cosmología andina y sus dioses

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Aprecien la Cosmología andina y sus dioses: COMPARTE por que el Tahuantinsuyo aun vive dentro de nosotros !!!! KON Dios de la lluvia y el viento, hijo de Dios Inti y Mama Quilla, CHASCA Virgen del agua, MAMA QUILLA Diosa de la Luna, INTI Dios del Sol, VIRACOCHA dios de dioses o dios supremo, MAMA COCHA madre de las aguas, CATEQUIL dios rayo y del oráculo, URCUCHILLAY dios de los animales, SUPAY dios de los muertos o el inframundo Cosmovisión Andina (-LA MADRE TIERRA -RELIGIÓN -MITOLOGÍA Y COSMOVISIÓN )

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Aprecien la Cosmología andina y sus dioses:

COMPARTE por que el Tahuantinsuyo aun vive dentro de nosotros !!!!

KON Dios de la lluvia y el viento, hijo de Dios Inti y Mama Quilla,

CHASCA Virgen del agua,

MAMA QUILLA Diosa de la Luna,

INTI Dios del Sol,

VIRACOCHA dios de dioses o dios supremo,

MAMA COCHA madre de las aguas,

CATEQUIL dios rayo y del oráculo,

URCUCHILLAY dios de los animales,

SUPAY dios de los muertos o el inframundo

Cosmovisión Andina

  (-LA MADRE TIERRA     -RELIGIÓN    -MITOLOGÍA Y COSMOVISIÓN)

La Cosmovisión Andina, considera que la naturaleza, el hombre y la Pachamama (Madre

Tierra), son un todo que viven relacionados perpetuamente. Esa totalidad vista en la

naturaleza, es para la Cultura Andina, un ser vivo. El hombre tiene un alma, una fuerza de

vida, y también lo tienen todas las plantas, animales y montañas, etc., y siendo que el

hombre es la naturaleza misma, no domina, ni pretende dominar. Convive y existe en la

naturaleza, como un momento de ella.

La revalorización de las culturas originarias y la reafirmación étnica, tal como se

manifiestan actualmente entre los pueblos andinos, son una consecuencia de la toma de

conciencia de miles de hombres y mujeres, que redescubrieron los tesoros que nos dejaron

nuestros ancestros.

Este proceso de revitalización cultural, tiene sus guías y sus líderes. En muchos casos han

sido profesores y docentes que alertaron a los niños y jóvenes contra tentaciones alienantes

que desvalorizan lo que les enseñaron sus padres y abuelos. Estos guías han sido maestros

creativos, que supieron combinar los conocimientos académicos adquiridos con el saber

popular y comunitario. No siempre fueron comprendidos, pero divulgando sus convicciones

con entusiasmo, han alimentado una corriente que ya nadie puede parar. (1)

En cuanto a lo que nos corresponde reflejar sobre la Herencia Cultural y de Identidad

Nacional, recibida de nuestros antepasados, y como Patrimonio Natural de la Civilización

Quechuaymara, tenemos como símbolos nacionales del Pusisuyu ó Tawantinsuyu a las

estrellas del firmamento, como el TATA INTI (Padre Sol), La PHAXI MAMA (Madre

Luna) que representa la fuerza DUAL del hombre andino, también el CHACHA WARMI

(Hombre – Mujer), la pareja unida dentro de la convivencia nativa.

LA CHACANA (La cruz del sur), que representa la organización socio política y

económica de los cuatro territorios pertenecientes al Pusisuyu ó Tawantinsuyu, el cual se

subdivide en los Ayllus del Aransaya (Posesión de arriba) y del Urinsaya (Posesión de

abajo).

 

EL QUTU (Las pléyades), que representa la unidad y la igualdad en la sociedad dentro de

lo que es el sistema del Ayllu comunitario. EL ARA – ARU (Tres Marías), que representa

el sistema de reciprocidad y rotación en el trabajo colectivo o comunitario. El SUNI QANA

(Estrella vespertina) y el QHIRWA QANA (Estrella Matutina), que representan los pisos

ecológicos de los Andes, asimismo el QARWA NAYRA (ojo de llama) y el KUNTURI

JIPIÑA (anidar del Cóndor), y otros que son los indicadores del tiempo o la PACHA.

Entre otros astros, tenemos como representaciones de almacenes de papa, maíz, chuño y

quinua, depositados en TAMPUS y PIRWAS.

En la Cultura Andina tenemos como Símbolos Culturales, a las flores y plantas sagradas, a

las aves, como el Kunturi (Cóndor), el Paka, el Mamani, el Luli y otros. Entre las fieras,

tenemos el Puma, el Titi, el Qarwa, el Wari, el Allpachu y otros. Entre otros animales están

también el Kirkincho, el Katari y el Amaru.

Por otra parte también tenemos, como símbolos nacionales y regionales, las montañas más

sobresalientes de los Andes, como el Sajama, Illimani, Azuaya, Wayna Potosí, Illampu, el

Tunupa y otras, que representan a fenómenos vitales de nuestros antepasados (Achachilas),

llamados con el propósito de conmemorar cada periodo, la memoria de los héroes de

nuestra historia y de la mitología andina.

Asimismo debemos destacar, que nuestra gran nación Quechuaymara, tambien tiene los

emblemas del Pusisuyu ó Tawantinsuyu, que se representa en la sagrada Wiphala,

presumiblemente desde la civilización del gran Imperio Aymara (TIAWANACU), la cual

data de 2800, 3000 y 5000 años antes de Cristo, desplegando en sí el orden sistemático de

los colores del arco iris o Kurmi.

(1) -. Síntesis histórica de la Cultura Aymara, Félix Mamani Muñoz, Cuaderno de

investigación Nº 12, Centro de Ecología y Pueblos Andinos CEPA, Oruro Bolivia, 2001.

 

La Madre Tierra

- La tierra, dentro del conjunto de elementos que forman la comunidad indígena, es vida,

lugar sagrado, centro integrador de la vida de la comunidad. En ella viven y con ella

conviven, a través de ella conviven en comunión con sus antepasados y en armonía con

Dios. Por eso mismo la tierra, su tierra, forma parte sustancial de su experiencia histórica y

de su propio proyecto histórico. En los indígenas existe un sentido natural de respeto por la

tierra; ella es la Madre Tierra, que alimenta a sus hijos, por eso hay que cuidarla, pedir

permiso para sembrar y no maltratarla.

La tierra se constituye como los cimientos del cosmos, el fundamento de toda la realidad, el

receptáculo de todas las fuerzas sagradas, que se manifiesta en montes, bosques, vegetación

y aguas. Es el lugar y el tiempo, el espacio primordial. La tierra lo sostiene todo, es la base

de la vida. La misma vida humana está ligada a la tierra de forma profunda. La tierra es

matriz de vida.

Existe una connaturalidad entre la tierra y la mujer, concretamente la madre, por su

inagotable capacidad de dar fruto y vida. De ahí nace la devoción y respeto a la tierra.

Esta relación de la tierra con la vida, se expresa de modo especial en el mundo vegetal: la

tierra ofrece sus frutos a todos sus hijos. De ahí la relación entre la fecundidad de la gleba y

la mujer, especialmente en las sociedades agrícolas. El trabajo de cultivar la tierra se

relaciona con el acto generador. La mujer es surco abierto en la tierra, mientras que el

hombre es el arado y la semilla que se deposita en el seno de la tierra. La fertilidad de la

tierra se une así a de la mujer. La esterilidad de la tierra y de la mujer constituyen como un

gran castigo.

La Tierra en el Mundo Amerindio. - para Incas, Mayas, Aztecas, Guaraníes y para todas las

tradiciones originarias de América Latina y Caribeña, desde México a la tierra del fuego, la

tierra constituye un lugar sagrado, un espacio privilegiado de encuentro con Dios, madre

buena que da a luz, que cuida y alimenta a sus hijos, les regala montañas y ríos, el suelo y

el subsuelo, es el lugar donde descansan los antepasados y constituye la raíz de su

economía, de su cultura, de su espiritualidad.

La Pachamama Andina no es un simple medio de producción, ni algo profano, sino que es

algo sagrado, el centro de toda su vida comunitaria y religiosa. "Un indio sin tierra es un

indio muerto" afirma Tomás Balduino. La tierra es territorio y forma parte de su mismo

cuerpo personal y social. Existe una comunión profunda entre el pueblo y la tierra. Se le

ofrecen ritos para agradecerle sus frutos y pedirle sus bendiciones. Es como el rostro

femenino y materno de Dios.

El viejo mito todavía se conserva en tierra quechua:

"Desde la aurora del universo había dicho la Pachamama: "Yo soy la santa tierra. La que

cría, la que amamanta soy. Pacha Tierra, Pacha Ñusta, Pacha Virgen soy.

...A mí ustedes me van a llamar, me van a soplar, para las tres personas: Pacha Tierra,

Pacha Ñusta, Pacha Virgen. Ese día yo hablaré. La santa tierra no van a tocar". Así había

dicho la Pachamama...

Esta tierra vive y en ella todos estamos viviendo juntos... Como madre nuestra nos está

amamantando y nos cría. Pero nuestra madre de todas maneras se muere, nos está

absorbiendo. Como a su propio hijo nos está criando. Su pelo crece: es el pasto, es la lana

para los animales. Con este pasto se alimentan los animales...

Pachamama sabe parir, las papas pare, las semillas le entregamos y eso pare. Pidiendo a

Dios le entregamos la semilla...

Le ofrecen despacho a la Pachamama por los productos y por los animales, para que no se

enfermen las crías, para tener buenos productos"

Poema de Juan Condorcanqui a la Pachamama (Orureño). -

" Pachamama Warmi eterna, O fuente, O puerta del Sol,

de la que nació la luz para todos los ranchos

y los cerros del mundo.

Recoge en tu vientre este tu pueblo, mi corazón,

Sus llantos, sus tierras, sus minas despojadas,

O Mamala, Pachamama.

Que de tus entrañas ardientes de vida,

Retoñen mil corazones hermanos, mil amores,

Cien mil llamas y vicuñas, cien mil ayllus y un estrella,

Cien mil hijos de nuestras mujeres.

Te lo ruego por mi fe, por mi trabajo, que de tu seno materno

Pachamama, y por el vigor inmenso de los Mallkus,

Florezca en la pampa la flor de la quinua y renazca la hermandad de los aynis."

 

 

La tierra entre los Aymaras. - Entre los aymaras, Pachamama o Wirjina (Virgen) también

merece gran respeto, se le ofrecen libaciones, en cualquier oportunidad en que se comparte

comida y en todos los ritos del ciclo agrícola; se la temerá cuando se transite por parajes

solitarios. La Pachamama es una y múltiple, está en todas partes, incluso en lugares

agrestes y peligrosos y esta diferenciada en cada parcela concreta. Pero la tierra no da así

nomás. El ciclo agrario tiene que ver con un rico ceremonial religioso: año nuevo en

agosto, cuando la tierra se abre, el mes de noviembre, cuando comienzan las lluvias, el

tiempo de la cosecha,...

Los aymaras conviven con la tierra y con toda la naturaleza en una relación armónica y

ecológica. Todo esta relacionado: la familia humana, la tierra, los animales, la naturaleza.

La tierra es madre, los cerros son los abuelos y los animales y las plantas son como

hermanos de esta inmensa familia cósmica. La tierra madre es una anciana que ampara a

sus hijos y una joven virgen que se renueva constantemente. Por esto no hay que gastarla,

pues la tierra no es para ser explotada, si no para vivir de generación en generación. Existe

una reciprocidad entre el pueblo aymara y la tierra, que se manifiesta en los dones que se le

ofrecen en agradecimiento de los que ella nos da. Los ritos agrarios son como una

celebración de la creación, como sacramentos del ciclo vital de la naturaleza.

Existe relación entre el comportamiento social y los frutos de la tierra. El desequilibrio

social en la comunidad (peleas, divisiones, odios, etc. ) repercute negativamente en la tierra

y puede causar mala cosecha.

La naturaleza y la tierra no es sólo objeto de producción sino de contemplación, es un

misterio al que hay que respetar, conservar en su integridad, en armonía con toda la

creación, buscando la paz con la tierra, con la comunidad y con Dios.

La Tierra entre los Guaraníes. - En el mundo guaraní, la tierra es sobre todo el bosque, que

incluye árboles, animales, fauna y flora, ríos y lagos. La tierra es como el sustrato del que

brota la selva y los bosques.

Para ellos la tierra (Tekohá) es ante todo un cuerpo vivo, con piel y pelos, con flores y

colores, con luces y perfumes, con aves e insectos, con luz y voz. La tierra está ligada al

acto creador de la palabra del Primer Padre y la fiesta juega un papel primordial en toda su

estructura cósmica y religiosa.

Pero esta tierra está llena también de males, sobre todo debido al modo de ser humano

(Teko), que rompe la armonía y la comunidad. Cautiverio, pestes, esclavitud,

persecuciones, desde hace 500 años producen el mal en la tierra guaraní. El guaraní se

siente desterrado, fuera de su tierra, en una tierra con males.

En este contexto recobra fuerza el mito de la búsqueda utópica de la tierra sin males, lugar

de abundancia y fertilidad, de compartir y festejar en comunidad, lugar donde habrá tierra y

libertad para todos.

(Fuente: Teología Simbólica De La Tierra, Víctor Codina, sj.; Secretariado Arquidiocesano

de Pastoral Social, Ed. Seapas, Santa Cruz – Bolivia, 1993)

Religión

Los aymaras profesaban auténticamente una religión natural, basada en la realidad y en su

vivencia permanente con el mundo telúrico y cósmico; adoraban a varios dioses, entre ellos

al creador de todas las cosas llamado Pachaqamak, también a Wirakocha, según las

circunstancias y necesidades que se les presentaba. Tributaban culto al Sol, porque como

pastores y agricultores recibían del él beneficios; a la Luna y con mayor énfasis a la

Pachamama, considerada la madre tierra que les cobijaba. En su conciencia, que cada vez

reafirma la condición mítica del cosmos y el mundo, también divinizaban a los fenómenos

de la naturaleza como la lluvia, el viento, el granizo, la nevada, las montañas, los lagos,

ríos, ect. Eran protegidos principalmente por los mallkus, Pucaras, achachilas, cumbreras,

markaqollus y otros.

El templo dedicado al Sol era el intikarka, que quiere decir “peña del Sol”, construido en la

isla más grande del lago Titicaca. Tenían sacerdotes llamados Ichuris, que no eran

precisamente para celebrar actos religiosos, sino más para cumplir los rituales

costumbristas. Los adivinos se llamaban Yatiris, que miraban en coca, alcohol y en la orina,

y hasta hoy perduran estas costumbres y los más diestros y entendidos se llaman Wayt’iris,

quienes mediante un ritual misterioso traen a los espíritus de personas vivas o difuntas y a

los espíritus de cerros y pucaras que informan sobre las causas de los problemas existentes

en las relaciones interpersonales.

Para la consumación de sus creencias religiosas y el cumplimiento de sus rituales tan

arraigados, como ya es de conocimiento general, los aymaras tributaban culto a sus

divinidades, interpretando el sistema egocéntrico que considera que la tierra era el centro

del universo y que el Sol giraba alrededor de ella; daban mayor valía al astro rey por recibir

de él tantos beneficios como la luz, el calor y por posibilitar la vida de todos los seres.

Entonces ya tenían idea de la división del año en doce meses y cuatro estaciones, dos

principales que son: “Jallupacha” (época de lluvias), y “Autipacha”, (tiempo seco o

despejado), y dos intermedios: “Satapacha” (mes de la siembra), “Llamayupacha” (mes de

la cosecha).

Este es el calendario aymara completo:

Mes              Denominación             Significado

1er. Mes_____Willka___________Mes del Sol

2do. Mes_____Q’uchu___________Mes de sacrificios

3er. Mes______Sata_____________Mes de siembra

4to. Mes______Khunu___________Mes del dios Nieve

5to. Mes______Antaru Alpaca____Recordación de la sequía

6to. Mes______Qhapaxa Paukara__Fecundidad de la tierra

7mo. Mes_____Willka Kuti_______Cambio de dirección del sol

8vo. Mes______Jallu Warta_______Mes de lluvias torrenciales

9no. Mes______Anata____________Mes de los juegos

10mo. Mes____T’arwa Yavi_______Parvas y esquila

11er. Mes_____Llamayu___________Mes de la cosecha

12do. Mes_____Armuray Qhasiwi___Mes de la música o regocijo

Además las fiestas principales se celebran teniendo en cuenta los solsticios y equinoccios,

las fases de la luna como: “Jairi” (Luna nueva), y “Urt’a” (Luna llena), días propicios para

realizar sus ceremoniales acostumbrados, sobre todo de los “Wayt’iris” o “Laicas” (brujos),

que parecen dominar la magia negra y hablar con los espíritus malignos. Al parecer,

durante la época precolonial, los aymaras celebraban tres fiestas anuales: “Maraqallta”, el

comienzo del año que era el 21 de junio, “Chikamara”, medio año, y “Maratukuya”, fin de

año; todo en conmemoración al Tata Inti, la Phaxsi mama y la Pachamama.

Entre los monumentos y las ruinas arquitectónicas más importantes que hasta hoy se

conservan en Tiawanacu y que tenían estrecha relación con las creencias y la religión se

tienen:

La Fortaleza de Akapana -. Colina artificial construida en forma de pirámide, de 15 m de

alto, 180 m de base y 140 m de ancho, que probablemente servía para rendir culto a las

divinidades.

El Palacio de Calasasaya -. Recinto cuadrado con graderías, en forma de teatro, con unas

ranuras en sus paredes, que posiblemente representen algún mensaje. Se dice que a la vez

fue palacio de justicia; según algunos cronistas es el lugar donde ejecutaban sacrificios

humanos; esto hace suponer que Tiawanacu fue un centro político y religioso de

importancia.

La Puerta del Sol -. Monumento de piedra tallada de una sola pieza, que tenía por finalidad

marcar el calendario aymara, lo que hace suponer que tenían grandes conocimientos de

astronomía. En el friso tiene figuras que parecen guerreros o sacerdotes que rinden culto al

Sol.

El Templete semisubterráneo -. Patio ligeramente rectangular de 28 x 26 m, restaurado

recientemente. No se conoce su destinación.

Los Monolitos antropomorfos -. Piedras talladas finamente de una sola pieza, que tienen

apariencia de hombres sentados. Los más importantes son el Bennett de 7.44 m de altura

por 4.66 m de ancho y otra de 12 x 2.5 m, cuyo peso se calcula en 200 toneladas. Se

desconoce su mensaje.

Con todo lo descrito, Tiawanacu fue la capital metrópoli aymara por excelencia. Por esas

monumentales construcciones ha sido denominada “Tuncapuncu” (diez puertas). Por otra

parte se concluye que el verdadero nombre de la metrópoli es “Chucahua” que quiere decir

fortaleza; otros lallamaron “Taypikala” (piedra central). Incluso hay quienes sostienen que

Tiawanacu deriva de dos vocablos aymaras: “titi – huahuanaca”, que quiere decir hijos del

jaguar, y “thia – hunacu” que quiere decir “siéntate huanacu”, frase con la que cierto inca

habría invitado a sentarse a un veloz Chasqui (mensajero).

Los aymaras distinguían muy bien el cuerpo y el alma, la vida presente y la otra, por lo

tanto sus creencias estaban asociadas con el día de la conmemoración de los difuntos

(Todos Santos). El “ajayu” (alma o espíritu)... hasta el presente es considerado segundo

dios, con grandes influencias en todos los quehaceres de la vida actual. Por estas mismas

razones suponemos que en los antiguos reinos Kollas construían torres funerarias llamadas

“Chullpas”, para enterrar piadosamente allí a los difuntos, junto a sus pertenencias

personales como objetos de cerámica, topos, prendedores y herramientas de cobre junto a

sus despojos, pero después de constituidas las naciones y los pueblos en todo el ámbito

cordillerano bajo la influencia colonial, hoy enterramos a nuestros difuntos en los

camposantos y cementerios expresamente construidos para el efecto.

Existen vestigios de chullpares en varios lugares del altiplano de Bolivia, que posiblemente

datan desde los primeros siglos de la era cristiana; aunque lo más probable es que hayan

sido culturas mucho más primigenias, que por devoción a sus difuntos, acostumbraban

depositarlos en casas tumba como las que vemos en el sector antiguo de Karankas, que son

construidas de barro y paja amasada, allí no encontraremos de adobe, lo que hace suponer

que en ese tiempo no conocían el arte de la fabricación de adobes; en los lugares

pedregosos los hay también de piedra.

Fuente: Síntesis histórica de la Cultura Aymara, Félix Mamani Muñoz, Cuaderno de

investigación Nº 12, Centro de Ecología y Pueblos Andinos CEPA, Oruro Bolivia, 2001.

Mitología y Cosmovisión

Ahora ingresaremos al complejo mundo de la mitología andina y su cosmovisión, producto

de la vivencia milenaria de u pasado remoto, del que se conserva su pensamiento mítico

hasta hoy en las comunidades nativas aymaras y quechuas. Nos vamos a referir a las

actuales poblaciones del occidente de Oruro (región de Jach’a Karankas), sin olvidar que

cada grupo humano o cultura posee un modelo explicativo del mundo en el que vive, tanto

en los aspectos sociales, como en los económicos y cosmológicos. Para el pueblo andino, el

universo es percibido en tres espacios o niveles llamados pacha:

Alaxpacha -. Es el mundo de arriba, del más allá o el cielo.

Akapacha -. Es el mudo real y visible en el que vivimos.

Manqhapacha -. Es el mundo de abajo o el subsuelo.

Cada uno de estos mundos está habitado por seres vivientes organizados por jerarquías,

como una forma de ordenación de los valores conferidos al superior y a sus subordinados,

con influencia directa sobre los hombres como veremos a continuación.

Alaxpacha -. Es el primer plano, allí viven los hombres buenos convertidos en espíritus,

junto a los santos y ángeles cuya providencia es Dios. Consideran también que allí moran

los dioses tutelares de los aymaras, el Sol, la Luna y las estrellas.

En el pensamiento cósmico del aborigen existe una relación recíproca entre el hombre real

de la tierra con las estrellas, es decir que cada hombre o mujer de la tierra tiene su estrella

en el firmamento, por eso cuando muere una persona también desaparece su estrella en el

espacio. El Sol es considerado como el astro benefactor de la vida y de todo cuanto existe

en la tierra (los seres humanos, las plantas y los animales), y la Luna como la diosa

protectora de las mujeres.

Akapacha -. Es el mundo en el que habitamos todos los seres humanos sin distinción

alguna, con ciertos deberes telúricos, sociales y morales, sujetos a la prodigiosa acción e

interacción con la Pachamama reconocida como la diosa de la fecundidad. Es el mundo en

el que los seres humanos debemos vivir en armonía entre sí y con las autoridades naturales

y en relación próxima con los seres del más allá.

El poblador aymara, por el hecho de vivir arraigado a la tierra, contrae una serie de

obligaciones rituales con la Pachamama, que le cobija con su manto dándole los medios

para su subsistencia, conforme a un dicho popular: “Vive en armonía con la naturaleza y

recibirás sus dones en forma generosa y abundante”; en efecto, los rituales que el habitante

andino realizaba y realiza aún, tiene relación con la naturaleza mistificada, cuyas

ceremonias más importantes son:

- La Wilancha: Sacrificio con animales.

- La K’illpha: Marcado de orejas del ganado.

- Ajayu Uru: Día de los difuntos o Todo Santos.

- Marka Q’ullu Uru: Día de la Pachamama.

La Wilancha -. Ha sido y sigue siendo la practica religiosa oficial de los aymaras. Al

realizar un proyecto o una obra significativa como la construcción de una casa, una obra

comunal, un templo, un local escolar o al realizar un viaje largo, como requisito tenían que

realizar una wilancha o wilara de una llama como presagio de buen augurio, precedida de

una ch’alla y acullico, además de otros ritos complementarios según sea el caso. Todas las

ceremonias rituales se cumplen con la “ch’alla” en su inicio.

Todas las personas y/o comunarios, si así fuera su intención, podían realizar la “wilancha”;

sin embargo, para cumplir con este acontecimiento existen en el ayllu personas carismáticas

que tienen el don especial de contactarse con los espíritus y dioses tutelares del aymara,

para suplicar y pedir a los “uywiris” (Padre o Madre protectores), a la Pachamama, a los

achachilas, y demás fenómenos naturales, todo cuanto necesitan, de manera que en la

aspersión de la sangre y la entrega de la “muntara” o “puntara”, el sacerdote, “yatiri” o “

phoqheri”, entra en comunión misteriosa y relación directa con la naturaleza comprendida

entre la tierra y el macrocosmos.

El proceso de la wilancha se inicia con el sacrificio de una llama, en el que, mientras uno

degolla al animal expiatorio, el sacerdote recibe la primera sangre en una vasija grande, y

con dos vasos o platillos de barro ceremoniales arreglados con anticipación, conteniendo un

poco de coca, copal, azúcar, chocolate, inicia el rito de la aspersión del suelo y de las

paredes, pidiendo en tono suplicante a los dioses de acuerdo al objetivo de la wilancha, y

concluye con la entrega y quema de un plato preparado de “muntara” o “puntara” a los

Mallkus y dioses tutelares. La wilancha es presidida por un “yatiri” o “phoqheri” que tiene

amplia experiencia en esta ceremonia. El acto concluye con un abrazo de paz entre los

asistentes, como un símbolo de hermandad.

La K’illpha -. En el campo, los rebaños de llamas, alpacas y corderos se confunden, lo que

hace muy difícil reconocerlos, esta es la razón por la que desde nuestros ancestros se

acostumbra marcar las orejas de los ganados, acto que con devenir del tiempo se convirtió

en un rito sagrado. Con este motivo se realiza una o dos marcas en el pabellón de la oreja

del animal, delante o detrás, simple, doble o triple, de manera que cada familia tiene una

señal propia, por la que reconoce a sus animales. El ritual preparado para el efecto, consiste

en que previamente se alistan hilos y madejas de vistosos colores y se realizan aretes o

zarcillos para las hembras, borlitos de lana de color para los machos, llamados sombreros.

Ambos llevarán adornos de lana de color (llamados “chimpu”) amarrados en el cuello, en el

lomo y en los brazos, esta ceremonia se cumple con intervalos de dos a tres años y de

preferencia en el tiempo anterior a carnavales. La secuencia de actividades en el ritual de la

k’illpha es como sigue:

Ø Por la mañana se introduce al ganado al aprisco o corral.

Ø Los dueños cargados de “chhaqheqepi” (bultos de aguayo) ingresan y dan una vuelta de

saludo al ganado a los acordes del canto de la llama, charlando con ellas de lo que van a

hacer, entre tanto el maestro guitarillero interpreta la melodía, luego amarran a dos o más

llamitas maltonas llamadas “jilaqallu” (primeras crías).

Ø Empieza la ch’alla con coca y alcohol. Se improvisa una mesita tendiendo un aguayo,

donde se coloca la “inkuña” con coca como acto preliminar de la k’illpha.

Ø Akullican y liban en honor a sus dioses y divinidades, a sus difuntos padres y abuelos,

hasta llegar a los sitios donde pastan los ganados llamados “markaqullu”, mientras el

maestro kitarrillero sigue amenizando con su música.

Ø Ch’allan y liban para “jach’a Pusisuyu, jisk’a Pusisuyu” (Mallkus mayores y menores)

que están representados por los cerros mayores como el Illimani, Illampu, Sorata, Sajama,

Tata Sabaya y otros. De igual manera por los cerros menores y locales. Luego empieza la

marcada, el esposo o dueño del ganado se llama “lari” porque será el que realice las marcas,

la esposa se llama “epa”, los ayudantes encargados de sujetar a los animales se llaman

“tolqas”. Cada trocito de oreja lo depositan sagradamente en la wistala de la mujer.

Después de concluir con la última llama, cada invitado o vecino o acompañante tiene la

obligación de “ch’allar” con su “samxata” (buen augurio), que no es otra cosa que decir

buenos augurios, para que la Pachamama y los Markaqullus les den abundante ganado.

Ø Concluida como fuere la ceremonia de la k’illpha, sacan del corral al ganado, donde

propios y extraños les echan coca con azúcar y mixtura deseando para bienes, después de

un abrazo de paz (Parwina) los dueños con sus acompañantes se trasladan a la casa,

bailando con emoción a los acordes de la kitarrilla, con el canto “sevaremigusto” que

parece significar “será mi gusto”. En la casa se sirven la cena y el asado después de un acto

de agradecimiento a las divinidades, luego de un breve descanso concluye la fiesta con una

verbena, donde se baila el “romero – romero”, que no es más que una alegoría del manejo

de los animales domésticos, así termina este ritual.

Se remarca el carácter formal y sagrado que se da a este gran ritual de la k’illpha, donde

dueños y acompañantes solemnizan el acto con absoluto respeto y consideración a sus

animales, como si se tratara de su verdadero cumpleaños, porque posibilitan su

subsistencia.

Ajayu – uru -. Es el día de los difuntos, en la actualidad se celebra el 1 y el 2 de noviembre

de cada año, con un festín de comidas y bebidas en conmemoración a los difuntos. El

primer día, después de servirse los platos tradicionales, los invitados y comensales

presentes, por indicación de los dolientes, rezan para los muertos de hasta dos a tres

generaciones pasadas. Estas costumbres han echado raíces profundas desde tiempos

inmemoriales, porque se creía en la inmortalidad del alma, que después de la muerte podía

sobrevivir el espíritu y tener influencia sobre sus descendientes, porque estaba dotado de

poderes espirituales como Pachacámac. Por estas razones esperaban a sus difuntos desde

los primeros días de octubre, colocando en cada casa una mesa con toda clase de comidas

en platos, frutas y masitas pintadas con airampu llamadas “t’ant’a wawas” como símbolo de

abundancia, que debían bendecir los difuntos al descender. Esta es una herencia tradicional

que aún perdura hasta nuestros días, incluso está establecido de manera general que si los

dolientes no recuerdan a sus difuntos, estos podrían castigar desde el cielo a su

descendencia. Mas tarde se acostumbró retribuir a los difuntos con la Santa Eucaristía

celebrada por los sacerdotes en el mundo católico.

Según ilumina la tradición, antes del advenimiento del calendario gragoriano, las tribus

aymaras del gran Tiawanacu también sabían tributar culto a los difuntos, personificados en

los animales, cerros y astros del universo, totemnizados como sus antepasados inmediatos,

celebrando solemnemente los rituales de costumbre dirigidos por los yatiris o adivinos que

pedían con clamor para los dolientes.

Markaqollu uru -. Es el día de la Pachamama, que habitualmente se celebra el 30 de

noviembre de cada año, en otros pueblos se celebra en la fiesta de Pentecostés, es el día

consagrado a la madre tierra que durante siglos y siglos proporciona el sustento diario tanto

al ser humano como a los animales. Y como retribución se le ofrece la wilancha de una

llama, acompañada de una profusa ch’alla, rindiendo culto a la naturaleza con

acompañamiento de su música vernacular, kitarrillada, o tarqueada, ocasión en la que los

“phoqueris” o yatiris, en profundo y misterioso éxtasis hablan, charlan, piden a la

Pachamama y a los “uywiris” todo lo necesario, y le entregan en zarza ardiente la “qowa” y

la “muntara” como símbolo de agradecimiento, suplicando a la vez por más abundancia en

ganados, bienes y producción agrícola. En est6os rituales, la Pachamama estaba

representada objetivamente por el “markaqollu” que al estilo del ekeko de La Paz, preparan

de un palo más o menos de un metro de longitud, ataviado con banderas blancas, plantas y

flores naturales, sus wistallas y tragos, todo en miniatura, mixtura y serpentina, feto seco de

animales, etc. Este díua debía recordarse en ocasión de los movimientos de los astros, como

en luna nueva o “jairi”, en luna llena o “urt’a”, humeando abundante copal y otros

materiales para estar en contacto íntimo con la naturaleza.

Manqhapacha -. Es el mundo plano, donde se supone vivían los espíritus malos, los

demonios llamados “Supaya” o “ Ñanqha”, las almas de los hombres y mujeres que en vida

cometieron desmanes inducidos por el diablo, se suponía también que de la oscuridad de

sus abismos saldrían ciertos monstruos destinados a castigar o a comerse a los malos.

Como se ha visto, en el mundo aymara se usan categorías simbólicas y míticas para

expresar sus observaciones y pensamientos acerca de la realidad que le circunda. Para el

hombre andino, todas las cosas materiales y los seres visibles del macrocosmos, tienen una

relación recíproca y una armonía espacial, entonces, es a partir de esa cosmovisión que se

han desarrollado sus códigos de vida y sus normas de conducta, en estricta relación con la

naturaleza, con sus semejantes y con sus dioses convencionales. Las infracciones

constituyen daños contra la naturaleza, contra sus congéneres y contra las divinidades.

 

Fuente: Síntesis histórica de la Cultura Aymara, Félix Mamani Muñoz, Cuaderno de

investigación Nº 12, Centro de Ecología y Pueblos Andinos CEPA, Oruro Bolivia, 2001.

Cosmovision andina Inca (concepción e imagen del mundo en la Cultura Inca)

La Cosmovisión Andina Inca consideraba que la naturaleza, el hombre y la Pachamama

(Madre Tierra), son un todo que viven relacionados estrechamente y perpetuamente. Esa

totalidad vista en la naturaleza, es para la Cultura Andina, un ser vivo. El hombre tiene un

alma, una fuerza de vida, y también lo tienen todas las plantas, animales y montañas, etc., y

siendo que el hombre es la naturaleza misma, no domina, ni pretende dominarla, más bien

armoniza y se adapta para coexistir en la naturaleza, como parte de ella.

En los Andes, el tiempo y el espacio se consideraron sagrados. Los accidentes geográficos,

como los nevados, volcanes, montañas, cerros, ríos y lagos,etc.

Fueron divinizados por el poblador

andino. Eran objetos de culto y motivo de celebración de fiestas y rituales. Los lugares

elevados, en especial, fueron sacralizados y en ellos se realizaban comunmente festivades y

cultos religiosos para agradecer y pedir intervencion divina para vivir en comunicion y

armonia en el mundo.

En el imperio Inca se concibia a un mundo compuesto por tres aspectos o planos . En su

representación del cosmos, por ejemplo, utilizaron tres palabras:

1. UKu Pacha (mundo de abajo o mundo de los muertos) : En La mitología andina

Uku Pacha era el nombre de abajo o mundo de los muertos, de los niños no nacidos

y todo lo que estaba debajo de la superficie de la tierra o el mar. Las fuentes,

Cuevas o otra de las aberturas de la superficie terrestre eran considerados como

líneas de comunicación entre el Uku Pacha (mundo de abajo) y Kay Pacha (mundo

del presente).

2. Kay Pacha (mundo del presente y de aquí): En la cosmovision andina Kay Pacha es

el nombre del mundo terrenal, donde los seres humanos viven y pasan sus vidas.

3. Hanan Pacha (mundo de arriba, celestial o supraterrenal). fue el bajo mundo

celestial y solo las personas justas podía entrar en ella, cruzando un puente hecho de

pelo. En la tradicion andina se definió al Hanan Pacha como el mundo superior

donde habitaban los dioses como Viracocha, Inti, Mama Quilla, Pachacamac, Mama

Cocha, etc

Origen de las Etnias o Ayllus :

Muchos de los antiguos pueblos andinos rastrearon sus orígenes a las deidades ancestrales.

Ayllus múltiples podrían compartir similares orígenes ancestrales. El Inca se decía

descendiente del Sol y de la Luna, su Padre y su Madre. Muchos de los ayllus se decía

descendiente de proto-humanos que salieron de los sitios de carácter local llamado

pacarinas.

Los primeros antepasados de los Incas eran conocidos como Ayar, la primera de las cuales

fue Manco Capac o Ayar Manco. La mitología Inca, nos habla de sus viajes, en la que él y

los Ayar forman y marcan el terreno donde se introdujo el cultivo de maíz.

Las tradiciones religiosas en los Andes tiende a variar entre los diferentes ayllus. Mientras

que los Inca en general, permiten e incluso incorporaban divinidades y héroes locales de los

ayllus que conquistaban. El Inca intentó combinar sus deidades con los pueblos vencidos de

forma que elevó el estatus de sus dioses. Un ejemplo de esto es la Pachamama, la diosa de

la tierra, que era adorada mucho antes del surgimiento de los Incas.

Estos mundos son representados como círculos concéntricos. Cada uno de estos mundos

están habitados por seres espirituales. El futuro, el presente y el pasado no se concebían

como una estructura lineal, sino como un mundo tridimensional donde los seres humanos

pueden acceder a cualquier de ellos. En Quechua la palabra "Pacha" significa a la vez

tiempo y espacio.

Las pacarinas : En los andes cada Etnia o Ayllu afirmaba provenir de un ancestro común

de origen divino el cual había surgido de la tierra, por mandato divino. Los antepasados

más remotos habrían salido de un sitio especial al cual todos reconocían como su lugar de

origen o pacarina que podía ser un río, cueva, montaña, volcan, lago, laguna, manantial, etc.

Se decía que antes de ser humanos habian formado parte del Uku Pacha ( mundo de Abajo

o subterraneo) y que poblaron la tierra a traves de las pacarinas de donde surgian al mundo

terrestre.

El vínculo que se desprendia entre la Pacarina y los miembros del Ayllu era sumamente

fuerte. Cada habitante del ayllu se sentía familiar de las otras personas pertenecientes a su

comunidad, estos lazos se mantenian de generación en generación. El lago Titicaca fue una

de las pacarinas más adoradas en el Imperio Incaico ya que se creía que era donde había

surgido el primer Inca "Manco Capac"

Las Huacas: En los andes se denominaba Huaca a todo aquello que se consideraba

sagrado, eran objetos que representaban algo venerado, por lo general eran monumento de

algún tipo o también podría ser la residencia o panaka de las momias de difuntos Incas,

pero tambien podían ser lugares naturales, como la cima de una montaña o la naciente de

un río. Las huacas se han asociado con la veneración y el ritual religioso y podían asegurar

la producción agrícola, la fertilidad y librar al pueblo de la furia de los dioses

Cosmovisión Andina

El complejo mundo de la mitología andina y su cosmovisión se conserva hasta la

actualidad en las comunidades indígenas aymaras y quechuas, aunque ahora sintetiza

aspectos precolombinos y creencias cristianas occidentales. Cada grupo humano o

cultura posee un modelo explicativo del mundo en el que vive, referido tanto a los

aspectos socio-económicos, como a los cosmológicos. Los pueblos de los Andes usan

categorías simbólicas y míticas para expresar las observaciones y pensamientos acerca

de la realidad que los rodea. Para el hombre andino, todas las cosas materiales y los

seres visibles del cosmos tienen una relación recíproca y una armonía espacial.

 

   

A partir de esa cosmovisión, sus códigos de vida y sus normas de conducta se han

desarrollado en estricta relación con la naturaleza, con sus semejantes y con sus dioses.

Por lo tanto, las infracciones constituyen daños contra la naturaleza, contra sus

congéneres y contra las divinidades. Para el pueblo andino, el universo es percibido en

tres espacios o niveles llamados pacha: Alaxpacha o Hananpacha es el mundo de arriba,

del más allá o el cielo; Akapacha o Kaypacha es el mundo real y visible en el que

vivimos; y Manqhapacha o Ukuypacha es el mundo de abajo o el subsuelo. Cada uno

de estos mundos está habitado por seres vivientes que poseen influencia directa sobre

los hombres. A su vez, estos están organizados por jerarquías, que constituyen una

forma de ordenación de los valores conferidos a cada uno de los mundos.

El primer plano, o mundo de arriba, es el lugar en que viven los hombres buenos

convertidos en espíritus, junto a los santos y ángeles cuya providencia es Dios. Se

considera también que allí habitan los dioses tutelares de los Andes: el Sol, la Luna y

las estrellas. En el pensamiento andino, existe una relación recíproca entre el hombre

real de la tierra y las estrellas, es decir, cada hombre o mujer de la tierra tiene su estrella

en el firmamento; por eso, cuando muere una persona también desaparece su estrella en

el espacio. El Sol es considerado el astro benefactor de la vida y de todo cuanto existe

en la tierra (los seres humanos, las plantas y los animales), y la Luna la diosa protectora

de las mujeres.

   

El segundo plano, el del medio, es el mundo

en el que habitamos todos los seres humanos

sin distinción alguna, con ciertos deberes

terrenales, sociales y morales, sujetos a la

interacción con la Pachamama, reconocida

como la diosa de la fecundidad o la madre

tierra. Es el mundo en que los seres humanos

deben vivir en armonía entre sí y con las

autoridades naturales, y en relación próxima

con los seres del más allá. En los Andes, por el

hecho de vivir arraigada a la tierra, una

persona contrae una serie de obligaciones

rituales con la Pachamama, que le cobija con

su manto dándole los medios para su

subsistencia, conforme un dicho popular. En

efecto, los rituales que el habitante andino

realizaba y realiza aún, tienen relación con la

naturaleza mistificada. Sus ceremonias más

importantes son:

   

- La Wilancha o sacrificio con animales. Práctica religiosa oficial en los Andes, que se

efectúa al realizar un proyecto o una obra significativa, como la construcción de una

casa, una obra comunal, un templo, un local escolar o el comienzo de un viaje largo. El

sacrificio de una llama es símbolo de buen augurio, siendo precedido de otros ritos

complementarios según sea el caso. Todas las personas de la comunidad pueden

realizar la wilancha; sin embargo, para cumplir con este acontecimiento existen en el

ayllu personas carismáticas llamados yatiri o phoqheri, que tienen el don especial de

contactarse con los espíritus y dioses tutelares del aymara, para suplicar y pedir a los

uywiris (Padre o Madre protectores), a la Pachamama, y a los fenómenos naturales,

entrando en comunión misteriosa y relación directa con la naturaleza comprendida entre

la tierra y el cosmos.

- La K’illpha, o marcado de orejas del ganado, es un rito sagrado en el que cada familia

tiene una señal propia, por la que reconoce a sus animales. Los dueños y acompañantes

solemnizan el acto con absoluto respeto y consideración a sus animales, como si se

tratara de su verdadero cumpleaños, porque ellos posibilitan su subsistencia.

- El Ajayu Uru o día de los difuntos y de todos los santos, que en la actualidad se

celebra el 1 y el 2 de noviembre de cada año, con un festín de comidas y bebidas en

conmemoración a los antepasados. Estas costumbres involucran la creencia en la

inmortalidad del alma, y en que después de la muerte ésta tiene influencia sobre sus

descendientes, porque está dotada de poderes espirituales. Incluso está establecido de

manera general que, si los dolientes no recuerdan a sus difuntos, éstos podrían castigar

desde el cielo a su descendencia. En el pasado, el culto a los difuntos los personificaba

como sus antepasados inmediatos en la figura de animales, cerros y astros del universo,

celebrándose los rituales de costumbre dirigidos por los yatiris, que pedían con clamor

para los dolientes.

- El Marka Q’ullu Uru o día de la Pachamama, que habitualmente se celebra el 30 de

noviembre de cada año. Es el día consagrado a la madre tierra, que durante siglos y

siglos proporciona el sustento diario tanto al ser humano como a los animales. Como

retribución, se le ofrece la wilancha de una llama, rindiendo culto a la naturaleza con

acompañamiento de música y con la intervención de los phoqueris o yatiris, quienes

hablan y piden a la Pachamama, suplicándole por más abundancia en ganados, bienes y

producción agrícola, y entregando ofrendas en su honor en símbolo de agradecimiento.

Esta celebración debe realizarse de acuerdo a los movimientos de los astros, por

ejemplo, en luna nueva o jairi, y en luna llena o urt’a, con el fin de estar en contacto

íntimo con la naturaleza.

Finalmente, el Manqhapacha es el mundo plano, donde se supone que viven los

espíritus malos llamados Supaya o Ñanqha, y las almas de los hombres y mujeres que

en vida cometieron desmanes inducidos por el diablo. Se supone también que de la

oscuridad de sus abismos emergen ciertos monstruos destinados a castigar o a comerse

a los malos.

Elementos de cosmovisión andina 

 

Dispuesto a recibir críticas por la complejidad del tema y por no ser un experto en la

materia, me atrevo a ofrecer un resumen de lo que he aprendido, en vista de que ningún

erudito ha intentado hacerlo en un medio de difusión masiva, pese a la liviandad y

frecuencia con que el término "cosmovisión andina" suele emplearse. Por lo anterior, he

tratado de priorizar los conceptos descritos en 1991 por Malú Sierra, periodista chilena que

investigó a lo largo de 3 años —y en el terreno mismo— la realidad actual del mundo

Aymara. Advierto que el bagaje cultural aymara es relativamente tardío y no representa

necesariamente a todo el Mundo Andino en los más de 3.500 años de civilización anterior y

los 500 años de dominio incaico ulterior, pero sirve como punto de partida para comprender

mejor a nuestra gente y se aplica con mayor propiedad a la Arica Profunda actual. 

 

No sé dónde terminan las religiones y empieza la proyección del individuo o de un pueblo

desde donde está y hacia los confines materiales y/o conceptuales que forman su entorno.

No sé describirlo bien, pero todo lo relevante al orden Aymara se vincula con sus creencias.

Tal vez la palabra cosmovisión, que implica mito, nos evita confundir eso con las religiones

occidentales, las que no son compartidas por todos ni condicionan cada una y todas las

actividades del individuo y de la colectividad como ocurría con los aymaras. Pero el Mundo

Andino comprende a muchas otras etnias, especialmente los que hoy se denominan

quechuas y que gobernaron el imperio incaico y una gran variedad de grupos carismáticos,

desde los kallawayas de la vertiente oriental de los Andes, quienes se creen médicos brujos

casi por el hecho de ser kallawayas (foto), hasta los ferozmente rudos indios de Huánuco

que describe López Albújar. Consecuentemente y pese a una gran similitud entre la

cosmovisión del aymara típico de antaño y la de los incas, la variedad étnica, la evolución

cultural de esas sociedades, la intromisión de la iglesia católica y los esfuerzos de la iglesia

pentecostés por cambiar el paradigma andino, crean una variedad de concepciones

cosmológicas que difieren en el detalle. 

 

Por decirlo de alguna manera, por compleja que la cosmovisión Aymara le parezca a los

caucásicos citadinos, es lo más simple que hay: es sólo adaptación a la realidad de la

peculiar naturaleza andina, requisito indispensable para seguir viviendo. Búsquese la más

simple y eficiente forma de establecer en la sierra y altiplano andinos una sociedad que

pueda proyectarse a través de las generaciones y necesariamente se reinventará el pensar de

los aymaras. 

 

 Entre ellos, todo es aparentemente dual, macho hembra, blanco o negro, pero los opuestos

no luchan entre sí tratando de neutralizarse como el Dios y el Diablo de los cristianos, sino

que son parte del todo, se complementan y sin uno no hay otro y ambos forman un abanico

tripartito de posibilidades (macho, hembra y macho con hembra) (foto). Todos los opuestos

se complementan y establecen una triple alternativa, la cual le otorga al aymara el único

"espacio" en que puede vivir. 

 

Las cosas son todas macho (sol) o hembra (tierra o Pachamama, mar o Cochamama). El oro

es macho y la plata es hembra. Los pueblos también son macho o hembra: los incas,

adoradores del Sol y dueños del mundo, son machos, mientras el pueblo Aymara es

hembra, de la tierra, productor de bienes para que pueda gobernar el macho. Hay achachilas

machos (Mallku) y hembras (T’alla) pues no hay en el mundo Aymara un ..o sin una ..a,

aunque la última sea menos conspicua. La misma naturaleza es producto del equilibrio

entre machos y hembras. Para los incas, por ejemplo, el río Urubamba es el macho que

fecunda a la hembra Pachamama (la madre tierra) con el semen (limo) que arrastra desde

las alturas. Fíjense en la trilogía: macho (río), hembra (tierra) y equilibrio (el fértil Valle

Sagrado de los Incas, feliz resultado de la interacción complementaria de los sexos

"opuestos"). 

 

Según la leyenda, los aymaras salieron de la tierra. Simplificando diferentes versiones

debidas a la ulterior asimilación de ideas de los incas y a las deformaciones debidas a la

sesgada visión de los cronistas españoles (educados, como nosotros los chilenos clásicos,

para no concebir que se pueda pensar en forma tan distinta), digamos que antes había otra

humanidad, la que cayó en desgracia con el Creador. Aquí se confunden las cosas pues lo

más probable es que no hubo un Creador o, si se quiere ser tolerante con la tergiversación

católica de la mitología andina, éste pudo ser el Tunupa pre-Tiwanaku o el Viracocha

pukino-wari-incaico. Por ahora pasemos por alto una compleja controversia y otorguémosle

a Viracocha el rol de Creador y aceptémoslo en la forma convencional, algo así como el

enlace entre el Dios Sol (Inti) y Pacha, palabra que implica tanto al tiempo, al espacio como

a la totalidad. Pacha sería la deidad cósmica, el Dios original y generador de toda la fuerza. 

 

Pues Viracocha se deshizo de la primera humanidad. Luego esculpió en piedra a los

hombres y mujeres de la nueva humanidad, los dotó de las variables propias de cada raza

(nombre, cultura, ropaje, lenguaje, bagaje agrícola) y los metió bajo tierra para que desde

allí salieran a los lugares que les estaban destinados. Los lugares (cerros, lagunas, árboles)

por los que salieron quedaron como veneradas wak'as principales y se denominan

pakarinas. 

 

Por el lago fueron paridos los aymaras. La Pachamama es pues la madre diosa, la

principalísima wak'a y el andino la embellece (terrazas), le facilita su contacto con Inti

mediante apachetas y construcciones ceremoniales y la cuida amorosamente. La

Pachamama es la inmensa wak'a en la cual vive el andino, wak'a que encierra una tremenda

potencia y sin embargo nada desperdicia, pero que pese a su austeridad puede ser

implacable. La agricultura en el mundo andino no es una mera siembra cosecha utilitaria

como en el resto del mundo, sino un acto de amor. Es la caricia que el hombre hijo esposo

le prodiga a su esposa madre wak'a para mantenerla sana y hermosa, a la vez que ella le

aporta el sustento. Por eso el andino es austero, respetuoso de la naturaleza, provisto de un

concepto ecológico que ridiculiza en su profundidad y dimensiones al más ecologista de los

movimientos occidentales contemporáneos. 

 

Siento admiración por esta generosa visión del cosmos, la que contrasta con los egoístas

principios occidentales prevalentes. 

 

El paradigma de los opuestos complementarios pareció más o menos fácil de comprender.

Entonces, pasemos a conceptos más complejos. 

 

El lenguaje Aymara, emparentado con el quechua y comprendido por unos 2 a 3 millones

de personas, es un reflejo de la integridad e intimidad conceptual de su pueblo y expresa

con claridad que todas las posibilidades son trivalentes. Junto al primitivo concepto

"occidental" del sí (jisa) y el no (jani) está el inasa (capaz que sí y capaz que no), el cual

representa el equilibrio del individuo, temporal y físicamente ubicado en el medio, en el

akaj pacha, dimensión ubicada entre el mundo de arriba (araj pacha) donde habita el sol y la

luna y el de abajo (manqha pacha), donde se guarda el registro de lo que ya pasó. Por eso es

que el aymara parece muy ambiguo pues no se define con claridad ante la burda dualidad

occidental. En su mismo lenguaje o forma de expresarse todo es relativo, con tal que se

conserve el equilibrio. Lo absoluto es el equilibrio que depende de la interacción de los

opuestos complementarios, el cual existe aún cuando se inviertan los polos. 

 

Los opuestos pueden ser complementarios “por la buena” (yanani), como una pierna con la

otra, o ser absolutamente irreconciliables (awqa), como el día y la noche. Los últimos se

“complementan” turnándose (kuti) para evitar el enfrentamiento y mantener la armonía. 

 

Ahora algo que no hubiéramos imaginado: en la dimensión de abajo mora el pasado, pero el

futuro no mora arriba. Casi podríamos decir que no existe el futuro, o que mora abajo, junto

al pasado, porque lo que interesa para sobrevivir en los Andes es el presente y la

consideración del futuro es la mayor fuente de codicia en el mundo occidental. La vida se

acepta como es en los Andes, de acuerdo a lo que el pasado ha establecido. El pasado es lo

importante, porque condiciona el futuro, el cual no es más que una vuelta al pasado: existen

eras en cierto modo recurrentes, como en una espiral. Ya volveremos sobre eso. 

 

No hay, pues, nada bueno o malo, sino que bueno y malo. Y lo bueno no es siempre bueno,

pues cada 500 años se invierte la polaridad del mundo y lo de arriba queda abajo y

viceversa. La verdad es relativa, de acuerdo al principio popularizado por Tomás de

Aquino: “verum est adaequatio rei et intellectus”. Para ellos es el equilibrio que establece

la interacción de los opuestos complementarios, lo único soportable o viable, el akaj pacha.

Cada crisis de polarización o pachakuti (pacha es espacio, dimensión, tiempo, totalidad;

kuti es turno, inversión) trae, por supuesto, un evento importante. El último significó el

envío del Inca a la pacha de abajo, la del pasado, pero ya está que viene el próximo

pachakuti (ya han pasado casi 5 siglos) y el Inca saldrá a terminar su tarea integradora

andina y seguramente enviar al no-indígena (q’ara), hombre blanco, ladrón, invasor, al

manqha pacha que hoy ocupa el Inca. Ese es el futuro: no el mundo de arriba en pueril

contraste con el de abajo, sino la continuación de lo establecido por el pasado, pues eso

involucra una ética y expectativas de mayor valor práctico y social. Pero no es una mera

repetición (no es cíclico), sino más bien sigue una trayectoria espiral, siempre avanzando

(por ejemplo, no hubo un Inca en los pachakuti anteriores). 

 

El equilibrio entre la pacha de arriba y la de abajo es, entonces, el tercer elemento de la

trilogía: la realidad de todos los días y el comprender que está determinada por tan potentes

complementos hace que el aymara esté armónicamente integrado a su mundo y pueda así

sobrevivir. El lago Titikaka, además de ser el sexo de la Pachamama, es el equilibrio

mismo, pues es mediador entre lo alto y lo bajo, tanto en lo que se refiere a la dimensión

cósmica descrita como a la división territorial primaria en dos porciones, una occidental

alta, seca y masculina (urqu) y otra oriental húmeda, baja, peyorativa (uma). Ya

volveremos a este tema. 

 

Teóricamente no hay robos, adulterio, holgazanería, porque todos deben cumplir con el

principio del equilibrio o ser marginados del sistema (o eliminados, pues quedando solo no

se sobrevive). No se va a ninguna parte, pero el camino hay que hacerlo y hacerlo bien, sin

apuros (¿alguien ha visto al sol yendo a alguna parte o haciendo su pega apurado alguna

vez?). Nadie muere completamente, pues el aymara es una manifestación de la energía

andina y como tal se reciclará: todo se recicla, no hay nada que no sea biodegradable, física

y conceptualmente y en esencia el aymara no saca de su dimensión a sus muertos, sino que

los mantiene espiritual y a veces físicamente en su entorno. Hay un orden universal del cual

nadie escapa, ni siquiera los humanos y no existe la posibilidad de sobrepasar al sistema

con algo parecido a "ganarse la lotería". De todo el universo, lo conocido e imaginado, sólo

un personaje reside fuera de los tres Pachas: el Creador, ya sea Tunupa o Viracocha, pero

eso es otra larga historia. 

 

Es en la cosmovisión andina donde se genera la extrema dificultad experimentada hasta

épocas recientes en introducir en el mundo Aymara la esencia doctrinaria del catolicismo

más que la mera adopción de elementos litúrgicos. No se podía tentar al indígena con la

promesa del ocio celestial, pues el ideal de ellos era caminar, caminar siempre sin

detenerse, sin llegar a ningún destino. Habría sido una aberración que alguno quisiera llegar

a la categoría de ángel o santo, pues habría desequilibrado el sistema. El hombre blanco no

era de confiar pues prometía el cielo sin pedir nada a cambio. En todo el ámbito andino,

individual o político, la clave conceptual es "yo te doy y tú me das lo que corresponde",

pero precisamente lo que corresponde, sin pillerías, trampas ni "perdonazos" como la

confesión. 

 

En el espacio dedicado a las matemáticas de los andinos encontrará más información acerca

de la cosmovisión andina. 

Cosmovisión Inca - El mundo según los incas

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Para los habitantes del Tahuantinsuyo, al igual que para todas las culturas predecesoras, el

agua y la tierra fueron la base de su cosmovisión y de su ordenamiento social. A pesar de la

gran belleza escénica, la vida en las zonas cordilleranas y en las yungas es realmente difícil,

pues el agua capaz de alimentar las sementeras es un bien más bien escaso y estacional. De

otro lado, las empinadas laderas de los Andes y los extremos arenales costeros no son sitios

por naturaleza dados a la agricultura. Por esta razón, el mayor esfuerzo del hombre andino

ha sido ampliar la frontera agrícola a través de andenes y complejos sistemas de irrigación

que fueron desarrollados mucho antes del incario.

Lo dicho, la cosmovisión andina está basada en dos elementos: agua y tierra, lo que se

tradujo en la creación de una suerte de pareja divina conformada por el dios del agua y por

la Pachamama o madre tierra.

Para los incas, el mundo estaba dividido en tres niveles: el de arriba o Hanan Pacha,

habitado por los dioses -recordemos que el dios del agua siempre fue representado como un

ser volador- y los astros que los representan; el mundo de los hombres o Kay Pacha; y el

mundo de abajo a Uku Pacha, morada de los muertos y los nonatos. Eran las fuentes y las

cuevas suerte de puertas que comunicaban El mundo de abajo con el Kay Pacha.

Los incas creían en la vida después de la muerte, pero como una prolongación de la vida

terrenal, por lo cual, los muertos conservaban su jerarquía y tenían todas las necesidades

propias de los vivos. Es por ello, que las momias o mallquis de los soberanos muertos eran

conservadas por las panacas o linajes reales, y eran mantenidas como en vida, con todas sus

antiguas prerrogativas.

Dos conceptos adicionales que ayudan a comprender la forma de ver el mundo de los incas

son la dualidad y la reciprocidad. A través de la primera, todo en el mundo tenía un

complemento, un arriba y un abajo, hanan y hurin. Así se concebían los centros

ceremoniales y administrativos, los pueblos; de esta forma gobernaban los curacas y se

presume que hasta el Inca mismo. María Rostoworoski nos informa cómo la presencia de

dos curacas es reiterativa en los juicios y relaciones de la época colonial.

La reciprocidad, por su parte, era una institución a través de la cual el Inca solicitaba ayuda

a las naciones sometidas o asociadas al imperio a cambio de ciertos ‘dones’. Estas

solicitudes de reciprocidad eran atendidas con grandes banquetes y dádivas, donde se libaba

chicha fabricada expresamente para estos fines por las mujeres escogidas.

Así como la cosmovisión reflejaba la preocupación terrena por la seguridad alimentaria, la

organización social del incario estaba dirigida a la expansión de la frontera agrícola y el

aumento de la productividad del campo. Un ejemplo claro de ello es el conteo de la edad de

los hombres, que no se realizaba por años sino por etapas que reflejaban la condición física

y la capacidad laboral. La edad más importante era el auca camayoc, entre los 25 y los 50,

cuando hombres y mujeres alcanzaban la plenitud de sus fuerzas y eran requeridos como

agricultores, soldados o mitimaes.

De otro lado, el Inca Túpac Yupanqui reordenó a la población -que vivía desperdigada en

los valles, cerca de sus chacras- en distintos grupos siguiendo el sistema decimal. Un grupo

de diez ayllus era llamado una chunga, los de cien, pachacas; guarangas los de mil; y unus

los de diez mil. Este sistema facilitaba la labor de los contadores o quipucamayocs, que

sabían con exactitud el número de pobladores hábiles en cada región del imperio.

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La pirámide social inca estaba formada por el Inca y las panacas reales del Cusco -que

comprendía los linajes de todos los gobernantes anteriores- y por las clases populares

compuestas por artesanos, pescadores, campesinos, mitimaes o mitmaq y yanas. Entre estos

dos estamentos existía una clase de administradores, sacerdotes y visitadores que dependían

del Inca y estaban encargados de hacer funcionar el complejo aparato estatal.

Mención especial merecen dos clases de hombres que componían la clase popular sin los

cuales gran parte de las obras estatales no habrían podido realizarse. Los mitmaq o

mitimaes, eran grandes grupos familiares que eran llevados a lugares alejados de su tierra

natal para cumplir tareas específicas como obras de envergadura, vigilancia de puestos

fronterizos, pacificación de sitios recién conquistados, entre otros. Estos grupos eran

trasladados con sus jefes y estaban obligados a llevar sus ropas típicas y emblemas para

poder distinguirse de la población nativa. La condición de mitmaq podía deberse tanto a un

castigo como a una demostración de confianza del Inca.

Por su parte, los yanas eran trabajadores estatales desarraigados, que perdían el contacto

con sus ayllus y eran también llevados a sitios alejados a cumplir con ciertas tareas. La

contraparte femenina de los yanas era la mamacona, el reclutamiento de mujeres jóvenes

para servir en los acllahuasis, donde se dedicaban a confeccionar textiles y chicha para

fines rituales y de reciprocidad.

Toda esta organización de la vida durante el incario estaba destinada a satisfacer las

necesidades de una creciente población. Era una necesidad básica para el Estado -que debía

sostener a la nobleza, el ejército y la burocracia- contar con excedentes, sobre todo si

contamos con la presencia de sequías o inundaciones que podían echar a perder las

cosechas anuales. Es por esta razón que los españoles en su camino al Cusco encontraron

grandes colcas llenas de casi todos los alimentos y utensilios necesarios para la vida, desde

armas hasta ropa y calzado. Este excedente estatal se hizo posible gracias al trabajo

comunal o mita, que todos los hombres debían cumplir con regularidad.

Todo este engranaje que logró asimilar numerosas etnias distintas a lo largo de un vasto

territorio no fue suficiente para detener la caída del incario. Hablamos de una sociedad en la

que se había cubierto todas las necesidades básicas, en la que sin embargo muchas

libertades estaban restringidas a causa del imponente control social. De etnias derrotadas y

ansiosas de venganza que se aliaron con los españoles para procurar el fin del

Tahuantinsuyu. Y a la vez de un grupo humano capaz de erigir los más grandes

monumentos y de labrar casi a su antojo un territorio tan vasto y complejo como el Perú.

Los dioses incas

Desde la aparición de la civilización andina, el ámbito religioso ha estado formado

básicamente por las mismas deidades, sufriendo ligeras variaciones en aspecto y en

denominaciones. Desde Caral y Chavín hasta Huari e Inca, pasando por los Nasca y

Mochica, el dios del agua ha sido el supremo ordenador de la vida en el mundo andino y las

imágenes sagradas que lo representan en el arte preincaico dan fe de su importancia en

todos los periodos y tiempos de nuestra historia.

Kon, Ai Apaec, Huiracocha, Illapa, son solo máscaras para el gran dios sustentador de la

vida que ordena las lluvias en las alturas y con ellas hace posible el trabajo agrícola.

Kauffmann D. los llama ‘dioses del sustento’ en alusión a su función en el ciclo de

producción de alimentos.

Sabemos por las crónicas que los incas adoraban al Sol, llamado Inti, y por encima de este a

Huiracocha, el creador de todas las cosas. Sin embargo, creemos que esta definición

corresponde más a una definición hispana que a una andina.

Más que a entes creadores de la materia, los incas adoraban a quienes les proveían los

alimentos, de ahí que tengamos una suerte de pareja divina conformada por Huiracocha (el

agua) y Pachacámac (la tierra). Nos dice Kauffmann D. que: “en eterno connubio, el dios

del agua fertilizaba a la Pachamama. De quebrantarse el equilibrio, de ausentarse las

lluvias, la Pachamama dejaba de producir y sobrevenía el hambre y la mortandad”.

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Junto a esta pareja fertilizadora aparecen en el mundo inca Inti, el Sol, dador de luz y a

través del cual se leían las estaciones y el clima, caros a los ciclos agrícolas; Illapa, otra

forma del dios del agua de origen panandino; Libiac, el dios del rayo, Qhoa, el felino alado

que sería una suerte de subalterno de Huiracocha, entre otros dioses menores.

Pachamama y cosmovisión andina

La Pachamama en la Cosmovisión Andina.

Por: Arnaldo Quispe.

El significado más común de Pachamama es “Madre Tierra”. “Pacha” para los pueblos

quechua y aymara equivale a tierra, universo, mundo o cosmos, tiempo y espacio.

Usualmente se emplea como significado de:  “TIERRA”. Por otra parte, “mama” significa

madre que origina, que concibe la vida (“Paqarina”).

Pachamama, “Madre Tierra” o del “Cosmos”, es el todo en su conjunto. El todo en estas

tradiciones es más que la suma de las partes (similar a la Teoría Gestáltica Psicológica). Lo

que afecta a las partes afecta al todo y viceversa (Teoría Sistémica). Pachamama según la

cosmovisión andina está presente en todo y en todas partes (espacio/tiempo), de allí que su

visión es holística (Teoría Holística), porque en el mundo-hombre lo que incide en uno de

sus elementos, afecta necesariamente al resto. Como los órganos son indispensables en el

organismo vivo, el organismo está presente en cada uno de los órganos (interdependencia).

Se trata de un mundo comunitario y solidario en el que no cabe exclusión alguna. Cada

quién (ya sea un hombre, un árbol, una piedra) es tan importante como cualquier otro. El

holismo de la pachamama es propio de un mundo colectivista, afectado de un sentimiento

de pertenencia: uno sabe siempre que es miembro de una comunidad con cuya pertenencia

se siente íntimamente comprometido. Esta comunidad vive en nosotros (“Ayllu”). Es así

como se vive la experiencia de unidad de la vida propia con la vida toda del mundo-

humano andino.

La pachamama es definida también como divinidad, una diosa mujer por excelencia

(esposa de Tata Inti “Padre Sol”), protectora y a la vez proveedora, la que concede la

fertilidad y favorece la fecundidad, con la cual se dialoga permanentemente por que está

presente en la naturaleza y en todo aquello que nos rodea. Para profundizar un poco más en

el significado de pachamama tenemos que revisar algunos aspectos de la cosmovisión del

problador andino.

Cosmovisión Andina y Pachamama.

Pachamama puede concebirse como una práctica ritualística y milenaria (“una religión

cultural paralela a la oficial”) que subsiste en los Andes peruanos, bolivianos y el norte de

Argentina. La forma y contenido de sus práctica varía según el entorno geográfico y social.

No hay una única puesta en escena de las tradiciones y rituales de pachamama, pero hay

elementos comúnes que se conservan aún la distancia y el lugar, la colectividad (Inclusión

Social) y bienestar comunitario (“Ayllu”), la reciprocidad con la tierra (“Ayni”, cuyo

tributo principal a la tierra son las ofrendas, “pago” o “challa”); El agradecimiento y el

permiso por el uso de la tierra y las aguas (como una forma de reconciliación con la

naturaleza). La armonía con la naturaleza se evidencia con la estrecha relación y respeto

con los espíritus de la pachamama.

Parte de la reciprocidad en el intercambio con la pachamama implica que ésta tiene

necesidades, que requiere de ciertos elementos simbólicos que nutran su apetito, algunos de

los cuales son similares a los gustos humanos (hojas de coca, tabaco, bebidas, dulces, etc.).

Según la tradición aymara, durante el mes de agosto la Pachamama se encuentra con la

boca abierta porque tiene “hambre”, en esta época se prepara la tierra para el tiempo de

cosecha, y es preciso agradecer a la Madre Tierra por su fertilidad.

El mes de agosto se considera como mes de la pachamama, siendo el primero de agosto en

muchos lugares el día central de su festividad. En otros lugares, la ceremonia de la

pachamama se celebra cada primer viernes de cada mes o en ocasiones particularmente

especiales (“matrimonios”, “nacimientos”, “inauguraciones”, etc.).

Con la presencia hispánica en el continente y la llamada “época de extirpación de

idolatrías”, las creencias animistas altoandinas e indígenas fueron prácticamente extintas. El

ritual de la pachamama es uno de los pocos paradigmas arcaicos pre-hispánicos, que

sobrevive a pesar de los intentos de clausurarla. En Perú, han contribuido también a su

desaparición las migraciones internas, de parte del poblador andino hacia la costa peruana y

hacia las ciudades en general. Este fenómeno de las migraciones trajo como consecuencia

la pérdida paulatina de los patrimonios culturales y de lenguas quechuas/aymaras, dejando

en el recuerdo prácticas ritualísticas como de la pachamama. Por otra parte, muchos

probladores migrantes en el proceso de adaptación socio-cultural asumen como propio el

idioma español y la religión oficial católica. En el mejor de los casos, por medio del

sincretismo cultural, se asumen ambas prácticas como una forma de simbiosis o fusión

propio del mestizaje y del mosaico etnológico. Es común encontrarnos en ceremonias de

pachamama –en los apukunas-, con imágenes de santos, empleo de la cruz y de la virgen

María (“Vírgen de la Candelaria”). Entre estos elementos no existe confrontación, pugnas

de poder o egocentrismos. No existen confrontaciones sino una forma de simbiosis pacífica

(el problador andino es pacifista por excelencia). Existe una suerte de adaptamiento cultural

que asimila y emplea dos o varios elementos como uno solo.

La pachamama tiene un rol muy importante dentro de la Cosmovisión Andina, su presencia

en el cosmos se realiza a través de tres instancias:, el Kaypacha el presente, el Ukupacha el

pasado y el Jananpacha el futuro, la correspondencia psicoanalítica sería: consciente,

subconsciente y sopraconsciente.

1) El Jananpacha es la tierra de arriba, lo superior, el cielo, es el ámbito de Inti (sol), Quilla

(luna), Coyllur (estrellas), Illapa (rayo), Huayra (viento), Kuychi (arcoiris), Chakana (Cruz

del sur) y Paras (lluvia) que es la que fecunda. La Hatun Colca (gran almacén de granos) es

la Vía Láctea. Mallqui (árbol) comparte los tres mundo (raíz, tronco y frutos). Sede de los

dioses ancestrales (Achachilas y Ñawpas), vinculado al mundo espiritual, el futuro y la

energía vital refinada (sami). El cóndor es el animal emblemático del Jananpacha. Se

alimenta de carroña para luego volar por las alturas máximas del corazón de los Andes. Es

el símbolo del maestro que transmuta sus defectos en virtudes.

2) Kaypacha: Es la tierra del medio, aquí mora temporalmente la Pachamama que pasa por

los tres planos. Los Apus y los “wamanis” (espíritus de las montañas) son considerados sus

portavoces y guardianes. Es en este canal donde el poblador andino realiza sus diálogos con

los espíritus, previa ofrenda a la madre tierra. A las vicuñas se les dice ganadito del Apu,

porque pertenecen a la montaña. El puma es el animal que representa al Kaypacha.

3) Ukupacha: Corresponde a las profundidades de la tierra, el inframundo, el pasado. Se

encuentran aquí la Yacu (agua) en todos sus formas. Hatuncocha es el mar. El río es mayu

que siempre está en constante movimiento. La cocha es la laguna. El puquio (es el

manantial donde brota el agua). El animal principal del Ukupacha es la serpiente.

Las tradiciones quechuas cuentan que los Apukunas (“cerros”) albergan los espíritus de los

dioses que vivieron antes de un gran diluvio y que tuvieron el atrevimiento de darle el

conocimiento a los primeros humanos para construir civilizaciones. Como castigo, los

demás dioses encerraron a estos “Prometeos andinos” (Salvadores) en las montañas. Se les

llama Ñawpa (los primeros ancianos), llamados también Wamanís y están alojados en la

parte más alta de la montaña. Dicen los andinos que “cuando baja el nublado… los

Wamanis descienden de las alturas, vienen a hablarnos… a susurrarnos al oído e

inspirarnos”.

Así como en Oriente existe el concepto de los opuestos-complementarios, Yin/Yang, en la

Cultura Andina éstos se manifiestan como Tatainti, el  Padre Wiracocha, (Padre-Cosmos) y

su opuesto complementario la Pachamama (Madre-Cosmos). Representados en el mundo

de las formas por un cuadrado (macho, padre) y por el círculo (hembra, madre), así, las

montañas pueden diferenciarse como machos o hembras, según la predominancia de sus

formas. En el perfil o silueta de una montaña, podemos observar la representación de las

Serpientes sagradas que transitan desde el Ukupacha (inframundo de la montaña) hacia

Jananpacha (mundo superior – cúspide). La serpiente llamada Sachamama, recorre el

camino desde la base a la cúspide en un trayecto lineal recto, en líneas verticales,

transformándose al llegar al Janampacha, en el Arco Iris, representando  la vitalidad de las

cosas y la fecundidad. La Serpiente llamada Yacumama recorre el camino en forma

ondulante, transfigurándose al llegar al Jananpacha, en el Rayo y la Lluvia. Los tres

mundos se hallan unidos por estas dos serpientes, diosas del agua y de la fecundidad. La

armonía cósmica andina de la pachamama se denomina Yanantin, los responsables de éste

órden armónico son los habitantes sagrados de las montañas (“Apukunas” que son los

cerros): Los Achachilas, y Los Ñawpas (Wamanís).

Para los andinos el mundo es una totalidad viva. El todo es más que la suma de las partes,

por ende no se comprende a las partes separadas del todo, cualquier evento se entiende

inmerso dentro de los demás y donde cada parte refleja el todo (holografía andina). Este

mundo íntegro y vivo es conceptuado como si fuera un animal, semejante a un puma capaz

de reaccionar con inusitada fiereza cuando se le agrede. La totalidad es la colectividad

natural o Pacha; comprende al conjunto de comunidades vivas, diversas y variables, cada

una de las cuales a su vez representa al Todo.

Esta totalidad está conformada por la comunidad natural pluriecológica constituida por el

suelo, clima, agua, animales, plantas y todo el paisaje en general, por la comunidad humana

multiétnica que comprende a los diferentes pueblos que viven en los Andes y por la

comunidad de deidades telúricas y celestes, a quienes se les concede el carácter de “Waca”

(“lugar sagrado”), en el sentido de tenerles mayor respeto, por haber vivido y visto mucho

más y por haber acompañado a nuestros ancestros, porque nos acompaña y acompañará a

los hijos de nuestros hijos. Estas comunidades se encuentran relacionadas a través de un

continuo y activo diálogo, reciprocidad y efectiva redistribución. Cada comunidad es

equivalente a cualquier otra; todas tienen el mismo valor, ninguna vale más y por lo tanto

todas son importantes, merecen respeto y consideración, en la concepción andina esto se

expresa cuando se reconoce que todo es sagrado, es sagrada la tierra, los cerros, (Apus,

Achachilas, Wamanís, Auquis), las estrellas, el sol, la luna, el rayo, las piedras, nuestros

muertos, los ríos, manantiales (“puquios”), lagunas, los seres humanos vivos, los animales

y las plantas, no sólo las cultivadas sino también las silvestres.

Todos quienes existen en el mundo andino son como somos nosotros mismos y son

nuestros amigos. Con ellos nos acompañamos, con ellos conversamos e interactuamos. Les

contamos lo que nos pasa y nos dan consejos; y también ellos nos cuentan lo suyo y confían

en nosotros. Tratamos con cada uno de ellos de persona a persona, conversamos con ellos

cara a cara.

Todo cuanto existe en el mundo andino es vivo. No sólo el hombre, los animales y las

plantas sino también las piedras, los ríos, los cerros y todo lo demás. En el mundo andino

no existe algo inerte: todo tiene vida. Igual que nosotros todos participan en la gran fiesta

de la vida: todos comen, todos duermen, todos danzan, todos cantan: todos viven a plenitud.

En el mundo andino no hay poderosos ni autosuficientes. Todos nos necesitamos los unos a

los otros para vivir. En los Andes no existe el mundo como totalidad íntegra diferente y

diferenciada de sus componentes. Aquí no existen «todos» ni «partes», que tan sólo son

abstracciones. Aquí hay simbiosis que es lo inmediato a la vida. La simbiosis se vive en los

Andes en forma de experiencia mútua.

Ritual de la Pachamama.

La ceremonia de la pachamama comienza con la víspera o “el día anterior”, mediante sus

preparativos, en el cual, la noche previa se prepara la comida y bebida especial (chicha de

maíz) que se va a ofrecer a la pachamama. Además se deja las instrucciones a los

participantes del ritual sobre que traer y como vestirse. Se deja dispuesto los materiales a

utilizar, el lugar donde cavar el hoyo y todo lo necesario para el día central. Normalmente

se enciende sahumerio desde el día anterior como una forma de anunciación, limpieza o

alerta a los espíritus.

El mejor momento para las ofrendas a la Pachamama es al caer la tarde, en pleno ocaso de

Sol. La luz natural termina, comienza la noche, en este intervalo esta “pachachaka

energética” (nuestra ceremonia) está abierta y pachamama junto a los demás espíritus están

más presentes. El fuego sagrado del ritual iluminará el espacio cuando la luz del sol se haya

apartado del horizonte. Sin la luz hay oscuridad (vacío universal). La oscuridad es

importante como la luz, es más grande que ésta. Pero es la luz con su inteligencia y

propósito, la que nos conducirá por el sendero del calor y del amor. Por ello, debemos

conservar la fogata en nuestro ritual. En otras poblaciones se acostumbra dar inicio a las

ceremonias al alba, al mediodía o a medianoche.

Es importante la puntualidad, una vez comenzada la ceremonia se cierra el círculo sagrado

de participantes y no se podrá participar del ritual, sino hasta que el hoyo sea cubierto con

piedras y pétalos de flóres. El recibimiento de los participantes se lleva a cabo con la mayor

hospitalidad, con presentaciones y saludos cordiales. No se permiten tomar fotografías, ni

grabar videos a menos que se cuente con el permiso del oferente.

Según el amauta (sabio) Antonio Espinoza de la Organización “Proyecto Cultural Wiñay

Marka (ciudad eterna)” existen tres formas de realizar estas ceremonias, “la primera y la

más sencilla es la q’uwachada o el saumerio en la que se quema incienso en la brasa para

Jananpacha (mundo de arriba), el viento lo sube y se lo lleva, después se pone a la misma

braza el copal (resina vegetal), y el “palo santo”, que es para la Pachamama.

Otra ceremonia es la wajt’a, que consiste en quemar mesas llenas de objetos simbólicos,

preparadas de acuerdo al pedido que se haga. La wilancha es la tercera forma, ésta

únicamente se la practica cuando se trata de grandes organizaciones o instituciones, porque

aquí ya se habla de un sacrificio animal”.

En la actualidad, los sacrificios de animales como ovejas, llamas u otros auquénidos se ha

ido perdiendo entre los tiempos, la sangre de éstos animales debía ser derramada en la

tierra. Era común también en las prácticas del ritual sacrificar por ejemplo el fetos de llama

o chancho, que no debia faltar en época de cosecha.

Las ofrendas (llamado comúnmente “despacho” o “corpachada” que quiere decir dar de

comer a la tierra en el Norte de Argentina), se colocan alrededor del hoyo o en el manto

multicolor dispuesto por el oferente que dirige el ritual, semejante a un altar o mesa de

trabajo de curanderismo. Bebidas (Coca Cola, chicha, cerveza, licor, vino tinto); agua

bendita, dulces, hojas de coca (planta sagrada andina, mediadora con los espíritus), diversos

objetos (dinero, monedas, amuletos, piedras de colores); comida (pan, galletas, frutas).

Flóres, perfumes, semillas y otras cosas provenientes de la tierra de las que tenemos en casa

(sésamo, lino, trigo, lentejas, porotos, garbanzos, arroz, huayruros, etc), las semillas las

colocamos en un cuenco o tazón de arcilla; Incienso o sahumerio adicionalmente. La

ceremonia puede estar acompañada de velas blancas o de colores y diversos objetos que

simbolizan el contexto social, fotos, amuletos, conchas marinas (“mullu”), dinero, ekekos,

toritos de pucará, excremento de vaca, etc.

Según la tradición los rituales estaban a cargo de las personas sabias y de gran solvencia

moral dentro de la comunidad, eran sacerdotes propios de ésta religión andina. Para los

quechuas las ceremonias están a cargo del “Paqo” o “Altomisayoc”, para los aymaras son

los “yatiris” los encargados de realizar estas ceremonias. Nosotros empleamos

particularmente el término oferente.

Los participantes son invitados, por lo general no hay ingreso libre, el que asiste aunque si

se presenta el mismo día de la ceremonia debe ser invitado por el oferente. El ritual de la

pachamama es un acto voluntario en el cual el único requisito para estar presente es pedir

permiso para su ingreso y ponerse de acuerdo con los organizadores sobre los detalles del

ritual (horario, vestimenta, ofrenda, etc.). No hay límite de asistencia. El día de la

celebración los participantes se colocarán cintas de colores en ciertas partes del cuerpo:

tobillos, muñecas y cuello, según las creencias es para ser del agrado de la pachamama y

evitar alguna reprimenda. Otros emplean cordones de hilo blanco y negro, confeccionados

con lana de llama en lo posible.

El hoyo representa en sí una forma de altar y una “waca” a la vez (un lugar sagrado), una

“paqarina” (un útero simbólico” en la tierra) y “pachachaka” (un puente o contacto con las

instancias superiores), al mismo tiempo. Este se cava de manera circular a una profundidad

de medio metro aproximadamente por un metro de diámetro (como si se preparase una

“pachamanka” en la tierra), que por lo general debe localizarse a un punto abierto y

expuesto al sol, ideal si es cercano a un árbol o una ladera de montaña (“apu”). En la

actualidad ciertas ceremonias de pachamama se realizan en parques urbanos, wacas o en la

playa. Si el hoyo no es circular no hay problema. Los importante es la intención de hacer lo

mejor posible. Hay muchas maneras de realizar el ritual, particularmente proponemos una

con la cual nos hemos familiarizado:

1) Activar el fuego. Encender dos hogueras, una pequeña dentro del hoyo y otra grande

fuera de él. El fuego sagrado permite que la tierra se eleve a las montañas, al cielo. En la

hoguera pequeña colocar leña, palo santo, ramas de laurel, romero, olivo, eucalipto y

tabaco. La hoguera grande es solo de leña. Esta debe ubicarse a por lo menos cinco metros

del hoyo cavado. La hoguera grande es opcional y puede servir para depositar pequeños

escritos en papel blanco de cosas de las cuales debemos desprendernos, nuestros errores y

defectos. Sirve y para el perdón con las instancias superiores, pachamama que está presente

debe interceder con éstas peticiones.

2) Activar el aire. Por medio del fuego mediador. Encender el incienso, gracias a los olores

la tierra se sensibiliza al recordar sus maravillas. Los participantes pueden fumar primero y

luego dar de fumar a la tierra (esto es parte del ritual). Los cigarros por lo general son sin

filtro. La ceniza del tabaco debe conservarse para observar sus características, luego servirá

para pintar la cara de cada participante. Las cenizas de color blanco indicarán que la

pachamama está alegre y bendice sus ofrendas.

3) Activar el agua. Primer brindis con la tierra. Rociar un poco de las bebidas en la tierra.

Chicha (licor de maíz), cerveza o “aguardiente”, luego cada uno debe brindar con la con la

tierra. Ella vive y siente como nosotros y debemos brindar con ella.

4) Activar la tierra. Es el momento de comenzar a masticar sin tragar (“chaqchar”) un poco

de hojas de coca y mientras tanto esperar el turno para poder ofrendar a la tierra. Las

ofrendas se inician uno por uno o de a dos, generalmente en actitud compasiva y sumisión

al cosmos. De rodillas frente al hoyo comenzamos a entregar lo que previamente hemos

ofrendado. En este momento el participante puede realizar alguna pleglaria, pedido, canto,

oración, rezo, pensamiento, namasté o meditación (“el silencio o vacío es muy bien

apreciado por ella”) para con la pachamama, según sea su credo o religión. Estas ofrendas

deben realizarse con ambas manos. Se comienza con la hoja de coca y el agua bendita si

hubiera. Luego las comidas, dulces y demás ofrendas. Este momento es pertinente para

nuestras peticiones para este nuevo año, éstas deben ser escritas previamente en papelitos

multicolores y ser soltadas en la fogata pequeña al interior del hoyo. Al final de este acto el

participante debe realizar el brindis final con chicha de maiz con la pachamama. Hay que

prestar atención a las señales que la pachamama nos envía a través de las brasas del fuego,

las cenizas, ruidos, movimientos o sucesos imprevisibles que suelen ocurrir.

5) Cerrar es abrir. Activar los elementos de la pachamama con el cierre del ritual. Cuando

todos los participantes han finalizado su tributo, cada uno debe colaborar en cubrir el hoyo,

a éstas alturas la tierra está bien alimentada y satisfecha con nuestras ofrendas.

Opcionalmente se puede rezar un Padre Nuestro (considerando el sincretismo religioso

presente). La ceremonia termina tapando el hoyo con piedras pequeñas de diferente forma o

color, cubiertas con pétalos de flores.

Cabe agregar, que la celebración y la ofrenda a la pachamama no mantiene grandes reglas o

mayores secretos, lo antes dicho es solo una propuesta que pretende dar un cierto órden e

desmitificar su ceremonia. Su importancia principal radica en reactualizar el valor de la

tierra y la profunda identidad de los pueblos que conviven con ella.

Adicionalmente la ceremonia puede estar acompañada por cantos o icaros, por música

suave o relajante, por el sonido de tambores (percusión), por abrazos fraternos entre todos y

cada uno de los participantes y danzas tribales alrededor del fuego (danzas arquetípicas

libres pluriétnicas que corresponden a todos los elementos: agua, aire, viento y tierra;

Pueden incluirse los elementos metal y madera de la medicina tradicional china). Es una

celebración y todos podemos festejar. Al final, podemos agregar a éste acontecimiento una

CENA como punto final en su honor y compartir la gastronomía andina que nos brinda

Pachamama, al compás de la música de quenas y zampoñas, del cóndor pasa y la valicha.

Los rituales en honor a la pachamama dan cuenta de un tipo de espiritualidad andina que no

es ajena a la materia. Espíritu y materia confluyen, convergen y se complementan. Al igual

que todas las religiones basadas en el culto a la Madre, las celebraciones a la Pachamama se

basan en el respeto por todos los seres vivientes, por cuanto ellos no solamente son el fruto

de Su Creación sino que forman parte de Ella misma. Nosotros sus seguidores no

pretendemos “dominar” a la Naturaleza sino protegerla y cuidarla, como una manera de

devolver a la Madre todo lo que la Madre nos brinda con generosidad.

Entre las plegarias comunes que se escucha: “Pachamama, santa tierra no me comas,

todavía soy joven y puedo dejar semilla”, “Pachamama, devuélveme el doble de lo que te

doy!”, “Pachamama, santa tierra Kusiya, kusiya! Vicuña cuay, Amá mi naicho, Kusiya,

kuisya!”. Antiguo verso quechua-castellano, que se traduce literalmente: “Pachamama,

santa tierra ¡Haz que nos vaya bien! Danos vicuñas y no nos las mezquines. Danos fortuna

y no nos hagas enfermar. ¡Haz que nos vaya bien!”.

Otra muestra de plegaria: “Pachamama, deidad inmortal y bien amada, que tienes tu refugio

en las grutas ignotas de la sierra, entre música de quenas invisibles y tibiezas inefables; para

Pachamama dueña y señora de los picachos y de los pastos, de las bestias y de los hombres,

la que se enoja en los temblores, la que protesta en el rodar de los truenos, la que extravía al

hurgador que ofende la tierra buscando oro, estaño y plomo”.

Oración a la Pachamama: “Madre tierra, Diosa de la Naturaleza, que creas cada cosa y

siempre haces que el Sol reaparezca como un regalo para las personas, protectora del cielo,

del mar y de todos los espíritus; En ti que fluye toda la naturaleza, que nos brindas la

alegría de la luz de los días y que mantienes tu promesa de darnos los nutrientes. Nosotros

retornamos a ti en forma de espíritus, al final de nuestra vida, que es el comienzo en ti. Te

damos los agradecimientos por tu benevolencia. Yo me inclino ante tu divino nombre y con

la mayor dignidad imploro que nos concedas los donos de tu misericordia. Te agradezco

por todo lo que haces por nosostros, quiénes tenemos fé en tus divinos deseos”.

Autor: Arnaldo Quispe.