crisis e imperialismo

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:: portada :: Economía :: 29-08-2014 Tres tesis sobre las coyunturas actuales de la competencia imperialista Crisis e imperialismo Wolfgang Möhl Gegenstandpunkt 1. El negocio capitalista mundial después de seis años y medio de crisis financiera Es que cierto logro no se les puede impugnar a las potencias económicas mundiales, los EE UU y la UE: generando y concediendo crédito por decisión soberana en cantidades ilimitadas han conseguido detener la desvalorización de deudas bancarias y de sus propias deudas soberanas, rescatar su solvencia y la de su economía, y apoderar a la banca a retomar sus actividades especulativas. Han puesto en circulación una masa inmensa de recursos líquidos que ni se derivan de una acumulación de capital, ni se emplean para crear "un crecimiento sostenido"; recursos que por lo tanto no están ni pueden ser justificados económicamente, que no representan más que simples déficits públicos y que tienen su valor únicamente por disposición estatal. Con tal empleo de su fuerza, las grandes potencias capitalistas sostienen la economía mundial: financian por decreto la marcha del capitalismo mundial. * En el séptimo año de la gran crisis financiera vuelven a escucharse noticias prometedoras: los centros de la economía mundial, los EE UU y la UE -aquí incluso los más débiles de los países del euro-, por fin vuelven a registrar cierto crecimiento económico. Y la crisis de la deuda soberana europea también parece superada: hasta Grecia consigue vender en el mercado bonos a intereses aceptables. El mismo peso como las buenas noticias, no obstante, lo tienen las reservas que acompañan todos los éxitos comunicados. En el centro de las reflexiones críticas figura el reparo de que todos los avances positivos se deben únicamente a los bancos centrales en EE UU, Europa y Japón con su política del dinero "barato", emitido en abundancia y prácticamente sin intereses. Así que se considera bueno que los títulos recientemente aún calificados de "bonos basura" vuelvan a despertar el interés de los especuladores. Pero la única razón para ello es la abundancia de dinero barato que no encuentra mejores alternativas de inversión; y las que se aprovechan solo se califican de buenas porque el Federal Reserve compra enormes cantidades de bonos del estado, y porque el Banco Central Europeo a su vez reconoce todos los bonos del Tesoro en euros como válidas garantías y promete comprarlos en cantidades ilimitadas; y esto es a su vez malo. Positivas salen las noticias que emiten los mercados de valores donde las cotizaciones van a la alza, indicando crecimiento; el hecho de que lo hagan solo debido a la superabundancia de liquidez en el mercado y a los bajísimos tipos de interés, no es nada bueno, incluso despierta temores ante nuevas burbujas, que algunos escépticos ya ven creciendo en los sectores inmobiliarios alemán y estadounidense. Que no se haga notar la temida inflación pronosticada como consecuencia del incremento de dinero por parte de los grandes bancos emisores, esto al menos es una buena noticia; tanto peor es que no se registre prácticamente ninguna subida de precios, por lo cual quizá estemos ante una deflación, una caída de precios que, según se explica al público, es peligrosa porque inicia una espiral descendente sin freno donde se refuerzan mutuamente una actitud moderada en las compras, debido a que se especula con una caída de precios, y precios que realmente caen. Etcétera. Lo que los expertos registran como un desarrollo positivo con aspectos negativos más o menos graves, tanto una superación de la crisis con riesgos aún existentes como una perduración de la crisis con prometedores rayos de esperanza, revela mucho sobre la situación contradictoria a la que los capitalistas financieros y políticos de finanzas han llevado su capitalismo global. De hecho, no es que haya carencia de aquel tododecisivo recurso vital de la economía capitalista mundial: el crédito, siempre accesible para operaciones de préstamo de toda clase, está disponible en page 1 / 12

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Critica a los enfoques actuales de la economía mundial

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Page 1: Crisis e Imperialismo

:: portada :: Economía ::

29-08-2014 Tres tesis sobre las coyunturas actuales de la competencia imperialista

Crisis e imperialismoWolfgang MöhlGegenstandpunkt

1. El negocio capitalista mundial después de seis años y medio de crisis financiera

Es que cierto logro no se les puede impugnar a las potencias económicas mundiales, los EE UU y laUE: generando y concediendo crédito por decisión soberana en cantidades ilimitadas hanconseguido detener la desvalorización de deudas bancarias y de sus propias deudas soberanas,rescatar su solvencia y la de su economía, y apoderar a la banca a retomar sus actividadesespeculativas. Han puesto en circulación una masa inmensa de recursos líquidos que ni se derivande una acumulación de capital, ni se emplean para crear "un crecimiento sostenido"; recursos quepor lo tanto no están ni pueden ser justificados económicamente, que no representan más quesimples déficits públicos y que tienen su valor únicamente por disposición estatal. Con tal empleode su fuerza, las grandes potencias capitalistas sostienen la economía mundial: financian pordecreto la marcha del capitalismo mundial.

*En el séptimo año de la gran crisis financiera vuelven a escucharse noticias prometedoras: loscentros de la economía mundial, los EE UU y la UE -aquí incluso los más débiles de los países deleuro-, por fin vuelven a registrar cierto crecimiento económico. Y la crisis de la deuda soberanaeuropea también parece superada: hasta Grecia consigue vender en el mercado bonos a interesesaceptables. El mismo peso como las buenas noticias, no obstante, lo tienen las reservas queacompañan todos los éxitos comunicados. En el centro de las reflexiones críticas figura el reparo deque todos los avances positivos se deben únicamente a los bancos centrales en EE UU, Europa yJapón con su política del dinero "barato", emitido en abundancia y prácticamente sin intereses. Asíque se considera bueno que los títulos recientemente aún calificados de "bonos basura" vuelvan adespertar el interés de los especuladores. Pero la única razón para ello es la abundancia de dinerobarato que no encuentra mejores alternativas de inversión; y las que se aprovechan solo secalifican de buenas porque el Federal Reserve compra enormes cantidades de bonos del estado, yporque el Banco Central Europeo a su vez reconoce todos los bonos del Tesoro en euros comoválidas garantías y promete comprarlos en cantidades ilimitadas; y esto es a su vez malo. Positivassalen las noticias que emiten los mercados de valores donde las cotizaciones van a la alza,indicando crecimiento; el hecho de que lo hagan solo debido a la superabundancia de liquidez en elmercado y a los bajísimos tipos de interés, no es nada bueno, incluso despierta temores antenuevas burbujas, que algunos escépticos ya ven creciendo en los sectores inmobiliarios alemán yestadounidense. Que no se haga notar la temida inflación pronosticada como consecuencia delincremento de dinero por parte de los grandes bancos emisores, esto al menos es una buenanoticia; tanto peor es que no se registre prácticamente ninguna subida de precios, por lo cual quizáestemos ante una deflación, una caída de precios que, según se explica al público, es peligrosaporque inicia una espiral descendente sin freno donde se refuerzan mutuamente una actitudmoderada en las compras, debido a que se especula con una caída de precios, y precios querealmente caen. Etcétera.

Lo que los expertos registran como un desarrollo positivo con aspectos negativos más o menosgraves, tanto una superación de la crisis con riesgos aún existentes como una perduración de lacrisis con prometedores rayos de esperanza, revela mucho sobre la situación contradictoria a la quelos capitalistas financieros y políticos de finanzas han llevado su capitalismo global. De hecho, no esque haya carencia de aquel tododecisivo recurso vital de la economía capitalista mundial: elcrédito, siempre accesible para operaciones de préstamo de toda clase, está disponible en

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abundancia. Su fuente, no obstante, y este es el problema, son los bancos emisores estatales -y nolos bancos comerciales, que en tiempos normales generan crédito a base de los negocioscapitalistas que gestionan, financiando así la acumulación capitalista y obteniendo del éxito de lamisma nuevos medios financieros dispuestos para continuar el acrecimiento de la acumulación,círculo que les hace crecer a los bancos mismos-. Los bancos emisores de las grandes potenciaseconómicas no cumplen su tarea normal de acreditar, garantizar y respaldar la generaciónautónoma de crédito y dinero crediticio genuina del sector financiero procediendo a refinanciarparte de ella por medio de dinero de curso legal, confirmando así su carácter de negocio impecabley actividad económica políticamente deseada. En lugar de eso, hacen las veces de los generadoresde crédito privados (los que se abstienen por motivos económicos) y se encargan de suministrardinero a la economía, porque esta sin este no funciona. La sobreabundancia de liquidez producidapor los bancos centrales de los EE UU, de la UE y del Japón, es el sustituto -consideradooficialmente imprescindible y con clara autorización oficial- de aquel crédito que normalmentegenera la banca, pero que de momento no, porque ella manifiestamente no ve ninguna posibilidadde impulsar con él crecimiento alguno que lo justifique económicamente. Con lo cual queda claroque el uso que se está haciendo de esta tremenda cantidad de dinero creado en los grandesbancos centrales no cumple de ninguna manera con el criterio de crecimiento capitalista. No surgeun "crecimiento sostenido" que hiciera superflua dicha emisión de dinero de los bancos emisores oque la redujera a la medida normal en su relación reglamentada con las actividades de los bancos.Tampoco consiguen estimular dicho crecimiento, el sabido círculo productivo de generar crédito yvalorizar capital, los competentes guardianes del dinero, que detectan la razón para su carenciadonde ellos disponen de herramientas de intervención, a saber el precio y la cantidad de dinero aprestar: los tipos de interés son prácticamente cero, la cantidad de dinero accesible tienedimensiones no restringidas, y no obstante "el crecimiento no arranca".

Lo que sí "arranca" gracias a los intereses mínimos y la inmensa cuantía de dinero del bancocentral son negocios de otro tipo: aquellos que consisten en hacer acrecentar dinero y enriquecersesin que haya crecimiento capitalista.Forma parte de estos negocios el ya mencionado auge en los mercados de valores, que no reflejaun crecimiento general de las empresas cotizadas en las bolsas, sino un apuro general: la falta demejores oportunidades de inversión para la liquidez existente, y el dinero a tan bajo precio. Lo queaumenta, no es más que el valor del capital ficticio (el mero representante de las empresas en lasbolsas); este aumenta exclusivamente por la demanda especulativa hacia este tipo de inversiones,y solo debido a que estas inversiones en efecto hacen que aumenten los precios. Un caso ejemplares la carrera de una plataforma virtual para la autoprostitución de las masas y la recreación de unacomunicación rudimentaria, que se ha convertido en una empresa cuyo valor bursátil supera el deestablecidas firmas automovilísticas; y eso debido a un modelo empresarial -comercializar los datosde sus clientes y ofrecer el acceso de estos datos a firmas que esperan incrementar sus ventashaciendo uso de publicidad individualizada y cerca del cliente- que de por sí da más bien testimoniode los apuros de la competencia empresarial por cada comprador individual que índice de uncrecimiento del poder adquisitivo y de mercados en expansión. Mucho dinero también se invierteen adquisiciones de empresas y en fusiones; el negocio con la organización de tales actividadessupuestamente está proporcionando mayores ganancias que en años anteriores a los gestores delos correspondientes servicios financieros. Con este tipo de inversiones, las empresas no crecenmediante la acumulación, ni mucho menos como parte activa de un acrecentamiento general delcapital en funciones, sino mediante la fusión de capitales ya existentes; y cuando este tipo decrecimiento por vías de centralización se pone de moda, se manifiesta que empresasacostumbradas al éxito, con su dinero líquido y el crédito que gozan, no encuentran oportunidadespara enriquecerse aprovechando crecientes actividades económicas por vías de una acumulaciónpropia. Están luchando por salvar sus bienes de la inactividad capitalista; y esta lucha es su manejoofensivo en una situación de superacumulación general del capital. En comparación a estas últimasactividades hasta parece serio y de gran porvenir el nuevo auge de gas natural y petróleo en los EEUU: la impetuosa expansión del negocio con la explotación de nuevas fuentes de energía mediantela tecnología del fracking. De hecho, la oportunidad de ganar dinero en este sector se aprovechaenseguida y a tan gran escala que la oferta del recurso energético extraído aumenta más

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rápidamente que la venta, la que se pretende realizar en el resto del mundo, sin miramientos a queeste ya está bastante bien abastecido, y a que hasta ahora y en un futuro cercano faltan las vías detransporte necesarias. La consecuente caída del precio frustra inmediatamente algún que otrocálculo y arruina a un buen número de inversores. No se trata tampoco de un crecimientoprecisamente sostenido si la especulación, nada más arrancada, sobrecarga y asfixia el negocio alque especulan.

Algo parecido también ha sucedido en el negocio con los así llamados mercados emergentes. En subúsqueda por investments rentables, los inversores de dinero pasaron algún tiempo valiéndose delas naciones "emergentes" con economías en vías de convertirse en capitalismo real -la India,Brasil, Indonesia, Suráfrica...- como suministradoras de crecimiento capitalista, colocando allí tantocrédito que el valor de las monedas de estas naciones subió tanto que puso en peligro el negociode éstas con la exportación; hizo eco la crítica de que en su lucha por cuotas de mercado mundiallas grandes potencias en crisis habían abierto una "carrera por la devaluación monetaria" y una"guerra de divisas". Entretanto se ha retirado tanto capital especulativo de aquellos países queestos ya lamentan una recesión y una caída del valor de la moneda nacional. La razón que se alegapara ello es que se espera un cambio en la política monetaria del banco central estadounidense, asaber una reducción y paulatina extinción de la compra de bonos sobre todo del Tesoro -hastaentonces en una dimensión de 85 mil millones de dólares al mes-, y además una cuidadosa subidade los tipos de interés del Federal Reserve por encima de la marca del cero por ciento. Y esto dicemucho sobre el cálculo que antes predominaba y el que ahora predomina en la comunidadinternacional de los inversores. Al parecer, lo decisivo para la especulación con el crecimientocapitalista en la periferia de la economía mundial no era la confianza en un sostenible y duraderoauge en aquellos países, sino más bien la desproporción entre los medios de inversión disponibles-o sea de bienes monetarios que precisan valorizarse para seguir representando capital-dinero- yuna falta de oportunidades de valorización en los centros de la economía mundial. Enconsecuencia, lo que registraba crecimiento en los países emergentes y lo que aprovechaban losespeculadores no era tanto la actividad económica en estos países (aunque esta, motivo de alegríapara los responsables, de hecho aumentó), sino la valoración de los investments que debía susubida a las inversiones especulativas mismas. Esta especulación se interrumpe, y con ella el augeen los países invadidos, en cuanto se prevén los más mínimos indicios de un rédito digno demención para inversiones en títulos financieros de las potencias mundiales del capital. No puedeser, empero, la dimensión del rédito esperado lo que hace que los inversores retiren sucapital-dinero acrecentado. Lo que distingue las inversiones financieras en los EE UU, los países deleuro y los demás estados capitalistas de categoría, sigue siendo no un abundante rendimiento deintereses, sino la calidad de sus emisores: la seguridad ante el vaivén especulativo que el crédito yel dinero crediticio de los países del dinero mundial prometen al menos en mayor grado que todoslos demás. Para los inversores al parecer el auge ya lleva tiempo suficiente; aspectos de seguridadles dan motivo a preocupaciones de que podrían llegar o ya haber llegado a crear una "burbuja"; ymuy pronto la profecía tiene como consecuencia su propio cumplimiento: el crecimiento revelasiendo una exageración -y la acumulación, una superacumulación- en la medida en que losinversores salvan su capital de las consecuencias.

Por consiguiente cuentan con encontrar la seguridad para su capital-dinero en los bonos deaquellos estados cuyos bancos centrales emiten el recurso comercial que se usa a nivel mundial.Son mayoritariamente este tipo de títulos los que absorben la sobreabundante liquidez, hasta secompran bonos de países de la eurozona que hasta hace poco estaban prácticamente enbancarrota y cuyos "bonos basura" durante un tiempo estuvieron poniendo en peligro la solvenciafinanciera de bancos con demasiados de estos títulos acumulados en sus libros. Y esto sin quehubiera mejoras esenciales en la situación económica de los emisores; ninguno de los paísesregistra auge alguno, ni mucho menos uno en una medida que pudiera justificar la crecida ycreciente deuda pública con un crecimiento apropiado del capital nacional. Estas deudas solodefienden su cualidad de capital-dinero en proceso de valorización y con ella su valor, según seescucha en las noticias, porque los competentes bancos centrales lo garantizan con susintervenciones en el mercado de obligaciones y a través de su garantía de compra, encargándose

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de un buen volumen de ventas mediante su política del dinero abundante y barato. De esta maneralos estados con establecida moneda mundial convierten sus propias deudas de modo directo encapital-dinero, a saber haciendo que su banco central las recompre o las endose y les dé así sureconocimiento como capital-dinero, figurando por último los estados mismos como sus propiosacreedores; en este mismo acto justifican la emisión de medios de pago por parte de su bancocentral, ya que éste para el caso ha llegado a adquirir o endosar deudas públicas ya reconocidaspor él mismo como capital-dinero. Sin justificación económica alguna, únicamente por el empleo desu soberanía monetaria, los estados se dotan de recursos financieros; y surten al negocio financierode títulos de valor y mucho dinero barato para que lo invierta en estos investments; por purodecreto, pues, están financiando tanto las enormes deudas suyas como a la vez el sector crediticio,incapaz éste de continuar de otra manera su actividad normal, el círculo de generar crédito yvalorizar capital. Los institutos financieros por su parte, que siguen sin registrar un auge quecomprobara la dignidad de crédito de sus deudores estatales de acuerdo a los acostumbradoscriterios de su especulación, se enganchan en la autofinanciación circular de los estados conestablecido dinero mundial, reconociendo con tal práctica la autoridad estatal como fundamento desu negocio, como sustituto idóneo de un crecimiento capitalista, propio de la actividad de empresasprivadas, y precario hasta la fecha. Mientras perdure esta situación, aprovechan lo que el poderestatal les ofrece. Y cuando lo que cuenta es la autoridad de este último -la fiabilidad de la garantíasoberana sobre el valor capitalista de deudas que económicamente son insostenibles-, losmercados financieros no dejan dudas con respecto a la jerarquía de las potencias capitalistas.Bajo esta crítica perspectiva, el interés de los especuladores se dirige (solo) al mayor y más potentede todos los países emergentes, China, que quizá ya haya dejado formar parte de esta categoría depaíses. Su "dinero del pueblo" cuenta como candidato -el único a nivel mundial- al ascenso al rangode una moneda mundial junto al dólar estadounidense, al euro, y hasta por encima del yen japonés.Así lo ven al menos los gerentes de los centros financieros establecidos en Europa, que compitenencarnizadamente entre sí por que Pekín los escoja como centro para la adquisición ycomercialización de créditos en Renminbi (Frankfurt ha terminado ganando). Los comerciantes dedinero del mundo, al parecer, consideran llegada la hora para el inicio de tal negocio; ellos almenos están convencidos de que la moneda china debe su valor como fiable representante de lariqueza capitalista al volumen y las tasas de crecimiento de la valorización interna del capital, y queya no deriva más de inversiones extranjeras y de su inmensa reserva en dólares. El hecho de que elRenminbi -a diferencia del euro y sobre todo del dólar estadounidense- diste mucho de inundar losmercados financieros mundiales en dimensiones ya ajenas al volumen de la economía nacional, yde pasar a dominar así el mercado monetario internacional, significa por lo visto para el comerciointernacional de divisas que esta moneda aún "contiene mucho potencial" y que no caben dudas deque la especulación con un crecimiento mundial de mayores proporciones del capital-dinero chinorentará. Para este cálculo, empero, no importa solo el tamaño de la economía china, sino sobretodo el hecho universalmente advertido y tomado en consideración de que la dirección políticachina no acepta que el gobierno estadounidense se inmiscuya en su política monetaria, replicandoa los correspondientes intentos de EE UU con la exhortación a que le ponga más cuidado al valor desus treasuries (bonos del Tesoro): no es solo la fuerza del capitalismo chino lo que distingue laRepública Popular de los demás países emergentes, sino la soberanía con la que su gobierno lodomina.El criterio de la fuerza política del deudor estatal y emisor de dinero es de suma importancia paralos perspicaces especuladores en los mercados mundiales de dinero, no solo en tiempos de crisis.Solo porque siempre tiene validez, es que ahora este criterio se hace tan importante que hastapasan al segundo plano la exigencia de un rédito aceptable y un crecimiento que justifiqueeconómicamente el endeudamiento del poder político que lo gobierna.

2. La competencia de las grandes potencias económicas mundiales por el dinero del mundo

Los gobiernos de las grandes potencias económicas saben que el rescate de parte suya dedevaluadas deudas bancarias y dudosas deudas estatales mediante la generación estatal detodavía más crédito y la conversión de este crédito en liquidez por parte de su banco centralrepresentan medidas soberanas de emergencia contra la agravación descontrolada de la crisis; el

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hecho de que el sector financiero aproveche los créditos baratos de los bancos centrales para todomenos la financiación de un "auge sostenido", no obstante, les inquieta. Ya que con la generaciónde liquidez pensaban no solo detener el colapso de su economía monetaria, sino bien impulsar uncrecimiento capitalista que hiciera productiva la liquidez soberanamente creada, que justificaraeconómicamente las deudas acumuladas en detrimento del presupuesto nacional y que reforzaraasí la validez de su respectiva moneda crediticia como materia indispensable del negocio mundial yrepresentante de la con ella creada riqueza capitalista. Hacen del apremio de gestionar la crisis lavirtud de la batalla en la competencia: contra el resto del mundo, pero sobre todo unas contraotras, las potencias mundiales del crédito en crisis pugnan por un crecimiento que testifique laproductividad de la fuerza que aplican para que siga en marcha el capitalismo mundial.

Para ese fin Europa y EE UU tienen cada uno su respectiva estrategia:

- Los EE UU como emisores del recurso comercial empleado a nivel mundial están inundando elmundo con dólares "no cubiertos", exigiéndole por lo tanto al mundo comercial que sigareconociendo su moneda crediticia como soporte de valor y siga usando sus deudas comocapital-dinero, todo esto cuando a toda vista el crédito continúa desvalorizándose y las deudasestatales incrementándose sin fin. Anuncian que esta "política del dinero barato" continuará hastaque el número de parados haya caído debajo de un determinado nivel, poniendo así en claro lafinalidad del asunto: se trata de reavivar el crecimiento económico nacional, y esto de tal grado queel crédito vuelva a generarse y valorizarse "por sí solo", o sea por el interés propio de las empresasprivadas. Una política de "re-industrialización" del país y de renovación del negocio energético vadestinada a recuperar el dominio americano sobre el mercado mundial. A fin de reorientar elnegocio mundial al provecho nacional, el gobierno está promoviendo además su política de"asociación" a nivel transpacífico y transatlántico. Apuesta por que la inundación del mundo condinero crediticio estadounidense finalmente resulte en su empleo rentable por parte delcapital-dinero norteamericano.

- Alemania como potencia económica líder de la eurozona y "campeona mundial de exportación"combina la multiplicación improductiva de deudas y liquidez en euros debida a la crisis con unarigurosa batalla en la competencia por justificar económicamente el crédito generado y laincuestionable solidez de la moneda que lo representa. Su recurso en esta batalla son susexportaciones exitosas, que afirma haber conseguido mayoritariamente en el mercado mundial,fuera de la eurozona; con este éxito la nación reclama ser el modelo ejemplar a la que correspondedefinir las normas para sus socios, o sea imponer a nivel europeo la postura y con ello el estatus delugar privilegiado de inversión en la competencia por el capital del mundo. Con su batalla políticapor equilibrios presupuestarios y contra la generación de crédito improductivo de parte de sussocios europeos, el Gobierno alemán pone en claro qué importancia vital reviste para él el poder dela moneda crediticia supranacional.

Para las potencias económicas mundiales de ambos lados del Atlántico, el arma decisiva en sulucha por la justificación económica del crédito, que multiplican y mantienen en vigor por decretosoberano, y por la validez mundial de su dinero crediticio está en su potencia de decretarles a otrossoberanos de rango las condiciones que tienen que acatar frente a sus presupuestos nacionales y ala gerencia política de su economía nacional. En condiciones de crisis, la competencia de lasnaciones con moneda mundial resulta siendo una lucha de poder que se libra por el estatus de lareconocida potencia líder y la subordinación de las demás.

*Las grandes partidas negativas que ha producido la crisis financiera -la anulación de considerablescantidades de capital-dinero privado, los inmensos volúmenes de títulos más o menos carentes devalor conservados en bancos malos bajo dirección y garantía estatales, la multiplicación de ladeuda soberana (en crecimiento en medida de los intereses vencidos aunque los ministros dehacienda consigan un saldo presupuestario primario), y sobre todo la búsqueda infructuosa de labanca de oportunidades de inversión que prometan un uso pasablemente exitoso del abundante

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crédito disponible-: ninguna de estas partidas negativas ha desaparecido solo porque seancontabilizadas correctamente y hayan dejado de ser objeto de interés público. La esperanza poruna vuelta al crecimiento, que viene acompañando prácticamente desde su comienzo la obradestructiva de la crisis financiera, hasta ahora no se cumple. Es por eso que a los guardianesestatales de las monedas en las que se lleva a cabo la economía mundial, no les queda otroremedio: emitiendo dinero crediticio gratis y en cantidades inmensas, y garantizando además elvalor de bonos del Tesoro, han de mantener en vigor la mentira fundacional del capital financiero,la ecuación deudas son capital-dinero, a pesar de que la crisis la está rebatiendo continuamente, yde garantizar que siga en marcha la economía monetaria mundial. Les toca entonces a ellosponerse a sustituir el círculo productivo de estar generando y valorizando crédito, que la economíaprivada no pone en marcha, por su improductivo acto soberano.Para los políticos de economía de las grandes potencias en crisis, sin embargo, eso no es ningúnmotivo para renunciar a aquella mentira fundacional que se deben a sí mismos en calidad desalvadores de su magnífico sistema económico: que todo lo que emiten por decreto como recursosfinancieros para que la economía mundial siga en marcha, al fin y al cabo también sea justificadoeconómicamente - provocando en algún momento un crecimiento real en las actividadescapitalistas. Es todo lo contrario: es precisamente porque hacen los fuertes en contra del"crecimiento débil" del capital nacional e internacional, generando crédito a su propia cuentanacional y facilitando dinero crediticio en su respectiva moneda nacional, que insisten con másrazón en que sus creaciones -al menos en mayor grado que las de los demás poderes soberanos-merecen ser reconocidas como fuente, resultado e intachable representante de una riquezacapitalista realmente creciente. El hecho de que el empleo de su soberanía monetaria seaimproductivo en términos capitalistas, se traduce para los gerentes políticos en el imperativo degarantizar que el empleo que ellos hacen de su soberanía monetaria resulte en todo caso másproductivo que el que consigan hacer sus rivales -sobre todo los rivales predominantes en laeconomía mundial-. Con sus políticas presupuestaria, de gestión del déficit, monetaria y económica,cada una de las grandes potencias pretende monopolizar a su favor las actividades económicas anivel mundial para que sea el suyo el crédito nacional y el dinero crediticio que los protagonistaseconómicos utilizan por puro interés propio, considerándolos lo relativamente mejor yabsolutamente más fiable que de momento existe en materia de capital-dinero a nivel mundial, yhaciendo de ambos un uso productivo.

- En este sentido el gobierno alemán presenta su país como la nación líder de la UE y comoincuestionable potencia ancla de la eurozona, trazando por un lado una clara línea divisoria entreAlemania y sus débiles vecinos. Proclamando un "equilibrio fiscal" como resultado de su cálculopresupuestario, pone en claro que al menos el gobierno alemán no hace deudas improductivas, queusa el euro únicamente para proyectos exitosos, y que por lo tanto no solo tiene derecho a pagarmenos intereses que otros países de la eurozona para refinanciar sus deudas acumuladas, sino quea diferencia de éstos puede responder con éxito por sí solo del valor de sus deudas y de su euro. Lomismo pretende demostrar con un balance positivo del comercio exterior, que contribuyeconsiderablemente a la fuerza económica nacional manifestada en el presupuesto: no acepta quesus socios critiquen sus exportaciones exitosas, que, según dicen, la economía alemana habríaconseguido a costa de ellos; cita el equilibrio intraeuropeo de su balance comercial como prueba deque no es la debilidad de sus competidores europeos, sino el éxito alemán en los mercadosmundiales (sobre todo en China y en EE UU) lo que constituye el sólido fundamento de lascualidades del capitalismo alemán, de la nación como sede de inversión del capital mundial, y porconsiguiente de su crédito y de su euro como dinero mundial. En este asunto, nadie olvida -loscríticos alemanes de la política europea de Berlín no paran de insistir a voces en ello- que losdéficits económicos de muchos países socios, y sobre todo del gran vecino francés, se saldan en elmismo euro, debilitando la moneda común. Es por eso que el gobierno alemán no se limita ademarcar ofensivamente sus éxitos nacionales de la "mala gestión económica" de otros miembrosde la Unión. Recalca por el otro lado su firme voluntad de cuidar de la unidad de la eurozona; claro,siguiendo el "modelo alemán". Con todo su poder proclama el éxito nacional de Alemania en lacompetencia y su equilibrio fiscal como prueba de que es posible lograrlo, y que por consiguientetambién tiene que ser posible para los demás, afirmándolo así como norma obligatoria para el resto

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de la Unión. Exige superávits en las cuentas comerciales, sin complicarse la vida con reflexiones decómo han de lograrse. Y en su calidad de imprescindible garante del valor de las deudas que lossocios contraen y el BCE "monetiza" con tanta generosidad, insiste en equilibrios presupuestarios atoda costa. No hay apuros nacionales, ni mucho menos sociales, que justifiquen un déficit; desde laperspectiva de Berlín solo prueban irrefutablemente que los créditos gastados en ello soncompletamente improductivos. Hay que ahorrar, por muy evidente que esto resulte en unacontracción económica en los países deudores. De este modo Alemania se distingue como lapotencia líder de Europa, que no repara en empobrecer a sus vecinos, siempre y cuando que estosirva (o mejor dicho: porque sirve, según los cálculos de Berlín) para recuperar la solidez económicadel euro-crédito ya desgastado en exceso y la apreciación internacional de la moneda comúnemitida en tal abundancia. La prueba sobresaliente para un fiable fundamento capitalista de lasdeudas y de los euros, con los que Europa financia su supervivencia en la crisis, consiste al fin decuentas en que Alemania se destaca lo suficientemente poderosa como para prescribir a sus sociosde forma vinculante las condiciones para la política fiscal y económica, o sea para el empleo de lasoberanía que estos ejercen sobre su respectivo capitalismo nacional.

- El gobierno estadounidense celebra las más recientes cifras de ventas de las empresasautomovilísticas norteamericanas como prueba de que la economía nacional ha dejado atrás lacrisis. Declara la explotación de nuevas fuentes de energía mediante la tecnología del frackingcomo el comienzo de un auge que pondrá patas arriba al mercado mundial de energía, volviendo asometerlo al control americano, y además como garante del éxito de la re-industrialización de losEE UU después de años de "exportación de puestos de trabajo" a China. Bien es verdad que unavuelta así a los éxitos del pasado lleva bastante tiempo en la agenda, o sea que en serio no se haconseguido. Y cuando el Federal Reserve considera oportuno gastar ya no 85, pero sí más de 30 milmillones de dólares al mes para comprar hipotecas y bonos del Tesoro, siguiendo "inundando losmercados", no ha terminado en absoluto el esfuerzo de poner deudas estatales y su conversión encapital-dinero realizado por parte del FED en lugar de la actividad de los agentes privados degenerar créditos para el crecimiento, o sea que por lo visto no ha terminado en absoluto la crisis delcapitalismo nacional. El gobierno, sin embargo, deduce de esta situación nada menos que la tareade completar la recuperación interna con intervenciones en el curso de las actividades económicasa nivel mundial. Para su proyecto de una zona transpacífica de libre comercio (Trans-PacificPartnership, TPP) incluyendo a muchas naciones, pero excluyendo a China hasta nuevo aviso, partede la convicción de que habría oportunidades en esta región para mucho más comercio quereanimaría la coyuntura, pero que no se explota, o incluso se pierde a favor de China, mientras quelos vecinos cercanos y lejanos de la República Popular no queden integrados en un exclusivo yvinculante acuerdo estratégico con los EE UU, un acuerdo que garantice todas las libertades para elpotencial competitivo del capital americano; además habría, según esta convicción, más y mejoresoportunidades de negocios en China, en caso de que -y solo en este caso- la República Popular seviera obligada a someterse en aras de sus propias relaciones comerciales al régimen del acuerdotranspacífico que va dirigido precisamente contra las particularidades y reservas chinas. Aúnmayores dimensiones tiene la reorganización de las relaciones comerciales con la UE a la queaspiran los EE UU con su proyecto de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión(T-TIP, por sus siglas en inglés). En él se plantea reconsiderar el conjunto de las reglamentacionesestatales capaces de perjudicar de alguna manera el poder competitivo y la libertad de competirdel capital para crear de ambos lados del Atlántico Norte un campo de acción unitario para lasempresas más poderosas y pujantes. Destaca dentro de este proyecto una oferta al bando europeoque impacta sobre todo en el gobierno alemán; al menos la canciller alemana le coge gusto a laidea: según ella se presenta (quizás por última vez) la gran oportunidad de que la UE y los EE UUcooperen en el proyecto de poner al resto del mundo ante la alternativa de "sumisión o exclusión",dictando así para toda una época las condiciones para las actividades económicas del mundo (loque ya no se consigue en la Organización Mundial del Comercio, OMC); y eso antes de que lospaíses emergentes, que ya van creciendo preocupantemente rápido, le den vuelco a las relacionesde poder económicas, rehuyan el mando de la libertad de la competencia occidental o inclusoempiecen a definir condiciones y prescripciones para las potencias económicas tradicionales.Compadreando con sus competidores de igual mentalidad, el gobierno estadounidense pretende

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crear un orden mundial para el comercio que someta el capitalismo mundial al régimen de lasmayores y, por lo tanto, más eficientes empresas, orientándolo inevitablemete -esta es la premisade EE UU- mucho más y de manera mucho más vinculante al provecho de la economíaestadounidense. Nos abstenemos de decidir en qué medida la experiencia de la crisis habrácontribuido a este proyecto -los puntos en el programa de la proyectada "OTAN económica" en síno son nada nuevos-; en todo caso el gobierno norteamericano parte de la convicción de que laperspectiva de un crecimiento general a nivel mundial, del que todos los participantes puedanbeneficiarse en forma nacional, no basta para crear un canon de reglas que satisfaga a los EE UU.Para imponer tales condiciones comerciales a nivel mundial y para fijarlas de una manera que lacrisis no las pueda afectar, considera necesario negociar acuerdos que precisan más queperspectivas prometedoras y habilidades diplomáticas. Las negociaciones con los estados delPacífico y aún más con la UE son pruebas para el poder estadounidense de obligar a estadossoberanos -a aquellos de categoría- a que acepten un régimen hecho a la medida de lasnecesidades nacionales de EE UU. La recompensa sería una sólida superación de la crisis queconvertiría el crédito-dólar en una inversión para una "sostenida" acumulación capitalista a nivelmundial, y la deuda soberana de EE UU en capital-dinero absolutamente irrefutable. Lo que elproyecto requiere es la fuerza superior: suficiente como para comprometer al resto del mundo ysobre todo a los grandes aliados competidores a respetar el derecho estadounidense al éxitoeconómico.

Resumiendo se ve que la esencia de la política anticrisis de ambas potencias que compiten por elliderazgo del capitalismo mundial, los EE UU y Alemania como centro de la eurozona, lleva ambas,cada una a su manera, a pasar al imperialismo: sacando la "conclusión" a partir de los apuros porsuperar económicamente "el crecimiento débil" de su capital y la ineficacia capitalista de su dinerocrediticio, de que hay que quitar los obstáculos que, según su parecer decisivo, representan losdemás soberanos con su mala gestión económica, y, a fin de cuentas, ejerciendo su soberaníasobre un trozo del capitalismo mundial reservado para el merecido éxito de la acumulación delcapital representado en dólares o euros respectivamente. La voluntad política de aprovechareconómicamente el mundo entero tiene que mostrarse capaz de extorsionar eficazmente el restode los estados; no solo en la crisis, pero esto solo lo hace más esencial aún que sea capaz de elloen la crisis.

3. La batalla por el control de los estados soberanos del mundoo: novedades acerca de la amistadgermano-americana

La rivalidad entre los EE UU como potencia líder de "Occidente" y Alemania como potencia líder deEuropa y de la eurozona en particular obedece a su propia lógica, con y sin crisis financiera. Estácaracterizada por contradicciones por ambas partes: por el lado americano está el fastidio de queAlemania como socio dócil resulte tan útil en la medida como este país es capaz de actuar comouna potencia imperialista autónoma; por el lado alemán rige el interés complementario deaprovecharse funcionalmente del imperialismo americano -al cual apoya interesadamente en basede su reconocida superioridad- con el fin de obtener más competencias para la fijación dedirectrices imperialistas.

- Los EE UU sostienen su estatus como el guardián decisivo del orden económico mundialesencialmente identificando, definiendo y tratando debidamente a perturbadores del orden y asujetos problemáticos. En este asunto y cuando emplean sus medios de fuerza para eliminar losobstáculos, persiguen siempre el fin superior de integrar a rivales, hacer útiles a socios,impresionar al resto y marginar al que se sustraiga. La cooperación de Alemania les importaparticularmente, porque esta nación ha logrado conquistar, en la esfera más importante deinfluencia americana, el rango de una potencia reguladora por derecho propio, estando en lacapacidad de frustrar eficazmente los intereses americanos, no solo en esta región, o, justamentepor la misma razón, de apoyarlos de igual manera.

- Alemania tradicionalmente hace doble juego con el poder mundial americano: en su calidad de

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valioso aliado y potencia líder entre los aliados europeos de los EE UU, se aprovecha de las reglasde las relaciones interestatales impuestas por la fuerza para fijar su dominancia en Europa, basadaen su potencia económica con la que realiza una conquista pacífica del continente, y, por igual, suinfluencia a nivel mundial; emprende así su ascenso al rango de competidor del poder económicomundial de EE UU y se mantiene a la vez interesadamente a distancia de las actividades y lasexigencias de la potencia estratégica americana, cuya eficacia, al mismo tiempo, constituye la baseimprescindible del imperialismo alemán.

La crisis económica agudiza para ambos bandos la contradicción entre la colaboración necesaria yla incompatibilidad acerca de las respectivas atribuciones de liderazgo, y con ello agudiza elantagonismo fundamental de los intereses entre los EE UU y Alemania. Este antagonismo semanifiesta y se convierte en objeto de la política -obedeciendo perfectamente la lógica imperialista-donde en casos particulares surgen cuestiones respecto del régimen de control sobre otros estadosy, sobre todo, acerca del uso de la fuerza militar por su parte. La lista de estos casos no solo se vahaciendo cada vez más larga; también los conflictos y las colisiones entre el fin y el método de laintervención americana y el afán de provecho y dominación de la potencia central de la UE se vanhaciendo cada vez más explosivos. En la crisis de Ucrania los EE UU se dedican a contener ydebilitar a Rusia y, al mismo tiempo, a restablecer la perdida disciplina en la alianza transatlántica;Alemania precisa para la "ampliación" de su Europa hacia el este el respaldo del poder estratégicoamericano, e igualmente de que Rusia la tolere, y se esfuerza por salvar la autonomía de suimperialismo dependiente.[ * ]

*A quienes se hayan creído la sentencia de que el comercio pacífico es el contrario de la fuerza y elchantaje, que mercado es incompatible con lucha, y que las relaciones comerciales capitalistas sonuna obligación objetiva al entendimiento pacífico entre las naciones -o sean cuales fueren losensalzamientos ideológicos de la milagrosa unidad de mercado y sociedad civil-, la política alemanarespecto a Ucrania les abrirá los ojos. Pues el gobierno actual no solo reprocha a Rusia usarresueltamente el comercio con gas natural como arma política -sea cuando Rusia vende a preciosrebajados que enredan al cliente ucranio en una dependencia política, sea cuando exige el pago delas deudas pendientes que ponen bajo presión a un régimen que no está a favor de Moscú-. Elgobierno alemán mismo (en ello es portavoz de la UE en conjunto) declara abiertamente que lassanciones económicas son el recurso adecuado para castigar la integración de Crimea en laFederación Rusa -en la perspectiva occidental, una agresión militar o incluso bélica- y las revueltasy la guerra civil en el este de Ucrania, que se le imputan al Kremlin como intervención violenta, ypara obligar a Putin a la retirada. Según afirma públicamente el gobierno alemán, justamente elgran volumen y la calidad de las relaciones comerciales germano-rusas le dan un arma excelentepara causar al vecino malo más daño que una confrontación militar (que los notorios atizadores alparecer ya están tomando en consideración), y muchísimo más daño que la confrontación que dehecho ya se está llevando a cabo. Los efectos negativos para la propia economía se calculan comolos sacrificios imprescindibles de una guerra; la política económica se hace cargo de minimizar losefectos perjudiciales y de elaborar respuestas estratégicas. Contrario a lo que afirman losatizadores profesionales de la opinión pública democrática y lo que recriminan los homólogos de laEuropa del este a los estrategas de Berlín por su respuesta "civil" a la "invasión" rusa, la políticaoficial alemana no ve en su actuación señales de debilidad: lo que tiene a disposición en contra deRusia, dice, tiene un potencial que su adversario no aguantará. Desistiendo de la hipocresíainteresada que reside en este tipo de declaraciones: se pone en claro para qué sirven los negociostransfronterizos en manos de un poder estatal con ambiciones en la política mundial. El hecho deque tiene en ellos un instrumento para quebrantar la voluntad de soberanos ajenos, le resulta lomás normal del mundo, y no despierta ni los más mínimos escrúpulos; simplemente forma parte delos servicios que un capitalismo exitoso cede a la soberanía que con tanto éxito se ha puesto a suservicio. Alemania al menos ha conseguido conquistar por esta vía el rango de potencia líder deEuropa; esta lección en todo caso, se la deben aprender los vecinos descontentos del este de la UE.

Quienes por el otro lado se hayan creído que la fuerza armada como instrumento para imponer

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exigencias nacionales contra naciones extranjeras sea de alguna manera ajena a la democracia, oque demócratas solo consideren emplearla como el último medio para el noble fin de liberar apueblos oprimidos de sangrientos tiranos, habrán pasado (particularmente en las últimas décadas)pocos meses sin decepciones. La potencia líder del occidente libre y democrático al menos noconoce reparos en este asunto -menos en cuanto a la relación entre el problema autónomamentedefinido y el esfuerzo que considera oportuno-. Los EE UU tampoco hacen un gran secreto de susoperaciones secretas y de sus actividades subversivas, porque su interés en apropiadas relacionesde poder (que es a priori idéntico con los magníficos "valores occidentales") justifica cualquierempleo de drones, cualquier provocación, aprovisionamiento y sacrificio de tropas ajenas y bandas,cualquier leading from behind y desde luego cualquier ataque aéreo con intención disuasiva; yporque quieren que el mundo lo sepa, para que esté consciente de ello.

Cuando a pesar de ello se lee en algunos comentarios alemanes sobre la crisis de Ucrania (tambiény particularmente en los oficiales) que el empleo de la fuerza armada para modificar el mapapolítico no solo es malo e inaceptable cuando lo hace el bando equivocado, sino una recaída en lasfelizmente superadas malas costumbres del siglo pasado con sus guerras mundiales, esto atestiguaciertamente y en primer lugar una parcialidad imperturbable que hace posible ver en cadaprovocador prorruso una vuelta del Ejército Rojo, y olvidar la importancia de los aviones decombate que la OTAN está trasladando ostensiblemente al Báltico y los navíos de guerraestadounidenses enviados al Mar del Norte, nada más tomados en cuenta. El término (acuñado conclara intención antirrusa) de la nueva era en la que las alteraciones de fronteras son cosas delpasado abarca un mensaje adicional: pone en claro que contra un adversario que se sirve demétodos de anteayer quizá solo ayuden los mismos instrumentos que las potencias avanzadas delsiglo XXI curiosamente siguen teniendo en abundancia y que según el jefe de la OTAN no debentirar a la basura, sino volver a multiplicar.

La mención contrafáctica de un cambio de era, que supuestamente ya ha dejado atrás el arsenalclásico del imperialismo, manifiesta además y sobre todo una posición política que el gobiernoalemán defiende con gran esfuerzo: en una situación de confrontación con Rusia, que él mismoprovocó pero que ha dejado de tener bajo control (sobre todo desde que su gran sociotransatlántico la está agudizando), lucha por seguir con su imperialismo de una conquista pacífica,impulsada mediante la dominación económica del continente, y que pretende insertar los estadossocios y una periferia cada vez más amplia en un orden jurídico vinculante que convierta Europa nosolo en un mercado común, sino en un territorio coherente bajo una dominación esencialmentedefinida por Berlín. Esta razón europea de Alemania choca en Ucrania con que Rusia no estádispuesta a dejarse conquistar su propia zona de influencia política y económica; este es uno de losaspectos que el gobierno de Merkel realmente le toma a mal a su homólogo Putin. Pero Alemaniasobre todo se ve confrontado por parte de EE UU y muchos estados socios del este de la UE con elprograma de no solo seguir debilitando a Rusia, sino identificarla como adversario cuyo poder setiene que neutralizar definitivamente y cuya influencia se tiene que eliminar irreversiblemente. LosEE UU y sus satélites de la OTAN en el este de la UE quieren poner Rusia ante la alternativa de oretirarse de Ucrania y Crimea inclusive -es decir de rendirse ante un Occidente que reclama comosuya la periferia rusa- o ser aislada políticamente y eliminada como competidor respetable; paraello ya no se conforman con amenazar con la fuerza militar, sino que ya están orientando los restosdel poder ucranio en Kiev hacia las confrontaciones venideras. Tal procedimiento ya no esaprovechable para la ampliación de la influencia germana -como lo ha sido tantas veces lamilitancia americana en el pasado-, o sea como una palanca de chantaje para ofertas alemanas quereorienten y restrinjan pacíficamente al bando contrario. Es incompatible con el imperialismo delsiglo XXI de Berlín; y es ruinoso para toda la política europea y mundial de Alemania, porque laecha atrás al fundamento real y tácitamente aprovechado de su potencia civil al liderazgo que notiene bajo su control. En este asunto la potencia mundial pone en claro que toda la fuerza dechantaje económica y la coacción no-militar que Alemania logre ejecutar sobre otros soberanos sebasa en última instancia completamente en que las soberanías del mundo respeten el poder y ladisposición de EE UU a la disuasión militar y al castigo disuasivo de comportamientosinsubordinados cuando haga falta. Los EE UU confrontan Alemania con el hecho de que en última

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instancia solo puede realizar su imperialismo particular como socio de EE UU y promotor de surégimen militar en el que se basa el orden mundial.

A esto se enfrenta el gobierno alemán con toda fuerza. Demuestra absoluta conformidad con elcastigo de Rusia protagonizado por EE UU y aprovecha cualquier oportunidad para insistir en quepara él "una equidistancia hacia Rusia y EE UU" (que realmente nadie ha reivindicado) esabsolutamente impensable; al mismo tiempo insiste en su camino de la negociación que mantieneabierta la oportunidad para Rusia de evitar "el aislamiento absoluto" avisado y realizado. No porquesimpatizara tanto con Putin: se esfuerza por que "el caso Ucrania" no se convierta en unaembarazosa confesión pública de cuánto el liderazgo alemán depende de las normas que establecela superpotencia occidental. Está luchando por defender la mentira fundacional de su imperialismo;y en esta lucha tiene al menos un "argumento" a su favor que Washington tampoco puede pasarpor alto sin más: para que la reclamación estadounidense de que los estados del mundo seanorientados en provecho de EE UU -reclamación respaldada por un tremendo poder militar disuasivo-se haga realidad en forma de un orden comercial del mundo, universalmente reconocido y fiable,los EE UU precisan aliados -y que sean aliados fuertes- que no solo se dejen meter en "coalicionesde la voluntad" formadas ad hoc, sino que soporten de manera duradera y fiable la alternativa de"sumisión o marginación" que Washington pone de caso en caso al orden del día para reorientar alos elementos que se desvían. Ahora que el gobierno estadounidense pasa a anular, hasta en lasrelaciones con la nueva Rusia, el principio del acuerdo político a nivel mundial (principio quedurante un tiempo quiso restablecer en la política exterior), necesita tanto más de aliados fuertes, yen Europa precisa la disposición de Alemania a la cooperación en este proyecto.

Es que con toda su "superpotencia", el imperialismo estadounidense abarca el riesgo de socavarcon su militancia sus propias condiciones de éxito. La causa por la que la fuerza de EE UU se hizoproductiva para su política mundial reside no en última instancia en que ha impuesto condiciones alinterés propio de los estados en las que restricciones iban unidas con oportunidades de éxito. Lasconfrontaciones que abría la potencia mundial de occidente siempre representaban al mismotiempo una invitación extorsionista a otros soberanos de buscar un posicionamiento internacionalpara su poder al lado de EE UU, fortaleciendo así también el poder frente a su pueblo ydefiniéndose fiablemente como parte del mundo "occidental". Y la capacidad estadounidense dedefinir, a base de este tipo de alianzas, las reglas para la competencia por la explotación capitalistadel mundo -prácticamente a nivel mundial después de la rendición de la Unión Soviética con susistema económico alternativo- tiene su fundamento y su fin en que los estados del mundo seencuentren obligados, pero también dispuestos a aprovechar y por lo tanto también a respetarestas reglas. Los EE UU mismos han empezado a desconfiar en estas reglas; cuando instan parallegar a acuerdos con socios seleccionados en los que pretenden establecer como norma general ladesconsideración de los intereses de competidores más débiles, entonces anulan lo que era uno delos pilares de su éxito imperialista: un orden comercial del mundo en el que todos los estados nosolo se encontraban sometidos, sino que se sometían por interés propio, colaborando en laimposición y el desarrollo del orden común. Cuando además los EE UU se esfuerzan por aprovecharel conjunto de las relaciones económicas entre estados soberanos que se establecieron a base deeste orden comercial para perjudicar las soberanías molestas (y en los casos cada vez másnumerosos y delicados desde Irán hasta Rusia ya no se trata de una lucha contra otro sistema,como en la Guerra Fría contra la Unión Soviética, sino de una resuelta interrupción de los negocioscapitalistas entre participantes de la economía mundial capitalista que son útiles el uno para elotro), entonces destruyen directamente la fiabilidad de todos los convenios y reglas que precisaesta economía mundial. Y cuando finalmente intentan obligar a sus aliados más importantes, losgrandes beneficiados del orden existente, a enemistades que resultan para estos socios en más oincluso la pura dependencia del poderío militar estadounidense y en la correspondiente sumisión,entonces ponen a poderes soberanos, cuya disposición a la cooperación necesitan más que nuncaprecisamente por distanciarse del orden mundial existente y para sus esfuerzos por un nuevorégimen sobre las soberanías del mundo, ante la necesidad de reconsiderar si (y no solo cómo) supropia razón de estado sigue siendo compatible con los intereses imperialistas de la potenciamundial.

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La idea de que los aliados y por lo tanto también los grandes rivales y el resto de las soberanías delmundo en última instancia no tengan ninguna alternativa, es la mentira fundacional delimperialismo estadounidense. Desde luego, no hay dudas de que la sabrá defender (también enKiev, sin que ningún ucranio se lo haya pedido).

Traducción del análisis de la edición GegenStandpunkt 2-14Contacto:  Editorial GegenStandpunktKirchenstr. 88D-81675 Mú[email protected]

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