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Cómo convivir con adolescentes Una guía para que padres e hijos se entiendan en el día a día durante la adolescencia.

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Cómoconvivir conadolescentesUna guía para que padres e hijosse entiendan en el día a día durante la adolescencia.

AutoraMarisa Magaña Loarte.

Licenciada en Psicología Clínica. Experta en educación infantil.Profesora del Centro de Humanización de la Salud.

Dirección CreativaMi Querido Watson. / equipocreativo.

FotografíasLaura Algíbez.

EditaDirección General de Familia, Comunidad de Madrid.

ImprimeB.O.C.M.

Deposito Legal: M-00.000-2007

Introducción

Ser yo, ser padreTipos de padres, efectos sobre los hijos

Los perfeccionistas, exigentes, rígidos.Los despreocupados, pasotas, permisivos.Los ambivalentes, inestables, cambiantes.Los equitativos, democráticos y firmes.Los culpabilizadores, chantajistas, manipuladores.Los miedosos, protectores, alarmistas.Ejercicio: identificación de la respuesta espontánea.

Adolescentes, padres: ¿sómos tan distintos?Los “padres de antes”.La clave: adaptarse a los cambios.Los “padres de ahora”.Ejercicio: constatando las diferencias.

Principales características de los adolescentesImportancia de los cambios fisicos

Estrenando cuerpo. Territorio corporal, asunto propio.Yo quiero ser (como) tú.Cómo podemos ayudarles.Ejercicio: “en el pueblo en donde yo nací”.

Aspectos psicoafectivosEjercicio: “la marea”.Búsqueda de la identidad. Pienso con las ideas de otrosluego no existo.Libertad... protegida. Miedo a ser libre.El egocentrismo adolescente.Ejercicio: “mi hija es como una veleta”.

La socialización del adolescenteLa importancia de los amigos.Ejercicio: testimonios “los amigos en las diferentes etapas”.El papel de la familia.Ejercicio: testimonios “mi familia y yo”.Otros agentes socializadores.

La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva

¿por qué no me lo cuentan? principales causaspor las que los adolescentes no hablan con sus padres

Ejercicio: buscando excusas.Algunos testimonios de adolescentes.Ejercicio: identificar la dificultad de comunicación.

Habilidades de comunicación con los hijosUna buena escucha vale más que mil palabras.La empatía; descubriendo al adolescente que llevamos dentro.Ejercicio: el relato de Miriam.Ejercicio: el enfado de Andrés.Con asertividad suena mejor.Ejercicio: el grado de asertividad.El diálogo es posible. Del monólogo al diálogo.Ejercicio: construyendo el diálogo.Cuadro de habilidades.

Índice

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¡No sé qué me pasa!; la alfabetización emocionalBaja autoestima, fuente de conflictos

Ejercicio: valorarse no siempre es fácil.Cómo se fomenta la autoestima.Cuándo hay un problema de autoestima.¿Cómo podemos fomentar la autoestima del adolescente?

La sexualidad en la adolescenciaLas primeras experiencias.Testimonios de adolescentes.Cómo hablar de sexo con un adolescente.Informar, ¿hasta dónde?Ejercicio: testimonios “lo que mis padres me han contado”.Cómo manejar situaciones relacionadas con la sexualidadcon nuestros hijos.Ejercicio: Mis dificultades para hablar de sexo con mis hijos.

Las conductas de riesgo en la adolescencia¿Cómo pueden los padres facilitar recursos a sus hijos?

Ejercicio.

Conductas de riesgo: ¿prohibir o moderar?

¿Qué pueden hacer los padresante las conductas de riesgo?

Testimonio.

La necesidad de educar en los límites y las normas¿Por qué son tan necesarios los límites y las normas?

Relato.

Cómo establecer normas de forma eficaz

La flexibilidad de las normasEjercicio.

Qué hacer cuando no cumplen las normasEl problema del castigo.

Cómo conseguircambios de conducta en adolescentes

Métodos para modificar conductas sencillasNegociaciones.El contrato.Resolución de problemas; enseñando a pensar.Sistema de incentivos por puntos o fichas.

Cómo modificar conductas complejasEjercicio.Cómo identificar pensamientos irracionales.

A modo de conclusión

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Cómo convivir con adolescentes.

“Educar en valores requiereo debería requerir mucho más

de lo que a simple vistapodría parecer”

Introducción.

Educar en valores implica irreme-diablemente poner en tela de juiciolos propios. Hablar de toleranciasignifica interrogarnos sobre ella;plantearnos si hay coherenciaentre la propia forma de pensary de vivir, entre los pensamientosy los sentimientos. Educar a losmenores en la paz, por ejemplo, vamucho más allá de transmitir elconcepto. Hablar de paz nos exigevivir cotidianamente en la paz.Intentar enseñar a los nuestrosque es positivo quererse a unomismo y valorarse en lo bueno,está modulado por su percepciónde cómo nosotros nos valoramos,nos respetamos y nos hacemosrespetar.

En definitiva, educar en valoresrequiere o debería requerir muchomás de lo que a simple vistapodría parecer. Inculcar en losjóvenes -como reza el currículoeducativo- normas, valores y acti-tudes, exige de nosotros algo mu-cho más contundente que apren-der a enseñar. Nos demanda, antetodo, aprender a ser.

La familia, como todos sabemos,constituye la piedra de toque dela educación. Desde los primerosmomentos de vida del niño, el en-torno familiar influye de maneraincesante en el desarrollo de supersonalidad, así como en la for-mación de actitudes y valores.

La escuela también es otro agentesocializador de importancia, perola realidad es que cuando llegan

a ella los niños y niñas ya llevanconsigo unos esquemas de ac-tuación y comportamiento deter-minados, fruto, sin lugar a dudas,de las experiencias y aprendizajesvividos.

Es por esta razón, que la familia,independientemente del tipo quesea, debería constituir un espaciovital equilibrado fundamental parael desarrollo óptimo de la perso-nalidad del niño.

La educación en valores, pues, nodebe quedar circunscrita al ámbitoescolar. Sino que familia y socie-dad son espacios sociales fuerte-mente comprometidos con estaresponsabilidad.

Siguiendo este hilo conductor con-sideramos apropiado destacar elpapel de los padres en dicha laboreducativa.

Nos guste o no, los padres consti-tuimos el principal anclaje de nues-tros hijos en la sociedad, de talmodo que el comportamiento queestos chicos, futuros hombres ymujeres, plasmarán en su entornosocial, será producto en gran me-dida de lo que se les haya sabidoinculcar en sus años de infancia yadolescencia.

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Autora: Marisa Magaña Loarte.Licenciada en Psicología Clínica. Experta en educación infantil.Profesora del Centro de Humanización de la Salud.

Cualquier situación reiterada quese dé dentro del hogar, será con-siderada como normal por partede la infancia, de ahí que una piezaclave a la hora de trasmitir valoressea la vivencia de la igualdad;igualdad en el trato que se desa-rrolla en las relaciones familiares,de padres a hijos, entre hermanoso en la pareja.

Igualdad de oportunidades, esdecir, que no se discrimine en laconvivencia diaria por razones desexo, de capacidad intelectual,etc.

En definitiva, la igualdad, en todassus acepciones debe ser un valoren alza, que como venimos dicien-do sólo puede ser legado me-diante el proceso de “ósmosisvivencial”, es decir, absorbido einteriorizado a partir de la propiaactitud del que lo trasmite.

Muchos de los conflictos que ac-tualmente se producen en el senofamiliar radican en desigualdadesestructurales basadas en diferen-ciaciones de trato, de responsabi-lidad, de desarrollo.

Una equivocada resolución deconflictos podría desembocar enviolencia familiar. Nuestra posiciónsobre la violencia, en cualquierade sus manifestaciones: física, psi-cológica, social, económica, etc.,es, pues, de tajante rechazo,puesto que vulnera los DerechosHumanos y las libertades funda-mentales.

La educación en y para la paz, essin lugar a dudas, la única formade prevenir la violencia. Comodecíamos más arriba, educar enla paz significa buscarla de formaactiva. Evidentemente no es lomismo estar en contra de la guerraque a favor de la paz.

Otra palabra clave en la ardua,aunque gratificante tarea de laconvivencia en valores es la soli-daridad. Es necesario ser y hacerconscientes a nuestros hijos deque el reparto de la economía, dela cultura y de la salud es desigual,y que un reparto desigual de bie-nes debe empujar indiscutible-mente a la capacidad de compartir(otro valor importante) nuestrodinero, nuestra experiencia, nues-tros conocimientos, porque haymucho por educar en todas lasedades. La austeridad, enseñar ano despilfarrar y a no vivir por enci-ma de nuestras posibilidades. Noser egoísta y acaparar más de loque necesitamos para vivir, etc.,son algunos caminos.

Es bueno hacer reflexionar a losnuestros con preguntas que lesenseñen a ponerse en el lugar delos otros, como por ejemplo: si envez de nacer aquí hubieses nacidoen Ruanda ¿qué le dirías a unchico como tú?

Irremediablemente hablar de po-nerse en el lugar del otro nos pro-voca el encuentro con otro valorque debería estar altamente coti-zado pero que por desgracia estáen desuso: la tolerancia.

Ser tolerante podría definirse comola capacidad de aceptar al otrotal y como es. Pero no podemoseducar en la tolerancia si antes nohemos enseñado a nuestros hijos

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Introducción.

“Es bueno hacer reflexionara los nuestros con preguntasque les enseñen a ponerse en

el lugar de los otros”

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Cómo convivir con adolescentes.

a tener espíritu crítico, es decir,hacerles ver que no todo es tolera-ble, y que es importante que noacepten como válida cualquieridea o manifestación de opiniónque vaya en contra de los princi-pios humanos, como por ejemplola violencia.

Una manera relativamente sencillade enseñar a los más jóvenes adiferenciar entre ser crítico y serintolerante es trasmitirles la ideade que todas las personas por elhecho de serlo, independiente-mente de su sexo, raza, credo ocondición, deben ser respetadas,pero lo que esa persona dice ohace sí puede ser puesto en telade juicio y rechazado llegado elcaso.

Cada familia tiene su propia ma-nera de trasmitir valores a lossuyos. Desafortunadamente hayocasiones en que el noble sentidodel valor se ve desvirtuado por sertrasmitido de forma errónea; laseveridad disfrazada de disciplina,la confianza impuesta y no gene-rada, la comunicación unidirec-cional presentada ante el hijocomo diálogo, etc.

Sabemos que educar, en muchasocasiones no es fácil, los padrespercibimos cómo nuestros hijospequeños nos miran con un sen-timiento de admiración similar alque profesan hacia los héroes yheroínas de sus cuentos infanti-les y nos sentimos aterrados. Nosabemos si estaremos a la altura,si sabremos acertar con el gesto yla palabra, si podremos a fin decuentas ayudar a esas “pequeñas”personas que tenemos delante aser el día de mañana hombres ymujeres honestos y felices.

Con nuestro sincero deseo de po-der apoyar a estos padres y ma-dres que, como nosotros mismos,a veces se sienten sobrepasadospor la gran responsabilidad que hanadquirido, hemos escrito esta guía.Consta de siete capítulos queafrontan estos temas: “ser yo, serpadre”, principales característicasde la adolescencia, la comunicacióncon los adolescentes, la alfabeti-zación emocional, las conductas deriesgo en la adolescencia, la impor-tancia de las normas y los límites.Así mismo, contiene ejercicios ytestimonios que podrán utilizarseindividualmente o en grupo.

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Ser yo, ser padre.

Ser yo, ser padre.

“Para poder vivir y crecercon nuestros hijos,

necesitamos primero,aprender a vivir connosotros mismos”

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Cómo convivir con adolescentes.

Cuando padres, madres, profeso-rado y, en definitiva, personas res-ponsables del cuidado de los ado-lescentes recurren a determinadosprofesionales preocupados por sueducación, casi siempre planteansus inquietudes tomando comoreferencia la conducta de los me-nores: “es un chico muy rebelde”,“va a lo suyo y no escucha a nadie”,“sólo le importan sus amigos”, etc.

En contadas ocasiones, los adul-tos responsables se cuestionan siestas “malas” conductas tendránalgo que ver con sus propios com-portamientos, por no hablar de susactitudes o expectativas. “¿Quétiene que ver que yo piense que mihija no sirve para estudiar con queella llegue tarde a clase?” Proba-blemente mucho. Cuando los hijosse sienten minusvalorados por suspersonas de referencia, intentanllamar su atención con conductasque suelen provocar enfado ypreocupación. Es evidente, cuan-do la valoración no se da de formavoluntaria, hay que provocarla.

Ser padres nos obliga a definir elsentido de la vida que queremosofrecerles. Para poder vivir y cre-cer con nuestros hijos, necesita-mos primero, aprender a vivir connosotros mismos, porque nadiepuede ser mejor padre o madreque persona.

Por todo esto, antes de comenzara leer sobre ellos, vale la penareflexionar unos minutos sobre unomismo: ¿qué tipo de persona soyyo?, ¿soy un padre honesto?,¿soy coherente a la hora de dary recibir cariño?, ¿me conocen mishijos tal como soy?, ¿y yo a ellos?

Tal vez los siguientes párrafos leayuden a contestarse.

Tipos de padres,efectossobre los hijos

Antes de describir pautas para larelación con los hijos, es oportunocomprenderse a uno mismo en elrol de padre o educador.

Algunos sentimientos frecuentesen los padres son los siguientes:

Miedos: “¿qué le pasará allídonde yo no puedo controlarle?”(sexo, drogas, violencia...).

Sentimientos de culpa: “no lohice suficientemente bien”, ¿quéhe hecho mal?

Sentimientos de inutilidad: “yano nos necesitan como antes, yano me cuenta sus cosas, ya no esmi bebé”.

Sentimientos de desesperación:“¿cuándo dejará de ser un crío yse comportará de forma respon-sable?”, “¡qué paciencia hay quetener!”, “¡no lo entiendo, no sécomunicarme con él!”.

Existen diferentes clasificacionesde tendencias en el ejercicio deesta responsabilidad. Presentamosa continuación una descripciónque puede sernos útil para com-prender diferentes dinámicas, asícomo para reconocerse más enalguna de ellas que en otras.

Los perfeccionistas,exigentes, rígidos (A)

Son aquellos padres que nuncatienen bastante, imponen normasrígidas e inflexibles a sus hijos sindar lugar a la argumentación o a la

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Ser yo, ser padre.

manifestación de cualquier tipo dediscrepancia.

Suelen ser personas con unafuerte percepción de falta decontrol sobre su vida en general,tratando de compensar dicha faltacon gritos e imposiciones ame-nazantes. Valoran por encima detodo el cumplimiento de las nor-mas, creen que sus hijos debenobtener el mejor rendimiento delque son capaces, aunque paraello deban sacrificar su tiempode ocio y descanso.

Por lo general, son padres “evita-dores”, no queriendo conocer enabsoluto las consecuencias emo-cionales que sus exigencias pro-ducen en sus hijos. Les cuestamucho empatizar con éstos, impi-diendo el acercamiento emocional,ya que esto les supondría conocerel gran malestar que sienten sushijos ante la situación y los sen-timientos encontrados que experi-mentan hacia ellos.

A este tipo de padres, les cuestaaceptar la crítica tanto de sus hijoscomo de sus iguales.

Los hijos de padres rígidos y exi-gentes aprenden a ser depen-dientes, irresponsables y pocorazonadores. No hacen las cosaspor sus consecuencias positivassino por evitar el castigo. Estadesmotivación intrínseca fomentaque sólo obedezcan en presenciade la figura de autoridad.

En términos generales los hijos depadres muy rígidos y severosguardan sentimientos reprimidosde rabia y rencor hacia ellos.Dichos sentimientos suelen sermanifestados a través de con-ductas de rebeldía cuando estáncon sus iguales en ausencia defiguras de autoridad.

Carta de un padre a su hijoEra una mañana como cualquierotra. Yo, como siempre, me ha-llaba de mal humor. Te regañéporque estabas tardando dema-siado en desayunar, te grité porqueno parabas de jugar con loscubiertos y te reprendí porquemasticabas con la boca abierta.Comenzaste a refunfuñar y en-tonces derramaste la leche sobretu ropa. Furioso te levanté por loscabellos y te empujé violentamentepara que fueras a cambiarte deinmediato. Camino del colegio nohablaste. Sentado en el asiento delcoche llevabas la mirada perdida.Te despediste de mí tímidamentey yo sólo te advertí que no teportaras mal. Por la tarde, cuandoregresé a casa después de undía de mucho trabajo, te encontréjugando en el jardín. Llevabaspuestos unos pantalones nuevos yestabas sucio y mojado. Frente atus amiguitos te dije que debíascuidar la ropa y los zapatos, queparecía no interesarte mucho elsacrificio de tus padres paravestirte. Te hice entrar a la casapara que te cambiaras de ropay mientras marchabas delantede mí te indiqué que caminaraserguido. Más tarde continuastehaciendo ruido y corriendo portoda la casa. A la hora de cenararrojé la servilleta sobre la mesay me puse de pie furioso porqueno parabas de jugar. Con un golpe

“Los hijos de padresmuy rígidos y severosguardan sentimientos

reprimidos de rabia y rencorhacia ellos”

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Cómo convivir con adolescentes.

sobre la mesa grité que no so-portaba más ese escándalo y subía mi cuarto. Al poco rato mi iracomenzó a apagarse. Me di cuen-ta de que había exagerado mipostura y tuve el deseo de bajarpara darte una caricia, pero nopude. ¿Cómo podía un padre,después de hacer tal escena deindignación, mostrarse sumiso yarrepentido? Luego escuché unosgolpecitos en la puerta. “Adelante”dije adivinando que eras tú. Abristemuy despacio y te detuviste inde-ciso en el umbral de la habitación.Te miré con seriedad y pregunté:¿Te vas a dormir?, ¿vienes a des-pedirte? No contestaste. Cami-naste lentamente con tus pe-queños pasitos y sin que me loesperara, aceleraste tu andar paraecharte en mis brazos cariñosa-mente. Te abracé y con un nudoen la garganta percibí la ligerezade tu delgado cuerpecito. Tusmanitas rodearon fuertemente micuello y me diste un beso suave-mente en la mejilla. Sentí quemi alma se quebrantaba. “Hastamañana, papito” me dijiste. ¿Quées lo que estaba haciendo?,¿porqué me desesperaba tanfácilmente? Me había acostumbra-do a tratarte como a una personaadulta, a exigirte como si fuerasigual a mí y ciertamente no erasigual. Tú tenías unas cualidades delas que yo carecía: eras legítimo,puro, bueno y sobre todo, sabíasdemostrar amor. ¿Por qué mecostaba tanto trabajo?, ¿por quétenía el hábito de estar siempreenfadado?, ¿qué es lo que meestaba sucediendo? Yo también fuiniño. ¿Cuándo fue que comencéa contaminarme? Después de unrato entré a tu habitación y encendíuna lámpara con cuidado. Dormíasprofundamente. Tu hermoso rostroestaba ruborizado, tu boca entre-

abierta, tu frente húmeda, tu as-pecto indefenso como el de unbebé. Me incliné para rozar conmis labios tu mejilla, respiré tuaroma limpio y dulce. No pudecontener el sollozo y cerré los ojos.Una de mis lágrimas cayó en tupiel. No te inmutaste. Me puse derodillas y te pedí perdón en silen-cio. Te cubrí cuidadosamente conla manta y salí de la habitación.Si vives muchos años, algún díasabrás que los padres no somosperfectos, pero sobre todo, ¡ojaláte des cuenta de que, pese atodos mis errores, te amo másque a mi vida!

Los despreocupados,pasotas, permisivos (B)

Estos padres se caracterizan porla falta de proposición o de ne-gociación de normas. Llegan aconcretar únicamente un mínimoque garantice la convivencia sinconflictos.

A estos, no les suponen ningúnproblema los comportamientosdesadaptativos de los hijos, siem-pre que no alteren el orden con-vivencial, y en pocas ocasionescorrigen conductas.

Su pasividad se manifiesta no so-lamente en la ausencia de normas.La falta de apoyo a la hora deresolver problemas cotidianos,

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Ser yo, ser padre.

escolares, económicos, de hora-rios, también se hace patente.

Ofrecen un escaso soporte emo-cional y expresan de forma neutrasus emociones. Existe una falta deinterés explícito por conocer losgustos y valores de sus hijos.Tienden a evitar, de esta manera,la espontaneidad de ideas o sen-timientos así como los diálogosy conversaciones familiares, tannecesarios en la infancia y adoles-cencia para formar el autoconcep-to y la valía personal.

Estas actitudes en los padres, danlugar a hijos egocéntricos y de-sobedientes. Propician niños capri-chosos, a los que les cuesta com-partir con los demás sus cosas,puesto que nunca se les a en-señado a hacerlo. Los adoles-centes que crecen en este tipode ambientes, lo hacen con sen-timientos ambivalentes, que se de-baten entre la sensación positivade poder hacer lo que quieran y elsentimiento de falta de proteccióny cariño que genera el no tenerlímites a los que aferrarse.

A veces ocurre que ante padresexcesivamente permisivos los hijossuelen buscar sustitutos en amigoso hermanos mayores.

Los ambivalentes,inestables, cambiantes (C)

Este tipo de padres, son aquellosque, dependiendo de su estadode ánimo, fluctúan de la represióny el castigo al diálogo y la per-misividad. No tienen un esquemamental claro de lo que quierentrasmitir a sus hijos, por lo quese dejan llevar por el sentimientodel momento sin considerar las

consecuencias que su compor-tamiento conllevará.

Son padres que un día imponenuna norma básica de compor-tamiento y al día siguiente no danninguna importancia al incumpli-miento de ésta.

Producen gran desconcierto ensus hijos por la variabilidad delnivel de exigencia hacia ellos.

Propician inestabilidad emocionale inseguridad y dificultan el proce-so del conocimiento de sí mismos,quedando muy poco definidos loslímites, normas y sobre todo lo quese espera de ellos.

Por lo general, los hijos no suelentomar en serio a este estilo depadres, por lo que ni son temidossus castigos ni valorados suselogios.

Los hijos educados en este en-torno crecen inseguros, puestoque al no tener como modelo refe-rente una conducta estable, nocrean hábitos de comportamiento,ni esquemas mentales precisos niconocimiento de las expectativasde los padres hacia ellos.

Los equitativos,democráticos y firmes (D)

Por lo general, estos padres inten-tan pedir a sus hijos en función delas posibilidades que perciben enellos.

A la hora de implantar normasy límites, están abiertos a nego-ciaciones y contra argumenta-ciones. Son flexibles e intentantener en cuenta intereses, opinio-nes y necesidades de sus hijos.

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Cómo convivir con adolescentes.

Potencian en ellos el sentido críti-co, el espíritu de colaboración yla lógica de la argumentación. Sueducación en el valor de la auto-nomía les genera actitudes y com-portamientos de responsabilidad yesfuerzo.

No huyen de las situaciones con-flictivas, sino que las afrontan des-de el diálogo y la comunicaciónasertiva. Inculcan a sus hijos laimportancia de respetar opinio-nes contrarias a las propias.

Suelen ser padres con altogrado de control emocional,teniendo facilidad para ex-presar adecuadamente susemociones.

Son poco proteccionistasy animan a sus hijos aafrontar sus problemasde forma autóno-ma, estandodisponiblespor si los necesitan.

Las normas o límitesque son innegociables, no son im-puestas “porque sí” o “porque no”,sino que se argumenta y razona laimportancia de su cumplimiento.

Los hijos de padres democrá-ticos reciben un modelo de con-ducta equilibrado y justo, lo cualles otorga seguridad y equilibrioemocional.

El hecho de que estos padrespidan opinión a sus hijos y lavaloren positivamente es de vitalimportancia, pues a través dela valoración de los padres, re-ferentes para los hijos, es comoestos aprenden a valorarse a símismos, a quererse, a respetarse

y hacerse respetar y en generala ir formando una sana auto-estima.

Otro legado importante de estetipo de padres es el ejemplo, através de su propio comporta-miento, del control de emociones.Saben encauzar esos primerosimpulsos de rabia, agresividad odesesperanza que puede provocarel no conseguir lo que desean.

Son padres que tratande hacer entender asus hijos que las cosasdeben hacerse por elpropio placer de ha-cerlas y que no surgenporque sí, sino comoconsecuencia de susactos.

Losculpabilizadores,

chantajistas,manipuladores (E)

Algunos padres, cuando se sien-ten incapaces de conseguir quesus hijos realicen alguna conductao se comporten como ellos de-sean, utilizan de forma recurrenteel chantaje, el pequeño soborno, oincluso la culpabilización.

En términos de eficacia, podríamosdecir que recurrir a estas alternati-vas, por lo general “les funciona”;es decir, el niño suele realizar laconducta requerida por los padres,pero a nadie la pasará inadvertidoel hecho de que tan importante co-mo lo que uno hace, es el por quélo hace, puesto que ese “por qué”va a determinar en gran medidacomportamientos futuros que con-tribuirán a la estabilidad emocional.

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Ser yo, ser padre.

El niño que obedece a sus padresy ejecuta una conducta, que enúltima instancia ni siquiera en-tiende, por sentimientos de culpao porque con ello conseguirásalirse con la suya en otro ámbito,no está aprendiendo, en ningúnmodo, el sentido del respeto.No se le ayuda así a descubrir elbeneficio intrínseco ni el sentimien-to de valía que implica realizar untrabajo bien hecho.

Muy al contrario, cuando un padrese comunica con sus hijos entérminos culpabilizadores, (“noquieres venir con nosotros deviaje porque ya no nos quieres,nos has abandonado por tus ami-gos…”), o en términos de chanta-je y manipulación, (“si hoy eresbueno y no me molestas, mañanano vas a clase de inglés”), no estátrasmitiéndoles en absoluto unaprendizaje educativo.

La manipulación del comporta-miento de los hijos mediante el“chantaje emocional”, les transfiereun mensaje erróneo y contradicto-rio: “si no me obedeces es porqueno me quieres”, “me porto mejorcon tu hermano porque no mehace sufrir tanto como tú”, dandolugar a la transmisión implícita deque el cariño, y en general los sen-timientos, son comerciables y quepueden usarse como moneda decambio para conseguir lo que unoquiere.

Otra consecuencia importante de-rivada de este estilo de comuni-

cación, es la connotación moralque los hijos hacen de este hecho.Tal y como venimos diciendo, en lainfancia y preadolescencia, el prin-cipal modelo de referencia para loshijos son los padres. Es de espe-rar, por tanto, que el niño queescucha a sus padres hablar enestos términos, entienda que sonargumentos válidos y los incluyaen su escala de valores dentro dela categoría de lo bueno y positivo.

Por último, debemos tomar con-ciencia de que comentarios de estecalibre dan lugar a una percepciónabsolutamente voluble de los sen-timientos, sujetos a preferencias ycaprichos, pudiendo cambiar de undía para otro, en función de cosastan superfluas como hacer o no lacama, por ejemplo.

Todas estas circunstancias hacenque se vaya desarrollando en eladolescente un gran sentimientode falta de control.

Como veremos más adelante, loshijos deben percibir los sentimien-tos de cariño provenientes de suspadres como algo sólido, establee incondicional, requisito funda-mental para que se sientan se-guros y valorados.

Como en cualquier estilo depadres, aquellos con tendenciasculpabilizadoras y proclives alchantaje, no sólo las manifiestanen la relación con sus hijos, másbien suelen mantenerlas presentesen todos los ámbitos de su vida,en el trabajo, con los amigos, en lapareja, etc. Este hecho, sin duda,potencia aún más la transmisiónde dicho estilo.

La falta de disposición para cam-biar de actitud suele ser un conti-

“los hijos deben percibir lossentimientos de cariño

provenientes de sus padrescomo algo sólido, estable

e incondicional”

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Cómo convivir con adolescentes.

nuo en los padres dados a utilizareste tipo de manipulación. El mo-tivo de la contundencia de estoshábitos de conducta suele estaren el poder de persuasión que, porlo general, tienen sobre los hijos,consiguiendo de ellos de formainmediata o a muy corto plazo loque se desea. Esta consecuenciaes vivida de una forma tan positivapor los padres que suele prevale-cer sobre las potenciales desesta-bilidades psicoafectivas que po-drían desarrollar sus hijos en unfuturo.

Los miedosos,protectores, alarmistas (F)

Cuando sentimos temor ante algu-na situación, resulta difícil no trans-mitírselo a quienes más queremos.Esta dificultad sueleac recen ta rsecuando esaspersonas queri-das son perci-bidas como res-p o n s a b i l i d a dabsolutamente nues-tra. Si a este hechole añadimos sus pocosaños, junto con la faltade experiencia que estoconlleva, podremos en-tender la imposibilidadde algunos padres parano caer en la sobrepro-tección y el alarmismo.

Cualquier persona que tengapánico a las alturas, habrápercibido en más de unaocasión la sensación que se ex-perimenta cuando ve a alguien alborde de un acantilado o aso-mado al ático de un enormerascacielos. El miedo se siente deuna forma tan intensa que es

casi como si lo estuviéramosviviendo en la propia piel.

Es cierto que el miedo es un sen-timiento fácil de transferir, pero esono debe hacernos perder la obje-tividad de las situaciones. No haynada de malo en que un padrese preocupe por la seguridad desus hijos y les intente advertir so-bre los posibles peligros a los quepueden verse expuestos.

El problema aparece cuando esaprotección empieza a convertirseen algo recurrente y desmedido,casi con tintes obsesivos, cuandolos padres transfieren miedos des-mesurados a situaciones o cosasque en términos reales no son ensí peligrosas.

Resumiendo, la protección se tras-forma en sobrepro-

tección y la preo-cupación lógica enalarmismo cuan-do los padres tie-

nen la incapacidademocional de afrontarhechos consumados

como que los hijosse caigan de la bicicleta,

se pongan enfermos ofumen a escondidas uncigarro.

Las personas sobrepro-tectoras, tienden a legiti-

mar sus conductas am-parándolas bajo el abrigo delcariño; “lo hago por tu bien”,“algún día me lo agradecerás”,“si te pasara algo me moriría”,

etc.

Las consecuencias de estas acti-tudes temerosas, trasmitidas porlo general de abuelos a padresy de éstos a sus hijos, suelen tener

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Ser yo, ser padre.

sobre el adolescente repercusio-nes importantes.

Los seres humanos necesitamosexperimentar, ponernos a pruebaconstantemente para comprobarlo que podemos hacer por noso-tros mismos, y es así, enfrentán-donos a situaciones nuevas, comovamos adquiriendo las estrategiasnecesarias para ir desenvolvién-donos en la vida.

Si por exceso de protección pri-vamos a nuestros hijos de enfren-tarse a estos conflictos ordinarios,ante la inevitable aparición de és-tos, probablemente se bloquearáno desarrollarán conductas de evi-tación (no afrontamiento de losproblemas).

Como resultado de esta concate-nación de sobreprotecciones ten-dremos a un adolescente al queno se le ha dado la oportunidad decomprobar su valía, hecho que, sinduda, repercutirá en la formaciónde su autoconcepto.

El escritor F. Zorn relata de formaelocuente las consecuencias dehaber sido excesivamente protegi-do durante su infancia: “Durante mijuventud he estado alejado siem-pre de casi todas las pequeñasdesgracias y especialmente detodos los problemas. Para decirlocon más precisión: nunca tuveproblemas, en realidad no tuveproblemas en absoluto. Los queme evitaban en mi infancia nofueron el dolor o la desgracia, sinolos problemas en sí, y con ellostambién la capacidad de afrontar-los. […] Yo no crecí en un mundoinfeliz sino en un mundo mentiroso.Y si algo es mendaz, la desgraciano se hace esperar mucho; vienepor sí sola, naturalmente.”

Ejercicio:Identificación dela respuesta espontánea

El siguiente ejercicio tiene comofinalidad ayudar a identificarse conla tendencia más arraigada en unomismo. Para ello se presentan acontinuación diferentes casos osituaciones que nos podemosencontrar y posibles respuestas acada uno. Se trata de elegir aque-lla con la que espontáneamentenos identificamos más.

Caso 1Marta, 16 años, acaba de informara sus padres de que Raquel, unade sus mejores amigas, tiene pro-blemas con las drogas.

1 Me asustaría mucho, porquesi su amiga se droga, a lo mejortambién ella estaría tonteando ypodría tener el mismo proble-ma. Intentaría por todos los medios que mi hija se alejara desu amiga cuanto antes paraevitar la tentación. Y, por supues-to, estaría muy pendiente deella por si veo algo sospechoso.

2 La escucharía, pero evidente-mente, si su amiga tiene unproblema con las drogas, esalgo que tiene que resolver ellacon sus padres. Yo no tengopor qué meterme en ese asunto.

3 La escucharía y trataría de en-tender de qué manera le está afectando esta situación. Porsupuesto, si decide ayudar asu amiga, le apoyaría en lo quepudiera. Es una situación pro-picia para saber lo que pien-sa mi hija sobre la droga y susefectos.

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Cómo convivir con adolescentes.

4 Le haría ver que si le pasara lomismo que a su amiga, no sólodestrozaría su vida, sino la detoda su familia, para ver si así selo piensa dos veces antes dehacer una locura.

5 Realmente no sé cómo reac-cionaría. Depende un poco de lo que mi hija me cuente, de laimportancia que ella dé al asun-to. No me gustaría darle másimportancia de la que tiene,pero tampoco quiero que mihija piense que no le prestosuficiente interés.

6 Le reprocharía que no hubieraconfiado antes en mí; le diría que lo mejor que puede haceres decirle a su amiga que hablecon sus padres, y a ella ledejaría claro que lo que debehacer es alejarse de su amigauna buena temporada.

Caso 2Sacarse el carné de moto es loque Bruno, de 17 años, ha pedidoa sus padres tras haber aprobadoel curso con buenas notas.

1 Con 17 años ya debe entenderque sacar buenas notas es su obligación y, por cumplir con el deber, no hay que pedir algo acambio. Si quiere sacarse el carné de moto, que trabaje paraello y empiece así a darse cuen-ta de lo que significa ganarsela vida.

2 Bueno, supongo que si estáempeñado en tener una moto,tarde o temprano lo hará. Pre-fiero pagarle yo el carné y evitarque haga tonterías para con-seguir el dinero.

3 En primer lugar, valoraría elesfuerzo que ha hecho parasacar esas calificaciones. Des-pués hablaría con él sobre laconveniencia de sacarse o noel carné de moto.

4 Le diría que si quiere perder asu madre-padre de un ataqueal corazón, que se suba en unamoto, porque, desde luego, enel momento en que le vea en una, me muero.

5 Saque las notas que saque,mientras dependa de mí, mi hijono tiene moto. Las motos son muy peligrosas y yo no voy acontribuir a que se mate.

6 Me parece bien que si se loha ganado elija su premio, pero siempre que no sea ni moto nicoche ni nada que yo valorepeligroso.

Caso 3Después de todo el día llegas acasa y descubres que tu hija ado-lescente está con un grupo deamigas y tiene todo bastante de-sordenado.

1 Probablemente empezaría agritar desde que entre por la puerta y vea aquello. En segun-

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Ser yo, ser padre.

do lugar le diría a sus amigasque se fueran para que sepusiera a ordenar todo.

2 Ante situaciones así, no siem-pre reacciono de la misma mane-ra. Sinceramente depende delmomento en que me pille. Si hetenido un día duro de trabajoreaccionaría con mayor hostili-dad que si ha sido bueno.

3 Esperaría a que sus amigas semarchasen y entonces le expli-caría que mantener cierto ordenen casa es una norma bási-ca de convivencia de obligadocumplimiento.

4 En realidad, después de estartodo el día sin ver a mis hijos, no me apetece regañarles nadamás llegar. Probablemente loterminaría recogiendo yo.

5 Llamaría a mi hija a mi habita-ción y le echaría una buenabronca. Le diría que se pusieraa recoger todo inmediatamentey que como pierde el control cuando está con sus amigas,que se olvidara de invitar a sus amigas a casa.

6 Me sentiría fatal. Le preguntaríasi es esa la manera que ellatiene de agradecer que supadre/madre se esté matandoa trabajar para sacarlos ade-lante. Si una hija hace eso a suspadres que vienen agotados de trabajar todo el día, es porquela importa bastante poco suesfuerzo.

Caso 4Cuatro suspensos y una amones-tación del director es demasiadopara cualquier padre y los de

Guillermo, de 16 años, debentomar una decisión cuanto antes.

1 Ante grandes problemas, gran-des soluciones. Para empezar, le prohibiría salir con sus amigosel resto del curso. Le suprimiría todas las actividades extraes-colares y reservaría plaza en un internado. Si al final del curso, lasituación no ha mejorado, lematricularía en él.

2 Con 16 años ya sabe lo que hace y las consecuencias quepuede tener. Es evidente que si no quiere estudiar, por mucho que yo le obligue, no lo va a hacer. El decide.

3 Le diría lo que realmente pienso,que no es un buen hijo, queestá abusando de la confianzaque le hemos dado y que, porsupuesto, va a tirar por la borda el gran esfuerzo que estamoshaciendo sus padres para sa-carlo adelante.

4 Es evidente que ese comporta-miento es sintomático de un problema de fondo. Por eso,antes de nada, le daría la opor-tunidad de que expresara loque le está pasando. Indepen-dientemente de esto, le expli-caría que su mala conducta leha traído una serie de conse-cuencias que ha de cumplir.

5 Para mí los estudios son muy importantes y objetivamente creoque semejante situación se me-rece un castigo ejemplar, perocuando intento ser duro con mi hijo y le veo sufrir, me vengoabajo y termino perdonándole.

6 Si mi hijo hace algo así, medaría uno de los disgustos más

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Cómo convivir con adolescentes.

grandes de mi vida. Hablaríainmediatamente con su tutor y el director y buscaría la ayuda de un buen profesional para ver si aún estamos a tiempo dehacer algo por nuestro hijo.

Caso 5¿Qué pensaría si su hijo menor(14 años) lleva varios meses com-portándose de forma extraña, casisiempre distante y con reaccionesagresivas ante sus llamadas de atención?

1 Pensaría que son comportamien-tos propios de la adolescencia y que con el tiempo se iríannormalizando.

2 Me preocuparía muchísimo. Simi hijo se comporta así, seguro que es porque tiene algún pro-blema serio: drogas, malas com-pañías, etc.

3 Pensaría que tal vez está pasan-do por un mal momento e in-tentaría manifestarle que estoyahí para escucharle y ayudarlesi me necesita.

4 Hay días en que los comporta-mientos raros de mis hijos me alar-man muchísimo. Sin embargo, cuando oigo a otros padres co-mentar que les ocurre lo mismo,me relajo y me olvido del tema.

5 Pensaría que está metido enalgún problema que, por su-puesto, debe ser aclarado in-mediatamente. Me enfadaríacon él por no haberlo contado antes. En cuanto a las conduc-tas agresivas, se las quitaría conuna buena dosis de disciplina.

6 Hablaría seriamente con él;que se diera cuenta de que conese mal comportamiento y esaagresividad nos está provo-cando muchísimo sufrimiento atoda la familia; que piense que -si le llamamos la atención es porque queremos lo mejor para él.

Caso 6Claudia, de 13 años, es una chicacon buenas dotes para la música.Lleva 3 años recibiendo clases depiano, pero cada vez debe dedi-carle más tiempo y apenas si tieneun minuto libre para relajarse, porlo que cada día está menos moti-vada para seguir.

1 La obligaría a seguir. Los hijosdeben entender que si se com-prometen con algo, deben lle-varlo a cabo hasta el final, aunque eso les suponga unesfuerzo. Es bueno enseñarlesa exigirse a sí mismos desdepequeños.

2 Me preocuparía mucho por mi hija, porque seguramente elpiano le está causando bas-tante estrés y estas cosas si sedejan pueden ir a más y con-vertirse incluso en depresión o algo peor. Estas situaciones hayque atajarlas cuanto antes.

3 Lo que mi hija decida hacer ensus ratos libres es cosa suya.

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Ser yo, ser padre.

Mientras no abandone los estu-dios, que haga lo que quiera. Alfin y al cabo no es más que una extra-escolar.

4 Hablaría con ella, intentaría en-tender cómo se siente al notener tiempo libre y juntos bus-caríamos lo más satisfactorio.Las actividades extra-escolaresson importantes, pero debenser elegidas por los adoles-centes porque les gusta.

5 No lo sé. Supongo que mi reac-ción dependería de lo que mihija me contara, de lo que amí me interese la música o demi estado de ánimo en esemomento.

6 Le haría comprender a mi hijaque sus padres hemos puesto nuestro esfuerzo y nuestras ilu-siones en que llegase a tocarbien el piano y que no es justoque ahora porque tiene que es-forzarse un poco más vaya atirar todo por la borda.

Caso 7Son las cinco de la madrugada yPedro aún no ha llegado. Aunqueúltimamente se está desmadran-do, sólo tenía permiso hasta lascuatro.

1 Me volvería loco/a. A partirde las cuatro y diez me hubiese

puesto a llamarle a su móvil; a él y a todos sus amigos, a lospadres de sus amigos y si asíno le localizo, me hubiera ido abuscarle a la calle. Si veo quesigue sin llegar, seguramente lla-maría a la policía para ver si saben algo de él.

2 Cuando llegase a casa, le de-jaría que me explicase todo loque ha pasado y actuaría en función de la responsabilidadque hubiera tenido en el retraso. Por supuesto, le haría entender que avisar cuando va a llegartarde es algo necesario que debe cumplir a toda costa.

3 En una ciudad grande, una horade retraso tampoco es para alarmarse. Probablemente pen-saría que ha perdido el autobúso algo así. Supongo que conti-nuaría durmiendo porque aunqueesté levantado no va a llegarantes.

4 Una hora de retraso es algo que no se puede consentir con o sin excusas. Si mi hijo me hacealgo así, no pisa la calle en untiempo. Y así no hay problemasde autobús ni de volver solo. Ensituaciones como éstas, el cas-tigo es lo único que funcionapara que obedezcan.

5 En estos casos, mi reacción de-pende mucho del momento; si no me despierto esa noche y me entero al día siguiente, mi reacción sería más tranquila. Lepreguntaría qué le había pa-sado e intentaría razonar con élpara que no volviese a hacerlo. Pero si me despierto y sufro la espera, probablemente sería más violento; le amenazaría conun buen castigo.

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Cómo convivir con adolescentes.

6 Que mi hijo llegue con unahora más de retraso y no meavise sabiendo que me desvivopor él y que me pongo enfer-ma/o cada vez que llega tarde,significa ni más ni menos que es un egoísta y que le importanbastante poco mis sentimientos.

Caso 8María, de 12 años, está cursando6º de primaria y su profesora haaconsejado a los padres que em-piecen a darles alguna informaciónsobre sexo para complementarla educación sexual que estáempezando a dar en el colegio.

1 Si dan educación sexual en elcolegio, no creo que necesitemás información. Además, deesas cosas se va uno enteran-do con la edad.

2 Es curioso; si un amigo me hi-ciera esta pregunta le diría sinlugar a dudas que hablara consu hija. Opino que cuanta másinformación, menos riesgo. Pero cuando es la mía, la cosacambia. ¿Cómo se le habla auna niña de 12 años de sexo? ¿Hasta dónde hay que llegar?¿Y si no está preparada? Nosé; creo que la situación mesupera.

3 Creo que es necesario dialo-gar con los hijos, y contarles las

cosas como son, los riegos perotambién los aspectos positivos.Estar bien informados les ayudaa saber decidir y también aevitar problemas.

4 Mi hija sabrá lo que tengaque saber cuando yo como padre lo decida, y no cuando lodiga su profesora. Los padressomos los que conocemos ver-daderamente a los hijos y sabe-mos si están preparados o no para hablar sobre sexo.

5 Tal y como están las cosas,lo más importante, y sobre todosiendo tan pequeños, es infor-males de la cantidad de riesgos que hay en la calle. Un embara-zo es ya casi lo de menos, lo peor es si coge el sida o cual-quier otra cosa. Hoy en díatener hijos adolescentes es una preocupación constante.

6 Claro que hay que hablar conlos hijos de sexo y que entien-dan la responsabilidad que tienen, decirles que antes de hacer las cosas que piensen en las consecuencias, que no so-lamente se destrozan la vidaellos, también te la destrozan ati porque a esa edad tu medirás quién se hace cargo de los problemas, pues sus padres.

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Ser yo, ser padre.

Caso 9La mala suerte ha querido queCarla celebrara sus 15 años en lacama de un hospital. El mismo díade su cumpleaños se cayó de lamoto de un amigo que iba algobebido; el diagnóstico: una piernarota, un mes de reposo y la moralpor los suelos.

1 Los hijos hacen las cosas a loloco sin pensar en las conse-cuencias y luego nos toca a lospadres pasarlo mal y cargar conlos problemas. ¡Madre mía, unmes sin poder moverse! Paraella, desde luego, es un fastidio,pero tiene que darse cuenta delo que supone también paranosotros.

2 Mi hija sabe que tiene totalmen-te prohibido montar en moto ymás si es con alguien que estábebido. Por mucha pierna rotaque tenga, el castigo no se loquita nadie. Que aproveche eltiempo de reposo sin salir parareflexionar la tontería que hahecho y darse cuenta de lo quele ha traído desobedecerme.

3 Verdaderamente, romperse unapierna a los 15 años debe seralgo bastante traumático. Si mihija está desmoralizada por lasituación, intentaría ofrecerleapoyo no sólo físico sino tam-bién emocional. No creo quesea el mejor momento parareprochar su comportamiento.Más adelante hablaríamos delas consecuencias que éste hatenido.

4 Sus padres no podemos hacer yanada por evitar lo que le ha ocu-rrido. Tendrá que pasarlo comopueda. A los 15 años uno se recu-pera enseguida de estas cosas.

5 Parándome a pensarlo, creo que si mi hija se rompe una pierna por montarse en una moto con un chico bebido, esevidente que se merece una buena regañina, pero el hechoes que aunque se haya portado mal, verla sufrir me puede.

6 ¡Pobrecita, romperse una pier-na en su cumpleaños! Bastantetiene la pobre con lo que laespera para que encima meenfade yo con ella. Todo lo con-trario, la cuidaría lo mejor quepudiera e intentaría que sufrieralo menos posible y, por supues-to, que no se culpabilizara por lo que pasó.

Caso 10La convivencia entre Alicia y sumarido es cada vez peor, discutencontinuamente y al final ella termi-na llorando, en muchas ocasionessus hijos de 13 y 15 años son tes-tigos de sus discusiones. ¿Cómoactuar?

1 En un caso así les diría a mishijos que a veces la vida no esfácil y que hay que asumirlacomo viene, que con esa edad deben ser lo suficientementemayores como para afrontarque sus padres tienen proble-mas y están pasando por un mal momento por lo que debenponer de su parte.

2 En primer lugar les pediría per-dón por hacerles presenciarnuestras discusiones, después intentaría dialogar con ellos parasaber cómo se sienten y cómoles está afectando esta situación.

3 No creo que a esa edad deba-mos cargar a nuestros hijos con

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Cómo convivir con adolescentes.

nuestros problemas, les diríaque hemos discutido por algúnmotivo pero que todo se va a arreglar para evitar que ellosvivan angustiados con tan pocosaños.

4 Les hablaría de los problemasentre nosotros, les diría quetenemos dificultades para en-tendernos pero que lo estamosintentando por ellos para queno tengan que pasar por la se-paración de sus padres, supon-go que así verían que aunquediscutamos a ellos les quere-mos mucho.

5 Es difícil saber lo que les diríaen un caso así, supongo quedependería de muchas cosas,de cómo estuviera yo de toca-do/a, de cómo les viera a ellos,si están muy afectados inten-taría quitarle hierro al asunto, siles veo más fuertes les hablaríacon más claridad.

6 Intentaría no discutir delante deellos pero a veces es inevitable.De todas formas todos hemosvisto discutir a nuestros padresen casa y no por eso hemostenido traumas.

Escribir en cada recuadro el nú-mero de la reacción elegida comola más parecida a la que ustedhabría tenido normalmente en larelación con el adolescente.

Hacer la propia gráfica marcandocon un círculo los números pues-tos en los cuadros de anteriores.

Contar en sentido vertical elnúmero de círculos y ponerlo enla casilla correspondiente a cadaletra y donde dice: “puntuación”.Su estilo de respuesta es aquelque más puntuación haya obte-nido. Sería deseable que predo-minaran las respuestas “D”, quese corresponden con el estilo depadres equitativos, democráticosy firmes. Re-lea el comentario decada uno de los estilos según elresultado que usted haya obtenido.

Caso 1:

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Caso 10:

Caso 1

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Ser yo, ser padre.

Adolescentes,padres; ¿sómostan distintos?

Los “padres de antes”

“Antes había más respeto”. ¿Lesuena? Probablemente sí. Y noes extraño pues contestacionescomo estas o similares son, condiferencia, las mayormente referi-das por los padres al ser cuestio-nados por las principales diferen-cias entre su propia adolescenciay la de sus hijos.

Efectivamente, este tipo de afir-maciones, más por uso que porcertidumbre, se han convertido enuna especie de comodín, que afalta de argumentos o de ganas degestarlos, se acuñan como razónante cualquier comportamientoinapropiado del adolescente.

Curiosamente cuando se les pre-gunta a estos mismos padres loque entienden ellos por respeto, lasituación varía y se rompe elconsenso incluso entre la propiapareja. Para muchos, el respeto essinónimo de obediencia, de cum-plimiento de normas. Algunosconsideran que tiene más que vercon cariño, admiración… Otros,sin embargo, opinan que respetares pensar y entender las cosasde forma similar, y aún podríamosnombrar definiciones mucho máscuriosas y variopintas. No es deextrañar, por tanto, que un términoentendido de formas tan disparessea echado en falta por uno u otromotivo.

Pero, ¿realmente antes había másrespeto? Después de escucharnumerosos testimonios sobre có-

mo fue la adolescencia y la edu-cación de estos padres reivindi-cadores, aún a riesgo de parecerpresuntuosos, nos atreveríamos aconsiderar que ciertamente anteslos hijos obedecían más, perodicha obediencia no siempre eraconsecuencia del respeto.

Conversación mantenida con unpadre en un curso de comuni-cación con los adolescentes:

Padre: Desde luego los adolescen-tes de ahora nada tienen que vercon los de antes. Antes había unosvalores, un respeto por los adultos;ahora no hay respeto por nada.

Ps: Mario ¿cómo eran las cosascuando tú eras adolescente?

Padre: De entrada, la relación queyo mantenía con mis padres nadatenía que ver con la que tiene mihijo con su madre y conmigo.

Ps: Crees que tú tuviste una mejorrelación con tus padres. ¿Cómoera?

Padre: Pues para empezar, cuan-do mi padre decía algo no se meocurría en absoluto discutir con él;le obedecía y punto.

Ps: Mario ¿y si no estabas deacuerdo con lo que él decía?

Padre: Es que no era cuestiónde estar de acuerdo con él ono, era cuestión de respeto. Simi padre decía, por ejemplo: “estefin de semana vamos al puebloa ver a los abuelos”, pues el finde semana se iba al pueblo, y nia mi hermana ni a mí se nos ocu-rría decir: “yo no voy que tengootros planes”, como me contestami hijo a mí.

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Cómo convivir con adolescentes.

Ps: Sí, imagino que no debe ser fá-cil aceptar una conducta tan distin-ta a la que a ti te enseñaron. Mario,y si le hubieras llevado la contraríaa tu padre, ¿qué habría pasado?

Padre: Si le hubiera dicho, porejemplo, que no quería ir al pueblo,que prefería quedarme, me habríaobligado a ir de cualquier manera.Desde luego si le hubiera contes-tado como contestan ahora loschavales me hubiera dado unabofetada, sin lugar a dudas.

Ps: ¿Tenías mucho miedo a lasrepresalias de tu padre?

Padre: Reconozco que mi padreenfadado me imponía bastante.

Ps: ¿Crees, que tal vez, a parte depor respeto, obedecías a tu padretambién por miedo?

Padre: Sí, es cierto que el temora que nos diera una bofetada oincluso a recibir una bronca eragrande.

Ps: Supongo que esto no te haríasentir muy bien: ¿En aquellos añostenías una buena relación con tupadre?, ¿hablabas con él de tuscosas?

Padre: No existía una relaciónde confianza, si es a lo que terefieres. Tanto mi hermana co-mo yo estábamos bastante dis-tanciados de él, incluso de mimadre. Yo intimé algo más conmi padre cuando me hice ma-yor, pero tampoco demasiado.

Ps: Tu relación con tu hijo esdistinta, ¿verdad?

Padre: Por supuesto; en esesentido es bastante mejor, más

cercana. De hecho pensándolobien creo que discutimos porquehablamos de todo.

Ps: ¿Quieres decir que tu hijo tieneuna libertad para expresarse quetú no tuviste?

Padre: Sin duda, y soy concientede que eso es bueno, pero talvez ahí he sido demasiado permi-sivo porque a veces es bastantedescarado.

Ps: A lo mejor, Mario, más quecomparar a tu hijo contigo seríabueno compararle consigo mismo,es decir, trabajar con él esa hosti-lidad que a veces tiene sin quepierda la libertad de expresar susopiniones como te paso a ti.

Padre: Es lo malo de comparar:que tienes que hacerlo tanto paralo bueno como para lo malo. Estoyde acuerdo en que es mejortomarle a él mismo de referenciaque compararle con nadie; ade-más, sinceramente no me gustaríaque mi hijo se sintiera tan cohibidocomo me sentía yo con mi padre.

Ps: Estupendo, me parece unbuen punto de partida.

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Ser yo, ser padre.

La clave:adaptarse a los cambios

A la hora de establecer diferenciasentre los adolescentes de antes ylos de ahora, la primera referenciaque debemos tomar, siendo rigu-rosos, es la sociedad en la que lesha tocado vivir.

Costumbres, hábitos, comporta-mientos y el propio estilo educati-vo de cada padre va a estar, sinduda, delimitado por la sociedaden la que se halla inmerso. Vistodesde esta perspectiva, a la horade constatar dichas diferenciasresultaría casi más revelador inte-rrogar a los padres por las carac-terísticas de la sociedad en la quevivieron.

Haciendo memoria histórica, po-dremos recordar, unos por vi-vencia y otros por referencia, losenormes cambios a los que hu-bieron de hacer frente con sushijos, los padres, ya abuelos, na-cidos en la posguerra. IgnacioElguero describe muy elocuen-temente esta situación en sulibro “Los padres de Chencho”:“Nacieron en los duros años de laposguerra y vivieron una época enblanco y negro llena de ideología ydisciplina… Crecieron pensandoque los hombres no lloran, que lalarga mili les hacia madurar, que eltrabajo dignificaba, (eso sí, desdeniños) y que la mujer era el “des-canso del guerrero” según leshabían enseñado”.

Es cierto que “los padres deantes”, en términos generales,eran severos, y como acabamosde leer, no fomentaban la expre-sión de opiniones entre los miem-

bros de la familia. Quizás estofuera demasiado pedir para hom-bres y mujeres que hubieron deforjar su libertad conjugando entodas sus acepciones la primerapersona del verbo “deber”. No obs-tante, lo que sí hemos de recono-cerles a estos padres abnegadoses su capacidad para adaptarse alos cambios que les fue deparan-do la vida, evitando, como diceElguero, “el desencuentro con sushijos”. “Ellos se adaptaron a loscambios que iban llegando…Vieron cómo los valores en los quese habían educado se transforma-ban a ritmo de libertad, y nosotros,sus hijos, nos distanciábamos delos comportamientos arcaicos deuna sociedad pasada. Quisieronaplicar la disciplina heredada…,pero el tiempo y los cambios lesquitaron poco a poco la razón ysupieron rectificar a tiempo.

Cambiaron el cachete por el pre-mio e intentaron que sus hijos ehijas estudiasen y fueran lo queen numerosos casos, no habíanpodido ser ellos. Son la últimageneración de padres severos: encasa, con los hijos, con la mujer,con los estudios, con la disci-plina… y también la primera encomprender los cambios.”1

1 Cfr. http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/337/1142005167.htm

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Cómo convivir con adolescentes.

Presentamos a continuación elsiguiente “problema matemático”en tono de humor, que viene a ilus-trar la necesidad de adaptarse alos cambios:

La enseñanza en España

Enseñanza de 1960Un campesino vende un saco depatatas por 1.000 ptas.

Sus gastos de producción se ele-van a 4/5 del precio de la venta¿Cuál es su beneficio?

Enseñanza moderna de 1970Un campesino cambia un conjun-to P de patatas por un conjunto Mde monedas. El cardinal del con-junto M es igual a 1.000 ptas, ycada elemento vale 1 pta.

Dibuja 1000 puntos gordos querepresenten los elementos del con-junto M.

El conjunto F de los gastos de pro-ducción comprende 200 puntosgordos menos que el conjunto M.

Representa el conjunto F comosubconjunto del conjunto M, es-tudia cuál será su unión y suintersección y da respuesta a lacuestión siguiente:

¿Cuál es el cardinal del conjunto Bde los beneficios?

(Dibuje B con color rojo)

L.O.G.S.EUn agricultor vende un saco depatatas por 1.000 ptas. Los gas-tos de producción se elevan a 800ptas. y el beneficio es de 200 ptas. Actividad: subraya la palabra“patata” y discute sobre ella con tucompañero…”

Los “padres de ahora”

A primer golpe de vista podríamosconsiderar que las cosas han cam-biado mucho hoy en día con res-pecto a tiempos pasados. Sin em-bargo, tomando como referencialo hasta ahora expuesto, sería máscoherente no dejarnos llevar poresta primera impresión y pararnosa reflexionar.

Teniendo en cuenta lo que lessupuso a anteriores generacionesde padres adaptarse a los distintosritmos de vida. ¿No podríamospensar, que se trata más bien deun proceso de adaptación quetiende a repetirse de generaciónen generación entre padres e hijospara que exista un buen equilibrioentre la evolución y la permanen-cia de los valores? Pues todoparece indicar que sí.

El problema generacional surgecuando los padres, por miedo aperder estos valores que les fuerontransmitidos, o por temor a no seraceptados por sus hijos se posi-cionan en los extremos: autori-tarismo o excesiva permisividad,ambas igualmente perniciosas.

¿Por qué percibimos tan diferentesa los adolescentes de hoy de losde épocas pasadas?

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Ser yo, ser padre.

Principalmente por dos motivos:el primero tiene que ver con elvertiginoso avance tecnológico alque estamos asistiendo a partirde los últimos años del siglo XX.Dicho avance sin precedentesha hecho aumentar de maneraconsiderable las diferencias entrepadres e hijos.

Ignasi de Bofarull, en su artículo“Nuestros hijos y las nuevas tec-nologías” lleva estas diferenciastecnológicas al extremo:

“Si no profundizamos lo suficiente,podemos caer en lo que ya sedenomina en algunos estudioscomo “ciberfractura” generacional.Es decir: el crecimiento de un abis-mo generacional que supone quenuestros hijos no nos entiendanporque no hablamos su idioma.Un abismo que señala que nosabemos por dónde van, qué lesinteresa ni qué les pasa por lacabeza.”

El segundo motivo está relaciona-do sin duda con el tipo de edu-cación recibida por los padres.Como decíamos anteriormente, elproblema en la educación denuestros hijos venía cuando lospadres nos posicionábamos enlos extremos. Los múltiples cam-bios que ha experimentado la so-ciedad en las últimas décadas, sinduda, han traído consigo una nue-va manera de educar. El hecho devivir en una sociedad de bienestar,una mayor renta per cápita, etc.,implica que los padres permanez-can fuera de casa muchas horaspor motivos de trabajo. Los hijosen tanto, en el mejor de los casos,crecen siendo carne de extra-escolares, cuando no permanecensolos en casa hasta altas horasde la tarde que empiezan a llegar

sus padres: los llamados “niñosllave”.

Bien, pues este hecho de no pasardemasiado tiempo con los hijos,con su correspondiente grado deautoculpabilización unido a un in-tento por no ejercer la disciplina deuna forma tan autoritaria como viohacer a su padre, podría desem-bocar en un exceso de permisivi-dad que daría pié a la crianzade niños caprichosos, adolescen-tes rebeldes y consecuentemente,adultos insatisfechos.

Evitarlo es una tarea exigente, re-quiere firmeza y sobre todo unagran dosis de constancia, y prestaratención a los pequeños detallesdel día a día. ¿Cómo enfrenta mihijo los problemas?, ¿en cuántasocasiones le doy lo que me pideaunque considere que no es lomás oportuno?, ¿le suelo permitircomportamientos indebidos por notener problemas con él?, etc., sonalgunas cuestiones que nos pue-den surgir.

Educar no siempre es fácil. Muchospadres de adolescentes comentanen los cursos la conveniencia decambiar el pan que dicen traer loshijos debajo del brazo por un ma-nual de instrucciones. Afortunada-mente la personalidad humana estan rica que no tendría cabida enningún manual del mundo.

La educación de un hijo es una “la-bor” diaria, como dormir o comer.Si un día se come mal no pasa na-da, lo importante es la continuidad.Recuerde que para crear un buenhábito nunca es tarde. Aunque suhijo ya no sea un niño y usted sesienta “mayor”, todavía hay muchotiempo, ¿o acaso no es hoy elprimer día del resto de sus vidas?

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Cómo convivir con adolescentes.

Ejercicio:constatando las diferencias

¿Qué diferencias existían entre mipadre y yo adolescente?

1:

2:

3:

4:

5:

¿Qué cambios debieron afrontar mispadres para entenderme mejor?

1:

2:

3:

4:

5:

¿Qué diferencias existen entre mihijo y yo hoy?

¿Qué cambios tendría que afrontaryo para entender mejor a mi hijo?

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Principales características de los adolescentes.

Principales característicasde los adolescentes.

“El intervalo temporalen el que transcurre la

adolescencia comenzará alos 11-12 años y se extendería

hasta los 18-20 años”

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Cómo convivir con adolescentes.

La adolescencia, del latín adolescere-crecer, desarrollarse-, no es sólouna fase en el desarrollo psíquicodel individuo hacia una supuestamadurez, sino también una trans-formación en algo nuevo que con-lleva en sí lo antiguo. Nunca desa-parece la infancia, así como nuncase accede a una madurez absoluta.

La adolescencia, como etapa detransición, se caracteriza por unaserie de cambios físicos, psíquicosy sociales, vividos de una formatan significativa que incluso algu-nos autores no han dudado enhablar de la adolescencia como unperiodo diferenciado del ciclo vitalhumano. Por esta razón, resulta devital trascendencia, a la hora deconocer las características másdeterminantes del adolescente,empezar por definir el periodo tem-poral en el que se encuadra.

El intervalo temporal en el quetranscurre la adolescencia comen-zaría a los 11-12 años y se exten-dería hasta los 18-20. Antes de es-ta edad de comienzo, hablamosde pre-adolescencia en torno alos 9-10 años y después de los20 años estaríamos refiriéndonos ala post-adolescencia (20-22 años)y a la edad adulta a partir de los22 años.

Asimismo, dentro del periodo de laadolescencia, encontraríamos tressubdivisiones:

Pubertad: cambios físicos ytemperamentales (11-12 años).

Adolescencia media: aislamien-to/importancia del grupo (13-15años).

Adolescencia tardía: inicio delfinal (15-18 años).

Sabemos entonces que la adoles-cencia conlleva una elaboraciónnueva del esquema corporal: sepasa de un cuerpo infantil a unoadulto y esto provoca gran inquie-tud en el adolescente ante la dudade cómo lo verán los demás. Seva formando la identidad personal,se requiere marcar diferencia conlos adultos (ropa, lenguaje, etc.)y se produce una rebelión antelas normas. Más adelante veremoscómo podemos abordar dicharebelión. Asimismo, se producencambios con las personas adultasy, en especial, con los padres.

En definitiva; buscar la propiaidentidad, establecer un sistemade valores propio, satisfacer la ne-cesidad de pertenecer, conformarla necesidad de independencia,etc., son algunas de las “tareas”con las que se enfrenta el adoles-cente en este momento evolutivo.Los padres podemos estar junto aellos, ofreciéndoles las mejoresposibilidades, pero es importantetener muy presente que son elloslos que deciden.

Importancia delos cambios fisicos

Como acabamos de señalar, den-tro del periodo de la adolescencia,el menor pasa por un proceso es-pecialmente intenso en el que sucuerpo se enfrenta a bruscos cam-bios físicos: la pubertad.

Estos cambios madurativos, comotodos sabemos, no se producenen todos los adolescentes a lamisma edad. El lapso de tiempoes amplio y dependerá del ritmobiológico de cada persona. Estavariabilidad provoca que algunas

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Principales características de los adolescentes.

chicas de 12 años tengan un cuer-po de mujer absolutamente defi-nido y otras con 14 aún estén enproceso de desarrollo. Dicho pro-ceso se puede alargar en el casode los chicos incluso hasta los 15ó 16 años.

Mientras que ellas viven un desa-rrollo precoz como algo violento yperturbador, a ellos les encanta laidea de parecer el más “macho”de la clase o de la pandilla. Comodice Alejandra Vallejo Nájera ensu libro “La edad del pavo”, “Ellosquieren ser como toros, ellas noquieren ser como vacas”.2

Estrenando cuerpo. Territoriocorporal, asunto propio

Algunos de los cambios propiosdel desarrollo físico que más preo-cupan a los púberes, suelen serlos siguientes:

En las chicas, la aparición de suprimera menstruación y el desa-rrollo mamario. Estos son dosaspectos en los que las adoles-centes suelen compararse con sugrupo de amigas. ¿Seré la últimaen tener la regla? ¿Tengo menospecho que mis amigas?, etc.

Los chicos también se sienten preo-cupados por cómo son vistos porlos demás: el cambio de voz, la

aparición del bello facial, o el au-mento de la masa muscular suelenser motivo de frustración u orgulloal ser comparado con el grupo deiguales. Las poluciones nocturnas,en cambio, no son vividas ni porlos adolescentes ni por sus padrescon la expectación con que seacoge su versión femenina: lamenstruación.

Yo quiero ser (como) tú

El hecho de que todos estos cam-bios sean tan visibles a los demásy que además sean contemporá-neos con el momento de la rupturadel fuerte lazo familiar, provoca queel adolescente viva esta etapa conuna gran dosis de inseguridad.

El grupo de iguales le atrae, peroal mismo tiempo echa de menos lasensación de seguridad que leofrecía su familia. La opinión desus padres se empieza a relativizardando prevalencia a la evaluacióndel grupo.

Aparición del acné, dentadurasaprisionadas en antiestéticos bra-ckets, brazos y piernas de dimen-siones desproporcionadas al restodel cuerpo, son algunos trastornos

transitorios que suelen acom-pañar al adoles-

cente en estemomento y quefacilitan la apa-rición de una

imagen corporal no correspondidacon el cuerpo diez que soñabanpara sí mismos. Por esta razón,muchos púberes suelen hacer susídolos a cantantes, modelos odeportistas con los que identificansu yo ideal.

2 VALLEJO NAJERA A., “La edad del pavo. Consejos para lidiar con la rebeldía de los adolescentes”,Temas de hoy, Madrid 2005.

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Cómo convivir con adolescentes.

Son diversas las estrategias queutilizan los adolescentes para in-tentar compensar esta percep-ción de inseguridad y, en algunoscasos, incluso de infravaloración.Rastas, pelos de colores, pier-cing, forma de vestir personaliza-da, pertenecer a tribus urbanas-punkies, skins, heavys- transgre-dir normas por el simple placerde no ajustarse al resto, etc., sonllamadas de atención sobre supersona que ponen de manifiestosu deseo de sentirse mejor.

Evidentemente, cuando uno sesiente peor que el resto, intenta sermejor siendo diferente.

Cómo podemos ayudarles

Es mucho lo que los adultos-padres, hermanos mayores, edu-cadores, etc.- podemos hacer paraque los adolescentes aumenten laseguridad en sí mismos durante lapubertad.

En primer lugar, es necesario serconscientes de que es precisa-mente en este momento evolutivocuando el menor se presenta másvulnerable a caer en determinadasconductas de riesgo. La obsesiónpor la delgadez puede llegar aderivar en un trastorno de la ali-mentación; una excesiva timidezpuede pretender ser corregida,a falta de otras habilidades, bebi-endo alcohol o tomando algún

otro tipo de droga que permita ladesinhibición. Desear ser acepta-do por el grupo cuando se tienepoca confianza en uno mismo,puede empujar a cometer com-portamientos disruptivos impen-sables en otras circunstancias.

Mas que alarmarse cuando loshijos llegan a la adolescencia, setrata de entender el hecho de que,aún siendo ésta una edad en laque la probabilidad de conductade riesgo es mayor, esto no signi-fica que nuestros hijos tengannecesariamente que pasar porello como si se tratara de la prue-ba de acceso a la adolescencia. Nimucho menos. Es normal quelos adolescentes beban, fumen, oincluso flirteen con algún tipo dedroga ilegal, pero lo habitual esque no lleguen a más.

Una actitud adecuada de lospadres hacia este tipo de compor-tamiento pasa por evitar el alarmis-mo, es decir, tratar con naturali-dad los pequeños altercados quepuedan surgir. En cierta ocasión,un educador de un programa dedesintoxicación comentaba quealgunas veces se encontraba conpadres de adolescentes que acu-dían al Centro muy alarmados porhaber encontrado en la habitaciónde su hijo una libreta de “papeli-llos”. En el capítulo 5 desarro-llaremos cómo abordar algunasconductas de riesgo.

Otro aspecto fundamental a tenermuy presente con el púber en estemomento tan crucial es el refuerzode todos los aspectos positivos,tanto físicos como psicológicosque encontramos en nuestro hijo.

Resulta sorprendente comprobarcómo adolescentes que han vivido

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Principales características de los adolescentes.

reforzados por sus padres y for-mado parte de familias en la queel aspecto físico, la estética corpo-ral, no han primado por encima deotros valores como la creatividad,el respeto al otro, la espontaneidady, en general, aspectos más psico-afectivos, se perciben físicamentea sí mismos de manera muchomás positiva que aquellos a losque se les ha valorado más en fun-ción de sus cualidades físicas.

Ejercicio:“en el pueblo en dondeyo nací”

El siguiente relato fue contado porun joven de 19 años en un taller deautoestima:

“En el pueblo donde yo nací y enel que viví hasta los 17 años, todoera muy fácil. Salíamos en pandi-lla, chicos y chicas. Yo me llevababastante bien con la mayoría.Llegué a salir con una o dos chicasdel grupo. Mis amigos me llama-ban el gallito porque mi padre erael veterinario del pueblo. Allí casitodos teníamos mote. No nos fi-jábamos si uno era gordo o del-gado, rubio o moreno; no le dába-mos importancia. Verdaderamenteyo me sentía uno más, igual queellos. Cuando llegué a Madrid,hace un par de años, cambiaronmucho las cosas. Aquí fue dondepor primera vez me llamaronenano; pero no en broma o enplan cariñoso. Enano de canijo.A partir de entonces, empecé asentirme distinto, bajito. Aún sa-biendo que no era alto, en mipueblo nunca me sentí ridícula-mente bajo como me siento aquí.Afortunadamente no me he senti-

do bajo hasta los 17 años. Esome ha permitido vivir plenamentemi infancia y mi adolescencia. Megustaba a mí mismo y supongoque por eso gustaba a los demás.Ahora me pregunto: ¿realmentemis amigos no veían que yo erabajo? En cualquier caso, siempreles agradeceré que me llamaranel gallito”.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

Para aceptarse a uno mismo¿qué consideras que es más im-portante: cómo uno se siente ocómo uno es?

Ante los defectos de nuestroshijos ¿de qué manera podemosactuar para que no se vea afec-tada su autoestima?

Aspectospsicoafectivos

Como venimos definiendo a lolargo de este capítulo, la adoles-cencia es una etapa de cambios,de decir adiós a muchas cosas yprepararse para dar la bienvenidaa otras.

El adolescente, una vez alcanzadala pubertad, se descubre distinto.Haber desarrollado la función re-productiva y experimentar el estí-mulo sexual con gran fuerza lesepara indefectiblemente del niñoque fue y le empuja a “despreciar”todo aquello que suene a infantil.Sabe que no es un niño porqueno siente lo que sentía cuando eraun niño.

A medida que el menor se va se-parando de la influencia de sus

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Cómo convivir con adolescentes.

padres, su necesidad de búsque-da se hace perentoria. Búsquedade su propio yo, distinto al yo idea-do por sus padres, búsqueda desu propio criterio, diferente al cri-terio establecido por sus progeni-tores. En definitiva, busca ser lomás disímil posible a lo que antesera.

Los padres asistimos a este des-concierto emocional de la adoles-cencia con incertidumbre y rece-lo. El hecho de que nuestros hijos“decidan” romper bruscamente contodo aquello que desde pequeñosles hemos inculcado como mejorsabíamos, nos hace sentir meta-fóricamente como cuando llevába-mos toda la tarde haciendo ungran castillo de arena en la playay de repente sube la marea y unaola se lleva por delante toda nues-tra obra.

Ejercicio:“La marea”

La vida de nuestros hijos es comola marea. Mientras está baja, todo

permanece tranquilo y podemosdisfrutar de su calma. Pero llegaun momento en que la marea subey arrasa con todo lo que se en-cuentra por delante. Necesita de-mostrar su potencia, su inmensi-dad. Echamos entonces de menoscuando la marea estaba baja ypodíamos disfrutar de ello. A ve-ces, esa nostalgia nos empuja apretender contenerla, a ponerdiques que repriman su fuerza.Chocamos entonces, una y otravez, contra las olas, sin darnoscuenta de que mientras luchamoscontra la marea, nos estamosperdiendo la grandiosa transfor-mación que se está produciendoen el mar.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

Reflexionar sobre la propia ex-periencia de relación con losadolescentes constatando hastaqué punto se están produciendocambios.

¿En qué medida las dificultadesque generan tales cambios provo-can perderse lo mejor?

¿Es el mejor modo de afrontarlos cambios levantar “diques decontención”?

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Principales características de los adolescentes.

Búsqueda de la identidad.Pienso con las ideas de otrosluego no existo.

“Comprender a un adolescente nosólo implica reconocerle lo que es.También requiere aceptarle en loque aún no es”Marisa Magaña

Según el doctor Etcheberry3, laidentidad es característica de ca-da periodo de la vida y se modifi-ca según el momento evolutivo. Lameta es el logro de la individua-ción, es el conocimiento de unomismo, es la posibilidad de seruno mismo en medio de los otros.

Las personas adultas, disponemosde cierta perspectiva a la hora deconstatar las diferencias entre laniñez, la adolescencia y la adultez.Tenemos conciencia de sentirnoscomo adultos porque nos hemossentido niños y adolescentes.

Los adolescentes como tales,carecen de esta perspectiva. Porun lado apenas si han abandona-do la niñez, por lo que perciben loslímites de esta etapa muy difusos,y por otro, nunca han sido adultos,por lo que no saben si lo que sien-ten puede identificarse con esteestado. Erich Fromm lo expresa deesta manera: “si no soy otra cosaque los demás suponen que deboser, ¿quién soy yo realmente?”4

No es extraño, por tanto, que sesientan como verdaderos apátridasde identidad en incesante búsque-da de ellos mismos. Por eso, parapoder encontrar su propio yo, susentido de mismidad, necesitan

más que manifestar, exhibir que yano son los de antes, que ya nosienten como sentían antes y queya no piensan como antes pensa-ban, porque ahora disponen “deideas propias”.

Hasta aquí todo parece estar enregla. Resulta lógico que cualquierpersona, adolescente o no, luchecon legítimo derecho por encontrarsu lugar en el mundo. El conflictosurge cuando después de escu-char con mayor o menor compos-tura todas las quejas y negativasde los adolescentes hacia las nor-mas y argumentos que damos lospadres, descubrimos que toda esaclaridad se ofusca cuando se lespide que razonen y argumentenpor qué se oponen a todo lo es-tablecido, y sobre todo, qué otrasalternativas ofrecen.

Los adultos, desde nuestra mayoramplitud de miras, estamos en dis-posición de entender que cuandolos adolescentes proclaman suoposición a ideas, normas y valo-res, cuando se definen diferentes,están manifestando un deseo, unanecesidad de ser ellos mismos.Pero esto no quiere decir que ya lohayan logrado.

3 Cfr. ETCHEBERRY J.B., et. al., “Problemas en la adolescencia, en:http://www.maristas.com.ar/champa/poli/derecho/adol.htm

4 FROMM E., “Miedo a la libertad”, citado en COLEMAN J.C., “Psicología de la adolescencia”, Morata,Madrid 19943.

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Cómo convivir con adolescentes.

Es importante no perder de vistaque ellos están en un procesode construcción, saben lo que noquieren casi por instinto, porqueno les hace sentir bien, pero aúnno tienen claro lo que sí desean.Por eso prueban por ensayo yerror hasta descubrir lo que nece-sitan para sí mismos.

Si los padres no permitimos quenuestros hijos adolescentes expe-rimenten, que se equivoquen, aúna costa de pasar por malos mo-mentos, podríamos propiciar unbloqueo en el proceso de identi-dad que dificultaría a su vez elproceso de madurez emocional,provocando que el menor viva estaetapa de transición con sentimien-tos de culpa e inseguridad.

Los adolescentes no son adultoscon granos y espinillas. Es nece-sario permitirles manifestarse nosólo tal como son, sino tambiéncomo no son. No pretendamosque expongan sus opiniones ycriterios con la misma claridad conla que lo hacen los adultos, porqueellos aún no los tienen estableci-dos. Permítase conocer su des-conocimiento porque ni él mismosabe aún quién es.

Libertad... protegida.Miedo a ser libre

A lo largo de toda la etapa dela adolescencia, el menor se de-bate entre el deseo de ser librey el temor a no saber afrontar sulibertad. “El adolescente quierela libertad de tomar sus propiasdecisiones, pero al mismo tiempoquiere permanecer seguro y prote-gido al amparo de viejos hábitos

y que sea otro el que tome lasdecisiones”.5

Buscar su identidad, le requieremostrarse a sí mismo que ya pue-de pensar sin necesidad de quesus padres le guíen sus pensa-mientos. Ser fiel a este sentimien-to, de alguna manera le obliga atener opiniones contrarias, ya quecualquier parecido con las de suspadres, es percibido como unaclaudicación y, en ocasiones, casicomo una derrota.

Esta actitud tan radical se iráhaciendo cada vez más dúctil amedida que el adolescente vayacreciendo y ganando confianza ensu persona. Cuando ya no nece-site demostrarse a sí mismo ni alos demás que lo que él piensay dice es válido, probablementeentonces no necesitará oponersea las decisiones paternas y enjui-ciará de manera más objetiva ymenos emotiva sus acuerdos ydiscrepancias.

Los adultos que conviven conhijos adolescentes, han de tomarconciencia de que esta actitudoposicionista y desafiante, estafalta de argumentación y de senti-do crítico, tiene un porqué: ir de-sarrollando su propia identidad. Yaunque ciertamente la manerade hacerlo no es la más ortodoxa,sí es la que ellos entienden comoválida.

5 ETCHEBERRY J.B., et. al., art. cit.

“Que los adolescentes vayancambiando la manera de

afrontar su independenciadepende, en parte, de lo que

hagamos los padres”

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Principales características de los adolescentes.

Que vayan cambiando la manerade afrontar su independencia de-pende, en parte, de lo que haga-mos los padres.

Estos son algunos aspectos im-portantes que pueden allanar aladolescente el camino de apren-dizaje en el desarrollo de supersonalidad:

Intente no transmitir un senti-miento de caos y desconciertocon comentarios que magnifiquenla falta de estabilidad emocional deladolescente.

Permítale contradicciones y cam-bios bruscos de opinión. Entiendaque aún está descubriendo suideología.

Aunque a veces sus compor-tamientos no sean lo más acer-tados, evite ridiculizarle o dejarpatente que no sabe de lo queestá hablando. Provocaría su re-traimiento e inseguridad a la horade expresar opiniones en público.

Cuando su hijo cometa erro-res, aún anunciados por usted, nocaiga en la tentación de repro-chárselos. Enséñele a aceptarloscomo forma de aprendizaje.

Otórguele pequeñas responsa-bilidades que sabe puede llevar a cabo. Si la situación le abruma,probablemente se desentenderáde ella. Si la realiza con éxito, au-mentará su sentido del deber.

Recuerde que el hombre o lamujer que su hijo será mañana dependerá, en gran manera, de loque viva hoy con usted.

El egocentrismo adolescente

Con el comienzo de la adolescen-cia, tomando como referencia ladistinción establecida por Piaget6,el menor empieza a conseguir ellogro del pensamiento de las ope-raciones concretas. Entre los 7y 11 años, el niño comienza adesarrollar hipótesis y aplicacionesacerca de acontecimientos con-cretos. Es decir, el pre-adolescenteformula una hipótesis siempre apartir de datos, no desde su inte-rior, desde lo real; nunca desde loposible.

Algunos años más tarde (en tornoa los 15-16), el adolescente em-pieza a ser capaz de desplazar elacento en el pensamiento de loreal hacia lo posible. Hablamosentonces de las operaciones for-males. Busca la solución a losproblemas formulando hipótesisy deduciendo soluciones.7

Partiendo de este hecho, somoslos padres los que debemos tenerpresentes estas limitaciones en suforma de razonar para no exigirlemás de lo que puede dar. Sabe-mos que a los 10 u 11 años, elniño no es capaz de argumentardiferentes puntos de vista sobre

6 Cfr. PIAGET J., “Psicología del niño”, Morata, Madrid 198412.

7 Cfr. COLEMAN J.C., op. cit.

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Cómo convivir con adolescentes.

algún tema en particular; única-mente se centra en el suyo, en loque él piensa sobre ese asunto,mostrándose en desacuerdo conel resto porque no coincide con sumanera de entenderlo. Es decir,sólo ve una cara de la moneda y lecuesta entender que algunos veanotra distinta.

En cambio, en torno a los 14, 15años, el adolescente tiene mayorcapacidad para ser consciente delos diferentes argumentos que sepueden dar sobre cualquier con-cepto. Su punto de vista ya no estan radical y es muy probable quesi se le razona adecuadamenteentienda como posible el punto devista de los demás.

Sería lógico considerar entoncesque una vez alcanzado el pen-samiento de las operaciones for-males, el adolescente experimen-tase una mayor facilidad paraentender cómo piensan y cómosienten los demás. Sin embargo,según Elkind,8 es precisamenteesta capacidad de darse cuenta delpensamiento del otro lo que estaríaen la base del egocentrismo ado-lescente. Al adolescente le resultacomplicado distinguir entre lo quelos demás están pensando y suspropias preocupaciones. Cree quesi a él le preocupa extremadamen-te su aspecto físico, por ejemplo,también los demás estarán muypendientes de él. Elkind consideraque el adolescente siente que losdemás le critican o le admiran deidéntica forma a como él mismo secritica o se admira. En base a esto,según van influyendo y variando lospensamientos sobre sí mismo, vacambiando su percepción de cómole ven los demás.

Esta forma de entender su vidapropiciará ese tipo de compor-tamientos que a veces a lospadres nos cuesta comprender,como pasar horas encerrado en elbaño o en su habitación, observarmeticulosamente su aspecto en elespejo en búsqueda de posiblesáreas de mejora o, por el contrario,vestirse incluso con la luz apagadapara contemplar lo menos posibleuna realidad que no le gusta enabsoluto.

Debido posiblemente a esta per-cepción de ser centro y atenciónde los que le rodean, el adoles-cente se siente como un ser espe-cial, único, lo que le lleva a fan-tasear sobre sí mismo imaginandoque es protagonista de las másinverosímiles historias. Estas fan-tasías no deben ser reprimidas,pues forman parte de los meca-nismos de defensa que el adoles-cente utiliza para sentirse mejorconsigo mismo, controlando todoaquello que en la vida real seescapa a su control y conforman-do caprichosamente un mundoa su medida.

8 Citado en COLEMAN J.C., ibidem.

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Principales características de los adolescentes.

Ejercicio:“mi hija escomo una veleta”

Este fragmento fue recogido deuna conversación mantenida conuna madre en un curso de comu-nicación con los adolescentes.

“Sinceramente, yo, a mi hija Marta,que tiene ahora 14 años, cuandome viene contando que está hechapolvo, que ha discutido con unaamiga, que ya no la habla o cosaspor el estilo, la verdad es que no lehago demasiado caso. ¿Para qué?,si es como una veleta; tan prontoes la persona más feliz del mundocomo la más desgraciada, y consus amigas, hoy una es su mejoramiga y mañana ya no la habla.Así que yo he decidido no im-plicarme. Lo mejor es que esetipo de asuntos se los resuelvaella. Yo cuando veo que tiene undía raro intento no discutir y que-darme al margen. Total tú te llevasel disgusto y al día siguiente ellaestá como si no hubiera pasadonada”.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

Por lo que ya sabemos sobreestilos de padres, ¿cómo deffinirí-amos a esta madre?

¿Crees que está actuando biencon respecto a su hija?

Emocionalmente ¿cómo crees quese debe sentir Marta ante el com-portamiento de su madre?

¿Cómo actuarías tú en situacionessimilares?

La socializacióndel adolescente

Un aspecto importante que seespera del niño cuando empiezaa trasformarse en adolescente, esque aprenda a socializarse. Enten-demos por sociabilidad la capaci-dad, la aptitud que permite al in-dividuo vivir con los demás y elgrupo, y es fruto de comprensiónhacia el otro, de posibilidad, desimpatía y empatía.

Efectivamente, podemos pensar,y estaremos en lo cierto, que elproceso de socialización, es decir,la adquisición de la experienciasocial que permite al ser humanointegrarse a la vida en sociedad,transcurre y se va formando a lolargo de toda la vida, a través de lafamilia, la escuela, los amigos…Pero también es una certezaque es en los años propios de laadolescencia, cuando todos estosagentes socializadores adquierenuna serie de peculiaridades espe-ciales por lo decisivas que puedenllegar a ser en la formación de lapersonalidad del ser humano.

En las últimas décadas, la so-cialización del adolescente estáadquiriendo tintes distintivos. Al-gunos autores como Origlia yOvillón han puesto de manifiesto elretraso que están experimentandolos adolescentes contemporáneosen su proceso de inserción social.9Tomando como referencia antiguascivilizaciones romanas, donde a los14 años el joven vestía la toga virilo la Edad Media, en la cual a esamisma edad los varones erannombrados caballeros y los reyesproclamados mayores de edad,

9 Cfr. Gran Larousse Universal, Plaza & Janés, Tomo I, voz: “adolescencia”, 1985.

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Cómo convivir con adolescentes.

evidenciamos cómo en nuestra so-ciedad occidental el adolescenteha ido retrasando progresivamentesu rol social adulto en cuanto a serpartícipe de los derechos, deberesy poderes propios de los adultos.

Sin lugar a dudas, esta prolon-gación de la dependencia porparte del joven, tiene aspectospositivos: mejor preparación paraejercer una profesión u oficio ymayor estabilidad económica. Perotambién tiene su parte negativa:menor grado de autonomía yresponsabili-dad, de reso-lución de con-flictos y decapacidad defrustración.

En este aspec-to juega unpapel crucialel grupo deamigos, pueses a través delvalor de la amistad como el adoles-cente pasa de establecer rela-ciones dependientes como labiológica o institucional a otrasmás libres y personales.

La importanciade los amigos

El ser humano, desde un punto devista sociológico, desde que va en-trando en los primeros años de laadolescencia, busca de forma pau-latina su emancipación. Esta incur-sión progresiva en la vida socialviene sin duda, de la mano de susiguales, los compañeros y amigos.

Aunque los padres suelen obser-var con cierto recelo el sin parprotagonismo que van adquiriendo

los amigos durante estos añospara sus hijos, nadie duda ya delimportantísimo papel que éstoscumplen en el desarrollo de lapersonalidad del menor.

Algunos de los efectos benefi-ciosos que aportan los amigos aladolescente, son recogidos a con-tinuación:

En primer lugar, el adolescen-te experimenta intensamente ycon plena conciencia lo quesignifica una relación recíproca

en la que elotro es comoél, ni su maes-tro ni su padre,por lo que nosiente la nece-sidad de su-blevarse, sinomás bien todolo contrario, esdecir, consta-tar hasta quégrado él y el

otro son semejantes.

En segundo lugar, el adoles-cente, para ir consolidando eseproceso de emancipación queacabamos de mencionar, necesi-ta ir desvinculándose de la fuerteinfluencia que durante la infan-cia han estado ejerciendo sobre élsus padres. Este hecho evolutivopuede representar para el ado-lescente una pérdida, un vacíoemocional que, sin duda algu-na, ayudará a llenar su grupo deamigos.

En tercer lugar, podría decir-se que el grupo ejerce un efectoterapéutico sobre la adolescen-cia. Como si se tratara de ungrupo de ayuda mutua, cada unode los chicos que lo forman,

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Principales características de los adolescentes.

chicos que lo forman, compartecon el resto las dificultades queexperimentan en la relación consus padres, sus angustias y discu-siones comunes por la restricciónde horarios de vuelta a casa o deasignación semanal…

De este modo, el adolescenteencuentra en el grupo su propiomicromundo de comprensión yaceptación. Y sobre todo, le pro-porciona el apoyo y la seguridaden sí mismo que tanto necesita enestos momentos en que la faltade autoestima y la pobre percep-ción de habilidades y capacidadespropias puede hacer mella en laformación de su personalidad.

La evolución del grupo

Si pretendemos conocer en pro-fundidad el verdadero significadode la amistad en la adolescencia,es necesario tener en cuenta unavariable determinante de la maneraen que el menor va entendiéndola.Nos estamos refiriendo a la edad.

A medida en que el menor vaadentrándose en la adolescencia,su significado de amistad se vatransformando, porque sus necesi-dades también van cambiando. Enopinión de Anderson, las amista-des se van haciendo más or-ganizadas y diferenciadas segúnavanza la edad del individuo, con-cluyendo al finalizar sus estudiosque el grupo de los compañerosresulta más eficaz para motivarcomportamientos, así como másinfluyentes para determinar acti-tudes y valores en función de laedad.

Podemos diferenciar tres momen-tos evolutivos del adolescente con

patrones de comportamiento biendiferenciados:

La adolescencia temprana: 11,12 y 13 años. A esta edad, lasrelaciones de amistad entre losadolescentes se caracterizan porlo siguiente:

Suele aparecer el amigo íntimo,el cual aportará seguridad paraenfrentarse al mundo exterior.

Se conforma un grupo de ami-gos del mismo entorno: barrio, colegio, que se agrupa confrecuencia.

El grupo suele ser del mismo sexoy de edades muy próximas.

Son grupos reducidos, de 3 ó 4 amigos, bastante cerrados, queno suelen dejar que otros entrenen el grupo.

Están muy centrados en la ac-tividad: hacen deporte, inventan juegos, etc.

Aunque buscan entre sí apoyoy seguridad, aún no está dema-siado arraigado el sentimiento de afecto entre los amigos.

El adolescente empieza a definirsu identidad sexual.

La adolescencia media: 14, 15y 16 años. A esta edad, las rela-ciones de amistad se caracterizanpor:

Empiezan a formarse los gruposmixtos, pandillas más numero-sas de chicos y chicas.

Ya no salen tan frecuentemente. Suelen reunirse los fines desemana.

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Cómo convivir con adolescentes.

Se da una importancia extrema a la lealtad y la confianza.

Existe una gran obsesión por lavaloración especialmente del líder.

El adolescente se identifica consus amigos de forma casi espe-cular: se ve reflejado en ellos.

A esta edad, principalmente entrechicas, se comparten confiden-cias sentimentales: los chicosque les gustan, etc.

El menor se vuelca y confía ple-namente en sus colegas. Por esola traición es vivida con tintes detragedia.

Surgen las primeras relacionesde pareja.

La adolescencia tardía: 17, 18 y19 años. A esta edad, las carac-terísticas de la amistad son:

La gran pandilla empieza a desin-tegrarse en grupos más reduci-dos, con miembros de perso-nalidades más afines.

Ya no hay tanta preocupaciónpor la valoración de los demás,aunque sí se busca compartirpreocupaciones y confidencias.

Empiezan ya a dibujarse las diferencias individuales de cadamiembro. Ya no se pretende serigual que los demás.

Se van consolidando las rela-ciones entre las parejas forma-das, por lo que se relativiza laimportancia de los amigos del mismo sexo.

El miedo a ser rechazado porel grupo disminuye y se vivela amistad de una forma másrelajada.

En términos generales, podemosconsiderar, como dice el grupoANAR10, que tener amigos, es unindicador de un buen equilibriopersonal, ya que las relacionesde amistad favorecen un adecua-do desarrollo psicológico y socialpor varios motivos: posibilita elaprendizaje y puesta en prácticade habilidades sociales y de la

comprensión del punto de vistadel otro, favorece el autoco-

nocimiento, proporciona apoyoemocional ante las dificul-

tades e información práctica pararesolver determinados problemaspara los que no piden la ayuda delos adultos.

Ejercicio:Testimonios “los amigosen las diferentes etapas

Ejemplo adolescencia temprana:

“Si tuviera un problema, seguroque acudiría a mi mejor amiga,porque ella tiene mi misma edad yentiende mejor que mis padres loque me está pasando: cómo son

10 Cfr. Fundación ANAR y Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, “Educar para crecer;cuadernos de apoyo para familias”, Fundación ANAR, Madrid 2004.

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Principales características de los adolescentes.

los chicos, etc. Seguro que lo queella pudiera decirme me ayudaríamás que mis padres diciéndome:“eres muy joven, olvídate de esastonterías, y cosas así” (13 años).

Ejemplo adolescencia media:

“Mis colegas son lo más. Estánahí siempre y yo por ellos igual.Aunque tenga que fastidiarmeyo para que sus padres no lesrayen: que si vuelve pronto, queno vuelvas solo, etc. No sé; nosapoyamos entre nosotros, es algoasí como un código. No sé…somos colegas” (15 años).

Ejemplo de adolescencia tardía:

“Los amigos son muy importantes.Sin ellos la vida sería un muermo ysí hay cosas que compartes mejorcon ellos que con tus padres. Peroeso no tiene nada que ver. Paramí mis padres son imprescindi-bles y, aunque reconozco que noles cuento demasiado sobre mivida, necesito saber que están ahí”(18 años).

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

Refflexionar sobre los testimonioscitados e identifficarse con aquellosaspectos que se experimentan másrelacionados con la propia experien-cia.

Compartir sobre cómo se abor-dan las relaciones con los hijos enrelación al modo como viven ellos laamistad: los puntos positivos y lospuntos negativos.

Refflexionar sobre cómo se vive elhecho de que a veces los adoles-centes valoren más a los amigos quea sus padres.

El papel de la familia

Con la llegada de la adolescencia,principalmente entre los 13 y 15años, las relaciones entre padres ehijos cobran un nuevo rumbo. Lospadres ya no son percibidos porlos hijos como los poseedores dela verdad a la que hay que obede-cer por encima de todo. Ahora eladolescente tiene ideas propias,producto, sin duda, de los profun-dos cambios cognitivos que estáexperimentando y que le van irpermitiendo entender las realida-des desde otra perspectiva.

El que sus opiniones no coinci-dan, o incluso sean por lo generalopuestas a las de sus progeni-tores, no obedece, como algunospadres llegan a pensar, a un sen-timiento de rencor hacia estos.Su falta de consenso está másrelacionada con su necesidad deser diferente, de tener identidadpropia.

De alguna manera, el adolescenteasocia ser niño con obedecer asus padres, con pensar igual queellos porque no se tiene capacidadpara generar ideas propias y, engeneral y de forma más instintiva,con que no se tiene la valentíanecesaria -por supuesto una va-lentía mal entendida- para hacerfrente a los padres contradiciendosus normas.

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Cómo convivir con adolescentes.

En ocasiones presenciamos cómoadolescentes de 14 ó 15 años sejactan delante de sus grupos deamigos de haberse enfrentadoa su padre por haberle puestouna hora de vuelta absolutamenteridícula, según su consideración.

Otro factor que influye conside-rablemente en las relaciones conlos padres durante la adolescenciaes el hecho de que el menor, alen-tado por la buena posición dela que disfruta entre su grupo deamigos, pueda pretender extra-polar a las relaciones familiares suspretensiones de igualdad, sin serconsciente de que, por suerte paraél, los adolescentes y los padresno son iguales.

En este sentido, se hace necesarioun intento de explicar al adoles-cente las razones por las quepadres e hijos no podemos seriguales y que esto no significa queunos sean peores que otros.

A veces también el ansia delibertad que experimentan losadolescentes les puede empujara intentar forzar las situacionestransgrediendo normas y haciendocaso omiso de las prohibicionesimpuestas por los padres.

Más adelante trataremos sobredónde poner los límites a estassituaciones y cómo explicar a losmenores la diferencia entre libertady libertinaje.

Los padres,a pesar de todo, insustituibles

A pesar de todo lo expuesto has-ta ahora, múltiples estudios reali-zados hasta el momento, ponende manifiesto que, en contraposi-ción a la opinión popular, los hijosadolescentes no consideran teneruna mala relación con sus padres.Más bien, y a pesar de roces yrestricciones, reconocen sentirse agusto en el hogar paterno, siendouna minoría los que consideran in-soportable la convivencia familiar.

Según un estudio llevado a cabopor la Dra. Castellana Rosell11, losadolescentes consideran que padresy amigos son las dos grandes fuen-tes de influencia a lo largo de laadolescencia, afirmando que larelación que mantienen con ambosno son rivales, sino complemen-tarias. Continúa el estudio ponien-do de relieve que para los adoles-centes padres e iguales no sonsustituibles, pues cada relación lesenriquece de diferente manera.Reconocen que, aunque pasenmás tiempo con sus amigos, larelación con los padres es másduradera, estable y sólida, por loque contrarresta la menor frecuen-cia diaria de interacción.

11 CASTELLANA ROSEL M., “El adolescente y sus personas significativas” ,ROL Enf .2005: 28(9), p. 24.

“Con la llegada de laadolescencia, principalmente

entre los 13 y 15 años, lasrelaciones entre padres e hijos

cobran un nuevo rumbo”

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Principales características de los adolescentes.

Antes de que crezcanLos hijos crecen demasiado rápi-do ¿o nosotros vamos demasiadorápido por la vida...? Nos pasa queun día los contemplamos y nosasombramos de la estatura denuestros hijos... o los escuchamoshablar sin parar... y allí el recuerdonos emociona...

Recordamos el primer día que loscobijamos en nuestros brazos, losprimeros pasos, la primera palabraque dijeron así de improviso, lacarita de sorpresa cuando se abrióla puerta del colegio el primer díade clase... Tratamos de darles lomejor, pero tal vez no nos dimoscuenta de que ellos necesitabanalgo más... Entonces nos damoscuenta de que lo que dimos no fuesuficiente y los vemos partir llenosde emoción...

No esperemos ese momento, elmomento es ahora... el mimo, lacaricia, el abrazo, el beso, el diálo-go... nos necesitan, a pesar deque en algunos momentos cree-mos que no, porque hay una eta-pa en que nos ven como seresanticuados o desactualizados. So-mos importantes para ellos, la ca-lidad de lo que les damos es loimportante... nuestro tiempo, nues-tra protección, nuestra compañía,nuestro consejo... Nuestro amor.

Graciela Heger A.

Ejercicio:Testimonios “mi familia y yo”

Como reflexión última, nos gustaríaplasmar brevemente algunas con-sideraciones vertidas por un grupode adolescentes con los que man-

tenemos un frecuente trato comoproducto de nuestra profesión.

“Al final, los que van a estar ahí son tus padres, que son a losque verdaderamente les impor-tas. Los amigos, para lo buenomuy bien, pero cuando tienesproblemas…” (Vanessa 17 años)

“No, si yo me llevo bien con mispadres, pero no te creas que losaguanto mucho. Todo el día conellos me rayo mucho; tengo quesalir”. (Pablo, 16 años)

“Los padres son los padres, yes absurdo que pretendan ir decoleguitas, porque no; ni de bro-ma. A mí mis padres me vieneny me dicen que si cuéntame, quesi tus amigos… y les mando al cuerno”. (María, 15 años)

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

Comentar las frases anteriores yla experiencia semejante o divergente.

Refflexionar sobre el modo en quela relación con los propios hijos ysobre qué postura de los ejemplosse identiffica más la relación con suhijo.

¿Cómo reaccionaría si su hijo lehablase como se expresan los testi-monios?

Otros agentes socializadores

En último lugar, cabría considerarbrevemente algunos otros agen-tes socializadores que en los últi-mos tiempos y de una manera untanto alarmante están sustituyendoa las fuentes de socialización tradi-cionales: familia, escuela, etc. Nos

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Cómo convivir con adolescentes.

estamos refiriendo a los medios decomunicación, principalmente tele-visión e Internet.

A través de ellos, el adolescenterecibe la influencia de miles demensajes auditivos y visuales queirán modelando de manera muypoderosa su forma de pensar,sentir y mani-festarse. No envano, el adoles-cente pasa unamedia de doshoras diarias de-lante del televi-sor, llegando aser la actividadde ocio en laque emplea lamayor parte deltiempo libre, superando incluso eltiempo que dedica a estar con susamigos.12

En cuanto al otro gran persuasorde masas, Internet, los datos ac-tuales sacan a la luz un porcenta-je elevadísimo de adolescentesque han sustituido el diálogo fami-liar por la navegación informática yel impersonal chateo. Y si bien escierto que no es fácil controlar losmensajes que nuestros hijos ado-

lescentes reciben a través de latelevisión, mucho más ardua sehace la tarea de tratar de filtrar lainformación que les llega a travésde la pantalla de su ordenador.

Ante esto, los adultos hemos deejercer nuestra responsabilidadcontrarrestando el efecto noci-

vo que puedentener sobre elmenor algunosde estos men-sajes contra-ata-cando con elmismo arma: unabuena dosis deinformación, só-lo que en estecaso, sin adul-terar; es decir,

correcta y apropiada no sólo a suedad, sino a la mentalidad y for-mación que presente el adoles-cente en ese momento.

Pero, a nadie la sorprenderá quepara poder orientar correctamen-te, para llegar de verdad a ellos,los padres debemos formarnosen el mundo de los lenguajes, sím-bolos y habilidades que supo-nen el manejo de estas nuevastecnologías.

12 MACIÁ ANTON D., “Un adolescente en mi vida”, Pirámide, Madrid 2002, pp. 85-86.

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

La comunicación conlos adolescentes; cuantomenos, conflictiva.

“La falta de habilidadesde comunicación es

la principal causa de lasmalas relaciones entre

padres e hijos”

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Cómo convivir con adolescentes.

La resolución de cualquier proble-ma pasa necesariamente por unabuena comunicación. Por eso, noes extraño que en las familias enlas que el diálogo entre padres ehijos no fluye con natural libertado incluso llega a ser inexistente,los problemas, por pequeños quesean, terminen magnificándose ycreando situaciones difíciles.

¡En mi casa no nos entendemos!¡Es como si mi hijo y yo no hablá-semos el mismo idioma! ¡Cualquierconversación termina siempre enbronca! Expresiones como éstas,son manifestadas cotidianamentetanto por padres con hijos en laadolescencia como por hijos queestán pasando por ella. Deján-donos llevar por estas referen-cias de “progenie incomunicada”podríamos llegar a preguntarnos¿pero, qué tiene la adolescenciaque cortocircuita las comunica-ciones?

Reflexionemos un momento. Real-mente ¿el problema está en laadolescencia? Porque si es así, lasolución puede ser tan sencillacomo esperar a que pase y serestablezca de nuevo la comuni-cación. Evidentemente no es tansencillo.

La falta de habilidades de comuni-cación es la principal causa de lasmalas relaciones entre padres ehijos, y el hecho de que éstos esténatravesando la etapa de la adoles-cencia, con su consabida reivindi-cación de derechos e incumpli-miento de deberes, propicia, sinduda, un excelente caldo de culti-vo para la manifestación de dichodéficit.

A lo largo de este capítulo abor-daremos el desarrollo de estas

habilidades de comunicación tanimportantes para mantener el buenclima familiar. Dichas habilidadesserán vistas siempre desde el pris-ma de las peculiaridades del ado-lescente.

¿Por qué nome lo cuentan?principales causaspor las que losadolescentesno hablan con suspadres

Existen numerosas causas por lasque los adolescentes experimen-tan dificultad a la hora de entablaruna comunicación saludable consus padres. A continuación pre-sentamos un ejercicio que con-tribuirá a entender los problemasde comunicación a partir de lapropia experiencia de cada uno.

El ejercicio consiste en identificar,a partir de un hecho concretoproblemático, el sentimiento quese cree que se experimentaría.

“Por estas fatídicas casualidadesde la vida, el mismo día que ustedtiene la graduación de su hijo, sujefe ha convocado una reunión decarácter extraordinario con motivode la visita de unos potencialesinversores de la empresa dondeusted trabaja. Ambos compromi-sos son extremadamente impor-tantes, y después de mucho pen-sar, usted toma la decisión de quedebe hablar con su jefe y plantear-le su justificada ausencia en lareunión. Esta situación le abruma,pues para su jefe este tipo de

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acontecimientos son catalogadoscomo ineludibles”.

Imagínese la noche anterior a laconversación que debe mantenercon su jefe.

¿Cuáles serían sus principalestemores?

¿De qué posibles maneras creeque puede reaccionar su jefe?

¿Cómo lo afrontaría?

Después de realizar estas refle-xiones sobre nuestros temores ala hora de comunicar una informa-ción que no sabemos cómo va aser recibida, seguramente costarámenos entender las razones porlas que algunos adolescentes aveces -y otros casi siempre-, deci-den no compartir sus vivenciascon los adultos.

Retomando el caso del jefe, posi-blemente una de las principalescausas por las que muchos adul-tos albergaríamos resistencias paraenfrentarnos a comunicar la noticiasería:

Por temor a las consecuencias,es decir, nuestro jefe, dolido pornuestro comportamiento, puededecidir tomar represalias quepuedan afectar a nuestra integri-dad laboral;

Si nuestra relación con él es máscercana, es probable que la preo-cupación viniese propiciada so-bre todo por lo mal que noshace sentir saber que vamosa defraudarle; pudiera serque se sintiera decepciona-do por nuestro compor-tamiento y pensara que leestamos fallando;

Alguna otra persona podríapensar que el jefe no va a entenderla situación o que incluso aúnentendiéndolo, sus sentimientosde frustración sean tan fuertesque anulen cualquier atisbo decomprensión.

A parte de todo esto, y yacentrándonos más en la personadel adolescente, podríamos añadircomo poderoso motivo para nocontar sus preocupaciones a lospadres el sentimiento de vergüen-za, propiciado sin duda por la faltade confianza establecida con losprogenitores.

Como podemos observar, las cau-sas por las que, en ocasiones, evi-tamos o nos sentimos reticentes acomunicarnos con otras personas,son numerosas e incluso podría-mos decir que casi todas estaríanjustificadas. Pues bien, salvandolas diferencias, (“los padres y loseducadores no somos los jefesaunque a veces somos percibidoscomo tales”), los menores encuen-tran dificultades muy similares ala hora de comunicarse con losadultos. La gran diferencia estribaen que ellos sí pueden elegir entrecontarlo o no.

Porque, aunque a veces las con-secuencias de no contarlo seannefastas, en la adolescencia, loque prima es el efecto inmediato.

La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

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Cómo convivir con adolescentes.

No debemos olvidar que la per-cepción temporal de los adoles-centes nada tiene que ver conla nuestra. En su vocabulario, laexpresión “consecuencias a cortoplazo” significa: “de momento mehe librado, y mañana ya se meocurrirá algo” y, a largo plazo, seregistra con la misma sensaciónde cercanía como: “en otra vida”.Es decir, “consecuencias a largoplazo” es sinónimo de “no hayconsecuencias”.

No es extraño pensar, enton-ces, que los adolescentes vayanretrasando la comunicación “deuna mala noticia” hasta que éstacaiga por su propio peso.

Algunos testimoniosde adolescentes

Hemos preguntado a un grupo deadolescentes sobre las dificulta-des que encuentran a la hora decomunicarse con sus padres y apartir de lo que nos han referidoplanteamos el siguiente ejercicio:

Identifica la dificultad de comuni-cación de cada uno de los testi-monios expuestos.

“Yo creo que no contamos lo quenos pasa a los padres porquesabemos que de una manera o deotra nos va a caer la charla. A lomejor en el momento no nos dicennada pero tienen ya esa informa-ción y nos lo echan en cara encuanto hay oportunidad…” (María,17 años)

Dificultad:

“Supongo que a muchos chicosles pasará como a mí, que nohablan con sus padres para que

no se metan en tu vida. Si lescuentas tus cosas al final te aca-ban dirigiendo la vida y te con-trolan demasiado y eso hay queevitarlo.” (Manuel, 16 años)

Dificultad:

“Yo personalmente no hablo conmis padres porque, para empezarcon mis padres no se puedehablar. El habla y todos tenemosque escucharle pero cuando habloyo, pasa de escucharme, sólo leinteresa que llegue pronto y queno me drogue, parece que lodemás le importa poco”. (Belén,15 años)

Dificultad:

“Si yo tuviera que contar a mispadres lo que hago por ahí y lo queme pasa por la cabeza, me moriríade vergüenza. Yo nunca he habla-do con mis padres de mis cosaspersonales y sería un cortazo hablarde si salgo con este o el otro.Nosotros nos contamos lo justito, elfin de semana me voy al pueblo deuna amiga y cosas así. Sin entrar endetalles.” (Alba, 17 años)

Dificultad:

“Mis padres creen que soy superformal; me ponen de ejemplo parami hermano que está medio loco,yo no soy tan loca como mi her-mano, pero tampoco soy comomis padres se creen. Me daríamucha pena que se enteraran dealgunas cosas y cambiaran suopinión sobre mí.” (Jara, 15 años)

Dificultad:

“A mí mis padres no me han es-cuchado en la vida y ahora que heempezado a salir lo quieren saber

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

todo; con quien voy, a dóndevoy… y ahora no me da la gana amí contárselo, si antes pasaban demí que a lo mejor yo también losnecesitaba, pues ahora soy yo elque pasa de ellos.” (Raúl, 15 años)

Dificultad:

“Yo pienso que los adolescen-tes no contamos las cosas alos padres porque ellos no suelenentenderlo, habrá algunos que sípero lo normal es que no lo entien-dan y se monten su propia pelícu-la. Por ejemplo si tú le dices a tumadre que el sábado te fumasteun porro con tus amigos, lo másseguro es que ella se ponga agritar; ¡Dios mío mi hijo es droga-dicto, qué vamos a hacer con él! yse lo diga a tu padre y se arme, ytú sabes que eso no es así y queno significa nada, pero ¿cómo selo haces comprender a ellos?”(Juan, 16 años)

Dificultad:

Habilidades basicaspara una buenacomunicación conlos hijos

“Decídmelo y lo olvidaré, enseñád-melo y lo recordaré, implicadme ylo entenderé, apartaos y actuaré.”

(Proverbio chino)

Si por cualquier extraña razón, austed se le presentara en su casaun hada madrina y le diese laoportunidad de atribuir a su hijo lascualidades que usted más valora,¿qué pediría? Tal vez que fuera

noble y respetuoso con los demás,o emocionalmente fuerte y segurode sí mismo, que fuera sensible alsufrimiento ajeno y supiera expre-sar afecto… Probablemente la listasería interminable. Cada padrepediría para su hijo aquellas cuali-dades que considera le harían másfeliz.

Pues bien, tenemos dos noticiasque darle, una buena y otra mala;la mala es que es muy poco pro-bable que se le aparezca en sucasa un hada a concederle de-seos. La buena es que no le hacefalta el hada para nada. Propor-cionar a su hijo las herramientasnecesarias para que sea una per-sona segura de sí misma, adapta-da y competente depende en granmedida de usted mismo.

Como muchos estudios ponende manifiesto, los padres que semuestran más competentes paracomunicarse con sus hijos suelenpercibir en ellos una mayor faci-lidad para expresar lo que sien-ten, piensan o necesitan; resuelvenadecuadamente sus conflictos y,en definitiva, disfrutan de una ma-yor calidad en sus relaciones inter-personales.

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Cómo convivir con adolescentes.

Un padre es competenteen la comunicacióncon su hijo cuando:

Consigue fomentar su autoesti-ma a través del diálogo, mostran-do interés por sus preocupacionesy necesidades.

Escucha atentamente el signifi-cado que éste da a sus vivenciassin intentar confrontarlo con elsuyo.

Acepta sus discrepancias enformas de sentir y entender losacontecimientos cotidianos sin juz-garle o inhibirle.

Aporta un espacio privado paracompartir sentimientos, opinioneso dudas.

Afronta situaciones conflictivassin agresividad, fomentando acti-tudes de serenidad y respeto.

En definitiva, un buen entendi-miento entre adultos, ya sean pa-dres o educadores, y adolescen-tes, debe pasar, cuanto menos,por el entrenamiento de algunashabilidades básicas de comuni-cación.

A continuación vamos a desarro-llar estas habilidades teniendo encuenta en cada una de ellas dosaspectos:

Uno personal, como adultocomprometido consigo mismoy con su entorno, que busca su crecimiento psíquico, afectivo ysocial.

Otro como mediador, responsa-ble de la educación de un menor,hijo o alumno, al que intenta ayu-dar en el desarrollo de su per-

sonalidad, enseñándole a ex-presar sus sentimientos y acomprender los de los demás.

Una buena escuchavale más que mil palabras

Lo miremos por donde lo miremos,escuchar a nuestros hijos ado-lescentes trae consigo un ampliocatálogo de ventajas.

Ventajas de la escuchapara los adolescentes:

Se sienten valorados y entendi-dos por los adultos.

Se sienten más seguros a lahora de expresar opiniones e ideaspersonales.

El interés percibido les hace sermás comunicativos y contar aque-llo que en otras circunstancias nohubieran contado.

Aprenden a escuchar a losdemás y a comprender el bene-ficioso efecto que produce serescuchados.

Aprenden a respetar las opinio-nes ajenas y a controlar la impul-sividad de manifestar las propias.

Fomentan el desarrollo de suatención y comprensión significa-tiva, evitando la superficialidad yla proyección de prejuicios queconlleva la falta de información.

Ventajas de una buenaescucha para los adultos:

Nos adiestramos en el arte de laacogida, lo que nos ayudará no

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

sólo con los adolescentes, sinocon todas las personas con lasque nos relacionamos.

Nos ayuda a acercarnos a nues-tros hijos y a conocerlos mejor,saber lo que sienten, piensan, etc.

Con nuestro ejemplo, enseña-mos a los adolescentes la habili-dad de escuchar al otro.

Escucharles sin juzgar facilitaque el adolescente se abra y re-vele más información.

Favorecemos que nuestros hijosnos escuchen porque se sientenescuchados.

¿Qué implicauna buena escucha?

Lo primero que ha de tenerse encuenta cuando nos ponemos aescuchar a un adolescente es pre-cisamente eso: “que nos ponemosa escuchar” y no hacemos otracosa que no sea eso. Es decir, nocompletamos la escucha leyendoel periódico, preparando la cena oviendo la televisión.

Es cierto que muchas personastienen la capacidad de poderhacer varias cosas a la vez, comoescuchar y leer, pero entendamosque centrarse sólo en la escuchano se hace por falta de habilidad,sino por respeto al otro. No olvi-demos que tan importante comoque yo escuche es que el otro sesienta escuchado.

Otro aspecto importante es aquelloque hacemos mientras escucha-mos. Postura y mirada dirigidos ala persona que habla, expresión dela cara acorde con lo que nosestá contando y asentimientos deltipo “ya”, “claro”, etc., son algunosde los aspectos formales de la es-cucha que nos pueden ayudar aenfatizar el mensaje de que esta-mos atentos y entendiendo lo quenos comunican.

Por último y como colofón paradejar bien patente que se ha cap-tado el mensaje con cada uno desus detalles y puntos de atención,es importante devolver la informa-ción resumida, despojándola deprejuicios, interpretaciones o iro-nías y marcándola con nuestroacento personal de cercanía, en-tendimiento y comprensión.

La empatía; descubriendoal adolescenteque llevamos dentro

El siguiente relato fue contadopor Miriam, alumna de Bachillerato,en un encuentro de relación deayuda. En él se pone de manifies-to lo dañino que puede llegar aser el aislamiento emocional entrepadres e hijos.

Mis padres se separaron hace tresaños. Recuerdo aquellos meses

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Cómo convivir con adolescentes.

como algo traumático, aunquereconozco que al final nos unióbastante a mi padre y a mí. Conmi madre no tuve problemas, lascosas eran mucho más fáciles.

Yo tenía 16 años y lo viví muy mal.Ahora entiendo mejor lo que sen-tía, pero entonces creo que no eraconsciente de lo que me pasabapor dentro.

Estaba muy dolida, siempre habíasido la niñita de papá y ahora élse iba, me abandonaba… Era tanagresiva con él que a veces inclu-so le oía llorar en su habitacióny compartir con mi madre susentimiento de padre y maridofracasado.

Me sentía tremendamente cul-pable. Hubiese preferido que lascosas fuesen de otro modo,decirle que le quería, que paranada había fracasado como padre,que estaba sufriendo, pero nuncale dije nada, no sabía cómohacerlo.

Estoy segura de que mi padretambién entendía por lo que yoestaba pasando, pero en mi casalos sentimientos se vivían en priva-do; nos resultaba muy vergonzosomanifestarlos públicamente.

¡Ojalá no hubiese sido así! ¡Noshabríamos evitado tanto dolor!

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

¿Por qué crees que Miriamno le cuenta a su padre cómo sesiente realmente?

Si hubiese habido una mayorcomunicación de sentimientos ¿quéhabría cambiado?

Llegar a ser comprendido es unade las principales aspiraciones delser humano. Solamente a partir detener satisfecha esta necesidad escomo la persona puede consolidarsus relaciones con los demás.

Cuando un hijo demanda a supadre: “¡entiéndeme!”, por ejem-plo, ¿a qué tipo de comprensiónsuponemos que se está refiriendo?¿A la comprensión cognitiva delos hechos, o bien al significadode sus palabras, es decir, al reco-nocimiento de su mundo afectivo,de sus emociones y sentimientos?Esto significa que habitualmentedeseamos ser comprendidos in-ternamente, no sólo que entiendanlos datos, las cosas que nos suce-den, sino el modo concreto comolas experimentamos y el significa-do que tienen para nosotros.

Sin lugar a dudas, las dos com-prensiones son importantes. Comola mayoría de los autores afirman,una verdadera comprensión em-pática es aquella actitud que,como suele decirse popularmente,nace del “ponerse en lugar deladolescente”, “caminar con suszapatos”. En el fondo, la empatíaconsiste en hacer el esfuerzo porcomprender de la manera lo másprecisa posible lo que las cosassignifican para el adolescente, yconseguir comunicar el contenidode esta comprensión.

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

Pero vayamos más allá, suponga-mos ahora que efectivamente elpadre ha conseguido ponerse enel lugar de su hijo y ha entendidosus pensamientos, actitudes y emo-ciones. ¿Podríamos concluir queentre ambos se ha establecido unabuena relación empática?

Para contestar a esta preguntarecordemos el caso de Miriam. Ensu relato hemos podido compro-bar cómo ella comprendía los sen-timientos de su padre y probable-mente su padre los de ella. Perono llegaron a compartirlos, nuncalo habían hecho.

Llegamos entonces a completar eltrípode sobre el que se sustenta laverdadera comprensión empática:la comprensión de los hechos, enprimer lugar; hacerse cargo delos significados a nivel afectivo, ensegundo lugar; y la manifestaciónde lo que hemos comprendido porúltimo.

Pongamos un ejemplo. Un padre,después de escuchar a su hijolamentarse por haber discutidocon un amigo, le puede trasmitirsu comprensión devolviéndole lossentimientos de tristeza y frustra-ción que le ha manifestado durantela conversación.

¡Estoy hasta las narices de Teo.Continuamente se está metiendoconmigo, diciéndome lo que tengoque hacer como si él fuera per-fecto. Es un mierda el tío!

Padre o Madre: ¡Caramba Andrés!Debe ser difícil aguantar a unamigo diciéndote continuamente loque debes hacer.

Andrés: Pues sí, pero cualquier díale mando…

Padre o madre: Veo que te duelemucho lo que te hace Teo. Supon-go que eso significa que le tienescariño. Estarás muy decepcionadocon él.

Andrés: Era un buen colega perocada día le aguanto menos. Yo nosé qué le pasa al pibe éste.

Padre o Madre: Andrés, ¿has pen-sado que tal vez le hayas hechoalgo sin ser consciente y esté doli-do contigo? A veces uno se llevasorpresas cuando habla con unamigo.

Andrés: ¡Pues que me lo diga ydeje de tocarme la moral!

Padre o Madre: Te veo con ganasde arreglarlo, sería bonito volvera ser tan amigos como antes¿verdad? ¿Crees que a ti te seríafácil hablar con Teo? ¿A lo mejorél no sabe cómo hacerlo? Tú pare-ces tener las cosas más claras.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

¿Crees que los padres de Andréshan sabido captar los sentimien-tos de su hijo?

¿Qué tipo de beneficio, paraAndrés, puede tener este tipo deconversación?

Crea tu propio diálogo conAndrés.

Como puede apreciarse en estediálogo entre padres e hijos, la dife-rencia generacional se pone muyde manifiesto. Distinto vocabulario,diferente enfoque de resolucióndel conflicto, etc. No obstante,parece ser que estas diferenciasson salvadas por la intención

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Cómo convivir con adolescentes.

común de reducir el malestar quesiente Andrés.

Así es, los padres no debemoscaer en el error de intentar hacer-nos los “coleguitas” de nuestroshijos utilizando su mismo vocabu-lario o intentando dar argumenta-ciones similares a las suyas.Empatizar no es eso, nuestro hijono va a sentirse más entendidosi usamos su lenguaje y sus ra-zonamientos. Todo lo contrario, eladolescente necesita constatar lasdiferencias entre él y sus padres yel hecho de hablarle de sentimien-tos cuando él no lo hace, de uti-lizar palabras cultas que ni siquieratiene registradas, de argumentarposibilidades no percibidas porél, no sólo es bueno sino que ade-más es educativo. En el capítulo Vampliaremos esta reflexión.

Como señala J. Chalifour13 lacomunicación o exposición al otrode lo comprendido no tiene por quéser siempre verbal. Hay muchasotras manifestaciones no verbales:un guiño de complicidad, unasonrisa, apretar suavemente elhombro, etc. Estas pueden dara entender igualmente nuestracomprensión.

Algunas clavespara fomentar la empatíason las siguientes:

Ser un buen modelo: los hijosaprenden mucho mejor aquelloque ven en los padres. Entiendenmejor lo que ven que lo que es-cuchan. Si los padres expresansus sentimientos de forma coti-diana entre ellos, con sus hijos,etc., es muy probable que el

chico/la chica entienda de formanatural la comunicación de sussentimientos.

Valorar sus opiniones y actitu-des: cuando se comunica con eladolescente, es oportuno escucharprimero sus opiniones, respetarlasy valorarlas por ser de él, dejarleexpresarse y asegurarse de haber-le entendido. Aun no estando deacuerdo con sus ideas, es buenoevitar convencerle o demostrarsuperioridad. Así el adolescenteentenderá la importancia de res-petar opiniones distintas a laspropias.

Ser honesto al expresar sen-timientos: los mensajes que semandan a los adolescentes debenser congruentes con los compor-tamientos que manifestamos. Sise intenta educar a un hijo en laexpresión de sentimientos, es im-portante compartir con él los pro-pios, así como las preocupacionesy alegrías. Evitar en todo momen-to juzgar las expresiones emo-

13 Cfr. CHALIFOUR J., “La relación de ayuda en cuidados de enfermería. Una perspectiva holísticay humanista », SG Editores, Barcelona 1994.

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

cionales de los hijos es una buenapista para ayudarles. Esta actitudpodría provocar vergüenza o rabiaen el joven y promover compor-tamientos represivos.

Manifestar el bienestar por sen-tirse comprendido. Es importanteque el adolescente entienda quesu comportamiento sobre los otrostiene consecuencias positivas onegativas. Cuando se sienta escu-chado y comprendido por su hijoes conveniente decírselo abierta-mente, igual que cuando el com-portamiento sea hiriente.

Ayudar a interpretar emociones.A menudo, la intensidad con laque viven los adolescentes susemociones, les dificulta entenderqué es lo que están sintiendo ypor qué. Lo indicado es ayudarlea interpretar sus sentimientos, apensar y reflexionar juntos sobrequé le ha hecho sentirse así.Tomar conciencia sobre los pro-pios sentimientos facilita entendercómo se sienten los demás antecircunstancias parecidas.

Con asertividad suena mejor

La sabiduría popular, casi siemprebastante certera, dispone de múlti-ples expresiones que claramenteevidencian la enorme importanciaque tiene la forma en quelos seres humanos noscomunicamos: “mano dehierro con guante de ter-ciopelo”, “se cazan másmoscas con miel que conhiel”, “tan importante como loque se dice es cómo se dice”,etc.

Incluso el conocido escritor LázaroCarreter, utilizó como título de uno

de sus exitosos libros, una fraseabsolutamente ilustrativa del poderque puede llegar a tener el lengua-je: “El dardo en la palabra”.

Si nos ponemos a pensar, sonmuchas las situaciones en las quenos hemos sentido víctimas de co-mentarios hirientes hacia nuestrapersona. Sinceramente ¿en cuán-tas ocasiones nos hemos queda-do con ganas de responder anteuno de estos comentarios y nolo hemos hecho por temor a serdemasiado agresivos y provocaruna discusión? Y puestos a recor-dar, seguramente sabemos cómonos sentimos al reprimir la res-puesta que nos hubiese gustadodar: “seguramente no muy bien”.

¡Qué difícil! ¿Verdad que seríaestupendo encontrar ese punto deinflexión entre hacer valer nuestrosderechos y no herir a los demás,entre la agresividad y la represión?Bien, pues a ese punto medio sele llama asertividad.

¿De qué manera puede ayudarmela asertividad? Como siempre, lamejor manera de entenderlo esaplicarlo a las situaciones coti-dianas que vivimos con los ado-lescentes.

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Cómo convivir con adolescentes.

Ejercicio:Elige la respuesta con la que, sin-ceramente, más te identificas.

Situación 1:Tu hija de 16 años se quiere ponerun piercing en el ombligo y tú noestás de acuerdo.

Respuesta 1: “Mira, Marta, ¡comome entere yo de que te has tala-drado el ombligo, te doy la bofeta-da más grande de tu vida!

Respuesta 2: “Allá tú; es tu cuer-po. Si tienes problemas, yo noquiero saber nada”.

Respuesta 3: “Marta, entiendoque te apetezca llevar un piercingcomo lo llevan algunas de tus ami-gas. Si yo no estoy de acuerdoes por miedo a que puedas teneralguna complicación. Me gustaríaque las dos nos informásemos delos riesgos que tiene ponérseloen el ombligo. Tal vez sea menospeligroso en otra parte”.

Situación 2:Raúl lleva más de dos horas sen-tado delante de los libros. Cuandote acercas a su escritorio, descu-bres que apenas ha empezado ahacer los deberes. Raúl está can-sado y deprimido.

Respuesta 1: “¡Me tienes harta!Todos los días la misma historia.Raúl, ¡eres un vago! No me extrañaque suspendas”.

Respuesta 2: “Raúl, tenemosque buscar una solución paraver cómo puedes aprovechar más

tu tiempo de estudio. De esta ma-nera, ni disfrutas del tiempo libreni vas a clase con los debereshechos. ¿No crees que esta situa-ción no tiene ninguna ventaja?Podríamos intentar hacer un plande estudio. Tú, ¿cómo lo ves?”

Respuesta 3: “Raúl, vamos acenar, que es muy tarde; ya termi-narás los deberes”.

Situación 3:Ángela quiere salir este fin de se-mana. Tiene 17 años y consideraque ya es lo suficientemente ma-yor como para llegar a casa a las2 de la mañana. A ti te parece unahora excesiva.

Respuesta 1: “Ángela, es verdadque ya no tienes 15 años y temereces algo más de libertad parallegar a casa. Si quieres, intenta-mos llegar a un acuerdo entre losdos, pero sinceramente, a las 2 dela madrugada no puedes llegar.Me resulta excesivo”.

Respuesta 2: “Ángela, tú sabráslo que haces, que ya eres mayor-cita. Pero eso sí, no hagas ruidocuando llegues que los demás notenemos la culpa”.

Respuesta 3: “En esta casano se llega más tarde de las 12porque lo digo yo y con eso tedebería bastar”.

Dentro de la asertividad, otro proble-ma con el que se suelen encontrarpadres y educadores al tratar conlos adolescentes, surge a la horade tener que decirles que no a suspropuestas.

Resultados:Situación 1: respuesta 1 = agresiva; respuesta 2 = pasiva; respuesta 3 = asertiva.Situación 2: respuesta 1 = agresiva; respuesta 2 = asertiva; respuesta 3 = pasiva.Situación 3: respuesta 1 = asertiva; respuesta 2 = pasiva; respuesta 3 = agresiva.

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

Es evidente que, cuando realmen-te tenemos argumentos para decir“no”, no suele crearnos tanto de-sasosiego. Decimos, por ejemplo:“no te puedo acompañar al cineporque tengo que ir al médico”. Elproblema surge realmente cuandono tenemos acontecimientos quepudiéramos considerar inevitables,sino que simplemente nos apetecehacer otros planes alternativos.

Por supuesto, no nos sentimosigual diciendo “no te puedo llevaral partido porque tengo que llevarel coche al taller” que “no te puedollevar al partido porque me apetecequedarme en casa y desayunartranquilo el único día que tengolibre”. Probablemente, cuando da-mos una respuesta de este tipo,aparecen los sentimientos de cul-pa. Como si realmente estuvié-semos haciendo algo mal; inclusonos podemos llegar a calificarde “mal padre” o “mala madre”.¿Pueden evitarse estos sentimien-tos? Dependerá, en gran medidade mi manera de decir “no”.

No es lo mismo espetar “no” quehacer entender de forma asertivapor qué no lo hacemos.

Algunas clavespara fomentar la empatíason las siguientes:

1 Di “no” sin ser agresivo, pero confirmeza. Evita titubear o mostrarteindeciso. Si lo haces, el adoles-cente pensará que no estás segurode lo que estás diciendo y seguiráinsistiendo: “Fernando, mañana nopuedo acompañarte”.

2 Da tus razones de forma clara yconcisa. No te pierdas en las ex-plicaciones: “No puedo acom-pañarte, porque mañana es el úni-co día que tengo para descansar ylo necesito”.

3 Habla en clave de sentimientos.Dile que entiendes cómo se debesentir él ante la negativa, pero tam-bién expresa las razones emocio-nales que tienes tú para hacerlo:“Entiendo que puedas sentirtefrustrado por no poder contar con-migo, pero me gustaría que com-prendieras que me apetece descan-sar después de una semana deduro trabajo”.

4 Busca con él otras alternativasque puedan solucionar su problemapara que no crea que te desentien-des: “Podemos buscar el autobúsque te deje más cerca”.

5 Déjale claro que, aunque esta vezle dices que no, puede seguir con-tando contigo para otras ocasiones:“Fernando, esta vez te he dicho queno porque necesito realmente des-cansar, pero en otra ocasión inten-taré ayudarte aunque me supongaun esfuerzo”.

6 No te disculpes como si estuvie-ras haciendo algo malo. Entiendeque decir “no” a tu hijo es un dere-cho que tiene todo padre.

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Cómo convivir con adolescentes.

7 Si tu hijo intenta convencerte me-diante el chantaje emocional, utilizael disco rayado, es decir, repite unay otra vez las razones emocionalespor las que dices “no” y hazle enten-der la diferencia entre un favor y unaobligación: “Es verdad que hoy te hedefraudado, pero te repito que mesiento realmente agotado”.

8 No intentes justifficar y racionali-zar tu negativa inventando excusasfalsas. Probablemente tu hijo se en-terará y quedarás ante él como unfarsante.

9 Es necesario que durante todo elproceso pienses lo importante quees para tu hijo aprender a aceptarel “no”, siempre que se le diga deforma razonada, con respeto y cariño.

10 Si un adolescente no puedeaceptar una negativa y necesitasalirse siempre con su voluntad, nodesarrollará su capacidad de frus-tración y tolerancia al fracaso, yreaccionará con violentas rabietas ehisterismos propios de los niñosmás pequeños.

Recuerda: aceptar un “no” significamadurar.

El diálogo es posible.Del monólogo al diálogo

Somos conscientes de que frecuen-temente los chicos, sobre todoen los primeros años de su ado-lescencia, se muestran bastanteesquivos no ya a mantener unaconversación con sus padres, sinosimplemente a permanecer delan-te mientras estos hablan.

Como estamos convirtiendo en cos-tumbre, vamos a intentar abordar

este problema tomando como refe-rencia al adulto.

¿Qué podemos hacer los padrespara que ellos quieran, o al menosacepten, hablar con nosotros? Acontinuación exponemos algunastácticas de aproximación que nosólo ayudarán a que nos escu-chen, sino incluso facilitarán queintervengan en la conversación.

Ejercicio:Construyendo el diálogo

Tras leer los distintos casos, intentacompletar las frases encabezadaspor el SI, con frases que ejempli-fiquen lo expuesto en el texto quele sigue.

Identificar algunas otras situacio-nes complejas donde el diálogotiende a convertirse en monólogoy reflexione sobre cómo podríamejorarlas.

NO: “Hijo, me gustaría que hablá-semos sobre las drogas. Estoymuy preocupado por ti…”

Aunque parece sensato hacerlo,evite anunciar la intención de hablarcon su hijo. Con ello lo único queconsigue es que este se ponga enalerta y empiecen a aflorar en sumente todos los prejuicios que hacosechado sobre las charlas delos adultos. Posiblemente, su hijointentará evitarlo achacando lasexcusas más socorridas que enese momento encuentre.

Sí:

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

Aproveche un programa de tele-visión que están viendo juntos, uncomentario de un adolescente res-pecto a un tema que le preocupa.Recuerde que cuanto más privadao comprometedora sea la informa-ción que quiere que su hijo com-parta con usted (por ejemplo ¿quéopina sobre las relaciones sexualessin protección?), más imparcialdebe percibirle este y más casualdebe parecerle su inicio.

NO: “Mira, hijo, cuando yo tenía tuedad…”

Todos hemos sufrido en mayor omenor medida, las soporíferas ba-tallitas de algún familiar (abuelo,padre, tío), bienintencionado, quepretendía acercarse a nosotrosrevelándonos su “rollo”. Aunquecomo hemos dicho, la intención esbuena, el adolescente suele perci-birlo como una arenga sobre lasbuenas costumbres, con una visiónabsolutamente desfasada de lageneración actual.

Sí:

Mientras conversa con su hijo,puede suceder que éste se mues-tre dudoso o confundido sobrealgún aspecto o incluso quieracomentar algo que hizo mal y nose atreve por miedo a defraudarloo a que se lo reprochen. Esta seríauna buena oportunidad para ha-blarle de usted, de cómo era cuan-do tenía su edad. Pero no hable asu hijo haciendo alarde de su sen-satez y responsabilidad. Háblelede lo que en ese momento puedeacercarle a él: de sus dudas, delas veces en las que se equivocó yde cómo aprendió de sus errores,etc. De ese modo, su hijo sentirá

que puede equivocarse sin culpa-bilizarse por ello y, sobre todo, sintemor a defraudarle.

NO: “¡estas loco! Pero cómo puedespensar esas barbaridades…”

Si durante la conversación descu-briera que su hijo tiene ideas erró-neas o peligrosas sobre algúntema importante, evite corregirlebruscamente con descalificativoso con un tono de voz severo. Esaactitud provocará que de formainstintiva su hijo intente defender-se de lo que está percibiendo co-mo una agresión. El sentimiento deautodefensa y de cólera hacia elproveedor de la agresión impediráque pueda tomar conciencia delos riesgos que puede tener suforma de pensar o actuar.

Sí:

La mejor manera de que el ado-lescente tome conciencia de lasconsecuencias que pueden tenersus comportamientos u opinioneserróneas, es, en primer lugar, con-tinuar la conversación con la mis-ma naturalidad mantenida hastael momento. Escuche hasta el finalla exposición de su hijo y, con untono de voz relajado, intente me-diante preguntas y supuestos, queél mismo caiga en la cuenta y en-tienda que posiblemente esa no esuna buena forma de actuar. Unavez que su hijo ha tomado con-ciencia de la posibilidad de encon-trar mejores opciones, ayúdele abuscarlas y que sea él mismoquien decida, sopesando pros ycontras, lo que quiere para sí mis-mo. Si el adolescente no percibeuna opinión como suya, podrá aca-tarla, pero no la aceptará.

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Cómo convivir con adolescentes.

NO: “Hijo, no tienes ni idea de loque estás hablando, escúchame amí que se lo que digo…”

Recuerda que cuando dos perso-nas conversan, especialmente siuna de ellas es adolescente, lamayoría de los comentarios que sehacen responden a la categoría deopiniones, que como tales, suelenser fruto del sentido común, deideas transmitidas de boca a boca.Por tanto, no las desprecie por suescaso rigor científico y aprovechepara conocer mejor a su hijo, puesen cada una de sus opiniones nosdesvela parte de su personalidad,de su modo de entender y deenfrentarse a la vida.

Sí:

Cuando quiera establecer una con-versación con su hijo, intente posi-cionarse de igual a igual con él.No pretenda llevar las riendas dela conversación dirigiéndola consus argumentaciones y preguntas.Si su hijo se da cuenta de ello,perderá el interés y probablementepermanecerá callado.

NO: “Hija, estoy preocupadísimaporque me ha contado tu tía quetu primo bebe mucho y …”

Evidentemente, no es buena tácti-ca. En cuanto su hijo escucha laspalabras mágicas “preocupadísi-ma” y “beber mucho”, entenderáque se le avecina el gran inte-rrogatorio: ¿Y tú bebes?, ¿y québebes?, ¿y tus amigos seguro quefuman porros?, etc. El adoles-cente, llegado a este punto, sueleoptar por una de estas dos op-ciones: o bien responde de formaagresiva con una de esas frases

prototípicas: “mamá, deja de ra-yarme ya”, o bien miente diciendolo que su madre quiere oír. Ambasson formas de defenderse de unasituación incómoda y comprometi-da que puede tener unas conse-cuencias poco favorables.

Sí:

Si el tema que quiere tratar con suhijo le alarma bastante, por ejem-plo porque usted intuye que suhijo oculta algo, o tal vez porquesabe que varios amigos suyosbeben demasiado, etc., y sospe-cha que probablemente no vaa mantener una actitud serena,¿cómo proceder? Le invitamosa reflexionar sobre lo que hemosbautizado con el nombre “efectoreo”: cuando una persona cometealguna falta contra la ley, ¿cuálcree usted que será su reacciónespontánea? Evidentemente, ocul-tar su delito, porque sabe que lasconsecuencias pueden ser nefas-tas para él. Pero supongamos quele han descubierto y debe ser juz-gado; de todas las personas querodean al reo, ¿a quién cree ustedque contará la verdad? ¿A quiéntratará de ocultársela? Evidente-mente se sincerará con su aboga-do defensor porque el detenidoconsidera que es la única personaque tiene intención de ayudarleen sintonía con sus expectativas.Cuando el adolescente es pillado“in fraganti”, realizando un com-portamiento que va a tener repre-salias, reaccionará intentando evi-tar las consecuencias, ocultándolo,mintiendo o incluso agrediendo. Esentonces cuando debemos hacerde abogado defensor. No se tratade justificar sus comportamientosy ponernos del lado del “delito”,

Cuadro de habilidades básicas de comunicacióncon los adolescentes...

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La comunicación con los adolescentes;cuanto menos, conflictiva.

sino del lado de la persona, conintención clara y sincera de ayu-darle a salir de ésta. Usted elige:regañarle severamente y ponerleun castigo ejemplar sin llegar asaber lo que su hijo hizo ni por quélo hizo o reprimir insultos y ame-nazas dándole la oportunidad deque manifieste qué le ha llevadoa esta situación. Reflexione sobrelas consecuencias de ambos com-portamientos y sobre el mejor mo-do de llegar a la raíz del problema.

Técnica del sándwich

Se utiliza cuando tenemos quehacer una crítica a nuestro hijo ohija.

Consiste en disminuir la carga ne-gativa de lo que decimos diciendotambién la parte positiva o incor-porando la empatía de la siguienteforma.

Ejemplo 1:“Tu habitación ha quedado pre-ciosa, me encanta como la hasdecorado”.

“Pero quedamos en que ibas ahacer tu cama por las mañanas”.

“Con lo bien que está tu habita-ción, si haces la cama quedaráperfecta”.

Ejemplo 2:“Ya sé que no te apetece venir ala comida familiar; entiendo quete aburras, no estás con tus ami-gos. Sabes que no todos los díasquedamos para estas celebra-ciones”.

“No me gusta que protestes tanto.Creo que los abuelos no se mere-cen que estés serio toda la comida”.

“Tus abuelos tienen muchas ganasde verte; sabes que te quierenmucho. Además, la abuela ha pre-parado tarta de chocolate parapostre”.

Escucha y observaciónQué es...

demostrarle que nos interesa lo que dice, lo que siente, lo que le ocurre.

Sirve para:Que nuestro hijo nos escuche porque se siente escuchado.

Conocer a nuestro hijo y saber realmente lo que siente, lo que ha ocurrido...

Qué hacemos...Les preguntamos por sus cosas, amigos, preocupaciones, intereses...

Les miramos mientras hablamos.Asentimos o usamos expresiones: “ya, ya, claro...”

Resumimos la información del otro: “Así que me cuentas que…”Sólo escuchamos.

67

Cómo convivir con adolescentes.

EmpatíaQué es...

ponerse en el lugar de ellos, su mentalidad, necesidades... aunque nonos guste o no estemos de acuerdo.

Sirve para:Posibilitar y mejorar la comunicación y las relaciones ya que favorece

que confíe en los padres.Controlar la alteración emocional de nuestro hijo.

Qué hacemos...Pensamos la etapa por la que pasa nuestro hijo.

Usamos expresiones: “Te comprendo”, “te entiendo”, “lo siento mucho”,“sé que te sientes...”

Los gestos acompañan lo que decimos de forma sincera.En un primer momento no corregimos ni damos consejos.

RefuerzoQué es...

manifestar valoraciones positivas hacia los aspectos correctos, quenos gustan de ellos, sus esfuerzos...

Sirve para:Favorecer que se repitan determinadas conductas en los hijos.

Favorecer el aprendizaje de conductas nuevas.Mejorar nuestras relaciones y la comunicación.

Qué hacemos...Observar los aspectos positivos de las conductas de nuestros hijos.

Expresárselo en un momento adecuado: por ejemplo, a los adolescentesno les gusta que les digan ciertas cosas delante de la gente.

Ser sincero y expresivo.

Lenguaje¿Cómo debemos usar el lenguaje en la comunicación?

Mensajes yo:yo prefiero, yo siento, quiero, he decidido, me gusta...

Lenguaje emocional:me encanta, disfruto, es precioso, me incomoda, etc.

Ir al grano, ser directo y sincero:evitar los rodeos y las justificaciones.

Evitar el uso de términos peyorativos y las exageraciones:“pareces una guarra”, “eres un inocente”, “eres un mocoso...”

Ser concreto:Me gusta mucho tu forma de vestir, es original, no me gusta

que no lleves la ropa sucia a la lavadora.Buscar lo positivo incluso de los aspectos negativos:

“no has aprobado matemáticas pero he de reconocer que te has esforzado”

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

¡No sé qué me pasa!La alfabetizaciónemocional.

“No se puede evitarsentir miedo cuando ellos

salen con sus amigospor primera vez”

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Cómo convivir con adolescentes.

El nacimiento de un hijo implica,sin lugar a dudas, un revolucionariocambio en el guión de nuestravida. Alegría, miedo, orgullo e in-certidumbre son sólo el prólogo dela vorágine de sentimientos a losque habremos de dar cobijo du-rante el resto de nuestros días.

Como si se tratara de un sello deestampación, cada uno de estossentimientos marcará, para bien opara mal, la personalidad con laque nuestros hijos se enfrentaránal mundo, a su mundo.

Ciertamente esto nos puede llevara pensar que, puesto que los sen-timientos no pueden elegirse, nues-tros hijos están predestinados arecibir, irremediablemente, el posti-go de nuestras emociones. Nadamás lejos de la realidad. No sepuede evitar sentir miedo cuandoellos salen con sus amigos porprimera vez; desconfianza ante suscontinuas promesas de mejora; oincluso cólera cuando descubri-mos que nos han mentido de nue-vo. Pero de lo que sí podemos serdueños es de cómo vivimos esemiedo o esa incertidumbre y, sobretodo, de qué manera vamos acompartirlo con ellos.

Hoy en día, resulta inimaginablepensar que un padre no se preo-cupe de escolarizar a su hijo paraque este desarrolle su capacidadintelectual. Llegado el caso, inclu-so le acusaríamos de desnatura-lizado, pero ¿y para desarrollar lainteligencia emocional?, ¿a dóndehay que llevarlo? Tal vez, en un fu-turo próximo, empiecen a surgirescuelas para trabajar emocio-nes y los adolescentes aprendan a

controlar su rabia, canalizar suangustia o expresar su pena conla misma naturalidad con la queaprenden a sumar, a cepillarse losdientes o a atarse los cordones delos zapatos. Pero mientras espe-ramos a que esto ocurra, no es-taría de más que nos fuéramosplanteando la siguiente cuestión;¿nos sentimos capacitados paraeducar emocionalmente a nues-tros hijos?

Baja autoestima,fuente de conflictos

Podemos entender por autoestimala capacidad que cada uno denosotros tiene para valorarse así mismo en distintos aspectos desu vida.

La autoestima, como una dimen-sión más de nuestra personalidad,tiene que ver con lo que sentimos,pensamos y manifestamos sobrenosotros mismos14.

Esta capacidad de poder conside-rarse válido en distintos ámbitosde nuestra vida no es algo quesurja espontáneamente al alcanzaruna etapa como la adolescenciao la adultez. La autoestima se vaformando desde que nacemos.Desde que venimos al mundo es-tamos expuestos a los comenta-rios valorativos de los demás. Y esprecisamente de esta manera có-mo los seres humanos vamos in-teriorizando “cuán valiosos somoso cuánto no lo somos”.

En ocasiones, los padres olvida-mos lo enormemente vulnerables

14 Fundación ANAR y Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid,“Educar para crecer; cuadernos de apoyo para familias”, Fundación ANAR, Madrid 2004.

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

que son nuestros hijos a nues-tras valoraciones y caemos en latentación de etiquetarlos; “eres undesastre”, “eres un vago”, etc., sindarnos cuenta de que cuanto másles repitamos este tipo de desca-lificativos, mayor es el riesgo quecorremos de que se conviertan enrealidad. Incluso en el caso de queya fuese una realidad, el descali-ficativo reiterado reafirma su condi-ción de vago, desastre, etc., hacién-dola más sólida y difícil de corregir.

Según el llamado “efecto Pigma-lión” cuando a una persona, espe-cialmente si aún es un niño, lerepites de forma continuada uncalificativo, es muy probable, sobretodo si éste es peyorativo, quedicha persona termine comportán-dose en consonancia con el cali-ficativo recibido. Es decir, se termi-na creyendo que realmente es un“vago” y se comporta como tal.

Lamentablemente aún existen cen-tros educativos que lejos de pre-venir las pésimas consecuenciasque conlleva el clasificar a los alum-nos según su nivel intelectual ode esfuerzo, continúan incidiendoen ello.

En varias ocasiones hemos podi-do escuchar cómo se lamentabanpadres de adolescentes y preado-lescentes, por el trato discrimina-torio del que estaban siendo vícti-mas sus hijos en la propia aula ypor parte del profesor.

“Ya sé que parece increíble peroen la clase de mi hija existe elgrupo de los tontos y el de loslistos. Cuando un alumno suspen-de muchas, pasa a formar partede los tontos y le ponen en las últi-mas filas, si saca buenas notas leponen de los primeros y forma

parte de los listos. El profesor diceque así se motivan a trabajar más,a mí me parece una barbaridad.”

¿Cómo se formala autoestima?

Son muchos los factores que inter-vienen en el proceso de formaciónde la autoestima. Algunos de losmás destacables, por el grado deinfluencia que ejercen sobre la per-sonalidad, serían los siguientes:

1 La familia, fuente por excelen-cia de autoestima. El niño va reci-biendo de cada miembro de sufamilia un trato concreto que vapredeterminando su posición enla misma. Es decir; se siente máso menos querido, respetado, apo-yado en sus problemas, etc. Deeste modo, el menor podrá perci-birse o bien muy valorado por sufamilia, lo que ayudará a fomentarsin duda un buen clima familiar:comunicación, cumplimiento denormas, expresión de opiniones…o poco valorado por su familia, encuyo caso no se establecerá unvínculo afectivo entre él y suspadres o hermanos, no fomentarála permanencia en el hogar nise asimilará la importancia de laconvivencia.

2 Los amigos, principalmente enla adolescencia, influyen de mane-ra muy poderosa en la formaciónde la autoestima. El adolescente,cuando entra a formar parte deun grupo de iguales pretende sercomo mínimo eso, igual al resto.Comienza entonces un proceso devalidación de pensamientos, sen-timientos y formas de comportarsemedidos únicamente por el raserode la comparación.

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Cómo convivir con adolescentes.

“Mario descubrió alarmado quesu hijo Jorge llevaba varios díassin lavarse, cuando le preguntópor qué había decidido rompercon el saludable hábito de laducha diaria; éste respondió: “esque ninguno de mis amigos selava, dicen que ahora lo que molaes ir de guarrillo, no voy a ser yoel único que se lave.”

De este modo, el grupo va a con-tribuir al proceso de formación deautoestima de dos maneras deci-sivas:

Primera: con la propia evalua-ción que de sí mismo hace el propio adolescente al compararsus cualidades y defectos conlos de los demás.

Segunda: con la evaluación quehace el grupo, encabezado porsu líder, de cada uno de los miembros que lo forman. Si unode ellos destaca del resto, porser mucho más tímido, por estarmás reprimido a la hora de rea-lizar un comportamiento queentrañe cierto riesgo o en con-tinuo desacuerdo con lo esta-blecido por la mayoría, proba-blemente no tendrá una buenavaloración por parte del grupo.Críticas, descalificativos, retira-das de atención (vacío), suelenser algunos de los comporta-mientos que utiliza dicho grupo para demostrar la disconformi-dad hacia uno de sus miembros.

3 La escuela. El papel que ejercela escuela en la formación de laautoestima viene definido por có-mo se siente el menor en su rol dealumno. Es decir; si se ve capazde satisfacer las expectativas inte-lectuales, físicas y emocionales quele demanda el estar escolarizado.

El ser reforzado por los profesorescuando hace bien sus tareas, noser humillado con descalificativoso castigos severos delante de loscompañeros cuando no cumplecon las tareas exigidas, etc., ayu-dará al alumno a no sentirse inca-pacitado para estudiar.

Como todos sabemos existen mu-chos niños y adolescentes que notienen el rendimiento académicoque a sus padres les gustaría.Cuando estos padres piden ayuday son orientados para que, apartede hablar con sus hijos y conocerel por qué de sus malas califica-ciones, les motiven si es necesariode forma extrínseca, es decir conrefuerzos externos (beso, elogio,película de cine…), cualquier pe-queña mejora que el menor vayaconsiguiendo, algunos de ellossuelen considerar más “educativo”que realicen el esfuerzo por el valorintrínseco de las cosas, es decir;que entiendan que la mayor satis-facción es el trabajo bien hecho.

Evidentemente, esta forma de pen-sar es muy elogiable y sería la de-seable, puesto que la motivaciónpor la tarea estimula la creatividad,la iniciativa y la capacidad de reso-lución de problemas. No obstante,la experiencia nos dice que enalgunas ocasiones, no en todas,hay que recurrir al refuerzo externo(no material) para propiciarlo. Lasposibilidades de conseguir que elniño o adolescente desmotivado

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

se implique en la tarea, a vecesson más altas si éste recibe unrefuerzo inmediato y tangible.

En muchas ocasiones, aunque enprimera instancia el menor reali-za el esfuerzo por la consecucióndel refuerzo, comprobar que real-mente es capaz de hacer un buentrabajo y ver los efectos positivosque tendrá en sus profesores,padres e incluso algunos com-pañeros, etc., le producirá una sen-sación de bienestar y de controlque propiciará el encuentro conel valor intrínseco de los logros.Como pone de manifiesto MartinSeligman en su obra “La auténticafelicidad”, cuando se consigue rea-lizar una tarea a partir de la puestaen práctica de fortalezas y virtu-des en vez de formulas rápidas, sevive como genuino y con senti-mientos de autenticidad y gratifi-cación personal.15

Evidentemente, no tiene el mismopoder de “seducción” que te “per-suadan” a sentirte satisfecho porhacer bien tu trabajo, que experi-mentar dicha satisfacción de formadirecta.

3 El autoconcepto es otro factorque contribuye a formar la auto-estima, entendido éste como larepresentación mental que unapersona tiene de sí mismo en unmomento concreto.

Cada uno de nosotros llevamos acabo una serie de comportamien-tos a lo largo de nuestros días.Las personas que nos rodean noshacen saber de una manera u otralo que opinan sobre estos com-portamientos, a veces de formadirecta y consciente con comen-tarios concretos o frases alusivas,y en otras ocasiones inconsciente-mente sus propios comportamien-tos dejan traslucir lo que piensansobre nosotros. Pues bien, todaesta información que recibimosde los demás es recogida pornosotros mismos y en funciónde lo positiva o negativa que seala evaluación que hagamos deella iremos configurando nuestraautoimagen.

Si coincide como a mí me gusta-ría ser con la percepción real quetengo de cómo soy, es decir, mi yoideal con mi yo real, la valoraciónque realizaré sobre mí mismo serápositiva, lo que me ayudará, sinduda, a mantener alta mi autoesti-ma. Si mi yo real no coincide enabsoluto con mi yo ideal, es decir,me percibo opuesto a como megustaría ser, tendré una imagennegativa de mí mismo lo que tam-bién habrá de incidir en mi nivel deautoestima, en este caso hacién-dole descender.

“En cierta ocasión mi hijo pequeñome preguntó, -¿Tú crees que yosoy guapo?

Yo le contesté: tienes unos ojosgrandes del color del caramelo,el pelo rubio y rizado, una narizpequeña y la carita redonda. Sí, amí me pareces guapo. ¿Por quéme lo preguntas? Le dije yo. Y élme contestó; porque como nunca

15 SELIGMAN, M.E.P., “La auténtica felicidad”, Vergara Grupo Zeta, Barcelona 2003. p. 24.

“El adolescente se sienteextremadamente sensible asus acontecimientos diarios,lo que le lleva a magnificarlos estados de ánimo que

estos le provocan”

73

Cómo convivir con adolescentes.

me habías dicho que era guapoyo creía que era muy feo”.

¿Cuándo hayun problema de autoestima?

Una opinión bastante generalizadaque se suele tener sobre la ado-lescencia, es la de relacionar dichaedad con la diversión continua,“vivir a tope la vida”, salir de fiesta,bailar, beber, viajar con los ami-gos. No hay responsabilidades, nohay problemas, etc., Sin embargo,las estadísticas vienen a chocarfrontalmente con tan popular pen-samiento.

Después de los accidentes de co-che y moto, el suicidio es la se-gunda causa principal de muerteentre los jóvenes a partir de los14 años.16

Alrededor del 14% de los suicidiosse cometen entre los 15 y 24años, y algunos estudios encuen-tran tasas entre 15-20% de ado-lescentes con ideación suicidaacompañada de sentimientos dedesesperanza e indefensión.

Con estos datos no pretendemosinducirles a pensar que los adoles-centes están en su mayoría de-primidos y sin ganas de vivir, nadamás lejos de la realidad. Sencilla-mente, entendemos que referen-cias tan inquietantes como éstasnos pueden ayudar a entendercuán tan a flor de piel están lossentimientos en esta etapa de lavida.

Como comentamos anteriormente,el adolescente se siente extre-madamente sensible a sus acon-

tecimientos diarios, lo que le llevaa magnificar los estados de ánimoque estos le provocan; su rabiase convierte en ira, su alegríaen euforia y su tristeza en deses-peración. ¿Falta de control sobresus emociones? Por supuesto, perono solamente.

Sin obviar el gran riesgo que con-lleva para la autoestima del ado-lescente dejarse “arrastrar” por susemociones, hay otros factoresimportantes que nos pueden darla pista para entender que elmenor posee o está adquiriendoun problema de autoestima.

Un adolescente con baja autoesti-ma suele tener un perfil concretode comportamientos y actitudes:

1 Tiende a hacer una valoraciónnegativa de sí mismo potenciandosus limitaciones y defectos y desca-lificando todo aspecto positivo.

2 Percibe su imagen real muydistinta a la imagen ideal que legustaría tener.

3 Su escasa confianza en sí mis-mo le incapacita para expresaropiniones contrarias y hacer valersus derechos asertivamente, pormiedo a no ser aceptado por losdemás.

16 Ministerio de Sanidad y Consumo. Datos estadísticos. Análisis de la situación de la juventud española.

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

4 Posee poca o nula motivaciónpara la acción. Su autoexigenciaexcesiva unida a sus expectativasde fracaso le impiden emprenderproyectos novedosos o manifestarinterés por los ya comenzados.

5 Es extremadamente sensible ala crítica y a la valoración de losotros.

6 En sus relaciones sociales semuestran retraídos y poco comu-nicativos.

7 Percibe la realidad en términosde todo o nada, haciendo usoexcesivo de generalizaciones yetiquetas.

8 Su estado de ánimo en términosgenerales es de abatimiento y tris-teza y suele caer fácilmente ensentimientos de culpa.

9 Sus razonamientos carecen amenudo de argumentos lógicosmagnificando y dejándose llevarpor sus sentimientos y emociones.

10 Utiliza frecuentemente las im-posiciones y los mandatos “debesde” consigo mismo y con los demás.

¿Cómo podemos fomentar laautoestima del adolescente?

El mejor legado que los padrespodemos dejar a nuestros hijos eshaber contribuido a formar esapersona que él ha deseado ser sinhaber hecho de él lo que nosotrosquisiéramos que fuera.

Para poder conseguir tan gene-rosa pretensión es fundamentalempezar por facilitarle el cono-cimiento de sí mismo. Ayudarlea encontrar sus puntos fuertes,

descifrar sus emociones, saber lascosas que le gustan, potenciar sushabilidades para que tengaconfianza en sí mismo ypueda superar los fraca-sos y las dificultades,etc.

Por nuestra parte algunas suge-rencias son éstas:

Controlar el nivel de exigencia.Distinguir entre caprichos del ado-lescente, necesidades de su etapaevolutiva o características perso-nales, y limitaciones o dificultadesque tenga para cumplir lo que leexigimos.

Reforzar y valorar los aspectospositivos y los intentos de com-portamientos adecuados. Si le tras-mitimos la confianza en su personay las expectativas de éxito que tene-mos sobre él, aumentaremos sumotivación aunque sólo sea por eldeseo de no defraudarnos.

Usar críticas concretas y rela-cionadas con la situación y noglobales y generalizadas a otrassituaciones. Cuidando siempre ellenguaje.

Ponernos en el lugar de unapersona de su edad, comprenderlo que le hace enfadar, lo que lehace disfrutar, lo que le avergüen-za, lo que le divierte, etc. No reírse

75

Cómo convivir con adolescentes.

de él, ridiculizarle, juzgarle o quitarimportancia a sus sentimientos.

Estimular que realice activida-des gratificantes o aquellas en lasque el adolescente destaque y lehagan sentir bien.

Evitar compararle con otras per-sonas más capaces, hermanos,primos, amigos. Reforzarle su “senti-miento de identidad propia” trasmi-tirle la percepción de que él es ély eso le hace ser único y distintoal resto.

Demostrarle continuamente quesu cariño y su respeto es incondi-cional, y está por encima de inca-pacidades, fallos, o fracasos, igualque el de las personas que real-mente le quieren.

La sexualidaden la adolescencia

La adolescencia es una etapade nuevas experiencias con losdemás, y sin duda dichas expe-riencias están delimitadas por laaparición de una nueva forma devivir y expresar la sexualidad. Eldeseo que siente el adolescentede ser independiente y su mayordesarrollo intelectual le lleva aquerer resolver sus propios pro-blemas sin solicitar ayuda aunque,a veces, no tenga las aptitudessuficientes para hacerlo y estopueda tener implicaciones parasu sexualidad. Pero, al mismotiempo la adolescencia es tambi-én una etapa de retrocesos dondeel menor puede aparecer comola persona más dependiente ydesvalida del mundo. Todo elloconfigura el rasgo definitorio de losadolescentes: la inseguridad.

Con el comienzo de la pubertadaparece también el deseo sexual.Es un deseo diferente a todos losque hasta ese momento se habíaexperimentado. El deseo sexualdirige la atención y la conductahacia otras personas, provocandola necesidad de contacto, de co-municación, de conocimiento mu-tuo. Esta nueva adquisición serála principal responsable de quealgunos adolescentes decidan ini-ciarse en conductas propiamentesexuales, antes de estar prepara-dos para encajar emocionalmentelo que estas suponen.

Las características de la conductasexual de esta etapa son dife-rentes de las de periodos ante-riores. Se trata de una conductade mayor intensidad y más impul-siva. Los chicos y chicas puedenempezar a salir en pareja, iniciar-se en besos y caricias de índolesexual, autoestimularse, tener fan-tasías, etc. Todos estos compor-tamientos son naturales tanto enadolescentes como en adultos yes importante que el adolescenteno se sienta culpable, ya que cons-tituye el primer avance de lo quemás adelante será una sexualidadbien desarrollada.

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

Curiosidad, aprendizaje, acceder almundo de los adultos, intercambiode afectos. De alguna forma estassensaciones y deseos posibilitandesarrollar relaciones y vínculosmás allá del hogar paterno lo cuales necesario para el proceso desocialización del adolescente.

El desarrollo adecuado de habi-lidades de comunicación y deresolución de problemas; saberdecir que no, expresar opinionescontrarias, pedir cambios y nego-ciar con otras personas, ser ca-paces de establecer un grupo deamigos, conseguir citas, vencer latimidez, saber resolver sus sen-timientos y expresarlos correcta-mente... son herramientas básicasen esta etapa para manejar losconflictos que en torno a la sexua-lidad se les van planteando.

Las primerasexperiencias

Nos guste o no a los padres, laadolescencia es la etapa dondemuchos de los chicos tienen susprimeras experiencias sexuales.

En general, las características delentorno social influyen en queestas primeras experiencias sexua-les sean cada vez más precoces.Dicha precocidad lleva consigouna serie de dificultades añadidaspor varios motivos. En primer lugarse suelen dar en un momento evo-lutivo en el que el resto de capaci-dades, cuyo desarrollo debe irparejo al de la sexualidad, no sehan completado. Este hecho impli-ca que el adolescente no sepagestionar los sentimientos y emo-ciones que una relación tan íntimale pueden producir.

Al mismo tiempo, la inexperienciay la inmadurez así como la ausen-cia, en muchos casos, de una edu-cación sexual adecuada, o muymediatizada por tópicos, lleva acreencias erróneas, mitificaciones,información parcial y ambigua,miedos, dudas... que en muchoscasos no superan la presión delgrupo de iguales y puede desem-bocar en contagio de enfer-medades, relaciones ajenas a uncontexto afectivo, miedos, ten-siones, problemas sexuales futu-ros, baja autoestima, embarazosno deseados, etc.

Testimonios de adolescentes:

Para mayor comprensión de lospadres y darles a conocer dife-rentes posiciones de los adoles-centes, transcribimos una serie detestimonios.

“Cuando tengo relaciones sexua-les con mi novio, siempre lo hago concuidado y con precaución, por esosriesgos que hay. Mi prioridad es elcariño, los sentimientos, y no hacer-lo por hacerlo. También me importamucho el respeto”. (Raquel, 18 años)

“La verdad es que todavía notengo relaciones con nadie, perocuando las tenga, tengo claro quelo que más me importará, seránlos sentimientos”. (Laura, 17 años)

“El amor en las relaciones sexua-les creo que no existe. Es puro in-terés por ambas partes. Es bonitopensar que algún día encontrarás

“Nos hacemos cargo de queno siempre es fácil hablarcon los hijos sobre sexo”

77

Cómo convivir con adolescentes.

a tu príncipe azul y que con éltodo será diferente, pero tambiénes irreal”. (Paula, 17 años)

“En una relación mi prioridad esque estemos los dos enamoradosy yo note que me quiere. Yo no creoen el sexo sin amor”. (Lucía, 16 años)

“Dependiendo del significadoque tenga para mí la otra persona,doy prioridad a una cosa u otra. Sino estoy enamorada de él, la prio-ridad es pasarlo bien. Si es la per-sona a la que quiero, la prioridades sentir ese amor en su máximaexpresión”. (María 17 años)

Cómo hablar de sexocon un adolescente

Prohibir las relaciones sexualesno suele funcionar en esta etapadonde los motivos son marcar di-ferencias con respecto a los adul-tos. Es aconsejable dar informaciónadecuada (métodos anticoncepti-vos, enfermedades de transmisiónsexual, normalización de las reac-ciones físicas y dificultades, posibi-lidades de embarazo, consecuen-cias...) y mantener una actitud derespeto por parte de los adultos.

Este tipo de consecuencias desa-fortunadas tenderán a evitarse enmayor medida si se propicia en losadolescentes una buena informa-ción sobre la sexualidad, fomen-tando el hecho de no tener prisapara tener relaciones sexuales.

Es importante asimilar que la edu-cación sexual de los hijos no seimprovisa, no es cosa de un día.Quien más quien menos ha sido

“víctima” de la charlita de papá ymamá encabezada casi siemprepor el violento titular de “hija, creoque hay determinadas cosas quetienes que saber porque ya noeres una niña…”

En una encuesta realizada conadolescentes españoles entre 14y 19 años, sólo el 18,8% habíanobtenido la información sexual fun-damentalmente de su padre o desu madre, la mayoría de ellos casiel 65% se habían informado pre-ferentemente de sus amigos17.

La realidad es que no existe o nodebería existir una edad concretapara hablar sobre sexualidad conlos hijos. No hay que esperar a laadolescencia para tener el primerencuentro comunicativo con ellos.Probablemente a esa edad los hijosdisponen ya de un alto porcentajede información, como decíamosantes, adulterada y equívoca.

Este hecho pone de manifiestola poca confianza que ponen losjóvenes en la familia como fuentede educación sexual. La mayo-ría prefiere informarse a travésde otros canales extrafamiliarescomo pueden ser libros, revistas,Internet, televisión o incluso lapropia experiencia.

Nos hacemos cargo de que nosiempre es fácil hablar con los hi-jos sobre sexo. En muchas oca-

“Es importante asimilarque la educación sexual de

los hijos no se improvisa, noes cosa de un día”

17 WEBBER, Ch, DELVIN, D. “La información sobre sexualidad en la adolescencia”,en: http://www.netdoctor.es/XML/verArticuloMenu.jsp?XML=000223.

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

siones los padres se sienten abru-mados ante la expectativa de tenerque informar de “determinadascosas” a sus hijos menores, razónesta por la que muchos de ellosreciben con alivio las negativas desus hijos “a hablar de algo que yaconocen de sobra”.

Obviamente, que a los padres lesresulte violento hablar de sexo consus hijos, no les exime de hacer-lo, de ejercer su responsabilidadcomo formadores. Pensando enestas limitaciones, no tanto de ín-dole intelectual como emocional,proponemos a continuación unaserie de pautas que pueden facili-tar y orientar esta compleja laborde los padres.

Informar, ¿hasta dónde?

Cuando un/a chico/a llega a laadolescencia debe tener ya deter-minada información sexual, comopor ejemplo:

Saber que la sexualidad es unaforma de relación entre personas.

Saber que el cauce natural paratener hijos es la relación hombre-mujer.

Tener conocimientos básicossobre los aspectos fisiológicos delaparato reproductor y los carac-teres sexuales que diferencian alhombre y a la mujer.

Saber lo que es la autoestimu-lación y la función que cumple.

Ir tomando conciencia de la im-portancia de implicar los senti-mientos en la experimentación dela sexualidad.

Ya en la adolescencia nuestra for-ma de comunicación con los hijosdeberá ser más clara y específica.Hay que tener en cuenta que adiferencia de la niñez ahora sí vana tener la oportunidad de poner enpráctica la información que reciben.

Al llegar a la adolescencia el menordebería ser informado como míni-mo de los siguientes temas:

Es habitual el inicio de ciertotipo de relaciones sexuales en laadolescencia, que son conse-cuencia lógica del deseo sexu-al que se comienza a sentir.

Cualquier adolescente puede negarse a mantener relaciones sexuales: es su derecho. Re-cuerde a sus hijos que tienenderecho a decir NO a cualquierrelación sexual que no deseen ya pedir ayuda si alguien no res-peta esa decisión.

La posible identidad homo-sexual. Hablar sobre la homo-sexualidad con normalidad.

La sexualidad asociada a los sentimientos y al amor adquiere otra dimensión.

Con las relaciones sexuales pue-den transmitirse enfermedadesinfecciosas más o menos graves(enfermedades de transmisión sexual), por lo que es precisotomar medidas preventivas. Bus-que un momento adecuadopara hablar con su hijo sobrecuáles son las enfermedadesde transmisión sexual y cómoprevenirlas.

La percepción de riesgo de em-barazo por parte de los adoles-

79

Cómo convivir con adolescentes.

centes, no es como la de los adultos. Es aconsejable buscarun momento adecuado parahablar con su hijo/a sobre lasconsecuencias de tener un em-barazo no deseado y sobre lasformas de prevenirlo.

El aborto no es un sistema decontrol de embarazos no de-seados. Un aborto suele ser muy traumático, incluso cuandolas personas se acojan a él enlos supuestos que permite la ley.

Las relaciones sexuales habi-tualmente van acompañadas desentimientos complejos, en lamedida que supone mayor in-timidad física.

Es importante aconsejar a los hijos/as a esperar a ser lo bas-tante mayores y responsablespara tener relaciones sexualesplenas.

Cuéntele a sus hijos mayorescómo se enamoró por primeravez, qué sentía, lo que hacíapara que se fijara en usted...

Testimonios: “lo que mispadres me han contado”

“Cuando yo nací mis padreseran bastante mayores y el temadel sexo siempre ha sido un pocotabú. Alguna vez, mi madre me haintentado decir algo de forma unpoco irónica, pero una charla, nun-ca. Mi padre, desde luego, que nilo ha intentado. También porqueyo he puesto un muro protectorpara que no se metan en mi vida ypara que no tengan demasiadaconfianza. Por suerte, a pesar deque mis padres no me han dichoqué tengo o qué no tengo que

hacer, en ese aspecto no me hedejado llevar por nada ni pornadie”. (Paula, 17 años)

“Con mis padres apenas hehablado de sexo. Ahora hablo algomás con mi madre, pero tampocomucho ni muy explícito. Con mipadre sólo recuerdo la típicacharla de: “cuando llegue elmomento, ten mucho cuidado”.(María, 17 años)

“Sí, suelo hablar de sexo conmis padres. Sobre todo desde queentré en la adolescencia. Siemprehe tenido mucha confianza, y mihermana también. Yo sí les cuen-to mis problemas, porque ellossaben”. (Natalia, 16 años)

“Realmente mis padres siempreevitan hablar de sexo; o cuandoles pregunto algo, me cambian detema. Yo creo que creen que soyuna niña y no quieren ver queestoy creciendo”. (Lucía, 16 años)

“Mi padre y yo no hablamos. Conmi madre, algo más. Sobre todo,con la que hablo de sexo es con mihermana mayor”. (Ana, 15 años)

Cómo manejar situacionesrelacionadas con la sexualidadcon nuestros hijos

Cuestionar los propios miedos ytabúes.

Recoger información. A veces,aunque seamos adultos, estamosconfundidos con algunas cues-tiones, nos falta información.

Pensar en nuestra infancia yadolescencia y en lo que hemosechado de menos en nuestrospadres en temas de sexualidad.

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¡No sé qué me pasa! La alfabetización emocional.

Ser un buen modelo en cues-tiones de sexualidad: mostrar res-peto y hacerse respetar por lapareja, expresar afectos delante delos hijos, hablar con naturalidad detemas de sexualidad, aceptar elpropio cuerpo...

Conocer a nuestros hijos: susmiedos, sus motivaciones, susnecesidades...

Comunicarnos con nuestroshijos: escucharles y atender susdemandas, establecer contactofísico con ellos (caricias, besos,achuchones...)

Comprender a nuestros hijos,entender que se sienten insegurosy curiosos al mismo tiempo y ex-presárselo (“entiendo por lo queestás pasando”...)

Responderles con naturalidad ydirectamente si nos preguntan coninformación correcta y clara, sinjuzgar.

Aprovechar situaciones cotidi-anas que den pie a hablar de sexo.Por ejemplo, ante la pregunta denuestro hijo sobre los riesgos delas prácticas sexuales sin protec-ción..., intentando no sacar el temaen un momento inoportuno o si noviene a cuento.

Dar nuestro punto de vista sinimponer y dar alternativas concre-tas para ayudarles a resolver demanera clara, concreta y direc-ta, anticipando las consecuenciaspositivas y negativas de su com-portamiento sin coacción, “chan-taje emocional”, ironía. No imponerni prohibir sin más.

Apoyarles en los errores, paraque salgan adelante. No es acon-

sejable “castigar” el hecho deque reconozcan un error o noscuenten un problema confiandoen nosotros.

Elogiar y valorar las conductassexuales con un motivo afectivoy de intercambio y respeto y elhecho de que deseen tomarsetiempo para el sexo.

“La realidad es que noexiste o no debería existiruna edad concreta parahablar sobre sexualidad

con los hijos. No hay queesperar a la adolescencia

para tener el primerencuentro comunicativo

con ellos. Probablementea esa edad los hijos

disponen ya de un altoporcentaje de información,

como decíamos antes,adulterada y equívoca”

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Cómo convivir con adolescentes.

Ejercicio:Mis dificultades parahablar de sexo con mis hijos

Describe las principales dificulta-des para hablar sobre sexualidadcon tus hijos.

Intenta descubrir el porqué decada una de esas dificultades.

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Las conductas de riesgo en la adolescencia.

Las conductas de riesgoen la adolescencia.

“Saber que el riesgoforma parte de la vida

de nuestros hijos es unarealidad que ningún

padre ignora”

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Cómo convivir con adolescentes.

Saber que el riesgo forma parte dela vida de nuestros hijos es unarealidad que ningún padre ignora.Entender y asimilar además quelos adolescentes tienen una ma-yor tendencia, por una serie de cir-cunstancias, a caer en conductasde riesgo es difícil de digerir peroabsolutamente necesario para poderayudarles.

Es precisamente este estado deconciencia, ser conocedores deque nuestros hijos no son inertesal riesgo, lo que debería propiciarel empleo de las formas máseficaces de ayuda.

Con el fin de generar un mejorentendimiento por parte del lectorconsideramos oportuno abordaresta cuestión diferenciando entreel riesgo no elegido, es decir, esassituaciones de peligro a las queestamos expuestos todos en el díaa día, y el riesgo elegido, lo que sellama propiamente conductas deriesgo.

Haciendo referencia a esta primeraclase de riesgo, el no elegido, po-dríamos comenzar diciendo quela clave de una buena educaciónestá en propiciar actitudes.

Desde que nuestros hijos son pe-queños, los padres somos con-cientes de los “mil peligros” alos que están expuestos. Muchosde estos padres, ante tal realidadoptan por intentar proteger a sushijos de estos “mil peligros” sinapenas discriminar unos de otros.

Evidentemente, este comporta-miento tiene una parte positiva; esmuy probable que a su hijo no leocurra nada de lo que tener quepreocuparse, y claro está, otranegativa, la cual se irá haciendo

patente a medida que el niño vayacreciendo, y es que el menor noentenderá lo que es el riesgoporque apenas lo ha sentido y portanto tampoco sabrá evitarlo.

Con todo lo expuesto no preten-demos decir que haya que dejarque los niños corran peligro paraque lo identifiquen; está claroque llegar a tal comportamiento nosería normal. No obstante, sí nosgustaría trasmitir la idea de que lasobreprotección continuada evitaque el menor adquiera una seriede habilidades absolutamente nece-sarias para poderse enfrentar asituaciones complejas.

La sobreproteccióncontinua puede propiciarque el menor:

No adquiera la capacidad paragenerar ideas que puedan ayu-darle a resolver situaciones pro-blemáticas.

No aprenda a ejercer un controlsobre sus emociones que le evitebloquearse o “perder los nervios”en momentos críticos.

Inhiba su capacidad de reac-ción para poder evitar el posibledaño.

No genere los sentimientos devalía y gratificación que supone re-solver por uno mismo un conflicto.

¿Cómo pueden lospadres facilitarrecursos a sus hijos?

Una buena manera de empezarsería sencillamente asimilando la

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Las conductas de riesgo en la adolescencia.

idea de que no todos los riesgosson iguales. Dicho entendimientoimplicaría permitir que el menor seenfrente (bajo nuestra supervisión)a situaciones que conlleven un nivelde riesgo que pueda ser asumido.

Por ejemplo; si su hijo quiere apren-der a patinar, usted puede decidirno permitírselo por temor a que secaiga y se haga daño o bien puedeconsiderar dejar que su hijo apren-da a patinar. En el caso de que sehaya inclinado por esta segundaopción es evidente que no lequedará más remedio que asumirlas caídas que su hijo pueda tener.A cambio, éste, después de habersufrido varias caídas entenderáque está realizando un compor-tamiento que entraña un riesgo,pero poco a poco irá descubrien-do que existen determinados movi-mientos, que él puede hacer paraevitar caerse, lo cual reducirá con-siderablemente su sensación deriesgo y aumentará su percepciónde control y seguridad.

De esta manera, cuando estemismo chico decida o tenga queaprender algún otro deporte, sabráreconocer el proceso que debeseguir para minimizar el riesgo ypotenciar su destreza sin dejarseabatir por el miedo o aumentar supeligrosidad por la osadía que, aveces, conlleva la ignorancia.

En definitiva, dejar que nuestroshijos experimenten por sí mismoscierta sensación de riesgo, les ayu-da a desarrollar las estrategias yhabilidades que algún día necesi-tarán poner en práctica.

Otro aspecto fundamental quelos padres no deben ignorar es elhecho de comprender que, delmismo modo que el menor debeirse aprovisionando de estas habi-lidades, también deberá forjar lasuficiente confianza en sí mismocomo para percibirse capacitadopara enfrentar situaciones de ries-go. Dicho de otro modo, tan impor-tante como ser válido es creerseválido.

El docente se enfrenta con asidui-dad a alumnos adolescentes queaún con sobrada capacidad paraenfrentar situaciones conflictivas,se vienen abajo y se perciben a símismos incapaces y sobrepasa-dos por los acontecimientos. Enmuchas ocasiones una generosadosis de confianza en uno mismo,mostrándoles con pruebas de rea-lidad que están sobradamentecapacitados para resolver sus con-flictos, suele ser el “empujón” quenecesitan para decidir “tomar lasriendas” de la situación.

Para fomentarla valía de los adolescentes es importante:

Permitirles que, a través desu propia experiencia, tomen con-ciencia de sus comportamientos yreacciones ante una situación deriesgo.

Concederles la oportunidad decomprobar que son capaces deresolver exitosamente las dificul-tades a las que se enfrentan.

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Cómo convivir con adolescentes.

Evitar hacer hincapié en losactos fallidos que no desembocanen la resolución del problema, ayu-dándoles a interpretarlos comoparte del aprendizaje y no comofracasos por falta de capacidad.

Reforzar cada intento de reso-lución de una situación difícil, po-tenciando cada uno de los logrosconseguidos y de las habilidadesempleadas en ello.

Generar en el menor el senti-miento de capacidad compartien-do con él nuestras expectativasde éxito ante cada situación quehubiera de afrontar.

Hacerle participe de que enten-demos las dificultades que puedeestar experimentando ante unasituación compleja.

Ejercicio:Marian esperaba con impacien-cia su 18 cumpleaños para podersacarse el carné de conducir. Perosu ilusión se fue transformando enfrustración y rabia, pues aunquepasó la prueba teórica a la pri-mera, es ya la tercera vez que sus-pende el examen práctico. Marianno solamente se siente incapaz deaprobar el examen, sino que últi-mamente ni siquiera se cree capazde enfrentarse a él.

Recabando informaciónsobre la forma en quesus padres están vivien-do esta situación, des-cubrimos que los díasprevios a la temida prue-ba la conversación entreellos y su hija sueletener un guión similar aéste:

- Marian, supongo que recuerdasque pasado mañana te examinasotra vez del coche…

- Sí, papá, no hace falta que melo recuerdes porque por desgracialo tengo bastante presente.

- Si ya me imagino, pero tenerlopresente no te va a ayudar a apro-bar. Como suspendas otra vez yono sé de dónde vamos a sacar eldinero.

- Ya lo sé pero ¿qué quieres quehaga? Desde luego ya no voy adar más clases. ¡Total, para lo queme sirven!

- Pero hija, por Dios, piensa unpoco en lo que haces mal porqueno es normal suspender tantasveces un simple examen de con-ducir.

- Pues no, no es normal, debeser que yo soy más tonta que elresto del mundo. Según el profe-sor conduzco bien en las clasespero luego en el examen no séqué me pasa que no acierto una.

- Pues, Marian, eso sí que es unproblema porque sin examen nohay carné. Hija no te martiricesmás. Si esto se va a convertir enun problema, pues lo dejas y pun-to. Mira, tu madre no tiene carné

y siempre ha ido dondeha querido. Tampoco esuna tragedia; hay cosasmás importantes quetener un carné de con-ducir.

- Ya pero a mí me hacemucha ilusión.

- Ya, hija. pero así esla vida.

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Las conductas de riesgo en la adolescencia.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

De qué manera crees que pue-de estar influyendo el padre deMarian en su dificultad para apro-bar el examen.

Reconstruye tu propia conver-sación con Marian de manera quepotencie su autoestima.

Conductasde riesgo: ¿prohibiro moderar?

“Mi hijo Hugo de 15 años ha cam-biado de amigos. Antes salía conun grupito de chicos muy formales,llegaban a casa temprano, hacíanmucho deporte. En fin, a mí metranquilizaba mucho que mi hijofuera con ellos, pero hace unoscuantos meses, Hugo empezó adecir que le caían muy bien loschavales del otro grupo, que noeran lo que yo pensaba, etc. Asíque poco a poco empezó a salircon estos otros y para mí seacabó la tranquilidad porque yo séque estos chicos beben, fuman ysabe Dios que más harán. Ademásvan con una pinta tremenda.

Tengo mucho miedo de que mihijo empiece a hacer cosas queantes no hacía, pero ¿qué puedohacer para evitarlo?, ¿le prohíboque salga con ellos?, ¿le dejo yque le pase algo? ¡Estoy hecha unlío!”

Inquietudes como las que expresala madre de Hugo en este re-

lato son una constante entre lospadres que comparten el exte-nuante reto de educar hijos ado-lescentes.

Se hace obvio pensar que lasrespuestas a estas incertidumbresno son fáciles. ¿Y si tomo la deci-sión equivocada? La responsabili-dad es mucha; el cariño también,y para colmo las consecuenciaspueden ser fatales, la mezcla nopuede ser más explosiva; suficien-te como para desvelar a la con-ciencia más laxa que se puedaencontrar.

Por conducta de riesgo entende-mos todo comportamiento queentraña en sí mismo un potencialpeligro para el que lo realiza. Yasea por no ajustarse a pautas ynormas sociales o por el propiogrado de peligrosidad que con-lleva su desarrollo.

La adolescencia es una etapa pro-clive a experimentar con el riesgo.Las principales conductas de ries-go, y a su vez las más temidas porlos padres, son las siguientes:18

1 Consumo de drogas ilegales.Alrededor de un 36% de adoles-centes entre 14 y 18 años con-sume cannabis, habitualmente(conocido como “porro”, “canuto”,“peta”). El resto de sustancias:cocaína, éxtasis, anfetaminas,heroína, etc., no superan el 4%.

El uso de drogas en estas eda-des sigue estando bastantevinculado al ocio y al fin desemana, siendo su consumoocasional como forma de expe-rimentar nuevas sensaciones.

18 DEL PUEYO B., PERDES A., “¿Y si mi hijo se droga? Claves prácticas para prevenir y actuar”,Grijalbo, Barcelona 2005, pp. 31 y 32.

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Cómo convivir con adolescentes.

2 Consumo de alcohol. Sigueteniendo los porcentajes máselevados entre los adolescen-tes seguido del tabaco. Casi un30%, con una edad de inicioen torno a los 13 ó 14 años.

3 Conductas que asocian vehí-culos motorizados y consumode sustancias, lo que suponeademás un gran factor de ries-go para la seguridad vial.

Los datos obtenidos del Obser-vatorio Europeo sobre Drogasponen de manifiesto que casiuna cuarta parte de los jóve-nes reconoce haber sido pa-sajero de vehículos de motorconducidos por alguien bajolos efectos del alcohol y másdel 7% haber conducido bajolos efectos de éste.

Como ya dijimos en anteriorescapítulos los accidentes detráfico son, desgraciadamente,la primera causa de muerte en-tre los jóvenes.

4 Prácticas sexuales sin protec-ción, que pueden derivar en em-barazos no deseados o enferme-dades de transmisión sexual (ETS).

Según el Ministerio de Sanidad yConsumo Español,19 el 12% de lasjóvenes con edades entre 14 y 15años, han mantenido relacionessexuales alguna vez.

A partir de los años 80, Españapresentó un acusado descenso deembarazos en adolescentes, coin-cidiendo con el aumento en el uso

de contraceptivos. Actualmente elporcentaje de embarazos en ado-lescentes es de un 30%.

En cuanto a las ETS su incidenciamayor se da en los grupos deedades entre 20 y 24, seguidosdel grupo de 15 a 19.

Enseñar a los menores desde queson pequeños a postergar los re-fuerzos -recompensas- puede serfundamental en sus futuras con-ductas sexuales. En ocasiones losadolescentes, aun siendo concien-tes del riego que corren, se dejanllevar por susimpu lsos ,porque lescuesta mu-c h í s i m oaplazar lasa t i s fac-ción, quesaben pue-den con-seguir.

5 Ser víctima de acoso o maltratopor su estilo de personalidad, susconductas inhibidas o sumisasante sus iguales. (Bullying) SegúnDíaz-Aguado Jalón20, psicólogaexperta en el estudio de la violen-cia, en las escuelas españolas, en-tre un 30 y un 40% de los alumnosmanifiestan recibir insultos y motesde sus compañeros, quedarse almargen y no participar en las ac-tividades o juegos cotidianos y serrechazados en general.

19 ISSLER J.R., “Embarazo en la adolescencia”, en:http://med.unne.edu.ar/revista/revista107/emb_adolescencia.html

20 Videoconferencia titulada: “La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio” publicados por el Institutode la Juventud del Ministerio de Trabajo y Asunto Sociales, 1996. Y en: “El acoso escolar y la prevención dela violencia desde la familia”, publicado por la Dirección General de Familia de la Comunidad de Madrid, 2006.

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Las conductas de riesgo en la adolescencia.

¿Qué puedenhacer los padresante las conductasde riesgo?La mayoría de los padres consi-dera que es bastante poco o in-cluso nada lo que ellos puedenhacer para evitar que sus hijosrealicen conductas de riesgo.

Esta consideración no es del todocierta. Existen determinadas con-ductas de riesgo que los padrespodemos moderar y algunas inclu-so evitar.

El problema surge por la importanteinclinación que tenemos los padresa considerar que si nuestros hijosno consiguen controlar el 100% susconductas de riesgo, directamenteno podemos controlarlos.

Cambiar esta forma de percibir elcontrol sería un acertado punto departida para conseguir algunoslogros con los adolescentes, pues,ciertamente, es muy poco proba-ble que los padres podamos llegara evitar o suprimir el 100% de lasconductas que puedan generar unriesgo para nuestros hijos. Estosería tan inalcanzable como quedejara de existir el peligro en elmundo.

Ciertamente la presión es grandey ejerce un poderoso influjo sobrecada uno de sus miembros difí-cil de suprimir, pero posible depaliar.

Partiendo, por tanto, de esta rea-lidad, centrémonos entonces enaquello que sí podemos hacerpara, si no evitar, sí amortiguar losefectos negativos de las conduc-tas de riesgo.

1 Educar en el valor de la respon-sabilidad. Mientras nuestros hijosson pequeños, somos los padreslos que debemos protegerles paraque no realicen comportamientosque les puedan hacer daño. A me-dida que los niños van creciendodeberíamos ir sustituyendo nues-tra protección por su responsabi-lidad. De este modo, los menorescomprenderán que existen deter-minadas conductas que puedentener consecuencias dañinas, yque la forma más eficaz de evitardichas consecuencias es no rea-lizando los comportamientos quepueden provocarlas.

¿Cómo se fomenta la responsabi-lidad en los menores?

Cuando los menores llegan a cier-ta edad deben empezar a asumirdeterminadas responsabilidadespara las que, en muchas ocasio-nes, no están preparados.

Los padres, ante tal incompeten-cia, recurren casi siempre a la ha-bitual estrategia de “echarles lacharla” o directamente aplicar cas-tigos desproporcionados, ambasmuy poco efectivas.

Algunas pautas alternativas queayudarán al adolescente a irse

89

Cómo convivir con adolescentes.

involucrando en la adquisiciónde responsabilidades son lassiguientes:

a) Inclúyale en los problemasque surgen en la familia (losapropiados para su edad) ha-ciéndole partícipe de las posi-bles decisiones que se puedantomar.

b) Plantéele distintas alternativas concretas para que el adoles-cente pueda elegir entre algunade ellas.

c) Ayúdele a argumentar los prosy contras ante circunstanciasque el adolescente no quieraasumir.

d) Evite caer en los extremos. Aveces es más sensato educar al menor en la moderación que enla prohibición. Recuerde que “loprohibido se desea más”.

e) Intente que el adolescentesalga ganando en algo. A veces es bueno buscar una alternati-va que acepte o el acceso aalgún privilegio.

2 Adquirir la formación suficientepara poder educar al menor conuna información correcta y ade-cuada a su nivel de comprensión,considerando tanto los aspectosnegativos como los positivos, encaso de que los hubiera, y evitan-do caer en el dramatismo. Esto ledará mayor credibilidad ante sushijos. De esta manera, el adoles-cente entenderá que cuando a suspadres les preocupa que se fumeun “porro” no se están dejando lle-var por la ignorancia o el alarmis-mo, sino que es una preocupaciónlegítima sustentada en sus cono-cimientos compartidos con él de

que el cannabis dificulta la coordi-nación psicomotora, puede ge-nerar en ocasiones ataques deansiedad, mezclado con alcoholpuede aumentar el riesgo de lipo-timia, etc.

Por otra parte, el hecho de queel menor, tenga una informaciónveraz sobre determinados aspec-tos como los efectos de las dro-gas, sexo sin protección, etc., leayuda a tomar conciencia de loque se “juega” y a lo que seexpone si “cae en ello”.

3 Enséñele las habilidades socia-les que necesitará para poder mani-festar sus opiniones, haciendo es-pecial hincapié en estrategias denegociación (ver capítulo VII) y enaprender a decir NO sin sentirseculpable cuando se sienta presio-nado por el grupo a realizar algúncomportamiento que realmente noquiere hacer.

Obviamente, tendrá muchas másprobabilidades de dejarse llevarpor el grupo, un adolescente alque no le han enseñado a negarsede forma asertiva a realizar uncomportamiento que puede conlle-var un riesgo o que simplementeno desea hacer, cuando la mayoríalo hace. Entendiendo, además,que aquel que sabe decir no, de-nota una personalidad maduray equilibrada y un buen nivel deautoestima que puede generarsentimientos de admiración por suacto de valentía en algunos de suscompañeros.

Si además le ayudamos a reflexio-nar que el motivo del rechazo, po-dría ser la falta de seguridad enuno mismo, sentimientos de rabiay envidia por poner en evidencia suincapacidad para hacer lo que

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Las conductas de riesgo en la adolescencia.

hace él, etc., le estaremos evitan-do que caiga en generalizacioneserróneas del tipo; “no caigo bien amis amigos”, “me rechazan porquecreen que soy un cobarde”.

Por último, se debería tener encuenta que “entrenar” a los meno-res en habilidades sociales requie-re tiempo y mucha práctica. Proba-blemente nadie sería capaz dedecir NO ante un grupo de ami-gos, si antes no lo ha hecho enrepetidas ocasiones y ha asimiladolas reacciones del otro y las suyaspropias.

3 Ayudarle a valorarse a sí mismofomentando su autoestima y suautoconcepto. (ver capítulo VI)

Es lógico pensar que cuando unadolescente tiene un sentimientode sí mismo de poca valía y de in-ferioridad con respecto al resto desus iguales, ya sea por su aspec-to físico, su mayor o menor capa-cidad intelectual, o su conductaintrovertida, hará todo lo posiblepor demostrar a sus amigos que élvale tanto como los demás. Y sipara lograrlo tiene que beber o fu-mar más que ninguno, lo hará.Otro motivo para fomentarles des-de que son pequeños lo valiososque son.

En definitiva, un adolescente al quese le ha inculcado el valor de la res-ponsabilidad, que ha sido informa-do de manera adecuada sobre losdistintos riesgos a los que puedeestar expuesto, al que se le hadado la oportunidad de poder co-municarse con padres y hermanosde forma asertiva y que ademása sido valorado por ser comoes, nos atreveríamos a decir quehabrá disminuido significativa-mente la probabilidad de tener

problemas severos durante suadolescencia.

Testimonio

Virginia es una adolescente de 17años que en su niñez sufrió malostratos por parte de sus compa-ñeros de clase. Actualmente creetener superado este penoso episo-dio, pero cada vez que intentarelatarlo, la luz de sus grandes ojosnegros, se torna afilada, transmi-tiendo la agresividad propia de unanimal herido.

Su triste historia comenzó cuandosuelen comenzar las peores y lasmejores cosas de nuestra vida: enla infancia, cuando Virginia llegónueva a un colegio de barrio obre-ro, donde la rebeldía y la indisci-plina campaban a sus anchas.

El delito de Virginia no podía sermás agraviante, pues ofendía nosólo a la capacidad intelectual desus compañeros, sino también ladel propio profesor, un hombre sinmuchos recursos, motivado única-mente por el escaso sueldo querecibía a fin de mes. Por eso, cuan-do vio una mañana que la mayoríade sus alumnos agredían sin es-crúpulos, con insultos e inclusocon papeles, lápices y todo lo quetenían a mano, a la pobre Virginia,prefirió no hacer nada. Se quedócallado y sumergió su cabeza den-tro del libro de texto tal y como siquisiera comérselo.

Este hecho, sin duda, es lo que másle duele a Virginia. ¿Cómo es posi-ble que él no hiciera nada? Además,lamenta con impotencia, cuando losalumnos comprobaron que nadieles detenía, ya no tuvieron límite.“Me pegaban en clase, en el recreo,

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Cómo convivir con adolescentes.

de camino a mi casa… Era unaauténtica pesadilla”.

Virginia se fue despertando deeste mal sueño -como ella mismadefine-a medida que se iba ha-ciendo mayor. La niña creció, ymucho. Esto hizo que las agre-siones pararan, pero el mal yaestaba hecho y el dolor enraizado.

Virginia pasea su relato casi comoun estandarte: algo para olvidar,pero que ella no quiere; el dolorle hace estar prevenida: “a mí yano me toca nadie un pelo”, “porsupuesto que no”. Virginia, siem-pre con “v” de “víctima”, pero des-de hoy, “V” de “Victoria”.

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La necesidad de educar en los límites y las normas.

La necesidad de educaren los límites y las normas.

“La mayoría de losadolescentes se resistena que se les ponga límitesa sus comportamientospero al mismo tiempo

los necesitan.”

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Cómo convivir con adolescentes.

21 Fundación ANAR y Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid,“Educar para crecer; cuadernos de apoyo para familias”, Fundación ANAR, Madrid 2004.

Cuando los niños llegan a la ado-lescencia empieza a manifestarseen ellos de manera muy procelosael deseo de construir, como ya di-jimos, su identidad personal. Estoles empuja a desplazar sus centrosde interés de sus padres a sugrupo de iguales. A partir de estemomento, las situaciones de con-flicto familiar se multiplicarán, puesel adolescente, en un primer mo-mento, percibirá las restricciones yobligaciones que los padres lesaplican como un impedimentopara la conquista de su ansiadalibertad.

Siendo conocedores de esta rea-lidad, los padres habrán de ir con-siguiendo de manera progresivaromper esas primeras resistenciaspara lograr un posible enten-dimiento entre el respeto a la liber-tad de su hijo y la necesidad dehacerle respetar las normas.

Como primer paso para la conse-cución de dicho logro sería conve-niente comenzar por comprenderen toda su dimensión qué son lasnormas y los límites, y por qué sontan importantes.

Entendemos por normas21 aque-llas instrucciones claras y directassobre unos comportamientos con-cretos que queremos modificar omantener en los demás, en estecaso en los hijos.

Los límites nos ayudarán a marcarhasta dónde se podrá llegar conun comportamiento determinado.

Por ejemplo, unos padres puedeninstaurar la norma de que sus hijossólo podrán jugar con la video-

consola una vez que hayan termi-nado de hacer todos sus deberes,eso no quiere decir que puedanestar jugando toda la noche, semarcaría entonces un límite. Porejemplo, se podrá jugar comomáximo 40 minutos.

No es fácil fijar normas y límitescuando los hijos ya no son niñospequeños. La mayoría de los ado-lescentes se resisten a que seles ponga límites a sus compor-tamientos pero al mismo tiempolos necesitan.

Porqué son tan necesarioslos límites y las normas

Los límites y normas son funda-mentales para los adolescentesporque:

1 Aún no tienen competenciaspara responsabilizarse de todassus acciones ni para ser total-mente independientes.

2 Los límites que marcan los padresotorgan al adolescente sentimien-to de seguridad y protección.

3 Los límites marcados ayudan almenor a dar sentido a lo que estadentro de ellos.

4 Los hijos necesitan saber que elcariño que los padres sienten porellos requiere que les demandendeterminadas actividades y les pro-híban otras que pueden amenazarsu salud o su seguridad.

5 Los adolescentes suelen tenerdificultades para regular sus emo-ciones y sentimientos, lo que les

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La necesidad de educar en los límites y las normas.

lleva a no controlar tampoco suscomportamientos. Las normas ylos límites les ayudan a regularde forma externa lo que aún nopueden controlar internamente.

6 Mediante las normas los meno-res van creando sus propios refer-entes, y van adquiriendo unas pau-tas de lo que es y no es válido, locual les ayudará a ir conformandosu propia escala de valores.

7 Los límites y las normas ayudana lograr una convivencia más or-ganizada e inculcan sentido delrespeto hacia los demás y haciauno mismo.

8 Normas y límites preparan al ado-lescente para la vida en una socie-dad que se rige por restricciones yobligaciones que deberá cumplirpor el bien de todos.

9 Poner restricciones y límites alcomportamiento de nuestros hijos,les ayuda a generar de forma pro-gresiva tolerancia a la frustración,es decir, capacidad para poderasimilar el sentimiento de frustra-ción que le provocará que no lesalgan las cosas como le gustaría.

RelatoEn cierta ocasión, trabajando conun grupo de chicas adolescentescon problemas de autoestima, tuvela oportunidad de comprobar lastrágicas consecuencias que puedetener en los hijos ser “educados” enla permisividad y la carencia abso-luta de normas.

Un acontecimiento signifficativo delo que estoy diciendo, lo protagonizóuna adolescente de 17 años queformaba parte de dicho grupo. Co-mo acostumbraba a hacer, una tardepregunté al grupo qué era aquelloque menos les gustaba tanto de sumadre como de su padre. Una poruna las chicas empezaron a hacercomentarios sobre sus padres. Lamayoría de ellas coincidía en queestos se mostraban demasiado au-toritarios, incluso rivalizaban entreellas por ver quién tenía que sufrir alos padres más severos, demasiadasexigencias, normas injustas, etc.

Mientras las chicas del grupo ha-blaban, me llamó poderosamente laatención, como una de ellas, con-tradiciendo su carácter alegre, per-maneció callada y mostrando unsemblante triste durante toda lasesión.

Al ffinal de la tarde, increpada porsus compañeras y persuadida pormí para que nos hiciera partícipede lo que le estaba atormentano,rompió a hablar, y con sorprendentelocuacidad nos dijo: Siempre lo habíasospechado, pero ahora estoy se-gura, mis padres no me quieren, almenos no como a vosotras, como ala mayoría. Mientras os escuchabaquejaros de vuestros padres medaba cuenta de que ellos son seve-ros con vosotras porque os quierenproteger, como el que protege untesoro valioso para él.

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Cómo convivir con adolescentes.

A mí mis padres nunca me han exi-gido nada, tampoco me lo han pro-hibido, supongo que les daba igual.

Yo no siento que haya crecido libre,siento que he crecido sola.

La crudeza y la gran lucidez conque aquella casi niña compartió connosotros sus sentimientos de aban-dono nos sobrecogió a todas, espe-cialmente a mí que me hizo tomarconciencia de lo mucho que po-demos aprender de los demás,tengan la edad que tengan”.

Cómo establecernormas de forma eficaz

Las normas y los límites familiarestienen diferentes repercusiones enlos hijos dependiendo de la mane-ra en que los padres los apliquen.

Una misma norma será percibidapor el adolescente de un modocompletamente distinto si es im-puesta de forma autoritaria que sise establece democráticamente.

Partiendo de la relevancia quetiene este hecho, nos adentra-remos de forma detallada en lasventajas que puede entrañar ejer-cer con nuestros hijos una dis-ciplina adaptada a cada uno deellos.

Algunas pautas para establecernormas son:

1 La asunción de responsabilida-des debe ser una tarea sencilla,empezando por conductas fácilesde llevar a cabo, para que el ado-lescente se sienta capaz de reali-zarlas y esto le motive a ir adqui-riéndolas cada vez mayores.

2 Estimular más la intención quela perfección, en un principio, paraevitar en la medida de lo posiblela expectativa de fracaso.

3 Proporcionar privilegios y elo-gios por llevar a cabo estas con-ductas. Premiar la conducta ade-cuada. Aprovechar también paraenseñarle, como antes mencioná-bamos, a postergar el refuerzo-recompensa-.

4 No esperar a que salga deellos; dar instrucciones concretasde lo que tienen que hacer, mar-carles tiempos razonables.

5 Plantearle “cuando hayas he-cho... entonces podrás...” y serfirmes; no anticipar nunca los pri-vilegios. Tampoco levantarle uncastigo porque “nos da pena” o“nos hemos pasado con el casti-go”. Antes de castigar debemospensar si ese castigo es propor-cionado o no.

6 Potenciar el aprendizaje de laautonomía: estudiar solo, hacerdeterminados recados solo, queaprenda que no puede conseguirlo que quiere, enseñarle a resolverlos contratiempos pero no resol-verlos por él, no hacer por él loque él pueda hacer por sí mismo,etc.

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La necesidad de educar en los límites y las normas.

La flexibilidad de las normas

No todas las normas que se es-tablecen con los hijos son igual-mente importantes. Existen algu-nas que aun siendo deseables,en momentos puntuales y bajocircunstancias concretas puedenser “manejadas” con cierta flexibi-lidad. Pretender dar el mismo rigora todas las normas que se instau-ran con los hijos es, en términosgenerales, no hacer un buen usode ellas, pues dar márgenes deacción ante determinados com-portamientos, ayuda al menor aaprender a discriminar y a enten-der que cuando sus padres sonrígidos en el cumplimiento de unanorma concreta es porque real-mente es importante por lasrepercusiones que pueda teneren él.

Suelen establecerse tres gruposde normas:

Fundamentales: son obligato-rias. Responden a valores básicos.Es necesario que sean pocas yclaras. No son negociables. Ejem-plo: no consentir la agresión físicao verbal a alguna persona.

Importantes: Están relaciona-das con los hábitos, pautas decomportamiento, vestido, horarios,alimentación, estudio, orden, higie-ne... Podemos tener cierta flexibili-dad según las situaciones, por loque son negociables. Deben serpocas y claras. Ejemplo: En gene-ral no sale entre semana por estu-dios pero el día del cumpleaños desu mejor amigo le dejo salir.

Accesorias: Son más nume-rosas y aunque son importantesno son esenciales para la convi-vencia familiar. Es necesario que

se cumplan pero aquí la flexibilidades mayor. Son las más negocia-bles. Ejemplo: que el adolescentese organice por su cuenta paratener su habitación recogida.

Los hijos adolescentes, en ge-neral, deben participar en lanorma. Esto facilita que la asu-man como propia.

Nunca deben convertirse en normas las cuestiones de gus-tos, opiniones o intereses per-sonales. Es posible que a ustedpueda horrorizarle el aspecto “estético” elegido por su hijoadolescente pero este hechosalvo “el mal rato que pasemoscuando bajemos con los veci-nos en el ascensor” posible-mente no tendrá repercusiones trágicas para su futuro. Dé-mosle, por tanto, la importanciaque realmente tiene.

Los padres tienen que mostrar con su comportamiento, esdecir, siendo buenos modelos, lo que pretenden de sus hijos. No es honesto exigir a loshijos cosas que nosotros mis-mos no somos capaces de cumplir.

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Cómo convivir con adolescentes.

Ejercicio:a Jaimeno le dejan hacersus planes

Jaime es un adolescente de 14años que está pasando una malaracha. Siempre ha sido un chicotímido, incluso algo retraído, yaunque esto no parecía preocu-parle demasiado, ahora las cosashan cambiado.

Desde hace unas semanas, variaschicas del colegio se han incorpo-rado a su grupo de amigos, estánjuntos durante el recreo y cuandosalen de clase se quedan un ratohablando en algún parque.

Jaime y sus amigos nunca anteshabían salido con chicas y estánrealmente entusiasmados. El pro-blema es que la timidez de Jaimele impide hablar con ellas, espe-cialmente con Eva, de la que estáprofundamente enamorado desdecasi el día que la conoció. Jaimeno sabe qué hacer para llamar suatención y cada vez que algunode sus compañeros habla un ratocon ella lo pasa tremendamentemal.

Hace unos días, sus amigos lepropusieron formar un equipo defútbol y echar un partido algunossábados por la mañana. Por su-puesto, las chicas irían a verles.

Aunque Jaime no se reconocemuchas cualidades a sí mismo,sabe que es buen jugador, estáseguro de que si Eva le ve jugarse fijará en él.

Apenas come ni duerme, estáabsolutamente ilusionado con laidea del partido.

Ha estudiado cada uno de losdetalles, incluso ha pedido dineroprestado a su hermana mayorpara comprarse un equipo quele siente realmente bien.

En su cabeza ha imaginado una yotra vez lo que Eva le dirá al verle;está seguro de que a partir de estepartido todo irá rodado, su vida vaa dar un gran giro. Jaime no puedeestar más feliz.

Sólo hay un problema: sus notasno son nada buenas y sus padresle tienen prohibido cualquier activi-dad extraescolar, pero es tan im-portante para él que confía enpoder convencerles. Un día, el diá-logo con su madre tiene lugarasí:

- Mamá, mañana por la mañanajugamos un partido mis amigos yyo. (Jaime no se atreve a decir asu madre que también irán chicasa verles).

- Jaime, ¿por qué te compro-metes con tus amigos si sabesque hasta que no apruebes todono puedes hacer esas cosas?

- Por favor, mamá, te juro quesi me dejas jugar mañana alfútbol voy a estudiar un montón,“me salgo de notas”, te lo juro.

- Sí, ya, igual que me lo jurasteel trimestre pasado y fue peor queel anterior. Lo siento, Jaime, perono puede ser.

- Todos mis amigos van y algu-nos han suspendido más que yo.Siempre igual, ¡estoy harto!

- Bueno, pues si a sus padres noles importan las notas de sus hijosallá ellos.

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La necesidad de educar en los límites y las normas.

- Sí les importa, pero no son tanhistéricos como tú. Como no medejes jugar, me largo de casa.

- Pero, ¡dónde se ha visto, eresun descarado, no estudias, no ayu-das en casa y encima insultas a tumadre! Cuando llegue tu padre tevas a enterar, no sales de casa enun mes.

- (Llorando compulsivamente) ¡Nosoporto ni un minuto más en estacasa! ¡Os odio!

- ¡Dios mío! ¿que hemos hechomal con este hijo? (llora con des-consuelo).

Jaime pasó la peor noche de suvida. Al día siguiente no pudo resis-tirlo y se escapó de casa parajugar el partido. Sus padres estánmuy preocupados. Jaime nuncahabía hecho nada parecido. Nosaben qué hacer con él; tal vezmeterle interno.

Jaime lleva un mes sin salir consus amigos, se siente absoluta-mente incomprendido por suspadres, ya no tiene ilusión pornada.

Preguntas para la reflexiónindividual o en grupo:

¿Elaborar hipótesis sobre por quéJaime no contó a su madre lo quesignificaba aquel partido para él?

Preguntarse cómo es posibleque la madre de Jaime tuvieratanto desconocimiento del mundointerior de su hijo.

¿Cómo puede un padre llegara entender el verdadero significadoque da su hijo a los acontecimien-tos que le rodean?

Qué hacer cuandono cumplen las normas

Ocurre a veces, que por más quenos esforzamos en aplicar unasnormas justas y equilibradas anuestros hijos, éstos, de manerareiterada las incumplen. ¿Cómoactuar entonces?

Por supuesto todo incumplimientovoluntario e injustificado de lasnormas debe tener unas conse-cuencias.

Si su hijo debe estar en casa a las12 y usted sabe que deliberada-mente ha retrasado su llegada unahora o más, de forma inmediata,éste debe ser conciente de quedicho comportamiento va a tenerunas consecuencias determina-das, y usted como padre respon-sable y coherente que es, deberávelar celosamente para que dichasconsecuencias se lleven a término.

A estas alturas y si ha leído concierta atención los capítulos an-teriores, usted ya se estará te-miendo que seguramente, tambiénexistirá una manera más eficaz queotras para aplicar estas conse-cuencias.

A ciencia cierta, el efecto que va acausar en su hijo el cumplimientode “la penalización” impuesta, vaa variar bastante según sea apli-cada. En este caso tan importantecomo el “qué” es el “cómo”.

El problema del castigo

En los últimos años se ha creadocierta discrepancia en torno a laeficacia del castigo. ¿Es adecuadoaplicar un castigo a nuestros hijoscuando se portan mal?

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Cómo convivir con adolescentes.

Pues aunque la polémica estáservida, nuestra opinión, igual quela de otros muchos autores, esque un castigo puede tener ciertogrado de eficacia si se usa deforma correcta.

El problema reside en que pocasveces se consigue aplicar de estamanera. Por lo general, se sueleemplear a destiempo, con ciertaindiferencia a saber si ha sidocomprendido o no por partedel que lo sufre, y por si fuerapoco, con una du-reza que, en la ma-yoría de los casos,excede en gran me-dida la magnitud delagravio.

Si su hijo ha estadollegando tarde du-rante meses y ustedse lo ha permitido,no sería justo hacer-le “pagar” por susmeses de desobe-diencia consentidaun día que por de-terminado motivo lecontesta mal.

El castigo no debe tener “carácterretroactivo” ni ser usado comovenganza.

Cuando se hace un mal uso delcastigo, éste puede servir inclusopara incrementar las consecuen-cias no deseadas en lugar deestimular las deseables.

El castigo excesivo, en últimotérmino, podría servir para adies-trar comportamientos, (“recojo laropa para que mi padre no mepegue” pero no para educar:“recojo la ropa porque es miresponsabilidad”.

Cuando el adolescente recibeun castigo excesivo, en lugar delamentar su mala conducta ytomar conciencia de las malasconsecuencias que ha traído sucomportamiento, se llena de ren-cor, agresividad y fantasías devenganza hacia el que le haimpuesto el castigo; porque alpercibir tan desproporcionadas lasconsecuencias de su compor-tamiento, se instala en el rol devíctima y considera que estáncometiendo con él una injusticia.

Concretando, el maluso o el abuso delcastigo provoca en elmenor un efectocontrario al deseado,porque le priva delimportante procesointerno de enfren-tarse a sus propioserrores.

¿Cómo aplicar elcastigo para quesea efectivo? Seacualquiera el casti-go a utilizar, debenseguirse una serie

de reglas o principios para que seaefectivo (Moles, 1994). Estas son:

1 Debe informarse al menor decuál o cuales van a ser específica-mente las conductas a castigarse.

2 Debe igualmente informárselede cuál será el castigo a la con-ducta en cuestión.

3 Una vez cumplidos los puntosanteriores, se ofrecerá el castigoen la primera oportunidad que elniño-adolescente emita la con-ducta y cada vez que lo haga.Esto implica que se debe castigarsiempre y no a veces.

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La necesidad de educar en los límites y las normas.

4 El castigo debe ser contingentea la conducta y, por lo tanto, aligual que el reforzamiento, debetener una latencia corta. Es decir,la aplicación del castigo debe serlo más próximo posible (en tiempo)a la emisión de la conducta encuestión.

5 El castigo debe ser siempre dela misma intensidad y no dependerdel estado emocional de quien loaplica.

6 Al igual que con los refuerzos,no se debe generalizar el castigo.Debe ser individualizado y depen-derá de las características de cadasujeto.

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Cómo convivir con adolescentes.

Cómo conseguircambios de conductaen adolescentes.

“Enseñarles a pensar esfundamental para que

aprendan a defenderse solos”

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Cómo conseguir cambios de conducta en adolescentes.

Son muchas las preguntas que sehacen los padres de adolescentesinteresados en cómo cambiar elcomportamiento de sus hijos demanera permanente. Cansados decomprobar una y otra vez cómolas charlas, sermones y reprimen-das no surten en éstos el efectoesperable, buscan con cierto gra-do de desconfianza “algún otrométodo que sea eficaz”.

Como acostumbramos a respon-der las personas que trabajamoscon adolescentes, para bien opara mal, no existen recetas paraeducar a los hijos. Lo que porsuerte sí existe son algunos mé-todos que, cuando son llevadosa cabo con rigor y persistencia,pueden llegar a ser bastanteeficaces.

Nos estamos refiriendo a métodosde cambios de conductas comola negociación, el contrato, la eco-nomía de puntos, enseñar a pen-sar, etc. Estas “formas” de trabajarlos comportamientos consiguengeneralmente fomentar la repe-tición de conductas positivas:recoger la habitación, respetar unhorario de llegada, incrementar eltiempo de estudios; o bien inhibirotras negativas: no pelearse consus hermanos, no fumar en casa,etc.

Es importante, no obstante, com-plementar el método utilizado conargumentaciones lógicas sobre porqué consideran los padres quees necesario producir o inhibir de-terminados comportamientos.

Métodos paramodificar conductassencillas

A continuación presentamos cadauno de estos métodos con algu-nas sugerencias para lograr sumayor eficacia.

Negociaciones

La negociación es la estrategiaestrella con los adolescentes. Lesayuda a ser partícipes en la solu-ción de los conflictos y les enseñaun modelo de diálogo y coope-ración, de reflexión y de aprenderque las cosas que desean tienenun coste que hay que asumir.

Para negociar, es importante:

1 Establecer un diálogo entre lasdos partes donde expongan susintereses y motivos, los pros y loscontras.

2 Usar estrategias de comunica-ción: escucha, empatía, refuerzo ylenguaje.

3 Buscar alternativas que satis-fagan a las dos partes.

El contrato

Cumple las mismas funciones queel sistema de puntos pero se tratade una estrategia distinta. Tambiénse usa con frecuencia para cam-biar conductas inadecuadas comocontestar a los padres incorrec-tamente, faltar el respeto a lospadres o hermanos, no cuidar lascosas ajenas...

Se establece un diálogo con eladolescente donde puede partici-par dando su opinión y donde los

“La negociaciónes la estrategia estrellacon los adolescentes”

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Cómo convivir con adolescentes.

padres no deben mostrar actitu-des de exigencia o presión. Se tra-ta de llegar a la conclusión de quela convivencia implica ceder enalgunos aspectos y cumplir deter-minadas normas. Por ello, se haráun listado de las cosas que mo-lestan a los padres de su hijo yun listado de lo que molesta alhijo de los padres.

A partir de ahí se elegirán pocosobjetivos (fáciles de asumir ycoherentes con lo que queremosenseñar al hijo): Lo que los pa-dres cambiarán y lo que los hijoscambiarán.

Y se establece una penalizaciónpara cada parte por el incumpli-miento del contrato. Penalizaciónacordada por ambas partes.

Resolución de problemas;enseñando a pensar

Enseñarles a pensar es fundamen-tal para que aprendan a defen-derse solos, a decir no a deter-minadas situaciones de riesgo, atomar decisiones positivas, a en-frentarse a las dificultades...

Pasos a seguir a la hora de es-tablecer un diálogo:

1 Preguntas encaminadas a reco-ger información sobre el suceso,la tarea, la situación.

¿Qué ocurrió? ¿Qué hiciste tú?

¿Cuál es la situación que hasde enfrentar...?

¿Quiénes estaban allí cuando...?

¿Dónde...?

2 Preguntas encaminadas a plan-tearse las consecuencias de laconducta propia o de otros.

¿Qué pasó cuado tú...?

¿Si haces....qué crees que pasa-ría? ¿Y si no lo haces?

¿Cuáles son las ventajas o losinconvenientes de...?

3 Preguntas orientadas a identi-ficar objetivos, necesidades, dese-os, intereses.

¿Por qué? ¿Qué pretendes?

¿Para qué?

¿Qué te interesa conseguir?

¿Qué te interesa de modo inme-diato? ¿Y a largo plazo?

4 Preguntas orientadas a identi-ficar las reglas de una situación yvalorar la validez de los objetivos.

A tu juicio, ¿qué debería hacer-se en...?

¿Para lograr... qué crees más apropiado hacer? ¿Por qué?

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Cómo conseguir cambios de conducta en adolescentes.

5 Preguntas orientadas a iden-tificar incoherencias o contradic-ciones entre actuaciones y obje-tivos o entre objetivos entre sí.

Tú pretendes... ¿Haciendo... odiciendo... lo lograrás?

6 Cuestiones para desmontar eti-quetas y prejuicios.

¿Qué quiere decir eso? ¿Mepones un ejemplo?

¿Es siempre así? ¿No hay ex-cepciones?

Sistema de incentivospor puntos o fichas

Es un procedimiento para conse-guir instaurar y mantener determi-nadas conductas que facilitan laasunción de responsabilidades. Esuna estrategia adecuada si quere-mos que el adolescente aprenda ademorar las recompensas de susactos y a comprender que los ob-jetivos se consiguen con constan-cia y persistencia. Puede ser útilpara facilitar el hábito de estudio,el cuidado de su habitación, la co-laboración en las tareas de casa...La técnica consiste en reforzarcomportamientos o aproximacio-nes a los mismos mediante tarje-tas canjeables por puntos que a suvez son canjeables por privilegios.

Pueden ser puntos que se vanacumulando y que el adolescentetiene en un corcho que ve a diariopor el cumplimiento de una seriede conductas prefijadas. O puedeusarse también un sistema de grá-ficos donde se vean reflejados losprogresos o retrocesos, etc.

El incumplimiento puede ser pe-nalizado eliminando puntos con-

seguidos aunque al principio con-viene que no sea así, especial-mente en personas poco moti-vadas y con tendencia a obtenerinmediatamente los beneficios.

Las conductas deben ser es-pecíficas y muy concretas.

Empezar primero por una odos conductas e ir aumentandoen la medida que se consiguenobjetivos.

Los privilegios a canjear por lospuntos se deben establecer pre-viamente, así como la cantidad depuntos necesaria para obtener losmismos.

Como modificarconductas complejas

Hasta ahora hemos visto métodossencillos para poder modificarcomportamientos también senci-llos, pero ¿qué ocurre cuandoel problema no es tan simple, esdecir, cuando el comportamientoconflictivo en cuestión es la mani-festación de una serie de pen-samientos distorsionados y sen-timientos dañinos.

Es evidente que en estos casos,pretender cambiar sólo la conduc-ta no resolvería en absoluto el

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Cómo convivir con adolescentes.

malestar. Sería algo así como taparcon una tirita una herida infectadapara que no sangre. Obviamente elproblema sigue dentro.

En esta ocasión, se haría nece-sario ir al fondo del problema, paraidentificar cuáles son estos pen-samientos erróneos que estángenerando tanto malestar.

Según el psicólogo Gaja Jaume-andreu y tomando como referen-cia el modelo ABC de Albert Ellis22,

“Las creencias, valores, actitudesy expectativas que modelan nues-tras conductas, no son fruto delas emociones (…), sino que sonfruto de los pensamientos. El llan-to, la carcajada… el abatimientoo la dicha, como la frustración, laculpa o la tristeza, son conse-cuencias del pensamiento, no suscausantes”.

El autor continúa:

“Detrás de sentimientos negativos,como la ansiedad, la depresión(…) o la ira, siempre hay un pen-samiento negativo. El pensamien-to distorsionado y no el hechoobjetivo, es el causante de los es-tados anímicos dolorosos, de ahíque para poder acabar con lasemociones negativas, sea precisocorregir el pensamiento”.

Resumiendo, si ante un aconteci-miento, usted hace una interpre-tación racional, es decir, verificabley real, desarrollará una emociónpositiva o negativa dependiendodel acontecimiento, también racio-nal, es decir, apropiada y ajustadaa la situación.

Pero si ante el mismo aconteci-miento usted realiza una interpre-tación irracional, que no se puedeverificar con la realidad, entoncesdesarrollará una emoción igual-mente irracional, inapropiada ydesajustada al acontecimiento.

Pongamos un ejemplo práctico:

Imaginemos que nuestro hijo ado-lescente, cada vez que sale consus amigos, vuelve a casa tristey enfadado porque se siente des-preciado por éstos. ¿Cómo po-dríamos ayudarle?

En primer lugar, habríamos dedelimitar con el adolescente, lasituación en la que se produceel problema. En el caso que nosocupa, ésta sería cada vez que sereúne con sus amigos.

Sigamos el modelo ABC en elanálisis.

ASituación(Reunido con sus amigos)

A continuación le ayudaríamos aidentificar el pensamiento o pen-samientos negativos que le pro-duce la situación A. Estas frasesinternas podrían ser: “no sé dequé hablar”, “siempre me pasaigual”, “nadie me hace ningúncaso”, “nadie me habla”. Lógica-mente debemos hacer conscienteal adolescente de que este tipode pensamientos obedecen a unaforma irracional de entender la rea-lidad: “Los demás deben centrarsu atención en mí, independiente-mente de lo que yo haga y cómome comporte”.

22 GAJA JAUMEANDREU R., “Bienestar, autoestima y felicidad”, Plaza & Janés, Barcelona 1996,pp. 39-40 y 48.

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Cómo conseguir cambios de conducta en adolescentes.

BPensamientos irracionales(“No me hace caso nadie”; “nadieme habla”)

Estos pensamientos son gene-rados por la creencia irracional:“los demás deben centrar su aten-ción en mí independientementede lo que haga o de cómo mecomporte”.

Después se identificarán las con-secuencias negativas que con-lleva este tipo de pensamiento; porejemplo: “debo ser muy pocoatractivo socialmente”, “es horri-ble sentirse así”, “me hundeemonalmente”, “me siento tristey rabioso”.

CConsecuencias negativas(“Debo ser poco atractivo social-mente”, “es horrible sentirse así”,“estoy hundido emocionalmente”,“me siento triste, rabioso”).

Luego, se le pediría al menor quebuscase un pensamiento, peroesta vez racional; es decir, real,alternativo al que estaba pensan-do irracional. Por ejemplo: “si yono hablo, es difícil que los demáscentren su atención en mí”, “sesuele atender a la gente cuandoésta habla”.

DPensamiento racional alternativo(“Si yo no hablo, probablementeno centrarán la atención en mí”,“se atiende a la gente cuandohabla”).

Por último, el adolescente anali-zará las consecuencias positivasque tiene pensar de esta mane-ra racional y real: “no me miranporque no intervengo, no porque

no interese”, “no me siento tanmal”, “tengo ganas de intentar sermás participativo con mis amigos”.

EConsecuencias positivas(“No me miran porque no inter-vengo, no porque no interese”,“siento ganas de ser más partici-pativo”, “ya no siento rabia”).

Ejercicio:A continuación aparecen variasdemandas hechas por padres quedesean un cambio en sus hijos.Decide, según lo hasta ahoraexpuesto, qué método aplicar encada caso y de qué manera.

“Mi hijo de 10 años nuncaquiere arreglar su cuarto; dice quea él no le molesta el desorden”.

“A mi hija pequeña le cuestamucho madrugar por las mañanasy luego tiene que ir a toda prisa”.

“A Jaime no le gusta estudiar;estudia lo imprescindible y hayevaluaciones que no consigueaprobar”.

“Estoy preocupada por mi hija.Desde que tiene marcas de acnéen la cara apenas sale de casa yestá constantemente discutiendocon todos”

ASituación

Cómo identificarpensamientos irracionales

Son pensamientos irracionales aque-llos que presentan las siguientescaracterísticas:

1 Producen un sentimiento-emo-ción negativa, de fuerte intensidady larga duración. Intente identificarcuándo aparece este tipo de emo-ciones, sus propias auto-verbaliza-ciones y regístrelas.

2 Todos los pensamientos queexageran las consecuencias nega-tivas de una situación o aconte-cimiento. Los acontecimientos quevan acompañados de palabrascomo: “horrible”, “terrible”, “inso-portable”, etc.

3 Aquellos que reflejan deman-das y obligaciones no reales so-bre uno mismo o los demás. Lospensamientos como: “debe ser”,“tiene que”, etc.

4 Las creencias y pensamientossobre las necesidades que sonrequeridas para ser feliz o sobre-vivir. Confundir deseos con nece-sidades.

5 Los pensamientos excesivamen-te generalizadores y absolutistas.Pensamientos que van acompa-ñados de palabras como: “todo”,“nada”, “nunca”, “siempre”.

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Cómo convivir con adolescentes.

BPensamientos irracionales

CConsecuencias negativas

DPensamiento racional

(alternativo)

EConsecuencias positivas

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A modo de conclusión.

A modo de conclusiónNos gustaría tener hijos buenos,buenísimos; listos, listísimos. Queno nos dieran problemas, que nonos retaran ni pusieran a pruebanuestra paciencia, que no noshicieran tener la sensación de que“sobrevivir” a su adolescencia yaes suficiente.

Sin embargo, la adolescencia, co-mo todo momento de la vida, esuna oportunidad para crecer. Nosólo el adolescente, sino tambiénlos padres y educadores, quepodemos ver en ellos reclamosa nuestra humanidad, a nuestracapacidad de escuchar y com-prender, de caer y levantarnos, deconfrontar y caminar juntos.

Caminar juntos es una metáforaestupenda para quienes no entien-den la vida como algo ya cerrado;para quienes no se perciben a símismos como personas ya for-madas, con una identidad sin ne-cesidad de ser cuestionada.

Quizás así lo entendía Sócrates,que, con su método mayéuticoprovocaba en el interlocutor elconocimiento mediante el diálogo.

La idea básica del método socráti-co de enseñanza consiste en queel “maestro” no inculca al alumnoel conocimiento, pues rechaza quesu mente sea un receptáculo ocajón vacío en el que se puedanintroducir las distintas verdades.Para Sócrates, el discípulo esquien extrae de sí mismo el cono-cimiento, gracias a la fecundidaddel diálogo y a la confianza enlas capacidades del individuo paraalcanzar el saber.

Al evocar la mayéutica socrática,queremos mostrar nuestra con-fianza en que realmente, ponien-do sabiamente el corazón en larelaciones entre padres y adoles-centes, puede humanizarse laeducación, cualificándola de esasabiduría nacida de una visiónpositiva que se espera de cadapersona el milagro de un nuevoser en evolución, de una nuevapersona para contribuir a la cons-trucción de un mundo mejor.

Esperamos que estas páginascontribuyan a sacar también lomejor de los educadores y padrespara humanizar la educación delos adolescentes.