a otro— . ¡Era así como

hechicero provocaba la enfermedEnviaba a los tokoroth a envenelas bayas de enebro. Luego éstas i



a parar a las tortas de salmón, ygente enfermaba. — Se detuvo—Por eso Lobo me impidió comer comida, porque estaba envenenaY por eso yo no enfermé anaunque comiera tortas de salm

porque había robado las de Saeuque eran del verano pasado…

— Y por eso yo tampoco

puse enfermo — añadió Torak—porque no traje ninguna conmigo.

Intercambiaron miradas.

— Así que si todo el mundodeshace de las bayas de enedijo Renn— y de las tortas



salmón… — Quizá mejorarán… — Quizá no necesitarem

ningún remedio.Esa era la respuesta. To

sentía que era así. Tenía la clase

elegancia que a Tenris le hubigustado.

¡Cómo debía de haberse re

viéndolos luchar por encontrar remedio que no existía! ¡Qué astdebía de haberse sentido! Q

poderoso.Y sin embargo, Torak incapaz de odiarlo. Tenris había s



su pariente. Tenris le agradaba.había deseado agradarle también.

Hundiendo la cabeza entre rodillas, trató de ahuyentar el doPero aquel rostro hermosodestrozado seguía ante él; aqu

voz aún resonaba en sus oíd«Pregúntale a Fin-Kedinn sobrepadre. Haz que te cuente

verdad…»¿Qué verdad? ¿Qué ha

querido decir? En ese momento, B

llegó corriendo. — ¡Venid, rápiexclamó jadeante.



Los guió hacia el extremo surla bahía y, cruzando el arroyo, hael pie de la catarata.

Los tokoroth yacían sobre rocas donde habían caído. Las gode agua les empañaban los rost

sombríos y los miembdestrozados.

Estirando el cuello, Torak m

hacia la ladera de la montaña ypreguntó qué los habría hecho trepor ella. Entonces recordó

aullidos de Lobo. «¡Los demoniosno están!» — ¿Qué son? — preguntó Ba



— Tokoroth — respondió Ren un susurro.

Bale se estremeció. — Pensaba que sólo existían

las historias. Pensaba…La niña tokoroth gimió, y

espasmo convulsionó su cuerpeesquelético.

— Todavía está viva — d

Torak. Sintió una punzada de lástimSe les veía tan pequeños. tendrían más de ocho o nu

veranos. — Son asesinos — dijo Bcon tono sombrío, y avanzó con



cuchillo en la mano.Lobo apareció de detrás de

peñasco, advirtiéndole retrocediera con un gruñido.

Bale se detuvo y musitó: — ¿Qué…?

Torak se agachó sobre urodilla y Lobo trotó hasta resoplando y gruñendo, para toca

la mejilla con el hocico. Torak ma Renn.

— Dice que ha ahuyentado a

demonios. — ¿Adónde? — preguntó R. ¿Adónde han ido?



Torak miró a Lobo a los ounos instantes, y luego negó concabeza.

— No voy a preguntárselo.han ido. Que eso sea suficiente.

Bale lo miraba asombrado.

— ¿Puedes hablar con animal?

— Con Lobo — corrigió To

. Lobo es más que un animal. — De manera que así es un lo

dijo Bale. Llevándose una m

al corazón, se inclinó ante Lobo—Precioso.Los tokoroth volvieron



moverse.Renn corrió a arrodillarse a

lado. Su rostro presentaba ahora expresión grave.

— No les queda mucho — dy se volvió hacia Torak— . ¿Tie

algo de sangre de tierra en tu cuede medicinas?

Torak se lo tendió.

— ¿Qué estás hacienpreguntó Bale con inquietud.

— Marcas de la Mue

informó Renn. — ¡No las merecen! — exclaBale.



Renn se volvió hacia él. — Alguna vez fueron niñ

¡Sus almas aún siguen ahí, muyfondo! Necesitarán ayuda pliberarse…

— Son asesinos — insistió B

sin conmoverse. — Deja que lo h

recomendó Torak— . Ella sabe

estas cosas.Mientras observaban, R

formó una pasta con ocre rojo y ag

y luego trazó las Marcas de Muerte en la frente, el corazón y talones de los dos tokoroth.



Lobo se acercó para sentarssu lado, gimiendo suavementebarriendo la hierba con la coHabía luz en sus ojos dorados. Tose preguntó qué vería.

El rostro de Renn adoptó

expresión distante, y empezómurmurar por lo bajo. Torak sinuna punzada de inquietud. Sup

que estaba llamando a las almaslos niños, llamándolas para abandonaran su profundo escondri

De pronto, el niño tokorapretó los puños. La niña tokordio una sacudida y abrió los oj



Una lágrima rodó por la mejillaRenn.

— Id en paz — musitó—Ahora sois libres. Libres…

El niño tokoroth se estremey luego quedó inmóvil. La n

exhaló un largo y entrecortsuspiro que acabó en… silencio.

Una brisa agitó la onagra. Lo

giró la cabeza, como si siguierapaso de algo veloz.

— Ya se han ido — dijo Ren

Al día siguiente los Foregresaron de la isla de



Cormoranes, y Torak, Renn y Bpasaron mucho tiempo hablando el líder del clan.

Sorprendentemente, Islinn quedó tan abatido por la noticia dmuerte de su hechicero como hab

esperado. De hecho, saber que ahdebía asumir el mando pareimbuirlo de renovado vigor. Pare

más joven y despachó a mensajeros más veloces hacia Bosque para advertir a los cla

contra el veneno, y a otros para trajeran de vuelta a casa a AsriDetlan. Embarcaron los cuerpos



los tokoroth en un bote de piel, pllevarlos a donde no se viera tierrentregárselos a la Madre Mar.

Una vez hecho todo eso, Isordenó que todo el mundo salierasu refugio a excepción de Torak.

— Voy a mandar a Bale contmañana — dijo— . Se aseguraráque regreséis sanos y salvos.

— Gracias, líder — dijo Tocon voz queda.

El líder lo observó.

— Te equivocas al culpartemí también me engañó. Y he vivmuchísimos más veranos que tú.



Torak no contestó. — Lloras su muerte — afir

el anciano.A Torak le sorprendió que

hubiese percatado de eso. — Fue amable conm

repuso— . Quiero decir… andel final. ¿Era todo mentira?

El líder del Clan de la Foca

miró con unos ojos que habpresenciado toda clase de malday locura.

— Dudo de que ni él misconociera la respuesta a pregunta. — Hizo una pausa—



Regresa al Bosque, Torak. Es lugar al que perteneces. Peroalguna vez necesitas un hogar, tieuno aquí.

Torak se llevó los puños corazón para mostrar

agradecimiento, pero no creyó aceptara jamás la oferta de IsliPara él esa isla estaba llena

fantasmas.Partieron a la mañana siguie

Lobo iba en el bote de Torak, y R

en el de Bale. Era un día radiantsoleado, con un viento fresco oeste que aceleraba su viaje. Cuan



se alejaban de la bahía de los FocTorak miró atrás una última vez.humo se alzaba de los refugredondeados y los niños chapoteaen los bajíos. Serbales y abedulamían los pies de las montañ

sobre las que blancas aves maridescribían círculos.

Sabía que no pertenecía a

mundo precario y rocoso que esteternamente a merced del Mar. Pa su manera era rico y hermoso

comprendió al fin por qué Baleamaba tanto.Entonces su mirada vagó m



alto y vio el Risco, y su ánidecayó. No había sido capaz regresar allí. Bale había ascendsolo y había encontrado el cuchde Pa, para devolvérselo sin medpalabra.

Navegaron a buen ritmo, otra compañía que frailecilloságuilas pescadoras. Una vez, en

distancia, Torak creyó ver una algrande y con una muesca que seguía durante un rato. Cuan

parpadeó, había desaparecido.Era ya tarde cuando Loprofirió un grave ladrido y se puso



pie en la proa con las orejas hadelante, meneando la cola. Pdespués, Bale gritó algo que Tono entendió, y Renn sonrió y levael arco.

Entonces Torak se volvió y

el Bosque alzarse por encima de olas.

Cuando llegaron a la orillaera de noche, aunque el enorme ambarino pendía aún justo

encima del Mar.Rápidamente, Torak se campara ponerse su viejo jubón y



calzas de gamuza, e hizo un hatcon la ropa de pellejo de foca. agradable llevar de nuevo la pielsu criatura de clan, así comofardo, el arco y el saco de piel pdormir. Pero mientras ayudaba

Bale a cargar la ropa prestada enbote, se preguntó cuándo volveríver al joven Foca, si es que volví

verlo.Bale había decidido zarpar

inmediato. Permaneció en silen

cuando descendieron a los bajíoTorak supo que estaba pensandola última vez que él y sus ami



estuvieran en esa playa, y en cóhabían tratado al forastero Bosque.

Torak dijo: — Volveremos a vernos, Ba

Algún día te enseñaré el Bosque.

Bale miró hacia los altos pique bordeaban la playa.

— Hace unos días, no lo hab

creído posible. Pero supongo tampoco pensaba que vería a un loen un bote de piel. Así que…

— ¿Por qué no una foca enBosque? — concluyó Torak con usonrisa.



Bale también sonrió. — ¡Por qué no, pariente m

Entonces, tras una inclinaciónla cabeza hacia Renn y Lobo, vola subir al bote y se alejó haciaoeste, con el cabello claro ondean

y el Mar en torno a él volviéndoro bajo el sol.

Aquella noche, Torak y R

construyeron a base de abeduóvenes un auténtico refugio

Bosque en un claro lleno de helec

verdes y flores de adelfillas derosáceo profundo. Prepararon genuina comida del Bosque a base



guiso de hojas de cenizo y raícesamargón asadas, con alguframbuesas tempranas que Toencontró junto a la ciénaga a la atrajera a Detlan y Asrif.

— Y sin una sola baya

enebro a la vista — comentó Rcon un suspiro de satisfacción.

Después se sentaron junto

fuego, aspirando el aroma punzanthumo de pino y escuchando los tria pleno pulmón de los pájaros

Bosque. Por primera vez en vardías, se hallaban en la semipenumbajo árboles susurrantes. Ha



vieron algunas pálidas estrellas enlas ramas.

Lobo salió trotando en unasus cacerías nocturnas, y Renn soun enorme bostezo.

— ¿Te das cuenta — pregu

de que pronto será la Luna deMora Boreal? Me gustan las MoBoreales.

Torak no contestó. No poretrasarlo más. Desde que Balehabía marchado, trataba de reuni

valor suficiente para contarle a Rquién o qué era. — Renn — dijo frunciendo



entrecejo y mirando el fuego— . Halgo que tengo que decirte.

— ¿Qué? — preguntó Redesenrollando el saco para dormir

Torak inspiró profundamente — Cuando estábamos en

Cimas del Águila, el hechicero los Focas me contó algo. Algo somí…

Renn dejó lo que esthaciendo.

— Eres un espíritu erra

susurró.Torak se quedó mirándola. — ¿Desde cuándo lo sabes?



— Desde que te lo dijo. — Tde una puntada suelta en las cal

. Aquella noche, después de qnos peleáramos, estaba preocupade manera que te seguí. Lo oí todo

Torak reflexionó sobre e

Luego preguntó: — ¿Te importa? — ¿Qué quieres decir?

— Pues… lo que soy.Para su sorpresa, Renn esb

una amplia sonrisa.

— Torak, no digas «qué», s«quién». Sigues siendo una personReinó el silencio durante



rato. Por fin Renn dijo: — Cuando lo descubrí,

realidad no me sorprendió. Siemhe sabido que eras diferente.

Torak trató de sonreír, pero lo consiguió.

— No estés triste — dijo R. Después de todo, quizá gracia

eso puedes hablar con Lobo.

— ¿Qué quieres decir? — Bueno, siempre me

intrigado — explicó Re

retomando su ataque a la puntada—No eras más que un bebé cuandopadre te dejó en la guarida de



lobos; demasiado pequeño paprender el habla de las personas,digamos ya la de los lobos. Así pu¿cómo llegaste a hablarla? — Lala cabeza— . Quizá tus almasdeslizaron al interior de uno de

lobos, o algo así. ¿No crees?Torak se mordió el la

inferior.

— No se me había ocurrido.Lobo regresó de su cacería

el hocico teñido de rojo. Se

limpió en los helechos y olisqueófuego; luego se acercó a Torak yolisqueó la barbilla.



— ¿Crees que él lo sapreguntó Renn.

— ¿Quién soy? — dijo Torrascando a Lobo detrás de las ore

. ¿Cómo va a saberlo? Y yo podría ni empezar a expresarlo en

lengua de los lobos.Renn se retorció para mete

en el saco y se acurrucó.

— Pero sigue siendo tu amdijo.

Torak asintió. De alguna form

eso no hacía que se sintiera meaislado.Renn volvió a bostezar.



— Duerme un poco, Torak.Torak se metió en su saco p

dormir y se tendió boca arriEstaba cansado, pero no creía pudiera dormir.

Lobo se dejó caer junto a él

un bufido y no tardó en dar lerespingos en su sueño.

Torak yació con los ojos b

abiertos, mirando el fuego.Mucho más tarde, R

preguntó:

— Torak, ¿estás despierto? — Sí — respondió él. — Al final, cuando estabais



dos en el agua, el hechicero de Focas gritó algo. ¿Qué fue?

Torak había confiado en quese lo preguntara.

— No puedo decírtrespondió— . Al menos toda

no. Primero tengo que hablar Fin-Kedinn.



35

— Dime la verdad — rTorak a Fin-Kedinn siete ddespués.

Renn y él habían tardado cuadías en llegar al campamento de



Cuervos, a través de un Bosque enque la enfermedad remitía pocopoco y el olor a bayas de eneardiendo pendía pesadamente enaire. Los mensajeros de Islinn habcumplido con su comet

rápidamente. Éste fue más fgracias a que Fin-Kedinn haconvencido a los clanes del Bos

de que permanecieran juntos yayudaran unos a otros a sobrellela enfermedad. Muchos de

afectados se estaban recobranahora. Pero los Cuervos habperdido a cinco de los suyos.



Sólo dos días después de queunieran de nuevo al clan, Torak loestar a solas con Fin-Kedinn. El líde los Cuervos estaba ocupatendiendo a su clan y asegurándde que incluso la última partida

caza en el Bosque hubiese sadvertida del peligro que entrañalas bayas de enebro.

Pero el séptimo día las coempezaron a volver a la normalidAlgunos Cuervos estaban cazan

mientras que otros permanecían jual río y atravesaban truchas con lanzas. Renn se sentó con Sae



para explicarle cómo había liberlas almas ocultas de los tokoroLobo, al que no le gustaban mulos perros, desapareció en Bosque.

Torak encontró al líder de

Cuervos preparando corteza de en las riberas de un río que ibparar al Río Ancho.

Hacía calor, pero los árboles proporcionaban una refrescasombra verde. La dulzura de

flores tardías de verano impregnel aire, y las ramas rezumaabejas.



— Así que quieres la verddijo Fin-Kedinn, probando

borde del hacha en el pulgar—¿Sobre qué?

— Sobre todo — exigió Torevidenciando la frustración que ha

alimentado durante días— . ¿Por no me lo contaste?

De un solo golpe, Fin-Ked

cortó una ventosa de la base detilo y empezó a pelar la corteza.

— ¿Qué debería habe

contado? — quiso saber. — ¡Que soy un espíritu erra¡Que el hechicero de los Focas er



hermano de mi padre! ¡Que enfermedad era culpa mía!

Fin-Kedinn se puso tenso. — Eso nunca lo digas. — Envió la enfermedad deb

a mí — dijo Torak— . Por mi cu

mató a Oslak y los demás. ¡Es cumía!

— ¡No! — Los ojos azu

brillaron intensamente— . ¡Tú hiciste nada malo! No pueculparte por las maldades que h

ese hombre. Él fue el responsabTorak. No lo olvides.Por un instante permanecie



cara a cara y el aire restalló enellos. Entonces el líder de Cuervos arrojó la corteza en montón a sus pies.

— Y te equivocas. Yo no sabque eras un espíritu errante, no ha

que Renn me lo contó anocNinguno de nosotros lo sabía.

Torak frunció el entrecejo.

— Pero… creía que Pa sehabría dicho a Saeunn. Cuando pequeño, en la reunión de los cla

unto al Mar.Fin-Kedinn negó con la cabez — Le contó que te había dej



en una guarida de lobos cuando euna criatura; y que algún día qufueras el que vencería a Devoradores de Almas. No dijo qué.

— ¿Por qué iba a ocultarle

a Saeunn? — ¿Quién sabe? Llevaba mu

tiempo siendo un hombre persegui

Se habría vuelto cauteloso.«Cauteloso también con

propio hijo», pensó Torak. Eso

lo peor, por eso a veces estenfadado con Pa. Por no habdicho…



— Hizo lo que consideró meopinó Fin-Kedinn— . No que

que el destino ensombreciera infancia.

Torak se dejó caer sentado enribera y empezó a arrancar hierba

— Tú los conociste a los d¿verdad? A mi padre y a su herma

Fin-Kedinn no contestó—

Háblame de ellos, por favor.El líder de los Cuervos se m

la barba y exhaló un suspiro.

— Los conocí hace veintioveranos — dijo— . Yo tenía oncepadre nueve. Era del Clan del Lo



como su padre. Su hermano, tenía mi edad, era del Clan deFoca, como su madre. Pasamos cilunas juntos, adoptados por el Cdel Lobo.

— ¿Por el Clan del Lob

preguntó Torak, sorprendido—Pero yo nunca los he visto siquiasí que…

— No siempre fueron esquivos como ahora. Los tiemcambian. La gente se vue

desconfiada. — Con un pedflexible de ramita, ató el montóncorteza formando un hatillo— . L



tres nos hicimos amigos — contin. Yo vivía para la caza; pero p

los otros lo primero siempre fuehechicería. Tu padre estaba ansipor aprender los entresijos de árboles, los cazadores, las presas

hermano… — Le dio un tirón brual nudo— . Su hermano sólo qucontrolar. Dominar.

Echándose el bulto al hombFin-Kedinn se dirigió al arroyo ydejó para que se empapara bajo u

piedra. — Diez inviernos llegaron yfueron, y seguimos siendo bue



amigos. El invierno siguiente camtodo. — El agua se arremolinótorno a sus pantorrillas cuandoinclinó para recoger otro hatillo llevaba días empapándose— . Apadre lo nombraron hechicero de

Lobos — dijo, arrojando el hatillla ribera— . A su hermano, aunqera el mayor y algunos decían

tenía más dotes, no lo nombrahechicero de los Focas. — Negó la cabeza— . Fue un golpe amar

Ninguno de nosotros supo camargo hasta que fue demasitarde. Abandonó su clan y v



solitario. — ¿Adónde fue? — pregu

Torak.La tristeza ensombreció

rostro de Fin-Kedinn. — No lo sé. Jamás volv

verlo. Pero seis veranos despusupe por tu padre que su hermhabía reaparecido.

Se había unido a un grupohechiceros llamado los Sanadores

— Pero él no era un hechic

dijo Torak.La boca de Fin-Kedinn se cuhacia abajo.



— Era persuasivo. Tú más nadie deberías saberlo. — Trepande nuevo a la ribera, se arrodunto al hatillo— . Ya te conté u

vez cómo los Sanadores convirtieron en Devoradores

Almas. Cómo trajeron el terrorBosque. — Hizo una pausa—Entonces llegó el gran fuego que

derrotó. Algunos sufrieron heriterribles. Todos se dispersaron,ocultarse.

— Estaba quemado — murmTorak— . En el rostro y todo costado.



— Lo que ninguno de nosotsupo — prosiguió Fin-Kedinn— que había encontrado el caminovuelta a su clan. Todo lo qsupimos fue que los Focas habían… separado. Interrumpie

sus tratos con el Bosqcomerciaban sólo con los clanes Mar. Y tenían un nuevo hechicero.

Torak arrojó la hierba al arroy vio cómo la corriente succionaba. Pensó en Ten

arrastrado a las profundidades. Di — Iba por mí porque soyespíritu errante. Porque deseaba



poder. — Se quedó mirando el ay agregó— : Los demás Devoradode Almas también lo querrán.

Fin-Kedinn titubeó. — Es posible que aún no se

nada de ti. Quizá el hechicero de

Focas actuaba solo. — Y quizá no — repuso To

. Quizá tuviera ayuda.

De pronto el Bosque parecerrarse en torno a él. El zumbarlas abejas se volvió extrañame

amenazador. En su mente, Torak otra vez los ojos amarillos de Tenel hechicero de los Focas. Pensó



los demás Devoradores do Almasaquellos seres sin rostro cunombres desconocía, pero estaban ahí fuera, en alguna paEsperando.

— Descubrirán lo que

capaz de hacer. Vendrán por mí.El líder de los Cuervos asinti

— Podrías volverlos m

poderosos de lo que nunca soñarO podrías destruirlos para siempr

Torak lo miró a los ojos.

— ¿Por eso nunca te ofrecistadoptarme? ¿Porque soy peligrosoAlgo parpadeó en la mir



azul. — Debo velar por la seguri

del clan, Torak. Podrías ayudarnoderrotarlos. O podrías ser nueruina.

— ¡Pero yo nunca les ha

daño a los Cuervos! — proteTorak, poniéndose en pie.

— ¡Eso no lo sabes! — repl

Fin-Kedinn, furioso— . No sabesqué te convertirás. ¡Ninguno nosotros lo sabe!

— Pero… — El mal anida en tonosotros, Torak. Algunos luch



contra él. Otros lo alimentan. Asísido siempre.

Torak soltó un grito y se alejóFin-Kedinn no hizo inte

alguno de consolarlo. En lugar ello abrió el hatillo con el cuchi

eligió una tira de corteza y empezrascar la albura.

Torak se sentía aturdido

asustado. Se sentía como si hallara al borde de un acantiladopunto de saltar a lo desconocido.

Reuniendo valor, hizo pregunta que había estdevorándolo desde que Ten



encontrara su fin. — El invierno pasado, cuan

me contaste lo de los Devoradode Almas, dijiste que había sipero sólo describiste a cin¿verdad?

Las manos del líder de Cuervos quedaron inmóviles.

— El hechicero de los Fo

era el sexto — dijo Torak—Necesito saber quién era el sépti

Apretó los puños— . Mi pa

tenía una cicatriz en el pecho. AqSe tocó el esternón— . Eso mepuso difícil cuando… cuando le tr



las Marcas de la Muerte. — Tratótragar saliva— . El hechicero de Focas dijo algo que me hizo penque… el séptimo Devorador Almas…

Fin-Kedinn se frotó la cara

una mano. Luego dejó la cortezatilo en la hierba.

— Mi padre — concluyó Tor

apenado— . Era mi padre.Una ráfaga de viento agitó

hojas, llenando el aire de un dul

pasajero. Los árboles trataban suavizar el golpe. — No — musitó Tor



hincándose de rodillas— . No…Leyó la respuesta en los o

del líder de los Cuervos.Al cabo de un rato, Fin-Ked

se acercó para sentarse junto a él. — ¿Te acuerdas de cuando

conté que al principio no eran malTu padre lo creía. Por eso se uniellos. Para curar a los enfermos, p

expulsar a los demonios. — mirada se tornó distante y llenadolor— . Tu madre nunca lo cre

Lo sabía. Pero para cuando él vioverdad, era demasiado tarExtendió las manos— . Trató



abandonar. No se lo permitieron. — ¿Por eso lo matar

inquirió Torak.Lentamente, el líder de

Cuervos hizo un gesto asentimiento.

Torak estaba sentado con cabeza entre las rodilestremecido por ásperos

desgarradores sollozos. Fin-Kedpermanecía sentado junto a él, tocarlo ni hablarle, pero calmánd

con su mera presencia.Por fin el líder de los Cuerse levantó.



— Ahora voy a volver campamento. Tú quédate aquí. Pel resto de este hatillo. Lavaalbura en el arroyo. Cuélgala a sec

Torak asintió, demasiaturdido para hablar.

— Mañana — dijo Fin-Kedte enseñaré cómo hacer cuerda

Torak había corrido haquedar exhausto, pero pensamientos no se apaciguaban.

había sido un Devorador de Almsu propio Padre…Sentía una presión en el pe



que apenas lo dejaba respirar. Utormenta de rabia, dolor y miedo.detuvo junto a un arroyo bullicique transcurría entre granpeñascos cubiertos de musgo. Uardilla subió disparada por

sicómoro. Una nutria se parócomerse una trucha y huyó rahacia los helechos.

Torak se arrodilló para bebesu alma del nombre le contemdesde el agua. Torak, del Clan

Lobo. Torak el espíritu errante.Con un grito, agarró un puñde onagra y la hizo pedazos. No



uno más de los Cuervos. No se senparte de ningún lugar…

Al cabo de un rato, la nuvolvió en busca de su trucha a mecomer y se instaló para acabársEn el sicómoro, la ardilla empez

mordisquear la corteza para llegala dulce y pegajosa sangre de árbo

Torak se sentó con la espa

apoyada contra el tronco, observanaquellas criaturas, y parte de agitación interior se calmó. A el

no les preocupaba que su pahubiese sido un Devorador Almas. No les importaba que él fu



un espíritu errante. Siempre y cuanlas dejara en paz, estaban encantade que se quedara allí.

Apoyó la palma contra la áspcorteza del árbol y sintió su pofluir a través de él. El poder

Bosque.En lo más hondo sintió

oleada de resolución. Ése era el s

al que pertenecía: al Bosque. Bosque le había dado fuerzas psuperar todas las cosas malas que

habían pasado. Fuerzas para derroal oso. Fuerzas para sobreviviTenris y a la Madre Mar. Fuer



para afrontar su destino. Y quizáespíritu de Pa, estuviera doestuviese, sabía que era así y sentía orgulloso.

Encima de su cabeza sicómoro se agitó en la br

extendía sus ramas y lo proteTorak levantó la vista y mfijamente las resplandecientes ho

verdes. Con la ayuda del Bosqueenfrentaría a su destino. Haría lo estuviese en su poder para vence

los Devoradores de Almas. — Así lo haré — dijo en alta— . Así lo haré.



Lobo encontró a su hermanocarnada sentado junto a la PequAgua, desgarrando brillantes pétagrises con las patas.

Lobo chapoteó en el agua p

refrescarse las almohadillas, y luse comió unas flores para mostrarcompañerismo. Meneó la cola. A

Sin Cola no le devolvió la sonrLobo olió su tristeza y se sinperplejo.

Lobo se sentía muy feliz. confusión había desaparecido. Sapara qué servía. Cuando era



lobezno, había ayudado a Alto Cola a luchar contra el demonio oMás tarde, en la isla de los pájarpez, había perseguido a los demonpara que salieran de los sin colmedio crecer. Para eso servía: p

ayudar a Alto Sin Cola a luccontra los demonios.

Significaba no volver nunca a

manada de la Montaña, pero a Lono le importaba demasiado, porestaría con su hermano de carna

Ojalá Alto Sin Cola no estuviera triste.Para hacerlo sentirse mej



Lobo se apoyó contra él y frotóolor contra el pellejo de su hermde carnada.

Alto Sin Cola se volvió haciy preguntó: «¿Sabes qué soy?» Lse sorprendió. «Mi hermano

camada.» «Pero ¿sabes qué criatsoy? ¿Qué puedo hacer?» «Sí, lo srespondió Lobo, un poco impacien

Siempre lo había sabido.Para su sorpresa, Alto Sin C

lo miró fijamente, lo cual no era m

educado por su parte. Entonempezó a sonreír. «¿Lo sabesdijo.



Lobo meneó la cola.Decidió que ya estaba bien

charla y se inclinó sobre las padelanteras, ladrando y pidiéndolAlto Sin Cola que jugara con Como su hermano de camada sig

sin moverse, Lobo le saltó encimaAlto Sin Cola soltó un aull

de sorpresa y cayó hacia atrás so

la ribera. Lobo le mordisqueó flancos. Su hermano de camadaagarró el hocico a Lobo y le dio

mordisco juguetón en la oreja. No tardaron en rodar sobrehierba, mientras Alto Sin C



profería aquellos extraños gañisin aliento que eran la forma tenía de reírse.



Nota de la autora

El mundo de Torak es el munde hace seis mil años, un tiemposterior a la Edad de Hieloanterior a la agricultura, cuandoBosque cubría todo el noroeste Europa.

La gente de la época de Totendría el mismo aspecto que túque yo, pero su modo de vida

muy distinto. No habían descubiela escritura, los metales o la ruepero no los necesitaban. E



magníficos supervivientes. Lo sabtodo sobre animales, árboles, plany piedras del Bosque. Cuanquerían algo, sabían dóencontrarlo o cómo fabricarlo.

Vivían en pequeños clanes

muchos de ellos se trasladaconstantemente: unos permanecíanun campamento sólo unos días, co

Torak del Clan del Lobo; otrosquedaban durante una luna enteruna estación, como los clanes

Cuervo o del Jabalí; mientras algunos permanecían todo el añoel mismo sitio, como el Clan de



Foca. Y por si te lo preguntas, Cuervos y los Jabalíes se movido un poco desde los sucesos

ermano Lobo, como verás enmapa ligeramente corregido.

Cuando investigaba paraClan de la Foca, pasé un tiempolas islas Lofoten, al noroeste Noruega, y también en Groenland

Estudié los modos de vtradicionales de los pueblos saminuit, y aprendí cosas sobre

formas de construir botes, cafocas y hacer prendas de ropa.L i i ió l Ri

(cronicas de la prehistoria 02) el clan - michelle paver

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