corrientes sociológicas
DESCRIPTION
la moda como fenómeno socialTRANSCRIPT
![Page 1: Corrientes Sociológicas](https://reader036.vdocuments.co/reader036/viewer/2022082519/563dba36550346aa9aa3a61a/html5/thumbnails/1.jpg)
UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Escuela de Ciencias Sociales
Sociología
Daelit González Michelena.
El lenguaje de la moda
Resumen: El presente ensayo no pretende ser más que una reflexión en cuanto a la
moda como fenómeno social, cargado de simbolismos y nociones jerárquicas que
llevan a pensar que la moda como lenguaje, es una expresión simbólica de la posición
de clase. Así pues, intentaremos determinar si efectivamente la moda como lenguaje
es una expresión simbólica de la posición de clase a través de los postulados de
Pierre Bourdieu y Roland Barthes.
Palabras claves: Moda, lenguaje, contexto, distinción, habitus.
Para nadie es un secreto que lengua y habla son procesos inmersos en una
misma dinámica dialéctica. De acuerdo a los postulados de Roland Barthes la lengua
es tanto una institución social como un sistema de valores. En otras palabras, la
lengua es el plano social del lenguaje. Mientras que el habla por su parte, es un acto
individual de selección de signos. Y el signo a su vez da cuenta de un significado y un
significante. Entiéndase, contenido y expresión respectivamente. Entonces, cualquier
objeto además de funcional lleva intrínseca una carga de sentido.
En efecto, resulta admisible entonces que el conjunto de atuendos, los modos
de vestir, o bien, la ropa que usamos logra establecer un sistema particular de
significación y comunicación que permite el intercambio simbólico entre identidades
sociales. No obstante, ¿hasta qué punto es pertinente atribuir al vestido elementos del
signo convencional? Barthes conviene al respecto:
“en la ropa usada (o real), como había sugerido Trobetzkoi, encontramos
nuevamente la clásica distinción entre lengua y habla. La lengua
indumentaria esta constituida: 1) por las oposiciones de piezas,
combinaciones o detalles cuya variación genera un cambio de sentido (llevar
una gorra o un sombrero o un bombín no tiene el mismo sentido); 2) por las
reglas que rigen la asociación de las piezas entre sí, tanto en lo que se
![Page 2: Corrientes Sociológicas](https://reader036.vdocuments.co/reader036/viewer/2022082519/563dba36550346aa9aa3a61a/html5/thumbnails/2.jpg)
refiere a la altura del cuerpo como a su anchura; el habla indumentaria
comprende todos los hechos de fabricación anómica (no existen ya en
nuestra sociedad) o de uso individual (talle de la vestimenta, grado de
limpieza, de desgaste, manías personales, asociaciones libres de la piezas)”
(Barthes, 1993: 32).
De lo anterior se deduce que existe en la moda una lengua (razones sociales) y
un habla (motivaciones individuales) que generan cierta dinámica dialéctica a través
de signos. En ese sentido, es absolutamente rescatable la idea de indumentaria como
lengua en la medida en que se admite en ella una institución social que genera
cambios y oposiciones, pero no necesariamente como un set de reglas asociadas a
cada elección. Por otro lado, si bien el habla como indumentaria podría entenderse
como un uso individual, resulta menester asumir que aquellas elecciones individuales
están necesariamente influenciadas por el contexto.
El mundo de la moda como sistema de significación admite sin lugar a dudas
una suerte de código. Un lenguaje visual no discursivo. No obstante, consentir aquel
sistema de comunicación como estructura axiomática bajo un modelo lingüístico
(Saussure) parece inexacta y hasta incongruente. En ese sentido, es importante
convenir la manera en que aquel lenguaje visual da cuenta de una gramática y sintaxis
bastante más ambigua, enigmática e incluso contradictoria que la del lenguaje
tradicionalmente escrito y hablado. Si bien la idea de que la ropa que usamos permite
hacer uso de algún tipo de comunicación, debemos tener claro que no se trata de una
serie de reglas estrictamente establecidas y generalmente conocidas. En definitiva, se
trata en mi opinión de un código que difícilmente podemos dar por sentado pues es el
resultado de la conjugación de símbolos culturales, en ocasiones ambiguos que se
encuentran en constante movimiento y permutación. De ahí que, la mayor dificultad
para entender la moda dentro de sus aparentes caprichos por el cambio, el
movimiento y las permutaciones, es que precisamente aquel código no da cuenta de
signos universales a pesar de estar a simple vista. Son símbolos suficientemente
sutiles inherentes a las formas, colores, texturas, posturas, y otra serie de elementos
expresivos de una determinada cultura, como el tiempo y las condiciones
sociodemográficas.
Así pues, el terreno de la moda en particular y el gusto en general, son el
campo de batalla de una disputa simbólica en la cual puede descubrirse toda la
estructura social de la división de clase. En este sentido, uno de los argumentos guía
![Page 3: Corrientes Sociológicas](https://reader036.vdocuments.co/reader036/viewer/2022082519/563dba36550346aa9aa3a61a/html5/thumbnails/3.jpg)
que construye Pierre Bourdieu en La Distinción es que cada práctica cultural adquiere
su significado social y su habilidad para significar diferencia y distancia sociales, no de
alguna propiedad intrínseca, sino de su ubicación en un sistema de objetos y
prácticas. En este sentido, descubrir la lógica social del sentido del gusto requiere
establecer las correspondencias estructurales que hay entre dos constelaciones de
relaciones, entiéndase, el espacio de estilos de vida y el espacio de posiciones
sociales ocupadas por diferentes grupos. Condiciones de existencia diferentes
producen unos habitus diferentes. Es decir, prácticas enclasantes, expresión simbólica
de la posición de clase.
Las diferentes prácticas llevadas a cabo por los individuos se constituyen como
una expresión de la posición que estos ocupan en la jerarquía social, de igual forma
que son relacionadas con el estilo de vida con el que se corresponden. De esta forma
se puede establecer una clasificación de los individuos atendiendo a las prácticas de
consumo que realicen, lo cual les situará en un estilo de vida o en otro. “El habitus es a
la vez, en efecto, el principio generador de prácticas objetivamente enclasables y el
sistema de enclasamiento (principium divisiones) de esas prácticas” (Bourdieu, 1998).
A cada posición social corresponde una clase de habitus y por ende una serie
de gustos particulares que según Bourdieu dan cuenta de una suerte de estructura
social del gusto, una oposición entre los gustos de lujo (o de libertad) y los gustos de
necesidad.
“(…) los primeros son propios de aquellos individuos producto de unas
condiciones materiales de existencia definidas por la distancia con respecto a la
necesidad, por las libertades o, como a veces se dice, por las facilidades que asegura
la posesión de un capital; los segundos expresan, en su propio ajustamiento, las
necesidades de las que son producto”. (Bourdieu, 1998).
Las prácticas o gustos de las clases altas están legitimadas y son vistas como
superiores o genuinas. Las personas pertenecientes a estas clases pueden consumir
objetos que van más allá de lo necesario, por lo que gozan de la posibilidad de elegir.
El consumo va en función de las condiciones económicas, por lo que las personas de
clases bajas con un nivel adquisitivo inferior, no pueden escoger y su consumo se
limita a aquello que se considera como necesario. Esta situación lleva los estratos
inferiores del espacio social a intentar emular a las clases altas, e imitar sus prácticas
de consumo.
![Page 4: Corrientes Sociológicas](https://reader036.vdocuments.co/reader036/viewer/2022082519/563dba36550346aa9aa3a61a/html5/thumbnails/4.jpg)
Ahora bien, de acuerdo a lo que aquí nos interesa, dentro de las disposiciones
más profundas del habitus, Bourdieu (1998) admite que “(…) el cuerpo es la más
irrecusable objetivación del gusto de clase.” En tal sentido, el afán que los gustos de
clase atribuyen o no a la propia presentación, la atención que le prestan, la conciencia
que tienen de los beneficios que aquélla aporta y las inversiones de tiempo, de
esfuerzos, de privaciones, de cuidados que le otorgan, mantienen una relación
proporcional con las posibilidades de beneficios materiales o simbólicos.
Finalmente y a modo de conclusión, a pesar de que Barthes por un lado se
asume bajo el paradigma estructuralista y Bourdieu por su parte admite argumentos
post-estructuralistas, ambos nos llevan a admitir en mayor o menor medida que la
existencia misma de la moda como sistema cala de manera particularmente natural en
el universo simbólico de los sujetos sociales en la medida en que se instaura sobre
procesos de retroalimentación entre los tiempos, los lugares, los cómo y los quiénes.
La moda es en definitiva un reflejo de ambivalencias culturales que carga con un
infinito de significaciones tan sutiles como complejas que consienten tanto un orden
jerárquico de clase social o status, como procesos de intercambio simbólico y creación
de identidades sociales.
Referencias Bibliográficas
BARTHES R. (1993). La aventura semiológica. Ediciones Paidós Comunicación.
Barcelona, España.
BOURDIEU P. (1998). La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Editorial Taurus. Madrid.