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Créditos

Edición en formato pdf de una selección de textos de diversas fuentes, escogidos y re–editados con motivo de The Verses of Flesh, un grupo de lectura que tiene lugar los días 5, 7 y 10 de Febrero de 2020 en La Capella, Barcelona. The Verses of Flesh ha sido concebido como un programa público que resuena junto a la exposición Turba, Turbo de Martín Llavaneras y forma parte del programa de mediación εξέδρα. Todos los derechos reservados a los autores y a sus respectivas editoriales. Enero de 2020. Imagen de portada: detalle de una miniatura procedente de Rothschild Canticles, ms. 404. Archivo de la Universidad de Yale. © De los textos, traducciones y notas, a sus autores. © De la selección y edición del proyecto a Alejandro Alonso Díaz. La Capella. Hospital, 56 08001. Barcelona. Tel 932 562 044 - 932 562 042 lacapella[at]bcn.cat

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The Verses of Flesh Introducción Alejandro Alonso Díaz Pensemos lo místico como algo cercano a lo que el escritor David Tompkins llama Weird Ecology, un término que nos sirve para describir materias, eventos y procesos que desbordan nuestra razón. Todo aquello cuyos complejos entramados exceden la capacidad humana de comprensión. ¿Qué tipo de relaciones se pueden establecer entre lo incognoscible y la carne de nuestros cuerpos? ¿Qué vínculo existe entre los agujeros negros y nuestra piel? ¿Entre la atmósfera y la sangre? Para los medievales, muchas de estas cuestiones se resumían a la idea de Dios. Dios en sus diversas facetas y dimensiones. Dios como hiperobjeto, entendiendo partes de él, pero nunca su totalidad. Aprehendiendo su comportamiento y sus consecuencias, pero nunca su naturaleza última.

• Wendy Chun, "Power and its politics", conferencia pronunciada en Haus der Kulturen der Welt, Berlín,

24 junio de 2017.

"No se puede ver el clima; solo se pueden observar los fenómenos meteorológicos•". Ante el posible final del planeta tal y como lo conocemos, ciertas formas de conocimiento se quedan cortas, haciendo evidente la fragilidad de todas aquellas disciplinas que pretenden que los humanos ordenen los ecosistemas, se desconecten de ellos o los controlen. Es por ello que reclamar un misticismo para el presente, al igual que el misticismo medieval, supone situar "el conocimiento como una materia viva, inseparable de la mente y del cuerpo que lo alberga". El verdadero aprendizaje no consistiría entonces en comprender, sino en experimentar un extrañamiento. Esa voluntad por un extrañamiento compartido es lo que The Verses of Flesh pretende encarnar. El conocimiento místico esquiva contínuamente la noción de objetividad, y no es por ello casualidad que muchas de las figuras clave en el desarrollo de la mística hayan sido mujeres, históricamente vistas como "objetos de estudio" y no como generadoras activas de conocimiento. Pero esto es igualmente aplicable a los entornos naturales, que durante tanto tiempo se han entendido como pasivos o inertes. La mística, en su búsqueda por una experiencia encarnada, en la que el conocimiento pa por el propio cuerpo, y las relaciones entre medio, canal y cuerpo se difundían, nombraba la agencia antes de la propia agencia. Una empatía radical que trastorna al propio cuerpo y que se extiende, e incluso prioriza al espíritu, al abstracto, a lo no humano. En palabras de Leslie Allison: "Una vez que las fronteras se han disuelto, la empatía no es solo sentir el dolor o el placer de los demás, sino que está

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otorgando a todo, su propia subjetividad. Es reconocer que incluso las entidades no humanas tienen un yo con el que desear una forma de vida". En los escritos que nos disponemos a leer, el yo se disuelve, pero el yo también está en todas partes. ¿Existe alguna base biológica para entender la mística como una forma de conocimiento? Al mirar a través de un microscopio, cada cuerpo es permeable y poroso, anfitrión y huésped, habitado por billones de otras formas de vida. El cuerpo es un ecosistema de transición; no puede sobrevivir en el vacío. Si pudiéramos dejar de proyectar visiones contemporáneas sobre el pasado, probablemente veríamos que los textos místicos medievales son demasiado extraños para leer de acuerdo con las categorías de género contemporáneas. El misticismo ofrece una base para el conocimiento no antropocéntrico que, sin embargo, no se opone a otros tipos de conocimiento, más allá del marco de la religión y de la ciencia.

En el agua negra con el sol brillando a medianoche, esa fruta madurará y en la oscuridad se abrirá revelando la fatal suavidad de la tierra. Actividad física, entrañas, espíritu y paisaje se funden,

haciendo que ya no podamos distinguir el mundo del ser humano.

Renunciar al yo encerrado en nuestros cuerpos es renunciar al ser humano antropocéntrico que se piensa sobre todas las demás formas y materias del ser. Paradójicamente, la comunión mística podría ofrecer un camino hacia la convivencia ecosistémica.

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Textos:

I. Muerte de un naturalista

Seamus Heaney.

II. Libro de las Obras Divinas

Hildegarda de Bingen. III. OVAL

Elvia Wilk. IV. Libro de

visiones y revelaciones

Juliana de Norwich.

V. El espejo de las almas simples

Margarita Porete. VI. Totalidad: el

color del eclipse

Anne Carson.

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Muerte de un naturalista Seamus Heaney «…y me encontré entonces pensando: si fuera hoy, así es como la Muerte convocaría a Cualquiera…» Durante todo el año el dique de lino supuraba en el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada el lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños. A diario chorreaba bajo un sol de justicia. Burbujas gorgojeaban con delicadeza, moscardones tejían una fuerte gasa de sonido en tomo al olor. Había también libélulas, mariposas con lunares, pero lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa de huevos de rana que, a la sombra de las orillas, crecía como agua coagulada. Aquí, cada primavera yo llenaría los tarros de mermelada con gelatinosas motas para poner en fila en el alféizar de la casa, y en el colegio, sobre estantes, y esperaría y miraría hasta que los puntos engordasen estallando en ágiles renacuajos nadadores. La Señora Walls nos contaría cómo a la rana padre se le llamaba rana toro y cómo croaba y cómo la mamá rana depositaba centenares de pequeños huevos y eso eran babas de rana. También se podía predecir el tiempo por las ranas pues eran amarillas al sol y marrones bajo la lluvia. Entonces, un caluroso día cuando los campos apestaban a boñiga de vaca sobre la hierba, las airadas ranas invadieron el dique de lino; yo atravesaba los marjales agachado y al son de un áspero croar que no había oído antes. El aire se espesó con un coro de bajos. Justo al pie del dique ranas de gordas barrigas sé mantenían alertas sobre terruños; sus nucas sueltas latían como velas. Algunas saltaban: el slap y plop eran amenazas obscenas. Algunas se sentaron dispuestas como granadas de barro, con sus calvas cabezas pedorreando. Me sentí enfermo, di la vuelta y corrí. Los grandes reyes babosos se reunían allí para vengarse y supe que si metía mi mano las babas la agarrarían.

Seamus Heaney

De: «Muerte de un naturalista» – 1966 Traducción de Vicente Forés y Jenaro Talens

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Libro de las Obras Divinas Hildegarda de Bingen

INCIPIT LIBER DIVINORUM OPERUM SIMPLICIS HOMINIS

PRÓLOGO

Transcurría el sexto año, durante cinco me había agotado con auténticas y maravillosas visiones, cuando la verdadera visión del resplandor eterno me enseñó a mí, la diversidad de los caracteres humanos. En el primer año en que tuvieron principio estas visiones de ahora, cuando tenía sesenta y cinco años, tuve una visión tan misteriosa y poderosa que me eché a temblar completamente y después, por la fragilidad de mi cuerpo, caí enferma. Esta es por fin aquella visión. He tardado siete años en escribirla y al fin la he concluido.

Así pues, en el año 1163, bajo el reinado del emperador Federico, no reducida todavía la opresión ejercida sobre la sede apostólica romana, una voz del cielo se dirigió a mí con estas palabras diciendo: “pobre criatura, hija de tantos sufrimientos, purificada por tantas y tan graves enfermedades del cuerpo y sin embargo repleta de los profundos misterios. Aquello que ves con tus ojos interiores y percibes en los oídos interiores del alma, confíalo a un libro inmortal al servicio de los hombres, a fin de que también ellos comprendan por tus escritos la creación.

Yo, pues, pobre criatura falta de fuerzas, en la presencia de aquella que, como he dicho en las visiones anteriores, busqué y he encontrado en secreto, y de la otra testigo, aquella joven de que he dado señas en aquellas visiones mencionadas , aunque debilitada por las muchas enfermedades, por fin estuve en disposición de escribir con mano temblorosa. Para hacer esto he dirigido hacia arriba la mirada para aprender del auténtico y viviente resplandor lo que tuve que escribir. Y también mirando hacia dentro ya que todas las cosas que escribí desde el principio de mis visiones, lo que vine aprendiendo sucesivamente, las he visto con los ojos interiores del espíritu y las he escuchado con los oídos interiores, mientras, absorta en los misterios celestes, velaba con la mente y con el cuerpo, no en sueños ni en éxtasis, No he expuesto nada que haya aprendido con el sentido humano, sino solo lo que he percibido en los secretos celestes que son carnales.

Y de nuevo oí la voz del cielo que me instruía. Y ella dijo: “Escribe lo que te digo de la manera siguiente”

(…)

PRIMERA VISIÓN DE LA PRIMERA PARTE

Y vi como en el centro del cielo austral surgía una imagen, con apariencia humana, bella y magnífica en su misterio. La belleza y el esplendor de su rostro eran tales que mirar al sol hubiera sido más fácil que mirar aquella imagen. Un ancho círculo dorado ceñía su cabeza. En el mismo círculo, sobre la cabeza, apareció otro rostro, el de un anciano, cuyo mentón y barba rozaban la coronilla del cráneo de la imagen. A cada lado del cuello de esta imagen brotó un ala, y ambas alas se irguieron por encima del mencionado círculo dorado y allí se unieron la una a la otra. El punto extremo de la curvatura del ala derecha llevaba una cabeza de águila, sus ojos de fuego irradiaban el esplendor como en un espejo. En el punto extremo de la curvatura del ala

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izquierda había algo como un rostro humano que brillaba como relumbran las estrellas. Y estos dos rostros miraban hacia oriente. Además, desde cada hombro de la imagen bajaba otra ala hasta sus rodillas.

La imagen estaba revestida por una túnica tan resplandeciente como el sol y en las manos tenía un cordero que brillaba como la deslumbrante luz del día. Bajo los pies aplastaba un monstruo de forma horrible, venenoso y de color negro, y una serpiente. La serpiente hincó su boca en la oreja derecha del monstruo, su cuerpo se enrolló alrededor de la cabeza del monstruo, y llegaba con la cola hasta sus pies por el lado izquierdo de la figura.

Esta imagen dijo: “Yo soy la energía suprema y abrasadora, Yo soy quien ha encendido la chispa de todos los seres vivientes, nada mortal mana de mí, y juzgo todas las cosas. Con mis alas superiores vuelo sobre el círculo de la tierra. También la vida abrasadora de la sustancia divina, arde sobre la belleza de los campos, reluce en las aguas y arde en el sol, en la luna y en las estrellas, y con el hálito celestial suscito la vida en todos los seres, vivificándolos con la vida invisible que todo lo sustenta. En efecto, el hálito vive en el verde del bosque y en las flores, las aguas fluyen como si estuvieran vivas, y también el sol vive por su luz y, cuando la luna declina, resurge la luz del sol a una nueva vida, y también las estrellas resplandecen con su claridad como si estuvieran vivas.

Las columnas que aguantan todo el globo terráqueo están igualmente creadas junto a los vientos que tienen a su servicio las alas de los vientos más débiles, estos vientos suaves sujetan a los vientos más fuertes que ellos, a pesar de su debilidad, para que no se manifiesten peligrosamente, tal como el cuerpo protege y contiene el alma para que no se disuelva. Y como la respiración del alma rehace el cuerpo y lo fortalece para que no muera, así los vientos más fuertes animan a los vientos a ellos sometidos para que desarrollen de manera adecuada su tarea. Por lo tanto, la energía de fuego que desprendo está en ellos de manera invisible, ellos se encienden como la respiración; esa es la causa por la cual el hombre se mantiene constantemente en movimiento y como la llama vive en el viento abrasador.

Todas las cosas en su esencia están vivas y no han sido creadas en la muerte, porque todo es vida. También otorgo la capacidad de razonar, por cuanto tengo el hálito de la palabra sonora, por la cual toda criatura ha sido engendrada. Y en la creación de todas las cosas he introducido la palabra sonora; mi soplo de tal forma que ningún ser de la creación es efímero en su especie, porque todo es vida. Vida íntegra y perfecta, que no ha manado de las piedras, ni florece de las ramas ni tiene origen gracias a la semilla de un macho, sino que todo lo que es vital ha brotado de la propia vida. La capacidad de razonar es una raíz que, sonando, hace florecer en ella misma la palabra. Y puesto que la vida es racional ¿cómo podría ser que no se aplicara a inscribir en el hombre a todas las especies siguiendo un orden?

La vida es lo mismo que la eternidad, vida que no ha tenido principio y no tendrá fin. Cuando se pone en movimiento y actúa es Dios, y, aun así, esta única vida se divide en tres energías vitales. Las llamas de la vida dominan sobre la belleza de los campos, es decir la tierra, la materia con la cual Dios formó al hombre. Tal como penetro en las aguas con mi luz, el alma penetra el cuerpo entero, y tal y como el agua riega toda la tierra, así el alma fluye por todo el cuerpo. Si digo que estoy ardiendo en el sol y la luna, es una alusión a la inteligencia: ¿no son las estrellas las innumerables palabras de la inteligencia? Y si mi soplo, invisible vida, mantenedor universal, despierta el universo a la vida, significa que las cosas que viven y crecen deben al aire y al viento su subsistencia según los dones de su naturaleza, alejados de la nada.

(…)

De la misma forma que un rayo luminoso revela la forma de una criatura por la sombra que proyecta, así la pura presciencia de Dios contemplaba cada una de las formas de todas las

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criaturas antes de que tomaran cuerpo, porque la obra que Dios se disponía a realizar, antes de que la misma obra tomara cuerpo, resplandecía en el seno de su presciencia y en su semejanza. De la misma forma el hombre percibe el resplandor del sol antes de poder contemplar el sol mismo. Y como el resplandor indica el sol, así la vida se manifiesta, pues como que es imposible que el sol se aleje de su luz, asimismo la divinidad nunca carece de la alabanza de los ángeles. El hombre contiene en si mismo al mismo tiempo, la presciencia y el trabajo divino.

(…)

En el pecho de la mencionada imagen que había contemplado en el seno de los espacios aéreos australes, apareció una rueda de apariencia maravillosa. Contenía signos bastante parecidos a la visión en forma de huevo que había tenido hace veintiocho años, y que describí en la tercera visión de mi libro Scivias. Bajo la curvatura del caparazón y en la parte superior, apareció un círculo de fuego brillante que dominaba un círculo de fuego negro. El círculo de fuego brillante tenía doble densidad que el círculo de fuego negro. Estos dos círculos estaban unidos el uno al otro como si formaran un único círculo. Bajo el círculo de fuego negro había otro círculo que parecía puro éter, que mostraba tan intensa densidad cuanta mostraban los otros dos círculos de fuego mencionados juntos. Luego, debajo de este círculo de éter puro, había otro círculo, que parecía como de aire húmedo, tan compacto en su opacidad cuanta era la densidad que mostraba el mencionado círculo de fuego brillante. Bajo este último círculo de aire húmedo surgía como un círculo de aire denso, blanco y luminoso, cuya dureza hacía pensar en un tendón humano. Tenía la densidad del círculo de fuego negro. También estos dos círculos estaban unidos el uno al otro como si formaran uno. Finalmente, bajo este círculo de aire denso, blanco y luminoso, se distinguió otro como de aire tenue, que parecía difundirse sobre todo el círculo, semejando levantar nubes a veces altas y luminosas, a veces más bajas y sombrías. Estos seis círculos estaban unidos entre ellos sin ningún espacio vacío. El círculo más alto de todos difundía su luz al resto de círculos, mientras que el círculo del aire húmedo empapaba a todos los demás con su humedad.

Del extremo de la parte oriental de la rueda hasta al final de su parte occidental se extendía una línea en dirección a la región septentrional, como para separarla de las otras regiones. Y en medio del círculo de aire tenue se distinguió un globo, que tenia en su circunferencia siempre la misma distancia del círculo de aire denso, blanco y luminoso. Su diámetro correspondía a la profundidad del espacio que había desde la parte superior del primer círculo a la cima de las nubes, o, más bien, de la circunferencia del mismo globo hasta las nubes mencionadas.

(…) Este soplo dio la vuelta por el lado derecho de ella, se extendió luego dibujando una curva, y revistió el aspecto de una cabeza de cangrejo con dos pinzas parecidas a pies. A su lado izquierdo, el soplo, alargándose a voluntad, tomó el aspecto de una cabeza de ciervo. De la boca de la cabeza de cangrejo salió algo como otro soplo que fue luego hasta la mitad del espacio existente entre las cabezas del leopardo y del león. Otro soplo que salió de la boca de la cabeza de ciervo fue en cambio hasta el medio del espacio entre las cabezas del leopardo y del oso. Y todos eran igual de largos: el soplo que provenía de la parte derecha de la boca de leopardo hasta la cabeza de cangrejo, el soplo que salió de la parte izquierda hacia la cabeza de ciervo, el soplo que llegó al medio del espacio que entre la cabeza de leopardo y la del león de la boca de la cabeza de cangrejo, y por fin el que alcanzó el punto de medio del espacio existente entre la cabeza de leopardo y el del oso procedente de la boca de la cabeza de ciervo.

Todas estas cabezas soplaban hacia el interior de la rueda mencionada y hacia el hombre. Bajo los pies de la misma imagen, en el signo de aire húmedo, apareció como una cabeza de lobo que lanzó un soplo por la boca que se alargó en volutas por la derecha hasta el mismo centro del espacio existente entre las cabezas de lobo y del oso y tomó la forma de una cabeza de ciervo. Y de la boca del ciervo parecía salir otro soplo que llegó hasta el mismo centro del espacio. El

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soplo emitido por el lado izquierdo de la boca de la cabeza de lobo, se extendía hasta la mitad del espacio que había entre las cabezas de lobo y de león, y se levantaba hacia la cabeza de cangrejo con las dos pinzas parecidas a pies. De su boca salió como otro soplo que se paró en el mismo punto del medio. Y, si midiéramos el espacio, veríamos que estas cabezas eran equidistantes. También se alargaban sus respectivos soplos en igual medida y forma en las dos direcciones, como los alientos de todas las otras cabezas. Todos ellos soplaban hacia la rueda mencionada y hasta la imagen de hombre colocada en ella.

A derecha de la imagen, dentro del signo del fuego luminoso, vi como una cabeza de león, de cuya boca se difundieron algo como dos soplos que crecían uno por cada lado. El de la derecha tomó la forma de una cabeza de serpiente y el de la izquierda, la forma de cabeza de cordero. Y la cabeza de serpiente que apareció en medio del espacio que había entre la cabeza de león y del lobo, emitió a su vez como un soplo que llegó al medio y se unió al soplo emitido por la cabeza de cangrejo situado entre la cabeza de lobo y del león. La cabeza de cordero que se veía en el medio del centro del espacio entre la cabeza de león y la del leopardo, también emitió algo como un soplo, que se alargó hasta el mismo punto mediano y alcanzó el soplo emitido por la cabeza del cangrejo, situado entre la cabeza de leopardo y la del león. La extensión de los soplos era proporcional a los espacios que separaban estas cabezas unas de otras, como ya se ha dicho a propósito de las otras cabezas de animales y sus soplos. Y todas soplaban hacia el interior de la rueda y hacia la imagen del hombre.

A la izquierda de la figura, dentro del signo del fuego negro, apareció como una cabeza de oso, que también exhalaba un soplo por la boca, que se extendía a la derecha y a la izquierda; en la parte derecha, acababa en una cabeza de cordero, y en la izquierda tomaba la forma de una cabeza de serpiente. De la boca de esta cabeza de cordero salió como otro soplo, que llegó hasta la mitad del espacio entre las cabezas del oso y del leopardo, mientras otro soplo emanó desde la cabeza de la serpiente hasta la mitad del espacio entre las cabezas del oso y del lobo.

Aquella cosa parecida a un soplo, que salía de la parte derecha de la boca del oso para llegar a la cabeza del cordero y la otra cosa parecida a un soplo, que procedía desde la parte izquierda de la misma boca hasta la cabeza de serpiente, así como el soplo que llegaba de la boca de la cabeza de cordero hasta la indicada mitad del espacio entre la cabeza del oso y la del leopardo y el soplo de la boca de la cabeza de serpiente, que llegaba hasta mitad del espacio entre la cabeza de oso y la del lobo, eran todos semejantes, de la misma longitud. Y también todas estas cabezas soplaban hacia el interior de la rueda y hacia la imagen del hombre.

Sobre la cabeza de la imagen estaban representados los siete astros en este orden, partiendo desde lo alto: tres en el círculo de fuego brillante, uno en el círculo de de fuego negro, debajo de éste, y tres en el círculo de éter puro debajo de este último. El sol también se veía al lado de la imagen sobre el lado vuelto al mediodía y debajo de sus pies, representado y resaltado claramente en su círculo en el mismo modo ordenado. Y del centro del signo del primer y más elevado astro, representado sobre la cabeza de la imagen, salían como rayos, de los que uno descendió hasta el signo del sol, otro brillaba en la pinza derecha del mencionado cangrejo que procedía de la cabeza de leopardo, y el último apuntaba hacia el cuerno derecho de la cabeza de ciervo, que salía también de la misma cabeza de leopardo.

Del centro del signo del segundo astro caía algo como un rayo encima del signo del sol, y otro rayo salía hacia la cabeza del cordero, cabeza que provenía del signo de la cabeza de león. Otro rayo se dirigió hacia la línea de que se ha hablado, la que iba desde el comienzo de la parte oriental de la rueda hasta el final de la parte occidental, hacia la región septentrional, y sobre él se puso la cabeza de cordero que había salido del signo de la cabeza del oso. El signo del tercer astro, envió desde su centro como un rayo hacia el signo del sol, y otro hacia la cabeza de la serpiente que salía de la cabeza de león, y otro rayo lo prolongaba hasta la línea ya descrita, hacia la cabeza de la serpiente que salía del signo de la cabeza del oso. También el signo del sol,

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emitía él mismo sus rayos, y con uno alcanzó el signo de la cabeza de leopardo, con otro el signo de la cabeza del león, y con otro el signo de la cabeza del lobo, pero no llegó al signo de la cabeza del oso. Alargando otro rayo, lo proyectó sobre el signo de la luna, y otro sobre el cerebro y los dos talones de la figura de hombre. Del centro del signo del quinto astro, el que estaba más próximo debajo del sol, subía algo como un rayo hasta el signo del sol y otro se alargaba hacia la cabeza de cangrejo que salía del signo de la cabeza de lobo. Un último rayo se dirigió al cuerno izquierdo del signo de la luna. También del centro del signo del sexto astro, que era el que estaba más próximo por encima de la luna, algo como un rayo se dirigió directo al signo del sol, otro se dirigió hacia el cuerno derecho del signo de la luna y otro hacia la cabeza de ciervo que procedía del signo de la cabeza de lobo. Del signo de la luna partía algo como un rayo que llegaba a las dos cejas y a los dos talones de la figura humana. Pero, como ya hemos dicho más arriba, el signo del sol aparecía ordenado del mismo modo a como se había representado por encima de la cabeza de la imagen humana, y difundía sus rayos hasta los lugares indicados, también hacia el lado derecho de la imagen, e igualmente bajo sus pies representados claramente en su mismo círculo.

En el perímetro del círculo, donde se observaba algo parecido al fuego brillante, aparecían dieciséis estrellas principales, cuatro entre la cabeza del leopardo y del león, cuatro entre la cabeza del león y del lobo, cuatro más entre la cabeza del lobo y del oso, otras cuatro entre la cabeza del oso y del leopardo. Ocho de ellas, las que estaban situadas en posición intermedia entre las cuatro que había entre cada par de cabezas, es decir, las dos del medio de cada espacio entre cada dos cabezas, parecía que enviaban su rayos hacia el signo del aire tenue, a ellas opuesto. Las otras ocho, las más cercanas a las cabezas de animales, situadas a los dos lados de las estrellas del medio anteriores, dirigieron lo que parecían sus rayos hacia el fuego negro.

El círculo de éter puro y el círculo de aire denso, blanco y luminoso estaban también llenos de estrellas y enviaban sus propios rayos a las nubes que se extendían enfrente. También, las nubes en la parte derecha de la imagen humana, impulsaron algo como dos lenguas, distintas una de otra, y las dirigieron como dos riachuelos hacia el interior de la misma rueda y hacia la imagen. También de las nubes colocadas a la izquierda vi salir como dos lenguas bien distintas la una de la otra, parecidas a riachuelos que fluyen de ellas, que se dirigieron hacia el interior de la misma rueda y hacia la imagen. De este modo la imagen estaba envuelta y circundada por estas señales.

De la boca de esta figura en cuyo pecho apareció la rueda, también vi brotar en forma de hilos una luz más clara que la luz del día, con la que se veían diferenciados unos de otros las señales de los círculos y las otras figuras en la mencionada rueda y los signos de cada uno de los elementos del cuerpo humano, es decir, de la imagen que se veía dentro de la misma rueda. Todos estos signos, estaban medidos con una precisión y rectitud extraordinarias. Esta afirmación es patente a la luz de lo que precede y de lo que sigue.

La divinidad, como si fuera una rueda perfecta, no tiene ni principio ni fin, ni espacio ni tiempo, y contiene en si todas las cosas.

(…) En el pecho de esta imagen se muestra una rueda, maravillosa de contemplar con todos sus signos, bastante parecida a aquella imagen que viste hace veintiocho años en figura de huevo y de la que te fue desvelado el sentido, como hemos dicho en las visiones anteriores. Esta es la forma en que el mundo existe, imperecedero, en la ciencia del verdadero amor. El mundo gira eternamente, admirable para la mirada de la naturaleza humana, y es tal que ninguna edad lo consume, ninguna innovación lo aumenta. Tal como se creó al principio, así persistirá hasta al final de los tiempos. Y la divinidad, en su presciencia y en su obrar, es como una rueda perfecta y sin alguna división, porque no tiene ni principio ni fin. Tampoco puede ser abarcada porque es intemporal. Y como el círculo comprende todo lo que está encerrado dentro de su circunferencia, así infinitamente la divinidad comprende y domina todas las cosas.

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Por qué en el libro Scivias la esfera del mundo se describe en forma de huevo, mientras en este se muestra parecido a una rueda.

La imagen en forma de huevo que se te manifestó en tus visiones anteriores apareció así porque aquella analogía te permitía entender mejor la distinción de los elementos del mundo. La estructura múltiple del huevo se asemeja a la multiplicidad de las divisiones del mundo. En ambos casos distinguimos elementos diferentes.

La rueda se refiere exclusivamente a la acción de girar, al exacto equilibrio de los elementos dentro del mundo. Pero en realidad ninguna de estas dos imágenes tiene una semejanza completa con la figura de este mundo, porque, siendo este en todas sus partes completo, redondo y que gira sobre si mismo, solo una esfera completa y giratoria imitaría la forma del mundo.

Sobre los dos círculos, el de fuego brillante y el de fuego negro. Por qué el uno está bajo el otro. De qué manera se complementan en su acción y qué significan.

IV. Qué en su parte más externa se vea por toda la circunferencia un círculo parecido a fuego brillante, significa que el primer elemento, que es el fuego, está sobre todos los otros, porque es ligero y contiene en sí, iluminándolos, a los otros elementos. Penetra a todas las criaturas y las distribuye su luz, símbolo del poder que está por encima de todo y que a todo confiere vida.

Y bajo este círculo de fuego brillante se encuentra otro círculo, como un círculo de fuego negro, porque este fuego, que está sometido al primero, es el fuego del juicio, en cierta medida infernal, creado para golpear a todo aquel que cae en él. En efecto, en verano, cuando el sol sube para arriba, este fuego ejerce la venganza divina provocando incendios con sus rayos. Cuando en cambio, en invierno el sol baja, el fuego inflige llagas provocadas por el juicio divino con el hielo, la escarcha y el granizo, porque cada pecado se examina y se castiga con el fuego, con el frío, o con otras llagas según el castigo que merezca. Y el círculo de fuego brillante tiene dos veces más de densidad que el círculo de fuego negro. Si fuera al contrario, si no lo superase en densidad, el fuego negro es de tal fuerza y amargura en su oscuridad, que oscurecería y desvanecería el fuego brillante que está sobre él.

El círculo de éter puro, que es el tercer círculo. Para qué función fue creado, qué significa y por qué es de densidad igual a los dos de más arriba.

V. Y luego, bajo el círculo de fuego negro hay otro, que es como un círculo de éter puro, de tanta densidad como los dos círculos de fuego precedentes, porque debajo de los dos fuegos descritos, es decir el fuego brillante y el fuego negro, se extiende el puro éter que con su circunferencia contiene el mundo entero, y su resplandor proviene de ellos como las chispas del fuego cuando el fuego propaga su llama. Este círculo es de densidad igual al de los dos fuegos antes descritos porque, recibiendo su resplandor del uno y del otro fuego, tiene la densidad del uno y el otro, y no tiene menos fulgor que el fuego brillante, ni refleja con menos fuerza que el fuego negro. Esta densidad la determina el juicio, porque ni el día ni la noche son nada en ellos mismos, son, solamente, lo que la voluntad dispone.

Además el éter retiene las realidades superiores e inferiores para que no superen sus confines. No cae sobre ninguna criatura a causa del juicio de condena, más bien opone la resistencia sutil y equilibrada de su naturaleza.

El cuarto círculo, que parece un círculo de aire húmedo. Su densidad y su significado.

VI. Bajo este círculo de éter puro otro círculo como de aire húmedo presenta, en toda su circunferencia, una densidad igual a la del círculo de fuego brillante ya descrito. Este círculo

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significa que bajo el círculo de éter, por toda la circunferencia del firmamento, se encuentran aquellas aguas de las cuales sabemos su existencia por encima del firmamento y su círculo tiene una densidad igual al de fuego brillante que hemos hablado. Este aire húmedo enseña las obras santas en los ejemplos de los justos, que son cristalinas como el agua y purifican cualquier impureza, como el agua limpia la suciedad. Este círculo tiene esta capacidad en su perfección, después de que la gracia divina encienda las obras santas con el fuego del espíritu.

Sobre el círculo de aire denso, blanco y luminoso. Cuál es su utilidad al encontrarse en quinto lugar, que densidad tiene y qué significa. Por qué está tan estrechamente unido al círculo de más arriba hasta casi ser uno con él.

VII. Bajo este último círculo de aire húmedo se ve otro círculo de aire denso, blanco y luminoso, tan fuertemente tenso como un tendón humano. Se opone a los peligros de las aguas superiores. Este círculo detiene, por su poder y por su tensión, las inundaciones que provienen de las zonas superiores, que, debido a sus desbordamientos repentinos y desmedidos, podrían sumergir las tierras. Significa que la prudencia acompaña a las obras templando su rigor. Igualmente el hombre sujeta su cuerpo para evitar que, por un exceso de tensión, vaya a la ruina. En toda su circunferencia tiene igual densidad que el círculo de fuego negro, porque está destinado a servir al hombre en la misma medida en que el otro está destinado al castigo de sus pecados. Un humor que proviene del aire húmedo rezuma por este aire denso, blanco y luminoso, como el líquido que bebe el hombre pasa por la vejiga sin hacerla daño. También puede suceder que la caída de estas aguas superiores cause una peligrosa inundación. Así, la prudencia discierne con moderación las obras de los hombres, guiándolos. También estos dos círculos están unidos el uno al otro de modo que tienen el aspecto de ser un único círculo. Ambos están empapados de humedad, e infunden a los otros su humor, tal como el discernimiento modera las obras buenas para que no se vayan a la ruina.

Acerca del sexto círculo, que parece provenir de los de más arriba y es una especie de aire tenue. Qué función tiene en su lugar y qué representa desde el punto de vista alegórico.

VIII. Bajo el círculo de aire denso, blanco y luminoso hay otro que se denomina círculo de aire tenue. Proviene de los círculos y los elementos superiores, los cuales exhalan un aire que no es diferente de los mencionados elementos, como el aire sale de los pulmones del hombre sin realmente disgregarse, como el aliento humano sale sin separarse. Como las nubes que están llenas de luz cuando se levantan, y que, cuando vuelven a bajar, se sombrean, la zona aérea de que hablamos semeja contener todas las emanaciones acuosas de las que hemos hablado. Los reúne, como el fuelle del herrero manda el soplo, antes de aspirarlo de nuevo. Así, sucede que las estrellas que circulan en los círculos ígneos superiores están animadas en su rotación de un movimiento ascendente, las nubes las obligan a volver a bajar, y por esta razón su luminosidad aumenta. Pero cuando las estrellas con movimientos circulares descienden, reconducen hacia abajo las nubes, que son entonces sombrías y llevan lluvias. Y el aire tenue parece cómo difundirse por toda la rueda, porque todo lo que hay en este mundo crece y vive gracias a él.

Así, los deseos de los hombres, los que aspiran sutilmente a la justicia, se exhalan desde las energías superiores que confirma el espíritu. Este deseo es imborrable. Con un apego respetuoso, los fieles lo mantienen siempre. La firme determinación de los creyentes resplandece a veces en la confianza, y a veces tiembla en la humildad, cuando atribuye a Dios los frutos de las obras santas y el ejemplo de los justos. Entonces esta convicción sabe reunirlos allí lo mismo que el obrero que ve su esfuerzo recompensado. Tienen siempre el rocío de las lágrimas en los ojos, porque suspiran, arraigados a la tierra como están, aunque se encomienden completamente a la omnipotencia divina.

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Por qué estos seis círculos están unidos el uno con el otro sin separaciones, y qué indica esta cohesión.

IX. Los seis círculos están unidos entre ellos sin ningún espacio que los separe. Si el orden divino no los hubiera consolidados con esta ligadura, el firmamento habría estallado y habría perdido su consistencia. Así, cuando luchamos contra los vicios, pueden llevar a cabo cualquier buena obra unánimemente.

El primer círculo enciende a los otros con su fuego, el cuarto los atempera con su luz. Qué significa todo esto en sentido figurado.

X. El círculo superior penetra con su fuego a todos los demás círculos. El círculo húmedo hace lo mismo gracias a su humedad. El elemento supremo, el fuego, refuerza a los otros elementos gracias a su fuerza incandescente. El elemento acuoso, con su humedad, introduce en el resto la fuerza vital de la fecundidad. La omnipotencia refuerza así por las maravillas de su gracia a los hombres, y la obra de los hombres glorifica la creación.

Sobre la línea que, en la rueda descrita, se extiende desde la salida del sol hasta el extremo de su ocaso. Qué significa en sentido alegórico.

XI. Casi desde el principio de la parte oriental de la rueda hasta al final de su parte occidental, se extiende, en el firmamento, una línea en dirección a la región septentrional. Esta línea aísla de algún modo la región septentrional, porque desde el punto de su nacimiento, a oriente, donde el sol surge al principio cuando los días empiezan a alargarse, hasta la zona del poniente, a occidente, donde el sol acorta su luz, esta línea se curva y se recurva, para evitar la región septentrional, porque los rayos del sol no van a meterse en aquellas partes, pues más bien casi desprecia los lugares que el antiguo seductor eligió para establecer su morada. Por esta razón se privó de la luz del sol.

La masa de la tierra, a modo de globo, se ha colocado sobre fundamentos, inmóvil dentro de los seis círculos descritos, a distancia igual de los cinco círculos superiores y en medio del sexto, es decir del círculo del aire tenue. Qué significado deducimos.

XIII. El globo que se encuentra en el medio de este círculo de aire tenue, a igual distancia en toda su circunferencia del círculo de aire denso, blanco y luminoso, es la tierra, que está puesta en el medio de los otros elementos que la gobiernan. Por esta razón, en todo su contorno estos elementos la sustentan de forma igualada. Está conectada con ellos, de ellos recibe continuamente su subsistencia, fecundidad, y energía para mantenerse en su integridad. La vida activa simboliza, de algún modo, la tierra, porque se mueve en medio de los justos deseos, se agita en todas las direcciones, gira sin tregua, pero se mantiene firme con la justa medida de la devoción para conservar la fuerza del discernimiento. Se sujeta así, siempre con equilibrio, en el caso de los creyentes, a las energías espirituales y a las necesidades del cuerpo. El diámetro de esta esfera corresponde a la profundidad del espacio que se extiende desde el borde extremo de la zona superior hasta el límite inferior de las nubes, o mejor, desde el límite de las nubes a la cumbre del globo mismo. Cuando se hizo y reforzó la masa terrestre se hizo de modo que no la pudiera disolver ni el furor de los elementos superiores, ni el empuje de los vientos, ni la inundación de las aguas.

Así cada hombre y mujer tiene que considerar en el ardiente fervor de su corazón, la grandeza de la omnipotencia divina y constatar la inestabilidad de su espíritu y la debilidad de la carne para mantener el equilibrio en todas las acciones y para que no resulten defectuosas porque excedan la justa medida en las cosas necesarias, tanto las que conciernan a las realidades superiores como a las inferiores.

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Sobre la imagen en forma de hombre que aparece en el centro de la mencionada rueda, que toca con las puntas de los pies y de las manos extendidos el círculo de aire denso, blanco y luminoso. Qué significa esta figura y su posición.

XV. Y por fin en el centro de esta rueda aparece una imagen de hombre, cuya cabeza alcanza la parte superior y los pies la parte inferior del círculo de aire denso, blanco y luminoso. Por el lado derecho, la punta de los dedos de su mano derecha, y por el izquierdo, la punta de los dedos de la mano izquierda, están estirados y llegan hasta el mismo círculo, tocándolo en dos puntos diferentes de la circunferencia.

Como el hombre contempla con los ojos del cuerpo todo el entorno de las criaturas, así por la fe puede ver la creación por todas partes y la conoce en toda criatura.

Sobre las cuatro cabezas de animales que aparecen en las cuatro partes de la rueda. Qué significan, tanto con respecto al mundo como con respecto al hombre.

XVI. Las cuatro cabezas, de leopardo, lobo, león y oso, aparecen en las cuatro regiones que son también las residencias de los vientos en los cuatro lados del universo. Los cuatro vientos, por supuesto, no tienen este aspecto, pero sus energías se asemejan a la naturaleza de estos animales. Igualmente el hombre se encuentra en un cruce de cuatro caminos, constituidos por las preocupaciones seculares que le presentan múltiples tentaciones: la cabeza de leopardo le recuerda el temor de Dios, la cabeza del lobo, los castigos infernales, la cabeza del león, el miedo del juicio divino, la cabeza del oso, la infinita tormenta de angustias que atormentan su cuerpo.

Sobre el viento principal del oriente se ve representado por una cabeza de leopardo por encima de la cabeza de la imagen de hombre en el círculo del éter puro. Sus dos vientos colaterales toman el aspecto, uno en forma de cabeza de cangrejo y el otro en forma de cabeza de ciervo.

XVII. Encima de la mencionada figura, en el círculo de éter puro, ves como una cabeza de leopardo. De su boca sale un fuerte soplo, esto significa el viento principal de oriente, que proviene del éter en forma como de leopardo, no porque este viento sea realmente como un leopardo, sino porque como el leopardo, tiene la ferocidad del león aunque sin su ciencia, y como el leopardo es más ligero y débil que el león. Este viento se levanta en la ferocidad producida por el miedo, pero después rápidamente se debilita y deja de soplar. Es feroz y suave a la vez, porque la primera característica procede del círculo de fuego negro y la segunda del círculo del éter puro. En la parte derecha de la boca, el soplo dibuja una curva y toma la forma de una cabeza de cangrejo con dos pinzas parecidas a pies, porque cuando el viento mencionado se vuelve hacia aquella parte asume la naturaleza del cangrejo. A la izquierda de la mencionada boca, el soplo, girándose, acaba en una cabeza de ciervo, porque en aquellas partes imita al ciervo, que es animal veloz. De la boca de la cabeza de cangrejo sale algo como otro soplo que llega después hasta la mitad del espacio existente entre la cabeza de leopardo y la cabeza de león, porque según la naturaleza del cangrejo, el viento colateral, cuando sopla, lo hace irregularmente a ráfagas, como un torbellino, por lo cual se mueve de aquí para allá voluble y variable como hace el cangrejo, que ya avanza, ya va para atrás, y así va tirando hasta que llega al espacio que hay entre el oriente y el sur.

Otro soplo que sale de la boca de la cabeza de ciervo llega en cambio hasta mitad del espacio entre las cabezas del leopardo y del oso, ya que según la naturaleza del ciervo el otro viento colateral, cuando avanza, emite un soplido fuerte y estrepitoso, pero de pronto deja de soplar,

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como el ciervo que hunde con fuerza los cuernos y rápidamente huye, sin insistir demasiado tiempo. De este modo no avanza más allá del punto mediano entre el oriente y el norte.

Y el soplo que proviene de la parte derecha de la boca de leopardo y llega hasta la cabeza de cangrejo, el soplo que sale de la parte izquierda del cangrejo hacia la cabeza de ciervo, el soplo que de la boca del cangrejo tiende a la parte central entre las cabezas del leopardo y del león, y por fin el cuarto, que saliendo de la boca de la cabeza del ciervo alcanza el punto medio del espacio existente entre la cabeza de leopardo y la del oso, son todos de la misma longitud, porque el viento principal de oriente se expande por ambos lados con igual extensión en dirección a los vientos colaterales, y estos últimos llegan a sus respectivos términos, sea hacia el sur o hacia el norte teniendo la misma longitud.

Por qué las cabezas puestas en la rueda soplan en dirección a la imagen del hombre. Descripción de su sentido moral.

XVIII. Todas estas cabezas soplan hacia el interior de la rueda y hacia la imagen del hombre, porque estos vientos con sus soplos aseguran el adecuado equilibrio del mundo y por su ministerio preservan la salvación del hombre. En efecto, el mundo no existiría ni el hombre podría vivir, si no estuvieran vivificados por el soplo de estos vientos. Cuando el hombre se eleva en la contención de su alma y se acuerda de sus malas acciones y se dispone a la penitencia, es como si en la señal del éter puro, es decir en la penitencia, el temor brincara como un leopardo sobre su cabeza. Por su boca, es decir de su virtud, escuchamos la contrición, y, tocando el espíritu del hombre, le da ocasión de llegar hasta la cabeza del cangrejo, que representa la confianza. Este cangrejo tiene dos pinzas que son como dos pies, significan la esperanza y la duda, y cuando la mente del hombre está en las contradicciones del espíritu, el temor conduce la contrición hasta la cabeza de ciervo, que es la fe.

Apenas el hombre toma conciencia del peso de sus pecados, se dirige hacia la penitencia que incluye un temor constante, incluso dejando de lado los bienes de este mundo, hasta que llega a la confianza que tiene, por así decirlo, dos pies, la esperanza y la duda. La confianza engendra la esperanza con la cual se mezcla a veces la duda. En la confianza, el hombre espera conseguir la remisión y así, avanza. Sin embargo, cuando considera la cantidad y la gravedad de sus pecados, a menudo se pregunta si algún día obtendrá la remisión. Entonces duda, aunque tenga confianza. Pero, cuando de vez en cuando sufre la desdicha de las enfermedades del cuerpo, vuelve los ojos a las riquezas de la fe, lo cual reduce en él a la nada las traiciones de la duda, sobre los cuernos del verdadero consuelo.

De la boca del cangrejo, es decir de la confianza, nace un segundo soplo, el soplo de la constancia, y esta constancia conduce a la plenitud de la perfección, y aquí se para, entre el temor y el juicio, ya que cuando alguien, es constante y perfecto en las obras buenas, atrae hacia sí el temor para no delinquir en forma más grave.

Y saliendo como de la boca de ciervo, es decir de la fe, sale otro soplo, que tiene que entenderse que es la santidad, y que se alarga hasta la plenitud de la perfección, que está situada entre el temor y la penitencia del cuerpo. Así pues, el soplo, es decir la contrición que procede del temor de Dios en tiempo de prosperidad, por tender hacia la confianza, también representa la fe, que se obtiene en tiempo de adversidad partiendo del mismo temor. El soplo significa constancia, proviene de la confianza, que tiende a la plenitud de la perfección existente entre el temor de y el juicio.

Todos estos soplos, de una sola manera y con igual fuerza de su energía, inducen al hombre a la verdad, porque, a pesar de la diversidad de sus operaciones, tienden sin embargo a una única verdad. En efecto, durante la formación, todas estas cabezas, significan que todas la virtudes

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están en la ciencia del espíritu, y tienden hacia esta ciencia, asistiendo al hombre tanto en las necesidades espirituales como en las corporales.

Cuando el temor inspira al hombre, éste empieza a temer ay avanza en la sabiduría llevando a cabo obras buenas y justas.

(…)

La sabiduría se introduce en los graneros, es decir, en los espíritus, y deposita allí toda la justicia de la verdadera fe. Esta misma fe vence al invierno y a toda la humedad, que ya no pueden reverdecer y crecer, y por otro lado, la fe atrae hacia si todas las virtudes y las une, como el vino que se vierte en la copa que se ofrece a los hombres para que beban. He aquí por qué los hombres exultan y se alegran, confiando verdaderamente en el camino de la vida. Tienen sed de la justicia y se alimentan de la santidad que cae como de su seno, y de este modo, sin cansarse nunca, se alegrarán para siempre en la contemplación de la vida, porque la creación supera todo intelecto humano.

Por qué el viento principal de occidente aparece en forma de cabeza de lobo bajo los pies de la imagen en el círculo del aire húmedo. Por qué sus dos vientos colaterales aparecen el uno en forma de cabeza de ciervo, y el otro en forma de cabeza de cangrejo.

XX. En el círculo de aire húmedo, bajo los pies de la misma imagen del hombre, aparece como una cabeza de lobo que emite como un soplo de la boca. Esto significa que el viento principal de occidente, bajo el poder del que se ha hecho hombre por los hombres, viene soplando en el aire húmedo en el territorio occidental como un lobo que vive escondido en el bosque y sale, saqueador, a la búsqueda de comida. Este viento, saliendo de su escondite, es decir del aire húmedo, tan pronto lleva consigo el verdor a las hierbas, como de repente las ahoga a causa de la sequía.

De la parte derecha de la boca del lobo, alargándose hasta la mitad del espacio dónde están las cabezas del lobo y del oso, surge la forma de una cabeza de ciervo. De su garganta sale un soplo que se agota en la misma mitad del espacio, ya que este viento, dirigiéndose desde aquella parte hasta el punto de medio entre occidente y norte, se transforma en la naturaleza del ciervo, de modo que el viento colateral que surge en este punto emite sus soplos hasta el mismo punto mediano, penetrando con fuerza y corriendo veloz a la manera del ciervo.

De la izquierda de la boca de la misma cabeza de lobo nace otro aliento, que se alarga hasta el espacio intermedio ocupado por las cabezas del lobo y del león. Este aliento se transforma en un cangrejo con dos pinzas como pies. De la boca del cangrejo sale como otro soplo que se para en el mismo punto medio, porque, cuando el mismo viento se sitúa en el medio entre el occidente y el sur, vuelve a la naturaleza del cangrejo, que se mueve adelante y atrás. Se trata de un viento colateral que procede oscilando como el cangrejo, se difunde en una y otra dirección y llega hasta el punto mediano que se ha dicho. Todas estas cabezas están equidistantes la una de la otra y ocupan un espacio igual. Sus soplos se alargan en igual medida y forma en las dos direcciones, tal y como pasaba en las descritas anteriormente, porque las cabezas emiten sus soplos según la distancia que separa estos vientos los unos de los otros. Cada viento dirige hacia otro viento el propio soplo y, yendo uno al encuentro del otro, no superan su límite, ningún viento sopla más fuerte que otro, salvo que así suceda por juicio superior.

Por qué también estas cabezas, como las anteriores, soplan hacia la imagen del hombre, y su significación moral.

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XXI. Y todas las cabezas soplan el propio aliento hacia el interior de la rueda y hacia la imagen del hombre en ella colocada, de manera que estos vientos regulan con sus fuerzas y funciones el mundo, el hombre y todas las cosas que hay en el mundo. Pues, cuando los creyentes obran el bien, es como si pisotean con justos ejemplos la mortal caducidad de los deseos terrenales, es como si del aire húmedo, es decir de las obras santas, salieran los castigos infernales como el lobo sale al descampado. Porque cuando el hombre avanza con prosperidad en sus actos y se coloca entre las penas infernales y la penitencia del cuerpo, ella asume la forma de una cabeza de ciervo, la fe.

Palabras de Isaías sobre esta cuestión, y como tiene que ser comprendidas.

XXII. “Ahora, pues, voy a haceros saber lo que haré Yo a mi viña: quitaré su seto, y será quemada, desportillaré su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que no se pode ni se escarde, crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella. (Is 5,5-6).

A partir de aquí, acaban siendo tan baldíos que son incapaces de dar frutos en forma de buenas obras. Pero lo mismo que el hombre le pide a la vida que se calmen las horribles tempestades y que le sea concedido todo lo que le es necesario, así tiene que pedir que sea vencida en él la mala ciencia.

Por qué en el viento principal del sur, a la derecha de la imagen, aparece como una cabeza de león en el círculo del fuego brillante. Y por qué sus dos vientos colaterales aparecen, el uno en forma de cabeza de serpiente, el otro en forma de cabeza de cordero.

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OVAL Elvia Wilk (…) El humo todavía se aferraba al aire de la casa, pero había dormido con la cara presionada contra el sofá cubierto de hierba, y por un momento fue todo lo que notó: un fuerte olor, ahora familiar, de crecimiento y descomposición simultánea. Su propio cuerpo empapado en sudor era parte de ese olor. Sus ojos se humedecieron intensamente por el humo persistente. Ella caminó lentamente, parpadeando e intentando no frotarlos. El viento se había levantado y el polvo se elevó a su alrededor en pequeños tornados. Su abdomen se contrajo con un espasmo de dolor. Una línea roja corrió por su pierna, se curvó alrededor de su rodilla y se detuvo, mientras empapaba el borde de su calcetín. El sueño de la noche anterior irrumpió en ella de repente. Una luz roja brillaba a través de las ventanas de la casa. Louis parado frente a ella, con la cabeza inclinada hacia un lado. Ella sabía que era él, pero no podía distinguir los rasgos de su rostro. Él estaba hablando, pero ella tampoco podía entender las palabras. La habitación era insoportablemente calurosa y llena de niebla o humo. El sudor goteaba en sus ojos y nublaba su visión. Su imagen no se resolvería. Ella quería desesperadamente acercarse a él, pero estaba congelada. Tenía que presentarse por su propia voluntad. Ella esperó y esperó. Intentó y no pudo hablar. Finalmente se acercó. Extendió las manos para agarrar la gran bola desordenada de su rostro. Pero su rostro no tenía contornos: no podía encontrar el borde. Se dio cuenta de que él estaba allí, frente a ella, pero ambos estaban demasiado desenfocados. Su rostro se acercó al de ella hasta haberlo tocado, pero en vez de eso la atravesó, como una nube, como si fueran dos nubes. Luego, en la bruma, sintió que se le abría la boca en los labios y le salieron los dientes. La picadura aguda fue lo que la despertó. La fuerza de la decepción la golpeó mientras trepaba. No habría enfrentamiento final, ni cierre. El cierre fue un mito. No había nada que cerrar. El objeto del afecto ya no era él mismo. Una naranja que no olía a naranja. Una ciruela que no sabía a ciruela. El banco estaba justo donde lo habían dejado, en la parte superior de la pendiente. Phantom Louis estaba allí, con los brazos extendidos sobre el respaldo, esperando que ella entrara a su espacio negativo y se abrazara a su lado. Ella sacudió la cabeza. La noche de su última caminata hasta aquí había sido el principio del fin. Era tentador hacer una pausa por un momento y volver a repetir el orden de las cosas, imaginar momentos en los que podría haber intervenido y detenido el deslizamiento de tierra, pero los arrepentimientos eran demasiado abundantes para resolverlos. Garcetas, como solía llamarlas Eva. Aves de patas largas con alas blancas como la leche. “Sin garzas, Anja. Vive tu maldita vida’’. El banco la esperaba, haciendo alarde de su inmutabilidad. Todo lo demás estaba cambiando, pero este banco silencioso y tonto seguía siendo el mismo. Pasó al borde de la montaña, que era más un acantilado que nunca. El suelo a lo largo de este lado del Berg se había movido y caído, desestabilizado por el fuego, el viento o la sequedad, y las raíces sobresalían desde la tierra como manos que tocaban al aire. Bajo eso, el vacío. Una ola masiva ondulada hacia el norte. A su paso, ceniza. El canal no había detenido el fuego en seco; Tampoco el Spree. Todos esos edificios, actualizados para cumplir con los estándares medioambientales, repletos de estallidos de aislamiento orgánico inflamable. Bloque tras bloque aplanado. Edificios destripados, reducidos a esqueletos o derrumbados entre sí. La amplia arteria de Karl-Marx-Allee estaba sorprendentemente limpia y visible hacia el norte, debajo del humo y las motas blancas. Ella había tallado el camino de la antigua muralla con sus ojos punzantes, siguiendo su forma tan lejos como pudo. Conocía muy bien los contornos de las calles y manzanas, pero en ausencia de puntos de referencia, era difícil juntar las coordenadas en esta extensión carbonizada. Un punto de referencia orientaba su vista: la torre de televisión había sobrevivido, reteniendo desafiante la marca de la ciudad a través de su destrucción total.

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La Cúpula, la Puerta, la Isla de los Museos, todo había desaparecido, pero la jodida torre de televisión fue lo que quedó. Se limpió los mocos de la hendidura bajo de la nariz, donde se habían mezclado con lágrimas. Sus ojos fluían tanto del humo como del impacto. Se abrazó a sí misma, agarrándose los hombros y se dijo que la mayoría de la gente debía haber salido a tiempo. Buscó la casa de Dam y Laura, sabiendo que su edificio azul no estaba allí. De hecho, había sido en el epicentro: eso estaba claro por la extensión de los restos. Luego buscó el lugar donde vive Howard, al norte. Nada. Todos esos muebles de teca explotando en el fuego. Siguió las vías del tranvía hasta donde imaginó que podía estar RANDI. Nada. Hizo una mueca. Pero el laboratorio seguramente estaría bien, congelado herméticamente, bajo tierra. Por último, buscó a Basquiatt–HQ. Un monstruoso montón de escombros, con fragmentos irregulares de vidrio que sobresalían de las rocas y brillaban con destellos de luz solar. "Te deshiciste de mí porque finalmente vi quién eras", dijo hacia el lugar donde se situaba la gloriosa arquitectura. "Tenías tanto miedo de que yo cambiara, que cambiaste tú" la colina de ceniza, metal y vidrio respondió. A pesar de su expansión hacia el exterior, el fuego no se había cerrado en la montaña. Se había detenido en la base de Berg. Tal vez esto fue lo que sucedió cuando se redujo el espacio verde de la ciudad a una sola colina, dejando el resto seco y quebradizo. Mientras rastreaba la ciudad muerta con los ojos buscando vegetación, se dio cuenta de que no había quedado ningún parque público grande para quemar. Finster había justificado limitar toda la naturaleza de la ciudad a la montaña, creando un pliegue gigante en el paisaje para expandir la superficie de vegetación, llenando la cuota porcentual de la comisión de planificación, al tiempo que justificaba dejar el resto de la ciudad para el desarrollo inmobiliario. Pero los árboles se quemaron. La montaña debería haber parado las llamas. Tal vez esta naturaleza de ingeniería simplemente no era inflamable. Estaba destinada a otro tipo de transformación más deliberada. Imaginó la vista nocturna desde donde estaba parada. Donde el verde había irradiado desde la base de la montaña, habría una total oscuridad. Donde había luces blancas en un lado y amarillas en el otro, habría una total oscuridad. Oscuridad y espacio completamente vacío de todos esos apegos. Estaban bien, por supuesto. Louis, Michel, Howard. Tenían que estarlo. Esos hombres invencibles. Siempre estarían bien. Estaban bien en el antes y estaban bien en el después. En el Post-After, no había razón para esperar que no estuvieran bien. Miró la ciudad muerta, llena de inversiones perdidas y sonrió. En el Antes y en el Después, la ciudad no había ofrecido nada que ella pudiera hacer. Nada para comprar que Louis no pudiera comprar más que ella. Nada que ella quisiera poseer, nada que la dejaran poseer. Hasta ahora. Nunca había habido un momento tan bueno para hacerse propietaria. Y todo eso lo había decidido la montaña.

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Libro de visiones y revelaciones Juliana de Norwich Capítulo 3: Y cuando tenía treinta años y medio de edad, Dios me envió una enfermedad corporal en la que estuve durante tres días y tres noches; la tercera noche recibí todos los ritos de la santa Iglesia, pues no esperaba vivir hasta el día siguiente. Después de esto, permanecí postrada dos día y dos noches; la tercera noche pensé a menudo que estaba a punto de morir, y quienes estaban conmigo también lo pensaban. Sin embargo, me sentía reacia a morir; no porque existiera algo en la tierra que me impulsara a vivir, o porque temiera algún dolor, pues confiaba en la misericordia de Dios Mi razón y mis sufrimientos me daban a entender que iba a morir; y con todo mi corazón asentí plenamente a lo que fuera la voluntad de Dios. Así permanecí hasta que llegó el día; para entonces, mi cuerpo parecía estar muerto de la mitad hacia abajo, al menos así lo sentía yo. Me ayudaron luego a mantenerme sentada y apoyada, de manera que mi corazón estuviera más libre para entregarse a la voluntad de Dios y pudiera pensar en él mientras todavía vivía. Se llamó al sacerdote para que estuviera presente en mis últimos momentos. Antes de su llegada, mis ojos estaban fijos, hacia arriba, y no podía hablar. Él puso el crucifijo ante mi rostro, y dijo: «He traído la imagen de tu salvador, mírala y que ella te sirva de consuelo». Me pareció que estaba bien como estaba, pues mis ojos se alzaban hacia el cielo, donde confiaba ir por la misericordia de Dios. Sin embargo, acepté dirigir los ojos hacia el rostro del crucifijo, en la medida en que me era posible, y lo hice, pues me pareció que podría aguantar más tiempo si miraba hacia delante que si miraba hacia arriba. Después de esto, mi vista comenzó a nublarse. Todo a mi alrededor se oscureció, como si se hubiera hecho la noche, pero una luz caía sobre el crucifijo, sin saber de dónde. Todo lo que estaba alrededor de la cruz era feo y me aterrorizaba, como si estuviera ocupado por una multitud de demonios. Después, la parte superior de mi cuerpo comenzó a morir, hasta que apenas pude sentir nada. Mi mayor dolor era la brevedad de mi aliento y la disminución de mi vida. Verdaderamente creí entonces que estaba a punto de morir. Y súbitamente, en aquel momento todo mi dolor desapareció; estaba sana, especialmente en la parte superior de mi cuerpo, igual que antes. Quedé maravillada por el cambio, pues me pareció una acción misteriosa y no algo natural. Aun así, con el alivio que sentía, no confiaba en seguir viviendo, ni ese alivio era completo para mí, pues pensaba que prefería ser liberada de este mundo y eso era lo que anhelaba mi corazón. Entonces, súbitamente me vino a la mente que debía desear la segunda herida, como don y gracia de nuestro Señor; es decir, que mi cuerpo se llenara con la contemplación y el sufrimiento, como había pedido anteriormente, pues deseaba que su dolor fuera mi dolor, con la compasión que me llevaría al deseo ardiente. Me parecía que, con su gracia, podría obtener las heridas que anteriormente había deseado. Pero en todo esto nunca quise ninguna visión corporal ni ningún tipo de revelación, sino la compasión que un alma podría tener. Capítulo 5: En el mismo momento en que tuve esta visión de la cabeza sangrante, Dios me mostró una visión espiritual de su amor cercano. Y todo es lo mismo a él: nuestro vestido, que amorosamente nos envuelve y nos cubre, nos abraza y nos abriga, rodeándonos con su amor. Y así, en esta visión comprendí que todo es él y él es todo. Y en esto me mostró algo pequeño, no mayor que una avellana, en la palma de mi mano, según me pareció; era redondo como una bolita. Lo miré con el ojo de mi entendimiento y pensé:

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«¿Qué puede ser?». Se me respondió, de manera general: «Es todo lo que ha sido creado». Me quedé asombrada de que pudiera durar, pues una cosa tan insignificante, pensaba yo, podía desvanecerse en un instante. Y se me respondió en mi entendimiento: «Permanece y permanecerá siempre, porque Dios lo ama; de este modo, todo tiene su ser a través del amor». En esa pequeña nada vi que hasta que la nada no esté unida substancialmente a él, nunca podré tener perfecto reposo ni verdadera felicidad; es decir, hasta que no esté tan unida a la nada que no pueda haber cosa alguna creada entre mi Dios y mi yo. Me parecía como si aquella pequeña cosa creada fuera a aniquilarse debido a su pequeñez. Es necesario que lo sepamos, de manera que podamos deleitarnos en tener como nada todo lo creado, para amar y tener a Dios, el increado. Pues ésta es la razón por la que nuestra alma y nuestro corazón no descansan, porque buscamos descansar en esa cosa tan pequeña, en la que no hay ningún descanso. Dios quiere ser conocido, y le place que descansemos en él; pues nada de lo que está por debajo de él puede bastarnos. (…) Capítulo 10: segunda revelación. Y después de esto, examiné con visión corporal el rostro del crucifijo que estaba ante mí, y vi en él una parte de la pasión de Cristo: ultrajes, escupitajos asquerosos, bofetadas y muchos otros dolores interminables, más de los que puedo describir; y cambiaba a menudo de color. En una ocasión, vi cómo la mitad de su rostro se cubría de sangre seca, a partir de la oreja, hasta quedar totalmente cubierto por ella, y luego la otra mitad se resecaba de la misma manera, mientras la sangre desaparecía del otro lado igual que había aparecido. Todo esto lo vi en visión corporal, de manera espantosa y oscura. (…) En una ocasión mi entendimiento fue llevado hasta el fondo del mar, y allí vi verdes colinas y valles verdes, con la apariencia de musgo cubierto con algas y arena. Entonces lo comprendí de esta manera: si un hombre o una mujer estuvieran allí, bajo las aguas profundas, y pudieran ver a Dios, tal como está siempre continuamente con nosotros, serían salvos en alma y cuerpo, y no experimentarían ningún mal. Es más, tendrían más fuerza y consuelo de lo que todo este mundo pudiera decir. (…) Esta segunda revelación era tan humilde y tan pequeña y tan simple que mi espíritu quedó muy afligido cuando la contemplaba, llorando, temiendo, anhelando; pues a veces tenía miedo de que no fuera una revelación. Y entonces, en varias ocasiones, Dios me dio una comprensión mayor, y entendí que era realmente una revelación. Simbolizaba y se asemejaba a nuestra sucia y negra muerte, que nuestro bello, luminoso y bendito Señor cargó sobre sí por nuestros pecados. Eso me hizo pensar en el velo santo de Verónica, en Roma, que él imprimió con su rostro ensangrentado, durante su cruel pasión, cuando iba voluntariamente a la muerte; su rostro afligido y consumido cambió a menudo de color, pasando del pardo al negro. (…)Esta visión me enseñó a comprender que la búsqueda constante del alma complace mucho a Dios. Pues el alma no puede hacer más que buscar, sufrir y confiar. Y esto se cumple en todas las almas. La iluminación para que el alma encuentre es una gracia especial del Espíritu, que da cuando quiere. Buscar con fe, esperanza y amor place a nuestro cuerpo, y el encuentro place al alma y la llena de alegría. Y así se me enseñó a comprender que buscar es tan bueno como contemplar, durante el tiempo que él quiere permitir que el alma se esfuerce. Es voluntad de Dios que busquemos hasta que le veamos, pues es así como él se mostrará a nosotros, por su gracia espacial, cuando sea su voluntad. Pues me parece que el mayor honor que un alma puede rendir a Dios es, simplemente, entregarse a él con verdadera confianza, sea buscando o contemplando. Éstas son las dos actividades que pueden encontrarse en esta visión: una es buscar, la otra contemplar. Buscar es común a todos, y toda alma puede y

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debe hacerlo, con discernimiento. Dios quiere busquemos con toda voluntad y diligencia, sin pereza, como es posible por su gracia, con gozo y alegría, sin abatimiento irracional ni penas inútiles. Capítulo 11: tercera revelación. Y después de esto vi a Dios en un punto, le vi en mi entendimiento. Por esta visión, vi que está presente en todas las cosas. Lo contemplé muy atentamente, viendo y comprendiendo que él hace todo lo que se hace. Me maravillaba con un temor suave, y pensé: «¿Qué es el pecado?». Pues vi realmente que Dios hace todo, por pequeño que sea, y que nada se debe al azar, sino que todo sucede por ese entramado de quehaceres. Si a nosotros nos parece azar, es debido a nuestra ceguera y falta de presciencia. Pues aquellas cosas que están en la sabiduría de Dios desde antes del tiempo, él las conduce siempre a su mejor conclusión, en el momento oportuno y para su gloria; cuando suceden, suceden de improviso para nosotros, y en nuestra ceguera, en nuestra ignorancia y falta de presciencia decimos que todo se ha debido al azar. (…) Y tuve la certeza de que el pecado no es una obra, pues en toda esta visión no me fue mostrado el pecado. No quise seguir preguntándome sobre esto, así que contemplé a nuestro Señor y esperé lo que él me fuera a mostrar. Y de esta manera, la perfección del comportamiento de Dios se mostró a mi alma, en la medida en que podía mostrarse en aquel momento. En otra ocasión él me mostró el pecado en su desnudez, para mi contemplación, como contaré más tarde, y es entonces cuando realiza las obras de misericordia y de la gracia. Esta visión fue revelada a mi entendimiento, pues nuestro Señor quiere que el alma esté realmente vuelta hacia la contemplación. Pues éstas son plenamente buenas, y todos sus juicios son leves y suaves, y procuran gran descanso al alma que abandona la contemplación de los ciegos juicios de los hombres al juicio hermoso y dulce de Dios. Pues el hombre considera unas obras como buenas, otras como malas, pero nuestro Señor no las considera así, pues todo lo que existe en la naturaleza es creación suya, de manera que toda cosa creada tiene la propiedad de proceder de la acción de Dios. Es fácil comprender que la mejor de las acciones está bien hecha; pero la más pequeña está tan bien hecha como la mejor y la más grande, ya que todas tienen la propiedad y el orden que se ha dispuesto para ellas desde antes del principio, pues nadie las hace sino él. (…) estaban tan unidos en el amor que la grandeza de su amor fue la causa de la grandeza de su dolor. En esto vi que la esencia que las criaturas tienen por él es desarrollada por la gracia, y que este amor natural es superado y revelado con mayor perfección cada vez que se ama. Pues siempre, cuanto más fuerte y más dulce es el amor, más triste es para quien ama ver sufrir al cuerpo amado. Y por eso todos sus discípulos y todos sus verdaderos amadores sufrieron más de lo que sufrieron por su propia muerte. Pues tengo la certeza, por mi propia experiencia, de que el menor de ellos lo amó mucho más de lo que se amaba a sí mismo, con un amor tal que supera todo lo que yo pueda decir. Aquí vi una gran unidad entre Cristo y nosotros, según pude comprender. Pues cuando él sufría, nosotros sufríamos, y todas las criaturas capaces de sufrir en este mundo sufrían con él. Es decir, todas las criaturas que Dios ha creado, el cielo y la tierra, suspendieron sus funciones naturales debido a la tristeza. Y cuando él desfalleció, ellos desfallecieron con él, según su naturaleza, por la pena causada por sus sufrimientos. Y así, aquellos que eran sus amigos sufrieron dolor a causa del amor, y toda la creación en general sufrió. Es decir, incluso quienes no le reconocían sufrieron, porque el bienestar de toda la creación se debilitó. «O el mundo está llegando a su fin, o aquel que es el Creador de la naturaleza está sufriendo». Lo que le llevó a escribir sobre el altar: «Este es un altar al dios desconocido». Dios, en su bondad, que hace que los planetas y los elementos funcionen según su naturaleza tanto para los bienaventurados como para los réprobos, quiso en aquel tiempo retirar esa función. Así sucedió que quienes no le reconocieron sufrieron también en aquel tiempo.

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El espejo de las almas simples Margarita Porete. [16] Aquí responde Amor acerca de lo que ha dicho del Alma que lo sabe todo y no sabe nada. Capítulo XVI [Amor:] Razón —dice Amor—, a lo que he dicho del Alma liberada que lo sabe todo y por ello no sabe nada os respondo diciendo que ella, en virtud de la fe, sabe lo que le conviene saber para su salvación; y por ello no sabe nada de lo que Dios posee de él mismo en ella y por ella, aquello que no le daría a nadie sino a ella. Así pues, en este sentido, esta Alma lo sabe todo y por ello no sabe nada. Lo quiere todo —dice Amor— y por ello no quiere nada; pues esta Alma quiere la voluntad de Dios de forma tan perfecta que no sabe, no puede y no quiere querer nada más que la voluntad de Dios, hasta ese punto la ha cautivado Amor. Y, por ello, no quiere nada; pues lo que ella quiere, y que Dios quiere en ella, es tan poca cosa al lado de lo que ella querría querer que no puede tener lo que Dios quiere que ella quiera. Pues su querer es nada al lado de lo que la saciaría y que jamás le será dado, esto es, el querer del querer de Dios como ya se ha dicho. Así pues, en este sentido, esta Alma lo quiere todo y por ello no quiere nada. Amor: Esta hija de Sión no desea ni misas ni sermones, ni ayunos ni oraciones. Razón: ¿Y por qué, dama Amor? —dice Razón—. Ese es el alimento de las almas santas. Amor: Eso es verdad —dice Amor— para las que mendigan. Pero esta no mendiga, pues no tiene necesidad de desear nada que esté fuera de ella. Ahora escuchadme, Razón —dice Amor—. ¿Por qué iba a desear esta Alma las cosas que hemos nombrado si Dios está en todas partes con y sin ellas? Esta Alma no tiene otro pensamiento, palabra u obra que la práctica de la gracia de la divina Trinidad. A esta Alma no le apenan el pecado que haya podido cometer, ni el sufrimiento que Dios haya pasado por ella, ni los pecados ni las penas en las que habita su prójimo. Razón: ¡Dios! ¿Qué significa esto, Amor? —dice Razón—. Dadme entendimiento ya que me habéis apaciguado en mis otras preguntas. Amor: Significa —dice Amor— que esta Alma no se pertenece, por lo que no puede sentir pena, pues su pensamiento reposa en lugar apacible: en la Trinidad, y por ello no puede moverse de ahí, ni sentir pena mientras su amigo esté alegre. Pero que alguien caiga en pecado o que se cometa pecado en alguna ocasión —responde Amor a Razón— desagrada a su voluntad como desagrada a Dios: es justamente su desagrado lo que desagrada al Alma. Con todo —dice Amor—, la Trinidad no se apena por este desagrado, ni lo hace el Alma que en ella reposa. Ciertamente, si el Alma, que se halla en tan alto lugar, pudiera ayudar a su prójimo, le ayudaría con todas sus fuerzas en lo que necesitase. Mas los pensamientos de tales Almas son tan divinos que no se detienen en cosas pasajeras o creadas lo suficiente como para concebir pena en ellas. Pues Dios es bueno más allá de toda comprensión. [17] Aquí Amor responde a Razón de lo que ha dicho acerca de estas Almas que dan a Naturaleza lo que les pide. Capítulo XVII [Amor:] Esta Alma da a Naturaleza cuanto le pide; y es verdad —dice Amor— que esta Alma no se cuida ni ama tanto las cosas temporales como para poder ganar algo con rehusárselas a Naturaleza; al contrario, siente reparos de quitarle lo que es suyo. Pero estas criaturas son tan excelentes que no se osa hablar abiertamente de ellas, especialmente de sus prácticas por las que las Almas alcanzan el estado del buen entender; pocos son los que lo saborean. Amor: He dicho antes —dice Amor— que no se osa hablar abiertamente. Y, ciertamente, no hay que hacerlo porque los entendimientos simples de las otras criaturas podrían malinterpretarlo en perjuicio suyo.

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Las Almas, que son como aquellas de las que habla este libro tocando el tema de algunas de sus prácticas, en virtud de la justicia de su estado, que es estado divino y puro, son de tal condición que si no tuvieran nada y se hallaran ciertas de que habían de vivir hasta el Juicio, no podrían de corazón preocuparse un solo instante ni por todo el oro del mundo de aquello que les faltase, sino únicamente en la medida en que Naturaleza necesita de lo que le falta y para darle aquello que le pertenece. Y si tuvieran algo esas Almas que son así —y que pocos saben dónde están, pero que han de existir en virtud de la recta bondad de Amor para sostener la fe de la Santa Iglesia—, pues si tuvieran algo y supieran que otros lo necesitaban más que ellas, jamás se lo quedarían aunque estuvieran seguras de que nunca más había de dar la tierra pan, trigo, ni ningún otro alimento. Y esto es verdad —dice Amor— y nadie lo duda. Tal es su naturaleza por pura justicia, y tal justicia es justicia divina que a esta Alma ha dado su medida. La Justicia Divina: Es justo —dice la Justicia Divina—, conviene que toda justicia se cumpla en ella. Y si retuviese lo que su prójimo necesita, retendría lo que ya no es suyo según la perfección de paz de caridad en la que vive, pues es este su justo alimento. Además, ¿por qué iban estas Almas a poner reparos en tomar lo que les falta cuando sienten la necesidad? Sería para tales Almas una falta de inocencia y un obstáculo para la paz en la que esta Alma reposa de toda cosa. ¿Quién es aquel que debe poner reparos en tomar lo que necesita de los cuatro elementos: la claridad del cielo, el calor del fuego, el rocío del agua y la tierra que nos mantienen? Nos servimos de los cuatro elementos en todas las formas que necesite Naturaleza sin que Razón lo reproche. Estos elementos, graciosamente dados, han sido hechos por Dios como las otras cosas y estas Almas usan de todo cuanto, hecho y creado, tiene necesidad Naturaleza en perfecta paz de corazón, tal como lo hacen con la tierra sobre la que caminan. [Amor:] Tienen sólidos cimientos —dice Amor— y alto edificio que las pone a buen recaudo.

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Totalidad: el color del eclipse Anne Carson Se podría pensar que un eclipse solar total no tendría color. La palabra "eclipse" proviene del griego antiguo ekleipsis, "un abandono, abandono, abandono". El sol nos abandona, estamos abandonados por la luz. Sin embargo, las personas que experimentan un eclipse total se inclinan hacia descripciones tan fuertes de su vacante y vacío que, es esto lo que comienza a tomar color. ¿Qué es un color después de todo? Algo sin no color. ¿Es posible un doble negativo de la luz? ¿Sería eso como despertar de un sueño en la dirección equivocada y encontrarse en el reverso de tu propia mente? Un momento de inversión dentro de la totalidad. "Invertir la naturaleza", murmura Emily Dickinson. Cuando la sombra de la luna pasa sobre ti, como una oleada de tristeza, un tornado, una bala de cañón, un dios que salta, la inclinación de un bote, una dosis de anestesia en el brazo (estas comparaciones son frecuentes en la literatura), verás a través de su espectroscopio y de su vidrio ahumado, algunas de las líneas espectrales se vuelven más claras, después un destello y las líneas se invierten hacia un espectro diferente con algunas líneas canceladas. Ahora estás dentro de la sombra de la luna, que mide cien millas de ancho y viaja a dos mil millas por hora. La sensación es estupenda. Parece declarar una contienda de luz y color a todo lo que has experimentado hasta ahora. Virginia Woolf, en su ensayo "El sol y los peces" (en el que describe los eventos celestiales del 29 de junio de 1930 en Bardon Fell, sobre Richmond), lee la contienda como una carrera: El sol tuvo que correr a través de las nubes y alcanzar la meta, que era una fina transparencia a la derecha, antes de que los últimos segundos llegaran. La carrera termina en derrota y muestra los colores de la derrota: Y a medida que pasaron los segundos fatales, y nos dimos cuenta de que el sol estaba siendo derrotado, ahora, de hecho, había perdido la carrera, todo el color comenzó a atravesar el páramo. El azul se volvió púrpura; el blanco se puso lívido como cuando se aproxima una tormenta violenta, pero sin viento. Rostros rosados se tornaron verdes, y se volvieron más fríos que nunca. Esta fue la derrota del sol. Es difícil saber cómo seguir, después de la inversión del color y la derrota del sol. "Este fue el final", dijo, "la carne y la sangre del mundo estaban muertas". Los que observaban el eclipse mencionan en este instante un sentimiento de error. Emily Dickinson, brevemente: "La vigilancia de Jehová, ¡está mal!" Annie Dillard, con más detalle: El sol se estaba yendo y el mundo estaba equivocado. Las hierbas estaban equivocadas; Eran de platino. . . . Este color nunca se ha visto en la tierra. . . . yo estaba parada en él, por algún error. La incorrección tiene su propio color y no es como cualquier otra cosa, ni siquiera como otro eclipse, según Annie Dillard: Había visto un eclipse parcial en 1970. Un eclipse parcial es muy interesante. Eso casi no tiene que ver con un eclipse total. Al ver un eclipse parcial de osos la misma relación con ver un eclipse total que besar a un hombre con casarse él. . . Tenga en cuenta la analogía. Las analogías drásticas abundan en la literatura de la totalidad; también típica en este maldito momento, para pensar en besarme y casarme. Muchas de las explicaciones mitológicas del eclipse implican la cópula o la esperanza de cópula. Por ejemplo, la antigua leyenda germánica cuenta cómo la luna (masculina) se casó con el sol (femenino) pero no pudo satisfacer su ardiente pasión, solo quería irse a dormir. Hicieron una apuesta: quien se despertara primero por la mañana gobernaría el día. La sol, todavía turbulenta a las 4 de la mañana, ganó la apuesta pero prometió que no dormiría con el luna de nuevo. Ambos pronto lamentaron su separación y comenzaron a acercarse el uno al otro (= eclipse). Tan pronto como se encuentran, caen en una pelea y se van por caminos separados, la sol sangrienta de ira. A los historiadores también les gusta asociar la totalidad con el matrimonio, como en el famoso relato de Heródotos del eclipse del 585 aC, que

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tuvo lugar en medio de una batalla entre los lidios y los medos. Ambos ejércitos estaban tan desconcertados por la situación solar que interrumpieron la lucha y sellaron una tregua organizando nupcias entre la hija de un rey y el hijo del otro. Los poetas también ven una conexión entre el eclipse total y los arreglos conyugales. El antiguo poeta lírico Archilochos menciona la totalidad en un poema del siglo VII aC en el que un padre desaprueba el matrimonio de su hija: Nada en el mundo [dice el padre] es asombroso, increíble o abandonado ahora que Zeus ha hecho la noche del mediodía y escondió la luz ardiente del sol. . . Tras esto, el poema se vuelve fragmentario, pero el padre parece estar usando el eclipse como analogía para la increíble elección de esposo de su hija. Cuando el poeta Píndaro fue testigo de un eclipse total en Tebas (probablemente entre el 478 y el 463 a. C.) en su noveno Paean. La descripción de Pindar de "una estrella brillante robada del medio del día" se combina de manera extraña pero dramática con el elogio romántico de una ninfa Tebana llamada Melia, que "se mezcló con el dios Apolo en su cama ambrosial".

Pero, con mucho, la pareja más extraña en la literatura sobre eclipses es la que ha creado Virginia Woolf en "El sol y los peces". Dicho ensayo está plagado (en varios sentidos) de sexo. Un poco de especulación cognitiva que comienza así:

Porque una vista solo sobrevivirá en el grupo extraño en el que depositamos nuestros recuerdos si tiene la buena suerte de aliarse con alguna otra emoción la cual la conserve. Las vistas se casan de manera incongruente, morganáticamente (como la Reina y el Camello), y así se mantienen vivos… Las vistas se desvanecen, perecen y desaparecen porque no logran encontrar el compañero adecuado.

Luego le sigue una fuerte descripción del eclipse total, que se desvía de una sola vez, después de la totalidad, a una instantánea de dos lagartos que se aparean en el camino del Jardín Zoológico: un lagarto está montado inmóvil en la parte posterior de otro, con solo el brillo de un párpado dorado o la succión de un flanco verde para mostrar que son la carne viva y no están hechos de bronce. Toda la pasión humana parece furtiva y febril más allá de este éxtasis inmóvil.

Pero ella no está contenta con el rapto de los lagartos. Este momento inmortal se superpone inmediatamente a una tercera imagen: la de los peces nadando en los tanques del Acuario de Londres. Los peces no encuentran explicación; he preguntado a varios expertos en Virginia Woolf sobre esto y nadie parece saber por qué añade la imagen de los peces a los lagartos. ¿No hubieran sido suficiente las imágenes mentales del eclipse y las lagartijas si "se mantuvieran vivos" (como dice que hacen las ideas incongruentes, en la extraña composición de nuestra mente)? Sin embargo, deliberadamente complica esta unión ordenada con un tercer ángulo de visión. Me pregunto si ese tercer ángulo estaría en su mente ese día, mientras paseaba por Bardon Fell.

(…) Aún así, la totalidad es un fenómeno que puede trastocar las proporciones de adentro hacia afuera. Me pregunto si se detuvieron a mirarse, estas personas apareadas y despareadas, en el plano expuesto de un momento ordinario de ese curioso día, pesado, histórico e incorrecto. Súbito sentimiento de vejez. Viento negro de tierras altas. Traigan un abrigo, les dijeron, y un pedazo de vidrio ahumado. Se enfriará. Te lastimará los ojos. La totalidad no tiene luz, y debe ser incolora, pero puede intensificar ciertas preguntas que están en el fondo de la mente. ¿Qué es un cónyuge después de todo? ¿Se quedará este? ¿Puedo continuar viva?

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