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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS CSIC MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen 64 N o 1 enero-junio 2007 200 págs. ISSN: 0082-5638

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

CSIC

MINISTERIODE EDUCACIÓNY CIENCIA

CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONESCIENTÍFICAS

Volumen 64 No 1 enero-junio 2007 200 págs. ISSN: 0082-5638

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ÉTICA Y ARQUEOLOGÍA 13

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 13-21, ISSN: 0082-5638

ÉTICA Y ARQUEOLOGÍA

ETHICS AND ARCHAEOLOGY

VICENTE LULL (*)

TRABAJOS DE PREHISTORIA64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 13-21, ISSN: 0082-5638

RESUMEN

Vivimos entre objetos. Los objetos nos conducen y en-señan. Todo ellos, ajenos o propios nos hacen. La arqueo-logía es el procedimiento más adecuado para dar cuenta decómo y por qué constituimos objetos distinguidos de entrelas cosas. Útil e instrumento no son lo mismo. Ahondar enla diferencia es una forma de restituir a la ciencia el ambien-te ético de su origen y darle satisfacción. La ética de sentirseobjeto es la consecuencia necesaria.

ABSTRACT

We live among objects. Objects guide and teach us. Allof them, whether owned by us or not, make us. Archaeolo-gy is the most suitable procedure if we are to explain howand why we become distinguished objects among the worldof things. Useful things and tools are not the same as eachother. To go deeply into this difference involves restoringto science its original ethical context and giving it satisfac-tion. The ethics of being an object is the necessary conse-quence.

Palabras clave: Arqueología. Ética. Ontología.

Key words: Archaeology. Ethics. Ontology.

El texto que presento aquí recoge la parte funda-mental de una conferencia impartida en el Museud’Arqueologia de Catalunya el 26 de mayo de2006 (1). Con ella, pretendía dar a conocer algunas

(*) Departament de Prehistòria. Universitat Autònoma deBarcelona. Facultat de Filosofia i Lletres. Edifici B. 08193. Bella-terra. Barcelona. Correo electrónico: [email protected]

Recibido: 10-I-2007; aceptado: 16-III-2007.(1) El MAC me invitó a cerrar un ciclo de conferencias que

tenía por objetivo acompañar a la exposición Pentinar la mort.Rituals de vida i mort en la prehistòria de Menorca (09-02-06 al29-05-06), de la que fui comisario junto con mis compañerosRafael Micó, Cristina Rihuete y Robert Risch.

conclusiones de mi último libro titulado Los obje-tos distinguidos. La arqueología como excusa (2).En aquella ocasión, disfruté de un auditorio aleja-do de los pasillos de la Academia, y ello me permi-tió estimar más ajustadamente el interés que podíansuscitar los objetos distinguidos en un público tanabierto.

Mi charla comenzó con una reflexión sobre losmuseos arqueológicos que no he dudado en man-tener aquí, porque éstos constituyen, junto a ce-menterios y basureros, los lugares irremisibles dellegada de todo objeto distinguido, y también laamortización definitiva del vínculo material de laarqueología.

La vivencia, en toda su sorpresa, exigió ser fijadapor escrito. El resultado obligó reabrir el libro delque procedía y, como atajo oportuno del convivircon objetos, se hizo necesario como epílogo deaquél.

1. LOS MUSEOS

Venimos a los museos arqueológicos atraídospor cierto interés en contemplar objetos descono-cidos y descubrir sus misterios. También, con lacuriosidad por averiguar si contienen algo que nossea propio, algo que perdimos o algo que nos cons-tituya. Los que somos arqueólogos, también veni-mos para encontrar la sustancia de lo que hacemos,para entendernos a través de ellos y ver si podemoshacer algo más que comer de ellos.

Los museos pretenden ser el arsenal de nuestramemoria. ¿Qué mejor que un museo arqueológicopara hablar de objetos?

Nada peor. Los museos, como los álbumes decromos, auspician el coleccionismo y el inventarionotarial. Su primera y casi siempre única finalidad

(2) Actualmente en prensa.

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es poner en orden semejante saturación de imáge-nes. Un objetivo casi imposible que impide su ver-dadera misión de retener la memoria de la materiasocial.

Ningún objeto, en un museo, suele decir sumundo. Los museos arqueológicos suelen mostrarobjetos tristes, rotos por una sintaxis carcelaria. Per-manecen atrapados en sacos de vidrio que pre-tenden ordenarlos en celdillas separadas de tiem-po muerto. A lo sumo, evocan una imagen fija queles hurta el sentido íntimo de su particular historiay el porqué de su conservación. En los museos, losobjetos, desterrados de su contexto y radicalizadospor intereses identitarios. se amoldan a premedita-ciones.

Los museos, salvo contadas excepciones, en-claustran un barullo impresionante de cosas quedejaron de tener su objeto propio por ilustrar el dealguna voluntad decidida. Los arqueólogos tene-mos mucha culpa en todo esto. Contribuimos acrear naturalezas muertas y nos empeñamos envolverlas a poner en circulación bajo un código desentidos contrapuestos:

• Unos pretendemos restituir el sentido que tu-vieron los objetos, no olvidar lo que significaron yno perder su memoria.

• Otros, en cambio, pretenden ilustrar con ellosnuevos relatos con el fin de abrirlos a nuevos sig-nificados en los que la memoria semeja más unacarga que un impulso.

Los museos le suelen perder el respeto a la his-toria. Avanzando hacia el futuro, parecen ignorarque en cada instante que pasa avanzamos hacia elpasado. Desde allí, los objetos se mantienen juntoa nosotros y nos empujan a emprender nuevas an-daduras sin dejar de recordarnos el camino. Losmuseos arqueológicos, con ese ruido de mate-rias tan característico, intentan responder a un afánde saber qué y cómo fue, o qué y cómo somos,mientras paradójicamente vomitan sin recato queno vale la pena recordar nada. Representan el silen-cio de la imagen como fetiche perpetuo de la igno-rancia.

En la sociedad «espectacular» que vivimos, seseleccionan los objetos más adecuados para satis-facer el capricho del mirón. Con ello, la calidad dela información se hace prescindible. Los museosmás visitados son aquellos que pueden confeccio-nar una buena película de intriga en la que la peri-cia del protagonista, arqueólogo a ser posible, co-bre un papel relevante, si no en la investigación, síen el relato. No importa el interés del guión, mien-

tras este contenga aventuras y tesoros recuperados.Los objetos constituyen así medios de consumo ycontemplación más que medios de producción decomunicación y conocimientos.

Presentar ciertos objetos del pasado como gran-des logros de la humanidad, o hacer publicidad delprimer hallazgo de algo en algún sitio, forjan la ar-queología como ciencia del fetiche y al arqueólo-go como encantador de serpientes.

El objeto de los museos no puede verse reduci-do a un mensaje de consumo fácil y digerible, ten-dente a aumentar el número de espectadores. Losmuseos, como reducto material de la memoria, tie-nen la obligación de mantener el respeto a todas lasformas de vida alternativas que nuestra especie haexperimentado y que podemos mostrar en su salsa,pues tenemos los restos materiales que en ciertamedida la conservan.

2. VIVIR CON OBJETOS

El mundo está lleno de cosas que convertimos enobjetos cuando las compartimos, las miramos aten-tamente y les damos nombre.

A cada mirada atenta le corresponde un objeto.Las cosas, las miradas y sus objetos, nos producen.

Los griegos lo sabían bien. Physis o naturalezaabarcaba aquello de lo cual todo era, aquello que eray contenía todo, el modo de ser de las cosas. Phy-sis tiene su raíz en el verbo phyo, que significa en-gendrar, producir, un constante generar.

Las cosas constituyen la producción misma ynos advierten de la vida ahí afuera.

Los objetos son cosas atendidas y distinguidas.Son nuestra manera de aprender la vida.

El sentido de los objetos no reside en las palabrasque lo nombran, sino en las cosas que incluye, su-pone, soporta, alerta y contesta.

Percibimos uno o múltiples objetos en las cosas, o unsolo objeto entre varias.

En la primera operación, cuando hacemos de unacosa uno o varios objetos, diferenciamos rápida-mente lo aparente que creemos evidente: un cuer-po limitado y distinto de otro. Sobrevolamos elconsejo de Leonardo da Vinci (1970: 45) cuando

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nos recuerda que el límite es una superficie comúnentre dos cuerpos que no forma parte de ninguno.El límite de un cuerpo está en el comienzo de otroy, al carecer de cuerpo, es invisible, no tiene super-ficie ni profundidad. Sin embargo, lo que no tienelímites, no tiene forma. Quizás por ello, esbozarcontornos de límites imposibles constituyó nuestroprimer objeto de representación de las cosas, y qui-zás esa sea también la causa por la que confundimostan a menudo los objetos con sus imágenes.

El objeto es uno de los límites de la cosa, una cosa limi-tada por su estar junto a otro cuerpo, por su estar en con-tacto (estar en contacto es estar concretamente sin lími-tes ni criterios de demarcación).

Con la segunda operación, averiguamos que lo-gramos distinguir un único objeto de cosas distin-tas. Logramos un objeto propio mediante cosas aje-nas, y esto nos re-sitúa como referencia de todos losmundos por venir.

La síntesis de ambas operaciones ya no procedede una observación rutinaria de lo que ocurre en lavida. El mirar atento por fin está maduro para ocu-parse de la relación en que las cosas se encuentran,una relación que las comprende (en sus dos senti-dos, el de contener y el de entender) y que es lamisma que nos va haciendo.

Los objetos nos conducen

Es difícil ver las cosas como son cuando las han cruzadotantas palabras.

Las cosas a las que me referiré principalmenteaquí con el término objeto, son las que tenemos mása mano, con las que podemos operar y a las que nospodemos agarrar; las cosas que nos sostienen, elcuerpo de todo … nuestro cuerpo. Las cosas quenos sufren.

Todo lo que nos rodea es un itinerario marcado por losobjetos.

Cuando uno se levanta de la cama, se pone laszapatillas, va al aseo, se mira en el espejo, gruñe, sedespereza y se cepilla los dientes, camina por unavía demarcada por objetos. Va respondiendo alimpulso de cosas que guían lo que hacemos, cosasque nos indican cómo lo debemos hacer. Un circuitoobligado que exige conductas reactivas. Nuestros

movimientos carecen de imaginación, voluntad opensamiento.

Los objetos nos conducen como si fuesen lazarillos.

Salimos de casa, subimos a un vehículo, nos di-rigimos al trabajo. Manejamos los utensilios denuestra labor cotidiana. Un nuevo circuito de obje-tos obliga a ciertos gestos y limita las ideas al uni-verso del que emergen; escueta y precisamente ese,el que ellos demarcan. Desde allí, también imagi-namos cuando podemos, paraísos cargados de ob-jetos contrapuestos a los que nos encarcelan.

Un objeto transmite posibilidades, trayectos, objetivosirremediables y hasta su propia subversión. Los objetosposeen entidad propia.

Los objetos nos hacen

Hace unos años, pensaba que los objetos teníansólo dos características:

1. Una forma de ser que dependía de su natura-leza constituyente y de las propiedades que sus pro-ductores lograron fijar en ella; que la produccióndel objeto mismo concretó.

2. Una forma de estar en sociedad, supeditadaa la manipulación y uso que se hacía de ellos.

Ambas formas situaban a los objetos alrededorde las decisiones humanas y los hacían hijos de lavoluntad. Faltaba el punto aquel en que el objetoejerce el papel de sujeto, arrebata nuestra voluntady nos obliga a emprender caminos intransitados.

Se trata de las maneras de hacer del objeto.Hasta ese momento, no había entrado en mi cabe-za la consideración de que la propia cosa, hecha ono objeto, en tanto presencia que actúa, amplía larealidad previamente conocida y disponible. Empe-cé a pensar que los objetos nos hacían. Las callesestán ya dispuestas cuando nacemos, y actúan ennosotros como los árboles que crecieron y nos die-ron cobijo y auxilio antes de pensarlos y antes depensarnos. De ahí deduje que:

• Los objetos concretan la realidad humana.• Aplican lo pensado, materializan las ideas y

conforman el trabajo acumulado de toda so-ciedad.

• Se manifiestan ante nosotros como fósiles deconocimiento.

• Impiden que perdamos la memoria.• Pautan el avance de la razón.

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Antes de que fuéramos capaces de pensar ymucho antes de que fuéramos capaces de pensarque pensamos, la materia tardó mucho tiempo enelaborarnos.

Concluí que hacer cosas hace el pensamiento.

En toda sociedad, los objetos muestran cuálesson las prioridades. Empezamos a distinguirnos aldistinguirlos.

Somos hijos de la materia social, y el ángel deter-minador de todo ello es la propia relación socialcompartida entre sujetos y objetos. El objeto es tantoresultado de intuiciones, técnicas y éticas, comomotor de experiencias, métodos y estéticas. Losobjetos son los sentidos de la historia. Expresan larealidad, la materialidad y la naturalidad de nuestraexistencia como especie. Y eso ocurre desde los orí-genes, en un mundo gobernado por la satisfacción.

Los objetos nos enseñan

Si echamos la vista muy atrás, hacia la realidadque vivieron los primeros homínidos, adivinamosel primer axioma de la vida:

El ánimo de la vida es permanecer en su propia satisfac-ción.

Homínido menta una cosa agarrada a un cuerpo,que otras cosas animadas dejaban pasar indiferen-tes o aprovechaban. De la mano de Jung, pensaría-mos que la sensación ancestral de ser perseguidos,el temor a convertirnos en presa, se halla presentetodavía en nuestros sueños.

Somos la satisfacción de otros.

A su vez, las otras cosas que también iba encon-trando entorpecían o ayudaban el camino que toma-ba el satisfacer su vida. Y todo podía serle útil

Conocemos como «útil» algo efectivo que nos es favo-rable.

Útil puede ser todo lo que nos rodea, desde unpalo para acercar la fruta a una hoja de palma quenos resguarda de la lluvia. En aquellos primerosmomentos, «nuestra» intervención en el mundo erabásicamente de aprovechamiento. Aprovechar lavida que ella misma brinda.

Nuestros ancestros carecían de objeto(s) pro-pio(s). Su deambular se alimentaba del afuera.Nada de lo que les rodeaba obtuvo origen en ellos.Su universo se amoldaba a una rutina satisfacto-ria con ingredientes oportunos de espera, impa-ciencia o anhelo. A su alrededor, el mundo aflo-raba de manera inconcebible. Todo parecía brotarde la misma madre autárquica en una multitud deexpresiones que inundaba de diversidad la materia.Las cosas prendidas a la vida compartían el ánimodel movimiento y, como factor esencial, su depen-dencia de lo que les era ajeno. La satisfacción se col-maba de esas cosas.

La vida, en cada una de sus manifestaciones específicas,procede entera o parcialmente de lo que es ajeno; sinesa relación de alteridad no existiría.

La vida es recolección de otras vidas, sin quemedie paradoja alguna. Se alimenta de sí misma sincontemplaciones. La vida es el viaje de la energíahacia no se sabe dónde y, a través de nosotros, co-bra conciencia en todos los sentidos que seamoscapaces de reconocer en ella.

La vida es materia que busca comprenderse y, la expe-riencia humana, la prueba de que se está en ello.

Somos una especie en proceso, sin itinerariopredicho. No somos la encarnación de ninguna ideani el correo de la nada o de nadie. No participamosen la vida con las cartas marcadas. Nuestra inter-vención en el proceso tiene que ver y depende decosas ajenas a nuestro cuerpo y decisiones.

La vida no es un juego. Un juego es una actividadsatisfactoria en sí misma, y por eso es lo que más separece a la vida, pero la vida no es un juego; alimen-ta toda combinatoria que asegure su perduración.

En el origen de la andadura que nos trajo hastaaquí, todo era extraño. La vida se reducía a recolec-tar, cruenta o incruentamente, requisitos para sualimentación. Los objetos que nos nutrían, consti-tuían nuestra finalidad, la satisfacción inmediata.Todo era útil, desde los productos espontáneos dela tierra hasta las orografías oportunas que dabancobijo.

Los objetos que nos hicieron, también nos enseñaron elcamino para hacer objetos propios. El útil, con nuestraintervención, se hace instrumento. Acabamos de haceralgo efectivo y propio, algo que no existiría sin nuestraintervención.

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Útil e instrumento no son lo mismo. Todo instru-mento es útil, pero no todo útil es un instrumento.Un instrumento es un utensilio, una herramienta, unobjeto tangible del que nos servimos para hacer olograr algo. Útil es todo lo que proporciona pro-vecho, todo lo que nos es favorable; no tiene ne-cesariamente un cuerpo fijo. Un instrumento, encambio, pretende fijar distintas encarnaciones deutilidad.

Lo útil carece de objetos decisivos o determina-dos. Podemos agarrar cualquier cosa que nos faci-lite hacer o conseguir otras; sin embargo, una vezconfeccionado un instrumento, lo útil se ve priva-do de gran parte de su libertad de movimiento. Elinstrumento responde a requisitos; es un productoque desea ajustar una satisfacción concreta prefija-da. El alma del útil es raptada por el instrumento. Elinstrumento ordena la utilidad en pos de un objeti-vo. Carece del criterio fluido de libertad de lo útily de lo que es favorable en general, pues fija y de-termina el movimiento en una dirección.

En un instrumento todo está en acción, salvo queconsideremos retóricamente como activo o pasivoel lugar donde lo que ocurrió dejó huellas. Todas laspartes de los instrumentos son útiles, aunque paradiversas cosas, desde el filo de la navaja hasta elmango. El instrumento obliga a trabajar a todas suspartes útiles para un mismo fin. Las atraviesa a to-das y les impone un sentido hasta que alguna de lasutilidades sometidas se erige como alternativa ma-terial a los viejos instrumentos o, agotada comoellos, les acompaña al cubo de la basura.

Los primeros instrumentos muebles, por lleva-deros, siguieron el paso ligero de las primeras es-pecies de nuestro género. Después se construyeronlos primeros instrumentos inmuebles, como el pa-ravientos que imitaba el refugio que las acogió porvez primera. Con ambos se empezó a edificar unnuevo mundo en el mundo. Se homologaron gestosinstrumentales y se transmitieron soluciones. Pau-latinamente, los procedimientos estables dieronpaso a la instrucción hasta conseguir fijar formasregulares en la materia disponible.

Cuando experimentábamos alternativas paraconseguir alimento, utilizamos las cosas que nosrodeaban adaptando lo existente y nos pusimos aprueba para satisfacer finalidades propias. Ahítransformamos lo útil en instrumentos. Nuestra vidaexigió objetos propios para ser satisfecha; la ener-gía pudo ser acumulada. El acceso y la duración dela satisfacción constituyeron los objetivos priorita-rios entonces. Con la producción de instrumentos

aseguramos pervivencia a costa de ubicar en los ob-jetos propios la satisfacción del vivir mismo. Laproducción fue ganando así el espacio energético dela vida social y fue concretando el género humano.

La comunicación engendrada por el estar comúnsugirió maneras de hacer y entender los objetosigualmente compartidas. Los procedimientos so-ciales fluyeron en normas instrumentales que ma-nipularon lo útil y disponible a disposición de to-dos, hasta lograr objetos propios y distintivos.Cuando se comparte utilidad se pueden elaborarinstrumentos semejantes y repuestos. Aquellosorígenes de utilidad compartida no dieron cabidaa ninguna privacidad. La comunidad socializabaprocedimientos y compartía soluciones adecuadasa las experiencias consolidadas. A través de ellas,la comunidad escogía la alternativa que más le con-venía.

La necesidad

Cuando el instrumento alimenta el cuerpo y las concien-cias, da entrada al mundo de la necesidad.

La necesidad surge ahí, cuando la satisfacciónrequirió la presencia de un instrumento mediador:un tercer objeto que se hizo imprescindible comomedio para mantener la satisfacción y la vida. Lasatisfacción mediada por los instrumentos inaugurala actividad laboral como tránsito hacia una pleni-tud imposible.

La necesidad se instaló en nuestro cuerpo cuando losinstrumentos dictaron su utilidad.

Y de ese requerimiento hicimos acopio y pro-ducción. El conflicto no tardó en aparecer.

El conflicto surge de una recolección violenta deobjetos ajenos que se resisten a ser-nos útiles. Elconflicto deposita la seguridad de la vida de unos enlas actividades de los otros. Se manifiesta alterna-tivo a la producción cuando es más rentable la sus-tracción de objetos ajenos, pese a los riesgos quecomporta, que la producción de objetos propios;mucho más todavía si los medios para lograrlostambién nos son extraños. Si la guerra facilita elacceso a la satisfacción, en mayor medida y menorgasto de energía que la producción de la vida mis-ma, las comunidades humanas siempre acudirán aella como atajo para obtener satisfacción, al margende cualquier consideración moral.

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La necesidad no nos construyó, fueron los instrumentosque la satisfacción requería los que implantaron en no-sotros los conceptos de insuficiencia y límite.

Con los instrumentos inauguramos un nuevo tra-yecto. La implantación del objeto instrumental ensujeto de nuestra vida supuso un giro definitivo dela satisfacción inmediata que proporcionaban lascondiciones y límites de la vida misma a una satis-facción mediada por aquellos. Por un lado, los ins-trumentos incrementan el goce de la satisfacción,mientras que, por otro, alteran sus plazos. La pro-pia satisfacción se amolda al ritmo que impone lamediación instrumental.

La fibra humana en su primera tensión logró fi-jar e incrementar la satisfacción que su vida reque-ría al manipular objetos ajenos que permitían alcan-zar alimentos con mayor premura y seguridad.Estos medios colmaban satisfacción a medio plazomientras diferían su inmediatez. La solución com-pensó. El estilo de vida que proporcionaba satisfac-ciones mediadas por instrumentos, poco a poco fuesustituyendo a la satisfacción instantánea propor-cionada por la recolección de existencias y utilida-des. No nos interesa aquí determinar cuándo nidónde aconteció ese nuevo estilo de vida. Lo queinteresa ahora es retener que para certificar ese des-pliegue se contó con objetos ajenos que proporcio-naban satisfacción inmediata. Sin ese veredicto delo conveniente, nuestros ancestros hubieran sidoincapaces de imitar la vida mediante objetos pro-pios que, a partir de ese momento, mediaron con lasatisfacción y hasta llegaron a medirla.

El progreso suele apreciarse en los términos quemarca el tránsito entre la satisfacción inmediata ylas satisfacciones aseguradas. La primera etapase resuelve en saciedades instantáneas, mientras lasegunda, ocupada en multiplicar el tiempo de disfru-te, se preocupa más de los medios para mantenerloque de saborearlo. Los útiles pueden ilustrar las dosopciones, pero los instrumentos encarnan la sínte-sis de ambas y se afanan en facilitar satisfacción másrápidamente y durante el mayor tiempo posible. Poreso, dictan el progreso.

Una diferenciación neta entre el útil y el instru-mento concierne al mayor grado de implicaciónenergética que exige este último. Los hay querequieren incluso una nutrida colaboración de es-fuerzos. A estos objetos difíciles de obtener, los lla-mamos complejos, por las dos afecciones que el tér-mino incluye. Por un lado, exigen la integración dedistintos tipos de actividad y, por otro, nos hacen

tomar conciencia de nuestra incapacidad individualpara obtenerlos.

La colaboración permite evitar complejos patológicos.Sin relación, el objeto no se mueve.

La producción de objetos propios implica unplan de ocupación. Mientras estamos en la tarea,nuestro cuerpo y nuestro tiempo están ocupados. Elcansancio nos puede invadir, pero la labor no dejapaso a la preocupación. Cuando estamos ocupadosen (por) un objeto, las preocupaciones se deposi-tan afuera, en el exterior de la actividad, o tras ella.Se supone que con el objeto producido ganamos sa-tisfacción, tanto en prontitud como en duracióny tiempo propio. Sin embargo, los objetos cons-tituyen el obstáculo para la satisfacción mismaal hacerse necesidad. Nuestro tiempo de vida quedasometido a ellos en cierta medida. El tiempo queparecen ahorrarnos cuando los utilizamos exigi-rá como contrapartida una mayor inversión de es-fuerzo colectivo en su producción, y el tiempo co-mún de beneficio social se disolverá en tiempossubjetivos, solitarios y necesitados a medida queavance la división de tareas implicada en su pro-ducción.

Cómo se produjo la necesidad tampoco es loimportante... Quizás, se produjo porque la satisfac-ción no acudió a nuestro encuentro con la premu-ra acostumbrada. Quizás, porque la experienciaretuvo que una punta de piedra incidía más quelas uñas o los dientes. Quizás, porque al cortarnoscomprobamos que cortar (que es clavar y estirar almismo tiempo) era más efectivo que esos dos mo-vimientos por separado, y se accedía así más fácil-mente al alimento.

Lo importante es saber de dónde emerge la ne-cesidad:

– La necesidad primera parte de esa satis-facción mediada. No es, por tanto, hija de lacarencia. La satisfacción que procura el ins-trumento es la que provoca su propia nece-sidad.

– La necesidad segunda parte de la previsión,la seguridad de sentirse siempre satisfecho.Hacer acopio de medios para mantener el ni-vel de satisfacción va seguido del subsiguien-te corolario que puede trocar en ambición elposeerlos definitivamente, y denominar «ri-queza» a la acumulación de los mismos, unaantesala propicia para su apropiación.

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– La necesidad tercera surge al poner precio ala vida. Cuando la idea se antepone a la vidaproduce un criterio de satisfacción compa-rativo, restringido al goce de cada cual; unaruptura del sentido social primigenio que re-querirá objetos instruidos en esa necesidadagonística para poder reproducirse.

Los objetos instruidos

Por último, cuando ya sabemos que los objetosnos conducen o nos hacen, y también sabemos, alatravesar el umbral de lo útil al instrumento, hacer-los y conducirlos a nuestro interés, damos el pasodefinitivo para convertirnos en objetos instruidos.

Los objetos instruidos son objetos de razón queolvidaron su génesis. Frente a lo que este califica-tivo pueda sugerir, la instrucción que los alimentano procede del conocimiento, pues este ha perdidoabsolutamente su vinculación material, su capaci-dad tangible y parte de su capacidad sensible. Losobjetos instruidos se resisten a cualquier tipologíaque pueda ubicarlos. Su aspiración, al escaparse delmundo, reside precisamente en imponerlas.

Recapitulemos. Primero utilizamos cosas aje-nas. Después hicimos de ellas nuestros primerosobjetos. Estos objetos propios dieron solucionesque, a su vez, generaron procedimientos establesque obligaron la instrucción. La relación socialexigida por la compañía y el aprendizaje mutuosrepartió medios de transmisión y comunicacióncada vez más amplios y diversificados. Y en cadauno de esos estadios se definieron sujetos socialesque pasaron de ser miembros de la comunidad aconstituirse en individuos cada vez más aislados. Secrearon nuevos sujetos a partir de las instruccionesde las nuevas conciencias y se fragmentó definiti-vamente la sociedad. En ese instante, el colectivosocial se creyó dependiente del consenso, contratou obligación entre individuos.

Nos convertimos en cosas que desean justificar-se. Sujetos que encuentran objeto sólo en sí mismosy que perdieron de vista todo el recorrido desde serel miembro de una comunidad a constituirse en unindividuo necesario y necesitado. Ese es el momen-to de la creación de intangibles, como el Espíritu oDios.

Lo afectivo que acompañaba en origen a lo efectivo,ahora lo precede y se erige en criterio constructor delmundo.

3. LOS LÍMITES DE LA INVESTIGACIÓN

¿Cómo podemos dar cuenta de todo ello? ¿Cómohacemos conocimiento? ¿Cuáles son los límites dela investigación (por qué no arqueológica)?

Podemos observar en el mundo una multiplici-dad fenoménica, pero cuando nos movemos en élconcretamos el movimiento de muchos factores enrelaciones únicas, como dadas en un relato delacontecer. Así, cuando queremos ir al cine pode-mos dudar de la película que queremos ver, delvestido que nos pondremos, de los medios de trans-porte que tomaremos, y hasta del trayecto más apro-piado. Sin embargo, acabaremos yendo al cine ves-tidos con unas prendas concretas, precisamente encoche y siguiendo una ruta que no será otra; puescuando todos esos movimientos que creemos nosllevan al futuro se hacen realmente pasado quedandeterminados (fijados) por una sola de las opciones/posibilidades disponibles al principio (y quizás noprecisamente la apetecida) ...

Y cuando contemos la verdad de aquella situa-ción, de lo que nos movió para ir al cine aquel día,sabremos que entre las motivaciones o el mero tran-sitar surgió aquello que decidió la película, y entrelas ropas que podíamos ponernos, nos encontramosexclusivamente vestidos de azul, o que al cine lle-gamos por Aribau tras torcer a la derecha en la Pla-za de la Universidad. Todo ello quedó fijado en loreal de una manera y no de mil. Por eso el pasadoes uno y el presente contribuye, en su acontecer, afijarlo de esa manera única y determinante, aunquedespués inventemos historias para justificarlo,auto-justificándonos.

El futuro siempre será múltiple porque sólo es posibley como tal no determina mundo.

Cuando la idea se concreta en el mundo como unobjeto real (en situación, experiencia, o relación)«olvida» esa carga espiritual o, si se prefiere, todafilosofía, pues la idea se superó en realidad al des-prenderse de las condiciones, motivaciones y posi-bilidades que podrían haber fraguado otras realida-des, pero que no lo hicieron.

Es por ello que la historia no es múltiple, disper-sa, ni polisémica. Si creemos que se abre a multitudde lecturas es porque seguimos siendo niños a labúsqueda de relatos de aventuras, o porque nos in-teresa re-buscar motivos para salvaguardar ciertosrelatos por encima de los hechos que narran. Quizásconstruyamos pasados para alimentar el deseo im-

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posible de un futuro a nuestra medida y que se esca-pa siempre hacia el pasado. El pasado es la realidadúnica fraguada entre un selecto ramillete de posibi-lidades.

La realidad transcurrida sólo manifestó una ma-nera, a pesar de que las posibilidades en las cosasmateriales fueran muchas. Los límites de la inves-tigación no los marcan las interpretaciones que pue-dan sugerir lo acontecido, ni las posibilidades quepodrían haber desviado hacia otro lugar lo que ocu-rrió, sino la inequívoca gravedad de las cosas en suacontecer.

En la verdad de lo ocurrido no hay contradicciones.

Sólo el lenguaje es capaz de contradicciones. Larealidad parece no saber nada de contradicciones,aunque confundamos su textura. Lo que la realidadproporciona se reduce a armonías o colisiones queintegran o desintegran formas de vida posibles yalternativas. La materia no tiene contradicciones.Las contradicciones muestran la incapacidad de laspalabras para nombrar los ricos matices de la diver-sidad de la materia, tan tenues que el sonido y lafiguración de las voces, junto a los garabatos queinventamos para representarla, no han logrado en-samblarse todavía de forma satisfactoria, ni dar conuna forma de emulación adecuada.

Cuando la razón procede señalando aconteci-mientos, describiendo su proceso y expansión, re-produciéndolos en un experimento de laboratorioconcluye inevitablemente afirmando que el procesoera razonable. Nuestro pensar se reduce a declarar-nos satisfechos porque la cosa entró en razón. Da-mos protagonismo al discurso y olvidamos que lascausas de las cosas no son los motivos que la razónesgrime para comprenderlas. Cuando la razón ob-jeta todo este proceso ya está lista para abordar loinconcebible.

La causa no sólo materializa con-secuencia; es la pro-pia realidad que la cosa en su materialidad ha vencido.Es la relación que en ella encontró solución.

La investigación arqueológica es posible porqueel pasado, aunque pueda recrearse de muchas ma-neras, en verdad sólo se manifestó de una, y losobjetos somos la prueba.

4. LA ÉTICA DEL SENTIRSE OBJETO

Pasar de la conciencia de sujeto a la concienciade objeto puede aturdir, pero es un paso decisivo

para ubicar la conciencia (ese sencillo ingredientede la materia constituido en su devenir) en un lugarreintegrador.

Actualmente, parece que las filosofías de la con-ciencia han quedado diluidas en las nuevas filo-sofías que proclaman que nada hay tras el lengua-je, ni tampoco frente a él. Creen haber acabadocon el binomio objeto-sujeto, indolente causa dela indeseable dialéctica entre el amo y el escla-vo. Este triunfo de la formalidad, carente de con-tenido, no permitirá entender que las palabrasdel texto se pierden en la conciencia del saberseobjeto.

Mi propuesta no es otra que la de restituir-nos ladignidad de ser objetos. Objetos para otros. Aban-donar cualquier tipo de sujeción ensimismada paraencontrar en el ir hacia afuera, ir al encuentro quesiempre nos halla, el único sentido común que lavida manifiesta.

Sentirse objeto consiste en actuar para el otro,ser útil a los otros, constituirnos en medios de surealización. Ser útil no es prestarse a ser utilizadocomo instrumento, aunque ello pueda producirse.Es abandonar las ensoñaciones del sujeto para con-sigo mismo, siempre ilusorias, y avanzar hacia lasatisfacción del otro, primando lo común. La ver-dadera satisfacción se aprestará a repartir gocesíntimos en una dialéctica recíproca inevitable.

La utilidad está atrapada en el engranaje de lasatisfacción más que en el de la necesidad. Ya vi-mos que la satisfacción no exigía una carencia pre-via. Vimos que estaba prendida al ánimo de la vida.La ventaja de restituirse como objeto reside en re-cuperar la sustancia del goce y la satisfacción. Per-sonificar esa realización concreta del deseo de otroses la máxima prueba de sentido social y de placercompartidos.

Muchos siglos de imperio de la Idea, de cons-trucción de individuos autárquicos y libres sóloformalmente, serán devueltos a la nada, como nues-tra propia muerte se encarga de ilustrar. La muer-te siempre es individual y exclusiva; sólo se mani-fiesta capaz de acabar con la vida de cada uno. Sinembargo, se muestra impotente para cancelar lasrelaciones, que nos sobreviven y que cobran susten-to en los objetos que legamos. La materia del re-cuerdo y sus objetos permanecerán en los otros, conla misma intensidad con la que experimentamosaquellos que nos precedieron.

Facilitar nos-otros la satisfacción a otros, ser su utili-dad, es construir una vida favorable para todos.

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ÉTICA Y ARQUEOLOGÍA 21

T. P., 64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 13-21, ISSN: 0082-5638

El objeto fija las veleidades del sujeto. Es reque-rido por aquello que es útil y favorable. El objeto dedeseo es esa exterioridad que queremos venga anosotros; un objeto reclamado que habrá que cui-dar de manera generosa para que el primer encuen-tro fortuito se consolide en una relación satisfacto-ria y duradera.

Los objetos poseen, más allá de sus rutinas deobediencia, una vida interior que puede colonizar-nos instrumentalmente o, por contra, ayudarnos aaprender a ser abiertamente útiles para los otros. Serútil no es plegarse a la decisión a que obliga el ins-trumento, sino manifestarse un bien favorable. Elmayor éxito social se produce en aquellos ámbitosen que sabemos ser el medio de la satisfacción delos otros. Ser un medio eficaz es el máximo valorque posee un objeto, y lo único verdaderamenteimportante para una sociedad abierta, sabia y soli-daria. Una sociedad que se re-conoce en la causaprimera.

La causa primera, la causa del ser, es la materia.

La materia está en todas partes. Es el punto de lasformas y el uno de los números. Con nosotros, lamateria ha logrado pensarse. Por eso no somoscualquier cosa: somos el objeto de materia que sepiensa como sujeto de sí.

Al principio, con el balbuceo de la materia en suprimer pensar-se y producir pensar-nos, nos creí-mos paradójicamente pensados. Nosotros, el lugarque la materia concretó para desplegarse en Idea,creímos que la idea de Otro nos precedía. La fuer-za de las cosas cobra con nosotros una nueva res-ponsabilidad. Hasta donde sabemos, la primera yúnica responsabilidad consciente de la materia, unaresponsabilidad que nos impide huir de nuevo.

AGRADECIMIENTOS

Usé, espero que sin instrumentalizar, a todos losamigos y colegas que, de una forma u otra, ofrecie-ron sus consejos para matizar este texto: RafaelMicó, Teresa Sanz, Cristina Rihuete, Roberto Ris-ch, Sylvia Gili, Bob Chapman, Mª Inés Fregeiro,Kate y Joan Pepper. Dejo constancia aquí de miagradecimiento más sincero y de que no son res-ponsables de los predicamentos, errores u omisio-nes en que pude haber caído.

BIBLIOGRAFÍA

LEONARDO DA VINCI 1970 (orig. 1883): The Notebo-oks of Leonardo da Vinci. Compiled and Edited fromthe original manuscripts by Jean Paul Richter. DoverPublications Inc., Nueva York.

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