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COMENTARIOS LOGOI

FILIPENSES

Por Frank Barker

©1978 por Logoi, Inc., P.O. Box 350128, Miami, Florida, EE.UU. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial de esta obra sinpermiso escrito de los editores. Printed en U.S.A. ©2007 por Logoi, Inc., Miami, Florida, EE.UU. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial de esta obra sinpermiso escrito de los editores.

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CONTENIDO PREFACIO 3 I LA META DE DIOS PARA LOS CRISTIANOS 4 II EL FRUTO DEL SUFRIMIENTO 10 III CRISTO MAGNIFICADO EN NUESTROS CUERPOS 14 IV QUE OS COMPORTEIS COMO ES DIGNO DEL EVANGELIO 18 V LA MENTE DE CRISTO 23 VI OCUPAOS EN VUESTRA SALVACION 28 VII LUZ PARA UN MUNDO EN TINIEBLAS 32 VIII EJEMPLOS AL REBAÑO 37 IX LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO 42 X EL LLAMADO DE LO ALTO 47 XI ENEMIGOS DE LA CRUZ 53 XII LA ESPERANZA CRISTIANA 58 XIII REGOCIJAOS EN EL SEÑOR SIEMPRE 63 XIV EL ANTIDOTO DE DIOS PARA LA ANSIEDAD 68 XV EL CONTROL DE LA VIDA PENSANTE 74 XVI EL SECRETO DEL CONTENTAMIENTO 79 XVII COMO SER FUERTE EN CUALQUIER COSA QUE DEBA HACER 84 XVIII LA SUFICIENCIA DE DIOS 89

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PREFACIO

La Epístola de los Filipenses es el más personal de los escritos del apóstol Pablo. Está toda impregnada de un sentido de afecto y comprensión humana que contribuye en alto grado a su encanto. Llama la atención también por su sencillez: en ella las más profundas verdades teológicas están al alcance de la mente más sencilla. La mayoría de los comentaristas concuerda en que Pablo escribió esta epístola estando prisionero en Roma hacia el año 62 D.C. Hay algunos, sin embargo, que opinan que fue desde Efeso, y no de Roma, desde donde el apóstol se dirigió a los filipenses. Entre los argumentos que citan estos últimos está el de que el repetido propósito del apóstol de seguir viaje hacia el oeste y de volver a visitar a los filipenses resultaría una contradicción de haber él estado en Roma (ver 1:25 y 2:24). Pero esto en nada afecta el carácter y valor de la epístola. Su tema central es el amor. La iglesia en Filipos fue la primera iglesia europea fundada por Pablo en el año 51 D.C. Entre sus fundadores estuvieron Lidia y el carcelero que se convirtió con su familia. Su primer pastor, durante seis años, fue Lucas, el autor del Evangelio y de los Hechos. La epístola aparece motivada por un acto de amor de los filipenses hacia su fundador. Epafrodito fue comisionado para llevarle una ofrenda en metálico, y el apóstol se sintió conmovido y agradecido; él se hallaba en ese momento en angustiosa necesidad de ayuda material. Epafrodito casi pierde la vida en el intento, pues enfermó durante su estancia junto a Pablo. Cuando se recuperó, Pablo lo envió de regreso con la epístola. En el comentario que aquí se presenta, su autor, el Rdo. Barker, analiza el contenido relacionándolo directamente con la experiencia personal e individual de cada cristiano. En ese sentido, va tomando uno a uno, por orden de capítulos, los puntos salientes de los cuales se deriva alguna enseñanza que conviene aclarar y desarrollar. Este enfoque salva a sus enseñanzas de la aridez académica que a menudo caracteriza a los comentarios puramente exegéticos. El Rdo. Barker no por eso desdeña la instrucción básica, en términos de historia o semántica, del texto bíblico, siempre que sea necesaria; pero concentra su atención en el contenido espiritual y evangélico que ha de redundar en la edificación del lector. Puede decirse que se dirige a la mente por la vía del corazón. El Rdo. Barker fue un ejemplo vivo de lo que. predica y escribe. Su historia personal es un caso de conversión dramática. Hijo de una familia pudiente, vivió durante años una vida lejos de Dios, entregado a la disolución y al placer mundano. Se decía en Birmingham, su ciudad natal: "Si usted quiere echar una cana al aire, vea a Frank." Hastiado al fin de su libertinaje y temeroso de haber desperdiciado totalmente su vida, decidió nada menos que hacerse pastor, y solicitó ingreso en un seminario. "Como ministro", pensó, "tendré que ponerle freno a mi conducta". Pero durante el tiempo de su preparación en el seminario un profesor piadoso lo guió de veras a Cristo. Una vez graduado, decidió volver a Birmingham e iniciar allí una obra evangelística. Empezó por alquilar un local que había sido de una tienda. Allí él y su esposa improvisaron un salón con sillas y un púlpito. Por algún tiempo los dos oraron intensamente que el Señor les diera frutos en su empresa. Pero nada importante parecía suceder. Domingo tras domingo las sillas dispuestas permanecían vacías —tres o cuatro personas a lo sumo era lo único que podían conseguir de vez en cuando. Por fin el joven pastor Barker comenzó a sentir dudas de si el Señor quería realmente que él le sirviera en tal vocación. Por algún tiempo él y su esposa oraron fervientemente por que el Señor les disipara esta duda. Nada parecía suceder tampoco. Por fin un domingo, poco antes de la hora de empezar uno de los vacíos servicios, él y su esposa cayeron de rodillas y literalmente retaron a Dios a que les dijera de manera clara y concluyente si de veras quería que él continuara con su vocación de pastor o no. "Señor", oró, "si este domingo el salón no se llena, sabré por cierto que no me has llamado al ministerio." Sumidos en angustiosa súplica permanecieron durante largo rato con los ojos cerrados, ajenos por completo a lo que les rodeaba. Cuando por fin dijeron amén y se incorporaron, vieron con gran sorpresa y alegría que un número de personas había llenado la sala y les miraban con curiosidad. Aquella fue la respuesta de Dios a su pregunta; aquel fue el inicio de uno de los pastorados más ricos y fecundos de los últimos tiempos. En la actualidad el Rdo. Barker fue pastor de una iglesia activa y consagrada, con más de dos mil miembros, en la ciudad de Birmingham, en el estado de Alabama.

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CAPÍTULO I LA META DE DIOS PARA LOS CRISTIANOS

Filipenses 1:1-11

¿Por qué estudiar Filipenses? ¿Por qué preocuparnos nosotros con una carta personal escrita hace siglos a una pequeña iglesia por su fundador? William Hendriken sugiere en su comentario que este libro de la Biblia nos ofrece hoy día "el cuadro del hombre verdaderamente feliz", así como "el secreto de la verdadera felicidad, secreto confiado a Pablo por el Señor Jesucristo". Aunque es una carta escrita desde la prisión, irradia no obstante el triunfo de vivir la vida cristiana. ¿Qué otra literatura apropiada podríamos escoger y estudiar usted o yo, que nos inspirara y llamara a la acción en nuestro diario andar con Cristo? La de los filipenses era una iglesia muy singular, fundada no sólo bajo la dirección divina sino también bajo circunstancias un tanto tumultuosas. El apóstol Pablo había estado en Filipos en su segundo viaje misionero, alrededor de 52 D.C., después de recibir la visión ordenándole ir a Macedonia (véase Hechos 16:6-40). Ciudad importante, y en muchos sentidos "una Roma en miniatura", Filipos se convertiría en el escenario del nacimiento del cristianismo en Europa como resultado directo del ministerio de Pablo. Hallándose una vez allí en compañía de Timoteo y Silas, el apóstol fue, un día de sábado a la ribera de un río, no muy lejos, y encontró a un grupo de mujeres reunidas en oración. Pablo compartió con ellas el evangelio de Jesucristo, y Lidia, una vendedora de tintes, de Tiatira, respondió. Ella y su familia fueron bautizados, y muy pronto su hogar fue utilizado como base para la obra de evangelización. Poco tiempo después Pablo echó fuera un demonio de una muchacha adivinadora. Esto hizo que la muchacha no pudiera adivinar más, perdiendo así su valor comercial. Su amor hizo que Pablo y Silas fueran azotados y enviados a la cárcel. La media noche les encontró orando y cantando himnos, y Dios respondió enviando un terremoto que abriría las puertas de la prisión. Con este espectacular despliegue del poder divino, el atemorizado carcelero vino a Cristo. Después llevó a los apóstoles a su propia casa, donde lavó sus heridas y les alimentó. Al día siguiente fueron dejados en libertad oficialmente y poco después abandonaron la ciudad. Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos.(1:1) Ahora, nueve años más tarde, Pablo está escribiendo a este grupo de cristianos relativamente nuevos. Como muchas de las epístolas novo testamentarias, esta comienza también con la típica introducción paulina. Muy bien puede haber sido que Timoteo estuviera sirviendo como secretario de Pablo. Como él iba a ser enviado pronto a los filipenses, podemos ver lo bien preparado que iría, no sólo con el mensaje de la carta sino también con las penas del corazón de Pablo. Pablo no solamente se identifica a sí mismo y a Timoteo; también añade: "siervos de Jesucristo". Aquí tenemos su vocación y su llamamiento. Pablo pensaba de sí mismo no únicamente como servidor sino, literalmente, como esclavo de Jesucristo: ¡un gozoso esclavo voluntario de Uno que lo había comprado! Sabía que no se pertenecía, sino que había sido comprado con precio. Ahora vivía para servir al Señor Jesucristo. Los recipientes de la carta son llamados "santos", lo que destaca su especial designación y su posición única. En última instancia, sólo Dios es Santo, mas no obstante él confiere su santidad a los hombres. Cuando nos convertimos en cristianos venimos a ser "partícipes" de la naturaleza divina pues que el Espíritu Santo nos toma por su habitación. Basados en este divino trabajo interno, podemos ser considerados como "sagrados", palabra que da lugar a la idea "santo" Dios. Es obvio que nuestra conducta necesita muchos cambios antes de que esto pueda ser totalmente cierto; no obstante, en Cristo somos nuevas criaturas: somos diferentes, hechos partícipes de la naturaleza de Dios. En añadidura, la palabra "santo" significa ser separado para Dios, consagrado a su servicio. Pertenecemos a él. Mientras que la palabra "cristiano" se menciona solamente tres veces en el Nuevo Testamento, "santo" es usada repetidamente como una definición de los creyentes verdaderos. Los creyentes filipenses fueron también considerados "santos" en el sentido de que ellos lo eran "en Cristo...". Esto significa que ellos ocupaban una posición —estaban localizados— en Jesucristo, de la

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misma forma que un pámpano está localizado en la vid. Esta es una conexión verdaderamente poderosa, con un tremendo potencial de ser fructíferos. Considérese también la protección que esto implica. Como santos, ellos estaban localizados y seguros en Cristo, protegidos por él, cuando se lanzaron a la invasión espiritual de Filipos. De esa misma manera nosotros también somos santos en Cristo, cualquiera que sea el pueblo, la oficina, o el vecindario en que estemos localizados. El hecho de que estamos en Cristo significa que tenemos todo el potencial y el poder que necesitamos. Lo que debemos es aprender a usar ese poder a fin de ser fructíferos. La colonia de Filipos era algo así como una réplica de Roma y había tomado mucho de sus costumbres y cultura. La iglesia allí tenía una organización particular que incluía obispos y diáconos, a los cuales Pablo también dirigió esta carta y su contenido. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (1:2) Una bendición sirve también como parte del saludo de Pablo; y lo que él desea que Dios conceda a sus hermanos es gracia y paz. La gracia habla del favor inmerecido de Dios: su misericordia hacia los merecedores de su ira; y el perdón dado por él a aquellos que merecían castigo. Mas aun, una vez que hemos recibido ese perdón y estamos en la gracia, entonces la definición se amplía para incluir el divino poder de Dios que nos capacita para vivir la vida cristiana en medio de las circunstancias de cada día. Aunque no lo merecíamos, Dios dio a su Hijo y a su Espíritu. Ahora promete darnos todo lo que necesitamos para vivir de manera efectiva para él. La gracia, pues, significa ese poder divino que es dado a todos nosotros los que estamos en Cristo. La otra palabra, paz, es crucial y también tiene un significado doble: paz con Dios y la paz de Dios. Podemos tener paz con Dios cuando estamos en Cristo Jesús. Podemos tener la paz de Dios así que comencemos a reflexionar, a meditar, y a vivir a la luz de lo que él nos ha dicho acerca de nuestras circunstancias, nuestro futuro, y de todo lo que él es para nosotros. Aquí haríamos bien en considerar lo que Mathew Henry dijo: "Note usted la relación: no hay paz sin gracia. Note de dónde viene: viene de Dios Padre y del Señor Jesucristo. No hay paz ni gracia de parte de Dios excepto a través del Señor Jesucristo. El es el canal. Dios es la fuente. Cristo es el canal, así como la sustancia, de aquello con lo que somos bendecidos: gracia y paz." Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio desde el primer día hasta ahora. (1:3-5) Cada vez que Pablo pensaba en los filipenses, el gozo brotaba de su corazón y era impulsado a orar por ellos. Recordaba vívidamente aquel día de sábado cuando salio y conoció a Lidia y a los otros, y como ella respondió y fue tan hospitalaria. Era que la gracia de Dios trabajaba en su corazón. Pensaba en el carcelero cayendo de rodillas y clamando, "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" Recordaba entonces cómo Cornelio les había llevado a su casa y lavado sus heridas. Volvía a pensar en la joven mujer que había sido liberada de la posesión demoníaca para poder así comenzar a vivir una nueva vida. Venían a su memoria todas estas cosas, y cada vez que esto sucedía se sentía tan lleno de gozosa gratitud a Dios por estos creyentes que caía de rodillas en oración por ellos. Ante todo Pablo está dando gracias a Dios por su compañerismo, o contribución, en promover la obra del evangelio. Nosotros descubrimos, al estudiar la era apostólica, que esta era la iglesia más fiel de entre todas las del Nuevo Testamento y que desde el mismo principio comenzó a sostener a Pablo, con el cual se asoció en su trabajo misionero, enviándole regalos, remuneración financiera, y en general cualquier ayuda que pudieran. Nueve años más tarde encuentran que Pablo está en la cárcel, en Roma, y envían a uno de sus propios miembros, Epafrodito, con el necesario auxilio, no sólo económico sino también de compañía. Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (1:6) Debido a la bondad de los filipenses, Pablo habla, con genuino agradecimiento de su confianza en estos fieles partidarios y amigos. Nótese la base de su confianza: la seguridad infalible de la promesa de Dios. ¡Aquel que había comenzado la buena obra en ellos, la continuaría! Dios era el que había inaugurado esta obra en ellos, así que estaban "en Cristo".

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¿De qué forma llega el hombre a estar en Cristo? Aquí Pablo no elabora la idea, en cambio lo hace en su carta a la iglesia de Efeso: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor..." (Efesios 1:3,4). El concepto llena de asombro la mente. ¡Pensar que Dios decidió antes de la fundación del mundo que nosotros perteneceríamos en última instancia a Cristo! Estamos verdaderamente "en Cristo" y, por causa de él, Dios nos escogió y entonces envió a su Hijo a morir por nosotros. Pablo continúa explicando a los efesios: "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados..." (Efesios 1:7). Dios envió a su Hijo a pagar completamente por cada pecado que nosotros habíamos cometido o cometiéramos. Esto forma parte del ser bendecidos en Cristo. Más adelante Pablo explica que nosotros somos "sellados con el Espíritu Santo de la promesa" (Efesios 1: 13). Así es como comienza realmente la obra. El Espíritu Santo insta, entonces vence, luego vivifica: "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1). Cuando Pablo fue desde Filipos a la orilla del río y allí encontró algunas mujeres, ¿qué les dijo? Puesto que estaban reunidas para orar, deben de haber sido mujeres piadosas; no obstante ello, Pablo les dijo que necesitaban conocer a Jesús, el Hijo de Dios. Les explicó cómo Dios se hizo hombre y vivió una vida perfecta, murió en lugar de los pecadores, resucitó de los muertos, y ascendió a los cielos para volver un día. Les dijo que si ellas ponían su confianza en aquel a quien Dios envió, creían que él había muerto por ellas, y se entregaban a él como su Señor, serían salvas. Lidia escuchó las explicaciones de Pablo y respondió. Pero lo hizo porque Dios había comenzado la buena obra en ella. El era el autor de la obra, estuviera ella consciente o no de la parte tomada por Dios en el asunto. Probablemente sólo estuvo consciente de su propia parte: que su corazón confiaba en este de quien Pablo hablaba, dejándole, voluntariamente, ser Señor de su vida. La Biblia dice de Lidia "y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía" (Hechos 16:14). Dios había comenzado la buena obra en Lidia. Dios comienza de igual manera la buena obra en todo aquel que viene a él. Dios es el que la inicia y la termina. Handley Moule traduce el verso seis como sigue: "Aquel que ha comenzado la buena obra en vosotros, pondrá seguramente sus toques finales en ella. La continuará hasta su terminación. La obra que comenzó su bondad, el brazo de su fortaleza la terminará; su promesa es Sí y Amén y nunca ha sido invalidada". Esta es la base de la confianza de Pablo en los santos de Filipos. Por qué aún soy cristiano es una colección de ensayos escritos por algunos grandes cristianos, editada por Blaklock, profesor de cultura clásica en la universidad de Auckland, quien pidió a varios eruditos que escribieran, en su disciplina particular, por qué creer en Jesucristo es intelectualmente aceptable. La inferencia es que, desde el momento en que la fe cristiana es intelectualmente aceptable y tiene evidencia válida que la respalda, cada uno de estos grandes hombres permanece como cristiano. Es obvio que el profesor tenía razón. Sin embargo, ¿por qué soy yo aún cristiano? No es debido a que el cristianismo sea intelectualmente aceptable sino porque "aquél que ha comenzado la buena obra en mí, está aún poniendo los toques finales a ella y lo seguirá haciendo." El nos guarda de volver atrás, a nuestros antiguos caminos. Como dice el himno: "A través de muchos peligros, afanes y acechanzas /Yo he vuelto/ La gracia me trajo a salvo hasta aquí/ Y la gracia me guiará al hogar". Un amigo me dijo: "Tú sabes, desde que fui a la iglesia mi vida ha sido un caos. ¡Todo me ha ido mal! Trato de alejarme de Dios y no puedo. El me ha enseñado que si no le respondo me aplastará contra el suelo." Hizo una pausa y luego agregó: "¡He decidido comenzar a responder!" "El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará" es la promesa de Dios. ¿Qué obra es esta? Es un trabajo bueno, divino, que a menudo envuelve algo de aplastar, derretir, y desmenuzar. Porque esta obra de Dios está haciéndonos semejantes a Jesús, conformándonos a la imagen de Cristo. Es de esto de lo que se trata. Dios la está llevando a cabo, y no va a cesar hasta que su obra esté completa. Pablo nos asegura que llegará el momento de su terminación, "el día de Cristo". Jesucristo volverá, se manifestará visiblemente, y ese día será glorificado en sus santos. Pero su regreso es más que un momento histórico. Pablo nos dice que el proceso que comenzó cuando él vino a Cristo, se completará cuando Jesús vuelva. Entonces seremos como él. Nuestros cuerpos serán resucitados y hechos a semejanza de su glorioso cuerpo. En esta afirmación Pablo da a los creyentes filipenses la seguridad de que

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ellos permanecerán siendo cristianos y que Dios continuará trabajando en ellos; pueden perseverar en la fe porque Dios ha prometido preservarles y llevar a cabo su obra en ellos. Esta es una verdad que encontramos a través de toda la Escritura y está en conformidad con grandes promesas de la Biblia, como Juan 10:27 y 28: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano." En 1 Pedro leemos: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe..." (1 Pedro 1:3-5). ¿Qué nos está diciendo Pedro? Exactamente lo mismo que Pablo dijo a los filipenses, que Dios nos mantendrá creyendo hasta la fase final de nuestra salvación, cuando Jesús vuelva. La base para la confianza de Pablo es que Dios mismo había comenzado la obra en ellos, y él terminará lo que comenzó. Como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. (1:7) Pablo ahora hace una afirmación muy intrigante relacionada con su seguridad personal de que Dios ha hecho realmente un trabajo regenerador en los filipenses: «Les amo con un “amor especial”, parece estar diciendo, "como si Dios les estuviera amando, a través de mí. Es un amor sobrenatural. Esta clase de sentimiento que tengo por ustedes y ustedes por mí, puede solamente ser el resultado de nuestra. existencia común en Jesucristo." Es bastante fácil persuadirnos a nosotros mismos de que alguien a quien amamos o uno a quien admiramos, es cristiano; pero muchas veces esto es sólo un deseo que tenemos en nuestro pensamiento. No nos atrevamos a basar nuestra asunción solamente en el compañerismo que tenemos o en el amor que sentimos por otros. Pablo basa su suposición en ciertos patrones concretos de comporta miento observables en la vida de los creyentes filipenses. El habla del hecho de que ellos amaban el evangelio y demostraban su amor, primeramente, en su compañerismo con los apóstoles en ese evangelio; y luego, en su preocupación activa por esparcir las buenas nuevas. También lo demostraban en su confirmación de nuevos creyentes; estaban interesados, no sólo en evangelizar a las gentes sino también en las evidencias crecientes del evangelio en sus vidas. Permítanme agregar aquí que esta fue la causa de que Pablo hiciera su segundo y tercer viaje misionero: confirmar a aquellos que habían creído. Estos santos de Filipos se preocupaban también en la defensa del evangelio. Decidieron hablar por él. Pablo les recomienda amorosamente: "Vosotros os habéis caracterizado por vuestro interés en esparcir el evangelio, en confirmarlo en las vidas de los hombres y en defenderlo. Por estas razones tengo justificación para creer que Dios ha llevado a cabo, realmente, la buena obra en vosotros. El la continuará y pondrá en ella los toques finales." ¿Cuál es la evidencia neotestamentaria de que una persona es cristiana? No consiste simplemente en llamar al Señor "Señor" sino en hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. La fe sin obras es muerta (véase Santiago 2:17). Una fe que no cambie al hombre es una fe muerta. "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" (1 Juan 2: 3,4). Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. (1.8) En el verso ocho observamos un principio espiritual interesante: la relación entre la confianza de Pablo en los filipenses y su cuidado en orar por ellos. El estaba confiado de que eran realmente cristianos y de que Dios les guardaría. ¡Pero oraba por ellos! Debemos comprender el significado de tal oración. Esta era parte del acto de guardarlos Dios a ellos. Comprendido correctamente, la seguridad del evangelio (de que soy realmente cristiano) no conducirá a la negligencia o la complacencia sino, más propiamente, guiará a la humildad y la autodisciplina. Debemos guardarnos sin mancha de este mundo. Más adelante en esta carta Pablo dice a los creyentes filipenses que "mantengan" esta vida que tienen. ¿Están estos conceptos en conflicto? ¿Cómo puede él decirles que Dios está manteniéndoles, al mismo tiempo que les dice que se mantengan ellos mismos? No, estos conceptos no son conflictivos,

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sino que las dos ideas se entrelazan para formar un pacto de esfuerzo unido entre Dios y el creyente. "Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo" (II Timoteo 2:19). En efecto, Pablo nos está diciendo: "Dios os va a guardar, pero vosotros debéis guardaros vosotros mismos en un plano tal de obediencia que su obra pueda ser llevada adelante en vosotros." Y esto pido en oración que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento. (1:9) Siguiendo a la salutación de Pablo y su aprecio por los filipenses, tenemos su súplica. En el verso nueve vemos cuáles cosas incluye el apóstol en su oración en favor de ellos. Cosas estas que, teniendo en cuenta que el Espíritu Santo estaba guiando a Pablo al escribir esta carta, hallamos que pueden ser llamadas las metas de Dios para cualquier grupo de cristianos. La primera petición de Pablo es que el amor de ellos puede crecer. El amor, o el ágape de 1 Corintios 13, es un amor divino, espiritual. Phillips, en su traducción, nos da una buena descripción de ese amor: "Este amor de que les hablo, es lento en perder la paciencia; busca la manera de ser constructivo. No es posesivo; no está ansioso de impresionar ni abriga ideas infladas de su propia importancia. El amor tiene buenas maneras y no persigue ventajas egoístas. No es susceptible. No guarda cuenta de lo malo ni se deleita de la maldad en otras personas. Por el contrario, se goza con todos los hombres buenos cuando la verdad prevalece. El amor no conoce límite a su sufrimiento, fin a su confianza, ni su esperanza palidece; puede sobrevivir cualquier cosa. Es, de hecho, lo único que queda en pie cuando todo lo demás se ha derrumbado". Esta clase de amor auto sacrificado es la meta de Dios para la vida de todo creyente. Pero nótese, este amor que Pablo desea para nosotros, es razonado; así que puede ser ejercitado en una forma bíblica. Todos sabemos del amor tonto, o demasiado indulgente, la clase de amor que no tiene espina dorsal y que en verdad hace daño a otros. Este no es esa clase de amor. Una verdadera comprensión del amor bíblico al cual Pablo se refiere viene de estudiar la Palabra de Dios. Dios de fe sea que cada uno de sus hijos tenga conocimiento espiritual y discernimiento. De esta manera el creyente podrá distinguir lo bueno de lo malo, lo importante de lo que no lo es; lo bueno de lo mejor. Esta clase de discernimiento es crucial. "Y todo .aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal" (Hebreos 5:13,14). Quizás usted haya visto individuos que han sido entrenados para detectar dinero falso. Se habitúan de tal forma que solamente con el tacto pueden decir si lo es. De igual manera los cristianos deben entrenar sus sentidos para descubrir lo bueno y lo malo. Para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo. (1:10) Habiendo practicado el discernimiento y aprendido a usarlo, debemos seguir y escoger lo que es mejor bueno, y huir del mal. La oración de Pablo por los creyentes en Filipos era que ellos reconocieran lo excelente y lo escogieran. Jay Adams en su libro Competente para Aconsejar elabora esta idea: "Uno debe aprender a hacer la voluntad de Dios según él la ha expresado en las Escrituras. Debe practicar el bien tan fielmente que cuando surjan ocasiones para pecar, de modo natural y sin deliberación sepa qué hacer y lo haga con facilidad y destreza." Esa es la meta: discernimiento en práctica. Nótese por qué Pablo dice "a fin de que seáis sinceros e irreprensibles". Si usted profesa ser cristiano y repetidamente tropieza, su ejemplo va a ser causa de que otros también tropiecen. Mientras que si vivimos de la manera en que debemos —puros e intachables—, estaremos preparados para la venida de Cristo. Seremos pueblo de Dios, viviendo para alabar y dar gloria a Dios. Su meta para nosotros es que toda virtud que poseamos, toda victoria que ganemos, y todo pensamiento de santidad que tengamos estén bajo su divino control. Llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. (1:11) Cuando vivimos de la manera que Pablo ha descrito anteriormente y que Dios ha planeado, seremos "llenos de frutos de justicia": amor, gozo, paz, bondad, benignidad (Galatas 5:22). Ganaremos a otros: "El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio." Y es por

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Jesucristo que podemos vivir así. Estamos en Cristo. El es la vid, nosotros los pámpanos; separados de él no podemos hacer nada, pero si permanecemos en él, daremos mucho fruto (ver Juan 15:5). El lo promete. El lo hará. Téngase presente que la llave para que estas metas sean cumplidas en nuestras vidas es "permane-cer en Jesucristo". Usted no puede desarrollar por sus propias fuerzas esta clase de amor, esta clase de vida. No, no puede. Pero él hará que se produzca en usted si usted permanece en Jesucristo. El secreto está en ese capítulo quince de Juan, porque en "permanecer y obedecer", descansa todo el éxito. "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor," dijo Jesús. ¿Ha visto usted alguna vez a los que reparan teléfonos subir a un poste telefónico? Los pinchos en sus botas, su cinturón y sus manos se coordinan perfectamente para llevarles fácilmente al tope. Des-pués vea a un neófito tratando de subir: asciende unos pocos pies solamente, para luego resbalar, gol-peándose en todo el camino hacia abajo, cogiendo astillas en las piernas. Pero aquí va otra vez. En esta oportunidad puede que logre subir un poco más, sólo para tener la misma experiencia exasperante. ¿Cuál es el problema? ¡Que no ha aprendido que la llave de todo el proceso de subir es apoyarse en el cinturón! Así pasa con el cristiano. Tenemos que producir amor, pero sólo podremos hacerlo si descansamos en Jesucristo. Vamos paso a paso en nuestro andar cristiano apoyándonos totalmente en Cristo, confiando en que él produzca los frutos en nosotros y a través de nosotros. Esta es la única forma en que esto funciona. Por nosotros mismos, sencillamente no podemos hacerlo.

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CAPÍTULO II EL FRUTO DEL SUFRIMIENTO

Filipenses 1:12-18

Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio. (1:12) Los cristianos filipenses amaban a Pablo, su padre en la fe. Sabían de su juicio y su actual encarcelamiento. Pero nosotros, unos dos mil años más tarde, podríamos bien preguntar: "¿Qué cosas le habían ocurrido a Pablo? " Es probable que en el versículo 12 se esté refiriendo a la secuencia de sucesos que comenzaron cuando, al final de su tercer viaje misionero, fue a Jerusalén (véase Hechos 21:15 hasta 28:31). Mientras estaba en el templo allí fue reconocido por ex amigos judíos que se precipitaron sobre él como una turba y casi lo lincharon. Providencialmente fue rescatado por un centurión romano que llegó en el momento preciso con un cordón de soldados y lo arrestó. Pablo fue encarcelado en espera de ser juzgado. Después de ser trasladado de prisión debido a las conspiraciones contra su vida, fue por fin escuchada su defensa. Pero debido a la deformación de los hechos, a la mala administración de la justicia, y a un funcionario romano que no quería enemistarse con los poderosos judíos, no se llegó a decisión alguna. Su caso fue postergado una y otra vez. Como ciudadano romano Pablo tenía el derecho de ser oído por César. Así que Pablo apeló a César, y a César fue enviado. En el viaje, debido a la necia decisión del centurión encargado de los prisioneros que estaban en el barco, naufragaron. Pablo casi murió. Finalmente, entró en Roma como parte de una cantidad de prisioneros encadenados y una vez más fue puesto en prisión. Desde la prisión en Roma es que escribe a los Filipenses: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio." ¿Qué está Pablo tratando de decirnos? ¿Está él diciendo que esta situación única ha obrado para la extensión del evangelio, o está dándonos un principio por el cual podemos medir las formas en que Dios gobierna el mundo? Sugiero que es lo último. "Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien a los que a Dios aman, a los que conforme al propósito son llamados" (Romanos 8:28). Ese es claramente el principio de gobierno de Dios. Todo lo que Dios permite que me toque está obrando para el progreso del evangelio en mí. Está obrando para hacerme conforme a la imagen de Jesucristo; para hacerme como Cristo. Todas las cosas obran con ese fin. Si esto es cierto de cosas que me afectan, ¿lo es también de todas las cosas que ocurren en el mundo? Sí, nosotros creemos que la Biblia enseña que Dios hace que todas las cosas ayuden a bien para el progreso del evangelio, y esto, de modos que no podemos imaginar. Aunque no podamos entenderlo, aunque no podamos explicarlo, aunque no lo podamos ver, nuestro Dios soberano está obrando por medio de cada acontecimiento en la historia para el progreso del evangelio. Esta es una verdad asombrosa. Si creemos que el fruto del sufrimiento va a resultar en el progreso del evangelio, nuestra actitud hacia el sufrimiento cambia. Acuérdate de José. Primero, sus hermanos lo venden como esclavo. Después la esposa de su amo, desfigurando la verdad, hace que José sea encarcelado. Sufre injusticia tras injusticia. Sin embargo, mirando hacia atrás, José dijo: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo" (Génesis 50:20). Todo sufrimiento que soportamos lo permite Dios para nuestro bien, para progreso del evangelio de Jesucristo. Entonces vale la pena sufrir. La comprensión de este principio nos ayuda a entender cómo debemos enfrentar el sufrimiento. De tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y los demás. (1:13) ¿Es este principio sólo un buen pensamiento? "Pablo, ¿podrías darnos algún ejemplo concreto de cómo tu sufrimiento ha obrado para provecho del a todos evangelio? " Pablo responde: "De tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás." Antiguos traductores pensaban que la palabra "pretorio" era usada solamente en referencia al palacio de César. Después, los descubrimientos arqueológicos demostraron que la guardia pretoriana (un grupo especial de soldados altamente capacitados) era la encargada de guardar el palacio y los

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prisioneros reales. Pablo dice que sus prisiones en Cristo son conocidas en toda la guardia pretoriana, lo que significa que muchos miembros de la guardia pretoriana se habían convertido. Este es un ejemplo perfecto del fruto de sus sufrimientos. Dios usó sus sufrimientos para que ellos fueran salvos. El libro de Hechos da una descripción del encarcelamiento de Pablo y dice que estaba realmente encadenado a uno de estos guardas pretorianos (véase Hechos 28:16, 23, 24, 30, 31). Habían sido asignados para cuidar a Pablo las 24 horas del día y los encadenaban a él a fin de que no pudiera escapar. Avancemos un paso más en su experiencia. En Hechos leemos: "Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase. ... Y habiéndole señalado un día (hablando de los judíos en Roma), vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas." En otras palabras estos judíos venían a visitar a Pablo y él les hablaba del reino de Dios y del hecho de que Jesús era el Mesías que había cumplido todas las profecías del Antiguo Testamento. Pablo tenía una clase bíblica durante todo el día allí mismo en su celda. Sigue diciendo: "Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento." Ya fuera de la prisión, pero aún bajo arresto domiciliario y encadenado a un guardia, Pablo continuó su ministerio de enseñanza como "embajador en cadenas" ... (Efesios 6:20). Imaginad cómo sería ser el soldado encadenado al apóstol Pablo. Sentado todo el día a su lado oyendo a Pablo debatir con los judíos, o tener comunión con cristianos que venían a fin de estudiar juntos, este hombre tenía que captar mucho del gozo y del testimonio de estos primeros creyentes. Y una vez que ellos se iban, el guardia se habría encontrado solo con su indomablemente confiado prisionero. ¿Es realmente extraño que pasado algún tiempo muchos de los guardianes del prisionero llegaran a ser cristianos? La prisión de Pablo tenía todavía otra influencia para el progreso del evangelio. Sus prisiones eran manifiestas no solamente en el pretorio sino también en conversaciones a nivel público, como él escribe "…mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás." Hendriksen, en su comentario, resume esto diciendo: "El caso de Pablo, mejor aun, la causa de Cristo, llegó a ser el tema de conversación de la ciudad." Un ejemplo moderno de esto ocurrió hace algún tiempo en Bolivia. Habiendo tenido poco éxito en sus esfuerzos por difundir el evangelio, un grupo de misioneros comenzó a distribuir literatura cristiana y a predicar en las calles. Pronto fueron arrestados y puestos en la cárcel, pero su literatura fue llevada a los más elevados niveles de gobierno donde la estudiaron cuidadosamente. Algunas autoridades del gobierno se interesaron sinceramente en lo que los misioneros estaban diciendo, y esto hizo que más tarde los pusieran en libertad y les dieran permiso para continuar sus actividades. Mientras tanto se produjo un avivamiento en la prisión, y muchos de los prisioneros fueron ganados para Cristo. Este acontecimiento apareció en las primeras páginas de los periódicos, lo que proporcionó oportunidades para la difusión del evangelio que no habían sido posibles antes del encarcelamiento de los misioneros. Otro caso es el del Dr. Kim, dirigente de la Cruzada Estudiantil en Corea. Después de la muerte de su familia y de ser golpeado y herido por los comunistas que lo dejaron por muerto, se entregó enteramente a Cristo para ser usado en la difusión de su Palabra. Lo primero que el Dr. Kim hizo fue perdonar a sus enemigos. Algunos de sus amigos coreanos realmente se habían vuelto en contra de él como testigos —lo que provocó el ataque— y aun instigaron a los comunistas para que diesen muerte a su familia. Una vez que hubo perdonado a estos hombres, el Dr. Kim comenzó a fortalecerse. Pronto estuvo en condiciones de caminar hasta la casa de uno de los que lo había traicionado y llamó a la puerta. Cuando el hombre le abrió la puerta, pensó que veía un fantasma. El Dr. Kim entró, le dijo al hombre que lo perdonaba, y que Jesús también quería perdonarlo. Este hombre aceptó a Cristo y el evangelio comenzó a extenderse de una manera asombrosa mientras Dios usaba al Dr. Kim. El ejército coreano lo vino a ver y le dijo: "Estamos tan impresionados con la disciplina y entrega de los cristianos de su

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organización (los 40.000 creyentes preparados) que queremos que usted enseñe a nuestro ejército. Enséñeles este tipo de dedicación." Ahora el Dr. Kim ha recibido el permiso de iniciar un instituto laico sobre evangelismo para los oficiales, los que a su vez, enseñarán lo mismo a los hombres de Corea. Recientemente se celebró un bautismo conjunto de 3.000 militares. El ejército está verdaderamente evangelizando a Corea. Debido al sufrimiento de un hombre y al fruto de ese sufrimiento, está progresando el evangelio de Jesucristo. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (1:14) El fruto del sufrimiento del apóstol Pablo también se manifestó en un crecimiento en la confianza entre muchos de los cristianos conocidos de Pablo en Roma. Estimulados por el ejemplo valiente de Pablo salieron y predicaron el evangelio. Nótese quiénes estaban haciendo esto: "Muchos de los hermanos en el Señor." No eran los obispos o los predicadores sino la gente común. Todo cristiano salía y predicaba la Palabra. Este es el cristianismo del Nuevo Testamento. Pablo, recordaréis, se está dirigiendo a los cristianos en Filipos, con los obispos y diáconos. Más adelante en esta carta, desafía a cada uno de ellos a que se aferre de la palabra de vida a fin de que él (Pablo) pueda regocijarse en el día de Cristo de no haber corrido en vano. Todo cristiano va a ser tan brillante como una luz en un mundo oscuro (2:15, 16). El mundo ya ha visto lo que puede hacer Dios con un hombre enteramente consagrado a él, dice S.A. Motyer en su comentario. Lo vimos en el apóstol Pablo. Pero el mundo tiene aún que ver lo que Dios puede hacer con una iglesia que se moviliza completamente por su causa. En la iglesia de Roma, cuando Pablo estaba preso, uno empieza a ver lo que Dios puede hacer con una iglesia completamente movilizada cuando los hermanos comenzaron a salir y a hablar dondequiera de Jesucristo. ¿Qué fue lo que dio a estos nuevos cristianos este valor para movilizarse, este poder para evangelizar? Probablemente muchos de nosotros decimos: Yo no puedo hacerlo. Y cada uno de nosotros debiera admitir que solos "no somos suficientes". ¿Qué respuesta da Pablo? El pasaje la da claramente: "La mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra de Dios sin temor." Allí estaba su fuente de valor, valor frente al encarcelamiento inminente para cualquiera de ellos. Ellos veían lo que estaba ocurriéndole a Pablo; sin embargo, esto los hacía más valientes. Veían que él estaba sufriendo por el evangelio y que a través de todo ello Dios lo cuidaba. Y sintieron más confianza, continuando en sus esfuerzos de hablar la Palabra atrevidamente y sin temor. Nótese la frase: "Se atreven a hablar la palabra," esto es, predicaban a Cristo. ¿Qué significa predicar a Cristo? Esto resume la totalidad del mensaje cristiano incluyendo quién es Cristo y lo que él hizo. Dios el Hijo, enviado por el Padre en el mundo para hacerse hombre al mismo tiempo que Dios y vivir una vida perfecta, sin pecado, tomó nuestra culpa y sufrió la agonía del infierno por nosotros. Esto es lo que significa predicar a Cristo: dar a conocer la noticia de que Jesús lo pagó todo, completamente y de una vez por todas. Por virtud de su resurrección, tiene ahora potestad para salvar a todos los que se alleguen a él en entrega total y con toda confianza en él. Esta era la sustancia del mensaje que con osadía predicaban estos hermanos, y el estímulo para ello fue el sufrimiento de Pablo." ¿Por qué pudo Dios hacer un uso tan efectivo del sufrimiento de Pablo? Motyer sugiere varias razones. Notaréis que él era abnegado en sus sufrimientos. Pablo no ponía su atención en sí mismo y tampoco le pedía a todos los demás que se preocuparán por él. En segundo lugar, Pablo consideraba sus sufrimientos como parte de su servicio, y seguía testificando. Sabía que no estaba allí por accidente, de modo que su actitud no era la de "Dios, ¿por qué permites que me pase esto a mí?". Y más importante; aun en medio de sus sufrimientos, Pablo estaba completamente consagrado a Cristo: "Así que ahora Cristo será magnificado en mi cuerpo, o por vida, o por muerte" (v. 20). Realmente necesitamos oír eso, dice Motyer, para dejar que el versículo se abra camino en nuestros corazones y en nuestras conciencias. Es ahora, en el presente, que nosotros debemos mostrar cuán grande es Cristo. Nunca más tendremos la oportunidad de agradarlo en estas circunstancias; confiar en él en medio de toda prueba. Pablo confió en Cristo en sus sufrimientos y lo agradó con el testimonio de su fe. Y Dios hizo que el sufrimiento de Pablo fuera fructífero.

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Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero.otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.(1:15-17) Notemos la reacción de otros ante la situación de Pablo. En la iglesia de Roma se hicieron evidentes dos actitudes opuestas. Pablo se refiere a ambos de estos grupos como cristianos. Pero un grupo que predicaba a Cristo lo hacía por envidia y contienda. ¿Por qué? No lo sabemos con certeza, pero quizás y estaban celosos de que la comunidad cristiana volviera su atención completa a Pablo. En una iglesia ya establecida con su propio predicador, la gente sin duda consideraba a éste como la autoridad local. Entonces llegó Pablo a la ciudad y se convierte en el foco del cristianismo en Roma. Sin embargo, el otro grupo sabía que Pablo había sido enviado por Dios para la defensa del evangelio y lo amaban, sosteniéndolo en sus tribulaciones y en todo y al mismo tiempo predicando a Cristo. Los primeros también predicaban a Cristo, pero lo hacían por envidia y trataban con sus ataques de causar a Pablo el mayor sufrimiento. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad: Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún. (1:18) ¿Qué clase de reacción habría tenido la mayoría de nosotros ante ese antagonismo? Pablo, permaneciendo fiel a su deseo de que Cristo sea glorificado en esta vida, responde con gozo que todo lo que realmente importa es que Cristo Jesús es proclamado ¡Qué punto de vista tan increíble! Pero, ¿podría Pablo haber dicho eso si uno de esos grupos hubiese sido dirigido por Juan Wesley o David Wilkerson? Wesley era un arminiano y como tal no enseñaba la "elección" ni creía en la predestinación. Sin embargo, Dios usó a Juan Wesley de un modo maravilloso para fundar la Iglesia Metodista y precipitar un cambio espiritual masivo en Inglaterra y la mitad de Estados Unidos. En contraste, David Wilkerson es parte del movimiento carismático de esta generación. ¿Podría Pablo haber dicho de David Wilkerson, "Me gozo porque está predicando a Cristo?" La vida de Pablo y su testimonio como prisionero nos garantizan que él podría haber dicho esto de los dos hombres. Y al hacerlo nos ha dado una pauta para la actitud que debemos mostrar hacia grupos que difieren de nosotros, o aun nos atacan. Cabe destacar que Pablo no está aquí discutiendo la aceptación de diversos puntos de vista doctrinales, sino el espíritu partidista, la envidia, y el celo entre diversos grupos dentro de la Iglesia. Pero en cuanto concierne a nuestra propia actitud, si Cristo .está siendo proclamado, tenemos motivo para regocijarnos. No tenemos que aceptar el sistema de teología o el método de evangelización de los demás, pero sí podemos gozarnos en que Cristo sea predicado. Esto lo aprendió recientemente este comentarista. Estaba leyendo un libro que describe unas reuniones de pequeños grupos de estudio bíblico en una iglesia liberal que el autor de ese libro pastorea. Menciona los títulos de algunos libros liberales que usa en esos estudios. Mi primera reacción fue que eso era terrible y que Dios no podría usar grupos como estos. Sin embargo, al seguir leyendo, me di cuenta de que ocurrían conversiones y comencé a comprender que Dios está mucho más preocupado de que la gente se salve que en que las cosas sean según mi modo o de la manera particular que yo acostumbro a hacerlas. A Dios no le preocupa tanto como a mí que algún error se mezcle con la verdad. A él le preocupa más que tengamos una actitud de humildad. También recuerdo un incidente relacionado con el predicador Dwight L. Moody. Cierto individuo le dijo que no le gustaba su método de anunciar el evangelio porque no era "completamente correcto". Moody preguntó a este hombre qué método usaba. Reconoció que no tenía ninguno. Moody entonces le dijo: "Bueno creo que el que yo uso es mejor que el que usted no usa". ¿Es quizás un eco de la actitud del apóstol Pablo? El tenía sus prioridades en el orden correcto, basado completamente en su fe en el poder de Cristo para hacer de su encarcelamiento un medio para ganancia y progreso del evangelio. Y en medio de su sufrimiento personal Pablo podía también gozarse de que sus hermanos se hacían más valientes en la predicación del evangelio, no importa cuáles fueran sus motivos?.

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CAPITULO III CRISTO

MAGNIFICADO EN NUESTROS CUERPOS Filipenses 1:19-26

Hace algún tiempo una revista informaba que un hombre en su lecho de muerte había cambiado su testamento y dejado $100.000 a una organización que conserva cuerpos humanos en un refrigerador de muy baja temperatura. Esta organización promete que si se hacen descubrimientos para resucitar los muertos, ese tratamiento sería aplicado a estos cuerpos. Está claro que cuando este hombre se acercó a la muerte estaba buscando alguna esperanza que pudiera mitigar el terrible "fin total" que la muerte simbolizaba para él. En contraste con esto, el apóstol Pablo nos da un punto de vista diferente de la importancia de la vida y la muerte. Porque sé que por vuestra oración y suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultara en mi liberación. (1:19) Pablo se está refiriendo a su situación actual, que incluye toda la secuencia de sucesos que comienzan por su casi linchamiento por la turba en Jerusalén, sus años en la cárcel, hasta su arresto domiciliario. en Roma. El "esto" está en referencia a todos estos sucesos más la animosidad entre algunos de la iglesia de Roma que querían añadir a sus aflicciones. Y Pablo escribe que él cree que Dios usará todo esto para su bien, así como él mismo alentaba a los filipenses en el versículo 6: "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo." El sabe que todo lo que le ocurre es parte del proceso de Dios de conducirlo hacia la etapa final de su salvación. Y la salvación es realmente el sentido de la vida: una liberación de la falta de esperanza, del sentimiento de que la vida no tiene un significado duradero más allá de la tumba. La Escritura revela que la salvación llega a nosotros en tiempos, o fases. Hay un sentido en que el cristiano puede decir: "Soy salvo", "Estoy siendo salvado", y "Seré salvo". La salvación tiene una etapa cumplida. En el Calvario la obra de salvación fue ya cumplida de una vez para siempre por la muerte expiatoria de Cristo por nosotros. Una fase presente en que Dios aún obra activamente en nuestras vidas, conformándonos a la semejanza e imagen de su Hijo para un ministerio mayor y más efectivo. Y una etapa futura, final, en la que, quitado todo vestigio de pecado, llegamos a unirnos en gloria con el Señor Jesucristo por toda la eternidad. Cuando Pablo dice: "Esto resultará en mi liberación", está hablando de la etapa final, de la gloria final que recibirá en la eterna presencia del Señor al cual sirvió, así como a la gloria de Cristo a través del testimonio fiel y la vida gozosa de Pablo. Pablo estaba lleno de la doble confianza en que Cristo estaba obrando su salvación para mayor bien en esta vida de servicio y obrando para la consumación de ese servicio para gloria eterna en el cielo. Dios estaba usando las circunstancias actuales de Pablo para completar esos "toques" finales de su vida. Y, ciertamente, vemos esto a través de la Biblia en los distintos hombres de fe. Dios usa las circunstancias y las hace que obren para su bien y, a menudo, con resultados sorprendentes. José reconoció que la mano de Dios controlaba las situaciones de su vida durante los años de Egipto, y testifica de esto ante sus hermanos cuando dice: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien" (Génesis 50:20). Cuando el profeta Daniel fue echado en el foso de los leones, Dios también usó eso para progreso de su obra en Daniel y para producir la destrucción de sus enemigos (véase Daniel 6:16-28). Amán, en el libro de Ester, preparó una horca para colgar a Mardoqueo. Pero Dios obró a través de la posición de Ester e hizo que las cosas cambiaran de tal modo que Amán fue el colgado y Mardoqueo fue exaltado (Ester capítulo 7). Esteban valientemente profesó ser seguidor de Jesucristo y fue apedreado hasta la muerte por su fe. Pero Dios hizo que esto fuera para Esteban la culminación de su salvación. Aun en su muerte, Esteban oró por sus enemigos antes de ir a estar con el Señor Jesús (Hechos 7:54-60). En el versículo 19 Pablo menciona dos factores que tuvieron una parte crucial, y continuarían teniéndola, en el proceso de su salvación final: las oraciones de los filipenses y la provisión del espíritu

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de Jesucristo. Pablo sabía que los filipenses lo amaban y estaban orando por él. Recientemente habían dado evidencias de su amor enviándole uno de sus miembros, Epafrodito, para que entregara a Pablo una ofrenda. El apóstol también sabía que debido a las oraciones de ellos Dios le daría el Espíritu Santo en mayor medida. Dios que controlaba todos los acontecimientos, daría a Pablo su Espíritu para sustentarle desde lo interior y capacitarle para seguir confiando en el Señor bajo estas y cualquier otra circunstancia. Leemos en el libro de Hebreos que "somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio" (3:14). Y en Mateo 24:13 se nos asegura que "el que persevere hasta el fin, este será salvo". Si no perseveramos, no hay salvación final. Pero, el que ha comenzado la buena obra en nosotros proveerá el Espíritu Santo, haciendo que permanezcamos firmes y sigamos confiando en Cristo y rindiéndonos a él. Sin embargo, esto no se hace automática o mecánicamente. Se logra por medio de las oraciones de los demás en nuestro favor, así como Pablo necesitaba las oraciones de sus hermanos en Filipo. Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. (1:20) Pablo sigue diciendo a los cristianos filipenses que su esperanza, o ambición, era que Jesucristo fuera magnificado por medio de él. ¿Qué se quiere decir por "será magnificado Cristo en mi cuerpo"? Sabemos que no podemos añadir a la gloria esencial de Cristo porque él es todo lo glorioso que se puede ser. Su nombre está por sobre todo nombre, y todo poder en el cielo y en la tierra es suyo. ¿Cómo entonces podemos hacer que él sea más grande de lo que ya es? Sencillamente, no podemos. Pero él puede ser magnificado a través de nosotros ante los ojos de los demás. Su grandeza se puede ver por medio de nosotros de modo que los hombres le den a él la gloria que le es debida. En un libro se da una ilustración viviente de esto. Un día unos cuantos jóvenes comunistas lograron apoderarse de una escuela en el sur de Corea. Los dos hijos de un pastor coreano fueron heridos y muertos antes de que la rebelión fuera sofocada. Informado de lo ocurrido, el padre pidió: "Si usted encuentra al que mató a mis hijos, por favor no le quite la vida ni lo ponga en la cárcel. Déjeme adoptarlo en mi familia y criarlo como mi propio hijo para que yo pueda mostrarle cómo responde a sus enemigos el cristianismo con el amor de Dios." Y eso es lo que ocurrió. Se permitió al pastor adoptar al joven que había asesinado a sus hijos, y el corazón del muchacho fue quebrantado por el ejemplo de amor que lo había alcanzado. Se hizo cristiano y ahora está estudiando para el ministerio. Nosotros comenzamos a ver lo que Jesucristo realmente es en el ejemplo vivo de este pastor coreano. La gran ambición de Pablo, su confianza y su expectación, era que Cristo fuese magnificado en su vida, ya fuera si vivía o si moría. No era solamente un pensamiento hermoso de su parte; era algo que Pablo fervientemente esperaba. Era una confianza basada en una segura esperanza. ¿Cómo podría Pablo estar tan seguro de esto? Mateo Henry decía que los que hacen de la gloria de Cristo su deseo y propósito pueden también hacer de ella su esperanza. Cuando nuestro deseo sincero es servir a Cristo, podemos estar confiados de que él se magnificará en nosotros, pues ha prometido "completar la obra" (véase versículo 6). El será magnificado por nuestras obras delante de los ojos de los hombres. En una ocasión Jesús oró: "Padre glorifica tu nombre." El Padre respondió en voz alta desde el cielo diciendo: "Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez" (Juan 12:28). Este deseo de servir a Jesús envuelve algo más, y Pablo lo expresa con sus palabras "Que en nada seré avergonzado, antes bien con toda confianza ...Cristo será magnificado". Experimentando circunstancias difíciles, o amenazado por el ostracismo social, es fácil y muy humano perder la confianza para dar nuestro testimonio cristiano. El temor se puede infiltrar y minar nuestra decisión de permanecer fieles a Cristo hasta el punto de que realmente neguemos toda vinculación con él, como lo hizo Pedro después del arresto de Jesús (véase Mateo 26:57-75). Entonces, cuán perturbador resulta comprender que si nos negamos a hablar de él ahora, avergonzados de identificarnos como sus siervos, será mucho más difícil si, como en el caso de Pablo, nos puede ir en ello la vida. Sin embargo, la victoria está a nuestro alcance, pues la Escritura dice: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta siempre en todo lugar el olor de su conocimiento" (II Corintios 2:14). Esta es la promesa de fortaleza sobre la que Pablo

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descansaba cuando enfrentaba circunstancias inesperadas. Proclamaba valientemente su fe en el Señor Jesucristo mediante su vida y sus acciones. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho teniendo deseos de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. (1:21-23) Quizás el apóstol Pablo sea recordado con cariño por su triunfante declaración "Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia." Solamente una persona que conocía a Cristo como la fuente suprema de poder en su vida podía decir esto, y Pablo era tal persona. Su plena comprensión de su dependencia de Cristo, que moraba en él había sido expresada en una carta anterior a los cristianos de Galacia cuando les escribió: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en, la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Es la misma verdad que Pablo está dando a conocer ahora a los hermanos filipenses: Cristo vive su vida en este mundo a través de mí y yo vivo mi vida en dependencia de él. El es mi pastor, mi santificador, el que está obrando en mí para conformarme a su imagen. Pablo también consideraba su vida como orientada hacia Cristo, una oportunidad para servir a su Señor y llevar fruto para su gloria. Pablo prosigue: "Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra...." Hendriksen traduce esto: "Ahora, si lo que me espera... es vivir en la carne, esto para mí significa fruto resultante de la obra. El fruto de ganar, edificar, enviar y hacer que hombres y mujeres sean discípulos de Cristo." Pablo sabía que si era puesto en libertad, este es el tipo de fruto para Cristo que podría producir. Al escribir a los corintios, les exhortaba: "... estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58). ¿Cómo podía Pablo estar seguro? El creyó en las promesas de Dios, que dijo: "El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto" (Juan 15:5); "Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir ... así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero" (Isaías 55:10,11 a). Pablo consideraba la vida desde ese punto de vista: una oportunidad de magnificar a Cristo, una oportunidad de beneficiar a los demás por medio de una vida ministerial verdaderamente dedicada. Sin embargo, en el entendimiento de Pablo, la muerte no constituía la terminación de ese ministerio, un adiós fútil a todo lo que había tenido como esperanza y por lo cual había trabajado. En manera alguna la muerte resumía el "toque final" de Dios a sus circunstancias. Era la fase final del proceso de su salvación, en que a través de la eternidad se vería unido con el Cristo, cuyos lazos se habían: hecho evidentes en la vida y sufrimientos del apóstol. Sencillamente y con gozo declara: "El morir es ganancia." Muchos consideran la vida desde un punto de vista totalmente negativo. Cansados de la vida, optan por la única alternativa, que es la muerte. ¿Es eso lo que significa "morir es ganancia?" ¡No!, según Pablo. Vivir es bueno, dice, por el poder y la esperanza del Espíritu que vive en su interior, pero ¡morir es mejor! Vivir es la oportunidad de servir a Cristo. Morir es la oportunidad de ir y estar con él, dejando atrás —de una vez y por toda la eternidad— todo vestigio de pecado. Para el cristiano, la muerte debiera considerarse como algo deseable en sí mismo y por sí mismo, porque Cristo ha vencido la muerte. En Hebreos leemos de su victoria consumada: "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Hebreos 2:14-15). Por medio de la resurrección triunfante de Cristo, ¡la muerte ya no tiene poder alguno sobre los hijos de Dios! Handley Moule sugiere que consideremos la muerte a la luz del relato presentado en Juan 6:15-21. Al encontrarse con un viento extraordinariamente fuerte mientras remaban por el mar de Galilea hacia Capernaum, los discípulos reaccionaron con temor cuando vieron que Jesús caminaba sobre las olas hacia ellos. Sus consoladoras palabras fueron: "Yo soy; no temáis"; con ellas calmó sus temores y recibieron su presencia con mucha alegría en el bote. Jesús entonces nos participa la emocionante conclusión de que inmediatamente el bote estuvo en la costa.

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La expresión "zarpar" (partir) es una expresión náutica que describe la partida de un barco al salir de una costa para llegar a otra. Para el cristiano, continúa Moule, la muerte es eso: partir rumbo al hogar. El piloto sube a bordo y toma el timón. Inmediatamente nuestro barco ha llegado a su último destino. El barco ha zarpado... para estar con Cristo.Para el apóstol Pablo la muerte simbolizaba este mismo gozoso partir hacia el hogar, y por esta razón escribe a los creyentes filipenses que su deseo de partir y estar con Cristo es una elección "mucho mejor". Luego, en cierto sentido, no es luchar con el dilema de si seguir viviendo o morir; lo que lo tenía "puesto en estrecho" era su conciencia del deber hacia los hermanos. Pablo comprende que para él "quedar en la carne es más necesario", tanto para progreso de su fe como para la obra de la salvación de ellos para la gloria del Señor Jesucristo. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros. (1:25-26) Por tanto, la decisión de Pablo fue pedir que se le permitiera vivir, sabiendo que si el Señor le concedía la vida esta vez, y era puesto en libertad, podría volver a la iglesia de Filipos para ayudar activamente al de la fe de ellos. El había mencionado que estaba orando por "que vuestro amor abunde aun más en ciencia y todo conocimiento" (v. 9), y ahora que el amor de Cristo Jesús estaba siendo perfeccionado en él por medio de su ministerio en la prisión y sus experiencias allí, deseaba compartir eso con los que lo habían apoyado en oración. Quería ayudarlos a crecer en amor: el tipo de amor que pone el yo al final y que él describe en I Corintios 13. Y, algo muy importante, Pablo tenía confianza en que una visita a ellos después de haberles escrito esta carta tan íntima contribuiría mucho a aumentarles el gozo de la fe. La historia cuenta que después de terminada la Epístola a los filipenses, el apóstol fue puesto en libertad... volvió a visitarlos y tuvo esa reunión llena de gozo; pero sólo por breve tiempo. Fue arrestado de nuevo y juzgado, y murió como mártir por amor del elevado llamamiento de Cristo Jesús. Se había propuesto magnificar a Cristo en su cuerpo, con su vida y con su muerte, y los que fueron beneficiados por su ministerio en cadenas se vieron forzados por el amor a empezar de nuevo en el punto donde Pablo se encontró con Cristo en el camino de Damasco: cayendo delante de aquel que es la fuente de vida y el vencedor de la muerte, y clamando: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?"

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CAPÍTULO IV QUE OS COMPORTEIS COMO ES DIGNO DEL EVANGELIO

Filipenses 1:27-30 En muchos aspectos la iglesia de los filipenses era una iglesia sobresaliente. Era la única iglesia que con toda seriedad se había puesto a la disposición de Pablo para la difusión del evangelio. Y era una iglesia que demostraba su dedicación a él enviándole generosas donaciones y a veces a sus mismos miembros para que le ayudaran. Sin embargo, había algunos aspectos en que la iglesia estaba en error. Pablo los elogia por sus esfuerzos en la evangelización y otras evidencias de conducta cristiana, expresando su amor personal y el aprecio que les tiene. No obstante, debido precisamente a su profunda preocupación por el bienestar espiritual de ellos, Pablo no vacila en echarles en cara una falta muy grave: no están viviendo como es digno del evangelio de Jesucristo. Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo... (1: 27a) Nótese el uso de la palabra "solamente" en este ver- sículo. Indica una exhortación muy severa. En efecto, Pablo les está diciendo: "Si no hacéis ninguna otra cosa, haced esto por lo menos: Que vuestra conversación —vuestro modo de vivir— sea digna del evangelio." ¿Qué es el evangelio? Se le dan diversos nombres: revelación de Dios, la historia de Dios, las buenas nuevas... En esencia es la nueva de lo que Dios ha hecho por salvarnos a los pecadores, y lo que sigue haciendo en nuestras vidas una vez que hemos acudido a él. Pablo lo resume en 1 Corintios 15: "Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis... Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (vv. 1-4). El evangelio es Juan 3:16: "De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito." Dios el Hijo se hizo hombre y vivió una vida perfecta bajo la ley a fin de satisfacer el sentido de la justicia de Dios. Entonces, para que Dios pudiera perdonarnos sin dejar de ser justo, Jesús asumió nuestra culpa, sufriendo en nuestro favor el castigo del infierno en la cruz. ¡Esa es una buena noticia! Nosotros podríamos ya haber considerado una buena noticia que Dios solamente hubiera dicho: "Pecador, en vez de enviarte al infierno que tú mereces, he decidido aniquilarte solamente." Nosotros le habríamos respondido: "Gracias, Señor", porque, comparada con el infierno, la aniquilación es una buena noticia. Pero la verdadera buena noticia es que él pagó en forma completa la culpa de nuestros pecados. Nosotros no tenemos que pagar nada más. En cambio, basados en el sacrificio de Cristo, podemos reconocer nuestros pecados, apartarnos de ellos en un genuino arrepentimiento, y rendirnos a él con toda nuestra voluntad. Con sólo poner nuestra confianza en él y descansar solamente en su muerte para salvarnos, quedamos perdonados en forma completa y gratuita; somos restaurados al favor de Dios. Aun más milagroso: Dios no se detiene allí. Adopta al pecador arrepentido en su familia como hijo de Dios. Llegamos a formar parte de su familia, vivir con él para siempre como coherederos con Jesús. ¡Esta es una noticia demasiado buena para creerse! Por cuanto Dios ha hecho todo esto por nosotros por pura misericordia, nuestro "culto racional" es ofrecernos nosotros mismos como sacrificios vivos. Pablo amonestaba a la iglesia de Roma de este modo, convencido de que esta es la única respuesta adecuada que conviene al hijo de Dios (véase Romanos 12:1,2). Como escribió C. T. Studd, un misionero famoso por su espíritu de sacrificio: "Si Jesucristo era Dios y murió por mí, entonces no hay nada que implique un sacrificio demasiado grande para que yo deje de hacerlo por é l . " También hay un sentido en el cual el creyente debe vivir como es digno de lo que Cristo está haciendo ahora mismo en él: una obra de renovación hecha para gloria de Cristo y para el progreso del evangelio. Dios no solamente nos adoptó en su familia sino que también ha venido a vivir en nosotros, dentro de nosotros, rompiendo el patrón de egoísmo que nos dominó a través de toda la vida antes de llegar a ser cristianos. Cristo ha dado a sus hijos un nuevo poder para amar a la gente, para vivir en forma diferente, y para obedecer su ley. Si decimos que Cristo ha efectuado este cambio en nosotros, entonces el cambio debe ser notorio ante los ojos de los demás.

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Ojala los cristianos lograran tan sólo comprender completamente la importancia y el honor de la tarea que nos ha sido encomendada: ¡Somos embajadores para Dios! Considerad cuán conscientes tendríamos que estar de nuestra buena conducta si fuéramos embajadores de nuestro país en una nación extranjera. Como embajadores escogidos por Dios, representamos su reino. ¡Qué responsabilidad es vivir como es digno de ese llamamiento! Digno de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, está haciendo en nosotros, y se propone hacer por medio de nosotros en el mundo. Una buena ilustración de esto se puede encontrar en uno de los dramas de Shakespeare, basado en la vida de Enrique V. Cuando todavía era un joven príncipe, Enrique había llevado una vida indisciplinada y temeraria. Pero cuando su padre estaba en el lecho de muerte, él y el joven Enrique conversaron serenamente sobre la terrible responsabilidad de la corona. El príncipe dijo a su padre: "Tú la ganaste, tú la usaste, y ahora me la has dado. Prometo vivir como es digno de ella." Al heredar la corona de su padre, Enrique cambió completamente su modo de llevar la vida. Y así debiera ser con los cristianos. Jesucristo ganó la corona que nos pone al hacernos reyes y sacerdotes para Dios. A la luz de lo que profesamos acerca de Dios y nuestra relación con él, tenemos que comportarnos de un modo tal que no provoque críticas o dudas en cuanto a su carácter y su obra en el Calvario. Los cristianos filipenses no estaban haciendo esto. Esto hizo necesario que Pablo incluyese en su carta varias exigencias específicas de que vivieran como es digno del evangelio. ... para que, o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros es salvación y esto de Dios. (1:27b, 28) La primera exigencia era estar firmes en la fe. Una iglesia firme es la que sabe lo que cree y mantiene sus pilares firmemente asentados en el fundamento de la Palabra de Dios. Esto lo expresa un conocido himno: "Cuán firme cimiento se ha dado a la fe, de Dios en la eterna Palabra de amor." Una iglesia firme no será conmovida de este asiento en la Palabra de Dios por presiones ni persecuciones, sean de adentro o de afuera. Además, el acto de estar firmes debía hacerse en un espíritu de unidad. Una iglesia unificada es una en que hay un íntimo amor fraternal entre los miembros. Están juntos, con una gran ambición común y un solo gran propósito: la difusión del evangelio de Jesucristo. Aparentemente la iglesia de Filipo no tenía esta unidad. En vez de luchar juntos, estaban luchando entre sí. Por ello, más adelante en su epístola, Pablo indica exactamente lo que esa unidad debe incluir cuando dice: "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (2:24). El ruego de Pablo clamando por unidad exige que los cristianos consideren el menor síntoma de desunión como si estuviera empezando un incendio gigantesco y destructor en sus hogares. "Cada uno debiera tragarse sus sentimientos personales en beneficio de la causa común", dice Charles Simeon. El tercer requisito mencionado por Pablo es valor. Dice: "Y en nada intimidados por los que se oponen" (28a). Los cristianos filipenses eran cobardes y necesitaban una aguda reprimenda que les ayudara a ver su debilidad. La Escritura nos da una referencia directa en Apocalipsis 21:8. Un ministro cristiano de detrás de la Cortina de Hierro la usó al escribir a sus amigos cristianos. Les recordaba que este pasaje dice que los cobardes serán los primeros en ser echados en el lago de fuego: "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas... tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre..." Un relato en el libró de Nehemías nos proporciona también una buena referencia. Cuando el profeta estaba reconstruyendo los muros de Jerusalén en medio de intentos de persecución de sus oponentes, un hombre se presentó delante de él y dijo: "Nehemías, vamos. Huyamos a escondernos en el templo. Te están buscando e intentan matarte. ¡Corre! ¡Encerrémonos en el templo!" Nehemías pensó unos momentos y entonces preguntó: "¿Un hombre como yo ha de huir?" (véase Nehemías 6:10-13). El salmista David tenía una respuesta para Nehemías así como para los filipenses: "Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?" (Salmo 27:1). Pablo quiere que sus amados hermanos entiendan que tener miedo no es digno del evangelio de Cristo.

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Veamos lo que Pablo tiene que decir acerca de los resultados de la firmeza, la unidad, y el valor: "Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios" (v. 28). En este versículo se refiere al indicio de salvación. ¿Qué quiere decir con esto? La firmeza es evidencia de verdadera sinceridad. En la parábola del sembrador Jesús se refirió a la semilla que cae en terreno pedregoso. "Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó" (Mateo 12:5-6). Jesús dice que esto es comparable con la persona que recibe la Palabra de Dios y responde exteriormente con gran gozo, pero cuando viene la persecución se vuelve atrás. Tal persona es cobarde. La evidencia de que realmente somos cristianos es la firmeza que mostramos en medio de la persecución. Cuando Pablo habla de "indicio" de perdición a sus enemigos, quiere tal vez decir que el acto de perseguir trae una profunda convicción de perdición eterna a quien persigue. Cuando el perseguidor ve que el cristiano está firme, comienza a sentirse convicto de la realidad de su propio estado de perdición y de la condenación que le espera. La firmeza de un cristiano es un instrumento poderoso en la mano de Dios que convence a los hombres de pecado. Del mismo modo, la firmeza de la iglesia cristiana es un instrumento que Dios usa en la comunidad y en el mundo en general y que, por ello, llama la atención de los que son enemigos de Dios. Toda iglesia en la que Dios esté en acción (agresiva en su labor de evangelización, rica en vidas cambiadas, sabe lo que cree y por qué, firme y valiente en sus creencias, rebosante de amor) estará siempre expuesta a controversia. Solamente cuando la iglesia vacila ante el temor de la persecución inevitable cesa de ser objeto de ataques. Y cuando esto ocurre, podría bien disolverse pues la cobardía no es digna del evangelio. "... para ellos ciertamente indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios" podría también ser una indicación de lo que va a ocurrir al final de los tiempos. Los perseguidores serán los que sufran. Dios está sosteniendo al cristiano y tiene todas las cosas bajo su control de modo que en la hora final pueda invertir, los papeles. Cuando Juliano el Apóstata, emperador romano, comenzó a perseguir a los cristianos, un burlador le dijo a un cristiano: "¿Dónde está ahora tu carpintero?" A lo que el cristiano respondió serenamente: "Está haciendo un ataúd para tu emperador." Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis que en él, sino padezcáis por él (1:29) Pablo entonces continúa diciendo a los hermanos filipenses que ellos y todos los cristianos son receptores de ciertos privilegios. El creer es un don de Dios, nos dice Pablo. Dios no solamente ha dado su Hijo, sino también nos ha dado a cada uno de nosotros la capacidad de creer. La fe es un don de Dios y al mismo tiempo es una responsabilidad humana. Estas dos cosas no se oponen. Se nos manda creer, pero es Dios quien nos da la capacidad de creer. Si no creemos, somos nosotros los responsables y jamás podremos culpar a Dios de nuestra incredulidad. Notemos, sin embargo, que los filipenses habían recibido no solamente el don de la fe sino también el privilegio de sufrir por amor de Cristo. Con toda probabilidad, ellos consideraban la persecución que estaban experimentando o como una obra de Satanás por medio de los incrédulos, o como un accidente en que Dios por alguna razón los dejaba olvidados. Pablo, aclara esto diciendo que Satanás puede estar tras una persecución usando a los hombres como instrumentos para producirla, pero Dios la permite. Es una dádiva de Dios. El reina sobre los asuntos humanos, y nada puede tocar a los hombres que no haya tenido antes su consentimiento. Charles Simeon, un escritor, sugiere que imaginemos a Cristo acercándose al Padre y diciéndole: "Padre, yo quiero pedirte el honor más grande que se pueda dar, la bendición más alta, para Fulano." El Padre pregunta: "¿De qué se trata?" Jesús responde: "Quiero que esta persona reciba el honor de padecer por mí." Esto es exactamente lo que Pablo quería que los filipenses comprendieran sobre su persecución y que así la considerasen. Sufrir por Jesucristo es un privilegio. Si pudiéramos considerar la cruz como una insignia de honor conferida por Dios mismo, estaríamos menos ansiosos por evitarla. Pablo nos dice que la persecución proporciona una recompensa eterna. "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno

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peso de gloria" (II Corintios 4:17). En un artículo titulado "Fe para tiempos de sufrimiento", William Bridges escribe: "Amados, los tiempos de sufrimiento son tiempos de ganancia. Dios usa su escuela de la cruz para enseñarnos muchas cosas que no podríamos aprender de otro modo." Los tiempos de sufrimiento, dice, son también de "descubrimiento del pecado", cuando empiezas a ver el pecado que hay en tu vida y lo empiezas a combatir como nunca antes lo habías hecho. Son tiempos de "crecimiento fructífero", cuando Dios nos poda con el fin de que llevemos más fruto. La persecución es simplemente una de las hojas de las tijeras de podar. Los tiempos de sufrimiento son tiempos de oración. Son el medio de que Dios se vale para que nos pongamos de rodillas, pues dice: "En su angustia me buscarán" (Oseas 5:15b). Finalmente, como también dice Bridges, "los tiempos de sufrimiento son tiempos de desarrollo". Es ocasión en que los niños espirituales se convierten en adultos espirituales, en que los bebés en Cristo alcanzan la madurez que el Señor espera de ellos. Una ilustración de esto se encuentra en la historia del martirio de Juan y Betty Stam en China en 1934. Estos jóvenes cristianos, recién graduados del Instituto Bíblico Moody y padres de un bebé, cayeron prisioneros de los comunistas chinos. Tan pronto los apresaron, los chinos comenzaron a discutir la forma en que darían muerte al bebé. Un anciano campesino que estaba allí se levantó e intercedió por el bebé. Los comunistas se volvieron a él y le preguntaron: "¿Quieres cambiar tu vida por la del bebé?" El anciano respondió: "Sí." Inmediatamente fue ejecutado. Así estaban las cosas cuando un hombre que había sido cristiano nominal y que no se había atrevido a identificarse como cristiano se levantó e intercedió por los padres. Los comunistas lo echaron a un lado, pero cuando él insistió le preguntaron: "¿Eres cristiano también?" Bien consciente de cuál sería su destino, respondió: "Sí." Inmediatamente lo arrastraron a un lado para darle una muerte cruel. Los comunistas entonces ordenaron a Juan que se arrodillara. El verdugo chino, en un estilo clásico, agarrando la espada con las dos manos, tomó puntería, le dió varias vueltas para imprimirle velocidad, y la descargó sobre su víctima. Betty vaciló unos momentos y luego cayó inconsciente sobre el cuerpo de su marido. Momentos después le separaban la cabeza del cuerpo. Los comunistas comenzaron entonces a echar de allí a la multitud reunida. Los que fueron testigos del suceso dijeron más tarde que el rostro de Juan había resplandecido con el brillo del gozo. Para estos cuatro cristianos, el sufrimiento había dado lugar al crecimiento; el tiempo de sufrimiento había sido tiempo de ganancia. Y debido a la persecución y el martirio recibieron túnicas blancas y coronas de eterna gloria en la presencia del Padre (véase Apocalipsis 6:9-1 l). Teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí. (1:30) Además de la exhortación de que los cristianos deben vivir una vida que sea digna del evangelio, y de que los filipenses tenían el privilegio de sufrir por la fe, tenemos en este pasaje un paralelo. Pablo les dice: "Lo que vosotros estáis experimentando es exactamente lo que yo he experimentado. Cuando yo estaba en Filipos vosotros visteis que fui golpeado y echado en prisión. Todos los que viven piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución. A veces podéis sentiros solos en esto, pero no estáis solos. Ello es parte de ser cristianos. Necesitamos comprender esto y prepararnos para ello." Richard Wurmbrand habla de la preparación que los cristianos dan a sus niños detrás de la Cortina de Hierro. Cuando estos jóvenes están listos para dedicar la vida a Cristo, son llevados a ver las jaulas de los leones en el zoológico y se les dice que muchos cristianos han servido de alimento a los leones a causa de su valiente profesión de fe. Entonces les preguntan a los niños: "Estáis ahora completamente seguros de que queréis dedicar vuestra vida a Jesucristo?" Dice que es notable cuántos niños y niñas responden: "Sí." Es necesario que comprendamos todo lo que es andar como es digno del evangelio. Significa que no podemos ser cobardes. Debemos estar firmes, en amor, unidos, y sobre todo, debemos ser valientes. Porque, no quepa duda sobre ello, el andar como es digno acarrea siempre represión. La generación actual de cristianos en el mundo de habla española se ha visto sorprendentemente libre del tipo de persecuciones como las que Juan y Betty Stamm experimentaron. Sin embargo, ¡cuánto temor tenemos de las formas de persecución que padecemos! "El temor de sufrir burlas" es una. Si tienes miedo y no haces una confesión valiente de ser cristiano, recuerda las consecuencias. Los cobardes están en el primer lugar en la lista de los que serán echados en el infierno. Si no confesamos a Jesucristo delante de los hombres, él no nos confesará delante de su Padre en los cielos (véase Mateo

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1):32). 0 confiesas a Jesucristo como tu Señor y Salvador y sufres la persecución ahora, o te niegas a tomar esa posición y sufres las consecuencias después, por toda la eternidad. Cristo ha prometido estar con nosotros y sostenernos durante los tiempos de persecución en la tierra. Muchos cristianos, hombres, mujeres, niños y niñas, han muerto alabando a Jesucristo. Ya sea que estés soportando una situación así personalmente o estés sufriendo debido a lo que le está sucediendo a un miembro de la familia cristiana, cualquiera, en fin, que sea el tipo de persecución, ¡considérala un privilegio! Aquel que te confiere el honor de sufrir será glorificado y te sostendrá. Cuando Ridley y Latimer iban a ser quemados en la hoguera en Inglaterra, Latimer se volvió a Ridley y le dijo: "Hermano Ridley, ¡alégrate! Con nuestros cuerpos hoy vamos a encender una antorcha tan grande en Inglaterra que jamás podrá ser apagada." Esa es la manera de mirar el sufrimiento: como un gran privilegio que Dios usará y bendecirá. Aunque parezca extraño, quizás ocasionalmente nosotros seamos los que hemos provocado en otros la persecución y les provocamos sufrimientos. Necesitamos comprender que no estamos simplemente tratando con un cristiano débil sino con el mismo Señor Jesucristo. Hubo un tiempo en que Pablo (entonces se llamaba Saulo) pensaba que estaba persiguiendo a los cristianos. Entonces, en el camino a Damasco, fue derribado en tierra y se encontró ante el Señor resucitado, quien le preguntó: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hechos 9:4). Jesús dijo: "Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos... mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar" (Marcos 9:42).

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CAPÍTULO V LA MENTE DE CRISTO

Filipenses 2:1-11

En esta carta "a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos", Pablo comienza dando ánimo a sus hermanos para que vivan de la manera característica de los verdaderos seguidores de Jesucristo. Termina el primer capítulo rogándoles que estén "en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio" (v. 27c). Es este el mismo ruego que tiene en el segundo capítulo.

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, sintiendo una misma cosa (2:1.2) Pablo basa su ruego por la unidad y el amor en la experiencia común de todo cristiano. Cuando dice, “si hay alguna consolación en Cristo", no está hablando de la posibilidad de que haya esa consolación. ¡Hay consolación en Cristo! Todo cristiano ha experimentado grandes bendiciones, ayuda, fortaleza, y consuelo a través de lo que Cristo ha hecho en su vida y debido a su vital relación con Jesucristo. La frase "si algún consuelo de amor" se refiere al hecho de que si el amor de Cristo tiene sentido para el cristiano debiera manifestarse tangiblemente en su actitud hacia los demás. La frase "si alguna comunión del Espíritu" sugiere que toda experiencia del Espíritu Santo en la vida de uno debiera producir un sentimiento de comunión con él y con los demás cristianos, dando como resultado gozo abundante. "Si algún afecto entrañable, si alguna misericordia" significa que si Dios ha hecho algo en el corazón de uno para hacerle que se solidarice con la aflicción ajena es para que sienta preocupación por los demás. Si alguna de estas cosas es cierta (y todas lo son en un cristiano consagrado), Pablo dice entonces: "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor." Pablo no está diciendo superficialmente: " ¡Mirad!, ¿por qué no podéis llevaros bien? ¡Olvidad vuestras diferencias!; no vale la pena discutirlas." No, no dice eso. En cambio dice: "Ahora, entended esto: Si Cristo ha hecho algo realmente en vuestra vida, si queréis agradarle, si os dais cuenta de lo que es ser una nueva criatura, si significa algo para vosotros estar en su familia, de modo que la persona con la cual tenéis diferencias sea vuestro hermano, entonces, sobre la base de estas verdades, ¡amaos unos a otros! ¡Subsanad la división!" Llamar a la unidad donde la gente no ha experimentado la obra de Cristo en sus corazones es absolutamente inútil. Ese es el problema de la idea que algunos alientan de una gran iglesia universal. Desafortunadamente, la mitad de los miembros de esa "gran iglesia" no han experimentado ninguna de las cosas que son características de los verdaderos cristianos. ¿Cómo es posible entonces que se produzca entre todos nosotros la unidad? Hay quienes piensan que la misma se puede lograr si se dejan de lado todas las doctrinas distintivas, diluyendo nuestras creencias comunes hasta el punto de que aun nos abstengamos de hacer mención de las Escrituras, sin decir nada del nacimiento virginal, o de la resurrección corporal, y omitir otras doctrinas que ellos califican de "no esenciales". Poniendo a un lado de ese modo la doctrina, se supone que podríamos reunirnos y concordar. Esa no es la base sobre la cual Pablo hace su llamamiento a la unidad. El razona así con los cristianos: "Por cuanto creéis en Jesús, habéis experimentado el nuevo nacimiento, sabéis lo que significa ser una nueva criatura en Cristo, sabéis que la persona con quien tenéis diferencias es parte de vuestro cuerpo y de vuestra familia, entonces, subsanad estas divisiones. Hacedlo porque está cerca del corazón de Cristo, porque no es bueno que los hermanos cristianos estén de mal ánimo unos contra otros, y porque obstaculiza la obra de Cristo." La experiencia común del Espíritu de Dios y la consciencia de los que ahora poseen un nuevo corazón sirve como un imán para atraer y reunir a los cristianos. Hay una atracción interior o fuerza impulsora que mueve a tener comunión unos con otros y a salvar las separaciones, a ser unánimes, y a perdonarse unos a otros y de algún modo vencer las diferencias. Sin embargo, este deseo no surge automáticamente. Es algo por lo que debemos esforzarnos. Como cristianos todavía somos pecadores, todavía tenemos nuestra vieja naturaleza, todavía so-mos dados a afirmar nuestros puntos de vista. Y tenemos que luchar continuamente para mantener los lazos de unidad que el Espíritu ha creado. Esto es lo que Pablo está pidiendo. Cuando hay división, controversia, y discordia, pensad en lo que esa desunión hace al afecto entrañable y a la

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misericordia, a aquella consolación y a aquel amor. Si Dios ha de obrar en nuestro medio, es imperativo que el Espíritu Santo no sea agravado por nuestra conducta hacia los demás. Esta es la apelación que Pablo les hace: una exhortación al amor y a la unidad. Pablo sigue elaborando su argumento cuando dice: "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo la misma cosa" (v. 2). Notad que todo comienza en la mente: la disposición interior o la actitud del corazón. No puede haber unidad mientras no sean correctas las actitudes de nuestro corazón. Nada se puede lograr con un espíritu dividido. Charles Simeon, gran evangélico de hace varios siglos, afirmaba que solamente las verdades fundamentales del evangelio constituyen nuestro lazo de unión como cristianos: que Jesucristo es lo que dijo ser, hizo lo que dijo que iba a hacer, y es el único camino a Dios. Cualquier verdad menos evidente puede dejarse en terreno neutral. De otro modo, al ejercer un espíritu dogmático en puntos que quedan lejos de nuestra comprensión, la Iglesia de Cristo se divide. Pero si nos negamos a esgrimir la espada sobre asuntos secundarios, se puede preservar la unidad, y la actitud de nuestro corazón puede ser unánime. Por otra parte, no vale la pena la unidad si los fundamentos bíblicos son diluidos. Un incidente de su propia vida nos ilustra esto. En una ocasión Simeon, calvinista, y Juan Wesley, arminiano, se acercaron a un grupo de sus seguidores. Simeon dijo:

- Señor Wesley, creo que se supone que debemos esgrimir nuestras espadas y batirnos porque a veces me llamo calvinista y usted a veces ha sido llamado arminiano. Pero antes de sacar mi espada, déjeme hacerle una pregunta: en lo que a usted se refiere, ¿es su salvación algo que se debe enteramente a Jesucristo?

- Mi salvación la debo completamente a Jesucristo —respondió Wesley. - ¿Conserva usted su salvación por sus propios esfuerzos? —preguntó Simeon. - No, Jesucristo es quien me guarda en la salvación —respondió Wesley. —En lo que a usted

respecta, ¿es Jesucristo el único camino de salvación? - Es el único camino. - Bueno —dijo Simeon—, no desenvainaré mi espada. Esas son las mismas cosas que yo

sostengo. Y esas son las mismas cosas que tú y yo debemos sostener hoy.

Podría haber habido fácilmente una separación entre Simeon y Wesley como la que existió entre los reformadores Calvino y Lutero. Podían concordar en 15 de 16 puntos, pero si no concordaban en el décimo sexto su discusión alcanzaría tal calor que eran capaces de golpear las mesas en su ira mutua. Esta disposición entre cristianos es trágica. Es cierto, debemos sostener los fundamentos, pero al mismo tiempo debemos ser parcos en cuanto a lo que consideramos esencial. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse... (2: 3-6) Para lograr la unidad arraigada en los puntos básicos de nuestra fe, es necesario tener un claro concepto de nosotros mismos y de nuestro propósito. ¿Cómo lo hacemos? Comenzamos dando una mirada general a nosotros mismos y a nuestros hermanos. Comparemos las oportunidades que hemos tenido, así como nuestros talentos y dones y cómo se han desarrollado, con los de la otra persona y como se han desarrollado los suyos. Quizás si esa persona hubiera tenido las mismas oportunidades que nosotros habría podido hacer mucho más. Cuando alguien le dijo a un profesor de seminarios: "Usted habla como si fuese alguien, pero en realidad no es tanto"; él respondió: "Bueno usted no sabe donde comencé." Esto tiene mucho que ver con la cuestión. Tenemos que recordar dónde comenzaron los demás, y al compararnos con ellos, no será muy difícil pensar que son mejores. Si somos humildes de corazón, será fácil ponernos de acuerdo y alcanzar unidad. Nuestra meta debiera ser ayudar al prójimo y pensar en sus intereses, considerando sus necesidades y proveyéndole lo mejor que podamos. Andrew Murray decía: "La humildad no consiste en pensar que eres poca cosa sino en no pensar en ti."

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... sino que se despojó a si mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (2.7) Después de esta exhortación a la unidad, Pablo ofrece a los filipenses el ejemplo más elevado de humildad: el Señor Jesucristo. Les dice: "Que vuestra actitud mental sea como la suya. ¡Imitadlo! Uno de los personajes del Peregrino, la gran novela de Juan Bunyan, se conoce como el "Sr. Firme". Este individuo tenía como gran propósito en su vida el deseo de poner el pie dondequiera que viera una huella de su Señor en la tierra. Este debiera ser el deseo de todo cristiano: seguir a Cristo y andar como él anduvo. Necesitamos sin embargo comprender que Cristo no fue sólo un ejemplo. El no vino a mostrarnos cómo vivir. El vino a morir por los pecadores a fin de que podamos ser salvos y vivir como debemos, por el nuevo poder de su Espíritu que mora en nosotros. Sin embargo, él es nuestro ejemplo al mismo tiempo que nuestro Salvador. ¿Qué hizo Cristo? Pablo responde que "siendo en forma de Dios... (tomó) forma de siervo, hecho semejante a los hombres". Jesucristo era el Dios invisible que se hizo visible (véase Colosenses 1: 15). Era Hijo de Dios, no menos que Dios. Y porque Cristo era Dios, "no estimó que el ser igual a Dios era usurpación". Que Cristo fuera igual a Dios no era una invasión de las prerrogativas divinas, porque este era su derecho. Probablemente una mejor traducción de esta frase es la que tenemos en la versión castellana de la Biblia: él no pensó que esta igualdad con Dios era algo a lo que debía aferrarse. Más bien era algo que él podía dejar y poner a un lado; algo de lo que podía despojarse con el fin de poder considerar el interés de los demás. Nótese lo que hizo: "Siendo en la forma de Dios, se despojó a sí mismo." Se vació a sí mismo, o "se desprendió de todos los privilegios". Y lo hizo en forma voluntaria. Hay quienes dirían que Jesús se vació de sus atributos como Dios o de parte de su deidad (esto se llama teoría de la kenosis por la palabra griega ekenosen, traducida se "despojó a sí mismo"). Los teólogos liberales afirman que se desvistió de su omnisciencia, por lo tanto, Jesús el hombre realmente no sabía todas las cosas. Cuando él dice que el Antiguo Testamento es la verdad, estaba equivoca do. Siguen diciendo: "Jesús pensaba que existían los demonios y Satanás, pero era un hijo de su tiempo (por haberse desvestido de su omnisciencia) y nosotros, los teólogos del siglo veinte, revisaremos las Escrituras y enmendaremos los errores que él cometió." Pero no es eso lo que significa. Jesús se despojó a sí mismo, pero no de su deidad. El no podía despojarse de su deidad más de lo que nosotros podemos despojarnos de nuestra humanidad. Se despojó de los privilegios de su deidad y de su gloria, pero no de su omnisciencia. A través de las Escrituras da pruebas obvias de su omnisciencia y evidencias de sus atributos divinos tanto como de los humanos. A pesar de ser verdadero hombre, siguió siendo verdadero Dios con todas las características de la deidad. Juan 1:47-50 nos da uno de los muchos ejemplos bíblicos de la omnisciencia de Cristo. Cuando Natanael fue a él, Jesús dijo: "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño...." Natanael preguntó: "¿De dónde me conoces?" Jesús le dijo: "Cuando estabas sentado debajo de la higuera te vi." A esto, Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios." Jesús respondió entonces: "¿Esto te impresiona? Verás cosas mucho mayores que estas." La mujer samaritana que encontró a Jesús junto al pozo (véase Juan 4:5-30) le dijo a la gente que vinieran a ver a un hombre que le había dicho todo lo que ella había hecho. "¿No será éste el Cristo?", preguntaba con nuevo entendimiento. Si Jesús no se despojó de sus atributos divinos, entonces, ¿de qué se despojó para ser hombre? Primero, se despojó de una relación favorable con la ley. El, el Legislador, ahora se hacía súbdito de la ley. Nacido de mujer, y nacido bajo la ley, tomó sobre sí la obligación de cumplir la ley. Si no lo hubiese hecho así, habría sufrido las mismas consecuencias que nosotros. Pero aunque fue tentado en todo como nosotros, fue perfectamente obediente y cumplió cada letra de la ley. Y por designio de Dios, voluntariamente tomó nuestros pecados sobre sí mismo y fue castigado como trasgresor de la ley. Cristo también se despojó de las riquezas de su gloria celestial. Aunque era rico, se hizo pobre. Poco antes de ser traicionado, Jesús oró: "Padre, glorifícame...con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese" (Juan 17:5). Se despojó de su ejercicio independiente de la autoridad. Dijo: "He descendido... no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38). "Tomó la forma de siervo", nos dice Pablo. La palabra "siervo" nos recuerda la profecía del Antiguo Testamento, particularmente la de Isaías acerca del sufriente siervo de Jehová que vendría. "He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento" (Isaías 42:1). Cristo fue el gran cumplidor de todas las profecías del Antiguo Testamento acerca del siervo de Dios. Como él mismo

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dijo: "Yo soy entre vosotros como el que sirve" (Lucas 22:27). En la última cena no hubo siervo presente, como era costumbre, para lavar los pies de los hombres reunidos en el aposento alto. Cuando los discípulos no hicieron esfuerzo alguno para lavar los pies de Jesús —y ciertamente ni les pasó por la mente el inclinarse para realizar la baja tarea de lavar los pies de los demás—, Cristo se ciñó con una toalla, se arrodilló, y comenzó a lavar los pies a los discípulos. Después que hubo terminado preguntó: "¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros" (Juan 13:12-17). Jesús nos estaba dando el ejemplo de la imagen de un siervo, la cual está en el corazón del cristianismo. Y es esto mismo lo que Pablo nos exhorta a imitar cuando dice: "Haya en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús." Y estando en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (2:8) ¿Qué significa "estando en condición de hombre?" Podría decirse "vestido de hombre", porque el vestido es algo que se usa. De este modo, Cristo se puso la naturaleza humana y la usó sobre su naturaleza divina. Se vistió de tal modo que llegó a ser Dios y hombre. En la creación original, el hombre fue hecho a la imagen de Dios; en la encarnación, Dios lo fue a la imagen del hombre. Y ocasionalmente, esa imagen del hombre daba paso a la gloria de la naturaleza divina del Hijo, como en el monte de la transfiguración. Jesucristo repentinamente comenzó a resplandecer con tal brillantez que los que lo acompañaban no podían mirarlo. ¿Qué ocurrió? La forma de Dios que estaba bajo la forma de hombre repentinamente se mostró. Cristo estuvo dispuesto a levantarse de la mesa celestial, quitarse las vestiduras de gloria y entrar en el mundo para lavarnos de nuestros pecados con su sangre. "Se humilló a sí mismo", pero el hacerse hombre fue sólo el comienzo de su humillación. Tomás Watson, uno de los escritores puritanos, dice: "La humillación del Hijo de Dios al hacerse hombre fue mayor que la que sufriría un ángel al hacerse gusano." Toda su vida fue de auto-negación. Ninguna persona en toda la tierra civilizada puede vivir una vida como la que Jesús vivió en el sentido de usar cosas que se le facilitaron: una cama, un bote, una cuna, un pesebre, y aun una tumba. Su humildad se hace evidente particularmente en la forma en que recibió los insultos e injurias. Cuando los hombres lo abofetearon y lo insultaron, no reaccionó con ira. Cuando sufrió no amenazó, sino se encomendó a Dios que juzga justamente. En esto fue nuestro ejemplo de completa humildad. Pero su historia no se detiene aquí. El clímax fue su entrega personal: "se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". ¿Por qué murió Jesús? ¿Fue porque los romanos lo llevaron a la muerte, o porque los judíos lo traicionaron? No. Dios el Padre lo entregó por nuestras ofensas. Jesús voluntariamente murió por nosotros. "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida..." (véase Juan 10:17). Cristo Jesús se hizo obediente hasta la muerte sobre la cruz. Se ha dicho que una persona que muere en una cruz sufre un millar de muertes, debido al dolor tan agudo e intenso. Fue también una muerte vergonzosa para el Hijo de Dios. Llevó su propia cruz y vaciló bajo el peso de la misma. Sufrió el castigo de los criminales, una muerte maldita. Cristo murió bajo la maldición del pecado, porque las Escrituras declaran: "Maldito el que es colgado en madero" (Deuteronomio 21:23b). Ese es un tropezadero para los judíos. "¿Cómo podría nuestro Mesías haber muerto en un madero? Quienquiera que muere en una cruz es maldecido por Dios", dicen. Y así tenía que ser con Cristo. Fue maldecido por Dios porque cargó la maldición del pecado del mundo; fue castigado por nuestros pecados. ¿Por qué Dios lo hizo de este modo? En el versículo 4 de este capítulo Pablo exhorta a sus hermanos cristianos a no mirar "cada uno por lo suyo propio, sino también por lo de los otros". Por esto es que Cristo murió la muerte de un criminal: estaba velando por nuestros intereses. Martín Lutero decía que Cristo se había convertido en el pecador más grande que haya existido, porque llevó los pecados del mundo. Murió por nosotros para que pudiéramos ser salvos. ¿Cuáles eran las alternativas para la salvación del hombre que Dios podría haber considerado? Quizás, con un movimiento de su mano, podría habernos obligado a todos como obedientes robots desde nuestro nacimiento, pero aquello habría destruido nuestra humanidad y el libre albedrío que poseíamos al ser creados. O, podría haber echado remiendos sobre nuestros defectos, sobre los

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defectos de una humanidad pecadora y habernos capacitado de algún modo para mejorar gradualmente a medida que viviéramos, pero eso realmente no nos habría curado. Así que Dios escogió un camino mejor, un camino en que nuestro pecado no es amputado por cirugía ni se nos obliga a la sumisión como por un comandante militar, sino que es sanado como con una medicina. Del mismo modo que a los animales se les inoculan ciertos virus a fin de que desarrollen anticuerpos que puedan ser usados para la fabricación de vacunas, así Dios voluntariamente contrajo la enfermedad humana del pecado. Lo hizo sabiendo que solamente él podía producir los anticuerpos que serían efectivos contra la enfermedad, y con pleno conocimiento de que el proceso requeriría que él sufriese la agonía y la muerte resultante de tal enfermedad. Cristo tenía que ser verdadero hombre para que la enfermedad lo infectase; tenía que ser verdadero Dios para producir los anticuerpos para nuestra curación. Solamente recibiendo esta vacuna pueden los hombres ser curados sin quedar fatalmente lesionados en el proceso. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en nombre de Jesús se doblen toda rodilla de los que están en los cielos, tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (2:9-11) Dios ha exaltado a Cristo dándole una posición por sobre todo nombre, por sobre todo otro poder Esta supremacía debe ser reconocida de dos modos significativos. Cuando Jesús vuelva toda criatura inteligente se arrodillará delante de él. Esto incluirá a todos los ángeles y hombres que están en el cielo, y en la a todos los que aún están en la tierra, salvados e inconversos por igual, y todos los demonios, Satanás y los ángeles caídos de debajo de la tierra. Algunos se arrodillarán con gozo; otros lo harán en el extremo del terror. Pero cada uno se inclinará delante de Jesús. Y segundo, toda lengua confesará que él es el Señor. El dijo que lo era y es él quien entonces reinará sobre el universo. Los que lo confiesen aterrorizados, y se inclinen delante de él por obligación, serán echados en el infierno, quitados para siempre de su presencia. Los que lo confiesen con gozo, maravillados, se unirán a él en eterna bienaventuranza y galardón. ¿Por qué Dios exaltó así a su Hijo? Lo hizo porque Jesucristo se humilló a sí mismo, y Dios, por lo tanto, recompensará su obediencia. Nótese aquí el gran principio: cuando nos humillamos, somos exaltados. Jesús dijo a sus discípulos una parábola en la cual un señor, al volver de su viaje a un país lejano, llamó a sus siervos y dijo al que había multiplicado sus talentos: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré" (Mateo 25:21). Si somos fieles como siervos, seremos elevados al estado de gobernadores. Las Escrituras dicen que todo el que se exalta será humillado, pero que el que se humilla será exaltado (Mateo 23:12). "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo (1 Pedro 5:6). ¡El único camino hacia arriba va cuesta abajo! Si queremos tener poder delante de Dios, si queremos que nuestra esfera de influencia aumente, debemos humillarnos como individuos en relación a nuestros semejantes. Esta enseñanza de las Escrituras, según se hace evidente en la vida de Jesucristo, plantea un terrible contraste con muchas sectas hedonistas de nuestra sociedad moderna, pero con ninguna con tan violenta oposición como con el culto satanista. Mientras Jesús se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, el satanista cree ciegamente que quienquiera que le exige obediencia es su enemigo. Ninguna palabra bíblica lo va a regir, porque para él esto es esclavitud. Jesús nos ordena amar a nuestros enemigos y hacer bien a quienes nos aborrecen y nos molestan (Mateo 5:4)). Para el satanista esta es una filosofía despreciable, y en cambio, aboga por un odio de todo corazón contra sus enemigos, y tiene como ley más elevada la de la auto-preservación. La mente de Cristo no miraba por lo suyo propio, sino por los intereses de los demás. Murió porque tenía esta perspectiva de la vida. En este camino se humilló a sí mismo, tomó el castigo que justamente merecíamos, y nos invita a participar de su recompensa por toda la eternidad.

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CAPÍTULO VI OCUPAOS EN VUESTRA SALVACIÓN

Filipenses 2:12-13 Durante diez años la iglesia filipense había participado activamente en la obra de predicación del evangelio del apóstol Pablo. Sin embargo, aunque era una iglesia sobresaliente, había serios problemas que obligaban a Pablo a escribirles. Habiendo comenzado por recordar a sus hermanos su amor por ellos, continuó alentándolos a fin de motivarlos al amor y la humildad de unos con otros, según el ejemplo supremo del Señor Jesucristo. Ahora Pablo reanuda sus argumentos y exhorta vivamente a sus hermanos en la fe. Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. (2:12) Mediante el uso de la expresión "por tanto", un autor une lo que acaba de decir con lo que procede a introducir. Usando esta misma expresión, Pablo presenta nuevas instrucciones y con ello da a sus lectores algo sobre lo cual puedan basar sus razonamientos. En efecto, dice: "A la luz del gran ejemplo de obediencia de Cristo que acabamos de considerar, y por cuanto habéis sido fieles en la obediencia en el pasado, ahora ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor." Pablo ha enfatizado que Cristo fue obediente a la voluntad de su Padre y no buscó sus propios intereses. Obedeció a gran precio por amor de nosotros. Ahora los filipenses debían obedecer por amor a Cristo, y hacerlo a la luz del patrón de exaltación que su obediencia demostró. "El que se humilla será exaltado" (Mateo 23:12). Pablo avanza un paso más. "Debéis ser obedientes, no solamente en el tiempo que estoy con vosotros, pero aun más en mi ausencia." Hay algunos cristianos que se portan muy bien mientras está con ellos "San Pablo", mientras algún cristiano maduro está cerca para alentarlos y exhortarlos. Sin embargo, si ese cristiano firme se va o muere, algunos de estos cristianos más débiles comienzan a desmoronarse. Pablo elogia a los hermanos por sus demostraciones de obediencia, luego añade que esas demostraciones deben hacerse más evidentes en su ausencia. Porque cumplir lo que él está por exhortarles requerirá que ellos aprendan a estar firmes sobre sus propias bases espirituales. Les exhorta: sed dependientes de Dios solamente y no de otros, a pesar de la tremenda importancia que tiene la comunión cristiana. Precisando, ¿qué es lo que Pablo quiere exhortar a los cristianos de Filipos a que hagan? Les dice: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor." Notad que no les dice que se ocupen en ganarse la salvación. La salvación era algo que ellos ya poseían porque Dios había obrado por gracia, la había comenzado en ellos. Ahora lo que ellos tenían que hacer era trabajar para que diera frutos. En la forma usada en este versículo, la palabra griega que se traduce "ocupaos" significa llevar a una conclusión, completar bien el propio desarrollo. Así había él reprendido antes a los gálatas: "Vosoros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?" (Gálatas 5:7). No basta con empezar bien. La carrera tiene que terminar bien o los concursantes no habrán llegado a la meta deseada, en este caso, la madurez en Cristo. Un pasaje paralelo e interpretación de esto se encuentra en II Pedro 1:3-10. Aquí Pedro presenta un fuerte argumento en favor de la buena conducta moral de parte de los cristianos, y da una clarinada de alerta llamando a la vida consagrada, dedicada, fructífera. El caso es que nosotros los cristianos hemos sido limpiados de nuestros pecados y somos llamados a la madurez de la fe, la cual se manifiesta en los atributos que Pedro enumera. Escribe él: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros mismos, poniendo toda diligencia en esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no caeréis jamás."

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Lo que Pedro estaba recordando a sus lectores era que un cristiano ha recibido de Dios todo lo que necesita para tener una vida abundante, y que se le ordena aumentar su conocimiento, firmeza, piedad, amor fraternal, y caridad. El fin es de que los cristianos lleven fruto. Pedro está bien consciente de que es posible que un cristiano esté estéril y falto de fruto, y el verdadero peligro está en que ese cristiano profesante permanezca estéril. Pablo también lo cree así, y por esa razón exhorta a sus hermanos filipenses (y realmente a todos los cristianos) a que se ocupen en su salvación. El tiempo del verbo ocupar es continuo, sostenido, y da la idea de un gran esfuerzo. "Poned diligencia en hacer estas cosas", es la enseñanza de Pedro y Pablo. En hacerlo hay promesa de seguro éxito. En cambio, en no hacerlo, lo que hay es certeza de caída. Comentando esto dice William Hendriksen: "Los creyentes no se salvan de una plumada. La salvación es un proceso en el cual ellos mismos tienen una parte muy activa. Es una búsqueda, una persistencia, un seguir adelante, una contienda, una pelea, una carrera. Es una batalla en tres fuentes: una guerra contra una combinación tremendamente poderosa y astuta del mundo, la carne, y el diablo. Significará para los cristianos hacer uso completo de todos los medios señalados por Dios para derrotar el mal y sacar a la luz el bien que hay en ellos (el bien está en nuestro interior, porque Dios lo puso allí en nuestra conversión o en nuestra regeneración) " Y ¿cuáles son estos medios que Dios provee para nuestra batalla? Son toda la armadura de Dios (véase Efesios 6:10-18): la espada del Espíritu, que es escudo de la fe. Charles Simeon escribió: "No tenemos que imaginarnos la salvación como la recompensa de nuestros méritos o el resultado de nuestra ejecución sin ayuda. Nosotros no nos salvamos a nosotros mismos por nuestro arduo trabajo o por nuestras buenas obras. Sin embargo, tenemos un trabajo que hacer, un trabajo de infinita importancia, en cuya realización nosotros no somos meras máquinas sino agentes con voluntad. Nuestra salvación descansa en la realización de esa obra por nuestra parte”. Quizás esto suene como si la salvación no fuese un don de la gracia por medio de la fe. Sí, lo es. Lo que Simeón afirma está en consonancia con la verdad de la salvación como un don completo. Pero ¿qué incluye ese don? Dios nos da una espada, un escudo, y un yelmo, y nos dice que debemos luchar en nuestra marcha hacia el cielo. Y luego se nos da él mismo para morar dentro de nosotros y capacitarnos para la lucha. Pablo está diciendo a los filipenses algo similar a lo que dijo cuando estaba escribiendo a los cristianos romanos: "Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne [la vieja manera de vivir; los hábitos no cristianos que introduces en tu vida cristiana] viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios" (Romanos 8:13,14). En ningún lugar de la Biblia se dice que si vives según la carne irás al cielo. En su comentario de Romanos, John Murray hace esta declaración sobre el vivir según la carne: "La muerte a que se hace referencia debe entenderse en su alcance más amplio.., la separación eterna de Dios. [“Si vivís conforme a la carne moriréis” no significa que morirás físicamente, significa el infierno.] ... La única manera de evitar el problema de la muerte es ser librado y desistir de la vida de la carne. Pero, si por medio del “Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis." Esta operación de "hacer morir" no se hace sin el Espíritu Santo. El guía al creyente en un poderoso reclamo de obediencia, y la reacción del creyente es la evidencia de la obra del Espíritu. Debemos aprender la interrelación de estas cosas y aprender a tomarlas juntas. En el capítulo 27 de Hechos vemos a Pablo en un barco en medio de una terrible tempestad. Dios le revela que todos los del barco se salvarán, así que Pablo llama a todos los asustados pasajeros: "Oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho" (v. 25). Pocos días después el barco dio contra unos arrecifes y los marineros comenzaron a bajar el esquife para huir, temiendo por sus vidas. Pablo inmediatamente gritó: "Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaron" (v. 31). ¿Una contradicción? Un minuto Pablo les dice que Dios ha prometido que todos se salvarán; al minuto siguiente les dice que si ellos dejan el barco morirán. No, Dios había determinado lo que iba a suceder, y cuando Pablo gritó, todos los hombres se quedaron en el barco. La salvación de aquellos hombres dependía de su decisión de quedarse a bordo, así como de la advertencia de Pablo. Si Pablo no les hubiera hecho la advertencia, ellos habrían saltado sobre la borda y hubieran muerto.

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La advertencia de Pablo a los filipenses (y a nosotros también) para que se ocupasen en su salvación es la parte crucial de estar salvados. Notad la actitud de los que iban a hacer caso de esta advertencia: "... con temor y temblor." Ahora, esto no significa que vamos a tener un temor esclavizante, o que debamos dudar o desconfiar de Dios. No significa que no podamos estar seguros de nuestra salvación o no podamos decir con Pablo: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (II Timoteo 1:12b). Significa que debemos mantener una santa vigilancia sobre nuestra vida, con un profundo sentido de conciencia de nuestra debilidad, y de la fortaleza de nuestros enemigos. Solamente por medio de Cristo obrando poderosamente en nosotros y nuestra conducta como resultado de esa obra, seremos salvados. Estas dos cosas deben estar debidamente balanceadas. Pablo dice: "Yo sé a quién he creído", sin embargo, también escribe: "... sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser eliminado" (I Corintios 9:27). Pablo estaba consciente de que por el poder del Espíritu tenía que hacer frente a sus pecados y malos deseos constantemente. De otro modo sería un eliminado del reino de Dios. Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad (2:13) Si Pablo nos estuviera diciendo: "Hermanos en Cristo, Dios dice que si lucháis en vuestra ruta al cielo, si vencéis al mundo, la carne, y el diablo, si hacéis de vuestra vida una vida de obediencia a él, como norma de vida, entonces él os llevará al cielo", nosotros le diríamos: " ¡Olvídalo!" Preferiríamos volver a revolcarnos en nuestros viejos caminos. Sabemos que nosotros mismos no podríamos vencer al mundo, a la carne, y al diablo. Sin embargo, eso no es lo que Pablo o Dios nos están diciendo. Filipenses 2:12 termina con una coma, lo que significa que lo que sigue en el versículo 13 es el "cómo" del ocuparnos en nuestra salvación. Pablo nos da a conocer la poderosa promesa de Dios: Luchad abriéndoos camino, porque yo voy a obrar en vosotros y haré que vosotros queráis hacer, y realmente hagáis mi voluntad en vuestra vida. ¡Visto así el caso es completamente diferente! En el relato en que Cristo sana al paralítico (véase Mateo 9:2-8), Jesús dijo al paralítico que tomara su lecho y caminase. Al mismo tiempo que le ordenó tomar su lecho, le dio el poder de hacerlo. El hombre no fue levantado por Jesús, puesto de pie, ni se le pasó su cama para luego acompañarlo. No, el paralítico tuvo que ponerse en pie por sí mismo. Por doloroso que pudiera haber resultado el acto, el hombre tenía que actuar sobre la base del mandamiento de Cristo. Cuando lo hizo, vino el poder del Señor para capacitarlo a fin de que se pusiera de pie y pudiera caminar. Fue sanado por el ejercicio de su fe. Notad la gran afirmación: ¡Dios obra en nosotros! Obra en este versículo es la misma palabra griega usada en Efesios 1: l l b: "... conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad." Esta tiene la misma connotación que la obra del gran poder de Dios cuando resucitó a Cristo. El mismo poder que Dios está usando efectivamente para hacer todas las cosas según el consejo de su propio designio, controlándolo todo en el universo, está ahora obrando en nosotros. Y eso requiere obra de parte de Dios, porque él se encuentra con gran resistencia en la conquista de nuestras voluntades. Pero sigue obrando, sigue quebrantando esa resistencia para hacer que nos sintamos deseosos de hacer su buena voluntad. Por cuanto esta obra está realizándose en el creyente nacido de nuevo, quizás debiéramos llevar un letrero que diga: OBRA DE LA EMPRESA DE EDIFICACION TRINIDAD. Antes de nuestra conversión, nuestras voluntades eran rebeldes. Dios nos hizo dóciles por su poder al recibir a su Hijo, y ahora continúa obrando para hacer que nuestras voluntades sean dóciles para un mejor servicio. Los Cánones de Dort dicen: "El infunde nuevas cualidades a la voluntad que hasta aquí estaba muerta. La vivifica. De mala y desobediente, la hace buena, obediente y dócil. La activa y la fortalece para que como un buen árbol pueda producir el fruto de las buenas acciones. Por esto la voluntad, así renovada, no solamente es activada e influida por Dios sino que es de resultas de esta influencia. Es autoactiva." En otras palabras, Dios comienza a hacer que nuestras voluntades sean maleables de modo que nuestra decisión propia sea obedecerle. El obra en nosotros el querer, o determinar, hacer su voluntad y a seguidas nos da el poder para llevarla a cabo. Cada uno de nosotros ha tenido la experiencia de decidir hacer la voluntad de Dios y no poder hacerla. Cada año nuevo resolvemos hacer todas las cosas fielmente el año siguiente, y quizás nos las

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arreglamos para guardar nuestras resoluciones durante un mes. Pero inevitablemente descubrimos que somos incapaces de seguir haciendo lo que nos habíamos propuesto. La Biblia nos dice que Dios obrará en nosotros el hacer, la ejecución misma de su voluntad, pero eso no significa que nos convertimos en autómatas. El nos ha hecho verdaderos seres humanos y no tiene el propósito de retirarnos nuestro derecho de humana libertad. En un sentido, llegamos a ser libres para hacer su voluntad. Dios obra en nosotros para que llevemos a cabo el deseo que tenemos en nosotros de seguirle, y seguirle de verdad, pero esto no ocurre sin gran lucha previa. No está separado del impulso de los deseos naturales hacia la dirección contraria. Nosotros experimentamos los deseos opuestos, pero el más poderoso de los dos y el que gana es una combinación de la transformación de Dios dentro de nosotros y nuestra propia determinación de dar lugar a que esa transformación se produzca. Muchas veces esto es malentendido, y el resultado es que el cristiano tratará de vivir la vida cristiana según sus propias fuerzas. Cuando así lo hace, fracasa rotundamente. Una vez caído empieza a comprender que sólo puede vivir por fe en Cristo y la obra de Cristo activa en él. Cuando ha encontrado esta nueva forma de enfrentar la vida cristiana, el creyente puede describir su hallazgo de esta manera: "He aprendido que cuando confío rendido a Cristo, no tengo necesidad de luchar contra el pecado sino una completa libertad del poder y aun del deseo de pecar." No solamente no pueden nuestros esfuerzos tener efecto alguno en nuestra victoria sobre el poder del pecado, sino que pueden estorbar, y a veces impedir totalmente, que ocurra la victoria. Esta relación entre fe y esfuerzo es una paradoja con la que nos enfrentamos continuamente en la vida cristiana. En 1 Corintios 15:57 las palabras de Pablo nos recuerdan: "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo." Sin embargo, es el mismo Pablo el que exhorta a los cristianos filipenses a que se ocupen en su salvación con temor y temblor. ¿Cómo nos ocupamos para recibir lo que nos es dado? La respuesta está en la aceptación del reto personal a perseverar en nuestros esfuerzos, pero esfuerzos basados en una confianza completa en la suficiencia de Jesucristo. Ya no podemos gloriarnos en la falacia "una vez salvados, continuamente salvados", como si la lucha cotidiana no existiese. A esa forma de considerar la salvación le falta base. En la tarea de ocuparnos en nuestra salvación debemos confiar en el Señor de todo corazón, y entonces, haciendo uso de toda la armadura de Dios y de todos los medios que él por gracia nos ha proporcionado, luchemos y obtengamos la victoria. El resultado será una vida rica en frutos para él.

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CAPÍTULO VII LUZ PARA UN MUNDO EN TINIEBLAS

Filipenses 2:14-18

La vida es un campo de batalla. El testimonio cristiano de cada uno es una guerra constante contra las tácticas del diablo, y quizás el apóstol Pablo conoció esto mejor que ninguno de sus contemporáneos. Prisionero en Roma por causa de su vibrante fe en Jesucristo, escribe a sus compañeros en Filipos recordándoles que la fe en Jesucristo es un don de Dios. Al apropiarse de este don y de los recursos de Cristo que el mismo contiene, cada creyente está obligado a ocuparse en su propia salvación. Sin embargo, esta obra no ha hecho más que empezar cuando reconocemos al enemigo y respondemos a la llamada para la batalla. Mucho más hay que hacer, y Pablo pone especial cuidado en decir a los filipenses lo que se espera de ellos. Haced todo sin murmuraciones ni contiendas (2:14) Afirmados en el gran sacrificio de Cristo, quien nos equipó con su fortaleza y su armadura para el combate, nuestro comportamiento debe ejemplificar la obediencia a ese amoroso comandante. Esto significa que no puede haber discusión alguna de las órdenes recibidas ni desacuerdos con nuestros compañeros de lucha. Phillips, versión inglesa, traduce este verso así: "No se quejen ni rezonguen contra la forma en que Dios se relaciona con ustedes." Dios quiere no sólo nuestra obediencia sino que lo hagamos con entusiasmo y voluntad. Los israelitas perdieron cuarenta años dando vueltas por el desierto por no haber aprendido a fondo esta lección. Cuando Dios les sacó de Egipto inmediatamente comenzaron a murmurar contra él: "¿Nos sacó Dios sólo para que pereciéramos en el desierto, o para caer bajo la espada de nuestros enemigos?" Muchos de ellos se quejaban echando de menos las comidas delicadas que solían tener en Egipto, sin apreciar el milagro de Dios al darles el maná (véase Éxodo 2,3; 17:3; Números, 14:1-3). Esta clase de murmuración apaga el Espíritu de Dios, y Dios no permite que tales rebeliones continúen sin freno en nuestros corazones. Dios reaccionó severamente ante la rebelión de los israelitas, enviándoles plagas y juicio: ni uno solo de aquellos que le desobedecieron con sus murmuraciones pudo entrar en la tierra Prometida (ver Números 14:2O 25). Pablo quiso decir también que aplicáramos este riguroso mandamiento a cualquier desacuerdo o incomprensión que tuviéramos con nuestros semejantes. En párrafos anteriores de esta carta escribe: "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o vanagloria" (vv. 2,3). Tal carencia de amor cristiano, como la demostrada por la crítica, las disputas, y los chismes malévolos, va en detrimento completo del ejemplo de obediencia que somos llamados a seguir, y Pablo nos da una razón importante del por qué. Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa... (2:15a) Nosotros somos Hijos de Dios. Es cierto que Dioses el creador de toda la raza humana y que, en ese sentido, es el Padre de todos los hombres. Sin embargo, Juan nos dice que hay dos grandes familias en el mundo: los hijos de Dios y los hijos del diablo. "Todo aquél que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios" (1 Juan 3: l0b). Cristianos son aquellos que profesan haber sido transformados del reino de las tinieblas al Reino del Hijo querido de Dios. Se entra a formar parte de una familia humana, de dos maneras: por nacimiento o por adopción. Cuando uno entra en la familia de Dios lo hace de las dos formas al mismo tiempo: él le adopta, y también planta en uno la semilla del nacimiento espiritual. Entonces, por la regeneración de su propio Espíritu, Cristo es formado en uno, y uno viene a ser una nueva criatura. Juan nos dice más adelante que esto nos hace vitalmente diferentes de los no cristianos, pues la semilla de Dios permanece en nosotros y, aunque pecamos ocasionalmente, ya no practicamos el pecado como lo hacíamos antes. Hemos "nacido de nuevo", nacidos de Dios (ver Juan 3:9). ¡Qué enorme responsabilidad es afirmar ser hijo de Dios! Significa que nuestro carácter tiene que respaldar nuestra afirmación. Tiene que haber una diferencia notable entre la calidad de nuestra vida y la de un hijo del diablo.

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Es desde este punto de vista que Pablo amonesta a sus hermanos filipenses en cuanto a las murmuraciones y disputas de modo que vengan a ser "los hijos de Dios". El no está sugiriendo que una persona viene a ser hijo de Dios al refrenar esas actividades, sino más bien que, por ser hijos de Dios, nuestro comportamiento debe ir parejo con nuestra posición. Se nos ordena vivir como hijos suyos "sin mancha", "irreprensibles y sencillos", de tal manera que nadie pueda señalarnos con el dedo acusándonos de algo. Podemos mirar el ejemplo de Daniel en este sentido: acusados por sus enemigos, sólo fue "culpable" en la medida en que su obediencia a la ley de Dios era contraria a las normas paganas vigentes en su tiempo. Es en este sentido que nosotros debemos vivir como ejemplos irreprensibles, no confiando en nuestras propias fuerzas sino andando en el Espíritu. Dios ha prometido obrar en nosotros "así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Si nos rendimos a las amonestaciones del Espíritu cuando nos descubre el pecado en nuestras vidas, podremos enfrentarnos a ese pecado; y al mostrarnos él la voluntad de Dios y tratar nosotros de hacerla, estamos andando en el Espíritu. Entonces podremos confiar en que nos dé el poder para conquistar las viejas costumbres y llevar los frutos del Espíritu en nuestro carácter: amor, gozo, paz, etc. Hasta el último día de nuestra vida se levantarán murmuraciones en nuestros corazones y existirá siempre un espíritu crítico listo a salir a la superficie. Pero si nos confiamos al Espíritu para que nos ayude a andar irreprensiblemente, no satisfaremos los deseos de la carne ni sucumbiremos a la tentación de expresar las malas actitudes características de nuestra vida antes de nuestro nuevo nacimiento a la familia de Dios. La posición que ocupamos como hijos en relación a Dios es nuestra garantía de que podemos vivir vidas "sin mancha". Pablo no termina ahí, sino que en la misma cláusula llama nuestra atención al contexto en el cual la nueva relación familiar del cristiano y las diferentes cualidades de la vida deben ser vividas: "en medio de una generación maligna y perversa". Esto describe no sólo a la sociedad que rodeaba a los filipenses. A través de todas las generaciones, en toda sociedad en la que los hijos de Dios se han encontrado la perversión espiritual ha prevalecido. Los hijos del diablo viven en oscuridad, perdidos y alejados de la vida de Dios. Su mundo es torcido, tortuoso, y sin esperanza. Y en medio de esto, sin participar ni conformarse a él, los hijos de Dios son enviados a testificar de la nueva vida posible en Jesucristo. Como en tiempos de Daniel, el testimonio de un cristiano fiel puede estimular la curiosidad del mundo. Muy semejante al rey Darío, nuestros potenciales acusadores se acercarán cautelosamente entonces al foso de los leones y llamarán: "Daniel, el Dios tuyo ¿te ha podido librar de los leones?" (ver Daniel 6:18-22). En su búsqueda de una vía de escape a la perversión y al alejamiento que los sepultan, preguntan a los cristianos de hoy: "¿Tienen ustedes algo efectivo? ¿Son ustedes realmente diferentes y llenos de vida? ¿Es en verdad posible llegar a ser hijos de Dios a través de una simple entrega y confianza en Jesucristo?" ... en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. (2. 5b) En medio de una generación maligna y perversa, la función del cristiano es resplandecer como una luz. Cuando algunas personas dicen ser noctámbulas, simplemente se refieren a que permanecen despiertos toda la noche. Pero en el mundo hay noctámbulos así designados por vivir en oscuridad espiritual. Jesús es la luz del mundo, y por vivir en ellos el Cristo resucitado, los cristianos vienen a ser portadores de luz. Son luminares enviados a un mundo en tinieblas para resplandecer por Jesucristo. ¿Cómo llevar esto a efecto? En versículos precedentes Pablo nos da la respuesta. Ante todo podemos resplandecer demostrando una calidad de vida diferente, totalmente obediente a aquel que nos llamó y nos ha dado su propia naturaleza para transformarnos. Al enfrentarnos a las murmuraciones y disputas, nuestro andar en el Espíritu nos hace irreprensibles a los ataques de un mundo enajenado y perdido. Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano en vano he trabajado. (2:16) A continuación Pablo menciona otro modo que no podemos separar del primero. Los cristianos resplandecen cuando están "asidos de la palabra de vida", llamada así porque trae una nueva calidad de da a los hombres: la vida eterna. Esta viene solamente a través de la Palabra de Dios al ser

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comunicada e implantada, como una semilla, en los corazones en tinieblas por aquellos que están en luz. Aquí encontramos una combinación especial: la demostración de un carácter cristiano y una calidad de vida nueva y diferente, y el asirse de la palabra de vida de Dios. Nuestra vida tiene que ser nuestro testigo; de otra manera la luz de Dios no podrá reflejarse a través de nosotros. Pero también estamos llamados a ser mensajeros verbales agresivos. Recuérdese que Pablo está escribiendo su epístola a todos los miembros de la iglesia. El testimonio verbal, así como el de la propia vida, ha de ser la expresión normal y natural del estilo de vida cristiano en todo creyente. Como cristianos, todos somos llamados a resplandecer en un mundo en tinieblas, asidos de la palabra de vida. Esta es la posición y función de cada uno de nosotros y no solamente la responsabilidad de un grupo selecto. Mientras que no toda persona es llamada a ser evangelista, profeta, o maestro, la demostración espiritual es responsabilidad de todo hijo de Dios. En el prefacio de su libro El testigo, al dedicarlo a sus hijos, Whittaker Chambers escribió: "La misión principal de un hombre no es la de ser un testigo contra algo. Testigo, en el sentido en que estoy usando la palabra, es un hombre cuya vida y fe son de tal forma una sola cosa que cuando llega el momento de levantarse y testificar de su fe lo hace desechando todos los riesgos y aceptando todas las consecuencias." A cada cristiano le ha sido dado un don con el cual servir a la Iglesia, a Dios, y al mundo. Para proveer de luz a una zona o vecindad en oscuridad espiritual, Dios selecciona a los cristianos como bombillos de luz incandescente y los coloca en lugares claves para que resplandezcan e iluminen las tinieblas. Ese lugar viene a ser entonces nuestro puesto específico de testimonio, ya sea nuestro hogar, nuestra comunidad, o nuestro centro de trabajo. Cuando la Iglesia se vuelca en el mundo de esta forma, es cuando realmente se convierte en la comunidad de creyentes activos en el testimonio que Dios intentó que fuera. Pablo añade en este mismo versículo que tal testimonio en sus hermanos filipenses tendría un resultado específico en su propia vida: "Para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado." Esto es, que el apóstol se sentiría lleno de gozo al saber que su obra, sufrimiento, oración, y firme constancia por ellos no había quedado sin frutos. De su propio esfuerzo, al ministrarles e instruirles en la fe, florecerían los frutos de otros muchos, ganados a la fe de Jesucristo. Hablando de la iglesia primitiva, Kenneth Striekin ha dicho que la estrategia apostólica fue una que envolvía a todo cristiano en un constante servicio y testimonio responsable, cualquiera que fuera la situación en su vida secular y religiosa. La vida y la fe de estos primitivos creyentes estaban de tal forma fundidas que aceptaron el riesgo de la persecución y dieron un vibrante testimonio verbal de aquella "palabra de vida". No hace muchos años un ministro muy famoso dijo que será un día negro para la Iglesia cuando, a pesar de la necesidad, no haya ministros ordenados que guíen a su congregación. Yo no creo que esta es la opinión que Pablo sostendría, o la actitud que un cristiano debiera adoptar. ¡Hermoso es el día de hoy en la Iglesia de Jesucristo porque Dios ha ungido a los laicos! El laico está tomando su lugar en una forma que está de acuerdo con las enseñanzas bíblicas. Creo que este es un gran día debido a que la Iglesia está redescubriendo en ella el don divino del potencial humano. La Iglesia va adelante no por la oratoria de los grandes predicadores. Al igual que en los tiempos apostólicos, la Iglesia prospera por la movilización de cada miembro, en respuesta a la orden de resplandecer como luminares en un mundo en tinieblas. Abundando en el tema, Striekin dice que la Iglesia ha sido demasiado tiempo igual que un sampán: muchos pasajeros, pero un sólo hombre con el remo. Más preciso sería comparar la Iglesia de Jesucristo con una canoa de carrera, donde cada uno es responsable de manejar los remos. Cierto es que Dios da a muchas iglesias un grupo selecto de maestros calificados, especialmente dotados y llamados al ministerio de la enseñanza. Pero a través de este ministerio debe comenzarse un proceso continuo de entrenamiento de discípulos, cuyo resultado final sea una comunidad activa y el hacer un testigo de cada laico de la congregación. El renombrado evangelista Leighton Ford ha dicho: "Por mucho tiempo el patrón aceptado fue que el laico pagara al ministro para que evangelizara e hiciera toda la tarea del ministerio. Luego, el crecimiento de las organizaciones seculares en la iglesia condujo a otro patrón: el laico ayudando al pastor a evangelizar. Este ha sido un adelanto muy oportuno, pero aun no llega al ideal neo-testamentario.

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En términos de evangelismo, el antiguo patrón no funciona: no es suficiente que el laico pague al predicador para ganar almas, ni aun que le ayude a hacerlo. La fórmula correcta es que el ministro ayude al laico a evangelizar." Hablando de lo mismo, dice Dayton Roberts: "En lugar de multiplicar el número de oyentes, el evangelismo trata más bien de multiplicar el número de testigos, y lo hace al ayudar a cada creyente cristiano a participar en el empuje evangelístico de la Iglesia cristiana." Dice R. K. Strachan que la estrategia para alcanzar esa meta "es muy simple y contiene los siguientes elementos: 1) La operación indispensable del Espíritu Santo; 2) la intercesión fundamental de la oración; 3) el testimonio constante de persona a persona y de casa en casa; 4) la oportuna proclamación del evangelio a las masas; 5) el intenso ministerio de la enseñanza en la formación de discípulos; 6) la extensión del servicio a la obra de sanidad; 7) el calor del compañerismo". Hablando ahora en términos prácticos, ¿qué está usando Dios en nuestros días como métodos de evangelización? Por sobre todo, él usa vuestro abierto corazón y vuestro hogar. Son los hijos los que a menudo logran los mejores contactos para un testimonio vital debido a que su candor llega directamente al corazón del asunto. Recuerdo una vez que mi esposa trajo a un joven para almorzar en nuestro hogar. Mientras yo estaba tratando de entablar una conversación con él sobre temas "seguros", preguntándole cosas como dónde vivía y a qué escuela iba, nuestra pequeña hija me tiraba del brazo. Cuando le pregunté qué deseaba, respondió: "¿Conoce él a Jesús?" Según vimos, el joven no le conocía, pero gracias al pie que facilitó el abierto corazón de la niña, su corazón también se abrió y antes de marcharse de nuestro hogar ya había aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador. Otro ejemplo de esto es el caso de Tomas Reeves, conocido como el Billy Graham de Inglaterra. Inmediatamente después de su matrimonio, él y su esposa Jean se arrodillaron en la sala de su nueva casa y la dedicaron al Señor, prometiéndole que estaría abierta siempre para su pueblo y aquellos en necesidad. Durante los primeros doce meses, raro era el día en que alguien no viniera a almorzar o a cenar, o una noche en que no estuviera ocupado el cuarto para huéspedes. Cuando se mudaron de lugar, la casa que entonces compraron tenía siete dormitorios, y la misma cosa sucedió. Estaban comprobando que un corazón y un hogar abiertos son el mejor camino de ganarse a la gente. En 1938, justamente antes de comenzar la guerra, Tom y Jean Reeves decidieron buscar una casa realmente grande, que pudiera ser usada como hogar para evangelismo, y ese deseo les condujo al establecimiento de Hindenborough Hall. En el presente hay literalmente miles de hombres y mujeres esparcidos por todo el mundo, sirviendo a Dios como médicos, enfermeras, maestros, misioneros, y ministros, quienes conocieron al Maestro en este abierto hogar. Otro método efectivo es la visitación personal. Esta es realmente esencial para que el primer método funcione, pues las personas tienen que ser entrenadas para compartir su fe, lo cual no es algo que resulta automática y naturalmente a seguidas de una experiencia de salvación. Personalmente he hallado que cuando varios cristianos salen juntos tal situación sirve como un programa de entrenamiento en miniatura. No hace mucho tiempo encontré a un colega ministro que estaba tan desanimado que hasta había considerado abandonar el ministerio. Tras conversar un rato, lo invité a acompañarme en la visitación a la tarde siguiente. En el primer hogar en que entramos, la señora aceptó a Cristo después que compartí el evangelio con ella. Mi amigo salió de nuevo conmigo la siguiente semana y tuvimos una experiencia similar, con él observando mientras yo hablaba. La tercera semana le sugerí que fuera él quien hablara esta vez (él había estado estudiando cómo salir y compartir su fe). Cuando trató de poner en práctica algunos de los principios aprendidos durante sus lecturas, se encontró algo confundido. A despecho de su desilusión, pudo ver que había aprendido a través de la experiencia. La cuarta vez que visitamos juntos, compartió otra vez su fe ansiosamente. En esta ocasión una señora fue ganada a la fe salvadora de nuestro Señor Jesucristo. Pocos días antes este mismo amigo ministro había también guiado a otras dos personas al Señor. A continuación de estas experiencias, mi amigo comenzó a entrenar activamente a cinco personas más en su iglesia para evangelizar. Por estas primeras experiencias en el evangelismo personal mi compañero pastor vino a ser un hombre, cambiado. Esta es la manera como funciona, si seguimos la admonición de Pablo de asimos de la palabra de vida y de resplandecer como luminares en un mundo en tinieblas. No creo que sea necesariamente la voluntad de Dios que cada cristiano esté continuamente envuelto en esta clase de entrenamiento, pero sí creo que es la voluntad expresa de Dios que cada creyente en

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Jesucristo esté preparado para compartir su fe con otros. Algunas personas tienen la habilidad de líderes de asumir el entrenamiento o preparación de otros. Bien pudiera ser que una mayoría quisiera tomar ese entrenamiento y utilizarlo en sus propios contactos personales, en sus posiciones como luminares, o quizás en estudios bíblicos en los hogares o en encuentros sociales también en los hogares. Es esencial que seamos combatientes preparados, de otra manera nuestra lucha contra los poderes de este mundo y sus gobernantes será de balde: no llenaremos nuestra función de resplandecer con luz potente, ni seremos una iglesia apostólica, movilizada, ganadora de almas. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo. (2:17-18) Pablo nos dice que la fe audaz en Jesucristo nos llama a sacrificarnos en la suprema clase de sacrificio: el de la propia vida. Lleno de gozo el apóstol confiesa a sus hermanos cuanto anhelaba que su valentía al compartir el evangelio creciera: sus vidas y su fe de tal forma unidas que aceptaran el reto de arriesgarlo todo por testificar de Cristo. Entonces Pablo explica que por una fe como la que ellos tenían —por el esfuerzo con que él había tratado de serles ejemplo y de prepararles como evangelistas efectivos— estaba dispuesto a ofrecer su propia vida. Y lo haría con gozo, urgiéndoles a unirse a él en el mismo sentimiento. Cuando Dios llama a un hombre para que venga y le siga, le llama también para que venga y muera. El sacrificio hace que uno deje a un lado la forma en que le gustaría vivir su propia vida y en su lugar aprenda a vivir a la manera de Dios. Pablo sabía lo que esto significaba, y por ello pudo escribir desde una prisión asegurando a los filipenses que él se regocijaba cualquiera que fuera el sacrificio a que fuera llamado por ellos. Bien valía la pena morir por el valeroso testimonio resultante en su primera iglesia de discípulos.

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CAPÍTULO VIII EJEMPLOS AL REBAÑO

Fílipenses 2:19-30 ¿Cuál sería su reacción si alguien le dijera que había sido descubierta una fotografía de Jesucristo? John Walsh, un erudito inglés, escribió un libro titulado La mortaja, en el cual describe una interesante serie de eventos concernientes a la tela usada supuestamente como la mortaja con la que Cristo fue envuelto. La mencionada tela ha estado en posesión de una familia en particular desde el siglo XIV, y ha sido expuesta en varios lugares. Cuando fue exhibida en la catedral de Turín, en mayo 8 de 1898, el lienzo fue fotografiado por vez primera por Secondo Pia, quien al revelar los negativos, se asombró al encontrar que estos eran fotográficamente positivos. La famosa mortaja había sido manchada de tal manera que la tela misma era un negativo. Luego de examinar las fotografías, Paul Joseph Vignon, científico francés, descubrió la forma en que había sido producida la semejanza en el lienzo mortuorio. Un artículo firmado por Jeffery Hast, publicado en The Christian Challenge en diciembre de 1972, discute el método y el descubrimiento de Vignon: "La tradicional ceremonia judía de inhumación empleaba en aquellos tiempos mirra y áloes mezclados en una especie de pasta que impregnaba la mortaja y sin lugar a dudas protegía a los dolientes de los desagradables efectos de la descomposición. Pero esta combinación química producía una substancia que, según mostró Vignon, era sensibilizada por la urea, la cual es exudada en abundancia por el cuerpo después de la muerte, especialmente cuando esta ha sido acompañada de gran agonía. La exudación de urea, actuando sobre la pasta, producía la decoloración de la tela." Invisible al ojo natural, estas manchas fueron recogidas durante el proceso fotográfico y revelaron que el cuerpo envuelto en este lienzo había sido azotado, coronado de espinas, herido en un costado, y crucificado. Los clavos, sin embargo, no habían horadado las manos, sino las muñecas. Consecuentemente, los pulgares estaban doblados hacia abajo y la figura en la mortaja mostraba las manos sin los pulgares. También revelaba los detalles de la cara y un esbozo del cuerpo que había sido envuelto en la tela. Es interesante saber también que este cuerpo en particular había estado cubierto por el lienzo mortuorio sólo por un corto período de tiempo, ya que no había llegado a descomponerse. ¿Es esta una reproducción de Jesucristo o de algún otro sufriente también crucificado? No lo sabemos de seguro. Podría ser un cuadro de Cristo. Pero, sea esto cierto o no, hay otras reproducciones de Jesús. ¡ Reproducciones de Jesucristo en las personas! La Biblia dice que Cristo es reflejado a través de los cristianos. Anteriormente, en el segundo capítulo de esta epístola, Pablo presentó a Cristo como el supremo modelo para el cristiano, instando a los filipenses a que "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" (v. 5). Posteriormente, hacia el final de su carta, el apóstol se. pone a sí mismo como ejemplo para ser seguido: "Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced" (4:9). En otras palabras, "Seguidme así como yo sigo al Señor Jesucristo". Ahora, en el pasaje de la Escritura que vamos a estudiar, Pablo llama la atención acerca de dos hombres en quienes él puede ver al Señor Jesús: Timoteo y Epafrodito, a los cuales muestra como ejemplos dignos de imitación por los cristianos. Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Así que a este espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos; y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros. (2:19-24) Pablo estaba preso en Roma y encaraba una posible muerte. Mientras esperaba a que las autoridades llegaran a una decisión sobre lo que le sucedería a su persona, el apóstol decidió enviar a Timoteo a la iglesia de Filipos para hacer ciertas cosas. En primer lugar, fue enviado para saber cómo le iba a laiglesia allí. La preocupación por su propia situación, no debilitaba la profunda compasión de Pablo y su interés por las iglesias que había fundado; además, quería que los filipenses supieran como estaban sus propias cosas. Sabía de la preocupación de ellos por su persona, y que oraban fielmente por sus necesidades y seguridad. Por todo esto quería que Timoteo mismo les ministrara.

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Pablo seleccionó a Timoteo porque este era un hombre dispuesto a preocuparse por las vidas de otras personas. Timoteo tenía una preocupación real y genuina por los demás. "Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros" (v. 20). Timoteo estaba dispuesto a sacrificar su propio tiempo, energía, y bienestar por ayudar a otros. Rechazando tomar una posición "de balcón" en la vida, no quiso ser un expectador cristiano. Timoteo era del tipo de los que se involucraban, de los que tomaban parte. Durante los juicios de guerra en Nuremberg, uno de los testigos declaró que él había vivido algún tiempo en un cementerio judío en Wilno, Polonia. En unión de unos pocos había escapado milagrosamente de las cámaras de gas nazi, usando este cementerio como escondite. Un día una mujer dio a luz en una tumba abierta, con la asistencia del sepulturero judío de ochenta años de edad. Cuando el recién nacido lanzó al aire su primer llanto, el devoto sepulturero oró: "Buen Dios, ¿has enviado a nosotros, al fin, al Mesías? Pues ¿quién otro que no sea el Mesías mismo puede nacer en una tumba?" El estaba en un error, según ya sabemos, pues aquel niño no era el Mesías; mas, sea como fuere, cuando el verdadero Mesías vino a su pueblo, vino directamente a una tumba con ellos. Vino a morir. No tomó la posición de expectador en un balcón sino que dejó la gloria que tenía en los cielos para acercarse a este mundo de dolor. Obedientemente tomó la forma de siervo y fue a la cruz para morir por nuestros pecados. De esa forma, el Padre sería justo y no traspasaría su propia ley cuando perdonara al pecador. Así como su Maestro, Timoteo no dejaba la escena cuando las gentes estaban heridas o en necesidad. Este patrón de vida compartida es expresado en el siguiente poema:

Tira de la cerradura, joven, y cierra la puerta, No sea que aquellos que desmayan por el afán y el dolor Te roben lo poco que tienes acumulado. Tal es el consejo del mundo. Pero hubo Uno que lo echó por tierra Y este fue crucificado.

Durante el régimen de Hitler en Alemania había un seminario clandestino en operación. Estaba dirigido por Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán quien, a pesar del entrenamiento que había recibido en escuelas liberales, era hombre consagrado a su deseo de testificar de Jesucristo. En el ambiente de severa persecución en que se hallaba, sinceramente se afirmó en las convicciones que sostenía. (Posteriormente habría de morir como un mártir en un campo de concentración alemán). En una ocasión, después de haber escapado de su país, vino a Inglaterra. Mientras estaba allí, recibió el llamado de volver a Alemania para enseñar en un seminario clandestino. Así lo hizo y posteriormente escribió un libro titulado Vida en común, en el que contaba las experiencias de aquellos envueltos en operaciones clandestinas. Al discutir el compañerismo cristiano, Bonhoeffer menciona algunos aspectos que debe mantener el ministerio en una comunidad cristiana: "El primer servicio que uno debe a los demás en el compañerismo consiste en escucharles. De la misma manera que el amor hacia Dios comienza cuando le escuchamos, así el comienzo del amor por nuestros hermanos es aprender a escucharles. Muchas personas hay que están buscando oídos que les escuchen" (Timoteo fue uno de esos que iba y escuchaba a otros, y les ministraba de esta forma). "El segundo servicio que uno debe hacer por otro en la comunidad cristiana", dice Bonhoeffer, "es la utilidad o asistencia activa. Esto significa, inicialmente, la asistencia simple a los asuntos externos, insignificantes. Hay una multitud de estos doquiera la gente viva junta. Nadie debe considerarse demasiado bueno para hacer el servicio más bajo. Aquel que se preocupa por la pérdida de tiempo que tales pequeños y visibles actos de ayuda conllevan, por lo regular está tomando demasiado solemnemente la importancia de su propia posición. "En tercer lugar, hablemos del servicio que consiste en soportar a otros. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. De aquí que la ley de Cristo sea una ley de apoyo, de soporte. Sobrellevar significa apoyar, sostener. El hermano es una carga al cristiano precisamente porque es cristiano. Para el no cristiano las demás personas nunca se convertirán en una carga, pues simplemente se apartará de cualquiera que pueda imponerle alguna." A continuación, Bonhoeffer habla del ministerio de la proclamación: "No estamos preocupados solamente por proclamar la Palabra en situaciones formales tales como las que tenemos aquí sino en

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conversaciones informales de unos a otros, diariamente. Esto es una parte del ministerio cuando hablamos de la consolación total de Dios ... la admonición y la ... bondad con severidad. Nosotros nos amonestamos unos a otros a tomar el camino que Cristo nos señala; nos advertimos unos a otros contra la desobediencia, que es nuestra destrucción común; unos a otros somos amables y severos porque conocemos tanto la bondad de Dios como su severidad. Reprobar es inevitable. La Palabra de Dios lo demanda. Cuando un hermano cae en pecado, nada puede ser más compasible que la severa reprensión que llama al hermano a volverse de la senda del pecado." Las palabras de Bonhoeffer le cuadran perfectamente a Timoteo. Esas eran la clase de cosas que él hubiera hecho. A Timoteo le interesaban los demás. Esta es la razón por la que Pablo escogió enviarle. Timoteo estaba verdaderamente dedicado a una vida de servicio y ministerio a otras personas. Este discípulo de Pablo estaba también consagrado a la causa de Jesucristo. En contraste a la declaración de Pablo en relación con otros, "porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (v. 21), él podía decir de Timoteo que tenía una preocupación natural por los demás. Yo no creo que Pablo quería decir que no había otros obreros cristianos en el mundo que no fueran egoístas y pusieran a Jesucristo en primer lugar. Mas bien creo que lo que dice es que en esa época, en Roma, todo hombre disponible para ser enviado ponía a Jesucristo en segundo lugar en relación a sus propios intereses. Timoteo era la excepción. Quizás Pablo llegó a esta conclusión después de encontrarse, repetidamente, con excusas en respuesta a su búsqueda de alguien a quien enviar a Filipos. Sus excusas contrariaron profundamente al apóstol, pero la devoción de Timoteo le inspiró. Con este último, la causa de Cristo venía primero y en segundo lugar estaban sus propios intereses. La misma acusación general a los cristianos de Roma podría ser hecha, creo yo, a los cristianos de hoy. ¡Qué pocos de nosotros mismos estamos dispuestos a dar, en contraste con lo que los comunistas demandan en términos de dedicación! Antes de dejar el partido, Douglas Hyde era un líder del movimiento comunista. Ahora ocupa su tiempo buscando mostrar a la Iglesia formas y medios por los que pueda retar a los creyentes a un servicio más eficiente y dedicado. En su libro Dedicación y dirección, escribe: "El primer requisito, si usted quiere producir un líder para una causa, es que este sea dedicado. El impacto más poderoso hecho en la mente del recluta por el primer comunista con quien él se asocia puede ser muy bien la dedicación de este a la causa. El sabe que al unirse al partido tendrá que ser dedicado y asimismo activo; desde el comienzo sabrá lo que es estar involucrado y vendrá al partido, por tanto, dispuesto a tener que dar de sí mismo en una cuantía excepcional." ¿Vino usted y la Iglesia y dedicó su vida a Jesucristo con esa clase de entendimiento? ¿Requerimos nosotros menos de los hombres en el servicio de Jesucristo de lo que hace el partido comunista para esparcir el comunismo? Hyde continúa: "La gente que se une al partido Comunista llega a conocer a la gente con quienes va a asociarse. Han sido atraídos a ellos por ser comunistas de cuerpo entero: por ser ciento por ciento en un mundo de cincuenta por ciento." Hyde cuenta de su entrevista con un soldado comunista que había participado en el sitio de Vietnam. Las fuerzas comunistas penetraron la guarnición francesa de Diem Bien Phu y finalmente, a un costo elevado en bajas, expulsaron a los franceses de Vietnam. En la entrevista, Hyde preguntó al soldado: "¿Qué le prometieron ellos a usted para que afrontase este tremendo sacrificio y riesgo? ¿Qué clase de arenga le dieron antes de entrar en acción?" La respuesta que obtuvo fue que los líderes ateos no temían pedir a sus seguidores que murieran, ni vacilaban en basar esta apelación en el idealismo: "Podéis estar casi seguros que moriréis. Aun para llegar al alcance efectivo de las armas, tendréis que trepar y deslizaron sobre los cuerpos caídos de los hombres ... los cuerpos de vuestros propios camaradas. La probabilidad es de que moriréis como ellos. Si esto pasa, no habréis muerto simplemente luchando contra el colonialismo francés; ni tampoco moriréis por Vietnam. Vosotros moriréis por la humanidad sufrida y oprimida de todo el mundo. Vuestra muerte ayudará a hacer del mundo un sitio mejor." Si nosotros tuviéramos que hacer un llamado a morir por la causa de Cristo, ¿cuántos estarían dispuestos a ir? ¿Cuántos tienen la clase de dedicación en que los propios deseos están diluidos en una sumisión total de la vida al gobierno y señorío de Jesucristo? Timoteo tenía esa clase de consagración a Cristo, y por esta dedicación visible fue seleccionado para regresar a Filipo en nombre de Pablo.

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El apóstol elogia también especialmente a Timoteo por su consistente servicio en extender la proclamación de las Buenas Nuevas: "Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio" (v. 22). Aquí la palabra "servido" es sinónimo de "esclavizado". Con Timoteo se podía contar para que trabajara al máximo de su capacidad, no importa lo que pasara. Repetidamente demostró ser una persona confiable; podría ir y ministrar a los filipenses porque eran la clase de hombres por los que él estaba interesado, a los cuales estaba dedicado, y para los cuales modelaba su vida. El iría a los de la comunidad cristiana y les retaría a evidenciar en sus vidas la confianza que profesaban en Jesucristo; iría también con el propósito de evangelizar a la comunidad no cristiana. Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades. (2.25) Nótese, sin embargo, que antes de enviar a Timoteo, el apóstol Pablo hace que Epafrodito regrese, mi primero a la iglesia de los filipenses con su carta, refiriéndose a el como su hermano y colaborador. Epafrodito no temía el trabajo duro y extenuante. Aquí encontramos a otro hombre que entregaba su. ser entero en aquello que se propusiera hacer. Recuerdo una ocasión en que mi esposa y yo pasamos unos días viviendo en el hogar de un pastor y su esposa, ministrando su congregación. Luego intentamos analizar cuál podía ser la causa de la evidente falta de movimiento o acción por parte del Señor en aquella iglesia. (Por supuesto, tal situación no puede ser siempre analizada exactamente.) Debido a nuestra relación personal, no pudimos ayudar a tratar de identificar la causa. El problema real parecía ser de la membresía de la iglesia. Esto, desafortunadamente, es verdad en muchos casos. Los miembros no eran obreros dedicados; vivían más interesados en su propia comodidad. Sus sentimientos por la iglesia parecían ser iguales a los que sienten algunas personas por sus empleos: ir al trabajo, cumplir su horario, volver a la casa, y ¡eso es todo! Pero no podemos hacer una rutina del cristianismo. No lo era para Epafrodito, y Pablo nos reta a seguir un ejemplo como este si verdaderamente estamos interesados en que Jesucristo pueda ser reflejado y visto realmente en nuestras vidas. Pablo se refirió a Epafrodito no sólo como su colaborador sino también como su compañero de milicia. Los verdaderos cristianos deben defender el evangelio tanto como lo predican. Debido a que nos encontramos con muchos enemigos, muchos falsos maestros, y buen número de obstáculos, tenemos que tomar la espada en una mano y el instrumento para edificar en la otra, como hicieron Nehemías y sus constructores (ver Nehemías 4:16-18). Debemos continuar edificando y, a la vez, estar listos para la defensa. Proclamemos el evangelio al tiempo que lo defendemos. Al igual que Epafrodito, hemos de ser compañeros de milicia, obreros consistentes, capaces de soportar rigores; y sobre todas las cosas, diligentes. La pereza es condenada en grado sumo por la Biblia. El libro de Proverbios tiene mucho que decir acerca de este pecado. Al perezoso se le hace esta pregunta directamente: "¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar." ¿Y qué sucederá? "Así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado" (Proverbios 6:9-1 1). La pobreza espiritual es el resultado natural de la haraganería. Porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le envió con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí. (2:26-30) Pablo dice a los filipenses que, al llevar a cabo la misión para la cual ellos le habían enviado, Epafrodito enfermó y casi muere. "Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida..." (v. 30). La palabra griega "arriesgar" o "exponer" en este versículo es la misma que se usapara el juego de azar. ¡El se estaba jugando la vida, dispuesto a hacer ese sacrificio como jugador por Dios! Y su propósito al hacerlo era servir y ministrar a uno de los apóstoles de Dios.

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¿Hay algo de ese espíritu de arriesgarse por Dios en vosotros? Algunas de las iglesias primitivas captaron la visión y el reto que Pablo presentó aquí y formaron un grupo al cual llamaron ellos mismos usando la palabra griega parabolani, que significa Los Arriesgados o Los Jugadores [de azar]. Con gran riesgo y sacrificio para ellos ministraban a los enfermos y a los que sufrían, y a menudo enterraban honorablemente los cuerpos de los mártires. Al igual que Pablo, Studdart Kennedy nos reta en uno de sus libros a meternos en la corriente de los hechos y no sentarnos a un lado del camino: "Yo apuesto mi vida en uno de los bandos de lucha en la gran batalla de la vida. ¡He de hacerlo! Debo decidir en qué lado estar. Aquel que es neutral en la lucha no es un hombre; es un cuerpo roto, sin respiración. Yo quiero vivir... vivir de verdad.., no ir dando tumbos a través de mi vida y después las tinieblas. Debo tener a Dios. Esta vida es demasiado opaca sin él... demasiado opaca para nada que no sea el suicidio. No soporto estar temblando en la orilla. ¡Yo me lanzo el primero!". Este es su reto: ¡ser un jugador!, ¡arriesgarlo todo! Si Jesucristo se dio a sí mismo por mí a un precio infinito, nada es demasiado grande para mí como para no dárselo a él. Nada es tan valioso como para retenerlo yo. En el primer capítulo de Filipenses Pablo sumariza su propio testimonio vivo en estas palabras: "Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia" (v. 21). Aquí, en el segundo capítulo, él caracteriza a aquellos que juegan apostando sus propias almas: "Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (v. 21). Todo cristiano, o "busca lo suyo propio" o "vive para Cristo", y la decisión que haga es verdaderamente un asunto de vida o muerte.

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CAPÍTULO IX LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

Filipenses 3:1-9

Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mi no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. (3:1) En estos días de reavivamiento evangelístico, es frecuente tomar el periódico y encontrar artículos comentando los esfuerzos de muchas grandes organizaciones y campañas evangelísticas. Uno de esos artículos daba noticia de la protesta de importantes líderes judíos en relación con los esfuerzos cristianos de evangelizar a los judíos. El artículo declaraba lo siguiente: "Un alto líder judío ha urgido a los cristianos a frenar sus actividades evangelísticas fundamentalistas encaminadas a convertir a los jóvenes judíos al cristianismo. El presidente de la Unión de Congregaciones Hebreas expresó su preocupación de que tales actividades pudieran dañar las bases de las relaciones cristiano judías, tan cuidadosamente cultivadas en nuestra sociedad, y destruir el tejido del pluralismo y la libertad religiosa." El mismo apóstol Pablo estaba preocupado por las relaciones entre los cristianos y judíos de su época; no obstante, con un fervor que jamás ha sido igualado, dedicó su vida a evangelizar. ¿Por qué desafió la persecución? ¿Por qué no se detuvo? Lo cierto es que Pablo anhelaba ver a sus hermanos judíos venir a la fe salvadora de Jesucristo y que encontraran la verdadera fuente de su "libertad religiosa". Pablo vivió en un ambiente de pluralismo religioso similar al de nuestros días. Predicó la unidad, pero la unidad en Cristo: el Mesías hebreo, Salvador de todos los hombres. ¿Por qué afirmó que la respuesta a todo lo que tiene significado en la vida es Cristo? ¿Por qué buscó la unidad en la persona de Cristo en vez de un compromiso o solución conciliatoria? La porción que a continuación estudiaremos, Filipenses 3:1-9, contesta elocuentemente estas preguntas. El apóstol Pablo comienza este pasaje recordando a sus lectores todo lo que ellos tienen en el Señor Jesús. Les dice que no importa lo frecuentemente que le hayan oído enfatizar esto, deberán regocijarse en el Señor. "No importa lo que suceda, mis amigos", dice Pablo, "gozaos, porque todo es vuestro en Cristo". Ya él les había intimado que, como creyentes, ellos eran santos en el Señor, apartados para su gloria; santos por su relación con Dios en Cristo Jesús, quien era también el guardador de su perseverancia: "Estando persuadidos de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (1:6). El apóstol continúa diciendo que ellos serán "llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios" (1:11). También tenían disponible el sentir mismo de Cristo, quien les diera el mayor ejemplo de humildad: "Haya, pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios ... se despojó a sí mismo tomando forma de siervo ... y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (2:5-8). Esta humillación y muerte tuvo su recompensa: "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre ..." (2:9-1 1), de manera que, de hecho, Cristo controla ahora todas las cosas. Conociendo Pablo estas realidades, urge a todos los creyentes a regocijarse en Cristo, en quien lo tenemos todo y quien es la fuente de nuestro provecho espiritual. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. (3:2) Inmediatamente, siguiendo a este llamado al gozo,Pablo les hace una importante advertencia: "Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo." En este versículo encontramos las más severas palabras de Pablo registradas en las Escrituras. Primero, el apóstol se refiere a los falsos maestros como "perros", lo que evidencia su enojo hacia aquellos que hubieran corrompido la verdad del evangelio. No hay otro evangelio sino el de una completa redención y vida en Cristo Jesús, y Pablo peleó con agresividad contra aquellos agentes de Satanás que arruinaban las almas de los hombres al trastornar el verdadero evangelio. Al escribir a la iglesia de Galacia, Pablo expresó una indignación similar: "Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema" (1: 9). El llama a los falsos maestros "perros y malos obreros". Quizás el uso de la palabra "obreros" intenta enfatizar lo duro que trabajaban. Su dedicación es difícil que encuentre igual entre los verdaderos creyentes y maestros. Tanto los Testigos de Jehová como los mormones requieren de cada uno de sus jóvenes creyentes que

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hagan un viaje misionero de dos años. ¡Qué triste que el producto de todo su trabajo sea falsa enseñanza y, por tanto, lo malo! En diferentes ocasiones de su ministerio el mismo Jesús reprendió públicamente a similares malos obreros, diciendo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros" (Mateo 23:15). El Señor advirtió también repetidamente a sus discípulos contra estos hombres, usando el ejemplo de los pastores en su vigilancia. El pastor devoto no sólo ahuyenta al lobo una o dos veces sino que guarda su rebaño continuamente, alerta contra todo peligro que lo amenace. Esta misma conciencia del peligro la demuestra Pablo al escribir a los filipenses: "A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo" (3:1,2). Pablo llama también a estos seudomaestros "mutiladores del cuerpo." Esta expresión difiere del sentido de la circuncisión, pues se refiere a aquellos que separan, cortándola de cuajo, a una persona de su relación con Dios al instarla a seguir sus falsas enseñanzas. Pablo escribió a los Gálatas advirtiéndoles que si ellos aceptaban las doctrinas de estos hombres serían cortados de su fe en Cristo y el conocimiento de Cristo no les valdría de nada (véase Gálatas 5:1-6). ¿Qué era lo que estos falsos maestros estaban anunciando como la verdad? Históricamente son conocidos como judaizantes. Enseñaban que Jesucristo era el Hijo de Dios; enviado a este mundo a morir por los pecadores. Su muerte fue sacrificial y expiatoria, de modo que no había salvación aparte de él. Cristo había resucitado y estaba ahora a la diestra de Dios ejerciendo todo el poder. La salvación era por el arrepentimiento del pecado y la fe en Jesucristo, quien retornaría un día. Los falsos maestros enseñaban todo esto ... más una pequeña cosa: la circuncisión era esencial para la salvación. Con este elemento que añadieron, trajeron a su fe cristiana un remanente de la servidumbre judía a la ley mosaica. La respuesta de Pablo a esto fue: "Si permitís ser circuncidado, creyendo que esta circuncisión contribuirá a vuestra salvación, entonces sois cortados de Cristo y vuestra fe en él sin valor alguno." Lo que los judaizantes estaban haciendo puede compararse con un incidente no muy antiguo de la historia médica: Cuando F. D. Roosevelt, hijo, enfermó de una infección en la garganta, se le dio una nueva droga: la sulfanilamida. Su recuperación fue asombrosa. Entonces, debido a la publicidad recibida, comenzó una demanda inmediata por la mencionada droga. Una compañía farmacéutica de Tennessee decidió que ellos podrían responder mejor a la demanda popular haciendo una solución del polvo de sulfanilamida. Al hacer la solución agregaron sólo un pequeño elemento. La nueva droga que produjeron causó la muerte de sesenta y una personas antes de que fuera retirada del mercado. La añadidura de sólo un pequeño elemento cambió lo que había sido un tremendo polvo curativo en un veneno mortal. Igual sucede con el evangelio de Jesucristo. Al restarle o sumarle algo (aun una pequeña cosa), se convertirá en un veneno mortal y perderá su poder curativo y transformador de vidas. Hay quienes enseñan, por ejemplo, que el ritual del bautismo es esencial para la salvación. Si usted confía en alguna otra cosa en añadidura a Jesucristo como su única esperanza de salvación (ya sea una ordenanza religiosa o aun ser miembro de la iglesia), usted está colocando su confianza en una mentira, basada en las falsas enseñanzas de malos obreros. ¡Cuán importante es, por tanto, que aprendamos a distinguir la voz de Cristo de la voz de los falsos maestros! ¿Cómo podemos hacer esta distinción? El instrumento es familiarizarnos con la Palabra de Dios. En los días de Pablo los líderes religiosos escudriñaban las Escrituras diariamente para comprobar si las cosas que decía Pablo eran verdad (véase Hechos 17:11). Ellos nos sirven de ejemplo en el día de hoy, enseñándonos que debemos probar toda doctrina. "Examinadlo todo; retened lo bueno" (1 Tesalonicenses 5:2 1). Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. (3:3) Consideremos ahora el significado de la circunciSión según la usa Pablo en este versículo. Por un instante él vuelve la atención de una falsa depen dencia en la circuncisión a lo que esta debe significar realmente al corazón de un creyente verdadero. La circuncisión es un símbolo, cuya contrapartida es el bautismo. Simboliza un pueblo marcado: los que han sido cortados del mundo y separados para

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Dios; los que gozan de estar incluidos en el pacto con Dios, con todas las bendiciones inherentes. Dios es su Dios y ellos son su pueblo. El perdonará sus pecados, los protegerá, y los pastoreará; y les proveerá una ciudad adonde irán a vivir para siempre. Pablo lo define mejor cuando dice: "La verdadera circuncisión son aquellos que sirven a Dios en el Espíritu." Hay personas que no sirven o adoran a Dios en el Espíritu como debían. Llevan a cabo rituales externos pero su fe no emana del corazón. En Basilea, Suiza, se celebra cada año, en relación con la época de Semana Santa, un desfile y fiestas de estilo de carnaval, el cual envuelve mucho de libertinaje y borracheras con el consecuente comportamiento usual en estos casos. Todo el mundo sabe lo que está pasando, pero debido a las máscaras que todos llevan, nadie reconoce exactamente al que hace algo. Llama la atención que en esta misma época del año el Ejército de Salvación coloca cartelones por toda la ciudad con este mensaje: "Dios ve detrás de tu máscara." Aunque estas palabras tienden a entibiarles el entusiasmo a algunos de los participantes de estas fiestas, sirven también para recordar a todos una gran verdad: Dios ve detrás de nuestras "máscaras" de cada día y sabe si nuestra adoración es de corazón o un mero hábito superficial. La frase "los que en espíritu servimos a Dios" no está, sin embargo, limitada a la actitud del corazón de una persona, sino que también se refiere al servicio o adoración que se hace por medio del Espíritu Santo de Dios. La Biblia nos habla de que el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. Esta es la experiencia del nuevo nacimiento, el cual crea en nosotros una actitud totalmente diferente en relación con Dios. Al morar en nosotros, el Espíritu nos capacita para experimentar la adoración de corazón, para amar realmente al Señor y a nuestros semejantes, y para servir a Dios con la actitud correcta. En la Epístola a los Romanos el judío verdadero se describe como uno que ha experimentado esta renovación del corazón. "Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente, en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios" (Romanos 2:28,29). La circuncisión representa la renovación del corazón de una persona y su antigua naturaleza, las cuales tienen lugar en el nuevo nacimiento. Usted está entre los circuncisos si su corazón ha sido cambiado, no su carne o su cuerpo. Este es el punto principal de la cuestión. Nosotros adoramos a Dios en Espíritu; pero para lograr esto es esencial un nuevo espíritu y un nuevo corazón. Pablo también describe la verdadera "circuncisión" como aquellos que se regocijan en Cristo Jesús. En lugar del gozo del mundo, Cristo es su fuente de júbilo. El significado real de esto es gloriarse en Cristo como la base de la esperanza de nuestra salvación. Estos creyentes confían en Jesucristo, se glorían en él y, como resultado, no confían en la carne. No creen en nada que no sea Jesucristo o que añada a Jesucristo para salvación; no confían en buenas obras, ni en guardar la ley, ni en méritos religiosos. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. (3:4-6) Si fuera este el caso —que la salvación pudiera ganarse por alguna obra justa que hiciéramos—, Pablo se apresura a enfatizar que sus antecedentes perso nales podrían opacar los de cualquiera de los falsos maestros y por extensión los de casi cualquier judío. El enumera sus méritos, llevando su historial hasta la infancia: "Circuncidado al octavo día" (fui bautizado siendo muy niño); "del linaje de Israel", (soy prebisteriano); de la tribu de Benjamín (ah... ¡prebisteriano del sur, quiero decir!); "hebreo de hebreos" (mi padre fue anciano de la iglesia y así también mi abuelo antes); y, bueno, ¡parece que toda la organización de la iglesia ha pasado por mi familia!); "en cuanto a la ley, fariseo" (soy conservador ... y muy ortodoxo en mi forma de adorar); "en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia" (¡cómo odio a los liberales! Yo ayudo en todo lo que puedo a estorbar la promoción de sus impuras creencias); "en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible" (no he violado nunca ninguno de los Diez Mandamientos). Si fuéramos a medir al apóstol Pablo por lo que la más estricta secta de los judíos pensaba que era absolutamente necesario para la salvación, encontraríamos que él tenía un historial perfecto. Pero desde el punto de vista de Dios no era este el caso. Pablo no era irreprensible, porque la ley de Dios dice de amar al Señor con todo tu corazón, mente, alma, y fuerzas; y a tu prójimo como a ti mismo. Y Pablo no estaba haciendo eso. Ni usted ni yo estamos haciendo eso. Nadie lo hace, en realidad. Pero

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de acuerdo con el patrón que los judíos pensaban que araeritaría de seguro la salvación, Pablo era irreprensible; tenía unos antecedentes perfectos que, paradójicamente, no eran lo suficientemente buenos. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como perdida por amor de Cristo. (3:7) Considérese por un momento lo que Pablo está diciendo aquí. El tenía, posiblemente, los mejores antecedentes que un judío podía tener, y no obstante escogió renunciar a los mismos al acercarse a Dios. Pablo dice a los filipenses que sus méritos no pueden servirle como pasaporte al cielo, por lo que no le son de utilidad. En realidad constituyen una pérdida. El apóstol había experimentado tal cambio en su manera de pensar que los principios con los que contaba anteriormente habían sido completamente sustituidos. Aquellas cosas que había enumerado previamente como positivas en su haber ahora tenía que cancelarlas. Para ganar a Cristo, las tiró todas fuera de borda. Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en el, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. (3:8,9) ¿Qué se quiere decir con "la justicia que es de Dios por la fe"? Justicia significa obedecer perfectamente aquello que la ley requiere. Y tal era la forma en que Pablo había estado relacionándose con Dios la mayor parte de su vida. Pensaba que tenía un buen historial, pero cuando se encontró con el Cristo resucitado, se dio cuenta de que aquello no bastaba; de ninguna manera podía confiar en lo alcanzado por el para su salvación. En consecuencia consideró su propia justicia como inútil. Ahora, en cambio, miraba la vida, perfecta y sin pecado, de Jesucristo. Ese era el patrón requerido por Dios, imposible de alcanzar por nosotros. Pero, al ser nosotros incapaces de vivir de acuerdo con él, Dios, en su gracia, nos lo concedió: Jesucristo fue enviado por Dios a vivir una vida de perfección que pudiera ser acreditada a favor de nosotros con nuestros pecados, a su vez, en la columna de débitos en la cuenta de él. ¡El pagó por los pecados que nosotros debíamos! Esto es lo que queremos expresar cuando decimos que el Señor es nuestra justicia. En el libro de Zacarías leemos acerca de Josué, el sumo sacerdote, vestido de sucios harapos, de pie ante el Señor. El Señor ordenó a un ángel que quitara los harapos a Josué y lo vistiera con un manto blanco sin mancha (véase Zacarías 3:1-4). Aquellos ropajes viles representaban nuestra justicia en contraste con el manto inmaculado (o antecedentes) que Cristo nos presenta con su vida perfecta y su muerte expiatoria. Con tal ropaje estamos vestidos aceptablemente para comparecer ante Dios. Acerca de esto cantamos en muchos de nuestros himnos, como por ejemplo el bienamado "Roca de la Eternidad": Aunque sea siempre fiel,/ aunque llore sin cesar,/ Del pecado no podré/ Justificación lograr;/ Sólo en ti teniendo fe/ Deuda tal podré pagar. Podemos comparecer ante Dios con resolución solamente cuando nos vestimos con la justicia de Cristo. En esa justicia tenemos la confianza de que nada puede ser puesto a la cuenta del elegido de Dios. El premio convenido para todo hombre, por tanto, es esta justicia; y el conocimiento de Cristo es lo que la trae a nuestra comprensión. "Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor...." Cuando usted reconoce a Cristo como su Salvador y se viste solamente con la justicia de él ¡esto vale más que cualquier cosa! Para el apóstol Pablo esta fue su meta suprema en la vida. Registrada en el Evangelio de San Mateo se encuentra una parábola que Cristo enseñó acerca de una perla de gran precio. Cuando cierto mercader la vio al momento vendió todo lo que tenía para comprarla (véase Mateo 13:45,46). El conocimiento de Jesucristo, el cual nos permite entrar al reino de los cielos, es esa perla de gran precio, cuyo valor es tal que sólo puede ser redimido a cambio de todo lo que uno posee. El mercader de la historia estuvo de acuerdo en vender todo lo que él tenía. Pablo también soportó la pérdida de todas las cosas en aras de ganar á Cristo. ¡Y esto cuesta todo lo que se tiene! Cuesta la propia justicia, cualquier pensamiento de que uno es bueno y merece la salvación; cuesta el gobierno de uno mismo, uno está aceptando un Dueño o Amo, y por tanto debe rendir su voluntad a él; cuesta uno mismo. Tenemos el testimonio de la vida de Pablo para asegurar que aun cuando el costo incluye todo lo que somos y todo lo que tenemos, el precio pagado es todavía ridículo en

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comparación con aquello que ganamos. Una famosa obra teatral de Christopher Marlowe, titulada El doctor Fausto, ofrece un comentario interesante en relación con todo lo que Pablo discute en estos versículos. La obra es emocionante y enfoca su atención sobre un hombre que vendió su alma al diablo. El contrato que firmó con el agente satánico le concedía veinticuatro años en los cuales poseería todo poder y podría hacer todo lo que deseara... a cambio de su alma al finalizar el plazo. Cuando llegó el tiempo y Lucifer envió a buscar al doctor, Fausto medita en todos sus años de poder y placer, y reevalúa el pacto que debe cumplir. Dos ángeles aparecen e intensifican su angustia al explicarle su difícil situación. El ángel malo se burla acusándole de tonto al condenarse ahora a la desesperación del tormento eterno en el infierno, "Los tontos que rieran en la tierra, deben llorar en el infierno". El buen ángel solamente puede recordarle tristemente: " ¡Oh, vos que habéis perdido la felicidad celestial ... placeres indecibles! ¡Ni el infierno ni el diablo hubieran tenido poder sobre vos!" ¡Qué contraste con el "contrato de fe" con Jesucristo que el apóstol Pablo nos presenta! En lugar de años de hacer lo que queramos y de caprichosa indulgencia, se nos ofrece la excelencia del conocimiento de Aquel que es la vida. En lugar de vender nuestra alma por egoísmos vanos y sin valor que al final representan una pérdida eterna, se nos insta a renunciar a nuestra vida para hallar la gloria eterna (véase Mateo 10:39). ¿Vale esto en verdad todo? ¿Es el ofrecimiento de Cristo tan valioso como para que todas las riquezas y todos los placeres posibles que este mundo brinda sean insignificantes al compararse a la experiencia que Pablo llama "para ganar a Cristo"? Cada uno de nosotros tiene que escoger. Fausto estaba convencido erróneamente de que de alguna forma él podía tener todo lo que este mundo ofrecía y aun así escapar a la suprema condenación de su alma. Tiene que haber una decisión definitiva. Toda alma viviente tendrá que enfrentar esa decisión. No en vano Jesús nos ordenó sacarnos un ojo, una mano, o un pie, si estos fueren causa de la clase de ofensa que condujera a todo el cuerpo a ser condenado al infierno (véase Mateo 9:43-48). Lo que el Señor nos estaba diciendo sirve como un eco al pronunciamiento del buen ángel a Fausto: enfréntate decididamente en tu vida a todo lo que te aparte de Cristo y una verdadera relación con Dios. "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?" (Marcos 8:36). El canal por el cual todo esto viene a nosotros y por donde escapamos a toda la agonía y terror del infierno, es la fe en Jesucristo: "Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (v. 9). Pablo nos dice que fe es confiar en la promesa de Cristo de ser nuestra justicia. Es aceptar las "credenciales" que él presenta en su propio carácter y milagros, y arriesgar todo por esa fe: "En una vida que no viví;/ En una muerte que no morí./ En la vida de otro, la muerte de otro,/ yo deposito toda mi eternidad." ¿Comprendemos realmente por qué no podemos hacer lo que los judíos nos piden? Nos es imposible hacer caso de la petición de impedir los esfuerzos evangelísticos debido a que uno de los mejores judíos que haya existido jamás, necesitó un Salvador, y estimó todo su historial de "perfección" judía como sin valor alguno, comparado con el conocimiento de Cristo Jesús. Ellos gritan que nuestra actitud dañará las relaciones entre cristianos y judíos, y en realidad eso estamos haciendo. Pero nosotros estamos consagrados a introducirles a una mejor relación de prioridad entre los judíos y Jesucristo.

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CAPÍTULO X EL LLAMADO DE LO ALTO

Filipenses 3:10-14

¿Cuál es su meta en la vida? Si usted dijera: "¡Esto es lo que voy a hacer!", ¿qué sería ello? Quizás usted no ha pensado en este asunto. O quizás su filosofía se aproxime más a la del refrán: "Si su meta en la vida es nada, puede estar razonablemente seguro de que la alcanzará." Desgraciadamente, hay muchos cristianos que en realidad no han pensado mucho acerca de sus metas particulares en la vida. Pero el apóstol Pablo no era uno de ellos. El había evaluado cuidadosamente cuál era su aspiración suprema y con confianza y gozo la compartió con sus hermanos filipenses. A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. (3:10, 11) ¿Qué quiere decir Pablo cuando declara su deseo de conocer el poder de la resurrección de Cristo? En su comentario sobre Filipenses, William Hendriksen explica: "A la luz del contexto tanto precedente como siguiente, el intenso anhelo y afán de Pablo por la resurrección es el ser levantado completamente sobre el pecado y el egoísmo, de modo poder ser un agente más efectivo en la salvación de los hombres para la gloria de Dios." Hendriksen dice, en otras palabras; que Pablo no está hablando de la futura resurrección física de su cuerpo de una sepultura de piedra cuando Cristo vuelva (aunque Pablo también esperaba esta), sino que su intenso anhelo era por una resurrección espiritual de una sepultura de pecado ahora mismo, en esta vida. Sus palabras siguientes confirman que esto era lo que él quería decir. No que lo haya alcanzado ya, ni qu ya sea perfecto... (3:12a) Pablo no necesitaba aclarar inmediatamente que él no había alcanzado aun la resurrección física futura, eso es obvio. Por tanto, él está hablando de una resurrección espiritual ahora, mientras todavía vive. Un pasaje paralelo en las Escrituras es Romanos 6:4-6, donde Pablo describe nuestra unión con Jesucristo: "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado." Aquí también Pablo está hablando de una resurrección en presente: la experiencia diaria de andar en renovación de vida y de no ser siervos del pecado. Sin embargo, encontramos que aun existe en nuestro interior un conflicto entre nuestra naturaleza pecaminosa y la nueva naturaleza que buscamos como cristianos. En el capítulo siete de Romanos Pablo habla de cómo odia él ese pecado que aun permanece en su vida: "Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero esto hago" (v. 19). Lo que él nos dice, en efecto, es que "cuando yo deseo hacer lo bueno, lo malo también está presente conmigo. Me encuentro con que hay una fuerza dentro de mí en combate con el otro deseo mayor que tengo de hacer la voluntad del Señor". Entonces agrega: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (vv. 24,25). Pablo tenía confianza de que pudiera ser levantado de la poderosa carga de pecado que todavía había en su vida y pudiera vencerla por medio del poder aun mayor de Cristo manifestado en la gloria de su resurrección. El apóstol deseaba con todo su ser vivir una vida de agradable santidad ante su Señor. ¿Cómo podemos definir santidad? ¿Qué pudiéramos usar en las Escrituras como guía específica para modelar nuestra vida de santidad? Yo creo que santidad son los Diez Mandamientos en toda su profundidad y anchura, representada en el escenario de la vida en la forma en que Cristo los interpretó en el Sermón del Monte. Allí el Señor explicó compasivamente a las multitudes que el pecado es principalmente una actitud del corazón, o del pensamiento, antes de convertirse en acción. Si odiamos a alguien en nuestros corazones, si estamos enojados con alguien y usamos un lenguaje duro con ellos, entonces ya hemos violado el mandamiento que dice: "No matarás," sin que haya sido necesario levantar un cuchillo o arma

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contra esa persona. Asimismo, si un hombre mira a una mujer con deseo, su mente ya le ha acusado; y habrá roto el mandamiento: "No cometerás adulterio" (ver Mateo capítulos 5-7). La vida de santidad es aquella en la cual los frutos del Espíritu se evidencian: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza. En la terminología de I Corintios 13, el amor que un cristiano debe demostrar es un amor paciente y bondadoso. Nunca será envidioso o celoso, altivo, egoísta, o rudo. No buscará lo suyo y difícilmente notará cuando es agraviado (vv. 4,5). En contraste con lo anterior están las obras de la carne —celos, contiendas, iras, disensiones, pleitos—, todos los rasgos humanos tan característicos en usted y en mí. Para alcanzar su deseo supremo, Pablo expresa primeramente uno inmediato. Hay una secuencia definida en el orden de las palabras que él escoge: "A fin de conocerle y el poder de su resurrección" (v. 10). Lo primero y más importante es que él deseaba conocer a Cristo. Pablo ya había conocido a Jesucristo al convertirse en cristiano en el camino de Damasco, pero parte de esa experiencia era el abandono de su propia justicia, de lo cual nos habló en la primera parte del tercer capítulo al escribir: "Si alguien ha hablado con un historial en el cual pudiera confiar, ese soy yo." Y a continuación detalló todos los logros de su vida, los cuales, a los ojos de los hombres, merecían la aceptación de Dios. Entonces Pablo nos dice que él había contado todos estos logros como pérdida y renunciado a la confianza que tenía basada en sus méritos humanos. Guardar la ley no era suficiente, y el apóstol llegó a la conclusión de que su confianza sólo sería perfeccionada "por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (v. 9). Pablo usó su confianza en Cristo como aquel que murió por su expediente pecaminoso. No importa lo buenos que puedan ser los antecedentes de un hombre; su suma total será aun cero. Jesucristo intercambió expedientes con nosotros y los nuestros le llevaron a la cruz. Si esos expedientes nuestros le mataron a él, ciertamente no hubieran podido salvarnos a nosotros. Cuando la luz de la presencia de Cristo cegó a Pablo en la ruta hacia Damasco, él respondió con un corazón sumiso: "Señor, ¿qué quieres que haga?" En aquella oportunidad él vino al conocimiento de Cristo. Ahora, años más tarde, suspira diciendo: "¡Oh, si yo pudiera conocerle mejor!" Una vez que entramos en relación con aquel que ha anulado nuestro expediente pecaminoso, comenzamos a descubrir todo lo que esta relación está haciendo por nosotros y lo que significa para nosotros. Es entonces que nos encontramos en el punto donde conocer a Jesucristo es querer, constantemente, conocerle aun mejor. Como dice el himno: "Quiero de Cristo más saber, / Más de su amor para salvar; / Más de su gracia quiero ver, / Más del perdón que puede dar." El apóstol Pablo quiso también conocer el poder de la resurrección de Cristo para así vivir una vida resucitada en él mismo, de victoria sobre el pecado. Al orar por los colosenses, pidió a Dios que les fortaleciera con toda potencia, de acuerdo a su poder glorioso. El quería que estos cristianos vivieran vidas de santidad también, que Dios obrara con todo poder en sus vidas, fortaleciéndoles de forma que fueran capaces de vivir una vida de perseverancia continuada dentro de su voluntad, y al hacer esto, pudieran también experimentar el gozo que sigue al conocimiento de Cristo (véase Colosenses 1:10,11). ¿De qué forma viene el conocimiento de Cristo y el del poder de su resurrección? Primeramente al abrir Dios los ojos de Pablo a lo que él tenía en Cristo, ¡cuánto poder había llegado a tener! El mencionó esto a los efesios. Confiando en que Dios les abriera sus ojos para que pudieran conocer, les escribió acerca de "la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza... resucitándole (a Cristo) de los muertos y sentándole a su diestra... sobre todo principado y autoridad y poder y señorío" (Efesios 1:19-21). Aquí está la medida del poder que opera en nuestras vidas, sólo apreciable por la resurrección de Cristo. El poder que el apóstol Pablo tenía está también disponible para nosotros. Después que Dios abre nuestros ojos a lo que tenemos, entonces tenemos que apropiarnos de ello por la fe. Debemos comenzar a contar con Cristo para manifestar ese poder en nosotros y a través de nosotros. Los discípulos se impresionaron cuando Jesús maldijo la higuera una mañana, y esa misma tarde el árbol se había secado de raíz (véase Marcos 11:13,14,20,21). Pero el Maestro suavemente les reprendió cuando les dijo: "Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijera a este monte: quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho" (Marcos 11:22,23). Mientras los discípulos estaban impresionados con el poder que Cristo demostró, el Señor estaba más preocupado por hacerles

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comprender que ellos podían apropiarse en cualquier momento de este mismo poder debido a la relación que ellos tenían con él. La llave al poder de Cristo es la fe. Si tenemos fe, podemos hacer cualquier cosa. Nos apropiamos del poder de la resurrección de Cristo cuando confiamos en él para producir en nosotros esta vida de santidad. Es él quien nos capacita para conquistar el pecado y producir en nosotros los frutos de su Espíritu. Al encarar las tentaciones, al tratar de vencer hábitos que deben ser rotos, al buscar vivir una vida santa, debemos confiar completamente en el poder de Cristo. No es necesario recibir una cantidad fresca de poder para cada situación que nos salga al camino: ¡El Poder siempre está ahí! Nuestra tarea consiste en sostenernos en lo que ya tenemos en Cristo Jesús. ¿Recuerda usted cómo comenzó Dios a dar este poder a Pablo? Primero le dio una "espina en la carne" que le hizo estar consciente de su propia debilidad. La espina le recordaba que no podía enfrentarse a la vida con sus propias fuerzas. Forzado así a aceptar su debilidad, el apóstol tendría que apropiarse, por fe, del poder que ya Cristo había provisto (véase II Corintios 12:7-10). Muy frecuentemente, según creo yo, los creyentes se apresuran demasiado en decir a los nuevos cristianos acerca del ministerio del Espíritu Santo. ¡Cuánto más sabio sería dar a estos nuevos hermanos la libertad de intentar vivir la vida cristiana con sus propias fuerzas (aun igual a la que un cristiano maduro debía experimentar ocasionalmente), con el Espíritu en ellos pero sin darse cuenta de la manera de operar el Espíritu en sus vidas. Si el nuevo cristiano practicara esto por algún tiempo, se desanimaría de tal forma que estaría dispuesto a escuchar a cualquiera que le ofreciera una alternativa, el recurso de poder que está disponible para él a través de el Espíritu de Dios. Entonces, al caminar en el Espíritu, no satisfará los deseos de la carne y podrá ver claramente el contraste entre su nueva vida y aquella en la que caminaba sin el Espíritu. Es esencial que aprendamos las lecciones de la experiencia de "Romanos Siete", de forma que después podamos apreciar "Romanos Ocho". Por supuesto, en este mundo nunca estaremos enteramente fuera de "Romanos Siete". Un tercer deseo inmediato que Pablo tenía, era el compañerismo en el sufrimiento de Cristo y el ser hechos conforme a su muerte. Jesucristo sufrió en la cruz por nuestros pecados, pisando sólo el lagar de la ira de Dios. El sufrió y fue castigado por nuestros pecados y nosotros no podemos añadir ni aliviar lo que él experimentó cuando logró nuestra expiación. Pero al participar ahora en este sufrimiento, debemos tomar nuestra cruz y seguirle. El ser "hechos conforme a su muerte" significa que nosotros estamos dispuestos a colocar nuestras vidas en una cruz y a morir al deseo de vivir la vida de acuerdo a nuestra propia manera de hacerlo. Esto es algo doloroso. Y aun Cristo nos advierte al sufrir la oposición del mundo, "el siervo no es mayor que su Señor. Si el mundo me odia, también les odiará a ustedes" (véase Juan 15:20). Una vez que comenzamos a vivir una vida de obediencia radical a Dios (o sea, la misma vida que Cristo vivió), experimentaremos la oposición del mundo. "Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (II Timotéo 3:12). No hay lugar para un término medio. No podemos ser igual al hombre que escribió al Servicio de Impuestos Sobre Ingresos Personales: Estimados señores: Mi conciencia me está molestando y no puedo dormir. Adjunto encontrarán un cheque por cincuenta dólares. En caso de que todavía no pudiera dormir, les enviaré el resto". El deseo de conocer el compañerismo en el sufrimiento de Cristo conduce a la muerte.., y a una nueva vida santa y victoriosa a través de su espíritu. ... sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado.., (3:12b, 13a) ¿Cuáles eran los pensamientos de Pablo concernientes a la perfección en esta vida? ¿Creía él realmente que podía vivir una vida libre de pecado y de egoísmo? ¿Creía el que la vida resucitada podía ser alcanzada en esta vida? Pablo contesta parte de nuestra pregunta al afirmar: "No, yo no he alcanzado esa vida de perfección sin pecado." Esto es particularmente significativo a la luz de que hay quienes piensan que esta perfección puede ser lograda. John Wesley, el fundador de la iglesia Metodista, era uno de los que pensaban que esto podía ser logrado. En su libro, Un Recuento Simple de Perfección Cristiana, da una relación clara y distintiva de los pasos que él cree que conducen a la aceptación de tal doctrina. El define la perfección cristiana como un "reposo en la sangre de Cristo; una confianza firme en Dios, y persuación de su favor; la más alta tranquilidad, serenidad y paz mental; con una liberación de todo deseo carnal y una cesación de

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todo pecado, aun los internos". Sin embargo, Wesley basó su creencia de que tal perfección estaba disponible en esta vida sobre una mala interpretación de ciertos pasajes en la Escritura. Uno de estos es 1 Juan 3:9: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios." La versión inglesa del Rey Jaime usa la palabra "comete" en lugar de "practica", lo cual puede llevar a confusión. El tiempo de este verbo es progresivo o continuo y debe ser traducido más acertadamente como en la versión también inglesa de Philipps: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado," lo cual es igual que en nuestra versión castellana. Nosotros pecamos aun debido a que somos humanos, pero el pecado no se vuelve hábito al igual que lo fue antes de que experimentáramos la purificación de Dios. Similarmente, en Hebreos capítulo tres, Wesley entendió el "reposo de la fe" prometido al pueblo de Dios como este reposo de perfección disponible a nosotros en esta vida. Uno de sus himnos refleja su interpretación de este pasaje: "Señor, creo que permanece un descanso / Para todo tu pueblo conocido; / Un descanso donde reina el gozo puro, / Y donde tú solo eres amado. / Libres de todo acto malo / (El Hijo nos ha libertado), / En gloriosa libertad. / ¡Oh, si pudiera ahora conocer, / Creer, y entrar en él! / Ahora, Salvador, ahora otorga el poder, / Y permíteme dejar de pecar." Paradójicamente, el mismo Wesley nunca reclamó haber alcanzado esta perfección que él enseñaba y creía que podía ser lograda. Después de Wesley han habido otros que han seguido y aun enseñan la doctrina de la perfección cristiana. El Grupo Santo es un ejemplo, pues cree que nosotros podemos alcanzar un estado donde no pecamos conscientemente. Yo creo que la única forma en que esto pudiera ser posible es cuando rehusamos usar la definición bíblica de pecado. Podemos pecar y nuestra conciencia pudiera ser que no nos molestara, pero ni nuestro entendimiento ni nuestra conciencia determina el patrón por el cual nosotros somos juzgados. ¡La Santa Ley de Dios es la regla que nos condena o nos liberta! Algunos otros enseñan que usted puede ser "perfecto" por su grado particular de crecimiento. Tal es el enfoque de Hannah Whitall Smith en su libro, El Secreto Cristiano a una Vida Feliz, donde escribe: "Una manzana en junio es una manzana perfecta para el mes de junio; es la mejor manzana que junio puede producir: mas, sin embargo, es muy diferente de la manzana en octubre, la cual es una manzana perfeccionada, completa." Al señalar el error de este pensamiento, B.B. Warfield afirmó que el problema consistía en que, en primer lugar, la manzana estaba podrida. Esto es correcto en toda su extensión, la naturaleza humana es una manzana podrida. No hay nada en nosotros que sea perfecto ni lo habrá jamás en esta vida. El enfoque de Wesley a la perfección por la fe era por medio de una experiencia crítica: "Yo creo que esta perfección es forjada siempre en el alma por un simple acto de fe; consecuentemente, en un instante. En relación con el momento en que sucede, yo creo que este instante generalmente es el de la muerte, el que precede al momento en que el alma deja el cuerpo. Pero creo que puede ser diez, veinte o cuarenta años antes." Cierto joven que iba en busca de tal perfección instantánea donde no existiera el pecado, encontró que en lugar de hallar lo que quería, sus esfuerzos frustrantes le condujeron a una verdad bíblica que contrastaba con aquello que buscaba. Este hombre fue Harry Ironside, renombrado pastor de la iglesia Moody en Chicago, quien más tarde escribió su descubrimiento en su libro Santidad, la Verdad y lo Falso. Creyendo él mismo haber logrado la perfección sin pecado después de toda una noche de vigilia en oración, cayó entonces en un período de serias interrogaciones durante el cual estudió su propia alma y buscó el discernimiento del Espíritu Santo. Sin darse cuenta de que sus propios pensamientos y acciones (así como los de otros que también reclaman haber alcanzado un estado de perfección) eran los que él previamente hubiera calificado de pecaminosos, se vio forzado a repetir estas vigilias de oración un número determinado de veces. Finalmente, en un campamento para personas "perfeccionadas", el Dr. Ironside conoció a una mujer cuya experiencia era similar a la suya y juntos comenzaron a estudiar la palabra de Dios en busca de una mejor dirección y respuesta. Su descubrimiento, al igual que el de Pablo, fue que un estado de perfección en esta vida ni ha sido prometida, ni es alcanzable. Si esto es verdad, ¿debemos cesar, en conjunto, de luchar por lo imposible y volver a un status de vida lo mejor que nosotros podamos teniendo en poca consideración el ejemplo de Cristo? Absolutamente no, si en realidad estamos escuchando las palabras de Pablo: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui

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también asido por Cristo Jesús." El apóstol no había alcanzado ese estado de perfección sin pecado, mas sin embargo esta era la meta por la cual él continuamente luchaba. Este era el propósito para el cual Cristo le había salvado. Nótese también la prioridad que él da a Cristo en su experiencia de salvación, "fui asido por Cristo". Podemos ver esto claramente en la conversión de Pablo. Yendo por un camino equivocado, con un motivo e intención equivocados, este perseguidor de la iglesia fue detenido por el Cristo resucitado. En un sentido esto es verdad en toda conversión. ¿Por qué somos cristianos hoy? ¿Por qué nos encontramos con personas que experimentaban una calidad de vida muy diferente a la nuestra y que nos llevaron a Jesús? Quizás sea así en gran parte, pero si somos verdaderamente cristianos es porque Cristo nos asió. Y cuando lo hizo, nosotros escuchamos y nos volvimos a él consagrándole nuestras vidas. Jesucristo tenía también un propósito grande cuando nos asió, según nos dice Pablo: "Sino que prosigo, por ver si logro así aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús." ¿Cuál era ese propósito? "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el Primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó" (Romanos 8:29,30). Aquellos que él llamó, vinieron; aquellos que él justificó fueron tomados a los cielos y hechos santos glorificados. Pero nótese que el gran propósito de Dios al predestinarnos era que fuésemos iguales a Jesucristo y viviéramos vidas santas siguiendo el patrón de él. Este fue el propósito de Cristo al morir por nosotros, llevar nuestros pecados sobre él en la cruz de forma que no estuviéramos sujetos al pecado sino viviéramos en la justicia. Y este era el gran propósito que Pablo persiguió con todas sus fuerzas. ... pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiendome a lo que esta delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (3:13b, 14) Una leyenda griega cuenta de la veloz Atlanta, la cual ofreció su mano a cualquier hombre que pudiera correr junto a ella en una carrera. Aquellos que participaban y perdían, morían. Muchos hombres entraron en la carrera y muchos perecieron, hasta que un joven nombrado Hipomenses aceptó el reto. Cuando Atlanta comenzaba a pasarle en la carrera, él lanzaba una dorada manzana detrás de ella. Al detenerse ella para recogerla, él pasaba corriendo a su lado. Hipomenses hizo esto tres veces, espaciando cuidadosamente las manzanas que lanzaba, de forma que, eventualmente, pudo ganar la carrera. De igual manera, Pablo usa la terminología de una carrera para retarnos a no permitir las cosas que aparten nuestra atención de la meta de vivir una vida de resurrección. Cristo dice que las "manzanas doradas" de este mundo obstruyen la Palabra de Dios. Al igual que Pablo, debemos concentrarnos en la santidad y darle todo lo que tenemos,: "Pero una cosa hago." John Wesley fue también un hombre de "una cosa hago". Poco después de convertirse al cristianismo escribió estar convencido de "la imposibilidad absoluta de ser cristiano a medias. Y yo determiné, a través de su gracia... estar dedicado a Dios, darle toda mi alma, cuerpo y substancia". Aunque Wesley estaba equivocado al creer que la perfección podía ser alcanzada aquí en la tierra, él estaba en lo correcto al seguir el ejemplo de Pablo de perseguirla con todo su corazón. Uno de los grandes líderes de la Convención Keswick, en Inglaterra, y gran teólogo, Handley Moule, habló del "secreto de la victoria y el reposo" que él había encontrado, y definió este secreto como "rendición y fe. Cristo en nosotros y Cristo sobre nosotros como Señor absoluto". Moule se consideraba un esclavo. Cristo vino a ser entonces su Amo... su Poseedor. Con absoluto y supremo derecho a dar órdenes (a él) en todo momento. ¡El era propiedad del Señor y estaba gozoso de que así fuera! Solamente esta clase de rendición es la que puede llevarnos adelante, a una mayor aproximación a la vida de perfección que Dios dispuso para que sus escogidos lucharan por ella en esta vida. Tal concentración envuelve una eliminación del pasado, olvidar lo que está ido y hecho, los fracasos así como los éxitos, y marchar hacia adelante, hacia todo lo que tenemos enfrente nuestro. Correr en esta carrera de la fe incluirá oración, estudio Bíblico, obediencia, compañerismo cristiano y testimonio. Es solamente al obedecer a Dios que podemos disponer nuestra voluntad en alcanzar la meta, la de ser semejantes a Cristo, experimentada únicamente a través de la vida resucitada. Y al igual que en cualquier carrera en donde los ganadores son llamados ante el juez para recibir su premio, así también seremos citados a presentarnos ante el único Dios verdadero y entonces recibiremos

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nuestro premio. Esa es la meta hacia la que debemos correr en esta vida, fijos nuestros ojos en él desde el mismo comienzo de nuestra vida cristiana. Es un llamado de lo alto, un mandamiento santo, vivir la vida así como Cristo la vivió: en una eterna, santa y perfecta belleza. El salmista ha resumido muy apropiadamente esta idea: "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza" (Salmo 17:15).

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CAPÍTULO XI ENEMIGOS DE LA CRUZ

Filipenses 3:15-20ª

Hoy día estamos viviendo en lo que algunos llaman un mundo "post-cristiano". La influencia cristiana que había penetrado la sociedad hasta nuestra generación ya no existe, como tampoco influye la fe cristiana en la moralidad pública básica como lo hizo una vez. El tono de la sociedad es cada vez más anticristiano. Esto significa que nos estamos moviendo (y hasta cierto grado ya estamos) hacia una era similar a la de la iglesia primitiva. Esto es lo que Francis Schaeffer, el renombrado teólogo y escritor evangélico suizo, ha estado afirmando en sus libros por algún tiempo, previniendo a los cristianos para que despierten y se den cuenta de este cambio en la mentalidad pública en general, particularmente en el campo universitario. En la porción de la carta de Pablo a los filipenses que a continuación estudiaremos, el apóstol presenta algunos principios que nos ayudarán en nuestra apreciación y comprensión de la situación mundial presente. Hasta este punto Pablo ha estado hablando de su propio enfoque de la vida cristiana. Nos ha estado explicando que, no obstante no considerarse él mismo perfecto ni haber alcanzado un estado de pureza sin pecado, su meta, sin embargo, era vivir de acuerdo con el Señor; ¡tan sin pecado como fuera posible! Pablo anima a sus hermanos a esforzarse por vivir esa misma vida de resucitados, en la cual es posible alcanzar una cualidad diferente y más profunda gracias al poder del Espíritu Santo. En realidad, él llama a todos los cristianos a seguirle en esta carrera hacia una vida superior. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. (3:15-17) En los versos 15 y 16, Pablo usa la palabra “perfecto” para indicar madurez. Esto difiere del uso que da a esta palabra en el verso 12, donde escribió: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto (sin pecado).” En otras palabras , está diciendo: “Aquello de vosotros que ya no sois niños en Cristo, sino que habeís madurado en vuestra comprensión espiritual, ¡seguídme! Luchad por vivir una vida tan santa como os sea posible.” Explícito también en las palabras "esto mismo sintamos" está el repetido énfasis del apóstol en la unidad cristiana: la necesidad de un esfuerzo unido entre los cristianos a la luz de la oposición de la sociedad al cristianismo. Si queremos llevar una impresión al mundo y no apagar al Espíritu Santo que opera en nosotros, entonces, dondequiera que sea posible, debemos "sentir lo mismo": estar de acuerdo. La frase "pero en aquello a que hemos llegado" (verso 16) significa simplemente: en aquellas cosas donde ya hayamos alcanzado un acuerdo, debemos cuidar de mantener esa unidad. Y finalmente, allí donde difiramos en cosas no esenciales —"... si otra cosa sentís"— debemos esperar que Dios nos muestre en dónde hemos errado (Dios les revelará aun esto). Pablo nos insta a no desviarnos de aquellas verdades que nos han guiado a aquel estado de madurez cristiana que debemos haber alcanzado. Pablo ha presentado ya a Jesucristo como el ejemplo máximo que deberán seguir los cristianos: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5). Ahora el apóstol se aventura a ofrecerse también él mismo como ejemplo. ¡Cómo necesitamos hoy cristianos que puedan ponerse de pie y décir inequívocamente: "¡Seguidme así como yo sigo al Señor; volveos imitadores de mi estilo de vida!" Pero para decir eso, usted tiene que vivir el ejemplo. Y si usted viviera de esa manera, ¡qué impacto tendría sobre la comunidad cristiana! Al tener un ejemplo concreto, otros cristianos seguirían. Por haber sido Pablo un hombre con pasiones semejantes a las nuestras, no podemos excusarnos por no seguir el ejemplo que su vida sentó para todos nosotros. Cierto, en él moraba el Espíritu de Dios, ¡pero también vive en nosotros! Necesitamos modelos de hombres y mujeres que, tomando el poder del Espíritu de Dios, vivan vidas santas y establezcan la pauta para el vivir cristiano de hoy. Y nótese que Pablo señala no solamente hacia sí mismo sino también hacia otros al decir "mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros". De acuerdo con el apóstol, debemos estudiar con sumo cuidado estos buenos ejemplos de conducta cristiana. "Mirad a los que así se conducen" indica una inspección cercana o una observación continua. "Nó sigáis a todo el mundo", nos dice Pablo, "examinad a los que están a vuestro alrededor en la iglesia. Determinad quiénes caminan en el Espíritu del Señor, y conformad vuestras vidas a

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su semejanza". Es crucial que notemos qué características debemos emular. Desafortunadamente, el adolescente promedio de hoy ha colocado sobre sus paredes fotografías de hombres en motocicletas, de individuos que irresponsablemente desafían la ley y el orden y todos los valores establecidos en nuestra cultura. Estos son los "héroes" que nuestros jóvenes respetan como modelos, no los hombres y mujeres que siguen la santidad. Cierto artista quería dibujar la semejanza de un hombre perfecto. Se fijó en los rostros de los diferentes hombres a su alrededor, y entonces procedió a tomar la cualidad más atractiva del rostro de cada uno de ellos, en un esfuerzo por crear su hombre ideal. ¿Por qué no dejar que sean las Escrituras las que hagan ese trabajo por nosotros? ¿Por qué no comenzar estudiando las características de los grandes personajes bíblicos? ¿Por qué no amoldar nuestras vidas a la semejanza de ellos? Considérese a Abraham: "Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido" (Romanos 4:20,21). Dejemos que Abraham sea nuestro ejemplo de fe genuina. Consideremos la paciencia de Job. Después de haber sufrido una calamidad tras otra, respondió: "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21). Entonces cayó y adoró a Dios aun en medio de situaciones muy difíciles. Sigamos la pureza de Daniel y su determinación de obedecer la ley de Dios cualquiera que fuera el costo. Tenemos ejemplos de la biografía cristiana. Pensemos en Martín Lutero. ¡Qué ejemplo para imitar! Enfrentándose al mundo entero, Lutero dijo: "Es peligroso ir contra la conciencia. ¡No me retractaré! En esto me afirmo, con la ayuda de Dios". Y Dios lo sostuvo y lo usó para mover un continente. Dejemos que George Muller sea un ejemplo de perseverancia, fe, y oración. De rodillas, dependió del poder de Dios y tomó a su cargo demostrar al mundo entero la realidad de Jesucristo. O seleccionemos a una persona piadosa de nuestra iglesia como ejemplo. Invitemos a esa persona a nuestra casa; visitémosla en su hogar. Pidámosle que nos ayude en el estudio de la Biblia y tratemos de conocerla. "Mirad a estos hombres", dice Pablo, "y entonces dejad que sus vidas santas influyan en vuestro carácter". Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo. (3:18) Según mencionamos antes, la ciudad de Filipos era en muchos sentidos una Roma en miniatura. Dentro de sus límites existía una práctica generalizada de indulgencia sensual, a tal grado que estaba minando la efectividad del evangelio que Pablo predicaba. Su preocupación por esto le guió a exhortar a los creyentes filipenses a buscar ejemplos piadosos de vida, así como a evaluar cuidadosamente todo lo que incluía el seguir a Jesucristo. Siempre, en toda sociedad, hay quienes eligen seguir el camino opuesto a la vida que se presenta en las Escrituras. Pablo enfatiza que hay muchos que caminan por esa senda impía y los califica como "enemigos de la cruz". Posiblemente Pablo está hablando de los líderes no cristianos de la sociedad, quienes a través de toda su vida evitan mirar cuando tropiezan con las acciones o las metas de otros. Piénsese en la influencia contra la piedad de los personajes de la televisión, las estrellas de cine, y aun los anuncios públicos y las revistas. Podría ser también que Pablo estuviese hablando de personas dentro de la iglesia que hubiesen malinterpretado su libertad cristiana como una licencia para practicar la inmoralidad. De hecho, el que el apóstol los mencionara parecería indicar que estos enemigos de la cruz son aquellos que una vez confrontaron la realidad de la cruz; fueron aun activos dentro de la comunidad de la iglesia local, pero ahora eran tristes ejemplos de impiedad. Pablo ya ha advertido de los peligros de los falsos maestros en la iglesia: legalistas que enseñaban que el hombre podía ganar la salvación por las buenas obras. El dedica la primera parte de su tercer capítulo literalmente a demoler sus enseñanzas de que guardando la ley puede uno hacerse aceptable a Dios. Ahora habla de los libertinos, aquellos que vuelven la gracia de Dios en lascivia. Permítanme darles un ejemplo de esto, tomado de la historia de la iglesia. Hubo un hombre de iglesia, evangélico, nombrado John Fletcher, que escribió y predicó acerca de vivir santamente. Un amigo suyo, líder espiritual también, le envió la siguiente carta: "Estoy persuadido de que, así como Dios no puso su amor en mí por nada que yo haya tenido, su amor, por tanto, no depende de nada que yo tenga y no podrá variar debido a mis extravíos; y por esta razón, cuando me extravío, supongamos, por adulterio o asesinato, Dios seguirá considerándome como uno en su

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propio Hijo, quien ya ha cumplido toda justicia por mí. Por tanto, no hay camino que yo no pueda recorrer o profundidad en que yo no pueda caer, sin desagradarle a él. Yo puedo hacer cualquier cosa en la seguridad de que no desagradará a Dios porque Cristo murió por mis pecados. Pudiera adorar a Astarot con Salomón, pudiera negar a Cristo con Pedro. Pudiera cometer incesto con los corintios, y todo ello sin perder el divino favor o el reino de gloria." ¡Este hombre convirtió la gracia de Dios en lascivia! La usó como pretexto para una vida injusta. Hay voces hoy día que se levantan para hacer las mismas cosas, ¡algunas de ellas evangélicas! ¿No ha oído usted quien ha dicho "lo que realmente me impresionó fue encontrar que Jesús me ama no importa la forma en que yo viva"? ¡Eso suena muy bien, pero no es bíblico! Jesús dijo a sus discípulos: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21). La fe sin buenas obras es una fe muerta. Usted permanece en Cristo cuando guarda sus mandamientos. En su carta a Tito, Pablo escribe: "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo, sobria, justa, y piadosamente" (Tico 2:11,12). Esto es lo que la gracia de Dios enseña a los cristianos. Somos salvos como resultado de su don maravilloso, pero somos salvos del pecado para vivir para el Señor. Esa es, la evidencia de que hemos sido salvados. Si no deseamos vivir para el Señor y no comenzamos a odiar el pecado, ¡entonces no somos salvos! Pablo sentía un gran pesar por aquellos que confundían la verdad bíblica: "Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo." El lloraba no solamente por los cristianos que estaban siendo confundidos por los enemigo de la cruz sino también por los mismos enemigos y el castigo que les esperaba. Pablo era un verdadero profeta: lloraba por aquellos a quienes debía advertir. Isaías habló de los profetas de sus días como de perros mudos que no podían ladrar (Isaías 56:10). No advertían de los peligros de los falsos maestros. Pero, ¿a quién le gusta envolverse en una controversia? ¿Podemos ser todos pacíficos? ¡No, no podemos serlo y ser fieles al mismo tiempo! Parte del trabajo del pastor es "ladrar" cuando vea los lobos venir tras las ovejas. Desde los días de la iglesia primitiva han existido voces rivales. Recuerdo a una dama que vino a verme después de haber recibido un consejo de otro ministro. El mío fue exactamente lo contrario. "¿A quién debo creer?", preguntó la señora. "¿Cómo puedo saber? Si creo al otro ministro y él está equivocado, ¿comprenderá esto Dios y me perdonará?" Ella estaba escuchando voces rivales y tenía que decidir cuál era la verdadera y cuál la falsa. ¿Cómo podría hacerlo? De la misma forma en que lo hicieron en Berea al llegar Pablo y comenzar a predicarles nuevas cosas. Ellos buscaban diariamente en las Escrituras para encontrar si Pablo les estaba diciendo la verdad (ver Hechos 17:11). Si alguno no habla de acuerdo con la Palabra de Dios, no hay luz en él. Pablo describe a estas voces opuestas como enemigas. Disfrazadas como amigas, en realidad son enemigas de la cruz por haber equivocado el espíritu de la cruz, el cual es negarse a sí mismo. Jesucristo se negó a sí mismo y fue a una muerte maldita por usted y por mí. El llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero y pagó por ellos completamente (1 Pedro 2:24). Al negarnos a nosotros mismos —nuestra forma de vivir y nuestros prejuicios— venimos a Cristo y nos entregamos a él, y confiamos en él para que nos perdone nuestros pecados pasados y presentes. Los que se oponen a esta forma de perdón son enemigos de la cruz. Están en enemistad con la razón total de la muerte de Cristo santificarnos y prepararnos para la vida eterna. El fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. (3:19) Universalismo es la doctrina que dice que todo el mundo está destinado a ser salvo. ¡Qué triste que pueda haber quienes crean realmente tal mentira! Las Escrituras nos enseñan que algunos están destinados a perderse. El hombre será recompensado según la forma en que viva y de acuerdo con sus obras. Jesús dijo: "Día vendrá cuando yo separaré las ovejas de los cabritos." A los cabritos dirá: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mateo 25:31-46). Las Escrituras nos advierten de un castigo infinito, no de una rápida aniquilación. El destino de los enemigos de la cruz es la destrucción eterna.

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Entonces, Pablo identifica al dios de ellos como "el vientre". El uso de tal palabra no es una indicación de falta de cultura por parte del apóstol sino más bien un término que incluye a todos los apetitos: no sólo la glotonería sino todas las formas de indulgencia sensual. Si él hubiera condenado el adulterio, o la pereza, o algún otro pecado del cual personalmente no fuéramos culpables al presente, ¡qué fácilmente hubiéramos asentido a lo que dijo y le hubiéramos animado diciendo: ¡Muy bien, sigue así! Al expresar la idea como hizo, Pablo no deja escapar ninguna propia complacencia. El afirma valerosa e inequívocamente que los enemigos de la cruz viven para satisfacer sus propios apetitos carnales. ¿Dónde podemos encontrar evidencias del trabajo de estos enemigos de la cruz en esta sociedad moderna? Consideremos, para comenzar, el asunto del aborto. El argumento que más prevalece para ello es la conveniencia: la mujer tiene el derecho de vivir su propia vida de la manera que le plazca. Si un hijo sin nacer aún es una inconveniencia para ella, tiene el derecho de destruirlo. Mas, aflorando de las Escrituras está el mensaje de la preciosidad de la vida. En el Evangelio de Lucas se registra la visita de María a su prima Elizabeth, durante sus embarazos simultáneos. Cuando María la saludó, Juan el Bautista saltó en el vientre de su madre por la presencia de Jesucristo, y el Espíritu Santo vino sobre Elizabeth (ver Lucas 1:39-45). Aun en la etapa fetal, hubo una respuesta vital al Santo Dios que había creado esa vida. ¡Cómo podemos atrevernos nosotros, los creados, a asumir la prerrogativa de jugar con la vida para beneficio de nuestra propia conveniencia personal! Necesitamos reconocer la seriedad y el pecado de tomar una vida, no importa su estado de desarrollo. La labor de estos enemigos queda evidenciada en su actual ataque directo a la familia americana. Recientemente, el autor de un artículo en la revista Reader's Digest entrevistó a un profesor de la Universidad del Sur de California (quien es también editor de El Diario del Matrimonio y la Familia y revisa libros relacionados con estos tópicos). Virtualmente todo lo que se publica en este campo pasa por su mesa de trabajo, y muchos de estos libros sirven luego como lecturas obligadas en los cursos de sociología y sicología en la universidad. El autor del artículo dice: "Me dijo que los editores se mueren por imprimir libros que anuncien que el matrimonio se está acabando, y ofrezcan alternativas para el mismo y la familia. El primer libro que examiné fue La familia en busca de un futuro: modelos para las modernas. Entre las alternativas fueron citados: matrimonios en grupos, matrimonio de homosexuales, sexo fuera del matrimonio, familias comunales, y poligamia." Otro libro que él comenta, La familia en transición: el matrimonio reconsiderado, incluye un capítulo sobre intercambio de parejas. Esta actividad se cita como una que pudiera consolidar el matrimonio debido al intercambio de experiencia y preparación. La Universidad Estatal de Pennsylvania ofrece un curso titulado "Alternativas al matrimonio". Al preguntarle un reportero qué futuro veía ella para la familia, la profesora Judith Laws, quien enseña un curso similar en Cornell, replicó: "La familia no es una institución viable. Es causa de tensiones que las gentes no pueden soportar. Aísla y empobrece a las mujeres." Otro de tales "expertos" en este campo (Universidad del Noreste de Illinois) dijo: "Esperamos que nuestros estudiantes comenzarán a objetar los valores que ellos han tomado siempre por verdaderos, tales como los del matrimonio monógano y la familia." Pablo dice "... cuyo dios es el vientre". Ellos adoran cualquier cosa que sea agradable y libre de consideraciones morales. El movimiento de Liberación Femenina es otro ejemplo de la misma cosa. En el libro Vivir o No Vivir, la autora cristiana afirma, "Yo estoy liberada. Jesucristo me ha liberado". Continúa entonces haciendo notar los tres grupos feministas que según ella caracterizan al movimiento: las rebeldes y militantes, las luchadoras intelectuales, y las protestantes pervertidas. Rehusando reconocer que su liberación real está en la persona de Jesucristo, estas mujeres deifican cualquier cosa que satisfaga sus apetitos sensuales. Los enemigos de la cruz estaban en la iglesia en los días de Pablo, y nosotros encontramos la misma situación en la iglesia de hoy. En 1970, un reporte del Consejo de Iglesia y Sociedad de la Iglesia Unida Presbiteriana abogaba por el levantamiento de toda restricción contra los adultos solteros que desearan vivir juntos; leyes liberales sobre el aborto; aceptación sin estigma alguno de las prácticas homosexuales: adulterio en circunstancias excepcionales. Pablo establece la defensa dada por estos enemigos de la cruz: "cuya gloria es su vergüenza." Se jactan de sus propios hechos vergonzosos. Justifican la alteración de cualquier patrón moral preestablecido para que se ajuste a sus propios patrones de comportamiento. Un ejemplo típico de esto

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lo encontramos en el libro El derecho de mentir. El autor, un sicólogo, dice: "Todos tenemos el derecho de mentir, y todo padre debe enseñar a su hijo el fino arte de mentir con propiedad." Ahora, ¿por qué debe un educado sicólogo abogar abiertamente por la mentira? El contesta: "Si los niños fueran enseñados a decir mentiras, entonces, cuando mintieran no sentirían culpabilidad alguna que dañara su ego." Una clase similar de razonamiento enfermo es el que ofrece el teólogo episcopal Joseph Fletcher en su libro Eticas de situación. "En algunas situaciones el amor entre solteros pudiera ser infinitamente más moral que el desamor en los casados. La mentira pudiera ser más cristiana que decir la verdad. El robar pudiera ser mejor que el respeto a la propiedad privada, etc." Y a continuación presenta una elaborada justificación para este razonamiento. Pablo sumariza tales razonamientos muy simplemente: "cuya gloria es su vergüenza." En el libro La nueva legalidad, el autor señala el hecho de que en nombre de las humanidades seculares: sicología, antropología, y sociología, se nos pide legalizar el homosexualismo, la prostitución, el juego, el suicidio, el aborto, la inseminación artificial, la esterilización de los que tienen algún defecto, y la eutanasia. En todos los casos, la apelación para enmendar las leyes existentes es justificada por los supuestamente nuevos descubrimientos científicos en la condición humana por estos humanistas "científicos". ¡Esta es la defensa de su vergüenza; y ellos se glorían de ello! Las Escrituras nos dicen que la forma en que esos individuos piensan está en un nivel bajo, terrenal. Tienen sus mentes puestas en las cosas terrenales, y su visión jamás sobresale de ese limitado horizonte. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos. (3:20a) ¡Qué glorioso contraste hay en la percepción de los cristianos entre lo que les rodea y lo que está por encima! Somos ciudadanos del cielo. Aun estando en la tierra, tenemos nuestra ciudadanía en el reino de los cielos. Nuestro Rey y nuestras leyes vienen del cielo, y como embajadores aquí en la tierra vivimos de acuerdo con las leyes de Dios. Nuestra ciudad permanente no es esta tierra temporal, sino que nuestro sistema total de valores gira alrededor de la realidad de que no vamos a estar aquí para siempre. Estaremos con Cristo Jesús por la eternidad. Esto debe afectar definitiva y concretamente nuestra manera de vivir ahora, aquí en la tierra, como ciudadanos de su reino. ¿Qué podemos decir, entonces, en conclusión? Primero, el antídoto efectivo para la presencia tóxica de estos enemigos de la cruz en nuestro medio —y a nuestro alrededor en una sociedad postcristiana— está en seguir fielmente ejemplos de piedad tales como los del apóstol Pablo. Debemos señalar a estos hombres, seguirles, y ser como uno de ellos. Necesitamos ejemplos cristianos en las universidades, en la comunidad, en la iglesia, y en toda posición de dirección política y espiritual. Segundo, debemos estar siempre conscientes de nuestra verdadera ciudadanía y vivir de acuerdo con ella, siendo buenos embajadores de Cristo. Si nuestra verdadera misión está enraizada en nuestros corazones, su verdad nos guardará de envolvernos demasiado en las cosas terrenales. Tercero, si el sistema escolar público está siendo más y más secularizado, tomando sus escalas de valores de fuentes anticristianas, oremos para que Dios provea hombres y mujeres que enseñen una escala de valores basada en la Biblia en nuestras aulas y hogares. Cada uno de nosotros debe buscar el estar en Cristo y guardar sus mandamientos, de modo que podamos conocer cómo distinguir la verdad del error. Cuarto, ¡debemos evangelizar! No nos hará ningún bien conocer la verdad o aun decir la verdad, a menos que los corazones de los hombres y las mujeres sean cambiados y hechos receptivos y dóciles para recibir la verdad de Dios y vivir por ella. Debemos llevar a los hombres y a las mujeres al poder que da vida y libertad: el de la cruz de Jesucristo. Entonces conocerán la verdad, y la verdad los libertará (ver Juan 8:32).

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CAPÍTULO XII LA ESPERANZA CRISTIANA

Filipenses 3:20,21

¿Qué cosa es la vida? ¿Hacia dónde se encamina la historia? ¿Qué nos da, en esta vida, propósito para el presente y metas para el futuro? Una respuesta secular típica sería la expresada en The Naked Ape. En este libro de gran venta, el autor afirma simplemente que no existe una razón real. Sencillamente somos animales que hemos progresado un poco más que los demás. Esta es, quizás, la mejor respuesta que el mundo puede ofrecer. El apóstol Pablo, sin embargo, lo vio de manera diferente. Después de ordenar a los cristianos seguir el ejemplo de hombres que vivieran vidas consagradas, presentó la razón que tenía para hacer tal llamada. Con profundo interés alertó a los creyentes acerca de los "que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal" (Filipenses 3:18b,19). Ahora él contrasta el punto de vista secular con el cristiano. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (3:20) ¡Qué diferencia tan maravillosa! Como cristianos no tenemos nuestras mentes en lo terrenal ni en cosas vanas; nuestra mente está en los cielos, en el futuro, en el conocimiento de la consumación final de todas las cosas. Pablo identifica los cielos como el sitio de nues- tra ciudadanía. Como residentes de una pequeña colonia de Roma, los filipenses comprendían el significado de una ciudadanía. Lo mismo sucede con los cristianos: somos una "pequeña colonia" de los cielos en la tierra. Un ciudadano de cualquier país tiene ciertos privilegios, acceso a tribunales especiales, obedece. las leyes específicas de su nación. Así es con todos los ciudadanos del cielo. Tenemos a Cristo Jesús como nuestro Rey. Las oficinas centrales de nuestro estado se encuentran en el cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. El es nuestro legislador. Ciertamente, debemos obedecer también las leyes de nuestra sociedad terrenal, pero allí donde exista un conflicto se nos ordena obedecer la ley de Dios en lugar de la del hombre. Tenemos derechos y protección como ciudadanos de Dios en este mundo, aunque él nos advierte que seremos "contados como ovejas para el matadero" por su causa. Nosotros nos convertimos en ciudadanos de un país por nacimiento o por inmigración, tomando la nueva nación como nuestra patria adoptada. En cierto sentido, venimos al reino de Cristo de la misma forma. Algunos comienzan a conocer y se familiarizan con el reino de Cristo en virtud de la ciudadanía de sus padres. Sin embargo, en determinado punto deben hacer profesión de lealtad a ese reino de Dios. Deben recibir al Rey de Reyes como su soberano y creer en él como aquel que murió por sus pecados. Sin esa entrega consciente no son ciudadanos del reino de Dios. Algunos, que no han conocido el privilegio maravilloso de tener padres cristianos, llegan al reino de Cristo como extranjeros completos. Al conocer acerca del cielo y su Rey, se entregan a él rindiéndole sus vidas y creyendo en él como su Salvador. Se reconocen como pecadores, en necesidad de un Salvador -que sólo él puede salvar (porque murió y pagó completamente por los pecados) y que él es el Mediador señalado entre Dios y los hombres. Al hacer esto, nacen de nuevo al reino de Dios. La ciudadanía en los cielos trae una nueva visión de la perspectiva con la que miramos el mundo. Nos damos cuenta de que somos peregrinos de paso por una tierra que no es la nuestra. Como ciudadanos del cielo dejamos este "país extraño" cuando morimos, y vamos a nuestra patria a reunirnos con nuestro Rey cara a cara. Pablo habló de esto en el primer capítulo de Filipenses: "Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros" (vv. 23,24). El apóstol estaba experimentando el conflicto de querer estar con su Rey, o de permanecer en su tarea aquí en la tierra. Todo lo resumió al decir: "Porque para mí el vivir es Cristo." Cristo era la fuente de su vida aquí en la tierra; y vivir, su oportunidad' de servir al Señor. Pero morir era ganancia, porque el cielo era el lugar de su verdadera y eterna ciudadanía.

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Como ciudadanos del cielo debe haber también una diferencia en la manera en que consideramos aaquellos que ya han partido para estar con el Señor. Uno que perdió un ser amado expresó sus sentimientos de esta manera: "¡Oh, tú, cuyo rostro hizo brillar mi morada; si para apresurar el dichoso día de nuestra reunión, Dios en su bondad te trajera de nuevo! ¡Qué he dicho! ¿Volver a esta pobre tierra? ¿Dejar la vida inefable para caminar nuestras sendas enlodadas con vacilantes pasos cuando vistes ya tus blancas túnicas? ¿Volver, cuando Jesús te guía a lo largo de las riberas del Jordán, y calma tu sed en las fuentes del agua de vida? ¡No, no! No regreses. ¡Yo esperaré con fe la hora en que despliegue mis alas para volar a ti!" ¡Nuestra ciudadanía está en los cielos! No lamentéis a aquellos que han tenido el privilegio de ir al hogar, pues la Escritura dice que aquellos que mueren en el Señor son bienaventurados. En este versículo Pablo no solamente habla de nuestra ciudadanía en los cielos, sino también de la espera por el retorno de Cristo del cielo: "... de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo." Mientras el apóstol observaba la situación a su alrededor, notando a muchos que tenían su mente en el mundo y eran tentados a caminar como otros lo hacían, urgía fuertemente a sus hermanos cristianos: "No limitéis vuestra visión a esta tierra temporal. Somos cristianos y debemos mirar hacia arriba y no hacia este mundo. ¡Nuestros ojos están fijos en los cielos porque esperamos ansiosos algo grande que sucederá!" ¿A qué se está refiriendo Pablo? ¡El Señor Jesucristo regresa: literalmente, visiblemente, finalmente. "De donde también esperamos" significa esperar impacientemente su regreso. Mientras otros adquieren con avidez tierras, casas, y artículos, los cristianos ansían reclamar sus propiedades en el cielo con su Rey. Pablo dijo a los tesalonicenses: "... os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo..." (1 Tesalonicenses 1:9,10). Esta debiera ser la descripción de cada creyente: uno que se haya vuelto de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, aguardando con ilusión a que el Hijo de Dios regrese de los cielos. Como Pablo explicó claramente, los enemigos de la cruz se encaminan hacia un eterno castigo, hacia una permanente separación de la gloria del Señor y la presencia de su poder. Para estos condenados ya, pues, Cristo regresará como juez definitivo. Nosotros, los que hemos tomado su cruz y le hemos seguido, esperamos su regreso como Salvador. La primera vez él vino a morir por nuestros pecados y ser nuestro Salvador. La segunda vez lo hará para salvarnos del juicio y la destrucción de este mundo de maldad y conducirnos a un nuevo estado. Al hacerlo así traerá la redención de nuestros cuerpos, para "salvarnos" definitiva y completamente en toda la extensión de su plan de salvación. Cierto, Cristo traerá también una corona y la colocará sobre nuestras cabezas, pero ¡es por él por quien nosotros esperamos con ansiedad! Como lo expresan las palabras de un bien conocido himno: "Los ojos de la novia no miran sus vestidos sino el rostro de su amado / Nosotros no miraremos a la gloria sino al Rey de Gracia / No a la corona que él da sino a sus honradas manos / El Cordero es toda la gloria en la tierra de Enmanuel!" El Cielo de los Cielos es Jesucristo. Nosotros esperamos por él. Las Escrituras se refieren a la segunda venida de Cristo como la Bendita Esperanza. "Esperanza", en la Biblia, no es una cosa incierta, sino más bien algo que todavía no ha tenido lugar. Se relaciona con la fe de la siguiente manera: "La fe se une a aquel que promete y espera que cumpla las promesas hechas; la esperanza va más al lá y aguarda las cosas buenas que él ha prometido. La esperanza es la fe aplicada al futuro; es el deseo unido en matrimonio con la espera. ¡La esperanza es cosa segura y cierta porque Dios cumple sus promesas! De acuerdo con Hebreos 6 esta esperanza obra como un ancla para el alma. En contraste con una nave sin ancla y camino al naufragio, la esperanza nos mantiene firmes en este mundo agitado por la tormenta. El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a si mismo todas las cosas. (3:21) Los enemigos de la cruz de Cristo hicieron un dios de sus vientres, viviendo sólo para su propia satisfacción. El cristiano, sin embargo, tiene el privilegio y el gozo de esperar la transformación de su cuerpo al regreso de Jesucristo. El Señor Jesucristo, que creó todas las cosas, llevará a cabo la remodelación de, estos cuerpos débiles. Benjamín Franklin captó esta idea en el epitafio de su lápida: "Como las cubiertas de un viejo libro, el contenido se ha deteriorado, desnudo de sus caracteres y formato, sirviendo de alimento a los gusanos. Pero la obra no se perderá pues volverá a aparecer una vez

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más: una nueva y más elegante edición, revisada y corregida por el Autor." La expresión "el cuerpo de nuestra humillación" se refiere a nuestro cuerpo bajo, sin valor. No hay nada malo con el cuerpo humano, pero es bajo en el sentido de que se deteriora, se va muriendo, es débil, indefenso, sujeto a enfermedad, y es un instrumento de tentación para nosotros. San Francisco de Asís se refirió a su cuerpo como el "Hermano Asno". C.S. Lewis, comentando sobre esto, afirmó: "Asno es la exquisita y apropiada palabra, ¡pues nadie en sus cabales puede ni venerar ni odiar a un burro! Es una bestia útil, fuerte, haragana, obstinada, paciente, amable, y enloquecedora, a veces mereciendo la estaca, a veces una zanahoria. Así es nuestro cuerpo." Con todo ello, ¡este mísero cuerpo va a ser transformado! Esta promesa ha sido demostrada por el propio cuerpo de Cristo. El mismo cuerpo que fue a la tumba salió de ella. ¡La tumba quedó vacía! El cuerpo que salió era el mismo con las mismas cicatrices, mas era diferente. ¡La remodelación será una continuación de la identidad personal junto con la más marcada alteración! El capítulo quince de 1 Corintios es el único lugar en la Biblia que da alguna indicación de cómo será esta remodelación: "Pero dirá alguno: ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra en cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante" (1 Corintios 15:35-45). En su libro The Nature of the Body of Resurrection J.A. Schep ofrece algunos pensamientos sobre lo observado por Pablo y llama la atención al hecho de que Pablo no racionalizaba. El apóstol "apunta simplemente al poder de Dios, quien, ante vuestros ojos, trae a la vida aquello que ha muerto, dando nueva vida a lo que ha caído en las garras de la descomposición. Pablo no se refiere a la energía vital presente en la semilla, sino al vivificante y resucitador poder de Dios... El argumento de Pablo se desarrolla a lo largo de estas líneas de pensamiento: ¿Dudáis de la posibilidad de que cuerpos descompuestos puedan ser resucitados? ¡Qué necios sois! Olvidáis que, en la resurrección, el poder de Dios se revelará él mismo. ¿Qué es lo que hace Dios tantas veces como vosotros sembráis vuestras semillas? El las vivifica al hacer que se descompongan en la tierra. El las trae a una nueva vida a través de la muerte. Sin que mueran y sean disueltas en la tierra no pueden ser vivificadas. Tal es el poder de Dios. ¿No sois necios cuando a pesar de que este poder divino se revela diariamente ante vuestros ojos os atrevéis a preguntar, cómo puede ser jamás revivido lo que está muerto y descompuesto?" Schep continúa diciendo: "La substancia y naturaleza esencial de la semilla que se ha sembrado no cambia cuando retoña en una nueva y más rica vida. Así, tampoco debemos esperar que la substancia de nuestro cuerpo cambie en la resurrección. Si este cuerpo carnal no fuere levantado, la muerte no sería derrotada y podría conservar su presa." El cuerpo de resurrección será como una planta crecida a plenitud comparada con el pequeño grano o semilla de donde Dios la levantó. Superará nuestro cuerpo, en la forma en que ahora lo poseemos, en todo respecto. El cambio irá mucho más allá de nuestra imaginación." Nosotros encontramos en este pasaje de la Escritura el término "cuerpo espiritual". Esto ha dado lugar a una enseñanza herética que dice: "Este no será realmente un cuerpo carnal, sino espiritual." La respuesta fue dada hace mucho tiempo cuando el Señor Jesucristo dijo: "Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo" (Lucas 24:39). George L. Ladd, del Seminario Teológico Fuller, abunda sobre esto: "El cuerpo espiritual no es un cuerpo hecho con más espíritu que el natural, literalmente cuerpo síquico es hecho de la siquis. Es un cuerpo real, literal, aun cuando esté adaptado a un nuevo orden de existencia que será inaugurado en la resurrección. Espiritual, en este contexto, se acepta mejor como queriendo decir dominado por el Espíritu Santo."

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Si se sigue leyendo, se encontrará que dice: "La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios." ¿Qué significa esto? Bueno, no significa que no tendremos cuerpos carnales, pues hay diferentes clases de carne. Lo que quiere decir es que este cuerpo, como está constituido ahora, no podría vivir en el nuevo orden de existencia. Estos cuerpos bajos no encajarían en la nueva fase de vida en el cielo eterno de Dios. Nosotros tendremos un cuerpo que estará directamente relacionado con el que tenemos ahora, pero, sin embargo, no será la misma clase exacta de carne. Yo tampoco creo que "al levantar Dios este cuerpo" signifique que Dios tenga que reunir y volver a juntar todos mis átomos originales. Mi cuerpo está continuamente cambiando de átomos. Cada vez que tomo un baño algunas células se van por el desagüe. Si Dios las juntara de nuevo, ¡tendría cinco o seis cuerpos! Lo que hace que mi cuerpo sea el mío es la forma en que las células están organizadas. Qué hay envuelto tan hondo como en lo que se refiere a los átomos originales, la Biblia, simplemente, no lo dice. Las Escrituras enseñan que habrá una relación integral entre el cuerpo que es entenado y el que es levantado, ¡este mismo cuerpo! Esto es trascendental, pues habla de continuidad e identificación. Mi cuerpo puede estar cambiando continuamente ahora, mas sigue siendo reconocible como mi cuerpo. En el Credo Apostólico original, en lugar de "Creo en la resurrección del cuerpo", la frase era: "Creo en la resurrección de la carne" (no fue sino hasta 1552 que se usó el término "cuerpo", que entonces era considerado como sinónimo de carne). En el día de hoy, sin embargo, los hombres dicen "creo en la resurrección del cuerpo" con una actitud burlona. Usan las palabras de Jerusalén mas tienen el acento de la filosofía ateniense. Ellos no quieren decir que sus cuerpos serán levantados. "A la luz de esto", dice Schep, "quizás debiéramos volver a la fraseología original y decir "Creo en la resurrección de la carne', pues es eso lo que Dios dice". A propósito de este cambio es "que (nuestro cuerpo) pueda ser remodelado al igual que su cuerpo glorioso". Cuando Dios nos escogió para ser salvos, él nos predestinó a ser conformados a imagen de su Hijo. Hay una transformación moral llevándose a cabo en todo cristiano hoy día. Mientras contemplamos su rostro como por espejo, el Espíritu de Dios dentro del cristiano está reproduciendo la imagen de Jesucristo: estamos siendo trasladados de gloria a gloria, comenzando por reflejar su imagen moral. Pero esta transformación no estará completa, no llegará a ser como nuestro glorioso Señor, hasta que nuestros cuerpos sean como su cuerpo. Todo el propósito de Cristo al redimirnos fue que pudiéramos ser como él. Esta es la meta de la vida cristiana: la semejanza a Cristo. Pablo habló de cómo él se esforzaba por esto, al decir: "Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento...." ¿Cuál es esa meta? Es el ser semejante a Cristo. Al final del proceso, nuestros cuerpos serán como su glorioso cuerpo. J.A. Schep describe el cuerpo de Cristo como el mismo que fue resucitado: "La conclusión final sacada de todos los pasajes y discutidos, el Nuevo Testamento en general y las epístolas de Pablo en particular, no proveen base para negar lo que está claramente implícito en las propias palabras de Jesús: 'Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo' (Lucas 24:39). El Señor exaltado es aun el Verbo Encarnado (Cristo aun se viste con nuestra carne) que retuvo su carne al resucitar de entre los muertos y convertirse en un Espíritu dador de la vida. En él y a través de él la era de lo natural se transformó en la era de lo espiritual al haber retenido el Señor su cuerpo de carne y hueso, mas sin ser ya igual al que Adán poseyó. El cuerpo de Adán era terrenal en todos los respectos: limitado a la tierra, dependiente de los alimentos provistos por la tierra, destinado a propagarse por nacimiento natural, no inmortal todavía, no aun glorificado, todavía capaz de volverse un instrumento de pecado y sujeto, por tanto, a la muerte bajo la ira de Dios. "El cuerpo carnal de nuestro Señor exaltado es muy diferente del de el Espíritu de vida (que mora en él). Este es un cuerpo espiritual; un cuerpo no calificado o controlado por la carne y sujeto a la tierra como lo fue el cuerpo de Adán. El cuerpo carnal de nuestro Señor exaltado está calificado por el Espíritu que mora en él en toda su plenitud y a través del cual es centro de la vida imperecedera en los cielos, fuente inextinguible de las energías celestiales. No depende en lo más mínimo del alimento, pero puede tomarlo si el Señor lo quiere así. Puede ser visto y palpado si él lo desea, pero puede también desaparecer y marcharse de forma milagrosa. Puede caminar todo el camino de Jerusalén al monte de los Olivos, viajero sobre la tierra, entonces, de repente, dejar esta y ascender a los cielos, su verdadero hogar. Aun conserva las marcas de las heridas infligidas a él en la crucifixión."

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Yo creo que hay una diferencia entre lo que nuestros cuerpos serán y lo que el de Cristo es, y esta significativa diferencia es que nuestros cuerpos no mostrarán cicatrices; el suyo mostrará eternamente lo que él hizo por nosotros. El se mantendrá para siempre como el Cordero inmolado desde antes de la fundación del mundo. Mas, aunque Cristo llevará esas marcas, su cuerpo es tan glorioso que su apariencia hizo caer al apóstol Pablo como si hubiese sido golpeado por un rayo. Es un cuerpo rechazado por muchos que proclaman ser cristianos, pero en la consumación del mundo todo ojo verá este cuerpo de Cristo, aun los ojos de aquellos que te clavaron. Tal es el cuerpo carnal de nuestro Señor exaltado, y tal será nuestro cuerpo cuando sea modelado a su imagen "... por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas". Cristo es invencible. El tiene poder inherente. Esto será hecho, porque él puede. Las implicaciones para nosotros de todo lo anterior nos cortan la respiración. La resurrección da significado a todo en la vida. No sólo debemos recordar que nuestra ciudadanía está en los cielos y que demanda un comportamiento honorable de aquellos que representan ese reino celestial aquí en la tierra sino que también demanda la dedicación de nuestros cuerpos. No somos nuestros: Cristo compró nuestros cuerpos con el sacrificio del suyo propio. Por tanto, debemos glorificarle en nuestros cuerpos y nuestras almas, pues ambos le pertenecen. Esta es nuestra meta cristiana y la esperanza que nos purifica. Debemos ser completados para ser iguales al Señor al que servimos. Y al seguir su ejemplo aquí en la tierra, el profundo impacto moral sobre nuestras vidas producirá un sentido de autoidentificación: yo sé quién soy y hacia dónde voy. También sé la gloria que es mía y toda la que me espera. Un día, quiera Dios que sea pronto, esa bendita esperanza al regreso de Cristo, será cumplida. Entonces contemplaremos la belleza de todo lo que Dios ha hecho por nosotros en Jesucristo. Entonces comprenderemos completamente, con gran regocijo, el plan hacia el cual toda la vida se mueve; gloriosamente será develado ante nuestros ojos.

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CAPÍTULO XIII REGOCIJAOS EN EL SEÑOR SIEMPRE

Filipenses 4:1-5 Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados. (4:1) Como era su costumbre, al llegar al final de sus cartas el apóstol Pablo intercalaba las palabras "así que" y comenzaba a resumir. "Así que" hace referencia a todo lo dicho a los filipenses hasta este punto y particularmente al contexto inmediato. Pablo tiene varias amonestaciones que hacer a sus hermanos filipenses pero las introduce todas con palabras que hablan de su amor por estos recientes cristianos. Los términos que usa no reflejan adulación, sino que en realidad sentía cada palabra que decía. Sería difícil encontrar en alguna otra parte de la Escritura términos más agradables en un espacio más corto que en este versículo: "Hermanos míos, amados y deseados, gozo y corona mía." A continuación Pablo hace a sus amigos su primera exhortación: "Estad así firmes en el Señor." Ya el apóstol les había recordado que ellos estaban en medio de una generación perversa y corrompida. Por esta razón reenfatiza ahora que deben mantenerse firmes en el Señor, aun en presencia de los enemigos de la cruz, quienes se exhiben vestidos de ovejas pero son lobos dispuestos a hacer presa de la manada a través de falsas doctrinas. Tiernamente les insta a estar firmes en todo lo que se les ha enseñado de la Palabra de Verdad. Hay una buena razón para ello, es a saber, ¡nuestra salvación! Si no nos mantenemos firmes (resistiendo hasta el final), no seremos salvos. Jesús mismo nos prometió: "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida" (Apocalipsis 2:10). Aquellos que triunfen heredarán, pero no podemos vencer a menos que nos mantengamos firmes. Alguien podría preguntar: "Pero ¿no va el Señor a guardarnos?" Sí, él nos guardará ¡al ayudarnos a guardarnos nosotros mismos! No podemos invocar el hecho de que él nos guarde como excusa para la inercia espiritual. Estas dos ideas no pueden ir juntas. Pablo escribió a Timoteo: "Conoce el Señor a los que son suyos", (significando que los guardará), "y apártase de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo" (II Timoteo 2:19). Estas dos cosas se ajustan perfectamente: el Señor conoce a aquellos que le pertenecen y los guardará, pero todo aquel que invoca a Jesús como Señor es llamado a dejar toda forma de vida pecaminosa. Estas son, en realidad, las dos caras de una misma moneda. Sólo en su fortaleza podemos mantenernos firmes. ¿Cómo realmente se sostiene uno "firme"? Pablo aconsejó a los cristianos en Efeso "estar firmes contra las asechanzas del diablo". Para esto debían estar vestidos "de toda la armadura de Dios" (véase Efe. 6:11-18). Esta armadura de Dios incluía la "Espada del Espíritu", la cual es la Palabra de Dios; y la "Esperanza de Salvación", la cual es nuestro yelmo. Luego está nuestro "Escudo de la Fe", que nos ayuda y protege cuando somos tentados. Ello significa fe en las promesas de Dios, de que él guardará; fe en las promesas de Dios, de que él protege y bendice; y fe en que estas pruebas obran para nuestro bien. Nuestro "calzado" es "el apresto del evangelio de la paz", lo que significa que debemos salir a compartir las buenas nuevas. ¡Esto también es parte de nuestra armadura! Si no estamos hablando a otros acerca del Señor Jesucristo, nos encontramos a la defensiva en lugar de a la ofensiva. Estamos firmes en el Señor al utilizar toda la armadura que él ha provisto, al descansar en él, y al confiar en que él nos hará vencedores. Hay un incidente en la vida de Watchman Nee que ilustra la forma en que debemos estar firmes en el Señor. Siendo un cristiano joven, fue a una isla cerca de China a predicar el evangelio. Con él fue un grupo que incluía a otro joven, un muy celoso cristiano con el nombre de Woo. Al principio tuvieron muy poco éxito. Un día, estando fuera testificando, Woo preguntó a un grupo de hombres por qué no aceptaban el evangelio. -Nosotros no necesitamos a vuestro Dios. El nuestro es el verdadero —contestaron. - ¿Cómo sabéis esto? —preguntó Woo. -Porque cada año celebramos su festival y en cada año por doscientos ochenta y seis años no ha llovido nunca el día del festival. - ¿Cuándo celebraréis el festival este año?

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-Nosotros siempre escogemos la fecha por adivinación, y ha sido decidido que este año el día del festival sea enero 11 -respondieron ellos. Sin un momento de vacilación, Woo replicó: -Va a llover en ese día. La suerte estaba echada, y la predicción de Woo se extendió como el fuego. Cuando él dijo a Nee y los demás cristianos lo que había hecho, ellos cayeron inmediatamente de rodillas y comenzaron a orar porque lloviera en enero 11. Mientras ellos oraban, pareció como si Dios les hablara: "¿Dónde está el Señor Dios de Elías? Yo controlaré la situación. Confiad en mí. Descansad en mí." Como de costumbre se acostaron la noche de enero 10. Cuando despertaron en la mañana del día 11, el sol brillaba intensamente, ¡sin una sola nube en el cielo! El grupo de cristianos casi se llenó de pánico, mas recordaron entonces que el Dios de Elías estaba al mando y tranquilamente esperaron. Después del desayuno Watchman Nee dijo: -Creo que es el momento de orar ahora. Mientras esto sucedía, Dios reunía sus nubes al tiempo que ellos pedían con fe al Señor que enviara la lluvia en ese momento. Antes de que hubiesen finalizado de orar, ¡oyeron el golpear de las gotas contra el pavimento! La gente que estaba preparada para llevar el falso dios a través de las calles, reaccionó en un frenesí de pánico. Alguien sugirió entonces que llevaran al dios afuera y que eso detendría la lluvia. Así lo hicieron y entonces comenzó a diluviar. Bajo la lluvia torrencial el ídolo cayó de su silla, rompiéndosele la mandíbula y un brazo. Ellos tomaron de nuevo el ídolo y lo colocaron otra vez en su silla; entonces todo el grupo lo cargó por la calle, sólo para verse completamente inundados. Como medida de protección concluyeron que habían seleccionado mal el día para el festival y reanunciaron la nueva fecha como enero 14, señalando la hora como las 6 P.M. Una vez más los cristianos se mantuvieron en el Señor y confiaron en él para obtener una gran victoria. Como sucedió anteriormente, el día del festival amaneció claro y soleado, pero, como respuesta a la oración, comenzó a llover torrencialmente. Desde ese día en adelante hubo una nueva receptividad al evangelio de Jesucristo. Un grupo de cristianos consagrados, firmes en el Señor y en su firmes en el Señor y en su poder, había hecho cambiar los rumbos de la maldad. Ruego a Evodia y a síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti compañero fiel, que ayudes a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. (4:2, 3) Al continuar con su sumario, Pablo menciona a Evodia y a Síntique. ¿Quiénes eran ellas, y por qué Pablo las destaca en su carta? Eran dos mujeres que habían trabajado codo a codo con el apóstol en la extensión del evangelio. Aunque eran mujeres piadosas dentro de la congregación, no se llevaban bien entre sí. Posiblemente Pablo había sido informado por Epafrodito de este conflicto personal entre estas dos consagradas mujeres, el cual causaba desarmonía y división. Enérgicamente Pablo las reprende con esta apelación: "Traten estas diferencias entre ustedes mismas y soluciónenlas." Podemos sentir la profunda preocupación de Pablo a través de toda esta carta cada vez que se ve forzado a reprender a los cristianos por las divisiones innecesarias en la iglesia. Es cierto que ocasionalmente hay alguna división necesaria, particularmente aquellas basadas en la preservación de la verdad del evangelio. Ahí no podemos transigir. Muchas de las diferencias que surgen en las congregaciones locales, sin embargo, tienen que ver con conflictos de personalidad, los cuales se basan e inspiran en el pecado. ¿Cómo les aconseja Pablo que comiencen a solucionar una división así? Pues apela directamente a Evodia y a Síntique, diciéndoles que deben primero encarar personalmente el pecado en ellas mismas. "Que sean de un mismo sentir", les urge, "pero primeramente debéis (cada una de vosotras) hacer algo con la actitud de vuestro corazón. ¡Arrepentíos,! Comprended que eso es pecado en vuestras propias vidas y pedid a Dios que os perdone. Entonces id y pedid a los demás que os perdonen" La mitad de la batalla en la vida cristiana se gana cuando encontramos pecado en nosotros y lo enfrentamos nosotros mismos. Pablo se dirige públicamente a estas mujeres, así de pernicioso era su desacuerdo para el futuro crecimiento de esa iglesia. Si usted hubiera sido una de esas dos mujeres

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sentadas en la congregación cuando esta carta fue leída, ¿cuál hubiera sido su reacción? ¿Se hubiera usted levantado airadamente y marchado del salón llena de indignación?, ¿o quizás humillada pensando por qué Pablo habría actuado con tan poco tacto al no haberle escrito a usted privadamente? De todas formas, el problema real no está en si la persona que le reprocha tiene tacto o no (aunque el amor cristiano juega, definitivamente, una parte muy importante en la manera en que tratamos a las personas). El problema es usted. Lo que importa es que, una vez confrontado con el pecado suyo, usted se arrepienta de él. Usted es tanto el problema como la solución del mismo. Si usted es cristiano, usted tiene el poder para tratar con el pecado y arrepentirse de él a través de Jesucristo, que vive en usted. Usted debe ir a la otra persona y decirle: "Es terrible para nosotros estar disgustados. Estamos sembrando discordia entre nuestros hermanos y apagando el Espíritu de Dios cuando peleamos como lo hacemos. De cualquier pecado grande del cual sea yo culpable, ¿quisiera usted perdonarme?" Mas suponga que aun la otra persona le replique: "¡No! ¡No te perdonaré! Tú no te has comportado como Cristo en ninguna forma." ¡Todavía esto no le da derecho a continuar en ese pecado! En su lugar, usted debe comprender su propia falta de semejanza con Cristo y morir a sí mismo. Esto es el corazón de todo. Esta es la llave para arreglar las diferencias y ser de un mismo sentir. Hay una segunda llave: la ayuda de otros cristianos que nos amen lo suficiente como para reprocharnos con el hecho de nuestro pecado mas, sin embargo, dispuestos a orar por nosotros y aceptar ayudarnos a encarar ese pecado y a conquistarlo. De seguro esa fue la actitud de Pablo. Como cristianos, primero tenemos que tratar con nosotros mismos. Pero cuando vemos a otros cristianos que tienen pecado en sus vidas y son causa de división entre los creyentes, es nuestra responsabilidad ir a ellos y ayudarles a solucionar este problema. Esto no es nada fácil de hacer, y Pablo apela al sentimiento de unidad de los filipenses para que den una mano en la solución del problema. No sólo se les pide que vayan a estas contendiosas mujeres con amonestación, sino que traten de restaurarlas a la plena armonía con la comunidad de creyentes. Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (4:4) La tercera apelación de Pablo a los cristianos filipenses es para que vivan una vida de continuo regocijo. Nótese este énfasis a través de todo el libro de Filipenses. La palabra "regocijar" se repite once veces en estos pocos y cortos capítulos, y la palabra "gozo" se usa cinco veces. La clase de "gozo" de que habla Pablo existe no importa la situación. Es un gozo independiente de las circunstancias que le rodeen. Es un gozo en el Señor, lo que significa que podemos experimentarlo sin importar qué otra cosa suceda. Pero debemos "estar en el Señor" para conocerlo. No todo el mundo está "en el Señor". Nos convertimos en cristianos por el arrepentimiento y la fe, rindiéndonos a él y confiando sólo en él para llenar todas nuestras necesidades. Es en esa relación que tenemos el privilegio de experimentar el gozo que él promete será nuestro. Más aun, no tenemos derecho a permitir que alguien o algo nos robe ese gozo, que es nuestro por derecho en Cristo Jesús. Sin embargo, muchos cristianos lo permiten. De hecho, me atrevo a decir que este es el mayor pecado entre los cristianos, ¡la falta de gozo! ¡Y qué ejemplo más triste somos cuando carecemos de él! Un cristiano sin gozo no está recomendando la fe cristiana a otros. Lo que está diciendo en realidad es que este asunto de ser cristiano no es gran cosa. Como un ejemplo de gozo mirad a Pablo. El nos escribe esta carta a todos nosotros desde una prisión. Azotado por su fe cristiana, encarcelado por su testimonio, se le puede hallar todavía cantando en su celda en Roma, así como había hecho antes con Silas. Con el testimonio de su vida, Pablo demostró que el inconquistable gozo del cristianismo puede hacerse evidente en nuestras vidas. Este gozo puede ir de la mano con las experiencias de aflicción. Las Escrituras nos dicen que el Señor Jesús fue varón de dolores experimentados en quebrantos (véase Isa. 53:3), pero también fue hombre con un ministerio y experiencia gozosos. Su vida y la de Pablo son ejemplo de un regocijo que aún puede ser experimentado cuando todo parezca ir mal, cuando haya enfermedad, cuando la prueba amenace con vencer nuestros frágiles cuerpos. Esta clase de contento es tanto nuestro privilegio como nuestra obligación. ¿Por qué debe un cristiano regocijarse? Isaías conocía la respuesta cuando dijo: "En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación..." (Isa. 61:10). Dios ha tomado los harapos de nuestra injusticia, los ha puesto sobre el Señor Jesús y nos ha vestido con la justicia de Cristo. ¿Qué podemos hacer sino estar gozosos?

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David dijo: "Jehová es la porción de mi herencia." ¿Qué es lo que usted tiene por herencia? El cristiano tiene al Señor, y cuando se tiene a él se tiene todo. Toda la tierra pertenece al Señor, y todas estas cosas son nuestras cuando tenemos a Cristo como nuestra herencia. No es sorprendente que podamos regocijarnos con el salmista: "Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte, las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente" (Salmo 16:5,6,8,9). ¡Considérese el gozo de los discípulos cuando la resurrección de Jesús! El Señor les había dicho: "... vosotros lloraréis y lamentaréis ... pero ... vuestra tristeza se convertirá en gozo ... y nadie os quitará vuestro gozo" (Juan 16:20,22). Cuando ellos vieron a Jesús vivo, después de su muerte y sepultura, fue casi demasiado bueno para ser verdad. ¡Y no pudieron contener su gozo! Joseph Parker dice: ",Es que no es nada tener la seguridad de que el brazo de Dios nos rodea con el propósito de defendernos? ¿Es que no es nada saber que nuestro pan nos será dado y que nuestra agua estará segura? ¿No debieron regocijarse al pensar a quién había dicho Dios: 'Ninguna arma forjada contra ti prosperará?' ¿O a quiénes dijo Cristo: `No te desampararé, ni te dejaré'? ¿Qué otra cosa podemos hacer sino estar gozosos? Primeramente, tenemos "gozo y paz en el creer" (véase Rom. 15:13). Cuando creemos en las grandes y alegres nuevas de la verdad, y ponemos nuestra fe en Cristo como el resucitado, experimentaremos este gozo en nosotros el cual se produce en nuestro interior como un fruto del Espíritu Santo. En su libro Therefóre Stand Wilbur Smith cita los testimonios de dos o tres bien conocidos cristianos. Madame Guryon, por ejemplo, pasó diez años en prisión y soportó las más increíbles atrocidades por la causa de Cristo. Sin embargo cantaba himnos de gozo y consideraba las piedras de su prisión como rubíes. A la edad de ochenta años Harriet Beecher Stowe escribió a un familiar acerca de su Señor: "Como decía al despertarme esta mañana, hay gozo suficiente, mi todo en todo, al estar tendida a sus amados pies. El no dejará que caiga más bajo ni que vuele más alto." Wilbur Smith reta entonces a cualquiera a que muestre algo similar escrito por una persona no cristiana de ochenta años de edad. "En ningún lugar de la literatura sobre la faz de la tierra podréis encontrar tal gozo expresado por alguien que no sea cristiano." Simplemente no está disponible para ellos. Sólo los cristianos experimentan ese gozo, y lo hacen al apropiarse de todo lo que es suyo a través de Jesucristo. En segundo lugar, podemos obtener este gozo por la obediencia. David dijo: "Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón" (Salmo 19:8). Recuérdese que David perdió el gozo de su salvación cuando desobedeció a Dios (véase salmo 51:12). Jesús consoló a sus discípulos con las palabras: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:11). Es al morar en él que experimentamos gozo; es al obedecerle que podemos vivir en el gozo. Wilbur Smith señala que al leer a través del Antiguo Testamento encontramos que no se registraron himnos desde los tiempos de David por los siguientes trescientos años, excepto en una sola ocasión. Al final de esos trescientos años, Ezequías se levantó y comenzó a limpiar todo el pecado y los falsos dioses de entre el pueblo. Es entonces cuando leemos: "... y cuando comenzó el holócausto, comenzó también el cántico de Jehová con las trompetas..." (II Crónicas 29:27). Ellos cantaron alabanzas con alegría, y Ezequías se regocijó con todo el pueblo. Experimentamos gozo cuando obedecemos, cuando creemos, y cuando nos recordamos a nosotros mismos lo que tenemos en Cristo Jesús. Una de mis historias favoritas es acerca de un granjero que gritaba en la iglesia. La congregación había instalado recientemente a un nuevo predicador. Este estaba tratando que esa iglesia de campo fuera un poquito más formal y sosegada. Poco más o menos a la mitad de todos los servicios, un cierto granjero comenzaba inevitablemente a gritar amén. Al fin se nombró un comité para que le hablara acerca de esto. Al llegar al hogar del hombre, este estaba arando en el campo. Al ser interpelado, detuvo su mula y concedió: "Yo sé que nuestro nuevo predicador está tratando de hacer las cosas más formales y sosegadas", dijo, "y yo trato de no gritar, ¡de veras que trato! Me digo que no lo voy a hacer este domingo. Entonces comienzo a pensar en lo que el Señor ha hecho por mí. Que yo era un ruin pecador, camino del infierno, y Dios me amó de tal manera que envió a su Hijo a que pagara por mis pecados. Que por fe en él he sido justificado y ahora voy camino del Cielo.... Tengan, sujétenme esta

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mula, ¡voy a tener que gritar otra vez!" Cuando permitimos que algo nos robe nuestro gozo somos como un hombre que haya sido perdonado de una sentencia de muerte, curado de cáncer, se. le haya dado un millón de dólares, y sigue tan calmado con una actitud de "aquí no ha pasado nada". El gozo debe inundarnos. "... Porque el gozo de Jehová es vuestra fortaleza" (Nehe. 8:10). El gozo nos hace lo suficientemente fuertes como para soportar las pruebas. Hace que estas pequeñas aflicciones luzcan prontas a desaparecer. El gozo nos capacita para ir y compartir nuestra fe con otros, y cuando estos vean nuestro profundo gozo interior, se darán cuenta y cobrarán ánimo. Verán en nosotros una reacción a las pruebas y a las circunstancias duras que ellos no tienen. Su gozo se va en el mismo instante que llegan los problemas; el nuestro se vuelve más profundo y más real en la adversidad. Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. (4:5)

Pablo llama entonces a sus hijos en la fe a vivir su vida en moderación. El término pudiera traducirse mejor como rendirse, tener dominio sobre sí mismo, ser comprensivo, compasivo. Hendricksen lo traduce "dulce sensatez". Calvino, al comentar sobre este versículo, dijo: "Esto puede ser explicado de dos maneras: podemos creer que (Pablo) les está indicando que mejor no hagan uso de sus derechos para no dar ocasión a nadie de quejarse de su viveza o su severidad. O pudiéramos creer que les exhorta a soportar todas las cosas sin tomar represalias." ¿Por qué esta moderación o autocontrol? Porque tenemos que recomendar nuestro Salvador a otros hombres y dejarles ver que nuestras vidas están bajo control. Nosotros existimos para glorificar a Dios. Es dejando que nuestra "luz así alumbre delante de los hombres", al comportarnos en la forma que Cristo aprobaría, así es que comenzamos a ser testigos efectivos. Nótese la condición: "El Señor está cerca." ¿Tenemos en mente que Dios está siempre presente? No es necesario que nosotros reclamemos nuestros derechos, o nos defendamos, o tomemos represalias. No tenemos que preocuparnos cuando la gente quiere pasarnos por encima. Pablo nos asegura: "Tened presente solamente que el Señor está cerca y que él os defenderá y protegerá. Vosotros no estáis a merced de los hombres. Todo lo que encontráis en vuestro camino viene de la mano de un padre amoroso, y si os doliera, creed que esa es la medicina que necesitabais. El está llevando a cabo algo en vosotros, desarrollando los atributos cristianos de mansedumbre, longanimidad, gentileza, y dominio propio, por medio de estos problemas y malos tratos. ¡Confiad en él!" ¡Qué palabras tan poderosas! ¡Qué vital e importante para cada uno de nosotros! Redimamos el tiempo que nos quede para el ministerio del evangelio. Afirmémonos en el Señor, armados con el poder de su Verdad, su fortaleza y potencia. Humillémonos, examinando nuestros corazones y nuestras vidas, y busquemos el perdón de aquellos que hayamos herido o con quienes tengamos alguna diferencia. De esta forma nuestro testimonio y el testimonio de la Iglesia de Jesucristo será dinámico y unificado. Lo más importante de todo: debemos tener una actitud constante de alabanza, regocijándonos en todo lo que el Señor ha hecho por nosotros y lo que promete completar en nosotros en el día de la victoria final. Recordad: "Cercano está Jehová a todos los que le invocan" (Salmo 145:18). El está cerca para todos aquellos que busquen su ayuda. Exhibamos, pues, vidas puras llenas de dulce tolerancia, humildemente dejando que Cristo sea nuestro guía, nuestra defensa, nuestro galardón, y nuestro indecible gozo.

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CAPÍTULO XIV EL ANTIDOTO DE DIOS PARA LA ANSIEDAD

Filipenses 4:6,7 En su libro What To Do About Worry Jay Adams cuenta la historia de un hombre infeliz que, de un día para otro, pareció experimentar una transformación y convertirse en un individuo alegre y feliz. Un día, un amigo le encontró en la calle y exclamó:

-Juan, ¡cómo has cambiado!, ahora te ves tan feliz. Antes siempre estabas quejándote. ¿Qué te ha sucedido? -Bueno —explicó el hombre—, contraté a alguien para que se preocupara por mí. - ¿De veras? ¿Cuánto tienes que pagarle? - ¡Mil dólares a la semana! —fue la respuesta. - ¿Y dónde vas a conseguir tal cantidad de dinero? Juan sonrió y tranquilamente respondió: -De eso es de lo que é l tiene que preocuparse.

¿No sería algo bueno si realmente se pudiera contratar a alguien para que se preocupara por usted? De hecho, la idea, no está muy lejos del antídoto de Dios para la ansiedad que encontramos en este cuarto capítulo de Filipenses. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (4:6) La ansiedad es un problema con el cual todos tenemos que luchar. Bien al tanto de esto, el apóstol Pablo dice a los filipenses algo más bien paradójico:ellos no debían estar ansiosos o llenos de afán por nada. Originalmente, la palabra "afanosos" tenía la. connotación de una mente dividida, una mente tan preocupada y distraída que no podía pensar correctamente. "No seáis así", dice Pablo. Esto no significa que no debamos estar debidamente preocupados acerca de cumplir con nuestras responsabilidades. El mismo apóstol habló de tener el cuidado de todas las iglesias sobre sus propios hombres (II Corintios 11:28). En esta misma carta él estaba ciertamente preocupado acerca de la condición espiritual de los filipenses y les escribía mientras hacía planes para visitarles tan pronto como fuera liberado de la prisión. En otra parte de las Escrituras leemos: "Porque si alguno no provee para los suyos y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo" (II Timoteo 5:8). Debemos estar preocupados por nuestras responsabilidades individuales. La advertencia de Pablo en relación con la ansiedad no significa que no debamos planear por adelantado. El apóstol Santiago dijo: "¡Vamos ahora! los que decís: hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana..." (Santiago 4:13-14). Santiago, al igual que Pablo, no está condenando nuestra necesidad de hacer planes por adelantado. Lo que él señala como un error es la clase de planes que deje a Dios fuera, el tipo presuntuoso de planeamiento que obra como si por nosotros mismos tuviéramos control del futuro. Santiago concluye: "En lugar de lo cual deberais decir: si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello" (Santiago 4:15). Planead por adelantado pero poned al Señor en vuestros planes y escribid con valentía sobre ellos "si el Señor quiere". ¿Qué quiere decir Pablo entonces al exhortar "por nada estéis afanosos"? El quiere recordarnos que Dios está en control y que por tanto, no debemos sobreexcitarnos por lo que nos preocupa; no debemos mantener ese tipo de afán incontrolable que divide nuestras mentes y trae como resultado preocupación y ansiedad. Calvino dijo: "El término afanosos se emplea para denotar esa ansiedad que procede de la desconfianza en la ayuda y el poder divinos." Charles Simeon también ilustra lo que Pablo quiere decir, al escribir acerca de tres tipos de ansiedad. Primero, tenemos la ansiedad por algo que deseamos. Simeon explica que esta puede ser producida por una relación con alguien, como querer casarnos con una persona en particular o, al igual que Ana, por querer tener un hijo. Quizás deseemos triunfar en los negocios o alcanzar una meta un honor en particular. Algo bueno es deseado y parece como si no pudiéramos alcanzarlo. Por tanto, nos volvemos ansiosos por la posibilidad de no lograr nuestra meta. Todas esas ansiedades son pecado. No es que no debamos tener deseos, pues no hay nada malo en desear las buenas cosas que ofrece esta vida. Dios nos dio este mundo y todo lo que él contiene para nuestro beneficio y regocijo.

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Pero nuestros deseos deben estar siempre sometidos a Dios y sujetos a su voluntad, de tal manera que si a él le pareciere bien no concedernos nuestros deseos, así lo aceptemos. Podemos confiar en él en la seguridad de que él sabe lo que es mejor para nosotros. Con una actitud tal de confianza podemos depositar en sus manos lo porvenir, sea o no que recibamos aquello que queremos, sabiendo que "gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad" (Salmo 84:11). En lugar de estar ansiosos, descansemos en su promesa. En segundo lugar, Simeon afirma que "podemos tener ansiedades por algo malo que sea temido". Esto es, por anticiparnos a alguna calamidad que pueda sobrevenirnos. Tan pronto como comenzamos a temer este evento o cosa no identificada, ya estamos ansiosos. Comenzamos a preocuparnos e imaginarnos toda suerte de "bueno y si..." Nuestra imaginación florece y, antes de que nos demos cuenta, nos encontramos en un estado de loca incomodidad e inquietud. Jesús habló acerca de este "temor al futuro desconocido" cuando dijo: "No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? ... Considerad los lirios del campo, como crecen no trabajan ni hilan ... y si la yerba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros hombres de poca fe? ... pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana..." (Mateo 6:25-34). ¿Da usted de comer a su gato cuando necesita comida? ¿Alimenta usted a su hijo cuando tiene hambre? Lo mismo hace Dios. Da alimento a las aves. Y, por ser usted su hijo, ciertamente lo alimentará también. No debemos estar ansiosos por el mañana, ni temer alguna calamidad que pudiera no venir. O Dios bien puede permitir que los problemas vengan a nosotros. El no dice que las calamidades nunca sobrevendrán a sus hijos. Por ejemplo, véase la vida del apóstol Pablo. Se encontraba en la prisión al escribir a los filipenses, sin embargo Dios lo permitió para bien que traería por consecuencia algo bueno también. Nuestro Padre celestial hará las mismas cosas con nosotros si recibimos apropiadamente todo aquello que él permite que venga a nuestra vida. Podemos esforzarnos en evitar que venga alguna calamidad, pero no debemos estar tan intimidados por ello que nos volvamos ansiosos o que nuestro temor sea la causa de que nos descuidemos de hacer la voluntad de Dios. La tercera ocasión para la ansiedad, según la identifica Simeon, es "un problema que esté siendo experimentado al presente". Por ejemplo, alguien querido muere, o usted pierde su empleo, o se enferma, o descubre que tiene una enfermedad incurable. Los conflictos del presente pueden fácilmente producir ansiedad y preocupación real. De paso, es interesante notar en las Escrituras que no se nos prohibe tener penas o aflicciones. Cristo lloró ante la tumba de su amigo Lázaro. Los cristianos pueden afligirse, pero no en la forma en que lo hacen los que no tienen esperanza. Nuestro dolor tiene límite porque Dios está en control y promete sanarnos y sustentarnos. Al venir la prueba, debemos recordar que esta copa, también, viene de su mano. En uno de los más difíciles momentos de su vida, Cristo replicó a Pedro con las siguientes palabras: "La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" (Juan 18:11). De cualquier cosa que venga a nosotros podemos confiar que Dios la convertirá en algo bueno, y al creer eso, nuestro dolor se aliviará. Vemos entonces que debemos vivir sin ansiedades, experimentando paz interior, aun en el cumplimiento fiel de nuestras responsabilidades. Pablo nos dice no sólo que no debemos estar llenos de preocupaciones sino la forma en que podemos alcanzar tal estilo de vida libre de ansiedad. Mientras muchas personas repiten constantemente, ¡no te preocupes! (lo cual no resuelve el asunto), el apóstol nos da la receta correcta: "Sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias." Pablo nos dice también qué hacer con nuestras preocupaciones: ¡orar! (toda palabra usada en el Nuevo Testamento para "oración" es aplicada en este versículo: oración, peticiones, ruego). Se nos insta a venir a la presencia del Señor y adorarle. Adoradle. Meditad en él. Alineemos nuestros problemas y coloquémoslos sobre su persona, su poder, y sus promesas. F. B. Meyer ha sugerido: "Por cada mirada que pongamos sobre nosotros o sobre nuestra situación, debemos poner nueve miradas en Dios." Muy sabio, pues al considerar el poder de Dios y sus promesas, nuestros propios problemas disminuyen. Por otro lado, si miramos solamente a los problemas, nos parecerá que crecen más y más ante nuestros ojos.

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Cuando los israelitas estaban por entrar a la tierra prometida enviaron primero espías para reconocer la situación. Diez de ellos volvieron, diciendo llenos de temor: "El pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas.... También vimos allí gigantes ... y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas." Solamente dos de los espías, Josué y Caleb, miraron primero a Jehová Dios y entonces dijeron: "Entremos y poseamos la tierra, pues estamos bien preparados para vencer. Los habitantes puede que parezcan gigantes, pero Dios está con nosotros, y para Dios ellos son las langostas" (véase Números 13:27-33). La solución para la preocupación es simple y directa: debemos venir a la presencia de Dios y considerar todo lo que es y ha prometido ser para nosotros. En su poder hallaremos a todos nuestros enemigos. Escuchad las consoladoras palabras de Pedro: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). Si la oración es la solución a la preocupación, ¿debemos asumir que es una actividad empleada y dominada fácilmente por los cristianos? Sé de varios incidentes que me hacen creer que esto no es así. Charles Whiston, profesor emérito de teología sistemática en la Escuela de Religión del Pacífico fue contratado por la fundación Lily para trabajar en un proyecto llamado "La profundidad de la vida espiritual de la facultad del seminario". El contenido de este proyecto era un entrenamiento a fondo acerca de cómo orar. ¿Sorprendente? Sí, porque si alguien debiera tener una vida de oración desarrollada y sistemática, ciertamente habría de ser la facultad de un seminario. Pero no era así. Ellos tenían que ser enseñados. Cuando yo estaba en el seminario había solamente un curso que ofreciera instrucción en la oración. Era una asignatura no obligatoria llamada "Realización de la vida espiritual", enseñada por el Dr. Manford Gutzke. Aunque el curso se ofrecía sólo ocasionalmente, tuve oportunidad de tomarlo. En él aprendí más acerca de andar con el Señor que en cualquier otro curso durante los tres años completos de seminario. Supe del énfasis que debe ponerse en la oración: venir a la presencia de Dios y dejar allí todas mis preocupaciones, ansiedades, y cargas. ¡Qué triste que los seminarios no enseñen a sus estudiantes a orar! Como consecuencia de ello, estos graduados dejarán más tarde de entrenar a los miembros de su iglesia o las familias en el cultivo de esa íntima, suprema relación con Dios. El saber cómo orar, requiere a la vez aprendizaje y práctica. Esto es algo que debemos hacer con toda fidelidad nosotros mismos. Tenemos que llegar a incorporar la oración a la costumbre de nuestra vida diaria. Deberá ser habitual en nosotros el depositar todas esas preocupaciones innecesarias a los pies de un Dios poderoso y capaz que cuida de nosotros y puede resolver todas nuestras preocupaciones. El profesor Whiston tiene una oración que realmente da en el blanco. El afirma que ha dicho esta oración diariamente por algunos años: "Oh, Señor Jesús, toma de mí por las fuerzas del amor, todo aquello que yo escondo de ti y todo lo que no te dé. Estoy a tu favor y en contra mía." ¡Qué entrega más completa! Si diariamente ofreciéramos a Dios de esta manera aquellas cosas que tanto tememos perder, quizás estaríamos menos preocupados por mantenerlas. Esto es particularmente cierto con relación a aquellos que amamos. "Necesitamos aflojar diariamente nuestras manos posesivas", dice Whiston. "Estamos demasiado atados a cosas y a personas". A menudo, cuando nos aferramos a aquellos que amamos, es necesario que Dios los separe de nosotros, ya que solamente entonces estaremos forzados a aprender a tener una dependencia de nuestro Padre Celestial. ¡Cuánto mejor es, por tanto, tomar estas personas y cosas y entregarlas al cuidado perfecto de Dios, y mantenerlas allí desde el mismo principio! La solución a la preocupación es la oración. Pero, exactamente, ¿cómo debemos orar? "... Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias". Primero, nuestras peticiones deben ser en toda oración y ruego. Todo lo bastante grande para ser una carga para nosotros es también lo bastante grande para ser llevado ante el Señor y puesto a su cuidado. Cualquiera que sea vuestra preocupación, contádsela al Señor (un ser amado, la salud, finanzas, prioridades, aun los espacios para aparcar el automóvil). Una señora de nuestra iglesia regularmente lleva a uno de sus hijos al hospital y por largo tiempo tuvo la gran dificultad de encontrar un lugar dónde dejar su auto. Esto era de particular preocupación para ella porque la condición de su hijo era tal que no podía caminar largas distancias. Así que esta hermana comenzó a orar por un lugar donde dejar su auto, y desde entonces hasta ahora ha encontrado siempre uno ¡justamente enfrente del hospital!

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Ciertamente el Señor está interesado en toda situación de nuestras vidas. Esto es algo que mis propios hijos han aprendido bien. Si alguien en la familia pierde un juego de llaves o algún otro artículo, todos comenzamos a buscarlo, pero invariablemente uno de los niños notará que no hemos orado para que lo encontremos. Detenemos nuestra búsqueda para orar y casi inmediatamente encontramos lo que estábamos buscando. Hace algunos años mi hija acostumbraba a mirar a la mesa cada noche para ver lo que había para cenar. Si era algo que no le gustaba iba entonces a un rincón y oraba. ¡No estoy muy seguro si lo hacía para que lo que estaba sobre la mesa se fuera, o pidiendo la gracia para poder comer lo que había en ella! El llevar nuestras preocupaciones a Dios está expresado en los versos de un bien conocido himno que, traducidos literalmente, dicen: "Venid vosotros los desconsolados, que languidecéis; / venid al lugar de misericordia, fervientemente arrodillados; / traed vuestros corazones heridos, decid vuestras angustias; / en la tierra no hay penas que el cielo no pueda sanar." En segundo lugar, Pablo nos dice que debemos orar específicamente. Haced que vuestras peticiones sean conocidas de Dios. El mismo Señor Jesús nos dio el ejemplo. Una vez que venimos a la presencia de Dios, la oración del Padre Nuestro nos enseña lo que debe ser el contenido de nuestras oraciones. Primero debemos reconocer que nuestra relación con Dios es la de hijo a padre y que pedimos que su nombre sea santificado. Oramos por la extensión de su reino en nosotros, a través de nosotros, y para nosotros, y le pedimos que perdone nuestros pecados. Entonces, al rogar por la provisión de nuestro alimento diario ("el pan nuestro de cada día" envuelve muchos aspectos de la necesidad humana), estamos dirigiéndonos a él en relación con nuestras necesidades específicas. Según comenta Calvino, "no es que Dios desconozca nuestras necesidades; sino que necesitamos ser específicos, de modo que cuando Dios conteste una petición también especifica que hayamos hecho, nuestra gratitud y acción de gracia en respuesta pueda ser de un gozo profundo y de singular aprecio". Cuando usted ore por algo que es importante, hágalo de una manera específica ante el Señor. El contestará esa petición directamente y de forma tal que no habrá duda alguna. ¡Usted sabrá que Dios ha contestado su petición! Y esa experiencia dará lugar a una poderosa fuerza espiritual en su vida. Yo siento que camino "entre las nubes", espiritualmente hablando, por semanas cuando Dios contesta directamente una petición específica que le hago. Esta es una bendición que Dios desea que experimentemos regularmente, al llevar nuestras peticiones a él. "Ninguna cosa negará a aquellos que andan en justicia", promete él. Cuando vamos a nuestro Padre Celestial con nuestros problemas podemos hacerlo en la completa confianza de que él hará lo que le pedimos, o algo mejor. Pudiera ser que no fuera bueno para nosotros que él contestara nuestra petición según lo que nosotros pensamos o queremos. Todo el que es padre comprende esto. Nuestros hijos vienen a nosotros con la esperanza de que les concedamos lo que nos piden, si así podemos hacerlo y si no es algo que nosotros sabemos que será en detrimento de sus vidas. Nuestros hijos vienen con la más completa confianza de que haremos lo que nos solicitan. Es con esta misma actitud que debiéramos acercarnos a nuestro Padre Celestial. Si él no cree que deba concedernos nuestra petición, necesitamos estar seguros de que su rechazo es por nuestro propio bien. No debemos querer nunca que Dios haga aquello que no sea su voluntad para nosotros. En tercer lugar, debemos orar con acción de gracias. "Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias". Calvino señala que muchos "a menudo oran a Dios impropiamente, llenos de quejas y murmurando como si tuvieran base para acusarle, mientras otros no pueden tolerar ninguna demora si es que él no les gratifica inmediatamente sus deseos". Al igual que Pablo, él está de acuerdo en que la acción de gracias debe ser parte integral en la práctica de la oración, de modo que "aquellas cosas que nos sean necesarias debieran ser deseadas por nosotros ante el Señor de tal manera que no importa cuál sea la respuesta, sometamos nuestros deseos a lo que a él mejor plazca". Puede que usted diga: Comprendo que podamos dar gracias a Dios por sus dones, pero ¿cómo podemos agradecerle nuestros problemas? Esto será posible cuando comprendamos que los problemas ¡son también dádivas de Dios! Recordemos que el apóstol Pablo tenía una dificultad que él identificaba como una espina en su carne. Aun cuando un mensajero de Satanás se la había entregado, todavía él veía la espina misma como una dádiva de Dios. Aprendió a través de su dolorosa experiencia que Dios nos da fielmente la gracia para soportarla. Con gozo genuino y acción de gracias Pablo se gloriaba en este defecto, contento de ser una demostración viva del poder de Cristo (véase II Corintios 12:7-10).

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Podemos aprender a orar con acción de gracias porque cada prueba que sufrimos está asociada con la misericordia de Dios. Dios está en control y promete que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). Dios está llevando a cabo algo en nosotros. El bien que él tiene en mente es la tarea de conformarnos a la imagen de su Hijo. Se dice de Miguel Angel que aseguraba que cada vez que esculpía una estatua le parecía ver una figura aprisionada en el bloque de mármol. Su trabajo consistía, entonces, en liberar esa figura atrapada. En un sentido, Dios está haciendo la misma cosa en nosotros: usando su cincel para liberarnos de todas las cosas innecesarias en nuestras vidas. Una dama que estaba pasando por severas pruebas se lamentó:

-Ojalá no hubiera sido creada. Un amigo la rectificó suavemente: -Tú no has sido creada aún. Todavía estás en proceso de serlo.

A un hombre cuyo amigo dirigía un negocio de tapicería se le pidió que viniera y viera un tapiz recientemente adquirido. Cuando el hombre entró en la tienda quedó atónito al ver el inmenso tapiz que colgaba del balcón: un revoltijo de hilos sin plan esquemático alguno. De hecho era la pieza de tapicería más horrible que hubiera visto jamás. En ese instante el dueño se volvió hacia el balcón y preguntó:

- ¿Qué te parece? ¿Te gusta? El hombre, honestamente, tuvo que admitir: - ¡Creo que es horrible!

El dueño le hizo entonces subir al balcón. Cuando así lo hizo y miró de nuevo al mismo tapiz, se sobresaltó. Desde ese ángulo podía ver el más maravilloso diseño jamás tejido. Lo mismo sucede con nuestras vidas. Mucho de lo que sucede aquí en la tierra parece no estar relacionado y formar un revoltijo sin sentido; pero algún día, cuando podamos ver desde arriba, observaremos nuestras vidas desde la perspectiva de Dios. Entonces comprenderemos la razón de su tejido, y daremos gracias por la creación única que hizo de nosotros. Es exactamente importante que oremos con acción de gracias. Debemos ser agradecidos a Dios por su misericordia. Necesitamos estar conscientes de que él controla todas las situaciones. Con acción de gracias llevarnos nuestros problemas a él y le expresamos nuestra disposición de confiar que él los quitará si así le pareciere bien. Recientemente oí el testimonio de un hombre y su esposa que habían sido prisioneros en la China comunista. Ellos afirmaban con triunfo que fue sólo después que dejaron de soportar su prisión y comenzaron a gozarse en ella que las cosas realmente empezaron a cambiar. La gratitud a Dios produjo la diferencia en su situación. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (4:7) ¿El problema? La preocupación. ¿La receta? La oración. ¿La promesa? La paz de Dios guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesus. Nosotros experimentaremos la paz de Dios al venir a la presencia suya confiados y en acción de gracias. Nótese, sin embargo, que no se nos dice necesariamente que Dios quitará nuestros problemas. Su promesa es darnos paz justamente en medio de ellos. El mundo ofrece paz también pero es de la clase que envuelve solamente una cesación temporal de los problemas. Por ejemplo, el mundo ofrece una constante actividad que hace que no tengamos tiempo de pensar en los problemas que aun tenemos sin solución e inatendidos. O puede ser la "paz" de estar corriendo de un coctel a otro, o de estar cambiando constantemente de trabajo sin sentarnos jamás lo suficiente para pensar qué está sucediendo en nuestras vidas y en nuestras familias. El mundo ofrece también la paz de la tranquilidad química: las drogas. La paz de Dios es cualitativamente diferente. Así como un giróscopo da estabilidad a todos los instrumentos de una nave gigante durante una tormenta, la paz de Dios ofrece estabilidad a los cristianos. Esta es la paz de Dios. Viene de él y no es algún tipo de autosugestión. La paz que Dios da nos sustentará y mantendrá. Guardará nuestros corazones y mentes de modo que nuestros pensamientos no divaguen, o seamos presa del espanto o del pánico. La preocupación es eliminada por la calma.

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A menudo esta paz que experimentamos no tendrá sentido. Es la paz que "sobrepasa todo entendimiento", la paz que Pablo, por ejemplo, experimentó estando en prisión. Disponible para todos los cristianos, la paz de Dios es el derecho de nacimiento de todo hijo de él. Pero tenemos que recia marla. Considérese la plenitud característica de esta paz según se expresa en los versos del himno: "Como un río glorioso es la perfecta paz de Dios, / Su victoria sobre todo su brillo aumenta; / Perfecta, mas fluyendo más completa cada día; / Perfecta, mas haciéndose más profunda. Todo gozo y prueba viene de arriba, / Puesto en nuestra vida por el Sol de Amor. / Podemos confiar que él haga todo por nosotros; / Aquellos que confíen en él completamente hallarán que es completamente verdadero. / Al estar en Jehová, los corazones son bendecidos plenamente / Y encuentran, como él prometió, perfecta paz y descanso." A la edad de seis años, Fanny Crosby, una de nuestras más grandes escritoras de himnos, sufrió trágicamente. Un médico charlatán untó sus ojos con una medicina incorrecta y la dejó ciega para el resto de su vida. ¡Qué sublime es descubrir la profundidad de su comprensión espiritual en su poema: "Paz celestial, el más divino consuelo, / Que mora aquí por la fe en él. / Pues yo sé que cualquier cosa que me sobrevenga, / Jesús la soluciona." Esta es la clase de confianza que asegura la paz. Jesús dijo: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí" (Juan 14:1). Es al fijar nuestros ojos en Cristo y sus promesas que podemos resistir la preocupación. Si reapareciera de nuevo, tenemos que enfocar nuestras vidas otra vez en el Señor Jesucristo, y la paz de Dios guarecerá nuestros corazones. ¿A través de quién viene la paz de Dios? "Y la paz de Dios ... guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús". No es posible alcanzarla excepto a través de una relación personal con él. Cuando genuinamente hemos rendido nuestras vidas a Cristo y colocado nuestra confianza en él, la paz de Dios se hace asequible a nosotros. Podemos reclamarla por derecho de nacimiento. Pero primero debemos venir a Jesús, aceptar su declaración de ser el Hijo de Dios y de que él pagó completamente por nuestros pecados, e invitarle a entrar en nuestras vidas por la fe. Lo que comienza para nosotros desde ese momento de rendición es un caminar eterno con el Príncipe de Paz. En su libro Struggle for Peace Henry Brandt señala que hay quienes realmente no quieren paz y quienes hasta luchan contra ella. La paz, para ellos, no merece el precio de ceder el derecho de resentir lo que sucede en sus vidas, ni el encono hacia individuos que le hayan hecho algún agravio. Muchas otras personas no experimentan paz porque rehusan orar. Al preferir llevar sus cargas ellos mismos, intentan resolver sus propios problemas y no vienen a Dios para dejar que él los tome a su cargo. Hay una historia de una mujer que murió y fue al cielo. Mientras se le estaba mostrando el Reino Celestial fue llevada a un cuarto grande lleno de cajas sin abrir que estaban dirigidas a diferentes lugares alrededor del mundo. Agitada por intensa curiosidad, la señora preguntó al ángel acerca de estas cajas. "Este cuarto nos llena a los ángeles de tristeza", replicó el ángel. "Las cajas contienen las respuestas especiales de Dios a muchas oraciones que nunca fueron oradas". Jesús dijo: "... No tenéis lo que deseáis, porque no pedís" (Santiago 4:2b). Algunos de nosotros no podemos experimentar la paz de Dios porque no reconocemos la preocupación como un pecado. Consecuentemente, no nos arrepentimos ni lo rechazamos para colocar nuestra confianza en la protección de Dios. El antídoto para la ansiedad es dejar que él cuide tanto de nuestras preocupaciones como de nuestra confianza. Hay quienes, por supuesto, no experimentan la paz de Dios porque no han rendido sus vidas al autor de esa paz. Esos son los que realmente debieran estar preocupados cada minuto de sus vidas y con ansiedad por el próximo paso que pudieran dar. Una vez que Dios requiera su presencia ante él, en juicio, será demasiado tarde para siempre para cambiar de recetas. La paz de Dios es posible solamente a través de la sangre de su Hijo. Sólo reconociéndole como Señor de nuestras vidas, controlador de nuestras preocupaciones y cuidados, podremos realmente nosotros aprender a no "preocuparnos por nada".

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CAPÍTULO XV EL CONTROL DE LA VIDA PENSANTE

Filipenses 4:8,9 Inmediatamente después de la guerra Hispano-Americana, cuando los Estados Unidos adquirieron las Islas Filipinas, pocas personas sabían dónde estas se hallaban. Un incidente anotado en el Registro Congresional nos lleva a creer que existía una confusión geográfica aun en los más altos niveles gubernamentales. Un congresista (deseando indudablemente impresionar a sus colegas) introdujo un discurso diciendo: "Como el apóstol Pablo escribió en su gran Epístola a los Filipinos..." Aun cuando los asuntos discutidos contienen lecciones para todo pueblo, incluyendo los Filipinos, Pablo se dirigía a los cristianos de la ciudad de Filipos. En esta sección Pablo continúa el sumario que comenzó al principio del capítulo cuatro. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (4.8) Los cristianos deben creer en un control bíblico personal del pensamiento. Esto es crucial en el desarrollo de la santidad en la vida cristiana. Cuando Pablo dice que debemos pensar en ciertas cosas, quiere significar que debemos meditar en ellas de modo que nuestras vidas vengan a conformarse a esas cosas. El apóstol tiene cuidado de detallar aquellas que él tiene en mente. Hoy día estamos envueltos en una batalla de la guerra de ideas dispuesta por las huestes satánicas, las que desean conquistar la mente del hombre. Nuestra mayor defensa en este combate, de acuerdo con Pablo, es pensar en cosas verdaderas, dejando así que la verdad sea la vara de medir con la que estimemos nuestros pensamientos y acciones. La verdad es lo opuesto a lo falso, sin importar lo buena, sutil, o camuflajeada que tal falsedad pudiera aparecer. No debemos olvidar nunca que la Caída en el huerto del Edén comenzó con una mentira sutil: ¿Ha dicho Dios que moriréis? ¡Qué ridículo! Lo que Dios quiere es que no experimentéis lo que es el buen vivir. El sabe que si coméis del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, seréis como él." Acercándose a Eva con la falsedad tentadora de poner en entredicho los motivos y la naturaleza de Dios, Satán sembró en su mente la semilla de la duda. El resutaldo fue una batalla de ideas conflictivas. Como señalo Pablo a los creyentes en Corintio: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destruccion de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo: (II Corintios 10:4,5). Esta es la batalla en la que estamos envueltos; la batalla de romper con las falsedades ya inculcadas y establecidas en nuestra mente. Falsedades acerca de la vida, de nosotros mismos, y de Dios. En su libro, Your Mind Matters, John Stott cita a Harry Blamires: “Una mente cristiana es una mente entrenada, informada y equipada para manejar datos de controversia secular dentro de un marco de referencia compuesto por presuposiciones cristianas.” A esto añade Stott: “Presuposiciones, por ejemplo, de lo sobrenatural, de la perversidad de lo malo, de la verdad, autoridad, y valor de la persona humana.” De acuerdo con Blamires: “El pensador cristiano desafia prejuicios existentes, perturba los complacientes, obstruye a los ocupados pragmatistas, indaga en los fundamentos de todo cuanto le rodea, es, en fin, una plaga.” Tal es la manera en que la mente cristiana debiera operar: molestando continuamente a todos en nuestro derredor por nuestra manera de pensar, nuestras ideas y nuestra forma de llevar la vida, tan contraria a lo establecido. Se nos ordena pensar en cosas que sean verdaderas así como honestas. Cosas honorables que demandan y no son dignas de nuestro respeto, cosas que inclinen al cristiano a evaluar lo que le rodea y a proceder entonces sobre esas consideraciones y conclusiones. Y, de cierta manera, ¡el efecto que el cristiano tendra sobre su ambiente y sobre sus vecinos podra muy bien ser perturbador! Nuestra mente es la balanza de la justicia, y Pablo incluye en su detallada lista que nosotros debemos pensar en cosas que sean justas. Al gobernarnos nosotros mismos de acuerdo a la Regla de Oro, debemos tratar a otros de la manera en que nos gustaría que ellos nos trataran a nosotros.

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Como dijo Jesús: “Así que, todas las cosas que querraís que los hombres hagan con vosotros, asi también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Al igual que los filipenses, nosotros vivimos en un ambiente de decadencia moral y de contaminación. A pesar de ello —¡o quizás por ello!— se nos dice pensar en cosas que sean puras. En todo aquello que pueda llevar con propiedad el nombre de virtud, o sea verdaderamente digno de alabanza, y de buen nombre, recomendable, amoroso, pensemos en estas cosas. Todo lo que sea de excelencia moral y espiritual constituye el pasto perfecto con que la mente cristiana deberá alimentarse. No podemos permitirnos el relajar nuestro control de la mente ni siquiera un poquito. Si nos descuidamos nuestras mentes se alimentarán en pastos donde encontrarían la antítesis de todo lo verdadero, honesto, justo, puro, amoroso, y de buen nombre. Eso no significa, sin embargo, que debamos enterrar nuestra cabeza en la arena y estar ignorantes o malinformados de todo lo que está sucediendo alrededor nuestro. Lo que en verdad significa es que no debemos permitir que la suciedad se filtre en nuestros pensamientos y expulse entonces toda nuestra reserva espiritual de cosas puras y excelentes. Es muy difícil en el presente no estar contaminado por los falsos conceptos del mundo. Por mucho que tratemos, siempre algo se desliza. Sí, hay ocasiones en que es necesario estudiar una sustancia venenosa para analizarla con precisión y dar una adecuada advertencia contra ella. Pero es muy difícil realizar tal análisis sin ser contaminados por contacto. Yo experimenté esto hace muy poco tiempo. Mientras esperaba a que un amigo se me uniera para almorzar juntos, mis ojos se posaron en un estante de revistas que estaba cerca y vi en la cubierta de una de ellas lo siguiente: "El rey de las películas sexuales las hace más sucias que nunca." Me pregunté hasta dónde podían llegar y procedí a averiguarlo. Me tomó un mes completo quitar de mi mente completamente toda esa inmundicia. Lo que tomó solamente quince minutos de exposición cosechó todo un mes de sequedad espiritual. Aun cuando sea necesario analizar las cosas, debemos primero cubrir nuestras mentes con las Escrituras, de forma tal que nuestro análisis pueda hacerse desde una perspectiva bíblica. Recuerdo al Dr. Gutzke diciéndonos cómo había sido él instado a leer el libro de Sholem Ashe sobre la vida de Cristo. (Ashe es un judío incrédulo). El Dr. Gutzke lo hizo esperando poder señalar los errores en dicho libro. Después de leerlo confesó que había tenido que volver a la Biblia y estudiar los evangelios cinco veces para poner las cosas en su sitio. Para mantener nuestras mentes enfocadas en cosas que sean puras, honestas, y verdaderas, no debemos siquiera rozar los pastos extraños de la falsedad sin ponernos primero toda la armadura de la Palabra de Dios. Muchos de los libros de éxito en el día de hoy no son sino basura. Cuando se me pregunta: "¿Ha leído usted lo último que ha salido?", me hallo contestando: "No; y no intento hacerlo porque no quiero contaminar mi mente." Esto nos lleva también al plano de lo que vemos. Un porcentaje grande de las películas y programas de televisión tienen como contenido tópicos que son lo opuesto por completo a las cosas de las cuales Pablo está hablando. Piense por un momento en la influencia que la televisión tiene en nuestras mentes. Por la época en que el estudiante promedio en Norteamérica se gradúa de su escuela secundaria, ha gastado 15.000 horas mirando la televisión. ¡Eso es el equivalente a dos años completos! Sus doce años de escuela hasta ese momento han consistido de sólo 10.800 horas. No importa lo mucho que tratemos de negarlo, es un hecho que estamos condicionados por todo lo que vemos y oímos en la televisión. Los pensamientos con que permitimos que nuestra mente se alimente afectarán nuestro sistema de valores y darán color a nuestra manera de pensar. Ya que estamos en ello, comparemos el promedio semanal de horas viendo la televisión del estudiante con la una o dos ocasiones a la semana que emplea en la iglesia. Poco después del asesinato de Robert Kennedy, el presidente Johnson designó la Comisión Nacional para la Causa y Prevención de la Violencia a fin de que investigara el efecto de la violencia en la pantalla sobre la habilidad de un individuo para distinguir lo bueno de lo malo. El informe no se hizo esperar: "La violencia observada estimula el comportamiento agresivo." El Comité Nacional de Ciudadanos para Radiodifusión cita que el cincuenta por ciento de la educación básica de los niños se recibe frente a las pantallas de televisión. Por cada hora observándola, el niño ve un promedio de cinco actos de violencia. S.I. Hayakawa, ex rector de la Universidad de San Diego, afirma que un factor importante que contribuye al incremento del número de estudiantes que dejan sus estudios en la sociedad de hoy es el de las respuestas simplistas que la televisión presenta de los problemas de la

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vida. Por ejemplo, la TV parece instar: Si usted no es popular, compre cierto auto. Si quiere tener atracción sexual, use una determinada pasta dentífrica. Tales soluciones simplistas presentan un cuadro totalmente falso de la vida. Qué irónico resulta cuando nos detenemos a considerar lo que la TV trata de decir con: "Si usted quiere experimentar la buena vida, debe darse el gusto de comprar este o aquel artículo." El salmista pregunta: "¿Qué es el hombre?" Los productores de televisión responden: " ¡El consumidor!" Encima de eso, la televisión está ahora moviéndose hacia las áreas de lo licencioso o pornográfico. Una "Película de la Semana", de la cadena ABC, mostraba a un padre explicándole a su hijo su homosexualidad (la del padre). Dos episodios de una popular serie semanal se referían a trasplantes de embriones y lesbianismo. La ciudad de Toronto, Canadá, tiene un nuevo cable para una estación que ofrece entretenimiento para adultos que consiste en películas catalogadas con una X (pornográficas). Aun las escuelas públicas se han convertido en instrumentos para la perversión de los valores cristianos, un "mar" filosófico en el cual el estudiante cristiano promedio debe luchar en el agua para mantenerse a flote. Las presuposiciones filosóficas de John Dewey (padre de la educación progresiva) y la teoría de la evolución se combinan para enseñar a nuestros jóvenes que el hombre no es una criatura de Dios sino un mero producto de probabilidades atómicas. En relación con los programas de educación sexual, Gloria Blintz, antigua reportera del Philadelphia Evening Bulletin, nos dice: "Una película de educación sexual presenta los valores básicos de la Biblia y los padres de hoy como cosas atrasadas. Otra película ... dice a los niños que los padres ya no tienen ninguna autoridad en el hogar, y que para el año 2000 no habrá más religión organizada." Duncan Williams, autor de The Trousered Apes, dice que una sociedad que permita y promueva esta clase de enseñanza está sembrando las semillas de su propia destrucción. "Sencillamente, no se puede vivir de esa manera indefinidamente. Hay que pagar el precio en términos de la desintegración de la sociedad". Y cita a Edmund Burke: "Si los hombres no encadenan sus propios apetitos, forjarán las cadenas con las cuales alguien los atará a ellos, pues ya no tendrán control sobre sus propias vidas." Cien años atrás, el gran teólogo Robert Dabney habló en relación con las lecturas peligrosas: "Ahora algunos han argumentado que es deseable familiarizar a los jóvenes, para su propia observación, con todas las formas de vicio, pues más tarde en su vida estarán expuestos a sus tentaciones. Pero tal política muestra una gran ignorancia de la naturaleza del hombre. No fue así como juzgó el salmista cuando oró: “Libra mis ojos de contemplar la vanidad.” No fue así como juzgó el más sabio de los hombres cuando instó: “Evítala, no pases por ella; huye de ella y pasa de lado.” No fue así como juzgó Pablo, ni aun el prudente gentil a quien él citó, cuando enseñó que “las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” Todos los seres humanos, aun siendo amables, tienen en sus corazones, hasta que son santificados, las semillas latentes de todos los vicios. ¿Quién no sabe que la contemplación de tales vicios tiende a despertar esas semillas a la vida? De aquí se sigue que las malas compañías y los malos ejemplos tienden a corromper a aquellos que previamente eran inocentes. Es peligroso familiarizarse con la maldad, aun al contemplarla en otros. Como dice el poeta: “El vicio es un monstruo tan temible / Que para ser odiado sólo necesita ser visto; / Mas visto muy a menudo, familiarizados con su rostro, / Primero lo soportamos, luego lo compadecemos, luego lo abrazamos.” "Fuera mucho mejor que los jóvenes no supieran nada de los vicios por propia observación, excepto su retribución. ¡Cuán peligrosas pueden ser las lecturas de esas obras cuyo interés consiste en las faltas y los vicios de sus imaginarios personajes! "Hay varias razones por las cuales la perniciosa compañía de un mal libro es aun más corruptora y peligrosa que un acompañante vivo lleno de maldad. Una de estas razones es que los héroes y heroínas, a quienes se describe como desafiando las leyes de la buena moral en algunos puntos vitales, son no obstante adornados con muchas cualidades imaginarias, tales como valor, magnanimidad, generosidad, talento, y genio, lo que causa que el joven e impulsivo lector las admire a pesar de sus crímenes. Y de la admiración del criminal a excusar los vicios sólo hay un paso, lo que traerá como consecuencia que las distinciones entre lo bueno y lo malo sean aun más borradas de su mente." Pablo dice: "Todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, y de buen nombre ... EN ESTO PENSAD." Debemos controlar lo que llega a nuestras mentes. La razón es que lo que va a la mente se refleja en el comportamiento de una persona. Nosotros somos la suma total de lo que ponemos en nuestras mentes. "Sobre toda cosa

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guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Proverbios 4:23). El corazón (o la mente) es el resorte de las acciones. Lo que nuestra mente contempla, nuestras manos, pies, y labios, lo transforman en realidad. "Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mateo 12:34b,35). Nosotros no somos lo que pensamos que somos, sino que aquello que pensamos, ¡eso somos! Hace mucho tiempo Thomas Kempis señaló las etapas sucesivas de una tentación vencedora. Declaró él que el primer paso es el pensamiento al desnudo, tal y como entra a la mente. El segundo es el cuadro imaginario que nos hacemos de cuán dulce sería este pecado, y entonces colgamos ese cuadro en las paredes de nuestra mente. Según lo contemplamos, el cuadro deja caer, gota a gota, una dulce almíbar dentro del corazón, hasta que este se llena y la voluntad se rinde a la saturación. Las insinuaciones y encantos de lo malo deben ser enfrentadas en el campo de batalla de la mente. De no ser conquistadas allí, entonces ya no podrán ser conquistadas. La única forma en que esto puede lograrse es llevando al campo de batalla de la mente pensamientos sanos, buenos, y piadosos que contraataquen a los pecaminosos. La mente ociosa es el taller de trabajo del diablo, pues sabe que no puede permanecer en blanco mucho tiempo.. Habrá de llenarse de buenos o de malos pensamientos; una de dos. La manera de ganar la victoria es llenar constantemente nuestras mentes con las cosas de las que Pablo habla en este pasaje. El control propio es, ante todo, el control de la mente. Es a través de esta que somos renovados a la imagen de Dios. Las Escrituras tienen el poder de dar forma a nuestra manera de pensar, y cuando guardamos la Palabra de Dios en nuestros corazones, no pecaremos contra él. En vez de ser conformados al mundo que nos rodea, seremos transformados. ¿Cómo podemos llenar nuestras mentes con buenos pensamientos y rechazar los malos pensamientos? Ello requiere disciplina, lo que significa, primero que todo, un autoexamen. Debemos preguntarnos a nosotros mismos por qué permitimos que los malos pensamientos contaminen nuestras mentes. ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Cuántas horas dedicamos a absorber la televisión, dando poca importancia a la calidad de lo que oímos y vemos? Debemos buscar las fuentes y entonces disciplinarnos a nosotros mismos. Al escribir a Timoteo, Pablo urge a su amigo, "ejercítate para la piedad" (I Timoteo 4:7). Eso significa apartar al hombre viejo y negar lo que nos gustaría hacer. Seamos sinceros, algunas veces es excitante relajarnos delante de la televisión y dejar que toda esa basura fluya dentro de nuestras mentes sin ser revisada. La disciplina necesaria está en rehusar caer en tal actitud. Crucifixión significa decir NO a nuestros deseos. La disciplina envuelve también el desarrollar buenos hábitos: comenzar buenas prácticas y continuarlas fielmente hasta que se conviertan en una segunda naturaleza en nosotros. Empezar el día citando las Escrituras. Ir a un mismo lugar, a una misma hora, cada día para orar. Llevar un libro cristiano para leer cuando hay alguna pausa en el diario bregar. Limitar la televisión y la radio de forma que de ninguna manera puedan controlar nuestras opiniones y moralidad. Ejercitarse para apagar estos equipos tan pronto ofrezcan algo que carece de valor. Desarrollar la práctica del estudio diario de la Biblia. Para crear buenos hábitos, familiarícese usted mismo con todo el material de estudio disponible en las librerías cristianas de su localidad, o en la biblioteca de la iglesia. Las guías devocionales son siempre buenas, sugiriendo pasajes específicos para que usted los lea cada día. Una buena práctica es escribir los pensamientos personales que resulten de su propio estudio bíblico. Hay material disponible para enseñarle cómo memorizar de manera efectiva las Escrituras. Las cintas magnéticas (cassettes) pueden traerle la Palabra de Dios durante la rutina diaria de la casa, o mientras viaja. ¿Ha leído usted las biografías de grandes cristianos? Recientemente, en una reunión cristiana donde unos trescientos creyentes estaban presentes, muchos de ellos pastores, pregunté cuántos habían leído la biografía de George Mueller. Sólo dos lo habían hecho y tuve ganas de llorar. Qué trágico es que nos robemos a nosotros mismos el poder y las bendiciones contenidas en tales libros. ¿Ha leído usted a C. S. Lewis? ¿Hudson Taylor? ¿Y qué decir de las obras apologéticas de Francis Schaeffer? Todas estas son obras de inspiración que moverán vuestra alma, alimentarán vuestro corazón, y llenarán vuestra mente con la verdad. Una mente así controlada conquistará la inmundicia de Satán. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis Y visteis en mi; esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. (4:9) En su propia vida, Pablo combinó el precepto con el ejemplo. El era un hombre que podía decir: "Lo que me habéis visto hacer, hacedlo vosotros tambien," pues realmente vivió lo que dijo. Si vamos a

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hacer a otros discípulos de la fe cristiana, tiene que ser dejándoles observar de muy cerca nuestra manera de vivir. Y cómo obramos es el resultado de cómo pensamos. Recuerdo que mientras estaba en el seminario el Dr. Manford Gutzke fue de tal inspiración para mí que me propuse estar presente en todas las ocasiomes en que hablara. Literalmente me mataba por estar donde él estuviera hablando y pasar todo el tiempo que podía con él. ¿Por qué? El tenía lo que yo quería. Su vida era de bendición a la mía. La influencia de su vida produjo un tremendo efecto en la mía. Jesús dijo: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13: 17). No son los oidores, sino los hacedores los que son bendecidos en sus hechos. Pablo nos dice que si seguimos estas cosas, "el Dios de paz estará con vosotros". Hay bendiciones en la obediencia. Al aprender realmente a controlar nuestra vida pensante y a disciplinarnos a nosotros mismos en mejores hábitos para una actividad más sana, llegamos a sentir la presencia de Dios. Muchas veces podemos tratar de disciplinarnos y de romper los viejos hábitos que nos han gobernado por tanto tiempo, sólo para descubrir que no podemos hacerlo por nosotros mismos. Aquí está entonces nuestro recurso: al andar por la fe, "el Dios de paz estará con nosotros" para darnos fortaleza y desarrollar buenos hábitos de mente y acción. Pero... sólo cuando nos afirmamos espiritualmente en ello, confiando en sus promesas, nos dará él las fuerzas para ser diariamente vencedores.

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CAPÍTULO XVI EL SECRETO DEL CONTENTAMIENTO

Filipenses 4:10-12

Si pudiéramos estar contentos en cualesquiera circunstancias; si, no importa la condición en que nos halláramos, procediéramos a practicar lo que se nos enseñó, ¡qué diferentes serían nuestras vidas! El secreto para estar contentos es exactamente lo que el apóstol Pablo hubiera querido que aprendiéramos de su vida ejemplar. En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. (4:10) Los filipenses habían enviado un regalo (probablemente una ofrenda de dinero) a Pablo, prisionero en unión de Epafrodito. Ahora, al terminar su carta, él hace mención de esta demostración de bondad, usando la imagen de un árbol que está reviviendo: "Habéis revivido vuestro cuidado de mí." John Daille, un escritor puritano, afirmó: "Aprended de esto que el verdadero cristianismo va a producir hojas y frutos. Buscad esto en el árbol. Si hay vida en él, habrá frutos de dadivosidad, preocupación por los demás, e interés en compartir el evangelio." Pablo vibró al ver "el árbol de los filipenses" con esta clase de hojas y frutos. Si aquellos que profesan ser cristianos permanecen carentes de buenas obras, podemos llegar a la conclusión de que no hay en ellos vida espiritual. Se nos ha dicho que Dios juzga la vida espiritual por la productividad del árbol. Si un árbol es estéril y resistente a todos sus esfuerzos, Dios pudiera llegar a decir: " ¡Sacadlo de raíz!", y entonces sería echado al fuego por no haber habido verdadera vida en él. Nótese que Pablo se alegraba no sólo porque los filipenses le hubieran enviado una ofrenda sino porque ¡su generosidad glorificaba a Cristo Jesús! La ofrenda de ellos indicaba la obra de Cristo en sus vidas y evidenciaba el crecimiento espiritual de la iglesia en Filipos. Esto es lo que alegraba tanto a Pablo. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. (4:11) En un capítulo de su libro Spiritual Depression, D. Martyn Lloyd-Jones analiza este pasaje: "Está bastante claro que este asunto de dar gracias a los miembros de la iglesia en Filipos por su ofrenda y por su bondad colocó al apóstol frente a un problema. Se pudiera pensar que no debiera haber dificultad alguna en agradecer a personas que hayan sido buenas y generosas; sin embargo, para Pablo obviamente sí lo fue: le tomó diez versículos hacer esto." El problema de Pablo era que él quería expresar su genuino y sentido aprecio, pero quería hacerlo de tal forma que no rebajara el énfasis en la suficiencia de Dios. Deseaba que ellos supieran que, al mismo tiempo que apreciaba su generosidad, era suficiente en Dios y en ninguna manera dependiente de lo que ellos le dieran para sus necesidades. Dios era fiel y Dios supliría. De acuerdo a la versión Valera (revisada) de la Biblia, Pablo afirma que "he aprendido a contentarme". La versión The Living Bible en inglés hace una paráfrasis de estas palabras: "He aprendido el secreto de estar contento en cualquier situación." Pablo estaba contento. La palabra griega significa tener suficiencia en uno mismo, aunque sin inferir que el alma tenga los recursos de la vida en ella misma. Dios es nuestra suficiencia, según nos dice el apóstol en el verso 13: "Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece." Esto no quiere decir que un hombre no deba buscar su mejoramiento. El verdadero cristiano no ha retrasado la rueda del progreso en lo que se refiere a mejorar el nivel de vida del hombre. Por el contrario, dondequiera que ha ido ha levantado ese nivel y liberado al ser humano de la superstición. El milagro de los Estados Unidos de América se debe a sus fundamentos cristianos y al grado en que el cristianismo se ha extendido allí. Pero como señala Lloyd-Jones: "De cualquier manera, mejorad, si podéis, vuestras circunstancias por medios buenos y legítimos; pero si no podéis, y tenéis que permanecer en situaciones de prueba y dificultades, no permitáis que tal situación determine vuestra miseria o vuestro gozo." Pablo estaba en prisión cuando escribió estacarta, mas aun así, ¡él controlaba sus circunstancias y se regocijaba en ellas! Dice: "He aprendido a contentarme cuando no puedo cambiar una situación." He leído de un hombre que había trabajado duro por lograr un hermoso césped; pero este se infectó con

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una plaga de hierbas malas. Exhausto por todas las tentativas hechas para eliminarlas, escribió finalmente a una reputada institución en busca de consejo. La respuesta fue: "¿Por qué no trata de que le gusten esas hierbas?" Pablo no quiere inferir con esto que él estaba satisfecho con sus logros espirituales. En el capítulo tercero nos dijo que quería vivir una vida de resucitado, experimentando más del poder de la resurrección de Cristo. Su meta era ser semejante a Jesús y, por tanto, proseguía "a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". Otro escritor puritano, Jeremías Burroughs, explica lo que Pablo quiere decir en su libro The Rare Jewel of Christian Contentment: "El contentamiento cristiano es ese marco espiritual dulce, interior, tranquilo y lleno de gracia que se sujeta libremente a Dios y se deleita en su sabiduría y desprendimiento paternal, en cualquier condición en que esté." Es un contentamiento centralizado en Dios, en que dejamos que él sea nuestro Padre. ("Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios", Juan 1: 12). Venimos a ser espiritualmente hijos de Dios al creer en Jesucristo, y entonces somos adoptados en su familia. Dios provee de todo en referencia a sus hijos, y nuestro contentamiento cristiano se deleita en ese sabio desprendimiento. Lo opuesto a esta clase de contentamiento cristiano es el estar murmurando por nuestros problemas como hicieron los israelitas en el desierto. Nuestra rebelión y quejas externas puede que sean una murmuración interna contra Dios. En la primera parte de este capítulo cuatro Pablo nos dijo que no nos afanáramos por nada y nos dio la solución para tales murmuraciones y descontento: "...sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos tos en Cristo Jesús." Dios quiere que llevemos nuestros problemas ante él y entonces pidamos su dirección. Sin embargo, si Dios no cree que deba aliviarnos de un problema en particular, debemos aceptarlo y deleitarnos en él, entregándolo al cuidado y seguridad de Dios. Es entonces que experimentaremos esa paz inexplicable que él da. En su libro La verdadera espiritualidad, Francis Schaeffer habla acerca de la línea difusa entre el deseo correcto o apropiado y el incorrecto o codicioso. (Pudiera ser el codiciar las circunstancias de alguien o una situación diferente.) Schaeffer nos dice: "Si el contentamiento y la acción de gracias se pierden, no estamos amando a Dios como debiéramos y el deseo correcto se ha convertido en codicia contra Dios. Nuestra vida interna es el lugar principal para perder la verdadera espiritualidad. Lo externo es siempre el resultado de lo interior. La segunda manera de comprobar cuándo un deseo correcto se vuelve codicia está en que debemos amar a los hombres lo suficiente como para no envidiarlos, y esto se refiere no sólo a su dinero sino a cualquier cosa. Pudiera ser, por ejemplo, estar envidiosos de sus dones espirituales." Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. (4:12) Alguien ha dicho que hace falta una mano firme para llevar una taza llena. No hay dudas de que es más fácil mantener esta actitud de contentamiento cristiano en momentos de adversidad que en los de prosperidad. Pablo nunca se dejó llevar por las riquezas ni se deprimió por la pobreza. Había aprendido cómo estar en escasez y cómo en la abundancia. La mayoría de nosotros creemos que estaríamos contentos si nuestras circunstancias fueran diferentes, si tuviéramos mejor empleo, una casa más bonita, un coche más nuevo, etc. Pero tal contentamiento es ilusorio, cuando conseguimos lo que queremos y hallamos que aun estamos descontentos. La clase de contentamiento de que habla Pablo no depende de dónde estemos o qué tengamos sino de si hemos aprendido la lección de la suficiencia de Dios y su fidelidad en dar todo lo bueno a sus hij os. Pablo aprendió esta lección cuando se vio en circunstancias diferentes. Uno no puede aprender a contentarse en circunstancias duras a menos que haya experimentado o pasado por tales circunstancias. Recuérdese "la espina en la carne" de Pablo. El rogó tres veces al Señor que se la quitara, pero la respuesta fue "tu necesidad real es aprender que mi gracia es suficiente para esta prueba. Ella te dará la fortaleza necesaria para sobrellevarla". Fue entonces que Pablo aprendió a estar contento, testificando en sus cartas: "Me gloriaré en mis debilidades."

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De una parte, Pablo estaba aprendiendo; de otra, estaba siendo instruido. En sus propias palabras, él era "instruido", o sea, como iniciado en un profundo misterio. Era una lección que él no conocía, pero una vez aprendida, la dominó y la puso en práctica. Isabel Kuhn ha escrito un libro, Green Leaf in Drought-Time, la historia de Arthur Matthews. Este hombre y su esposa Wilda eran misioneros en la China comunista cuando la "Confraternidad Misionera de Ultramar" sacó seiscientos misioneros y sus familias de China. Los comunistas, sin embargo, no permitieron que los Matthews salieran, sino que procedieron a maltratarles y a dejarles morir de hambre. Al comenzar a experimentar la suficiencia de Dios en esta situación, esta familia aprendió mucho de lo que Pablo estaba hablando aquí. Wilda escribió que ella aprendió que "la capa de buscar otras causas tenía que ser removida". A menudo el problema no está en las personas ni en las circunstancias. ¡Dios está en control! No podemos mirar a otras causas. ¡Debemos mantener nuestros ojos en Dios! La señora Matthews también menciona que el Señor tuvo que arrancar de su corazón igualmente la tendencia a irritarse con facilidad, a suspirar por cosas gratas, su extrasensibilidad, y su impaciencia. Los Matthews pensaron que Dios les dejaría partir después que hubieran aprendido estas lecciones, mas no fue así. Al final sólo quedó algo que tenía que ser vencido: ¡la falta de sumisión! Dios dirigió su luz a esta área tan sensitiva y ellos tuvieron que enfrentarla. Esta última capa ¡qué difícil es de remover! Jeremías Burroughs ofrece algunos pensamientos acerca de cómo los cristianos aprenden estas lecciones: "Un cristiano llega a contentarse no tanto por la adición sino por la substracción; no tanto por agregar más a su condición, sino por substraer de sus deseos, de manera que estos se emparejen e igualen con sus circunstancias. Un corazón carnal no conoce otra forma de estar contento más que esta: tengo estas y estas posesiones, y si tuviera estas otras sumadas a ellas entonces me sentiría contento. Un corazón lleno de gracia se contenta al rendir su voluntad y deseos a la voluntad y deseos de Dios." Jeremías Burroughs enumera seis lecciones que Dios usa para enseñar a sus hijos a estar contentos. La primera es realmente el abecé del contentamiento: negarse a uno mismo. Nadie se negó a sí mismo como hizo Cristo. En segundo lugar él nos enseña que no merecemos nada... excepto el infierno. Considerando esto, cualquiera de nosotros bien pudiera decir: "Realmente debiera estar muy contento con mi parte en la vida al pensar que no estoy donde debiera estar." En la lección tres Burroughs nos muestra la vanidad de la criatura y el hecho de que el mundo no puede satisfacer nuestras aspiraciones. En la cuarta lección enseña cuál es nuestra relación con el mundo: somos peregrinos. Cuando viajamos, si un motel no es lo bueno que pensábamos debería haber sido, no nos irritamos demasiado pues sabemos que sólo estaremos allí una noche. Una noche es como un chasquido de dedos comparado con la extensión de nuestra vida, y esta, a su vez, es otro chasquido comparada con la eternidad. La tierra no es nuestro hogar, sólo estamos aquí de paso. Así como un soldado en el campo de batalla no espera dormir en una cama tibia y cómoda, así debemos también nosotros los cristianos, soportar la dureza de nuestra lucha. La lección cinco nos alerta al peligro de la prosperidad. Si realmente creemos lo que la Biblia dice sobre los peligros de la riqueza, no la querríamos. " ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! ", dijo Jesús (Mar. 10:23b). "... es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios" (Mat. 19:24). Finalmente, la lección siete abre nuestros ojos a la terrible pérdida de ser dejados a un lado por Dios. "Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón" (Sal. 81:11,12a). Lo peor que pudiera sucedernos es que Dios dejara que tuviéramos las cosas que nuestro corazón quisiera. Una vez que comencemos a aprender estas lecciones ya no nos irritaremos tanto cuando los caminos de Dios se crucen con nuestros deseos. Nos sentiremos contentos no importa lo que suceda. Pablo aprendió a contentarse al ser colocado en dificultades y diferentes circunstancias, descubriendo en ellas las verdades bíblicas. A lo largo de sus circunstancias colocó él sus convicciones, grandes como rocas. Martin Lloyd-Jones dice que al llegar Pablo a estas circunstancias, su lógica pudo funcionar como sigue: "(1) Las condiciones siempre están cambiando, por tanto no debo depender en absoluto de ellas. Mi gozo y mi paz no deben depender de las condiciones, so pena de no tener nunca una paz estable. (2) Dios se interesa por mí como un padre y nada puede sucederme fuera de su voluntad. Aun mis propios cabellos están contados. (3) La voluntad de Dios y sus caminos son un gran misterio, mas yo sé que aquello que él determine o permita es, por necesidad, para mi

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bien. (4) Toda situación en la vida es muestra de alguna manifestación del amor y bondad de Dios. Todo lo que me suceda es una muestra de eso. (5) Debo considerar las circunstancias y condiciones, no en sí mismas, sino como una parte de la forma en que Dios trabaja para perfeccionar mi alma. Dios me está haciendo semejante a Jesús y para lograrlo hace falta refinar mucho. (6) Cualquiera que pueda ser mi condición presente, es sólo algo temporal. Nunca podrá robarme el gozo y la gloria que al final me aguardan con Cristo." ¿Puede ver usted el principio que involucra la experiencia de Pablo? El decidió hacer de sus relaciones con Cristo, su gozo. Como dijo el salmista, "¿a quién tengo yo en los cielos sino a ti?' y fuera de ti nada deseo en la tierra". Pablo tenía todo lo que un hombre pudiera desear. Tenía a Dios como Padre, a Cristo como su Salvador, al Espíritu Santo como su Ayudador, y al cielo como su hogar. Así que ¿qué puede usted quitar de un hombre que tenga todo esto? ¿Qué puede usted añadir a un hombre que tenga todo esto? Pablo había aprendido a encontrar su fuente de gozo en su relación con Dios y Jesucristo. "Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: no te desampararé, ni te dejaré" (Heb. 13:5). ¡Cuando tenemos a Jesús lo tenemos todo! H.G. Spafford, un abogado, era un gran cristiano y amigo de Dwight L. Moody. Después del incendio de Chicago, Spafford envió su familia a Inglaterra e hizo planes para reunirse con ellos y hacer un recorrido por Europa en fecha posterior. El barco que llevaba a su familia se hundió. Sus tres hijas perecieron y su esposa le envió un cable desde Gales: "Yo sola he sobrevivido." Inmediatamente él partió a su lado. Su barco cruzó directamente sobre el área donde sus hijas se habían ahogado. En su dolor, Dios le dio visión e inspiración para escribir ese gran himno Alcancé salvación: "De paz inundada mi senda ya esté / 0 cúbrala un mar de aflicción, / Mi suerte cualquiera que sea, diré: / Alcancé, alcancé, salvación." Eso es el contentamiento cristiano. Pablo lo tuvo. Spafford lo tuvo. Usted y yo podemos tenerlo. Sin embargo, para tenerlo, debemos primero aprender duras lecciones en la vida y estar dispuestos a ser colocados en circunstancias difíciles. En ellas experimentaremos la suficiencia de Cristo y aprenderemos el contentamiento cuando coloquemos junto a las circunstancias difíciles, las convicciones del control providencial de Dios y nuestra relación con él. Aprenderemos nuestras lecciones por la práctica al dejar que la lógica de Pablo se convierta en la nuestra, al dejar que nuestras mentes se disciplinen y nuestras conciencias se entrenen para reconocer cada ocasión de descontento, y al confiar todo lo que somos a nuestro Padre. Mientras que nuestras necesidades son relativas, así como lo es nuestro contentamiento, también es un asunto de autodisciplina reconocer que uno no necesita más de lo que uno tiene. ¿Qué nos detiene para aprender la lección del contentamiento cristiano? Creo que es el no comprender lo que Dios espera y lo que promete hacer por nosotros. Como resultado, nos conformamos con demasiado poco. Llegó el día en que Dios mostró a los Matthews que ellos se habían conformado con muy poco. Lo que él esperaba de ellos no era sólo mera sumisión, sino que se deleitaran siendo sumisos a su perfecta voluntad. Un día que Arthur Matthews leyó Efesios 5:10, "comprobando lo que es agradable al Señor", preguntó a su esposa lo que ella pensaba que fuera el agradar a Dios en el caso de ellos. Al hablar sobre ello, llegaron a la conclusión de que "no recibirlas con gozo (sus circunstancias) era negar al Señor ante mí". Algunas noches más tarde, un pensamiento se abrió paso como un relámpago en Arthur: el Hijo de Dios dejó el cielo, no sólo plegándose a la voluntad de Dios sino deleitándose en la voluntad del Padre. Cristo dijo: "Heme aquí. En el libro está escrito hacer tu voluntad, oh Dios. ¡Yo me complazco en hacerla! " (Sal. 40:7,8). Arthur comprendió que ellos habían estado obrando como siervos que no quisieran hacer algo pero tuvieran que hacerlo. ¡Qué actitud tan diferente tuvo Jesús! Llegó el día en que Arthur y Wilda, juntos, se arrodillaron ante el Señor y se decidieron a vivir en su pequeña y limitada cocina, tanto tiempo como él quisiera. Y la paz de Dios se derramó sobre ellos inundándoles y trayéndoles un gozo como jamás habían conocido antes. "Los grandes acordes que resonaron en nuestro corazón al tocar nosotros las teclas abandonadas con tanto gozo, fueron realmente asombrosas. Ya no somos bueyes estúpidos conducidos y empujados sin querer nosotros a lo largo de un camino agradable; sino hijos, cooperando con todas nuestras fuerzas, yendo adelante con corazón dispuesto, tomados de la mano del Padre". Aprender a estar contentos glorifica a Dios y nos libra de muchas tentaciones. Al diablo le gusta pescar en aguas revueltas. La falta de contentamiento es algo impropio de un cristiano y nuestra actitud

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amargada se convierte en el blanco principal de las fuerzas de Satán. Somos la esposa de Jesucristo, el Rey de Reyes. ¿Deberá estar descontenta alguna vez la esposa de Cristo? Considerad detenidamente las áreas de vuestro descontento. Sentaos ante el Señor y escribid las causas de que estéis así, preguntándoos a vosotros mismos la razón por la que estas fruslerías os producen tales problemas. Entonces, alejadlas de vosotros, arrodillándoos ante Dios como hicieron los Matthews, abandonándoos gozosamente a aquello que es eterno y no puede cambiar. Una pequeña fórmula de Andrew Murray, llamada "Las Cuatro Anclas" bien os pudiera ayudar: (1) Decid: él me trajo hasta aquí. Es por su voluntad que estoy en este lugar estrecho, por lo cual estaré tranquilo. (2) El me guardará en su amor aquí y me dará paz para comportarme como hijo suyo. (3) Así pues, él convertirá la prueba en una bendición, enseñándome las lecciones que él quiere que aprenda. (4) Cuando le parezca bien, él me levantará de nuevo, cuándo y cómo sólo él lo sabe. O decid lo mismo de esta otra forma: estoy aquí (1) por la voluntad de Dios; (2) bajo su cuidado; (3) bajo su disciplina; (4) por el tiempo que él quiera. Busquemos con denuedo, junto a Pablo, esta "rara joya del contentamiento cristiano".

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CAPÍTULO XVII COMO SER FUERTE EN CUALQUIER COSA QUE DEBA HACER

Filipenses 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (4:13) Qué afirmación tan asombrosa hace el apóstol Pablo: "todo lo puedo". La impresión inicial es que estas palabras vienen de un hombre orgulloso y lleno de jactancia, pero por lo que hemos estudiado acerca de él sabemos que Pablo era en verdad un hombre muy humilde. Su declaración debe tener, por tanto, un significado más profundo. Como L. Martyn Lloyd-Jones afirmara, "esta declaración es uno de los más grandes elogios que Pablo tributara jamás a Jesucristo". Es imperativo que interpretemos "todo" a la luz del contexto, pues, en un sentido, esto limita la afirmación. Pablo no está diciendo que él puede resolver ecuaciones matemáticas imposibles, o contestar los secretos impenetrables de la ciencia. Cuando dice "todo" se está refiriendo a todas las cosas que Dios le ha llamado a hacer. En el contexto inmediato está diciendo: "Yo puedo estar contento y confiado no importa las circunstancias que existan, en cualquier situación en que me encuentre." En el más amplio contexto del capítulo cuarto de Filipenses, Pablo afirma: "Puedo hacer todas las cosas que estoy ordenando a ustedes hacer." Revisemos brevemente lo que Pablo requería de los filipenses. En el verso 1 les instaba a estar firmes. "Así que, hermanos míos amados estad firmes en el Señor. Firmes al encarar toda tentación a vuestro alrededor y vuestra tendencia interior a ser falsos al Señor. Firmes cuando el mundo os amena ce. Firmes, cuando los falsos maestros traten de confundiros: "'En este versículo vemos que una de las cosas incluidas en el "todo" que Pablo podía hacer `era estar firme en el Señor. En el verso 2 el apóstol ruega a Evodia y a Síntique (y a todos los cristianos) a ser de un mismo sentir en el Señor. Les dice que los cristianos deben amar a los demás creyentes en la fe y ser de un solo corazón y mente con ellos. En el verso 4 las instrucciones de Pablo son de "regocijaos en el Señor siempre", lo cual testifica que él lo puede hacer (regocijarse en todo y por todo) en Cristo. En el versículo 6 dice que no debemos estar "por nada ... afanosos". ¡No os preocupéis por nada! Podéis obtener la victoria sobre la preocupación; podéis tener la paz de Dios que sobrepasa a todo entendimiento humano. Pablo dice que él sabe que esto es verdad porque en Cristo él lo ha aprendido. En el verso 8 nos anima a tener una vida racional consistente. Debemos pensar en cosas que sean verdaderas, honestas, justas, puras, amables, y de buen nombre. Estas son, pues, algunas de las cosas comprendidas en el "todo" que Pablo dice que puede hacer. Los versículos anteriores nos ofrecen el contexto y el límite, pero ¡oh, qué límite! ¡Imaginaos viviendo de esa forma! El apóstol da a continuación la llave de cómo puede hacerse todo esto: es posible, solamente, en el Señor Jesucristo. De acuerdo con Charles Simeon, Pablo está diciendo: "Yo puedo soportar todas las pruebas; puedo cumplir con todas las obligaciones; puedo humillar toda lujuria; puedo enfrentar todos los pecados en mi vida, en Cristo." ¡Qué testimonio sería en el día de hoy una vida como esa! Piénsese en el contraste entre esta declaración de Pablo y la experiencia de los cristianos que nosotros conocemos. La forma de vivir del apóstol es la vida cristiana normal, mas, desafortunadamente, no es la vida de un cristiano normal. La mayoría de estos viven vidas subnormales, y su consigna es "no puedo". No puedo testificar, no puedo enseñar, no puedo disciplinarme, no puedo romper con el hábito de fumar, no puedo manejar una situación laboral como la mía, y así por el estilo. Pablo fue un tipo de cristiano "yo puedo", y ¡eso significa que todo cristiano puede serlo también! De hecho, como señala Jay Adams en su libro Competent to Counsel, lo que un cristiano no puede hacer es decir "no puedo". Simplemente, no se le permite tal declaración. Yo PUEDO... porque Dios "hace a la medida" toda prueba que envía a nuestro camino. Ni una sola de ellas está más allá de lo que podemos hacer, en él. "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1Cor. 10:13). Cualesquiera que puedan ser las circunstancias, podemos hacer la voluntad del Señor, podemos producir los frutos del Espíritu, podemos regocijarnos siempre, podemos tener paz en el corazón, y podemos amar a otros.

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La fuente de poder de Pablo era el Señor Jesucristo. "Todo lo puedo en aquel que constantemente me infunde fortaleza." O, como traduce la versión Amplified Bible, en inglés: "Tengo fuerzas para todo en Cristo que me da el poder. Estoy listo y capacitado para cualquier cosa en él, quien infunde fortaleza interior dentro de mí. Esto , es, soy autosuficiente en la suficiencia de Cristo. " ¿La explicación? ¡Cristo en mí! Cristo es la fuente de este poder y fortaleza. Es este poder, también, el verdadero secreto del contentamiento que Pablo experimentaba. La fortaleza infundida constantemente por Cristo dentro de Pablo, en toda circunstancia, le permitió estar capacitado para toda situación. Y a través de toda ella, el apóstol aprendió a usar los recursos que tenía en Jesucristo. Muchas personas tienen la idea errónea de que cristianismo es tomarme yo mismo en mis manos y comenzar a obrar bien. Tal creencia, aunque parcialmente airosa, siempre conduce al orgullo de la propia justicia. Todo lo que se logre por ella es totalmente externo y no puede relacionarse con las actitudes del corazón, donde se esconde lo verdaderamente malo. La vida cristiana no es un individuo tomándose él mismo en sus manos y conformando su vida, por voluntad propia, a la manera de Cristo. Más bien, es Cristo viniendo e invadiendo la vida de uno, viviendo por su Espíritu en nuestro cuerpo, y produciendo una calidad de vida totalmente nueva en el individuo. Por esta bendita invasión, la maldad del corazón se soluciona con la dádiva milagrosa de un nuevo corazón, y el crecimiento de los frutos del Espíritu —amor, gozo, paz, longanimidad, paciencia. Esta es la esencia de la vida cristiana. Anteriormente Pablo había escrito: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:12,13). Cuando una persona ve que no puede llegar a determinada altura por sus propias fuerzas, que es un ruin pecador inaceptable a Dios, esa persona está forzada a venir a Dios como un rebelde en quiebra y rogar: "Oh, Dios, ¡ten misericordia de mí, pecador! Yo me entrego a Cristo Jesús en busca de perdón. Reconozco que él pagó por estos pecados míos. Ahora quiero que venga y viva en mí, y haga de mí una nueva persona." En ese momento Dios comenzará a obrar en ese individuo para producir en él una nueva calidad de vida. Pocos cristianos saben realmente lo que poseen. Al no saberlo, se convierten en cristianos "no puedo". Toda su actitud mental es de insuficiencia e incertidumbre. Para cambiar eso, todo creyente debe comprender quién es él y, además, que tiene a Cristo morando en él. Esta es la razón por la que puede comenzar a vivir en el poder de su presencia. Pablo oró por los cristianos efesios para que Dios abriera sus ojos al poder que tenían en Cristo; para que pudieran conocer la sobreabundante grandeza de su poder como fue demostrada en su resurrección de entre los muertos (véase Efe. 1: 19-20). "Esa clase de poder está trabajando en vosotros", dice Pablo aquí una vez más, "y yo quiero que Dios os lo revele eso, de manera que vuestros ojos vean lo que tenéis." En el tercer capítulo de Efesios, el apóstol nos dice: "Quiero que sepáis que Dios puede hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros" (v. 20). ¡Así de poderosos podemos ser! Sin Cristo no podemos hacer nada. Con él, todo lo podemos. Cristo es la fuente secreta de nuestra fortaleza. Isabel Kuhn, en el prefacio de su novela Green Leaf in Drought-Time, comentaba: "Escribir, solamente, otra historia acerca de alguien que sufre bajo la persecución comunista ... no hay nada extraordinario en eso. Hay cientos de libros que tratan ese mismo tema. Pero escribir un libro que diga cómo es que este "árbol" puede estar verde y produciendo hojas verdes en época de sequía, cuando otras personas están cayéndose; hablar acerca de la fuente secreta de fortaleza, de la abundancia de frutos, del poder y las formas de esa fuente ... ¡Ah!, es esencial que conozcamos más sobre eso. ¡Vale la pena escribir acerca de eso!" Cristo es la fuente de esa clase de poder, y su provisión es constante. No es el Cristo que me fort a l e c i ó cuando me convertí en cristiano. Esto, por supuesto, es cierto, pero es algo que no estuvo limitado a una infusión de una sola vez. La provisión de Dios es constantemente nuestra. Cristo me fortalece y continúa fortaleciéndome diariamente. "Nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día." "Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isa. 4):31). ¿De qué forma puede esto compararse con el libro del Dr. Norman Vincent Peal Power of Positive Thinking? En su libro Your Mind Matters John Stott -dice que aunque mucho de lo que el Dr. Peale escribe es verdad, sin embargo confunde el asunto. "Su convicción fundamental se refiere al

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poder de la mente humana. Norman Vincent Peale cita a William James: “El mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar sus vidas alterando sus actitudes mentales.” De esta manera el Dr. Peale desarrolla su tesis sobre el pensamiento positivo, igualándolo erróneamente con la fe. ¿Qué fe es, exactamente, aquella que él está promoviendo? El primer capítulo de su libro Power of Positive Thinking se titula, significativamente, “Creed en vosotros mismos”. En el capítulo siete, “Esperad lo mejor y obtenedlo”, ofrece una sugerencia que él garantiza que funcionará. “Leed el Nuevo Testamento, separad una docena de las más sólidas declaraciones sobre la fe, y memorizadlas. Dejad que estos conceptos de fe se introduzcan en vuestras mentes conscientes. Repetidlos una y otra vez. Gradualmente se irán hundiendo dentro de vuestro subconsciente y os convertirán en un creyente”. Hasta aquí, esto suena prometedor. Pero esperad un momento. “Cuando la Biblia se refiere al escudo de la fe”, añade Peale, “está enseñando un poder espiritual de técnica, a saber, la fe, el creer, el pensamiento positivo, la fe en Dios, fe en los demás, fe en vosotros mismos, fe en la vida. Esta es la esencia de la técnica que la Biblia enseña.” Estas citas son suficientes para mostrar que el Dr. Peale no hace distinción, aparentemente, entre la fe en Dios y la fe en uno mismo. De hecho, no parece estar nada preocupado por el objeto de la fe." Como parte de su fórmula destructora de preocupaciones, el Dr. Peale recomienda que lo primero que debemos hacer cada mañana antes de levantarnos, es decir en voz alta, "Yo creo" tres veces. Pero no menciona qué es aquello en lo que nosotros, tan confiada y repetidamente, debemos afirmar nuestra creencia. Las últimas palabras de su libro son simplemente: "Así que, creed y vivid con éxito." Pero creer ¿qué?, ¿en quién? John Stott comenta: "Para el Dr. Peale, la fe es, verdaderamente, otra palabra para la confianza en sí mismo o para un optimismo irreal en gran manera. Se me dice que el Dr. Peale puede haber modificado su posición desde que escribió este libro, pero este sigue aún circulando y leyéndose. En él parece claro que su pensamiento positivo es, a la larga, meramente un sinónimo de pensar en lo que se desea. La fe no es optimismo. La fe es una confianza razonada. Una confianza que descansa seria y seguramente en la veracidad de Dios." No es verdad que podéis hacerlo todo. Sin Cristo no podéis hacer nada en términos de lo que Dios dice que hagáis. El corazón del asunto es la relación entre Cristo y yo. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Lo esencial es comprender y establecer un balance. "Algunas personas enfatizan demasiado el yo", dice Martyn Lloyd-Jones. "Todo lo puedo." (Este es un tipo de cristianismo estoico: Yo puedo autodisciplinarme. Yo puedo leer la Biblia. Yo puedo orar y cambiar mi vida.) "Algunas personas eliminan el yo al hacer un mayor énfasis en Cristo." (Cristo vivirá la vida.) Lloyd-Jones menciona que alguien ha definido un cristiano como sigue: "Un cristiano es una mente a través de la cual Cristo piensa, una voz por la que Cristo habla, un corazón a través del cual Cristo ama, una mano a través de la cual Cristo ayuda." En referencia a esta definición, el mencionado autor responde: "A la luz del texto, esto no tiene sentido. Si un cristiano es una mente a través de la cual Cristo piensa, etc., ¿dónde está el yo? Este ha sido eliminado, mas no es esto lo que Pablo dice. El afirma: "Todo lo puedo (yo) en Cristo que constantemente infunde fortaleza en mí." Es importante comprender este balance. En el libro The Way of Holiness, de Kenneth Prior, tenemos lo que pienso que es un desusado balance. El autor cita libros que dan un cuadro no balanceado (por una parte u otra), entonces trata de presentar el balance. Por ejemplo, Charles Trumble, siendo como fue un gran cristiano, desafortunadamente eliminó el yo en su presentación de cómo se vive la vida cristiana. Hizo declaraciones tales como: "El hecho simple es que cada vez que una vida que confía en Cristo como Salvador se rinde completamente a Cristo como Dueño, entonces Cristo está listo a tomar el control completo de esa vida y a llenarla al momento con él mismo. Cuando nos entregamos y confiamos completamente, morimos a nosotros y Cristo puede y reemplaza, literalmente, nuestro ser con él mismo. De aquí que ya no vivamos nosotros, sino Cristo en nosotros en su Persona, llenando literalmente todo nuestro ser con él mismo en una presencia real y personal; y no lo hace en sentido metafórico, sino tan materialmente como nosotros llenamos nuestras ropas con nosotros mismos." Prior dice: "En esta condición, un cristiano no experimentaría la tentación, pues esta es, según Trumble sostiene, `derrotada por Cristo antes que haya tenido tiempo de llevarnos a una lucha'. Si, como añade B.B. Warfield, `queda algo de nosotros para ser llevado!' " ¿Veis ahora la forma en que esto ha sido enfatizado con exceso y se interpreta erróneamente? Cristo no toma el lugar nuestro, no elimina el yo.

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Kenneth Prior continúa: "Una persona que esté siendo renovada por el Espíritu Santo no se encuentra en un estado de entrega pasiva, sino que está comprometido activamente en mortificar la carne y colocar el hombre nuevo. La vida cristiana se describe como una carrera y como una lucha, y ambas analogías de seguro implican esfuerzo de parte del cristiano. Además, si un cristiano sólo necesita permanecer en estado pasivo como un poco de barro en manos del alfarero, es difícil ver el propósito de las secciones prácticas del Nuevo Testamento. Si el hecho es, simplemente, dejar que Cristo viva su vida en nosotros, ¿dónde está el lugar para mandatos como 'Mirad con cuidado cómo andáis'?" Un buen cuadro de lo que es la vida cristiana se da en El progreso del peregrino. Como recordaréis, Peregrino tuvo que luchar contra el Gigante Desesperación y el Castillo de la Duda, pelear con Apolión y escalar el monte llamado Dificultad. Este es un cuadro mías preciso de la vida cristiana en todas sus pruebas y retos. Algunos libros enfatizan más las partes de lucha, pelea, y oración. El libro de J.C. Ryle sobre la santidad es excelente, pero no llega en realidad a lo que Pablo está señalando aquí: Cristo en nosotros, produciendo la vida a través de nosotros. Otros libros, tales como The Saving Life of Christ, por Ian Thomas, y They Found the Secret, por Raymond Edmond, presentan un énfasis balanceado: Cristo vive su vida a través de nosotros, y el otro ingrediente necesario es una confianza activa de manera que Cristo produzca esta calidad de vida en nosotros. Pablo habla acerca de ese balance correcto. Primero nos da el lugar apropiado para la personalidad regenerada, luego enfatiza la responsabilidad de Dios de proveernos de la fuerza y el poder para hacer lo que tenemos que hacer. La salvación es un don y, por tanto, no se puede trabajar por conseguirla. Sin embargo, se nos ordena "ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor" pues Dios está obrando en nosotros. Realmente este es un asunto del poder de la voluntad, ¡mi voluntad y el poder de Dios! Una cosa es conocer "todo lo puedo en Cristo" y otra vivir en ese poder. Leer las vidas de cristianos famosos que vivieron por años sin llegar a comprender totalmente esta verdad nos debe animar a no descansar hasta que la experimentemos por nosotros mismos. Hudson Taylor, por caso, fundador de la Confraternidad Misionera de Ultramar, fue un gran cristiano y un verdadero hombre de oración. Por ejemplo, oró al Señor de la mies que enviara obreros, y estos vinieron por cientos en el interior de China. Mas, con toda su oración, Hudson Taylor experimentaba una lucha espiritual. Dijo: "Me odiaba; odiaba mi pecado; y, sin embargo, no tenía fuerzas contra él. Sentía que era hijo de Dios: a despecho de todo su Espíritu clamaba en mi corazón, 'Abba, Padre': pero para aprovechar mis privilegios como hijo, estaba totalmente sin poder. Pensé que la santidad, la santidad práctica, tenía que ser alcanzada gradualmente por un uso diligente te de los medios de la gracia. " Mas él descubrió algo diferente. Mientras odiaba su pecado y su debilidad por el hecho mismo comenzó a comprender "que la fe era el único prerequisito, era la mano que debía asirse de su plenitud y hacerla mía propia. Pero yo no tenía esta fe. Me esforcé por alcanzarla, pero no venía; traté de ejercitarla, mas en vano". Entonces un amigo le escribió una carta. Un pensamiento en ella "fue usado para remover las escamas de mis ojos, y el Espíritu de Dios me reveló la verdad de nuestra unidad con Jesús como nunca antes la había conocido. “Pero ¿cómo hacer que la fe se fortalezca? No al luchar por ella, sino descansando en aquel que es fiel”. Confiar en Cristo para que produjera esta calidad de vida era la llave. Al escribir a su hermana acerca de esto, Taylor dijo: "Es algo maravilloso ser en verdad uno con un Salvador resucitado y exaltador miembro de Cristo. Pensad en lo que ello envuelve. ¿Puede ser Cristo rico y yo pobre? ¿Puede vuestra mano derecha ser rica y la izquierda pobre, o estar vuestra cabeza bien alimentada, mientras vuestro cuerpo pasa hambre?" Taylor había sido miembro del cuerpo de Cristo, pero la realidad de lo que tenía y su habilidad para descansar en este poder habían venido a él repentinamente. De ahí en adelante tuvo una nueva visión de la vida cristiana y una nueva experiencia del poder de Dios en su vida. En su libro The Key to Triumphant Living, Jack R. Taylor habla de las vueltas y más vueltas en el vacío que conoció como pastor bautista de éxito. Había alcanzado todo aquello por lo que había luchado, y aún se sentía miserable. Dice en su libro: "Evadiendo frenéticamente mi propio descubrimiento, busqué más y más éxitos en los edificios, presupuestos, y bautismos ... muy a menudo

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nuestra ‘trinidad’ del éxito. Nada parecía aliviar las miserias, abatimiento, y presiones. Quería salirme de ello, pero parecía no haber forma." Finalmente, oró más o menos de la siguiente manera: "Dios, si no hay algo más en la vida cristiana que lo que yo estoy experimentando, deseo que tomes mi vida. Si permites que despierte en la mañana sin haber tomado mi vida, sabré que hay algo más y que tú me vas a conducir a ello." Cuando despertó a la mañana siguiente, comenzó a buscar. Mientras estudiaba la Biblia, llegó a las palabras: "A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Col. 1:27). Inmediatamente todo se aclaró en él. Tenía a Cristo morando dentro y todo lo que tenía que hacer era descansar en que Cristo produciría una nueva calidad de vida. Ya no tendría que tratar de hacerlo con sus propias energías. El resultado fue ¡un pastor revolucionado cuya vida revolucionó su iglesia! Muchas veces he compartido desde el púlpito mis propias experiencias al luchar con este asunto. Cuando me convertí en cristiano, mi visión de la vida cristiana era de lucha, pelea, y oración. Leí Holiness, de J.C. Ryle, y porque él decía "lucha, pelea, y ora", esto es lo que yo hacía. Mas algo no encajaba. Dios usó entonces el libro The Saving Life of Christ, de lan Thomas, para mostrarme la otra cara de la moneda. Thomas escribe: "Cristo es la vida. No es meramente el camino, y él vivirá su vida a través de vosotros y producirá resultados a través de vosotros, si solamente confiáis en él". ¡Pensé que esto era demasiado bueno para ser verdad! Sin estar muy seguro de que Cristo hubiera prometido vivir su vida a través de mí, decidí de todos modos confiar en él y ver si era verdad. Mientras estudiaba el Nuevo Testamento llegué pronto a la conclusión de que Cristo había hecho, verdaderamente, esa promesa, por lo que le rogué que llegara a esos resultados en mí. Una vez que sinceramente estuve de acuerdo en andar por fe, muchas cosas comenzaron a suceder, aunque no exactamente como yo las había anticipado. Sin darme cuenta de ello, desequilibré mi vida ladeándome hacia la parte de Cristo-lo-hará. Considerando que antes me levantaba a las cinco en punto para luchar, pelear, y orar, ahora me hallé a mí mismo desconectando el reloj despertador y yendo de nuevo a dormir, asumiendo, pienso, que Cristo haría mejor su obra en mí si no le ofrecía una resistencia demasiado alerta. No es necesario decir que ahora estaba tan lejos del equilibrio como había estado antes. Cristo tenía que enseñarme el equilibrio entre la lucha, la pelea, y la oración, con una confianza única en su poder para producir la calidad de vida en mí y a través de mí. El debía controlarme y darme el poder para tocar las vidas de otros. Jesucristo nunca nos abandona cuando buscamos ese equilibrio, cuando descansamos completa y totalmente en él. El es suficiente para hacernos cristianos "yo puedo". El equilibrio está en lo que Pablo declaró: "Todo lo puedo en Cristo quien constantemente me infunde fortaleza. "

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CAPÍTULO XVIII LA SUFICIENCIA DE DIOS

Filipenses 4:14-23 Llegamos ahora a la conclusión de la epístola de Pablo a los Filipenses. Aun cuando está sufriendo prisiones, este gran defensor de la fe cristiana puede mirar por sobre sus circunstancias y decir a los creyentes que, no obstante todos los obstáculos, Cristo ha prometido continuar y completar la obra divina ya comenzada en cada creyente (v. 16); que pruebas tales como sus prisiones, redundarán en beneficio del evangelio (v. 1: 12); que Cristo —no las cosas materiales— debe ser el centro de nuestra vida (v. 1: 21); que, en conjunto, la muerte tiene un significado de gozo, pues conduce a la vida eterna y a la comunión con el Hijo de Dios; que únicamente Cristo debe ser nuestro ejemplo (vv. 2:5-1 1); que hay un nuevo estilo de vida, una vida resucitada conformada de acuerdo a nuestro perfecto Salvador (vv. 3:7-10); que en Cristo la labor del cristiano no es en vano (v. 2:16); que en Jesucristo el creyente encuentra su llamamiento (v. 3:14); que todos tenemos una nueva ciudadanía (vv. 3:20,21); que al obedecer a Cristo descubrimos el secreto del contentamiento (vv. 4:6,7); y que el Señor es realmente una increíble e invencible fuente de fortaleza (v. 4:13). Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros oh filipenses, que a lprincipio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.(4:14-16) Habiendo declarado todo esto, Pablo llega a la conclusión de su carta asegurando a aquellos que le respaldaban en Filipos que estaría eternamente agradecido de ellos por su fiel sostén estímulo. Cuando dice "sin embargo" se refiere a todo lo que ha aprendido acerca de estar contento sin importar la circunstancia. El no hablaba de querer pues había hallado que Dios era su suficiencia, adecuada en todas las circunstancias. Sin embargo, quería que los filipenses supieran que habían hecho bien al ministrar a las necesidades de él. La versión inglesa de Berkeley para el versículo quince es útil: "Vosotros os asociasteis conmigo en lo concerniente a dar y recibir." Es obvio que los filipenses habían enviado algunas contribuciones a Pablo. Ellos comprendían que era su responsabilidad cristiana cooperar con el apóstol en el evangelismo y las misiones mundiales —una tarea que debían llevar a cabo conjuntamente. Por medio de sus ofrendas participaban significativamente en el ministerio de Pablo. Como en el caso de los filipenses, también es nuestra responsabilidad cristiana participar en un programa ministerial conjunto con aquellos que son enviados fuera por la iglesia, en evangelismo y misiones mundiales. Nótese que ninguna otra iglesia había ministrado o ayudado al apóstol en la misma forma en que los filipenses lo habían hecho. Yo no creo que la decla ración de Pablo es una queja contra las demás iglesias, sino más bien un reconocimiento especial a la iglesia en Filipos. Esta no usó el error o la negligencia de las otras iglesias como excusa para eximirse ellos mismos de su obligación de hacer lo correcto. En lugar de ello, se propusieron seguir la voluntad de Dios como se revelaba en su Palabra. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. (4:17) El versículo diecisiete es parafraseado en la versión inglesa Living Bible, como sigue: "Lo que me hace muy feliz es la bien gana recompensa que tendréis por vuestra bondad." Jesús había dicho que ni siquiera un vaso de agua dado en su nombre quedaría sin recompensa. Pablo ahora asegura a los filipenses que, al ayudarle, estaban haciendo inversiones espirituales. Dios les recompensaría por ello. John Daille, el escritor puritano, comenta sobre este versículo: "El presupone lo que la Escritura enseña profusamente: que Dios ha hecho una especie de contrato o acuerdo con sus siervos por el cual ellos están obligados, por una parte, a emplear fielmente todo lo que tienen para gloria suya y el bien de su iglesia, y él, por su parte, se compromete a devolver con abundante usura (o interés) todo lo que ellos puedan haber usado en su servicio." Este mismo principio se expresa bien en el himno Aprisa, Sion: "Tus hijos da, que lleven su palabra; / Tus bienes pon, su paso para abrir; / Por ellos tu alma en oración derrama, / que todo Cristo te ha de retribuir."

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Pablo no está enseñando aquí una doctrina de mérito humano. Nosotros no podemos ganar las bendiciones de Dios. Estas vienen a nosotros por gracia únicamente. Por ejemplo, venimos a Dios y recibimos de su mano de misericordia el don inmerecido de la salvación. Por nuestro pecado y rebelión natural merecemos el infierno. Sólo cuando reconocemos que nuestra paga justa es el eterno castigo, es que podemos apreciar en todo lo que vale el don que es nuestro en la salvación. Adoptados por gracia en la familia de Dios, se nos da entonces el Espíritu Santo para que comience en nosotros una nueva obra, haciendo que deseemos hacer la voluntad de Dios y también amar y ayudar a otros. Al ser cultivado ese nuevo deseo, Dios nos recompensa; pero todo ello es gracia de principio a fin. Dios nos da la gracia para hacer su voluntad y luego nos recompensa por hacerla. Pero todo lo he recibido, Y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviaistes; olor frangante, sacrificio acepto, agradable a Dios. (4:18) Los cristianos primitivos fueron criticados porque no ofrecían sacrificios como los paganos que les rodeaban, o como los judíos que aún seguían las leyes del Antiguo Testamento. Como respuesta, los cristianos señalaban hacia Jesucristo. El habia muerto de una vez por todos. Debido a que su muerte habia hecho completa expiacion de todo pecado, jamas serian requeridos mas sacrificios. Al mismo tiempo, los cristianos primitivos habían sido enseñados por el apóstol acerca del sacerdocio de todos los creyentes: que todo cristiano es su propio sacerdote. En Cristo Jesús nosotros tenemos nuestro gran Sumo Sacerdote, pero nosotros mismos somos también sacerdotes y podemos ir directamente a la presencia de Dios y ofrecer nuestras propias vidas en sacrificio vivo. Estos cristianos antiguos respondieron a sus acusadores mostrando que el "sacrificio" del cristiano está formado de acciones caritativas, obediencia a Dios, caminar en humildad delante de él, un recto corazón, y amor por el prójimo. De esto es de lo que Pablo está hablando en el versículo dieciocho. Sus dádivas de amor a Pablo subían en "olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios". Al obedecer a Dios, al oficiar como sacerdotes, nuestros altares son las personas, y nuestras dádivas de amor son los adornos de esos altares. Estos sacrificios vienen a ser olor fragante que agrada a nuestro Padre Celestial. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. (4:19) Es a la luz de la contribución hecha a Pablo por los filipenses, que podemos comprender la profunda declaración: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta. Que promesa. Sin lugar a dudas, la dádiva de los filipenses había salido de sus escasos recursos. Ellos no eran ricos. Pero una vez que hubieron dado con liberalidad de sus posesiones a Pablo, este entonces les prometió la reciprocidad de Dios. "Vosotros habéis suplido mis necesidades", dice Pablo, "y mi Dios suplirá las vuestras. Mi Dios les reembolsará." Veamos cuidadosamente lo que Dios promete suplir exactamente: todas nuestras necesidades. De acuerdo, las necesidades varían de persona a persona e incluyen mucho más que las meras necesidades financieras. Todos nosotros tenemos necesidades emocionales, físicas, sicológicas, y espirituales. Necesitamos guía, protección, sabiduría, y discernimiento. Y el Dios que suplió fielmente todas las necesidades de Pablo se ha comprometido él mismo a ministrar fielmente, de igual forma, aquello de que carecemos individualmente. Pero debemos tener cuidado. Dios no promete satisfacer todo lo que queremos; él promete suplir todas nuestras necesidades. En su libro Elijah, Howard G. Hendricks (profesor en el Seminario de Dallas) cuenta esta historia de una necesidad financiera que Dios suplió milagrosamente. "Poco después que el seminario fuera fundado en 1924, casi tuvo que capitular. Llegó al punto de la bancarrota. Todos los acreedores iban a apropiarse de la hipoteca a las doce meridiano de un día en particular. Esa mañana los fundadores de la escuela se reunieron en la oficina del presidente a orar por que Dios proveyera. En esa reunión de oración estaba Harry Ironside. Cuando llegó su turno de orar, lo hizo en su refrescante estilo característico: “Señor, sabemos que todo el ganado que hay en mil colinas es tuyo. Por favor, vende parte de él y envíanos el dinero.” Mientras ellos oraban, un tejano alto, con botas y camisa abierta, llegó a la oficina y dijo: “Acabo de vender dos vagones de ganado en Fort Worth. He estado tratando de hacer algunos negocios, pero nada ha salido bien, y yo siento que Dios me está induciendo a dar este dinero al seminario. No sé si ustedes lo necesitan o no, pero aquí está el cheque.” Una pequeña secretaria tomó el cheque, y sabiendo algo de lo crítico del momento financieramente, fue hasta la puerta de la reunión de oración y golpeó tímidamente. Cuando finalmente le respondieron, el Dr. Chafer tomó el cheque de sus manos y éste era por la cantidad exacta de la deuda. Cuando vio la firma del cheque, reconoció el nombre de un ganadero de Fort Worth.

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Volviéndose al Dr. Ironside, le dijo: Harry, Dios vendió el ganado". Corrie Ten Boom, en The Hiding Place, relata un incidente que ilustra el mismo principio. Mientras ella y su hermana Betsie estaban prisioneras en uno los campos de concentración de Hitler, el "milagro de las vitaminas" tuvo lugar. "Al entrar en el campo teníamos que entregar no sólo nuestras ropas, sino también nuestras medicinas. Pero se nos permitía guardar algunos artículos de tocador. Mi botella pequeña de Davitamon, un compuesto líquido de vitaminas, estaba entonces a la mitad. La puse encima de la mesa, y la mujer que nos estaba revisando dijo: “Eso también es un artículo de tocador.” Con sus propias manos ella misma la volvió a colocar en mi bolsa y yo me sentí muy feliz por ello. La deficiencia de vitaminas era uno de los más graves riesgos para los prisioneros. "Desde el primer día mismo, a todo el que dormía a mi alrededor le daba un par de gotas de Davitamon. Lo daba a tantos como a treinta personas a un tiempo, mas la pequeña botella continuaba ofreciendo sus gotas. Esto siguió así por espacio de seis u ocho semanas, hasta que las mujeres ya no me preguntaban: “¿Tiene todavía un poco de Davitamon?” sino, “¿Tiene usted todavía algún aceite de la vasija de la viuda de Sarepta?” Ellas estaban en lo cierto al llamarlo de esa forma, pues “la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”. Así también nosotros estábamos experimentando un milagro igual. "Entonces, un día mi amiga, que trabajaba en el hospital, me trajo una bolsa llena de vitaminas; creo que era levadura de cerveza. “Da esto a todas las mujeres que te rodean”, me dijo. “Hay mucha deficiencia de vitamina en el campo. Pero no digas a nadie que yo te las di”. Así que repartí a cada mujer lo suficiente para que le durara una semana. Esa noche le dije a Betsie: “Voy a darte Davitamon también, hasta tanto dure.” Mas ni una sola gota salió de la botella. El milagro ya no era necesario". También recuerdo la oración de Martín Lutero ante la Dieta de Worms, cuando se enfrentó solo a todos los poderosos detractores de su tiempo. Su necesidad era de protección. No muchos años antes, el reformador religioso Juan Huss había sido quemado en la hoguera por las mismas cosas de las que acusaban a Lutero. A menos que Dios interviniera, este último sufriría la misma suerte. Así es como oró Lutero: "Oh Todopoderoso y Eterno Dios, ¡qué terrible es este mundo! He aquí que abre su boca para tragarme, y yo tengo tan poca confianza en Ti.... Oh, Dios, ayúdame contra toda la sabiduría del mundo. Haz esto; sea esta Tu voluntad... pues esta obra no es mía, sino Tuya. No tengo nada que hacer aquí, nada por lo que contender con estos grandes del mundo. Desearía ver correr mis días en paz y felicidad. Pero la causa es Tuya ... y es una Causa Justa y Eterna. ¡Oh, Dios, ayúdame! Fiel e inmutable Dios, en ningún hombre pongo yo mi confianza. Sería en vano.... Tú me has escogido para este trabajo. Lo sé bien.... Obra entonces, Oh Dios ... colócate a mi lado, por el amor de Tu Bienamado Jesucristo, quien es mi Defensa, mi Escudo, y mi fuerte Atalaya." ¡Dios protegió a su siervo y le usó de manera poderosa para comenzar una reforma que estremeció el mundo! Pablo añade una calificación crucial a esta significativa afirmación de la suficiencia de Dios. No sólo suplirá Dios todas nuestras necesidades sino, añade Pablo, la medida con que suple es "conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". La bien conocida letra de los himnos de Annie Johnson Flint delinean muy apropiadamente esa medida de la suficiencia de Dios. Bien declara ella que no hay barreras cuando Dios da, ni límite al monto de su provisión: "El da más gracia cuando las cargas son mayores / El envía más fortaleza cuando el trabajo aumenta / A más aflicciones El añade su misericordia / A las pruebas multiplicadas, su multiplicada paz / Su amor no tiene límites, su gracia no tiene medida / Su poder no tiene fronteras conocidas por los hombres / Pues de sus infinitas riquezas en Jesús / El da, y da, y da otra vez." ¿Cuáles son las riquezas de Dios? Su Omnisciencia, su Omnipotencia, su Amor, su Sabiduría, su Gracia, más todo su gran almacén de atributos divinos. Es de estas gloriosas e indescriptibles riquezas que él atiende a nuestras necesidades. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. (4.20) En estos versos el énfasis está en que demos gloria a Dios —la alabanza debida a su santo Nombre. Al dar alabanzas a Dios cumplimos el propósito de la creación. "El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozarse en él para siempre" dice el catecismo. Al amarle y hacer lo que nos ordena, damos a Dios gloria y alabanza. En su libro The Plan of God J.I. Packer dice: "Ahora estamos en posición de ver lo que significa la afirmación de que el fin principal de Dios en su gloria. Quiere decir que su propósito inmutable es

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desplegar ante sus criaturas racionales la gloria de su sabiduría, poder, verdad, justicia, y amor, de modo que lleguen a conocerlo y, al conocerle, le den gloria por toda la eternidad a través del amor y la lealtad, adoración y alabanza, confianza y obediencia. La clase de compañerismo que Dios intenta crear entre nosotros y él es una relación en la cual él da de la plenitud de sus riquezas, y nosotros damos de nuestra más profunda gratitud, y ambos en el más alto grado." Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saluda. Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de Césa. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. (4:21-23) Pablo ahora concluye su carta. En esta conclusión permite a sus hermanos en Filipos que participen de su alabanza de despedida. ¡Aun incluye a algunos de la casa de César que se habían convertido en verdaderos cristianos! Ahora eran parte del cuerpo vivo de Jesucristo. Adecuadamente, Pablo cierra su carta con una oración por un especial otorgamiento de la gracia de Jesucristo sobre ellos. (Realmente, la epístola ha sido una exhibición de la gracia y de Cristo, de principio a fin). Pablo comenzó su carta reconociendo que él era siervo de Jesucristo. Aunque en prisión en cadenas, su gozo era que Cristo estaba siendo predicado. Su confianza, que Cristo fuera magnificado a través de su cuerpo, ya fuera por vida o por muerte. Jesucristo era su gozo, su paz, su fuente de fortaleza. Unicamente Cristo era el Todo en Todo del apóstol. ¡Qué epístola —centrada en Cristo, razonada en Cristo, y escrita por una persona centrada en Cristo! Y en esta carta desde la prisión hemos registrado, para nuestro beneficio, todo lo que el pensamiento cristiano debe ser. Ahí, en la carta de Pablo, tenemos, renglón sobre renglón, precepto sobre precepto, un registro histórico de todo lo que una vida puede ser cuando está orientada y centrada alrededor de la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, vivo.

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COMENTARIOS LOGOI

Este comentario proporciona a todo lector interesado una explicación sencilla y clara del contenido y el espíritu de la Epístola del apóstol Pablo a los Filipenses. El método que sigue es el de seleccionar los temas esenciales del mensaje, y luego desglosarlos uno a uno, en forma de estudios exegéticos, fundamentando la explicación en versículos claves que se van acotando al margen, lo cual facilita extraordinariamente su relación y comparación con el texto del propio comentario. El autor hace la presentación completa en dieciocho temas, cada uno inspirado y basado en un pasaje correspondiente. La Epístola se presenta así ilustrada por verdades y situaciones de la experiencia viva del creyente, que van desde "La meta de Dios para los cristianos", con que se abre el comentario, hasta "La suficiencia de Dios", con que se termina. En medio hay temas como "El fruto del sufrimiento", "El antídoto de Dios para la ansiedad", y otros igualmente interesantes. El estilo exegético salpicado de ilustraciones oportunas hace la lectura de este comentario fácil y amena además de instructiva.

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