comentarios de texto - egipto escultura

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Page 1: Comentarios de Texto - Egipto Escultura

LA TRÍADA DE MICERINOS

Las numerosas estelas encargadas por el faraón Micerinos, en las que éste aparece acompañado por dos divinidades femeninas, son un buen ejemplo de cómo se concebía la realización escultórica en el Egipto del Imperio Antiguo. En este caso, seleccionamos para su análisis una de las más conocidas de dichas estelas, la del citado faraón entre la diosa Hathor y la divinidad protectora de uno de los nomos o distritos del país.

1) DETERMINAR

a) TIPO DE OBRA: altorrelieve escultórico.

b) TÍTULO: el faraón Micerinos entre la diosa Hathor y la divinidad protectora del nomo de Cinopolis.

c) AUTOR: anónimo.

d) FECHA: hacia 2530-2500 a.C. IV Dinastía. Imperio Antiguo.

e) LOCALIZACIÓN: Museo Egipcio. El Cairo (Egipto). Procede del templo funerario del faraón Micerinos, situado junto a su pirámide, en Giza.

f) ESTILO: escultura del Imperio Antiguo egipcio.

2) ANALIZAR:

A) Análisis técnico:

* FORMA: estela de piedra encontramos adosadas tres figuras esculpidas mediante altorrelieve de gran profundidad, mientras la base que da estabilidad al conjunto muestra algunas inscripciones jeroglíficas. Mide 92 cm de altura.

* MÉTODO: obra realizada mediante talla directa sobre la piedra, con pulimentado posterior.

* DESCRIPCIÓN GENERAL: la obra que nos ocupa muestra al faraón Micerinos entre dos divinidades femeninas. El monarca aparece representado con la corona blanca del Alto Egipto y se viste con un

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sencillo faldellín plisado que deja al descubierto su torso, brazos y piernas. Lleva también la típica barba postiza característica de la realeza egipcia. Micerinos se encuentra en actitud de avanzar, para lo que adelanta su pierna izquierda, mientras su musculatura queda muy marcada.

Las dos divinidades femeninas que acompañan al faraón muestran entre sí algunos rasgos semejantes: ambas se visten con sencillas túnicas casi transparentes que dejan entrever diversos rasgos anatómicos y poseen melenas que caen por delante del cuello para llegar casi hasta los pechos. A la derecha de Micerinos se halla la diosa Hathor, cuya cabeza se remata con cuernos de vaca, entre los cuales se muestra el disco solar. A la izquierda del rey encontramos a la diosa protectora del nomo de Cinopolis, sobre cuya cabeza se coloca su emblema característico, en el que se distingue un chacal. Existe además otra pequeña diferencia entre

las dos diosas: mientras Hathor avanza levemente su pie izquierdo, en actitud de inicio de la marcha, la otra diosa se mantiene por completo estática, con los pies juntos. Sin embargo, las dos divinidades se agarran con una de sus manos al brazo más próximo del faraón.

Las tres figuras muestran evidentes rasgos geométricos y una gran rigidez e hieratismo, a lo que contribuyen la posición de los brazos, pegados al cuerpo, y los puños cerrados. En las tres figuras se ha aplicado el canon escultórico egipcio de los 18 puños y se hace evidente la ley de la frontalidad, que concibe a las esculturas para ser contempladas de frente.

B) Análisis simbólico:

Los elementos simbólicos presentes en este grupo escultórico resultan bastante evidentes. En primer lugar, la posición central del faraón entre dos diosas nos remite a la concepción del monarca egipcio como otra divinidad más. Por otra parte, Hathor, como diosa cósmica, simboliza la protección a los difuntos, a los que ayuda a evitar el sufrimiento de la muerte. Además, la consideración de esta diosa como esposa del dios Horus explica su reiterada aparición en este tipo de estelas, dada la concepción del faraón como personificación en la tierra de dicho dios. Por último, la otra .divinidad femenina que completa el grupo aparece claramente como protectora y patrona del nomo de Cinopolis, ubicado en el Alto Egipto.

Por último, la diferente posición de las piernas en las tres figuras, más o menos adelantadas una respecto a la otra, simboliza también una cierta preeminencia en cuanto a la importancia de su representación.

C) Análisis sociológico:

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Micerinos, cuyo reinado se sitúa a mediados del tercer milenio a.C., es el último de los grandes faraones de la IV Dinastía, que supone tanto la consolidación del Imperio Antiguo egipcio como el incremento del poder real en el país, del cual son prueba evidente las colosales pirámides de Giza, de dicha época, que nos muestran a los monarcas egipcios como criaturas divinas con acceso a tan espectaculares tumbas para disfrutar de la eternidad.

Estela de la tríada de Micerinos entre las diosas Hathor y Bat (Hacia 2530-2500 a.C.). Museo de El Cairo. Egipto.

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3) OTRAS CUESTIONES:

La tríada que comentamos forma parte de un amplio conjunto de obras semejantes en las que el mismo faraón aparece acompañado siempre de dos divinidades, que varían en los distintos ejemplares, aunque la representación de la diosa Hathor junto al faraón es prácticamente constante.

Por otro lado, este conjunto escultórico puede considerarse verdaderamente como un grupo, en el sentido de que existe unidad compositiva y evidente relación entre las tres figuras que lo forman. Con ello, la escultura egipcia supera el nivel más primitivo de la mera yuxtaposición de estatuas originariamente elaboradas por separado, para dar unicidad, en caso de ser necesario, a sus producciones escultóricas.

ESCRIBA SEDENTE

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Este hombre lleva sentado en la misma postura alrededor de 4500 años y, probablemente, son muchos más los que le esperan. Su paciencia infinita le hace merecedor de este análisis, pese a que de él dijo el gran egiptólogo Vandier que bastaba mirarlo para saber que "el modelo era inteligente, voluntarioso y poco propicio a la bondad".

1) DETERMINAR:

a) TIPO DE OBRA: escultura.

b) TÍTULO: El escriba sentado.

c) AUTOR: desconocido.

d) FECHA: 2600-2500 a.C. IV Dinastía. (Otras dataciones atribuyen la escultura a la V Dinastía, entre 2480 y 2350 a.C.). Restaurada en 1998.

e) LOCALIZACIÓN: Museo del Louvre, París (Francia). La escultura fue hallada en las excavaciones cercanas al Serapeum de Saqqara (Egipto).

f) ESTILO: escultura egipcia del Imperio Antiguo. IV-V Dinastías.

2) ANALIZAR:

A) Análisis técnico:

* FORMA: escultura en bulto redondo. Mide 53 cm de altura, 44 de anchura y 33 de fondo. La altura de la estatua resulta casi equivalente a un codo egipcio, medida habitual de longitud en la época faraónica.

* MÉTODO: Obra realizada mediante talla sobre piedra caliza, luego policromada. Se ha empleado un tono ocre rojizo para representar las partes desnudas del personaje, color negro para el cabello y las

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cejas y color blanco para el faldellín. Posteriormente se añadieron a la figura diversas incrustaciones para representar los ojos (cristal de roca) y los pezones (madera).

* DESCRIPCIÓN GENERAL:

la estatua nos representa a un escriba en la típica posición de trabajo: sentado, pero con el torso erguido y con las piernas cruzadas, lo que confiere a la figura una forma aproximadamente triangular.

El escriba va vestido únicamente con un faldellín de color blanco que deja ver las rodillas. No lleva calzado. Sobre la falda aparece un rollo de papiro parcialmente desenrollado, sostenido con la mano izquierda. La derecha debía sujetar originariamente un utensilio para escribir (quizás un cálamo), hoy perdido.

El personaje, de mediana edad, está apoyado sobre una base semicircular del mismo material y muestra una incipiente obesidad, visible en los pliegues del tórax (del que están ligeramente separados ambos brazos), en la anchura de sus caderas y en su escasa musculatura. Son claramente perceptibles las clavículas. El autor ha mostrado gran atención en la talla de las manos, en las que se muestran con detalle hasta las uñas. Por su parte, de los pies sólo resulta visible el derecho, del que únicamente podemos contemplar tres dedos.

Pero, sin duda alguna, destaca el detalle en el trabajo del rostro, al que contribuyen la policromía y la vivacidad de su mirada, conseguida con fragmentos de cristal de roca muy pulimentados. Unas grandes orejas, labios finos y nariz proporcionada completan el conjunto de este rostro singular que acusa la tensión de quien está atento a escribir al dictado de otra persona.

Toda la obra manifiesta los rasgos característicos de la escultura egipcia clásica: una frontalidad patente (la parte posterior está mucho menos trabajada), sólo rota por la diferente posición de ambas manos; elevados rasgos de rigidez y acusado hieratismo.

B) ANÁLISIS SIMBOLICO:

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No se aprecian en la obra elementos simbólicos de carácter relevante, más allá de los que muestra la propia figura del escriba con las herramientas de su trabajo.

C) ANÁLISIS SOCIOLÓGICO:

No se conoce ningún dato de la figura representada, aunque algunos egiptólogos han especulado con la posibilidad de que pudiera tratarse de un personaje importante de la IV Dinastía e incluso, quizás, de un miembro de la familia real. En todo caso, es evidente la importancia de los escribas en la administración faraónica, lo que justifica (como ocurre en este caso) su representación escultórica.

"Escriba sentado". Hacia 2480-2350 a.C. El Cairo.

3) OTRAS CUESTIONES:

Se conocen otras varias esculturas que representan escribas sentados, siendo la más destacada entre éstas la conservada en el Museo de El Cairo, realizada sobre granito y asignada a la época de la V Dinastía.

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NEFERTITI

La reina Nefertiti, gran esposa real del faraón Akhenaton, el hereje, décimo monarca de la Dinastía XVIII y protagonista del conjunto de hechos y realizaciones artísticas que, agrupados bajo el nombre de periodo o revolución amarniense, tuvieron lugar en Egipto a mediados del siglo XIV a.C.

Contemplo a la reina desde su espalda y por ambos lados, mientras me recreo en los detalles de la pieza. Minutos después me sitúo frente a ella. Me asombra su elevada corona pintada en azul sobre una banda amarilla que simula el oro. En aquélla, otra estrecha banda horizontal policromada recorre toda la superficie, segmentada en colores azul, rojo, verde y amarillo, mientras sobre la frente se traza un prótomos de uraeus, la cobra protectora del faraón y su esposa, con la que únicamente ellos eran retratados. También van policromados los motivos del collar que adorna su pecho, algunos de los cuales esquematizan hojas de sauce.

Pero lo que me deja sin aliento es el propio retrato de la reina; ese rostro y ese cuello tan especiales. Cualquiera coincidiría conmigo en afirmar que esta figura femenina, pese a sus más de 3.300 años de antigüedad, destaca sobre todo por su modernidad. Tras el cristal que la separa de quienes ahora la miramos embelesados puedo apreciar los hermosos rasgos de una mujer retratada en el mismo instante de su plenitud física: un esbeltísimo cuello en el que el autor se ha detenido en trazar con delicadeza los tendones que enmarcan la garganta y un rostro también alargado y cercano a la perfección, con los pómulos y el mentón bien pronunciados.

Nefertiti muestra unos labios carnosos pintados de carmín, que parecen acusar una levísima sonrisa, mientras su mirada se dirige al infinito desde sus ojos almendrados, enmarcados por unas cejas bien definidas y unas largas pestañas. Ni siquiera el hecho de que falte en la escultura (tal vez desde siempre) la pupila del ojo izquierdo consigue restar profundidad a esa mirada que me resulta hierática y altiva, por una parte, y un tanto melancólica, por otra.

Por lo demás, la justa proporción de la nariz termina por dar verosimilitud al retrato, componiendo una obra en la que se aúnan las características más relevantes de la escultura egipcia tradicional con algunas de las novedades del periodo amarniense, más cercanas a un cierto realismo en la representación. No puede dudarse: esta figura transmite de forma inmediata una sensación de profunda belleza.

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Cuando las emociones dejan paso a la razón, es el momento de recordar que esta obra fue hallada in situ en el taller del escultor real Tutmés, en la misma ciudad de Amarna. Al parecer, el hundimiento del edificio ayudó a conservar la pieza (realizada en piedra caliza con un primer rostro sobre le que se superpuso una capa de revestimiento de yeso para darle la apariencia definitiva) sin causarle más daños que leves deterioros en los laterales y facilitando, a su vez, la conservación de su policromía, que no ha experimentado desde entonces restauración alguna. La escultura, prácticamente de tamaño natural, alcanza los 48 cms. de altura y muestra toda su superficie pintada, empleándose un rojo apagado para representar el color de la piel y un tono más oscuro en los labios, buscando proporcionar a la reina una apariencia de naturalidad únicamente rota con el brusco corte de los hombros.

Una opinión bastante extendida afirma que el hecho de que esta obra se encontrase en el propio taller del escultor regio no se debe a que se encontrase en proceso de elaboración, sino a que debería servir como modelo para otras esculturas de la real dama, lo que haría innecesario rematar el trabajo en el ojo izquierdo. Puede ser, pero a mi me cuesta trabajo creer que una obra de esta categoría fuese concebida para quedar relegada a la única contemplación de unos cuantos aprendices de escultor en un taller del antiguo Egipto. Si así fuese, esos hombres tendrían, a diario, la inmensa fortuna de disfrutar admirándola, como ahora hago yo. Salgo por fin de la sala, pero instantes después regreso de nuevo a ella. Hay un magnetismo evidente en esta obra. Cuando finalmente abandono la estancia, vuelvo a contemplarla desde la lejanía. Quizás la propia Nefertiti vio alguna vez este busto que la retrataba. Acabo por imaginar que creería firmemente que con él se hacía honor sobrado a uno de los nombres de la reina: la bella ha llegado.