colportorado y josé torregrosa
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Trabajo sobre el Colportorado, enfocado en la persona y vida de José Toregrosa.TRANSCRIPT
Introducción
Este trabajo sobre el colportorado en la Segunda Reforma Española busca
acercarnos a la vida y ministerio del colportor José Torregrosa. Primeramente,
hablaremos sobre el papel del colportor en la evangelización y su importancia dentro de
la Segunda Reforma Española. En segundo lugar, recordaremos la vida del colportor,
José Torregrosa, y realizaremos una pequeña reflexión personal como conclusión del
trabajo de investigación.
La metodología utilizada para esta investigación ha sido la de recoger toda la
información posible sobre la vida de José Torregrosa, además de ver el papel del
colportor dentro de la Segunda Reforma Española. Un detalle que me gustaría recalcar
es que se escribió una biografía sobre la vida de José Torregrosa, pero me ha sido
imposible llegar a él. El libro, escrito por, su hijo, Moisés Torregrosa, se titula
“Cuarenta años de lucha. Apuntes biográficos de la Vida y Obra del Rvdo. José
Torregrosa”, quien lo editó fue Casa de Publicaciones de la Iglesia Metodista Episcopal
de Chile, y es del año 1921. Este escrito, está considerado por algunos como una
“hagiografía”, sin embargo lo he buscado en la biblioteca de la FEREDE donde se
encontraba, pero allí me encontré con la sorpresa de que este ejemplar se había perdido
entre los miles de libros que allí hay.
Dejando a parte este problema, he encontrado información de diversos medios
que me han ayudado con la vida del colportor elegido.
1
Colportorado
¿Qué es un colportor? ¿A qué se dedica? Simples preguntas que surgen cuando
escuchamos la palabra “colportado”. Si vamos al Diccionario de la Real Academia
Española y buscamos el significado del colportor, nos llevaremos la sorpresa de que esta
palabra no está añadida. Sin embargo, no significa que carezca de sentido, todo lo
contrario, está repleta de pequeñas y grandes historias, con un poder enorme.
El colportor es aquella persona que se dedicaba a la difusión y venta de la
Palabra de Dios. El colportor iba de puerta en puerta, caminando bajo el sol abrazador;
el colportor recorría kilómetros y kilómetros bajo la lluvia, cuando no había un alma
alrededor. El colportorado no era un simple trabajo, sino todo lo contrario: era difícil,
abrumador, mal pagado, peligroso y otros tantos adjetivos negativos que encontremos.
No era un trabajo para cualquiera, sólo para aquellos a los cuales el Espíritu Santo
llamaba.
La figura del colportor fue sumamente importante, ya que permitió la llegada de la fe
protestante a muchos rincones del mundo. En España, se trataban de personas, al servició de
alguna Sociedad Bíblica, que recorrían la Península cargados de Biblias, Evangelios, Nuevos
Testamentos y otras publicaciones que se distribuían en las ferias, plazas y caminos.1
La palabra colportor tiene su origen en el término francés “colporteur”, que hace
referencia a un “vendedor ambulante” que lleva colgado diversos enseres que vendía
casa por casa o una “persona que propagaba noticias”.2 Con el transcurso de los años,
esta palabra ha significado “vendedor de objetos religiosos” y, posteriormente,
“vendedor de Biblias”. El colportor, en este caso, difundía la Palabra de Dios. Éstos
destacaban por su espíritu aventurero, su buena reputación y testimonio, así como una
1 Máximo García Ruiz, La Biblia perseguida: Microhistorias de colportores (Madrid: Sociedades Bíblicas, 2010), p. 213 y Protestante Digital, Ourense recordó la figura de los colportores, 17 de noviembre de 2011, http://www.protestantedigital.com/ES/Ciudades/articulo/13615/Ourense-recordo-la-figura-de-los-colportores (Consultado el 12 de diciembre de 2013).
2 Íbid.
2
vida abnegada. Además, los colportores tenían un salario y cobraban un tanto por cierto
de la venta de cada Biblia.
Máximo García dice de los colportores:3
Estas palabras expresan la ardua labor que realizaban los colportores. De hecho,
nos recuerda al cristianismo primitivo: los apóstoles viajando de aquí para allí con la
única intención de llevar el mensaje de salvación, a todas las personas posibles, aun a
pesar de ser golpeados, azotados, insultados, etc., la motivación que tenían era tal que
nada los detenía. El colportor era un apóstol, es decir, un enviado por Dios, cuyos ojos
estaban puestos en Jesucristo.
Sin embargo, no sólo había que tener un carácter espiritual, además se requería
poseer habilidades para vender. Thomas Edison dijo un día, cuando se le preguntaba
sobre la genialidad: “genio es sudor”. Por tanto, exigía mucho trabajo y dedicación,
además del carácter espiritual de cada persona. También, tenía que conocer el producto
que vendía, es decir, la Biblia. Debía conocer las corrientes filosóficas del momento y
cómo rebatirlas, aprender una gran cantidad de versículos y saber citarlos, tener una
profundidad en la comprensión de las Escrituras y leer diversos autores que escribiesen
sobre la misma. Además de esto, tenía que trabajar en su carácter: añadir a su vida
3 García, p. 214.
“Un colportor es digno de todo respeto, pues ninguno
carece del espíritu de Cristo, es decir, del deseo de
derramar su vida en servicio por la humanidad, se
dedicará al colportaje, ya que las dificultades de la obra
son tales que si no le sostuviese un sentimiento altruista,
se desanimaría y buscaría un empleo menos oneroso. La
vida de un colportor es la de un soldado en campaña…”
3
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál.
5:22-23), a fin de ser testimonio vivo para las personas. Y, como último, tenía que
confiar en Dios. Debía depender de Él; saber que sus fuerzas no lo llevarían a ninguna
parte, sino que sería la acción del Espíritu Santo quien ablandaría corazones para el
recibimiento del mensaje salvador de Jesucristo.
Ha habido colportores famosos como Julianillo, Félix Vacas, Severiano Millos
González, Jorge Borrow o James Thomson. Thomson fue el colportor que recorrió toda
Sudamérica y Borrow jugó un papel muy importante en España. Por tanto, cuando
hablamos del colportor no sólo tenemos que pensar en aquellas personas que
difundieron el mensaje de Dios en España únicamente, sino también lo hicieron a lo
largo de América.
Refiriéndonos al papel que los colportores jugaron en la Segunda Reforma
Española fue enorme. Me atrevo a decir incalculable. Los colportores estuvieron con la
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, fundada en 1802; con la importante labor en
Galicia por la Asamblea de Hermanos; con la misión francesa y la evangelización de
Aragón; etc.4 Los colportores difundían la palabra de Dios en el idioma vernáculo. Algo
que era accesible para algunos, ahora lo estaba siendo para todo el mundo. Su papel fue
muy importante, incluso Alfonso XIII en 1910 llevó a cabo la ley del candado con la
que se prohibió la residencia en el país de nuevas órdenes religiosas sin autorización
expresa del ministerio de Gracia y Justicia. Es decir, el crecimiento protestante se hizo
visible, por lo que vinieron represalias. En este crecimiento visible, los colportores han
sido un gran instrumento de Dios.5
4 A modo de interés, la Iglesia Adventista también tenía sus colportores. Éstos actuaron por Barcelona, Madrid, Guadalajara, Cuenca y Almería. Sacado Miguel Hernando de Larramendi y Puerto García Ortiz, Religion.es: Minorías religiosas en Castilla la Mancha (Barcelona: ed. Icaria, 2009), p. 233. También podemos ver la importancia del colportorado en la obra de Ellen G. White, El colportor evangélico.
5 Apuntes de clase de Historia de la Reforma con Julio Díaz
4
Vida de José Torregrosa 6
José Torregrosa nació el 30 de abril de 1845 en Alcoy, en la provincia de
Alicante. Según una leyenda contada en Chile, el gobierno de Felipe IV mandó
construir una torre en el Coll de Balanguer, refugio de ladrones desalmados, pero era
más ancha que alta; así los lugareños la llamaron Torre Grossa. De ahí provenía el
apellido “Torregrosa”. Esta es una leyenda que discurrió de boca en boca entre los
familiares ubicados en Chile, donde José Torregrosa tuvo que viajar para refugiarse del
hambre y la intolerancia de España.
Educado en una familia de profundas raíces católicas romanas, José Torregrosa,
consiguió el puesto de secretario del Ayuntamiento de Alcoy, con el mantenía
dignamente a su familia. Sin embargo, en 1876 muere su padre y comienza una
búsqueda de respuestas a las dudas sobre la vida después de la muerte. Su fe se fue
debilitando gradualmente, debido a la incapacidad de respuesta sobre sus inquietudes.
Por motivos profesionales conoce al pastor Jorge Ben Oliel, de origen sefardita.
Tuvo que tomarle declaración a causa de las denuncias que sobre él recayeron debido al
intento de instalar una iglesia bautista en la ciudad. Ben Oliel era una persona alta, de
barba negra, ojos grandes, nariz aguileña y voz tosca, pero aún con eso impresionó al
joven Torregrosa con esta frase: “No señor, yo todos mis bienes los tengo en el cielo”.
Esta frase lo persiguió por semanas hasta que decidió superar los miedros y
preconceptos sobre el evangélico y se acercó al salón donde estaba instalado Ben Oliel.
El pastor le dio respuestas y las unió con la lectura de la Biblia. Fue un punto de
inflexión en la vida de José Torregrosa, ya que se convirtió en seguidor de Cristo.
6 Biografía extraída de Palabra Viva (número 28, 3º - 4º trimestre, año 2009); García, pp. 67-73; Iglesia Metodistas de Valparaíso, Historia de la Iglesia (http://www.iglesiametodistadevalparaiso.cl/web/reglamentos/historia-de-la-iglesia Consultado el 12 de diciembre de 2013); y un extracto facilitado por la Biblioteca de FEREDE.
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Un día un misterioso joven lo invitó al culto evangélico que se realizaba. Él
decidió ir y calló preso en las manos del Señor, de las cuales nunca más se soltaría. Lo
curioso de esto es que no volvió a ver a aquel joven que lo había invitado. Esta nueva fe
en Jesucristo calmó aquellas inquietudes que tenía sobre el porvenir tras la muerte, pero
lo llevó a tener dificultades con su mujer, que no lo comprendía, y con la intolerancia de
la ciudad. Su fe provocó la pérdida de su trabajo en el Ayuntamiento y fue objeto de
total desprecio, exclusión de familiares y amigos, hasta verse en un callejón sin salida.
A medida que su amor y crecimiento espiritual era mayor, mayor era su pobreza
económica y desprecio. Llegó al punto de estar en una situación de pobreza absoluta.
Pero esta no era una situación aislada, ya que todos los cristianos que conoció estaban
viviendo lo mismo. Esto se debía a los empresarios de la ciudad, que se confabularon en
no dar trabajo a aquellas personas que se llamaran a sí mismos protestantes.
En medio de esto su hija enfermó y murió. Y parecía que iba a tener un poco de
alivio cuando le volvieron a ofrecer un puesto en la municipalidad con tal de que
abdicara de su fe protestante. Pero él no accedió y fue encarcelado. Estuvo en la cárcel
por seis meses sin causa justificable. Al no existir causa, lo enviaron a Madrid para ser
juzgado. Tuvo que ir caminando unos 400 kilómetros esposado y atado a una cuerda de
malhechores, pernoctando en cárceles de la época y, todo esto, durante cuarenta días.
Muchas de estas personas morían y éste era el destino que buscaron los dirigentes de
Alcoy para José Torregrosa.
Al llegar a Madrid fue puesto en libertad. Pero se encontró con el problema de
que estaba entrando la noche y no tenía dinero y estaba en una ciudad totalmente
distinta a la suya. En medio de todo esto, Dios lo protegió y le permitió conocer a una
persona fundamental para su ministerio de colportorado. Aquí se produjo otro punto de
inflexión en la vida de Torregrosa. Conoció al representante de la Sociedad Bíblica
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Británica, el señor E. Reeves Palmer. Tras quedarse unos días en su casa, Palmer le dio
un cajón de Biblias y Nuevos Testamentos y otro tanto que le daría en Ciudad Real. Así
comenzó su labor colportora.
Con este material, emprendió su marcha de regreso a su ciudad, Alcoy. Recorrió
los 400 kilómetros de regreso y visitó las mismas cárceles por las que había pasado en el
camino de ida para ofrecer un mensaje salvador a los presos con los que había
coincidido. Quería dar testimonio de que su encarcelamiento fue única y exclusivamente
por creer en Cristo. Así que se puso en marcha.
Su primera parada fue en la cárcel de El Escorial. Ya no se parecía nada a aquel
harapiento prisionero de hace algunos días. Por lo que le costó que el carcelero se
reconociese. Torregrosa le explicó su situación y le narró la historia del carcelero de
Filipos. Aquel hombre quedo profundamente conmovido y lo invitó a pasar la noche
con su familia en casa. También le permitió entrar en la cárcel y predicar el mensaje de
esperanza. Se cuenta que estuvo dos horas leyendo la Biblia, en la cárcel, y a muchos de
su alrededor les caían las lágrimas. Los encarcelados no dejaban de hacerle preguntas y
mostrarse interesados por el Evangelio.
Las siguientes paradas fueron en Ciudad Real, Argamasilla de Alba,
Villarrobledo y Almansa, sin descuidar otras oportunidades que se le fueron
presentando para distribuir en mensaje de Dios. La escena de la cárcel de El Escorial se
fue repitiendo en los demás sitios, salvo en Madridejos, donde el carcelero fingió no
conocerle, ya que no quería saber nada de lo evangélico. Frustrado por esto, buscó un
lugar donde comer algo a bajo coste y cuando entró a un lugar se encontró con que
había unos veinticinco comensales. Al poco tiempo, se le acercó una persona y le
preguntó sobre la maleta, a lo cual él contestó que estaba por negocios. “¿Qué negocios?
Negocios del alma”. Al instante se le acercaron varias personas más, hasta el punto de
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verse rodeado, ya eran unas cuarenta personas. Viendo esto, Torregrosa, dejó de lado su
plato de comida y comenzó a predicarles algo improvisado. Al ver esto y que la gente
de Madridejos estaba dispuesta a recibir el mensaje decidió permanecer un día más en la
ciudad.
Al día siguiente, José Torregrosa, fue de casa en casa repartiendo literatura. En
su recorrido entró en una tasca (lugar donde se sirven bebidas alcohólicas) y se encontró
con cuatro personas. Decidió acercarse a ellas y resultó que eran el cura, el alcalde, el
secretario y el tesorero de la Municipalidad. Les ofreció una Biblia y el secretario se
levantó muy disgustado y le dijo: “Una bala tengo para usted, amigo, si no se va al
instante de este pueblo”. Acto seguido sacó una pistola y se la colocó sobre el pecho de
Torregrosa. José Torregrosa le dijo: “Aquí estoy, haga lo que quiera conmigo”. Al
instante, el cura se le lanzó encima y le quitó el arma al secretario. El secretario le dijo
que tenía quince minutos para abandonar el pueblo, pero Torregrosa le respondió
petulantemente: “Pensaba seguir mi viaje hoy mismo, pero no me iré hasta que venda el
cajón de Biblias que tengo en la fonda”. Y así lo hizo.
Tras esto, llegó a Ciudad Real, donde le esperaban más Biblias y Nuevos
Testamentos enviados por el señor Palmer. Allí permaneció tres días anunciando el
mensaje salvador. Finalizados estos días prosiguió a Alcoy, donde llegó tres meses
después de su salida.
En Alcoy la situación seguía siendo la misma, intolerancia total. Nada más llegar
recibió la amenaza del cura de que sería encerrado en el castillo de Alicante. El hambre
y la miseria oprimían a él y su familia. Por lo cual, decidió marchar a Cataluña en busca
de mejores condiciones de vida. Se trasladó a la ciudad de Figueras y se estableció en la
iglesia bautista como evangelista. Allí plantó su primera iglesia con 120 miembros.
Destacar que también fundó una escuela.
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En 1883 viajó a Estados Unidos donde permaneció por tres meses. A su regresó,
se trasladó a Valencia donde fundó su segunda iglesia con cincuenta miembros. En 1891
decidieron marchar a Sudamérica, por lo que dejaron la congregación a manos del
misionero Haglund.7 Sin embargo, Carlos A. Haglund murió pocos años después, en
1895.8
En Sudamérica, primero estuvo en Buenos Aires, donde nada más llegar, su hija
Milca, gravemente enferma, murió. Allí colaboró con la Iglesia Metodista y fue el
encargado de la escuela dominical en una iglesia en La Plata. En 1895 fue invitado por
el reverendo Ira Haines La Fetra para trabajar en Chile. Allí, primero estuvo de
vendedor de Biblias y literatura cristiana publicada por la Imprenta Metodista.
Posteriormente, pastoreó la Iglesia de Valparaíso.
Cumpliendo los setenta y tres años, el 30 de abril de 1918, falleció.
Conclusión
7 Para saber más de Carlos A. Haglund y su labor en Valencia: Josep Baudes Fauster y Fernando Vidal Fernández, Minorías de lo mayor: religiones minoritarias en la Comunidad Valenciana (Barcelona: ed. Icaria, 2007).
8 Juan Bautista Vilar, Un siglo de protestantismo en España: Águilas-Murcia 1893-1979 (), p. 36.
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Al realizar este trabajo sobre el colportorado en la Segunda Reforma Española
he visto un patrón muy duro de asimilar: Evangelio = sufrimiento. Dada la época en la
que todo esto se produce, podemos llegar a entender y comprender la represión que
tuvieron que vivir. Insultos, vituperios, aberraciones, humillaciones, la cárcel, etc. Pero
gracias a estas personas, que no les importó lo que tuvieran que sufrir por el Evangelio
de Jesucristo, estamos hoy aquí. Gracias a tantas personas como José Torregrosa que
dejaron de lado el dolor y la tristeza por la esperanza de ver nuevas personas
acercándose a Jesús de Nazaret, el protestantismo en España tiene un mayor peso.
A día de hoy, nos gusta estar cómodos y pensar en un Evangelio que no sea igual
al sufrimiento; es decir, un Evangelio que no tenga que incomodarnos. Sin embargo, ya
los apóstoles y el mismo Jesucristo nos enseñaron que el Evangelio es igual a
sufrimiento. A veces, no salimos a predicar porque simplemente tenemos miedo a que
nos rechacen o nos digan que estamos locos. Pero no se compara con lo que vivieron y
sufrieron en sus propias carnes muchos de los colportores. A nivel personal, José
Torregrosa es un ejemplo a seguir, por su dedicación y esmero por difundir la palabra de
Dios; es un hombre digno de recordar; y es una persona que al leer su biografía nos
tiene que motivar a salir y predicar sin temor a nada, únicamente poniendo nuestra
esperanza en Dios.
Concluyo recordando uno de los aspectos que debía tener el colportor:
“conocimiento”. Era menester que conociese lo que iba a vender, era imprescindible que
supiese todo acerca de la Biblia. Como cristiano y futuro líder, debo apremiantemente
tener una buena relación con el Señor y conocer la Biblia, la sociedad y el pensamiento
humano, para así ser útil en las manos de Dios. ¡Tengamos un espíritu colportoreño!
BIBLIOGRAFÍA
A. LIBROS
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Baudes Fauster, Josep y Fernando Vidal Fernández, Minorías de lo mayor: religiones
minoritarias en la Comunidad Valenciana. Barcelona: ed. Icaria, 2007.
García Ruiz, Máximo. La Biblia perseguida: Microhistorias de colportores. Madrid: ed.
Sociedades Bíblicas, 2010.
Hernado de Larramendi, Miguel y Puerto García Ortiz. Religion.es: Minorías religiosas
en Castilla la Mancha. Barcelona: ed. Icaria, 2009.
Juan Bautista Vilar, Un siglo de protestantismo en España: Águilas-Murcia 1893-1979.
Sin datos.
White, Ellen G. El colportor evangélico. Sin datos.
B. REVISTA
Palabra Viva. Número 28, 3º - 4º trimestre, año 2009.
C. INTERNET
Iglesia Metodistas de Valparaíso. Historia de la Iglesia. http://www.iglesiameto
distadevalparaiso.cl/web/reglamentos/historia-de-la-iglesia (Consultado el 12 de
diciembre de 2013).
Protestante Digital, Ourense recordó la figura de los colportores, 17 de noviembre de
2011, http://www.protestantedigital.com/ES/Ciudades/artículo/13615/Ourense-
recordo-la-figura-de-los-colportores (Consultado el 12 de diciembre de 2013).
D. OTROS
Apuntes de clase de Historia de la Reforma con Julio Díaz
Extracto facilitado por la Biblioteca de FEREDE.
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