comentario 15 la eucaristía como génesis de la misión

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 “LA EUCARISTÍA COMO GÉNESIS DE LA MISIÓN”, DE J. RATZINGER Francesc Joan El teólogo Ratzinger empieza acudiendo a una narración legendaria.: «Una antigua leyenda sobre los orígenes del cristianismo en Rusia cuenta que ante el príncipe Vladimir de Kiev que estaba buscando la verdadera religión para su pueblo se presentaron uno tras otro los representantes del islam procedentes de !ulgaria los representantes del "udaísmo y los enviados del #apa procedentes de $lemania y cada uno le propuso su %e como la m&s "usta y la me"or de todas. El prí nci pe sin emb ar go no que sat is% ec'o con nin guna de estas pro pue stas. (u decisión maduró en cambio cuando sus enviados regresar on de una solemne liturgia en la que 'abían participado en la iglesia de (anta (o%ía de )onstantinopla. *lenos de entusiasmo los enviados re+rieron al príncipe: ,- llegamos donde los griegos y nos llevaron a donde ellos celebran la liturgia para su ios/ 0o sabemos si est&bamos en el cielo o en la tierra/ 'emos e1perimentado que allí ios vive entre los 'ombres/2. «*o que les impresionó %ue2 a3ade luego Ratzinger «el misterio en cuanto tal que "ustamente por ir m&s all& de la discusión 'izo brillar ante la razón la potencia de la verdad2. Esta narración le o%rece a Ratzinger el punto de partida para dar una opinión sobre cómo se concibe y se practica 'oy normalmente la liturgia: «4ablar como se 'a 'ec'o a partir de los a3os cincuenta de liturgia misionera es un tema por lo menos ambiguo y problem&tico. En muc'os ambi entes de li turgis tas esto 'a ll evado de manera ver dad eramente e1ces iva a 'ac er del elemen to ins tructi vo en la liturgia y de su comprensión incluso para los e1ternos el criterio primario de la %orma lit5rgica. 6ambi7n la teoría seg5n la cual la elección de las %ormas lit5rgicas debería darse a partir de puntos de vista pastorales sugiere el mismo error antropoc7ntrico2. espu7s de esta introducción Ratzinger a%ronta la primera parte de su le cc n ti tu la da: *a teo lo a de la cruz como pr esu pu esto y %unda mento de la teolo gía eucar ística . «(i tratamos pues de capta r el vínculo entre eucaristía y %e seg5n #ablo2 dice el %uturo #apa «tenemos ante todo la interpretación de la muerte en la cruz de )risto con categorías del culto que constituye el presupuesto interior de toda teologí a eucarí stica . (olamente con %atiga percib imos a5n la grandeza de esta intuicn. Un aconteci mi ento en pr o% ano la e"ecución de un 'ombre del modo m&s cruel posible es descrito como liturgia cósmica como apertura del cielo cerrado como el

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LA EUCARISTA COMO GNESIS DE LA MISIN, DE J. RATZINGERFrancesc Joan

El telogo Ratzinger empieza acudiendo a una narracin legendaria.: Una antigua leyenda sobre los orgenes del cristianismo en Rusia cuenta que ante el prncipe Vladimir de Kiev, que estaba buscando la verdadera religin para su pueblo, se presentaron uno tras otro los representantes del islam procedentes de Bulgaria, los representantes del judasmo, y los enviados del Papa procedentes de Alemania, y cada uno le propuso su fe como la ms justa y la mejor de todas. El prncipe, sin embargo, no qued satisfecho con ninguna de estas propuestas. Su decisin madur, en cambio, cuando sus enviados regresaron de una solemne liturgia, en la que haban participado en la iglesia de Santa Sofa de Constantinopla. Llenos de entusiasmo los enviados refirieron al prncipe: Y llegamos donde los griegos y nos llevaron a donde ellos celebran la liturgia para su Dios No sabemos si estbamos en el cielo o en la tierra hemos experimentado que all Dios vive entre los hombres. Lo que les impresion fue, aade luego Ratzinger, el misterio en cuanto tal, que justamente por ir ms all de la discusin hizo brillar ante la razn la potencia de la verdad. Esta narracin le ofrece a Ratzinger el punto de partida para dar una opinin sobre cmo se concibe y se practica hoy normalmente la liturgia: Hablar, como se ha hecho a partir de los aos cincuenta, de liturgia misionera es un tema por lo menos ambiguo y problemtico. En muchos ambientes de liturgistas esto ha llevado, de manera verdaderamente excesiva, a hacer del elemento instructivo en la liturgia y de su comprensin, incluso para los externos, el criterio primario de la forma litrgica. Tambin la teora, segn la cual la eleccin de las formas litrgicas debera darse a partir de puntos de vista pastorales, sugiere el mismo error antropocntrico. Despus de esta introduccin Ratzinger afronta la primera parte de su leccin, titulada: La teologa de la cruz como presupuesto y fundamento de la teologa eucarstica. Si tratamos, pues, de captar el vnculo entre eucarista y fe segn Pablo, dice el futuro Papa, tenemos ante todo la interpretacin de la muerte en la cruz de Cristo con categoras del culto, que constituye el presupuesto interior de toda teologa eucarstica. Solamente con fatiga percibimos an la grandeza de esta intuicin. Un acontecimiento en s profano, la ejecucin de un hombre del modo ms cruel posible, es descrito como liturgia csmica, como apertura del cielo cerrado, como el acontecimiento, en el cual lo que en todos los cultos se entiende en ltima instancia y se busca en vano, finalmente se torna realidad. Estando as las cosas, podemos decir que la teologa de la cruz es teologa eucarstica y viceversa. Sin la cruz la Eucarista sera un vaco ritual, sin la Eucarista la cruz sera solamente un cruel evento profano.

En la segunda parte de su leccin Ratzinger propone la Teologa eucarstica en la primera Carta a los Corintios. Si el cordero representa ante todo a Cristo, el pan se convierte, por consiguiente, en smbolo de la existencia cristiana. El pan cimo es signo de un nuevo inicio: ser cristiano es presentado como continua fiesta a partir de la nueva vida. La eucarista misma [] se transparenta en realidad como el fundamento permanente de la vida de los cristianos, como la fuerza que informa su existencia. [] La Eucarista es mucho ms que una liturgia y un rito, pero por otra parte nos hace ver que tambin la vida cristiana es algo ms que un compromiso moral. El fin verdadero y ms profundo de la creacin y a la vez del ser humano querido por el creador es precisamente este devenir una cosa sola, Dios todo en todos. El eros de la criatura lo asume el gape del creador y as se convierte en ese santo y beatificante abrazo del que habla san Agustn. La eucarista no ofrece ninguna certeza casi mgica de la salvacin. Exige siempre nuestra libertad. Y, por tanto, tambin permanece siempre el peligro de la prdida de la salvacin, sigue siendo necesaria la mirada sobre el juicio futuro. Llegado a este punto el cardenal afronta el ltimo y ms importante texto eucarstico de la primera Carta a los Corintios, que al mismo tiempo contiene la narracin paulina de la institucin: 11, 17-34. Comentando este texto Ratzinger afirma: El temor reverencial es una condicin fundamental para una verdadera Eucarista, y precisamente el hecho de que Dios se haga tan pequeo, tan humilde, se nos entrega, se da a nuestras manos, debe aumentar nuestra reverencia y no puede dejar que nos extraviemos en la distraccin y en la autosuficiencia. Si nos damos cuenta de que Dios est presente y nos comportamos consecuentemente, entonces tambin los dems podrn ver esto en nosotros, como los enviados del prncipe de Kiev, que experimentaron el cielo en la tierra. Al respecto el cardenal hace una observacin capital: En la doctrina de la Eucarista y en el mensaje de la resurreccin Pablo se inserta con gran decisin en la obediencia a la tradicin, que vincula hasta en cada una de las palabras, porque en ella la realidad ms santa y, por tanto, la que verdaderamente sostiene llega hasta nosotros. Pablo, el espritu impetuoso, creador, que a partir de su encuentro con el resucitado y de la experiencia de su fe y de su ministerio, ha abierto al cristianismo nuevos horizontes, en el mbito central de la fe es realmente el fiel administrador que no adultera (2 Cor 2, 17) la palabra, sino que la transmite como precioso don de Dios, que est fuera de nuestro arbitrio y precisamente as nos enriquece a todos. Por eso, sigue diciendo Ratzinger, son especulaciones falsas y profundamente contrarias al mensaje bblico, cuando hoy nos dicen que si bien los dones del rea mediterrnea eran pan de trigo y vino, en otras culturas se debera usar como materia del sacramento lo que sea caracterstico en esa cultura. La encarnacin, a la que se hace referencia, no es cualquier principio filosfico general, segn el cual lo espiritual debe siempre tomar cuerpo y expresarse en correspondencia con las diferentes situaciones. La encarnacin no es una idea filosfica, sino un evento histrico, que precisamente en su singularidad y verdad es el punto de insercin de Dios en la historia y el lugar de nuestro contacto con l. Si la consideramos, tal y como la Biblia exige, no como principio, sino como evento, entonces la consecuencia es exactamente lo contrario: Dios ha unido a s mismo a un determinado punto histrico con todas sus limitaciones y quiere que su humildad sea la nuestra. Dejarse unir con la encarnacin significa aceptar este autovnculo de Dios: precisamente estos dones ajenos a otros ambientes culturales tambin al germnico son para nosotros la seal de su accin nica y singular, de su nica figura histrica. Son la seal de su venida entre nosotros, de aquel que para nosotros es el extranjero y que por medio de sus dones nos hace vecinos. La respuesta a la condescendencia divina puede ser solamente la humilde obediencia, que en la tradicin recibida y en la fidelidad a sta, recibe en don la certeza de su cercana. Pablo, concluye el purpurado, exige con fuerza el autoexamen de los comulgantes: Porque el que come y bebe sin reconocer el cuerpo del Seor, come y bebe su propia condena (1 Cor 11, 29). Quien habla del cristianismo solamente como feliz nueva, en la que no cabe la amenaza del juicio, lo falsifica. La fe no refuerza la soberbia de la conciencia dormida, la autosuficiencia de los que establecen como norma de su vida sus deseos y de tal modo reducen la gracia a una devaluacin de Dios y del hombre, porque, de todos modos, Dios no podra decir que s a todo. Seguramente, sin embargo, el hombre que sufre y que lucha sabe que Dios es ms grande que nuestro corazn (1 Jn 3, 20) y que en cada fracaso yo puedo estar lleno de confianza, porque Cristo ha sufrido por m y ha pagado por anticipado tambin por m. La tercera parte de la leccin examina el tema de El martirio, la vida cristiana y el ministerio apostlico como realizacin de la Eucarista. En ella Ratzinger describe el martirio de san Policarpo como el cristiano que se convierte en eucarista. Luego analiza el versculo 12, 1 de la Carta a los Romanos, donde el apstol exhorta a los Romanos a ofrecer como sacrificio vivo, consagrado y agradable a Dios sus cuerpos, es decir, a ellos mismos, en efecto, este es su culto espiritual. Ratzinger pone particular atencin en la ltima expresin, que en verdad es intraducible. En griego se dice logik latreia culto lgico. Hallamos la misma palabra, afirma el purpurado, tambin en el Canon Romano, donde inmediatamente antes de la consagracin se reza para que nuestra ofrenda sea rationabilis. Es demasiado poco, an ms, es falso, si traducimos que sea razonable. Rezamos para que sea un sacrificio del Logos.En este sentido rezamos por la transformacin de los dones, y una vez ms, sin embargo, no solamente por esto; pero la oracin va exactamente en la misma direccin de la Carta a los Romanos: pedimos que el Logos, Cristo, que es el verdadero sacrificio, nos asuma a nosotros mismo en su ofrenda, nos haga logos, nos haga, como dice la palabra, verdaderamente razonables, de modo que su sacrificio sea el nuestro y Dios lo reciba como nuestro, se nos pueda atribuir. Estoy convencido, aade Ratzinger, que el Canon Romano con su invocacin ha comprendido la verdadera intencin tambin de la exhortacin paulina de Romanos 12. As san Pablo y, por tanto, el Canon Romano nos hacen comprender la verdadera esencia de la mstica cristiana. La mstica de la identidad, en la que el Logos y la interioridad del hombre se funden, es superada por medio de una mstica cristolgica: el Logos, que es el Hijo, nos hace hijos en la comunin sacramental vivida. Y si llegamos a ser sacrificio, cuando nosotros mismos llegamos a ser segn el Logos, esto no es un proceso limitado al espritu, que deja el cuerpo detrs de s como algo lejano de Dios. El Logos mismo se ha hecho cuerpo y se da a nosotros en su cuerpo. Por esto nosotros estamos invitados a ofrecer nuestros cuerpos como culto segn el Logos, es decir, a ser atrados en toda nuestra existencia corprea a la comunin con Cristo. En la conclusin Ratzinger, como corolario a las reflexiones anteriores, torna al ttulo de su leccin (Eucarista como gnesis de la misin) y recuerda la figura de santa Teresa de Lisieux: Para que la misin sea algo ms que propaganda de cierta idea o publicidad de una determinada comunidad, para que proceda de Dios y lleve a l, la misin debe tener origen en una profundidad mayor que la de los planes de accin y las estrategias indicadas por stos. Debe tener un origen, que ha de estar en un lugar ms alto y ms profundo que la publicidad y la tcnica de persuasin. No obra de persuasin, sino algo verdaderamente grande es el cristianismo, dijo una vez de modo muy sugestivo san Ignacio de Antioqua. La forma y el modo con el que Teresa de Lisieux es patrona de las misiones puede ayudarnos a comprender cmo se debe entender esto.