contra la fetichización de la economía

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Contra la fetichización de la economía. Una aproximación al pensamiento de Francisco Javier Ibisate desde la teoría crítica Luis Alvarenga Departamento de Filosofía UCA, San Salvador RESUMEN: En el presente artículo, se analiza el pensamiento económico de Javier Ibisate como una propuesta de superación teórico-práctica de la fetichización de la economía por parte de los sectores hegemónicos. El enfoque de Ibisate tendría algunos elementos en común con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt: transdisciplinariedad, cuestionamiento de la racionalidad de la totalidad establecida y verificación histórica de los conceptos. Palabras claves: Teoría crítica, fetichización, historización. El pensamiento de Francisco Javier Ibisate se inscribe dentro de lo que se conoce como “teoría crítica”, la cual, en oposición a la “teoría tradicional”, busca denunciar la irracionalidad de la realidad. La teoría tradicional reafirma el orden establecido como el único orden posible. Como dice Silvia López, desde esta perspectiva se puede entender el trabajo teórico de Ellacuría, Montes y Martín- Baró, y de otros académicos de la UCA, cuya labor se enmarca en un proyecto de universidad que entiende que “su principal misión es la de ser conciencia crítica y creadora de la realidad dentro del contexto centroamericano” 1 y que esta conciencia está orientada hacia la lucha por la libertad, “una libertad que en la situación actual de nuestros pueblos debe entenderse inicialmente como liberación, es decir, como aquel proceso que haga desaparecer todo lo que haya de oprimente en lo biológico, en lo social, en lo económico, en lo político y en lo cultural”. 2 1 Ellacuría Ignacio, “Discurso de la Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’ en la firma del contrato con el Banco Interamericano de Desarrolo (BID)”, en Escritos universitarios, San Salvador: UCA Editores, 1999, p. 24. 2 Ídem.

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Contra la fetichización de la economía. Una aproximación al pensamiento de Francisco Javier Ibisate desde la teoría crítica

Luis AlvarengaDepartamento de Filosofía

UCA, San Salvador

RESUMEN: En el presente artículo, se analiza el pensamiento económico de Javier Ibisate como una propuesta de superación teórico-práctica de la fetichización de la economía por parte de los sectores hegemónicos. El enfoque de Ibisate tendría algunos elementos en común con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt: transdisciplinariedad, cuestionamiento de la racionalidad de la totalidad establecida y verificación histórica de los conceptos. Palabras claves: Teoría crítica, fetichización, historización.

El pensamiento de Francisco Javier Ibisate se inscribe dentro de lo que se conoce como “teoría crítica”, la cual, en oposición a la “teoría tradicional”, busca denunciar la irracionalidad de la realidad. La teoría tradicional reafirma el orden establecido como el único orden posible. Como dice Silvia López, desde esta perspectiva se puede entender el trabajo teórico de Ellacuría, Montes y Martín-Baró, y de otros académicos de la UCA, cuya labor se enmarca en un proyecto de universidad que entiende que “su principal misión es la de ser conciencia crítica y creadora de la realidad dentro del contexto centroamericano”1 y que esta conciencia está orientada hacia la lucha por la libertad, “una libertad que en la situación actual de nuestros pueblos debe entenderse inicialmente como liberación, es decir, como aquel proceso que haga desaparecer todo lo que haya de oprimente en lo biológico, en lo social, en lo económico, en lo político y en lo cultural”.2

La teoría crítica se caracteriza por cuestionar la pretendida racionalidad del orden establecido. Opera, pues, un “distanciamiento” crítico que permite valorar si es el único orden posible, o no. En un curso sobre Marcuse, dictado en 1970, un colega de Ibisate, Ignacio Ellacuría, explicaba este punto:

La teoría crítica debe abstraer, debe sacarnos de la actual organización y utilización de los recursos, [así como] de los resultados que se siguen de dicha organización y utilización. No puede dar por aceptado que la totalidad dada de los hechos sirva como contexto final de validez. Y esto porque esta totalidad es una de las [posibilidades] y no una necesidad pura. 3

1 Ellacuría Ignacio, “Discurso de la Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’ en la firma del contrato con el Banco Interamericano de Desarrolo (BID)”, en Escritos universitarios, San Salvador: UCA Editores, 1999, p. 24.2 Ídem.3 Ignacio Ellacuría, “El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse”, en Cursos universitarios, San Salvador: UCA Editores, 2009, p. 31.

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Por tanto, la teoría crítica busca trascender la realidad dada. Pero la trascendencia no tiene acá una connotación metafísica, “pues no se trata de juzgar una alternativa histórica ni desde Dios, ni desde valores absolutos, ni desde realizaciones utópicas. Significa tan solo un ir más allá de los hechos para confrontarlos con las reales posibilidades de que los hechos pudieran ser de otro modo. Tal análisis transcendente pertenece a la estructura misma de la teoría social.”4

La concepción de economía de Ibisate está ubicada dentro de esa perspectiva, en tanto busca trascender la realidad dada e interrogarse por la posibilidad y viabilidad de otro orden social.

1. El ser humano como medida de la economíaUn elemento de este esfuerzo es su crítica a la fetichización de

la economía. En breve, recordemos que el concepto de fetichismo de la mercancía, acuñado por Marx, planteaba que se fetichiza una producción humana (sea esta de objetos o de ideas) adjudicándole cualidades humanas, a la par que las personas no son más que objetos. La superación del fetichismo, para Marx, no era una cuestión restringida a la crítica de las concepciones alienadas, sino de superación práctica de las relaciones que fundamentaban esta inversión de términos: las relaciones económicas, de producción de las mercancías.

Así, el ser humano se vuelve medida y razón de ser de la economía, y no al revés. La economía tradicional, en oposición a la economía critica, concibe al ser humano como un elemento de segundo o tercer orden, que gravita en función de las urgencias del fetiche por excelencia: el mercado. Así, los problemas económicos se entienden, por un lado, como temas esotéricos que competen solo a los iniciados en la verdadera sabiduría de la economía y, por otro, como asuntos que se mueven en un reino de indicadores, ecuaciones y cifras, que vive independientemente de las personas concretas. Contra eso, advertía Ibisate, al analizar cómo el concepto inflación se vuelve significativo en la medida en que abandona el reino de las ideas puras y posibilita entender el ámbito de lo cotidiano:

El consumo y el mercado, también cambian de carácter. Antes de la inflación, el tendero de la esquina, la señora del mercado y la empleada del comercio eran otros tantos amigos; “ir de compras” era una pequeña reunión de sociedad: se comentaban los sucesos del día, había interés por la familia del vendedor, incluso se hacían las compras al crédito si no alcanzaba el dinero del día. Con la inflación, “ir de compras” es como “ir de sustos”: el tendero de la esquina, la señora del mercado y la empleada del comercio adquieren el aspecto de “recaudadores de impuestos”. Y la antigua amistad se torna en agresividad. Se regresa cabizbajo de las

4 Ídem.

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compras, y las gentes moralmente débiles piensan a quién robar, puesto que a ellos también les roban.La inflación es desmoralizante. La economía basada en el trabajo se cambia en “economía basada en la espera”, en la mala esperanza.5

Vemos aquí cómo cobra sentido la economía en tanto disciplina que se pone al servicio del ser humano real, con necesidades materiales e intelectuales reales. Vemos aquí también cómo el análisis económico no excluye la subjetividad, el ámbito de lo sensible, y que tampoco está alejado de la ética. En el párrafo citado, Ibisate toma dos acepciones de la palabra valor, la económica y la moral (e incluso la emotiva) y posibilita ver una complejidad de implicaciones de la inflación que no podría darlo un análisis desde la economía “pura” o tradicional:

Y es que la moneda no es sólo una medida de valor, sino una “medida de valores”; no es sólo un instrumento de cambio de mercancía, sino un modo de relacionarse las personas; no es solo un ahorro o patrón de pagos diferidos, sino una seguridad personal para el futuro. Y con la pérdida de valor de la moneda, “que es la medida de valor”, se debilitan los valores morales de las personas. Muy en síntesis, y es lo que queremos mostrar, la inflación genera la especulación, la inseguridad, la corrupción y la agresividad. Y por añadidura, no todos lo sufren por igual.6

2. La economía crítica como historización de las concepciones neoliberalesEconomía y subjetividad, economía y ética, economía y mujeres y hombres reales, tangibles, próximos. Contra las visiones abstractas de la economía o de la ética, que condenan a la reificación a las personas de carne y hueso, se levanta la humanización como proyecto. Proyecto, por lo demás, urgente, en sociedades que, al padecer la crisis económica global, se deshumanizan, esto es, pierden su valor humano. Puro darwinismo social: retroceso de la humanización y de la hominización a la barbarie:

Quien ve que todo vale más cada día y que no alcanza sueldo alguno, también está predispuesto a salvarse de la crisis con un golpe de suerte, así sea éste inmoral. Porque al perder su valor la moneda, que es “la medida de valor”, cada cual trata de aplicar valores a las cosas; cada cual “administra la justicia por su cuenta”; y así nos vamos convirtiendo en una república de injustos agresores, alimentando la tradicional violencia que nos distingue en las estadísticas internacionales. 7

5 Francisco Javier Ibisate, “Inflación monetaria y deflación cívica”, Boletín de Ciencias Económicas y Sociales, Año II, Nº 16, septiembre de 1979, p. 125.6 Ibídem, p. 130.7 Ibídem, pp. 125 y 130.

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Palabras más, palabras menos, en este texto de 1979 —es decir, en los albores de la guerra—, lo que Ibisate nos está diciendo es que los problemas económicos —y la forma en que estos se enfrentan en una sociedad capitalista— hacen caer a las personas en el darwinismo social, esto es, en la competencia libre, es decir, sin frenos éticos, por agenciarse los mejores bienes:

Porque la inflación genera corrupción. Y es que la moneda es algo más que medida de valor de las cosas: es una medida de los valores cívicos. En este sentido, la moneda es algo tan nacional y tan respetable como la bandera patria. Con la estabilidad de la moneda tienden a estabilizarse la convivencia social, política y económica; y cuando se pierde el respeto a la moneda, fácilmente se pierde el respeto a las personas. Los economistas deberían prestar más atención cuando recomiendan sin más “devaluaciones monetarias” para fomentar las exportaciones; porque las devaluaciones exteriores se pueden multiplicar al interior y generar otras devaluaciones. Al fin y al cabo, la “moneda es un crédito”, un voto de confianza que nos hacemos unos a otros en el presente y para el futuro; y con la devaluación de la moneda sobreviene la devaluación del crédito y de la confianza nacional.8

No perdamos de vista que esto se escribió en 1979, cuando ni siquiera se mencionaba la dolarización. Si la moneda, en cuanto abstracción del trabajo real de las personas en la sociedad, es la medida de la confianza social, para el presente y para el futuro, ¿qué podemos decir cuando ya la moneda nacional no existe? ¿Qué situación humana podríamos describir a partir de ello? Si esta situación descrita en 1979, que encarna como pocas la frase de Plauto, “El hombre, lobo del hombre”, desmbocó en la guerra de doce años, ¿qué puede esperarse de la situación actual, que afecta no solo al país, sino también, y con especial dureza, a los países ricos?Hay, por lo tanto, una relación estrecha entre fetichización de la economía y deshumanización. Esta humanización tiene su base en el proyecto de ser humano del capitalismo. Sobre esto, resulta esclarecedor el análisis que hizo Ibisate, años después, en 1990, del documento Plan de Desarrollo Económico y Social, 1989-1994, presentado por la fundación empresarial FUSADES. Entre otros elementos valiosos de dicho análisis, está el de la concepción de ser humano propia del pensamiento neoliberal. El documento en cuestión parte de una concepción que coloca al individuo como “el fin de la sociedad”, un concepto de libertad negativa y de justicia (según lo que a cada cual “le corresponde”), garantizados por un Estado cuyo papel es meramente “subsidiario” de la actividad privada. La condición de posibilidad de este sujeto —el hombre

8 Ibídem, p. 130.

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económico, como le llamó Max Weber— es el proyecto neoliberal, que gira alrededor de la propiedad privada. En breve, y según los postulados del documento en cuestión:

1. La propiedad privada es condición necesaria para eficiencia de la producción.2. El mercado libre asegura la mejor asignación de los recursos.3. La competencia garantiza el funcionamiento del mercado.4. El Estado tiene un papel subsidiario. 9

En varios de sus trabajos, Ellacuría plantea un método propio de la teoría crítica y que sirve para desenmascarar el uso ideológico de conceptos abstractos, que se presentan, o bien, como atemporales, o bien, como realidades consumadas, pero que ocultan la irracionalidad de la realidad dada. Así, Ellacuría plantea que se puede emplear de forma abstracta el concepto de derechos humanos, como una forma de encubrimiento de una estructura socio-económica y política que, sistemáticamente, niega esos derechos. El método es el de la historización de los conceptos. Historizar los conceptos es verificarlos a la luz de la realidad histórica. “Aplicado el método de la historización a los derechos humanos —señala Ellacuría— se aprecia mejor el peligro de que su teoría y su praxis propendan a tomar la forma de una normatividad absoluta y abstracta, independiente de toda circunstancia histórica y, en su caso extremo, como una forma veldad de defender lo ya adquirido por el más fuerte o adquirible en el futuro por los más fuertes”.10

En el trabajo mencionado, Ibisate hace un ejercicio parecido al respecto de la concepción de ser humano del proyecto neoliberal. Al historizar dicha concepción, se tienen muchas dudas:

Al intentar ensamblar principios filosóficos y postulados económicos brota un torrente de preguntas, dudas y recelos teniendo presente nuestra historia. Es de suponer que aunque a estas bases doctrinas se les llama principios no quiere decir que ya existan al principio del modelo: todavía el hombre no es el fin de la sociedad, ni todos son libres, ni todos son iguales, ni el Estado es el subsidiario de los pobres. Según esto la tesis fundamental sería que estos principios se alcanzarían al final gracias al juego de la propiedad privada, el libre mercado y la competencia interempresarial, quedando el Estado supeditado a completar lo que no haga el mercado.11

9 Citado en Francisco Jvier Ibisate, “El programa de ajuste estructural: Una herencia difícil”, Realidad, Nº 15, mayo-junio de 1990, 229.10 Ignacio Ellacuría, “Historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares”, en Escritos filosóficos (III), San Salvador: UCA Editores, 2001, p. 434.11 Francisco Javier Ibisate, “El programa de ajuste estructural: Una herencia difícil”, op. cit., p. 230.

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La situación no se reduce a lo improbable de la apuesta porque el llamado libre mercado arregle mágicamente todos los problemas. El neoliberalismo no logra superar lo que le critica al socialismo real —en particular: la “tiranía del productor sobre el consumidor” de las economías planificadas—, en tanto que “bajo el nombre de economía de mercado se propone una economía planificada por una parte del mercado. Caemos en el mismo problema criticado acremente a los socialismos reales del Este europeo: una tiranía del productor sobre el consumidor, ahora a través del mecanismo del mercado”.12 La utopía del libre mercado que reduce al sujeto a consumidor, no logra hacer del sujeto-consumidor un consumidor con libre albedrío.

El problema de fondo de la concepción de ser humano del neoliberalismo es su individualismo extremo:

Leídos y meditados los principios y postulados del modelo económico (Introducción del Plan de Desarrollo) se percibe una concepción individualista, en el sentido de egocentrista, del hombre en sociedad. La sociedad es vista desde el individuo y para el individuo, silenciando el movimiento complementario del individuo para la sociedad. No basta decir que “el hombre es el fin de toda sociedad”, sino que añade que “la sociedad es el fin del hombre”. Al subrayar el individualismo se silencia el carácter de la solidaridad humana. Es llamativo que al señalar los derechos del ser humano no se haga el mismo énfasis en los deberes sociales. Incluso, la referencia al argumento religioso en que se quieren fundamentar los derechos humanos es unilateral e imperfecta: “Los derechos del ser humano emanan de la naturaleza misma y tienen su origen en el Creador”. Si se invoca al Creador conviene hacerlo con los dos pulmones y no sólo con uno, porque el Creador también nos ha impuesto deberes sociales: no matarás, no robarás, no mentirás, no calumniarás, no codiciarás los bienes de tu prójimo, no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, y como broche de oro, ama a tu prójimo como a ti mismo. La solidaridad y la justicia social no quedan muy iluminadas en estos principios filosóficos.13

Aquí estamos ante una dificultad fundamental en estos planteamientos. Sus objetivos fundamentales (el mercado libre, el individuo-consumidor, la libertad negativa y la propiedad privada como utopías) se ven imposibilitados de cumplirse. Vimos cómo el mercado se ve constreñido por las exigencias de los productores. El individuo-consumidor tampoco puede realizarse plenamente como consumidor: la utopía de un mercado inagotable, donde todo esté a la mano del sujeto que paga, es irrealizable. Ya lo dice la definición básica de los fines de la economía: la búsqueda de la satisfacción de

12 Ibídem,p. 231.13 Ibídem, p. 234.

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las necesidades humanas a partir de los limitados recursos disponibles.

Tampoco la concepción negativa de la libertad se cumple, en virtud de una

“[...] visión egocéntrica de la libertad, referida esencialmente a la libertad de mercado, desemboca en una sociedad atomizada. ‘El límite a la libertad de una persona radica en el punto en donde comienza la libertad de otra persona’. Esta imagen de la sociedad a modo de mosaico de minifundios individualistas, de propiedad privada de mis actos, obscurece el aspecto de responsabilidad e interferencia de los actos humanos que son sociales porque son individuales. La libertad no nos ha sido dada para aislar y dividir sino para fusionar e integrar esfuerzos humanos”.14

Finalmente, tenemos la propiedad privada. Esta utopía, en tanto objetivo universalmente válido, es irrealizable. Forzosamente demanda que haya poseedores y desposeídos. Forzosamente también, lanza a las personas al darwinismo social y vuelve inviable la existencia humana, restándole libertad al sujeto:

“Pero hay algo más allá de la desigual distribución de lo que entendemos por propiedad privada. Muchos hombres y mujeres ni siquiera logran obtener la propiedad de su propia persona al interior de su vida social. Cuando un gran número de ciudadanos ni siquiera poseen sus documentos de identidad, cuando un cincuenta por ciento de la población se ve sometida al vacío del analfabetismo y de la mínima formación profesional, cuando a la suma pobreza se une la suma inseguridad de su derecho a la vida y al respeto de su dignidad, cuando el veinticinco por ciento de la población se ve desplazada de su origen, cuando caminan largas distancias buscando los servicios de salud, educación porque estos servicios no caminan hacia ellos, cuando dos tercios de la población se ve sometida a la incertidumbre del empleo, cuando el propio discurso oficial reconoce la existencia de los más pobres entre los pobres; ¿dónde está la base humana y económica para sostener una justicia garantizada por la simple economía de mercado?”15

3. Gobernar la economía, recuperar la soberanía

A partir de los años noventa, Ibisate siguió con mucha atención la forma en que evolucionaba un fenómeno económico de consecuencias enormes para la humanidad: la globalización neoliberal. Para muchos economistas e historiadores, la globalización

14 Ibídem, p 235.15 Ibídem, p. 236.

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no nace con la caída del Muro de Berlín y el auge del neoconservadurismo. Hay quien ubica la globalización, entendida como la expansión y unificación mundial de los mercados como algo característico del capitalismo. Lo inédito de la globalización neoliberal de los noventa fue que el desmantelamiento masivo de las políticas de bienestar social ya no contaba con una resistencia política, ideológica ni social. La utopía realizada: la derrota del comunismo era la victoria de la ideología afirmativa.

El resultado es similar a lo que planteábamos antes con respecto a la utopía del libre mercado. El libre mercado vuelve inviable lo que promete alcanzar. En la obra de Ibisate nos encontramos con metáforas que aluden a un mundo carente de rumbo: Turboglobalización —que toma prestada la metáfora de Edward Luttwak: turbocapitalismo—, turbodolarización, por ejemplo. Estas metáforas expresan cómo el mundo actual es víctima de la fetichización de la economía llevada hasta sus últimas consecuencias:

Gobernar la globalización es la única forma de hacer posible la globalización. La pregunta-misterio es ¿quién gobierna la globalización? Hace dos años transcribía la pregunta y la respuesta propia de la época: “¿Quién está a cargo de la economía global? Nadie. Un mundo sin controles, sin reglas, es un mundo sin seguridad” (ECA, 1998; pp. 904-905). Desde entonces han llovido muchas inseguridades y se acumulan muchas razones para gobernar la globalización. Trato de hacerlo desde algunas de las caras de este prisma mundial.16

La globalización sin más dirección que la del mercado —esto es, un mecanismo de distribución de los bienes— hace inviable a la propia economía, por cuanto atenta contra su propia base: el trabajo. Uno de los autores a los que Ibisate hace referencias constantes, el filósofo y economista Franz Hinkelammert, compara esta situación con la del que serrucha la rama del árbol en que está sentado. Si la globalización hace inviable la economía también hace ingobernable a las sociedades e invivible la vida de las personas. Recordemos lo que Ibisate decía sobre la inflación: la devaluación del trabajo —representada en la mercancía-moneda— devalúa también a las personas:

Hay dos problemas que corren en líneas paralelas: el crecimiento con desempleo y la globalización del subempleo. Para los estadígrafos estos problemas pueden ser sólo estadísticas; pero cuando estos fenómenos se globalizan la sociedad entra en una grave “crisis de trabajo”. Boutros Ghali dijo en Copenhague que esta crisis de trabajo se traduce en una crisis económica, crisis social, crisis moral y crisis de inseguridad; y todo ello deriva en una crisis de

16 Francisco Javier Ibisate, “Teoría general del desempleo, el desinterés y la moneda”, Realidad, Nº 75, mayo-junio de 2000, p. 247.

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ingobernabilidad. El trabajo, que ha hecho la historia de la humanidad y de las personas, no puede reducirse a un cruce de curvas de oferta y demanda. Hay que analizar más detenidamente por qué fallan las expectativas de los demandantes laborales y las oportunidades de las empresas productoras. Entra en juego el proceso de “destrucción creativa”, pero hay algo más que el desafío tecnológico. 17

Asistimos, pues, a una situación en la que una de las conquistas fundamentales de la modernidad, los derechos humanos, se ve amenazada, al punto de hacer palidecer a aquella definición de Marx del trabajo en el capitalismo como “esclavitud asalariada”:18

Es cierto que la oferta de trabajo, llamada empresa, exige determinada formación y cualidades del sujeto demandante, pero el problema mundial es que, incluso con esa formación y cualidades los demandantes se ven excluidos o sometidos a un impreciso tiempo de espera. El regulador del mercado ordena aplicar una medida opaca y difusa: la “flexibilidad laboral”, que frecuentemente es la “sumisión” laboral. Es lógico que, si el fenómeno se generaliza, los grupos laborales busquen una defensa y una explicación. Esto ha sucedido recientemente en Oporto (Portugal) y seguramente se repetirá en Okinawa. Franz Hinkelammert habla del “huracán de la globalización”, del “jobless growth” del continente latinoamericano, donde el trabajo “liberalizado” tiene que refugiarse en la supervivencia del sector informal.19

El desafío de gobernar la globalización va más allá de recetas simples. No basta simplemente con oponerle a la ultraliberalización la estatización. Ninguna medida económica es una varita mágica para resolver los problemas económicos. Ya lo vivimos en carne propia con el neoliberalismo salvadoreño. Tampoco la estatización per se es un remedio sobrenatural. Hay, como lo plantea Ibisate en un artículo que fue escrito en el contexto de las medidas de estatización planeadas por la primera Junta Revolucionaria de Gobierno, una serie de consideraciones que deben tomarse en cuenta, antes de proceder a una intervención estatal de las actividades privadas. Ibisate recoge una cita de Oskar Lange sobre estas consideraciones:

17 Ibídem, p. 250.18 “ Es un hecho extraño. A pesar de todo lo que se ha hablado y escrito con tanta profusión durante los últimos sesenta años acerca de la emancipación del trabajo, apenas en algún sitio los obreros toman resueltamente la cosa en sus manos, vuelve a resonar de pronto toda la fraseología apologética de los portavoces de la sociedad actual, con sus dos polos de capital y esclavitud asalariada (hoy, el propietario de tierras no es más que el socio sumiso del capitalista), como si la sociedad capitalista se hallase todavía en su estado más puro de inocencia virginal, con sus antagonismos todavía en germen, con sus engaños todavía encubiertos, con sus prostituidas realidades todavía sin desnudar.” Karl Marx, La guerra civil en Francia. Disponible en: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm. Consultado el 22 de enero de 201219 Francisco Javier Ibisate, “Teoría general del desempleo, el desinterés y la moneda”, op. cit.,p. 250.

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“Habría de quedar absolutamente claro para todo el mundo que la socialización no va dirigida contra la propiedad privada en cuanto tal, sino sólo contra aquel tipo de propiedad privada que crea obstáculos al progreso económico y está emparentado con el privilegio. Todas aquellas formas de propiedad privada de los medios de producción y de iniciativa privada que desempeñasen una función socialmente útil deberían gozar de protección y apoyo incondicionalmente por parte del Estado socialista”20

Retomar el control de la economía (para que esta deje de ser un fetiche desbocado) demanda también tomar el control de las alternativas. Es necesario partir de consideraciones de carácter económico que partan desde una perspectiva humanista y de búsqueda de la justicia social. Es lo que yace en el fondo de la reciente expropiación de la petrolera YPF-Repsol en Argentina. Es también lo que subyace en los ataques a la medida del gobierno argentino: la expropiación de una empresa que contaba con privilegios exagerados pero que no socializaba el producto de la explotación del subsuelo argentino se ve como una agresión a principios sacrosantos y es capaz de provocar amenazas y represalias diplomáticas.

Tomar el control de la globalización, de la economía, es poner la economía al servicio de las personas concretas, que tienen necesidades concretas. En el contexto mundial actual es una necesidad de primerísimo orden, que enfrenta las resistencias de una organización de las relaciones económicas que ya no tiene nada nuevo que dar, más que su propia autoperpetuación.

20 Citado por Francisco Javier Ibisate en: “Nacionalizar, ¿para qué? Fines y problemas de la nacionalización, Boletín de Ciencias Económicas y Sociales, año II, números 17-18, octubre-noviembre de 1979, p. 139.