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CRITICA DE LIBROS ALAIN MINC L'aprés-crise est commencé (París, Gallimard, 1982) 1. Título un tanto desorientador: en 1982, la crisis económica no esta- ba concluida. (Y tampoco lo está to- davía en Europa occidental, con la excepción de Suiza y Suecia, ni lo está en los países en vías de desarro- llo, ni en muchos del llamado Tercer Mundo.) Lo que Alain Minc signifi- caba con su título no era la termina- ción de la crisis, sino otra cosa, la cual puede resumirse simplificadamen- te en la idea que dice que, en el seno mismo de las sociedades afectadas por la recesión económica, el desem- pleo y las mutaciones industriales, se está forjando un nuevo modelo de so- ciedad civil. La postcrisis está nacien- do del seno mismo de la crisis. Lo que me parece bastante obvio, dadas la naturaleza y la duración de la cri- sis actual, sustantivamente diferente de un episodio cíclico recesivo. Por ello, por su obviedad, he de empezar precisando que no es a causa de esa idea, y del título que la codifica, por lo que traigo a comentario este tra- bajo del joven economista francés. Desde 1967-1968 empezó a fabricar- se entre los ensayistas sociales (pre- dominantemente anglosajones) la se- rie de las etiquetas sociológicas «post- industriales», cada autor poniendo el predicado más imaginativo y personal al abstracto general «sociedad», y esa serie, que debe llevar ya unos quince términos o algo así (con la multipli- cación de las sociedades: postburgue- sa, postindustrial, postlaboral, etc.), por lo que parece, es una serie que no ha hallado todavía su límite. La société polymorphe es el hallazgo de Minc, al que dedica el capítulo 14 de su texto. Podía ser polymorphe como cualquier otra cosa. Con este enrique-

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Page 1: CRITICA DE LIBROSCRITICA DE LIBROS cimiento del mercado sociológico no se contribuye ni con un gramo de ciencia a la solución de la crisis de ciencias (o soi-disant ciencias) como

CRITICA DE LIBROS

ALAIN MINC

L'aprés-crise est commencé(París, Gallimard, 1982)

1. Título un tanto desorientador:en 1982, la crisis económica no esta-ba concluida. (Y tampoco lo está to-davía en Europa occidental, con laexcepción de Suiza y Suecia, ni loestá en los países en vías de desarro-llo, ni en muchos del llamado TercerMundo.) Lo que Alain Minc signifi-caba con su título no era la termina-ción de la crisis, sino otra cosa, lacual puede resumirse simplificadamen-te en la idea que dice que, en el senomismo de las sociedades afectadaspor la recesión económica, el desem-pleo y las mutaciones industriales, seestá forjando un nuevo modelo de so-ciedad civil. La postcrisis está nacien-do del seno mismo de la crisis. Loque me parece bastante obvio, dadasla naturaleza y la duración de la cri-sis actual, sustantivamente diferentede un episodio cíclico recesivo. Por

ello, por su obviedad, he de empezarprecisando que no es a causa de esaidea, y del título que la codifica, porlo que traigo a comentario este tra-bajo del joven economista francés.Desde 1967-1968 empezó a fabricar-se entre los ensayistas sociales (pre-dominantemente anglosajones) la se-rie de las etiquetas sociológicas «post-industriales», cada autor poniendo elpredicado más imaginativo y personalal abstracto general «sociedad», y esaserie, que debe llevar ya unos quincetérminos o algo así (con la multipli-cación de las sociedades: postburgue-sa, postindustrial, postlaboral, etc.),por lo que parece, es una serie queno ha hallado todavía su límite. Lasociété polymorphe es el hallazgo deMinc, al que dedica el capítulo 14 desu texto. Podía ser polymorphe comocualquier otra cosa. Con este enrique-

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cimiento del mercado sociológico nose contribuye ni con un gramo deciencia a la solución de la crisis deciencias (o soi-disant ciencias) comola economía y la sociología. Es, pues,por otras razones que las del descu-brimiento de la sociedad «polimorfa»por lo que esta obra merece una cier-ta atención.

2. En primer lugar, es un textolleno de observaciones teóricas y em-píricas, en una redacción muy densay que requiere, para no perder aspec-tos esenciales del pensamiento del au-tor, una lectura lenta. En este aspec-to, la obra constituye un excelente ca-tálogo de unos cuantos problemas eco-nómicos mayores que nos van a acom-pañar todavía con alguna duración.Ciertamente, se está construyendo, enlos países que tienen sociedades civi-les dinámicas y Estados técnicamentecompetentes, el mundo de la post-crisis; pero en las circunstancias ac-tuales, y en ausencia de esas grandesaceleradoras de la historia que son lasguerras, tales procesos requieren sutiempo y admiten más de una trayec-toria. Las relaciones entre Estado ysociedad civil, entre el sistema pro-ductivo y el Estado, y entre el siste-ma productivo y la sociedad misma,si no tienen un número ilimitado degrados de libertad, tampoco constitu-yen un sistema coherente de corres-pondencias funcionales. Cada forma-ción social vive sobre sus contradic-ciones, y desarrolla su historicidadno solamente gracias a los recursosque acumula, sino también por susconflictos entre diferentes niveles (yentre diferentes términos) de la orga-nización social (organización que se

particulariza en las dimensiones eco-nómica, política, cultural, etc.). Estosreordenamientos, cuando no son im-puestos de modo violento, pueden*desbordar el trabajo de más de unageneración, e implicar trayectorias al-ternativas de avance y regresión (loque es manifestación de su carácterconflictivo). Un texto que trata delas relaciones entre Estado y socie-dad civil, y de las relaciones entre elsistema productivo y cada uno de losconceptos anteriores (i.e., de los con-ceptos y de sus referentes empíricos),necesariamente se inscribe en una pro-blemática de longue durée. Y me pa-rece altamente lógico que un econo-mista como Mine apele ya en el ca-pítulo primero (L'Histoire a la res-cousse de Véconomie) a un historia-dor como nuestro viejo maestro Brau-del.

3. En segundo lugar, el trabajode Mine es un trabajo crítico. Y estoen doble banda: autocrítico de las mi-nusvalías científicas (por ejemplo, delos modelos de la economía conven-cional, de las carencias heurísticas dela teoría general de sistemas, etc.) ysocialmente crítico de los comporta-mientos de grupos sociales que no so-lamente han llevado a la crisis del lla-mado Estado-providencia, sino queamenazan, asimismo, en el ámbito eu-ropeo occidental, la eventual positivi-dad de una salida creativa a la crisis,en la extensión de este término querecubre bastantes más cosas que laincapacidad del Estado-providenciapara financiar sus propias mutacionesy autoimponerse una racionalidad eco-nómica. La autocrítica científica in-cluye una desmitificación del espejis-

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mo de la revolución informática (ca-pítulo cuarto: Une révolution sansmiracle), imagen construida por lospropios técnicos en informática y pro-yectada luminosamente sobre un hori-zonte histórico aproblemático, a lacual en algo contribuyó el propioMine con un famoso informe colecti-vo, hace ya años. Y la crítica del com-portamiento de los grupos socialesque son cruciales, es (como debe ser)la de un autor que va ganando en so-brio escepticismo sobre la racionali-dad de la sociedad en general, y sabeque este concepto recubre mucho másun escenario de^ múltiples conflictosque un sistema social o «sistema desistemas», como varias veces se hadefinido a la sociedad desde el pri-mer tercio del siglo. Precisamente milectura de Mine ha sido casi simultá-nea con la de un libro de GunnarMyrdal hoy prácticamente olvidado(Beyond the Welfare State, 1960),texto portador, a la vez, de notablesanticipaciones que se han cumplidorigurosamente y de grandes ilusionesque han sido desmentidas histórica-mente. Myrdal señalaba que el Esta-do-providencia era (es) intrínsecamen-te inflacionista, buroicratizante, vulne-rable a los grupos corporativos depresión, indiferente a intereses de losconsumidores en general, nacionalista,síntesis de situaciones de privilegioque no quedaban suficientementecontrarrestadas por políticas redistri-bucionistas. El economista sueco es-peraba que, con la generalización dela educación y de la ciencia, las socie-dades se pensarían a sí mismas comoun todo, se impondrían una raciona-lidad económica y social, el Estado

podría transferir a la sociedad civilbastantes de las actividades de pro-tección social (las cuales serían toma-das a cargo de, y ejercidas por, lospropios ciudadanos), y esperaba queal mismo tiempo la prosperidad delos países industrializados del Atlán-tico Norte podría extenderse, no porel juego de los mecanismos espontá-neos del mercado, sino por la planifi-cación internacional, al resto del mun-do todavía entonces no industrializa-do, contribuyendo a acortar las dis-tancias entre naciones privilegiadas ynaciones proletarias. Si la crítica deMyrdal era en gran parte correcta yanticipativa (los grupos corporativosde «productores», o autodefinidos co-mo tales, fueron los que se apropia-ron de los mayores beneficios delWelfare State), y si continúa siendoun buen criterio el que dice que elEstado-providencia debe transformar-se democráticamente, debe transferirparte de sus acciones a la sociedadcivil y debe disminuir el intervencio-nismo (sin que por ello disminuya laplanificación, codificación de una ra-cionalidad), por otra parte, vemos queno han sido la extensión de la educa-ción y de la ciencia las fuentes decreación espontánea y general de unaorganización social más racional, nial nivel nacional ni al internacional.Con la llegada de la crisis económi-ca, los grupos de intereses, y los co-lectivos corporativos, han defendidosus privilegios, se ha creado una «so-lidaridad por proximidad» (según laexpresión de Alain Mine en la pági-na 170 de su texto), se ha agravadola segmentación de la sociedad; cadagrupo, organización o institución ha

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radicalizado sus argumentos y su ra-cionalidad particular, y las distanciasentre clases sociales, en el plano in-terior, y entre naciones, en el exte-rior, se han hecho mayores en vez deacortarse. Como bien dice Mine (pá-gina 58), el crecimiento económicoevitaba las comparaciones sociales yla desproporcionalidad de las venta-jas; ahora, «el Estado-providencia nopodrá ser lo que ha sido». «La eco-nomía de escasez conduce a redistri-buir en vez de distribuir, lo que haceinevitable establecer el mapa de losflujos reales» (p. 216).

Consecuente con este realismo,Mine no propone como asunción y su-peración del Estado-providencia quesean directamente los ciudadanos losherederos y sujetos de sus funciones(o de la parte de ellas de las que de-viene necesario desprenderle), sinoque sea el mercado el que introduzcasu propia racionalidad, como mal me-nor. Cabría decir que así como Myr-dal idealizó la educación y la genera-lización de una racionalidad demo-crática, Mine idealiza las posibilida-des latentes en una gestión de merca-do. Aunque Mine precise que se tratade «el mercado como regulador so-cial» (i.e., no económico) y, además,de «mercado sin privatización» (pá-gina 219), este aspecto queda rodea-do de interrogantes. Solamente conun producto social excedente de granmagnitud podría la «sociedad poli-morfa» distanciarse del sistema pro-ductivo (p. 170) y emerger con unaidentidad de tal naturaleza que nose opongan los términos sociedad ci-vil y Estado y, al mismo tiempo, quela sociedad civil no se confunda con

las actividades productivas de bienesy servicios.

4. Como ocurre con otros mu-chos libros en el dominio de las cien-cias sociales, la crítica está mejor ar-gumentada y es más convincente quela alternativa diseñada de modo vo-luntarista e ideológico. Sin duda, esllegado el momento de someter a re-visión las identificaciones de necesi-dades sociales con servicio público,colectivo, no mercantil. No aparecehoy ya como social ni económicamen-te justificado que para cada necesidadsocial deba existir (y funcionar) unservicio público en régimen de mo-nopolio. Es más: la experiencia mues-tra que hay una cierta contradicciónentre el servicio público «de venta-nilla abierta» y la redistribución indi-vidual del producto (cfr. pp. 50-52).Ese tipo de servicio público ha bene-ficiado a quienes disponen de atribu-tos suficientes (culturales, relacionessociales, etc.) para explotarlo, y nohan sido los más desprivilegiados ynecesitados los receptores de sus pres-taciones. En principio, la idea detransferir al mercado una parte de losservicios del Estado-providencia pue-de ser compatible con una mayorequidad social. No está claro, empero,por dónde debe trazarse la fronteraentre lo público (servicio en régimende monopolio) y lo privado, y es po-sible que esa frontera haya de ser ma-nejada coyunturalmente; es decir, de-jando al Estado un margen de recu-peración social. La cuestión es si elsistema debe ser roto definitivamenteo si debe ser justo racionalizado, enuna doble dimensión, la de su costocreciente y la de la desproporcionali-

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dad de sus beneficios en relación ala estructura del ingreso y del statussocial.

Las carencias del Estado y la ur-gencia de que sus acciones se concen-tren en los ámbitos y los problemasdonde no tiene sustituto posible co-mo regulador económico y social, obli-gan a que el Estado lleve adelante unaverdadera política industrial. Las de-terminaciones de los mercados mun-diales pueden ser modificadas si elEstado sirve de protector y, al par,de estimulador del sistema producti-vo nacional. La industrialización y lamodernización no pueden transcurrir,en estos países europeos que son víc-timas de decisiones que están fuerade su alcance e influencia, dejándolasal arbitrio del mercado. Todas las pá-ginas (en particular 32 a 44) que des-mitifican las imágenes de autorregula-ción, que recuerdan que las cosas nofuncionan como dicen los manualesde economía, que la propia cienciaeconómica funciona sobre modelos deextrema pobreza teórica (pp. 16 y ss.),que la economía llamada «de la ofer-ta» se reduce o bien a un silogismosin trascendencia efectiva o bien esesencialmente ideológica (p. 112),que no es verdad que los beneficiosprivados de hoy sean los empleos depasado mañana (p. 114) porque nohay una relación directa, de vasos co-municantes, entre beneficio e inver-sión, y, en fin, la crítica de la nociónque dice que sólo se va a conseguirla recuperación del empleo por la víade la competítividad (la cual es unacondición necesaria, pero no suficien-te: p. 109), resultan de un valor mu-cho más sólido que la prospectiva so-

cial. No son únicamente estimulantespara repensar los problemas de sali-da de la crisis; son también útilespara liberarnos de la fácil adhesión arecetas recibidas.

Mine conoce bien el funcionamien-to de la economía-mundo, y la des-cripción de las determinaciones exte-riores (capítulo segundo: La contrain-te majeure) es de una impactante con-cisión, en particular en cuanto hacereferencia a la libertad de que dispo-nen los actores económicos y políticosnorteamericanos y la restricción de laacción que sufren los europeos (temamás desarrollado en el capítulo quin-to: UEurope a la derive de V icono-mie-monde). Los europeos que sonsujetos políticos de decisiones traba-jan sobre magnitudes marginales y es-tán permanentemente bajo las limita-ciones monetarias (contrainte moné-taire, la cual es mucho más laxa, ocuasi inexistente, en los Estados Uni-dos). Un mercado común no es ver-daderamente un territorio económicode gestión común en el sentido perti-nente para las empresas, esto es, unespacio en el cual éstas distribuyensus capacidades de producción, enfunción de sus cálculos de optimiza-ción, y en el que los recursos finan-cieros circulan sin obstrucciones po-líticas o administrativas. No bastaque el mercado para los productos seaúnico; es necesario que los medios deproducción no sean prisioneros de lossistemas jurídicos y legales del paísen que están instalados. La carreramundial de productividad requiere te-rritorios económicos lo más homogé-neos posible, en los que puedan de-sarrollarse las «masas críticas» de in-

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vestigación y de inversiones (p. 90).Es más fácil para un constructor fran-cés de material telefónico vender suscentrales en Brasil que en Italia. Lossistemas de ayuda pública a la indus-tria divergen no solamente de un paíseuropeo a otro, sino incluso entre re-giones de un mismo país. En fin, noexiste, a nivel europeo, el complejoEstado-Industria (que tienen los ame-ricanos) y que es esencial para existirentre los actores de la economía-mun-do (p. 91).

Mine conoce, asimismo, bien la es-tructura de la economía americana.Allí no puede decirse que las políti-cas económicas fallen a causa de lainercia (la reproducción, socialmenteintocable, de magnitudes económicasexistentes). El poder estatal puedeejercer un efecto de balancín, en tan-to que en Europa se ha visto que noes posible una acción contracíclicaaislada (p. 107). Con el levantamiento(en curso) de restricciones en la le-gislación bancaria, y con la concentra-ción bancaria en perspectiva (hay enlos Estados Unidos más de 13.000bancos locales), se abren otras laten-cias de beneficio para el sector tercia-rio (acentuando, factor que Mine nocita, la atracción de capitales flotantesde todo el resto del mundo, la crea-ción de centros nuevos de mercadosde capitales anónimos y sin gravamenfiscal para los tenedores no america-nos; basta oír los gritos que en losdías en que redacto esta nota se oyenen Zürich o Frankfurt, amenazadoscomo plazas financieras mundiales porla extensión del mercado de NuevaYork).

Obviamente, las conclusiones de

Mine respecto a Europa occidentalson más bien pesimistas. El MercadoComún se ha construido sobre el másmínimo denominador común, sobrelas pautas de un debate teórico (pro-teccionismo/libre cambio) típicamen-te siglo xix. La desindustrializaciónha venido a producirse simultánea-mente con el incremento de las rigi-deces sociales, etc. Mine no desarrollasoluciones a la contradicción entreEstado nacional y la necesidad del es-pacio económico unitario de gestióneuropea. Si, por un lado, se apreciaclaramente el valor de su redefiniciónde la acción del Estado como protec-tor industrial frente a la economía-mundo (capítulo doce: UEtat, bou-clier industriel), hay que decir que,al mismo tiempo, queda planteado elproblema de la coordinación y unifica-ción de políticas nacionales europeas,el cual no es resoluble por la víaasamblearia (las decisiones las de-ben tomar gentes con poder suficiente,y someterlas a posteriori a un ciertoconsensus, explicación y adopción).

5. Para terminar, quiero volversobre un aspecto que me toca másde cerca en mi especialización profe-sional, la crítica científica. Dice Mine(p. 37) que en la crisis actual apare-cen fenómenos irreductibles al planconceptual. En las páginas 18 a 21desarrolla una crítica llena de lucidezdel empirismo económico. Pero a con-tinuación postula complementar lateoría económica, una vez constata-das sus actuales carencias, por apor-taciones de la sociología, la etnogra-fía, el psicoanálisis (ski), la psicolo-gía, etc. (p. 21). Creo que hay aquíuna confusión. El propio Mine dice,

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en la página 81, que «la adición deverdades parciales no forma un siste-ma explicativo». Esas apelaciones aconocimientos que son todavía menosrigurosos que el económico y másproclives a la disertación incontrola-da, sin rigor científico, no me parecesusceptible de resolver los problemaspresentes de la ciencia económica.Recuerdo que hace ya algo más detreinta años el biógrafo de Keynes, yél mismo economista, Roy Harrod,escribió cosas que siguen vigentes so-bre la poca ayuda que la economíaestaba recibiendo de la sociología. Lacuestión está en construir los concep-tos heurísticamente pertinentes; fren-te al empirismo se revela cada vez conmás fuerza la necesidad de una re-construcción teórica, un trabajo de

conceptualización. Mine parece con-fundir ciencia con predicción inme-diata. En la página 22 se plantea laperplejidad de una situación tan in-aprehensible que «mañana es una in-cógnita, el mes un plazo lejano, y eltrimestre un horizonte indepasable».No hay ningún concepto que resuel-va la impredictibilidad de ciertos com-portamientos (económicos, políticos,culturales). Pero sí pueden construir-se conceptos que sean portadores deuna organización teórica heurística-mente más poderosa que las nocionesempíricas, susceptibles de manipula-ción en computadoras, indicadores co-yunturales por cuya acumulación sepretende que la «caja negra» conclu-ya por revelar sus áreas oscuras.

E. PlNILLA DE LAS HERAS

ALEJANDRO LÓPEZ LÓPEZ

£1 boicot de la derecha a las reformas de la Segunda República.La minoría agraria, el rechazo constitucional y la cuestión de la tierra

(Madrid, Instituto de Estudios Agrarios, Pesqueros y Alimentarios,Serie Estudios, 1984)

La cuestión agraria es uno de losproblemas centrales de la historia eco-nómica española del siglo xix porquela agricultura constituye, en la época,el eje central de la actividad econó-mica y porque, a pesar del crecimien-to poblacional, no se amplían las ba-ses económicas para hacer frente a di-cho crecimiento. Por eso, a medidaque va avanzando el siglo, el proble-ma se hace más acuciante, manifestán-dose tanto en los bajos niveles devida que tiene que soportar la pobla-

ción como en los conflictos que segeneralizan en el sur de España, apartir de la segunda mitad del siglo.

A pesar de la gravedad del proble-ma, éste no encuentra solución, aun-que, con la llegada de la Segunda Re-pública, se plantea con toda su cru-deza, en el mismo momento de lalegalidad del nuevo régimen demo-crático. Sin embargo, los pasos dadospor la Segunda República para solu-cionar la situación, mediante la apro-bación de la Ley de la Reforma Agra-

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ria, se vieron truncados y la guerracivil española pone fin a las esperan-zas que la Ley había despertado.

El libro de Alejandro López giraen torno a este tema y, si bien prestaespecial atención al análisis del deba-te parlamentario sobre la Ley de Re-forma Agraria, su contenido es mu-cho más amplio y, a través de él, sepuede reconstruir la compleja urdim-bre que defiende el statu quo y que,en definitiva, va poniendo cerco a lasimportantes reformas que la Leyaprueba. Se trata de un libro esclare-cedor que, desde la perspectiva polí-tica y sociológica, desvela aspectosmenos conocidos de la trama de untema tan complejo e importante co-mo fue la cuestión agraria para la Es-paña del siglo xix y primer tercio delsiglo xx l.

Las coordenadas que enmarcan lacuestión agraria en España son hoybastante conocidas. A lo largo del si-glo xix se da un importante creci-miento poblacional, pero no se da,simultáneamente, un crecimiento delos recursos, lo que provoca una fuer-te presión poblacional, de mayor omenor intensidad según los períodos,que perdurará hasta bien entrado elsiglo xx.

La población española aumenta a lolargo del siglo xix en ocho millones

1 Sobre este tema existía una amplia bi-bliografía, a la que hay que añadir las in-vestigaciones realizadas recientemente porEdward Malefakis, Nicolás Sánchez-Albor-noz, Manuel Tuñón de Lara, Juan Díaz delMoral, Gonzalo Anes, Miguel Artola, JoséLuis García Delgado, Raymond Carr, JuanMartínez Alier, etc. La obra de AlejandroLópez pone el acento en el debate políticode la reforma agraria y las cuestiones quegiran en torno al mismo.

de habitantes, pasando de diez millo-nes y medio a principio de siglo has-ta dieciocho millones y medio al final.Esto indica que se va consolidandola modernización de la población es-pañola, iniciada a partir de 1700, enpalabras de Jordi Nadal.

El desarrollo económico sigue, sinembargo, derroteros bien distintos.La base económica del país sigue sien-do la agricultura, aunque existen po-los de atracción industrial, áreas deindustrialización temprana, cuya re-percusión en el resto del país es bienlimitada 2. En esta situación, y tras elfracaso de la desamortización, se optapor la extensión de las tierras en cul-tivo, lo que consolida la estructuraagraria del país y los bajos niveles desubsistencia de una población en cre-ciente aumento. A esto habría queañadir las reiteradas crisis de subsis-tencia que dejaron su huella imborra-ble en la España del siglo xix. Lascrisis se repitieron en ciclos decena-les fácilmente reconocibles, incidien-do negativamente en la produccióncerealista de los años 1817, 1824-25,1837, 1847, 1857, 1868, 1879, 1887y 1898. La extensión de los cultivosa tierras marginales, las crisis de sub-sistencia, el crecimiento de la pobla-ción y la falta de ampliación de la ba-se económica del país configuran lassombrías perspectivas para la pobla-ción de la época. Esto impide la erra-dicación de las epidemias y las en-

2 Una manera de medir la influencia deestas áreas de industrialización es a travésde los flujos migratorios que provocaron.Estos se produjeron desde las provinciaslimítrofes y en un volumen bastante redu-cido, en comparación con los flujos de losaños de crecimiento.

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fermedades endémicas, que todavíapersisten en el siglo xix español.

Los dos mecanismos que permitie-ron mantener y mejorar el equilibrioentre población y recursos fueron, enla Europa occidental del siglo xix, elproceso industrializador y las migra-ciones exteriores. En España, el pro-ceso industrializador fue muy limita-do y las migraciones exteriores se die-ron tardíamente y con escasa impor-tancia hasta el siglo xx. Sólo a par-tir de 1868, y de forma definitiva apartir de 1903, se eliminaron los obs-táculos a la emigración. Por eso, losflujos migratorios hacia América noempiezan a ser importantes hasta fi-nales del siglo xix y, sobre todo, al-rededor de 1910. El siglo terminacon un saldo negativo de unos216.000 españoles, cifra que aumen-ta considerablemente entre 1904 y1915. Se dieron, sin embargo, fuer-tes flujos migratorios de corta distan-cia, que contribuyeron al crecimientoacelerado de las capitales provinciales,y que se constituyeron en el mecanis-mo de huida de las difíciles condicio-nes de subsistencia existentes en laagricultura: «La proletarización pusoen franquía la expulsión... Una pe-queña parte de esos brazos contribu-yó sin duda al crecimiento de Vizcayao Barcelona. El resto, o permaneciósubempleado en el sector agrario deorigen, o hinchó con exceso los efec-tivos urbanos, o cruzó la frontera enbusca de otros horizontes» 3. De estaforma se dio un crecimiento genera-

lizado de las capitales 4, que contribu-yó al deterioro de las condiciones devida de las mismas.

La situación que se ha dibujado re-viste diferencias importantes en laEspaña agrícola. La España del Sures la de los latifundios, mayor den-sidad de población y un crecimientonatural más elevado. Por esa razón essobre todo en Andalucía donde lacuestión agraria reviste caracteres másdramáticos, que se traducen en loscontinuos conflictos que caracterizanel final del siglo xix. En la Españaagrícola del interior, la carencia de la-tifundios, la menor densidad y creci-miento de la población configuran unasituación distinta, aunque las crisis desubsistencia tengan, en este área, unimpacto mayor.

En el siglo xix, en que se sitúa laformación del capitalismo español,aparece ya muy definida la simulta-neidad de una economía de subsisten-cia junto a un sector moderno tantoen el campo industrial como en laagricultura: «La economía españolaostenta evidentemente una posiciónambigua: era a la vez tradicional ymoderna, de subsistencia y capitalis-ta: propiamente era una economíadual» 5, que, no obstante los iniciosde industrialización (textil, minería,

• Jordi NADAL, El fracaso de la revolu-ción industrial en España, Barcelona, Ariel,1975, p. 351.

4 Miguel ARTO LA, La burguesía revolu-cionaria, Alfaguara, 1973, p. 73, ofrece unaestadística de la evolución de las capitalesde provincia de 1843 a 1877. Según estosdatos, el crecimiento de las capitales esmuy superior al nacional, e incluso 17 ca-pitales duplican su población en este pe-ríodo.

5 y 6 Nicolás SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Es-paña hace un siglo: una economía dual, Bar-celona, Ediciones 62, 1968.

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etcétera), «a la postre, antes que ja-quear al sector de subsistencia, termi-naron por integrarse con él o lo am-pliaron o consolidaron» 6.

La industrialización, por otra par-te, se localiza en zonas bien determi-nadas, básicamente en algunas partesde la periferia, mientras que el sectorde subsistencia permanece en el inte-rior —las dos Castillas, Aragón— yen las zonas de latifundio, Andalucía.

La dualidad que se da a nivel eco-nómico se repite, pues, a nivel geo-gráfico con unos polos de atracciónindustrial en Cataluña y País Vasco,fundamentalmente; una agriculturamoderna y diversificada, que se de-sarrolla en Levante, y un gran augede Murcia, debido a un proceso deindustrialización poco estudiado y sincontinuación en el siglo xx.

La unión de intereses que se daentre el capitalismo naciente y el sec-tor de subsistencia consolida esta di-visión económica y geográfica, ayu-dada por las deficiencias del transpor-te y las dificultades que la geografíaimpone. Una clara muestra de esto laconstituyen los problemas de abaste-cimiento de granos a las zonas inte-riores, cuando el Gobierno permitíasu importación, durante las crisis desubsistencia.

Los incrementos de población a lolargo del siglo xix representan la con-solidación de la modernización de-mográfica en España y fijan sus futu-ras bases de evolución. Este hecho,sin embargo, no contradice el procesoque se viene señalando ni es indicati-vo de un despegue económico que nollegó a producirse en la época.

Los incrementos de población fue-ron posibles, básicamente, por la ex-tensión de las tierras en cultivo y nopor su intensificación, consiguiéndoseun equilibrio precario que naufragaen cuanto las condiciones climáticasafectaban negativamente las cosechas,con el consiguiente desarrollo de unanueva crisis de subsistencia. De estaforma, el sector agrícola ni fue capazde generar excedentes alimenticios,suficientes para abastecer a la pobla-ción del sector industrial y de servi-cios, ni liberó fuerza de trabajo quepermitiera cubrir la hipotética deman-da de estos sectores. Para ello, el sec-tor de subsistencia hubiera necesitadocrecer a una tasa lo suficientementealta para cumplir estas dos funciones,hecho que no sólo no se produjo, si-no que, por el contrario, se consolidóla agricultura de subsistencia, trasfon-do de la precaria situación económicade la época.

Este es el telón de fondo con elque se enfrenta la Segunda Repúbli-ca, y que analiza Alejandro López ensu libro desde una perspectiva crítica,ampliamente documentada. A mi en-tender, el libro nos aclara por quéfue tan compleja la aprobación de laLey de Bases para la Reforma Agra-ria, por qué, una vez aprobada, no sellevó a efecto y por qué, y esto quizásea lo más interesante, no se dio unasolución a la cuestión en épocas an-teriores, puesto que el problema sevenía gestando desde muchos añosatrás. El autor mantiene la tesis deque los intereses económicos y socia-les, arropados con el discurso ideoló-gico, religioso y patriotero de la «Es-paña diferente», se constituyeron en

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los máximos responsables de la situa-ción, a pesar de que la Europa denuestro entorno había iniciado sutransformación económica. Esto setradujo en la supeditación del régi-men político al régimen de propiedadde la tierra, que cristalizó en la de-fensa a ultranza del statu quo, sirvién-dose para ello de la Minoría Agraria,primero, de la Confederación Españo-la de Derechas Autónomas, después,y, más tarde, de los militares insu-rrectos contra el orden jurídico cons-titucional.

La reforma agraria, iniciada por laSegunda República, fue un proyectopolítico de largo alcance con dos ver-tientes claramente diferenciadas. Setrataba de afrontar la reestructuracióndel sector agrario en un intento deresolver los graves problemas del cam-pesinado español, que se habían ges-tado a lo largo de muchos años, y setrataba también de someter a los gran-des terratenientes para que éstos notorpedearan el proyecto político delas instituciones democráticas. Lo pri-mero era evidente, dados los bajos ni-veles de subsistencia a que se ha he-cho referencia. Lo segundo se deducede las palabras del citado Balbontín,citadas por el autor: «Ahora os digolo de siempre, que si dejáis las gran-des tierras en manos de los grandesterratenientes, no habrá venido la Re-pública ni podrá asentarse jamás confirmeza porque los grandes terrate-nientes, mientras tengan la tierra ensus manos, seguirán con poder sufi-ciente para combatir, con un intento,con cien intentos, a la República has-ta que logren derribarla...»

La publicación de Alejandro López

destaca la interdependencia entre laprácticamente nula aplicación de laLey de Bases para la Reforma Agra-ria, el movimiento revisionista de re-chazo constitucional, primero, y ladestrucción del sistema democrático,mediante la guerra civil, después.

Se analiza la gran parte de respon-sabilidad que le cupo a la derecha in-movilista, y más particularmente a laMinoría Agraria, en el fracaso de laSegunda República, por su labor detorpedeamiento y boicot al proyectode Reforma Agraria, y se pone, asi-mismo, de manifiesto la política titu-beante, por lo que a la Reforma serefiere, por parte de los gobiernos delbienio reformista. Estos, por su es-crupulosa puridad democrática, caye-ron en la trampa del legalismo jurídi-co, con lo que el debate de la Leypara la Reforma Agraria se prolongómucho más de lo debido, aumentandola tensión social durante la larga es-pera, y más aún por el retraso de supuesta en marcha.

Al filo de la cuestión agraria, enel libro que se comenta, se hace unanálisis político-social de la época, quenos sitúa en el contexto de la Segun-da República. Por un lado, aparecenlas diferencias regionales tanto en lacuestión agraria —Andalucía, Extre-madura y La Mancha son las áreas la-tifundistas por excelencia— como enlas actitudes ante las soluciones quese plantean para resolverla. Por otro,las posturas específicas de los diferen-tes grupos parlamentarios, en muchasocasiones fuertemente enfrentadas,que responden a las actitudes políti-cas que las sustentan. Finalmente, ellibro va presentando las fuertes ten-

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siones sociales, con sus actores y lasáreas en que se producen.

La Segunda República desembocóen la guerra civil y, con ésta, la cues-tión de la tierra pasó a un segundoplano, ante la nueva situación políticadel país. Después, a partir de losaños cincuenta, la situación del si-glo xix cambió sustancialmente: seproduce la crisis de la agricultura tra-dicional, el país se industrializa y lasfuertes corrientes migratorias de laEspaña agrícola hacia la industrial y

hacia el exterior hacen disminuir lapresión demográfica, de tal forma quela población agrícola se reduce prác-ticamente a la mitad. La cuestión dela tierra reviste ahora caracteres dis-tintos; sin embargo, el adecuado co-nocimiento de la Reforma Agraria,del contexto en que se produce, desus antecedentes y sus consecuencias,es imprescindible para interpretar unaparte importante de nuestra historiacontemporánea.

Jacinto RODRÍGUEZ OSUNA

M. BALLBÉ

Orden Público y militarismo en la España constitucional (1812-1983)(Madrid, Alianza Editorial, 1983)

El interés del libro deriva tantode la metodología que emplea el au-tor para estudiar la evolución de di-chas instituciones como de la trascen-dencia de su contenido. En relacióncon la primera, el análisis histórico es-tá ampliamente documentado en unaextensa bibliografía y en la legislacióncorrespondiente a cada una de las dis-tintas etapas en las que se divide eldesarrollo de las instituciones. La sis-temática reproducción de documen-tos legales se combina con los acon-tecimientos históricos; ambos tipos dedatos constituyen la base empírica delestudio. Sin embargo, es precisamen-te en cuestiones de método donde seencuentran los puntos débiles de estainvestigación, como se expone al final-de estas páginas.

La trascendencia que hoy tiene su

objeto de estudio le confiere conside-rable interés, especialmente en elcampo de las relaciones entre las ins-tituciones de tipo militar y policial.A ello se debe la audiencia que ellibro ha tenido en estas últimas y sufavorable acogida en algunos secto-res sindicales. El autor toma partidoclaramente a favor de un determina-do modelo de policía, el anglosajón,y se manifiesta en contra del caráctermilitar de determinados cuerpos co-mo la Guardia Civil. En ocasioneshace una defensa excesivamente apa-sionada de su postura, lo cual se ma-nifiesta en su lenguaje y puede restarobjetividad al análisis. En cualquiercaso, el conocimiento del peso quehan tenido las instituciones e ideasde carácter militar en nuestra policíaes uno de los resultados del libro

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que está teniendo considerables im-plicaciones políticas de distinto signo.Para algunos, la reciente historia deestas instituciones puede ser un argu-mento a favor de la moderación en sureforma, que parece necesariamenteorientada hacia una creciente profe-sionalización y especialización. Paraotros, puede tener el efecto contrarioy disparar las expectativas en estesentido, exigiendo una rápida separa-ción entre las administraciones civily militar. Es evidente que el autorpertenece al segundo sector de opi-nión.

Un presupuesto central en este li-bro es que, para entender la estruc-tura y funcionamiento de estas insti-tuciones, hay una realidad jurídico-administrativa, sintetizada en el con-cepto de «militarismo», que constitu-ye un dato básico. Por él se alude ala preponderancia que han tenido ins-tituciones y técnicas jurídicas de ca-rácter militar en la actividad adminis-trativa y gubernamental, especialmen-te en el campo de la seguridad y lapolicía. No puede identificarse estetérmino ni con los militares en gene-ral ni con el ejército como institución,ya que en muchas ocasiones ha sidopropiciado por el poder civil. Se im-pugna así la idea de que dichas ins-tituciones tienen su origen en el an-terior régimen, ya que sus raíces his-tóricas son muy anteriores.

A lo largo de la obra se destaca lainfluencia que han tenido las institu-ciones militares en la política de or-den público, la organización policial yel régimen de libertades ciudadanasdesde antes de la Constitución de Cá-diz, así como las peculiaridades en

este sentido del constitucionalismo es-pañol. Ya en el siglo XVIII, el abso-lutismo español tenía característicasdistintas a los europeos, debido a lacoloración más militarizada de susinstituciones. La monarquía de Car-los III sería el punto de partida parauna política de orden público fuerte-mente restrictiva del ejercicio de losderechos fundamentales, especialmen-te en lo que se refiere a los de ex-presión y reunión, considerados co-mo «delitos muy graves». Las reunio-nes eran asimiladas a figuras jurídicastales como «asonada, tumulto, sedi-ción». La autoridad militar concen-traba todas las competencias en ma-teria de policía y orden público; lafuerza pública de intervención interiorno era más que el propio ejército, queencuadraba a Mozos de Escuadra yMikeletes.

Esta influencia también se mani-fiesta en corregidores, magistrados,jueces y en la procedencia militar depersonas que detentaban el poder,como el conde de Aranda o Godoy.Asimismo, la jurisdicción militar nosólo se aplicaba a los militares, sinoa sus familiares, criados, viudas e hi-jos, que quedaban sustraídos a la ju-risdicción común. La regulación delrégimen de las plazas militares es otrade sus manifestaciones, ya que supo-nía establecer un sistema de autoriza-ción previa en manos del mando mi-litar para cualquier tipo de reuniónpública.

Liberalismo y períodosconstitucionales

El argumento de Ballbé consisteen señalar la continuidad de estas ten-

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dencias durante los períodos consti-tucionales del siglo xix. A diferenciade lo que sucede en otros regímenesdemocráticos, como los de EstadosUnidos, Gran Bretaña o Francia, laConstitución de 1812 se caracterizapor la ausencia de una amplia decla-ración de derechos y libertades y laespecial regulación del orden públi-co, concretamente por el papel quese atribuye a la administración y alderecho militares. El liberalismo es-pañol se presenta como especialmenteautoritario («un liberalismo de cortemilitarista») y presa del «pánico» an-te el reconocimiento de determinadosderechos fundamentales (Informe deJovellanos, p. 41). Su conclusión estajante: no se puede considerar cons-titucional al Estado que no observauno de los principios claves del mo-delo democrático, la división de po-deres \

Las Cortes de Cádiz no rompen conlas tradiciones del absolutismo y man-tienen la hegemonía del poder militarsobre el civil, conservando institucio-nes del Antiguo Régimen como la ju-risdicción militar —en tanto que ex-cepción a la abolición de jurisdiccio-nes especiales— y el carácter militarde las instituciones de orden público.Por el contrario, establece el princi-pio de no separación de competenciasentre ejército y policía, al atribuir alprimero las que tendría que tener lasegunda, dejando el campo abiertopara el fenómeno del militarismo.

El modelo español se inspiraba teó-ricamente en el modelo centralistafrancés, pero de hecho «se aleja pro-

fundamente del mismo y lo desnatu-raliza» (p. 80). Mientras que éste ins-tituye una auténtica administración depolicía bajo la dirección del cuerpo deprefectos, en España se desvirtúansus rasgos característicos. El análisisdel papel que aquí se atribuye al equi-valente del prefecto francés, el gober-nador civil, es una de las piezas cla-ves en este estudio. Para ello, Ballbése apoya en su maestro, E. García deEnterría 2.

El Ministerio de la Gobernación

Durante el trienio liberal (1820-1823) se consolidan las tendencias dedesviación del modelo liberal clásico(la doctrina de Mansfield, pp. 70-74)y se refuerzan las competencias delejército en el control del orden públi-co. La politización del anterior y lamilitarización de la administración seconsideran características del libera-lismo español. Las etapas absolutistaspotencian al máximo las citadas ten-dencias. Durante la primera (1814-1820) se vuelve a poner en funciona-miento la Inquisición, «una verdade-ra policía, aunque difícil de concep-tuar» (p. 87). En la segunda (1823-1833) se crean las Milicias Realistaspara la represión del liberalismo y seproducen los primeros intentos decrear un Ministerio del Interior, quefracasan. Ballbé destaca la significa-ción de este Ministerio como plata-forma institucional de una Adminis-tración civil independiente de la mili-tar en el campo de la seguridad inte-rior, de la creación de una policía.

1 M. DUVERGER, Instituciones políticas yderecho constitucional, Madrid, Ariel, 1980.

2 La Administración española, Madrid,Alianza Editorial, 1961, cap. 4.

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La propuesta es obra de insignes ad-ministrativistas, entre los que desta-ca Javier Burgos: su Exposición a Fer-nando VI es considerada un docu-mento clave en la modernización dela Administración española3.

La propuesta no tiene éxito, alchocar con presiones procedentes dela Iglesia y el ejército. El ministro dela Guerra propone limitar sus com-petencias al fomento de la industria ycomercio, negándole las de Policía ySeguridad (p. 97). Obispos y capita-nes generales son los principales de-tractores del proyecto: los primerosaspiran al restablecimiento del SantoOficio y los segundos a mantener in-tocable su autoridad.

El primer paso hacia la creación deuna institución de policía en la prác-tica es la creación del Cuerpo de Ca-rabineros (1829), que depende delMinisterio de Hacienda; una especiede policía de contrabando, sujeta a lajurisdicción especial y a la autoridadde este Ministerio. Con ello se verifi-ca uno de los presupuestos claves enel análisis de las instituciones socia-les: el papel racionalizador que des-empeñan los departamentos destina-dos a la financiación del Estado mo-derno 4.

En 1832 se crea el Ministerio deFomento, siendo jefe de GobiernoCea Bermúdez. Ello es respuesta a lapropuesta citada de J. de Burgos, quees situado al frente del mismo. El ob-jetivo es reducir el papel de los mi-litares en la administración y verte-

3 J. DE BURGOS, Exposición a Fernan-do VI sobre los males que aquejan a Espa-ña y los medios de remediarlos, 1826.

4 Max WEBER, Historia Económica Ge-neral.

brarla a través de una red de autori-dades civiles de ámbito provincial, lossubdelegados de Fomento (los actua-les gobernadores civiles). La atribu-ción que se les hacía de competenciascomo jefes de Policía, pese a las nor-mas que posteriormente se dictan pa-ra recortarlas, iba a provocar unafuente de conflictos con los capitanesgenerales. A pesar de que éstos «nolograrán ya hacer desaparecer a los go-bernadores civiles, sí conseguirán queno tengan el poder y la autoridad desus homólogos, los prefectos france-ses. Se realizó una soterrada labor en-caminada a sustraerles las competen-cias de policía y orden público» (pá-gina 110). Una de las constantes enel estudio de Ballbé consiste en des-tacar la pugna entre gobernadores ci-viles y capitanes generales en el desa-rrollo de las instituciones de policía.

En 1834 dimite J. de Burgos y secambia la denominación del Ministe-rio de Fomento por el de Interior y,meses después, por el de la Goberna-ción.

La creación de la Guardia Civil

Para Ballbé, la institucionalizacióndel primer cuerpo de policía en Es-paña tiene dos características funda-mentales. En primer lugar, se consoli-da el distanciamiento del modelo po-licial que aquí se implanta respectodel modelo liberal clásico. En segun-do lugar, cristaliza la influencia delmodelo francés, la Gendarmería, cu-yos antecedentes hay que buscarlosen diversos cuerpos que fueron fun-dados durante el gobierno de JoséNapoleón. La Guardia Civil va a sus-

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tituir a la milicia nacional o local, queestaba estrechamente controlada porel poder militar. Su éxito radica enque se le atribuyen funciones de ser-vicio público, como la seguridad enlos caminos (p. 142).

Hay dos momentos claramente di-ferenciados en la creación de estecuerpo. La primera etapa comienza apartir de un decreto de marzo de1844, obra de González Bravo. Im-planta un modelo policial no milita-rizado cuyo objetivo se sitúa en la lí-nea de la política de Javier de Burgosy Cea Bermúdez: reducir el poder delos capitanes generales. Dada la dife-rencia del territorio sobre el que te-nían autoridad estos últimos y los go-bernadores civiles, regional y provin-cial, respectivamente, se intenta crearla figura de unos gobernadores civilescon competencias de carácter supra-provincial. La dependencia orgánicase atribuye al Ministerio del Interiory la jurisdicción es doble, de las nor-mas castrenses en cuanto a organiza-ción y disciplina y de la ordinaria enlo que se refiere a extralimitacionesde los guardias con los ciudadanos.Para Ballbé, este modelo no es el po-licial civil puro, sólo intermedio, sibien tiene como objetivo la profesio-nalización de la institución y estable-ce la separación de funciones entrepolicía y fuerzas armadas.

Este modelo es completamentetransformado al ocupar el Gobiernoel general Narváez, en mayo del mis-mo año. A partir de un nuevo decre-to, la Guardia Civil presenta las si-guientes características: «militariza-ción completa del cuerpo y dependen-cia casi total del Ministerio de la Gue-

rra»; autonomía de la Dirección Ge-neral de la Guardia Civil; jurisdiccióncastrense y fuero privilegiado para elcuerpo; distribución territorial en másde mil destacamentos, que, según elgeneral O'Donnell, lo convierte en«una ocupación verdaderamente mili-tar de todo el territorio». Ballbé com-para este modelo con el inglés, des-tacando las diferencias entre ambos.

La Dictadura de Primo de Rivera(1923-1931)

El autor sitúa en el sistema de lasinstituciones de orden público duran-te la Restauración la causa del incre-mento en la conflictividad social y ra-dicalización política, aspectos clavesen las crisis cíclicas que sufren losperíodos constitucionales en España.Se declara a favor de una interpreta-ción estructural de la historia, lejosde esa concepción personalista queconduce a buscar soluciones en hom-bres como Primo de Rivera. La raízde la crisis del sistema está en la es-tructura de sus instituciones, especial-mente acusada en las de orden públi-co, lastradas por problemas que sevienen arrastrando desde las Cortesde Cádiz y permanecen sin soluciónen el régimen constitucional de 1876.Tampoco esta dictadura podrá resol-verlos, ya que se mantienen los mis-mos principios en el campo de lastécnicas jurídicas y aparatos de repre-sión.

Si el argumento es teóricamentecorrecto, la metodología empleada porel autor no parece adecuada para esaaproximación que predica a la estruc-

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tura de las instituciones sociales, co-mo se expone al final del informe.

La sustitución de los gobernadoresciviles por militares, la represión del«separatismo» 5, la extensión de la ju-risdicción castrense a delitos tantopolíticos como comunes (los robos amano armada, por ejemplo) y la pro-liferación de consejos de guerra sonlas características más acusadas dela Dictadura. Al igual que sucede consu origen y con el análisis global delos problemas de orden público enlos dos últimos siglos, la causa del findel Directorio militar se atribuye alos militares, a «conflictos internosde tipo corporativo en la instituciónmilitar», que aparece aquí como unaespecie de demiurgo, principio y finde todas las cosas. En 1931, el reynombra al general Berenguer y, a lospocos días, se designan nuevos gober-nadores civiles. El objetivo es reim-plantar un régimen constitucional. Sinembargo, la actitud de un sector demilitares contrarios a la Dictadura ya la Monarquía iba a favorecer la caí-da de esta última. La ocasión se pre-senta en marzo de 1931, a raíz de lapostura de inhibición que iba a tomarel Tribunal del Consejo de Guerracontra varios políticos que luego se-rían ministros de la República.

La Segunda República (1931-1936)

Para el autor, la marcha del rey ibaa dejar latentes todos los problemasque vician desde sus orígenes los re-

gímenes constitucionales españoles,sistemáticamente atribuidos al «mili-tarismo político». La República es ca-lificada como «democracia autorita-ria»: desde el principio, no va a re-conocer el derecho de reunión paratodas las opciones políticas, ni respe-tar el régimen de libertades públicas.La declaración del estado de excep-ción y el uso del ejército para resolverlos conflictos de orden público, juntocon el empleo de métodos despropor-cionados de represión, son hechosconstantes que la sitúan en una polí-tica de continuidad con los anterioresgobiernos. El autor destaca el núme-ro de víctimas producido por dichapolítica durante el primer año, así co-mo sus implicaciones en la crisis delegitimidad del régimen6. La Lev deDefensa de la República es un primerexponente del continuo recurso a téc-nicas de excepción en este terreno; alreforzar las facultades administrativas—su aplicación se encomienda al mi-nistro de la Gobernación—, podía serel comienzo del declive del poder mi-litar. Su primer artículo establecía

s Se prohibe «izar ni ostentar otra ban-dera que la nacional», y se establece queun consejo de guerra juzgará la infracciónde esta norma (p. 308).

6 «La declaración de estado dé excep-ción, así como la utilización del Ejércitopara resolver los conflictos de orden pú-blico, habían sido las medidas más critica-das por la oposición durante el régimenmonárquico. Sin embargo, el 12 de mayo,sólo un mes después de la proclamación dela República, se declara en Madrid el esta-do de guerra. Dos días más tarde se ex-tiende la medida a Alicante, Málaga, Sevi-lla, Cádiz, Murcia, Córdoba y Badajoz. Ellevantamiento del estado de guerra en Ma-drid se producirá el 21 de mayo; persistirá,sin embargo, en Andalucía, donde se pro-dujeron ya enfrentamientos entre las fuer-zas del Ejército que intervenían directamen-te en el mantenimiento del orden público—en cumplimiento de lo previsto para eseestado excepcional— y los grupos sindica-listas» (p. 319).

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una serie de actos de agresión a laRepública que permitieron el cierrede periódicos y locales de organiza-ciones políticas y sindicales, así comonumerosas detenciones gubernativas.

Ballbé destaca la escasa importanciaque se concede a la reforma de lasinstituciones de policía, consideradacomo «inútil e innecesaria» por Aza-ña (p. 345). Mientras que se empren-de una profunda reestructuración delejército, las primeras sólo son objetode una cierta desmilitarización, quese concreta en la supresión de las Ca-pitanías Generales y la creación de laGuardia de Asalto. Con esta última seintentaban practicar nuevos métodosde mantener el orden público que noprodujesen los sangrientos resultadosempleados por la Guardia Civil7.

Los guardias de asalto son armadoscon revólver y pistola. Sin embargo,el autor insiste en la progresiva mili-tarización del cuerpo, que se desvíadel modelo inicial y no iba a diferen-ciarse de la Guardia Civil más que ensu uniforme y denominación. El granerror de la reforma militar de Azañaradica en su planteamiento al margende la cuestión de la administración po-licial, lo cual va a continuar impidien-do la profesionalización y promovien-do la politización de los militares, quesiguen ocupando puestos claves en lasinstituciones civiles. El esquema ana-lítico del autor se basa en esta iden-tidad entre control del orden, mante-nimiento del poder y politización delos militares, y ausencia de profesio-nalización de la policía.

7 Es de señalar que dicho cuerpo no dis-ponía más que del fusil Mauser para en-frentarse a las manifestaciones.

La aprobación de la Ley de OrdenPúblico en 1933 va a consolidar el es-píritu de la Ley de Defensa de la Re-pública, al establecer tres estados deanormalidad (prevención, alarma yguerra) que van ampliando progresiva-mente las facultades del Gobierno enmateria de orden público y restrin-giendo el ejercicio de los derechosconstitucionales de los ciudadanos. Enel estado de guerra, la autoridad mili-tar asume el mando supremo. EstaLey sería la norma fundamental a par-tir de entonces: los estados de excep-ción se convertirán en la normativahabitual durante la segunda etapa dela República; lo excepcional serán losperíodos en que rige la normalidadconstitucional (p. 363). Con el estadode guerra es el general Franco quientoma el mando real de la política deorden público, debido a su influenciasobre el ministro de la Guerra.

En el Alzamiento Nacional desta-ca el papel decisivo que desempeña-ron al ponerse de un lado o de otro:donde la policía tomó una actitud re-suelta a mantener la legalidad, fracasóel golpe (p. 393). Su estructura mili-tar se convirtió en punto de referenciapara los sublevados y facilitó su in-corporación a la rebelión, al eximir oatenuar responsabilidades. Y a la in-versa: según Ballbé, la ausencia deuna reforma democrática de las mis-mas impidió disponer de unas fuerzasde orden que actuasen eficazmentecontra la sublevación.

El franquismo

Para Ballbé, el régimen del 18 dejulio se sitúa en la misma línea de

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continuidad con las técnicas de ordenpúblico que están presentes en la his-toria del constitucionalismo español.En estos términos, no se crea un nue-vo Estado, sino que continúa vigenteel modelo militarizado del pasado.Un modelo que presenta notables di-ferencias con respecto a otros autori-tarismos contemporáneos. Es en esteaspecto donde el análisis del autor sehace más interesante. Por una parte,lo que se produce en aquella fechano es una sublevación del ejército co-mo institución, ya que éste no se su-mó a ella unánimemente; es simple-mente una rebelión militar apoyadapor una minoría (menos del 20 por100) de los militares con mando.

Ballbé compara al franquismo conotras dictaduras contemporáneas ydestaca como la principal diferenciael papel que en uno y otras juega elejército. Una de sus hipótesis centra-les es que la española constituye untipo especial de dictadura militar enla que, sin embargo, la estrategia po-lítica de Franco impide la concentra-ción de poder en el ejército (pp. 430-438). Al igual que sucede con las mi-licias falangistas, requetés y con elpartido único, la astuta política deequilibrios evita cualquier acumula-ción de poder o aparición de una fuer-za política potente que pueda poneren cuestión su mando supremo. Elmantenimiento de diferentes cuerposde policía sin unificar y la no creaciónde un Ministerio de Defensa son evi-dencia de ella. Esto contrasta con lasdictaduras fascista y nazi, que tienencarácter civil y en las que el partidopolítico y sus milicias paramilitaresdesempeñan un papel clave. En Ale-

mania e Italia, el ejército se mantienetotalmente al margen de la actividadpolítica y son los miembros del parti-do quienes tienen el mando de la po-licía y cuerpos paramilitares (pp. 430-432). La separación del ejército res-pecto del aparato de represión y el ca-rácter civil de los tribunales de repre-sión marcan las diferencias con ladictadura del general Franco.

Según Ballbé, las instituciones deorden público son la médula de estaúltima. El modelo militarizado de laadministración y la condición militardel personal que ocupa altos cargos,hasta la técnica de consejos de guerray el mantenimiento de la Ley de Or-den Público de 1933, son caracterís-ticas centrales del nuevo régimen, quelo sitúan en una línea de continuidadcon los anteriores. Destaca el papelque desempeña el delito de rebeliónmilitar, una verdadera ficción legalque tipifica como tal la defensa delantiguo orden político, y la permanen-cia del estado de guerra (Bando del28 de julio de 1936). Este último vaa ser un instrumento fundamental enla disuasión de toda disidencia.

Otro aspecto importante es el ini-cio de la reforma administrativa al fi-nal de los años cincuenta, que va apropiciar el alejamiento de las insti-tuciones militares y la creación de unaauténtica administración civil, de un«poder administrativo», en palabrasde Javier de Burgos. Lo curioso esque va a ser una administración go-bernada por militares la que ponga enmarcha este proceso de desmilitariza-ción, que no había podido realizarseen regímenes anteriores. Para Ballbé,la causa radica en la crisis política y

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económica del régimen, que hace ne-cesario recurrir a los tecnócratas. Bajolos auspicios de Carrero Blanco, sepotencia una nueva configuración delrégimen administrativo que, sin em-bargo, no se refleja en el campo delas instituciones de orden público.

Un paso importante en este terre-no es la aprobación de la Ley de Or-den Público (1959) y la creación delTribunal de Orden Público (1963),el cual supone un intento de «admi-nistrativizar la represión». Intentodistorsionado por el Decreto de 1960sobre bandidaje y terrorismo, que su-pone una puesta al día del Estado deexcepción.

Método, datos y conclusionesen el estudio de Ballbé

El estudio realizado por Ballbé tie-ne interés como aportación a un cam-po de investigación tan poco desarro-llado en nuestro país como necesitadode ello. Una contribución al análisishistórico de las instituciones de se-guridad que tiene indudable valor.Sin embargo, este último está en fun-ción de la naturaleza del estudio.A pesar del carácter explicativo quepretende arrogarse, se trata de unaobra eminentemente descriptiva, quedibuja la evolución histórica de estasinstituciones sin proceder a la identi-ficación de las causas. Esto se preten-de, pero no se consigue realizar de-bido a la debilidad de las explicacio-nes que se brindan.

La tesis del estudio es que la cau-sa fundamental viene dada por unarealidad jurídico-administrativa deno-minada «militarismo», sucesivamen-

te definido como «la preponderanciade instituciones y técnicas jurídicascastrenses enquistadas en la activi-dad administrativa y gubernamental yen su organización, específicamenteen la vertiente de la seguridad y lapolicía», como una «presencia» per-manente de las instituciones militares(p. 20) y como «predominio» de losmilitares en el gobierno y la admi-nistración (p. 21). A pesar de afirmarque no puede identificarse este fe-nómeno con los militares en generalni con el ejército como institución,los términos que utiliza son lo su-ficientemente genéricos («institucio-nes militares», «los militares») comopara promover dicha identidad. Hayuna falta de precisión al utilizar elconcepto, que se despeja algo al fi-nal: militarismo es la asignación a losmilitares del control de las funcionespoliciales. Tanto durante los períodosconstitucionales como los absolutistasy autoritarios de los dos últimos si-glos, éstos vienen ocupando los pues-tos clave en la estructura de dichasinstituciones, incluyendo la recienteetapa de transición política.

El término «militarismo» se em-plea con tal amplitud que deviene unaespecie de cajón de sastre que todolo explica, sin que pueda precisarseclaramente su contenido. En unos lu-gares, es una ideología apoyada porciviles que defienden el control delorden público por militares; en otros,es una característica de la estructurainstitucional (las posiciones efectiva-mente ocupadas por personas de ca-rrera militar). El problema radica enla naturaleza del fenómeno (una rea-lidad jurídico-administrativa) y en la

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metodología utilizada por el autor ensu estudio.

El análisis de ese principio explica-tivo de los problemas que aquejan alas instituciones de seguridad se rea-liza desde una perspectiva histórico-jurídica que resulta muy útil paradescribir su evolución, pero no per-mite explicar las causas de la misma.Faltan datos insoslayables que perte-necen al campo de las estructuras so-cial y cultural. Sin ellos no es posibleidentificar las raíces del proceso es-tudiado. La información se limita afuentes jurídicas e históricas. En es-tas últimas se echa de menos aproxi-maciones más estructurales que las ci-tadas. En resumen, la dimensión his-tórica se trivializa y se reduce a situarel análisis de los textos legales endistingos períodos del pasado inme-diato.

La presente crítica se dirige a lametodología, no a las conclusiones delestudio. No obstante, ambas están re-

lacionadas: sin datos estructurales noes posible la comprensión del proce-so; el análisis de estas institucionesno puede realizarse sin informaciónsobre el contexto social en el que sedesarrollan. Las leyes no definen larealidad social, que es algo muchomás amplio y complejo. En el librono hay ni un solo cuadro estadístico,ni datos sobre población, urbaniza-ción, producción y, en general, sobreaquellos aspectos que sitúan los fe-nómenos en su contexto. Por ello, seestablecen comparaciones que sólopueden hacerse en abstracto. La con-tinua comparación entre el sistemabritánico y el español pasa por enci-ma de las diferencias que existen en-tre las estructuras sociales de ambospaíses. El discurso se atiene a lo quedebería ser o haber sido el modelo deorganización policial en las leyes, sinanalizar lo que ha podido ser en fun-ción de los determinantes sociales.

Enrique LARAÑA

S. F. HARDING

Remaking Ibieca. Rural Life in Aragón under Franco(University of North Carolina Press, 1984)

Al terminar de leer la monografíaRemaking Ibieca, especialmente siuno la lee casi sin interrupción, tie-ne la impresión de haber visto unapelícula cuyo guión provoca un sen-tido de excitación y descubrimientoy cuyos recursos técnicos e innova-ción temática han sido manipuladoscon envidiable pasión intelectual. La

cámara se concentra hábilmente enactores, momentos, lugares, procesos,panoramas, biografías personales, ennarraciones familiares e historia decasas de tanta tradición en la mayorparte de la provincia de Huesca. To-das estas escenas y secuencias sirvende marco de referencia para indirecta,por alusión y connotación, y directa-

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mente enviarnos el mensaje de cómola reorganización agraria que en Ibie-ca se inicia en la década del 50 hadado al traste con la autonomía eco-lógica local, las relaciones de paren-tesco e intercambio, las creencias eideas que en otro tiempo aglutinabana la comunidad. Al final del largo-metraje, uno se siente cautivado nosólo por el colorido y la sucesión deescenas, sino también por la fuerzaexpresiva de la fotografía momentá-nea y de la significativa diapositivaprolongada, por el sentido de la in-tuición, del detalle y de la palabra deS. F. Harding.

Pero lo que quiero destacar es loque la autora hace con su materialetnográfico; en resumen, su posicióncentral es la siguiente: rechaza en es-te estudio histórico-antropológico laopinión de que la modernización dela España rural durante el períodoque siguió a la guerra civil fue debidaa la penetración de costumbres, goods& valúes ciudadanos en el campo, deque los campesinos cambiaron paraurbanizarse. Defiende, por el contra-rio, y con toda razón, que sus modosde producción comenzaron a cambiarmucho antes, y no sólo antes del éxo-do rural de la década de los sesenta,sino incluso con anterioridad a laguerra civil de 1936. Para ella, el mo-tor del cambio reciente fue the cen-trality of state policies and programs;The state toas the arhiter of Ibieca'srecent history; Franco, en otras pa-labras. Añade también, aunque comoun segundo argumento y en tono me-nor, esporádicas referencias a la con-tribución al desarrollo por una Invi-sible Hand of Market forces. Los ve-

cinos de Ibieca, deseosos del cambioy de la consiguiente modernizaciónque tenían a la puerta, lo aceptan,pero al incorporarse al tren avasalla-dor de la técnica y del consumo des-truyen, sin darse cuenta y sin querer-lo, su tradicional modo de vida. Hoyla vida comunitaria apenas tiene sen-tido para los pocos vecinos que hanpermanecido en sus moradas cultivan-do sus tierras; están exiliados en suspropias casas.

La autora desarrolla el argumentocon suma destreza y con el virtuosis-mo de dos primeras figuras en tenisque incesantemente nos cautivan yfuerzan a nuestra mirada y atención aseguir el movimiento de un lado aotro de la red, esto es, de la derechaa la izquierda política, del pasado alpresente y de éste nuevamente aaquél, del campo a la ciudad, de Ma-drid a Ibieca. Nos habla con sorpren-dente finura antropológica en univer-sal y en particular, nos lanza de laanécdota a la categoría; en un pococomún esfuerzo sintético, conecta latradición con la modernidad, la em-piria con la teoría; con las vivenciasque provienen de the diversity of in-dividual personalities y con el criss-crossing of hierarchical, political andegalitarian principies, teje estructuras,constituye la pequeña sociedad y hacehistoria local. El resultado final esuna original monografía mitad antro-pología mitad historia, muy humanay humanizada, siempre estimulante yprovocadora.

La metodología y virtudes propiasdel volumen dejan entrever necesaria-mente sus puntos menos fuertes y pe-queñas sombras, algunas de las cuales

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voy a señalar. La ideolovía y ontolo-gía de la casa vigente con desigual in-tensidad en la provincia de Huesca nose extiende a las provincias de Zara-goza y Teruel; las diferencias ecológi-cas, de producción, institucionales,de habla y costumbres en la regiónson mayores de lo que la monografíaimplica. Ibieca no es representativadel Aragón rural, como explícita elsubtítulo del libro. Las descripcionesdel caciquismo y anarquismo localessaben un poco a cliché; adolecen decierta falta de detalle etnográfico re-cogido in situ, de historia y vivenciapersonales. Encuentro sesgada la con-tinua repetición de que el cambio ysus consecuencias en el agro de Ibie-ca, en sus técnicas y producciones,fueron siempre, o en la mayor partede los casos, unforseen, unintended,unaware, unwittingly, etc. Ciertamen-te que esos agricultores no son antro-pólogos ni han analizado el tema enprofundidad, pero he podido seguirde cerca el proceso en aldeas cerca deIbieca y mi impresión es algo diferen-te: la gente, y, como ella misma ar-gumenta, ya antes de la guerra civil,se esforzaba en cambiar, en mejorarlas condiciones de trabajo y cultivos;participaban real y voluntariamente,con ahínco e interés, en modernizarsey despueblerinizarse, y no sólo técni-ca, sino culturalmente. Difícilmentese encuentra a nadie hoy que quieravolver a esa romántica comunidad defamilias, ecología y cultura interde-pendientes que ha quedado atrás.Y en cuanto a la percepción de lasconsecuencias, me las han apuntado ydescrito más de una vez antes de queme percatara yo mismo de ellas.

Creo poco fértil antropológicamen-te la polarización planteada en la pá-gina 190 en torno a sobre si los va-lores llevan al cambio en la agricul-tura o si el proceso agrícola es la cau-sa del cambio en los valores. La di-cotomía se diluye en una relacióncomplementaria y reversible, empíricaen realidad, que habrá que estudiaren cada caso. Quizá una mayor aten-ción, descripción y análisis de valorescomunitarios —como lo ha realizadoen relación a la casa—, según condi-ción, sexo y generación, y una másconsistente atención al ritual y al sim-bolismo hubiera arrojado algo de luzal sense of mystery que alude en lapágina 195. Claro está, por otra parte,que el antropólogo puede fijar volun-tariamente los límites de su investi-gación.

Desde luego que un régimen dicta-torial goes a long way to explain lasreformas agrarias y el correspondien-te impacto en la ruralía hispana du-rante el período investigado. La mi-nuciosidad y maestría con que estacompleja relación ha sido analizada esuno de los mayores méritos de estelibro. Pero quizá la atribución causalconstante a lo largo de las páginas aFranco y su régimen relega a penum-bra, a excesiva penumbra, factores im-portantes a tener también en cuenta.Franco no sobresalió como ideólogoni en política ni en economía; ni elEstado ni el régimen fueron nuncamonolíticos. Cada ministro persiguiócon frecuencia los fines de su minis-terio a su manera. Los ministros tec-nócratas, el Opus Dei, la banca priva-da, los ejecutivos, el capital extran-jero, la personalidad de algunos mi-

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nistros, la imitación de los planes dedesarrollo franceses, el foreing ex-change, la guerra fría, entre otros fac-tores, además de las presiones diplo-máticas externas, condicionamientosmonetarios exteriores, la Iglesia, elturismo, las huelgas y, especialmente,la evolución general económico-social,son poderosas concausas del cambiorural no suficientemente subrayadasen la monografía.

Ahora bien, no se trata tanto deque mi interpretación sea diferentecuanto de realzar y sopesar el otrolado de la balanza, de poner mayor

énfasis en fuerzas socioeconómicas aescala más poderosa y englobante.Con o sin Franco, el proceso ya ini-ciado antes de la guerra civil hubieraseguido, en conjunto y virtualmente,similar dirección e intensidad y conanálogas consecuencias. Tampoco pre-tenden estos comentarios disminuir elvalor intrínseco de esta investigación,de lectura obligada para todo antropó-logo e historiador interesado en Es-paña y que, sin la menor reserva, re-comiendo.

C. LlSÓN TOLOSANA

ENRIQUE G I L CALVO

Los Depredadores Audiovisuales. Juventud Urbana y Cultura de Masas(Madrid, Ed. Tecnos, 1985)

Mil novecientos ochenta. Ciudadde Nueva York. Desde las catacum-bas de la megalópolis, Talking Heads(Cabezas Parlanchinas), grupo punte-ro de la new wave neoyorquina y, así,de la vanguardia mundial, inundan elmercado del disco con su nuevo tema,Once in a lifetime. Con increíble ra-pidez, la canción se ha convertido enun éxito de ventas y audiencia paraaquellos colectivos juveniles mass-mediáticamente enchufados a la capi-tal occidental del Imperio de la So-ciedad Industrial. Insistente, macha-conamente, como corresponde a lasnuevas melodías de la tribu que pue-bla el sector occidental de la AldeaGlobal, la canción repite en su estri-billo:

Dejando pasar los días / dejo que el[agua me lleve

Dejando pasar los días / el agua fluye[bajo tierra

En la tristeza de nuevo / cuando el[dinero se ha ido

Una vez en la vida / el agua fluye[bajo tierra.

Desde el epicentro de la Aldea, losmás avispados de la tribu han diag-nosticado su situación con notableperspicacia. «Dejar pasar los días»,«dejar fluir el agua», son metáforassuficientemente poderosas de un tiem-po de espera que transcurre vacío,imposible de llenar en su desmesura-da abundancia: básica característicade los juveniles urbícolas inmediata-

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mente sumergidos en el estereofónicoambiente de la cultura de masas.

Pero precisamente ese tiempo deespera define analíticamente la situa-ción social de la juventud en nuestraindustrializada y postindustrializadacontemporaneidad. Tal, el argumentoprimario de la imaginación sociológi-ca de Enrique Gil: son jóvenes aque-llos individuos que, habiendo madu-rado psicofísicamente, aún no se in-sertaron en el mundo adulto. Inser-ción en el mundo adulto, inserción enun nuevo ámbito vital de responsabi-lidad y defensa de intereses que ne-cesariamente pasa por el ingreso enla estructura productiva (adquisiciónde un empleo remunerado), por laconstitución de una estructura vitalafectivo-reproductiva (formación de lapareja) y por la consecución de unterritorio doméstico autónomo (acce-so al domicilio propio). Sin embargo,en tanto no se consigue esto, el in-terés prioritario del joven está enadaptarse a su crónico exceso de tiem-po, en adaptar las máximas potencia-lidades vitales que le ofrece su edada aquella sobresaturación de tiempo.

¿Qué hacer, pues, con el insopor-table excedente energético y tempo-ral imposible de canalizar hacia laproducción o la reproducción? Músi-ca, belleza y moda; cine y televisión;sexo, drogas y violencia: principalísi-mas aficiones de la juventud urbana,ocupando y acortando su propio tiem-po de espera. Con sólo conectarse aalguna de las posibles terminales desu envolvente ambiente mass-mediá-tico, todo buen depredador audiovi-sual obtiene a bajo coste el rendimien-to esperado: matar el tiempo, esto

es, reducir su insufrible espera, aguar-dando más o menos impaciente el in-greso en el mundo adulto.

Intentemos resumir ahora el pro-pio desarrollo de este argumento que,arrancando pluridisciplinarmente deenfoques teóricos tan dispares comoel materialismo cultural de MarvinHarris, la teoría matemática de la co-municación de Shanon y Weaver y lacibernética de W. R. Ashby, terminapor alcanzar una notable solidez cien-tífico-analítica.

En el primer capítulo se presentacon toda claridad la trayectoria so-cializadora de la juventud urbana,desde la infancia hasta la integraciónplena en la estructura productiva.Desde la familia de origen hasta laconsecución del puesto de trabajo re-munerado proliferan las inevitablescolas y salas de espera que se suce-den tan insoportables como intermi-nables en la vida del joven. La esco-laridad, sistemáticamente parasitadapor las organizaciones informales delos grupos de pares que ya se nutrende su entorno audiovisual, frente ala virtual inoperancia de las institu-ciones académicas, y el desempleo, de-pósito de desagrupamiento que des-truye la memoria de pertenencia algrupo de iguales, son los más decisi-vos pasillos del laberinto juvenil.

Ahora bien, en toda espera la va-riable fundamental es el tiempo. Poreso, desde la llamada investigaciónoperativa y la aplicación del índicede Easterling se hace posible analizarlos ciclos demográficos de la natali-dad que configuran el valor relativode los jóvenes y sus mayores o me-nores posibilidades de ingresar en el

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club de los adultos. En definitiva, setrata aquí del tiempo de espera en lasituación social joven, cuyas determi-naciones demográficas, a la vez quedeciden una parte del desempleo fric-cional, establecen las diferentes co-yunturas que posibilitan las mejoreso peores oportunidades vitales paralos jóvenes. De tal suerte que las na-talidades de la generación anteriordeterminan la abundancia o escasez(relativa) de los jóvenes en la genera-ción posterior y, de este modo, cadatemporada demográfica incrementa oreduce la espera, empeora o mejoralas condiciones de vida de los jóvenesde la siguiente generación.

De cualquier modo, en el contextosituacional de la juventud, la moda,el seguimiento de la rapidísima suce-sión de las cambiantes modas audio-visuales, cobra una importancia deprimera magnitud. Efectivamente, esamúltiple y veloz sucesión de hábitosconductuales que se llama moda noes sino el específico instrumento decontrol social y vehículo de cambiode las sociedades modernas. Frenteal retardatario y lento ritmo de cam-bio social de las sociedades tradicio-nales, donde la conducta se rige porun conjunto escasamente dinámico decostumbres ancestrales, las sociedadesmodernas inauguran el vértigo de unsuperacelerado cambio colectivo, cuyavelocidad sólo es igualada por la in-cesante sucesión de modas. En talescondiciones, el seguimiento de lasmodas es la manera más adecuada derecibir información sobre aquellosprocesos de cambio.

Shanon y Ross Ashby se encargande suministrar el soporte teórico de

toda esta argumentación, que, en ma-nos de Enrique Gil, se convierte enuna brillante síntesis teórica de inme-diato aplicable a la regulación de laconducta de los sistemas sociales. Novamos a entrar aquí a detallar lospormenores de esa síntesis: quede ellector informado de su consistenciay eventual fecundidad, que ya se in-sinúa en el texto.

Pero resumamos y recuperemos elhilo temático perdido: dadas las cam-biantes condiciones de nuestra con-temporánea estructura social, sólo unregulador dotado de máxima variabi-lidad puede transmitir información deun entorno que se mueve a ritmo dia-bólicamente vertiginoso. Según elapotegma de Ashby, en todo sistemadinámico el elemento que más varíaes el que rige. Por ello, la insólitaproliferación de modas transmitidasaudiovisualmente difunde a bajo cos-te, para todo aquel que a ellas seconecte, las variaciones del entorno.De ahí su absoluta vigencia y capaci-dad de regulación.

El último capítulo, significativa-mente dedicado al análisis de la mú-sica, retoma el argumento central dela juvenil sobreabundancia de tiempopara reconducir la discusión hacia lasdistintas formas de la división socialde la organización del tiempo.

La base empírica de la que se dis-pone muestra de manera patente lamayor disponibilidad de tiempo deocio por parte de los jóvenes y sudesmedida afición a los diversos pro-ductos de la cultura de masas. Pero,entonces, a todo aquel que se encuen-tre en esa situación se le impone co-mo problema prioritario la organiza-

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ción y regulación de su propio exce-dente de tiempo: problema tanto máspeliagudo cuanto que se trata de co-lectivos que, por su edad y situaciónsocial, se encuentran pletóricos deenergía. Así, pues, de entre las diver-sas maneras de organizar el tiempode ocio juvenil —lo cual de una uotra forma se termina por hacer enanalogía con la organización del tiem-po fisiológico y productivo—, los jó-venes se deciden masivamente por lacultura de masas. De este modo seobtiene a bajo coste (impuesto por lapropia carencia de recursos del joven)una muy ventajosa adaptación al so-breexceso de tiempo. La cultura demasas, con toda su variada panopliade objetos y mensajes, no es sino lacolectiva maquinaria de relojería queregula y organiza el tiempo de ocio,de capital importancia para ese sec-tor social juvenil abrumado por suinsoportable y depresiva abundancia.

En este contexto adquiere singularrelevancia la música. Pues la música,careciendo de otro referente que símisma, es pura organización formal,abstracta, del tiempo. «Tecnologíaque permite hacer diseños abstractosde temporalidad experimental» —enpalabras del autor—, la música vienea jugar un papel fundamental en lavida del depredador audiovisual.

Aquí hay que destacar la distin-ción que han hecho Watzlawick y laescuela de Palo Alto entre las dimen-siones referenciales y relaciónales detodo proceso de comunicación huma-na, que resulta fundamental para eldesarrollo analítico de DepredadoresAudiovisuales. En efecto, su autor sedecanta hacia el análisis de la dimen-

sión relacional de la comunicación mu-sical, despertando así la suspicacia detodo aquel que haya pensado el aná-lisis comunicacional en los términosde la ritualizada práctica del análisisde contenido.

Podemos aventurar que ésta seráuna de las más discutidas tesis de laobra de Enrique Gil. Lo que no leimpide, por lo demás, suministrar unamagistral explicación de la génesis so-cial del rock and roll a partir de lassucesivas transmutaciones de su ori-ginaria matriz: el blues, música arque-típica de esos condenados a la perpe-tua adolescencia que son los negrosnorteamericanos.

Por otra parte, el subrayar las di-mensiones relaciónales de la comuni-cación musical permite presentar losdiferentes estilos y modas musicalesjuveniles como canales específicos através de los cuales los jóvenes que-dan informados tanto de su situaciónrespecto de los adultos como de lasdiferentes relaciones que entre sí man-tienen los distintos grupos sociales enlos que aparece dividido el sector jo-ven de toda sociedad industrializada.

El libro que nos hemos permitidoreseñar concluye canónicamente condiez conclusiones que resumen de ma-nera altamente esclarecedora el desa-rrollo temático y argumental deltexto.

Concisión, coherencia y parsimoniase amalgaman en Depredadores Au-diovisuales para ofrecer al lector unabrillante secuencia de enunciados teó-ricos, explicitando toda una multipli-cidad de comportamientos típicos denuestra contemporánea juventud. A loque cabría añadir una abultada canti-

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dad de sugerencias y una claridad ex-positiva dignas de mayor y mejor en-comio.

En fin, bueno, bonito y barato, co-mo el referente que le sirve de ob-jeto de análisis, producto al cabo de

la cultura de masas, Depredadores Au-diovisuales es ya en su puro formatoy contenido un texto inmediatamen-te devorable, máximamente depre-dable.

Miguel REQUENA

RAYMOND ARONLos últimos años del siglo

(Madrid, Espasa-Calpe, S. A., 1984)

El presente volumen de RaymondAron, obra postuma, es una cuidadarecopilación y puesta a punto por par-te de un grupo de trabajo, compuestopor Jean-Claude Casanova, PierreHassner, Stanley Hoffman, PierreManet y Dominique Schanapper, dealgunos de los últimos textos escritospor el maestro entre 1978 y 1983,fecha de su muerte.

Los condicionamientos que mar-can tal tipo de empresa no obstanpara que nos encontremos ante unainteresante reflexión de Aron sobrelas perspectivas de futuro que se pre-sentan a la humanidad en este finalde siglo. Cuando se prodigan las vi-siones apocalípticas del mundo, el au-tor, con matizado optimismo, insisteuna vez más en la tesis defendida des-de 1947, fecha de publicación de Elgran debate, de que el mundo no ca-mina inevitablemente hacia la tan te-mida guerra.

La breve introducción de este tra-bajo, sus últimas palabras escritas, re-velan cuál fue el objeto de sus pos-treras reflexiones: volver a pensar las

relaciones internacionales confrontan-do los fundamentos de su análisis delmundo internacional en 1962 y 1982.Aron, nunca dogmático y dispuesto,si preciso fuera, a revisar su anteriorenfoque, se pregunta si es correctoseguir considerando hoy lo interesta-tal como el aspecto esencial de la so-ciedad internacional. «¿Tengo razónal situarme en la estela de la tradi-ción, a diferencia de la mayoría delos especialistas hoy de moda, al notomar por punto de partida el siste-ma imperial de la economía mundial,sistema de explotación que abarca almismo tiempo los órdenes internosdel Estado y el orden de sus relacio-nes?» «¿Cometí el error de mirar elpresente con los anteojos del pasadoy de descuidar (o contentarme con ro-zar) los fenómenos originales del pre-sente en lugar de concentrarme sobreellos?»

La primera parte del libro es inédi-ta, excepción hecha de los capítulos Iy II, que constituyen la respuesta delautor a las críticas que despertó suobra, clásica en el campo de las rela-

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ciones internacionales, Paix et Guerreentre les nations. Para responder asus detractores parte de su tradicio-nal esquema de inspiración hobbesia-na: existe un permanente estado deguerra; la falta de seguridad se debea la ausencia de un poder supremoy, por lo tanto, toda política exteriordebe estar condicionada por las nece-sidades de la defensa.

El análisis de los múltiples con-flictos de ayer y de hoy le conducea contradecir la teoría marxista-leni-nista, que afirma la primacía del sis-tema económico; reconoce, no obs-tante, la creciente interdependenciaentre ambos y el carácter transnacio-nal del sistema económico mundial(sistema capitalista).

Admitiendo la existencia de fenó-menos muy propios de nuestra época,socavadores de la identidad nacional,fenómenos de crisis como el terroris-mo dentro de las unidades que se de-nominan soberanas, la difuminaciónde las delimitaciones fronterizas en-tre los Estados, etc., el autor continúasituándose en la teoría clásica del es-tudio de las relaciones interestatalescomo modelo histórico de referenciay explicación. El análisis deberá cen-trarse, por lo tanto, en las conexionesdiplomático-estratégicas entre los ac-tores racionales —los Estados—, con-ducente a resaltar las relaciones entrelos bloques, entre los regímenes, sininfravalorar los fenómenos de ordeneconómico, psicológico y social que,con peso creciente, se manifiestan enla escena mundial.

Inspirado en la obra de Osear Spen-gler Los años decisivos, R. Aron re-flexiona sobre las próximas décadas e

intenta elaborar una respuesta a to-dos aquellos que, esgrimiendo varia-das razones, predican la cercanía delholocausto nuclear.

¿Qué ha cambiado en el régimensoviético? Aunque suavizado, siguesiendo un régimen totalitario, unaideocracia alimentada por el marxis-mo-leninismo, dogmática, dirigida porunos pocos hombres situados en la ci-ma de la pirámide —el Politburó—de quienes emanan la mayor parte delas decisiones trascendentes y quemoldean la sociedad civil en virtudde la verdad comunista. Por otro la-do, teniendo en cuenta la lógica queanima a una gran potencia y dejandoal margen la ideología, la URSS pre-tende defender sus intereses y aspiracon prudencia a la ampliación de suesfera de dominio en el mundo. Sihasta ahora la Unión Soviética ha res-petado las fronteras establecidas enEuropa en 1945, ¿qué motivos alien-tan a pensar en una acción contraria?Ningún argumento a favor del cambiode conducta goza del suficiente pesopara ello. Ni el incesante incrementodel porcentaje destinado a armamen-tos, ni la presunta consideración deser un Estado cuyo objetivo primor-dial es la guerra —al estar el poderreal en manos del ejército y no delpartido—, ni la eventual utilizaciónde los SS-20 para destruir exclusiva-mente las instalaciones de la OTAN.Resulta siempre difícil arriesgar unahipótesis sobre el comportamiento delos dirigentes soviéticos. Aron, fiel asu tradicional escepticismo moderadoy capacidad para presentar una visión«bifocal» del mundo, tiende, aunquesin un total convencimiento, a consi-

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derar que «la Unión Soviética ha que-rido igualar a los Estados Unidos entodos los terrenos, y, arrastrada porsu impulso, ha superado a su enemi-go adormecido», frente a una con-clusión que explicase su evoluciónpor la esperanza de llegar a asestarun día un «golpe de primera mag-nitud».

La República Imperial es conscien-te de su dimensión mundial y, aban-donado definitivamente el aislacionis-mo, mantiene en su insularidad exce-lentes relaciones con sus vecinos y,por lo tanto, hoy no se siente directa-mente amenazada. La zona de influen-cia americana se ve frecuentementecontestada en Europa, pero hasta hoy,y Aron no ve probables motivos decambio, la Alianza Atlántica se hamantenido. Incluso en el hipotéticocaso de desintegración, Europa occi-dental cuidará con esmero sus rela-ciones con el Este para evitar el con-flicto armado.

Observando el mundo a principiosde los ochenta, ha habido innegablescambios en el sistema interestatal,con un balance favorable al Imperiosoviético; sin embargo, sus rasgos do-minantes son los mismos hoy que aprincipios de los sesenta: sistema pla-netario dividido en dos subsistemascon la misma ideología dominante delsiglo xix europeo, que, no obstante,se encuentra refutada por diversosfactores. Europa se mantiene establedesde hace veinte años y, sin embar-go, otros continentes sufren crisis ycambios incesantes, debido a que lamayoría de los Estados constituidosno forman un pueblo homogéneo.

La guerra es improbable, pero

¿cuál es la zona caliente del mundosusceptible de mayores riesgos? Aronanaliza la situación en cada uno delos subsistemas, y se extiende espe-cialmente en el estudio del MedioOriente y Estados del Golfo. Zonaparcialmente interdependiente delPróximo Oriente y vinculada a Pa-quistán y Afganistán, está integradapor países que se dicen no alineadosy en la que se hace bastante imposi-ble una previsión de acontecimientosfuturos, más a causa de la inestabili-dad de los regímenes políticos que ala propia relación de los Estados en-tre sí. El autor destaca especialmentela condena a muerte, en un futuro nolejano, de los Estados del Golfo, emi-ratos o reinos: podrían sufrir proce-sos revolucionarios por contagio queamenazarían el precario equilibrio ac-tual de una zona vital para Europa.

El hecho técnico nuevo que cons-tituye el arma atómica no llega a laconciencia política hasta 1961 y, conel telón de fondo del riesgo nuclear,la administración Kennedy abandonala idea de las represalias masivas paradotar a la Alianza Atlántica de unanueva doctrina estratégica. Esta deci-sión unilateral provoca la agria pro-testa de los aliados europeos, que in-tuyen en la respuesta flexible la faltade resolución de los americanos y ven,una vez más, su suelo convertido enel inevitable campo de batalla.

El apasionado debate de los años1961-1963 tiene, para Aron, su pro-longación en nuestros días, avivadopor la controversia surgida a raíz dela puesta en práctica de la decisiónque la OTAN adopta en 1979. Lainstalación de misiles tácticos en Eu-

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ropa supone una renovación de ladoctrina de la respuesta flexible. Laposición americana de los sesenta seajusta mejor a las circunstancias a par-tir del momento en que el continenteamericano es objeto de la misma ame-naza que la URSS. Para el autor, lacombinación de armamento conven-cional, táctico y estratégico comportaun elemento de verosimilitud indis-pensable para mantener el carácterdisuasorio de la doctrina. Aun en elmomento de plasmar sus últimas opi-niones respecto al estado de la segu-ridad en Europa occidental, Aron ma-nifiesta su confianza en la vía señala-da por la respuesta flexible: dotaciónde los medios de defensa clásicos y,gracias a los progresos técnicos —pre-cisión de los misiles, uso de cabezascon potencia limitada—, amenaza nu-clear graduada. Considera que no es-tá probado, antes al contrario, el ca-rácter inevitable de la ascensión a losextremos una vez traspasado el um-bral nuclear, y, en este sentido, frentea los defensores del no first use, ar-guye que la adopción de tal doctrinano equivale a prescindir totalmentede su utilización, ya que no suponegarantía de que el compromiso vayaa ser respetado; en definitiva, frentea la hipotética alternativa que se plan-tea con la eliminación total de las ar-mas nucleares, Aron advierte del pe-ligro de la escalada incontrolada dearmamento clásico que, con seguri-dad, se desencadenaría.

El debate actual cuenta, respecto asu inicio en los años sesenta, con unnuevo elemento de gran importancia:la forma inusitadamente radical enque se manifiesta la opinión pública,

dificultando considerablemente la ac-ción de los gobiernos democráticos.El auge del pacifismo en la RFA, pa-ra Aron alimentado en cierta medidadesde Moscú, es síntoma del cambiode mentalidad operado en el puebloalemán, consciente de que su seguri-dad depende de las decisiones adop-tadas en Washington. Los EE. UU. sehan convertido ahora en un aliadoque ha perdido gran parte de su pres-tigio y que produce serias interferen-cias en las relaciones que tan trabajo-samente, y a través de largos años,los políticos alemanes han ido tejien-do con sus vecinos del Este, y espe-cialmente con el Kremlin.

El control de armamentos tiene suorigen e impulso inicial entre loscírculos universitarios que acompaña-ron la llegada del presidente Kennedya la Casa Blanca. Presentado a la opi-nión pública como el sustituto de undesarme tan poco deseable como po-sible, alberga cierta esperanza de re-ducir el riesgo nuclear, que se percibeya de forma general.

Aron plantea la controversia exis-tente entre, por un lado, la tesis adop-tada por las dos superpotencias, con-sistente en establecer los mecanismosque permitan controlar la situación enperíodos de crisis, así como la estrictalimitación del acceso de terceros paí-ses al club atómico, y, por otra parte,la postura radical de K. N. Waltz demore may be better, que basa su ar-gumentación en el hecho de que lapresencia de armas nucleares evitacualquier tipo de conflicto bélico,mientras la periferia libre del diabó-lico armamento ve cómo se multipli-

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can las devastadoras guerras conven-cionales.

El autor concluye que el controlde armamentos y la no-proliferaciónno han alcanzado las metas que, dereducción del riesgo de guerra y delos gastos de armamento, predijeronsus defensores hace más de veinteaños; sin embargo, no se puede des-deñar la importancia que tiene elmantener una comunicación instantá-nea entre las potencias sobre temasrelativos a armamento; conviene man-tener la línea abierta con la esperan-za de que algún día se produzca eltránsito de la limitación al desarme.

La presunta toma de posición a fa-vor de un neoaislacionismo inspiradoen los últimos escritos de George F.Kennan es también objeto de refle-xión; Watwegate y Vietnam provoca-ron una tendencia en los círculos po-líticos americanos en el sentido de unabandono de la doctrina del contain-ment y la elaboración de una nuevadoctrina y práctica de los EE. UU.Las críticas van destinadas especial-mente a la subestimación de la rela-ción de fuerzas militares, que presen-tan un saldo favorable a la Unión So-viética: hay que temer antes al ene-migo militar que a la amenaza co-munista.

La época del presidente Cárter su-pone una recuperación del idealismode la diplomacia americana, una vuel-ta a la defensa de los derechos delhombre. Sin embargo, el balance re-trospectivo no parece muy favorable,ya que una gran potencia responsabledel sistema interestatal no puede ac-tuar al margen de la política dejándo-

se llevar por el moralismo. La conse-cuencia de tal postura supone el de-bilitamiento de los países amigos másque la desestabilización de los ene-migos.

El mundo bipolar subsiste desdehace cuarenta años y ningún cambioparece previsible en un futuro inme-diato, aunque haya que tener en cuen-ta el surgimiento de nuevas potenciasen la escena internacional.

La República Americana ha idoperdiendo influencia y capacidad deactuación desde los años setenta (Viet-nam, Irán, contestación en Europa,etcétera), mientras el otro grande sealza imparable con la superioridad enarmamento nuclear táctico, en armasconvencionales y refuerza su posicióngeopolítica en zonas del mundo. Encuanto a Europa, podría excluirse lahipótesis del ataque militar soviéticodirecto, por diversos motivos; sin em-bargo, Aron apunta la posibilidad deuna incidencia indirecta en Europa oc-cidental por medio de la infiltracióny la manipulación de las guerras, en-frentamientos y constantes crisis quesurgen en la zona del Golfo, graciasa las cuales la URSS podría conseguirinterrumpir el suministro de crudosal occidente europeo. Si el ataque di-recto es improbable, no lo es tantola dominación política. El intelectualfrancés sentencia: «Todavía no hemosllegado a considerar inevitable la vic-toria del Estado que se enorgullecede sus divisiones blindadas y cuyopueblo languidece en la pobreza y laservidumbre.»

Yolanda CASADO RODRÍGUEZ

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JO H N REXEl conflicto social. Un análisis conceptual y teórico

(Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1985)

El nombre de John Rex, con todaprobabilidad, no es muy conocido ennuestro país. A pesar de que ya cuen-ta con una obra traducida al caste-llano, fruto de ese gran empeño edi-torial —esmerado y puntero— quela Editorial Amorrortu viene repre-sentando desde hace bastantes décadasen el área hispanoamericana. En elcampo de las humanidades y de lasciencias sociales este reconocimientoestá más justificado, si cabe. En efec-to, a los diez años de la fecha de supublicación original (Key Problems inSociólogical Theory, Londres, Rout-ledge and Kegan Paul, 1961), la edi-torial de Buenos Aires lanza ya unasegunda edición de esta importanteobra del autor que nos ocupa bajo eltítulo de Problemas fundamentales dela teoría sociológica. De paso, este he-cho permite apreciar la recepción in-teresada de la obra.

Como digo, a pesar de este prece-dente, los trabajos de John Rex rara-mente han traspasado las fronterasidiomáticas anglosajonas. Por la es-cueta información editorial sabemosque, nacido en Sudáfrica, desarrollasus tareas investigadoras y docentesen Inglaterra desde la década de loscincuenta. En este país fundó depar-tamentos de investigación sociológicaen las Universidades de Durham yWarwick. En la actualidad dirige un

equipo de investigación en la Univer-sidad de Aston, en Birmingham. Ade-más —y con ello completo este mí-nimo perfil biobibliográfico— delmencionado ensayo sobre teoría socio-lógica, John Rex ha publicado nume-rosos libros y artículos centrados enlas relaciones étnicas y raciales. Alhilo de las alusiones relativas al temaconsignadas en el presente libro sepueden encontrar referencias biblio-gráficas precisas al respecto.

El libro que aquí recensionamostiene cuatro años de vida editorialcuando aparece en España (la relativapoca diferencia de tiempo desde quese publica originalmente hasta quesurge en las librerías de nuestro paísva dejando progresivamente de ser,por fortuna, una excepción), y tienecomo objetivo sistematizar una teoríaque fue replanteada en la sociologíaa comienzos de la década de los se-senta. Por aquel entonces se formulócomo contraposición a la ortodoxiaimperante que protagonizaba el fun-cionalismo norteamericano. Lo máxi-mo que este paradigma estaba dis-puesto a admitir como etiología delas situaciones de conflicto se limita-ba a las muy tangenciales situacionesanímicas o a casos de deficiente so-cialización. Sorprendentemente, la so-ciología del conflicto, luego de repli-car teórica, conceptual y empírica-

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mente a esta hegemonía a lo largo detoda la década, y cuando la atmósferasociopolítica parecía más propicia pa-ra su definitivo enraizamiento en losdepartamentos de sociología de lasmás relevantes universidades (¿hayque recordar, una vez más, la prima-vera del 68?); no sin cierto asombro,digo, inició una súbita desaparición.

Bajo este estado de la cuestión,John Rex se propone recuperar lasnociones de conflicto y cambio desem-barazadas de algo que, en su opinión,significó el más efectivo aliado parael aludido destierro intelectual acade-micista: el utopismo. La pesada cargaidealista que se precipitaba de esa at-mósfera a primera vista tan alentado-ra fue, a la larga, más un abrasivoque un abono para la sociología delconflicto como disciplina universi-taria.

John Rex divide la obra en cincocapítulos: 1) Microsociología del con-flicto; 2) Conflicto y situaciones demercado; 3) Conflicto y sistemas so-ciales; 4) Colectividades en conflicto,y 5) Paradigma para un análisis delconflicto. Por los títulos ya se coliged planteamiento: el conflicto socialcomo tema central; el núcleo de lasociología en torno al cual va ma-nifestándose el resto de los temas me-dulares. El eje alrededor del que giratodo el campo sociológico, ya se tratede la microsociología, de las relacio-nes diádicas, de las relaciones multi-personales o de casos en los que laspartes no son individuos, sino colec-tividades. Con sus propias palabras,su pretensión consiste en «señalar lasáreas en las que un sociólogo, guia-do por la teoría del conflicto, puede

sentirse lo suficientemente equipadocomo para iniciar sus investigaciones;dada la problemática de la que parte.En la naturaleza de esta problemáti-ca está el que no parta, como haceel funcionalismo, de una totalidadúnica llamada "sociedad", o "sistemasocial", para después estudiar el fun-cionamiento de las partes: más bien,se centra en cualquier tipo de inter-acción social en la que pueda surgirel conflicto y, partiendo de ahí, avan-za lo más posible, de manera sistemá-tica, para examinar los problemas con-siguientes» (p. 140).

Pero ¿qué entiende John Rex porconflicto? Ya en las primeras páginas,dentro del primer capítulo, el másteórico, se detiene a precisar el tér-mino conflicto que le interesa, y quees el aplicado a la acción «intencio-nadamente orientada a la realizaciónde la voluntad del actor en contra dela resistencia de la otra parte o de lasotras partes» (p. 3). Es una cita li-teral de Weber, cuyo punto de vistasobré la teoría sociológica sigue fiel-mente Rex. Así entendido, se opon-dría al concepto de «contradicción»entre partes del sistema que se tien-de a resaltar en la tradición estructu-ralista. Rex es consciente de esta opo-sición fruto de situarse en la tradiciónsociológica que acentúa la relación so-cial y la categoría «acción». Al res-pecto, acepta el magisterio de Parsonscomo teórico de la acción y reconoce,con él, el hecho «de doble contingen-cia» como esencial en relaciones so-ciales. Ahora bien, en lugar de limitarla teoría del conflicto a una perspec-tiva estricta que se refiera básicamen-te al rechazo de las expectativas y

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aspire a predecir el modo en que sedesarrollaría en'consecuencia la inter-acción, una vez que el conflicto sehubiera hecho evidente, John Rexapuesta por una perspectiva amplia-da en la que la teoría del conflictodé cuenta de la «interacción conse-cuencial» en cada uno de los casosde perturbación del tipo ideal de Par-sons (desacuerdo respecto a fines;desacuerdo respecto a los medios le-gítimos; malentendido en la comuni-cación de expectativas; motivación pa-ra la desviación de las bases norma-tivas o instrumentales, y rechazo delas expectativas).

Como buen weberiano, contemplano sólo el argumento racional, sinotambién el afectivo. Es más, si bientrata de dejar fuera del análisis ladimensión psicológica del conflicto(así lo declara), reconoce sin ambagesque «los aspectos psicológicos delconflicto están sistemáticamente rela-cionados con los aspectos sociales»(p. 27), sin que por ello deje de ca-lificar de «verdaderamente ideológi-ca» la tendencia psicoanalítica queimagina que el conflicto únicamenteposee raíces psicológicas.

Precisar, finalmente, que Rex noadmite que sobre estas bases se erijauna ciencia social aplicada a la reso-lución del conflicto: heredero de unrelativismo sociológico arraigado, leconcede que todo lo que puede ha-cer esta ciencia es indicar qué implicauna situación conflictiva concreta yqué supondría poner fin al conflicto,resolverlo o fomentarlo. Asesoramien-to, información de base para la ac-tuación, no ejecución o instrumenta-

lización. Ciencia ante todo, no ideo-logía.

Sobre esta delimitación conceptualy con la formalización de un vocabu-lario abstracto extraído de posicionesconcretas de la interacción social diá-dica, aborda la tipología de las situa-ciones de conflicto de las diversas es-tructuras multipersonales de la acciónsocial. Primeramente, el modelo demercado, «una forma compleja de in-teracción estructurada que engloba, ne-gociaciones, intercambio y competen-cia» (p. 31). Competencia que es in-terpretada como un «caso especial deconflicto» en la que la meta persegui-da por los actores es la misma (mien-tras que en el conflicto se buscan fi-nes diferentes y contradictorios).

Dentro de esté mismo capítulo,John Rex analiza la negociación co-lectiva —llama «situaciones de ne-gociación» a las weberianas situacio-nes de clase a las que .da lugar ladistribución de la propiedad— y elconflicto cuando las «necesidades sesatisfacen a través de medios políti-cos y burocráticos»: por un lado, elconflicto por los recursos en el Esta-do del Bienestar (introduce una no-ción ya planteada por R. Moore y élmismo en 1967: «clases según la vi-vienda —on bousing classes—»); porotro, el conflicto en una economía to-talmente planificada. Para concluir lanaturaleza esencialmente política delmercado, saltando del ámbito pura-mente económico al marco político.«Allí donde haya alguna posibilidadde aplicar modelos de mercado, exis-te realmente la posibilidad de hacerun análisis en términos de sociologíadel conflicto. Por ello, el estudio de

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situaciones consideradas como situa-ciones de mercado debe ser cataloga-do como un campo muy importanteen la sociología del conflicto» (pá-gina 130).

John Rex afronta más adelante lateoría de las «funciones del conflictosocial» dentro de la teoría de los sis-temas. Para ello, expuesto el modelode sistemas de Malinowski, declara-do fundador del funcionalismo, y aligual que hizo con Parsons y su con-cepto de diada, aspira a «demostrarcómo podría desarrollarse el modelocon el fin de explicar el conflicto»(p. 67). En este capítulo tienen cabi-da desde la «disfunción» de Merton—calificada por Rex como una de lasdirecciones del funcionalismo que dacuenta del cambio y del conflicto,aunque, claro está, de modo insufi-ciente— hasta la revisión de la teoríamarxista bajo el prisma del lenguajede la sociología. Las dos partes en lasque se divide el capítulo (el conflictocomo teoría de la ruptura y el cam-bio social y el conflicto como contri-buyentes a la estabilidad de los siste-mas sociales) se saldan con la firmeconclusión de remate: «el conflictopuede ser sistemático, y la tarea delsociólogo es mostrar cómo los siste-mas implican la posibilidad de unconflicto entre las partes y de un con-flicto entre individuos y grupos quepueden modificar o cambiar de mane-ra fundamental el sistema» (p. 85).

El debate en torno a las clases so-ciales —«un concepto sociológico útil,de notable importancia en la sociolo-gía del conflicto»— ocupa la mayorparte del último capítulo temático,dedicado a los grupos ya existentes

antes de entrar en un conflicto, asícomo a los que surgen para entablarun conflicto de metas o intereses.Junto a las clases, Rex examina otrosactores colectivos: los Estados nació-nales —conflicto internacional de ti-po público—, las naciones sin Estadoy los grupos étnicos de las sociedadesplurales coloniales. Estos dos últimosactores plantean la controversia acer-ca de la coincidencia entre la luchade clases y las luchas por la indepen-dencia nacional.

En general, el tono de la crítica deJohn Rex al marxismo es bastantecontenido y discreto. Su posición ini-cial no deja lugar a la duda: «la teo-ría marxista tiene importantes contri-buciones que hacer a la teoría delconflicto social», escribe en la pági-na 82. Gran estudioso de Marx, a pesar de la brevedad, Rex consigue ex-poner sintéticamente sus aportacionescentrales a partir del prólogo a laContribución a la crítica de la econo-mía política, renegando de la «religio-sa reverencia» con que con demasiadafrecuencia es citado y deslindando elnúcleo sociológico de lo que pertenecemás bien al campo de la filosofía ode la retórica. Aparte de al propioMarx, no alude más que al «revisio-nismo de los marxistas franceses»(Althusser, Balibar, etc.), pero su opi-nión es que «sin duda una versiónsensata del marxismo sería la queafirmase que las instituciones produc-tivas son básicas para el sistema so-cial, pero que el marco social en elque se lleva a cabo la producción es-tá estructurado en términos de un sis-tema de poder y de propiedad». Unaslíneas más adelante será tajante en

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cuanto a las potencialidades de la teo-ría marxista dentro de la sociologíadel conflicto: «para poder desarrollar-se completamente, el marxismo nece-sita liberarse de su problemática yterminología esencialmente hegelianasy enriquecerse con un vocabulario so-ciológico moderno referido a la ac-ción, las relaciones sociales y las ins-tituciones sociales» (pp. 82-83).

Estos y otros puntos de vista sus-critos por el autor hacen del capítulosobre las clases sociales uno de losmás sugerentes y ricos del libro. Com-prende incluso una «modificación delmodelo marxista de lucha de clasesen una sociedad capitalista», ya suge-rido en Key Problems..., que se re-fiere a tres «situaciones» —«de clasedominante, de tregua y revoluciona-ria»— como posibles resultados decualquier conflicto entre dos clases.

El relieve de la crítica al marxismose aplica igualmente en la continuaconfrontación al estructural funciona-lismo. Tampoco en este caso las cotasalcanzadas son muy elevadas. Al con-trario: más bien entiende su propiateorización conflictual como un com-plemento esencial de la utopía inte-gracionista del funcionalismo estructu-ral. «Lo que sugerimos es que su ex-plicación es incompleta y que la diná-mica del proceso de intercambio con-duce, en ciertos casos por lo menos,al conflicto social y a la desorganiza-ción social» (p. 51).

Este tono conciliador con el queambas orientaciones sociológicas sonacometidas no es óbice para que Rexseñale el punto en el que estriba ladiferencia con la teoría del conflicto.Un punto que, en principio, compar-

ten el marxismo contemporáneo y elfuncionalismo: la centralidad del sis-tema social. Por contra, «en la teoríadel conflicto, los sistemas son secun-darios y han de ser entendidos en tér-minos de los conceptos más básicosde acción intencional e instrumental»(p. 117).

Por lo demás, esta no encrespadacrítica está en consonancia con unviento que recorre cada una de las pá-ginas del libro: el intento de llevar acabo una exposición sistemática de lateoría del conflicto. En efecto, el li-bro es, antes que nada, un manual.Ciertamente, esta consideración, enlas esferas intelectuales, es punto me-nos que descalificación. No siempredebería generalizarse tan indiscrimina-damente. Libros como el que me ocu-pa merecen tenerse en cuenta. Sucondición de manual, aconsejada porsu accesible inteligibilidad, su impe-cable síntesis, su encomiable brevedady su fácil manejo, no empece el talan-te crítico —que no polémico— delque me he hecho eco. Por estas razo-nes resulta idóneo para la introduc-ción en un cada vez más imprescindi-ble vocabulario sociológico que dé ra-zón del potencial conflictivo de lassociedades contemporáneas: en estesentido, los resúmenes y conclusionescon los que se cierran los capítulosy el paradigma de análisis del con-flicto, que se invita a contrastar conel «paradigma de los elementos dela acción» de Parsons y el «paradig-ma para el análisis funcional» merto-niano, son sus más sobresalientes con-tribuciones. Por no citar el índice ana-lítico —onomástico y temático— quela editorial ha acertado incluir.

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Sin duda, la finalidad expresada porJohn Rex —configurar un «punto departida para un enfoque sistemáticoen un mundo que está lejos de ajus-

tarse al bosquejado por Parsons enThe Social System»— ha sido satisfe-cha con creces.

Raúl MARTÍN ARRANZ

JOSEP M.a BLANCH

Psicologías Sociales: Aproximación histórica(Barcelona, Hora, 1983)

Las Ciencias Sociales tienen unasfronteras difusas. Evidentemente, lavida humana tiene carácter social; elcomportamiento de los individuos só-lo puede ser analizado en su contextoeconómico y social. La construccióndel objeto (de estudio) en el marcode un programa de investigación queprofundice en fenómenos sociales de-be contemplar las lecturas comple-mentarias de muy diversas ramas delpensamiento humano. En este senti-do, es de agradecer la publicación demanuales universitarios que no sepresenten como un círculo cerrado.La ciencia es, por definición, un pro-ceso ordenado de indagación que re-suelve interrogantes ampliando elcírculo de «lo conocido»; paralela-mente, aumentan también los «espa-cios desconocidos».

El desarrollo histórico de la psico-logía social se nos presenta en el libroque analizamos como un proceso con-tradictorio que retrocede y avanza,creando un cuerpo teórico y metodo-lógico que permite conocer, y ampliarasí, las fronteras de lo desconocido.En la psicología social ha existido ungran abismo entre el desarrollo de uncuerpo teórico y su aplicación prácti-

ca. Muchas de las aportaciones en psi-cología social se remiten a menudo asistemas teóricos más amplios desa-rrollados por otras ciencias. Esta si-tuación no es —en principio— nega-tiva, sino que, al contrario, constitu-ye un precioso valor.

Las contradicciones fundamentalesde una sociedad se reflejan, sin dudaalguna, en todos sus productos inte-lectuales. El desarrollo de las expe-riencias prácticas en psicología socialha sesgado habitualmente la imagende esta ciencia. El psicólogo social haactuado muchas veces como «funcio-nario» de los patrones para reducirconflictos laborales o sociales y sen-tar las bases para «el orden social»;otras veces se ha preocupado de co-nocer el comportamiento de determi-nados grupos sociales frente a deter-minados «productos de consumo»,convirtiéndose en un «vendedor»...Todas estas imágenes han impactadoa muchas visiones poco profundas quese han quedado ciegas ante el árbolsin capacidad de reacción para captarla complejidad del bosque.

Muchas de las «introducciones» alas distintas disciplinas pecan de sertan simplificadoras que resultan más

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bien un vidrio opaco que complica lacomprensión del tema que ocultanen su título. Si bien —por ejemplo—el comportamiento de una persona enpresencia de otra es a la vez una res-puesta y un estímulo, sería una tre-menda simplificación suponer que elproceso se reduce a la formación desecuencias de estímulos y respuestas.Las situaciones sociales complejas sondifícilmente reproducibles en un labo-ratorio. Planteando una hipótesis fan-tástica, si un «extraterrestre» captu-rara a una persona adulta de nuestroplaneta y lo trasladase a un mundoartificial «idéntico» al nuestro podríaconocer e interpretar una parte delcomportamiento humano, pero seríaincapaz de ofrecer teorías globales.

Precisamente, Josep M.a Blanch hapresentado en su libro un marco muyamplio que permite contemplar el de-sarrollo histórico de su disciplina enel contexto social que la ha produci-do. El primer acierto lo podemos en-contrar ya en el título: al referirse alas psicologías sociales se sitúa —departida— en una posición pluralistay compleja que permite realmente«avanzar» cuando van pasando losminutos de lectura y las páginas ne-cesariamente subrayadas y anotadas.La necesaria síntesis que significa elpresentar un panorama complejo enmenos de cuatrocientas páginas que-da compensada por esta visión críticay comprensiva. En ningún caso en-contramos el clásico defecto de losmanuales de reducir a «recetas» lasproposiciones teóricas no compartidaspor el autor y desarrollar en profun-didad las visiones que comparte.

El autor nos propone desde las pri-

meras páginas un viaje por un reco-rrido difícil que compone «un mosai-co de representaciones fragmentarias[del campo de investigación de la psi-cología social] y el trenzado de algu-nos de los hilos conductores [de lagenealogía de su progreso]» *. Laaparente modestia de estos plantea-mientos amaga una visión profunda-mente crítica y muy difícil de cum-plir hasta su último extremo. Quizáuna de las limitaciones de este textosea la tensión —por otro lado muysana— entre unos objetivos muy am-plios y la necesidad de ceñirse a unespacio reducido y a un público for-mado por personas (todavía) no ex-pertas en el tema.

Los títulos de los grandes aparta-dos de la obra son, a mi juicio, resul-tado de esta contradicción entre eldeseo del autor y la necesidad deadaptarse a un público de primeroscursos universitarios. La «psicologíasocial psicológica», la «psicología so-cial sociológica» y las «psicologíassociológicas» son, en realidad, resul-tado del desarrollo mismo de la cien-cia en relación a la complejidad es-tructural de su objeto de estudio. Elsimple enunciado de esta «tríada con-ceptual» puede inducir a errores quela lectura del texto no podrá deshacersi son ya el esquema de esta mismalectura. De toda manera, las agrupa-ciones que Josep M.a Blanch realizade las diversas teorías son muy ade-cuadas para comprender el estado dela cuestión en el momento presente.

En la actualidad coexisten en lapsicología social métodos que repre-

* Véase la página 4 del texto que co-mentamos.

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sentan distintos enfoques teóricos yque se concentran en muy variadastécnicas de investigación. Tal comosugiere Josep M.a Blanch, esta diver-sidad es un claro exponente a la vezde la crisis permanente de una disci-plina «en busca de identidad» y dela riqueza de las teorías existentes.No estoy muy seguro de que sea po-sitivo plantearse la posibilidad deacabar con «la crisis»; más bien creoque son las tensiones y los interro-gantes los que permitirán madurar alas ciencias sociales en general.

En resumen, el texto que comen-tamos ofrece una compleja panorámi-

ca de las aportaciones históricas másimportantes que han configurado elmomento presente de la psicología so-cial. Esta ambiciosa presentación esposible gracias a un afinado sentidocrítico y a una gran amplitud de mi-ras, encajando en la psicología sociallas sucesivas aportaciones de muy di-versas ciencias sociales. A pesar delos claros peligros que amenazan acualquier manual, Josep M.a Blanchconsigue saltar prácticamente todoslos escollos tan sólo con heridas su-perficiales.

Francesc MERCADÉ

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