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Tecnología de la producción Las tinieblas expuestas Escribe: Renato Cisneros Hoy se presenta el valioso libro de investigación de Pedro Salinas y Paola Ugaz, «Mitad monjes, mitad soldados» (Planeta). Basta con haber leído algunos de los impactantes adelantos — llenos de testimonios de quienes sufrieron acoso sexual por parte de altos dirigentes del Sodalicio— para repudiar una vez más, tanto los aberrantes métodos de persuasión de esos pedófilos enmascarados, como el hecho de que sean delincuentes privilegiados, inalcanzables para la justicia civil. El mismo día que supe de la publicación venía de ver en el cine «El Club», la excelente película del chileno Pablo Larraín, que en febrero ganó el Oso de Plata en la Berlinale y que narra la convivencia de un grupo de sacerdotes acusados de pederastia en una «casa de oración». Tanto la película de Larraín como el libro de Salinas —cada uno con su formato y lenguaje propios— son corajudas denuncias de la impunidad, exploraciones que ponen en evidencia un nefasto estilo de operación clerical que llevaba años sin ser expuesto como es debido. En ambos casos vemos cómo los curas que cometen delitos, en lugar de someterse a tribunales laicos, son retirados a residencias remotas donde purgan « penitencias» benévolas. Así mismo, oímos a los implicados negar hasta el cansancio cualquier tipo de responsabilidad y los pocos que admiten su falta de represión la j ustifican con vergonzantes pretextos morales.

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Tecnología de la producción

Las tinieblas expuestasEscribe:

Renato Cisneros

Hoy se presenta el valioso libro de investigación de Pedro Salinas y Paola Ugaz, «Mitad

monjes, mitad soldados» (Planeta). Basta con haber leído algunos de los impactantes

adelantos —llenos de testimonios de quienes sufrieron acoso sexual por parte de altos

dirigentes del Sodalicio— para repudiar una vez más, tanto los aberrantes métodos de

persuasión de esos pedófilos enmascarados, como el hecho de que sean delincuentes

privilegiados, inalcanzables para la justicia civil.

 

El mismo día que supe de la publicación venía de ver en el cine «El Club», la excelente película

del chileno Pablo Larraín, que en febrero ganó el Oso de Plata en la Berlinale y que narra la

convivencia de un grupo de sacerdotes acusados de pederastia en una «casa de oración».

Tanto la película de Larraín como el libro de Salinas —cada uno con su formato y lenguaje

propios— son corajudas denuncias de la impunidad, exploraciones que ponen en evidencia un

nefasto estilo de operación clerical que llevaba años sin ser expuesto como es debido. En

ambos casos vemos cómo los curas que cometen delitos, en lugar de someterse a tribunales

laicos, son retirados a residencias remotas donde purgan «penitencias» benévolas. Así mismo,

oímos a los implicados negar hasta el cansancio cualquier tipo de responsabilidad y los pocos

que admiten su falta de represión la justifican con vergonzantes pretextos morales.

 

Hay una similitud adicional: los sacerdotes pederastas de «El Club», como los del Sodalicio

mencionados en estos días, pueden parecer individualmente frágiles pero integran una fuerza

corporativa siniestra que solo retrocede ante la imputación pública. Por eso, frente a la anomia

del Estado —que constitucionalmente no se adhiere a religión alguna, pero con su silencio

apaña a ciertos poderosos influyentes con sotana—, solo queda hacer de estas denuncias un

escándalo. Porque podrán librarse de la cárcel, pero nunca del repudio.

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