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EL CONSUMISMO
1. ¿Cómo se origina?
El consumismo inicia su desarrollo a lo largo del siglo XX como consecuencia del
capitalismo y de la aparición de la mercadotecnia y la publicidad, que fomentaban el
consumo generando necesidades en el consumidor.
La acumulación de riqueza fue un criterio fundamental para determinar el status del
hombre ya que se construían grandes mansiones, se vestían con elegancia exclusiva, se
adornaban con joyas enormes y menospreciaban a los menos favorecidos.
Los medios de comunicación son los que ejercen fuerzas para inducir a las personas a que
en vez de ahorrar, tengan que comprar, consumir, despilfarrar o gastar en servicios y
bienes cada vez mayores.
Imágenes:
- Título ¿Dónde se inicia?
- Hombre gordo sobre un trono, con grandes joyas y una casa lujosa.
- Palabras: Comprar, Consumir, Despilfarrar, Gastar
2. ¿Qué es el consumismo?
Según la Real Academia Española define el consumismo como “la tendencia inmoderada a
adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios.”
Nos conduce a una plenitud y satisfacción plástica que nos engaña y nos hace pretender
una felicidad efímera y falsa.
Los motores básicos son:
- La moda
- Las marcas y la publicidad
- El reemplazo de lo cotidiano
- La producción sin límites
- El crédito
Imágenes:
- Título ¿Qué es el consumismo?
- Moda: primavera (vestidos), verano(ropa de baño), otoño (abrigos), invierno (ropa de
invierno)
- Marcas: Nike, Mc Donalds, Chevrolet, etc
- Reemplazo: un televisor antiguo comparado a uno moderno
- Producción sin límites: fábrica
- Crédito: tarjetas de crédito con compras diferidas
3. ¿Cuáles son sus causas?
A continuación vamos a hacer una lista de las más importantes:
- Falta de identidad: ya que se imitan personajes de televisión o famosos
- Publicidad: consigue convencer al público de que un gasto es necesario cuando antes
se consideraba un lujo
- La predisposición de usar y tirar muchos productos, sin tener en cuenta el daño que
esto puede hacer a la ecología y economía.
- La baja calidad de muchos productos, que conllevan un período de vida
- La obsolescencia programada los cuales son atractivos por su bajo costo, pero a largo
plazo salen más caros y son más dañinos para el medio ambiente.
- Algunas enfermedades relacionadas a la obesidad, depresión, stress que nos hacen
creer más fácilmente en la publicidad engañosa, creyendo con esto que podemos
resolver nuestro problema consumiendo indiscriminadamente alimentos, bebidas,
artículos milagrosos u otro tipo de productos.
- El desecho inadecuado de objetos que pueden ser reutilizados o reciclados, ya sea por
nosotros o por otros.
- La cultura y la presión social
Imágenes:
- Título ¿Causas?
- Falta de identidad: comparar un hombre simple con un hombre esbelto y adinerado
- Publicidad: paga 2 lleva 3, 50% de descuento, Cierre de temporada
- Usar y tirar: celular antiguo y un celular nuevo
- Baja calidad: mesas gruesas comparada a una mesa delgada
Obsolescencia programada: Bombilla antigua (2500 horas) comparada con la bombilla
nueva (1000 horas)
- Enfermedades: colocar palabras estrés, ansiedad = felicidad y tranquilidad
- Desecho inadecuado: tirar las pilas a la basura
- Cultura y presión social: cambiar nuestro auto viejo por uno nuevo
4. ¿Cómo contribuimos con el consumismo?
Son varios los factores que contribuyen al consumismo:
- Culturales: la presión del entorno, de querer algo mejor de lo que tiene el otro.
- Estatus: al querer demostrar que tengo mucho dinero usando ropa, productos de
“marca” tratando de demostrar que tengo más que los demás.
- Afectivos: al tratar de pertenecer a un entorno social exclusivo, adquirimos bienes
que no son necesarios.
- Necesidad: adquirimos no sólo lo que necesitamos sino mucho más que eso.
Y directamente yo como contribuyo:
- Utilizando envases que no son reciclables
- Usando bolsas de plástico en vez de bolsas más resistentes
- Consumiendo productos de un solo uso o de un número reducido de usos
- Usando maquinas desechables en lugar de una de navajas intercambiables
- Consumiendo productos de baja calidad que duran menos que otros de mayor calidad
- Consumiendo productos que generen gran cantidad de residuos
- No ahorrando, gastando todo el dinero que gano
- Utilizando más agua de la necesaria cuando nos aseamos.
- Creyendo que comprando algo vamos a alcanzar la felicidad
- Dejándonos sorprender ante las ofertas de campañas.
5. ¿Cuáles son los efectos del consumismo?
- Global: Es dañino para el equilibrio ecológico en su totalidad ya que actualmente
existen muchos problemas relacionados con el excesivo consumo de recursos
naturales que se hace a nivel mundial así como el que los procesos de producción en
su gran mayoría generan contaminación. Ejemplo: petróleo, gas, madera, ect.
- Regional: La preferencia de productos innecesarios o fácilmente sustituibles de una
población que son producidos en otra región ayuda a desequilibrar la balanza
comercial entre las regiones.
- Social: Frecuentemente se ayuda a la mala distribución de la riqueza, ya que los
consumidores son por lo general de un nivel socioeconómico inferior que los dueños
de las compañías generadoras de los productos objetos de consumismo.
- Familiar: Al caer en el consumismo aumentamos nuestros gastos de forma
innecesaria comprando cosas que pudiéramos evitar o reducir como productos cuya
publicidad promete milagros, productos de vida útil baja o productos sustitutos de
otros naturales. Ejemplo: dejar de pagar recibos de los servicios básicos por comprar.
- Personal: Diversas opciones consumistas son menos saludables que las que no lo son.
Por ejemplo, hacerse un zumo de naranja en casa en lugar de comprar uno
empaquetado que además de contener conservantes, viene con envases que acaban
en la basura inorgánica.
6. ¿De qué forma podemos combatir el consumismo?
Existen varios criterios pero consideramos de mucha importancia el ambiental, se puede
plantear desde diferentes puntos de vista:
- Reduciendo el volumen de nuestras compras.
- Eligiendo en nuestras compras productos que en su fabricación han cumplido una
serie de requisitos para no generar una degradación del medio ambiente.
- Discriminando productos que en su fabricación generan un mayor consumo de
recursos naturales.
- Teniendo en cuenta la posibilidad de sustituir productos contaminantes por otros
naturales o biodegradables.
- Evaluando las características de los productos, el envasado y el embalaje para evitar
la generación de residuos con nuestro consumo.
- Valorando que las empresas fabricantes y distribuidoras del producto que vamos a
comprar dispongan de un Sistema de Gestión Ambiental certificado por una entidad
acreditada.
- Valorando que las empresas fabricantes y distribuidoras del producto procedan de la
economía social y alternativa.
7. ¿Cuál es la postura de la Doctrina Social de la Iglesia y el Consumismo?
Considera los bienes materiales como necesarios para la vida en ocasiones la abundancia, pero no
la riqueza o el lujo, es vista como una bendición de Dios. Los bienes económicos y la riqueza no
son condenados en sí mismos, sino por su mal uso. La tradición profética estigmatiza las estafas,
la usura, la explotación, las injusticias evidentes, especialmente con respecto a los más pobres.
Quien reconoce su pobreza ante Dios, en cualquier situación que viva, es objeto de una atención
particular por parte de Dios: cuando el pobre busca, el Señor responde; cuando grita, Él lo
escucha. A los pobres se dirigen las promesas divinas: ellos serán los herederos de la alianza entre
Dios y su pueblo. La intervención salvífica de Dios se actuará mediante un nuevo David, el cual,
como y más que el rey David, será defensor de los pobres y promotor de la justicia; Él establecerá
una nueva alianza y escribirá una nueva ley en el corazón de los creyentes
La pobreza se eleva a valor moral cuando se manifiesta como humilde disposición y apertura a
Dios, confianza en Él. Estas actitudes hacen al hombre capaz de reconocer lo relativo de los bienes
económicos y de tratarlos como dones divinos que hay que administrar y compartir, porque la
propiedad originaria de todos los bienes pertenece a Dios.
A la luz de la Revelación, la actividad económica ha de considerarse y ejercerse como una
respuesta agradecida a la vocación que Dios reserva a cada hombre. Éste ha sido colocado en el
jardín para cultivarlo y custodiarlo, usándolo según unos límites bien precisos, con el compromiso
de perfeccionarlo. Al hacerse testigo de la grandeza y de la bondad del Creador, el hombre camina
hacia la plenitud de la libertad a la que Dios lo llama. Una buena administración de los dones
recibidos, incluidos los dones materiales, es una obra de justicia hacia sí mismo y hacia los demás
hombres: lo que se recibe ha de ser bien usado, conservado, multiplicado, como enseña la
parábola de los talentos. La actividad económica y el progreso material deben ponerse al servicio
del hombre y de la sociedad: dedicándose a ellos con la fe, la esperanza y la caridad de los
discípulos de Cristo, la economía y el progreso pueden transformarse en lugares de salvación y de
santificación. También en estos ámbitos es posible expresar un amor y una solidaridad más que
humanos y contribuir al crecimiento de una humanidad nueva, que prefigure el mundo de los
últimos tiempos. Jesús sintetiza toda la Revelación pidiendo al creyente enriquecerse delante de
Dios: y la economía es útil a este fin, cuando no traiciona su función de instrumento para el
crecimiento integral del hombre y de las sociedades, de la calidad humana de la vida.
Ahorro y consumo
Los consumidores, que en muchos casos disponen de amplios márgenes de poder adquisitivo, muy
superiores al umbral de subsistencia, pueden influir notablemente en la realidad económica con
su libre elección entre consumo y ahorro. En efecto, la posibilidad de influir sobre las opciones del
sistema económico está en manos de quien debe decidir sobre el destino de los propios recursos
financieros. Hoy, más que en el pasado, es posible evaluar las alternativas disponibles, no sólo en
base al rendimiento previsto o a su grado de riesgo, sino también expresando un juicio de valor
sobre los proyectos de inversión que los recursos financiarán, conscientes de que “la opción de
invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de en otro, es siempre una opción
moral y cultural”.
La utilización del propio poder adquisitivo debe ejercitarse en el contexto de las exigencias
morales de la justicia y de la solidaridad, y de responsabilidades sociales precisas: no se debe
olvidar “el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio “superfluo” y, a veces,
incluso con lo propio “necesario”, para dar al pobre lo indispensable para vivir”. Esta
responsabilidad confiere a los consumidores la posibilidad de orientar, gracias a la mayor
circulación de las informaciones, el comportamiento de los productores, mediante la decisión
individual o colectiva de preferir los productos de unas empresas en vez de otras, teniendo en
cuenta no sólo los precios y la calidad de los productos, sino también la existencia de condiciones
correctas de trabajo en las empresas, el empeño por tutelar el ambiente natural que las circunda,
etc.
El fenómeno del consumismo produce una orientación persistente hacia el “tener” en vez de hacia
el “ser”. El consumismo impide “distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de
satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una
personalidad madura”. Para contrastar este fenómeno es necesario esforzarse por construir
“estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la
comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen
las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones”. Es innegable que las influencias del
contexto social sobre los estilos de vida son notables: por ello el desafío cultural, que hoy presenta
el consumismo, debe ser afrontado en forma más incisiva, sobre todo si se piensa en las
generaciones futuras, que corren el riesgo de tener que vivir en un ambiente natural esquilmado a
causa de un consumo excesivo y desordenado.
8. Apuntamos hacia un consumo responsable
El modelo económico actual se basa en la obtención del máximo beneficio económico a corto
plazo. Las personas y los recursos naturales quedan reducidos a meros factores de producción,
para ser usados y desechados según convenga, sin reparar en las graves consecuencias que tienen
las injustas condiciones de trabajo, la degradación del medio ambiente y la sobreexplotación de
los recursos.
Este modelo es insostenible e inaceptable. Cada vez saltan más alarmas acerca de los graves
problemas ocasionados por este modo de producción y consumo: la creciente pobreza mundial, la
explotación laboral, sobre todo de la infancia y las mujeres, la marginación de grandes grupos de
población tanto en los países del Sur como dentro de los países del Norte, la contaminación del
medio ambiente, la sobreexplotación de los recursos naturales, el calentamiento global, etc.
Además de que sean situaciones moralmente inaceptables, el modelo simplemente no resulta
sostenible.
Aunque a veces parezca que la solución a estos problemas no está en nuestras manos,
afortunadamente sí tenemos la oportunidad de actuar. El mismo sistema nos da la posibilidad de
incidir en él de forma positiva para cambiar la situación. No debemos olvidar que la obtención de
beneficios por parte de las empresas depende, en última instancia, de ti y de mí: de quienes
consumimos. Esto significa que, al ejercer un consumo responsable, podemos contribuir a cambiar
el modelo económico actual por otro que esté al servicio de las personas y respete el medio
ambiente.
Cada vez que optamos por consumir un bien o un servicio producido “éticamente”, contribuimos a
un cambio en el sistema de dos formas:
- Apoyando a las empresas que actúan de manera responsable. Es importante que las
empresas que ya están comprometidas con el consumo responsable, tengan suficiente
volumen de negocio para seguir operando y contribuyendo a un cambio positivo.
- Enviando, a las empresas que no siguen prácticas éticas, el mensaje de que no
consumiremos sus productos a menos que cambien su modo de actuar.
Consideramos que el consumo responsable y solidario tiene tres aspectos básicos que se
interrelacionan. Dadas las amplias y complejas relaciones económicas, sociales y ecológicas, los
tres aspectos que referimos a continuación están siempre presentes en el consumo responsable.
No se trata de tipos de consumo que se ejerzan independientemente, sino de los tres ejes que,
juntos, conforman el consumo responsable: consumo ético y crítico, consumo solidario y consumo
ecológico.
a. Consumo ético y crítico
El consumo ético y crítico es la columna vertebral del consumo responsable. Se trata de que
nuestros principios éticos de justicia social, respeto por el medio ambiente, la naturaleza y los
animales se vean reflejados en nuestro modo de consumir.
Quizá el primer paso consista en replantearnos nuestro estilo de vida y nuestras prioridades;
discernir entre necesidades reales y consumismo y adoptar una actitud de austeridad. No
considerar el consumo una forma de entretenimiento (ir de compras como actividad lúdica), sino
el medio para satisfacer nuestras necesidades diarias. Esto incluye ocio y entretenimiento. El
consumo responsable no significa disminuir nuestra calidad de vida (entendiendo por esto nuestro
nivel de satisfacción), sino adoptar una escala de valores que nos permita alcanzar el nivel de
bienestar que deseamos, respetando las cosas que nos importan.
Para que nuestro consumo se avenga con nuestros valores éticos tendremos que realizar un
consumo crítico; es decir, buscar y exigir información acerca de las condiciones de elaboración
(ecológicas y sociales) de los productos y servicios, así como de la forma de actuar de la empresa
en cuestión, y basar nuestras decisiones en estos aspectos, no sólo en el precio o la marca.
Existen medios de comunicación que se dedican precisamente a informar sobre temas sociales y
medioambientales, que son un importante apoyo para fomentar una actitud crítica y formarse un
criterio propio ante tales cuestiones. El acceso a dichos medios puede ser de gran ayuda para
llevar a cabo un consumo más responsable y solidario.
b. Consumo solidario
Según el Informe sobre desarrollo humano 2005 de la ONU, cada hora mueren en el mundo 1.200
niñas y niños; la gran mayoría por causas relacionadas con la pobreza.
Mientras tanto, “el ingreso total de los 500 individuos más ricos del mundo es superior al ingreso
de los 416 millones más pobres”. Hay 2.500 millones de personas (el 40% de la población mundial)
que viven con menos de dos dólares al día y obtienen tan sólo el 5% del ingreso mundial. La
contrapartida a esto es que el 10% de la población más rica acapara el 54% del ingreso mundial.
Estas grandes polarizaciones no parecen lógicas en un mundo en que los avances tecnológicos son
tan rápidos, que resulta difícil mantenerse al día.
Para una pequeña parte de la población mundial las fronteras parecen haber desaparecido, pero
para la mayoría de los habitantes del planeta se han alzado otras, tal vez invisibles, pero que
suponen unas barreras mucho más difíciles de vencer: pobreza, explotación laboral, condiciones
de trabajo infrahumanas (sobre todo para la mujer y la infancia), marginación y exclusión social
para quienes no se ajustan a los modelos establecidos.
Gracias al actual orden económico internacional, en manos de los países ricos, las grandes
empresas tienen a su disposición todo el planeta para encontrar los factores de producción más
baratos posibles. El que la mano de obra sea más barata a costa de los derechos, la salud y la
dignidad de quienes trabajan no importa. El hecho de que el precio pagado por productos
agrícolas -café, té, cacao, arroz…- a miles de familias campesinas no les permita siquiera cubrir sus
costes es simplemente consecuencia de la interacción de las fuerzas del mercado.
Sin embargo, los mismos países que defienden el libre comercio no practican lo que predican y
mantienen la protección de sus mercados en determinadas áreas que consideran estratégicas
(principalmente la agrícola). El sistema de comercio internacional actual es a todas luces injusto:
atiende sólo a los intereses de los países ricos, que son los que imponen sus condiciones a los
países pobres y actúan de la manera que mejor les conviene en cada momento.
c. Consumo ecológico
El consumo ecológico es, probablemente, el aspecto más conocido del consumo responsable. Se
refiere a tener en cuenta el impacto medioambiental del consumo en todas sus vertientes, desde
“reducir, reutilizar y reciclar” hasta la agricultura ecológica y las energías limpias.
La forma en que se halla estructurada la cadena de producción-consumo hace que las personas
que consumen el producto final, se preocupen poco o nada por la forma en que éste llega a sus
manos y menos por lo que sucede con él una vez que lo ha terminado de usar y lo deshecha
(aunque cada vez es mayor el reciclaje que se hace de algunos materiales, todavía queda mucho
camino por recorrer).
Los productos “están” en las tiendas y aparentemente nuestro consumo comienza cuando los
compramos y termina cuando tiramos a la basura los desperdicios. Sin embargo, la elaboración de
todos esos productos exige gastos de materiales, recursos naturales y energía que generalmente
no vemos pero que, por su magnitud, constituyen una gran amenaza para el planeta. Son los
“residuos ocultos” detrás de nuestro consumo.
“Globalmente se estima que el 93% de los materiales utilizados para la producción de los bienes
que consumimos no se transforman en bienes de consumo sino en residuos”.
Para “medir” esos residuos ocultos generados en la producción se han creado diversos
indicadores, que son realmente muy ilustrativos de lo que implica nuestro consumo para el
planeta y por qué es importante “reducir, reutilizar y reciclar” y buscar fuentes alternativas de
energía que no degraden el medio ambiente, así como formas de producción agrícola que sean
también respetuosas con el entorno.
Entre estos indicadores que mencionamos se encuentra la “huella ecológica”, que representa la
superficie de tierra y el agua que necesita una población para producir los recursos (energía y
materias primas) que consume y para absorber, o eliminar, los residuos que genera con la
tecnología actualmente disponible. Se mide en hectáreas y es una herramienta muy útil para
contabilizar el consumo de recursos naturales que hace realmente cada país, eliminando las
ambigüedades ocasionadas por la deslocalización de la producción; es decir, se conocen los
efectos del consumo de cada país, sin importar que físicamente el deterioro de recursos naturales
se haga en otra parte del planeta.
Según Global Footprint Network, actualmente la huella ecológica del planeta es un 23% mayor de
lo que el planeta puede regenerar. En otras palabras, la tierra tarda un año y dos meses en
regenerar los recursos que consumimos en un año. Este “sobreconsumo” se hace precisamente a
costa de de los recursos naturales del planeta, pero es una situación insostenible porque llegará
un momento en que, simplemente, no queden recursos de los que echar mano para seguir con esa
producción.
Otro indicador para medir el impacto “no visible” de nuestro consumo es la “mochila ecológica”,
que mide en kilos la cantidad de residuos que genera la producción de un bien, desde los residuos
generados en la extracción de los recursos naturales, la transformación de las materias primas, el
transporte, hasta su llegada al consumidor final.