concepciones generales y declaracion de principios …

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CONCEPCIONES GENERALES

Y DECLARACION DE PRINCIPIOS

FACA 2012

Columna Durruti

Columna Malatesta

Columna Joaquín Penina

“Nuestro objetivo es el bien de todos, la eliminación de todos los sufrimientos y la generalización de todas las

alegrías que puedan depender de la voluntad humana; es la paz y el amor entre todos los seres humanos; es una

nueva y mejor civilización, una humanidad más digna y feliz. Pero creemos que el bien de todos no puede alcanzarse

realmente más que con la consciente colaboración de todos; creemos que no existen fórmulas mágicas capaces de

resolver las dificultades; que no hay doctrinas universales e infalibles aplicables a todas las personas y a todos los

casos; que no hay personas y partidos providenciales que puedan sustituir útilmente la voluntad de los demás por la

suya propia y hacer el bien a la fuerza; creemos que la vida social adquiere siempre las formas que resultan del

contraste de los intereses ideales de los que piensan y quieren. Por eso convocamos a todos a pensar y a querer”.

Malatesta, “Pensiero e Volontà”, 1 de enero de 1924

El proceso de lucha iniciado en la Argentina en los últimos 15 años, nos encontró a una generación de militantes

anarquistas participando en diversos movimientos sociales, organizaciones de desocupados, comisiones gremiales,

grupos culturales y de contra información, asambleas populares, etc.

La necesidad de aportar a construir una estrategia propia de los anarquistas, para desarrollar un proyecto de ruptura

revolucionaria con el sistema capitalista nos llevó a la búsqueda de espacios de encuentro.

Hoy en día redoblamos la apuesta en la búsqueda de expresar en un solo puño la diversidad de experiencias

antiestatales que surgieron al calor de las últimas luchas sociales, retomando el bagaje histórico del anarquismo y

confrontándolo con nuevas realidades.

El nombre FACA lo reapropiamos por supuesto en alusión a la histórica F.A.C.A. fundada en 1935, no por pretender

ser, ni creernos su exclusiva continuidad histórica, sino porque la tomamos como referencia de uno de los primeros

desarrollos de organización específica anarquista en Argentina y porque desde su nombre se sintetizan nuestras

intenciones de construcción federal del anarquismo organizado.

Porque creemos en un anarquismo interviniendo y con nuevas posibilidades de interpelación social, teniendo bien

firmes los pies sobre el contexto en el cual vivimos.

Porque es un anarquismo de disputa y ruptura con las instituciones del sistema vigente.

Por todo ello nos organizamos en la Federación Anarco-Comunista de Argentina (FACA).

ABAJO EL ESTADO!!

VIVA LA ANARQUIA!!

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Aclaraciones

En primer lugar nos parece importante haber logrado una serie de acuerdos sobre los principios que rigen nuestra

práctica y militancia y que los mismos se pongan de manifiesto, en la experiencia práctica de nuestro anarquismo

social. También debemos señalar que tenemos por delante un trabajo constante de profundización y actualización de

nuestra declaración de principios en la medida que estemos involucrados/as en las luchas reales de la clase oprimida.

A su vez y esto es de fundamental importancia para nosotros/as, consideramos que los acuerdos, debates y propuestas

que vayamos generando quienes integramos la FACA son una de las expresiones y alternativas posibles desde nuestra

perspectiva libertaria. Ello significa en principio que descartamos la existencia de una organización política

anarquista, acabada, representativa de todo el movimiento libertario, incluso y ni siquiera de la tendencia especifista.

En este sentido en la FACA hemos asumido el compromiso de iniciar un proceso de construcción de una organización

política anarquista, poniendo de manifiesto nuestra manera de concebir el anarquismo y particularmente el anarquismo

especifista.

Numerosas experiencias de organización política anarquista, cada una con su concepción política propia y sus

modelos organizativos han aportado, según nuestra opinión a un proceso histórico más amplio dentro de la tradición

anarquista y a su vez dentro de los procesos de lucha y resistencia de la clase oprimida. Sin embargo consideramos

que a pesar de ello, hay concepciones que construyen un perfil de organización política anarquista, así como un perfil

de práctica política que aportan en un sentido libertario a generar valores antagónicos, y otras concepciones con las

que particularmente no estamos de acuerdo y consideramos que han reforzado los esquemas tradicionales vinculados a

la idea de una ruptura revolucionaria dirigida u orientada por vanguardias o elites políticas. Esquemas de organización

política en cuya estructura se han depositado expectativas sobredimensionadas en sus posibilidades. Consideramos

finalmente que en el afán de crear y generar lineamientos estratégicos para la acción política, algunas experiencias del

anarquismo especifista ha recaído en dogmatismos y fórmulas representativas de otras tendencias ideológicas.

Por este motivo consideramos que existe todo un debate abierto acerca de la organización política anarquista, el estilo

y perfil de una práctica política libertaria coherente con nuestros fines, así como también una necesaria elaboración

y/o profundización teórica desde una perspectiva anarquista, orientada a fortalecer nuestras herramientas y propuestas

para la militancia social.

Por un anarquismo social y revolucionario

Pretendemos un anarquismo con intención revolucionaria, inserto en las luchas populares y en sintonía con su

contexto histórico. Porque creemos en un anarquismo interviniendo y con nuevas posibilidades de interpelación social,

teniendo bien firmes los pies sobre el contexto en el cual vivimos.

De lo que se trata es de ponernos en sintonía con nuestra época, rescatando lo mejor de nuestra tradición, que creemos,

tiene mucho para aportar, pero sin caer en el dogmatismo ni en la ortodoxia. Anclados en el presente, sostenidos/as

por el pasado y con proyección a futuro.

Por supuesto que no partimos de la nada. Partimos de un núcleo de ideas, principios, métodos, conceptos y

experiencias propias del anarquismo, que como decíamos tienen total actualidad y funcionalidad, que nos sirven de

guía y motor, que distinguen al anarquismo como tal.

Podemos vislumbrar que, hasta entrada la década de 1930 hablar del movimiento anarquista en la Argentina hace

referencia a un movimiento fuertemente involucrado en las luchas sociales. Diversos cambios relacionados a nuevas

estrategias del capitalismo a nivel mundial, a la implacable persecución estatal y a las dificultades de adaptarse a los

nuevos tiempos eclipsaron al anarquismo. A partir de allí entró en un cono de sombras1.

Sin embargo, como plantea Christian Ferrer “ninguna idea enorme se extingue del todo en sus cenizas. A veces

retorna, crepitante, dando chispazos, forjando el tipo de nidos donde se gestan las aves inmunes al fuego”2 . Así luego

de varias décadas de ausencia el anarquismo resurgió3. Pero en este resurgir, “con la etiqueta de anarquismo

encontramos un conjunto de elementos heterogéneos y en ciertos casos incompatibles.

Nosotros/as nos basamos en un anarquismo social y revolucionario. Social porque es un anarquismo inserto en las

luchas populares y con posibilidades de interpelación social y revolucionario por que es un anarquismo de disputa y

ruptura con las instituciones del sistema vigente. Asimismo buscamos romper con un tipo de anarquismo muy vigente

en la actualidad que lo referencia solo como estilo de vida, desvinculándolo de objetivos de revolución social4.

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Reconocemos al anarquismo como motor de una praxis transformadora de carácter libertario. Cuando hablamos de

anarquismo como praxis lo hacemos en oposición a conceptos como doctrina o filosofía u otros parecidos que dan una

idea estanca e incluso dogmática y ahistórica de lo que para nosotros representa el anarquismo. La idea de praxis nos

da una visión dinámica de proceso en donde interactúan efectivamente una serie de principios ideológicos y teóricos

con la práctica misma de los sujetos que buscan la transformación social dentro de un contexto determinado y de la

cual el anarquismo se nutre. Coincidimos con Castoriadis en que “lo que llamamos política revolucionaria es una

praxis que se da como objetivo la organización y la orientación de la sociedad con miras a la autonomía de todos y

reconoce que esta presupone una transformación radical de la sociedad que no será, a su vez, posible sino por el

despliegue de la actividad autónoma de los hombres”5.

Este planteo ya lo encontramos presente en los orígenes del anarquismo: "las ideas en general no tienen un origen

asignable, existen en embrión, o por briznas aquí y allí; pero se solicitan mutuamente, se reúnen, se reorganizan y

toman, a posteriori un sentido nuevo cuando una nueva situación social las hace vivir. La idea surge de la acción y

debe volver a la acción afirmaba Proudhon, y Bakunin va más lejos todavía: “hay que ir de la vida a la idea. Quien se

apoya sobre la abstracción encontrará allí la muerte". 6

Asimismo, creemos que fue Malatesta quien dio central importancia a la praxis de los sujetos como motor de cambio

social al desarrollar el concepto de voluntad. Así, Malatesta pensaba que la anarquía solo seria posible si las personas

la deseaban, y si ponían en acción una voluntad revolucionaria: "La experiencia de una voluntad capaz de producir

efectos nuevos, independientes de las leyes mecánicas de la naturaleza, es un presupuesto necesario para aquellos que

sostienen que es posible reformar la sociedad. Para ir hacia un estado de sociedad sin gobierno (...), es preciso

entonces pensarlo y quererlo. Concebida así la anarquía se inscribe en la larga duración de la historia, se identifica con

el espíritu de revuelta y con el deseo de libertad, pero agrega un contenido conceptual, una imagen de la sociedad que

le es propia".7

SOBRE EL SISTEMA DE DOMINACIÓN CAPITALISTA

Sobre el concepto de dominación

Entendemos al capitalismo como un sistema de dominación. Según Errandonea "la institucionalización de una

relación social concreta, en la cual unos deciden lo que implica a los otros y/o a todos, constituye una relación de

dominación. Sea cual sea el mecanismo a través del cual se lo hace, el procedimiento utilizado, la ubicación de los que

lo llevan a cabo y el contenido de ellas, en una palabra, la configuración sistemática de la adopción de decisiones

constituye un sistema de dominación"8. De esta manera, un sistema de dominación involucra la institucionalización de

relaciones de mando- obediencia.

Desde esta perspectiva, entendemos que el capitalismo es un sistema de dominio heredero de otras formas anteriores

de dominación y a su vez forma propia, particular y nueva de dominio. Un sistema que domina no solo a través de la

dimensión económica sino que opera en diferentes niveles y través de distintos mecanismos de dominio en todas las

esferas de la vida social. Pero no es único e inmodificable, sino que es un producto histórico.

Entendemos al capitalismo contemporáneo como un sistema de dominación en el que opera una dinámica de poder

compleja, relacional, multidimensional, capilar y en constante disputa entre diferentes fuerzas. Esto porque

entendemos que el mundo social está constituido a partir de las distintas dimensiones del poder conformadas en todas

las esferas de la sociedad, las cuales se influencian y dependen unas de otras. Se puede afirmar entonces, que el

sistema de dominación actual, en realidad no es simple reflejo de las relaciones de la esfera económica sino que, se

constituye en una interdependencia de las esferas política, económica, ideológica, cultural, etc. Las relaciones de

poder se encuentran presentes en todas las relaciones sociales, impregnan la sociedad de forma capilar. De esta manera

el poder penetra en las relaciones cotidianas y en las vidas de todos nosotros.

Con esto, hacemos referencia a lo que Ibáñez, a partir de Foucault, define como “paradigma estratégico del poder”: “el

poder es una relación, un acto. El poder es algo que se ejerce. El poder tiene una presencia difusa en todo la estructura

social, se produce en el todo social. Es omnipresente no porque llega a todos los lugares, sino porque brota en todas

las partes [...] El poder toma la forma de los modelos de la física. El poder es consubstancial con lo social, no existen

así, zonas sin poder o que escapen a su control. El poder es inmanente a los dominios en que se manifiesta, la

economía esta constituida por relaciones de poder que les son propias. El poder es ascendente, los poderes locales van

delineando efectos de conjunto que conforman los niveles más generales: modificando las relaciones de fuerza locales

se modifican los efectos del conjunto. [...] El poder es, ante todo, una instancia productiva. El poder produce saber,

engendra procedimientos y objetos de saber. Quien ocupa una posición de poder produce saber. El poder resulta de

una victoria; tiene una guerra por origen. Los mecanismos del poder son del orden del control y de la regulación, de la

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gestión y de la vigilancia. [...] El poder no funciona a partir del soberano, sino a partir de los sujetos. La vida es el

símbolo del poder, su objetivo es regir y administrar la vida.”9 Así a partir de Foucault e Ibáñez, se puede definir al

poder de dominación como una relación social concreta y dinámica entre diferentes fuerzas asimétricas, en la cual

existe preponderancia de una(s) fuerza(s) en relación a otra(s).10

Una cuestión de Clase

Asimismo, un sistema de dominio se estructura a través de clases antagónicas: una que domina y otra que se encuentra

bajo estas relaciones. De quienes sacan provecho de las mismas, nada se puede esperar, solo que intenten conservar,

aumentar y reproducir de diversas maneras sus privilegios. Este conflicto entre clases antagónicas se expresa en una

guerra social ó lucha de clases en todas las esferas de la vida social. Creemos que por este motivo, solo quienes sufren

estas relaciones pueden desear e incluso luchar para destruir el sistema.

Planteamos entonces, una noción de clases y lucha de clases a partir de la categoría dominación, la cual abarca la

explotación pero no se reduce a la misma, es decir, partimos de una noción más amplia de dominación. Esto implica

que la estructura de clases no se defina solamente a partir de términos económicos (relaciones de producción), sino

también, teniendo en cuenta tanto la propiedad de los medios de producción como de los medios de coerción, los

instrumentos que gobiernan la sociedad y la dominación a través de procesos culturales dominantes, etc., sin

autonomizar las esferas ya que, como mencionamos mas arriba, entre las mismas existe interdependencia.

Donde hay Dominación hay Resistencia

Creemos que toda relación de dominación implica resistencia. Así, entendemos que los procesos de dominación están

relacionados de manera dialéctica con procesos de resistencia. De esta forma, si bien el sistema de dominación

estructura en gran parte la forma en que entendemos el mundo y nuestras prácticas sociales, existe una experiencia

social e histórica, real y concreta que nos permite problematizar la dominación y hacer posible el cambio. “La

conciencia real -y no la teórica- de los miembros de una clase, es el producto de una serie de experiencias históricas

prácticas relacionadas con vivir en el mundo. Esto implica todas las dimensiones de las relaciones de poder, y no solo

las económicas".11

Asimismo, consideramos que, en los procesos sociales de lucha, el imaginario radical, que

involucra la crítica radical y la creación, se vuelve importante a la hora de explicar el cambio social.

En base a esta definición de sistema de dominación como la institucionalización sistemática de relaciones de mando-

obediencia, podemos caracterizar a la dominación y la autogestión en función de la capacidad de participación.12

Las

luchas sociales con influencia de tradición anarquista impulsan un tipo de resistencia, la resistencia en sentido

autogestivo, esto es, procesos prefigurativos que nos permiten ir tomando cada vez más decisiones en todos aquellos

aspectos que involucran nuestra vida, tanto individual como colectiva, es decir, nos permiten ir ampliando la

capacidad de participación y a la vez ir construyendo los embriones de la sociedad anarquista.

Por otro lado, el capitalismo constituye una forma de organizar el mundo social, se sustenta "en la centralización del

poder político del estado, esto es, un conjunto de instituciones controladas por una minoría posicionada sobre la

sociedad, que regulan el conjunto social a partir de sus intereses particulares. Esta organización social funciona

también a través de una serie de símbolos y significaciones, que difunden y conservan en el imaginario del pueblo lo

fundamental de sus estructuras de dominación."13

Consideramos que estos planteos ya estaban latentes en los debates

entre Marx y Bakunin hacia fines del siglo XIX, en donde este último argumentaba que "a pesar de que en un primer

momento el estado pueda estar determinado por el factor económico inmediatamente después pasa a ser determinante

en el proceso de mantenimiento y reproducción de las relaciones de dominación capitalista”.14

En este sentido marca

que se analice el papel del estado de manera relacional, y no mecanicista, ya que ve que Marx pone al estado como un

producto y nunca como productor de las relaciones de dominación y explotación. De esta manera, Bakunin coloca

claramente a la dominación política estatal en un mismo nivel de importancia que la dominación económica. A partir

de este último punto nos proponemos desarrollar a continuación qué entendemos por estado.

SOBRE EL ESTADO

Creemos que uno de los desafíos que tenemos que encarar como anarquistas es profundizar la comprensión acerca de

lo que es el estado en sus distintas facetas ya que es central en la producción y reproducción de las relaciones de

dominación capitalista y en la forma en que se expresan las luchas sociales de nuestros tiempos. Como plantea

Errandonea "especialmente en el siglo XX, el estado se fue haciendo mucho más complejo. En la medida en que fue

asumiendo otras funciones, a la vez que creció en su estructura burocrática, también se matizó en una serie de

organizaciones públicas que tendieron a desconcentrarlo. Absorbió las muy anteriores autonomías municipales y

universitarias y agregó las instituciones de enseñanza y de salud públicas destinadas a asistir a la generalidad de la

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población (,,,) Incorporó los monopolios naturales y otras grandes empresas productivas, y ocupó a una parte

considerable de la población activa ".15

Asimismo, a través de estos aspectos y otros, que analizaremos en este

apartado, el estado fue colonizando cada vez más espacios de la vida cotidiana profundizando el control social sobre

nuestras vidas de una manera sin precedente.

En primer lugar queremos señalar que al igual que el poder, el estado no es una cosa u objeto que se pueda señalar,

agarrar o “tomar”. La noción de estado como objeto material ha sido hegemónica tanto en perspectivas antisistémicas

como en perspectivas conservadoras. En este sentido Philip Abrams señala: “Debemos abandonar la idea del estado

como un objeto material (...) concreto o abstracto sin dejar de considerar la idea del estado con absoluta seriedad (...)

El estado es, entonces, en todos los sentidos del término, un triunfo del ocultamiento. Oculta la historia real y las

relaciones de sujeción detrás de una máscara ahistórica de ilusoria legitimidad (…) En suma: el estado no es la

realidad que se encuentra detrás de la práctica política. El mismo es la máscara…".16

Foucault también planteaba alejarse de las definiciones instrumentalistas de estado, así, en uno de los pocos artículos

en los que se refirió de manera directa a esta institución señalaba: "El estado no es universal; el estado no es en si

mismo una fuente autónoma de poder; el estado no es otra cosa que los hechos; el perfil, el desglosamiento móvil de

una perpetua estatalización, o de perpetuas estatalizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan,

conmocionan o hacen decantarse insidiosamente, poco importa las finanzas, las modalidades de inversión, los centros

de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre los poderes locales y la autoridad central. El estado

no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentabilidad múltiple" 17

Estos planteos cuestionan la "idea" naturalizada acerca de lo que es el estado. Por ejemplo, la idea mas común

naturalizada desde el capitalismo que señala que es estado es una institución que se localiza en determinados lugares

como la cámara de diputados, la casa rosada, las dependencias municipales, etc, y que está encarnada en el sistema

parlamentario, con su aparato burocrático etc. Esa construcción es una ficción, y esa ficción tiene un papel importante

en la reproducción del sistema de dominación por que produce determinados efectos materiales y cotidianos que es

necesario poner de manifiesto para entender las lógicas de la dominación estatal. Así, entender al estado como ficción

es entender que "el poder del estado opera a través de una base ilusoria que oculta y naturaliza las relaciones de

desigualdad y fuerza". 18

Para nosotros/as estos planteos son sugerentes, acordamos con el planteo de que el estado no es una cosa, que el

estado como ficción cumple un importante papel en los procesos de dominación, que el estado está configurado a

través de relaciones de poder que circulan por toda la sociedad, y que es necesario ver como se instituye desde la

cotidianidad micro social. Pero a su vez queremos resaltar que el estado es una institución que construye estrategias de

control y regulación social desde arriba hacia abajo. Así, articula mecanismos, técnicas, discursos y dispositivos,

operando sobre las dimensiones del poder de dominación político, económico, jurídico, administrativo, cultural,

ideológico, de género, etc.

Para alejarnos de las definiciones instrumentalistas de estado nos proponemos comprender qué hay detrás de la

máscara prestando atención a los "efectos del poder", a los hechos que genera "la máscara " que dan cuenta de gran

parte de la historia real y cotidiana de las relaciones de dominación destacando así, las dimensiones prácticas y

procesuales 19

, sin dejar de tomar en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos más conocidos y estudiados del estado,

esto es, aquello que tiene que ver con la coerción, con lo jurídico, con el parlamentarismo.

De esta manera, entendemos al estado capitalista desde una perspectiva compleja, que involucra de manera relacional

aspectos macro estructurales y microsociales. Así, poner el acento en los aspectos dinámicos, relacionales, macro

estructurales, cotidianos, económicos-políticos-culturales e ideológicos etc., de los procesos de dominación estatal

también nos permite evidenciar su dialéctica con los procesos de resistencia.

En base a estos planteos, arribamos a una primera definición de estado más enfocada en la articulación de lo político-

jurídico-militar-económico, para luego incorporar a este análisis la articulación con la dimensión cultural del estado

tratando de evidenciar la complejidad de la institución estatal abordándola desde sus múltiples aspectos y

dimensiones. Creemos que esto no solo nos permite comprender la dominación estatal sino que nos permite

profundizar las tácticas y estrategias de lucha en sentido anarquista.

Podemos acercarnos a una primera definición planteando que el estado es una institución de regulación y control

social, constituida a partir de las relaciones de poder y que incluye el gobierno, el aparato jurídico y militar.

Asimismo, como señala Felipe Correa, las relaciones de poder se pueden esquematizar a partir de un eje de

participación, cuyos límites (extremos opuestos) son la dominación y la autogestión; de esto resultan dos modelos de

poder: poder dominador y poder autogestionario20

. El poder representado por el estado es de tipo dominador, por que

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usurpa la capacidad de participación real de la inmensa mayoría de la población, asegurando la dominación a través de

la legitimidad y por la fuerza. Históricamente, el estado no sirvió para la creación de poderes autogestionarios; aunque

en diversos casos haya incorporado o estimulado algún tipo de participación, eso siempre se dio en el intento de

legitimar un determinado sistema de dominación y su respectiva estructura de clases.21

De esta manera, el estado no es simple reflejo de las relaciones que se dan en el ámbito de la esfera económica, la cual

ciertamente influencia al estado, pero que, al mismo tiempo, es influenciada por él. La esfera política-jurídica-militar

constituye, al mismo tiempo, consecuencia y causa de las relaciones que involucran a la esfera económica. Así

concebido, el estado es un elemento central de los sistemas de dominación y de sus respectivas estructuras de clases,

las cuales son forjadas por las relaciones de trabajo, pertenecientes a la esfera económica, pero también por las

relaciones gubernamentales, jurídicas y militares.22

Las disgresiones acerca de la naturaleza del Estado están en la raíz

de los principales debates históricos entre marxistas y anarquistas, así, "las divergencias entre Bakunin y Marx

descansan sobre una oposición fundamental en torno a la naturaleza del Estado (...) Para Bakunin, existía,

históricamente, un encadenamiento de los hechos económicos y políticos; aunque con una autonomía relativa, el

estado habría sido fundamental para el desarrollo del capitalismo, por razón de la centralización y de la sujeción del

pueblo, que tenía la ilusión de estar siendo representado en él. Si por un lado el estado representa los intereses de los

propietarios capitalistas, por el otro constituye una estructura política necesaria para el desarrollo del capitalismo; aún

modificadas las relaciones de producción, si el estado continuase existiendo, él recrearía el capitalismo - hipótesis que

seria confirmada por la reciente historia de la Unión Soviética". 23

Como bien señala Felipe Correa, el estado domina a través de la fuerza pero también a través de la legitimidad. La

construcción de legitimidad estatal con objeto de regulación y control social, es un proceso en constante producción y

reproducción, por que justamente no se construye de una vez y para siempre, sino que es disputada por los dominados.

La experiencia vivida colectiva e individual de los dominados, en base a las diferencias reales tanto económicas, como

políticas, de género, etc. promueven resistencias tanto organizadas como individuales. Esta diferencias generan que se

experimente e internalice de distintas maneras las ideas, símbolos, valores, etc, a través de los cuales el estado

construye legitimidad.24

Así, el estado no solo necesita reprimir y cobrar impuestos para comprar armas o mantener

verdugos para sus cárceles. El mismo necesita convencernos, necesita de nuestro consenso aunque sea en la forma de

“servidumbre voluntaria”.25

A ese convencer, el estado lo tiene que efectuar en una sociedad como la nuestra, una

sociedad de clases, en constante situación de disputa, de guerra de clases. En este sentido, si el estado apareciera como

claramente identificado con los intereses de una sola clase no podría jamás ser lo que dice ser; el garante del bien

común de la sociedad. En relación a esto el estado no solo tiene que aparecer como neutral y como genuino

representante del todo social, de cada una de sus partes sino que fundamentalmente tiene que negar que la sociedad

está partida, tiene que negar a riesgo de su propia existencia, su propia razón de ser, que existen clases, que hay un

conflicto en el interior de la sociedad. Para él puede haber ricos y pobres o diferencia social más o menos obscena

pero jamás clases. El estado debe generar el consenso necesario en la sociedad, crear las condiciones para que sus

intereses (y los de su clase) aparezcan como los intereses de todos. Pero, " la sociedad burguesa, en los hechos, no es

la unidad que pretende que es. Aquí la regulación estatal se vuelve fundamental y el hecho mismo de la diferencia -la

discrepancia entre las representaciones oficiales y la realidad representada - es lo que la hace tan constantemente

necesaria para que las representaciones burguesas se puedan sostener en pie".26

De esta manera, para la construcción de legitimidad estatal, la dimensión cultural es de gran importancia, ya que es a

través de la producción constante de ideas, símbolos, identidades, etc., que el estado intenta borrar que es la sociedad

enajenada de sí en un aparato que la norma y la violenta de acuerdo a los intereses particulares de las clases

dominantes. La existencia de elecciones “libres”, el parlamento y los partidos políticos son claves en la ficción de

neutralidad del aparato estatal y constituyen una de sus fuentes de legitimidad más importantes ya que configuran la

idea de que el pueblo puede elegir el sistema de gobierno y los partidos que lo representen, a través del sufragio

universal. A nuestros ojos el estado aparece como un aparato que actúa concretamente sobre la realidad social. Sin

embargo, lo que existe es un conjunto organizado (y estructurado en clases antagónicas) de individuos conectados a

través de una compleja red de relaciones de dominación, en donde, la minoría que controla la institución estatal se

convierte en una clase privilegiada al concentrar las funciones de regulación y de reproducción social. A través de

este proceso el Estado aparece como campo político, que actúa y se representa en él. Por eso podemos concebirlo

como un sujeto político. Y no como cualquier sujeto. Aparece como un sujeto muy particular que, a diferencia de

cualquier otro nacido de la sociedad, tiene todo el poder social de representación de la política y, por lo tanto, de sí

mismo. Para ser claros el estado define el ámbito de lo político, las formas de intervención y los términos en que se

expresan incluso las luchas, así como el significado de la "política".

El estado como ficción

Como señalamos el estado capitalista, como institución ha acumulado y centralizado toda una serie de funciones:

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gendarmes y policías, maestros y sociólogos, no solo es importante la evidente potencia de las estructuras palpables en

edificios públicos u hombres armados, sino, fundamentalmente, la idea que le da sentido. La simple suma de

presidentes, policías, gobernadores, ministros de educación y jueces no dan por resultado el estado. Esa cosificación

del estado es lo que llamamos fetichismo del estado: "una especie de aura de poder a la manera de Leviatan, o bien ese

"Dios mortal" en la interpretación de Hobbes o, de manera bastante distinta, la visión intrincada de Hegel del estado,

no solo como la representación concreta de la razón, de la Idea, sino también como una impresionante unidad

orgánica, algo mucho mayor que la suma de sus partes. Esta definición hace alusión al proceso de construcción

cultural del Estado moderno cuya cualidad de fetiche sagrado se hace evidente cuando habitualmente nos referimos a

la entidad "Estado" como si fuera un ser en sí mismo, animado con voluntad y entendimiento. Los ejércitos, las

prisiones, las órdenes de deportación, como todo el proceso de extracción fiscal, dependen en gran medida del

fetichismo del Estado ya que "la asociación de los instrumentos represivos con la idea del estado y la invocación de

esa idea que enmudece las protestas, justifica la fuerza y nos convence de que el destino de las victimas es justo y

necesario"27

.

Otro aspecto a señalar de esta inscripción cultural a través de la ficcionalidad estatal es "la fábula de origen del estado"

generalmente presentada como contrato o pacto social que incluye la delegación para siempre de la voluntad, del

poder, en fin de la capacidad para autogobernarnos. Eduardo Colombo28

plantea que en realidad esto es una

expropiación y que esta se construye sobre el soporte de una desposesión inaugural que remite a un tiempo mítico

originario “el dictado sagrado de la ley”, inversión imaginaria que hace de una fuente extrasocial la ordenadora de

todo lo que existe y la fundadora de la ley social que establece una jerarquía de mando, de rango y de fortuna. Cuando

hablamos de fuente extrasocial nos referimos a algo que esta por afuera, de la sociedad efectiva, viviente y que puede

aparecer en la forma de dioses pero también en la imagen de héroes fundadores. La alienación de la capacidad de

autoadministración y autoinstitución, produjo una verdadera confiscación de facto de dicha capacidad en manos de

una minoría. Con la construcción imaginaria del Estado, la mencionada minoría instituyó la separación y la

autonomización de lo político en la figura de estado, opuesta ahora a la gran masa de súbditos. Como mencionamos

más arriba, esta confiscación es siempre parcial y limitada, pero transfiere la acción política “legítima” hacia las

manos del estado. El poder político se expresará de aquí en más por medio de una representación imaginaria central

que organiza el universo sociopolítico en su conjunto. El Estado se espiritualiza y los hombres se cosifican.

Estos planteos acerca del carácter sacralizado (religión secular) del estado ya estaban desarrollados por Bakunin

cuando señalaba: "¿Qué es el Estado? Es, les responden a ustedes los metafísicos y los doctores en derecho, la cosa pública: los intereses, el bien colectivo y el derecho de todo el mundo, opuestos a la acción disolvente de los intereses y de las pasiones egoístas de cada uno. Es la justicia y la realización de la moral y de la virtud en la tierra. Por consiguiente, no hay acto más sublime ni mayor deber para los individuos, que entregarse, sacrificarse, y, de ser necesario, morir por el triunfo, por la potencia del Estado. He aquí en pocas palabras toda la teología del Estado. Veamos ahora si esta teología política, así como la teología religiosa, no oculta más allá de las muy hermosas y muy poéticas apariencias, unas realidades muy ordinarias y muy sucias (...) el Estado, es el altar de la religión política sobre el que la sociedad natural siempre queda inmolada: una universalidad devoradora, que vive de sacrificios humanos, como la Iglesia. El Estado, lo repito otra vez, es el hermano menor de la Iglesia (...) Tal es en su pureza ideal la teoría idéntica de la Iglesia y del Estado. Es una pura abstracción; pero toda abstracción histórica supone hechos históricos. Estos hechos, como lo dije en mi precedente artículo, son de una índole muy real, muy brutal: es la violencia, el despojo, la supeditación, la esclavización, la conquista. El hombre está formado de tal manera, que no se conforma con hacer, necesita además explicarse y legitimar, ante su propia consciencia y a los ojos de toda la gente, lo que hizo. La religión apareció como para bendecir los hechos cumplidos, y, gracias a esta bendición, el hecho inicuo y brutal se convirtió en derecho. La ciencia jurídica y el derecho político, como se sabe, se originan primero en la teología; y más tarde en la metafísica, que no es otra cosa que una teología enmascarada, una teología que tiene la pretensión ridícula de no ser absurda, y se esforzó en vano en darles el carácter de la ciencia (...) El Estado es una abstracción devoradora de la vida popular, dije; pero para que una abstracción pueda nacer, desarrollarse y seguir existiendo en el mundo real, es necesario que haya un cuerpo colectivo real que esté interesado en su existencia. No puede ser la gran masa popular, dado que ella es precisamente la víctima: debe ser un cuerpo privilegiado, el cuerpo sacerdotal del Estado, la clase gobernante y poseedora, la que representa en el Estado lo que la clase sacerdotal de la religión, los sacerdotes, son en la Iglesia."29

La lógica de dominación estatal y su influencia en la construcción de subjetividades. La dominación cultural, símbolos y rituales

Como decíamos más arriba, el estado define el ámbito de lo político, las formas de intervención y los términos en que

se expresan la mayoría de las luchas, así como el significado de la "política". Frente a la amenaza constante que

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presentan los dominados, el estado organiza y divide por la fuerza a las subjetividades y con ello produce y reproduce

expresiones de dominación social bastante materiales. Esta materialidad de las formas cotidianas de las

construcciones estatales da cuenta de la manera en que el estado vive a través de nosotros.

Por un lado, la dominación cultural posee una dimensión totalizante a través del carácter nacional del estado y el

fomento de la identidad nacional. Pero por otro, como ha señalado Foucault también posee una dimensión

individualizante a través toda una organización por medio de títulos impositivos, encarnados en categorías especificas

como ciudadano, jefe de hogar, ama de casa, desocupado, etc., estructuradas por ejes de clase, ocupación, género,

edad, etnicidad y lugar que tiene un fuerte eco en la identificaciones y prácticas de los sujetos.30

A través de procesos de dominación cultural el estado afirma, esto es, “a los subordinados se les recuerda

repetidamente su identidad de subordinados mediante rituales y medios de regulación moral y no solo a través de su

opresión concreta y manifiesta”.31

Y al afirmar establece un marco discursivo común, que deja a un lado términos

centrales alrededor de los cuales y en los cuales puede haber controversias y luchas. Este marco discursivo común

proporciona un lenguaje articulado a través de palabras, pero de igual manera a través símbolos, como las banderas,

etc. Este marco discursivo implica un proceso social material, es decir, relaciones sociales concretas y establecimiento

de rutinas, rituales e instituciones que operan sobre los individuos y que son vividos por los oprimidos generando

prácticas sociales concretas que reproducen la dominación.32

De esta manera, el poder de los símbolos creados y recreados por el estado radica en su capacidad de crear un mundo

convincente, en conseguir desviar la atención del caos de la verdadera naturaleza para otorgarnos la confianza de que

el mundo tal como lo vemos es real. En este sentido podemos ver que los símbolos patrios constituyen la

simplificación de una concepción de la historia nacional que aspira a difundirse ampliamente y en lo posible a ser

aceptada como única. Los símbolos patrios resumen la ficción de la unidad de la nación. Pero no olvidemos que es

precisamente la evidencia de serias fracturas en el cuerpo de la sociedad, por cuestiones de clase u otras, lo que hace

necesario un sistema simbólico que reafirme continuamente la ficción de homogeneidad. El proceso de inscripción

cultural del estado se realiza por ejemplo a través de los grandes rituales seculares como por ejemplo los festejos por

los bicentenarios de los estado-nación latinoamericanos, donde se actualizan algunos relatos, símbolos, discursos,

identidades, etc., se incorporan nuevos elementos y se desechan otros. De esta manera se busca monopolizar los

significados en torno a la identidad nacional, legitimar la historia oficial y fortalecer la dominación inclusive a través

de la manipulación de lo emotivo (dimensión de la vida humana).

Un ejemplo de esto se vio reflejado en de los festejos del centenario (1910) de argentina. Así, a través de la selección

de símbolos, discursos, relatos e identidades por parte de la clase dominante, se intentó borrar la historia real ligada a

las identidades y resistencias de los pueblos originarios. Así se fue instituyendo la idea de que la Argentina es un país

conformado por descendientes europeos. Sin embargo, la lucha de los pueblos originarios por sus derechos fue

minando durante un siglo de lucha este discurso. Así, en el bicentenario festejado recientemente se buscó incorporar

algunos elementos ligados a los pueblos originarios, pero subordinados siempre al mito de la descendencia europea.

Se busca incorporar esos elementos en función de intentar controlar las identidades que resisten, es una incorporación

solo en el plano simbólico por que en la realidad no se atienden las demandas de los pueblos originarios, es una

incorporación simbólica que intenta controlar, ocultar, matizar y dominar las resistencias al presentar una igualdad

ficticia en el plano simbólico. Asimismo, también, existen toda una serie de rituales y prácticas cotidianas que

cumplen la misma función, por ejemplo los rituales cotidianos en torno a las banderas que se producen día a día en las

escuelas, desde pequeños se nos enseña como la bandera es un objeto sagrado al que se le "jura" lealtad, en realidad lo

que ocurre es una manipulación cotidiana que afirma ideológicamente la ficción estatal.

El rol de la fuerza

La autoridad estatal no solo tiene la capacidad de reprimir las diversas luchas de la clase oprimida, también define

rutinariamente el mundo cotidiano en el que estamos obligados a vivir. El poder refuerza los términos en los que las

cosas deben ser hechas en la mayoría de los niveles cotidianos: la libreta de matrimonio, el registro para conducir, el

documento, el pasaporte, etc. esto es una organización del tiempo y el espacio dentro de la cual la vida individual es

vivida, y ella es profundamente coercitiva, séase o no experimentada como tal.33

Por eso consideramos que el rol de

la fuerza es central en la institución estatal.

Sintetizando, “el estado implica violencia, un gobierno basado sobre una violencia disfrazada o en caso de ser

necesario, abierta y sin ceremonias. El estado, cualquier estado – aunque esté vestido del modo más liberal y

democrático – se basa forzosamente sobre la dominación y la violencia, es decir, sobre un despotismo que no por ser

oculto resulta menos peligroso”.34

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Síntesis

En síntesis, creemos que el estado involucra de manera relacional e histórica aspectos económicos-administrativos-

jurídicos y militar con aspectos culturales-ideológicos, lo que nos aleja de las definiciones deterministas de una de las

esferas sobre las otras. Lo que existe es un proceso de dominación a través de la institución estatal que es histórico,

multidimencional, dinámico y complejo. En este sentido podemos visualizar al estado como institución que articula

relaciones de dominación, que pone en funcionamiento mecanismos de coerción y de legitimación que hacen que el

poder de dominación se produzca y reproduzca constantemente y que a su vez, profundice la regulación y el control en

torno a más aspectos de la vida social (biopolitica: autorregulación de nuestras conductas a través del

disciplinamiento). Asimismo, en base a esta perspectiva creemos que el estado no está separado de la sociedad, por el

contrario, como planteamos más arriba, las relaciones sociales de dominación estatal nos cruzan a todos/as ya que gran

parte de su "éxito" se relaciona con la internalización de aspectos culturales e ideológicos estatales que inclusive

moldean las formas que adquieren las luchas sociales.

Desde esta perspectiva consideramos que como anarquistas debemos promover una estrategia de lucha contra el

estado que se salga de los límites que nos impone el moldeamiento estatal para esto consideramos fundamental el

desarrollo cada vez más fuerte de luchas en sentido autogestivo, esto es, prácticas de lucha que no solo se expresen en

la calle sino que se vaya construyendo un universo de prácticas cotidianas antiestatales que sedimenten las bases de la

sociedad futura. Del mismo modo, nosotros/as pensamos que como anarquistas debemos promover nuestros símbolos

y prácticas nacidos al calor de la lucha. Si bien desde las clases dominantes se construye selectivamente una historia

oficial, con símbolos oficiales y rituales oficiales que legitiman el orden dominante, en el proceso de resistencia se

impugnan esos símbolos y se promueven relatos propios desde los sectores de la clase oprimida, se crean otros

símbolos (pensemos en la wipala, en la A de anarquía, en la bandera roja y negra), fechas conmemorativas, etc., que

son resistencias reales a la dominación y a la vez elementos constitutivos de nuestra lucha e ideología que tienen

alcances en nuestras prácticas. Frente a la actualización cotidiana del sistema de dominación nosotros/as, los/as que

luchamos también disputamos, construimos nuestros propios relatos, símbolos y reivindicaciones.

Para terminar, podemos decir que como modernos ludditas queremos ser destructores de la dominación estatal,

dominación, por definición, inútil para nuestros fines de una sociedad libertaria. Pero a la vez queremos ser

constructores de nuevas formas de coordinación de la vida social, autogestivas, desde abajo, sin relaciones que

impliquen el sometimiento, la subordinación, en definitiva la dominación de una clase sobre otra.

ORGANIZACIÓN ANARQUISTA Y CONTEXTO HISTORICO

Como manifestamos al inicio de nuestra declaración de principios, descartamos la existencia de una organización

política anarquista, acabada, representativa de todo el movimiento libertario, incluso y ni siquiera de la tendencia

especifista. En este sentido en la FACA hemos asumido el compromiso de iniciar un proceso de construcción de una

organización política anarquista, poniendo de manifiesto nuestra manera de concebir el anarquismo y particularmente

el anarquismo especifista.

Numerosas experiencias de organización política anarquista, cada una con su concepción política propia y sus

modelos organizativos han aportado, según nuestra opinión a un proceso histórico más amplio dentro de la tradición

anarquista y a su vez dentro de los procesos de lucha y resistencia de la clase oprimida. Sin embargo consideramos

que a pesar de ello, hay concepciones que construyen un perfil de organización política anarquista, así como un perfil

de práctica política que aportan en un sentido libertario a generar valores antagónicos, y otras concepciones con las

que particularmente no estamos de acuerdo y consideramos que han reforzado los esquemas tradicionales vinculados a

la idea de una ruptura revolucionaria dirigida u orientada por vanguardias o elites políticas. Esquemas de organización

política en cuya estructura se han depositado expectativas sobredimensionadas en sus posibilidades. Consideramos

finalmente que en el afán de crear y generar lineamientos estratégicos para la acción política, algunas experiencias del

anarquismo especifista ha recaído en dogmatismos y formulas representativas de otras tendencias ideológicas.

Por este motivo consideramos que existe todo un debate abierto acerca de la organización política anarquista, el estilo

y perfil de una práctica política libertaria coherente con nuestros fines, así como también una necesaria elaboración

y/o profundización teórica desde una perspectiva anarquista, orientada a fortalecer nuestras herramientas y propuestas

para la militancia social.

Creemos en un anarquismo interviniendo en las luchas sociales, con nuevas posibilidades de interpelación social,

teniendo firmes los pies en el contexto histórico en el que vivimos35

, multiplicando alternativas de construcción

autogestiva en oposición a la construcción dominante.