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Distribución gratuita No.35 ISSN 1909-650X Medellín, marzo de 2013 Facultad de Comunicación Social-Periodismo El alza en el precio del oro, que pasó de 310 dólares por onza en 2002 a 1.800 en octubre de 2012, aumentó el interés de empresas, ciudadanos del común y grupos al margen de la ley por la explotación del mineral, que desplazó la agricultura y hoy es Informes y análisis del problema minero en Colombia. Especial de minería uno de los negocios más apetecidos en Anoquia, región que aparentemente ene una mina bajo sus pies. Reporteros de Contexto se desplazaron a los municipios de Támesis, Buricá, Jardín y otros del Suroeste anoqueño. PALACIO DE LA CULTURA RAFAEL URIBE URIBE: UNA OBRA INCONCLUSA Una de las edificaciones más represen- tavas del siglo XX es el Palacio de Calibío o Palacio de la Gobernación, que simbolizaba el poder público regional. Pág 13 Una mina en Buricá, Anoquia. Foto: Natalia Calderón Ruiz ¿Qué hay en el baúl? Opinión 2 Vencer o morir 3 El papá del trompo 15 Editorial Perfil Lo que hoy tenemos es un desao éco. Tenemos que retomar por lo menos uno de los ideales que nos permirán volver por el camino correcto: la persona, su dignidad. Una gran candad de poliqueros corruptos, muchos de nuestros colegios no forman y no leemos; frente a esto no hacemos nada y no nos construimos ni en lo humano ni en lo social… Antonio Díaz, con sus manos, hace juegos recreavos y tradicionales de la calle. Esos mismos con los que jugaban nuestros padres y abuelos en la infancia. LAURA HERRERA BAILAORA INCANSABLE Hace algunos años, Laura Herrera emprendió una búsqueda que trascendió el empo. Tomó sus maletas y viajó a Nueva York. Allí encontró lo que quería hacer el resto de su vida: ser maestra y alumna del arte flamenco. Pág 14 Págs. 5 a 12 Minería

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Relanzamiento del periódico universitario de la Universidad Pontificia Bolivariana. Especial periodístico sobre la minería en Antioquia.

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Page 1: Contexto Ed. 35

Distribución gratuitaNo.35

ISSN 1909-650X

Medellín, marzo de 2013Facultad de Comunicación Social-Periodismo

El alza en el precio del oro, que pasó de 310 dólares por onza en 2002 a 1.800 en octubre de 2012, aumentó el interés de empresas, ciudadanos del común y grupos al margen de la ley por la explotación del mineral, que desplazó la agricultura y hoy es

Informes y análisis del problema minero en Colombia. Especial de mineríauno de los negocios más apetecidos en Antioquia, región que aparentemente tiene una mina bajo sus pies. Reporteros de Contexto se desplazaron a los municipios de Támesis, Buriticá, Jardín y otros del Suroeste antioqueño.

PalaCIo dE la CulturarafaEl urIbE urIbE:una obra InConClusaUna de las edificaciones más represen-tativas del siglo XX es el Palacio de Calibío o Palacio de la Gobernación, que simbolizaba el poder público regional.

Pág 13

Una mina en Buriticá, Antioquia. Foto: Natalia Calderón Ruiz

¿Qué hay en el baúl?

opinión 2

Vencer o morir3 El papá del trompo15Editorial Perfil

Lo que hoy tenemos es un desafío ético. Tenemos que retomar por lo menos uno de los ideales que nos permitirán volver por el camino correcto: la persona, su dignidad.

Una gran cantidad de politiqueros corruptos, muchos de nuestros colegios no forman y no leemos; frente a esto no hacemos nada y no nos construimos ni en lo humano ni en lo social…

Antonio Díaz, con sus manos, hace juegos recreativos y tradicionales de la calle. Esos mismos con los que jugaban nuestros padres y abuelos en la infancia.

laura hErrErabailaora InCansablEHace algunos años, Laura Herrera emprendió una búsqueda que trascendió el tiempo. Tomó sus maletas y viajó a Nueva York. Allí encontró lo que quería hacer el resto de su vida: ser maestra y alumna del arte flamenco.

Pág 14

Págs. 5 a 12Minería

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 2

Cuenta una antigua leyenda sufí que un comerciante de las ricas ciudades que bordean el desierto Rosado de Jordania partió a un largo viaje, pero no muy avan-zado su camino tuvo que regresar. Cuando llegó a su casa, mientras caminaba por los corredores y saludaba con la cariñosa mirada del buen amo a estáticos sir-vientes que le franqueaban el paso, se preguntaba por qué su esposa no había salido a darle la bienvenida. La encontró en la habitación principal. Ella, turbada, lo interrogó por el intempestivo retorno, a lo que el esposo no contestó, pues un gran baúl llamó su aten-ción y preguntó qué había dentro. La mujer le suplicó, le dijo que si la amaba no lo abriera. Él se quedó muy concentrado y luego llamó a varios sirvientes y les or-denó que se lo llevaran al bosque y lo enterraran, sin abrirlo.

Esta historia la encontré en un pequeño libro amarillo y desgastado por el uso, que me sal-tó de uno de los estan-tes de la Biblioteca de la Universidad, una tarde mientras buscaba mate-rial para clase. A pesar de su sencillez, tengo la impresión de que no he logrado desentrañar la antigua sabiduría que ha guardado. Ahora, cuan-do pienso sobre nuestros problemas colombianos, me acordé de la historia, quizá porque se puede relacionar con el tema del poder.

Es posible que cada uno de nosotros sepa qué hay en nues-tro baúl, pero actuamos como si no supiéramos; por ejemplo, sabemos que tenemos una de las clases políticas más corruptas e incoherentes del pla-neta, que se apoderó del Congreso, pero la soporta-mos y asumimos que es lo que no es: honorable. Entre los congresistas los poquísimos buenos terminan, a su pesar, justificando a los muchísimos corruptos y me-diocres y el mismo ambiente malsano los envuelve a todos.

Así como el Congreso, la educación básica es otro caso en el que las cosas no funcionan bien, pero continuamos como si nada. Nuestros jóvenes no han sido formados en asuntos esenciales para continuar su vida e iniciar estudios superiores, pues, en términos generales, no leen ni escriben, no han desarrollado pensamiento crítico-reflexivo y se complican demasia-do en las relaciones personales. Sin embargo, los ad-ministradores de la mayoría de nuestros colegios solo están interesados en clasificar sus instituciones en el renglón muy superior en las pruebas de Estado, lo que

no es mucho en términos de formación humana, pero a ellos les sirve para sobrevivir en la lucha por el mer-cado, así que le venden el alma a ese diablo, lo com-plican todo y dejan de cumplir el compromiso ético de formar a los jóvenes para que honestamente alcancen la felicidad.

Y otro ejemplo en la misma línea: quienes vi-vimos en las universidades sabemos del pobre papel que juega la lectura en la formación de profesionales, lo que es muy grave puesto que un profesional en ejer-cicio es alguien que gracias a su capacidad de lectura, está en disposición de estudiar y aprender siempre y, por ello, logra innovar y crear, aparte de lo que se cultiva como ser humano y ciudadano. Pero las co-sas siguen igual, poco se lee y no se hace algo eficaz para cambiar la situación. El baúl queda enterrado en lo profundo del bosque y hacemos como si descono-

ciéramos el problema. Entonces nos regalamos la idea de que vivimos cuando ni nos movemos. Cabe aquí el estribillo de la hermosa canción de salsa que dice, “sa-cúdete, que te están velando”.

Víctor Peñuela, desaparecido profesor de Filo-sofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, decía, frente a estos asuntos, que para poder cambiar, la acción debe estar encaminada a la rebelión o a la resistencia, no necesariamente a la revolución. Eso es verdad, porque hay algo en el sistema que impedirá los cambios (tanto en el Congreso como en el sistema educativo). Entonces nos queda resistirnos contra los problemas y abrir el baúl, romper la inercia y recono-cer esos problemas. En el momento la fórmula es que lo haga cada uno de nosotros, tanto en política como en las relaciones humanas y en la vida académica: par-ticipar, responsabilizarse, leer intensamente y exigirse a sí mismo mucho más.

Esta idea se relaciona con aquella del filósofo Richard Rorty que dice que para alcanzar algunos cam-bios son más eficaces las campañas que los movimien-tos, pues estos tienen ambiciones desmedidas y es di-fícil alcanzar los objetivos. Un ejemplo de movimiento es el marxismo, a través del cual se quiso cambiar las relaciones humanas y la historia, pero todo terminó en una tortura constante para las sociedades a las que se les impuso.

A diferencia de los movimientos, las campañas son concretas en el tiempo, en sus objetivos y en sus estrategias; por ejemplo, son campañas aquellas que buscan mantener el aseo en la Universidad o crear conciencia sobre la importancia del buen trato. Hay otras campañas en nuestra historia reciente, como la lucha contra la segregación o la que busca impedir el trabajo infantil. Las campañas son más exitosas.

En la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, se relata que el libro El segundo trata-do sobre la risa, de Aris-tóteles, está escondido en una fortaleza, que es un monasterio, en una torre inexpugnable, tras un laberinto y, además, su lectura produce la muerte. En esa historia hay cierto poder que no quiere que ese libro sea leído, pues la risa es libe-radora y, por tanto, una amenaza, precisamente para ese poder.

En el mundo de hoy el libro está aún más escondido que aquel de la novela de Eco. Hugo Fazio Vengoa, en Historia del tiempo presente, dice que nuestra sociedad ha

pasado del tiempo político al tiempo del mercado. En el tiempo político, el del ágora, se discute, dialo-ga, hay solidaridad y se puede hacer crítica, es decir, es un tiempo de relaciones sociales y comunicación. Mientras que en el tiempo del mercado estamos todos aislados, produciendo, corriendo, enloqueciéndonos, muriéndonos lentamente en la convicción de que vivi-mos y en ese tiempo no hay tiempo para el libro, que es político, pues su esencia es relación que trasciende el presente, alcanza el pasado y se proyecta al futuro.

Lo cierto es que nuestro Congreso está integra-do por una gran cantidad de politiqueros corruptos, muchos de nuestros colegios no forman y no leemos; frente a esto no hacemos nada y no nos construimos ni en lo humano ni en lo social…

El mundo cambia velozmente, el baúl fue en-terrado y no lo abrimos, por tanto, no reconocimos el problema. Pero no podemos seguir como si nada.

¿QuÉ haY En El baÚl?

Ramón Arturo Maya Gualdrón / [email protected]

Opinión

Ilustración: Rudy Chavarría.

nuEvaEtaPa

Iniciamos 2013 con buenas noticias para nuestros lectores: Contexto fue ganador del premio “Del aula a la calle, mejor prensa universita-ria”, entregado por la Alcaldía de Medellín y la Universidad de Antio-quia en los Premios de Periodismo Comunitario 2012.

Este reconocimiento es producto del trabajo realizado duran-te las cuatro ediciones publicadas el año pasado, en las que se da cuenta de historias de ciudad desde la perspectiva de un periodismo

reflexivo y crítico como el que nos proponemos en este periódico universitario.

Motivados por los logros obtenidos a lo largo de nuestras 34 ediciones, en 2013 renovamos nuestra identidad gráfica, como muestra del fortalecimiento del equipo periodístico. Esta propuesta es la ganadora de una convocatoria realizada entre los estudiantes de la Facultad de Diseño Gráfico de la UPB.

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CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA 3

La famosa frase “Vencer o morir”, fue pronunciada por primera vez por Demarato, rey espartano. “Aut vincere, aut mori”, dijeron después los generales de la antigua Roma. En 1814 fue usada por Francisco José de Caldas cuando inauguró el curso militar del cuerpo de ingenieros de la República de Antioquia, donde fue alumno José María Córdova, y, posteriormente, fue adoptada como el lema de los ingenieros militares de Colombia.

Más adelante, la frase fue inmortalizada por el revolucionario argentino Ernesto “Che” Guevara, íco-no de la América Latina de los años 60. Hoy es también el lema de la armada chilena.

En otras épocas los seres humanos tuvieron credos para luchar: ideologías políticas o religiosas, por la dignidad de la patria, por la justicia o contra la pobreza. Otros se levantaron en armas para dejarlo todo y llegar hasta el final: la vida o la muerte. Con la misma fuerza unos lucharon por imponer ideologías, otros por defender la patria y otros por defender per-sonas.

Hoy parece que los ideales habitan entre te-larañas. Se ve como una locura morir por alguno de ellos. ¿Entregar la vida por una corriente política o re-ligiosa? Suena a historia decimonónica. ¿Defender esa señora que llaman justicia para, sin duda, morir en el intento? Muy pocos parecen dispuestos.

Este siglo XXI es la respuesta a un paradójico siglo XX que no solo nos dejó el horror sembrado en dos guerras mundiales, la demostración de que el ser humano puede inventarse formas efectivas para pro-ducir fábricas de muerte (como los campos de concen-tración), algunos avances electrónicos y la casi mágica era informática; también modeló dos tipos de seres humanos: el de la masa y el individualista, con un enorme déficit en calidad humana, con poca opción para la consolidación de la persona: aquella que tenga claro que el “nosotros” solo se construye con el bino-mio “tú” y “yo”. No es ni el individuo anónimo perdido en la masa ni el individuo solitario incapaz de recono-cerse en el otro.

Nos aventuramos a tantear una hipótesis: exis-te una relación entre la muerte de la pasión que des-pertaban las grandes causas y el advenimiento de un marketing que afloró con fuerza de tsunami (ante la necesidad de igualar la oferta con la demanda) para permitir que la gente pudiera endeudarse para com-prar cuanto elemento apareciera en las vitrinas. La meta, que ya ni siquiera es la comodidad o el confort, se ha instalado en la neurosis de la ambición, la acu-mulación y la depredación. Por estar ocupados en comprar y acumular perdimos la noción de los gran-des ideales que en otro tiempo marcaron el norte de la humanidad.

Esta neurosis, que no posee tinte ideológico porque el marketing ha pulverizado los grandes idea-les y los ha diluido en estados financieros de pérdidas y ganancias, se ha instalado en un solo objetivo: no importa arrasar al ser humano, no importa saquear el lugar donde vive, no importa si lo dejamos sin agua, sin aire, sin tierra. Lo que importa es que la empresa presente una productividad que la haga competitiva

y que sus dueños puedan acumular y acumular y acu-mular… ad infinitum.

El reto sobre el que se debate esta sociedad solo tiene un nombre. Ya no se trata de morir en com-bate armado por un ideal. Se parte de la base de que la lucha armada siempre será un fracaso humano; a nuestro juicio, se trata de inventarse formas de restau-rar la sociedad para que entienda que el dinero no es el fin sino el medio para funcionar. Si en verdad somos tan inteligentes, ¡hagámoslo!

¿Quién nos restaurará este territorio minero colombiano que está siendo explotado sin importar las consecuencias para la vida? Entendemos que es absurdo oponerse a la explotación de un mineral si di-cha explotación sirve para que muchas personas, por medio de la rentabilidad del dinero que allí se genere, suplen sus necesidades básicas de vida: alimento, vi-vienda, salud, educación, recreación.

¿Pero realmente qué está pasando? Que no se benefician muchos sino unos pocos, generalmente gru-pos y empresas, que arrasan sin consideración la tierra y dicen que toman las medidas necesarias para mitigar los daños de la naturaleza. Al Gobierno le parece ade-cuada la explotación “porque hay que permitir la in-versión extranjera, no de cualquier modo, eso sí”, pero la implementación de tales medidas para mitigar los daños no es suficiente, según las mismas comunidades locales, que son las que están padeciendo el problema.

Y mientras los unos dicen, los otros muestran y aquellos aseguran, se forma un remolino de deman-das, contrademandas, tutelas y derechos de petición,

vEnCEr o MorIrEditorial

Rector: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez / Decana de la Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Directora de Contexto: Ana Cristina Aristizábal / Jefes de Redacción: Juan Pablo Ramírez Martínez • Laura Betancur Alarcón / Editores Gráficos: Hebert Rodríguez García • Catalina Rodas Restrepo • Pablo Monsalve Mesa / Redactores: Carolina Betti Schmid • Manuela Duque Carmona • Juan Pablo Ramírez Martínez • Catalina Rodas Quintero • Laura Betancur Alarcón • Mónica Jiménez Ruiz • Carolina Campuzano Baena • Natalia Calderón Ruiz • Hebert Rodríguez García • Manuela Saldarriaga Hernández • Camila Reyes Vanegas • Sarita Jaramillo Ramírez / Foto portada: Natalia Calderón Ruiz / Diseño: Estefanía Mesa Beltrán • Carlos Mario Pareja Pareja / Diagramación: Ana Milena Gómez Correa - Editorial UPB / Impresión: La Patria / Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social-Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4557 / Correo electrónico: [email protected] / ISSN 1909-650X.

/ [email protected]

en paralelo con una explotación que continúa desbo-cada por la ambición que inventa cuanta forma de elu-dir controles y hacer pasar por legal lo que es inmoral.

Lo que hoy tenemos es un desafío ético. Es que tenemos que retomar por lo menos uno de los ideales que nos permitirán volver por el camino correcto: la persona, su dignidad, el cubrimiento de sus necesida-des básicas y la conservación de su único, hasta ahora, lugar apto para su supervivencia: la tierra (con el aire y con el agua, tres elementos que hasta ahora en ningún laboratorio científico se han logrado inventar). Y si no logramos vencer con este ideal, moriremos.

Decimos que al menos uno de los ideales por-que cuando entendamos que la persona es lo primero sobre la faz de la tierra, y que ese primero no soy yo, sino el otro, entonces varios de nuestros problemas como humanidad se solucionarán.

El especial sobre minería que presentamos en esta edición del periódico universitario Contexto es la visión de los estudiantes, con un promedio de 20 años de edad, que están aprendiendo a usar sus estudios para aportar a la humanidad. ¿Y qué se puede aportar con unas letras? Quizá una de las cosas que más falta hace hoy en una sociedad desconcentrada por el mar-keting, lo light, lo efímero y lo banal: la capacidad de informar y mostrar para poner a pensar.

Las sociedades que piensan son capaces de inventarse métodos y formas no violentas para trans-formar el rumbo de aquello que debe ser cambiado y salimos victoriosos en el intento o caminos aciagos tendremos que enfrentar.

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 4 Opinión

Asistimos a una sociedad que pone en crisis el concepto de bienestar, en la que no se sabe si la preocupación por lo económico, sobre lo demás, es la causa o la justifica-ción de tanta barbarie. Este estilo de vida de consumis-mo e individualismo ha provocado el lamentable hecho de que hoy por hoy hayamos perdido el contacto con el otro, ese con quien habitamos, a quien nos encontramos y a quien juzgamos, pero sin saber ni siquiera quién es ni de dónde proviene. ¿Cuestión de educación?, tal vez.

Pese a ser coexistentes, el hombre y la realidad ahora parecen conceptos aislados, pues en la contem-poraneidad no sólo vemos cómo el mundo cambia de diseño, pasamos de paisajes atestados de árboles y parques naturales a enormes palmeras de ladrillos que “actualizan” la urbe pero destruyen nuestra identidad. Además, nuestra concepción de mundo se ciñe a lo que nos venden en las pantallas de televisión: una vida de excesos y excentricidades, sin interés por el otro.

Siempre he pensado que cuando un hombre no respeta a quien está a su lado, es porque hubo una fal-ta en su proceso educativo, de tal modo que concibo la educación no sólo como la transferencia de conoci-mientos sobre un saber específico por parte de un do-cente, o como la manera en la que los padres enseñan

igual de Colombia. Es preciso resaltar el crecimiento económico pero, ¿qué hay del progreso humano? Las brechas sociales son inmensas por la calidad de vida tan desequilibrada y por la falta de oportunidades.

La indiferencia nos mata, pues pasa de todo pero nadie dice nada o se dice que todo va muy bien.

El Urban Land Institute postuló a Medellín como una de las ciudades más innovadoras del mundo junto con Nueva York y Tel Aviv. ¡Qué insulto! Nueva York es la capital del consumo, el monumento al de-rroche desmedido y también el hogar de miles de indi-gentes. Y Tel Aviv, la ciudad israelita en la que hay igual o más cantidad de fronteras invisibles que aquí. Una ciudad que está fragmentada por las religiones y por la intolerancia; aquí, en las comunas, se mata por droga y por poder. En Tel Aviv hay un ejército que custodia los sectores de la ciudad pues a unos kilómetros se en-cuentra la Franja de Gaza: el desolador e inhumano territorio que los israelitas entregaron a los palestinos, el escenario mundial de un “holocausto” moderno.

Algunos dirán que Tel Aviv y Nueva York son ciu-dades llenas de historia, de arte y de cultura, y lo son; pero son, al mismo tiempo, dos ciudades que albergan contrastes, como Medellín.

Me parece inaudito que las personas se jacten de esta nominación porque, claro, nos importa más

“¿Y ese quién es?”

no es ciudad de exportación

Amalia Uribe Jaramillo / [email protected]

Juan Pablo Ramírez Martínez / [email protected]

a sus hijos a comer en la mesa, sino, también, cómo se forma al ser humano para ser más humano.

Desde pequeños nos adhieren la idea de que tenemos que ser los mejores, que estamos en un mun-do globalizado y competitivo en el que sólo sobresalen los mejores. Y eso no es mentira. Sin embargo, la falla es que nos enseñan el qué pero no el cómo. Esto supo-ne, entonces, que el éxito es tener dinero, fama y reco-nocimiento, y que para alcanzarlo podemos hacer uso de cualquier maña, incluso de atravesar ese pequeño límite que hay entre la comprensión y el desinterés por el otro, dizque porque “éste significa competencia y enemistad”. Nada más equivocado.

El maestro Ryszard Kapuściński, en su momen-to, alzó la voz a través del texto Encuentro con el Otro, para señalar lo fundamental que es respetar al hombre que, por ser distinto, nos resulta radicalmente extra-ño. A este llamado es al que tenemos que responder porque si no hay diálogo, si no hay convivencia, ¿cómo se supone que vamos a aprender del paso por la vida?

Muchas veces me he cuestionado el rumbo que tomaremos en un mundo tan precipitado, tan egoísta y tan materialista, pero casi siempre recuerdo que a quie-nes nos gobiernan no les conviene que la gente piense

ni que se una porque un pueblo con sensatez y capaci-dad de debatir es un peligro. Ernesto Sábato, en su tex-to La Resistencia, afirma que “la educación no está in-dependizada del poder, y por lo tanto, encauza su tarea hacia la formación de gente adecuada a las demandas del sistema”, y éstas, desde luego, no incluyen una con-cienciación de lo importante de una convivencia sana.

Por tanto, estoy de acuerdo con todo aquel que proponga repensar la educación, como manera de hacerle cara a este fenómeno de enajenación del ser humano. Necesitamos un polo a tierra que nos haga estrecharle la mano al otro y, a su vez, nos aleje de lo cerca que estamos de una sociedad dominada por el capitalismo y por la injusticia social.

que a Medellín le den un premio de innovación que los policías asesinados en los enfrentamientos entre bandas; queremos sobresalir en Colombia por el Me-tro, pero tenemos una inteligencia vial desastrosa; nos enorgullecemos cuando decimos que los antioqueños somos los mejores empresarios, pero olvidamos que también tenemos los más experimentados sicarios. Es una ciudad muy desigual: es una oda de niños que juegan en la seguridad de sus conjuntos cerrados y un lamento de otros que se acuestan sin comer. Es una apología de la limpieza de los lugares públicos, pero también de las limpiezas “sociales”. Es la cara de jóve-nes emprendedores, de familias ricas que llevan esti-los de vida como de magnates; y, también, la cara del desplazamiento, pues en sus barrios marginados hay familias sin techo, sin comida, niños que juegan entre balaceras.

Esta no es una ciudad de exportación, no aún. Es una ciudad que está creciendo. Pero no hay éxito verdadero sin un tejido y una cohesión social tangi-bles. No me malinterpreten, adoro mi ciudad, tanto que hace poco, mientras miraba por una ventana y la observaba ahí tan tranquila, le dediqué un poema corto:

“¡Medellín, cómo eres de hermosa! ¿Quién creyera lo mucho que sangras?”

El escritor Fernando Vallejo escribió, en su ensayo Los difíciles caminos de la esperanza, una crítica a la socie-dad colombiana desde la ciudad que él más conoce: Medellín.

Han pasado nueve años desde que el polémico escritor habló de una realidad deprimente de nuestro país. Realidad que, tristemente, no ha cambiado mu-cho. Para algunos esta es la mejor ciudad de Colombia: la más industrializada y la más educada.

Y es cierto que tiene un progreso industrial y comercial notorio, pero es también la ciudad más des-

capacidad humana de sorprenderse y, por supuesto, dejarse seducir por los relatos míticos que, además de suscitar una bella curiosidad que parecía haberse ex-tinguido ya, también produce temor.

Está comprobado que después de muchos pe-ríodos todavía hoy los hombres podemos ser manipu-lados por medio del pánico colectivo, así esté acom-pañado por una dosis de sospecha. Las dos paradojas ya expuestas me sirven de bastón para apoyar la idea de que los medios de comunicación pueden hacer lo que esté a su antojo con el mundo, hasta llegar a su fin, puesto que si les hubiera provocado hacer adver-tencias más puntuales, pudieron haber ocasionado el desplazamiento de grandes ciudades o, incluso, atro-ces genocidios.

Sin embargo, para lograr tales cometidos nece-sitan del olvido porque esta acción, voluntaria o invo-luntaria, puede engendrar el miedo que, metafórica-mente, podría entenderse como el calor que posibilita que un material sea maleable. Somos ese material. Borges decía que –el olvido es la única venganza y el único perdón–.

En Colombia, puntualmente, el olvido puede entenderse como la venganza del Estado. El fin del mundo aquí podría traducirse en la eco-logia del mo-mento (así, logia sin tilde). Mientras explotan la tie-

la eco-logia y el fin del mundo

Manuela Saldarriaga Hernández / [email protected]

rra para extraer tesoros minerales, el Gobierno deja inconclusos sus debates sobre los ajustes que deben ser pertinentes en el Código Minero.

Así mismo, mientras las grandes multinaciona-les invaden el territorio colombiano, como es el caso de la gran petrolera que está explotando más del 20% de los suelos aljibes, la conservación de la vida silves-tre se queda en el papel, mediante infográficos con buenas ilustraciones animalescas.

Y no se puede dejar de lado el hecho concreto del 2012 que es la ampliación de las aguas de Nica-ragua, con la que nos vemos afectados y con la que muchos que parecían apátridas se refirieron al –dolor de patria–; ¿qué tal el olvido de la importancia de la soberanía colombiana sobre sus cayos?, islotes que estaban en disputa tan sólo por lo que representan en cifras. El día en el que se dio a conocer esta noticia lo bauticé como el día de “Nicar-aguas excremental”, a propósito del senador Gerlein.

En conclusión, si tuviéramos tan sólo una me-moria que no fuera tan frágil, muchas de estas situa-ciones podrían ser tan abstractas como las profecías de este año que son tan ficcionales como lo es la reali-dad, tan ficcionales como esa fiel creencia del hombre que profesa que es el dueño del suelo que soporta el peso de su cuerpo.

El resultado de creer fanática o ponderadamente en las miles de habladurías que componen una diserta-ción sobre el fin del mundo, demuestra dos paradojas existenciales quizá más aplicables a los que hoy somos llamados occidentales: la primera tiene que ver con la memoria endeble que permite ser enajenada con faci-lidad por razón de discursos mediáticos; y la segunda, para no ser negativa, tiene que ver con la admirable

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CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA 5

El alza en el precio del oro, que pasó de 310 dólares por onza en 2002 a 1.800 en octubre de 2012, au-mentó el interés de empresas, ciudadanos del común y grupos al margen de la ley por la explotación del mineral que desplazó la agricultura y hoy es uno de los negocios más apetecidos en Antioquia, región que aparentemente tiene una mina bajo de sus pies.

Para hablar de este tema en Colombia es fun-damental entender que a diferencia de otros países como Estados Unidos y Chile, el Estado es dueño del subsuelo. Esto implica que los minerales que se en-cuentren en esta capa pertenecen a todos los colom-bianos, y, por ende, cuando se adquiere un título mi-nero se accede sólo al derecho de explorar y explotar el mineral que se encuentre, sin ser propietario del suelo.

El segundo concepto que se debe aclarar es que esta actividad en el país “es considerada de utilidad pública e interés social según la Constitución, ya que los recursos no renovables son del Estado y es él quien tiene que regularlos”, explica Beatriz Duque Montoya, ex directora de Minas del Ministerio de Minas y Ener-gía de Colombia.

Desde el punto de vista legal, las empresas mi-neras adquieren contratos de concesión por tres años, que pueden ser prorrogados hasta los doce según la Ley 685 de 2001, que se modificó en la Ley 1382 del 2012, que deja explícitas las fases por las que debe pasar quien adquiere un título: desde la exploración, la construcción y el montaje, hasta la explotación, el cierre y el abandono, porque al final se busca el mejo-ramiento de la tierra.

MInEría En antIoQuIaEl departamento de Antioquia cuenta con dos tipos de minería de oro denominadas de aluvión y veta. La primera hace su explotación a la vera de los ríos, quebradas o terrenos al aire libre y la segunda, tam-bién conocida como de socavón, se realiza dentro de las montañas y puede ser subterránea, como explica

Manuela Duque Carmona / [email protected] Betti Schmid / [email protected]

MInEría En antIoQuIa: un problema de políticas públicas nacionales

La incapacidad del Gobierno para controlar el territorio ha hecho que se presenten atropellos legales, que afectan los recursos naturales y ponen en riesgo las personas en sectores con minería ilegal.

El auge de la exploración y explotación de minerales ha desencadenado problemáticas sociales que llevan a preguntarse quién es el responsable.

Antonio Romero Hernández, Ph. D. en Ingeniería de Minas, quien aclara que ésta “explota los minerales que se formaron a partir de la salida de gases y aguas termales, asociado con los magmas y el vulcanismo, en donde la formación de la tierra tiene altas tempe-raturas”.

Durante los últimos años la región ha presenta-do un auge en el sector de explotación minera, lo que ha hecho que en los pasados 50 años se hayan explo-tado 500 toneladas de oro en el Nordeste, Bajo Cauca, Frontino y Suroeste, según el informe de Potencial Mi-nero de la Gobernación de Antioquia.

Guillermo Cano, funcionario de la Secretaría de Minas de Antioquia, explica que estas explotaciones son hechas por empresas nacionales y multinaciona-les, como Mineros S.A, en el municipio de El Bagre; la Frontino Gold Mines, en alianza con Sandon Capital, en el municipio de Remedios; la Zancudo Gold Mine en Titiribí y AngloGold Ashanti en San Roque y Jericó.

“En Antioquia tenemos un eje de minería aso-ciado a la cordillera occidental, lo que involucra Fronti-no, el Urabá, los límites con el Chocó, Andes y Jardín; el Suroeste, con Titiribí, Caramanta y Supía (en Caldas); y la cordillera central y parte de la oriental, con los ríos Cauca y Magdalena, con formaciones auríferas”, afir-ma el ingeniero Antonio Romero Hernández.

¿Cuál Es El IMPaCto aMbIEn-tal Y soCIal?Para Romero, esta región ha visto afectados elemen-tos del suelo, el agua, la vegetación y las comunidades, debido a los más de 500 años de minería irracional, que han sido causa de la falta de políticas estructura-das de fiscalización en la exploración minera, que le han permitido a las empresas actuar de manera libre sin tener en cuenta el tema social y ambiental. “Em-presas como Mineros S.A y la Frontino Gold Mine, ape-nas aprendieron, hace pocos años, a hacerlo de forma responsable”, afirma el ingeniero.

El problema de los impactos es una cuestión de dinero, planeación y vigilancia, pues los errores que ha cometido la actividad minera en Colombia se deben a la voracidad del capital, pero también al poco control y conocimiento que tienen las comunidades sobre los problemas que se causan. “Lo cierto es que tramitar una licencia ambiental en el país es una tarea comple-ja y costosa, que requiere un prolongado espacio de tiempo pues necesita de geólogos, ingenieros de mi-nas, ecologistas y abogados, entre otros”, dice Eduar-do Chaparro, director de la Cámara Asomineros, ANDI.

“Colombia ha permitido que las empresas mi-neras dejen los huecos abiertos y los estragos en la na-turaleza”, afirma la ex directora de Minas del Ministe-rio de Minas y Energía, Beatriz Duque Montoya, quien explica además que sólo desde 2010, con la Ley 1382, se incrementaron las restricciones y la fiscalización en minas de un 32% a un 82%, y se logró que muchos cumplan con las licencias ambientales.

En cuanto al impacto social se debe tener en cuenta que en el Departamento y en el país existe minería ilegal y artesanal. Las personas dedicadas a ello usan esta actividad como forma de subsistencia y se vuelve difícil pensar en una exigencia de manejo ambiental que deban cumplir los involucrados en este trabajo.

Todo esto se deriva de unas políticas insufi-cientes para la explotación adecuada de los minerales como el oro, que hacen que se incumplan los requeri-mientos que pretenden beneficiar a la sociedad y a la economía nacional. El problema se centra en el poco impulso que el Gobierno le brinda a la producción na-cional y, según afirma la ex directora de Minas, Bea-triz Duque Montoya, el país sólo fiscaliza el ejercicio minero de las empresas legalmente constituidas y no hace mucho por legalizar a los que ejercen de forma tradicional o ilegal.

Desde 2010 se ejercen unos nuevos controles del Código Minero, que exigen mayor fiscalización y restricciones que protegen y prohíben la exploración en parques naturales, páramos y humedales. Pero esto sólo rigió hasta 2012 debido a que el Congreso lo declaró como inexequible, lo que deja un panora-ma incierto sobre el futuro legal de la minería en Co-lombia, que puede llegar a aumentar la ilegalidad y el desorden en el país. Al cierre de esta edición, aún no se había aprobado el nuevo Código Minero que el país espera y necesita con ansias.

Foto: Natalia Calderón Ruiz

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táMEsIs no QuIErE la ExPlotaCIón MInEra

En este municipio del Suroeste de Antioquia la sociedad civil y la Administración local han unido sus voces para evitar la llegada de la minera Solvista Colombia, que quiere explotar sus montañas por la riqueza aurífera.

“Nuestra agua vale más que el oro”, expresa Juan Saúl Giraldo mientras se acomoda el sombrero y ofrece sus reses en la feria de ganado del pueblo, “y por eso no estoy de acuerdo con la minería acá en Támesis. Se contaminarían todas las aguas, por el mercurio y el cianuro”, agrega.

En cada calle adoquinada, en cada tienda y en cada montaña del municipio, las opiniones de los ta-mesinos coinciden con la de Juan Saúl: no aceptan que sus raíces agrícolas sean desplazadas ni que extranje-ros lleguen a apropiarse de su terruño, a contaminar sus aguas, y que luego, cuando acaben con todo, de-jen al pueblo sumido en la pobreza. Támesis tiene una extensión de 243 kilómetros cuadrados y se ubica en el denominado Cinturón de Oro de Colombia. Sus prin-cipales actividades económicas son la ganadería y los cultivos de café, cítricos y plátano. El 90% de su terri-torio es apto para la explotación minera.

“Somos un municipio agropecuario y nos pro-yectamos como municipio turístico. La minería se re-quiere pero en Támesis no es armónica ni ambiental ni socialmente; no queremos minería y esa es una posi-ción unánime. Si destruimos los petroglifos, los cami-nos prehispánicos, nuestra flora y nuestras fuentes de agua, no tendríamos opciones de vivir aquí”, afirma el alcalde Juan Martín Vásquez Hincapié.

Por estas posiciones contrarias a la explotación minera por parte tanto de la comunidad civil como de la Administración municipal, el 31 de agosto de 2012 se firmó en el Concejo el Acuerdo Municipal 009, que plantea que en Támesis se hace protección especial al territorio y se prohíben prácticas como la minería. Se exponen razones como la identidad cultural, la voca-ción agrícola, el paisajismo y la riqueza hídrica. Ade-más, se basa en la Constitución Política de Colombia

Támesis posee dos corregimientos: San Pablo y Palermo, y cuenta con 37 veredas. Se le conoce como La tierra del siempre volver. Foto: Catalina Rodas Quintero.

Catalina Rodas Quintero / [email protected]

para argumentar que la soberanía reside exclusiva-mente en el pueblo, y que como aparece en el artículo 8, es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación.

El Acuerdo sentencia: “Declárese la totalidad del territorio del Municipio de Támesis del Departa-mento de Antioquia, como Zona de Protección Espe-cial por las consideraciones expuestas y prohíbase la exploración y explotación minera de metales en éste”.

“Támesis es el primer municipio de Colombia declarado libre de exploración y explotación minera”, afirmaron los medios de comunicación y las organiza-ciones ambientales ya lo ponen como un ejemplo para el resto del país. Y a pesar del revuelo que hubo en los medios por el Acuerdo, cuando éste pasó a la segunda instancia, que era la Oficina Jurídica del departamento de Antioquia, fue declarado inválido porque “según un reporte informal, parece ser que no está ajustado a la Ley, pues el Concejo Municipal no tenía la competen-cia para excluir esta zona de la minería. La competen-cia de obrar sobre el subsuelo recae sobre el Congreso de la República, y el Código Minero es el que dice en dónde se pueden hacer exploraciones y explotacio-nes”, explica el mismo Alcalde.

La decisión de Támesis está en contravía a la Ley 685, que es el Código de Minas, y del Plan de Gobierno del actual presidente de Colombia, Juan Manuel San-tos Calderón, que en sus llamados cinco sectores loco-motora “para poner a Colombia a trabajar”, establece la minería como uno de ellos, que “crecerá de manera compatible con la protección del medio ambiente”. En ese Plan de Gobierno se asegura que para garantizar la continuidad del desarrollo “la minería se mantendrá como punta de lanza del país y que la regla de oro es atraer más inversionistas de talla mundial, con ‘reglas

del juego’ que garanticen la estabilidad a largo plazo y que establezcan claramente la distribución, destina-ción y uso de las regalías, los impuestos y la inversión en las zonas mineras”.

Según José David Castellanos, Gerente General de Solvista Colombia, “la Gobernación declaró ilegal el Acuerdo 009. Me enteré a través de las noticias pero no conozco el texto, pero sé que el Acuerdo partió de la base del irrespeto, y los jueces determinaron su in-validez. Esperamos que con respeto algún día poda-mos comunicar lo que hacemos porque tenemos con-ciencia de que no les va a hacer ningún daño”.

Pese a lo anterior los tamesinos argumentan que la Constitución es ley de leyes y que por estar en una democracia, el poder es del pueblo, y que el Acuerdo, más que una acción legal, es una acción polí-tica que demuestra que no aceptan la minería.

MovIlIzaCIonEs CIudadanas“Las movilizaciones surgen por la indignación de ver a nuestro territorio atropellado por gente externa. Los campesinos se han desplazado, se está desestimulan-do el campo”, comenta Herman Vergara, vocero del Comité por la Defensa Ambiental del Territorio (Co-deate).

Támesis se caracteriza por ser un pueblo apa-cible, pero en 2008 se interrumpió esta tranquilidad con la llegada a las veredas de geólogos extranjeros re-presentantes de Solvista Colombia, quienes realizaron pruebas para verificar la presencia de oro en la zona y luego hicieron sobrevuelos con helicópteros.

Por esta razón, el 12 de octubre de 2008 se hizo una primera manifestación en contra de la minería y Solvista se retiró por un tiempo del sector, pero en 2010 regresó con sus exploraciones. La comunidad se reunió en un foro en julio de 2011, en el corregimiento de San Pablo, y allí surgió el Comité Occidental Am-biental (COA), como respuesta alterna al Cinturón de Oro de Colombia, ubicado en la confluencia entre el río Cauca y el río San Juan, desde el occidente de Cal-das y hasta el Suroeste de Antioquia. “El COA es una

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La tranquilidad del pueblo podría verse afectada por la explotación minera. Foto: Catalina Rodas Quintero.

Las principales actividades económicas de los tamesinos son el cultivo del café, plátano, cacao, frutales, caña de azúcar y la ganadería. Foto: Catalina Rodas Quintero.

propuesta de la sociedad civil inspirada en el artículo 3 de la Constitución que nos dice que el soberano es el pueblo, el poder reside en él. No estamos en contra de nadie, sólo defendemos el territorio”, asegura Herman Vergara.

El Comité Occidental Ambiental no es una or-ganización sino un eje articulador que trata de recoger las acciones de municipios como Jardín, Jericó, Táme-sis, Caramanta, Valparaíso, Andes, Pueblorrico y Tarso. En Támesis se creó el Comité por la Defensa ambiental del territorio (Codeate), conformado por personas na-turales, representantes de organizaciones, la Adminis-tración Municipal, el canal comunitario Támesis Te Ve, la Agrupación de Caminantes de Támesis (Acata), el Circuito económico (alternativas económicas para los pequeños agricultores), las acciones comunales, gru-pos de mujeres, profesores y amas de casa.

El Codeate realiza acciones orientadas hacia los temas legales, políticos, mediáticos y de blindaje del territorio. Ha hecho foros, cabildos abiertos, encuen-tros de concejales y ha convocado otras movilizaciones como la del 28 de noviembre de 2011 cuando la em-presa Solvista hizo una socialización en el Concejo para mostrarle a la población las bondades de la minería. La gente salió a la calle a manifestarse en contra de la empresa minera. Esta acción se repitió el 13 de febrero de 2012 cuando Solvista hizo una nueva presentación al Concejo.

“A comienzos del 2012 tuvimos una reunión con el Alcalde, quien nos manifestó su preocupación por la minería. Pedimos una reunión con el Concejo y encontramos mucha resistencia, nos habían organiza-do una manifestación en el parque, nosotros fuimos con mucho respeto pero lamentablemente lo que reci-bimos no fue con respeto, simplemente nos retiramos de la reunión”, asegura el Gerente de Solvista, José Da-vid Castellanos Segura.

En 2012, del 20 al 22 de julio, se convocó a una vigilia por la defensa del territorio, en la que participa-ron más de 5 mil personas. Se realizó un recorrido por el Cerro Cristo Rey con un ayuno de 24 horas, mientras en el parque principal se movilizaban comparsas que exigían amor a la tierra por encima de los intereses económicos. Cerca de 90 artistas se reunieron en el parque alrededor de la música.

Estas movilizaciones ciudadanas cuentan con el apoyo de la Asociación comunitaria de televisión y ra-dio de Támesis, que aunque reconoce que como canal debe manejar la imparcialidad, el subdirector Daniel Vasco asegura: “Tenemos una posición contraria a la explotación minera en el municipio, y esto se eviden-cia en la programación”. Anuncian y acompañan las manifestaciones y también incluyen en la programa-ción documentales de diferentes países en los que se explican los perjuicios que la minería lleva a los lugares de explotación.

A pesar de las acciones de la comunidad tame-sina y de los diferentes medios que se han utilizado para informar acerca de la problemática de la minería, el gerente de Solvista expresa que “por falta de conoci-miento o por algún sentimiento la gente está en contra de la minería. También por motivación de organizacio-nes en contra de la minería en el mundo, en las cuales los grupos nacionales encuentran trabajo y les pagan por eso, llegan a alebrestar a la comunidad y a confun-dirla con cosas que no son ciertas”.

sí haY MInEría, PEro Es PoCa “Las empresas mineras desplazadas del nordeste an-tioqueño, porque fueron compradas por trasnacio-nales, se están tomando el Suroeste”, afirma Herman Vergara.

A pesar de que en Támesis se prohíbe la mine-ría, en el sector de La Esperanza, en la parte alta del río Cartama hay una mina que está en proceso de legali-zación pero no tiene permiso de explotación, y según el alcalde Juan Martín Vásquez Hincapié de ésta tiene conocimiento la Secretaría de Minas de Antioquia. “En el municipio no tenemos registro de minería ilegal, he escuchado comentarios de que han llegado a los ríos a sacar oro de manera artesanal, envié a la Policía pero no encontraron nada”, agrega.

A pesar de que son pocos los indicios de mi-nería en el municipio, ya hay aguas y suelos que se han visto afectados. “En la vereda Cedeño Alto, en el corregimiento de San Pablo, ya hubo afectación a un acueducto multiveredal, por una exploración de oro ilegal, llamada La Esperanza, y donde hay cerca de 70 hombres, casi todos de otros lugares. Los campesinos han denunciado acidez en la tierra”, indicó al periódico El Tiempo María Elcy Ospina Mejía, secretaria de Pla-neación de Támesis.

También se han denunciado impactos en la sa-lud, propios de la minería, en donde se iniciaron los procesos de exploración. Se han encontrado enferme-dades pulmonares, de la piel y cáncer.

El Alcalde denuncia que cuando hay minería ile-gal es labor suya enfrentarse a los ilegales y cerrarla, pero es trabajo del Ministerio de Minas otorgar permi-sos, entonces los mineros quedan agradecidos con el Ministro mientras el objetivo militar es el Alcalde.

no Es sufICIEntE Con rEChazar la MInEría“Hay que aclarar algo: un campesino puede estar en contra de la minería, pero si tiene una tierrita y mucha necesidad, es capaz de venderla. El agro en Colombia no es rentable, no tenemos cultura de la agricultura, entonces eso no nos da para vivir, a pesar de que tene-mos unas tierras hermosas. Si me ofrecen buena plata, yo vendería porque toca”, expresa el finquero Gerardo Velásquez.

En Támesis a un campesino se le paga, por el jornal, de 18 a 20 mil pesos y llega una minera que le ofrece un salario más alto, de 35 a 40 mil pesos, lo llena de ilusiones y le hace olvidar el impacto ambiental que este trabajo produciría. En Colombia no hay políticas fuertes para defender al campesinado; esto se eviden-cia en el desplazamiento económico que sufre Támesis. Hace 15 años era un municipio con 25 mil habitantes, hoy es de 15 mil 300. El 40% de la población que ha perdido Támesis en los últimos años ha sido campesina.

“El desestimulo al campo es bastante preo-cupante, las transnacionales quieren crear ciertas si-tuaciones anómalas en él para que los campesinos se vayan hacia la ciudad, que se aburran y tengan que vender la tierra. Aparecen estas ofertas, y el campesi-no cansado, sin saber qué hacer y sin alternativas, se tiene que ir”, manifiesta Herman Vergara.

Por estas razones, es importante que no sola-mente se informe y eduque a la población acerca de los impactos ambientales que traería la minería como

la pérdida de la biodiversidad, la contaminación de las aguas e impactos sociales como el desarraigo de las comunidades y el rompimiento del tejido social, sino que también es necesario que se creen políticas que ofrezcan más incentivos económicos al campesinado para que no se vea en la obligación de entregar sus tierras, no por decisión, sino por necesidad. O al me-nos de políticas más redistributivas que disminuyan las desigualdades sociales y económicas entre quienes trabajan la tierra y las industrias.

Támesis es patrimonio de Colombia por sus ri-quezas hídricas, auríferas y montañosas. Es un terri-torio que conserva fauna y flora en vía de extinción como la palma de cera, el loro orejiamarillo y el gallito de roca. Además, cuenta con 80 kilómetros cuadrados de vestigios prehispánicos que la convierten en una zona arqueológica importante. Es por esto que los ta-mesinos exigen el cuidado de su territorio: “El tesoro de nosotros no es el oro, los nuestros valen más que el oro: el tesoro de la vida, el tesoro del agua”.

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sEMIllas dE sol Para los MInEros En burItICá

El oro une y condiciona el pasado, presente y futuro de Buriticá. Este mineral, ligado a leyendas, brujas y hasta al diablo, es una bendición para los habitantes del pueblo pero también les deja el sin sabor de una posible condena.

Carolina Campuzano Baena / [email protected] Andrea Calderón Ruiz / [email protected]

Minería para rato

No es un secreto que la minería es un golpe de suerte en el que si se está de buenas en sólo tres días de trabajo se puede ganar diez millones de pesos. Foto: Carolina Campuzano Baena.

Buriticá, municipio de calles asimétricas e inclinadas, está ubicado en el occidente de Antioquia a 127 kiló-metros de Medellín. El lugar era habitado por indíge-nas liderados por el cacique Buriticá cuando, en 1539, llegaron los españoles al mando de Juan Badillo, quie-nes buscaban el Tesoro de Dabaibe, diosa de los indí-genas antioqueños.

Esta expedición capturó al Cacique para obli-garlo a indicar la ubicación de los yacimientos de oro. Sin embargo, Buriticá prefirió suicidarse antes que en-tregar las minas del territorio, y como no murió en el intento, el mismo Badillo lo condenó a muerte en la hoguera. Y así, por este mineral, comenzó la historia del municipio, fundado en 1614.

Las minas que convirtieron al indígena Buriticá en leyenda, igual que a la minera española más reco-nocida del municipio en el siglo XVII, María Centeno, fueron trabajadas hasta el siglo XVIII. Según informes de José Barón de Chávez, capitán y Gobernador de la provincia de Antioquia: “La fundación de Medellín contribuyó a la decadencia de las minas, por haberse pasado a la nueva ciudad varios antioqueños dueños”.

A partir de ese momento los buriticenses en-focaron su vocación hacia la agricultura: café, fríjol y maíz. Aunque la minería se siguió practicando de ma-

nera tradicional y a pequeña escala, a finales del siglo XX la actividad de extracción de oro se reactivó.

El MunICIPIo volvIó a aParECEr En las notICIasTal vez el buriticense Álvaro Girón Campo también se convierta en leyenda gracias al oro, pues en la década de los ochenta fue quien mostró a Robert Allen, un estadounidense integrante del Grupo Bullet y de la multinacional canadiense Continental Gold, uno de los mayores yacimientos de oro: la mina Yaraguá, donde está el principal proyecto de esta empresa que cuenta con 28.920 hectáreas en las que se llevan a cabo pro-yectos de exploración y explotación de oro.

Girón Campo sintió lástima por el gringo que no contó con suerte cuando compró a ciegas, desde Estados Unidos, una mina sin oro por 270 millones de pesos a Valerio Carvajal, y, por ello, le enseñó el yaci-miento que le había mostrado a los 22 años una bruja amiga suya de Dabeiba.

En Colombia, las multinacionales pueden ex-plotar los recursos mineros del país si cumplen con las

dos condiciones básicas que pone el Estado: tener ca-pacidad técnica y financiera. El problema es que en Bu-riticá los extranjeros conviven con los mineros informa-les que también explotan el terreno, razón por la cual los roces entre ambas partes aumentan con el tiempo. ¿Quién tiene más derecho a explotar el terreno?

¡sE arMó la gorda!El 11 de julio de 2012 se desató en Buriticá un

suceso conocido como “El revolcón”, en el que la fuer-za pública, por orden del alcalde Carlos Mario Varela Ramírez, dinamitó 36 socavones en los que laboraban en la informalidad aproximadamente 600 mineros. Según Varela Ramírez, él cumplía con el Amparo Ad-ministrativo solicitado por Continental Gold, gracias al cual los beneficiarios de títulos mineros pueden pedir que se suspenda la ocupación y perturbación de terce-ros en las áreas objeto de sus títulos.

Aunque los mineros fueron avisados con tiem-po, hicieron caso omiso y se resistieron en el momen-to del suceso. Luego de la destrucción de las minas y del peligro que suponía trabajar en ellas, después de dinamitadas, los trabajadores continuaron allí, según cuenta Diego López, un minero informal de 23 años, oriundo de Segovia.

Y aunque en un plazo de tres años se espera la creación de 1.000 empleos directos por parte de Continental Gold, según indica Giovani Caro Uribe, director de Fiscalización de la Secretaría de Minas de Antioquia, para los pequeños mineros es más rentable trabajar como informales que como empleados de la multinacional.

El diputado de Antioquia Jorge Gómez Galle-go, asegura que “el alegato de la gente es que para conceder un título minero el solicitante debe repor-tar si en ese territorio hay minería de hecho (según el parágrafo 10 de la Ley 1382 de 2010) y Continental Gold no la reportó, entonces si fuéramos a ser legales totalmente, ese título está viciado”. Agrega que en Bu-riticá, desde la Colonia, la hay por tradición y ahora, la Asociación de Mineros Castilla de Oro de Buriticá, que acaba de afiliarse a la Confederación Nacional de Mineros de Colombia, cuenta con aproximadamente 200 pequeños mineros.

Ante la presión de dicha asociación, la Secre-taría de Minas solicitó a Continental Gold una cesión de áreas para los mineros informales. Ellos pedían 150 hectáreas como mínimo, pero la empresa sólo ofre-ció diez y en una cola de la mina. De acuerdo con lo manifestado por Caro Uribe, la multinacional no está en la obligación de hacer la concesión de predios. “El problema es que la minería informal va a seguir in-crementándose porque Colombia es un país lleno de desempleo o empleo informal, donde el 60% está en el rebusque. Finalmente, el tema es de subsistir”, co-menta Jorge Gómez Gallego.

De Buriticá se dice que es altísimo el porcentaje de oro mezclado con tierra, pues, al separar el mate-

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La Locomotora minero-energética es la que más porcentaje de inversión concentra, pues para su promoción está destinado el 17% del Plan Nacional de Desarrollo en contraposición al 2% que está pensado para el impulso de la actividad agropecuaria y el desarrollo rural. Foto: Carolina Campuzano Baena.

rial extraído de la veta hasta el 20% corresponde a este mineral. De ahí que hayan llegado en busca de empleo poco más de mil mineros de otros municipios como Frontino, Segovia, Amalfi, Vegachí y Remedios.

Gracias a este fenómeno se han dado varios cambios en el municipio. Mercedes Borja, quien fue-ra concejal en Buriticá por 25 años, cuenta que antes del auge de la minería informal el pueblo era más cal-mado. Ahora ya no hay casas ni piezas para alquilar incluso, algunos que llegan hacen “cambuches” en la montaña, cerca al socavón en el que trabajan.

Las formas de pago entre mineros y propie-tarios del suelo explotado consiste en un sistema de trueque: por cada 20 bultos extraídos, el dueño de un entable da dos al dueño del terreno, y divide en mita-des las ganancias con los mineros que trabajan allí; o, según el material extraído, se reparten cierto número de paladas. El juego de suerte está en que ninguna de las partes sabe con certeza la cantidad de oro que hay en la palada.

En el lenguaje coloquial de los mineros aún se aprecia la tradición colonial, de modo que el oro se pesa todavía en reales y castellanos (monedas que cir-cularon en España durante el reinado de los Reyes Ca-tólicos), y no en gramos. Por ejemplo: en 2012 una libra de oro, que son 100 castellanos de los cuales cada uno pesa 4.6 gramos y corresponde, a su vez, a 16 reales, equivalía en total a 32 millones 800 mil pesos.

¿QuÉ haCE un MInEro InforMal Con tanto dInEro?“Me da pena, pero les voy a decir: la plata la utilizamos en la bebeta y las mujeres”, asegura el minero informal Muriel Vanegas. Y aunque según Juan Carlos Aguinaga, habitante de Buriticá, el pueblo se ha convertido en el sitio de tres personajes: “putas, viciosos y borrachos”; con la minería informal el comercio se ha incrementado.

Con Continental Gold han tenido varios proble-mas. Uno de ellos es que la multinacional ha generado discordia entre los trabajadores, pues si un empleado se relaciona con un minero informal, puede ser sus-pendido hasta por una semana.

Además, a pesar de que la multinacional dupli-có en octubre de 2012 la estimación de los recursos de Buriticá a 1,64 millones de onzas, desde 630 mil onzas estimadas en 2011, y que con esto aumentó sus accio-

nes cotizadas en la Bolsa de Toronto, Canadá; los bu-riticenses dicen no percibir los dineros que deberían invertirse del sector minero. Frente a esto, Giovanni Caro Uribe señala que ni Continental Gold ni otras mi-neras cumplen con un listado de obligaciones sociales por normatividad.

José Mauricio Villegas, comunicador de la multinacional, reconoce que si bien la organización ha hecho proyectos en el pueblo, éstos son aislados. Por ejemplo: contribuyen con el proyecto de salud del Hospital de Buriticá y apoyan la asociación de mujeres y proyectos educativos, con el fin de crear condiciones favorables para el desarrollo del municipio cuando allí se acabe el oro.

“En 2011 ingresaron por regalías aproximada-mente 300 millones de pesos. Estos dineros se desti-naban por sectores: educación, salud y saneamiento. Se invirtió para crear Unidades Sanitarias Familiares (Unisafa: kit de solución sanitaria para zonas rurales)”, comenta Juan Gabriel Varela Urrego, secretario de Pla-neación Municipal.

La razón por la cual se desvía anualmente el uso social de los dineros por minería, es que en 1993 una volqueta de la Administración Municipal se accidentó porque el conductor manejaba en estado de embria-guez, accidente en el que fallecieron tres personas y ocho sufrieron heridas graves, cuenta Varela Urrego. Por esto, Buriticá contrajo una deuda de $1.627 mi-llones que el Consejo de Estado obligó a la Alcaldía a pagar 382 millones de pesos anuales a las familias perjudicadas, lo que significó un déficit fiscal para el pueblo, que está siendo saneado en parte con regalías que ingresan por la minería.

Además, hay que agregar que el presidente Juan Manuel Santos aprobó la Ley 1530 del 17 de mayo de 2012, por la cual los recursos mineros se destinarán al desarrollo regional más allá que al departamental, para hacer más equitativa la repartición de estas com-pensaciones que ya no serán gestionadas desde las alcaldías. Antes, el 80% de estos dineros se destinaba a los departamentos, mientras que el 20% iba al Fon-do Nacional de Regalías; por eso, los municipios ya no pueden contar con el mismo dinero de antes.

“El sufrIMIEnto dE la tIErra”Gran parte de las tierras donde la multinacional se de-dica a la exploración y explotación del oro, han sido

compradas a los campesinos que laboran en los co-rregimientos como El Naranjo y Guarco, que han sido zonas principalmente cafeteras.

Las compras se han hecho de manera legal y los habitantes han vendido las tierras por grandes su-mas de dinero a Continental Gold. Sin embargo, ¿qué van a hacer las personas con el dinero que les dan, de qué vivirán, si su vocación estaba en la agricultura? Según comenta Eugenia Úsuga Higuita, administra-dora en Buriticá de la Cooperativa de Caficultores de Occidente, hay que tener presente que tras la activi-dad minera esas tierras no serán útiles, pues el suelo ya está perforado y se han utilizado explosivos y quí-micos que quitan garantías para la productividad de cosechas. Y, por otra parte, el ingeniero Jorge Molina, dice que es falso el detrimento que se produce en los suelos.

Aunque la minería de socavón profundo es me-nos agresiva en cuanto a contaminación y las multina-cionales tienen proyectos para la reutilización del agua y la transformación de los contaminantes, de acuerdo con los testimonios de algunos mineros informales, a través de un video que hicieron, parte de los desechos de Continental Gold llegan al río Cauca sin ningún tra-tamiento.

Y aunque el impacto ambiental no sea tan fuer-te, las empresas mineras también disminuyen la uti-lidad en la agricultura. En agosto de 2012 esta com-pañía recibió el permiso ambiental de la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Coran-tioquia) para la construcción de una vía de seis kilóme-tros y de un túnel de un kilómetro, para avanzar en la perforación subterránea.

La minería ha provocado que Buriticá cambie de vocación productiva. Tabacal y Llanos de Urarco son dos de los corregimientos que concentran mayor población rural y conservan una vocación cafetera. No obstante, encontrar quién recoja café es difícil, pues las personas prefieren trabajar en una mina que ga-narse $20 mil por un jornal en una cosecha.

El problema para Buriticá y demás pueblos es que la minería es una actividad transitoria, por tratar-se de recursos no renovables. Si la actividad agrícola se olvida, los pueblos tienden a convertirse en muni-cipios fantasmas. Pero la historia no acaba, el “boom minero” apenas está andando y de la Locomotora mi-nero- energética del gobierno de Santos sólo se medi-rán resultados cuando éste acabe la gestión.

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“nuEstro oro Es vErdE”

No quieren que sus montañas se transformen en minas de las empresas multinacionales. En oposición al llamado Cinturón de Oro de Colombia, como se le denomina a esta zona, los ciudadanos del Suroeste antioqueño conformaron el Cinturón Occidental Ambiental.

Laura Betancur Alarcón / [email protected] Pablo Ramírez Martínez / [email protected]

El pueblo reclama

La pretensión con los acuerdos municipales en cada municipio es que en un futuro esta zona del Departa-mento pueda conformarse como provincia. Foto: Sara Luna Ruiz Montoya.

Sobre una tierra de cafetales oculta entre los brazos de la Cordillera Occidental y las corrientes del río Cauca, ocho pueblos de historias comunes y tradición antio-queña componen una línea dorada: el Cinturón de Oro de Colombia, denominación que el Gobierno Nacional le otorgó a la zona por su riqueza aurífera.

El camino que parte de los municipios de Supía, Riosucio y Marmato en Caldas, entra al departamento antioqueño por Caramanta. De allí continúa hacia el Norte por Valparaíso, Támesis, Jericó y Tarso; y luego se extiende al Occidente hacia Pueblorrico, Andes y Jardín.

Pese a que son territorios con vocación agrí-cola, en los que se cultiva plátano, café, cardamomo, caña de azúcar y cacao, entre otros, las políticas del ac-tual Gobierno y los intereses de las compañías extran-jeras, podrían convertirlos en zonas de explotación de oro y otros minerales.

El presagio de este boom minero que en los úl-timos meses ha ocupado parte de la discusión nacio-nal sobre la explotación, comenzó en 2005 cuando lle-garon a Támesis y Caramanta las primeras empresas.

Las comunidades expresaron su desacuerdo frente a las acciones de estas compañías, y aunque por dos años pensaron que el tema había quedado atrás, en 2007 iniciaron exploraciones en Jericó, municipio aledaño. Esa vez no se prendieron las alarmas en el Suroeste; ni siquiera en Pueblorrico, pueblo contiguo, se enteraron de la presencia de la multinacional An-gloGold Ashanti.

Esta es una de las empresas que ha obtenido el título de exploración otorgado por el Ministerio de Minas y Energía. No se tiene claridad del número de títulos porque el Catastro Minero actualizado no es de conocimiento público, pero según afirmó Claudia Cadavid Márquez, secretaria de Minas de la Goberna-ción de Antioquia, en declaraciones para el periódico El Tiempo, cerca de un 90% del territorio del Suroeste está entre concedido y titulado para exploración. Es-tos títulos otorgan el derecho a explorar durante tres años, que son prorrogables.

En respuesta, organizaciones, líderes campesi-nos y ciudadanos, conformaron el Cinturón Occiden-tal Ambiental (COA) en 2011, movimiento que busca defender el territorio de la minería. Manifestaciones, foros, encuentros y hasta un acuerdo municipal que quiere firmarse en cada pueblo, son las únicas vías que

los ciudadanos han creado para expresarse y aportar otra visión sobre el futuro de sus tierras.

La problemática no es idéntica en cada muni-cipio, pero las acciones populares buscan integrarse para frenar lo que ellos denominan la “Locomotora minero-energética y su paso destructor” por los cami-nos de este trapecio de oro.

El PuEblo a la CallE Mineros “heridos” con sus palas y carretas recorrie-ron las calles de Pueblorrico el 20 de julio de 2012. No venían de los socavones oscuros y profundos sino del Sena. Eran estudiantes disfrazados que querían sim-bolizar, con sus moretones, las consecuencias de la minería en el pueblo. Por esos días, otros vecinos col-garon sobre ventanas y balcones pancartas en contra de la explotación.

Así recuerda Yamid Gónzalez Díaz, líder del COA en este municipio, cómo sus habitantes comenzaron a participar y a movilizarse por la inminente amena-za. En principio, la sorpresa del líder fue el desconoci-miento que había al respecto y más cuando descubrió que su municipio hacía parte del Proyecto Quebrado-na, iniciativa de extracción de oro, y que existen once trámites de concesión minera para ejecutarse en trece veredas, según el Plan de Desarrollo 2012-2015 “Pue-blorrico con todos y para todos”.

Este líder comenzó a divulgar las denuncias del COA en el Periódico Calle 30, publicación independien-te que él dirige. Luego, se dieron los debates, foros y encuentros para advertir los riesgos ambientales y cul-turales. “El movimiento ha generado mucha inquietud. Por eso, cuando en el pueblo han hecho estudios de ri-queza de tierra y agua, como el que hicieron miembros del Servicio Nacional de Geología, las personas esta-ban alertas y denunciaron”, cuenta Yamid González.

Hasta el momento no ha habido un acercamien-to formal de las multinacionales a Pueblorrico. Gonzá-lez confía en que el trabajo de concienciación no es en vano: “El que pega primero, pega dos veces. Cuando las empresas mineras lleguen con su discurso bonito difícilmente la comunidad les va a creer”, concluye.

Contrario al caso de este municipio, en Jericó la comunidad y la Administración se acostumbraron a la presencia de la AngloGold Ashanti. León Henao, líder

comunitario, asegura ver cerca de quince camionetas blancas de esta multinacional recorrer las calles. “Esos carros son conocidos por todo el mundo y deambulan por ahí con el visto bueno de las autoridades”, agrega.

A pesar de que nueve de los once concejales de Jericó, también conocida como la “Ciudad culta de An-tioquia”, se declararon en contra de la minería en un cabildo abierto, hasta el momento la situación en el municipio no presenta mayores avances, puesto que, según Henao, “la Administración Municipal está com-prada por la empresa AngloGold Ashanti”.

Según este líder, dicha multinacional patrocina una serie de fiestas periódicas que la Alcaldía realiza en las veredas del pueblo; y además, conjetura que la compañía se ha encargado de “comprar” a las escue-las y a los campesinos de la zona.

Para Henao, la situación de su territorio es “problemática” porque por la “tradicional cultura” del pueblo, desde la Alcaldía no son bien vistas las ma-nifestaciones emprendidas con el fin de mostrar des-acuerdo frente al tema, de manera que los jericoanos no cuentan con la posibilidad de alzar la voz.

Por su parte, en Caramanta los moradores vie-nen enfrentándose también a las empresas mineras Solvista, AngloGold Ashanti, Medoro Resources y Ca-ramanta Conde Mine, que, según Alfonso Patiño, líder del pueblo y miembro de la Asociación Campesinos y Campesinas, tienen solicitado el 90% del territorio para fases exploratorias.

Este colectivo, por considerar que la minería a gran escala “nunca será responsable ni sostenible ni socialmente justa”, emprendió desde principios de 2012 una serie de recorridos por las veredas del pueblo, con el fin de reconocer el territorio y evaluar qué tan negativo podría ser un trabajo de exploración adelantado allí.

En mayo de 2012 encontraron en la vereda Conde Parte Alta una tala de árboles para crear ca-minos y puentes necesarios para las exploraciones de una de las compañías. El caso fue expuesto a Corantio-quia y la respuesta fue que no conocía el tema. Ante esta denuncia y otros asuntos relacionados, el perió-dico Contexto contactó a dicha entidad; sin embargo, hasta el cierre de esta edición, no hubo respuesta por parte de su equipo de comunicación.

No obstante, se logró detener la acción de la multinacional, pues Alfonso Patiño asegura que la pre-servación del medio ambiente es vital, si se tiene en cuenta que “el municipio está ubicado sobre una falla geológica, y por ser un terreno inestable, no soporta-ría los atropellos con explosivos y los grandes movi-mientos de tierra que requiere la minería”.

Si en Caramanta la deforestación es el proble-ma, en Andes son los recursos hídricos. En agosto de 2012, en el río Santa Rita, un vertimiento de cianuro contaminó las aguas y envenenó a 112 peces. El Alcal-de denunció frente a Corantioquia el caso de la vereda

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“¿la minería es una necesidad para qué y para quiénes?

Es una forma de seguir aumentando la riqueza de pocos. no se está haciendo para una necesidad

humana, sino económica”, sostiene Juan Ceballos, abogado ambientalista.

En noviembre de 2012, cientos de personas de los 8 municipios del Suroeste realizaron una travesía a pie por las montañas en rechazo a la minería. Foto: Katherin Delgado Franco.

donde se concentra la explotación minera de oro de la AngloGold Ashanti, pero el informe de esta institu-ción ambiental no tuvo repercusiones concretas para la compañía, asegura el alcalde Elkin Darío Jaramillo Jaramillo.

El burgomaestre considera que el municipio en-trará en una situación caótica y que hasta el momento el acompañamiento de la Gobernación y Corantioquia no es el adecuado. “Nosotros nos sentimos muy solos en el tema del control de la minería. Necesitamos que Corantioquia asuma todo lo relacionado con el medio ambiente y que el Departamento haga los controles fiscales correspondientes”, denuncia.

Desde la administración local se ha creado la Mesa Ambiental que apoya mesas de trabajo sobre alertas tempranas donde participan varias dependen-cias de la Gobernación. Sin embargo, son pocas las he-rramientas que tiene la Administración de Caraman-ta para exigir el respeto a sus recursos naturales, por tanto el alcalde espera la ratificación del acuerdo en Támesis para aplicarlo en su municipio.

aCuErdos MunICIPalEs: altErnatIva CIudadana De camino a un cabildo abierto en Jericó, Juan Ceba-llos, abogado ambientalista, imaginó una locura jurídi-ca: crear un acuerdo en el que cada municipio prote-giera sus territorios de la explotación minera. En ese

jurídico, determinó que es necesario que cada munici-pio fije el impacto ecológico de la actividad minera en su territorio, para que la conservación de éste sí sea un motivo de peso jurídico que sustente el acuerdo.

En noviembre de 2012 se promulgó el segun-do Acuerdo en Urrao, municipio que no pertenece al “Cinturón de Oro”, pero que también está implicado en las solicitudes mineras. Para Luis Eduardo Monto-ya Urrego, alcalde del municipio, se busca blindar una tierra caracterizada por la variedad climatológica, que asegura la preservación de la fauna y la flora, las reser-vas de selva y la abundancia del recurso hídrico.

Del mismo modo, a finales de ese mes, Jardín firmó el Acuerdo Municipal. El alcalde y 13 concejales de ese municipio, caracterizado por la tradición cultu-ral y agrícola, prohibieron, mediante el instrumento jurídico, la extracción de materiales del subsuelo.

En los demás municipios la situación es disímil. Por ejemplo, en Pueblorrico los concejales han par-ticipado de foros del Cinturón Occidental Ambiental, pero aún no se tiene claridad sobre la posición de la Alcaldía; en Caramanta el Concejo está dividido entre opositores y partidarios de la minería y, en Andes aún no se ha hecho el debate del acuerdo.

Por su parte, en Valparaíso, el corporado Juan Carlos Cardona Restrepo, asegura que dada la oposi-ción de la comunidad a la actividad minera, el Concejo municipal se reúne cada semana para discutir sobre las consecuencias de las obras de minería, puesto que hoy hay tres empresas dedicadas a la exploración en lugares como la vereda El Líbano.

que se pretende es impulsar las economías propias, darles mayores oportunidades y respetar la vocación agrícola”, afirma Tatiana Rodríguez Maldonado, coordinadora de Censat en el Suroeste.

En esta misma línea, Yamid González Díaz, líder en Pueblorrico, considera que la tarea de la moviliza-ción está también en reconocer qué se tiene cultural-mente en el territorio y proponer políticas culturales alternas. “Tenemos que trascender. Si nosotros le va-mos a decir no a la minería, uno de nuestros retos es generar propuestas”, expresa.

Otra de las razones para rechazar la minería es el cuestionamiento de su pertinencia. “¿La minería es una necesidad para qué y para quiénes? Es una forma de seguir aumentando la riqueza de pocos. No se está haciendo para una necesidad humana, sino económi-ca”, sostiene Juan Ceballos, abogado ambientalista.

Movilizaciones como la de los municipios del Suroeste o la que se dio en 2011 por el Páramo de San-turbán en Santander, han fortalecido la lucha por el agua en el país. Valeria Llano Arias, comunicadora so-cial-periodista e investigadora de los movimientos en defensa del agua asegura que las comunidades afecta-das por este fenómeno han construido redes significa-tivas de apoyo que cuestionan temáticas como los de-rechos humanos, los bienes comunes y la apropiación de los recursos naturales. “Antes, estos temas sólo eran manejados por pequeños grupos, ahora sabemos que nos afectan a todos”, concluye.

El futuro de estas movilizaciones es incierto. El debate jurídico por los acuerdos municipales en 2013,

momento no se acogió la propuesta allí, pero meses después, en septiembre de 2012, Sergio Ruiz Ossa, concejal de Támesis, la presentó, pasó el primer deba-te y se aprobó por unanimidad.

“Más que un acuerdo es una compilación cons-titucional de todo lo que se puede permitir en autono-mía territorial para hacerle una oposición a la mine-ría”, expresa Ceballos, quien defendió la propuesta en Támesis. El acuerdo crea una protección especial en el territorio y prohíbe algunas prácticas. Se fundamen-ta en principios de la Constitución como la soberanía popular y la autonomía territorial para la defensa del patrimonio ecológico y cultural.

Sin embargo, de acuerdo con la interpreta-ción jurídica puede carecer de validez, puesto que un acuerdo es un instrumento jurídico inferior al Código de Minas que es una Ley ordinaria. “Nosotros nos pre-guntamos qué tan legal es el acuerdo de Támesis... si tiene todas las bases jurídicas, nosotros lógicamen-te estaríamos de acuerdo con firmarlo”, opina David Alonso Toro Cadavid, alcalde de Jericó.

Para Ceballos esto es equívoco, en tanto el acuerdo se soporta en los principios de la Constitu-ción, que es ley de leyes. Así mismo, la Federación Co-lombiana de Municipios, en su análisis del documento

Pese a la intención de los gobiernos municipales de los pueblos que pertenecen al Cinturón de Oro de Colombia, de establecer el acuerdo que proteja a sus respectivos territorios y al medio ambiente, continúan a la espera del futuro incierto del Acuerdo de Támesis, Urrao y Jardín. Hasta el momento, éste se considera le-gal y puede frenar el trabajo de las empresas mineras; sin embargo, perdería validez si los tribunales departa-mentales o la Corte Constitucional determinan que va en contravía del Código de Minas. Es una batalla legal entre ciudadanos y empresas que aún no inicia.

El futuro dE la tIErra Como contraparte al desarrollo social desde la mi-nería, el Cinturón Occidental Ambiental, junto con la organización no gubernamental Censat Agua Viva, tra-baja en la consolidación de una Escuela de sustentabi-lidad en la que diferentes organizaciones construyen un modelo propio de desarrollo económico y social.

Ni la minería artesanal ni a gran escala tiene ca-bida en estas visiones. “Aquí entendemos que la mine-ría, hágase como se haga, significa una transformación radical del territorio, y defendemos a éste y al agua. Lo

la erradicación de la minería informal y el desconoci-miento sobre las concesiones, los títulos y los planes de manejo ambiental de las empresas, son factores que afectarían estos territorios. Sin embargo, los líde-res del Cinturón Occidental Ambiental creen que su labor hará historia, porque por primera vez los ciuda-danos de ocho municipios se unen en contra de las políticas nacionales.

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un PIratadE Montaña

Manuela Saldarriaga Hernández / [email protected] Hebert Rodríguez García / [email protected]

desde que “vio” arder la montaña, no ha podido abrir sus ojos

La fiebre de oro no es sólo de multinacionales; hombres oriundos de Jardín se pierden en las montañas como si por cuestión del azar fuera un delirio compartido.

“¿Usted sabe lo que es un tipo fantasio-so?”, pregunta Jorge y clava una mirada enigmática bajo un ceño fruncido, se silencia y luego responde: “Fantoche. Demasiado bulloso. Sin tener bases concretas de lo que está diciendo. Pero cuidado, lo que yo digo es la verraca realidad de lo que he estudiado. Es lo que sé de minería”.

La vida de este minero es una a ojos cerrados. A veces quiere abrirlos; hacer caso a lo que dicen. Abandonar esa búsqueda que lo hace sentir vivo, que lo hace parecer un loco. Es simple-mente un hombre: Jorge Rendón. De sus 65 años, 20 los ha dedicado a explorar los intestinos de las montañas de la mina de oro en la que nació: Jardín, Antioquia.

Por alguna razón olvidada, los re-covecos de esta historia están adorna-dos como las chambranas de ese pue-blo ubicado al Suroeste antioqueño, de tonalidades claras y oscuras; represen-taciones de la realidad que, por sus con-trastes, resultan convertidas en ficción.

Cuando aún era un niño, Jorge fantaseó con una puerta que se abría desde la falda de una montaña, primero se veía un carbón que ardía, y después el monte se iba calcinando hasta con-vertirse en oro. “Esa es la cosa más be-lla”, agrega; “lo tomé como un mensaje para la minería. El oro: la verraquera”.

A cuarenta minutos de Jardín, en jeep, entre tecas, pinos y nogales, cul-tivos de café, sembrados de lulo y plá-tano, Jorge se refugia en su guarida, al lado del lecho del río Dojurgo. Tres pe-queñas casas de madera como islas re-posan con sus techos de una vieja lona de camión y a través de las ventanas pueden verse unos cuadros de mujeres desnudas estampadas en almanaques viejos y pálidos, al lado de retratos fami-liares y una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Este hombre de ojos grises, ca-bello cenizo, piel ajada y expresión mística, parece un pirata, uno de esos que perdió su pierna, como en el caso de Jorge, que al mejor estilo de El Qui-jote, su batalla fue contra un molino. “El dedo lo perdí en una molienda re-moviendo el oro de las rocas”, explica mientras enseña sus manos de lija con el índice izquierdo cercenado.

Hace seis años se mudó a la montaña por la que bajan las heladas aguas que nacen del cerro San Rafael, cinturón de oro que esconde La Fortu-

na, nombre que escucha desde que era pequeño cuando los viejos del pueblo narraban historias de “esa mina gigante y hermosa que hay pa’rriba”.

En el monte una roca le dio 37 gramos de oro, pero era una roca suel-ta y no la mina gigante y hermosa que él buscaba. Después, organizó con seis compañeros una expedición en la que le invirtió un millón de pesos pero no ob-tuvo nada. “Comenzamos a hacer cue-vas, pero ellos hicieron papeles de todo eso y no me convidaron; cuando les hice el reclamo, me dijeron: ‘Usted se nos está robando el oro’ y me llevaron a la Inspección para que yo no pudiera volver a subir”, recuerda.

Y fue por ese sueño que le des-veló la vida, que dejó sus antiguos pro-yectos en un cajón. Atrás quedó esa mujer que le iluminó los ojos o su traba-jo durante 16 años como supervisor de Calidad en Apartadó. Fueron 15 años de amor en las ornamentales calles de Jar-dín hasta que Jorge confesó su atracción por el oro y ella, insegura por la econo-mía del hogar, decidió regresar a Urabá. “Yo me quedé solo, teníamos una niña de seis años y eso me dolió mucho pero ella quería vivir allá y yo acá”.

Él la llama cada ocho días y ave-rigua por sus hijos y nietos y ella le pre-gunta que cómo va el proyecto y él le responde que “por ahora” excavando, haciendo caminos, aunque espera una “tierra prometida”.

Su fortuna es ese tesoro perdido en el pulmón de Antioquia que con el paso de la lava quebró la sierra y formó los macizos que conforman parte de la Cordillera de los Andes, llenándola de los minerales que Jorge ha perseguido durante varios años. “Le he pedido al Gobierno desde el 2005 que nos permi-ta explorar un pedazo de tierra para la comunidad, pero no había sido posible por un largo tiempo hasta ahora”.

De 22 mil hectáreas que confor-man Jardín, a Jorge se le permitió explo-tar hace poco tiempo un pedazo de tie-rra que abarca el 2% de la totalidad del terreno del pueblo. Son 400 hectáreas para que aquellos mineros que con ba-teas removían las piedras, abandonen el barequeo y tomen las botas, los cas-cos y las picas para que, al lado de Jor-ge, se conviertan en mineros de filón.

Cuando Jorge supo de la confir-mación que llegó desde Bogotá y que le

adjudicaba, a través del Código de Mi-nas con la Ley 285, ese territorio, que consiste en la posibilidad de explotar un predio porque está siendo ocupado y además es aprovechable, hizo el con-tacto con un empresario de Envigado, quien al parecer está interesado en in-vertir una fuerte suma de dinero.

Rendón asegura que en caso de que sea exitoso su imperecedero embe-leso con el oro, en algunos años podría tener una truchera con 50 mil crías, un hotel para interesados en internarse en la montaña a escuchar música clásica, además de tres fuentes de energía, una fábrica de cuartos útiles y un terreno en el Cauca para tener ganado.

“Hace dos años a mí me tildaban de loco porque me venía a explorar, pero aparecieron las multinacionales y ya no estoy loco”, comenta Jorge, fiel a su convicción de que “el futuro que tie-ne el oro en Colombia apenas está co-menzando”. Antes, en el pueblo le de-cían que dejara de buscar lo que nunca se le había perdido; sin embargo, lo que desconocían era que desde que “vio” arder la montaña, no ha podido abrir sus ojos.

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Mónica María Jiménez Ruiz / [email protected]

una construcción incompleta

PalaCIo dE la Cultura: hIstorIa Y PatrIMonIo dE la CIudad

El Palacio de Calibío o Palacio de la Gobernación se impuso como una de las construcciones más altas en la primera mitad del siglo XX en Medellín.

Aunque el viaducto del Metro no lo deja ver por completo, el Palacio de la Cul-tura Rafael Uribe Uribe hace parte de la memoria histórica y arquitectónica de Medellín, pues recoge historias de relevancia para la ciudad, si se tiene en cuenta que allí funcionó hasta 1987 la sede de la Gobernación de Antioquia.

Un aspecto particular del Palacio es que su construcción está incompleta –aun así se erige como una gran cons-trucción–, pues el diseño original no se llevó a cabo en su totalidad y la razón fue eminentemente económica.

En 1920, cuando Marco Fidel Suárez era presidente de Colombia y Pedro Nel Ospina gobernador de An-tioquia, se contrató al arquitecto e in-geniero belga Agustín Goovaerts para que “diseñara y construyera la sede del Gobierno departamental, que fue-ra adecuada para las necesidades de la época”, dice Luis Felipe Saldarriaga, ar-quitecto del área de Patrimonio Cultural del Palacio.

Saldarriaga explica que era nece-sario este Palacio de Gobierno, porque la “Gobernación de Antioquia funcio-naba en una vieja casa de tapia de dos niveles en la calle Boyacá con Bolívar, donde había 16 oficinas”. Entonces, la idea era hacer un palacio al mejor estilo europeo, es decir, una edificación mo-numental para la época, que fuera una sede “digna”.

La idea de palacio de Goovaerts incluía residencia para el gobernador y su familia, oficinas suficientes para que en el futuro no hubiera hacinamiento, un archivo histórico y que fuera un es-pacio agradable en el que el gobierno regional pudiera ofrecer sus servicios para la ciudadanía.

EuroPa: dEsEo dE ÉlItEsLa tendencia del estilo europeo en la ar-quitectura de la ciudad se puede expli-car a partir del afán de la élite antioque-ña por imitar los patrones de conducta europeos. “Durante ese tiempo todo lo trajimos de Europa”, señala Gustavo Arango Soto, docente de Humanidades en la Universidad Pontificia Bolivariana, porque “tanto la civilización colombina (todo lo que se construyó durante la época de la colonia española) como la moderna, tienen una notoria influencia de diferentes países europeos”.

Así, para principios del siglo XX, nuestras élites viajaron a París y a otras ciudades y trajeron modelos urbanísti-cos y arquitectónicos. Y como en Me-dellín no había una facultad de Arqui-tectura, “los arquitectos se traían del exterior, había franceses y belgas”, dice Arango Soto.

Por eso, el Palacio de Gobierno debía dominar sobre el entorno y ser imponente porque era un edificio para el poder: “Era necesario que la gente, al caminar por la calle, lo notara, tenía que ser más notable que la Iglesia y lle-gar a verse desde cualquier parte de la ciudad”, apunta el docente.

El Palacio reúne detalles de va-rios estilos europeos, por eso se le con-sidera como una construcción ecléctica, es decir, quienes lo hicieron tomaron elementos de diversas fuentes, “predo-minando aquí lo gótico, que Goovaerts llamó neogótico o gótico florido; tam-bién hay románico, Art Nouveau y Art Déco”, explica el arquitecto Saldarriaga; y Arango Soto agrega que “hay un gusto barroco por el adorno, el recargo y la ri-queza ligada a tener muchas cosas para mostrar”.

ConstruCCIón E InCoMPlEtaDe la propuesta diseñada por Agustín Goovaerts, sólo se logró construir un poco más de dos cuartas partes. El Pa-lacio “tendría más o menos 16 mil me-tros cuadrados, cuatro niveles y estaría rodeado de un jardín de 16 metros para hacer más imponente la edificación y hacer un retiro que sirviera como segu-ridad”, señala el arquitecto Saldarriaga.

La construcción inició en 1925 (a pesar de que Goovaerts tenía listos, desde 1920, los primeros planos y pre-supuestos), pero debido a la crisis eco-nómica de 1929 el gobernador Camilo C. Restrepo ordenó retirar los recursos para éste y su construcción fue suspen-dida por un tiempo. En 1932 se reinició el trabajo y mientras se avanzaba en él, el plano original fue intervenido en va-rias ocasiones. En 1966 se decidió de-finitivamente que el edificio quedaría inconcluso; prueba de ello es su frente posterior, bruscamente cortado. Salda-rriaga explica que “se construyó un 60% más o menos, o sea, se construyeron unos 9.600 metros cuadrados, que es lo que se tiene actualmente”.

De la edifica-ción construida se destaca la cúpula, que era un elemento muy apetecido por los ar-quitectos y que en el diseño de Goovaerts estaba destinada a “resaltar un espacio central, un espacio or-denador de los demás espacios, que era el auditorio Luis López de Mesa, recinto para la Asamblea Departa-mental”, dice el arqui-tecto Saldarriaga.

PatrIMonIo CulturalEn 1987, la Gober-nación de Antioquia se trasladó a La Al-pujarra y el Palacio pasó a ser la sede de la Identidad Cultural de la Gobernación de Antioquia (hoy Instituto de Cultura y Pa-trimonio de Antioquia), donde funcio-nan todas las dependencias municipales y departamentales relacionadas con la cultura.

Luis Felipe Saldarriaga dice que cuando funcionó allí la Gobernación, el edificio quedó muy deteriorado enton-ces: “Se inició un proceso de restaura-ción que terminó en 1999, cuando se entregó con una restauración total muy estricta que respetó la originalidad del Palacio”. La empresa encargada de ha-cerlo fue Conconcreto con la dirección de Rodrigo Restrepo Restrepo, arquitec-to de obras públicas.

Aunque desde los años 80 el Pa-lacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe se incluyó en la lista previa para la decla-ratoria de Monumento Nacional, sólo hasta 2005 se le declaró como bien de interés cultural del ámbito nacional y como tal “lo que se hace en él debe es-tar autorizado por el Ministerio de Cul-tura”, apunta Saldarriaga.

Luis Guillermo López Bonilla, antropólogo y líder del área de Patri-monio Cultural del Palacio, explica que hay dos grandes categorías en cuanto a patrimonio: el material y el inmaterial. Dentro del material hay patrimonio in-mueble como los edificios, los sectores

urbanos, y patrimonio mueble como los objetos de los museos o que no están fijos en el espacio. Y dentro del inma-terial están todas las manifestaciones culturales que se transmiten de ge-neración en generación: costumbres, danzas, culinaria, relaciones y usos del medio ambiente, lenguas, etc.

López Bonilla advierte que “el pa-trimonio cultural siempre será colectivo y se presenta en diferentes escalas: lo-cal, departamental, nacional y mundial. En Colombia hay más de cien bienes, edificios o sectores urbanos que son pa-trimonio material inmueble cultural de la Nación; este Palacio es uno de ellos”.

Con esto, el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe es un importante re-ferente “por su valor histórico, estético y simbólico, que debe ser conservado tanto en su aspecto interno como exter-no y para ello se le hace mantenimiento permanentemente para que no se dete-riore”, concluye Saldarriaga.

Por su parte, el profesor Arango Soto opina que el Palacio “hace parte de la historia de la ciudad, es memoria, es recuerdo y tiene un estilo que con-fronta con el del Museo de Antioquia y el del Hotel Nutibara, y que por des-gracia lleva una cicatriz en su frente: el viaducto del Metro”.

El edificio lleva el nombre Rafael Uribe Uribe en honor a este hombre de letras y de la política que le aportó mucho al país, impulsó el desarrollo del campo y fue un visionario de lo urbano. Foto: Catalina Rodas Quintero.

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aIrE dE flaMEnCoCamila Reyes Vanegas / [email protected]

laura herrera: una bailaora incansable

“El flamenco es ante todo, una vivencia”.

“Más que la danza, el flamenco representa mi vida”.

Hace algunos años, Laura emprendió una búsqueda que trascendió el tiempo. Tomó sus maletas y viajó a Nueva York. Allí encontró lo que quería hacer el resto de su vida: ser maestra y alumna del arte flamenco.

Hace 21 años, esta gitana de cabello tierra has-ta las caderas y ojos que brillan cuando baila, decidió comprar un boleto para “la ciudad que nunca duer-me”. En este viaje quería encontrar algo más de sí mis-ma, conocer una cultura y construir una nueva vida.

Cada día se entregó en alma y cuerpo a la danza flamenca. Estudiaba todo acerca de ella, y en los ensa-yos se dejaba llevar por los sonidos y los compases de las guitarras, las palmas y los tacones.

Durante el tiempo que compartió con sus maestros y amigos, el duende, ese que alguna vez llamó García Lorca “un poder misterioso”, se adentró poco a poco en los momentos más importantes de su vida y así surgió el camino que la llevaría a enamorarse del flamenco.

Por eso, ahora asegura que más que la danza, “el flamenco representa su vida”; una forma de com-prender el mundo y sus nociones más inefables como la alegría, la felicidad, la libertad, la nostalgia y la in-certidumbre.

Hoy, es una cantaora y bailaora incansable. Vol-vió a Medellín para enseñar a pequeños y grandes a sentir el fuego que inspira esta danza. Escribe poesía. Y en las noches, cuando reposa en el silencio de su casa, se entrega a sus gatos Manuel y Lola para compartirles sus vivencias del día.

artE dEl CoMPás, vIda Y fuEgoLaura eleva lentamente los brazos por su torso, ancho y fuerte. El cielo pareciera ser el aire que intenta aca-riciar con los dedos por encima de su cabeza, mientras sus pies permanecen firmes.

Su rostro es delicado y deja ver el brillo de unas mejillas sonrosadas. Abre sus ojos y el movimiento de sus manos continúa expandiéndose por todo su cuerpo.

Un adorno de flores y un candelabro ambientan el escenario. Viste un hermoso atuendo color naranja y azul que rodea su cuello y llega hasta los tobillos; en conjunto con unos tacones cafés que lleva ajustados para el momento del “taconeo”.

“El flamenco requiere mucho de fuerza, flama, llama. Es necesario utilizar todo el cuerpo para comu-nicar lo que se está sintiendo, porque cada movimien-to va contando la historia”.

Entre tanto, las castañuelas empiezan a sonar como cascos ligeros de un caballo y se quedan por lar-go rato llevando el compás. Luego, la voz de la gitana no se hace esperar y entona con fuerza una de las can-ciones de su repertorio: de la mano de Lorca.

Los espectadores, niños y adultos, siguen de cerca el giro que ahora hace suavemente con sus mu-ñecas, mientras los dedos se mueven como si fueran hilos que acarician…

“El cuerpo es el que transmite. Pero las palmas, la voz y el tacón son los instrumentos”, dice poética-mente.

Y es que el flamenco no es solo baile –movi-miento–, sino también cante y toque, porque cada uno de estos elementos le aporta a la historia que se está narrando. La expresión del rostro, la energía que proyecta el cuerpo, el impulso de la voz, el juego en el aire: todo significa.

En este sentido, la riqueza musical del flamen-co se debe principalmente al origen mismo con que nació, gracias a la fusión de diversos grupos étnicos como los tartesios, los fenicios, los romanos, los ju-díos, los griegos, los visigodos, los árabes y los gitanos, que le aportaron al género con sus voces e instrumen-tos y sus cosmogonías.

“El flamenco no es una música pura. Es una mezcla de etnias, el encuentro de múltiples culturas, que entregaron lo que estaba más arraigado en ellas”, expresa apaciblemente.

Todo esto se dio en la región de Andalucía (Es-paña) –el vientre de esta danza– que desde sus inicios la alimentó del folclor y de la música popular, propios de la cultura andaluza.

Con el tiempo, este espíritu ha prolongado su mestizaje y se encontró con otras culturas y otros gé-neros musicales como el rock, el blues y el jazz, y tomó el nombre de “El nuevo flamenco” o “Jóvenes flamen-cos”, que son la nueva generación que hace una fusión de la música flamenca.

Sin embargo, este movimien-to ha recibido numerosas críticas porque, a pesar de que aquéllos vengan o tengan alguna relación con el linaje gitano, no resaltan en su música la estructura clásica del flamenco como el compás, los modos tonales y las estructuras melódicas pro-pias de los cantes. Por ello, en gran parte, ha perdido su esen-cia y realmente pocos se han es-forzado para que conserve el color y la fuerza con que nació.

“Ahora se da un flamenco más comercial, más competitivo. A veces por la fama. Pero el flamenco es más que eso”, asegura.

Y a lo que se re-fiere la gitana es que esta danza –el fla-menco– es una búsqueda, una vivencia. Un viaje de ida y vuelta, un viaje constante en el que se aprende, se desaprende y se vive intensamente...

“Yo siento que nací en esas frecuencias. Que exploré conscientemente lo que iba a significar el flamenco para mi vida”.

Resultado de esta reflexión es la mezcla que hoy hace cuando enseña y asume su papel de

alumna de flamenco. Así mismo, lo fusiona con el tea-tro y la poesía y ofrece un repertorio de García Lorca, donde mezcla el cante, la danza y el toque, además de la dramaturgia.

De hecho, a través de la historia, el flamenco ha ido llegando a otros caminos, otros aires como el cine, la pintura, la ópera y la poesía. De ahí que se pueda apreciar “su flama” en múltiples formatos, miradas y escenarios.

El cante y el baile, tan diversos y ricos en ma-tices, han ofrecido al público flamenco historias cada vez más románticas, alegres y soñadoras, y otras veces dramáticas, nostálgicas y solitarias. Como dirían los gi-tanos, “cante jondo y cante liviano”.

Lo cierto es que en su camino, la maestra marca algo como valioso y es la diferencia entre baile y dan-za, pues para ella el primero representa la estructura, pero el segundo –y más importante para proyectar y significar el flamenco– es el contenido. En él está ese viaje de ida y vuelta, los colores y el ritual de magia y misterio que se vive con el duende.

El cuerpo de Laura entra en quietud y reposa finalmente sobre una silla de madera. El torso se con-forta. Las muñecas se deslizan suavemente sobre sus piernas.

Hace una pausa para tomar un nuevo aire. Lue-go, sus palmas comienzan a encontrarse para llevar el

golpe de los pies. La mirada de los presentes sigue atenta.

Por un instante, la luz del escenario devela el rostro de una mujer que ha lle-

vado la búsqueda por muchos años y que sabe que la respuesta siempre es inacabada.

Sin embargo, repite una y otra vez para sí misma… mientras abre los ojos relucientes, llenos de vitalidad, de secretos:

“Flamenco: arte del compás,

vida y fuego”.

Foto: Camila Reyes Vanegas.

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CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA 15PErFil

El PaPádEl

troMPoSarita Jaramillo Ramírez / [email protected]

los juegos típicos y artesanales siguen vivos

Antonio Díaz hace juegos recreativos y tradicionales de la calle. El yoyo, el trompo y la perinola nos recuerdan los tiempos pasados.

Tiene restos de madera y de aserrín por todas partes: en la camisa, en el pelo y hasta en los labios. Mientras me ha-bla no puedo dejar de mirar su boca. Es inevitable, pues se mete pedacitos de madera para masticarlos mientras me cuenta orgulloso que Sofía Vergara le había hecho una entrevista para el programa Fuera de serie, hacía ya unos años. De antemano alardea y se siente orgulloso de sus logros.

Estamos en la Feria nacional de arte manual en el Recinto Quirama de Comfenalco. Recuerda y me dice: “Se-ñorita, yo soy el máximo artesano de trompo”. Abadías Antonio Díaz, oriundo de Riosucio, Caldas, hace juegos recrea-tivos y tradicionales de la calle, esos mismos con los que jugaban nuestros padres y abuelos en la infancia. Lo que quiere con su trabajo es hacer que este entretenimiento típico no muera, que la gente se divierta con los juegos que lo acompañaron a él mientras crecía y siguen haciéndolo en su trabajo desde hace más de 30 años.

“Sí, yo mismo mejoré el trompo, el yoyo y la perinola”, y habla así, tan seguro, aunque sabe que muchos de los niños que pasaban por su lado no tie-nen ni idea qué son esas figuras en ma-dera que dan vueltas en el aire. En ese momento se acerca un niño. -Señor, ¿qué es eso?-Esto es un yoyo, esto un trompo y esto una perinola.-Peri ¿qué?-Perinola.

Antonio Díaz tiene una pacien-cia increíble a la hora de explicarle a un niño todo sobre estos juegos tradicio-nales y recreativos de la calle. Es tanta su pasión que más de cinco mil alumnos han pasado por el club de trompo Nue-vo milenio, todo por la paz, que él creó hace 18 años. “Yo creo que lo que esta-mos haciendo es inculcarle a los niños

la creatividad, la lúdica y el compartir con otros”, agrega Antonio.

El nIño QuE llEvaMos dEntroLa gente comienza a llegar a su puesto de artesanías. Esto es un negocio y un espectáculo, pues, al final nunca falta el aplauso de los espectadores. “Él es el centro de atención, además es muy pinchado. Apenas alguien se le arrima, se empieza a lucir, a tirar el trompo y a hacer trucos”, cuenta Mónica Bolívar, amiga de Antonio y docente de Educa-ción física en Caldas.

Y se cumple lo dicho: en el torno que él mismo hizo, Antonio moldea un pequeño trompo para hacer unos are-tes y ve que su esposa, Rosalba Salce-do, su mano derecha, le muestra a los clientes un truco. El hombre de 67 años se anima, detiene su trabajo y se une a su esposa.

Rosalba es su compañera des-de hace más de 20 años. “Él es como un niño grande, un pequeño mayor de edad”. Dice que su esposo no quiere de-jar morir a ese niño que tiene adentro y espera que los demás hagan lo mismo.

El troMPo los unEViajan por toda Colombia, van a colegios, bazares y ferias artesanales. Y hablo en plural, porque no es él solo, es todo un equipo el que lo acompaña. Él es el pro-tagonista, la estrella. Su esposa es quien vende en el toldo y la que responde las preguntas de los curiosos, porque no cualquiera se acerca a esa máquina rui-dosa, que parece peligrosa y expulsa el ri-pio de la madera nazareno que sobra por todas partes. De vez en cuando lo acom-

paña Lady Rodríguez, su hijastra, a los di-ferentes pueblos y para que sea todo un paseo, van más hijas y nietas.

Antonio, que ya por los años tie-ne arrugas por toda la cara, unas cuan-tas cicatrices en los brazos y las manos resecas y desgastadas, aprendió el ofi-cio viendo a otros artesanos hacer las figuras en madera y así comenzó su pa-sión. Se fue para Tuluá, Valle, el centro nacional de los trompos y perfeccionó su técnica. Lo bonito es que aprendió a usar el torno de madera para mos-trar cómo nace el trompo. No solo es venderlo, es mostrar cómo se fabrica y cómo se juega.

Ha intentado siempre llamar la atención de todas las formas. Por ejem-plo, hizo una perinola gigante del tama-ño de su cabeza que ya por los años le es difícil levantar; y también, unos trompi-tos para coleccionar más pequeños que una uña, con un costo de dos mil pesos. Los normales, los que todos compran, pueden valer cuatro o seis mil pesos.

Los curiosos que pasan por el lado se impresionan al ver con qué ra-pidez hace cualquier figura en madera. Pone un tronco pequeño en la máquina y con la mano, limas de metal y alicates, logra darle forma y diseño a cualquier objeto. Se demora menos de un minuto.

El Muro dE la faMaEn el barrio Las Orquídeas, al lado de la estación Madera del Metro de Me-dellín, está la casa de Abadías Antonio Díaz, Rosalba Salcedo, sus hijas y nietas. Es una vivienda sencilla, en la entrada está su taller. Madera por todas partes, bultos llenos de trompos, morros de aserrín que tapan los pies y tres máqui-nas donde lleva todo a cabo. No duda un segundo para llevarme a su “muro de la fama”.

Es una pared llena de recortes de periódico con Antonio como prota-gonista. Está una noticia del presidente Juan Manuel Santos tirando un trompo en la feria de Caldas y se ve al trompe-ro en la parte de atrás, tapado por las

cámaras y los reporteros. Hay un artícu-lo que me muestra orgulloso y asegura que es un periódico alemán. No tiene ni idea de que es danés, pero bueno… es internacional en todo caso. También hay diplomas y fotos. No cabe duda de que fama sí tiene el hombre, es el re-presentante de todos los artesanos en Colombia. “Me gusta divertir a la gente y a las cámaras. Entre más publicidad, mejor, porque doy a conocer los jue-gos”, dice Antonio mientras se ríe.

Este artesano sueña que cuando falte, su familia se encargue del negocio, porque, “¿quién más?”. Sueña que Ro-salba y sus hijas sigan queriendo tanto su trabajo y que sepan qué hacer para seguir con las artesanías y los juegos.

“‘Toño’ falta y todo se acaba. Si él no estuviera en este momento, los juegos tradicionales hechos en madera ya estarían olvidados hace rato”, afirma su esposa, aunque Humberto Gómez, creador de los Juegos recreativos y tra-dicionales de la calle, opina lo contrario: “Si Antonio falta no quiere decir que los juegos se vayan a olvidar, porque ya son una tradición, él ayudó a que lo fueran”.

Luego de verlo hacer trompos, yoyos y perinolas, y después de ju-gar con ellos, pude comprobar que los juegos son una pasión, son diversión e integración. Al final me surge una pre-gunta: ¿Cómo podría resumir quién es Abadías Antonio Díaz? - “Es un gitano, le encanta viajar. Es un personaje muy propio, cotidiano y po-pular”, cuenta Mónica Bolívar, con una gran alegría. - “Antonio ha sido una persona muy correcta, dedicada, sensata y creativa. Hace cosas importantes para el impacto social. No habla mal de nadie, no le tie-ne envidia a nadie”, asegura Humberto Gómez, su amigo.- “Él es un niño grande. Es el hombre más bueno que conozco, es respetuoso, tra-bajador y admirable”, afirma su esposa.

Abadías Antonio Díaz concluye: “Yo me considero una persona buena, comprensible y ejemplar”.

Y yo digo que Antonio es simple-mente “el papá del trompo”.

Foto: Sarita Jaramillo Ramírez.

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 35 Marzo 2013 16 REpORtAjE gRáfiCO

A través de una ventana o una puerta abierta hay una mirada indiscreta. Un ojo vigía que apunta y captura. Estas son las foto-grafías de un una mirada intrusa que captura espacios, gestos y silencios. El campo antioqueño, montañoso y colorido, pince-lado por un verde intenso, es el escenario de estas pinturas de luz y tiempo. Roland Barthes se preguntaba que “(…) de todos los objetos del mundo: ¿por qué escoger (fotografiar) tal objeto, tal instante, y no otro?”. Estas puertas y ventanas abiertas evidencian un escenario urbano carente de miseria y olvido. En estos espacios hay intriga voyerista. Incitan, atraen, invitan a una nueva mirada del campo colombiano que por décadas ha permanecido en la sombra.

PuErtas Y vEntanas abIErtasHebert Rodríguez García/ [email protected]